Un sabio consejo

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Un sabio consejo El libro de Proverbios se ubica en el Antiguo Testamento de la Biblia entre los libros de Salmos y Eclesiastés. Se trata de un libro donde se ve claramente la visión del Dios Altísimo respecto al mundo. Un libro de sabiduría completo, lleno de consejos y enseñanzas útiles, como toda la escritura inspirada por Dios es (2 Ti 3:16). Aquí citaremos un pasaje que ha marcado mi vida desde que lo leí y aprendí a valorarlo. Me ha ayudado a comprender y mirar lo espiritual desde el mejor ojo que podría tener: el ojo de Dios, a entender su justicia y a quererlo cada día más y principalmente, demostrárselo con obras. Él nos dice: “Se sabio, hijo mío, y alegra mi corazón, Y tendré que responder al que me agravie” (Prov 27:11 – RV1960) Según el diccionario de la RAE (Real Academia Española), el término sabiduría se refiere al “Grado más alto del conocimiento“ o a la “Conducta prudente en la vida o en los negocios“. El conocimiento se adquiere mediante el aprendizaje gradual de las cosas, leyendo, escuchando, observando. Todo el tiempo aprendemos cosas nuevas y mejoramos las viejas aprendidas que hayan quedado obsoletas. Nos renovamos en un intento de mejorar nuestra propia vida y quizá, de alguna forma, para mejorar la vida de los demás; pero ¿qué referente tenemos para poner un objetivo lógico a nuestra vida? ¿cuál es el motivo que nos impulsa a aprender? ¿cuál es el motivo que nos impulsa a querer ser alguien en la vida? ¿cuál es la razón que nos lleva a querer tener más y más? ¿Edificaría acaso yo una casa en un lugar si supiera de antemano que en ese lugar va a haber un terremoto? ¿Compraría acaso yo un automóvil si supiera de antemano que inevitablemente me lo van a robar? ¿Me esforzaría por buscar riquezas, gloria y poder en esta tierra si supiera de antemano que va a ser destruida? Jesús dijo: No os hagáis tesoros en la tierra, donde la polilla y el orín corrompen, y donde ladrones minan y hurtan; sino haceos tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el orín corrompen, y donde ladrones no minan ni hurtan. Porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón. (Mat 6:19-21) Jesús dijo: Mirad, y guardaos de toda avaricia; porque la vida del hombre no consiste en la abundancia de los bienes que posee. (Luc 12:15) Un niño que gatea quiere aprender a caminar y cuando camina se apura a correr, aprende a hablar para poder comunicarse, va al colegio, aprende a leer, pasa de grado en grado, elije una carrera, trabaja y asciende laboralmente, tiene hijos y nietos, y muere sabiendo que a sus hijos y nietos les sucederá exactamente lo mismo. El tiempo es inevitable. Constantemente tiramos de la cuerda trayendo a la muerte cada vez más cerca. Cuando somos niños queremos ser adultos y cuando somos adultos queremos ser niños. Muchos dicen que la vida es una sola y que debemos aprovecharla al extremo, disfrutarla antes de que muramos; pero nunca se nos aconseja a hacerlo viviendo una vida para Dios y para nuestro prójimo. Jesús dijo: Porque como en los días antes del diluvio estaban comiendo y bebiendo, casándose y dando en casamiento, hasta el día en que Noé entró en el arca y no entendieron hasta que vino el diluvio y se los llevó a todos, así será también la venida del Hijo del Hombre. (Mat 24:38-39) 1


Necesitamos sabiduría para discernir lo bueno de lo malo, lo correcto de lo incorrecto; pero ¿quien nos define que es bueno y que es malo, que es lo correcto y que lo incorrecto?. Mirando en lo profundo de nuestro propio ser en búsqueda de la verdadera felicidad, una felicidad que dure toda la vida; pero siempre en este mundo todo lo que hacemos se arruina, se corrompe, se deteriora gradualmente. Jesús dijo: Bienaventurados los que oyen la palabra de Dios, y la guardan (Luc 11:28) Escucho a muchos decir que Dios no existe y a otros decir que creen en Dios; pero haciendo parecer que esa creencia no tiene efecto en sus vidas (2 Ti 3:5); pero ¿porqué? Porque todo aquel que realmente cree en Dios, teme de Él y es ese mismo temor el principio de toda sabiduría (Prov 1:7), de la sabiduría más importante, ese “grado más alto de todo conocimiento”, de la sabiduría para dejar que Dios guíe nuestros pasos en una “conducta prudente en la vida o en los negocios”. Pero sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan. (Heb 11:6) Como dice el predicador en Eclesiastés: todo es vanidad. Nos movemos debajo del sol para hacer una y otra vez lo mismo ¿dónde está nuestro progreso si nuestro futuro es negro? ¿sabrán nuestros hijos que hacer cuando la abominación llegue?. Por eso hermanos es necesario que busquemos a Dios tal como buscaríamos un tesoro escondido en lo profundo de la tierra. Perseverando constantemente en su Palabra, escudriñándola, desenterrando de esta cosas viejas y nuevas (Mat 13:52) y creyendo en su Hijo nuestro Señor Jesucristo por quien tenemos la gracia de Dios y la Salvación. Diciendo: Si a veces tengo tiempo para hacer esto y esto otro ¿cómo no tener tiempo para buscar a Dios?. Si a veces sacrifico horas y horas en cosas vanas y temporales ¿cómo no sacrificar mi vida por el que la hace nueva?. No sucumbiendo a la tentación, ni haciendo lo que es malo a los ojos de Dios, dejando crucificados nuestros deseos pecaminosos y llevando fruto al Creador de nuestro propio espíritu. Así es como Dios, como lo haría un padre, se siente alegre en su corazón de que seamos hijos sabios alejándonos de todo lo malo y siguiendo lo que es bueno así Satanás, no tendrá de qué acusarte ante Dios como siempre lo hace. No tendrá ya más pruebas contra ti para agraviar a Dios por la misericordia que Él ha tenido contigo a pesar de haber pecado. Esta es tu oportunidad de buscarlo. Hazlo y esfuérzate y te aseguro por mi vida misma, que Dios jamás te abandonará, siempre te sustentará, siempre te ayudará (Isa. 41:10-11). Hazlo con mucho amor, dando a Dios con alegría, porque Él ama al dador alegre (2 Cor. 9:7) y entenderás porque “el principio de la sabiduría es el temor de Dios” (Prov. 1:7). Escucha sus palabras y llénate de Él: “Se sabio, hijo mío, y alegra mi corazón, Y tendré que responder al que me agravie”

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