Funcionamiento de los ecosistemas

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Funcionamiento de los ecosistemas Todos los ecosistemas presentan lo que se denomina una resiliencia: la capacidad de los ecosistemas de volver a su estabilidad una vez que una influencia lo desequilibre. Mediante la adaptación adquirida a lo largo del tiempo, se restituyen los valores iniciales antes de producirse la inestabilidad. Por ejemplo, los ficus tienen raíces aéreas en caso de producirse fuertes vientos, lo cual los mantiene estables y sujetos al suelo. Si en el ecosistema entra una variable disruptiva desestabilizadora y esta persiste en el tiempo, puede generar la pérdida de esta estabilidad de manera permanente, llegando incluso al colapso eco sistémico. Un caso muy significativo es en el continente australiano, cuya fauna y flora autóctona ha quedado gravemente dañada y alterada desde la llegada de los primeros colonizadores, debido a la introducción de especies como la rata, los perros asilvestrados, los conejos o el nopal, que se convirtieron en auténticas plagas, afectando gravemente a la propia diversidad natural de este continente. Desde el principio de la vida, los organismos han sobrevivido

a continuos cambios por medio de la selección natural, gracias a la cual, las especies del planeta se han ido adaptando continuamente a los cambios por medio de cambios en su morfología y estructuras poblacionales. La gran mayoría de las alteraciones ecosistémicas pasan a ser meros accidentes sin gravedad, siempre y cuando sean alteraciones ambientales propias del ecosistema. Hoy en día, debido a la enorme influencia negativa del ser humano, el elemento tóxico genera un efecto devastador sobre el sistema sobre el cual se desarrolla, poniéndolo en grave peligro. Esto se puede observar en las talas de bosques o la contaminación de los ríos. Las variables constituyentes de los ecosistemas están dirigidas por el azar, reflejando una conformación holística, donde la manifestación de variables, flujos de energía e interrelaciones que se desarrollan, son una suma mucho mayor a la suma de sus partes individuales. Por lo tanto, a mayor número de especies y variables ambientales, mayor es el número de estímulos que emanan desde el sistema.


La presencia o ausencia de poblaciones y de especies, simplemente depende del éxito reproductivo y de dispersión de estas, fluctuando en el transcurso del espacio-tiempo el número de individuos de las poblaciones, como respuesta ante la acción de las variables medio ambientales. Una de las principales influencias sobre la dinámica de las poblaciones es la abundancia o escasez de alimento. A mayor alimento, mayor crecimiento de una especie, pero puede llegar un momento cuando se regularice esta propia población, al consumir en exceso un determinado alimento y disminuya a una masa crítica óptima. Por otra, si el número de especies de un ecosistema es más alto, el número de estímulos también es más alto. En momentos de estabilidad terrestres, los ecosistemas llegan a elevados grados de estabilidad, pues su propia conformación y evolución, hasta llegar a la etapa Clímax o etapa de máxima madurez, conforma una estructuración muy sólida y difícil de cambiar por sí misma, a no ser que se genere un grave accidente, lo cual desestabilice y genere una nueva evolución en sí mismo. La tierra, por sí misma, se desarrolla en un estado homotélico, de máxima estabilidad espacio temporal, tendiendo al equilibrio y desarrollando mecanismos de adaptación, tanto a nivel ecosistémico como de cada ser vivo que lo conforma, para amortiguar los cambios extrínsecos e intrínsecos.


Producción Bruta y Producción Neta: Un ecosistema funciona en sí mismo para aportar alimento al resto de organismos que lo conforman. Todas las especies de él, presentan una tasa de reproducción determinada para cada especie, permitiendo la supervivencia de ella misma, así como alimentar a otros organismos, los cuales dependen de ella. Partiendo de esta premisa, esta concepción nos va a servir cuando hablemos de Bioeconomía, una de las corrientes que se contemplan para el desarrollo sustentable en cuanto a los recursos: se apoya en las tasas de reproducción de las especies. Un sistema se puede caracterizar desde el punto de vista de su Productividad. La productividad (p) de un ecosistema, o de uno de sus niveles, consiste en la relación entre la producción (P) y la biomasa (B) de este por unidad de superficie, cuando producción se refiere a la cantidad de organismos que se generan por reproducción de las especies o Biomasa inicial (Rodriguez,J.2013). p=P/B

La productividad es un índice de la velocidad de renovación de la biomasa y de la eficiencia con la cual se transmite la energía de un nivel del ecosistema al siguiente. De aquí lleva a dos conceptos: La producción primaria y la producción secundaria. • Producción primaria: producción generada por los organismos fotosintetizadores (la vegetacion y algas). • Producción primaria neta: parámetro que marca la diferencia entre la producción primaria bruta ( todo lo que se ha producido) y la parte consumida mediante la respiración de los autótrofos fotosintéticos. • Producción primaria bruta: todo lo que se ha producido. • Producción secundaria: es la producción de los consumidores, descomponedores y transformadores. • Producción neta del ecosistema: es la diferencia entre la producción primaria bruta y las partes consumidas en la respiración por los autótrofos y por los heterótrofos.

Cuando el valor de la producción primaria bruta es superior al de la respiración de los organismos, la producción neta del ecosistema es positiva y, por tanto, el ecosistema crece y va evolucionando, es decir, va aumentando en diversidad y complejidad. Esto pasa en los ecosistemas jóvenes. Cuando el valor de la producción primaria bruta es inferior al de la respiración de los organismos, la producción neta del ecosistema es negativa y, por tanto, el ecosistema disminuye y va evolucionando hacia menos diversidad y menos complejidad. Este concepto es fundamental tenerlo en mente durante todo el curso, pues uno de los errores cometidos en el desarrollo actual es no solo consumir el excedente de los sistemas naturales, sino atacar a su misma matriz, lo cual impide que los elementos de ese propio ecosistema sobrevivan, pues le restamos tasa de renovación. Por eso, la Bioeconomía postula que solo podemos hacer uso del excedente de los sistemas naturales, adaptándonos a sus tasas de renovación y no más allá de lo que estos nos pueden ofrecer.


Crítica a la Concepción Ecosistémica. La práctica y concepción de la Ciencia es fragmentaria, categorizando los sistemas naturales en cajones y estudiando cada uno por separado, generando, posteriormente, modelos aunando cada una de estas parcelas. Si ya partimos de esta metodología, cometemos el error de entender la naturaleza, sus delicados hilos de unión. En la naturaleza, los ciclos naturales no se encuentran en sí mismos fragmentados, sino en continuas interacciones, en procesos finísimos de evolución y adaptación, los cuales no podemos ser conscientes por nuestra propia imperfección en la metodología de trabajo. Meteorizamos los sistemas, cuando en estos mismos, en su complejidad y holismo, emanan funciones que aparecen en los modelos predictivos de los sistemas artificiales, con los cuales pretendemos imitar a la naturaleza. En el libro El tao de la Ecología, E. Goldsmith (2010), critica el desarrollo de la ciencia ambiental; en la actualidad es una ciencia fragmentaria, carente de sentimiento, en la cual, el científico y la persona hacia la cual va dirigida la exposición de los

conocimientos, son meros observadores de los hechos. En el caso de la ciencia ecológica, pocos son los ecólogos que mantienen una visión holística de la tierra y de la vida, acercando a la sociedad con emotividad los problemas ambientales y la implicación del ser humano en ellos, sin sentirnos partícipes, tanto en su generación como en la puesta en marcha de soluciones para evitarlos. La ecología actual demanda ver la ecosfera bajo sentimientos de apego y sin separación respecto a ella, pues mantener la racionalidad respecto a la vida nos aísla más aún de ella, viéndola en la distancia, mecanizando su propia existencia y transformándola en servicios que podemos comprar, vender o gastar. La ley terrestre es de la continuidad en el espacio y el tiempo, en el cual los procesos naturales se llevan a cabo en cientos de millones de años y los tiempos carecen de importancia, pues la jerarquía espaciotemporal predomina frente a cualquier otra exigencia cinética, en el que los procesos tienen una velocidad intrínseca y no se puede acelerar o retardar; mientras, la mente humana actual crea un desfase temporal respecto a la tierra.



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