Poesía de Puerto Rico: Cinco decadas (1950 2000)

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Colección Poesía del Mundo Serie Antologías

Poesía de Puerto Rico Cinco décadas (1950-2000)

Caracas - Venezuela 2009



Poesía de Puerto Rico Cinco décadas (1950-2000)

Selección de: Reynaldo Marcos Padua Andrés Castro Ríos Marcos Reyes Dávila Alberto Martínez-Márquez Julio César Pol

Ministerio del Poder Popular para la Cultura Fundación Editorial el perro y la rana


© Fundación Editorial El perro y la rana, 2009 Centro Simón Bolívar Torre Norte, piso 21, El Silencio, Caracas - Venezuela. Telfs.: (58-212) 377-2811 / 8084986 Correos electrónicos: elperroylaranaediciones@gmail.com comunicaciones@elperroylarana.gob.ve editorial@elperroylarana.gob.ve Páginas web: www.elperroylarana.gob.ve www.ministeriodelacultura.gob.ve Rediseño de portada: Fundación Editorial el perro y la rana Edición al cuidado de: Paola Yánez Raylú Rangel Marjori Lacenere Gema Medina Hecho el depósito de Ley Depósito legal: Nº lf40220068001214 ISBN: 980-396-101-2 (Título)

Impreso en Venezuela


Presentación Poesía del Mundo, de todas las naciones, de todas las lenguas, de todas las épocas, he aquí un proyecto editorial sin precedentes cuya finalidad es dar a nuestro pueblo las muestras más preciadas de la poesía universal en ediciones populares a un precio accesible. Es aspiración del Ministerio del Poder Popular para la Cultura crear una colección capaz de ofrecer una visión global del proceso poético de la humanidad a lo largo de su historia, de modo que nuestros lectores, poetas, escritores, estudiosos, etc., puedan acceder a un material de primera mano de lo que ha sido su desarrollo, sus hallazgos, descubrimientos y revelaciones, y del aporte invalorable que ha significado para la cultura humana. Palabra destilada, la poesía nos mejora, nos humaniza y, por eso mismo, nos hermana, haciéndonos reconocer los unos a los otros en el milagro que es toda la vida. Por la solidaridad entre los hombres y mujeres de nuestro planeta, vaya esta contribución de toda la Poesía del Mundo.



Varias personas colaboraron para que este trabajo se desarrollara, entre ellas: Nelson Sambolín, Galería Guatibirí, Reynaldo Marcos Padua, Isaura Mergal, Gloria Álvarez, Humberto Figueroa, Marisa Rosado, Johanna Beveraggi, Juan Mestas, Marcos Pastrana. Agradecemos de manera especial a Vicente Rodríguez Nietzsche, Wenceslao Serra Deliz, Andrés Castro Ríos y al grupo editorial Guajana.



Siento ... que he arado en el mar. Sim贸n Bol铆var



BOLÍVAR Político, militar, héroe, orador y poeta. En todo grande. Como las tierras libertadas por él. Por él, que no nació hijo de patria alguna, sino que muchas patrias nacieron hijas de él. Tenía la valentía del que lleva una espada. Tenía la cortesía del que lleva una flor. Y entrando en los salones, arrojaba la espada. Y entrando en los combates, arrojaba la flor. Los picos de los Andes no eran más, a sus ojos, que signos admirativos de sus arrojos. Fue un soldado poeta. Un poeta soldado. Y cada pueblo libertado era una hazaña del poeta y era un poema del soldado. Y fue crucificado... Luis Lloréns Torres

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DĂŠcada del cincuenta



Década del cincuenta La delimitación generación del cincuenta es un tanto disputada. Josefina Rivera de Álvarez le llama del cuarenta y cinco; son los poetas impactados por la Segunda Guerra Mundial y a la que Luis O. Zayas Micheli llama la generación del cincuenta. Su primera parte, desde el cuarenta y ocho hasta el cincuenta y cinco, recoge a los poetas Franco Oppenheimer, Rentas Lucas, Lluch Mora, Zapata Acosta y en cierta medida a Jorge Luis Morales. El trascendentalismo nace en 1948 con una poesía meditativa-religiosa, angustiada, de tono metafísico con cierta preferencia por el hermetismo. En la segunda mitad de la década, con el trasfondo de la Revuelta Nacionalista y su consecuente represión y con la presencia de Juan Ramón Jiménez en Puerto Rico, se da una hornada de poetas que prefiguran la poesía de protesta, quienes en Hugo Margenat poseen su figura más renombrada. Los poetas de los cincuenta cuentan con un grupo de célebres poetisas; y otro tanto de poetas de variada voz. Muchos por razones predeterminadas no figuran aquí. Ramón Felipe Medina aparece en esta sección por razones cronológicas. Por su adhesión a la estética y a la cosmovisión de los sesenta, se asocia siempre a los poetas del Grupo Guajana. Reynaldo Marcos Padua

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Ramón Felipe Medina Santurce, 1935. Ha publicado los siguientes libros: El ruiseñor bajo el cielo (1956), Cantos de Dios airado (1969), Árbol de palabras – Antología (1987) y Coloquio de la criatura con su señor (2001). Camino del Ser para ser el mismo 16 y I Figuras del Greco EN un rincón del místico Toledo se derramó el ingenio de tu arte, y el cielo se torció para dejarte la fuerza del color de tu denuedo; y tus figuras son como el robledo, suspiros de pasión para elevarte y ritmos de vigor para cantarte, por el dulce dolor que tienes quedo. Nadie pintó el secreto de los ojos con un amor tan puro en sus deshojos; ni en la contemplación tienen iguales la callada expresión, a donde sales gozando la visión, que hay en tus santos, con una anhelación de oír sus cantos. 19


Canto V PORQUE en metales la dorsal espina de mi tierra se yergue hasta sus crestas y hay ladrones de oficio que pugnan por venderla alzo el canto de hoy hasta sus minas. No lo duda ni el gato del vecino es cosa antigua de cronistas sabios y crueles ambiciosos y viles millonarios que hoy se afilan los dientes tras el brillo. Pobre tierra, mi tierra, socavar te quieren las entrañas como canes hambrientos unos midas de quijadas fatales y unos satos del patio por migajas de pan. ¡Tan sólo como el ave en holocausto materno, abra mi tierra sus entrañas al hijo bien nacido que aplasta a los canallas y en gesto fraternal abre los brazos!

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10 y II La palabra dura Mi agonía de barro al encontrarte, suelta esquilas de llanto para cantarte. Laura Gallego CALLA, es castigo la verdad pasada, que todo aquello se quedó en la altura, y yo no quiero que la sombra impura te lastime en mi ser por angustiada. Nada es el vino que me diste, nada; nada el recuerdo (la palabra dura); todo el silencio para la amargura, todo el silencio para la olvidada. Y en la media luz donde estás ahora trepa tu mirar al fraile que llora, trepa tu cantar a Teresa santa. Que yo siempre iré por el mismo llano, porque todo es nada y nada me espanta, y este soneto floreció en pantano. Poema rústico en tres lamentos

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1yI CAMINO, camino áspero conmigo; orientando veleta de cuatro vientos el ansia primera de buscar lo fijo. Una larga caravana de esperpentos masticando las palabras sin sentido de unos libros polvorientos de misterio. Palabras, sí, de profundidades huecas, con sonidos fuertes que llenan la boca, mientras se enmohece el alma en soberbia. Por este camino arde el alma rota, Más agua que aire, más fango que tierra; (palabra y saliva son la misma cosa). Camino, camino áspero conmigo; El ansia primera de buscar lo fijo, Por este camino, con el alma rota. 2 y II ARAÑA en los cuerpos de las azucenas, modelando cuerpos y rompiendo flores, poblando caminos mis volubles huellas. ¿Qué libros domaron los asnos feroces en las oquedades que me ardían dentro mientras yo lloraba mis contemplaciones? 22


La risa y la burla dejaron sus mieses; (y yo la veleta de los cuatro vientos, y el viejo más joven, de las muchas muertes). Dejando quebrada la espina del tiempo, araña en los cuerpos de las azucenas; poblando caminos mis volubles huellas. 3 y III HUIDA de entonces buscando los mitos, los filos de cumbres de engañoso humo; la busca segura del interno río. Mi mente inventando carceleros muros, de amores de nunca, mirando lo antiguo, buscando la niña que mi amor no supo. Y pocas purezas (mi mundo creado) dejaron entonces mis pasos de tierra, modelando niñas, tan sólo de barro. ¡Qué necio fue el hombre, qué ingenuo el poeta! se abrieron entonces los primeros salmos y rasgó mi pecho la estrella de piedra. Huida de entonces buscando los mitos; la busca segura del interno río, ¡buscándolo lejos, y estando tan cerca!

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Señor; ¿por qué en la plenitud de primavera este descender de verbo y barro, si apenas ayer el arcoíris mismo brotó de transparencia, si aura y caminante eran un mismo aliento, señor? ¿Por qué, Señor, por qué? ¡Cómo puede la umbría cegar la estrella! ¡Cómo puede, como dos vientos, la morada albergar silencio y grito! Este aliento de ahora no es tuyo, Señor. Este aliento, Señor, viene del oculto leño antiguo, que aún suda la savia que no me diga saltar el arcoíris.

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Marigloria Palma Canóvanas, 1921. Ha publicado los siguiente libros: Agua suelta (1942), Autora de versos de cada día, La razón del cuadrante, La noche y otras flores eléctricas. Costurera de amor Vamos a hacerle un nuevo traje al hombre bordado de palomas… Vamos a hacerle las solapas de estrellas, el cuello de olas altas, los bolsillos de pétalos. Los calzones tendrán filos de alba y los hombros, contornos de senderos. La tela será frágil para que se trasluzca su hermoso corazón batiendo el ala. En su corbata –de azul de tarde joven– le prenderemos una estrella abierta. Los bolsillos tendrá llenos de arena, de huellas de gaviotas, algas, conchas y amarrado a su cuerpo sin puntadas, será como cascada en descendencia. Vamos a hacerle al hombre un nuevo traje que cambie su conciencia.

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El encuentro Me saludó con un murmullo de paraguas abiertos. Le contesté con mi voz de cartones deshojados. Nos metimos por la garganta vidriosa de la lluvia, su mojada faringe y bailamos entre Este y Oeste; lluvia gris y sol sádico. Sonrió, fue la vaina de frijol bien dentado. Su sombra desmedida trastornaba las viejas zanahorias del sol, se clavaba como garfio en las cosas. Me contó con setenta palabras la historia calcinada de cuatro viejos besos... Un teorema en quilates. “Amiga, amiga, amiga”... “Amigo, amigo, amigo”… Me hizo una reverencia. Su emoción de domingo como un gallo encrestaba ramilletes de uvas para mi acre vendimia. “Amiga, amiga, amiga”... “Amigo, amigo, amigo”… Su sonrisa torcida se cuajó en porcelana. Mi sonrisa torcida resbaló de mis hombros como el tejido fúnebre de algún sol olvidado. Luego nos separamos como dos automóviles que se habían impactado en un choque violento; con los faroles rotos y la palabra “amigo” sucia en el guardalodos.

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Naranjal de palabras Nada que yo te diga; nada que tú me digas... Sobre el humano cuerpo acostumbrado cae la lumbre amarilla. Carne violeta tembladora y cándida la muchedumbre que entre sed despierta... Bermeja la honda espina. Nada que yo te diga; nada que me digas. Naranjal de palabras y holocaustos... Mejor la lengua quieta entre su esquina. El polvo vuela siempre; vuela siempre, aunque el agua humedezca la mirada; somos tierra pulida. Nada que yo te diga; nada que tú me digas... Amarillo, violeta, rosado, rojo, blanco, tienen la misma voz frente a la brisa. San Juan 1940 Cuando yo comenzaba a despuntarme en tallo Adolfo Hitler empezó a demandar un corredor al mar. Y no tardó la tierra en llenarse de manos de metralla y cadáveres. 27


Unas lunas cayeron y otras se alzaron. Los japoneses bautizaron la flota americana con fuego hecho en Oriente. Y San Juan se llenó de militares, ricos de proteína y oro sólido. La conscripción de los puertorriqueños puso lirios de angustia dentro de las miradas y la isla gimió pequeña y frágil como caña en el agua... Puerto Rico tuvo su pan de lágrimas en vez del “cofiqué”. Las prostitutas se graduaron de damas y el manjar de mi pueblo; arroz con habichuelas obtuvo un doctorado de “black market” bajo el Puente del Agua. Las guaguas desaparecieron. El tranvía campaneaba con regocijo de glotón eléctrico, indigesto el estómago de espesa humanidad. En filas de sardinas se rozaban las nalgas. Y frente al Capitolio de mármol, ley y duelo pasaban lentamente – con celeste paciencia – carromatos de bueyes... Las señoras hablaban del “blackout” del “blitzkrieg”, del “U-boat”. 28


Las “niñas bien” se dieron a fumar un “Chesterfield” a tutear coroneles y a sacudir el vientre manejando la Conga en “one, two, three” Y en San Juan aparecieron las tabernas, el taxi y las orquídeas... Milagro de los yanquis y el “know-how”. El “night-club” de la hora: El Escambrón con su menú de paraíso bélico; un daiquirí, chuletas de cordero, melón frío y una tacita hirviendo de “meta-broth”. Los soldados “blasés” sobornaban su “spleen” jugando a la ruleta. Se hablaba de antitanques y antilágrimas. Todo esto pasaba cuando yo tenía un rosal en el alma y el mundo una bala en el pecho.

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97 Yo soy terriblemente seria y cuando veo que otra persona ríe, me sorprendo. Asisto a la visión fresca y hermosa de contemplar la vaina que desnuda sus granos y se jacta. Creo que reiría si no existiera ese tremendo NO que nos sale al camino repujado de índices levantados. Si yo supiera qué realmente es el mar, qué son los peces, qué es el hombre... Yo conozco una ceiba cuya raíz semeja un elefante. Creo que una vez ha sido un paquidermo que ha cedido su trompa y su gran gelatina al misterio de algo... o de alguien. Y así tanta energía procesada, tanto asombro inconexo, tanto sonambulismo perpetuado. Creo que reiría si no existiera ese tremendo NO que paraliza, 30


que no flotara yo entre el misterio comiéndome la vaca de ojos anchos y comida yo así por tanto germen; otra forma de vida. ¿Quién inventó la vaca? ¿Cómo arribó entre músicas ese hermoso animal que es el caballo? Pero esto que pretendo, esa curiosidad es el pecado. ¿Y dónde está esa voz grande que grita por la boca del cero la infinita contienda de la niebla? Y entonces: ¿qué es el cero?

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Laura Gallego Bayamón, 1924. Se inicia en 1952 con Presencia; en 1959 publica Celajes y Obra poética en 1972. A ti te gusta el mar Ahora creo que sé, Lolita, por qué te gusta el mar. A ti te gusta el mar porque en sus olas labradas en azules movimientos hay algo de tu alma, hay la nostalgia de todos tus silencios. A ti te gusta el mar porque en sus juegos de agua van tus sueños a morir en la playa, y en la espuma se quedan tus recuerdos. A ti te gusta el mar. Como la vida, tiene angustias y anhelos. Nunca calla su voz de agua; en la noche, siempre sigue gimiendo. 33


A ti te gusta el mar. Es un enorme corazón verdadero. Hace cosas inefables que te dice su palabra de viento. A ti te gusta el mar porque es la vida que llevamos adentro. Porque es la libertad y es el eterno rodar del pensamiento. A ti te gusta el mar. Mira su frágil piel encendida por la luz del cielo. Es su labor de siglos cada día amanece más bello. Así debes ser tú. Mar de pureza. Ola de sentimiento. Cada vez como él más iniciada en la virtud de serlo. Criatura para la muerte

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El mar me abandonó; yo estaba sola, desde una soledad desconocida, hecha cuerpo de aire, desprendida desde mí misma voz desoladora. Busqué el regazo vivo de las aguas luminosas de esperas intranquilas, hasta donde llegaban mis pupilas enterrando palabras y palabras. Labré con mi dolor ola tras ola, no encontré el mar para llenar mis ojos; hundida en el silencio, los sollozos me nacían del miedo de perderte y yo fui al mar como una pobre criatura de amor para la muerte. Hoy soy feliz Hoy soy feliz como una flor abierta contra el cielo. Como la libertad de las palomas que remontan el vuelo. Como la transparencia fluida y clara del agua en el sendero. Porque estuve contigo y en tu aroma aspiré el mundo entero. Azahar de la sombra y de la herida, 35


profundidad que quiero hundida como un pozo en tu mirada constelada de acero. Tocada hasta los cálices del alma, rozada hasta el primero de los tiernos pistilos donde asoma la soledad su anhelo. Hoy soy feliz como una flor abierta contra el cielo. La rosa Suavidad de hermosura que se abre a mis ojos desde un mundo sagrado de fervor primitivo, ardor que ofrece el raro misterio de lo ansiado como sangre de Dios subida en rojo vivo. Vuelo de ala y tibieza detenida y callada que guarda en el contorno de su pura viveza asomos del perfume secreto de la nada con que hizo Dios la gracia de la virgen belleza. Flor de Dios que fascina para asombrar mis ojos y apresar en la imagen de sus pétalos rojos el júbilo divino de la primera aurora. Corazón ardoroso que habla al alma y lastima y se escapa rendida con la gloria callada del silencio más bello que la tiene cautiva.

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Marcela Marcela, nombre fresco de mar. La tierra mía, como tú, es una niña descalza con la cabeza tierna de frutas. Algo resucitado desde las frondas vivas de laderas castañas que ronda y llama suave contra mi corazón desde una voz quimérica de estela de aire niño. Siempre, siempre, mi patria campesina te labra la caricia de un sueño, como una hoja soñada y esperada y tenida en el tiempo desde un calor de infancia natural y divino. Algo de una muñeca de tierra, algo de un llanto, eco de un viento leve que fue entonces amigo limpio desde tu mar. Marcela, nombre fresco. Los palmares te dicen desde su acento verde de espuma verdearriba, siempre en tu calma azul. Todo te cierra en globo de cristal desde lejos, con muchas margaritas silvestres en la falda y con muchas canciones de niña detenidas en pájaros menudos de añoranza.

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Mirando un retrato de Georges Sand Tienes algo de mi soledad, Aurora Dupin. Te rodea un vacío amarillo y te pesa todo el cuerpo negro como una ansiedad. Tienes algo de mi soledad, Aurora Dupin. Tu perfil que se cierra rendido me parece un filo de guadaña así. Ahora te miro tu cabeza densa parece morirse de ti. Tienes algo de mi soledad. Es verdad, tienes algo de mí. Para nacer contigo Para nacer contigo nacieron las auroras y las pálidas brumas esfumaron sus velos. Fueron para tus ojos las rosas de los cielos, desnudas en la infancia de sus nuevas corolas. Para nacer contigo nacieron las auroras y fue en el cielo el ámbar de los destellos claros. Nacieron en tus ojos litúrgicos y raros, y se tendieron suaves por las menudas olas. Para nacer contigo nacieron las auroras. Ahora que estás conmigo renacen los despojos

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de este dolor amado que amanece en mis ojos y llega suave y tibio para vencerme a solas. Para nacer contigo nacieron las auroras; pero ahora el mismo cielo desnace en el olvido, de esta alegría muerta de nuestro amor perdido. Así se va mi vida sin haberla vivido; pero aunque el sol se vaya con la tarde que muere, aún habrá otras auroras para soñar contigo.

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José María Lima Nacido en 1934. Ha publicado los siguientes libros: Homenaje al ombligo (con Angelamaría Dávila, 1966), La sílaba en la piel (1982) y Rendijas (2001). * Acariciando una oreja se piensan muchas cosas, y no solamente el pensamiento se destapona sino que también oye, se mira y se huele en direcciones, con más ventanas. La carne por momento se desploma sobre sí misma hacia origen insignificante para luego sin más anuncio que un suspiro estallar buscando su meta de galaxia. Entre esos límites terribles está uno, buscando ese punto que los más sabios dan en llamar balance; allí donde afuera el río y adentro el torrente de sangre acomodan sus ruidos justamente a la medida de la pestaña y el pulmón y el dedo no se dobla inútilmente. Caben entonces en una uña, completamente comprendidos el uno al otro, el abismo más avasallador y la hoja más liviana. Intentaré la rueda, puede entonces decir ella y desprendidos de su risa sus dientes me labran caminos en el hombro y alrededor del ombligo. Cuando digo río, quiero decir, ante todo, río; pero después por extensión, metáfora, juego o simplemente azar puede que quiera significar cualquier torrente o suma de realidades o pasado desbordándose hacia el frente, buscando de nuevo los agujeros fecundos. 41


* Ciudad de las heridas vuelve atrás esta tu cara de los espantos milenarios rescata el polen dale tu cacharro al estiércol moja tu índice que la arena descanse en su sueño y diga su historieta al lado del asfalto o en su ausencia por un momento asesina a los asesinos de las furias verticales a los aniquiladores de la raíz precisa a los encerradores de los abridores a los atadores de los manantiales a los burladores del buen oído. * Desde tu claro nombre hasta tu cuerpo camino fácil fue, ruta sencilla, noticiosa campana tu lamento insistente llamado de la arcilla; débil red de sorpresa violentada, flor de eco mi voz entre tu risa. ¿Quién le puso a la muerte la mordaza, quién al dolor cubrió de cascabeles 42


y al duro filo de crecientes ansias elevó hasta la altura de las mieles? Silencio a cuatro labios, al avance de un silencio mayor de sangre y pieles. Horizontazo azul de tu sangre sorprendida en su tránsito tranquilo siempre tu nombre al borde de la carne; tu nombre y tú rigiendo los caminos y en la porción de sombra señalada tu nombre atado al imperioso signo. Cifra desde el origen asignada, imperio de la sílaba primera, primer latido de la oscura nada, caída en luz, relación certera de las antiguas fórmulas durmientes, dictamen sobrepuesto a las esperas, promesa de mañanas estridentes. * Porque la mina, el campo, el río que nos dieron historia han sido heridos, encerrados, vejados hasta un silencio cruel de alcantarillas, 43


vertederos, y relucientes antesalas amén de los divanes acolchonados en nauseabundas cámaras de espera y ciertos escritorios hirientes bruñidas siglas, y ventajosas. Porque al viento, al agua, a las inocentes yetas de metal un día engañara, torciéronle su sueño de canales hasta los horizontes, de torre hasta la estrella, de pájaro perdido y satisfecho de sus múltiples direcciones. Porque a la célula dieron apellido y a las manchas (los cofres más antiguos) le ordenaron decires tan distintos de su propia inclinación de ala y hasta el eructo las encaminaron. Por eso en días lluviosos poco antes de morir, arrepentidos de las extrañas formas que la gula les diera dicen lúgubre queja el agua y el metal, el viento aúlla alrededor de sus hermanos y se plega a las astas avergonzado el paño. 44


* Una oreja desprendida cae; es el peso insoportable del silencio. Se han anudado las lenguas, la lira se ha cansado, ha quedado de pronto sin sonido. Vuelve el día navegando interminablemente sobre un desierto de olas mal peinadas. Vuelve el mediodía con su presencia absoluta de niño precoz e imprudente. Caen las doce como un juguete nuevo, la una es todavía feto en el reloj. Hay un corazón pesado sobre un cielo, un almacén de espuma; una caricatura de gloria apretada en un ventanal vacío. Hay un corazón latiendo desesperadamente pero no en esta alcoba. Aquí todo está igual, sólo hay un péndulo. Afuera voces de mañana Me han de caer hirientes sobre el rostro.

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Dedicado a todos los burócratas del mundo Hay ciertos escritorios, mezquinas vecindades afelpadas, iluminadas bóvedas, cavernas de reposo total, punto final de ciertas trayectorias sin levadura que molestan el pie del caminante; y allí tiesos mojones la consabida ciencia pregonando (tienen sus manos limpias, eso dicen estos hábiles forjadores de tabiques). Tic-tac-tic-tac-tic-tac módulo doce traduciendo a retratos su faena. Debo decir, a fajos de retratos, que son, como sabemos, la expresión literal del sudor extraviado. En esas mesas de disección aún se bruñen con la sangre impagada y el músculo burlado los diferentes nombres de la gula.

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Jorge Luis Morales Ciales, 1930-2000. Autor de La ventana y yo (1960), Acto poético (1961), Jornada precisa (1962), Discurso a los pájaros (1965), entre otros. Este canto Quien no venza la serpiente y estrangule inerme una estrella distante no entonará conmigo este canto de transición. Me debatí entre sombras para escribir este canto, surtidor de emociones ultraterrestres. Corazón cuajado en la luna astillada donde tomé mi forma ensayase volando impensadas latitudes. Un litoral de espacios cruza. ¿Para qué? Yo lo veo ascender por la infinita escala posándose en los labios del dios que le dio ritmo, del dios eterno de la música sublime. Este canto dormía en la tinta de amor que me proveyó mi madre día a día. Ella que clamaba con sorda voz en el desierto aguijoneado donde hacía piruetas mi sangre y se desmoronaba mi palabra como un viejo edificio. (Huérfano del aire era: 47


sin conocer de lirios ni amapolas en pueblos transparentes de rocío). A ella, fiel compañera por mi camino mineral, a ella vaya mi canto, a ella que no le importa ingerir sales ni masticar guijarros. A ella este canto, desde mi noche espesa, hasta que beba el bálsamo de mi eterno infinito. Eternidad Yo soy el dado a contemplar la fundación serena de lo eterno, cuando, caída la luz, en cada espiga brota una conciencia. El ámbito se puebla de mí; a lo eterno afluye mi sangre. ¡Qué más en esta hora de movimiento y música! Olvido general. Nada vibra que no esté en mí, carne sin muerte; y nada vibra donde no mora mi ser en plenitud. Yo soy el dado a contemplar la fundación serena de lo eterno, cuando, caída la luz, triunfa el amor de mi conciencia.

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Naturaleza de mi raza Mi raza es de metal. Mi raza es de piedra. Mi raza es de ceniza. Mi raza no morirá hasta que el sol se eclipse para siempre y se conviertan las nubes en estatuas inmóviles burladoras del aire suicida. Mi raza morirá cuando el metal, la piedra y la ceniza, se hundan bajo la tierra eternamente y no logren asirse de los pies de los árboles. Pero su voz navegará en el viento y taladrará mi carne solitaria como un dardo celeste, surgido de la entraña de la tierra. Presencia de Adán Ha pasado un hombre de metal frente a mi casa como una sombra de incierta procedencia indefinible, sin origen. Un hombre anciano, silencioso; temblando. Como esos vagos cirros informes y volubles, que danzan temerosamente sobre la palma de la mano de Dios. Un hombre ha pasado frente a mí; un hombre sin carne, sin huesos, sin coyunturas…

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Un hombre de metal. Surgió casi desdibujada su silueta, lengua bermeja de una pira ancestral que se consuma. Es un bajorrelieve interminado. Esa estatua de metal no me es desconocida: la llevo en mí desde antes de nacer. La reconozco: es el Adán de mi raza –acero, cobre, plata– que ha subido del reino mineral donde reside, hasta el reino vegetal de la manzana y al dominio perverso de los hombres. Ha pasado Adán por mi casa. Lo siento estremecer las fibras de mi carne. Yo entre el temblor del cielo y el crujir de la tierra, abro la Biblia en el libro del Génesis. Sonetos a mi madre I Esta razón de ángel que me alienta inventó una paloma: mi ventana. Y con su voz –rubor de la mañana– es que mi ser, a diario, se alimenta. Primaveral origen que sustenta mi fe, tú de las aves la temprana 50


vocación; puro orvallo que engalana mi voluntad de creación, atenta. Centro: en ti alza Dios su poderío. Perpetua exactitud de llamarada, como desde el invierno hasta el estío. Sereno, Dios escucha mi llamada; y, desde ti, me llama hasta su río; tu voz, tu amor, tu aliento, tu mirada. II Vigila Dios en ella su morada. ¡Esa pasión de nube en que se mueve! Y por si religión de joven nieve a cada instante brota una alborada. No quiero más destino que su alada estación: ese ritmo que tan leve tállase en su mirar y me conmueve: única eternidad, la más sagrada. Todo lo miro por su limpia lente. Por su pecho de azul recién nacido, por la quietud de su tan clara frente. Encuentro en ella mi esperado olvido; y, conquistando mi dominio ausente, ¡me sorprendo en canciones redimido! 51


III Cada átomo de mí será tan claro como ese diamantino sol que mira mis pisadas. Como el agua que inspira mi tan profundo amor y tan preclaro. Todo recuerdo en mí tornará en raro fluir de luz. Y el aire que respira esa llama constante que en mí gira será la voz de Dios sobre lo ignaro. ¡Qué glorioso estupor luce en mi espejo! ¿Veis la fruta en sazón ya dominada por el supremo instinto que me guía? ¡He despertado en ti, minuto viejo, en plena juventud, con la hermanada mañana danzadora en la poesía! IV Totalidad que lo total admira; espiga, luna, viento, luz, marea, árbol, flor, fruto, agua, prado, tea, eje donde mi vida siempre gira. Dulce llovizna en que mi ser delira, eternamente abierta, se recrea. 52


Infinito, por ti el iris crea ala, no más, que hacia su ciencia aspira. ¿Y qué eres tú sino la ciencia pura? Por ti el ángel amasa, día a día, su original materia de ternura. Basta nombrarte y brotan a porfía entre el holán discreto de la albura, ¡las cifras del amor y la alegría!

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Hugo Margenat San Juan, 1933-1957. Adelantado de la generación del sesenta. Publicó los siguientes libros: Lámpara apagada (1954), Intemperie (1955), Mundo abierto (1958) y Ventana hacia lo último (1961). Al fondo amantísimo La luna ha muerto a martillazos. No ha podido revivirse. Todo lo ha iluminado con su frescura de silencio. Yo le he roto los espejos. Ha tenido que mirarse en la llama. Ha tenido que romperse en las líneas verticales. Ha tenido que entregar su misterio en mis manos carbonizadas. Pierda el techo sombreado su lunar. Perderán los amantes su moneda de suerte. Yo, esta misma noche, desde las ramas del flamboyán deshojado incrustaré al fondo amantísimo un ojo, pero un ojo de Dios.

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Quemada en incienso ha sido la luna. Esparcida por un cuerpo de sonidos circundando por pelos azules de infinito. Ha muerto. Ha muerto. Ha muerto la vieja luna. Solo ahora, un ojo muy egipcio y metafísico analiza desde arriba los besos, los llantos del sueño y las penas jamás dichas. Grito II Joven rebelde, patriota, delincuente, (como te llamen) ¿qué te han hecho? Los maestros Los ministros Los curas Tal vez tus padres. En tu pecho han puesto barrotes. Te acusan. Ellos no padecen. ¡Delincuentes! No han ido a la cárcel. Hoy estás solo, muy solo con el alma fragmentada en tantos recuerdos tristes. Ellos no padecen. 56


De cierto, de cierto os digo… ¿delincuentes? Poética viva Esta poesía se aburre de soledad, quiere irse a masticar vientos y llenar sus puntos con rollos de hojas de tabaco y sus comas con la quilla de los botes. Mojar su lengua donde los pies, las manos, las caras, las ruedas, las frutas se han sumergido. Se ha de adherir a las rocas pobladas de espumas para hurgar en el centro de la sensualidad que mueve a las concepciones caóticas. Esta poesía se aburre de soledad, se ha ido ya suspendida de bellotas rojas, se ha ido por los palmares voceando a lo palpable, a la choza, a la venta, a las orejas de las embrujadoras, y en las pantallas de media luna de una joven consentida ha metido su libertad a la mar como río que su cuerpo desemboca.

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Por encima de las bayonetas, cielo He de hablar en derredor de una silla de una silla con pajilla blanca entrecruzado cómo si fuera el dolor de mi espalda. Al lado, juntos, unos zapatitos negros de suela desgastada, con los cordones desamarrados, caídos de izquierda en un cenicero cuadrado. Polvo del día Cubre los brazos de madera, imperiosos Como un desafío Como un rechazo, Como una apatía arrastrada en paz. Al fondo, en el rincón donde desdibujan las sombras la pared, la pintura en brotes volcánicos hay hundimientos, la última guerra, el hombre olvidado. III Pronto se irán. Estamos seguros. Sonriamos. No lloraremos 58


ni iremos a sus funerales. Que los muertos entierren a los muertos. Convocaremos a una asamblea de alegrías. A pesar de nuestros corazones maltrechos. A pesar de nuestras espaldas laceradas. A pesar de las furias, sonriamos. Ellos representan las actitudes bochornosas. Son la cobardía, el miedo, la superstición, el azote. Dan asco. Que se mueran. Que se vistan de negro. Que hagan oraciones. Pronuncien bellos discursos. ¡Que declamen farsa! Sonriamos. Se van. Pobres.

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IV Los jueces te juzgan mienten, golpean y ensucian. Hay también periodistas miserables que viven de la leche de los tiranos. Esos informarán a las gentes. Hay fiscales con manos gruesas, velludas, grotescas y asesinas. Hay estafadores que se llaman amigos. El policía pondrá su pistola en tu nuca. ¡En defensa propia! Pero no temas. Pon un poco de furia en tu mano, préndela, y quémale las entrañas. Mira, tú que gimes desesperado, levántate, bebe de tu juventud y disponte a reírte, con inmensidad firme, a reírte, verdaderamente con fuerza. Tu primer paso: desprecio a los mercenarios del intelecto, a los políticos y mercaderes, a las damas cívicas, a los caballeros infernales, a los especialistas en genuflexiones, a los que mancillan la Bandera y ensucian su nombre. 60


Segundo paso: quema todo lo que tengas de ellos en tu corazón. También sus palabras oficiosas, sus falsas sonrisas, sus lágrimas baratas, sus artículos de cobardía, las elites, los clubes, las asociaciones con ridículos sombreros y amarillas filantropías. Quema, quema sus viejas literaturas, sus torres de marfil, sus papeles de esclavos, sus cursos esclavizadores, sus cátedras matriarcales. Quema todo lo podrido de sus entrañas descompuestas. Despójate de la herencia malsana de los esclavos, de los teóricos coloniales, de los doctores asimiladores de la raza inmunda. Escupe a los cultivadores de flores lejanas. Tú no esperes. Bebe de tu propia juventud. Lo demás, destrúyelo, quémalo. No permitas que las víboras vuelvan a nacer en tu tierra verde de nueva esperanza.

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Guillermo Núñez Utuado, 1927. Se inicia como poeta en los cincuenta. Ha publicado los siguientes libros: Esta primera voz (1964), Esta otra voz (1966), Esta voz (1968), Islote (1970). A don Pedro Albizu Campos Maestro de la voz me empino en la colina pa’ mirarte. Tu noche prematura descorre los cerrojos de la tierra. Cuatro siglos de algas emproan al vórtice antillano. Ahora se ven las piedras llenar los litorales con la palabra patria. Ahora los metales preguntan asombrados como escribir tu nombre. Ahora los espejos te toman de la mano para el llanto. Ahora las cadenas las forjan con sangre de tu pueblo. Porque tú te levantas con voz de relámpago sobre las tempestades, voy a verte marchar desde mi muerte. Y te veo en las noches sobre el puente, de pie, 63


enmarcando las rutas. Me empino en la colina pa’ mirarte maestro Pedro, hermano. Este grito Como una rama esquelética en otoño estoy triste. Triste en un mar sin ondas. Como un amanecer sin noches, sin mañana. Camino conmigo, el otro y yo solo. En mi sangre hay un mal de soledad, de vida, de tristeza. Llegué al cenit: No sobran ya caminos. Todos los mares están en mí. En mis poros las estrellas se caen. El cielo, con su carga de ruegos fríos; se tiende impasible en mi ser. Estoy triste; mis ojos, desbordados de caricias, se cierran a otros ojos. Estoy triste, y la tarde aún llena su sol, y la noche, que me tiende su mano de misterio blanco, y mi sangre llena de arena y sal caída. 64


En mis pies hay barro de infinitos vacilantes. Estoy triste, porque hiere mi rostro un tedio de soñar. Porque hay lluvias interiores en mí. Porque la vida me cobra ahora. Porque el árbol no habla conmigo y la vida se esconde como un niño. Estoy triste. Estoy triste, porque siento en mi sangre la existencia de todo lo vivido. Oda al Gobernador Señor del protocolo y la sonrisa hoy escondo mi mano y te saludo. Hoy, que sé que gobiernas –contra mi voluntad– mi destino, quiero hablarte. Tu sombra apenas se levanta en el abanderado colonialismo de tu nombre. Apenas eres símil en la poética rueca de mi tierra. Te miras al espejo y ves el rostro de otro hombre. Eres como una muerte En esas juventudes que aborrecen las guerras. 65


Eres como un eco repitiendo las sílabas que la noche te lanza. Gobernador de mitos; esta tierra no cabe en tu mirada. Yo te niego mi voz porque tu río amargo no brota de mi pueblo. No dejes que tu nombre se pierda en la alcancía del tirano porque la tierra mía sedienta de verdades, desterrará tu sombra. Gobernador, ¿amigo? hoy sales por la puerta de mis ojos para siempre. Y si no me conoces, pregunta por la patria; que yo estaré en mi puesto de verdugo. Oda a mi casa vieja Apenas una mancha en el paisaje eres ahora. De tus viejos cimientos sólo quedan formas intangibles. Yo te veo, con tus formas de ayer amartilladas. La escalera aquella donde el sol subía cada mañana 66


marcando el paso de las horas. Los lejanos balcones donde yo corría para llegar a hombre. Tu figura de atleta era como un faro en la llanada verde. El río caía tímidamente en tus orillas. Después, la carretera, con su lengua de luto hizo trizas la noche. Y cayeron los días como lluvia desnuda sobre tus ventanales, caníbales de agua. ¿Acaso sabes? No puede ser, porque a la luz del tiempo, cuando los pájaros se roban las semillas, y los brazos se tienden lentamente, sólo queda una mancha en el paisaje. Yo soy ese caballo Yo soy ese caballo; ese que está pastando donde el suelo es de rocas. Ese que tiene peladuras y los ijares rotos por los años. Ese que en sus patas lleva sangre de todos los caminos. Ese soy yo recogiendo la lluvia en mi cuerpo maltrecho, mirando los caminos cual fuerte inaccesible. 67


Tomándome los últimos sorbos de mi elíxir... Poniendo mis heridas a la espalda del Sol. Rumiando glorias derruidas... Llevo ausencia de nieve en mis belfos de sangre... El eco de mis pasos es otro amanecer. Yo camino en la muerte por caminos deshechos; yo cabalgo veloz en las crines del aire. Yo soy carne tirada en los prados ardientes. Rememorando luchas, recordando las horas en que el viento se abría en mi flecha de empuje. Que ensillaba mis sueños y recorría al paso las sendas imposibles. Que cerraba mis ojos a los baches del tiempo y a las vallas de sal. Yo soy ese caballo que crea en los caminos una estrella de alas. Que miro mi equipaje; una carga de huesos y una carne de sombras. Que contemplo mi mundo: una mancha de tierra podrida de rencores. Yo soy ese caballo que sueña con un valle donde crezca la hierba sobre el ancho cadáver de todos los relojes.

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Guillermo Gutiérrez Utuado, 1928. Ha publicado los siguientes libros: Islerías (1962), Sonetos indios (1967), Sonetos del huracán (1975), Sonetos del árbol (1977), Sonetos del cerro (1998), El cerro de los mártires (1997). A mi madre, Rita ¡Qué pronto los dos partimos! En los montes que dejamos sueña lo que ayer soñamos, vive lo que ayer vivimos. Están encima los limos que olvidaron nuestra nada. Nada fue nuestro. Pisada, cal y mañana radiante fue paramento inquietante que fingió nuestra mirada. Cerca, más cerca Llévame a verle cerca, compañero, pues no tengo automóvil y quisiera reunir pajas de luz, hacer hoguera, o la tea que llevarle siempre quiero.

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Detalles son de sol que en su venero me lucen como ensalmo de cumbrera, de dedo sonrosado o cabellera que se riza en su viento tempranero. El ojo enamorado está en cariño con aguas que allí son de antiguo día, lujo de estrenación, perpetuo niño. Necesita esos soles mi poesía. De no mentida lumbre yo me ciño. Sólo por ver mi monte existiría. Sólo entre los vivos ando y no encuentro a nadie vivo y por eso me desvivo, mientras sigo caminando. Pero, prosigo buscando por ese sendero incierto. Busco al vivo por si es cierto que en este mundo soy nada, porque diga su mirada cuál de los dos es el muerto. Indios y pájaros Los indios y los pájaros moraban urdidos en el viento. Una frontera como de agua y de luz, leve, ligera, 70


los silbos de su mundo separaban. Flecheros en el aire disparaban los picos de sus dardos. En su esfera como un airón de luz la pluma era y eran indias las aves que volaban. Fusión elemental en la inocencia, zona imbele del alma en lo trabado de un pálpito de luz ajeno a ciencia Antes hablaba el árbol y lo hablado era el lenguaje claro de la esencia que formó en el principio lo creado. Ser de la luz La luz es lo que incide aquí en mi casa, en cosas de mi cuerpo y de mis ojos, en yerros de mi sombra, en mis enojos. La que cubre de yelo. La que abrasa. Es vida de la luz lo que me pasa: carne a veces en alba de sonrojos, minutos inocentes y años rojos, trasuntando la vida de la brasa. Lucha de luz y sombras paralela. Instantes de mi mundo sorprendido que en sus espacios hondos se desvela 71


buscando la razón de lo nacido. Mi luz quiere otra luz; por ella vela y atiza su tiniebla en lo encendido. 6. Puerto Hermina - Quebradillas A Luis Hernández Saavedra Borrado puerto. Corre la luz al borde de tu risco en tropa azul y negra. Surgidero de las naves fantasmas. Tu ola más blanca duele y tus gaviotas, copos de espuma liberada. Severo de misterio entre tu luz y arena. Fiordo de los silencios explosivos, tu columnata gris en mi memoria abierta y sacudida. 9 Los adolescentes, tatuados por el sexo. Los adolescentes de las amargas playas. Los que tienen por cerebro una trusa de baño y por cintura un junco 72


de azules pesadumbres Masturbados de trópicos intensos; tormentosos afónicos. ¿Quién derriba su ley? ¿Quién la rechaza? 13 Yo. Inventor de mi día y de mi propio dios. Caletillas y rumbos con fósiles de oro, imágenes, cosechas, con mi nombre y mi sol. Imperfecto y sagrado, voy buscando una aurora para darla a mi voz; un día desnudo y sobrio, más allá de las islas apretadas de estrellas, donde el oído entienda y la razón no llore, y yo pueda libertar. 14 Yo compadezco al hombre que cree tener razón. 73


No hay razones enteras: siempre estamos pisando mitades de un camino; eso es vivir: llorar con llanto corto dolor de medio cuerpo, y eternamente así. 17 Tu suave piel hacia el azul del cielo erige ya su pájaro y su duna; ya es asunto del alba en la laguna y tema de las brisas en su vuelo. Hoy te comenta el árbol y el riachuelo y conversan los riscos con tu luna. Apenas eres tú. Serás alguna mañana de una playa sin desvelo. Hoy te contengo menos. Con los días más a los árboles y al río te pareces. La arena de tu cuerpo la aventaron hacia los lejos de dulces islerías, junto a unos mares donde no padece el tacto de los dedos que la amaron.

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Francisco Lluch Mora Yauco, 1924. Ha publicado los siguientes libros: Del asedio y la clausura (1950), Del barro a Dios (1954), Canto desesperado a la ceniza (1955), El ruiseñor y el olvido (1960), La creación (1961), La lumbre y el ocaso (1965). Ahora Ahora en que el viento precipita la caída de las torres más altas, y el hombre se despoja de su sueño y su esperanza. Ahora que la tierra se confunde con una masa de fuego y de materias desatadas es inútil el sueño y la sonrisa. Inútil la palabra de hermano, madre, tuyo, mío, nuestro y camarada. Inútil tanto esfuerzo derramado y tanta tierra removida. Inútil el arado y la semilla. Ahora en que la flota un vendaval de olvido y de exterminio, en que asciende la hiedra los pálidos vitrales de la aurora, y hay un gato sangriento que araña los relojes callados en la sombra. Ahora en que la hiedra remata los altos capiteles y los frisos carcomidos.

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Ahora en que las tibias ordenan los compases del ritmo y se quiebra la esfera de los cielos renacentistas. Ahora en que vibran siniestros los péndulos del tiempo y los hombres se buscan en la sombra de los fríos subterráneos con un temblor de angustia. Ahora en que erguidos maniquíes presiden las soberbias asambleas y se había del llanto vencido en oscuros recipientes, y el poema se torna sin entrañas. Ahora en que brota siniestra la Nada en la conciencia, y hasta el canto se rompe entre las piedras. Ahora en que asciende hasta las nubes esa enorme corola sanguinaria. Ahora en que el barro se destroza y se convierte en ceniza y en olvido. Ahora en que el viento precipita la caída de las torres más altas.

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Novia del mar Novia del mar revuelto, nadadora, que tiene de la sal, nívea blancura; sus pechos, proa intacta, dentadura que entre espumas y viento se decora. Témpano ya flotante se colora con las algas que miden su estatura. Cifra que va bogando, rosa pura, señora en la delicia de la hora. Y llega entre cristales combatidos, con núbiles temblores de amapola, a las barcas de mástiles podridos. A la vera del mar, se acuesta sola, y por sus muslos claros, florecidos se extiende, luz de nieve, suave ola.

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Polvo A Jorge Luis Morales. Sin raíz en el polvo me confunde Miguel de Unamuno El polvo que amenaza toda vida, se yergue como espectro en el camino; ah, polvo que presagia cruel destino, fin y ruina, materia sin herida. El polvo siempre empieza la partida, el polvo que amenaza repentino; y el barro que lo sabe, peregrino, busca altura, Señor, eternecida. El polvo nos espera por costumbre. Ay, alienta, Señor, la reciedumbre del barro que se muere y anonada. Asegura, Señor, tu primavera, al barro que del polvo desespera, y hazlo eterno, Señor, en tu morada.

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Tamarindo (Playa de Guánica) Estalla su liviana arboladura el tamarindo erguido en la ribera. Gaviota ya se palpa por la esfera, acrecentado vuelo de verdura. Inicia su palabra sin premura con su corola erguida por la espera. La brisa lo apaloma, volandera. El mar bate raíces por la hondura. Todo trino y firmeza consternada. El tamarindo inicia la llamada para el alegre instante del revuelo. Lame savias el mar enfurecido. ¡Cómo huye en la tarde, decidido, el tamarindo, al aire de su cielo! Tú no sabías Tú no sabías que había lirios esperando eternizarse sobre el pecho enamorado,

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que había sombras aguardando la luz desde el origen del tiempo. Tú no sabías que había corazones traspasados por agujas de cristal y de berilo. Tú no sabías que había piedras aguardando ser cabezas y torsos y esperanzas, que había números ocultos en medio de la noche, castos, solos, tristes, los números infinitos, esa sucesión de ochos, interminable. Tú no sabías que el corazón de las ranas soñaba con el diamante de la noche profunda. No sabías Que el rugido del leopardo hacía temblar las vírgenes desnudas. Tú no sabías que el ritmo se percibe en el movimiento de las estrellas, que el ritmo se percibe en el movimiento de la sangre del hombre. Tú no sabías. XXII Te enterraste hace ya siglos tras el muro de mi pecho, y aunque te tengo cautiva soy de ti tu prisionero. 80


Aquella tarde sin nombre te enterraste sin quererlo en la diáfana tersura del azogue de mi espejo. Te enterraste con tus manos como un enigma en mi pecho. XXVI Intacta, rosa y nevada, desnuda en el alba herida con los muslos transparentes y las manos retorcidas. Guitarra que pides tacto, tierna estatua conmovida, ¡Quién te tuviera en las manos, callado prodigio, asida! Los senos al aire, erectos, –corolas de seda fina–, templados en cristal duro de la alta celosía. El cuello altivo y sin mácula, torre ebúrnea, donde ríos transitan su ardentía. Manos, muslos, masa enhiesta, aéreo esfuerzo de energía ya catado en transparencias azuladas de bahía. Delgada rosa del aire, 81


alba rosa pensativa. Hacia ti negras palomas fatídicas volarían; pero estás cercada, sola, sola, alargada y fría, mudo intento de subirte a las celestiales dichas. Y allí cautivada, desnuda en el alba herida con los muslos transparentes y las manos retorcidas.

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Francisco Arriví Nacido en 1915. Autor de los siguientes libros: Isla y nada (1958), Frontera (1960), Ciclo de lo ausente (1962), Escultor de la sombra (1965), En la tenue geografía (1971), Vía poética (1978). Ahuyenta instantes y desata vuelos… La eternidad del tiempo me desnuda la presencia del polvo, ceniza de las horas, trituración de carnes y de rosas. Lengua de opacidad, pátina fría, empeña su destino por mis ojos, lame tenaz la angustia fiera izada en la frontera de la muerte. Defiende, corazón, tu sangre tibia, la cálida circulación de pulsos, la fragua de semillas, la contumaz germinación de sueños. Blande, esgrime la flor de la esperanza, ahuyenta instantes y desata vuelos en esta soledad que avanza oscura camino de la sombra y del silencio.

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Del tiempo En mí el tiempo se contrae de los relojes o se dilata, su imperio no es el del segundo, ni el de la hora, ni el más definitivo que suma el día con la noche para engendrar un alba efímera, o noche y día para afirmar la inmensidad de sombra, si no aquel profundizado corazón, capaz de prolongarme o reducirme, pero jamás troncharme inextinguible sed de eternidad. En este piélago de ausencia En este piélago de ausencia, me arrastra el tiempo a muros legendarios, náufrago sin alas en el perfil de ayer. Apenas hálito de empeño, derivo mudo por altivas piedras erguidas en sordez a combatir las horas.

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De soledad en soledad, me aferro a los castillos olvidados, duros y pasivos al beso de la brisa. Estéril palpo mi silencio, total sobre los siglos de bastiones, fuerzas que soñaron aprisionar la historia. Un mar azul, un basto mar, sin ti, ensaya inútil sus espumas y aquel abrigarme con tanta inmensidad. Isla de mi pasión, te sé gozar Desde el pico más alto de tus cumbres isla de mi pasión, te sé gozar el verde cuerpo que desnuda el mar. Ya te miro los rayos diamantinos que el sol vuela de cima a falda a valle para mostrar tu multitud de senos. Ya te abrazo los aires sibilinos que te inventan la magia de las nubes y caricias derraman de los cielos. Ya te beso los tiernos manantiales que brotan de las piedras murmurantes y se hunden por las sombras de las selvas. Ya te quiero los rudos tributarios 85


que saltan en cascadas por las peñas y arrastran barros, hojas, frutas, flores. Ya te cruzo sangrar de flamboyán, umbría exquisitez de pomarrosas, adormecidas alas de bambú. Ya te siento volcado en red de ríos, los árboles, los hombres y los pájaros que izan la eternidad de tus semillas. La música nacida de esta rosa La música nacida de esta rosa no suena para la brisa. Remansa su silencio inconmovible en el cáliz de pétalos mortales. Perfila, detiene brevemente una canción sin voz que me contiene. En todo tránsito de flor repite, ay, su ignota melodía; en el pequeño sol de la canaria, en el coágulo rojo de la maga, en la blanca imploración de la canaiba. Transido por rumor de agua 86


y leve tacto de luna el lirio de la quebrada casi desborda el misterio en gótica forma transparentada. Casi, casi, porque la ausencia en voz pudiera transformarse y cristalizar el diáfano silencio. Pudiera descifrarme, desnudarme en cadencia permanente y enmudece en los filos del secreto. Pudiera eternizar el corazón y lo abandona en la fúnebre rosa de los tiempos. Por tu marco de espumas he viajado Donde tiendes tu sílice dorado, o concedes babote del manglar, o resistes con pecho de coral, o encrespas farallón de cal y cactus. Por tu marco de espumas he viajado. Donde peñas el mar garabatea, o recorta perfecta medialuna, o se deja invadir por la península, o su ondular por tierra perpetúa.


Por tu marco de espumas he viajado. Donde en palmas se tornan las guajanas, los laureles en grĂĄciles balandras, la verde fronda en oleaje azul, el rabojunco en raudo pescador. He viajado, isla, inmerso en la belleza que luces anterior al valle pleno de caĂąadulce empenachada en lila, al monte que retrepan flamboyanes sangrados en el curso de las sendas, al denso cafetal arremansado junto al seno esmeralda de la tierra. He viajado, isla, hundido en mis recuerdos o larvado en el rĂ­o de las horas, trenzado al corazĂłn con la tiniebla o ardido por la luz de las miradas, tornadiza frontera el alma misma en la playa del tiempo con la nada.

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DĂŠcada del sesenta



Década del sesenta Para los años del sesenta surgió en Puerto Rico, como en otros lugares, una vigorosa lírica comprometida y pujante generación de poetas, que marcó un hito en nuestra poesía nacional e hizo asimismo historia en las letras patrias. Poetas de recio e indiscutible estilo, dieron el pulso necesario a lo que hoy se conoce como generación del sesenta. En esta ínsula de fuego y olvido, el más numeroso grupo de poetas de esta generación publica, entre otras, hace cuarenta y cinco años, la revista Guajana. Poetas cuya producción ha marcado grandes momentos en la lírica latinoamericana, aún prevalecen con sus publicaciones y presentaciones en estos tiempos de cólera, lucha y belleza. Esta poesía seguirá caminando con el tiempo, fulgiendo y amando, buscando la justicia y el equilibrio total. Poesía comprometida con el hombre y sus circunstancias vivenciales, económicas, políticas… escrita para ser compartida; para hacer rugir de rabia a los tiranos. Es bandera que nunca quisieron que flotara y que con su puño de ira dice presente. Andrés Castro Ríos

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Wenceslao Serra Deliz Quebradillas, 1941. Ha publicado los siguientes libros: Memoria (1970), El trabajo diario (1985), Abra palabra (1992) y El libro de los sueños (2001). A mi madre Te volviste semilla De tierra para enterrar Una mañana De agonía presentida Y madre De siete días-meses- años Incorporados en carne Sentida y elevada Por encima Del sudor diario, Una mañana madre De espanto Y hospital Y cama vacía Y miradas de enfermos Que presentían Los alfileres de la tristeza. Te volviste semilla Pura y sencilla Una mañana De corazones desatados En lirios de latidos 93


Locos rojos y amarillos. Te volviste semilla Y mi hermano Que no tenía ojos para ello Se volvió asombro latido y sombra, Mi hermano De carne prematura Y ojos de pequeña estrella Cautiva de columnas. Madre y padre de siete Que te fuiste volviendo semilla de tierra Y que te vi esperando Las lluvias, el día-noche Y la galaxia de sombras Que se extienden poco a poco Hacia un gran pueblo de alegría… Carta a un soldado La guerra nos seca y nos desmadra nos rompe una posible luna y te vuelve asesino de ti mismo, máquina de matar espacio y tiempo de ese que te dijeron el domingo ama como a ti mismo. ¿Cómo es posible que abraces a tu esposa, a tu hijo mires al cielo 94


a la hiel del crucifijo sin recordar al Cristo polvoriento al hijo del hombre al perseguido, al sudoroso que te dijo aquello del que a hierro mata y quiérelo como a ti mismo? Piensa y verás en tu frente que sólo con los muertos en la primera guerra de misiles de espantosa feria sólo con ellos harías una siniestra escalera de costillas que llegaría desde las murallas de Ur hasta las nubes del vuelo y el avión que mata desde lejos el llanto y la sonrisa juntamente. ¿Cómo entrarás con fusil y plomo Al divino templo de Ishtar Donde una vez Moría de amor mortal por Gilgamesh? ¿Con qué manos amarás a la mujer que rompe su pestaña y su noche si es que llegas noche o día, con qué brazos de ceniza y sombra arroparás el sueño de tus hijos rotos

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si es que manos limpias te quedan al regreso del fuego y la carnicería? Mejor quédate y llevemos tus raciones de comida sin pólvora y sin odio a las bocas de los niños que sin nervio y proteínas se quedan sin destello y sin defensas para oponer al fusil y a los microbios. Mejor quédate y vamos con Reinaldo y José a encordar una guitarra bajo el amigo sol, ave y cerveza que engendran con tono y luz una montaña de boleros y cimientos para dispararle versos a las columnas antiguas de la naturaleza. Al amigo Gordo, quiero darte un abrazo que pase a través de los sueños en que apareciste humano como siempre, que pase a través del susto de vivir la vida en un hilo, un abrazo porque eres compañero y familia del vivir, 96


porque una noche caminamos por la montaña de mi casa alta y bajo las estrellas más cercanas hablamos de la zahorria de todos los días, de las espinas que todos llevamos dentro. Un abrazo porque un día yo también llegué dolido y me recibiste con un calor de padre ancestral. Porque te vi en un sueño humano como siempre y ahí fue que te abracé de veras. Gordo, en la distancia he aprendido que lo más importante y esencial permanece, que la memoria te recrea con tu imaginación diaria y terrible y sobre todo que al pasar los días descubre uno otra vez con más fuerza lo mismo que ya sabíamos desde el principio: que por el hecho de quererte nos haces una falta del carajo…

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Isla nuestra Todo es confuso en esta isla donde el sol no se cosecha. Todo quietud apenas deshecha. Ni un nido desatado en una verdadera insurrección de pájaros. No hay una voz siquiera capaz de pronunciar el horizonte. No apareció un millón de brazos para el rescate de una cara destinada a un horizonte de paredes. Hay muchas voces enterradas en seco. Todos los gritos fueron detenidos por un color azul hiriente. ¡Tanto semivuelo! El porvenir todo ha tropezado con una pared de hueso indiferente que respira, que duerme, que no acecha... Nuestra única voz verdaderamente emitida, derramada sobre una cama alejada blancamente... ¡Luz negra verifica el pecho vigilado. Y aquí esta oscuridad blanca ha de conjugarla fuertemente...

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¡Brazos! Muchos brazos están preparando la luz no imaginada... ¡Aún nos queda sangre a los que tenemos mil heridas! Aún nos queda vida para golpear y trabajar con nuestros brazos. Ni una voz aún capaz de pronunciar el horizonte. ¡Mil voces crecen en la sombra para la gran pronunciación! Y los hombres cuyas voces les fueron enterradas las verán repronunciadas por una nueva sangre amanecida... ¡Ni un ala todavía que exija más del cielo! Serán muchas las alas sorprendidas cuando el cielo por tantos rocíos contenido se haga más inmenso de repente… Procedencia Vengo desde el fondo de mi aire con una pregunta para el mundo. No sé hasta dónde llego y dónde comienza. Pero lo respiro y me transforma. Vengo desde el fondo de mi mundo 99


con un manojo de sonidos para el aire. Llego, y el aire me evidencia. Estoy, y el sol se detiene y retrocede. Soy, y se transforma todo lo que existe. Vengo desde adentro sin saber desde qué fondo. No recuerdo ni sé aún dónde se unieron mis comienzos. Llego, y el mundo es visto desde una nueva frente. Estoy, y soy una pared para los ojos. Soy, y el aire retrocede enrarecido. Vengo desde adentro, sin saber desde qué fondo…

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Vicente Rodríguez Nietzsche Santurce, 1942. Ha publicado los siguientes libros: Domingo, lunes, martes (1965), Que canten en verdad lo que te quiero (antología recopilada por Marcos Reyes Dávila, 1999). Amor A la colina me subo con mi encantada ilusión. Allí pongo el corazón a recordar lo que tuvo. Abajo veo que hubo el tiempo en que te arrullé, tus pómulos que besé, tus ojos que me miraron. Abajo fue que pasaron las verdades que soñé. Tus recuerdos son los míos tus áreas mis áreas son, es igual nuestra ilusión idéntico es nuestro frío. Ambos vivimos umbrío penar, que así es la vida. Separada en dos la herida tenemos que así sufrirla y una sola al combatirla será la pena vencida… Ya te lo dije aquel día: No es querer este fugaz, eterno es y serás tú su eterna compañía. Te dije que te vería más allá de todo lado, donde la flor no ha llegado ni se conoce la tierra, donde fulgura y se encierra todo el amor que ha brillado. ¡Qué alegre estoy y me siento con tu mano, labio y pie! ¡Cuántas veces le grité!: ¿Dónde estás, amada?, al viento. Y solo ya sin aliento, ¿dónde estás?, ¿por dónde vas? 101


Y el eco, –Jamás, jamás… respondía para pena. De gozo mi alma está llena ahora que estoy donde estás.1 Humedad hay en tu boca, surco que labra mi amor. Adiós le dije al dolor, tu mano mi pecho toca. Por fin mi desgracia es poca, me das lo que nunca tuve. Aquel dolor que retuve se libera en tus caricias. Soy dueño de tus delicias: Estrella, celaje, nube… Diente de lirio florido tu boca da cuando ríes y es un grumo de alelíes que logras con su estallido. Es un cafetal florido. María primaveral. Un fino arreglo floral que emites de tu alegría. Tu júbilo, amada mía, es agua de manantial. En estos días A Roberto Fernández Retamar Un soneto se escribe en estos días sin rima, consonancia ni medida. Su música inmortal ha sido herida, quemada en una hoguera en llamas frías. Hoy se escriben cortadas las poesías en el amorfo molde que la vida le da al poeta recibiendo hendida la pasión de gozar pajarerías. 1 de Nicolás Guillén 102


El tango gris de tono va cambiando. Hoy se organiza opuesta la estructura y el sonido se va desparramando. Es un mundo de rápida figura. Una prisa que avanza descuidando el placer de la brisa por la altura… Mar de Puerto Rico Tu azul por azul se explica Pedro Salinas Azul mar de Puerto Rico, quiero cantar tu armonía desde tu orilla bravía a tu horizonte que explico: ¡Oh!, ¡borde azul de abanico, borde que marca la esfera donde más azul me espera con ansia en ser poseído! ¡Mira, Azul, aunque esté herido, voy a llegar a tu vera! Orilla, pez, caracol. Arena, espuma, palmera. ¡Filo más suave que cera! ¡Verdiblanca! ¡Azulcrisol! De aquí, completa de sol, mi sombra en ti se proyecta como la raya más recta que te habita con pasión. ¡Orilla, mi corazón toma en ti forma perfecta! ¡Del centro de tus entrañas ola blanca que te surge! ¡En tanta creación ya urge venir a orilla; la bañas! ¡Espejo que no te empañas ni con sombras de huracanes,

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que te guardan hay volcanes en tu centro de cristal, por eso eres inmortal; te amilagras como panes! Oh, brazo inmenso del mar que en mis ojos se refleja. Paloma que no se aleja. Mujer que se deja amar. Mi labio sabe cantar esta canción que dedica, pero tu esencia es tan rica que me deja medio inmerso; y a ti te define el verso: Tu azul por azul se explica. Mejor será decir: Quiero encontrar, ando buscando la causa del sufrimiento. Blas de Otero El sufrimiento es como el aire. Si dejamos de sufrir –perdón, debí decir de respirar– nos moriremos. Vivir, exactamente vivir como los hombres, sin más ni menos, positivamente es cosa de sufrimiento. ¡Ah! ¡qué difícil combatirlo! No se encuentra diccionario ni lenguaje que nos diga el gran secreto del fastidio que se llama sufrimiento. 104


Sabemos que está cerca. Quizás a dos pulgadas rozándonos la piel, dispuesto para el salto y el agarre de los embobados sentimientos. Pero ignoramos la fuerza de su salto y la suma de dolor que nos reserva. (Íntima y seriamente yo te confieso, Blás de Otero, que también busco su causa y no la encuentro; que Yo, y Andrés, y Juan y Tú también y muchos Otros nos vamos a morir sin comprenderlo.) Nuestra poesía Salgo de la protesta contra el miedo para llegar con itinerario de muerte al punto victorioso contra el yanqui. Escucho a Andrés diciendo su palabra que corta en dos la infamia. A José Manuel golpeando en la quijada del pirata. Edgardo al presidente desenmascara. Se quiebra el cimiento del imperio con palabras, con marchas, 105


con el puño izquierdo en armas, con la historia de nuestra voz, con nuestro tiempo y la ira que nos corre por la sangre queriendo derrotar tanta desgracia. Nuestra poesía está como un soldado alerta con su fusil cargado de esperanzas acompañada de otras formas de pelea que al paralelo van haciendo el trecho en la victoria de mañana. Padre, Dios nuestro Lejos de ti el hacer tal, que hagas morir al justo con el impío, y que sea el justo tratado como el impío. Génesis 18:25 Padre, Dios nuestro si eres tú quien permite que en Bagdad las bombas made in u.s.a. asesinen niños, si eres tú quien respalda la furia que bombardea mujeres, jóvenes 106


y ancianos desarmados en este Irak de ahora; en estos momentos de tus consejos amorosos entonces te niego como mi salvador personal. Aband贸name ahora mismo si eres quien hace sufrir a tantos desvalidos. Mejor me quedo solo, Am茅n. Oct. 2005

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Pedro Juan Ávila Justiniano Manatí, 1941. Ha publicado los siguientes libros: Para espigar mi poesía (1998), La noche desvelada (2003), Temblor acorralado (2003). El ataúd Esa vasija de días apagados es también barco de papel en miradas de espuma. Es una nube amparando un relámpago encuentro con el hálito estancado. Espejos de inciensos en el desfile de desvelos. Antesala del barro arrinconado paria de una tierra amontonada que acumula sudores y naufragios. Aquí pernoctas sosegado y recto cronos de palidez enmudecida. Te amordazan las rosas y claveles póstumas y fugaces como el rezo. Es la ruta acordada tu destino ser caja de silencios tu condena.

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Éramos Enjambre jubiloso en el semblante del sol. En el sobresalto del cielo, miradas admiradas mirando la arboleda. Algazara de mieles en nuestros labios. Un puñado indomable sin almidones ni relojes. La plaza reunía para nosotros sus bancos y jardines. A veces trillábamos las jorobas del mar; hacíamos jugarretas a las olas, llenábamos las manos de secretos de algodón. Por aquellos caminos juveniles, las espigas, estatuas del deseo, solfeaban en el aire pegajosas tonadas. Saltábamos de delicia en delicia, magullábamos la desesperanza con pisadas audaces. Esperábamos el desparpajo del nuevo día que siempre convocaba de belleza en belleza la alegría. De la tinaja de la noche bebíamos el delirio de las estrellas en los coquíes. Nos dormíamos con el aliento de los ángeles, con la complicidad de su quietud, hasta el nuevo milagro.

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La callejuela de mi pasado …de inocencias fragantes. Casuchas amamantadas de sol, camándulas de pobreza. La enramada de voces de un revendón multiplica bienandanzas. Una rosa arrugada en el balcón canta y sonríe. Sonríe y lo llena todo de azahares; canta y riela de flores el aire. Una rosa, Rosita, rosada de su balcón. Dos nidos de cristal en su carita blanca, dos ascuas de pureza. La diminuta rosa del tango y de la trenza, con tersura de brisa, remansa la mañana. ¡Cuán dulce tu locura rosita cantarina! ¡Cuán sutiles los hilos de tu aureola! Cuando todos reían cebando sus corduras yo alucinaba en la seda de tu encanto. Rosa Rosita Rosada.

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La noche aspira el aroma de sus astros …pero el necio roedor de los silencios goza su ruin mordida. Es un insecto que no llora nunca, que se escurre en mis sueños, que blande ante mis ojos su navaja de hiel. Es cuando voy arrastrando la nada como un pesado laberinto, como un ojo de pus en mi conciencia. Es que a veces no puedo con mi instinto mañoso y traicionero. Es que la pulpa alucinante es una sierpe pegajosa que celebra sarcástica su rito. Pero esta noche con fragancia de fulgores primerizos, húmeda y sigilosa, se empeña en habitarme y derribar los túmulos de duda y lavar el cieno del niño abandonado que llora mi interior desde la desnudez de las paredes frías. Esta noche de cristalinas voces me llama, me reclama, para la resurrección de la esperanza.

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Me hiere tu distancia … desde este mar arrinconado en que se mueren pelícanos insomnes, desde esta espera acongojada, desde este yerto silencio en las paredes. Un musgo de cenizas se pega a mi soledad. Abro un cuaderno para encontrar un pétalo; la miasma de la desolación golpea mi rostro. Quiero correr a hallarte en el húmedo aroma de tu floración, en el aura de tus huellas de cálidos efluvios, pero me siento incrustado en este arcón maltrecho, en esta barca inmóvil. Mirando la otra orilla donde espesas sombras, donde respiras el abismo, donde crecen los pantanos en tus pupilas. Quiero encontrarme en la bandada de algas de tus sueños, en los confines remotos de tu sonrisa, en el delgado néctar de tu mirada. Pero te hundes en la palidez de las estrellas que amargan la entraña de esta noche, por lo que ahora me duele tu distancia.

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Mujer de fruta democrática Virgen de medianoche Virgen eso eres tú. Pedro Galindo Mujer de fruta democrática. Vengo a derramar unos versos en tu portal. Me dijeron que gustas de poesía. Que prefieres olfatear metáforas mientras te desnudas. Quiero hablarte de los dulcísimos cuarzos de tu rostro de tus imanes desafiantes rompiéndote el sostén. Le llamaré relámpago a tu lengua viajera. Serás sandía iluminada alondra de húmedo rubí cuando vislumbre el retruécano de tus piernas. Tu cuerpo junto al mío anáfora frenética aliteración acompasada insistencia demente en tus hogueras. Una vez el estruendo se convierta en silencio de azucena flotaremos en desbandadas de imágenes. 114


No diremos adiós Sino un nuevo poema. Perro realengo sin nombre Esas grietas despiadadas en su pelambre son los escupitajos de su abandono. Va balbuceando su hambre de basurero en basurero. Escurre su cojera entre náuseas y aguijones. No conoce una dama de seda que le mece su nombre, ni un niño azucarado que exprima piruetas en sus cachetes. Esa desmenuzada escultura de pus quiebra la naranja de la mañana con la hojalata de sus tendones. Inmóvil en la guardarraya de la ceniza es rastro y espejo de todas las miserias.

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Marina Arzola Guayanilla, 1939-1976. Publicó los siguientes libros: Palabras vivas (1968), El niño de cristal y los olvidados (1976). A, desde César Vallejo, y una oración al padre (En él y todos) Padre nuestro que estás en los cielos, corre sangre por nuestras venas, corre sangre la sangre del fuego Padre nuestro que estás en los cielos. Padre nuestro por nuestras dos cruces santifica nuestras ya tres gracias, Padre nuestro del verbo infinito Padre nuestro que estás en los cirios. Padre nuestro que estás en el nicho, vénganos por el valle de las lágrimas entre sombras y arenas de frío Padre nuestro del verbo transido Padre nuestro en vidrieras de coches y pausas. Padre nuestro por vidrios e iglesias hágase tu voluntad amarga por eterna sentencia de calma,

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Padre nuestro por cielos y carpas, Padre nuestro en vidrieras y parcas. Padre nuestro por almas y ríos danos de hoy los panes por las haldas, por los días de todos los santos el pan nuestro de toda maraña. Perdonadnos las deudas y alforjas y subidnos por lechos de alforzas, Padre nuestro ungido entre rosas. Padre nuestro del verbo infinito perdonadnos por vuestros olivos así ungidos nuestros enemigos Padre nuestro trillado de sombra. Tentación por mordazas de sangre libradnos Dios de sísifos y almagres, Padre nuestro cadenas y sangre. Libradnos de incontables mares alboradas y males de sales, Padre nuestro que estás sin escaño. Padre nuestro de cal y de manto, por los santos de cien caracolas Padre nuestro que estás en corola, Padre nuestro vénganos la hora, Padre nuestro por rosas y alcobas.

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Padre nuestro de copa y de riscos por tus alas vengo mis apriscos Padre nuestro de choza y de sangre. Padre nuestro de sal y de historia por las manos de concha y corona, Padre nuestro de cáliz y la hoja, Padre nuestro de sol y de ola. Padre nuestro de canto y de ramas por las palmas y aceite de uniones Padre nuestro volvednos la gloria Padre nuestro de arcángel y santas mandolias azote. Padre nuestro que estás en velones padre nuestro que vas por los míos Padre nuestro que estás en los muertos Padre nuestro bendice a tus hijos. Padre nuestro por nuestras dos manos, por las violas de nuestros violines, Padre nuestro que estás en los cielos Padre nuestro que estás en los fines. Padre nuestro por palmas y luces Padre nuestro por nuestras cien crines Padre nuestro de dolor y notas danos cirios Padre nuestro.

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Al viento sur Déjame acariciarte lentamente, Gerardo Diego Déjame acariciarte lentamente. Déjame acariciarte sucesiva. Déjame desbocarme por tus ojos de la mar a la orilla. Déjame bolear al viento rojo. Déjame enhebrarte en sus sortijas. Déjame encenagarle con sus lodos y enzarcarle aguas vivas. Déjame desbordarme lentamente, Déjame desbocarme contenida. Afijarte en vaivén de mis dos dedos pulsados por las liras. Engancharte en el sol, emprendedero. Un prendedor en ti: Tú muerta y viva. paloma que descorres desbocando corceles por la orilla. 1961

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Fuero ¿Si existes tú, Señor? ¿Y qué me dejas entre las manos ágiles y burdas? César, César, César y la coyunda de sal y yerta y agostada piedra. Señor, Señor, si existes tú y dejas la humanidad a solas y desnuda, llena de pus y pus y toda en umbra, tumor del sol y sal y saldiguera. Y cal azul de su azulada ceja tomada en frío de su carga adusta plena de sol y sol y fuego loco desgarrando su cola de medusas, preguntando su sino por destino su cuerpo loco destrozando al tuyo. Plano altivo

19/II/61 A ti: gozo de luz

¡Oh! ¡Si no puedo más mi Señor mío; luz contra la alta cruz de ramo alzado, rebaño verdiazul, amargo llano, vilano de tu luz que no recibo! Lirio de amargo horror, algo grabado, 121


retoño de testuz, dulce lamido; Semilla de retama y pensamiento ¡sea por siempre Dios! ¡sea querido! ¡Oh celestial! Oh dulce cortesía, pasillo suave de tus venas blancas, diente de amor, amor que fue ayer frío; retama en luz, recibo de alabanzas, arteria cerebral como balanza. Figura azul, del hado plano y alto. 6/IV/61 V Parada tu pasión de vivir mustio, repentinas almejas sobresaltan; malvas te dan corolas y aguas-luces. Parada tu prisión de vivir repetido, adentro. ¡Oh Cristo de los Andes en tu pecho al clavarse, La orilla de los ríos de la mar al volcarse! El asesinato de los ángeles nos lleva de la mano; su fría limonada estéril de los muertos hasta la estrecha cama: los lúgubres lamentos: tubos largos abiertos a los brazos; 122


a los conos del cielo, cubre. Y abre las olas polares atadas a caballos. Tus turrones de azĂşcar cielo mĂ­o de cienos, arreos por calmar venida triste.

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Marcos Rodríguez-Frese Cayey, 1941. Ha publicado los poemarios: Árbol prohibido (1971) y Todo el hombre (1971). Árbol Árbol, ya compañero, que conozco, copiado como estás, plegado como carta entre mis manos, lleno de banderines sobre el día, mirando al viento, esperando campanas, en insaciable abrazo desde el suelo hacia el aire... (Me gustan las campanas: son... como un árbol tumbado hacia la copa). Vigílame los pasos, militante del tiempo, sobre esta patria inédita: yo acostumbro quedarme 125


dormido contemplándote. Ahora en primavera, algunos –tú, acaso– más sinceros se desnudan de pronto como un vientre, para quedar clamantes hacia el cielo, como una copa herida, recogiendo los licores del sol. Son como yo: meditan. Como mis versos, gritan de pronto, mandan estar alegre. Explícame, desnudo, esa poesía abierta, luminosa, esa filosofía de estética sin nombre, donde miré ya, descubrí, tu ardiente gesto, tenso en clámide amorosa. Tú estás aquí, desde donde te nombro –¿cómo, entonces?–, 126


conmigo, sobre la tierra agraz de mi ternura. Di. Estás: ya no hay nada que te ignore. ¿Cómo? ¡Oh, sombra silenciosa! ¡Oh, luminosa sombra silenciosa! 15 de abril de 1964 Breve elegía Para Edwin Reyes Berríos Amigo, ya sabías –condición del destino: la vida es pedregosa y afila su puñal. Perdiste el tanto escaso que tuvieras a mano y apostaste la vida para poder jugar. Ahora, al otro lado del aire, sólo miro sorda y oscura sombra que induce a tropezar. Esa brasa que fulge es el recuerdo, apenas, y el lábaro elocuente, de tu palabra leal. De veras, yo pensaba que la luz no ardería sino por los gozosos que la harían arder, que, si vieran el rastro dudoso de su origen, no volverían los pasos hacia otro rosicler. 127


Ahora sé que la lumbre retorna a ceniza; que, como oíste un día, el polvo vuelve a ser; pero aún no comprendo por qué ya te has marchado a esparcirte en el viento, para nunca volver. Lo necesario Uno se encuentra, a veces, solo entre sus costillas y solo entre toda la gente, hundida la ternura al fondo de los poros. Toma un libro de paz, una revista, recién llegado amor. La desnuda como partir el pan, y se va por su piel bebiendo luces, palabras de una voz luminosa, desconocida y nuestra, sin embargo. Recuerdas el poema que quisiste escribir entre agrios buches, cuando Fidel dijo: es dolorosamente cierta la muerte. Y lo dejaste a medias con tus convencimientos de amargura. Hoy lo tomas como a un vaso que arde, lo llevas a tu boca y te sale el corazón. Por esa herida sangra contra el viento inundado de impurezas. Cuando acabes la sal y el aceite que te llenan, sabe que va el amor haciendo huella y lo más 128


necesario es pisar adelante con todo lo que tienes, para aprender, al menos, a escribir igual que al principio, diciendo así y llorando, si es preciso: A, Como en ahora y en abrazo; B, Como en batalla y en bandera; C, Como en compañero y comandante, y en el idioma antiguo de los héroes: CH, Como en Che. Así seguido. Poética vital Deshaced ese verso… León Felipe Suspende el canto. Vive A verso vivo. Escúchame Una vez. Habla sin tropo. No se derrite el corazón: se para de horror y muerte O se rompe de guerras y de llanto. Escucha. Es lo primero. Luego, suelta tu lengua, tus puños, si es preciso. Suspende el canto, por favor, y habla como a todas horas o casi nunca. A mí también, aunque ya estoy en esa 129


lista negra y roja de los que aman la paz, el pan, la libertad de todos, de los que estamos transformando el mundo a puntapiés de luz, a palabras de carne y de hueso frente al perro diario o a muerte propia cuando cae inútilmente un hombre. Oración Contra ti, Jesús hombre. Contra tu acento unánime y tu intención de lirio hacia la aurora, contra tu buen camello por un ojo de aguja antes que el aire limpio a un niño-bien de escoria, contra tu carga con tu cruz y sígueme, contra tu vende y dalo... ¡Cuántos hoy tiran la primera piedra! Para que el gran tendido no se levante, contra ti mismo te enarbolan. Están... centuriones que rezan y te expolian, mercaderes que la casa del hombre deshonran. Ya no hay vino sino para ellos, 130


porque de ellos son todas las bodas, y los peces y panes el hambre multiplican al hombre en su boca. Padre nuestro que estarás mañana con los hombres haciendo la historia: que esta mentira nuestra de cada día acabe, que no dure la noche del niño ni sus lágrimas revienten de sobra; que mañana, Jesús, de las vendas que han puesto en tus formas, te diremos los pobres, con ánimo universal, en el nombre del Padre, del Hijo y de todos: Compañero: ¡Levántate y anda!

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Juan Sáez Burgos Río Piedras, 1943. Ha publicado los poemarios: Un hombre para el llanto (1969), Selección de poemas (1976) y La palabra y sus magos (2000). Aquí de frente a todo Es vida misma que nace como un niño de palabras. Hay un poeta aquí, mi nombre lo ha llenado, lo ha llenado el espíritu y el cuerpo, lo ha llenado las calles y los pasos. Como cuando camino cómplice de la tierra, como cuando mis pies pueden descalzos la plenitud total de algún momento, hay un poeta aquí, vivo y despierto, que siente enorme el corazón latiendo. Veinte años de hombre que conmigo ha contenido voces y silencios. Yo he recogido huesos que demuestran 133


la amarillez siniestra donde el polvo puede volver inútil todo empeño. Yo he recogido cárceles calladas donde encierran los hombres que han podido, veinte alzados a la vida ferozmente, veinte años de hombre son conmigo. Yo he recogido la mentira misma que derrota el color de lo creado, los hombres que caminan por el mundo llevan atada la mentira al labio, llevan atada la mentira al cuello en los huesos, la sangre, la mentira, van viviendo a la muerte y engañando. Yo he recogido sí, Teresa, te lo digo, el amor por tu nombre ya poblado, ese nombre raíz que te sostiene donde el tronco alzará sus doce brazos, donde el hombre alzará, Teresa y el poeta, toda la luz que puede contra el llanto. Isla de corazón, tierra mujer semilla, tierra Teresa porque lucho y crezco, cuerpo mío anterior, polen diario, porque la Isla y tú ya tienen nombre, porque la Isla y tú ya tendrán canto, porque encontró el poeta el abrazo firme donde luchar su pueblo sobre muerte, 134


alzo la izquierda de la historia Antilla, donde los hombres fueron desde el indio al blanco, donde el negro bongó batió la noche de coquíes cocuyos cucubanos, y la trigueña voz al fin se dice por tu amor sí Teresa despertando; y por la Antilla libre que en los mares de la Amerindia a Europa al mundo entero derramará su voz de inmenso canto. Auto-retrato La calva enigma un mapa cicatrices y costas ensenadas colinas y un extenso desierto con vida subterránea. Ojos marrón aguado mirada penetrante de fauno adormecido después de un aguacero tropical. Ojeras de noctámbulo habitual de callejero o de poeta hambriento o de bohemio. Nariz 135


remodelada en ocasiones a puños a caídas simples encontronazos o tropiezos. La boca que han querido amordazar besando vive va diciendo. Todo enmarcado en el color sufrido color de Tercer Mundo que a tanto orgullo llevo. Sal poema Yo he visto los poetas de Occidente, los he visto pasar frente a las tiendas, los he visto cruzar una avenida o detener su marcha en la luz roja o leer un anuncio, o comprar ropa y algunos hasta entrando en una iglesia. Es fácil distinguirlos casi siempre, llevan entre los ojos una máscara griega, cierto aire de Goethe entre las cejas, y un poquito de Dante

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o de Lord Byron colado en la nariz o en las orejas. Su oficio es muy ilustre y muy antiguo, hubo un tiempo en que fue hasta distinguido, en que pudo decirse: –soy poeta y se creía que pasaba algo. Ha cambiado la escena. Puede venir Orfeo en este siglo y cantar y cantar y esgalillarse, y no le mueve el pecho ni a una vieja. Puede venir el coro de Musas, desnudas presentarse, con números antiguos de burlesco y de arte, y ningún productor se los acepta. A Aquileo con sus pies perfectos le espetan un balazo en el talón, y se acabó la fiesta. Y a Homero, pobre ciego, lo pondrían a ver televisión, para que aprenda; o a vender espejuelos, si supiera; o a mendigar en una esquina oscura con los dedos vacíos hacia afuera.

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Esto es distinto ahora: ¿Quién conmueve a Wall Street con un poema? Si mi vida no fuera más que mía… Lema: Desde mi sangre vengo, de mi sangre hasta el pueblo. Si mi vida no fuera más que mía, a qué decir su nombre, su color, su insomnio, a qué decir la lluvia que golpea la calle que palpita o la gente en el riesgo de algún día. A qué decir la muchedumbre sola o el niño que me mira desde el tiempo, a qué decir amor si sólo encuentro que la vida que ando es sólo mía. Pero ya no es verdad, hace ya muchos dedos, muchas caricias con las manos hace, con los ojos también, con el a menos, hace ya muchas calles y mi pueblo, (he caminado mucho cuando en fin la noche, con esto digo todo, 138


soledad o viento, estrella luna pasó el infinito, o un charco espejo donde mi reflejo, donde habita mi noche un espacio pequeño, pequeño, muy pequeño como yo, como mi Isla al mundo, como mi vida al tiempo, y aprendí mi lección sobre la acera, en el charco pequeño muy pequeño, en que habita la noche, mi dolor habita, un instante a los ojos y en silencio.) Esta gente no sabe yo les digo, esta gente no entiende yo les pienso, y esta gente aquí dentro está conmigo, y caben en el charco y en su cuerpo se quitan la camisa sudan sienten, de vez en cuando hablan al almuerzo, esta gente, esta tierra, y este pueblo, en su espacio pequeño muy pequeño, como yo en este mundo que es muy grande, saberme vivo y caminar con ellos. Agosto, 1964 139



Juan E. Mestas Nacido en Cuba, 1942. Vivió en Puerto Rico, identificándose con los esfuerzos literarios y las luchas libertarias. Ha publicado: Centro de gravedad ( 2003). Cástor y Pólux Del breve amor de Leda y Júpiter, disfrazado de cisne, surgieron los gemelos Cástor y Pólux, uno mortal y el otro inmortal. Eran inseparables y se amaban profundamente. Cuando Cástor murió, Pólux, desconsolado, le pidió a su padre que los uniera de nuevo, ya fuera como mortales o como inmortales. Júpiter, con deliciosa y cruel ironía, accedió… a su manera. Los hizo a ambos mortales e inmortales, pero alternativamente, dejándolos para siempre unidos y separados. Llévame contigo, le ruega Pólux, cúbreme de ti como de la noche, eternos en la vida como en la muerte, pero tú conmigo y yo contigo. Y Cástor le responde, ay, si yo pudiera…

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Llévame contigo, le ruega Pólux, enciéndeme cual si fueras el sol en llamas, hazme inmortal, niégame la vida, pero tú conmigo y yo contigo. Y Cástor le responde, ay, si yo pudiera… Llévame contigo, le ruega Pólux, devórame como la tierra para nacer de nuevo, fruto de tus ramas, semilla en tu sementera, pero tú conmigo y yo contigo. Y Cástor le responde, ay, si yo pudiera… Tu vida y mi vida una, mortal y eterna, pero a destiempo: cuando tú duermes yo velo, cuando yo duermo, tú velas. 142


Son caprichos de los dioses, que nos escuchan sin comprendernos. Círculos concéntricos Hay días que son círculos concéntricos, ensimismados, que ni van ni vienen. Días en que tú no cuentas. Hay otros que no cesan de inventarse a sí mismos, de sacar conejos de la bragueta, días de tonos raros y de olores ambiguos, días más tuyos que míos. Y hay días que se creen eternos, inmunes a la noche, hasta que la noche llega. Son días devorables

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De parias y minotauros Es como si hubiera envejecido de sólo yo mirarlo, así. Antiguo. Es un momento antiguo, ancestral, histórico, largo, ajeno y encerrado detrás de las grutas y los pájaros. Porque ya hemos andado el último camino, el único camino, y siempre acabaremos pisando nuestras huellas. (Bienaventurados aquellos que aún temen el futuro, porque de ellos es el reino del olvido.) En un rincón. De nada vale quedarse quietecito en un rincón hasta que todo pase. Nada pasa. La lluvia, los pájaros, el viento, la hierba húmeda, todo ha quedado para siempre detenido. Quieto, todo está quieto. La soledad se ha ido acumulando 144


como el polvo en las casas abandonadas. Ahora sí, comprendo: no hay salida, no hay regreso, no hay huida (tampoco para ti, aunque tú no comprendas) y la lluvia y los pájaros y el viento y la hierba húmeda y las piedras que aguardan suspendidas en el aire nuestro paso, todo acecha. Los caminos están poblados de parias y minotauros. Dulce melancolía Ando sin Dios como si con Dios fuera, rendido a su implacable misericordia, sumido en la dulce melancolía del que al rezarme me duda, del que al besarme me niega. Ephesus 91 Hoy regreso a tus fantasmas y los míos me saludan impacientes. Sombras ancestrales y domésticas, inevitables compañeras de viajes no emprendidos, de muertes anticipadas, 145


aguardan tras de mis mármoles y tus desvelos, tras de mi niñez y tus espantos íntimos. Aguardan y acechan, amigas de confianza y desconfiadas, enemigas entrañables, imágenes que persigo y me persiguen sin encontrarnos nunca ni dejarnos.

Donde fuiste, quedo, desprendido de la luz y a la luz asido, aterido.

Luz

Quantum Estás y no estás. Eres la gata de Schrödinger, muerta, viva, según de muertos o de vivos estemos al mirarla. Estás y no estás, haciendo y deshaciendo, viviendo y no viviendo, entre probable e imposible, definitiva, incierta. 146


Tarde triste Me propongo tener hoy una tarde triste, contigo o sin ti, pero mejor contigo, con recuerdos improvisados y canciones de Gardel. TĂş has de contribuir como te corresponde, entrando y saliendo de mis nostalgias en los momentos inoportunos. (La boina es opcional, pero serĂ­a un detalle.)

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José Manuel Torres Santiago Guayanilla, 1940. Ha publicado los siguientes libros: La paloma asesinada (1967), En las manos del pueblo (1972) y Canciones del amor y la delicia (1999). Bolívar Márquez Escribió en la pared: Viva la República Abajo los asesinos con sangre. Escribió cómo si fuera a morirse. Marchaba con la Patria. De negro. Por la calle todos de negro. Él de negro. ¡Por la Patria!

Viva la República Abajo los asesinos

Y la ráfaga de balas. Todos de negro. Él de negro... Cómo si fuera a morirse. Escribió con su rojo dedo, con el siglo de su dedo, con su mano, con 149


su eternidad de mano, con la Patria, con la muerte... En la pared, ¡fuerte!, con sangre:

Viva la República Abajo los asesinos

Escribió como si fuera a morirse. ¡Con sangre! Con su propio dedo: Viva la República Abajo los asesinos Y se le murió el tintero. Búsqueda A Sonia Yo te busqué en el mar largamente y te sentí en mi carne con un dolor de azucenas quemadas. Yo te busqué, te busqué eternamente en el mar... No pude encontrarte. No pude tenerte en mi sangre sedienta. 150


Duras horas de fuego en la sangre lloraron tu cuerpo perdido que nunca llegaba, que se había ido a la violeta. Escándalo de tiempo en mi cuerpo de rosas de fuego, antorchas que te buscaron por la sangre. Yo te busqué largamente... Un duro terremoto de escalas reventó en mi cuerpo cuajos infinitos de tiempos innombrados. Cuajos de sangre en almendras violinegras. Yo te busqué. Yo te busqué y los tigres sangrientos desgarraron mi carne en tormentos silenciosos... Canción de cuna para un niño dormido A Diego No le llores madre No lo llores más mira que le tienes las alas mojás. Canción de baquiné Del mar su sueño de isla y pájaros del mar su canción 151


de sueños mece mi niño porque ya duerme y de cabello de sol dormido duerme mi sueño por sus caminos Duerme en la acera dulce de amor dolido duerme por los caballos de viento hermoso de los camilos duerme de aluvión y fuego por el llanto que va conmigo y duerme por la paloma que hace en mi pecho su tierno nido. Martes 21 de agosto de 1973 Cara al viento Cara al viento azotándome. Frente al tiempo y la sangre cara a cara. Cara a cara de puñal constelándome. ¡Cara al viento, cara al viento! Estoy cara a los dioses. Estoy cara a lo inmenso. ¡Oh ser, oh ser en esta cumbre de almendra pequeñita! Ser, ser, ser, ser, ser. 152


¡Oh ser, cara al viento! ¡Oh hombre, oh hombre! Cara al viento, cara al viento… Sobre las cosas del tiempo: sobre el volcán, sobre el grito, sobre la amargura de los mares. Cara al viento, cara al viento. Cara al viento mirando la isla. ¡Qué misterios de luces sus copas de liquen preferido! Cara al ausubo de la tierra besando sus pechos de sirena. Cara al ruiseñor de la tierra soñando en aromas de yerbabuena. ¡Qué aldebarán de sueño! ¡Qué misterio en su garganta de seda! Cara a la sangre de la tierra. ¡Qué dolor de la raza que cercenó su brío! ¡Cara al pueblo en la danza del condenado río! ¡Qué dolor en la falda del areito taíno! ¡Cara al odio de la tierra! Cara al viento, cara al viento. ¡Aquí! ¡Aquí prendido, estrellado! En la noche de la alta montaña. Frente a mí mismo: conmigo mismo. Contra mí mismo: enemigo mismo. 153


Luchando en esta Isla, luchando. Braceando, bravando, cantando... Punzándome, cercenándome, constelándome. Asaeteándome como un San Sebastián. Desollándome como un San Bartolomé. Luchando, braceando, punzándome, aquí. Aquí: cara al viento, cara al viento. Cruzando el Culebrinas amargo por la entraña de la sangre. Tallándome el Río Grande. Buscándome. Escrutándome. Arando entrañas. Talando sementeras de tiempo, aluviándome. Extravasando mi cuerpo en las combas de sangre de esta Isla, extravasándome. Rezumándome, rezumándome, rezumándome. Aquí, cara al viento señalando, señalando a viva voz la luz y el fuego. Quemándome en el agosto infinito del amor que esperara y esperara. Aquí, dinástico, altivo, arcangelado: Todo Yo: Verbo. Yo. Yo. Aquí. Yo... En pasado, en eternidad, en presente, en Infinitud, en carne de mañana. Macerándome en sal, el mortero de viento. Señalando: cara al viento, señalando. En espera, en espera, en espera... ¡Aquí para siempre! ¡Aquí para siempre! Cara al viento, cara al viento. Siglo tras siglo, viento tras viento. 154


Señalando la flor que se rompió. Amando, amando, amando... ¡Amando cara al viento, al viento! ¡Arriba, amando, amando: lirio, agua, Sonia! Amando con la sangre y el cuerpo. ¡Cara al viento, cara al viento! Pregunte Si usted nunca se ha comido un cable pregunte, pregunte los sinsabores que pasan un hombre, una mujer y dos niños que son todo amores. Pregunte el peso que no se tiene, la silla vacía la mesa a punto de un llanto, el qué hacer, el quebranto que apunta la nota breve del lápiz que ya no puede asomarse porque asoma el fuego de un jueves amarillo. Pregunte lo que es comerse un cable, tragarse crudos los vientos, poseerse de nada, joderse por la carta de un pendejo y quedarse en la calle

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porque ese pendejo lo escribe. ยกPregunte, pregunte lo que es comerse un cable! 13 de junio de 1974

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Jorge María Ruscalleda Bercedóniz Aguadilla, 1944. Sus últimos libros de poemas son: El corazón fuera del pecho (1997) y La herida bajo el brazo (2000). Elegía pequeña a un poeta de mi generación En la sombra fugaz de la memoria, dejaste al loco colosal sin sueño. Se te olvidó la historia de la vida en la profunda soledad del esqueleto. Hoy estás más acá, en la mañana que nunca fue de noche; en la esperanza, donde el candil de ausencias protege su pabilo del rayo de nostalgia de tramonte. Ahora sabrás que, en la amargura de luces y promesas, caído se le ha un clavel a tu ventana. Pero, dime, poeta, ¿dónde tiene su asiento aquella voz que puso un espejismo en tu mirada? ¿Dónde tienes el arpa, que no existe, si no en los huesos del misterio que te aclaman? Eso es vivir, mirar sobre los hombros, buscando algún enigma iluminado, en las raíces de los astros, y palpar que el perfume del espacio no tiene la distancia de una rosa.

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Eso es saber que el fuego congelado es un secreto abierto que nos mata, y que esa fantasía es más humana que tu propia persona, y que toda la razón y toda la palabra. Ese es tu triunfo, en el espejo de una yagua, por donde nos llegaste a los bayates del amor, que te asoma hasta el vientre de la Patria, y te pone en la almohada de las noches, que vieron frutecer los ecos de tu infancia. ¿Qué más quieres saber, después que tu figura se fundió con la aurora de la estrella, con la música sublime, donde la tierra aprisionó tu nido como una enredadera de secretos? ¿Qué brisa te dirá lo que no existe, y tiene una distancia sin medida, como la soledad prendida de las algas, al ritmo del genoma de la arena, con los luceros que bañan a la noche, cuando surca el fluir del agua tierna? Eso no es mucho más que el viejo arado, que el buey y que la copla amanecida que dibujó tu risa en el acero. Pero tampoco es menos, porque deja la sombra del principio, y despierta la huella del futuro, y guarda la verdad que se ha perdido. 158


Ahora, ten piedad de tu propio milagro, que alimenta su carne con la ilusión y la tristeza, y que se hace sombra y luz, y cuna y tumba de las voces, en el planeta antiguo de las ansias, allá, en tu costillar de resonancias, y que, un buen día, rompió su cuerda de entusiasmo, para nacer de nuevo en el olvido, para dormirse en el silencio de la canción sellada entre tus labios. Homenaje a mi madre Madre, ¿con qué palabra, sabré decir tu nombre yo algún día? ¿Con qué vocablo o qué sonido nombrar podré tu corazón de incienso, tu mirada de luces planetarias, tu risa de algodón en mis oídos, tu voz de guayacán en el misterio? Madre, siempre estarás conmigo, en la guitarra del secreto, donde mi corazón es un mendigo que pide al sol la caridad del beso –para que brille el oro su moneda–, 159


y que ahorra la estrella del ocaso, en el sereno de coquís del techo, para el heno de luces de tus brazos, para el suave rocío de tu pecho. Madre, cuando aún yo no era ni siquiera la esperanza de un sueño, en el temblor del universo –esta tibia promesa rescatada del olvido borrado por el viento–, ya tú estabas presente, en la cuna del canto y el desvelo que escultura mis sienes. Madre, le diste a mi canción el pétalo del tiempo, en la imagen tallada de la sombra, con los labios sellados del anhelo. Pusiste en mi intuición la brújula del sentimiento; y arrancaste, del gancho de la luna, el jugo de naranja del olvido, y el bálsamo que apaga mis lamentos. Madre, siempre estaré contigo, en las alas de tórtolas de los viejos caminos, donde duerme, en las tardes, el incendio en tus bosques, mientras la lluvia sueña con el cielo. 160


Viven –arcoíris callado de tus árboles–, las hojas esculpidas de los astros; y, en la dulce neblina de las flores, el jardín de las piedras de tus mares y el violín de sargazos de tus soles. Madre, llevo sangre de barro retratado, en la corriente del genoma antiguo; tengo un panal de abejas encendidas, en el coral crecido de tus venas. Entonces, ¿qué te he dado? ¿En qué balcón de nísperos descifraré, algún día, este secreto de amor que te ha nacido? ¿En qué rama de anón pondré la trementina que enciende tu camino? ¿Qué día me será dado alcanzar tu cariño sereno que, con fuerza de pájaro, rompe la jaula de aire con su obstáculo al vuelo? ¿Cuándo yo ganaré la fuerza de tu celo y la ternura tibia que guarda tu silencio? ¡Madre, tengo de ti, por siempre, la carne de mi llanto que, de noche, me ahoga; 161


la copa de la angustia, quemando mi añoranza; el pálpito de la creencia incierta de mañana; la llama del perdón, que cierra mi garganta; el fuego de querer, que mi razón redime; la fiebre de ser bueno, que me mata! Homenaje a mi padre Continua a lembrança dolorosa. Nas cicatrizes. M. T. ¡Padre rizado de cansancios!... Con la testa pegada sobre el suelo para ganarme la ración de vida que te quito del polvo de tus dedos. Padre, con los sudores de un enfermo, y un arcoíris de arrugas en las carnes, un rosal de sudores en el cuerpo... ¡y tu silencio amorfo y tu mirar suspenso! ¡Si yo pudiera romper el ala de miserias, y volverme un espejo de remedios, 162


y hacerte que te mires en mis ojos, para amarrarte de mis años nuevos! ¡Si pudiera tejerte en mi explosión de abrazos y sembrar en tus manos callosas mis labios, para atrecharme en tu quejido insomne, y hacerme un hueco que te dé descanso!… ¡Cuántos años perlados de sudores, cuántas noches despierto en tu cerebro el hollín de un obrero que descose los desvelos ajados! ¡Pero cuánto más ausente la mano que te esparza sobre las quemaduras una canción de cicatrices viejas, para que puedas arrancar de aceite, lodo y grasa, la migaja del trabajo seco! (¡Cómo escuece el remiendo de los días con las noches, trabando soledades, para poblar la mente de vacíos y perfiles de astros!) Mas, yo sabré, padre, emularte en secreto, hasta que pueda, de tu vida mía, labrar la más grande victoria.

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Sabré engañar a la envidia y al celo que quieren que se estruje mi voz en el cielo; y mi vista, quebrada, se pierda, inútilmente, más allá de las nubes; absurdamente, entre nuevas galaxias, marcadas por la infinita oscuridad de las distancias y la infinita soledad del tiempo... ¡Pero, no, créeme, padre: yo he de alzarme rompiendo barreras; aplastando sonrisas que nos dicen mentiras arteras, que te dan sinsabores, que nos matan de pena! ¡Yo haré correr la sangre de tu sangre en mi conciencia; y en la expresión que nazca, sutilmente desgarrada, como el más grande testigo: tú irás delante, alta la frente, y yo contigo!

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Edwin Reyes Berríos Ciales, 1944-2001. Publicó los poemarios: Crónica del vértigo (1977), Balada del hombre huérfano (1990), El arpa imaginaria (1998). A mi padre, hoy Hoy lo noté cansado. Con su cansancio amargo como una cruz de hieles. Me pareció más viejo. Hay cansancios que amargan; cansancios que envejecen. Hoy miró angustiado por las cicatrices abiertas de sus ojos. Y vi un grito afilado de coraje romper el manto en luz de su mirada. Lo vi erizarse cristalino en sus pestañas. Lo vi rodar rocío de fuego rostro abajo. Hoy lo noté cansado. Cansado como el árbol que se seca abrazado al comején del sufrimiento. Hastiado de luchar. Negro de soledades. Mártir de la muerte verde en el ara soberbio de sus montes. ¡Con reencarnación de roble! ¡Corazón de flamboyán ensangrentado! Cuántas veces tu carne de raíces se ha quebrado en sangresavia de torturas. Cuántos frutos del ramaje de tu alma, aplastó al viento el huracán del mundo.

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Cuántos retoños muertos de tus sueños, en oscuras auroras de silencio. ¡Oh padre! Hoy grabé tu amargura en mi conciencia con un machete trémulo de rabia. Hoy bebí de tu savia y comí tus raíces torturadas. Hoy me sentí tu hijo, Padre. ¡Hoy juré tu venganza! Barcos Los barcos me dan la vida. Por esa negrura abierta al viento, a la sombra yerta de una muralla dormida. Más que tu piel perseguida me animan tus ojos quietos, los gatos grandes y prietos del Bulevar, la poesía bruja del mar, todavía. Los barcos me dan secretos. Los barcos siempre los barcos, la bruma siempre la bruma, el horizonte no suma la medida de sus arcos. Yo hablé de unos parcos y de una piel requerida. Quise explicar la salida del mar, porque a ciencia cierta 166


por esa negrura abierta los barcos me dan la vida. Hombre y pregunta ¿Por qué la vida en mí? ¿Por qué la vida? ¿Por qué mi corazón? ¿Por qué mi pulso? Si de tanta la hiel mudo convulso este paso fatal de la caída. ¿Por qué mi cuerpo aquí? ¿Por qué esta hendida soledad de mi aire y este insulso quedarme entre la sed y el vano impulso, mientras la tierra como un dios me olvida? En el centro del siglo estoy ardiendo. Hablo a la soledad y hasta la toco. Me abrazo a mi dolor y sigo siendo. Se apagan mis preguntas poco a poco. Vivo. No más. Y si el vivir no entiendo ya la muerte dirá si me equivoco.

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Inés Inés el viento el mar a veces cuando uno silba solo calle abajo y el lujo presuroso de recordar los pájaros serenos de mi barrio impasible a esta hora de plomo tú mirabas hoja ardiente crecía el silencio y el humo Inés la tarde el arco deslumbrante de la playa y su diálogo remoto de peces como labios sucesivos ritos del corazón y la memoria desatada perpetua más allá de este extraño mediodía dos amigos te nombran pensativos te buscan en el café con frío de las tres y la muerte fija en su noche única tus pasos la torre el sol la torre abandonada borrada a ras del alba como las tentaciones y Buenos Aires pasa Inés la bruma el milagro amarillo de las desiertas alas sobre el mar repetida tu imagen en su espejo infatigable de niña arrodillada estremecida siembras las astromelias brujas de esa tarde en que escuchaba a Bach como desde tu frente dejaba que mi cuerpo que la flama que el honrado total oficio de la fiera recorríamos

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la casi diminuta infinitud del aire para volver Inés como los marineros de ceniza los ojos tendrás y el mundo martes como este cigarrillo que se apaga y se apaga San Juan, 1969 Octubre en pie De tanta noche pleno voy cayendo, la luz vivida ya de mi ejercicio, el claro sentimiento de mi oficio en la pena del ojo residiendo. De tanta noche tanta padeciendo rebota el corazón sobre mi juicio; un OCTUBRE de plomo en sacrificio, el aire de mi mano está pidiendo. Decidido elaboro en mi caída una lanza de sal para mi herida y una herida de sal para mi lanza; que en mitad de la sangre amanecido, si me pierdo salvando lo perdido, daré la perdición por esperanza.

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Resumen de balcón y noche Lo mejor es pensar que todavía me quedan años de cordel y bruma nadie sabe que temo a mis errores como a perros frenéticos porque los sufro a diario entre almohadas de fuego inútilmente volteadas porque nada impide la sal de los colmillos contra las pantorrillas del espectro y anoche y anteanoche escuchabas palabras que debí entender y no quise y desperté cansado y me fui a mirar al espejo para volver al sueño con los ojos del pez antiguo inútilmente vivos en mi cara así espanté los fuegos fatuos que todavía saltan se juntan y se parten del monte a la quebrada a la sala perdida del abuelo Pepe el hosco semental que no vi que un día cuentan halló a Mamá Justina en traje nuevo empolvando el hermoso rostro que ni la muerte deslucía la miró con los ojos de calcular almudes de café dio la vuelta ¿qué te parezco? preguntó la enferma nada te luce ya dijo enfrentándola 170


estás vieja, ¿comprendes? vuelvo hasta mi balcón al fuego fatuo de los barcos que pasan como suaves racimos de luceros al hombro lento de la hora ¿qué hago despierto? ¿de dónde llegan voces que nunca pronunciaron mi nombre y ahora quieren ser ellas en mi noche hablar al ritmo silvestre de mi mano? ¿por qué Mamá Justina pidió una vela y fósforos la noche que la hallaron agonizante y ávida de una llama pequeña? ¿qué hice yo que me buscan los muertos de testigo? si yo no era ni sombra causal como fui luego cuando tío Silva el joven humillado y perdido por su propia familia tendiose en la camita junto a su amor humilde y ciego de soberbia ternura enamorado mató como quien besa y duerme y buenas noches y se voló las sienes por no quedarse solo. San Juan, 30 de marzo de 1982

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Edgardo López Ferrer Toa Baja, 1943. Ha publicado los siguientes libros: Con-trabando (1990) y Cifrado espejo (2005); tiene en preparación El tiempo en la poesía de Eliseo Diego. A tantos días A tantos días de ayer, busco la misma sombra; caigo sangrante, ligero; contemplo la tierra frente a frente... (A veces pienso que la vida, es el tiempo de Dios sobre las cosas.) Ante un retrato de mi madre Lo vivo lejano… José Hierro Cuánta serenidad hay en tu frente, madre. 173


Sol exacto. ¿Por qué hoy busco el equilibrio de otros ojos en los tuyos desde esta soledad que no conoces a pesar de ser tan tuya? ¿Quién eres? ¿Qué nostalgias incendiaron tus sueños? ¿Serán un mismo río el amor y el olvido, y un mismo silencio la ternura y el viento? ¿Será tu luz la de mi sangre? ¿Será tu imagen la de mi muerte? ¿Cómo asir la prodigiosa muerte del mediodía de tus ojos? ¿Serán estas palabras el mudo espacio de tu presente? ¿O serán mis palabras la pérdida que ausculto 174


en tu mirada? Tal parece, madre, que en ti y en mí sólo una verdad habita: el tiempo. Décima a don Pedro Vive la luz, ¡resplandece! en tu frente amanecida. La palabra redimida por tus labios, estremece. ¡Cómo la tierra se mece en tu entraña campesina! ¡Cómo tu sangre ilumina en su verdor derramada! ¡Cómo de la Patria amada la libertad adivinas! Déjame Déjame que descienda por tus venas y regrese a tu pecho, triste y puro; déjame desatar contra ese muro, en dolores y furias tantas penas. 175


Déjame caminar en tus arenas hasta encontrar mi corazón, maduro y despertar sobre ese cuerpo duro que lleva tu vivir y tu condena. Déjame que descienda en tus enojos y sienta en tu dolor la misma huella que dejó el corazón sobre mi mano... Déjame que descienda por tus ojos y desde tu mirar como una estrella ¡déjame que descienda más humano! Del ser A don Miguel Rosado Contemplo los retratos de los héroes. Encuentro en ellos el árbol de mi infancia. Me miro en él sin temor al vacío. Trepo hasta sus ojos, que son también los de mi padre. Ausculto el tiempo Desde el bosque 176


–río de sangre– piedra de lumbre.

Hoy hablará

Discurso

de paz, el Presidente... ¡God Bless him! Son las siete y luce minicara. Todos sus huesos están completos. Ha revisado ya su sangre, su nariz, sus garras; su voz más Dean que MacNamara, está afinada. Hitler y Spellman dirigen su mirada; un democrático napalm

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florece en su sonrisa. Ya se dispone a hablar... Tiene todo lo necesario para hacer su discurso... ¡La paz sea con nosotros! Más que palabras Escribo. Tiempo soy, muerte segura. Vivo y respiro por la luz de la palabra, y a veces digo amor, querida, alma. A veces sueño, sonrío, hablo, y digo Dios, mujer, 178


pájaro, nube como si todo lo dijera. ¡Tiernas palabras! ¡Simples palabras! ¡Huecas palabras! Hoy no sueño, ni rezo. No estoy para bobadas. Alzo mi voz y el puño para decir Vietnam, Santo Domingo, Cuba; hambre, miseria, odio, napalm, niños quemados. Grito y maldigo al invasor. Mido la sangre. Y os recuerdo –alerta– la palabra muerte.

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Carlos Noriega San Juan, 1938. Ha publicado los siguientes libros: Presencia en el tiempo (1964), Búsqueda y encuentro (1968), El tiempo y las raíces (1976), Espejo de lluvia (1996), Cuando escribe el silencio (2000). Adiós Eres tú y es el frío que sale de tus ojos y es la risa que se empolva con el día y es el tiempo que se gasta con las venas y es la noche que se acuesta con la tarde y es el sol que se quema con un beso. Eres tú y es la sábana que arropa tu sonrisa y es el viento que se esconde entre las piedras y es el llanto que se guarda en una carta y es la sombra que siempre nos acecha. Eres tú 181


y es la vida que siempre nos espera. Confusión de círculos A Vieques Se cierra el círculo. Veo el canal donde a diario se arroja basura Se achica la imagen a proporciones digitales Alguien cerró las puertas del Amor Se quebró la esperanza como una manzana partida en dos como una cabeza que de repente pierde los ojos como labios envejecidos y pintados por la muerte Se cierra el círculo Sólo que ahora nos golpean los bárbaros Se sacian en la desgracia ajena Les importa un comino el mundo de los tristes –que se bañen en estiércol los niños nos gritan mientras le inyectan uranio en la sangre– y se mueren de cáncer 182


Ah bárbaros que todo lo pueden con sus billetes de banco Huyen los tristes Lloran las madres ríen los políticos Se deprime la tierra con tanta bala enterrada Se cierra el círculo Se nos tira encima el Pentágono Crece un hervidero de hormigas igual a un hervidero de ratas Nos ofrecen en bandeja cuarenta millones de plata No cuadro con mis fichas en este círculo Me falta oxígeno si me encierro en una cápsula Se oscurece el aire si me detengo de perfil Me apresuro a salir por el techo sin amarras Abro las ventanas y saludo a los árboles Y las palomas que vuelan a lo lejos Se cierra el círculo Me enferman los hipócritas La tierra contaminada en Vieques Los políticos que se venden como putas La mano del poder insensato El aumento del cáncer en los niños La dignidad que se arrastra por dinero

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El miedo que paraliza a los cobardes La barbarie anunciando su hora exacta Se cierra el círculo Apoyo mis huesos en la tierra sin bastón Camino con mis fantasmas en una jaula Pero no suelto mis raíces por más que digan Es triste saber que la traición puede tomar la forma de un beso sin que lo sepa el tabernero que el interés puede cambiar de cancha con sólo cambiar un sombrero Por eso es preciso abrirle una ventana al mar sin dejar nuestro sueño en un tintero sin que importe que se nos descosa la suela de un zapato o que la sal del viento de repente pudra la madera Se cierra el círculo Se desfleca el alma cuando llueve sin pasión y no hay paraguas cuando llueve en Vieques en un abismo y se quema la tierra entre las manos 184


Ruedan los filamentos descosidos del paisaje Se cierra el círculo Suplico que alguien perdone mi mala letra Sigo descombrando por el mundo tantaleando sombras noriegando el internet con sus olas qué hacer si a las dos me quedo con mi insomnio y sin café sin un reverbero que me asuste y me diga que un incendio puede ser más fuerte que una lágrima Que nadie pida mi libreta de apuntes antes de que suenen las campanas a las seis Se confunden los círculos Me envuelven sus paredes de miradas plásticas Me miran desde sus balcones grises Los miro con mi rabia negra de sesenta años Tienen su historia sus miradas frías Sus círculos empapados de acrílico Nada importa este viernes Cuando mando a callar al importuno Que inventó el reloj La serpiente forma un círculo cuando se parte en dos la manzana 185


y pienso que todo camino se quiebra cuando se cierra una puerta sin sopanda Que no se me olvide prefiero a secas el sexo de eva a la quijada que mató a caín aunque suene a disparate Ahora digo VIEQUES LEVÁNTATE Y ANDA Se cierra el círculo Palabras escritas en la lluvia He colocado en fila india mis palabras, mi soledad quebrada por puntos suspensivos, mi espada sorprendida por tanta máscara girando en el espejo. Se confunden y se atropellan las nubes que buscan en la delgada voz del cielo el sabor del tiempo en la memoria. Se emocionan los árboles Que escuchan erguidos Cómo se agrieta el barro 186


Que lleva el alba en sus bolsillos Y cómo crece de pálido el fuego En el frío corazón de la lluvia. 30 de octubre de 1991 Recuerdo Nadie regresa a su primera risa a su balbuceante sílaba original al primer sueño inocente de los árboles, nadie le sonríe dos veces al leñero que vive sin prisa en la luna. Caminamos entre extraños alimentados de monóxido rumiando nuestra vieja hambre ancestral la doble sombra que tiene la angustia resguardada por el tiempo y se nos viene encima el primer paso vacilante, la primera palabra entrecortada con las cenizas, con el humo ondulante de la primavera enterrada por la humedad de los años, ahora recuerdo la primera rosa abierta en el patio de mi casa, la poderosa mano de mi padre como paraguas extendido que tocaba mi cabeza, y entre tanto sigo, 187


porque no conozco otra piedad que la mano de una madre sobre la sien del hijo. ¡Oh, yo deseo un sitial tan alto que pueda ver por una hendidura mis días de niño, las pajaritas de papel el color de las chiringas mis viejos soldados de plomo que caían heridos en guerras de juguete, pero sigo ahora, entre caras fermentadas por el ron madrugadas de envidia disecadas de entendimiento y con el hedor que deja el orín en las cañerías de las casas antiguas, buscando la nota transparente la espiga desgranada la canción de los árboles!

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Antonio Cabán Vale Moca, 1941. Ha publicado los siguientes libros: Un Lugar fuera del tiempo (1977) y Penúltima salida (1978). El verso dice… Intentando un olvido que no entiende, sube y circula, baja y circula con la conciencia a cuestas. Comprende que le abruman las palabras del huerto; la indecisión de Hamlet. Y que, inclusive, renegó de la tarde, la noche, y de muchos motivos que otros hombres dijeron. No obstante, según me ha confesado, ninguno, como él, bebió con tal arrobo las luces transitorias del poniente mientras el mar, con intención de amante, se abrazaba a sus piernas. (Esto me lo contó ¡muy a lo íntimo!, en un bar apartado, sucio; de mala muerte.) En los últimos días se le ha visto reír como llorando; y recorrer las calles, trémulo, 189


sin proferir saludos. Por esto... ¡y por quién sabe! se cree... que cuando Antonio se estaba frente al mar, intentaba un olvido. Era el comienzo del amor Olvidado de todos esta tarde bebo un café muy solo y te recuerdo caminando en la calle, pensativo, perdida la mirada en el silencio. Recuerdo tu mirada, tu sonrisa, el aire se hizo ala en tu cabello, y el sol igual que un niño se enredaba a tu falda de flores, lo recuerdo. Era el comienzo del amor, lo vi en tus ojos, y juntos caminamos bajo un cielo rumoroso de palmas y palomas, la bahía era un valle de luceros. Era el comienzo del amor y fuimos juntos, brillamos como un astro, lo recuerdo, a lo largo de la noche iluminada, con el mar acompañando nuestros besos. Hoy soy el desterrado

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Hoy soy el desterrado, el vagabundo huérfano de frente atormentada que asoma por la puerta de atrás, entre amapolas. Las estrellas aúllan en mis ojos sombríos y en el puño nudoso llevo una vara oscura para azuzar la muerte. Riego por el camino la pisada del loco; aviento la nostalgia, esa semilla extraña que aflora con la lluvia: trébol de cuatro hojas en la mano golpeando la ciudad y sus muros de odio y desamparo. Soneto Dulcísima Loraina, piel de luna, doncella de mis noches encantadas por la costa del cuerpo, la ensenada de tus hombros navego, por la bruma del deseo sin bridas, a horcajadas me sumerjo en los valles y las dunas de tu vientre fecundo, por la ruta de labios y mejillas, asediada. 191


Eres al corazón, Loraina mía, Eva primaveral, dación de vida en el altar del beso propiciada. Fruta madura que la miel destila y gota a gota fluye ensimismada hacia el centro de ti, en llama viva. Soneto de amor A qué llamarte, di, si a cada labio duele tu nombre dicho sin respuesta sombra y silencio con cautela acechan todo intento de ti, y sin embargo, irrefrenable busco algún espacio que en su forma segura te contenga, empeño inútil es, que tu belleza no puede contenerse en unas manos. Te nombro, busco, sueño, te deliro llamarazo de luz inaprensible; ¡qué afán me mueve a ti!, ¿qué fin alcanzo? ¡Oh, maravilla de este amor sentido, aunque al llamado de mi voz no asistes, de esta mi soledad te estoy amando!

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Sonetos de soledad I Un día como hoy yo estuve cerca del esplendor maduro y la tersura de un ser mío tallado en la penumbra del cuarto familiar y la cocina abierta. En donde la caricia fabricada era de luz, de colmenar, ¡dulzura! de abeja alucinada de ternura que en el darse crecía y aumentaba. ¡Oh alero de quietud, árbol de sombra! que en la torpeza del buscar fue destruido. ¿Dónde persistes tú?, ordenadora de mi espacio disuelto, torbellino que inútilmente busca su reposo y en su ir y venir recobra el giro. II Contra un cielo extenuado, tarde yerta, ella con sus tres sombras fue igualando la ausencia y la distancia al despoblado momento del adiós y de la espera. Se estremeció la noche, era cierta la huida, inevitable el cerco desolado. 193


Mi soledad reconoció su ámbito. Mientras tocaba fondo la tristeza, aumentaban los círculos, las ondas que movían su pie a otra ribera. ¡Qué cerrazón de luz, ciega mirada! Era saberme solo –torre sola–, sin paloma de arrullo, sin estera, temeroso de verme frente al alba. III ¡Con cuánta lentitud, corazón mío, desandas tu dolor de enamorado! ¡Qué lento caminar, qué solitario el trecho del que ama sin olvido! ¡Oh lugar desolado y tan temido! Escucho nuevamente antiguos pasos. Vuelve la soledad, vuelve el quebranto a turbar en la noche mi camino. ¡Oh poder del amor, extraño sino de dar vida y dar muerte en un abrazo, pues doliendo das orden y sentido al pobre corazón desamparado, que en la pasión y el odio, confundido, mata el amor buscando ser amado!

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Un día Un día, junto a los surcos, o en la redada de los pescadores, cantaremos la canción más antigua del hombre. ¡Vendrás... no sé... por qué camino! Quizá amarrada a otro talle, o bebiendo el agua en la cuenca de otras manos. Como mi amor por ti no es el de antes, detente en toda cosa que te acerque a mis brazos. Mientras tanto... pacientemente, hundido en la hojarasca del otoño, bajo el sol tedioso de verano, bajo la lluvia espesa, como gota de savia, hasta que pudran mis pies y caiga a tierra, aguardaré tu paso. Allí, una aurora naciente, más nuestra, reanimará los párpados. ... y volveremos a cantar, a danzar, la canción más antigua del hombre, al ritmo de yunques y martillos ensayaremos siempre la canción de los siglos, en estos cuerpos nuestros, nuestro cuerpo de hombre, cuerpos de tiempo y barro. 195



Ángelamaría Dávila Humacao, 1944-2003. Poetisa y cantante. Ha publicado en poesía: Homenaje al ombligo (1966), Animal fiero y tierno (1977), La querencia (2005). La enemiga más íntima La enemiga más íntima se esconde detrás de una costra en la esquina extrema derecha del espejo. despegué para desinfectarla. llaga y translúcida supuró viscosa con vientre de arriba corrupta y ondulando; mastica que mastica sin dientes quiso tragarnos: ‘jíbara, negra, puta, parejera, nadie querrá quererte nunca.’ eres un poquito de mierda en tu pantano cien por treinticinco. tu historia es un chispito así, tu casa está dolida. ¿cimarrona? ¡ja! serás violada y muerta para escarmiento de tus abuelas...’ Njú. invocadas; en luz llegaron las abuelas diligentes y chiquiquechiqui 197


cantan bajito en clave de tambores. el susurro ancestral de risas graves dirige el aire; apunta en el oído la gestión de los pasos, convoca la conjura, reúne materiales en la mano dictando la receta: machaque en almirel: un ají bravo una pizca de polvo con sangre antigua seca más cinco gotas de la nuestra, una espina de Ceiba, revolví con tres gotas de Yerbabruja, un buchito de mar de Caborrojo, un poquito de huella de pisada de Albizu: y se lo di a probar. Puedo decir te amo Puedo decir “te amo” como dicen los libros, las canciones y las películas. el peso de los siglos se encarama por mis palabras apabullándome, mordiéndome la nuca. puedo amarte o me amas pero los brazos que tiendo para apropiarme un poco de futuro tropiezan. la esperanza que fundamenta mi risa, 198


la claridad que intenta destruir un poquito de la miseria tropieza con tu entraña tropieza y me amorata con golpes de aire duro. el hilo de agua carcomida fría devorándonos por los siglos de los siglos, persiguiéndonos ha tomado mi casa por asalto y acecho se mete por tus ojos duros cuando desprecian me escupe por tu boca derrocando margaritas. querido no eres tú, no quiero que seas tú no es tu amada cabeza la que piensa mi muerte es la sombra podrida de la historia como un vaho de redes hediondas y difíciles. no eres tú quien desmantela torres dicen que de palomas no eres quien acuchilla la vida que nos toca, es que hay cosas más fuertes que mi sed de quererte que mi abrazo más alto que todo lo que pueda reunir en una caja de música más que la canción sonora de dos notas amigas que cantamos un día. claro que no eres tú, pero es tu cuerpo hermoso el que se aleja son tus queridos ojos los que yelan es mi querido hombre el que me ataca. la estrella que yo sigo 199


está tan lejos, tan herida que no me alcanza el tiempo para poder amarnos como pudiéramos; detenidos amantes entre ayer y mañana ya servirá de algo para alguien un día –como servirá entonces nuestra pasión inacabable por la patria– queremos fieramente: querido mío amado hombre querido. Tu cuerpo siempre cálido tu cuerpo siempre siempre siempre tu cuerpo cálido tu piel la más jugosa sin embargo el misterio me amiga hacia el abismo loca desesperada contenida fluyo voy hacia la catástrofe atragantada desmelenada pensando descifrar el bolero que dice que sirvo para algo que una flor en mi pelo es algo serio pero detrás de cada beso juega un hueco – horror donde se pudre lo que la historia jodió con tanta cosa devoro estrellas los dioses establecen su pauta – el labio 200


lucha a su muerte –violento–con la sombra no importa sigilosos chapoteando cercando el fuego en celo acechantes de la fiera del miedo apareando el acoso buscamos la caricia la dulce metedura conjuramos: ¡Aquí tu cuerpo-tú! más caliente que nadie más jugoso revueltos y fogosos sabios desesperados mojados ávidos hasta no poder más sobándonos sacudiendo las entrañas resbalando nos movemos nos venimos mirando hondo espantando fantasmas decifrando el bolero esperando el milagro. Allí está la alegría que se retuerce intensa en la tristeza en un rayo de sol desesperado que se cuelga obstinado entre las ramas retorcidas, viejas, de los árboles negros; de flamboyanes negros, con recuerdos de sangre caída; coagulada de pétalos, al borde del barranco, silencioso y cuajado de murmullos. Allí está la alegría, resbalando constante por las ramas opacas y sombrías 201


y cae, ya fatigada, cansada de luchar contra las sombras; arropada de lágrimas… El largo día del hambre Un día terremoto un día de ausencia un día cuchara enmohecida un gran payaso triste volteando su tristeza en un sartén inmenso pero no interminable. hace pocos minutos acumulados en todos los rincones que este gran día hueso, día pelambre, hueco silenciado, día palabra hinchada y abolida, día humano y tristísimo que a pesar de la yerba y del amor flagrante transita risa y seco flaco como el final del hambre alimentada. hace muchos minutos –ignorados por la continuidad del agua y la candela acumulados como hormigas remotas en axilas jadeantes anclados en la frente de la arruga– que los panes alegres se entristecen 202


con las manos ganadas con su sudor de tierra. este gran dĂ­a siempre, acorralante acorralado con su final marcado con un nunca futuro cuando todas las muelas al fin serĂĄn usadas; marcado en su trayecto de caracol voraz por la paloma acuchillada y el tigre acuchillado y el hombre y la paloma y la tierra y el pan acuchillados; para un final redondo y expandido para un dĂ­a palabra con flores en las tildes dĂ­a de sudor distinto y corregido, cuchara reluciente, ala correcta y tierra reposada.

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Andrés Castro Ríos Santurce, 1942. Ha publicado los siguientes libros: Muerte fundada (1967), Don de la poesía (1974), Libro de glosas (1980), Transeúnte de niebla (1991), Receta de mujer (1994), Libro del cuerpo y el alma (2000). Andando por tu piel Andando por tu piel perdí la cuenta y me encontré de nuevo en la mañana: toqué mi corazón mil veces vivo, besé tu infancia y así como los huesos que se visten con carne y con palabras, vestí tus labios con fuego de hace siglos hasta que el polvo del amor se durmió en tu mirada. Pájaros de tus ojos gimieron cielo arriba escribiendo en el vuelo de tus alas, terrible corazón que tengo tras tu lengua y detrás del fragor de tu garganta. Todo lo eres cuando estás conmigo y yo contigo pulso noche y alba: canción que se enternece en nuestros dedos si la roza el fulgor de la nostalgia. Todo se nos presenta en aire y tierra, se nos da cara a cara y es el sol del paraíso sangre adentro con la propia maravilla que es el alma. Porque andando por tu piel supe del tiempo, 205


de toda la alegría y su sustancia: otoño y primavera que retornan a los brazos sabiamente y con ansias, luz de luna que rasga con tu cuerpo cada página que pasa y andando por tu piel perdí la cuenta y entendí que a la vida me llamabas. 14 de diciembre de 2000 Aquella niña que no tuvo sus muñecas Estuve ¿cuántos meses? dialogando secretamente con tu cuerpo, cómo eras cuando niña, tus muñecas, si las hubo, los días que tuvieron las mismas horas, pero más tristes, más dulces a la manera en que contabas tu serenidad y aquella seriedad desde niña que abriría ese cuerpo de mujer. Lloré dentro de ti tus angustias, me enfadé con la miseria y comencé a guardar secretos para aventar la memoria: allí en tu vientre, madre, de hinojos y como rezando por un mundo mejor escuchaba tus latidos, el rumor del amor con que me guardabas de estas furias que llenarían después cada paso que diera, en esa noche pude quedarme, pero tú querías que tomara al dolor por la cola

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y fuera, como fui luego, como soy, otro rayo despertando a la esperanza. Pequeño tuyo, entonces, ahogaba mi sed en tus aguas, besaba tu calor sobrecogido dentro de ti y preparaba los sueños de mañana, cómo sería el amor fuera de ti, cómo vendría el corazón a ser ya otro, fuera de tu órbita y abrir los ojos para ver cómo me expulsabas de tu paraíso. Entonces supe cómo eras cuando niña, muñecas que no hubo, darle la cara al miedo de vivir rodeada de monstruos, el plato, que sí había, ya no estaba, la soledad a los siete años con el hambre en la boca, sin madre prematuramente y prematura tú en el camino del dolor, cómo pensarlo, madre, ya lejos donde estés, cómo ahora que este hombre sigue siendo tu niño, tu relámpago de octubre, enemigo de la injusticia que aprendió desde tu vientre aquel amor con que los cobijabas y que te fue negado en silencio y así lloraste las mil y una noches por todos nosotros, porque eras distinta, perdóneme la muerte, y así me enseñaste a combatir el olvido, querer al perseguido, al humillado, porque por más que te pienso eras distinta, triste hasta la tristeza

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y sigues siendo para mí, donde te encuentres, aquella niña que no tuvo sus muñecas 12 de julio de 1999 Glosa ¡Qué triste es una paloma cantando al atardecer, más triste es una mujer andando de noche sola! Folclor puertorriqueño I La paloma que voló desde mi sangre cantora, es hoy la que te enamora y la que un día me amó. No puedo decirte yo lo que a mi pecho se asoma, porque la muerte nos toma en su cauce desdichado, porque al verla que ha volado ¡Qué triste es una paloma!

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II Llévate tú la mentira del amor que me ofreciste, que el pecho se queda triste a condición de su ira. Llévate el sol con que mira el fuego de tu querer, que si es mi dicha perder lo que tu amor me fingía, quedará la pena mía cantando al atardecer. III Vete por el mundo y grita que el amor es poca cosa, corta la mano amorosa que el corazón necesita. Corta la dicha maldita que nunca pude tener, porque llegando a perder lo que nunca se ha ganado, si es triste un hombre olvidado más triste es una mujer. IV Ya está logrado tu olvido con la sangre de mi amor, 209


ya puedo verte mejor sin el pecho conmovido. Murió el último latido y nada el aire enarbola, tu amor al cabo se inmola en la sal de la agonía, y espero verte algún día andando de noche sola. Los asesinos (2) La sangre se ve a leguas. La muerte se pasea. La sangre abiertamente es directo camino, por allá un corazón desgarrado, una muerta sonrisa, la sangre es el juguete con que juegan los niños. (Ay amor, que pasas con tu cuerpo abriendo flores y no tocas esa sangre con rostro de martirio): esa sangre inocente ya no tendrá más sueños caminando a merced de los mismos asesinos. Se revientan los ojos con la fiebre de los párpados de mirar tanta muerte globalizada y al dedillo: la muerte CNN a colores cada día como un acto programado en el instante y deportivo. Ay la muerte en la pantalla con misiles tan seriotes: George Bush y Tony Blair con el asno de Aznar como castigo, así muere la vida cada día de Dios por el costado ¡qué fácil es la muerte cuando aplaude el delirio! (ay amor, que nos quedamos solos con la frente dolida, 210


amor que aún bombardeado pertenece al destino): te deseamos suerte cuando pasas cabizbajo entre la sangre, cuando amaneces en la pobre esperanza de los niños. Y los niños de Oriente caminan con sus cruces cuando llueve la muerte porque aunque niños, no conocen los pasos que dan los niños gringos: rosados de arrogancia con sus noches de fiesta no saben del cadalso ni estar bajo la sombra de un gatillo. (ay amor, que buscas la justicia para todo este tormento, amor, la justicia está muerta allá en su exilio). Sangrante el corazón latiendo a leguas, la muerte se pasea, el corazón está sangrando ahora y aquí mismo, doliente corazón fusilado allá en Oriente por esos nuevos nazis de odio y genocidio. Que venga Dios y mire largamente su tierra destrozada y piense con su ira que por ahí quedaba el paraíso, Dios con su puño que venga y arroje de la vida a todos esos dioses arrogantes de espanto apocalíptico. Es la hora de los hornos, dijo Martí, con toda su conciencia y es la hora en que el mundo se conmueve con un dogo y sus perritos: la hora de las vísceras y el miedo y la angustia inquisidora, es la hora de los hornos y los hambrientos y milenarios cuchillos. Todo lo que nos duele desde ustedes, carajos presidentes, se volverá escarlata como la rosa del martirio.

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Todo tiene su precio y el de ustedes, como la espada de Damocles, pende precisamente de un globalizado y tenue hilo. Ay amor de mis entra単as que ensangrentado escribes: asesinos, asesinos, asesinos. 30 de marzo de 2003

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Alfredo Villanueva Collado Santurce, 1944. Ha publicado los siguientes libros: Las transformaciones del vidrio (1983), Pato salvaje (1991), Entre la inocencia y la manzana (1996) y Pan errante (2005). La divorciada Casé, apenas salida de un lugar en la nada, con un hombre mayor, que me quiso. A su modo. Ansiaba más que nada tener una familia por aquello de haberme criado solitaria. Anhelaba un amante que fuera mi padre; para quien yo pudiera jugar a la muñeca. Él entraba y salía. Él entraba y salía. Yo, preñada y parida. Yo, preñada y parida. Era fácil quererlo cuando al hogar llegaba porque al irse dejaba tras de sí compañía. Sus llaves demarcaban fronteras definidas. Yo cuidé los juguetes de carne y sueño. La casa, las comidas, las cuentas, las flores, las goteras, los llantos, bautismos, funerales. Siempre con la esperanza de su regreso. Siempre con el alivio de sus despedidas. Mas un día arribó, y no partió de nuevo. Desconocí al extraño extendido en mi lecho. ¿Por qué me requería, cuando no deseaba dar el pan de mi vientre, el vino de mis manos? Me fue creciendo roja la flor de la angustia. 213


El espejo, empañado, me rehusó la imagen. Busqué en los recovecos y en las enciclopedias. Ni esquinas ni palabras contenían mi nombre. Pregunté a las vecinas y a los desconocidos. Me miraron sin verme. Nunca había existido. Y al fin, para encontrar a la mujer perdida, este desgarramiento. Feroz, mas necesario, que hace daño y libera y hace daño y me lanza desnuda, transparente, a caminos que aterran. Pero he descubierto que soy fuerte. Sobrevivo. En esta soledad recupero mi nombre. La muerte del ángel No estamos para cuentos. Los cuentos no existen. Existe el poema Clavado en el mero centro de una explosión de nervios. La vida duele demasiado para bibliotecas de Babel o jardines de ruinas circulares. Nadie nos sueña. Esta piel desollada por el tiempo, esta entrepierna que ya nadie visita, estos sobacos de sal sin lengua, este mercurio que todavía quema mientras circula 214


desapercibido, por los recovecos; este azufre, hirviendo en la histeria de capilares rotos; esta saudade que por los orificios se cuela, desgarra y rehace mientras va pasando hasta que borbotea sobre una superficie, chorro de sangre, lágrimas y semen, cada uno marcando la presencia del apórico híbrido. Ángel casi humano, casi muerto, pero no del todo ni muerto ni humano, sobre la hoja de un bandoneón navaja. Se estremece y tiembla en el empalamiento. El placer del dolor le renace las alas. La poesía Chorro de semen o menstruo. Una verborrea. No salva a nadie. No conduce al cielo ni al infierno. Morimos con ella o sin ella. Nadie la protege. Muchos la . . . mean. Una puñeta 215


putafísica, exhibicionista, onanista, sentimentaloide, llena de sudores gemidos y llantos, rabietas, orgasmos y depresiones, lunas y lirios, castillos y amantes, mediocre pantano cibernético. Baila al son que le metan, hipócrita siempre como buen político: pagana, cristiano, bugarrón, doncella, victimario, víctima.. Para salvarla hay que devaluarlo, disciplinarla, desnudarlo en público, morderle las carnes, caerle a patadas, hacerla arrastrarse hasta que revele

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la paradoja de su teorema. Oración neokristiana Pingüino nuestro que estás en el Antártico, santificado sea tu huevo. Venga a nos tu témpano. Hágase tu voluntad así en el agua como en el hielo. La sardina nuestra de cada día dánosla hoy y perdona nuestras pingüinadas así como nosotros perdonamos a los que nos pingüinean. No nos dejes caer en la boca del tiburón izquierdista o la orca liberal mas protégenos del calentamiento global. Clik, clik.. 217


Poema al respe(c)to Obscenidades en cualquier idioma: conceptos que imponen control al sujeto. Cabrón, Carajo, Puñetas, Hostias. Ingenuas voces del hablar del pueblo con las que sazonamos una lengua que aburre a veces por desabrida. Culo, Mierda, Cojones, Coño, partes naturales de los cuerpos que los fariseos neokristianos pretenden ausentar de sus anatomías. Ninguna busca poder o dominio. Están felizmente libres de cadenas. Ah, pero dadme esas otras palabras, las más groseras del diccionario: Moral, Derechos, Pecado, Reglas, y la más ofensiva de todas: Respeto. No respeto por el hermano cuyo color de piel es diferente o respeto por los que ganan el sustento en campos y cocinas. 218


No respeto por las que nos crean, forman, aman, cuidan y entierran o respeto por los ya marcados por la implacable nieve del tiempo. No respeto por los abandonados en los sistemas de explotación máxima, ni por un planeta desmoronándose bajo la férula de una especie asesina, o los que levantan la voz, furibundos, por tanta injusticia, tanto descaro. Respeto, sí, por pautas y leyes; todo lo que quite poder al individuo. Respeto, sí, por los representantes de las supersticiones oficiales. Respeto, sí, por los cuentos chinos que pasan por palabra divina. Respeto por la posición misionaria, la familia patriarcal, la monogamia, la ficción que el mundo se hizo en siete días, que no somos primos de los primates. Las multinacionales, gobiernos genocidas, las bondades del capitalismo avanzado. 219


Respeto por la tortura, la censura, la virtud cardinal de la codicia, el no cruzar la calle en rojo, ni mearse en público cuando no hay inodoro. Respeto por el mal arte, si vende. Por la mediocridad todopo(n)derosa. Añado a la mogolla mi sal caribeña, un chorro de vinagre, y un buen chin de pimienta: ¡Me cago en dios! ¡No me da la gana! ¡Váyanse todos a la puta mierda!

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Antonio Ramírez Córdova Bayamón, 1941. Ha publicado los siguientes libros: Humo y viento (1962), Si la violeta cayese de tus manos (1984), Para cantarle al amor (decimario, 1997). Si la violeta cayese de tus manos sobre la noche oscura, y si el abismo de un clavel es un pájaro en árbol y en alero y en vilo del solitario reino… Es que digo tu nombre como entonces en el fondo del ala, y en el rastro de luces de la lóbrega piedra, donde se mezclan las espumas, el rocío y el ámbar, y aquel inmenso barco de papel que navegaba hacia la ausencia con voluntad de piedra; y ese sombrero viejo enfurecido bajo los cinco pétalos del viento y del azul que habla sobre palomas. En aquel tiempo tus palabras eran más tristes que el olvido. Las elegías aprendidas en los barcos noche a noche. La voz de un árbol cubierto por la lluvia en el silencio. El hundimiento de un pájaro en el puerto. Y lo absurdo era absurdo. La dura cara de las cosas, un horario de sombras para olvidarlo todo.

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Y a pesar de la noche que tornábase noche, y a pesar de la red tendida entre nosotros en los días de lluvia, tus palabras a veces se llenaban de flautas, y bastaba nombrar un país diminuto, las velas blancas de un lugar, donde los cuervos espiaban desde lejos en el azul intenso, aferrados a la distancia petrificada, como un caballo castrado en un cuenco de sombras. La bandera de lágrimas izada por el viento, y la distancia en fuga, y nuestros ojos náufragos. La tempestad erguida como un dios en palabras. En silencio contábamos historias. Tu nombre siempre dicho en la taberna. Tu mundo gris a solas como los búhos. Tu dolor que no es de muerte ni de sombra. Y tu grito perdido que es un duelo de mirlos entre las altas peñas. Y el sombrero de copa de tu payaso viejo que contemplas. Tu payaso tristón tumbado en mis abismos desconocidos. Tu septiembre y tu marzo. Tus ojos que se tienden sobre el reino celeste, interminable; contra mi cuerpo a veces.

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En el lugar azul, hecho de mar y viento, tu mirada fue magia que nos abrió la vida permitida en el tejido ensueño de lo eterno. Como estrella presagiada que nos unía alma adentro. Eres como una maravilla que invade cada día el rojo edén donde los dos anticipamos el infinito con sus nubes de ovejas blancas, remotísimas, como el ángel azul de ojos abiertos que nos vigila desde el signo inmóvil de lo eterno. Algún día veremos ascender al pájaro de fuego en una casa frente al mar, con la corona del amor en las manos. Y con el alma iremos a la dicha de nuestra suerte, 223


en algún lugar de la noche. Y nos haremos vida entre las olas. O puro instante imaginado. Décima 31 Voy a inventar el amor en el jardín de mi alma, y también haré con calma el camino del candor. Y cuando surja el color de la canción que musito escucharé el alto grito del corazón que me llama, porque su latido exclama que le inventé el infinito. Décima 49 En tus labios encendidos es que reina mi sentir, pues encuentro en tu vivir luceros amanecidos; y verbos embellecidos en la luz de mi desvelo porque esta vez voy de vuelo para encontrarme en tus ojos, 224


porque me viste de hinojos bajo el temblor de tu cielo. Poema 4 Porque por mí pudo ser horizonte o sol al mismo tiempo. Porque siempre escuchó con la máxima atención cuando hablé en voz alta de mis tinieblas. Porque han pasado los años y aún quiero recordarla. Escribo estos versos que jamás habré de terminar. Poema 12 El tiempo viejo me vuelve a los ojos. Tengo todos los lápices en la mano. Busco palabras para ti que no envejezcan. Soy capaz de todo. De buscar en el pico del pájaro marino la rosa de los vientos y su trenza negrísima para que tu sonrisa tenga cascabeles y colores inmensos.

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DĂŠcada del setenta



Década del setenta Al iniciarse la década del setenta se encuentra aún en la cumbre la oleada poética de la generación del sesenta. Sin embargo, la “renovación” comienza a germinar en la forma de una resaca, un reflujo, un regreso del péndulo, que coincide, y seguramente acelera, la aguda crisis política y social que se precipita a fines de siglo. Contra las certezas revolucionarias, las proclamas libertarias y el testimonio del “hombre nuevo”, los poetas de los setenta se dirigen a la reinternación de una intimidad que no renuncia a sus compromisos, pero que, no obstante, los problematiza y subjetiviza en mayor grado que la poesía precedente. Este tránsito sobre el resquebrajamiento de todos los modelos y la subsiguiente entronación de una mayor incertidumbre, acosa las banderas de la poesía y se proyecta hacia la marginalidad, el distanciamiento de la tradición, la exploración del entorno inmediato, así como de nuevas formas de expresión que toman prestado del eco de voces que cancelan el insularismo y que terminarán, en algunos casos, denostándolo desde el tren convulso de la posmodernidad. Como glorificación de un laberinto de espejos, y anclada en la precariedad equívoca de su refugio, la poesía de los setenta procesará un universo de referentes menos concretos y más elusivos, los referentes mediatos del mundo

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del arte y de la literatura, que, a costa de independizarla eventualmente de las agendas políticas nacionales y de la lucha de clases, profesionalizará el quehacer del escritor y literaturizará su discurso. Marcos Reyes Dávila

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Vanessa Droz Nacida en 1952. Ha publicado los siguientes libros: La cicatriz a medias (1982), Vicios de ángeles y otras pasiones privadas (1996). I Hay un cuerpo que anda. Algo de sal, algo de lumbre urgente en la mirada y un rumor de alas le acompañan. Le he visto en sus mejores días, erguido a sotavento cortando el aire y separando, a ambos lados, la brisa débil de los vuelos del huracán. Marca con su paso la efigie de la firmeza, el rumbo de proyectil que no desvía la dulzura de ser bala, el paso de la muerte que se piensa vencida. Su paso es el paso de la sal que se rebela a darle a la sangre su sabor. Su temblor, el temblor de la lumbre negada a ser brasa o ceniza. Y su música es un vuelo comenzado, una altura teñida de aire, 231


un desprecio a la horizontalidad dormida. Su temblor es el temblor. Lo he visto en rápidos rostros por la calle, en el escrutinio ardiente que retumba en la cara de mi amado, en el espejo, claridad de agua, que me sorprende en las mañanas. II Como con el mar, también he visto sus días malos. Cómo el cuerpo se levanta a duras penas y a duras penas anda. Cómo antes de andar se mira, se regodea, se palpa, buscando su solidez completa. En esos días su sonrisa es ancla sumergida en la profunda tristeza de un agua azul, que sí es salada. En esos días sus manos buscan presurosas, como llaves carnosas y blandas, la habilidad de entrar en otros cuerpos, de abrir puertas que también andan. Sus ojos, esos días, son la cicatriz del beso de un dios que lo ha olvidado. 232


Como nunca, en esos días, recorre con el tiempo las prisiones de su carne y de su alma y encuentra asambleas de cicatrices, reuniones clandestinas de sucesos y de marcas, cáscaras de piel que encierran las heridas sufridas en extraños campos de batalla. Su batalla es la batalla. La he visto en los rápidos rostros de la calle, en el escrutinio fijo que se empoza en los faciales gestos de mi amado, en el espejo, golpe de agua, que me agrede en las mañanas. III ¿Cuál de estos cuerpos manda? De estos días, ¿cuál impera? La vida está emplazada.

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Décimas del beso ausente Décimas con beso Desde las alas de un beso que todavía no he dado mi alto corazón alado se derrumba como un preso. Ante mí el embeleso de esa caída fugaz: no reconozco el lugar donde mi boca se encuentra por redimirse la ausencia de no poderte besar. Pero si esperas la suerte de que esa ausencia termine mi rastro dirá que vine desde la sal y la muerte a quemarte, a beberte la vida de un solo trazo. La locura de mi rapto será más alta que el fuego. Labios como alas te dejo para morirnos volando.

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Fantasía: El lugar de Eurídice Del viento fue la mordedura pero en la mirada, del mar y sí en la carne. Del delirio fue el instinto, el enojo, la certidumbre de que los ojos, en tanto suspiros, son destinos para siempre. La mordedura fue del tiempo. Y es sabido que la de un pájaro sella con garantías el sordo rumor de crimen que emite este lugar a todas horas. Una paloma en un dintel de San Juan es una gárgola sin ambición de eternidad y esta ciudad, el laberinto que me ha sido dado, el más arduo, el excelente, el más viciado, la catedral buscada, una torre de Babel para mis juegos. Mi voluntad de permanecer nunca ha triunfado en mejor prueba pues este arrojo por mí fue decidido y todo rescate es innecesario. ¿Quién lo ha pedido? ¿Qué alarde es más risible que el de aquel que se vanagloria de su intento de salvarme? ¿Quién es más pretencioso que aquel que, sin haberme visto nunca, se atribuye un recorrido que sólo yo he podido hacer? Por mí es que siete cuerdas tiene la cítara y si la rueda de Ixión y la piedra de Sísifo se detuvieron fue por mí, como por mi mandato fue que las sirenas no cantaran. Quien no puede imitar a Alcestis no osará entrar en la cuadrícula que he escogido, 235


perfecta para los crucigramas de la muerte. En sus portentos he sido yo misma cientos, miles de veces; cientos, miles de veces, he dejado de serlo, del mismo modo que esta ciudad es todos los infiernos deseados cientos, miles de veces. ¿Qué casa pone sus muertos a mirar al mar? ¿Qué infierno nos pone el mar de abrevadero? ¿Qué mar me ha dado mi legítimo reclamo de suspiros, como del olvido una constelación? A los habitantes les pregunto, ¿por qué tanta algazara por alguien que terminará despedazado cuando soy yo la que está en todas partes? Los suspiros, que son un anticipo del desvarío, son más poderosos que la envidia de Orfeo. Esa mordedura fue lo que vieron mis ojos en sus ojos cuando intentó asesinarme de nuevo. Octubre Yo recuerdo. Y octubre es mi testigo. Por su luz has pasado y has permanecido. su luz es tu más ferviente delatora, la más consecuente de las armas en contra del olvido. Una vez recordaste: “April is the cruelest month”. Y era octubre. Desde entonces podríamos estar, amor, escribiendo bitácoras nocturnas, trazando números para ser borrados por el agua, 236


copiando nuestros ojos en un solo espejo o, quizá, jugando con los dedos a cuál de los dos tiene mayor estrategia para legar al otro la táctica del día. Del día que estemos juntos nuevamente (y será octubre), del día en que podamos marcar el fuego, del día de la sangre, del día que sin miedo resbalen nuestros cuerpos por el acantilado del sexo, del día que así, sin autoría del pasado en que prescindimos el uno del otro, demos un golpe de estado a la nostalgia y la carencia. Di de ese día (tendrá que ser octubre con toda su crueldad) no tienes la memoria es porque te falta el tiempo y no puedes comprarlo en el mercado. Pero yo tengo a octubre agarrado por su luz y de la misma manera que te delata te anticipa, te prevé y prefigura. Yo poseo a octubre, náufraga en una isla a quien el nombre de viernes no le pareció suficiente. Y mientras, tú, ¿no ves mi rostro en otros rostros, no ves mi octubre en tus octubres, 237


no tienes, sin saberlo, ese mes de nuestro sueĂąo metido en un bolsillo? No, no soy Dios, ni la sabidurĂ­a de la soledad constante. Soy octubre, soy la sombra tenaz y persistente del recuerdo.

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Reynaldo Marcos Padua Nacido en 1952. Ha publicado los siguientes libros: El universo de 5 patas (1983); Universo (1992), El libro del buen amor (1994), Menester de poesĂ­a (1996), El signo de los tiempos (1999), El ancla varada (2001). A veces A veces es tan grande recostarse en el aire en las tardes por la vejez del dĂ­a y sobre los dolores de tu forma animada los grillos y los pĂĄjaros practican sus sonatas y en el cielo mudaron las ovejas octubre huele a lunes por la tarde a enredaderas a trozos de existencias enyesadas sin embargo es tan grande (tan necesariamente como cuando no llueve) tenderse en cualquier sitio sobre piedras o sobre el pavimento en los libros o sobre el automĂłvil a practicar para la tarde larga que no tendremos el placer de contemplar cuando nos recostemos

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Biografía de Jorge Luis Borges Para Arturo Echavarría Aquel hombre, con bruma milenaria por los párpados, caminó. Y espaldas a la vida conformó sus espacios, sus palabras, sus actos, con representaciones, copias, daguerrotipos y formas espejadas; refracciones impresas de la vida. Él mismo tomó parte en la escena. Recogió los reflejos, consultó las edades perpetuadas e inventó entre las cosas su nueva realidad. De complejas salidas, como en sus realidades se hizo personaje. Sin el salvoconducto de luz que lo aferrase al mundo que al comienzo espaldas diera: Vaga gigante impreso de sí mismo entre otros, por encuadernaciones temporales y frágiles, sepultado anterior a la muerte, entre las bibliotecas usuales, laberínticas, en donde nunca estuvo el paraíso.

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Chef Angie El olor de tu sofrito, madre, pone una ventanita en mi corazón. El amor de tus manos me llega por tu comida en la distancia, aquí donde estoy meditando y bien solo. Apacible la tarde con ladridos de perros y una música anciana por este barrio que se parece al tuyo. Algunos hombres tristes, niñita de catorce con barriga, un caballo sin gracia, y esparcido en el aire, un humo de fogón inmenso anacronismo a fin de siglo. Aquí entre estas paredes, te siento bregando en la cocina y me entusiasma el arte de tu ingenio, tus inventos culinarios, igual que cuando niño.

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Disquisición A Merce López- Baralt Si no fuera yo hombre diría que nací del Irazú. No formado de barro como Adán, sino de magma pétrea. Si yo fuera poeta no me admirara tanto esa explosión dormida. Sería quizá ceniza, volátil fuego transparente chispa. Si fuera yo el volcán, hacer versos sería lo de menos. El informe LOS ASTRÓNOMOS encuentran la prueba contundente de que en el centro mismo de esta triste galaxia un hoyo negro colosal y terrible se merienda ora estrellas, ora gases de carácter cósmico y todo lo que por allí se acerca. LOS ASTRÓNOMOS igualmente anunciaron la gravedad del asunto de marras, 242


ocurre que, allí mismo, el tiempo y el espacio distorsionan sus bandas y vaya usted a averiguar todo el jaleo. LOS ASTRÓNOMOS, de otro modo, no saben reportar que yo, en mi casa, tranquilo me paso simplemente una taza de helado, pensando allá en el hoyo pantagruélico zampándose goloso sus objetos estelares. Las casuales Se dan por una noche. Ofrendan lo mejor que les resta. No darán más. Cuando pase la magia, –su estrujada mentira– por el amanecer: la carroza será vegetal triste; el caballo, simplemente un ratón. Las hormigas He visto las hormigas caminando en mis dedos En las hojas marchitas las he visto 243


diminutas   fuertes se ayudan al cargar tienen   reyes e intercambian saludos si mueren se recogen (y tal vez se sepultan) Viven en extensas y atestadas ciudades los imponentes hormigueros Observo ahora: un reducido modelo de la contradicción humana millones de hormigas fuertes e indefensas Observo un diminuto   Nueva York Metafísica Que alguno haya caído no es noticia ni que se extinga una raza animal o un bosque entero 244


Menos conscientes de los billones de caracoles diminutos pulverizados en la arena ni de sistemas planetarios o seres que el ojo no conoce Así camina nuestra fracción de vida y lo que no lo es Un verso nos advierte las cosas sólo en parte. (¿Será mi Dios un IBM etéreo?) En la imagen curiosa, el universo bien pudiera ser esto: una pintura, un film abandonado, un mal poema escrito en algún sitio. Versiones Del mundo sé poca cosa; alguna apenas yo sé: aquello, lo que uno ve, ni espina es, ni es la rosa. En la oferta venturosa, hueca propuesta de fe, arriesga todo quien dé crédito a su milagrosa capacidad de mirar. 245


Todo es cruento en el atento espacio de uno olvidar. Lo otro: es el pobre intento de editar su grave encuentro. 隆C贸mo se calla la piedra ante la gota fecunda y c贸mo meditabunda trepa a la verja la hiedra, con su forma de culebra que acapara, la circunda, la tapa toda, la inunda de su follaje y enhebra su laberinto de flores y dolores que han de dar su crepitar, a los intensos ardores; culebra, aprieta candores, flor y mata de matar!

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Marcos Reyes Dávila Nacido en 1952. Ha publicado los siguientes libros: Pájaros de invierno (1978), Estuario (1980) y Goyescas (1981), que incluía, además, Los códices secretos (1995) y Poemas del auxilio mutuo. Campana libertad Una campana hilvana la costura de las horas que aún no se han ido abre los espacios vacilantes pone minutos como huevos y compone los días como una sinfonía. Una campana compunge las almas que acuden al encuentro de su dios anuncia como los heraldos negros los azotes de un peligro celebra las lluvias advierte del fuego de los campos alegra las uvas y el trigo y el tiempo recobrado de las clases. Una campana enloquece en cada casamiento se cae y hunde en los funerales de las mamás grandes flota en la tristeza de cada alegría enarbola la victoria de cada derrota como llama a comer 247


llama a cesar y descansar resuena como los golpes de una sentencia o como esa algarabía que me aturde en medio de tus senos. Una campana llama como un hijo en las noches apagadas o se expande y se extiende como un mar de banderas. Una campana sencilla y llanamente celebra como nadie la libertad. El llamado A Marcos Ariel, hijo En el principio –hijo– ya estabas tú. Llegabas galeón indescifrable de más allá del mar. De su confín. De su primer encuentro con el sol, ese sol, bronco caribe. Y en medio de ese hartazgo de las aguas encendidas 248


eras tú la magia filtrada de estos verbos eras tú el ímpetu saltador de los leales, eras tú resolana desarmada del amor. Y para serte, hijo, para ser por ti lealtad, ternura incandescente, para ser por ti libertad, contigo para todos, para amarte más con este amor mejor y sin decirlo, para llevarte rienda de mis alas, raíz como una garra de constancia, cabeza pedestal para tu vuelo, a soplo o torrente quedé erguido corazón de las labranzas, aerolito lanzado de un arar inagotable, centinela insobornado en la herramienta de todos los empeños, en la llave clandestina de estas primaveras necesarias de los hombres militantes, de esos hombres que son hijos y azadones de una agricultura tórrida, dolorida a Bolívar y a sinsabores, aceites, frutas, metralletas, para esos que desarman vidas, arman la opresión y encastillan la violencia... 249


¿Nacías tú, dime? ¿Nacía yo? Nació contigo el lento despertar de los inviernos. Ese corazón La hoja que no cae prendida y victoriosa la rosa encendida en la floresta el susurro de un beso que renace el sueño que brota de lo oscuro la ansiedad que sacude sus cenizas los pasos que animan el camino la nuca que se vuelve los ojos que se anidan la memoria transparente de un abrazo la sangre de un te quiero herido en su ternura... Pero aún eres más... la palabra que anula la distancia la ansiedad de un tiempo eterno y sin nostalgia el salto que se entrega en el vacío y ese corazón que canta siempre 250


al compás del mar y el sol de la mañana. Una España de Arrayán Es cierto que los tapices flamencos han perdido su color en Madrid y en Sevilla, y que las paredes de La Alhambra ya no escuchan lamentos en árabe, que a las gitanas se les caen las ramitas de romero y que a El Ave se le extraviaron los molinos de viento... Pero sobre el silencio negro de la noche inunda el olor de arrayán que baja de lo alto por toda Granada, y El Cristo de Velázquez aún guarda silencio ante un don Miguel de Unamuno mohíno y despierto, y la catedral de Córdoba es el corazón palpitante y vivo de una mezquita laberíntica que debió gozar Jorge Luis Borges, y San Juan de la Cruz duerme alto, sobre mi cabeza, su sueño que espera afuera de Segovia y del alcázar 251


que inspiró el castillo en que nacieron los sueños del niño que fue Disney. ¿A qué hablar de una España tan turisteada –me preguntaba, después de la hispanofilia del treinta y la antihispanofilia que quiso rectificar después nuestro pasado–, como si Lorca hubiese muerto para el Darro y no cantase en el observatorio del Parque de las Ciencias de Granada, y como si en Sevilla no sonaran las campanas para un pueblo entero que se viste de Domingo de Ramos? Que no se agota Goya por más que se le mire su aquelarre, ni La Mancha se desmancha de sus marrones y olivas por más que lo cepillen los trenes y lo aplane el silencio de un espacio tan vasto que no puede despertar. He cruzado el océano por primera vez... Por primera vez accedí al pozo abierto del cante hondo que me llamaba desde niño, seguro de las murallas de Ávila y del hidalgo, seguro del siglo de oro y de la guerra de León Felipe, seguro de ser preso 252


por mi romance con Abenámar, moro de la morería, que a fines de marzo y en Granada la roja donde los cerros se hacen aguas me abría para siempre la Puerta del Sol, la de Alcalá, la de La Alhambra, y las puertas de todas las Españas. Un nardo en las sabanas Una misma uña furiosa parece haber dibujado la Alhambra que serías finalmente, y las estelas de piedra mayas que te imaginaron y el océano agreste donde te encontré. Un jardín quebrado como los desiertos se añora y se adivina en sus nostalgias, y una sed de muerte asida a sus escarabajos desea todavía las flores prometidas de la estrella ¿cansada? de ser nueva que creara el mago en nuestro nombre para perpetuar por todo el orbe de mi vida tu eclipse de azucena y el nardo insomne de tu ausencia. 253


Percibo el aroma de tu vuelo y sus almendras como una luz que titubea sus manzanas en la distancia aún sin luna donde fuiste amazona de mi alhambra antes que escaparas del sueño en tus halcones como un sol de limonero en la mañana una rosa solitaria en tu incensario un mito de jade maya que te encubre y un océano de palmas blancas –naturalmente caribe– como tú, que sacudes todavía con tu olor a las sabanas.

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Magaly Quiñones Nacida en 1945. Ha publicado once libros, entre ellos: Era que el mundo era (1974), Nombrar (1985), Sueños de papel (1996), Patio de fondo (2004), Mi Mundo / My World… La nueva gesta Si Cervantes viviera en este fin de siglo haría un Quijote guerrillero, un individuo raro y peligroso, un barbudo siniestro. Y si hubiera nacido en esta tierra pobre, a orillas de esta América, la leyenda hablaría de un líder campesino o un citadino obrero, de los de machete en la manga, uno que se llamara Juan o Pedro. Y una mañana hecha de sol, toda hogueras, poblada de bandidos mercenarios, hecha de salteadores y tecatos sonámbulos, el loco marginado, el héroe nuevo, cruzaría amanecido las ciudades, vejado y esposado como un vulgar galeote moderno. Habría que comenzar…, sin casa, sin frontera, hizo el pan con sus manos; sin dama, sin adarga, sin escudo, sin yelmo, salvó lo que era suyo y era mío. No anduvo ni a caballo ni en carroza; donde vivió, creció cuanto al alma tocaba, su patria fue el valor y el sacrificio. 255


O habría que decir…, en sangre, no en granizo, el de figura triste, el elegido, dejando una vez más en brazos de la incierta fortuna el devenir de un natural oficio, partió desde un rincón de la galaxia y llegó a nuestro mundo, al Caribe, y se internó tristísimo en zaguanes oscuros, en selvas derribadas en luto, en poblados pobrísimos. Yo que lo conocí, lo vi bajando como piedra en el río. Yo que lo presentí, lo vi retando al resplandor más fiero. Y si fuera posible, si la Poesía fuera el ojo de la lucha, si quedara de ella la flor, el canto, el hueso, América tendría una nueva gesta y andaría en la boca de todos, firme como sus ídolos, buscando el aire de su corazón, despeñando enemigos como estrellas, sobre la vibración de la Palabra…. La musa Cual araña sagrada y apacible, diosa dorada de esplendor temible, abre su cerco denso, el ardid, la emboscada. Y el verbo enamorado que salta de la punta de mi lengua, mosca buscando miel, cae en la trampa.

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Los amigos Huelen a pacholí, a albahaca, a hilán-hilán, encienden flores nuevas, surcan el aire con las mariposas, cuando menos los busco los encuentro. Los amigos, los pocos, húmedos hermanos del barro, pueden echar en saco roto la soberbia al hablarme, envejecer conmigo contra viento y marea, besar, izar, llevarme en hombros, sostener el peso del cosmos, llenarme en carne y hueso y en músculos de sangre escarchar la osamenta de la estrella que me rozó al nacer. De seguro que pueden. Los amigos, algunos hay endebles, aún a medio morir, hay otros que perviven el escarnio indignados, los hay viejos, flamantes, heridos, minerales, metálicos, etéreos, vegetales. Y siempre están aquí, no se despiden nunca, ordenando deidades, afianzando zapatos. Y yo por siempre aquí, nunca los abandono. Siempre digo sus nombres lo más dulce que puedo. 257


Porque son mis amigos, esos, los que construyen, los pocos transeúntes verdaderos, imposible olvidarlos. Pollution 2001 Me conmueve el pensar que haya una fuerza ajena a la pujanza de los vientos que mutile los árboles del campo; ellos que sólo saben de cadencias, ellos que forman la pared del nido. Contemplando lujosas transparencias se hace duro el pensar que el fin de siglo, cual granada al final del arcoíris, carga gritos de guerra bajo el manto, que el sol se nos irá cada vez más temprano y que al morir los mares en túmulos de brea nuestros peces serán peces hundidos. Con el peso de tanto, tanto llanto, se hace duro el vivir para vivirlo. Posibilidades Hoy, podría conquistarte, si quisiera, llevo un imán de amor entre los brazos.

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Podría seducirte de una y mil maneras, traigo la seducción pegada al pecho. Porque me sé el aroma de tu piel, la curva de tu sombra, el dulzor de tu aliento, y porque siento, bajo el peso del sol, cada mañana, todos y cada uno de tus preciosos huesos, Puedo, allegando mi copa a tus heridas, fortalecer el árbol de la vida, liberarnos del velo de la muerte…, pero, no quiero. Soy una abeja que ha llegado tarde, a destiempo a tu reino. Soy un vulgar ladrón que, ajeno a tu compás, sin previa invitación, sabiéndote de oídas, te ha alborotado el lecho. Porque llevo tu luz pegada al párpado, la hiel de tu dolor pegada al pecho, hoy podría, buenamente, consolarte, precipitar tu tedio, ilusionarte y rendirte de amor, ¡pero, no quiero!

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Trae tu mano Trae tu mano, antes que la madrugada del sueño se me apriete en los ojos, antes de que los hombres dedicados al oficio de escudriñar mi vida, se valgan de mis versos para decir de mí lo que no he hecho, lo que jamás he sido. Porque he hecho para ti estrellas trazando mis canciones en la arena y he vigilado al mar de cerca para que no las borre. Trae tu mano a mi Vida, por los herrumbres de mi voz, por los canales de mis huesos. Porque he sacado risa de la salada sombra y he roto con mi verbo el silencio de cal en las paredes, bordeando tus tres sílabas, tu nombre en la hoja del día, arropa mi pregunta entrecortada con tus pequeños dedos. No sea que la Muerte nos sorprenda, no sea que el puma oculto, agazapado, se desplace triunfal sobre nuestras pisadas paralelas y ajenas. No sea que nuestros nombres sucumban en veredas y caminos dolorosamente torcidos por la falta de luz; no sea que en la desmesurada violencia del siglo que habitamos los carniceros corten nuestra íntima caricia para servirla en el salón fastuoso de los grandes banquetes.

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Trae tu mano, tu cálida, serena, amante mano, tu rosa a cinco pétalos, tu sangre a cinco fuelles, para tibiar mi ser falange adentro. Trae tu mano y escribe tú mi corta, mi verdadera biografía al calce y en el margen y hasta en mi propio cuerpo. Antes que el filo exacto con que se afeita el Tiempo corte el hilo amoroso, antes de que la madrugada del sueño apunte mi mirada hacia el olvido.

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Joserramón Melendes Nacido en 1952. Ha publicado los siguientes libros: Desimos Désimas (1976), En Borges (1980), La casa de la forma (1986). Teoría de las pisinas Yo no e comido sol a gajos bebiéndome una limonada. Tampoco e señalado a un arqitegto la forma de la pisina nueba desde el segundo piso, tomando chocolate. Pero sé qe esto pasa i lo condeno. Me dirán qe yo soi un moralista, dirán qe un relijioso, algunos asta un santo; sin sospechar qe lo qe pasa es qe no tengo una pisina i qe conosco algunos qe tampoco : De echo, entre nosotros, las pisinas existentes por ese modo estraño de construirlas por los qe no las disfrutan, casi darían abasto para todos.

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Responso Capital John D. Rockefeller pudo aber sido obrero, pero no tubo suerte. Pudo aber echo uelgas contra un John D. Rockefeller sádico i ambisioso, pereser casi un 1º de mayo, o taladrar la máqina qe le esprimía los dedos con el amor del pan, pudo John D. Rockefeller morir bajo el regero de oro negro qe sanjó el axidente, o no aprender a escribir, no firmar cheqes, solo escuchar su nombre “John D. Rockefeller” en la fila de pago; i ubiera así aprendido este ombre como todos lo qe es sufrir como la mayoría i odiar al menor número de jentes. Pudo no aber yegado a tanto, dirijir por ejemplo esa fábrica en Manchester qe pagó El Capital o yamarse Owen.

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Pido un minuto de silensio para el muerto irremediable qe es John D. Rockefeller: ese otro qe fue solo el ataud de aqel jigante. Nogturno a Manuelapéres (otro poema urbanístico a los proyegtos, a los caseríos) En estos edifisios duermen las estadísticas. Cruv (omenaje al Banco de la Bibienda) Mujeres, ombres, de setenta, ochenta años resibiendo por fin su parsela de tierra; como si en bes de aber yenado una solisitú remota para una casa, su bida ubiera cumplido un contrato mendigando una tumba. Mursielagina (omenaje a la pobresa) Lo pusieron en la cársel de su casa, qe los mostros le traspasaran los pulmones con el impersebtible talco qe dejaban en el techo: Condenado a la muerte por ser pobre. 265


Madrigal del carpintero Una mujer qe me sople el aserrín. El palasio del pobre Tengo un fregadero donde asearme, i en la ducha cabe mi colchoneta, i mi mujer es un arém multiplicada por esta sercanía: ¡qé más puedo pedir, Alá del amo! El dueño (omenaje a la peqeña burgesía) Se tocaba el timbre. Asía su trabajo. El resto dormía. Era todo un dueño de su empresa. El dueño (omenaje a la burgesía) “Lo maté en lejítima defensa de mi inalienable derecho constitusional al pleno disfrute de la sagrada propiedá pribada: estaba robando mi basura.”

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El rei (otro omenaje a la riqesa con otra notisia del Vocero) “Rajá Sink, qe abitaba un palasio de un cuarto de miya, a escojido bibir en la pobresa.” Ni eso nos respetan los ricos como nuestro. Propuesta para un plan económico de reabilitasión de la agricultura Los amos sirben: de abono de la tierra. Debe aserse otra máqina qe cambie todo ese desperdisio en tierra fértil. Autobiografía paupérrima (a H.M.E.) Ya no tengo qe arreglar nada porqe no tengo nada. Ya no tengo qe aser nada porqe no tengo con qé. Ya no abrá qien me robe la ausensia de lo mío.

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Mixta de clase (ARS) Mis amigos peqeñoburgeses bienen a casa i se asustan del ‘desorden sagrado’ intocable de mi tayer de poeta. Mis amigos pobres me ofresen ayudarme en la limpiesa. Saben qe la poesía no tiene qe ber nada con el susio. Boto Soi el qe rompe la media de café esprimiéndola asta la gota más preclara de la borra colada ya dos beses. Así, maseta asta la náusea, asumo mi pobresa ilimitada qe un día será la estreya permitida. Yegada a la cársel de Tian Piao 53 qilómetros fueron oi mi jornada. Mojadas i en jirones tengo ropa i sandalias. Para dormir no encuentro rincón donde acostarme. Me siento en la letrina para esperar el alba. Jo Chi Min

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[2 NANAS NATURALES –a Yara, todos mis ijos] Sensiya cosmogonía para dormir a un niño material Los antiguos (los padres de los padres de los padres si cuentas asta sien) le pedían la bendisión al sol: sabían qe con agua, con tierra i con el aire se formaba la bida; qe la almoada se asía con las plumas de unos pájaros qe bolaban i cresían; sabían qe la madera donde se sentaban fue un árbol grande cresiendo entre la tierra. Los antiguos (los abuelos más biejos qe tenemos) sabían estas cosas: qe las flores se morían sin el sol. Desde entonses el ombre se a olbidado de mirar las estreyas, de darle grasias por marcarle las rutas qe en el mar o el desierto yegaban a su casa a los antiguos (nuestros padres qe le dieron comida a nuestros padres un sentenar de beses). Desde entonses para acá se a ido cambiando los nombres de las cosas más sensiyas: del aire se iso sielo i del sol dios. Asta qe oi se an olbidado las cosas (nuestras madres) cubiertas con sus nombres…

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Yo lo beo a dios, el sol, mirando todo el día, si el agua qe es la nube no le besa la frente. Ya dormido, el agua pasa larga su carisia dibidida de carisias a su otra ija, la tierra. El aire canta su cansión durante, i nosotros (los animales) nos bamos a la cama o al café o asemos el trabajo disgustados si no se trata de pintar o la música o nadar en el aire (golondrina). La planta abre su sielo al aire desbocado, i grita sus raíses en la tierra apretada. Más o menos todas estas cosas más el mar i la luna, el sueño, el 7, i la manera peculiar de mirar qe tiene el ombre, los pelos de los gatos, an cambiado de nombre; así de simple como el niño pasa a ser Juanramón o Dogtor o éroe u obrero, emos perdido los ombres aqeya beya emosión de los antiguos (nuestros primeros maestros) ante las cosas como son, i nos emos enamorado de nuestra creasión: los nombres. Amamos lo qe asemos solamente como si ubiéramos podido aser un nombre, una letra, un solo berso sierto, 270


si no existiera el sol, la brisa la tierra qe abre i sierra, el agua qe se rompe i ama i duele.

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José Luis Vega Nacido en 1942. Ha publicado los siguientes libros: Comienzo del canto, La naranja entera, Tiempo de bolero, Bajo los efectos de la poesía, Solo de pasión, Teoría del sueño y Letra viva. Bajo los efectos de la poesía Bajo los efectos de la poesía es posible viajar a la velocidad del pensamiento, mirar el mundo entero flamear, tocar con la punta de la lengua las estrellas, soñar con la justicia universal. Bajo los efectos de la poesía, usted no es responsable de sus actos: hablará en lengua extraña, hará cópulas públicas, cabalgará centauros. Bajos los efectos de la poesía, se ven blancas galaxias expandiéndose en el ojo de la cerradura y violines viejísimos mudando el polvo de sus plumas. Importa cuál sea su pasión, fe, raza, sexo, edad

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o ensoñación política, no debe avergonzarse de volar bajo los efectos de la poesía. Espectros De pronto se aparecen los fantasmas de mis propias palabras. Un viejo diario basta, una memoria obtusa, un muchacho que dice que dije y ya no digo, y escritos ectoplasmas se levantan de las cajas sepultas, como parientes jóvenes que murieron de súbito, y aún no se percatan. No van al cielo nunca las palabras. Se quedan en la casa resignadas a la conjuración, paseando sus ecos, arrastrando de noche la memoria espectral de lo no dicho. No se mueren del todo las palabras. Conservan para siempre la mortaja raída entre las sílabas, cierto aire gaseoso y un rumor insistente de alma en pena. Nunca descansa en paz lo que se ha dicho. Resecada la letra, revuelta calavera el cráneo de la hermosa que fue tema, las palabras insisten en besarla. No hay cruz, no hay luz, no hay voz, no hay tinta de borrar que las aplaque. Como amantes o erinas nos persiguen, más allá de la tumba, las palabras. 274


Homenaje tropical a un poeta ruso El frío me educó, dijo un poeta ruso, (le puso la pluma entre los dedos, y así, juntos, cerrados, los pudo calentar.) Y a mí quién, sino el sol tropical que me llamó a la sombra del almendro y al dorso de sus hojas escribió lo que aún no he podido descifrar. Allá, nieve maestra, con la saya subida hasta el pomo de la puerta de entrada. Acá, verde recreo, y el mar, el mar color de enigma bravo. Allá, las olas bálticas que revientan en pares y enseñan a rimar; acá, este ritmo voluble y pectoral. La poesía que arde en la nieve cirílica es también un hibisco que se resiste al sol: para el caso, flama o flor ejemplar. Un conejo en lo blanco. Un gallo a fuego vivo. ¿Qué brilla más, quién sueña más, el relámpago oscuro de la selva o el reflejo en los troncos del hogar? En la noche del trópico yo escucho una voz esteparia que la escarcha no pudo sepultar. Habla desde Dakota, pero suena en el viento de su tierra natal. Un cristal incorrupto lo separa del paisaje facsímil. Nieva más. Afuera sólo cardos, hacedera y alfalfa; adentro, el inmóvil deseo de marchar. 275


Imagino sus botas, hundiéndose en el blanco de la página. ¿Dónde irá, dónde va? Avanza en la ventisca, traspone el alfabeto. Las ramas invernales redactan en el viento lo que aún no ha podido descifrar Instrumentos de trabajo Escribo con estambres indudables, hilos veniales de los que cuelgan hombres de sus lenguas. Escribo con el hábito del viento líneas oscuras llenas de golondrinas. Escribo con el pecho entero, hundiéndome los lápices en las últimas muelas, hurgándome los ojos con bolígrafos gratis. Escribo con el más serio dedo y a veces con los pies desportillados. Escribo con el codo, con la punta del semen, con odio y con amor. Escribo de verdad, para aludirnos.

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Mujer con lluvia Todo es lluvia y de pronto una mujer avanza entre la lluvia. Sortea cada bache con breve pie de pájaro aterido. Peinados contra el frío los cabellos. La falda entre sus muslos amparándose. Avanza contra un fondo lluvioso de paredes. El fuego del relámpago, el trueno la apresuran. Camina ajena al signo interrogante que orla su traje al viento, ajena a los misterios que salpica su paso por la lluvia. ¿Qué la trae, qué la lleva, de qué rayo procede su energía? ¿Su nombre, en qué aguacero? ¿Su rostro, en qué llovizna? ¿Qué amada voz, qué urgencia,

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hacia qué oído los golpes de sus tacos se deslizan? Amparada en la flor de la sombrilla cruza: es lo único vivo en la muerte interina de la lluvia. Tiempo de bolero Reflejado en la luna menguante del ropero mi padre canta a dúo con mi padre. Esos viejos boleros me lo dijeron todo. ¡Qué terrible es el tiempo! Sus recios entorchados no perdonan. Mi padre canta a dúo con mi padre y al fondo de la casa lo acompañan con sonido de trastes. Pedro Flores, don Felo, Rafael... he ahí nuestros filósofos. Es este el mediodía: la luz mana del radio y el mundo en el arpegio de los tríos resulta más vivible. Almorzamos las tiernas habichuelas de mil novecientos cincuenta y ocho.

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Mi padre canta a dúo con mi padre y madre plancha a ritmo 3 x 4 el rígido almidón. La vida mientras tanto se diluye en disonancias blandas. En la luna menguada del espejo mi padre canta a dúo con mi padre. ¡Qué terrible es la música del tiempo! Sus compases se viven solamente una vez. 2 Esta mujer es como un mar. Yo siento bajo su piel corrientes submarinas, convergencias, rebalses, golpes, minas y una afluencia de crustáceos lentos. Esta mujer es agua en movimiento que a la apetencia sin cesar conmina; vorágine voraz, onda salina que invita a deleitosos hundimientos. Yo fluyo hacia su piel espesamente, sin remedio, con sed, sin albedrío, con una armada obstinación de roca. Yo fluyo hacia su piel completamente;

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agua poca, eso soy, ardiente rĂ­o que al delta de sus piernas desemboca.

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Etnairis Rivera Nacida en 1949. Ha publicado nueve libros, entre ellos: Memorias de un poema y su manzana (1976), Intervenidos (2000), El viaje de los besos (2003) y Canto de la Pachamama (2005). El puma Antes de comenzar el camino de la vida, sueño con el puma. Salgo de una aldea progresista, busco la salida. El camino lleva a la selva, que no es oscura, que se abre como la más apetecible, encantada, invitante flor, olor de diosa, de árboles y lianas, de sol y lluvia donde se casan las brujas en soledad. En soledad de una selva que vivifica, sigiloso el puma se acerca. Su imponente espíritu ancestral me toca y con su cabeza procura caricias, secretos, gemidos. Sé que viene a despertar el canto perdido en la aldea y con su tibia lengua bautiza mis manos, mis ojos, mi vientre, mi espalda, y con su húmeda fuerza eleva mi energía a la cima.

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Allí la danza es rito de nuestros cuerpos que ruedan por la tierra y sienten, como imán, la esencia penetrada. Soy el puma y él la humana hembra. He querido escribir más que nada vivir He querido escribir, más que nada vivir, estar en los pájaros, en el aroma, en la médula de las cosas. Tantos fantasmas dijeron amarme y sobre ellos me derramé como la lluvia de anoche. La que ame fantasmas se convertirá en lluvias, largas lluvias en la aurora. Irán enamorándose los árboles, la apasionada tierra de tu espacio y te poseerán los duendes mensajeros de la celosa señora soledad y será ella el sol que entra por tu mañana y el agüita mansa que se filtra y ocupa tu casa vacía y la fibra misma de tu pétalo y tu camino. Hay una pena, es cierto, mas hay un gozo entrenado en el misterio, en la lengua tibia de la poderosa señora soledad. He querido romper el miedo y vivir 282


y estar siempre cerca de algún cuerpo caluroso, mas ya no sólo se pierden trenes ni poemas ni billetes del imperio ni lentes para ver de lejos en la noche cuando ya no te llevan de la mano. Ahora se pierde el cansado nombre de sumisa. Llámate flor, llámate fruta, hija de ti misma, amor predilecto de la sabia señora soledad. Y viste sus túnicas y collares de semillas y corales y ciñe su cinta ancha a tu cabeza y deja que tu pie camine familiar en su sandalia. Y que tu soleado ojo conozca el desierto intensamente, igual, enteramente, como a las lluvias que amanecen. Mi abolengo es la tierra Decirte qué, acaso el mar que no conoces, esos caminos de la pasión y el olvido, la mirada en blanco, las manos del pasado sobre el pecho suave que te gusta. Mi canción es sencilla, del mercado, las flores y las frutas. No pregunto por qué amo el color ámbar de tus ojos, no pregunto por qué el agua, igual me mojo en las lluvias, en tu tristeza, en el color ámbar camino de la noche hasta ti. El viento, en tu cabello el viento… Yo te cantaré el poema que olvidaron cantarte. 283


Yo abriré el surco más escondido, buscando el néctar más allá de tu boca, desde el no estar seguro si me amas como a las otras niñas de buena familia y rica la curvatura de sus cuerpos, de honorables apellidos oligarcas. Mi abolengo es la tierra, el humus, el basalto, la lunática plata de mis profundidades y mi raza es aromática y mi andar, la sublime locura de viajar entre los mundos. Viaja el sol de mi pie al pecho suave que te gusta. Yo la sin nombre, con el silencio de la montaña entre las piernas y la fiereza del mar, amo el color ámbar de tus ojos, la ruta del pájaro que me habita, la extinción de las cárceles. A unos les sacan las uñas para que renieguen del amor, a otros les piden la chequera, los aplausos para el napalm. Amo el color ámbar de tus ojos, la lluvia que reverdece los campos, el yaraví del indio, su mano cobre, su mano tierra, su mano que labra mientras el blanquito come con servilleta seda sus manjares en la mesa, manjar llanto que le cuesta al indio, manjar frío y lucha por la tierra.

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Yo la sin nada, la sin cosa que me respalde sino el viento y el sonido caudaloso del río, decirte qué podría, acaso mi cuerpo de coral, rojo mi color y cortante mi herida, suave mi danza en el dominio del agua, primaria y antigua mi existencia. Decirte, ven y escampa tu tristeza, bajo estas alas que nacen de tu mirada, sobre este pecho suave que te gusta, no más. Se fue la luna como la madre un día Se fue la luna como la madre un día, es decir una de las madres. Desde entonces es el desandar, los cactus de este desierto, las bestias que acechan detrás de los árboles. Se fue por el hueco solo, solo y supe de las paredes donde rebota mi palabra, del grito largo que desgarra la cara, es decir una de las caras, la cara dulce, la que vivía del mar y confiaba. Si las olas vuelven, por qué no la madre, sin luna al menos. Estaban los que me llamaron mujer mía, arena olvidada, estaban los que rodearon mi casa prestada y trazaron un dibujito de mis días.

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Estaban los mariditos, los tutores, los yanquis, invadiendo, la tierra azotada de pestes, la sequía, el partido que negó la magia. Estaban todos en el baile de sueño cargado de negación, mientras se iba la luna, es decir una de las lunas, bailaban todos el danzón de la despedida, calentaban alfileres que enterraban en mi cuerpo, en mi cuerpo prestado como mi casa y este suelo inmediato. Se fue la luna como la madre un día, y se quedó el poema. VII La Isla Nena tiene un corazón fragmentado por las balas y las bombas, un corazón intervenido que aún late y alberga estrellas de mar transparente como una gema lustrosa, crucificada de minas. Alberga este corazón valeroso flamingos, conchas, niñas, corales, peces fosforescentes y arrecifes, astros luminosos en la noche clarísima, el espíritu del agua 286


que nos protege a todos, madres, niños, hombres, arenas, algas, atardeceres que coronan la alegría. La Isla Nena tiene una mirada triste, lenta y larga como un siglo en un reloj de arena. Su bella aura persiste al igual que el aroma de incontables gardenias inmortales. Tiene una luna de escudo que respalda la vigilia de su lucha certera. Y una sombra que enferma las células, trastorna, nubla, enloquece, bombardea con balas vivas, bombardea con balas nada muertas, una sombra y su calavera. La Isla Nena tiene un corazón que resiste las armas de la guerra. La Isla Nena resiste el rapto, la radiación, el ultraje, 287


la burla, el militarismo, la pena. Y con ella, sus guardianes, mujeres y hombres, todas y todos velan frente al viento de huracรกn y las lluvias. La isla emergerรก luminosa de mar mecida, de amor sanada, de paz bendita y limpia, con una amapola roja que a su lado crece y despierta.

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Elsa Tió Ha publicado los siguientes libros: Poesía (1958), Detrás de los espejos empañados (1977), Inventario de la soledad (1987). 1 Te contaré cosas aunque sean pequeñas como una flor de campo te hablaré de la cadencia del aire que nos roza de tu actitud de espiga de todo lo callado en tus palabras de la geografía triste de tu frente y al final escoltaré tus sueños salados hasta las montañas de nieve. 2 Cuando tus ojos en el libro los desee en mi pelo y sienta la nostalgia de tus manos que reposan tranquilas en la mesa cuando sepa el olor de tu piel cuando mi cuerpo sepa el peso de tu cuerpo cuando tu sonrisa piense en mí cuando sepa la forma de quedarte dormido cuando me quieras como la madera quiere el árbol en que vive

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entonces yo seré tu cántaro y yo seré tu sed. 3 Fui presa en los espacios me trazaron caminos y creencias vigilaron mis pasos mi casa mis labios mis ojos y mi tiempo. Y atada amordazada me enlazaron los sueños amarraron mis fuerzas sofocaron mis gritos y ocultaron cárceles y cadenas. Entonces divulgaron al mundo que era libre mi voz para el silencio y   libre mi silencio sin mi voz y todos lo creyeron. Avezada al dolor luego de tanta pena rodeada de hastío por mi llanto ya soy mil veces otra. Apenas sensitiva apenas mansa me promulgo y divulgo testigo de la nada me acumulo en la niebla rinconera del cuarto presagio mis silencios amarrados y al mundo intolerante invalidando al hombre y entonces por no ver me ocultaré 290


detrás de los espejos empañados hasta sólo existir en la nostalgia. 4 Haciendo de la nada el todo de la vida, haciendo del desierto el rocío y la lluvia, buscando en el vacío horizontes perdidos sigo encontrando todo lo que se escapa y huye. Cuando lanzo la red del pensamiento y la encuentro vacía de mis ansias oigo el coquí sonoro y perseguido, por su   dulce   lenguaje, con que le canta a Dios lo que le dice el río, la flor y la colina. En cada amanecer se pierde alguna estrella y hay una nueva luz de pájaros inquietos y una fe que renace del fondo del abismo. Cada rincón soñó ser lejanía y tu mente llega, donde nunca se llega más allá del jamás y de la nada. Y es una maravilla ver partir el pan y levantar la copa cuando rompe a llover sobre tu alma, 291


el insólito adiós de los encuentros, ebrio de vida, cuando se acaba todo. Masacre del Cerro Maravilla A Arnaldo Darío Rosado y Carlos Soto Arriví Apuntaron al hombre quince manos cayó en el monte al borde de sus sueños deshojaron su frente y su mañana e hicieron triza su corazón de isla. Luego sepultaron hondamente su cuerpo como para que las semillas se olvidaran pero quedó su idea a la intemperie su fragancia en la forma de ser de algunas flores su silencio en el espacio bochornoso de un crimen sus ojos en el gesto asombrado de los pájaros su tiempo terminado en una herida. Tiraron a matar nació su vida y sin saberlo hirieron a un país que sabe distinguir la justa diferencia entre el vacío y el puente la clara transparencia del aire sobre el viento del llanto sobre el agua del engaño que habita las palabras y de la trampa en medio del camino. 292


Despertaron la muerte y la locura coagularon la sangre y la tristeza y a pleno día, a pleno sol, en pleno despoblado se le acabó la vida. Pero ya está de vuelta de la muerte desandando el olvido. Surfing Desde el equilibrio de un gran sueño mi libertad se impulsa en ansias de marullos. Deletreo el ritmo de las olas, me incorporo sobre el ala de una tabla corro por su cresta y me deslizo entre el gozo, la sal y la memoria. Y un túnel cristalino forma un cielo de agua. Rozo la pasión con mis dedos de escama, y eternamente existo cuando cruzo infinitos en segundos de espuma. Pero de pronto me apabulló, me devoró la ola. Y hundida de deseos, me arropan, me sacuden, me arrastran las corrientes en un universo sin aires, 293


de ritmos y burbujas, de mil rayos de luz y de aventura. Vientos alisios Desde el viento que canta en las palmeras practico la ternura con los vientos alisios. Estos aires balsámicos que curan mis heridas, que cruzan los océanos y conocen mi orilla. Que me encuentran la paz, si estoy atormentada, que saben de caricia, de sosiego y de islas, que llegan de tan lejos y los siento tan míos, que me envuelven de seda con su tacto invisible, que me rozan la piel y mecen a mis penas, hasta dejarlas quietas, calmadas, que no duelan. Estos vientos alisios que me curan el alma que son coro del aire y silban a las nubes nos llegan de la mar no saben de encierros, son libres y salados como el amor de un día. Vísteme de cielo que soy luna Vísteme de cielo que soy luna para poder alumbrar todas las sombras, caminar descalza por los mares, perfumar de salitre la aventura 294


y mirar en lo profundo del reflejo cómo flota el silencio en tus palabras. Vísteme de valor que soy la lucha de tantas mujeres ultrajadas y solas que desafían lo cruel, más allá de su sangre con pasión de justicia, rodeadas por la nada ponzoñosa que se clava en el pecho de los hombres. Vísteme de paraíso para ser tu pecado y encontrar la dulzura en lo prohibido y enroscarme de luz en tu mirada, y ser fruta sabrosa en tu lenguaje. Vísteme de parábolas, para que puedas entender lo hondo que se vive en las orillas, y vísteme de esquina para sentir el gozo de esperarte que estoy hecha del tiempo de la rosa y la emoción de un verso efímera y eterna a un mismo tiempo.

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David Cortés Cabán Arecibo, 1952. Ha publicado los siguientes libros: Poemas y otros silencios (1981), Una hora antes (1990), Ritual de pájaros: Antología personal 1981-2002 (2004). A todas las que fingieron convencerme Todas las que amé y me amaron las que me dieron a beber en sus labios dorados el zumo de sus sueños y luego las otras la mujer maravilla el agua profunda de sus ojos azules el color de su sexo Jane la de Tarzán su electrizante olor a selva sus pecaminosos ojos de felino y Ruth la moabita como una espiga inclinada sobre los campos silenciosos de Booz Todas las que fingieron convencerme de que yo era el más fuerte el menos vulnerable a sus irradiaciones el más propicio para luchar contra el engaño todas las que mordieron el anzuelo feroz de mis palabras que sepan que nunca fui Clark Kent. 297


De cómo nos hiere el tiempo y la soledad No podemos escoger los días no apresar los instantes llegan sin pedir disculpas como bestias endiabladas se tiran a nuestros pies se acurrucan y se echan como palomas turquesas hasta cubrir el paisaje Hoy mismo que camino esta callecita vivo la luz lo diminuto lo más natural el leve geranio el vientecito Esparce la soledad de alguien que vuelve oculto por este huerto y entra a la casa y abre las puertas buscando no el verde que baila en la habitación sino el día más solitario la voz que apague esta brasa. He vuelto Nada que ofrecerte sólo el paisaje y el hermoso brillo del corcel y el pájaro solamente el pájaro sobre la leve superfice que vuela y resplandece, pues cierra los ojos para verlo 298


lo demás es pura sed eso que escogemos al azar cuando la memoria esparce sus cenizas. No veré la ciudad No veré la ciudad no veré el blanco lecho de los ancianos llenando mis sueños como amantes sobre un leve fulgor no quieren ver cuánto he perdido no sienten los negros ojos de una niña atándome Soy un forastero soy el que anda sobre la roja llama y regresa al palacio de cristal igual que un viejo monje ah mi suerte como esa rimita de invierno o ese barco que desconozco esperándome pero solamente veo la lejana presencia de un desconocido entre gentes que buscan los rasgos de mi niñez las cicatrices de lugares extraños mi corazón combatiendo lejanas fábulas ah si solamente dijeran “muchacho siéntate a la mesa” Cómo voy a sentarme.

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Y ahora quién sostiene al mirlo Y ahora quién sostiene al mirlo quién la inauguración del próximo instante porque llega rodando como leve isla se detiene y es el perfil para los que pasan y no ven pero el mirlo es el mirlo un círculo solamente un pequeño girón de plumas silbando en el viento un lujo y un yugo para mí que hubiera preferido no verlo porque vuelve una, otra y otra vez (los mirlos insisten) y deja su brillo en el cristal. I Si desean preguntarme no traigo pájaros espadas nubes o nodrizas Muchachas que huelen a agua de mar revísenme Uno y otro día yo he pasado por un mismo lugar y digo no ignoren este pueblo no se engañen con estas construcciones de grandes edificios miren el verde ahora más frondoso y el azul con tanta maña detrás de los árboles en el cristal las mariposas con todo el brillo de sus cuerpos 300


No miren tantos edificios pantanosos la libertad es más exacta y tiene un solo rumbo Si creen que soy un extraño revísenme pero no se dejen engañar por los peces. X Conozco una isla transcurre dentro de mí es larga y tierna como una espiga de cristal Va y viene y hace fiestas y hace lumbre para el que anda lejos y esparce la fogata y dice este no es el camino este no es el eslabón no hay pájaros no hay dulces cánticos no hay montañas como girasoles no hay leves palmeras Mírame patria sin corcel entre el amarillo más frágil con el viejo can que lame mis manos Por ese cielo morado va mi vida girando No mires al que desciende entre los verdes árboles y toca con los labios la última vigilia Danza conmigo Isla en la frontera de este abismo cuando los pies no puedan con la arena del tiempo y las pupilas no alcancen el horizonte Acompáñame sé el tigre de Blake brillando en las constelaciones de mi edad Rescata mi desnudez.

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XI Te ofrezco las ruinas de mis días venideros y el inapelable signo de mi muerte Dame a cambio el rumor de tus ojos esos puntitos fijos acechándome y el filo de tu boca que puede más que todos los imperios de la tierra XVII No basta saber que el destino de un hombre y una mujer puede ocurrir de otro modo Mientras tanto no entremos en razones Mortifícame soy un hombre que viene a celebrar tu cuerpo. XXVII No basta con exigir el único instante que tengo para convencerme de que tu presencia es un sol de pequeños recuerdos 302


o un delfĂ­n inclinado sobre mi propia sombra Si sintieras todo este esplendor fĂĄbula que nos oculta como la huidiza huella de un antĂ­lope o ciudades donde los peces saltan contra la luz enloquecidos por el tedio de la noche y el murmullo de trenzados cuerpos que inauguran ese instante que ha dejado de pertenecerles.

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Dalia Nieves Albert Nacida en Santurce. Ha publicado los siguientes libros: Muerte segunda (1970), En el diario asombro de lo humano (1989), Vamos a subir la voz para subir mariposas (1989), Las Cenas de amor (1998). En memoria de nuestro querido patriota Filiberto Ojeda ¡Ay Filiberto Filiberto Ojeda! Tiene tu nombre la esbeltez de quienes jamás doblegaron su espíritu y su cuerpo. Tiene la esbeltez repetir tu nombre, Filiberto Filiberto Ojeda, esa l y b y t y f que suben hasta la patria misma, son las letras que sustentan tu paso, esa l de libertad que reconoce tu nombre Filiberto Filiberto Ojeda. A la luz del sol se alzan los machetes como hojas finas de plátanos o guineos 305


como esperanzas verdes. En cada escondite resuena la libertad con tan solo repetir tu nombre Filiberto Filiberto Ojeda. Se palpa la luz del acero que retumba, que aguarda como el recuerdo de tu sangre, Filiberto Filiberto Ojeda. Rojo será tu recuerdo larga será nuestra memoria como largo fue tu adiós para morirnos la vergüenza, la palabra inexacta, el dolido adiós a tu mirada. ¡Ay Filiberto Filiberto Ojeda! Casi no puedo pronunciar tu nombre, pues se ahoga en mí el dolor de la bala clavada en tu humano cuerpo adolorido y casi me desangra el saberte herido, el querer para mí tu último deseo para grabarlo en las cientos de memorias de los hijos y las hijas nuevas que vendrán, de los que conocerán de tu muerte 306


por nuestras lágrimas derramadas, por nuestro llanto y angustia de no verte, de los que no podremos vivir sin saber que alguien se esconde para resguardar nuestra patria. ¡Ay Filiberto Filiberto Ojeda! Ya en sueños presentí tu muerte, y en sueños fui herida por tu muerte y ahora viva, lloro con llanto rojo tu muerte, porque tu nombre no estará en mi montaña, porque no pensaré jamás que habitaste mi casa en el clandestinaje, ni entraste a mi cocina por la noche, porque jamás te ocultó mi bosque, mucho menos mi palabra. Filiberto, Filiberto Ojeda. ¡Qué luz has traído a nuestro mundo! ¡Qué luz ilumina tu ser y tu estancia! ¡Qué poder reside en tu mirada triste! ¡Qué honestidad de ser hecho a la medida de la Patria! 307


Filiberto Filiberto Ojeda. No quise guardar en mi pupila ese cuerpo gris, azul inerte, no quise guardar en mi mirada tu puerta y tu umbral chorreando sangre. No, Filiberto Filiberto Ojeda, no quise retener en mi mirada las piernas dobladas de tu amada, su caída al retorno de su hogar, su tristeza al verte desangrando en su recuerdo. No, no quise para mí ese lamento, no puedo aguantar tanto dolor, Filiberto, Filiberto Ojeda. Hombre de Patria, Mártir ilusión del siglo viviente. Eres de luz, madero y firme. Eres como Miguel, Miguel Hernández, eres como Manolo, Manolo El Leñero como Pedro y como Antonia como Antonia marzo de sangre y protesta Como Blanca y como Lolita,

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Lolita Lebrón como todos y como todas voz hombre, voz mujer voz de todos y de todas las voces. Eres la L de lealtad la b de banco robado para la patria la T de tesón y la d de dolor por la traición la d de desalojo y destrucción, pero la semilla no ha caído en vano ha sido regada con tu sangre y con tu sangre nacerán machetes y florecerán los Filibertos los Filiberto Ojeda. Y en la ciudad resonará tu nombre con cascabeles porque escrito está que los pobres alumbrarán la tierra y la tierra, y el monte serán de los pobres, de los desventurados nuestros, porque escrito está que los últimos serán los primeros, Filiberto, Filiberto Ojeda.

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Serán de muchos los machetes, se cortarán racimos verdes y maduros se talará por siempre en esta tierra y se afinarán las trompetas para que todos al unísono entonemos el retorno de tu espíritu a esta tierra nuestra. No lloraremos tu nombre, No Filiberto, Filiberto Ojeda No lamentaremos tu muerte, No Filiberto, Filiberto Ojeda. No pronunciaremos tu nombre en vano, Filiberto, Filiberto Ojeda. Nadie jamás dirá tu nombre, si no tiene el corazón ensangrentado, si no tiene la memoria dolida, si no guarda para sí las lágrimas para crear un río de patria para tu regreso. Así es y así será Filiberto, Filiberto Ojeda. Yo canto con el alma acongojada canto con ira y revolución 310


y me pregunto si mi tinta podrá cambiar algún detalle, si el bolígrafo rojo con que escribo podrá afilarse para cruzar a nuestros enemigos de arriba hacia abajo de lado a lado crucificarlos en la cruz en la que ellos conciben la paz de las cosas de la grama recién cortada la paz de su absurda sabiduría de tuerquitas y tornillos, jamás tuvieron ni tendrán una estancia como la tuya, jamás un portal con tus bloques jamás se llamarán don Luis, mucho menos Filiberto, Filiberto Ojeda. Han sembrado para siempre tu memoria en un día memorable de nuestra historia. Han abonado la tierra para que crezca cada día en nuestra patria la voz de la dulzura del machete que se escucha repitiendo tu nombre Filiberto Filiberto Ojeda.

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Iván Silén Santurce, 1944. Ha publicado los siguientes libros: Después del suicidio (1970), El pájaro loco (1971), Los poemas de Filí Melé (1976, 1987), La poesía como libertá (1992, Premio PEN Club). El gato d’angora A López Dzur, a Alberto Martínez y a Ana María Fuster Soy casi un ser, aunque amanezca lento. Soy medio ser, aunque la noche continúe. Soy un cuarto (un sueño) de ser, aunque nada tenga sentido. Soy un dieciséis de nada: un gato d’angora negro, un gato sombra de luz que me mira enamorado del gato de mis ojos. Soy la urgencia de mi carne por tus besos. Un lago sembrado de lotos. Un río sembrado de lluvia. Un estanque sembrado de cielo. Soy casi un ser como un disparo. Un sueño que prosigue en los insomnios. (Soy un cielo sembrado en los espejos.) Un gato de luz en medio de las sombras.

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¿A dónde, Hurí? Al poeta José de Jesús Domínguez (1843-1898), uno de los fundadores del Modernismo puertorriqueño y del Modernismo hispanoamericano. Demencial, Hurí, cuando me besas al borde de la carne y del silencio: oscura lluvia, tú, néctar de muerte tu lengua ocaso me pronuncia, me lame y me rebusca: ¿quién eres, ¡oh, Hurí!? ¿Qué mujer s’esconde en tu suicidio? ¿Qué muerte te trafica entre tus besos? ¿Quién te sentará como un girasol contra el espejo? Déjame cantarte sarcástico de amor en la bruma blanca de tu vientre erizo: cueva de amor do sucumben los marinos. ¿A dó, Hurí, tu boca loca? Puerta de Dios entre tus muslos pequeños, peludos, blancos, do tu lengua, Hurí, me llama, me lame, me sucumbe.

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El astrophísico Aquí estoy delante del asombro sin saber con qué palabra nombrarte. Mientras t’escribo esta carta seudophísica y te contemplo en tu día y en tu noche, a cien billones de trillones de billones de segundos más allá de la luz y más allá de la sed, te faxeo, “t’emilio”, te radio y no sé si m’escuchas ahora, no sé si m’escuchas nunca, y menos aun sé en qué singularidad te hallas como un cero del tiempo, de velocidad de la luz a los no tiempos de tu carne. ¿Qué prisa posees? ¿Cuál es la urgencia de morir en la raíz cuadrada de los sueños do soñabas, Tú, la Rosa imperiosa de la explosión del principio?

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¿Qué carroza de fuego hervido te protegió de la Nada? ¿Qué carro de luz inflamado de galaxias, te protegió de las pr’estrellas? ¿Qué universo eras y eres de la nada, si fuiste el tiempo imaginario de toda materia posible de toda lluvia posible, de toda mariposa, de todo otoño florecido? ¿Dónde, cuándo, di, en qué curva del tiempo-espacio el universo se volcó en lo posible tuyo y en lo posible mismo de cada hombre? Tu nombre se volcó ascuamente en cada segundo de billones y millones d’espacio a las transiciones de las faces do el mundo, maravillado de sí, acontecía mariposamente a lo que tenía que ser de ti y de mí: roble de invierno abierto contra los cielos encendidos de aerolitos. 316


¿Qué singularidad te partió el alma? ¿En qué billón de los trillones de segundos levantaste el pabellón de ti mismo? ¿Dónde estaba entonces el error del hombre? ¿En qué huevo del tiempo imaginaste lo posible del espacio, si la lluvia d’estrellas, flama contra flama, ascua contra ascua en tus espejos de cenizas, en tus espejos de azogue do te miras y me ves –do te miro y no me veo– cuando regrese la materia y nos aplaste en ese enorme “crunch” (y aplaste toda luz, toda palabra, toda flor) como un milagro en medio de las naves. ¿Quién molerá el polen del mundo para empezar de nuevo? ¿Qué’xtraño retorno de lo mismo prometes en el delirio de los astrophísicos?

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¿Qué horno de ti retornará para abrumar el sentido de la carne? Los flamboyanes crecen impávidos azules, rojos, incandecentes, nitrogliceriando de brumas, o en la piroxilina de los otoños amarillos contra el alba, así al principio como al final gira y gira esparciendo semilla de luz, espermatozoides de fuego de helio, de ceniza, de ascua. ¿En qué instante de los billones d’estrellas veré tu nombre escrito en los espejos? ¿En qué acontecer de Dios tu tiempo imaginario será cierto, en esta carne del brujo que arderá tuya y mía, secreta 318


y oscuramente, en la imaginación posible de los tiempos? Aquí estoy delante del asombro sin saber aún con qué palabra habré de marcarte. Estoy aquí delante del carimbo con qu’escribo entre tu alpha y mi omega, (entre el universo que va y el universo que viene). Aquí estoy esperándote, a cien billones de trillones sabiendo que hubo explosión de Big-Bang al principio de tus besos, y al final de los mismos besos del Cristo alucinado (del gran retorno, de la enorme aglutinación de la carne), la cruz sólo será una ilusión en medio de la curva del espacio tiempo (aerolitos y cometas, planetas y estrellas) que dice hosanna delante de la muerte cuando el universo crece como una niñita enamorada y el espacio, 319


al fin y al cabo, como un anciano hastiado de sĂ­, rugiendo de artritis por todos los huesos de tu carne. Tu universo estĂĄ delante de mĂ­ y yo no termino de faxearte enamorado.

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DĂŠcada del ochenta



Década del ochenta El debate en torno a la generación de poetas de los ochenta, en 1988, demostró la existencia de una nueva producción en la poesía contemporánea puertorriqueña. Se trataba de un corpus poético maduro, temático y estilísticamente diverso. Los convulsos años ochenta transcurrieron entre la utopía y la desilusión. La década abrió con la Revolución Sandinista y cerró con la caída del bloque comunista en la Europa Oriental. Dado que la cultura no es ajena a los cambios que operan en los órdenes económicos, políticos y sociales, e incluso dentro de la propia cultura, es preciso ponderar qué efectos tienen esos cambios en la dinámica cultural, especialmente en lo que atañe a la producción literaria. La desilusión llevó a estos poetas a una experimentación sin precedentes. Hay que considerar que la década de los ochenta es un punto de partida para esta nueva poesía que sigue produciendo sobre la marcha. A finales de la década algunos poetas habían publicado su primer libro o estaban en vías de hacerlo. Muchos de estos se habían forjado en revistas generacionales como Filo de Juego, Tríptico y Aldebarán. De igual manera, la producción de estos poetas figuró dignamente en las páginas de En rojo, Amaneceres, Cupey, Revista del Instituto de Cultura Puertorriqueña, Contornos, Islote, Caribán y Mairena, entre otras. Resulta imperioso aclarar que no todos los poetas participaron en las revistas antes mencionadas. Algunos procedían de talleres literarios. En el caso de los poetas de los 323


ochenta de Mayagüez, estos se organizaron en torno al taller “Caramba”. Estos poetas eran inicialmente enemigos de la palabra escrita y pretendían devolver a la poesía el signo de la oralidad. Más tarde vieron la necesidad de incorporarse a las revistas y otras publicaciones, pues se dieron cuenta de que la poesía es esencialmente escritura. Se organizaron talleres y peñas poéticas, como el taller de María Arrillaga a comienzos de los ochenta, el de Beatriz Berrocal, ambos en la Universidad de Puerto Rico en Río Piedras, y el de Angelamaría Dávila, auspiciado por el Instituto de Cultura Puertorriqueña. Otros poetas permanecieron al margen de estos desarrollos y simplemente optaron por poetizar en el silencio e interactuar ocasionalmente con los poetas más activos. Finalmente, el arribo de El límite volcado: Antología de la generación de poetas de los ochenta (compilada por Mario R. Cancel y Alberto Martínez-Márquez) a la escena literaria puertorriqueña en el año 2000 vino a significar ese necesario ajuste de cuentas con la historia literaria puertorriqueña. Alberto Martínez-Márquez

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Zoé Jiménez Corretjer San Juan, 1963. Ha publicado los siguiente libros: Las menos cuarto (1985), Crónicas interplanetarias (1990). Es fundadora y directora de la Editorial Tríptico. El jaguar El jaguar enamorado quiere sembrar un árbol de limón quiere vestirme con su piel de leña adormecida en el ensueño de las telas que se lleva el viento a la distancia Es la piel del coco en el horizonte de la luna que se cuece en una dulce ebullición de canelas y cremas de palmeras El jaguar se muestra dócil y carnívoro atento a su ojo que despierta dentro del vientre de la hembra El jaguar yace dormido a la orilla del río y tiembla, cada vez que las ramas le invitan a retomar los caminos de la aurora Hay un misterio escondido en la piel del jaguar que no comprendo hay un silencio que me taja las sienes en la boca del jaguar cuando calla un enigma oscuro de estrellas que no quiere desvestirse de sus garras perennes planta que baña el pasado devorando impidiendo el tejido de un horizonte largo 325


en los pies de un camino nuevo El jaguar no sabe desatar las redes es lenta su carrera tras la hembra que espera colgada del vacío El jaguar no sabe que es la hembra del universo la que espera y yace eternamente construyendo el ombligo de su mundo No lo sabe, pierde el sentido del premio tiene en frente las órbitas azules del ensueño y no sabe capturarle al tiempo el designio firmado en sus manos Se le escapa la presa se le esconde al jaguar la presa del viento en sus nubes no reconoce el amor que retoña en el milagro de las cosas no reconoce la certeza de los orígenes nacidos en la tierra El jaguar quiere plantar las flores en sus huertos cultivarse doble en dos caminos paralelos Pero en la selva hay una sola ruta que lleva las bestias al cielo y el jaguar, distraído, da vueltas en su laberinto de esperas… Habrá un árbol de limón, una piel y un sólo camino. Y eso sólo lo sabe el viento.

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Oración He robado a la tierra su energía de árbol extraigo de la savia la corona que es delirio de la fuente y el secreto soy el habitante y el ojo circular de la memoria el amor, en su bella y cansada ilusión de carpintero He bebido el grito de la madera transformada para vernos bajo la misma luz de los astros y enramada te nombro en una invocación de montañas enarboladas de horizontes Quiero visitar los lugares musicales de tu arcilla abrirte las alcobas de mis dedos lunares inflamarme de ti en el primer bocado de la aurora eclipsar pasados para ser tu esposa de piedra en un instante sonsacar el futuro escondido entre las tierras darle color a las puertas con relieves de luz bautizar las ventanas de luciérnagas abiertas para que regrese el olor de tu cuerpo en la sexta hora del azahar y la rosa Guardo una reserva de energía para tu boca el aire y el impulso de la eternidad en la voz de un pitirre un rebaño de estrellas te daré en las noches cuando la lluvia, con su golpe, despierte tus deseos... Tengo el pecho hinchado de gorriones mi alma como una galería donde resuena el eco de tus manos y un deseo de escribir nuestros nombres juntos en la piedra dura del pico de las nubes... Este amor reconoce el amor cercano a la flor y a la hoja 327


un amor como una espiga tostada que anuncia la noche amor arropado por un sacrosanto murmullo de vientos cifrados llenitos de antaño Este amor es como el agua antigua, cercana a la hierba y a la lana, con aroma de grosellas y de albahacas... Quiero hundirme en la noche alerta de tu cuerpo en el enigma de esta danza consagrada desnuda sobre tu arena en laberinto de besos religiosos perfumada de miel en tu mirada Quiero la sentencia del eco de la lluvia y del árbol el espejo y la alquimia encontradas un libro infinito de versos en mi boca para leerte el universo en cada poro, en cada rosa... Quiero ser la aliada de tu bálsamo y la orquídea prisionera de tu grito que me lleve al cinturón de “Orión” en el despegue del silencio Quiero llegar curativa de tiempos con la canasta del orfebre llena de frutos frescos Bailaré entre la viña del sol y entre la muerte para habitarte segura de cielos en la lumbre y la cumbre de lo eterno... Rito Voy a desenterrar una raíz muy larga del fondo de la tierra para tejer una constelación de lirios de leche en tu espalda con ella Lavaré tus manos con el rocío de la noche 328


y abriré el surco del tiempo en este espacio vacío Voy a desplumar una rosa y una gaviota y en un rito de sangre escribiré tu nombre en las piedras del río Me asomaré al espejo del manantial para ver tu rostro y no el mío y coser en tu corazón una alianza como un círculo de anulares tibios Quiero rasparme el cuerpo en tu tronco de cedro lamer las auroras de tu pecho dormido Bañaré tus pies con las semillas de la ola ungiré tu frente con mi tierra y te colocaré mi orquídea en tu boca Voy a alquilar los caracoles del olvido encender una llama redonda en la arena nocturna invitar a los vientos a sembrarme espuma en una cama de flores como estrellitas amarillas Haré un té de mares con tus buganvillas un brebaje de cielos con mi albahaca ensartando besos con alas y hojas en un tiempo eterno de lanas Escribiré en la libreta de Dios un sortilegio de universos para abrirme la piel y escribirte otros versos mojarte las manos con la humedad de mi cuerpo y perfumarte de algas a la orilla del tiempo Voy a atarte un lazo a mi memoria antigua una cuerda tejida de aromas perdidos para encerrarte en mi destino y en un ciclón de enredaderas verdes encarnarte. 329


Vidrio y luz Ante la oscura noche que me viste oculto mi rostro de fiera recuesto en la memoria la carta de tus manos el destino de estos hilos submarinos que han sabido conspirar con la aurora y el trueno la capacidad de adorarte en la penumbra del otoño Desvisto de mi rostro la máscara antigua de tantos desvelos engañando mis sentidos en el verbo de un corazón de piedra inerte dormido en las aguas del silencio y el cielo ha nacido en tus ojos Arranco de mi piel el murmullo de la nada para escuchar la lluvia que me nace en las entrañas al solo tacto del pétalo y tu lengua Estoy sorprendida, me miro en la charca y veo nacer en mi pecho auroras encendidas una flor de fuego en la boca que se abre al reflejo de tu aliento y la nube y la garza en la montaña Se me derrama la sangre en la garganta ante el milagro de las aves se me desborda esta calle llena de caminos que construye mi nuevo ojo ante la estela de los eclipses dormidos Quiero beberme la savia de tus sienes dejarme habitar por el maremoto y la estrella para embriagarte con esta constelación hecha nido en mi vientre desatado de horizontes Estoy metida en el calcio que aspira la escritura de tu boca y el perfume de tu beso nocturno en la ventana abierta 330


estoy atrapada en los sentidos abiertos y deshechos de las órbitas con las manos peregrinas de caricias que me conducen al eco de tu sombra en el lecho recostado del recuerdo Habito la célula prendida en la voz del ruiseñor y la paloma que conocen del vuelo y atraviesan el hombro alborotado del silencio y miran por encima de los muros del mar buscando tu puerto Rendida estoy, ante la cadena de tu piel y el grillete de tus dedos soy pájaro, gacela, afluente y vino, concha, llovizna y tallo resucitado en vientos que despiertan con el corazón sobresaltado de verdores ante la ilusión del abrazo que aguardamos por encima del cielo He tejido el riesgo insomne del amor sobre tu pecho he dibujado la música de un sortilegio animal incrustado en la mano extendida del desvelo para hallarte entre el ala del sueño y este grito que escucha el universo cuando amarras tu piel a la vena inconsciente de mis besos y nos convertimos en rayo y relámpago en el seno de esta hoja que rezamos para hacernos de vidrio y luz en el deseo…

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Moisés Agosto Rosario San Juan de Puerto Rico, 1965. Su poesía figura en las antologías Mal(h)ab(l)ar (1997) y PoeSIDA (1995). Ha publicado, en colaboración con Joey Pons, Poemas de la lógica inmune (1993). 9/2/05 A la hora de vivir fue importante saber que el amor se adentró en mis huesos al menos una vez, que antes de cerrar los ojos y partir hacia otras memorias necesariamente tenía que amar para poder partir tenía que amar para poder apropiar la experiencia del respiro poder soltar la sonrisa al aire para rescatar una vida ambiciosa. Pupila diminuta en el mar verde de tus ojos con los párpados alzados pestañas luminosas secuestrado y sin sorpresa al otro lado de tu cuerpo te apropié con el presentimiento de saber 333


eras a quien estaba buscando para documentar el amor. 11/28/95 Podría evitar la complicidad de tu muerte y descartar la hostilidad del ángel que te absorbe desde adentro, si me dejases la piel estupor de cenizas martillando mis neuronas y un semen reciclado recorriendo mis arterias. 1/13/96 Para planificar mi muerte necesito hacer un recuento de poemas visitar los cementerios y los vientos que llevarán mis cenizas a algún lugar de la tierra. Necesito descifrar las manos y la furia de aquellos que me esperan en algún lugar. Necesito saber si leerán mis versos si los vientos cabalgando mis cenizas 334


irán lejos. Para planificar mi muerte necesito la voz de mis palabras permanente identidad de piel rasgada por el fuego que finalmente destruirá el virus. Para planificar mi muerte para planificar tu muerte las lápidas de piedra nos hicieron retrasar una paz inmediata un miedo al inconcluso final de la partida. Para planificar tu muerte tuve que recoger mis huesos rotos e imaginar los cedros inmóviles al viento cubrir con telas de algodón el espejismo de tu muerte proyección de tu dolor cuando respiro. Las últimas palabras al adiós de verdad que siempre evadimos ante el milagro de los huesos. 1/23/96 Las epidemias nos poblaron de amor nos infectaron de sorpresas con imágenes de muertes invisibles. El amor se pobló de epidemias. Infecciones recorrieron mi casa para descubrir a las abuelas que nos amaron desde la esquina más estrecha del mar, desde la hamaca más lejana 335


donde los cuentos y los santos guarecían sus cimientos. Las epidemias poblaron el amor de profecías de hijos aglutinados en la roca más absurda de algún río pariendo un amor de incontinencias. La epidemia nos pobló de querencias, de urgencias nos llenó de palabras infectó al padre con la vulnerabilidad más cercana la del hijo que fornica de espalda hermanos se convierten en amantes hermanas deforman solidariamente sábanas que intentan recobrar espantos, sobrinos que amontonan el amor oportunista para llorar de vez en cuando la memoria amor de epidemias trastorno de los barrios querencia de la muerte, familias que retornan al querer a corto plazo. 1/25/96 Las fotos perturban el aire los amigos que partieron para memorizar una ausencia con la cual yo no contaba un vacío impregnado en el papel que se enmarca para no derrotarse entre las cosas para no doler más en el rostro que nos sonríe instantáneo. 336


Las fotos me traicionan los objetos los que guardo para no descomponerme para no palpar la kaposis detrĂĄs de un cristal. Observo las torres fabricadas de papel los cuadros de metal que me transforman regresivamente o quizĂĄs en blanco y negro para lidiar con el dolor y sinergĂŠticamente desolarme. Infecciones corren los espejos negativos en papel de versos saboteando el recuerdo pronuncian el rostro cuando la sal del sol alumbra. 3/2/96 Los discursos y la muerte son presagios que rompen huesos. Escribo un homenaje y los insomnios se allegan sin remedio. La cama de hospital inmensa, el torso desmembrado ante la duda de la muerte. Te me rompes en los brazos, en las letras. La sangre que fue tuya se puebla de miedos la pena se desdobla para mirarme en esos ojos que sabotean el descanso en el cuerpo mientras se recobra de la paz que nunca llega. 337


Tu discurso me provoca saborearte el dolor. 3/15/96 Esos dolores fortuitos que el cuerpo nos descarga se asimilan en la piel como las aguas entre el musgo de las piedras. Esos dolores fortuitos se tornan en huesos nos torturan la emoci贸n desesperada de saberse. Esos dolores se replican como un eco virulento, van a cada esquina multiplicando y mutilando la palabra, el milagro de la p铆ldora el cuerpo se nos confabula en dolor. Los dolores redefinen el cuerpo coyuntura de tierra en los tobillos. 4/5/96 El hombre de cabeza rota no me alcanza no amortigua la sanaci贸n de mis fotos. Pedestal erecto 338


al borde de mis p贸mulos. No me alcanza las neuronas, la fuerza para seguir pensando, manoseando y desligando vida. Te tomas una p铆ldora, el hombre no me alcanza. Te ciegas con las piernas rotas y el hombre no me alcanza. Sin luz, sin sabor, sin pensamiento, el hombre o lo que para estrellarme necesito no da basto. Sin la debida pausa despierto con la mente en pedazos de tanto manoseo rutinario.

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Maribel Sánchez Pagán Barranquitas, 1961. Ha publicado en las revistas Triángulo, La otra columna, Zona de Carga y Contratiempo. Sus poemas aparecen en la 4.a y 9.a ediciones de Nueva poesía hispanoamericana, entre otras. Canto II su amor guerrero (cristiano en siglo XX) me enseñó cantos de capitanes en lucha campal con el pecado (amor carnal) pero también me enseñó a su David desenfrenado que prefirió mis partes sobre su centro y me llevó en rapto a un lecho de sedas donde prefirió entregarme su melena de Sansón a perderse en la guerra eterna de un dios vencido ese día se arrodilló a pedir perdón mientras yo, regocijada rebeldía, feliz de entrepiernas, celebraba haber amado a un rey de reyes Canto III mi flor en su manojo carmesí permanecía cerrada 341


en pétalos lastimeros un día, tentaste su mitad manoseando con tus dedos el pistilo de la osadía en tus manos jardineras toda chorreada, arrebatada y fervorosa abrió en una cruz de malta de cinco pétalos Canto IV fuiste el principio de las ganas tu lobo estepario se escondía de la multitud mientras me observaba estudiaba cómo tragarse la presa cómo comerme a besos me olía, me aspiraba buscaba mi piel para lamerla me rugía su canto en un eterno llamado su olor me atraía a esa divina entrega me brincaba inesperadamente dábamos vueltas como bestias 342


lo montaba y me perdía en ese inmenso bosque de su cuerpo maduro de cicatrices mordaces de secretos y silencios yo fui su oveja tierna mis veinte años Canto V contigo me gusta viajar en primavera y encontrarme desnuda frente a tus cuadros chorreantes de sanguina allí, en tu taller, frente a todos, me gusta buscarte en los cuerpos contorsionados de tus torturados me gusta mirarte al ojo verde encontrarme en alguna línea oblicua intentando ser trazada en papel maravillarme con el gaucho y sus signos crucificados verte parado junto al continente besarte el bigote manso allá, en la habitación, donde la luz es más opaca y llueve de tardes donde Palermo es un enorme verde oscuro y su profundidad parece carcelaria sentirte libre me emociona 343


entonces, me gusta quitarte el carboncillo me gusta dibujarte contra mí, delinearte, encontrar que hay un centro que grita, de lágrimas y perdidas una vez más, que subiendo y bajando por la galerías de una América Central lejana los dos somos exilados raza cósmica en ebullición que siempre nos miraran con rabo de ojo porque cómo es posible que en primavera caminen por las calles este par de locos Canto VI no sé por qué aún mi cuerpo desea tu espiral marmóreo entre mis muslos por qué mi caverna silente quiere tus aguaceros cristalinos por qué me inunda este ansia de humedad tropical este llanto tan adentro de quererte perdido en mi vereda abierta

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Canto VII Nietzsche con ojos desorbitados advierte mi cabalgata sobre tu sombra piensa eres el último dios que tu muerte bajo mí será lenta como lenta es la vida del que ama observa he comenzado la danza tus barbas añejas entran por mis poros soy parte de la creación consumo tus labios para darlos a Zaratustra y sólo Altazor bebe del verso te dejo entrar medita cómo trituro con uñas y dientes mi deseo cómo me aguanto para no llorar ahora se deleita verte emocionado meciéndote en tu silencio mientras sueltas mis cabellos y me dejas ir para siempre… Nietzsche con ojos desorbitados atisba como masticas la hierba Canto VIII cultivabas flores en un principito roseabas los versos ungaretti

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podabas la nostalgia pasternak abonabas con pizcas hudson recolectabas los llantos vallejianos fertilizabas las caricias nerudianas epístolas de otros corrían entre nosotros las amabas y soñabas ¡haberlas escrito todas! entonces, oyendo campanitas bajo aguaceros entre libros con atmósfera de cielo me amabas entre los pájaros entre tangos de Gardel con ganas de leerme siempre de quererte dentro deseabas, como ahora, (no lo niegues) mirarme al ojo y beberme la lágrima salina amarga para endulzarme mi parte acuática de escamas…

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Canto X voy en caravana, lo busco con los ojos, con los sentidos, por la piel, por los poros, lo persigo entre los rincones, lo descubro entre las sábanas, entre las ropas, entre los papeles y las cajas, como animal acorralado exploro escapar de la trampa, de los días pacíficos parecidos al hogar, de esa seguridad que nos gusta tener junto a otro, corro como fiera en busca del páter, de lo que no tengo, de lo que perdió la mujer en la creación, reclamo encontrar lo que me completa, lo que me sella a los escombros de lo ya vivido, me rebusco a mí misma para limpiarlo de mi cuerpo, borrar toda huella, la luz es tan intensa que aligero por las escaleras tratando de salir por alguna ventana, llorándome la lágrima muy adentro, deseo sustraerme la sangre que me hierve cuando veo sus cabellos mojados y como dios nórdico, con su sonrisa plena, mírame sin más amor que el ahora, entonces, encuentro el cuchillo antiguo con el cual hacer el sacrificio pero, todo es inútil, allá andan mirándome los guatemaltecos, los españoles, los kurancos, los vikingos, mirando lo que otros no ven, soñando la recreación eterna, huyo, me muestro indiferente, me alejo de sus cosas, pongo mis manos atrás, no tocar ni un año, ni un segundo pasado, que no me subsista ni una espora de la África tropical que llevo en las venas, que no me quede ni el polvo de un papel añejo que yo misma escribí y su tinta todavía me corre por la piel, huir es lo que hacemos, yo soy la más que aguanta, lo sé, porque no puedo ser la madre, la madonna, la mujer, la amiga, si no soy todas las cosas, soy la que escribe poemas en prosa, la que recoge la empatía, la que odia los finales felices (la hacen llorar), soy 347


a la que angustia la distancia, la que se hiere a sĂ­ misma, soy la que busca este final, en caravana a otra noche.

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Madeline Millán Vega Nacida en Coamo. Desde finales de los ochenta reside en la ciudad de Nueva York. Ha publicado los siguientes libros: Para no morir por segunda vez (2002) y De toros y estrellas (2004). Lección 1 el sable y el tambor invisible el objeto bailará bajo pantalón de dril La mujer como si moviera el aire con las manos y, sí desnuda, con las tetas Un sonido que es parte de esta música: El tacón y la voz se comentan mutuamente Parte imprescindible del canto y del baile que lo azucen a uno, que le espanten el miedo Mira ahora como muévese el vientre y la vagina tal en la molienda de azúcar batiendo con leche El arte será demostrar los dotes de la amante Revelar su lado oculto de la tierra y la luna Llamará al macho con señales inequívocas de una despedida Breve, dolorosa, gozosa y eterna al mismo tiempo El que sí pero no y el no que sí, a ver qué harás para 349


remenearla El macho baila y sigue el juego imaginarás dos sables sin pensar en que eres su enemigo Una cabeza o las vísceras de la guerra Cuando te hace el amor confunde el terreno del combate Tu sudor y la pista su trofeo Lección 2 Qué son las manos en el baile Uf te podría decir que son el lenguaje de los dioses Las caderas el anuncio de lo que vendrá La vagina un lugar que presencia la puesta del cuerpo Los pies alas rabias polen y leche llevados al viento Son ochos, piruetas, coquetas y cortas O largas y raudas corveándose como potros salvajes el cuello el cisne que se resiste a morir o que en posición de buda no abdica y tieso queda La cabeza con los labios, los ojos y las aletas de la nariz los óvulos de las orejas que respiran si se enciende el amor

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Lección 3 No te abrirás por un momento Los líquidos saldrán por los poros El rojo o rosado o negro sobre negro mojados Eso que llaman sudor es necesario Para emprenderla larga, de pieza en pieza, sin parar porque la obra no está terminada Mis lecciones son privadas, no sé si seré una bufona o si me atreveré a interpretarte mi amor Ensayo frente al piano negro que me refleja Creo entender que quiero verme y tratar de no mentir a la hora en que the dancer is the dance Para que me veas bailar cómo me vestiré O tal vez no quiera vestirme con el riesgo de perder todo artificio Ay mira que mira mira, ay mira que anda y anda Me acerco a tus genitales como si los quisiera tocar con la mirada Te digo que estoy encendida y para eso me voy dando vuelta, lenta Sobre los talones el torso, en forma de ese con el cuello-en-cisne Mis manos a la izquierda van diciéndote que sangro 351


Y te amo y no te tengo ay que mira, ay mira que anda anda desde que te estoy queriendo no sé lo que me pasa Y de repente rompo tus expectativas porque me revelo y no te lo doy, no te lo doy, esfumándome con paso hacia la guitarra Frente a ella me obelisco y soy una aguja apuntando al cielo en el suelo de madera por el que mis talones salpican como Carmen en el congo africano Al final me voy hacia ningún lado sola y de rojo con mantilla Por los mares del Caribe, allí fui a parar, conociendo el baile de adoré y los ancestros, avatares del son, me inducen a ser la que te revele algunos de los últimos secretos de mi especie Lección 4 Que tu amor no se vaya a la pista Que tus pies no paren de llorar Que la guitarra te consuma los nervios y en nota aguda quieras bailar, arrebatadamente no puedo cantarte mis memorias 352


Porque te duelen en no sé qué parte de las justificaciones Mantenerme a raya ha sido un arte Estamos unidos en la línea, y te pongo a girar trompo No pido perdones porque tú no olvidas Y yo en pie de guerra me he consolado, soy la viuda Sabía que vendrías a matarme entre las hojas amarillas Esta vez no hemos visto una ciudad que nos dé música Ni Valparaíso muere cuando le traicionan La historia continúa en los cementerios florecidos y en pueblos donde nunca llueve Llover y llorar, como Estela en su ranchera Dices que vienes a buscarme de otros mundos más bellos y más dulces y habrías podido escoger: La manera curiosa de definir el amor es la condena Dices que no pides, qué que bueno Y no sabes que me pides que siga esperando a que la línea se disuelva como una pierna enredándose en un tango

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Lección 7 Cuando creo que lo olvido manda el obelisco en fondo azul por vía electrónica me recuerda que lo amé Que siempre dudé de su amor Al final las mentiras quedan Esa sigue siendo la única verdad y que me gusta bailar Parece que el pasado se acuerda de mí Quiero jugar conmigo ahora que estoy vieja y escribir su última voluntad sobre el pellejo que llevo Buscar e indicarme un lugar en la historia de alguien Los lugares desiertos que guardan mi huella como un bototo en la luna Vienen y se van, y puedo asumir que algunas variables van despejando la mesa Va quedando enhiesto, erguido, la pieza más importante De repente la olvidada es celebrada No sabré si es perdón o pura mierda Una metonimia de mentira De todos modos no sabremos cuánto tiempo estuvimos olvidados uno del otro Fue traición pero también nos hace recordar en cuerpos diferentes que la lección de baile continúa Yo no sé quién muere quién morirá quién ha muerto 354


Espero no ser yo, no por ahora De todos modos dijimos que el tiempo no pas贸 que pas贸 y nos madur贸 en la forma del amor podemos estar ensangrentados eternamente como bestias ser fuego y dejar de serlo en el agua

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Israel Ruiz Cumba Humacao, 1961. Es autor de los poemarios Encuentros de memoria (1996) y Un abecedario para Eva Leite. Cantares del corazón amargo 1 Poema del corazón amargo Tu hermosa mano izquierda, sus siniestros ademanes: y mi corazón a la espera de un adivinado y espantoso frío de puñales. Tus labios como algunas suaves telas y sus leves ruidos: mi corazón al acecho de un amargo néctar de olvido. Tu olor donde late la rosa viva de la rosa: mi corazón alerta al violento perfume que sabe tiene la insondable muerte en las axilas. Tu recuerdo indeleble como un crimen: mi corazón una veloz lámpara de sangre que olvidando se extingue. Tu melifluo coto vedado: Ese mi otro corazón genital, desbocado, amargo.

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2 Otro poema del corazón amargo Soy el que duerme distraído bajo las estrellas y tiene todavía un corazón de tambor lento y desbocado; que lleva con él un puñal sin pausa que silenciarlo quisiera de mudo tiempo. 3 Destino del corazón por amargo Mirar el rostro del ángel cuando se venga /implacable. Mirar el rostro del ángel cuando se viene /implacable. Confesión del verano de 1987 después de estar en La Habana Yo que solo sé escribir que eres bella y que te amo. Y que te has ido para siempre en el último vuelo de Aerolíneas Braniff, dejando un frío espantoso en los relojes y la sensación de que esto no tiene para el mundo la menor importancia. 358


Flor de piel Por el aire –gacela– la flor pasa. Cicatriz deja apenas en la luz que el ojo caza. Quietud que rauda vuela; preso celaje de aérea garra. Arrastra la que se aleja ceniza de lo que brasa de luz y belleza fuera. Relámpago la fiera escasa a rugir sólo puede nada. Por el aire –gacela– la flor pasa, yendo a borrarse en carrera que el tiempo le dio por casa. Es en sueño de ir barcaza; fragmento de aire que hebra es invisible y suelto hilo sin amarra. Por el aire –gacela– la flor pasa, tejiendo con su estela de la corriente un mapa, 359


un celaje, una esquela. Por el aire –gacela– la flor pasa. La sed En una esquina que el zaguán bendice con sombra, contra el fiero mediodía, se detuvo el caballo, jadeando. Bebió sombra que no era agua. Bebió antiguo recuerdo de humedades. Tomó grandes sorbos del río que no estaba. Masticó de memoria la humedad de las raíces; las raíces que crecen hasta ser yerba. Corrió por sus belfos el exceso de frescura que no sobraba. Se desplomó feliz; saciado de sombra.

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Teoría del tiempo “El tiempo, el tiempecito” (canto flamenco) A Mario Rosado Aquino, que sabe que el tiempo no existe. 1 Si un pájaro, cualquier pájaro de dos alas pleno hasta ser terriblemente perfecto… Si un pájaro, toda la certeza del vuelo… Si un pájaro, toda la entereza del canto… Si un pájaro, de todo su corazón latiendo contra la piedra que lo busca para herirlo de plena muerte, detuviera su vuelo en la absoluta mitad del aire, ¿qué sería de la tarde y su destino de sombra? ¿Quién, como un dios interrumpido en su sueño, pondría nuevamente el reloj junto al tiempo? ¿Quién, piadoso, nos devolvería la muerte y el absoluto derecho al polvo?

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2 ¿Qué tendría yo que decir del tiempo que no sea que pasa, y es ancho y silencioso? Que le interpongo por costumbre este cuerpo inútil como una brizna de yerba en la ancha corriente lenta, implacable. ¿Qué tendría yo que decir del tiempo que no fuera que pasa y es despiadado e inmenso y que ocurre en las cosas pequeñas, invisibles...? ¿Qué tendría yo que decir del tiempo?

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Visión de Lezama Lima Para Joserramón “Che” Melendes, que una noche me habló de los vasos órficos. Lezama: ilesa mar que canta su melaza y frenesí alucinado de luz. Lezama: carbunclo retozando en venado, venablo y vena. El gong al ágora llamándote Luis. Asmática voz de piano y relicario que da al río del querube del nadir azul, profano, prosado. Lezama: sorprendido rumor que si enemigo es dador de la fijeza; tu palabra: narcisa tijera para el viento sigilosa, Lezama. Espejo negro que se traga la imagen como aquella en que se decapita un cóndor encapuchado bajo una lámpara. Espejo que se traga sombra de palabras y exhala el verso como sierpe que en lima y jengibre dulce se vuelve. Lezama: tahúr, violín de fruta, lima. Ilesa mar te llama litúrgica a la barca. Y en Cuba tu nombre da el número exacto de peces y aves maravillosas. Y en Cuba, fragua, pólvora, tanagra tu nombre 363


de flauta echada a cantar para siempre. Ya toda la noche vuelta 贸rfico vaso carnal.

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Edgar E. Ramírez Mella San Sebastián, 1954. Figura en las antologías Pulso de poesía: 1981-90 (1990), El límite volcado (2000), Sensibilidades (2002) y Poesía Hispanoamericana (2004). Canción de los que juegan en la orilla A Kattia Chico Tú te ibas mar abajo y yo tu arena, tu apenas respirar, tus chapoteos. Aquí ya los árboles tienen dueño y son transgénicos; comienza cada día con la amnesia de rojos algodones, por los muñones de los ojos después de esos sueños de navajas, y briosas pistolas al atardecer de los quirófanos. Ah, envidio las ráfagas de plata que antes sabía tolerar en los almendros de estas playas calientes, donde los narcóticos arriban con las olas, donde todos los días los cadáveres insólitos, y sin visa, solemnemente nos dan los buenos días.

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¿Qué cardúmenes tú buscas allá debajo en el abismo del olvido? La sangre es una leche que la nada vomita y los que acuden a Dios como los judas no tendrán nunca cabida en esta orgía vital: senos turquíes, flujos, labios de obsidiana, lenguas de boj, anos deslumbrantes, las manos exquisitas. ¿Qué haces allá abajo pájaro caído? ¿Qué sumergidos buques de esperanza y delirios trasnochados buscas? Sube, bracea, lucha, devuélvenos el día, ¡regrésate! ¡acude! Recuerda: tenemos aún que bautizar o pervertir a todos esos niños que las vírgenes parieron; deja ya de hundirte por ese mar de lóbregas escamas, y gigantes calamares que se deslizan en silencio, como las manos misteriosas de Dios en el útero del mundo.

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Ese hilo de saliva Ese hilo de saliva me recuerda los astros, tu sonrisa como tela de araña Ariadna o el arte de tejer un laberinto. ¡Buenos Días! Viajero de la noche: ¿Qué estelas siderales de dolor comercias? ¿Qué muchacha solitaria engañas? ¿Cuál patria sin rumbo vendes a los maestros de la nada? Esa baba de Dios colgada de las catedrales, la mucosidad divina de las sinagogas y mezquitas de la guerra. Esos ácidos que corroen el año metafísico de los ángeles. Esos arrecifes en el pecho de las vírgenes, sirenas y madres de profetas decapitados, y poetas apestados con el prepucio de los circuncisos. Esas secreciones pestilentes, que destila la historia, se mezclan a los sapos aplastados por los niños y a los fetos, sin rostro ni apellido de los frascos, de laboratorios clandestinos, para conformar hoy ese perfume predilecto de los militares, cardenales y políticos, que dejan la impronta de sus nombres en las tumbas comunes y perdidas de los desaparecidos. Esas babas de cónclaves y juzgados borrachos, 367


me acercan hoy a la memoria descosida: todos esos cuentos con que duermen al hombre. Eso que lanzas al viento [Tantas veces me he despedido de la loca poesía, como si fuese yo un incruento vidente envejecido, pero siempre regresan sobre mi cabeza las palabras, arregladas en torno a una emoción que se desangra, como polillas locas sobre el farol, me asaltan y caigo en esa punzante tentación, que viola y ultraja dulcemente, las palabras...] Eso que lanzas al viento: palabras, vivas palabras. Esqueletos menudos entre tus escuálidos brazos, cubiertos por la macilenta piel del hambre. Prosigue la procesión del sol por estos trópicos ciegos, la garza real y las iguanas verdeazules de un sueño anhelado y postergado por los hombres miserables. En el diván psicoanalítico se nos muere el cadáver que alguna vez la humanidad resucitara en Masa. Eso, eso que lanzas al viento, cantos dorados que brincan y danzan sobre la plata del lago, acaban hundidos en el lodo del alma;

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la honda que vibra, molino en el aire, no atina ya contra el Goliat de la desesperanza. Eso que lanzas al viento: palabras, en carne viva, palabras. Segundo poema de Maria Therese Le duelen, a todos los rincones de mi casa, el vacío que tú dejas: la ausencia de tu pelo sedoso de recién nacida. Los cristales lloran al no tener el tacto de tus ojos brumosos como el mar. Huyes de mi lengua como pájaros que emigran. Desapareces de toda aquella rutina desequilibrada, que traías a mi casa, enredada entre las flores silvestres, que cortabas y tendías en la mesa, y en la cama que todavía huele a ti. No sufro como ayer, los alambres de púas que dejabas en mi almohada, pero provocas nostalgias infinitas, cuando cruzo con tus pasos y sonrisas el recuerdo. Mariposa errática, ¿qué corriente de aire loca te alejó del jardín que cuidaba para ti? Dulce de luna es la sangre corrediza que te lleva, cuerpo extraño e inconstante. Insensible de mí vagas por ahí, malos espíritus te guían y seducen,

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por desquiciados callejones de heroína, y ya no puedo seguir esperando en las esquinas. Te devuelvo los besos que me diste, boca de sueño, opio especialísimo. Y borren el tiempo y otros olores tu nombre de mi lengua. Voy a morir… Una estrella impaciente iba a decir que hace frío Vicente Huidobro Voy a morir en tu sonrisa eclipsado por los lunares de tu cara. Jamás olvidaré el relámpago preciso y fugaz de tu presencia, –¿fue real o una trampa de un delirio de junio?– el desliz delicioso de tus dos labios, pájaros de fuego, serpientes de almíbar, sexo de niña que orina en el río, frescura dormida en la memoria ancestral de sistemas solares, extintos en la leche azul, antes del verbo y de la luz: saliva de Dios y de los ángeles. ¿Fue un delirio de las trampas de junio?


¿Y qué hago, ahora, terriblemente fulminado aquí en la orilla? Cometa con rabo de gases minerales despójame de ti y aléjate. Ahora, que he perdido tantos dientes y no me atrevo a cabalgar sobre tus ancas, potra de luz, cuántica vulva estelar: muerte presente, que me deja jadeante en la penumbra. Voy a morir en tus caricias como quien, inútilmente, busca dos alas.

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Carlos Roberto Gómez Beras El Seibo, República Dominicana, 1959. Ha publicado los siguientes libros: Viaje a la noche (1990) y Paloma de la plusvalía y otros poemas para empedernidos (1996). Elegía del no-nombre Tu nombre es tardío, hueco sin minerales ni resoluciones urbanas. Contiene sólo tres consonantes que la sal y la noche golpean como desvencijadas ventanas marinas. Por él pasa el viento como por una botella rota y lo hace hablar ausente, gratuito porque es tu nombre apenas nada: un sonido infructuoso un gemido de espadas en una casa vacía. El coleccionista Sombrío. Con un gusto a mensualidades. 373


Con cierta tendencia a biografías a cenizas bajo la lluvia a objetos caídos a femeninas caligrafías. Amo mi líquida paciencia: la espesura que me distancia infinitamente de mí mismo. Amo mi oficio crepuscular de encender almas y verlas extinguirse. Los accesorios de tu cuerpo Tu pelo es un arbusto incendiado. Tu frente es una hoja de papel antes de ser escrita. Tus ojos son dos botes de remos en una competencia. Tus orejas son dos caracoles hablando entre ellos. Tu nariz es la línea recta en el croquis del mundo. Tus mejillas son dos panecillos dorándose en el horno. Tu boca es un espejo herido (perdona que lo repita). Tus dientes son pedacitos de tiza escribiendo un teorema. Tu cuello es el mástil de una bandera negra. Tus hombros son dos paracaídas cayendo en la noche. Tus brazos son el minutero y el secundero del notiempo. Tus senos son las dos mitades de una naranja congelada. Tu cintura es un dedo haciendo un círculo en la arena. 374


Tu vientre es un “compact disc” de J. S. Bach. Tu vagina es la cueva en el mito de Platón (quizá más honesta). Tus manos son dos gavetas repletas de pañuelos. Tus dedos son diez soldaditos de plomo marchando hacia la tarde. Tus muslos son dos boas buscando víctimas y aventureros. Tus pies son dos raíces tiernas regresando del tiempo. Tu cuerpo es un libro con fotografías de pirámides y planetas. Melancolía 2 De confesiones y sábanas como mares de besos íntimos como misas de tiernas consignas homosexuales de menstruaciones y cigarrillos de paredes que huelen a mujeres a saliva, a semen y a esmalte se alimenta esta lluvia personal que cae sobre mi techo: son los pétalos de la noche son las flechas de la complicidad son los disparos genitales del silencio que hacen sonar las campanas del insomnio. Algo me llama, alguien me embiste se insinúa con gemidos, con ladridos, con eclipses y golpes en la puerta. 375


Algo, quizá, desata mis corbatas alimenta mis fobias y camina por mi nombre. No sé, tal vez es un olor a sobres cerrados a ropas que caen sobre otras ropas a licor barato, establos, orín y toallas sanitarias. Es el naufragio del día o un padecimiento que me aísla con investigaciones deudas vencidas y orgías romanas. Me atrae, me convierte con señales de humo, gritos de vírgenes y espesos lamentos de marineros perdidos. Con geografías como abrazos de novias, con algas y látigos femeninos: me apresa, me araña el sueño como espinas, como navajas sedientas como gatos que arden en la oscuridad de un beso invisiblemente obsceno. Nombre y palabra Un gong escucho. Un batir de colosales alas negras sobre la espuma, sobre la espuma va creciendo. Un relincho color malva

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oigo repetirse, una vez y otra vez, por los injuriados corredores del tiempo. Es tu nombre, debe ser, lo presiento en la lejanía: como un tren viene dando gritos inhumanos por una pradera de peces muertos. Es él, se ha escapado. Alguien, deshojando una costumbre, lo echará de menos con un alrededor de llanto. Es tu nombre, lo veo cabalgar en medio del océano, solo, solitariamente solo; lo veo atropellar ostras, latas, baúles mordidos, buzos nupciales y orejas cercenadas por una súbita cuchillada de desaliento. Es el nombre tuyo, lo veo cuando lo escucho estrellarse contra la violenta sed del agua nocturna. Porque sus ojos, su piel, su boca, sus dos aes suenan: similar, líquida, furiosamente, y sus definitivas pezuñas de tinta negra: golpean paredes de viento azul: perforan profundos vitrales marinos. ¡Ay código funesto! ¡Ay rabiosa propaganda! Nombre desatado. Collar. 377


Espejismo. Sirena de barco perdido. Mitología que recita un hombre ciego. S.O.S. que en mi ahuecado corazón encuentra eco y se inclina para beber del oscuro y húmedo pozo que inútilmente oculto tras una espesa pared de hiedra Carlos Roberto Gómez Beras ritual. Y es que de nada vale que desesperadamente me cubra el corazón, el alma toda con un negro pañuelo de ausencias, igualmente escucho caer las sílabas rotas sobre el frío mármol de la noche, y rebotan allí, sordamente como espadas manchadas de sangre en un templo, y circulan luego por el desamor como coléricas golondrinas alrededor de un campanario que anuncia un duelo. No, no hay olvido posible en los vacíos pasillos de mi espera: sólo un silencio de víboras encuentro: un testigo amordazado un ácido que se propaga recupero: porque un caballo de madera entrando en una ciudad dormida estoy viendo con los ojos del silencio, estoy escuchando, atrozmente, con una oreja gris, cruelmente lastimada, 378


que entre las manos sostengo. Es como si sonaran al unísono miradas ahuyentadas, besos, autógrafos paracaídas, sombras, muchas sombras de cosas que no existen, existiendo. Pero sobre todo es un nombre, un lento cortejo de letras agredidas: un olor, un sabor que ya no es y que tan sólo en mis sueños se repitiera, tenazmente como un foso, se repitiera como en un caracol, se repitiera como un caracol, se repitiera como en un interrogatorio, se repitiera repitiéndose. Es que hay un soplido, un tam tam que te antecede en el silencio, marchitando el pequeño trébol de esperanza que crecía entre los siglos.

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Alberto Martínez-Márquez Bayamón, 1966. Ha publicado los siguientes libros: El límite volcado: Antología de la generación de poetas de los ochenta (2000, Premio del PEN Club de Puerto Rico), Las formas del vértigo (2001). Abdicación del pensamiento I en la estepa alborotada de la mente una marejada de huesos repetidos entierra mis últimos suspiros Futuro A mi amigo Carlos Fajardo, cuya nada ascética estética frenética tiene puntos de contacto con la mía de febriles formas se forma el futuro de fábulas fatales de fuego freudiano de flores fantasmagóricas de fémures fraticidas de fanales que fenecen de fonemas fracturados de fetos fascistas 381


de fondo sin fondo de fútil fotosíntesis de filmes de Fellini y Fassbinder de fuego fatuo de fétidas flechas fauvistas de fósiles funestos de frenadas frecuencias de foráneas fobias de famélicas fantasías de falos figurados y desfigurados de fusa o semifusa difusa de falaces filiaciones de fulgores fementidos de fecales fotografías de fábricas de fiasco de fragmentos de facsímil de flagelo de frunce de fieras de falleba de felonía de fado de fórmulas de fetiches de flema

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de fuga fug fu f Homenaje a Tristan Tzara lengua G eje del aguaje rĂŠprobo de dinteles mengua comunica no no no to-to to-ta to-do to-da do-to da-ta do-do DadĂĄ! deshilachada existencia de vocales consonĂĄntica muerte en tinta china dinamitas en conserva para quien despierta en las hormigas

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de \ nota ? con \ nota ? a \ nota

já coño el barco ebrio cae de mi voz

Simón no dice que en el claro de la yema de los dedos refulgen los abejorros de la ignorancia las palabras pretenden fingen y todo lo demás contrafuga de silencios grito almizclero en la estación del hambre lengua G ustoria resonante sólo significa nada pero aquí y ahora el yo alucinado que escribe el poema se a n u l a

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Inventario de las palabras Para Felipe Éfrece Moreno las palabras incrédulas en el ojo vacante del escarabajo las palabras psicosomáticas y cósmicas de la broma que somos las palabras intransferibles exiladas en el rumor del objeto las palabras desvirgadas de las cóncavas faldas bautizadas en la saliva las dulces palabras sádicas ahogadas en la escritura violenta de la carne las palabras conjuradas en el delirio soterrado de la mirada las palabras transmutadas vox pópuli en las márgenes debatidas del sudor las palabras que se nutren del fuego de la sangre con sus vampiros de coco las palabras imprevistas escamoteando los bodegones del silencio las palabras del grito caosmósico fundido en la historia íntima del extravío las palabras que fueron y ahora naufragan en la presencia quimérica de la otredad

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Leyendo un poema del surrealista chileno Braulio Arenas A las 2:17 de la mañana dígame Sr. Arenas ¿cómo le extirpa el sueño a un pájaro que se abate en el fondo del papel? Libidolor vulvas carnívoras inundan el callejón de mis huesos me duelen la sombra y la memoria Poética 1997 A Miguel Feal Deibe, Sinbad galego, mariñeiro das illas do soño poesía provocadora perdiz de placeres profusos penélope profana pintando playas a la postre 386


pasta plural para el pan polipoeta puertapanegírico del pre- y del postno papista no penacho no pantalla no postilla más bien pulmón permutable en la pleura política pluma pitonisa pariendo premuras en el polvo pulsátil praxis puntal presumiendo su peludo palimpsesto prisma-puñal potenciación del papel pez picassiano sin paréntesis o parnasos paredón de pupilas pérfidas perfilando el paladar del pólemos propiedad del pueblo perturbación de pájaros prosaicos polisemia que poliniza la presencia sin pretéritos sin protocolo sin prótesis sin policías pastizal perverso de piélagos pirómanos pulp pispireto plectro protagónico pound poe pessoa pizarnik palés prévert 387


puschkin paz pedro pietri pavese plath parra polifonía pop de pulpos políglotas posesión del porqué y el pánico proclive al parricidio al pastiche y la pachanga paisaje pornoproteico pleamar de panteras planetarias plagio de la pasión piel de la palabra poesía puta puta poesía

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DĂŠcada del noventa



Década del noventa

Los (post)edípicos o la última promoción Desde la década del cincuenta, la literatura puertorriqueña ha tendido a fragmentarse en bloques de diez años o en décadas: la generación del cincuenta o los trascendentalistas; la generación del sesenta o los militantes; la generación de la crisis o la del setenta, y la generación del ochenta o los soterrados. La más reciente promoción, los llamados (post)edípicos, ha roto con el tradicional bloque de diez años, agrupando los escritores de 1990 a 2004. Desde 1990 hasta el 2004, en Puerto Rico se produjeron más de dieciséis publicaciones universitarias alternativas. Entre las que se encuentran: Camándula, Códice, El sótano 00931, En la mirilla, Guazábara, Huevo crudo, Mice Entropic, Puñal de epifanía, Saragazo, Taller literario, Tinta nueva, Tonguas y Zurde, publicadas en papel y otras tales como: Borinquen literario, En la orilla y El cuarto del quenepón, nacieron en el umbral de la pantalla que proyecta los espacios cibernéticos. De forma que estas nuevas revistas literarias originadas en las distintas universidades puertorriqueñas han sido los talleres más importantes en la formación de los nuevos escritores puertorriqueños. Unidas a la larga tradición de revistas literarias como Guajana, Zona de carga y descarga, y Filo de juego, estas nuevas publicaciones han formado un nuevo peldaño en la Torre de Babel de la literatura puertorriqueña. Otras publicaciones antológicas no se deben obviar en la delineación de esta mal llamada “generación”: Mal(h)ab(l)ar (Santos Febres, 1997), Expresiones (Martínez 2002), Open Mic (Flores y 391


Santos Febres, 2005) y Los rostros de la Hidra (Pol, 2005). Todo este cuerpo de publicaciones le ha dado coherencia a esta promoción, haciéndola una de las más fértiles de la historia literaria puertorriqueña. Varios eventos han cercado el desarrollo de esta promoción. Entre estos: la revolución informática, la huelga general del 98, el centenario de la Colonia, la salida de la marina de guerra de los EE.UU. de la isla de Vieques, la extinción del modelo económico nacional, la acelerada globalización y el desahucio ideológico en el horizonte internacional. Estas circunstancias históricas que atraviesan la ínsula y el mundo, este momento volátil y erosivo, nos han obligado a ser sincretistas, catastróficamente atados al reloj, prácticos, paranoicos, apáticos a las estructuras tradicionales o rígidas, creyentes en el poder horizontal o en la anarquía, individualistas, pero, a la vez, integradores, universales, sin que esto signifique ser renuentes a nuestro escenario más inmediato. Indiferentes ante muchos espacios sociales y políticos densamente cargados, nos hemos volcado hacia nuestros pequeños mundos personales y a las dinámicas triviales que nos atormentan; como el promedio, tendemos al egocentrismo, pero sin daños a terceros (siempre y cuando no sean necesarios). En esa cotidiana empatía, nos hemos deleitado jugando con la palabra poética y el lector. Esta muestra presenta algunos de los mejores jugadores de esta promoción: Cruz-Bernall, Tavárez Vale, Chico, Becerra, Irizarry Natal, González, Gallego y Pol. No creemos que hagan falta mayores explicaciones, como siempre, la palabra habla por sí sola. Julio César Pol 392


Mairym Cruz-Bernall Mayagüez, 1963. Ha publicado los siguientes libros: Poemas para no morir, Cuando él es adiós, On her Face, Soy dos mujeres en silencio que te miran y Alas de islas. Ausencia, otra vez En medio de mis senos aquello que galopa te busca le falta sueño a mis ojos es de noche cuando pienso si alguna vez la calle o algún auricular la laguna mansa tragó los últimos rayos del sol 11 de junio, la luna mengua espero otra catástrofe mundial lo absurdo de estar toda esta vida sin encontrarte abres mi hambre desahuciada invitas a una ruta que no alumbras me ahogo de no tenerte aquel vuelo desde una isla entre dos islas aquel azar tu rostro transformándose ante mí de hombre a mujer, de mujer a ángel de ángel a hombre los fragmentos del espejo tal mirada fue mirada 393


Hacíamos el amor en una silla A Gerardo García Cabrera por esta extraña manera de sentir una ausencia Hacíamos el amor en una silla él tenía el pelo largo que me gustaba echar hacia atrás el pelo largo que me gustaba oler que me gustaba enredar mientras me apretaba firme, sin movernos casi en la silla es difícil explicarlo fue algo más que sexo era una silla y dos personas estando sintiendo el uno entrando algo que se dejaba entra en la una y una simple silla de madera despintada aguantando todo el peso de dos vidas de dos culpas, de dos grietas un hombre que no poseía nada pero que tampoco servía a nadie una criatura miserable y libre fue difícil desenredar su pelo de mi vida su pelo largo, salvaje el velo que le cubría la mitad de la cara y me gustaba echarlo hacia atrás para contar las astillas que le rozaban la frente un hombre de pelo largo, salvaje una parte de mi pasado muerto

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A veces, mientras hago el amor legal actuando en el teatro íntimo de mi cuarto miro la silla y pienso en la delicia que se sienta en ella y siento que es en esta cama donde soy infiel Poema para un viernes Pesan mis pies hoy el trecho del estacionamiento a mi oficina países de distancia Pesan las uñas en mis dedos mis manos tantas veces mutiladas para la caricia Pesan mis hombros que tienen el triste destino de mi cabeza Pesa que soy una mujer y soy real y tú un hombre a fuego lento que amenaza mi carne Y eso es un abismo

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El malabarismo de la estrella es la media noche y quisiera sentir tus besos amarnos en otra ciudad como si el cielo no tuviera fin mis ojos se cierran y pienso en tu indefinición que es mi indefinición y cómo nos reímos por la sorpresa qué más importa, dime llegar a dónde besar a quién como si ya no estuviéramos tan hacia al otro lado de la estrella yo no sé qué desear, enséñame no sé qué cosa señalar y sentir mía aprendo el silencio, observar y estar quieta para cuando no me mueva proponme entrar en un circo y aprender el malabarismo que hace que la magia sea esta cosa loca saltar por los cordeles decir señoras y señores y elevar el brazo derecho separando el aire he aquí el soñador y la soñada la que sueña y el soñado hay algo de polvo talco en esta suavidad de lo absurdo donde todavía se espera la caricia/se necesita/se quiere/se desespera la caricia

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este poema distorsionado y hereje parece borracho con buen vino como la canción, aquel bolero que recuerdo te propongo simplemente que me quieras algún día, te lo juro, bailaremos Poema con dedicatoria a final no tengo nada todo es un extenso túnel profuso seres van llegan deambulan algunos extienden la mano y piden limosna pronto me marcharé otra vez cruzar el mar alivia no bajo la cabeza mi madre está enferma siento su dureza miro sus manos deformadas por la artritis pienso en las caricias que nunca me dio sus manos que no se acercaron a mi pelo largo o mi frente amplia y limpia cuando era niña temprano me fui de ella de todos ellos mis manos desbordan de caricias sobre la piel de los amantes de los hijos la piel negra y salvaje de la tierra libre tanto he amado tanto amo el poema me arranca cierta despedida es rica la vida cuando estoy sola no defiendo el lenguaje ni los altos edificios 397


ni el vientre infecundo ni el hombre que desde mi infancia me dijo que era bella supe de mi estirpe y crecí con fuerza desterrada de apellidos muchas fueron las noches cuando temblé de miedo mientras aprendía la soledad con las ciudades padre madre hermanos esposos fueron para mí como para jesús las alas de un águila más poderosa brotaban de mi espalda mueren con mi vida las pocas cosas en las que creí día a día como una noche muy profunda se me revelan los dioses del olvido voy tejiendo un inmenso tapiz construyendo un rostro iluminado los espejos sin azogues no muestran los fantasmas lo mejor de la vida son los besos un poema largo como una serpiente arrolladora un amor que te despedace el pecho para asegurarse uno que está vivo nada tengo en esta esquina sin flores de la casa de mi madre vuelve uno a los rincones del dolor la fragilidad de una niña desprovista de abrigo se supone que un interlocutor inunde mi diálogo que es así cuando adquiere más fuerza un poema nada caminar por cualquier calle cualquier puente asesinar alguna farola con una piedra del camino y que me dejen sola sola tremendamente sola con las caricias que florecen de mis manos 398


a Salvador Tío, porque quisiste que creyera en el amor y todavía me lo preguntas fui sola whiskey con agua de coco para oír los boleros y ver los boleros rozando las rodillas fui de perlas una madre esperando a su hija quinceañera fiesta hasta la media noche fue entonces cuando lo vi mirarme Pequeño amor No hay camino aquí en esta tarde trillada de horas el tedio desciende como humo caliente la ciudad queda tan lejos mi casa es el cuadrado para mis pies me adelanto a mi cuerpo y deambulo eso es todo lo que hago la ruta las manecillas del reloj tanto que conozco estos pasillos y me tropiezo con las butacas me hacen doler los deditos de los pies recuerda la herida y a un hombre preocupado con sanarme supongo que voy a buscar la fortaleza en el adiós antes del verdadero adiós

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como si fuera un ensayo para no sufrir el verdadero sufrimiento que viene con el tiempo en que uno sigue amando lo perdido ungí su cabeza con aceites lo separé pero lo que siempre recordaré es a un niño que se hubiera esmochado la cabeza para entregarme sus rizos me sentí la mujer más amada del mundo ante tanta inocencia fue en Cartagena un niño rubio pelo de bolitas como hubiera dicho Mariana tez oscura manitas de cinco años un pequeño amor

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Kattia Chico San José, Costa Rica, 1969. Ha publicado trabajos en los periódicos: El nuevo día, Desde el límite, El límite volcado, La jornada semanal y Letras salvajes. Canción del ahogado Bajo el mar la telaraña de luz se fue elevando y en el zigzag de los cardúmenes vi un árbol de espejos sueltos dispersando sus ráfagas de plata. En los fantasmas de coral reconocí la sangre más superflua, la sangre ausente de la ausencia, la naturaleza esqueletal de todo intento y toda la nada que no es mar: toda la Nada. La breve cópula de las estrellas me recordó una mano latiendo dentro de mi mano para siempre fugaz. Probé la tierna carne de los peces que leyeron en mi lengua su destino de Jonás para que todas mis vísceras asumieran la armadura de la escama y ya no dolía Nada. En medio de mi oscuridad 401


las medusas danzaron la escarcha de sus lámparas, vi la mano de Dios deslizándose secreta como un calamar gigante. Y no quise volver. El palacio de la luz Yo estuve en el palacio de la luz, doy fe, la que me quede, que sus luciérnagas me recibieron y cierto firmamento de lunares se hizo legible en tu espalda en medio de los flashes de la cámara de Dios, conmovido hasta el relámpago. Doy fe de la poesía de sus rincones venida de todas partes, de todo parto, escrita desde lo más incandescente de la espera nacida para encender este esplendor de azucenas y de lirio. Doy fe de la fosforescencia de tus manos y de la leve mariposa iridiscente que aleteó su fulgor entre mis labios hasta hacerme estallar. Yo estuve en el palacio de la luz, comprobando el neón de tus caderas, 402


enredada en marfiles opalescente de ti; y juro por el láser con que miras, que eres la más perfecta escultura del sol y que ando ciega venerando la luz, la luna en tus ventanas, las chispas, los cometas, el algodón, los velos, la sal y la neblina, los manteles, las páginas, la cama de los hechos, los silencios, lo más secreto de la llama, para dar fe de tu imposible oscuridad; de tu ignición de alba, de tu incendiario corazón. Yo estuve en el palacio de la luz y estoy iluminada. Los habladores Hay hombres que son muy elocuentes antes del amor, pero la cama los enmudece. Tras sus pequeños textos suelen sufrir epílogos de nieve. En fin, la flor de los oximorones. 403


También están los otros, los que se vuelven narrativos sólo después de amar, y van haciendo de dormir un verbo hipotético. Te insertan en sus improvisadas biografías: “yo siempre te esperé, para que me adoraras”. Esos pequeños dioses cargan su ego ad-herido en un back-pack como las tortugas terrestres, son lentos y pesados y dejan una resplandeciente estela de baba tras su andar. Hay hombres que hablan bien mientras están conduciendo. Te miran a intervalos, pero sus ojos son inatrapables. Estos hombres nunca se entregan por completo y no ameritan más de un polvo o cuatro versos. Están los que necesitan un prolegómeno cuadrado con platos, flores, copas y discusiones político-filosóficas. Son, por lo general, buenos amantes, se saben la poesía de Neruda y conocen técnicas orientales. En fin, la flor de la cultura. También existen los que sufren un síndrome de película francesa. 404


Necesitan ser dramáticos, brillantes, producir las mejores carcajadas, las mejores lágrimas. Te irradian la tarifa de un poema si viajas en su cuerpo. Son buenos idilios, pero muy fugaces. Y los malabaristas de la bruma ejercen los más extraños verbos para (decl)a(m/r)arse feministas, discursan posmodernos y abusan del paréntesis. Suelen ser políticamente correctos, hasta que la abyección de la palabra amor les asalta el desvelo y pretenden administrarte las acciones y hasta los pensamientos. En fin, la flor de la ironía. Y los poetas, ¡qué decir de esos especímenes resúmenes de lo que estoy diciendo! Hábiles diccionaristas pertrechados de palabras como para una guerra, te toman por asalto, te invaden, te acribillan. (¡Suelen ser tan per-versos!) Anversos del silencio te rinden cada célula hablándote de amor. En fin, flores de perdición.

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Un hombre desnudo es un paisaje bienvenido … es la salud retomando mi cuerpo que al fin te olvida. Edgar Ramírez Mella Los hombres desnudos son criaturas de flama, erizos que de súbito girar prenden el aire con voces de su luz cutánea y ágil. Son hologramas del sueño, generosos abrevaderos, escarchas que se quedan en las manos. Los hombres desnudos son medicinales, antidepresivos, analgésicos y buenos argumentos en contra del suicidio o para cuestionarse la Ley de gravedad. Por sus virtudes ígneas le imprimen a las sábanas su firma corporal (como en Turín, Magdalena lo sabe). Son dulces y angulosos, son archivos históricos, alfabetos en célula, cisnes de cuello impune, casas donde vivir, criminales absueltos. Nadie se ofenda si digo que son buenas camas, que no hay almohadas sin su vientre, que soy toda una víctima del terciopelo; porque un hombre desnudo es como un libro. Gusto palpar su lomo, examinar al azar su piel de página letra por beso, abrazo por palabra, 406


y respirarlo como si fuera hecho de oxígeno. Es una dicha estética, una inevitable filmación de la pupila, también una copa de nostalgias previas. Y sus dedos, sus dedos un incienso que nunca se consume. Hermosos son los hombres si desnudos, si visibles cuando la oscuridad. Por sus lunares nacen nuevas mitologías y le ocasionan nombre a las estrellas. Hermosos si caminan, si están quietos, más aún si dormidos para mirarte mejor, querido lienzo.

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Julio César Pol Ponce, 1976. Ha publicado los siguientes libros: La luz necesaria (2005) y la antología Los rostros de la Hidra. Las bailarinas Las bailarinas destrozan sus pies diez años para entrar en el Bolshoi. Sus costillas atraviesan su carne, ellas el escenario. Sus dedos deformes chocan contra el suelo, en esas largas horas en que practican su hambre. Las bailarinas lacónicas y perfectas guardan el equilibrio. Anulan su espíritu bajo el rostro frío del mármol de Moscú. Con gracia extienden sus manos y como ángeles o cisnes levitan en el contrapeso de su sombra.

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Las bailarinas yerguen sus pechos secos para alcanzar la promesa de los escenarios de Tokio y Londres antes de cumplir los treinta años. Ellas olvidan, engañan su aliento, y sus cuerpos parece que lo entienden. Las bailarinas mueren o nacen girando contra la punta de sus dedos. Sin que el calor del sol se limite para nadie A David Camarada. Le escribo desde este hueco profundo, en honda nostalgia. El corazón turbio suda de fiebre y convulsa; llora a sangre viva. A veces esta vida es tan dura, entonces la hacemos más dura. Golpeamos con piedras el pecho, hasta estrangular los latidos, 410


contenemos los fluidos que debemos detener y los pensamientos, hasta llegar a las sumas sencillas que siempre se acercan a cero o a menos cero. Hacemos lo que en ese momento parece preciso. Alucinamos en la omnisciencia de dios. Creyéndonos la pared gris, o la piedra fría que habita el mundo, o el mal (que es lo mismo). Camarada. Le escribo para decirle que ha cambiado la trayectoria de los eventos. Desde que no sabe de mí, en su ausencia de estos meses –quizás un año–, busco lugares más altos y expuestos donde blandir mi espíritu sobre las mismas pequeñas cosas. Veo que cada trabajo, cada paso, gota de sudor o número, guarda otro propósito, más egoísta tal vez, o más primitivo.

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Hace tiempo sobrevivir no me exige la vida ajena. Camarada. Sé que su itinerario es estricto, y aunque mi deseo es extenderme –hasta usted si es posible–, el papel, la sangre en que empuño la letra siempre está en austeridad, o se raciona. Deseo que amanezca si es posible sin que el calor del sol se limite para nadie. No bajo mi cielo, sino bajo el cielo de los dos. Naciendo el sol en nuestras frentes, debatiendo ideas, tendidos en el campo. Vivo en el lado más triste de la ciudad Vivo en el lado más triste de la ciudad. Aquí las niñas salen con sus nalgas de fruta, y sus traumas psicovaginales, a gastar el cheque de seguro social, que trabajaron con el sudor de su sexo.

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Las viejas ventean su entrepierna, para ver si el olor a leche cortada puede calmar al caimán oscuro que no duerme, ni con agua de azar, ni con manzanilla, ni con el ron de las cuatro –antes de que llegue el marido–, ni con el eyaculador precoz del vecino que tiene quince años. La manteca se empieza a calentar a las cinco, y si no, a las seis los nudillos del amante esposo. Ya hace tiempo no se oye que estén jodiendo a los homosexuales de la calle veinte, y a las doce de la noche, cuando hacen fila, y nadie duerme, deben estar los hombres del barrio ofreciendo el clavel como sacrificio. El caldo de orines y cerveza que arrojaron en la acera sube. Junto al olor a aceite y a axilas desempleadas que esperan un milagro y los cupones para la quincena que viene. Abajo, el del punto, diezma al senador y al policía. Y da como sacrificio a dos corderos 413


que creyéndose lobos le quisieron tumbar dos o tres miles de pesos. El cura nos viene a visitar en cuaresma, a reclutar al nene como monaguillo y amante. Yo, no hago nada. Vivo en el lado más triste de la ciudad. Porque aquí ocasionalmente los fetos tapan los drenajes, y el agua sucia devuelve a los niños al umbral de la puerta que debió ser su casa.

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Juanmanuel González Arecibo, 1977. Ha publicado en las revistas Guazábara, El sótano 00931 y Desde el límite. Obtuvo el 1er Premio Cer-tamen Nacional del Departamento de Educación. Ella arrinconó… ella arrinconó sus viejos peluches él descargó sus líquidas pistolas ella olvidó cocinar para sus muñecas él postergó la cacería de iguanas ella no visitó a su prima jenny él se ausentó a la práctica de béisbol un diez y siete a las seis del mes de octubre santiago descubrió en mariela un extraño olor a salitre y estuvo horas enteras contemplando el horizonte Nocturno en tren 1931 la tarde saltó sobre sus rieles y corrió a ocultarse tras la extraña lucidez de algunos faroles sobre un viejo banco en la plaza yace el frío y yerto cadáver de un emparedado

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y a tres metros junto a un bote de basura agoniza una colilla de cigarro sobresaltadas las palomas a guarecerse vuelan en los tejados los aleros y el campanario de la catedral a falta de cables del tendido eléctrico debo haberme dormido entre estaciones mi destino no era este sino río piedras… ¿dónde están mi teléfono móvil la gasolinera el restaurante de comida rápida? ¿dónde el bar el centro comercial el neón de los letreros? extrañada en plena calle la gente me pregunta: “¿viene usted para las ‘fiestas de la monserrate’?” y una niña de setenta y tres años me confiesa: “el tren como era de esperarse regresó a su antiguo cauce” “Tú y yo el oxígeno… “tú y yo el oxígeno escaso la mutua piel compartida callada como un viejo astro la música en tu camisa mis dedos tu sexo auguran la sangre al filo del tacto de pronto el miedo a las voces que acechan en la cocina afuera la lluvia es otra 416


conciencia que nos aisla intactos la fiebre emigra ambigua sobre los poros y somos carencia extinta dos sombras que nadie extraña un juego sin culpa alguna que habita detrás del polvo desnudos y nuestros padres ajenos a nuestra isla anclados dentro de un clóset dos seres somos del mundo que ingenuos comienzan solos secretos a descubrirse”

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José Raúl González “Gallego” San Juan, 1974. Publicó en las revistas Nómada, En la mirilla y Taller literario. Su primer libro Barrunto fue publicado con Isla Negra Editores. El muerto del río Sena Pa’ Ivonne Ochart En el fondo del río Sena, atado con amor por sus tobillos con un cable telefónico que en otra vida fue un cordón umbilical, descansa un muerto nítido con su sexo devorado o intacto, sin nadie que le telefonee. Los que le han visto le han escuchado hablar en un inglés de goleta, otros afirman que habla un castellano horrible y prehistórico, un idioma de islas sin dictaduras, un dictado de cosas que olvidó porque la muerte es el olvido y no es otra cosa. Créanme, por amor a lo que crean; que en el fondo del río Sena habita, con su pasaporte de plástico, un cuerpo sin algas, 419


sin cangrejos que le nazcan de la boca como flores, sin televisor con el que pueda perder la corriente, sin radio que transmita la invariable temperatura del odio, sin collares, sin ideas, sin parientes que le den la espalda, un muerto feliz que gracias a la luna sabe que el hombre no es de queso y viceversa. Hay, en el fondo inevitable de cualquier otro poeta, un poema de un muerto que camina distancias increíbles, que jamás visita la iglesia, que sabe que los pájaros lo buscan como quien busca a un viejo amigo y no lo encuentra. Un muerto hay, cansado de no hundirse en otro cuerpo, con su risa intacta de tanto soñar islas primas del sol, con la vergüenza de todas las embajadas, diplomáticos, gobiernos un muerto que se gobierna a sí mismo con la profundidad de sus palabras y resiste. Dicen que en el fondo del río Sena vive un cromañón, un huraño, un muerto que despista, que ha construido una cueva sin luz eléctrica

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en donde le reza a un dios que murió como él ahogado y no crucificado, como cuentan. Y dicen que este muerto se murió de soledad, que odia la carne humana, que sueña estadios, con salsa vieja, con tambores que fueron abandonados cruelmente por el cuero, con manos que se hunden en la tierra y revelan huesos de dinosaurio, con cartas de gente que olvidaron que estaban vivos y murieron, un ahogado con la historia de islas y de dioses de piedra, un hombre o una mujer, quién sabe, insólitamente olvidados por las algas transitorias del sol más espléndido, trigueño, húmedo; con la imagen de los montes y los ojos desaparecidos. Dicen, los que lo han visto, que respira la espesa ternura de los animales con los que juega al póker, que se entiende con los árboles, que odia los trenes, los vivos, las interminables filas del desempleo, las armas de fuego, los apartamentos sin calefacción, las promesas, la historia mal escrita, las masacres, los tumultos, los lunes.

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Allí vive, en el fondo del río Sena, como cualquier humano en desarrollo, con sus escollos, sus hoyos, esa es su residencia. Allí reside, allí tiembla y llora, se hunde, palpita, florece, ruge, comenta, ignora, olvida y no le importa lo que piensen. Hood made of wood Mi casa de madera es mi nido porque no soy otra cosa más que un pájaro. La casa arde en palabras y padece de vísperas, como cualquier otra casa de madera. Mi casa de madera escucha Z-93 los domingos porque las casas de madera no tienen que ir a la iglesia, aunque dicen que Dios era carpintero. Y sus paredes, sus clavos, sus cucarachas, sus goznes, sus órganos sexuales sus lágrimas de casa de madera y la risa de madera de mi vieja, es madera que flota por el salvaje océano de la vida. Mi casa de madera es mi cueva porque hay días en los que tengo guille de murciélago. Porque hay días que la sangre hierve como si de tanto hervir, 422


el cielo de la isla nos arrojara pájaros en llamas. Mi casa de madera es un museo de fotos de la familia sonriendo cuando mis tíos eran cocolos y mi abuelo aún estaba vivo. Es la cadena de huesos y madera en la carrera de sangre y madera, Es la cadena de to’as las casas de madera que hoy se levantan porque un amor sobrenatural les permite la sublevación de sus cimientos. Mi casa de madera es mi universo, en ella soy el mamífero, en el globo terráqueo, en la cuerda floja; el aprendiz de fuego que quema su nido de madera, su nicho de madera, que calcina el universo de madera y zinc en donde las cosas flamables de la vida importan más o menos que las guerras o el dinero. Esta es mi casa de madera, en ella los latidos de mi corazón alcanzan la piel de la madera, en ella vivo la soledad a pulso, leo el periódico, ensayo las palabras que le diría a ella si un día de estos me topara con ella por la calle, o si saliendo de mi casa, afuera, un niño dijera: Mira títi, un loco, un crakeao, le dicen poeta...

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Maribel juega con fuego, cabeza de serie Maribel, la piel recuerda la piel jamás olvida. Maribel minúscula arráncame la vida, préndeme una vela negra pa’ que no me duela tanto. Escribe sobre mi carne un cuento, una señal que arda, una historia sin dos almas gemelas. Si las manos te alcanzan, si llegaran a alcanzarte, prométeme un aplauso por poema, por respeto a mis palabras. Después de todo cada cual conservará del truco lo vivido. Acércame a tu ancha cavidad, a la cueva donde el mar te suena cariñoso. Acuéstate en mí o sobre mí para pensar que la liberación llegará mañana por la mañana. Dame tu corazón que muerde. Maribel, obséquiame tus muslos abiertos para siempre. Permite que la isla navegue en sus costumbres, acércame la ventana amarilla donde a respirarte voy como un malacostumbrado huelguista cada noche de estas noctámbulo para siempre.

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Janette Becerra Caguas, 1965. Ha publicado en revistas y antologías como: Julia, Lenguaje y Comunicación. Su poemario Elusiones fue publicado por la Editorial de la UPR. Elegía limonera Cuando yo sembré aquel árbol de limón éramos él y yo seres distintos. Yo, manos de nata tibia, él, grano de azúcar reventando. Nos mirábamos con la verde ternura de sus hojas, con el azul sereno de mis lagos. Mutua la fe, confiábamos: él en mis ritos de crianza, yo en sus premios prometidos. Todo era fácil y limpio, como una sábana recién lavada: nuestro patio era ventanas abiertas y sábanas en vuelo, entonces. Pero yo abandoné la casa. Sumida en el vórtice de mis pérdidas, abandoné la casa, los muebles, el hombre, el hijo, el patio. Me hice un jubón de hierro, manos de hierro, lagos azul de hierro. Yo abandoné la casa 425


y el árbol de limón –que no sé si me perdona– tira sus frutos amargos al césped del olvido. (Sexo) logos Detrás de tu cuerpo se acuestan sobre mí millones de palabras. Entre tu espalda y el techo. En el techo y sobre el techo. En el pecho de la noche, tiritando, millones de palabras. Cierro los ojos, por eso. No te respondo, por eso. Estoy vencida bajo el peso del rumor. Una cama de hotel Una cama de hotel es un tálamo triste, espejo del mundo, fugacidad sostenida. Se disputan las crestas de las fibras sucedáneas espumas celulares, cadáveres de amor y desamores. Una cama de hotel 426


se enamora y se despecha tantas veces al año, que se vuelve rencorosa. Por eso mueren tantos en el misterio de sus sábanas: porque una cama de hotel nunca se sabe cuándo perderá los estribos. Yo me acerco a sus edredones sospechosamente floridos como a las tumbas frescas: con la cautela de un ciervo, con la ternura de un niño. A las camas de hotel conviene hacerles cuentos, cantarles dulcemente una canción de cuna, dormirlas bien antes de tenderse. En ellas se acuesta usted con todos los que antes que usted requirieron el sigilo. (Procure no despertarlos). Y antes de irse al día siguiente, tenga por favor la cortesía ­–por los que vienen después– de llevarse su dolor.

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Federico Irizarry Natal Nacido en Ponce. Ha publicado en antologías y revistas, así como en páginas de internet. Publicó su poemario Canto sin lengua (2005) con Isla Negra Editores. Mientras agonizas (Mirada de Carmides) El amoroso festín de una forma de morir ama Lawrence Durrell También el dios te abandona a ti, Cavafis; y en su escapada con el cortejo entre acordes traslada su pompa a los ruidos de una marcha enemiga. Abril del 33. El día de tu nacimiento. Tienes setenta años y estás mudo. Atrás quedaron ya los cirios: la terrible epifanía de la belleza, los vinos fuertes, la bravura del placer, los cafés, las tabernas, los bajos burdeles de Constantinopla. La memoria del cuerpo.

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Mas tú, que no te engañas ni con súplicas ni quejas de cobarde; que sabes bien que no es sueño ni error de oído, no te atas. Te abandonas todo para enfrentar la instrumentación y los cantos de sirena. Te abandonas todo para decir también adiós a tu Alejandría. Sobre un tono apocalíptico adoptado recientemente en poesía Sentirse entre rinocerontes; reconocerse el asesino; sacudir la gota de pis en el cenicero. Todo ello muy bien puede ser poesía. Agitarse en la biblioteca; reírse en el confesionario; aplaudir los novios que quedan solos en casa.

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Todo ello también puede ser poesía. ¡Cuántas veces decirlo! Bajo estas torpes luces de farol una y otra vez lo repito. Pero nada comprendes. Insistes, por el contrario, obsesionada en la misma pregunta: “¿Qué es poesía?” dices mientras clavas en tu inquietud extraña un dedo inútil. “¿Qué es?” repites en la espera enorme de recibir la falsa flor de siempre. “¿Qué es?” insistes. Y no puedo más que proponerme a replicar a duelo. A estas alturas en que no se mata ni se muere uno por amor, ninguna otra puede ser mi réplica: Poesía no eres tú. ¡Quien lo probó lo sabe!

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Zoom Pasen señores a ver al poeta que aspira algodones empapados en éter. Manuel Silva Acevedo Poetísimos: yo, federico; poeta menor; ignorante de mi genoma; lavavajilla de dioses. Nacido, no apaleado bajo el signo de ningún eclipse; rojo como el bronquio de un pescado. Rr con rr; adúltero fallido; adulto follando; fallecido y adusto: hiena en mí mismo y oficiante de cobaya. De nada, poetísimos, reniego: ni del rebudio entre los carismáticos, ni del mirar a los recién nacidos con la cara de la monada de Munch,

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ni de hacer el amor bajo el influjo de los helicópteros de Stockhausen. Insecticida y maderable, miro sonriente a la cámara, digo oink, y respiro un poema por la nariz. Mañana juro correrme a latigazos frente a dos piedras del tamaño de un televisor.

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David Capiello Ortiz Ponce, 1974. Ha publicado en El sótano 00931, Encuentro y En la orilla. Es miembro fundador y coordinador de la revista El sótano 00931. Hasta cuando… ...y los niños de mañana no nacerán sin índice. José María Lima hasta cuándo alimentaremos un cuándo que no mengüe, por qué siempre un cómo que sin coma nos coma, de dónde un dónde que nos dé el don de ayes florecidos hasta cuándo, María Lima, la sal seguirá eludiendo ‘las vías del sudor’ y el eco de la misma ahuyentado, de aullido silenciado, será ausencia sumada a la ausencia, hasta cuándo no sólo los pies sino el camino le serán arrebatado al caminante hasta cuándo Molar inmenso hermano de los dientes ya reunidos 435


continuará la sombra atravesando la palabra, haciendo la tarde de vísceras amuralladas un cuando sin acento es necesario y sólo una cosa me incomoda: para qué mañana si ahora se hizo tarde una diluvial precipitación de acentos sigue mascullando un cuando como y donde y yo como tú María Lima quisiera ‘para mis ojos luz o sombra’ pero no pienso esperar a que la uña dicte la hora ni hasta el día en que el pan se gane las manos con el sudor de su harina.

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Hay úlceras ¿será la rosa? Será que uno no entiende, [...]este montón de cosas, todo esto. ¿Será la rosa? Ángelamaría Dávila Hay úlceras de desvelo aposentado sobre las sienes, este desorden hepático que le atribuyen al pecho no conoce espaldares ni resguardo, dime tú Ángelamaría que aún en tu luna mecedora te preguntas Si será la rosa... Dime tú qué se hace cuando partida esboza el hondo hueco de dos espinas el mismo aroma, acaso serán todas esas cosas el destello total, o las que dan de gotero el total destello, 437


ese enjambre de huequitos que se pretenden abismo, cristal frío que se agolpa en el cuello, tú que eres animal fiero y tierno tú, el más triste de los animales tú, el más tierno de los mortales María enloquecida diminutivando golpes, ¿cómo…? Dime ángel que difuminas las fronteras de los signos, cómo se escapa de este juego donde lo menos que importa es el sentido, y lo más que pesa...

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no sé, si es la sombra de un presente... o el fantasma de un recuerdo. He tejido para ti He tejido para ti con mi carne y mis nervios una canción de pasiones para entallar de calores lo más humano de tu indiferencia. Sacrificaré para ti mis lágrimas en racimos renovados cada noche Y brindaré por ti llenando de ellas mi vacío acompañando al vértigo que produce tu aire tibio y te doy mi todo que haces tan nada y que me ha ganado tan poco y por fin entiendo...

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es que te amo niña y cada minuto contigo se vive como si fuera el último y si estoy contigo como amigo es porque te amo como hombre jugándome el corazón sobre el filo de cada segundo pero hoy te digo no todo escapará no todo lo he perdido porque no todo te lo he dado y te digo niña en esta hora he decidido quedarme con tu ausencia corrijo... con la mía.

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Awilda Castro Aguadilla, 1979. Ha publicado en las revistas Brisas, En la orilla, Panfleto negro y Taller literario. Participó en el Festival de Poesía Joven Casa Aboy. Brainstorming de noche de luna llena y aburrida Anoche, todas las noches no son fáciles, El insomnio, la luna redonda que te mira... las calles pululan gente... tu cama vacía... la vecina te mira a través de las rejas, tú le devuelves la mirada desde la baranda. Suspiro de mujer aburrida... No se mueve ni una hoja, tu cuerpo late, tu mente pulsa como mono astronauta... guineos, cocaína, cigarrillo, tequila, arroz. Modorra de alrededores... Celo vaginal. Ni el viento te toca... no tienes baterías... el vibrador está inconsciente.

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La mujer azul de la ventana Una mujer está parada al borde de la ventana tiene los dedos congelados, en su piel se ha encerrado el cielo plomizo de diciembre. Sonríe, toda ella azul, toda ella fría. Había una mujer parada en el borde de la ventana, sobre la acera caen, copitos azules de mujer. Viaje de vuelta sin regreso La mirada se me ha azulado de reflejos añejos los cultivos salinos han aumentado su producción y la nostalgia es materia prima para los versos. Paso por los caminos sepia de siempre, tan vacíos como las calles de pueblo un viernes santo. Voy leyendo los rótulos de mi memoria. Entro a la tienda de helados sabatinos, pido uno con pizcas de chocolate, el dependiente se sonríe y me dice: señorita, ahora vendemos zapatos. 442


Sigo por la misma calle, desorientada me duele la cabeza y quiero entrar a la farmacia, me golpeo con la puerta que dice, se vende o se alquila por el dueño. En las calles ya no está mi risa, ni las pisadas de los mocasines de colegio ni los anuncios ambulantes de las bandejas de coco rayado, ya no queda nada del pueblo de mi nostalgia. Mi casa sigue en el mismo camino, las agujas de bordar siguen, como siempre, en las manos agrietadas de la vecina. Llueve, afuera y adentro se acumula el agua en la misma pocita de siempre, ya no me parece un río gigantesco que cruzar con mis pies descalzos, ahora es una mera acumulación de agua que no drena y sólo me gritan a lo lejos los pedazos de vida que se van derrumbando y no la voz de mi abuela augurando una pulmonía. Huyo lentamente, las jaulas de Pepa están llenas de palomas muertas; una vieja desmemoriada y agrietada me llama por mi nombre cariñosamente y agarra una niña de mirada colmada de abandono. Sólo veo el ruedo de su vestido rojo antes que la oscuridad se la engulla. 443


Ya el tiempo se ha tragado los graffitis de mi rebeldía, escritos con pintura en una noche de elecciones. Los basureros se han llevado los ideales y han dejado los zafacones limpios de utopías. Figuras de rostros desconocidos me sonríen amablemente, los veo borrosos, entre la sal y la lluvia de mis ojos. Según me alejo todo se va difuminando, desapareciendo según lo voy recordando. Sigo huyendo, lentamente me alejo, poco a poco se disipa el último rótulo a mis espaldas: Bienvenidos a Isabela, 35 kilómetros. Declaración de última voluntad El sabor a nicotina baja en gotas a mi lengua. La brisa es suave, mi caja de imágenes está llena de los reflejos de una edad dorada. Las lágrimas rabiosas se han anquilosado en el pecho. Y quiero comenzar mi auto-elegía, un testamento de mis bienes que son tal vez demasiados. Dejo mis calcetines negros y viejos a mis hermanos para que ellos guíen su camino. 444


Dono mis córneas sedientas de acariciar más libros, mi corazón desquiciado (está algo usado por las emociones) mi sangre O positivo, las imágenes que poblaron mi vida y las congelé en la polaroid del recuerdo. Dono mi piel porque de ahí pueden recoger muchos datos del ADN de los que pasaron por mí y dejaron huella. Quiero que cuando ya saquen todo lo reusable o reciclable, extiéndase donaciones de órganos sentimentalistas y nostálgicos y piezas corporales para el museo de los ganadores del Premio Nobel de Literatura (el cual ganaré antes de morirme). Quiero me cremen y tiren mis cenizas en el Cementerio Pazis del Viejo San Juan para que mi cuerpo o lo que quede janguee en los Hijos de Borinquen con el espíritu chocarrero de Albizu que entre tragos me hablará de lo consternado que está ante el pseudonacionalismo actual y escucharé poesía mientras me tomo un café con Abelardo Díaz Alfaro, ¡qué bien la pasaré! Me dono por completo a todos ustedes, mis compañeros poetas; que la magia de la escritura siempre los acompañe, que la musa no los abandone y mis poemas siempre estén con ustedes.

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Ana María Fuster San Juan, 1967. Ha publicado los siguientes libros: Verdades caprichosas (cuentos, 2001), Réquiem (cuentos, 2005), El libro de las sombras (poemario, 2006), Leyendas de misterio (cuentos infantiles, 2006) y Bocetos de una ciudad silente (cuentos, 2007). Mujer anónima Hay días en que soy un pseudónimo de mí misma Kattia Chico Soy la mujer anónima la del otro lado, recogiendo reflejos en la reunión de espejos sin final, sin principio, luego de una tarde de pasión, sin nombre, sin sombra antes de la última despedida, sin labios, sin recuerdos recojo mis pechos, mis manos mil palabras, algún verso... Y me escondo en un secreto. Soy la mujer anónima la de piel reciclada, vendiendo espejos en la reunión de reflejos sin luces, sin colores 447


fluyendo un manantial deshidratado sin deseos, sin ternura, antes que el sol cuartee mis historias sin cuerpos, sin almas son poemas que colapsan en abandonos infinitos. Y me retiro a mis silencios hasta que pueda parir mi voz y mi nombre. Nocturno para una sombra Encuentro una mirada tras las sombras, desnudando una tarde que pinta palabras trituradas buscando los sonidos de mis recuerdos cautivos: son tus manos recorriendo laberintos de cartón; son tus ojos perdidos en el abismo de otra calle; son mil otoños de un poema desesperado; o de una canción de amor desangrada en mi piel. Y te pienso tibio en las pisadas clandestinas y trato de tocarte en el exilio de un sueño para no perder la razón de mis pasos silentes. El abandono se hace eterno y ajeno, las noches hablan los silencios de la muerte, la música de un burdel arrulla otredades asesinas y me bebo la última gota de tu nombre para escupirlo. Quizás las estrellas rían dolores maleficando mi nombre y mi alma se fragmente contra un muro en otra acera mientras una lágrima naufraga por mi vientre 448


y un tatuaje de aire y fuego es el carimbo de mis manos pero pervivo, revivo, sobrevivo, vivo, y soy. Acepto otras muertes: la muerte peregrina la muerte sangre, éter, vida la muerte viene, previene, reviene y se viene, la muerte me seduce, la beso, me acaricia, nos amamos y te reinvento hasta la muerte. Aún así quiero soñarte, quizás morirte o parirte entre mis sábanas como una sombra desvanecida en el nocturno de un poema y seguir mi camino entre miradas, sombras y palabras. Haikús gasdtronomic Menú I Primer Plato Sopa de ilusión. Embeber nuestros cuerpos y evaporarnos. Buñuelos de Eros. Así rellenas mi ser, tú, viril pasión.

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II Segundo plato Caricias suaves. Asadas en mi cáliz de niña perversa. Empanado en mí: besos de fuego y licor, sexo y fulgores. III Postre Helado y fuego. Tu caramelo dulce sobre mi cuerpo. Soufflé éxtasis, clímax de chocolate cópula y fresa. orgasmos de paz, gimiendo piedad, exigiendo vergüenza, respirando solidaridad. Vida, vive, vivamos. ¡No a la guerra! Ninguna.

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Retorno y final abierto Regresamos para aferrarnos a la noche atardeciendo letras ríos y cuerpos –la caricia profunda esqueletos de cristal– humedece revelaciones, recuerdos, no hay cadenas, ni temores se liberan las palomas que paren una ciudad sin idiomas oficiales ni código postal, sin contribuciones a la vida desnuda, limpia, alada, que gime, susurra, grita todo es luz, el color de un instante. De la lengua a la punta del olvido nace el perdón cuando la gaviota llega al puerto deseado o, tal vez, cuando los navegantes volaron milagros y los niños danzaron bajo la lluvia y los viejos en su amarga espera, ahora, dulce espera, viva espera, de esperanza que libera luchas como la paz a las palabras pues los amantes son poetas los poetas conspiran calendarios el reloj obligó a peregrinar al destino en el destino está el alma, el alma fluye en la sangre la sangre de la tierra mana entre sueños pero aquí nos quedamos… 451


A fin de cuentas, siempre puede amanecer en la isla… Viernes A Pedro, Elena y Miguel Escucho las olas susurrando una nana ¿Llora tu corazón de niña perdida? Tus lágrimas son dulces de inocencia dormida, que nunca llegaron al caudal, nacieron un viernes cuando las estrellas jugaban al póker mientras la luna y el sol se amaban hasta el amanecer. En tardes como ésta, hasta los espejos guardan las rutinas en su maletín los resucitados recogen su mortaja y se visten de fiesta los payasos se disfrazan de políticos, los no nacidos, esos que nunca entendieron los vacíos, nos pintan de niños y es que hay muchos tipos de semana pero, como los duendes, siempre nos regalan un paraguas de sueños, y las pesadillas huyen al olvido. Nos miramos, y mi niña gimotea, le regalo una melodía de mar y sonríe en su dolor de muñecas y trapecios. Todavía no puede ver las sombras… a esas las veo pasar claroscuras, 452


con sus relojes sin cuerda sus cuerdas sin correa y es que hasta se les cae el pantalón al más discreto pero mi pequeña se tropezó, se raspó la rodilla y los fantasmas sangran sus rencores y recuerdos, ¿qué duele más, el horizonte o la ropa equivocada? Pudimos cantar desnudas, así como otro viernes tatuó nuestra piel de recuerdos la canción termina, el balcón de las olas encaracola nuevas miradas tus lágrimas reposan dormidas sobre mi pecho, otra puerta se cierra, un duende recuerda tu no llegada mientras papá sonríe en mi vientre, nos besa la frente para girar el calendario dorado, ese de las despedidas doradas Mañana será otro ayer en que te recuerde.

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Amarilis Tavárez Vales Arecibo, 1974. Ha publicado con los nombres de Camila Guerra y Larissa Mantilla. Ha colaborado en las revistas El sótano 00931 (2001) y Guazábara (1997). Nana sanjuanera que la noche cayó y la noche se durmió en tus brazos de avena. el susurro del viento cantaba. estos ojos abiertos en vela protegían del ruido tu sueño sorteaban con visiones la espera. el semáforo roto en la esquina la sirena que el apuro muestra no perturban tu paso, mi niña. la noche… oscura… se acuesta. que la noche calló y la noche se durmió en tus brazos de avena. dame, niña, el olor de tus poros dame acá tu inocencia perdida déjame en las sábanas grises las escalas que tanto me cantas permite que algún enamorado al oído me las trine tiernas. que la noche se va 455


y la noche se ha llevado esta nana primera. me sorprende en pie la mañana desayuno me sirve a la mesa. sola miro las puertas cerradas callada olvido las rencillas viejas la voz tuya se acuesta a mi lado y clausura la entrada a las penas. que la noche se fue y la noche abrigó entre sus brazos la nana. dame, niña, un pedazo del mundo que ha tatuado tu voz en mi espalda. Me presento Me presento desnuda de idealismo de pesares prejuicios y reglas; me presento bañada de esperanza anhelos, deseos de vivir. Me presento regida por lo que creo cada día, no adelantándome, ni atrasándome, sólo dispuesta a vivir plenamente, la vida que tocó a mis puertas la vida que encontré de frente, cuando abrí mis ojos y vi la luz por vez primera; la vida que puso en mí

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el Creador de todos los mundos conocidos incluyendo los desconocidos. Aquí, bajo la bóveda inmóvil de lo que llaman cielo, arropada de nubes, de espacio, de estrellas, de sol, de viento, de aire contaminado, de ruidos inexplicables provenientes de no sé dónde. Me presento ávida de placer, de amor, de justicia, de paz, de razones; me presento pletórica de fantasía, harta de derramar lágrimas de dolor, colmada de sueños, de quimeras alucinantes, de música celestial entre los poros. Me presento virgen, niña, abuela, puta, madre, amiga, esposa, amante, mujer, como única, como imitadora, como agua, como oxígeno, como pan… Me presento como un uno en la cifra del divisor social. Como la que llora, como la que enjuga, como la que mantiene en sus hombros un hogar… Me presento esperanza, respuesta, pregunta, materia, algo abstracto; me presento como humo de lo que se quiere ser 457


y a veces no se logra por la estupidez de un mundo amarrado a su órbita… inconclusa. Mil líneas Hay unas líneas en los caminos de mis manos... Se puede percibir el sabor de todas las cenas y sus vinos; podrían recopilar todas las caricias dadas, los golpes detenidos, las melodías malas, buenas... En ellas los sonidos amargos recopilan dulzura y las lágrimas encuentran caudal para navegar sin prejuicios. Hay olores de mundo y sabores irrepetibles... En ellas mi vida entera quedó marcada, rastros de tinta que desde pequeña me han manchado y centenares de palabras que se desnudan en papeles. Hay atardeceres anaranjados y mañanas púrpuras, hay humo, polvo, sueños amarrados a los dedos, detergentes, desinfectantes 458


y heridas de enfermedad. Hay toda una vida, mi vida, en estas manos encalladas en el puerto invisible de una adultez impuesta, aunque a veces divertida. ÂĄLĂŠanme las manos tibias! En ellas estĂĄ archivado todo mi pasado de vinagre y perfume, de azĂşcar y sal, de tinta azul, de verdades y mentiras...

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Indice BOLÍVAR . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 13 Década del cincuenta . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 15 Ramón Felipe Medina . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 19 Marigloria Palma . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 25 Laura Gallego . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 33 José María Lima . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 41 Jorge Luis Morales . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 47 Hugo Margenat . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 55 Guillermo Núñez . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 63 Guillermo Gutiérrez . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 69 Francisco Lluch Mora . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 75 Francisco Arriví . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 83 Década del sesenta . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 89 Wenceslao Serra Deliz . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 93 Vicente Rodríguez Nietzsche . . . . . . . . . . . . . . . 101 Pedro Juan Ávila Justiniano . . . . . . . . . . . . . . . 109 Marina Arzola . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 117 Marcos Rodríguez-Frese . . . . . . . . . . . . . . . . . . 125 Juan Sáez Burgos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 133 Juan E. Mestas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 141 José Manuel Torres Santiago . . . . . . . . . . . . . . . 149 Jorge María Ruscalleda Bercedóniz . . . . . . . . . 157 Edwin Reyes Berríos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 165 Edgardo López Ferrer . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 173 Carlos Noriega . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 181 Antonio Cabán Vale . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 189


Ángelamaría Dávila . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 197 Andrés Castro Ríos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 205 Alfredo Villanueva Collado . . . . . . . . . . . . . . . . 213 Antonio Ramírez Córdova . . . . . . . . . . . . . . . . . 221 Década del setenta . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 227 Vanessa Droz . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 231 Reynaldo Marcos Padua . . . . . . . . . . . . . . . . . . 239 Marcos Reyes Dávila . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 247 Magaly Quiñones . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 255 Joserramón Melendes . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 263 José Luis Vega . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 273 Etnairis Rivera . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 281 Elsa Tió . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 289 David Cortés Cabán . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 297 Dalia Nieves Albert . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 305 Iván Silén . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 313 Década del ochenta . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 321 Zoé Jiménez Corretjer . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 325 Moisés Agosto Rosario . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 333 Maribel Sánchez Pagán . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 341 Madeline Millán Vega . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 349 Israel Ruiz Cumba . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 357 Visión de Lezama Lima . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 363 Edgar E. Ramírez Mella . . . . . . . . . . . . . . . . . . 365 Carlos Roberto Gómez Beras . . . . . . . . . . . . . . 373 Alberto Martínez-Márquez . . . . . . . . . . . . . . . . 381


Década del noventa . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 389 Mairym Cruz-Bernall . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 393 Kattia Chico . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 401 Julio César Pol . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 409 Juanmanuel González . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 415 José Raúl González “Gallego” . . . . . . . . . . . . . 419 Janette Becerra . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 425 Federico Irizarry Natal . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 429 David Capiello Ortiz . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 435 Awilda Castro . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 441 Ana María Fuster . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 447 Amarilis Tavárez Vales . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 455


Este libro se termin贸 de imprimir durante el mes de agosto de 2009 en la Fundaci贸n Imprenta de la Cultura 3.000 ejemplares


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