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GUILLERMO PONS

La pintura de Guillermo Pons es un andar de texturas que se convierten en paisaje. De tal modo, con paso calmoso, sus espátulas parecen describir las escamas del agua, las plumas del aire y las cortezas terrestres. Como si en sus obras el espíritu de los peces, los reptiles y las aves transmutara en lagos cristalinos, senderos terregosos y atmósferas diáfanas. Por ello, el pintor es un texturista de carácter post impresionista, un hombre de mar en la tierra y un apasionado de retratar tanto los reflejos húmedos en movimiento, la compleja densidad de la vegetación, como la imponente fuerza del terreno. Asimismo, en sus creaciones es posible rastrear las influencias de grandes maestros del paisajismo mexicano, tales como Landesio, Velasco, Clausell, Dr. Atl, Nishizawa, entre otros.

Como buen naturalista, se aventura en las entrañas del campo para presenciarla distintas luminosidades del día. También como un implacable centinela, en medio del océano oscuro, observa detenidamente los movimientos de los astros, así como el oleaje de sensaciones campiranas después de la puesta de sol. De esa manera, durante el día pinta las rugosidades y gestualidades paisajísticas de azules, blancos y verdes mediante trazos duros y contundentes. Llama la atención el protagonismo de sus árboles que se erigen en soledad, como testigos pacientes del paso del tiempo. No se diga cuando plasma la diversidad de luces y colores que inundan el panorama que abarca su vista. Por su parte, de noche detalla los sueños de las cactáceas que conforman una arquitectura súbita que se desvanece al repuntar el alba. De tal suerte, en sus cuadros lo onírico resplandece en el suelo campestre, pues traza líneas imaginarias que iluminan a la mágica flora y dejan en penumbra a la sigilosa fauna.

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Y a lo lejos, retrata a un faro nocturno que no deja de cantar.

Sin duda, a lo largo de las jornadas, el silencio de sus pinceles va transformando las misteriosas siluetas e intrigantes contornos de plantas, rocas y cuerpos de agua en bellísimos escenarios. Por lo tanto, sus navegaciones, de sol a sol y sin tregua, son de sobra sensibles con las luces estelares, los ambientes nostálgicos, los entornos salvajes, las memorias latentes del padre, a la vez que con las formas, los relieves, las tonalidades, los accidentes y las composiciones de la naturaleza. Sus telas nos muestran, entonces, ese reencuentro sensual e íntimo, casi erótico, entre lo humano y lo natural. Innegablemente, Guillermo Pons es un intérprete del paisaje, pues lo siente, lo estudia, lo reflexiona y lo recrea en sus lienzos. Es un artista que se hace a la mar en la insólita belleza de la selva desértica oaxaqueña.

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