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DANIELA GUTIERREZ

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GALO SOLER ILLIA

GALO SOLER ILLIA

Daniela Gutierrez Gerenta general Fundación Medifé

Cuando en mis años de estudiante leía sobre “el acontecimiento” nunca pensé que tal concepto pudiera efectivamente ser una experiencia en mi vida. Se trataba más bien de una descripción teórica sobre un evento significativo e importante que podría ocurrir a escala global, o como decía Alain Badiou “un quiebre del campo del saber de una situación del cual emerge una verdad no considerada por el saber de la situación misma”. O sea: una novedad de la que no sabemos nada todavía.

¿Qué hacer? ¿Qué pensar? Como gerenta de Fundación Medifé estas preguntas me alcanzan como a todos los demás habitantes de un planeta en crisis y mi primera reflexión la vínculo con el maravilloso y escalofriante dato fáctico de estar viviendo, pensando y trabajando en este tiempo real. La historia nos dice que ha habido ya otros “acontecimientos” y nuestros predecesores también han podido hacer algo con ello. Ubico ahí la esperanza. No la idea boba de que lo que viene será mejor, sino que es posible en lo actual co-construir un futuro que nos aloje. En estos días resuena fuerte la palabra “catástrofe” como si hubiera allí una condensación epifánica y maliciosa que nos sorprende. Prefiero, sin embargo, invertir su temporalidad y pensar en “anástrofe” para indicar modestamente que entiendo que hace mucho tiempo ya que vivimos en el horror de catástrofes ocurridas antes. Nuestra cultura procede tecnológicamente, por racionalidad predictiva y calculatoria, por anticipación de mundos posibles y probables: siempre profetiza lo que ya ocurrió. En estas conversaciones, estos encuentros entre expertos de diversas disciplinas, buscamos promover cruces e intercambios que tracen sobre un objeto o concepto perspectivas diferentes, tensionando o convergiendo, pero siempre buscando nombrar lo nuevo con una creatividad suculenta. ¿Qué mundo posible futuro no está ya en la ontología de este que vivimos? En las cinco conversiones que recoge este libro hay una voluntad común y empecinada de abrirnos a lo nuevo sin demasiadas certezas, pero aun así sin dejar de tomar el riesgo de pensarlo todo otra vez.

COVID-19 no es una crisis más. Es el dato que muestra a Occidente su propio cansancio y cómo éste es estructural y endémico. Por eso ahora la terapeútica es salir de lo mismo y de lo neutro, e intentar lo nuevo, superar el loop temporal sin salida con movimientos de otro orden, en direcciones atrevidas y potentes. Es una oportunidad de descartar futuros usados y reemplazarlos por futuros inéditos que no son invenciones maravillosas sino tareas de co-construcción, de colaboración renovadamente humana.

La fragilidad de este momento y su incertidumbre no son novedades sino evidencias silenciadas al interior de certezas monumentales que fuimos construyendo técnica y ambiciosamente para sostener la precariedad cierta de la vida. Aún en estos días celebro con profunda alegría poder hacer con otros el ejercicio más humano de compartir –con distancia, pero cercanos- de escucharnos la voz y mirarnos para hablar de lo que rescatamos como importante. Fundación Medifé tiene como propósito reunir cultura y salud, síntesis vital y necesaria, un modo de entendernos como especie creadora de mundos, cohabitante del planeta con otros entes no humanos, como generadores de modos del tiempo que sepan recibir lo que aún no termina de plasmarse pero que ha de llegar. Estamos preparándonos para eso no maníacamente sino profundamente alegres. Agradezco a Enrique Avogadro, ministro de cultura de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y a todo el equipo que trabajó en este proyecto con dedicación y empecinamiento para conjurar la pandemia de la mejor manera posible: haciendo algo lindo y bueno. ■

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