Revista Conservación Ambiental Fundación Ecomabi ISSN 0719-1618
Revista Conservación Ambiental
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La Revista Conservación Ambiental es una revista de libre acceso, publicada en formato digital (ISSN 0719-1618), cuyo objetivo principal es servir como un puente de comunicación entre el mundo académico y la comunidad civil interesada en el desarrollo de temáticas relacionadas con la conservación del medio ambiente y la sustentabilidad. Posee un foco de atención amplio que trasciende las distintas disciplinas involucradas en estas temáticas, incluyendo áreas del conocimiento como biología, geografía, sociología, ingeniería, economía, arquitectura y otras cuyos avances están implicados en la conservación del medio ambiente. Puesto que se trata de una publicación enfocada a un amplio público objetivo, la Revista Conservación Ambiental se encuentra abierta a recibir aportes de distintas índoles, publicando desde artículos de carácter netamente científicos, pasando por artículos de difusión y reportajes, hasta notas y comentarios de temas relevantes provenientes de la comunidad civil. Así la Revista Conservación Ambiental se transforma en una plataforma de comunicación para académicos, investigadores, estudiantes, profesionales y personas interesados en temas ambientales.
Editor en Jefe -Ignacio Fernández C. Comité de Evaluación Científica: -Ignacio Fernández C. -Narkis Morales S. -Giselle Muschett R. -Javier Salvatierra C. -Camilo Del Río L. -Cristián Massad T. Soporte Digital: Luis Olivares D.
Este ejemplar corresponde al número uno del año dos de esta revista, y fue publicado con fecha del mes de Diciembre del año 2012 en Santiago, Chile. La Revista Conservación Ambiental es publicada sólo en formato digital con periodicidad anual o semestral por la Fundación para la Conservación y Manejo Sustentable de la Biodiversidad (Fundación Ecomabi).
Presentación de este número Un año ha pasado desde la publicación del primer ejemplar de la Revista Conservación Ambiental y hoy me encuentro nuevamente sentado frente a un computador con el objetivo de escribir el texto correspondiente a la presentación de la revista. Mi idea es hacer una mirada en retrospectiva que me permita hacer una evaluación de cómo ha evolucionado la revista durante este último año, sin embargo me doy cuenta que no es la revista la que debe ser evaluada, sino que el análisis debe estar enfocado en la relación con la institución de la cual depende, y por ende sobre el trabajo desarrollado por quienes hacen posible su publicación. En base a ello puedo decir que ha sido un año de enormes éxitos en términos institucionales, con participación en proyectos de investigación, adjudicación de fondos concursables, y participación directa en diversas iniciativas, que más que hacer meros diagnósticos de los problemas, buscan implementar las soluciones que tantas veces cuesta transferir desde el plano académico al mundo real. En términos generales este éxito institucional puede verse como algo inconexo respecto a la evaluación de la revista, sin embargo el reconocimiento a la labor de transferencia de información que como Fundación desarrollamos, también es un reconocimiento a la consigna principal bajo la cual gestamos la Revista Conservación Ambiental: “Promover la transferencia de conocimientos en un contexto transdisciplinario”. Aprovechando este espacio, quiero referirme brevemente a un elemento que creo relevante dejar en claro. Esto es que el concepto de transdisciplinaridad muchas veces es confundido con el de interdisciplinaridad. Si bien este último concepto implica la colaboración integrada de diversas disciplinas, la transdisciplinaridad va más allá, ya que su foco es generar instancias que además de incorporar diversas disciplinas, incorpore conocimientos que no están enmarcados en una rama disciplinaria como tal, sino que son parte de un conocimiento que trasciende (va más allá) a las distintas disciplinas, y que son parte del acervo cultural de nuestro planeta. Es en base a esta premisa que en la Revista Conservación Ambiental hemos abierto una sección especial llamada Ventana Abierta, en la cual promovemos la participación de un público diverso, que sin estar necesariamente ligado con el mundo de la academia, puede entregar y compartir un conocimiento que puede ser de enorme valor para comprender los problemas que afrontamos, y generar las soluciones para resolverlos. Junto con ello también nos hemos esforzado por desarrollar la sección de reportajes, con la cual pretendemos divulgar información y conocimiento de una forma diferente, y que de otra forma difícilmente podría ser transferida.
Foto portada En la foto se muestran parte de los participantes de la ceremonia de cierre del proyecto “Plan de Gestión Ambiental para la Conservación y Uso Sustentable del Sitio Prioritario Humedal Desembocadura Río Quilimarí”, proyecto financiado por el Ministerio de Medio Ambiente de Chile y desarrollado por la Fundación Ecomabi durante el año 2012 en las localidades de Quilimarí y Pichidangui. Si bien el objetivo particular del proyecto se enfoca en la conservación del humedal, y lo más representativo podría haber sido una foto de éste, la elección de la foto utilizada busca reflejar la importancia de lo discutido en la presentación de este número; esto es la integración del concepto de transdisciplinaridad. Así es como el mencionado proyecto fue comandado y coordinado por un equipo técnico-científico de la Fundación Ecomabi, pero al mismo tiempo integrando de forma activa a los distintos estamentos relacionados con generar una solución a la problemática existente, incluyendo al municipio, empresarios, organizaciones de vecinos, centros educacionales, y residentes permanentes y temporales. Un proyecto exitoso no sólo debe demostrar buenos resultados, sino también que estos se mantendrán en el tiempo. Estos son los resultados que nos hacen sentido a la hora de trabajar para la protección y conservación de nuestro medio ambiente, y es por ello que a través de esta revista queremos promover la colaboración de todos ustedes en esta difícil, pero apasionante tarea.
Ignacio Fernández C. Editor en Jefe Revista Conservación Ambiental
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Revista Conservación Ambiental Volumen 2 ▪ Número 1 ▪ Diciembre 2012
NOTAS Y COMENTARIOS Modelos de distribución de especies: Software Maxent y sus aplicaciones en conservación N.S. Morales / Páginas 1-3 Los anfibios de Chile en medio de la tormenta global: Perspectivas y proyecciones para su conservación A. Charrier / Páginas 3-5
CIENCIA AMBIENTAL Efectos de la fragmentación del paisaje en el tamaño y frecuencia de incendios forestales en la zona central de Chile M.B. Blondel ▪ I.C. Fernández / Páginas 7-16 Expectativas y percepción del rol del Estado en relación a las áreas protegidas y actividades extractivas al interior de éstas R.B. Delpiano / Páginas 17-24
REPORTAJE Entrevista: Conservación Biológica en Chile Fundación Ecomabi / Páginas 25-35
VENTANA ABIERTA Energía, territorios y poblaciones indígenas: Análisis retrospectivo del mega-proyecto hidroeléctrico Ralco J.H. Román / Páginas 37-42
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Revista Conservación Ambiental (2012) Volumen 2/Número 1/Notas y Comentarios/Páginas 1-5
Sección Notas y Comentarios
Modelos de distribución de especies: Software Maxent y sus aplicaciones en Conservación
NARKIS MORALES S. School of Environment, The University of Auckland. Auckland, New Zealand. nmor082@aucklanduni.ac.nz _________________________________________________ Introducción La información disponible para realizar iniciativas de conservación en sitios degradados, o en aquellos compuestos por especies raras o escasamente estudiadas, muchas veces puede estar constituida por antecedentes incompletos. Esta dificultad para obtener información del sitio puede ser particularmente relevante cuando se intenta trabajar con especies o ecosistemas circunscritos a pequeños fragmentos inmersos dentro de una matriz alterada por el ser humano. La falta de información limita la capacidad para generar programas a gran escala, y como consecuencia las iniciativas propuestas en muchos casos tienen un éxito limitado. Por ende un tema relevante en esta materia, es poder predecir cuáles especies o grupos de especies podrían obtener mejores resultados para ser utilizadas en proyectos de conservación para sitios específicos. Para sobrepasar estas barreras de información los modelos de distribución de especies pueden actuar como una valiosa herramienta para determinar la distribución de especies poco estudiadas o con información limitada, y pueden ser de gran ayuda en la generación de información biológica base no disponible. Los modelos de distribución de especies son una herramienta empírica, robusta, repetible y fácil de utilizar, que pueden ayudar a identificar potenciales zonas a conservar y/o restaurar (Philips y Dunik, 2008; Phillips et al., 2006,). Según Hernández et al. (2008), su valor en conservación está basado en que 1) indica potenciales sitios donde apuntar en el caso de necesitar hacer exploraciones directas, 2) entrega lineamientos para determinar el comportamiento de las especies frente a alteraciones exógenas, principalmente antrópicas y 3) entrega información sobre sitios a conservar.
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Hoy en día existen aproximadamente 16 modelos de este tipo que utilizan distintos métodos, y datos para desarrollar las predicciones (Elith et al., 2006). Dentro de estos modelos se encuentra el programa (software) Maxent (http://www.cs.princeton.edu/~schapire/maxent), un programa multiuso basado en una aproximación estadística llamada máxima entropía que permite hacer predicciones utilizando información incompleta, en este caso datos de presencia u ocurrencia de la distribución potencial de una especie (Philips et al., 2006, 2008). A pesar de que existe un amplia gama de modelos similares, Maxent posee tres ventajas por sobre los demás: Primero, se requiere solo datos de presencia, versus otros modelos que requieren datos de presencia y ausencia; segundo, su consistente buen desempeño en comparación con otros 16 métodos similares (Elith et al., 2006), especialmente con un número pequeño de muestras (Elith et al., 2006; Phillips et al., 2006; Hernández et al., 2008); y tercero, su disponibilidad gratuita. Aplicaciones de modelos de distribución de especies utilizando el programa Maxent Un modelo de distribución de especies es básicamente una caracterización de las condiciones ambientales adecuadas para estas especies, que ayuda identificar donde están espacialmente ubicados los sitios que cumplen con los requisitos adecuados para las especies en estudio (Pearson, 2007). Esto hace que este método pueda ser utilizado en diversas áreas dentro de una amplia gama de problemáticas. Dentro de las diversas aplicaciones de Maxent que se pueden nombrar se encuentran la priorización de zonas para iniciativas de conservación biológica y restauración ecológica, modelaciones de efectos del cambio climático sobre los ecosistemas, y la evaluación de patrones de propagación de especies invasivas. Conservación y restauración ecológica El uso de esta aplicación combinada con herramientas SIG ayuda en la generación de mapas de distribución actual y potencial de especies nativas, lo que resulta fundamental tanto para evaluar el estado de conservación de las especies, como para evaluar potenciales sitios para desarrollar iniciativas de conservación y restauración. En Chile, Ziska et al. (2009) utilizaron Maxent para determinar las áreas de distribución y centros de diversidad de 27 especies de plan-
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tas monocotiledóneas, pertenecientes a la familia de las bromeliáceas, de la cuales 20 son endémicas de nuestro país. El objetivo principal fue utilizar esta información para determinar el estado de conservación de estas especies. Gracias a la información generada utilizando Maxent los autores pudieron reclasificar las especies usando la nomenclatura de la IUCN. Otro ejemplo de las aplicaciones de Maxent en el área de Conservación y restauración ecológica es un proyecto desarrollado por la Pontificia Universidad Católica, con colaboración de la Fundación Ecomabi, en donde se integró el producto de herramientas SIG vinculados a información genética y la información generada por Maxent para evaluar el estado de conservación y priorizar sitios de restauración para dos especies de flora endémica de Chile central amenazadas, el Lúcumo Chileno (Pouteria splendens) y el Belloto del Norte (Beilschmiedia miersii). Cambio climático Maxent permite determinar o predecir cómo variaría la distribución de una especie o un grupo de especies frente a cambios ambientales de temperatura, humedad, entre otros. Por ejemplo, se podría evaluar cómo se vería afectada la producción frutal al ver restringida su área de distribución, o al contrario al expandirse su potencial distribución a causa de un aumento de la temperatura atmosférica. También puede resultar útil en determinar la distribución futura de plagas y como ésta podría extender su impacto a zonas no atacadas actualmente bajo cambios ambientales específicos. El cambio climático no solo puede afectar a las actividades económicas o de conservación de especies, sino que también a la salud humana. Maxent ha sido utilizado en los estudios de distribución de enfermedades tropicales como la leishmaniasis, frente a potenciales cambios en el clima (Gonzáles et al, 2010). Especies invasoras Nuestro país se ha declarado libre de algunas plagas que podrían generar impactos económicos importantes en la agricultura, ganadería e industria forestal. En este caso, el uso de modelos de distribución podría ser utilizado para establecer las zonas del país más propensas a ser afectadas por plagas. Con esta información los muestreos preventivos pueden ser enfocados a zonas específicas haciendo más eficiente esta labor, con el consiguiente ahorro de recursos económicos. En este caso un grupo de científicos norte-
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americanos, ha usado Maxent para desarrollar mapas de riesgo de algunas plagas, como por ejemplo Agrilus planipennis, con el fin de ayudar en la asignación de recursos para detección y tratamiento de las zonas más propensas a ser afectadas (Sobek-Swant, 2012). Por otro lado, no debemos olvidar la utilidad de Maxent frente al potencial efecto de especies invasoras sobre especies nativas. Actualmente es posible determinar dónde puede empezar una invasión y hacia donde se movería bajo ciertas condiciones. Con esta información sería posible detectar a tiempo y tomar acciones para mitigar las invasiones cuando éstas son aun pequeñas y focalizadas, evitando así un daño irreparable a los ecosistemas naturales. Conclusión Si bien Maxent es una herramienta con múltiples aplicaciones y validada por diversos estudios científicos, su uso ha estado acotado principalmente como una herramienta para la modelación de distribución de especies. Por el momento la integración de sus resultados con otras fuentes de información ha sido escasamente explorado, pero los escasos estudios que han integrado múltiples variables han demostrado que es una herramienta con enormes potenciales en otras áreas. Por tanto la integración de Maxent con otras fuentes de información disponible, puede transformarse en una herramienta de gran valor para la generación de información que permita hacer un uso más eficiente de los recursos, predecir potenciales escenarios, y de esta manera aumentar el éxito de proyectos de conservación, así como también aquellos relacionados con el manejo de recursos naturales productivos. Literatura citada Elith, J., Graham, C., Anderson, R., Dudík, M., Ferrier, S., Guisan, A., Hijmans, R., Huettmann, F., Leathwick, J., Lehmann, A., et al. (2006). Novel methods improve prediction of species’ distributions from occurrence data. Ecography, 29; 129-151. González, C., Wang, O., Strutz, S.E., González-Salazar, C., SánchezCordero, V. & Sarkar, S. (2010). Climate change and risk of leishmaniasis in North America: predictions from ecological niche models of vector and reservoir species. PLoS neglected tropical diseases, 4(1), e585. Hernández, P., Franke, I., Herzog, S., Pacheco, V., Paniagua, L., Quintana, H., Soto, A., Swenson, J., Tovar, C., Valqui, T. et al. (2008). Predicting species distributions in poorly-studied landscapes. Biodiversity and Conservation, 17; 1353-1366.
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Pearson, R.G. (2007). Species distribution modeling for conservation educators and practitioners. Synthesis. American Museum of Natural History. Disponible en http://ncep.amnh.org. Phillips, S. & Dudík, M. (2008). Modeling of species distributions with Maxent: new extensions and a comprehensive evaluation. Ecography, 31; 161-175. Phillips, S.J., Anderson, R.P. & Schapire, R.E. (2006). Maximum entropy modeling of species geographic distributions. Ecological Modelling, 190; 231-259.
Sobek-Swant, S., Kluza, D.A., Cuddington, K. & Lyons, D.B. (2012). Potential distribution of emerald ash borer: What can we learn from ecological niche models using Maxent and GARP?. Forest Ecology and Management, 281; 23-31. Zizka, G., Schmidt, M., Schulte, K., Novoa, P., Pinto, R. & König K. (2009). Chilean Bromeliaceae: diversity, distribution and evaluation of conservation status. Biodiversity and Conservation, 18; 2449-2471.
Sección Notas y Comentarios
singular modo de reproducción. Pero a diferencia de R. ruffum, en R, darwinii el proceso de metamorfosis ocurre completo dentro del saco vocal. Lamentablemente R. rufum se considera actualmente extinta y los últimos registros de esta especie datan de principios de la década de 1980 (Soto-Azat, 2013). El por qué se extinguió esta rana es sumamente difícil de explicar. En general explicar por qué se extingue una especie es tan complejo como recomendar estrategias a implementar para evitar su extinción. Pero uno de los factores que puede estar implicado en su desaparición, es el alto grado de fragmentación y degradación del hábitat al que ha sido sometida esta zona por el cambio de uso de suelo para faenas forestales (Soto-Azat, 2013).
Los anfibios de Chile en medio de la tormenta global: perspectivas y proyecciones para su conservación
ANDRES CHARRIER Red Chilena de Herpetología Investigador Fundación Senda Darwin acharrier@gmail.com _________________________________________________ En las áreas comprendidas por frías quebradas de las zonas costeras de las Regiones de O’Higgins, del Maule y del Biobío existió una pequeña especie de rana que presentaba una estrategia única de reproducción. Su nombre Rhinoderma rufum (Rana de Darwin del norte), especie endémica de aquella región geográfica de Chile. En esta especie la hembra luego del amplexus o abrazo nupcial, expulsaba los huevos y los depositaba sobre terrenos húmedos, como musgo o coberturas de hojarasca. Luego el macho se encargaba de cuidar la ovipostura hasta que el movimiento de las larvas al interior de los huevos hacía que éste las tragara. Sin embargo este particular comportamiento no era perjudicial para las larvas, por el contrario, éstas eran depositadas al interior del saco vocal que el macho había dilatado especialmente para el proceso reproductivo. Así es como dentro de este saco vocal modificado ocurría la eclosión y parte del proceso de metamorfosis, hasta que las larvas alcanzaban la madurez suficiente para ser expulsadas hacia su hábitat definitivo. Este particular proceso en el cual el macho está encargado de la reproducción de las crías es conocido como “Neomelia”, y junto a la única otra especie conocida del mismo género, Rhinoderma darwinii (Rana de Darwin del sur), son las únicas especies de anfibios que tienen este
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El caso particular de la zona de Nahuelbuta Uno de los sitios donde es más evidente el problema de pérdida y degradación del hábitat es la zona de la Cordillera de Nahuelbuta, al sur de Concepción. Esta es una zona que presenta un alto endemismo de anfibios y cuyos bosques nativos han sido casi totalmente reemplazados por plantaciones de pinos y eucaliptus (Smith-Ramírez, 2005). En la zona de Nahuelbuta existen tres especies descritas como endémicas de dichos bosques: Alsodes barrioi (Sapo de pecho espinoso de Nahuelbuta), Telmatobufo bullocki (Rana montana de Nahuelbuta) y Alsodes vanzolinii (Sapo de pecho espinoso de Ramadillas), estas dos últimas son hoy en día dos de las especies más difíciles de encontrar en Chile. De hecho, actualmente T. bullocki es considerada la quinta especie de anfibio más amenazada del mundo (Baillie, 2012). A las amenazas producto del reemplazo del bosque nativo por terrenos forestales, la conservación de esta especie ahora debe lidiar con el interés por desarrollar centrales eléctricas de paso en los principales ríos donde esta especie se reproduce.
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Otros casos en el resto de Chile Los casos de anfibios amenazados en la zona centro-sur de Chile no son una excepción a la regla. A lo largo de todo Chile, desde Visviri en el extremo norte, hasta la Patagonia por el sur, los anfibios se encuentran bajo distintos grados de amenaza, principalmente por el cambio de uso de suelo y destrucción del hábitat (Ortíz & Díaz-Paéz, 2006). En el Altiplano Chileno existe un género específico de esa zona de la cordillera de los Andes, los Telmatobius. Este es un grupo que ha evolucionado en ambientes alto andinos. Sus hábitat son vegas, salares, ríos, e incluso aguas termales, que se encuentran por sobre los 2000 msnm. en zonas con prevalencia de bajísimas temperaturas y con reducidas concentraciones de oxígeno (Formas, 2005). Los Telmatobius son especies altamente especializadas para vivir adentro del agua y dada la extrema sequedad de los ambientes alto andinos no pueden sobrevivir fuera del agua. Actualmente la principal amenaza para este género se relaciona con la extracción de agua para faenas mineras y suministro para consumo humano. En la zona central de Chile la situación con los anfibios tampoco es mejor. Calyptocephalella gayi (Rana Chilena), especie endémica de Chile, ha sufrido durante años la caza y la intervención de las cuencas donde habita producto de la construcción de embalses y canalización de aguas para regadío agrícola y otros consumos humanos. En la cordillera de los Andes sobre los 2600 msnm. frente a la ciudad de Santiago, específicamente entre los centros de esquí de El Colorado y La Parva, habita una especie de anfibio considerada micro endémica, ya que su hábitat se encuentra restringido solo a ese lugar: Alsodes tumultuosus (Diaz, 1985). Las poblaciones de esta especie son sumamente pequeñas, y su hábitat son apenas las vegas y arroyos alto andinos entre los 2600 y los 3200 msnm (Diaz, 1985). Actualmente el hábitat de esta especie está siendo fuertemente amenazado por el rápido auge y escasa planificación con que han crecido los centros de esquí. El boom inmobiliario en la zona ha significado entre otros impactos, la intervención de cuencas, la construcción de plantas de tratamiento de aguas servidas que descargan en las cuencas donde se reproduce la especie, y toneladas de basura que año a año se acumula en el fondo de las quebradas. Avances y Proyecciones Lamentablemente en Chile no se cuenta con censos de anfibios de larga data, por lo que se desconocen las dinámi-
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cas poblacionales de sus especies y resulta difícil saber a ciencia cierta cuál ha sido el efecto del cambio que han sufrido sus ecosistemas sobre las tendencias poblacionales de sus individuos. Sí sabemos que de las más de 60 especies de anfibios que hay en Chile, más del 60 % se encuentra con algún problema de conservación según el reglamento de clasificación de especies del Ministerio de Medio Ambiente 2013. Como una estrategia para la conservación de especies de anfibios chilenos, desde el año 2009 el Zoológico de Santiago y la Universidad de Concepción, comenzaron de forma paralela un programa de conservación ex situ de R. darwinii. Esta es una tarea compleja, ya que esta especie al igual que la extinta R. ruffum, posee la particularidad de presentar un proceso de neomelia en su etapa reproductiva. Afortunadamente los proyectos han sido sumamente exitosos y ambos centros de reproducción han logrado generar cientos de nuevos individuos. La ejecución de estos proyectos hicieron que Rhinoderma darwinii se transformara en un verdadero ícono para la conservación de nuestros bosques y ha servido de semilla para otros proyectos de conservación. En la actualidad el centro de reproducción del Zoológico de Santiago cuenta con un programa de reproducción de Telmatobufo venustus (Rana montana de Vilches) y Telmatobufo bullocki. Así mismo, el centro de la Universidad de Concepción está pronto a partir un programa de reproducción con otras especies de anfibios en peligro. Si bien los programas de reproducción ex situ son una poderosa herramienta de conservación, la cría de sapos y ranas en acuarios bajo condiciones controladas no salvará a las especies de su extinción en estado silvestre si no conservamos sus ecosistemas. Para ello debe hacerse un trabajo conjunto entre las instituciones del Estado, el sector privado y la comunidad científica. En este sentido de poco se pueden ver algunas iniciativas que apuntan en este sentido. Es así como actualmente la empresa Forestal Arauco se encuentra financiando un monitoreo de las poblaciones de anfibios dentro del patrimonio de bosque nativo de la empresa y además ha financiado la colocación de cuatro cinturones de telemetría para hacer seguimiento a los movimientos de Telmatobufo bullocki, especie que de poco ha pasado a ser reconocida como el nuevo ícono de la conservación de anfibios en Chile. Es de esperar que otras empresas forestales y mineras empiecen a financiar programas de investigación y monitoreo a largo plazo de estas especies. Así mismo, organismos como el Servicio Agrícola Ganadero (SAG), la Corporación
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Nacional Forestal (CONAF) y el Ministerio de Medio Ambiente podrían coordinar esfuerzos para generar fondos especiales para la investigación de anfibios nativos. En el futuro posiblemente serán los Telmatobius del altiplano los que tomen la bandera de la conservación. Luego será Insuetophrynus acarpicus (Sapo de Mehuín), un sapito micro endémico de los bosques de Mehuín en la costa de Valdivia, el que alce la voz. La consigna principal que está detrás de la conservación de estas especies no es sólo la de salvar sus poblaciones o hábitats, sino también hacer un llamado a evaluar la viabilidad del modelo de desarrollo que ha generado los problemas. Debemos promover enfrentar nuestro futuro de una manera diferente, de valorizar lo que tenemos y lo que estamos perdiendo, de la misma forma como valorizamos la energía eléctrica, los salmones en la zona de los fiordos, la uva de los viñedos, el cobre del desierto y el agua que tomamos. Que nuestros hijos puedan escuchar el canto de la rana de Darwin en primavera, o que los hijos de nuestros hijos puedan ir al rio a contar larvas de rana chilena tiene un precio que todos deberemos pagar. De alguna forma nos han hecho creer que los países deben crecer, que el tamaño de la economía debe incrementarse, pero nunca nadie nos ha enseñado a preguntarnos por qué. La extinción de una especie de anfibio con un sistema de reproducción único en el mundo es un leve llamado de
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atención que nos debe abrir a reflexionar. De lo que logremos aprender de estos pequeños seres conocidos como anfibios y de las decisiones que tomemos para hacer o no hacer algo, no solo dependerá la conservación de ellos, sino de todo nuestro patrimonio natural. Literatura citada Baillie, J. E. M, Ellen R. B. (2012). Priceless or Worthless?. Zoological Society of London. 124 pg. Díaz, N.,J. (1985). Microhabitat utilization by two leptodactylid frogs in the Andes of central Chile. Oecologia, 66(3); 353-357 Formas R, A Veloso, JC Ortiz, (2005) Sinopsis de los Telmatobius de Chile. Monografías de Herpetología, 7; 103-114. Nahuelhual, L., Carmona, A., Lara, A., Echeverría, C., & González, M. E. (2012). Land-cover change to forest plantations: Proximate causes and implications for the landscape in southcentral Chile. Landscape and Urban Planning, 107(1); 12-20. Ortiz, J. C., & Díaz-Páez, H. (2006). Estado de conocimiento de los anfibios de Chile. Gayana (Concepción), 70(1); 114-121. Smith-Ramírez C., J.J. Armesto & C. Valdovinos (2005). Historia, Biodiversidad y Ecología de los Bosques Costeros de Chile. Editorial Universitaria, Chile. 500 pg. Soto-Azat C, Valenzuela-Sánchez A, Collen B, Rowcliffe JM, Veloso A, et al. (2013) The Population Decline and Extinction of Darwin’s Frogs. PLoS ONE, 8(6); e66957.
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Efectos de la fragmentación del paisaje en el tamaño y frecuencia de incendios forestales en la zona central de Chile
MAX BLONDEL B. Facultad de Ciencias Biológicas, Pontificia Universidad Católica de Chile. Santiago, Chile. Fundación Ecomabi. Santiago, Chile. IGNACIO FERNANDEZ C. Landscape Ecology and Sustainability Laboratory, Arizona State University. Tempe, Arizona. Fundación Ecomabi. Santiago, Chile. Ignacio.fernandez@asu.edu
_____________________________________________________________________________________ Resumen. La zona de clima mediterráneo en Chile reúne más del 80% de la población y ha sido intensamente afectada por actividades humanas, lo que ha causado una importante pérdida y fragmentación de los hábitats naturales. Esta zona además concentra la gran proporción de lo más de 5000 incendios forestales que en promedio ocurren por año en Chile. La suma de estos impactos ha llevado a que diversos ecosistemas de esta zona hayan sido catalogados en riesgo crítico, lo cual puede ser aún más complejo si se toma en cuenta que los procesos de fragmentación podrían alterar negativamente los regímenes de incendios. En este estudio evaluamos la relación entre los niveles de fragmentación de los ecosistemas nativos de la zona central de Chile, y su influencia en el tamaño y frecuencia de incendios forestales. Para ello calculamos cuatro métricas de paisaje para cinco formaciones vegetacionales nativas, utilizando técnicas de percepción remota basadas en imágenes satelitales de 4 años distintos. Dichas métricas fueron cruzadas con la base de incendios administrada por CONAF para los mismos años, y los resultados analizados para ver las relaciones existentes entre el nivel de fragmentación y el tamaño y frecuencia de incendios para los períodos analizados. Los resultados muestran que en el caso de las formaciones analizadas no existe una relación consistente entre los indicadores de fragmentación y los regímenes de incendio. El tamaño de los incendios no respondió al grado de fragmentación en ninguna de las formaciones vegetacionales evaluadas. En el caso de la frecuencia de incendios sólo una formación mostró una respuesta significativa. Estos resultados sugieren que la fragmentación pareciera tener una incidencia mayor en la ignición de incendios que en su propagación, pero que existen una serie de otros factores operando que dificultan evaluar el real impacto de la fragmentación en los regímenes de incendio. Palabras clave: Fragmentación del hábitat, Landsat, Densidad de parches, Densidad de borde, Bosque nativo Abstract. The Mediterranean climate zone in Chile harbours over 80% of the population and has been heavily impacted by human activities, which has caused a significant loss and fragmentation of natural habitats. This area also concentrates the large proportion of the more than 5,000 wildfires occurring on average per year in Chile. The addition of these impacts has led to several ecosystems of this area to been classified as in critical risk. This fact can be even more complex if we take into account that the fragmentation processes could negatively alter fire regimes. In this study we evaluated the relationship between levels of fragmentation of native ecosystems of central Chile, and its influence on the size and frequency of wildfires. To do this we calculate four landscape metrics for five native vegetation communities, using remote sensing techniques based on satellite images of 4 different years. These metrics were crossed with the fire database gathered from CONAF for the same years, and the results analyzed to see the relationship between the level of fragmentation and the size and frequency of fires. The results show that in the case of the native vegetation communities assessed, there is no consistent relationship between the indicators of fragmentation and fire regimes. The size of the fire did not respond to the degree of fragmentation in any of the evaluated communities. Fire frequency was significant related with fragmentation metrics only in one community. These results suggest that fragmentation seems to have a higher incidence on fire ignition than in fire
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spread. However several other factors may be operating, making difficult to assess the real impact of fragmentation on fire regimes. Key words: Habitat fragmentation, Landsat, Patch density, Border density, Native forest
_____________________________________________________________________________________ Introducción La pérdida y fragmentación del hábitat es considerada actualmente una de los principales agentes de amenazas para la viabilidad de los ecosistemas nativos y sus especies (Kuussaari et al., 2009). La fragmentación de los hábitats naturales genera una disrupción de procesos ecosistémicos claves, como la dispersión de organismos y propágulos, modificando patrones reproductivos y afectando las dinámicas poblacionales, lo que finalmente genera una serie de efectos en cadena que pueden traducirse en la inviabilidad del sistema (Fahring, 2003). Los procesos de fragmentación no sólo generan impactos negativos sobre el componente biótico de los ecosistemas, sino también pueden generar cambios en los componentes abióticos, como temperatura, vientos, radiación solar y humedad (Murcia, 1995). Estos cambios se ven reflejados normalmente en un gradiente de condiciones ambientales desde el borde del fragmento hacia el interior, en donde la vegetación de los bordes está sometida a mayores temperaturas, menor humedad, y mayor incidencia de luz solar (Bustamante & Grez, 1995). La muerte de individuos arbóreos y acumulación de materia seca en los bordes de los fragmentos puede estar asociado a un aumento en la frecuencia de incendios en sectores fragmentados (Cochrane, 2002). Además la ocurrencia de un incendio puede generar la fragmentación de nuevos hábitat, y de este modo generar una mayor probabilidad de nuevos incendios a través de un proceso sinérgico que puede alterar significativamente los regímenes de fuego (Fernández et al., 2010). En Chile la zona que se ha visto más afectada por la perdida y fragmentación del hábitat han sido los ecosistemas mediterráneos de la zona central del país. El ecosistema mediterráneo de Chile cubre alrededor de un 16% del territorio continental chileno, pero es hábitat de cerca del 50% de las especies de plantas y vertebrados endémicos de Chile (Arroyo et al., 2004). Este ecosistema ha sido catalogados como uno de los 34 Hot-Spots de Biodiversidad existentes a nivel mundial, ya que corresponde a un área que concentra un gran número de especies endémicas, pero que se encuentran gravemente amenazados por tasas ex-
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cepcionales de pérdida y degradación del hábitat (Myers, 2000). En esta zona reside más del 80% de la población del país, lo que históricamente ha generado presiones antropogénicas producto del pastoreo excesivo, expansión de la agricultura, deforestación, expansión urbana y cambio en los regímenes de incendios forestales (Monetenegro, 2004; Vogiatzakis et al., 2006). Es así como en los últimos 20 años (período 1992-2012) el territorio que va desde la Región de Valparaíso hasta la Región de la Araucanía ha sido afectado por más de 108.000 incendios forestales, lo que representa aproximadamente el 92% del total de incendios forestales ocurridos en el país para dicho período (CONAF, 2013). Los impactos generados por el ser humano en estos hábitats se reflejan en la existencia de estudios en que prácticamente la totalidad de las formaciones vegetacionales presentes en estos ecosistemas han sido clasificados como zonas en riesgo muy alto o crítico de conservación producto de la incidencia de incendios forestales (Fernández et al., 2010). En vista de estos antecedentes, en este estudio tuvimos como objetivo evaluar la relación existente entre los procesos de fragmentación y los cambios en los regímenes de fuego en Chile. Para ello, mediante técnicas de percepción remota, se caracterizaron las dinámicas y configuraciones temporales de la vegetación nativa mediterránea presente en cinco formaciones vegetacionales de la zona central de Chile, de manera de evaluar las potenciales interacciones entre los patrones de fragmentación y los regímenes de fuego asociados a cada formación. Dos hipótesis principales fueron planteadas: (1) A medida que un hábitat es fragmentado los parches de vegetación disminuyen en área y quedan más aislados, lo que reduce la capacidad de propagación y el área afectada por los incendios. (2) Al aumentar la fragmentación se esperaría un aumento en la proporción del hábitat expuesto a cambios abióticos (aumento de la proporción de borde), lo cual a su vez, generaría condiciones más favorables para que sucedan incendios, aumentando la frecuencia de estos.
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Metodología Área de estudio El área de estudio comprendió cinco formaciones vegetacionales (Gajardo, 1994) de la zona mediterránea de Chile central, ubicadas entre la Región de Valparaíso por el norte y la Región de O’Higgins por el sur (Figura 1). Las formaciones estudiadas corresponden al Bosque Esclerófilo Costero (B.E.C.), Bosque Esclerófilo de la Pre-Cordillera Andina (B.E.P.), Matorral Espinoso del Secano Costero (M.E.S.), Bosque Espinoso Abierto (B.E.A.) y Matorral Espinoso de la Cordillera de la Costa (M.E.C.). Estas formaciones fueron seleccionadas ya que corresponden a formaciones vegetacionales catalogadas como prioritarias por Fernández et al. (2010), lo que puede ser indicador del alto grado de fragmentación en el que se encuentran y de una marcada influencia de incendios forestales. Adquisición de imágenes satelitales Se utilizaron cuatro pares de imágenes multiespectrales de los años 1987, 1989, 1999 y 2006, obtenidas del satélite Landsat TM. Cada par de imágenes utilizadas fueron capturadas el mismo día, a excepción del año 1987 por falta de disponibilidad, con una cobertura de nubes menor al 10%, y con buena calidad de captura. Las imágenes de años distintos fueron tomadas en meses diferentes, debido a que fue imposible conseguir imágenes de buena calidad que correspondieran al mismo mes dentro del intervalo de años estudiado. Con el fin de evitar distorsiones de naturaleza fenológica en las respuestas espectrales de las imágenes, y evitar el enmascaramiento de las escenas por nubes, se seleccionaron escenas capturadas durante la temporada seca, entre diciembre y marzo. Pre-tratamiento digital de imágenes No fue necesario corregir geométricamente las imágenes debido a que éstas venían previamente ortorectificadas por el Servicio Geológico de los Estados Unidos (USGS) con un error aproximado de 50 metros (RMS<50). Las correcciones atmosféricas y radiométricas de las imágenes se realizaron mediante el método COST de substracción de oscuros de Chávez (1996), pero omitiendo la variable TAU del método COST, ya que en ciertas ocasiones ésta puede estar sobre estimada, sobre todo en días muy claros y con ángulos de zenith solar muy altos.
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Figura 1: Área de estudio situada en la zona central de Chile entre las regiones de Valparaíso y O’Higgins. Las líneas grises muestran los límites políticos integrados de las regiones antes nombradas más la Región Metropolitana. En colores se muestra la distribución de cada una de las cinco formaciones vegetacionales analizadas en el estudio.
Para reducir los efectos topográficos sobre la señal espectral capturada por el sensor del satélite se utilizó el método de corrección topográfica de Minnaert, el cual asume que la reflexión de la energía solar incidente sobre el terreno no es reflejada uniformemente (Riaño et al., 2003). Las constantes utilizadas para el modelo de corrección se calcularon tomando pixeles de la imagen correspondientes a zonas con pendientes mayores a 10° cubiertas por matorrales, basándonos en el hecho de que la mayoría de las zonas con terreno escarpado se encuentran cubiertas por vegetación arbustiva. Finalmente se implementó un método de mejoramiento de la información espectral contenida en las imágenes satelitales mediante una conversión ortogonal conocida como transformación de Kauth-Thomas (Kauth & Thomas, 1976). Este método toma las 6 bandas espectrales originales de Landsat convirtiéndolas en 3 bandas finales, cada una con distinta información física; brillo, verdor, y humedad, permitiendo una mayor comprensión y discriminación de la composición de la superficie terrestre.
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Clasificación de las imágenes satelitales La clasificación espectral de las imágenes se realizó en base a la información territorial disponible en el Catastro de Bosque Nativo de CONAF. A partir de la información disponible en el catastro se seleccionaron pixeles para realizar una clasificación en 9 categorías de uso de suelo; matorral, plantación, cultivos, praderas, urbano, minería, suelos desnudo, arena (costa), y agua. El método utilizado para recolectar las firmas espectrales de entrenamiento en cada imagen es el denominado como semilla, en el cual se escoge un píxel de la imagen, a partir del cual se propaga un área de captura en forma lateral y diagonal, a todos aquellos pixeles en un área de 1000 pixeles y que se encuentren en una distancia espectral euclidiana menor o igual 9 unidades en referencia al píxel seleccionado. Este método asegura la recolección de firmas espectrales con información relativamente homogénea, con lo cual se disminuye el riesgo de confusión espectral entre los distintos tipos de coberturas. La capacidad del programa para poder discernir entre las distintas firmas espectrales recolectadas fue evaluada mediante el método de transformación divergente, en el cual valores entre 1700 y 2000 representan una buena capacidad para poder discernir entre el histograma de ambas firmas. En aquellos casos en que las firmas espectrales de la misma clase presentaran valores menores a 1700, se procedió a fusionar ambas firmas en una sola. Una vez recolectadas las firmas espectrales de las distintas escenas se procedió a realizar una clasificación supervisada de las imágenes con el método de máxima verosimilitud, el cual asigna cada píxel de la imagen a una de las firmas espectrales recolectadas según la probabilidad de pertenencia, en relación al conjunto total de pixeles recolectados y asociados a una clase determinada. Post-procesamiento de imágenes Debido a que algunas firmas espectrales provenientes de plantaciones y matorrales presentaban coeficientes de divergencia transformada menores a 1700, y por lo tanto una baja separabilidad, se realizaron dos clasificaciones simultáneas para cada año. En primer lugar, se realizó una clasificación en la cual se disminuyó a la mitad la probabilidad de asignación de clase de las firmas espectrales provenientes de las plantaciones conflictivas en comparación con los matorrales. En segundo caso, se realizó una clasificación disminuyendo a la mitad la probabilidad de asignación de
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clase de los matorrales conflictivos. Ambas clasificaciones fueron posteriormente unidas en un solo mapa. Posteriormente se recodificó el mapa de manera que las 9 clases iniciales pasaran a ser sólo 7; plantación, nativo, cultivo, pradera, agua, urbano, y suelo desnudo. Debido a que el número de muestras espectrales de suelos desnudos es muy bajo, este tipo de cobertura tiende a confundirse en la clasificación con la clase de cobertura urbana. Con el fin de remediar esto se recodificó el raster ya clasificado, convirtiendo en suelos desnudos todos aquellos pixeles clasificados como urbanos ubicados fuera del perímetro de las ciudades. De igual forma se procedió a convertir a clases urbanas aquellos pixeles clasificados como suelo en el perímetro urbano, de forma similar a Schulz et al. (2010). Finalmente se utilizó un filtro en las imágenes clasificadas mediante el método de la regla de la mayoría, en el cual cada píxel de la imagen es analizado respecto a la de sus vecinos, tomando un valor final de clase en base a la mayoría de sus pixeles vecinos en sentido lateral y diagonal. En este caso se utilizó un filtro de 7x7. Esta técnica es comúnmente utilizada para disminuir el llamado efecto “sal y pimienta” que deja el proceso de clasificación espectral, produciendo pixeles individuales dispersos en clases distintas a las circundantes. Este efecto lleva finalmente a valores de métricas distorsionadas y a un mayor nivel de error en la producción de mapas categóricos. Evaluación desempeño de la clasificación espectral supervisada Con el objeto de evaluar la calidad de los mapas temáticos se llevó a cabo una evaluación de desempeño utilizando un muestreo aleatorio estratificado para todas las clases a excepción del suelo desnudo debido al bajo número de puntos de control para comparar. Se utilizaron 350 puntos aleatorios sobre los cuales se realizó una comparación entre la clasificación supervisada y los datos del catastro de CONAF. En aquellos años en los cuales no existía información actualizada del catastro, como en 1987 y 1989, se consideraron aquellos puntos que caían en coberturas que no hubiesen cambiado en el tiempo. De no ser así, se procedió a reemplazar estos puntos por otros de forma aleatoria, de modo que cumplieran con el criterio anterior. Análisis de fragmentación y regímenes de fuego Una vez corroborada la calidad de las clasificaciones espectrales, se procedió a cuantificar la configuración espacio-
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temporal de cada formación vegetacional, tanto a nivel de clase como paisajístico. Con este fin se eligió un grupo de 4 métricas espaciales (PD, densidad de parches; LPI, índice del parche más grande; ED, densidad de borde; y Área MN, área promedio de los parches) con la capacidad de caracterizar patrones de fragmentación que sean importantes para interrelacionar este proceso con las características de los regímenes de fuego. Para caracterizar los regímenes de incendio de cada formación vegetacional, se evaluó la frecuencia y el área de propagación de los incendios asociados a los intervalos de tiempo de cada imagen analizada a partir de los datos de incendios forestales georeferenciados proporcionados por CONAF para el período 1987-2006. Para disminuir los sesgos productos de la influencia de años más o menos secos dentro de la incidencia de incendios, se decidió utilizar como referencia el promedio de los incendios de tres años consecutivos, tomando como año central el correspondiente a la imagen satelital con la cual se trabajó para estimar el grado de fragmentación. Una vez obtenidos los datos de las métricas de paisaje, y del tamaño y frecuencia de incendios para las formaciones vegetacionales para los cuatro períodos específicos (1987, 1989, 1999 y 2006), se procedió a cruzar dichos datos en una matriz de correlaciones para determinar las relaciones entre las métricas de paisaje y las características de los incendios durante dichos períodos. Para estimar el grado de significancia de los resultados se procedió a correr un modelo de regresión simple para cada uno de los pares temporales analizados. Resultados Evaluación de la clasificación espectral supervisada El desempeño obtenido para las clasificaciones fue de un 0,92; 0,92; 0,89 y 0,9 para los años 1987, 1989, 1999, y 2006 respectivamente. En todos los casos los coeficientes kappa obtenidos fueron mayores a 0,8 lo que indica una clasificación espectral satisfactoria, ya que valores de coeficientes kappa mayores a 0,7 señalan una buen nivel de concordancia entre la clasificación y las muestras tomadas a partir del catastro (Cuadro 1). Los valores de desempeño más bajos obtenidos a través de las distintas clasificaciones corresponden a las clases de plantaciones y praderas. Este menor nivel de desempeño se puede deber a potenciales errores de clasificación entre plantaciones forestales y al-
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gunas asociaciones de bosques nativo, y entre praderas y matorrales nativos abiertos (Cuadro 1). Cuadro 1: Evaluación de desempeño de la clasificación espectral supervisada. Valores de desempeño globales superiores al 85 % denotan como regla general un mapa temático confiable. Valores de coeficientes Kappa, superiores a 0.7, denotan un mapa confiable estadísticamente. El desempeño de usuario se refiere al nivel de muestras correctas obtenidas en la comparación. .
Variable/Año
1987
1988
1999
2006
Plantación
0.83
0.80
0.80
0.86
Matorral
0.91
0.91
0.89
0.92
Cultivo
1.00
1.00
0.97
0.90
Pradera
0.90
0.91
0.83
0.81
Agua
1.00
1.00
1.00
1.00
Urbano
1.00
1.00
0.90
0.93
Desempeño Usuario Global
0.92
0.92
0.89
0.90
Desempeño Usuario
Coeficiente Kappa Plantación
0.83
0.79
0.79
0.85
Matorral
0.77
0.75
0.71
0.84
Cultivo
1.00
10.00
0.96
0.87
Pradera
0.87
0.91
0.81
0.79
Agua
1.00
1.00
1.00
1.00
Urbano
1.00
1.00
0.89
0.92
Coeficiente Kappa Global
0.85
0.85
0.80
0.85
Fragmentación de las formaciones nativas Los resultados de las 4 métricas espaciales usadas muestran una clara tendencia de aumento en los niveles de fragmentación de las formaciones vegetacionales nativas estudiadas, con excepción del Bosque Espinoso Abierto, en donde esta tendencia no es tan clara (Figura 2). En este sentido, en las cinco formaciones vegetacionales ha existido una disminución del área promedio de parches y del índice de parche más grande si se comparan los años 1987 y 2006, lo que es un indicador de que en todas ellas se ha dado un fenómeno de fragmentación del paisaje en este período. Ahora bien, los resultados muestran que esta tendencia no ha sido completamente unidireccional, sino que ha habido ciertos períodos en que algunas formaciones vegetacionales parecieran haber sido “desfragmentadas” (Figura 2). Sin embargo, para el caso particular de este estudio lo importante es resaltar las diferencias entre las métricas de paisaje existen-
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tes para los años 1987 y 2006, de manera de evaluar si efectivamente estas formaciones han sido sometidas a procesos de fragmentación durante ese período. Dentro de las 5 formaciones estudiadas aquella que pareciera haber sido más afectada por procesos de fragmentación durante el período 1987-2006 es el Bosque Esclerófilo de la Precordillera Andina. Esta formación muestra un aumento en la densidad de parches de casi tres veces (0,51 a 1,46), una disminución del LPI de casi 8 veces (58,00 a 9.06), y una reducción del área promedio de parches de 88,80 a 18,36 hectáreas, si se comparan los años 1987 y 2006 respectivamente (Figura 2). Caracterización de regímenes de fuego
PD: Densidad de Parches 1.60 1.40
1.20 1.00 0.80 0.60
0.40 0.20 0.00
M.E.C.
M.E.S.
B.E.C.
B.E.A
B.E.P.
ED: Densidad de Borde 40 35
En relación a la caracterización de los regímenes de fuego en las formaciones estudiadas, el tamaño de los incendios pareciera haberse reducido en todas las formaciones vegetacionales para el período 1987-2006, a excepción del Matorral Espinoso de la Cordillera de a Costa, en el cual el tamaño de los incendios aumentó. Respecto a la frecuencia de incendios forestales, ésta pareciera no responder a un patrón claro, habiendo 2 formaciones en las cuales aumenta, 2 en las cuales disminuye y una en la que no hay mayor variación (Figura 3). En el caso del Matorral Espinoso del Secano Costero y del Bosque Espinoso Abierto se observó un aumento en la frecuencia de incendios, lo cual es coincidente con la tendencia de incendios general del país para el período. Sin embargo, el Bosque Esclerófilo Costero y el Bosque Esclerófilo de la Pre-Cordillera Andino presentan una progresiva disminución en la frecuencia de incendios forestales, mientras el Matorral Espinoso del Secano Costero pareciera no haber tenido mayores variaciones en la cantidad de incendios ocurridos por temporada (Figura 3).
30 25
20 15 10 5
0 M.E.C.
M.E.S.
B.E.C.
B.E.A
B.E.P.
LPI: indice de Parche más Grande 70
60 50 40 30 20 10 0 M.E.C.
M.E.S.
B.E.C.
B.E.A
B.E.P.
Area MN: Area promedio de Parche
Métricas de paisaje y regímenes de incendios forestales Los resultados de las correlaciones entre las métricas de paisaje y los regímenes de incendio para los períodos estudiados son ambiguos, y en términos generales no se encuentran alineadas con las dos hipótesis principales planteadas en este estudio. En el caso de la primera hipótesis los resultados respecto al tamaño de incendios muestran que no existe ninguna variable de paisaje que explique los cambios en las tendencias del área promedio de los incendios que ocurren en las diferentes formaciones vegetacionales estudiadas (Cuadro 2). En general los coeficientes de correlación obtenidos son
12
250
1987 1999
200
1989 2006
150 100 50 0
M.E.C.
M.E.S.
B.E.C.
B.E.A
B.E.P.
Figura 2: Resultados de las métricas de paisaje calculadas para cada una de las formaciones vegetacionales analizadas. PD y ED y Área MN representan valores basados en hectáreas. LPI representa el % de área cubierta por el parche más grande.
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relativamente bajos (valor absoluto menores a 0,7), y ninguno de los coeficientes obtenidos en el rango superior (mayor a 0,7) mostró establecer una relación significativa. Para el caso de la segunda hipótesis, en donde se relacionaba el grado de fragmentación con un aumento en la frecuencia de incendios, los resultados tampoco exhiben una clara relación que permita soportar dicha hipótesis de forma concreta. Si bien 10 correlaciones superan el valor absoluto de 0,7; lo que podría indicar algún tipo de relación, las correlaciones para el Bosque Esclerófilo Costero, Bosque Espinoso Abierto y Bosque Esclerófilo de la Precordillera, sugieren una relación inversa a nuestra hipótesis (Cuadro 2). Un caso excepcional a este resultado lo conforma la relación entre la frecuencia de incendios y las métricas de paisaje para la formación vegetacional del Matorral Espinoso de la Cordillera de la Costa, en donde existe una relación significativa entre el grado de fragmentación y el número de incendios (Cuadro 2). En este caso los resultados indican que a medida que aumenta el número de parches (PD) aumenta la frecuencia de incendios en forma significativa, aumento en el número de incendios que está inversamente relacionado con el tamaño de los parches presentes (LPI, Área MN) y levemente correlacionado con la densidad de borde (ED) en la formación (Cuadro 2). Discusión Análisis de imágenes La utilización de técnicas de percepción remota ha mostrado ser una herramienta efectiva a la hora de determinar los patrones espacio-temporales del territorio (Holmgren & Thuresson, 1998). Sin embargo, todo proceso de clasificación posee inherentemente un grado de error que debe ser tomado en cuenta (Shao & Wu, 2008). En este caso existe una tendencia de las praderas a confundirse con algunas áreas definidas por el catastro como matorrales muy abiertos, como también de suelos desnudos a confundirse con sectores urbanos. También existen sectores de vegetación nativa densa que se confunden con plantaciones y viceversa, cuya confusión se debe al nivel de resolución espectral del satélite y a las alteraciones en la respuesta espectral como resultado de la topografía escarpada del terreno. Si bien se minimizó el efecto topográfico por el método de Minnaert, las regresiones lineales por banda espectral presentaron una correlación menor a 0,7 (datos no mostrados). Esto se debe a que las constantes varían dependiendo
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Tamaño promedio incendios 25 20 15 10 5 0 M.E.C.
M.E.S.
B.E.C.
B.E.A
B.E.P.
Número de Incendios 1200
1000 800
1987
1989
1999
2006
600 400 200 0 M.E.C.
M.E.S.
B.E.C.
B.E.A
B.E.P.
Figura 3: Tamaño promedio (ha) y número de incendios forestales en las formaciones vegetacionales analizadas. Cada barra representa el promedio de tres años consecutivos, tomando como año central el indicado en la leyenda.
tanto del tipo de cobertura utilizada, como a su nivel de densidad. Sin embargo, el método de corrección empleado ha probado ser en la práctica el más útil, sobre todo en terrenos con altas pendientes (Riaño et al., 2003). Aun considerando todas las fuentes de error que poseen los mapas categóricos realizados, la clasificación probó ser satisfactoria, como es revelado por el porcentaje de desempeño y las estadísticas kappa (Cuadro 1). En este sentido los mapas, si bien poseen errores en cuanto a los valores absolutos de algunas coberturas, permiten observar patrones temporales de cambio de las coberturas y sus configuraciones espaciales. Nivel de fragmentación de las formaciones Los resultados de las métricas de paisaje utilizadas sugieren que la vegetación nativa ha perdido terreno como resultado de su reemplazo para el desarrollo de actividades agrícolas y expansión urbana, lo cual puede verse reflejado en el aumento en la densidad de parches y en una reducción en el tamaño promedio de los mismos (Figura 2). Esto quiere
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Cuadro 2: Coeficientes de correlación entre las métricas de paisaje y el tamaño y frecuencia de incendios forestales en las formaciones vegetacionales analizadas. Valores de probabilidad indicados por símbolos: § <0,1; * < 0,05; ** < 0,005.
PD
M.E.C.
M.E.S.
B.E.C.
B.E.A.
B.E.P.
Tamaño Frecuencia 0.67 0.98*
Tamaño Frecuencia -0.14 -0.61
Tamaño Frecuencia -0.58 -0.91 § -0.44 0.33
Tamaño Frecuencia -0.07 -0.92 § 0.42 -0.59
Tamaño Frecuencia -0.52 -0.88
0.35
-0.64
-0.46
0.94 § -0.97*
-0.67
-0.61
0.52
0.89
-0.74
-0.16
0.75
0.66
-0.57
-1.00**
-0.05
0.08
0.54
0.88
-0.22
-0.63
0.75
0.92 §
ED
0.72
LPI Area MN
decir que si bien existe un aumento en la cantidad de parches nativos, esto no es resultado de la creación de nuevos parches, sino de la fragmentación y reducción del tamaño de los parches originales. Estos resultados son concordantes con otros estudios que han analizado la disminución de la vegetación nativa producto de la fragmentación por cambio de uso de suelo en la zona centro y sur de Chile (Echeverría et al., 2006; 2008). Las 5 formaciones estudiadas presentan una tendencia a aumentar los niveles de fragmentación de vegetación nativa en el largo plazo, aun cuando la tendencia entre intervalos de años varíe dependiendo de la formación analizada. De las cinco formaciones estudiadas el Matorral Espinoso de la Cordillera de la Costa pareciera ser el que se ha visto afectado en un menor grado por procesos de fragmentación, lo cual pueda deberse a que esta formación se encuentra en las partes altas y quebradas de cordones montañosos y no en los valles (Fernández et al., 2010), lo cual la hace menos susceptible al cambio de uso de suelo para actividades humanas. Por el contrario la formación vegetacional más afectada por el proceso de fragmentación pareciera ser la del Bosque Esclerófilo de la Precordillera Andina, formación que se encuentra asociada al piedemonte andino y que probablemente ha sido fuertemente afectada por el desarrollo inmobiliario que ha tenido lugar en gran parte de la precordillera andina de la Región Metropolitana (Romero & Vásquez, 2005). El Bosque Espinoso Abierto es la única formación en la cual la influencia de procesos de fragmentación no es evidente en los resultados. De hecho al analizar el cambio en la densidad de parches, esta formación es la única en la que pareciera existir una leve tendencia inversa, lo que además es soportado por una aparente disminución en la métrica de densidad de borde (Figura 2). Sin embargo este último resultado también podría estar relacionado con un cambio en la forma de los parches que muchas veces se da asociado a fenómenos de fragmentación, desde parches de for-
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0.01
-0.13
mas más complejas a parches de formas más simples, tal cual ocurre en sectores afectados por actividades humanas (Reed et al., 1996). Variación en los regímenes de incendios forestales Una de las suposiciones en que se basó este estudio fue que durante el período 1987-2006 en Chile aumentó la frecuencia de incendios forestales, pero disminuyó el tamaño promedio de los mismos (Fernández et al., 2010). Sin embargo este patrón en los regímenes de incendio pareciera no haberse desarrollado como regla general dentro de las formaciones estudiadas, ya que si bien en términos generales el tamaño de los incendios disminuyó en 4 de las 5 formaciones estudiadas, la frecuencia de ellos no mostró una tendencia general al alza como pensábamos. De hecho en dos de las formaciones existe una clara disminución en el número de incendios para el período analizado (Figura 3). Los factores que pueden explicar este resultado son diversos, pudiendo incluir problemas como una cobertura temporal inadecuada para detectar tendencias, errores en la base de datos de incendios, formaciones vegetacionales poco comparables, y un número de muestras (formaciones vegetacionales) insuficientes. Otro factor que puede haber influenciado en los resultados es la utilización de registros de años con presencia de fenómenos niño/niña. Si bien para disminuir dicho efecto se utilizó el promedio de incendios de tres años, la duración de fenómenos climáticos puede sobrepasar dicho período, por lo que dicho promedio puede seguir incluyendo fuertes distorsiones respecto a años considerados normales (Montecinos & Aceituno, 2003). Junto con ello otro elemento externo que puede influenciar los regímenes de incendio, sobre todo tomando en cuenta que en Chile el 99,9% de los incendios son producidos por el hombre (Fernández et al., 2010), es el rol del ser humano en la ignición y extinción de los incendios. En ese sentido la disminución en la frecuencia de incendios también puede estar ligada a mejores campa-
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ñas de prevención de incendios, lo que puede haber disminuido las fuentes de ignición en aquellas formaciones vegetacionales en las que el hombre actúa como fuente de ignición directa. Fragmentación y regímenes de incendios forestales Respecto al efecto de la fragmentación en el tamaño de los incendios, si bien en los resultados se observa una tendencia a la disminución en el tamaño de los incendios en 4 de las 5 formaciones estudiadas, la reducción en el tamaño de estos no estuvo correlacionada con ninguna de las métricas de paisaje analizadas. Incluso al analizar en forma aislada las dos formaciones que presentan los mayores valores de correlación (Matorral Espinoso de la Cordillera de la Costa y Bosque Esclerófilo de la Precordillera), no es posible obtener una tendencia coherente, ya que ambas formaciones muestran tendencias completamente inversas (Cuadro 2). Es decir mientras en la primera formación el tamaño de los incendios pareciera disminuir a medida que la fragmentación avanza, en la segunda la fragmentación conduciría a un aumento del tamaño de los incendios, lo cual es contrario a nuestra hipótesis. En el caso del efecto de la fragmentación en la frecuencia de incendios los resultados en general no estuvieron alineados con nuestra hipótesis que predecía un incremento del número de incendios a medida que aumentaba la fragmentación. En 4 de las 5 formaciones analizadas no fue posible encontrar tendencias significativas, he incluso algunas de ellas parecieran tender a relacionarse de forma inversa a nuestra hipótesis (Cuadro 2). Sin embargo, la única formación que presentó correlaciones significativas entre las métricas de paisaje y los regímenes de fuego (Matorral Espinoso Costero), sugiere que en ciertas formaciones vegetaciones si podría estar dándose una relación de signo positivo entre la fragmentación del hábitat y la frecuencia de los incendios forestales, tal como lo sugieren los resultados de Cochrane (2002) en sus estudios realizados en los bosques de la Amazonía. La dificultad para encontrar relaciones significativas entre las métricas de paisaje y los regímenes de incendio, no necesariamente quiere decir que la fragmentación del hábitat no tenga un efecto en el tamaño y frecuencia de incendios forestales, sino más bien refleja la complejidad de las variables que pueden estar implicadas en la ignición y propagación de los incendios, como la topografía, vientos, temperatura, humedad y tipo de vegetación. Además de ello es importante tener en cuenta las medidas de preven-
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ción y control de incendios que pueden haber reducido directamente la frecuencia y el tamaño de los incendios, desacoplando de esta manera la relación temporal de los regímenes de incendio con la fragmentación del paisaje. Otro de los factores que pueden haber incidido en estos resultados son potenciales errores en la discriminación del uso de suelo al momento de clasificar las imágenes, que pueden haber creado imprecisiones en la obtención de las métricas de paisaje utilizadas para hacer los análisis. Por ejemplo la imagen utilizada para hacer los análisis de fragmentación del año 1989 presenta grandes extensiones de vegetación nativa quemada, principalmente matorrales, lo cual podría haber afectado la medición realizada distorsionando los valores reales de los índices de fragmentación para aquellas formaciones con dominancia de vegetación de tipo arbustiva. Los resultados de este estudio muestran un aumento en la fragmentación de las formaciones vegetacionales nativas de la zona central de Chile. Si bien en base a los resultados no es posible determinar si efectivamente existe un efecto de la fragmentación en los regímenes de incendio, las hipótesis aquí planteadas tampoco pueden ser descartadas, ya que los efectos de la fragmentación podrían estar enmascarados por factores topográficos, climáticos y antropogénicos que pueden ser difíciles de aislar. Para ello es necesario avanzar en el desarrollo de estudios que incorporen entre otras cosas imágenes de mejor resolución, abarcar un mayor período de tiempo, disminuir la resolución temporal, abarcar una mayor cantidad de formaciones, evaluar la respuesta en distintas escalas espaciales, y aplicar técnicas de percepción remota que permitan obtener mejores resultados en la clasificación de usos de suelos. Sin duda esta información podría ser de relevancia para priorizar esfuerzos en la conservación de la vegetación nativa, así como también para generar información de utilidad para la gestión de recursos en la prevención y combate de incendios forestales. Literatura citada Bustamante, R., & Grez, A. (1995). Consecuencias ecológicas de la fragmentación de los bosques nativos. Ambiente y Desarrollo, 11(2), 58-63. Chavez, P. S. (1996). Image-based atmospheric corrections - Revisited and Improved. Photogrammetric Engineering and Remote Sensing 62 (9): 1025-1036 Cochrane, M. A. (2001). Synergistic interactions between habitat fragmentation and fire in evergreen tropical forests. Conservation Biology, 15(6), 1515-1521.
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Revista Conservación Ambiental (2012) Volumen 2/Número 1/Páginas 17-24
Sección Ciencia Ambiental
Expectativas y percepción del rol del Estado en relación a las áreas protegidas y actividades extractivas al interior de éstas
RODRIGO DELPIANO Facultad de Agronomía e Ingeniería Forestal, Pontificia Universidad Católica de Chile. Santiago, Chile. rdelpia1@uc.cl
_____________________________________________________________________________________ Resumen. El año 2010 entró en vigencia una nueva institucionalidad ambiental en Chile, la cual asigna un rol más preponderante al Estado en relación al cuidado de la biodiversidad. Este nuevo cuerpo legal busca subsanar diferentes problemas presentes en el Sistema Nacional de Áreas Protegidas del Estado (SNASPE). Uno de estos es la gran cantidad de leyes que norman la conservación de la biodiversidad en Chile. Altos de Cantillana es un área protegida donde confluyen diferentes intereses y actividades productivas, siendo la minería una de las principales. En este trabajo se determinó la importancia que los visitantes de las áreas naturales protegidas de la Región de Valparaíso y Región Metropolitana le asignan al rol del Estado en la protección de la biodiversidad a nivel nacional, y la opinión de estos con respecto a la realización de actividades extractivas al interior de la áreas protegidas, en especial, las relacionadas a la actividad minera. Los resultados indican que el público le asigna un rol preponderante al Estado como impulsor de áreas protegidas y que éste debería favorecer la creación de áreas protegidas privadas mediante diferentes mecanismos. A su vez los resultados señalan que los visitantes creen que no es compatible la conservación de la biodiversidad con el desarrollo de actividades extractivas, como minería. Palabras clave: Percepción, visitantes, Estado, actividades extractivas, minería. Abstract. During the year 2010 a new environmental legal framework was implemented in Chile, which increased the role that the State had in relation to the conservation of biodiversity. This new code looked to address different problems in the State National System of Protected Natural Areas (SNASPE). One of these problems was the large number of laws related with the conservation of biodiversity in Chile. Altos de Cantillana is a protected area in where different interests and productive activities take place, including mining. This study investigated the importance that visitors of protected areas of the Valparaíso and Metropolitan Region assigned to the role of the state in protecting biodiversity nationally-wide, and the opinion of the visitors with respect to the conduct of extractive activities within the protected areas, especially those related to mining. The results indicate that visitors assigns a key role to the State in managing protected areas, and also that the State should encourage the creation of private protected areas through different mechanisms. Results also indicate that visitors consider that extractive activities in protected areas, such as mining, are not compatible with biodiversity conservation. Key words: perception, visitors, State, extractive activities, mining.
_____________________________________________________________________________________ Introducción El 12 de enero de 2010 se promulgó la Ley Nº 20.417 que reemplaza a la Ley Nº 19.300 como directriz máxima de la política ambiental de Chile, la cual establecía el rol del Estado en la conservación del patrimonio ambiental, mediante el Sistema Nacional de Áreas Protegidas del Estado (SNASPE). Bajo la nueva institucionalidad, se le asigna un rol más preponderante al Estado en el cuidado de la biodiversidad
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nacional, siendo el Servicio de Biodiversidad y Áreas Protegidas el encargado de llevarla a cabo. Este nuevo cuerpo legal debería procurar eliminar las contradicciones en las que cayeron los anteriores, dejando sin efecto las normativas que contravengan los acuerdos internacionales. También, debería armonizar la dicotomía existente entre la actividad minera y la protección de la biodiversidad (Horvarth, 2007).
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Según el Código de Minería en el artículo 17º, el único facultado para autorizar una explotación minera en cualquiera de las tres áreas de manejo del SNASPE, Parques Nacionales, Reservas Nacionales y Monumento Natural, cuando estos lugares hayan sido declarados de interés científico para el Código de Minería, es el Presidente de la República. Diferentes autores han analizado las debilidades que posee el SNASPE. Estos problemas pueden ser agrupados según Oltremari (2002) en dos componentes, los cuales explicarían en su totalidad las deficiencias del sistema. Estos son la cobertura biológica y los procesos institucionales y legales (Oltremari, 2002) Cabe recordar, que si bien, Chile posee cerca del 30 % de sus bosques nativos protegidos (CONAF, 1999), existe un vacío respecto a la representatividad de algunos tipos forestales. Esto se debe a que, pese a que el SNASPE cubre casi un quinto del territorio nacional, el 80% de esa cobertura se encuentran en las regiones más australes, mientras que los ecosistemas presentes en regiones como la Metropolitana y la de O´Higgins se encuentran escasamente representados (Pauchard, 1999). A lo anterior se suma que un 23,26 % del total de territorio protegido corresponde a altas cumbres y campos de hielo, reduciendo en gran medida el porcentaje de protección de especies vegetales (Luebert & Becerra, 1998). Todo esto hace que el sistema sobrevalore algunos ecosistemas y otros simplemente sean escasa o nulamente representados. Un ejemplo es el tipo forestal de bosque de RobleHualo (Nothofagus oblicua-Nothofagus glauca) el cual posee una protección de sólo el 0,5 % de su distribución (Oltramari, 2002). De hecho, para el año 2004, de las 85 formaciones vegetacionales existentes en el territorio nacional, un 67% se encontraban desprovistas de protección o poco representadas en el SNASPE, y para satisfacer dicha carencia se requeriría un aumento estimado de 1.690.000 hectáreas (Sepúlveda, 2004). A nivel nacional, 85 de los 127 ecosistemas terrestres presentan menos del 10% de su superficie remanente protegida. De éstos, 43 menos del 1% y 23 se encuentran sin protección. Lo cual se traduce en que el 30% de los pisos vegetacionales carezcan de resguardo, pese a que en la zona Austral del país existe un alto grado de ecosistemas protegidos. Esto se explica, porque la mayoría de éstos se encuentran en sectores costeros, dejando a los más orientales escasamente resguardados. Lo mismo sucede con los ecosistemas y formaciones vegetacionales de las zonas
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centro norte y centro sur, los que se encuentran con un nivel bajo de protección (Pliscoff y Fuentes, 2008). Así mismo, desde la creación del SNASPE, se condicionó su existencia legal a la disolución de la CONAF como entidad de derecho privado, cosa que nunca sucedió. Y a su vez, según la convención de Washington, la superficie de Parques Nacionales no puede ser modificada, salvo que así lo ejerza la autoridad legislativa competente de cada país, función que en Chile cumple el Congreso Nacional. Pero el DL Nº 1.939 de 1977 le entrega la potestad de decidir sobre cambios en el territorio de los parques al Ministerio de Bienes Nacionales, o sea un organismo administrativo (Oltremari, 2008). En los últimos cinco años, la ciudadanía ha tomado un rol activo en la defensa de la naturaleza a nivel nacional. Conocidos son los casos de la lucha contra Hidro-Aysén, contra la central Barracones, contra la explotación por parte de la empresa minera Barrick y últimamente sobre la explotación minera en la Isla Riesco. En todos estos casos, la defensa de la biodiversidad y de la naturaleza se alza como bandera de lucha. Dado este contexto, el objetivo de este estudio fue determinar la importancia que los visitantes le asignan al rol del Estado en la protección de la biodiversidad a nivel nacional. Así mismo, conocer la opinión de estos con respecto a la realización de actividades extractivas al interior de las áreas protegidas, en especial, las relacionadas a la actividad minera. Para ello se consideraron dos hipótesis: (1) Los usuarios de áreas naturales protegidas comprendidas en las Regiones de Valparaíso y Metropolitana, consideran que no se deberían realizar actividades extractivas, como recolectar hierbas u hojas, recolectar frutos, extracción de leña, extracción de tierra de hoja o producción de carbón en el interior de áreas naturales protegidas. (2) Las actividades extractivas mineras son consideradas incompatibles con la conservación de la biodiversidad por los usuarios de áreas naturales protegidas de las Regiones de Valparaíso y Metropolitana. Adicionalmente la investigación determinó el rol que cumple el Estado como promotor de la conservación, entendiendo que para muchas personas esta tarea es de su exclusiva responsabilidad. Pero desde finales de los años 80, este rol ha sido cada vez asumido en mayor proporción por los privados que han desarrollado sus propias áreas protegidas. Para 1990 Chile contaba sólo con dos de estas áreas, el Parque Oncol y el Santuario El Cañi, cifra que contrasta con las más de 500 de estas reservas que existen en
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la actualidad. Muchas de las cuales han logrado paliar la carencia de representatividad que poseen algunas formaciones vegetacionales en el SNASPE. Debido a la importancia que han tenido las Áreas Protegidas Privadas (APP) para la conservación en Chile, es que se hace necesario conocer si el público estaba dispuesto a que el Estado las incentivase y apoyase no sólo institucionalmente, sino que también económicamente. Estas iniciativas de conservación de los privados, se han desarrollado en forma espontánea y sin un marco legal que las regule y que les dé una conducción en función de las prioridades que requiere una adecuada estrategia para la conservación a nivel nacional (García y Villarroel, 1998). Abordar este problema requiere crear y fortalecer diferentes modalidades de cooperación entre el mundo público y el privado. Lo anterior pasa por la generación de políticas que promuevan la creación de incentivos y medidas de fomento a éstas (García y Villarroel, 1998). Cabe recordar que el Santuario de la Naturaleza Altos de Cantillana, es parte de este tipo de iniciativas, por cuanto, para su sostenibilidad financiera se hace relevante el rol que tome el Estado como promotor de éstas.
nadas en base a los datos para el año 2009, proporcionados por la Corporación Nacional Forestal (Conaf) en el caso de los pertenecientes al Servicio Nacional de Áreas Protegidas del Estado (SNASPE), por Latitud 90 en el caso del Santuario de la Naturaleza Yerba Loca, por la Asociación de Municipalidades Proyecto Protege, en el caso del Parque Natural Aguas de Ramón y a la Asociación de Comuneros Cerro El Roble, para la unidad del mismo nombre. El total de visitantes fue de 201.836 personas. El cual se desglosa de la siguiente manera: R.N. Rio Clarillo, 69.135; R.N. Lago Peñuelas, 43.315; P. N. La Campana, 39.764; S.N. Yerba loca, 19.000; M.N. El Morado, 13.158; R.N. Río Los Cipreses, 11.223; P.N Aguas de Ramón, 3.008; R.N. El Yali, 1.904; P.N. Palmas de Cocalán, 1.179; Cerro El Roble, 150 visitantes. En base a dicho total, el número de encuestas a realizar quedó fijado, según la fórmula para muestreo aleatorio simple, en 354, con un error relativo del 0,052. A su vez se realizó el mismo cálculo para cada una de las unidades seleccionadas, de manera de establecer el número ideal de encuestas por área. La fórmula utilizada fue la siguiente:
nh ( Nh * Z ^2 * PQ) / E ^2( Nh 1) Z ^2 * PQ Materiales y Métodos nh Tamaño de la muestra para la categoría h
Áreas de estudio
Nh Tamaño de la población para la categoría h Z Estadístico ne al 95%
Este estudio se llevó a cabo en seis áreas naturales protegidas de las Regiones de Valparaíso y Metropolitana. Estas áreas fueron: R.N. Rio Clarillo, R.N. Lago Peñuelas, P. N. La Campana, S.N. Yerba loca, M.N. El Morado y el P.N. Aguas de Ramón.
E Error relativo P Valor 0,5 Q Valor 0,5
Modelo para estimar el tamaño de la muestra El tamaño de la muestra se determinó empleando un sistema que consta de dos métodos distintos. Por una parte la fórmula para muestreo aleatorio simple, que establece el número total de repeticiones que deben realizarse en base al error tolerable para un nivel de confianza predeterminado. Y por otra, se creó un modelo de estimación en base a un sistema ideal de sustitución que contempló, tanto la distancia de las áreas sustitutas, como sus semejanzas en cuanto a servicios e infraestructura que se contemplan idealmente para Altos de Cantillana, según los Planes de Manejo diseñados por la Universidad Católica. Como parámetros para estimar la cantidad de encuestas a realizar, se utilizó el número de visitas totales a las diez áreas seleccio-
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Una vez comenzada la toma de datos, fue necesario hacer algunos cambios a la selección de unidades bajo estudio. Fue así como, dentro del mes de noviembre, se debieron sacar de la investigación el P.N Palmas de Cocalán, la R.N El Yali y el Cerro El Roble. Esto debido a la baja visitación que mostraron dichas áreas. En el caso del P.N Palmas de Cocalán se debió a que este, si bien es parte del SNASPE, es de propiedad de la Viña La Rosa y sus visitas son limitadas. A su vez, la R.N El Yali fue una de las unidades que sufrió con el terremoto del 27 de febrero de 2010 y el posterior maremoto, por lo que se mantuvo cerrada por gran parte del año, debido a que fue necesario hacer evaluaciones y arreglos. Por último el Cerro El Roble fue separado de la muestra por tener una baja tasa de visitación. Con esto, las áreas sustitutas quedaron en 6 unidades, ya que la R.N Río Cipreses tuvo que ser excluida debido a problemas en los tiempos de muestreo. Debido a esto el tamaño de la población
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se redujo a 187.380 visitas, por lo cual se debió a justar la fórmula, quedando finalmente con un nivel de confianza del 95%, con un error relativo del 0,066, para lo que el tamaño de la muestra se estimó en 220 casos. El segundo método consideró que para la estimación de la muestra de cada área se consideraran 15 variables, correspondientes a diferentes servicios e infraestructura. Estas fueron: fácil acceso, guías o personal capacitado en educación ambiental, señalética, letreros de interpretación, miradores, áreas de picnic, áreas de camping, servicios básicos (baño y agua potable), estacionamientos, Centro de Educación e Información Ambiental (CEIA), kiosco o cafetería, juegos para niños, senderos para discapacitados, parrillas para asado y acceso para mascotas. Para la estimación de la muestra final se fijó un mínimo de 20 encuestas por unidad estudiada. Luego cada semejanza de áreas sustituta con las variables analizadas fue ponderada con un valor de 1, por lo tanto si un área tenía 13 semejanzas con Altos de Cantillana, la muestra se estimaba en 33. Debido a que el costo de viaje es otra variable importante al momento de decidir un destino, se analizó el nivel de sustitución de las áreas en base a este parámetro, considerando la distancia de las áreas a las tres ciudades (Santiago, Viña del Mar y Rancagua). Se ponderó con un valor de 2,5 cada sustitución de las áreas a Altos de Cantillana. De esta manera el modelo quedó fijado de la siguiente manera:
nh N min (Ns*1) (Nd * 2,5) nh Tamaño de la muestra para la categoría h N min Tamaño mínimo de la muestra para la categoría h
Ns Número de semejanza con las var iables según Plan de Manejo Nd Número de sustitucio nes del área según dis tan cia
Al igual que en el caso de la fórmula de muestreo aleatorio simple, en este caso también se eliminaron las unidades que presentaron un número bajo de visitantes y de permisos para realizar la investigación. A su vez, la Reserva Nacional Río Cipreses tuvo que ser eliminada debido a temas logísticos con el cronograma de muestreo. De esta manera el número total de encuestas por área quedó en 214 (cuadro 1).
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Cuadro 1. Valores de la muestra según modelo de sustitución basado en servicios e infraestructura presente en cada área y sus distancias aproximadas a las áreas naturales sustitutas.
UNIDAD SNASPE
Nmin
Ns
Nd
Nh
P. N . La Ca mpa na
20
12
2
37
R. N. Río Los Ci pres es
20
14
1
36,5
R. N. Río Cl a ri l l o
20
12
3
39,5
M. N. El Mora do
20
8
1
30,5
S. N. Yerba Loca
20
10
2
35
P.N Agua s de Ra món
20
13
2
38
R. N. La go Peñuel a s
20
11
1
33,5
Tota l Encues ta s
140
80
12
250
Finalmente la muestra según área quedó repartida de la siguiente forma: R.N. Rio Clarillo, 37; R.N. Lago Peñuelas, 34; P. N. La Campana, 38; S.N. Yerba Loca, 35; M.N. El Morado, 36 y P.N Aguas de Ramón, 40. Instrumento de medición Para la elaboración de la encuesta se hizo un trabajo previo con diferentes informantes claves, de tal manera de crear un instrumento de recolección de información lo más cerrado y preciso posible, a la luz de las inquietudes y objetivos del estudio. El instrumento final comprendió 34 preguntas, todas cerradas, salvo dos. Se hizo un conjunto de preguntas enfocadas a conocer el tipo de persona que visitaba las diferentes unidades, con quienes iban, la frecuencia con la que visitaban el mismo lugar, el medio de transporte utilizado, la ciudad de procedencia y el tiempo de permanencia. También se incluyeron preguntas sobre el motivo de la visita y las actividades realizadas. Un segundo grupo de preguntas se enfocaron en saber si los entrevistados conocían las áreas protegida sustitutas, si las habían visitado y cuántas veces en los últimos dos años. Un tercer conjunto de preguntas buscó profundizar sobre el conocimiento que tenían sobre Altos de Cantillana y en caso de conocerlo, determinar cómo supieron de su existencia, si habían oído hablar de la campaña de protección y difusión “Son de Cantillana, Protégelos”, cuáles atractivos más representativos del área conocían y qué actividades habían realizado en su visita.
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Un cuarto grupo de preguntas buscó indagar acerca de la importancia que les asignaban los visitantes a determinadas condiciones e infraestructuras que poseen las áreas protegidas antes mencionadas. Finalmente el último segmento de preguntas buscaba conocer la opinión de los encuestados sobre el rol del Estado en la creación y mantención de áreas protegidas y la inclusión de los privados en esta labor. También sobre la compatibilidad existente entre la conservación y algunas actividades extractivas.
Para conocer la percepción que tenían los entrevistados acerca del rol del Estado en esta materia, se les hizo la siguiente pregunta: Para Ud. ¿Cuán importante es que los gobiernos se preocupen de implementar áreas protegidas? El 93 % consideró que es muy importante y un 6,4 % sólo importante. Una sola persona dijo considerarlo de regular importancia y ninguna señaló considerarlo poco o nada importante. Lo anterior se traduce en que, para casi la totalidad o sea un 99,5 % de las personas encuestadas el rol del Estado en la conservación de la biodiversidad mediante herramientas in situ es preponderante (figura 1).
Recolección y análisis de datos Los datos fueron recolectados mediante una encuesta aplicada a los visitantes de las áreas sustitutas definitivas, para lo cual se consideró a ambos géneros en una proporción cercana al 56% hombres y 43% mujeres. Esto basado en los porcentajes de visitación que existe en las áreas protegidas pertenecientes al SNASPE que según cifras del 2009 son de un 55% de hombres y 45% de mujeres. El trabajo se realizó sólo por un encuestador, para evitar cualquier sesgo sobre la toma de datos. Se recogieron datos sólo los fines de semana entre los meses comprendidos desde el 9 de octubre de 2010, hasta el 16 de abril de 2011. Se procedió a buscar a las personas dentro de las áreas, específicamente en senderos o lugares de merienda. Las condiciones principales para ser seleccionado fueron que se tratasen de personas mayores de edad, fueran los jefes de grupos o bien los que tomaran las decisiones al interior de éste, y que estuvieran terminando su visita. La cantidad de encuestas realizadas por día varió según el área intervenida y la fecha, pudiendo llegar hasta un máximo de trece encuestas y un mínimo de dos. Otra determinante de la toma de datos, fue la hora del día en que ésta se realizó, siendo aplicada principalmente dentro de las 14:00 y 18:00. Esto para asegurar que las personas seleccionadas hubiesen permanecido lo suficiente como para estar terminando su visita o bien para haber realizado varias actividades dentro del área. La validación de la encuesta se realizó mediante pruebas o pre-testeo realizados en septiembre de 2010 en el Parque Natural Aguas de Ramón.
Figura 1: Grado de importancia que los visitantes asignan al rol del Estado en la implementación de áreas naturales protegidas. Valores en porcentaje respecto del total de respuestas.
Sin embargo estos porcentajes se reduce cuando se consulta acerca de cómo perciben los usuarios que el Estado protege, cuida y mantiene las áreas protegidas, ya que sólo un 5 % considera que lo realiza muy bien, un 30% bien y un 53 % considera que su desempeño es regular en esta materia. Para un 11,4 % el Estado realiza una mala o muy mala gestión al respecto (figura 2).
Resultados Del total de 220 personas encuestadas, el 82% declaró conocer al menos otra área protegida no comprendida inicialmente en este estudio.
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Figura 2: Percepción de los visitantes respecto al desempeño del Estado en la protección, cuidado y mantención de áreas naturales protegidas. Valores en porcentaje respecto del total de respuestas.
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Las Áreas Protegidas Privadas han resultado ser una herramienta efectiva en la protección de ecosistemas y especies poco representadas en el sistema estatal. Sin embargo, para una efectiva contribución a la conservación, se requiere que las APP tengan un lineamiento más estrecho con las políticas y estrategias de conservación impulsadas por el Estado. Para ello esté último debe generar los fomentos y apoyos necesarios para que esta conjunción se produzca. En base a lo anterior se les consultó a los visitantes sobre si los gobiernos deberían favorecer mediante beneficios tributarios u otro mecanismo la formación de áreas protegidas por parte de privados. A lo que un 84 % señaló que sí y un 16% se mostraron en desacuerdo. Al preguntar por qué se oponían, la respuesta estaba condicionada al hecho que, según ellos, el rol de protección de la biodiversidad y por ende de creación de áreas protegidas sólo le correspondía al Estado y que de realizarlo los privados, estos sólo lo harían por ambiciones económicas, por lo cual no responderían a un verdadero sentido conservacionista. Esta percepción de la minoría se contradice con lo expresado por los propios propietarios de APP, los que, según el estudio de (Sepúlveda et al., 2003), un 66,4% han realizado estas iniciativas por una motivación marcada principalmente por la conservación de la biodiversidad y sólo un 13,4% lo hacen por considerarlas una buena inversión, el 20,2% restante responde a otros intereses. Otra inquietud que se analizó en este estudio es la percepción de los visitantes con respecto a si en la áreas protegidas se debería permitir la realización de actividades extractivas como sacar hierbas u hojas, recolección de frutos, extracción de tierra de hoja o producción de carbón. Según la legislación chilena, la única categoría de conservación que permite la explotación de recursos dentro de una unidad del SNASPE, son las Reservas Nacionales. Las que corresponden a áreas con recursos naturales susceptibles de sufrir degradación, o relevantes para el bienestar de la comunidad, destinadas a la conservación y protección del suelo, el sistema hídrico y las especies amenazadas de flora y fauna silvestre, considerando la aplicación de tecnologías de aprovechamiento racional y sustentable de los recursos naturales y culturales. Según el PNUD una de las amenazas a las que se ven expuestas las áreas protegidas es precisamente la extracción ilegal o insostenible de recursos bajo actividades como cosecha de madera y leña, la caza y el comercio de flora nativa y fauna en peligro de extinción (PNUD, 2010) Pese a que lo anterior podría suponer una contradicción con las características de manejo sujetas a las Reservas
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Nacionales, cabe señalar que algunas actividades extractivas pueden ser realizadas de manera sostenible y permitiendo respetar las características socio-culturales propias de la localidad donde se encuentran. De las personas encuestadas un 80 % considera que no se debería permitir ninguna de las actividades extractivas consultadas, un 15% considera permisible la realización de algunas de las actividades y un 5% señaló que todas las actividades deberían estar permitidas (figura 3). Al analizar más en profundidad las respuestas anteriores, se observa que del 15% que consideran permisible la realización de alguna de las actividades extractivas consultadas, un 5% sólo consideran posible la recolección de hierbas u hojas, un 6,8% consideran tanto la recolección de hierbas u hojas como también la recolección de frutos, un 1,8% sólo la recolección de frutos, un 0,9% sólo la extracción de tierra de hoja, un 0,5% sólo recolección de leña e igual porcentaje considera a todas como posible a excepción de la producción de carbón.
Figura 3: Disposición de los visitantes a aceptar labores extractivas en Áreas Silvestres Protegidas. Valores en porcentaje respecto del total de respuestas.
En Chile la normativa vigente permite la desafectación de áreas protegidas para la realización de faenas mineras, previa autorización del Presidente de la República, cuando estas hayan sido declaradas de interés científico para el Código de Minería. Lo anterior supone la potencial coexistencia de actividades extractivas del tipo minería en conjunto con programas de conservación, lo cual podría parecer contradictorio. De hecho, durante el “Segundo Congreso de Parques Nacionales y Áreas Protegidas”, celebrado en Bariloche el año 2007, se llegó a la conclusión que las actividades mineras eran contradictorias a los fines de conservación que poseen estas áreas (UICN, 2007).
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Dadas estas diferentes posturas, pareció interesante conocer la opinión de los visitantes respecto a esta disyuntiva, para lo cual se les preguntó sí a su juicio era compatible la conservación con la actividad minera al interior de las áreas protegidas. De los 220 entrevistados un 80% respondió que no eran compatibles, mientras el 20% restante respondió que ambas iniciativas eran compatibles. Al relacionar esta pregunta con el área protegida en la que se realizó la entrevista, se pueden observar diferencias interesantes. Es así como los visitantes del Parque Natural Aguas de Ramón, Monumento Natural El Morado y Santuario de la Naturaleza Yerba Loca presentan mayores porcentajes de aceptación de actividades mineras, con valores de 30%, 27,8% y 22,9% para los tres sectores respectivamente. Mientras que los entrevistados en el Parque Nacional La Campana, Reserva Nacional Lago Peñuelas y Reserva Nacional Río Clarillo, muestran menores porcentajes de aceptación con 8%, 12% y 13% respectivamente para las tres áreas. Si bien no existen diferencias significativas entre hombres y mujeres, si se observa diferencias según edad, siendo los visitantes más jóvenes, menores a 29 años, los que en mayor proporción consideran que la minería y la conservación de la biodiversidad son compatibles, llegando a un 25%. En cambio, en los entrevistados entre 30 y 40 años sólo un 15% considera compatible ambas actividades. El nivel de educación formal también influyó en los resultados, siendo los visitantes que tienen mayor nivel educativo quienes en mayor proporción consideran que ambas actividades son compatibles. Un 23% de los encuestados con estudios universitarios señalaron que son compatibles, versus un 14% de los sin estudios universitarios completos. Discusión y Conclusiones En los últimos años se ha visto un incremento en las manifestaciones masivas por parte de la población con respecto a megaproyectos y actividades económicas extractivas en áreas protegidas o en sus cercanías, lo cual supone la existencia de una opinión de disonancia entre la conservación y la extracción de recursos. A la luz de lo anterior, los resultados de este estudio indican que dicha percepción es avalada por parte de la mayoría de los encuestados, lo cual apoya la primera hipótesis considerada en este estudio. Sin embargo, cabe señalar que son principalmente los jóvenes con mayor nivel de formación académica, los que opinan lo contrario, o sea consideran compatible la conser-
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vación con actividades extractivas y en especial las relacionadas al sector minero. Pese a lo anterior, el hecho de que aproximadamente cuatro quintos de los encuestados considere incompatible la conservación con la minería aporta evidencia para aceptar la segunda hipótesis estipulada en este estudio, dejando ver la dicotomía existente, según los usuarios de áreas naturales protegidas de la Región de Valparaíso y Región Metropolitana. En Chile son escazas las investigaciones que estudien la opinión de la ciudadanía y en especial, del público de las áreas protegidas y las actividades extractivas. Aún más, poco se conoce sobre la percepción de la gente con el concepto mismo del extractivismo. Por cuanto se hace imperioso profundizar en estos temas. Por otra parte, el visitante que visita las áreas protegidas de la Región de Valparaíso y de la Región Metropolitana es principalmente una persona informada sobre las áreas protegidas en Chile y un asiduo visitador de éstas. Son personas que le asignan un rol preponderante al Estado y a los Gobiernos en la creación e implementación de áreas dedicadas a la conservación, pese a que la gran mayoría opina que el Estado actualmente no realiza una buena gestión en cuanto a la protección, mantención y cuidado de las áreas. Pero este rol no sólo se lo atribuyen exclusivamente al Estado, ya que son conscientes de que la protección de la biodiversidad es una tarea mancomunada, donde deben participar diferentes actores de la sociedad. Lo anterior, es posiblemente la razón por la cual, la gran mayoría considera que el Estado debería generar herramientas y mecanismos, ya sean tributarios o de otra índole, para favorecer la formación de áreas protegidas por parte de privados. Como lo expresan algunos autores (e.g. Sepúlveda, 1997; Villarroel, 1998), en Chile ya existen mecanismos para el fomento de Áreas Protegidas Privadas en base a exenciones de impuestos, principalmente territoriales, pero éstos son poco efectivos, ya que los montos involucrados son insuficientes para compensar el costo de oportunidad del propietario de un predio. Más aún si se considera que los impuestos territoriales en zonas rurales son generalmente bajos (Sepúlveda, et al., 2003). Así mismo los incentivos contemplados en la Ley 19.300, en cuanto le otorgan los mismos tratamientos a las APP que a las unidades del SNASPE -o sea junto a los territoriales, la exención de impuestos de primera categoría contemplados en la Ley de Rentas y otros beneficios-, son insuficientes (Sepúlveda, 1997).
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Por lo tanto, lo interesante de esta investigación radica en la demostración de la existencia de una disposición por parte de los visitantes de las áreas protegidas a que se desarrollen este tipo de mecanismos de fomento. Lo anterior resulta importante, si se considera que para la gran mayoría, la posibilidad de que exista una ley de donaciones privadas para la conservación, semejante a la actual Ley de Donaciones Culturales o Ley Valdez, es una necesidad real en Chile. En este sentido, para lograr un análisis más detallado sobre estos incentivos y posibles compensaciones al costo de oportunidad que significa el conservar un área, se requieren futuras investigaciones que profundicen sobre esta temática. En la actualidad en Chile la figura de la donación está contemplada dentro de la legislación, pero sólo genéricamente, sin existir un instrumento oficial como existe en el caso de la cultura. Por lo tanto las donaciones hechas para la conservación, sólo poseen como incentivo la exención del IVA, al igual que cualquier otra donación (Villarroel, 1998). Como comentan algunos autores (e.g. García, 1998; Villarroel, 1998; Sepúlveda y Villarroel, 2006) las donaciones privadas podrían ser una herramienta importante para lograr sostenibilidad financiera en las APP, por cuanto los resultados obtenidos en esta investigación reafirman la necesidad de legislar respecto al tema, ya que para el público que visita las áreas protegidas esta modalidad es, en su mayoría, aceptada y considerada necesaria. Literatura citada
García, D. y P. Villarroel. (1998). Las áreas silvestres protegidas de propiedad privada en la legislación chilena. Ambiente y Desarrollo XIV(4): 21-32. Oltramari, J. (2002). Las áreas protegidas y la conservación de la diversidad biológica. Pontificia Universidad Católica de Chile. 11p. Oltramari, J. (2008). Sistema Nacional de Áreas Protegidas en Chile, en busca de una institucionalidad. Agronomía y Forestal 35: 9-15. Pauchard, A. (1999). SNASPE: nuevos desafíos para la conservación biológica”. Bosque Nativo, Junio: 5-10. Pliscoff, P. y T. Fuentes. (2008). Análisis de Representatividad Ecosistémica de las Áreas Protegidas Públicas y Privadas en Chile. Informe Final. 103p. PNUD. (2010). Documento de Proyecto del PNUD Creación de un Sistema Nacional Integral de Áreas Protegidas para Chile: Una Estructura Financiera y Operativa. PNUD. 94p Sepúlveda, C. (1997). Incentivos para la creación y manejo de Areas Silvestres Protegidas Privadas en Chile. Ambiente y Desarrollo XIII(3): 38-46. Sepúlveda, C., E. Letelier. y C. Seeberg. (2003). Documento de Trabajo N 58, Incentivos apropiados para Áreas Protegidas Privadas: el enfoque y la experiencia del proyecto CIPMA_FMAM. CIPMA. 40p. Sepúlveda, C. (2004). “¿Cuánto hemos avanzado en conservación privada de la biodiversidad?: el aporte de las Areas Protegidas Privadas en perspectiva”. Ambiente y Desarrollo XX(1): 75-79. Sepúlveda, C. y P. Villarroel. (2006). “Servicios ecosistémicos y financiamiento de la conservación privada en Chile”. Ambiente y Desarrollo XXII(1): 12-20. UICN. 2007. Segundo Congreso de Parques Nacionales y Áreas Protegidas, Bariloche. 12p. Villarroel, P. 1998. “Cooperación Público-privada para la conservación de la biodiversidad”. Ambiente y Desarrollo XV(1): 65-72.
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Revista Conservación Ambiental (2012) Volumen 2/Número 1/Reportaje/Páginas 25-35
Sección Reportajes
Entrevista: Conservación Biológica en Chile. Les preguntamos a importantes exponentes de la conservación biológica en Chile acerca de los avances que el país ha tenido en esta materia, y respecto a cuáles creen ellos que son los principales desafíos que tenemos por delante.
Entrevistados: Javier A. Simonetti Gloria Montenegro Ricardo Rozzi
_____________________________________________________________________________________ Javier A. Simonetti Profesor Titular, Departamento de Ciencias Ecológicas, Universidad de Chile. “Chile tiene una experiencia y una tradición respetable en conservación biológica. El país no lo hace mal, pero tiene la obligación de hacerlo mejor, porque hay que correr cada vez más rápido para mantenerse con las demandas sociales que crecen”
_____________________________________________________________________________________ Ecomabi: ¿Cuáles han sido sus líneas de investigación desde los inicios de su carrera hasta hoy, y como ha ido cambiando su foco hacia la conservación? J.S.: Como biólogo me he dedicado a la ecología. Lo que hacemos lo ecólogos es estudiar los factores que determinan la distribución y abundancia de los organismos en el espacio y en el tiempo. En ese marco me han interesado persistentemente algunos elementos comunes a lo largo de mi carrera profesional. El primero es la diversidad y los elementos que determinan la diversidad. El segundo, el uso del espacio. Cómo se dispone de ese espacio, y luego cómo las actividades humanas afectan ese espacio, y por tanto a la diversidad. En particular, me han interesado las interacciones biológicas. Comprender cómo interactúan unas especies con otras y cómo eso determina diversidad en un cierto lugar y tiempo, y cuáles son las consecuencias que esa interacción tiene. El hacerlo explícito espacialmente se
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debe al hecho que una de las amenazas mayores de la diversidad biológica son las formas en que las sociedades humanas usan el espacio. Nunca he tenido un organismo particular de estudio, no soy experto en ningún grupo de plantas, animales, ni otros organismos, a mí me interesan los temas. En particular me interesa cómo las acciones humanas, en particular de subsistencia como el uso de recursos, afecta la diversidad biológica, y por tanto en cómo podemos generar información específica que sea atingente a la toma de decisiones respecto de la conservación de la diversidad biológica. En ese sentido ahí hay una convergencia evidente entre mis intereses, lo que se refleja a lo largo de mi carrera. En general me han interesado siempre los mismos temas. Ecomabi: Yendo a la segunda pregunta. ¿Usted cree que los resultados de las investigaciones académicas en el área de la biología de la conservación han sido transmitidos a
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las instituciones o personas que están actualmente implementando estrategias de conservación? Específicamente, ¿cree usted que sus recomendaciones, por ejemplo lo que usted ha escrito, han sido aplicadas en proyectos de conservación? J.S.: Hay un supuesto en tu pregunta que no necesariamente es correcto, y que produce una dicotomía que ha sido letal en la implementación o en la puesta en práctica de lo que emerge como resultado de las investigaciones. Uno supone que la gente que trabaja en la academia haciendo la investigación científica, que por cierto en temas de conservación va mucho más allá que lo meramente biológico, no participa de las acciones de conservación, lo cual es una suposición incorrecta. Una cosa es preguntar por cuánta de la información generada en la academia se transmite a, y otra es cuánta de la información es recibida por. En mi ámbito tenemos clara una cosa, que una fracción importante de los resultados de investigaciones que se dicen pertinentes o referidos a la conservación de la diversidad biológica, no termina con recomendaciones explícitas y concretas respecto a la gestión de la biodiversidad. Por ejemplo en un estudio reciente, establecimos que solo un tercio de las publicaciones que están en las mejores revisas destinadas a la conservación de la diversidad biológica termina con recomendaciones, y eso hace que pierda fuerza las implicancias de la investigación, ya que el tomador de decisiones, o el elaborador de políticas públicas no tiene a que asirse. Por otra parte, cuando dichas recomendaciones emergen, cuando son explícitas, el elaborador de políticas normalmente las ignora por distintos motivos. Puede ser porque no hay tiempo para leer una cantidad dispersa de elementos que muchas veces no están en su idioma natal, o porque están tan dispersas que requeriría un trabajo de síntesis. Normalmente lo que se traspasa son cuestiones más sintéticas. ¿Cuánto se considera?, yo diría una fracción muy menor de lo que realmente está disponible. Chile ha generado, tanto en forma interna como con colaboración externa, una importante cantidad de investigación científica que puede ayudar a hacer más robustas las políticas públicas y programas de acción enfocados en conservación. Ejemplos hay. La ley de pesca en las áreas de recursos bentónicos es un potente ejemplo de como la investigación científica desarrollada en el país se tradujo en instrumentos de gestión. Eso sí en el ámbito terrestre el traspaso ha sido bastante menor, aun cuando no me cabe
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duda de que con la información disponible se debería y podría hacer más. Hay barreras por el lado de la academia y por el de los tomadores de decisiones que impiden que la comunicación sea fluida. Las barreras son muchas, y las desconfianzas propias de cada lado son enormes, y ese es uno de los desafíos mayores que enfrentamos. Se requiere que quienes elaboran la política pública entiendan cuáles son las preguntas cruciales para manejar la biodiversidad, y que la academia se aboque a responder esas preguntas, pero que haga propuestas concretas. Ahí hay un puente que hay que tender, de manera que las dos partes sepan que empujan hacia el mismo lado. Ecomabi: ¿Eso es posible, imposible?, ¿Qué se ve en el horizonte? J.S.: Tenemos que ser optimistas que es factible, sino cerremos el negocio. Porque si no es así ¿qué tendríamos?, políticas públicas sin ningún asidero teórico, empírico, ni conceptual, e investigaciones que van a avanzar en múltiples ámbitos, pero que no van a guardar relación con la biodiversidad. Yo creo que es perfectamente posible lograr esta colaboración, pero va a requerir tiempo y esfuerzo. Ecomabi: ¿Voluntades también? J.S.: De todas maneras. Pero no me atrevo a decir si el panorama es halagador o no. Es un escenario en el cual tenemos que trabajar, y eso se logra haciendo que los responsables de los dos extremos, desde la génesis de la información científica hasta su implementación en políticas públicas, comprendan que son parte de un equipo y que ninguno pesa más que el otro. Pero eso puede ser difícil. Ecomabi: ¿Un problema de egos? J.S.: No sólo los egos, sino que además hay cierta confusión respecto de qué es lo importante. Hay una gran fracción de la investigación que se dice pertinente a la conservación y que en realidad no es pertinente. ¿Por qué?, porque la conservación está de moda. Es muy importante proteger el medioambiente y salvar las especies, sin embargo hay mucho trabajo que dice ser biología de la conservación, pero que es más biología per se que conservación, lo que genera investigación que es tangencial para los objetivos de conservación. Aquí hay que despejar el grano de la paja para poder generar el puente entre los investigadores y los ha-
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cedores de políticas. La conservación en estricto rigor es un instrumento de desarrollo sustentable, por lo tanto es muy distinto que simplemente ponerle un candado a la naturaleza como algunos asumen. Entonces los dos extremos, y la sociedad en su conjunto debieran entender de qué se trata la conservación. Claramente esto es una tarea difícil, pero se están haciendo los esfuerzos. Ecomabi: ¿Cómo qué esfuerzos? J.S.: Por ejemplo, el año pasado reunimos a representantes de los aparatos públicos encargados de gestión de la diversidad biológica de numerosos países de América Latina, con representantes de quienes teóricamente generan la información científica. Juntamos expertos de Argentina, Perú, Bolivia, Chile, México, Venezuela, entre otros países de América. Hicimos dos talleres en los cuales reunimos a los asistentes entre aquello que generan la información científica y los que representan al aparato público. A ellos les preguntamos ¿qué información requiere usted para hacer una gestión efectiva y conservar efectivamente la biodiversidad? Póngalo por escrito y después dígame si dispone de esa información. Fuimos comparando los resultados y nos dimos cuenta que emerge un patrón bien especial. En algunos momentos no se sabe cuál es la pregunta importante, y por tanto no se sabe en qué debe consistir la respuesta. Por otra parte hay preguntas que son extremadamente comunes a todos los sectores, a todos los países y eso es muy potente y atractivo. Esperamos publicar dentro de poco una lista de las 50 preguntas comunes a toda América Latina. Ecomabi: ¿Entonces, ese es el camino? J.S.: Ese es un camino. Hay otros que no los hemos explorado todavía. Por ejemplo trabajar con la clase política directamente. Pero hay que ir paso a paso. ¿Es posible? Sí. Si no fuera posible, estaríamos en otro negocio. Ecomabi: La próxima pregunta tiene relación con lo que estábamos conversando respecto a cómo el Estado incorpora las recomendaciones de la biología de la conservación, pero en este caso yendo a un punto más específico ¿Cómo cree usted que estamos a nivel país en relación al cumplimiento de las metas del convenio de biodiversidad (CBD)?
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J.S.: Chile ha firmado múltiples convenios que guardan relación con la diversidad biológica, múltiples convenios, la CBD es uno de ellos. ¿Cómo anda el cumplimiento? “Parcial nublado”. Hay algunas cosas en que Chile tiene una vasta tradición y ha superado las metas cuantitativamente. Por ejemplo, al decenio del 2010 todos los países del mundo debieron haber tenido protegido aproximadamente un 10% de sus ecosistemas representativos. Chile tiene un porcentaje mucho mayor que eso protegido, pero muy desigual en términos de distribución y mal financiado. Por eso es “parcial nublado”. La cifra no me dice nada si no sabemos cuán efectiva es esa protección, si no sabemos si los objetivos perseguidos se logran. Lo que tiene ahora Chile son desafíos no menores. Chile tiene que cumplir de aquí al año 2020 metas como por ejemplo restaurar el 15% de los hábitats degradados y asegurarse que los sistemas productivos mantengan diversidad biológica nativa. Estas tareas son tremendas, y en ellas no solamente tiene responsabilidad los aparatos del Estado, sino que es una responsabilidad social en la cual todos los actores tienen que participar. Cada cual aportará con lo suyo, pero no hay ninguno que pueda mirar al cielo y decir “esto no me compete”, porque la verdad es que la Convención de Biodiversidad es una cuestión de orden social, un instrumento de desarrollo en estricto rigor. Ecomabi: ¿Y cómo se ve ese panorama? J.S.: Chile cumple parcialmente, pero no por negligencia. Hay algunas metas que son nuevas y que tenemos que explorar cómo cumplirlas, pero yo diría que Chile tiene una experiencia y una tradición respetable en conservación biológica. El país no lo hace mal, pero tiene la obligación de hacerlo mejor, porque hay que correr cada vez más rápido para mantenerse con las demandas sociales que crecen. La sociedad espera una mayor responsabilidad ambiental y eso incluye el respeto por la diversidad biológica. Entonces hay varios debates y la sociedad chilena empieza a discutir, empieza a emerger, y por lo tanto las presiones son cada vez más fuertes. Ahora no basta sólo con cumplir lo que ya nos comprometimos, Chile debe hacerlo mejor que el mínimo estándar que se exige. Ecomabi: Desde su perspectiva, ¿Cuál ha sido el rol del sector privado en el desarrollo de iniciativas de conservación?
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J.S.: Es un rol reciente, por tanto inmaduro. Inmaduro en el sentido que no ha tenido la oportunidad de explorar todas las opciones. El sector privado debiera tener una participación cada vez más relevante. Hay que tener en cuenta que una fracción importante del país está en manos privadas, por lo tanto los efectos de las acciones sobre la diversidad biológica son causados en parte importante por agentes privados, y los privados deben hacerse responsables de sus actos. Ahora esto va más allá de la clásica visión en que una empresa compra un pedazo de tierra y lo declara parque o reserva. Desde mi perspectiva esa es la versión primaria, lo más básico que un privado puede hacer. Eso más bien ha operado en base a actos voluntarios, porque en Chile hoy en día hacer conservación privada no tiene ningún beneficio tributario u otros incentivos. Yo creo que el sector privado cada vez se va a ir incorporando más, porque los sectores productivos están cada vez más afectos a normas nacionales e internacionales de producción limpia, y satisfacción de requerimientos internacionales que los obligan a satisfacer ciertas demandas o adelantarse a las mismas. La producción forestal pasa por un proceso de certificación forestal, la producción de vinos lo mismo, y la producción de alimentos también. Por tanto el rol de estos sectores seguramente va a ir más allá del mero acto de reservar o comprar tierras o recursos para conservarlos. Eso va a implicar modificar las prácticas productivas, de manera de hacerlas igual de productivas, pero mucho más respetuosas con la diversidad biológica y el medio ambiente. Yo creo que hay múltiples miradas donde se puede hacer. Estamos empezando. Lo importante es que empezaron. Ecomabi: En base a su experiencia y los puntos conversados anteriormente, cuáles cree usted que son los principales desafíos que tienen los científicos de la conservación para avanzar en el desarrollo de iniciativas que permitan conservar la biodiversidad en Chile. J.S.: ¿En qué plazo? Ecomabi: a 20 años. J.S.: Yo creo que hay dos que son los más relevantes, el primero más que el segundo. El primer desafío es colaborar honestamente en poner en valor lo que significa la diversidad biológica como elemento constitutivo del patrimonio natural y cultural de Chile. Ese es el principal desafío porque si la sociedad chile-
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na valora la diversidad biológica como parte de su patrimonio, tienes la base más potente. Porque ahí las decisiones se hacen sobre una base mucho más sólida en donde sabes que en cada decisión que tomas está en juego tu patrimonio. Hoy en día esa valoración es muy parcial, muy limitada. El segundo desafío está ligado al ámbito de la ciencia. Este desafío es que la investigación científica contribuya simultáneamente a atacar conceptual y empíricamente problemas concretos de conservación, ya sea para evitarlos, minimizarlos o compensarlos. Esa investigación debe proponer concretamente vías para evitar, minimizar o resolver problemas, y no que se quede simplemente en sugerencias de poco peso. Ecomabi: ¿Algún otro? J.S.: No. Con esos dos tenemos suficiente para los próximos años. Tú me dijiste 20 años. Yo esperaría que avanzáramos muy rápido en los dos. Ecomabi: Bueno y la última pregunta, que es una pregunta más sintética ¿cuál cree usted que es el estado de conservación de la conservación biológica en Chile? J.S.: La pregunta supone que para que alguna de esas categorías de conservación sea aplicable se da por sentado que la especie existe. Yo creo que tenemos una especie en formación, por lo tanto no me atrevería a aplicarle una de esas categorías. Yo diría que tenemos un embrión que está creciendo razonablemente, por lo tanto no me atrevería a decir si es una especie en peligro de extinción o no, ya que aún tenemos una especie en formación. Dicho esto, quiero aclarar que Chile tiene una larga tradición en conservación, que es distinto a la disciplina de la biología de la conservación. En la tradición, Chile tiene una historia que es muy respetable. Piensa solamente que tenemos 100 años de áreas protegidas en nuestro país y es una protección que uno puede mirar atrás y aplaudir los esfuerzos. Sin embargo es distinto decir que tenemos una disciplina de conservación en Chile. No hay que confundir la disciplina con acciones que el país ha desarrollado. Como disciplina, yo diría que estamos a nivel embrionario recién. Ecomabi: Bueno, muchas gracias. J.S.: No hay por qué.
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_____________________________________________________________________________________ Gloria Montenegro Profesora Titular, Departamento de Ciencias Vegetales, Facultad de Agronomía y Forestal, Pontificia Universidad Católica de Chile.
“Lo que hace falta es trabajar con la gente, o sea enseñar a conservar in situ, pero con todo lo que significa el ecosistema, con todo lo que ahí ocurre, incluyendo a la gente. Yo creo que lo que falta es trabajar el problema real en terreno, no sacamos nada con seguir haciendo documentos, si el conocimiento finalmente no se aplica”
_____________________________________________________________________________________ Ecomabi: En primera instancia, me gustaría saber a qué está dedicada actualmente, y cómo se ha generado la vinculación con la conservación biológica a lo largo de su trayectoria G.M.: Soy profesora titular aquí en la Universidad Católica, llevo 41 años en la Universidad, casi mi vida entera. Me formé aquí y después me fui a Estados Unidos. Cuando llegué de Estados Unidos, por allá por la década del 70, aquí nadie hablaba de conservación. Yo traía la diferencia entre la preservación y conservación desde Estados Unidos, pero aquí a la gente le cuesta hacer esa diferencia. La diferencia es que cuando tú preservas algo, lo dejas intocado, no puedes usarlo, pero si lo conservas lo puedes utilizar. Este país no puede darse el lujo de preservar y no tocar nada. La conservación implica un uso sustentable, y eso significa que tú puedes usar el recurso, pero preocupándote de que el uso no disminuya las poblaciones naturales, y que éstas puedan regenerarse. Cuando llegué de Estados Unidos empecé a trabajar en la biología de las especies del matorral de la zona central de Chile. Cuando comentaba que estaba trabajando en la ecofisiología y morfofisiología de esas especies, algunos de mis colegas, y en especial los agrónomos, me decían: “Gloria, ¿para qué trabajas en esas especies que no se las comen ni las vacas?” Eso me marcó mucho. Pasé mucho tiempo investigando en el matorral chileno y tuve un proyecto bien grande con la Universidad Estatal de San Diego en California, en el que analizamos la convergencia evolutiva entre los ecosistemas de matorral de allá y el de Chile. Luego empezamos a ver el impacto de la herbivoría, del fuego, pero siempre relacionado con las plantas. Yo soy botánica, y desde ese punto de vista a mí me interesa mucho ver que el recurso natural en cuestión se use,
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pero en forma sustentable. A mí me interesa la flora nativa o endémica útil. Entonces pensando en eso trabajé mucho con las plantas medicinales. Estuve alrededor de 11 años trabajando en plantas medicinales y haciendo bioprospecciones. Bioprospección significa proyectar el recurso, por ejemplo sacar un extracto, sacar algo que le sirva a la gente, como un pigmento, cualquier cosa que pueda ser innovación y que tú las llevas a patentes. Así partí trabajando con plantas medicinales en un proyecto extranjero llamado “Drug Discovery”, y después en proyectos chilenos. A partir de esto, en la década de los 80 se me ocurrió trabajar con la gente que vende plantas medicinales, algo que en Chile hacía muy poca gente. Trabajamos con los lugareños que cosechaban plantas medicinales para evaluar como estaban cosechando las plantas, y ver si estaban dejando las yemas de renuevo para que estas pudieran rebrotar después. A mí me interesaba saber cuáles eran las tasas de regeneración de diferentes especies en función de cómo se cosechaban. Como resultado de ese estudio creamos los “theorical models of regeneration”, los cuales fueron difundidos en Chile y en el extranjero, y sirvieron para capacitar en métodos de cosecha sustentable a las personas que se dedicaban a colectar plantas. De las plantas medicinales me derivé a los colmenares. Un día vino un alumno y me dice: “profe, yo tengo colmenas y me gustaría saber el origen de mis mieles”. Por qué le pregunté yo. Él me dijo que “porque las mieles no son todas iguales, sino que dependiendo de dónde va a colectar néctar la abeja, distintas son las características de la miel”. Con eso empezamos a hacernos varias preguntas y nos planteamos la hipótesis de que la miel hereda las propiedades de las plantas, y que muchos de los compuestos activos que están en las plantas la abeja los puede colectar a través del néctar.
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En el tema de las mieles he avanzado mucho, y ahora somos capaces de caracterizar muy bien las distintas mieles dependiendo de su origen floral. Ahora estoy trabajando en un proyecto Fondef en polen apícola. Estamos viendo las propiedades del polen y cómo podemos extraer productos naturales del polen. Hace poco mandé a patentar un extracto de polen apícola endémico del matorral de la zona central que tiene propiedades antioxidantes y bactericidas. Junto con este proyecto también estamos trabajando en un proyecto apícola bien grande en la región de O’Higgins, en la que tenemos proyectado trabajar con 500 apicultores. La idea es certificar los productos, certificar el origen botánico de las mieles, las propiedades de éstas y ver que otros productos podemos generar de las mieles y el polen de la zona. Pero además el proyecto busca reforestar las zonas donde están los apicultores con especies de plantas nativas melíferas, con lo que se entiende que el proyecto también tiene un nexo directo con la conservación. De hecho tengo varios alumnos trabajando en proyectos relacionados con investigaciones apícolas, pero a estos estudiantes lo que les gusta es la parte de conservación de los proyectos. Ecomabi: Encuentro muy interesante el hecho de incluir a las comunidades locales en sus investigaciones, me gustaría que me contara un poco como se fue forjando esa idea G.M.: Cuando estaba trabajando con plantas medicinales me dije: ¿Qué sacamos nosotros con estudiar bien la biología de estas especies, si nosotros no vamos a ser los que vamos a ir a colectar y vender las plantas en el mercado? Cuando andaba en terreno empecé a conocer a la gente que colectaba, y de ahí empezamos a ver quiénes las vendían en los mercados. Al principio estaban un poco temerosos, pero después nos tenían mucha confianza. Ahí empezaron a contarnos como ellos cosechaban y recolectaban, y cuáles eran otros problemas que había en los sectores donde crecían las plantas. Por ejemplo herbivoría por ganado. Los llevamos varias veces a la Universidad y todavía tengo mis amigas en los mercados. Ahí te das cuenta que ellos te pueden entregar la parte etnobotánica, y después uno les devuelve los beneficios con aplicaciones reales de los resultados que uno obtiene. Nosotros comenzamos con los talleres de capacitación y de transferencia tecnológica a gente local y apicultores hace muchos años. Eso realmente fue un impacto en aquella época. Traíamos a la gente a la universidad y les enseñábamos como hacer cosecha sustentable ubicando la posición de las yemas de renuevo de las plantas medicinales.
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Les enseñamos como predecir el tiempo que se demoraría la planta en recuperar la biomasa perdida en base a las tasas de crecimiento, y como reforestar con especies nativas melíferas en sitios degradados. Siento que eso fue una gran contribución a la conservación de especies que generan un servicio ecosistémico. Ecomabi: Otro de los temas en que estamos interesados es saber cuál es su opinión respecto al rol que ha jugado el Estado en la Conservación Biológica en los últimos años ¿Han cumplido los compromisos que han establecido? G.M.: Me atrevo a decir que no mucho. Mira, a una la contactan bastante por temas relacionados con áreas protegidas, catastros de biodiversidad y estrategias de conservación. Hace poco recibí unos cuestionarios para ayudar con un catastro de biodiversidad. Esto quiere decir que el Estado está trabajando en temas de conservación, pero estas cosas también se hicieron antes. Por ejemplo, se implementó el Convenio de Biodiversidad y existe la Estrategia Nacional de Biodiversidad, que se las enseño a mis alumnos en el curso de conservación, pero sabes lo que falta, la aplicación. Lo que falta es trabajar con la gente, o sea enseñar a conservar in situ, pero con todo lo que significa el ecosistema, con todo lo que ahí ocurre, incluyendo a la gente. Yo creo que lo que falta es trabajar el problema real en terreno. No sacamos nada con seguir haciendo documentos, si el conocimiento finalmente no se aplica. Estamos levantando un cuestionario para saber cuál es la importancia que tiene la biodiversidad y la conservación de la biodiversidad. He contestado 10 mil cuestionarios respecto a eso, les sigo contestando para que no digan que uno no quiere contestar, pero hasta cuándo, veamos lo que se ha hecho antes, tratemos de hacer algo con eso y generemos nuevas iniciativas. Está bien, no nos podemos quedar dormidos, pero yo creo que hay que ensuciarse, ponerse las botas y salir a terreno. Ecomabi: En relación a esto mismo, ¿cuál cree usted que debiera ser el rol del Estado en la conservación de la biodiversidad? G.M.: Yo creo que faltan comisiones que trabajen en terreno. No me cabe ninguna duda que las debe haber, pero si las hay, los que estamos trabajando con la gente sabemos poco de eso, ya que a nosotros no nos están haciendo partícipes. Obviamente uno está en un montón de proyectos y
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no siempre tiene el tiempo para estar en todas partes, pero hay un montón de investigadores jóvenes que están sacando sus magísteres y doctorados, y que no encuentran muchas cosas que hacer. Porque en las universidades no hay trabajo para mantenerlos a todos, y las empresas sólo contratan a unos pocos. Entonces yo te digo, en Chile hay suficiente conocimiento para ser aplicado, pero hacen falta medios para hacer esa transferencia de forma inmediata. En general todos los documentos terminan con que se van a realizar esfuerzos para reunir la información necesaria para dictar las normas de manejo, pero al final esas normas rara vez se dictan. Después cambian los gobiernos, y volvemos a lo mismo. Eso sí yo debo reconocer que la Fundación para la Investigación Agraria (FIA) en esto está haciendo un buen trabajo. Mira, para resumir yo creo que se está haciendo bastante, pero falta avanzar mucho en trabajar más en terreno, y trasladar directamente las soluciones donde deben ser aplicadas. Ecomabi: Pasando a otro tema. Vimos el rol del Estado, pero ¿qué pasa con el de los privados? G.M.: La verdad es que en mi percepción, el privado tiene poco interés en esto. A las empresas mientras tú le digas que tu proyecto los va a ayudar a ser más ricos, felices, pero aquí en Chile las empresas poco han aprendido a dar financiamiento para investigación. Y para temas de conservación menos. O sea hay empresas que sí están entregando financiamiento, como la Fundación Copec, que se creó en conjunto con la Universidad Católica para financiar proyectos de investigación en recursos naturales, o algunas forestales en que ellos mismos tienen sus laboratorios para hacer investigación. En todo caso yo creo que en general a las empresas lo que les interesa es demostrar que tienen conciencia ambiental, y que están preocupadas de apoyar investigación en recursos naturales. Pero el empresario común y corriente, poco o nada le interesan estos temas. Eso sí, hace poco me enteré de que habían empresas constructoras que estaban mitigando con programas de conservación, y ahora pueden descontar impuestos si financian investigación. Pero yo creo que aún no hay conciencia de parte de los empresarios. Aquí no hay un movimiento fuerte como en Estados Unidos o Europa donde las empresas tienen un rol importante en el financiamiento de la investigación. Por ejemplo aquí lograr una carta de apoyo de parte de las empresas cuesta mucho, ya que siempre quieren ver que ganan ellos con eso, y a mí a estas alturas
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de mi vida me da lo mismo decirlo, pero falta mucho todavía por concientizar a las empresas. Ese es un gran paso que tiene que dar este país, que la gente que tiene recursos apoye no sólo la investigación, sino también a disminuir la pobreza y a aumentar el desarrollo económico que se puede lograr haciendo conservación. Porque para mí la conservación tiene tres puntos. El primero es la conservación biológica, o sea la conservación de las especies. El segundo es hacer un uso sustentable de los recursos naturales. Y tercero que todo eso contribuya al desarrollo económico y social, y que primariamente ayude a la zona o al lugar donde se obtuvieron esos recursos. Ecomabi: Bueno, ahora ya un poco finalizando la entrevista, ¿cuáles cree usted que son los desafíos que se vienen en el tema de la conservación en Chile o en Latinoamérica, aparte de los que ya mencionó anteriormente? G.M.: Creo que el gran desafío que tenemos es la disminución de la pobreza, porque ésta está directamente ligada a la conservación de los recursos. Por ejemplo en África la gente estaba arrasando con sus Tamarugos, si incluso se comían la corteza, entonces si no disminuimos la pobreza no sacamos nada de hablar de conservar recursos, conservemos primero a la gente, y conservémosla bien. Claro que Chile no es un país que no tiene la extrema pobreza que uno ve en otros países, pero igual yo creo que es importante trabajar en eso, desarrollar planes que involucren lo social, lo antropológico. Nosotros no podemos conservar solamente los organismos, porque las poblaciones deben conservarse en su interacción con otras poblaciones, y dentro de ellas tenemos que incluir al hombre, porque el hombre es parte de los ecosistemas. Por eso hay que incorporar el componente social, hay que educar a la gente y para eso tenemos que disminuir la pobreza. Hay que subir a los cerros y hablar con los comuneros que están arriba, y que ven como se utilizan los recursos, para ver si lo están haciendo bien o mal. A lo mejor estas son gotitas de agua, pero si todos tratamos de ser gotitas de agua, y el gobierno colabora podemos hacer una manguera de agua que llegue a distintas partes. Ecomabi: Si uno tuviera que definir cómo es el estado de la conservación biológica en Chile, ¿cómo la clasificaría? G.M.: ¿El estado de la misma conservación? Yo creo que actualmente es absolutamente vulnerable. Por ejemplo por algún motivo alguien puede poner algo que contamina un
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río y se genera un problema enorme que puede dañar todo ese ecosistema, y no sólo las plantas y animales, sino también a la gente que vive ahí y que obtiene recursos de ese ecosistema. Falta todavía un político que se atreva a hacer .
las cosas, que de la pelea por estos temas, porque yo soy bien atrevida en esto, pero no tengo poder político para hacer cambios. Por eso yo creo que el estado de la conservación en Chile es todavía muy vulnerable
____________________________________________________________________________________ Ricardo Rozzi Profesor Titular, Universidad de Magallanes. Investigador Asociado, Instituto de Ecología y Biodiversidad de Chile. Director del Programa de Conservación Biocultural Sub-Antártica. Parque Etnobotánico Omora, Puerto Williams, Chile. “Yo creo que la conservación en Chile requiere ser más transdisciplinaria e intercultural. Intercultural en el sentido de un diálogo, un traspaso entre logos distintos, entre formas de ser distintas. Y transdisciplinaria en el sentido de instituciones distintas, desde los saberes cotidianos, de lo que es relevante para las diversas comunidades, de los diversos saberes prácticos y teóricos, y en una acción conjunta”
_____________________________________________________________________________________ Ecomabi: ¿Cuáles han sido tus línea de investigación desde tus inicios, y cómo has ido enfocándote en conservación? R.R.: Mi aproximación a la conservación surge de una empatía de solidaridad, por decirlo así, con las aves, con los árboles, pero también con las comunidades humanas. La constatación de que en muchas situaciones la conservación de la diversidad biológica va de la mano con el bienestar humano. Por lo tanto, la conservación se transforma en un imperativo ético, pero no puramente normativo, sino como una cosmovisión unitaria de la vida en su diversidad humana y otra-que-humana. Eso marcó todo el trabajo inicial y todo el que hemos venido haciendo. Con ese enfoque hicimos un texto de conservación biológica donde participamos 127 coautores a lo largo de Latinoamérica donde se van mostrando distintas entradas hacia esa idea central, que el bienestar humano y la diversidad cultural y biológica van de la mano; por eso la propuesta es una conservación biocultural. El otro estímulo muy fuerte es la omisión de la dimensión ética y de la dimensión lingüística en la formación de los biólogos chilenos. En el sentido que se les enseña una planta, se les enseña un animal, pero no el cómo nos referimos a esa planta. Es como si habláramos de la planta en sí misma, sin abordar los supuestos epistemológicos científicos que están mediando la percepción cognitiva y material con esa planta. Como consecuencia, los biólogos actúan como si su disciplina presentara una aproximación objetiva
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que contrasta con las otras disciplinas que parecieran menos objetivas y de menor peso en cuanto a su conexión con la realidad biofísica. Esta visión me parece por un lado aburrida, y por otro, inaceptable por lo arrogante. Una de las causas fundamentales de la homogenización biocultural es que en la educación formal hoy se niega el espectro de relaciones afectivas, espirituales, estéticas y lingüísticas con la diversidad de la vida humana y otra-que-humana. Es así como mi trabajo en la segunda década después del ´95, se ha centrado en la ética ambiental, disciplina en que elaborado un enfoque que está embebido en la diversidad biológica y cultural, en cómo me concibo y cómo cohabito para ser plenamente. Me interesa mucho porque creo que en la diversidad biocultural hay opciones de justicia eco-social y de sustentabilidad de la vida en su diversidad. Creo que los problemas ambientales que tenemos en Latinoamérica, a diferencia tal vez de otros continentes, no derivan siempre de un exceso de población. Tenemos vastos territorios, pero estos territorios pierden sus guardianes humanos tradicionales al ocurrir una masiva migración rural urbana. Los hábitats bioculturales ancestrales quedan hoy a merced de una explotación que no tiene ninguna percepción de la diversidad de vida que ahí respira, se reproduce y crece. Así, se transforman sin ninguna consideración ética los territorios con una visión mercantilista reducida al retorno de la inversión. Esa sustitución de una ética del convivir y de cohabitar por un uso de mercancías que se transan en el mercado ha sido terrible durante mi vida.
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Se ha reducido el espectro valórico y el espectro epistemológico del discurso público en Chile. Antes había un mosaico mucho más rico de diversidad. La ética es fundamental porque no se trata sólo de investigación acerca de la biodiversidad, sino que se trata primordialmente de vivir y de convivir con esos cohabitantes con quienes compartimos este pedazo de mar, este pedazo de aire, este pedazo de agua, este pedazo de montaña en el que estamos cohabitando. Eso es fundamental y por eso los últimos 15 años he estado en la ética ambiental. Por eso estoy en Texas en el Centro de Filosofía Ambiental trabajando en Latinoamérica y con un proyecto en Cabo de Hornos; es desde un saber práctico que se resiste y modifica los modelos teóricos. Creo que hay un exceso de modelos teóricos que niegan la heterogeneidad singular de cada ser, de cada comunidad, de cada rincón y ahí hay un desafío muy grande, local y global, en el trabajo contemporáneo en conservación. Ecomabi: ¿Cómo crees que se está a nivel país en relación al cumplimiento de las metas que se establecieron cuando se ratificó el Convenio de Diversidad Biológica? R.R.: No puedo contestar a nivel de un país homogéneo, sino desde la heterogeneidad del Estado Nación, entre Visviri y Cabo de Hornos, y particularmente desde la óptica del trabajo en conservación biocultural que hemos venido desarrollando en Cabo de Hornos. ¿Qué pasa con la ratificación del Convenio de Diversidad Biológica? Esta pregunta implica otra acerca de cómo se implementa este convenio, una pregunta que ha tenido muchas entradas, y grupos muy activos como el CIPMA (Centro de Investigaciones Para el Medio Ambiente) y líneas de pensamiento como la de Manfred Max-Neef, que tiene una propuesta de desarrollo a escala humana que toca lo ambiental y toca la humano. Por otro lado hay políticas que han sido contradictorias con el Convenio de Diversidad Biológica y han entrado en conflicto con la diversidad de la vida. Por ejemplo, los subsidios para monocultivos, donde se necesitarían mejores indicadores del impacto real que tienen estos subsidios para la sociedad a micro escala, y no solamente para el producto interno bruto país. Hoy confrontamos la polémica acerca de la mina de carbón en Isla Riesco en Magallanes. ¿Cuál es la información con que cuenta la ciudadanía acerca de Isla Riesco y del proyecto minero que se plantea desarrollar en esta isla? , ¿Cuál es el diálogo, más allá del voto a favor o el voto en contra? En polémicas como ésta veo una gran falencia que se ha ido acentuando con la prevalencia de una plutocracia que ha minimizado la democracia en el
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sentido de un diálogo participativo. Esta plutocracia conlleva una reducción de la diversidad simbólico-lingüística en los discursos, en los anhelos, en las aspiraciones, en la poética del vivir. La Convención de la Diversidad Biológica comienza reconociendo el valor intrínseco de la diversidad, reconociendo el valor estético y de recreación, entre otros. Pero son reconocimientos para los cuales los biólogos y la ciudadanía no tenemos un lenguaje para comprender apropiadamente y asumir de manera práctica aquello que se plantea. ¿Qué significa el valor intrínseco de la diversidad? ¿Cómo la afirmamos? La supresión del vocabulario filosófico y la supresión del vocabulario ético no son indiferentes a este problema; el vocabulario económico representa sólo una fracción de la vida y la cultura humana. ¿Dónde están los servicios que los seres humanos damos a los ecosistemas?, ¿por qué no entramos en relaciones de reciprocidad? Eso que parece locura traerlo a la mano, es locura haberlo olvidado, porque somos mucho más íntegros si nosotros servimos también a la tierra, si nosotros servimos al mar. Yo creo que tenemos que seguir trabajando articulando mejor el discurso regional y nacional de la ratificación de un tratado y un convenio, y ver el impacto que puede tener en Chile. Y también ver cómo podemos embellecer y enriquecer este discurso global bioesférico desde Chile. Ecomabi: Específicamente respecto al rol del Estado, ¿qué ha hecho o qué no ha hecho? ¿Está tomando en cuenta estos temas? R.R.: Nuevamente voy a responder en relación a una experiencia que conozco. En los 90 participé en el la definición de sitios prioritarios para la conservación de la biodiversidad, con CONAF, y durante el gobierno de Ricardo Lagos participé con los gobiernos regionales y central en los proyectos del Sendero de Chile y de los Sitios Prioritarios para la Conservación con CONAMA. Fue un proceso fantástico, porque en esa definición CONAMA tuvo dos grandes fortalezas: la descentralización y usar un criterio que no fue solamente biológico ecológico, sino que fue también social, humano, político y económico. A inicios de los 2000s se generó un proceso muy interesante de descentralización y de integración de lo biológico con los componentes humano, social, político y económico para la implementación del Convenio de Diversidad Biológica en Chile. Luego, se ha recaído en un desequilibrio que se centra en modelos técnico-científicos de la distribución de
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la biodiversidad, modelos que desconocen la heterogeneidad regional, principalmente de su componente humanopolítico, componente que es fundamental porque al final la conservación del sitio depende de lo que hagamos como sociedad. Ecomabi: Hemos hecho un poco la revisión del tema a nivel sociedad y del tema a nivel Estado, pero ahora ¿Cuál es el rol de los privados? R.R.: Esta pregunta es muy relevante para mí. He acuñado el término ética biocultural para explicitar que los seres humanos tenemos una realidad biofísica que es agua, carbono, oxígeno, con la cual participamos de la naturaleza. Es decir, estamos hechos de los mismos materiales y las mismas estructuras celulares que los árboles. Eso genera una esfera de vida que a principios del siglo XX Vernadsky llamó biosfera, una esfera de vida en torno al planeta del cual somos parte. Pero también participamos en nuestra vida humana desde los discursos simbólico-lingüísticos, y a eso a fines del siglo XX Krauss lo llamó logósfera, la esfera del logos. Yo entiendo logos como palabra, como racionalidad y también como participación, es decir, un orden que está ahí en nuestra forma de pensar, pero que también está más allá en el orden del mundo. Entonces los humanos y otros seres participamos de un orden y eso nos permite comunicarnos en el mundo biofísico y simbólico-lingüístico. El término ética por el lado biocultural llama la atención a recuperar nuestra conciencia de que somos plantas, animales, tierra, agua, recuperar la dimensión biofísica, interdigitádamente con la dimensión simbólico lingüística; esa es la intencionalidad epistemológica y axiológica de la ética biocultural. Para responder a tu pregunta del privado, la ética biocultural orienta al ciudadano. Al ciudadano que quiere ser feliz plenamente le indica que la vida feliz y justa no la alcanza él solo, sino que al cohabitar plenamente con la comunidad de los seres de los cuales recibe afecto y a los cuales da afecto, de los cuales recibe aire y a los cuales devuelve aire; es decir, cohabitando con los miembros de la comunidad de la que participa. Esta propuesta biocultural se contrapone al proyecto social prevaleciente después de la segunda guerra mundial que se basa en la ausencia de límites para el mercado y el emprendimiento empresarial individual. El ciudadano privado puede hacer lo que quiera, depende del esfuerzo que le ponga, el límite es que no tiene límites y la ética parece lo más aburrido. Sin embargo,
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el no poner límites desconoce la organización del mundo biofísico, simbólico lingüístico, de la cultura. Por eso creo que es central recuperar una concepción ética del privado. Una ética de reconectarse con su morada interior, con sus sueños, sus amores, al mismo tiempo que con las plantas, con los otros humanos, los otros-quehumanos y consigo mismo. Una reconexión en la virtud con prácticas que puede adquirir diversas formas, como una meditación, ejercicios de respiración, nadar, orar, contemplar, prácticas del cultivo de una ética biocultural que hacemos día a día en forma individual y en forma colectiva como sociedad de seres vivos en el planeta. Esto es algo que el privado debe recuperar como una disciplina que lo lleve a ser plenamente. Falta la disciplina práctica del cohabitar. No todo se compra, tienes que sacarte la mugre, para hacer matemático tienes que practicar mucha matemática, para ser un pastelero tienes que hacer pasteles, no compras solamente el pastel, es decir, hay un saber práctico del vivir. No somos puras máquinas de comercio, no somos solamente consumidores y vendedores, somos seres humanos que amamos y que además consumimos y lo pasamos bien haciendo eso, pero si no le ponemos límites a eso perdemos todo el espectro humano, y además exterminamos todo el espectro de otras vidas. Eso es inaceptable e inviable. Ecomabi: En la respuesta anterior llegaste de alguna forma a la siguiente pregunta, que tiene que ver con cuáles son los principales desafíos que tiene la biología de la conservación en Chile. R.R.: Yo creo que está bien implícito en lo dicho, pero sí hay algo que me gustaría explicitar: yo creo que la conservación en Chile y en Latinoamérica, que es lo que más conozco, requiere ser más transdisciplinaria e intercultural. Intercultural en el sentido de un diálogo, un traspaso entre logos distintos, entre formas de ser distintas. Y transdisciplinaria en el sentido de instituciones distintas, desde los saberes cotidianos, de lo que es relevante para las diversas comunidades, de los diversos saberes prácticos y teóricos, y en una acción conjunta. Acercar el Estado con los diversos actores pareciera una cuestión gigante, pero no es para nada gigante, requiere descentralizar no sólo de Santiago hacia las regiones, sino también en este marco jerárquico, por decir así, de saberes institucionales.
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Ecomabi: ¿Cuál cree usted que es el estado de conservación de la conservación biológica en Chile? Los que estamos en mayor peligro de extinción somos nosotros. El ser humano es el que está amenazado, por la miseria, falta de agua, falta de techo, falta de alimento, la
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falta de conciencia. El imperativo ético para hoy es no oprimir la existencia de otros seres (humanos y otros-quehumanos, como el mar, los ríos, las montañas, el cóndor, el huemul), y para la post-historia es no dejar una huella de nuestro paso por el planeta como una especie que no amó la diversidad de la vida.
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Sección Ventana Abierta
Ensayo: Energía, territorios y poblaciones indígenas: Análisis retrospectivo del megaproyecto hidroeléctrico Ralco.
JAIME ROMÁN H. Núcleo de Estudios Étnicos y Multiculturales, Universidad Academia de Humanismo Cristiano. Santiago, Chile. Jrh1404@gmail.com
_____________________________________________________________________________________ Resumen. En este ensayo se desarrolla una integración de las variables energía, territorios y población indígena en torno a un análisis retrospectivo del megaproyecto hidroeléctrico Ralco. En él se analiza desde el proceso de aprobación de la central, hasta los efectos que la implementación del proyecto causó en las comunidades indígenas que se vieron afectadas. Se plantea un análisis de caso que incluye la descripción del proceso político en torno al mismo y de la problemática energética del país. Por último se realiza una conclusión con respecto a la importancia y necesidad de generar una matriz energética nacional sustentable, que integre significativamente las variables territoriales desde el punto de vista de las poblaciones indígenas que en ellas se expresan. Palabras clave: Desarrollo Sustentable, Mapuche, Pueblos Indígenas, Política Energética, Hidroeléctricas.
_____________________________________________________________________________________ El caso Ralco en retrospectiva Este proyecto, aprobado el año 1998 e inaugurado durante el año 2004, consistió en la construcción de una central hidroeléctrica en la cuenca superior del alto Biobío, área cordillerana y territorio ancestral de comunidades mapuche-pehuenche. Este megaproyecto, por su dimensión y complejidad ha sido considerado uno de los conflictos medioambientales y étnico más emblemático de Chile en los últimos años (Aylwin 2003). Esta iniciativa contempló la construcción de una central de embalse de 1.222 millones de metros cúbicos de agua cubriendo una superficie de 3.467 hectáreas para la generación de 570 MW de energía, a un costo total de 463 millones de dólares aportados por el Banco Mundial a través de ENDESA S.A., hoy ENDESA– España, una de las empresas más grandes del país privatizada durante el régimen militar. Esta central hidroeléctrica formó parte de un megaproyecto hidráulico conformado por una serie de seis centrales eléctricas instaladas en la zona sur del país (i.e. Ralco, Pangue, Llanquen, Aguas Blancas, Huequecura, Quitraman) orientadas en parte a paliar la deficiente matriz energética nacional, y que son expresión del modelo de desarrollo
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implementado a partir de los años noventa por gran parte de los países latinoamericanos, el cual se sustenta principalmente en la explotación de recursos naturales. Durante este período, en Chile como en toda América Latina, se impulsó, a través del auspicio de organismos internacionales como el Banco Mundial y el Banco Interamericano de Desarrollo, financiamiento hacia políticas de planificación de proyectos bajo un enfoque de desarrollo regional auto sostenido. Este estuvo orientado principalmente a la generación de electricidad, la irrigación para el crecimiento agrícola de exportación, el control de inundaciones para la creación de centrales hidroeléctricas, así como la atracción de la industria hacia las cuencas hidrográficas y la construcción de infraestructura económica y social, iniciativas que tuvieron una gran acogida en los gobiernos de la región (Toro, 2011). Desde la década de los setenta, el Estado chileno planificó la construcción de una serie de centrales hidroeléctricas en la región de la cuenca superior del río Biobío, territorio ancestral de los indígenas mapuches y uno de los cauces más largo del territorio chileno. El nacimiento del río Biobío se ubica en las lagunas Icalma y Galletué, en la Región de la Araucanía. Tiene un largo de 380 km, y su cuenca ocupa
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una superficie de 24.260 kilómetros cuadrados, abarcando cerca del 45% de la superficie regional. El Biobío es considerado como uno de los ríos con mayor potencial energético a nivel hidroeléctrico, por esa razón, se ha convertido en un recurso natural fundamental para el desarrollo de proyectos hidroeléctricos (Toro, 2011) Dentro del proceso de evaluación de impacto ambiental al cual debió someterse el proyecto, la Comisión Nacional de Medioambiente (CONAMA) solicitó el cumplimiento de diversos compromisos por parte de la empresa ENDESA para ser aprobado, lo cuales contemplaron intervenciones en el área social y cultural que apuntaron a resarcir a las familias pehuenches directamente afectadas. Entre estas medidas se contempló la permuta de tierras por otras de mejor calidad, de mayor superficie y con implementación de infraestructura familiar y comunitaria. Por otra parte se comprometió un plan de asistencia de continuidad por 10 años, a partir del 1 de abril del año 2000, que incluía: la implementación de programas productivos agrícolas, ganaderos y forestales, programas de desarrollo turístico, cultural y apoyo social a las comunidades. Además, para las familias indígenas indirectamente afectadas se comprometió un plan de desarrollo a largo plazo que consideraba, programas de vivienda, educación infraestructura, cultura, turismo, electrificación, protección de suelos y forestación de terrenos. El proceso político: Estado/Mapuche Aun cuando dentro del proceso de negociación se estipularon diversos compromisos, solo parte de estos fueron llevados a cabo por Endesa. Si bien se realizaron tareas de asistencia técnica en temas de agricultura y manejo de recursos forestales, así como la entrega de nuevas viviendas a las familias, y se implementaron escuelas y sedes sociales para quienes aceptaron la permuta de sus territorios, la marca de este proyecto quedó refrendada en irregularidades dentro del proceso de evaluación e implementación. Como resultado del proceso de evaluación este proyecto fue rechazado por CONAMA, sin embargo, recibió una segunda oportunidad en forma de Addendum, “obligando” este trámite a una reevaluación del proyecto, lo que finalmente resultó en la aprobación del Estudio de Impacto Ambiental. “ …Las deficiencias del estudio de impacto ambiental se traducen en que el proyecto no se hace cargo, ni siquiera ligeramente, de sus efectos más relevantes…lo que
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implica que no se cumplen los requisitos de aprobación que establece el artículo 16 de la ley de Bases del Medio Ambiente. Por lo tanto, el comité revisor recomienda el rechazo del proyecto presentado en el estudio de impacto ambiental Central Hidroeléctrica Ralco, de la empresa Endesa.” (CONAMA, 1996). En esta, la dimensión política del análisis del proyecto, es donde se complejiza el escenario con variables muchas veces no consideradas en las evaluaciones. Aparecen aquí temáticas de territorio, personas, medioambiente, energía, leyes y desarrollo, entre otras. Elementos que generaron debates y discusiones para la toma de medidas de mitigación tanto ambiental como etno-territorial. Por otra parte, según el análisis del Grupo de Acción por el Biobío, existieron al menos cuatro grandes puntos que no consideraba el EIA sobre el proyecto (GABB, 1998): (1) No se contemplaba las características particulares de la zona, la que tiene como peculiaridad ser una confluencia de tres ecosistemas (seco por el norte + templado lluvioso por el sur + mediterráneo por el valle central). Esto implica que destruyendo ese punto de confluencia muchas especies tendrán dificultad para migrar a otro sector idóneo (2) No se contemplaba que entre las mentadas especies había al menos 25 con problemas de conservación incluyendo al Cóndor (Vultur gryphus), Zorro (Lycalopex culpaeus), Quique (Galictis cuja), Ciprés (Austrocedrus chilensis) y Araucaria (Araucaria araucana) (3) No se medían las consecuencias de entubar 10 km del rio y secar el terreno sobre ellos, ni el hecho de interrumpir el flujo natural de sedimentos y nutrientes rio abajo, ni tampoco el tránsito de especies en ambas direcciones (4) No se estudiaron las consecuencias geológicas de añadir 1.200 millones de toneladas de peso a la cuenca, lo cual puede desestabilizar las placas en la región y hacerla más vulnerable ante la eventualidad de erupciones volcánicas o terremotos. En este contexto el proyecto Ralco se transformó en un golpe del Estado chileno al pueblo mapuche, debido principalmente al rol que jugó este en su aprobación, así como por no hacerse cargo de las irregularidades que el mismo conllevaba. Por otra parte, la destrucción del ecosistema del Biobío significó romper la relación del pueblo pehuenche con su tierra, así como acelerar su desaparición cultural al perder la continuidad identitaria con su territorio y con sus ancestros que yacían en él. El proyecto Ralco y la autoridad ambiental de esos años no consideró el derecho de la población Pehuenche a po-
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seer territorios colectivos, desconociendo a su vez la función protectora de la Ley Indígena de 1993. De esta manera, la relocalización de 92 familias indígenas se realizó sin consulta ni referencia a mecanismos jurídicos internacionales como el tratado 169 de la OIT o a instituciones de carácter nacional como CONADI o CONAMA. Por otra parte, las acciones sin mayores regulaciones de la empresa ENDESA afectaron las relaciones al interior de las comunidades debido a las “manipulaciones” que realizaron sus operadores para imponer el programa de permuta de tierras mediante las compensaciones otorgadas, muchas veces individualmente, fomentando profundas divisiones en las estructuras tradicionales de resolución de conflictos al interior de las comunidades. A esas alturas el Proyecto Central Hidroeléctrica Ralco pasó a denominarse el “conflicto Ralco”, el cual se extendió por más de seis años, generando pérdidas irreparables, como la inundación de más de 22.000 hectáreas consideradas como territorio ancestral pehuenche, así como la reducción en las confianzas articuladas entre pueblos indígenas y el Estado chileno, en un proceso de relación interétnica que se venía forjando desde finales de la década del ochenta, momento en que indígenas y la concertación de partidos por la democracia firman el acuerdo de nueva imperial, aunando esfuerzos para derrotar al régimen militar. Esta serie de irregularidades dejaría además en evidencia debilidades de la ley indígena 19.253 y de la aplicación de la ley de bases del medio ambiente 19.300, así como del funcionamiento probo de los poderes del Estado y sus instituciones, los que guiados por líneas de acción enmarcadas en una estrategia de desarrollo neoliberal no fueron capaz de visualizar los impactos socio-ambientales, particularmente en su dimensión etno-territorial, ni en la pérdida del recurso hídrico en manos de inversión extranjera. Pese a las observaciones y deficiencias técnicas y jurídicas del proyecto, su construcción fue aprobada en 1997 por la Comisión Nacional del Medio Ambiente, CONAMA. A pesar de las irregularidades encontradas, Endesa construyó la represa. En abril de 2003, el Sexto Juzgado Civil de Santiago declaró nula la aprobación de la central Ralco. Para entonces, la represa ya estaba construida en un 90 por Ciento, pero el fallo impedía su llenado. Esta situación obligó nuevamente al Ejecutivo a intervenir a favor de los privados y el proyecto a través de una propuesta de compensaciones a las familias pehuenches, con quienes suscribió dos memorando de entendimiento que las conminaban a desistir de todas las acciones legales.
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Después de este acuerdo, en mayo de 2004, Endesa inundó el cementerio de Quepuca Ralco, sin trasladar los restos de 56 pehuenches, violando el acuerdo y los derechos de las comunidades. Los ecologistas señalaron su descontento con la resolución del proyecto: «…Para los que hemos seguido a través del tiempo el conflicto generado por Ralco, esta intervención estaría poniendo fin al conflicto ambiental y cultural más emblemático del país en los últimos años, resulta sorprendente... ha resultado en una violación manifiesta de los derechos de los pueblos indígenas del país» (Aylwin, 2004). Por sus características y la complejidad de las variables que intervienen, este proyecto se transformó en un conflicto socio-ambiental que trajo nuevas dinámicas políticas, y que dieron mayor espacio al reconocimiento de la confusa y delgada línea divisoria entre Estado y Mercado, haciendo evidente las múltiples fracturas ideológicas que sostenían el principio de la centralidad simbólica del Estado-Nación como agente de bien público y justicia social. Una de los resultados inesperados que surgieron del desarrollo y visibilización de este conflicto fue la identificación de los actores que se enfrentaban en el campo político transicional que se configuraba durante las década de los 90. Por un lado el Estado que orientaba sus discursos y prácticas a ganar legitimidad a pesar de los problemas que el régimen militar dejó en las instituciones públicas. Por otra parte la presencia de la empresa privada que hacia su aparición con mayor fuerza en tanto era amparada por el “modelo chileno de desarrollo”. Y por último, la población indígena mapuche que venía a forzar y tensionar la supuesta homogeneidad cultural del país con discursos étnicos sobre diversidad, territorios e identidad, ya no solo desde una perspectiva reduccionista que los instalaba en el imaginario chileno como campesinos pobres, sino que como nuevos actores sociales con derechos ciudadanos y demandas de reconocimiento. El conflicto por la construcción de Ralco surgió en un momento en el cual lo étnico Mapuche en Chile, estaba bajo dos polos interpretativos, por un lado una demanda campesina (desarrollo y pobreza), y por el otro un reconocimiento étnico (identidad y territorios). Tensión vivida tanto por la sociedad chilena como por la mapuche (Foerster y Lavanchy, 1999). Si bien en un primer momento se puede destacar la presencia de actores políticos y otros agentes, específicamente los partidos políticos oficialistas
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de la "Concertación", así como expertos de instituciones estatales, universidades, o los propios contratados para los estudios de impacto ambiental, el escenario del conflicto se delimitó al Estado a través de la CONAMA, a ENDESA, y a los propios afectados pehuenche como actores principales. La estrategia de desarrollo y su impacto en territorio mapuche. Durante el proceso de transformación económica, política y social promovido por el régimen militar, la macroregión sur se vio afectada por una serie de políticas regionales, agrarias y macroeconómicas, de inspiración neoliberal. Tales iniciativas dan cuenta de una arquitectura económicajurídica sistemática y coherente, desplegada entre 1974 a 1981 (Toledo, 2006). Simultáneamente, se modificó el conjunto de los regímenes legales de propiedad de los recursos naturales aguas, minería, riberas- adecuándolos a una estricta lógica neoliberal. Una década después, los resultados más evidentes de este proceso en la macroregión sur fueron: la drástica transformación del territorio y la sociedad, la emergencia de enclaves forestales y turísticos, y fundamentalmente el acrecentamiento de conflictos socio-ambientales con un componente étnico que complejizó e impactó estructuralmente la organización del espacio y fronteras etnoterritoriales en el sur del país. Sumado a estas reformas estructurales de la estrategia de desarrollo territorial, la privatización de los recursos hídricos y la instalación de megaproyectos hidroeléctricos condujo a graves impactos en la gestión, propiedad y acceso a los recursos naturales. De acuerdo al Código de Aguas de 1981, las aguas son bienes nacionales de uso público y el Estado puede otorgar a los particulares el derecho de aprovechamiento de ellas. A través de la Dirección General de Aguas, el Estado concedió tal derecho gratuitamente y a solicitud de los interesados, siempre que existiera disponibilidad de agua en el lugar donde se solicitaba. El impacto de esta medida para las poblaciones indígenas, para quienes el territorio no está disociado de sus recursos, fue el enfrentarse de nuevo al Estado a partir de la legislación que nuevamente los afectaba al separar la propiedad del agua de la propiedad de la tierra. Así, una vez concedido el derecho, el titular quedaba en posesión del mismo tras su inscripción en el Conservador de Bienes Raíces. Al igual que la concesión minera, este derecho es un derecho real sobre las aguas; el titular que se adjudica la concesión posee el dominio sobre el recurso y
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por tanto, podrá usar, gozar y disponer libremente de él (Toledo, 2006). Lo relevante de tales disposiciones es que a diferencia de la concesión minera, el poseedor del derecho de agua recibía gratuitamente el derecho, y sólo con la reciente reforma al Código de Aguas (año 2005) se establece un cobro de patentes por no uso. Aunque la reforma establece la necesidad de presentar un formulario y una memoria explicativa para justificar la solicitud, tal disposición no rige para derechos concedidos con anterioridad, sino sólo para nuevos requerimientos, sin revertir el proceso previo de concentración de la propiedad del agua, actualmente en manos de grandes predios agrícolas, empresas forestales, mineras y empresas hidroeléctricas transnacionales. Adicionalmente, el trámite de solicitud de nuevos derechos resulta complejo y engorroso para las comunidades que no cuentan con asesoría técnica, legal y recursos apropiados. En definitiva, el actual Código de Aguas sigue siendo un instrumento en función de la iniciativa privada sobre los recursos hídricos, reforzando la lógica de mercado que opera en el manejo de los recursos naturales. Este instrumento no se corresponde con los criterios de sustentabilidad y derechos humanos que debieran caracterizar la gestión de un recurso vital como el agua y que perjudica directamente a las comunidades y a los ecosistemas de todo el país. (Toledo, 2006). Esta situación se transforma en un escenario propicio para la instalación de proyectos hidroeléctricos en territorios del sur del país, quedando de manifiesto a partir de los antecedentes del caso Ralco que la construcción de megarrepresas es incompatible con el bienestar de las personas que viven en los territorios que serán inundados. Este tipo de intervenciones genera desplazamientos muchas veces forzados, así como una reestructuración de las formas de vida tradicionales, que deja a las poblaciones resituadas en situación de vulnerabilidad social y cultural. Otro caso que demuestra las problemáticas asociadas a la construcción de centrales hidroeléctricas en zonas sensibles es el caso de la central Pangue, también a cargo de ENDESA. El proyecto Pangue, al igual que Ralco, fue construido sin consultar a las comunidades pehuenches de la zona y sin tomar en cuenta los impactos ambientales que traería consigo. De esta manera, al igual que en Ralco, la construcción de esta central significó el traslado forzoso de varias familias indígenas lejos de su territorio, transgrediendo sus derechos y su vida cotidiana en pos de “proyectos de desarrollo”.
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…Esto motivó a James Wolfensohn, presidente del Banco Mundial, a admitir en 1998 que el apoyo prestado por el banco al proyecto había sido un error, puesto que "los indígenas pehuenches, que habitan el área, no habían sido consultados» (Sohr, 2012). Para paliar esta situación, Endesa creó la Fundación Pehuén y realizó actividades de capacitación y apoyo al turismo, talleres de liderazgo, alfabetización digital y actividades culturales. Según el Informe de Sostenibilidad de 2010, setecientas familias se han beneficiado con estos programas, pero no se establece el monto de la inversión (Sohr, 2012). Estos antecedentes del caso Ralco reflejan que las precauciones respecto al desarrollo económico a costa de las culturas o entornos locales no ha sido, y tampoco es en la actualidad, una prioridad a la hora de los análisis de factibilidad de este tipo de proyectos. Actualmente, las comunidades aledañas a las represas viven en el desarraigo y afectadas por la modificación irreversible de sus territorios, donde también han desaparecido las barreras de contención naturales al deslave de cerros y rebalse de ríos, dejándolas en una situación de vulnerabilidad ecológica, social y cultural (Sohr, 2012). ¿Que nos demuestra esta situación? Que en Chile el territorio, sus recursos, el agua y las personas, son ante todo, un bien económico lo que se reafirma en situaciones como la planteada anteriormente. “La necesidad de generar una matriz energética nacional sustentable”. Al analizar el caso Ralco de manera integral es posible desprender la necesidad de generar una política energética diversificada que considere los aspectos planteados en este análisis, así como la necesidad de que el Estado de Chile adopte una posición significativamente de mayor neutralidad frente a los intereses de las empresas privadas. Si bien es cierto que los proyectos que consideran la creación de grandes centrales hidroeléctricas han sido frecuentemente el blanco de titulares adversos debido a su impacto sobre los territorios en los que se emplazan, también es cierto que una política de desarrollo energético no puede desatender el potencial hidráulico de la región sur del país. La creación de una megarepresa implica la anegación de tierras y encierra un gran potencial de conflicto cuando se cruza con variables étnicas o socio-ambientales significativas, como lo es la relocalización de comunidades enteras.
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Por otra parte, los embalses de grandes dimensiones pueden modificar el microclima de un territorio (Wittelsbürger, 2008), por lo tanto, se debiera considerar la construcción de centrales de menor tamaño, pero mayor en número como una alternativa mejor. Esto considerando además que la energía hidráulica se somete a periodos de sequía que relativizan su potencial. La energía hidráulica, que en Chile representa al 21% de la demanda de energía primaria (Wittelsbürger, 2008), se encuentra contemplada como una fuente de energía renovable. Sin embargo bajo este concepto es necesario afrontar los desafíos relacionados con las demandas socioambientales y etno-territoriales que muchas veces presentan elementos no renovables que se deterioran o se pierden. Aun así, en el Estado se siguen promoviendo las grandes centrales hidroeléctricas, y ahora se considera que las mejores condiciones están dadas en la Patagonia (Región Aysén). No obstante, esta política genera una fuerte oposición entre sectores ecologistas y parte de la comunidad civil. La idea sería trabajar en el diseño de fuentes e iniciativas de explotación de recursos hídricos con una perspectiva sustentable y económicamente más eficiente, evitando además que estas iniciativas queden inmediatamente sometidas al control de inversión y operación extranjera. Para abordar estas situaciones es necesario reformular el modelo neoliberal de desarrollo territorial que se impone en todas las zonas del país a través de medidas que consideren cambios en los regímenes de propiedad, concesión y acceso a los recursos naturales (agua, subsuelo, biodiversidad, patrimonio material e inmaterial), y generar políticas nacionales de ordenamiento territorial pluriétnico que consideren la interculturalidad como fenómeno intrínseco a nuestra identidad nacional a través de planes y estrategias regionales que integren la diversidad cultural como patrimonio nacional. Complementar el análisis de caso y las particularidades del proceso de implementación de megaproyectos hidroeléctricos en territorios étnicos nos debe llevar a consideraciones específicas respecto a las estrategias en materia energética que el país pretende desarrollar. Por una parte, debemos considerar el componente de seguridad energética que nos permita bajar o reducir la dependencia de importaciones de productos energéticos, así como también reducir el riesgo de interrupciones del suministro de los mismos a nivel nacional. Por otra, debemos considerar el componente económico y social que implica asegurar el acceso universal de las fuentes de energía a toda la pobla-
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ción, así como mejorar continuamente la eficiencia energética. Actualmente vemos la creciente presión sobre los ecosistemas locales y el impacto social que se ha generado cuando han sido intervenidos desde este tipo de iniciativas. Vemos además que producto de lo mismo, y principalmente de la mala gestión en proyecto de esta naturaleza, se reduce la confiabilidad en las iniciativas medioambientales de desarrollo, las que están mayormente asociadas a externalidades negativas más que positivas, o por lo menos eso es lo que se ha evidenciado en los últimos años. Finalmente, las medidas para reducir el nivel de conflicto podrían incluir el fortalecimiento de mecanismos de mediación, de transparencia y de procesos de gobernabilidad, de manera de facilitar y profesionalizar la toma de decisiones, la participación y la integridad de las iniciativas de desarrollo que involucren elementos y personas componentes de la diversidad cultural del país. Literatura citada Aylwin, J. (2000). Los conflictos en el territorio mapuche: antecedentes y perspectivas. Revista Perspectivas (Departamento de Ingeniería Industrial, Universidad de Chile), 3 (2), 277-300. Aylwin, J. (2004). Ralco: ¿Riqueza o tristeza para Chile? URL:http// www.mapuexpress.org
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Aylwin, J. (2003). Ralco un conflicto mal resuelto y sus lecciones. Agencia Latinoamericana de Información (ALAI). URL: http:// alainet.org/active/show_text.php3?key=4710. CONAMA (1996). Informe preliminar Central Hidroeléctrica Ralco. Foerster, R. y Lavanchy, J. (1999). La problemática mapuche. Departamento de Sociología, Universidad de Chile. URL: http:// www.soc.uu.se/mapuche. G.A.B.B. (1998). Documento de trabajo Grupo de Acción por el Biobio. URL: http//www.veoverde.com Sohr, R. (2012). Chile a ciegas. La triste realidad de nuestro modelo energético. Editorial Sudamericana. Chile. Toledo, V. (2006). Pueblo mapuche derechos colectivos y territorios: desafíos para la sustentabilidad democrática. Programa Chile Sustentable. Toro, N. (2011). Estrategias de las redes transnacionales de defensa. El caso del pueblo indígena mapuche frente a la construcción de la hidroeléctrica Ralco en Chile (1996-2000). Tesis de Grado para optar al título de Internacionalista. Facultad de Ciencia Política y Gobierno Universidad Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario. Colombia. Wittelsbürger, H. (2007). La política energética de Chile: de la dependencia al desarrollo sostenible- el futuro es de las energías renovables-. Institut Fur strategie-politik-scherheits und Wirts-chaftsberatung, Berlin. Diálogo Político. Publicación trimestral de la Konrad-Adenauer-Stiftung A. C. Año XXIV - Nº 4 – Diciembre.
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