Sistema preventivo educomunicación SDB peresson

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EL SISTEMA PREVENTIVO DE DON BOSCO Un Ecosistema Educativo Pastoral

A) Una Comunidad Salesiana fundada en Cristo que evangeliza y educa B) Un lugar de la Patria donde responsables del Bien Común.

se forman ciudadanos críticos y

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PRIMER TEMA UNA COMUNIDAD SALESIANA FUNDADA EN CRISTO QUE EVANGELIZA Y EDUCA LA MISIÓN EDUCANDO

EDUCATIVO-PASTORAL

SALESIANA:

EVANGELIZAR

El Proyecto Educativo Pastoral Salesiano tiene su principio y fundamento en su propia Misión de “Ser en la Iglesia signos y portadores del amor de Dios a los y las jóvenes, especialmente a los más pobres.” Con la sintética expresión “Evangelizar educando” apuntamos al corazón mismo de la Misión salesiana. Al definir nuestra misión educativo-pastoral con estos términos queremos afirmar que toda nuestra misión educativo-pastoral se inspira y fundamenta en la misión misma de Jesucristo, y participa de la misión de la Iglesia que es Evangelizar. Somos Evangelizadores de la niñez y la juventud especialmente los más pobres y necesitados en los diferentes contextos. Para comprender con plena claridad nuestra misión evangelizadora, hacemos particular referencia a la Exhortación Apostólica del Papa Pablo VI “Evangelii Nuntiandi”, del 8 de diciembre de 1975, documento conclusivo del Sínodo de los obispos de 1974 sobre la Evangelización, y el la Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium, La alegría del Evangelio del 24 de noviembre de 2013, del Papa Francisco, como fruto del Sínodo de los Obispos del 2012 sobre la Nueva Evangelización, porque en ellas, con gran claridad, se ha definido, en total fidelidad al testimonio de los Evangelios, la naturaleza de la misión de Cristo y de la Iglesia, de la cual participamos como Familia Salesiana. 4.1 LA MISIÓN DE CRISTO ES EVANGELIZAR Testimonio y misión de Jesús La Exhortación Apostólica Evangelii Nuntiandi así presenta la Misión de Jesús: 3


“6. El testimonio que el Señor da de sí mismo y que San Lucas ha recogido en su Evangelio: “Es preciso que anuncie también el Reino de Dios en otras ciudades” (Lc 4,43), tiene, sin duda, grande alcance ya que define en una sola frase la misión de Jesús “porque para eso he sido enviado” (Ib.). Estas palabras alcanzan todo su significado cuando se las considera a la luz de los versículos anteriores en los que Cristo se aplica a sí mismo las palabras del profeta Isaías: „El Espíritu del Señor sobre mí, porque me ha ungido para evangelizar a los pobres‟ (Lc 4,18). Proclamar de ciudad en ciudad, sobre todo a los más pobres, con frecuencia los más dispuestos, el gozoso anuncio del cumplimiento de las promesas y de la Alianza propuestas por Dios, tal es la misión para la que Jesús se declara enviado por el Padre; todos los aspectos de su ministerio, la misma Encarnación, los milagros, las enseñanzas, el llamamiento de sus discípulos, el envío de los Doce, la cruz y la resurrección, la continuidad de su presencia en medio de los suyos – forman parte de su actividad evangelizadora.” Jesús, primer evangelizador “7. Jesús mismo, Evangelio de Dios (Mc 1,1; Rm 1,1-3), ha sido el primero y el más grande evangelizador. Lo ha sido hasta el final, hasta la perfección, hasta el sacrificio de su existencia terrena.” El anuncio del Reino de Dios “8. Cristo, en cuanto evangelizador, anuncia ante todo un reino, el Reino de Dios; tan importante que, en relación a él, todo se convierte en “lo demás” que es dado por añadidura (cf. Mt 6,33). Solamente el Reino es, pues, absoluto y todo el resto es relativo.” El Reino que nos reclama “180. La propuesta de Jesús es el Reino de Dios (cf. Lc 4,43); se trata de amar a Dios que reina en el mundo. En la medida que Él logre reinar entre nosotros, la vida social será ámbito de fraternidad, de justicia, de paz, de dignidad para todos. Entonces tanto el anuncio como l a experiencia cristiana tienden a provocar consecuencias sociales. Buscamos su Reino: “Buscad ante todo el Reino de Dios y su justicia, y todo lo demás vendrá por añadidura” (Mt 6,33). El Proyecto de Jesús es instaurar el Reino de su Padre; Él pide a sus discípulos: “¡Proclamad que está llegando el Reino de los cielos!”(Mt10, 7). (Papa Francisco, Evangelii G a u d i u m ) . Efectivamente, los cuatro Evangelios, en particular los Sinópticos, unánimemente muestran que Jesús tuvo la clara conciencia de que la Misión para la cual había sido enviado era la de Evangelizar: proclamar la Buena y esperanzadora Noticia del advenimiento y la presencia de la utopía de Dios para la humanidad: anunciar con su palabra y mostrar con los signos que

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hacía, que el Reino de Dios había llegado y estaba ya en nosotros y en medio de nosotros (Mc 1,14-15; Lc 4,16-21; Mt 4,12.17.23; 9,35; EN 6-8. 13-14). La vida histórica de Jesús de Nazareth tiene su centro, su polo de atracción y su sentido último y decisivo en una realidad clave: el Reino de Dios: dos realidades inseparablemente relacionadas: para Jesús, Dios, a quien llama Abbá, es siempre el “Dios del Reino”, y el Reino es siempre “el Reino de Dios”, de manera que se podría hablar de una “totalidad dual”. Pero hay también algo plenamente evidente en los Evangelios, Jesús mismo, con su vida, con su palabra, con toda su acción, muerte y resurrección, es la presencia y manifestación del Reino de Dios. Él es el Mesías, “el Cristo, el Hijo de Dios, el que iba a venir al mundo” (Jn 11,27). Jesucristo no sólo anuncia la Alegre Noticia del advenimiento del Reino de Dios, sino que Él mismo es la presencia del Reino de Dios. Orígenes, teólogo del siglo III, lo definió autobasiléia 1, el Reino de Dios en persona. Ahora bien, el Reino de Dios cuya presencia entre nosotros anuncia Jesús, y al cual invita a adherirse, conlleva en quien escucha la Buena Nueva y en la realidad en la cual resuena, una transmutaciónm total, un radical cambio de todo aquello que niega o se opone al Proyecto de Dios, el anti-reino; un “nuevo nacimiento” para la persona y la transformación de la realidad: Ésa conversión, ése cambio, son la muestra y la demostración de que el Reino se está haciendo presente, está acontenciendo y está actuando. Estos son sus signos: •

En un mundo donde impera la violencia, la amenaza, el temor y la muerte, Jesús ofrece la vida en abundancia y trae la verdadera paz: “Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia” (Jn 10,10). A los fariseos y herodianos que estaban al acecho para ver si curaba en sábado al hombre que tenía la mano paralizada, les pregunta: “¿Es lícito en sábado hacer el bien en vez del mal, salvar una vida en vez de destruirla?” y lo cura de su enfermedad. (Mc 3,4); y al enviar a sus discípulos a proclamar la Buena Nueva por todo el mundo les da como don y confía como tarea construir la verdadera paz: “Les dejo mi paz, les doy mi paz; no se la doy como la da el mundo Jn 14,27). Evangelium vitae et pacis.

En una sociedad con múltiples formas de esclavitud y empobrecimiento, Jesús proclama la Buena Noticia de la liberación de todas las servidumbres. En la sinagoga de Nazareth, al inaugurar su misión, Jesús proclama: “El Espíritu del Señor sobre mí, porque me ha ungido, me ha enviado a anunciar a los pobres la Buena Nueva, a proclamar la liberación a los cautivos, para dar la libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia del Señor.” La escritura que acaban de oír se ha cumplido hoy.” (Lc 4,18-21). Evangelium

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In Matthaeum Homilia 14, 7: “Quod si et illud discutias: „Illorum est regnum coelorum‟, illorum regnum esse Christum dicere potest, quatenus ipsum regnum est” (autobasiléia). PG 13, 1198 BC.

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liberationis. •

En un mundo estructurado según la ley de la competitividad y la exclusión, en el que predominan relaciones de dominio y opresión, Jesús afirma la igualdad y la solidaridad de hermanos y hermanas. Al percatarse de que dos discípulos estaban tramando cómo ocupar los primeros puestos en el Reino mesiánico nacionalista que ellos creían que Jesús iba a fundar, les dice: “Ustedes saben que los jefes de las naciones las gobiernan como señores absolutos, y los grandes las oprimen con su poder. Pero no ha de ser así entre ustedes, sino que el que quiera llegar a ser grande entre ustedes, será su servidor, y el que quiera ser el primero entre ustedes, será esclavo suyo; de la misma manera que el Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y dar su vida como rescate por muchos.” (Mt 20,20-28; 18,16.10). Evangelium solidarietatis.

Frente a la acumulación excluyente y egoísta de la riqueza, Jesús propone la necesidad de compartir los bienes de la creación. A un joven que quería seguirlo y que desde su juventud había observado los mandamientos, Jesús le dice: “Aún te falta una cosa. Vende todo cuanto tienes y repártelo entre los pobres, y tendrás un tesoro en los cielos; luego ven y sígueme.” Pero el joven, oyendo esto, se puso muy triste, porque era muy rico, y se fué.” (18,18-27; Lc 12, 33-34; Lc 14,33; 12,33-34). Evangelium fraternitatis.

Frente a la búsqueda de prestigio y privilegios, Jesús defiende el valor y la dignidad de toda persona como hijo e hija de Dios y la igualdad de todos los seres humanos en la fraternidad. Mientras que los escribas y fariseos, obran para ser vistos por los hombres y van buscando los primeros puestos en los banquetes y las sinagogas y que la gente los llame “Rabbi”, Jesús advierte a sus discípulos: “Ustedes en cambio no se dejen llamar “Rabbi”, porque uno solo es su Maestro; y, ustedes todos son hermanos… El mayor entre ustedes sea su servidor: pues el que se ensalce, será humillado; y el que se humille, será ensalzado.” (Mt 23,1-12; cf. Mt 20,20-28; 11,25-27; Lc 14,7-11). Evangelium dignitatis humanae.

Ante las estructuras aplastantes y totalitarias del poder, Jesús contrapone la actitud del servicio a la comunidad (Mt 23,11-12). Cuando los discípulos le preguntan: “¿Quién es el más importante en el Reino de los cielos?”, Él llamó a un niño, lo puso en medio de ellos y dijo: “Les aseguro que si no cambian, y se hacen como niños, no entrarán en el Reino de los Cielos. El que se haga pequeño como este niño, ése es el mayor en el Reino de los Cielos.” (Mt 18,1-4). Evangelium diaconiae.

Contra la absolutización de la ley, Jesús afirma que ésta debe estar a servicio de las personas y no lo contrario, y proclama el mandamiento nuevo del amor como código que regula la vida humana. En su testamento Jesús dice a sus discípulos: “Les doy un mandamiento

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nuevo, que se amen los unos a los otros. Que, como yo os he amado, así se amen también los unos a los otros. En esto conocerán todos que son discípulos míos; si se tienen amor los unos a los otros.” (Jn 13,3435; 15,12-13; Lc 10,25-37). Evangelium charitatis. •

Ante el fariseísmo legalista y ritualista, Jesús afirma que el culto en espíritu y en verdad, agradable a Dios, es el amor al prójimo y la práctica de la justicia. Cuando los fariseos criticaban a Jesús porque compartía la mesa con publicanos y pecadores, Jesús les replicó: “Vayan a aprender qué significa aquello de: Misericordia quiero, y no sacrificios. Porque no he venido a llamar a justos sino a pecadores (Mt 9,10-13; 12,1-8; 23,23). Evangelium iustitiae et misericordiae.

En oposición a la hipocresía y la mentira, Jesús proclama la verdad que nos hace libres. Interrogado por Pilato, si era Rey, Jesús contestó “Sí, como dices soy Rey. Para esto he nacido yo y para esto he venido al mundo; para dar testimonio de la verdad.” (Jn 8,31-32; 18,37). Evangelium veritatis.

Para Jesús, el Reino de Dios no se establece intrascendentemente, dejando a la persona, al mundo y a la sociedad inalterados como si no pasase nada. La Buena Noticia exige y comporta el cambio en el corazón y de las actitudes de la persona que acoge la Buena Noticia, un nuevo nacimiento, y el cambio radical de las situaciones generadoras de violencia y de muerte, de injusticia y exclusión en las que se vive. Por esta razón Jesús encontró constantemente oposición, padeció, fue condenado a muerte, y anunció también a sus discípulos, persecución, cárcel, torturas y muerte. En Tesalónica, cuando Pablo y Silas anuncian que Jesús es el Cristo, “los judíos, llenos de envidia reunieron a la gente maleante de la calle, armaron tumultos y alborotaron la ciudad…gritando: “Ésos que han revolucionado todo el mundo, se han presentado también aquí.” (Hch 17,5-6). 4.2 LA IGLESIA: UNA COMUNIDAD EVANGELIZADA Y EVANGELIZADORA; UNA COMUNIDAD DISCÍPULA Y MISIONERA Pero hay algo más: al anunciar la Buena Nueva del Reino de Dios, Jesús invita a la conversión y a su seguimiento para que ese Reino pueda seguir siendo conocido, anunciado, servido y así fuese proseguida su causa (cf. Lc 9,l-6 y par.; Lc 10,1-12). Es históricamente cierto que Jesús al anunciar la Buena Nueva del Reino, invitaba también a seguirlo y a proseguir su misión. Por eso la Exhortación Apostólica “Evangelii Nuntiandi” así define la misión de la Iglesia, en continuidad con la misión evangelizadora de Jesús: “l3. Quienes acogen con sinceridad la Buena Nueva, mediante la acogida y la participación en la fe, se reúnen, pues, en el nombre de Jesús para buscar juntos el Reino, construirlo y vivirlo. Ellos construyen una comunidad que es a la vez evangelizadora. 14. La Iglesia lo sabe. Ella tiene viva conciencia de que las palabras del

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Salvador: “Es preciso que anuncie también el Reino de Dios en otras ciudades” (Lc 4,43), se aplican con toda verdad a ella misma. Y por su parte ella añade de buen grado, siguiendo a San Pablo: “Porque, si evangelizo, no es para mí motivo de gloria, sino que se me impone como necesidad. ¡Ay de mí, si no evangelizara!” (1 Co 9,16). Con gran gozo y consuelo...queremos confirmar una vez más que la tarea de la evangelización de todos los hombres constituye la misión esencial de la Iglesia; una tarea y misión que los caminos amplios y profundos de la sociedad actual hacen cada vez más urgentes. Evangelizar constituye, en efecto, la dicha y la vocación propia de la Iglesia, su identidad más profunda. Ella existe para evangelizar.” La Iglesia no existe para sí misma, sino que está al servicio del plan divino del Reino de Dios, que va mucho más allá de las fronteras de la Iglesia. La Iglesia es “sacramento universal de salvación” (LG 48), “signo e instrumento” (LG 1), “germen y primicia” del Reino” (LG 48). Como continuadora de la Misión Evangelizadora de Jesús, la Iglesia está llamada a ser cada vez más, como Jesús mismo, la “Iglesia de los pobres” según la sugestiva expresión del Papa Juan XXIII y del Papa Juan Pablo II 2 Esta opción es decididamente asumida por la V a Conferencia General del Episcopado latinoamericano y del Caribe, en Aparecida:- Brasil (2007). “Nos comprometemos a trabajar para que nuestra Iglesia Latinoamericana y Caribeña siga siendo, con mayor ahínco, compañera de camino de nuestros hermanos más pobres, incluso hasta el martirio. Hoy queremos ratificar y potenciar la opción del amor preferencial por los pobres hecha en las conferencias anteriores 3. Que sea preferencial implica que debe atravesar todas nuestras estructuras y prioridades pastorales. La Iglesia latinoamericana está llamada a ser sacramento del amor, solidaridad y justicia entre nuestros pueblos.” (No. 396). Y el Papa Francisco afirma enfáticamente: “198. Para la Iglesia la opción por los pobres es una categoría teológica antes que cultural, sociológica, política o filosófica. Dios les otorga “su primera misericordia”. Esta preferencia divina tiene consecuencias en la vida de fe de todos los cristianos, llamados a tener los mismos sentimientos de Jesucristo (Flp 2,5). Inspirada en ella, la Iglesia hizo una opción por los pobres entendida como una forma especial de primacía en el ejercicio de la caridad cristiana, de la cual da testimonio toda la tradición de las Iglesias. Esta opción – enseñaba por Benedicto XVI – “está implícita en la fe cristológica en aquel Dios que se ha hecho pobre por nosotros, para enriquecernos con su pobreza”. Por eso quiero 2 3

Encíclica Laborem exercens No. 8. DM 14,4-11; DP 1134-1165; SD 178-181; DA 391-398.

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una Iglesia pobre para los pobres. Ellos tienen mucho que enseñarnos. Además de participar del sensus fidei, en sus propios dolores conocen al Cristo sufriente. Es necesario que todos nos dejemos evangelizar por ellos. La Nueva Evangelización es una invitación a reconocer la fuerza salvífica de sus vidas y a ponerlas en el centro del camino de la Iglesia. Estamos llamados a descubrir a Cristo en ellos, a prestarles nuestra voz en sus causas, pero también a ser sus amigos, a escucharlos, a interpretarlos y a recoger la misteriosa sabiduría que Dios quiere comunicarnos a través de ellos.” (EG 198). 4.3 Evangelizar EDUCANDO Jesús mismo, para realizar su misión evangelizadora escogió un camino y una medición fundamental: la educación. Desde el comienzo de su misión se hizo y fue reconocido como Maestro (didáskalos) carismático, poseído por el Espíritu, que enseñaba una “doctrina nueva y lo hacía con autoridad” (Mc 1,27) 4, creando con quienes lo escuchaban y querían seguirlo una relación educativa que los convertía en “discípulos” (mathetés) suyos. En efecto, el proyecto de Reino de Dios, sólo se haría posible si quienes escuchaban la Buena Noticia, la acogían en su corazón, nacían a una vida nueva, cambiaban su mentalidad y forma de vivir anteriores, se comprometían con el Plan de Dios de “hacer nuevas todas las cosas” (Ap 21,5; 2Co 5,17; Is 43,18-19), y entraban a formar parte de la comunidad de los “seguidores del Camino” (Hc 9,2) trazado por Jesús. Su misión evangelizadora implicaba una tarea educativa, formar discípulos, personas nuevas, “a su imagen y semejanza” (Gn 1,26), comprometidas con la causa de la justicia, la solidaridad y la paz. La misión evangelizadora de Jesús hacía surgir el discipulado y el seguimiento. Para nosotros, educadores/as salesianos a la manera de Don Bosco, en el seguimiento de Jesucristo Maestro, Evangelizador del Reino, la Educación es, pues, el lugar y la mediación por excelencia para realizar nuestra misión evangelizadora. El acto educativo, la labor cotidiana de la educación, debe ser comprendido como un hecho salvífico mediante el cual se está realizando el Proyecto liberador de Jesús, la presencia de su Reino; un lugar, “topos”, y un tiempo propicio, “kairós”, de la acción de Dios. Por esta razón el hecho educativo debe ser visto y asumido como “lugar teologal” de la experiencia de fe, y, a su vez, como “lugar teológico” de reflexión y comprensión creyente del acto educativo. Para entender el papel de la Educación en la formación de la persona y para la construcción de la sociedad, debemos comprender cuál es su significado y la función que ella está llamada a cumplir. La persona, “creada por Dios a su imagen y semejanza” (Gn 1,26) es un ser histórico en continuo crecimiento, que a través del conjunto de sus opciones 4

En los Evangelios, particularmente en los sinópticos, el verbo enseñar (didásko) aparece unas 100 veces, refiriéndose generalmente a la actividad realizada por Jesús; igualmente el sustantivo maestro (didáskalos) se halla numerosas veces (unas sesenta), la mayor parte de ellas aplicado a Jesús. Correlativo al título de maestro está el sustantivo discípulo (en griego mathetés), dado a los seguidores de Jesús que tienen una relación específica con el Maestro.

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libres a lo largo del tiempo y en circunstancias muy diversas, busca realizar el proyecto de su propia vida. “Es” y al mismo tiempo es un “deber ser”. En este sentido “se va haciendo persona”, se va humanizando y, por eso mismo, realizando la vocación propuesta por Dios. De la misma manera una comunidad, un pueblo, son realidades históricas que se van configurando, creciendo y realizando a lo largo del tiempo y en una geografía determinada. Van creándose y recreándose permanentemente como seres culturales en interacción constante con el contexto que los circunda y del cual forman parte. “Crecer” significa evolucionar, desarrollarse, progresar, multiplicarse, construirse, superarse, transformarse, realizarse desde dentro, a partir de las potencialidades y oportunidades, de las condiciones reales que se tienen y también en conformidad con las metas que cada persona o una comunidad se proponen alcanzar. Con todo, este proceso, como toda realidad histórica, no es lineal y estandarizado, sino un camino lento, arduo, lleno de aventuras y peripecias, de marchas y contramarchas, de avances y retrocesos, de altibajos; por otra parte, el reconocimiento de las subjetividades no permite establecer un camino uniforme, sino valorar la pluralidad e individualidad de caminos educativos, teniendo en cuenta los contextos e identidades diferentes. No hay un camino hecho o un itinerario preestablecido, pero hay ideales, aspiraciones y metas y cuando el horizonte es claro, las etapas del camino se van abriendo en la marcha. El que tiene un “porqué” y un “para qué” vivir, siempre encontrará o creará el “cómo” llegar a él. La educación (e-ducere) significa conducir, guiar, acompañar, desde (ex) una realidad y situación, hacia una meta o ideal; o también crecer desde dentro, desarrollando todas las riquezas y potencialidades que se tienen como persona y como comunidad. La educación es, entonces, el proceso de formación integral en y para la vida. La educación puede plantearse desde un doble dinamismo: en primer lugar, como el proceso de crecimiento, desarrollo y realización como persona, del cual cada uno y cada una es el primer y principal responsable, sujeto y protagonista. Es prioritariamente un proceso endógeno, que se genera desde dentro (e-ducere), sin el cual cualquier labor educativa es inútil o fallida. En segundo lugar, es una praxis social de acompañamiento, seguimiento y apoyo a las personas y comunidades para ayudarlas en los esfuerzos y búsquedas que están haciendo en su propósito de autogestión, autoformación, autorrealización. Es el componente exógeno, que se induce (in-ducere) desde afuera, como coadyuvante al esfuerzo que se genera desde dentro. Ambos procesos son absolutamente necesarios y confluyen para la consecución de los fines de la educación. El uno como generador, el otro como propulsor y acelerador. El uno de carácter potencial, el otro de carácter instrumental. La educación es posible, entonces, mediante la conjunción de los

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dos dinamismos co-operantes. Por su naturaleza misma el proceso educativo implica una antropología o comprensión de la persona humana en su condición real, social, cultural y utópica; una comprensión y visión de la sociedad en su realidad actual y también del ideal que queremos y nos proponemos construir; y la comprensión de un modelo de Iglesia hacia la cual nos proponemos orientar la acción pastoral. La imagen que se tenga de la persona, de su vocación y destino, regula, inspira y orienta la acción educativa, ofreciendo el cuadro de referencia de su realización como persona, porque señala el fin que se ha de conseguir. La visión de la sociedad nos plantea los rasgos que debe tener la comunidad humana que estamos llamados a construir para convivir dignamente, donde quepamos todos sin exclusión alguna. La comprensión y modelo de Iglesia que se tenga, inspira y orienta todo el actuar pastoral. A partir de ahí se puede comenzar a desarrollar el proceso educativo que debe tener las características de la gradualidad e integralidad, es decir, la realización de las personas y de la comunidad en la totalidad de sus dimensiones. Para que sea lo que debe ser, y cumplir sus fines de manera integral, la educación debe desarrollar un cuádruple proceso:  Un proceso de personalización, de conocimiento de sí mismo, de autovaloración personal, de desarrollo de los propios talentos y aptitudes, de interiorización en los valores que inspiran y guían toda la vida, y de formación para la libertad y la autonomía.  Un proceso de socialización, como toma de conciencia de pertenecer a una comunidad: familiar, escolar, ciudadana, eclesial, étnica, laboral, nacional, mundial, para poder participar en ella de manera crítica y renovadora, recreándola desde dentro. No nos educamos cada uno aisladamente, sino en comunidad y para la comunidad; se trata, entonces, de adquirir y desarrollar la conciencia ciudadana, sentirse miembro de la sociedad civil, colaborando activamente en el desarrollo social con miras a la construcción de una sociedad justa y equitativa que garantice una vida digna para todos.  Un proceso de liberación de todas aquellas formas de alienación, antiguas y nuevas, y de las múltiples maneras de exclusión: social, política, económica, cultural, étnica, de género, religiosa, que impiden la realización a la que cada persona y cada comunidad en su conjunto están llamadas y tienen derecho.  Un proceso de culturización, mediante el cual, se valora y promueve creativamente el desarrollo de la propia cultura, reconociendo la pluriculturalidad y la interculturalidad desde la identidad propia, y de esta manera neutralizar los dinamismos generadores de homogeneización cultural y de imposición del pensamiento único.

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La UNESCO, después de 10 años de reflexión, a nivel mundial ha logrado plasmar en la sugestiva propuesta presentada por Jacques Delors “La Educación encierra un tesoro”, los cuatro pilares que deben orientar la educación en el siglo XXI: la educación está llamada, afirma el informe, “a proporcionar las cartas náuticas de un mundo complejo y en perpetua agitación y, al mismo tiempo, la brújula para poder navegar en él.” 5 Estos cuatro pilares, en torno a los cuales debe estructurarse toda la educación, son: Aprender a conocer Este tipo de aprendizaje, que tiende menos a la adquisición de conocimientos clasificados y codificados y mucho más al dominio de los instrumentos del saber, puede considerarse, a la vez, medio y finalidad de la vida humana. En cuanto medio, consiste, para cada persona, en aprender a comprender el mundo que le rodea. Como fin, su justificación es el placer de comprender, de conocer, de descubrir. El “aprender a conocer” lleva a que un número cada vez creciente de personas aprecie las bondades del conocimiento y de la investigación individual y en grupo, a despertar la curiosidad intelectual, que es la madre de toda ciencia, y a convertirse para toda la vida en “amigos de la ciencia”. Aprender a hacer Aprender a conocer y aprender a hacer son en gran medida indisociables. Pero lo segundo está más estrechamente vinculado a la cuestión de la formación profesional. ¿Cómo aprender a poner en práctica los conocimientos y al mismo tiempo cómo afrontar el aprendizaje en un mundo en vertiginosa transformación en el cual el futuro del trabajo no es totalmente previsible, dada la sustitución del trabajo humano por las máquinas, haciendo de él algo cada vez más inmaterial? A las tareas puramente físicas suceden tareas de producción más intelectuales – como el comando de las máquinas, su mantenimiento, su supervisión – y tareas de diseño, estudio y organización, a medida que las propias máquinas se vuelven más “inteligentes” y que el trabajo se “desmaterializa”. Al mismo tiempo se está dando un viraje, una evolución cuantitativa y cualitativa, en esta tendencia de “desmaterialización” del trabajo hacia el sector de los servicios y la comunicación, como por ejemplo, peritajes, supervisión, asesoramiento tecnológico, servicios financieros o administrativos, servicios sociales de enseñanza, salud, bienestar, recreación, tiempo libre, etc.). Desde esta óptica rápidamente se está pasando de la noción de calificación profesional a la de competencia personal de carácter múltiple. Aprender a vivir juntos – Aprender a convivir con lo diferente

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Santillana-Ediciones UNESCO, Madrid, 1996, p. 95.

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La convivencia constituye, sin la menor duda, una de las principales tareas de la educación contemporánea. La violencia creciente, la intolerancia, la xenofobia, las múltiples formas de exclusión, el abismo social creciente en el mundo, creado por la acumulación de la riqueza en poquísimas manos, las guerras preventivas y agresivas, contradicen la esperanza que se había creado en el progreso de la humanidad. Es impresionante el extraordinario potencial de autodestrucción que ha creado la humanidad en el siglo XX y comienzos del siglo XXI. La educación tiene el gran reto de formar para convivir en el reconocimiento del otro, ayudando a solucionar los conflictos de manera pacífica y concertada, favoreciendo el conocimiento de los otros, de sus culturas y de su espiritualidad. Aprender a ser Le educación debe contribuir al desarrollo de cada persona: cuerpo y mente, inteligencia, sensibilidad, sentido estético, responsabilidad social, espiritualidad. Más que nunca, la función esencial de la educación es la de conferir a todas las personas la libertad de pensamiento, de sentimientos, y de imaginación que necesitan para que sus talentos alcancen su pleno desarrollo y seguir siendo artífices, en la medida de lo posible, de su destino. La educación es un viaje interior cuyas etapas corresponden a las de la maduración constante de la personalidad de cada uno y cada una. Es aquí donde la formación en valores, encuentra un lugar destacadísimo en la educación y en la prevención. Señalamos, además, cuatro rasgos que deben estar presentes en nuestra comprensión de la educación, hoy:  En contraposición a una educación excluyente, particularmente en nuestro medio, por factores socio-económicos, se plantea una educación para todos, incluyente, especialmente para aquellos y aquellas, niños, niñas y jóvenes, a quienes se les niega el derecho a la educación y, por lo mismo, se les coloca en una situación de no futuro.  Frente a una educación circunscrita a unas etapas de la vida: la niñez, la adolescencia, la juventud, se plantea una educación a lo largo de toda la vida, creando una actitud de educación continua.  A diferencia de una educación limitada a unos espacios institucionales y formales, se opta por una educación a lo ancho de toda la vida, que se realiza en los múltiples espacios, escenarios y mediaciones en la vida misma, a través de toda la riqueza de la cotidianidad.  En contraposición a una educación “intelectualista” y en términos de eficiencia, eficacia y competitividad en el mercado, y planteada como oportunidad de éxito individual y reconocimiento social, se propone una educación integral que comprenda todas las dimensiones de la persona y se proyecte solidariamente a la comunidad. 13


Como seguidores de Jesús, comprendemos ahora sí, por qué afirmamos que nuestra misión es la Evangelizar a través de la educación.

CENTROS EDUCATIVCOS SALESIANOS EVANGELIZADORES ¿Cómo operativizar la misión evangelizadora de Jesús mediante la Educación en el aquí y ahora de nuestras comunidades educativas? A este interrogante responde nuestra propuesta de Pastoral Educativa. La PASTORAL EDUCATIVA es la acción sistemática, orgánica y proyectiva mediante la cual nuestra comunidad educativa busca realizar, a través de su Proyecto pedagógico, la misión evangelizadora de Jesús, la presencia del Reino de Dios. LAS CUATRO DIMENSIONES EVANGELIZADORA

DE

LA

PASTORAL

EDUCATIVA

A ejemplo y en el seguimiento de Jesús, realizamos operativamente su misión a servicio del Reino en y a través de la acción educativa, mediante los cuatro rasgos fundamentales y dimensiones de la Evangelización llevada a cabo por Jesús y que también realiza la misión de la Iglesia. El Papa Benedicto XVI así las señala en su primera encíclica “Deus caritas est”: “La naturaleza íntima de la Iglesia se expresa en una triple tarea: anuncio de la Palabra de Dios (kerygma, martyría), celebración de los Sacramentos (leiturgía) y servicio de la caridad (diakonía). Son tareas que se implican mutuamente y no pueden separarse una de otra. Para la Iglesia, la caridad no es una especie de actividad de asistencia social que también se podría dejar a otros, sino que pertenece a su naturaleza y es manifestación irrenunciable de su propia esencia.”6 Pocos números antes7 menciona la dimensión de la comunión o koinonía. La Iglesia, y como parte de ella la Comunidad educativa, realiza, pues, su misión evangelizadora, siendo:

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Una Comunidad educativa servidora de la niñez y la juventud, una Iglesia Samaritana, (Dimensión de la Diakonía);

Una Comunidad Educativa de comunión fraterna y participación (Dimensión de la Koinonía);

Una Comunidad Educativa Profética-kerigmática, que anuncia, a través de la Palabra que ilumina e interpela y el testimonio de la vida, la Buena Nueva de Jesucristo (Dimensión del anuncio profético o Kerigma

DCE, No. 25.a). Ibid. No. 20.

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y del signo martirial);  Una Comunidad Educativa que celebra la Pascua de Cristo en la vida y en la historia (Dimensión litúrgica y orante). EXPRESIÓN Y VIVENCIA SALESIANAS DE LA EVANGELIZACIÓN EDUCATIVA La misión evangelizadora salesiana, en el seguimiento de Cristo, y a ejemplo de Don Bosco, se realiza mediante un proyecto de promoción integral de cada persona orientada a Cristo, el hombre perfecto. Por lo mismo, comprende las cuatro dimensiones fundamentales de la evangelización que, a su vez, se convierten en mediaciones pastorales: UNA COMUNIDAD EDUCATIVA SAMARITANA, SOLIDARIA Jesús “al ver a la muchedumbre, sintió compasión de ella, porque estaban vejados y abatidos como ovejas que no tenían Pastor, proclamó la Buena Nueva del Reino y sanó toda enfermedad y dolencia en el pueblo” (Mt 9,3536); al ver a la multitud que lo seguía, sintió compasión de ella y multiplicó los panes y los peces para saciar el hambre y se puso a enseñarles ampliamente (Mc 6,30-44). La Iglesia, se siente enviada como Jesús “a anunciar la Buena Nueva a los pobres y la liberación a los oprimidos” (Lc 4,16-22); Ella debe anunciar y encarnar el Nuevo Mandamiento del Amor, como signo de reconocimiento de que somos discípulos de Jesús (Jn 13,34-35). Tiene como vocación ser una Iglesia Servidora de la humanidad, a ejemplo de Jesús quien “no vino a ser servido, sino a servir y a dar la vida” (Mt 20,28), para que todos tengamos vida y vida en abundancia (Jn 10,10). Así la Comunidad Educativa Salesiana como expresión de Iglesia, a ejemplo de Jesús, ante las necesidades apremiantes de los jóvenes de nuestra sociedad, la falta de oportunidades que les permitan vislumbrar un horizonte esperanzador para sus vidas, las situaciones de pobreza y violencia que padecen muchos de ellos, ante la carencia de afecto y reconocimiento social, la manipulación que se hace de su condición juvenil en un mundo regido por las leyes del mercado y el consumo, y respondiendo a sus más legítimas aspiraciones, no sigue de largo, como el sacerdote y el levita de la parábola, sino que, como el Samaritano, se hace prójimo de ellos, siente entrañablemente sus problemas, se encarga de ellos, y responde a sus problemas en actitud de servicio, de solidaridad y amor eficaz ( Lc 10,29-37). Es el Servicio de la caridad-missericordia.

Expresión y vivencia salesianas Para nosotros, educadores-ras salesianos/as, la manera más coherente y efectiva para realizar esta mediación evangelizadora es a través del servicio de la educación, necesidad fundamental del ser humano, orientado a la

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formación integral en clave samaritana, atendiendo y respondiendo a las necesidades, aspiraciones y problemáticas de los niños, niñas y jóvenes de hoy y también dando respuesta institucionalmente, en actitud de servicio, al contexto en el cual se encuentra. La dimensión del SERVICIO (Diakonía), ofrece, a través de la educación, una promoción integral, personal, social y colectiva “La promoción a la que nos dedicamos con espíritu evangélico, realiza el amor liberador de Cristo y es signo de la presencia del Reino de Dios”.). La palabra educación indica y compendia la opción fundamental en el servicio que deseamos prestar a la juventud y es una característica esencial de la misión de la Familia Salesiana. Define nuestro campo de trabajo: la promoción humana de la persona; pero también, y sobre todo, una modalidad y mediación que configura la totalidad de la acción pastoral. Educar, para nosotros, es un proceso de promoción personal tendiente a colaborar con el joven para que desarrolle todos sus talentos y aptitudes y florezcan todas las potencialidades latentes en él, hasta alcanzar la plena madurez. Aparece claramente en esta visión de la educación, que el principal sujeto es el mismo joven con sus recursos personales como fuente impulsora, y el educador como acompañante y ayuda promotora. Para este desarrollo de la persona hasta la madurez, como salesianos seguimos un camino: 

El primer paso es ayudar a los y las jóvenes a liberarse de todos los condicionamientos negativos y alienaciones que les impiden desarrollarse como personas, tanto materiales, como psicológicos y afectivos, de las cuales la principal es la pobreza que impide toda posibilidad de realización, cerrando las puertas hacia el futuro.

A este primer aspecto se une la acción constructiva de preparar para el trabajo, mediante el cual los y las jóvenes podrán hacer fructificar sus talentos y vincularse con competencia y responsabilidad en la sociedad.

Un factor importante en el desarrollo de la persona es la formación cultural, entendida como su manera de comprender su realidad, de representarla en una cosmovisión unitaria, y expresarla en un conjunto de códigos simbólicos, patrones de comportamiento y formas estructuradas de socialización; es decir, como el modo de ver la vida y de construir el mundo.

Parte esencial de la formación del niño, la niña, del y de la joven es la apropiación y construcción del conocimiento que le permite conocerse a sí mismo y entender su entorno físico y social, y a partir de él comprometerse personal y socialmente en su transformación.

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Este proceso de la educación se orienta y desemboca en el núcleo principal de la persona: la formación de una libertad responsable. La madurez, en efecto, llega a su plenitud cuando la persona adopta y organiza armónicamente una escala de valores, y un conjunto de motivaciones y convicciones que enriquecen y orientan toda su vida y acción. La formación axiológica.

 Una educación integral de la persona comprende, así mismo, una sabía formación de la afectividad y de la sexualidad, que lo ayude a comprender y orientar en un proyecto de vida el dinamismo de crecimiento que lleva dentro de sí. 

Finalmente el proceso de personalización proyecta al joven hacia el futuro concretando una opción vocacional, dentro de la sociedad y en la iglesia, que le dé pleno sentido a su vida.

No es posible trabajar en los ambientes populares y a favor de los jóvenes pobres, sin considerar las implicaciones sociales y colectivas de la realidad que ellos viven y sin constatar que su promoción individual va unida inevitablemente a su promoción colectiva. Además, nuestro puesto en el campo de la educación no puede dejar de considerar la función de conservación o de transformación que ésta tiene en el sistema social. Hemos tomado conciencia de que en el mundo no sólo existen los pobres y la juventud marginada, sino que su condición es un fenómeno global y estructural. Don Bosco pensó toda su obra como un proceso de cambio social por medio de la educación de la juventud, pues estaba convencido de que ahí estaba el verdadero secreto y la clave para transformar toda la sociedad. Dos aspectos son decisivos en la trasformación de la sociedad a partir de la educación:  En una sociedad desigual y excluyente, como son las nuestras, la labor educativa debe, en primer lugar, educar para las responsabilidades éticas, sociales y profesionales. Esta tarea está implícita en el objetivo educativo salesiano de formar a los jóvenes como “buenos cristianos y honestos ciudadanos”.  Por eso, debemos preguntarnos hoy qué significa ser “buenos ciudadanos” en sociedades a menudo sujetas a estructuras injustas, o atormentadas por problemas sociales, o donde los derechos humanos son conculcados pública e impunemente.  Significa asumir un compromiso valiente y eficaz por la justicia, para crear un espíritu real de fraternidad. Significa plantear consciente y explícitamente la formación social y la responsabilidad ciudadana de los jóvenes que conduzcan a un compromiso activo y convencido en el campo social.

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UNA

COMUNIDAD EDUCATIVA PARTICIPACIÓN

DE

COMUNIÓN

FRATERNA

Y

Para un pueblo desarticulado, vejado y aprisionado por estructuras de egoísmo y rivalidad, la Iglesia, a ejemplo de la primera comunidad cristiana de Jerusalén en la cual “todos los creyentes tenían un solo corazón y una sola alma; nadie consideraba como propio nada de lo que poseía sino que tenían en común todas las cosas.” (Hch 2,42-47; 4,32-35), debe convertirse en un espacio de fraternidad, que acoge a las personas y les ofrece la posibilidad de integrarse en una familiacomunidad de hermanos y hermanas creyentes en Cristo. “Quienes antes eran extranjeros en su propia tierra, “llegan a ser “casa de Dios” y “conciudadanos de los santos y familiares de Dios” (Ef 2,19). Así como el pueblo necesita pan, techo, educación y salud, también necesita afecto y es capaz de dar cariño. Obedientes al Mandamiento Nuevo del Señor Jesús, de “amarnos los unos a los otros como él nos ha amado” (Jn 13,34), la comunidad educativa salesiana que formamos debe llegar a ser una “casa y escuela de comunión” que acoge a todas las personas sin distinciones ni discriminaciones, una comunidad en la cual se creen permanentemente vínculos de fraternidad, se tejan lazos de familiaridad, de amistad y de compañerismo, y en la que nos “amemos cordialmente los unos a los otros” (Rm 12,11-21). Será un signo de credibilidad y reconocimiento: “miren cómo se aman y están dispuestos a dar la vida los unos por los otros” (Tertuliano: Apologético, 39) “Porque en Cristo formamos un solo cuerpo” (1Co 12,13-30), nuestra comunidad educativa, debe ser un espacio donde cada uno y cada una se sienta tenido en cuenta según sus capacidades, valorando con la misma dignidad a todas las personas, respetando, a su vez, a cada uno y a cada una en sus diferencias. En medio de tanta gente marcada por el aislamiento, el miedo, y por la mutua desconfianza, la comunidad educativa, que somos todos, debe llegar a ser un espacio en donde se puedan compartir las penas y las esperanzas; una comunidad en la que todos nos sintamos partícipes y corresponsables teniendo en cuenta la diversidad de los carismas con que el Espíritu Santo la ha enriquecido para el bien común (1Co 12,4-7). Así mismo, a ejemplo de Jesús que se hizo el servidor de todos (Jn 13, l-15), entre los miembros de nuestra comunidad educativa debe reinar el espíritu de servicio, por el cual el que quiera ser el primero debe ser el servidor de los demás (Mt 23,1-12). Expresión y vivencia salesianas Salesianamente realizamos La dimensión de COMUNIÓN (Koinonía) de la evangelización creando una comunidad educativa que sea “casa y escuela de comunión” y en la cual se pueda vivir intensamente una experiencia de comunión y participación: “encaminamos a los jóvenes hacia una experiencia

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de vida eclesial con su entrada y participación en una comunidad de fe”. La vida de la Iglesia es comunión profunda en la fe, en la esperanza y en la caridad. Es también vida de comunidad visible en el amor y en la comunicación fraterna, en la celebración y en la acción apostólica. La comunidad educativo–pastoral debe llegar a ser el lugar propicio para tener una riquísima vivencia de “comunión y participación” y de inserción en la vida de la comunidad eclesial. Por eso mismo la educación salesiana se propone encaminar a los jóvenes a una experiencia de Iglesia y tiende a construir una comunidad cristiana auténtica, y la manera más propicia para lograrlo es mediante la creación de la Comunidad educativa, toda ella inspirada en el Evangelio. En nuestra experiencia salesiana hablamos del “Espíritu de Familia” que debe caracterizar todo el ambiente educativo. Una manera peculiar de la educación salesiana como camino para hacer una experiencia personal y comunitaria de Iglesia, son los grupos juveniles y los movimientos apostólicos, como el Movimiento Juvenil Salesiano, MJS. Con ese fin animamos y promovemos grupos y movimientos de formación y de acción apostólica y social. En éstos los jóvenes crecen en la conciencia de sus responsabilidades personales, y aprenden a dar su insustituible aportación a la transformación del mundo y a la vida de la Iglesia, haciéndose ellos mismos los primeros e inmediatos apóstoles de los jóvenes La experiencia de vida en el grupo constituye una mediación importante entre el individuo y la comunidad eclesial más grande, haciendo madurar poco a poco el sentido de pertenencia eclesial y social. UNA COMUNIDAD EDUCATIVA MÍSTICA-PROFÉTICA Sintiendo la misma urgencia del Reino como el Apóstol Pablo, para quien “predicar el Evangelio era un deber y ¡ay de él si no predicaba el Evangelio” (1Co 9,16), nuestra comunidad educativa, en cuanto Iglesia, siente la urgencia de anunciar con la Palabra y testimoniar con la vida la Buena Nueva de Jesucristo, mediante la catequesis, la Educación Religiosa Escolar, la predicación y todas las mediaciones del anuncio de la Palabra. Iluminada por la Palabra de Dios, nuestra comunidad educativa lee e interpreta permanentemente el acontecer de la vida y los hechos de la historia dentro del Plan de Dios, descubriendo su presencia, su actuar y sus interpelaciones en los signos de los tiempos y de los lugares (Mt 16,1-4): signos de liberación, de vida, de esperanza, de comunión, de solidaridad, de dignificación de la persona. Por vocación y misión la comunidad educativa salesiana es educadora de la fe. Pedagógicamente realizamos esta dimensión de la evangelización a través del

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testimonio y profecía, especialmente mediante la catequesis, los itinerarios de educación en la fe, el currículo evangelizador, la predicación y la Educación Religiosa Escolar de carácter experiencial. Expresión y vivencia salesianas La dimensión PROFÉTICA es un componente esencial de nuestra identidad y como dimensión fundamental de nuestra misión evangelizadora a través de la educación: “Esta sociedad comenzó siendo una simple catequesis” (*). También para nosotros la Evangelización y la catequesis son la dimensión fundamental de nuestra misión. (Art. 34).8 Como Don Bosco, estamos llamados, todos y en todas las ocasiones, a ser educadores de la fe. Nuestra ciencia más eminente es, por tanto, conocer a Jesucristo, y nuestra alegría más íntima, revelar a todos las riquezas insondables de su misterio (Ef 3,8-19)”. En el proyecto educativo-pastoral salesiano hay un aspecto central que ilumina y da color a todo el conjunto: el anuncio de la Buena Noticia de Jesucristo y del Reino de Dios por él proclamado e inaugurado, y la iniciación al misterio cristiano. Dimensión fundamental es la catequesis, como los itinerarios educativos de la fe que conducen al encuentro con Cristo, a la conversión, y a su seguimiento y que incluyen todas sus formas: desde el testimonio, el anuncio, la conversión, hasta la inserción en la comunidad cristiana y la participación activa en la misión de la Iglesia. El objetivo de la catequesis, como itinerario de educación en la fe, es el encuentro personal con el Señor. En el centro de la fe se sitúa la relación con la persona de Jesús. Mediante ese encuentro el joven deberá hallar el sentido que dé unidad a su existencia, establecer una fusión constante de fe y vida, construirse una personalidad nueva modelada sobre la de Cristo. Se destacan tres expresiones: llevar a la persona del Señor resucitado, descubrir el sentido de la propia existencia, crecer como hombres nuevos. El proyecto salesiano, como acción educativa y pastoral tiene, como componente y objetivo esencial, la dimensión vocacional. La labor educativo-pastoral debe orientarse y culminar en suscitar el seguimiento de Jesucristo y el compromiso con la dilatación del Reino en la opción vocacional; es la meta y el coronamiento de todo el proceso de maduración humana y cristiana. Es innegable el puesto que ocupa en el proyecto educativo de Don Bosco la opción vocacional como respuesta a la llamada de Dios, en la que la “elección de estado” se presenta como “rueda maestra” de la vida y como el quehacer más importante de la edad juvenil. UNA COMUNIDAD EDUCATIVA QUE CELEBRA EN SU VIDA LA PASCUA 8

(*) MB IX, 61; MBe IX,68.

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DE CRISTO El pueblo creyente, del cual forma parte la Comunidad Educativa, así como tiene hambre de pan y sed de justicia, tiene también hambre de Dios, fuente de vida y de amor. El hambre de pan es un mal que debe ser vencido, erradicado y una necesidad que debe ser satisfecha. El hambre de Dios y la sed de justicia es un bien inagotable, que debe ser reconocido y alimentado. Nuestro pueblo es religioso, siente la cercanía, la presencia y el amor de Dios en su caminar y necesita expresar sus creencias personal y colectivamente, a través de celebraciones, fiestas y símbolos. La comunidad creyente, debe convertirse en un “Santuario”: un espacio donde, como comunidad y personalmente, pueda encontrarse con Dios y con los hermanos, una escuela de oración que llega a ser “Cuerpo de Cristo” (1Co 12, 27; Rm 12, 4-8) y “Templo del Espíritu Santo” (1 Co 6,19; 3,16-17) en donde se pueda expresar y celebrar “el culto en espíritu y en verdad” ( Jn 4,23), manifestar y sentir la oración que nace de la vida cotidiana y se revierte como gracia, fortaleza y esperanza en el vivir de cada día, “coronamiento y fuente” de toda la vida de la comunidad de fe (Sacrosanctum Concilium 10). Enseñados por Jesús, invocamos a Dios como Padre y le pedimos con insistencia que su Reino venga a nosotros y que el pan de cada día no falte en ningún hogar (Mt 6,7-15); nos alimentamos cotidianamente con la Palabra de Dios y celebramos la Eucaristía, como signo y fuente de comunión (1Co 10,1617; 11,17-34), orando en toda ocasión en el Espíritu (Ef 6,17), alabando y dando gracias al Señor (Col 4,2). Expresión y vivencia salesianas Educativamente realizamos esta dimensión de la evangelización, propiciando el carácter celebrativo y orante de la vida en la comunidad educativa, haciendo memoria, en la “liturgia de la vida” de los gozos y esperanzas, las tristezas y las angustias de la humanidad, sobre todo de los más pobres. (Gaudium et Spes 1) Así lo expresa el Artículo 36 de las Constituciones de los salesianos: Iniciación en la vida litúrgica al proponer la dimensión litúrgica-celebrativa de nuestra acción educativo-pastoral: “Iniciamos a los jóvenes en la participación consciente y activa en la liturgia de la Iglesia, cumbre y fuente de toda la vida cristiana. La vida litúrgica se considera en toda su amplitud: la escucha de la Palabra, las celebraciones litúrgicas, la oración, los sacramentos, siendo “la cumbre a la cual tiende la actividad de la iglesia y, al mismo tiempo, la fuente de donde mana toda su fuerza.” (Sacrosanctum Concilium 10). No se trata, pues, de una práctica ritual de cumplir obligaciones, ni de una simple costumbre, mucho menos, de una rutina, sino de la introducción consciente en el mundo de los signos y de las realidades que ofrecen las celebraciones. Iniciar quiere decir: mostrar, explicar, introducir a los jóvenes

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como sujetos activos, en una comunidad que celebra la presencia de Dios en su vida y la Pascua del Señor en su caminar diario para que ellos lleguen a “participar en la liturgia consciente, activa y fructuosamente” (Sacrosanctum Concilium No. 11). Una vía práctica y juvenil para tal iniciación es el valor educativo del año litúrgico, que marca el ritmo de la comunidad cristiana, porque indica el camino de crecimiento espiritual y compromiso gradual que el joven y la comunidad toman en su vida. La iniciación para Don Bosco, además de los aspectos catequísticos, llevaba consigo la alegre vivencia de la fiesta, de la solemnidad litúrgica. Los sacramentos son el corazón de la vida litúrgica; la Eucaristía es el centro de la vida sacramental. En el pensamiento y práctica educativa de Don Bosco la Eucaristía y la Reconciliación ocupan un puesto excepcional para educar en la fe a los jóvenes: “La confesión y la comunión frecuentes…son los pilares que deben sostener el edificio educativo”9.

FORMACIÓN INTEGRAL DIMENSIONES DE LA FORMACIÓN INTEGRAL La formación integral busca desarrollar armónicamente todas y cada una de las dimensiones esenciales de la persona. A la base de ellas hay una antropología, o concepción del ser humano y de aquellos componentes esenciales que es necesario desarrollar si se quiere que alcance plenamente lo implica ser persona. En cada una de las dimensiones se dan ciertos procesos que posibilitan su evolución y crecimiento, procesos que no son tangibles y sólo son perceptibles y observables a través de ciertos signos que los exteriorizan y manifiestan. Estas señales se pueden considerar como indicadores que permiten inferir la presencia y el grado de desarrollo de cada una de las dimensiones tales como valores vivenciados, actitudes manifestadas, competencias adquiridas, conocimientos logrados, habilidades y destrezas adquiridas, sentimientos manifestados, autoestima demostrada y visiones de futuro. Coherentes con la misión educativa pastoral salesiana, la formación integral que propugnamos comprende las siguientes dimensiones dentro de una visión de la persona como una y a la vez pluridimensional: • La dimensión ética: se refiere al actuar del ser humano a partir del uso de su libertad, con autonomía y responsabilidad, que debe regirse por los principios y valores que motivan, sustentan y orientan toda la vida y las opciones concretas de la persona. Para que sea posible la convivencia humana dichos valores deben ser compartidos, respetados y promovidos 9

San Juan Bosco: El sistema preventivo en la educación de la juventud, Cap. II. 4. En: Obras fundamentales. Por Juan Canals Pujol y Antonio Martínez Azcona. Madrid, Biblioteca de Autores Cristianos.- BAC, 1978, p. 563.

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por todos y todas. Como fundamento de todos ellos está el valor incomparable de la vida y la dignidad humana en todas sus manifestaciones y, para nosotros los seguidores de Jesús, el Mandamiento Nuevo del Amor que compendia toda la moral cristiana. • La dimensión espiritual-trascendente: es la capacidad del ser humano de ir siempre más allá de sus circunstancias presentes; la posibilidad, como ser histórico, de crecer, de desarrollarse permanentemente. Es la facultad de abrirse a los demás en alteridad y reciprocidad, pero, sobre todo, es la necesidad de dar sentido y profundidad a la propia existencia, encontrando razones fundamentales para vivir. Es más, desde la conciencia de haber recibido la existencia como don gratuito y amoroso de Dios, el ser humano está llamado a abrirse al Absoluto y acoger a Dios mismo, para nosotros revelado en Jesucristo, en quien se nos ha manifestado el Proyecto Salvador de Dios y se nos ha revelado el misterio, la vocación y el sentido último del ser humano. Se trata de comprender la vida en clave religiosa, y más concretamente, en clave de fe. •

La dimensión intelectual – cognitiva - científica: es el conjunto de potencialidades que tiene el ser humano, desde la inteligencia y la razón, para conocer la realidad, entenderse e interpretarse a sí mismo, y para investigar y comprender el mundo de la naturaleza y el mundo social, conocimiento que le permite hacer transformaciones constantes de sí mismo y del entorno con miras a una mayor humanización.

La dimensión psico-afectiva, sexual: comprende el conjunto de potencialidades y manifestaciones de la vida psíquica del ser humano que abarca tanto la vivencia de las inclinaciones, emociones, sentimientos, la afectividad y la sexualidad y la forma de relacionarse consigo mismo y con los demás, con base en principios y valores auténticamente humanos.

La dimensión comunicativa: la persona humana es un ser en relación y un ser social y comunitario. Por lo mismo, tiene la posibilidad y la necesidad, para vivir, de expresarse y comunicarse, de interactuar a través de múltiples códigos y símbolos: gestual, corporal, verbal, gráfico, iconográfico y artístico. Desarrolla para lograrlo múltiples actitudes y mediaciones: la expresión personal, la escucha, el diálogo, la dialéctica.

La dimensión estética: el ser humano tiene la capacidad de expresar lo más profundo de su ser: sentimientos, valores, utopías, contradicciones, y de representar y recrear el mundo a través de múltiples códigos simbólicos artísticos: la pintura, la música, la escultura, el teatro, la danza, la literatura, la arquitectura y el cine.

La dimensión ecológica: como ser vivo, parte de un inmenso ser vivo que es el cosmos, dotado de conciencia y libertad, el ser humano tiene la inmensa responsabilidad y el deber de ser el ángel custodio de la creación, amando, respetando, defendiendo y promoviendo la vida y todo aquello que la favorezca y garantice. Cada vez más debe ser consciente de que es el

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ecónomo y el ecólogo de la creación. •

La dimensión corporal: antropológicamente la vida es co-extensiva a la corporeidad, a tal punto que todas las demás dimensiones de la persona están en relación con ella. La educación corporeizada debe formar para una corporeidad libre de toda opresión y solidaria; una educación que contribuya a liberar los cuerpos de la condición mercantil y de exclusión a que han sido sometidos, cuerpos sufrientes y negados, para que lleguen a ser cuerpos felices y solidarios. Por lo tanto, la persona debe valorar, respetar su corporeidad y la de los demás y desarrollarla armónicamente.

La dimensión lúdica: como homo ludens, el ser humano está llamado a gozar de la vida y ser feliz y, por tanto, a crear y favorecer todo aquello que ayuda a sentirse alegre y contento humanamente: La recreación y el deporte, las expresiones artísticas como la música y la danza, el teatro y el humor, la admiración de la naturaleza, los paseos, las excursiones y turismo, las fiestas y festivales, al mimo tiempo que expresan también crean las condiciones para la alegría y la felicidad. Obviamente, todo ello, desde un compresión auténticamente humana.

• La dimensión socio-política y ciudadana: toda persona, para poderse realizar, necesita vivir en una comunidad y formar parte de la sociedad. Dentro de ellas debe llegar a ser un sujeto crítico y un ciudadano consciente, activo y participativo con miras a la construcción de una sociedad justa equitativa y solidaria, donde quepamos todos sin discriminaciones ni exclusiones, con dignidad, donde se garanticen y promuevan los derechos fundamentales de cada persona. •

La dimensión tecnológica-laboral-productiva: como homo faber la educación debe fomentar una formación para la vida tiene que incluir necesariamente una educación para el trabajo, no simplemente como el aprendizaje de una manualidad práctica, sino que incluya el componente tecnológico que dé razón y fundamento científicos a la labor que se realiza, esté acompañada de una formación social que promueva la dignidad y la primacía del trabajador sobre las cosas que produce y la función social de la producción con miras a la satisfacción de las necesidades básicas de todos.

ORIENTADO A CRISTO, VOCACIÓN EN PLENITUD DEL SER HUMANO La meta de la educación salesiana es, pues, el desarrollo integral de la persona, pero su objetivo supremo es alcanzar la plenitud humana cuya meta a lograr es “el estado del ser humano perfecto, la madurez de la plenitud de Cristo” (Ef 4,13), rostro humano de Dios y rostro divino de la persona humana. Como ideal y propósito de nuestra educación salesiana se encuentran las palabras de San Pablo: “Sabemos que en todas las cosas interviene Dios para bien de los que lo aman; de aquellos que han sido llamados según su designio. Puesto que los que de antemano conoció, también los predestinó a reproducir la imagen de su Hijo para que fuera el primogénito entre muchos

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hermanos, y a los que predestinó, a esos también los llamó; y a los que llamó también los justificó; a los que justificó, a estos también los glorificó.” (Rm 8,2830). En consonancia con esta vocación del cristiano presentada por San Pablo, Don Bosco planteaba el ideal educativo salesiano como la configuración con la persona de Jesús presentada en los Evangelios: “El modelo que todo Cristiano debe copiar es Jesucristo. Ninguno puede preciarse de pertenecer a Jesucristo si no se esfuerza por imitarlo. Por eso en la vida y en las acciones de un cristiano se deben reconocer la vida y las acciones del mismo Jesús. […] De manera que el verdadero cristiano debe decir con el apóstol S. Pablo: “No soy yo quien vivo, sino que es Jesucristo quien vive en mí”. Quien siga a Jesucristo según el modelo aquí descrito, debe estar seguro de ser un día glorificado con Jesucristo en el Cielo, y reinar con Él eternamente.” 10 A ejemplo de Cristo, quien vino “no para ser servido sino para servir y dar la vida para que tengamos vida” Don Bosco planteaba la realización humana en el servicio a los demás. Decía: “El Señor nos ha colocado en este mundo para los demás.” (MB VII, 30; MBe VII, 38). Esta es la vocación de cada uno y de cada una de quienes conformamos la Comunidad Educativa Salesiana: llegar a configurarnos con Cristo, ser otro Cristo, ser signos y portadores del amor de Dios. Tal es muestro ideal educativo, tal es el sentido último de todo nuestro proyecto pedagógico. Este ideal educativo salesiano encuentra una estupenda sintonía con cuanto propone la Va Asamblea General de Episcopado Latinoamericano y del Caribe en Aparecida, al hablar de la educación cristiana: “En el proyecto educativo de la escuela católica, Cristo, el Hombre perfecto, es el fundamento, en quien todos los valores humanos encuentran su plena realización, y de ahí su unidad. Él revela y promueve el sentido nuevo de la existencia y la transforma, capacitando al hombre y a la mujer para vivir de manera divina, es decir, para pensar, querer y actuar según el Evangelio, haciendo de las bienaventuranzas la norma de su vida.” (No. 335). FORMAR “AL BUEN CRISTIANO Y AL HONESTO CIUDADANO” La formación integral y personal que pretendía Don Bosco para cada joven la expresaba en el binomio que repetía frecuentemente “formar buenos cristianos y honestos ciudadanos”. Cuando el marqués Roberto d´Azeglio le preguntó a Don Bosco: “- ¿Qué pretende usted con su obra? Don Bosco le respondió. “- Hacer el poco de bien que pueda a los jovencitos abandonados, empleando todas mis fuerzas para que, en lo religioso, sean buenos cristianos, y honrados ciudadanos en lo 10

Giovanni Bosco: La chiave del Paradiso in mano al cattolico che pratica i doveri di buon cristiano. Torino, 1856. Opere Edite, vol. VIII. LAS-ROMA, 1976, pp. [20-23].

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social”. (Memorias del Oratorio, Tercera década de 1845 a 1855, 12). ¿Qué significa hoy, en nuestro contexto colombiano, este gran propósito educativo? A grandes pinceladas dibujamos este ideal educativo: Esperamos que un joven, una joven que se ha formado en la escuela de Don Bosco Sea un-a ciudadano-a honesto-a, activo-a y responsable         

Enamorado de la vida y aguerrido defensor de la dignidad humana. Apasionado por la justicia como fundamento para construir la verdadera paz. Alguien que actúa en la política como responsabilidad ciudadana, como misión y como servicio. Hace de la solidaridad el nuevo nombre de la paz, la nueva praxis del amor y la nueva dinámica de la política. Está siempre definido, ideológica y vivencialmente, del lado de los más pobres y de los débiles. Defensor de los Derechos Humanos, comenzando por el derecho a soñar en un mundo diferente, hermanado y justo. Ama a su gente y a su tierra y cultiva su identidad cultural; conserva la memoria y rescata sus raíces y ejerce la profecía de sus sueños. Asume sin miedo las grandes causas de la humanidad y consagra su vida a la causa de los pobres. Se compromete por la real superación de la exclusión y desigualdades económicas y sociales, en orden al surgimiento de una sola humanidad igualitaria y digna.

Esperamos que sea un-a creyente en el Dios de la vida y seguidor-a de Jesús, Evangelizador del Reino        

Que tenga corazón abierto para acoger a Dios que es vida y amor. Que ame a Dios con todo el corazón y con toda el alma y al prójimo como hermano y hermana. Que viva la fe como seguimiento de Jesús en el compromiso con su causa, la utopía del Reino de Dios. Sea miembro vivo de la Iglesia, comunidad de hermanos y hermanas, servidora de la humanidad, signo e instrumento para la construcción del Reino. Celebre la fe en la oración personal, familiar y comunitaria, especialmente en la Eucaristía, sacramento de la Pascua fraternal. Tenga el Evangelio como Regla suprema de vida. Camine extasiado de la naturaleza, epifanía de la sabiduría y del amor de Dios Creador, en actitud de comunión y responsabilidad ecológica. Demuestre haber comprendido la fe de Don Bosco vivida como amor a Dios y servicio a los demás, especialmente su dedicación a la juventud más necesitada y su invitación a hacer otro tanto.

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Crea en la vocación de la familia en el plan de Dios, como santuario de la vida, como educadora de la fe, formadora de la persona y promotora de la nueva sociedad.

Esperamos que sea un-a profesional competente, creativo-a y solidario-a    

Que tenga una conciencia crítica frente a las estructuras sociales, los supuestos valores, los medios de comunicación, la sociedad del consumo, la rutina, el conformismo y las apariencias. Que analice la realidad local, nacional y mundial valiéndose de las ciencias sociales y sabe leerla a la luz del Evangelio. Que sea competente en su propia profesión, se actualice constantemente, investigando e innovando y percibiendo su impacto social. Que camine con los pies en la tierra de la realidad, con la mente clarividente y apasionada por la verdad, con el corazón sensible al dolor de los demás, el oído atento al clamor de los necesitados, con los ojos abiertos al acontecer de la historia y con las manos generosas para colaborar solidariamente. Que demuestre haber asimilado las competencias fundamentales propuestas a todo lo largo de su formación académica como conjunto de conocimientos, capacidades, destrezas y actitudes personales y comunitarias que lo hacen capaz de dar respuesta de manera inteligente, creativa y colaborativa a las necesidades, problemas y retos que presenta la realidad. Que ejerza su profesión en actitud de servicio generoso y con una clara conciencia ética. Se trata de utopía, la utopía del Evangelio. El hombre nuevo, la mujer nueva no sólo viven de pan; viven de pan y de utopía. Solamente personas nuevas pueden hacer el mundo nuevo.

Estos rasgos corresponden a los rasgos del Hombre Nuevo, la Mujer Nueva a ejemplo de Jesús de Nazareth, el Cristo; éste es el “auténtico cristiano y ciudadano-a conciente y comprometido-a” que nos proponemos se forme con nuestra acción educativo-pastoral.

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SEGUNDO TEMA Formación de personas nuevas para crear un mundo nuevo en y mediante un ECOSISTEMA educativo-pastoral El Sistema Preventivo de Don Bosco: un Ecosistema educativo-pastoral Toda obra salesiana que acoge a los y las jóvenes no es simplemente un espacio físico, circunstancial, una institución que ofrece servicios educativos y pastorales, sino primordialmente un ambiente educativo, un ecosistema pedagógico. Para Don Bosco la educación que él se propone, se realiza, en

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primer lugar, en y a través de un “medio ambiente vital”, de un hábitat sano donde se respira y vive una atmósfera de intensos valores humanos y cristianos que oxigenan y revitalizan el cuerpo y el espíritu de quienes entran en contacto con él y en el que los y las jóvenes se desintoxican de cuanto pueda atentar contra su salud corporal, psíquica y espiritual. El ambiente es el mundo que más directamente nos circunda, con sus personas y relaciones, su cultura y organización social y que más profundamente influye en nuestra forma de ser: de pensar, sentir, vivir y convivir. Desde la antropología cultural se puede afirmar que cada persona pertenece a una determinada sociedad y en su forma de pensar, de sentir, de hablar y de actuar revela el ambiente y universo cultural en el cual ha nacido y crecido. Cada quien es “hijo” de su ambiente, y éste forma la base de su personalidad. Especialmente para los niños y niñas, los y las jóvenes, el ambiente está Constituido por ciertos núcleos fundamentales: la familia, el barrio/pueblo/ciudad, el centro educativo, el grupo de coetáneos, la calle y los lugares y vivencias del tiempo libre, la parroquia y otras instituciones y estructuras socioculturales del entorno. Pero más allá de los “espacios” en los que se vive y convive, el ambiente viene a ser como el “otro aire”, la atmósfera que se respira para vivir humanamente. De su riqueza en humanismo (valoración que se dé a la dignidad de cada persona, el respeto a los derechos humanos, etc.), en cultura (como identidad propia de una comunidad), en relaciones (acogida, respeto, escucha, diálogo, amabilidad, reciprocidad..), y en valores (amor a la vida, optimismo, justicia social, amor a la naturaleza, responsabilidad, alegre convivencia, solidaridad…), vivencias y propuestas positivas envolventes, o , por el contrario, la carencia de los mismos, nuestro ser quedará profundamente marcado y de él dependerá en gran medida el T sentido que cada uno le demos a nuestra propia vida. Brota de ahí la importancia del ambiente y el significado educativo que adquiere en la vida de las personas, especialmente de los niños, niñas y de los y las jóvenes. Sus vidas quedan indeleblemente marcadas por el ambiente que viven y en donde se desarrolla su infancia y juventud. La historia personal de cada niño y de cada joven estará íntimamente unida al ambiente en que vive; su modo de ser y comportarse siempre serán moldeados y condicionados, quiéranlo o no, por esta influencia. Un ambiente humanamente sano ofrece modelos de comportamiento y valores con los cuales identificarse y que ayudan a progresar en la propia autorrealización, al mismo tiempo que influyen directamente en los procesos de socialización y educación que acompañan la vida del niño y del joven. De esta incuestionable importancia e influjo de los ambientes en la vida de las personas, especialmente en la edad infantil y juvenil, brota la constante preocupación de Don Bosco por generar un ambiente educativo caracterizado por el espíritu cotidiano de los valores que lo animan y el tipo de relaciones que deben crearse y fortalecerse constantemente en él y por las propuestas e 29


iniciativas que se ofrecen. Es ésta la razón por la cual el Oratorio de Valdocco no fue simplemente la primera obra de Don Bosco sino el más auténtico laboratorio de su pedagogía: ahí se creó, se forjó y se consolidó el Sistema Preventivo. Por esta razón, la experiencia oratoriana se ha constituido en el paradigma, en el modelo de referencia de toda praxis educativa salesiana, en fuente de inspiración y criterio de autenticidad, de discernimiento y renovación a cuya imagen debe irse recreando toda obra salesiana. La vida misma del Oratorio se convirtió en “escuela” y “lección” cotidiana para los jóvenes que vivían en ese ambiente oratoriano, al punto de crear en los muchachos una nueva forma de ser: de pensar, de sentir, de vivir, de convivir y de actuar: el “ser salesiano”. Si el mejor tratado de pedagogía salesiana es una biografía de San Juan Bosco, escrita con mirada educativa, la mejor sistematización del Sistema Preventivo es verlo en acción en el Oratorio de Valdocco, donde se experimentó por casi 50 años bajo la guía de Don Bosco y debería ser visto hoy en acción en la vida cotidiana de nuestros centros educativos, encarnado en cada uno de ellos de manera original. Ahora bien, el Oratorio de Valdocco fue para los jóvenes, y así debe ser para nosotros en toda presencia salesiana, un auténtico ecosistema educativo, cuyos componentes esenciales son: 1. La Calle: lugar donde se desarrolla la vida del joven y donde nace el encuentro educativo oratoriano. 2. Una casa de puertas y corazones abiertos, donde se encuentra un hogar, una familia que acoge y comparte. 3. Una escuela que socializa y construye el conocimiento y educa para la vida. 4. Una comunidad cristiana que evangeliza y educa en la fe. 5. Un taller que capacita y forma al trabajador y dignifica el trabajo. 6. Un patio donde se comparte la amistad y la alegría. 7. Un lugar de la sociedad donde se forman los ciudadanos de la propia ciudad, del país y del mundo y donde se construye ciudadanía. 8. Un espacio de la creación donde se educa en el amor y la comunión con la naturaleza. 1.

LA CALLE: LUGAR DONDE SE DESARROLLA LA VIDA DE LOS JÓVENES Y DONDE NACE EL ENCUENTRO EDUCATIVO PASTORAL SALESIANO

Las Memorias del Oratorio, escritas por Don Bosco en 1873 para recordar los inicios de su obra, no querían ser una evocación romántica de los comienzos del Oratorio sino que se proponían, ante todo, trasmitir una experiencia vivida como programa de vida y de acción para aquellos que serían los continuadores de su obra. Con una profunda intuición Pietro Braido las ha llamado “Memorias

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del futuro” 11. La narración que hace Don Bosco de los primeros tiempos deja entrever que el encuentro con los muchachos pobres y abandonados en las calles de Turín, no sólo fue trascendental para dar inicio al Oratorio de Valdocco, sino que continúa teniendo una singular importancia para la identidad carismática educativa salesiana. La acción educativa de Don Bosco, se desarrolla, en la apreciación de Paolo Gambini, en tres etapas fundamentales: -

comienza con la elección de dedicarse a los jóvenes socialmente más pobres, continúa con el encuentro personal de Don Bosco con los muchachos de la calle que da origen a un primer grupo; madura con la necesidad de encontrar un ambiente apto para acoger y animar a aquel grupo que con el tiempo llegó a ser cada vez más numeroso y ofrecerle una respuesta oportuna.

Particularmente durante los primeros cinco años (primera y segunda etapa) la actividad educativa y pastoral de Don Bosco tuvo en la calle un punto de referencia constante. Allí Don Bosco encontró la oportunidad de conocer las necesidades de los jóvenes, apasionarse aún más por su causa y encontrar a sus amigos para proponerles su proyecto. Pero aún después de fundar el Oratorio de Valdocco Don Bosco continúa yendo a la calle como lugar de encuentro y de su apostolado con los jóvenes. He aquí el significado de “la calle” para la acción educativa de Don Bosco, según la reflexión de Paolo Gambini: En la calle Don Bosco conoce la vida de los jóvenes y comprende sus necesidades Debido al incipiente desarrollo industrial de la ciudad de Turín se genera un notable crecimiento demográfico. Llegan familias pobres o jóvenes de los valles del Piamonte y de Lombardía. Con el aumento de la población sin control alguno, a los problemas de hacinamiento y las consecuentes situaciones por falta de condiciones higiénicas y sanitarias, se unía la precariedad ocupacional junto con la consecuente explotación laboral, el abandono educativo y la depravación de los menores. Una de las categorías más en riesgo, porque totalmente abandonada a su suerte, era la de los jóvenes y los niños, que a oleadas afluían a la ciudad para realizar trabajos manuales, llegando a las cifras mayores entre los años 1840 y 1855. Diversas fuentes y autores hablan de varios miles. Era éste un fenómeno altamente preocupante por los peligros morales y sociales de los que podían ser víctimas los muchachos sin ningún control o protección. 11

Braido, Pietro: “Memorie” del futuro. En “Ricerche Storiche Salesiane” 11 (1992), pp. 97-127.

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El sector mayoritario de la juventud era la juventud proletaria o semiproletaria, de escasa o ninguna escolaridad pues la mayoría no había podido terminar ni siquiera la escuela elemental, empleada o subempleada en el sector artesanal o en las pequeñas y medianas industrias, en condiciones la mayoría de las veces precarias e inhumanas. La situación más crítica era la de los jóvenes inmigrantes, provenientes del campo o de la montaña alpina o subalpina, casi sin ninguna instrucción, erradicados culturalmente, en búsqueda de ocupación por cualquier precio, lo cual daba la ocasión a los patronos de las fábricas para aprovecharse de ellos y explotarlos aún más. La estrechez económica de las familias de la clase obrera obligaba con frecuencia a sacar a los jóvenes de la escuela para colocarlos como aprendices en los talleres o en las fábricas mismas. Sin embargo, en la mayoría de los casos los patronos no les hacían aprender el oficio sino que los utilizaban como mandaderos, o los ponían a hacer trabajos pesados que no requerían especial habilidad, pero que sí permitían a los patronos obtener una ganancia segura. A veces pasaban los años sin que los jóvenes aprendiesen el oficio. La promiscuidad de las fábricas y la explotación a que eran sometidos llevaban a los jóvenes trabajadores a caer en los vicios, tales como la prostitución, la embriaguez, la delincuencia, etc. Muchos jóvenes sin trabajo llenaban las calles, las plazas, los prados. En su mayoría eran hijos de obreros desempleados o de inmigrantes recién llegados a la ciudad. No pocos se rebuscaban un empleo disfrazado, con tal de hacer frente a las precarias condiciones de vida. Los domingos y días festivos esa multiforme masa juvenil invadía las calles, las plazas y los prados de la periferia, ofrecía a los ojos de la población un impresionante cuadro de miseria, de ignorancia y de violencia.

Finalmente había un número no reducido de jóvenes que ante la imposibilidad de conseguir empleo, o por las condiciones mismas de explotación en el trabajo se veían en la necesidad de robar, cayendo en la delincuencia y el crimen. La descripción que Don Bosco hace de las cárceles y de la Generala12, permite ver la amplitud y las causas del problema. No bien fue ordenado sacerdote, Don Bosco entró al Convitto Ecclesiastico, destinado a la formación espiritual y pastoral de los recién ordenados. Allí, según la expresión de Don Bosco: “Aquí se aprende a ser sacerdotes”13 . Bajo la guía de Don José Cafasso, su director espiritual, el joven sacerdote, viendo la realidad de la ciudad de Turín en pleno desarrollo industrial, y recorriendo las calles de la ciudad, comienza a madurar su opción por trabajar por los muchachos en dificultad, en peligro, los encarcelados, los marginados y los inmigrantes. 12 13

MB V,217-218; MBe V,164. San Juan Bosco: Memorias del Oratorio de San Francisco de Sales de 1815 a 1855. Segunda década de 1835 a 1845, 11. Traducción y notas histórico-bibliográficas de José Manuel Prellezo García. Estudio introductorio de Aldo Giraudo.Madrid, Editorial CCS, 2003, p. 86.

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La Memorias del Oratorio presentan a Don Bosco que toma contacto con la realidad social de Turín, girando por las calles, las avenidas y las plazas de la ciudad, desde Porta Palazzo hasta la periferia, visitando las cárceles llevado por Don Cafasso.14 “Desde los primeros domingos – relata Don Miguel Rua – anduvo por la ciudad para tener una idea de la condición moral en la que se encontraba la juventud…(…) Encontró un gran número de jóvenes de todas las edades que vagabundeaban por las calles y por las plazas, especialmente en los alrededores de la ciudad, jugando, riñendo, blasfemando y cosas aún peores.” 15 Las Memorias Biográficas traen una impactante descripción de esta situación y de la incursión de Don Bosco en las calles de Turín. “La parte cercana a Puerta Palacio hormigueaba de vendedores ambulantes, limpiabotas, limpiachimeneas, mozos de mulas, expendedores de papeles, faquines, todos muchachos pobres que iban tirando como podían con su triste negocio. Es fácil imaginar la clase de gente que podía llegar a ser aquella pobre juventud en la edad adulta, sin nadie que los cuidara, los instruyera y aconsejara, abandonada a sí misma y recibiendo malos ejemplos de toda especie. La mayor parte de ellos pertenecía a las llamadas “Cocche di Borgo Vanchiglia” (Pandillas del Barrio Vanchiglia), numerosas pandas de muchachotes juramentados entre sí con pactos de defensa mutua, capitaneados por los mayores y más audaces. Eran insolentes y vengativos, prontos a llegar a las manos con el menor pretexto de una ofensa recibida. Como no tenían ningún trabajo, crecían ociosos y entregados al juego y al hurto de bolsas y fardeles. La más de las veces acababan en la cárcel y, cumplida la pena de sus fechorías, volvían a Puerta Palacio, donde continuaban con mayor maestría y malicia sus bajas costumbres. Don Bosco, pues, solía ir cada mañana a esta plaza, donde había conocido a cierto número de aquellos jóvenes, cuando su oratorio festivo se trasladó desde el Refugio hasta la iglesia de los Molinos. Empezó a tratar con alguno de ellos, primero, con la excusa de preguntarles la dirección de alguna calle o de hacerse limpiar los zapatos, y después, saludándoles al pasar a su lado, Tanto más que a algunos los había conocido en las cárceles, que siempre seguían siendo parte de su campo de apostolado. (MB III,44-46; MBe III, 45-47) En este contexto un episodio constituyó el acto fundamental de la obra salesiana, siendo una pieza maestra de la pedagogía de Don Bosco, que por 14

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San Juan Bosco: Memorias del Oratorio de San Francisco de Sales. De 1815 a 1855. Segunda década de 1835 a 1845, 11. Traducción y notas histórico-bibliográficas de José Manuel Prellezo García. Estudio introductorio de Aldo Giraudo.Madrid, Editorial CCS, 2003, p. 88. Testimonio de Miguel Rua en el proceso de beatificación de Don Bosco, citado por WIRTH, Morand: Da Don Bosco ai giorni nostri. Tra storia e nuove sfide. LAS, Roma, 2000, p. 48.

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nacer de la vida es por excelencia una “pedagogía narrativa”. Nos referimos al encuentro de Don Bosco con Bartolomé Garelli el 8 de diciembre de 1841. En la narración que hace Don Bosco de este encuentro y del diálogo que en él se desarrolla, “encontramos varias características de su método educativo: en primer lugar el rechazo a cualquier forma de coacción violenta; luego el hecho de considerar a todo joven, aunque esté malogrado, como un amigo; el interesarse en sus raíces (su padre, su madre, de dónde viene), preocuparse igualmente por lo que está haciendo actualmente y por el mundo en que vive (dónde vive, cuáles son sus centros de interés), y luego, apoyarse en lo que él sabe hacer, valorando lo que puede ser apreciado (Bartolomé no sabe ni leer ni escribir, pero sabe silbar) y el sentido del humor (éste ríe ante las preguntas que le hace Don Bosco). A partir de este momento, cuando ha detectado en este adolescente que ha venido a su encuentro, lo que sabe hacer, entonces y sólo entonces, podrá desarrollar su arte educativo.” 16 La reconstrucción que medio siglo después hace G.B. Lemoyne en el segundo volumen de las Memorias Biográficas muestra el conocimiento que Don Bosco fue adquiriendo de la condición juvenil de entonces recorriendo cotidianamente las diversas barriadas de la ciudad, visitando las cárceles, las buhardillas, los hospitales. En los campamentos de construcción Don Bosco encuentra niños que trabajan de ocho a doce horas como ayudantes de albañilería durante jornadas enteras, expuestos al sol, al viento, a la lluvia, sobre andamios inseguros cargando mezcla, ladrillos u otros pesos, sin otra alternativa que escuchar burdos reproches o escaparse. Por la calle encuentra niños mal vestidos que por necesidad u obligados por los adultos piden limosna. Casualmente se encuentra con pandillas juveniles que viven en bandas para defenderse como también para provocar y agredir. Por la tarde ve a los jóvenes que regresando del trabajo suben a una buhardilla malsana para intentar reposar y reparar las fuerzas para la próxima faena.17 Don Bosco, hombre concreto, que percibe en las realidades cotidianas los signos de la voluntad de Dios, queda perplejo ante este escenario y saca de él las consecuencias. Será la experiencia de las cárceles la que le clarificará aún más su propósito: “Don Cafasso empezó por llevarme a las cárceles, en donde aprendí enseguida a conocer cuán grande es la malicia y miseria de los hombres. Me horroricé al contemplar una muchedumbre de muchachos, de doce a dieciocho años, sanos, robustos y de ingenio despierto, pero ociosos, picoteados por los insectos y faltos de pan espiritual y material. Esos infelices personificaban el oprobio de la patria, el deshonor de la familia y su propia infamia. Cuál no sería mi asombro y sorpresa al descubrir que muchos de ellos salían con el propósito firme de una vida mejor y, sin embargo, luego regresaban al lugar de castigo de donde habían salido pocos días antes!” 16

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PETITCLERC, Jean-Marie, SDB : La pédagogie salésienne face aux défis du monde moderne. Éditions Don Bosco, Paris, pp. 7-8. MB II, cap. VI, pp. 57-67; MBe II, cap. VI, pp. 54-61.

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La idea de una pedagogía preventiva nace en Don Bosco de la observación de esta realidad juvenil: “En circunstancias así, constaté que algunos volvían a aquel lugar porque estaban abandonados a sí mismos. ¿Si estos muchachos tuvieran fuera un amigo que se preocupara de ellos, los asistiera e instruyese en la religión los días festivos, quién sabe - decía para mía – si no se alejarían de su ruina o, por lo menos, no se reduciría el número de los que regresan a la cárcel? Comuniqué mi pensamiento a Don Cafasso; con su consejo y ayuda, me dediqué a estudiar cómo llevarlo a cabo, dejando el éxito en manos del Señor, sin el que resultan vanos todos los esfuerzos de los hombres. 18 Esta realidad penetra en su corazón y es la que lo lleva a escoger a los “jóvenes pobres y abandonados” como los destinatarios de su misión y a hacer opción por la “preventividad” como método educativo. La calle como vínculo Pero, además de esto, “la calle” constituye para Don Bosco también un vínculo. Para estar en la calle debe aceptar sus reglas. La primera y esencial característica es que ella es un espacio abierto, un lugar de todos y de ninguno en particular, donde no existen reglas preestablecidas y conviven modos diversos de entender la vida. Esto significa que Don Bosco yendo “a la calle” no puede valerse de los privilegios que tiene cuando enseña catecismo en el Convitto. La calle, en efecto es un espacio en el cual al educador no le es permitida una relación directiva. La única posibilidad es la de partir de una relación paritaria en la cual, con el tiempo, en un clima de confianza mutua, cada uno puede obtener el espacio que le es concedido, puede pactar con el otro objetivos comunes. Don Bosco acepta, movido por el deseo de encontrar a los jóvenes, aun el desafío de ser rechazado y de ser enfrentado agresivamente en la calle. Es importante tener en cuenta esto, porque precisamente aquí Don Bosco tiene la oportunidad de profundizar su propio estilo de relacionarse con los jóvenes, de captar los secretos de la relación educativa. En la calle Don Bosco aprende que la relación educativa no viene del hecho de ser sacerdote, un educador o un adulto, sino que debe ganársela. “La calle”, además, le impone pactar su proyecto con los jóvenes. En este contexto, en efecto, todo lo que se realiza se decide y se hace de común acuerdo. De esta manera el Oratorio llega a ser siempre más un proyecto común. Y el sacerdote turinés que intencionalmente se pregunta qué hacer, sólo gracias al consenso/disenso con sus jóvenes su ideal adquiere una forma específica. Se crea una verdadera circularidad educativa: mientras, por una 18

San Juan BOSCO: Memorias del Oratorio de San Francisco de Sales de 1815 a 1855. Segunda década de 1835 a 1845, 11. Traducción y notas histórico-bibliográficas de José Manuel Prellezo García. Estudio introductorio de Aldo Giraudo.Madrid, Editorial CCS, 2003, p. 88.

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parte, Don Bosco busca formar a los jóvenes con la catequesis, la propuesta de valores y de compromiso, por otra, los jóvenes con sus necesidades, exigencias e iniciativas, modelan al joven sacerdote y su sueño. Por otra parte Don Bosco es muy hábil para hacer sentir a cada muchacho protagonista en la realización de esta aventura común e insólita para su tiempo. Es muy fuerte el “sentido del nosotros” que une a las mismas vicisitudes al sacerdote y a sus muchachos y estos entre sí. Don Bosco encuentra en sus muchachos la fuerza para no rendirse ante las dificultades. Las amenazas y las oportunidades son en cierta manera comunes. La calle hoy El grupo de pares, el tiempo libre, los espacios y tiempos informales (en la calle, los parques, los centros comerciales, el ciberespacio constituyen aquellos “lugares” que los/las adolescentes y los/las jóvenes de hoy han conquistado para experimentar su autonomía y libertad. Representan, por lo mismo “lugares” en los cuales el educador adulto debe encontrarlos, si quiere establecer una relación y una propuesta educativa. Así como cuando vamos a una casa ajena, golpeamos a la puerta, y esperamos la invitación para poder entrar, y si se nos otorga esta acogida entramos como huéspedes, sin la pretensión de ser los dueños de casa, del mismo modo el primer acto necesario para el educador que quiere hacerse presente en los lugares informales de los/las adolescentes y los/las jóvenes es pedirles la posibilidad de entrar en relación con ellos sin alguna pretensión de imponer sus propuestas. Esto exige un cambio de mentalidad y de estrategias educativas. No se puede ir a los lugares de los y las jóvenes llevando las mismas lógicas que en los espacios formales. En este nuevo contexto no es posible educar como se hace en los ambientes formales. En la calle, en la discoteca, en la noche, en el parque, en las gradas de los espacios públicos, el educador/la educadora debe ganarse la relación con los adolescentes y ésta no está garantizada, por el contrario, por el hecho de ser adulto. El educador sabe que tendrá que ser capaz de construir una relación paritaria y reciproca con los muchachos y pactar un espacio común. A este propósito es bueno recordar cómo los/las adolescentes y los/las jóvenes son particularmente sensibles y refractarios hacia cualquier forma de “captura” o adoctrinamiento. De no ser concientes de esto, los muchachos serán inaccesibles en sus lugares propios. Una primera diferencia entre educar en un espacio formal respecto a un espacio informal está en que en el primero el tipo de relaciones y sus contenidos están en buena parte predeterminados por las reglas y el ambiente, en el segundo caso, por el contrario, debe ser fruto de un acuerdo recíproco más o menos explícito. ¿Cuáles son estos espacios significativos para los/las adolescentes y las/los jóvenes?

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La calle como el lugar de la exclusión y de la marginación sociales. En nuestra ciudades, la calle es el lugar a donde han sido sacados muchos muchachos de la vida normal de la sociedad (familia, escuela, etc), convirtiéndose en el sitio donde se desarrolla su vida y, por lo mismo, el espacio donde adquieren plena autonomía frente a la familia, a la escuela y la las normas de la sociedad; no obstante todas las limitaciones y carencias, son los muchachos y muchachas “de la calle”. Allí padecen todas las formas de represión y alienación de la sociedad, pero al mismo tiempo donde ellos se sienten ellos mismos y gratamente independientes.

El grupo de pares constituye aquel laboratorio social en el que los muchachos y muchachas pueden experimentar opciones y comportamientos independientes, distanciándose cada vez más del control por parte de los adultos, especialmente de los padres y de los grupos formales, prefiriendo, por el contrario, los grupos naturales y espontáneos donde se vive en plena autonomía en relación con reglas preestablecidas. La agregación informal se funda en una cohesión del grupo fundada en su intensidad relacional y comunicativa entre los varios miembros y el compartir el espacio y el tiempo fuera de esquemas preestablecidos.

El tiempo más querido por los jóvenes es el tiempo libre. Es hacia esta dimensión temporal que los muchachos y muchachas orientan el mayor número de expectativas y de energías. Es el tiempo más esperado y deseado porque es sentido como propio: organizado libremente siguiendo los propios criterios, por fuera del “deber” o de la “tarea asignada”. Es un tiempo íntimamente conexo con la importancia que la cultura juvenil da a la expresividad y a la autorrealización. Es en el tiempo libre cuando los/las adolescentes y los/las jóvenes se experimentan a sí mismos y expresan sus capacidades en actividades sentidas como “personales”. Hay que constatar que los/las jóvenes y los adultos no tenemos la misma concepción del tiempo libre. Mientras los adolescentes y los jóvenes ven en él el tiempo que tienen a disposición fuera de las obligaciones; los mayores, por el contrario, lo vemos como el tiempo dedicado también a actividades formativas como la lectura, la oración, actividades culturales, el deporte, la danza, el ecoturismo, el aprendizaje de alguna actividad, etc.

Los lugares preferidos por los/las adolescentes y las/los jóvenes para transcurrir el tiempo libre son aquellos ligados a la independencia de los adultos y de cualquier actividad obligatoria. Los jóvenes han ido creando sus propios espacios. Ambientes nuevos o viejos, en los cuales se pueden encontrar lejos de los adultos. Lugares abiertos, verdaderos y propios mundos vitales en los cuales pueden construirse autónomamente.

El ciberespacio se ha convertido en el lugar y tiempo en que los/las adolescentes y jóvenes emplean la mayor parte del tiempo libre: el celular, el Internet, el chat ha llegado a ser la manera más frecuente de comunicarse o de relacionarse virtualmente aún con personajes desconocidos o simplemente imaginarios, desplazando la mayor parte de

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los tiempos y espacios reales de encuentro y de interrelación. El “otro” es la imagen virtual. ¿Cómo abordar educativa y salesianamente “la calle” hoy? Con todas estas características, a las cuales no vamos a darles un calificativo ni ético ni social, sino constatar simplemente su existencia como lugar vital de los muchachos y muchachas, “la calle” sigue siendo el primer lugar del ecosistema pedagógico salesiano. ¿Cómo abordarlo educativa y salesianamente? •

Como en los tiempos de Don Bosco, “la calle” de hoy, tal como la hemos descrito, sigue siendo el lugar primero para encontrar y conocer a los jóvenes, estableciendo con ellos un contacto y una comunicación directa, cara a cara. Con frecuencia, cuando queremos conocer cómo son los jóvenes de hoy, qué hacen, qué piensan, cuál es su mundo, tal vez por la incapacidad de abordarlos y de acercarnos a ellos, preferimos interpelar expertos (sociólogos, psicólogos, pedagogos, trabajadores sociales, pastoralistas, etc.) para que ellos nos digan cómo son los jóvenes de hoy, o se prefiere hacer encuestas, investigaciones, sondeos, mesas redondas, congresos, etc. sobre los jóvenes, pero no se está muy dispuesto o no se está en capacidad de abordar a los jóvenes donde están, en su medio vital, para escucharlos e interactuar directamente con ellos para saber qué piensan o buscan. De esta manera los jóvenes se convierten en objeto de estudio, categoría social, problemas por solucionar más que personas por encontrar y entrar en relación en términos de horizontalidad. “La calle” es el sitio privilegiado para conocer la realidad juvenil, pero de una manera directa, dialogante, sin imponer reglas, porque para ellos, “la calle” es el lugar de la autonomía e identidad.

“La calle” es el lugar del primer encuentro educativo personal y de reconocimiento de los/las jóvenes como protagonistas, portadores de significado. La escucha en particular hace que el/la joven se sienta valorado en su realidad. Con frecuencia las/los jóvenes más que consejos, sienten la necesidad de ser escuchados y de poder expresarse libremente. Por eso, la primera y fundamental actitud ante los jóvenes es la de acercarse desprevenidamente a ellos, escucharlos, dejando de lado prejuicios, juicios, acusaciones o inculpaciones. Hay que recordar que los adolescentes y los jóvenes tienen una grande necesidad de aceptación.

La escucha abre las puertas para iniciar un auténtico diálogo directo con los jóvenes. En efecto, cuando el/la joven se siente reconocido por el adulto, porque es escuchado en términos de igualdad y reciprocidad, está en capacidad de abrir dentro de sí un espacio mental y afectivo donde reconoce la importancia de la presencia y del pensamiento del otro como un elemento que le ayuda en su búsqueda de sentido. Además, es importante que el educador, el adulto, manifieste ante el/la joven

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una actitud de interés y de cercanía, totalmente gratuita, sin búsqueda de ser funcional a algún fin. •

Junto con la cercanía y la escucha es necesaria la disponibilidad a creer en las capacidades que existen en el joven, aunque sea potencialmente, reconociendo los intereses propios de los muchachos y muchachas. Esto pide al adulto ir más allá de los propios gustos y de las propias expectativas, partiendo del grado de madurez en el cual se encuentran los jóvenes.

Todo lo anterior significa e implica evitar cualquier intento de manipulación, respetando, por el contrario, la originalidad del/de la joven. Más concretamente la cercanía y la confianza, en nuestro caso, deberán traducirse en el reconocimiento de la libertad del joven para proyectar su propio futuro en forma personal. Los adolescentes y jóvenes deberán ser reconocidos siempre como los primeros responsables de la propia formación.

No se puede negar, con todo, la existencia de una cierta asimetría en las relaciones entre los/las jóvenes y el adulto que se aproxima a ellos, por la diversidad de edad, de formación, de posesión de información, de rol social, etc. Nace entonces la necesidad de la educomunicación, pero en términos de alteridad y reciprocidad, creando un espacio de convergencia, de intercambio, y de mutuo enriquecimiento, teniendo actitudes de cercanía, confianza y escucha, compartiendo, cuando sea factible, algunos códigos comunes que puedan permitir y facilitar el intercambio. Se crea así desde el comienzo un autentico pacto educativo que permitirá iniciar un itinerario de crecimiento, intercambio e interacción mutuos.

Siendo “la calle” el lugar en el cual los jóvenes se reconocen a sí mismos en la autonomía y espontaneidad, educativa y salesianamente se les deben brindar, promover y fortalecer espacios que les posibiliten el desarrollo de su potencial afectivo, creativo y solidario. Pareciera que los correctivos que se proponen siempre para solucionar los problemas de índole juvenil van en la línea de la exigencia en el cumplimiento de la norma y la sanción, lo que niega la posibilidad del diálogo y del “encuentro”. Por el contrario se trata de ofrecerles espacios y oportunidades en los que puedan expresarse de manera creativa y vital en el deporte, el arte, los grupos juveniles de proyección a la comunidad.

Deberíamos preguntarnos también en posibilidades de alternativas en las que los y las jóvenes encuentren respuesta a sus potencialidades y búsqueda de sentido. Salesianamente podemos plantearnos alternativas mediante propuestas que reconozcan el liderazgo juvenil a partir del arte como el teatro, la música, la danza, la lúdica, el deporte. Por medio del arte los/las jóvenes han aprendido a resistir a un sistema que tiende a invisibilizarlos o culpabilizarlos, y manifiestan su rechazo a una sociedad que los ha marginado o alienado, y expresan su realidad personal y también del país. De esta manera van manifestando todo el potencial que está latente en ellos y que la sociedad no les ha permitido desarrollar.

Si “la calle” y el “tiempo libre” son el lugar y el tiempo en donde el/la joven se 39


representa y expresa más significativamente porque en ellos se siente entre iguales y libres, nos corresponde como educadores redimensionarla, no como el lugar del vicio, del riesgo y de la inseguridad, sino como el espacio sociocultural donde los jóvenes y desde ellos se pueden engendrar alternativas que orienten y den sentido a sus vidas. Es en la calle y desde la calle donde, como Don Bosco, estamos desafiados a encontrar caminos inéditos para la educación de la juventud más necesitada, en peligro y en alto riesgo para que lleguen a ser protagonistas visibles de la sociedad. •

Por otra parte, hay que ser conscientes de que con los muchachos y las jóvenes también “entra” la calle a nuestros centros educativos. La separación no está marcada por una línea física que señalaría el “adentro” y el “afuera”. El joven que viene a nuestras obras llega con su realidad, problemas, expectativas, lenguajes. Surge entonces la necesidad de crear y ofrecer ambientes acogedores, de escucha, de cercanía, de confianza y de dialogo, donde el/la joven se sienta reconocido y valorado y se pueda también ahí establecer un pacto educativo.

2. UNA CASA QUE ACOGE Y UNA ESCUELA DE COMUNIÓN Los jóvenes en general, y más particularmente de los ambientes populares de ayer y de hoy, respiran una atmósfera donde se desprecia y margina a los pobres, donde no se les reconoce en sus problemáticas, inquietudes, aspiraciones y valores. Vivimos en un contexto social en el cual el pueblo es constantemente reprimido y amenazado socialmente, alienado por una presión individualista y masificante. Diariamente acumulan en su vida frustraciones y fracasos. Una casa, una familia, un hogar En este contexto los/las jóvenes, especialmente aquellos que son víctimas de la marginación y exclusión social y también de invisibilización o señalamiento, encuentran en la obra salesiana un espacio de acogida, de reconocimiento y de fraternidad: una casa, una familia, un hogar. La casa salesiana no sólo presta servicios educativos y sociales a los y las jóvenes de la manera más eficaz según sus necesidades y posibilidades, sino que los acoge y reconoce como personas y les brinda la posibilidad de integrarse y formar parte de una comunidad que llega a ser su segunda, y para no pocos su primera familia. Don Bosco quería que a sus obras se les diera siempre el nombre de casa precisamente porque tenían que caracterizarse por el espíritu y el clima de familia que debían crearse y respirarse constantemente en ella. La casa salesiana debe ser para los/las jóvenes un espacio alternativo en el que cada uno se sienta acogido, reconocido, tenido en cuenta, valorado, respetado en su dignidad, querido cordialmente; un lugar donde los jóvenes y las jóvenes puedan compartir cotidianamente las penas y alegrías, las satisfacciones y esperanzas, sin necesidad de cuidarse las espaldas; un sitio de encuentro, de convivencia y de apoyo mutuo.

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El amor mutuo, la reciprocidad en el afecto, debe ser la gran marca de identidad de la vida interna de la casa salesiana: todos importantes, cada uno responsable de los demás y de las tareas comunes, con la originalidad y los dones propios de cada quien. Hogar, familia, comunidad, donde el joven y la joven son capaces de gozar del encuentro, de celebrarlo gratuitamente como una verdadera fiesta de la vida y de la convivencia, del cariño mutuo y de la causa común compartida. Familiaridad, afecto y confianza Don Bosco basó su método educativo sobre la relación afectiva entre educador y educando. “Familiaridad, afecto y confianza” fueron, en efecto, tres palabras claves de su pedagogía. La “familiaridad” era considerada por él como el presupuesto fundamental en el trabajo educativo. La simple relación “institucional” educador–educando no podría, entonces, ser válida para Don Bosco, por cuanto que sin afecto no existe sintonía y sin sintonía no puede darse confianza y sin confianza no puede haber educación. La relación educativa debía, entonces, realizarse en un clima de familiaridad, como sucedía en Valdocco donde se vivía el espíritu de familia. Así lo describe en 1883 el corresponsal del periódico parisino “Le Pèlerin”: “Hemos visto este sistema en acción. En Turín los estudiantes constituyen un numeroso colegio, en el que no se conocen la filas, sino que, de un lugar a otro, se va como en familia. Cada grupo rodea a un profesor, sin bulla, sin alboroto, sin resistencia. Hemos admirado la cara serena de aquellos muchachos, y tuvimos que exclamar: Aquí está el dedo de Dios.” (MB XVI,168-169: MBe XVI,147-148). Don Bosco recomendaba a sus colaboradores: “Conviene tener corazón de padre más que cabeza de superior” (MB XVIII, 866 ; MBe XVIII, 730); al Director lo exhortaba “a mostrarse constantemente amigo, compañero, hermano de todos; y a ser como padre en medio de su hijos” (Reglamento del Oratorio de San Francisco de Sales 1877 art. 2 y 7. MB III,98; MBe III,85). A Don Pedro Perrot, nombrado director muy joven le envió este precioso consejo: “Ve tú, pues, en nombre del Señor; ve, mas no como Superior, sino como amigo, hermano y padre. Tu mandato, la caridad que se esmera por hacer el bien a todos y a ninguno el mal.” (MB XIII,723; MBe XIII,614). Efectivamente, en el lenguaje Salesiano, el término “Superior” es sinónimo de “educador”, en el sentido de “... padre, hermano y amigo” 19. Y en el Reglamento para las Casas de la Sociedad de San Francisco de Sales (1877), está escrito que: “todo joven aceptado en nuestras casas, deberá considerar a sus compañeros como hermanos, y a los superiores como a quienes hacen las veces de sus padres.”

19

San Juan Bosco: Carta al Oratorio (sobre el espíritu de familia). En: Obras fundamentales. Edición dirigida por Juan Canals Pujol y Antonio Martínez Azcona. Biblioteca de Autores Cristianos, BAC, Madrid, 1978, p. 616.

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Como educador, Don Bosco realizó una relación paterna con los Oratorianos precisamente porque sabía que “... para ganar el corazón es necesario hacerse amar” 21. “La familiaridad conduce al afecto” que es la verdadera fuerza del trabajo educativo. La educación puede llevarse a cabo solamente en el afecto y con el afecto, que debe ser exteriorizado... en palabras, hechos e incluso en la expresión de los ojos y del rostro, porque “el que quiera ser amado es menester que demuestre que ama” (MB XVII,111; MBe XVII,103), por cuanto es necesario...“ que los jóvenes no sean sólamente amados, sino que ellos mismos se den cuenta de que son amados” (MB XVII,110; MBe, XVII,102). Únicamente bajo estas condiciones, el educador se convierte en presencia amiga; presencia como relación personal y, por lo mismo, gratificante. En la carta del 10 de Mayo de 1884, Don Bosco usó por dieciocho veces el término “amor” y diecinueve veces los derivados “amar‟ y “amados”. La palabra “amar” evoca el verbo griego “agapáo”, que en el Evangelio de San Juan aparece cuarenta veces en el sentido de “amar” (mientras está presente siete veces el sustantivo “agápe”, es decir “Amor”). Dicho verbo, bien sea en el Evangelio de San Juan como en la carta de Don Bosco, indica siempre dar con benevolencia, entregarse en forma generosa y gratuita, darse totalmente, “dar la vida” por el bien de los demás. Don Bosco fue el pedagogo de la donación de sí; del ofrecimiento de amor, precisamente debido a que el amor es el gran educador. “La verdadera pedagogía se alimenta del amor” dijo Pablo VI el 6 de diciembre de 1966 en la Conferencia a la Unión Católica Italiana de Medios de Enseñanza, y Don Bosco amó muchísimo. Un amor educativo, en donde amar en forma madura es querer el bien de la otra persona, el bien de aquel a quien se ama22 . Dentro de este espíritu y clima se viven los componentes propios de un Centro educativo, tales como la autoridad, la disciplina, la organización. Todo esto se vive dentro de un clima de confianza y de la convivencia razonable, que deja atrás cualquier forma de ejercicio del poder de carácter impositivo o autoritario o de forzada dependencia y aceptación de órdenes y determinaciones institucionales. La familia de Dios Esta vivencia comunitaria de hogar tenía para Don Bosco una dimensión y profundidad espirituales. Don Bosco quiso que en las casas salesianas se 20

21 22

San Juan Bosco: Reglamento para las casas de la Congregación de San Francisco de Sales, Cap. II, La admisión 5). En: Obras fundamentales. Edición dirigida por Juan Canals Pujol y Antonio Martínez Azcona. Madrid, BAC, 1978, p. 577. AMADEI, Angelo: Don Bosco e il suo Apostolato. 2 Vol. Torino, SEI, 1940, I, p. 121. DACQUINO, Giacomo: Psicología di Don Bosco. Torino, SEI, 1988, pp. 133-134.

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reprodujera en términos educativos el espíritu de comunión (koinonía) que vivificaba a las primeras comunidades cristianas en las cuales “todos los creyentes formaban un solo corazón y una sola alma” (Hch 2,42-47 y 4.3235). La imagen del cuerpo, que Pablo evoca insistentemente para expresar la unión, la comunión de todos los creyentes con Cristo, y de ellos entre sí (1Co 6,15; 10,17; 12,12-27; Rm 121,4-7; Col 1,18.22.24; 2, 19; 3,15; Ef 1,22-23; 2,16; 4,4-16; 5,23.29-30) es la que mejor expresa la identidad e ideal salesiano de la comunidad educativa: “Pues del mismo modo que el cuerpo es uno, aunque tiene muchos miembros, y todos los miembros del cuerpo, no obstante su pluralidad, no forman más que un solo cuerpo, así también Cristo” (1Co, 12,12). En el sentido más teologal del término, en la casa salesiana se debe tener la experiencia del misterio de Dios, comunidad de amor, y del Reino de Dios en su novedad y promesa de vida, fraternidad y gozo. Allí donde la casa salesiana es verdaderamente HOGAR – acogedor, cálido, celebrante – se debe experimentar el amor de Dios Padre que ama a sus hijos e hijas, se siente la presencia de Cristo Jesús Resucitado, hermano nuestro; se viven y se palpan los frutos del Espíritu, el amor, la alegría y la paz (Ef 5,22). Allí se siente también la presencia materna de María, Maestra y Auxiliadora, que Jesús nos dejó como Madre y el discípulo “acogió en su casa” (Jn 19,27). También en sentido teologal, en la casa salesiana los educadores son reconocidos como hermanos, amigos y compañeros, según la enseñanza de Jesús: “Vosotros no os dejéis llamar „Rabbí‟, porque uno solo es vuestro Maestro, y vosotros sois todos hermanos” (Mt 23,8). Por eso mismo, la casa salesiana debe convertirse en una auténtica “casa y escuela de comunión” en el sentido evangélico más profundo. Una comunidad educativa Cuando los jóvenes entran a la casa salesiana, se establece, como lo hizo Don Bosco en el Oratorio, una fuerte relación con ellos y entre ellos, dando origen a una verdadera comunidad educativa, en la que los y las jóvenes más que beneficiarios-as de un servicio que se les brinda, llegan a ser verdaderos protagonistas en términos de auténtica reciprocidad. Surge así, más que una institución o establecimiento físico, un espacio abierto en el cual el educador-a cristiano-a intencionalmente busca encontrar a los y las jóvenes para acogerlos en una relación que, valorizando sus necesidades y potencialidades, se orienta hacia la construcción de un proyecto común rico de significados en el cual el y la joven tiene un rol protagónico. El verdadero clima de familia en la educación salesiana se da cuando se logra crear una renovada capacidad relacional que reconozca y valore en los y las jóvenes sus potencialidades y capacidades, haciéndolos protagonistas del propio proyecto de vida, estableciendo una verdadera circularidad educativa. Los educadores adultos deben favorecen en los y las adolescentes y jóvenes una toma de posición activa en relación con su propio crecimiento para que puedan pasar, cada vez más, con una mayor conciencia, de la hetero43


educación a la auto-educación, de una hetero-nomía a una auto-nomía. Los y las jóvenes que llegan a la casa salesiana deben ser vistos-as y considerados como los primeros-as responsables de la propia formación. No deben ser tratados-as como destinatarios-objeto de la acción educativa o simples receptores y ejecutores de normas o propuestas. Su maduración se da sólo cuando se establece con el educador una colaboración activa y conciente. El adulto, por su parte, para favorecer el protagonismo del y de la joven deberá esforzarse por descubrir y valorizar su originalidad, sus potencialidades y aptitudes, con la conciencia de que el fin del camino educativo consiste en acompañar al joven hacia la propia autonomía, a caminar solo, a hacer las propias elecciones, a construir una propia biografía que sea sentida por él verdaderamente como propia. El desafío está en ofrecer a los y las jóvenes espacios de participación en primera persona y no sólo para dejarse involucrar pasivamente; una participación que comprenda todos los niveles comenzando por la relación educativa, pasando por la interacción dentro del grupo, hasta la implicación activa en la vida de la comunidad. En la comunidad educativa todos-todas se sienten, porque deben serlo, protagonistas en primera persona del Proyecto Educativo, tanto en su elaboración, como en su realización y en su evaluación. A este respecto llama mucho la atención la corresponsabilidad reconocida y valorada de todos los involucrados en la labor educativa. Basta hojear los diversos reglamentos redactados por Don Bosco para las casas salesianas en los que se especifican las funciones de todas y cada una de las personas de la comunidad, comenzando por el director, el prefecto, el catequista, el consejero escolástico, los maestros de escuela, los jefes de taller, los asistentes, el despensero, el cocinero y los ayudantes de cocina, hasta señalar el papel importantísimo del portero en la casa salesiana, etc., y el reglamento para cada uno de los ambientes (teatro, enfermería…), para darse cuenta de la valoración de cada uno de los roles en la marcha de la casa y su función educativa. De esta manera, cada obra salesiana llega a ser casa y escuela de comunión. UNA COMUNIDAD CRISTIANA QUE EVANGELIZA Y EDUCA EN LA FE Sin la menor duda en el pensamiento y práctica educativa de Don Bosco, la casa salesiana debe ser un foco de evangelización en el sentido más integral de la palabra. En ella se busca proclamar y hacer presente, en medio de los jóvenes, el plan salvador de Jesús, el Reino de Dios, mediante la educación. El servicio educativo que se brindaba a los/las jóvenes, como encarnación del amor eficaz que Jesús nos dejó como testamento, y como signo de reconocimiento de que somos discípulos suyos, la profunda experiencia de comunidad cristiana, el anuncio explícito que se hacía de Jesucristo y de su obra salvadora, y la celebración de la fe a través de los sacramentos y de la oración, completaban el cuadro evangelizador de la vida del Oratorio, todo orientado a construir a favor de los jóvenes el Proyecto de Jesús.

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Sobre todo para los muchachos desplazados del campo en busca de oportunidades en la ciudad de Turín, el Oratorio se había convertido en el único espacio donde podían encontrar una casa que los acogía con afecto, les ofrecía la posibilidad de formarse como ciudadanos y trabajadores y, sobre todo, tener una experiencia religiosa mediante la cual podían vivenciar el amor de Dios como Padre común, la fraternidad en Cristo Jesús y sentir en sus vidas la presencia de María como Madre y Auxiliadora. En la práctica el Oratorio se había convertido en la parroquia de los jóvenes que no tenían parroquia y Don Bosco era su verdadero párroco. Monseñor Fransoni, arzobispo de Turín y gran amigo de Don Bosco, así les respondía a los párrocos que se quejaban porque Don Bosco reunía a los jóvenes en los Oratorios en lugar de enviarlos a las parroquias: “Las capillas de los Oratorios serán las parroquias de los muchachos que acuden a ellos”. Y explicando la razón de sus concesiones a Don Bosco, añadía: “Dada la circunstancia de que muchos muchachos son forasteros y que los demás son por naturaleza volubles e inconstantes, sin los Oratorios que de manera tan hermosa, los atraen, muchos no irían a la Iglesia y crecerían ignorantes y díscolos.” Ante esta respuesta del arzobispo, los párrocos se aquietaron sin oponerse a su decisión, y Don Bosco se complacía en llamar al Oratorio “La parroquia de los muchachos abandonados”. (MB III,197; MBe III, 161). Don Bosco se propuso, y lo logró, que los jóvenes que se educaban en el Oratorio se formasen como “Buenos cristianos y honrados ciudadanos” mediante una fuerte y profunda experiencia de comunidad eclesial y una propuesta catequística que los llevase al encuentro con Cristo, a conocerlo profundamente, amarlo entrañablemente y a seguirlo radicalmente, llegando a proponerles en la vida ordinaria el más alto ideal de vida cristiana: la santidad como imitación y seguimiento de Jesucristo. Para Don Bosco “Jesucristo es la santidad por esencia: es Santo y fuente de toda santidad” 23 El Oratorio se convirtió para muchos muchachos en una “escuela y palestra de Santidad”. Baste recordar el sinnúmero de jóvenes que se propusieron la imitación de Jesucristo como proyecto de vida, cuyo mayor ejemplo es Santo Domingo Savio. En el centro de su acción pastoral estaba la catequesis como un itinerario educativo permanente orientado a suscitar, hacer crecer y llevar a madurez la fe cristiana, entendida como conocimiento, amor y seguimiento a Jesucristo Salvador. En el opúsculo redactado por Don Bosco, titulado “La llave del paraíso”, publicado en 1848, traza la identidad del cristiano que quería se formase en el Oratorio, y que hemos ampliamente trascrito en otro lugar: 23

Giovanni Bosco: Il cattolico nel secolo. Parte prima, Trattenimento XXII, La sola Chiesa Romana è Santa. Torino, 1883. Opere Edite, vol. XXXIV, 1883. LAS-ROMA, 1977, p. [146].

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Retrato del verdadero cristiano “Un día dijo Dios a Moisés: “Acuérdate de cumplir mis mandatos, y obra siempre según el modelo que te he indicado sobre la montaña”. Lo mismo dice Dios a los cristianos: el modelo que todo cristiano debe copiar es Jesucristo. Ninguno puede vanagloriarse de pertenecer a Jesucristo si no se propone imitarlo. Por eso en la vida y en las acciones de un Cristiano se deben encontrar la vida y las acciones de Jesucristo mismo. […] De manera que el verdadero cristiano debe decir con el apóstol San Pablo: “No soy yo quien vivo, es Cristo quien vive en mí”. Quien sigue a Jesucristo según el modelo que se ha descrito, debe estar seguro de que será glorificado un día con Jesucristo en el cielo, y reinará con él por la eternidad.”24 En la tarea de “Educar en la fe”, el testimonio era en Don Bosco el primer anuncio y el sello de la palabra proclamada: “Era la instrucción religiosa la que hacía a Don Bosco dueño de los corazones, porque, sonriente y bueno, enseñaba el respeto, el amor y la humildad con todos. Los alumnos veían en él un modelo de las virtudes enseñadas por el catecismo. Resultaba Don Bosco, amabilísimo porque siempre estaba dispuesto a servir a los grandes y a los pequeños en su casa, en toda ocasión, porque como Nuestro Señor Jesucristo pensaba: “Non veni ministrari sed ministrare”, “No vine para ser servido sino para servir”. (MB IX,933; MBe 827–828). La presencia de María se sentía y se siente cotidianamente en la Casa Salesiana como Madre de Dios y Madre y Auxiliadora de los jóvenes, que los acoge y protege y a quien se le invoca con devoción y confianza. Particular importancia revestía la vida sacramental, vivida como encuentros intensos y frecuentes de fe con el Señor y la comunidad, en la Eucaristía y la Reconciliación que Don Bosco consideraba como los dos pilares fundamentales de su pedagogía. 25 Como comunidad eclesial la casa salesiana también educa en la oración nacida y anclada en la vida y proyectada a la vida. No debemos olvidar, quienes nos inspiramos pedagógicamente en Don Bosco, que él llamó a su 24

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Opere Edite, VIII. LAS-ROMA, 1976, pp. [20 - 23]. San Juan Bosco: El Sistema Preventivo en la educación de la juventud. En: Obras fundamentales. Edición dirigida por Juan Canals Pujol y Antonio Martínez Azcona. Madrid, Biblioteca de Autores Cristianos, BAC 1978, p. 563-564.

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primera obra “Oratorio”, es decir, “escuela y casa de oración”: “Di el nombre de oratorio a esta casa para indicar muy claramente que sólo podemos apoyarnos sobre la oración.” (MB III,109; MBe III,94). En resumen, en la casa salesiana se aprende a creer y a vivir la fe como seguimiento de Jesucristo, siendo la catequesis la dimensión fundamental de la acción educativo-pastoral salesiana. Educadores de la fe hoy El Documento de Aparecida, que expresa la conciencia y proyecto de la Iglesia católica latinoamericana al inicio del nuevo milenio, nos plantea el horizonte hacia el cual debe tender la educación católica: conducir al encuentro con Jesucristo para llegar a ser discípulos misioneros suyos. “La meta que la escuela católica se propone, es la de conducir al encuentro con Jesucristo vivo, Hijo del Padre, hermano y amigo, Maestro y Pastor misericordioso, esperanza, camino, verdad y vida, y, así, a la vivencia de la alianza con Dios y con los hombres. …. Tal referencia, al hacerse progresivamente explícita e interiorizada, le ayudará a ver la historia como Cristo la ve, a juzgar la vida como él lo hace, a elegir y amar como Él, a cultivar la esperanza como él nos enseña, y a vivir en Él la comunión con el Padre y el Espíritu Santo”. (No. 336). Y agrega: “La educación en la fe, en las instituciones católicas debe ser integral y transversal en todo el currículo, teniendo en cuenta el proceso de formación para encontrar a Cristo, y para vivir como discípulos y misioneros suyos, e insertando en ella verdaderos procesos de iniciación cristiana…. En cuanto auténtica comunidad eclesial y centro de evangelización, asuma su rol de formadora de discípulos y misioneros en todos los estamentos.” (No. 338). Debiendo ser considerado el divorcio entre fe y vida diaria de muchos como uno de los más graves errores de nuestra época” (GS 43), la Iglesia latinoamericana nos urge a tomar como misión prioritaria la integración entre la fe y la vida: “La misión primaria de la Iglesia es anunciar el Evangelio de manera tal que garantice la relación entre fe y vida tanto en la persona individual como en el contexto socio-cultural en que las personas viven, actúan y se relacionan entre sí. Así, procura transformar mediante la fuerza del Evangelio los criterios de juicio, los valores determinantes, los puntos de interés, las líneas de pensamiento, las fuentes inspiradoras y los modelos de vida de la humanidad que están en contraste con la Palabra de Dios y el designio de salvación.” 26 (No. 331). Para ello se debe lograr una compenetración recíproca entre Evangelio y existencia: 26

Evangelii Nuntiandi No. 19.

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“Se produce, de este modo, una compenetración entre los dos aspectos. Lo cual significa que no se concibe que se pueda anunciar el Evangelio sin que éste ilumine, infunda aliento y esperanza, e inspire soluciones adecuadas a los problemas de la existencia; ni tampoco que pueda pensarse en una promoción verdadera y plena del ser humano sin abrirlo a Dios y anunciarle a Jesucristo.” (No. 333). En el Proyecto educativo, Cristo, el Ser humano en plenitud, es el fundamento y plena realización de los valores humanos. Así lo expresa un estupendo numeral del Documento de Aparecida: “En el proyecto educativo de la escuela católica, Cristo, el hombre perfecto, es el fundamento, en quien todos los valores humanos encuentran su plena realización, y de ahí su unidad. Él revela y promueve el sentido nuevo de la existencia y la transforma, capacitando al hombre y a la mujer para vivir de manera divina; es decir, para pensar, querer y actuar según el Evangelio, haciendo de las bienaventuranzas la norma de su vida….La educación es “católica” porque los principios evangélicos se convierten para ella en normas educativas, motivaciones interiores y, al mismo tiempo, en metas finales”, llegando a ser Jesucristo el centro del propio proyecto de vida: “Cuando hablamos de una educación cristiana, por tanto, entendemos que el maestro educa hacia un proyecto de ser humano en el que habite Jesucristo con el poder transformador de su vida nueva.” (No. 332). 3.

UN PATIO DONDE SE COMPARTEN LA AMISTAD Y LA ALEGRÍA

Tan importante como es la casa, la parroquia, la escuela y el taller, el patio es un elemento fundamental constitutivo de la pedagogía y del ecosistema educativo salesianos. El patio, en efecto, en nuestro sistema educativo, no es sólo un lugar físico, sino especialmente un espacio simbólico y un espíritu y ambiente que animan y penetran toda la acción formativa. En él se da de manera especial el encuentro educativo en la amistad; ahí tiene lugar la recreación y el esparcimiento de los niños y las niñas y de los y las jóvenes y es donde se expresa de manera desbordante la alegría juvenil. El patio, en el Sistema Educativo Salesiano, es el lugar de encuentro y de la relación de tú a tú entre educadores y jóvenes y entre los mismos muchachos y las jóvenes; es sinónimo de espontaneidad, de libertad, de informalidad, de alegría, de cordialidad. Comprende todo un conjunto de actividades y expresiones significativas para el muchacho: el deporte, los juegos, el teatro, la música, el canto, las excursiones, los grupos juveniles, las fiestas, las celebraciones, las veladas culturales, etc. Es ahí donde se encuentran, relacionan y comunican los/las jóvenes tal como son, se manifiestan espontáneamente, con mayor sinceridad, sin maquillaje ni

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máscaras. Por todo ello es el lugar educativo por excelencia, pues allí los/las jóvenes hacen lo que más les gusta sin coacciones ni formalismos. Esto hace que el encuentro y diálogo educativos sean más sinceros y formativamente más eficaces pues se da en la libertad y no en la normatividad u obligatoriedad. Los núcleos centrales del Sistema Preventivo, tales como el encuentro cordial, la acogida amable, la asistencia como presencia activa del educador entre los jóvenes como padre, hermano y amigo, encuentran su encarnación operativa en el ambiente espontáneo y sereno de libertad, de alegría y de fiesta que es el patio. El “patio” es todo lugar de la expansión natural y espontánea, propicio para la relación educativa informal. Todo sitio donde el joven encuentre la posibilidad de jugar, divertirse, correr y saltar, se vuelve lugar educativo hecho a la medida del niño, de la niña, del y de la joven, donde podrá desfogar sus sentimientos, manifestar su creatividad y libre iniciativa; en una palabra, el lugar en el que más espontáneamente es “él mismo”, “ella misma” y donde el educador podrá encontrarlo en una relación horizontal. Los encuentros más significativos desde el punto de vista pedagógico de Don Bosco con los jóvenes se desarrollaron en la informalidad del “patio” y del recreo o momentos similares como en los paseos27 . En la impactante autobiografía espiritual y pedagógica de Don Bosco, las Memorias del Oratorio, hay algunas palabras recurrentes que dan una tónica a su estilo de vida como maestro de espíritu y como educador: “alegría”, “recreación”, “juegos”, “pasatiempos”, “música”, “canto”,, “declamación”, “entretenimientos” y además “bromear”, “jugar”, “reír”, “gritar a gusto”, “correr”, “saltar”, “cantar”. Este conjunto de actividades, tan variadas, pero entre las cuales existe una gran sintonía, se explican por la opción preferencial de Don Bosco: los y las jóvenes. Todas ellas se comprenden y pueden hacerse realidad en un ambiente de espontaneidad, de alegría y de fiesta. “Pero la alegría, antes que ser un recurso metodológico, es una forma y un estilo de vida. Don Bosco llega muy pronto a la convicción que la alegría y la fiesta “son exigencias profundamente arraigadas en la psicología juvenil” 28 y, por lo mismo, llegan a ser un componente esencial de su espiritualidad y de su pedagogía: “Tocante a los juegos, hay que tener presente que el muchacho debe estar contento y, para ello, hay que distraerlo con juegos. Para conseguir este resultado no se omite nada; ante todo la música, y después los ejercicios físicos. Cuando el muchacho se cansa de jugar, a menudo acaba por ir a rezar en la capilla, que encuentra siempre abierta.” (MB XVI,168; MBe XVI,147). Como sacerdote y creyente Don Bosco está profundamente convencido de que “el Cristianismo es la más segura y duradera fuente de felicidad, porque es alegre anuncio, “evangelio”; de la religión del amor, de la salvación, de la gracia 27

28

Cf. CAVIGLIA, Alberto : Il Magone Michele. En : Opere e scritti editi e inediti di Don Bosco, Vol. V . Torino, SEI, ristampa, giugno 1977, pp.149; 166; 172-176. PRELLEZO, José Manuel: Sistema educativo ed esperienza oratoriana di Don Bosco. Leumann (Torino), Editrice ELLEDICI, 2000, p. 69.

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no puede sino brotar la alegría, el optimismo.” 29 En su práctica educativa, la alegría adquiere una clara dimensión religiosa.

El encuentro de estas dos realidades: religión y recreación, está presente desde sus primeras experiencias infantiles cuando en los días festivos unía los entretenimientos y los juegos (caminar sobre la cuerda, danzar, los juegos de prestidigitación) al canto religioso, a la explicación del evangelio y al rezo del santo rosario. Me permito transcribir al respecto una página sugestiva de Giacomo Dacquino en su obra: “Psicologia di Don Bosco”, citada anteriormente: “El método de Don Bosco no era un método didáctico para la acción prevalentemente intelectiva, por lo mismo, realizable en los pupitres de un salón de clase, sino un método educativo que se basaba esencialmente en la relación afectiva, extendida durante todo el arco del día. Y para lograrlo quería no solamente que los educadores se entretuviesen con los jóvenes durante los juegos de la recreación, sino que tomaran parte activa en ellos, demostrándose tan interesados en los juegos como los mismos jóvenes. Esto debido a que, como escribe el pedagogo Pietro Braido: “En el patio, más que en la iglesia y en la clase, Don Bosco y sus educadores conocen a los jóvenes y llevan a cabo lo mejor de su obra educativa.” 30 Don Bosco no temía que los jóvenes perdieran el respeto hacia los educadores si estos participaban en sus juegos. Por el contrario, estaba profundamente convencido de que la actividad lúdico-motora, que se desarrollaba en los tiempos de recreación, constituía un momento de integración entre los oratorianos y los educadores, permitiéndoles a éstos últimos, ser no solamente simples maestros, sino amigos y hermanos de los jóvenes. Él mismo participaba en la recreación de sus jóvenes, jugando con el balón, a las carreras, a los saltos y, gracias al juego, se convertía en hermano de ellos. Don Bosco jugó siempre con los jóvenes con base en el principio de “amar lo que aman los jóvenes, para que los jóvenes amen lo que aman los educadores” 31 . Gran parte de la acción educativa de Don Bosco tiene como escenario el patio: “El patio es Don Bosco entre los jóvenes”. “Quiten de la vida de Don Bosco, como de la vida de una de sus Casas, la vida en el patio: y queda 29

30

31

BRAIDO, Pietro: Prevenire, non reprimere. Il sistema educativo di Don Bosco. Roma LAS, 1999, p. 325. DACQUINO, Giacomo: Psicologia di Don Bosco. Torino, SEI, Società Editrice Internazionale - 1988, pp. 135-136. BRAIDO, Pietro: Il Sistema Preventivo di Don Bosco. Torino, Pontificio Ateneo Salesiano, 1955, p. 219. San Juan Bosco: Carta sobre el espíritu de familia. En: Obras fundamentales. Edición dirigida por Juan Canals Pujol y Antonio Martínez Azcona. Madrid, Biblioteca de Autores Cristianos, BAC, 1978, pp. 614-615.

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una figura sin carácter, y en la Casa se crea un vacío que no se puede colmar, en el que se hunde sin compensación alguna una gran parte de la típica construcción educativa, y precisamente aquella del uno a uno, que es la más necesaria. En tal fraternidad y familiaridad se lleva a cabo, más que en ningún otro lugar, el conocimiento y la educación del carácter: y el alumno de Don Bosco recuerda de su vida juvenil entre los salesianos no tanto las clases o el sermón como la manera sabia con que, en la libertad de la vida al aire libre, en el terreno de un patio o bajo un pórtico, en medio de la gritería espontánea de la multitud, sus educadores le decían palabras que quedaban grabadas, porque eran dichas espontánea y amablemente, y porque dichas sólo para él.” 32 Ésta fue sin lugar a dudas otra genial intuición de Don Bosco, quien en la Carta desde Roma, del 10 de mayo de 1884 escribió: “El maestro visto sólo en la cátedra, es maestro y nada más; en cambio, si participa de la recreación con los jóvenes, se convierte, como en un hermano”, por cuanto, “sin familiaridad no se puede demostrar el afecto y sin esa demostración no puede haber confianza. El que quiere ser amado es menester que demuestre que ama”. (MB XVII,111; MBe XVII, 103). En el contexto oratoriano, la vida de los muchachos se caracteriza por el ambiente de alegría y de fiesta, con pluralidad de propuestas religiosas, recreativas y culturales. Don Bosco dio muchísima importancia a la “confianza”, debido a que su método educativo estaba basado en la sintonía afectiva. En efecto, en la circular del 29 de enero de 1883 dirigida a los salesianos sobre los castigos, atribuida a Don Bosco, se afirma: “Recordad que la educación es cosa del corazón y que sólo Dios es el dueño del mismo, y nosotros no podremos triunfar en nada, si Dios no nos enseña el arte (de apoderarnos de los corazones), y no nos pone en la mano sus llaves”. (MBe XVI, 373 y XIV, 723); por lo cual: “si el educador no llega a conquistar el corazón del joven, su obra es vana. Si el joven no abre su corazón al educador, la educación fracasa”33. De hecho, la “confianza exige confianza; y Don Bosco no solamente la daba sino que la ganaba toda, incluso la de aquellos que tal vez tenían solamente un poquito de buena voluntad.” 34 Pero precisamente, debido a que el afecto no se compra ni se obliga, no es fácil hacerse querer y establecer una relación confidencial con los jóvenes, incluidos los propios hijos, especialmente si son adolescentes. Don Bosco lo logró; más aún, no se convirtió solamente en padre de quienes vivían en el Oratorio sino que 32

CAVIGLIA, Alberto: Il “Magone Michele”. Una classica esperienza educativa. Studio. Torino, SEI, 1950, p. 41.

33

BRAIDO, Pietro: Il sistema preventivo di Don Bosco. Torino - P.A.S , 1955, p. 205 AMADEI, Angelo: Don Bosco e il suo apostolato, Vol. II. Torino, Società Editrice Internazionale, 1940, p. 140.

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también se convirtió en su fraternal amigo. Y esto, gracias a la amabilidad en el trato, a la serenidad de su rostro, a su sonrisa amable, que predisponían a la amistad y a la confianza. Pero sobre todo, gracias a las excepcionales dotes de empatía de las cuales estaba dotado. •

Un ambiente alegre y festivo escalonaba todo el año de la vida del Oratorio presentando tonalidades más intensas en algunos días particulares: la fiesta de Pascua, de San José, de María Auxiliadora, de San Juan Bautista, de Navidad. La fiesta de María Auxiliadora era preparada con especial esmero y tenía lugar el 24 de mayo de cada año. Las fiestas salesianas son como el clímax del ambiente del “Patio”: desbordamiento de alegría, creatividad, deporte, teatro, música, celebraciones litúrgicas esplendorosas, meriendas sabrosas, quedando grabadas indeleblemente en el alma de los jóvenes que han tenido la experiencia educativa salesiana. Vale la pena enumerar todas estas fiestas para poder comprender la grande importancia que Don Bosco y sus colaboradores daban a las fiestas en la propuesta de educación juvenil, al punto que se ha podido llamar la acción educativa salesiana como “la pedagogía de la fiesta”. Si el elemento fundamental del método educativo Preventivo de Don Bosco era la relación afectiva entre educador y educando, los tres principios prácticos de su pedagogía, fueron la alegría, el estudio (o trabajo) y la piedad. (MB VII,494; MBe VII, 422. 511). “La originalidad de Don Bosco fue haberle dado un valor pedagógico a la alegría y al buen humor, es decir, no solamente haber aceptado, sino haber compartido como educador la alegría espontánea y expresiva del joven. Fue la pedagogía del “gozo”, y por lo mismo, liberadora de las neurosis y estimuladora al mismo tiempo de creatividad, porque infundía esperanza, serenidad, ganas de trabajar, de estudiar, de vivir y de convivir. De hecho, la alegría no sirve solamente para la distensión psíquica de la persona, sino que es también un estimulo creativo para sus valores internos y para un positivo comportamiento social. […] Don Bosco era un hombre de fe gozosa, aún cuando pueda parecer extraño que alguien reconocido posteriormente como “Santo”, haya podido vivir alegremente. “Servir al Señor” no equivalía para él a una vida melancólica y alejada de cualquier diversión y placer; para él era inseparable servir al Señor y vivir alegres. En el Oratorio se hacían frecuentes fiestas de carácter familiar, reconociendo en la juventud la necesidad de una serena alegría.”35

El Cardenal Giovanni Battista Montini, futuro Pablo VI, decía en 1962 dirigiéndose a los estudiantes de la Escuela salesiana de Milán: “Don Bosco armonizó el juego, el trabajo, el estudio y la oración con vínculos externos y con vínculos del corazón. Armó un cuadrilátero con la alegría, la clase, el taller y la capilla. En esta apretada síntesis está la fórmula clave de Don Bosco, el 35

DACQUINO, Giacomo: Psicologia di Don Bosco. Torino, Società Editrice Internazionale – SEI, 1988, pp. 135-136. BRAIDO, Pietro: Il Sistema Preventivo di Don Bosco. Pontificio Ateneo Salesiano, Torino, 1955, pp. 149-150.

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secreto que da sentido unitario a todas las actividades que bullen en sus ambientes juveniles, que las coordina y santifica.”36 4.

UNA PARTE DE LA SOCIEDAD DONDE SE FORMAN CIUDADANOS CRÍTICOS Y RESPONSABLES DEL BIEN COMÚN

Con su acción educativa Don Bosco pretendía formar cristianos auténticos, que viviesen coherente y comprometidamente su fe y, al mismo tiempo, y por eso mismo, “honestos ciudadanos” conscientes de su responsabilidad social y política para construir una sociedad, un país, donde todos y todas fuesen reconocidos, valorados y promovidos en su dignidad humana. Don Bosco tenía una conciencia clarísima de que la educación era la principal forma y fuerza de transformación de la sociedad y por eso valoraba su incidencia y función sociales; afirmó: “He consagrado toda mi vida al bien de la juventud, persuadido de que de su sana educación depende la felicidad de una nación” (MB XII,700; MBe XII, 591); y en otra ocasión agregaba: “Si queremos una sociedad buena debemos dirigir todos nuestros esfuerzos a la educación cristiana de la juventud, que constituirá los hombres de mañana.” (MB XVII,150; MBe XVII,136). A través de la educación intelectual, la formación moral, la educación para el trabajo y la conciencia y participación ciudadanas, Don Bosco quería, y de hecho lo logró, dar una respuesta eficaz para la construcción de una sociedad digna de la persona humana. Así lo planteaba el reglamento del Colegio S. Carlos de Mirabello, Monferrato (1863): “La finalidad de este colegio es la educación moral, literaria y cívica de la juventud que aspira a la carrera de los estudios” (MB VII,863; MBe VII,733). “La obra salesiana, que cuenta con el apoyo de tantos benefactores, además de atender al cuerpo, procurando alojamiento, alimento y vestido a muchos millares de jovencitos, de interesarse por el espíritu mediante la instrucción religiosa, y la educación en el amor a Dios y en las buenas costumbres, se extiende a la sociedad doméstica y civil, porque tales muchachos, si están en un taller, llegarán con el correr del tiempo, a ser capaces, ejerciendo su profesión, de proveer a una honesta sustentación de la propia familia, y con su iniciativa y actividad aportarán también, no poco a la convivencia ciudadana; si se dedican al estudio de las ciencias y de las letras, se harán útiles a la sociedad con obras de talento o con algún empleo civil”. 37 El Rector Mayor, Padre Pascual Chávez Villanueva hace el puente entre la visión de Don Bosco y nuestro compromiso en la formación social y política de la juventud, hoy: “La sociedad que Don Bosco tenía en la mente era una sociedad cristiana, construida sobre los fundamentos de la moral y de la religión. 36

37

Citado por PERAZA LEAL, Fernando: Don Bosco y la Escuela. Quito-Ecuador, Centro Salesiano Regional, 1996, p. 21.

Bollettino Salesiano 1881, n. 12, Diciembre, pp. 5 – 6.

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Hoy la visión de la sociedad se ha transformado: estamos en una sociedad secular, construida sobre los principios de la igualdad, de la libertad, de la participación, pero la propuesta educativa salesiana conserva su capacidad de formar un ciudadano consciente de sus responsabilidades sociales profesionales, políticas, capaz de comprometerse por la justicia y por promover el bien común, con una especial sensibilidad y preocupación por los grupos más débiles y marginados. Se debe, por tanto, trabajar por el cambio de criterios y por la visión de vida, para la promoción de la cultura del otro, de un estilo de vida sobrio, de una actitud permanente de gratuidad, de luchar por la justicia y la dignidad de cada vida humana.”38 La formación a la ciudadanía y a la conciencia ciudadana, representan entonces otro de los elementos constitutivos de la educación salesiana. Ciudadanía significa conciencia de pertenencia, responsabilidad ante la sociedad civil y participación y compromiso en la búsqueda y construcción del bien común. Hoy podríamos hablar también de conciencia y compromiso político. Ciertamente Don Bosco rehusaba abiertamente toda participación en política partidista, por el carácter sectario y la connotación anticlerical que revestía en la época. Hoy podríamos también tenerle aversión por la imagen y realidad de corrupción y clientelismo que la caracteriza en nuestro medio. Por tal motivo, Don Bosco propugnaba por lo que llamaba “la política del Pater Noster... Adveniat Regnum tuum”: “Mi política es la del Pater Noster. En el Pater Noster suplicamos cada día que venga el reino del Padre Celeste sobre la tierra, esto es, que se extienda siempre más, que sea mejor comprendido, más vivo, más poderoso y glorioso. Adveniat regnum tuum (venga a nosotros tu reino) y esto es lo que importa” (MB VIII,593-594; MBe VIII, 506). “Como sacerdote católico no tenía otra política que la del santo Evangelio” (MB VI,679; MBe VI,510) que hoy podríamos traducir en la política de la fraternidad, de la justicia social y de la vida digna y plena para toda persona, que construye y garantiza el bien común, comenzando por los más pobres y excluidos de la sociedad: “La labor del Oratorio […], en palabras de Don Bosco, se dirige especialmente a ayudar a la juventud más necesitada […], tiende, en una palabra, a formar buenos ciudadanos. […] Esta es nuestra política; es la única de la que nos hemos ocupado hasta ahora y nos ocuparemos en lo porvenir.” (MB XVI, 291; MBe XVI, 247). Formación ciudadana y política, hoy En continuidad con Don Bosco, la Casa Salesiana debe ser un espacio de la sociedad donde se profundiza la propia identidad como ciudadano, donde se aprende a amar y recrear la propia cultura, a conocer y defender las riquezas naturales de la nación, a valorar la pluralidad étnica, cultural y regional, a vivir la solidaridad, a defender la vida y a trabajar por un país con justicia social donde se respeten los derechos fundamentales personales y sociales y se 38

Dicasterio de la Pastoral Juvenil: Actas del Congreso Internacional “Sistema Preventivo & Diritti Umani”. 2-6 enero 2009. Roma, Direzione Generale Opere Don Bosco, 2009, p. 82.

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construya una paz verdadera que garantice una vida digna para todas las personas. La educación integral que ofrecemos exige educar a los jóvenes en el compromiso social y político según la inspiración del Evangelio. Si nuestra educación salesiana tiende a formar, como uno de sus objetivos primordiales al “honrado ciudadano”, es necesario señalar algunos de los rasgos que debe tener, para que no se quede en un concepto genérico y tal vez ambiguo. Indicamos algunas de esas características que no pueden faltar: •

El verdadero ciudadano/a tiene identidad. Conoce la historia de su lugar, de su ciudad, de su país, y lee e interpreta con mirada crítica la realidad que vive, es decir, sabe analizar los hechos, las causas y actores que intervienen, los intereses económicos, sociales y políticos que están a su raíz, las consecuencias y las tendencias históricas. Valora la propia cultura, como patrimonio recibido y como proyecto por recrear: la propia comprensión y visión del mundo, los valores que la inspiran, las construcciones y expresiones simbólicas, las formas de socialización, etc.

El verdadero ciudadano/a está informado. No basta leer o escuchar las noticias de los medios, la mayoría de las veces controlados por los grandes pulpos económicos y de la comunicación. Hay que buscar y propiciar fuentes alternativas, más analíticas, que expresen la visión y los intereses de los últimos. El verdadero ciudadano es consciente de sus derechos como persona y como ciudadano, es defensor de los derechos humanos, de los derechos del niño y de los jóvenes, del Derecho Internacional Humanitario. Sabe qué leyes se están tramitando y cómo van a afectar la vida de las mayorías. Incluso el ciudadano contemporáneo debe estar al tanto de lo que pasa en el mundo, porque debe tener conciencia de la globalización y de sus mecanismos como amenaza y como oportunidad, y su incidencia positiva o negativa en la vida de la nación, principalmente para los pobres.

El verdadero ciudadano/a es deliberante. El que delibera examina atentamente pros y contras de toda decisión, especialmente si afectan el bien común. No es ingenuo ni neutral ante lo que sucede ni ante las interpretaciones que se pueden dar de los acontecimientos. Siempre estará a favor de los más indefensos y marginados de la sociedad.

El verdadero ciudadano/a participa. Estar informado y ser analítico obliga a no quedarse con ese conocimiento. El buen ciudadano comparte sus saberes con los demás y toma parte en acciones que sirven a la comunidad. Además, está pendiente y alerta de los mecanismos e instituciones de participación que existen en su entorno y se vincula activamente a ellos.

El verdadero ciudadano se indigna y se opone a cualquier injusticia y arbitrariedad. Si es consciente de los derechos propios y de todo ciudadano es un deber oponerse a todo aquello que los vulnera. No se trata de recurrir a las vías de hecho sino a las de derecho. Para lograrlo es indispensable saber cuáles son las formas jurídicas e institucionales para hacerlos valer y respetar y la manera más efectiva para promoverlos.

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El verdadero ciudadano/a es solidario. Es sensible a las necesidades y al sufrimiento de los demás, particularmente de los más indefensos de la sociedad, y se compromete eficazmente con ellos a defender sus derechos y a promover una vida digna para todos. La solidaridad es la encarnación del mandamiento nuevo del amor, uniendo sentimientos y afectos, conciencia crítica y acción transformadora.

El verdadero ciudadano/a es ético. La ética se refiere a las actitudes personales y sociales, fundamentadas en valores y principios, que llevan a actuar humanamente y a obrar el bien. En la ética se parte de la dignidad y valor fundamental de la persona humana, y de ahí se desprenden todos los demás valores que deben inspirar y guiar el actuar humano individual y social: el valor inalienable de la vida, de la solidaridad y la justicia social, de la paz como garantía y efecto de una vida digna para todo ser humano.

El verdadero ciudadano/a vela por el bien común. Su conciencia de la realidad y de la dignidad humana, su posibilidad de participar y actuar, de oponerse a las arbitrariedades, lo llevan a buscar el bien común por encima de los intereses individuales y a velar por el bienestar de los más débiles; en una palabra, a vivir auténtica y efectivamente la política.

Parte fundamental de la formación en la ciudadanía como componente de la formación salesiana de ciudadanos/as activos/as y responsables y como elemento constitutivo de la preventividad, propia de la educación de Don Bosco, es la educación en y para los derechos humanos. Claramente lo ha afirmado el Padre Pascual Chávez Villanueva, Rector Mayor, en el Congreso Internacional sobre Sistema Preventivo y Derechos Humanos tenido en Roma del 2 al 6 de enero 2009: “Como salesianos la educación a los Derechos Humanos, en particular los de los niños, es la vía privilegiada para realizar en los diversos contextos el compromiso de prevención, de desarrollo humano integral, de construcción de un mundo con mayor equidad, más justo, más saludable. El lenguaje de los Derechos Humanos nos permite el diálogo y la integración de nuestra pedagogía en las diferentes culturas del mundo.” 39 “Por eso, para la salvación integral de los jóvenes, el Evangelio y nuestro carisma hoy nos piden recorrer también la vía de los Derechos Humanos […] No debemos dejar de intentar nada por la salvación de los jóvenes; hoy no nos sería posible mirar en los ojos a un niño si no nos hiciéramos también promotores de sus Derechos.” 40 “La educación propone, además, el objetivo de construir una cultura de los Derechos Humanos, capaz de dialogar, persuadir, y en última instancia, de prevenir las violaciones de los mismos Derechos, antes que penarlas y 39

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Dicasterio de la Pastoral Juvenil: Actas del Congreso Internacional “Sistema Preventivo & Diritti Umani. 2-6 enero 2009. Roma, Direzione Generale Opere Don Bosco, 2009, p. 82. Ib. p. 110.

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reprimirlas.” 41 El concepto de Derechos Humanos hace referencia primeramente a la dignidad humana, que es anterior a cualquier formulación jurídica o política, una condición y cualidad moral, inherente ontológicamente a todo ser humano en cuanto tal, sin ningún tipo de distinciones o diferenciaciones, sean éstas económicas, sociales, físicas, culturales, étnicas, sexuales, religiosas, etc. Dignidad humana que se sitúa entre dos cualidades esenciales de la persona: la libertad y la plena igualdad de todos los seres humanos. Se trata de un conjunto de valores y principios de convivencia que deben conformar esa dignidad humana y la vida en sociedad, y de necesidades básicas que deben ser cubiertas para toda persona para garantizar una existencia digna, al mismo tiempo que rechaza aquellas situaciones que le son contrarias. La afirmación de los Derechos Humanos significa que el ser humano, por el hecho de serlo, tiene unos derechos inherentes e inalienables. Se trata de derechos morales que emanan de la condición humana en cuanto tal y son anteriores a cualquier legislación, la cual no hace sino reconocerlos y garantizarlos Por lo mismo, los Derechos Humanos son naturales, inalienables y sagrados; eso mismo reclama la constitución de un orden social e internacional en el que puedan ser reconocidos, garantizados y realizados. Como salesianos, formadores para una ciudadanía activa, centramos particularmente nuestra atención en la educación para los Derechos Humanos, de manera especial los derechos de los niños y de los jóvenes, como parte esencial de la educación preventiva y la formación integral que brindamos. Concebimos la educación para los Derechos Humanos como un proceso permanente que tiene como finalidad crear en los jóvenes la conciencia de la dignidad humana, de la libertad, la igualdad, la solidaridad, la justicia, la democracia integral y la paz. En cuanto tal, la educación para los Derechos Humanos es una forma particular de educación en valores. En efecto, toda educación lleva consigo, consciente o inconscientemente, la transmisión de un determinado código de valores, tales como la justicia, la solidaridad, la autonomía personal y colectiva, el respeto, etc., al mismo tiempo que cuestiona aquellas realidades o situaciones que son antitéticas, como la discriminación, la intolerancia, la violencia, la indiferencia, etc. “El sistema Preventivo, subraya el Rector Mayor, ofrece a los Derechos Humanos un acercamiento educativo único e innovador con respecto al movimiento de promoción y protección de los Derechos Humanos hasta ahora caracterizado por la prospectiva de la denuncia “a posteriori” (ex post – después de): la denuncia de la violaciones ya cometidas. El Sistema Preventivo ofrece a los Derechos Humanos la educación preventiva. O sea la acción y la propuesta “ a priori” (ex ante – antes de). 42 41

Ib. p. 83.

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Padre Pascual Chávez Villanueva. Dicasterio de la Pastoral Juvenil: Actas del Congreso Internacional “Sistema Preventivo & Diritti Umani. 2-6 enero 2009. Direzione Generale

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Tomando inspiración en el trabajo de Xesús R. Jares: Educación y Derechos Humanos,43 me permito señalar algunos componentes y principios para una educación para los Derechos Humanos: 

La educación para los derechos humanos debe partir de la comprensión de los mismos y del conocimiento de la historia de la lucha de los pueblos por conquistarlos y afirmar las libertades fundamentales. -

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Debe hacer conocer el articulado de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, como patrimonio común de la humanidad, y de otras declaraciones internacionales relacionadas con ella. Debe llevar a identificar las violaciones de los Derechos Humanos en el propio país y en el mundo e indagar sus causas y sus posibles alternativas. Conocer la labor de los organismos, colectivos, organizaciones no gubernamentales, personas, etc., que luchan por la defensa de los Derechos Humanos. Comprender la implicación no sólo de los derechos sino también de los deberes que tienen las personas, los grupos sociales y las naciones para con los demás en relación con los derechos fundamentales. A nivel actitudinal la educación para los Derechos Humanos debe llevar a: Apreciar los Derechos Humanos como uno de los avances sociales más importantes de la humanidad. Valorar positivamente las organizaciones, individuos y estrategias tendientes a promover y defender los Derechos Humanos. Sensibilizar sobre la violación de los Derechos Humanos y suscitar compromisos de acción, individuales y colectivos, para contrarrestarla. Hacer tomar conciencia de la doble moral en torno a los Derechos Humanos: lo que se proclama o legisla y lo que se practica. Sensibilizar sobre la necesidad de unas relaciones interpersonales y de una convivencia asentadas en los principios consagrados en los Derechos Humanos.

Vivir los Derechos Humanos. Más que reflexionar sobre los Derechos Humanos, se trata de vivirlos cotidianamente en el ambiente educativo: en los contenidos, organización, metodología, etc. La organización democrática del Centro educativo es el contexto en el que puede germinar y sedimentarse el auténtico significado de los Derechos Humanos. La configuración del ecosistema educativo permite el aprendizaje de la democracia viviendo y construyendo realmente una comunidad de aprendizaje y de vida. Aprender los Derechos Humanos es equivalente a aprender una nueva manera de vivir.

Conexión con la vida real del Centro educativo y del entorno. En efecto, vivir los derechos humanos significa, entre otras cosas, dar preferencia a los

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Opere Don Bosco, Roma, 2009, p. 111. Editorial Popular, Madrid, 1999.

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hechos cotidianos que se producen en el centro educativo como objeto de aprendizaje haciendo referencia continuamente a la vida y experiencia diarias. Para los niños y los jóvenes el espíritu del centro educativo y las relaciones entre los jóvenes y los educadores resulta más importante que la adquisición de conocimientos. 

Importancia del ambiente y organización democrática del centro educativo. La organización, el espíritu y ambiente del centro educativo son componentes fundamentales de la educación en materia de Derechos Humanos. Los principios de los Derechos Humanos deben reflejarse en todas las actividades de la vida cotidiana del centro educativo así como en las relaciones interpersonales.

Educar para los Derechos Humanos significa una educación desde y para la acción. Dicho en negativo, no hay educación para los Derechos Humanos si no hay práctica de los mismos, reflexionando sobre los comportamientos, actitudes y compromisos, sabiendo que cuanto más corta es la distancia entre lo que decimos y lo que hacemos, entre le currículo explícito y el oculto, más eficaz será la labor educativa.

Participación de los jóvenes en el “qué” y en el “cómo” del proceso educativo. La participación es, simultáneamente, un requisito y un valor en el proceso educativo desde la perspectiva democrática en la que se asienta la educación para los Derechos Humanos. Las estrategias didácticas fomentarán y se apoyarán en un trabajo en equipo, en la toma de decisiones consensuadas siempre que sea posible, en la cooperación, etc. La participación de los jóvenes debe considerarse como un factor clave de la educación para la ciudadanía.

Educar para los Derechos Humanos presupone presentar una visión de la realidad cambiante cuyos agentes son los seres humanos y, por lo mismo, están en condiciones de llevar a cabo su transformación. La realidad no es estática ni definitiva, sino cambiante, provisoria y susceptible de transformación; por lo mismo, es posible construir otro tipo de relaciones sociales y ver con claridad que otro mundo justo solidario y en paz, es posible, necesario, urgente. Ante los hechos sociales, como productos históricos, se debe suscitar la posibilidad de la acción eficaz, como medio para transformar esa realidad perversa, y que en muchos casos ha sido posible.

Preferencia por los enfoques globalizadores e interdisciplinares a través de los cuales se puede aprehender la complejidad de la realidad en que estamos.

Coherencia entre los fines y los medios a emplear. Este principio resalta la necesidad de la coherencia entre aquello que se pretende conseguir y los medios a emplear. Frente a la cultura dominante del “todo vale”, del fin que justifica los medios, este principio resalta que la elección de éstos no es una cuestión secundaria sino que se sitúa al mismo nivel de los fines. Como decía Gandhi “el fin está en los medios, como el árbol en la semilla”.

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Por consiguiente se trata de buscar y poner en práctica medios que sean homogéneos, coherentes con el fin perseguido. 

Combinación de enfoques cognoscitivos, afectivos y experienciales para interiorizar los valores en la educación para los Derechos Humanos. La información y el análisis es importante, pero hay que añadirle los afectos, las percepciones, los sentimientos y las sensaciones de las experiencias vitales.

TERCER TEMA

La EDUCOMUNICACIÓN: Un horizonte y un hilo conductor del Sistema Preventivo. Una pedagogía del encuentro, de la presencia, del diálogo y del acompañamiento. Optamos por la Educomunicación La Escuela Salesiana en América, órgano internacional de orientación de la Educación Salesiana en el continente, optó por la educomunicación como uno de los ejes transversales de nuestro Proyecto educativo. Con la educomunicación se quiere expresar la relación recíproca e interacción dialéctica entre dos campos esenciales de la vida de las personas y de los pueblos: la educación y la comunicación, siendo además dos componentes y mediaciones fundamentales de nuestro Proyecto Evangelizador. ¿Por qué?

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Porque la persona humana es un ser sociable, un ser-en-relación, llamado a vivir en comunión. Por lo mismo la comunicación es la expresión y el camino de personalización y de socialización. Porque en un mundo globalizado, el mundo digital ha llegado a ser el vehículo de intercomunicación entre las personas y los pueblos. El ciberespacio es la nueva geografía del mundo. También porque en el Proyecto educativo de Don Bosco y de Madre Mazzarello, la comunicación es un factor educativo fundamental de su ecosistema pedagógico: El espíritu de familla, el ambiente de confianza, el encuentro, el diálogo, el camino educativo compartido, hacen de la comunicación una mediación necesaria en el arte de educar.

La educomunicación implica: -

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Educar en y para la comunicación: comprende el estudio de la comunicación humana, de sus fundamentos teóricos e implicaciones prácticas y del fenómeno de la comunicación social. Procura formar interlocutores sociales responsables, participativos, críticos y creativos para hacer posible una comunicación social más transparente y solidaria. Formar en los múltiples usos de los nuevos media en la educación y en la vida cotidiana, porque las nuevas tecnologías crean una cultura “distinta” que debe ser guiada éticamente. Crear la circularidad y reciprocidad en el proceso educativo y comunicativo a través del encuentro, el diálogo, la participación, en un ambiente de confianza recíproca. Hacer énfasis en el carácter compartido y cooperativo de las experiencias de aprendizaje, formación y participación.

UNA PEDAGOGÍA DEL ENCUENTRO, DE LA PRESENCIA, DEL DIÁLOGO Y DEL ACOMPAÑAMIENTO. La lógica y la ley de la Encarnación Existe una perspectiva para comprender el misterio de la Encarnación, no sólo como un acontecimiento puntual ubicado históricamente, aunque de alcance y significación universales y perennes, sino como el modo de revelarse y de actuar asumido por Dios para manifestarse en el mundo y para actuar en orden a la realización de su proyecto salvífico. Es lo que podemos llamar, la “lógica” o “ley de la Encarnación”. Significa que Dios, en la realización del plan de salvación en favor de la humanidad, lo hace siempre en forma humana, es decir, entrando en la realidad humana y asumiéndola como lugar, mediación y signo para llevar a cabo su proyecto salvífico. Así lo manifiesta toda la revelación testimoniada en el conjunto de las Escrituras. Desde la Encarnación lo divino s revela en lo humano “sacramentalmente”. Esta perspectiva interpretativa del misterio de la Encarnación es la que hoy se expresa preponderantemente en el campo teológico, pastoral, espiritual y educativo como espiritualidad y pastoral de la encarnación.

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Así lo afirma la Constitución Dei Verbum en el No. 12, tomando una expresión de San Agustín, para enunciar el criterio de interpretación de los textos bíblicos: Habiendo, pues, hablado Dios en la Sagrada Escritura por medio de hombres y a la manera humana, para que el intérprete de la Sagrada Escritura comprenda lo que Él quiso comunicarnos, debe investigar con atención lo que pretendieron expresar realmente los hagiógrafos y plugo a Dios manifestar con las palabras de ellos. 44 El “por medio de hombres y a la manera humana” del texto, alude precisamente al modo de hablar de Dios, el único, por otra parte, que podía utilizar dirigiéndose a seres humanos si quería ser escuchado y entendido por ellos: entrar en las palabras humanas, y con ellas y mediante ellas pronunciar sus palabras divinas. Pero no sólo en la redacción del texto bíblico; la lógica de la Encarnación propia de la revelación divina se manifiesta en el carácter histórico de la revelación: la historia humana, con todas sus peripecias y avatares, es el lugar y mediación de la revelación divina: Dios se revela en y desde los acontecimientos históricos: desde ellos y en ellos Dios llama, interpela y manifiesta su voluntad. La historia humana no es sólo escenario del actuar de Dios, mucho menos la Palabra de Dios cae como un rayo desde el cielo sobre la tierra, como la línea vertical sobre la horizontal, sino que los acontecimientos se vuelven sacramentales, epifánicos del actuar de Dios. La función del profetismo es precisamente la de hacer una lectura de la historia, interpretarla desde la fe, desde la lógica de Dios, para desentrañar su sentido salvífico, conocer la voluntad y la utopía de Dios: escuchar su Palabra. De ahí que la Gaudium et Spes plantee con insistencia la urgencia y necesidad, para todo el pueblo de Dios, de escrutar, discernir, interpretar los signos de los tiempos y de los lugares como mediaciones a través de los cuales Dios nos interpela permanentemente. (Nos. 4 y 44). Otro documento conciliar en el que se detecta la opción conciliar por la lógica de la Encarnación, es el decreto Ad gentes sobre la actividad misionera de la Iglesia. En él encontramos una expresión muy densa por su significado para la perspectiva de la Encarnación que estamos considerando: La Iglesia, para poder ofrecer a todos el misterio de la salvación y la vida traída por Dios, debe introducirse en todos estos grupos con el mismo dinamismo (eodem motu) con el que Cristo se unió por su

Cf. SAN AGUSTÍN: “Non autem quasi nesciat ubi sit, ita sibi hominem Deus quaerit; sed per hominem more hominum loquitur, quia et sic loquendo nos quaerit.» ; « No busca Dios al hombre, como si ignorara dónde ha de hallarse, sino que habla por medio del hombre al modo natural de los hombres; y hablando así nos busca”. De Civitate Dei. XVII 6,2. PL 41, 537. 44

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encarnación a las determinadas condiciones sociales y culturales de los hombres con quienes convivió. (No. 10). El texto señala como paradigma de la acción misionera de la Iglesia, el modo de actuar de Cristo, indicando explícitamente su Encarnación, y enuncia, como consecuencia, el modo según el cual tiene que anunciar la salvación: intentando unirse íntimamente a los grupos humanos a los cuales quiere anunciar la Buena Nueva, tratando de encarnarse en su modo de ser, de pensar, de hablar y de obrar, es decir, en sus culturas. Pero, sin duda alguna, el documento del Concilio Vaticano II en el que la opción por esta perspectiva se percibe con mayor claridad es la Constitución Pastoral Gaudium et Spes. La óptica de la Encarnación aparece como trasfondo de todo el documento; sin embargo, al final del capítulo que presenta la figura del hombre perfecto, Jesucristo, quien revela al mismo tiempo, en sí, el misterio de Dios y el misterio del hombre, afirma: “El Hijo de Dios (...) trabajó con manos de hombre, pensó con inteligencia de hombre, obró con voluntad de hombre, amó con corazón de hombre; nacido de la virgen María se hizo verdaderamente uno de nosotros, semejante en todo a nosotros, excepto en el pecado.” (No. 22b). Y comenta Luis Gallo: “No podía expresarse de manera más incisiva y comprensible para los hombres y mujeres de hoy lo que significa la ley de la Encarnación. Los cuatro verbos usados: trabajar, pensar, obrar, amar; acompañados cada uno de ellos con la mención de las respectivas facultades o instrumentos de actuación - manos, inteligencia, voluntad, corazón -, y seguidos cada vez por el adjetivo „humano/a/as‟, confieren a la afirmación una marcada densidad encarnatoria. Y la frase final: „se hizo verdaderamente uno de nosotros‟ – lleva dicha densidad a su más alto grado.” 45 *

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¿Cuál es, entonces la “versión”, la expresión y vivencia salesianas del misterio y de la lógica de la Encarnación, en nuestro seguimiento de Jesús, a ejemplo de Don Bosco, en nuestra espiritualidad educativo-pastoral? ENCARNARSE EN EL MUNDO JUVENIL Y POPULAR: ESTAR CON LOS JÓVENES Y LOS POBRES, Y ENTRE ELLOS, COMPARTIENDO SU VIDA, SUS PROBLEMAS, SUS ESPERANZAS Y SUS BÚQUEDAS.

45

GALLO, Luis. El misterio de la Encarnación en el año jubilar y en la espiritualidad salesiana. Ponencia presentada en el Encuentro de espiritualidad salesiana, Quito, 5-6 de mayo de 2000.

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El modo como Dios y Jesús actúan en orden a la salvación inspira también la espiritualidad y el método educativo–pastoral salesianos. Como actitud fundamental de educadores/ras–pastores de los y las jóvenes debemos tener una verdadera encarnación – inserción – inculturación en el mundo juvenil y popular, que en el caso salesiano toma unos rasgos y forma del todo particulares. 

Primeramente, el Sistema Preventivo, como experiencia espiritual educativa, supone y exige una actitud de fondo: la simpatía y la voluntad de estar en medio de los y las jóvenes y la inserción en el mundo juvenil y popular. No se trata de una obligación o de una estrategia o táctica pedagógica, sino de una actitud que nace del amor hacia ellos, una sintonía afectiva que implica una ruptura y un “éxodo” y desarraigo, no sólo geográfico, sino prioritariamente social, cultural e institucional, aunque todo ello cueste sacrificios. Se trata de una opción de fondo de tener una inserción querida, buscada. En ella hallamos la alegría y el sentido de nuestra existencia entregada a Dios y vemos el lugar y la mediación de nuestro encuentro con el Señor. Ya desde niño y joven sacerdote, Don Bosco intuyó esta actitud de cercanía, de estar con los jóvenes y de encarnación en el mundo juvenil y popular: Recordemos el primer encuentro y el diálogo con Don Calosso en 1826, cuando Juanito tenía once años, con motivo de la misión que tuvo lugar en Buttigliera: “-

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¿Te gustaría estudiar? Le pregunta Don Calosso. Muchísimo. ¿Quién te lo impide? Mi hermano Antonio. ¿Y por qué Antonio no te deja estudiar? Porque como a él no le gustaba ir a la escuela, dice que no quiere que otros pierdan el tiempo estudiando como le sucedió a él. Pero, si yo pudiese ir, claro que aprovecharía en vez de perder el tiempo. ¿Y para qué quieres estudiar? Para hacerme sacerdote. ¿Y por qué quieres ser sacerdote? Para acercarme a hablar y enseñar la religión a tantos compañeros míos que no son malos, pero que tienen el peligro de echarse a piques porque nadie se cuida de ellos.” 46

La muerte de Don Calosso fue, en expresión del mismo Don Bosco, un “desastre irreparable”47. Mamá Margarita lo mandó entonces a Capriglio, para que estuviera algún tiempo con su abuelo y así se atenuara su pena. 46 47

San Juan BOSCO: Memorias del Oratorio, [10]. Edición crítica a cargo del P. Fernando Peraza Leal, p. 54. San Juan BOSCO: Memorias del Oratorio, [12]. Edición crítica a cargo del P. Fernando Peraza Leal, p. 60.

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Mientras tanto, escribe Don Bosco, yo pensaba siempre en adelantar los estudios. Veía a varios buenos sacerdotes que trabajaban en el sagrado ministerio; pero no podía lograr un trato familiar con ellos. “Con frecuencia me encontraba con el párroco o el vicario. Los saludaba de lejos o les hacía una reverencia en caso de cruzarnos de cerca. Pero ellos, después de responder seria y cortésmente, proseguían su camino. Muchas veces, llorando me decía, o comentaba con otros, que yo, si fuera sacerdote, sería diferente; me acercaría a los chicos y aprovecharía para decirles alguna buena palabra o darles un buen consejo. Qué feliz sería si pudiese conversar con mi párroco. Qué estímulo había sentido tratando al Padre Calosso y ¿por qué no podía volver a experimentarlo con otros?” 48 Ya sacerdote, la predilección por los jóvenes y preferentemente por los más pobres, y la inserción en su mundo, llegó a ser la actitud y opción de vida de Don Bosco: “Aquí con vosotros me encuentro a mis anchas; mi vida es estar con vosotros”. (MB IV,654; MBe IV,499). • La opción por el mundo juvenil y popular significó para él acercamiento, inserción, presencia, simpatía, implicación, identificación, simbiosis con los jóvenes y su mundo. Don Bosco asumió la actitud fundamental de la acción salvadora de Jesús de Nazaret, en quien “el Verbo que se hizo carne y estableció su Morada entre nosotros” (Jn 1,14) y, por eso mismo, “puede compadecerse de nuestras flaquezas, pues ha sido probado en todo igual que nosotros, excepto en el pecado” (Hb 4, 15). En este modo divino de actuar encontramos un maravilloso icono del modo propio de la pedagogía y espiritualidad salesianas: la cercanía activa y llena de iniciativa entre los jóvenes marcada además por una cualidad de la que el mismo Don Bosco hizo uno de los pilares de su sistema educativo: la amorevolezza, es decir, el amor que se hace tangible, perceptible, declarado, manifiesto. El método educativo del amor encarnado implica, además de la cercanía a los jóvenes de parte de los educadores, el esfuerzo de parte de ellos por asumir su mundo, por hacerlo propio. En la carta desde Roma en 1884, Don Bosco lo expresa de una manera diáfana: “(…) que los jóvenes, al ser amados en las cosas que les agradan, participando en sus inclinaciones infantiles, aprendan a ver el amor en aquellas cosas que naturalmente les agradan poco, como son la

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San Juan BOSCO: Memorias del Oratorio, [12]. Edición crítica a cargo del P. Fernando Peraza Leal, p. 61.

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disciplina, el estudio, la mortificación de sí mismos, y que aprendan a hacer estas cosas con amor.”49 Y el lugar para vivirlo y palparlo es, por antonomasia, el patio, en el recreo con los jóvenes, participando en su vida espontánea y festiva, en los tiempos y lugares de la informalidad. La voluntad de contacto y la presencia empática nos introducen en el mundo juvenil real. Para ayudar eficazmente a los jóvenes y a los pobres hace falta conocerlos y entenderlos: “El buen pastor conoce sus ovejas” a cada una por su nombre (nominatim), (cf. Jn 10,14). El estudio de las ciencias psicológicas y sociológicas, la información y la reflexión tienen, sin duda, una gran importancia para el conocimiento del mundo juvenil, pero, en últimas, sólo el estar inmersos en su mundo, por la presencia espontánea, desprevenida y el contacto amistoso, abre a un conocimiento más profundo. Ya lo expresaba agudamente San Agustín, señalando el componente afectivo en el conocimiento: “Ningún bien es perfectamente conocido si no es perfectamente amado” 50. Solo un conocimiento así y una inserción en su mundo podrá hacer posible comprender la mentalidad y el corazón de los jóvenes y realizar una acción evangelizadora–educativa. “Este es mi secreto. Es muy simple: no se ve verdaderamente más que con el corazón. Para los ojos, lo esencial es invisible”, escribía Saint–Exupery en El Principito 51. Es lso que se podría llamar hoy “intellectus amoris”, la “inteligencia afectiva”. Y como bellamente lo expresaba Hellen Keller: “Las cosas mejores y más bellas sólo se pueden oir con el corazón”. 

El conocimiento “de simpatía” lleva también a una actitud de comprensión y solidaridad. El mundo de los jóvenes presenta la sucesión más rápida de cambios y el dinamismo más vital en el mundo actual. Frente a esta realidad de cambios tan vertiginosos del mundo juvenil que ha sido comparada a las nubes por su configuración y desvanecimiento rápidos, son posibles tres tipos de actitud: -

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Una actitud de indiferencia, no interesándose por la realidad de los jóvenes, poniéndose al margen de lo que está pasando en ellos y con ellos. Una actitud negativa, que subraya los defectos y límites o, más fácilmente, atribuye a toda la juventud las actitudes y los comportamientos de algunos grupos o movimientos; con frecuencia se une a esto la ignorancia de los fenómenos juveniles.

San Juan BOSCO: Carta al Oratorio (sobre el espíritu de familia). 1884. En Obras fundamentales. Edición castellana dirigida por Juan Canals Pujol y Antonio Martínez Azcona.. Madrid: BAC, 1978, pp. 614-615. De diversis quaestionibus octoginta tribus (LXXXIII)), q. 35, 2. PL 40,24. SAINT-EXUPÉRY, Antoine de. El Principito. Santa Fe de Bogotá D.C.: Panamericana Editorial, 1995, p.99.

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Finalmente, una actitud positiva de comprensión educativa y del amor pastoral. Es la actitud coherente del salesiano. También aquí está con los jóvenes, sobre todo con los pobres, “simpatiza” y “sintoniza” con ellos y adopta un estilo de vida sencillo, acogedor, dialogante.

Como es evidente, ante la realidad juvenil tan cambiante, es necesario un espíritu crítico. El Hijo de Dios asumió nuestra condición humana en todo, menos en el pecado. No se trata de aceptar ingenuamente todo lo que presentan los jóvenes, conociendo muy bien los condicionamientos y las manipulaciones del mundo de la publicidad, del mercado y de la moda, que tratan de hacer aparecer como una característica juvenil lo que es impuesto en una sociedad regida únicamente por las leyes y criterios del mercado y del consumo. Sin embargo, el salesiano procura comprender las aspiraciones profundas de los jóvenes y del mundo popular. También sabe cuestionar proféticamente cuanto en la sociedad actual contradice los valores cristianos y la dignidad humana. Siguiendo el consejo de San Pablo “No extingue el Espíritu; no desprecia las profecías, todo lo examina y se queda con lo bueno” (1Ts 5,19-21). Siguiendo el ejemplo de Jesús e imitando a Don Bosco nos adherimos al mundo juvenil y popular en “todos los aspectos auténticos de su dinamismo” (Const. Art. 39). Naturalmente no se trata, repetimos, de aceptar indistintamente todo lo nuevo por el hecho de que les gusta a los jóvenes. Precisamente, por el amor educativo hacia ellos será necesario hacer con ellos un esfuerzo de discernimiento entre lo positivo y lo negativo que el mundo juvenil engloba, pero siempre desde el presupuesto básico de una disposición radical de asumir y no de condenar ese mundo, que es su mundo, el que ellos aman. Podríamos compendiar esta actitud que está en la base de nuestra acción educativo–pastoral, parafraseando la Gaudium et Spes ( No. 1), dándole una tonalidad salesiana: Los gozos, y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los jóvenes de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren, son a la vez gozos y esperanzas, tristezas y angustias de los salesianos y de toda la Familia Salesiana. Nada hay verdaderamente joven y popular que no halle eco en su corazón. El acercamiento, inserción, presencia y encarnación en el mundo juvenil y popular se da a través de algunas actitudes y comportamientos que señalamos a acontinuación: 1. El encuentro con el y la joven Recientemente, han sido publicados tres sugestivos libros intitulados Don Bosco incontra i ragazzi 52 que recogen una serie de encuentros con jóvenes tenidos por Don Bosco a lo largo de toda su vida. 52

RUSO, Claudio. Don Bosco incontra i ragazzi. 1, 2 y 3. Leumann (Torino):ELLEDICI, 2003; 2005; 2007.

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Este título, expresión profunda de un tópico de la pedagogía de Don Bosco, nos puede servir de foco para comprender la vivencia del misterio de la Encarnación en la espiritualidad educativo-pastoral salesiana, como la “Pedagogía del encuentro”. Don Bosco es inconcebible sin los jóvenes, y en el encuentro con ellos nacen el camino educativo y el ideal de santidad que les proponía. Fue del encuentro de Don Bosco con Bartolomé Garelli, Domingo Savio, Miguel Magone, Francisco Besucco, Miguel Rua, Juan Cagliero, María Dominga Mazzarello y muchos más, que nació en ellos la decisión de quedarse con Don Bosco y de aceptar el reto de ser santos. La narración de todos estos encuentros son páginas magistrales de la pedagogía del corazón; de una pedagogía narrativa como es la salesiana. En las biografías de los tres jóvenes ejemplares: Domingo Savio, Miguel Magone y Francisco Besucco, escritas por Don Bosco, se reproducen los encuentros–diálogos entre él y ellos, y los presenta no como un simple recuerdo simpático sino como norma educativa. En el centro de la relación educativa pastoral se da, y hacia él tiende, el encuentro personal que suscita confianza, despierta aprecio de sí mismo, autoestima. El encuentro con Don Bosco marca siempre un momento decisivo y trascendental en la vida de los jóvenes. El “encuentro con el joven” es la expresión típica de la caridad pastoral de la pedagogía salesiana: saber ir al encuentro de los jóvenes y relacionarse con ellos, dando siempre el primer paso. 

Don Bosco fue un especialista del primer encuentro con el joven. Rompía barreras, suscitaba inmediatamente la confianza, provocaba el diálogo y nacía la amistad. Estos encuentros-diálogo, narrados por el mismo Don Bosco no son simples recuerdos anecdóticos sino que han permanecido como hechos “fundantes” y norma educativa de la pedagogía salesiana y de nuestra espiritualidad educativa. El encuentro con Bartolomé Garelli en la sacristía de la iglesia de San Francisco de Asís en Turín, el 8 de diciembre de 1841, puso los fundamentos del Oratorio y de la obra salesiana. El encuentro comienza siempre con un gesto de absoluta estima, de afecto, de sintonía. Luego, Don Bosco aborda de inmediato y con sencillez los puntos más importantes de la vida de su joven interlocutor: la familia, el trabajo, la situación de su vida, la instrucción religiosa, sus deseos y aspiraciones, sus problemas. El encuentro se concreta en el diálogo, que, además de la seriedad de sus contenidos porque afronta los temas más trascendentales de la vida de

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cada joven, se caracteriza por la intensidad de los sentimientos y emociones.

El encuentro con Don Bosco es propositivo. Además de hacer nacer la amistad como relación educativa, el encuentro estaba siempre unido a la propuesta del máximo ideal de la pedagogía salesiana: la santidad como conocimiento, amor y seguimiento de Jesús, tal como lo presentaba a sus muchachos en el opúsculo La chiave del Paradiso que hemos citado anteriormente: “El modelo que todo cristiano debe imitar es Jesucristo. Ninguno puede vanagloriarse de pertenecer a Jesucristo si no se propone imitarlo. Por eso, en la vida y en las acciones del cristiano se deben encontrar la vida y las acciones de Jesucristo mismo.”

2.

El encuentro educativo en Don Bosco tiene, además, un punto evidente de sintonía con la pedagogía de Jesús hasta llegar a ser una categoría evangélica: Jesús acoge y va al encuentro de todo tipo de personas: encuentro y llamamiento de los discípulos, y acogida y cambio de vida en Zaqueo, Leví, Nicodemos, la Samaritana, los discípulos de Emaús. El encuentro con Él marca siempre un momento decisivo en la vida de las personas. Es un encuentro transformador y performativo. Es el comienza de una vida nueva. La acogida

Una segunda actitud de acercamiento es la acogida. Saber recibir al joven, a la joven con alegría como recibiendo una gracia del Señor. No se trata únicamente de una acogida física, sino de la persona con todo lo que ella lleva consigo en su propia vida: sus gustos legítimos, sus aspiraciones, sus búsquedas, sus problemas. No se trata de una acogida “institucional” por la cual se inscribe o matricula en una de nuestras obras, sobre todo las de carácter escolar, donde con frecuencia se entra en un ambiente anónimo. Se trata, por el contrario, de una acogida humana personal, manifestada con gestos sensibles de interés por cada uno, por conocerlo, escucharlo. Esto conlleva comprensión y empatía hacia todas las situaciones y sanas tendencias juveniles. En un mundo de anonimato y despersonalizado, el joven, la joven debe experimentar una casa, un hogar, por la acogida que se le da, por el cariño que se le manifiesta, por la amistad que se le brinda. 3.

Encarnación en las culturas juveniles

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Hoy estamos presenciando una aceleración en los cambios culturales, en los modelos de pensamiento y de conductas existentes, que son sustituidos por nuevas formas de experimentar la realidad, de comprender y valorar el mundo, de representarlo mediante imaginarios colectivos y de expresarlo socialmente a través de múltiples códigos simbólicos y formas asociativas. Estos cambios son mucho más notorios en las generaciones jóvenes, caracterizadas por la provisionalidad y lo efímero. Más aún, se habla de culturas juveniles en plural para indicar la variedad de formas de ser, de pensar, de sentir, de hablar y de obrar, de expresarse y relacionarse socialmente en los diversos grupos o sectores juveniles, aunque también se habla de la generación X, resultado de la homogenización cultural, producto de la globalización del mercado a través de la publicidad y el consumo. Precisamente aquí se presenta el gran desafío de inculturar el Evangelio en estas culturas emergentes y cambiantes, como una forma de vivenciar educativamente el misterio de la Encarnación. No se trata, naturalmente, de aceptar indistintamente todo lo nuevo que les gusta a los jóvenes y las modas que van apareciendo. Precisamente en virtud del amor educativo hacia ellos será necesario hacer con ellos un esfuerzo de discernimiento entre lo positivo y lo negativo, lo auténtico y lo espurio, lo liberador y lo alienante, con la actitud y disposición de asumir y no de condenar de antemano ese mundo, que es su mundo, el que ellos viven y aman. Entre las exigencias de encarnación en las culturas juveniles, está el lenguaje, que es su universo simbólico más complejo con el cual expresan sus valores, la comprensión que tienen del mundo y de la sociedad, sus cuestionamientos y aspiraciones, y también sus condicionamientos. El lenguaje juvenil no es solo verbal, es musical, gestual, ritual, y mediante él manifiestan lo que ellos sienten, les gusta y aman. El lenguaje es eminentemente simbólico y por lo mismo hay que penetrar en el alma de dichos códigos para captar su sentido latente. La encarnación–inculturación en el mundo juvenil implica entender (intus – legere = leer por dentro, lo interior) sus formas de pensar, de sentir, de actuar, de relacionarse, de ubicarse en la realidad. Es imposible querer entrar en el mundo juvenil sin comprender su lenguaje. No se trata tanto de aprender y repetir su léxico, cuanto entrar en sintonía, en “longitud de onda” con lo que ellos expresan y por lo que ellos vibran. Longitud de onda en la que se concreta el universo global de comprensión que habitan y que no siempre, casi nunca, coincide con el de nosotros los adultos.53 4. La relación educativo–pastoral: la asistencia

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GALLO, Luis. Ib.

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Juntamente con el querer y saber encontrar a los jóvenes, y con la acogida que se brinda a cada uno de ellos, tenemos en la pedagogía y espiritualidad salesianas una actitud fundamental: la relación personal y el acompañamiento a los jóvenes que les ayuda en su crecimiento y maduración humano-cristiana. Es la asistencia salesiana. La acogida marca solamente el primer momento de encuentro; el conocimiento y comprensión personal y cultural es un nuevo umbral que nos aproxima a ellos, pero la educación pide luego una presencia y un acompañamiento paciente y prolongado para el desarrollo y crecimiento de la personalidad, a partir de la situación concreta en que se encuentra cada uno. El querer estar con los jóvenes y entre ellos compartiendo su vida y conociendo sus necesidades y anhelos, hace de la asistencia un camino pedagógico y una experiencia espiritual. Desde el comienzo de su sacerdocio, al conocer la realidad vivida por los jóvenes de Turín, vio la necesidad de estar a su lado, de acompañarlos, comprenderlos, abrirles nuevas posibilidades para su futuro: sintió la necesidad de la asistencia como camino educativo. Los primeros intentos de Don Bosco de ayudar a los jóvenes en riesgo tomó la forma de “asistencia” en el más amplio sentido posible como atención y respuesta a sus necesidades más sentidas. Al referirse a los muchachos que había encontrado en la cárcel, decía:: “Por propia experiencia pude comprobar que si los muchachos salidos de la cárcel encuentran una mano bondadosa que se ocupe de ellos, los acompañe (li assista) durante los días festivos, les busque trabajo con algún honesto patrón y vaya a visitarlos durante la semana; estos jovencitos, olvidando el pasado, se entregan a una vida honrada y se hacen buenos cristianos y honrados ciudadanos. Así nació nuestro Oratorio.” […]. “Los días festivos dedicaba a mis chicos todo el tiempo posible. Durante la semana iba a visitarlos en los sitios donde trabajaban, que eran tallercitos artesanales o fabricas. Esto les hacía mucho bien. Constataban que tenían un verdadero amigo que se preocupaba (un amico prendersi cura di loro) por ellos y los mismos dueños se mostraban complacidos, pues sabían que a los chicos empleados se les acompañaba durante la semana y sobre todo en los días en que quedaban libres, que para los muchachos eran los más peligrosos.”54. Comenta el Padre Arthur Lenti al respecto: “Con esa palabra (asistencia) y “preocuparse de ellos” Don Bosco quería indicar “presencia” y “disponibilidad” para los jóvenes, para todo lo que necesitaran.”55

San Juan BOSCO: Memorias del Oratorio, [40.41]. Edición crítica a cargo del P. Fernando Peraza Leal, p. 156 y 159. 55 DON BOSCO: Historia y Carisma 1. Origen: De I Becchi a Valdocco (1815-1849).Editorial CCS, Madrid, 2010, p. 108. 54

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En su carta desde Roma, que es el verdadero himno y poema pedagógicos salesianos, o la Carta Magna de la pedagogía salesiana, Don Bosco señala en forma de contraste este rasgo de nuestra pedagogía y espiritualidad: El antiguo alumno Valfré le dice a Don Bosco: “ - Observe a los jóvenes en el recreo. Observé. Después dije: - ¿Qué hay que ver de especial? - ¿Tantos años educando a la juventud y no comprende? Observe mejor. ¿Dónde están nuestros salesianos?” Me fijé y vi. que eran muy pocos los sacerdotes y clérigos que estaban mezclados entre los jóvenes, y mucho menos los que tomaban parte en sus juegos. Los superiores no eran ya el alma de los recreos. La mayor parte de ellos paseaban, hablando entre sí, sin preocuparse de lo que hacían los alumnos; otros jugaban, pero sin pensar para nada en los jóvenes; otros vigilaban de lejos, sin advertir las faltas que se cometían; alguno que otro corregía a los infractores, pero con ceño amenazador, y raramente había algún salesiano que deseaba introducirse en algún grupo de jóvenes, pero vi que los muchachos buscaban la manera de alejarse de sus maestros y superiores. Entonces mi amigo continuó: -

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En los primeros tiempos del Oratorio, ¿usted no estaba siempre con los jóvenes, especialmente durante el recreo? ¿Recuerda aquellos hermosos años? Era una alegría de paraíso, una época que recordamos siempre con cariño, porque el amor lo regulaba todo, y nosotros no teníamos secretos para usted. ¡Cierto! Entonces todo era para mí motivo de alegría, y en los jóvenes entusiasmo por acercárseme y quererme hablar; existía verdadera ansiedad por escuchar mis consejos y ponerlos en práctica. Ahora, en cambio, las continuas audiencias, mis múltiples ocupaciones y la falta de salud me lo impiden. De acuerdo; pero si usted no puede, ¿por qué no le imitan sus salesianos? ¿Por qué no insiste que traten a los jóvenes como los trataba usted? Yo les hablo e insisto hasta cansarme, pero desgraciadamente muchos no se sienten con fuerzas para arrostrar las fatigas de antaño. Y así, descuidando lo menos, pierden lo más; y este más son sus fatigas. Que amen lo que agrada a los jóvenes, y los jóvenes amarán lo que les gusta a los superiores. De esta manera, el trabajo les será llevadero. La causa del cambio presente del Oratorio es que un grupo de jóvenes no tiene confianza con los superiores. Antiguamente los corazones todos estaban abiertos a los superiores, a quienes los jóvenes amaban y obedecían prontamente. Pero ahora, los superiores son considerados sólo como tales y no como padres, hermanos y amigos; por tanto, son

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temidos y poco amados. Por eso, si se quiere formar un solo corazón y una sola alma por amor a Jesús, hay que romper esa barrera fatal de la desconfianza y sustituirla por la confianza cordial. Así pues, que la obediencia guíe al alumno como la madre a su hijo. Entonces reinará en el Oratorio la paz y la antigua alegría. -

¿Cómo hacer, pues, para romper esta barrera?

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Familiaridad con los jóvenes, especialmente en el recreo. Sin la familiaridad no se puede demostrar el afecto y sin esta demostración no puede haber confianza. El que quiere ser amado es menester que demuestre que ama. Jesucristo se hizo pequeño con los pequeños y cargó con nuestras enfermedades. ¡He aquí el Maestro de la familiaridad! El maestro al cual sólo se le ve en la cátedra, es sólamente maestro y nada más, pero si participa del recreo de los jóvenes se convierte también en hermano. Si a uno se le ve en el púlpito predicando, se dirá que cumple con su deber, pero si se le ve diciendo en el recreo una buena palabra, habrá que reconocer que esa palabra proviene de una persona que ama. ¿Cuántas conversiones no fueron efecto de alguna de sus palabras pronunciadas improvisadamente al oído de un jovencito mientras se divertía? “ 56

Hoy, como en los comienzos del Oratorio, la asistencia se concibe y vive como presencia y acompañamiento educativos y perseverantes de los jóvenes mediada por una relación de amistad y fraternidad caracterizada siempre por la “amorevolezza”. 57

La asistencia, la familiaridad, llega a ser la concreción salesiana del modo de actuar de Dios manifestado en el misterio de la Encarnación, como lo señala Don Bosco en la carta del 84 aludiendo al pasaje de San Mateo 8,16-17: “Jesucristo se hizo pequeño con los pequeños y cargó con nuestras enfermedades. ¡He aquí el maestro de la familiaridad!” ¿Qué características debe tener, entonces, la asistencia para expresar a cabalidad el modelo y la lógica de la Encarnación del Hijo de Dios, a ejemplo de Don Bosco? Señalamos algunas:. 

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Es, ante todo, presencia física entre los y las jóvenes y de simpatía empatía con ellos y ellas y, por tanto, de comunión real con su vida y

San Juan BOSCO: Carta al Oratorio (sobre el espíritu de familia). En: Obras fundamentales. Ib. pp. 614-615. Palabra italiana que puede traducirse por amabilidad, bondad, amor educativo, caridad pastoral que se hace perceptible. Algunos la hacen derivar de amore y volere, un amor querido, deseado propuesto.

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sus intereses, que nos lleva a “amar lo que aman los jóvenes”, a comprender y compartir tantos valores y aspectos positivos de su mundo. Sentir la alegría de estar con ellos y ellas. La empatía es definida como la capacidad de identificarse afectivamente con otra persona, y de esa manera comprender sus sentimientos: significa gozar con las alegrías del otro y también compartir sus sufrimientos, amar lo que ella ama, y luchar también junto con ella; entender sus dificultades y errores, y ayudarla a superarlos. 

Es una presencia sacramental. El educador salesiano está llamado a ser un signo e instrumento de la cercanía y presencia amorosa y salvífica de Dios y de su predilección por los niños y los jóvenes. A través de la cercanía y acompañamiento del educador, los jóvenes deben sentir la presencia de Dios entre ellos y experimentar su amor y protección.

Es presencia de amigo, compañero y hermano, espontánea, gratuita, que se interesa por las personas, no es autoritaria ni institucional, no está orientada principalmente hacia la organización de actividades y a la disciplina. Vienen a la mente algunas expresiones de Don Bosco: “Yo no estoy aquí para ganar dinero, para adquirir renombre, para gloriarme de su número, estoy aquí solamente para hacerles el bien. Por eso comprendan que todo lo que soy, es todo suyo; día y noche, mañana y tarde, en cualquier momento. Yo no tengo más preocupación que procurar su aprovechamiento moral, intelectual, físico. Mas para lograrlo necesito de su cooperación. No quiero que me consideren como su superior, sino como su amigo, Por tanto, no me tengan ningún miedo, ningún temor; antes, por el contrario, mucha confianza, que es lo que yo deseo, lo que les pido como de amigos verdaderos. (MB VII,503; MBe VII,430). Y en la carta de Roma: “El Superior sea todo para todos... todo corazón para buscar el bien espiritual y temporal de quienes la Providencia ha confiado a sus cuidados.”58 “En efecto, en el ánimo de los jóvenes se debería ver con toda naturalidad a sus maestros y superiores “como padres, hermanos y amigos.”59

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San Juan BOSCO: Obras fundamentales. Por Juan Canals Pujol y Antonio Martínez Azcona. Madrid: Biblioteca de Autores Cristianos–BAC, 1978, p. 617. Ib. p. 616 ; Epistolario di S. Giovanni Bosco. Volume Quarto. Dal 1881 al 1888. Per cura di D. Eugenio Ceria. Torino: SEI, 1959, p. 265.

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Es una presencia compasiva y misericordiosa como la de Jesús, que siente en lo profundo del corazón las necesidades, el sin sentido, las angustias, las preocupaciones y el sufrimiento con frecuencia presente en los jóvenes y reacciona positivamente con una respuesta de amor eficaz que busca ayudarles a recuperar la esperanza y encontrar nuevos caminos de vida.

Es una presencia proactiva, en un ambiente lleno de vida y de propuestas60, rica en iniciativas para cada uno y para el ambiente. Activa porque desarrolla motivaciones inspiradas en la razón y en la fe.

Dicha presencia es preventiva en el doble sentido de proteger de experiencias negativas que pondrían en peligro el proceso educativo, al mismo tiempo que desarrolla la potencialidad de las personas hacia metas que atraigan por su bondad y significatividad.

Es una presencia animadora que tiende a despertar y favorecer la creatividad de los jóvenes y les da, acompañándolos, la responsabilidad de su propio crecimiento. Favorece, no reprime, la expresión juvenil en la palabra y en la acción. Dice Don Bosco: “Todo superior procure conocerlos (a los jóvenes difíciles), infórmese acerca de su anterior forma de vida, hágase su amigo. El asistente deje que hablen los muchachos a su gusto, y él hable poco.” 61

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Es una presencia testimonial. Los valores que propone y profesa el educador se transparentan en sus comportamientos, en su vida y en su actuar, no dejando de llamar la atención de los jóvenes, suscitando en ellos interrogantes y haciendo brillar nuevos horizontes en su existencia.

Una presencia alegre y festiva. La alegría y la fiesta son componentes vitales de la pedagogía salesiana. El ambiente debe estar impregnado de este rasgo propio de la espiritualidad juvenil. Quienes encarnan la asistencia salesiana deben ser promotores y multiplicadores de alegría entre los y las jóvenes, los cuales deben experimentar el gozo de encontrarle sentido a la vida, de sentirse amados por Dios y de multiplicar la amistad y el bien a su alrededor. El educador debe demostrar que su vocación al servicio de los y las jóvenes es gratificante y llena de sentido su vida.

Esta presencia salesiana entre los jóvenes se convierte en animación espiritual. Toda comunidad debe ser “una escuela de fe” para los jóvenes y los seglares. En efecto, no se trata solo de comprometer a los laicos en las múltiples funciones de servicio educativo y pastoral, sino de implicarlos en una aventura espiritual y de vivir nosotros con tal

XXIII Capítulo General de la Sociedad de San Francisco de Sales. Educar a los jóvenes en la fe. No. 100. Madrid: Editorial CCS 1990, p. 76. Regolamento per le Case. Artícoli generali No. 7.

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intensidad la espiritualidad salesiana que suscite en ellos un deseo de compartirla para construir juntos un ambiente educativo de fuerte carga espiritual, un clima de santidad compartida. No somos una transnacional educativa o asistencial. Hemos sido convocados por el Espíritu para ser signos del amor de Dios e instrumentos del Reino de Dios. 

Esta presencia se hace anuncio y profecía, propuesta de una forma alternativa de vida según el Evangelio. Para ser profecía, nuestras presencias deben estar en condiciones de sacudir ese mundo que se va alejando del Evangelio y va cayendo en la mundanidad. Lo importante no es sólo lo que realiza materialmente, sino lo que despierta, aquello a que alude para suscitar interrogantes. Debemos preguntarnos qué hay que introducir hoy en la educación y cómo cualificar nuestra presencia entre los jóvenes, para hacer actual aquel impacto de novedad en la expresión del amor que tuvo Don Bosco en su contexto. Ante un mundo marcado por la pobreza y por la exclusión sobre todo de los jóvenes, nuestra presencia debe ser una prueba evidente de solidaridad y gratuidad; en una sociedad en la que muchas veces se discrimina lo diferente, nuestra presencia debe hacerse diálogo y participación; ante una realidad social que promueve actitudes de superficialidad y explotación consumista de las cosas y de la naturaleza, nuestro estilo de vida y de trabajo debe realizar la síntesis entre reflexión y acción, entre uso de los bienes y respeto de la naturaleza. Nos preguntaremos cómo nuestro estilo de vivir y de trabajar comunica estos valores a nuestros jóvenes y seglares, o hasta qué punto nos dejamos arrastrar por los criterios que imperan en la sociedad actual.

Nuestra presencia educativa puede llegar así a ser propuesta vocacional. Hoy, la provocación vocacional se realiza según la lógica del “ven y ve”, es decir, ofreciendo una experiencia que suscite en los y las jóvenes atractivo y deseo de compartir la misión y la vida. Esto se realiza, ante todo, con el testimonio de nuestra alegría de vivir la vocación salesiana, sin miedo y sin reservas; con la preocupación de desarrollar en todo joven la aptitud vocacional, es decir, la disponibilidad para considerar la vida como don y servicio; y, además, con la capacidad de comunicar y compartir la espiritualidad salesiana y nuestro estilo educativo, de ofrecer motivaciones que animen y entusiasmen a pesar de las dificultades y limitaciones personales o institucionales; dedicándonos con real prioridad de tiempo y energías a la atención y acompañamiento a las personas para ayudarlas a discernir y a acoger el llamado de Dios para sus vidas.

5. El acompañamiento educativo-pastoral Una particular experiencia salesiana de la espiritualidad de la Encarnación de la que estamos hablando es el acompañamiento educativo-pastoral .

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Inspirados en la pedagogía de Jesús, particularmente en el relato de los discípulos de Emaús en el Evangelio de San Lucas, en la práctica educativa de Don Bosco y también en la psicopedagogía, podemos describir el acompañamiento educativo-pastoral como una manera particular de la educación de la persona, especialmente del joven. Es un camino y un viaje educativo y espiritual compartido entre el educador y el joven. Conlleva varias etapas: 

El itinerario tiene un punto de partida: la realidad de la persona, su situación actual, sus problemas, sus preocupaciones e interrogantes, sus inquietudes, búsquedas y aspiraciones.

El educador, haciéndose compañero de camino, se acerca y se inicia sin pre-juicios un diálogo sobre la situación existencial vivida: ¿cuál? ¿cómo? ¿por qué? ¿quiénes?. Se trata de un diálogo sincero y en plena libertad que parte de la escucha atenta, el compartir experiencias, el cuestionamiento, la confrontación, la iluminación, momentos todos necesarios para hacer conjuntamente un itinerario de discernimiento educativo, de crecimiento y de clarificación en referencia a la búsqueda conjunta de la voluntad de Dios a través de la acción de su Espíritu. Acompañamiento es, pues, tiempo de escucha mutua, de diálaogo y de discernimiento.

En este acompañamiento educativo-pastoral se dan tres dimensiones: la psicológica, la teológica y la pedagógica. -

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Psicológica: teniendo en cuenta la historia personal de vida, sus condicionamientos familiares, religiosos y sociales; el carácter y personalidad propios de cada uno. Se trata de caminar con el otro poniendo particular atención a su madurez personal de acuerdo con la etapa de su vida. Teológica y espiritual: la fe da una nueva luz de comprensión de la propia vida y a las aspiraciones y motivaciones profundas que se tienen y a la superación de las dificultades y a las metas a alcanzar. Pedagógica: El acompañamiento es intencional: busca el desarrollo integral de la persona en una dinámica permanente de crecimiento y autorrealización.

Como en todo itinerario hay siempre una meta en el horizonte, una finalidad que se está buscando o se desea alcanzar. En el acompañamiento educativo –pastoral no se trata de dar una respuesta inmediata y preestablecida a un problema y la solución a una ansiedad; se trata de una búsqueda del sentido fundamental en la propia vida y de crecimiento personal. Podríamos hablar de un discernimiento vocacional en el más amplio sentido de la palabra.

El acompañamiento educativo-pastoral tiene unas características y actitudes del todo particulares:

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Comienza con una profunda confianza entre los dos compañeros de camino, en autonomía y reciprocidad, sin buscar ni crear vínculos de dependencia mutua o condicionamiento. El acompañamiento tiene como base la escucha y el diálogo. No se trata simplemente de oir al otro. La escucha busca comprender los puntos de vista del otro, la profundidad de la persona. “Lo esencial es invisible a los ojos; sólo se escucha con el corazón”. El acompañamiento es un espacio de escucha y de discernimiento. La relación interpersonal que define al acompañamiento incluye reciprocidad, relación interpersonal y respeto a la diversidad de roles; es una relación que es libre y crea libertad, y promueve un espacio para el diálogo a través diversas experiencias de vida. La relación es un proceso interactivo, un encuentro entre personas. Es una relación de mediación que puede ser entendida como un instrumento de crecimiento personal, y también para llevar el otro hacia el Otro, al encuentro con Cristo. Conduce a la transformación de la persona, su maduración y crecimiento psicológico, educativo y espiritual que es la meta del camino del discernimiento. El discernimiento lleva a mirar la vida con ojos nuevos, y a vivir una experiencia profundamente pascual como lo fue para los dos discípulos sin crear vínculos de dependencia mutua, al final del camino el acompañante desaparece y ellos se reconocen profundamente transformados.

A la luz de estas pinceladas sobre el acompañamiento educativo- pastoral podemos leer y comprender el itinerario de acompañamiento vivido por Juanito Bosco en su Infancia con Mamá Margarita y Don Calosso, de Don Bosco con Don Cafasso en el Convitto y hacer una lectura pedagógica y pastoral de las tres biografías escritas por Don Bosco sobre Domingo Savio, Miguel Magone y Francisco Besucco. Qué itinerarios tan distintos de acompañamiento, pero al mismo tiempo qué unidad en su realización, actitudes, metodología y metas que hacen de ellos verdaderos tratados de pedagogía y pastoral aplicadas. Particularmente significativos son los diálogos que entabla con los tres jóvenes a lo largo de sus vidas como un camino de santidad.

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