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Aquí me tienes de nuevo, Madre. Otra vez ante Ti… Empequeñecido una vez más ante tu infinita dulzura y serena belleza. De nuevo vuelvo a sentir el efecto apaciguador y reconfortante de Tu mirada. Otra vez ante Ti... “Armado” tan solo de mi pobre verborrea y unos pocos folios escritos para contar, a Córdoba y al mundo, la Grandeza de tu nombre, lo sublime de Tu presencia y lo inagotable de Tu bondad. Tanta y tantas cosas que decir sobre Ti, que los sentimientos se acumulan, y a este pregonero le cuesta ordenarlos y estructurarlos de manera agradable y proporcionada para que esta declaración de amor a Ti, Merced, sea entendida y consiga llegar al corazón de todo el que la escuche o lea, de la misma forma que Tú has conseguido penetrar en mi alma. Otra vez ante Ti… Dispuesto a vivir un nuevo “instante” a tu lado. Sí, un “instante”…. Porque nuestra relación se ha ido fraguando a base de pequeños “instantes”. Pequeños instantes en los que he tenido la inmensa suerte de ser tu cantor, tu costalero, tu devoto hijo y hoy, tu pregonero..... Instantes, a través de los cuales te convertiste en mi confesora, norte de mi fe, medicina de mi espíritu y fin de mi existencia. Porque eso eres en mi vida, María. Como Merced de cautivos, Estrella de la mañana, Refugio de pecadores, Rocío del Cielo y a través de cualquiera de tus advocaciones. Te has convertido, como la Madre buena que siempre escucha, en el centro de mis plegarias. Conductora y mediadora de mi relación con Dios Padre y con Jesucristo, su hijo Redentor. 1
Y todo esto, a través de pequeños “instantes” en el tiempo pero muy grandes para mí. Como aquel besamanos en Septiembre de 2.001, en el que tras pedirte y ofrecerte mi canto por esa paternidad tan deseada, tenías a bien concederme la venia y el deseo de poder presentarte a mi primer hijo, Alejandro, nueve meses y una semana después de aquella plegaria. O aquellos duros momentos tras el nacimiento de mi segundo hijo, Jesús; en los que con fuerza de Madre lo agarraste a la vida, cobijándolo bajo tu manto y protegiéndolo, como siempre haces con tus hijos. Es por eso, y por otras vivencias que a lo largo de este pregón desgranaré, que eres pilar fundamental en todo cuanto ha pasado, pasa y pasará en mi vida. Ese fuerte y potente vínculo creado entre nosotros, hace que siempre esté en deuda contigo; resultando que cada vez que esta, mi Hermandad, tiene a bien contar conmigo o con mi grupo “Al son del Sur”, para participar en algún acto de la misma; me sienta feliz y dichoso al poder de nuevo ofrecerte algo mío: una nota de mi guitarra, un "quejío" de mi voz, una oración en forma de canto, un pregón…
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Y es por eso que aquí estoy otra vez, Merced, para decirte que te quiero. Para pedirte, Virgencita, que sigas guardando mi cabecera, pues siempre en mi vida te llevaré por bandera. Hoy quiero pregonar, Merced de los mercedarios: que Tú sigues siendo la Estrella que guía los pasos de mi caminar. Que quiero seguir prendido a tus Rosarios blancos, para que de la mano en la vida siempre me sigas llevando. Ser parte del coro de ángeles que canta y vela tus sueños, para en tu letanía alabarte, Arca de la Alianza y Puerta del Cielo. Tú eres fuente de agua clara, eres manantial de aurora, eres quien calma mi sed. Eres tu Reina y Señora, Mi Virgen de la Merced.
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Rvdo. Sr. D. Francisco Javier Moreno Pozo, Párroco de San Antonio de Padua; Rvdo. Sr. D. José Antonio Rojas Moriana, Parroco de Cerro Muriano y Director del Secretariado Diocesano para la pastoral penitenciaria; Hermano Mayor, Junta de Gobierno y Hermanos de la Venerable e Ilustre Hermandad del Santísimo Sacramento y Cofradía de Nazarenos de Nuestro Padre Jesús Humilde en la Coronación de Espinas, Nuestra Madre y Señora Santa María de la Merced y San Antonio de Padua de Córdoba; feligreses, cofrades, amigos y familiares: Antes que nada, agradecer a mi amigo Pablo sus palabras y la semblanza que ha hecho de mi persona en su presentación. Así como expresaros, el honor que para mi supone que alguien con su valía, cofrade y personal, haya sido el que preceda la proclamación de mi pregón. El pasado 6 de Junio, recibí la llamada de don Manuel Valera, amigo y Hermano Mayor de esta Hermandad para hacerme traslado del ofrecimiento, aprobado en Cabildo Oficiales de la misma, de ser el Pregonero de Nuestra Señora de la Merced en este año 2.013. Desde ese mismo momento, el escalofrío que recorrió mi espalda y el aumento de mi frecuencia cardiaca me hicieron ver que este verano que estamos a punto de dejar atrás, iba a ser un verano muy especial. Aún no sabía el sentido de mi respuesta, afirmativa o negativa, pero si sabía que la Santísima Virgen había llamado a mi puerta. En esos primeros días tras recibir la noticia, y dentro del plazo que solicité a Manolo para meditar mi respuesta, los primeros miedos y dudas se fueron disipando. Estos se transformaron en responsabilidad y compromiso hacia esos Hermanos Mercedarios que habían pensado en mi persona, para que fueran mis labios los que loaran Tu grandeza y dieran paso al regocijo y júbilo que a todos nos produce el poder estar junto a ti otro nuevo mes de Septiembre. Era y soy conocedor de lo excelente de anteriores alocuciones en esta “bendita plaza”. No obstante nos encontramos en una de la Hermandades que en mayor número ha engrosado la lista de pregoneros de nuestra 4
Semana Mayor, con la indiscutible calidad de los textos y el verbo de cada uno de ellos. Esta circunstancia no me hizo amedrentar, pues también era conocedor del gran número de amigos con los que tengo la enorme fortuna de contar dentro de ella; disponiendo de antemano de su apoyo y comprensión, y con la total seguridad en que ellos saben que todo lo que salga esta noche por mi boca, saldrá directamente desde mi corazón; y no será otra cosa, que mis vivencias como mercedario y una profesión pública de amor a la Santísima Virgen. Tras sopesar todo esto, pase a consultarlo con mi esposa, Mercedes. Con este nombre, estaba claro que no podía decir nada en contra, sino más bien, todo lo contrario. Me animó y empujó a tirar adelante con mi pregón; aún a sabiendas, de que esto supondría quitarle tardes de piscina y paseítos nocturnos en mi compañía a ella y a mis hijos. Pero una vez más la esposa generosa y sacrificada estaba junto a mí, como siempre. Es por esto que un “cachito” de este pregón vaya dedicado a ti. Después de tomar la decisión, y antes de comunicárselo a la Hermandad; me tomé la licencia de anunciárselo antes a otra persona. Mi madre. Fue su reacción inmediata y espontánea la que me hizo reafirmarme en la determinación tomada. Las lágrimas instantáneas de emoción que brotaron de sus ojos, hicieron que por primera vez, desde que recibiera la noticia de mi designación como pregonero, me conmoviera. Mi corazón dio un vuelco al contemplar el llanto de mi madre. Un “llanto de madre” que ya había visto antes es su rostro, pero en ocasiones muy especiales: el nacimiento de sus nietos, los enlaces matrimoniales de los hijos, ante las buenas noticias en lo académico o laboral. La noticia de este pregón, hicieron florecer esas “lágrimas de alegría de madre”. Esas lágrimas, que ellas guardan con tanto celo para momentos tan especiales, siempre relacionados con las buenas nuevas de los hijos. Fueron esas lágrimas, como las cinco lágrimas que adornan tu rostro, Merced; las que me pusieron en el largo camino del pregón. Las que me 5
revelaron que ya era hora de que te devolviera una mínima parte de todo lo que me has dado y de que enjugara de tus mejillas esas lagrimas, y las millones de lagrimas que todas la Madres han derramado por sus hijos. Lágrimas por las cuales, este pregón va dedicado a Ti, Nuestra Madre y Señora de la Merced; a Loli, mi madre en la tierra y la que me enseñó a quererte y a rezarte cada noche; y a todas las Madres de mundo. Tras ese punto de inflexión, y tras comunicar mi respuesta afirmativa a nuestro Hermano Mayor, vinieron una infinidad de sms, wasaps, llamadas de felicitación y enhorabuenas de mis amigos. Eran el primer empujón, siempre preciso y bienvenido a la hora de echar a andar. Palabras de aliento y ánimo, que este pregonero agradece desde lo más hondo del alma, así como vuestra presencia hoy en este templo. Gracias amigos, una vez más, por vuestro apoyo incondicional. Y tras esto…..quedamos a solas, Tú y yo. Con todo un verano por delante para disfrutar de “lo nuestro”. Para sumergirnos de tarde en tarde y de noche en noche en mis recuerdos mercedarios. Para escarbar y profundizar en mis sentimientos hacia Ti, como cristiano, como cofrade y como hijo tuyo. Haciendo de estas citas “a solas”, algo que me ha hecho crecer espiritualmente y como persona. Recuperando entre nosotros una relación, que hasta que no he vuelto a tenerla, no había echado de menos. Y es que a veces, las malas experiencias y los desencantos en este mundo de las cofradías, hacen que nos cubramos de una coraza que impida a los demás ver nuestros puntos débiles y nuestras flaquezas; pero que a la vez, nos impide a nosotros mismos ver nuestro interior. Una armadura tan rígida y resistente, que impide que nuestros sentimientos emerjan y fluyan; consiguiendo que nos quedemos 6
en lo superficial, en el adorno y en lo accesorio. Llegando a veces a alejarnos de lo verdaderamente importante, y haciendo que todo lo que te ofrecemos y brindamos para realzar tu belleza y realeza, se convierta en un duro cristal que se va volviendo opaco y que deja de cumplir su función glorificadora, velándote tras él e impidiéndonos llegar a Ti y a tu mensaje. Porque no hay manto ni bambalina tan magníficamente bordado, ni orfebrería tan exquisitamente labrada, ni paso de palio tan sabiamente mecido, ni acompañado de marchas procesionales tan magistralmente interpretadas como para ocultar tu grandeza ni restarte tan siquiera un ápice de protagonismo. Porque Tú eres la Merced de Dios para con los hombres; liberadora y corredentora, especialmente de los que se sienten esclavos bajo dominio ajeno. Eres misericordia maternal, eres mediadora suplicante y blancura en nuestras noches tenebrosas. Pues fuiste Tú la que inspiró a San Pedro Nolasco en la fundación de una “obra” en tu honor, para que a través de los mercedarios, se te conociera como redentora de cautivos, liberadora de oprimidos y defensora de quienes sienten quebrantados sus “derechos humanos fundamentales”. Obra próxima a cumplir 800 años desde su fundación, aniversario que estoy completamente seguro, esta Hermandad sabrá conmemorar con el rigor, profundidad y trascendencia que la ocasión merece y a la que nos tiene acostumbrados. Dicha orden mercedaria, no se ha quedado estancada en el pasado, sino que se ha ido actualizando; inculturando constantemente el Evangelio del Dios de la Vida con principios de libertad y asumiendo los retos y desafíos de los nuevos tiempos. Haciéndonos partícipes a todos los mercedarios, en la misión de despertar el interés en la Doctrina Social de la Iglesia por la causa de los débiles y despreciados de nuestra sociedad actual.
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Las manos que te tallaron ¿quién las iba dirigiendo? pues con amor alumbraron a la reina de los Cielos. El encaje que acaricia el nácar de tus mejillas, no parece obra humana parece cosa divina. La corona que se ciñe a tu frente y a tu pelo fue tallada por un ángel en casa de Diaz-Roncero. Esa saya que te viste bordada en oro fino, ese manto que te cubre parecen sedas sus hilos. Mas no hay corona ni saya, puñal, encaje ni manto; que se compare a tu cara que se asemeje a tu llanto. Pues “to” lo que te rodea es cosa insignificante comparado a tu pureza, a tu amor y a tu semblante. Tu eres merced de cautivos liberadora de gentes. Eres principio y destino, mediadora del creyente. Y para ser nuestra Madre poco pides, tú lo sabes; llevar el corazón limpio, ser humildes y rezarte. Teniendo esto te sobran: oro, sedas y brillantes. 8
Te conocí una lluviosa mañana de Diciembre, el día de la Inmaculada Concepción del año 1.986, en la que el agua frustró un Rosario de la Aurora en la Parroquia de San Fernando, y que mis amigos, aprovecharon para enseñarme algunas de las para mí desconocidas Hermandades de Córdoba haciendo un recorrido por las Iglesias que encontrábamos abiertas. Así llegamos hasta San Antonio de Padua y nos presentaron, quedando embelesado desde ese momento de la belleza de tu rostro y la serenidad y dulzura de tu mirada. El año siguiente, tuve la ocasión de verte bajo palio durante tu Salida Extraordinaria con motivo del año Santo Mariano; contemplando cómo te paseaste como Reina y Señora de tu barrio, pudiendo apreciar la forma elegante de andar y trabajar de tu cuadrilla. Comenzamos a intimar en aquellos largos y enriquecedores Rosarios de la Aurora que se hacían hasta la Antigua Prisión Provincial de Córdoba, a los cuales, el Coro Rociero de mi Hermandad de la Estrella, fue invitado por la Hermandad de la Merced para acompañarles con nuestros cantos durante el rezo del Santísimo Rosario junto a Ti durante varios años. El madrugón era importante, pues recuerdo que era el Rosario “más de la Aurora” de todos los que cantábamos. Tras el primer canto de saludo a Ti, comenzábamos a desgranar los misterios del Santo Rosario. Lo bueno de ese largo recorrido era que no había que elegir si rezar los misterios gloriosos que correspondían al Domingo o los Dolorosos propios de tu advocación dolorosa. Había camino para implorarte con los quince misterios de Tu rosario: gozosos, dolorosos y gloriosos. Entre ellos, la inconfundible y entrañable voz de Don Anastasio, megáfono en mano, desgranando los Padrenuestros con sus correspondientes Ave María; y de vez en cuando entonando aquel canto que aún resuena con su peculiar voz en mi memoria: “el diablo al oído, te está diciendo; no vayas al Rosario, sigue durmiendo”. Vamos, que cualquiera se quedaba acostado al paso del mismo.
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Conmovedora e imborrable, fue la primera vez que junto con parte del cortejo, pues por motivos de seguridad no todo el mundo tenía acceso al interior de la prisión, entramos contigo al patio del hoy derruido Centro Penitenciario. Para un joven como yo, que aún no tenía la mayoría de edad cumplida, aquella experiencia resultó muy impactante. La frialdad de aquel patio de cemento totalmente rodeado de rejas de acero, el silencio imperante en la entrada de la comitiva, solamente roto por alguna voz que te piropeaba o te rechazaba, pues de todo había. Aquel lugar, el ambiente…..tú presencia. El tiempo parecía detenerse en aquellos momentos en que la Hermandad de la Merced se hacía más mercedaria que nunca, aferrándose a los orígenes fundacionales de la Orden “Redentora de Cautivos” de la que toma su nombre. Acercando a su Titular, su Madre y más preciado tesoro, hasta los necesitados de ti. Y es desde allí, desde ese patio frío y sombrío, desde donde “Santa María de la Liberación” nos llama a todos sus hijos a la doctrina del amor. A los de un lado de las rejas, y a los del otro. A los de dentro del patio y a los de fuera. A los que pagan con la privación de libertad la condena que la sociedad les impone para purgar las faltas e infracciones cometidas sobre sus leyes. A los que se creen libres por no encontrarse encerrados entre cuatro paredes, pero que son esclavos, y tan prisioneros como los anteriores de las nuevas formas de cautividad que esta misma sociedad ha creado. Y eso lo haces Tú, la bendita entre las mujeres. ¿Y quién mejor que Tú? Porque Tú, fuiste marginada por concebir a tu hijo sin haber sido aun desposada. Porque Tú, sufriste persecución por ser Madre del Mesías desde su nacimiento.
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Porque Tú, te viste obligada a emigrar a otra tierra para poder sacar a tu familia adelante. Porque Tú, viviste junto a pobres y leprosos; alineándote siempre del lado del oprimido y abandonado. Porque Tú, padeciste y presenciaste el acoso, acecho y arresto de tu propio Hijo por ir contra la leyes establecidas también por aquella sociedad. Porque Tú, tuviste que ser testigo del juicio más injusto de la historia, para ver como condenaban al más bueno de los hombres. Porque Tú, aceptaste el dolor provocado por el sufrimiento de tu Hijo, que es el dolor más grande que a cualquier madre se le puede infringir: viendo como era azotado, coronado de espinas y sentenciado a muerte. Porque Tú, lo acompañaste en su calvario camino del Gólgota mientras portaba la pesada cruz de nuestros pecados hasta el mismo lugar en que quedaría clavado y moriría en ella. ¿Quién mejor que Tú, Madre mía, puede hacernos la llamada a la Esperanza en nuestra definitiva salvación, a la misericordia del mensaje Redentor del Padre y a la reconciliación con una dimensión liberadora de la Fe? Tú fuiste elegida y creada por el Padre para que en Ti se obrara el milagro de que Dios se hiciera carne. Por eso, eres propuesta como memoria viva, convertida en presencia en nuestras vidas, inspiración en nuestras obras y fuerza en nuestra lucha por la liberación. Tú, nos muestras el camino de la Fe. Fe, a la que en este su año Jubilar, proclamado por Benedicto XVI, debemos de aferrarnos para conseguir nuestra salvación. La Fe; don divino que debemos alimentar y robustecer con la Palabra de Dios y con los Sacramentos para que siga guiando nuestro camino. Ese camino de cada día, que de tu mano, Señora, 11
será más llevadero; pues tenemos la suerte de poder recorrerlo junto ti, espejo donde mirarnos y refugio donde resguardarnos en los momentos de tormentas. Por eso, Merced, hoy elevo a Ti las palabras con las que nuestro Sumo Pontífice, Francisco, termina su primera encíclica, Lumen Fidei; dirigiendo una oración a María, la madre de la Iglesia y madre nuestra: ¡Madre, ayuda nuestra fe! Abre nuestro oído a la palabra, para que reconozcamos la voz de Dios y su llamada. Aviva en nosotros el deseo de seguir sus pasos, saliendo de nuestra tierra y confiando en su promesa. Ayúdanos a dejarnos tocar por su amor, para que podamos tocarlo en la fe. Ayúdanos a fiarnos plenamente de él, a creer en su amor, sobre todo en los momentos de tribulación y de cruz, cuando nuestra fe es llamada a crecer y a madurar. Siembra en nuestra fe la alegría del Resucitado. Recuérdanos que quien cree no está nunca solo. Enséñanos a mirar con los ojos de Jesús, para que el sea luz en nuestro camino. Y que esta luz de la fe crezca continuamente en nosotros, hasta que llegue el día sin ocaso, que es el mismo Cristo, tu hijo, nuestro Señor.
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Y así ha ido transcurriendo mi vida. Siempre de tu mano. No puedo dejar de dar gracias infinitas a Dios por haberme llevado a nacer en el seno de una familia Cristiana. Con unos padres, que son mi mejor ejemplo a seguir en la educación de mis hijos; que desde pequeño, se preocuparon en que te conociera y en hacerme ver lo importante que ibas a ser durante el resto de mi vida. Procurándome la mejor educación posible, en la que los valores del cristianismo fuesen el sustento principal del tronco de la persona que hoy os habla. Educación cristiana en el hogar y el colegio. Y educación cofrade en mi familia y en la ciudad que me vio nacer. Porque desde muy pequeño, en el parque, junto a la mesacamilla en la salita de mi casa, el “veneno” de las Cofradías comenzó a entrarme por el oído, a través de aquel viejo disco de Marchas Procesionales de la Banda Municipal de Sevilla con la Virgen de los Dolores de San Vicente en su portada. Disco que no paraba de dar vueltas, y vueltas y más vueltas… Desde la cuna también, las procesiones de Semana Santa en la Avenida de San Francisco junto a mis abuelos, tíos y primos. Y poco después, como aquello solo duraba una semana al año, llegaron las procesiones sobre magníficas cajas de zapatos con los “clicks de famobil” y los “airgamboy” (los playmobil, para que me entiendan mis hijos). Estas procesiones, ocupaban las cincuenta y una semanas restantes del año; convirtiendo el pasillo de casa en solemne Carrera Oficial y el salón en Catedral permanente. Y así, este niño que soñaba con ser “nazareno, musiquero y costalero”, seguía creciendo: junto a mi tambor, elegantemente engalanado por mi abuela Josefa con la estampa de San Benito Bendito; y bajo el paso de Cristo que mi abuelo Paco construyó con sus propias manos; en el que las florecillas de papel eran los claveles más reventones jamás vistos y la marquetería pintada en dorado conformaban los respiraderos y el canasto que ni el mismísimo Ruiz Gijón jamás soñara tallar.
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Yo aun no te conocía, Merced; pero estoy completamente seguro que Tú; ya te habías fijado en mí. Me separaban 140 kilómetros de tu imagen, Señora; pero cuando llegué a Córdoba, Tú ya me habías echado el ojo desde hacía tiempo. Todo tenía que llegar, y a su debido tiempo. Ese niño, era ya un joven que iba cumpliendo sus “metas cofrades”: nazareno de San Bernardo y músico, aunque por poco tiempo, de la Banda de Cornetas y Tambores de Ntro. Padre Jesús de la Sangre, El Cister y de la Agrupación Musical Ntro. Padre Jesús de la Redención, la Estrella. Ya solo faltaba el tercero y más ansiado de esos sueños, ser costalero. Para ello aguardaba que me llegara la mayoría de edad y mientras, buscaba cual podría de ser la mejor cuadrilla para pedir hueco, sabedor de la importancia de esta decisión para que mi formación fuera correcta y esa primera experiencia con el costal fuese tan buena como para seguir repitiendo. Pobre iluso de mí. Yo pensando dónde salir, y esa decisión ya estaba tomada. La habías tomado Tú. Y tan solo tuviste que tocar el mecanismo para que esta se ejecutara: esa mañana lluviosa de Diciembre en que nos presentaron, esos Rosarios de la Aurora con los que nos fuimos conociendo, los ensayos con la Banda del Cister en los que guardábamos los tambores a escasos metros de Ti, esos amigos de la Hermandad de la Estrella que ya eran tus costaleros y que me acercaron a ver tus ensayos y conocer las formas de trabajar de tus cuadrillas. ¡Te salió todo perfectamente! Haciéndome creer que yo había elegido ser tu costalero, cuando eras Tú, la que me había llamado a serlo. Y a partir de ahí…que difícil se me hace expresar lo vivido. Un mundo nuevo se abrió ante mis ojos. El mundo del costal y la trabajadera. Un mundo que desde muy pequeño me había atraído y llamado la atención al ver como el esfuerzo de esos hombres rotos y sudorosos que salían de debajo de los pasos; podía tener un resultado tan plástico y emocionante al ver los pasos andar. Como esos pies que observaba bajo los faldones moviéndose con perfecta sincronización y armonía, 14
producían esa forma majestuosa y solemne de moverse en los pasos de Cristo; y elegante y delicada en los pasos de palio. Desde niño quería ser costalero, y costalero me hice a tus plantas. Porque ese inexperto y novato chaval al que llamaste; no llegó a un sitio cualquiera donde hacerse costalero. Se encontró con una auténtica Universidad del costal, la faja y el amor a la Virgen. Lo primero que me llamó la atención, fue el hecho de comenzar la temporada de ensayos con una Eucaristía ante nuestros Sagrados Titulares. Esto ya me hizo darme cuenta que esta Hermandad era “distinta”: ¿Qué mejor forma de empezar los ensayos que reunidos alrededor de tu altar? Con el cuerpo y la sangre de Cristo como sustento y revitalizante para el desarrollo del esfuerzo en “común unión” que se va a iniciar. Después vino la “charla técnica” en el “teleclub” con los nuevos costaleros. Allí Pepe y Chico, con grandes dosis de cariño y paciencia, se afanaban en enseñarnos al son de granadera, a caer siempre sobre el golpe de bombo con el pie izquierdo. Así como a vestirnos, colocarnos bajo el paso y levantar correctamente; velando desde el primer momento porque ninguno nos hiciéramos daño en los que iban a ser nuestros primeros pasos bajo tu parihuela. Ya desde el primer ensayo pude comprobar que no solo los capataces cuidaban de mí. Una vez bajo las trabajaderas, pude sentir como velaban por mí y me aconsejaban voces expertas en el oficio. Compañeros que siempre con muchísima humildad y afabilidad, se esforzaban por transmitirme su experiencia y vivencias bajo las trabajaderas; algo que para quien va con ganas de aprender es vital para adquirir la confianza y las enormes dosis de compañerismo que requiere una buena cuadrilla de costaleros. Fueron muchos los compañeros de los que puede aprender y que me aportaron grandes cosas en esta cuadrilla mercedaria. Pero hoy, quiero hacer extensivo y público mi agradecimiento a todos ellos, a través de en una persona: Francisco Jiménez González; Paco “el Moro”. 15
El hombre con el que codo con codo di mis primeros pasos como costalero de la Merced. El hombre que me enseñó que la humildad, el respeto al compañero y la generosidad en el trabajo, son las mejores herramientas de las que uno puede disponer para ser un buen COSTALERO. El me enseñó a quererte y amarte desde el anonimato que nos brindan los faldones a la gente de abajo. De él aprendí a aferrarme a tu mano en los momentos duros y complicados, que son los que curten; y a disfrutar y guardar en el disco duro los buenos momentos, que son los que te hacen seguir queriendo calzar el costal hasta que el cuerpo aguante. Gracias Paco, por tu amistad sincera, así como por enseñarme a honrar y respetar este a veces loco mundo del costal y la faja. Este mi primer año, no tuvo un final muy feliz, pues la guinda del pastel que iba a ser mi primera estación de penitencia contigo, se quedo en el intento. La lluvia lo echó todo a perder. La lluvia…dichosa lluvia de Lunes Santo. Lluvia que tantos disgustos nos ha dado a los cofrades en los últimos años; pero a la que nada tengo que reprocharle, pues me regaló otro de los instantes más bellos y emocionantes que he podido vivir junto a Ti, Señora. Haciendo Estación de penitencia con la Hermandad de la Estrella junto a mi Señor de la Redención, tras ser sorprendidos por un profuso chaparrón, la Cofradía decidió buscar cobijo en el nave anexa a la Iglesia Conventual del Santo Ángel, Capuchinos. Entre el bullicio y el desasosiego propio del momento, súbitamente al abrirse las entornadas puertas, apareciste Tú. Radiante, espléndida, majestuosa. Grabando aquel instante en mi retina y la de todos los que tuvimos la suerte de vivir aquellos momentos. Una imagen, que ni el tiempo ni la memoria podrá borrar. Una imagen que para un Hermano de la Estrella Mercedario como yo, parecía más bien producto de la fantasía y no la situación que nuestro querido titular, San Pedro, se empeñó en dibujar ese día: Redención y Merced, Merced y Redención….frente a frente y cara a cara. Tan solo separados por los centímetros de su canasto y la luz de tu candelería, que quiso 16
ser testigo y notario de aquel encuentro. El hermanamiento que desde siempre ha habido entre estas dos Hermandades, quedó aquella noche sellado y rubricado por nuestros Titulares. Y así será para siempre. Tras vivir bajo tus trabajaderas momentos maravillosos durante la tarde-noche del Lunes Santo de 1.991 y los seis años que duró tu paso por la madrugá cordobesa; mi historia como tu costalero, terminó con la vuelta de nuestra Hermandad a la nómina del segundo día de la Semana Santa. La coincidencia en día de salida me puso en la obligación de tener que hacer estación de penitencia con una de ellas. Podéis estar seguros, que al igual que mi medalla mercedaria me ha acompañado todos estos años cada Lunes Santo en el bolsillo izquierdo de mi pantalón; cada uno de vosotros con los que tuve la ocasión de compartir estos maravillosos años, habéis ocupado un pedazo de mi corazón y me acompañáis cada vez que me pongo mi costal y mi faja. Especialmente, cada tarde de Lunes Santo. Tardes en las que siempre trato de buscar el momento en mis relevos para ir a tu encuentro, y acercarme a Ti para tirarte un beso con forma de estrella y que lo prendas en tu corona. Así como reencontrarme con mis compañeros mercedarios para saludarlos; deseándoles suerte y una buena estación de penitencia. Encuentros, que unos años son desde la distancia; y que otros, han sido extremadamente cercanos. Así llegó otro nuevo instante. Ese que vivimos el Lunes Santo del 2.009. Año de la primera estación de penitencia de Ntra. Sra. de la Estrella, y en el cual, el júbilo por este acontecimiento, se vio incrementado en mí cuando al acercarme a saludarte antes de que te adentraras en la Carrera Oficial, pude coincidir con el relevo de hermanos costaleros que aguardaban impacientes el momento de volver a la sala de máquinas. Esa factoría de corazones mercedarios desde la que se cuece todo al arte y finura que salpican tus bambalinas. Entre los abrazos y felicitaciones por el estreno de “la Estrella” en la jornada, uno de ellos, mi amigo Paco Rabanillo me hizo un 17
ofrecimiento que poco tuve que pensar: “Ledo…. ¿quieres una chicotá?” Ante tan generosa oferta, por la que siempre le estaré enormemente agradecido, y con el consentimiento y aprobación de Pepe Fernández, volví a ponerme bajo tus trabajaderas tras once años de ausencia. Fue una chicotá corta en espacio, desde la puerta de la Iglesia de San Pablo hasta el palquillo de entrada en Carrera Oficial. Pero muy larga en mi recuerdo… Al oír de nuevo aquel martillo y la voz de Pepe llamar a la cola, recordé aquella primera llamada bajo la puerta del patio de la casa Hermandad en esa lejana tarde de Lunes Santo de 1.991. Aquel primer Himno Nacional que escuche bajo tus plantas y aquella “Coronación de la Macarena” que le siguió, esa que las lágrimas y la emoción apenas me dejaron oír. Volvió a mi memoria esa sensación única que sentí en aquellos momentos. Ya era costalero. Tu costalero, porque así lo habías querido. Al escuchar ese dedicatoria que salió de la gente de abajo para ese “cachito de Estrella” que había entrado a compartir aquella chicotá mercedaria, saltaron a mi mente todas esas levantás que desde la Huerta de la Reina se habían dedicado a los corazones mercedarios que íbamos con el Señor de la Redención. Empezó a sonar la granadera. No sé decir si la banda tocó alguna marcha o no. Pero a mis oídos llegaron sones de la Algaba, de Huévar y de Algámitas. Llegué a escuchar esas campanitas de “Esperanza Cordobesa” de la Banda del Cerro que nos hacían subir la calle de la Feria con una energía que parecía que acabásemos de salir de San Francisco. Como si las siete u ocho horas de madrugá que llevábamos encima no hubieran sucedido. Cuando Pepe grito: “vámonos de frente”, me pareció oír la voz que nos mandó a irnos de frente y pisar por primera vez las naves de la Santa Iglesia Catedral. Un hito en la Semana Santa de Córdoba y un ejemplo para que otras hermandades se animaran
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a realizar su estación de penitencia hasta nuestro Templo Mayor; y al que esperemos que en poco tiempo, vayamos todas las cofradías a postrarnos ante el Santísimo y dejemos de rendirle pleitesía a nuestro valeroso Gran Capitán. Cuando mis pies comenzaron a comerle metros a aquella calle Capitulares, pude sentir bajo ellos el asfalto de esa larga avenida, hoy Agrupación Córdoba, que a son de granadera nos comíamos con la alegría y la elegancia con que las cuadrillas de barrio se llevan a sus titulares al centro de la ciudad. Pude sentir el empedrado del “Pasaje Virgen de la Estrella” y la caída a dos aguas de la calle Deanes; única calle, que desde su corriente, me hizo plantearme una noche durante unos minutos que hacía yo allí, en vez de estar tranquilito en la playa. Conforme avanzaba esa chicotá de ensueño, pude sentir como el paso hacia un giro de 90 grados para depositarlo a las puertas del Convento del Colodro. Pude escuchar las angelicales voces de las Esclavas del Santísimo Sacramento, que te elevaban una Salve desde su pedacito de cielo en Santa Marina. Incluso pude escuchar también, ese grito de guerra de Pepe Ros cuando comenzábamos a pisar las calles del barrio a la vuelta: wiiiiiinoooo¡¡¡ Voz a la que los cuerpos reaccionaban como resortes, empujando fuerte p`arriba y haciendo un sobreesfuerzo más para conseguir levantar los zancos apenas un centímetro más del suelo. Y llegó la frase que menos quería oír en ese mágico momento, pero que sabía que tenía que llegar: ¡ahí quedó! Y un aldabonazo me sacó de aquel sueño y me trajo de nuevo a la realidad. Una realidad que me dice:
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Que lo vivido a tu lado a lo largo de los años, me ha convertido en tu siervo, tu escudero y tu vasallo. Porque eres Merced del Cielo, timonel que me acompaña, eres quien guía mi barco, mi estrella de la mañana. ¿Qué es lo que me has dado, Madre? que sin poder remediarlo me hiciste tu costalero, para siempre mercedario. Y enamorado en tu rostro, hipnotizado en tu mirar, me obligaste sin pensarlo a dar esta chicotá. Y sigo esperando el día, llegará, por descontado, que vuelva a ceñir mi faja y mi costal a tu palo. Pues debajo tuya aprendí, tu gente, bien me enseñaron: A ser honesto y servil, Cumplidor en el trabajo. Y es que pasarán los años, más orgullo no cabe: que haber “sio” tu costalero en la cuadrilla de los Fernández.
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El final de esta “pará” se va acercando. Una “pará” en la que echar la vista atrás, ha sido un soplo de aire fresco que ha entrado por mi ventana. Un trago de pócima para el recuerdo; de esa que en ocasiones tenemos que dar un sorbo para darnos cuenta de dónde estamos y de cómo hemos llegado hasta aquí. De la suerte que hemos tenido de encontrarnos con gente que han ido apareciendo en nuestro camino y que han decidido caminar junto a nosotros. Algunos, durante un pequeño tramo de nuestra vida; pero suficiente para marcarnos en nuestra forma de actuar y trasmitirnos enseñanzas que aplicadas a nuestro día a día, nos hacen más fácil el caminar. Otros, nos siguen tendiendo su mano para ayudarnos a levantar en nuestros tropiezos; lo que debe hacernos sentir afortunados por no ir solos en nuestra marcha. Ha sido un mirar atrás desde la serenidad y la seguridad que me aporta mi estrenada cuarentena, y la tranquilidad de saber que Tú siempre estás ahí. Pero esto, solo debe de ser eso. Un instante para la reflexión. Lo que nos tiene que seguir alimentado es el presente y el futuro. El pasado está ahí, y lo tenemos marcado en el cuerpo y en la mente; pero son presente y futuro los que tienen que llenar nuestra vida con nuevas vivencias. Haciendo que ese vínculo que nos ha unido, Señora, siga haciéndose cada vez más fuerte e inquebrantable. Un presente, que nos dice que estamos en Septiembre. Septiembre….siempre escuché que Mayo era el mes de las flores y el mes de María. Ya no estoy tan seguro. Es septiembre también el mes de la Virgen. Dichoso mes de septiembre. Con festividades marianas tan significativas como la Natividad de la Virgen, el Dulce Nombre de María y la de Nuestra Señora de los Dolores. Todo ello antes de llegar a nuestro ansiado y esperado 24 de Septiembre; fecha en que la festividad de Nuestra Señora de la Merced, nos reunirá a todos alrededor de la madre buena. Un mes de Septiembre que no sólo los mercedarios celebramos. En nuestra geografía más cercana podemos encontrarnos fiestas patronales de nuestra provincia: 21
como la Virgen del Castillo en Carcabuey, Nuestra Señora de la Antigua y Piedad Coronada en Iznajar, Nuestra Señora de Guadalupe en Baena, la Santísima Virgen del Campo en Cañete de las Torres, la Virgen de los Remedios en Bélmez, la Virgen del Valle en Lucena, Nuestra Señora de Gracia Coronada en Benamejí, Nuestra Señora de la Estrella Coronada en Villa del Río y María Santísima de la Sierra en Cabra. Fiestas en las que los pueblos de nuestra provincia se engalanan y adornan, luciendo sus mejores galas para festejar y celebrar la protección que sus respectivas patronas les brindan a lo largo de los tiempos. Patronas a las que en momentos de dificultad y necesidad nunca han dudado en recurrir para rezarles e implorarles ayuda divina. Bendito mes de Septiembre. En el que nuestra ciudad, celebra la Natividad de la Virgen María agasajando a su co-patrona, Nuestra Señora de la Fuensanta Coronada, con su tradicional “velá”. Fiesta popular que nunca debe solapar ni ocultar el sentido religioso de la Festividad de la Patrona de las hermandades y cofradías cordobesas, sino dar el punto de júbilo y jarana con el que en nuestra tierra, celebramos las fiestas en honor a la Virgen María, a través de ferias y romerías. Anhelado mes de Septiembre por muchas hermandades cordobesas como la nuestra; en el que sus titulares marianas, se hacen protagonistas principales de las mismas ocupando los altares de culto en sus templos. Es así como Nuestra Señora de la Piedad Salesiana, María Santísima de la Soledad Franciscana, Nuestra Señora del Rayo en el Campo de la Verdad, Ntra. Sra. del Socorro Coronada en la Corredera, Nuestra Señora de las Lágrimas en su Desamparo en San Pedro, María Santísima Nazarena en San Lorenzo y la gran devoción de nuestra ciudad, Nuestra Señora de los Dolores Coronada de la Hermandad Servita: se hacen más cercanas si cabe a sus hijos a través de sus distintos besamanos, triduos y Fiestas de Regla. También, como no podía ser de otra forma, es el mes de Nuestra Señora de la Estrella en la Huerta de la Reina. Y es que mis
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dos hermandades están condenadas a ir de la mano en todo: cultos, estación de penitencia, amor por la música, juventud… Siendo también ambas, un ejemplo a seguir en la unión con sus barrios y en las formas de poner una cofradía de barrio en la calle, con una compostura y saber estar, reconocidas por todos los cofrades de nuestra ciudad. Ansiado mes de Septiembre, que esperamos cada año con impaciencia en la feligresía de San Antonio de Padua. Donde al repique de sus campanas, cada 24 de Septiembre, acuden como hormiguitas a tu llamada vecinos del Zumbacón, Levante, Fátima….de toda Córdoba entera. Durante todo el mes, nos vamos preparando para celebrar tu gran fiesta. Para ello disponemos de veintitantos días cargados de actos como charlas, sabatinas, conciertos, exposiciones. Más aun este año, en el que el Magno Vía Crucis con el que nuestra diócesis ha querido celebrar el Año Jubilar de la Fe, se ha encargado de apretar más si cabe, la agenda de todos los mercedarios. Es la forma de llegar preparados a tu Triduo que nos desgranará la definitiva cuenta atrás para el esperado día. Tu santo, tu gran día. El día de Nuestra Señora de la Merced, que ya a la vuelta de la esquina, estoy hoy teniendo la suerte y el privilegio de pregonar. Día en que todos los corazones mercedarios se agolpan alrededor tuya para felicitarte por tu onomástica, acudiendo puntuales a la cita. Una fiesta a la que no hace falta llevar regalo; porque el regalo nos lo das Tú. Ya que no hay mejor forma de cerrar “este mes de María” que sintiendo el roce de tu mano en los labios, abrazarnos a tu mirada frente a frente y postrarnos ante Ti para rogarte, una vez más, salud y amparo para los nuestros y protección en nuestro caminar. Tras tu Rosario de la aurora, Septiembre marchará; pero contando los días para volver a reunirse leal a su cita contigo.
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¡Ay Septiembre! ¿Qué te pasa? ¿Qué es lo que a ti te ha pasado? andas triste, no te centras se te nota preocupado. Es mi día veinticuatro que no quiero yo que llegue, pues de mi Merced es el santo y no encuentro un buen presente. Puedes llevarle joyas: Broches, collares, pendientes. Si no un buen ramo de rosas, calas, orquídeas, claveles. Todo eso que me apuntas ya se lo lleva su gente; además, lo tienen “otras”; quiero algo diferente. Algo único como Ella, algo que nadie lo encuentre, algo que no tenga mayo, marzo, enero ni diciembre. Pidió consejo a la tierra, consultó con el verano, rogó el favor a la lluvia para obtener su regalo. Y consiguió su objetivo, Patrona de la Mercedes. y hasta tus plantas benditas trajo una vara de nardos, ¡La flor que inventó Septiembre!
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En los últimos años, con “Al son del sur”; y durante muchos años antes con el Coro Rociero de la Hermandad de la Estrella, he tenido la suerte de poner música a la felicitación y ofrenda floral a nuestra Santísima Virgen. Esto, además del deleite que para nosotros supone el poder ofrecerle nuestro cante y toque a la Madre de Dios; me ha brindado un lugar excepcional desde donde contemplar el acto: ante el altar del Ntro. Padre Jesús Humilde en su Coronación de Espinas; impresionados por la crudeza y la verdad de su dolor. Desde allí, puedo contemplar el perfil izquierdo de la Señora que tan bellamente acicalada reluce en su día. Desde ese sitio privilegiado puedo ver otra cosa. Algo me ganó desde el primer momento que pisé esta santa casa. Algo que también he disfrutado en la casa hermandad y que tuvo gran culpa de que un día firmase mi solicitud de hermano; aceptando y queriendo formar parte de esta comunidad cristiana. Algo que no solo te encuentras en ese día grande de la Virgen, sino cualquier día del año. Sois ustedes, los mercedarios. El mayor patrimonio de esta hermandad: su gente. Gente hospitalaria y amable que hacen que el extraño lo sea por poco tiempo; haciéndole sentir en su casa y mostrándole el cariño y el amor que sienten por sus titulares de manera tan intensa que te hacen querer ser y sentir mercedario rápidamente. Desde mi sitio excepcional, cada 24 de septiembre, he podido contemplar vuestras caras de alegría y complacencia en el momento de entrar a la Iglesia a felicitar a la Madre. He podido percibir vuestro recogimiento durante la exaltación a la Merced de María. He visto brotar vuestras lágrimas y vuestra sonrisa en el momento de elevar la Salve a la Señora. He notado en vosotros, y profesado, el orgullo, la satisfacción y el gozo que siente un mercedario cuando se acerca a besar su mano. Y es ese el gran momento; ahí ocurre el milagro. En ese mismo instante, una especie de “Pentecostés mercedario” se produce en tu templo. Un “Pentecostés mercedario”, en el que tu aliento inunda San Antonio de Padua. El aliento de Santa María de la Merced que como un día hiciera con su siervo, San Pedro Nolasco, nos envía a propagar por el mundo la proximidad del reino de Dios, el amor que nos ofrece su Hijo y la cercanía que podemos tener con Él a través de la Comunión y de la lectura de su palabra. Desde su altar, la Madre del cielo nos
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anima a continuar pregonando el mensaje de Dios mediante su Hijo Humilde Coronado; llevando esta catequesis a las calles de nuestra ciudad y atrayendo a nuevos mercedarios dispuestos a entregarse a esta causa. Por eso hemos de estar alerta y obedecer la llamada de María; que por nuestro nombre nos va a llamar para hacernos enviados suyos y animarnos a seguir en nuestra misión mercedaria: Rafael, Luis, Antonio….seguid siendo ejemplo para las nuevas generaciones, inculcándoles el amor a los titulares, así como la generosidad y humildad en el trabajo que en el día a día de la Hermandad habéis demostrado. Mercedes, Laura, Inma, Alberto…sois el futuro; creced en sapiencia y honestidad para que cuando os llegue la hora de formar parte de los órganos de gobierno, lo hagáis desde el espíritu de servicio y respeto a los demás. Pablo, Rafa, Alejandro, Pedro…haced de la Hermandad vuestro juego y vuestro punto de reunión con los amigos. En vuestros padres tenéis el mejor ejemplo a seguir como buenos cristianos y cofrades. Manuel Jesús, José Antonio, Jesús…la formación cristiana es la fuente inagotable de la que nunca hay que dejar de beber. Recibir los Sacramentos en hermandad hace cofrades de primera. Rafael, Manuel, Sergio….la caridad y la benevolencia con los más necesitados son virtudes del cristiano y objetivos fundamentales en las hermandades desde sus inicios. En estos tiempos actuales, más aún. Dolores, Cristina, Rocío, Mari Ángeles….seguid mimando a la Señora como lo hacéis; conscientes del privilegio y la distinción que os ha correspondido, al poder vivir momentos de intimidad que no están al alcance de todos. Paco, Manolo, Ismael….la función cultual de las hermandades nos distingue de otras comunidades cristianas y es otro de nuestros objetivos fundacionales. Engrandeced y glorificad a nuestros Sagrados Titulares a través de sus altares de cultos y pasos procesionales.
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Maribel, Rafael Carlos, Ana, Francisco Javier….a través de vuestras voces dais solemnidad y esplendor a las Eucaristías de la Hermandad. Seguid en ese camino sintiendo y poniendo el alma en vuestros cantos. Juan, Ángel, Ana Gema, Carlos, Mateo…vuestras cornetas y tambores ya han celebrado a lo grande quince años llevando el nombre de nuestra Hermandad por toda Andalucía; siendo el latido que marca el caminar del Señor de la Coronación de Espinas. Seguid cumpliendo años y creciendo porque vuestro límite sois vosotros mismos. Raúl, Manolo, Antonio, Rafael….el trabajo paciente y bien hecho da sus frutos y este año vais a recogerlo disfrutando y regalando vuestros sones tras el manto blanco de Santa María de la Merced. Gozad de ese momento y que sirva de acicate para seguir muchísimos años más. Juan Carlos, Ricardo, Santi, Jose…ser los pies de Jesús es el mejor premio que podéis tener. Vuestra afición al costal, vuestro amor al “moreno” y la confianza en que vuestra forma de hacer las cosas es la correcta, os ha convertido en una cuadrilla de hermanos costaleros compacta en continuo crecimiento y con estilo propio. Pepe, Sebastián, Alfonso, Javi…seguid formando costaleros mercedarios, trasmitidles lo mismo que a mi me enseñasteis y esta familia de hermanos costaleros siempre estará entre las maestras de Córdoba. Con la modestia y la humildad marca de la casa por bandera, esta cantera seguirá dando frutos.
Todos esteremos prestos y pendientes, para ofrecerte nuestro trabajo y nuestro corazón cuando Tú lo pidas:
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Aquí nos tienes Señora bajo tu manto y cobijo, hasta que sea nuestra hora Tú serás nuestro latido. Insuflados por tu aliento, inspirados en tu cara, seguidores de tu Hijo, nutridos de su palabra.
Merced, blanca rosa pura; Merced, pasión, sentimiento; Faro en mis noches oscuras, Madre que vela mis sueños. Aquí están tus mercedarios “armaos” de costal y faja, los tambores preparados, afinadas las guitarras Esperamos expectantes la hora de tu llamada adultos, niños, jóvenes, día, tarde y madrugada. Madre mía de la Merced siguiéndote a donde estés aquí estamos tus hijos; y cuando suene el martillo gritaremos a la vez: ¡Hasta el final Contigo! He dicho.
Terminado en Córdoba, el día quince de Septiembre de dos mil trece, en el Año de la Fe; día de Nuestra Señora de los Dolores. 28