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l Ivan Romero: Luces en el bosque. Rebeca Pérez Arteaga

Iván Romero: luces en el bosque

Por Rebeca Pérez Arriaga

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El Museo de Arte Moderno Juan Astorga Anta de Mérida abrió el 10 de febrero los espacios de la Sala 3 para presentar la muestra del artista plástico Iván Romero: luces en el bosque. Romero, inició su recorrido como artista al cursar estudios de bachillerato en arte en la Escuela de Artes Plásticas de San Cristóbal Venezuela (1991-1993), luego estudió diseño gráfico (1993-1997). De allí, se dedicó durante varios años a la producción e investigación de su obra, incorporándose posteriormente al Instituto Armando Reverón donde cursó estudios de licenciatura en Artes Plásticas, especializándose en el área de pintura y escultura (2006-2011).

Con una trayectoria, aproximadamente de 13 años, ha presentado sus obras en exposiciones colectivas e individuales. En 2020, se logró aunar voluntades por parte del Museo de Arte Moderno Juan Astorga Anta y la Escuela de

Los grandes formatos predominan en esta propuesta de Romero. Fotografía: Rebeca Pérez Arteaga.

Geografía de la Universidad de Los Andes para que Iván Romero retornara a la ciudad de Mérida, luego de haber ganado el premio Armando Reverón en 2011. Así se concretó para que presentara en esta ocasión su primea su exposición individual en la ciudad de Mérida.

Luces en el bosque, el viaje interior

Romero, transmite la experiencia estética y espiritual de su travesía contemplativa por el bosque. En su retorno nos trae un mensaje de luz expresado en trazos contundentes y apasionados, en colores vivos bañados de la pureza del blanco que se filtra y que, otras veces, irrumpe tempestivamente, entre el espacio denso de la vegetación.

En las obras que presenta en el Museo de Arte Moderno Juan Astorga Anta, apreciamos a un artista que posee la capacidad no solo de captar el juego entre la luz y el cuerpo de natura, sino también de ‘aprehender’ el alma del bosque como experiencia vivida, una vez que el artista como paseante del lugar retorna a su propio espacio de habitar y, como él mismo explica: “ya cargado con toda esa materia e información voy al espacio de trabajo y evocando todo aquello, me conecto con la obra en proceso para ir vaciándome lentamente sobre el soporte y así la experiencia de lo vivido se hace pintura”.

¿Cómo lograr ‘DECIR’ o ‘MOSTRAR’ el alma de un lugar o de un ser viviente?

Ese encuentro casi místico solo puede emerger en un poema, una partitura musical o una originada del ‘arrebatamiento’ del artista. Vemos que eso justamente acontece en la obra de Romero, en la que el espíritu se ‘devela’ en la complejidad de lo simple. Tan profundo como un poema de San Juan de la Cruz o un haikú de Bassho, así apreciamos las Luces en el bosque: como almas danzantes que penetran desde el lienzo hasta el alma de sus espectadores.

Pero la obra material o el soporte en que, ahora, queda contenido lo inmaterial, aquello sin nombre porque trae consigo un espíritu es como lo expresa este artista, un “(…)trabajo progresivo que parte con una pincelada y se va descubriendo poco a poco el paso siguiente, poniendo capas, negando, tachando, volviendo a poner para ir generando esa forma aforme en la que tanto la razón como la intuición danzan al unísono intercambiando turnos como director, hasta que ambas en acuerdo deciden que la pieza se ha concluido”.

Y este trabajo concluido queda expuesto en nueve obras de gran formato, que otorgan a la muestra la sensación de ser conducidos dentro del bosque. Al acercarnos frontalmente a la obra, va como dándonos la

Una mirada a la Sala expositiva del Museo de Arte Moderno de Mérida. Fotografía: Rebeca Pérez Arteaga.

mano para que experimentemos dentro ella el sentido de plenitud y armonía en el balance de sus tonos y los trazos que delinean su figura. Así vamos caminando desde las luciérnagas y el baño de luz sobre las copas hacia la primera obra de la serie de Cipreses.

Penetramos en el exotismo de Cipreses y Tulipanes, para luego transitar entre las Flores nocturnas, que como espíritus vivos alumbran la noche, y desde esos tonos violetas intensos pasamos con unas tonalidades se suavizan y desvanecen en un rincón discreto de Exuberancias, en las que el azul intenso y el amarillo nos llaman a la intensidad de un bosque en la plenitud del día. Luego, el cambio de estación en el bosque con Cipreses de invierno II, donde nos confrontamos con una obra de gran formato que impacta y nos atrapa en su interior. De allí, un Jardín fosforescente nos lleva desde su azul profundo a una introspección, que prepara el camino para culminar el recorrido con la Reunión de almas en el bosque de cipreses.

Este es el recorrido convencional en la sala, pero el espectador crea el suyo para convertirse en el habitante del bosque. En realidad cada obra se transforma en el lente de aumento de la diversidad paisajística, que depende cómo el espectador interacciona-construye-deconstruye su visión del lugar. En conjunto, también se podría estar ante la presencia de un caleidoscopio que giramos con nuestro cuerpo en movimiento, al convertirnos en ejes individuales dentro de la sala del museo.

Finalmente, el artista logra a través de su expresión abstracta conducirnos al éxtasis de su contemplación, que le lleva a una meditación profunda con el espíritu del lugar; en palabras de Romero: “tras la contemplación viene la meditación, una forma muy intima de hacer que lo observado se funda y se desvanezca en mi conciencia, “ la conciencia vista como aquello a lo que te unes, aquello a lo que no le das nombre

porque no lo tiene, que no lo entiendes y no necesitas entenderlo pero lo vives y lo disfrutas, incluso todo aquello que escapa a la limitada percepción enfocada de los sentidos básicos... más allá, también participa la intuición, la dicha, o lo que en el budismo se entiende como la totalidad”

Luces en el bosque es un diálogo entre espíritus que mutuamente se contemplan, donde uno -naturaleza- se le devela y permite al otro -el artista meditativo- que se ‘vacíe’, a través del color y trazo para desplegar en el lienzo la identidad del lugar.

Para Romero, “Luces en el bosque es un proceder pictórico/espiritual por medio del cual proyectando energía vital, luz y pensamiento positivo va transformando progresivamente ese paisaje impuesto a la fuerza por ese otro: el que nace del corazón, el sutil, el mágico, el de la sonrisa viva, el de los ojos brillantes, el del beso apasio-

nado, ese paisaje iluminado y resplandeciente que no es más que la verdadera conciencia del ser haciéndose una con la luz”.

Flores nocturnas, 2019 Acrílico sobre tela 200 x 200 cm

Rebeca Pérez Arriaga

Geógrafa con maestrías en filosofía y ecología tropical. Estudiante del Doctorado en Ciencias Humanas de la Facultad de Humanidades y Educación, ULA. Profesora de la Escuela de Geografía de la Universidad de Los Andes. Investigadora en el área de Geografía Cultural, fundadora organizadora y productora del Foro Paisaje y Cultura. Productora y curadora.

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