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Bullying y contexto escolar. Una mirada relacional Andrade Salazar, José Alonso Rodríguez González, Lida
ISBN: 978-958-56012-1-5 © Fundación Participar IPS
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Contenido
1 Introducción ................................................................................. 3 Primera parte. Contexto y conceptualización del fenómeno ............................................................................... 7 Bullying y contexto escolar .................................................. 7 Definición ............................................................................... 11 Bullying, cutting y parasuicidio. Aproximación conceptual .............................................................................. 17 Anotaciones acerca de la agresión escolar ..................... 22 Etiología multifactorial ......................................................... 29 Psicopatología implicada en la conducta de acoso escolar ......................................................................... 34 Tendencias explicativas del Bullying .................................. 40 ¿Qué comportamientos no son Bullying? ........................ 42
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Primeras experiencias de acoso ........................................ 44 Bullying y negativismo en la adolescencia ........................ 47 Segunda parte. Características y tipologías de bullying .... 51 Intensidad, cronicidad y tipos de respuesta .................... 52 Motivos desencadenantes ................................................... 53 Tipos de Bullying ................................................................... 54 Bullying relacional ................................................................. 55 Bullying verbal........................................................................ 57 Bullying psicológico .............................................................. 59 Bullying físico ......................................................................... 61 Ciberbullying y Grooming .................................................. 62 Modalidades de Bullying de acuerdo con el género ...... 65
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Tercera parte. Perfil de los actores sociales y papel de la familia................................................................... 69 Aproximación al perfil del agresor ................................... 69 Características generales de los agresores ..................... 74 Condición psicosocial de los agresores ........................... 77 Aproximación al perfil de la víctima ................................. 79 Aproximación al perfil del observador ............................ 81 Tipos de observadores ........................................................ 82 El papel de la familia en los tres tipos de actores sociales ..................................................................... 85 Patrones familiares ............................................................... 88 ¿Por qué apostarle a la prevención del Bullying? ................ 93 A modo de corolario ............................................................ 103 Anotaciones finales ................................................................ 103 Referencias bibliográficas ............................................... 109g65
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Introducción
3 La persona que agrede produce, reproduce y modifica los estados emocionales que lo tornan agresivo, así como también sus condiciones imaginarias respecto a la legitimidad del otro. La agresión entre pares surge en un contexto significante de competitividad, exclusión, no-hospitalidad e individualismo, características propias de la sociedad de consumo masivo, misma que brinda a los sujetos modelos de relación anulativa de amplia divulgación y adherencia. El Bullying es un fenómeno de amplia complejidad, dadas las características de interacción, interinfluencia, creatividad anulativa e interrelación que le son propias y que sientan las bases para su comprensión. Las conductas agresivas implicadas en el Bullying, y en sus diversas modalidades de aparición, suelen ser imitadas y reproducidas por niños, niñas
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y adolescentes quienes encuentran en dichas prácticas opciones viables para ganar estatus, poder y reconocimiento social. En contraste con los mensajes positivos acerca de la convivencia, el respeto y la legitimidad, se suman aspectos como la información ambivalente o dicotómica, naturalización de las conductas agresivas, confabulación social-institucional con las acciones de agresión, una pobre educación preventiva o tensiones agresivas entre educadores y estudiantes, entre otros aspectos que, en conjunto, generan ideas mutuamente excluyentes acerca de la integración en la diferencia. Cabe anotar que dicha fuente común de información proviene en gran medida de los medios masivos de comunicación, las tecnologías de la información y de la comunicación, así como de la interacción diaria con la otredad. Es a partir de ellas que las personas operan en lo social y logran reproducir los discursos y prácticas aprendidos y aprehendidos. Dicho esto, gran parte de las reacciones de agresión, resistencia y oposición ante los sistemas normativos y el orden social establecido, proceden del registro de lo violento como estrategia para ganar estatus, respeto, figurabilidad, defensa ante ataques reales o posibles; al tiempo que del temor, la impotencia y la frustración respecto al nivel de participación que el mundo adulto permite a los niños, niñas y adolescentes conflictivos, de modo que uno de los primeros escenarios que genera el registro de agresión es la familia, la comunidad y, luego, la escuela. Espacios que deben resignificar sus prácticas protectoras a fin de generar sujetos de tolerancia, respeto y legitimidad, trilogía interrelacionada y necesaria para repensar la convivencia social. Los problemas de convivencia son apuntalados por la presión social derivada de los cambios coyunturales a nivel sociofamiliar-político-ambiental, al tiempo que del escaso entendimiento por parte de sus padres, comunidades, docentes o cuidadores, de la “naturalidad conflictiva” de la vida social, la cual presenta un importante nivel de participación, crecimiento e interinfluencia inter y transcultural; aspecto en que no debe pasarse por alto la influencia cibernética en las modalidades de
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acoso, dado que tecnifica y virtualiza el encuentro y el contacto con otros, aumentando, en el caso del acoso escolar, la intensidad de las huellas psicológicas dolorosas en las víctimas. Todas las modalidades de Bullying son dañinas para la integridad de las personas que han sido víctimas en diferentes contextos académicos y de trabajo, como niños, niñas, adolescentes, jóvenes y adultos, y es menester de las instituciones, familias y la comunidad implementar acciones para mitigar, contener y prevenir su incidencia negativa. Este libro es un aporte a una discusión extensa sobre el tema; además, se constituye en insumo para investigadores y personas interesadas en ella. La visión relacional del fenómeno permitirá superar la estrechez de miradas con respecto a la lógica con la cual se han interpretado sus causas, consecuencias y proyecciones. Este documento está compuesto de cuatro capítulos en los cuales se busca explicar, a través de una mirada modesta, las características del fenómeno a la luz de la experiencia e investigación del mismo. El primer capítulo se esfuerza en generar la conceptualización del fenómeno, señalando las modalidades de agresión y sus definiciones, además de su etiología y las características que le son propias como agresión continua. El segundo, Características, indicadores, tipos y actores sociales en el Bullying, tiene como objetivo identificar la intensidad, cronicidad y tipos de respuesta, detallando las características de cada tipo y las modalidades de Bullying con base en el género. La tercera parte se enfoca en determinar el perfil de los actores sociales y papel de la familia, además de aportar en un tema poco explorado: los tipos de observadores. El cuarto capítulo se concentra en explicar la prevención y en responder a la pregunta ¿Por qué apostarle a la prevención del Bullying? Al final, se reseñan las conclusiones y recomendaciones a las cuales se llegó en este trabajo.
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Primera parte Contexto y conceptualización del fenómeno
7 Bullying y contexto escolar El Bullying o acoso escolar no es una acción aislada, independiente, impulsiva o carente de interacciones e interrelaciones significantes, puesto que su ejercicio requiere la planificación consciente de las agresiones e iniciativas de intimidación en el otro; es decir, la generación de un comportamiento premeditado que busca la humillaciónsumisión como fin en sí mismo, y que valida el acoso y la agresión como medio para alcanzarlo. Igualmente, referencia la conjunción de múltiples vivencias, necesidades, demandas y deseos; así como de carencias, privaciones y frustraciones vividas por agresores, agredidos y observadores, de formas que pueden
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resultar disfuncionales. Por ello, su comprensión debe orientar lo que se conoce del fenómeno, hacia un diálogo de saberes que incluya también elementos histórico-socio-culturaleseducativos que le dan forma y significancia en los contextos en los cuales emerge. Comúnmente, al Bullying se le asocia a conductas de agresión que se escalan en la relación con el otro en el ámbito escolar hasta convertirse en patrones de comportamiento estereotipado presentes en ciertas personas con vivencias específicas o perfiles sociales determinados. Sin embargo, aunque lo anterior es en parte cierto, no es aplicable a todos los casos de agresores y agredidos, ya que la experiencia muestra que puede aparecer en perfiles de comportamiento inusuales.Tal es el caso de un estudiante con un buen promedio académico “que no molesta a nadie”, u otro con un “perfil normal de interacción social” que goce de buenas relaciones sociales, también aquel que molesta más en la clase, quien sobresale en un deporte o asignatura, una víctima que ahora es victimario, un victimario que ahora es víctima de un estudiante o de un grupo que asumió el control de un colectivo de alumnos y es liderado por uno o varios agresores, etc. En general, en estos casos atípicos, el estudiante es acosado en el contexto escolar a razón de alguna circunstancia que le causó pudor o vergüenza social o porque personifica un rol que se encuentra por fuera de la pauta de relación entre pares. Tómese como ejemplo un estudiante con múltiples habilidades de lenguaje, que al hablar se expresa con términos a menudo incomprensibles para otros, ora porque son tecnicismos académicos, ora porque sus frases “están adelantadas” para su edad, y personifican vivencias del mundo adulto que la mayoría de adolescentes rechaza. Dicho así, el Bullying puede ser descrito como el conglomerado de acciones bio-físico-antropo-socialesculturales reticularmente vinculadas, que tienen la propiedad de generar en el escenario escolar prácticas de acoso cuya connotación destructiva transita desde la agresión y el conflicto escolar -el cual es natural entre pares-, hasta la persecución por diversos medios y la violencia instrumentalizada.
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La palabra acoso está compuesta del prefijo verbal “a” que señala aproximación-acercamiento, y de la palabra antigua “cosso” que se traduce como “carrera” y que a su vez proviene del latín “cursus”, carrera, correr, lo cual se trascribe como aproximarse a alguien de forma insistente. El diccionario de la Real Academia Española (RAE, 2000) lo refiere como la acción de perseguir a alguien sin darle tregua o reposo, o de apremiar insistentemente a alguien con martirios o imposiciones. El Bullying es un fenómeno emergente en el contexto escolar que tiene un carácter complejo dada la multiplicidad de interacciones y emergencias fenoménicas que lo componen, no reducible a la agresión visible y directa, y que afecta la calidad y expectativa de vida de los actores sociales que de él participan, agresores, agredidos y observadores. Para que sea considerado como tal, debe superar la agresión procedente del roce crítico entre estudiantes en su día a día y constituir una serie de conductas de acoso a uno o varias personas, durante un periodo mayor o igual a un semestre académico; sin embargo, cuando el acoso es continuo, todos los días, día por medio o dos veces por semana, este tiempo puede reducirse entre dos y tres meses. Sus efectos son permanentes, variados y se interrelacionan entre sí, provocando afectaciones globales persistentes en las víctimas implicadas. Su modus operandi puede ser directo a través de la agresión física, verbal, o relacional, evitar que otros se lleven bien con el agredido, descalificarlo públicamente, excluirlo o no tomarle en cuenta aun cuando esté presente, y/o indirecto; es decir, acciones que afectan a otros indirectamente por efecto de una especie de “bola de nieve” que tiene consecuencias secundarias de las agresiones en otras personas.También puede valerse de lo virtual a través de medios electrónicos, redes sociales, mensajes de texto, email, llamadas de celular, etc.; además de usar la diversidad sexual, homosexualidad, bisexualidad, transgénero, etc., y la discapacidad y/o la condición social como elemento motivador de la estigmatización y exclusión continua de otros. En todos los casos y modalidades en que se presenta, tiene el mismo efecto: la humillación,
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estigmatización, aminoramiento y cosificación del otro, que desembocan en problemas psicológicos a corto, mediano y largo plazo, y en casos extremos puede llevar a la víctima convertirse en agresor, o a la muerte por suicidio (Klomek, Marrocco, Kleinman & Gould, 2007) En gran medida, la complejidad de su compresión revela su dependencia relativa con otras estructuras de relación disfuncional y del mal manejo del poder construidas, mantenidas, reproducidas y legadas en la familia, la sociedad y lo político, que tienen como fundamento el control, la imposición, la intolerancia, la inequidad, y la lucha descarnada por el poder, el deseo de sobresalir a toda costa por encima de otros, así como también notables fallas en los sistemas educativos, mismos que no enseñan la condición humana y la comprensión como fundamentos de todo conocimiento y de lo humano. Se debe comprender que, aunque las instituciones educativas realizan esfuerzos por disminuir su incidencia a través de campañas y programas educativos en convivencia, se requiere antes que todo ello una educación en el respeto y la inclusión de lo diverso, que parta del reconocimiento de la legitimidad existencial del otro, del aprecio y admiración por su diversidad. Estos componentes deben ser parte de las políticas internas de las instituciones educativas y permear todos los contextos de interacción académica y laboral, ya que el acoso hacia un par no solo sucede en la escuela o colegio, sino también en institutos, universidades y en el ambiente laboral (Mobbing). Los contextos escolares brindan los espacios para prevenir este tipo de acciones, al tiempo que los escenarios para que el fenómeno emerja, especialmente cuando no se controlan adecuadamente los brotes de roces, choques y crisis de los estudiantes, o si los mismos docentes y autoridades de la institución educativa tienen una actitud apática, negligente, pasiva, laxa, extremadamente coercitiva e incluso cómplice con este tipo de eventos. También se incrementa su incidencia si se produce una “naturalización de lo violento” en padres de familia, comunidad,
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docentes, directivos y estudiantes; es decir, cuando la agresión es pasada por alto bajo el argumento de que forma parte natural del desarrollo de los estudiantes y por ello no debe ser controlada, revenida, resignificada y reparada. Cabría mencionar que este tipo de actitudes pueden hacer de los contextos escolares, nichos donde germinan la intolerancia, la inequidad e impunidad, elementos que carcomen y desintegran las instituciones sociales, y que a la vez son fuente de delitos y actos en contra de la dignidad de las personas. Este argumento no es una sentencia; en otras palabras, no constituye una regla para todas las instituciones educativas, pues existen esfuerzos importantes en este tema que han generado mejores estados de coexistencia académica.Tal es el caso de las leyes que castigan el Bullying en la escuela y el ámbito laboral, la inclusión de planes de prevención en los manuales de convivencia de las escuelas y colegios, la implementación de comités escolares encargados de monitorear brotes, hacer procesos de seguimiento a los casos críticos y frenar el escalamiento de dichas acciones, entre otras actividades. Dicho esto, la extrapolación de las nociones de intolerancia, inequidad e impunidad lo que revela en realidad es la necesidad de mejorar y humanizar los procesos pedagógicos en tres escenarios de interacción educativa: la familia, la comunidad y la escuela, a fin de que en ellos se enseñe acerca de la condición humana, la comprensión y la legitimidad; es decir, que en estos territorios se construyan conjuntamente procesos de socialización con base en el amor, el cual, en palabras de Humberto Maturana (1995) se comprende como la aceptación del otro como un legítimo otro en la convivencia. Definición El Bullying se define a partir de una relación de poder desigual en la que uno de los participantes tiene la posibilidad de movilizar una mayor cantidad de fuerza, la cual puede ser de tipo social, relacional, física, verbal-psicológica-simbólica, o una combinación de todas o entre algunas de ellas, en contra de un
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otro asumido como oponente, adversario, débil y/o desigual (Olweus, 1978, 1980, 1998). Para los agresores, el agredido constituye en gran medida una negación de sí, ya que quien hace Bullying no puede reconocer en sí mismo su debilidad o vulnerabilidad, misma que reconoce en la víctima. En suma, el agresor teme y niega la posibilidad de verse en el rol de víctima, motivo por el cual aumenta la intensidad de sus acciones, ya que, si no lo hiciera, otro agresor podría victimizarlo; así hace del acoso una certeza y de la debilidad propia una posibilidad que no puede admitir. Ante el temor, el agresor genera la conducta de acoso y proyecta en el agredido su rencor y descrédito de múltiples formas, lo cual sucede especialmente en espacios concurridos, pues lo que realmente le interesa es la visibilidad de dichas acciones, mismas que constituyen un mensaje de advertencia para personas que lo pueden agredir, observadores y potenciales agresores, al tiempo que una puesta en escena de las consecuencias que puede acarrear el “meterse con él”. Respecto a la relación entre visibilidad de la agresión en el Bullying y medios de comunicación, es dable considerar que la necesidad de hacer notar los abusos sobre otro es, en gran medida, el reflejo de otros actos de barbarie internalizados que forman parte de la dinámica con que los medios de comunicación a través de algunos ejercicios periodísticos, películas de violencia, reality shows, radio y redes sociales, entre otros, hacen de toda forma de violencia un espectáculo de consumo, dable y legítimo, en la medida que genera un intercambio económico, reiterativo en la movilidad de intereses, cooptaciones de poder, visibilidad periodística y/o sofismas de distracción, implementados para encubrir otros delitos o exacerbaciones del poder en lo público, lo privado y lo político, en cuyo caso dichas prácticas sirven a una lógica destructiva que deteriora lentamente las capas cohesivas del poder popular, la empatía, solidaridades y hospitalidad de personas, grupos, colectivos, instituciones, comunidades y familias. A ello debe sumarse la influencia de la violencia intrafamiliar vivida, percibida
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o practicada, las secuelas derivadas de la violencia y guerra entre grupos armados, Estado-insurgencia armada; el crecer en territorios cuyo lenguaje y prácticas socializadoras resultan del todo riesgosas, excluyentes, coercitivas y/o violentas; el tener antecedentes de victimización por parte de un agresor en la escuela o en la comunidad, haber sido víctima de violación, abusos o explotación sexual, o de cualquier otro tipo de violencia. Ergo, es posible argumentar que de estos focos de violencia pueden surgir acciones de agresión escolar, dado que se constituyen en posibles fuentes de identificación de rol y porque de ellos se derivan los ejemplos, tensiones, conflictos y agresiones que los niños, niñas y adolescentes reproducen es sus escenarios académicos. Así, la reproducción de la agresión de la cual los niños, niñas y adolescentes tienen registro en su experiencia vital de desarrollo, se constituye en uno de los elementos centrales para comprender la lógica de la agresión entre pares a nivel académico. El Bullying es un fenómeno policéntrico, multi explicativo y multidimensional, condición que permite validar su complejidad a razón de la multiplicidad de interacciones que de dichas relaciones se derivan. Por ello, no puede ser comprendido a la luz de una sola teoría o propuesta explicativa. A cambio de ello, se hace preciso articular todos los aportes de forma, dinámica, asociativa y reticular; es decir, en red, configurando un territorio de diálogo y encuentro desde el cual es posible generar una mirada conjunta acerca de los fenómenos y epifenómenos que lo componen (Andrade, 2015). El Bullying implica la interinfluencia de elementos emergentes, constitutivos, consecuentes, precipitantes, etc., que se auto-ecotransforman mutuamente, a la vez que modifican la correspondiente representación interna del otro en la convivencia. De suyo, es notable que existen relaciones entre los dominios interaccionales de Familia-escuela-guerra-violencia-agresiónBullying-, en cuyo caso, el último de ellos puede ser pensado de acuerdo con subdominios en los cuales se modifica la
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potencialidad destructiva-demostrativa-reorganizacional de las relaciones que lo componen. Tómese como ejemplo de estos subdominios: el acoso laboral y educativo a nivel de institutos, centros de aprendizaje y universidades; el acoso entre miembros de la familia, competencia deslegitimadora entre hermanos, discriminación del otro a nivel familiar, comunitario o social. Desde un componente etológico, Lorenz (1998), tomando el concepto de acoso desarrollado por Leymann, señala que el acoso entre animales lleva el nombre Mobbing o hacinamiento, y referencia toda conducta llevada a cabo por muchas especies de aves para proteger su manada o sus crías de un depredador, con el fin de confundirlos y alarmar a otras aves. Para Heinz Leymann (1990), este concepto se asocia en los humanos al acoso laboral, pero a diferencia de lo que sucede en las aves, no se realiza para evitar grupalmente a un depredador, sino para reafirmar comportamientos destructivos y de exclusión en contra de un subalterno, quien suele ser discriminado, distinguido negativamente o calumniado por uno o varios compañeros de trabajo (Brodsky, 1977) Lo anterior puede generar una visión sesgada del asunto si se piensa que el Bullying obedece específicamente a las causas enunciadas, que pueden identificarse una tras otra o que son confluyentes de forma armónica y predecible.A cambio de ello, este trabajo propone busca ir más allá; es decir transitar a una visión que incluya la interrelación y cambio emergente de las interacciones en cada dominio.Tampoco se sugiere afirmar que el Bullying es específicamente el correlato de la violencia interna de un país, pues de lo que se trata es de comprender precisamente que su complejidad radica en la multiplicidad de factores entrelazados y “tejidos conjuntamente”, que permiten una mirada e interpretación inter-multi-pluri y transdisciplinar de sus dinámicas, al tiempo que abren el espectro de posibilidades explicativas y opciones de solución a los conflictos y dilemas constitutivos y emergentes que lo atraviesan, aspecto que requiere comprender su complejidad desde un punto de vista relacional. Dicho esto, más que un resultado, el Bullying es
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una dinámica compleja anulativa, un fenómeno que se retroactúa bajo diversas formas de manifestación en las escuelas y hogares, que responde a una lógica destructiva cuyo registro puede darse en las interacciones intrafamiliares, que se extiende a otros espacios de socialización deteriorando las interrelaciones entre pares y fortaleciendo interdependencias dañinas que reproducen de forma latente y manifiesta modelos de anulación recíprocos, con los cuales los conflictos y toda forma de anulación violenta se legitima como modus operandi generador de estatus, poder y transformación social.
Interrelaciones anulativas que dan forma al Bullying y otros tipos de violencia. Fuente propia.
15 Para el caso de la violencia urbana, las guerras y conflictos armados, como fuentes de aprendizaje de lo violento, aspectos como la agresión, el poder, el temor y el terror que estos elementos generan se muestran para los niños, niñas y adolescentes como un bien, estado o condición admisible, ya que muchos actos de maldad se narran a modo de acciones heroicas y libertarias, para lo cual se recurre a las noticias, el cine, las redes sociales, los medios masivos de comunicación (MASS MEDIA), así como también a legados transgeneracionales de prácticas de maldad; es decir, a patrones de comportamiento sesgados por la intolerancia y la violencia que son trasmitidos generacionalmente y exacerban sus demostraciones de poder de acuerdo con los contextos en
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que emergen. En estos escenarios se produce la reproducción y afianzamiento de territorios de encuentro simbólicamente destructivos, en los que todo tipo de anulación ecosistémica es posible y legítima. A menudo, la agresión entre personas es tan frecuente que se pierde la perspectiva del daño. Así, dichas conductas sufren un proceso de normalización a razón de la recontextualización; esto es, de la inserción de una práctica social en otra (van Leeuwen, 1996) la cual es reinterpretada como normal o propia de la dinámica de ciertos grupos. Es aquí cuando la violencia y las agresiones son legalizadas por los agresores puesto que ya han sido validadas en otros escenarios. Ejemplo de ello es el padre de familia que minimiza la agresión de su hijo sobre otro y argumenta que dicho comportamiento “es propio de la edad y que el desarrollo “normal” implica ese tipo de roces, choques y crisis”, situación que resulta análoga a las acciones de Bullying, agresión y violencia social a pequeña, mediana o gran escala. Al respecto, es preciso señalar que las acciones violentas son destructivas per se, y se escalan de acuerdo con los intereses y necesidades generadas por personas o grupos que encarnan e instrumentalizan el poder conforme a los beneficios perseguidos, convirtiendo la violencia en un fin en sí mismo. En este sentido, todas las violencias son destructivas y al atentar contra un individuo lo hacen también contra toda la humanidad. El Bullying es una de las formas escolares de la violencia que asola de modo pluridimensional la sociedad (Olweus, 1989), y en gran medida ha estado presente en los espacios académicos desde el momento en el que la educación se orientó hacia la acumulación y repetición de saberes, con lo cual perdió parte de su función matrística; es decir, su aplicación protectora, incluyente, creativa, equitativa, generadora de asombro, cuestionamiento y sostén. Como resultado, la agresión y el acoso escolar se tornan más insidiosos y dañinos cuando la praxis educativa transita desde la radicalidad pedagógica que impone visiones lineales e irrefutables de los conocimientos, hacia perspectivas académicas alejadas de un fondo ecologizado
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de pensamiento. Lo anterior lo propone Edgar Morin (2001) cuando menciona que es cada vez más necesario una educación que cure la ceguera del conocimiento, que garantice el conocimiento pertinente, y que enseñe la condición humana, la identidad terrenal, a enfrentar las incertidumbres, la comprensión y la ética del género humano. Es importante anotar que el Bullying es frecuentemente invisibilizado por padres de familia y algunas instituciones educativas quienes lo consideran un mal indicador de su gestión (Andrade, 2014). Sin embargo, cuando su ejecución se torna pública responde al llamado de la necesidad de poder, de mostrar valía a través de la destrucción, de reproducir la vulnerabilidad familiar, personal y/o social a través de la vulnerabilidad puesta en escena de la víctima (Ortega, Minguez, & Gil, 1996), no es fruto del aburrimiento, de la desolación, o de una violencia natural, puesto que del Bullying y de otras formas de destrucción es preciso considerar la naturaleza de las acciones violentas, aspecto en el que lo transdisciplinar brinda muchas luces y guías de comprensión. Bullying, cutting y parasuicidio. Aproximación conceptual El Bullying, acoso escolar; cutting, autoflagelación con cortadas; la ideación suicida, ideas reiterativas de muerte; el intento suicida y el parasuicidio, amenaza de suicidio sin una intención clara de querer hacerlo, son fenómenos interdependientes al tiempo que interrelacionados, y aunque cada uno pueda emerger de forma singular cuando alguno o varios son detonantes, reforzadores o emergencias del otro, su articulación puede resultar fatal para quien es víctima de este tipo de conductas (Ortega, Mora-Merchán, & Mora, 2000) Es preciso aclarar que la interacción entre estos factores no se constituye en el modelo sine qua non que eleve o determine los riesgos de suicidio, pues existen otras interacciones y sucesos que pueden tener incluso mayor incidencia; sin embargo, para el caso de esta reflexión,
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dichas interrelaciones se ajustan mejor a un modelo relacional y sirven para comprender la lógica de las acciones suicidas en niños, niñas, adolescentes y jóvenes. Las conductas suicidas presentan una inevitable complejidad de base, dado que su multiplicidad de interpretaciones y asociaciones conceptuales permite nuevos territorios de comprensión, que amplían la mirada sobre sus definiciones, conjunciones, transformaciones y bricolajes. Si bien existen axiomas que precisan conceptualmente las características de las conductas suicidas, es claro que un intento de pensar estas y nuevas formas de analizarlas, invita a considerar –de forma atrevida, pero no inadvertida- una visión relacional que genere transdisciplinariedad, diálogos de saberes y concurrencias conceptuales, y que a su vez globalice sin simplificar. Es decir, que incluya la posibilidad de pensar estas conductas en términos de dialogía, emergencias, identidades, antagonismos-complementarios, y principios auto-poiéticos (que se producen a sí-mismos; auto-producción). Las conductas suicidas son complejas y en ellas suceden concurrencias, desórdenes, antagonismos, organizaciones, irregularidades y complementariedades, que dotan cada episodio (acto suicida) de particularidades, cuya apreciación requiere de conjunciones más que de pensamientos lineales, metodismos o ideas reductoras-simplificantes. El Bullying, el cutting y el parasuicidio están íntimamente relacionados y aunque no se causen mutuamente, aparecen como latencias (conductas posibles) en la mayoría de personas con conductas suicidas (Ortega, 1994; Smith & Sharp, 1994; Andrade, 2015) El Bullying representa el conglomerado de relaciones anulativas direccionadas a legitimar la agresión en el agresor y deslegitimar toda posibilidad de defensa en el otro (agredido); implica por ello relaciones de fuerza entre pares, en las que prima una notable desigualdad en la robustez (emocional-físicasocial) para confrontar situaciones estresantes y presiones socio-familiares, lo cual no se constituye en el elemento central de la intención de acoso, pero sí en uno de los factores que
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determina su mantenimiento. El Bullying no se limita a la competencia, agresión y/o necesidad de representatividad entre pares, ya que implica un “acoso” continuo y reiterado durante como mínimo, un periodo académico, 6-12 meses; un año escolar, o menor cuando su intensidad-cronicidad es diaria o día de por medio (2-4 meses). El concepto se aplica a los escenarios académicos puesto que para el ámbito laboral y social existen otras denominaciones análogas como Mobbing: acoso laboral; Grooming: acoso de un adulto a un menor con fines de manipulación, chantaje, violación o prostitución principalmente. Como fenómeno, debe ser comprendido en función de tres elementos: el contexto en el que emerge, se mantiene y se reproduce; las situaciones precedentes y sus posibles derivaciones, y su articulación a otros fenómenos sociofamiliar, violencia intrafamiliar, pandillismo, brutalización, conflicto armado, etc. El Bullying tiene varias connotaciones: puede ser de carácter relacional, físico, verbal-psicológico, cibernético o de género; es decir, en contra de otro género el cual se señala de débil o incapaz de realizar ciertas tareas, y cuando el acoso se dirige a personas homosexuales. En este tipo de relaciones la persona que agrede, agresor, demuestra su poder y anhelos de “superioridad” a través de la anulación de la legitimidad del otro, víctima, mancillando su honra, exponiendo públicamente sus elecciones, debilidades o situaciones vergonzosas, así como también agrediéndole física, simbólica, relacional o psicológicamente a través de las redes sociales u otros medios tecnológicos. El ejercicio de agredir públicamente tiene tres referentes: ser constante, intencional e incrementar la intensidad del acoso en cada agresión; así, el agresor, y en gran medida quienes lo siguen, observadores, obtienen el respeto y temor de sus pares, además de reconocimiento, legitimidad, aceptación y el sometimiento de otros a través del temor que el Bullying suscita. Existe también la agresión social, constituida por roces, choques y crisis emergentes entre pares, que pueden terminar
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en agresiones y/o violencia y que se resuelven por vía del diálogo o por medidas institucionales. Estas agresiones no suelen avanzar a ataques frecuentes; sin embargo, suele confundirse con Bullying, motivo por el cual es necesario considerar que este último debe cumplir los siguientes criterios: a) tiempo, mayor a seis meses; b) intensidad, aumento de ataques y de la fuerza e intención destructiva, puesto que los ataques cada vez pueden ser peores; c) cronicidad, regularidad diaria o semanal de los ataques; d) ganancia secundaria, el agresor se siente protegido, respaldado o tolerado por otros, a quienes atemoriza, aceptado en sus conductas y poderoso ante sus pares e) regularidad de la víctima, se suele atormentar a los más débiles y los eligen como blancos de agresiones, de acuerdo con características físicas, débiles o más pequeños; emocionales, susceptibles, lábiles, tímidos, poco populares, con defectos físicos; y conductuales, de escasas interacciones, con tendencia al aislamiento, “nerds”, “pone quejas”, de pocos amigos, muy apegados a figuras adultas, demuestran una búsqueda de aprobación constante. Por otra parte, y muy relacionado con el Bullying, se encuentra el cutting o “self injur y”, toda conducta de autoflagelación cutánea, casi siempre de brazos y piernas, en la que se encuentran comprometidos reticularmente y de forma interrelacionada e interdependiente aspectos emocionales, cognitivos y afectivos que confluyen entre sí y se reorganizan formando reacciones diversas en las que se interconectan estados de desprotección, desesperanza, deseos de expiación, interpretaciones fatalistas, culpas y frustraciones que afectan directamente la capacidad auto protectora de los sujetos – especialmente de adolescentes-, tornándolos proclives a realizarse heridas auto-infringidas con objetos corto-punzantes tales como: cuchillas, alambres, cuerdas, cuchillos, láminas, bisturís entre otros. El cutting es un problema de salud pública que puede ser incluido entre el espectro de conductas de riesgo suicida. Uno de los referentes asociados son las conductas imitativas en niños y adolescentes, ya que programas de TV, redes sociales, series, además de comportamientos autolesivos
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de pares en el colegio y de otras personas, se convierten en referentes de aprendizaje que regularmente se imitan en momentos de crisis. Para muchos niños, niñas y adolescentes, el cutting es en realidad una forma de expiar las culpas; impotencia por no poder cambiar situaciones, personas, experiencias, asociado a la creciente incapacidad para controlar-equilibrar su vida emocional, condiciones a las que a menudo suman uno o varios de los siguientes efectos cuando los adultos o cuidadores se enteran del suceso, entre los que se encuentran restricciones, amenazas, constricciones, privaciones, insultos; conflictos, peleas, disgustos, reiteraciones de lo malo que se es y/o del grave error cometido; vejaciones, maltratos, castigos físicos o morales, exposiciones públicas, ridiculización, y aminoramientos del problema, negligencia, olvido, no abordaje de los motivos, secretismos, tozudez respecto a la necesidad de ayuda. Es preciso mencionar que el cutting siempre tiene para el adolescente un efecto negativo sobre las interacciones consigo mismo, con pares y adultos, motivo por el cual una comprensión adecuada puede incluir la interrelación entre los componentes personal-familiar-social-político-escolar, referentes desde los cuales es posible tener una mirada articulada y compleja del fenómeno. De otro lado, el parasuicidio se define como toda acción intencional que presenta algún tipo de riesgo suicida, y que está dirigida al daño físico de baja o mediana letalidad, cortes poco profundos, intoxicaciones limitadas, etc., sin que la consecuencia directa sea el suicidio, pero con una clara intención de demostrar a otros de que ello puede suceder y generarles preocupación, atención o culpa. Aunque una parte importante de parasuicidios no terminan en suicidios, no se debe pasar por alto su elevado nivel de riesgo, ya que muchas conductas pueden salirse de control y causar daños letales en quienes lo hacen, así como también progresen hasta formas complejas de autoflagelación que pueden concluir en el desarrollo de conductas suicidas y en la muerte. Muchos niños y adolescentes
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víctimas de Bullying tienden a auto-flagelarse a través de cortes, algunos se golpean o autolesionan de otras formas y, aunque la mayoría de ellas se orienta a disminuir la tensión, existe el riesgo que evolucionen a comportamientos cada vez más autodestructivos.
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Anotaciones acerca de la agresión escolar Valorar como respetable, legitima o necesaria la agresión a otros, desensibilizarse o mostrar indolencia ante el sufrimiento de otras personas u animales, sentir placer y gusto por agredir, acosar o humillar a compañeros en el aula, y asumir la agresión como un medio para reforzar el individualismo, son algunas de las acciones, actitudes y pensamientos asociados al Bullying o acoso entre estudiantes. El Bullying, matoneo o acoso entre pares académicos es un fenómeno documentado desde 1973 por el psicólogo noruego Dan Olweus (1993) a partir de investigaciones con estudiantes víctimas de acoso, amenazas, maltrato, violencia física e intimidación por parte de sus compañeros.Aunque el interés primordial de este investigador era develar las causas particulares del suicidio de algunos estudiantes, sus indagaciones le condujeron a revelar una conducta casi imperceptible y tolerada por muchos padres de familia y docentes: el Bullying o intimidación. Olweus (1993) encontró que la gran mayoría de los problemas emocionales de los niños y adolescentes tenían que ver con la relación establecida con otros compañeros, y observó que entre más violentas y persecutorias eran dichas interacciones, más depresivos y vulnerables se tornaban ciertos estudiantes, especialmente aquellos que tenían un menor poder físico, social y emocional, o que no contaban con una red de apoyo que los sostuviera en momentos de crisis. Estos antecedentes hicieron del Bullying el más grave de los efectos de una relación de fuerza desigual, donde uno de los participantes acosa a otro y lo agrede de diversas maneras, incluso, aunque esto pueda ocasionarle a la víctima problemas en todas sus áreas de desarrollo, y en casos extremos la muerte por suicidio.
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A partir de estos y otros eventos de agresión se prestó una mayor atención a los casos de Bullying, especialmente porque las acciones no eran reducibles a la mera competencia natural entre pares, o solamente al deseo de estatus y reconocimiento propio de la adolescencia, sino porque teleológica e intencionalmente se dirigían a dañar al otro a través de varias fases: primero, dominando su vida y quebrando su voluntad; luego, colocando en evidencia pública su debilidad y, finalmente, destruyendo su integridad hasta anularlo psicológica, educativa, familiar y socialmente. Se debe mencionar que aunque en la actualidad el panorama parezca poco alentador, no todos los acosos realizados en el ámbito escolar terminan en suicidios, y esto se debe en gran medida a que los padres retiran del colegio a la víctima, otrora porque el victimario es expulsado, o porque el colegio establece controles disciplinares que detienen parcialmente la formación de núcleos de agresores, mismos que se disputan frecuentemente el poder de representatividad y el estatus de “matones” que sus acciones generan en el colectivo educativo y profesoral. Cabe mencionar que la gran mayoría de estos niños, niñas y adolescentes, al persistir en su patrón de conducta disfuncionalagresiva, regularmente caen en otros desajustes sociales como por ejemplo actos de vandalismo, bajo rendimiento académico y deserción escolar, consumo de alcohol y de otras sustancias psicoactivas, porte, uso de armas y robos que en conjunto los involucran en procesos con la justicia por conducta criminal. Muchos de los agresores disfrutan de cargar armas corto punzantes o de fuego y la llevan al colegio para reafirmar su poder. La gran mayoría actúa impulsivamente en la primera descarga agresiva contra la víctima; después, la agresión ya es premeditada. Seguidamente, se produce el acoso en público, lo cual es importante porque implica la demostración y consolidación de su dominio y poder en el escenario escolar, con lo que gana respeto, estatus y temor de otros a través de la violencia (Moreno, Estévez, Murgui, & Musitu, 2009) Es de resaltar que también puede generarse intimidaciones y
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agresiones “en privado”, especialmente cuando se trata de “saldar deudas” por efecto de quejas ante autoridades y padres de familia, o cuando el agredido se defiende, huye constantemente, o no accede a realizar lo que el agresor le pide (tareas, entregar dinero, humillarse públicamente, entregar su lonchera, etc.). La actitud principal y generalizada en el agresor es la demostración de poder, pues sin público no tiene sentido agredir. Por ello, escogen los recreos o descansos y lugares abiertos para la agresión. Según informan muchos docentes, tanto de instituciones públicas como privadas, el Bullying es un problema que no se reduce a las cifras, y que va más allá de la competencia y el deseo de reconocimiento social de los victimarios. El acoso escolar presenta una relación importante con el funcionamiento y la finalidad social de las estructuras familiares, y el modo como la relación entre entorno, familia y escuela, afectan la capacidad de respuesta ante la presión en los niños, niñas y adolescentes vinculados a dicha trama de eventos. Respecto a las cifras, algunas investigaciones indican que el Bullying afecta a uno de cada tres estudiantes (Chaux, 2003) ); así, en un salón de clase de más de 25 niños y niñas, existen al menos ocho agredidos directos o indirectos, y generalmente dos agresores reconocidos que se participan de la distribución de la agresión, principalmente en víctimas específicas que identifican por su elevado nivel de indefensión y vulnerabilidad. La relación de uno a tres, un agresor por cada tres agredidos, indica la multidimensionalidad del fenómeno en cuanto la diversidad de las formas implementadas para anular a otros, aspecto que resulta análogo a las múltiples formas sociopolíticas de anulación colectiva, siendo el Bullying una especie de prolongación de la violencia estructural que afecta en diversas formas y niveles a todas las instituciones sociales. Las cifras muestran que incluso el daño puede ser mayor en los observadores cuando se consideran a sí mismos “posibles víctimas”, pues dicha potencialidad inhibe la solidaridad y la defensa con el agredido, por lo que la agresión instaura patrones
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de reproducción de la violencia psicológica mantenidos a través de acciones de sugestión, amenazas directas o indirectas, mitos, leyendas o historias acerca de las acciones agresivas y sus consecuencias; en general, por medio del temor infundido que actúa como dispositivo de control y miedo, y que tiene como finalidad el reproducir en el colectivo la noción de respeto, poder e invencibilidad. En muchas ocasiones los observadores “heredan el poder” dejado o cedido por el agresor, especialmente cuando este es expulsado de la institución educativa o es cambiado de aula o sede académica. Dicho fenómeno es visible en la permanencia de las agresiones en los espacios educativos y en el deseo cada vez más acentuado de muchas víctimas y observadores de acceder al estatus ganado a través de la agresión, el dominio, la sumisión y las conductas de coerción que son operativas a través de la exclusión de la voluntad del otro y la intimidación progresiva. La palabra Bullying hace referencia a una relación de desigualdad en la fuerza física, psicológica o social de una o más personas que presentan un vínculo académico (pares), en la que una de las partes se somete, responde pasivamente o evade la relación de control y agresión, lo cual suscita el interés en el agresor y en los observadores de estos eventos, al tiempo que motiva la reedición de los ataques, como efecto de una necesidad acentuada por obtener ganancias primarias y secundarias de sus acciones. Las ganancias primarias, como el desahogo, la distensión y la proyección agresiva-defensiva de los problemas psicológicos, se expresan a través de la liberación de tensión somato-psíquica en el acto de agresión, e indican un proceso cíclico de elaboración precaria de conflictos a nivel psicosocial y familiar; mientras que las ganancias secundarias son el producto directo de la relación de dominación-dominado, cuya frecuencia es directamente proporcional a la agresión-humillación del otro, lo que produce en los victimarios activos, agresores, y en los agresores pasivos, observadores, el beneficio del estatus, la
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obtención de poder, además de reconocimiento, respeto y temor proyectado. A nivel mundial, especialmente en países altamente desarrollados y en vía de desarrollo, el Bullying es un fenómeno que se ha convertido en un problema de salud pública, toda vez que su forma particular de afectación a la salud mental comunitaria, sumada a las consecuencias psicológicas y físicas en sus actores sociales, víctimas, victimarios y observadores, determina las relaciones aleatorias entre causa, proceso, efecto, asimilación y repetición de las acciones, las cuales pueden ser descritas a través de la dinámica agresiva que lo estructura de forma fenoménica. Por esta razón, su emergencia, mantenimiento, agudización y cronicidad no son invisibles o ajenos a la dinámica operativa de la sociedad, la comunidad, instituciones educativas y estamentos de salud de los entes territoriales. Durante mucho tiempo el fenómeno vivió el oscurantismo propio de aquellos eventos que aún no tienen nombre, porque la categoría no se incorporaba al ámbito académico o porque no se ajustaban sus indicadores a la especificidad cultural del colectivo, condición básica para entender lo normal y lo patológico de las conductas humanas. Pese a ello, el Bullying o “intimidación”, estuvo presente en las relaciones entre estudiantes, especialmente de aquellos que se vieron influenciados por factores socioculturales de otras latitudes, a través de la literatura, el arte, el cine, etc.; es decir, por ideas de poder, estatus, competencia y conformidad social que reemplazaron el diálogo como elemento mediador entre sujetos, o por motilidades y expresiones físicas donde el atributo de la fuerza y la dominación fue el elemento principal del contacto social. Ejemplo de ello es la novela “El atravesado” (Caicedo, 2003), en la que se expresa de forma realista la dinámica de las pandillas en el Valle del Cauca, Colombia, entre los años 60 y 70, además de la movilización grupal, la identificación con los agresores, las condiciones de competencia social y, a grosso modo, la influencia
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del cine en los procesos de modelamiento de conductas agresivas y contestatarias de jóvenes y adolescentes, aspecto que en la actualidad tiene su símil en la información derivada de la televisión y las tecnologías de la información y la comunicación,TIC. En este trabajo literario el Bullying aparece bajo la dinámica del poder físico y el acoso a quienes no cumplen los parámetros para pertenecer a las pandillas, bajo un modelo de cambio grupal y sincretismo cultural donde el esquema represor y alienador del Estado deja de ser operativo en la intersubjetividad del pandillero, lo que afecta la dinámica de las relaciones entre estudiantes, profesores, y padres de familia. Dichos elementos extrapolan el conflicto social externo, armado, inestabilidad política, guerra de pandillas, inequidad social, etc., a otros espacios de relación como la escuela y el hogar. El autor muestra cómo la necesidad de “heredar el trono” del agresor que abandona el colegio, tanto en los agredidos como en los observadores, se convierte incluso en un proyecto de vida para quienes han vivido el Bullying de forma análoga a su proceso educativo. En estos escenarios de confrontación y humillación del otro, la presión del grupo de pares juega un papel importante porque no sólo alienta la confrontación, sino que surte de legitimidad, estatus y poder social a quienes participan de ella. Tal como se entiende, el Bullying afecta los sistemas de relación entre pares en la esfera educativa, sin embargo este escenario es sólo uno de los espacios donde su potencia destructiva es severa ya que, lugares como parques, baños públicos, centros comerciales, fiestas, sitios virtuales entre otros, se convierten en nuevos territorios de acoso y violencia para las víctimas, lo que evidencia la extensión del fenómeno a espacios extra pedagógicos, además del impacto negativo que tiene en las víctimas y en otros colectivos que son testigos y víctimas de los ataques. En gran medida los agresores prefieren lugares abiertos, pues para el que agrede el Bullying se convierte en un sistema de comunicación direccional con la víctima y la sociedad que es testigo de su poder; por ello, no tiene sentido
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si no se practica en público, especialmente frente a quienes representan la autoridad, aspecto que instituye la dinámica del desafío como elemento central de la posibilidad de rompimiento de la norma social. Esta condición es una demostración del poder individual del agresor sobre la normatividad adulta que emerge como un intento de transformación de un orden sociocultural que, a su modo de ver, intenta determinar los lineamientos legales y morales de sus prácticas sociales; grosso modo, la agresión es también un acto político, constituido por exégesis en el reflejo de la violencia institucional propia de un estado social democrático y de derecho en formación, cuya impunidad impone y proyecta su ideología como la única vía de ingreso a lo real. La presencia del Bullying no es nueva, pues las agresiones entre pares por motivo de la competencia y la necesidad de estatus, son la expresión ritual de la motilidad agresiva asociada a la idea de fortaleza, al tiempo que forman parte de una estrategia de supervivencia social, en la que se reproducen los diversos modos de producción de la agresión y de la violencia, entendiéndolos como necesarios para definir un rol de respeto a través del temor y la sumisión del otro; dicho esto, el Bullying puede resultar del deseo imperioso del adolescente por sobresalir, ser reconocido, respetado, incluido, señalado, e incluso “temido” y aceptado por cualquier medio en el ámbito escolar, familiar y social, lo cual define las diversas formas de entender la alteridad entre pares a nivel académico, al tiempo que las diferencias entre los fines que persiguen los sujetos, factor que determina la teleología de sus avances, arremetidas e intenciones, además de la puesta en escena de un andamiaje de lenguajes, metalenguajes y deseos, convergentes y divergentes, que emergen de los encuentros entre personas y colectivos sociales. Estas desigualdades y los acuerdos a los que se llega cuando las diferencias superan las congruencias entre los motivos sociales, se tornan definitorias de los modelos y estructuras
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interaccionales entre sujetos y grupos, constituyendo el sustrato básico para la conformación de imágenes, representaciones, emociones, afectos e imaginarios sociales, sobre los cuales la sociedad ha construido el sentido de lo democrático, los ideales de poder, el conformismo y la apatía, así como el inconformismo ante el sistema de gobierno, siendo el acoso escolar un prototipo mecánico de una prótesis anulativa de la prosocialidad que actúa como extensión escenificada de la dimensión política y social de la violencia, y que extiende cada vez con mayor frecuencia su halo de influencia a escenarios familiares y socialcomunitarios. Etiología multifactorial El Bullying parte del deseo de romper a toda costa los acuerdos de convivencia escolar y social, al tiempo que la necesidad de atención, protección y reconocimiento, factores que en los adolescentes se conjugan a una notable demanda de participación en el poder para transformar la realidad. Sin embargo, este deseo no es total o definitorio del sujeto, puesto que no representa todos sus requerimientos psicoafectivos y manifestaciones somato psíquicas, condición evidente en los actores sociales vinculados cuya ambivalencia afectiva suscita la instauración de una trama de eventos dolorosos para los agredidos, necesarios en cuanto estatus y canalización de la ira para los agresores y demandadas activamente por los observadores cuya tendencia hacia la búsqueda de reconocimiento, protección y afecto, los obliga a apuntalarse en una cultura de la agresión, el sometimiento, la apatía y el silenciamiento del otro, por lo que el acoso escolar es también la evidencia de una rotura no prescrita, de una ruptura con lo impuesto por el sistema, llevado a cabo por sus representantes escolares, profesores, coordinadores, rector, padres, etc., quienes son depositarios de la norma y reproductores de los diversos modos de violencia simbólica. Según lo expuesto, este comportamiento es el resultado de la emergencia actualizada de eventos de violencia legados al
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sujeto de forma transgeneracional a través del habla, el juego, la escritura, la cultura y el cuerpo en el plano individual, grupal, tecnológico e interinstitucional. Debido a ello, reestructura su operatividad de forma dinámica, adhiriéndose o anclándose a la identidad y necesidades socio-cibernéticas de generaciones, que operan con nuevos códigos virtuales de interacción social1. En estos escenarios existen dos tendencias dignas de analizar: la violencia como efecto de una búsqueda de “renovación” del funcionamiento socio familiar, a través de la lucha contra un sistema comunitario y parental que no incorporan, y el deseo de destrucción del otro, derivado de una intensa frustración multicausal y de la interiorización de la violencia como condición de legitimidad social. Cabe mencionar que en ambos escenarios los adolescentes agresores buscan el relevo generacional del poder para tomar decisiones y transformar el orden social adulto; un orden que debe admitir nuevas formas de asimilación de la diferencia, tolerancia y disposición al encuentro real, simbólico e imaginario con el otro. Muchos adolescentes suelen crecer en entornos tan crueles, por excesos o por carencias afectivas y materiales, que aprenden a vivir a la defensiva, aprehensivos y “esperando el ataque”; por esta razón, cuando su víctima u otro estudiante no los provoca o desafía, los agresores buscan cualquier modo para introducirlo al conflicto, a fin de configurar en las víctimas la aprehensión hacia los actos repetitivos de maldad, aspecto que va en contra de la tolerancia y la concertación social, creando en su repetición un círculo de maldad con el que los acosadores dan cuenta de la realidad social. En el Bullying el tema de la transgresión emerge como posibilidad de transformación, porque es allí donde se gesta el cambio y donde se debe implementar la reparación de las víctimas; por ello, cuando la norma es llevada a su límite se auto-(de)construye en la transgresión misma, ergo la conducta El Ciberbullying es en la actualidad uno de las modalidades de acoso que afecta gravemente el desarrollo biopsicosocial de los niños, niñas y adolescentes. Este tipo de intimidación, sumada a la agresión relacional, es frecuente en el género femenino, dado que es una forma de agredir sin ser directamente detectado, lo cual problematiza los eventos porque las víctimas enfrentan a una persona virtual que a menudo resulta indetectable, así el agresor se conserva en privado u oculto, mientras el agredido suele ser violentado en un escenario público de amplio impacto dada la “viralización” que las redes sociales permiten de sus contenidos.
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de acoso es también una posibilidad de cambio en la estructura de un sistema político cuya actividad vigilante, instaura una condición panóptica que limita la creatividad y anula la reparación, confinándola a un proyecto castrense en el que priman los castigos y la supresión institucional selectiva. El comportamiento Bullying fue primeramente asimilado o reducido a las prácticas de competencia y reconocimiento social de los adolescentes, posición que excluía del análisis las consecuencias psicológicas para las víctimas, la estructura psicosocial de los agresores y un fenómeno al que se puede llamar “la herencia del trono”; es decir, el deseo cada vez más asiduo de los observadores de obtener el nivel de respeto que tienen los agresores, anhelo que contrasta en muchos sentidos con la sensación de impotencia que los invade; así en los observadores participantes el apoyo brindado al agresor, se asocia a la necesidad de movilizar la frustración, desplazando repudio, evasión y falta de solidaridad en la víctima, a razón de la identificación con el agresor, empatía forzada, y el temor de verse en lugar del agredido (empatía reprimida), puesto que el colocarse en el lugar del otro implica convertirse simbólica e imaginariamente en una víctima. Lo anterior evidencia que todo observador es un agresor en potencia; sin embargo, dicha propensión no es una tendencia o probabilidad exclusiva de este grupo, puesto que estudios indican que una proporción importante de agresores fueron primero víctimas del Bullying de uno o varios compañeros de clase. En este sentido, el fenómeno presenta una elevada tendencia a expandirse como modelo de identificación en personas cuyas estructuras socio familiares no brindan sostén, acogimiento y protección continua, aspecto que puede suceder en un entorno materialmente estable, pero afectivamente discontinuo, como también en escenarios familiares con frecuentes carencias económicas, connotados por entornos peligrosos y socialmente deprimidos. Otros elementos son la presencia de disfuncionalidad familiar, separaciones entre padres con una connotación de inequidad y falta de acuerdo en su
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relación, separaciones traumáticas, abuso sexual, agresiones entre hermanos, y ser testigo o víctima de violencia al interior del hogar o en la comunidad, secuelas de estrés agudo. Asimismo, estos comportamientos tienen una fuerte influencia de elementos de inestabilidad social como la brutalización, presencia de un “pandillero” o de un hermano delincuente al interior de la familia; compartir actos de trasgresión con grupos de pares violentos o consumidores de sustancias psicoactivas, SPA; pertenencia a una pandilla o tribu urbana de connotaciones agresivas; ser influenciado severamente por las Tic y los medios masivos de comunicación en lo que se refiere a violencia; ser víctima de agresión y humillaciones por su “debilidad” en otros escenarios, familia, comunidad, escuela, agrupación subversiva, etc., además de la propensión a crear círculos de relaciones conflictivas y circuitos de acción impulsiva en los que el contacto agresivo y la violencia se determinan como el modo de contacto primordial con la otredad, aspecto connotado por una elevada sugestión respecto a la idea de ser agredidos o señalados como débiles, indicación que a su vez es interpretada como un ataque en sí mismo. Entre otros aspectos asociados con este comportamiento, está el manejo de armas desde temprana edad, a menudo reforzado por uno o varios familiares o incluso por un círculo social con el que los padres o cuidadores no tienen una relación cercana. Para muchos adultos el manejo de armas prepara a los niños, niñas y adolescentes para un mundo peligroso, en el que hay que defenderse incluso de las probabilidades de ataque, porque es necesario “estar siempre en guardia”, acción en la que se traspasa la paranoia e inseguridad del adulto a los hijos bajo el presupuesto de que la responsabilidad de su manejo instaura las bases del “ser responsable” en otras áreas de la vida, lo que se constituye en un error, pues la responsabilidad es ante todo una vivencia democrática per se, que sólo puede ser vivida a través de un proceso emocional de enseñanzaaprendizaje con base en la protección, el sostén emocional, la continuidad del afecto, la definición de reglas no-dicotómicas
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respecto a la crianza y la instauración de límites claros necesarios para que la relación afectiva sea operativa a nivel intrafamiliar y social. En este sentido, aspectos de modelado posibilitan el hecho de que las vivencias positivas que impactan el sensorio de los niños, niñas y adolescentes sean retenidas, mantenidas y reproducidas bajo un proceso motivacional convergente hacia la convivencia, cuyos parámetros son connotados por Maturana (1997) como “relaciones de amor”, dadas bajo una condición de respeto por el otro como un legítimo otro en la relación y la convivencia, situación posible a partir de la coordinación de coordinaciones vitales a nivel emocional entre aquello que al estar vivo se enlaza dinámicamente de forma autopoiética. De acuerdo con lo expuesto, el ejemplo que los padres, maestros y cuidadores ofrecen a sus hijos, además de la influencia y responsabilidad sobre la información visual y auditiva derivada de los medios masivos de comunicación, debe enlazarse a una actitud pedagógica ante el mundo que forme parte de un macro proyecto de reconstitución de tejido social comunitario, en el que las emociones constructivas, determinen la orientación productiva de los procesos de comunicación y dirijan el contenido de las estructuras semánticas-psicoafectivas del lenguaje hacia la mediación asertiva y multidimensional, con base en la promoción temprana de una ética del acercamiento afectivo que incluya, a través de la estética, una admiración por la existencia del otro, la cual debe estar adscrita multidimensionalmente a las formas simples y complejas del lenguaje y la acción colectiva. Este aspecto demarca la búsqueda de carencias importantes en los agresores, las cuales no son necesariamente una falta de necesidades, demandas o de objetos materiales, sino una ausencia de significación respecto a la relación conflictiva que mantienen con otros y consigo mismos. En consecuencia, los agresores presentan una notable dificultad para hablar de sus sentimientos, que emerge como efecto de la elevada inhibición del “afecto expresado”, mismo que es asociado a debilidad,
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sentimentalismos, homosexualidad o fragilidad en el contacto social. Por ello, mostrarse fuertes, poderosos, invencibles a través de la agresión, el dominio, la sumisión y el acoso en todos los sentidos, es una de las formas preferidas por los agresores para reforzar el individualismo, la represión de la solidaridad y la empatía con el mundo.
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Psicopatología implicada en la conducta de acoso escolar El Bullying se encuentra adscrito a varias conductas y trastornos mentales; sin embargo, no se reduce a ellos por lo que no puede ser tratado como una enfermedad o cuadro clínico. Este comportamiento es visible en trastornos de la conducta y puede ser analizado como una de las causas, consecuencias o como ambas, dependiendo de la magnitud de la estructura disfuncional del afectado, agresor, agredido o espectador. En el ámbito clínico, para algunos investigadores, la conducta agresiva de muchos niños, niñas y adolescentes –entre ellas el Bullying- puede estar asociada a la presencia del trastorno Negativista desafiante (Barkley, Edwards, & Robin, 1999; Pineda & Puerta, 2001; Rey, 2001) y del trastorno disocial (Barkley, 1990; Mash & Graham, 2001), y aunque exista evidencia que muchos niños, niñas y adolescentes agresivos no los presentan, no se debe pasar por alto la influencia que su presencia suscita (Pineda & Puerta, 2001). En este sentido una mirada relacional del fenómeno invita a incluir todas aquellas condiciones de la socialización que son productoras y mantenedoras de conductas agresivas, que no cumplen las características para definidas como síndrome o trastorno, y que una vez pasan los estímulos estresores se tramitan o postergan sus elementos desencadenantes y mantenedores, por lo que tienden a atenuarse hasta desaparecer parcial o totalmente. Caso similar sucede con otros trastornos que, en lo concerniente a comorbilidad, pueden mostrar aspectos de relación futura importante con el Bullying a edades tempranas, como el trastorno antisocial de la personalidad (Pineda & Puerta,
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2001; Rey, 2001; Atkins & Hart, 2003), la psicopatía (Currie, 2000; Alcázar-Córcoles & Bouso-Saiz, 2008) y el trastorno explosivo intermitente, cuya existencia no se reduce al historial de este comportamiento y que pueden ser emergentes, concomitantes o estructurados a partir de otros trastornos y en etapas posteriores a la adolescencia, presentando un fuerte componente biopsicosocial de base. Una posición un poco más extrema indicaría que estos adolescentes pueden presentar actitudes pre-psicopáticas y que más tarde se transformarán en psicópatas sociales, cuya conducta no es necesariamente representativa en cuanto al asesinato, sino hacia la falta de empatía, solidaridad, amistad y acoplamiento a la diversidad que implica el sentido de lo humano. Estos elementos, si bien pueden ser tomados como posibilidades elevadas, no se constituyen en certezas, ya que la contingencia de lo humano y la variabilidad de las relaciones sociales, en conjunción con los aprendizajes y la dinámica psíquica individual, indican el punto de partida de los análisis, pero permite a las variaciones multidimensionales del saberser, al aleatorizar los puntos de llegada o fines de la vida emocional, afectiva y conductual. Por ello, el Bullying puede ser una de las formas de ser de adolescentes que han crecido en un entorno hostil, negligente o excluyente, donde vivir implica la supervivencia, la lucha y la competencia, llegando a crear un mundo que interpretan colmado de desconfianza, donde existir implica necesariamente defenderse de todo. Otros encontrarán en esta conducta una ruta de escape ante problemas socio familiares complejos, incluso para los padres, manifestando su preocupación, impotencia y frustración a través de la agresividad, misma que surge como una vía de canalización de la angustia en ausencia de medios afectivos y asertivos de comunicación consigo mismos a través del hecho de ser-estar en lo emocional y en el mundo. Para otros, el Bullying es uno de los medios usados para romper la pasividad de su rutina vital, puesto que de alguna manera “lo tienen todo”, menos la voluntad de otros, y sus
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padres, al ser exageradamente complacientes, les enseñan que es posible dominar, someter o doblegar la voluntad ajena, empezando por la de ellos mismos. Estos padres han creado en sus hijos, especialmente únicos, de forma directa o indirecta, la tendencia a no-valorar el esfuerzo implícito al hecho de obtener, conservar, cuidar e integrar adecuadamente las cosas que les proporcionan, llegando en algunos momentos a cubrir su ausencia paterna a través de regalos materiales con los que subliman negativamente el contacto y la escucha activa de los hijos. Estos patrones de relación son reproducidos en el escenario escolar, pero se ejecutan por medio de una conversión reactiva donde el valor del autocuidado y la protección se transforman en egoísmo y agresión, al tiempo que la empatía y cooperación se vuelven apatía y dominación. Estos adolescentes sienten cada uno de estos elementos como necesidades; es decir, actos de consumo en los que se implementa la supresión de hambre de afectos, se tramita la ausencia de los objetos de amor y se confronta con agresiones la incomprensión socio familiar, además de servir de refuerzo frente a la idea irracional de estatus, reconocimiento y admiración a través del temor. De forma independiente a su causa, el Bullying siempre tendrá la misma consecuencia: la humillación del otro y su posterior desintegración biopsicosocial. Existen casos críticos en los que se presentan combinaciones de factores de riesgo. Así, en muchos de los adolescentes de comportamientos Bullying, los escenarios de crecimiento son muy hostiles, familia, comunidad real o virtual, y el ambiente escolar es relativamente estable, mientras que pueden aparecer otros donde el hogar es normo funcional, pero el clima escolar es agresivo e inestable. En estos casos la conducta de acoso es una extensión de los aprendizajes agresivos, desde escenarios en los que desarrollan una parte importante de su interacción hasta nuevos entornos de relación donde su actividad puede ser tomada en cuenta y “valorada” a través de los parámetros que consideran legítimos para interactuar con otros. Asimismo, puede existir en estos adolescentes una actitud de defensa
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ante la hostilidad de los nichos de socialización que hace del éste un comportamiento de respuesta con el que cada sujeto entra a participar de los códigos del lenguaje usualmente asociados al respeto: el prestigio, el poder y el estatus social. Para aquellos eventos de Bullying que tienen una doble raíz en sus victimarios ; en otras palabras, presentan una desarticulación importante de los escenarios socio familiares y escolares, además de una fuerte influencia de actores externos y de los medios de comunicación masivo, el pronóstico resulta muy negativo puesto que a menudo estos patrones de actuar, pensar y sentir se acoplan rápidamente a las estructuras caracteriales de la personalidad en formación, conformando un rasgo de personalidad agresivo, desafiante, contestatario y violento, lo que torna proclives a estas personas a actos delincuenciales, en los que prima la transgresión frecuente de las normas de convivencia. En muchas ocasiones, los adolescentes de comportamiento Bullying fueron víctimas de abusos en su infancia, pubertad o adolescencia, o provienen de colegios en los que han sido violentados por otros. Por tal razón, las agresiones que cometen a uno o varios estudiantes son en gran parte un intento inapropiado de “ajuste de cuentas” o necesidad imperiosa de retaliación en aquellos pares que simbólicamente representan a victimarios pasados, ya imposibles de agredir o de desnaturalizar en su escenario físico, social y mental. En este tipo de acciones representativas opera la lógica de la autoanulación retroactiva en la que el sujeto desplaza la representación emocional de su experiencia, cuando fue agredido; en otro, víctima, identificándose con el agresor para recrearlo en la actualidad, más fuerte, más decidido o más letal; anulando tanto al agresor como a la imagen especular, débil, indefensa, vulnerable de sí mismo. Por ello, para cancelar un pasado del cual se avergüenza, el agresor tiene que eliminar a ambos actores sociales: al agresor y al agredido, por lo que la única forma de hacerlo en transformándose en este, así ello le implique renunciar a una parte importante de sus vivencias.
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Volverse un agresor conlleva pues, negar defensivamente la vulnerabilidad pasada y asumir de facto el estatus del que gozan los violentos a través del temor, incorporando aquello que más se teme sin confrontarlo. En la anulación retroactiva se activan comportamientos paranoides por proyección de elementos no reconocidos como propios, en los que la existencia del otro conlleva la anulación propia, ya que la actitud “frágil, parsimoniosa, o vulnerable” del otro, entra en resonancia a nivel psíquico con una posición idéntica y negada en sí mismo, lo que desata una serie de defensas psicológicas ante la culpa, la idea de debilidad y la impotencia para evitar las agresiones pasadas. La repetición e intensidad de las agresiones se acopla dinámicamente a la intensidad traumática de sus vivencias anteriores, reforzándose cuando el grupo de pares presiona la agresión, para tramitar su angustia o para cambiar el estado del clima grupal, o si los padres de los agresores validan las agresiones como parte “normal” del desarrollo de un carácter combativo y “luchador” necesario para “batallar” y “salir adelante” en la vida. De suyo, entre las causas del Bullying, desde el punto de vista del trauma, se encuentra el haber sido víctima de agresiones, humillaciones y silenciamientos en la comunidad, familia o en su grupo de relación social, aspecto al que debe sumarse el crecer con modelos de identificación de corte agresivo y transgresor, como también a nivel psicopatológico el presentar antecedentes de trastorno Negativista-desafiante, trastorno de atención con hiperactividad (Barkley, 1990), padecer un trastorno del comportamiento disocial en curso (Rey, 2001; Andrade, Ñustes, & Lozada, 2012), haber pasado por una depresión reactiva que no fue tramitada (Wang, Nansel, & Lannotti, 2011), además de la presencia en uno o en ambos padres o cuidadores de patologías mentales relacionados con la agresividad, la depresión, el consumo de sustancias psicoactivas blandas y duras, y el escaso control de los impulsos, entre otros aspectos (Barkley, 1997; Pineda & Puerta, 2001; Farrington, 2002; 2004)
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Otros trastornos asociados son el de ansiedad por separación, trastorno reactivo de vinculación en la infancia, problemas de duelo patológico, negligencia y abandono de la familia, experiencia de rupturas emocionalmente complejas derivadas de un apego ansioso previo, y la existencia de indicadores de acciones de indolencia como por ejemplo, ser cruel y despiadado con animales, repetir esa crueldad en personas, promover actos de vandalismo y tener un comportamiento ladino orientado hacia actos de maldad, por ejemplo. De acuerdo con el modelo psicoanalítico (Andrade, Bonilla, & Valencia, 2011), entre las causas posibles del Bullying está el hecho de que en un determinado momento de la vida de la sexualidad infantil no se desarrollen adecuadamente los diques del “asco, la vergüenza, y la culpa o moral” llevando a que lo innato, (agresividad, impulsividad, instinto) se convierta en estructural del yo, por efecto de la sobreprotección parental, la existencia de una simbiosis patológica con los padres, el descuido consecutivo de las necesidades psicoafectivas, la negligencia de los cuidadores primarios, la presencia de una condición moral, Súper yo recalcitrante que opera desde el aparato psíquico de forma castigadora y exigente, la inclusión de normas paradojales en el hogar que tornan ambivalente la expresión afectiva, además de un entorno inseguro, agresor, peyorativo y/o violento que no facilite la experiencia de un desarrollo emocional, afectiva y socialmente estable. Estos tres diques son los límites que regulan la experiencia de la norma y la actividad social per se. Por ello, sus variaciones producen una suerte de comportamientos desajustados que promueven la transgresión y la existencia de significancias en contra de la socialización, la empatía, el autocuidado y el cuidado de otros, como también de la capacidad de reparar los daños hechos a otros a partir de la sensibilidad social y la cooperación en pro del bien común. La idea de estos tres diques se sustenta sobre la base de que no es posible estar en los extremos de cada categoría sin
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generar patologías de la relación con los demás, pues alguien en un extremo podría ser muy descuidado y en el otro, exageradamente pulcro, muy penoso o muy desinhibido, muy martirizado o escasamente sentirse culpable por el daño hecho a los demás.
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Tendencias explicativas del Bullying Según el modelo etológico-cognitivista algunas funciones mentales superiores, FMS, deben convertirse en instrumentos para negociar los conflictos, lo cual indica el grado de importancia que tienen los aprendizajes y los procesos de socialización en los sujetos y el desarrollo social-comunitario. Otras tendencias indican que el aprendizaje social, como dominio de la agresividad y la de otros, implica un adecuado desarrollo social en el sujeto, además de un mayor control sobre las imposiciones de otros, lo cual conlleva a la búsqueda de la independencia individual en función del adelanto social y la concertación de lo normativos en el plano grupal. Dicho esto, se debe tomar en cuenta que agresividad natural no es igual a violencia, ya que no existen animales violentos o “asesinos”. La violencia, por tanto, es teleológica, planificada para dañar al otro. Tampoco existen niños perversos por naturaleza, pues la bondad biológica (tendencia celular a la supervivencia) es natural en todos los seres vivos, y aunque existan condiciones de la rivalidad natural de las especies siempre la idea de dañar es construida socialmente, tomando en cuenta que hacer daño no es igual a defenderse; de suerte que, lo segundo, es una reacción biológica ante una acción que puede ser refleja o intencional, mientras lo primero es fruto de una intencionalidad destructiva y programada. El Bullying, más que una patología social, representa la actividad resultante de entramado de acciones violentas de las cuales el sujeto es testigo o víctima directa e indirecta, así las agresiones previas y actuales se escenifican en el plano contextual de los agresores, espacio, temporalidad, emociones,
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y producen una perturbación notable de los sistemas de comunicación, los lenguajes con los que se apuntala la relación social, afectando el sistema de creencias y los valores, el conocimiento y el reconocimiento de la legitimidad del otro, y generando un deseo ferviente de conservar el estatus y obtener poder social a través del control emocional propio y de los otros. Paul Ekman (1999) considera que las emociones determinan la calidad de la vida y funcionan a modo de banco de datos de alerta emocional, operando a través de una red neuronal que permite la identificación de las siguientes seis emociones principales: enojo, disgusto, temor, alegría, tristeza y sorpresa. Estas emociones tienen indicadores musculares específicos para cada tipo de emoción básica, por lo que en el comportamiento Bullying operan a priori y se anteceden a posibles agresiones que el agresor denota como certezas. De acuerdo con esto, el Esquema explicativo sobre el cual opera, es el de Dominio emocional – sumisión del otro, el cual se constituye primariamente como efecto de una Matiz de poder y control interpersonal, propios del proceso natural de socialización. En este modelo el compañero/a que se sienta más fuerte o con mayor habilidad somete al otro a una RR de poder personal y social, relacional, que busca el control de su personalidad y de su capacidad para emocionar. Por esta razón, un correcto aprendizaje de este esquema genera o limita la integración de los límites, consecuencia visible a través de la conducta agresiva, la alteración en los patrones de juego, y en el desarrollo y satisfacción personal frente a las relaciones interpersonales. Ergo para el análisis del fenómeno a través del esquema dominio-sumisión, se debe incluir en un primer momento el análisis de los factores que influyen en la expresión de la agresividad, la interpretación de la agresión, víctima, incluida su percepción del evento, y las acciones de aprobación, rechazo, sumisión o respuesta agresiva en victimarios, víctimas y observadores
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En el esquema la conducta posterior del agresor implica la reiteración de las agresiones de acuerdo con una relación en la que, a mayor temor infundido, mayor es la continuidad del acto agresivo, como también el deseo de inhibición en la víctima, y la búsqueda en el agresor de un poder más elevado a fin de mantener el status adquirido, lo cual lo motiva a perpetrar más agresiones sobre actuales o en nuevas víctimas. En esta relación se observa que el monto de daño recibido se relaciona con posibilidad de quejarse o de callar, intimidación y amenaza constante; las secuelas físicas y psicológicas producto de la agresión y las características hostiles presentes en el agresor, tales como superioridad física, conductas dominantes, impulsivas, notable dificultad para seguir reglas, baja tolerancia a la frustración, actitud desafiante ante la autoridad, buena autoestima y conductas megalomaniacas, actitud positiva hacia la violencia, creación de conflictos donde no existen, falta de empatía ante el dolor de la víctima y el no arrepentimiento de sus actos (Trautmann, 2007). Otro de los aspectos del esquema son las características “específicas” de esta situación de agresión o violencia connotadas por los acompañantes, los observadores, la condición biopsicosocial de la víctima y la existencia de vulnerabilidades psicológicas previas que hacen que en la mayoría de los casos la víctima ingrese a un círculo de violaciones a sus derechos que aumentan su debilidad, la cual es inversamente proporcional al fortalecimiento del narcicismo y el poder social del victimario. ¿Qué comportamientos no son Bullying? El Bullying se comprende a fin de que aquella acción agresiva enviada a otra persona que no es capaz de protegerse por sí solo. Olweus (1978) le otorgó las características de intencionalidad, tiempo permanente e intimidación, con el propósito de compararlo con otras expresiones agresivas de la convivencia escolar, como por ejemplo, conductas disruptivas, juegos turbulentos, bromas e incidentes puntuales. No es
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Bullying una relación de fuerza asimétrica por efecto de la competencia entre pares, que surge de manera eventual en escenarios estimados para el encuentro con otros, o por efecto de una actividad física, intelectual o social en la que unos son señalados como “ganadores” y otros como “perdedores”. Tampoco lo es cuando los niños, niñas y adolescentes “explotan”, presentan acting outs o son especialmente impulsivos, porque tienen un mal manejo de la ira, la frustración y la crítica. No es acoso escolar si por efecto de una frecuente necesidad insatisfecha, afectiva, material o social, tanto como por notables diferencias en sus habilidades y estilos de vida, los adolescentes se molestan, insultan, admiran, envidian o se comparan mutuamente, llegando uno a sobresalir sobre otro. No es Bullying el hecho de que dos o más compañeros se peleen y dejen de hablarse un buen tiempo, o que estos hablen mal uno del otro, si ello no trasciende, si no se repite frecuentemente o no se intensifican sus prácticas. Tampoco cuando en el aspecto lúdico los estudiantes se agreden a través de roces y choques por motivo del enfrentamiento y el contacto físico. No es matoneo cuando se forman “bandos escolares temporales” o alianzas por conveniencias y en función de la cercanía entre pares, en contra de otros grupos o personas, siempre y cuando los actos se reduzcan a conflictos que superan con la mediación de un tercero. No es Bullying una burla eventual hacia alguien que participa de un grupo, que se repita cada periodo como consecuencia de la dinámica grupal y su sintalidad, identidad grupal, y que no constituya un comportamiento estereotípico hacia él o ella. Tampoco cuando un estudiante es señalado por una persona o grupo por un defecto y este logra integrar el señalamiento, sin generar conflictos posteriores, ni respondiendo con el mismo nivel de agresión que el agresor espera. La mayoría de los estudiantes que no presentan este tipo de comportamientos, observadores, víctimas y victimarios, suelen ser amables con otros compañeros, cooperativos y solidarios; empatizan con los problemas, deseos, demandas y necesidades de otros y tienden a ayudarlos. Muchos de ellos conservan en
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orden los objetos de su cuarto al igual que su pupitre, aspectos que evidencian una adecuada función de autocuidado. Frecuentemente realizan sus tareas sin conflictos o presiones, no exhiben conductas que indiquen que está realizando tareas para otros, trabajan en equipo con otros compañeros e incluyen sin conflicto a compañeros nuevos, ayudándolos en su proceso de ajuste y acople a las dinámicas grupales. Realizan las tareas en clase y en la casa sin hacer conflictos exacerbados acerca de un tema que no entienden, por ello asignan un tiempo importante a los deberes de la escuela y de la casa, y se preocupan mucho cuando no cumplen dichos objetivos. Suelen ser muy prudentes al momento de manifestar sus necesidades y prefieren hacerlo en privado, siendo a menudo muy asertivos al momento de manifestar dichas preocupaciones. Un factor importante es el “buen humor” y una actitud habitualmente abierta al chiste sano que no descalifica ni se burla de las limitaciones o debilidades de sus compañeros de clase. Presentan representaciones sociales positivas acerca de la vida y de la convivencia, con una conciencia ecológica importante. Estos niños y adolescentes suelen seguir órdenes sin que ello les provoque conflictos persistentes, y se empeñan en conseguir metas a corto y mediano plazo; se muestran cooperativos en el aula, en la casa y en la comunidad, mostrándose estables en la mayoría de las situaciones críticas que enfrentan. Primeras experiencias de acoso Cabe mencionar que el acoso escolar se presenta en diversos escenarios de encuentro social entre pares, y aunque sus inicios pueden ser rastreados en la escuela, su verdadera fuente motivacional guarda relación estrecha con las primeras vivencias de gratificación y frustración a nivel familiar y social; experiencias que están mediadas por la calidad y la forma de comunicación con otros y con lo otro, la vivencia afectiva que enmarcó la adquisición de lenguaje, y el apuntalamiento de acciones de prosocialidad que constituyen repertorios del hablar y del hacer
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en el acto interaccional. Dicho esto, el Bullying opera a través de registros psicosociales y dispositivos de acción individual y colectiva enmarcados en el plano de lo real, lo simbólico y lo imaginario, lo que indica a su vez la presencia de conflictos con relación a los momentos de frustración, privación y castración en los actores sociales implicados, que modifican correlativamente la vivencia de lo público y lo privado, de lo sano y lo enfermo, generando nuevas formas de relación con sus pares y complejidades de la acción a nivel sociocultural. De acuerdo con esto, el Bullying en Colombia es un fenómeno que no puede ser analizado bajo una dinámica unilateral, toda vez que sus particularidades devienen de la dinámica de los grupos observadores, actores agresivos y víctimas implicadas, así como de aspectos de interinfluencia socio familiar y deficiencias en las aplicaciones institucionales de los programas de prevención, intervención y control que hacen de este fenómeno un problema de salud pública que impacta la vida, el emocionar y la estabilidad biopsicosocial de las niñas, niños y adolescentes. Es importante resaltar que muchos adolescentes colombianos presentan condiciones particulares de crianza y desarrollo social, que influyen de manera directa en las habilidades que tienen para abandonar o confrontar conflictos, resolverlos creativamente y generar mejores opciones de respuesta ante la frustración y el estrés. Dichos elementos parten de configuraciones familiares cuyas vinculaciones a nivel intrafamiliar, con relación a la red comunitaria que conforma el tejido social, vínculos, tradiciones, pautas de crianza, imaginarios y representaciones sociales, etc., reproducen al interior del sistema familiar las condiciones de estrés y de violencia propias del entorno en el que se desarrollan sus prácticas. Por tanto, es propicio analizar el Bullying desde un escenario complejo, bajo una perspectiva crítica-social, en el que dicha aproximación incluya factores como la asimilación, evasión o rechazo de la condición humana descendiente de la experiencia de ser agredido o agresor, la afectación diacrónica de las
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constelaciones familiares y los sistemas de comunicación adjuntos a las dinámicas exo e intrafamiliar, la particularidad de las experiencias agresivas en los actores implicados, las consecuencias biopsicosociales actuales y futuras de las agresiones, además de los circuitos afectivos circundantes en el entramado de vinculaciones entre pares y la condición heterocíclica de las acciones de represión y control institucional, situación que posibilita el análisis de las variaciones emocionales, conductuales y comportamentales que determinan la especificidad de la trama de sucesos incorporada al fenómeno. Los adolescentes de comportamiento Bullying asimilan las condiciones de relación de su entorno familiar y social, configurando en su sistema de representación, posiciones fluctuantes a nivel de pensamiento y acción, mismas que apuntalan el imaginario social de la violencia, movilizan el magma de representaciones compartidas y producen diversas formas de reacción ante los estímulos sociales e intrapsíquicos, reacciones agresivas, pasivas, pasivo-agresivas, disociativas, permisivas, asertivas, etc. De estos elementos se generan relaciones que instauran territorios discursivos que se encajan, adhieren o se (de)construyen y resignifican en la interacción social de los actores a nivel escolar, tornándose aprensivamente operantes en el aspecto psicomotor y conceptual. En consecuencia, la condición intersubjetiva respecto al Bullying en profesores y estudiantes puede estar tan segada y defensiva, por efecto de anclajes mentales, imaginarios y apuntalamientos sociales acerca de los parámetros de violencia, que aun cuando algunas acciones no se determinen como acoso, estas tiendan a generalizarse. Lo anterior configura el modo en que cada actor social interviene activa o pasivamente en lo social, condición que proviene en gran medida de la forma como cada núcleo familiar, otorga un particular o estereotipado número de respuestas o explicaciones ante las contingencias del mundo, generando una interpretación que puede ser “sesgada” respecto a las necesidades, demandas, deseos y emergencias de los sujetos. Las respuestas y explicaciones acerca del Bullying surgen en
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función del nivel de reproducción de aprendizajes, cogniciones, emociones y tendencias de interpretación de la violencia y el conflicto, asociadas a mitologías familiares cuyo componente transgeneracional determina la potencialidad reproductiva del legado de negociación, fuga, pasividad, auto control, agresividad, dependencia o sumisión de sus miembros. Bullying y negativismo en la adolescencia Para los adolescentes, el pensar diferente, entender lo contrario y hacer lo opuesto a aquello que el mundo adulto les obliga, sugiere o dictamina, se constituye más que en una actitud desafiante a su familia, en una oportunidad de transformación del mundo que opera a través de complejos dispositivos de lenguaje y acción individual y colectiva. Estos dispositivos son en sí mismos acciones que operan en dominios intersubjetivos de pensamiento y emoción, configurando redes de conceptos y discursos, respecto al ordenamiento político de la familia, la comunidad, el estado y el mundo; posición crítica que acerca al adolescente a la universalidad de su condición biopsicosocial. Si bien dichas posiciones pueden presentar tendencias estereotípicas al repetirse en dimensiones, como por ejemplo la rebeldía, el negativismo, la tozudez, estos elementos se dinamizan de acuerdo con las coyunturas socioculturales que impactan al adolescente contemporáneo, el cual es distinto y multidiverso, tecnológico y demandante de velocidad en el sistema de relación e intercambio, situación análoga a lo esperado por ellos en la relación cibernética establecida con el mundo. En los adolescentes, el negativismo compartido, ir en contra de la norma y hacer o entender lo contrario de lo que se les pide, configura diversos modos de entender la interacción social, además de generar escenarios de conversión de la ambigüedad, a través de la incorporación de nuevos repertorios del lenguaje y la acción colectiva, en los que se fraguan afectos, demandas, identificaciones, cooperaciones, operaciones agresivas e interconexiones violentas, que desde el punto de vista
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tecnológico y social determinan las directrices de la comunicación y el lenguaje entre pares. En la percepción de muchos adolescentes de comportamiento Bullying, el acoso que aplican a otros tiene que ver con una creciente necesidad de estatus, reconocimiento y pertenencia a un grupo que admiran y que se caracteriza por ser agresivo. Por ello, el hecho de figurar ante este colectivo como “poderoso” o el “más malo”, implica cambiar el respeto por el otro y el reconocimiento de su legitimidad, por la transgresión, coacción y dominio, a través de la difusión del temor y la agresividad, aspectos que producen en estas personas una sensación de control social, además de la descarga de la tensión acumulada. Dichos elementos suelen ser más poderosos que la empatía cuando se trata de mediar los conflictos y son el indicador de notables falencias en las estructuras emocionales que determinan la respuesta de los adolescentes ante las diversas presiones y exigencias sociales. En los casos de Bullying son evidentes los dominios emocionales concretos, connotados por acciones de agresión repetitivas en su intencionalidad. Así, para el agresor, el repetir el método de acoso es tan valioso como acosar durante un periodo prolongado a la misma persona; aspecto que se modifica si el agredido responde y se defiende, cuando evade o es retirado de colegio, lo cual obliga a “crear” nuevas formas de violentar al otro, como también a “recrear” otros estilos de Bullying connotados por dominios relacionales, verbales, psicológicos, físicos o cibernéticos, de los que se documenta a través de las redes sociales, la internet, la radio, los grupos de pares, y la violencia sociopolítica adscrita a los medios masivos de comunicación. A nivel de bachillerato, las agresiones se hacen cada vez más específicas y teleológicas. Así, en las mujeres prevalecen los aspectos simbólicos derivados de la exclusión relacional y las agresiones psicológicas llevadas a cabo especialmente a través de medios tecnológicos (Ciberbullying), mientras en los hombres son comunes las agresiones físicas y verbales, sin excluir los otros tipos de modalidades que también son usados con menos
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frecuencia, pero que comportan una letalidad similar. Para los docentes y padres una actitud oposicionista y desafiante, sumada al uso de frases de violencia y cambios importantes en el patrón de conducta que se repita de forma frecuente y sea exigida bajo la necesidad innegociable de espacio e intimidad inusuales, además de que no se ajuste a los límites impuestos en el hogar, es el primer bloque indicador de acciones de asimilación, reproducción y ejecución de variadas conductas agresivas en contra del ordenamiento social, y aunque el Bullying no se reduzca a dichos elementos, es posible que una de sus manifestaciones iniciales sean acciones de “llevar siempre la idea contraria”,“hacer todo lo contrario de los que se les pide” y “estar siempre a la defensiva”, además de contar con una baja tolerancia a la frustración y la crítica, que los lleva a ser irascibles y explosivos. Ejemplo de ello es que si “pierden en un juego de video” lanzan los controles del juego contra el suelo o agreden a quien está al lado; cuando se lastiman accidentalmente, se golpean en el lugar de la lesión; ante un evento que no sale como esperan o que resulta inesperado, golpean la pared; dicen frases soeces, maltratan y torturan animales o destruyen intencionalmente varios objetos, llegando a salirse de control frecuentemente. Cabe resaltar que la actitud de oposición ante las normas del mundo adulto no necesariamente implica destrucción o respuestas agresivas, puesto que algunos adolescentes de comportamiento Bullying suelen ser muy manipuladores y muestran en su hogar una faceta “estable” o “perfil bajo” muy próximo a actitudes calculadoras, en las que planifican detalladamente las agresiones y establecen parámetros de reacción-agresión-escape y justificación para cada caso. Así, algunos colocan límites a su resistencia a ciertos estímulos que consideran insoportables: “a la tercera le pego”, “me aguanto hasta cierto punto” o “no me aguanto ninguna”. Para los agresores existe una variedad importante de estímulos que pueden ser desencadenantes como la risa de un compañero, el ver que el otro es pasivo o callado, verlo estrenar o tener algo
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nuevo, la torpeza y/o nerviosismo de otro, el que le vaya bien a alguien en un examen o el hecho de saber que esta “feliz”, son en conjunto e individualmente motivos que desatan la ira rápidamente y detonan los comportamientos agresivos. Estas atribuciones indican que usualmente este tipo de niños y adolescentes ubican externamente tanto el estímulo como la motivación para la agresión, con lo que justifican sus actos a través de la existencia de “ciertas actitudes” de otros. Por ello, muchos suelen afirmar que “ no le hubiera pegado si él no fuera así”, frase común cuando el agresor se excusa ante los adultos.
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Segunda parte Características y tipologías de bullying
51 La violencia entre adolescentes escolares se define a partir de aquellas conductas agresivas de carácter repetido y frecuente en el tiempo, que deben estar dirigidas a dañar a alguien que no puede defenderse o salir de la situación con facilidad (Olweus, 1993, 1998), lo cual indica que en una relación de desigualdad física, psicológica, mental o relacional el Bullying emerge como resultante de notables fallas en los procesos pedagógicos instaurados desde el hogar, mismos que son apuntalados en otros espacios de socialización secundaria. El acoso no es un fenómeno exclusivo de los adolescentes porque implica el abuso de uno y la sumisión o agresión de otro u otros en ámbitos educativos diversos, donde las agresiones asumen particularidades de acuerdo con los
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contextos. Es preciso mencionar que a menudo el Bullying puede ser encubierto e invisibilizado por los padres de familia y docentes, quienes interpretan muchas agresiones entre estudiantes como parte de la relación de poder propia del desarrollo biopsicosocial de los niños y niñas. El encubrimiento tiene que ver en los agresores con una escala de valores fragmentada y la escasa interiorización de la norma del hogar, lo cual los torna igualmente desafiantes en la escuela y por fuera de ella. De esta manera, muchos agresores crecen en ambientes que limitan sus elecciones y a cambio de ello se resaltan dudas, ambivalencias y agresiones, lo cual conlleva a que no interioricen la ley adecuadamente, tornando sus acciones cada vez más imprecisas e insuficientes de “tacto social”; como consecuencia suelen elegir aquello que responde a sus necesidades afectivas, antes que, al bienestar común, manipulando a los adultos de acuerdo con sus beneficios. Grosso modo, en el bachillerato, el Bullying es en gran medida la expresión de una creciente necesidad de reconocimiento, participación y estatus, derivada del anclaje que tienen los sujetos a relaciones cada vez más ambivalentes y conflictivo en el plano emocional y afectivo. 52
Intensidad, cronicidad y tipos de respuesta Para el caso del Bullying se hace necesario replantear las fuentes de poder implicadas en dos sentidos: 1) intensidadfrecuencia de la agresión, agresores, y 2) resistencia-pasiva/activa ante la agresión, agredidos; es decir, discriminar características específicas de respuesta en ambos actores sociales del conflicto, escenario en el que pueden ser incluidos los observadores que participan directa e indirectamente de ambos modos de implicación violenta. Para los agresores las fuentes de poder toman más la forma de recursos disponibles de su entorno y responden a acciones individuales apoyadas en algunas ocasiones por un grupo que los sigue a modo de séquito y tribunal de enjuiciamiento compuesto por otros agresores y por observadores activos,
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que alientan la agresión, y pasivos, que observan y no participan directamente. Dichas acciones se encuentran articuladas a necesidades emocionales de los actores implicados, tales como necesidad de pertenencia, inclusión, reconocimiento y legitimidad que en su naturaleza conflictiva provienen de contextos familiares, comunitarios y sociales. La intensidad y frecuencia de agresiones sobre las víctimas depende en gran medida de la articulación de una o varias de las siguientes razones: la capacidad de respuesta pasiva, sumisión, o activa, agresión, de la víctima; la vulnerabilidad proyectada en los contextos de socialización, la falta de grupos de apoyo, la tendencia a evadir conflictos y la compañía de otros; es decir, de autoaislamiento, la falta de identificación de las alertas tempranas en las instituciones educativas entre otros. Asimismo, en los agredidos la resistencia es una forma de tener control; por tanto, la sumisión es una vía de negociación de poder activo-pasivo, con lo que se evita que el daño sea mayor a un coste muy alto: la humillación y la pérdida de una imagen de fortaleza física y robustez psicosocial ante el entorno escolar. Por su parte, los observadores toman de las fuentes de poder el prestigio del agresor o la incertidumbre del agredido, lo que dependerá del grado de apatía o de simpatía con ambos, por lo que la observancia de escenas de agresión puede desembocar en alianzas defensivas con el agredido, la defensa del mismo, acciones preventivas, solidaridades, así como arengas a favor de la situación agresiva, alianzas con el agresor, agresiones anexas en contra del agredido que es asumido como invalidado, poco fuerte o sumiso en todos los sentidos. Motivos desencadenantes Respecto a los agresores es útil mencionar que cuando estos no terminan sus acciones agresivas, ya sea porque fueron interrumpidos, castigados o porque la víctima escapó, suelen engancharse al conflicto y buscan a toda costa cualquier medio para concretar la agresión, lo que implica violentar a sus víctimas en espacios abiertos o lugares públicos como la salida del
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colegio, centros comerciales, parques, pasillos, etc. Un hecho importante es que gran parte de las agresiones comienza desde los primeros cursos de educación básica primaria, cuarto y quinto grado, y son regularmente verbales, de tipo relacional, o de exclusión, especialmente en contra de las niñas. Tiempo después, se generan rivalidades entre géneros y se especifican las víctimas, mismas que pueden continuar siendo agredidas una vez ingresan al bachillerato a través de violencia física, verbal, relacional y cibernética-virtual. Se debe precisar que una buena parte de problemas y trastornos del aprendizaje en muchas personas que fueron víctima de Bullying, se asientan en experiencias de acoso o intimidación que dejaron secuelas permanentes, generando en ocasiones actitudes fóbicas y resistencias a establecer nuevos contactos, dado que a menudo el mínimo atisbo de agresión en otro escenario y la aprehensión ante un posible ataque, producen el mismo temor que el evidenciado en el pasado, incluso en ausencia de un peligro real o evidente, situación que reviste una importancia notable al momento de comprender el comportamiento retraído, aislado, desinteresado o ausente de muchos niños con problemas académicos y/o de muchos adolescentes y jóvenes que presentan u historial de fracasos académicos frecuentes. En el bachillerato, la felicidad, el estatus, las buenas notas o la “lentitud” del otro, puede motivar la agresión, en este espacio es muy común el señalamiento respecto a la homosexualidad. Así, muchos adolescentes son acusados de “gais o lesbianas”, lo que motiva la exclusión, las burlas, el señalamiento y una serie de acciones de agresión psicológica que debilitan la autoestima y generan diversas reacciones psicopatológicas en las víctimas. Tipos de Bullying En el estudio de la agresión escolar se distinguen cuatro tipos de Bullying: relacional, físico, verbal psicológico y ciberbullying, a los cuales debe sumarse el que reviste un enfoque homofóbico, en el cual una persona es acosada debido a su condición/elección
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sexual, aspecto que es más reacio y frecuente cuando se trata de hombres homosexuales. Muchos agresores utilizan diversos medios y estrategias para agredir al otro; sin embargo, existe una tendencia a implementar un tipo de agresión más que otras, lo cual genera un estilo de agresión específico. Entre los varones, priman las agresiones físicas, a las que se suman amenazas y descalificaciones, mientras en las mujeres prevalece el Bullying relacional y el ciberbullying, dado que en raras ocasiones se enfrentan físicamente. Sin embargo, existen casos de agresión física entre mujeres, las cuales suelen darse en torno a la búsqueda de legitimidad del poder ante agresores hombres de los cuales requieren aprobación, como medida de legitimidad ante el grupo o a modo de “precedente” ante posibles agresoras. El Bullying y sus tipologías emergen de acuerdo con las posibilidades de agresión del agresor, y se consolidan en función del efecto que tienen en las víctimas y observadores, De esta manera, un agresor puede contemplar la idea de probar varios tipos de métodos hasta encontrar aquel que hace más daño a su víctima y que impacta negativamente a los observadores al infundirles temor respeto. Bullying relacional La agresión relacional, también llamada “agresión encubierta”, o Bullying relacional, se tipifica como todo ataque cuyo objetivo primordial es afectar la interrelación y desarrollo intrapersonal de la víctima, perturbando de forma permanente su posición social en un grupo determinado (McGrath, 2006; Underwood, 2003) este tipo de intimidación emerge inicialmente como parte de las interacciones entre pares y luego se consolida como una conducta de acoso, una vez los agresores han identificado debilidades en las habilidades sociales de las víctimas reales o potenciales. Puede emerger en diferentes escenarios y no solamente en la escuela; se presenta en la niñez y la adolescencia, siendo frecuente también a edades cada vez más tempranas, usualmente en los primeros años de escolaridad (Crick & Grotpeter, 1995).
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El Bullying relacional es común entre los adolescentes especialmente en mujeres y niñas (Downey, Lebolt, Rincon, & Freitas, 1998; Crick & Dodge, 1994) Entre las características típicas de este tipo de acoso se encuentran: separar o ignorar a otros de actividades sociales de los que pueden participar; por ejemplo, invitar a todos a una reunión menos a la víctima, sacarla de los grupos de trabajo en el colegio, retirarse cuando se acerca o cuando pasa, perjudicar su imagen frente a otros a través de chismes y calumnias, entorpecer, ignorar o conspirar para que sus amistades se alejen, entre otros aspectos (McGrath, 2006). El objetivo principal del acoso es herir de modo permanente la vida emocional y social de la víctima, intentando controlar la capacidad que esta tiene para relacionarse con otros; es decir, impidiendo que se relacione y que conserve un clima positivo y de aceptación social por parte de sus compañeros (Crick & Dodge, 1994). La manipulación de las relaciones de la víctima tiene como efecto un temor permanente a entrar en contacto con otros, lo cual deteriora sus habilidades sociales, además de obligarlos a profundizar más en los contactos que a extenderlos. La mayoría de agresiones relacionales se refuerzan a través de mensajes de textos, chats y redes sociales, en cuyo caso los efectos psicológicos son más nocivos para las víctimas. Las niñas suelen manifestar más respuestas de agresión relacional ante provocaciones y desafíos. Así, muchas agresoras relacionales fueron antes víctimas de este tipo de intimidación, de modo que su respuesta se construye sobre el principio de retaliación, a diferencia de los hombres quienes suelen ser más físicos y verbales en cuanto modalidades de acoso (Crick & Grotpete, 1995). Cabe anotar que en educación primaria prevalecen las bromas y humillaciones públicas para descalificar a otros compañeros, como la principal agresión entre estudiantes. Cuando estas persisten e intensifican su cronicidad, muchas de ellas toman la forma de Bullying verbal y relacional. Entre los temas implicados en dichas bromas se encuentran las diferencias
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socioeconómicas, limitaciones físicas, exposición al ridículo por descontrol de esfínteres, e incluso por la cercanía de padres, aspectos que a menudo son fuente de burla y crítica. Como consecuencia, algunos agresores suelen llamar públicamente “bebés, niñitas, nenas o nenes” a uno o varios compañeros con la finalidad de aminorarlos y generar temor en ellos, posteriormente viene la agresión física y/o la humillación pública. Bullying verbal Según lo expone McGrath, (2006) el Bullying verbal implica la manipulación de recursos lingüísticos, simbólicos e instrumentales para generar un impacto emocional que aminore la capacidad de respuesta de la víctima, y con ello revele su debilidad o dificultades de forma pública, de modo que otros (observadores) puedan identificar el poder físico y social del agresor, al tiempo que la vulnerabilidad de la víctima. La violencia verbal puede ser más dañina que la física, ya que en la mayoría de contextos y encuentros escolares tiende a ser implementada para deformar la imagen social del agredido, y con ello promover que otros estudiantes se pongan en su contra, lo eviten y aíslen. La cercanía de este tipo de Bullying con el relacional es innegable, puesto que el verbal es coadyuvante del relacional cuando se enfoca en el lenguaje verbal directo, y también si a través del lenguaje no-verbal tiende a vulnerar la dignidad de otro estudiante. Todo ello se logra cuando se exponen ideas descalificadoras que, a menudo, suelen acompañarse de imágenes distorsionadas y negativas de la víctima, aun cuando este no ha dicho o hecho algo en contra del victimario. Asimismo, en muchas ocasiones al agresor no le interesa la respuesta de la víctima, dado que cualquier respuesta en su defensa por pequeña que esta pueda ser es manipulada para generar al rechazo de otros, el cual se constituye en el objetivo principal del Bullying Verbal-psicológico. Por tal motivo, el victimario tiende a administrar la reputación de la víctima afectando negativamente su imagen social, además de tornar proclives a otros a que también la agredan, mismos
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que se vinculan al grupo de acoso de forma rápida, al distinguir que de ello “ganan” en cierta medida del respeto o prestigio del agresor. Para Garaigordobil & Oñederra, (2008) este tipo agresión se caracteriza por una frecuencia elevada de insultos, burlas, calumnias, chismes, acusaciones y acciones de desprestigio realizadas por el agresor a nivel individual y grupal.Al respecto, Schmill (2014) en su modelo Socio-Ecológico, señala que este tipo de Bullying consiste en realizar constantes amenazas de manera holística; es decir, generalizada. En ella, se implementan a veces herramientas corto-punzantes que sirven como arma intimidadora, que acompaña las palabras y frases agresivas en contra de la integridad de otra persona. Así mismo, se pueden presentar calumnias, exposición pública de temas confidenciales y ridiculización con sobrenombres o debilidades. En consecuencia, se deteriora la reputación social del agredido, no solo a nivel oral, sino también a través de escritos como cartas, pasquines, panfletos o ensayos críticos sobre una persona determinada, que pueden ser colocados en el “muro” de las redes sociales y en las paredes en sitios visibles para otros, lo cual genera grandes daños a nivel emocional y social.Asimismo, ingresa en esta categoría el hecho de burlarse públicamente de alguna discapacidad física o mental a través de grafitis, dibujos o notas que pasan de mano en mano, así como críticas respecto a la familia origen, burlas acerca del nivel socioeconómico de la víctima, familiares y amigos, entre otras descalificaciones cuyo objetivo es dañar la integridad biopsicosocial de las personas. De igual manera, Bullying verbal es uno de los tipos de acoso frecuentes en las instituciones educativas (Chaux, Bustamante, Castellanos, Chaparro, & Jiménez, 2009, citados por Chaux, y otros, 2008), ya que por medio de él se llevan a cabo insultos verbales, menosprecios y humillaciones públicas, además de descalificaciones en los diversos espacios de interacción entre pares que brinda el colegio. En este tipo de abuso los agresores se enfocan en resaltar defectos físicos, problemas emocionales y sociales, vulnerabilidades, cognitivas o socio familiares, y
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también suelen poner sobrenombres degradantes a través de mensajes de texto, escritos en paredes, cuadernos, pupitres, grupos de chats, y en los baños, así como también a través de llamadas telefónicas agresivas cargadas de improperios, groserías y amenazas. Por ultimo pueden también divulgar rumores o chismes falsos en contra del agredido. Según el National Parents Council Primary (s.f.) el Bullying verbal se caracteriza por “persistentes sobrenombres dirigidos a los mismos individuos, con daños, insultos y humillaciones” (p. 1). Estos eventos desencadenan rumores o chismes que suceden a espaldas de la víctima.Asimismo, a los sobrenombres se suelen agregar golpes e intimidaciones, además de amenazas verbales y escritas, que ponen en peligro la vida de los estudiantes dado el nivel de estrés que generan en personas y grupos. Se debe tomar en cuenta que esta modalidad de agresión asume una característica socio grupal dado que los insultos y descalificaciones tienen un mayor efecto cuando se realizan e púbico y en espacios abiertos donde la víctima se siente más desprotegida y abandonada por otros (Salmivalli, Huttunen, & Lagerspetz, 1977; Salmivalli & Isaacs, 2005). Entre las características que permiten identificar este tipo de Bullying se encuentran la burla satírica, mal intencionada, constante y molesta hacia otros, hacer bromas desagradables, decir mentiras de una persona e inventar rumores, hablar a sus espaldas, decir cosas desagradables de otros compañeros con la intensión de descalificarlos, llamar a uno o varios compañeros con sobrenombres que le molestan, amenazar con golpearlos o molestarlos insistentemente, realizar llamadas desagradables, entre otros. Bullying psicológico Este tipo de Bullying se caracteriza por minimizar la autoestima y provocar una elevada inseguridad en la persona, trayendo consigo el miedo al enfrentarse en cualquier situación de la realidad cotidiana de un individuo (Garaigordobil & Oñederra, 2008) Es preciso mencionar que el maltrato
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psicológico se encuentra presente en todas las formas de acoso, de modo que todos los tipos de Bullying tienen efectos psicológicos, lo que no significa que todas sean acoso psicológico de forma específica. Es así que este tipo de acoso aparece cuando los daños al otro incluyen una intencionalidad destructiva que busca el daño emocional permanente, por sobre otras intenciones. Esta modalidad de acoso suele combinarse con otras formas de maltrato y más que un elemento sobreañadido es la base de toda teleología del maltrato. Cabe mencionar que en este tipo de Bullying ingresan todas aquellas expresiones corporales connotadas como agresivas e intimidantes, como los gestos ofensivos de desaprobación, hostigamientos emocionales o actitudes de desprecio y descalificación cómo ignorar la presencia del otro, levantarse cuando se acerca, emitir sonidos agresivos cuando el otro se acerca, etc., juegan un papel importante como hacer amenazas repetitivas o exigir al infante a cometer algún tipo de acción con la que no esté de acuerdo o clausurarlo de su grupo de pares. Sin embargo, cuando se ve atacada la autoestima del individuo se fomentan una gran sensación de temor, inseguridad, aislamiento, dolor, lo que posiblemente podría desencadenar en un desconsuelo que interfiere en su desarrollo social y emocional (Avilés, 2009) A razón de que aparece adjunto a otras formas de agresión escolar, este tipo de Bullying es uno de más complejos para identificar, debido a que suele presentarse bajo la forma de actitudes y gestos de agresión, amenazas verbales, y/o exclusión, especialmente en momentos y situaciones sociales en las cuales las víctimas se sienten acorraladas o expuestas, lo cual limita su capacidad de respuesta ante los gestos, palabras o conductas de desprecio. En este tipo de Bullying el agresor oculta su identidad y suele resguardarse en otros “seguidores” buscando el momento en que la víctima se encuentre más vulnerable o desprotegida para agredirlo psicológicamente. La finalidad simbólica del daño es causar una herida permanente en la víctima, miedo que se ve sostenido sobre el temor anticipatorio; es decir, la reacción de
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temor, incluso sin la presencia del agresor o de las agresiones. Es preciso señalar que a menudo los victimarios incrementan sus acciones agresivas en la presencia de adultos, con la finalidad de demostrar a la víctima que se tiene cierto poder sobre los adultos, o que éstos de forma directa o indirecta aprueban su conducta, situación que eleva la vulnerabilidad de la víctima, quien se siente más vulnerable a razón de percibir una baja protección en su entorno. El Bullying psicológico se asemeja al relacional. La diferencia se encuentra en la especificidad de las intenciones, dado que en este último prima la ruptura de las relaciones de la víctima a través de actos de anulación sistemática de su integridad, situación que es común en espacios abiertos de encuentro entre pares; mientras que en el primero, son prevalentes las descalificaciones gesticulares, corporales y simbólicas a través de las cuales se buscan impactos psicológicos precisos, tales como hacer que se sienta mal, provocar llanto y terror permanente, generar en la víctima un estado alterado de conciencia, que a menudo puede desembocar en ideas suicidas, trastornos mentales y problemas de ajuste psicosocial permanentes. Bullying físico Es aquel que se realiza de forma intencionada para causar daño físico-corporal contra el cuerpo de otro a través de empujones, golpes, mordiscos, hematomas, rasguños y que a menudo genera consecuencias graves a nivel físico, tales como heridas, fisuras, fracturas, daños irreparables para el cuerpo e incluso la muerte (Garaigordobil & Oñederra, 2008).Asimismo, se incluyen en esta conducta el ahorcar, golpear, arrojar objetos o utilizar cualquier arma u objeto contundente hacia otro. Cabe señalar que esta modalidad de Bullying en prevalente en hombres, aunque en la actualidad existe una evidencia fuerte de participación de mujeres en riñas y conductas de acoso físico. Es dable mencionar que este tipo de Bullying es frecuente en básica primaria y secundaria; en él, los agresores buscan dejar
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huellas corporales o cicatrices permanentes en los afectados. Cabe resaltar que las agresiones pueden ser más nocivas de acuerdo con variables como edad, estatus en el grupo y grado de desarrollo físico, social, cognitivo y emocional, aspectos que pueden tornarlas más directivas y peligrosas (Andrade, et al, 2011) Otras acciones involucradas en este tipo de agresión son tomar los implementos de otra persona y esconderlos, no devolver lo que le quitan al otro y pegarlo si se reclaman, rozar y chocar con sus pares a razón de su agresividad permanente y su deseo de romper las normas, y por verse involucrados en conductas de mordeduras, pellizcos, rasguños, golpes e intimidaciones, todo ello con la finalidad de iniciar algún tipo de conflicto y prolongar sus efectos personales y colectivos, a veces motivados por el aburrimiento o por el deseo de descargar frustraciones personales (Salmivalli C. , Lagerspetz, Björkqvist, Österman, & Kaukiainen, 1996)
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Ciberbullying y Grooming El concepto de Ciberbullying fue utilizado por primera vez por el canadiense Bill Belsey para referirse a conducta de acoso a través de las redes sociales y otros medios tecnológicos. El mismo autor acuño términos como “Ciberacoso” para referirse al acoso electrónico; el e-acoso para destacar la intimidación a través del e-mail; el acoso-sms, con el uso de mensajes de texto; el “network mobbing”, o acoso por medio de las redes sociales; además de categorías como “acoso móvil” realizado a través de celulares, “acoso en línea” implementado cuando se intimida por medio de chats, blogs u otros escenarios virtuales de comunicación en línea; el “acoso digital” para referirse al uso de archivos digitales en las prácticas de acoso; y el “acoso por internet” para destacar cualquier conducta de acoso dada a través de la internet. En este aspecto, resulta importante mencionar que el uso inapropiado de las tecnologías de la información y de la comunicación (TIC), puede incrementar gravemente el número de casos de ciberacoso, dado el elevado
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grado de anonimato que permite a los agresores, y la rapidez de divulgación de la información. De esta manera, las fuentes de información como el internet, el teléfono móvil, los computadores, tabletas y demás aparatos tecnológicos que amplían las posibilidades globales de comunicación, se constituyen también en herramientas que a menudo facilitan las agresiones, y en particular la intimidación entre pares. El Ciberbullying es llevado a cabo regularmente a través de las redes sociales y tiene como comportamiento base difundir información sobre otra persona con el fin de descalificarlo, anular su vida social y causar un impacto negativo permanente en la comunidad virtual y real.Así, lo que el agresor en realidad busca es que la información negativa que difunde se convierta en “viral” para así desacreditar su vida y afectar su estabilidad psicosocial. Otras acciones vinculadas al Ciberbullying son la suplantación de identidad de otro con el objetivo de generar y difundir mensajes bajo el nombre de la persona acosada, sin que esta sepa que se escribe eso de sí, motivo por el cual crean falsos perfiles en las redes sociales, suben información inapropiada o falsa, como fotos, mensajes, perfiles, gustos, vida privada, etc., crean nuevos blogs, chats, o e-mails para comunicarse con extraños y conocidos, lo cual genera riesgos para las víctimas, quienes pueden ser parte de extorsiones, estafas e intimidaciones de otros, Sexting y Ciberestafa. El acosador también desprestigia a su víctima usando la internet para divulgar videos o imágenes, a menudo editadas, que se envían a través de teléfonos celulares o creando grupos de desprestigio a través de chats (Avilés, 2009) En este tipo de conducta cibernética de acoso también se incluyen insultos, falsos testimonios, amenazas, exageraciones, improperios, rumores, calumnias y otras formas de intimidación a través de redes sociales, cuya condición masiva y a menudo anónima suele tener un impacto negativo en las víctimas, quienes sufren porque su nombre, identidad o secretos se encuentran “ventilados” de forma global.
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Así, entre más capacidad de divulgación tenga la red, mayor será la condición de sufrimiento de la víctima, la cual puede tomar decisiones inapropiadas cuando percibe que los factores de riesgo son mayores que los mecanismos protectores en el hogar y en su entorno de desarrollo. La conducta de acoso es deliberada, repetida y hostil; además, rápida, viral, global y de fácil implementación. Para Bill Belsey (2005) las víctimas se ven muy amenazadas y suelen no contarle a sus padres, lo cual aumenta el conflicto interno, posterga las soluciones y eleva su incomodidad emocional haciéndola permanente, factor que contrasta con el criterio de relatividad de los mensajes, dado que en cualquier momento puede emerger uno de acoso, haciendo que la víctima esté intranquilo dado el elevado nivel de expectativa que ello le genera. Entre las causas de este tipo de conducta se encuentra principalmente la necesidad de explorar nuevas fuentes de comunicación que se deterioran cuando no existe una supervisión adecuada de los adultos; la demanda de pertenencia social en ausencia de una red real de personas lo cual puede ser elevado en niños y adolescentes con déficit de habilidades sociales; el fácil acceso que se tiene a la redes y sus contenidos; la búsqueda de nuevas formas de agresión que permitan al agresor “camuflarse” y ocultar su identidad; el escaso filtro sobre la información respecto a contenidos sexuales, violentos o de riesgo; el haber experimentado alguna forma de acoso, lo cual motiva a buscar retaliación y anonimato con el fin de evitar una agresión real, fenómeno que puede ser llamado “acosador – acosado”; la existencia de “nativos digitales” es decir, de niños, niñas y adolescentes dependientes del internet para todas sus actividades y decisiones y la idea, curiosidad y/o necesidad de generar alguna forma de agresión, con el fin de obtener poder y reafirmación social de un grupo pequeño de adeptos o cómplices-seguidores, de los cuales se busca aprobación y reconocimiento permanente. Por su parte, el Grooming, es el acoso ejecutado por un adulto a través de acciones realizadas deliberadamente para establecer
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una relación inapropiada y control emocional sobre un niño, niña o adolescente. Grosso modo se catalogan como situaciones de acoso con un contenido sexual explícito o implícito, en el cual el acosador es un adulto y existe una intención sexual. Esta intencionalidad es manifiesta a través de las redes sociales, los mensajes etc. La intención del adulto es encontrarse con el menor y tener contacto físico. Modalidades de Bullying de acuerdo con el género Respecto a las modalidades prevalentes por género, el Bullying relacional y psicológico presenta una tendencia mayor en el género femenino, mientras en el masculino suele exteriorizarse con mayor frecuencia el Bullying verbal y físico, casi siempre observable a través de acciones como, tomar las cosas de otros compañeros, esconderlas, dañarlas o alejarlas de ellos, tropezar intencionalmente con alguien para buscar motivos de pelea, actitud paranoide o “en guardia”, empujones, halar partes del cuerpo, ropa, maletín, accesorios o el cabello, patear, pellizcar, arañar, abofetear o golpear a otro sin razón, casi siempre en espera de que la persona responda o “revire”, el cual es el neologismo que referencia el acto de dar vuelta o de “volver a mirar”, acción que desata en el agresor la idea de la legitimidad de la agresión, misma que se convierte en el único vehículo comunicacional. Respecto al Bullying verbal son frecuentes las conductas de burla despectiva, los apodos y muletillas a los cuales se les agrega un dejo de sarcasmo y futilidad, los señalamientos desagradables y displacenteros respecto a un defecto físico, una debilidad o un acontecimiento en el que la persona fue ridiculizada en el pasado. Asimismo, aparecen asociados el hecho de inventar calumnias o mentiras de la persona que se agrede, las amenazas de “palizas o golpizas”, el difundir rumores desagradables sobre alguien y el anular la participación oral en el salón de clases como en otros espacios. El Bullying verbal puede presentarse en estudiantes destacados que obtienen poder y estatus de su buen rendimiento
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académico, pero que anulan o humillan a otros en función de los problemas de aprendizaje que estos presentan. Este tipo de agresión ha sido poco estudiada, aunque se debe estar alerta respecto al hecho de catalogar toda agresión, competencia o evento asimétrico en la relación entre pares como Bullying. Cabe mencionar que el Bullying no es de uso exclusivo del género masculino, ya que paulatinamente se ha posicionado en el ámbito femenino, el cual para agredir y acosar a otros presenta un uso mayor de las redes sociales y de otros medios electrónicos (Ciberbullying), especialmente de los mensajes de celular, vídeos en la web, chats y grupos de difamación en los celulares o en las páginas de redes sociales, crear páginas web de desprestigio social, montar encuestas on line para acosar y desprestigiar a alguien a través de “votos”, entre otros. Cabe mencionar que estos medios para agredir son usados por ambos géneros en la modalidad de Ciberbullying, aunque su tendencia es mayor entre el género femenino. Por ello, aunque socioculturalmente se piense erróneamente que la agresión escolar se concentra en los varones, el Bullying femenino de corte Cibernético puede resultar incluso más letal para un adolescente, porque su poder de divulgación social, hace de la agresión virtual una realidad letal, cuyos efectos a la estabilidad psicosocial aumentan la vulnerabilidad de las víctimas. Se debe resaltar que las agresiones en las mujeres suelen ser menos visibles, en gran medida por un plus innecesario de tolerancia e imaginarios sociales adscritos a roles históricamente definidos, pero sofisticadamente dinámicos y mudables, por parte de la comunidad, la familia y el colectivo socioeducativo. Dichos elementos reproducen ideas clásicas de la mujer como pasiva, no agresiva, serena y receptiva, lo cual en la actualidad representa una exclusión de la diversidad caracterológica y temperamental de cada género. Grosso modo, la tendencia a la elegir medios cada vez más simbólicos y virtuales para ejecutar el acoso virtual, hace de las agresiones actos pseudo invisibles en el aula o en otros espacios, factor que dificulta su identificación temprana, al
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tiempo que limita las posibilidades de la víctima para evitar estas acción es o defenderse contra ellas, pues cuando intenta hacerlo la información ya circula por las redes sociales y su reputación e intimidad ya se encuentra en detrimento por efecto del daño moral recibido. Muchos agresores replican las agresiones que circulan por la web interiorizando la idea de que es posible obtener reconocimiento entre más se divulguen sus “hazañas violentas”; de igual manera, muchos de los vídeos que circulan por la red imprimen en los estudiantes, la ansiedad necesaria para movilizarse hacia la supresión de su pasividad interna, respecto al estado emocional que los invade, dicho esto la connotación violenta de las relaciones del agresor, se ve reforzada por los Mass Media y la saturación cada vez más elevada de series, revistas y novelas que imprimen a los adolescentes el ideal de un poder alcanzable a través del ejercicio de la fuerza, la manipulación y los bienes materiales; es decir, un territorio ideal en el que la subjetividad recrea acciones de satisfacción mental, que actúan como paliativo ante la necesidad de pertenecer a un mundo cada vez más virtual.
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Tercera parte. Perfil de los actores sociales y papel de la familia
69 Aproximación al perfil del agresor Muchos de ellos exhiben una considerable capacidad para expresar su inconformismo socio familiar y pedagógico ante su núcleo de pares e incluso delante de sus maestros, llegando a transformar la frustración interna en justificaciones constantes acerca de la agresión, lo cual connota un rasgo primario de anulación retroactiva de la culpa, mismo que se constituye en el síntoma principal del desarrollo del trastorno disocial y, a futuro, de conductas psicopáticas. Los agresores están la mayor parte del tiempo inconformes con lo que tienen afectiva, social y materialmente hablando, y a menudo desean el bienestar o el estatus de otros, usando la
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violencia como vía de anulación de la felicidad externa, la cual es negada en sí mismos, o como castigo de la no-participación o la no-idolatría respecto a ellos, especialmente cuando las víctimas lo evaden o no rinden el “culto al héroe”. A nivel del hogar pueden mostrarse receptivos a las críticas y contar con una sobrecarga emocional importante, que puede ser anulada por un núcleo familiar agresivo, violento y evasivo que presenta escasas habilidades de contención y procesamiento de la angustia. Los agresores exhiben un contacto social dominante, connotado por el uso de la fuerza “primitivismo”, agresión verbal, mayor en los hombres, y “astucia” para la planificación de agresiones simbólicas, frecuente en las mujeres. Estos comportamientos pueden ser visibles en la relación con sus hermanos y otros grupos de pares, y aunque no es una regla básica que el agresor agreda en otros espacios, sí es frecuente que los actos de violencia se repliquen en nuevos escenarios de relación, con una escala menor de impacto que gradualmente se eleva, en la medida que el agresor se apodera de territorios simbólicos y materiales de la relación con otros. En los adolescentes de comportamiento Bullying priman los siguientes aspectos psicoafectivos: ira, deseo de venganza o de “retaliación contingente”, inconformidad, sensación de vaciado “siente que algo le han quitado”, rabia no-funcional, baja tolerancia a la crítica, baja tolerancia a la frustración, sensación de independencia, y de que “muchas cosas del mundo adulto dependen de ellos”, sentimientos de culpa reprimidos, idea de que “son necesarios” para que la escuela funcione mejor, egocentrismo, entre otros. En el aspecto psicológico se encuentra en ellos una necesidad de dependencia frustrada, situación que proviene de un “recorte” o la discontinuidad en los nutrientes afectivos en etapas de desarrollo preescolares, que se mantienen hasta las primeras emergencias de las conductas agresivas en el escenario educativo. La necesidad de depender es tramitada con la ayuda de los padres, a través de actitudes y enseñanzas direccionadas a la resolución de conflictos, la toma de decisiones, la inclusión
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adecuada de otros hermanos o “normo funcionalidad de la fratría”, y la ruptura de la unidad simbiótica derivada de la relación de cercanía con los padres. Cabe mencionar que para el niño resulta crucial el modo como dependen de los padres al inicio de su vida y la forma como se separan de ellos a través el proceso de escolarización, aspecto que los marca por el resto de su vida, y aunque no determina de forma específica un destino de agresiones, sí estructura de forma primitiva el modo con el que los niños, niñas y adolescentes se relacionan con muchos de sus objetos de amor. Un adolescente con necesidad de dependencia frustrada, encontrará válido el hecho de contar con una actitud de coerción, con las cuales se apropia de los sujetos a través del dominio de sus particularidades o atributos, a fin de anularlos, dominar su voluntad, someterlos a sus deseos, ridiculizarlos en público o para dejar en ellos “una marca”, aspecto asociado a su enorme necesidad de trascendencia social. Entre los elementos mantenedores del Bullying en adolescentes colombianos se encuentra la falta de articulación de acciones colectivas transdisciplinarias, con las que se logre integrar a los niños, niñas y adolescentes de comportamientos agresivos a nuevos entornos educativos donde no sean juzgados por su historial de agresiones o, en su defecto, para reintegrar al sujeto al grupo sin articular a las acciones institucionales y familiares un modelo castrense operante expulsión, castigo, deprivación afectiva, etc., a través de circuitos de represiónanulación-amenaza-expulsión del agresor. Otros factores asociados son el poseer un legado generacional de malos tratos en el hogar y en la escuela, ejemplo de ello es el hecho de contar con hermanos o familiares que fueron agredidos o agresores en la escuela/colegio, lo que promueve en los agresores el mantenimiento del legado como atributo de dominio y reconocimiento social, y en los agredidos la aprehensión y el temor anticipatorio que dificulta su proceso adaptativo en la institución educativa.
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Además de esto, otros elementos asociados son el participar de grupos “autistas” o vertidos en sus mismos, con una cohesión interna diluyente de la prosocialidad y la empatía, sentir y creer que se tiene el “deber” de ser agresivo porque “así es como se sobrevive en el medio en el que se vive”, el contar con una relación diádica excluyente fruto del señalamiento negativo y la elevada rigidez familiar respecto a los patrones de crianza. Para muchos agresores el contar con un repertorio conductual de experiencias en las que se obtuvo una “ganancia afectiva de reconocimiento y estatus” a través de los malos tratos, constituye el basamento de legitimidad de sus conductas agresivas, por lo que un modelado “en violencia” producto de crecer con padres agresivos puede ser letal para el desarrollo biopsicosocial de los niños, niñas y adolescentes implicados en este tipo de conductas. Asimismo, influyen la desvitalización del rol de madre, ya sea porque se encuentra ausente o porque no cohesiona a los miembros familiares en torno a un objetivo grupal de apoyo y satisfacciones afectivas, como también la identificación con agresores o con una parte del comportamiento agresivo de estos, del cual obtienen respeto y estatus similar, la demanda por parte de los pares o cuidadores de una obediencia absoluta que anula la cooperación, y el crecer en familias “autistasesquizofrenoticas” que al estar imbuidas en sí mismas y emitir discursos contradictorios disocian la realidad y alteran el lenguaje y los sistemas de comunicación con los cuales cada miembro da cuenta de la realidad que viven. En los agresores funcionan elementos prospectivos y de planificación que se articulan a la actividad lúdica y social a través de escenarios mentales específicos, los cuales orientan la constitución de una estructura psicológicamente defensiva, ante la presión de las instituciones sociales respecto a su cambio actitudinal y la incorporación a su vida de pautas de crianza definidas y patrones de comportamiento socialmente aceptables normo funcionales, situación que es tomada por estos como contraproducente, desafiante, constrictora y de carácter
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impositivo, lo que desata en muchos de ellos actitudes y acciones contestatarias. Dichas acciones proceden de la ansiedad flotante que los acompaña, la frustración acumulada respecto a los nutrientes sociales, la capacidad deteriorada del sostén y apoyo familiar, en enlace a una percepción de que son víctimas de un inadecuado control social, en el que se imponen normas que no pueden ser cumplidas, porque no han logrado integrar lo normativo a sus vidas, dificultades para integrar el sistema religioso y moral. Tanto en agresores como en los estudiantes agredidos, el entorno de desarrollo proximal, presenta una elevación importante de los factores de riesgo socio familiar, además de condiciones de vulnerabilidad a nivel biopsicosocial, siendo mayor los factores de riesgo simbólico, físico y relacional que los factores protectores a nivel emocional y afectivo.Asimismo, el hecho de tener familiares con antecedentes de abuso escolar, configura en ellos ideas, representaciones, comportamientos y motilidades, orientadas a la repetición de esas conductas a fin de validar en ellos un legado generacional del cual se sienten responsables, lo que indica la formación de mitos grupales de corte generacional, al tiempo que favorece la reproducibilidad de los medios y modos de agresión en la escuela puesto que aunque cambie el agresor, la intencionalidad y los fines perseguidos son los mismos. Respecto al comportamiento Bullying es útil mencionar que en muchos de estos niños y adolescentes existe una validación personal, social e incluso en algunos casos familiar de Imaginarios sociales, que legitiman la idea de la agresión como componente de los sistemas de comunicación, por ello hablarse “golpeado”, gritar para ser escuchado, empujar a otros para llamar la atención sobre algo, o coaccionar para lograr un objetivo pueden constituirse en pautas de interacción consideradas como permitidas por los estudiantes, especialmente cuando dichos elementos son válidos al nervios del hogar. Otro elemento coadyuvante es el crecer en una comunidad que refuerza la agresión como un acto de
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defensa y de crianza “normal”, además de actitudes y acciones de patriarcalismo y machismo que son reforzadas por la madre cuando se “acomoda” a la relación disfuncional y de sometimiento con el padre. En general, los “matones escolares” exhiben una necesidad creciente de mantener esas conductas, en gran medida porque así son tomados en cuenta a nivel social, especialmente cuando los modelos de identificación familiar tienen un patrón de exigencia que obliga a sus miembros a la obediencia automática y hacia la rigidez en el manejo de las ideas absurdas por parte de los adultos; ergo puede estimarse que su conducta es un intento de romper el círculo vicioso de estímulo – respuesta, impuesto a través de la pedagogía tradicional emisor, docente – receptor pasivo, alumno. Muchos abusadores toman venganza de los abusos pasados, por partes e sus padres, o de otros compañeros más fuertes o socialmente más activos, algunos son víctimas de negligencia y malos tratos en su hogar o cuentan con hermanos mayores que ejercen roles paternos de forma exagerada. Estos estudiantes se destacan entre su grupo por una variedad de características muy limitadas que guardan relación con la fuerza y las conductas agresivas, algunos de ellos tienen baja autoestima e intentan superarlo a través de la violencia a otros con el fin de sentirse poderosos e invulnerables, además de tener familias que pueden ser muy conflictivas, desconfiadas, confabuladoras, laxas, conflictivas, o que se muestran ante los demás “aparentemente” funcionales. Características generales de los agresores Es importante mencionar que frecuentemente los agresores tienden a controlar a otros a su alrededor, exigiendo de ellos ciertas reacciones de sumisión, obediencia y de “culto” a sus acciones. Debido a ello molesta a otros compañeros, fanfarronea y bravea tornándose pendenciero y provocador de respuestas en aquellos que acosa, como también en personas que considera pueden disputarle el “trono” de bravucón. El agresor presenta notables necesidades de afirmación externa por lo tanto su
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conducta cobra sentido a través de actos visibles a otros, así se hace notar a través de peleas o creando “retos” en los que involucra a compañeros, observadores, a fin de compartir con ellos las responsabilidades de sus acciones o de culparlos en caso de ser “necesario”. Este tipo de estudiantes presenta una elevada sensibilidad a la crítica y a ser desafiado, llegando a interpretarlos como acciones o correcciones efectuadas por sus compañeros, profesores u otros adultos. En el colegio se molesta fácilmente y participa de constantes peleas y discusiones aun cuando estas no tengan que ver con él o con su grupo. Se caracteriza por prometer que va a cambiar, y cuando es presionado por las figuras de autoridad puede llevar a manipular a los adultos a través de la victimización o en su defecto a reaccionar agresivamente con estos. Dado el caso, es importante revisar las pautas de interacción familiar en las que probablemente primen patrones de relación flexibles y de escasa consolidación e interiorización de las normas y límites del hogar. Los agresores de otros compañeros de estudio constantemente rompen las promesas, mienten para evitar castigos u obtener beneficios e involucran a otros en problemas que son de su autoría o completa responsabilidad, llegando a culparlos como estrategia para disminuir la culpa que sienten una vez que han agredido a otros. En este sentido, es importante mencionar que no existe en los agresores una especie de “falta de culpa” constitutiva, pues lo que sucede en estos casos son desplazamientos de la intencionalidad culposa en otros ante la emergencia de sentimientos ambivalentes que el agresor no se permite reconocer porque los asocia a factores como “debilidad, homosexualidad, flaqueza, pérdida de estatus, etc.”. Muchos de los agresores Bullying, en un intento de llamar la atención de los demás, toman las cosas de sus compañeros sin pedir permiso y en ocasiones las dañan y no responden por ello; son descuidados con objetos personales y ajenos, rompen, dañan y rayan los libros u otros objetos; interrumpen en los juegos de otros, irrumpen en las conversaciones ajenas y, a menudo, si se integran a juegos o actividades que implican cierto
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nivel de competencia, reaccionan agresivamente cuando pierden o hacen trampa en el juego, y cuando se les reclama reaccionan con agresiones o amenazas. Muchos de estos niños, niñas y adolescentes no sienten placer en cuidar la propiedad privada de la institución educativa, por ello escriben en las paredes, pupitres y en las “cosas personales” de otros; frases degradantes, ofensivas, discriminatorias o alusivas a su discapacidad, conflictos o problemas personales y socio-familiares. En el salón de clase regularmente se ubica en la parte de atrás “al lado de los más vagos y molestosos”, generando un ambiente de predisposición al chiste, la ridiculización y el saboteo-amotinamiento en las clases. Se muestra desordenado, liberal y con “derechos”, por lo que emite constantes exabruptos que alteran la concentración del grupo. De manera constante desafía y rompe las normas de la institución educativa, dice malas palabras, se demora en “entrar del recreo o descanso”, en la casa puede suceder lo mismo, y toman diversos rumbos antes de llegar a la casa después de salir del colegio. Los agresores son frecuentemente desordenados en el aula, aunque ello no signifique que lo sean también en la casa, ya que muchos de ellos pueden vivir escenarios dobles: “en la casa un orden estricto” y en el colegio “un desorden generalizado”, en cuyo caso, el Bullying forma parte de las estrategias de escape ante el “yugo” familiar arbitrario y castrante de su individualidad. Con sus compañeros se portan dominantes, les ponen sobrenombres, igual que a los adultos, a menudo gritan en clase y no controlan sus emociones, buscando el comentario y la broma-chiste a fin de suscitar y la pérdida del control grupal por parte del maestro. En ocasiones, llegan a interrumpir tanto la clase que el profesor debe sacarlos, aspecto que actúa en ellos a modo de reforzador de la conducta disruptiva. Así, al interrumpir a otros mientras hablan o al interferir en su trabajo grupal desobedecen las reglas, mandatos, convenciones, acuerdos e instrucciones dadas por el mundo adulto. Presenta en el aula y en otros escenarios baja tolerancia a la crítica y a la frustración, llegando a ejercer el filtraje de que
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toda sanción es un ataque programado contra su individualidad y deseo de ser “sí mismo”. Frecuentemente el agresor desafía abiertamente a los adultos con un lenguaje verbal y corporal fuerte y grotesco, por ello muchas de sus palabras y gestos son de carácter soez. En ocasiones pueden incurrir en delitos, consumir sustancias psicoactivas y tener una actividad sexual precoz. Condición psicosocial de los agresores En una cantidad importante de agresores la actividad psicológica está caracterizada por niveles elevados de represión emocional e inhibiciones afectivas evidentes en pocas muestras de cariño y admiración hacia otros; así, cuando dichas emociones se contienen por temor a ser visto como alguien débil o porque se suele burlar de ellas en sus víctimas, el resultado es el incremento del nivel de frustración personal, aumentando la tensión mental y social del sujeto. En el agresor, este proceso emerge por efecto de la aparición externa, en otros, de actos, aptitudes, diferencias, actitudes o situaciones negadas, noaceptadas o toleradas parcialmente en sí mismo, que entran en resonancia con contenidos análogos, reprimidos, de su vida interna. Una mirada psicodinámica revela que en el agresor suceden “movilizaciones o desplazamientos” de motivos psicológicos fuertemente reprimidos y cargados de angustia, que por efecto de una elevada inhibición psíquica deterioran la fortaleza Yoica, encargada de mantener el estatus quo u homeostasis de la psique respecto a las demandas de la sociedad, la impulsividad “natural”, demandas de satisfacción internas, y la normatividad moral con la que el Yo opera en lo social (Andrade, Bonilla, & Valencia, 2011). Dicha configuración mental afecta al Yo, en particular en su habilidad de articular la realidad a lo imaginario, alterando en los agresores la capacidad simbólica para entrar en contacto con el sufrimiento del otro o de pensar asertivamente en las consecuencias antes de ejecutar las agresiones (Andrade, et al., 2011). En general, para los adolescentes que agreden, el hecho de que el otro exhiba
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conductas que ellos repudian en sí mismos es uno de los factores motivadores para que dicha conducta sea anulada a través de cualquier medio. Lo que sucede en estos casos es una “resonancia psicoafectiva” entre lo que reprime el agresor porque indica debilidad, y lo que este ve en la víctima a modo de defecto (pasividad, debilidad, fragilidad, vulnerabilidad). El agresor se protege de instalar en su vida esas características las reprime, pero las proyecta en otro, constituyen la víctima la negación de sí, misma que quede ser anulada a cualquier modo (paranoia). En este proceso se produce una liberación de motivos inconscientes de los cuales el sujeto es en sí mismo: víctima (latente, potencial, reprimida) y victimario (manifiesto, real), lo cual produce un interjuego dual, en el que el rol de víctima es anulado en el agresor a fin de negar la vulnerabilidad como parte de su estructura. Por esta razón, la resonancia psíquica desata lo “perdido-reprimido-irreconocible” e inefable de los motivos reales desencadenantes de la agresión, vinculándolos a una trama de posibilidades simbólicas que se re-categorizan y redefinen en la actividad agresiva, misma que de forma teleológica busca la ilegitimidad del otro, para conservar la legitimidad personal de sus acciones agresivas. Los comportamientos antisociales, disruptivos, de retaliación o de sevicia y maldad se asocian al Bullying, y generan un anclaje a respuestas estereotípicas, con las cuales los agresores consolidan una posición respecto al mundo, lo normativo y su experiencia emocional interior. Ergo el Bullying surge de la transformación de una parte de la energía psíquica en motilidad impulsiva, mientras la otra facción actúa a modo de dispositivo de apuntalamiento y gatillaje de la violencia, producto de la asociación entre lo visto en el otro y lo negado en sí mismo. En este sentido el Bullying es parte de una estrategia psíquica empleada para anular una sección “irreconocible” de su condición psíquica (afectividad), que por configuración imaginaria (identificaciones, representaciones e imaginarios sociales), considera lo tornan débil o frágil ante otros, del mismo
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modo como él/ella ha aparecido ante sus progenitores o figuras de autoridad en el pasado (Andrade, et al., 2011). El Bullying efectuado por los agresores tiene como connotación especial cuando está relacionado con la impulsividad, el deseo de explorar experiencias distintas a la pasividad y el ordenamiento social, la necesidad de desinhibición total, como también una búsqueda de beneficios afectivos a través de la excitación ante el “careo” o el desafío, por lo que la agresión forma parte de una organización mental, en el que el “reto” auto estipulado es considerado como necesario para definir el estado de excitación mental de los sujetos; de suyo, además de la particularización de la acción social en actos de impaciencia, el favoritismo hacia pequeñas recompensas del acoso, y las grandes recompensas narcisistas en la agresión propiamente dicha, el deseo imperioso de exploración de los riesgos de establecer “roturas” en los sistemas normativos. Además de la sensación de placer y de goce, cabe resaltar que este último estadio emerge cuando el placer que resulta de acosar a otros le resulta insuficiente y el agresor busca la permanencia de los refuerzos derivados de la humillación del otro, perversión, auto apuntalándose en un lugar de negación de la legitimidad del otro y de la parte vulnerable de sí mismo, proceso que se decanta en la capacidad práctica para generar indiferencia afectiva, apatía ante el dolor ajeno, y represión del sentimiento de culpa respecto a estas prácticas. Aproximación al perfil de la víctima El Bullying aparece en el ámbito público y privado, y aunque se atenúe con el paso el tiempo la inclusión de nuevos intereses y el aumento de las necesidades de relación en los actores sociales, las secuelas traumáticas pueden perdurar toda la vida. Entre los indicadores comunes en las víctimas se encuentra que pide más dinero de lo normal, para pagar a los abusadores, cambia súbitamente su deseo de ir a espacios públicos en los que pudiera encontrarse con el acosador, no asiste a reuniones del colegio porque teme ser ridiculizado, regularmente tiene
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mucho más trabajo de lo normal, hace tareas a otros estudiantes; se ausenta de espacios deportivos, porque es tomado como débil; se le excluye del juego o se le incluye para agredirlo “legítimamente”, muchos de ellos pueden generar enuresis, orinarse en la cama, por temor a ir al baño en el colegio porque en ese espacio lo agreden, como también encopresis descontrol del esfínter anal; colitis nerviosa, diarrea por nervios; prurito psicógeno, ronchas, alergias, etc., o estar tan débiles que queden a expensas de enfermedades oportunistas lo cual encaja con su deseo de no regresar al colegio. En estos niños son frecuentes las pesadillas o terrores nocturnos, el desvelo, la aprehensión fatalista y un estado nervioso generalizado que también se expresa a través de síntomas gástricos y trastornos de la alimentación, como inapetencia, ansiedad bulímica, bulimia nerviosa y anorexia nerviosa. Otros indicadores en las víctimas son la aparición de marcas o laceraciones en los brazos y/o piernas, conductas evitativas, auto confinamiento, desconfianza e inseguridad, además de notables cambios en su apariencia física (descuido personal, uso de prendas para ocultar defectos físicos, llega a la casa “confundido” o con las prendas desgarradas o dañadas). A menudo cuando los acosan con su peso u obesidad, suelen usar ropa más ancha u oscura, o también vestir prendas que los ridiculicen públicamente como consecuencia del mandato que impone el agresor. Otros, en cambio, presentan sobresaltos en las noches, tienen pesadillas y se asustan con facilidad. A menudo llegan de afán a la casa y tienen un escaso contacto con otros, por lo que se encierran para no mostrar las heridas, hematomas, o que les faltan sus cosas personales. Algunos de ellos se demoran más de lo normal en levantarse y hacen lo posible para no ir a estudiar, argumentando que este les produce un malestar insoportable, por lo que piden cambio de colegio, de casa o de ciudad. Estos niños, niñas y adolescentes regularmente pierden objetos valiosos porque son decomisados, destruidos o vendidos por los agresores, y no avisan a sus padres pues se encuentran amenazados en algunos casos de muerte.
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En la mayoría de los casos, especialmente en las primeras etapas de acoso, las víctimas llegan a la casa con hambre, porque el agresor le “roba” la comida y la mesada; análogamente otros pierden el apetito por efecto de la depresión, llegando a presentar un miedo notable a pasar tiempo solos o salir sin compañía de alguien mayor con quien se sientan temporalmente seguros (Wang, Nansel, & Lannotti, 2011; Cong, David & Weiss, 2012). En otras ocasiones aparecen con la ropa rasgada o sin partes del uniforme, con raspones, moretones sin justificación, también bajan su rendimiento académico, se aíslan en la escuela y en ocasiones llegan muy trasnochados al aula, durmiéndose en el pupitre o en plena clase. Aproximación al perfil del observador Los observadores del comportamiento Bullying se convierten en copartícipes de los comportamientos agresivos de sus compañeros de clase. Frecuentemente gozan o disfrutan con los actos de violencia y comparten con el agresor el poder derivado de la intimidación al igual que el prestigio de “andar con el matón” y no ser agredido por este, aspecto que permite que la relación observador-intimidador presente una mutualidad destructiva respecto a las víctimas. En este espacio ambos actores sociales son nocivos para su entorno, cabe mencionar que en el observador emergen distinciones respecto a los roles de forma manifiesta, aunque de forma latente persista en ellos el deseo de poder, estatus, temor e incluso de “respeto” que el agresor induce en los demás y que reproduce a través del acoso a otros compañeros. En la relación observador-intimidador se genera una autonomía-dependiente porque el hecho de “alabar o admirar” al agresor constituye una elección al tiempo que el hecho de alentar al agresor a perpetrar el Bullying reproduce acciones de dependencia respecto a la conducta de intimidación. Lo anterior desemboca en actividades de “culto al agresor” que rápidamente este asocia a la necesidad de aprobación y admiración que sostiene sus conductas. De estas condiciones ambos salen beneficiados y cubren con ellos gran parte de sus necesidades psicológicas pasadas y emergentes.
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Entre las características generales de los observadores se encuentran las de promover a las personas para que empujen, golpeen o pateen a otros, gritando o animado por ellos; se acerca para ver cuándo alguien está siendo empujado; incita a personas quienes empujan, golpean o tropiezan a otros. Es usual presentarse cuando otros están siendo empujados, golpeados o pateados, aunque ellos no se unan. Incita a personas quienes se burlan o llaman a otros con nombres desagradables. Es usual que se presente cuando alguien es ignorado o dejado de lado. Asegura a personas quienes han dejado a otros fuera, ríe cuando alguien más ha sido empujado, tropezado o golpeado. Observa cuando otras personas se burlan o llaman a otros con nombres desagradables. Es usual que se presente cuando otros están siendo víctimas de burla o siendo llamados con nombres que duelen, aun cuando ellos no se unan a eso, ríe cuando alguien es ignorado o dejado de lado y cuando alguien ha sido víctima de burla o ha sido llamado con nombres desagradables.
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Tipos de observadores Como fenómeno, el Bullying es un problema de salud pública que afecta los vínculos y redes sociales de las familias y comunidades, ocasionando graves inconvenientes de salud mental y física en todos sus participantes. Para los agresores, los beneficios percibidos se asocian a la “diversión” que trae el hecho de acosar a otros, el poder que sienten cuando lo hacen y el “respeto” proveniente del apoyo y la observancia de sus compañeros de clase, factores que asocian al hecho de ser reconocidos como “fuertes o poderosos” por los demás, y que contrasta con relaciones, sentimientos, experiencias y escenarios en los que no son reconocidos como tal. En los agresores el hecho de ser apoyados por los observadores, se constituye en el indicador de aceptación social de la violencia, factor que es análogo a la violencia social y política percibida de su entorno. Muchos de estos adolescentes presentan una sensibilidad especial a temas relacionados con la violencia en sus diferentes manifestaciones, mostrándose “poco
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sorprendidos”, cooperantes, indolentes o apáticos por eventos que pueden llegar a considerar como “normales”. Respecto a los observadores, en la dinámica Bullying impera la ley del reconocimiento y el temor, aspectos que se ganan a partir de “rendir culto al otro”, aún a cuestas de su propio beneficio, lo cual se constituye por efecto de un altruismo negativo, pues no se busca el bienestar social, sino el bienestar del agresor. Bienestar que se comparte con este cuando el agresor los busca para realizar una agresión, al no ser agredidos o al ganar respeto por andar con el “matón” del colegio. Por ello, aquellos que presencian estos eventos pueden tener varios roles: • Observadores activos directos: son aquellos que fomentan las agresiones, cambiando el estado emocional del agresor, promoviendo peleas a través de comentarios o retos, a este aspecto en el ambiente escolar se le denomina como “dar pedal”. Cuando esto sucede, el agresor pasa a ser el “chivo expiatorio” del salón de clases, pues se le exige dicho comportamiento por medio de la “presión social” a fin de que el grupo logre cambiar su clima de relación interno, aun cuando quienes lo apoyan corran el riesgo de ser agredidos igualmente. • Observadores activos indirectos: son quienes participan señalando las víctimas ante los agresores y promoviendo agresiones a través de modos cada vez más simbólicos, pero toman distancia de los eventos observando “desde lejos” lo que sucede, estos observadores pueden estar de acuerdo o en contra de las agresiones, argumentando que es “problema de ellos” o que “seguramente se lo merecía”. Dicha dualidad es característica de este grupo y constituye una actitud defensiva ante las posibles consecuencias, además de instaurar una especie de “futilidad” que abre paso a la falta de solidaridad y escasa empatía propia de los agresores propiamente dichos. • Observadores apáticos: se tornan totalmente indolentes y desinteresados por el dolor de la víctima, lo que instaura un
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apoyo indirecto al agresor. Para estos observadores los problemas de Bullying pertenecen a quienes de ellos participan, por ello toman una distancia mayor, pero observan los hechos, suelen no declarar nada de lo que pasó y no toman partido por ninguna de las partes, obteniendo el beneficio del hecho de “ver algo diferente” al ambiente escolar. • Observadores temerosos: son aquellos que se relacionan con la víctima, o que se sienten solidarios con ella, llegando a “no entrometerse” por temor a ser igualmente agredidos. Por esta razón, su actitud suele ser muy pasiva, llegando en contadas ocasiones a recomendar acciones evitativas o defensivas a la víctima (denunciar, evitar-huir, decirles a los padres, responder con agresión, cambiarse de colegio, etc.). De suyo, muchos de ellos fueron víctimas en esa u otras instituciones y han evadido, ocultado o disimulado su vulnerabilidad, llegando a incorporar a su repertorio de conductas, estilos y estrategias de afrontamiento ante el estrés derivado de los eventos. Este tipo de observador suele presentar características depresivas, temerosas o comportamientos de autoexclusión importantes. Para ellos, las agresiones de otros constituyen la reedición de eventos traumáticos repetidos en experiencias ajenas, con las que se sienten empáticos en el dolor, más no en las estrategias para confrontar las adversidades. Estos cuatro tipos de observadores comportan una particularidad que los une: el hecho de ser de alguna forma posibles víctimas o posibles agresores, además de contar en su experiencia vital, con los registros de los diversos modos de agresión, las conductas de respuesta, los roles asumidos, y las consecuencias de dichos eventos, pues los actores sociales del Bullying presentan una dificultad notable para describir la multiplicidad de causas asociadas al acoso escolar, condiciones que en conjunto son también, una invitación a ganar el poder y el estatus de quienes agreden. Grosso modo el Bullying solo puede ser operativamente satisfactorio para el agresor, a través de la
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presencia de espectadores, ya que sin ellos la agresión pierde interés y aprobación social, cabe mencionar que aquellas agresiones hechas en privado, a menudo corresponden a “vendettas”, agresiones no concluidas o retos personales, producto de la presión social, los señalamientos o el escape de las víctimas ante agresiones en escenarios abiertos. El papel de la familia en los tres tipos de actores sociales El Bullying no conoce sexos o estratos, aunque tiene una mayor representatividad en colegios públicos que privados, tornándose cada vez más cibernético y relacional en ambos espacios y géneros. En la actualidad la facilidad de acceso al internet y otros medios de comunicación masiva -con un escaso control de los padres-, es uno de los elementos que más fomenta la agresión entre pares, actuando como reforzador de las conductas de acoso y agresión, al tiempo que su evidencia funciona a modo de indicador de la operatividad de los límites y la funcionalidad/disfuncionalidad del hogar. De acuerdo con lo expuesto, las relaciones intrafamiliares son determinantes de las conductas agresivas, especialmente porque es allí donde se crean, aprenden, refuerzan, limitan, reproducen y controlan, contienen, siendo los padres o cuidadores los ejes articulados sobre los cuales se desarrollan las pautas de crianza y el sistema de relaciones positivas con la comunidad y la sociedad. Dicho esto, el papel de la familia en la crianza va más allá de sugerir o reproducir patrones de conducta, pues se especifica especialmente en el modo específico como dichos patrones tienen una connotación emocional-afectiva como base, y se articulan a procesos de socialización en los cuales se incluye y respeta la individualidad de todas las personas que participan de la interacción social. En este aspecto, la escuela y la sociedad son garantes de la reproducción de modos cada vez más influyentes de socialización, además de las condiciones en las cuales las pautas de crianza tradicional se acoplan a los nuevos discursos,
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representaciones e imaginarios sociales respecto a la relación con otros y con las instituciones. Así muchos hogares de estos niños y niñas, al menos 8 de cada 10, presentan elementos de disfuncionalidad familiar en aspectos como la cooperación intrafamiliar, apoyo en momentos de crisis, participación en las decisiones, apoyo a nuevas iniciativas, compartir espacios diferentes al trabajo y hacer seguimiento afectivo-constructivo a las tareas escolares. Estas condiciones se mantienen constantes e implican igualmente un manejo inapropiado de la expresión afectiva. Muchos de estos padres reaccionan con hostilidad ante las quejas de los docentes y padres de los agredidos, castigando con actos de violencia a sus hijos, conllevando a que en este tipo de familias uno o ambos padres sean agresivos, explosivos, demuestren baja tolerancia a la frustración y que algunos de ellos cuenten con trastornos o aptitudes depresivas, en cuyo caso el Bullying puede emerger en los hijos a modo de acto compensatorio ante la frustración derivada del hecho de no poder tramitar adecuadamente las actitudes y comportamientos desajustados de los padres. En otras familias, los padres pueden ser laxos y justificar el comportamiento del hijo a través de un patrón natural de crecimiento y desarrollo social, lo cual estructura en los agresores la idea de que la agresión es legítima. Cabe resaltar que estos elementos no constituyen una condición sine qua non o la formula explicativa “exacta” de la agresión entre pares académicos; sin embargo, es innegable que a partir del análisis de ciertas pautas de interacción socio familiar, se puede entender la importancia de la familia en el acercamiento explicativo al fenómeno. En los adolescentes que cometen agresiones tipo Bullying prevalecen patrones de modelado que provienen del hogar y que encuentran una vía de reproducción de la violencia en las relaciones con otros. Dicho esto, muchos integrantes de estos hogares, han sido víctimas de violencia en cualquiera de sus dimensiones, por lo que experiencias previas de agresión, les
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otorgan un conocimiento per se de los estilos de agresión, los tipos de respuestas de acuerdo con el evento, los pensamientos explicativos personales y sociales, y las consecuencias asociadas a cada ataque, entre otros aspectos. El hecho de ser testigos observadores de violencia intrafamiliar, actos de vandalismo social, brutalización y agresión como medio de comunicación entre personas, generan en los adolescentes la idea de que la violencia es el método de socialización por excelencia, lo cual redefine la escala de valores que la institución educativa y la sociedad quiere inculcar. A menudo, la observancia y la participación pasiva de actos de agresión familiar y social en los que no pueden defender a las víctimas directas, madre, hermanos, etc., surte un efecto de motivación inverso en el que el hecho de convertirse en agresores se constituye en la única posibilidad de abandonar un rol anterior de “observadores”, el cual asocian a debilidad, impotencia, frustración y ambivalencias afectivas en las que prima la metonimia “amo a los padres que odio”. Se debe resaltar que una cantidad importante de estos adolescentes exhiben comportamientos ansiosos, desafiantes, contestatarios y de manipulación socio familiar y escolar, por lo que no suele ser de su agrado la repetición de consejos extensos y recomendaciones cargadas de una exagerada moralidad, ya que es precisamente su posición desafiante y de rechazo respecto a estos elementos lo que le da volumen a la intensidad violenta de su comportamiento. Esto ocurre en gran medida por el carácter de inmediatez con el que manejan sus expresiones afectivas de carga/descarga/recarga, generando actitudes de rechazo y evasión a la consejería, prefiriendo entonces los castigos y penalizaciones a la negociación, el perdón o la reparación de las consecuencias. Estos aspectos de desafío a la autoridad, los castigos recibidos y el número de agredidos y seguidores, son a modo de “huellas de guerra” experiencias que refuerzan a nivel educativo, el estatus y el temor que ganan con la agresión sobre las víctimas. Por este motivo, la intervención suele ser mucho más efectiva cuando se aplica a
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través de asesorías cortas en las que el terapeuta, consejero o la persona que lo contiene y controla, no es manipulada, lo cual abre posibilidades de tomar decisiones acertadas acerca del mejor plan de intervención. Muchos de ellos son tan impulsivos que se relacionan con otros en función de la inmediatistas que “todo lo quieren ya”, así la tendencia a la manipulación es una estrategia orientada a la obtención de beneficios, tomando en cuenta que muchos de ellos son buenos estudiantes, pero poseen problemas de atención y de socialización evidentes desde edades tempranas. En este aspecto es necesario subrayar que el trastorno de atención con hiperactividad (TDAH) e incluso el trastorno disocial, no son garantía de una conducta Bullying, aun cuando aumenten los riesgos de su emergencia.
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Patrones familiares Grosso modo en las familias los siguientes componentes al aparecer de manera conjunta o individual elevan el riesgo de conductas agresivas en los niños, niñas y adolescentes, ya que su permanencia puede estructurar patrones comportamentales de coerción, desafío, necesidad de expulsión de la ira y motilidad agresiva, cuya condición teleológica aumente la tensión psicológica y la competencia por el poder, lo cual promueve al interior de los grupos la conformación de bandos “amigos y enemigos”, además del distanciamiento entre sujetos y la operacionalización de respuestas agresivas, como estrategia para confrontar la condición dimensional de las presiones escolares y socio familiares. Cabe resaltar que la víctima tiene una “florida” vida interna, la cual le resulta difícil de expresar por medios convencionales, ya que una de las características de la agresión recibida es la tendencia a ser juzgado por su estatus social (Cerezo, 2013), la elevada susceptibilidad, la pasividad de la respuestas, y la fragilidad emocional expresada, aspectos que son asumidos por el agresor como modos de legitimidad de su conducta, pues,“el otro los requiere” para aprender a ser fuerte, madurar el carácter o para entender que el mundo está lleno de acciones agresivas, en cuyo caso se le estaría haciendo “un
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favor” al agredirlo. De acuerdo don Patterson, DeBaryshe & Ramsey (1990) el entorno familiar puede ser la esfera principal en el aprendizaje del comportamiento agresivo, así entre más cercanía existe entre sus miembros, la violencia y os comportamientos agresivos presentan una mayor influencia. Por tal motivo, en estos eventos, víctimas y victimarios emplean los repertorios conductuales aprendidos en la relación con sus padres, los cuales al interior de la familia y a través de las características transgeneracionales adscritas a las pautas de crianza promueven la formación de identificaciones con las actitudes y reacciones de las figuras de poder con respecto a las acciones de estos ante los conflictos. De suyo, en los modelados realizados a partir de los patrones educativos recibidos de familiares y otras personas, se determinan las reacciones de la víctima ante la agresión, además de su permanencia a modo de estereotipia conductual. Se debe resaltar que las agresiones son siempre visibles para los padres, ya que los cambios en los hábitos vitales y en los comportamientos de los hijos, representan el mejor indicador de que “algo no está bien en ellos”. Por tal motivo, resulta imposible estratificar radicalmente a las familias, o decir a modo de veredicto que existe un patrón inamovible en el cual el Bullying puede germinar a modo de condición sine qua non o estructura familiar esencial. Pese a ello, si es dable señalar algunas características que pueden definir estos patrones de manera general y no-generalizadora. Respecto a las familias de los agredidos o víctimas, en estas se encuentran patrones de comportamiento laxo con límites permeables y a menudo difusos en las pautas comportamentales de los hijos, que los llevan a ser tolerantes en exceso, a “pasar por alto” los indicadores de agresiones, e incluso a justificar la violencia bajo el argumento de la “naturalidad de los actos de agresión entre pares”. También afloran en algunas familias exageraciones, en la forma de articular los mecanismos de negociación a los conflictos emergentes en los hogares, ejemplo de ello son familias que
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exigen a sus miembros ser tolerantes con los abusos y denunciar a los agresores, pero hacen un acompañamiento “virtual” a sus hijos, delegando la toma de decisiones en la institución educativa, factor que deteriora la imagen de los padres ante el hijo además, de postergar el empoderamiento familiar respecto al evento, lo cual genera en los hijos la sensación de abandono, conductas de desapego, sentimientos de desamparo e incluso rebeldía y decepción ante la actuación familiar, aspectos que se reproducen a modo de mecanismo alternativo de respuesta (sumisión, autosilenciamiento, resistencia pasiva, etc., en el acto de vulneración de sus derechos. Otro de los escenarios que aumenta la probabilidad de emergencia del matoneo en víctimas es el hecho de contar con cuidadores, o con ambos padres negligentes. Esta vulnerabilidad aumenta si estos se agreden delante de los hijos y amenazan cíclicamente con dejarse, cabe mencionar que este patrón de vulnerabilidad desata también actitudes de agresión a otro y de auto agresión tanto en víctimas como en victimarios. El Bullying puede aparecer en familias de víctimas normofuncionales en las que los padres manejan un adecuado respeto de los valores y derechos. De hecho, para muchos agresores el saber que alguien es feliz a nivel familiar puede constituirse en un elemento determinante que impulse la emergencia del acoso. Para estas familias, el acoso suscita frecuentemente una cadena de eventos, que llevan a tomar acciones de facto respecto a la protección de sus hijos. Los agresores tienen escasas relaciones externas y pueden concentrar su amistad en un amigo con el cual tienen constantes relaciones de fuerza; escenario en el que miden el poder adquirido y que casi siempre termina en peleas y confrontaciones mayores. Para otros agresores tener con uno o varios amigos entre los que se cuenta “alguien que tranquiliza”, les permite validar la idea de que pueden controlarse o llevar la agresión hasta cierto punto, factor que puede constituirse en un recurso terapéutico al momento de abordar este tipo de casos; en este sentido la “persona control” que puede ser un estudiante, un familiar o un docente actuaría como un “yo
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auxiliar” generando acciones de control previamente determinadas. Cabe mencionar que los factores de crianza derivados de excesos afectivos y una actitud “contemplativa” y laxa que “todo lo permite”, se suman a una notable dificultad para integrar las otras instituciones sociales, incluida la familia propia y a otras familias. Dichos elementos actúan de manera conjunta a factores hereditarios, temperamentos agresivos, y a dificultades notables para integrar la diferencia ideológica, la diversidad de conductas, pensamientos, emociones y cogniciones. En este sentido, los niños, niñas y adolescentes se tornan proclives al Bullying, cuando su desarrollo psicosexual se ve alterado por falencias al interior de la familia para integrar la biodiversidad étnica o las diferencias de género en el proceso de socialización. También en las familias de agresores y agredidos frecuentemente aparece la figura de padres o cuidadores que se contradicen mutuamente o “doble vínculo”, escenario en que los niños, niñas y adolescentes adquieren de forma inadecuada una posición ambivalente e inestable respecto a la toma de decisiones. Así, suelen tener dificultades para asumir una posición central con la cual hacerse cargo de la reparación de los errores cometidos. Equivocadamente para muchas familias el respeto se refuerza a través del castigo físico, lo cual no genera carácter y a cambio de ello fortalece el imaginario y las acciones violentas entre los miembros de la familia. Por este motivo, se debe evitar toda educación que implique la ilegitimidad del otro, la intolerancia y la agresión como medida de control y de comunicación con otros. Este aspecto puede trabajarse desde la familia y a edades cada vez más tempranas, de modo que la socialización primaria tiene como finalidad también, la evitación de conductas agresivas posteriores, especialmente si se basa en el respeto, la enseñanza con el ejemplo y la práctica de una solidaridad responsable y duradera.
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¿Por qué apostarle a la prevención del Bullying?
93 El término prevención tiene un origen latino y referencia grosso modo la acción y efecto de prevenir (RAE, 2000). Es así que relaciona dos nociones antepuestas: a) la preparación o acción anticipada, y b) el impedir o evitar daños o amenazas apremiantes. Asimismo, se encuentra vinculado al hecho de prever, vislumbrar, notificar, y asumir acciones con la finalidad de impedir o corregir una situación determinada. La primera acepción hace referencia a avisar. Así se habla de un sujeto “prevenido” como de una persona avisada, que conoce con antelación el curso de los acontecimientos. En un segundo momento, la prevención se asocia a todas las gestiones que coarten los perjuicios que podrían ser inevitables o cuyas consecuencias sean funestas.
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En gran medida la prevención hace posible conocer y reconocer los comienzos de conductas y fenómenos que entorpezcan el desarrollo y operatividad adecuado de personas grupos y comunidades, ya que, de acuerdo con el conocimiento disponible de los riesgos, es posible evitar, prevenir, controlar e intervenir a quienes se encuentran en riesgo, con la finalidad principal de garantizar su vitalidad mental, física, social y comunitaria. Tómese como punto de referencia la prevención de las conductas de acoso escolar, mismas que deben partir de un equipo interdisciplinario que pueda advertir riesgos, identificar acciones de agresión y acoso en curso y contener los casos que se presenten de forma organizada y realista. En este sentido, es posible encontrar tres estrategias de prevención: primaria, secundaria y terciaria, las cuales aplicadas colectivamente aseguran el adecuado desarrollo de la población. Es importante mencionar que la prevención primaria, con respecto a los casos de Bullying, son el conjunto de todas aquellas estrategias dirigidas a evitar las acciones de acoso y de agresión escolar, principalmente aquellas que presentan indicadores de reproducción y mantenimiento de la actividad intimidadora en varios escenarios escolares. De otro lado, la prevención secundaria se encuentra orientada a la identificación de factores de riesgo relacionados con la conducta agresiva, sumada a la limitación y control de conductas de acoso escolar. Por último, la prevención terciaria, está dirigida a evitar la recurrencia de dichos eventos, además de la estabilización de las conductas violentas; estas acciones se encuentran orientadas a erradicar su presencia una vez se han detectado las acciones de intimidación y acosos escolar. La prevención debe orientarse a construir una cultura de vida, la cual surja de la interrelación entre interacciones familiares, apoyo comunitario y empoderamiento interinstitucional del problema. Dichas acciones pueden tener resultados efectivos si generan alternativas encaminadas a la auto e interprotección entre los miembros de una comunidad, de modo que la acción “proteger” sea el resultado de un
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conglomerado de ejercicios en los cuales se cree una relación de empatía y solidaridad en la que prime el respeto, el adecuado sostén emocional, la seguridad que ofrece el hecho de saber que se cuenta con el apoyo del otro, además de la tendencia a robustecer la estabilidad mental que las relaciones de respeto y legitimidad requieren. Con el fin de conservar el equilibrio relativo de la salud mental y de las relaciones social-comunitarias, se pueden generar mecanismos y actividades preventivas-protectoras, en las cuales se produzcan, aprendan, interioricen y pongan en práctica, mecanismos evitativos contra la conducta agresiva tales como la identificación temprana de estudiantes, grupos y acciones de riesgo, la elaboración de una red de atención a las víctimas y de intervención con el victimario, articulada al plan de trabajo preventivo de la institución educativa, la generación de una ruta de atención crítica que debe ser conocida por todos los miembros del colegios, estudiantes, profesores, padres de familia, personas de servicios varios y administrativos. Otras opciones son también, el fomento de trabajo en equipo –estudiantes y docentes- enfocado en la cooperación entre personas para evitar los abusos, la solidaridad entre compañeros direccionada a acoger y proteger a las víctimas, la educación en valores especialmente en el principio de legitimidad e integración de la diferencia, la educación en el adecuado manejo de las tecnologías de información y de la comunicación, y acciones educativas-preventivas ante la influencia de los medios masivos de comunicación y sus contenidos violentos. De igual forma es importante formar creativa-preventivamente a padres, madres y todo aquel que ejerza el rol de cuidador para que conozcan e implementen mecanismos preventivos ante la agresión de la que pueden ser víctimas sus hijos, a través de ejemplos de vida: testimonios, video-foros, charlas, obras de teatro, etc.; puesto que en la familia se generan las bases de preceptos morales, las normas e ideales sociales de convivencia, además de la cooperación, legitimidad y protección que se le entrega a otros. Por ello, una falla escolar en estos ámbitos
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puede ser asumida como el correlato de falencias educativas en los primeros registros de protección que produce la socialización primaria (familia). Cabe anotar que fortalecer principios éticos y morales en la persona genera inevitablemente el reconocimiento del otro como legítimo en la convivencia, lo cual se decanta en una sensación permanente de seguridad y estabilidad en los miembros de la familia, la escuela y el colegio. Además, como valor adicional ayuda a consolidar factores protectores de la agresión entre pares y del Bullying presenten en los escenarios académicos y social-comunitarios. Las instituciones escolares son lugares favorables para el desarrollo del Bullying, mismo que suele pasar desapercibido por profesores e incluso por los padres de familia. A nivel de contexto escolar es preciso mencionar que las acciones preventivas y de control suelen ser más efectivas cuando se realizan en las zonas de mayor incidencia del fenómeno tales como, patios de descanso, pasillos, baños, vestuarios, comedores escolares, o en la calle cuando los estudiantes abandonan la institución educativa. Otros espacios pueden ser el aula de clase, su abordaje como tema agregado a una actividad o encuentro entre estudiantes, en el trasporte escolar, la casa de las víctimas, entre otros (Barri, 2011). Como los acosadores suelen tratar de justificar sus actos basados en ideas de poder, de victimización o de prejuicios existentes, los programas preventivos deben trabajar a nivel individual esta problemática, precisando ayuda de las aulas de apoyo, del consejero, trabajador social o del psicólogo de la institución. Otras formas son la remisión a profesionales externos, la búsqueda de apoyos como conferencias, talleres y cine foros para estudiantes, padres de familia y educadores, con el fin de tener conocimiento de sus consecuencias, especialmente porque los abusadores suelen tener poca empatía por la víctima y sus acciones tienden a volverse legítimas por la fuerza cuando la comunidad académica no auxilia al agredido o se siente solidario con su vulnerabilidad.
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En las personas abusadas el Bullying causa secuelas psicológicas que pueden persistir hasta edades posteriores y causar graves daños a la auto-confianza y, en general, a la salud mental. Por ello, los programas preventivos deben no solo investigar a los agresores, sino la intensidad de dichas secuelas, además de identificar tempranamente a aquellas personas que son o que podrían ser agredidas dados los perfiles ya descritos en este libro. Lo anterior puede ayudar a evitar estas consecuencias, además de propiciar acciones protectoras efectivas. Con la finalidad de garantizar la prevención exitosa, es importante que los padres de familia, cuidadores, reflexionen acerca de la importancia de los maestros, los cuales operan como una extensión de las normas en el hogar, tenerlos de su lado no es solo ir por las calificaciones sino también, preguntar qué sucede con su hijo cómo pueden ayudar a solucionar los conflictos desde el hogar. Entre las pautas y estrategias posibles a tener en cuenta para intervenir a las personas implicadas en el Bullying se encuentran: • Reunir información sobre lo sucedido de varias fuentes y prepararse para escuchar a los implicados. Tratar de esclarecer los hechos y las consecuencias, guiándose también por el manual de convivencia de la institución educativa. • No entrar en una “lucha de fuerzas” con los agresores que tratan de justificar sus conductas ni con las víctimas que tratan de ser restituidas, sino operar desde la comprensión antes que en el juicio de valor. • Tener contacto visual y reinstaurar la confianza, lo que quiere decir que los implicados sientan que están en un lugar donde se pueden generar consecuencias de sus actos, pero que dichas acciones son entendidas más no aprobadas. Lo anterior implica no regañarlos frente a otros, ni someterlos al escarnio público. Resulta por demás trascendental pensar en castigos en clave de reparación, evitando castigos largos y malos tratos.
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• Es importante otorgar a las víctimas el apoyo que requieren en su proceso de resignificación de los hechos, además de un lugar de poder y reconocimiento en el aula, para los cual es preciso la asignación de responsabilidades en el aula orientados al control y reconocimiento social. • Es relevante también, educar a víctimas y victimarios en el uso de estrategias no-agresivas para solucionar conflictos. Ello se logra a través del trabajo grupal con todo el curso, y también con el apoyo terapéutico individual. En este caso la relación individuo-grupo debe ser restablecida con estrategias lúdico-psico-educativas. • Es importante no evadir la responsabilidad de discutir el incidente con el agresor, lo cual se hace en clave de formalidad y enfatizando en el reconocimiento de consecuencias como elemento básico de auto-control. • Se puede organizar un espacio para la disculpa entre las partes; es decir, para la reparación entre pares, ejecutando esta acción individualmente a cada implicado a través de un juego de roles. Luego, es preciso hablar con los padres para que trabajen y refuercen dicha reparación en la casa. • Es significativo ocupar a los agresores en actividades que impliquen la reparación de los afectados, la educación en estrategias de auto-control así como en actividades deportivas donde ejerzan un liderazgo positivo. • Se aconseja que, pasados los hechos, los consejeros no sean reiterativos con los sucesos o reclamos a los agresores, puesto que se puede terminar reforzando el fenómeno o convertirlo en algo deseable.A cambio de ello, toda la energía debe desplazarse a la “reparación”, lo cual implica cambiar obediencia por la colaboración y castigo por reparación. • Es importante hacer recomendaciones a los docentes acerca de la implementación de señalamientos positivos en el aula y coordinar el trabajo conjunto con el aula de apoyo, los profesionales de apoyo en salud mental y otros encargados de contener y trabajar con los implicados en dichas acciones. Aquí se parte del criterio de que el trabajo en red es más sostenedor y preventivo.
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• En caso de sospechar que el consumo de alguna sustancia psicoactiva, la presencia de patologías mentales o la influencia de presiones externas relacionadas con el hecho de agredir a otros, están implicados en el Bullying, es necesario revisar la veracidad de los supuestos y luego intervenir colectivamente a través de un plan de acción debidamente diseñado en un comité interinstitucional. La mayoría de estos casos se trabajan en remisión a profesionales externos. • Se debe evitar el hecho de ocultar información a los padres; sí como optar por “naturalizar” el fenómeno ante otros o confabular con una de las partes, por lo que un adecuado ejercicio de instrucción puede constituirse en un mecanismo protector importante en la institución educativa. Es preciso optar en todo momento por medidas reparatorias de las cuales se obtienen aprendizajes mucho más estructurados. Los docentes constituyen un grupo muy valioso para las medidas de identificación y de prevención en las instituciones educativas, motivo por el cual se recomiendan a ellos las siguientes medidas de forma específica: • Aumentar el contacto con padres de familia e indagar acerca del comportamiento familiar y social del estudiante. • Trabajar en el comité de convivencia escolar e incluir en las asignaturas un tema direccionado con el respeto, el trabajo en equipo, la protección a otros tanto como a sí mismos, entre otros temas que favorecen la convivencia escolar. • Se sugiere que al momento de abordar el tema del acoso escolar con los padres se enfoque en los aspectos positivos y creativos de cada familia y de los hijos, tomando en cuenta el problema, pero recomendando a los padres serenidad y equilibrio al momento de trabajar la contención del Bullying o de implementar castigos y recomendaciones, es decir evitar el hecho de “aconsejar regañando”. • Es necesario ayudar a los padres con soluciones prácticas al momento de abordar el tema con los hijos, que ello se sienta reconocidos más no juzgados en su rol parental, ayudando a que los padres conozcan más a sus hijos y se empoderen de su seguimiento y proceso educativo.
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• Para los docentes puede ser más notable identificar a los observadores y sus diversos roles, motivo por el cual es preciso que trabajen en esta población, pues con sus acciones aprueban o desaprueban las conductas y suelen generar deseos por ganar el estatus y reconocimiento del agresor, lo cual los constituye en firmes aspirantes al título de “matón” cuando el agresor principal es expulsado o sancionado por la institución educativa. • Tener presente información actualizada y suficiente para brindar a los padres, maestros y otras personas implicadas en la prevención y contención del fenómeno. La información debe ser divulgada en un lenguaje entendible en el que primen los ejemplos cotidianos y las medidas para trabajar con los implicados, agresores, víctimas y observadores. • Es importante mantener comunicación constante con el equipo de apoyo en el aula y con la red preventiva interna creada en el colegio para casos como este, misma que opera a través del manual de convivencia. El trabajo en habilidades sociales y el fomento por la cultura ciudadana pueden ser áreas no limitadas a los saberes humanísticos del programa educativo. • La institución educativa y todos sus miembros deben trabajar por la creación, mantenimiento y reproducción de una cultura de convivencia escolar, lo que se logra a través del ejemplo de la convivencia entre profesores, además del adecuado manejo del conflicto en el aula por parte estudiantes y docentes, quienes se constituyen también en ejemplos a seguir por los educandos. • Otras recomendaciones para docentes y otros profesionales es el trabajo de los siguientes puntos: • Evitar a toda costa los desafíos entre docentes y estudiantes, y de estos entre sí. La intervención es un espacio de encuentro para la reparación. • Evitar la visión de túnel que solo permite ver una causa y una consecuencia, y propender porque el estudiante reconozca la red de eventos vinculados al Bullying.
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• Enseñar a pensar en las consecuencias; es decir, en la cadena de eventos a que la agresión a otros suscita. • Manejar técnicas de autocontrol y aplicarlas-enseñarlas a los estudiantes antes y también después de los eventos. • Buscar un apoyo externo que ayude al agredido y al agresor a calmarse y después a auto-regularse. • Fomentar la reparación del agredido a través de acciones puntuales que impliquen el reconocimiento del error, y también la participación de los padres del agresor en la movilidad de recursos para reparar a la víctima. • Por otra parte, para el caso del Ciberbullying y todo tipo de acoso a través de las redes sociales se recomienda conocer y recomendar a estudiantes y padres de familia lo siguiente: • Conocer el tipo de información debe ser guardada y salvada con el fin que los agresores logren ser identificados fácilmente. • Es necesario no borrar las evidencias y guardar información de las conversaciones, fotos o insinuaciones presentes en estos medios masivos de comunicación. • Para el caso de e-mail, se necesita conservar la fecha y hora de recibido y el contenido. • Es preciso realizar copias textuales en documentos de Word de los mensajes de correo electrónico o de texto. Al igual que de imágenes o de videos. Se puede también realizar una captura la pantalla de la conversación o del chat. • Se recomienda hacer educación preventiva mientras se solicitan estos elementos probatorios. • Entre las recomendaciones en estos casos están: • Hablar con pocos contactos, no es necesario tener tantos contactos “que no te contacte casi ninguno” • Propender por el contacto físico entre pares y la actividad deportiva, más que las relaciones virtuales • Contar con una red de apoyo con los padres y otros adultos responsables, que sepan cómo actuar –en cuanto recomendación a otros padres y estrategias para acercarse a los hijos- cuando se presenten estos casos.
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• Agregar a los padres a las redes sociales y estos hacer un seguimiento prudente de los contactos y conversaciones de los hijos. • Recomendar el no-envío de información gráfica (videos, fotos, desnudos, etc.). • Limitar el uso de audios en los chats, que puedan comprometer la integridad de una de las partes. • Aprender a identificar acosos e informar a los padres en caso de que estos sucedan. • Auto-educación parental: que los padres se instruyen en la identificación de los riesgos de usar las redes sociales y los modos de recomendar a sus hijos un buen manejo de las plataformas virtuales de comunicación.
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A modo de corolario
103 Anotaciones finales El interés por comprender la naturaleza de la agresividad a través del Bullying puede ser orientada, acogiendo como punto de interés conjunto y reunión entre disciplinas en el diálogo de saberes, diez premisas fundamentales: • Existe un monto de agresividad natural-pulsional (instintivabiológica) que difiere la violencia instrumental, porque en la violencia la exacerbación, descontrol o instrumentalización resulta teleológica, definida y programada para dañar al otro. • Se convive en un mundo en permanente conflicto con nosotros mismos, con otros y con lo otro (especies, ecosistemas, instituciones, etc.), que se extiende a la gran
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mayoría de otros seres vivos, por lo que vivir y con-vivir son dos partes integradas rizomáticamente en los procesos de socialización. La agresividad es una tendencia haca la transformación del ser y de su entorno bajo condiciones de mutualidad biológica, de modo que la violencia se aprende, se apuntala en las instituciones sociales y se reproduce en los diversos contextos de la actividad humana. La pérdida del sentido vital en la familia puede ser traspasada a los hijos (es legada), a través de pautas de crianza disfuncionales y poco afectivas, y los límites de la socialización, lo cual pone a expensas de agresiones a los niños, niñas y adolescentes. Existe una especie de naturalización de la violencia arraiga en la “liquidez” de Bauman (2004); es decir, en una tolerancia que se disipa en el colectivo y produce problemas de identificación de este tipo de conductas. En el imaginario social de este elemento incluye la idea, de que es necesario ser agresivo porque el entorno es peligroso, ergo para muchos padres que refuerzan directa o indirectamente el Bullying, consideran que “los niños, niñas y adolescentes son violentos porque eso es natural en ellos” y todos los niños son malos, perversos o violentos en algún momento de su vida. La violencia ha disminuido en el mundo (Pinker, 2012), pero la necesidad de connotarla, identificarla, reproducirla o fetichizarla está en aumento, en gran medida debido al acostumbramiento a las formas coercitivas de relación social y biopolítica; Gran parte de las nuevas generaciones vive una incertidumbre flotante frente al futuro, que ya se gestaba se forma discreta y silenciosa en las generaciones pasadas. Esta incertidumbre surge en relación a la ruptura de los parámetros de interacción tradicional y por efecto de la incorporación de nuevas formas de vivir lo ético y lo moral desde un escenario globalizante;
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• El aumento de la enfermedad mental en el mundo, especialmente de la depresión, fruto de la respuesta generalizada ante las coyunturas históricas y los cambios en las estructuras sociales, las cuales generan nuevos principios de realidad que se legitiman en función de las prácticas y la reproductibilidad de los regímenes políticos. • Aunque el fenómeno del Bullying es estadísticamente poco representativo en las tasas de eventos nivela nacional, es funcional y completamente dañino para la estabilidad biopsicosocial de los actores sociales implicados: víctimas, victimarios, observadores. Por esta razón, la prevención de las conductas hostiles entre pares, puede tener como fundamento la reconstitución del tejido social vinculante entre estudiantes, ello a razón del creciente deterioro de la Calidad de la interacción escolar por motivo del acoso y la violencia en escenarios educativos. • La agresión entre pares no debe concentrarse en medidas restrictivas que aumenten más la frustración entre estudiantes o que los alienten a la resistencia agresiva; en contraste los eventos de agresión pueden alentar a la comunidad académica y a los padres de familia hacia el desarrollo de proyectos y programas, orientados hacia la promoción del buen trato y del diálogo solidario, para lo cual se requiere la interiorización del principio de legitimidad de la diferencia, aspecto que inicia desde casa. En este sentido la prevención busca la disminución del impacto de la violencia presente en los espacios visual social-escolar-familiar, misma que es percibida como legítima para conseguir estatus y poder, por lo que a menudo es considerada un bien al cual se puede aspirar. De acuerdo con lo expuesto, es dable considerar de manera general que el escaso control de la agresividad social por parte de los aparatos represivos y la deficiencias en la instauración de los límites sociales que median y regulan el encuentro con otros aumenta los registros de agresión y violencia en etapas cada vez más tempranas de desarrollo, provocando el registro
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de lo violento en la educación y desarrollo de los sujetos. Además de la emergencia y reproducción de conductas hostiles en diversos escenarios de interacción social. Es así que, en la sociedad actual, la notable tendencia a la generalización y simbolización del comportamiento violento, agresivo y anormal presenta un especial y paradójico direccionamiento hacia la normalización patológica de la violencia entre pares, por lo que cuando esta violencia se detecta, ya la conducta de acoso está muy arraigada y tanto la identificación de las víctimas, como la persecución de victimarios resulta traumática. Es importante resaltar que el Bullying es el producto de un mundo de acciones y objetos que sólo tienen existencia y significado en el dominio social en el que surgen, escuela, familia, sociedad. Para los actores sociales implicados, estos lugares cambian sus estructuras y su forma, pero no la función anexa (sometimiento) con la que se determina la permanencia de la agresión, su reproducción sistemática y los parámetros simbólicos de su diseminación somato psíquica y social. Dicho esto, las emociones desde una condición estructural son disposiciones corporales dinámicas, por tanto las acciones agresivas o de acoso estudiantil se definen a partir de los distintos dominios de acción en los que se mueve cada sujeto implicado, agresor, agredido, observador, en relación a lo diversas influencias interaccionales -congruentes o incongruentespropias de la relación con otros sujetos del lenguaje, por ello cuando la persona cambia de emoción, cambia de dominio de la acción (Maturana, 1997), lo que no quiere decir -en este caso- que la única emoción asociada al Bullying sea la ira nofuncional, sino que esta es un componente esencial para entender la violencia entre pares y su proceso de legitimidad en el agresor. Asimismo, en el comportamiento Bullying opera la necesidad de victoria, la cual es un fenómeno cultural que se constituye en la derrota del otro, es grosso modo un sistema de competencia que excluye a la víctima de su defensa y de la articulación de un proceso de negociación y reconocimiento.
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Pese a ello según Maturana (1995) en la competencia se gana cuando el otro fracasa o se somete, lo cual parece ser algo culturalmente deseable especialmente en los agresores en el plano educativo. Tal como se ha expresado en este documento, el agresor busca legitimidad por cualquier medio a fin de cubrir la escasa legitimidad en su hogar, así la violencia que surge de no considerar al otro como real y legitimo es una proyección, un intento de anular en el otro la frustración y anulación que vive en otros escenarios, por ello su “emocionar” está cargado de frustración y usa cualquier método para desprenderse de ella, a razón del elevado temor a reconocer los motivos implícitos a sus conductas, por tal motivo antes que ser odiado por sus conductas quiere ser amado a través de la agresión, incluso y aunque esto implique la vivencia de un amor deformado en el plano psicosocial. En este sentido, para Maturana (1994), el amor es la emoción que constituye el dominio de acciones en que nuestras interacciones recurrentes con otro, hacen al otro un legítimo otro en la convivencia, pero si el amor vivenciado es el referente interno de exclusión y coerción, la ilegitimidad del otro se transforma en el resultado anhelado para que el egoísmo tome posesión del encuentro psicoafectivo, dicho esto el amor fracturado que surge de estas relaciones de poder, no se da en la interacción con el otro, sino en la relación unívoca consigo mismo, lo cual deteriora la interacción social y la conformación de redes de participación y apoyo. Para el autor las interacciones recurrentes en el amor, amplían y estabilizan la convivencia, pero las interacciones recurrentes en la agresión la interfieren y la rompen generando actos de violencia y exclusión a pequeña, mediana y gran escala, como consecuencia el Bullying coarta la expresión afectiva sana de los estudiantes, y asienta una estereotipia emocional (ira, frustración, agresión…) como dominio de la acción violenta, aun cuando existan otras emociones que pueden generar empatía e inclusión social.
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