Generacion Espontanea numero 5

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Invierno 2008

N.º 5

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Generación Espontánea

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h

e

:

Relato

:

Dibujo

:

Poesía

:

Fotografía


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Generación Espontánea Contacto

generacionespontanea@gmail.com www.generacionespontanea.org

Portada: “La comunión de Carmencita” Sumario: Mies Vrocni Contra: Giuseppe Scognamillo


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Editorial n.º 5 Generación Espontánea

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Nada de lo que me dais es mío Imagen: Garrio Texto: J. Egea

6

El ángel Imagen: Trama afonA

8

Microcosmos surrealista

S

Texto: L. Moro

Imagen: Garrio

10

Texto: D. Bobis Esa risa...

U

Imagen: C. Cerri

12

Texto: Á. Castaño Si al rozar el sol Imagen: C. Cerri Texto: L. Moro

14

M

Venga Tolín Imagen: M. Vrocni Texto: I. Iunotski

16

Encerradme Imagen: M. Vrocni

18

Pesca sin muerte

A

Texto: V. de las Heras

Imagen: Trama afonA

20

Texto: I. García Ícaro I Imagen: Garrio

22

R

Texto: H. González Extrarradio Imagen: Garrio Texto: S. Ejido

24

3,141592

I

Imagen: Garrio Texto: V. de las Heras

26

Esperando al viento Imagen: Garrio

28

O

Texto: A. Roura En alquiler

Imagen: M. San Frutos Texto: R. Ortego

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El osito de la srta. Clifford Imagen: Garrio Texto: V. de las Heras El deshollinador Imagen: Garrio Texto: J. P. Heras

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Generación Espontánea Número cinco

Editorial

La langosta es un ciego que viene del abismo. Como ocurre con las palabras, que también vienen de otro mundo, la langosta ha visto cosas que nadie creería. Ha recorrido las profundidades donde se ensamblan los átomos de oscuridad, donde surge por generación espontánea un alga que asciende por los andamios de tinieblas y se asoma a la superficie. Ha visto brotar de la nada corales y peces plateados, en grutas donde la luz, el color, la herencia, la fotosíntesis y el instinto son imposibles.


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Tras observar atónita todo eso, la langosta, el viajero, quedó cegada por la violencia oxigenada del día. Sus ojos pendulares, acribillados por alfileres de fotones, no muestran ahora más que recuerdos. Paisajes lunares del

fondo

del

mar,

deformación

de

las

rocas,

monstruosidad

de

un

mundo sin espejos. Galeones hundidos donde se entretuvo abotonando la casaca de un almirante, el zumbido fluorescente del uranio iluminando la salida de emergencia de un submarino ruso. Nostalgia y pesadilla. Eso ve en sus ojos. Eso siente ella moviendo en el vacío sus horrendas patas, ciega como Tiresias, a quien Juno quitó la vista por hablar más de la cuenta.

La langosta, como las palabras, es un superviviente del abismo. También lo son el náufrago que desembarca en una playa de bañistas tras varios meses aferrado a un madero y el hispano que cruza la frontera (el desierto) e intenta explicar a un grupo de gringos lo que hay al otro lado. Nietzsche ya advirtió del riesgo. Dijo que quien se asoma al abismo debe saber que el abismo también se asoma a él.

No se merece la langosta tan mala pata. Ella llegó al abismo por casualidad. Caribdis, hija de Poseidón, con domicilio en el estrecho de Mesina, traga tres veces al día agua del mar, con marineros, barcos, latas de coca-cola y nadadores incluidos, y luego los expulsa con una arcada. Dicen que el grupo de Ulises se las vio con ella y logró escapar. Pero la langosta no tuvo tanta suerte y ahora mueve las patas y las antenas intentando asirse a la realidad, expresando con aspavientos lo que ha visto allí abajo.

También las palabras intentan contar lo que han visto, pero cuando llegan a la superficie pierden su fuerza. Tienen un color distinto a como se las había pensado. La expresión se parece a lo que queríamos decir, pero no es más que una versión empobrecida. En el abismo vivimos los seres humanos intentando comunicarnos con palabras ciegas, intentando traer las creaciones de un mundo misterioso. Las palabras, defectuosas, son la prueba de otro mundo, el legado del abismo. Las palabras tocaron un día el lecho marino, donde la vida surge sin causa ni efecto, por generación espontánea.


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Nada de lo que me dais es mío

Dicen palabras mohosas rechazando lo sencillo. Viven la impureza de cada verso articulado, la poesía anquilosada y retraída. Caspa que cae de una chaqueta, determinados adornos en las suelas de zapato, los brillos en la luna de un escaparate con maniquí, un escaparate sombrío en una calle de provincias.

Pero no me gusta esa poesía.

Quiero lava de volcanes que se vuelve sangre pura, latiente. Me enmudece su rugido sordo, su advertencia de peligro de huracán. Latiente, que no latente. Roja, Roja, Roja, Roja. Y los sonidos de sirena, los satélites de comunicación. La cara oculta, encendida, de la luna.

-Dura tan poco la vida-, dicen ellos.

Me escondo donde no hay gente en la oscuridad de un coche, tiritando en el asiento trasero, muerto de miedo y de frío sin poder vomitar agriamente

-Nada de lo que me dais es mío. Todo lo que soy es vuestro, pero nada de lo que me dais es mío.

Texto de Javier Egea / Imagen de Garrio


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Texto de Laura Moro Imagen de Trama afonA

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EL ÁNGEL Concentrado en su propio ego un ángel sin alas bebía caricias de amargura y aferraba en su puño la lengua que le había envenenado.

Sus cabellos brillaban bañados por la luna mientras de sus ojos el cielo fluía revelando sus miedos a la tierra.

Tendido sobre hojas enrojecidas por el tiempo batía frágilmente

sus párpados.

Silencioso, escuchaba a su corazón caer a contragolpes cada vez más abajo... hacía la boca del estómago.

Y aquel dolor y trato insoportable para el corazón, daba a su cuerpo profundos temblores y espumosas nauseas.

Solo, bordaba presagios místicos mientras que de sus dedos emplumados resbalaba el respiro del mundo y se marcaban como heridas los perfiles de la juventud traicionada


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M I C R O C O S M O S

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S U R R E A L I S TA

Imagen: Garrio / Texto: David Bobis


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Lavadora rugía los lamentos del viejo poema de un televisor desenchufado, volteando las camisas, pantalones y demás artilugios algodonados. Miraba con el ceño fruncido. Tan sólo Sótano acariciaba sus capas de metal mientras que Pared cubría de penas sus largas noches de alto voltaje. Siniestra ironía para un electrodoméstico que quedó relegado a los bajos fondos de la humanidad funcionalista.

A lo lejos, Escalones que de tantos pasos fue deshaciéndose entre la maleza del arte inútil. Su inutilidad sólo respondía al mero espacio de utilidad para el que había sido elegido. Estúpidos ornamentos vacíos de ornamentación.

(Todos allí rezaban la oración del desfallecido)

Apareció Mujer despeinada, Camisa desnudada, Tanga ennegrecido. Altavoz se reflejaba en la celulitis de su trasero jadeante, ansioso de aquellas manos que rozó hipócritamente cuando los volantes aculturales del alcohol, viejos drogadictos (sin valor de encontrar al unicornio bolchevique), jugaban sobre danzas de putas adolescentes.

Cada mano que golpeaba sus pechos deslechados arrancaba las simientes de Antenas incomunicadas de nostalgias. Triste reflexión de Mujer deshilachada.

Hombre, tal vez

Sinhombre (o Deshombre), poco tenía de tantas apuestas al

Póker insurgente en el que aglutinaba los vómitos descerebrados de Papeles. Tal vez relampagueó un día entre la catarsis de un sapo en posición fetal.

Pocos vagabundos lo juran, pero así era, nadie en Vagones había conseguido antes arrancar los chicles pegados a Asiento.

Y allí estaba Sinhombre, detrás, escrutado por la mirada lasciva de Lavadora y sus roedores amigos, sintiendo como el bello azabache de la espalda de Mujer se erizaba ante la repugnante ausencia de asesinos a sueldo entre sus piernas.

De pronto se hizo un silencio que pareció eterno (a la argentina), nada susurraba en el denso aire de Sótano, el tiempo estalló en mil Plumas de horizonte…bim, bam, bum (Charlie Parker).

Cuerdo como Sinhombre puede ser, expulsó su violenta decapitación animal royendo su empalagoso trasero celulítico. Mujer, examinando a Lavadora que platicaba con sus pecados, descendió del letargo.

Hastío, odio visceral, ahogo transversal…

Y en el atisbo de los labios de la muerte, la sonrisa de aquella que aún aspira a besar la libertad.


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Esa

risa...

Texto Ángel Castaño / Imagen Chiara Cerri

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"Hoy

13

la

¿recuerdas

La

casa

hacen

que

A

trepo

Nos

no

pero

vez?

parezca

videoclip.

un

vuelvo

muro,

qué

tu

la

luz

solo,

tiro

despedido

retengo

primera

y

el

hemos

la

blanca,

silenciosa

veces

por

pared

piedras.

hace

horas,

persigues,

risa

en

mi

cabeza

".


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Texto de Laura Moro

Generación Espontánea

Imagen de Chiara Cerri

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A Tolín le gustaba imitar a los demás. Era la atracción del pueblo en las noches de verano, cuando regresaban los emigrados de Madrid cada año con nuevas adquisiciones: un coche mejor, una caravana de camping, una barbacoa portátil. Los niños de la ciudad lo pasaban pipa con las parodias de Tolín y hacían corrillo. Aquel hombre destartalado con aire de pastor y gafas de culo de botella les hacía una gracia especial. “Venga, Tolín, haz del Topo”, y Tolín encorvaba la espalda y se ponía a ordenar monedas imaginarias de un céntimo con el dedo meñique, sacaba el labio inferior hacia afuera y suspiraba con voz de papilla. “Venga, Tolín, imita al Sordo”, y Tolín inflaba el cuerpo como si pesase diez veces más y lanzaba garrotazos al aire mientras gritaba enfadado en el idioma sin sílabas de las catacumbas. “Venga, Tolín, imita a la Cucurra, la mujer del Sordo”, y Tolín transformaba el rostro en una mueca, parpadeaba obsesivamente y movía la boca como si no tuviese dientes. Las carcajadas estallaban al unísono.

El bueno de Tolín vivía para imitar a los demás y lo hacía a toda costa, aun a riesgo de enemistarse. A veces, uno del corrillo le proponía que emulase a alguno de los presentes. “Venga, Tolín, imita a éste”, y Tolín no se cortaba. La concurrencia se desternillaba, salvo el aludido, que quedaba contrariado ante una verdad tan íntima y clamorosa.

Si algún día Tolín no estaba de ánimo, bastaba con prometerle a cambio cualquier cosa , puesto que él no tenía nada en propiedad, más que esta afición a pasearse por las calles del pueblo reproduciendo voces y apostarse debajo de una ventana o tras el portón de una cuadra para espiar la conversación y mejorar de esta manera las interpretaciones.

Tolín pasaba el día entregado a esta disciplina. Para algunos era un tonto, para otros un artista divertido. Aplausos y reproches se llevaba a partes iguales. Pero, tan bueno era que sabía incluso reproducir conversaciones entre distintos personajes, intercalar varias voces para fabricar un diálogo de lo más delirante. Eso fue lo que le perdió; eso y su querencia por el espionaje. Una noche, alguien le pidió que imitara al Topo y a la mujer del Sordo. Entonces, Tolín encorvó la espalda y, para asombro general, abrió los brazos y dijo con la voz espesa del Topo: “Ven aquí, mujer, vamos a amarnos ahora que no está tu marido”. Y luego reprodujo los andares y la dicción desdentada de la Cucurra, la esposa del Sordo: “Eso, eso, aprovechemos que no está el malaspulgas”. Y luego escenificó con los detalles más explícitos la escena de adulterio.

La gente, en vez de reír, quedó en silencio, atónita. Hubo un murmullo. Varios optaron por dispersarse y otros quedaron cuchicheando. Tolín no entendía muy bien qué ocurría ni por qué su público no reaccionaba. Él se había limitado a reproducir lo que sus ojos habían visto un día. Del rumor del público se escapó una risita, breve y maliciosa. Mientras, el Sordo, nervioso, se acercaba a sus hermanos para confiarles con palabras tullidas algo al oído. Cuando buscaron con la mirada al Topo éste ya se había esfumado.

A la mañana siguiente el Topo había abandonado el pueblo. Dicen que logró escapar por los pelos del garrote del Sordo y de la ira de sus cinco hermanos. La mujer del Sordo no corrió tan buena suerte. Estuvo varios meses sin salir de casa y, cuando lo hizo, tenía la voz apagada y una mirada ausente. Parecía moverse en un inquietante vacío, encerrada en sus preocupaciones, alejada de este mundo, desprovista de atributos, como si llegase de un lugar aterrador.

En el pueblo no se volvió a hablar del asunto. Además, se evitaba a Tolín, que seguía ofreciendo a cambio de unas pipas o de una palmera de chocolate sus peligrosas interpretaciones a los desconocidos que llegaban de visita. Concluido el verano y el trasiego de gente Tolín pasó muchos meses aburrido frente al televisor, repitiendo los dejes de todos los idiotas que salían en pantalla. De vez en cuando y, cuando nadie lo veía, aún se divertía escenificando el adulterio de Topo y la mujer del Sordo.


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V E N G A

T O L Í N

Texto de Ian Yunovsky / Imagen de Mies Vrocni


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Encerradme en una celda sin llave

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Afirmo

que la ciencia es subjetiva

que cada número y ecuación

es objeto de interpretación.

En cambio,

cada palabra que afina mi voz

es tan absoluta y universal

que nadie se debe atrever a negar.

Tenéis suerte de que naciera mudo,

hubiera sido un gran político.

Texto de Víctor de las Heras / Imagen de Mies Vrocni


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Conrad, mi adorable y querido Conrad. Si no te conociera pensaría que nos has abandonado. Pero sé que no es así. Todo ha cambiado desde los terribles sucesos de los Tres Días. Menos tú. Te ruego, por eso, óyenos. Desde la oscuridad de los antiguos lugares las chicas mutantiladas alzan su voz, al unísono claman justicia. Nada más partir en tu nave tu ley fue violada, tus sabias palabras, ninguneadas, permanecen bajo las redes de nuestros antiguos opresores. El bosque es un juego sangriento de anzuelos, los mismos de los que, tal vez, nunca debiste liberarnos. Ahora nos vemos obligadas a luchar contra algo peor, pues sólo una norma permanece: sólo la vida se respeta. Conrad, padre, buen Zeus, regresa y líbranos de la pesca sin muerte.

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Pesca sin muerte

Texto de Kaprika Imagen de Trama afonA


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Vengo de Venecia, de Deleuze y del Deseo. Sobre las islas y canales de la ciudad sensual y decadente, el cuerpo flota. Mecido por el ritmo pausado del mar, entra en él, como en los canales, el casi enfermizo afán del agua por corromper la piedra. Van se preguntaba cuánto tardaría el mar en anegar esa ciudad que los hombres levantaron como un imposible sobre el agua, en socavar los cimientos de los viejos palacios, en tanto yo, callada, atendía al imperceptible movimiento de la isla y de sus palabras, al ritmo lento en que el cuerpo se abandonaba al deseo.

Impresiones de luz, pinceladas de color en el atardecer veneciano. Recuerdo la vista de un enorme sol rojo que descendía hacia el mar tiñiendo las nubes desde la isla de Burano, semejante al golpe aquél con la forma y el color de una ciruela perfectamente redonda y apetitosa en mi pierna. Me acuerdo de Van… la lengua pegada al cielo del paladar, la lengua recorriendo el camino hacia los dientes al pronunciar el nombre de Lolita.

A bordo de un barco llamado Ícaro, que atraviesa lento e imponente el nocturno Adriático, me acerco poco a poco al mar en que mi propio cuerpo se convertirá en isla. El mar Egeo.

ÍCARO I

Texto Helena González Vaquerizo / Imagen:Garrio


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Una torre de alta tensión

Graffiti de bloques escalenos

clavada en la encía de un parque

violentados por una caudalosa autovía

donde un niño aclamado jugador

donde tiritan a los lejos

de peonza, fútbol y canicas

tragaperras, luciérnagas de trabajo

al estruendo de un avión

exhaustos trenes de cercanías

y en eso que dura un instante

burguerking, supermercados

se ha vuelto a hacer pis encima.

pasos perdidos de una pandilla fosilizados en un descampado despojos brillantes del día.

Ser y no ser, ser uno y otro ser.

Ítaca que aguarda el eterno regreso

Huerta de tomate, conmoción urbanística.

de un Ulises en edición de bolsillo

Ser un ciudadano y ser un campesino.

isla de luz de un cuarto de baño

Ser dueño de una basta porción de nada.

que despierta cuando aún no ha amane-

Fin del mundo, frontera, áfrica negra

cido

locutorio donde una joven ecuatoriana

al son de cisternas y anuncios de radio

llora su nostalgia a las tres de la mañana.

lecho maldito de un lago de escombros con doble horizonte de lomas y estaño.


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EXTRARRADIO Texto de Sebastián Ejido

Imagen de Garrio

Frente de batalla, línea de trincheras

El extrarradio es una cuneta

y de desguaces y polígonos industriales

con preservativos, jeringuillas,

con que la polis va ganando terreno

sangre y otras rémoras de placer

al enemigo campo. Urbe implacable

la penumbra que tanto frecuenta

extendida a sus anchas y a su aire

con mucho sigilo el aristócrata,

como un charco de gasolina desigual

que es como se conoce al yonqui

hasta mezclarse algún día quién sabe con el charco sucio de otra ciudad.

El extrarradio es eso que olvida la ciudad a su paso los restos de una cena lo que queda de un amor el envoltorio de un deseo una asociación de vecinos que organiza meriendas con las sobras de la infancia. Las afueras del alma.

que tiene billete de vuelta.


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Texto de Víctor de las Heras Imagen de Garrio

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-3,141592!!!- gritó el soldado-a la ducha!!

toda la barraca se estremeció. Pi le llamaban los presos del campo, no sólo por su número de identificación, sino porque él era el que daba sentido a todo. Nunca perdió el norte a pesar de las injusticias y desgracias del presidio, nunca perdió la compostura y a todos transmitía la

sensa-

ción de que aún existía la grandeza y resistencia de la vida. que un día todo aquello acabaría y volverían a comer con sus familias. Era el único que decía que

merecía la pena seguir viviendo.

Una sola bala bastó para callar la voz de Pi, una sola bala bastó para que la humanidad dejara de ser humana, una sola bala bastó para que el círculo dejara de ser circular.


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ESPERANDO AL VIENTO

RECOSTADA EN LA PARED, TU MIRADA ME MIRA Y HUYE.

SE QUE TE PREGUNTAS EN TUS ADENTROS PORQUES QUE YO NO ALCANZO.

CUANTOS LABERINTOS TE CONFUNDEN

VEO UNA SOMBRA INMENSA ATENAZANDO EL ALMA QUE ARROPA EL CUERPO QUE MAS QUIERO.

MI POESÍA SE DESVANECE ENTRE MI VOZ Y TU OIDO.

Texto de Antonio Roura / Imagen de Garrio


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NO PUEDO LLEGAR ADONDE ME LLEVES.

PUEDO SECAR TUS LAGRIMAS PERO NO CONOZCO LA FUENTE QUE LAS BROTA.

AQUI ESTOY

TU LO SABES

AQUI ESTOY, SI TU LO QUIERES

ESPERANDO QUE EL VIENTO NOS LLEVE EN SU ABRAZO AL INFINITO.

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Me quedé neo-impresionado. No me queda nada por vivir. Atrás quedó la mercancía clandestina anticonceptiva. Ya he comprendido las leyes físicas del color de C. Blanc. Demos la bienvenida a la nueva generación. No voy a renunciar al principio que rige nuestra vida. He dedicado toda mi vida al puntillismo y al ferrocarril. Ahora me convierto en terreno comercial. He disfrutado de cada punto. Es el momento de poner el terreno en alquiler.

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Texto de Rocio Ortego / Imagen de Manuel San Frutos


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Imagen de Garrio

Texto de Víctor de las Heras


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EL OSITO DE LA SEÑORITA CLIFFORD

Un tele predicador dispensacionalista como Oliver Stampton no podìa perder una oportunidad como aquèlla.

La hija esquizofrènica del tràgicamente fallecido multimillonario Robert Clifford delante de sus ojos.

Què mejor momento que èste, con las defensas por los suelos, para ingresar la fortuna de los Clifford en su cuenta corriente antes de desaparecer para siempre en una indescifrable telaraña financiera.

En pocos segundos, la comedia del corrupto predicador acabarìa con un final que no estaba previsto.

Quince dìas màs tarde, el inspector Gallaway irrumpìa en casa del reverendo Stampton con una orden de detenciòn recièn firmada por el juez del condado.

Pero era demasiado tarde, pues el telepredicador yacìa muerto desde hacìa varios dìas en el dormitorio de su lujosa mansiòn.

Morado como una berenjena y la cara desencajada, el inspector ràpidamente recordò la ùltima vez que visitò a la heredera de los Clifford, dos semanas antes.

Junto al cuerpo del estafador, la marca del asesino...

Un osito de peluche.


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El deshollinador emigró a Alemania

cuando supo que allí cruzarse con él

se consideraba señal de buena suerte

Tras repartir tanta felicidad

el deshollinador murió solo

El

deshollinador

y ni siquiera su gato negro

Texto Juan Pablo Heras/ Imagen Garrio

lo acompañó en su entierro


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Generación Espontánea Comité editorial

Chiara Cerri Isabel García Viejo Iñaki de las Heras Marcos de las Heras Rocío Ortego Delgado Víctor de las Heras

Instituto Italiano de Cultura de Madrid Calle Mayor 86 Madrid www.iicmadrid.esteri.it

Bar El Indio Mocagua Avd. de Madrid, 13 - Alcobendas

Centro Cultural Pablo Iglesias

Colaboraciones

Ángel Castaño Antonio Roura David Bobis

Paseo de la Chopera, 59 Alcobendas

Centro Cívico Anabel Segura Av. Bruselas, 19 Alcobendas

Garrio

Waslala

Giuseppe Scognamillo

C/ Libertad, 35 Local

Helena González Ian Yunovski Javier Egea Juan Pablo Heras Kaprika

Alcobendas 91.654.74.35 www.waslala.net

Revista subvencionada por Ayuntamiento de Alcobendas

Laura Moro Manuel San Frutos Mies Vrocni Sebastián Ejido Trama afonA

Agradecimientos

A todos los que leyeron los números anteriores y a los que han colaborado de una manera u otra a

Asociación Juvenil Generación Espontánea de Madrid

que este número se haga realidad.

Distribuidores

Arrebato libros C/ San Andrés, 12 - Madrid 91.521.28.06 www.arrebatolibros.com

El Gatopardo

-

Ocho y Medio

C/ Martín de los Heros, 11 - Madrid 91.559.06.28 www.ochoymedio.com

Bar Malatesta

Si estás interesado en colaborar con la revista Generación Espontánea y Asociación Juvenil Generación Espontánea de Madrid, ponte en contacto con nosotros en:

generacionespontanea@gmail.com www.generacionespontanea.org

C/ Del Olmo, 3 - Madrid

Librería Facultad de Bellas Artes C/ Greco, 2 - Madrid 91.550.01.11 info@libreriabellasartes.com

Consejo de la Juventud de Alcobendas C/ Cáceres, 18 - Alcobendas 91.654.75.94 www.elconsejo.org

Impreso en Aurio Printer Pza. de Bami 11, Madrid en noviembre de 2008


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