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Más allá del rango de audición

— LETICIA GÓMEZ

El oído humano es sensible a un delimitado rango de frecuencias. Somos conscientes de las que oímos, pero existe un amplio rango superior e inferior que nuestro cuerpo también es capaz de percibir. En la actualidad se están llevando a cabo investigaciones para conocer cómo estas frecuencias no audibles afectan a nuestra salud física y mental. ¿Qué hay de verdad en todo esto?

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Seguramente no sea necesario traer a la memoria de ningún lector a qué se refieren los infrasonidos y los ultrasonidos, pero quizás debamos conocer más sobre sus características, cuáles son algunas de las fuentes de emisión que se conocen y los efectos que pueden ocasionar en la salud de la población expuesta a los mismos.

La cuantificación de los infrasonidos es muy importante para proteger a la población, especialmente a aquella que está en ambientes potencialmente nocivos.

En esta ocasión nos centraremos en los infrasonidos, aquellas ondas sonoras de frecuencia inferior al mínimo audible por el oído humano, aproximadamente 20Hz. En el caso de los ultrasonidos, hablamos de aquellas ondas sonoras de frecuencia superior al máximo audible por el oído humano, alrededor de 20.000Hz.

Los infrasonidos son capaces de recorrer largas distancias atravesando incluso estructuras sólidas sin perder prácticamente energía y son poco direccionales en su propagación. El hecho de no oírlos no significa que no estén ahí, que no estemos expuestos y, por lo tanto, que no nos afecten. Cuando un sonido es intenso no pasa desapercibido y sabemos que puede dañar nuestra audición o perturbar nuestro bienestar. Sin embargo, es normal que no reparemos en algo que no se hace perceptible,

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