El fotógrafo y el mikrokuentista
José María Andreo y Gerardo BalbásTítulo: El Fotógrafo y el mikrokuentista (n.º 1)
Primera edición: marzo de 2023
© De los textos: José María Andreo
© De las fotografías: Gerardo Balbás
@mikrokuentista
@gbalbas
#ElFotógrafoYElMikrokuentista
© Diseño de portada y maquetación: Ismael López
Imágenes de portada: Freepik
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Un buen amigo te da la libertad de ser tú mismo…
Nada por aquí, nada por allá; y en la mano, el detonador.
Está inquieto. Es la primera vez que va a viajar en avión. Le aconsejaron que se tomara un Valium. Después de facturar la maleta, no para de ir de un lado a otro. Cree que, si el fármaco lo relaja demasiado, las bellotas de cocaína le pidan salir antes de tiempo.
La noche es su hábitat. Sabe que la caza a esas horas es más fructífera.
María mira al infinito mar, recordando el día que conoció al amor de su vida. Ahora que él ya no está, solo espera la bondad de su padre para que le devuelva su cola de sirena.
Se aman con locura, tanto que se han prometido amor eterno. Con un paseo por la playa y un beso, se despiden hoy hasta el verano próximo.
Lo miré, me miró y con un sutil gesto me amenazó. Cuando la policía me preguntó por él, juré no haberlo visto.
Su paso acelerado denota nerviosismo. Sabe que un día de estos llegará a casa después que su marido. Entonces tendrá que reconocerle que se equivocó de hermano.
Cerró los ojos y lentamente se transformó en energía.
Sabía que no había salida. Apoyó las manos en el cristal y se resignó a su final.
Juró ante el juez que no le había puesto la mano encima. De los moratones no sabe nada. Dice que su mujer es bastante torpe.
Hombres de mar en brazos de Caronte rescatan almas.
EXPOSICIÓN CANINA ITINERANTE
RETRATO TITULADO:
Jazz: mirada humana, corazón rebelde.
Todas las noches, después de una jornada laboral agotadora, Julia vuelve a casa. Aún le queda hacer la comida para el día siguiente, poner la lavadora, tender y fregar la casa. A las seis de la mañana, el despertador vuelve a sonarle un día más. Se levanta mientras su marido apura hasta que ella le prepara el desayuno.
Deja que te desee que vueles sin alas, sueñes despierta y ames sin miedo.
Vio de lejos al niño, aceleró el paso y se puso a su altura. Lo miró y sonriendo lo invitó a irse con él.
Luz en el este, volando viene el pájaro: el sol florece.
Estuvo inquieto todo el día. Cuando a lo lejos lo vio venir, no pudo esperar más. Apretó con rabia la empuñadura y fue hacia él.
Flash soñó que era un galgo. Cuando despertó, lo contó y le dijeron que era un podenco. Le preguntó a su madre: «¿Qué soy?».
Han venido a mi celda porque el recurso no ha prosperado. Para la última comida he pedido un vaso de agua. Los viajes me gusta hacerlos ligero de equipaje.
Bebe el elixir del manantial de mi boca, dame esos besos que nunca me diste y que guardas en el cajón de los deseos. Cómeme como a la fruta fresca, pasea tu lengua por mis labios y escribe en ellos tu nombre.
Bésame o déjame, pero hazlo sin miedo.
Algunos peces se han quedado varados en la arena. Entre risas, unos niños comienzan a cogerlos. Se oye rugir el mar. En el horizonte, una gran ola galopa hacia ellos.
Todas las noches, sentada en una mesa del bar de su barrio, ofrece sus servicios y lee gratis el tarot. Reparte tanto amor que, cuando se da cuenta, no le queda nada para ella.
Le gusta subirse al autobús y vivir la vida de otros mientras la suya se le escapa entre los ojos.
Estaba aterrorizado por el mundo que le rodeaba. Decidió encerrarse y vivir en su ataúd de cristal.
Su vida en pareja está en unos momentos difíciles. Ahora buscan una luz que les guíe de nuevo hacia el camino adecuado.
Lo conocían como el Loco del Parque. Decía ser un viajero interestelar, que por una avería estaba colgado en nuestro planeta. El parque era el punto de encuentro para que lo recogieran. Desde que llegaba no paraba de dar vueltas en círculo. Era la burla y las risas de niños y adultos. Una día, delante de los que allí se encontraban, desapareció para siempre.
Cuarto y mitad pidió. Decía que era para dar de comer al gato. Cogió el paquetito y salió del mercado hacia su casa. Preparó la mesa. Sacó un trozo de pan que se le había puesto duro. Entró en la cocina y frio las vísceras con poquito aceite y un muslito que le quedaba del gato.
En la repisa de tus labios dejé escrito mi nombre beso a verso.
Vienes sin entrañas a saciar tus miserias. Nos encuentras en calles oscuras de vómitos y orines, donde compras nuestra voluntad creyéndote el dueño. Y, como muescas en un revólver, marcas a todas las que hemos caído en tus garras.
Le gusta vagar bajo la tormenta. Mirar el mar y oír cómo rugen las olas bravas al romper en la orilla. Es la misma tempestad con la que pelea continuamente en su interior.
Empezó de una manera sutil: primero contactaron; después se dieron a conocer; a continuación nos dominaron; por último, la aniquilación.
El mar siempre fue parte de su vida. Desde que nació, los veranos de niña los pasó en su orilla. Su primer beso. Las tardes de pesca. Esas madrugadas viendo salir al sol. Ese mar que acogió las cenizas del amor de su vida. Cansada de vivir, decidió rendirse ante él.
En un momento de descuido, lo dejó tirado. Fue en su búsqueda. La vio de lejos y, sin pensarlo dos veces, sacó la Beretta y le vació todo el cargador. Nunca más se la jugaría. Allí yacía su mala sombra.
El viento generoso alimenta las velas para que las barcas ejecuten, magistralmente en simbiosis con el agua, su tarea, por la que las manos de un calafate las parió.
Al parque lo llaman la Ciudad del Amor. La jacaranda es la atracción. Puedes ver cómo es visitado por gentes de todas las edades. Cuando caen sus flores de color lila azulado, parece un manto digno de cualquier virgen. Al anochecer, las pajas son a cinco euros; las mamadas, a diez; y el completo, a veinte.
Cuando te descuidas, el pan que traes bajo el brazo al nacer se te pone duro como una piedra.
La calle estaba llena de gentes impregnadas de la Semana Santa. Era la imagen Simón de Cirene ayudando a Jesús de Nazaret a soportar la cruz. Las personas gritaban enloquecidas y vitoreaban como nunca antes lo habían hecho. Acabada la pasión, volvían a su rutina. Las frustraciones y los problemas continuaban siendo los mismos. Los gritos ahora iban dirigidos hacia los extranjeros, homosexuales y feministas.
Fui al dentista para hacerme una limpieza. No acudí con miedo; sí con precaución. En los últimos tiempos salían por mi boca los peores insultos. Salí satisfecho del tratamiento.
A Pablo le gusta la soledad. Su padre era un maltratador. Una tarde, intentando arreglar el toldo del balcón, cayó desde un quinto piso. Pablo, el único en casa en ese momento, contó lo sucedido. Una mala pisada en la escalera fue el causante del infortunio. El empujón, lo obvió.
De novios eran inseparables. Ahora dos son multitud.