Cine
ABC cultural SÁBADO, 7 DE SEPTIEMBRE DE 2013 abc.es/cultura-cultural/cultural.asp
Alfred Hitchcock: grandes mansiones e historias de amor
la que Hitchcock pudo disponer: Ingrid Bergman. Fue, además, con la que mantuvo una más profunda y duradera relación, superando en sus tres grandes intervenciones el vínculo de Pigmalión con Galatea, tan presente en otras de sus relaciones con actrices, como en el caso de Tippi Hedren, o incluso en la Kim Novak de Vértigo (aunque muy a su pesar: el papel de Judy/Madeleine tenía que interpretarlo Vera Miles, cuya belleza rubia Hitchcock adoraba, y que había intervenido ya en Falso culpable, pero su embarazo se lo impidió).
Fritz Lang, Kubrick, Orson Welles, Tarkovski. Los grandes directores alimentan «De cine», ensayo póstumo en el que el filósofo Eugenio Trías vuelve a demostrar su pasión por el séptimo arte. Adelantamos el principio del capítulo sobre Hitchcock
E
n las películas de su madurez, en los años cincuenta, Alfred Hitchcock parece desvelar las claves de toda su filmografía. Se descubre entonces la llave maestra que abre su cine a la comprensión, destacándose sobre todo dos de sus temas mayores. Ambos dan título a películas bien contrastadas: Falso culpable (The Wrong Man, 1956) y Vértigo (Vertigo, 1958). El tema del falso culpable dio nombre a la única película de estética «neorrealista» de un repertorio en el que abunda lo improbable (o decididamente imposible). La cámara y la puesta en escena, espoleadas por tremendas elipsis, o por poderosos «fuera de campo», se sitúan con frecuencia al límite de lo fantástico. ¿Cómo puede salvarse Scottie Ferguson (James Stewart), en Vértigo, de la percepción subjetiva de un abismo de rascacielos? Mientras está colgado de un canalón de tejado doblado por su peso, ¿puede impro-
visarse una poderosa manta manejada por múltiples figurantes que permitan su caída sin sobrevenirle otra lesión que el trastorno de la acrofobia? ¿Cómo es posible transitar la escena del Monte Rushmore en Con la muerte en los talones (North by Northwest, 1959), con Roger Thornhill (Cary Grant) agarrado al saliente del rostro de un presidente allí esculpido, con el villano pisándole la mano, y él intentando agarrar los dedos de Eve Kendall (Eva Marie Saint) para librarle de una inevitable caída?
Beso final En un caso la elipsis nos lleva a la habitación apacible de Midge (Barbara Bel Geddes) donde Scottie intenta ejercitarse en la superación de su vértigo. En el otro caso, al compartimento del tren, donde Roger Thornhill agarra, desde el altillo en que duerme, el brazo de Eve Kendall, hasta elevarla y atraerla hacia sí, culminando la película con un beso final. Abundan brazos de galanes
«Rebeca» «El género gótico –escribe Eugenio Trías– tiene aquí su quintaesencia. Este filme es razón seminal de grandes imágenes arquetípicas que tendrán fecunda sucesión en su filmografía»
En tecnicolor
sosteniendo mujeres a punto de caer en el abismo. Desde Inocencia y juventud (Young and Innocent, 1937), se repiten esas imágenes poderosas.
Mar embravecido
MÁXIMA SABIDURÍA Eugenio Trías (abajo), el único pensador en lengua española que ha obtenido el Premio Nietzsche –el Nobel de la filosofía–, falleció el 10 de febrero de 2013. De la mano de Galaxia Gutenberg / Círculo de Lectores, su ensayo «De cine» llega a nuestras librerías el 9 de septiembre
El protagonista, Robert Tisdall (Derrick de Marney), la hija del inspector de policía, Erica (Nova Pilbeam), y el vagabundo, el viejo Will (Edward Rigby), se internan, en automóvil, en la mina de la cantera, perseguidos por la policía. Entran en un terreno blando y acuoso que va tragándose el automóvil, como sucederá, en versión macabra, a media película de Psicosis (Psycho, 1960). En la parte central de Inocencia y juventud, él la agarra del brazo y la rescata. La filmografía de Alfred Hitchcock está superpoblada de imágenes arquetípicas. La más poderosa es, sin duda, la percepción del abismo. Así sucede en Rebeca (Rebecca, 1940). Maxim de Winter (Laurence Olivier) contempla extasiado, a punto de cruzar la frontera que separa los muertos de los vivos,
«Marnie, la ladrona» «La historia de un amor doliente, quizás enfermo, pero hondamente apasionado. Largometraje de un extravagante neoexpresionismo»
25
Hitchcock en una pausa del rodaje de «Los pájaros»
el precipicio hasta un mar embravecido: aquel por el cual se internó la embarcación de su primera esposa, Rebeca, como sabremos a lo largo del filme. A la señorita de compañía (Joan Fontaine) de la ridícula Mrs. Van Hopper (Florence Bates) le gusta dibujar y lleva láminas de papel bajo el brazo. Al ver al apuesto caballero bordeando el abismo, le grita: «¡Por favor, no avance!». Él no se lo agradece; contes-
ta con gesto destemplado. Pero ya al día siguiente inicia con ella una sorprendente relación que terminará con una propuesta de matrimonio bien singular: «¿Qué prefieres, Nueva York (con Mrs. Van Hopper) o Manderley (conmigo)?». La muchacha le pregunta: «¿Es que quieres que sea tu secretaria?». Maxim de Winter le responde: «¿No te das cuenta de que te estoy pidiendo que te cases conmigo?».
El cine de Hitchcock es algo más, o algo distinto, de lo que siempre se dice. O en todo caso no se reduce al macrotema de la falsa culpabilidad. Nadie podría negar la universalidad de un tema que atraviesa sus cincuenta y tres películas, desde El enemigo de las rubias (The Lodger, 1926), hasta Frenesí (Frenzy, 1972). Pero en la jerarquía intensiva de temas y motivos de una obra compacta como la de Al-
«Vértigo» «Sigo creyendo que es la mayor obra de arte que creó Alfred Hitchcock: la que encierra más verdad, la que accede al estatuto de gran poema trágico»
fred Hitchcock hay argumentos tan relevantes, o quizás más, que este dominante asunto de la falsa culpabilidad. Insisto en esta noción de jerarquía intensiva.
La actriz más hermosa El gran tema del director británico, en toda su extensa gama, es el amor; casi todas sus películas son grandes, magníficas, trágicas o vibrantes –en clave dramática o de alta comedia–
«La ventana indiscreta» «La carrera de Hitchcock alcanzó el cénit en ese portento de cine en forma de comedia macabra»
historias de amor: Rebeca, 1940; Recuerda (Spellbound, 1945); Encadenados (Notorious, 1946); Atormentada (Under Capricorn, 1949), pero también Yo confieso (I Confess, 1953); La ventana indiscreta (Rear Window, 1954); Pero ¿quién mató a Harry? (The Trouble with Harry, 1955); y Atrapa a un ladrón (To Catch a Thief, 1955). Esa temática amorosa se da cita con la mejor, más hermosa, más inteligente actriz de
Sin minusvalorar otra gran actriz rubia y bellísima, que recorre quizás el tiempo más fértil de la carrera de este director ya en pleno tecnicolor: Grace Kelly, en un papel excelente en Crimen perfecto (Dial M for Murder, 1954), especialmente en los primeros planos en el juzgado, cuando es acusada de homicidio; pero sobre todo en Atrapa a un ladrón, desbordante en su belleza estival. Se advierte una deliciosa vena lírica en esta película de ambientes frívolos, que recorre los paisajes y los pueblos de la Costa Azul, y las fiestas de disfraces de Montecarlo, presagio de su papel de princesa de Mónaco. Pero su carrera con Hitchcock alcanzó el cénit en ese portento de cine en forma de comedia macabra, expresión perfecta de la inexorable vinculación entre lo bello y lo siniestro: La ventana indiscreta. El cine de Hitchcock es, pues, sobre todo, relato de historias amorosas. Tramas que circulan en las más diversificadas formas, argumentos apasionados plagados de obstáculos, historias perturbadoras en el registro de la psicosis, en el mundo bipolar de una mente dividida (en Psicosis). EUGENIO TRÍAS
«Los pájaros» «Encierra una doble historia de amor, tanto más vinculante por cuanto involucra a todo el núcleo familiar»