50 sombras sobre Innsmouth Barbara Bronze
MONSTRUOSAS
1 Por el suave roce de los peces limpiadores valía la pena pagar aquel extra por la manicura más suave que le habían hecho. Tes meses después, con el vientre hinchado con pequeñas crías abisales de dientes afilados, supo el verdadero precio a pagar por unos pies perfectos. 2 La joven iniciada fue castigada de nuevo al encontrarla desnuda, con un bote de mermelada en las manos, junto al ángulo más recto de toda la cripta secreta dedicada a Tíndalos. 3 El caviar negro del pacífico estalló en sus bocas reventando sus cabezas como melones podridos. La progenie de Dagon reptó por el suelo antes de desaparecer entre las piernas de las mujeres más fértiles. 4 Las sirenas aullaron, desesperadas y en celo, mientras los pescadores de Providence preparaban las redes y se frotaban la entrepierna con impaciencia. Luego, tras la orgía, buscarían los restos de los pecios atraídos por sus gritos y que, como siempre, acababan hundidos frente al arrecife. 5 Era el señor de Kaddath y a sus pies se postraban las vírgenes de cien llanuras, esbeltas, húmedas y complacientes. Cuando lograron despertarlo de su sueño de morfina, estaba al borde de la desnutrición y el llanto. 6 La semilla de Cthulhu extendió sus proboscídeos apéndices hasta cubrir con su moco funguesco el sexo de las sacerdotisas que imploraban su atención. Un par de minutos después el desconcertado sacerdote tradujo sus palabras con la ayuda del Necronomicón: “Os juro que es la primera vez que me pasa”. 7 Tras recibir una cuantiosa herencia, James Lockheed se dirigió a ocupar la casa de sus distantes y desconocidos parientes. Por las noches era incapaz de conciliar el sueño debido al desagradable sonido que emanaba del interior de las paredes. Tanto orgasmo tenía que ser fingido, y así se lo hizo saber a una desconcertada bruja, escoba en mano, que no sabía bien si su plan para ahuyentarlo había salido como tocaba. 8 Cena y sexo. La noche ideal de un gul en el cementerio un sábado por la noche. Si no tienes mucha hambre incluso puedes repetir con las sobras en el mismo ataúd a la noche siguiente.
9 Al sacerdote de Yog-Sothot le molestaba sobremanera esa nueva hornada de jóvenes vestales que acudían al sacrificio con las mejillas sonrosadas y disfrutaban siendo penetradas por enormes penes de madera sacra, golpeadas con saña con látigos de cuero y atadas de mil formas con nudos indescifrables frente al altar. No hay nada peor que ponerse de moda. 10 Dicen que más allá de las montañas de la locura viven unos seres con forma de vagina monstruosa, pero todos los que sobreviven a su encuentro dicen que son como barriles con alas. Prefieren ser tomados por borrachos a volver a recordar aquel preciso momento en que... 11 El reanimador fue a echar unos polvos. 12 La cabra negra del millar de retoños explotó en un mar de semillas sobre sus sacerdotes. Se lamieron unos a otros mientras ronroneaban como gatos en celo. Lo que no sabían era que aquello era aliño para hacerlos más sabrosos a los ojos de su hambrienta progenie. 13 El orgasmo de un primigenio volvió locos a los dinosaurios de tal forma que copularon hasta el agotamiento poco después de la llegada del metorito. 14 El poder del caos nuclear cristalizó la ciudad. Azatoth escogió personalmente las figuritas de humanos follando para su colección privada. 15 Por el camino de Innsmouth las jóvenes de rasgos exóticos saludan a los extranjeros levantándose la falda. Muchos se detienen con una sonrisa en los labios que se les transforma en mueca al comprobar la longitud de los tentáculos que anidan bajo sus bragas de encaje. 16 El viejo H. P. cerró bien las puertas de casa, revisó las habitaciones para comprobar que nadie se hubiera escondido en ellas, corrió las cortinas para evitar a los vecinos, encendió la chimenea, apartó las cartas pendientes, consiguiendo por fin, un momento de tranquilidad. Y se la cascó a dos manos.
17 La joven bibliotecaria recibió un inusual tratamiento por parte del joven galán de ojos protuberantes que contenían un océano de lujuria. La invitó a cenar, luego al cine, la llevó a casa y la dejó allí, húmeda, cachonda, y con los labios en forma de fresa esperando alguno de los tres penes que le había enseñado en el coche. 18 -Te vas a comer todo el bacalao -le dijo su tía al joven Lovecraft- y luego, el pescado. 19 Pocos días antes de la esperada ascensión de Cthulhu de las profundidades de la vieja Lemuria, un islote desconocido surgió del océano, atrayendo a pescadores y curiosos. Poco podían saber que era en realidad su erección matutina. 20 El símbolo arcano protegió al sacerdote de la orgía provocada por cientos de pequeñas ninfas acuáticas de cuerpos perfectos que cabalgaron encima de los aldeanos durante horas, llevándolos al límite del placer y alargando su consciencia al más puro nirvana sexual. Para su desespero, cuando pudo borrarlo del suelo todo había terminado. 21 El sumo sacerdote de Dagon descubrió indignado que sus rituales secretos formaban parte de una exitosa novela erótica de gran éxito entre mujeres de veinte y cincuenta años. Ahora dirige una academia de seducción e insiste en ser llamado Daddy D. 22 Le gustaba mirar por la ventana y observar cómo se besaban, animales rabiosos en celo de penes enhiestos y vaginas supurantes. Le gustaba escuchar sus jadeos, gemidos y gritos a medio camino entre el placer y el dolor. Por eso le daba pena interrumpirles para terminar de embalsamarlos. 23 El granjero se hizo millonario gracias a aquel meteorito que cayó del cielo a su pozo. Bien machacado, en forma de fino polvo, funciona mucho mejor que el cuerno de rinoceronte a la hora de satisfacer a las damas. 24 Muchos le llamaban el Ser en el Umbral. Aquel que espera. La Figura en la sombra. El que acecha en la oscuridad. Los policías de Providence, sin embargo, tenían sus huellas dactilares y una orden de busca y captura por voyeur y exhibicionista.
25 El anciano sacerdote no pudo evitar que el avezado investigador encontrara su más preciado secreto, aquel libro de cubiertas realizadas en piel humana, oculto bajo el altar sacrificial, envuelto en un paño santo, cerrado con una cerradura de oro y que escondía su revista porno favorita. 26 El híbrido de humano y pulpo que montaba a la joven vestal comenzó a dudar de su virginidad cuando logró con asombrosa facilidad darse la vuelta entre tres de sus penes con dos más en la boca, encajar perfectamente culo y vagina, masturbarle con la mano derecha y agitar en la otra un martini al que daba sorbitos entre bukake y bukake. 27 Vino de una galaxia lejana para compartir el evangelio de los dioses primigenios y de paso cambiar radicalmente el concepto que teníamos de la postura del misionero gracias a sus diez tentáculos filiformes. 28 El sumo sacerdote contempló con desencanto que el fruto prohibido del vientre de su hermana, hija de hermanos, primos, padres y abuelos, mezclados entre sí con desenfreno y decadencia, se había convertido en toda una lozana y atractiva jovencita, sin rastro alguno de endogamia. Maldita genética. Tendrían que empezar de nuevo para conseguir un mesías, pensó, mientras se quitaba la toga y la joven esperaba su destino, bien abierta de piernas, en el potro. 29 El viejo investigador descubrió por fin qué significaban aquellas extrañas inscripciones y dibujos que referían a matemáticas no euclidianas y a otros planos de la geometría más allá de lo cognoscible. Era un kamasutra cuyas posiciones no sólo requerían de la elasticidad de un yogui, también de la mente desquiciada de un loco y la lujuria incontenible de una ninfómana. Bien, se dijo, estirando un poco contra la mesa, nunca es tarde si la dicha es buena. 30 Herbert rebuscó entre las tumbas hasta dar con la adecuada. Pala en mano, extrajo el ataúd recién enterrado y con un golpe maestro, rompió su tapa. La chica embalsamada casi cayó en sus brazos. Más tarde, cuando su formula reanimadora la recuperó de entre las sombras, exigió su máscara de cuero, el látigo de siete colas que siempre la acompañaba y sus botas de tacón de acero, para sorpresa de Herbert que lo único que buscaba era alguien con quien compartir una taza de té y, si acaso, una buena partida de bridge junto a la chimenea. 31 Pickman terminó de pintar su pin-up favorita, de largo pelo negro, sonrisa infantil, bragas de cuero y fusta corta, lamiendo con ansia un dildo de proporciones claramente antinaturales. La gente le preguntaba de dónde sacaba esas imágenes y el contestaba invariablemente que era todo producto de su imaginación. Cómo decirles la verdad y convencerles que cada dibujo que terminaba cobraba vida y, sin que él pudiera hacer nada, le sodomizaba con aquellos instrumentos. Cómo decirles, entonces, la razón por la que no dejaba de dibujar.
32 El anciano pasó una nueva página del Necronomicón. -Y ahora, joven Ward, debes agarrarme el miembro viril con mano firme, agitarlo y luego llevártelo a la boca... -¿Pero seguro que pone eso en el libro? -Vamos a ver, ¿tú sabes leer árabe y latín medieval? -Pues no... -Pues eso. Para atravesar los reinos y conseguir la llave de plata primero hay que hacer algunos sacrificios muchacho. -Sí, pero... -Ni peros ni nada. Agáchate y ya te diré cuándo parar. -Iä Cthulhu -comenzó a recitar el viejo- Iä Cthulhu... SHUB NIGURAAAAAAAAAHHHHHTH. 33 Harto de tanto seudópodo fálico, tanta baba lubricante y la lujuria animal constante, el pulpo abandonó la bañera donde el sacerdote todavía sonreía tras la última orgía, salada y prohibida. 34 La presencia fantasma sospechaba que el ente invisible con el que cohabitaba le engañaba con una manifestación demoníaca, pero nunca vio nada fuera de lo normal. 35 Los habitantes del bosque tienen todos la misma cara desaliñada, adormecida y animal. Fornican entre ellos sin importar edad o grado de parentesco. Los honrados ciudadanos del cercano pueblo aborrecen sus costumbres, pero en ocasiones alguno se deja ver por entre los árboles, moviendo el culo y haciéndose el interesante. 36 Tras una semana atrapado por las brujas, el joven investigador logró escapar del sótano donde le tenían retenido y, lanzándose sobre una de las escobas, trató de levantar el vuelo, imitando la magia de aquellas novias de Satán. En el hospital tardaron una hora en sacarle el dildo de madera del culo y luego prometió no volver a lamer sapos nunca jamás. 37 El Yith atravesó de nuevo el tiempo y el espacio antes de robarle el cuerpo a la joven vestal que esperaba la mortificación semanal a base de hierros candentes, bondage extremo y spanking maestro. Al notar la presencia del ser extraterrestre, el sacerdote levantó el látigo y enarcó una ceja con cierto sarcasmo. -Tú no vienes aquí para conquistarnos, ¿eh?
38 Volvió a observar aquella inusual geometría. La curvatura parecía perderse en la nada, pero sin embargo la base formaba un ángulo recto perfecto. A menos que se moviera, entonces ese vértice no parecía encajar en absoluto con las nociones que le habían enseñado en la universidad. ¿Cómo conseguía esa doble curvatura en la base, que oscilaba a medida que se hacía más y más alta? Su mente no podía comprender los detalles que rodeaban esa estructura y se sintió desfallecer. Un ligero cachete en la cabeza lo devolvió a la realidad. Después de todo, esa polla no se iba a comer sola. 39 Bajo las cuevas de Innsmouth las crías de Dagon crecen arremolinadas en un festín de carne verdeazulada, branquias rojizas y gritos subhumanos. Quién iba a pensar que con eso y una webcam porno los de la secta se iban a forrar por Internet. 40 El viejo indio le guió por los rincones más extraños de Nueva York. Vestido con antiguos ropajes, logró convencerle que había aprendido en su niñez los fundamentos de la magia chamánica y que eso le permitía, como en aquellos momentos, viajar adelante y atrás en el tiempo, todo gracias a un milagroso destilado que tenía allí mismo. Le invitó a probarlo y visitar tanto el pasado boscoso como el futuro dominado por los primigenios. Cuando despertó, lo único que sabía a ciencia cierta es que le escocía el culo una barbaridad y que se habían llevado su cartera. 41 El festival de primavera se desarrolló como era costumbre, con las jóvenes desnudas atadas a troncos recién cortados, hombres y mujeres copulando en el suelo como animales, el cielo inflamado en llamas, los demonios sacudiendo el inframundo, los primigenios al borde de la realidad con sus penes erectos y el universo conteniendo el aliento antes de alcanzar el orgasmo y liberar el apocalipsis. Aunque quizá para el ojo inexperto aquello sólo pareciera un montón de granjeras montadas en un tractor camino del concurso de tartas. 42 Carter descubrió el ser abominable que vivía oculto en la mansión que acababa de heredar, un constructo de limo verde, viscosidad infinita, cientos de ojos dispersos por todo su cuerpo, que se extendía como un mar calentito, amigable y complaciente a su alrededor, satisfaciendo todos sus deseos y cubriendo sus agujeros con la rudeza necesaria para no perder el interés. 43 La música de Erich Zann se abrió paso entre las brumas de la noche, hincando de rodillas a la joven inquilina que sintió crecer en su interior un deseo enfebrecido que la humedeció de anticipación mientras su mente consciente trataba de rebelarse ante aquella aberración que poco a poco se definía ante ella, como un portal a una dimensión llena de horrores sin igual y raeggetón a todo volumen a las tres de la madrugada.
44 La elegida para el sacrificio se resistió a su destino con fiereza, debatiéndose enfervorizada como una leona hambrienta cada centímetro de camino al altar de los honores. Cuando llegó allí se le realizó, como es tradición, la prueba de la virginidad. El resultado horrorizó a los presentes y avergonzó a su familia. No era de extrañar tamaña resistencia. Los había deshonrado a todos. Seguía siendo virgen. 45 Las chicas del Dr. Muñoz olían a amoniaco, estaban frías y apenas se movían, pero algo en sus ojos le decía que no estaban del todo muertas, como si su consciencia siguiera atrapada allí, bajo el influjo de un frío sobrenatural. En cualquier caso era mejor que follar en la morgue, así que nunca le pidió que le devolviera el dinero. 46 Abdul Al Hazred estranguló a su última amante mientras todavía empujaba frenéticamente dentro de ella, le gustaba sentir los músculos contrayéndose en un último espasmo final. Luego anotó su nombre en el libro negro que guardaba junto a la mesita, con una completa descripción de las aberraciones que había cometido con ella. Tenía que buscarle un nombre bonito a aquella libreta donde apuntaba la lista de los nombres de las chicas muertas. 47 Cómo decirles a los campistas que los frondosos árboles del bosque cercano a la frontera con Canadá donde habían pasado los últimos días, acampados a su sombra, comiendo de sus frutos y trepando por sus ramas, eran en realidad los penes de Nyarlatothep. 48 Los marinos se vieron arrastrados de forma inevitable contra el arrecife, atraídos por el canto sensual y húmedo de las sirenas. Para su desgracia, aquellos que sobrevivieron al naufragio, llenos de cortes y medio ahogados, fueron escogidos para llevar en su interior una camada de huevos recién puestos que pronto reventarían en su interior. Uno, sin embargo, apenas se molestó y llegó a decir que le recordaba a llevar unas bolas chinas bien gordas. 49 El ser de cuerpo de barril con alas -que a Carter le recordaba a una vagina gigante- señaló la puerta prohibida. -Al otro lado de este umbral, allí de donde yo vengo, se extiende la gran biblioteca del universo, donde el conocimiento se hace carne y la información se transmite con el arte del contacto más íntimo, en una comunión de mente y cuerpo que los de tu raza no alcanzan a comprender. -Así que o te la chupo o no me cuentas cómo salir de las montañas de la locura. -Exacto.
50 Las sombras sobre Innsmouth se hicieron más oscuras a medida que el día del sacrificio se acercaba. Sus habitantes, de piel gris, ojos acuosos y mirada vidriosa, apenas salían de casa, encerrados ante aquello que tenía que suceder. Los animales abandonaron las calles y las granjas, ningún pájaro, ni siquiera el poderoso albatros, sobrevoló su costa llena de arrecifes traicioneros. La secta del poderoso Dagon jamás había conocido tales cotas de poder desde su desaparición en la antigua Lemuria. Nada ni nadie podía evitar la concepción del nuevo mesías, esperado durante centurias, y que traería de nuevo la era del océano. La mujer pez fue ofrecida al joven Carter que, bajo el influjo de Hypnos, copuló con ella durante tres días y tres noches, ejecutando todas las posturas que el árabe loco dejara escritas en su libro y muchas de las cuales poseían el poder de plegar el universo entre el pene y la vagina. Sin embargo, nada sucedió. Pasaron las sombras y el día retomó su dominio. Las gentes volvieron a pasear y los animales aparecieron como si nada hubiera pasado. Carter vendió la casa y volvió a Boston. En cuanto a la mujer pez, ahora escribe literatura erótica y vive en Nueva Inglaterra en una casita junto al mar. Sus libros, autopublicados en Amazon, tienen gran éxito entre las mujeres de más de cuarenta años con branquias.