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REFLEXIÓN
Fin de Año 2020
El Gran Tesoro que debemos conservar
Maestra Mónica Pacheco Martínez
Pocos días faltan para finalizar el año, son muchas las emociones y los pensamientos que surgen en este fin del 2020. Considero que es un buen momento para hacer un balance de lo ocurrido durante los meses de este año.
Iniciamos los primeros días de enero del 2020 y todo parecía estar avanzando normalmente, preparando el regreso a clases y al trabajo después de disfrutar unas vacaciones; en Europa se iniciaban los trabajos para reconstruir la Catedral de Notre Dame en París, recuperándose del gran incendio ocurrido. Greta Thunberg seguía convirtiéndose en ícono de la lucha contra el cambio climático a sus 16 años de edad, generando esperanzas para el futuro. Las compañías petroleras y mineras continuaban buscando en lo más profundo de la tierra las riquezas para estar en el mercado. La Familia Real Británica disfrutaba al pequeño Archie, nacido en el mes de mayo, hijo del Príncipe Harry y Meghan Markle. En general nos sentíamos seguros, con el optimismo del año nuevo y los retos propios, aún teníamos todo bajo “control”.
Nos encontrábamos inmersos en una corriente de ideas muy arraigadas: el materialismo creando cada vez más necesidades no básicas pero que por la moda todos creíamos necesitar, la avaricia como motor del mundo seguía avanzando, el individualismo en el que cada uno defiende sus propias ideas como la única verdad válida, las desigualdades se acentuaban y la humanidad arrastrada con engaños hacia el desastre, caminando al colapso por la lucha de poder y la violencia creciente.
Y súbitamente todo cambió. Un nuevo virus microscópico, amenazó a la humanidad. Todo se detuvo y nos recordó que todos somos vulnerables, que todos somos frágiles y todos somos iguales. Las escuelas se cerraron, los barcos y los aviones dejaron de viajar, las grandes empresas y fábricas dejaron de producir, los centros comerciales dejaron de vender y cerraron, las ciudades se silenciaron y todos se refugiaron en sus casas, reencontrándose con sus seres queridos. La familia era el lugar seguro para resguardarse, todos “protegiéndose” aislándose de los demás.
El miedo, la angustia y la incertidumbre se apoderó de todos. De los gobernantes y del pueblo, de los científicos y los pacientes. Todos: pobres y ricos, maestros y alumnos, empresarios y trabajadores, países poderosos y pequeñas poblaciones, personas de todas las razas y de todas las religiones se vieron afectadas. Todos sabían que un minúsculo virus podría quitar la vida. Por eso, este año será recordado como el año en que la humanidad se enfrentó a una pandemia que dejó muchas pérdidas en todo el planeta y nos cambió al mundo entero.
El dilema es elegir qué respuesta queremos darle a lo que representará este año para cada uno de nosotros y para nuestra familia. El final de año nos ofrece la oportunidad de pensar en los encuentros y desencuentros, recordar las tristezas y alegrías, evocar los sueños y los logros, las ausencias y las nostalgias que vivimos en el año; provocando una cadena de sentimientos opuestos. Algunos pueden pensar que no vale la pena hacer un balance final este año, porque la tendencia sería a lo negativo y a lo que perdimos. Sin embargo, quiero proponer que hagamos algo especial, porque realmente fue un año único y especial. Les propongo hacer un gran regalo: una “Cápsula del tiempo” para atesorar las vivencias profundas que nos han recordado lo esencial e importante para el ser humano, y que no debemos volver a olvidar.
Una cápsula del tiempo tiene como finalidad plasmar un momento de la historia de una sociedad para las generaciones venideras. Se reúnen objetos, mensajes y evidencias para transmitir un mensaje que se quiere conservar y compartir a las generaciones futuras, porque representó algo significativo. Este fin de año en una reunión familiar, hagamos el gran tesoro que queremos conservar toda la vida, y ponerlo en una caja especial garantiza que recordaremos las lecciones de este año para siempre. Necesitamos reconstruir nuestras vidas sobre cimientos de esperanza, ya que la esperanza es una fuerza, un motor que nos puede ayudar hacer frente a las mayores desgracias o sufrimientos, como el caso de Viktor Frankl, sobreviviente del Holocausto, ya que guardaba la esperanza de volver a ver a su esposa; o tantas personas que han hecho frente a enfermedades insufribles con gran heroicidad por alguna motivación que los impulsó a no desanimarse.
Con toda seguridad puedo decir que este año nos ha dejado un legado de aprendizajes que no debemos olvidar y debemos transmitir. La pandemia nos ha ayudado a entender que algo muy pequeño nos puede amenazar a todos, ya que no podemos controlar todo y que debemos hacer unos cambios para retomar el rumbo para asegurar un mundo y una sociedad con más armonía. El miedo nos ha hecho frenar, reflexionar y ver que tenemos que cambiar.
Hemos visto florecer las mejores cualidades y comportamientos humanos, con la capacidad de sacrificio y de generosidad. Hemos vuelto a disfrutar de un atardecer, de las pláticas en familias y el comer todos juntos a medio día, valorar la profesión del médico y enfermeras y darles las gracias. La naturaleza se ha recuperado, el aire más limpio, los delfines en los canales de Venecia. Esto es volver a la esencia, a lo que nos hace plenos y felices. A vivir con más sencillez y sentido profundo.
Todo esto alimenta la esperanza de vislumbrar un mundo mejor, y nos motiva a unirnos con el otro para buscar el bien común. Por eso es importante hacer una pausa para recordar y reflexionar sobre todos estos acontecimientos y situaciones a los que tuvimos que enfrentarnos, los momentos que nos pusieron a prueba, las respuestas que dimos donde descubrimos cualidades y debilidades, los sentimientos que enfrentamos y cómo juntos pudimos buscar soluciones.
Hagamos una lista de enseñanzas que nos han marcado para guardarlas en esa caja especial y que heredaremos a las siguientes generaciones en la cápsula de tiempo. Que este año no sea uno más, que sea un gran año: con unas pautas que nos humanizan y forjan una mejor versión personal y familiar.
A veces, cuando recibimos un golpe con fuerza es cuando más avanzamos. Lo que más nos cuesta es lo que más valoramos. El triunfo es más evidente cuando nos sobreponemos a los fracasos. Si bien ante estas circunstancias es fácil perder la esperanza, debemos fomentar una actitud positiva hacía la vida, evitar que se piense que no hay mucho que esperar de la vida ante este panorama. Es momento de trazar una actitud que nos permita enriquecer la vida y alcanzar los sueños y metas.
Por eso debemos, poner en esa cápsula de aprendizaje un plan para hacer crecer la esperanza motivada por el miedo que ha provocado la pandemia, donde actúen armónica y complementariamente como solución a la respuesta que daremos como personas ante un contexto tan incierto.
Lo que realmente marca la diferencia en las personas y sus respuestas es la actitud y su forma de pensar, porque es como afrontaremos los desafíos que se presenten. Y con ese corazón fortalecido poder decir con certeza que este año 2020 ha sido uno de los más enriquecedores porque es el que más nos ha enseñado y nunca querer olvidar esas lecciones que nos harán trascender y ser mejores seres humanos.
Las personas que tienen esperanza suelen obtener mejores resultados en su vida, porque la esperanza nos motiva, empuja a actuar, ayuda a tomar decisiones. Mejora las emociones y las hace más positivas, provocando entusiasmo, felicidad, confianza y deseos de ser amables y hacer equipo con los demás. Todo esto nos lleva a tener vidas más plenas, porque los obstáculos ya no tienen poder de parálisis sino, se ven como oportunidades que enriquecen cuando se superan o motivan a ser más originales y entusiastas.
Elementos para forjar la Esperanza
METAS Para aumentar el nivel de esperanza hay que plantearse metas claras y concretas.
RUTAS Las rutas que nos llevarán hacia esos objetivos que se desea alcanzar. Rutas creativas, alternativas y constantes que siempre lleven a esas metas a pesar de los fracasos, obstáculos o cambios de planes. Nunca desistir de buscar nuevas rutas hasta llegar a la meta.
CONFIANZA La seguridad en la capacidad de alcanzar la meta que ha establecido mediante las rutas planeadas.
Yo nunca pierdo, Yo gano o aprendo
- Nelson Mandela