GEOSCIENCE RESEARCH INSTITUTE Marzo 2015
Número 87
Ciencia de los Orígenes Una Publicación del Geoscience Research Institute, Loma Linda, California
Contenido • Glaciaciones y el Registro Fósil.....................1 • Las Ratas Prefieren a las Mujeres Por el Olor..........2 • Las Algas Muestran que Darwin Estaba Equivocado .......................3 • Halos de Polonio en Granitos -- ¿Una Prueba de que la Tierra es Joven? .................................7 • ¿Ocurrió el Gran Diluvio de Génesis?........................9
Glaciaciones y el Registro Fósil POR RONNY NALIN
U GEOSCIENCE RESEARCH INSTITUTE 11060 Campus St. Loma Linda, CA 92350
na glaciación se define como un período de reducción de tempera‑ tura en el clima de la Tierra, que resulta en el establecimiento o expansión de mantos de hielos continentales y po‑ lares, y glaciares alpinos. ¿Presenta evidencias el registro geológi‑ co de que existieron antiguas edades o eras de hielo? ¿Qué tipo de información sugieren esas inferencias? La respuesta a estas preguntas puede influir en nues‑ tros modelos del clima de la Tierra a lo largo del tiempo, y con toda seguridad puede brindar una perspectiva en la for‑
mulación de interpretaciones creacio‑ nistas del registro geológico. La glaciación del Cenozoico La Tierra, tal como la vemos hoy, se ca‑ racteriza por la presencia de grandes ca‑ pas de hielo y extensos glaciares alpinos. Sin embargo, hay amplias evidencias de que el volumen de hielo ha disminuido considerablemente en el pasado relati‑ vamente reciente. (Continúa en página 3)
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Las Ratas Prefieren a las Mujeres - Por el Olor Hallan que el olor de los científicos que trabajan con ratas afecta el comportamiento de éstas, lo que cuestiona el valor de los resultados de los experimentos.
L GEOSCIENCE RESEARCH INSTITUTE NÚMERO 87
MARZO 2015
DIRECTOR: James Gibson JEFE DE REDACCIÓN: Raúl Esperante DISEÑO GRÁFICO: Dany Schimpf CONSEJO EDITORIAL: Benjamin Clausen, Ronny Nalin, Timothy Standish CIRCULACIÓN: Carol Olmo
MISIÓN El Geoscience Research Institute es una institución de la Iglesia Adventista del Séptimo Día con la misión de estudiar y compartir el conocimiento sobre la naturaleza y su relación con la revelación Biblica de Dios el Creador. El Instituto se compromete a servir a la Iglesia Adventista del Séptimo Día en su misión de predicar el evangelio y llevar la verdad de salvación en Jesucristo a todo el mundo.
Si usted habla Inglés le invitamos a seguirnos en Facebook: facebook.com/ geoscienceresearchinstitute También tenemos un blog en inglés: http://grisda.wordpress.com/
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os laboratorios de ciencias biológicas, médicas y conductuales han usado ratas y ratones durante más de un siglo en numerosos experimentos. Estos ex‑ perimentos permiten probar medicinas, estudiar el comportamiento ante ciertos estímulos y diseñar tratamientos para enfermedades. Ahora un equipo inter‑ nacional de investigadores liderados por científicos de la Universidad McGill en Montreal, Canadá, ha descubierto que hay un factor muy importante que afecta al comportamiento de las ratas durante los experimentos: el género de los traba‑ jadores del laboratorio tiene un gran im‑ pacto en el nivel de estrés de los roedores en estudio, y por tanto puede afectar a los resultados de éstos El estudio, publicado en la revista Nature Methods del 28 de abril 2014, encontró que “la exposición de ratones y ratas a los científicos varones pero no mujeres produce inhibición del dolor. Los estímulos relacionados con la pre‑ sencia de un macho inducen una intensa respuesta de estrés fisiológico que resul‑ ta en analgesia inducida por el estrés.”1 La presencia de experimentadores de género masculino producía la elevación del nivel de estrés en las ratas y ratones de laboratorio, y como consecuencia su respuesta a los experimentos quedaba alterada. “El género de los trabajadores del laboratorio tiene un gran impacto en el nivel de estrés de los roedores en estudio”
Parece ser que los efectos sobre el comportamiento de los roedores eran debidos al olor, lo cual quedó demostra‑ do cuando hallaron que el resultado podía ser replicado utilizando las camise‑ tas usadas por los hombres, el material de la cama o por medio de la presenta‑ ción de los compuestos secretados por la axila humana. La conclusión es que el sexo del experimentador puede afectar a las respuestas iniciales en las pruebas de comportamiento. Experimentos adicionales mostraron que los efectos eran causados por seña les químicas o feromonas, las cuales abundan en las axilas de los hombres en comparación con las de las mujeres. Los roedores son capaces de detectar estas feromonas y desencadenar así una varia ción en su comportamiento. El efecto de la presencia de los varones humanos disminuía con el tiempo, por lo que los autores sugieren que los experimentado‑ res deben permanecer en el laboratorio durante un tiempo antes de iniciar los ex‑ perimentos. 1 Sorge, R. E., Martin, L. J., Isbester, K. A., Sotocinal, S. G., Rosen, S., Tuttle, A. H., Wieskopf, J. S., Acland, E. L., Dokova, A. & Kadoura, B. 2014 Olfactory exposure to males, including men, causes stress and related analgesia in rodents. Nature Methods, doi:10.1038/nmeth.2935.
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Evidencias de actividad glacial El LGM produjo las huellas más ac‑ cesibles y mejor conservadas de actividad glacial, ofreciendo ejemplos recientes de las características geológicas indicati‑ vas de un medio ambiente glacial. Éstos incluyen depósitos de origen glacial, paisajes de origen glacial, estructuras de abrasión y otras evidencias indirectas. a) Depósitos de origen glacial Durante el avance glacial, el sedimento se acumula en los bordes de los glaciares o se deposita en la base de la masa de hielo en circulación. También se depositan sedimentos durante la retirada glacial, cuando el hielo en fusión deja caer su carga sedimentaria, que posteriormente puede ser modificada por la descarga del agua derretida. En general, los depósitos de origen glacial se caracterizan por una mezcla caótica de sedimentos finos y ásperos, que se llama till o, cuando petrifican, tilitas. Otro tipo de depósitos glaciares son los bloques erráticos. Éstos son grandes fragmentos de rocas (de hasta varios metros de diámetro) transportados por glaciares a través de
b) Paisajes de origen glacial Los procesos erosivos y de deposición relacionados con la actividad glacial pueden crear paisajes muy distintivos. En áreas montañosas, por ejemplo, los efectos de la erosión relacionados con los múltiples avances y retiradas de los glaciares alpinos pueden crear valles con un característico perfil en U. Hay otros paisajes típicos de origen glacial menos familiares para el público general pero conocidos por sus nombres propios espe‑ cíficos, tales como drumlins, eskeres, valles en túnel, agujeros de tetera, y kames. c) Estructuras de abrasión de origen glacial Los fragmentos de roca atrapados en la base de un glaciar que fluye pueden generar ranuras lineales, a menudo para‑ lelas, en el lecho rocoso, que pueden, uti‑ lizarse para reconstruir la dirección de cir‑ culación de un glaciar. El lecho rocoso no es el único que puede presentar marcas de abrasión, los mismos fragmentos de roca que se deslizan sobre él presentarán también estas ranuras. El hielo que fluye sobre un substrato duro irregular general‑ mente redondea las irregularidades for‑ mando ondulaciones asimétricas llama‑ das rocas aborregadas, (del francés roches moutonnées). Con el tiempo la intensiva abrasión nivelará aún más las irregulari‑
Pleistoceno Plioceno CENOZOICO
distancias extraordinarias (hasta varios cientos de kilómetros) y abandonados posteriormente después de la fusión del hielo que los transportaba. Cuando un manto de hielo se extiende más allá del límite de la tierra continental, forma un estante de hielo flotando en la superficie del agua. El derretimiento del estante de hielo provoca su división en numerosos icebergs individuales que pueden recorrer luego cientos de kilómetros antes de derretirse. Estos ice‑ bergs podrían contener rocas de gran tamaño que caen en el fondo del mar a medida que el hielo se funde, y de ahí su nombre: bloques erráticos caídos.
Mioceno 20
Glaciación Cenozoica
Oligocen Eoceno Paleoceno
40
60
80 MESOZOICO
Las reconstrucciones convencionales del clima sugieren que el intervalo del Cenozoico, desde el Oligoceno en adelan‑ te, fue interrumpido por fluctuaciones periódicas de etapas glaciales e intergla‑ ciales que se alternaban1 (Zachos et al., 2001). Muchos (en geología convencional estándar) creen que la extensión máxima de estas glaciaciones (llamada Último Máximo Glacial, LGM en sus siglas en in‑ glés) ocurrió hace unos 19 ka2 (Yokoyama et al., 2000). Durante el LGM, grandes llanuras de hielo cubrieron el Norte de Europa, Canadá, y la parte septentrional de los Estados Unidos y Rusia (CLIPMAP, 1981; Peltier, 1994), y este aumento en el volumen de hielo resultó en el descen‑ so del nivel del mar a aproximadamente 130 metros por debajo del nivel actual (Lambeck et al., 2002).
Cambio en la escala de tiempo 100
200 Pérmico PALEOZOICO
(Continuación de la página 1)
Figura 1 COLUMNA ESTRATIFICA: La Tierra experimentó al menos cuatro períodos importantes de glaciación.
Carbonífero Devónico Silúrico
300
Glaciación Carbonífero-Pérmica
400 Glaciación Ordovicia Tardía
Ordovícico Cámbrico
500
600
700
Glaciación Neoproterozoica
800 PRECAMBRICO
Glaciaciones y el Registro Fósil
900
Cambio en la escala de tiempo 1000
2000
Glaciación Paleoproterozoica
dades y creará un pavimento estriado re‑ lativamente plano. d) Evidencias indirectas de glaciación Las glaciaciones determinan cambios en los sistemas de la Tierra (tal como el descenso del nivel del mar por el almace‑ namiento del agua en las capas de hielo) que probablemente dejen un rastro en el registro geológico. Por lo tanto, podemos www.grisda.org/espanol/
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Ciencia de los Orígenes 87 basar las reconstrucciones de las edades de hielo anteriores en las evidencias indi‑ rectas de cambio climático (Stokstad, 2001). Estas evidencias inclu yen dife‑ rencias en la abundancia de elementos químicos en los núcleos de hielo, y en sedimentos lacustres y marinos, los mar‑ cadores del descenso y aumento en el nivel del mar, y los cambios en el conteni‑ do de fósiles. Glaciaciones antiguas y el registro geológico La mayoría de las características arri‑ ba descritas relacionadas con la actividad glacial han sido identificadas en los cinco continentes, en diferentes posiciones de la columna estratigráfica, y en sucesiones de capas sedimentarias. Aunque no siem‑ pre es fácil datar estas sucesiones, las características similares a las de origen glacial parecen agruparse en cuatro inter‑ valos (además del Cenozoico). Por eso, generalmente se concluye que la Tierra experimentó al menos cuatro períodos importantes de glaciación en el pasado, además de la del Cenozoico (Fig. 1). Sin embargo, debemos señalar que a diferencia del registro de la glaciación del Cenozoico, las evidencias de edades del hielo más antiguas son menos conclu‑ yentes y dependen de un mayor número de suposiciones. Esto se debe en parte al hecho que los procesos geológicos (como la tectónica de placas) han afec‑
La actividad glacial puede crear paisajes my distintivos como el Valle de Yosemite, en California, USA
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tado y modificado el registro de los even‑ tos anteriores, y en parte a la existencia de mecanismos alternativos que pueden producir características análogas a las descritas para un medio ambiente glacial. Con sucesiones más antiguas, donde los datos son más limitados y fragmentarios, puede ser problemático descartar el papel de estos mecanismos alternativos a favor de un escenario de origen glacial. Por ejemplo, se sabe que la sedimentación de los flujos de masa submarinos también produce depósitos parecidos a tilles gla‑ ciares (Oard, 1997) y efectivamente se ha propuesto este mecanismo para reexa‑ minar el origen de depósitos anterior‑ mente interpretados como de origen glacial (Arnaud & Eyles, 2002; Rice, 2004; Eyles & Januszczak, 2007). Incluso los blo‑ ques caídos, que a menudo son conside‑ rados uno de los indicadores más fiables de procesos glaciales, pueden ser empla‑ zados por mecanismos diferentes al arras‑ tre glaciar, tal como el arrastre vegetativo y los flujos de masa submarinos (Bennet et al., 1996; Donovan & Pickerill, 1997). Los depósitos de las dos glaciaciones más antiguas, especialmente de la glacia‑ ción Neoproterozoica (Fig. 1), plantean un problema adicional en su interpretación climática. Las reconstrucciones paleo‑ geográficas basadas en datos paleo‑ magnéticos (por ej. Kilner et al., 2005) sugieren que parte de estos depósitos estaban ubicados en latitudes tropicales
en el momento de su formación. Esto ha llevado a algunos investigadores a for‑ mular la hipótesis de una “Tierra Bola de Nieve” Neoproterozoica completamente cubierta de hielo (Hoffman et al., 1998; Bodiselitsch et al., 2005), un escenario que no es aceptado por otros investigadores (McCall, 2006; Allen & Etienne, 2008). Implicaciones para los modelos creacionistas Aunque podemos explicar al menos algunas de las evidencias a favor de glaciaciones anteriores invocando pro‑ cesos alternativos, las edades de hie‑ lo Precámbricas (por ejemplo, las edades de hielo Paleoproterozoicas y Neoproterozoicas, Fig. 1) no están poten‑ cialmente en conflicto con los puntos de vista creacionistas de la historia de la Tierra. Es posible que, antes de la creación de la vida, el planeta estuviera al menos parcialmente cubierto por hielo. Se observan condiciones similares en Marte, un planeta del Sistema Solar con capas polares de hielo (Picardi et al., 2005). Por otro lado, ciertos depósitos atribuidos a las glaciaciones Ordovícica y PermoCarbonífera (Fig. 1) están enmarcados dentro del registro del Paleozoico, donde los sedimentos fosilíferos documentan la existencia de muchas formas de vida en la Tierra durante el mismo plazo de tiempo.
Ciencia de los Orígenes 87 Por lo tanto, estas dos edades de hielo son más difíciles de aceptar en los mode‑ los creacionistas de breve cronología, especialmente si se considera que el re‑ gistro de rocas del Paleozoico se depositó durante el diluvio del Génesis. La cronología de las edades de hielo anteriores es también un aspecto donde los creacionistas difieren de los mode‑ los geológicos basados en edades ra‑ diométricas de millones o cientos de miles de años. Se han hecho algunos intentos por enmarcar al menos a la glaciación Cenozoica en un modelo de cronología breve (Oard, 1990). Independientemente de la datación y la interpretación preferida para los de‑ pósitos Paleozoicos similares a los de origen glacial, tanto los geólogos creacio‑ nistas como los no creacionistas están de acuerdo en que el Mesozoico es una par‑ te de la columna estratigráfica sin indica‑ ciones de características de origen glacial (Fig. 1) mientras que el Cenozoico preser‑ va evidencias convincentes de actividad glacial. Esta distribución estratigráfica de depósitos glaciales es compatible con los modelos creacionistas que relacionan los depósitos Mesozoicos con el máximo apogeo del diluvio, y que consideran a los depósitos Cenozoicos como mayormente posteriores al diluvio. No esperaríamos actividad glacial en una etapa avanzada del diluvio, mientras que se puede dar un deterioro climático que condujera a una glaciación en la fase de recuperación posterior al diluvio y extenderse hasta el presente. Se cree que la glaciación cenozoica se caracterizó por fluctuaciones cíclicas que pueden ser correlacionadas mun‑ dialmente (por ej., Zachos et al., 2001). Los geólogos han explicado estas fluc‑ tuaciones entre las condiciones glacia‑ les e interglaciales como resultantes de variaciones en los parámetros orbitales de la Tierra (por ej. Maslin et al., 1998; Huybers & Wunsch, 2005; Roe, 2006), que ocurren a escalas de tiempo de 100 ka (excentricidad), 40 ka (oblicuidad) y 20 ka (precesión). Estos rangos de tiempo son problemáticos desde la perspectiva de una cronología breve, y los creacionistas
tienen una motivación para buscar pro‑ cesos alternativos que puedan explicar esta señalización cíclica global dentro de una escala de tiempo mucho más breve. En conclusión, el estudio cuidadoso de estructuras y depósitos modernos de origen glacial es importante para la interpretación de depósitos anteriores semejantes a los de origen glacial. Al mis‑ mo tiempo, los creacionistas abordan las evidencias de glaciación en el registro geológico con atención para explorar hipótesis alternativas compatibles con los modelos de cronología breve de la histo‑ ria de la Tierra. Estrías glaciales en Helsinki, Finlandia. Estas estrías se for‑ man por el roce del hielo que transporta otras rocas más pequeñas.
Usamos el término “interglacial” para señalar un período cálido con capas de hielo reducidas entre dos períodos fríos con capas de hielo extensas. 2 ka=mil años 1
Referencias Allen, P.A., Etienne, J.L., 2008. Sedimentary challenge to Snowball Earth. Nature Geoscience 1(12):817-825. Arnaud, E., Eyles, C.H., 2002. Glacial influ‑ ence on Neoproterozoic sedimentation: the Smalfjord Formation, northern Norway. Sedimentology 49:765-788.
Bennett, M.R., Doyle, P., Mather, A.E., 1996. Dropstones: their origin and significance. Palaeogeography. Palaeoclimatology. Palaeoecology 121:331-339. Bodiselitsch, B., Koeberl, C., Master, S., Reimold, W.U., 2005. Estimating duration and intensity of Neoproterozoic snowball glaciations from Ir anomalies. Science 308:239-242. CLIPMAP Project Members, 1981. Geological Society of America Map Series MC-36. Donovan, S.K., Pickerill, R.K., 1997. Dropstones: their origin and significance: a comment. Palaeogeography. Palaeoclimatology. Palaeoecology 131:175-178. Eyles, N., Januszczak, N., 2007. Syntectonic sub‑ acqueous mass flows of the Neoproterozoic Otavi Group, Namibia: where is the evidence of global glaciation? Basin Research 19:179198. Hoffman, P.F., Kaufman, A.J., Halverson, G.P., Schrag, D.P., 1998. A Neoproterozoic snowball Earth. Science 281:1342-1346. Huybers, P., Wunsch, C., 2005. Obliquity pacing of the late Pleistocene glacial terminations. Nature 434:491-494. Kilner, B., Mac Niocaill, C., Brasier, M., 2005. Low-latitude glaciation in the Neoproterozoic of Oman. Geology 33(5):413-416. Lambeck, K., Esat, T.M., Potter, E.-K., 2002. Links between climate and sea levels for the past three million years. Nature 419:199-206. Maslin, M.A., Li, X.S., Loutre, M.F., Berger, A., 1998. The contribution of orbital forcing to the progressive intensification of northern hemi‑ sphere glaciation. Quaternary Science Review 17:411-426. McCall, G.J.H., 2006. The Vendian (Ediacaran) in the geological record: Enigmas in geology’s prelude to the Cambrian explosion. EarthScience Review 77:1-229. Oard, M.J., 1990. An Ice Age Caused by The Genesis Flood. Institute for Creation Research, San Diego. 244 pp. Oard, M.J., 1997. Ancient Ice Ages or Gigantic Submarine Landslides? Creation Research Society, Chino Valley, Arizona. 130 pp. Peltier, W.R., 1994. Ice age paleotopography. Science 265:195-201. Picardi G., Plaut, J.J., Biccari, D., Bombaci, O., Calabrese, D., Cartacci, M., Cicchetti, A., Clifford, S.M., Edenhofer, P., Farrell, W.M., Federico, C., Frigeri, A., Gurnett, D.A., Hagfors, T., Heggy, E., Herique, A.
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Halos de Polonio Lecciones para la investigación de los Orígenes POR BENJAMIN CLAUSEN
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omo creyente en la creación, ¿no sería estupendo tener pruebas irrefutables para probar que los creacionistas tienen la razón y que los evolucionistas están equivocados? El físico Robert Gentry cree que los halos de polonio, presentes en algunas rocas graníticas, proveen tales pruebas.1 Estos halos son decolora‑ ciones circulares (Fig. 1) cuyo tamaño en algunos casos indica que se formaron por la desintegración del elemento radioac‑ tivo polonio, particularmente su isóto‑ po Polonio-218 (218Po). La mitad de los átomos de 218Po se descompone en tres minutos, así que esencialmente el total de los átomos desaparecerían en muy poco tiempo. Los halos solamente pueden
formarse en cristales sólidos, de modo que los cristales que contengan 218Po sin descomponer deben haberse solidifica‑ do muy rápidamente. La conclusión de Gentry es que los granitos que contienen estos halos deben haberse formado en menos de una hora, lo que solamente podría explicarse por la acción de Dios generándolos rápidamente durante la semana de la creación. Robert V. Gentry (nacido en 1933) tiene un máster en física de la Universidad de Florida, obtuvo su doctorado en el Georgia Institute of Technology, y traba‑ jó en la industria de la defensa. Debido a su investigación sobre los halos, en 1969 el Oak Ridge National Laboratory
Figura 1 Halos en biotitas La decoloración con forma de pera en la parte izquierda superior de la imagen es un ejemplo de un halo en biotita de rocas graníticas en el sur de California. Nótese que el halo está situado sobre un conducto en el mineral.
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le ofreció trabajar en una búsqueda de elementos súper pesados, y trabajó allí hasta comienzos de la década de 1980. Gentry se unió a la Iglesia Adventista del Séptimo Día en 1959 y es un creacionista que cree en un universo joven, es decir, creado hace unos pocos miles de años. Ha estudiado los halos radioactivos durante gran parte de su vida y cree que los halos de polonio son “la huella digital de Dios” de la creación. 2 Desde su publicación hace cincuenta años, el argumento de los halos pleocroi‑ cos de polonio ha sido promocionado exhaustivamente por Gentry, criticado por científicos, y actualizado por algunos creacionistas. Aquí se resumirán detalles y críticas, para luego extraer algunas lecciones interesantes acerca de cómo funciona la ciencia y cómo se manejan los argumentos relacionados con los orí‑ genes. El Argumento de los Radiohalos Cuando un átomo de uranio-238 (238U) se descompone, su núcleo emite una partícula alfa formada por dos pro‑ tones y dos neutrones. Si los átomos de uranio están concentrados en un punto en un mineral como una mica biotita en una roca granítica, las partículas alfa irra‑ diarán desde ese punto como si fueran fuegos artificiales (Fig. 2). A medida que los millones de partículas alfa irradian en tres dimensiones dañan la estructura cris‑ talina del mineral, especialmente al final de su recorrido, formando un patrón de decoloración esférica observable como un círculo si la esfera es cortada por la mi‑ tad, como si se cortara una naranja.3 La descomposición del 238U ocurre en una serie de pasos, emitiendo ocho partículas alfa y seis partículas beta (elec‑ trones con insuficiente energía para hacer daño) hasta convertirse finalmente en el isótopo estable plomo-206 (206Pb).
Ciencia de los Orígenes 87 Por consiguiente, se formarán ocho esferas concéntricas de daños por ra‑ diación, cada una de ellas con un radio diferente propio de la energía de la partícula alfa emitida por el isótopo en desintegración en cada uno de esos pasos, y que está directamente relaciona‑ da con el tiempo que le toma a ese átomo en particular desintegrarse (Ref. 1, p. 21) (Fig. 3). La desintegración radiactiva es expo‑ nencial, así que su velocidad de desin‑ tegración (descomposición) se expresa en términos de vida media (período de semidesintegración). Por ejemplo, si 32 átomos tienen una vida media de un minuto, después de un minuto como promedio exis‑ tirán 16 átomos, 8 después de dos minutos, 4 después de tres minu‑ tos, 2 después de 4 minutos, y 1 después de 5 minutos. El argumento de Gentry es que en algunos casos en la biotita sólo se encuentran las tres últimas de las esferas formadas por la desintegración de los núcleos intermedios de polonio (con 84 protones). Existen tres isótopos de polo‑ nio, que son el 218Po, con 134 neutrones y un período de semidesintegración de 3 minutos, el 214Po, con 130 neutrones y un período de semidesintegración de 164 microsegundos, y el 210Po 126 neutrones y un período de semidesintegración de 138 días. Las tres enigmáticas esferas concétricas que aparecen en el mineral biotita fueron publicadas por primera vez en 1917 y estudiadas en detalle en 1939.5 Los halos de polonio estudiados por Gentry aparecen especialmente en cris‑ tales de biotita de rocas graníticas cana‑ dienses clasificadas como precámbricas (Ref. 1, p.23, 35), que se interpretan como algunas de las rocas más antiguas en la Tierra. Gentry considera que los átomos de polonio que produjeron estos halos eran primordiales o primigenios (Ref. 1, p. 41) y no productos descendientes de la desintegración del uranio, porque hay muy pocas evidencias de daño radiactivo inducido por desintegración de uranio en asociación con estos halos de polonio (Ref. 1, p. 44). Para Gentry, el magma líquido (Ref.
Figura 2. Daño esférico por radiación de desintegración alfa Cuando los átomos radioactivos se desintegran en algún lugar en un mineral, emiten partículas alfa en tres dimensiones. Las partículas dañan el enrejado cristalino del mineral, y lo hacen par‑ ticularmente al final de su trayectoria. El daño provoca la decoloración del mineral en un patrón similar a una concha esférica alrededor del centro del halo, después de decenas de millones de desintegraciones alfa.
1, p. 36) no debió enfriarse lentamente, demorando muchos años, y cristalizarse como las rocas graníticas que contienen esos halos (Ref. 1, p. 45, 61). El granito habría tenido que formarse en menos de una hora, debido a lo breve del período de semidesintegración del 218Po; por esto Gentry concluye que estos halos son evidencias de la creación divina inme‑ diata de las rocas graníticas como regis‑ tra el relato en Génesis 1. Esto se corre‑ sponde con la creación aparentemente instantánea que se relata en Salmos 33: 6-9 (Ref. 1, p. 32). Si estas rocas graníticas se forma‑ ron rápidamente en el pasado reciente, entonces las largas edades radiométricas deben ser incorrectas y las tasas de desin‑ tegración de los átomos radioactivos deben haber sido mucho más rápidas en el pasado, como por ejemplo, durante la creación y durante el diluvio de Noé (Ref. 1, p. 33, 134). En general, Gentry cree que sus resultados “desafían todos los aspec‑ tos de la geología evolutiva” (Ref. 1, p. 59) y la teoría de síntesis nuclear estelar para el origen de los elementos (Ref. 1, p. 29). Gentry menciona que no todos los halos de polonio son primordiales (Ref.
1, p. 51), o lo que es lo mismo, indicativos de las rocas primigenias de la Tierra. Los halos secundarios son diferentes (Ref. 1, p. 50) al estar formados solamente por 210 Po (con un período de semidesinte‑ gración de 138 días), que tiene como precursor 210Pb (Plomo-210, con un perío‑ do de semidesintegración de 22 años). Estos períodos de semidesintegración más largos indican que hay tiempo sufi‑ ciente disponible para que estos produc‑ tos intermedios de la desintegración del uranio sean transportados y precipitados de una disolución acuosa. Estos halos aparecen en la madera que sufrió el proceso de transformación en hulla6 (Ref. 1, p. 51-55) y exhiben halos tanto elípticos como dobles (Ref. 1, p. 57). Los halos elíp‑ ticos indican que los halos circulares han sido comprimidos. Los halos dobles son en parte circu‑ lares y en parte elípticos, sugiriendo que el 210Pb precursor se descompuso a 210Po, el cual formó halos circulares que fueron (rápidamente) comprimidos; y luego después de la compresión el 210Pb restan‑ te continuó descomponiéndose a 210Po, el cual formó nuevos halos circulares, esta vez sin compresión. www.grisda.org/espanol/
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Ciencia de los Orígenes 87 Los halos con forma de lenteja tam‑ bién parecen ser halos secundarios que muestran evidencias de transporte en algunas situaciones (Ref. 1, p. 49). Un Pequeño Gran Misterio Las investigaciones de Gentry han resultado en numerosas publicaciones en revistas científicas prominentes,8 ex‑ tendiendo sus investigaciones a halos enanos y gigantes que algunos piensan pueden ser resultado de la desintegración de elementos súper pesados (Ref. 1, p. 43). Gentry ha presentado sus investigaciones en congresos sobre creacionismo y ha publicado un libro sobre su investigación y los desafíos que resultan de su promo‑ ción (ver Ref. 1). Incluso aquellos que no están de acuerdo con las conclusiones de Gentry reconocen que no pueden expli‑ car fácilmente cómo se formaron los ha‑ los en los granitos en la manera en que lo hacen (Ref. 20, p. 35). En un intercambio de opiniones en la literatura científica, un ilustre científico que está en desacuerdo con Gentry reconoció que estos halos son como “un pequeño misterio” (Ref. 1, p. 4), frase de la que Gentry tomó el nombre para su libro. Con el tiempo Gentry ha extendido sus investigaciones más allá de los halos de polonio. Él invoca eventos singulares en la creación, la caída (en pecado), y el diluvio, donde define “singularidad” como “un conjunto de eventos que requieren más que las leyes físicas conocidas para ser explicados” (Ref. 1, pp. 152, 199). Como él cree que las rocas graníticas son rocas primigenias que solamente pudieron ser creadas por Dios, ha lanzado el reto para que alguien refute su teoría sintetizando en el laboratorio una pieza de granito del tamaño de un puño.12 Ha producido vide‑ os que suministran evidencias adicionales a favor de una Tierra joven (The Young Age of the Earth, y Fingerprints of Creation, en español “La Edad Joven de la Tierra”, y “Huellas Digitales de la Creación”) que fueron brevemente promocionados por la Adventist Review.13 Ocasionalmente, ha sido invitado a compartir sus ideas en eventos de la Iglesia Adventista del Séptimo Día sobre ciencia y religión,
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como por ejemplo en Nueva Escocia en 1979 y en Colorado en 2003. También ha sugerido la idea de un universo joven y de la constelación Orión como la ubicación del trono de Dios en el centro cósmico del universo.14 Más recientemente otros creacionistas han desarrollado modelos alternativos del argumento de los halos. En tanto que rechazan los halos de polonio como de‑ mostrativos de una creación primigenia del granito,15 aceptan que los halos de polonio demuestran la formación rápida del granito.16 Se han usado estos halos como evi‑ dencia del enfriamiento rápido del mag‑ ma, del transporte hidrotermal rápido, de la formación rápida de los diamantes,17 y de velocidades de desintegración aceleradas.18 Algunos investigadores no creacionistas también han aportado ideas para la interpretación de los halos de polonio. 19 Críticas Se han presentado varias críticas al argumento de los halos de polonio.20 El 1 y 2 de agosto del año 1988 se llevó a cabo una serie de presentaciones sobre el tema en un evento en la Universidad de Loma Linda.21 Las críticas que se presentaron se resumen aquí en tres encabezamientos: (1) El polonio parece haberse derivado de la serie de desintegración del uranio en vez de ser primordial, pues el 218Po, el 214 Po, y el 210Po son etapas de la serie de desintegración del uranio (Ref. 20, p. 36 y 21); no se encuentran halos de polonio producidos por emisores alfa que no sean parte de esta serie. Los halos de polonio generalmente se encuentran en mine‑ rales de rocas con alta concentración de uranio. Existen algunas evidencias para el transporte acuoso del polonio, ya que los halos ocurren en fracturas y fisuras en biotita y fluorita (Ref. 20, p. 35). (2) Aunque Gentry afirma que los halos de 218Po aparecen solamente en granitos precámbricos primigenios, otros argumentan que estos halos también aparecen en rocas secundarias (Ref. 20, p. 35-36), como los diques de pegmatitas en rocas precámbricas y granitos más jóvenes
post-precámbricas. Si esto es cierto, estas apariciones secundarias parecerían negar la afirmación de que los halos de polonio demuestran una creación primigenia. (3) Gentry parece invocar un gran cambio en el período de semidesinte‑ gración de cuatro mil millones de años del uranio, pero acepta un período de semidesintegración constante de 3 minutos para el 218Po (Ref. 1, p. 32-33). Esto parece ser un rechazo inconsistente del uniformismo (Ref. 20, p. 36). Aún más importante es la idea de un cambio en las velocidades de desintegración y períodos de semidesintegración, el cual resultaría en partículas alfa emitidas con energías diferentes, lo que podría producir difer‑ entes radios de halo. Pero los halos para los isótopos en la serie de desintegración del uranio/torio parecen tener un radio constante en todas las rocas observadas (Ref. 1, p. 15). Además, la aceleración de las velocidades de desintegración por un factor de mil millones tiene su propio conjunto de problemas: radiación letal, dispersión masiva de calor, pérdida de la fina sintonización de las fuerzas funda‑ mentales que gobiernan la química y la desintegración radiactiva, y una negación de otros argumentos creacionistas tales como la aparición de carbono-14 en la hulla. (4) El desafío sin respuesta que pre‑ sentó Gentry de crear granito en el labo‑ ratorio (Ref. 20, p.36) puede ser resultado de una tecnología que no ha avanzado lo suficientemente, porque ya hay evi‑ dencias de que “el granito se ha formado como resultado de procesos naturales” (Ref. 20, p. 37); (5) El argumento de los halos de polo‑ nio en madera que ha sufrido el proceso de formación de hulla es dudoso en cuan‑ to afirma que un sólo conjunto de resulta‑ dos puede “desafiar todos los aspectos de la geología evolutiva” (Ref. 1, p. 59). (6) Los científicos pueden rechazar el uniformismo de condiciones y tasas de desintegración sin necesariamente recha‑ zar el uniformismo de leyes y procesos.22
Ciencia de los Orígenes 87 238
Figura 3: Halos de desintegración que se forman a partir del uranio-238 Un diagrama idealizado de los ocho halos concéntricos que se forman por daño a un mineral durante la desin‑ tegración alfa del uranio-238 y sus productos descen‑ dientes. No se incluye la desintegración beta porque no forma halos. Cada halo esférico está etiquetado con el isótopo radioactivo que lo origina, su período de semidesintegración, y la energía de la partícula alfa en MeV (millón de electronvoltios). El tamaño de un halo es del orden de 30 micras.
U
4,197 MeV
234
U
230
4.470.000.000 años
4,776 MeV Th 226
246.000 años
4,688 MeV
Rn
75.400 años
4,784 MeV
Rn
1.600 años
5,489 MeV
222
Po
6,002 MeV
218
214
Po
210
3,8 días
7,687 MeV
Po 206
5,304 MeV
3,1 min 164 microseg 138 días
Pb
Fuente Radiactiva
Lecciones La investigación de Gentry parece contradecir las edades geológicas largas y demostrar una edad corta para la Tierra y el universo. Incluso aquellos que critican su argumento no tienen una explicación naturalista totalmente satisfactoria para los halos de polonio23 (también Ref. 11, p. 73, Ref. 20, p. 35, y Ref. 23). Sin em‑ bargo, los halos de polonio no proveen un argumento definitivo y son, como muchos otros, argumentos equívocos de la creación y la evolución. Estos argumen‑ tos sugieren algunas lecciones relevantes a las investigaciones sobre los orígenes y sobre el proceso de obtención de con‑ clusiones, como se presenta en el cuadro acompañante y se desarrollan más abajo. Las sugerencias son paralelas a las pre‑ sentadas por la Universidad Andrews para desarrollar investigación en arqueología, otra ciencia histórica. La utilización de es‑
tas instrucciones al rea‑ lizar investigaciones sobre los orígenes puede promocionar el ob‑ jetivo de las escuelas adventistas de con‑ vertirse en “líderes científicos globales”.25 Malos argumentos – El Geoscience Research Institute (Instituto de Investigaciones en Geociencias) y la Universidad de Loma Linda no desean usar evidencias y argumentos inade‑ cuados para una creación reciente. Por ejemplo, las investigaciones de estas instituciones han mostrado la falta de evidencias a favor de las huellas de pisa‑ das de humanos y de dinosaurios juntas en Paluxy, Texas, y de polen en capas de rocas precámbricas del Gran Cañón.26 También son reticentes en el uso de las evidencias a favor de esqueletos hu‑ manos gigantes, del hallazgo del arca de Noé, de fósiles en el orden incorrecto en la columna geológica, y de la teoría de las
hidroplacas. Es importante observar que el rechazo de un argumento en particu‑ lar sobre una edad joven no implica el re‑ chazo de un modelo basado en la Biblia (Ref. 20, p. 33). Personalidades - Es necesario ejercer precaución al usar argumentos o mo‑ delos motivados por la personalidad: (1) aunque a veces los creacionistas pueden ser discriminados en sus investigaciones o conclusiones, eso no debe validar el uso de argumentos inadecuados o la mane‑ ra de promoverlos (Ref. 20, p. 33); (2) El rechazo del modelo de creación de una persona en particular no necesariamente equivale al rechazo de un modelo basado en la Biblia. En ese sentido existen varias interpretaciones entre los creacionistas para la edad del universo, del sistema so‑ lar, y de la Tierra. Expectativas – Los creacionistas que defienden una edad joven para la Tierra y el universo no tienen un modelo alternati‑ vo naturalista para los depósitos horizon‑ tales de rocas, las ubicaciones verticales de los fósiles, o cuándo se formaron éstos, en contraste con el modelo estándar que usa la tectónica de placas, la columna geológica, y las dataciones radiométricas. Los creacionistas han presentado muchas sugerencias de edades cortas, pero de‑ masiado a menudo han llevado a cabo www.grisda.org/espanol/
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Ciencia de los Orígenes 87 muy poca investigación para verificar si son válidas. Cuando los creacionistas in‑ vestigan buscando acciones catastróficas en el registro geológico se dan cuenta de que sus hallazgos sólo en parte ayudan a reinterpretar los datos en el marco de un tiempo corto. Esto, sin lugar a dudas, ocurre porque es mucho más fácil la in‑ vestigación científica de procesos en cur‑ so que de los eventos únicos y puntuales, que no son reproducibles. Estas dificulta‑ des no deberían desanimar a los científi‑ cos cristianos en la búsqueda de respues‑ tas para los difíciles temas relacionados con el origen de la tierra y las rocas. Debido a que las enseñanzas de la Iglesia Adventista del Séptimo Día sobre salud han sido confirmadas positivamente por la ciencia, se espera que el conocimiento sobre los orígenes también se confirme por la ciencia. Sin embargo, al igual que los judíos en días de Cristo tenían expectativas equivocadas acerca del Mesías (Mt. 11: 1-2; 12: 3839), los cristianos hoy pueden tener expectativas equivocadas acerca de lo que la ciencia puede hacer. Por tanto, no hemos de esperar que las evidencias y el razonamiento científico necesariamente demuestren la Biblia, pues las evidencias que aportaban señales y maravillas no fueron el enfoque principal utilizado por Jesús o por Pablo (Mt. 16: 4; Jn 4: 48; 1Cor. 1: 18-2: 5). Algo más – Las evidencias y la lógica científica son importantes para compren‑ der nuestro universo, pero se necesi‑ ta más que esto para atraer personas a Cristo. El mejor argumento es una “vida de amor desinteresado” coherente,27 a se‑ mejanza de Cristo, que trate incluso a los adversarios más acérrimos con respeto,28 que provea una comunidad acogedora y afectuosa, y que haga del mundo un me‑ jor lugar usando la ciencia en el proceso. La comprensión adventista de los orí‑ genes provee una imagen de un Creador bueno y poderoso, digno de confianza ante el mal y con mil maneras de hacer las cosas de las que no sabemos nada.29
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Referencias 1 Gentry, R. V. 1988. Creation’s tiny mystery, 2nd ed. Knoxville, TN, Earth Science Associates; http://www.halos.com/book/index.htm 2 Numbers, Ronald L. 1992. The Creationists: The Evolution of Scientific Creationism. University of California Press, p.252-254. 3 Nasdala, L., et al. 2001. “The nature of radio‑ haloes in biotite: Experimental studies and modeling.” American Mineralogist 86: 498-512. 4 Joly, J. 1917. “Radio-active halos.” Nature 99(2492): 456-458. Joly, J. 1917. “Radio-active halos. II.” Nature 99(2493): 476-478. Joly, J. 1923. “Pleochroic haloes of various geologi‑ cal ages.” Proceedings of the Royal Society of London. Series A 102(719): 682-705. 5 Henderson, G. H. and F. W. Sparks 1939. “A quantitative study of pleochroic haloes. IV. New types of haloes.” Proceedings of the Royal Society of London. Series A 173(953): 238-249. Henderson, G. H. (1939). “A quantitative study of pleochroic haloes. V. The genesis of haloes.” Proceedings of the Royal Society of London. Series A 173(953): 250-264. 6 Gentry, R. V., et al. 1975. “Radiohalos in coalified wood: new time limits imposed on coalification time and geological age.” Eos, Transactions, American Geophysical Union 56(6): 473. Gentry, R. V., et al. 1976. “Radiohalos in coalified wood: new evidence relating to the time of uranium introduction and coalifi‑ cation.” Science 194: 315-318. 7 Gentry, R. V. 1975. “Spectacle haloes [reply].” Nature 258: 269-270. 8 Gentry, R. V. 1965. “Pleochroic halos and the age of the earth.” American Journal of Physics 33: 878. Gentry, R. V. 1966. “Abnormally long α-particle tracks in biotite (mica).” Applied Physics Letters 8(3): 65-67. Gentry, R. V. 1966. “Alpha radioactivity of unknown origin and the discovery of a new pleochroic halo.” Earth and Planetary Science Letters 1: 453-454. Gentry, R. V. 1966. “Anti-matter content of the Tunguska meteor.” Nature 211(5053): 10711072. Gentry, R. V. 1967. “Extinct radioactivity and the discovery of a new pleochroic halo.” Nature 213(5075): 487-489. Gentry, R. V. 1968. “Fossil alpha-recoil analysis of certain variant radioactive halos.” Science 160: 1228-1230. Gentry, R. V. 1971. “Radiohalos: some unique lead isotope ratios and unknown alpha radio‑ activity.” Science 173: 727-731. Gentry, R. V., et al. 1973. “Ion microprobe confirmation of Pb isotope ratios and search for isomer precur‑ sors in polonium radiohaloes.” Nature 244: 282-283. Gentry, R. V. 1973. “Radioactive ha‑ los.” Annual Review of Nuclear Science 23: 347-362. Gentry,R. V., et al. 1974. “’Spectacle’
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Ciencia de los Orígenes 87 still ‘a very tiny mystery’.” Acts & Facts 29(8); http://www.icr.org/article/471/. Snelling, A. A. y M. H. Armitage 2003. Radiohalos -- a tale of three granitic plutons. Proceedings of the fifth International Conference on Creationism. August 4-9, Pittsburgh, Pennsylvania. R. L. Ivey Jr., ed., Pittsburgh, PA, Creation Science Fellowship: 243-267. Snelling, A. A. 2005. Radiohalos in granites: evidence for acceler‑ ated nuclear decay. En: Radioisotopes and the age of the earth: results of a young-earth cre‑ ationist research initiative. “Polonium radiohalos: still ‘a very tiny mys‑ tery’.” Acts & Facts 29(8); http://www.icr.org/ article/471/. Snelling, A. A. y M. H. Armitage 2003. Radiohalos -- a tale of three granitic plutons. Proceedings of the fifth International Conference on Creationism. August 4-9, Pittsburgh, Pennsylvania. R. L. Ivey Jr., ed., Pittsburgh, PA, Creation Science Fellowship: 243-267. Snelling, A. A. 2005. Radiohalos in granites: evidence for accelerated nuclear de‑ cay. En: Radioisotopes and the age of the earth: results of a young-earth creationist research initiative. L. Vardiman, A. A. Snelling and E. F. Chaffin, eds. Institute for Creation Research. 2: 101-207. Snelling, A. A. 2006. “Radiohalos: Startling evidence of catastrophic geologic processes on a young earth.” Creation 28(2): 46-50. Snelling, A. A. 2008. Radiohalos in the Cooma metamorphic complex, New South Wales, Australia: the mode and rate of regional metamorphism. En: Proceedings of the sixth International Conference on Creationism. August 3-7, Pittsburgh, Pennsylvania. A. A. Snelling, ed., Pittsburgh, PA, Creation Science Fellowship: 371-387. Snelling, A. A. (2008). Radiohalos in the Shap Granite, Lake District, England: evidence that removes objections to flood geology. En: Proceedings of the sixth International Conference on Creationism. August 3-7, Pittsburgh, Pennsylvania. A. A. Snelling, ed., Pittsburgh, PA, Creation Science Fellowship: 389-405. Snelling, A. A. 2008. “Testing the hydrothermal fluid transport model for polonium radiohalo formation: the Thunderhead Sandstone, Great Smoky Mountains, Tennessee–North Carolina.” Answers Research Journal 1: 53-64; https:// answersingenesis.org/geology/radiomet‑ ric-dating/testing-model-for-polonium-radio‑ halo-formation/. Snelling, A. A. and D. Gates 2009. “Implications of polonium radiohalos in nested plutons of the Tuolumne Intrusive Suite, Yosemite, California.” Answers Research Journal 2: 53-77; https://answersingenesis.org/ geology/radiometric-dating/polonium-radio‑ halos-tuolumne-intrusive-suite-yosemite-cal‑
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Algunas Pautas para la Investigación de los Orígenes: • Sé paciente, no esperes respuestas rápidas y fáciles. • No te apures en juzgar a la comunidad científica como más siniestra o prejuiciada que la comunidad creacionista. • No te apures en invocar milagros. • Concluye de los datos sólo aquello que los datos realmente respalden. • No minimices los problemas ni fuerces las interpretaciones para intentar explicar algo. • Trabaja en conjunto con las corrientes principales de estudio y publica las investigaciones. • Fíjate que el hecho de que el modelo científico estándar tenga problemas no significa necesariamente que los datos puedan explicarse en el contexto de un modelo diluvial de edades cortas. • Comprueba realmente las ideas y modelos sobre los orígenes para verificar que se adecuan a los datos que obtenemos de la naturaleza. • Aborda el panorama completo y no solamente aspectos dispersos. • Trabaja en pos de un modelo constructivo en lugar de atacar los modelos ya existentes. • No esperes que la ciencia demuestre la Biblia; se necesitan más que evidencias y razonamientos para llevar a las personas a Cristo. • Trata bien a las personas en la búsqueda de respuestas. www.grisda.org/espanol/
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Ciencia de los Orígenes 87 Brown, R. H., et al. 1988. “Examining radio‑ halos.” Origins 15(1): 32-38; http://www.grisda. org/origins/15032.htm 22 Gould, S. J. 1965. “Is uniformitarianism nec‑ essary?” American Journal of Science 263: 223228. 23 Feather, N. 1978. “The unsolved problem of the Po-haloes in Precambrian biotite and oth‑ er old minerals.” Royal Society of Edinburgh Communications (11): 147-158. 24 Younker, R. W. 2004. Integrating faith, 21
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¿Ocurrió el Gran Diluvio de Génesis? POR ARIAL ROTH
E
l primer libro de la Biblia (Génesis) dice que luego de una creación re‑ ciente hecha por Dios, hubo un asom‑ broso Diluvio mundial. En ese contexto, el Diluvio habría sido responsable de la mayor parte de las grandes capas de la Tierra que contienen fósiles. Sin embargo, las interpretaciones científicas actuales proponen que estas capas se acumularon lentamente en el transcurso de miles de millones de años, asignando, por lo tan‑ to, más tiempo para la lenta evolución gradual de la vida. La diferencia entre estos dos modelos difícilmente pudiera ser más grande. La Figura 1 ilustra el con‑ traste entre estas interpretaciones. Las divisiones principales de la secuencia de capas rocosas que cubren nuestra Tierra, llamada columna geológica, se muestran a la izquierda; la interpretación evolutiva de esas capas en el medio, y el modelo de la creación a la derecha. Nótese especial‑ mente que el modelo evolutivo es aprox‑ imadamente un millón de veces más len‑ to que el modelo bíblico. ¿Cuál modelo es el verdadero? ¡Ambos no pueden ser correctos! Curiosamente, no es necesario que ir a la Biblia en absoluto para encontrar el concepto de un Diluvio global.1 Esta idea domina en la literatura folklórica del mun‑
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do. El número de referencias de esa liter‑ atura para diferentes clases de calami‑ dades globales pasadas se relaciona en una lista en la Tabla 1, y muestra que las historias sobre diluvios son seis veces más comunes que cualquier otra clase de catástrofes mundiales pasadas. La expli‑ cación más probable para tal persistencia es que el Diluvio en realidad sí ocurrió. Mientras que la comunidad científica predominantemente rechaza la descrip‑ ción bíblica de un Diluvio global, nume‑ rosos datos científicos concuerdan mejor con esa descripción que con un modelo evolutivo a lo largo de miles de millones de años. Cuando se consideran los da‑ tos científicos, estamos especialmente interesados en las rocas sedimentarias. Son las dominantes y generalmente el agua intervino en su deposición en ca‑ pas sedimentarias que a menudo alber‑ gan fósiles. Los geólogos generalmente agrupan estas capas en unidades más grandes llamadas formaciones. Muchas de las formaciones sobre nuestros conti‑ nentes están increíblemente extendidas y tienden a ser de cierto grosor bastante parejo. Es sorprendente el contraste entre estos enormes depósitos sedimentarios planos únicos, y la topografía predomi‑ nantemente irregular de la superficie de
nuestros continentes actuales. No hay manera, bajo las condiciones actuales, de extender tales depósitos sedimenta‑ rios, que son relativamente finos, sobre grandes partes de nuestros continentes actuales. Se requieren superficies muy lla‑ nas para comenzar el proceso, y se necesi‑ tan grandes fuerzas para esparcir los se‑ dimentos sobre estas áreas tan inmensas. Algunos de estos depósitos son con‑ glomerados2 que requirieron transporte energético sobre áreas muy amplias. Las flechas en la Figura 2 señalan cinco forma‑ ciones en el oeste de los Estados Unidos. El área superficial de cada formación, en kilómetros cuadrados, es: Frontier: 300,000; Mowry: 250,000; Dakota: 815,000; Cedar Mountain-Burrow Canyon 130,000; y Morrison 1,000,000. Esta últi‑ ma formación se extiende desde Nuevo México hasta Canadá (Figura 3). Este es el tipo de deposición que con mayor proba‑ bilidad cabría esperarse de un catastró‑ fico Diluvio global, donde capa tras capa de sedimentos se depositara muy rápida y extensamente por sobre las otras. No es lo que se esperaría de depósitos formados lentamente por procesos geológicos lo‑ calizados ordinarios a lo largo de miles de millones de años, como ahora se postula en general por la comunidad geológica.
Ciencia de los Orígenes 87 Figura 1 Las divisiones principales de la secuencia de capas rocosas que cubren nuestra Tierra, llamada columna geológica, se muestran a la izquierda; la interpretación evolutiva de esas capas en el medio, y el modelo de la creación a la derecha. Fíjate especialmente que el modelo evolutivo es aproximadamente un millón de veces más lento que el modelo bíblico. ¿Cuál modelo es el verdadero? ¡Ambos no pueden ser correctos!
Las formaciones geológicas no son las únicas que están extendidas, ya que dentro de estas formaciones se obser‑ van unidades más pequeñas, llamadas capas, que también representan fuerzas de deposición extendidas sumamente planas, como se esperaría para el Diluvio. La flecha en la Figura 4 señala el estrato plano llamado Arenisca de Castlegate de la Formación Price River. Cuando se viaja por el este desde Price (Utah), en direc‑ ción a Colorado, se puede seguir esa uni‑ dad de arenisca por 160 kilómetros. Otro ejemplo se ve en los filones de carbón en los que se pueden encontrar capas finas de sedimentos granulados llamadas particiones (Figura 5). Estas capas tienen un grosor de centímetros, pero pueden es‑ tar increíblemente extendidas horizon‑ talmente. Desde las minas de carbón en Kentucky se reportan seis particiones que se extienden sobre más de 1,500 kilóme‑ tros cuadrados.3 En el Gran Cañón, se reportan 17 carac‑ terísticas capas marcadoras claves hori‑ zontales en la Caliza Muav de 100 metros de espesor (Figura 6, justo debajo de la flecha más baja). Estas capas marcadoras son mayormente de un metro o menos de grosor, y todas excepto una se extienden de 50 a 150 kilómetros.4 Algunos geólo‑ gos reconocen la incongruencia entre los limitados patrones de deposición ac‑ tuales de las inundaciones locales, y lo que en realidad se ve en el registro rocoso. El sedimentólogo Carlton Brett, quien no cree en el Diluvio, comenta: “.... las capas
pueden persistir sobre áreas de muchos cientos a miles de kilómetros cuadrados precisamente porque son el registro de eventos realmente extra grandes”. “La acumulación del registro es‑ tratigráfico [capas de roca] permanente en muchos casos involucra procesos que no han sido, o no pueden observarse en ambientes modernos.… hay eventos ex‑ tremos.... con magnitudes tan grandes y devastadoras que no han, y probable‑ mente no podrán, ser observados científi‑ camente”. “También argumentaría que muchas sucesiones indican continuidad y seme‑ janza mucho más lateral en una escala bastante más fina que la anticipada por la mayoría de los geólogos”.5 Cuando se estudia la increíblemente extendida distribución de las capas geológicas, nos damos cuenta de que las condiciones para su deposición son a menudo sorprendentemente dife‑ rentes de lo que ocurre para la actividad geológica local actual, y que la distribu‑ ción extendida es tal como podría espe‑ rarse del catastrófico Diluvio descrito en la Biblia. El hecho es que faltan secciones im‑ portantes de la columna geológica entre las capas, y también faltan pruebas de la erosión profunda que se esperaría en los millones de años sin deposición postula‑ dos por los geólogos. Esto también apor‑ ta una evidencia adicional a la deposición rápida que se esperaría en el Diluvio. Por ejemplo, entre las formaciones Morrison
y Cedar Mountain (Figura 2), están au‑ sentes, en esta localidad, las capas que representarían 20 millones de años de supuesto tiempo evolutivo. Durante este tiempo, cabría esperarse una erosión pro‑ medio de 600 metros de profundidad en la superficie de ese espacio o hiato. La erosión, tal como se observa en ambien‑ tes actuales, es predominantemente irre‑ gular, sin embargo, los contactos entre las dos formaciones mencionadas arriba son increíblemente planos, permitiendo que se depositara una formación fina en‑ cima de la otra. Estos hiatos planos, que se encuentran en numerosas localidades alrededor del mundo, proveen evidencias bastante convincentes de que nunca exis‑ tieron edades geológicas largas.7 La Figura 6 ilustra tres ejemplos de hiatos planos (llamados paraconformi‑ dades o disconformidades) entre las ca‑ pas del Gran Cañón. En la flecha más baja, están ausentes los períodos Ordovícico y Silúrico de la columna geológica, y aun así la superficie de contacto es increíble‑ mente plana en la mayor parte del Gran Cañón. Durante los 100 millones de años que se suponen transcurrieron en ese hiato plano, es decir, entre la deposición de una capa y que comenzara a deposi‑ tarse la contigua encima, esperaríamos encontrar una erosión de 3 kilómetros promedio (en profundidad). Como com‑ paración, fijémonos que el Gran Cañón solamente tiene 1.5 kilómetros de pro‑ fundidad. www.grisda.org/espanol/
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Figura 2: Cinco formaciones del Mesozoico como se ven justo al norte de Vernal, Utah. Hay otras características importantes de las capas geológicas que favorecen el Diluvio. Nuestros continentes flotan literalmente sobre rocas más pesadas, y esto los mantiene por encima del niv‑ el del mar, así que tenemos tierra firme donde vivir. Sin embargo, más de la mitad de las capas de roca (sedimentos) de los continentes, proviene de un entorno ma‑ rino.8 Por ejemplo, dos tercios de las capas en el Gran Cañón (Figura 6) son calizas y esquistos de origen marino. ¿Qué hace tanto material de origen oceánico sobre los continentes? Esto sí se esperaría de un Diluvio mundial, cuando los océanos inundaron los continentes y depositaron sedimentos marinos bien hacia el inte‑ rior de los continentes. Además, el estudio de los sedimentos del Paleozoico sobre el continente norteamericano indica que su dirección de transporte estaba casi exclu‑ sivamente orientado hacia el suroeste a escala continental.9 Esta dirección cohe‑ rente a gran escala cabría esperarse de un importante evento catastrófico mun‑ dial como el Diluvio, pero no en absoluto en una deposición lenta durante edades geológicas largas, pues los ríos, torrentes y corrientes depositarían los sedimentos en todas las direcciones. Los geólogos reconocen la anomalía de la deposición abundante de sedimen‑ tos marinos sobre los continentes y lo ex‑ plican sólo postulando que en el pasado, los océanos tenían un nivel más alto o
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que los continentes eran menos elevados, facilitando así las inundaciones del mar resultando en inmensas capas de calizas planas. Al proponer esto, ¡sin quererlo es‑ tán sugiriendo lo que cabría esperarse del gran Diluvio descrito en la Biblia: los con‑ tinentes estaban bajo agua! El famoso pa‑ leontólogo Norman Newell, quien apoya las edades geológicas largas, también reconoce las diferencias entre los regis‑ tros sedimentarios actuales y los del pa‑ sado, y hace referencia a otros tres geólo‑ gos que piensan como él cuando escribe: “La búsqueda de análogos actuales para las paraconformidades en las secuencias de calizas es complicada por el hecho de que la mayoría de las configuraciones ac‑ tuales (topografía, química, circulación, clima) son sorprendentemente diferentes a las que debieron prevalecer cuando las calizas marinas del Paleozoico y del Mesozoico se extendieron sobre áreas in‑ mensas e increíblemente planas del mun‑ do (Shaw, 1964; Currav, 1964; Irwin, 1965; McGugan, 1965b)”.10 Estas áreas “inmensas e increíble‑ mente planas” del mundo son lo que se esperaría del catastrófico gran Diluvio, pero no de una deposición local lenta de sedimentos mientras los continentes vagaban, subían y bajaban lentamente, a lo largo de miles de millones de años, como postulan los geólogos que no con‑ ceptualizan el Diluvio bíblico.
CONCLUSIÓN Hay muchas interpretaciones sobre la cantidad de tiempo involucrada en la formación de varias partes del registro geológico de la Tierra. Podríamos presen‑ tar una larga lista de las interpretaciones locales a ambos lados de la controversia Biblia - Ciencia.11 Desafortunadamente, en la actualidad la comunidad científica no acepta el modelo bíblico del Diluvio en sus revistas y libros de texto. En vez de ello, estas publicaciones presentan mu‑ chas ideas a favor de edades geológicas largas, pero no para el modelo bíblico. El asunto del Diluvio no se aborda des‑ de la perspectiva de un juego limpio. Sin embargo, no es necesario abandonar la ciencia para creer en la Biblia. Las forma‑ ciones sedimentarias planas increíble‑ mente extendidas, y las capas dentro de ellas, la falta de evidencias a favor de edades largas en los hiatos planos entre las capas sedimentarias, y la abundancia del material oceánico en los continentes, son todos factores sólidos que favorecen en gran manera el modelo del Diluvio de la Biblia. Éstos son datos difíciles de expli‑ car apartándose del modelo bíblico de los orígenes.
Figura 3
FORMACIÓN DE MORRISON
Ciencia de los Orígenes 87 Referencias 1 Para ejemplos y referencias consulta: Roth AA. 1998. Origins: Linking Science and Scriptures. Review and Herald Publishing Association, p 303-307. 2 Para ejemplos de algunos conglomerados de amplia distribución consulta: Stokes WL. 1950. Pediment concept applied to Shinarump and similar conglomerates. Bulletin of the Geological Society of America 61:91-98. 3 Austin S. 1979. Evidence for marine origin of widespread carbonaceous shale partings in the Kentucky No. 12 Coal Bed (Middle Pennsylvanian) of Western Kentucky. Geological Society of America, Abstracts With Programs 11(7):381-382. 4 McKee ED, Resser CE. 1945. Cambrian History of the Grand Canyon Region. Carnegie Institution of Washington Publication 563:26-28. 5 Brett, CE. 2000. A slice of the “Layer Cake”: The paradox of “Frosting Continuity.” PALAIOS 15:495-498. 6 Para cálculos y referencias sobre velocidades de erosion consulta: Roth AA. 1998. Origins: Linking Science and Scripture. Review and Herald Publishing Association, p 263-267. 7 Para explicaciones ulteriores y más ejemplos consulta DISCUSSION 16 y/o VIDEO 13 en la página web del autor www.sciencesandscriptures.com, También: Roth A. A. 1988 “Those Gaps in the Sedimentary Layers”, Origins 15:75-92 (http://www.grisda.org). Para una version más breve y más puntos de discusión consulta A. A. Roth. 2009. “Flat gaps” in sedimentary rock layers challenge long geologic ages. Journal of Creation 23(2):76-81. El tema también se discute en Roth AA. 1998. Origins: Linking Science and Scripture. Review and Herald Publishing Association, p 222-229. 8 Shelton J. S. 1966. Geology illustrated. W. H. Freeman and Company, p 28. 9 Chadwick AV. 1993. Megatrends in North American paleocurrents. Society of Economic Paleontologists and Mineralogists Abstracts With Programs 8:58. 10 Newell ND. 1967. Paraconformities. In Tichert C, Yochelson L, editors. Essays in paleontology and stratigraphy. Department of Geology, University of Kansas Special Publication 2, p 355. 11 Para algunos ejemplos, consulta DISCUSSIONS No. 8 y 9, Questions About a Recent Creation, y Scientific Data that Favors a Recent Creation, en la página web de los autores: www.sciencesandscriptures.com [link?]; Roth AA. 2012. The Genesis Flood and the geological record. In Ball BW, editor, In the Beginning: Science and Scripture Confirm Creation. Pacific Press, p 220-237; Roth AA. 2011. Can I Believe in a worldwide Flood? In Gibson LJ, Rasi HM, editors, Understanding Creation: Answers to Questions on Faith and Science. Pacific Press, p 123132; Capítulos 12-15 en Roth AA. 1998. Origins: Linking Science and Scripture. Review and Herald Publishing Association.
Figura 4: Vista de los Book Cliffs al este de Price, Utah. La flecha señala a la arenisca plana de Castlegate que se extiende por 160 kilómetros.
Figura 5: Filones de carbón donde pueden encontrarse capas finas de sedimentos granulados llamados particiones
Figura 6: Gran Cañón, Arizona, USA Flecha arriva: 6 Ma, erosión esperada, 180 m Flecha medio: 14 Ma, erosión esperada, 420 m Flecha abajo: 100 Ma, erosión esperada, 3000 m
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n el Origen de las especies, Charles Darwin afirmó que, “en general cada nueva variedad o especie, durante el cur‑ so de su formación, va a competir dura‑ mente con sus semejantes, y tenderá a exterminarlos.”1 Él se basó en el supues‑ to de que los organismos cercanamente relacionados tienden a tener requisitos similares para la vida y así competir por ellos más directamente entre sí. Esta lógica parece tener tanto sentido que en general no se cuestiona, pero eso puede cambiar debido a los resultados de un es‑ tudio en curso sobre algas financiado por la National Science Foundation.2 En este estudio, se combinaron bajo condiciones controladas algas que su‑ puestamente están estrechamente rela‑ cionadas y algas que se cree que están lejanamente relacionadas. El resultado esperado, basado en las presuposiciones de Darwin, era que los organismos sepa‑ rados filogenéticamente por cortas dis‑ tancias en el hipotético árbol de la vida competirían intensamente por los recur‑ sos y los que están separados por grandes distancias filogenéticas no competirían tan directamente. Sin embargo, los re‑ sultados parecen contradecir la idea de Darwin de la lucha por la supervivencia, que es fundamental para su teoría de la evolución. La “distancia evolutiva” entre organismos no proporciona ningún val‑ or predictivo acerca de la lucha por los recursos entre las diferentes especies de algas y, en aproximadamente un tercio de los casos, cuando se combinaron es‑ pecies de algas, ambas proliferaron mejor que cuando las dos especies crecían por separado. Esto llevó a uno de los investi‑ gadores a observar que quizás el mutua‑ lismo es más frecuente de lo que normal‑ mente se piensa. Estos resultados experimentales están respaldados por estudios de campo en 1.200 lagos, lo que sugiere que los resul‑ tados de laboratorio reflejan un fenóme‑ no real en la naturaleza. Es poco proba‑ ble que el fallo en esta idea competitiva darwinista basada en la muerte cambie la mente de los dedicados darwinistas, pero el descubrimiento de que el mutualismo es común allí donde se esperaba compe‑
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Las algas son capaces de “colaborar” y compar‑ tir los recursos disponibles, en contra de lo que sugiere la idea de competencia y lucha en la teoría darwinista de evolución.
Las Algas Muestran que Darwin Estaba Equivocado Charles Darwin postuló que las especies estrechamente relacionadas competían entre sí por los alimentos y otros recursos de manera más intensa que con parientes lejanos, porque las especies cercanas ocupan nichos ecológicos similares. La mayoría de los biólogos han aceptado esta idea durante mucho tiempo. Pero ahora las algas nos revelan cuán equivocado estaba Darwin. POR TIMOTHY STANDISH tencia debería tranquilizar a aquellos que ven la lucha, el sufrimiento y la muerte como una imposición en lo que fue una muy buena creación. Incluso en un mun‑ do caído, los organismos todavía pueden exhibir hermosas relaciones mutuamente beneficiosas, que se pueden observar en los lugares más inesperados.
Referencias 1 Darwin, CR. 1859. El origen de las especies mediante la selección natural o la preser‑ vación de las razas favorecidas en la lucha por la vida. Primera edición. John Murray, Londres. Pg. 110 2 http://www.livescience.com/45205-datadont-back-up-darwin-in-algae-study-nsf-bts. html