"TODOS LOS PACIENTES CREEN QUE ESCRIBO SOBRE ELLOS"
Fabio Lacolla
Fabio Lacolla agotó en poco tiempo la primera edición de Amores Tóxicos y ya sacamos la segunda. Semejante éxito ameritaba una pequeña charla con nuestro sanador de corazones preferido. —¿Te sorprendió el éxito de ventas de Amores tóxicos? ¿O, conociendo a tu público, lo esperabas? El concepto de una obra debería ser como una escalera de caracol. Vos sabés que te esperan algunos escalones más de lo que tu campo visual percibe, pero no sabés a ciencia cierta que hay a la vuelta del próximo escalón. En ese sentido, Amores Tóxicos, me sorprende día a día. Las redes sociales contribuyen a que el eco de la lectura del libro tenga patas cortas. Así, me sorprendo de escuchar que es un libro que se regala mucho, que se dedica a un amigo que anda en las malas amorosas e inclusive una par me mandaron fotos juntándose a leerlo entre amigos. De a poco, el libro se va transformando en un amuleto y eso no hay autor que lo pueda planificar.
—¿Hay una parte del libro de la que estés especialmente orgulloso? ¿Hay una parte que la gente te comente más que las otras? Me gusta cuando la ficción le gana a la teoría o cuando la escena le gana al concepto. Me gusta el “ma sí" que tiene el libro en algunos pasajes. Saber que el libro, por momentos, respira libertad, me dibuja una sonrisa. Lo que más me dice la gente es que le gusta el estilo agridulce que fui encontrando a la hora de escribir sobre el amor. Yo no sé bien si es un libro para separarse o para enamorarse… y ahora que lo pienso tal vez sea un libro para aquellos que no están ni de un lado ni del otro, que intuyo son la mayoría. Me dicen: por un lado me clavás un cuchillo y por el otro me curás las heridas. Y… sí. ¡El amor es así, amigo! —Seguís ejerciendo de psicoanalista. ¿Creés que en algunos de tus pacientes puede rondar la idea de terminar inspirando tu próximo escrito? Todos los pacientes creen que escribo sobre ellos. Inclusive algunos querían firmarme la dedicatoria ellos.
No suelo tomar material clínico para escribir, siempre deteste ese rótulo de “El caso J.H”. no me gustaría que mi analista hablara así de mí. Si me pasa que por ahí estoy pensando un concepto y justo algún paciente habla de eso. De todos modos, lo poquito que tomo lo transformo de tal modo que me convierto en un perfecto bartender de la neurosis. —Uno de los aspectos más elogiados de tu libro es la tipología que establece: la mosquita muerta, el pagafantas, etcétera. Me gustaría que nos contaras un poco cómo llegás a establecer un arquetipo. ¿En qué momento determinada actitud que observás te hace pensar: "esto no es un caso particular, esto es representativo de muchos"? Básicamente hay dos fenotipos. El que toma las decisiones y el que se relaja porque el otro las tomó. De ahí en más deriva todo. Está el pater noster que no puede parar de decidir, de controlar o de celar; en oposición a la postura femenina del “sí querido”, la que acata, lo hace porque ese acatamiento la libera de tener que decidir por su cuenta. Y a la inversa hay
grandes mamazas con forma de mamaderas que son expertas costureras de polleras escocesas para sus maridos. Esos pares complementarios pueden durar una eternidad. Lo tóxico, en tal caso, irrumpe cuando alguno de los dos necesita dejar de ser partenaire para convertirse en el propio guionista de su porvenir. —Eso es muy interesante. Como sabés, está de moda la discusión sobre los géneros, que a diferencia de los sexos son roles culturalmente determinados. Vos hablás de roles dominantes o acatadores sin asignárselos necesariamente a un sexo o el otro. Pero lo que parece inevitable es la dicotomía: o mandás, o te mandan. ¿Creés que la república igualitaria en el seno de la pareja es una utopía? La utopía amorosa es para los que creen que el romanticismo es una tabla de salvación. Dos capitanes hunden el barco. Prefiero navegar en el complemento que ahogarme en la fuente narcisista de la igualdad.
Entrevista de Gonzalo Garcés para Galerna Libros.