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Segundo Bimestre Libro del alumno de la “Academia de Líderes” Pastor: Samuel Mandujano Dorantes Pastora: Magda Mandujano Editor: Dr. Ricardo Palomo Argüello Redacción: Pastor Samuel Mandujano Dorantes & Dr. Ricardo Palomo Argüello Corrección de edición: David Anuar González Vázquez Diseño: Gandhi Mena y Olaguibeth Alcocer Diseño de portada: Olaguibeth Alcocer Casa de Avivamiento Mérida Dirección : C.62 #538 x 67 y 69 San Juan, Centro Teléfono: 01(999) 9286421 Contacto Web contacto@casadeavivamiento.com www.casadeavivamiento.com Derechos Reservados de la presente edición: “Fundación Casa de Avivamiento A.C.” Año 2013
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ÍNDICE
El que quiera ser el mayor
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La resurrección de los muertos
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El juicio eterno 35
El poder de las ofrendas
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Echando fuera demonios 57 La imposición de manos 71 Sanando a los enfermos 83 ¿Cómo predicar? 95
Los cuatro enemigos
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Leales y honorables
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Respetando autoridades I
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Respetando autoridades II
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Resolviendo conflictos
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El contexto no es pretexto
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INTRODUCCIÓN Si alguien sabía lo que era estar rodeado de multitudes, ese era Jesús; miles de personas lo seguían día y noche, por tierra y mar, en horas de comida y de descanso, todos queriendo recibir un milagro, un bocado de pan, o una simple palabra de paz. Pero aun entre la muchedumbre, Jesús declaró entristecido que eran pocos los discípulos; que necesitaba más, que orásemos por más obreros. Tú eres la respuesta pronta a esa oración; eres deseo de Dios, Él te ha traído no para que seas uno más entre las multitudes, sino para que te conviertas en su mejor discípulo. Queremos felicitarte, pues con este libro en tus manos, demuestras el deseo y disposición para que Dios perfeccione esa obra que ya ha comenzado fielmente en tu vida. Hemos aprendido a verte como lo hace el Señor: como un líder ya formado, no mirando tus errores, sino el gran potencial que tienes, potencial que Dios tomará para formarte como aquel hombre o aquella mujer que desea de ti. Grandes son los sueños de Dios, y tú eres parte de ellos. Te motivamos a alcanzarlos, a no detenerte, esfuérzate y sé muy valiente, no temas ni desmayes, pues El Señor tu Dios está contigo. Recuerda: “bendecidos para bendecir”.
Que Dios te bendiga y te prospere en todas las cosas. Tus pastores que te aman: Samuel y Magda Mandujano Nota: Los textos bíblicos citados en este libro se han tomado de la versión Reina Valera 1960 (RV60), en caso de citar otras versiones se indicará en el texto.
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E L QU E QU I E R A SE R E L M AYOR
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El que quiera ser el mayor Introducción 1ª Timoteo 3.1: “Palabra fiel: Si alguno anhela obispado, buena obra desea”. Muchas personas piensan que es malo desear ser líder o pastor o profeta, o cualquier otro ministerio. Hay gente que dice: No desees esas cosas, si es de Dios, Él te lo dará a su tiempo. Pero la Palabra de Dios dice que es bueno no sólo desear, sino “anhelar” un obispado, por ejemplo, ser un pastor. Es bueno buscar agradar a Dios y servirle, pues el servicio muchas veces muestra un corazón agradecido. La pregunta que sí debes hacerte si deseas un ministerio, y que debemos hacer a cualquiera que anhela algo semejante, es ¿por qué? Debemos recordar siempre que Dios mira los motivos del corazón.
Versículo Clave: Mateo 20.28 Desarrollo del Tema SIRVE, Y NO BUSQUES SER SERVIDO Mateo 20.25-28: “Entonces Jesús, llamándolos, dijo: Sabéis que los gobernantes de las naciones se enseñorean de ellas, y los que son grandes ejercen sobre ellas potestad. Mas entre vosotros no será así, sino que el que quiera hacerse grande entre vosotros será vuestro servidor, y el que quiera ser el primero entre vosotros será
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vuestro siervo; como el Hijo del hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos”. La Biblia nunca nos enseña que el que sirve va a llegar a ser el mayor, sino que debemos servir aunque no lleguemos a ser el mayor nunca. Aquel que busca una posición, y utiliza como medio el servicio para alcanzar dicha posición, terminará como sirviente. Jesús dejó su trono y bajó a este mundo para servir y no para ser servido. Debido a que se humilló hasta lo sumo, Dios lo exaltó hasta lo sumo. Sin embargo, el propósito de Jesús al dejar su trono no era buscar ser enaltecido, sino que por amor a nosotros sirvió a Dios y a los hombres con un corazón sincero.
Dios es el que premia, no los hombres. MANTENGAMOS UN CORAZÓN SANO Mateo 20.20-24: “Entonces se le acercó la madre de los hijos de Zebedeo con sus hijos, postrándose ante Él y pidiéndole algo. Él le dijo: ¿Qué quieres? Ella le dijo: Ordena que en tu reino se sienten estos dos hijos míos, el uno a tu derecha, y el otro a tu izquierda. Entonces Jesús respondiendo, dijo: No sabéis lo que pedís. ¿Podéis beber del vaso que yo he de beber, y ser bautizados con el bautismo con que yo soy bautizado? Y ellos le dijeron: Podemos. El les dijo: A la verdad, de mi vaso beberéis, y con el bautismo con que yo soy bautizado, seréis bautizados; pero el sentaros a mi derecha y a mi izquierda, no es mío darlo, sino a aquellos para quienes está preparado por mi Padre. Cuando los diez oyeron esto, se enojaron contra los dos hermanos”. Cuando la intención del corazón no es correcta, entra amargura y frustración al no recibir un reconocimiento o ser promovido a algo
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“más alto”; así como cuando nos es quitada una posición que ya nos habían dado. Muchos se han amargado por no ser promovidos para ser líderes, otros se amargan y condenan porque les fue quitada una posición de liderazgo. Eso sucede porque esas personas no deseaban esa posición para servir, sino para ser servidos. No servían por amor a Dios, sino al puesto. ¡Qué horrible corazón es el de alguien que ama más al puesto que a Dios! Prefieren desobedecer a sus pastores y maldecirlos, apartarse de la iglesia y tener un cargo en otro lugar, que someterse y servir gozosos a Dios en el lugar que Él decida ponerlos. Nosotros debemos aprender a hacer con excelencia lo que nos corresponde, sea grande o pequeño, y dejar que Dios premie a quien Él quiera. No trabajar para que Dios nos premie, aunque si lo haces con un corazón de amor a Él y a sus hijos, sin duda lo hará. Proverbios 26.1: “Como no conviene la nieve en el verano, ni la lluvia en la siega, así no conviene al necio la honra”. Ese versículo habla de lo malo que resulta darle un lugar de honra a alguien que no lo merece o no está listo para recibirlo. Si nieva en verano, todas las plantas que apenas van creciendo se pierden, y si llueve en invierno, que es cuando ya está listo el grano para la siega, todo el grano caerá y se pudrirá. De igual forma, dar liderazgo a alguien antes de tiempo sólo hará que los frutos que ya había dado se echen a perder. Tú debes aprender a esperar que Dios haga en tu vida su obra, sin mirar a quién le da las cosas antes que a ti. ¡Esto no es una competencia! Habacuc 2.3-5: “Aunque la visión tardará aún por un tiempo, mas se apresura hacia el fin, y no mentirá; aunque tardare, espéralo, porque sin duda vendrá, no tardará. He aquí que aquel cuya alma no es recta, se enorgullece; mas el justo por su fe vivirá. Y
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también, el que es dado al vino es traicionero, hombre soberbio, que no permanecerá; ensanchó como el Seol su alma, y es como la muerte, que no se saciará; antes, reunió para sí todas las gentes, y juntó para sí todos los pueblos”. Es interesante esta palabra, porque habla sobre el hecho de que la visión todavía puede tardar para ti, pero Dios no miente, hará lo que ha prometido contigo, no busca sacarte con todos tus gustos, sino cumplir sus propósitos en tu vida, recuérdalo. Pero dice que aquellos hombres cuya alma no es recta, en otras palabras, que tienen otras intenciones en su corazón, y que gustan del vino, que aquí se usa para simbolizar los placeres, gustos y caprichos, son hombres traicioneros, y al final su soberbia los lleva a reunir a la gente pero para ellos mismos, y no para quien los envió. Es triste, pero hay líderes a los que Dios ha enviado, que por no tener un alma recta, un corazón sencillo y obediente, siguen sus propios caprichos, y por su soberbia y no querer obedecer, se revelan contra sus pastores y líderes, trabajan en sus grupos y llevan personas pero las consideran suyas, les molesta que sus líderes se metan en sus grupos. Esto sólo demuestra que es un “hombre dado al vino”, es traicionero, no permanecerá.
Dios nos ha confiado gente; y el juntar gente para uno mismo es traición. Es lo que quiso hacer Lucifer. BUSCA SALIR APROBADO Mateo 20.1-16: “Porque el reino de los cielos es semejante a un hombre, padre de familia, que salió por la mañana a contratar obreros para su viña. Y habiendo convenido con los obreros en un denario al día, los envió a su viña. Saliendo cerca de la hora
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tercera del día, vio a otros que estaban en la plaza desocupados; y les dijo: Id también vosotros a mi viña, y os daré lo que sea justo. Y ellos fueron. Salió otra vez cerca de las horas sexta y novena, e hizo lo mismo. Y saliendo cerca de la hora undécima, halló a otros que estaban desocupados; y les dijo: ¿Por qué estáis aquí todo el día desocupados? Le dijeron: Porque nadie nos ha contratado. Él les dijo: Id también vosotros a la viña, y recibiréis lo que sea justo. Cuando llegó la noche, el señor de la viña dijo a su mayordomo: Llama a los obreros y págales el jornal, comenzando desde los postreros hasta los primeros. Y al venir los que habían ido cerca de la hora undécima, recibieron cada uno un denario. Al venir también los primeros, pensaron que habían de recibir más; pero también ellos recibieron cada uno un denario. Y al recibirlo, murmuraban contra el padre de familia, diciendo: Estos postreros han trabajado una sola hora, y los has hecho iguales a nosotros, que hemos soportado la carga y el calor del día”. Él, respondiendo, dijo a uno de ellos: Amigo, no te hago agravio; ¿no conviniste conmigo en un denario? Toma lo que es tuyo, y vete; pero quiero dar a este postrero, como a ti. ¿No me es lícito hacer lo que quiero con lo mío? ¿O tienes tú envidia, porque yo soy bueno? Así, los primeros serán postreros, y los postreros, primeros; porque muchos son llamados, mas pocos escogidos”.
La autojusticia nace en el orgullo de la gente, y causa murmuración. Veamos esta parábola, Jesús dice que a los primeros los contrató, y después los probó, pues su corazón se mostró en el momento que les fue pagado el denario convenido. Sin embargo, a los últimos los probó primero, en el momento que los contrató, pues decidieron ir a trabajar a la viña sin convenir ninguna paga. Todos fueron llamados a trabajar en la viña, pero sólo fueron
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escogidos aquellos que mostraron un corazón puro con intenciones correctas y salieron aprobados, es decir, los postreros fueron escogidos. Conclusión El servicio es la muestra de un corazón agradecido, no debe ser un escalón para subir más alto; lo más grande de un servidor es servir como Cristo enseña que se debe hacer; ya quedó asentado que los gobernantes se enseñorean de sus gobernados en una forma natural, pero los servidores de Dios que se consideren grandes deben servir a los demás. Al final sabemos que realmente todos debemos de servirnos unos a otros como a Cristo. Si tú identificas en tu corazón que eres un hombre que tiende a envidiar a otros, o que es difícil de dirigir porque tiende a la soberbia o a la desobediencia, o a criticar a sus mayores, ¡corrige esta falla de carácter de inmediato!, Porque esto no desaparece por el hecho de que lo ignores, al final seguirás en la iglesia, pero te llevará a servir con un motivo equivocado, terminarás traicionando a tu Dios y ahorcándote ministerialmente como lo hizo Judas con su cuerpo.
No sirvas pensando en recibir más, sino pensando en dar más. Esto evitará que tu corazón se llene de amargura y frustración. No caigas en la condenación en que cayó Lucifer. 1 a Timoteo 3.6
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Tarea para la casa Durante esta semana, estando en oración e intimidad con Dios, toma tu libro y tu lápiz; después de leer de nuevo las lecciones de la semana y pedir revelación a Dios de las cosas que te son ocultas sobre ti mismo, sobre tu vida, y los tuyos, responde a las preguntas siguientes. No dudes en releer cuantas veces sea necesario las lecciones. 1. ¿Qué desea lograr Dios en mí, al enseñarme esta lección? ¿Cuál es su propósito?
2. ¿Cuáles son las enseñanzas más importantes que Dios habla en esta lección? (Escribe al menos 5).
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3. ¿Qué principios cristianos (actitudes y maneras de pensar) se enseñan aquí? (Escribe al menos 3).
4. ¿Cómo pienso aplicar a mi vida lo que he aprendido? (Escribe al menos dos propósitos para esta semana, dos para el mes, y dos para el año).
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L A R E SU R R ECCIÓN DE LOS M U E RTOS
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La resurrección de los muertos Introducción Cuando la Biblia dice que los muertos resucitan o pueden resucitar, lo que quiere decir es que verdaderamente los muertos pueden hacerlo. No se refiere a un sentido figurado, o algo parecido. La Biblia dice que Dios puede hacer que el hueso se cubra de nuevo con carne, y la carne con piel, y revivir el alma de los hombres devolviéndoles por completo la vida. Increíble, ¿no?; más bien, creíble, ¿no? (Ezequiel 37.1-9). ¿Puedes creer esto?, porque contrario a lo que algunos piensan, es sumamente importante conocer la verdad acerca de la doctrina de la resurrección de los muertos, pues ésta es fundamento clave de nuestra fe. Esta doctrina está íntimamente ligada a la resurrección de Cristo de entre los muertos, pues si Él resucitó, entonces nosotros también podemos esperar que resucitaremos con Él. ¿Crees tú que Jesús resucitó y que está vivo justo ahora? 1ª Corintios 15.20-22: “Mas ahora Cristo ha resucitado de los muertos; primicia de los que durmieron es hecho. Porque por cuanto la muerte entró por un hombre, también por un hombre la resurrección de los muertos. Porque así como en Adán todos mueren, también en Cristo todos serán vivificados”.
Versículo Clave: 1ª Corintios 15.58
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Desarrollo del Tema Algunas razones por las cuales es importante estudiar esta doctrina son: 1. La resurrección de Cristo es importante Es importante porque forma parte de nuestra decisión de creer en Cristo y ser salvos. Si no puedes creerlo, entonces no puedes ser salvado. Porque si Cristo está muerto, entonces nadie te salvó, eres un pecador condenado todavía, alejado de Dios, sin esperanza (Romanos 10.9). 2. Es la esperanza del cristiano Segun dice el apóstol Pablo refiriéndose a la resurrección, que nosotros también gemimos dentro de nosotros mismos, esperando la adopción y la redención de nuestros cuerpos. Dios ya nos ha salvado de la muerte eterna: el Infierno, como veremos en la siguiente lección. Pero aun nuestros cuerpos han sido salvados de perderse, Jesús los llamará del polvo cuando Él vuelva, tú y yo vamos a resucitar con un cuerpo nuevo y maravilloso, pues será inmortal (Romanos 8.23, 1ª Corintios 15.52-53). 3. La resurrección es la meta de la vida cristiana El apóstol Pablo revela su meta como cristiano, que fue llegar a la resurrección de entre los muertos. Quería vivir como alguien que ya hubiera resucitado de entre los muertos. Así debemos pensar también nosotros: vivir como si ya hubiéramos muerto y resucitado con Jesús, vivir como un ángel en la tierra, ésta era la meta del apóstol (Filipenses 3.11). 4. Es una verdad que inspira santidad Si no hubiese resurrección de entre los muertos, entonces no debería de importar la manera en que vivimos. Si los muertos no resucitan, comamos y bebamos, que mañana moriremos. Es decir, si ya no
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hay más vida después de esta vida, pues qué hacemos perdiendo el tiempo, disfrutemos sin importarnos nada, que al final simplemente desapareceríamos en la nada y no volveríamos a existir. Pero la resurrección nos recuerda que la verdadera vida no es ésta, sino sólo una prueba de la vida eterna que viene después (1ª Corintios 15.32). 5. Es una verdad que despierta al pecador Todas las prédicas de los apóstoles registradas en el libro de Hechos hablan sobre la resurrección de Cristo. Pablo incluyó este tema cuando predicó en Atenas a personas idólatras. La gente debe saber que no puede vivir haciendo maldades como si Dios no viera nada, porque serán resucitados y juzgados eternamente. A pocos escuchamos hoy día predicando sobre la resurrección de los muertos, pero era una prédica clásica de los primeros apóstoles, debemos recordar el porqué: porque esta es la diferencia entre los verdaderos seguidores creyentes de Jesús y los cristianos falsos y ligeros. Creer en la resurrección de los muertos siempre ha sido una doctrina impactante, porque para el mundo es ridícula e imposible de creer. Esta doctrina ha encontrado mucha resistencia, tal como predijo el apóstol Pablo a Timoteo (Hechos 17.22-34, 2ª Timoteo 2.18). La falsa enseñanza en cuanto a esta doctrina puede destruir la fe de los creyentes. Pablo tambien refutó estos razonamientos. Nosotros también debemos saber lo que la Biblia dice de la resurrección, y predicarla, y refutar a los que predican otra cosa. 1ª Corintios 15.12: “Pero si se predica de Cristo que resucitó de los muertos, ¿cómo dicen algunos entre vosotros que no hay resurrección de muertos? Porque si no hay resurrección de muertos, tampoco Cristo resucitó. Y si Cristo no resucitó, vana es entonces nuestra predicación, vana es también vuestra fe”.
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LA MUERTE EN LA HUMANIDAD Para comprender la resurrección primero tenemos que comprender lo que Dios enseña sobre la muerte. Porque por ahí van muchos que dicen de la muerte que es santa, o digna de ser honrada y temida. Lo cierto es que la muerte no es alguien, es algo, es una condena y una maldición que vino al mundo gracias al pecado, analicemos cómo sucedió esto:
• La muerte entra al mundo Cuando Adán desobedeció a Dios, la sentencia de muerte vino sobre él (Génesis 3.23).
• La muerte universal Al pecar Adán toda la raza humana recibió la misma sentencia (Romanos 5.12).
• La corrupción del cuerpo Parte de esta sentencia fue la destrucción y corrupción del cuerpo (Eclesiastes 3.20).
• La redención de Cristo Por la obra de Cristo hoy tenemos salvación en todo nuestro ser (Gálatas 3.13).
La muerte ha sido derrotada por Jesucristo, ha roto las puertas del HADES y tiene las llaves en su mano. La muerte no debe ser temida por los hijos de Dios, aun ahí, el Espíritu de Dios nos acompañará, y de ahí nos llamará, y nos levantaremos a la nueva vida. Nunca nos dejará solos el Señor, ni siquiera en la muerte corporal, porque para Él, nosotros vivimos para siempre, morir físicamente es sólo el paso que todos debemos dar para abrir los ojos a la nueva vida espiritual que viviremos siempre al lado de Dios. No temas ante la muerte de un ser querido. Dios sabrá guiarlo.
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La Biblia nos enseña que todo ser humano duerme en el seno del Padre cuando muere, en espera de la segunda venida de Cristo, mientras que los impíos descienden al Seol, el lugar de los muertos en un sitio separado, igualmente en espera de la resurrección para ser juzgados. Mientras los hombres duermen (es decir al morir) no pueden escuchar nada del lugar de los vivos, no saben, no entienden, no conocen, y aunque la Biblia lo llama sueño, no sueñan, porque los muertos no tienen pensamientos. Por lo tanto, los vivos no pueden comunicarse con ellos. LA RESURRECCIÓN ES PARA TODO SER HUMANO Cuando Dios nos hizo, Él ya tenía todo diseñado de antemano. Así como un juguete cuando sale de la fábrica ya está diseñado para ser construido y reconstruido, nosotros hemos sido diseñados para ser resucitados. La resurrección se refiere a la reconstitución sobrenatural del cuerpo humano físico en un día futuro (Lucas 21.16-18). La universalidad de la resurrección Ahora bien, debe quedar claro que no sólo los que creemos en Cristo vamos a resucitar, todo el mundo, todas las generaciones, los miles de millones de hombres que han vivido sobr esta tierra en la era del hombre, van a revivir. La Biblia dice que en Adán todos mueren, y esto es en toda la raza humana. Por lo tanto, todos serán vivificados. Unos serán vivificados para gloria; otros para vergüenza (Juan 5.28-30, 1ª Corintios 15.22).
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LA RESURRECCIÓN DE LOS CREYENTES El momento de la resurrección es en la segunda venida de Cristo, justo antes de que los creyentes que hayan quedado vivos sean arrebatados, es decir, sean llevados al cielo, a la ciudad celestial de Jerusalén, el país de Dios. 1ª Tesalonicenses 4.13-18: “Tampoco queremos, hermanos, que ignoréis acerca de los que duermen, para que no os entristezcáis como los otros que no tienen esperanza. Porque si creemos que Jesús murió y resucitó, así también traerá Dios con Jesús a los que durmieron en él. Por lo cual os decimos esto en palabra del Señor: que nosotros que vivimos, que habremos quedado hasta la venida del Señor, no precederemos a los que durmieron. Porque el Señor mismo con voz de mando, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del cielo; y los muertos en Cristo resucitarán primero. Luego nosotros los que vivimos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes para recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con el Señor. Por tanto, alentaos los unos a los otros con estas palabras”. Ahora bien, cuando resucitemos, no lo haremos con los mismos cuerpos que ahora tenemos. Por eso no debes preocuparte por los miles de cristianos que fueron mutilados y martirizados por Jesús. Resucitaremos con un poderoso cuerpo espiritual semejante al que Dios le ha dado a los ángeles, uno como el de Jesús cuando resucitó. Seremos semejantes a Él. Este cuerpo será levantado del mismo cuerpo humano en que vivíamos, pero no será el mismo (1ª Corintios 15.35-38, Juan 21.4-6).
Nuestro cuerpo será como era el cuerpo del Señor Jesucristo al resucitar.
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¿Y cómo era el cuerpo del Señor Jesús resucitado?: 1. Incorruptible (1ª Corintios 15.42, 52) 2. Glorificado (Romanos 8.17, Filipenses 3.21) 3. En poder (1ª Corintios 15.43) 4. Espiritual (1ª Corintios 15.44) 5. Celestial (2ª Corintios 5.1-2) 6. Inmortal (1ª Corintios 15.53) 7. De carne y hueso (Lucas 24.39) LA RESURRECCIÓN DE LOS IMPÍOS Cristo dijo que todos los que están en los sepulcros oirán su voz, mas los que hicieron lo malo, a resurrección de condenación. Y cuando dice “todos”, realmente se refiere a todos. Buenos y malos. Será sorprendente para los ateos, los incrédulos, los malvados, escuchar la poderosa voz llamar a la tumba ordenando perentoriamente que se levanten a recibir al Rey de Reyes que ellos rechazaron en vida (Juan 5.28-29). 1. El destino de los impíos El destino de los que no creen en Jesús será el infierno. Este es un lugar de tormento eterno. No hay otra salida para ellos. Esta es la condenación del diablo y todos sus seguidores también. Se llevará con él a todos los que no aceptaron el gobierno de Jesús en sus vidas (Mateo 16.18, Apocalipsis 20.10-14, Apocalipsis 19.20). 2. El momento de su resurrección El momento de la resurrección de los impíos será al final del milenio. La Biblia dice que al volver Jesús, reinará en la tierra por mil años para que se cumplan las Escrituras. Cuando Jesús haya acabado de reinar por mil años en la tierra, entonces el resto de los
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impíos resucitarán para ser juzgados (Apocalipsis 20.5). 3. El cuerpo con el que resucitarán Este cuerpo será un cuerpo eterno, su único propósito será para sufrir castigo eterno en el lago de fuego (Marcos 9.43-48, Mateo 5.22 y 29, Mateo 10.28, Lucas 12.5). Esto es terrible, y no es la voluntad de Dios que suceda, por eso nos manda a ti y a mí a predicarle a todo el mundo para que sea salvo, por eso ha enviado a Jesús mismo a salvar al mundo, por eso nos da su Santo Espíritu, Dios trabaja intensamente para salvar a la tierra del destino que ellos mismos han forjado para sí mismos, porque vivir lejos de Dios es vivir en el infierno, o más bien morir, morir eternamente. Conclusión Jesús ha comprado no sólo salvación, sino también la promesa de una nueva vida y un nuevo cuerpo para nosotros. Esta vida es sólo el ensayo para la que viene. Nunca olvides que no pertenecemos a este mundo, nosotros somos ciudadanos del Cielo, ahí estamos registrados, existe un acta de nacimiento espiritual que te acredita como hijo de Dios y hermano de Jesucristo. Si Dios nos ha hecho esta promesa, debemos vivir como hombres que esperan la resurrección, viviendo santamente en esta vida, buscando vivir como quienes ya han sido salvados de la muerte. Todos los hombres resucitarán. ¿Dónde pasarán su vida eterna tus amigos?, ¿tu familia?, ¿la gente que amas? Dios ahora mismo está trabajando para evitar la muerte del hombre, ha dado su propia vida para rescatarlos, pero es decisión de ellos mismos, se llama libre albedrío. Pero quizá tu puedes hacer algo para salvarlos.
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Ahora que sabes esta palabra, nunca la olvides, porque el tiempo apremia cuando nos damos cuenta de que Jesucristo viene ya muy pronto.
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Tarea para la casa Durante esta semana, estando en oración e intimidad con Dios, toma tu libro y tu lápiz; después de leer de nuevo las lecciones de la semana y pedir revelación a Dios de las cosas que te son ocultas sobre ti mismo, sobre tu vida, y los tuyos, responde a las preguntas siguientes. No dudes en releer cuantas veces sea necesario las lecciones. 1. ¿Qué desea lograr Dios en mí, al enseñarme esta lección? ¿Cuál es su propósito?
2. ¿Cuáles son las enseñanzas más importantes que Dios habla en esta lección? (Escribe al menos 5).
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3. ¿Qué principios cristianos (actitudes y maneras de pensar) se enseñan aquí? (Escribe al menos 3).
4. ¿Cómo pienso aplicar a mi vida lo que he aprendido? (Escribe al menos dos propósitos para esta semana, dos para el mes, y dos para el año).
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El juicio eterno Introducción En la lección anterior hablamos de la resurrección de los muertos, y mencionamos un poco de las consecuencias de nuestras decisiones en esta vida. Ahora vamos más allá a revelar un misterio impactante que Jesús nos dejó aclarado y bien comprensible en la Biblia: los juicios de Dios sobre el hombre. La Biblia revela dos tipos de juicios distintos en sus consecuencias en el tiempo: uno es un juicio histórico o temporal, que no es completo, es decir, no acaba de castigar y limpiar por completo el pecado, y es cuando Dios corrige en esta vida a quienes quebrantan su ley. Dios hace esto para recordar que hay un juicio eterno cuyas consecuencias serán mayores. En el juicio temporal no todo pecado de los hombres recibe castigo en la vida presente, y no toda injusticia se corrige. Pero sí que nos recuerda que hay un Dios que ve todo y que tiene poder y autoridad para juzgar con justicia (1ª Corintios 11.32, Salmos 73.12-20). Viene el día de otro juicio, cuando todo hombre tendrá que dar cuenta a Dios de él mismo y de sus hechos, sean buenos o malos, para recibir las consecuencias eternas de ellos; este último es el juicio eterno, el cual tendrá dos partes: una para juzgar a los creyentes (justos) y otra para los no creyentes (impíos) (Daniel 12.2).
Versículo Clave: Hebreos 9.27
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Desarrollo del Tema PRINCIPIOS DEL JUICIO ETERNO ¿En qué se basa el juicio eterno? ¿Quién será el juez? ¿En qué leyes se basará su veredicto? Son cosas que conviene conocer, porque todos seremos juzgados. Toda obra será sacada a la luz. 1. El Padre tiene autoridad para juzgar porque Él es el creador (Juan 5.26-27). 2. El Padre entrega todo juicio al Hijo. Él será el Juez (Juan 5.22-23). 3. El Hijo basa el juicio en su Palabra, esta es la ley que se respetará en el juicio (Juan 12.48). La Biblia revela 5 características del juicio eterno: 1. El juicio será conforme a las palabras de Jesucristo. Muchos se justifican diciendo que no conocían a Dios, otros descalifican a Jesús, diciendo que sólo era un filósofo o sabio con errores como todos. Lo cierto es que en el día del juicio todos esos pretextos no servirán de nada. Por eso es bueno que prediquemos las palabras de Jesús (Juan 12.47-48). 2. No seremos juzgados conforme a lo que sabíamos de justicia, sino conforme a lo que practicábamos. No basta con saber lo que dice la Biblia, cuando se abran los libros y se muestre lo que hemos hecho, se verán los verdaderos frutos, a Dios no se le puede mentir (Santiago 1.22). 3. Nuestras vidas son libros abiertos delante de Dios. Nadie se podrá justificar delante de su rostro, pues Él conoce hasta lo más profundo de nuestros pensamientos, y según las intenciones del
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corazón juzga a los hombres (Hebreos 4.13). 4. Todas nuestras obras, buenas y malas, todos los secretos de nuestros corazones, y toda la luz espiritual que tengamos, absolutamente todo es grabado en los libros de Dios (Apocalipsis 20.12). 5. Solamente la sangre de Cristo puede borrar las obras malas. Aquí sucede lo hermoso del plan de Dios, pues seguramente si nos hubiéramos quedado en el punto cuatro todos estaríamos espantados. La sangre de Jesús es la que ha borrado de los libros de Dios cada obra mala de la que nos hemos arrepentido y que hemos confesado. Por eso es que no debemos justificarnos ni ignorar nuestros errores u ocultarlos, debemos ser sinceros con Dios. Él ya sabe que hemos pecado aun antes de cometerlos, pero desea que confesemos pues sólo así nuestros pecados serán borrados (Efesios 1.7). EL JUICIO DE LOS CREYENTES Nuestra confianza y aceptación personal del poder de la sangre de Cristo para salvar determinará el resultado del juicio eterno. Aquel que crea en el Señor Jesús será justificado y podrá ser recompensado por las obras que haya hecho como hijo de Dios. Aquel que no crea en Él, será condenado a pesar de sus obras buenas. No debes olvidar nada de lo siguiente para comprender por qué Dios actúa de esta manera al juzgar al hombre: 1. Jesucristo pagó por todos nuestros pecados (Isaías 53.6). 2. Jesús es el Cordero de Dios entregado para borrar nuestros pecados (Isaías 53.5).
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3. Humillarse y arrepentirse es lo que produce el perdón de pecados. Y los borra de los libros de las obras (Hechos 2.38). 4. No todos los hombres aceptan el perdón de pecados (Marcos 16.15). 5. Aceptar la salvación al creer en el poder de Jesús es escribir nuestro nombre en el Libro de la Vida (Apocalipsis 20.12). 6. Es decisión de cada persona recibir el regalo del perdón de pecados (Juan 3.14-15). 7. Al morir una persona ya está decidido hacia dónde va a dirigirse: Cielo o Infierno, porque la última oportunidad de recibir a Jesús, y de creer en Él se apaga con el último aliento de vida. Después de muerto nadie puede confesar con su boca que Jesús es su Señor (Lucas 16.19-31). El tribunal de Cristo Los que hemos creído en el Señor Jesús seremos juzgados igual que los incrédulos, pero de una manera diferente. Al creer en Jesús ya nos hemos salvado del infierno, pero de igual manera deberemos comparecer ante el Tribunal de Cristo, donde seremos recompensados por nuestras obras, porque a nosotros que creemos, las obras sí nos cuentan, pero a los que han sido condenados, aun con miles de obras buenas, no podrán alcanzar la salvación, pues ésta sólo se obtiene por fe (2ª Corintios 5.10, Romanos 14.10-12, Juan 5.24-25 y 3.18). Todos recibiremos alguna recompensa, algunos más, otros menos, según el trabajo que hayan hecho en vida. Pero a todos nos serán recompensadas las cosas que hicimos. La Biblia dice que es en este momento cuando se entregarán las diferentes coronas y Dios dará la paga de cada obrero (1ª Corintios 3.8).
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Nuestras obras serán probadas por fuego El apóstol Pablo dice que el juicio ante el Tribunal de Cristo lo ha hecho Dios para probar las obras que hicimos como cristianos mientras estábamos en este cuerpo. Dice que las obras van a ser probadas en el fuego, refiriéndose a que serán sometidas a una rigurosa prueba para demostrar que fueron hechas en Dios. Sólo las que pasen la prueba de Dios serán tomadas en cuenta (1ª Corintios 3.11-15). Entonces los principios para el juicio son: 1. Las obras se probarán en el fuego. 2. Toda obra será probada, la que permanezca será aprobada, y la que se queme no lo será. 3. La obra que permanezca recibirá galardón. 4. El hombre no se perderá, todos permanecerán salvos, pero como por fuego. ¿Qué criterios usa Dios para ver si una obra es buena y digna de ser recompensada? Es algo que todos debemos saber desde ahora, porque es la clave del examen que vendrá, sólo las obras que cumplan con los requisitos de calidad divina serán tenidas como frutos buenos y serán recompensadas. Una obra para ser buena debe:
Haber sido hecha con la motivación correcta. Haber sido hecha en obediencia. Haber tenido efectividad. Pues nada que es inspirado por Dios resulta inútil.
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EL JUICIO DE LOS IMPÍOS El Gran Trono Blanco es la contraparte del Tribunal de Cristo, pero para los incrédulos. Aquí, ante el Gran Trono Blanco, se juzgará a todo incrédulo de la misma manera que ante el Tribunal de Cristo se juzgará a los creyentes. Pero hay una gran diferencia: aquí no se premiará a nadie, es un juicio sólo para entregar la sentencia. 1. El Juicio ante el Gran Trono Blanco será:
El fin del diablo y sus demonios. (Apocalipsis 20.10) El fin de la tierra y los cielos. (Apocalipsis 20.11) El fin de los pecadores. (Apocalipsis 20.11-12)
Los libros de las obras se abrirán también aquí, y todos serán juzgados según sus obras. Los libros se abrirán: la vida de toda persona será abierta y vista por todos, exhibidos públicamente. La enorme diferencia entre un incrédulo y un creyente es la preciosa sangre del cordero de Dios que quita el pecado. En el incrédulo, los libros se hallarán llenos de maldad, pues sin Jesús no hay perdón de pecados, y éstos siguen escritos en los libros de las obras. Cuando el Juez vea la evidencia, dará la sentencia: todos serán echados al lago de fuego (Apocalipsis 20.12-14). Conclusión Todos van a pasar por el juicio eterno, nada más que los creyentes pasarán este juicio ante el Tribunal de Cristo, y los no creyentes ante el Trono Blanco y, por tanto, las consecuencias al final son totalmente diferentes, los primeros irán para vida eterna, y los otros para condenación eterna. Dios ha sido paciente, esperando que la gente proceda al arrepentimiento, y ahora nos manda a todos los que le creemos a salvar a nuestros hermanos.
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No perdamos el tiempo inútilmente, esta es una terrible verdad que todo el mundo debe saber. Salva a los que amas, ora por ellos, pide a Dios que te de palabras, pide al Espíritu Santo que los toque, que ensuavice su corazón, ve, corre por ellos, Dios es paciente y amoroso, Él te ayudará a salvar a tu familia, y a los que amas, esa es su promesa. Y tú, hijo de Dios, esfuérzate y se valiente en esta vida, haz cada cosa con un corazón limpio y recto delante de Dios, lávate de cada pecado en la sangre del cordero, porque grande es tu galardón en los cielos si tu alma es recta delante de Él. Tu Padre te espera en casa, espera a sus príncipes y princesas con las coronas en mano.
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Tarea para la casa Durante esta semana, estando en oración e intimidad con Dios, toma tu libro y tu lápiz; y después de leer de nuevo las lecciones de la semana y pedir revelación a Dios de las cosas que te son ocultas sobre ti mismo, sobre tu vida, y los tuyos, responde a las preguntas siguientes. No dudes en releer cuantas veces sea necesario las lecciones. 1. ¿Qué desea lograr Dios en mí, al enseñarme esta lección? ¿Cuál es su propósito?
2. ¿ Cuáles son las enseñanzas más importantes que Dios habla en esta lección? (Escribe al menos 5).
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3. ¿Qué principios cristianos (actitudes y maneras de pensar) se enseñan aquí? (Escribe al menos 3).
4. ¿Cómo pienso aplicar a mi vida lo que he aprendido, en esta semana, este mes y este año? (Al menos dos propósitos para esta semana, dos para el mes, y dos para el año).
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El poder de las ofrendas Introducción Durante mucho tiempo, ha habido cristianos que creen que buscar las recompensas que Dios nos ha ofrecido es una mala actitud porque pudiera ser una actitud interesada. Si bien es cierto que servir a Dios buscando solamente obtener cosas vanas es una muy mala manera de hacerlo como vimos en “El que quiera ser el mayor”, también es cierto que Dios ha prometido recompensas a los que le aman para que pongamos la mira en ellas. Buscar las recompensas que Dios promete pueden ser un gran motivador para los que ya le sirven por amor. Uno de los mitos más grandes del cristianismo sobre las recompensas ocurre en el caso de las ofrendas. Dios ha prometido que nuestras ofrendas tendrán una recompensa: nos harán ser recordados en el cielo. Nuestras ofrendas a Dios, dadas de corazón con alegría, son obras que pasan la prueba de fuego desde el momento en que son hechas, y son contadas en el momento mismo en que son realizadas, porque cumplen con los requisitos para ser una obra justa y digna de ser recompensada como vimos en “El juicio eterno”: 1. Motivación correcta 2. Obediencia 3. Eficacia Las ofrendas suben para memoria nuestra instantáneamente, a diferencia de otras obras cuya eficacia puede esperar mucho tiempo para ser observada. Tú eres recordado por el corazón que
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tienes, pero el corazón que todos llevamos se manifiesta en las obras que realizamos. Un corazón dadivoso es una mano generosa, un corazón agradecido es una mano ofrendadora, un corazón dependiente de Dios es una mano diezmadora. Si bien la salvación de Dios es según nuestra fe, las recompensas de Dios son según nuestras obras, por eso David escribió tan acertadamente el Salmo 20.1-4 que dice: “Jehová te oiga en el día de conflicto; el nombre del Dios de Jacob te defienda. Te envíe ayuda desde el santuario, y desde Sión te sostenga. Haga memoria de todas tus ofrendas, y acepte tu holocausto. Te dé conforme al deseo de tu corazón, y cumpla todo tu consejo”. Cuando eres un ofrendador y estás clamando por ayuda, cuando necesites y quieras que Dios te sostenga, tienes que estar confiado y quitarte los prejuicios sobre ser interesado, y portarte como un hijo y heredero de las promesas y recompensas de Dios, para así decirle: ¡Señor, has memoria de mis ofrendas! ¡Acéptalas y dame conforme al deseo de mi corazón! Dios no dudará en decirte: ¡Claro que sí!
La prueba muchas veces no es lo difícil que es dar, sino lo difícil que es creer en la recompensa prometida. Versículo Clave: Hechos 10.4 Desarrollo del Tema PARA MEMORIA DELANTE DE DIOS En Hechos 10.1-4 dice: “Había en Cesarea un hombre llamado
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Cornelio, centurión de la compañía llamada la Italiana, piadoso y temeroso de Dios con toda su casa, y que hacía muchas limosnas al pueblo, y oraba a Dios siempre. Éste vio claramente en una visión, como a la hora novena del día, que un ángel de Dios entraba donde él estaba y le decía: Cornelio. Él, mirándole fijamente, y atemorizado, dijo: ¿Qué es, Señor? Y le dijo: Tus oraciones y tus limosnas han subido para memoria delante de Dios”. La Biblia nos enseña claramente que nuestras ofrendas y buenas obras son recordadas por el Señor; el autor de Hebreos decía que Dios no es injusto para olvidar el bien que hacemos (Hebreos 6.10). Incluso con aquellos hombres que aún no le conocen, sus ofrendas y limosnas conquistan el corazón de Dios, y Él siente compasión por ellos; así sucedió con Cornelio, a quien Dios le envió a Pedro para que le hablase del Evangelio y llegara a ser salvo, hasta fue bautizado en el Espíritu Santo (Hechos 10.5). ¿Qué no estará dispuesto Dios a hacer por alguien que le ama, le sirve, y conquista su corazón con sus ofrendas y limosnas? ¿Qué no hará Dios por ti si decides cambiar tu corazón a uno generoso y dadivoso, desprendido y dependiente de Él?
Nuestras dádivas hacen que se nos recuerde en el cielo. En Marcos 14.3 dice: “Pero estando él en Betania, en casa de Simón el leproso, y sentado a la mesa, vino una mujer con un vaso de alabastro de perfume de nardo puro de mucho precio; y quebrando el vaso de alabastro, se lo derramó sobre su cabeza”. Cuando un hombre o mujer es dadivoso con el Señor, sus ofrendas en ocasiones provocan que alguien más se enoje, pues lo que para algunos es una buena obra, para otros es un desperdicio, todo depende de quién la mire. Si tu ofrenda la sometes o la
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pones a discusión con los demás, puede que la califiquen como un desperdicio o te desanimen para no darla, sin embargo, si le consultas a Jesús, Él te dirá que su Padre tiene una recompensa para ella. Nunca desanimes a alguien que quiere dar una ofrenda al Señor, esa persona podría tener más fe que tú mismo. No permitas que las opiniones de los demás te hagan desistir de ofrendarle lo mejor a Cristo, porque recuerda que cada ofrenda tiene su recompensa, y las recompensas que Dios da, son cosas que no se pueden comprar con dinero ni se podrían conseguir de otro modo sino es por Dios. Marcos 14:7-9 dice: “Siempre tendréis a los pobres con vosotros, y cuando queráis les podéis hacer bien; pero a mí no siempre me tendréis. Ésta ha hecho lo que podía; porque se ha anticipado a ungir mi cuerpo para la sepultura. De cierto os digo que donde quiera que se predique este evangelio, en todo el mundo, también se contará lo que ésta ha hecho, para memoria de ella”. El día de hoy, mientras lees estas líneas, aún por medio de ti, Jesús le sigue pagando con creces lo que hizo esa mujer, pues aun tú mismo conoces su historia. Ella pasó a la memoria porque su ofrenda la hace ser recordada como la mujer que aun sintiéndose pecadora y sabiendo que su vida no era perfecta, sí pudo despojarse de algo con un precio muy alto para entregárselo a su Señor, lo mejor que ella tenía se lo entregó a Jesús. Y eso, ninguno de los que estaban en ese lugar lo pudo hacer, porque muchas veces, la mayor prueba de nuestra dependencia de Dios es con hechos visibles, como despojarnos de cosas materiales. RIQUEZAS INJUSTAS vs RIQUEZAS VERDADERAS En Mateo 19.30, se nos dice del joven rico que se acercó a Jesús porque tenía un vivo deseo de agradar a Dios; pero no pudo seguir a Jesús
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porque a pesar de sus deseos, no pudo demostrar el corazón que tenía dejando sus posesiones. Tú podrás haber pasado muchas pruebas y haber dejado muchas cosas por Cristo, pero hasta que no encuentres que dependes plenamente de Jesús pudiendo dejar todas tus comodidades y riquezas, no podrás seguirle. Todos deberíamos examinar nuestro corazón. Imagina que un día Dios te pide que siembres todo lo que tienes y se lo entregues a los pobres, o peor aún, a un rico, ¿podrías?
A veces lo difícil no es darle algo a Dios, sino estar dispuesto a darlo a los hombres, y ver que otro disfrute lo que se considera propio. Muchas personas, especialmente las ricas, viven orando por que Dios no les pida esto, y eso es señal de no estar dispuestos a sufrir pérdidas por Jesús. Pero Jesús fue claro: No se puede ser su discípulo si no se está dispuesto a dejarlo todo por Él (Mateo 16.24, Mateo 10.38-39). Debes entender que hay riquezas injustas y riquezas verdaderas. Las injustas son aquellas que obtenemos por cualquier medio que no sea por provisión de Dios, herencia, negocios, etc. ¿Por qué son injustas? Porque las consideramos como fruto de nuestro esfuerzo, y eso es un robo al verdadero dueño de ellas: Dios (Lucas 16.11-12, Hageo 2.8).
Toda riqueza que consideramos ganada con nuestras capacidades es injusta. Jesús dejó claro que quien no renuncia a las riquezas injustas, no puede recibir las verdaderas, es decir, aquellas que Dios ha preparado para nosotros. Dios desea prosperarnos, se hizo pobre para que nosotros seamos enriquecidos, pero Él desea que obtengamos estas riquezas, con humildad, por fe, con un corazón dadivoso, desprendido y dependiente completamente de su provisión (2a Corintios 8.9).
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El diezmo y la ofrenda, las limosnas y siembras, son apreciadas por el Señor, pues demuestran la plena confianza en su poder y no en nuestras fuerzas. Por eso los hombres que ofrendan son recordados por Dios, y a veces son tan pocos. Pero tú, busca lo verdadero, aquello que no puede ser corrompido, aquello que Dios mismo protege para no ser robado, aquello por lo que nunca serás extorsionado, riquezas verdaderas, las que Dios da, y que nadie te puede quitar porque son un don de Dios. Tener tesoro en el cielo no significa que al estar ahí tengamos montones de oro, sino contar con el tesoro de la bendición, provisión y protección de Dios, al renunciar a las ganancias injustas (Romanos 11.29, Lucas 12.33). Conclusión ¿Te has preocupado porque le has fallado a Dios en dar, ofrendar, y diezmar? Ciertamente Dios sabe las veces que has dejado de dar, de diezmar, y de sembrar; sin embargo, tiene más memoria de las veces que siembras y que entregas lo mejor. Muchos pecados tenía la mujer del perfume, sin embargo, amaba tanto a Jesús que sus actos no midieron el peso en oro de su ofrenda, entregó junto con su amor lágrimas y adoración, una ofrenda hermosa, la mejor. Por eso Dios la recuerda, nos hace recordarla y lo seguirá haciendo por los siglos de los siglos. Nadie recuerda sus pecados, y nadie podría decir cuáles fueron, pero todos recuerdan su ofrenda. Así también, Dios recuerda nuestras buenas dádivas antes que nuestros fallos. No lamentes lo que no diste, entrega lo mejor a Dios y demuestra a través de tus ofrendas tu amor por el Salvador.
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Tarea para la casa Durante esta semana, estando en oración e intimidad con Dios, toma tu libro y tu lápiz; después de leer de nuevo las lecciones de la semana y pedir revelación a Dios de las cosas que te son ocultas sobre ti mismo, sobre tu vida, y los tuyos, responde a las preguntas siguientes. No dudes en releer cuantas veces sea necesario las lecciones. 1. ¿Qué desea lograr Dios en mí, al enseñarme esta lección? ¿Cuál es su propósito?
2. ¿Cuáles son las enseñanzas más importantes que Dios habla en esta lección? (Escribe al menos 5).
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3. ¿Qué principios cristianos (actitudes y maneras de pensar) se enseñan aquí? (Escribe al menos 3).
4. ¿Cómo pienso aplicar a mi vida lo que he aprendido? (Escribe al menos dos propósitos para esta semana, dos para el mes, y dos para el año).
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Echando fuera demonios Introducción Cuando hablamos de echar fuera demonios, mucha gente se imagina exorcismos con gritos, blasfemias, personas con el rostro verde, etc. Esto se debe a la imagen que Hollywood nos ha dado de ello. Pero en realidad, la lucha espiritual dista mucho de estas escenas. Echar fuera demonios era algo común, diario, y básico en la vida de los primeros cristianos, ya que como nos enseña el apóstol Pablo, nuestra lucha es contra huestes espirituales, y no contra personas de carne y sangre. Esto también nos deja claro que la victoria es sobre estas huestes espirituales, y que en la medida en que les vayamos ganando terreno, iremos extendiendo el reino de Dios. Esto es precisamente lo que Jesús enseñaba cuando la ignorancia de los judíos lo acusó de herejía al echar fuera un demonio; veamos lo que sucedió entonces.
Versículos Clave: Gálatas 5.19-21, Marcos 16.15-18 Desarrollo del Tema EL REINO DE DIOS SE HA ACERCADO En Lucas 11.14-20 leemos: “Estaba Jesús echando fuera un demonio, que era mudo; y aconteció que salido el demonio, el mudo habló; y la gente se maravilló. Pero algunos de ellos decían: Por Beelzebú, príncipe de los demonios, echa fuera los demonios. Otros, para tentarle, le pedían señal del cielo. Mas él, conociendo
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los pensamientos de ellos, les dijo: Todo reino dividido contra sí mismo, es asolado; y una casa dividida contra sí misma, cae. Y si también Satanás está dividido contra sí mismo, ¿cómo permanecerá su reino? ya que decís que por Beelzebú echo yo fuera los demonios. Pues si yo echo fuera los demonios por Beelzebú, ¿vuestros hijos por quién los echan? Por tanto, ellos serán vuestros jueces. Mas si por el dedo de Dios echo yo fuera los demonios, ciertamente el reino de Dios ha llegado a vosotros”. Cuando predicamos el reino de Dios nos acompañan señales y prodigios, y uno de ellos es echar fuera demonios. Para echar fuera demonios no es necesario un curso, sólo es necesario creer en la autoridad que el Señor nos ha dado. Por sus frutos los conoceréis, dijo Jesús; el fruto da testimonio de nosotros, el poder que nos acompaña da testimonio de Él, de Dios que está con nosotros y su respaldo.
La llegada del reinado de Dios a un lugar se hace evidente cuando los demonios huyen de él. UN REINO DIVIDIDO NO PREVALECE Un reino no puede dividirse contra sí mismo, enseñaba Jesús. No es Satanás quien echa fuera los demonios, sino nosotros. No podemos dividir el reino de Dios. Hay personas que quieren echar fuera demonios pero tienen comunión con ellos, practicando cosas que tienen que ver con ocultismo, escuchando cosas que no deben, y no manteniéndose, de esta forma, en santidad. No podemos echar demonios y darle lugar al diablo en nuestras vidas. Nosotros somos enemigos del diablo. Se nos ha metido tanto en la cabeza que el diablo es el enemigo, que muchas veces se nos olvida que también nosotros somos enemigos del diablo, y vivimos
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temiendo lo que éste habrá de hacernos. Nuestra sola presencia en un lugar debe atormentarlo a él. Debemos darle vuelta a la fe en el nombre del Señor Jesús si queremos ver la victoria. Jesús dijo que echaba fuera demonios por “el dedo de Dios”. Jesús no les ponía tanta importancia a los demonios, ni los dejaba hablar, sino que los echaba fuera. Cuando echamos fuera demonios se manifiesta que ha venido el reino de Dios. Echar fuera demonios es destruir un reino para establecer otro. Y para esto es que vino Jesús, vino para deshacer las obras del diablo en la tierra y en la raza humana (1a Juan 3.8). ORDENÁNDOLE A LOS DEMONIOS En Marcos 1.17-28, se nos relata la historia de cuando Jesús entró en la sinagoga y un muchacho endemoniado comenzó a dar voces. Jesús reprendió al demonio y el muchacho quedó libre. Notemos que cuando el demonio habló lo hizo en plural, y lo dijo porque eran muchos, mientras que Jesús al reprenderlo lo hizo en singular. No importa cuántos sean, lo importante es que deben obedecer a la orden que se les ha dado. No se le pide el favor de que se vaya, no se discute con él, se le ordena. Cuando todos vieron lo que Jesús había hecho se maravillaron, preguntando qué nueva doctrina era esa. Echar fuera demonios también es parte de la doctrina de Jesús. La doctrina no está completa si no va con ella la manifestación del poder y autoridad de Dios. No importa cuánto sabes de la Biblia, si lo que ella dice no se ve reflejado en tu vida. No sirve de nada un maestro que hable muy bonito si no vive en el poder y autoridad de Jesús, esto último es la señal innegable de que alguien es su discípulo.
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Jesús había llamado a sus discípulos para que fueran pescadores de hombres, y desde el inicio les enseñó que no es con espada ni con ejército, sino con su Santo Espíritu. También les demostró que Él es un Dios de poder. Lo primero que les enseñó fue a echar fuera demonios, aunque no les dio autoridad de hacerlo inmediatamente. EN EL NOMBRE DE JESÚS “Y les dijo: Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura. El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado. Y estas señales seguirán a los que creen: En mi nombre echarán fuera demonios” (Marcos 16.1518). Jesús nos mandó a predicarle a toda criatura, y muchas personas estarán enfermas, otras, oprimidas, y algunas otras, endemoniadas. Por amor a ellas, debemos aprender a echar fuera los demonios que las atormentan. Los demonios no salen por mencionar o repetir el nombre de Jesús como si se tratase de alguna fórmula mágica, sino porque les ordenamos “en representación” de Jesús. Esto quiere decir “en su nombre”. Estamos constituidos como delegados o embajadores de Jesucristo para hacer milagros y prodigios en su nombre. No es “con” su nombre, es “en” su nombre. En Lucas 8.26-33, se narra la historia del endemoniado gadareno, quien dijo se llamaba Legión, puesto que tenía muchos demonios dentro. No importa cuántos demonios son, si son muchos o si es uno solo, el trato es el mismo: en el nombre de Jesús se le echa fuera, y éstos se sujetan. Los espíritus se sienten atormentados con la presencia de Jesús.
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Tampoco hay que temer a los demonios sea uno o sean muchos, sean grandes o sean pequeños, sean negros o rojos, o blancos o de cualquier característica, todos son la misma cosa: simples ayudantes del diablo que han sido derrotados y puestos bajo autoridad de Cristo, quien vive en nosotros. Muchas veces el diablo utilizará sus únicas armas: el engaño y la intimidación, para buscar atemorizarnos, recuerda: como león rugiente (ruge para paralizar). No caigas en la trampa de Satanás, él ya no tiene ningún poder sobre aquellos que están cubiertos con la sangre de Cristo. Ya no puede ni poseer ni dañar a ningún hijo de Dios, porque somos templo del Espíritu, y la Palabra es clara en advertir que aquel que dañe su templo, Dios le destruirá a él. Satanás no es tan tonto como para enfrentarse a Dios, se sabe derrotado. Pero hará todo lo que le venga en mano para hacerte dudar (1a Corintios 3.17). Por eso es que casi siempre los sustos, sueños, ruidos, y otras cosas que no pueden lastimar pero que sí intimidan, pueden ser su única arma; no dudes, desecha la mentira, cree en la verdad, y ten fe echándole fuera con una orden clara, directa, sin vacilar, en el nombre de Jesús. LA AUTORIDAD DELEGADA ¿Pero cómo es posible que un ser humano pueda echar fuera un demonio? Para comprenderlo debemos entender la autoridad que Dios delega en nosotros y saber de dónde viene; recordemos: • Primero Jesús escogió a doce y les delegó esa autoridad: “Después subió al monte, y llamó a sí a los que el quiso; y vinieron a él. Y estableció a doce, para que estuviesen con él, y para enviarlos a predicar, y que tuviesen autoridad para sanar enfermedades y para
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echar fuera demonios” (Marcos 3.13). • Luego los envió, instruyéndoles a que echaran fuera demonios: “Entonces llamando a sus discípulos, les dio autoridad sobre los espíritus inmundos para que los echasen fuera, y para sanar toda enfermedad y toda dolencia” (Mateo 10.1). • Los setenta también tuvieron el mismo poder y autoridad de echar fuera demonios. Volvieron los setenta con gozo, diciendo: “Señor, aun los demonios se nos sujetan en tu nombre. Y les dijo: Yo veía a Satanás caer del cielo como un rayo. He aquí os doy potestad de hollar serpientes y escorpiones, y sobre toda fuerza del enemigo, y nada os dañará. Pero no os regocijéis de que los espíritus se os sujetan, sino regocijaos de que vuestros nombres están escritos en los cielos” (Lucas 10.17-20). Les dijo que no se regocijaran por echar fuera un demonio, sino que más glorioso aún es que sus nombres estén escritos en el Libro de la Vida. Ellos conocen quién es Jesús y saben quién soy yo (ej. Pablo en Hechos). Jesús dijo claramente que teníamos poder sobre toda fuerza del enemigo y que en nada nos hará daño. No debemos temer que al echar fuera un demonio se nos vaya a pasar, nos vaya a lastimar o nos contamine. Jesús dijo que nada nos dañaría.
Cuando hay un nombre escrito en el Libro de la Vida, los demonios se sujetan ante él. DISCERNIR ENTRE LA CARNE Y UN ESPÍRITU Para echar fuera demonios se debe tener discernimiento para distinguir entre un espíritu y la carne, no hablamos del don de discernimiento, el cual estudiaremos más adelante. No es necesario
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tener el don de discernimiento para saber si algo es o no obra de Satanás. Conociendo la Palabra y no ignorando las maquinaciones (planes) del enemigo, podemos saberlo fácilmente. Un ejemplo muy común de situación en la que hay que saber distinguir la obra del diablo de lo que no es culpa suya, son aquellas personas que se escudan en los demonios para hacer sus carnalidades como celos, fornicaciones o contiendas, pecando y culpando luego al diablo de ello. Pero Gálatas 5.19-21, es claro en señalar que muchas de esas prácticas se originan en la carne, no en la influencia demoniaca. Tú no puedes reprender las obras de la carne, debes hacerlas morir. De esta forma, podemos ver a muchos adolescentes que se comportan inmoralmente (problema de la carne, no del espíritu) y quieren culpar a los demonios de ser la causa de ello. O personas con trastornos emocionales (un problema del alma, no del espíritu), depresivos, o con falta de carácter, que con tal de no enfrentar sus situaciones, evaden el hacerlo y buscan liberaciones y se refugian en los “remedios” espirituales, cuando lo que hace falta es levantarse, creer la Palabra, y formar carácter para vencer sus situaciones con la ayuda de Dios. La gran mayoria de los problemas que parecen obra del enemigo realmente son obra de la carne o del Yo, que son otros dos de nuestros enemigos. Hay que entender también que toda persona que tiene problemas espirituales, e inclusive después de ser liberada de ellos, debe ser atendida en lo emocional, porque en toda persona endemoniada también se producen problemas del alma y de las emociones. Los problemas del alma también pueden haber sido la puerta por la que llegaron los problemas espirituales, y la gran mayoría de las veces los problemas del alma son mucho mayores que los del espíritu.
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Hay que entender que el mayor problema del espíritu de una persona no es que esté endemoniada, sino que no conozca y reciba a Jesucristo como su Señor y Salvador, para que su casa sea llena del Espíritu de Dios, y sea el Espíritu de Dios (el “dedo de Dios”) quien eche fuera toda influencia demoniaca y hasta impida que regresen. Debemos reprender, ¡claro!, pero hay que hablarle de Cristo y su obra salvadora en la cruz a la persona, así como consolidarla y buscar su crecimiento espiritual ministrando otras ataduras, traumas, fobias, y demás, con la Palabra de Dios y el cuidado por medio del discipulado. Cuando tengas duda sobre una obra que parezca venir de Satanás, reprende sin temor y sin dilación, e intercede por esa persona, que daño no le podrá hacer. Pero nunca te enfrasques en exorcismos y espectáculos de liberación, porque los demonios se sujetan a Cristo, no se resisten porque no pueden. Un demonio que se resiste, no es un demonio. Eso sólo sucede en las películas de Hollywood. Ante supuestos demonios rebeldes, piensa en obras de la carne y en trastornos emocionales, ataduras, y otros problemas del alma; procede con prudencia buscando los orígenes de esos problemas y ministra inseguridades, heridas, rencores, traumas, fobias, etc. Pide ayuda a tus pastores si crees que el problema rebasa tu comprensión, pues tratamos con vidas, almas y sentimientos; personas muy valiosas para Dios. No podemos jugar al exorcista por el placer del show o la obsesión nuestra por parecer superhéroes espirituales. En Casa de Avivamiento, Dios ha puesto gente con mucha experiencia en la ayuda a personas con trastornos emocionales, otros trastornos psicológicos y psiquiátricos. Contamos con médicos, psicólogos, trabajadores sociales, psicoterapéutas,
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y consejeros espirituales expertos en la ministración de estos problemas. Si el problema rebasa tu comprensión no dudes en contactar a tus pastores, o envía tu caso, dudas, y preguntas, a los correos electrónicos de la Academia de Líderes que encontrarás en la contraportada de este libro. Conclusión Usemos con fe la autoridad que Dios nos ha dado, a través de un alto precio, la sangre de Cristo, pero no olvidemos también, que es irresponsable quien cree que con una simple orden ha hecho todo el trabajo. No, en todo caso es el Espíritu Santo quien ha hecho su trabajo, ahora vendrá el nuestro, evangelizar, consolidar, discipular y enviar. A aquellos que han sido libres hay que enseñarles a que no jueguen con la libertad que Cristo les ha dado, pues la Biblia dice que pueden venir siete demonios peores que aquel que salió de la persona. Aquel que ha sido libre debe consagrarse a Dios y servirle. Ahora ya lo sabes, los demonios se nos sujetan , impongamos el Reino de Dios en la tierra y que el diablo y sus demonios huyan ante el dedo de Dios que obra con nosotros, en nosotros, y sobre nosotros. Nunca tengas temor, recuerda que es el diablo quien te teme.
Someteos pues a Dios, resistid al diablo y huirá de vosotros (Santiago 4.7).
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Tarea para la casa Durante esta semana, estando en oración e intimidad con Dios, toma tu libro y tu lápiz; y después de leer de nuevo las lecciones de la semana y pedir revelación a Dios de las cosas que te son ocultas sobre ti mismo, sobre tu vida, y los tuyos, responde a las preguntas siguientes. No dudes en releer cuantas veces sea necesario las lecciones. 1. ¿Qué desea lograr Dios en mí, al enseñarme esta lección? ¿Cuál es su propósito?
2. ¿Cuáles son las enseñanzas más importantes que Dios habla en esta lección? (Escribe al menos 5).
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3. ¿Qué principios cristianos (actitudes y maneras de pensar) se enseñan aquí? (Escribe al menos 3).
4. ¿Cómo pienso aplicar a mi vida lo que he aprendido, en esta semana, este mes y este año? (Al menos dos propósitos para esta semana, dos para el mes, y dos para el año).
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La imposición de manos Introducción Imponer manos significa simplemente poner las manos sobre la cabeza de alguien. Ésta era una costumbre muy común en los tiempos bíblicos, y era un acto que representaba la transmisión o comunicación de persona a persona de algún don o regalo, era una forma de darle algo de ti mismo a otra persona en herencia. La imposición de manos continúa siendo un importante acto en la iglesia cristiana actual, y deberá seguir siéndolo, Pablo la pone entre las doctrinas fundamentales que se deben enseñar a la iglesia. Es importante analizar el tema de la imposición de manos; generalmente siempre se la ha asociado con la idea de bendecir, pero ¿acaso no es razonable pensar que así como se puede bendecir a través de ella, puede suceder también todo lo contrario? Debemos cuidar quién nos impone las manos, y aquí aprenderemos también que debemos cuidar a quienes nosotros les imponemos las manos. Desarrollo del Tema UNA DOCTRINA FUNDAMENTAL Dice Hebreos 6.1-2: “Por tanto dejando ya los rudimentos de la doctrina de Cristo, vamos adelante a la perfección; no echando
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otra vez el fundamento del arrepentimiento de obras muertas, de la fe en Dios, de la doctrina de bautismos, de la imposición de manos, de la resurrección de los muertos y del juicio eterno”. Según estos versículos, la doctrina de la imposición de manos puede ser tomada dentro de un todo que tiene relación con la visión: es necesario que las personas se arrepientan, crean en Dios y sean bautizadas. A través de la imposición de manos se recibe el bautismo en el Espíritu Santo, y se empieza a trabajar al ser enviados, y a su vez, quienes han sido enviados impondrán las manos sobre otros. La imposición de manos es un verdadero fundamento, cimiento de la doctrina de la iglesia de Cristo, como decía el apóstol Pablo. El desconocimiento de la importancia de la imposición de manos, y sobre cómo debe ser realizada, muchas veces es causa de que surjan hombres y mujeres que dicen ser enviados por Dios y que ostentan títulos, sin realmente merecerlos y dando mal testimonio no sólo de la iglesia, sino dejando mal el nombre de Jesús entre el mundo inconverso. La Biblia menciona tres razones por las cuales se usa la práctica de la imposición de manos, y al ser éstas las únicas tres formas bíblicas, deben ser también para nosotros las únicas válidas:
1. Para sanidad de los enfermos. 2. Para impartir el bautismo y la llenura del Espíritu Santo. 3. Para transferir autoridad y bendición bajo cobertura.
SANIDAD DE ENFERMOS “Y estas señales seguirán a los que creen: En mi nombre echarán fuera demonios; hablarán nuevas lenguas; tomarán en las manos serpientes, y si bebieren cosa mortífera, no les hará daño; sobre los enfermos pondrán sus manos, y sanarán” (Marcos 16.17-18).
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La imposición de manos para dar sanidad es una de las señales que siguen a los discípulos de Jesús. Ahora bien, no es la única manera de llevar sanidad, Jesús muchas veces sanó con la palabra, con lodo, con agua, etc. Cuando ores por un enfermo, impón manos, pero cree que Dios puede sanar a un enfermo sin necesidad de hacerlo, la señal de discípulo no es el colocar las manos en la cabeza de alguien, sino el que éste sane por nuestra declaración de sanidad y fe. Algunas sanidades de Jesús con imposición de manos: 1. El leproso (Mateo 8.1-2). 2. La hija de Jairo (Marcos 5.23-42). 3. En Nazaret (Marcos 6.5). 4. El sordomudo (Marcos 7.32-35). 5. Un ciego (Marcos 8.22-25). 6. Una multitud (Lucas 4.40-41). 7. La mujer encorvada (Lucas 13.10-13). Muchas veces la imposición de manos por los discípulos fue para dar testimonio ante la multitud, de que la sanidad era hecha por el poder de Dios. Es importante que toda sanidad le dé la gloria a Dios y no al predicador. Si el imponer las manos a alguien solamente te da la gloria a ti, entonces no lo hagas, mejor sana por la Palabra, Dios lo hará, los milagros son para darle a Él la gloria, por eso busca que se dé testimonio después de cada sanidad. Algunas sanidades de los Apóstoles con imposición de manos: 1. Jesús se los ordenó (Marcos 16.17-18). 2. Ananías, cuando oró por Pablo (Hechos 5.12). 3. En Iconio, por Pablo y Bernabé (Hechos 14.3).
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Ahora, como dijimos antes, Jesús sanó personas sin tocarlas con sus manos. Algunos ejemplos de esto son: 1. Los 10 leprosos: fue a distancia y por la palabra (Lucas 17.11-14). 2. La mujer con flujo de sangre: solamente tocó su manto (Marcos 5.25-30). 3. Otros le caían encima (Marcos 3.10). 4. Otros hacían todo lo posible por tocarle (Lucas 6.19). PARA IMPARTIR EL BAUTISMO Y LA LLENURA EN EL ESPÍRITU SANTO Era una práctica común en tiempos de los primeros discípulos, que la llenura del Espíritu Santo se impartiera con la imposición de manos, y esto llegó a convertirse en el modo sistemático de hacerlo, aun cuando Jesús no lo hacía así. Imponer las manos para transmitir la llenura del Espíritu Santo, al igual que con las sanidades, es un modo de hacerlo, pero no el único. Algunos ejemplos de imposición de manos para transmitir llenura son: 1. Pedro y Juan en Samaria (Hechos 8.17). 2. Pablo en Éfeso (Hechos 19.1-7). El bautismo, los dones, y el derramamiento del Espíritu Santo, no siempre se reciben mediante la imposición de manos. Otras veces, el Espíritu Santo se derramó sin la necesidad de que hubiera imposición de manos, algunos ejemplos: 1. El día de Pentecostés (Hechos 2.1-4).
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2. En casa de Cornelio (Hechos 10.44). Es importante notar que el primer derramamiento del Espíritu, tanto para judíos como para gentiles, después vino de Dios directamente sin que nadie interviniera. Esto suele suceder aun hoy en día, no siempre y no con todos, pero sucede. En la iglesia no debemos prohibir la imposición de manos, sin embargo, debemos ser muy prudentes respecto a esto; se desaconseja completamente que en los servicios, o en las células, los discípulos impongan las manos para transmitir llenura a las personas nuevas o a ovejas recientes, porque esto puede ser causa de tropiezo para quienes por incredulidad, temor, u otras cuestiones, se ofenden, desechando la llenura. Debemos cuidar el corazón de las personas y pedir que el Espíritu Santo se derrame sobre las personas sin tocarlas. Los empujones y golpes sobre la gente con el pretexto de comunicar el Espíritu Santo han sido la causa del tropiezo y pérdida de muchos pequeñitos que habían creído en el nombre de Jesús en muchas iglesias cristianas. También debemos cuidar el orden y no ofender a las personas al dar lugar a malos pensamientos, así como evitar abrir puertas al diablo con la imposición de manos entre hombres y mujeres. De preferencia, siempre que sea posible, deben ministrar mujeres a mujeres, y hombres a hombres, para guardar así el orden en la Casa de Dios. LA TRANSFERENCIA DE AUTORIDAD Y BENDICIÓN BAJO COBERTURA
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En el Antiguo Pacto Desde tiempos de los patriarcas, la bendición del padre o la autoridad era transmitida por medio de la imposición de manos. Era costumbre que el padre, al repartir la herencia, impusiera manos sobre sus hijos y los bendijera en el nombre de Dios. Esta bendición era mucho más importante que toda la herencia, ya que las palabras de autoridad del padre de familia sobre sus hijos tenían mucho poder, e influirían en el curso de sus vidas. Vemos cómo las palabras de Jacob a sus descendientes se cumplieron al cabo de los años, y milenios después siguen siendo una verdad cumplida a cabalidad. La imposición de manos entonces es usada también para delegar autoridad sobre las personas y declarar bendición profética sobre ellos, veamos unos ejemplos: 1. Jacob, a sus descendientes (Génesis 48.14). 2. Moisés, cuando Dios puso de su Espíritu sobre los ancianos del pueblo de Israel (aquí no hubo imposición de manos directamente, pero sí una transferencia de la unción de Moisés a los ancianos) (Números 11.25). 3. Moisés cuando estableció a Josué (Números 27.18-23). El liderazgo en la Iglesia En tiempos de los primeros cristianos, la imposición de manos, al igual que Jacob lo hiciera con sus hijos, se hacía para enviar a los nuevos obreros a realizar la obra de Dios. Los apóstoles y los líderes de las iglesias imponían manos sobre los nuevos líderes y obreros para demostrar que su cobertura, apoyo, respaldo, y autoridad como siervos de Dios más antiguos, estaría con la nueva generación.
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Al mismo tiempo, los bendecían declarando palabras proféticas que los respaldarían en el camino que habrían de emprender como nuevos siervos enviados a la mies. De igual manera, la iglesia lo continúa haciendo hoy día para enviar a sus obreros, quienes van con la bendición de sus padres espirituales y las palabras de bendición que han sido dadas sobre ellos con poder, como Jacob lo hiciera con sus hijos. Veamos algunos ejemplos de la iglesia primitiva: 1. El nombramiento de los primeros diáconos (Hechos 6.1-6). 2. Timoteo lo debía hacer con cuidado, examinando a los que iban a ser ancianos, para establecer autoridades (1a Timoteo 5.17-22). Conclusión Todo lo que hemos visto nos enseña que la imposición de manos es un procedimiento aprobado por Dios, el cual trae su bendición. La imposición de manos es una de las herramientas que Dios nos ha dado para operar en lo sobrenatural, y a medida que iniciemos a operar en ello, debemos esperar señales y prodigios a nuestro alrededor. Eso sí, debemos proceder con cautela, y siempre dentro de los parámetros aprobados de la Palabra del Señor. La Palabra dice, por ejemplo, que no se debe imponer manos con ligereza para dar cargos, sino debe hacerse igual que Jesús lo hizo con sus doce apóstoles (Lucas 6.12-16). De lo contrario estaríamos dando la bendición del primogénito al que no debe serlo, y estaríamos empeñando nuestro nombre al aprobar a personas inmerecedoras del honor de servir a Dios como sus siervos. Y como dice Pablo, estaremos participando de
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pecados ajenos. El que envía a un obrero, es responsable de las cosas que hace éste, y participa, es decir, es parte de los pecados que comete. Disfrutemos de la bendición de la imposición de manos, pero no hagamos tropezar a los pequeños por desconocer o ser irresponsables con lo que hacemos, sabemos, o enseñamos sobre esta preciosa bendición que Dios nos ha permitido utilizar en su nombre.
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Tarea para la casa Durante esta semana, estando en oración e intimidad con Dios, toma tu libro y tu lápiz; después de leer de nuevo las lecciones de la semana y pedir revelación a Dios de las cosas que te son ocultas sobre ti mismo, sobre tu vida, y los tuyos, responde a las preguntas siguientes. No dudes en releer cuantas veces sea necesario las lecciones. 1. ¿Qué desea lograr Dios en mí, al enseñarme esta lección? ¿Cuál es su propósito?
2. ¿Cuáles son las enseñanzas más importantes que Dios habla en esta lección? (Escribe al menos 5).
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3. ¿Qué principios cristianos (actitudes y maneras de pensar) se enseñan aquí? (Escribe al menos 3).
4. ¿Cómo pienso aplicar a mi vida lo que he aprendido? (Escribe al menos dos propósitos para esta semana, dos para el mes, y dos para el año).
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SA NA N DO A LOS E N F E R MOS
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Sanando a los enfermos Introducción “Y cuando llegó la noche, trajeron a él muchos endemoniados; y con la palabra echó fuera a los demonios, y sanó a todos los enfermos; para que se cumpliese lo dicho por el profeta Isaías, cuando dijo: Él mismo tomó nuestras enfermedades, y llevó nuestras dolencias” (Mateo 8.16-17). El Evangelio de Jesucristo proporciona no solamente salud espiritual sino también salud física y/o corporal, y ha sido provista por Dios a través de la obra expiatoria de Jesucristo. Ahora bien, la bendición de la sanidad es un regalo de Dios a su Iglesia, y es uno de los símbolos y señales que siguen a los discípulos de Jesús. La sanidad es para nosotros y es gratuita. Se consigue con fe y es obra del Espíritu Santo. Vamos ahora a estudiar las sanidades sobrenaturales que Dios nos ha prometido con el fin de que todos salgamos con una fe renovada, y con confianza en Dios para ir a sanar enfermos para darle gloria a Él, y extender así el Evangelio de Cristo. Desarrollo del Tema RECONOCIENDO AL ESPÍRITU SANTO Lo primero que Jesús menciona de su ministerio es al Espíritu Santo. Jesús tuvo la humildad de reconocer que era alguien más quien hacía los milagros (Lucas 4.14-19). Lo mismo debemos hacer nosotros.
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Cuando los enfermos nos buscan para que oremos por ellos, lo hacen porque Dios está con nosotros. No basta recibir unción; debemos estar convencidos de que es para hacer bienes y sanar. Jesús se apartaba a lugares desiertos a orar y escuchar la voz de Dios; nosotros también debemos hacer lo mismo. Teniendo la unción, Jesús no la reservó sólo para Él, sino que se la dio a otros doce, y luego a setenta y dos para que hicieran lo mismo. Es importante que recordemos que la unción y el orgullo no van juntos. Eliseo tuvo que agacharse a recoger el manto y, al hacerlo, una doble porción de unción vino sobre él. Entonces, todo aquel que quiera sanar enfermos con el poder de Dios, debe entender que esto lo hace el Espíritu Santo cuando unge a alguien, y que el Espíritu Santo no es algo, no es un simple poder que debamos recibir; es alguien, es una persona, que siente, que está junto a ti, y que quiere tu amistad. Nadie se aprovecha del Espíritu Santo, Él está con quienes le honran, le buscan, le respetan, le dan su lugar, aquellos que a Él le agradan, los que con humildad buscan su amor, esos son los que son respaldados por el Espíritu Santo. JESÚS Y LA SANIDAD Hasta que se da la Palabra En Lucas 5.17-25, leemos la historia del paralítico que fue bajado por el techo de la casa y que sanó: “Aconteció un día, que él estaba enseñando, y estaban sentados los fariseos y doctores de la ley, los cuales habían venido de todas las aldeas de Galilea, y de Judea y Jerusalén; y el poder del Señor estaba con él para sanar”.
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Los fariseos estaban escuchando la doctrina, y el poder de Dios estaba con Jesús para sanar, pero no estaba sanando, sino enseñando. Más adelante dio la palabra y sanó al paralítico. La unción para sanar está sobre muchos, pero no opera sino hasta que se da la palabra. Tu debes orar e interceder por la sanidad de los enfermos, pero no temas, ve y ora por ellos y declara la sanidad, da esa palabra que puede estar haciendo falta, impón manos si lo crees necesario, pero declara la sanidad para que ésta ocurra. Todos sabemos, como hemos visto, que Dios puede sanar de muchas maneras, y muchas veces no es necesario que nadie declare nada, sin embargo, muchas veces esa es la forma que Dios ha escogido, pero no sucede porque nadie da esa palabra de sanidad, ¿entonces qué debemos hacer nosotros?, ¿ponernos a preguntarnos si será de Dios o no? Pues claro que no, debemos ir y dar la Palabra confiando en que Dios hará. Si Dios quiere sanar es porque quiere salvar Lucas 5. 24-25: “Pues para que sepáis que el Hijo del Hombre tiene potestad en la tierra para perdonar pecados (dijo al paralítico): A ti te digo: Levántate, toma tu lecho, y vete a tu casa. Al instante, levantándose en presencia de ellos, y tomando el lecho en que estaba acostado, se fue a su casa, glorificando a Dios”. La sanidad no es un evento aislado del perdón de pecados, sino que confirman el hecho de que Él nos puede salvar. En una iglesia, ministerio, o célula, se debe dar palabra y deben suceder milagros. Cuando esto sucede, la gente entiende que si Dios puede sanar, es porque está dispuesto a perdonar, y si puede sanar, es porque nos quiere salvar. No estorbes la fe En Lucas 6.17-19 dice que toda la gente procuraba tocarle, porque poder salía de Él y sanaba a todos. No debemos estorbar la fe de la
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gente; esa gente creía que si tocaba a Jesús, sería sanada. Jesús sabía que no era necesario; sin embargo, no estorbó su fe, los dejó recibir su sanidad por su fe, no por el hecho de haberlo tocado. Hay gente que pasa al frente cada domingo en la iglesia, y muchos los critican. Nosotros no debemos impedir que nadie se acerque a Dios sólo porque lo hace de una manera distinta. Hay personas que piden imposición de manos para ser sanados, no dudes, hazlo. Quienes creyeron en la sanidad sólo con recibir la Palabra, la recibieron, quienes creyeron necesario tocar a Jesús, también la recibieron; quienes creyeron que era necesario que Él fuera a su casa con ellos, la recibieron. No hay que estorbar la fe de las personas, sólo hay que alentarlas a creer más y más en el poder sin límites de Dios. Luego de demostrar el poder, lo delegó Marcos 3.7-12 relata que muchas personas venían de los alrededores a ser sanadas. Las multitudes eran atraídas a Jesús por los milagros y las sanidades. Muchos caían sobre Él para ser sanos, pues a Jesús no le daba tiempo de orar por todos. No todos son sanos al orar por ellos, pero no debemos desviar la atención de la gente del poder de Dios a nuestro cariño y compasión. Luego de esto llamó a doce para delegarles poder para sanar enfermedades. Delegó ese mismo poder sobre otras doce personas, a quienes llamó sus discípulos, pues su deseo era hacer bien a muchos y solo no podía. Esos doce aprendieron a hacer lo mismo, e incluso no tenían ni tiempo de comer, tal como le sucedió a Jesús (Marcos 3.13-15). Nosotros debemos obrar de la misma manera que Jesús y los primeros discípulos, debemos creer en la sanidad, obrar sanidades,
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enseñar a otros a hacerlo y delegarles la misma autoridad y responsabilidad de sanar enfermos donde quiera que vayan. JESÚS ORDENÓ QUE SANÁRAMOS ENFERMOS En Marcos 16.15-18, antes de ascender a la presencia del Padre, Jesús ordenó que sanáramos a los enfermos, no se trata de que si queremos o no, o si fuimos llamados a sanar, o si tenemos el ministerio de sanidad; solamente debemos obedecer. Él delegó primero autoridad, luego los envío y, por último, lo ordenó. El enfermo debe ver que tú crees en lo que estás predicando y haciendo. Nosotros debemos ser los primeros en creer que el milagro sucederá. Lucas 14.21-24: “Vuelto el siervo, hizo saber estas cosas a su señor. Entonces enojado el padre de familia, dijo a su siervo: Ve pronto por las plazas y las calles de la ciudad, y trae acá a los pobres, los mancos, los cojos y los ciegos. Y dijo el siervo: Señor, se ha hecho como mandaste, y aún hay lugar. Dijo el señor al siervo: Ve por los caminos y por los vallados, y fuérzalos a entrar, para que se llene mi casa. Porque os digo que ninguno de aquellos hombres que fueron convidados, gustará mi cena”. En los últimos tiempos veremos una generación de personas ciegas, mancas, cojas y demás, que entrarán en la cena de las bodas del Cordero, cuya invitación será la sanidad. Será una generación agradecida y dispuesta a servir al Señor.
La sanidad primero se cree y luego se estudia. Los milagros son para esta época. No importa cómo venga o cómo se obre la sanidad, lo cierto es
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que ocurrirá porque es promesa de Dios. En las células, en las iglesias, en las calles, en el trabajo, o donde sea, los discípulos de Cristo harán señales, prodigios y milagros; lo están haciendo ya. Veamos algunas maneras distintas y hasta extrañas en las que ocurrieron y ocurrirán las sanidades: 1. Imponer las manos (Marcos 10.16). 2. Por la autoridad de la palabra (Lucas 5.17-26). 3. De lejos “los 10 leprosos que obedecieron” (no todos los que son tocados cambian) (Lucas 17.11-19). 4. Y quienes tocaron a Jesús. 5. Muchos cayeron sobre Él (Lucas 6.19). 6. Escupió o hizo lodo (Marcos 3.10). 7. La sombra de Pedro (Marcos 7.32-34, Juan 9.6-7, Hechos 5.15). 8. Pablo hizo milagros con sus ropas (Hechos 19.11). 9. Ungirlos con aceite (Santiago 5.14). Conclusión Jesús vino a donde estaban sus discípulos y los encontró discutiendo con los fariseos por un endemoniado que no había sido libre: “Viniendo entonces los discípulos a Jesús, aparte, dijeron: ¿Por qué nosotros no pudimos echarlo fuera? Jesús les dijo: Por vuestra poca fe; porque de cierto os digo, que si tuviereis fe como un grano de mostaza, diréis a este monte: Pásate de aquí allá, y se pasará; y nada os será imposible. Pero este género no sale sino con oración y ayuno” (Mateo 17.19-21). Sin fe es imposible agradar a Dios. Ese muchacho no recibió el milagro cuando los discípulos oraron porque ellos mismos no le creyeron a Jesús. El Señor no les mandó a ayunar cuando los envió a sanar enfermos, sino que los mandó a creerle.
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Cuando Jesús habla sobre “este género”, se refería a la falta de fe de los discípulos, al género de la incredulidad. Este género sale cuando nos acercamos a Dios en oración y ayuno, y en su presencia nuestra fe es aumentada y fortalecida. Las personas necesitan ver que el que va a orar por ellos, es el primero que cree que ese milagro puede suceder. Juan 20.30-31 dice: “Hizo además Jesús muchas otras señales en presencia de sus discípulos, las cuales no están escritas en este libro. Pero éstas se han escrito para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo, tengáis vida en su nombre”. Las señales son para que las personas crean que Jesús es el Hijo de Dios. Ellas atraen a las personas para escuchar la Palabra y creer en Cristo.
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Tarea para la casa Durante esta semana, estando en oración e intimidad con Dios, toma tu libro y tu lápiz; después de leer de nuevo las lecciones de la semana y pedir revelación a Dios de las cosas que te son ocultas sobre ti mismo, sobre tu vida, y los tuyos, responde a las preguntas siguientes. No dudes en releer cuantas veces sea necesario las lecciones. 1. ¿Qué desea lograr Dios en mí, al enseñarme esta lección? ¿Cuál es su propósito?
2. ¿Cuáles son las enseñanzas más importantes que Dios habla en esta lección? (Escribe al menos 5).
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3. ¿Qué principios cristianos (actitudes y maneras de pensar) se enseñan aquí? (Escribe al menos 3).
4. ¿Cómo pienso aplicar a mi vida lo que he aprendido? (Escribe al menos dos propósitos para esta semana, dos para el mes, y dos para el año).
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¿CÓMO PR E DICA R?
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¿Cómo predicar? Introducción El éxito de un predicador es cómo oye, y no cómo habla. Si tú no eres bueno primeramente para escuchar a Dios, no puedes hablar a la gente; pero si tú dedicas tiempo para escuchar a Dios, tendrás una palabra dada por Él para compartir a los demás, y eso es lo que te hace ser escuchado. No es buen predicador el que tiene voz de locutor, ni el que parece presentador de TV. No es buen predicador el que habla religiosamente ni el que se sabe muchos versículos o cuenta muchos chistes muy buenos. Es un buen predicador el que tiene un mensaje de parte de Dios para la gente, porque éste es el que cambiará vidas. A Dios le agradó que la gente fuera salva por la locura de la predicación, no por la sabiduría ni por las manifestaciones sobrenaturales, aunque ambas cosas deben acompañar a la predicación. Pero Dios quiso que fuera el contenido del mensaje, el poder de las palabras, las que tocaran corazones e inclinaran voluntades hacia Él. Por eso es tan importante saber cómo predicar, y hoy vamos a aprenderlo.
Versículo Clave: 1a Corintios 1.21
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Desarrollo del Tema
PREDICANDO POR LAS CASAS Todo obrero debe aprender a predicar en el contexto de la visión, es decir, en una célula en casa, pues Jesús también predicó en las casas. Muchos grandes predicadores iniciaron así, y al que es fiel en lo poco, se le pone en lo mucho. Quien no puede predicar ni a su casa, cómo le hablará a quienes no conoce. Y quien predica a quienes no conoce, pero no se atreve a predicarle a los de casa, es falso y no vive una vida transparente. Por eso Jesús nos dejó ejemplo de cómo un predicador, antes que buscar las multitudes y los estadios llenos, debe tener como valioso el predicarle a las familias, a las personas comunes de todos los días, ser un predicador por las casas. En Lucas 19.1-10, se narra la historia de Zaqueo, jefe de los publicanos, a quien Jesús escogió para posar en su casa. Esto causó murmuración entre la gente, pero Jesús dijo: Hoy ha venido la salvación a esta casa; y Zaqueo fue salvo ese día. Jesús siempre trató bien a las personas porque le costó su propia vida; Él las amó. También tenemos la vez en que Jesús predicó en casa de Leví, recaudador de impuestos. Según Marcos 2.13-17, en esa casa había 3 tipos de personas que no pueden faltar en una célula: 1. Jesús 2. Los discípulos de Jesús 3. Los pecadores ¿Por qué mencionamos esto?, porque cada vez que se reúnan estos tres tipos de personas, en cualquier lugar en el que te encuentres, recuerda que debes hablar de la salvación de Dios. Haciendo esto,
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iniciarás tu carrera como predicador del Evangelio. ¿CÓMO PREDICAR? La semilla que tú siembres es la mejor semilla que puede existir, pero si no transmites el mensaje como debe de ser, es posible que esta semilla no llegue a tierra fértil. Por esta razón, procura velar por lo siguiente:
1. Cuida el mensaje. 2. Cuida la forma en que transmites el mensaje. 3. Predica en santidad. 4. Predica acompañado de señales, maravillas y milagros.
Cuida la calidad del mensaje Procura que el mensaje no sea religioso; recuerda que les estás predicando a personas que no conocen a Jesús. En Juan 4.1-19, leemos cómo Jesús se le acercó a la samaritana de una forma no religiosa, y llamó su atención al pedirle de beber (hizo una introducción), no permitió que se desviara del tema, la confrontó y la guió a la conversión. Jesús primero le habló de la necesidad de ella, y luego de su pecado. Procura cuidar en el mensaje lo siguiente: Cuida de enseñar la Palabra de nuestro Señor de una forma sana (1a Timoteo 6.3-4). Enseña aquello que has aprendido de tus líderes, y encarga a otros que enseñen lo mismo (2a Timoteo 2.2). No debes prestar atención a temas necios que acarrean disputas ni a fábulas ni a interminables genealogías (1a Timoteo 1.3-7). Debes evitar enseñar diferente doctrina de la que has aprendido.
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Evita ser contencioso y no causes divisiones, sino procura ser amable, sufrido y manso (2a Timoteo 2.23-26). No seas ofensivo al momento de transmitirlo, sino preséntate como una persona aprobada por Dios (2a Timoteo 2.14-17). Cuida el lenguaje que utilizas Utiliza un lenguaje sencillo que todos puedan entender, tal como Jesús lo hacía. Ilustra el mensaje con testimonios, anécdotas, o ejemplos que ayuden al oyente a recibir la Palabra de Dios. Jesús usó ilustraciones tales como las aves del cielo, las flores del campo, y demás. Apóyate con frases que te ayuden a dar a entender la idea que deseas transmitir. Ten cuidado con declaraciones o calificativos que utilices para definir la vida de las demás personas, a fin de que ninguno salga condenado, herido u ofendido (1a Timoteo 4:16). Habla con gracia; la Biblia dice que sazonemos nuestras palabras con sal para dar edificación a los oyentes (Colosenses 4.6). ¿Cómo es hablar con gracia? Hablar de manera que sea agradable de oir. Lo mejor es que hables siendo auténtico. Habla con tu acento común, con tus expresiones comunes; claro, adecuándote al público que te oye, no es igual hablar ante tus amigos de la escuela que estando ante tus profesores. Pero aún así, sé tú mismo, nunca imites predicadores, porque sonarás fingido, falso, perderás credibilidad, y por ende tus palabras también. Cuida la forma en que transmites el mensaje No leas ninguna anotación, bosquejo, o acordeón durante la prédica, pues esto da la impresión de que es un discurso y no una palabra viva en tu corazón. Mejor estudia con anterioridad el bosquejo y prepárate en oración para que Dios te use.
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Tampoco es necesario que grites al hablar, pues esto da la impresión de que la gente no está entendiendo lo que tú hablas, y podrían ofenderse. La Biblia dice: “Vuestra gentileza sea conocida de todos los hombres” (Filipenses 4.5). Usa un volumen de voz normal y adecuado al lugar en donde estás. Tampoco imites acentos o muletillas de ningún predicador, tú estás transmitiendo lo que Dios ya te ha hablado a ti, lo que Él te ha dicho a ti se lo estás contando a las personas, entonces habla naturalmente como tú mismo eres en la vida diaria. Si hasta con Dios debemos hablar como quien habla con su amigo, cuánto más a la gente no le deberemos hablar normalmente, y no como si estuvieramos dando un discurso político o una declamación de poesía. Por eso es tan importante practicar nuestra predica con nuestra familia, pues ellos nos conocen. Quien es auténtico, es quien habla sin disfrazar su voz ni sus expresiones para impresionar. Predica en santidad 1a Timoteo 4.16 dice: “Ten cuidado de ti mismo y de la doctrina; persiste en ello, pues haciendo esto, te salvarás a ti mismo y a los que te oyeren”. Vive lo que hablas, pues de esta manera darás testimonio de que el Espíritu Santo habita en ti, y que la palabra que tú hablas es inspirada por Él. Todo aquel que predica la Palabra tiene la responsabilidad de cuidar mcuchas más cosas que otros que no lo hacen, ya que muchas personas ahora se fijarán en cómo actúas. Otros tendrán permitido insultar, tú no puedes, porque tú has decidido ser grande delante de Dios. Otros podrán permitirse bromear con chistes en doble sentido entre sus amigos; un predicador no, porque no puede dejar mal el nombre de su Dios, quien habla por medio de su boca. Recuerda que ahora tú llevas en tus espaldas la carga de ser un buen ejemplo. ¿Eres un modelo a seguir? Si no, mejor ni presumas
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que eres un predicador (Marcos 9.42). Predica con milagros En Marcos 16.17-18, Jesús dijo: “Y estas señales seguirán a los que creen: En mi nombre echarán fuera demonios; hablarán nuevas lenguas; tomarán en las manos serpientes, y si bebieren cosa mortífera, no les hará daño; sobre los enfermos pondrán sus manos, y sanarán”. En una ocasión Jesús dijo que hacía señales para que le creyeran. Jesús vio en las necesidades una oportunidad de predicar el Evangelio. Sanó a la suegra de Pedro en su casa, y a la noche tuvo la oportunidad de presentar el Evangelio a multitudes. Ora por los enfermos creyendo que éstos sanarán; ora por las personas que estén oprimidas por el diablo. Mira en cada persona una oportunidad de dar las buenas noticias de Jesús y el poder de Dios. Bendice gente, y muchos serán atraídos al Señor. El apóstol Pablo dijo: “Así que, hermanos, cuando fui a vosotros para anunciaros el testimonio de Dios, no fui con excelencia de palabras o de sabiduría. Pues me propuse no saber entre vosotros cosa alguna sino a Jesucristo, y a éste crucificado. Y estuve entre vosotros con debilidad, y mucho temor y temblor; y ni mi palabra ni mi predicación fue con palabras persuasivas de humana sabiduría, sino con demostración del Espíritu y de poder, para que vuestra fe no esté fundada en la sabiduría de los hombres, sino en el poder de Dios” (1a Corintios 2.1-5).
Jesús siempre acompañó sus enseñanzas con las señales y los milagros.
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La forma de predicar con testimonio Cuando das un mensaje de parte de Dios, transmites lo que Él le quiere decir a su pueblo, eres un comunicador de lo que Dios quiere decir, y por eso debes procurar hacerlo con integridad. La Biblia nos enseña que la gente seguía y escuchaba a Jesus porque le oían hablar con autoridad, porque Él no les hablaba como el resto de rabinos que exponían la Palabra de Dios con temor a estar equivocados y a ser juzgados por los demas oyentes que les conocían bien sus defectos y errores. Esos rabinos tenían que andar siempre hablando de ellos mismos, exponiendo su propia justicia delante de los hombres, y muchas veces sus enseñanzas, como la de muchos predicadores, se basaba en sus propias experiencias. Hablar de esa manera te hace parecer un simple interpretador de la Palabra de Dios a tu manera, toda la enseñanza se vuelve subjetiva y la gente se quedará con la sensación de que esa es tú verdad, y no la verdad de Dios. A diferencia de la enseñanza de Jesús que en ninguna Escritura habla de sí mismo y de su vida, sino del amor del Padre y de las características de Dios. Tú puedes dar un testimonio en alguna ocasión (no siempre), siempre y cuando el testimonio no sea el relato de algo que tú has logrado, sino que los testimonios son válidos siempre que dejen la enseñanza de algo que Dios hizo, una característica de Dios, o el cumplimiento de una de sus promesas o la Escritura. No nos predicamos a nosotros mismos, ni damos testimonio nunca de nosotros mismos, otro es el que hace eso, Dios mismo (Juan 5:31, Juan 8:54, 2a Corintios 4.5 y 15.5).
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Algunos ejemplos de testimonios en la Biblia: Lucas 4.18-22 Testimonio de Jesús (relata el cumplimiento de una promesa de Dios). Hechos 3.12-19 Testimonio de Pedro (cuenta un milagro dando todo el mérito a Dios). Hechos 22.1-21 Testimonio de Pablo (relata los hechos de Dios en su vida). Ninguno de los testimonios que vemos en la Palabra hablan de las hazañas de los hombres. Por muy buenas decisiones o reacciones que nosotros hayamos tenido en ocasiones, nunca será buena idea el relatarlas en una predicación de la Palabra dándonos importancia a nosotros mismos, debemos tener mucho cuidado de no hablar de nuestros propios aciertos y logros, sino dejar que Dios y otras personas lo hagan, pero si hemos de dar testimonios, demos testimonio de las cosas que Dios ha hecho, porque a esto hemos sido llamados, a ser sus testigos. Da testimonio siempre, pero evita hablar de ti cuando prediques, dar testimonio no es contar lo que has hecho tú, sino las maravillas que Dios ha hecho, especialmente si es en otros, y tú has sido testigo de ello. Evita hablar de ti cuando prediques, y sobre todo evita ponerte como ejemplo con tus palabras, porque eso se hace con los hechos. SIEMPRE PRESENTA A JESÚS COMO SALVADOR No te olvides nunca de hacer el llamado y buscar la oportunidad de que cada persona entregue su vida a Jesús y confiese con su
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boca que Él es su Señor y Salvador (Romanos 10.8-10). El llamado es la conclusión de cada prédica, y debes convertirte en un buen pescador de almas a través de un llamado efectivo. Hacer el llamado no es una fórmula, no tienes que aprenderte una serie de versículos para hacerlo. Para hacer el llamado, sólo tienes que asegurarte de haber hablado de lo que Jesús hizo por nosotros en la cruz, el porqué lo hizo, y qué quiere que ahora hagamos nosotros. Si ya lo has hecho, entonces haz el llamado simplemente preguntando si alguien desea recibir el perdón de Dios, e invitándolos a que levanten la mano para que puedas identificarlos y orar por ellos. De preferencia garantiza que todos tengan los ojos cerrados para que las personas no se sientan observadas. Llama al arrepentimiento dando una oportunidad y diciendo que el perdón de Dios está para todos, eso es hacer el llamado; verás cómo Dios te respalda si tú mismo has creído esa palabra y amas a las personas. Tampoco olvides ponerte de acuerdo con tu pareja ministerial o tus estacas o alguien que te ayude cuando prediques (y tú hazlo cuando alguien más predique), para que se acerquen a las personas que levantan la mano para felicitarlas, abrazarlas y pedirles que pasen al frente para orar por ellas, garantizándoles que nadie está mirando. Luego se deberá orar por ellas y darles la bienvenida según veremos en los temas de Consolidación. Conclusión Que no te importe la opinión de la gente, demuestra tu obediencia y deja que el Espíritu de Dios se muestre. Jamás vas tener un rhema (revelación genuina) de Dios sin pasar tiempo delante de Dios. La palabra siempre viene después de un tiempo en la presencia de Dios.
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Sé auténtico, no seas imitación de nadie, Dios te ha dado a ti tu propio llamado, tu propia unción, tu propia personalidad, y son todas las cosas que has vivido hasta ahora las que Él va a utilizar para mover los corazones de la gente. Lo que Dios ha hecho en ti es tu mejor forma de predicar y tu mejor mensaje, no lo olvides.
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Tarea para la casa Durante esta semana, estando en oración e intimidad con Dios, toma tu libro y tu lápiz; después de leer de nuevo las lecciones de la semana y pedir revelación a Dios de las cosas que te son ocultas sobre ti mismo, sobre tu vida, y los tuyos, responde a las preguntas siguientes. No dudes en releer cuantas veces sea necesario las lecciones. 1. ¿Qué desea lograr Dios en mí, al enseñarme esta lección? ¿Cuál es su propósito?
2. ¿Cuáles son las enseñanzas más importantes que Dios habla en esta lección? (Escribe al menos 5).
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3. ¿Qué principios cristianos (actitudes y maneras de pensar) se enseñan aquí? (Escribe al menos 3).
4. ¿Cómo pienso aplicar a mi vida lo que he aprendido? (Escribe al menos dos propósitos para esta semana, dos para el mes, y dos para el año).
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LOS CUAT RO E N E M IGOS
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Los cuatro enemigos Introducción Cuando preguntamos a la gente: ¿quién es el enemigo de la Iglesia?, generalmente todos responden: ¡el diablo! Podemos tener la falsa sensación de que Satanás es el único enemigo que existe, y que todo lo malo se debe a él. Pero, como dije, eso es falso. Satanás es sin duda alguna un enemigo nuestro, pero no es el enemigo a vencer por nosotros, pues él ya está vencido. El diablo no es ni nuestro único enemigo, ni el más fuerte. Las fuerzas del mal no sólo se componen de demonios y espíritus, existen personas que caminan bajo la luz del sol y, sin embargo, están sujetas a ellas. Y muchas veces el enemigo más fuerte no parece ser un enemigo. Puesto que la vida es una batalla continua, conviene conocer a nuestros enemigos. Sin inteligencia la guerra no se gana, y sin el poder y respaldo del Espíritu de Dios, aun la inteligencia no puede hacer nada por sí sola. Por ello, hoy estudiaremos cómo se componen nuestros cuatro principales enemigos, y cuál es la estrategia que Jesús nos ha enseñado para destruirlos y vencer. No debemos dejarle ventajas al enemigo, ni ignorar las estrategias que el mal utiliza contra nosotros (2a Corintios 2.11). La verdadera guerra espiritual no se limita a combatir demonios, va mucho más allá, y su meta es el triunfo del Espíritu de Dios sobre todo y sobre todos.
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Desarrollo del Tema SATANÁS, EL PRIMER ENEMIGO Efesios 6.11-12 dice: “Vestíos de toda la armadura de Dios, para que podáis estar firmes contra las asechanzas del diablo. Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes”. El primer enemigo del hombre, crea o no en Jesús, es Satanás y los demonios, por lo que debemos aprender a luchar contra él. Ahora bien, aunque es el primero de nuestros enemigos, tampoco debemos caer en pensar que es el que tiene la culpa de todo, o que es tan fuerte como nuestro Dios. Es el primero porque fue el que antes que cualquier otro se opuso por primera vez a la voluntad de Dios. Se opuso, pero eso no significa que haya prevalecido, pues Satanás está derrotado, fue derrotado por Dios y sus ángeles desde el principio de la creación cuando fue expulsado del cielo, fue derrotado nuevamente por Cristo aquí en la tierra, cuando venció en la cruz, y será derrotado nuevamente en la segunda venida por uno de los ángeles del Señor. Si el diablo sigue con vida es porque su existencia es útil a los planes de Dios, y Él le permite seguir de pie (Juan 16.11, Salmos 109.6, Apocalipsis 20.3). Por lo tanto, una poderosa verdad hoy en día es que todos los demonios se sujetan en el nombre de Jesús. Jesús Nuestro Señor dijo que todo lo que atamos en la tierra es atado en el cielo, enseñando así que nuestras palabras y sentencias son respaldadas por la autoridad celestial (Mateo 16.19, Daniel 4.17). Jesús dijo: “He aquí os doy potestad de hollar serpientes y escorpiones, y sobre toda fuerza del enemigo, y nada os dañará” (Lucas 10.19).
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Mientras mantengamos la confianza de que en el nombre de Jesús todo demonio se sujeta, el diablo no nos puede dañar. Satanás suele establecer su reinado por medio del miedo y la mentira, es el maestro de los disfraces que causan temor, pero la realidad es que su poder no puede compararse con la autoridad que nos ha sido dada a los que creemos en Cristo. La madurez del hijo se demuestra en su capacidad de manejar y administrar su herencia. Cuando vamos creciendo, vamos comprendiendo el verdadero alcance de la autoridad que nos ha sido dada. Por los frutos se conocen a las personas, pero también por su autoridad. Una de las maneras de comprobar que nuestro nombre está escrito en los cielos es cuando los demonios se nos sujetan, pero esto sucede cuando aprendemos a usar de esta autoridad cuando con madurez decidimos creer en este poder y usarlo con confianza (Gálatas 4.1, Mateo 10.1). No toda enfermedad es causada por el diablo, ni todo endemoniado lo es realmente, de hecho, la astucia del diablo le ha hecho manifestarse con posesión cada vez menos, pues el hecho de que el mundo ignore su existencia es una estrategia que le ha dado mayores resultados. Debemos pedir discernimiento para poder distinguir cuando las cosas son obra del diablo, para que no nos suceda como a Pedro, que escuchaba la influencia de Satanás para hacer desistir a Cristo de sacrificarse por nosotros (Mateo 16.23). A Satanás se le vence reprendiéndolo en el nombre de Jesús, especialmente cuando él o uno de sus espiritus está presente y directamente provocando problemas. Los demonios no son omnipresentes, no pueden estar en dos lugares a la vez, y no pueden escuchar una reprensión a larga distancia (Marcos 9.25). Ahora bien, no siempre hay que reprender en el nombre de Jesús, porque los espíritus inmundos no siempre están presentes obrando
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al momento, a veces sólo han influenciado a alguien con mentiras y temores, y se han ido. En estos casos hay que renunciar a las mentiras del diablo y creer a la Palabra de Dios solamente, esa es la mejor manera de resistir a los demonios y tener la casa vigilada (Mateo 12.43-45).
No siempre hay que reprender, pero siempre hay que resistir a la influencia del diablo (Santiago 4.7). El diablo no es el mayor de nuestros enemigos, aunque sí el único enemigo declarado, pero sabe utilizar a otros tres enemigos nuestros, más fuertes contra nosotros que él mismo, y los usa contra nosotros para alejarnos de Dios y hacernos presas fáciles. Él sabe que protegidos por nuestra fe somos inmunes, pero dormidos y alejados de Cristo puede intentar devorarnos en temor y duda (1a Pedro 5.8). ENEMIGO NÚMERO DOS: LA CARNE Dijimos que el diablo utiliza aliados contra nosotros. Una de las herramientas más útiles que emplea es nuestra propia carne. Cuando el diablo va a tentar a alguien, lo hace en cuestiones de su propia carne, con tentaciones que sus propios deseos buscan. Muchos caen sin ayuda del diablo, pero si el diablo puede emplear tus pasiones y deseos contra ti, no dudes de que lo intentará tan pronto tenga oportunidad. La carne, como enemigo nuestro, no se refiere a nuestra piel, músculos, cabello, huesos, etc. La palabra griega “sarkós”, que se traduce por carne, era empleada por los filósofos griegos en épocas de Pablo para referirse a los deseos de satisfacer pasiones físicas. Por eso en el griego del Nuevo Testamento decir carne, significa
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estar hablando de todo aquello que no es espiritual, moral, justo, bueno; es toda actitud egoista, enojo, lujuria, etc. La Biblia define por sí misma a qué deseos y actitudes llama carne en Gálatas 5.19-21. Esta definición es importante para no confundir el cuidado y la honra que todo cristiano debe tener hacia su cuerpo (en griego: sómatos), del rechazo que debemos tener hacia las obras de la carne (en griego: sarkós). Gálatas 5.16-17 dice: “Digo, pues: Andad en el Espíritu, y no satisfagáis los deseos de la carne. Porque el deseo de la carne es contra el Espíritu, y el del Espíritu es contra la carne; y éstos se oponen entre sí, para que no hagáis lo que quisiereis”. Este pasaje no dice: “no tengáis deseos carnales”, pues esto es imposible; lo que nos corresponde es no satisfacer los deseos carnales. Todos tenemos deseos carnales que nos llevan y nos hacen sensibles a las tentaciones, éstos son deseos naturales que Dios ha puesto ahí con una razón, y no debe avergonzarnos el tenerlos. Pero lo que sí debe avergonzarnos, y gravemente, es el satisfacerlos de maneras pecaminosas. Por ejemplo, un hombre tiene deseos hacia su mujer, y eso es bueno, santo y puro, pero si satisface ese deseo con otra mujer mirándola con lujuria, es pecado de adulterio. No es malo el deseo, lo malo es no saber esperar el regalo de Dios que satisfacerá el deseo que Él mismo ha puesto en nosotros, o buscar satisfacerlo antes de tiempo y de maneras incorrectas. No es más santo el que menos deseos de la carne tenga, sino el que menos los satisfaga. Cuando no lo hacemos, crecemos en dominio propio. Cuando satisfacemos los deseos de la carne, nos volvemos contra el Espíritu; entonces, ya no es sólo la carne
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nuestra enemiga, sino el Espíritu mismo se pone contra nosotros, pues busca nuestro bien. Muchas personas se enojan contra Dios y lo sienten una presión sobre ellos, pero eso es porque desean satisfacer su carne, y el Espíritu intenta ayudarlos deteniéndolos en su conciencia. He aquí el gran problema de seguir a Jesús muriendo a nosotros mismos. Debes saber que cuando intentes agradar a Dios tu carne se opondrá porque desea ser satisfecha inmediatamente. La carne lo quiere todo y lo quiere ya. No permitas que suban a tu mente pensamientos de que nunca estarás feliz y satisfecho con Cristo, porque esto te orillará a abandonar a Dios. Dios ha prometido que si damos fruto del Espíritu, morirá la obra de la carne. Romanos 8.5-9 nos enseña que la carne no se sujeta por sí sola; no puede. A la carne se le vence sujetándola a la voluntad de Dios, y esto se logra haciendo morir las obras de la carne todos los días a través de satisfacer los deseos del Espíritu. Esto es muy importante, porque significa que deberás entrar en una campaña para destruir las obras de tu carne, alimentando el Espíritu intensamente hasta que tus deseos cambien. Experimentarás una gran transformación de pensamientos y deseos, pues lo que antes sólo satisfacía el pecado, ahora lo satisface Dios; y como Dios es inagotable, a diferencia de los deseos carnales, los deseos del Espíritu sí son llenos plenamente.
Llenar abismos con el Espíritu constituye la verdadera felicidad. TERCER ENEMIGO: EL MUNDO 1a Juan 2.15-17: “No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en
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él. Porque todo lo que hay en el mundo, los deseos de la carne, los deseos de los ojos y la arrogancia de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo. Y el mundo pasa, y sus deseos; pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre”. Es increible cómo nuestros enemigos se unen para destruir nuestra relación con Dios. El mundo es el entorno que nos rodea, pero considerando que el mundo está bajo el poder del maligno, constituye un enemigo por sí mismo, pues nos transmite toda clase de creencias, pensamientos y doctrinas dañinas que están diseñadas por el adversario para hacernos caer, dudar, pelear, etc. Juan nos dice que en el mundo están muchas de las cosas que desean nuestra carne, nuestros ojos, y otras que nos pueden hacer arrogantes. Los hijos de Dios, aunque estamos en el mundo, no pertenecemos al mundo. En realidad nuestra dimensión es el cielo, donde está nuestro hogar. Nosotros no debemos pensar como el mundo, porque aunque por ahora el mundo es todo lo que podemos ver, el mundo es una prueba en un entorno temporal y pasajero, dispuesto por Satanás para que perdamos el rumbo con esta ilusión óptica, y dejemos así de buscar las cosas que sí valen la pena, las eternas. El mundo está diseñado para engañar los sentidos y seducir a nuestra carne, ¿recuerdas? (2a Corintios 4.18, Juan 17.14, Filipenses 3.18-20). Ahora bien, tampoco es adecuada la actitud de escondernos de todo y de todos en un monasterio para no ser tentados por el mundo, no hemos sido enviados a escondernos sino a vencer. Jesús rogó no porque fuéramos quitados del mundo, sino porque fuéramos guardados del mal (Juan 17.15). Cuando nacemos de Dios y le creemos, vencemos al mundo. Nuestra forma de pensar, actuar, y vivir, vence a la del mundo cuando decidimos creer cada una de las promesas de Dios. Muchos
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hombres se vuelven esclavos del mundo porque no le creen a Dios, y prefieren comer las migajas del mundo que esforzarse por ganar las riquezas prometidas por Dios, y vencer así la mentalidad mundana. Sólo recuerda la historia de Faraón, quien representa al diablo (príncipe de este mundo y quien dirige su mentalidad influyendo sobre él), y a los hebreos esclavos en Egipto, país que representa al mundo. Nuestra fe es la que vence toda mentalidad mundana (1a Juan 5.4, 1a Juan 4.4-6).
Si tú crees en la bendición de Dios, te esfuerzas por ella y la esperas pacientemente, tu fe habrá vencido al mundo también. EL MAYOR ENEMIGO: UNO MISMO Pablo le dijo al joven Timoteo: “Ten cuidado de ti mismo y de la doctrina, persiste en ello, pues haciendo esto, te salvarás a ti mismo y a los que te oyeren” (1a Timoteo 4.16). Así como debemos cuidarnos de la doctrina que nos llega, pues mucha de ella nos puede contaminar, debemos cuidarnos de nosotros mismos. Ya vimos cómo la doctrina del mundo nos puede seducir, tentar, desviar, desorientar, cansar, y hacer todo lo que sea necesario para que no sigamos avanzando. De la misma manera, nuestra propia personalidad, nuestro yo, se constituye nuestro enemigo en el momento en el que sus decisiones, tendencias y carácter se convierte en un obstáculo para seguir a Cristo. La Biblia dice que el corazón es engañoso y perverso. Por eso debemos autodisciplinarnos y ejercer dominio propio, es decir, evaluarnos a nosotros así como pesar cada decisión, pensamiento,
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sentimiento y actitud que tomamos, al compararlas con las que haría y diría Jesucristo, y desechar todas aquellas que no sean las que tomaría el Señor (2a Corintios 13.5). Esto es renunciar, negarse y/o morir a nosotros mismos, es lo que Juan el Bautista decía: es necesario que él crezca, pero que yo mengüe. Es lo que Pablo llamaba despojarse del viejo hombre. Al yo sólo se le puede vencer muriendo a nosotros mismos para que ya no seamos nosotros sino Jesús quien viva en nosotros (Lucas 9.23, Juan 3.30, Efesios 4.22). Mucha gente juega su propio juego, le echa la culpa de sus propios errores a todos, y se engañan a ellos mismos. La Biblia habla de que nos podemos engañar a nosotros mismos. Dios te puede transformar, pero debes reconocer primero tus defectos, conocer tus errores y debilidades, y buscar la ayuda de Dios y de tus líderes, dejarte ministrar una cosa y un caso a la vez, y poco a poco su Espíritu nos transforma de gloria en gloria (Jeremías 37.9; Gálatas 6.7).
Busca ayuda, pero sobre todo: si ya te conoces a ti mismo, entonces cuídate de ti, de ti mismo nadie te puede cuidar más que tú. Conclusión Fuera de nosotros mismos hay dos enemigos poderosos, aunque no más poderosos que el que está de nuestro lado: el diablo y el mundo. El diablo, aunque está derrotado, en el tiempo que le ha sido dado, controla el mundo principalmente a través de difundir su doctrina, su manera de pensar, lo llena de dudas acerca de Dios, mediocridad, temor, pleitos, sexo, y demás; y hace de esta manera al mundo un enemigo nuestro, controlado por fuerzas del diablo y
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puesto ahí para seducirnos y desviar nuestra atención. Para dañarnos, tanto el diablo como el mundo tienen que utilizar armas que están en nosotros mismos, y esos son los otros dos enemigos a vencer: nuestra carne, y nuestro Yo. Nuestra carne al tener deseos, puede ser engañada para satisfacerlos de maneras equivocadas y ofensivas para Dios; y el mundo está lleno de ideas de cómo hacerlo, porque el diablo lo ha diseñado así. Al final, el arma más poderosa en esta guerra y la más decisiva, seguimos siendo nosotros. Nuestras decisiones definen quiénes somos, mucho más que nuestras debilidades. Cuando nuestra decisión es seguir el bien, nadie, absolutamente nadie, sin importar cuan grande sea el enemigo o el arma que utilice, no podrá hacernos daño (1a Pedro 3.13). Si fortaleces tu capacidad de decidir por lo bueno, vencerás; y eso sólo lo podremos lograr muriendo a nuestras propias decisiones, y dejar que sea Cristo quien viva en nosotros. Si vivimos a los pies de Jesucristo nunca estaremos de rodillas ante el diablo. “Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mis pecados” (Pablo de Tarso) (Gálatas 2.20).
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Tarea para la casa Durante esta semana, estando en oración e intimidad con Dios, toma tu libro y tu lápiz; después de leer de nuevo las lecciones de la semana y pedir revelación a Dios de las cosas que te son ocultas sobre ti mismo, sobre tu vida, y los tuyos, responde a las preguntas siguientes. No dudes en releer cuantas veces sea necesario las lecciones. 1. ¿Qué desea lograr Dios en mí, al enseñarme esta lección? ¿Cuál es su propósito?
2. ¿Cuáles son las enseñanzas más importantes que Dios habla en esta lección? (Escribe al menos 5).
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3. ¿Qué principios cristianos (actitudes y maneras de pensar) se enseñan aquí? (Escribe al menos 3).
4. ¿Cómo pienso aplicar a mi vida lo que he aprendido? (Escribe al menos dos propósitos para esta semana, dos para el mes, y dos para el año).
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LEALES Y HONOR A BL E S
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Leales y honorables Introducción Pareciera que la infidelidad está de moda hoy en día. Los adulterios, chantajes, estafas, y engaños, son cosa de todos los días; los divorcios, la rebeldía de los hijos hacia los padres, y las divisiones en empresas o ministerios, son comunes. Parece ser que la palabra “honor” fue un concepto de antaño. Pero la Biblia dice que Dios está rodeado de fidelidad, por lo tanto, está rodeado de gente fiel.
Hoy en día la deslealtad sigue lastimando pueblos, familias e iglesias. Desarrollo del Tema DISCÍPULOS FIELES Debemos ser fieles a Dios y a aquellos a quienes Dios nos ha dado como autoridades. Es necesario aprender a ser buenos hijos espirituales, como lo fue Timoteo con Pablo. El apóstol dijo de Timoteo que era como un hijo que servía con su padre en el Evangelio. “Espero en el Señor Jesús enviaros pronto a Timoteo, para que yo también esté de buen ánimo al saber de vuestro estado; pues a ninguno tengo del mismo ánimo, y que tan sinceramente se interese por vosotros. Porque todos buscan lo suyo propio, no lo que es de Cristo Jesús. Pero ya conocéis los méritos de él, que como hijo a padre ha servido conmigo en el evangelio. Así que a éste espero enviaros, luego que yo vea cómo van mis asuntos; y confío en el Señor que yo también iré pronto a vosotros” (Filipenses 2.19-24).
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En las redes todos discipulamos y somos discipulados. Por lo tanto, todos podemos poner en práctica esto, y ser hombres fieles, como Timoteo, quien servía a Pablo y en la obra de Dios. Dios quiere formar una generación de personas fieles, que sirvan a sus padres, a sus jefes, a sus esposos, a sus líderes, y a toda aquella persona que represente autoridad para ellos. TODO HOMBRE FIEL ES SEGUIDOR Aun cuando todos los que creen en Jesús son ovejas, no todos son discípulos fieles. La diferencia entre una oveja y un discípulo es que la oveja espera que se dejen a las otras noventa y nueve para seguirla a ella, pero un discípulo fiel es aquel que sigue a su pastor y no espera que lo sigan, aquel que llama y no espera que lo llamen. Eliseo fue alguien que se aferró a Elías, quien le decía a Eliseo quédate aquí, y éste respondía: “vive Dios y vive tu alma que no te dejaré” (2a Reyes 2.2). Sin embargo, si Eliseo hubiese tenido amargura en su corazón se hubiera sentido rechazado y hubiera perdido la unción; si hubiese sido orgulloso, se habría sentido insultado y se hubiera ido por otro lado. Eliseo fue fiel al seguir a Elías, y por eso recibió una doble porción de su espíritu. Jesús les dijo a sus discípulos: ven, sígueme. Si quieres ser un hombre fiel, debes ser un seguidor fiel en todo momento, en la bendición como en la adversidad, en la instrucción como en la corrección.
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FIDELIDAD EN LA ADVERSIDAD No es lo mismo ser fiel a alguien cuando te premia, que cuando te corrige. El Señor demuestra su fidelidad cuando nosotros le somos infieles, pues Él no puede negarse a sí mismo. La verdadera fidelidad se muestra en aquellos que en medio de la tribulación y problemas, perseveran en hacer aquello que su Señor les mandó. David es el mejor ejemplo de una persona leal en medio de la adversidad. Cuando el rey Saúl le perseguía para darle muerte, tuvo la oportunidad de vengarse y matar a su perseguidor. Pero respetó al ungido de Dios y le mostró lealtad a su rey. Ese día le dijo a Saúl: “Y Jehová pague a cada uno su justicia y su lealtad; pues Jehová te había entregado hoy en mi mano, mas yo no quise extender mi mano contra el ungido de Jehová. Y he aquí, como tu vida ha sido estimada preciosa hoy a mis ojos, así sea mi vida a los ojos de Jehová, y me libre de toda aflicción” (1a Samuel 26.23-25). David era conforme al corazón de Dios porque mostró fidelidad cuando le fallaron.
La lealtad es probada en las adversidades. El mismo rey Saúl entendió la integridad de David y dijo: “Bendito eres tú, hijo mío David; sin duda emprenderás tú cosas grandes, y prevalecerás (1a Samuel 26.25). A partir de ese día la historia cambió. Ambos nunca más volvieron a verse; Saúl fue a la guerra en donde murió él y su hijo, y David venció a los amalecitas, recuperando todo lo perdido, para luego ser ungido por rey sobre Israel. Aun Saúl reconoció el principio de que la lealtad lleva lejos a los emprendedores, pues Dios es quien los ayuda. Dios levanta y exhibe a los leales, pero resiste a los soberbios.
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Habrá momentos en que Dios mismo permita que veamos los errores de otros para probar y ver qué hacemos con ellos: si extendemos nuestra mano en contra de ellos y los herimos, o si somos fieles y los guardamos con todo respeto. El error de un líder no justifica el nuestro; eso fue lo que tuvieron que aprender Aarón y María cuando murmuraron contra Moisés (Números 12). Hoy en día no se hiere con lanza, sino con la lengua y el corazón, con murmuración, críticas o juicios; con divisiones, contiendas o rebeliones. FIEL EN LO POCO, EN LO INJUSTO Y EN LO AJENO “El que es fiel en lo muy poco, también en lo más es fiel; y el que en lo muy poco es injusto, también en lo más es injusto. Pues si en las riquezas injustas no fuisteis fieles, ¿quién os confiará lo verdadero? Y si en lo ajeno no fuisteis fieles, ¿quién os dará lo que es vuestro?” (Lucas 16.10-12). Hay tres áreas en las que debemos mostrar fidelidad, y en las cuales Dios tiene puesto el ojo, aunque muchos lo menosprecien: 1. En lo muy poco Dios prueba a las personas en lo muy poco, y hay quienes lo aprovechan y otros que lo menosprecian, pero allí inicia el camino a la abundancia. Ej. Jacob, que salió sin nada de su casa, pero confiando en Dios regresó lleno de riqueza. 2. En lo injusto El que no es fiel en lo injusto, Dios no le confiará lo verdadero. Ej. David, quien fue leal a Saúl; María y Aarón murmuraron de Moisés y fueron reprendidos.
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3. En lo ajeno Hay personas que desprecian lo ajeno y no lo cuidan, por esto no logran conseguir lo propio. Hay quienes cuidando lo ajeno, Dios les dio lo propio. Ej. Jacob, Dios le prosperó cuidando el rebaño de su tío; Adán, Dios lo echó al tomar el fruto que no le pertenecía. No es lo mismo la fidelidad a la obediencia, pues ser fiel es ser obediente a pesar de que tu autoridad no esté presente. En la ausencia del jefe se prueba la fidelidad de los trabajadores. Las infidelidades generalmente inician a escondidas y en lo secreto, es decir, a espaldas de tu autoridad. Allí empiezan las murmuraciones y chismes, los adulterios y las rebeliones. Por ello, a “ser leal” se le llama también “cubrirse las espaldas”. El chisme es una manifestación de infidelidad. Un chisme significa decir algo que no se debe, a quien no se debe, por los motivos incorrectos. “El que anda en chismes descubre lo secreto; mas el de espíritu fiel lo guarda todo” (Proverbios 11.13). Pero si hay un problema, lo correcto es ir directamente a la autoridad que corresponde. Conclusión Si Dios se muestra siempre fiel, haz lo mismo tú. Esfuérzate en ser leal y honorable, y Dios no te va a abandonar nunca. Dios se rodea de fidelidad, y aunque creas que ser fiel te pueda costar, recuerda que el precio de no ser fiel es mucho mayor: Satanás, Caín, Judas, Ananías y Safira, entre otros, quedaron como ejemplo de ello. Pero Abraham, Moisés, Josué, Eliseo, David, Jesús, Pablo, y muchos otros, quedaron como ejemplo de lo que te puede suceder si permaneces siempre fiel.
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Tarea para la casa Durante esta semana, estando en oración e intimidad con Dios, toma tu libro y tu lápiz; después de leer de nuevo las lecciones de la semana y pedir revelación a Dios de las cosas que te son ocultas sobre ti mismo, sobre tu vida, y los tuyos, responde a las preguntas siguientes. No dudes en releer cuantas veces sea necesario las lecciones. 1. ¿Qué desea lograr Dios en mí, al enseñarme esta lección? ¿Cuál es su propósito?
2. ¿Cuáles son las enseñanzas más importantes que Dios habla en esta lección? (Escribe al menos 5).
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3. ¿Qué principios cristianos (actitudes y maneras de pensar) se enseñan aquí? (Escribe al menos 3).
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R E SPE TA N DO AU TOR I DA DE S I
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Respetando autoridades I Desarrollo del Tema HONRANDO A LOS PADRES Efesios 6.1-3 dice: “Hijos, obedeced en el Señor a vuestros padres, porque esto es justo. Honra a tu padre y a tu madre, que es el primer mandamiento con promesa; para que te vaya bien, y seas de larga vida sobre la tierra”. Este es el primer mandamiento con promesa, lo cual significa que, aunque los demás mandamientos son importantes, éste es más importante. Cumplir este mandamiento trae bendición; no cumplirlo trae maldición y muerte. Esta misma importancia se transmite a la honra que se le debe a todo tipo de autoridad, por ejemplo Hebreos 13.17 dice: “Obedeced a vuestros pastores, y sujetaos a ellos; porque ellos velan por vuestras almas, como quienes han de dar cuenta; para que lo hagan con alegría, y no quejándose, porque esto no os es provechoso”. En la Biblia hay promesas para los padres que educan bien a sus hijos, y también consecuencias para los que los educan mal. Por ejemplo, el hijo sabio alegra al padre, y también el muchacho consentido avergüenza a su madre. Pero debemos comprender que hay pecados más delicados que otros, y deshonrar a los padres es más delicado incluso que la mala educación de parte de los padres a los hijos. Por ejemplo, Mateo 15.4 dice: “El que maldiga al padre o a la madre, muera irremisiblemente”.
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Comparando los dos posibles pecados en la relación padre-hijo, vemos que ante Dios no tienen la misma consecuencia. Provocar a ira a los hijos puede ser un abuso de autoridad, pero la consecuencia es pasar vergüenza. Ahora bien, deshonrar a los padres produce muerte. Aunque ambos son pecados, vemos que no son igualmente graves en sus consecuencias.
Honrar a nuestros padres es justo; no hacerlo, es injusto. Otras escrituras que señalan lo delicado que es deshonrar la autoridad de un padre son: • Proverbios 30.11: “Hay generación que maldice a su padre y a su madre no bendice”. • Proverbios 30.17: “El ojo que escarnece a su padre y menosprecia la enseñanza de la madre, los cuervos de la cañada lo saquen, y lo devoren los hijos del águila”. • Proverbios 20.20: “Al que maldice a su padre o a su madre, se le apagará su lámpara en oscuridad tenebrosa”. Dios es autoridad y funciona a través de autoridades. Él espera que se respete y honre a toda autoridad. Los errores de alguien en autoridad son de ésta, pero murmurar de él o juzgarlo es error del que lo hace. Muchos andan sumergidos en pecados, en drogas, en depresiones, enfermos y en oscuridad tenebrosa porque un día maldijeron a sus padres. Mucha de la falta de santidad es por esto. Se abren las puertas a las tinieblas cuando no se respetan autoridades. Por esto cayó Satanás, por rebelarse contra la autoridad de Dios, no contra la santidad de Dios.
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Los errores de un rey o una eminencia no justifica que se hable mal de ellos. HONRANDO AL ESPOSO En 1a Pedro 3.1-6 leemos: “Asimismo vosotras, mujeres, estad sujetas a vuestros maridos; para que también los que no creen en la palabra, sean ganados sin palabra por la conducta de sus esposas, considerando vuestra conducta casta y respetuosa. Vuestro atavío no sea el externo de peinados ostentosos, de adornos de oro o de vestidos lujosos, sino el interno, el del corazón, en el incorruptible ornato de un espíritu afable y apacible, que es de gran estima delante de Dios. Porque así también se ataviaban en otro tiempo aquellas santas mujeres que esperaban en Dios, estando sujetas a sus maridos; como Sara obedecía a Abraham, llamándole señor; de la cual vosotros habéis venido a ser hijas, si hacéis el bien, sin temer ninguna amenaza”. En esta escritura leemos varios principios sobre la sujeción de la mujer al marido. Aquí dice que las mujeres deben sujetarse a su marido, como a su Señor. En todo el contexto el adorno interno del espíritu afable y apacible de la mujer es de sujeción, esta es la belleza real. Cualquier mujer que quiera esperar en Dios, debe hacerlo sujeta a su marido. Sara esperó al Señor sujeta a su marido, por lo que todas las mujeres han venido a ser hijas de Sara, y ya no de Eva, quien al no ser sujeta, fue engañada por la serpiente. Pero la única vez que Sara no fue sujeta a su esposo Abraham, fue cuando le aconsejó que se acostara con su criada Agar, de quien nació Ismael, causando muchos problemas en su familia.
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Para ser rebelde (no sujeta) no se necesita pelear o discutir fuertemente con el marido. Eva no peleó con Adán, simplemente lo convenció de no hacer la voluntad de Dios. Es decir, una mujer rebelde no es aquella que precisamente pelea con el marido, sino aquella que lo convence o lo influye en no hacer lo que Dios ha ordenado. El pecado entró al mundo porque la mujer no fue sujeta y el hombre lo permitió. Es necesario que toda persona obedezca a la autoridad sin necesidad de amenazas. Este parece ser un problema donde hay autoridad, pues algunas veces es necesario amenazar a un hijo o empleado para que obedezca. Lo que Dios quiere es que la armonía se mantenga sin ninguna amenaza. La falta de sujeción, el no honrar autoridades, y el no bendecirlas, no traerá nada bueno. No importa cómo tratemos de justificarlas, en el cielo no se ven bien. A las mujeres que se escuchan son aquellas que como Sara, demuestran sujeción y obediencia a su marido, sin argumentar cuando él escuchó la voz de Dios. Y de los maridos dice: “Vosotros, maridos, igualmente, vivid con ellas sabiamente, dando honor a la mujer como a vaso más frágil, y como a coherederas de la gracia de la vida, para que vuestras oraciones no tengan estorbo” (1a Pedro 3.7). En esa frecuencia de sujeción que se demuestra, debemos aprender a vivir sabiamente con ella, y darles honra. Si se muestra honra ante una sujeción, la próxima vez habrá más sujeción. Si la mujer es “más frágil”, es porque el hombre también es frágil. Esto se da en todo tipo de relación donde hay una autoridad y gente a cargo de ella. Si bien la persona bajo autoridad es más frágil, también lo es aquel que está en autoridad, y también siente.
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El no respetar a las autoridades trae estorbo a nuestras oraciones. Dios quiere bendecir y bendice a quien respeta y honra autoridades, y a quien mantiene esa armonía sabiamente. Dios pone sus reglas para que vivamos en armonía.
La sujeción merece honra. Conclusión En nuestro diario vivir, nuestras vidas se encontrarán en la posición de tener que elegir la decisión de obedecer a Dios, a uno mismo, o a los hombres. Recuerden que es mejor obedecer a Dios; ejemplo de ello son: Abraham, Moisés, Naamán, Elías, Esteban, Pedro, Pablo, y demás personajes bíblicos. Dios te bendiga en gran manera y a medida que te dediques a obedecer y servir a Dios, los del mundo verán eso especial que vieron en los primeros seguidores y servidores de Cristo en Antioquía (Hechos 11.26). “Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestro pensamiento en Cristo Jesús” (Filipenses 4.7).
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Tarea para la casa Durante esta semana, estando en oración e intimidad con Dios, toma tu libro y tu lápiz; después de leer de nuevo las lecciones de la semana y pedir revelación a Dios de las cosas que te son ocultas sobre ti mismo, sobre tu vida, y los tuyos, responde a las preguntas siguientes. No dudes en releer cuantas veces sea necesario las lecciones. 1. ¿Qué desea lograr Dios en mí, al enseñarme esta lección? ¿Cuál es su propósito?
2. ¿Cuáles son las enseñanzas más importantes que Dios habla en esta lección? (Escribe al menos 5).
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3. ¿Qué principios cristianos (actitudes y maneras de pensar) se enseñan aquí? (Escribe al menos 3).
4. ¿Cómo pienso aplicar a mi vida lo que he aprendido? (Escribe al menos dos propósitos para esta semana, dos para el mes, y dos para el año).
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Respetando autoridades II Introducción No es lo mismo estar en el cargo, que ser confirmado en éste. Desarrollo del Tema LA DESOBEDIENCIA DE SAÚL Saúl fue el primer rey de Israel, y la voluntad de Dios era que el reinado que Dios le dio a David, fuera de Saúl. Dios no sólo quería hacer rey a Saúl, sino quería confirmar su reinado. El apóstol Pablo dijo: “Doy gracias al que me fortaleció, a Cristo Jesús nuestro Señor, porque me tuvo por fiel, poniéndome en el ministerio” (1a Timoteo 1.12). Dios probó a Pablo estando ya en el ministerio. La Biblia nos relata que Saúl era un hombre valeroso y hermoso, y que no había en Israel alguien tan alto como él. El Señor le había revelado al profeta Samuel que ungiría a Saúl como rey de Israel. Es importante señalar el trato especial que tenía incluso el profeta Samuel con Saúl, aunque Samuel era autoridad de Saúl. Samuel le dio al rey Saúl una instrucción de esperarlo siete días para que el profeta ofreciera los sacrificios correspondientes antes de la batalla. Saúl debía obedecer las instrucciones. Pero desesperándose y viendo que el profeta Samuel no llegaba, decidió ofrecer él mismo los sacrificios, adjudicándose una función que no le correspondía, y pecando así contra Dios,
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desobedeciendo a Samuel. Aunque Saúl era rey, no podía pasar por encima del profeta. Samuel sí llegó al séptimo día, tal como le había dicho, pero se tardó en llegar a la hora acordada. Fue un error de Samuel, pero no justificaba el error de Saúl. El profeta dijo: “Locamente has hecho; no guardaste el mandamiento de Jehová tu Dios que él te había ordenado; pues ahora Jehová hubiera confirmado tu reino sobre Israel para siempre. Mas ahora tu reino no será duradero. Jehová se ha buscado un varón conforme a su corazón, al cual Jehová a designado para que sea príncipe sobre su pueblo, por cuanto tú no has guardado lo que Jehová te mandó” (1a Samuel 13.8-14). Aquí vemos que realmente Dios quería confirmarle el reinado a Saúl, pero lo rechazó al serle desobediente, y lo confirmó con David. A Saúl le fue quitado el reino, y terminó consultando adivinos. 1a Samuel 15.22-23 dice: “¿Se complace Jehová tanto en los holocaustos y víctimas, como en que se obedezca a las palabras de Jehová? Ciertamente el obedecer es mejor que los sacrificios, y el prestar atención a la grosura de los carneros. Porque como pecado de adivinación es la rebelión, y como ídolos e idolatría la obstinación. Por cuanto tú desechaste la palabra de Jehová, él también te ha desechado para que no seas rey”. No quiere decir que no se complazca Dios de nuestros presentes o sacrificios hacia Él; lo que no le gustó es que se lo presentara alguien más que no fuera a quien Él había designado.
El corazón conforme al de Dios es aquel que le obedece.
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DAVID, UN HOMBRE CONFORME AL CORAZÓN DE DIOS La Biblia testifica de David diciendo: “les levantó por rey a David, de quien dio testimonio también diciendo: He hallado a David hijo de Isaí, varón conforme a mi corazón, quien hará todo lo que yo quiero” (Hechos 13.22). No se trata de quien adora, sino quien hace lo que Dios quiere y manda, y esto implica adorarlo. Al profeta Samuel le fue revelado que debía ungir a David, el hijo menor de varios que tenía Isaí. Cuando Saúl vio que Dios estaba con David y que iba a levantarlo como rey en su lugar, sintió celos de él y quiso matarlo en más de una oportunidad. Sin embargo, David nunca se vengó, y aun le llamaba “señor”, no con hipocresía, sino con toda sinceridad y respeto, pues lo amaba. Aun le perdonó la vida dos veces, y lo honró en su muerte. David fue coronado como rey, y procuró hacer la voluntad de Dios en todo. Pero una vez pecó gravemente en lo relacionado a Betsabé y Urías. Si lees despacio la historia de 2a Samuel 11.1-8, verás que David cometió muchos pecados graves. Se quedó en Jerusalén en el tiempo de la guerra, cuando todos los reyes salían a la guerra, vio desde su balcón a Betsabé bañándose, y mandó a llamarla aun siendo casada, se acostó con ella y la embarazó. Para cubrir su pecado mandó a llamar a Urías, el esposo de Betsabé, para que él se acostara con su mujer, y creyera que el hijo era de él; como Urías no quiso dormir con su mujer, David lo emborrachó y luego mandó a matarlo. Todo esto es más feo de lo que hizo Saúl, y hasta podría verse más grave. Pero el pecado de Saúl, que consistió en rebelarse contra
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la autoridad, es tan grave, que ni todos los pecados de David mencionados anteriormente le ganaron. Vemos que Saúl tan sólo cometió un pecado, y el reino le fue quitado. David cometió muchos, y no le fue quitado el reino. Ambos se arrepintieron, pero el trato fue diferente. La respuesta es sencilla: Saúl pecó contra la autoridad, pecó “para arriba”, y David pecó “para abajo”, y los pecados contra la autoridad siempre son juzgados más duramente que aquellos que se cometieron estando en autoridad. EL PECADO DE ABSALÓN Absalón, el hijo de David, se rebeló contra su padre e intentó quitarle el reino. Absalón no respetó ni a su propio padre. David trató a Saúl, un extraño, como nunca Absalón trató a su padre David. Absalón se ganó el corazón del pueblo para él, en contra de su padre. Hay personas que intervienen entre la autoridad y las personas debajo de ella, para ganar credibilidad y querer usurpar un lugar que no les corresponde. Antes de robarse ovejas, se roban los corazones de ellas. Absalón se robaba el corazón de las ovejas, y quien hace lo mismo que éste, terminará de la misma manera: colgado de un madero, muerto por los dardos del general del ejército. David evitó las lanzas de Saúl, y ahora iba a evitar las lanzas de Absalón. Aunque David fornicó, adulteró y mató, nunca dejó de poner a Dios como rey de Israel. El mismo amor y respeto que tuvo hacia Saúl, tuvo hacia Absalón, y ambos atentaron contra su reino. David había cometido un pecado, que fue la raíz de todos los demás: abusó de su autoridad. Dijo: “como soy el rey, me quedo en casa; como soy el rey, tráiganme esa mujer; como soy el rey, te acuestas conmigo; como soy el rey, maten a Urías”. Pero ya
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no estaba dispuesto a cometerlo más. David confiaba en Jehová y en que Él confirmaría su reino, pues si era voluntad de Dios, lo quitaría tarde o temprano. Joab, el general del ejército de Israel, le había jurado lealtad y amor eterno a David, y le falló y pecó contra su autoridad, pues aunque el rey dio orden de no tocar a su hijo, desobedeció y lo mató. Probablemente buscó reconocimientos, o tenía temor de dejar de ser general si ganaba Absalón. Nunca defraudes la confianza que se te ha dado, como lo hizo Joab con David. Saúl terminó mal; Absalón terminó mal; aun Joab terminó mal. Pero no fue así con David, pues terminó con riquezas, paz, y lleno de días, y reinó en su lugar Salomón, el hijo que nació de Betsabé (1a Crónicas 29.26-28). Es curioso ver que Dios levantó como rey al hijo de la mujer con quien David pecó, pero no permitió que reinara Absalón, porque a Dios no le conviene ninguna autoridad que se rebela en contra de otra, pues le echan a perder el reino. Dios prefiere perdonar los pecados de David y mantenerlo, que dejar a Saúl o a Absalón. Conclusión Debemos guardarnos de no cometer ningún pecado, y menos contra alguna autoridad, pues el castigo para quien comete tal pecado es mayor que cualquier otro.
¿Quiere bendición para su futura generación? Enséñales a respetar a todas sus autoridades.
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Tarea para la casa Durante esta semana, estando en oración e intimidad con Dios, toma tu libro y tu lápiz; después de leer de nuevo las lecciones de la semana y pedir revelación a Dios de las cosas que te son ocultas sobre ti mismo, sobre tu vida, y los tuyos, responde a las preguntas siguientes. No dudes en releer cuantas veces sea necesario las lecciones. 1. ¿Qué desea lograr Dios en mí, al enseñarme esta lección? ¿Cuál es su propósito?
2. ¿Cuáles son las enseñanzas más importantes que Dios habla en esta lección? (Escribe al menos 5).
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3. ¿Qué principios cristianos (actitudes y maneras de pensar) se enseñan aquí? (Escribe al menos 3).
4. ¿Cómo pienso aplicar a mi vida lo que he aprendido? (Escribe al menos dos propósitos para esta semana, dos para el mes, y dos para el año).
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Resolviendo conflictos Introducción Nadie se escapa de tener un conflicto o diferencia con otra persona, o de tener que ver en la solución de otro conflicto entre dos personas. El no saber cómo resolverlos puede ser peligroso para negocios, amigos, matrimonios, grupos, redes, familias y demás. Lo primero que tenemos que aprender sobre los conflictos es que: el orgullo nos lleva a la autojustificación, la cual dificulta la solución del conflicto, y oculta las verdaderas motivaciones de quienes participan en los conflictos, a veces hasta de ellos mismos.
Versículo Clave: Gálatas 5:13-15 Desarrollo del Tema DEFINICIÓN DE “CONFLICTO” Conflicto se define como “oposición franca y hostil que se da como resultado de dos puntos de vista opuestos”. El fruto del espíritu, del cual habla Gálatas 5.22-23, es todo lo contrario a lo que genera un conflicto. El origen de los conflictos Santiago 4.1: “¿De dónde vienen las guerras y los pleitos entre vosotros? ¿No es de vuestras pasiones, las cuales combaten en vuestros miembros?”
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Debemos reconocer lo carnal que podemos llegar a ser en medio de un conflicto. Nuestra carne puede ser la causante de la mayor parte de nuestros conflictos, y a la hora de buscarles una solución, debemos examinar si nuestra carne ha sido la causante. Debemos tener cuidado con el “yo”, pues es sinónimo de orgullo. Proverbios 13.10: “Ciertamente la soberbia concebirá contienda; más con los avisados está la sabiduría”. Concecuencias de los conflictos A raíz de un conflicto no podemos concluir que una persona “es”, sino que la persona “hizo”. Es decir, que si una persona cometió un error, no podemos definir a dicha persona como mala, sino que la acción cometida es la errónea. Hay que cuidarnos de no salir poniendo calificativos a las personas después de un conflicto. Es común que en medio de un conflicto, se exagere y se inventen debilidades y faltas de los demás, por lo cual, la persona sale muy perjudicada, y el conflicto se agranda. La persona atacada tiende a defenderse desacreditando las declaraciones que la otra persona hizo. Debemos ser objetivos a la hora de solucionar un problema, y enfocarnos únicamente en el conflicto y su solución, sin traer a colación temas y hechos que no vienen al caso. LOS CONFLICTOS Y LAS DIVISIONES Los conflictos dan y tienen su origen en divisiones, pues son dos o más puntos de vista o “visiones” diferentes, las cuales, si no son resueltas de inmediato, causan separación dentro del mismo cuerpo de Cristo. Recordemos que Jesús nos enseñó que lo dividido no permanece. Mateo 12.25: “Sabiendo Jesús los pensamientos de ellos, les dijo:
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Todo reino dividido contra sí mismo, es asolado, y toda ciudad o casa dividida contra sí misma, no permanecerá”. Los conflictos hacen gastar energía y tiempo en actividades poco productivas, por eso nos dice el Señor en Romanos 12.18: “Si es posible, en cuanto dependa de vosotros, estad en paz con todos los hombres”. MALAS FORMAS DE INTENTAR RESOLVER CONFLICTOS • Evitar el conflicto totalmente. Hay personas que les molesta algo pero no lo hablan directamente con quien deben, sino esperan hasta que estalla el problema. O simplemente ignoran el conflicto sin tomar en cuenta que se hará cada vez más grande.
Los conflictos nunca se resuelven espontáneamente, hay que hacer algo para resolverlos. • Evitar el conflicto rodeando el punto importante y sólo tocando los puntos menores. Algunas personas se van por las ramas y dan por hecho que la otra persona ha comprendido lo que el primero expuso. Esto evita el buscar una solución efectiva, pues el problema sigue ocurriendo. • Evitar el motivo y dar otro que no es el motivo real. Por temor, muchas personas no exponen lo que realmente les molesta, y se agarran de otras situaciones para crear un conflicto, en vez de buscar una solución al problema que realmente les molesta.
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CÓMO RESOLVER UN CONFLICTO SEGÚN LA BIBLIA 1. Busque lo mejor para la persona con quien tiene el conflicto • Gálatas 6.1-2: “Hermanos, si alguno fuere sorprendido en alguna falta, vosotros que sois espirituales, restauradle con espíritu de mansedumbre, considerándote a ti mismo, no sea que tu también seas tentado. Sobrellevad los unos las cargas de los otros, y cumplid así la ley de Cristo”. • Efesios 4.26-27: “Airaos, pero no pequéis; no se ponga el sol sobre vuestro enojo, ni deis lugar al diablo”. • Proverbios 14.29: “El que tarda en airarse es grande de entendimiento; mas el que es impaciente de espíritu enaltece la necedad”. 2. Asegúrese que está tratando con la realidad, y no con rumores • Deuteronomio 19.15: “No se tomará en cuenta a un solo testigo contra ninguno en cualquier delito ni en cualquier pecado, en relación con cualquiera ofensa cometida. Sólo por el testimonio de dos o tres testigos se mantendrá la acusación”. • Mateo 18.15-17: “Por tanto, si tu hermano peca contra ti, ve y repréndele estando tú y él solos, si te oyere, has ganado a tu hermano. Mas si no te oyere, toma aún contigo a uno o dos, para que en boca de dos o tres testigos conste toda palabra. Si no los oyere a ellos, dilo a la iglesia; y si no oyere a la iglesia, tenle por gentil y publicano”.
Debemos buscar estar en paz con los que nos rodean.
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Según estos versículos debemos hacer lo siguiente: • Primero, hablarle a solas. • Si no te oye, llama a testigos. • Si aún así no se solventare el asunto, ve ante autoridades de la iglesia a que te ayuden. • Si no se solucionare, apártate. 3. Siempre que haya arrepentimiento, se debe perdonar • Lucas 17.3: “Mirad por vosotros mismos. Si tu hermano pecare contra ti, repréndele; y si se arrepintiere, perdónale”. • Proverbios 20.3: “Honra es del hombre dejar la contienda; mas todo insensato, se envolverá en ella”. CÓMO EVITAR DISCUSIONES DESTRUCTIVAS Hay diferencias importantes en la manera en que nos reunimos para hablar sobre nuestras diferencias. Una discusión no es mala en sí misma, pues discutir es simplemente hablar, debatir, pero una charla puede fácilmente tornarse en agresiva y crear de ella un conflicto, por eso recordaremos la diferencia entre una discusión sana y una destructiva: 1. En una discusión sana se busca la voluntad de Dios. 2. En una discusión sana se habla no con soberbia ni prepotencia, sino estimando a los demás como si fueran mayores, superiores a uno mismo. Sin importar tu cargo, antigüedad, estudios,
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dones, y demás características. 3. En una discusión sana se busca acabar con las diferencias encontrando los puntos de coincidencia, no engendrar contiendas para buscar la victoria. 4. En una discusión sana se asume siempre una intención buena a las palabras de los demás antes que presumir que tienen intenciones de dañar, lastimar o motivaciones personales ocultas. Aun cuando a simple vista parezca lo contrario. 5. En una discusión sana todos aceptan que las verdades expresadas en la Palabra de Dios están por encima de cualquier otro argumento, por lógico o inteligente que pueda parecer. 6. En una discusión sana siempre debe haber una figura de autoridad que modera y otorga la palabra a quienes se expresan. 7. Una discusión sana ocurre sólo cuando el acuerdo por el simple diálogo no ha resuelto todas las dudas de las partes y persisten puntos de diferencia. Primero se busca hablar con la persona con la que tenemos una idea que desacuerda con las suyas, buscando con amor resolver la diferencia. No buscando apoyo de otros, sino con la intención saludable de preguntar la postura de otros hijos de Dios, especialmente nuestros líderes y pastores, considerando siempre que pudiéramos nosotros estar equivocados. Esto último es primordial para que la discusión sea sana. Conclusión Debemos siempre señalar la verdadera causa de las difrencias entre hermanos y proponer una solución. Debemos ser claros y tener una buena disposición para solucionar un conflicto. No
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debemos enfocarnos en el problema y en buscar un culpable, sino en buscar una soluci贸n a dicho problema. Esta es la mejor manera de solucionar un conflicto.
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Tarea para la casa Durante esta semana, estando en oración e intimidad con Dios, toma tu libro y tu lápiz; después de leer de nuevo las lecciones de la semana y pedir revelación a Dios de las cosas que te son ocultas sobre ti mismo, sobre tu vida, y los tuyos, responde a las preguntas siguientes. No dudes en releer cuantas veces sea necesario las lecciones. 1. ¿Qué desea lograr Dios en mí, al enseñarme esta lección? ¿Cuál es su propósito?
2. ¿Cuáles son las enseñanzas más importantes que Dios habla en esta lección? (Escribe al menos 5).
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3. ¿Qué principios cristianos (actitudes y maneras de pensar) se enseñan aquí? (Escribe al menos 3).
4. ¿Cómo pienso aplicar a mi vida lo que he aprendido? (Escribe al menos dos propósitos para esta semana, dos para el mes, y dos para el año).
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El contexto no es pretexto Introducción Existen personas que se aferran a un defecto o debilidad para no hacer lo que Dios les ordena. Sin embargo, Dios puede usar esta debilidad para fortalecerse Él, y nosotros alcanzar lo que nos manda en su nombre. Otras personas se justifican en los problemas económicos, su herencia, sus padres, y demás problemas, para no salir adelante y lograr las proezas que Dios nos ha prometido a los que creemos en su nombre. Todas esas situaciones y condiciones que pueden detenernos son el “contexto” de cada persona, pero Dios nos enseña que ningún contexto debe ser puesto como pretexto a sus promesas.
Donde tú miras un obstáculo, Dios ve una oportunidad. Desarrollo del Tema TODO TIENE SU TIEMPO Todo tiene su tiempo y todo es bueno y hermoso cuando ocurre en su tiempo. Casarse es bello, pero no a los trece años; tener hijos es una bendición, pero no a los doce. Debemos aprender a esperar en el tiempo de todo. Inclusive Dios sabe esperar el día indicado para cada cosa: “Pero cuando vino el cumplimiento del tiempo, Dios envío a su hijo, nacido de mujer y nacido bajo la ley” (Gálatas 4.5); y también: “Cuando llegó el día de Pentecostés, estaban todos unánimes juntos.
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Y de repente vino del cielo un estruendo como de un viento recio que soplaba, el cual llenó toda la casa donde estaban sentados” (Hechos 2.1-2). El día llega; el Padre esperó el tiempo adecuado para enviar a su hijo; Jesús esperó el tiempo preciso para morir en la cruz; el Espíritu Santo esperó su tiempo para derramarse en el día de Pentecostés; nosotros debemos saber esperar su tiempo: antes no es bueno, después tampoco; las cosas correctas se hacen en el tiempo correcto. Dios tiene planes y también tiene tiempos para cumplir esos planes. Hay personas que se quejan del lugar donde nacieron, del barrio en el que crecieron, o de la familia que tuvieron, es decir, le echan la culpa al contexto por su fracaso. Mucha gente pone el contexto de pretexto y fracasa por ello. Tu puedes decir: “Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo porvenir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada, nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro” (Romanos 8.38-39). No importa si eres débil en algo; esta es la oportunidad que Dios ve para hacerse fuerte Él, y en su fuerza alcanzar lo que te ha prometido. Hubo muchas personas en la Biblia que no pusieron sus ojos en su contexto y alcanzaron lo prometido, pues habiendo nacido en un contexto que muchos pueden calificar de “equivocado”, Dios los sacó triunfantes: • Abraham, aunque no podía tener hijos y su mujer era estéril, le creyó a Dios, y nació para dar a luz una nación. • José, aunque fue vendido como esclavo por sus propios
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hermanos, nació para darle de comer al pueblo de Israel y que no murieran de hambre. • Moisés, era tartamudo y exiliado de Egipto, pero nació para sacar al pueblo de Dios del mismo Egipto. • David, aunque era el más pequeño de sus hermanos, nació para liberar al pueblo de Dios de la mano de los filisteos. • Salomón, aunque fue hijo de Betsabé, con quien pecó David, nació para construir el templo de Dios. • Nehemías, aunque servía a otro rey, nació para reconstruir el muro. • Daniel, aunque fue tirado a los leones, pudo dormir entre ellos confiando en el Señor. • Job, aunque lo perdió todo, Dios lo hizo prosperar al doble. • Jonás, aunque trató de huir de la presencia de Dios, nació para predicar arrepentimiento a todo un pueblo. • Pedro, aunque negó a Jesús tres veces y le cortó la oreja a un soldado, nació para llevar las llaves del reino. • Pablo, aunque persiguió cristianos para matarlos, nació para llevar el evangelio a toda Asia.
No estamos libres de conflictos, pero sí debemos salir de ellos. NO JUZGUES EL CONTEXTO Juan 9.1-3: “Al pasar Jesús, vio a un hombre ciego de nacimiento.
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Y le preguntaron sus discípulos, diciendo: Rabí, ¿quién pecó, éste o sus padres, para que haya nacido ciego? Respondió Jesús: No es que pecó éste, ni sus padres, sino para que las obras de Dios se manifiesten en él”. El primer milagro ocurre en nuestra mente cuando le creemos a Dios lo que va a hacer en nuestra vida. A este joven lo habían juzgado, por estar ciego de nacimiento, de haber pecado él o sus padres. Pero Jesús dijo que era para que la gloria de Dios se manifestara en él. No juzgues ni tu contexto ni el contexto de otro. No taches a nadie de pecador por el contexto en el cual nació. Más bien, mira la oportunidad de Dios para hacer un milagro. Conclusión Tus problemas son sus oportunidades. Tú has nacido en el lugar donde naciste, como naciste, de quien naciste, con un propósito para Dios. Dios es el perfeccionador; y el que empezó en ti la buena obra la va a perfeccionar.
Lo que Jesús comienza como bueno, lo termina como perfecto. Tal vez ahora tú mires a tu alrededor y no veas oportunidades, o mires a tu familia, tu ciudad, tu escolaridad o tu economía, y no percibas de dónde vendrá el socorro. Pero nunca olvides que el socorro viene de Dios, mientras lo tengas a Él siempre habrá una salida, y más que eso, una entrada a mejores cosas. Es hora de dejar de poner pretextos y excusas. Por qué no te preguntas hoy lo siguiente:
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1. ¿Por qué no he crecido como persona? 2. ¿Por qué no he levantado mi llamado en Dios? 3. ¿Por qué no he prosperado en la vida?
En seguida te vendrán a la mente muchas razones que en realidad son esos pretextos que hay en tu corazón, pero a cada uno de ellos Dios ya les tiene la respuesta y la salida si tú estás dispuesto a voltearles la cara a los pretextos, y a mirar a Dios y creer en sus promesas. Dile a cada uno de tus pretextos cuan grande es tu Dios, y levántate como un destructor de excusas y un cosntructor de imposibles. Paso a paso, poco a poco, Dios abrirá puertas delante de ti en la medida en que avances y des pasos de fe.
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Tarea para la casa Durante esta semana, estando en oración e intimidad con Dios, toma tu libro y tu lápiz; después de leer de nuevo las lecciones de la semana y pedir revelación a Dios de las cosas que te son ocultas sobre ti mismo, sobre tu vida, y los tuyos, responde a las preguntas siguientes. No dudes en releer cuantas veces sea necesario las lecciones. 1. ¿Qué desea lograr Dios en mí, al enseñarme esta lección? ¿Cuál es su propósito?
2. ¿Cuáles son las enseñanzas más importantes que Dios habla en esta lección? (Escribe al menos 5).
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4. ¿Cómo pienso aplicar a mi vida lo que he aprendido? (Escribe al menos dos propósitos para esta semana, dos para el mes, y dos para el año).
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