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ICONOS JEAN-LUC GODARD
from Gentleman_209_Esp
El director, durante el rodaje de El desprecio, en 1963.
JEAN-LUC GODARD
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NO HA MUERTO
NO SON POCAS LAS OCASIONES en las que los epítetos escogidos para ¿homenajear? a alguien que acaba de morir consiguen, en lugar de definirle, lo opuesto. Esto es, indefinirle. Convirtiendo al radicalmente coherente en poco más que un insoportable provocador, al indómito libérrimo en una mariposa taxidermizada presa en su pequeña urna decorativa. En bosque espeso, pantano hondo, fría sombra. El caso de Jean-Luc Godard (París, Francia, 1930-Rolle, Suiza, 2022) es, en este sentido, paradigmático. “Revolucionario del séptimo arte”, “genio vanguardista”, “maestro de maestros”, “estandarte de la Nouvelle Vague”, “cineasta de cinéfilos”… una adjetivación gastada y reductora, pese a la verdad que pueda encerrar. Nada es falso, y sin embargo todo resulta del todo insuficiente para esbozar siquiera la silueta de un cineasta único.
Godard hizo cine con palabras y con imágenes, porque ya hacía películas mucho antes de ponerse detrás de la cámara, escribiendo sobre ellas; para él —como ha escrito Manuel Asín en el texto más valioso de los publicados a su muerte en nuestro país— el cine no era un medio para imponer ideas (y mucho menos reglas o caminos), sino una herramienta para atreverse a pensarlas. El suyo es un pensamiento en imágenes. O las imágenes del pensamiento, según la fórmula de Deleuze. La diferencia, como él mismo señalaba en Lettre à Freddy Buache (1982), obra esencial en su extensa y proteica filmografía, entre “hacer películas sobre y hacer películas de”. De JLG, por supuesto. Y por eso fue un cineasta único, es decir, solo y sin otro de su especie. Sus películas, las conocidas Al final de la escapada (1960), Vivir su vida (1962), El desprecio (1963), Lemmy contra Alphaville (1964) o Pierrot el loco (1965), y las no tanto como debieran Ici et ailleurs (1976), Salve quien pueda la vida (1980), Histoire(s) du cinéma (1989-1999), Je vous salue, Sarajevo (1993) o Vrai faux passeport (2006), nos ayudan a pensar y ver el cine en el contexto de su historia y nuestra historia en el marco de una pantalla cinematográfica.
Desaparecido Godard, agarrémonos cual náufragos a aquel pensamiento de Peter Weiss que su voz (en o ) pronunciaba en El libro de imágenes (2018), el que será su último film: “Incluso si nada resultara como esperábamos, eso no cambiaría nada de nuestras esperanzas”. Rubín de Celis