Las cuatro estaciones
LAS CUATRO ESTACIONES Ar turo Carrera
Pringles Press: El Salvador 4199 - (C1175ACG) Buenos Aires, Argentina
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Carrera, Arturo Las cuatro estaciones Tercera Edición Pringles Press. Colección Poesía y Ficción Latinoamericana Buenos Aires, 2008
ISBN 978-987-1474-14-1 1. Literatura Argentina. I. Título CDD A860 © Arturo Carerra, 1989 © Pringles Press, 2014 Dirección: Francisco Garamona Arte: Menini Germán Corrección: Laura Crespi
Mi agradecimiento fundamental a los que viven todos los procesos de mi vida, mi familia, que siempre entienden y respetan pacientemente mi inmersi贸n por horas entre los libros. A ellos mis infinitas gracias por su comprensi贸n y apoyo.. Arturo Carrera Buenos Aires, 2008
II Qui単ihual (VERANO)
Población : 10 habitantes. Denominación: Su nombre proviene del arroyo homónimo, que su rcaba las cierras donde funcionaba la estación ferroviaria. Situación Geográfica: 37° 49’ Lati tud Sur -61° 38’ Longitud Oeste. Se encuentra a 7 km. de la RP No 76, al SE del Parrido. Distancias: 57 km. Coronel Suárez. Luego de ser inaugurada la estación ferroviaria, se asentaron en sus inmediaciones algunos habitantes que basaban su economfa en careas rurales. La localidad de Quiñihual contaba en la década del 40 con varias viviendas, la Escuela No 21, Destacamento Policial, comercios de diversos rubros y herrerías. Luego del cierre de los servicios ferroviarios se produjo un significativo despoblamiento del lugar. Sólo funciona en la actualidad un antiguo almacén.
Quiñihual I Aquí tampoco hay nadie. Aquí tampoco hay nadie. Es como un rastro que el rastreador dibujara, el vestigio de un cuenco que no supimos comprender y ahora es nuestra biografía. Un rancho de adobe y paja, y juguetes agrarios. y palas y tractores y magnetos de miniatura, y utensilios para vescir caballos y para hacer de su eficacia un efímero don , una travesía que nunca compartiremos más que adentro de un suefio.
...y hablarlo deberías, despierto en pleno comentario, cuando la enjambrazón se mudara de un panal a otro, a otro corazón que se azucara en lo oscuro.
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Y en el poema más burdo y en el más sutil entrara como al descuido una lista de pequeñas ofrendas y detalles felices, las croquetas deliciosas, su pasión peronista, ¿cosas que no tienen que ver? ¿Ajos y zaftros otra vez en el barro? y su risa loca cuando miraba mis dibujos con la fraga ncia de aquel polvo Coty muy cerca de mi cara y su metro y su rima en mf después, encre vibrantes corpúsculos -su lápiz-tima violeta que yo mojaba para que ensuciara... Ella puede elegir el lugar ahora, adi vi nar el vado, la vida donde aparece; y todos nos reímos; todavía nos reímos ...con la voz de los besos que anhelamos nos refmos.
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Aquí tampoco hay nadie y sin embargo hay alguien. El campo vierte nostalgia como la crilladora granza en una ola a cuya sombra viajamos dormidos. Atravesé el puentecito del arroyo y aquí mi padre o me asesina o me mata. Antes, de niño, lloraba; y él preguntaba: ¿qué te pasa? Nada, nada papá, respondía. lloraba por mi muerte anticipada en manos de mi padre -a nticipado: paternidad, paternidad, “i nstituciones mínimas” de maternidad. ¿en qué nave de excesiva locura estoy sin conocerme?
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Desmantelaron todo Ellas charlan y se rlen bajo el bullicio de los álamos. Los viejos corren hacia la barranca, los chicos siguen dando gritos. Pero fingen no encontrarme, no verme, no hablarme en este suefio y sin embargo, decrás de las mamparas de hierro y de los vidrios de colores, bañan en una tina salpicando y gimiendo a los mellizos de una misma cara. Desde lo invisible a todo llego tarde ...en la alegría del verano que vibra y se resquebraja los ojos de una madre que no obtuve y conocí en lo invisible su imperceptible fuente; Las cosas dicen ¡no!¿Para qué deci rnos? Nuestro corazón late por su cuenta. Nuescro juicio es más flexible y claro.
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Se agrava en diferentes estilos un destino que parece “piedad”: quiere hablar de su paso por una estación efímera y dice Quiñihual. El nombre de un a rroyo sereno, el nombre de Uno - pato enorme, orgulloso macá, o el improbable cacique de los amorfos... En esos corredores de humo verde y desde las barrancas jugábamos... escribiendo borrando y enfrentando los gerundios movedizos. Asidos al desdén como deseo. Y a sólidos cuerpos instantáneos como a impalpables esferillas. Jugábamos. ¿Era eso el verano?
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Siesta Última aventura invisible de la belleza conocida la lentitud te pide que hables, que hables, que la ínt ima seguridad se vudva un día comentado, la palabra de ese día. Ya mismo querías saber c6mo re ponían en el tren, qué le dedan al guarda para que te baja:a allá. C6mo era la voz que después re decía: ¡llegaste! y cada viaje desenterraba apenas a lgo que ya se olvidaba. Juegos aqu(, como en todas partes, y lo que un niño deseaba era más que un adulto de plomo e iridio, más que su locura entre los gritos de los chimangos. Nada de palabras sino sensaciones desprendidas de la luz de la luz. Tal como ahora sus
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recuerdos en el coro inmenso de los murmullos agudísi mos. Y en el intervalo, en sordina, alguien parecido al sol venía a mirarnos; ¿llorábamos? ¿quién abría la puerta del Hospital de los Inocentes?
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Me llevaban me dejaban en el tren. Una palabra sería añadida a la sílaba imperfecta. A u na señora que viajaba: “...el... nenito...¡ah!... ¡es igual! ¿baja en Quiñihual.?..... El hollín amarillo y coda mi ansiedad flotaba sobre un abismo llamado “orfandad monocroma”. “Pronto estaré con mj abuela” --diría ahora. el vértigo del paisaje fue u n gato feroz que pasa por las ventanillas, succiona desde una nube clara a la más fría de las ovejas - la que descontamos en sueños. y aunque no había truenos sino un pequeño relampagueo continuo eso era “el viaje”, Tan serias se veían las 2 caras que me despedían, caretas gastadas de esculturas calcáreas,
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sonrisas encrmes q ue de las comisuras sol taban unos hilitos de hu mo gris verdoso. la invariable dicha que vuelve a presentarse como hace unos pocos días. ...yo buscaba los ojos, el silbato ínsonoro, no importaba de quién; los ojos para precipi ta rme en la “islilla de luz” como una piedra.
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Me llevaban ...caminaba por el pasillo del vagón y alguien venfa a raptarlo (¿quihz escribe ahora?); alguien lo devolverfa a alguien en otra estación. Sobre el carbón de imperceptibles razones sa ltaba, bailaba, chillaba... Un metro de ascuas -y el puentecito ineludible--, uno o dos metros de ascuas y el vaivén del terror. Para que al llegar esa tarde no nombraran a la madre de nadie, de nada... ...que su exclusión fuera para todos excepto para las cosas que en la naturaleza le hada n guiños, hi gas, resoplidos: ¡muecas de faunos!
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Curiosas parcas -Es Lícito que te abandonemos --deda Cloto. -Hay abandonados que abandonamos con muy poco de abandono; ¡pero otros!-insistÍa Láquesis. - Abandonados en el tumulto imaginario. Abandonados en el desprendimiento de una retina que llamaban Dios. Y aún así totalmente ¿existe?, Cloto lo hace correr delante de ella para verlo, para juzgar su juego mejor. Y anotar, a toda velocidad ante sí, el azar de los afectos - los azares involuntarios e ínfimos. Cloto: ¿Y esa cara viviente, can redondamente viva? Láquesis: Ah... es, porque “el camaleón toca el acordeón”.
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III Pringles (OTOテ前)