El secreto para tener paz, dicha y salud es sentirse amado por Dios y corresponder a ese amor. En todo cuanto hagamos debemos siempre recordar que Dios es nuestro Creador, Mantenedor y Padre, y que nos provey贸 un Redentor.
Ese reconocimiento de Dios como Creador y Cristo como Redentor, puede ser demostrado por la adoraci贸n al devolver los diezmos y ofrendas.
Devolver el diezmo es una práctica religiosa que aparece en toda la Biblia. Tanto en el Antiguo como el Nuevo Testamento existen textos que tratan de este asunto. Historias pre israelitas (Gén. 14:20; 28:22) Leyes (Lev. 27:30-33; Núm. 28:25-32) Registros históricos (Neh. 10:38 y 39; 12:44; 13:5 y 12; 2 Crón. 31:4-6 ,12) Profetas (Amós 4:4; Mal. 3:8-10) Nuevo Testamento (Mat. 23:23; Luc. 11:42; Heb. 7:2).
La primera vez que el diezmo es mencionado en el registro histórico bíblico está asociado con Dios como el Creador del Cielo y de la Tierra. Melquisedec bendijo a Abram en nombre del “Dios Altísimo, que posee los cielos y la tierra” (Gén. 14:19), y Abram le entregó el diezmo ( Gén.14:20).
La asociación de estos dos conceptos: Dios como Creador y el diezmo, no es accidental y trae tres ideas importantes: 1. Actividad creadora de Dios. Trajo a la existencia todo lo que hay en el universo. La primera cosa que la Biblia establece con respecto a Dios es que Él es el Creador del Cielo y de la Tierra (Gén. 1:1), y eso es el fundamento para todo lo demás que la Biblia dice respecto de Él; además de saber quiénes somos y cómo debemos relacionarnos con Él.
2. El cosmos también pertenece a Dios. Dios es el único Creador y exclusivo propietario del mundo. Para sus siervos, el hecho de que Él es el propietario del cosmos significa que todo lo que tenemos y recibimos es una dádiva, aun cuando, aparentemente, sea el resultado de nuestro trabajo y de nuestros esfuerzos.
3. Dios tiene el derecho exclusivo de recibir honor y gloria de todas sus criaturas. Él da significado, orientación y dirección a la existencia de toda su creación; por eso, debe responderle con amorosa gratitud, porque es el factor que enriquece constantemente la vida.
Fue en este contexto que Abram devolvió el diezmo al Señor. Como una forma de ofrecer gratitud al Creador del universo y reconocer que Él es el único a quien debía dar honor y gloria.
Dios no es un creador ausente. Mediante su poder sostiene todas las cosas (Neh. 9:6). En el conflicto contra los poderes de las tinieblas, Dios nunca renunci贸 a su derecho de propiedad del universo, sino, constantemente se opuso a ello por amor a nosotros.
La devolución del diezmo es precedida por la revelación de la gracia amorosa de Dios por nosotros. Solamente aquellos que experimentan esa presencia redentora están dispuestos a devolver el diezmo al Señor. Siendo así, la devolución del diezmo no es una tentativa de obtener bendición, sino, la respuesta a las bendiciones recibidas.
La bendición de la presencia de Dios en nosotros, en un mundo de pecado y muerte, alcanzó su más sublime expresión en la vida y obra de Jesucristo. Dios “nos ha bendecido
con toda suerte de bendición espiritual en las regiones celestiales en Cristo” (Efés. 1:3).
Por eso, el diezmo debe ser interpretado como un acto de culto a travÊs del cual reconocemos a Dios como nuestro Redentor, y le rendimos voluntariamente nuestra vida junto con todo lo que tenemos. Es por medio de Él que nos son concedidas todas las bendiciones Jesucristo.
Diezmo Santo En la Biblia, Santo es aquello que es removido de la esfera de lo común, con el fin de ponerlo al servicio exclusivo del Señor. Designa aquello que es único, diferente y que no puede ser tratado de la misma forma que el resto. Al declarar el diezmo como “Santo”, Dios lo estaba separando para si, poniéndolo fuera de nuestro control y uso común. No nos pertenece.
En este contexto, el diezmo es semejante al sábado. Dios declaró el sábado como el día santo del Señor. Esas horas sagradas le pertenecen. Somos llamados a mantenerlo en santidad mediante su debida observancia.
Al poner el santo diezmo en nuestras manos, Dios nos permitió lidiar con lo Santo y nos dio el privilegio sacerdotal de administrarlo para Él. Así, Dios nos ha desafiado a ser santos. Solamente aquellos que son santos pueden tocar lo santo sin profanarlo.
A través del santo diezmo, Dios tiene la oportunidad de probar la lealtad de cada persona y el compromiso de fe hacia él. Es una prueba porque establece límites a nuestra libertad. Llama nuestra atención al hecho que somos dependientes de Dios. Conservar y usar el diezmo conforme a nuestro deseo, aún cuando la motivación sea buena, es una violación de su santidad.
La santidad del diezmo convierte su devolución en un acto de culto al Señor. Es una forma de dedicar nuevamente nuestra vida a Él. El diezmo es renta y, al mismo tiempo, es santo. El hecho de adquirirlo en forma de renta, significa que es un fragmento de nuestra existencia; y el hecho de ser santo, significa que no podemos retenerlo.
La santidad del diezmo implica también que el Señor es el único que puede determinar cómo debe ser usado. Dios en todos los tiempos ha usado el diezmo como un medio de intensificar su propósito de salvación de la raza humana.
¡Atención! No estamos “dando” el diezmo al obrero evangélico. Estamos simplemente devolviéndolo a Dios. Fue Dios quien determinó que el diezmo debe ser destinado a la obra evangélica.
En Su sabiduría, Dios estableció que el diezmo fuese usado para promover la misión de la Iglesia a través del ministerio evangélico. Él lo pone al servicio de su voluntad salvadora. A través de la devolución de los diezmos y de las ofrendas, apresuramos el retorno del Creador del universo.