DEMOCRACIA Y CIUDADANÍA
NUEVOS DESAFÍOS PARA UN VIEJO DILEMA Gloria de la Fuente RESUMEN El documento aborda el tema de la ciudadanía o “gobierno ciudadano” como un elemento
irrenunciable para la gestión del actual Gobierno, toda vez que remite a la idea de una Democracia de Calidad, donde el desarrollo de la ciudadanía política, civil y social son posibles.
La primera parte contextualiza la génesis de la campaña presidencial y las características
propias de la figura de Michelle Bachelet, que hacen posible levantar el discurso ciudadano como eje articulador, reconociendo de todos modos las complejidades que este nuevo estilo o discurso ha generado en el proceso de instalación del gobierno.
La segunda parte, en tanto, intenta justificar y conceptualizar el énfasis ciudadano haciéndose cargo de las transformaciones sociales que han dado lugar a la necesidad de redefinir los
patrones tradicionales de relación del sistema político, planteando la necesidad ya no sólo de consolidar, sino que también de profundizar la democracia a través de iniciativas que mejoren su calidad.
Por último, el texto se hace cargo de esbozar algunas alternativas de discurso y de política que pueden servir para dar contenido y operacionalización al sello Gobierno.
ciudadano del presente
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Desde hace algunos años, muchos estudios sobre la realidad socio – política en varios países del mundo han dado cuenta en mayor o menor medida, de un creciente malestar en las Democracias, fenómeno ligado, sin lugar a dudas, a la deficiente capacidad que han demostrado este tipo de regimenes de responder a una sociedad que se encuentra en permanente transformación y donde los ciudadanos y ciudadanas requieren de manera eficaz respuestas certeras ante demandas cada vez más complejas y en las que intervienen cada vez más actores.
Mientras que la sociedad se encuentra en plena reestructuración, la institucionalidad
democrática parece seguir igual.... Ello influye en el significado de la ciudadanía. No cambian tanto los derechos ciudadanos como la manera de sentirse ciudadano. Las instituciones
políticas ya no son el único referente. Es posible que las transformaciones de la vida social den lugar a un nuevo tipo de ciudadanía. Parece oportuno prestar mayor atención a las "condiciones sociales de la ciudadanía” (Lechner, 1999)
A partir de lo expresado, el presente documento tiene por objeto analizar los elementos del énfasis ciudadano articulado durante el periodo de campaña presidencial y puestos en discusión durante la primera etapa del actual
gobierno, a la luz del contexto y los desafíos actuales de nuestra Democracia. Para estos efectos, el artículo parte de la idea central que el énfasis, discurso, estilo,
impronta,
sello
o
gobierno
ciudadano
–dadas
las
múltiples
denominaciones públicas que se ha dado al “nuevo estilo”, sin que aún quede claro sobre qué estamos hablando- representan una respuesta fundamental e
irrenunciable a lo que el destacado filósofo italiano Norberto Bobbio llamó las “promesas incumplidas de la Democracia”, y por tanto, representa la mejor
manera de articular el discurso y el accionar del gobierno, con un claro énfasis progresista. En esta perspectiva y entendiendo el carácter representativo de nuestra democracia y presidencialista de nuestro régimen, el texto se hace cargo de entender el énfasis en lo “ciudadano” no como un mero ejercicio discursivo, un estilo de gobierno o como una forma de revivir las formas de la democracia
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directa y por tanto, de debilitar a las instituciones como los partidos políticos que clásicamente realizan la Intermediación entre el Estado y los ciudadanos,
sino que más bien, como una manera mediante la cual –con un relato y operacionalización adecuada– es posible avanzar hacia una Democracia de Calidad, que contribuya a estrechar la enorme distancia que se ha generado entre los ciudadanos y las instituciones propias de este régimen. Contexto de Campaña e instalación del nuevo Gobierno En muchos sentidos, la campaña presidencial de Michelle Bachelet tuvo un sello distintivo, más allá del hecho más evidente de todos, que es su condición de mujer. Su orientación programática, la elaboración del discurso político y la
combinación de rostros nuevos con personas del mundo político consagradas, dio cuenta de la necesidad y la apuesta por un nuevo estilo de hacer política, haciéndose cargo del extendido diagnóstico sobre el “malestar” y la necesidad de inaugurar no otro, sino un nuevo Gobierno de la Concertación. Desde esta perspectiva, ya consolidado el régimen democrático, el nuevo gobierno debía
darse a la tarea de avanzar hacia la profundización de los derechos políticos y extenderse hacia nuevos derechos sociales. Parte importante de la articulación del discurso ciudadano tuvo su origen no sólo en el diagnóstico sobre la Democracia Chilena, sino que también en las
características propias de la actual mandataria. Michelle Bachelet, aunque fue militante del Partido Socialista desde muy joven, no provenía como sus
antecesores de las cúpulas partidistas que muchas veces se transforman en el escenario propicio para la aspiración presidencial. La actual presidenta no fue
parlamentaria, dirigente de primera línea de su partido, miembro de una familia con destacada trayectoria política, ni un actor relevante en la lucha por la recuperación de la Democracia, es más, la única vez que compitió en un cargo
de representación popular como concejala por la comuna de Las Condes el año 1996, perdió.
Para el común de los ciudadanos Michelle Bachelet se hizo conocida
públicamente por su rol como Ministra de Salud y posteriormente como Ministra de Defensa durante la administración del Presidente Ricardo Lagos. Es a partir
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de esta etapa de su vida política que comienza a gestarse la idea de levantar su candidatura como la posible sucesora de una de las administraciones más exitosas de la historia de Chile, tarea que no fue fácil, no sólo por la condición
inédita de una candidatura presidencial femenina en la Concertación, sino que particularmente, porque la figura de Michelle Bachelet no representaba ni el estilo de liderazgo de carácter republicano, muy propio del presidencialismo, ni fue desde el principio, la candidata de la elite de su coalición1. De hecho, se insistió mucho durante el proceso previo a su nombramiento oficial, que lo ocurrido con Michelle Bachelet era un hecho nuevo en la política chilena,
porque su candidatura no se gestó como tradicionalmente en las cúpulas partidarias, sino que más bien a través del alto y sorpresivo apoyo ciudadano
que se empezó a visualizar en las encuestas de opinión a partir de Julio del 2002.2 Durante la campaña, particularmente la de primera vuelta, destacó el
reemplazo del discurso político–partidista por uno de carácter más ciudadano con fuerte énfasis en la interlocución con distintos actores, como quedó
demostrado en la serie de “Diálogos Ciudadanos” realizados durante esta etapa de la campaña presidencial. El programa de gobierno privilegió cinco ejes: una nueva red de protección social, condiciones para un salto al
desarrollo, un programa para mejorar la calidad de vida de los chilenos, el combate contra la discriminación y la exclusión, y un nuevo trato para los ciudadanos en todos los aspectos de la acción pública (Programa Presidencial de Michelle Bachelet, Noviembre 2005). Los ejes de campaña se tradujeron en un concepto: “Chile somos todos”, cuya
idea central apuntaba a la creación del imaginario colectivo de la inclusión y las
oportunidades, como principio rector de toda la política pública propuesta.
Plenamente coherente con este concepto transversal fue el diseño del slogan
Desde el retorno de la Democracia en Chile en 1990, recién en la elección Presidencial de 1999 se presentan por primera vez dos mujeres: Sara Larraín (representante de movimientos ecológicos) y Gladys Marín (representante del PC), sin embargo, ninguna de ellas tuvo desde el principio la intención de voto necesaria para alcanzar la presidencia. 2 Estudio Nacional de Opinión Pública del Centro de Estudios Públicos Nº 43 de Julio del 2002. 1
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de campaña: Estoy Contigo, que remitía a la condición de cercanía de la candidata con la ciudadanía. Pese a lo que han señalado algunos analistas, no es posible afirmar que el
énfasis ciudadano de la campaña presidencial “no alcanzó” para ganar en primera vuelta, toda vez que en el escenario político – electoral chileno tiende a instalarse cada vez con más fuerza el ballotage o segunda vuelta para las elecciones presidenciales.
Además, la campaña de segunda vuelta no
reemplazó el discurso ciudadano por uno más político, sino que más bien,
intentó reforzarlo con uno fuertemente anclado en la identidad de la Concertación de Partidos por la Democracia, dando cuenta de los elementos de continuidad y cambio que serían propios de
la nueva administración:
continuidad de la obra concertacionista, cambio en el ejercicio del poder y énfasis en una política pública que buscaba mayor sintonía con las necesidades de cobertura y calidad. Es importante a este respecto, rescatar la enorme repercusión que tuvo esta elección en las subjetividades de la ciudadanía. El día que Michelle Bachelet
gana la elección presidencial era posible ver en las calles de Santiago a muchas personas, particularmente mujeres, luciendo la banda presidencial. Esto es sólo posible de interpretar a la luz del potente significado que tuvo para los chilenos y chilenas no sólo la llegada de una mujer a la presidencia de la
república, sino que también, la extendida sensación de inclusión y empoderamiento que alcanzó a la mayoría de los ciudadanos que votaron por Michelle Bachelet. Ciertamente, la conjunción de estos elementos, más la permanente evaluación
sobre la primera mandataria -cruzada de manera explícita o implícita por elementos de género- y la decisión de incorporar nuevos rostros y paridad al gabinete, han provocado que el proceso de instalación y consolidación del
Gobierno esté cargado de muchas incertidumbres. Esto, en la práctica, se ha traducido en permanentes cuestionamientos a la idea de gobierno ciudadano, entendiendo que en éste radicaría una especie de amenaza para la autoridad republicana, las instituciones políticas tradicionales o un inminente peligro de
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surgimiento masivo de demandas corporativas que, en última instancia, debilitarían la gobernabilidad.
Sin embargo, estos temores son infundados, porque en la práctica el discurso ciudadano operacionalizado de manera adecuada, no tiene por qué constituir una amenaza para la autoridad presidencial. Asimismo, las manifestaciones públicas no son atribuibles tampoco al llamado “estilo ciudadano”,
porque
estos son más bien producto de las profundas transformaciones que están
ocurriendo en la sociedad y sobre la cual ni la Democracia ni la política parecen hasta aquí haber dado respuestas suficientes. Por esta razón, es importante considerar que el énfasis en materia ciudadana debe ser un elemento irrenunciable de este nuevo periodo y por ende, deberá encontrar los ajustes discursivos y operacionales necesarios en un país caracterizado por un fuerte presidencialismo. El Gobierno de Michelle Bachelet se enfrenta entonces a un nuevo desafío para articular y dotar de contenido “lo ciudadano”. Para ello, el
eje orientador debe ser la profundización de la democracia, dotándola de mayor calidad y sintonía con los ciudadanos, con el objeto de dar respuesta certera a las transformaciones sociales y asegurar para sí misma y la Concertación, la mantención de los apoyos y la continuidad de la coalición en el tiempo. Los viejos dilemas de la Democracia frente a nuevos desafíos. Robert Dahl, en su clásico texto La Poliarquía, señala que la Democracia se caracteriza fundamentalmente por su continua aptitud para responder a las preferencias de sus ciudadanos, sin establecer diferencias políticas entre ellos.
Esta definición que constituye un óptimo teórico, lleva al autor a denominar “poliarquías” a aquellos regímenes reales
en los cuales existen
importantes de Liberalización o Debate Público
grados
y de Representación
o
Participación. A partir de esta definición es posible entender que las Democracias, como óptimo teórico, se enfrenten constantemente a tensiones derivadas de las diferencias que se producen entre el modelo y su ejercicio real.
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Para el caso latinoamericano, uno de los estudios más destacados del último tiempo es el Informe del PNUD sobre la Democracia en América Latina (2004) que dio buena cuenta de la necesidad de fortalecer la Democracia a partir de la extensión de los derechos políticos, hacia la necesaria extensión de los derechos civiles y sociales, es decir, avanzar desde la ciudadanía política hacia la ciudadanía civil y social.
En Chile múltiples estudios de opinión desde la reinauguración democrática
han demostrado una creciente desafección de los ciudadanos con la política y un cada vez más sostenido rechazo o baja evaluación a los políticos y sus instituciones. A esto se suman los elementos objetivos de desigualdad en el campo económico y social y más aún, las percepciones subjetivas de los ciudadanos respecto a las respuestas que el sistema político otorga a sus problemáticas. Así lo indica, por ejemplo, el Informe de Desarrollo Humano del PNUD 2002. Impotencia política: respuestas “de acuerdo” con las siguientes afirmaciones (porcentaje)
La gente con poder trata de aprovecharse de usted
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La gente como usted se siente marginada de lo que pasa alrededor
37
suyo La opinión de gente como usted no cuenta mucho en el país
65
Los políticos están realmente preocupados por lo que le pasa a
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usted Fuente: Informe de Desarrollo Humano PNUD, 2002.
Parte de este fenómeno se explica sin lugar a dudas a partir de las enormes transformaciones sociales que ha sufrido nuestro país en las décadas pasadas. Las transformaciones de la matriz socio – política. Chile asiste, como muchos países de América Latina, a un proceso de descomposición–recomposición de su matriz socio–política. La matriz Estado– céntrica que predominó en Chile entre los años ’30 y ‘73 y que se caracterizó
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fundamentalmente por la emergencia de nuevos grupos sociales que presionaron al sistema por la incorporación y agregación de intereses y por un modelo de desarrollo hacia adentro,
terminó abruptamente con el régimen
autoritario (Garretón y Espinoza 1995). En su reemplazo surge una nueva matriz socio–política donde el Estado pierde centralidad frente a la emergencia de otros actores sociales. Al mismo tiempo, la incorporación de lógicas de mercado a partir del régimen militar produce ciertas transformaciones sociales que para algunos autores obedecen a una lógica “productivista–consumista”, refiriéndose con ello a la herencia de la revolución capitalista instalada por el nuevo modelo de desarrollo, que tiene influencias no sólo en lo económico, sino que en lo político–cultural.
“En el Chile actual donde la economía genera formas postizas y simuladas de proteger al
individuo de la inequidad distributiva, dotándolo del crédito que proporciona una esperanza
concreta, factible, que no pueden entregar las grandes narraciones etéreas, es fácil caer en la tentación de una vida que transcurre entre el agobio del trabajo y el descanso del mall o la televisión. En ese marco ¿para qué podría servir la política, la participación, la actividad pública?” (Moulián, 1997)
La explicación que ensaya Moulián respecto al cambio de matriz socio –
política y la pérdida del interés de los individuos por los asuntos de la “polis” parece dar pistas sobre este fenómeno.
Sin embargo, las consecuencias
sociales y políticas de la implantación de un nuevo modelo económico basado en el mercado no parece ser la única explicación satisfactoria para la apatía
política. En este sentido, es menester observar que las críticas a las formas tradicionales de la Democracia, cuya manifestación más visible es la baja en la
participación electoral, es un fenómeno transversal a todas las democracias con modelos de desarrollo similares al chileno3. En consecuencia, la Respecto a la participación electoral, es necesario considerar que el tipo sanciones que se establecen para quienes no concurren a votar en un sistema de voto obligatorio son relevantes en relación a los incentivos que tienen los ciudadanos de concurrir a las urnas. 3
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explicación no puede centrarse exclusivamente en el nuevo modelo de desarrollo. En el ámbito de lo político, las enormes expectativas que generó la Democracia a partir del plebiscito de 1988, fueron socavadas con el correr de los años. En este sentido, las encuestas de opinión desarrolladas por el Centro de Estudios de la Realidad Contemporánea (CERC) muestran bajas de más de 15 puntos en los apoyos a la Democracia entre 1990 y el 2000.4 La Democracia no contribuye suficientemente a la recuperación de lo público y se ve permanentemente menoscabada ante el terreno que ha ganado la esfera de lo privado.
En este sentido, el sistema político tampoco parece tener
capacidad para resolver este dilema ni para dar respuestas al “nuevo
ciudadano” que emerge de este proceso, surgen entonces nuevas formas de asociatividad en el espacio de lo público no necesariamente centradas en un “objetivo público”.
Ciertamente, las sociedades están siempre en constante transformación, lo que
trae como consecuencia inevitables tensiones en relación al Estado, la estructura político–partidaria y la sociedad civil. Sin embargo, la profundidad de estos cambios y la rapidez con que estos se generan serán un elemento fundamental para la estabilidad y la profundización de las democracias en el mundo o, en otras palabras, para la gobernabilidad democrática. Asimismo, el desarrollo de los sistemas políticos del mundo occidental indica que el triunfo del paradigma democrático es inminente.
Desde esta perspectiva, lo que
sucede con nuestra Democracia no es entonces una amenaza para sí misma, sino que la necesidad de ajustarse y responder a sus “promesas incumplidas”.
La mayor parte de los teóricos están de acuerdo entonces que la Democracia debe generar,
a través de múltiples mecanismos, condiciones para la
gobernabilidad a través de garantías necesarias que hagan posible el ejercicio de ciudadanía.
En este sentido, la gobernabilidad democrática no sólo se
Dichos resultados son expuestos en el estudio “Demócratas y nostálgicos del antiguo régimen. Los apoyos a la democracia en Chile”, de Carlos Huneeus y Luis Maldonado. En el texto se señala que según las encuestas realizadas por esta institución, en 1990 el 63% de los encuestados opinaba que la democracia era preferible a cualquier otra forma de gobierno, mientras que en el 2000 las preferencias llegaron sólo al 48%. 4
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refiere a la administración del gobierno, sino que a las condiciones necesarias para que esta función se pueda desempeñar con eficacia, legitimidad y respaldo social (Tomassini 1992).5 En otras palabras, la gobernabilidad y el ejercicio democrático no son posibles sin cierto grado de involucramiento ciudadano. El ejercicio de ciudadanía puede ser entendido entonces desde distintas
perspectivas y tendrá diversas manifestaciones. Será esto lo que, en consecuencia, dotará de contenido al vínculo que ésta establece con el régimen democrático.
Así, por ejemplo, el ejercicio de ciudadanía en un
sentido puede ser entendido como la formulación de preferencias a través de la
representación de intereses, cuya manifestación está más bien centrada en el
Estado como ente articulador de la política pública. En este ámbito, la forma que adopta este ejercicio ciudadano es más bien institucional, normada y se limita a la posibilidad de legitimar o no determinadas decisiones, siendo su manifestación más clásica la participación electoral.
Es a partir de este
concepto y de lo que denominamos ciudadanía política, que se habla de una crisis de la democracia representativa, entendiendo que esta es producto de una transformación de la matriz socio–política (Garretón y Espinoza, 1995) donde la participación entendida de manera clásica manifestación
-sólo a través de su
institucional- ha sido sobrepasada ampliamente por nuevas
formas de asociatividad, que implican la incorporación del ciudadano como sujeto activo y deliberante de las políticas, pero también como sujeto de derechos civiles y sociales, que requieren ser garantizados por el Estado.6
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En otras palabras, se refiere a la capacidad de la autoridad de responder a las demandas de la sociedad civil y a la interacción posible entre los distintos actores. 6 La idea de la crisis de la participación se encuentra para algunos autores directamente relacionada con algunas transformaciones socioculturales que están ocurriendo (García Canclini 1995): - Redimensionamiento de las instituciones y del ejercicio de lo público: pérdida de peso de los organizamos locales y nacionales en beneficio de los conglomerados empresariales de alcance transnacional - Reformulación de los patrones de asentamiento y convivencia urbanos - Reelaboración de lo “propio”, debido al predominio de los bienes y mensajes procedentes de una economía y una cultura globalizadas sobre los generados en la ciudad y la nación a la cual se pertenece - Redefinición del sentido de pertenencia e identidad, organizado cada vez menos por lealtades locales o nacionales y más por la participación en comunidades locales o
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La decadencia de la imagen de lo público y especialmente del mundo político es una característica relevante de la sociedad chilena actual. Los partidos
pierden relevancia y el sistema electoral vigente no permite la correcta representación de todas las sensibilidades políticas en la institución
democrática por excelencia como es el parlamento. Según una encuesta CEP realizada en el 2004, las personas encuestadas señalaban las siguientes razones de la no inscripción electoral.7 No tiene mayor interés en las elecciones
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Porque si se inscribe lo obligan a votar
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Los Políticos igual se reparten el poder y el voto no vale nada
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Olvido
6
No sabe cómo ni dónde inscribirse
4
Pocas alternativas para elegir
2
Muy lejos el lugar para inscribirse
2
Otra razón
7
No contesta
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En dicho estudio queda en evidencia que, entre las personas que no están inscritas en los registros electorales, existe en general un grado de desinterés y de apatía importante por el acto de sufragar. Esto probablemente es señal de
la poca valoración del voto y de la percepción que este no contribuye en realidad a cambiar nada, elemento gravitante porque sin un correcto ejercicio
-
transnacionales o desterritorializadas de consumidores (jóvenes en torno al rock, televidentes de cable, Internet). Transformación del ciudadano como representante de una opinión pública al ciudadano como consumidor interesado en disfrutar de una cierta calidad de vida. La política en este sentido se transforma en un bien de consumo más.
Encuesta Junio – Julio 2004. Submuestra del 23,2% que no están inscritos en los Registros Electorales. La muestra total corresponde a 1.504 personas de 148 comunas del país. Método aleatorio y probabilístico. 7
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de la ciudadanía política ¿cómo es posible garantizar el respeto a los derechos civiles (ciudadanía civil) y sociales (ciudadanía social)?. Dicha pregunta es del
todo relevante en el marco de la necesidad de avanzar hacia una Democracia de Calidad. Hacia la construcción de un discurso sobre la Calidad de la Democracia centrado en el ciudadano.
Desde la instalación de la actual administración, la discusión sobre el sello ciudadano del actual gobierno ha estado presente en la agenda pública y ha vuelto una y otra vez a ser objeto de debate, toda vez que estamos aún frente a un concepto que parece abstracto y que no logra llenarse de contenido, ni de un discurso que, a ojos de la ciudadanía y de la clase política, logre hacerse coherente. Sin perjuicio de esto y partiendo del supuesto básico que el sello ciudadano es irrenunciable dado el contexto en que este se gesta, se plantea la necesidad de sustentarlo con fuerza en un discurso sobre la Calidad de la Democracia que ponga al ciudadano al centro de la gestión gubernamental. En este sentido, parece coherente plantear la gestión del gobierno a través del desarrollo de los
tres tipos de ciudadanía planteados por el PNUD, donde la oferta programática del actual gobierno contribuye a su desarrollo integral. De esta manera, los desafíos en los tres ámbitos serían los siguientes: Ciudadanía
Política.
Tiene
fundamentalmente
tres
dimensiones:
la
independencia de los poderes del Estado, la existencia de mecanismos de democracia directa para fiscalizar los asuntos políticos y la electoral. Sin lugar a dudas tras la consolidación del régimen democrático en Chile, la separación de los poderes del Estado ha sido llevada con éxito, cuestión que
puede verse particularmente en la autonomía con la que han logrado trabajar los tribunales de justicia. Respecto a los mecanismos de democracia directa para fiscalizar los asuntos políticos es posible señalar que aún existen tareas pendientes en Chile. La posibilidad efectiva de realizar plebiscitos vinculantes y no vinculantes desde el
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Gobierno, así como desde los ciudadanos (top–down y bottom–up) es una
práctica que presenta una serie de restricciones Constitucionales en Chile. Así también, pese a los avances registrados en la materia, es aún tarea pendiente lograr instalar con éxito mecanismos de control y transparencia de la gestión del Estado. Sin perjuicio de esto, es probablemente en la reforma al sistema electoral donde el presente Gobierno puede hacer una contribución sustantiva en términos prácticos y simbólicos. De esta manera, un nuevo sistema electoral
basado en criterios de competencia, representación y gobernabilidad, puede mejorar la forma que hasta el día de hoy tiene la representación en nuestro
país, permitiendo de paso terminar con un sistema que tiene un problema de legitimidad en su origen, por haber sido creado en dictadura. Ciudadanía Civil. Este es sin lugar a dudas una de las formas de ciudadanía
que ha tenido más desarrollo durante los gobiernos de la Concertación, por
cuanto desde la reinauguración democrática ha habido importante énfasis en promover medidas que garanticen derechos civiles. Sin embargo, existen aún variadas materias que enfrentar y que son parte
constitutiva del programa de gobierno de la actual mandataria. Así por ejemplo, todas las iniciativas que van en la línea de cultivar la calidad de vida, avanzar
hacia un nuevo trato ciudadano y las propuestas ligadas a “Chile somos todos”, son perfectamente coherentes con el desarrollo de derechos civiles. Así también, son parte constitutiva del desarrollo de este tipo de ciudadanía lograr perfeccionar todas aquellas materias que dicen relación con la administración de justicia, particularmente aquellas derivadas de las posibles fallas de la Reforma Procesal Penal en curso. Ciudadanía Social. Este es probablemente el aspecto más relevante de la oferta programática de la Presidenta Bachelet y que dice relación con “aquellos
aspectos de la vida de los ciudadanos que afectan el potencial para desarrollar sus capacidades básicas” (PNUD. 2004, PG. 120), en otras palabras, lo que está tras este concepto de ciudadanía es la promesa de avanzar hacia una “Red de Protección Social”, elemento crucial de una Democracia que no sólo
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se consolida, sino que también adquiere calidad y relevancia para todos los ciudadanos. Para finalizar es necesario señalar que en un país caracterizado por un fuerte presidencialismo el tema del un nuevo estilo centrado en el ciudadano será un
elemento gravitante, más aún considerando que durante toda la presente administración muchos de los juicios sobre autoridad, liderazgo y gestión estarán basados en concepciones de género, que probablemente extremarán el juicio. Como se insistió en reiteradas oportunidades en la campaña, Michelle Bachelet no será un cuarto gobierno de la Concertación, sino que más bien, un nuevo gobierno. Se planeta el desafío entonces de generar una plataforma discursiva y programática que si bien consigna sus propios sellos, asociados primero, a la condición de mujer de la Presidenta y luego,
a sus énfasis en el
componente ciudadano y democrático, sea capaz también de establecer puentes con lo que ha sido el legado o el ethos concertacionista, estableciendo una relación fluida entre la continuidad y el cambio, con el objeto de dejar sentadas las bases para un nuevo gobierno de la Concertación. Con todo, es necesario señalar que cualquier discurso o relato sobre el gobierno requiere en sí mismo contener un sustento operativo. Valga la pena terminar entonces con algunas reflexiones del ex Presidente uruguayo Julio María Sanguinetti.
Si nos replegamos exclusivamente al territorio de la idea, podemos traicionarla en los hechos. Si la perdemos de vista en una lucha acuciosa contra las realidades injustas, arriesgamos caer en un peligroso e inconexo empirismo. Hace falta, entonces, definir conceptos y contrastarlos, en pasos aproximativos, con la realidad (PNUD, 2004)
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Bibliografía. Dahl, Robert. La Poliarquía: Participación y Oposición... Madrid - España, Tecnos, 1989. García
Canclini,
Néstor.
Consumidores
y
Ciudadanos.
Conflictos
multiculturales de la globalización. Editorial Grijalbo, 1995. Garretón, Manuel Antonio; Espinoza, Malva.
Tendencias de Cambio en la
Matriz Socio – Política Chilena. Una aproximación empírica.
Informe Final
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Vol XIV Nº1 - 2 Santiago – Chile, 1992.
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