Palabra N° 91

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PRESENTACIÓN

La tradición de las revistas del Partido Acción Nacional cobró un nuevo brío cuando, en 1988, Carlos Castillo Peraza, desde el entonces recién fundado Centro de capacitación Política, hizo ver la luz a una nueva publicación: Palabra de Acción Nacional, que desde esa fecha y hasta el día de hoy ha buscado ser un asidero doctrinario e ideológico tanto para los militantes del partido como para aquellos interesados en conocer a fondo la vida institucional del PAN. La labor de concebir, formar, redactar y, en resumidas cuentas, dirigir una publicación –inclusive cuando su periodicidad sea, como en el caso de Palabra, trimestral¬– requiere de dedicación y esfuerzo constantes, no sólo por hacerse de aquellos textos que conformarán cada número sino, además, porque cada director imprime un sello propio, un distintivo que refleja, por así decirlo, la personalidad que tomará la propia revista. En los años precedentes, Palabra ha tenido una serie de cambios en su formato y presentación, así como en las temáticas que se tratan desde sus páginas. Hoy, a la luz del momento histórico que vive nuestro país, es que decidimos dar un giro y volver al modelo original, aquel formato sobrio de media carta al que hemos buscado añadir un aggiornamiento en el aspecto de diseño, y al que de igual modo hemos buscado enriquecer con colaboraciones que 1


reflejen el tiempo presente de nuestra democracia, esto es, un periodo de consolidación en el que salen poco a poco a la luz los enormes pendientes que exigen de la política una gran altitud de miras y una auténtica vocación de transformación. Es en ese sentido que temas como la actual ley electoral y su última reforma, la rendición de cuentas, la libertad de expresión, la conformación de alianzas, la crisis que golpeó la economía mundial hace unos meses, y la relación del partido y el gobierno, son abordados desde este número con un enfoque que busca situar en el marco de la teoría aquellas prácticas de nuestro desarrollo como Nación plenamente democrática que van demostrando cómo nuestro sistema de gobierno puede tomar modelos y buscar casos exitosos en los de otros países, pero a pesar de ello seguirá requiriendo de la imaginación para concebir ideas propias que den solución tanto a viejos como nuevos problemas que la realidad misma va presentando. De este modo, se vuelve de crucial importancia que Acción Nacional siga teniendo firmes y en alto sus principios y doctrina, aquellos con los que, desde la legalidad y en orden, fue posible llevar a México en apenas unas décadas de un régimen autoritario y hegemónico a otro que poco a poco se asume como democrático y participativo. Sólo teniendo en claro cuáles son esos principios y esa doctrina será que podremos, desde nuestro propio ideario, seguir siendo agentes activos y comprometidos con la solución a esos problemas que, en resumidas cuentas, siguen siendo los que aún escollan la construcción de una patria ordenada y generosa y una vida mejor para los mexicanos.

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Sin duda, uno de los medios por los que el Partido ha estudiado y reflexionado sobre su propio actuar han sido sus revistas, entre ellas y sobre todo, Palabra de Acción Nacional. Ha sido a través de sus páginas que el panismo ha contado con un espacio para escapar momentáneamente de la llamada coyuntura y dar así cauce a un espacio que es necesario por urgente: el de, a partir de nuestra doctrina, construir la ideología –tal y como lo quería Castillo Peraza– con la que enfrentaremos, desde la práctica y desde el pensamiento, una realidad cambiante, variada, plural y diversa como es la mexicana. Esperamos que este esfuerzo se traduzca no sólo en una dirigencia y una militancia más preparadas y ciertas del enorme legado doctrinal que a los panistas nos corresponde poner alto, sino que también las nuevas y las viejas generaciones encuentren un sustento, un apoyo, un rescoldo al cual acudir cuando las preguntas sobren y las respuestas falten. Ese es el espíritu de esta nueva época de Palabra. Esa es la vocación con la que asumimos esta alta responsabilidad que es ya una tradición.

Carlos Castillo López Editor

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ACCIÓN NACIONAL: VOCACIÓN DE PODER Comisión de Doctrina del Partido Acción Nacional1

De la transición a la consolidación democrática

México transitó a la democracia tras un largo caminar en la creación de instituciones electorales independientes que garantizaron el sufragio efectivo. El fin del presidencialismo, la auténtica división de poderes y la libertad de expresión, han sido algunos de los elementos claves de la transición democrática mexicana. Posterior al momento de la transición, existe una etapa de consolidación que implica el fortalecimiento de diversas instituciones que garantizan la gobernabilidad democrática y afianzan una nueva cultura política. Hoy, en México, nos encontramos en esta etapa de consolidación, donde hay instituciones que funcionan adecuadamente, como es el caso del Instituto Federal de Acceso a la Información (IFAI), el Instituto Federal Electoral (IFE), el Consejo de la Judicatura Federal o el propio Congreso de la Unión, donde últimamente se han generado acuerdos y reformas importantes para el país. Sin embargo, hay áreas del poder público donde presenciamos estancamientos o retroceso institucionales; tales son los casos del sistema de seguridad pública, donde el crimen organizado se ha infiltrado en diversos ámbitos sociales; los ministerios públicos están El presente documento forma parte del libro Pensamiento humanista para el siglo XXI, editado por la Comisión de Doctrina de Acción Nacional. En los números sucesivos presentaremos a nuestros lectores los documento que esta Comisión ha elaborado y que forman parte del mencionado volumen. La Comisión de Doctrina del Consejo Nacional 2007- 2010 está integrada por: Alejandro Landero Gutiérrez, Carlos María Abascal Carranza (+), Adriana González Carrillo, Rogelio Carbajal Tejada, Arturo García Portillo, José Rodríguez Prats.

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plagados de corrupción y de improvisación, además, varios gobiernos estatales mantienen un férreo control en las instituciones electorales y una fuerte cooptación de los medios de comunicación locales. Sumado a los desafíos institucionales, también se puede percibir una falta de arraigo democrático en la ciudadanía que, en algunos casos, comienza a sentirse desilusionada de la democracia y, en otros, no ha podido liberarse de los mecanismos de cooptación y chantaje que terminan manipulando las auténticas causas sociales. Por todo ello, podemos afirmar que la consolidación democrática no está garantizada. Más aún, si continúa la decepción en diversas instituciones que son soporte de la democracia y se acrecientan las voces que claman el regreso del autoritarismo, y si la democracia y el Estado de Derecho no prevalecen, entonces habrá una regresión histórica de consecuencias muy graves para nuestro país.

2. Los nuevos desafíos y la coyuntura actual

La consolidación democrática enfrenta grandes desafíos en el contexto nacional actual. La crisis del sistema de seguridad pública pone en riesgo a las instituciones del Estado; el avance y el control del crimen organizado en diversos ámbitos del país pueden llegar a hacer inviable el sistema democrático y la legalidad en nuestro país. Junto a ello, vivimos una de las crisis económicas mundiales más grandes en un siglo. El mundo entró en recesión. La desestabilización de los mercados internacionales, la inflación en los precios de productos básicos a nivel mundial, la quiebra de empresas y la pérdida de empleos lleva a una situación donde la pobreza y el desempleo se pueden agravar. A este escenario hay que agregar, que aunque el populismo fue derrotado electoralmente en julio de 2006, y en elecciones sucesivas ha ido perdiendo adeptos de forma muy significativa, su fuerza social aún está presente y latente creando enemigos imaginarios que provocan descontento y movilización. La habilidad del populismo para manipular y contar medias verdades sigue atrayendo a algunos sectores de la población. Su acción por desestabilizar las instituciones y dividir a los mexicanos es permanente. Sumado a este contexto, los enclaves de gobiernos autoritarios en distintos estados de la República y algunos sectores sindicales que alientan el conflicto, dificultan la gobernabilidad democrática. La coincidencia de estos elementos conforman un escenario complejo que tiene que ser abordado por varias estrategias y mecanismos de solución.

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3. El aporte de Acción Nacional y de sus gobiernos a la democracia

Sin Acción Nacional no se puede entender la transición y la modernización de nuestra Patria. La lucha histórica de Acción Nacional por la democracia a lo largo de más de siete décadas, representa no sólo la lucha por el sufragio efectivo, sino la promoción de una serie de valores que hacen posible el desarrollo humano y la convivencia ordenada y pacífica. La defensa de las libertades cívicas y políticas, la lucha contra la pobreza y la injusticia social, la implantación de la cultura de la transparencia, la modernización de la Administración Pública, el impulso de un federalismo responsable, la promoción del municipio libre, la defensa de la vida y la familia y el fortalecimiento del Estado de Derecho, son algunas de las banderas del proyecto democrático que hemos impulsado desde Acción Nacional. Sin nuestro aporte, algunos de estos valores no estarían presentes en México o hubiesen tardado más en implantarse, con los costos que ello hubiese tenido. Siendo gobierno o siendo oposición, desde el poder ejecutivo o desde el parlamento, estamos construyendo un mejor futuro para la República. Por ello, podemos decir con profunda satisfacción y orgullo, que hemos sido y seguimos siendo, la fuerza de la democracia en México. Pero esto, lejos de ser un motivo de vanagloria, exige un mayor compromiso de cada militante panista. Hoy, la democracia requiere consolidarse y no podemos permitir, bajo ningún motivo, que los vicios del sistema político mexicano terminen cambiando al PAN, antes de que PAN cambie al sistema político. Por ello, debemos corregir donde hayamos cometido error, tenemos que estar presentes donde hemos estado ausentes, debemos volver de donde nos hemos retirado. En esta lucha democrática, no debemos consentir ningún tipo de corrupción política; con la corrupción no se puede pactar. La corrupción es un cáncer frente al que no podemos cerrar los ojos. Asimismo, cabe recordar que ninguna victoria electoral, ninguna posición de poder tienen sentido, si no provienen de los medios justos y honestos que siempre hemos reclamado. Frente a las formas tramposas y mediocres que utilizan muchos de nuestros adversarios para alcanzar triunfos electorales, no cabe la desesperación. A lo largo de la historia del PAN hemos demostrado, gracias a los ciudadanos y a los grandes liderazgos de nuestro Partido, que es posible derrotar a los gigantes de barro y podredumbre. No debemos confundirnos. La salida no pasa por actuar como ellos,

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porque dejaríamos de ser nosotros. La verdadera salida, la auténtica respuesta es más organización, mejor comunicación, más liderazgo social, más soluciones eficaces de nuestros gobiernos. Nuestra lucha histórica nos reclama una responsabilidad democrática que no es ni teoría abstracta, ni ingenuidad infantil: es el deber por el que se justifica nuestra presencia en la historia de México. El camino por el que debemos transitar es el de una democracia con más calidad, una democracia más transparente, una democracia con demócratas convencidos.

4. Nuestra vocación de poder

Somos una organización política que buscamos el acceso al poder, no somos academia ni fundación filantrópica, Queremos llevar a la realidad nuestras ideas y nuestras palabras y consideramos que el ejercicio de la autoridad política es el mejor medio para lograrlo. La búsqueda del poder es legítima. La pasión por la victoria es indispensable para una consecución amplia de nuestros fines. Sin poder, los principios humanistas de Acción Nacional podrían quedar circunscritos al ámbito teórico. Esta vocación del poder, se actualiza en la medida de nuestra capacidad organizativa y operativa, en nuestra eficacia estratégica y eficiencia electoral. Renovar y reforzar elementos administrativos, de comunicación, de inserción social, son tareas que en muchos comités se han descuidado y que son causa de algunas de las derrotas que hemos sufrido. Desarrollar planes de trabajo estratégicos, objetivos medibles y tareas verificables son pautas necesarias para aspirar a la victoria. Aunado a ello, el PAN necesita actuar más como sistema coordinado y no cómo islas de poder fragmentado. La gran fuerza política que tenemos con miles de servidores públicos emanados de nuestras filas, nos reclama una coordinación eficiente con el Partido, que en muchos casos es inexistente. La vocación de poder también implica un llamado a la unidad. Un Partido fragmentado, dividido, no tiene ninguna opción de futuro. Muchos lamentables casos de derrota electoral obedecen a la falta de grandeza de miras de militantes y dirigentes, que se enfrascan en pugnas estériles que sólo fortalecen a nuestros contrincantes políticos y debilitan el proyecto del Humanismo Político. Por todo ello, podemos decir que la ética humanista no sólo no está peleada con la aspiración legítima al poder, sino que esa ética exige competir con todos nuestros ánimos y fuerzas por el poder. Nuestra lucha no sólo es testimonial.

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5. Nuestra vocación de transformar

Pero la búsqueda legítima del poder no es un fin en sí mismo. Aspiramos al poder como un medio para conseguir fines valiosos, de dimensión ética. Acción Nacional es un partido modernizador, reformista, que busca dignificar el quehacer político y transformar la realidad del dolor evitable. Nuestra vocación de poder tiene sentido en tanto queremos cambiar la realidad, promoviendo todo aquello que hace que la vida de los seres humanos en comunidad, sea una vida más plena, con oportunidades de auténtico desarrollo material y espiritual. No somos conservadores, porque no queremos preservar intacto el pasado, ni queremos mantener las estructuras de injusticia incólumes. Asumimos la tradición positiva y apostamos por un futuro más justo para todos los mexicanos. Los panistas buscamos no sólo administrar, sino gobernar. No queremos diluirnos en la rutina, sino que aspiramos a generar los movimientos y alianzas positivas que se inconforman por las injusticias que ven a su alrededor y se organizan para cambiar aquello que se deba cambiar. Sin perder la visión de Estado y el deber de pluralidad, el PAN tiene que hacer presente en sus gobiernos los principios del humanismo, logrando que estos principios se proyecten en políticas públicas de largo alcance que realmente vayan modificando la realidad. La vocación de transformar nos debe hacer entender que la participación cívica formada, a través de una escuela de ciudadanía, es el gran desafío que tenemos para incidir realmente en los cambios de nuestro país. No se puede gobernar sólo desde los escritorios, por más buena voluntad que se pueda tener. No basta gobernar para la gente, es necesario gobernar con la gente. Es indispensable vincularse y alentar nuevos movimientos ciudadanos que ayuden a crear una conciencia cívica participativa, que ahogue al corporativismo y la apatía que padece la sociedad mexicana. Ambas vocaciones, la vocación de poder y la vocación de transformar se complementan, se requieren, se entrelazan. Así como la sola acumulación de poder no garantiza la capacidad de transformar, tampoco la aspiración de transformación sin poder logra conseguir sus fines. En ese mismo sentido, es necesario insistir sobre la falsa la disyuntiva: pragmatismo versus doctrinarismo, porque la doctrina reclama praxis que la haga viable y la praxis requiere doctrina que la haga eficiente. Bajo esta visión, sostenemos que la eficacia de Acción Nacional tiene una doble vertiente: su fuerza electoral y su aporte a la transformación de México. Por ello, los logros del PAN deben ponderarse no sólo en si tenemos más o menos gobiernos,

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más o menos diputaciones, sino también debe analizarse si en esos espacios de poder, estamos realmente cumpliendo con el deber originario de nuestra institución y estamos cambiando para bien a nuestra Nación.

6. Los valores que están en juego

Para nosotros, la lucha que tenemos enfrente, no sólo es por más posiciones de poder. Hay un proyecto político en el que están en juego incluso, visiones distintas sobre el ser humano. El Humanismo Político es una doctrina que reúne lo mejor de dos grandes corrientes de pensamiento: el liberalismo democrático y el socialcristianismo. La riqueza de nuestros postulados debe ser conocida por el pueblo de México. Y junto con ello, tenemos que desenmascarar la visión antropológica rupturista del populismo, que cree que el ser humano se libera a través del odio, y que la sociedad avanza por la vía del conflicto y la violencia. Debemos crear conciencia de que el populismo no es una filosofía sino una patología que ha llevado al desastre a imperios y naciones. Tenemos que señalar los límites de la concepción pesimista de la socialdemocracia, que considera que el Estado es el gran proveedor de los bienes humanos y que la persona se encuentra subordinada a sus instintos, a sus circunstancias y limitaciones. Debemos precisar también la insuficiencia de un liberalismo escéptico, que no cree en la ética de principios y que apuesta a una neutralidad valórica que termina por desvincular al ser humano de las realidades más valiosas de la vida. Tras el humanismo integral que postula Acción Nacional, subyace una concepción antropológica de la esperanza, que cree en la persona, en su dignidad, en sus derechos inalienables y en sus deberes sociales. Es un Humanismo que cree en la libertad responsable de las personas, que defiende la capacidad del ser humano de crear, de exigirse, de superarse a sí mismas de toda dependencia inútil.

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Un Humanismo que valora en su justa dimensión al Estado y al Mercado, que no apuesta a la cancelación de uno por el otro, sino a la complementación dinámica de ambas esferas. Un Humanismo que se solidariza con las personas más necesitadas, que hace suya la causa de los desfavorecidos, pero que no ideologiza, ni coopta, ni materializa sus necesidades. Porque lo que se busca no es generar nuevas formas de control esclavizante, sino crear nuevas formas de liberación auténtica. Propugnamos un Humanismo que defiende el Estado de Derecho, que no permite que los criminales se adueñen del espacio público y de nuestras libertades. Defensa del Estado de Derecho que perfecciona a las instituciones de la República, que nos las corrompe ni las descalifica. Sostenemos un Humanismo que considera a la educación y a la salud como las mejores vías para crear una sociedad de oportunidades equitativas. Sociedad que reclama la ayuda subsidiaria del gobierno, pero también exige una cultura del esfuerzo y de la solidaridad entre iguales. Nuestras tesis humanistas defienden la vida y la familia como los valores en los que se sustenta el futuro de la civilización y la democracia. Valores que dan sentido a la vida de las personas y las comunidades. Por todos estos principios, podemos afirmar con orgullo, que somos un Partido del futuro, no un partido del Pasado. Un Partido de propuestas no de protestas. Un Partido de principios, no de intereses. Somos un Partido de ciudadanos, no de rebaños. Un Partido de solidaridades, no de indiferencias. Somos un Partido de ética cívica, no de una ética cínica. Somos un Partido de valor, no de temor. Somos un Partido reformista, no conformista. Somos un Partido de mística, no de apatía. Un Partido de tenacidad, no de claudicación. Un Partido de libertades, no de odios. Somos un Partido que tiende puentes, no que levanta muros. Somos un Partido de transformación, no de regresión.

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7. Llamado al espíritu de lucha panista

Como hemos señalado, el país enfrenta enormes desafíos, Pero sabemos que Acción Nacional es una institución que siempre ha vencido las dificultades. Siempre hemos venido de atrás para conquistar victorias históricas. Nunca algo sido fácil para nuestro Partido; cada victoria, cada avance ha implicado generosas jornadas de mujeres y hombres resueltos. Hoy las dificultades no nos deben doblegar. Vamos a vencer, junto con los ciudadanos, al crimen organizado, a los gobernadores autoritarios y a los dirigentes corporativistas. A ellos los vamos a derrotar con más y mejor democracia. Los vamos a derrotar con los liderazgos cívicos del país y los vamos a vencer con las reservas éticas de nuestro gran pueblo mexicano. Dirijamos nuestros esfuerzos, con mayor compromiso y generosidad, no hacia los conflictos internos, sino a la conquista de nuevos ciudadanos. Por nuestra historia y por nuestra lucha. Por los líderes que nos precedieron y por los valores que nos forjaron. Por las causas que sostenemos y por los movimientos que encabezamos. Por los ciudadanos que creen en nosotros y por aquellos a los que les hemos fallado. Por los que no nos conocen y por los que esperan de nosotros. Por los que somos y por los que vienen. Vamos hacia nuevas victorias con el Humanismo.

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ESE RARO MUNDO LLAMADO LIBERTAD DE EXPRESIÓN. HACIA UN NUEVO DESPOTISMO ILUSTRADO Jorge David Aljovín Navarro

casi 3 años de su entrada en vigor, confusión y dudas son lugares comunes a la reforma electoral que se aprobó el 13 de noviembre de 2007. Específicamente, en torno a la libertad de expresión se ha generado un debate en el cual destacan dos claros posicionamientos. Por un lado, quienes apuestan por un esquema de libertades irrestrictas, encontrando como derrotero común un terreno fértil para la crítica dura y severa y, por el otro, quienes apuestan por un esquema acotado en donde la equidad en la contienda electoral se erige como dique capaz de contener los torrentes impetuosos de la crítica en la arena política. En principio, estos posicionamientos han sentado posturas que se asemejan a un juego de suma cero –propio de un cuadro schimiteano– donde el aniquilamiento de una posición u otra parecen ser el único camino viable. En ese contexto, los órganos de decisión en materia electoral, en sus resoluciones y sentencias han desdeñado la posibilidad de esbozar los grises que permitan un balance entre posiciones que parecen ser irreconciliables.

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Por el contrario, han optado por una interpretación restrictiva de la libertad de expresión que se sustenta en el siguiente razonamiento: “en el ámbito político está permitida la crítica dura de los actores políticos, pero la misma debe estar sustentada y argumentada”. En términos prácticos, la autoridad promueve un sistema basado en un elitismo político cuyo sustrato reside en la desconfianza hacia los ciudadanos, en tanto que sólo es aceptable la crítica sustentada y argumentada por ciertos actores. En efecto, la autoridad electoral a partir de sus fallos ha reeditado una nueva edición del despotismo ilustrado cuya frase en el siglo XVIII fue “todo por el pueblo, por el pueblo, pero sin el pueblo” para reformularse “todo por los ciudadanos, por los ciudadanos, pero sin los ciudadanos”. Lo anterior bajo el estandarte de garantizar la equidad en la contienda electoral. Principalmente el eje central del razonamiento que la autoridad electoral ha sustentado es que la crítica es causa de conflicto y de riesgo a la gobernabilidad. En concreto, la crítica no reporta “valor agregado” a la deliberación democrática, pues sólo las propuestas –“las ideas”–, abonan a la calidad del debate público. En consecuencia, se ha impuesto un modelo perfeccionista en que se menosprecia el libre albedrío del ciudadano. En otras palabras, se impide que se tome la decisión de interiorizar y hacer propio el contenido de una determinada propaganda. En contrapartida, precedentes y criterios jurisprudenciales en materia de libertad de expresión enarbolan la exigencia y prevalencia irrestricta del canon de veracidad referido a la constatación o comprobación, en el mundo fáctico, de la verdad o falsedad de hechos afirmados en mensajes político-electorales. Sin embargo, se reitera que la autoridad electoral en la construcción de sus fallos olvidó esbozar los grises y establecer los matices respecto a la calificación de la propaganda político-electoral, los cuales se refieren a la existencia de otros cánones que en su oportunidad se establecieron en la resolución CG288/2008, mejor conocida como “Toma de Tribuna”. Estos son:

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a) Canon de propiedad semántica: se refiere al significado de determinados signos, vocablos y expresiones con el objeto de determinar el carácter intrínsecamente injuriante, denigrante o vejatorio de los mismos. b) Canon de veracidad: se refiere a la constatación o comprobación, en el mundo fáctico, de la verdad o falsedad de hechos afirmados en mensajes político-electorales; c) Canon de intencionalidad: se avoca fundamentalmente a la motivación del emisor de un mensaje político-electoral y, en particular, a la congruencia entre, por una parte, las imágenes, signos o expresiones utilizadas y, por otra parte, el contexto comunicativo en el que se despliegan los mensajes sujetos a enjuiciamiento; d) Canon de relevancia pública: se dirige a determinar los alcances de una determinada conducta con el objeto de establecer la posible afectación del orden público. En los hechos, la exigencia irrestricta de un canon de veracidad ha sido un caldo de cultivo de un efecto silenciador sobre la democracia mexicana, en donde los alcances de la protección de la libertad de expresión no deberían de depender de la veracidad, solvencia racional y objetiva de lo expresado. Por el contrario, el ejercicio de la libertad de expresión en un plano de discusión política no es meramente un derecho, sino también una responsabilidad de los adversarios políticos de una contienda electoral, como de los medios de comunicación, en virtud del buen funcionamiento del sistema democrático. En definitiva, es imprescindible y urgente para los comicios venideros llevar a cabo un ejercicio de ingeniería constitucional y legal que permita el regreso de la libertad de expresión para los ciudadanos y por los ciudadanos, sin un censor que determine cuales son las ideas relevantes y valiosas en un debate abierto, deshinibido y vigoroso.

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DE ALIANZAS POLÍTICAS Y LITERATURA Una reflexión sobre el proceso electoral de Sinaloa en 2010 Jesús Ramón Rojo Mancillas

l novelista franco libanés Amín Maalouf en su ya célebre novela histórica Las cruzadas vistas por los árabes narra un episodio un tanto extraño que ocurrió en la primera cruzada a principios del otoño del 1108 A.D. –o en el 501 de la Hégira, como usted prefiera–, en la batalla de Tell Basher, donde un ejército compuesto por un ala cristiana, otra árabe y otra turca (estas dos últimas pregonaban que no hay más Dios que Alá y que Mahoma es su Profeta), se enfrentaron a otro ejército compuesto nada menos que por un ala de franys que rezan a Jesucristo y otra ala turca musulmana. ¡¿Cómo entender?! Así narra Maalouf aquel hecho aparentemente contradictorio: Por una parte, Tancredo de Antioquía, rodeado de mil quinientos caballeros y soldados de infantería francos que llevan unos yelmos que les cubren la cabeza y nariz, y agarran con fuerza espadas, mazas o hachas afiladas. Junto a ellos están seiscientos jinetes turcos de largas trenzas, enviadas por Ridwan de Alepo.

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Por otra, el emir de Mosul, Yawali, con la cota de malla cubierta por una larga túnica de mangas bordadas, al frente de un ejército de dos mil hombres distribuidos en tres batallones: a la izquierda, árabes, a la derecha, turcos y, en el centro, caballeros francos entre los cuales se encuentran Balduino de Edesa y su primo Jocelin, señor de Tell Basher. ¿Podrían imaginar quienes habían tomado parte en la gigantesca batalla de Antioquía que, diez años después, un gobernador de Mosul, sucesor del atabeg Karbuka, sellaría una alianza con un conde franco de Edesa y que ambos combatirían juntos , codo con codo, contra una coalición formada por un príncipe franco de Antioquía y el rey selyúcida de Alepo?”1 La historia es monótona afirmaba el gran periodista italiano Indro Montanelli. No tanto, afirmo yo. Pero al menos la historia política, que no es otra cosa que la historia del conflicto de las libertades humanas, en sus aspectos esenciales sí tiene mucho de repetitiva. Me consta. Parafraseando a Maalouf: ¿podrían imaginar quienes habían tomado parte en el proceso electoral de 2004 en Sinaloa para la gubernatura del estado que, seis años después, los panistas, empresarios y ciudadanos sin partido que habían apoyado a Heriberto Félix sellarían una alianza con los partidos de izquierda, con quienes se habían enfrentado en 2006, encabezada por el senador del PRI Mario López Valdez para contender juntos, codo con codo, contra una coalición formada por el PRI y el PANAL encabezada por Jesús Vizcarra Calderón, y muchos otros empresarios y ciudadanos que apenas unos años antes habían apoyado a Heriberto Félix? Dice Maalouf que los cronistas musulmanes de aquellos días no parecen nada escandalizados 2 por el hecho de tales alianzas políticas y militares entre los integrantes de los ejércitos que protagonizaron la batalla de Tell Basher. Los que sí se escandalizaron y rasgaron sus vestiduras fueron muchos periodistas, analistas políticos, opinantes de todo tipo y hasta panistas de muy buena cepa que renunciaron a su militancia de toda la vida –entre quienes tengo amigos que estimo y respeto– por estas inusuales alianzas que contendieron por la gubernatura de Sinaloa en el pasado proceso electoral. He de comenzar mi reflexión comentando que en un inicio yo también fui un celoso promotor para que no se efectuara la alianza del PAN con los partidos de la izquierda en Sinaloa y que encabezaría el todavía senador priísta Mario López 1 2

Maalouf, Amín; Las cruzadas vistas por los árabes; Alianza Editorial, Madrid; 2009; p. 105. Estoy convencido que esta posición conduce inevitablemente al establecimiento de gulags, prisioneros políticos y de conciencia, así como muchas desgracias evitables de este género, y que tienen a su máximo exponente en México a Don Andrés Manuel López Obrador e inquisidores que lo acompañan.

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Valdez. Mis argumentos eran dos, y no lo fueron de orden filosófico doctrinario, sino más bien de carácter político histórico y práctico: primero, el PAN, aliado con las clases medias, ya se había quedado a un punto porcentual de diferencia de ganar la gubernatura en el 2004. Bien podíamos, entonces, seleccionar un candidato afiliado o no –esa vaina es lo de menos–, que pudiera abanderar las mejores causas de las clases medias sinaloenses para ganar la elección; y, segundo, las experiencias anteriores del PAN con candidatos conversos de otros partidos que ganaron su contienda electoral no necesariamente habían sido de lo mejor posible y disponible para los ciudadanos que gobernaron. Terminé dando mi voto a favor de la coalición porque escuché y entendí que los argumentos, también muy políticos y prácticos, de los proponentes de la alianza con la izquierda y con Malova3 lograron convencerme de que en la circunstancia histórico concreta de Sinaloa, era la opción de triunfo electoral con mayor probabilidad de éxito y lograr terminar así con una cadena de más de setenta años de malos gobiernos del PRI en Sinaloa. En mi limitado y particular saber y entender deseché, con todo respeto para sus promotores por supuesto, dos argumentaciones que considero sumamente nocivas para el quehacer político, no sólo de éste, sino de todos los tiempos y de todas las latitudes: en un extremo, la angelical e idealista posición que establece que dos partidos que sostienen ideologías distintas no pueden establecer canales de entendimiento ni alianza política alguna hasta que una de las dos sucumba, incluso hasta el grado de la eliminación física, ante la otra;4 en el otro extremo cabe el muy concreto y específico ¿argumento? del odio irracional contra personas que no comparten sus filiaciones políticas o de cualquier otro tipo de creencias y convicciones. Pero volvamos a la novela y al autor de marras para seguirnos sorprendiendo del modo de resolver el conflicto entre los jefes franco-cristianos por la posesión del gobierno de la ciudad armenia de Edesa en aquellos lejanos días de Dios: En cuanto lo liberaron –contará Ibn al-Atir–, el conde Balduino, al-Comes Bardawil, fue a ver a “Tancry” a Antioquía y le pidió que le devolviera Edesa. Tancredo le ofreció treinta mil dinares, caballos, armas, vestiduras y otras muchas cosas, pero se negó a devolverle la ciudad. Y cuando Balduino, furioso, abandonó Antioquía, Tancredo intentó seguirle para impedir que se reuniera con su aliado Yawali; hubo algunas escaramuzas entre ellos, pero después de cada combate, ¡se reunían para comer juntos y charlar!� Acrónimo con el que se conoce popularmente en Sinaloa a Mario López Valdez. Ibid nota 2.

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Estoy seguro que las negociaciones para concretar la alianza con Malova fueron difíciles, no sólo en el ámbito de las posiciones sobre determinadas políticas públicas que habrá de asumir la alianza ganadora, sino también por la disputa de las posiciones políticas en juego: alcaldías, regidurías y diputaciones, sobre todo aquellas posiciones de representación proporcional, y, además, estaba el problema de cómo repartir el financiamiento público estatal y municipal a los partidos que integraron la alianza ante los escenarios electorales probables; pero también me consta –y lo celebro– que los dirigentes partidistas, adversarios acérrimos en otras instancias y en otros temas políticos, que tenían la encomienda de negociar y llevar a buen término la alianza, otra vez parafraseando a Maalouf, ¡se reunían para comer juntos y charlar! Ni la política angelical idealista que se regocija en la pureza inalterable de los principios, ni tampoco la política de la lucha exclusiva por alcanzar posiciones de poder y que inevitablemente conduce al odio enfermizo contra cualquiera que se interponga en este afán, tienen respuesta a los problemas políticos concretos del México hoy. La política es la búsqueda común del bien común. Cierto, pero esta frase es incompleta y, por sí sola, no explica a cabalidad lo que es la auténtica política. El problema empieza cuando queremos concretar el objeto de la política: el bien común. ¿Quién y cómo ha de definirse el bien común en la realidad histórico concreta del México de hoy, así como el bien co-

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mún del estado de Sinaloa o del municipio de Mazatlán? ¿Acaso es una verdad revelada? ¿Está el bien común escrito en una especie de “Tablas de la Ley” que todo mundo debe seguir a pie juntillas? ¿Acaso el bien común debe ser impuesto a toda la comunidad porque así lo dicta la dialéctica materialista de la historia o la mano invisible del mercado? No puede haber grupo ni persona alguna que pueda erigirse como el vocero de Dios, o el resultante de la evolución dialéctica y su devenir histórico que llevará al pueblo a la libertad plena, o el portavoz de la mano invisible del mercado que necesariamente nos habrá de conducir a la justicia plena. Eso no es política sino petulante arrogancia o patológica esquizofrenia. El problema del bien común es que se define, se gestiona y se concretiza en común, y que esos esfuerzos de la comunidad se dirigen desde posiciones políticas de poder: presidencias, gubernaturas, diputaciones, senadurías, alcaldías, regidurías y designaciones específicas de autoridad pública. Esta es la realidad y el medio ambiente de la auténtica política: el conflicto surgido de las aspiraciones simultáneas para ejercer la autoridad e implantar determinadas políticas públicas y que necesariamente debe conducir al entendimiento civilizado entre quienes piensan, sienten y actúan distinto, y que por un lado, sostienen concepciones distintas de lo que es la persona y la sociedad, con sus consecuentes propuestas de gobierno para resolver determinado conflicto o problema, sino que, paradójicamente, coinciden en el legítimo deseo de aspirar a idénticas posiciones espacio temporales de autoridad y ejercicio del poder público.

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El conflicto surgido por la disputa sobre el dominio de Edesa entre Balduino y Tancredo no se resolvió en la batalla de Tell Basher. La guerra, que es la negación de la política, difícilmente resuelve problema humano alguno. Volvamos a la novela de Maalouf, que cita al cronista de la época Ibn al-Atir, y quien así narró el desenlace de este enredo: Como no lograban solucionar este problema, intentaron que mediara el patriarca, que es para ellos una especie de imán. Éste nombró una comisión de obispos y de sacerdotes que testificaron que Bohemundo, tío de Tancredo, antes de regresar a su país le había recomendado que devolviera Edesa a Balduino si éste regresaba del cautiverio. El señor de Antioquía aceptó el arbitraje y el conde volvió a entrar en posesión de sus dominios.� Una vez que se hubieron entendido civilizadamente panistas, priístas, perredistas, petistas y convergentes, se dieron a la tarea de llevar a cabo una campaña que no estuvo exenta de suspicacias, malos entendidos, desorganización, recriminaciones mutuas sobre fallas en eventos y culpas recíprocas sobre aconteceres propios de una campaña electoral. El caso es que en lo importante, en lo esencial, se había llegado a un acuerdo político que se expondría ahora no al arbitrio de obispos y sacerdotes, como en el caso de Tancredo y Balduino, sino a la voluntad democrática de hombres y mujeres libres y con credencial de elector y aptos para querer y poder sufragar en Sinaloa.

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Durante la campaña, no faltaron los profetas de calamidades que auguraron que una alianza entre priístas, panistas y perredistas sería rechazada por los sinaloenses por tratarse de una unión “antinatura”. Los electores que votaron por la alianza PAN-PRD-Convergencia que encabezó Malova hicieron caso omiso de tales augurios y el 4 de julio pasado salieron a votar en conciencia, en libertad y en sana paz. Los electores que votaron por el candidato de la alianza PRI-PANAL-PVEM, también lo hicieron en su conciencia y en su libertad y sin alterar la paz pública por quien creyeron que era la mejor opción para resolver los problemas de Sinaloa. Otro grupo de electores salió a anular su voto porque así lo dictaba su conciencia, lo decidió en libertad y no se tiene noticia de que hayan realizado desmán alguno. Estos tres grupos de electores son los verdaderos héroes de esta historia. 58% de los ciudadanos inscritos en el padrón electoral manifestó su voluntad civilizada, pacífica y democráticamente. Pero el asunto no acaba aquí. Empieza ahora una nueva etapa que, desde mi punto de vista, tiene dos mandatos expresados por la voluntad popular. El primero es hacer un buen gobierno para beneficio de todos los sinaloenses mediante un gabinete honrado, capaz y eficiente, transparente, que rinda cuentas a los verdaderos dueños del dinero que va a gastar y que esté en permanente cercanía con la sociedad; el segundo mandato también es claro: será obligado ponerse de acuerdo entre los distintos que ocuparán el Congreso del estado y que representan los intereses de sus electores, pero acordando lo que a su leal saber y entender sea lo mejor para Sinaloa. Viene ahora la etapa de diálogo, negociación y entendimiento entre los diputados del PAN, PRI e izquierdas que conformaron la alianza con los diputados del PRI, PANAL y PVEM que conformaron la otra. Esto no acaba nunca. La política es deber cívico permanente, tanto para autoridades como para ciudadanos, y de lo que se trata es de entendernos, no de exterminarnos. Por eso, también va mi reconocimiento, admiración y respeto a Jesús Vizcarra y a todos los candidatos de la otra alianza, y, sobre todo, a los electores que votaron por ella. En democracia, ni las victorias ni las derrotas electorales son eternas. Diego Fernández de Cevallos, en la Convención de 1993 que lo eligió como nuestro candidato a la Presidencia de la República para los comicios de 1994, nos advirtió que en democracia ni la derrota humilla ni la victoria ensoberbece. A él, con todo mi cariño, y no a pesar de sino precisamente por nuestras diferencias, dedico estas pequeñas reflexiones.

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PEQUEÑAS LECCIONES DE UNA GRAN CRISIS Por Javier Brown César

as crisis,dice el lugar común presentan vez retos y ofrecen oportunidades, además invitan a inaugurar un periodo de reflexión y preparación para el porvenir. En las grandes crisis se demuestra la estatura moral de los líderes políticos y la capacidad, talante y talento de los pueblos para cambiar y mejorar con decisión firme y voluntad férrea. Las coyunturas adversas nos motivan e incluso nos obligan a cambiar con el cambio, porque el más grande error que podemos cometer en tiempos de adversidad es hacer lo que se venía haciendo: nadie echa vino nuevo en odres viejos.1 Obligados al cambio en tiempos de crisis, tenemos la alternativa de aprender de las pequeñas grandes lecciones que durante siglos se han recreado y traducido en las grandes obras sobre ética.2 Las crisis nos obligan a nadar contra la corriente predominante, y contra toda ideología que pregona que la moral debe desterrase de la vida pública. Esta alta inmoralidad de la política ha demostrado fehacientemente, que no sólo es inútil sino que acarrea consecuencias perversas.3 “Y nadie echa vino nuevo en odres viejos; de otra manera el vino nuevo rompe los odres, y el vino se derrama, y los odres se pierden” (Mr. 2: 22). Convencionalmente consideraremos a la ética como una ciencia filosófica que versa sobre los actos humanos en su ordenación a un fin determinado y a la moral como la calificación de los actos especificados por el fin. Así, podemos hablar de actos moralmente buenos, que llevan a la consecución de fines considerados como buenos o nobles. 3 En la vieja lucha entre Aristóteles y sus detractores, el Estagirita volvió por sus fueros en el siglo XX. La reivindicación del carácter moral de la política es clara en Aristóteles. Quizá en ningún lugar la expresó de manera más abierta que en la Gran Moral: “La moral, a mi juicio, sólo puede formar parte de la política”. Aristóteles. La Gran Moral. 6ª ed. Madrid, Espasa-Calpe, 1976. p 25. 1

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La familia

Es exigencia mínima de la moral familiar querer y buscar para nuestras familias el máximo posible de bienes y beneficios sin escatimar ni negociar esfuerzos; en la familia se revierte la ley económica de la vida, en la que impera la divisa “el máximo de beneficio con el mínimo de esfuerzo”, para transformarse en la ley de la caridad: “el máximo de esfuerzo con el mínimo de beneficio”.4 Toda persona razonable desea por naturaleza la felicidad de su familia5 y a pesar de que no hay unanimidad en torno a lo que este ideal pueda significar,6 parece haber un consenso básico sobre los satisfactores que se requieren para el bien común familiar: salud, alimento nutritivo, casa, ropa, educación y cultura; este conjunto de condiciones materiales y espirituales son la base del desarrollo, integridad y de la suficiencia de la comunidad familiar. La administración de la casa (economía) fue para Aristóteles el paradigma para abordar la ciencia que versa sobre los asuntos propios de la ciudad (política).7 Para la casa, como para la ciudad, vale la intuición elemental del sentido común que conmina a no gastar más dinero del que se dispone, so pena de incurrir en déficits que sólo pueden ser cubiertos contratando deudas o hipotecando bienes. La sana administración de la casa y por extensión de la ciudad, nos obliga a no hipotecar el futuro de la familia y a invertir en educación y alimentación para no tener que realizar gastos innecesarios en salud, que por su naturaleza son excesivamente altos. La autoridad familiar debe cuidar la seguridad de sus integrantes, las condiciones de sustentabilidad ambiental y vital y guiar sus acciones dentro del marco de la ley y las así llamadas buenas costumbres, que en el fondo, no son otra cosa que ciertos mínimos éticos exigidos por la convivencia en la ciudad.8 Resulta contrario al sentido común que las ciudades no se administren como los hogares pero así suele ser: en la ciudad, que no es otra cosa que la extensión del hogar, encontramos que hay ciudadanos que carecen de lo más necesario para una vida decorosa. Cf. Antonio Caso. La existencia como economía, como desinterés y como caridad. Esto es consecuencia lógica de la tesis Aristotélica sostenida en las Éticas y de la familia como primera asociación natural. Con respecto a la felicidad Aristóteles afirma tajantemente: “es obra de la necesidad la aproximación de dos seres que no pueden nada el uno sin el otro.” Aristóteles. La Política. 20ª ed. México, Espasa-Calpe, 1990. p. 21. 6 Entre otras opiniones cita Aristóteles el placer, el honor, la riqueza y finalmente y por encima de todo, la virtud más elevada que es la propia de la vida contemplativa. Kant, para quien la inteligencia es ante todo práctica, estaría en contra de esta concepción intelectualista de la felicidad. Los pensadores cristianos, por lo menos desde el Papa Clemente harán de la caridad la mayor de las virtudes. 7 Esto se puede constatar en el capítulo I del Libro Primero de La Política. Si bien es cierto que Aristóteles retoma estas ideas de Platón, las lleva a otro plano analítico ya que en lugar de derivar a una teoría utópica del Estado, el genio de Estagira, hace uso de las reflexiones sobre la familia para fundamentar una concepción naturalista del Estado: “el Estado procede siempre de la naturaleza, lo mismo que las primeras asociaciones, cuyo fin último es aquél”. Aristóteles. La Política. p. 23. 8 A esto se le puede llamar civilidad. 4 5

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Las ciudades, que deberían ser paradigmas del desarrollo humano e ideales de la vida buena y autosuficiente,9 se pueden convertir en una arbitraria unión de voluntades de la que resulta la insolidaridad, la indiferencia ante el dolor que se puede evitar y la mezquindad. La ética en el gobierno de la ciudad obliga a tratar a cada ciudadano ni como súbdito ni como elector, sino como hijo y a cuidar de cada uno como si fuera propio, porque a final de cuentas, la autoridad política es como una extensión de la autoridad familiar, que aunque diversa en su objeto10, no lo debe ser en sus fines: la realización al máximo de la vida buena (más no de la buena vida). El valor de la familia radica en que es una comunidad de vida en la que se aprenden los valores, principios y virtudes básicos que después se ponen en práctica ahí donde se dan relaciones que no se basan en la satisfacción de necesidades cotidianas. La familia debería ser una escuela de civilidad para formar buenos hijos que a su vez sean buenos ciudadanos, pero esto no sucede con frecuencia. Una de las causas de la desarmonía en las ciudades y de las grandes carencias que se observan en el trato cotidiano entre las personas es la prevalencia de familias disfuncionales y de hijos de familia que a la postre pueden ser ciudadanos incongruentes, al comportarse en su casa de una forma y en la ciudad de otra muy diferente.

Pequeñas virtudes

Hay una actitud vital que podemos denominar nobleza y que no es necesariamente hereditaria ni vinculada a la azarosa adquisición de riqueza. La auténtica nobleza parece surgir de una especial disposición del espíritu que hace de cada conducta una muestra de elegancia, pudor decencia, honor, honra y discreción. La falta de nobleza, el llamado esnobismo (de sensa nobilitate=sin nobleza) es de tal manera perseverante que afecta por igual a ricos y pobres, a hijos de familias acomodadas y a hijos de familias pobres. No es, insistimos, una cuestión de herencia o dinero, sino de actitud interior, de disposición para conducirse de acuerdo a un código de ética vitalmente asumido. La elegancia no es sinónimo de buen vestir o de ciertos modales, sino de gentileza y distinción. Elegante no es el que viste bien, sino el que es apreciado por su forma de ser y comportarse. Elegantes fueron Gómez Morin y González Luna, elegantes fueron Preciado Hernández y Estrada Iturbide, elegantes fueron Christlieb Ibarrola y Castillo Peraza. No es el hábito el que hace al monje, es la virtud (el hábito moral) el que lo hace.

Tal como lo postula Aristóteles en el Capítulo I del Libro primero de La Política. Sobre el tema de la autoridad familiar y la autoridad en la ciudad Cf. Aristóteles. La Política. Libro I. Capítulo I.

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El pudor no es el miedo al ridículo y menos a la propia desnudez física o moral, es algo más sofisticado, es una actitud que se expresa en el decoro y una modestia similar al recato.11 El pudor es enemigo de la ampulosidad propia de la rana que se expande orgullosa hasta reventar. El pudor es enemigo de la vulgaridad en el hablar, de la maledicencia, que no es lo mismo que el uso adecuado de la grosería. Maledicente no es el que dice palabras que ciertas personas de supuesto gusto refinado reprueban, sino el que habla mal, de manera sistemática, de los demás, y al hacerlo no hace otra cosa que hablar mal de sí mismo. La discreción, en el trato, en el modo de vida y el lenguaje son bienes sumamente preciados que se han devaluado de manera considerable, en su lugar prevalecen la exaltación del yo a costa del otro, el ostento y el lujo incómodos y la verborrea interminable y hueca. En su momento, la discreción fue alabada como virtud por el mismo Cervantes12 y considerada como señal de buen talante y cuna, pero en estos tiempos de tanta vociferación y ruido estridente, es considerada como sinónimo de dejadez, estupidez o mojigatería. El honor no es distinción arbitrariamente otorgada o resultado de condecoraciones muchas veces entregadas a quienes a su vez se han dedicado a causas poco dignas. El honor es un logro que resulta del mérito moral, de las buenas acciones reiteradas a lo largo de una vida que se entrega al servicio del otro. Honorable es quien ante los demás se comporta como se podría comportar si viera el reflejo de sí mismo en el otro, con la certeza de que quien está enfrente de mí me refleja con claridad meridiana en mi dignidad, miserias y necesidades, y por lo mismo, es digno de respeto y consideración. La honra es el resultado de una vida honorable, es el reconocimiento público de que la persona es digna de ser honrada porque a su vez ha honrado a los demás durante su vida.

Valores y principios

El trabajo, la perseverancia, el esfuerzo y la honestidad son la clave de una nueva sociedad en la que la crisis causada por la ambición desmedida y la especulación desbordada quede desterrada. Si hay crisis en el futuro ésta ya no debe tener sus causas en la decadencia moral de las sociedades. El trabajo no es lo mismo que el empleo, el cual puede ser o no un trabajo, pero siempre es remunerado; esto es, hay personas que reciben una remuneración a cambio de vegetar en una oficina, a esto le podemos llamar empleo sin trabajo. También hay personas que trabajan sin recibir remuneración a cambio, a esto se le “… el hombre modesto sabrá hacer y decir las cosas donde, como y cuando conviene hacerlas y decirlas”. Aristóteles. La Gran Moral. Libro I, Capítulo XXVII. 12 Cf. V. gr. La gitanilla. En “Novelas Ejemplares”. 11

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llama voluntariado, como cuando cuidamos una casilla el día de la elección recibiendo a cambio sólo lo necesario para mantener la atención del espíritu gracias a la expedita alimentación del cuerpo. Lo más valioso para cualquier sociedad, llámese o no capitalista, es la posibilidad de tener un empleo por el que se obtenga una remuneración suficiente para satisfacer necesidades vitales, corporales y espirituales. La dádiva nunca reemplazará esta casi divina oportunidad de tener un empleo

La crisis que vivimos debería poner en evidencia que el trabajo es la actividad humana más preciada, que es el único medio para el perfeccionamiento de la persona y que en consecuencia, repudiar el trabajo es repudiar el desarrollo personal. Quienes quieren trabajar para después retirarse y dejar de trabajar son locos o insensatos, porque sólo el trabajo, comprendiendo aquí actividades y competencias psicomotrices, afectivas e intelectuales perfecciona a la persona; renunciar al trabajo es darse por muerto en vida. La perseverancia es necesarísima en tiempos de crisis y sumamente conveniente en tiempos de bonanza. Fijarse una meta, perseverar con disciplina y esforzarse al máximo son medios óptimos para acumular pequeños y significativos logros que a la postre se traduzcan en grandes realizaciones. Todo camino comienza ante los pies de uno y debe seguirse con firmeza, determinación y rectitud. Sólo el esfuerzo sostenido garantiza la perseverancia: esforzarse a pesar de la fatiga corporal y mental, esforzarse a pesar de que el clima sea adverso o el cansancio sea abrumador son muestras de lo que es la nobleza de la persona. El mejor ejemplo es el corredor de maratón: su “corazón” mueve sus articulaciones, su “es-

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píritu” lo hace ligero de pies y es capaz de llegar a la meta contra toda explicación racional posible. Trabajar es noble si se gana lo necesario para vivir y ahorrar, con la mirada puesta en invertir, en generar capital que al final de cuentas es el que genera riqueza y empleo. Si se es patrón es digno reconocimiento al trabajo pagar lo justo y exigir lo necesario; en caso contrario los empleados hacen como que trabajan porque el patrón hace como que les paga.

La honestidad se expresa en una vida congruente en la que la persona expresa lo que es, en su dignidad y limitaciones, vive de acuerdo a sus convicciones más profundas y actúa en función de valores y principios que son la guía de su vida. La honestidad demanda no pretender ser más de lo que por naturaleza se está destinado a ser y no evadir el compromiso de ser quien se está llamado a ser. Ahora más que nunca es necesario apostar por el mañana, cuidando el presente y apreciando y valorando el pasado. La persona humana es un ser inserto en el tiempo, consciente de su momento y sabedor de que tiene y es historia. Es en tiempos de crisis que hay que moderar las ambiciones y dar cabida sólo a la especulación razonable en la que no se proyecta hipotecar el mañana, sino antes bien, construir en el presente un futuro promisorio. La remembranza y la valoración de las tradiciones son actitudes valiosas que permite articular pasado y futuro en un presente que valora lo que ha sido, recupera lo aprendido y proyecta con moderada ambición lo que se puede lograr.

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Los causantes de la crisis

Quienes han contrariado las dimensiones morales que aquí hemos bosquejado son los auténticos causantes de la crisis. Hay que exorcizar a los demonios a los que comúnmente se les atribuyen todos los males: el neoliberalismo, el mercado, el Estado, los partidos políticos, los políticos, las pandemias y los fenómenos naturales no son causantes de la crisis que nos aqueja, es la decadencia moral de los pueblos el causante principal, y junto con ella, la consiguiente falta de referentes, intereses valiosos y horizontes esperanzadores. La lista de quienes han causado los males que ahora nos aquejan es larga pero no interminable: quienes que buscan el máximo de beneficio con el mínimo de esfuerzo, llámesele como se les quiera llamar, vividores, oportunistas, arribistas13 o especuladores, son en parte la causa. Al gastar más de lo que se tiene como recurso constante se arruinan las finanzas familiares o estatales y se merma la sustentabilidad de los recursos. Los déficits que sólo se pueden pagar a costa de endeudarse o de cuantiosas hipotecas son la mejor forma de sabotear el futuro. Descuidar la educación y la alimentación de las personas es muy común: no se pone énfasis en la educación de calidad, no se exige responsabilidad social a los docentes, no se fiscaliza el gasto educativo, no se participa en la comunidad educativo y se deja la educación en manos de bribones que lo único que buscan es la ganancia fácil y el lucro inmerecido. No se gasta en alimentación sacrificando la salud del cuerpo en aras de la apariencia que cubre un cuerpo enfermizo: el auto lujoso, el traje costoso, el reloj vistoso, ocultan a un poseedor insano que ha decidido renunciar a cuidar su cuerpo para decorar todo aquello que aparentemente reviste al cuerpo, dándole status y prestigio. Ser insolidarios es un grave pecado social que implica no cuidar a los que menos tienen para sacarlos de su situación de dolor evitable. A la larga, los pobres muy pobres crecerán aprendiendo a odiar a los ricos demasiado ricos, se alimentará el odio y se exacerbará el resentimiento entre clases, campo fértil para que los vividores de la política busquen capitalizar estos malos sentimientos. No hay sustentabilidad a largo plazo para los ricos que tienen que vivir atrincherados, porque estas líneas Maginot fácilmente trazadas pueden ser sorteadas y entonces sus hijos serán asaltados y secuestrados y sus hijas y esposas ultrajadas y asesinadas.

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Como bien se dice no es lo mismo arrivé (el que llega, el triunfador) que arriviste (el que llega a una alta posición sin lograr aceptación o respeto).

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El impudor que prevalece en política lleva a hacer de ésta un circo infame con varias pistas en el que los espectadores mantienen un lamentable nivel intelectual, siendo abotagados por payasos, animales y animadores. La indiscreción y el ostento de quienes utilizan su riqueza para intentar deslumbrar con joyas, autos y atuendos además de ofensivos en un mundo injusto, demuestran la capacidad ilimitada para derrochar que tienen quienes carecen de nobleza, en el sentido que la hemos definido. El deshonor y la deshonra de quienes ocupan un cargo público para financiar proyectos personales, abonar intereses mezquinos o enriquecerse a costa del erario son interminables. Su cargo dura poco tiempo, su dinero en caso de quedar impunes puede durar toda su vida y la vida de sus descendientes, pero la deshonra que pesa sobre sus apellidos dura toda la vida. La holgazanería, la inconstancia, la inconsistencia y la deshonestidad destruyen la cultura emprendedora, generan complicidades ruines y merman el auténtico desarrollo humano. Al no ahorrar por estar constantemente gastando, se cae en una forma de consumismo lamentable que nace de no saber qué hacer con el ocio, por falta de un proyecto de vida valioso, con esto se cae en la inanidad, la futilidad y la desvergüenza. Apostar por el presente, relegar el pasado y olvidarse del mañana, es la mejor forma de vivir una cultura inmediatista y traicionera, caracterizada por la falta de proyecto. No nos preguntemos cuáles son las causas de la crisis, antes bien busquemos en nosotros la forma de cambiar estas formas perversas de cotidianidad, para así ser artífices de una humanidad renovada, que sólo pueda enfrentar las crisis causadas por los ciclos económicos y no se vea necesitada de enfrentar otra crisis cuya causa sea la decadencia moral de la especie.

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PARTIDO O GOBIERNO: Vinculación democrática Luis Felipe Bravo Mena Vicente Fox Quesada

os de julio de 2000. Con el triunfo del PAN en las elecciones presidenciales y el inicio de la alternancia democrática en el cargo más importante del sistema político, se aceleró la transición hacia un régimen diferente. Desde luego, el arribo al Ejecutivo federal de un candidato no emanado de las filas priístas no constituye por sí mismo el fin de un régimen autoritario. Un régimen distinto debe irse constituyendo con reglas diferentes que nos deben conducir a la conformación de una cultura que podría definirse como la del ciudadano, con todas sus dignidades y sus derechos, para ser el protagonista más importante en el escenario político nacional. Lo anterior, en un país que no ha tenido experiencia en prácticas democráticas, no es cosa menor ni tarea sencilla. Demanda vigorizar valores que deben arraigarse en la conciencia de gobernantes y gobernados lo cual, obviamente, corresponde a un proceso lento y difícil. La democracia, de acuerdo con sus teóricos, se puede definir como un conjunto de procesos que tienen diversos fines, entre otros, seleccionar hombres y mujeres a los cargos de elección popular, rendir cuentas, exigir responsabilidades, estimular la participación ciudadana, vigorizar los órganos de representación nacional. De hecho, la democracia es la permanente búsqueda de un régimen que ha resultado ser el más eficaz y eficiente para alcanzar el bien común.

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Se ha iniciado, pues, un reacomodo de las distintas fuerzas políticas y del peso específico de las instituciones, entre ellas la Presidencia de la República, el Congreso de la Unión y el partido político triunfante. El anterior documento, de Felipe Calderón Hinojosa, ya vislumbraba los retos del Acción Nacional al arribar al poder. En la XVIII Asamblea del PAN (celebrada los días 24 y 25 de marzo de 2001 en Guadalajara, Jalisco) se dieron dos testimonios cruciales para definir su relación con la Presidencia de la República y de ésta con las fracciones parlamentarias del partido en el Senado y en la Cámara de Diputados. El presidente del partido, Luis Felipe Bravo Mena, describe esta relación con los términos vinculación democrática. El presidente Fox insiste en que el partido de Estado ha concluido. Ubiquémonos en los momentos que el país vivía en el marco de esa asamblea: ambas cámaras habían confrontado un fuerte debate en relación con la comparecencia de la dirigencia zapatista ante el pleno o ante comisiones del Congreso. Habían surgido criterios encontrados del Ejecutivo y de las fracciones parlamentarias de su partido en relación con este tema y por lo tanto se imponía una definición en ese momento crucial. Ahí es donde los dos discursos adquieren una gran relevancia y son punto de partida para establecer una relación madura y sensata, como corresponde a un régimen democrático, entre el PAN y Vicente Fox. De hecho, se inicia una nueva etapa para dejar atrás la coincidencia del Presidente de la República como jefe del partido político que lo llevó al poder. Con estos documentos cerramos el ciclo en la vida del PAN, desde el rompimiento de Manuel Gómez Morin con el sistema emanado de la Revolución Mexicana –con su carta de 1927–, hasta el arribo al poder y la nueva relación a establecerse, ya no como partido de oposición sino como partido en el gobierno. Estos documentos cruciales nos dan cuenta de grandes definiciones en momentos difíciles y también de la congruencia del PAN en toda su historia y de su apego a principios y doctrina. En su lectura, sus militantes –y también quienes no lo sean– podrán apreciar un esfuerzo denodado por democratizar a México.

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Palabras de luis felipe bravo mena1 INTRODUCCIÓN

Llegamos de todos los estados del país, a Guadalajara, seleccionada por el Comité Ejecutivo Nacional como sede de esta Asamblea, para congratularnos con los ciudadanos y los panistas de Jalisco por el inicio de un segundo gobierno del PAN en la entidad, encabezado por nuestro compañero Francisco Ramírez Acuña, a quien deseamos éxito. Le ofrecemos nuestra solidaridad partidaria, encomendándole la realización de los valores y principios humanistas de Acción Nacional en su tarea gubernativa. Aquí en su patria chica, saludamos al ex gobernador Alberto Cárdenas Jiménez. Le expreso nuestro reconocimiento por su leal desempeño. En la satisfacción del deber cumplido ha tenido ya su premio, pero es de justicia manifestárselo públicamente. Gracias al Comité Directivo de Jalisco por su valiosa cooperación en los preparativos y desarrollo de la Asamblea, así como al pueblo tapatío que nos acoge con su tradicional hospitalidad. La XVIII Asamblea Nacional Ordinaria del Partido Acción Nacional es un acontecimiento extraordinario. Somos protagonistas de un evento en el que nuestra institución va a renovar a uno de sus principales órganos estatutarios, en un contexto de grandes transformaciones políticas de las que nuestro partido ha sido heroico y perseverante constructor. Esta Asamblea, autoridad suprema de Acción Nacional, se constituye por decimaoctava vez, pero es la primera que se realiza después de haber obtenido la victoria en las elecciones presidenciales. El dos de julio fue un parteaguas en el devenir político de México; marcó el fin del sistema autoritario y la inauguración de una etapa democrática, republicana y federalista. También para el PAN es el comienzo de una nueva andadura en la brega de eternidad: después de 60 años en la oposición pasamos a ser partido en el gobierno. Esta nueva situación de Acción Nacional con las responsabilidades públicas que conlleva, tiene para nuestra organización consecuencias profundas y trascendentes. Debemos asumirlas con firmeza de animo y alegría. ¡Dispongamos la acción para el futuro! Con la victoria del dos de julio y el arribo de Vicente Fox a la Presidencia de la República, el PAN alcanzó su plenitud como partido político. Las instituciones, como las personas, llegan a esa condición cuando después de un proceso natural 1

Introducción y mensaje final, leído ante la XVIII Asamblea Nacional Ordinaria el 24 de marzo de 2001.

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de desarrollo adquieren las facultades para cumplir su vocación específica. Acción Nacional lo ha logrado en el año 2000. Seis décadas de trabajo continuo, de sangre, sudor y lágrimas de varias generaciones de panistas lo hicieron posible. El triunfo es de todos. De la generación fundadora que sembró y cuidó el crecimiento de esta gran obra de dignidad ciudadana. Mujeres y hombres, operarios de las primeras horas que con ejemplar magnanimidad aceptaron ser trigo de molienda, nos legaron un tesoro de mística y doctrina que ahora más que nunca nos corresponde transformar en obras y hechos. El triunfo es de todos. De miles y miles de mexicanos que nunca se resignaron al imperio de la perversión política y año tras año, desde 1939, en las calles y en las plazas, en las campañas y en las tareas de organización y difusión ganaron la batalla cultural de la democracia, sin la cual no hubiera sido posible el desmontaje pacífico del régimen autoritario. El triunfo es de todos. De alcaldes, gobernadores, legisladores federales y locales, desde los primeros que hubo, que con apego y lealtad a los principios de Acción Nacional, acreditaron que el buen gobierno era posible y mediante un avance gradual y consistente, de la periferia al centro, pusieron al alcance la Presidencia de la República. El triunfo es de todos. De esta generación de panistas del 2000 que multiplicó los talentos heredados, respondió a las exigencias de la política actual y con la fuerte candidatura de Vicente Fox conformó un contingente mayoritario, que cristalizó en la victoria electoral con casi 16 millones de votos. Nuestro triunfo no es una casualidad, tampoco se produjo por un accidente de la historia. Viene de lejos porque como los hechos lo han demostrado, el PAN es un movimiento de almas cuyos empeños se concatenaron y acumularon por más de seis décadas. Así, con plena conciencia de la portentosa gesta cívica que es la historia del panismo llegamos a esta XVIII Asamblea como partido victorioso, ante la que comparezco, en cumplimiento de lo dispuesto por el artículo 20 fracción II de nuestros estatutos generales, para rendir el informe correspondiente al último año del Comité Ejecutivo Nacional del periodo 1996-1999 y los dos primeros del CEN en funciones, electo para el periodo 1999-2002.

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MISIÓN DE LOS PANISTAS EN LA NUEVA SITUACIÓN POLÍTICA

El dos de julio finalizó una era de 71 años en la política mexicana. Terminó el régimen del “priato”: el presidencialismo, la simulación, el control corporativo de la sociedad; se inició una nueva etapa en la historia de México. Un cambio que es el fruto de la transición pacífica a la democracia. En el México actual hay suficientes razones para alimentar la esperanza. La liberación de energías sociales y políticas, que democráticamente encauzadas, serán la fuerza que moldeará el futuro de la nación y nos permitirá superar múltiples rezagos. Es cierto, que ésta es una situación inédita, cuyos rasgos específicos aún no están del todo definidos; sin embargo, hoy, la sociedad mexicana y Acción Nacional hemos logrado la alternancia y el cambio tan esperado como necesario. Si bien la desintegración del antiguo régimen ha dejado como legado una herencia fatídica con muchos problemas políticos, sociales y económicos por resolver, es importante destacar que su colapso, generó al mismo tiempo, la gran oportunidad para regenerar la vida nacional sustentada en la libertad, la democracia, la pluralidad, la justicia y el Estado de derecho. Desde su fundación, Acción Nacional ha contribuido a la formación y edificación de la cultura y la institucionalidad democrática en nuestro país, mediante la presencia consistente y sistemática en el debate político, con la elaboración de iniciativas de ley y propuestas de políticas públicas, estimulando la participación ciudadana en las decisiones del Estado y la insistencia paciente y vertical en la vía electoral. Los ciudadanos decidieron tomar el destino de su país en sus manos, los panistas somos una vigorosa expresión de la sociedad civil y por ello hemos de continuar, como siempre, impulsando la propuesta humanista. Seguiremos proclamando la eminente dignidad de la persona humana, el bien común, la solidaridad y la subsidiariedad. No dejaremos de formar políticos humanistas, a los que nunca les falten motivos espirituales para asumir responsabilidades públicas en servicio de la nación. Sabemos que en esta nueva etapa, la lucha será ardua, no menor a la que sostuvimos los pasados 61 años; lo será porque ahora tenemos mayores responsabilidades y porque debemos nutrir la nueva institucionalidad democrática con realizaciones de justicia, desarrollo y elevación palpable de la calidad de vida de todos los mexicanos.

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No debemos olvidar que la relación entre los diversos poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial, es ahora totalmente republicana. Estamos viviendo un auténtico equilibrio de poderes. En esta situación venturosa y a la vez difícil, la viabilidad del cambio descansa en el diálogo y la construcción de acuerdos. La sociedad mexicana nos ha dado a todos los actores políticos el mandato, a través del voto, de conjugar positivamente nuestras diferencias y privilegiar por encima de todos el interés nacional. Los panistas contribuiremos, con templanza y respeto a nuestros interlocutores, en la elaboración de las reglas y los métodos del nuevo sistema político que apenas da sus primeros pasos. Defenderemos, que no quede la menor duda, los valores y las instituciones democráticas con el mismo vigor y la energía como lo hicimos durante 61 años por la vigencia del sufragio efectivo. Los panistas luchamos por un México en el que la democracia logre la justicia en la libertad y en ese empeño nunca daremos un paso atrás.

VINCULACIÓN DEMOCRÁTICA PARTIDO-GOBIERNO

Una de las principales reflexiones en las que el partido se ha ocupado en los últimos meses, como consecuencia de la victoria del dos de julio, es la conceptualización y definición de la relación que debe darse entre el partido y el gobierno. El tema es importante por las características que adoptó, desde la precampaña, el llamado de Vicente Fox a la formación de un frente amplio por el cambio y la alternancia. Los panistas lo elegimos nuestro candidato y reforzamos esa estrategia al formar la Alianza por el Cambio con el Partido Verde Ecologista. Durante la campaña, nuevos elementos de pluralidad política se congregaron en torno al liderazgo de nuestro candidato presidencial. Logrado el triunfo, Vicente Fox reconoció su adhesión a los principios y programas de Acción Nacional al tiempo que honró su compromiso personal de campaña de formar un gabinete plural e incluyente en consonancia con un gobierno colocado en el vértice de la transición democrática. El resultado de este proceso ha creado confusiones para muchos observadores y aun entre miembros del partido, el identificar la relación que existe o debe existir entre el gobierno del Presidente Fox y el PAN. Más allá de intrigas y especulaciones malintencionadas la cuestión no es tan compleja como pudiera parecer a quienes sólo toman en cuenta aspectos parciales y se resuelve si asumimos el concepto de vinculación democrática.

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La vinculación democrática parte del reconocimiento del compromiso de que el partido y los órganos de gobierno, en tanto que surgidos por el voto popular mayoritario emitido a favor de los candidatos y plataforma de Acción Nacional, somos corresponsables de desarrollar y realizar el programa que se ofreció a los ciudadanos. En ese sentido formamos una unidad y tenemos la misma identidad frente a la sociedad. Pero al mismo tiempo somos distintos en el cumplimiento de nuestras funciones específicas. Ya lo señalaba Manuel Gómez Morin hace 52 años: “…un partido tiene el derecho de llevar sus programas y sus hombres al gobierno; pero ese mismo gobierno, en el momento de llegar a serlo, deja de ser el partido para ser la representación de la Nación, y no tiene derecho de utilizar los recursos del poder, que son de aquella, para el sostenimiento del Partido; ni tiene derecho de utilizar la estructura jurídica y administrativa para coaccionar voluntades en pro del Partido”. Efraín González Luna diría lo mismo, de la siguiente forma: “Cualesquiera que sean las circunstancias, es deber fundamental del Jefe de Estado el serlo positivamente y no representar ni servir a un partido, a una camarilla, aun cuando le deba el acceso al poder”. Y Adolfo Christlieb Ibarrola también lo puntualizó: “El gobierno y el partido en el poder no deben identificarse…”. Está claro que estas expresiones deben entenderse en el contexto de la lucha de Acción Nacional contra el modelo priísta de partido de Estado y gobierno de partido, pero sientan una tesis fundamental que sirve de valiosa orientación para estos momentos. De acuerdo con ello, está claro que el partido debe ser respetuoso de sus propios límites y nunca invadir con propósitos partidistas los ámbitos y facultades que a los responsables de las distintas funciones de gobierno les corresponde. En contrapartida la misma autonomía le corresponde al partido en sus decisiones respecto a los gobiernos surgidos de sus filas, por ello conserva el derecho para analizar y estudiar con independencia absoluta, las políticas y estrategias gubernamentales así como el desempeño y comportamiento de todos y cada uno de los funcionarios públicos para apoyarlos, hacerles fraternas y prudentes observaciones y en caso extremo oponerse. Transformar en hechos y actitudes el concepto de vinculación democrática entraña un doble reto por la permanencia de una cultura política que no lo facilita. Primero entre nosotros mismos: debemos pasar de una larga tradición de oposición a una mentalidad de responsabilidad directa con la gobernabilidad y la

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estabilidad política del país, que si bien no es exclusiva del PAN sí tiene para Acción Nacional la mayor carga. Todo ello en el contexto de equilibrios tensos entre diversas fuerzas, al tiempo que derogamos las viejas formas de control y disciplina política autoritaria. En segundo lugar, la ejecución de la vinculación democrática entre partido y gobierno, no es fácilmente comprendida por la opinión pública que aún analiza los acontecimientos políticos con los referentes de la cultura del autoritarismo y del centralismo, lo que lleva a reclamar a menudo de Vicente Fox o del PAN respuestas a los problemas con la utilización de herramientas propias del viejo régimen. La vinculación democrática presupone comunión de principios y valores; acuerdo en los objetivos superiores, buena fe y recta intención en la comunicación entre el partido y el gobierno y correcta operación política. Aprendizaje democrático es, pues, signo de estos días. Como toda enseñanza necesita del ejercicio de las virtudes de la paciencia, la perseverancia, la fortaleza y la tolerancia. En estos propósitos exijámonos los panistas metas más elevadas pero comprendamos, al mismo tiempo, que las sociedades democráticas no surgen de la noche a la mañana. En la sana vivencia de la vinculación democrática, el firme respaldo del PAN al gobierno del Presidente Fox no es ni será sumisión presidencialista, ni la militancia panista del Presidente y otros de los funcionarios es signo de fusión sectaria entre el gobierno y el partido. Tampoco el debate y la discusión de puntos de vista entre ambos podrá ser interpretada como ruptura, más bien es clara señal del viento fresco que barrió con el acartonamiento silente del pasado.

En las reglas del juego de vinculación democrática es perfectamente admisible la pluralidad en la formación de gobierno. No se pide a todos los funcionarios pertenencia al partido pero sí lealtad al programa y respeto al partido. Nada más pero tampoco nada menos.

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CHIAPAS Y LA CUESTIÓN INDÍGENA

Para Acción Nacional, la cuestión indígena no es nueva, ni la urgente respuesta de justicia y respeto que reclama del Estado mexicano se origina en el conflicto iniciado en enero de 1994 por el EZLN en la zona de Las Cañadas de Chiapas. Baste decir que desde 1970, Efraín González Morfín, entonces candidato presidencial, en su gira por San Cristóbal de las Casas, había sustentado tesis por demás avanzadas y orientadoras para el debate que en estos días nos ocupa. El Planteamiento fue el siguiente: Las características del Estado moderno permiten promover sin demagogia ni paternalismo ineficaz una actividad a favor de los indígenas: Estado de derecho; los grupos indígenas deben gozar plenamente de los derechos políticos, económicos y culturales que les confiere su naturaleza humana y la Constitución de México. Estado social; los grupos indígenas constituyen un campo preferente para la actividad del Estado. Los indígenas mexicanos no deben quedar excluidos de los proyectos de renovación de México. Estado democrático; es antidemocrático renunciar a los esfuerzos de integración de los grupos en el progreso nacional. La plataforma política 2000-2006 en el capítulo “Nueva relación entre mexicanos”, al referirse a los pueblos indígenas sostiene: “Promoveremos una nueva relación entre el Estado y los pueblos indígenas, con pleno respeto a los derechos humanos y a su cultura, a sus usos y costumbres, generaremos los cambios que puedan mejorar su situación comunitaria y personal”. Ése es nuestro compromiso, ésa es la única y genuina posición del PAN sobre este problema. No las deformaciones, ni las expresiones del rencor antipanista que difunde la propaganda que no se compadece de la objetividad ni de la verdad. Respecto al conflicto planteado por el EZLN desde 1994 hasta el día de hoy es firme e indiscutible la posición de Acción Nacional a favor de una solución política, pacífica, a través del diálogo.

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La promoción y apoyo del diálogo como instrumento privilegiado de la política es convicción profunda del PAN desde siempre, no mero oportunismo de ocasión. Ya lo decía Adolfo Christlieb Ibarrola: “El diálogo implica no el propósito irreductible de obligar al adversario a reconocer un error, sino la búsqueda de una verdad más elevada que pueda unir por encima de los puntos de vista particulares. La iniciación de todo diálogo siempre es difícil –decía Christlieb– porque los interlocutores deben llegar al mismo, con la intención de delimitar las cuestiones en que estén de acuerdo para ampliarlas en lo posible, y supone también la intención sincera de precisar divergencias.” Por eso en estos días en que los ánimos se han crispado, reiteramos que el diálogo con el EZLN sea en el Congreso o con el Ejecutivo debe ser digno para todos los participantes y no podría tomarse como tal si solo se le concibe como estrategia para imponer a la fuerza decisiones que ameritan la reflexión serena y constructiva de todos los involucrados en las instancias de discusión y resolución de este importantísimo y crucial problema nacional. Honorable asamblea: Estos tres años han sido fructíferos en la de Acción Nacional; ha sido tiempo de abundante cosecha. Debemos estar satisfechos pero no ser triunfalistas. Aún hay muchas batallas por librar. Gómez Morin lo advirtió en los inicios del partido: “Cumplida una esperanza, otra nueva encenderá los ojos de los hombres. Colmada una necesidad, surgirá otra más amplia o más fina…y a todo lo largo de la peregrinación jubilosa y doliente habrá necesidad de mantenerse en constante pie de guerra contra el asalto de la mentira y de la avaricia, de los violentos y los corruptores, de los prevaricadores y de los perezosos. Ésa es la ley”.

PALABRAS DEL PRESIDENTE VICENTE FOX QUESADA2

Muy buenos días, jóvenes. Qué honor y qué gusto estar nuevamente aquí con todos ustedes, con mis compañeros y compañeras del Partido Acción Nacional. Señor presidente del Comité Ejecutivo Nacional del Partido Acción Nacional, Luis Felipe Bravo Mena; señores y señoras consejeros nacionales; amigos y amigas asambleístas, militantes, compañeros, compañeras: La transición impone reglas inéditas que es preciso cumplir. La gobernabilidad democrática exige alianzas que es necesario construir. El cambio demanda inaugurar caminos que hasta hace poco eran difíciles de imaginar. Sin embargo, la conducción del Gobierno reclama también principios que es indispensable defender. Mensaje durante la ceremonia de toma de protesta a los consejeros nacionales del PAN y clausura de la XVIII Asamblea Nacional Ordinaria el 25 de marzo de 2001.

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Por ello, sin descuidar mi compromiso con todos los mexicanos y mexicanas, me asumo orgullosamente panista. Reconozco en Manuel Gómez Morin, en Efraín González Luna, en Adolfo Christlieb, en José Ángel Conchello, en Efraín González Morfín, en Manuel Clouthier, ejemplos; ejemplos que me inspiraron para participar en la lucha política por un México donde la democracia fuera una realidad sin adjetivos, sin excepciones, sin exclusiones. Tenemos una larga experiencia en las contiendas políticas, pero hasta hace poco pudimos gobernar y así plasmar el ideario del partido en la realidad, primero en el norte y en el centro del país, guiados por pioneros como Ruffo y Pancho Barrio. Crecimos con enorme fuerza en otras regiones y poco a poco fuimos ganando municipios, diputaciones, senadurías y gubernaturas, gracias al trabajo perseverante de generaciones de panistas, gracias a su entrega, su pasión y su compromiso. Todos y todas ellas fueron abriendo los cauces para un suceso esperado durante 60 años: el arribo de un panista a la Presidencia de la República. Yo soy, soy el heredero de esos sueños y de esos ideales, soy depositario de ese patrimonio político y continuador de su tarea. Tengan todos ustedes la certeza de que no les fallaré. Los valores humanistas y de solidaridad con los que me conduzco, son los que aprendí y son los que defiendo a mucha honra dentro de mi partido, Acción Nacional. Reafirmo mi sentimiento de pertenencia al PAN. Soy panista por origen y convicción. Mi militancia no es incompatible con mis responsabilidades de gobierno, comparto plenamente sus valores. Tengo la camisa bien puesta y la llevo con orgullo y responsabilidad. El dos de julio pudimos cosechar lo que por tanto tiempo habíamos venido sembrando. Ese día fue histórico para todo México, no sólo para los panistas. Ese día iniciamos en el partido una nueva etapa en la que nuestro compromiso y responsabilidad con México adquirieron una mayor dimensión y trascendencia. Ustedes y yo estamos encabezando la construcción de un país capaz de afrontar los desafíos del nuevo siglo y el de poner a nuestro querido México en el camino correcto, hacia una profunda transformación nacional. Compartimos todas y todos nosotros un mismo proyecto de país, un mismo anhelo. Para hacerlo realidad requerimos de una relación donde haya una comunicación constante, un diálogo franco y el ánimo para lograr los consensos que nos permitan impulsar ese proyecto que nos une.

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La relación entre el PAN y mi Gobierno se ha sujetado invariablemente al indispensable principio del respeto entre entidades de naturaleza distinta. Hoy, como nunca antes en la historia reciente de México, el gobierno es gobierno y el partido es partido. Pero gobierno y legisladores debemos encontrar invariablemente, en el diálogo respetuoso y constructivo, los caminos que impulsen los principios y programas del Partido Acción Nacional. Ésa es nuestra tarea y nuestra responsabilidad con los militantes que gracias al trabajo de muchos años, hicieron posible la alternancia democrática en el Poder Ejecutivo. El Presidente y el PAN vamos ahora en el mismo barco, junto con cada uno de nuestros compañeros y compañeras, de cada miembro de Acción Nacional. Nuestro compromiso no es sólo con los panistas de hoy, sino también con los fundadores y con las generaciones futuras. Debemos trabajar unidos para alcanzar el éxito en las próximas elecciones y que los candidatos de nuestro partido cuenten con el aval de una gestión que trabajó por el bien común y el buen gobierno; que hizo posible el desarrollo de las personas, que defendió el interés colectivo y vigorizó la unidad nacional; que luchó, trabajó y se entregó por la causa de los más pobres y marginados en el país y que por todo ello, merece el refrendo del voto ciudadano. Nuestra relación debe de ser madura y estar siempre guiada por los principios y los valores que nos unieron, que nos unen hoy como partido. No podemos basarnos ni en el sometimiento automático del pasado ni mucho menos en el distanciamiento político y programático. Vivimos una coyuntura histórica de la que el PAN habrá de salir fortalecido. México necesita de un PAN creativo y generoso, necesita también de un Presidente que siempre sepa escuchar a su partido y a todos los mexicanos y mexicanas.

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El país nos exige, en estos tiempos de cambio, que coloquemos a la grandeza de miras y al patriotismo por encima de todo lo demás. Hagamos política para cerrar la brecha entre lo deseable y lo posible. Mi gobierno reconoce a la pluralidad democrática como base del proceso de transición que vive el país; al hacerlo, impulsa con orgullo el postulado histórico esencial de nuestro partido: la democratización de México. En estos momentos de cambio, en el papel tradicional del partido, en que debemos redefinir su significado y orientación en una coyuntura de transición, acudamos a la lucidez de nuestros ideólogos, como Estrada Iturbide, como Preciado Hernández, ¡como tantos y tantas otros y muchos más! Hoy, nuevamente, necesitamos a mentes penetrantes y sagaces, que arrojen luz sobre esta nueva etapa de nuestra vida partidaria; en cierto sentido, estamos en un momento fundacional, porque el 1o de diciembre nació el partido en el gobierno y terminó el ciclo del partido de oposición. Durante las décadas que fuimos oposición, el PAN dió muestras de su fortaleza, de la solidez de sus principios, de la entrega de sus mujeres y de sus hombres. Hoy, la historia le presenta una exigencia más radical a nuestro partido: ¡nunca dejarse atrapar por la tentación de ser un partido de Estado ni mucho menos un partido del gobierno! Este hecho, definitorio, nos obliga a encarar la realidad desde otra perspectiva, manteniendo la inalterable fidelidad a nuestros principios; es indispensable precisar qué somos hoy, qué sabemos bien, cuál es nuestra nueva misión, qué podemos esperar, ahora que se dé una abierta competencia democrática, y qué queremos, para nuestro partido, al término de este sexenio. Años de oposición democrática dejan su lugar a los de una gobernabilidad responsable. De aquí para adelante nuestro deber es hacer realidad el nuevo México. Mi gobierno no está cruzado de brazos, esperando que las cosas pasen; al contrario, estamos trabajando sin descanso para impulsar las grandes transformaciones que el país requiere. Y espero el apoyo decidido y la colaboración razonada de mi partido. La transición mexicana nos exige otorgarle un espacio muy importante a la eficacia democrática en nuestra relación. Ella es indispensable para formular y realizar los cambios que el país necesita.

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En el Poder Legislativo debemos de impulsar una serie de importantes reformas, la que abrirá espacio constitucional a los derechos indígenas, la que dé a México una reforma redistributiva para transferir recursos a quienes menos tienen y la que promueva un nuevo ordenamiento en materia laboral y energética. Hoy, hoy mismo, debemos hacer lo que cosecharemos con creces durante los próximos seis años. Hemos dejado atrás los años en que el Ejecutivo decidía unilateralmente y el Legislativo legitimaba sin criticar. Las nuevas circunstancias políticas obligan a buscar canales de entendimiento y acuerdo. Se acabaron los tiempos en que el Presidente exigía lealtad incondicional a su partido, eso ya no existe, no existirá nunca más. Las y los mexicanos tenemos ahora una Presidencia que deriva su fuerza del mandato libre y democrático y también tenemos un Congreso responsable y plural. El PAN no es ni será un partido de Estado a las órdenes del Presidente. Al contrario, requerimos de un PAN fuerte, vigoroso y crítico, pero también responsable y constructivo; un PAN a la altura de los nuevos tiempos, capaz de gobernar junto con el Presidente en un marco de libertad y madurez política. La nuestra, como ha afirmado el presidente de mi partido, debe ser una vinculación democrática. Si hablamos de un ejercicio democrático de la Presidencia, si hablamos de un Congreso plural e incluyente, no seríamos congruentes si no mantuviéramos vínculos democráticos y respetuosos entre el partido en el gobierno y el titular del Poder Ejecutivo. Hagamos de esta vinculación democrática un ejercicio de todos los días, mas no olvidemos que tenemos la difícil tarea de conciliar nuestros principios con la demanda de la mayoría de los mexicanos y mexicanas. Gobernamos para todos y para todas, también gobernamos para quienes siguen caminos diferentes en la búsqueda de metas compartidas. Pensemos siempre

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en México, pero no olvidemos que con el propósito supremo de gobernar para todos, con el fin de que este gobierno pueda ser reconocido como el que fundó las bases de un México equitativo e incluyente necesitamos poner fin en primer término a aquellos intereses desviados que representó el régimen en el pasado. Si pensamos en ella, en esta patria ordenada y generosa, por la que los y las panistas hemos luchado siempre, encontremos los consensos que nos permitan enfrentar con responsabilidad los desafíos de los nuevos tiempos. Pensemos en México con imaginación política, con sensibilidad y con pasión. Tenemos que convertir juntos la transición democrática en una nueva etapa para nuestro país y en un éxito más en la historia de nuestro partido, refrendado por el voto de la mayoría de nuestros compatriotas. Ese patrimonio de unidad, de convergencia, de objetivos comunes y de compromisos con la sociedad no lo podemos dilapidar. Estamos en el poder, ya llegamos a la Presidencia, venimos de un mandato pleno de legalidad y legitimidad. Tenemos el mayor tesoro de cualquier fuerza política: la confianza ciudadana. Hoy, hoy tenemos el respaldo del 89 por ciento de la población de todo el país, que aprueba las acciones de este gobierno panista. No es éste el momento de titubear, sino de decidir; no es el momento de detenernos, sino de avanzar; no es el momento de dividir, sino de unir. Avancemos juntos, pensando en México, pensando en nuestros hijos y las siguientes generaciones. Gracias, compañeros y compañeras de partido. Me pongo nuevamente a sus órdenes, con el mismo empeño, con la misma pasión de trabajar por los ideales de nuestro partido y de trabajar por nuestro querido México.

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ADOLFO CHRISTLIEB, UNO DE LOS ARQUITECTOS DE LA DEMOCRACIA MEXICANA Fernando Rodríguez Doval

a transición mexicana a la democracia tuvo un componente electoral indiscutible en el que los partidos políticos jugaron un papel fundamental en las reformas a las leyes e instituciones electorales que generaron condiciones más justas y equitativas para competir por el poder. Uno de los partidos que más influyó en este proceso fue Acción Nacional, el cual siguió una estrategia incremental de paulatina penetración en la vida política mexicana a través de la propuesta y la apuesta por el cambio institucional. Frente al régimen autoritario surgido de la Revolución, el PAN nunca propuso rupturas inciertas ni mucho menos revoluciones dramáticas. Apostó al gradualismo y al reformismo institucional. Una de las figuras indispensables para entender esta estrategia que terminó siendo enormemente efectiva en el largo plazo fue Adolfo Christlieb Ibarrola, presidente nacional del PAN entre 1962 y 1968, unos años fundamentales no solamente en la historia de Acción Nacional, sino del propio sistema político posrevolucionario.1

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Nadie como Alonso Lujambio ha estudiado la figura de Adolfo Christlieb Ibarrola. Su mejor texto en este sentido es: “El dilema de Christlieb Ibarrola. Cuatro cartas a Díaz Ordaz”, Estudios, 38, 1994, p. 49 – 75, luego recogido con algunas modificaciones en el libro: La democracia indispensable, México: El Equilibrista, 2009.

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Desde su fundación en 1939, Acción Nacional sabía que su tarea durante varios años sería la de un partido opositor llamado a cambiar el sistema político mexicano mediante la difusión de una nueva cultura política. Los panistas no se concibieron como un partido coyuntural o electorero, sino como una empresa de transformación de las realidades políticas del México posrevolucionario, caracterizado por el autoritarismo y la antidemocracia. Llama la atención que en la propia Asamblea Constitutiva, líderes como Manuel Gómez Morin o Efraín González Luna fueran plenamente conscientes de ello; el primero afirmó que: Se trata de una organización que no se establece para buscar un éxito inmediato, que no tiene el apetito de un triunfo próximo, que, inclusive, no está preparada ni para las responsabilidades de ese triunfo.2 Con esta mentalidad actuó el PAN durante su largo periplo como partido opositor. Clave en ese propósito fue Adolfo Christlieb Ibarrola, joven abogado y profesor universitario, quien en 1962 llegó a la presidencia nacional del PAN. Por ese tiempo, Acción Nacional tenía pocos miembros y una precaria estructura, y su presencia territorial estaba muy regionalizada en el centro del país y algunas zonas del norte. Discurso de Manuel Gómez Morin ante la Asamblea Constitutiva del Partido Acción Nacional, en 1939. Documentos fundacionales del Partido Acción Nacional, México: Partido Acción Nacional, 2009.

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En sus inicios en la política partidista, Adolfo Christlieb era un furibundo abstencionista; ya como jefe nacional del PAN y después de haber sido su representante ante la Comisión Federal Electoral, condicionó la continuidad de la participación electoral del PAN a la aprobación de una verdadera reforma electoral que generara una mayor presencia e influencia de Acción Nacional en la vida legislativa y municipal del país.3 El gobierno, consciente de la necesidad de abrir cauces a la participación de la oposición para mostrar al mundo una cara menos autoritaria, cedió. Después de meses de discusión, el Congreso aprobó el 28 de diciembre de 1963 una nueva ley electoral. Dejemos que sea Alonso Lujambio quien nos explique los alcances de esta reforma: Con las nuevas reglas, al partido minoritario que obtuviera como mínimo el 2.5% de la votación le corresponderían cinco “diputados de partido” y uno adicional por cada medio punto porcentual encima del umbral. El tope de la representación proporcional para cada partido minoritario serían 20 “diputados de partido”. Los diputados de partido serían aquellos que, habiendo perdido en su distrito electoral, se constituyeran como los “mejores perdedores”, es decir, los de mayor votación minoritaria. El cambio no era despreciable: se abrían espacios institucionales para la negociación y el diálogo. La reforma introducía elementos totalmente novedosos.4 3

El PAN se enfrentaba a cada proceso electoral con el dilema de participar o no en él. Era un dilema de difícil solución: si se participaba se corría el riesgo de legitimar a un régimen antidemocrático aún cuando pudiera suponer un avance en su propia transformación; si no se participaba se podía convertir en un partido marginal aún cuando de

esa forma pudiera presionarse al mostrar la verdadera cara autoritaria del régimen. Lujambio, Op. Cit, p. 60.

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La nueva ley, ciertamente, no significaría un vuelco espectacular que propiciara rápidamente la democratización del país. Era evidente que seguían existiendo resquicios por donde podía penetrar el abuso, algo que se mantendría mientras el gobierno tuviera el control sobre el órgano electoral y no se dieran condiciones reales de equidad en la contienda, algo que, por otro lado, sólo se conseguiría plenamente, y después de sucesivas reformas electorales, hasta 1996. Sin embargo, la nueva ley bien podía interpretarse como un paso adelante para avanzar gradualmente en la liberalización política y, lo que es más importante, permitía que la oposición tuviera mayor representación en la Cámara de Diputados, con todo el cúmulo de posibilidades de diversos tipos que eso podía traer consigo. El liderazgo panista así lo entendió y por eso apoyó la nueva ley, con realismo pero también con esperanza. Pero, además, la nueva ley estimulaba la organización y estructuración del partido en todo el país: los incentivos de los diversos candidatos a diputados a hacer una buena campaña eran enormes, ya que sin ganar podrían llegar a la Cámara si eran unos de los mejores perdedores; los resultados de cada candidato se agregaban para formar un porcentaje a partir del cual se asignarían los diputados de partido. Esto se tradujo en campañas entusiastas que acrecentaron la membresía del partido y mejoraron su organización en todo el territorio nacional, ya que a mayor número de votos corresponderían también más diputados, aunque no fueran de mayoría. Los diputados de partido, así, permitieron al PAN recompensar a sus militantes con candidaturas de valor real.5

Se puede considerar, por tanto, a Adolfo Christlieb como uno de los mayores constructores de estructura partidaria en el PAN.

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En la nueva legislatura (1964-1967) el PAN tuvo 20 diputados, 2 de mayoría y 18 de partido. Es decir, si tenemos en cuenta que en las anteriores legislaturas había tenido en promedio alrededor de 5 diputados, vemos que la probabilidad de llegar a la Cámara para los panistas se multiplicó por 4. Por otro lado, la gran capacidad negociadora de Christlieb Ibarrola con el gobierno federal hizo que éste reconociera el triunfo de 18 candidatos municipales panistas entre 1962 y 1968. Este crecimiento organizativo permitió a Acción Nacional consolidar y fortalecer su estructura, a tal punto que entre 1965 y 1969 pudo ganar importantes alcaldías del país –como Hermosillo, Mérida o San Pedro Garza García– e incluso estar en condiciones de competir con el partido oficial en algunas gubernaturas, como es el caso de Baja California en 1968 o Yucatán en 1969, dos estados en donde se asegura que hubo irregularidades y fraudes electorales. De esta manera, gracias a la nueva legislación electoral y a la política de diálogo con el gobierno, el partido expandió nuevos recursos, especialmente nominaciones para candidatos, los cuales ahora tendrían muchas más oportunidades de ser electos para cargos públicos. La arena electoral comenzó a ser un espacio importante para el partido. Christlieb imprimió al PAN una legítima ambición de poder que quizá antes no había mostrado. El gran estratega panista entendió a Acción Nacional como un partido que comenzaba a compartir las responsabilidades del poder, y que como partido opositor tenía que vigilar y criticar los actos del gobierno, señalando sus errores y orientando la opinión frente a las informaciones oficiales, ofreciendo soluciones alternativas. En 1965 Christlieb Ibarrola escribió una obra que llevaba por título, justamente, La oposición, en la que enfatizaba el papel que Acción Nacional debía jugar en el sistema político mexicano, dominado por el autoritarismo. Entre otras cosas, pueden leerse ahí las siguientes: No buscamos conservadoramente el mantenimiento de un orden estático identificado con una estructura histórica determinada. Deseamos participar legítimamente en las decisiones del poder, para programar y discutir no sólo reformas a largo plazo, de contenido satisfactorio, pero que no interesan a quienes viven en la carencia porque excluyen las soluciones requeridas de inmediato, sino también para buscar que los hombres de hoy vivan en libertad con suficiencia.

(…)

Deseamos integrarnos en las responsabilidades del poder,

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no para gobernar a favor de un grupo, ni con apetitos de dominio. Tampoco buscamos promover agitaciones estériles y destructivas como nos imputan quienes, movidos por ideologías extremistas, sí las realizan para instaurar en el país un sistema de totalitarismo estatal. Sólo buscamos servir a México, sin otra perspectiva que la de forjar una Patria donde siendo la vida más libre y más justa, sea mejor tanto para las generaciones de hoy como para las de mañana. Es ésta la forma como en Acción Nacional se concibe la respetabilísima función política de la oposición democrática.6 La estrategia de diálogo con el gobierno y de participación institucional desde la oposición activa y responsable impulsada por Adolfo Christlieb, a pesar de los resultados, no tuvo el apoyo incondicional de los miembros de su partido. Por el contrario, no pocos panistas vieron con escepticismo la nueva ley electoral, y no dudaron en afirmar que el partido se limitaba a recibir las migajas del régimen,7 sobre todo después de los numerosos fraudes electorales que se llevaron a cabo en esos años, destacando el de Yucatán en 1969, lo que reanimó las razones de quienes, dentro del partido, se pronunciaban por la abstención electoral. Adolfo Christlieb Ibarrola, La oposición, México: Ediciones de Acción Nacional, 1965, p. 15 y 16. 7 Véase el testimonio de Jesús Guisa y Azevedo, uno de los fundadores del PAN en Acción Nacional es un equívoco, México: Polis, 1966. 6

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Asimismo, consideraban que la nueva ley limitaba el crecimiento del partido, ya que por más votos que obtuviera, nunca podría sobrepasar el número de 20 diputados, excepto cuando triunfara en más de 20 distritos, algo que se percibía como imposible dadas las condiciones políticas e institucionales vigentes en aquellos tiempos. Se trataba en su opinión, pues, de una especie de círculo vicioso y de callejón sin salida.

Además, la nueva legislación favorecía más a los panistas capitalinos, debido a que el Distrito Federal era la entidad que aportaba más votos al partido. En 1964, por ejemplo, 11 de los 18 panistas que ingresaron a la Cámara como diputados de partido provenían de distritos de la capital de la República, y en 1967 fueron 12 de 19. Esto generó resquemores en los comités estatales, cuando no abiertas sospechas hacia la dirigencia nacional, unido lo anterior a la manipulación que el propio gobierno hacía de la lista de los “mejores perdedores” y la utilización de esta figura para sobrerrepresentar a los partidos satélites del PRI, como el PPS o el PARM. Por otro lado, algunos panistas enarbolaban el discurso de que con la posibilidad de acceder a mayores espacios de poder, la identidad del partido se perdiera, se maximizara la ambición pragmática, y los que asumieran posiciones públicas no necesariamente fueran los más identificados con los principios y valores de Acción Nacional. Esta creencia se acentuó al observar que, a pesar de la disposición del PAN al diálogo con el gobierno, éste no solamente no reconoció los triunfos electorales panistas en Baja California y Yucatán, sino que radicalizó sus prácticas autoritarias, algunas abiertamente represivas.8 Este estado de ánimo quedó de manifiesto en 1970, cuando a la hora de decidir la participación del PAN en las elecciones presidenciales, los que estaban a favor apenas triunfaron por un estrecho margen y después de dos convenciones nacionales.9 El propio Christlieb Ibarrola se fue a la tumba en diciembre de 1969 convencido de que su estrategia había fallado.10 Sin embargo, los hechos posteriores demostraron que no fue así, y hoy la historia le reconoce un lugar indiscutible en la transición mexicana a la democracia.

El 2 de octubre de 1968 ocurrió la tristemente célebre matanza de estudiantes en Tlatelolco. El PAN fue el único partido en condenar estos hechos desde la Cámara de Diputados. 9 La primera, llevada a cabo en noviembre de 1969, tuvo que repetirse debido a que un sector muy importante del partido no quería respetar los acuerdos alcanzados respecto a la participación en las elecciones presidenciales. 10 Lujambio, Op. Cit. p. 69. 8

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La reforma electoral de 1963 permitió una inusitada presencia parlamentaria a la oposición panista, y fue un avance indiscutible hacia la introducción de una fórmula electoral de distribución de escaños más justa y proporcional, como ocurrió con las posteriores reformas electorales a partir de 1977 que, a la postre, permitieron la alternancia en el Poder Ejecutivo y la transición hacia la democracia electoral. Aun cuando a él ya no le tocó verlo, se puede considerar a Adolfo Christlieb Ibarrola como uno de los arquitectos de la democracia mexicana y se inscribe en la tradición panista del cambio pacífico y constante, del intento permanente por dignificar y civilizar la política mexicana a partir de un cuerpo doctrinal consistente y capaz de dar respuestas a los múltiples problemas del país.

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EL MOMENTO MAQUIAVÉLICO J.G.A. POCOCK Jorge David Aljovín Navarro

Crudo realismo y pragmatismo son lugares recurrentes que se asocian al nombre de Nicolás Maquiavelo. Es así que Francis Bacon adjudicaba al florentino el calificativo de ser un supremo realista, un esquivador de ilusiones.

entenderse como el reducto en que el hombre responde al mundo del aquí y ahora y se aleja por un momento de la neutralidad y de la abstracción que suponen las categorizaciones. En este contexto, aparece en escena un hombre que abandona la desidia que gobernó en forma implacable cada de sus acciones. Se distancia del ostracismo y marasmo intelectual y redirige su atención a preocupaciones cívicas que redunden en el bien común.

Con estos antecedentes, la obra de Pocock no sólo se reduce a una investigación de los principales rasgos sobre los cuales se edifica el discurso republicano de Maquiavelo, sino también agrega dos variables de vital importancia: la historia y el movimiento.

Sin embargo, la elección de los segmentos significativos de la realidad por parte del autor se confrontan a la variable del movimiento, el cual debe entenderse como una vorágine de cambio constante que subvierte cualquier

En efecto, se busca redescubrir al ciudadano como un agente activo de la historia, la cual no debe ser entendida como una secuencia lineal de acontecimientos. Por el contrario, debe

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destaca el desarrollo de la virtud asociada a la consecución de fines dignos que contribuyan al bien común.

concepto de autoridad que tenga vocación de eternidad. Nuevamente lo relevante será la operatividad y ejercicio de facultades que lo envuelvan.

En definitiva, a lo largo de esta obra el lector podrá encontrar soluciones concretas a problemas reales, que encontrarán asidero en un republicanismo responsable, en donde la acción colectiva será crucial para el mantenimiento del orden social y evitará un fenómeno que pulula en las democracias latinoamericanas, asociado no a la inflación de dinero, sino a la inflación de las promesas electorales.

En la práctica, se configura un escenario esencialmente reactivo, en donde se reclama un hombre de estado que sea capaz de dar un golpe de timón que le permita distanciarse de aquellas decisiones de Estado ineficaces. Es decir, en palabras de Maquiavelo un gobernante que se apegue a las reglas, pero que sepa en que momento alejarse de ellas. En este discernimiento que debe guiar el péndulo que oscila entre la virtud y el vicio, o mejor conocido con el término de flexibilidad moral, el autor

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