Cuentos de Érick Giovanni Xicohténcatl
Tonki y la Serpiente Había una vez un escorpión llamado Tonki, que vivía en los calurosos desiertos del antiguo Egipto, junto a las grandes pirámides. Todos los días, por las mañanas, subía a la estatua del Gran Faraón Ramsés y descansaba ahí hasta el atardecer; después, bajaba a las orillas del rio Nilo y se encontraba con su amiga, una serpiente llamada Fely. Pero, en esta ocasión, la encontró triste y desanimada. Entonces le pregunto -¿Por qué estas tan triste?-. A lo que ella contestó -¡El río Nilo se está secando!- Y si no hacemos algo al respecto, no quedará agua para beber y nos moriremos de sed-. Tonki se espantó mucho al oír esto, así que preguntóó -¿Qué podremos hacer nosotros, siendo tan pequeños? ¿Has escuchado que la unión hace la fuerza?- le respondió Fely, juntos resolveremos este problema, iremos a Alejandría, la ciudad mágica donde vive un hombre amante de la naturaleza y de la vida, un sabio filosofo llamado Teodón. Él nos podrá ayudar-. Tonki estuvo de acuerdo con ella y emprendieron un viaje algo difícil por los valles desérticos de Egipto. Pasaron semanas antes de que llegaran. Cuando por fin lo hicieron, se sorprendieron gratamente con la visión nocturna de la entrada de la ciudad. Cubierta por los rayos de luna llena, las calles lucían iluminadas y las azoteas de las casas también, dándole una peculiar belleza a la ciudad.. La grandeza de Alejandría impresionó a Tonki y a Fely, quienes se preguntaron cómo era posible que el hombre pudiera edificar construcciones tan magníficas. Estaban tan cansados que se durmieron junto a una fuente y descansaron tranquilamente soñando con su hogar en los calurosos desiertos. Despertaron temprano y se pusieron a recorrer las calles de la ciudad preguntando a todo citadino que pasaba, por el paradero del filosofo Teodón, pero nadie supo darles respuesta. Entonces, Tonki le dijo a Fely -¡Estoy cansado, aún no encontramos a ese hombre! quiero regresar a casa ya la echo de menos!- Tranquilo- contestó Fely- no hay que perder la esperanza ya verás que lo encontraremos a tiempo. Siguieron caminando hasta caer la noche, fue entonces que al caminar por una calle desconocida se encontraron con un anciano que les preguntó muy amablemente: Ustedes
Cuentos de Érick Giovanni Xicohténcatl
no son de por acá. ¿Quiénes son y a que vinieron a Alejandría? Si les puedo ayudar en algo, lo haré. Somos de Egipto y venimos a buscar la ayuda del gran filosofo Teodón, contestaron, ya que nuestro hermoso río se está secando y nosotros no sabemos qué está pasando ni qué podemos hacer para evitarlo. Por eso venimos hasta aquí a buscar respuestas. -Ya no tendrán que buscar más -respondió el anciano- yo soy Teodón, aquel hombre que alguna vez fue muy conocido en esta ciudad. Pero les advierto, ahora todo ha cambiado. La gente ya no se preocupa por los demás. Los valores se están perdiendo.Fely pregunto qué había pasado en esa ciudad, que a simple vista se veía muy tranquila, y daba la impresión de ser perfecta. Aunque así se vea, dijo Téodon, esta ciudad se hunde en la corrupción. Cuando una civilización llega al máximo de su esplendor, se destruye a sí misma. Hubo una época en la cual esta ciudad iniciaba su carrera hacia la gloria. Las personas solían ayudarse entre ellos mismos y todos vivíamos en armonía. En esos tiempos, la gente me visitaba para pedirme consejos, y mi fama llegó a lugares muy remotos. Cuando supe que estaban aquí, vine a ayudarles -¿Cómo sabias que íbamos a venir?- preguntó Fely-. Es que soy muy sabio, yo lo sé todo, y su problema tiene solución. De hecho es algo simple. Las lluvias llegaran para el solsticio de verano, entonces su río crecerá y no se secará como ustedes pensaron. Gracias, de haberlo sabido antes, no nos hubiéramos alarmado tanto, contestó Tonki. Ahora, déjenos ayudarlo a cambiar a la población Teodón sonrió y dijo no se preocuparan. ¡El mundo no va a cambiar, lo importante es que el mundo no los cambie a ustedes! Ahora pueden regresar a su hogar, libres de preocupaciones. Y así, Tonki y Fely regresaron a Egipto, con nuevas experiencias de la vida que compartirían con sus amigos.
Cuentos de Érick Giovanni Xicohténcatl
Una prueba para la muerte Habían dado las doce de la noche una hora abrumadora y terrorífica en la que las cosas malignas solían salir de la oscuridad para cometer actos crueles e infames en la tierra, la muerte oculta en su escondite una cueva húmeda y sin luz se decidió a salir aquella noche cuando la luna se oscureció, tenia planeado robar las almas de inocentes que tanto necesitaba ya que según ella hoy en día estaba difícil hacer que las personas se murieran. No le gustaba salir en el día porque la luz del sol le chamuscaba los huesos y ya estaba harta de lidiar con personas que se portaban groseras con ella o que la ignoraban o le daban malas direcciones cuando preguntaba por alguien. Así que se dijo: -que más da, mejor me robo sus almas total al mexicano no le da miedo morir; siempre dice, mejor llegar tarde pero sin sueñoEnsilló su caballo y se dirigió hacia donde la llevara cualquier respiro de vida que escuchara o a cualquier brisa traída del viento, cabalgó y cabalgó cuando de repente se detuvo pues de lejos pudo observar a un pobre hombre que dormía bajo una ramada de hojas de palmera envuelto en una vieja frazada con el rifle a su hombro y pensó alegremente, algo es algo. Llegó enseguida pero justo antes de acercarse al hombre no se percato que había un perro junto a el (un perro negro como el ébano y grande como un lobo) a quien no le gusto nada que aquella figura se fuera acercando a su amo, se levantó y fue al encuentro de la muerte a quién hablo; -¡Hermosa noche, que desea buen caballero en que puedo servirle!Y trato de ser lo mas gentil que pudo ya que el creía que por la gentileza de las palabras las personas se lograban entender mejor o así lo llegó a escuchar de dos hombres que caminaban por la plaza del pueblo y que iban filosofando, aunque la verdad sabia quién era aquella figura que no mostraba su rostro siguió preguntando hasta que la muerte le contestó; con una voz fría, ronca y que olía a hierbas calcinadas.
Cuentos de Érick Giovanni Xicohténcatl
-Yo soy un recaudador de impuestos de la ciudad, estoy aquí porqué el señor aquí presente y que duerme aquí tranquilamente no ha pagado impuestos y mi jefe lo quiere ver personalmente y se lo llevaré para que llegue a buenos términos con el. -Yo no me chupo el dedo- respondió el perro. -¿qué dices?- aclaro la muerte. -que yo no soy ningún sonso, se quién eres y a que has venido. -Lo que no entiendo es que vengas por esta pobre alma enferma, cansada pero bondadosa en vez de ir por allá donde abundan las almas jóvenes e impuras que bien merecen morir, además –agregó- el perro mi amo es alguien trabajador y aún no merece la penitencia que tienes planeado imponerle. ¿Qué no sabes que hace aquí durmiendo en medio de este campo solitario y lúgubre? -Cuéntame- dijo la muerte que era alguien muy curiosa. -Mi amo- respondió el perro, a sido victima de robos y ultrajes que se han cometido a sus tierras por rufianes que se han llevado la mayoría de su cosecha y han dejado sin ganado sus pastizales vino justo esta noche para descubrir al ladrón y darle un susto, pero tal ladrón nunca apareció y el sueño lo venció. A la muerte le pareció una historia entretenida hasta se conmovió y hubiera llorado si tal solo tuviera lagrimas en aquellos agujeros obscuros y penetrantes que hasta ese momento lograban verse con los primeros rayos de luz de la luna, pero su decisión seguía siendo la misma: llevarse el alma del anciano y no volver a la tierra de día, que era lo que mas odiaba hacer. Lo medito y dijo al perro: -¡Me lo llevare, a como de lugar no tengo opción! El perro esperaba esa respuesta, no le sorprendió oírla, el relato que le contó a la muerte era para ganar tiempo y requería de un poco más.
Cuentos de Érick Giovanni Xicohténcatl
-Si esa es tu decisión te entregare a mi amo, solo si pasas una pequeña prueba que consiste en algo sencillo para ti- la muerte que disfrutaba de los juegos ya que no los jugaba desde hacía mucho tiempo con nadie en la cueva acepto gustosamente. -Y en que consiste esa muy peculiar prueba. -Algo sencillo, solo tienes que contarme todos los pelos de mi cuerpo si logras llevarlo a cabo mi amo te entregare sin reproches. La muerte accedió pensando que aquello sería algo fácil y sencillo de realizar y empezó a contar pelo tras pelo uno por uno desde la cabeza hasta el cuerpo y siguió hasta empezar a contar los de la cola, estaba feliz iba a acabar pronto el anciano seria suyo, pero estando por terminar el perro se sacudió y la muerte la cuenta perdió enfadado dijo en tono molesto. -¡Por qué demonios te moviste, estaba a punto de terminar! El perro en tono de broma respondió –tenía pulgas y me sacudí para que se cayeran-. La muerte de mala gana se puso a contar nuevamente, se puso de nuevo emocionada cuando estaba a punto de terminar por segunda vez, pero por segunda vez el perro se sacudió agregando que las pulgas seguían en su cuerpo y la muerte esta vez le dijo: -Yo ya no voy a seguir contando, si solo te estas moviendo y sacudiendo como si tuvieras diarrea. -Es la última vez. -Mas vale, aunque te muevas me lo llevo y lo dijo con un tono terrorífico y macabro. Empezó por tercera y ultima vez a contar y cuando estaba por terminar el perro se preocupo por que esta vez si la muerte terminaba su amo tendría que ir con ella, pero en ese momento paso algo que el perro esperaba que sucediera. En el mismo momento que la muerte termino su cuenta los gallos en los pueblos comenzaron a cantar y para la muerte que detestaba eso, los cantos la hicieron ponerse en fuga. Montando en su caballo desapareció en las neblinas y la oscuridad. El perro sonrió. Estuvo cerca.
Cuentos de Érick Giovanni Xicohténcatl
Aún no quiero morir Regresó cansado y adolorido ya que el trabajo cotidiano lo fatigaba y siempre terminaba agotado y ese día después de toda una jornada de trabajo llegó a su casa y se quedo durmiendo toda la noche. Al día siguiente se decidió tomar un descanso y se quedo en casa a dormir, despertó y después de desayunar escucho que tocaban a su puerta y al abrir notó que era una mujer muy bella y joven que lo miraba fijamente y que le decía: -Al fin di contigo, e venido por ti. -¿Por mí?- dijo aquel hombre sorprendido. -así es, aquí solo estas lleno de penurias y cansancios y por eso te voy a llevar a un lugar donde podrás descansar sin preocupaciones. -suena bien- dijo aquel hombre pero… -¡Pero qué!- le respondió aquella mujer, el hombre le dijo que no la conocía y que no sabía a donde lo iba a llevar pero accedió a ir con ella y le dijo
–espérame un momento
voy por mi morral esta atrasito ahora regreso- y salió por la ventana trasera y echo a correr con todas sus fuerzas mientras decía asustado. -Era la huesuda ay, y vino por mi ahora que hago, si no me escondo me encontrara- y se dirigió a la casa de su compadre para pedirle ayuda. -¿Es en serio? -Así es compadre. -No pues, si estaba como dices yo si me iba con ella. -Ya compadre que me recomiendas hacer esto es crítico. Su compadre le recomendó hacer un pacto con el diablo para que lo dejara vivir más tiempo y alejara a la huesuda de su casa a lo que el hombre respondió –Yo no le hago a esas cosas, sale igual o peor.
Cuentos de Érick Giovanni Xicohténcatl
Al no poder encontrar ayuda con su compadre ni en ningún otro lado salió a caminar y andando por la orilla del río se encontró con un anciano que vestía todo de blanco quién le dijo. -que le pasa amigo, algo le aflige, ¿verdad? Le conto todo a detalle sin omitir nada, pensando que aquel anciano lo tomaría por loco o que no le creería. -venga dijo el anciano, ¡siéntese le invito un pedazo de pan!- y saco un pan que guardaba en su morral y le dio la mitad. -Yo le podría ayudar con su problema amigo. -Y como lo vas a hacer le respondió con asombro. El anciano que no era otro más que Dios mismo en persona, pero en la forma de hombre le dijo que el podría alejar a la muerte si a cambio hacia algo por el, y si lo cumplía, lo dejaría vivir muchos años más. -que tengo que hacer a cambio de que me dejes vivir más. -Tienes que pasar una pequeña prueba que te asignare y si al término de ella la pasas, estarás más años en este mundo, yo mandare a alguien para que te asigne tu prueba. Y después desapareció misteriosamente sin dejar rastro, así que el hombre regreso a su casa donde aquella mujer había desaparecido y por muchos años vivió en paz y tranquilidad pero el tiempo lo empezó a hacer orgulloso y soberbio presumiendo entre el pueblo que su destino era vivir eternamente pues no moría ni enfermaba nunca, incluso después de esperar por mucho tiempo a que Dios enviara a alguien para que le asignara la dichosa prueba y después de ver que nadie se asomaba por allí se olvido del anciano y continuo con su vida. En uno de esos días como cualquier otro tocaron a su puerta, y el de mala gana se paro a abrir y ahí estaba un pobre hombre que vendía cazuelas quién le dijo: -Disculpe que lo moleste señor no me podría regalar un taco y un vaso de agua es que no he vendido nada en toda la mañana y no me he llevado nada a la boca. El hombre lo miro
Cuentos de Érick Giovanni Xicohténcatl
fijamente por un momento y después le dijo;
–acaso crees que aquí es beneficencia o
que, porque no te vas a dar lata a otra parte.- Y le cerro la puerta en las narices. El pobre vendedor se fue triste y el hombre regreso a su cómodo sofá a descansar hasta que se quedó dormido, justo esa noche una fuerte tormenta se desató, poco después se produjo un violento terremoto y por esa consecuencia un pedazo de madera le cayo encima al hombre matándolo al instante. Cuando despertó se encontró en un lugar extraño y diferente, un lugar desconocido que nunca había visto en su vida y en ese momento supuso que ya no estaba en el mundo de los vivos y dijo con un tono fuerte -por que me mataste nunca me mandaste la dichosa prueba que tenia que pasar- y en ese momento Dios se le apareció y el hombre inconforme le reclamo a Dios que nunca le enviara la prueba que le prometió y por eso no pudo hacer nada. -Pero si te envié esa prueba. -Y cuando la mandaste, ¡según tú! –Dijo- un poco molesto. -El día que moriste pocas horas antes de que fallecieras envié a un pobre vendedor que te pidió comida y tú se la negaste, la prueba era poner a humildad tu corazón pero fallaste. El hombre hasta ese momento se dio cuenta del error que había cometido y se disculpo con dios que para ese entonces había desapareció y cuando volteo ahí estaba la muerte mirándolo y le dijo: -Al fin llegas-