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MARZO 2017
TRUMP VS LGBTTQ Por Gary Homs Donald Trump en la Convención Nacional Republicana celebrada en Cleveland, Ohio apoyo abiertamente los derechos de los homosexuales diciendo: “Haré todo lo que esté en mi poder para proteger a nuestros ciudadanos LGBT de la violencia y la opresión de una odiosa ideología extranjera”,
“Matrimonio entre hombre con hombre y mujer con mujer es del Diablo, y no tiene espacio en Estados Unidos, Estados Unidos le pertenece a Dios.” –Donald Trump
La petición de Trump, en su discurso ante la Convención Nacional Republicana, de que se proteja a la “comunidad LGBT” fue un punto de inflexión para el Partido Republicano: la primera vez que se ha planteado el tema en un discurso para aceptar la candidatura republicana a la presidencia. Pero ese momento fue opacado por sus acciones, una vez asumió el poder, poco después eliminó del sitio oficial de la Casa Blanca, la página sobre los derechos de la comunidad LGBTT en Estados Unidos. Esta página fue creada durante el gobierno de Obama para destacar los logros legislativos importantes en esa materia, las victorias históricas de los tribunales y los cambios trascendentales en las políticas para las personas gays y transexuales. Las designaciones para su gabinete de individuos con historiales en contra de nuestra comunidad son indicios de que a Trump le importan un bledo nuestros derechos y seguridad, ejemplo fiel, es el duro golpe a la norma que estableció el Departamento de Educación en el 2016 al eliminar las protecciones impuestas para acabar con la discriminación de estudiantes transexuales en las escuelas de Estados Unidos. Trump es una amenaza grande, nosotros como colonia recibimos directamente las malas decisiones que este señor y su gabinete decidan sobre nuestra comunidad ¿Donde quedó su discurso de protección? En estos momentos tenemos que aunar fuerzas y LUCHAR JUNTOS. Una publicación de
Indice TRUMP VS LGBTTQ: Gary Homs
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RESOLUCIONES 2017: Luis José Juarbe, J.D.
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Más rollo que película: Julian Álvarez
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Crónicas de las letras rojas David Caleb Acevedo
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La Cámara de Comercio
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Entrevista a Ivelisse Nieves
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La Ysla que yo conozco Ariel Orama López
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Leroy Mariana Monclova
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Entrevista a Yaizamarie Figueroa
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Chico JULIO V. NUÑEZ
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Gary Homs Director Editorial NOTA ACLARATORIA: Esta publicación tiene como obgetivo ofrecer perspectivasindividuales sobre temes de actualidad. Las opiniones expresadas no representan necesariamente la opinion de todo el equipo de trabajo involucrado en el desarrollo de esta revista ni de los clientes que se anuncien.
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JJ Pérez-Velázquez Director de Redacción y Diseño Yariel Pérez Gerente de Mercadeo Leslie Ann Álvarez Gerente Circulación Julio V. Nuñez Asesor y Relasiones Públicas Tony Negrón Webmaster Erick Estrada Hdez. Creativo innovation design
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stamos comenzando un nuevo año y es precisamente en los primeros 3 meses que empezamos a olvidar nuestras resoluciones, perdemos motivación y dejamos todo atrás. Entonces llega en diciembre el arrepentimiento y la frustración, y preparamos nuevamente una lista de resoluciones para el siguiente año, pensando que esta vez sí cumpliremos. Sin embargo, volvemos a fallar año tras año, perpetuando este círculo vicioso. Un amigo me comentó una vez en tono de broma que iba a montar un gimnasio a principios de año, pero lo transformaría en pizzería desde mediados de marzo. Irónico pero muy cierto, los gimnasios se llenan los primeros meses del año y va disminuyendo la asistencia cada mes. Y es, precisamente, porque por naturaleza, olvidamos el rumbo y preferimos lo fácil, y buscamos satisfacciones a corto plazo, que tienden a ser las más efímeras. Entre las resoluciones más comunes están: bajar de peso, comenzar un negocio, mejorar nuestras relaciones de pareja, viajar a determinado lugar, pasar más tiempo con la familia. ¿Te identificas con alguna? ¡Buenas noticias! Todavía estás a tiempo de mantener el ritmo, y si ya perdiste la motivación, recuperarla y cumplir tus resoluciones de este 2017, para que así, al final de este año puedas establecer nuevas metas para los años subsiguientes, y cumplirlas también. Pero tienes que tener voluntad de cambio y organizarte bien. Sé cómo te sientes, y sé también cómo te sentirás luego de lograr esas metas. Yo he estado ahí también y quiero ayudarte a llegar al siguiente nivel. Para comenzar, debes ser realista. Aunque es muy positivo pensar en grande, lo recomendable es que, al principio, establezcas metas pequeñas y fáciles de alcanzar, para luego ir por otras mayores. Muchas veces nos imponemos objetivos difíciles de alcanzar y terminamos frustrándonos.
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¿Cómo vas con tus resoluciones del 2017? E
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Por el contrario, con metas más fáciles de alcanzar lograremos más y mejores resultados. La satisfacción de lograr metas es maravillosa y te motivará a llegar cada vez más lejos. A continuación, varias recomendaciones para que puedas celebrar en grande este próximo diciembre: • Establece tus metas por escrito en un lugar donde puedas encontrarlas diariamente. Probablemente, en el pasado no escribiste tus resoluciones, y si lo hiciste, perdiste el papel. Esa es una de las principales razones por las cuales no cumplimos con ellas. Nuestra mente necesita visualizarlas de manera tangible, para actuar. Lo más sencillo y práctico es escribirlas en papel, pero si eres más orientado a la tecnología, puedes hacerlo en tu computadora, teléfono o tablet. Lo importante es que estén en un lugar (físico o virtual) donde las puedas encontrar fácilmente para leerlas diariamente y recordarlas. Si ya perdiste el papel con tus resoluciones 2017 o no las escribiste, no te preocupes, vuélvelas a escribir. Comienza de nuevo. Como te dije: TODAVÍA ESTÁS A TIEMPO. • Establece un plan. El autor del conocido libro El Principito, Antoine de Saint-Exupery dijo: “Una meta sin un plan, es sólo un deseo”. Y así mismo es.
Por: Luis José Juarbe, J.D.
METAS
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• Crea un collage de metas y sueños. Prepara un papel y recorta imágenes con las cosas que anhelas: el carro que deseas manejar, el viaje que quieres realizar, la casa de tus sueños, el restaurante donde quieres ir a cenar con tu pareja. Debes verlo en las mañanas, y cuando sientas que estás perdiendo la motivación. Esto te ayudará a visualizar claramente y afianzar en tu mente que es posible. • Levántate temprano. Aunque no todo el mundo rinde mejor en la mañana, es una práctica muy común de las personas exitosas, y que cumplen con sus objetivos. Te rendirá más el día y podrás aprovechar el silencio y la paz de las primeras horas del día. Una sugerencia para aprovechar ese tiempo es cultivar tu intelecto con un buen libro. • Cuestiónate. Pregúntate cuánto te está costando a ti y a tu familia el no cumplir con esas resoluciones y metas, y visualízate disfrutando de los beneficios y la sensación de triunfo de haberlas cumplido.
Al igual que en los coach deportivos trabajan para lograr el mayor rendimiento de un atleta, un life coach puede ayudarte a alcanzar el máximo de tu potencial.
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• Utiliza la tecnología. Existen aplicaciones gratuitas excelentes que te pueden ayudar a organizarte. Yo utilizo Trello, One Note y Google Keep. También Evernote es muy utilizada y efectiva. En muchas de ellas puedes programar recordatorios para no olvidarte de tus asuntos pendientes, o incluso escribir frases motivacionales para que aparezcan en distintos momentos del día, las cuales te ayudarán a sentirte mejor. Puedes ir probando qué aplicaciones o combinación de ellas se ajusta mejor a tus necesidades particulares.
• Contrata un coach. Aunque para algunas personas parezca un lujo o gasto superfluo, es la mejor inversión, porque inviertes en ti. No es casualidad que personalidades de gran éxito, como Bill Clinton, Oprah Winfrey, Leonardo DiCaprio y Hugh Jackman, utilicen los servicios de un coach para ayudarles a potenciar sus talentos y habilidades y así lograr el máximo en sus respectivas carreras. Un coach certificado te brindará las herramientas ideales, de acuerdo a tus necesidades particulares. Recuerda que no todos funcionamos de la misma forma. Al igual que los coach deportivos con los atletas, tu life coach te apoyará en el logro de tus metas, brindándote la motivación que necesitas y ayudándote a maximizar tus fortalezas. Ha llegado el momento de comenzar tu transformación hacia una nueva era llena de logros, donde estarás en una constante evolución, mejorando día a día. ¡Deja a un lado las excusas y comienza ya! * El autor es empresario en el sector de las comunicaciones, así como Life y Business Coach Certificado. Puede ser contactado para sesiones presenciales o virtuales, a través de ljuarbe@grupojuarbe.com Calce Foto 1
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• Si quieres alcanzarlas, tienes que establecer un plan, lo más específico posible, con acciones que realizarás cada día para lograrlo. Recuerda que debe ser sencillo para que puedas cumplirlo, y tenerlo en un lugar accesible, para que puedas utilizarlo como referencia constantemente.
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Más rollo que película S i alguien defiende a los dominicanos de los comentarios y atropellos xenofóbicos, soy yo. Tengo varias razones. La primera, a mis trece años conocí a una dominicana, que hoy a mis cuarenta y tantos, es una de mis mejores amigas. Segundo, una de mis mejores aventuras la viví de la mano de un dominicano, a quien todavía aprecio mucho, a pesar que esa relación no trascendió después de aquella noche.
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Sin embargo, anoche, muy a mi pesar escuchaba como un dominicano despotricaba todo su coraje o su prejuicio hacia los machos boricuas. Yo nada decía porque en verdad la conversación no era conmigo. Escuchaba de entremetido, pero para mi sorpresa, este dominicano –que estaba en palestra frente a tres chicos más, uno de ellos se veía evidentemente interesado en él y era boricua- se hacía pasar por cubano, no sé si en broma o en serio. Tal vez por mis gestos, uno de sus receptores me arrastró hacia la conversación haciéndome un comentario de lo que el hombre estaba comentando. Sonriendo le dije que mejor no argumentaba nada.
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El dominicano me escuchó. Atravesó unos pasos por detrás del que estaba interesado en él y cruzó hacia mí hablándome con una familiaridad como si fuéramos conocidos. Con su brazo me llevó al grupo, porque entiendo que necesitaba más audiencia para su foro. Aunque domina bastante la ausencia de un acento marcado dominicano, todavía los vestigios de su raza se cuelan sobre todo al finalizar cada oración. Comenzó a cuestionarme, haciendo una clara analogía que la comida cubana –arroz congrí- era mejor a la nuestra y le respondí amablemente que prefería el arroz con gandules -como decimos popularmente- para que entendiera la entre línea y el chico que se babeaba por él, me aclaró que era dominicano y le dije que lo sabía. Mi paciencia que es de metro cortito, comenzó a encogerse ante sus comentarios intentando negar su procedencia. No pude callar por mucho tiempo, diciéndole:
“El clavo no cree en el martillo antes de que lo golpee” Julia Álvarez
–Tú eres como los homosexuales que dicen ser bisexuales porque piensan que lo segundo es menos malo que lo primero. Dices ser cubano porque crees que, para los puertorriqueños, es mejor que ser dominicano, pero el problema lo tienes tú en la cabeza -señalándome con mi dedo anular la sien. El que me hizo inicialmente el comentario, concordó conmigo y el que supongo que planificaba llevarse al dominicano, me miró algo sorprendido. El otro nunca se inmutó con nada, ni sé con quién estaba, o mejor dicho dónde estaba porque evidentemente no era allí. El chico dominicano que es moreno, bajito, de cuerpito trabajado y creo que es bastante guapo, sin ser el último libro del estante, me dijo una frase que captó mi atención inicialmente, porque confieso que me pareció muy ocurrente. –Los boricuas son más rollo que película.
–¿Cómo así? -quise saber. –Tú sabes las películas de antes, que no eran devedés, que tenían estos rollos –Sí, a la cinta te refieres. –Sí, pues eso, que todos los boricuas que he conocido son más rollo que película. –Entendí la analogía, lo que todavía no comprendo es porqué lo dices. –Porque todavía no he conocido un boricua que lo tenga grande, que me rompa el culo. Los dominicanos no. Los dominicanos todos lo tenemos grande. Lo confronté fingiendo preguntarle confundido si él no era cubano. Él sonrió inmerso en su propia confusión de identidad caribeña y ante su silencio volví a tomar la palabra. Me indigné, pero también me reí. Me encanta que me sucedan estas cosas. Lo que todavía no sé es cómo el que estaba interesado en él, lo continuaba estando, por lo menos hasta el momento que me marché. Le dije inicialmente que su aseveración era un disparate, porque había estado con un dominicano que para las referencias que había tenido hasta ese entonces –y que todavía tengo- no lo tenía grande, pero que a pesar de eso, ha sido una de las experiencias más placenteras que he tenido porque hubo un esmero en el proceso, antes, durante y después. Todavía recuerdo el despertar la mañana siguiente, su detalle, cosa que lo convertía en una película. El boricua que lo pretendía se percató de mi tono e intentó persuadirlo de que abandonara el tema porque el ambiente se condensaba. A él no le importaba porque creo que se engrandecía, tal vez vengándose de las veces que como dominicano ha sido humillado por mis compatriotas. Continuó entonces detallando de manera pueril las decepciones y los desencantos boricuas.
A veces pienso que en este ambiente lo que sucede es que nos quedamos enredados en el ¨rollo¨ sin saber cómo salir de él, sin poder encontrar la película. Me percaté de la inutilidad de mis palabras. Me despedí verbalmente de todos y fui caminando a buscar mi carro sonreído, pensando en la conversación que dejaría tras mi partida. Ya de camino a casa, en plena carretera casi volando, concluí que todos somos fruta verde en algún momento. Sólo que algunos se pudren sin llegar a madurar. 17 de noviembre de 2010. 5:25am
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–¿Tú sabes por qué no has encontrado la película con un boricua, amigo?
Él se me quedó mirando, supongo que callando lo que hubiese querido decirme. Creo que no a todo el mundo se le hace tan fácil decir lo que piensa como a mí. Le confesé que, a mi edad, nunca me había arrepentido de haber estado, acostado o despertado con alguien y eso no significa que no me haya equivocado, pero eso ha sido posible porque hace mucho que tiré el rollo para ver la película en la gente. Y es verdad, nunca he sentido vergüenza de haber tenido relaciones con nadie. Siempre en mis aciertos y decepciones con otros, ha rodado la película.
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Nadie hablaba ni reaccionaba a sus floridos y pensados cuestionamientos. Ante la ausencia de palabras de los demás, me vi en la obligación de seguir hablando con el chico.
–A ver, ¿por qué? -cuestionó en un tono de reto. –Porque tú también eres rollo. Y no se puede ver la película sin dejar de ser rollo. No puedes encontrar en los demás lo que tú no tienes. No tiene que ver con boricuas, con dominicanos ni cubanos. Tiene que ver contigo.
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Bajas Pasiones
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Por Dr. Cristian De Mattia-Moro ovela pensada, analizada, estudiada escrita por Luis Daniel Estrada-Santiago quien; como si fuera su mejor obra de arte y, a la cual iba a pintar con tanto sentimiento nos la entrega para que podamos disfrutarla. No me refiero a los sentimientos que una vez le llevó a escribir sus otros trabajos; aquí se nota que hubo horas de desvelo, de odio, de broncas, de amores, de penas y de angustias con sus personajes “Abrió el candado del portón de la marquesina y entró. Lo cerró nuevamente como de costumbre y subió los tres escalones que conectaban con el balcón. Allí nuevamente introdujo la llave en la cerradura de la puerta para entrar a su casa. La abrió y volvió a cerrarla una vez estuvo en el interior”. Su rompecabezas comienza. Nos invita a entrar, pero nos cierra la puerta detrás, con tres escalones en el balcón. Con tres historias, que si decidimos continuar con la lectura, él nos atrapa en la casa de ellos, en sus vidas, en sus mentes. A partir de tres historias, sabemos como lectores que no tenemos modo alguno de salir de ellas. Seguiremos sumergidos para entender quiénes son ellos La novela cuenta tres historias, unidas por un narrador que desconocemos, pero que a su vez lo ignoramos. Igual que la gente ignoraba los sentimientos de los personajes. El narrador es tan presente, pero a nosotros como lectores no nos interesa él para nada, pero sin su presencia, los demás tampoco existirían. Intenta no ser un juez con respecto a lo que sabe de cada personaje. Entendemos también que en la manera de narrar las historias en ocasiones es más fuerte y nos obliga a hacernos jueces. Sabremos quién ese narrador al final, y porqué nos cuenta la intimidad. Al final entenderemos que él es tan
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Ángel, que al comienzo Luis Daniel lo llama Angelito. Le tenemos ternura, admiración, respeto, lástima, bronca, impotencia. ¿Producto de una sociedad o víctima de ella? Pero por momentos en el desarrollo de su vida es al que menos entendemos, o aceptamos; porque no le vemos razón a su manera de vivir. En realidad, a ninguno de los personajes, creo que como lectores podemos entender en la manera que eligieron vivir, o los caminos a seguir. Buscamos justificarlos desde el comienzo con las experiencias de vidas que tuvieron, pero al final nos convertimos en jueces como toda la sociedad. Luis Daniel se encarga, que sutilmente nos convirtamos en jueces, porque no habrá ningún lector que termine el libro que no diga que hubiera hecho en cada situación en la vida de ellos. O sea, somos tan cómplices de la sociedad como victimarios, sin ninguna duda. Melissa, es otra mujer producto de una sociedad estereotipada, absurda, grotesca. Ella sí que es el reflejo de quienes somos socialmente. Melissa, la Fea según sus propios ojos, o los ojos de la gente que era más fea que ella para juzgarla. ¿Qué es ser Feo? ¿Qué es ser lindo? Somos seres humanos y la belleza pasa por otro lado, más allá de donde los ojos puedan poner el valor al ser. A Melissa la justificamos por nuestro …“Hay bandito”… y al final somos peores o iguales que ella. El problema de la apariencia física de ella pasa a ser secundario después, claro nunca lo será para Melissa. Sus inseguridades y acciones rondaban alrededor de su falta de auto estima. Las acciones en la vida, como esposa, como señora de negocios son completamente aparte de cómo ella se veía.
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parte de la vida de ellos como lo fuimos nosotros al leer sus historias de vida. Debemos entender que si defendemos algunos de sus actos, nos hacemos cómplices de ellos. Si los juzgamos, nos hacemos cómplices de la sociedad que a lo mejor es tan culpable como ellos. Por eso, Luis Daniel nos cerró la puerta con llave al entrar en la casa de Marisol al comienzo. No tenemos salida. ¿Ellos la tenían? ¿Quiénes somos nosotros para decidir eso por ellos? Porque simplemente al final del día “somos los arquitectos de nuestros propios destinos”. Pero, es tan fácil ver las cosas desde afuera. Nosotros tenemos la posición más cómoda como lectores, solo observamos, juzgamos y decidimos lo que hubiéramos hecho en una situación así. Sabemos, que al final del día, valiendo las diferencias y circunstancias podríamos haber cruzado esa línea de ser tan bajos como ellos. Interiorizándonos un poco en la individualidad de los personajes, comenzamos con Marisol. Ella representa la soledad, el odio, el rencor, el amor, los celos, la venganza, o simplemente una niña, o mujer que vive como mejor sabe, y siempre piensa que sus acciones son las correctas. Porque a diferencia de los otros personajes, ella cree que está actuando bien. No llega a sentir esa culpabilidad como los otros, que a pesar de saber que estaban mal, juraban cambiar, pero no lo hacían. Será porque conocemos tantas “Marisoles”. Y nos duele, y nos molesta. Si más de una vez somos el espejo de ella en la vida.
Luis Daniel se encargó de darnos en su obra detalles minuciosamente elegidos tales como los nombres. Por ejemplo, Marisol (Mar de soles) y yo diría “mar de tormentas”. Ángel (ser celestial) yo diría ser carnal, oscuro. Melissa (dulce como la miel) yo diría amorga como la hiel. El narrador, que nos explica desde el primer momento que vamos a leer unas historias y anticipándonos que sí vamos a juzgar, con la vara más dura, nos previene: “Mi teoría es que las bajas pasiones no se circunscriben al bajo mundo, a personas sin instrucción, a lo menos elemental las bajas pasiones están entre nosotros, alrededor nuestro, con personas educadas, aparentemente normales, como tú y como yo, inclusive en nuestros entornos”. Queda en ustedes darse la oportunidad de leer esta maravilla de novela y ser los jueces más duros que los personajes y la novela puedan enfrentar, o los abogados defensores de ellos.
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Dr. Cristian De Mattia-Moro PhD, Estudios Hispanoamericanos. MA, Estudios Latinoamericanos. BA. Lingüística y Español.
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Crónica de las letras rojas Viaje al Encuentro de Jóvenes Escritores de Iberoamérica y el Caribe dentro del marco de la FIL de La Habana 2017 David Caleb Acevedo Eïrïc Rïchter Durändal StormCrow
como maldición trumpista sobre una Isla que ya no aguanta más maldiciones y, así, evita salirse de registro. Gaddiel me acompaña; él es ese niño hermoso con sexo de burro y culito de sirena, cabello ensortijado con rizos largos de una o media pulgada de diámetro, los ojos verdes saltones y la dentadura separada de reptil; él Capítulo 1 es ese hermosísimo niño a quien amo como el hermanito menor que siempre quise y no tuve. Hemos decidido Albañiles: a cagar, que se acabó la mezcla. hacer el viaje a La Habana juntos. Esta es su segunda vez. Extracto tomado de la obra Harry Potter: se acabó Yo soy virgen. la magia, de Agnieska Hernández Díaz Recuerdo haberle dicho a alguien en los 90 que había ido par de veces a Cuba. Recuerdo el contexto, mas Tengo una relación extraña con los aeropuertos. no la persona a quien le mentí. Eran el primer grupo de Tan pronto piso uno, se me antojan las ganas de salir mexicanos que conocía en la vida, durante mi primer corriendo de mi país; pero al mismo tiempo me llega la semestre en Torre del Norte. Hablábamos animadamente ansiedad terrible de saberme cayendo en un avión roto, de los países a los que habíamos viajado. Yo me había la vejiga hinchada con el dolor que produce la gravedad, criado en Estados Unidos y había hecho muchos road hasta estrellarme en un puño de tierra que me ciega la trips con mi familia biológica. Fuera de eso, me quedaba visión para siempre; y por supuesto, la ansiedad del el viaje a Puerto Rico, que aún no tenía definido como regreso a mi cueva de juey que llamo Isla, así, con “I” duradero y cuya estadía era de dudosa fecha de mayúscula. Sentimientos siempre mezclados. Por eso, los expiración. aeropuertos se me antojan rebosantes de ―Pues, he ido a Cuba par de veces ―digo, y los literoplasma.1 Uno llega y todas las miradas federales se mexicanos me observan con asombro y admiración centran en uno, escudriñando cada movimiento, mezclados con los “¡Qué suerte!” y “¡Qué padrísimo!” de verificando que el terrorista no se salga de la composición rigor. musical límpida estilo Wagner nazi; todos tenemos un ―Cuéntanos de Cuba.
novela sea novela y no cuento o poesía, por ejemplo.
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Y yo suelto prenda de lo que había escuchado de parte de mis profesores y lo que había leído en Internet. Suficiente para una conversación. Luego pruebo guacamole del que hace Angelita, la artista mexicana, y salgo corriendo a vomitarlo en el baño. Mi asunto con 1 Término de mi creación y que he acuñado como uno el guacamole: que me dijeran que estaba hecho con el de significado doble, a saber: (1) la cualidad literaria de una más suave de los habaneros, pero sentir el picor cuando obra, eso es, lo que lo hace literatura y (2) la cualidad distintiva la cuchara aún estaba a centímetros de mis labios, sentir de un género literario; en otras palabras, lo que hace que una esa cosa verde bajar y quemar mi
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papel o un rol: las señoras negras angloparlantes se dirigen a las naciones soberanas de un Caribe pobre y, con su acción, evitan salirse de registro; el hombre blanco y obeso con su gorra de bandera confederada se seca el sudor copioso con un vulgar pasar de manos y lo lanza
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garganta para finalmente explotar en un infierno tártaro estomacal y resurgir en la más perfecta arcada que pintó un cuadro tenebroso sobre el espejo del baño. Conclusión: el guacamole es el castigo de los embusteros y ningún escritor debe acercársele. ―Es un masoquismo culinario ―me dice Angelita mientras me acaricia el cabello. Volviendo al aeropuerto: llegamos a la fila de PAWA Dominicana, en donde nos recibe una ristra de machos bellos y culones. ―Dayum, mira ese culo ―le comento a Gaddiel en referencia a un chico delgado de nalgas paradas en un cargo negro. Igual, hay un gordo barbudo de ojos cariñosos, como son cariñosos los ojos muertos de plástico de un oso de felpa. Otro, uno flaco de cejas puntiagudas y barba estilo contour nos saluda con ojos negros saltarines y sonrisa cerrada de dientes perfectos. Gaddiel asiente, pero está más pendiente de la fila. La muchacha regordeta de espejuelos y hermosa sereta de rizos nos dice que necesitamos la tarjeta de crédito con la que se compraron los pasajes en Internet, que es política de la compañía, que lo siente mucho. Que cuando uno compra los billetes en línea, el site dice en grandes letras rojas que se debe mostrar en persona la tarjeta de crédito de compra. Entonces, Gaddiel llama a su papá, Don Gaddiel Humberto, para que baje desde Vega Baja hasta el aeropuerto de Carolina y nos encuentre allí, tarjeta en mano. Qué suerte que ya Papi salía de camino al trabajo, dice Gaddiel Francisco Ruiz Rivera, hermanito todopoderoso en la fe de la ponimagia. Nos despedimos de su papá con un abrazo y un gracias por todo, y corremos hacia la fila del TSA. A los blancos estadounidenses que pueden pagar los pasan por la fila expreso y ni siquiera los registran en la máquina cilíndrica que te desnuda con la mirada. Tan pronto pasamos y nos ponemos de nuevo los zapatos, corremos hacia el portal C2.
Allí nos espera otra vez la chica regordeta de los espejuelos y rizos despampanantes. Nos desea un feliz vuelo y pasamos a la fila del túnel, en donde un agente del TSA le pregunta a un muchacho francés afrocaribeño: “What are you doing in my country?”, con la prepotencia blanca de quien se sabe parte de un imperio legalmente cruel. El muchacho se tranca y le pregunto: “Avez vous besoin d’un traducteur?”. Un TSA puertorriqueño me dice de muy mala manera: “¡Muévete!”. Gaddiel todavía está con la chica de rizos y me preocupa que le hagan lo mismo. Miro al TSA boricua con el peor gesto que logro convocar y por un segundo nos entendemos. “Por favor, prosiga”, corrige. Entonces, continúo mi marcha hacia las entrañas azules del avión, pero veo que detienen a Gaddiel y me detengo en seco. ―Caballero, por favor, no puede salirse una vez esté en la aeronave ―me dice una de las azafatas, flaca, regia y exacta. Suspiro y lo sigo, en todo momento mirando hacia atrás con la preocupación palpitándome en la manzana de Adán. Finalmente, Gaddiel llega y nos sentamos: 20A y 20B respectivamente. Tras las instrucciones de rigor, que no se entienden ni en inglés ni en español, el avión se pone en marcha, en modo de taxi. Gaddiel se queda dormido casi de inmediato. No ha dormido nada anoche por quedarse a terminar la miniserie Juana Inés de Netflix. Observo con ternura a quien he adoptado como familia natural. Sonrío porque su paz me recuerda que he hecho bien en formar familia de esta forma: divorciándome de la biológica y adoptando una familia naturalizada de amigos. Sonrío porque su paz me infunde paz y, aunque le tengo terror a los aviones, sé que todo estará bien. De todas formas, suspiro mi tradicional conjuro: “Enalpria eb efas! Enalpria ezilibats!”. Por si las moscas. ―0― Al arribo en República Dominicana, rápido nos da el bofetón de hombres jóvenes y guapos, todos negros. Aquí hago paréntesis. Recuerdo que un amigo dominicano me dice una vez que en RD se le dice “negro” al haitiano y que por más visiblemente negro que sea un dominicano,
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la negritud no existe en su autoconcepción como serhumano. Estos jóvenes culones y pechugones parecen haber sido escogidos para trabajar en el aeropuerto por su impresionante belleza física. No hay uno solo que no cumpla de sobra con los estándares de belleza impuestos por un Occidente racista y puramente blanco. Jorge se nos acerca. Camisa blanca de rayas rojas, ajustada a un cuerpo delgado pero musculoso, y apretados pantalones azul marino. ―¿Van para Aruba? ―pregunta a través de sus labios carnosos y dientes alineados, blancos como leche de coco. ―No. Vamos para La Habana ―contesta Gaddiel. ―Esperen aquí. Veinte minutos después, nos pasan al portal A3, donde nos hacen entregar nuestros boletos y pasaportes para revisión, y nos ponen a llenar las visas de entrada a Cuba, que cuestan $20.00. Un cubanito blanco y culón, de ojos, cabellos y barba negros y mirada asustada, pide asistencia para su madre en silla de ruedas. Lo observo con detenimiento, porque dejan a su señora madre botada en algún lugar del aeropuerto. Su cara de preocupación se suaviza cuando se la devuelven, media hora más tarde, en una de esas sillas de ruedas ergonómicas y futuristas de RD, que consisten en tubos azules doblados aquí y allá, a los que se les han añadido ruedas y cojines. Se ve cómoda y su hijo la abraza. Mientras Gaddiel y yo esperamos para abordar, un haitiano se pone a jugar con un niño pequeño de tez más clara. Juegan a los tambores con el pasamano de una de las paredes de cristal. Los padres del niño sonríen y el niño juega al ritmo de tambores con un perfecto desconocido. En un contexto estadounidense estandarizado, y de paso, contaminado por el trumpismo, el haitiano negro hubiese sido arrestado al momento por child molestation y los padres del niño hubieran demandado al gobierno federal y al aeropuerto. Exagero y generalizo, claro, pero es refrescante ver que se respira humanidad mientras más nos alejamos del sistema capitalista de Estados Unidos.
Al entrar al avión, nos damos cuenta de que una de las azafatas se trajo a su niño al trabajo, que se comparta como todo un soldadito durante el vuelo de hora y media a La Habana. Me recuerda cuando era pequeño y me comportaba lo mejor posible para que mi madre biológica me quisiera más. ―0― Aterrizamos en el Aeropuerto José Martí de La Habana y varias cosas me asaltan de primera intención: las enormes filas de Inmigración, luego de Aduana, luego recoger las maletas para que las olfatee un juguetón Cocker spaniel que, contrario a como sucedería en Puerto Rico, no necesita correa y, por supuesto, no encontrar un solo inodoro limpio, con papel de inodoro y bacineta para cagar. En esto último, mi pesadilla más terrible como paciente de VIH se materializa: la necesidad constante de cagar, porque los medicamentos de la condición me ayudan con el virus pero me dañan el sistema digestivo, y no tener con qué limpiarme o dónde hacerlo. La situación me remite a la escena de la novela Un viejo que leía novelas de amor, de Luis Sepúlveda, en donde el hombre se va a cagar en la selva lejos del grupo porque no quiere que sus subalternos, sobre los que se cree superior, lo vean cagar. La diferencia es que yo no me creo superior a nadie y esto solo aumenta el estigma siempre presente de ser paciente de VIH y la humillación constante que eso acarrea. En fin, me olvido del baño y me pongo a buscar a mi amigo Norge Espinosa con la mirada, a ver si lo veo entre quienes aguardan con rótulos de los visitantes que llegan al país. Norge Espinosa es una hostia en el teatro cubano. Se trata de un tipo que mide cerca de seis pies de alto, de cabello blanco,
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ojos grandes y grandiosos que te escudriñan el átomo, y cuyo humor es autohiriente, como el de los británicos. Luego de media hora, lo encontramos en el Terminal 3. Viene acompañado de Pedro, un taxista osuno de lentes oscuros y que se me antoja al paladar. Tengo que decirme varias veces que no vine a Cuba a hacer turismo sexual. En fin, rey de la mariconología cubana y fuente inagotable de la historia e historiografía de su país, Norge nos cuenta la triste historia del embargo, el periodo especial de su país y lo peligrosos que son los lugares de cruising en La Habana. Norge contacta a un taxista amigo suyo y pronto estamos de camino a su trabajo en el Consejo Nacional de las Artes Escénicas. De camino, Norge, Gaddiel y yo intercambiamos primeras impresiones de Cuba en contraste con Puerto Rico. ―Santurce es una microversión de El Vedado ―me afirma Gaddiel. ―Y Habana Vieja es tres o cuatro veces el Viejo San Juan ―sentencia Norge. Entonces, en el pájaro de las dos alas, ya sabemos que una pesa más que otra. O el tamaño de Cuba compensa por la relación de Puerto Rico con Estados Unidos. O algo así. No tengo muy claro todavía cómo nos ven los cubanos que nunca han ido a Puerto Rico y que solo saben que le hemos ganado a México en la Serie del Caribe, y quienes gustan de nuestro reggaetón (se saben las canciones de Wisin y Yandel y Don Omar al dedillo). Los cubanos que nos detienen en la calle nos dicen que los boricuas y los cubanos somos lo mismo. Tal vez lo somos. Pero sospecho que las semejanzas se pueden reducir a una mera cuestión de arquitectura colonial española. Captan mi atención los carritos llamados almendrones; eso es, los automóviles de los años 40 y 50, en su mayoría Chevrolets, que se introdujeron uando Cuba todavía tenía una relación política estrecha con Estados Unidos, antes de la Revolución. Los cubanos han aprendido a arreglar esos carros que, ya de por sí, fueron hechos para durar por una eternidad. También atisbo motocicletas de diseño
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ruso con la cabina derecha de ruedas hecha para un segundo tripulante, las mototaxis (o taxi-motoras) y las taxicletas (modernos rickshaws importados desde China y halados por un bicicletista). Me emociono y lo fotografío todo, porque siento que me encuentro no en otro país, sino en otro mundo. De hecho, pensando yo acá, La Habana es Lestallum, esa ciudad caribeña que aparece en el juego Final Fantasy XV, que he estado jugando durante estos meses y que, en el juego, muy interesantemente, funge como el último bastión de luz en un mundo estadounidense distópico y en decadencia en el que se apaga el sol. En fin, Norge termina dándonos un overload de negativismo sobre Cuba, el cual me cala muy hondo, en parte por el miedo que siempre me han infundido sobre Cuba y en parte por el intenso aliento a café y cigarrillos. Al final de su discurso quiero coger un avión de regreso a San Juan, sobre todo luego de decirnos que “Cuba es una puta vieja que te da y luego te lo quita todo. No la romantices”. Pero no lo hago. Le hablo directamente a mi pecho pulsante y le digo: “Calma. Entrégate al proceso como siempre lo has hecho. Deja que la ciudad te golpee como lo hiciste en Guadalajara”. El taxi nos deja frente al trabajo de Norge y no puedo evitar reflexionar sobre la ristra de machos bellos que hemos visto en el camino. La totalidad de los hombres heterosexuales andan con los pelos hechos con queratina, para la que gastan de 10 a 15 CUC todas las semanas y la cual, según Norge, huele a chocolate. Gaddiel me mira y gime: “¡Basta! ¡No más hombres bellos!”. Y nos reímos, porque en Puerto Rico, con esos cabellos híperproducidos y las camisitas esas que llegan hasta mitad de muslo y que parecen batitas de dormir, serían leídos como parte integral y pilar de la fauna maricona de la Isla. Por recepción hay una mujer de mediana edad sentada en una silla que ha visto mejores tiempos frente a un escritorio casi desintegrado. Nos recibe con la seriedad que ya entiendo como típica de los cubanos y que se me hace tan difícil de tolerar. Los rictus cubanos me provocan homesickness. Norge le dice que andamos con él y que estaremos entrando y saliendo durante los próximos días. ―No hay problema ―contesta la mujer. Al subir, interrumpo el silencio con una pregunta capciosa. ―Norge, ¿tendrás un baño que pueda usar? ―le pregunto, tratando de que detecte que necesito cagar con carácter de urgencia, pero sin tener que pasar por el bochorno de pedirle papel higiénico. ―Sí, claro. Al salir de la oficina a mano izquierda.
toda esa ola hippie, y ahora hípster, que arropa la Calle Loíza donde él vive. Yo le regalo un ejemplar de mi Terrarium. Ambos poemarios son muy buenos, pero reconozco que el de Gaddiel está mucho mejor logrado. Gaddiel es el poeta que yo quisiera ser cuando sea grande. Si tan solo tuviera un poco más de fe en sí mismo…
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En fin, que terminamos de hacer nuestras cosas en su oficina y Gaddiel deja allí una de las maletas que trajo en el viaje, que contiene unas cosas que su amiga Minga, de Vega Baja, le ha enviado a Marlene, su madrina santera cubana, y Marlene la irá a buscar luego, durante la semana. Norge nos pide que lo acompañemos al Teatro Trianón, donde se presentará la obra que veremos en la noche. Se titula Harry Potter: se acabó la magia, de la autoría de una amiga suya cuyo nombre sigo olvidando. Nos vamos hacia allá. De camino al Teatro Trianón, que queda entre Línea y Paseo, pasamos por la casa de Senel Paz. ―Es muy amigo mío, pero últimamente anda medio recluso. Estuvo enfermo hace poco. ―¿Quién es Senel Paz? ―pregunta Gaddiel. Es raro que pregunte. Casi siempre quien hace este tipo de preguntas soy yo, que siempre ando como despistado y tengo la maldita tendencia a mezclar nombres con rostros y obras. Gaddiel es mi pequeña enciclopedia literaria, un verdadero niño genio que ya no es tan niño, pero sí un genio. ―Es un escritor cubano. ¿Recuerdas la Antología de textos literarios de las hermanas López Baralt que se usaba en la Iupi? ¿La que tenía un tipo abrazando un libro y una luna en la portada? Él tiene un cuento allí titulado “No le digas que la quieres”. Se trata de un muchacho que está a punto de perder la virginidad con una jevota y los amigos le hacen un party para prepararlo para el encuentro.
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Al llegar, se trata de un inodoro sin bacineta (¿adónde han ido a parar las bacinetas de los inodoros de La Habana?), sin papel, cuyo botón de flush no sirve. En la esquina contraria del baño hay un cubo de agua, imagino que para bajarlo si se caga en él, y que haga las veces de bidet. Me retiro asqueado. Comienzo a sudar frío y recuerdo una historia que me contó mi único mentor varón, Moisés Agosto-Rosario, sobre su primera visita a Lagos, Nigeria, como representante de la organización Tides. Cuenta Mo que cuando él preguntó si había un inodoro que pudiera usar allá, le dijeron: “Yes, the best toilet for Mr. Moisés!” y lo llevaron a un baño en absoluta decadencia y corrupción, con un inodoro con el sucio incrustado y definitivamente nada salubre para una persona con VIH. Cuando Mo me contó esta anécdota, me dijo que lo más que le entristeció en ese momento fue que dicho baño era el único disponible en la oficina de la Asociación de Personas con SIDA. Regreso a su oficina, en donde me presenta con su crew: Camila, una muchacha blanquita de cabello oscuro corto que me recuerda mucho a Myrtha Olivares, actriz, performera y periodista puertorriqueña; un señor alto de cabello blanco y una muchacha altísima de cabellos rizos, cuyos nombres no recuerdo. ―¿Quieres usar el Internet, David? ―me pregunta Norge. ―Claro, pero por favor, en lo que me cambio el nombre legalmente, llámame Caleb. Detesto que me digan David. Entonces, me meto a Facebook y a mi cuenta de Gmail a revisar mis mensajes. No hay nada importante, así que no tardo mucho. Gaddiel le regala uno de sus libritos, Remedios crónicos para enfermedades caseras, que juega un poco con los libros de autoayuda medicinal naturópata y
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Tiene que ver con la Revolución y cómo dejó a los cubanos en el asunto de las relaciones interpersonales. Lo puedes leer y entender por qué los cubanos no sonríen. Y es cierto. Desde que llegamos aquí, nadie sonríe. Senel Paz vive en un edificio azul y amarillo. Solo eso recuerdo. La memoria me juega trucos. Hubiera querido conocerlo. Sin embargo, diez días no dan. ―0― Me explota y consume la tristeza de El Vedado. Le dicen así porque en tiempos inmemoriales (hasta “los otros días”), era un barrio de gente blanca y rica o pudiente, en donde se “vedaba” el paso de negros y gente pobre. Los guardias te paraban y te mandaban de regreso. Este territorio que, como dice Gaddiel, es un Santurce a gran escala, recuerda un pasado glorioso de abundante desarrollo económico, desarrollo que se quedó a mitad cuando cayó la Unión Soviética, y Cuba, de repente, se vio sin aliado: soga o cabra. Los edificios se yerguen a medio destruir y la falta de mantenimiento es la hora del día. Puedo mencionar, por ejemplo, a la Biblioteca de Casa de las Américas. Al edificio literalmente le faltan cantos de empañetado y se pueden apreciar varillas expuestas. Uno ve estos edificios y el abandono en que están sumidos, y no es posible evitar preguntarse cómo se mantienen en pie y qué pasaría si a La Habana la azotase un terremoto de la magnitud del que barrió con Port-au-Prince. ―Mira, lo que pasa es sencillo ―comienza Norge a explicarme―. Los cubanos vivimos en residencias que nos provee el Estado. No somos dueños de donde vivimos y, por ende, hay muy poco sentido de pertenencia. Nadie arregla nada porque todo le pertenece al Estado y persiste la visión de que es el Estado quien tiene que resolver. Y bueno, en parte es cierto. El Estado vela por los edificios históricos y la integridad del diseño original de los mismos. El problema es que como el Estado no tiene dinero, las obras de mantenimiento y renovación tardan años. Comienzo a entender a Puerto Rico y nuestra propia falta de sentido de pertenencia. Casi entiendo a la perfección por qué somos de un mismo pájaro las dos alas: estamos en un mismo barco, en extremos totalmente opuestos. Estamos jodíos, por motivos diferentes, y de la misma forma. ―0―
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Llegamos al Teatro Trianón, que se engalana con un poster maravillosamente logrado, rojo, con una mano que yergue una varita mágica a punto de romperse y que lee, en caligrafía similar a la utilizada en los libros de J.K. Rowling, Harry Potter: se acabó la magia. ―Adelante, están como en su casa. A continuación, Norge nos lleva hacia la parte lateral derecha del teatro, en donde espera Carlos Díaz, director de la obra y de la troupe Teatro el Público, un hombre jovial, gordo, calvo y muy intelectual, a quien Norge ha apodado “la niñera” por su trabajo casi exclusivo con jóvenes actores. Cuando entramos a su oficina llena de libros y de utilería, lo sorprendemos comiéndose un mantecado de chocolate con papas fritas. También está allí un muchacho alto, de cuerpo hecho todo fibra muscular, cuyo nombre no recuerdo. Él también estaba comiendo. Norge los saluda a ambos con tremendos besos en los cachetes, como para indicarnos que estamos a salvo en territorio de locas. Carlos me ve observando su comida y me ofrece. ―¿Quieres? ―No, no se preocupe ―le digo―. En realidad no estoy mirando su comida, sino a través de ella. Carlos como que no entiende y le pregunta a Norge si yo quiero un poco, como quien pregunta si este servidor sabe hablar español. Entonces, le explico con mayor detenimiento. ―No tengo hambre, no se preocupe. Que tenga buen provecho. Soy muy distraído y mi mente divaga. A veces parece que estoy mirando algo, pero en realidad estoy en mi propio mundo. Es todo. La respuesta parece convincente y entablan conversaciones animadas y amistosas sobre teatro y trabajo, y sobre la obra de Agnieska Hernández, que veremos en la noche.
―Caleb, aquí todo el mundo hace drag. Los hombres de mujer y las mujeres de hombre. Eso no es un issue aquí. ―Ah, qué bien ―es lo único que alcanzo a decir y sé que quedo como un perfecto idiota. Esto de la socialización a veces se me da y a veces no. Admito lo difícil que se me hace cambiar de códigos, de registro serio a registro jocoso. Gaddiel es un maestro en eso y lo admiro muchísimo por ello. Hasta lo envidio. Su padre lo ha entrenado bien desde pequeño, con sus chistes de doble sentido y juegos de palabras jocosos. A mí mis padres me dieron un código de rectitud moral Testigo de Jehová sumamente represivo que resultó en una mente fantasiosa que divaga mucho más de lo que piensa. Por supuesto que el estilo de Gaddiel es más atractivo y deseable. Conecta mucho mejor con la gente. Lo envidio y admiro a la misma vez. En más de una vez he querido ser más como él y muchísimo menos como yo. Pero soy tan boy scout, tan cabronamente boy scout, que a menudo pienso, y siento, que las personas a mi alrededor me ven como si tuviera un palo de escoba insertado por el culo. No están muy lejos de la realidad. ―Norge, ¿tienes un baño decente que pueda usar? ―le pregunto, haciendo énfasis con los ojos en la palabra decente, a ver si entiende que necesito cagar sin tener que decírselo. ―Hombre, claro que sí. Ven para acá. Me lleva por un pasillo que conduce a la izquierda del teatro y que hace las veces de camerino. Allí, existen dos lavamanos quebrados pero todavía funcionales, y dos inodoros sin papel y sin bacinetas. Mi pesadilla me ataca de nuevo, pero esta vez estoy dispuesto a terminar yo con ella. Con lágrimas en los ojos cierro el cubículo y me preparo para la humillación.
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Me bajo los pantalones, me agarro de la puerta y me acuclillo. A lo mejor, si me abro bien las nalgas como si fuera a coger por el culo, la mierda no manchará tanto la piel y, quién sabe, es posible que ni tenga que limpiarme. Pero luego recuerdo que si no me limpio, la mierda se incrusta en la piel y la quema. De repente me pregunto si es por eso que los cubanos no sonríen, si es que se miran a los ojos y reconocen los culos inmundos y quemados y eso les roba la inocencia o las ganas de sonreír. Sé que eso me la robaría a mí. Me lo dicen las lágrimas que me bebo mientras pujo y sale toda esa peste acumulada, todo ese desperdicio. En eso, escucho pisadas. Me asomo por debajo de la puertecilla y atisbo los zapatos de Gaddiel y de Norge. Espero un poco a que se vayan porque sé que mis intestinos harán ruido al vaciarse. Y soy malo para cagar frente a otros. Es algo que destruye el romance entre novios y amigos, porque entre amigos también existe una especie de romance frágil que subyace bajo el contrato implícito de una amistad. ―¿Todo bien, mi niño? ―pregunta Norge. ―Sí ―contesto―. Ya mismo salgo. Aparentemente contento con esa respuesta, los pasos de Norge y Gaddiel abandonan el espacio y entonces salgo, pantalones abajo, hacia el lavamanos. Me limpio con las manos lo mejor que puedo, y luego me lavo el culo con agua. Funciona. Pero no es práctico en lo absoluto. Luego viene el arte de lavarse la mierda de las manos sin jabón, frotando siempre en movimientos circulares para sacarse el olor a impudicia humana. Frotar en círculos es la clave. Boy scout survival tips. Al final, me seco las lágrimas con la camisa, me echo agua fresca en el rostro y camino con la frente en alto. Uno hace lo que las circunstancias le obligan a uno hacer. La ley de la lógica y su hermano, el sentido común, son estatutos del más alto calibre, de un orden y una jerarquía más altos, incluso, que las leyes del decoro o del Estado. ―0―
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Nos despedimos de Norge y de Carlos, y acordamos que esa noche estaremos allí a las 8:00pm sin falta. Gaddiel y yo, entonces, emprendemos la larga caminata hacia la Plaza de la Revolución, en donde nos encontraremos con Raquel y Allison. De camino vemos un superávit de machos bellos a tal punto que Gaddiel dice “¡Basta! Stop! ¡No puedo bregar!”, y nos echamos a reír porque todo en Cuba es más grande que en Puerto Rico, no solo el territorio, los macros cubanos de los micros boricuas, las pingas, los paquetes, los culos, las cantidades…
Todo es más grande y, en este momento de esta tarde tan fría y soleada (hay un frente frío ahora mismo pasando por La Habana), nos deprime nuestra pequeñez relegada a ir ganando la puta Serie del Caribe, que nos importa lo mismo que mis dedos llenos de mierda bajo las uñas. Intercambiamos maletas, ya que he cometido la soberana estupidez de traerme un bolso gigante en vez de una maleta, no muy buena idea para alguien que ha estado padeciendo de la espalda baja. Entonces, arrastro la maleta con ruedas de Gaddiel y él carga mi bolsón, hasta que llegamos a la Plaza de la Revolución y, estúpidamente, me da con sentarme en la acera. ―Permiso ―dice un militar de mala manera―. No puede sentarse ahí. Lo olvidé. En Cuba hay reglas para todo, más que nada, sobre cómo sentarse con decencia. Si tan solo aplicaran ese mismo sentido de rectitud a la hora de limpiar los baños o mantenerlos con papel higiénico, no tendríamos problemas. Me levanto de mala manera y continúo caminando y arrastrando la maleta de Gaddiel. De pronto, vemos dos figuras sentadas que como que nos miran, como que no nos distinguen, pero como que sí. Raquel saluda con su mano derecha y Gaddiel aprieta el paso. Nos damos besos, abrazos y Raquel nos presenta con Alli, una judía de Filadelfia de culo grande, caderas amplias y sonrisa fácil. Después de intercambiar los “¿cómo llegaron?” y los “¿hace cuánto están dando vueltas por aquí?, nos dirigimos al Airbnb que Alli y Raquel han alquilado y el cual también es nuestra estadía. Se trata de un edificio viejo y vetusto, como todos los de esa área de la Habana, en el cuarto piso, al cual se sube por un ascensor malcriado y asesino que te cierra la puerta en la cara si no te das prisa. Luego del ascensor, a mano izquierda, llegamos al 405, la casa de Ernesto y Juan, una pareja de gays de mediana edad que, misteriosamente, son dueños en propiedad del 405 y el 406. Una vez allí, dejamos nuestras maletas en la sala y nos metemos a bañar. Lo primero que notamos en el baño es la existencia de papel de inodoro. Lo segundo son las losetas rosadas que se elevan desde el piso hasta el techo. Lo tercero es el bidet. Nos metemos en la ducha. Gaddiel y yo tenemos esa confianza, pues el niño es el hermanito incestuoso que mi pareja y yo hemos adoptado hace ya par de años, a petición de Moisés, que me pidió encarecidamente que cuidara de
Gaddiel y le enseñara todo lo que sé, cosa que, por supuesto, he hecho. Nos tocamos, nos besamos, y Gaddiel me penetra con sus ocho pulgadas de cariño hasta dejarme la leche adentro. No logro venirme, pero eso es normal en mí. Padezco de eyaculación retardada. Una vez fuera, nos secamos pero no nos vestimos para ir a la obra. Estamos demasiado cansados. Comemos guayabas que han comprado las muchachas, arroz blanco sin sal y frijoles sin especias. Todo nos sabe divino. Antes de acostarnos, le regalo un ejemplar de Terrarium a Raquel y ella responde regalándome uno de su poemario Huequitos/Holies, que se presentará durante una de las actividades del Encuentro de Jóvenes. Entonces, ellas se van a dormir al cuarto y nosotros nos acostamos en la sala, Gaddiel en el sofá y yo en el suelo alfrombrado, con la esperanza de que el piso duro y frío haga maravillas por mi espalda baja.
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La Comercio LGBTTQ de Puerto Rico puedes llamar a su Director Ejecutivo Joey Colon al 787-407-8047. Tenemos una página de Facebook bajo su nombre. También puedes escribir al correo electrónico colonjoey70@gmail.com.
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La cámara quiere crear convenciones, eventos, incubadoras de negocios, becas para estudiantes, ayudar a las diferentes identidades sin fines de lucro, formar alianzas y crear préstamos para personas que interesan montar o modificar sus negocios.
La cámara tiene la intención de ser un centro internacional de negocios que también se conectará con otras cámaras de comercios alrededor del mundo. Queremos tener nuestra propia cámara de comercio para ayudar y proteger a nuestra comunidad. Queremos darle énfasis al comercio y mundo de negocios LGBTTQ en Puerto Rico. Somos iguales y tenemos que demostrarlo en el mundo del comercio empresarial. Este el momento de demostrar que somos iguales! Para más información sobre FREEMIND
sta iniciativa se utilizara para crear una red de negocios y comercios llenando un vacío existente en el mercado de Puerto Rico.Si eres empresario, profesional, dueño de negocio, estudiante o empleado de una corporación, la cámara quiere ayudarte y protegerte. Estamos en el proceso de identificar a profesionales de la comunidad que quieran ser parte de la junta. Esta importante junta directiva se encargara de trazar un plan de trabajo completo para las actividades y servicios de la cámara. También se comenzara a invitar personas que quieran ser parte de la exclusiva red. Las metas de la cámara son bien específicas y claras.
La Cámara de Comercio LGBTTQ te invita a ser parte de su organización.
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Entrevista a Ivelisse Nieves - Diseñadora de joyería Interés en el campo… …Desde muy temprana edad sentí el amor y la pasión por la joyería comencé a tomar clases en las diferentes áreas de arte. Siempre me gustaba ver a mi mamá y a mis tías muy bien vestidas, a la moda y con sus buenos accesorios que complementaban sus vestidos. De igual manera vengo de una familia que eran modistas de trajes de novia y trajes para niñas que hacían mi abuela y mis tías. Así que desde muy niña jugando entre telas y piedras comencé a confeccionar joyería para mis muñecas, amiguitas y uso personal con todo tipo de material que encontraba desde: resinas, alambres, cristales, acrílicos y caracoles que encontraba en la playa. Puedo decir que mis maestros fueron una perfecta combinación en lo que veía en mi casa y lo que aprendía en la escuela dejaba correr mi imaginación dibujando y confeccionando joyería y accesorios. Las prendas… …siempre he dicho que los accesorios perfectos son el complemento ideal e importante que realza la personalidad y estilo a la hora de llevar un vestido o atuendo para lucir impecable en todo momento. Inspiración… …Me inspiro en todo lo que me rodea, desde un paisaje, en los viajes que realizo, en historias y culturas; como también cuando logro conocer a la persona que esta delante de mi para crearle esa pieza de joyería que refleje su personalidad y estilo. Tendencias… …Las tendencias mayormente las puede hacer un diseñador de una idea que surge o de alguna celebridad. Gustó lo que se puso ya sea de ropa, peinado, maquillaje, accesorio o de joyería y todos quieren tener o hacer lo mismo. Las personas comienzan a demandar y a optar por ese estilo. Me gusta siempre estar educándome y buscar información sobre lo que desea el cliente.. Saber que es lo que quiere y siempre exige estar a la vanguardia de la moda. Hemos visto como la tecnología ha ido creciendo hasta en los accesorios y joyería. Es por eso que siempre es bueno reinventarse y crear todo el tiempo nuevos diseños acorde con lo que desean nuestros clientes, lo confeccionamos de acuerdo a su gusto y que no sea solo una tendencia sino que dure en el tiempo. Influencias… …Hay muy buenos artistas, diseñadores, que a través de la historia de la moda y de la joyería cada uno ha dejado marcado su estilo propio para cada época. Un ejemplo de ello lo es Coco Chanel con sus famosas cadenas y perlas, Iris Epfel con sus grandes y extravagantes collares étnicos, un Mochino con sus brillos de cristales en rhinestones y grandes cadenas, un Fendi por sus famosos collares y accesorios geométricos en acrílicos entre otros los cuales estos son algunos de ellos que me gustan. Siempre diseño y confecciono diferentes estilos. Es por eso que siempre es bueno reinventarse y crear todo el tiempo nuevos diseños acorde a mi propia inspiración creando mi propio estilo para que no solo dure por una época sino que dure en el tiempo.
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Comencé a diseñar y a confeccionar joyería para el mercado anglosajón específicamente en los Estados Unidos. Ahí fue como comencé hacerle joyería a mis amistades y a clientes y poco a poco fui abriendo camino en diferentes mercados hasta llegar a PR. He confeccionado prendas a diferentes personalidades de la televisión local e internacional y de igual manera a reinas y candidatas de certámenes de belleza. Muchas de mis joyerías han viajado el mundo y de igual manera han sido presentada las colecciones en diversas pasarelas tanto locales como el Puerto Rico High Fashion Week, South Fashion Week Puerto Rico Fashion IN entre otros y en pasarelas internacionales como: el Mercedes Benz Fashion Week en El Paso Texas, el Latino Fashion Week en Chicago, Discover Your Beauty en Orlando Florida, Plitz New York City Fashion Week, Virginia Fashion Week, Republica Dominicana Fashion Week, entre otros. Además de ser retratada mi joyería para diferentes medios de comunicación como revistas, periódicos y programas de entretenimiento también ha servido de complemento para los vestidos y colecciones de los diseñadores internacionales como Rosita Hurtado, Samy Gicherman, Claudio Milano, Reinaldo Álvarez, Juan Colón entre otros. Por ultimo… ¿Con quién te gustaría trabajar? -Me gustaría trabajar con Jennifer López, amante de la moda y de la joyería. ¿Qué piensas de tus diseños? -son únicos y exclusivos ¿Cómo defines tu estilo? -Versátil y diferente ¿Qué le aportas con tu trabajo a Puerto Rico? -la industria de la moda en Puerto Rico debe seguir creciendo para que aporte a la economía y desarrollo de mi país. ¿Qué haces en tu tiempo libre? -Ir a la playa y viajar tanto dentro como fuera de mi país.
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…Lo más que recuerdo en mis comienzos es la simplicidad en la joyería al diseñarlos y confeccionarlos siempre creando diseños únicos y exclusivos. Hoy puedo decir que puedo crear diferentes estilos de joyas y accesorios desde conservadores hasta vanguardistas. Para todos los gustos y para toda ocasión.
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Desde el comienzo hasta el presente…
Sobre mí postura con la comunidad LGTB en PR Al hablar de homosexualidad esta es entendida como la atracción sexual y emocional que sienten las personas hacia otras de su mismo sexo. Si bien dicha condición se registra desde los inicios de la humanidad; hace ya un par de décadas está temática comenzó a emerger fuertemente en la sociedad puertorriqueña llegando hoy en día a constituir un referente ideológico de un fuerte movimiento homosexual que converge en diversas organizaciones sociales y políticas de esa misma área. Sin embargo este movimiento desde el inicio debió dar una larga lucha para poder sustentarse en el tiempo. Hoy en día los grupos organizadores generan un espacio de contención para este sector de la población que conscientemente demanda un lugar de acogida en respuesta al rechazo que la masa social, cultural y político que de forma directa o indirecta ejerce sobre las personas que presentan una preferencia homosexual. En nuestro país se ejerce un rechazo cultural sobre aquellas identidades que no se relacionan con su heterosexualidad. En la actualidad ha aumentado el número de personas que se han atrevido a manifestar el tener una condición sexual alternativa a la tradicional, asumiendo todo lo que tiene que ver con el descubrimiento de una orientación homosexual o bisexual para luego llegar a construir una identidad de igualdad con la que se sientan cómodos y seguros en sí mismos. En mi opinión todos somos biológicos, nacemos con un sexo, pero es la cultura lo que va a determinar la igualdad de oportunidades, el modo de relacionamiento con el otro ser. Es el derecho que tiene el ser humano de relacionarse con quien desee. La orientación sexual es un derecho que tiene el ser humano. La orientación sexual NO requiere derechos ni privilegios sino libertades. La función del Estado es garantizar esa libertad para la autodeterminación del individuo. Y para concluir…
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“Todos los seres humanos nacemos libres y en igualdad”. - Ivelisse Nieves Diseñadora de joyería
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a Ysla que yo conozco es más que un átomo supérfluo, que una estela. Tiene pechos grandes y pene-padrote; es de vino añil y madera. Es “bailaora” con clase: tanto en el escenario de la tele-realidad como en la escuela. Mi Ysla es más que un güiri-güiri sonoro, una noticia radial, o una “candela”: es más que un veredicto de Ana Cacho o de Casellas.
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Ariel Orama López Psicólogo Clínico, Coach Certificado de Coachville Spain/The Internacional School of Coaching, Autor de los libros: Psicología como profesión: Orígenes y tendencias y Sinapsis Crëativa.
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La Ysla que yo conozco es de “Brunos” que dirigen buen cine, o e “Idalias” y “Vicentes” que sin un solo penique, crean. Es de escritores “residentes”; de barrios, musicalidad y ritmos, de cadencia. Es de series de piratas grabadas en “tierra firme”; de Hollywood, su nueva embajada “libre”, a lo Bolívar, la “sin bandera”. Representamos países diversos, mas solo esta Ysla los recrea. Es una Ysla sagrada: bendecida por ángeles y miles de iglesias; con un airecito de paraíso, de “locus amoenus”, de feria. Es una fiesta ambulante: aun en dolor punzante, es alegría perpetua. La Ysla que yo conozco, “se levanta porque se levanta”: puertas se abren, proyectos, sueños, quimeras. Es de “extranjeros” gigantes, cuando nos vemos desde los ojos de acá, pero en otra tierra. Es de “Lyn Manueles broadway-raperos”, “Sotomayores” brillantes, de “Acabases”
intrépidos y de “Juliases” etéreos. La Ysla que yo conozco, ya no usa la “i latina” –de “indigno”– en su nombre: no se someterá al “yugo-miedo” de nadie, ni tampoco, por sus carencias económicas –“engendros-frutos” –sabrá a Yerma. Ante las “incertidumbres” de estos tiempos, prevalecerá el “Yo colectivo”: ese espíritu solidario característico de un pueblo “que ríe y que cante”. Lo siento por los que no creen en nosotros, los que aún no hemos partido: ¡Wasábara! Nuestra lucha será de “hierro” y se pronunciará con Y griega.
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Leroy Por: Mariana Monclova
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stoy en un carro. El carro se está calentando. “Apaguen el aire”, nos ordena un técnico, por el canal número dos del walkie talkie. Presiono el botón.“Copiado”, le digo, y lo apago. Afuera llueve a cántaros, y el rodaje está detenido. Las ventanas están arriba, y la humedad del caribe no tarda en convertir el carro en un horno. Suspiro y cierro los ojos. “Esto va pa´ largo”. Los abro. Leo el mensaje que recibí de los organizadores de la actividad, por enésima vez. “Leroy Valentín Fernández es tu víctima asignada. Confírmame y déjame saber si necesitas ayuda.”………. Sí, necesito ayuda. Claro que necesito ayuda. Necesito que esté vivo. Necesito que esté vivo para decirle que mi primera reacción al ver su foto fue, “pero y este cabrón cómo es que tiene las cejas tan perfectas”, y que ahora, cuando miro las mías en el retrovisor, siento un poco de envidia. Necesito que esté vivo para comentarle cosas de envergadura, como por ejemplo que me he enterado que es bailarín del cuerpo de baile de la discoteca, y que necesito pedirle por favor que me monte la coreografía de “Este ritmo se baila así” de Chayanne, que cuándo empezamos, que yo soy mala bailarina, pero disciplinada. Necesito que esté vivo porque citaron a una amiga suya diciendo, “he had finally found something he liked”, como si anteriormente no lo hubiese encontrado, y quiero poder decirle, “Tranquila perra. Esa es la crisis de los 25, yo hice un papelón el día de mi cumpleaños, estuve llorando todo el día. Pero eso se supera.” Necesito que esté vivo para decirle que me parece admirable eso que dijeron de que estaba, “taking care of his mom.” Y quiero hacerle la anécdota de aquella vez que le dije a alguien que mi gol en la vida era poder tener el dinero suficiente para cuidar a mi mamá de viejita, y la persona se burló. Estoy segura de que si él hubiese estado allí me hubiese defendido. Necesito que esté vivo para contarle de aquella vez que mi papá se emborrachó en una barra en Nueva York y salió del baño bailando y cantando “All the Single Ladies” de Beyonce, a ver si logro hacerlo reír. Tiene cara de que tenía una risa estridente y contagiosa, aunque aparezca tan serio en todas las fotos. Me lo imagino riendo, y poco a poco, bailando, siendo el alma de la fiesta, exuberante, como lo describen, escarchado, juguetón, FIERCE, gritándole a la vida “¡¡¡¡¡¡¡¡AQUÍ ESTOY BAILANDO!!!!!! ¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡Voy a sudar el dolor, y cuando no pueda más me voy a dormir, pero no me vas a vencer canto de hija de la gran puta,
porque tengo amor, porque tengo playa, porque soy boricua, porque tengo baile, porque los movimientos de serpiente son un exorcismo, Salomé me dicen cabrona, porque pongo a la gente a bailar, contoneándome, porque estoy vivooooooooooooooo ooooooooooo!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!” Me dan ganas de salir del carro y empezar a correr bajo la lluvia por los callejones del barrio donde estamos grabando, a celebrar su vida. Pero entonces caigo en cuenta. Está muerto. Y recordarlo como era es recordar que ya no es. Que hay un roto, un abismo donde habitan las bestias primigenias de antes de que se fundara el universo, un termómetro al que se le salió el mercurio; lo presiono desesperada tratando de unirlo y salen más bolitas. Empiezo a escuchar llantos de ballena, de perro pateado. La lluvia se confunde con los llantos que imagino. Creo que estoy empezando a delirar. Claro, el aire apagado y las ventanas arriba. Es por eso que cuando, desde el asiento trasero, mi compañero actor, un niño de diez años aficionado al pan y a los chicharrones, suspira melancólico, en primera instancia pienso que también es imaginado. “Quiero que empiecen las clases ya”, me dice, sacándome de la euforia convertida en abismo que me recorre las venas. “¿Te gusta estudiar?”, pregunto. “No. Me gusta la maestra.” Y volvemos a sumirnos en el silencio. Me gusta la relación que tengo con el niño. Podemos pasar largos ratos sentados uno junto al otro, sin decirnos nada. En los ratos largos en donde no filmamos, le estoy enseñando a que me rasque la cabeza justo como me gusta. Ambos estamos descamisados porque así lo exige la escena.
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Encuentro una música electrónica genérica. Me conformo. El niño me frunce el ceño, va a quejarse, pero algo lee en mi mirada que lo hace cambiar de opinión. Algo ve en mi semblante, en ese momento en que pienso “me gustaría haber escuchado su voz. Me da rabia no tener más información de él para hacerle una elegía que valga la pena”, que hace que el niño retroceda y respete mi decisión de haber prendido la radio y subir el volumen. Dejamos de mirarnos, creo que está un poco enchismado. Mira hacia afuera, yo también. No se ve nada, los cristales están empañados. Entonces, en el vapor, se dibuja la cara del asesino. ¿Quién era Leroy Valentín Fernández para él? Un maricón que se contoneaba como una mujer, un muerto ensangrentado, un cuerpo lleno de balazos, el pájaro desplumado, una diva venida a menos, una Gloria Swanson en Sunset Boulevard, la prostituta de Dios los cría que baila con el hombre toda la noche y al final resulta que lo ha contratado para darle celos a las más jóvenes, una criatura nocturna que salía de la discoteca agarrado de la mano de otro monstruo, con un nauseabundo olor, mezcla de sudor de hombre y splash Victoria Secret, con el maquillaje corrido, la base cuarteada sobre la barba que ya empezaba a salir. Y quiero bajarme del carro y gritarle, “¡NO!” Por mí, por Leroy, y por el niño que está en el asiento trasero sufriendo su primer mal de amores. Defender
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Pienso en como habrá sido Leroy de niño. Seguro que alguien sentía que necesitaba protegerlo. Que había un adulto que lo quería mucho. Tal vez no tenía las cejas tan lindas, y en vez de Adele cantaba las Spice Girls. Tal vez sonreía, tal vez no. Y si acaso amaba el silencio tanto como este otro niño, ¿qué lo hizo cambiar? No tengo manera de preguntarle, porque lo asesinaron. Así que prendo la radio, buscando la respuesta en la música. Quiero música, quiero Adele, quiero Beyonce, quiero música estridente y feliz de este Leroy, este desconocido, este muchacho que alquilaba apartamentos, que bailaba con su novio en la discoteca Pulse, que según sus amigos los volvía locos cantando, o sea que no se callaba, o sea que no se callaba, o sea que no se callaba, o sea que dejó a un montón de gente que ahora no va a soportar el silencio. Incluyéndome.
la vida, la alegría y la dignidad, para que ese chico nunca tenga que ser testigo de un horror similar. Quiero gritarle que no lo conocí, pero que si me queda imaginación, que si me queda sensibilidad, que si me queda energía para reírme, que si me queda humanidad, voy a obligar a toda el mundo a imaginarse a Leroy vivo, saliendo de esa discoteca a saludar al sol como un viejo amigo, cerrando los ojos y recibiendo sus rayos regenerativos, dando gracias de que no haya llegado el apocalipsis mientras estaba en la discoteca, besando a su novio porque estaban viendo el sol juntos, como cómplices, siendo una diva de siete pares de cojones, yendo de camino al carro con la adrenalina arriba, y después durmiéndose en el trabajo, pensando en su mamá, sonriendo melancólico por la noche inigualable, irrepetible, y cantando por el amor que cambia al mundo, cantando por el placer de la música, cantando por el placer de la juventud, cantando por el placer de estar vivos. “¿Estás bien?”, me pregunta el niño. Me doy cuenta de que estoy llorando. “Sí”, miento. “Concentrándome para la escena.” Como por arte de magia, deja de llover. Alguien toca en el cristal. Lo bajo. “Vamos a secar los cristales y tiramos la escena. ¿No me escuchaste por el walkie?” “No sorry, creo que lo cambie de canal sin querer”, miento de nuevo. Entonces escribo la fecha, el nombre de la película y la hora, en el cristal empañado. Es un testamento, creo. De esos segundos donde imaginé a Leroy, y lo defendí de los monstruos, y lo amé dentro de mi cabeza. El niño ríe. “¿Qué tú haces?”, me pregunta. Lo miro. Le sonrío. “Conmemorando la noche en que tú y yo estuvimos en un carro esperando pa grabar. Espero que te acuerdes de esto cuando seas grande y famoso”. “¿Qué es conmemorar?”, me pregunta. “Algo que se hace cuando uno ama mucho”, voy a decirle. Pero entonces entra una mano y borra lo escrito. Están secando el carro. “¡Borraron tu dibujo!”, se alarma el niño. A los diez años ya es lo suficientemente sensible para intuir que se ha destrozado un ritual. “Olvídate, mañana nos toca lo mismo y de seguro también llueve.” Mi certeza lo calma. Y mientras espero a que sequen el carro, descubro que tengo la misma certeza sobre la felicidad de la vida de Leroy en un plano distinto al nuestro. “Ráscame la cabeza”, le digo al niño. Él obedece. Cierro los ojos, imagino que es Leroy el que lo hace. Sonrío. Y de repente, una por una, comienzan por sonreír todas sus fotos.
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Ambos estamos sudados, dormidos; yo con la boca pastosa a fuerza de cigarrillos y café, el con la sed de sus cuatro bolsas de papitas. El vapor que se va acumulando en las ventanas nos aísla momentáneamente del mundo exterior. Somos dos náufragos. Como por instinto, apago el walkie talkie. Dejan de oírse voces. El niño entonces me pide, “por favor apaga el radio”. Y nos quedamos ahí descamisados, mirándonos en silencio, él pensando en su maestra de inglés, y yo en Leroy Valentín Fernández.
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Entrevista a Yaizamarie Figueroa
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aiza, como todos la conocemos, es una mujer de mucha energía, arriesgada y super talentosa. Quisimos entrevistarla porque es ejemplo de que si se quiere algo en la vida, se trabaja para ello. Es una actriz que tenemos que observar, camina con pasos agigantados, y tenemos que estar preparados para cualquier cosa, ya que domina con facilidad lo que tanto le apasiona (actuar). ¿En que año nació? Nací en el1986. En septiembre para ser especifica. ¿Como se llaman sus padre? Mi padre se llama Jaime Figueroa, aunque todos lo conocen como Jimmy y mi mamá Maribel Díaz. ¿Siempre quisiste ser actriz? Si, siempre. ¿Como surgió tu deseo por la actuación? Un día saliendo de una clase de Ballet, escuche una clase que resultó ser de teatro en un salón cercano. Fui hasta allá y me paré en la puerta a verla, me encanto. Fue como amor a primera vista. ¿Tu familia te apoyo?
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Si, Siempre. Nunca escuché “peros” o “No”. El apoyo y compromiso que tenían mis padres era continuo.
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¿Hiciste amigos en este trabajo? Muchos. Y continuo haciéndolo, cada taller, cada proyecto y etapa profesional es una oportunidad de conocer gente linda que más que amigos llegas a considerar como parte de tu familia.
¿Cual es tu inicio para crear un personaje?
¿Cómo el fracaso ha moldeado tu vida?
Para creas un personaje siempre comienzo analizando el texto.
El fracaso sin duda alguna me ha hecho crecer, pero sobre todo me ha hecho mas fuerte para enfrentar cualquier reto.
¿Según tu experiencia, cuales son las cosas básicas para hacer una buena interpretación? Lo básico para hacer una buena interpretación es saber utilizar el cuerpo, entender el diálogo y sobretodo tener claro cual es la intención de las palabras. ¿Crees que es difícil tu trabajo? Creo que es complicado y por eso conlleva mucho tiempo y dedicación. ¿Cual seria tu papel favorito para protagonizar? Tengo miles. Solo por mencionar alguno me encantaría interpretar Katerina de Aragon en Henry the VIII. ¿Cuales son tus actores favoritos, alguno de ellos te impulso a seguir tu sueño? Tengo muchos actores y actrices favoritos. Pero puedo decirte que las carreras de Judi Dench, Kate Winslet, Cate Blanchet, Kevin Spacey y Cristina Soler, entre tantos otros, me han inspirado en algún momento para continuar con esta carrera pero mas aún a prepararme cada vez mas. ¿Como definirías con tus palabras a un buen actor? Un buen actor debe ser disciplinado y comprometido con su trabajo. Eso es clave en cualquier profesión, pero en particular debe ser estudioso, observador y saber utilizar su cuerpo.
A quién conoces tú que yo debería conocer? Deberías conocer a mi Padre. ¿Qué has leído que yo deba leer? Deberías leer El Cepillo de Dientes de Jorge Díaz ¿Qué has hecho que yo debería hacer? Deberías tirarte de un Zipline en Costa Rica. Lo hice hace un tiempo y en realidad es toda una experiencia. Es preciso señalar que el cine y el teatro es utilizado para recordarnos la historia. Muchas de las piezas o películas de más renombres o con mas galardones, tratan de hechos reales donde la sociedad se unió para tratar de adelantar una causa en común. Al parecer lo olvidamos, olvidamos que los derechos que tenemos hoy día tanto los negros, inmigrantes, las mujeres o la comunidad LGBTT, es porque miles de personas se levantaron para reclamarlos ante el Estado. No me cabe en la cabeza como hoy día, en pleno 2017, la política que se intenta implementar atenta contra esos derechos adquiridos. Desapruebo cualquier acción, de parte de cualquier persona o del Gobierno, que intente fomentar la desigualdad y crear clases por el simple hecho de pensar diferente, ser diferentes o amar diferente. Creo que esa diferencia nos complementa como sociedad mas que otra cosa. Considero una ofensa quedarnos de brazos cruzados, viendo como cada vez nos limitan mas derechos cuando muchos dieron hasta sus vidas para conseguirlos.
Para ser actor se necesita un talento .. ¿Crees que lo tienes? Que es talento? El talento es algo subjetivo. He tenido la oportunidad de trabajar con todo tipo de actores, algunos sumamente talentosos pero con poca o ninguna disciplina. Sin embargo hay otros que aunque son principiantes muestran su compromiso y esfuerzo por lo que terminan haciendo un excelente trabajo.
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Hasta ahora lo mas importante que he aprendido es que la familia siempre es primero. También que todos somos diferentes y es esencial aprender a respetar y tolerar nuestras diferencias.
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¿Cuál es la lección más importante que has aprendido en tu vida?
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¿”Señor” me dijo? Los pelos, todos, se me pusieron de punta. Ese tratamiento de “señor” era sintomático de que los años de “spring chicken” ya eran cosa del pasado. Creo que hasta se me nubló la vista, sudé y poco faltó para irme a negro. Tal parece que la amable dependienta tenía la encomienda de dar inicio a esa etapa de mi vida en que nació el “señor”, justo al inicio de mi tercera década de vida. Nunca me había sucedido antes. Desde ese momento no hubo marcha atrás. Fue como todos los mortales estuvieran en componenda para, desde entonces, dejarme saber que ya había llegado a esa etapa de mi vida. Señor, señor, señor… Nada ha sido igual. Gracias a lo que yo llamo la “Generación Menudo”, que para ese entonces ya se despedía de los “teen”, pasé a ser una especie de ser “jurásico”, porque para ellos el subtexto de “Señor” es ser “viejo”. O sea, que ya no sirves y prácticamente por decreto de conviertes en estorbo para la Humanidad. Como muchos, pasé por esa crisis existencial antes de llegar a la otra crisis, la de la “media vida”. Es decir, que no había terminado bien de resolver la crisis de los 30 cuando ya tenía encima la de los 40. Y esa, gente, es otra historia.
Sorpresivamente mi vida ha dado un giro de 180. Estoy perturbado. Luego de esos procesos de los 30 y los 40 ahora soy otra cosa. Ya no soy “señor” porque de buenas a primeras me convertí en “chico”. “Chico, ¿todo bien? ¿Le puedo ayudar en algo, chico? Cualquier cosa que necesite me avisa, chico. Chico, tengo buenos especiales, aprovéchalos, chico”. Fue otra dependienta, también en Plaza, hace varias semanas. Se me ocurre que ella posiblemente es de las abanderadas de la llamada “Generación Britney”, de las que mascan chicle como cabras y orgullosamente llevan aserrín en la testa. Para esa generación, aparentemente, sigo siendo un “chico”. ¡Divino, que viva el aserrín! Love you Britney! Mo tocará seguir confundido… No sé qué pasará cuando me encuentre con alguna otra dependienta. Entonces, ¿qué seré? Por lo pronto me conformo con que sea en Plaza… JULIO V. NUÑEZ Comunicaciones, Prensa y Relaciones Públicas 787-675-3520 Rel. Profesional Lic. #163 julion5@aol.com ariescompr@gmail.com comaries@yahoo.com Twitter: @juliovnunez @AriesComPR Facebook: Aries Comunicaciones www.ariescomunicacionespr.com
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a primera vez fue en Plaza… Para esa época, Plaza aún no era “el centro de todo”, aunque sí era -como lo sigue siendo- el sacrosanto templo de la gastadera nacional. “Le puedo ayudar en algo, señor?”, recuerdo que me preguntó la atenta dependienta.
Cual ganador de Survivor, el reality, entré a la cuarta década con cierto sentido de orgullo. “Llegué a los 40, le limpie el pico a todos y me siento mejor que nunca”, cavilaba. En esas sigo, batallando con la vida ya alcanzada y superada la curva de los 50 y muy en paz con mi edad, con quien soy y como soy.
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