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LA MARCA PICASSO
RESULTA DIFÍCIL ATRIBUIR LA DIMENSIÓN HISTÓRICA Y UNIVERSAL DEL PINTOR MALAGUEÑO SOLO A SU INCOMPARABLE TALENTO. EL DOMINIO DE LA IMAGEN Y UNA INNEGABLE CAPACIDAD PARA LOS NEGOCIOS PUSIERON SU PARTE.
TEXTO MARIO CANAL
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LA TRAYECTORIA DE PABLO RUIZ PICASSO (Málaga, 1881 – Mougins, Francia, 1973, hace ahora 50 años) es la de un avezado hombre de negocios, además de un genio del arte. Creó un aura mítica alrededor de su obra que consiguió confundir con su persona, convirtiéndose en una marca. Y convenció al común de los mortales de que esa energía podía pasar a quien poseyese sus cuadros.
Su nombre es sinónimo de vanguardia e innovación. Y no solo en lo que se refiere a la creación artística. La relación que mantuvo con el arte fue igual de pasional que la que mantuvo con las mujeres, y también con el dinero. De gran originalidad para alguien que se reclamaba comunista. Triunfó no solo porque cambió el paradigma del arte y evidenció la percepción subjetiva de la realidad, sino porque su obra fue tan exitosa en el mercado como en los círculos críticos de su tiempo. Y la figura del artista genio, el minotauro del poder y del deseo, tuvo su correlación en el emprendedor ambicioso que, al preguntarle qué representaba uno de sus cuadros, respondía: “Representa doscientos mil dólares”.
Conoció el bienestar desde su infancia porque, a pesar de que su padre era un simple profesor de pintura, su familia por parte materna tenía bastante dinero. Esto le permitió dedicarse al arte, incluso pudo viajar a Madrid antes de buscar fortuna en París, en 1900, con 19 años. La paupérrima bohemia que frecuentó en Montmartre –y a cuya marginalidad sacó un gran rendimiento en términos de imagen– fue superada rápidamente. En cuanto tuvo algo de dinero, en torno a 1909, alquiló un piso junto a la Place Pigalle con su entonces pareja, Fernande Olivier, una mujer que entendía el poder de la imagen y la moda. Lo siguiente que hicieron fue contratar a una asistenta a la que vestirían con cofia y uniforme.
A dos kilómetros de aquella dirección, la Rue La Boétie era una calle burguesa situada junto a los Campos Elíseos. En ella vivía Paul Rosenberg, que representaba a Matisse o Léger. Picasso se mudó al portal contiguo del prestigioso marchand en torno a 1913 y vivió allí 20 años. La localización era estratégica. Todo coleccionista de importancia pasaba antes o después por la casa de Rosenberg y también, ya que quedaba al lado, por el estudio del pintor. En aquella dirección se dejaría fotografiar por Brässai y Cecil Beaton, construyendo el aura de un artista que comenzaba a ser muy conocido por sus provocadoras pinturas cubistas.
Picasso entendió perfectamente el poder de los medios de comunicación. Y que debía ser él mismo quien contara su historia. Esa sería la mejor forma de controlar su marca y vender más cuadros. La Guerra Mundial le alcanzaría en París. Aún sorprende que los nazis dejaran tranquilo a un icono antibelicista y antifascista como él –pilar fundamental de lo que consideraban ‘arte degenerado’–, con la simple prohibición de no exponer sus cuadros. Durante la ocupación, Picasso se dedicaría a pintar.
Creó miles de obras, mientras el Guernica hacía una tournée en los Estados Unidos de América, rompiendo récords de visitas allí donde recalaba, agrandando su mito. Su productividad era consecuencia de su brutal capacidad creativa, pero también de su ingenio para los negocios. La ley de la oferta y la demanda del lujo, y el arte forma parte de ese ámbito, exige que haya una limitación en el suministro para mantener la exclusividad. Pero Picasso fue capaz de mantener toda su vida una producción ingente –óleos, esculturas, dibujos, cerámicas, obra gráfica– y al mismo tiempo incrementar los precios de todas ellas de forma exponencial.
Cuando falleció, Picasso era dueño de numerosos bienes inmuebles en Francia, principalmente en la región de Alpes Marítimos y París, además de una colección de obras de arte de primera categoría.
Y su tesoro más valioso: unas 45 mil obras de él mismo. También poseía 4,5 millones de dólares en efectivo, 1,5 millones en lingotes de oro y acciones e inversiones en empresas. A fecha de su muerte, sus posesiones se valoraron en 250 millones de dólares, pero ya entonces se adivinaba que alcanzarían los miles de millones, debido al potencial incremento de precio que su obra obtendría con el pintor ascendido a categoría histórica.
No dejó herencia, por lo que la lucha entre sus herederos fue brutal. Todos sabían que su legado era infinito, porque se basaba en un mito. Cuando alcanzaron un acuerdo, el principal activo del malagueño no serían solo sus bienes, sino también su imagen. En 1999, la empresa que gestionaba los derechos de imagen del artista cedió su uso comercial a un fabricante de coches por 20 millones de dólares.
Todo lo que tocaba Picasso con sus manos, cada pincelada, cada servilleta garabateada, se convertía en oro. E incluso algo intangible como su nombre acabó dando beneficios.
FERNANDE
Olivier
(1881-1966)
Fue la primera psreja sentimental de Picasso en París, durante los años de vacas flacas, entre 1904 y 1912. Se la conocía en el ambiente vanguardista como la Belle Fernande y su relación con el malagueño tuvo a los celos como principal protagonista. De hecho, Picasso le prohibió posar para otros artistas. En 1964 publicó Picasso y sus amigos, crónica de sus años de convivencia en la que retrata con dureza al pintor.
Las Mujeres Del Genio
CUALQUIER ACERCAMIENTO A PABLO PICASSO RESULTA
IMPOSIBLE SIN TENER EN CUENTA A LAS MUCHAS MUJERES CON LAS QUE COMPARTIÓ SU VIDA; RELACIONES ENTRE LA PASIÓN Y LA OBSESIÓN DE LAS QUE BROTARON ALGUNAS DE SUS OBRAS MAESTRAS.
DESDE QUE SE PRODUJO EL TSUNAMI DEL #ME-
TOO EN 2017 –que denunciaba los abusos de poder de algunos hombres en la industria del cine–, muchas figuras masculinas del mundo de las artes han sido revisadas. Pablo Picasso es una de ellas, quizás por esa razón la falta de suntuosidad con que se dedican a la celebración del cincuentenario de su fallecimiento, y que no han sido lo suficientemente promocionados desde el ámbito político. La relación del pintor con el sexo opuesto fue pasional y tormentosa. Picasso era una campo magnético al que no pudie- ron abstraerse una serie de mujeres, todas diferentes entre sí, que son el origen y el reflejo de la luz que impulsaba al artista. Compañeras que fueron sucediéndose en periodos vitales y artísticos cerrados en sí mismos. Y que soportaron el fulgor del artista con diferente fortuna.
El periodo Fernande Olivier Su encuentro se produjo en el verano de 1904. Ella era alta, coqueta, espontánea y de una belleza sencilla. Compañera fiel en
OLGA KHOKHLOVA (1891-1955)
Bailarina rusa de origen burgués, resultó la compañera perfecta para que Picasso asaltara los círculos sociales de París. Se conocen en 1917 y su relación dura hasta 1927, aunque la sombra de esta mujer sobrevoló la vida de Picasso durante muchos más años en su afán de reclamar su estatus de esposa legal. Incapaz de aceptar el final de su relación con el artista, tuvo al final de su vida serios problemas mentales.
una época especialmente dura, económicamente hablando, para Picasso. Las privaciones les impedían llevar una vida más allá de los límites del precario estudio, aunque no eran solo las carencias materiales o el carácter posesivo del artista las que impedían a Fernande su emancipación. Ella era feliz organizando la humilde vida del joven pintor. Y soñaba con una existencia tranquila y aburguesada en la que pudiese regalarse lo que –según Gertrude Stein, amiga de la pareja– le interesaba por encima de todo: el maquillaje y los sombreros.
Los medios económicos trajeron también el distanciamiento de Pablo y Fernande. En 1911 se separaron cuando las aventuras de ambos con otras personas acabaron con la estable relación de siete años. La libertad creadora y emocional que Fernande proporcionaba a Picasso, la presencia inocua, permitió al pintor avanzar en el camino del cubismo y revolucionar el arte moderno. Probablemente, Picasso jamás hubiese roto con Fernande de no haber existido otra mujer en su vida, Marcelle Humbert, conocida por el sobrenombre de Eva Gouel. Su relación con la que
MARIE-THÉRÈSE WALTER
(1909-1977)
Ella era aún menor de edad cuando un maduro Picasso se enamoró de su belleza y candidez. La relación –que duró entre los años 1927 y 1936– fue totalmente secreta incluso para los amigos del artista, hasta que poco después de concebir una hija en común, Maya, se separaron. Cuatro años después de la muerte de Picasso, Marie-Thérèse muchos consideran el gran amor de su vida duró solo tres años, ya que la prematura muerte de Eva por un cáncer de garganta dejó a Picasso abatido.
El periodo Olga Khokhlova
Decidido a abandonar París durante unos meses para alejarse de los malos recuerdos y de la primera gran guerra que caía sobre París, Picasso viaja a Roma en 1917 para trabajar en el ballet Parade. Allí conoce a una de las bailarinas de la compañía, Olga, joven rusa de buena familia que reta con su virginidad –y su intención de mantenerla hasta pasar por el altar– las dotes seductoras de Picasso. A ojos de Picasso ella representaba la posibilidad de formar una familia. Sentar la cabeza e introducirse en la alta sociedad parisiense, abandonar la bohemia.
El neoclasicismo entra de lleno en la pintura del artista y los retratos que realiza de su amada son elegantes y comedidos. La antítesis de la radicalidad cubista. Pablo y Olga se casan por el rito ortodoxo el 12 de julio de 1918 y, tres años después, en 1921, la familia se completa con el nacimiento de un hijo varón, Paulo, el primero del pintor. La felicidad de la familia dura hasta el 8 de enero de 1927. Caminando sin rumbo por París, Picasso se encuentra con una bella adolescente de cabello rubio, ojos azules y curvas vertiginosas. Dando un giro total a su vida y a su trabajo.
El periodo Marie-Thérèse Walter
Su relación es eminentemente sexual. Y con ella nace el mito de Picasso como Minotauro. El erotismo ocupa todos los
A la izquierda, Picasso enseñando sus retratos de Dora Maar en su taller de Grands-Augustins, en París. Bajo estas líneas, un retrato de Dora Maar de 1946, realizado por Bidermanas Israel.
DORA MAAR (1907-1997)
Fotógrafa de origen yugoslavo –integrada en el movimiento surrealista–, se convirtió en la compañera vital, pero sobre todo intelectual, de Pablo Picasso entre los años 1936 y 1944. Compartía con éste intereses políticos y también su atracción por las enseñanzas del Marqués de Sade. De carácter radical e impredecible, el final de su relación con Picasso se produce cuando aparecen en ella ciertos problemas psiquiátricos.
cuadros que realiza, con esculturas de volúmenes erógenos y desinhibidos que retratan a una Marie-Thérèse a la que, sin embargo, debía mantener oculta, diosa de un paraíso privado, debido a la actitud de Olga, que se negaba a darle el divorcio y dejar de ser Madame Picasso. No fue hasta 1934 –cuando la amante del artista queda embarazada de Maya– que la relación ve la luz pública y los rasgos de Marie-Thérèse se hacen reconocibles en unos lienzos imponentes en su pasión. Al mismo tiempo, Picasso retrata a Olga de manera cruel y grotesca.
FRANÇOISE GILOT (1921)
Se la conoce como “la única mujer que abandonó a Picasso”. Lo hizo en 1953, tras diez años de relación, incapaz de soportar el carácter posesivo del autor, así como el peso de ser la mujer del genio –según explicó en el libro Vida con Picasso, publicado en 1963–. Cuando se conocieron, ella tenía 22 años y una personalidad inquieta que Picasso intentó limitar al papel de mujer florero. Juntos tuvieron dos hijos, Claude (1947) y Paloma (1949).
El periodo Dora
Maar
Agotado de aquella doble vida de extrema intensidad, Picasso se refugia en la pintura espoleado por el comienzo de la Guerra Civil española. El nacimiento del Guernica es documentado por una fotógrafa del ambiente surrealista, Dora Maar. Una intelectual de gran carácter, moderna e independiente. Picasso combina su relación con Marie-Thérèse y Dora, cuya sumisión carnal, por un lado, y rebeldía intelectual, por otro, se complementan en la vida del artista de forma perfecta. El statu quo se mantiene du- rante años. Picasso enlaza piezas tiernas de maternidad y retratos de Maya con obras furiosas y oscuras, asediado por el conflicto español primero y por la Segunda Guerra Mundial, después. E inspirado por Dora Maar, que en 1944 entra en una espiral depresiva, provocando el distanciamiento de Picasso mientras que el vínculo pasional con Marie-Thérèse se transforma en una cordial relación. Se abre así un resquicio en el corazón del maestro, que no tardaría en ser ocupado por una nueva mujer.
Portfolio
A la izquierda, el pintor junto a Jacqueline Roque (su esposa desde 1961) en 1957, en la finca La Californie, en Cannes.
JACQUELINE ROQUE (1926-1986)
Fue la segunda esposa legal de Picasso, con la que pudo casarse al haber muerto ya Olga Khokhlova. Y también su relación más duradera. Dura 20 años –entre 1953 y 1973–, y ninguna otra mujer ha ocupado tanto espacio en la obra pictórica de Picasso como ella. Se dice que fue la persona que le alejó del mundo. De hecho, impidió la presencia de Claude y Paloma en el funeral de su padre. Acabó con su vida de un disparo en la cabeza en 1986.
El periodo Françocise Gilot Françoise entra en escena en la primavera de 1943, pero su vida en común no se oficializa hasta dos años después, cuando el pintor la retrata como mujer flor. El final de la guerra coincide, pues, con la llegada de esta joven y entusiasta estudiante de arte, vital y llena de energía, muy atractiva e inteligente, que llena de color el trabajo de Picasso. La diferencia de edad de ambos permite que Françoise mantenga una cierta independencia, aunque Picasso intenta por todos los medios que ella sea del todo suya. Dos hijos, Claude y Paloma, dan fe de esta cruzada.
Tras 10 años de simbiótica unión, la convivencia se degrada en gran parte por lo posesivo que era Picasso, que asfixia el carácter independiente de Françoise. Y, por primera vez en la vida de Picasso, una mujer le abandona. El pintor, por su parte, repudiaría a esta mujer y a sus dos hijos en común tras la publicación en 1963 del libro de memorias que ella escribió con gran escándalo: Vida con Picasso.
Periodo Jacqueline Roque
Jacqueline tuvo bastante que ver en el hecho de que Picasso y Françoise rompieran. De hecho, a ella se la culpa de que el propio Picasso rompiera con el mundo los últimos 20 años de su vida. Enclaustrado, absorberá la belleza clásica de esta mujer, 45 años más joven que él, y al mismo tiempo se sumergirá en los clásicos de la pintura: Delacroix, Velázquez, Manet o David, en un diálogo constante con los maestros.
Con Jacqueline se casa en secreto en 1961. La forma en que Picasso la trata es absolutamente diferente a sus anteriores relaciones, expresando su cariño en público de manera afectuosa. Evidentemente, el octogenario artista ya no busca dar salida a su fogosidad sexual, así que toda su energía se vuelca en la pintura. Tras fallecer Picasso el 8 de abril de 1973, Jacqueline solo permitió a Paulo –único hijo reconocido legalmente– asistir al entierro del artista, labrándose una imagen terrible. Sobrevivió a su marido 13 años. Hasta que, alcoholizada y deprimida, se disparó un tiro en la sien, incapaz de sobrellevar el peso de un genio sobre sus hombros, incapaz de sobrevivir a Picasso.
PAULO (1921 - 1975)
Primogénito, hijo de Olga Khokhlova y por tanto único vástago legítimo de Picasso. Según la versión de Marina, su hija, este siempre humilló a Paulo, que ejerció de chófer ocasional del pintor. Murió alcoholizado.
MAYA (1935)
Hija de Marie-Thérèse Walter, lleva el nombre de la fallecida hermana de Picasso, María de la Concepción. Es la única que verdaderamente disfrutó de una infancia junto al artista y que tiene buenos recuerdos de él.
CLAUDE (1947)
Hermano de Paloma -y por tanto, hijo de Françoise- su parecido físico con el pintor es más que razonable. Su labor principal es la de defender el legado de los Picasso y luchar contra las falsificaciones.
PALOMA (1949)
Inspiradora de perfumes y maquillaje para L’Oreal, musa del creador Yves Saint Laurent, diseñadora de joyas para Tiffany&Co. –y sobre todo jet-setter–, es la hija de Picasso que más partido ha sacado a su apellido.