Trabajo-Autoral-Album-Familiar-Patricia-Martinez-Cuentos de Familia_ene-2013

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Primera entrega; Xiomara del Carmen Lugo Ojeda. por Patricia MartĂ­nez Lugo


Un conejo en el cielo. - Culminaba lo que había sido un día lluvioso, el ambiente todavía conservaba el olor a tierra mojada, es que apenas empezaba la temporada de lluvias y en casa de los Lugo Ojeda ya se habían enfermado tres miembros de la familia, se trataba de las tres niñitas Xiomara de 8 años, Tiby (María Tibisay) de 7 años y también Iraida la menor.


- Las tres enfermaron al mismo tiempo, como suele suceder entre los niños que a esa edad gustan de compartirlo todo. Era lo mismo todos los años, si una tenía gripe se la pasaba a la otra y así, probablemente la gripe le daba a las tres por igual para que ninguna se sintiera excluida.


- La Sra. Lugo acuartelo a las niñas para evitar que el frío sereno de la noche les hiciera daño, cerro la ventana que daba al patio de la casa, y cerro la puerta de la habitación donde dormían las tres niñas acatarradas.


- La Sra. Lugo pudo haberse ido a dormir, pero en lugar de eso se quedo en la sala tejiendo lo que serĂ­a una manta, una labor que mĂĄs que por labor la hacĂ­a por el gusto de ocuparse en algo.


- La Sra. Lugo todavía tejía cuando oyó que alguien le llamaba desde la puerta de la calle: – Esteban Lugo: ¡María! ¡Comadre! – María Ojeda de Lugo: ¿¡Esteban!? ¿Qué pasa?


– Esteban: María, te estoy llamando para que veas un “Cometa en el cielo”, lo dijeron por la radio, va ha ser algo único. ¡Hay un cometa en el cielo! Se trataban de unas luces de Leónidas, también conocidas como lluvia de estrellas, en realidad era un acontecimiento bastante común.


- El alboroto y la llegada del tĂ­o Esteban no pasaron de ser percibidos,


cuando el tío Esteban pronuncio “Hay un cometa en el cielo”,

estas palabras tomaron vida propia, cambiaron de forma y llegaron a oídos en la habitación cerrada,


donde Xiomara de apenas 8 años, en su mente infantil que no comprendía de cometas y mucho menos de astronomía, por ello las palabras que alcanzó a escuchar de su tío fueron “Hay un conejo en el cielo”.


La sola idea de ver “un conejo en el cielo”, la empujo a salirse de su cama, con los pies descalzos y de puntitas para no hacer mucho ruido y no despertar a sus hermanitas. Ella abrió la ventana de par en par, recibiendo ese viento frío y húmedo que había arrastrado a la lluvia unas horas atrás.


- Xiomara que abri贸 la ventana dejando que ese aire inundara la habitaci贸n,


- El viento movi贸 las sabanas que colgaban fuera de su cama, movi贸 su propio pelo largo y ondulado e hizo que el espejo del fondo se balanceara de un lado a otro.


- El viento lo inunda todo, fue como el agua, el viento lleno sus pulmones con aire, del pecho le salĂ­a un silbido que le ahogaba la respiraciĂłn, por eso el viento es como el agua tambiĂŠn es capaz de ahogar.


- Al abrir la ventana de par en par lo primero que hizo fue mirar al cielo, sus ojos negros como el cielo esa noche no hacían más que mirar y moverse de un lado a otro, la oscuridad mirando la oscuridad. Por más que quiso no consiguió al “conejo en el cielo”.


Para ella las teorías más razonables, o que se encontraban más cercanas a lo que realmente pudo haber pasado con el conejito eran las siguientes: quizás el animalito se asusto y salió huyendo; tal vez era un conejo negro como la misma noche; o puede que su tío Esteban se refiriera a un pobre conejito que murió recientemente y fue al cielo. - Alguna de estas suposiciones término por convencerle, porque cerró la ventana y fue directo a su cama, cerró sus ojos, pero siempre estuvo despierta con los ojos cerrados. No pudo dormir, el silbido que salía de su pecho todavía estaba allí.


Sin rizos y sin oro. - Estaba en cama día y noche, un manto de tul cubría la cama a modo de mosquitero, la ventana permanecía con tranca desde aquella noche y la luz de media mañana se filtraba por las esquinas.


el medico fue muy especifico en sus indicaciones, ning煤n esfuerzo f铆sico, ninguna agitaci贸n y evitar cualquier tipo de emoci贸n fuerte que pudiera desencadenar una crisis de asma. Confinada a su propia cama, los barrotes eran las cobijas y almohadas.


Hubiera preferido jugar al escondite con sus hermanitas, que quedarse en cama jugando con mu単ecas.


Incluso sus baños requerían de protocolo, solo se bañaba al medio día, todos estos cuidados y atenciones, su propio estado débil aumentaba en los padres un instinto mayor de sobreprotección. Por mencionar que en algunas ocasiones, al despertar en medio de la noche, allí estaba su padre observándole, velando el sueño de su hija desde la cabecera de hierro forjado, tanta atención la abrumaba. En ese momento haría cualquier cosa para no tener asma, tomaría cualquier menjurje o brebaje para curarse.


- Los días y las semanas no se detenían, hacía más de un mes que se encontraba en cama y desde entonces ni una sola vez se procuro en peinarse. Hasta aquel medio día cuando la señora Lugo quiso lavar el pelo de la niña, las hebras del cepillo eran gruesas y aun así se quedaron enredados en el pelo, el cepillo no salió sin dar batalla, la Sra. Lugo halo con fuerza, la niña chillo, pero al menos el cepillo no se partió.


- La señora Lugo temía que la única solución solo llegaría a ser “cortarlo”. No se encontró alternativa,


al día siguiente se encontraba en la casa la comadre Edilia, la madrina de bautizo de Xiomara del Carmen, Edilia sabía algo de estética y de cortes (total después de todo era ella misma quién se cortaba y teñía su propio pelo).


- Sentaron a la ni単a en una sillita hecha para ni単os, perfecta para su altura, el se単or y la se単ora Lugo observaron todo el proceso, desde el momento en el que Edilia con tijera en mano se dispuso a cortar los pegostes de bucles dorados.


El señor Lugo un hombre en extremo sensible no resistió ver como deshacían a su “catirita”, lloró de pena. Ese pelo largo y ondulado era su propio orgullo y vanidad, el pelo le quedo corto.


El pelo que había sido su firma, alguna vez estuvo parada de espaldas y alguien le reconoció por su pelo largo que le colgaba mucho más abajo de los hombros. Sí, cosas como esas ya no le volverían a pasar. ¿Es que acaso le reconocería alguien después de este día?


- Apenas cayeron todos sus bucles al suelo pidió un espejo, antes de pedir el espejo ya estaba llorando, cuando le acercaron el espejo dejo de llorar, se miro en él (no era tan terrible como se había hecho idea, la madrina Edilia hizo lo que pudo), siempre pudo ser peor, agradecía por no estar calva…


- Esto le dio un alivio, un alivio a medias no se tranquilizo del todo, la niña del reflejo no se parecía a la niña de un mes atrás, ahora estaba tan delgada y sin pelo.


- Devolvi贸 el espejo con desprecio, desprecio hac铆a ese reflejo que no le gustaba.


Mi amiga Alicia. - Todo se movía entorno a una personita, los caprichos eran dictados con una vocecita aguda, “Quiero esto… ya no quiero aquello”. Y si nada pedía, entonces le preguntaban “¿Qué, que quería?”, es así como su propia familia fue alimentando su propio egoísmo.


- Se encontraba en un estado de flacura donde cualquier cosa que comiera era celebrado en la casa como el mayor logro de la historia, asĂ­ como el momento en el que el bebĂŠ da los primeros pasos, bueno asĂ­.


- De repente se le antojaba compota de manzana, y al momento de tenerla enfrente ni la probaba “ya no quiero, se me ha pasado el antojo”, este mismo comportamiento en otro niño habría sido reprendido por los padres, pero como se trataba de una niña delicada en salud, se valía todo con tal y probara bocado de algún alimento.


Las hermanitas apenas sí se acordaban de ella, por la mañana iban a la escuela (¡Ay! Como extrañaba ir a la escuela, incluso se pueden extrañar las tareas) y en la tarde salían a jugar al patio de la casa jugaban en medio de un terreno árido y polvoriento que era el patio inmenso, o también jugaban con los animalitos que criaban, es que no hacían nada distinto a lo de siempre, la única diferencia era que la hermana mayor ya no podía incluirse en esos juegos.


- A ella en cambio le habían hecho todo tipo de regalos, para que jugara en casa sin agitarse, le regalaron muñecas, libros y cuentos, precisamente ha sido en uno de los libros donde conoció a una tal Alicia, a quién también le pasaron cosas terribles por ir detrás de un conejo


“¡Imagínate que después de tomarse un remedio se encogió! Se puso chiquita, chiquita como un alfiler y todo por perseguir un conejo blanco. Los conejos blancos o negros del color que sean, no pueden traer nada bueno”.


- “Es que por perseguir conejos a uno le da asma, y otras cosa. Si no pregĂşntaselo a Alicia, ella sabe por experiencia las consecuencias de ponerse a perseguir conejos sin necesidadâ€?.


- No solo se sintió identificada con Alicia de Lewis Carol, más de una vez sintió simpatía por “El sastrecillo valiente”. Comenzó a ocuparse en hacer vestidos nuevos para sus muñecas, no es que estas estuvieran mal vestidas, pero una muñeca decente tiene al menos dos mudas de ropa, un vestido para jugar en casa y otro para salir a pasear (y claro, salir a pasear solo en el hipotético caso de que su dueña pudiera llevarlas a pasear).


Siete colas de pescado y san se acabo. - Si de algo se había aburrido era de todos los menjurjes y brebajes que su madre le hacía tomar en el nombre de su salud “Es por tu bien”, decía ella.


- Para colmo tantos medicamentos para lo único que sirvieron fue para aflojarle los dientes, para mitad de año le faltaban 4 de sus dientes de leche. Es que ahora su aspecto más que nunca había sido tan desfavorecido flacuchenta, de pelo corto y ahora sin dientes, la sola descripción encaja más con una anciana que con una niña de 8 años.


- A estas alturas ya había conocido a muchos señores de batas blancas, pero sin familiarizarse con ninguno, su madre le cambiaba de medico constantemente con la esperanza de que alguno curará el asma de su hija. El último medico que le vio, le recomendó los baños de playa “Necesita mucho sol, el aire de mar le hará mucho bien y el yodo del mar le beneficiará”.


- Xiomara no conocía el mar, por eso quedó muy contenta con el nuevo remedio llamado playa (todo lo que no consistiese en beber un menjurje intragable parecía buena idea). Sin embargo el mar quedaba algo distante de San Sebastián.


- Los eventos que siguieron a ese día fueron afortunados, sobre todo para los señores Lugo, entrañaron amistad con otra familia, el señor Dionicio Gómez y su esposa Xista, quienes Vivian en Catia La Mar, y ellos al conocer de la enfermedad de la niña no dudaron en devolver algo de la hospitalidad que en otro momento les habían brindado la familia Lugo en San Sebastian.


- Doña María hizo los preparativos para el viaje, las maletas, la comida y demás cosas. Al cuidado de las niñas quedo la abuela Gertrudis.


- Xiomara quería que sus hermanitas Iraida y Tiby le acompañaran a la playa, porque como ella sus hermanitas tampoco conocían el mar, pero su mamá les dijo “Niñitas, no pueden ir las tres, seríamos mucha gente y no queremos incomodar al señor Dionicio y a su esposa Xista”.


- ¿Si este fue un viaje largo o no? Xiomara no se entero, porque durmió casi todo el camino. Sí durmió, pero muy en contra de sus propios deseos porque después de tantos meses de encierro lo más que quería en el mundo, era ver por sus propios ojos como era todo más allá de su conocimiento.


En fin, ya saben cuรกn caprichoso es el cuerpo, tiene sed en el momento mรกs inoportuno, cuando menos te lo esperas le da por enfermarse, y le da por dormir cuando mรกs ganas tiene uno de desvelarse. .


- Al llegar a Catia La Mar no perdieron el tiempo, este sería el primero de 15 días. Xiomara no lo podía creer, ni en toda su imaginación no hubiera cabido algo como el mar, el mar tan llano y con el agua tan entintada de azul.


- La se単ora Lugo se queda en tierra firme, mientras su ni単a y su esposo jugaban en las olas. La figura paterna no era m叩s que un mediador entre el mar y su hija, el se単or Lugo un hombre de buena altura y diestro en el agua.


- Este nuevo ambiente despert贸 en Xiomara el humor suficiente para tener apetito, a medida que se alimentaba mejor vio volver a esos cachetitos redondos que ella daba por perdidos.


- Que lejos parecían esos meses en los que había estado enferma y confina a su cama, ahora tenía una contextura más acorde a las niñas de su edad, el sol le dio un hermoso tono caramelo. Los cambios no solo eran físicos también se había operado un cambio aun mayor, la madurez de valorar la libertad que da la buena salud (una sensación difícil de expresar para alguien que como yo nunca antes ha pasado por algo semejante).


-

El último día en Catia La Mar, la familia quiso ir a uno de esos restaurantes donde se come rico, al aire libre con el mar en el horizonte y la arena a los pies. Xiomara con su apetito especialmente despierto en aquellos días, comió siete colas de pescado tan solo en el almuerzo.


 Textos de Patricia Martínez Lugo.  Fotografías del álbum familiar Lugo Ojeda.  Dibujos realizados por Patricia Martínez.

Maracay – Estado Aragua 2012


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