Mitología Griega - Franco Soto

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Mitología

griega Franco soto

Ediciones Libertador



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griega franco soto

Ediciones Libertador


Mitologías Japonesas -3ra edición de la colección “Mitologías” - Buenos Aires : Ediciones Libertador, 2022 264 P. ; 21x13 cm Autora: Franco Agustin Soto Narrativa en castellano: Franco Agustin Soto

Título original: Mitología Griega Editorial Libertador, S.A, 2022 Salcedo 3953, 11 5056-8774, Buenos Aires (Argentina) ediciones-libertador.negocio.site Todos los derechos reservados 2015, Grupo Ediciones Libertador Publicado bajo el sello Libertador 3ra edición: Agosto de 2022 5000 Ejemplares Impreso en Gráfica Limay Noguera 127, S.A de Padua, en Febrebro de 2022 Hecho el depósito que prevé la ley 11.723 Impreso en Argentina Portada ilustrada por: Franco Agustin Soto Ilustraciones internas por: Lourdes Milagros Maidana

No se permite la reproducción parcial o total, almacenamiento, el alquiler, la transmisión o transformación de este libro, cualquier forma o por cualquier medio, sea electrónico o mecánico, mediante fotocopias, digitalización u otros métodos, sin el permiso previo y escrito del editor. Su infracción está penada por las leyes 11.723 y 25.446 de la República Argentina


Para el profesor Batalla, quien me enseño que el diseño editorial no es lo mío.



PRÓLOGO El objetivo de este libro es relatar los mitos mas famosos de la mitología griega de una forma clara, concisa e interactiva. Este libro está contado desde el punto de vista de un adolescente, que cuenta historias sangrientas y trágicas de una forma relajada y, por momentos, graciosa. Se va a relatar la historia del inicio del universo según los giregos, los orígenes de los titanes, los dioses, y las leyendas de los grandes héroes de la historia, tales como Hércules o Perseo. Para relatar tantas historias decidí basarme en los libros de Percy Jackson, los héroes griegos y los dioses griegos, como tambien algunas páginas web como tucuentofavorito.com y worldhistory.org.


ÍNDICE 1

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MITOS DE CREACIÓN Caos 12 Titanes 14

MITOS DE TITANES Atlas 18 Cronos 20


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MITOS DE DIOSES Poseidón 24 Atenea 26

MITOS DE HÉROES Perseo 30 Hércules 32



1 MITOS DE CREACIÓN


Mitos de creación

CAOS Al principio de todo, yo no estaba. Tampoco creo que estuvieran los antiguos griegos. Nadie tenía papel y boli para tomar notas, así que no puedo jurar que lo que sigue sea cierto, pero sí puedo aseguraros que esto es lo que los griegos creían que pasó. Al principio había poco menos que nada. Mucha nada. El primer dios, por llamarlo de algún modo, fue Caos: una bruma lúgubre y espesa con toda la materia del cosmos flotando a la deriva. Un dato técnico: caos significa, literalmente, «espacio que se abre», y no estamos hablando de la inauguración de ningún centro comercial ni nada por el estilo. Al final, Caos se volvió menos caótico. Quizá se aburriera de ser tan lúgubre y brumoso. El caso es que parte de su materia se agrupó y solidificó para formar la tierra, y esta, por desgracia, desarrolló una personalidad propia y se hizo llamar Gea, la Madre Tierra. Bueno, pues Gea era de verdad la tierra, es decir, las rocas, las colinas, los valles… el lote completo. Sin embargo, también podía adoptar forma humana y le gustaba pasear por la tierra —vamos, pasear por encima de sí misma— bajo la apariencia de una mujer madura con un vaporoso vestido verde, cabello negro rizado y una plácida sonrisa en el rostro. Sonrisa que en realidad ocultaba un carácter bastante desagradable, como veremos enseguida. Después de pasar mucho tiempo sola, Gea levantó la mirada hacia la nada brumosa que cubría la tierra y se dijo: «¿Sabes qué estaría bien? Un cielo. No me vendría nada mal un cielo. Y sería un puntazo que además fuera un hombre guapo del que pudiera enamorarme, porque me siento sola aquí abajo con

Ilustración de Mauro Gago


Mitos de creación tanta roca». O Caos la oyó y cooperó o, simplemente, fue obra de la voluntad de Gea. Sobre la tierra se formó el cielo, una bóveda protectora que era azul por el día y negra por la noche. El cielo se hizo llamar Ouranos, que es otra manera de escribir Urano. No hay forma de pronunciar ese nombre sin que alguien se ría por lo bajo y piense en cierta parte del cuerpo. Es que suena mal, y punto. ¿Por qué no eligió un nombre mejor, como Heraldo de la Muerte o José? Pues ni idea, aunque quizá eso explique por qué Urano estaba siempre de morros. Como Gea, Urano podía adoptar forma humana y visitar la tierra, lo cual era bueno, porque el cielo queda muy arriba y las relaciones a distancia nunca funcionan. En su forma física era un tío alto y musculoso, de pelo oscuro tirando a largo. Iba cubierto solo con un taparrabos y la piel le cambiaba de color: a veces era azul con dibujos de nubes sobre los músculos y, a veces, oscura con estrellas resplandecientes. En fin, Gea lo soñó así, no me echéis a mí la culpa. Encontraréis imágenes suyas con una rueda del zodiaco en la mano, lo que representa todas las constelaciones que surcan el cielo una y otra vez, por toda la eternidad. En cualquier caso, Urano y Gea se casaron. ¿Y fueron felices y comieron perdices? Pues más bien no. Parte del problema fue que a Caos se le fue un poco la mano con lo de crear y, en su lúgubre bruma, pensó: «Oye, tenemos tierra y cielo. ¡Qué pasada! ¿Qué más podría hacer?». No tardó en crear todo tipo de problemas, y al decir problemas me refiero a dioses. El agua extraída de las brumas de Caos se acumuló en las zonas más profundas de la tierra y formó los primeros mares, que, como es natural, desarrollaron una conciencia propia: el dios Ponto. Entonces, Caos se volvió loco de verdad y pensó: «¡Ya sé! ¿Qué tal una bóveda como la del cielo, pero en el fondo de la tierra? ¡Sería genial!». Así que apareció otra bóveda bajo la tierra, aunque esta era oscura, turbia y poco agradable, en general, ya que siempre quedaba oculta a la luz del cielo. Y ese fue Tártaro, el Pozo del Mal; como podéis imaginar por el nombre, cuando desarrolló una personalidad divina no ganó ningún concurso de popularidad. El problema era que tanto a Ponto como a Tártaro les gustaba Gea, lo cual sometió a cierta presión la relación de esta con Urano. No sé cuál es la versión correcta, pero sí sé que Gea y Urano empezaron a tener hijos juntos… con resultados muy distintos. Primero tuvieron un lote de doce: seis chicas y seis chicos, llamados titanes. Parecían humanos, aunque eran mucho más altos y fuertes. Pensaréis que doce hijos son más que suficientes para cualquiera, ¿no? Vamos, que con una familia tan grande casi que tienes un reality show para ti solo. Bueno, tras el nacimiento de los titanes, el matrimonio entre Gea y Urano empezó a ir mal.

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Mitos de creación

TITANES Los titanes guardaban estrecha relación con los elementos y principales aspectos de la naturaleza, desde el Sol y la Luna hasta los océanos, siendo dominados por el más joven de ellos, Cronos, quien logró derrotar a Urano (dios de los cielos) con la ayuda de su madre Gea, divinidad de la Tierra. Urano y Gea fueron los padres de los seis titanes (Cronos, Océano, Iapeto, Hiperión, Ceo y Críos) y también de las titánidas (Temis, Tetis, Tía, Rea, Febe y Mnemosine). Según los escritos de Hesíodo los titanes eran doce, aunque Apolodoro añade a Dione, la decimotercera y considerada como parte propia de Tea. Pero la descendencia de Urano y Gea no se limitaba a los titanes, ya que también engendraron a los Cíclopes (Arges, Asteropes y Brontes), a los Hecantoquiros con sus cien brazos y a tres Gigantes (Coto, Gies y Briareo). Urano mantenía a sus hijos encerrados en las oscuras profundidades de la Tierra, lo que propició la posterior rebelión de Cronos. Además, cada uno de los titanes y titánidas poseían relación o personificaban diferentes fuerzas de la naturaleza, por ejemplo Océano y Tetis eran deidades del mar, mientras que Mnemosine representa a la memoria y a la continuidad de los ciclos naturales, así como Ceo era el dios de la inteligencia. Pero el más conocido fue Cronos, quien tras derrotar a su padre Urano con la ayuda de su madre Gea, y tras cortar sus órganos reproductores y lanzarlos a los cielos, dieron origen a otras figuras míticas. Las Erinias (Alecto, Tisífone y Megera), las Furias, otros Gigantes y también a las Ninfas. La era de los Titanes llegó a su fin con la llegada de los dioses del Olimpo, comandados por Zeus en la Guerra de los Titanes o Titanomaquia, tras lo cual la mayor parte de los titanes quedaron recluidos en las oscuras profundidades del Tártaro. Los hijos de Cronos y Rea no eran titanes. Su hijo más joven, Zeus, fue el único que se salvó de su padre, gracias a un truco que empleó su madre, y creció para convertirse en señor del universo junto a sus hermanos, cuando obligó a su padre a vomitarlos. La Guerra de los Titanes duró diez años y la mayoría de ellos como Prometeo, Océano y Helios, además de las figuras femeninas, se mantuvieron al margen de la batalla. Vivían en el monte Otris, mientras que Zeus y sus seguidores permanecieron en el monte Olimpo, que se convertiría en su hogar y punto de reunión en todo momento. La guerra continuó sin un vencedor claro hasta que Zeus, siguiendo el consejo de su madre, Rea, liberó del Tártaro -el lugar más inhóspito del reino del inframundo- a los gigantes de 100 brazos Briareo, Cottos y Gíes, y consiguió derrotar a los titanes arrojándolos contra las rocas sin descanso, mientras Zeus les lanzaba sus rayos. No fue sorprendente que los titanes no fueran capaces de aguantar este doble ataque. Tras su derrota quedaron encerrados en las entrañas del Tártaro, con los gigantes de 100 brazos actuando como sus guardianes.–

Ilustración de Mauro Gago

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Mitos de creación Atlas recibió un castigo distinto– y tuvo que sostener la bóveda celeste sobre sus hombros durante toda la eternidad. No queda muy claro cómo se organizaba la vida cuando gobernaban los titanes. Se trataba de seres primitivos, pero según el poeta Hesiodo hubo una raza de hombres de oro que vivían en la tierra «en la época en que Cronos reinaba en los cielos». Vivían como dioses sin necesidad de luchar para sobrevivir y sin sufrir el dolor del envejecimiento: «cuando morían era como si les venciese el sueño y tenían todas las cosas buenas; de la tierra fértil extraían frutos en abundancia y sin esforzarse. Moraban en paz en la tierra con muchas riquezas y rebaños, y eran amados por los dioses». En un texto órfico, la transmigración del alma aparece como un castigo a través del mito de los Titanes: por un lado, los seres humanos proceden de dioses (los Titanes y Dioniso lo son) con una parte inmortal, divina; por otro lado, de la tierra, mortal y corruptible, el cuerpo. Pero su alma, antes del propio origen de la especie, había sido contaminada por el crimen de los Titanes, un crimen que deja huella en la naturaleza humana, esto es, de la soberbia de sus antecesores, y que debía ser expiado.

Mitos de creación Ilustración de Joel Starczewski



2 MITOS DE TITANES


Mitos de titanes

ATLAS Según el mito de Atlas, este titán era hijo de Jápeto, también titán, hijo de Urano (dios del trueno) y de Gea (la diosa tierra); y de la ninfa Clímene, una de las 3.000 oceánides. Sus hermanos eran Epimeteo, Menecio y el famoso Prometeo. Atlas se casó con Hésperis, una diosa menor que era guardiana del tiempo de día. Reinaba desde la primera hora del amanecer hasta la primera del anochecer. Ella y Atlas engendraron a las Hespérides, unas ninfas a quienes les llamaban “diosas del ocaso”. Más adelante, a ellas se les encargaría una misión mágica. El mito de Atlas señala que durante su juventud, este titán reinó en la zona de Arcadia, un lugar en donde estaba uno de los grandes tesoros para los griegos: un huerto que le pertenecía a Hera (diosa del matrimonio). Cuando Hera celebró su boda con Zeus, la diosa Gea le regaló unas preciosas ramas con manzanas de oro. Con esas ramas, la diosa Hera sembró su huerto y allí todos los árboles producían frutos de oro. Además, quien probaba dichos frutos, obtenía la inmortalidad. La diosa le encargó a las Hespérides el cuidado de su jardín. Por lo mismo, comenzó a llamársele el jardín de las Hespérides o de las “ninfas del atardecer”. Según el mito de Atlas, fue precisamente este titán quien lideró la lucha contra los dioses olímpicos. Cuando estos últimos los derrotaron, Atlas fue condenado a cargar el cielo sobre sus hombros. Debía cumplir esa labor, justo cerca de donde antes estaba su reino: en las proximidades del jardín de las Hespérides. Se cuenta que estaba cumpliendo su fatigoso trabajo cuando de repente se presentó Hércules. Este héroe estaba llevando a cabo los 12 trabajos que le habían sido impuestos y uno de ellos era obtener algunas manzanas del jardín de las Hespérides. Como Atlas era el padre de estas ninfas, Hércules pidió su ayuda para poder completar su misión. El héroe se ofreció a sostener el cielo con sus hombros, mientras Atlas iba a recoger los frutos de oro del jardín. Altas aceptó y llevó a cabo la tarea, tal y como lo había prometido. Sin embargo, al regresar, el titán decidió que ya no quería cargar más semejante peso. Quiso dejar a Hércules cumpliendo el trabajo que le correspondía. Hércules decidió engañar al titán para librarse de su carga. Aparentó que aceptaba tomar su lugar cargando el cielo, pero le pidió que antes de hacerlo le diera un momento para arreglar la capa que llevaba, ya que esta lo incomodaba. Atlas, ingenuamente, aceptó el trato. Cuando tuvo nuevamente el cielo sobre sus hombros, Hércules aprovechó para escapar. Tiempo después tuvo la visita de otro de los grandes héroes mitológicos: Perseo. Este llegó a donde el titán, solicitando su hospitalidad y anunciando que era hijo de Zeus. Sin embargo, cuenta el mito de Atlas que este desconfió del

Ilustración de Mauro Gago

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Mitos de titanes visitante, pues recordó una vieja profecía lanzada por la diosa Temis. Esta decía que uno de los hijos de Zeus le robaría todo, incluyendo el jardín de las Hespérides. Al recordar la profecía, Atlas le negó su hospitalidad a Perseo. Ante ese rechazo, este último sacó la cabeza de Medusa, que llevaba en un saco, y la puso frente a los ojos del titán. En ese momento, Atlas quedó convertido en una gigantesca piedra, que desde entonces se conocería como la Cordillera del Atlas. Otras cosas que se asocian a Atlas es como padre de muchas constelaciones, como fuente de una gran sabiduría y como fundador de la astronomía, y según Platón en su Critias, como el rey original de la Atlántida. En el arte griego a partir del siglo VI a.C., Atlas aparece a menudo en las representaciones de los trabajos de Hércules, la más conocida de las cuales es una metopa del templo de Zeus en Olimpia (c. 460 a.C.) donde se encuentra en los jardines de las Hespérides. Otras escenas parecidas también eran populares en la decoración de cerámica griega, especialmente con su hermano Prometeo. En las épocas romana y helenística, Atlas se representaba a menudo en una posición ya conocida, de rodillas con la espalda doblada, esforzándose por soportar el peso del mundo sobre sus hombros. Puede que el ejemplo más destacado de esta pose sea la escultura del siglo II d.C. que hoy en día se encuentra en el Museo Arqueológico de Nápoles. Menudo castigo, ¿verdad? Está claro que nadie se merece un castigo como ese, pero al fin y al cabo, la leyenda de Atlas habla en forma de metáfora de los remordimientos. De esta historia podemos sacar todas estas conclusiones: El peso de los remordimientos: Atlas, al portarse mal, lleva para siempre el peso de la Tierra, que viene a ser el peso de sus remordimientos, como castigo. En realidad, la leyenda de Atlas sirve para advertir de la importancia de medir muy bien nuestras acciones para no terminar sufriendo el peso de nuestros actos. El sentido de la prudencia: Por otro lado, puedes ahondar en la habilidad de Hércules, que solo quería ayudar, para librarse de las mentiras y actos engañosos de Atlas. La astucia, la alerta ante un engaño, e incluso el miedo, son vitales para salir airoso de una situación conflictiva o aparentemente ‘amenazante’.

Ilustración de Xen Art


Mitos de titanes

CRONOS Bueno, esa fue la gota que colmó el vaso para Gea. La pobre lloró, aulló y provocó tantos terremotos que los titanes acudieron a toda prisa para ver qué pasaba. Les explicó lo sucedido. Después alzó los brazos e hizo temblar el suelo bajo sus pies e invocó la sustancia más dura que pudo encontrar en sus dominios terrestres. Con su ira dio forma a aquella materia y creó la primera arma de la historia: una hoja de hierro curva de casi un metro de largo. La encajó en un mango de madera que hizo con una rama cercana y les enseñó el invento a los titanes. —¡Contemplad, hijos míos! —dijo—. Este será el instrumento de mi venganza. ¡Lo llamaré guadaña! Los titanes se pusieron a murmurar entre ellos: «¿Para qué es eso?», «¿Por qué tiene forma curva?», «¿Cómo se escribe “guadaña”?». —¡Uno de vosotros debe dar un paso al frente! —gritó Gea—. Urano no se merece ser el rey del cosmos, así que uno de vosotros lo matará y ocupará su puesto. El más joven de los doce se abrió paso a empujones. Cronos abultaba menos que sus hermanos y hermanas. No era ni el más listo ni el más fuerte ni el más rápido, pero sí el más ávido de poder. Supongo que cuando eres el más pequeño de doce críos siempre estás buscando el modo de destacar y llamar la atención. Al menor de los titanes le encantó la idea de adueñarse del mundo, sobre todo si de paso se convertía en el jefe de todos sus hermanos. La oferta de las galletas con fideos de colores también ayudaba. Cronos medía unos dos metros setenta, que era poca cosa para un titán. No parecía tan peligroso como sus hermanos, pero el chaval era astuto. Los demás titanes lo llamaban «el Retorcido» porque siempre jugaba sucio en las competiciones de lucha libre y nunca estaba donde uno esperaba. Había heredado, por un lado, la sonrisa y el pelo rizado oscuro de su madre, y, por otro, la crueldad de su padre. Cuando te miraba, costaba averiguar si iba a pegarte un puñetazo o a contarte un chiste. Y su barba también era un poco inquietante. Era demasiado joven para tenerla, pero ya había empezado a dejar que los bigotes se le juntaran en una punta que le salía de la barbilla como el pico de un cuervo. Cuando Cronos vio la guadaña, le brillaron los ojos: deseaba aquella hoja de hierro. Fue el único de los hermanos que comprendió el daño que podía causar.

Ilustr

o Gago

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Pintura dePintura Pedro Pablo Rub de Pedro


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Mitos de titanes En cuanto a matar a su padre… bueno, ¿por qué no? Urano apenas le hacía caso, ni tampoco Gea, ya puestos. Es bastante probable que sus padres ni siquiera supiesen cómo se llamaba. Cronos odiaba que pasaran de él y estaba cansado de ser el menor, el que siempre tenía que conformarse con la estúpida ropa que se les quedaba pequeña a los otros titanes. Será un honor matar por ti, madre, pero lo haremos a mi manera. Primero, haz que Urano venga a visitarte. Dile que lo sientes, que ha sido todo por tu culpa y que vas a prepararle una cena elegante a modo de disculpa. Tú consigue que venga esta noche y compórtate como si todavía lo quisieras. Cuando adopte forma humana y se siente a tu lado, saldré de mi escondite y atacaré. Pero necesitaré ayuda. Eso dejó a Cronos con solo cuatro hermanos: Ceo, Jápeto, Crío e Hiperión. Cronos les sonrió. Después aceptó la guadaña de manos de Gea y comprobó lo afilado de la punta: la tocó y de su dedo brotó una gota de sangre dorada. Aunque parezca mentira, Urano apareció aquella noche. Entró tranquilamente en el valle en el que solía encontrarse con Gea y frunció el ceño al ver la lujosa cena dispuesta sobre la mesa. En cuanto se sentó, Cronos susurró desde detrás de la roca más cercana: Ahora. Sus cuatro hermanos salieron de sus escondites. Crío se había disfrazado de arbusto. Ceo había excavado un hoyo para meterse dentro y lo había cubierto de ramas. Hiperión se había ocultado bajo el sofá (era un sofá grande) y Jápeto intentaba hacerse pasar por un árbol, con los brazos tendidos a modo de ramas. No sé cómo, pero funcionó. Los cuatro hermanos agarraron a Urano. Cada uno lo sujetó por un brazo o una pierna, y forcejearon con su padre hasta tumbarlo en el suelo, abierto de brazos y piernas. Cronos salió de entre las sombras. Su guadaña de hierro brillaba a la luz de las estrellas. Cronos cortó y Urano aulló de dolor. Fue como la peli de terror de bajo presupuesto más asquerosa que os podáis imaginar. Sangre por todas partes… salvo que la sangre de los dioses es dorada y se llama icor. Un rocío de icor cayó sobre las rocas; y aquel líquido era tan poderoso que, más tarde, cuando nadie miraba, surgieron de él unas criaturas siseantes: tres demonios alados llamados las Furias, los espíritus de la venganza. Las Furias salieron volando de inmediato hacia la oscuridad del Tártaro. Otras gotas de sangre celestial cayeron sobre terreno fértil y, al cabo de un tiempo, se convirtieron en unas criaturas silvestres, pero más amables, llamadas ninfas y sátiros. Gea nombró a Cronos señor del universo. Cronos mantuvo su promesa y entregó a sus cuatro hermanos el control de las cuatro esquinas del mundo: Jápeto se convirtió en el titán del oeste; Hiperión recibió el este; Ceo se llevó el norte, y Crío, el sur.

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3 MITOS DE DIOSES


Mitos de dioses

POSEIDÓN Al menos, Poseidón tiene unos poderes asombrosos y una actitud relajada (casi siempre). Es un tío muy guay, teniendo en cuenta lo difícil que lo tuvo de joven. Era el del medio. Siempre estaban comparándolo con sus hermanos: «¡Vaya, eres casi tan guapo como Zeus! ¡Eres casi tan poderoso como Zeus!», o, algunas veces: «¡No eres tan desastroso como Hades!». Al cabo de unos siglos en ese plan, es como para ponerse de los nervios. Cuando Zeus, Poseidón y Hades lanzaron los dados para dividir el mundo, Zeus sacó la mejor tirada y Poseidón tuvo que aceptar que su hermano se convirtiera en señor del universo y le ordenara lo que tenía que hacer hasta el fin de sus días, pero Poseidón no se quejó porque había ganado el mar. Le parecía bien, le encantaba la playa. Le gustaba nadar y comer marisco. Es verdad que Poseidón no era tan llamativo ni tan poderoso como Zeus, ni tenía sus rayos, que eran como el arsenal nuclear del monte Olimpo, pero estaba encantado con su tridente mágico. Podía provocar huracanes y maremotos, y hacía unos batidos de frutas bestiales. Como los mares envolvían la tierra, Poseidón también podía causar terremotos. Si estaba de mal humor, podía cargarse ciudades enteras o hundir islas bajo las olas. Los griegos lo llamaban «Agitador de la Tierra» y procuraban tenerlo contento porque, ya estuvieras en el mar o en tierra firme, no era buena idea hacerlo enfadar. Por suerte, Poseidón solía estar tranquilo. Su humor se reflejaba en el mar Mediterráneo, donde vivía, que casi siempre era un mar de navegación sencilla. Poseidón permitía que los barcos fueran a donde quisieran, bendecía a los pescadores con buenas capturas y pasaba el rato en la playa, bebiendo cócteles en cáscaras de coco con sombrillitas, sin preocuparse de tonterías. Cuando hacía buen día, Poseidón conducía su carro dorado sobre las olas, tirado por hipocampos blancos, que eran unos caballos con crines doradas, cascos de bronce y colas de pez. Allá donde iba, las criaturas del mar se acercaban a jugar en torno a su carro, así que veías a tiburones, ballenas asesinas y calamares gigantes jugando juntos mientras borboteaban: «¡Hurra, ha venido Poseidón!», o algo así. Sin embargo, a veces el mar se enfadaba, y Poseidón, igual. Cuando pasaba eso, se convertía en un tipo completamente distinto. Si el capitán de un barco se olvidaba de ofrecer un sacrificio a Poseidón antes de partir, era un idiota de campeonato. A Poseidón le gustaba que, como mínimo, se sacrificara en su honor un toro por barco. No me preguntéis por qué. Puede que en cierto momento les dijera a los griegos: «Invitadme a un Red Bull y estamos en paz», pero los griegos, que sabrían inglés, pensaron que de verdad se refería a un toro rojo… Si se te olvidaba hacer el sacrificio, era bastante probable que tu barco se estrellara contra las rocas, se lo comiera un monstruo marino o lo capturaran unos piratas con problemas de higiene personal. Que nunca viajaras por mar no

Ilustración de Mauro Gago

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Mitos de dioses significaba que estuvieras a salvo. Si tu ciudad, por lo que fuera, ofendía a Poseidón… Bueno, ya puedes dar la bienvenida a un huracán de la leche. Con todo, Poseidón casi siempre mantenía la calma. Intentaba seguir las órdenes de Zeus, aunque se enfadaba mucho con él. Cada vez que ese par empezaba a discutir, los demás dioses se abrochaban los cinturones, porque una pelea entre el cielo y el mar podía destrozar el mundo. La madre Rea debió de darse cuenta de la tensión entre sus hijos desde el principio. Poco después de que los dioses se hicieran con el mundo, sugirió que Poseidón se fuera del Olimpo para explorar sus nuevos dominios. Lo envió a vivir al lecho del mar con una tribu de bichos raros acuáticos llamados los telquines. Se fue al fondo del mar Egeo y, con sus poderes para provocar terremotos y olas, levantó una gran mansión de perlas, rocas marinas y conchas de orejas de mar. Sus jardines estaban llenos de plantas marinas exóticas, y las medusas luminiscentes flotaban por ahí como si fueran luces de Navidad. Tenía grandes tiburones blancos a modo de perros guardianes y tritones que le servían de criados; y sus puertas eran gigantescas porque, de vez en cuando, las ballenas y los monstruos marinos se pasaban por allí a presentar sus respetos. Cuando Poseidón se sentaba en su trono de coral pulido, no cabía en sí de satisfacción. Tenía todo el mar bajo su control, los peces lo adoraban, todos los marineros del Mediterráneo le hacían ofrendas y le rezaban para que travesías.

Ilustración de Martín Caseres


Mitos de dioses

ATENEA Metis estaba embarazada del bebé de Zeus. Según una profecía, el bebé sería una niña, pero si Metis y Zeus tenían otro hijo, sería un niño que al hacerse mayor ocuparía el lugar de Zeus. Al enterarse, Zeus hizo lo más lógico del mundo: asustarse y tragarse entera a su mujer embarazada. ¡Tachán! ¿Qué pasó después? Bueno, los inmortales no mueren, ni siquiera cuando los ingieren otros inmortales, así que Metis dio a luz a su hija allí mismo, dentro de la tripa de Zeus. (Os doy permiso para vomitar. O esperad un poco, que la cosa empeora por momentos…). Metis, con el tiempo, se convirtió en pensamiento puro, ya que de todos modos era la titánide de los pensamientos profundos. Quedó reducida a un incordio de vocecita dentro de la cabeza de Zeus. En cuanto a su hija, creció dentro del cuerpo de Zeus igual que los primeros olímpicos habían crecido dentro del de Cronos. Una vez que se hizo adulta (una adulta pequeñita, supercomprimida y muy incómoda), empezó a buscar la manera de escapar de allí. Ninguna de las opciones parecía factible. Si salía por la boca de Zeus, todos se reirían de ella y dirían que la había vomitado. Aquello era poco digno. Si seguía por el tubo digestivo de Zeus en dirección contraria… ¡Ni de coña! Aquello era todavía más asqueroso. Era una diosa joven y fuerte, así que quizá pudiera salir reventándole el pecho a Zeus, pero entonces todos la tomarían por uno de los monstruos de Alien, y tampoco era la clase de entrada que buscaba. Por fin tuvo una idea: se transformó en pensamiento puro —un truquito que le había enseñado su madre, Metis— y viajó por la

Ilustración de AvanArt


Mitos de dioses

médula espinal de Zeus hasta su cerebro, donde volvió a tomar forma. Se puso a patalear, golpear y gritar dentro del cráneo de su padre, haciendo todo el ruido que pudo. (Seguramente porque allí tendría mucho sitio para moverse, dado el escaso tamaño del cerebro de Zeus; no le digáis que he dicho eso…). Como os podéis imaginar, a Zeus le dio un dolor de cabeza atroz. Con tanto follón allí dentro no pegó ojo en toda la noche. A la mañana siguiente, entró tambaleándose en el comedor e intentó desayunar, pero no dejaba de hacer muecas, de gritar y de golpear la mesa con el tenedor mientras gritaba Los dioses del Olimpo se prepararon para una operación de neurocirugía de emergencia. Arrastraron a Zeus hasta el trono y lo sujetaron con fuerza mientras Hefesto sacaba sus herramientas. El dios herrero no perdió el tiempo: se acercó con decisión a Zeus, colocó la punta del buril en el centro de la frente del dios del cielo, alzó el martillo y ¡pum! Desde aquel día lo llamaron Hefesto, el del golpe ganador. Golpeó con la fuerza precisa para perforar el cráneo sin convertir a Zeus en un kebab de dios. Desde la punta del buril al puente de la nariz de Zeus se abrió una hendidura lo bastante ancha para que saliera Atenea. Esta saltó de la frente de Zeus y, delante de sus narices, creció hasta convertirse en una diosa adulta completamente formada, vestida con túnica gris y armadura de batalla, casco de bronce, lanza y escudo. No sé de dónde sacaría el traje. Puede que lo creara por arte de magia o que Zeus se dedicara a comer ropa y armas de aperitivo. En cualquier caso, la diosa hizo una entrada triunfal. —Hola a todos —dijo con calma—, soy Atenea, la diosa de la guerra y la sabiduría. Como he dicho antes, era la diosa de la sabiduría, lo cual incluía los buenos consejos y las habilidades útiles. Dio el olivo a los griegos, pero también les enseñó a hacer cálculos numéricos, tejer telas, tirar de los arados con bueyes, pasarse el hilo dental después de las comidas y unas cuantas cosas más. Como diosa de la guerra, era más de jugar a la defensiva que a la ofensiva. No disfrutaba del combate, pero sabía que a veces era necesario. Siempre trataba de ganar por medio de la estrategia y los trucos astutos. Intentaba que el número de víctimas fuera lo más bajo posible, mientras que a Ares le encantaba la violencia y con lo que más disfrutaba era con un campo de batalla cubierto de cadáveres destrozados. (Sí, el tío es un encanto). La planta sagrada de Atenea era el olivo, ya que había sido su gran regalo a los atenienses. Sus animales sagrados eran el búho y la serpiente. En teoría, el búho era un símbolo de la sabiduría de los cielos. La serpiente simbolizaba la sabiduría de la tierra. Nunca lo he entendido. Si los búhos son tan sabios, ¿por qué van por ahí diciendo «uu, uu», como si todo los sorprendiera? Las serpientes tampoco me parecen demasiado listas; pero, al parecer, los griegos creían que cuando las serpientes silbaban era porque susurraban importantes secretos. «Sí, exacto, señor griego: péguese un poco más ese cascabel al oído, que tiene algo que decirle».

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4 MITOS DE HÉROES


Mitos de héroes

PERSEO Perseo sobrevive. Ni lo descuartizan, ni lo condenan a un castigo eterno. Para ser un héroe, el colega tuvo un final feliz. Lo cual no quiere decir que su vida no fuera un asco. Y es verdad que mató a un montón de gente, pero ¿qué se le va a hacer? La mala suerte de Perseo empezó incluso antes de que naciera. Acrisio tenía una hija muy guapa que se llamaba Dánae, pero con eso no le bastaba, porque en aquella época lo importante era tener varones, para que el primogénito llevara el apellido familiar, heredase el reino a la muerte del rey y blablablá. ¿Que por qué no podía una chica heredar el reino? Pues ni idea. Es una idiotez, pero así eran las cosas entonces. Desesperado, Acrisio acudió al Oráculo de Delfos para que le dijeran la buenaventura. —Oh, Oráculo, pero ¿esto qué es?, ¿por qué no puedo tener hijos varones? ¿Quién se supone que va a ocupar el trono y a conservar el apellido de la familia? —Es muy sencillo —dijo con voz ronca el Oráculo, que esta vez no contestó con acertijos—: Tú nunca tendrás hijos varones. Pero un día, tu hija Dánae sí tendrá un hijo. Y ese hijo te matará y te sucederá en el trono. Gracias por la ofrenda. Que pases un buen día. Pasaron las semanas. Dánae estaba tan callada en su celda que los guardias se aburrían más que unas ostras. Hasta que un día, unos nueve meses después del incidente de la purpurina, uno de los carceleros estaba metiendo la bandeja de comida por la ranura de la puerta, como siempre, y oyó un ruido muy raro: un niño que lloraba. Fue corriendo a buscar al rey Acrisio, porque esa era la clase de incidente que el jefe querría saber. Total, que el rey bajó a la mazmorra, abrió la puerta, irrumpió en la celda y se encontró a Dánae con un recién nacido en brazos, envuelto en una manta. Acrisio registró la celda. Allí no había nadie. Y era imposible que alguien hubiera entrado porque la única llave que abría la mazmorra estaba en su poder. Y por don Váter no cabía una persona. —Mi señor —dijo Dánae, con un brillo de rencor en los ojos—, recibí la visita del dios Zeus. Este es nuestro hijo. Se llama Perseo. Perseo y Andrómeda se convirtieron en los reyes de Argos, sin que nadie se opusiera. Tuvieron un matrimonio maravilloso y un montón de hijos. El rey Perseo le devolvió a Hermes sus objetos mágicos, porque no se puede ser avaricioso con esas cosas, y le regaló la cabeza de Medusa a la diosa Atenea. Y a esta le gustó tanto que hizo que la grabaran en bronce en el centro de la égida, su escudo, para aterrorizar a los enemigos cuando se lanzaba a la batalla. A estas alturas puede que os estéis preguntando por la profecía que dio comienzo a toda esta historia. ¿Perseo no tenía que matar a su abuelo? Pues lo mató, pero más tarde. Y fue totalmente sin

Ilustración de Mauro Gago

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Ilustración de Evelyn DiD


Dain

Mitos de héroes querer. Varios años después de convertirse en rey, Perseo participó en unos torneos de atletismo en un reino vecino. Unos cuantos nobles competían por ver quién molaba más y se llevaba más premios. Y Perseo se apuntó al lanzamiento de disco. Pues resulta que el viejo rey Acrisio andaba por allí. Llevaba un tiempo escondido en ese reino, disfrazado de mendigo. El hombre se abrió paso hasta la primera fila de la multitud para contemplar la competición, porque le recordaba los buenos tiempos, cuando era rey y no tenía que pasarse todo el santo día temiendo por su vida. Le llegó el turno a Perseo. Para los que nunca hayáis visto un disco, viene a ser como un frisbee metálico de kilo y medio. Y tienes que lanzarlo lo más lejos posible para demostrar lo fuerte que eres. Perseo lanzó el disco. Una ráfaga extraña de viento lo envió directamente contra el antiguo rey, que murió al instante. Perseo se sintió fatal por haber matado a un anciano, pero en cuanto la policía científica de la Antigua Grecia identificó el cadáver y dictaminó que había sido una muerte accidental, el joven rey decidió que había sido la voluntad de los dioses, así que volvió a casa y tuvo más hijos con Andrómeda. Formaron una familia tan numerosa que la mitad de Grecia decía descender de Perseo. Su descendiente más famoso fue un tío que se llamaba Hércules. Ya hablaremos más adelante de él. De momento dejemos que Perseo disfrute de su final feliz con muchos abrazos de Andrómeda.

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Mitos de héroes

HÉRCULES A ver por dónde empiezo con este tío. Y es que incluso el tema de su nombre es complicado. Yo voy a llamarlo por su nombre romano, que es «Hércules», porque así es como lo conoce casi todo el mundo. Los griegos lo llamaban «Heracles». Pero es que ni siquiera ese era su nombre auténtico. En realidad al nacer recibió el nombre de «Alcides» o «Alceo», según los escritos que uno lea, pero lo de «El gran héroe Al» como que no queda muy guay. En fin, el caso es que antes de que naciera Como-se-llame, en el sur de Grecia estaba desarrollándose un culebrón de mucho cuidado. ¿Os acordáis de Perseo, el tío que cortó la cabeza a Medusa? Pues resulta que cuando se convirtió en rey de Argos unió media docena de ciudades estado —Tirinto, Pilos, Atenas, Villacozenelculo, etcétera— para formar un poderoso reino llamado «Micenas». (¿A que parece que esté pidiendo «Mi Cena»?). Cada ciudad tenía su propio rey, pero luego había una especie de megarrey que gobernaba sobre toda la nación. Ese gran rey podía ser de cualquier ciudad, pero se suponía que tenía que ser siempre el descendiente de Perseo que tuviera más edad. Hércules no tenía ningunas ganas, pero, para contentar a su esposa, se fue a Delfos. Tuvo un viaje horroroso. Las ofrendas costaban un pastón. Delfos estaba abarrotado de mercaderes que vendían baratijas de recuerdo. Sin embargo, al final, Hércules consiguió llegar al principio de la cola para ver al Oráculo, y este le dijo lo mismo que llevaba semanas oyendo: —Ve a la ciudad de Tirinto. Sirve al gran rey Euristeo realizando diez grandes trabajos de su elección. Gracias y que pases un buen día. Hércules se enfadó tanto que tiró de un golpe el taburete de tres patas de la sibila y la persiguió por toda la sala. —¡Dame una profecía mejor! —gritaba—. ¡Quiero una profecía mejor! Apolo tuvo que intervenir personalmente. Su divina voz estremeció la cueva. —Tío, no mola. ¡Devuélvele el trípode al Oráculo! Hércules respiró hondo. No le apetecía ser asesinado por una flecha de oro, de manera que dejó el tabu-

Ilustración de Mauro Gago


Mitos de héroes rete y se largó hecho una furia. Al volver a Tebas, estaba ya de los nervios. Había perdido la paciencia. En su casa, Megara le preguntó: —¿Qué tal ha ido, cariño? ¿Tienes que ir a Tirinto? Y a Hércules ya se le cruzaron los cables. Lo asaltó una ira asesina y acabó matando a todo el mundo de la casa, empezando por su mujer. Sí, ya lo sé. Este libro está lleno de cosas espantosísimas, pero es que esto… esto ya es un desmadre. Algunas historias cuentan que Hera le provocó la locura y que Hércules, por lo tanto, no sabía lo que hacía. Puede ser, pero yo creo que eso es ser muy benigno con Hércules. Ya sabemos que tenía problemas para controlar la ira. Había matado a su profesor de música con una lira. Había cortado pedazos de aquellos mensajeros de los minias. Vamos, que tampoco es que Hera tuviera que volverlo loco. Con darle un empujoncito bastaba. En fin, fuera como fuese, el caso es que Hércules se cargó a Megara. Mató a los criados que intentaron detenerlo. Sus dos hijos salieron corriendo y pegando gritos, pero él cogió su arco y les disparó, convencido, en su mente retorcida, de que eran alguna especie de enemigos. El único que se libró fue su sobrino Yolao, que vivía con Hércules desde que Ificles había muerto. El chico se escondió detrás de un sofá, y cuando su tío lo encontró y puso otra flecha en su arco, gritó: —¡Tío, para! Y Hércules se quedó paralizado. A lo mejor Yolao le recordaba a su hermano, Ificles, cuando era pequeño. Hércules siempre lo había protegido de los matones. Y cuando murió, había jurado proteger a Yolao como si fuera su propio hijo. Toda su ira se evaporó. Se quedó mirando horrorizado los cadáveres de sus hijos. Miró el arco que tenía en las manos: el que le había regalado Apolo, un arma del dios de las profecías. Y el mensaje no podía ser más claro: «Ya te dijimos que iba a pasar algo si no hacías caso». Totalmente desesperado, Hércules huyó de la ciudad de Tebas. Con el corazón hecho pedazos, volvió a Delfos y se arrojó al suelo delante del Oráculo. —¡Por favor! —suplicó. Los sollozos sacudían todo su cuerpo—. ¿Qué debo hacer para expiar mis pecados? ¿Hay algún modo de que pueda obtener el perdón? Y el Oráculo habló: —Preséntate ante el gran rey tal como se te dijo. Sírvele bien realizando los diez trabajos que él te ordene. Solo Euristeo estimará si cada uno de los trabajos ha sido realizado a su entera satisfacción. Una vez que hayas terminado con los diez, entonces, y solo entonces, serás perdonado.

Ilustración de Naomi Novik


¡Los dioses y héroes griegos relatados como nunca antes! En esta copilación de mitos y leyendas de la antigua Grecia se te dará a conocer de una forma entretenida y relajada las historias de los más grandes héroes y de los dioses que los ayudaron en su camino. La antigua Grecia fue un lugar lleno de mistisismo e incertidumbre, pero sus relatos que pueden ser fantásticos, como no, se consideran una gran parte de la cultura pop, ya sea por que se adaptó en películas, series, comics, etc. En esta serie de libros se explora la realidad de la antigua Grecia y sus leyendas, ¿Te atreves a descubrir la verdad destrás del mito?

Ediciones Libertador


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