Romanos

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ROMANOS CAPÍTULO 10 Salvación, Tanto Para Judíos Como Para Gentiles Introducción El Capítulo 9 de Romanos enfatizó la soberanía de Dios: Es Dios quien lleva a cabo Su propósito (9:11); es Dios quien escoge (9:11); es Dios quien llama (9:11); es Dios quien tiene misericordia y compasión (9:15-16); es Dios quien endurece (9:18); es Dios quien prepara los vasos de misericordia para gloria (9:23); es Dios quien ha llamado a judíos y gentiles en un cuerpo (9:24). Romanos capítulo 10 enfatiza destaca la responsabilidad del hombre: Es el hombre el que debe orar (10:1); es el hombre el que debe sujetarse (10:3); es el hombre el que debe creer (10:4); es el hombre el que debe creer en su corazón y confesar con su boca (10:9-10); es el hombre el que debe invocar el nombre del Señor (10:12-13); es el hombre el que debe oír y creer el evangelio (10:14-17). Dios es el que salva, pero el hombre el que debe creer (ver Hechos 16:31; 1 Corintios 1:21). Romanos 10:1 (comparar con 9:1-4) “Anhelo” significa “deseo, añorar” (el verbo significa “estar complacido”; por lo tanto, Pablo estaba diciendo, “Estoy anhelando su salvación, y su salvación traería mucha alegría y regocijo a mi corazón”). La palabra “oración” no es la palabra que se usa comúnmente en el Nuevo Testamento para oración, sino es una palabra que indica un pedido específico en vista de una necesidad. Era una oración específica para una necesidad específica: que ellos fueran salvos. En el futuro, Israel, como nación, será salva (ver Romanos 11:26). En el presente, Pablo estaba orando para que judíos individuales creyeran en Cristo y fueran salvos. Pablo mismo era un judío que confió en Cristo para salvación (Hechos capítulo 9). Nosotros, tal como Pablo, debemos tener la compasión de Cristo por los que están perdidos (Mateo 9:36-38). Hay una enseñanza extrema y errónea que dice que la soberanía de Dios contradice la responsabilidad humana. Dice algo como esto: “¿Por qué habría de molestarme en orar? Una persona ha sido elegida o no ha sido elegida. Dios la salvará o no la salvará. Si Dios ha determinado que esa persona sea salva, entonces ella será salva, tanto si yo oro, como si no. Así, ¿por qué habría yo de orar?” Pablo oraba. La doctrina de la soberanía de Dios, si es entendida correctamente, nunca es un obstáculo para la oración. La soberanía de Dios debería ser un gran incentivo y aliciente para la oración. El Dios a quien oramos es el Dios que controla todas las cosas y que hace “todas las cosas según el designio de Su voluntad” (Efesios 1:11). La oración nos pone a nosotros a tono y en armonía con la mente y el corazón y la voluntad de nuestro Dios soberano, de modo que ÉL pueda obrar más efectivamente en y por medio de nosotros para llevar a cabo Su propósito (Filipenses 2:13). Cuando una persona es realmente salva, tendrá una preocupación y deseo y carga por la salvación de otros. El verá a otros como hombres y mujeres perdidos que necesitan desesperadamente a Cristo. El comparte el deseo de su Dios y Salvador (ver 1 Timoteo 2:3-4). Romanos 10:2 Aquí, Pablo está diciendo: “Yo soy un testigo. Yo se todo acerca de su celo (su afán, su desvelo), porque yo soy judío y yo era igual (ver Gálatas 1:14; Filipenses 3:6 celo sin conocimiento; 3:9-10 celo con conocimiento). Un celo que es sin conocimiento es como un jugador de fútbol que toma la pelota y corre con todas sus fuerzas, pero que corre hacia el lado equivocado. “Celo de Dios”


significa celo por Dios (Dios es el objeto de mi celo). Algunos tienen celo sin conocimiento; otros tienen conocimiento sin celo (una ortodoxia muerta). En religión, el celo es un ardiente deseo de agradar a Dios, de hacer Su voluntad y promover Su gloria en el mundo de toda forma posible. Un hombre celoso es un hombre de una sola cosa. No es suficiente decir que él es serio, sincero, intransigente, minucioso, entusiasta, ferviente en espíritu. El ve una sola cosa, se preocupa por una sola cosa, vive por una sola cosa, está embebido de una sola cosa; y esa cosa es agradar a Dios. Tanto si vive o si muere—tanto si está sano o si está enfermo—ya sea rico o sea pobre—sea considerado sabio o necio- tanto si es censurado o si es alabado—sea que reciba honores o que sea avergonzado—todo esto no preocupa en absoluto al hombre celoso. El arde por una sola cosa y esa cosa es agradar a Dios y fomentar la gloria de Dios. Si él es consumido por este ardor, eso no le preocupa—él está contento. El siente que ha sido hecho para arder, igual que una lámpara; y si el ardor lo consume, él no ha hecho más que cumplir con la tarea que Dios le ha dado. –J.C. Ryle. Romanos 10:3 La palabra “ignorante” se conecta con la frase “no conforme a ciencia” del v.2. Ellos ignoraban por completo el método de justificación de Dios basado en la gracia y estaban intentando su propio método de justificación basado en las obras/ley/carne. El énfasis está sobre las palabras “SU PROPIO”. La frase “procurando” significa “buscando”. Esta es la elección: ¿Debería tratar de obtener la justicia por mis propios esfuerzos o por la gracia de Dios? ¿Debo establecer mi propia justicia o debo sujetarme a Su justicia? ¿Soy YO LLEVÁNDOME A DIOS o es CRISTO LLEVÁNDOME A DIOS (1 Pedro 3:18)? ¿Encuentro la justicia en el Monte Sinaí (tratando de guardar la ley) o encuentro la justicia en el Monte Calvario (confiando en el Salvador que fue crucificado por mí)? Ilustración: Los que buscan establecer su propia justicia cumpliendo la ley son como la gente que trata de nadar de Nueva York a Londres por sus propios esfuerzos. Es imposible. Algunos lo harán mejor que otros. Algunos incluso podrán nadar varias millas. Pero todos se ahogarán y perecerán en el océano. Nadie lo logrará. “Los que “se sujetan” son como los que sencillamente se suben al barco y dejan que el barco los lleve de Nueva York a Londres. El barco hace todo el trabajo. No son ellos mismos los que se llevan allá, es el barco el que los lleva. Cristo es Aquel que nos lleva a Dios (1 Pedro 3:18; Juan 14:6). Nuestras propias obras y nuestros propios esfuerzos, no importa cuán diligentes y sinceros seamos, nunca nos llevarán a Dios (ver Efesios 2:8-9; Tito 3:5). Romanos 10:4 Cuando vengo a Cristo por salvación, esto pone fin a mi búsqueda de encontrar y obtener justicia por medio de guardar la ley. Toda la justicia que necesito se encuentra en Jesucristo. La ley puede mostrarme mi INJUSTICIA, pero no puede darme justicia: “pues si por la ley fuese la justicia, entonces por demás murió Cristo” (Gálatas 2:21). La justicia de Dios se obtiene en el Monte Calvario, no en el Monte Sinaí. Usando nuevamente la ilustración del barco: subir al barco representa la fe en Cristo (“todo aquel que cree”). Todo aquel que ha abordado el barco puede decir: “Ya no necesito nadar. He encontrado una vía mejor. Estoy confiando en que este barco me llevará al lugar que yo nunca podría alcanzar nadando. Mis días de natación han llegado a su fin, porque ahora estoy en el barco”. ¡Mis días tratando de obtener justicia por la ley han terminado! Como Pablo escribió en otro lugar, “Y ser hallado en ÉL, no teniendo MI PROPIA justicia, que es por la ley, sino la (justicia) que es por la fe de Cristo (aquella fe que tiene a Cristo como objeto), la justicia que es de Dios (literalmente, “la justicia que viene de Dios”, lo que significa que mi justicia viene de Dios, ÉL es la fuente de ella) por la fe” (Filipenses 3:9). Los judíos incrédulos


estaban bajo la ira de Dios, porque ellos no podían vivir conforme a Su ley y no querían someterse a Su gracia. La palabra “fin” significa “término”. El Comentario de Murray al respecto: Nótese que se ha agregado un requisito: “a todo aquel que cree”. Este requisito implica que solamente para el creyente, Cristo es el fin de la ley para justicia. [Los incrédulos, según se ve en el v.3, todavía están muy ocupados siguiendo la ley para justicia, a pesar de que este método nunca funcionará. La ley no ha terminado para ellos, porque todavía están confiando en ella para su justificación]. Pablo dice que es para todo aquel que cree, que Cristo es el fin de la ley, y toda su declaración es simplemente en el sentido de que todo creyente ha acabado con la ley como método para lograr justicia [el material entre paréntesis y enfatizado ha sido agregado] — (Epístola a los Romanos). La ley demanda justicia perfecta la cual yo nunca podré lograr ni obtener por mí mismo. Cuando recibí al Señor Jesucristo como a mi Salvador, en Cristo me fue dada toda la justicia que Dios jamás requerirá de mí. He encontrado lo que necesitaba, no por la ley, sino en Jesucristo. ÉL es mi justicia. Romanos 10:5 Esta cita es de Levítico 18:5 y el énfasis está sobre la palabra “HACER”. Literalmente, “el hombre que haya hecho estas cosas, vivirá”. Si una persona ha guardado la ley, entonces vivirá. Este es el “evangelio” según la ley, pero realmente no son buenas nuevas cuando nos damos cuenta de que lo contrario también es cierto: “Si has fallado en guardar la ley, morirás”. El castigo por una ley quebrantada es la muerte. Pero si un hombre cumple la ley, vivirá. Usando nuevamente la ilustración del nadar/barco: Si sigues nadando, llegarás a Londres. Esto es muy cierto, pero también es muy imposible. Si guardas la ley (perfectamente), vivirás. Esto también es muy cierto, pero muy imposible. La total imposibilidad de que un pecador se gane la salvación guardando la ley se ilustra en Mateo 19:16-17; Lucas 10:25-28 y Gálatas 3:10-13. La fórmula legal de salvación es esta: HAZ Y VIVIRÁS. (Cumple todos los mandamientos y guárdalos perfectamente y guárdalos continuamente y vivirás). La fórmula gracia/cruz de salvación es esta: CREE Y VIVIRÁS. Cree y descansa en lo que Cristo ya ha hecho (Su obra acabada) y tendrás vida eterna (Juan 3:16; 5:24; 6:47; etc.). El hombre nunca podrá decir, “ESTÁ HECHO. Lo logré. He guardado la ley y la he cumplido perfectamente. (He llegado a Londres nadando)”. Es absolutamente imposible. Pero lo que el hombre no pudo lograr mediante la ley, Dios lo pudo hacer y lo hizo por gracia (ver Romanos 8:34). Lo que no se pudo hacer nadando, se logró subiendo al barco. Romanos 10:6-7 El lenguaje que Pablo utiliza aquí fue tomado de Deuteronomio 30:11-14. ¿Quién hará bajar a Cristo del cielo? ¿Quién hará subir a Cristo de los muertos? “El hombre no podía hacer ninguna de las dos cosas, pero Dios, por gracia, va al encuentro del hombre. Fue el Padre quien envió a Su Hijo al mundo. Fue por la gloria del Padre que ÉL fue levantado de los muertos. ‘De tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a Su Hijo unigénito' y ‘Dios le levantó de los muertos'” (William Kelly). No necesitas hacer bajar a Cristo del cielo. El Padre envió al Hijo. ÉL ya vino. Ya ha sucedido. “Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores” (1 Timoteo 1:15). Es un glorioso hecho consumado (que debe ser creído).


Cristo no necesita ser resucitado de los muertos. Eso ya fue hecho. Es un hecho que tiene que ser creído (v.9). No hay nada que el hombre necesite hacer. Dios, no el hombre, llevó a cabo la encarnación y Dios, no el hombre, llevó a cabo la resurrección. Cristo Jesús realizó todo lo que era necesario para la salvación del hombre. ÉL descendió a la tierra, murió en la cruz y resucitó de los muertos. Estos grandes hechos tienen que ser predicados y creídos. Hay una enorme diferencia entre el verdadero Cristianismo y todas las demás religiones del mundo. Las religiones del mundo pueden resumirse en tres letras: HAZ, el verdadero Cristianismo en cambio, se puede resumir en cuatro letras: HECHO. ¿Quién puede decir del alivio que experimenta un corazón agobiado cuando descubre que todo está hecho y que todo fue realizado por Otro (Juan 19:30)? (Quién puede decir del alivio del nadador cuando se da cuenta de que no necesita nadar hasta Londres, sino que puede simplemente subir al barco y dejar que el barco haga todo el trabajo). Romanos 10:8-9 “Cristo ha sido dado y es predicado. Es del hombre confesarlo con su boca y creerlo con el corazón” (William Kelly). El glorioso anuncio acerca de Cristo está CERCA. No está lejos. Es asequible a todos y está disponible para todos. Las buenas nuevas de salvación están al alcance de todos. (Ilustración nadar/barco: el barco está allí. Sólo necesitas subir a él). ¿Cuán cerca está? En tu boca y en tu corazón. Pero necesitas hacer algo con ello. Con tu corazón créelo. Con tu boca, confiésalo. (Está cerca y próximo a la gente en América hoy, está tan cerca, que está en sus bocas—usan el Nombre del Señor todo el tiempo, pero de mala manera, no para confesar, sino para blasfemar). Los versículos 8-9 pueden ser ilustrados por el ladrón en la cruz (ver Marcos 15:32 y Lucas 23:39-43). El Cristo crucificado estaba muy cerca de él. La palabra estaba en la boca del ladrón, pero de manera equivocada (él primero lo insultó). Pero este hombre se arrepintió y creyó en su corazón que Dios le levantaría de los muertos (Lucas 23:42) y con su boca él confesó a Cristo como Señor y Rey (Lucas 23:42). ¡Que creamos y confesemos como lo hizo este hombre! Cristo ha realizado la obra de la salvación; el hombre es responsable de creer y confesar. (El barco es totalmente capaz de llevarte a Londres, pero tú tienes que subirte al barco). ¿Cuál es la palabra de fe que predicamos (v.8)? El versículo 9 da la respuesta (“que” significa “es decir”). CONFESAR es la palabra griega “homologeo (homo=igual; logeo= de un verbo que significa decir, hablar”), de modo que significa “decir lo mismo que otro, estar de acuerdo con otra persona”. El creyente debe confesar a Cristo delante de los hombres (Mateo 10:32), lo que significa que él debe estar de acuerdo verbal y públicamente con lo que Dios ha dicho en cuanto a Su Hijo (1 Juan 5:9-12). Dios ha dicho, “Este es mi Hijo amado” (Mateo 17:5) y el creyente que confiesa a Cristo está de acuerdo con esa declaración (ver 1 Juan 4:15). Dios el Hijo vino al mundo y tomó sobre Sí Mismo carne humana (Juan 1:14) para que pudiera morir por hombres pecadores (1 Timoteo 1:15), y el creyente que confiesa a Cristo está de acuerdo con este hecho (leer 1 Juan 4:2-3). Confesar que Jesús es el Cristo significa que una persona está de acuerdo de que Jesús es en verdad el Mesías (Juan 1:41; 4:25-26, 42). Según las Escrituras del Antiguo Testamento, el Mesías era retratado como 1) el Dios-Hombre (Isaías 7:14); 2) el Dios fuerte (Isaías 9:6); 3) el Sustituto y Salvador del pecador (Isaías 53:4); 4) el Rey eterno (Miqueas 5:2) y 5) EL SEÑOR (JEHOVÁ) JUSTICIA NUESTRA (Jeremías 23:5-6). Confesar que Jesús es el Mesías tiene un costo (Juan 9:22) y por causa de este costo, muchos no lo confiesan (Juan 12:42). Pero los que confiesan a Jesús delante de los hombres, tienen la promesa de Cristo mismo de que ÉL los confesará a ellos ante los ángeles y ante Su Padre celestial (Mateo 10:32; Lucas 12:8).


La palabra que significa lo contrario de “confesar” es la palabra “negar” (Juan 1:20; Juan 2:2223). Confesar es decir “SÍ”; negar es decir “NO”. En Lucas 22:57-60 Pedro debió haber dicho, “Sí, yo lo conozco (v.57)”. “Sí, yo soy uno de ellos (v.58)”. “Sí, yo estuve con ÉL (v.59-60)”. Pero Pedro negó a Cristo (aunque su negación solo fue temporal, porque después, en el Día de Pentecostés, él confesó a Cristo con denuedo y predicó a Cristo ante miles de personas – Hechos capítulo 2). De modo que, cuando se le hace esta pregunta, “¿Conoces a Jesús como tú Salvador y Señor? ¿Puedes decir que Él te pertenece?” el creyente puede responder: “Sí, reconozco que ÉL es mío. Yo pertenezco al Hijo de Dios que me amó y se entregó a Sí Mismo por mí”. Durante las grandes persecuciones cristianas del segundo y tercer siglo, los creyentes que no negaban al Señor, aún a riesgo de grandes sufrimientos, eran conocidos como CONFESORES. Qué nunca nos avergoncemos de Dios, que no se avergonzó de morir por nosotros (2 Timoteo 1:8; Rom. 1:16; 1 Pedro 4:16). Finalmente, la confesión de nuestra boca tiene que concordar con la conducta de nuestra vida. En Tito 1:16 Pablo describe a un grupo de personas que confiesan que ellos conocen a Dios. ¿Pero conocen realmente al Dios vivo? Sus labios dicen, “Sí, conocemos a Dios”. Pero sus vidas dicen, “No, no conocemos a Dios”. Su andar está en conflicto con su hablar y esto es una abominación al Señor. Estas personas nombran el nombre de Cristo, pero ellos no pertenecen a Dios (2 Timoteo 2:19). Aunque ellos alegan conocer a Dios, ellos son mentirosos y la verdad no está en ellos (1 Juan 2:3-4). Como creyentes en Cristo, hagamos una buena profesión (confesión) ante muchos testigos (ante los hombres) igual como Timoteo (1 Timoteo 6:12). Que el mundo vea que el Cristo que nombramos con nuestros labios, es el Dios a quien servimos con nuestras vidas. Tal como la etiqueta de un envase está para confesar su contenido, así los creyentes deben confesar a su Señor y Salvador claramente, sin estar avergonzados. “Si confesares con tu boca que Jesús es el Señor”—el énfasis está sobre la palabra “Señor”. La construcción de la frase es similar a Filipenses 2:11 (“Todo lengua confiese que Jesucristo es el Señor”). ¡Jesús es Señor! Esta es la verdad que debe se confesada por la boca del creyente. La PALABRA “Señor” es la palabra griega “kurios”, que es la palabra que es usada consistentemente en el Antiguo Testamento para JEHOVÁ (en la Septuaginta). Debemos confesar que Jesús es JEHOVÁ, lo cual significa que ÉL es DIOS (el único Salvador y el único Dios—ver Isaías 43:11; 44:6, 8; 45:21-22 donde JEHOVÁ declara que ÉL es el único Dios y el único Salvador. No hay otro). Jesucristo es Dios. ÉL es el soberano Señor. ÉL es Jehová Jesús. Los creyentes confiesan ahora gustosamente esta verdad (Romanos 10:9). Todos los hombres confesarán algún día esta verdad (Filipenses 2:11). Durante los primeros siglos los cristianos se negaron a inclinarse ante César y se negaron a llamarlo Señor. En vez de ello confesaron que Jesús era Señor. Si Jesucristo es realmente MI Señor, entonces Él demanda y merece mi gustosa sumisión y total obediencia. Me inclino humildemente ante Su autoridad y hago con alegría aquellas cosas que son agradables a ÉL. ¿Cómo podría hacer menos? Jesús dijo, “¿Por qué me llamáis Señor, Señor y no hacéis lo que yo digo?” (Lucas 6:46). En una tumba en Alemania se encuentran las siguientes palabras: Así nos dice Cristo nuestro Señor: Me llaman Maestro, y no me obedecen; Me llaman Luz, y no me ven; Me llaman Camino, y no andan por mí; Me llaman Sabio, y no me siguen; Me llaman Bueno, y no me aman; Me llaman Rico, y no me piden; Me llaman Eterno, y no me buscan; Me llaman Bondadoso, y no confían en mí; Me llaman Ilustre, y no me sirven;


Me llaman Poderoso, y no me honran; Me llaman Justo, y no me temen; ¡¡SI YO LOS CONDENO, NO ME CULPEN!! El Señorío de Cristo Hoy en día hay un gran debate en cuanto al Señorío de Cristo. A menudo se hace la pregunta, “¿Puede una persona recibir a Cristo como Salvador, y no como Señor?” En un extremo están quienes enseñan que 1) la gente puede recibir a Cristo como Salvador pero rechazar Su Señorío, de modo que pueden vivir como les plazca; 2) los creyentes irán al cielo porque son salvos, pero muchos de ellos vivirán vidas inmorales e inicuas mientras estén en la tierra, de modo que no podrás siquiera distinguirlos de los inconversos; sin embargo, estos carnales no recibirán ninguna recompensa; 3) los creyentes pueden vivir en total rebeldía contra la autoridad de Cristo sobre sus vidas y aún así ser salvos. En el otro extremo están aquellos que enseñan que toda persona salva se inclinará inevitablemente ante la autoridad de Cristo y se someterá totalmente a Su Señorío en cada área de su vida y que será Su fiel discípulo. Ellos dicen que no hay tal cosa como un cristiano carnal y que cualquier evidencia significativa de carnalidad indicaría que esa persona no es salva. Como sucede a menudo, la enseñanza de la Biblia al respecto se encuentra entre estos dos extremos. La verdad de Dios debe mantenerse siempre en un cuidadoso equilibrio. “El péndulo oscila a extremos ridículos, pasando por alto la verdad que está en el medio”. Considere lo siguiente: El término “Señor” (kurios) se usa para un amo que es señor sobre su esclavo o esclavos (Colosenses 3:22). El creyente puede decir, “Jesucristo es mi Dueño y yo soy Su esclavo por amor”. El término “Señor” se usa para un emperador o rey, que es señor sobre sus súbditos. Se usaba para el emperador romano: “César es Señor”. Comparar Hechos 25:26; Mateo 27:63 (Pilato) y Apocalipsis 17:14. El creyente puede decir, “Jesucristo es mi Rey y yo soy Su súbdito”. El término “Señor” se usa para un esposo que es señor sobre su esposa (1 Pedro 3:6). El creyente está desposado con el Señor Jesucristo (Romanos 7:4; Efesios 5:22 ss.). El término se usa para un empleador que es señor sobre sus empleados (Lucas 16:3, 5). El creyente puede decir, “El Señor Jesús es mi Amo y mi Jefe”. El término se usa para un padre que es señor sobre su hijo (Mateo 21:30). El creyente se somete a Dios como su Padre celestial. Para los judíos el término “kurios” era una palabra griega que se usaba para traducir dos nombres importantes de Dios: 1) Adonai (que significa Amo y Señor y Soberano; y 2) Jehová (el Nombre más sagrado para Dios en lo que concierne a los judíos; se refería a la deidad absoluta). Ver Salmo 110:1—“El Señor (Jehová) dijo a mi Señor (Adonai)”. En la traducción griega ambos Nombres fueron traducidos como KURIOS (Señor). Cuando Tomás vio al Señor resucitado él dijo, “Mi Señor y mi Dios” (Juan 20:28) y esto incluía significados tales como “mi Señor, mi Amo, mi Soberano, mi Dueño, mi Autoridad, etc. ¡El Salvador que predicamos es Jesucristo el Señor! “Porque no nos predicamos a nosotros mismos, sino a Jesucristo como Señor” (2 Corintios 4:5). ÉL no puede ser sino Quién es. Cristo no puede ser dividido (una parte de ÉL es Salvador y otra parte es Señor). Cuando una persona recibe a Cristo como Salvador, también lo recibe como Señor, porque eso es exactamente lo que Él es. Note con cuidado Colosenses 2:6—“De la manera que habéis recibido al Señor Jesucristo”. ¿Quién es este Salvador en quién he creído? Ver Lucas 2:11—“Un Salvador, que es Cristo el Señor”. Nunca debemos divorciar el Señorío de Cristo de Su calidad de Salvador (o viceversa). Una persona no puede decir, “Yo recibo a Jesús como Salvador, pero lo rechazo como Señor”. Esto es imposible porque la Persona que has recibido (si es que lo has recibido realmente) es Señor de todos (Hechos 10:36). ÉL es el Señor Jesucristo y ÉL es Señor de todo. Precisamente ahora ÉL es Señor, lo creas o no lo creas, te guste o no te guste, lo reconozcas o no lo reconozcas, tanto si te sometes a Él como si no. ÉL es todo lo que ÉL es y ÉL es todo lo que Dios dice que es. Cuando una persona recibe al Señor, lo recibe como todo lo que


ÉL es. Ver Hechos 9:6 y Hechos 22:10. El apóstol Pablo se rindió al Señorío de Cristo desde un comienzo. Que el clamor del corazón de todo verdadero creyente sea, “Señor, ¿qué quieres que yo haga?” (comparar Isaías 6:8—heme aquí, Señor). Ver Hechos 16:31. Aquel en quien hemos de creer es SEÑOR. cf. Juan 9:38. ¿ES JESUCRISTO TU SEÑOR? Todo verdadero creyente debería decir sin vacilación “SÍ” Y “AMÉN”. Si una persona no puede decir eso, deberíamos dudar si acaso esta persona es realmente salva (1 Corintios 12:3). ¿ESTÁS VIVIENDO CONSISTENTEMENTE CON EL HECHO DE SU SEÑORÍO? Esta es una pregunta diferente, y el creyente honesto confesará que a menudo él es inconsistente. Con vergüenza pero con honestidad él diría, “Muchas veces he fallado en obedecer a mi Señor y en someterme a Él y he fallado en permitirle ser la autoridad absoluta sobre mi vida. En y por mí mismo soy muy propenso a rebelarme. Pero yo se que ÉL es Señor y es mi deseo obedecerle en todas las cosas”. Estas inconsistencias se encuentran con frecuencia en las páginas de la Biblia. Ejemplos: Si Jesús es realmente Señor, ¿cómo pudo decir Pedro, “No, Señor” (Hechos 10:14)? Si Jesús es realmente Señor, ¿cómo pudo Pedro contradecir Su Palabra y decir, “Señor, ten compasión de ti; en ninguna manera esto te acontezca” (Mateo 16:22)? Si Jesús es realmente Señor, cómo pudo decir Pedro lo que dijo en Juan 13:6, 8? Todo acto de desobediencia, todo pecado cometido por un creyente es una afrenta al Señorío de Cristo. Pero Dios no nos repudia por estas cosas. ¡Cuán misericordioso es ÉL! Es por ésto que tenemos un Abogado (1 Juan 2:1-2). Mientras más crecemos en el Señor, tanto más entenderemos las muchas implicaciones del Señorío de Cristo y cómo esta verdad afecta cada área de nuestra vida. Esto sucede gradualmente, no de una vez (2 Corintios 3:18). “Y creyeres en tu corazón” –aquí el orden no es cronológico. En realidad, el creer precede el confesar (como en el v.10). La confesión es la expresión exterior y audible de la fe interior. “Con el corazón”—muchos tienen un conocimiento intelectual, mental de Cristo, pero esto no es suficiente (ver Hechos 8:37—“de todo corazón”). Cuando una persona es salva, Dios hace una obra maravillosa en el corazón (Hechos 16:14). El evangelio tiene que ser “obedecido de corazón” (Romanos 6:17). El corazón también está involucrado en el servicio al Señor, “Haciendo de corazón la voluntad de Dios” (Efesios 6:5-6). “Creer que Dios le levantó de los muertos”. Creer en la resurrección corporal de Cristo es esencial para la salvación. Nosotros tenemos fe en un Salvador que vive (Romanos 4:25; 1 Corintios 15:14-19). La muerte sustitutoria de Cristo no se menciona aquí, pero está implícita (para resucitar, ÉL tiene que haber muerto), y la importancia de Su muerte ya ha sido enseñada repetidas veces por Pablo en este libro de Romanos. “Serás salvo” es la segura promesa de salvación de Dios. Si el hombre cree, Dios salvará. ¿Has apelado a esta gloriosa promesa de salvación apropiándote de ella? ¿Está tu corazón creyendo en ÉL? ¿Está tu boca hablando de ÉL? Romanos 10:10 Este versículo explica el versículo 9 (“porque”) y da el correcto orden de los eventos: Primero creer y luego confesar. “Con el corazón se cree para justicia”—comparar Romanos 4:3,5 (una persona cree a Dios y le es contado por justicia). El creer es interior; la confesión es exterior (tal como el corazón y la boca—el corazón está en el interior y no es visible; la boca está en el exterior y es visible). LA CONFESIÓN ES FE HECHA AUDIBLE (tal como las buenas obras son fe hecha visible –ver Santiago 2:14-26). ¿Cómo puedo saber si eres realmente salvo antes de que lo confieses? “Se confiesa para salvación”. Esto no significa que la confesión sea una condición para la salvación (tienes que confesar a Cristo para ser salvo), sino que significa que la confesión es el resultado o evidencia de la salvación (tu confiesas a Cristo para mostrar que eres salvo). La confesión no es algo que la persona hace para ser salva; la confesión es algo que hace la persona salva. La fe


tiene que ser expresada EXTERIOR y PÚBLICAMENTE. La fe es la raíz; la confesión es el fruto. Todo aquel que realmente cree, confesará a Cristo (Mateo 10:32; Romanos 10:9 y cf. Apocalipsis 3:5). Sin embargo, no todo el que confiesa a Cristo es un verdadero creyente (ver Mateo 7:23; Tito 1:16 y 2 Timoteo 2:19). En el ejército de Dios no hay lugar para “creyentes secretos”. Que nunca nos avergoncemos de nuestro Comandante en Jefe (2 Timoteo 2:3-4). Tal como la etiqueta en un envase proclama su contenido, así también por la confesión el creyente proclama quién mora en él (2 Corintios 13:5 “. . Jesucristo está en vosotros”). Romanos 10:11 Este versículo explica el versículo 10 (“pues”). Si realmente creemos en Cristo, no nos avergonzaremos de ÉL, por lo cual lo confesaremos con alegría. “Todo aquel que creyere” (comparar con Romanos 1:16, donde se usa la misma frase “todo aquel que cree”). Si entendemos realmente lo que nuestro Salvador hizo por nosotros, ¿cómo no podríamos estar orgullosos de ÉL? ¿Cómo no podríamos hablar con satisfacción de lo que ÉL hizo por nosotros? “Grandes cosas ha hecho el Señor con nosotros; estaremos alegres” (Salmo 126:3). Romanos 10:12 La expresión “porque no hay diferencia” la encontramos también en Romanos 3:22-23. En ese pasaje no hay diferencia por cuanto todos pecaron y todos están bajo condenación (todos los hombres participan de la misma condenación). En Romanos capítulo 10 no hay diferencia porque el mismo Señor derramará Sus riquezas sobre todos los que lo invocan (todos lo hombres están invitados a participar de la misma salvación). Todos han pecado, pero hay un Salvador que ha sido provisto para todos. Todos los hombres, sin distinción, están condenados; todos los hombres, sin distinción, están invitados para ser salvos. ÉL es Señor sobre los judíos y ÉL es Señor sobre los griegos (gentiles). Ver Romanos 3:29 y Hechos 10:34-36 (la primera vez que el evangelio fue predicado a los gentiles). Dios es RICO para con toda persona que lo invoque. ÉL derrama Su riqueza sobre todos los que invocan Su Nombre. Sólo los que reciben el don de Dios (Romanos 6:23; 5:17; Efesios 2:8-9; etc.) saben lo valioso y precioso que es este don. La bondad de Dios sólo es conocida por los que “gustan y ven” (Salmo 34:8 y 1 Pedro 2:3). Sólo los creyentes pueden empezar a conocer “las riquezas de Su gracia” (Efesios 1:7) y “las inescrutables riquezas de Cristo” (Efesios 3:8). ¿Cuán rico eres tú? (Ver Las Riquezas de Su Gracia—215 cosas que son ciertas en cuanto a mí ahora que soy salvo). Romanos 10:13 Encontramos aquí una maravillosa promesa de salvación. El hombre debe hacer la INVOCACIÓN; Dios hará la SALVACIÓN. Este versículo es una cita de Joel 2:32 que tiene una referencia al Nombre de Jehová. El Nuevo Testamento cita este pasaje de Joel en Hechos 2:21 y aquí en Romanos 10:13, refiriéndose ambos al Nombre de JESÚS (de modo que Jesús es igualado a Jehová, un argumento sólido para la deidad de Cristo). La gente más rica del mundo es la que es salva. Los millonarios incrédulos de este mundo son ricos por un segundo, pero serán pobres por toda la eternidad. Nótense las importantes palabras de invitación de este pasaje: v.11—“TODO AQUEL”; v.12—“TODOS”; v.13—“TODO AQUEL”. En la Biblia hay dos ejemplos muy claros de hombres que invocaron el Nombre del Señor: 1) El publicano o cobrador de impuestos de Lucas 18:10-14—“DIOS, SÉ PROPICIO A MÍ, PECADOR”. 2) El malhechor en la cruz de Lucas 23:39-43 “SEÑOR, ACUÉRDATE DE MÍ CUANDO VENGAS EN TU REINO”. Conociendo su desesperada necesidad, ellos clamaron con fe al Único que podía hacer frente a su necesidad. El publicano fue “justificado” y el malhechor


estaría pronto en el “paraíso”. El Fariseo y el otro malhechor se negaron a invocar al Señor y ambos desecharon clamar por salvación, y ambos permanecieron en sus pecados. Ellos enfrentarán una eternidad sin Cristo en el infierno. Romanos 10:14-15 Estos son grandes versículos misioneros que muestran la importancia de predicar el evangelio a quienes no han escuchado. Pablo da el ORDEN exactamente al revés del orden cronológico: Invocar, Creer, Oír el evangelio, Predicar el evangelio, Ser enviado. El orden cronológico es lo contrario: primero Dios envía al predicador que predica el evangelio, el pecador oye, cree en su corazón e invoca el Nombre del Señor. Los que somos salvos, podemos dar gracias a Dios por enviar a alguien con el mensaje de buenas nuevas por nuestro camino. Los que somos salvos, “debemos” el evangelio a otros que no han oído (ver Romanos 1:15-16, donde leemos que Pablo era un deudor). Antes de que una persona pueda invocar a Cristo, primero tiene que creer de corazón en Cristo. Antes de que el malhechor clamara, “Señor, acuérdate de mí” él primero creyó en su corazón. Sus palabras solamente expresaron la fe que ya tenía. Antes de que una persona crea en Cristo, tiene que OÍR (comparar Juan 9:35-38). Una persona no puede creer en Cristo si nunca ha escuchado de Cristo. La fe se radica sobre los hechos respecto a QUIÉN ES CRISTO y LO QUE ÉL HA HECHO. Los hechos se encuentran en la Palabra de Dios y esos hechos tienen que ser OÍDOS (comparar Romanos 10:17). Antes de que una persona pueda oír, el evangelio tiene que serle predicado (o que se le entregue el evangelio de alguna manera, como con un tratado o un Evangelio de Juan, etc.). Sin predicador no hay mensaje del evangelio y así no puede haber fe ni salvación. Por eso los creyentes tienen una tremenda responsabilidad en esto, porque NOSOTROS SOMOS LOS PREDICADORES QUE DIOS USA (no ángeles o algún otro ser). Antes de que una persona pueda predicar (v.15), tiene que ser ENVIADA (POR DIOS). Dios es el que envía. Dios, no el hombre, envía a Sus siervos y a Sus misioneros. Nosotros hacemos el PEDIDO (Mateo 9:38) y Dios hará el ENVÍO. Cuán hermosos son los pies de aquellos que Dios ha enviado y que proclaman fielmente las buenas nuevas. Cuán feos son los pies de aquellos que han salido predicando un mensaje falso, no habiendo sido enviados nunca por Dios (ver Jeremías 14:14, 15; 23:21, 32 y también Gálatas 1:8-9). Un misionero estaba predicando en la plaza de un pueblo y algunas de las personas se estaban riendo de él, porque no era un hombre muy bien parecido. El escuchó por un rato y luego dijo a la multitud, “Es cierto que no tengo un cabello hermoso, porque casi soy calvo. Tampoco tengo una hermosa dentadura, porque realmente no es mía; fue hecha por el dentista. No tengo una cara bonita y tampoco puedo permitirme usar vestimenta bonita. Pero ésto sé: TENGO PIES HERMOSOS. DIOS ME LO DICE ASÍ”. Luego él citó los versículos que se encuentran en Isaías 52:7 y Romanos 10:15. Sería maravilloso si todos los que oyen las buenas nuevas, creyeran las buenas nuevas y fueran salvos. La tragedia es que la gran mayoría de los que oyen el evangelio lo rechazan, y ésto nos lleva al versículo 16. Romanos 10:16 ¡Qué trágico! Dios tiene buenas noticias y el hombre no las quiere. Ellos rechazan la oferta de paz de Dios (v.15). Rechazan la invitación de Dios de ser salvos (v.13). Ellos rechazan las riquezas de Dios (v.12). Ellos rechazan la salvación tan grande de Dios (v.9). Ellos rechazan la justicia de Dios (v.3). ¡Es la tragedia de la insensata incredulidad humana! No todos obedecieron


al evangelio. En verdad, la gran mayoría de la gente ha DESOBEDECIDO el evangelio. ¿Cómo desobedece una persona el evangelio? Al negarse a creerlo. El mandamiento de Dios se ve claramente en 1 Juan 3:23 (la primera parte del versículo), y los que desobedecen este mandamiento son desobedientes al evangelio. Isaías, el profeta, anticipó esta terrible incredulidad en el primer versículo de ese importante capítulo 53, que habla del Mesías muriendo por nuestros pecados. “¿Quién ha creído a nuestro anuncio?” ¡No muchos! Qué triste que la gran mayoría de los judíos rechazan el gran mensaje de Isaías 53 aún hasta el día de hoy (y también la mayoría de los gentiles). “¿Y sobre quién se ha manifestado (descubierto, revelado) el brazo (símbolo de fuerza y poder) de Jehová?” El evangelio está encubierto a los que se pierden (2 Corintios 4:3) y el mensaje de la cruz es “locura” para ellos (1 Corintios 1:18), pero para nosotros que somos salvos, es el PODER de Dios (1 Corintios 1:18, 24; Romanos 1:16). Isaías 53:1 encontró su cumplimiento en Juan 12:37-38, y sigue cumpliéndose hoy cuando hombres y mujeres rechazan el evangelio de la gracia de Dios y se niegan a confiar en el Hijo de Dios, el único Salvador. Romanos 10:17 La palabra “el oír” (dos veces en el v.17) es la misma palabra griega como la palabra “anuncio” del v.16. Para que una persona sea salva tiene que haber un anuncio y un mensaje que es oído y este anuncio o mensaje tiene que ser creído. ¿Cómo puedo obtener una fe que salva? ¿Cómo me puede venir una fe salvadora? Tengo que escuchar el mensaje de la Palabra de Dios y responder a él de una manera positiva. La Palabra de Dios es PODEROSA (Hebreo 4:12). La Palabra de Dios es EFICAZ (1 Tesalonicenses 2:13). La Palabra de Dios es VIVA (Juan 6:63, 68; Hebreos 4:12). La Palabra de Dios es PENETRANTE (Hebreos 4:12; Efesios 6:17). La Palabra de Dios puede hacer SABIA PARA LA SALVACIÓN a una persona (2 Timoteo 3:15). La fe del hombre debe radicarse sobre los hechos de Dios y los hechos de Dios se encuentran en la Palabra de Dios. Esto no significa que todo el que oye los hechos del evangelio de la Biblia será salvo (como hemos visto en Romanos 10:16). Pero significa que nadie será salvo sin oír los hechos del evangelio de la Biblia. Tratar de penetrar el corazón de un pecador sin la Biblia es como un soldado tratando de traspasar el corazón del enemigo sin una espada. Los creyentes no necesitan defender la Biblia y tampoco necesitan probar que es verdad. Necesitan simplemente USAR LA BIBLIA, confiando que un gran Dios honrará Su Palabra y que hará Su obra en los corazones de hombres y mujeres. La Palabra de Dios saldrá y cumplirá su propósito (ver Isaías 55:11). Los predicadores de Dios tienen que ser hombres del Libro. Que nunca sustituyamos con nuestras propias ideas y opiniones y filosofías la verdad pura, no adulterada, de la Palabra de Dios. Comparar Efesios 1:13 (la fe viene por oír el evangelio). Romanos 10:18 ¿Por qué la gente no obedece el evangelio (v.16)? ¿Por qué la gente no llega a tener fe en Cristo (v.17)? ¿Por qué tantos judíos han fallado en obedecer el evangelio y en venir a Cristo con fe? ¿ES PORQUE NO HAN OÍDO? No, ellos han oído. Ellos recibieron el mensaje. Ellos escucharon el mensaje. El problema es que ellos no respondieron con fe al mensaje. Dios no tiene problemas en hacer llegar Su mensaje a los hombres. Pablo cita del Salmo 19:4, un pasaje que expresa la verdad de que el conocimiento de Dios y la gloria de Dios han sido dados a conocer a todos los hombres, en todos los lugares de la tierra, por vía de la CREACIÓN. Estudiamos esto en detalle en el Capítulo 1. Como resultado, todos los hombres están SIN EXCUSA, porque Dios se ha dado a conocer a Sí Mismo. La gente pregunta a menudo, “¿Y qué de la gente de países lejanos que nunca han oído el evangelio?” Por una parte es cierto que ellos no pueden oír el mensaje del evangelio (de Cristo y la cruz) sin un predicador (Romanos 10:14), y a la iglesia de Jesucristo ha sido dada la responsabilidad y el mandamiento de predicar el evangelio a toda criatura (Marcos 16:15) y de hacer discípulos a todas las naciones (Mateo 28:19-20). Debemos notar también que es Dios quien ENVÍA PREDICADORES (Romanos 10:15 y Mateo 9:38) y en


Su sabiduría Dios envía la persona precisa, al lugar preciso, en el momento preciso, con el mensaje preciso. Por otra parte, es cierto que todos los hombres sobre la faz de la tierra han OÍDO el mensaje de Dios como es revelado en la CREACIÓN. Por causa del pecado los hombres rechazaron, suprimieron y desecharon el conocimiento de Dios que tenían (Romanos capítulo 1, ver especialmente versículos 21-23, 28). Los hombres no sólo han oído la revelación de Dios en la naturaleza, sino hay otro mensaje que es proclamado durante esta era de la iglesia a través de todo el mundo, es decir, el mensaje del evangelio: “Predicad el evangelio a toda criatura” (Marcos 16:15) “Y ellos, saliendo, predicaron en todas partes” (Marcos 16:20) “La verdad del evangelio ha llegado a vosotros, así como a todo el mundo” (Col. 1:5-6) “El evangelio que habéis oído y que se predica a toda criatura debajo del cielo” (Col 1:23) “Mi evangelio. . dado a conocer a todas las gentes para que obedezcan a la fe” (Rom. 16:26) Romanos 10:19 ¿Sabía Israel acerca del mensaje de Dios que iría a todo el mundo, hasta los fines de la tierra habitada, incluso hasta donde los despreciados gentiles? Ellos deberían haberlo sabido, porque sus propias Escrituras lo indicaban así. Pablo cita primero a Moisés (ver Deut. 32:21 y nótese que la Biblia enseña claramente que Moisés es el autor humano de Deuteronomio, un hecho que es negado por los incrédulos hoy). En Deuteronomio 32:21 la gente provocó a Dios a celos con lo que no es Dios, y así Dios los provocaría a celo a ellos con aquellos que “no eran pueblo”. ¡Ellos escogieron otro dios; Él escogería otro pueblo! “Insensato” significa sin entendimiento. Aquí hay un pueblo sin entendimiento (ver Tito 3:3), y, sin embargo, ellos creen el evangelio. Los judíos, que tenían las Escrituras y que deberían haber tenido entendimiento, rechazan a Cristo y Su evangelio. Ver Romanos 11:11. Romanos 10:20-21 La segunda cita de Pablo es de Isaías 65:1-2. “Me manifesté” significa “me revelé”. Los gentiles no buscaron a Dios (Romanos 9:30), pero Dios los buscó y los encontró a ellos (cf. Lucas 19:10). Dios es quien busca y ÉL está buscando ahora “a los que no preguntaban por Mí” y ÉL ha sido hallado por los que “No lo buscaban”. Ellos escucharon simplemente las buenas nuevas y creyeron. ¡Que alabemos Su incomparable gracia! Nótese el versículo 21. ¡Qué anhelo, qué amor, qué súplica! “Contradictor” significa “en oposición a Dios, rebelde, negarse a tener algo que ver con Dios”. Qué palabras podrían expresar mejor la tierna invitación de Dios al hombre pecador cuando ÉL extiende Sus manos (comparar Prov. 1:24; Isaías 65:2). “Las manos extendidas todo el día, son un símbolo del amor que suplica incesantemente y que Israel ha despreciado consistentemente durante toda su historia” (Expositor's Greek New Testament). Ver Mateo 23:37. ¡Dios estaba tan dispuesto! ¡El hombre era tan rebelde! Los que se pierden sólo pueden culparse a sí mismos. Rechazar el remedio que Dios ha provisto y ofrecido con tanta bondad, es no tener remedio.

27/04/2012


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