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¡DUC IN ALTUM!
pocos días de haber arribado a esta sede arzobispal el Exmo. SrArzobispo Don Alfonso Cortés manifestó su deseo de que en esta Iglesia Diocesana se viviera y se sintiera la presencia de Jesús caminando con su pueblo. Bien pronto nuestro pastor expresó qué modelo de iglesia soñaba y esperaba en estas tierras. ¡La iglesia del Señor Jesús!, la Iglesia de los Apóstoles, la Iglesia de los Mártires, la Iglesia del Concilio Vaticano II, la Iglesia del Magisterio, la Iglesia de la Nueva Evangelización. Con estos deseos animó y alentó a sus pastores y a su pueblo para que, juntos con espíritu de discernimiento e interpelados por nuestra realidad diseñáramos un plan pastoral, que nos permitiera hacer realidad y palpable la iglesia de Cristo en el mundo, sustentando este trabajo en 3 ejes primordiales: + + +
La nueva evangelización. Una espiritualidad Misionera. Un espíritu de sinodalidad.
Así el 31 de Mayo del año 2017. Nuestro Arzobispo diocesano promulgó y decretó en toda la Arquidiócesis el Plan Diocesano de Pastoral para
Gaudium Suplemento realizado por la Comisión Diocesana para la Pastoral de la Comunicación
cinco años, incitando a todos los fieles y pastores a asumir la voluntad de Dios y en su nombre, hechar las redes.
mártires, una iglesia que sea fiel a Dios y a los hermanos: una iglesia donde se encuentre la libertad, la escucha y la acogida.
A un año de haber iniciado formalmente los trabajos de nuestro Plan Diocesano y haber trabajado juntos la opción pastoral de renovar nuestras parroquias, el pasado 30 de Noviembre y 1 de Diciembre, llevamos a cabo nuestra Asamblea Diocesana de Pastoral, donde tuvimos como objetivo primordial analizar con una mirada de fe la operatividad lograda en nuestro Plan Diocesano y específicamente en la prioridad asumida, la renovación de la Parroquia.
Una iglesia laical, misionera, al servicio del Evangelio, que trabaje por la paz y en profundo sentido ético.
Hemos de decir con satisfacción que dicha Asamblea resultó ser muy positiva en cuanto a participación y entusiasmo de los fieles y parroquias; se mostraron resultados que, aunque no totalmente alentadores, reflejan que en la Arquidiócesis se está tomando en serio este caminar Pastoral. En su intervención magistral, el Exmo. Sr Arzobispo ha dejado claro que esta Iglesia debe seguir caminando y haciendo vida la experiencia de Cristo con sus apóstoles, una vez más nos invita a que salgamos al encuentro de los sedientos y de los indiferentes, a que pongamos todos nuestros carismas al servicio del cuerpo de Cristo, que es la Iglesia, que seamos una iglesia a ejemplo de los
DIRECTORIO ARZOBISOPO DIOCESANO S.E.R. Alfonso Cortés
Ante todo esto, sabemos que son muchos los retos y también las exigencias: nos damos cuenta que nuestra Iglesia necesita nuevos modelos, nuevas estructuras, pero sobre todo, nuevas actitudes tanto en los pastores como en los fieles. Hoy más que nunca experimentamos aquella misma sensación de los pescadores en el mar de Galilea que a pesar de haber trabajado toda la noche no han pescado nada y sin embargo, en obediencia y en confianza escuchan la voz de su Maestro que les dice ¡DUC IN ALTUM! ¡Echen las redes, vayan mar adentro! (Lc 5,4). Y nosotros confiados en su palabra echáremos nuestras redes una vez más confiando solamente en Él. Juan Felipe Vallejo Sánchez Secretario Adjunto de Vicaría de Pastoral
COORDINACIÓN EDITORIAL Manuel Ambriz Hernández
José de Jesús Fuentes Gerardo M. García
DISEÑO EDITORIAL Diego Edgar Flores Franco
ADMINISTRACIÓN Katy Martínez C.P. Juan Ramírez Montelongo
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REPORTEROS Francisco Javier Ramírez
DISTRIBUCIÓN David Rodríguez Guerra Rafael Ibarra Andrade
OFICINAS ARQUIDIÓCESIS Pedro Moreno #312 Zona Centro, C.P. 37000 León, Gto. México Tel: (477)7140773, 7168035 IMPRESIÓN Compañia Periodística Meridiano S.A. de C.V.
Entrevista a Monseñor Alfonso Cortés
“Debemos de ser una Iglesia Misionera, que pongamos en práctica la Nueva Evangelización y unida” Francisco Ramírez
A
l concluir la III Asamblea del Plan Pastoral, Mons. Alfonso Cortés tuvo a bien compartir algunas palabras con el Semanario Gaudium. ¿Cuál es el sentir del Arzobispo ante lo trabajado en el año que ya concluye? En este año el trabajo realizado fue muy amplio. Se ha tratado de ir fortaleciendo las Comisiones y las Di-
mensiones, esclareciendo el trabajo que cada una de ellas debe de tener. Yo creo que el resumen del año es esta Asamblea. Aquí se trabajó para renovar la parroquia, aunque no logramos frutos abundantes, sin embargo el hecho está puesto en las parroquias para tener una renovación pastoral, una renovación espiritual, una renovación intelectual. Y, ¿qué entiendo por renovación intelectual? Entiendo que sean parroquias más educadoras, que sean parroquias que
procuren que el Evangelio se haga cultura, forma de vivir, forma de pensar. Que la cultura cristiana moje toda la vida de los fieles, de las estructuras e instituciones de la Iglesia. Yo me siento contento, me siento en paz, porque creo que el trabajo nuestro de la Iglesia, aunque debe de ser evaluado también con números en ciertos aspectos, el trabajo nuestro es más a lo profundo. Es a una transformación de la persona, de las comunidades. Una incidencia en la vida de toda familia, todo fiel cristiano. De los resultados presentados, ¿cuál le llama más la atención? Me llaman la atención dos cosas. El desconocimiento que hay y, segundo, también que el compromiso está muy mediano, muy corto. ¿Cómo siente usted la respuesta de los sacerdotes? Mediana. ¿Y la respuesta de los laicos? Yo creo que los laicos tienen un corazón bien dispuesto. Pero si los pastores no estamos ahí con ellos y los acompañamos, les damos su lugar, les escuchamos, les dejemos el campo que a ellos les corresponde. Las lagunas que hay en todos esos números, refleja una falta de acompañamiento de los pastores. ¿Qué nos puede comentar de la prioridad Familia que se ha elegido trabajar en el siguiente año? Ahora toca la Familia y a mí me da mucho gusto que se elija esta prioridad porque la Iglesia está conformada por familias. La sociedad está
conformada por familias. Y la familia es el fruto más preciado que tiene la sociedad y que tiene la Iglesia. Y nosotros vamos a hacer un esfuerzo decidido para que esta Arquidiócesis sea familiarmente responsable. ¿Qué mensaje le daría a los fieles da la Arquidiócesis de León en torno a estos trabajos realizados en la III Asamblea de Pastoral? Yo hago un llamado, en primer lugar, a escuchar. Y ese escuchar significa poner atención. Y a qué me refiero con poner atención: leer, estudiar, orar, los trabajos que hemos realizado. Aquí en la Asamblea hemos hablado cosas muy claras. Yo espero haber hablado en español y no en ruso. Yo espero haber hablado en español y fui muy claro en decir que las “vigas” que van a sostener esta Iglesia Diocesana es una Iglesia Misionera, una Iglesia que acepte, que acoja y ponga en práctica la Nueva Evangelización. Y esto implica mucho: cultura, educación, estructuras, diálogo, comunicación, todo ello dentro de la Nueva Evangelización. Y la tercera “viga” es el Camino Sinodal. Hoy en la Primera Lectura San Pablo decía si quieren darme un gozo, vivan unidos, con un mismo corazón, con una misma Gracia, con una misma finalidad. Y eso es vivir sinodalmente.
Apertura de la Asamblea
La Lectio Divina es verdaderamente capaz de abrir al fiel no sólo el tesoro de la Palabra de Dios, sino también de crear el encuentro con Cristo, Palabra divina y viviente (Benedicto XVI, Verbum Domini 87)
Francisco Ramírez
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o pudo iniciar mejor, con un momento muy intenso de Oración a la luz de la Palabra de Dios. El Padre Justo Pedroza Moreno, Responsable de la Pastoral Profética, fue el encargado de dirigir el momento y el texto bíblico que eligió fue el de Lc. 5,1-11: 1 Estaba él a la orilla del lago Genesaret y la gente se agolpaba sobre él para oír la Palabra de Dios, 2 cuando vio dos barcas que estaban a la orilla del lago. Los pescadores habían bajado de ellas, y lavaban las redes. 3 Subiendo a una de las barcas, que era de Simón, le rogó que se alejara un poco de tierra; y, sentándose, enseñaba desde la barca a la muchedumbre. 4 Cuando acabó de hablar, dijo a Simón: «Rema mar adentro, y echen sus redes para pescar.» 5 Simón le respondió: «Maestro, hemos estado trabajando toda la noche y no hemos pescado nada; pero, en tu pa-
labra, echaré las redes.» 6 Y, haciéndolo así, pescaron gran cantidad de peces, de modo que las redes amenazaban romperse. 7 Hicieron señas a los compañeros de la otra barca para que vinieran en su ayuda. Vinieron, pues, y llenaron tanto las dos barcas que casi se hundían. 8 Al verlo Simón Pedro, cayó a las rodillas de Jesús, diciendo: «Aléjate de mí, Señor, que soy un hombre pecador.» 9 Pues el asombro se había apoderado de él y de cuantos con él estaban, a causa de los peces que habían pescado. 10 Y lo mismo de Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, que eran compañeros de Simón. Jesús dijo a Simón: «No temas. Desde ahora serás pescador de hombres.» 11 Llevaron a tierra las barcas y, dejándolo todo, le siguieron. Después se tuvo un momento de silencio y posteriormente el Padre Justo profundizó en la Palabra de Dios proclamada con el siguiente texto: Comúnmente conocemos este pasaje evangélico como “la llamada de los
primeros discípulos”, ya que parece que con toda seguridad el tema del discipulado es prioritario en él. Sin embargo, esta escena no deja de tener también otros elementos de importancia. San Lucas, a diferencia de los otros sinópticos (Mc y Mt), coloca este pasaje poco después del comienzo del ministerio de Jesús en la Galilea. Y una de las razones es, ante todo que, el que Simón y los primeros discípulos se decidan a seguir a Jesús que los llama, se apoya en un conocimiento inicial previo de su persona, de su predicación y de sus obras. Detengámonos, ahora, en algunos aspectos interesantes de esta escena de Lucas Hasta este momento, en el tercer Evangelio, Jesús aparece en la Galilea solo, enseñando y curando enfermos. Aun no entran en escena sus discípulos. El marco narrativo del pasaje es el lago de Genesaret (vv. 1-2). No es una simple notificación geográfica. El lago tiene un especial significado en el Evangelio. Así
como la montaña es el espacio propio para la comunicación del Padre, el lago es el escenario de las manifestaciones del poder del Maestro. La primera acción de Jesús es su actividad predicadora. “La gente se agolpaba para escuchar la Palabra de Dios”: esta es una expresión exclusiva de Lucas en todo el Nuevo Testamento (Lc 5,1; 8,11.21; 11,28), que pone de manifiesto que la predicación de Jesús, es la raíz, es la fuente de la proclamación del Evangelio de parte de la primera comunidad cristiana (Hech 4,31; 6,2.7; 8,14; 11,1; 13,5.7.44.46.48; 16,32; 17,13; 18,11). Esto es importante en la teología de Lucas. La proclamación desde la Palabra de Dios hecha por Jesús desde la barca, prepara probablemente la futura misión de Simón y de los discípulos. La elección que hace Jesús de subir a la barca de Simón, da un relieve particular a este personaje en relación a los otros discípulos que también le seguirán.
La noticia de Lucas de que “desde la barca de Simón Jesús enseña (kērissein)”, ha permitido también a algunos exegetas a hacer una alegorización del pasaje identificando la barca de Pedro con la Iglesia. Una vez señalada la enseñanza de Jesús, Lucas relata a continuación un milagro, que desemboca en una promesa y en la adhesión de los primeros discípulos a Jesús (vv. 4-7). La gente pasa a segundo plano, hasta el punto que no sabemos qué pudo haber sucedido. Ahora, Simón es interpelado por Jesús con atención y elegancia: “rema mar adentro, y echen sus redes para pescar”. La orden se dirige primeramente a Simón, pero también a los demás pescadores. La respuesta de Simón parece vacilante, entre la del pescador y la de quien comenzará a ser discípulo. Como
pescador no tiene nada que aprender de un hombre no habituado al oficio de la pesca. Como discípulo confía y responde: “pero, en tu palabra, echaré las redes”. Esta actitud de Simón a seguir la indicación de Jesús, prepara el prodigio que va a verificarse a continuación. Un solo verso describe el hecho milagroso: “haciéndolo así, pescaron gran cantidad de peces, de modo que las redes amenazaban romperse”. La enorme cantidad de peces subraya lo extraordinario del suceso, al tiempo que manifiesta el poder de Jesús y prepara la promesa que recibirá ahora Simón. La abundancia de la pesca la subraya aun Lucas en el verso siguiente: “Hicieron señas a los compañeros…. para que vinieran en su ayuda…llenaron tanto las dos barcas que casi se hundían”. Aunque Simón tiene un puesto importante en la escena,
es muy significativo que aquí Lucas usa el verbo en plural. Se hace necesaria la cooperación de todos los pescadores para evitar que las barcas se hundan. Notemos que el primer término que utiliza Lucas para designar a los pescadores es “metochoi” que significa “participante”, “compañero”. Es un término que solo parece aquí en el v. 7 y en Heb 1,9; 3,1. 14; 6,4; 12,8. El segundo término usado para los pescadores es el de koinōnoi (v.10). No es equivocado pensar que la acción de Cristo suscita el paso del ser solamente compañeros, socios para la pesca, a formar una comunión, la communio de Jesús como la llama también el cardenal Ratzinger. Esta idea se ve fortalecida por el verbo que utiliza Lucas para designar la ayuda: “para que vinieran en su ayuda”: syllambanō, “agarrar con”, “tomar con”. La preposición “con” subraya el hecho de darse la mano, apoyarse mutuamente. “Los cristianos deben también ser una comunión de la barca de pesca, en la iglesia, unidos por el llamado de Jesús, unidos por el milagro de la gracia, que regala la riqueza del mar después de una noche sin esperanza” (cfr. Card. J. Ratzinger El camino pascual; reflejos de una imagen sacerdotal en los relatos de las vocaciones según Lc 5,1-11 y Jn 1,33-42). Es por Cristo y con Cristo que en la Iglesia podremos alcanzar la sinodalidad que haga efectiva la pesca hoy. En el desenlace de la escena (vv. 8-11), cobra especial relieve la persona de Simón, que al ver lo sucedido, “cayó a las rodillas de Jesús diciendo: «Aléjate de mí, Señor, que soy un hombre pecador” reconociendo el origen divino de la acción extraordinaria que Jesús ha realizado y siendo consciente de su fragilidad y su pecado. A la reacción de Simón y al asombro de sus compañeros, corresponde la palabra de Jesús, pero dirigida directamente a Simón: “No temas”. Aunque este imperativo no
es exclusivo de Lucas, aparece con relativa frecuencia en su obra (Lc 1,13.30; 8,50; 12,32; Hech 18,9; 27,24) en un contexto de epifanía o manifestación. Es posible que Lucas la emplee aquí para resaltar el carácter revelatorio del prodigio que acaba de hacer Jesús. y al estilo de la llamada que hace Dios en el Antiguo Testamento a personajes claves de la historia de la salvación, Jesús confía una misión a Simón “no temas. Desde ahora serás pescador de hombres”. Es interesante notar que la expresión original es “desde ahora tomarás vivos a los hombres”. Esta metáfora debe entenderse en sentido salvífico: Simón, como hacen los pescadores, deberá “agarrar” hombres vivos para introducirlos en el reino de Dios. Vale la pena tener en cuenta algunos textos del Antiguo Testamento que puedan iluminarnos, el “agarrar” puede entenderse en el sentido de “reunir”, “congregar”, especialmente Jer 16,16: “Enviaré muchos pescadores a pescarlos, oráculo del Señor”. Por último, la escena concluye con una respuesta a Cristo, una respuesta de seguimiento, un compromiso como discípulos: “dejándolo todo, lo siguieron”. En la narración evangélica, Lucas comienza aquí, el camino del discipulado que recorrerá ahora las siguientes páginas del tercer evangelio y de los Hechos, exponiendo las características que deben asumir quienes siguen a Jesús, entre las cuales la fundamental es la actitud interna de adhesión y dedicación a Jesús y a la causa del evangelio. Posteriormente se tuvo un momento de meditación por grupos espontáneos donde fieles, religiosos, sacerdotes y el Arzobispo compartieron alguna reflexión. La mayoría de ellas en torno a continuar con más ímpeto, con la ayuda de Dios, los trabajos pastorales del Plan. Enseguida se tuvo un momento de contemplación y finalmente se realizó la Oración por el Plan Diocesano de Pastoral.
“TRES ‘VIGAS’ (EJES) DE LA PASTORAL DIOCESANA”
“La Misión, la Nueva Evangelización y el Camino sinodal”
I
ntroducción: Querido hermanos Presbíteros, Religiosos y Religiosas, Laicos Consagrados, Fieles cristianos laicos, Hermanos y amigos todos. Con espíritu de agradecimiento al Señor nos volvemos a reunir en nuestro Seminario para celebrar nuestra Tercera Asamblea diocesana. Damos gracias a Dios que nos permite en este día y medio revivir la experiencia de la primera comunidad cristiana que “tenía un solo corazón y una sola alma” (Hech. 4, 32). Gracias a todos su presencia y les doy a cada uno un saludo cordial, asegurando mi oración por Ustedes y por aquellos que no están aquí para compartir su fe en esta etapa importante de nuestra Arquidiócesis, pero que están unidos espiritualmente, en particular recuerdo a quienes viven momentos de sufrimiento físico o espiritual. Como Obispo de esta Iglesia tengo el honorable deber de señalar el camino a esta Iglesia de León por mi ministerio de siervo de la Palabra y ejerciendo el don del Magisterio. Qué puedo sugerir a la Iglesia hoy? Y me respondo a mí mismo: Dar testimonio de la fe es la única arma que tiene el pastor. La fe y la Palabra de Dios son suficientemente fuertes en sí mismas para penetrar en los corazones y conquistar la libertad de los hombres que viven en la sociedad para que sean más libres. Esta tercera Asamblea diocesana se propone revisar cuál es el estado del Plan de Pastoral, revisar la tarea a la que nos comprometimos de renovar las Parroquias y discernir sobre la prioridad a trabajar en el 2019, señalando el rumbo que esta Arquidiócesis ha de tomar en el futuro próximo. Señalo algunas realidades que nos ayudan a contextualizar nuestro compromiso pastoral: La fe católica ha marcado profundamente historia de los habitantes de estas tierras, pues la recepción que tuvo fue positiva gracias a la poderosa acción del Espíritu Santo, que actuó por medio del esfuerzo evangelizador y la predisposición de muchos misioneros para llevar el Evangelio de Jesucristo
Reflexión Teológica-Pastoral de Mons. Alfonso Cortés en la Apertura de la III Asamblea Diocesana del Plan Pastoral a estas culturas, a nuestras tierras de manera personal y sencilla. Se constata, sin embargo, que en varias comunidades la identidad cultural y cristiana ahora es frágil y en muchos casos se va perdiendo porque los procesos de evangelización han quedado incompletos. El patrimonio más valioso de la cultura de nuestros pueblos es la fe en Dios, Amor”. Si estamos convencidos de esto y reconocemos las luces y las sombras existentes en la sociedad y en la Arquidiócesis, todos debemos comprometernos a tomar nuestra responsabilidad pastoral en las actuales circunstancias históricas, marcada por un fuerte ardor apostólico y un mayor compromiso misionero para proponer el Evangelio de Cristo como camino a la vida verdadera. Y para que esto no quede en anuncio de buena voluntad, quiero recordar e invitar a hacer vida tres experiencias fundamentales que deben sostener toda acción pastoral de esta Iglesia diocesana, donde encuentra su pleno desarrollo y son exigencias vitales que posibilitan su crecimiento humano y espiritual. Estas experiencias son: La Misión, la Nueva Evangelización, el Camino Sinodal. Digo una palabra sobre cada una de ellas. 1. La Misión La misión es inherente a la vida de la Iglesia. La misión atraviesa todos los aspectos y todas las formas de la vida eclesial. La misión moviliza a todos los cristianos, y no solamente a algunos especialistas. Para que la Misión llegue a todos y sea permanente y profunda, debemos comprometernos a ser una Iglesia en salida atendiendo a los más débiles, especialmente a los niños, enfermos, discapacitados, jóvenes en situaciones de riesgo, ancianos, presos y demás personas vulnerables. También asumir la causa de contribuir a garantizar condiciones de vida dignas para todos; combatir los males que dañan o destruyen la vida, como el aborto, el secuestro, la violencia armada, el terrorismo, la explotación sexual y el narcotráfico, y por esto, como Iglesia, invitamos a quienes dirigen los destinos de la sociedad “a
defender la verdad y velar por el inviolable y sagrado derecho a la vida y la dignidad de la persona humana, desde su concepción hasta su muerte natural. Los agentes de la Misión. Los obispos, presbíteros, diáconos, religiosos y religiosas consagrados y también los jóvenes laicos de ambos sexos somos los agentes de la Misión, quienes hemos de vivir una profunda espiritualidad misionera bajo la luz y la guía del Espíritu Santo. Los misioneros han de contar, además, con una formación teológica y misional en nuestros centros de formación. Para esto es necesario un proyecto diocesano. La Misión debe contar con el apoyo decisivo de los laicos, llamados a vivir la vocación universal a la santidad y llevar a cabo la misión en sus propios ámbitos de familia y relaciones interpersonales. En este sentido, la participación de los movimientos de iglesia y de las agrupaciones de laicos, con su dinamismo e ímpetu propios, es fundamental para el éxito de la Misión. Para ello, se necesita renovar las estructuras pastorales de las Arquidiócesis, parroquias, Seminario y todas las comunidades de vida cristiana, a fin de impartirles una nueva perspectiva misionera. La Misión se dirige a todos. La Misión está dirigida a la nuestra comunidad católica, a los católicos bautizados pero alejados de la Iglesia, y a las clases dirigentes que se desenvuelven en los diversos espacios sociales, políticos, culturales y económicos de la sociedad guanajuatense. A las personas indiferentes, que viven en los ámbitos socioculturales en los que Jesucristo por lo general está ausente: el hogar, el colegio, la universidad, el centro de investigación científica, los lugares de trabajo y también en el ámbito del arte, el deporte, las nuevas tecnologías de comunicación e información, y en general, la familia humana sin exclusiones. Para que sea eficaz, la Misión debe partir de la realidad social y cultural de las personas, las comunidades y los pueblos y tener presentes las experiencias misioneras ya realizadas en el pasado. Debe consistir en
Monseñor Alfonso Cortés una proclamación centrada en la Palabra de Dios, en el anuncio de Jesucristo, así como en liturgias y celebraciones que incorporen las riquezas de la religiosidad popular, todo ello con la ternura y la misericordia propias de la devoción mariana. Los objetivos de la Misión. Se espera que la Misión infunda en la Iglesia presente en León aquel fervor espiritual, valor y audacia de los apóstoles, como señala el mismo documento conclusivo (Aparecida 571) retomando un texto de la exhortación apostólica Evangelii nuntiandi del Papa Pablo VI: “Conservemos la dulce y confortadora alegría de evangelizar,...
...incluso cuando hay que sembrar entre lágrimas. Hagámoslo como Juan el Bautista, como Pedro, como Pablo, como los otros Apóstoles, como esa multitud de admirables evangelizadores que se han sucedido a lo largo de la historia de la Iglesia con un ímpetu interior que nadie ni nada sea capaz de extinguir.” En términos específicos, lo que se espera lograr con la Misión es: ~Promover una profunda conversión personal y pastoral de todos los agentes pastorales y evangelizadores, para que, con actitud de discípulos, todos podamos recomenzar desde Cristo una vida nueva en el Espíritu. ~Fomentar una formación kerigmática, integral y permanente que, siguiendo las orientaciones de Aparecida, logre impulsar una espiritualidad misionera, teniendo como eje la vida plena en Jesucristo. ~Hacer que las comunidades, organizaciones, asociaciones y movimientos católicos se pongan en estado de misión permanente, a fin de llegar hasta los sectores más alejados de la Iglesia, a los indiferentes y a los no creyentes. ~ Destacar en todo momento que la vida plena en Cristo es una actitud y un servicio que se ofrece a la sociedad y a las personas que la componen, para que puedan crecer y superar sus dolores y conflictos con un profundo sentido de humanidad. 2.- La Nueva Evangelización La vida humana no se realiza por sí misma. Nuestra vida es una cuestión abierta, un proyecto incompleto, que es preciso seguir realizando. La pregunta fundamental de todo hombre es: ¿cómo se lleva a cabo este proyecto de realización del hombre? ¿Cómo se aprende el arte de vivir? ¿Cuál es el camino que lleva a la felicidad? Evangelizar quiere decir mostrar ese camino, enseñar el arte de vivir. Jesús dice al inicio de su vida pública: he venido para evangelizar a los pobres (cf. Lc 4, 18). Esto significa: yo tengo la respuesta a su pregunta fundamental; yo les muestro
La misión
el camino de la vida, el camino que lleva a la felicidad; más aún, yo soy ese camino. La pobreza más profunda es la incapacidad de alegría, el tedio de la vida considerada absurda y contradictoria. Esta pobreza se halla hoy muy extendida, con formas muy diversas, tanto en las sociedades materialmente ricas como en los países pobres. La incapacidad de alegría supone y produce la incapacidad de amar, produce la envidia, la avaricia.... todos los vicios que arruinan la vida de las personas y el mundo. Por eso, hace falta una nueva evangelización. Si se desconoce el arte de vivir, todo lo demás ya no funciona. Pero ese arte no es objeto de la ciencia; sólo lo puede comunicar quien tiene la vida, el que es el Evangelio en persona. a. Estructura y método de la nueva evangelización Estructura Antes de hablar de los contenidos fundamentales de la nueva evangelización quisiera explicar su estructura y el método adecuado. La Iglesia evangeliza siempre, y nunca ha interrumpido el camino de la evangelización. Cada día celebra el misterio eucarístico, administra los sacramentos, anuncia la palabra de vida, la palabra de Dios, y se compromete en favor de la justicia y la caridad. Y esta evangelización produce fruto: da luz y alegría; da el camino de la vida a numeras personas. Muchos otros viven, a menudo sin saberlo, de la luz y del calor resplandeciente de esta evangelización permanente. Sin embargo, existe un proceso progresivo de descristianización y de pérdida de los valores humanos esenciales, que resulta preocupante. Mucha gente no encuentra respuesta convincente a la pregunta: ¿cómo vivir? Por eso buscamos, además de la evangelización permanente, una nueva evangelización, capaz de lograr que la escuche ese mundo que no tiene acceso a la evangelización “clásica”. El Evangelio está destinado a todos y no sólo a un grupo determinado, y por eso debemos buscar nuevos caminos para llevar el Evangelio a todos. Sin embargo, aquí se
oculta también una tentación: la tentación de la impaciencia, la tentación de buscar el gran éxito inmediato, los grandes números. Y este no es el método del reino de Dios. Para el reino de Dios, así como para la evangelización, instrumento y vehículo del reino de Dios, vale siempre la parábola del grano de mostaza (cf. Mc 4, 31-32). El reino de Dios vuelve a comenzar siempre bajo este signo. Nueva evangelización no puede querer decir atraer inmediatamente con nuevos métodos, más refinadas, a las grandes mesas que se han alejado de la Iglesia. No; no es esta la promesa de la nueva evangelización. Las grandes cosas comienzan siempre con un granito y los movimientos de masas son siempre efímeros. En otras palabras, las grandes realidades tienen inicios humildes. Dios le dijo a Israel y ahora a nosotros. “No por ser grande te elegí; al contrario, eres el más pequeño de los pueblos; te elegí porque te amo...”. El poder exterior no es el signo de su presencia. Desde luego, san Pablo, al final de su vida, tuvo la impresión de que había llevado el Evangelio hasta los confines de la tierra, pero los cristianos eran pequeñas comunidades dispersas por el mundo, insignificantes según los criterios seculares. En realidad fueron la levadura que penetra en la masa y llevaron en su interior el futuro del mundo (cf. Mt 13, 33). El método. De esta estructura de la nueva evangelización se deriva también el método adecuado. Ciertamente, debemos usar de modo razonable los métodos modernos para lograr que se nos escuche; o, mejor, para hacer accesible y comprensible la voz del Señor. No buscamos que se nos escuche a nosotros; no queremos aumentar el poder y la extensión de nuestras instituciones; lo que queremos es servir al bien de las personas y
Nueva Evangelización
de la sociedad, dando espacio a Aquel que es la Vida. La palabra del anuncio siempre ha de estar impregnada una intensa vida de oración. El éxito de su misión no fue fruto de la retórica o de la prudencia pastoral; su fecundidad dependió de su sufrimiento, de su unión a la pasión de Cristo (cf. 1 Cor 2, 1-5; 2 Cor, 5, 7; 11; 10 s; 11, 30; Gal 4, 12-14). “No se dará otro signo que el signo del profeta Jonás” (Lc 1 29), dijo el Señor. El signo de Jonás es Cristo crucificado, son los testigos que completan “lo que falta a la pasión de Cristo” (Col 1, 24). En todas las épocas de la historia se han cumplido siempre las palabras de Tertuliano: la sangre de los mártires es semilla de nuevos cristianos. San Agustín dice lo mismo de modo muy hermoso: “Apacienta mis ovejas, es decir, sufre por mis ovejas” (Sermón 32: PL 2, 640). Una madre no puede dar a luz un niño sin sufrir. Todo parto implica sufrimiento, es sufrimiento, y llegar a ser cristiano es un parto. Digámoslo una vez más con palabras del Señor: “El reino do Dios exige violencia” (M 11, l2; Lc 10, 16), pero la violencia de Dios es el sufrimiento, la cruz. No podemos dar vida a otros sin dar nuestra vida. El proceso de renuncia al propio yo, al que me he referido antes, es la forma concreta (expresada de muchas formas diversas) de dar la propia vida. Ya lo dijo el Salvador: “Quien pierda su vida por mi y por el Evangelio, la salvará” (Mc 8, 35). b. Los contenidos esenciales de la nueva evangelización. La conversión, el reino de Dios y su justicia, Jesucristo, la Iglesia, el hombre. 3.- El Camino Sinodal Para diseñar correctamente el camino de la de la “conversión” o “reforma” de la Iglesia, necesitamos...
El Camino Sinodal
...hacerlo con espíritu sinodal, que significa “caminar juntos”. Dicho de otra forma: caminar juntos debe ser el estilo de caminar de la Iglesia, aún cuando ello nunca resulte fácil. Pero, además el mundo en el que vivimos, que estamos llamados a amar y a servir también en sus contradicciones, nos está exigiendo a nosotros y a toda la Iglesia: el fortalecimiento de las sinergias en todos los ámbitos de su misión. Esto es tarea de laicos, consagrados, sacerdotes, pastores, Obispos. Caminar todos juntos, escuchándonos unos a otros. Ser Iglesia de la escucha; y escuchar, -subraya el Santo Padre-, “es más que oír”. Iglesia de la escucha reciproca, e Iglesia de la escucha del Espíritu Santo para conocer lo que Él “dice a las Iglesias”. Un camino de sinodalidad, un caminar juntos que siempre inicia escuchando al pueblo que “participa también de la función profética de Cristo”. “Cada uno de los bautizados, cualquiera que sea su función en la Iglesia y el grado de instrucción de su fe, -dijo citando la Evangelii gaudium-, es un agente evangelizador, y sería inadecuado pensar en un esquema de evangelización llevado adelante por actores calificados, donde el resto del pueblo fiel sea sólo receptivo de sus acciones”. El segundo nivel del ejercicio de sinodalidad es el de las Provincias eclesiásticas y culmina en la escucha del Obispo de Roma que es el Pastor y Doctor de todos los cristianos El camino de sinodalidad culmina, en fin, en la escucha del Obispo de Roma, llamado a pronunciarse como “Pastor y Doctor de todos los cristianos”: no a partir de sus convicciones personales, sino como testigo supremo de la fe de toda la Iglesia, garante de la obediencia y la conformidad de la Iglesia a la voluntad de Dios, al Evangelio de Cristo y a la Tradición de la Iglesia. Principio visible de unidad. Esta fue la aportación eclesiológica del Concilio Vaticano II. Ya desde sus orígenes, la Ekklesía fue identificada por la primera comunidad cristiana con el término koinonía, es decir, el conjunto de
relaciones nuevas que enlazan a los discípulos de Jesús con Dios, en Cristo, y a los creyentes entre sí. Don de la comunión que ante todo es un hecho espiritual, un compartir consolaciones y sufrimientos (Rm 12,13; 2Cor 1,5-7; Flp 3,10; 4,14), pero que también tiene manifestaciones concretas y evidentes (cf. Rm 15,26; 2Cor 8,4; 9,13, Gál 2,9; Flp 1,5; Fil 6), porque la koinonía no solo se refiere a la unión de espíritus, sino a la concordia visiblemente operante (cf. Hech 2,42). A la luz de la perspectiva de la koinonía, -aquí solo enunciada-, salta a la vista que la sinodalidad es una de las expresiones más significativas de la comunión eclesial: sinodalidad significa ser Iglesia, caminar juntos viviendo y haciendo vida la fe; caminar juntos para vivir, vivificar, dinamizar y renovar la vida y la praxis de la fe a partir de la escucha de la Palabra del Señor, -que interpela, cuestiona, invita a tomar decisiones, a renovar estructuras, a aglutinar y reforzar la unidad-, y a partir de la escucha de unos y otros. La consigna es, por tanto, sinodalidad en comunión, y comunión para la sinodalidad. A este propósito la Asamblea me da la oportunidad, al tenerlos aquí presentes, expresarles el vivo deseo de confirmarlos en la fe para comunicarles algún don espiritual con el cual sean fortificados” (…). Un cristiano nunca está solo, puesto que se encuentra en viva y dinámica comunión con el Obispo, con sus presbíteros y con sus hermanos cristianos de la comunidad parroquial y de la Iglesia diocesana. No están solos: los sostiene la presencia espiritual de este hermano mayor Obispo y los rodea la comunión afectiva y efectiva de miles de hermanos. Pero quiero invitar a mis hermanos presbíteros y diáconos a pensar en otra, más reducida pero no menos importante, que es la dimensión de la comunión: la comunión como miembros del presbiterio en esta querida Arquidiócesis de León. Esta comunión, nacida de la participación en la plenitud del sacerdocio de Jesucristo, no es meramente externa, no está hecha
de convenciones o protocolos; es una comunión sacramental y como tal debe ser nuestra forma de vida. Los invito a caminar juntos, a que por encima de todo prevalezca la unidad esencial en Cristo y en la Iglesia. Les confieso que considero una tarea y un deber el de saber que entre ustedes prevalece, por encima de todo lo que pudiera dividirlos, esta unidad esencial en Cristo y en la Iglesia. Unidad tanto más exigente y necesaria cuanto de ella dependerá, por un lado la credibilidad de nuestra predicación y la eficacia de nuestro apostolado, y por otro la comunión que, supuestas las conocidas dificultades, tienen la misión de construir entre sus fieles. Ahora bien, también estamos llamados a formar la unidad entre los fieles, como un don precioso, pero a la vez frágil y amenazado – de esta Iglesia diocesana. Por eso la Iglesia tiene la gran responsabilidad de ser sacramento, es decir señal e instrumento de unidad en la Sociedad. Queridos hermanos: El Papa Francisco decía en cierta ocasión que “la reforma empieza siempre con iniciativas espirituales y pastorales, antes que con cambios estructurales”. Palabras que señalan aquello que posiblemente es el punto fundamental: lo prioritario en una reforma en la Iglesia, es aquello que el Documento de Aparecida llama: “conversión pastoral” (nº 365-372). Y, ¿qué significa esto? Nosotros lo sabemos bien. Pero, diciéndolo en una frase podríamos decir que la conversión pastoral se expresa en la firme determinación de asumir el estilo evangélico de Jesucristo en todo lo que hacemos. Se dice que el estilo, es lo profundo del hombre que sale a la superficie; la interioridad que se expresa en los modos exteriores de vida de los individuos y también de las comunidades. El estilo es el modo determinado de pensar, amar, decidir, actuar, de la persona y/o comunidad; por lo que hablar de interioridad es hablar de espiritualidad. Y si queremos cambiar de estilo, es necesario revisar la propia espiritualidad. Aquí está la clave. La conversión pastoral; la renovación de nuestro estilo pastoral y evangelizador, para asumir uno más y más evangélico, caracterizado –entre otros-, por
la ternura y la compasión por todos, especialmente por los más débiles (cf. Mt 10,7-8); por la gratuidad, sobriedad y pobreza (cf. Mt 10,8b-10); la fortaleza en la debilidad (cf. Mt 10,16); la disponibilidad a llevar la cruz (cf. Mt 10,17-39); la paz y la seguridad (cf. Mt 10,19-20; 6, 25-34), y por supuesto la alegría; porque el cómo evangelizar debe nacer de la alegría del Evangelio vivido y transparentado en la serenidad y la paz interior que da la absoluta y fiel confianza en Dios. San Juan Crisóstomo decía que “la Iglesia tiene nombre de sínodo”. Figura de la Iglesia que el Santo Padre nos pide comprender y asumir. Nos lo pide a todos. La responsabilidad es de todos y de cada uno, según el papel y tarea que el Señor nos confía. Y en esta perspectiva, “si comprendemos –dice el Papa-, que, como dice san Juan Crisóstomo, “Iglesia y Sínodo son sinónimos” (...), entendemos también que en su interior nadie puede ser “elevado” por encima de los demás. Al contrario, en la Iglesia es necesario que alguno “se abaje” para ponerse al servicio de los hermanos a lo largo del camino”, porque, “para los discípulos de Jesús, ayer, hoy y siempre, la única autoridad es la autoridad del servicio, el único poder es el poder de la cruz, según las palabras del Maestro: “ustedes saben que los jefes de las naciones dominan sobre ellas y los poderosos les hacen sentir su autoridad (…). “Entre ustedes no debe suceder así”: en esta expresión alcanzamos el corazón mismo del misterio de la Iglesia -“entre ustedes no debe suceder así”- y recibimos la luz necesaria para comprender todo servicio en la Iglesia. ¡Ánimo y adelante, hermanos! Dirijamos nuestra mirada hacia lo amplio de nuestro horizonte y pongámonos en marcha caminando juntos. Sostenidos por el Señor, todos y cada uno de nosotros Pastores y fieles, en y desde la comunión efectiva y afectiva, trabajemos con ardor y alegría para que la Iglesia logre ser, también aquí en León, real y tangiblemente “recinto de verdad y de amor, de libertad, de justicia y de paz, para que todos encuentren en ella un motivo para seguir esperando”. Muchas gracias León, 30 de noviembre del 2018.
Francisco RamĂrez
Datos Generales: Respondieron la encuesta 2221 personas: Laicos (2069), Sacerdotes (135), Religiosos (15) y DiĂĄconos (2). Parroquias que contestaron (108) y no contestaron (18)
Pbro. Eduardo Contreras
Participantes atentos a la Asamblea
Resultados sobre la Prioridad Parroquia Renovada Francisco Ramírez
A continuación presentamos los resultados de las preguntas que se enfocaron a la Prioridad de la Renovación de la parroquia.
Vaciado Estructuras Diocesanas
Vaciado Estructuras Diocesanas
Vaciado Estructuras Diocesanas
Momento del Vaciado Estructuras Diocesanas
Impresiones (Trabajo en grupos)
Al conocer los resultados de las encuestas, se vivieron momentos de gran intercambio en los grupos que se formaron para analizar los resultados. Destacándose la gran apertura para aceptar la percepción de la comunidad por parte de los sacerdotes, y el entusiasmo de los laicos por aportar y comprometerse con el siguiente nivel. En este momento recabamos algunas impresiones de parte de participantes en las mesas de trabajo: Roberto Guerrero, Comi Desde luego que los laicos son la fuerza renovadora de la Iglesia. Su compromiso esta en todos los campos de su vida de todos los días. Lo que si descubrimos y vamos a trabajar con los laicos es conocer más a fondo la realidad tan compleja, que nos rebasa entender. Una sana antropología y desde ahí reconstruir nuestro tejido social. Diferenciando los rostros concretos donde se desenvuelve el laico. Eso es lo que nos toca a nosotros. El laico está muy consciente, pero a veces nos falta el método, hay que aprovechar la experiencia de muchos que van más adelante. Estoy muy seguro que vamos a hacer un buen trabajo. Se decía que el laico era el gran gigante dormido, pero son las antorchas, los faros, porque ellos están en el mundo, siendo fermento, por eso hay que escucharlos, acompañarlos y conjugar los esfuerzos.
Padre Rodrigo Barceló Lo principal es que hemos reflexionado en la necesidad de volver a los valores. Como dice el Señor Arzobispo: recordar quienes somos, cual es nuestro origen. Y nuestro origen cultural es de valores cristianos, católicos, eso no lo puede negar nadie. Todo lo que se va a hacer a nivel federal de acabar con la corrupción, formar las conciencias, es bueno. Sin embargo, se debería tener en cuenta que la iglesia tiene un papel fundamental en la historia, y que los valores cristianos deben ser redimensionados, reconocidos y revalorados. Queremos sobre todo este año de la familia, como dimensión de educación y ayudar a los padres de familia ofreciéndole medios para que eduquen a sus hijos.
Padre Julio Fuentes Creo que a la luz que todo lo que hemos estado reflexionando, me convenzo más de la necesidad de seguir trabajando como lo estamos haciendo actualmente, en que el seminarista, futuro pastor, este muy al tanto de la realidad… experimentarla, y desde ahí dejarse cuestionar para poder intentar una respuesta pastoral. El Seminarista deberá estar capacitado cada vez más, para que a través de una visión evangélica del mundo se deje cuestionar por la realidad e intentar desde ahí una respuesta lo más acertada posible. Porque las prioridades van a cambiar… pero lo que si se debe arraigar es la mirada evangélica, compasiva del futuro pastor a la realidad. Esa es una parte del aprendizaje, de la formación en el seminario.
Alejandro Pérez Villegas Yo creo que es muy importante la apertura que tiene el obispo para escuchar a su pueblo, y que reunidos en torno a la palabra de Cristo podamos dar respuesta a las necesidades de nuestro tiempo. Se concretiza cuando todos nos unimos y pensamos en el mismo fin. Se determina como prioridad la familia y vemos que todos somos responsables de nuestra sociedad. Hay muchas necesidades La intención es priorizar y poder hacer algo por el prójimo. La iglesia ve las necesidades y trata de salir siempre al encuentro del más necesitado. Ver la cara de cristo en el más necesitado, en cada uno de los sacerdotes, y, sobre todo, en el obispo.
Iluminación pastoral del Arzobispo
E
“CÓMO VEO A NUESTRA IGLESIA QUE PEREGRINA LEÓN Y QUÉ DESEO PARA ELLA”
stimados hermanos todos en el Señor: Al final de esta Asamblea que nos ha permitido tener una experiencia de Iglesia con el ejercicio de haber escuchado la realidad descrita de la recepción del Plan diocesano de pastoral, de cómo cumplimos la tarea que nos propusimos de la Renovación de la Parroquia y después de haber hecho el discernimiento del campo que nos comprometemos a trabajar durante el año 2019, les dirijo una palabra con el deseo fortalecer nuestra fe, ver con más claridad qué caminos recorrer y fortalecer nuestra voluntad para responder a nuestra vocación y misión en esta Iglesia que peregrina en León. 1. Un ejercicio de ver P. Cuál es mi experiencia cristiana? R. Yo viví con mis padres y mis abuelos, en una familia grande, de buenos recursos, muy piadosa; mi abuelo era el administrados de la Hacienda y mi padre era ingeniero agrónomo. Conservo el recuerdo del olor de las labores y del ganado de aquellos tiempos. En casa había interés por la cultura, la lectura, el saber. Cuando salía de paseo con mi abuelo, aun siendo muy pequeño, me enseñaba a conocer las plantas, los árboles, las siembras de las labores. Antes de volver a casa entrábamos en la capilla del santísimo de la Parroquia a hacer la visita al Santísimo Sacramento. Y algo muy importante, mi abuelo materno me enseñó a leer y a escribir. A los seis años fui al Colegio de la Hacienda a comenzar la Primaria. Los maestros de esa escuela eran los seminaristas que hacían “el año de magisterio”, lo que hoy se llama en el Seminario “año de pastoral”. Eran estupendos educadores, en el saber, en la disciplina, en la piedad. Recuerdo con alegría el esplendor y el fervor con el que celebramos el ‘mes de las flores’ dedicado a la Virgen María. Entonces no padecíamos el criticismo actual. Era hermoso, lo hacíamos a gusto. Años más
tarde, me llevaron a terminar la primaria a la Barca, Jalisco; siempre a una escuela parroquial, aunque nunca fui monaguillo. Era un niño normal y buen estudiante. P. Cómo surgió mi vocación? R. Mi vocación nació en el ambiente de la Escuela con los Seminaristas que tenían un don extraordinario y una paciencia sin límites para estar con nosotros y guiarnos en la vida cristiana. Fue decisivo su ejemplo. P. ¿Algún recuerdo de mis años de formación? R. Primero, el ejemplo de mis maestros en el Seminario, que algunos de ellos eran unos verdaderos místicos, formadores y estudiosos de la Palabra. Les veía transfigurados en la oración, en la Misa, en el Vía Crucis. Luego, en los años de filosofía y teología, el gusto por estas disciplinas me fue creciendo poco a poco. Tuvimos una excelente formación espiritual centrada en los evangelios, en el magisterio y en el humanismo. Siempre lo he considerado un privilegio. P. ¿Qué es lo que más me preocupa y lo que más gozo me produce en la situación actual de nuestra Iglesia que peregrina en León? R. Lo que más me preocupa es la indiferencia de muchos cristianos, el bombardeo continuo al que la Iglesia está siendo sometida en muchos medios de comunicación, la falta de interés de los jóvenes por la persona de Jesucristo y la religión en general, el conformismo, la falsa resignación con la que vemos desde dentro este panorama. Me preocupa la carencia de verdadero espíritu apostólico en muchos de nosotros y el desfondamiento moral de nuestra sociedad. Me alegra la vida santa de muchas personas, aunque eso nunca es noticia. También el impulso de renovación espiritual que crece en algunas parroquias, en algunos movimientos y comunidades cristianas. P. En un proyecto pastoral aquí y ahora, ¿cuál sería lo más urgente dentro de lo importante?
R. Ayudar a la gente a creer de verdad en el Dios de Jesucristo. Más en concreto poner en marcha en nuestras parroquias, en los colegios y en templos de comunidades religiosas una verdadera iniciación cristiana de conversión y de fe para los nuevos cristianos, un proceso catecumenal de conversión jalonado por los sacramentos de la iniciación. P. ¿Qué destacaría de mi experiencia pastoral como obispo? R. No es fácil concretar la experiencia global de la vida de una Iglesia en su conjunto, sacerdotes, parroquias, comunidades religiosas, movimientos. Es una visión que difícilmente se puede tener desde otros puestos. El haber conocido y tratado a tantas personas buenas, sacrificadas, piadosas que no hacen ruido, que no aparecen en ninguna parte, pero que sostienen la Iglesia y sostienen el mundo, con su amor, con su generosidad, con su sacrificio, sus mil atenciones. Una experiencia muy fuerte y fecunda es la del encuentro con el Santo Padre y con el trabajo en Roma. Se siente el pulso de la Iglesia universal, en sus enormes diferencias y en esta milagrosa unidad de la fe común en Cristo y en la doctrina de los Apóstoles. En un sentido más hondo del propio ministerio, una de las experiencias más profundas es la de poder ordenar nuevos sacerdotes que luego multiplican la presencia de Jesús en
la Iglesia diocesana entera. Eso y los encuentros, personales y de grupo con los sacerdotes y consagrados son una gloria y un consuelo, como también, a veces, un sufrimiento. P. Alguna vez he dicho que los católicos de la Arquidiócesis necesitamos despertar, que estamos un poco dormidos. Concreto esta idea. R. Pienso que, sacerdotes, consagrados y laicos, todavía estamos demasiado influenciados por una larga situación de proteccionismo y monopolio en que hemos vivido. Curiosamente tenemos bastante más olvidada la herencia de nuestros mártires. El vivir en una sociedad libre, tan permisiva como la nuestra, y comenzando –más institucionalmente- a resentirse contra la Iglesia y contra el cristianismo, nos obliga a vivir en otra actitud, en actitud de Institución más o menos rechazada por los grandes medios de opinión y de poder. Eso exige convicciones más personales y más fuertes, unidad más estrecha entre nosotros, entre Pueblo y Jerarquía, diocesanos y religiosos, instituciones comunes y movimientos. Nos falta autoestima como cristianos, conciencia de los tesoros que tenemos en la fe, en la unión con Jesucristo, en la vida sacramental, en la comunión con los santos, con la Virgen María, y con la Santa Trinidad. Nos falta seguridad en la fe...
...y la alegría de la comunión y de la salvación. Y a la vez somos muy poco apostólicos, no hay apenas iniciativas de encuentro con personas indiferentes y no creyentes, no creamos oportunidades de presentar la figura de Jesús, de primera mano, a tantas personas de buena voluntad que se sentirían felices si lo pudieran conocer y pudieran creer en El. P. O sea, dicho de otra forma, que una de nuestras tentaciones se llama: comodidad. R. Sí, estamos demasiado acostumbrados a que ‘otros’ nos resuelvan los problemas. En general los fieles, y en buena parte también bastantes sacerdotes y religiosos, seguimos viviendo demasiado tranquilos, con pocas iniciativas apostólicas, con pocas respuestas de evangelización a la situación de descreimiento en que vive mucha gente, la inmensa mayoría de la gente joven, no acabamos de ver o de querer ver lo que está ocurriendo a nuestro alrededor, seguimos a veces enredados en las pequeñas cosas de otras épocas, rivalidades clericales, discusiones teóricas, reivindicaciones secundarias, mientras las nuevas generaciones, la mayoría, crecen sin recibir ninguna formación cristiana, mientras se destruye la tradición de las familias cristianas, sin ningún proyecto serio, unitario, permanente de formación y movilización del laicado. P. ¿Cómo motivar a la comunidad cristiana para colaborar en una evangelización comprometida? R. Hay que comenzar poco a poco, con pequeños grupos, multiplicados un poco por todas partes, con un programa y
unos objetivos comunes. La fuerza de la Iglesia es la conversión de los cristianos. Una pastoral (catequística, antropológica, familiar, social) sin poner en el centro la conversión es una pastoral que no ofrece lo que actualmente necesitan los cristianos y necesita la Iglesia. Sin evangelizadores no puede haber evangelización, y sin conversión no hay evangelizadores. P. ¿Qué pienso sobre la orientación social y política que se está siguiendo México y en el mundo en relación con la Iglesia? R. Algunas orientaciones me parecen injustas y equivocadas. Injustas porque nos achacan defectos que no son verdaderos. No queremos imponer nada a nadie, la Iglesia en México ha colaborado eficazmente a la implantación de la democracia, nos renunciaron –con buenos frutos- a los privilegios que tenía antes la Iglesia para acomodarnos a la situación de una Iglesia libre en una sociedad libre y nunca nos hemos desdicho de aquellas decisiones. Ahora mismo la Iglesia está siendo un instrumento de educación moral de la sociedad; la religión, la fe cristiana es una fuerza humanizadora, pacificadora. Es evidente que hay personas y grupos que, de una u otra manera, intentan debilitar la presencia y la influencia de la Iglesia en nuestra sociedad. De palabra dicen que no van contra la Iglesia ni contra la religión católica. Los hechos muestran que sí. Tampoco sería justo decir que es una acción exclusiva del Gobierno. Hay un ambiente general, muy trabajado por algunos medios de comunicación, que quiere como tomar revancha de los años en que la Iglesia fue la que generaba el bien civil
y religiosos. No tienen en cuenta el origen y la causa de esta situación, porque no tienen en cuenta la situación histórica y juzgan con criterios de ahora los tiempos de antes. Más profundamente, muchos comienzan a considerar que cualquier religión es impropia de una sociedad libre y adulta. Me da mucha pena, porque pienso que una sociedad sin religión está amenazada de muchos males. Cuando no adoramos a Dios adoramos a los ídolos, y así como el verdadero Dios salva a quienes le adoran, los ídolos devoran a sus adoradores. Por eso me parece necesario que aprendamos a vivir en esta situación con actitudes verdaderamente cristianas, sin amarguras y sin sometimientos, con paz y con esperanza y con un gran esfuerzo de autenticidad y de claridad para ayudar a las muchas personas de buena voluntad a conocer la verdad histórica de Jesús y la riqueza sobreabundante de su evangelio, la verdad de Dios, que es amor, misericordia y esperanza. P. En un proyecto pastoral aquí y ahora, ¿cuál sería lo más urgente dentro de lo importante? R. Sin duda todo lo referente a la evangelización y la promoción y educación de la fe de los cristianos, comenzando por la Iniciación Cristiana, la puesta en marcha de iniciativas de una pastoral de conversión en la vida ordinaria de las parroquias, en los colegios y en los templos de comunidades religiosas. P. Como Obispo pastor qué mensaje daría hoy a nuestra comunidad cristiana con respecto a María? R. Estudiar y meditar la mariología del Vaticano II como una fuente de espiritualidad, de acercamiento a la humanidad santa del Señor, de inmersión en la vida espiritual y mística de la Iglesia. Donde florece la espiritualidad cristiana, florece también la devoción renovada a la Virgen María, Madre de Jesús y Madre de la Iglesia. Devoción fundada en la Sagrada Escritura y en una teología sólida y no en pietismos intrascendentes. P. Los mártires de estas tierras derramaron abundantemente el espíritu de Jesucristo: ¿qué le diría a esta Iglesia de León con ocasión de esta Asamblea? R. Que los mártires fueron unos videntes de los que ahora necesitamos en la Iglesia y en nuestra sociedad. Tenemos más recursos que ellos, pero somos menos santos, vivimos más tranquilos y más có-
modamente. Vale la pena que imitemos y sigamos sus grandes intuiciones, su fidelidad, la difusión de la palabra de Dios, la renovación espiritual de las comunidades cristianas, las iniciativas apostólicas más allá de las fronteras y las costumbres ordinarias de la Iglesia, todo con un gran fervor, con gran austeridad de vida, con diligencia y laboriosidad, con un gran amor a la Iglesia y una gran piedad. Son todavía poco conocidos en la Arquidiócesis, y puede ser grandes maestros para el clero, los religiosos y los laicos en estos momentos. No podemos olvidar que el carisma evangelizador y renovador de la fe y del fervor del Pueblo de Dios, la incorporación de los seglares a las tareas apostólicas y culturales de la Iglesia, resultan hoy más que necesarias y oportunas. El Papa Juan Pablo II en su primer viaje apostólico a Francia, durante una homilía le preguntó a Francia: «Francia; hija primogénita de la Iglesia, ¿eres fiel a las promesas de tu Bautismo? (...). Francia, hija primogénita de la Iglesia y educadora de los pueblos, ¿eres fiel, para el bien del hombre, a la alianza con la Sabiduría eterna?»1. El Papa expresaba así su preocupación por la situación de la Iglesia en Francia. Las preguntas nos las hace a nosotros hoy, como Iglesia de León. ¿Qué responderíamos? Esas interpelaciones del Papa estaban encaminadas a contrarrestar el creciente deterioro de la sociedad francesa, favorecido por el empuje de corrientes secularistas. 2. En los orígenes de “La Misión de León” No es necesario remontarse mucho a Francia para detectar la situación en la que estamos inmersos religiosamente como sociedad guanajuatense desde los últimos años. Baste tirar la mirada a la realidad cristiana, social, cultural de nuestra Arquidiócesis para descubrir las preocupaciones fundamentales que tenemos como Iglesia diocesana. Sin desconocer las riquezas enormes que tenemos en las personas, en la tradición cristiana de nuestras familias, destacando los agentes de pastoral. A este propósito, en varias ocasiones, he manifestado que, al despuntar un nuevo humanismo, una civilización común a toda la humanidad –la globalización-, la respuesta a la crisis de valores se halla en «una exacta noción de la Iglesia». La teología y la historia serán las que pasen a conducir...
...la acción en un doble plano: en primer lugar, reconociendo la primacía de lo espiritual; en segundo, haciéndose cargo de la urgente presencia y actuación de los cristianos en la ciudad temporal. La respuesta de la Iglesia, por tanto, será ante todo apostólica y con un carácter marcadamente «comunitario». «Esto supone que los católicos acepten no abandonar su lugar natural, sino establecer entre sí y con los demás unas relaciones eficaces y fraternas». El apostolado será también «misionero»: Ese apostolado, en fin, debe centrarse, sobre todo, en el campo del trabajo, con obreros y empresarios porque tienen el peligro de alejarse de la Iglesia, y porque su evangelización plantea problemas que tenemos que resolver a toda costa (...). Hay sectores de la vida moderna a los que no llega la parroquia. Es allí́ donde habrá que roturar, cultivar. Es allí donde se necesitarán peones misioneros. La Asamblea debe tomar la decisión de acoger y hacer realidad, de manera decidida, «La Misión de León» es decir, en toda la Arquidiócesis……. Hay una urgente necesidad de misioneros para trabajar en las zonas más descristianizadas. Todos los días debemos hacer esta oración: «Pidamos juntos, para nosotros y para el entero clero, el verdadero espíritu misionero. ‘Ser el verdadero misionero de Cristo’: estas dos palabras encierran todo un programa que, a mi juicio, es el programa de la salvación. Ojalá nos pongamos en camino para realizarlo en todas las parroquias. Debemos dar este paso decisivo y debe ser el resultado de una decisión de la Asamblea. Para esto el Seminario tendrá como tarea «formar sacerdotes que orienten su vida hacia la obra de la Misión, es decir, hacia la evangelización de todas las comunidades, especialmente las menos favorecidas, mediante la práctica de la vida en común o a través de la agrupación espiritual y apostólica con los consagrados y con los laicos. Sacerdotes misioneros de vida recta, de profunda vida espiritual y con formación sólida para las circunstancias actuales. Para recorrer este camino, es necesario tener proyectos y descubrir nuestra vocación entendiendo el contenido de estas palabras sorprendentes: “La Misión de León”. Más que un tiempo de oración, necesitamos ser orantes con periodos de reflexión, con una experiencia «casi sensible de la presencia y de la acción del Espíritu Santo, que nos
permita discernir paulatinamente lo que llamaría las cuatro «notas» de la Misión: a) secular: es decir, ser sacerdotes, consagrados y laicos cuya vida espiritual está organizada y renovada por las responsabilidades que exigen las circunstancias actuales de nuestra vocación y misión en la Iglesia y en el mundo, dejando constancia de que nos encontramos frente una búsqueda de soluciones adecuadas a problemas pastorales nuevos, para los cuales las ordinarias estructuras de la Iglesia no están adaptadas. b) comunitaria: vivir en comunidades y trabajar en equipos, no solamente para beneficiarse de una ayuda mutua, sino también para testimoniar y actuar a modo de fermento en la masa con espíritu sinodal. c) misionera: «ser griego con los griegos» como decía San Pablo; compartiendo la vida de aquellos a los que los apóstoles de la Misión son enviados y construir la Iglesia con ellos; d) evangélica: anunciar el mismo Evangelio, y vivirlo del modo más radical posible, en especial en la pobreza. 3. Qué Iglesia deseo? A medida que voy pasando el tiempo, conociendo y tratando de servir me siento más admirado y bendecido. Me alegra constatar las entrañas de este pueblo que ha sabido conservar la fe en su tierra sembrada de mártires. La gracia de Dios y el testimonio de un puñado de sacerdotes, consagrados y fieles laicos, pusieron a Dios como centro de su vida y a sus hijos como objeto de sus bendiciones. Sostenido por esta misma convicción, consciente de que el rescoldo de la fe sigue vivo, invito a todos los hijos de esta Iglesia diocesana a impulsar: 3.1. Una Iglesia al servicio del Evangelio «Evangelizar constituye la dicha y la vocación propia de la Iglesia, su identidad más profunda. Ella existe para evangelizar» (E.N. 14). En su sentido más propio y nuclear, evangelizar consiste en ofrecer la Persona, el mensaje, el proyecto liberador y salvador, la comunidad de Jesucristo a aquellas personas y grupos que no los han recibido, los han acogido débilmente o los han ido descuidando hasta empobrecerlos de modo muy sensible. Por eso «nos sentimos llamados a aprender, en una actitud humilde y dócil, un nuevo estilo de pastoral misionera inspirada en la actuación del mismo Jesús» 3.2. Acogedora y cercana
«Hemos de hacer de nuestra Arquidiócesis una Iglesia más acogedora y cercana, que sepa escuchar y acompañar amistosamente a los hombres y mujeres de hoy en sus problemas, interrogantes, sufrimientos y alegrías» (p. 36). «Queremos una Iglesia en actitud de servicio, más interesada por el bien y la dicha de los hombres y mujeres que por su propia seguridad y porvenir. Una Iglesia implicada en las grandes preocupaciones de nuestro tiempo: la defensa de la vida y de los derechos humanos, la educación de los valores éticos, la pacificación, el sufrimiento de los excluidos, la solidaridad entre los pueblos, el cuidado de la Tierra, el paro laboral, la familia, los jóvenes, la dignidad de la mujer, los problemas de los mayores» (p. 36). La sensibilidad movilizada y movilizadora para con los pobres es un componente esencial del espíritu evangélico. Los pobres de cualquier condición no pueden ser para la Arquidiócesis ni un estorbo, ni un adorno. Tienen derecho a «complicarnos la vida». La sociedad les sitúa en los márgenes. Nosotros confesamos que, junto al Señor Jesús, han de ocupar el centro de la Iglesia. Pero reconocemos que todavía no ocupan el lugar que les corresponde en la comunidad cristiana. 3.3. Junto a los que sufren El mismo espíritu que «ungió» a Cristo y «lo envió a dar la Buena Noticia a los pobres» (LIC 4, 18), nos está llamando a acercarnos a los crucificados de nuestra tierra y de nuestro tiempo, a las víctimas, a los que duermen bajo las estrellas, a las mujeres maltratadas, a los afectados por el SIDA, a los presos y a sus familiares. El servicio al pobre ha de conducirnos a impulsar «gestos, iniciativas, posiciones y denuncias que nos sensibilicen y nos impliquen» (p. 40). Los pueblos empobrecidos y explotados de la tierra han de ser nuestros preferidos. No queremos mirar sólo a nuestra tierra. «El Espíritu de Cristo nos interpela también desde los pobres
del Tercer Mundo» (p. 42). 3.4. Trabajando por la paz y por el sentido ético La Iglesia de León quiere ser una comunidad creyente «que ora, educa y trabaja por la reconciliación y la convivencia pacífica» (p. 42). Tiene la obligación de ser una porción pacificada y reconciliada de esta sociedad plural y distante en la que está inscrita. No puede omitir la exigencia del «respeto a la identidad y a la voluntad plural de este pueblo» (p. 44). Incansablemente ha de reclamar la tolerancia, el diálogo social y político, el perdón, la proximidad con todos los que sufren, sean o no culpables de su propio sufrimiento. En una sociedad en la que se va debilitando hasta el desfallecimiento el sentido ético en muchas áreas (p. ej. en la vida sexual y económica), la Iglesia de León no puede eludir su contribución a la defensa de la ética y el cultivo de la conciencia moral. En todos los campos en los que se juega la dignidad del ser humano y la suerte de los pobres queremos estar presentes a través del compromiso de los laicos cristianos. 3.5. Vivir en comunión fraterna «Sentimos una llamada a fortalecer mucho más la comunión fraterna dentro de nuestra Iglesia... Esta comunión nos pide un trabajo más conjuntado entre parroquias, centros educativos, comunidades religiosas y grupos cristianos» (p. 46). Nuestra Iglesia quiere responsabilizar y preparar a laicos para ser verdaderamente corresponsables y, dentro de su misión en la Iglesia, asumir tareas de coordinación y dirección. 3.6. Creadora de un humanismo fresco y creativo Inspirado en los valores que nos dejó Jesús de Nazaret; a redescubrir nuestra propia identidad, nuestra dignidad de hijos de un padre común que nos dejó como herencia una tierra hermosa y fértil; a buscar vías alternativas e innovadores que nos ayuden a construir «puentes» y derribar «muros» … con el único deseo de impulsar entre todos el “Bien común”. Este nuevo humanismo –como nos recordaba el Papa Francisco en su discurso– será capaz de integrar (convivir), comunicar (dialogar, involucrar a todos, propiciar...
...el bien compartido)y generar una cultura del cambio en las nuevas generaciones. Son ellos sus verdaderos autores. Hemos de ofrecerles un trabajo digno, estable y bien remunerado, donde la distribución de los recursos y de los frutos sea justa y equitativa. Esto supone pasar de una economía líquida que tiende a favorecer la corrupción a una economía social que garantice tierra y techo gracias al trabajo como ámbito donde las personas y las comunidades puedan poner en juego todas las dimensiones de la vida. También la dimensión trascendente que, aunque no elimine los problemas, nos ayuda a afrontarlos y a darles un sentido nuevo. Si queremos mirar hacia un futuro que sea digno para todos los hijos de nuestra Arquidiócesis sólo podremos lograrlo apostando por la «inclusión» que nos permita soñar con aquel humanismo cristiano que nos ayude a encontrar nuestra identidad. 4. Actitudes requeridas para que esto pase del deseo a la realidad Primero “La conversión”. Pero esta conversión reclama unas actitudes espirituales y pastorales. Señalemos algunas: 4.1. La esperanza Esta virtud teologal, que comporta al mismo tiempo deseo de un bien divino y confianza en obtenerlo con el auxilio de la gracia, está en crisis hoy en nuestra Iglesia. El deseo de Dios es menos perceptible que en otras épocas. La confianza en los frutos de la gracia se debilita ante la magnitud de las dificultades para la evangelización. Pero somos conscientes de que
Dios Padre mantiene intacta su voluntad de salvar a todos. Es verdad que muchas «canteras» pastorales de ayer parecen agotadas. Pero otras siguen abiertas y algunas están abriéndose. Podemos pensar, tal vez con algún fundamento, que en nuestra Iglesia «comienza a ser de noche». Pero es «la noche de San Juan», con muchos fuegos encendidos en todos los rincones de la Arquidiócesis. Si somos objetivos, descubriremos signos positivos y negativos. La depresión consiste clínicamente en polarizarse en los negativos hasta el punto de incapacitarse para detectar los positivos. No hagamos una lectura tenebrista ni nostálgica de nuestra realidad eclesial. No son, ciertamente, tiempos de optimismo, pero tampoco de pesimismo, sino de esperanza. 4.2. La paciencia Es hija de la virtud de la esperanza. Comporta la capacidad de esperar (la constancia, la perseverancia) y la capacidad de «padecer» por las dificultades y trabajos del Evangelio. No alimentamos la vana ilusión de que nuestros esfuerzos por realizar el Plan de pastoral propuesto van a cosechar frutos pastorales tempranos y copiosos. Serán probablemente modestos y se harán esperar. La impaciencia y la ambición son el negativo de las actitudes apostólicas. Muchos impacientes de ayer, que esperaron resultados abundantes, se han convertido en escépticos de hoy. Están «quemados» o «deshidratados». La Biblia compara la paciencia cristiana con la paciencia del labrador (cfr. Sant 5, 7-8). Pero la paciencia, como la esperanza, requiere una experiencia creyente pre-
via. Los autores monásticos comparaban a los perseverantes con ese lebrel que «ha olido pieza» e inmediatamente se lanza a cazarla. 4.3. La fidelidad, no el éxito Espontáneamente, los seres humanos anhelamos que nuestras empresas sean coronadas por el éxito o, al menos, la eficacia. Los responsables pastorales sabemos que el éxito personal es bastante efímero y la eficacia misma no es muy visible, al menos a corto plazo. Ni el éxito, ni siquiera la fecundidad, son nuestro objetivo principal. A nosotros se nos pide, ante todo, la fidelidad. Jesús mismo comprendió cada vez con mayor profundidad y experiencia vital que el Padre le pedía fidelidad, no éxito inmediato. Tras un inicio fulgurante fue comprobando las resistencias del corazón humano a la conversión. Al final de su vida, los frutos tangibles y visibles eran escasos. Vivió a pleno pulmón la fidelidad al Padre y a aquellos para quienes había sido enviado. «Aunque era Hijo, aprendió sufriendo la fidelidad costosa» (Hbr 5, 8). La fidelidad auténtica no es voluntarismo, ni obstinación, ni siquiera pura coherencia. «La fidelidad es amor que supera el desgaste del tiempo» (Rovira Belloso). 4.4. La proximidad Dios nos ama, nos busca y nos ofrece la salvación personalmente. Por ello, estar cerca de las personas y de cada persona ha sido siempre un postulado de la acción pastoral. Hoy este postulado se convierte en imperativo. En primer lugar, porque las personas experimentan hoy con especial intensidad el dolor de la soledad. Además, porque las convocatorias pastorales a multitudes y a grandes grupos son cada vez menos efectivas. Hoy no se «fabrican» cristianos «en serie», como las grandes cadenas de producción. Hoy estamos llamados a una «pastoral de artesanía». Sumamos «de uno en uno». Este criterio debe conducirnos a privilegiar la presencia, la relación personal, el acompañamiento individual por encima de otros factores. El acompañamiento personal no ha sido un valor pastoral muy cotizado ni una práctica muy extendida en los últimos tiempos. Por in- fluencia de una sociedad productivista hemos podido desestimarla incluso como un tiempo no suficientemente aprovechado. Hemos de subsanar este déficit asumiendo la óptica del Evangelio. «¿Quién de vosotros... no deja las noventa y nueve y va a buscar a la
descarriada?» (Lc 15, 4). Estar cerca de los que gozan y sufren es imitar al Señor que ha querido hacerse solidario de nuestras vicisitudes. Debemos aprender a estar junto a aquellos que sufren sin la obsesión de llenar los silencios con palabras. La presencia benévola, compasiva, abnegada, es un signo especial de la presencia de Dios. 4.5. La oración Orar es, para los responsables de pastoral, una manera de reconocer que «no somos salvadores» de nadie, sino «mediaciones del Único Salvador», que libremente quiere servirse de nuestra humanidad, de nuestras cualidades y preparación, de nuestros programas y de nuestra generosidad, sencillez y abnegación... e incluso de nuestras deficiencias. No somos salvadores, sino salvados y, por ello, asociados por gracia a su proyecto de salvación. Somos «aprendices de taller o de cocina» que prolongamos la acción creadora o reparadora del maestro. Orar con asiduidad y profundidad es, además, una excelente manera de mantener frescas nuestras motivaciones apostólicas. Los motivos pueden enriquecerse y aquilatarse. Pero pueden y suelen también empobrecerse cuando el mecanismo, la dureza del trabajo y las frustraciones y decepciones hacen mella en nosotros. La oración nos ayuda a curar las heridas y el desgaste cotidiano de la acción pastoral. Hubo tiempos en los que algunos consideraban la oración como una evasión. Orar era considerado como una manera de tranquilizarse ante las necesidades de los demás, sin comprometernos verdaderamente con ellos. Hoy la evasión consiste frecuentemente en marginar o dosificar la oración hasta proporciones mínimas escudándonos en que «tenemos mucho que hacer» y eludiendo así la entrada en esa ardiente oscuridad de la oración que, más que comunicarnos una sensación de plenitud, aumenta y purifica en nosotros el deseo de Dios y de su Reino. Felizmente, hoy, en la iglesia de León, se multiplican los grupos para aprender a orar y para realizar una lectura creyente y orante de la Biblia. Veo en este florecer un signo del Espíritu. Un responsable pastoral ha de ser un orante, un eterno aprendiz de la oración y un incansable iniciador a la oración. Aquel día todos descubriremos que los sacrificios de ayer o los esfuerzos de hoy no han sido en vano.
Homilía del Señor Arzobispo Alfonso Cortés III Asamblea diocesana Que llegue un día en que nos integremos en un único y mismo «proyecto», sostenido con el nombre de «MISIÓN»
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Queridos hermanos y hermanas: ranscurrida ya esta experiencia eclesial de nuestra Asamblea diocesana, al igual quisiera decir una palabra de homilía guiado por la Palabra de Dios, en este momento tan significativo en que tenemos el corazón colmado de esperanza y estamos por regresar a nuestras Comunidades, a nuestra vida familiar, al afán de todos los días. “Escucha la voz del Señor, tu Dios, guardando sus preceptos y mandatos, lo que está escrito en el código de esta ley; conviértete al Señor, tu Dios, con todo el corazón y con toda tu alma”. Esto nos lo recuerda hoy el libro del Deuteronomio. Esta actitud fundamental de escuchar, que es la esencia de La misión. Y San Pablo ruega a los cristianos que al decirles “… si nos une un mismo espíritu y tienen entrañas compasivas, denme esta gran alegría: manténganse unánimes y concordes con un mismo amor y un mismo sentir”: El espíritu sinodal. Finalmente, San Juan nos da la certeza del Señor: “…el Consolador, el Espíritu Santo que mi Padre les enviará en mi nombre, le enseñará todas las cosas y les recordará cuanto yo les he dicho”: La Nueva Evangelización. El Salmo: nos recuerda que “La ley del Señor es perfecta...La voluntad de Dios es santa”. Señor, tú tienes palabras de vida eterna. A medida que voy conociendo y sirviendo a esta Iglesia me siento bendecido. Me alegra el constatar las entrañas de este pueblo que ha sabido mantener la luz de la fe, la fuerza de la esperanza, la llama de
la caridad desde que esta tierra fue sembrada de mártires. La gracia de Dios y el testimonio de este puñado de sacerdotes, de consagrados y de fieles laicos, pusieron en evidencia que un nuevo comienzo era posible: Ni los dolores ni la muerte pudieron extinguir la esperanza de un pueblo que supo poner a Dios como centro de su vida y a sus hijos como objeto de sus bendiciones. Y juntos volvieron a «sacralizar» sus templos y a reconstruir la casa común. Con los pies bien plantados en el suelo, y con la firme confianza en AQUEL que nos creó por amor para hacernos partícipes de su misma felicidad, les invito a que supliquemos humildemente, que se nos conceda la misma gracia de poner a Dios en el centro de nuestra vida y ver a nuestros hermanos como una bendición, de “sacralizar nuestros templos” y de reconstruir nuestra casa común. Para esto, es necesario suplicar la gracia de ver: Que llegue un día en que redescubramos nuestra verdadera identidad, nuestras profundas raíces cristianas y encontremos en Jesús de Nazaret el verdadero sentido de nuestras vidas y la plenitud que anhelamos. Que llegue un día en que nos integremos en un único y mismo «proyecto», sostenido con el nombre de «MISIÓN», donde cada uno descubra su propia singularidad, sus grandes potencialidades y se atreva a ponerlas al servicio de los demás, para que todos juntos (laicos, consagrados y ministros ordenados), bajo la guía de Jesucristo, con la luz y sabiduría de la
Escritura, seamos discípulos misioneros. Que llegue un día en que nos sintamos acogidos, escuchados, respetados, queridos y sostenidos por los demás –es¬pecialmente los más desfavorecidos, pobres, margi¬nados, enfer¬mos, ancianos…– y no sean objeto de «descarte». Que llegue un día en que todos sean visitados y atendidos personal o pastoralmente en cada una de las comunidades cristianas por un «equipo en misión» –constituido por varios sacerdotes, consagrados y laicos comprometidos– que anuncien, celebren y compartan con ellos la fe y la vida. Que llegue un día en que todos los niños, adolescentes y jóvenes– sean educados libremente en aquellos valores que les construya como personas; respiren el aire limpio de la honestidad y de la trasparencia; puedan responder con sinceridad y: ¿desde dónde quieres Señor que te amé, te siga o te sirva? para que fructifiquen abundantes vocaciones sacerdotales, reli-
giosas y laicales que ennoblezcan y enriquezcan nuestro pueblo. Que llegue un día en que todos se beneficien de unas medidas políticas justas y eficaces que favorezcan la vida familiar, donde casarse y tener hijos –más que un problema por no tener un trabajo digno y estable– sea una alegría y una urgente responsabilidad social; donde se respete la integridad, singularidad y dignidad de cada mujer. Que llegue un día en que los hijos de esta Iglesia acojan –al margen de la raza, cultura, sexo, religión…– a los inmi¬grantes que llegan a nuestra tierra; los traten con dignidad; les ofrezcan un techo, un hogar digno, un salario justo y un contrato laboral en regla. Que llegue un día en que los hijos de esta Iglesia cultiven y disfruten la cultura de Guanajuato, de tal manera que ensanche el alma de nuestro pueblo, genere bienestar y recree nuestros valores más genuinos, nuestras raíces cristianas. Aquel día todos descubriremos que los sacrificios de ayer o los esfuerzos de hoy no han sido en vano. Ojalá que el paso de los días o el peso de las dificultades no pueda matar nuestra «utopía» y sirva de estímulo para todos. Que Nuestra Madre Santísima de La Luz que hizo posible el sueño más inaudito y esperado de la humanidad, La Encarnación de Jesucristo, nos ayude a hacer realidad nuestra esperanza.
Impresiones
Padre Hugo Landeros, Responsable de la Dimensión de Vida de la Arquidiócesis de León “Creo que esta prioridad que se ha tomado, es una prioridad urgentísima pero que desde siempre ha sido prioridad y siempre va a serlo. La familia es la célula más importante de la sociedad y hoy estamos viviendo ataques muy visibles contra ella. Por diversos mecanismos se van filtrando mecanismos para destruir la familia de diversas maneras… Esta prioridad que se va a trabajar durante el siguiente año es muy necesaria para estos tiempos. Si trabajamos para defender la familia, estaremos trabajando para defender lo esencial de la sociedad”.
Diácono Permanente Francisco Javier Silva Hernández “Todas las reuniones que nos sirvan para mejorar son buenas. Todas las reuniones que nos sirvan para ser mejor Iglesia, y sobre todo, a ser Iglesia son constructivas. Hacen falta estas reuniones donde intercambiemos puntos de vista e intercambiemos puntos de vista sobre la realidad de las distintas parroquias. Cuando compartimos estas realidades nos hacemos más concretos del ser y quehacer… Me quedo con el ímpetu de los laicos para seguir trabajando; me quedo con esa necesidad permanente del Kerigma en nuestra Diócesis y me quedo con la alegría de ver a tantos hermanos laicos comprometidos”.
Guillermina Estrada, Coordinadora de Catequesis de la Parroquia “Me parece muy interesante esta dinámica de trabajo donde los laicos, sacerdotes y religiosos se reúnen para conocer más de cerca los trabajos de cada una de las parroquias y como Iglesia en general… En Catequesis vemos una falta de interés de los papás por la formación espiritual de sus hijos y de ahí viene que los niños carezcan de identidad. Nosotros los queremos orientar hacia un camino y los papás hacia otro. El que ahora trabajemos en torno a la familia es muy importante ya que así podremos fortalecer la célula más importante de la sociedad y así podremos desde la catequesis trabajar mejor con los niños y adolescentes”.
Padre Jorge Borja Vargas, Decano del Decanato de San Pedro Apóstol. “Creo que esta nueva prioridad, la Familia, que se ha elegido en la Asamblea y respaldada por el Sr. Arzobispo va a ayudar mucho a la Iglesia. Desde luego que contamos con el apoyo del Sr. Arzobispo. Creo que esto es una buena oportunidad para fortalecer las familias y así poder fortalecer nuestra sociedad… Como Decano he percibido una muy buena participación de parte de los Laicos y ello ha fortalecido mucho como Iglesia. Ellos nos han enseñado que debemos de ser más serviciales y más entregados para que nuestra Iglesia se vaya consolidando cada vez más… Siento que la Asamblea ha sido un momento muy profundo de reflexión y de análisis y para saber qué es lo que Dios espera de nosotros”.
Padre Mario García, Pastoral Social “Los resultados presentados sobre las Comisiones y Dimensiones son un estímulo y manera de provocar inquietudes. Esperemos que la Iglesia se haga presente tanto hacia adentro como hacia afuera de la misma Iglesia, en la sociedad a la que se tiene que transformar con los valores cristianos. A través de este ejercicio nos podemos dar cuenta de cómo estamos anunciando a Nuestro Señor… En lo referente a la Pastoral Social debemos de tener siempre en cuenta que toda acción pastoral, sino tiene un aterrizaje social, la pastoral queda a la mitad. Si no hay un crecimiento en la conciencia del deber cristiano, de en serio insertarse en lo social, nuestra pastoral queda incompleta… Necesitamos hacer presencia como Iglesia en nuestra sociedad para buscar una transformación y lograr una sociedad más justa, más digna, más igualitaria en el sentido de las mismas oportunidades como personas… Yo pienso que en lo social nos falta mucho, pero yo creo que lo visto en esta Asamblea nos hace darnos cuenta en dónde estamos.”
Padre Roberto Licea Herrera, Vicario Ejecutivo de la Vicaría de Pastoral “Pienso que es urgente que como Iglesia nos arrodillemos ante Jesús y nos sentemos a platicar y a pensar cómo responder al hombre de hoy. Porque muchas de las tareas en nuestras parroquias ya es costumbre, pero ya no llevan a una conversión, a una transformación, a una aceptación de Jesús. Cuántas veces hay personas que dicen que van a muchas pláticas y señalan que les dicen lo mismo. Entonces si nos falta mucho saber cómo podemos mejorar tanto lo que ya se hace, como implementar otros métodos, otras formas. Porque también es una realidad que hay muchas personas que no se acercan y están bautizadas; las hemos olvidado, no las hemos tomado en cuenta y pienso que ellos también tienen algo que decir… De los resultados que se han recabado, lo que más me deja mucho que pensar es que como sacerdotes no hemos asumido la tarea de renovar nuestras parroquias. Porque esto nos implica renovar nuestras vidas. Otra cosa que me llama la atención es que como que nuestros laicos y sacerdotes no entendieron bien la dinámica de las preguntas… No perdamos la esperanza. Yo creo que debemos de ver todo esto como oportunidades para que nos renovemos como Iglesia, para que nos demos cuenta que hay otros ámbitos que hemos descuidado y que la ciudad ha crecido, en especial la Ciudad de León, y ya pide otra Pastoral, una Pastoral Urbana. No debemos de tener miedo de tener varias Pastorales ya que debemos de atender a las personas; indígenas, migrantes, personas con adicciones”.
Verónica Responsable del Movimiento Familiar Cristiano en la Parroquia de Nuestra Señora de Guadalupe en San Francisco del Rincón “Los trabajos de la III Asamblea nos han abierto los ojos para seguirle echando ganas y motivar a los que están dentro de la Parroquia para que sigan motivándose… El que se haya elegido la Familia nos da mucho gusto ya que es la base de la sociedad. De ahí depende nuestro futuro para nuestros jóvenes y adultos…. Cuesta mucho trabajar en favor de la familia para encaminarla hacia Dios”.
Demetrio Moreno, Parroquia de Santa María de Guadalupe en Nuevo Valle de Moreno “Pienso que la Asamblea estuvo completa, muy buena. Se habló que trabajaríamos, sobre la familia ya que es de la familia de donde surge todo como sociedad… La familia es fundamental para la sociedad y a través de ella la podemos perfeccionar”.