BOSQUES 2016 / Juan Rafael

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Juan Rafael. Fotografía © José Pajares Iglesias


Cuadros de Juan Rafael recién salidos de la espesura. Para adentrarse, para perderse, para abrir ventanas en las fronteras de los espacios que habitamos. Pintura a la manera clásica, con polvo mineral, molido fino… Pintura natural. En cada cuadro un horizonte de pigmentos evolucionando lentamente en el espacio-tiempo. Cada una de las telas en las que Juan Rafael ha estado trabajando durante 2016 se ha convertido en un bosque en el que adentrarse de forma pensativa y sensible. (Todas las obras mostradas, están realizadas en lienzo con técnica mixta y carecen de título.)


1.- 90 x 50 cm. 2016


2.- 102 x 65,5 cm. 2016


3.- 105 x 126 cm. 2016


4.- 48 x 90 cm. 2016


5.- 54 x 94 cm. 2016


6.- 98 x 140 cm. 2016


7.- 61 x 90,5 cm. 2016


8.- 64 x 70 cm. 2016


9.- 102 x 65,5 cm. 2016


10.- 83,5 x 105 cm. 2016


Música para camaleones

Conozco la obra de Juan Rafael desde hace treinta años.

Recuerdo los primeros pasos: sus dibujos ilustrando textos nuestros, los cómics y los fanzines comunes, la preparación para ingresar en la Facultad de Bellas Artes. Vivimos juntos en aquel entonces, viajamos juntos en camiones nocturnos de mercancías, donde traíamos cuadros suyos para sus primeras exposiciones en la ciudad. Fui testigo de su crecimiento como pintor, de sus hallazgos, de la consecución de un lenguaje propio, de sus exposiciones grandes y pequeñas; y también de sus silencios, de sus decepciones y desánimos. De las caídas y las resurrecciones, que le son inherentes a cualquier artista que se precie de serlo. Sin embargo, no creo que nada de esa biografía común me legitime para hablar de su obra.

Es más bien una confluencia estética —más de espectador

afín que de espectador privilegiado, más de creador que confluye con su poética, que de camarada— en lo que intento basarme para estas cuatro palabras que acompañan a su nueva aventura expositiva en la galería Ármaga.

A mi modo de ver, la pintura de Juan Rafael reclama sin

imponerse cierto rigor en la mirada. Hay quien se queda en la superficie y le funciona. El cuadro se deja, como si fuese un gato, ser visto así. Permite llevártelo a casa, acompañarte suavemente,


dejarse acariciar de vez en cuando. Y ahí se queda agazapado en tu salón, en un pasillo iluminado, en la habitación. Y un día se abalanza sobre ti y te asusta como si te despertasen en un sobresalto. Quien sólo vio una superficie plana, lisa, un adorno, una mascota, cree ahora estar drogado. Los planos se intercambian en un movimiento suave pero continuo, un dentro-afuera, una rotación lenta de múltiples elementos: temblor líquido y niebla sinuosa. La corteza se agrieta, aparecen animales que huyen de un bosque en llamas.

Esta pintura no apela directamente, no escruta al que

mira, no contamina ni embadurna. La obra de Juan Rafael carece de anécdota, brota. Es una mezcla de arquitectura y paisaje. Su capacidad de transformación la hace estar viva, como un cuerpo que se retuerce. Emboscarse es ser bosque. Esta pintura es un niño escondido, con esa mezcla de ingenuidad y pillería.

Las quemaduras, los rasponazos, los tatuajes, las cicatrices,

las arrugas, las vetas, los surcos, las veladuras, los resplandores, el trazo de la escritura, las texturas, los hilos, las máscaras, los pliegues, las vibraciones… hacen música del árbol caído.

Víctor M. Díez


11.- 2016


Pintura mineral

Pintura a la manera clásica, con polvo mineral, molido fino…

Pintura natural. En cada cuadro un horizonte de pigmentos evolucionando lentamente en el espacio-tiempo. Cada una de las telas en las que Juan Rafael ha estado trabajando durante 2016 se ha convertido en un bosque en el que adentrarse de forma pensativa y sensible. Un bosque mineral que remite a mundos vegetales densos en su frondosidad llena de vida, sugerentes en sus inexplorados territorios de luminosidad y umbría. En cada bosque, oscuro en sí, hay una luz, un pensamiento, una emoción remota, un lugar fronterizo más allá de la mirada, entre el cuerpo y el sexto sentido. Construcción y germinación.

A Juan Rafael no le gustan las entrevistas, ni hablar de pintura, como

si no supiera qué decir de ella, de la suya, después de hacerla (:“Todo lo que puedo decir está ahí, en cada cuadro”). Y sin embargo, cuando se pone a hablar como quien no quiere la cosa… se explica de maravilla. Y como no puedo decirle que estoy apuntando algunas de las cosas que dice, hago como que estoy a otra tarea en el ordenador mientras él sigue a lo suyo y me cuenta cosas de esta exposición que lleva meses preparando, en su taller oscuro, donde pinta sobre telas grapadas a la pared con la música a todo volumen, armado de pigmentos minerales, agua, látex, cola, rodillos, hilos, espátulas… y maderas de árboles.

“Yo solo quiero pintar. No quiero entrar en teorías sobre la pintura o

sobre lo que hago. No quiero elaborar ningún discurso”, dice. Pero cuando reflexiona como para sí sobre cómo se fraguan sus cuadros, pienso que ese proceso se parece a la elaboración de un poema memorable: hay un momento


irruptivo, de acción imprevista, seguido de otro momento constructivo, en el que a partir de esa acción, del gesto y del comportamiento de los materiales en determinadas circunstancias de temperatura, humedad… el cuadro va emergiendo. El resultado nunca tiene que ver con una idea previa, surge a partir de una pulsión interna y externa, a partir de su propia plástica productiva y constructiva.

Juan Rafael sigue pintando por las vías del expresionismo y la

abstracción más pura, jugando con los pigmentos y las texturas, con el gesto y la espátula, con los hilos y hojas con que ha empezado a entretejer nuevos registros bajo el lienzo (utilizando técnicas del grabado), explorando las sugerencias plásticas de un mundo vegetal y primigenio en busca de un horizonte sensitivo, entre la imaginación y la seductora piel del lienzo.

“…también son polvo los pigmentos vegetales, esos que evolucionan

con el tiempo (y el color de la obra varía, o se pierde, porque tiene una evolución biológica). La evolución de los pigmentos minerales, en cambio, es muchísimo más lenta… Por eso no utilizo pigmentos vegetales, porque se deterioran más rápidamente con la luz y con el tiempo…”.

Después de pintar (y puedo afirmar que este artista suda pintando),

cuando el cuadro de alguna manera le dice que ya está, Juan Rafael lo desgrapa de la pared, prepara un bastidor de madera, ajusta la tela, la tensa, y vuelve a graparla, esta vez sobre el bastidor. Cada cuadro, como cada bosque, es una obra única en toda su extensión y perspectiva metafórica.


Cuando en 2015 empezó a trabajar en las primeras obras de la

serie “Bosques”, el crítico Luis García Martínez, director del departamento de Arte del ILC, apuntó lo siguiente: “Son obras que toman el elemento natural como punto de referencia o partida, se podrían considerar como conceptualizaciones o construcciones mentales de un espacio genérico denominado ‘bosque’. El bosque se convierte curiosamente en el escenario de una realidad interior que el artista proyecta sobre la lona, en su estudio de la ciudad, sin luz natural. El procedimiento es lento pero calculado; los preparativos, las estructuras lineales de cuerdas preparadas para conseguir el efecto necesario en el sistema de frotagge que aplica a la superficie, permite la creación de un hilo conductor y una estructura interior en la serie. El perfecto control de la manufactura y procedimientos técnicos, hace que en sus obras se observe una cierta presencia latente, leve y sutil de un cierto informalismo. Piezas contundentes pictóricamente, de una gran expresividad y fuerza interior”.

¿Bosques? “Aquí no hay figuración, es una figuración de mentiras.

En realidad son cuadros abstractos”, afirma Juan Rafael. ¿Y que es la abstracción sino la capacidad de crear, abrir, acceder, condensar, mostrar… una/otra dimensión esencial del pensamiento y la emoción?

Eloísa Otero


11.1.- 60 x 60 cm. 2016


11.2.- 60 x 60 cm. 2016


11.3.- 60 x 60 cm. 2016


11.4.- 60 x 60 cm. 2016


11.5.- 60 x 60 cm. 2016


11.6.- 60 x 60 cm. 2016


11.7.- 60 x 60 cm. 2016


11.8.- 60 x 60 cm. 2016


11.9.- 60 x 60 cm. 2016


11.10.- 60 x 60 cm. 2016


11.11.- 60 x 60 cm. 2016


11.12.- 60 x 60 cm. 2016


12.- 130 x 100 cm. 2016


13.- 40 x 60 cm. 2016


14.- 60 x 45,5 cm. 2016


15.- 110 x 53 cm. 2016


16.- 60 x 60 cm. 2015


16.- 60 x 60 cm. 2015


17.- 60 x 60 cm. 2015


18.- 60 x 60 cm. 2014


Sobre Juan Rafael

Nacido en León (1968), estudió Bellas Artes en la Universidad de

Salamanca y forma parte de la generación de artistas que eclosionó en León a principios de los 90, emergentes gracias a la labor de la galería Tráfico de Arte, gestionada por Carlos de la Varga, y de críticos como Javier Hernando Carrasco o José Gómez Isla. Así, participó en exposiciones tan representativas como “León punto y aparte. La nueva escena artística” (Sala Provincia, 1995), “Las nuevas vías de la abstracción” (Sala Provincia, 1997) o la “Bienal de Maia. Arte jovem” (Maia, Oporto, 1997).

Sin abandonar nunca la pintura —desde 1993 ha colgado sus obras

en distintas muestras individuales y colectivas—, Juan Rafael se gana la vida trabajando como freelance en diferentes terrenos vinculados a la imagen (diseño gráfico, fotografía, cartelismo, muralismo, decoración, escenografía, acabados pictóricos o escaparatismo). En ocasiones firma como Rafa Murciego algunos de esos trabajos que no tienen que ver directamente con la pintura.

Entre sus grandes exposiciones individuales destacan: “Huellas de

escritura” (Sala Lucio Muñoz. Delegación territorial de la Junta de Castilla y León. León, 1997), “Pinturas” (La Fábrica-Arte Contemporáneo. Abarca de Campos, Palencia, 1998), “Pinturas” (Galería La Casa del Siglo XV. Segovia, 1999) o “Naturaleza plástica” (Sala El Albéitar. Universidad de León, 2007).


EXPOSICIÓN: Del sábado 10 de Septiembre al viernes 7 de Octubre de 2016.

C/ Alfonso V, Nº 6 · 24001 León - España · De lunes a viernes: de 12 a 14 h y de 18 a 21 h · Sábados: de 12 a 14 h. Tel. 987 238 787 · arte@armaga.com · artearmaga.wordpress.com


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