Partido Socialista casa adentro. Aproximación a sus dos primeras décadas

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Germรกn Rodas Chaves

SOCIALISMO Casa adentro


Germán Rodas Chaves

SOCIALISMO Casa adentro Aproximación a sus dos primeras décadas de vida

Quito, 2006


La Tierra se denominó el órgano de prensa de mayor trayectoria en el desa­ rrollo del pensamiento socialista en el país. De esa experiencia surge Ediciones La Tierra como una institución vinculada con la difusión de las ideas sociales y políticas en el Ecuador. Ediciones La Tierra busca rescatar la obra de pensadores con reconocida trayectoria en la cultura e historia ecuatorianas, así como acompañar a los pro­ cesos sociales que buscan la transformación de nuestras injustas realidades. En la actualidad, Ediciones La Tierra cuenta con varias líneas de publicacio­ nes. Nuestras Voces es la serie que bajo el género de testimonio indaga sobre personajes y hechos relevantes para la historia social y política del país. Pro­ ceso Internacional es la encargada de la difusión de análisis de las experiencias progresistas en otros países y sus propuestas teóricas. Nuestras proyecciones incluyen líneas de trabajo con los actores sociales que definen, en estos mismos instantes, los nuevos rumbos de un país en transfor­ mación y un apoyo editorial a la difusión de sus propuestas. Nuestro compro­ miso se orienta a la juventud y a la promoción de la lectura.

Socialismo, Casa adentro Germán Rodas Chaves © Ediciones La Tierra, 2006 La Isla 490 y Cuba, (593 2) 256 6036 • edlatierra@puntonet.ec Registro de derechos de autor: 024367 ISBN 9978­320­15­6 Coordinación editorial: Flor Chancay Supervisión editorial: Margarita Andrade Edición y armado: Margarita Andrade, Lenín Lara Diseño: Taller Gráfico/ Duo Diseño La fotografía de la portada corresponde a la manifestación obrera que se realizó en la ciudad de Guayaquil el 15 de noviembre de 1922, en horas de la mañana. Impresión: Fausto Reinoso, Av. Rumipamba E1­35 y 10 de Agosto, of 203 Impreso en Ecuador • Printed in Ecuador 30.04.006

Contenido

Agradecimiento Introducción Capítulo Uno Importantes antecedentes a la fundación del socialismo a. El alfarismo radical b. Los grupos obreros, artesanales y el anarquismo c. Las revoluciones mexicana y soviética: espejos de un cambio posible d. El 15 de noviembre de 1922 e. La Revolución Juliana f. Los iniciales núcleos de la izquierda ecuatoriana Capítulo Dos La fundación del socialismo y su primera crisis Capítulo Tres Las iniciales participaciones electorales del socialismo ecuatoriano, la refundación, su primera candidatura presidencial y síntesis histórica del diario La Tierra Capítulo Cuatro Del primer velasquismo y la persecución al socialismo, a la realización del segundo y tercer Congresos que marcaron su mayoría de edad Segundo congreso del Partido Socialista Ecuatoriano Tercer congreso del Partido Socialista Ecuatoriano Capítulo Cinco El quehacer del Socialismo en el gobierno progresista de Enrique Gallo y en el régimen reaccionario de Arroyo del Río Cuarto congreso del Partido Socialista Ecuatoriano Quinto congreso del Partido Socialista Ecuatoriano Sexto congreso del Partido Socialista Ecuatoriano Séptimo congreso del Partido Socialista Ecuatoriano Octavo congreso del Partido Socialista Ecuatoriano Noveno congreso del Partido Socialista Ecuatoriano Décimo congreso del Partido Socialista Ecuatoriano

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Capítulo Seis El Socialismo Ecuatoriano: entre la Gloriosa de Mayo de 1944, el segundo velasquismo, el desencanto y la persecución Undécimo congreso del Partido Socialista Ecuatoriano Duodécimo congreso del Partido Socialista Ecuatoriano Décimo tercer congreso del Partido Socialista Ecuatoriano Anexos Anexo 1. Documentos aprobados en la Asamblea de Constitución del Partido Socialista Ecuatoriano en mayo de 1926 El socialismo y los partidos políticos. Discurso de clausura pronunciado en la Asamblea Socialista por Jorge Carrera Andrade, delegado por Pichincha a la Gran Asamblea del Partido Socialista Ecuatoriano y compañero secretario de RR.EE. del Consejo Supremo Socialista

Anexo 2. Documento que da cuenta de la separación del Partido Socialista Ecuatoriano de los dirigentes socialistas contrarios a la integración del partido a la Internacional Comunista Anexo 3. Documentos aprobados en el segundo congreso del Partido Socialista Ecuatoriano realizado en diciembre de 1935 Discurso del Secretario General del Partido Socialista Ecuatoriano, pronunciado en la sesión de clausura del segundo congreso nacional del Partido Socialista Ecuatoriano

Bibliografía

Agradecimientos 115 126 131 142

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Debo señalar mi sentido agradecimiento a la Corporación Ediciones La Tierra por haber facilitado la investigación de la que da cuenta este texto y por la publicación del mismo bajo su sello editorial. Asimismo expreso mi reconocimiento a Fanny Santos Zambrano por su trabajo de apoyo en la recolección del material de archivo del que se ha nutrido esta obra. Mi imperecedera gratitud tanto a César Endara, ex Secretario Gene­ ral del Partido Socialista Ecuatoriano y fundador del partido, quien aten­ dió mis requerimientos por innumerables horas para conocer de primera fuente los avatares referentes a la fundación del socialismo ecuatoriano y a sus primeros años de vida, así como a Plutarco Naranjo Vargas, también ex Secretario General del PSE y actor importante de la década de los años 40 del siglo anterior en las filas socialistas, quien me pro­ porcionara información fundamental sobre la vida del socialismo de aquel periodo. Mi agradecimiento, además, a Rafael Quintero López el mismo que me entregara material inédito que me ha permitido revelar asuntos de enorme relevancia vinculados con los inicios de la organización partida­ ria y a las causas de la primera división del PSE. Igualmente agradezco a Galo Mora Witt, quien me facilitara las actas originales del Centro Socialista La Vanguardia de Loja, cuyo conocimiento aportó en la ela­ boración de este estudio. Finalmente, el reconocimiento más sentido a todos los compañeros y compañeras que, enterados de este esfuerzo, me apoyaron con sus suge­ rencias y me proporcionaron materiales bibliográficos indispensables para que este texto viera la luz.


Introducción

Cuando me propuse escribir este texto surgieron varias inquietudes, no solo metodológicas, que exigen algunas líneas a manera de explicación. En primer lugar, ¿por qué es importante conocer los entretelones del PSE en momentos en que muchos ciudadanos se muestran opuestos a las ideologías y a sus estructuras partidarias? Debido a que considero que los comportamientos contrarios para que se proclamen y defiendan las ideas a través de los partidos políticos, no es nada más que una expresión mediáti­ ca cuyo objetivo es el impedir la reflexión y la práctica política, en cuyo contexto los grupos económicos y sociales hegemónicos, que manipulan la conducta referida, pretenden mantener la situación estructural de crisis de nuestra sociedad. De otro lado, y en referencia a la pregunta anterior, gran parte de los acontecimientos del siglo XX, y de manera específica, importantes cambios en el Ecuador, están ligados a la vida misma del PSE, cuya incidencia, a veces periférica y limitada, ha permitido que se coadyuvara en la construc­ ción de la identidad nacional, tanto más que en las filas del socialismo no solo han militado hombres y mujeres dispuestos a entregar su existencia por los principios que han profesado, sino porque en las diversas manifestacio­ nes del convivir, han existido militantes y adherentes a la ideología socia­ lista cuya particular proyección, en la lucha social y política, así como en el mundo de la subjetividad humana, ha conmovido la esencia misma de nuestra sociedad. En este orden de cosas, ¿cómo periodizar la vida del PSE? Realmente este fue un complejo dilema que no solo estuvo presente a la hora de definir tales fases, sino que se halló atravesada, debo confesarlo, por la carga ideo­ lógica de los acontecimientos y de los avatares partidarios que he vivido en mi ya larga militancia socialista de algo más de tres décadas. No obstante, me convencí que la primera etapa del PSE, cuyos antece­ dentes los he delimitado claramente, surge desde su fundación, la primera división, su refundación, la extraordinaria influencia en las letras y en las artes, sus iniciales participaciones electorales, así como el accionar político en medio de lo que significó el primero y el segundo “velasquismos”. De


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esta etapa trata este estudio, que da cuenta de los acontecimientos “casa adentro” en las filas socialista. Los otros dos períodos los enuncio, en esta introducción, debido a que considero adecuado señalar el entorno en el que se produjeron mis defini­ ciones respecto a la periodización sobre la vida del PSE. En efecto, un segundo momento aparecerá en el PSE, cuando luego de la frustración de “La Gloriosa” surgieron en el partido, de manera sutil, en un primer momento y, luego, abiertamente, posturas contradictorias respec­ to de su quehacer político. Los avatares del colaboracionismo a propósito de ganar espacios de poder y las arengas y esfuerzos para construir un pro­ yecto de vanguardia, serán las confrontaciones características de esta segun­ da etapa en la historia partidaria. Luego, lo que conceptúo como la tercera etapa, la presencia de la Revo­ lución Cubana, precipitará una de las rupturas más profundas de la izquier­ da socialista, en donde las determinaciones de las tácticas para llegar al poder y las definiciones estratégicas para consolidarlo, marcarán los puntos equidistantes que, en ese momento, provocaron las rupturas. Posteriormente, la comprensión de la realidad nacional y la aproxima­ ción adecuada a las raíces del socialismo latinoaamericano y nacional serán, entre otras cosas, los ejes sustantivos para favorecer la unidad del socialismo a propósito de desarrollar un proyecto político único de la ten­ dencia que, sin convertirse en la vanguardia, contribuyera en la construc­ ción de la unidad política y social del pueblo ecuatoriano Aquella tarea, emprendida en la década de los años 80 del siglo XX, fue posible debido a la presencia de una generación que supo formular, a partir de la unidad de las diversas corrientes socialistas, un proyecto de poder alternativo, haciendo suya la afirmación de que es menester construir el Socialismo como creación heroica y no como producto del calco y la copia conforme nos lo enseñara el gran José Carlos Mariátegui. La madurez del socialismo, desde entonces, ha sido puesta a prueba con resultados que denotan responsabilidad y convicción. Empero, como queda dicho, en esta primera etapa, de la que doy cuen­ ta, como en todas las demás hubo hombres y mujeres que entregaron sus mejores esfuerzos en la lucha partidaria, en el sueño de construir una socie­ dad distinta, en la perpectiva de sembrar la utopía. Recordar sus nombres, sus luchas, sus desalientos, sus triunfos es uno de los objetivos fundamentales de este texto. ¿Cómo hacerlo sin que aquello no suponga entrar en el andarivel de lo anecdótico?

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El camino más práctico, no sé cuán riguroso, para atender la inquieted antes formulada, ha sido el de marginar determinados acontecimientos en muchos de los pies de página que acompañan al estudio. Valga decir, finalmente, que el eje transversal para aprehender la activi­ dad del PSE entre 1926 y 1946 fue el individualizar cada uno sus congresos, a partir de los cuales he logrado, además, una secuencia cronológica que se complementó con la información de archivo compleja y, a veces, dispersa a la que he tenido acceso. Ojalá la aproximación a las dos primeras décadas de vida del PSE con­ tribuya al esclarecimiento de algunos hechos que han marcado su trajín. Ciertamente las posibles omisiones no denotan ningún prejuicio político, sino la carencia de fuentes de primera mano. Aspiro a que este trabajo, siempre necesario de complementárselo, con­ tribuya en la circunstancia de que cuando estudiemos la historia de nuestra patria, no dejemos de lado a una de las instituciones que forman parte de la realidad ecuatoriana de de los siglos XX y XXI.

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UNO Importantes antecedentes a la fundación del Socialismo

La fundación del socialismo en el Ecuador estuvo precedida de una serie de factores internos y externos que bien pueden ser valorados como los antecedentes sustanciales para la constitución orgánica y política de la pri­ mera expresión institucional de la izquierda ecuatoriana. Tales sucesos, a los que me referiré de manera específica, estuvieron profundamente inte­ rrelacionados entre sí. Empero, para la mejor comprensión de este periodo he preferido tratarlos de manera individualizada con la finalidad, por un lado, de insistir en la importancia de cada uno de ellos así como, de otra parte, porque he considerado que es menester recuperar en la memoria histórica algunas particularidades que son fundamentales para la mejor aprehensión de una etapa de enorme trascendencia en la vida nacional y, particularmente, del siglo XX. a. El alfarismo radical El 5 de junio de 1895 triunfó en el Ecuador la Revolución Liberal. Los artífices de esa revolución deben ser identificados históricamente como el “ala de izquierda” de los grupos liberales, por algo se llamaron radicales, quienes, además, fueron conocidos como el grupo de los “montoneros” que desde la guerrilla y mediante la vía armada, acaudillados por el general Eloy Alfaro, llegaron al poder. Esta fracción liberal nunca estuvo de acuer­ do con la tendencia “civilista” del liberalismo que intentó que la legalidad y las transacciones políticas se constituyeran en el camino para lograr, en el algún momento, el ejercicio del poder político. Así pues, las diversas concepciones estratégicas y tácticas que para alcanzar el referido poder político se confrontaron en las filas del liberalis­ mo, no solo expresaron las diversas consideraciones político ­militares al interior de ésta corriente ideológica, sino que, fundamentalmente, eviden­ ciaron las disímiles conductas conceptuales que se agruparon alrededor de lo que tan genéricamente se denominó como el liberalismo, cuyo denomi­ nador común estuvo en su interés por sepultar el modelo económico lati­


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fundista mediante el desarrollo de uno nuevo que se abría paso, más allá de sus contradicciones internas, en medio de una inevitable y marcada diferenciación regional. Por ello, el triunfo de 1895 consolidó al sector más dinámico de las clases dominantes, vinculado al mercado mundial, median­ te la exportación del cacao, y afincado en la región costanera del Ecuador, sector éste que se constituyó de esta forma en sostén incuestionable de la economía nacional. Los derrotados con la revolución liberal, en cambio, fueron los sectores terratenientes de la sociedad serrana, ubicada geográficamente en el alto­andino, cobijados por una ideología netamente conservadora y que habían afianzado su poder gracias al control político e ideológico sobre las masas indígenas a las que explotaron de manera infame, mediante el lati­ fundismo. El aparato del Estado al llegar a manos de los liberales, en todo caso, permitió una apertura del marco institucional. La iglesia dejó de tener el control oficial del conjunto de la estructura ideológica, debido a la separa­ ción de ella con el Estado, lo cual significó la institucionalización del laicis­ mo, asunto de enorme trascendencia en la nueva sociedad que se construía. Ahora bien, si la producción de la renta cacaotera fue el antecedente des­ de donde surgió una nueva clase terrateniente, profundamente distinta de la serrana, también se constituyó en la antesala que, a su vez, propició el apa­ recimiento del campesinado, así como la conformación de un conjunto de clases urbanas, ubicadas, inicialmente, de forma mayoritaria en Guayaquil. Este proceso permitió, entre otros asuntos, la creación de un incipiente mercado local, además de la constitución de una pequeña burguesía de arte­ sanos y comerciantes a él adscritos; la formación de un primitivo núcleo manufacturero y, sobre todo, el surgimiento de aquellas clases que pusieron en circulación el capital en sus dos vertientes: el comercial (comercio de agro­exportación) y el financiero (banca). A todo esto se debe agregar el aparecimiento de otro sector del capital que intentó cubrir la demanda de productos manufactureros europeos y nortea­ mericanos: el sector importador.1

Dado el auge de la economía de agro­exportación, la burguesía que se formó al calor de esta realidad se consolidó y llegó a desplazar a los terra­

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Vicente Pólit Montes de Oca, Estudio preliminar en El 15 de noviembre de 1922 y la fundación del socialismo relatados por sus protagonistas, tomo 1, Quito, Corporación Editora Nacional, 1982, p. 22.

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tenientes cacaoteros esgrimiendo la ideología liberal como un arma de combate, no solo por ser contradictoria con la propuesta conservadora, sino también porque requería de un conjunto mínimo de condiciones para el desenvolvimiento de sus actividades: librecambismo, libertades públicas, etc.2 Para los liberales, entonces, la toma del poder político significó la transformación de las instituciones y de las leyes para favorecer su activi­ dad exportadora. Eloy Alfaro fue el artífice, con su lucha insurreccional, para plasmar las ideas liberales, más allá de que sus éxitos representaron también el triunfo político de una burguesía que articuló bajo su dirección a amplios sectores del latifundismo costeño, a las capas medias, al campesinado del litoral, sector este con el cual se hallaba ligado el Viejo Luchador, pues fundamentalmente fueron ellos los que contribuyeron tanto en su base so­ cial, de caracter radical, como su ejercito, y al artesanado urbano. Los sectores populares, los radicales, que apoyaron la revolución liberal provinieron, fundamentalmente, de los grupos pauperizados y explotados de la costa ecuatoriana, de tal suerte que sus aspiraciones sociales, en determinados momentos, se volvieron contradictorias con los intereses de los sectores “civilistas” del liberalismo. Alfaro tuvo gran apertura con los requerimientos de estos núcleos populares quienes, junto a algunos sectores de intelectuales, comenzaron a plantearse una auténtica reforma social, pensamiento este que les fue distanciando con el “civilismo” liberal, es decir con la burguesía comercial y bancaria que se articuló alrededor del general Leonidas Plaza, de origen terrateniente, la misma que permitió, el 28 de enero de 1912, el asesinato del general Eloy Alfaro, mecanismo per­ verso con el cual se dejó trunca la revolución Alfarista. La muerte de Alfaro consolidó a la burguesía porteña que, hábilmente, llevó a niveles de concertación al conservatismo y a la oligarquía serrana, los que negociaron espacios de influencia en las administraciones secciona­ les y regionales. Ante este proceso que castró cualquier intento por cambiar la estructura social del país, muchos grupos radicales del liberalismo, entre los cuales se encontraban importantes grupos de militares, de intelectuales y numerosos núcleos de campesinos, intentaron, con la presión de las armas, dar continuidad a la lucha que había emprendido Eloy Alfaro. Su pretensión, sin embargo, fue aplastada por el “liberalismo plutocrá­ tico” en el poder, dejando en el país diseminado un espectro de revolucio­ 2

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narios alfaristas que sabían que sus ideales no habían sido cristalizados y que estuvieron dispuestos a sumarse a nuevas iniciativas transformadoras de la sociedad ecuatoriana, tanto más que dicha sociedad fue paulatinamente, pero de manera sistemática, anacronizándose en medio un modelo económico y social injusto e inequitativo. b. Los grupos obreros, artesanales y el anarquismo En el entorno histórico referido, por otra parte, fueron apareciendo, como producto de la acumulación incipiente de capitales, provenientes de la actividad agro­exportadora y bancaria, algunas industrias ubicadas espe­ cialmente en Guayaquil, lo que a su vez produjo el surgimiento de peque­ ños núcleos de obreros. Estos grupos obreros fueron los que se sumaron a las nacientes organizaciones gremiales que en el periodo de Eloy Alfaro se organizaron como tales en Guayaquil al calor de las ideas liberales.3 En cambio los sectores artesanales aparecieron mayoritariamente a ini­ cios del siglo 20 en Quito debido a las características económicas de la región y fueron ellos quienes dieron origen al movimiento gremial de la sierra ecuatoriana. Dicho movimiento estuvo estrechamente vinculado a la Iglesia Católica. Así, en 1892 fue fundada la Sociedad Artística e Industrial de Pichin­ cha, SAIP, que incluyó a su interior organizaciones de artistas, de sastres, de carpinteros, de zapateros, de herreros, de talabarteros, de mecánicos y de peluqueros. En 1896 la SAIP fue clausurada debido a su filiación con­ servadora, lo cual la enfrentó con el entonces recién constituido poder liberal. La SAIP buscó defender la producción artesanal nacional frente a la importación de manufacturas. Esta demanda coincidió con algunos sec­ tores de terratenientes, de allí que su vinculación con los sectores conser­ vadores fue notoria hasta 1925. En Guayaquil, a contrapelo, las organizaciones obrero­artesanales tuvieron como antecedente a las asociaciones de beneficencia. Desde 1896 se organi­

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En 1880 llegó al Ecuador un sastre cubano, Miguel de Alburquerque, quien conoció a Eloy Alfaro en Panamá y de quien recibió el apoyo para organizar al movimiento obrero y a las organizaciones mutuales y respecto de quien el general del ejército independentista de Cuba Antonio Maceo soli­ citó a Eloy Alfaro le prodigara “su brazo protector”, tanto más que los tres personajes se hallaban identificados no solo con la lucha libertaria de sus pueblos sino con su pertenencia a la masonería. Alburquerque, que padecía una ceguera casi total, alternó su actividad en el Ecuador con despla­ zamientos a Cuba en donde junto a sus compatriotas luchó contra la metrópoli española, en bús­ queda de independizar a la isla mayor de Las Antillas.

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zaron los distintos grupos de tipógrafos, de panaderos, de sastres, de peluque­ ros y con ellos se fundó la Sociedad Hijos del Trabajo y La Confederación de Obreros del Guayas bajo los auspicios del cubano Miguel de Alburquerque. En 1909 se celebró, en Quito, el primer Congreso Obrero Nacional, al que acudieron 28 representaciones, 20 de ellas tenían su base regional en la sierra y las 8 restantes provenían de la costa. Muchas de estas delega­ ciones estuvieron conformadas por dirigentes vinculados a sectores intelec­ tuales y universitarios. En 1920 se celebró el segundo Congreso Obrero Nacional, al cual solo pudieron asistir en calidad de miembros de tal congreso ciudadanos vincu­ lados a la actividad laboral, con lo cual se marginó a cualquier delegado vinculado con el mundo intelectual y universitario, configurándose de esta manera una clara orientación de clase en este fundamental espacio organi­ zativo, a cuyo interior, especialmente a partir de 1915, insurgió el pensa­ miento anarquista que cuestionó con dureza el sistema imperante y la injusticia que él engendraba. El anarquismo se evidenció en algunos de los núcleos del artesanado y de los sectores de trabajadores, especialmente de Guayaquil, que tuvieron intenso contacto con viajeros extranjeros quienes les dieron cuenta de las importantes luchas de los obreros en Europa en contra del sistema capita­ lista y de la propiedad privada y quienes, para cumplir sus objetivos y anhelos, habían desarrollado su lucha al margen de las estructuras sindica­ les por considerarlas a aquellas como parte de la actividad legal que frena­ ba todo impulso revolucionario. Otra fuente para el conocimiento del anarquismo en el país, especial­ mente en Guayaquil, constituyó el acceso a la lectura de textos de Bakunin, Kropotkin, Malatesta, entre otros, cuyas obras se vendían en el puerto. Empero, si bien hubo una presencia de la corriente anarquista en el Ecua­ dor, tampoco es dable el que magnifiquemos su incidencia en el espectro del pensamiento nacional del período en referencia. Su incidencia, trascen­ dente, estuvo estructurada, más bien, por la influencia que adquirieron algunos individuos en el debate de la realidad nacional de la segunda déca­ da del siglo pasado; de la opinión que determinados sectores de obreros formularon sobre los acontecimientos de aquel mismo período, así como de las acciones contestatarias que estos sectores promovieron al calor de una visión de rechazo al modelo de explotación que fue profundizándose en el Ecuador. El anarquismo y anarco­sindicalismo, en todo caso, contribuyeron a despertar en la colectividad el pensamiento crítico y libertario de la socie­


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dad respecto del modelo prevaleciente y favorecieron el debate teórico respecto del rol político de los trabajadores en la vida nacional. Entre los exponentes del anarquismo ecuatoriano deben ser menciona­ dos Manuel Echeverría, Justo Cárdenas, Narciso Véliz, el chileno Segundo Llanos y Alejo Capelo, quienes lograron editar, a inicios de los años vein­ te del siglo anterior, el periódico El Proletariado y cuya gestión política fue la de contradecir la existencia de un modelo económico y social de explotación y la de robustecer la idea de que los obreros, explotados por un sistema injusto, pueden contribuir, de manera fundamental, al cambio de la realidad imperante. c. Las revoluciones mexicana y soviética: espejos de un cambio posible Las tesis anarquistas constituyeron la antesala del arribo del pensamien­ to marxista en cuya denominada antecámara, además, también es menester ubicar a la influencia de la Revolución Mexicana que, de manera importan­ te, golpeó la conciencia de los grupos emergentes ecuatorianos. En efecto, la lucha de Zapata y de Villa, que con la finalidad de modi­ ficar las estructuras del Estado mexicano y de lograr una justa distribución de las tierras en beneficio de los herederos del pueblo Maya se alzaron en armas, se precipitó en 1910 a partir de la insurrección de Francisco Made­ ro en contra del régimen de Porfirio Díaz y tuvo un periodo prolongado de duración, pues Madero, quien había llegado al gobierno, no atendió los requerimientos de impulsar la reforma agraria, lo cual aceleró su destitu­ ción del poder y el ascenso de Victoriano Huerta que, debido al ejercicio de una política represiva en contra del pueblo, fue depuesto y remplazado por Venustiano Carranza. No obstante, Carranza para ejercer sus funciones tuvo que enfrentar a Zapata y a Villa debido a que dichos patriotas mantuvieron en pie la línea confrontacional con el Estado, toda vez que los intentos de plasmar la reforma agraria fueron consecutivamente traicionados o escamoteados por los regímenes de turno hasta que, en 1915, el propio Carranza convocó a una Constituyente que, en 1917, promulgó una Constitución de avanzada que estableció, entre otras cosas, la educación laica y gratuita, la propiedad de la tierra en beneficio de los campesinos y el derecho del uso de las aguas por parte de los tenedores de tierra. Los acontecimientos referidos, que expresaron la inevitable lucha revo­ lucionaria del pueblo mexicano para lograr sus aspiraciones, más aquellos que se suscitaron en México entre 1917 y 1920, como expresión de una

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inestabilidad devenida de la confrontación de aquellos que no estaban dis­ puestos a ceder frente a las conquistas del campesinado, fueron seguidos con inusitado entusiasmo por parte de importantes grupos de intelectuales y de trabajadores del Ecuador, quienes fustigaron el modelo de explotación creciente provocado por el latifundismo criollo, en tanto argumentaron la necesidad de modificar la estructura nacional a la brevedad posible a fin de superar los niveles de injusticia y de explotación, tal cual venía ocurriendo en México. Posteriormente a las experiencias referidas en el párrafo anterior, arribó la influencia de la Revolución de Octubre de 1917, lo cual coincidió con las experiencias negativas que en la economía nacional dejó la primera guerra mundial. Así pues, si de una parte el movimiento obrero ecuatoriano miraba con asombro la formación de un Estado, el de la URSS, dirigido, conforme lo afirmaban quienes habían impulsado el proceso soviético triunfante, por los trabajadores, de otro lado, a manera de antítesis, comenzaba a sentir en carne propia los efectos de un sistema que solo estaba construido para explotarlos y enriquecerse en base de su trabajo. Esta realidad, también, fue observada con agudeza e inteligencia por importantes sectores intelec­ tuales4 que pregonaban la necesidad de valorar la hazaña bolchevique como un ejemplo que no podía dejar de imitarse. La aprehensión de dicha realidad, esto es el triunfo de la revolución bolchevique, debe ser entendida como el inicio de la influencia del pensa­ miento marxista en nuestro país, influjo que propició dos corrientes políti­ cas: la primera que, desde lo ideológico, reprodujo mecánicamente las mismas reflexiones que se habían elaborado para comprender la realidad europea y que, a los que se agruparon en este andarivel, les pareció que dicha interpretación también fue idónea para entender la situación de nues­ tro país y, una segunda corriente que optó por aprovechar el marco refe­ rencial teórico del marxismo, los sucesos europeos, los acontecimientos en Latinoamérica y la experiencia de la propia Unión Soviética a fin de com­ prender, en lo posible, el contexto de la situación ecuatoriana y modificar­ la conforme a sus características particulares. 4

Dichos sectores intelectuales, en los años de 1918­1919, fueron impactados, además, por los postulados de la Reforma Universitaria de Córdova de 1917, reforma que planteaba la pre­ sencia de la naciente clase media en la formulación de los programas universitarios, así como la vinculación de la universidad con la problemática de los sectores sociales, actitudes estas que demostraron los afanes de ruptura de la universidad tradicional, hasta entonces vincula­ da al bloque de poder oligárquico, con el stablishment y la constitución de un pensamiento interesado en responder a la crisis estructural de los pueblos latinoamericanos.


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Esta diferenciación, a la que hago alusión, se volvió fundamental a fina­ les de la década de los años veinte del siglo anterior, cuando los marxistas debieron asumir una posición específica frente a lo que había sido la cons­ titución en Rusia, en 1919, de la Primera Internacional Comunista (IC), Comintern o Tercera Internacional, cuyo desarrollo estuvo orientado a dirigir la revolución mundial que, conforme la percepción de la IC, tendría el apoyo de los campesinos y obreros de sudamérica a quienes entonces se los consideró como parte de un “todo” homogéneo en el entorno de una sociedad cuyas características estructurales en el análisis de los teóricos de la IC, estuvieron inadecuadamente próximas a la realidad europea. d. El 15 de Noviembre de 1922 Decía en líneas precedentes que la Primera Guerra Mundial había deja­ do secuelas negativas en la economía nacional. No obstante esta afirmación que es cierta, vale señalar que en un primer momento dicha primera con­ frontación mundial posibilitó una incipiente industrialización en el país, lo que a su vez hizo crecer al movimiento obrero, pero luego, al ser afectadas las exportaciones ecuatorianas, especialmente del cacao, en los mercados europeos, se generó una situación caótica en la frágil economía del Ecuador que incidió en contra de los sectores populares y de los trabajadores, espe­ cialmente cuando se cerraron los puestos de trabajo y, sobre todo, cuando la burguesía cacaotera se defendió de la debacle generalizada5 mediante sucesivas devaluaciones monetarias, transfiriendo sus pérdidas al resto del país. Las circunstancias referidas contribuyeron para que se produjeran pro­ testas de las masas explotadas que, manipuladas por los conflictos inter­burgueses (exportadores y banqueros contra importadores e industriales) pero de todos modos propiciando reivindicaciones y luchas propias, fueron masacradas en las calles de Guayaquil el 15 de noviembre de 1922.6

En efecto, la crisis socio­económica del país había conducido a que el pensamiento de los grupos radicales del liberalismo, de los anarquistas y de los sectores de izquierda incidiera notablemente sobre el incipiente pro­ letariado urbano, así como sobre los sectores artesanales que, también, fueron víctimas de la mentada crisis por la que atravesó el Ecuador. 5 6

La crisis cacaotera se agravó en 1917, debido a que en las haciendas apareció una plaga que diezmó las plantaciones, reduciéndose considerablemente la producción. Vicente Pólit Montes de Oca, op. cit., tomo 1, p. 33

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En este orden de cosas, en la ciudad de Guayaquil surgieron los brotes de protesta, concomitantemente al aparecimiento de organizaciones popula­ res del puerto. De tal suerte que el crecimiento de la capacidad de respues­ ta organizada por parte de los sectores de trabajadores tuvo directa relación, además, con la forma concreta mediante la cual se estructuró la economía ecuatoriana, durante el desarrollo oligárquico del capitalismo criollo. De esta manera se sucedieron las huelgas y, con ellas, creció la expec­ tativa de que fuesen atendidas una serie de requerimientos concretos de la población. Por la trascendencia veamos entonces, de manera breve, los antecedentes del 15 de noviembre del año 22 del siglo XX, que contribuyó a la toma de conciencia del pueblo ecuatoriano y que coadyuvó en la inmi­ nente necesidad de organizar una estructura ideológica y partidaria contes­ tataria al sistema. En la segunda quincena de octubre de 1922, los ferrocarrileros de Durán se lanzaron en huelga. Muchos núcleos de trabajadores y organiza­ ciones laborales de la provincia de Guayas expresaron su solidaridad con los huelgistas. Esta huelga actuó como un elemento convocante a la movi­ lización general. La huelga llegó a su fin el 26 de octubre una vez que los reclamos de los ferroviarios fueron atendidos totalmente, lo cual fue comprendido por los trabajadores como un triunfo. El 7 de noviembre, en exigencia del alza de salarios y del cumplimiento de la jornada de 8 horas, la Empresa de Carros Urbanos declaró una nueva huelga en Guayaquil. En la misma ciudad, a día seguido, los trabajadores de la empresa eléctrica convocaron a la huelga por las mismas razones y, entonces, múltiples orga­ nizaciones se sumaron al movimiento, el cual creció inconteniblemente. En medio de estos acontecimientos, no obstante, afloraron las contra­ dicciones inter­burguesas, por ejemplo, cuando el sector importador plan­ teó, en el contexto de hallar soluciones integrales a los momentos conflic­ tivos por los cuales atravesaba el país, la baja en el tipo de cambio del dólar y la incautación de giros, lo cual, de ser conseguido, hubiese afectado seriamente a los sectores exportadores. El planteamiento señalado, que fue­ ra introducido en los debates de los gremios de los trabajadores, demuestra los entornos de la crisis que arreció por aquel entonces en el Ecuador, debates que, además, se habían extendido hacia el conjunto de la sociedad, especialmente de la de Guayaquil. El 15 de noviembre de 1922 alrededor de 20000 personas participaron en una manifestación que expresó el descontento de los asalariados, de los artesanos, de los obreros con la situación de crisis y explotación existentes en el país. Esta manifestación efectuada en Guayaquil fue reprimida vio­


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lentamente por orden expresa del Presidente de la República, José Luis Tamayo. Centenares de muertos produjo esta represión, cuyos cadáveres, luego, fueron lanzados por la gendarmería asesina al río Guayas. La masacre del 15 de noviembre agudizó la crisis del régimen liberal de Tamayo, pero contribuyó a la toma de conciencia de amplios sectores de la población ecuatoriana respecto de su papel como protagonistas en la lucha social. Meses más tarde José Luis Tamayo fue defenestrado y en su remplazo se designó a Gonzalo Córdova, quien también habría de ser derrocado por un levantamiento de la oficialidad baja del ejército que demostró, con su actitud, ciertos niveles de influencia del pensamiento “socializante” de la época, expresado esto último en la manifiesta voluntad de aquellos militares por atender los problemas sustantivos de los sectores marginados del Ecuador. Para el efecto, aquel sector progresista de las Fuerzas Armadas el 9 de julio de 1925 proclamó la “Revolución Juliana”. e. La Revolución Juliana En la década de los años 20 del siglo anterior fue notorio que la alianza oligárquica consolidada por la burguesía comercial y bancaria de Guaya­ quil, comenzaba a desmoronarse. Los terratenientes costeños se enfrenta­ ron a los exportadores e importadores, mientras los latifundistas serranos se lanzaron a la lucha por arrebatar a la burguesía una mayor cuota de poder. A esta pugna oligárquica se sumaron los cuestionamientos de los sectores populares afectados directamente por la crisis social, económica y política que el fin de la sociedad cacaotera había provocado. La mentada crisis cacaotera de aquel período arrastró al Ecuador en una depresión económica que alteró el modelo agro­exportador, en el cual se había basado la economía del país desde la segunda mitad del siglo XIX. Aquella crisis, profunda e irreversible estuvo expresada por la imposibili­ dad de que la economía nacional se articulara al mercado internacional debido a lo cual el desgaste del esquema prevaleciente del poder, así como la estructura económica y política que había promovido el liberalismo, jun­ to a los grupos financieros que crearon, entonces, el Banco Comercial y Agrícola, se vinieron abajo y provocaron, a contrapelo, la articulación de cambios importantes en la ya entonces compleja vida de la patria. Estos cambios en el país fueron promovidos por iniciativa de la oficia­ lidad joven de las fuerzas armadas quienes, con inusitado entusiasmo, impulsaron la intervención institucional del ejército en el conflicto de contradicciones del Ecuador de aquel entonces mediante la denominada “Revolución Juliana”, la misma que fuera proclamada el 9 de julio de 1925

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en un entorno que se preocupó de la organización del régimen bancario y de una liberalización del sistema político ecuatoriano. Así, la rebelión de julio de 1925, liderada en Guayaquil por el mayor Idelfonso Mendoza y en Quito por el general Francisco Gómez de La Torre, puso fin al Gobierno Constitucional de Gonzalo Córdova, que había rem­ plazado al de José Luis Tamayo, en tanto asumía el poder una Junta de Gobierno Provisional integrada en su primera composición por uno de los más conspicuos opositores a los regímenes costeños, Luis Napoleón Dillon, fundador de la fábrica textil más moderna de aquel entonces y hombre de posiciones avanzadas que, a partir de su formación ideológica, tuvo cerca­ nías con el pensamiento de izquierda que irrumpía históricamente en el país. No obstante, diversas confrontaciones internas al interior de las Juntas de Gobierno Provisional, tanto en la constituida en julio de 1925 como en la conformada en enero de 1926, llevaron a dichas juntas a su disolución y a la proclamación, por parte del ejército, del médico Isidro Ayora como encargado del poder y, posteriormente, como Presidente Constitucional. Ayora, con una conducta de solidaridad con el entorno social del perío­ do, creó el ministerio de Previsión Social, la Caja de Pensiones y acogió un conjunto de demandas de grupos subalternos del país, a más de buscar los caminos que le permitiesen avanzar en un proceso de modernización del Ecuador y, especialmente, de su economía. En este contexto, entonces, los grupos sociales contestatarios al orden pudieron afianzar la consolidación orgánica de un instrumento político que expresara sus aspiraciones y que intentara conducir al país en la ruta de profundos cambios estructurales al calor de una ideología que se había ido nutriendo en medio de la crisis ecuatoriana, profundizada luego de la trai­ ción a la revolución alfarista, con el aparecimiento de la clase trabajadora y artesanal y debido la influencia de hitos históricos como las revoluciones mexicana y soviética, así como al calor de los importantes cambios provo­ cados en la economía que modificaron sustancialmente el carácter de la sociedad ecuatoriana y el desenvolvimiento de la vida nacional. f. Los iniciales núcleos de la izquierda ecuatoriana Como ya he señalado, los acontecimientos referidos al 15 de noviembre de 1922 impactaron profundamente en la sociedad ecuatoriana. En aquel contexto, emergieron voces que demandaban un trato civilizado del poder respecto de los distintos grupos sociales y que, además, se plantearon reformas sociales para impedir el crecimiento de la pobreza en el país. En


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esta línea de pensamiento estuvo una “vertiente socialista” liderada por el terrateniente coronel Juan Manuel Lasso, líder de imagen patriarcal que recibió la adhesión a sus ideas especialmente de los sectores artesanales y que cuando optó por la candidatura presidencial en 1924, recibió un entu­ siasta apoyo popular proveniente aún de los grupos conservadores. Concomitantemente con esta circunstancia, que denotaba una eferves­ cencia política y social, las tendencias conservadora y liberal comprendie­ ron que era menester el que dejaran de ser tendencias más o menos disper­ sas y que se convirtieran en estructuras partidarias a fin de actuar con eficacia y directamente sobre la vida política del país. Es así como en 1923 se constituyó formalmente el partido liberal, mientras en 1925 se organizó el partido Conservador. Pero más allá de estas contingencias particulares, lo evidente fue que en el país había emergido un proceso cuestionador del stablishment que pro­ venía desde las filas de los nuevos actores sociales y desde una intelectua­ lidad de los sectores medios que propugnaba cambios radicales en la socie­ dad ecuatoriana. Los textos clásicos del marxismo circularon en el Ecuador con renova­ do entusiasmo: Marx, Lenin, Engels, Kautsk, Bebel, Labriola, Lafarge, entre otros, se podían encontrar en las librerías Sucre y Española de las ciudades de Quito y Guayaquil.7 El fervor renovador en ciernes fue concretándose paulatinamente y es así como el 16 de septiembre de 1924 se fundó en Quito el grupo Antorcha que publicó un periódico del mismo nombre y al cual pertenecieron Angel Modesto Paredes, Ricardo Paredes, César Carrera Andrade, Nestor Mogo­ llón, Leonardo Muñoz, (quien cumplió las funciones de administrador de dicho semanario) Gonzalo Pozo, Hugo Alemán Fierro, Delio Ortiz, Julio Peñaherrera y Augusto Arias. El semanario en referencia circuló por primera ocasión el miércoles 31 de diciembre de 1924 y en su página 8 se escribió : “Vamos hacia un partido Socialista… Es hora ya que un partido Socialista se levante en el Ecuador, armado de pujanza para combatir por los derechos del proletariado”. El grupo Antorcha creó formalmente en 1925, el 13 de julio, el primer núcleo socialista de Quito que organizó para el 5 de octubre del mismo año una Asamblea Socialista en la Universidad Central, con la finalidad de dis­ cutir un proyecto de programa. La Antorcha, asimismo, tuvo una partici­ pación, indirecta, en los acontecimientos de la Revolución Juliana, pues sus 7

Alexei Paéz, Los Orígenes de la Izquierda Ecuatoriana, Quito, Abya­Yala, 2.001, p 110.

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integrantes se mantuvieron en contacto con muchos de los oficiales que provocaron, luego, dicha rebelión. Valga señalar que para entonces en Riobamba, en 1919, se había fun­ dado el denominado Partido Social Demócrata, en tanto en Loja se organi­ zó La Vanguardia8, en Tulcán apareció La Reforma, en Ibarra se constitu­ yó el Grupo Lenin, en Guayaquil emergió el Centro Socialista Doctrinario y en Manabí surgió el Núcleo Revolucionario de Manabí agrupaciones que pregonaron el cambio social, basados en las ideas de un socialismo, hasta entonces, con definiciones generales y, a veces, ambiguas. Empero, en este panorama es imprescindible señalar que el Centro Socialista La Vanguardia de Loja fue uno de los grupos de mayor aprehen­ sión respecto de innovadoras ideas que habían emergido particularmente en 8

El artista e intelectual lojano Galo Mora Witt, puso, generosamente en mis manos, con opor­ tunidad de este trabajo, una copia del Libro de actas del Centro Socialista La Vanguardia cuyo Secretario fue el doctor Alfredo Mora Reyes –padre de Galo–, y quien con impecable cuidado redactó, y escribió a mano, cada una de los textos en referencia. El mencionado documento tiene trece actas de igual número de sesiones ocurridas en la ciudad de Loja entre el 29 de noviembre de 1925 y el 29 de agosto de 1926. En la primera sesión se conformó el directorio de dicho centro, el mismo que se constituyó de la manera siguiente: Presidente, doctor Pedro Víctor Falconí; Secretario, señor Alfredo Mora Reyes; Primer Vocal, señor Sal­ vador Melecio Hidalgo; Segundo Vocal, señor Manuel Agustín Aguirre; Tercer Vocal, señor José Miguel Mora Reyes; Cuarto Vocal, señor Serafín Gómez; Tesorero, señor Samuel Salcedo. En la sesión inicial estuvieron, también, presentes, Luis F. Ochoa, Agustín Paladines, Guiller­ mo Bayancela Formaron, además parte de este centro socialista, como fundadores, aunque no concurrieron a la primera sesión, Víctor Carrión, Clotario Maldonado Paz (quien pudo dialogar, en noviembre del 2005, con el autor de este trabajo, sobre la actividad del “Centro Socialista La Vanguardia”), Agustín Cueva, Francisco Pérez Borja y Carlos Basilio Hidalgo. Posteriormente, el 21 de diciembre de 1925, se incorporaron Rubén Garrido, Tomás Carrera Alvarez y Darío Aymar P. El 19 de enero de 1926 se sumaron al Centro José Castro, Virgilio Ortega, Abraham Silva, Vicente Erazo, Segundo Cueva Celi, Eudoro Bermeo y Rafael Ortega. El “Centro Socialista La Vanguardia” definió su actividad, a pedido de su presidente y con el apoyo de Manuel Agustín Aguirre, como un centro esencialmente académico, más allá de su clara identificación política y de su fluida relación con los núcleos socialistas de Quito y Guayaquil. Con oportunidad de la realización de la Asamblea constitutiva del Partido Socia­ lista en Quito, el mentado grupo lojano designó, el 10 de mayo de 1926 su delegación a tal encuentro, representación conformada por Francisco Pérez Borja, Angel Modesto Paredes, Jorge Abraham Moscoso, César Carrera Andrade, Samuel Guzmán y Jorge Vera, quien se excusó de no poder concurrir a la Capital en la sesión del 15 de mayo de aquel año. Solo Paredes y Moscoso participaron, en Quito, en la reunión constitutiva del PSE en representa­ ción de Loja, a quienes se les sumó, ya en Quito, el delegado Benjamín Ruiz conforme lo refiere en la nómina de representantes que publicara en la página 97 Labores de la Asamblea Nacional Socialista y Manifiesto del Consejo Central del Partido, en tanto César Carrera representó a la Provincia del Carchi. Los asuntos inherentes a la fundación del partido fueron conocidos con entusiasmo por el “Centro Socialista La Vanguardia” en la sesión del 5 de agosto de 1926 a partir de cuyo momento su actividad fue orientada como la de un núcleo socialista encar­ gado de la construcción partidaria en la provincia de Loja.


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el Perú, desde donde una variada literatura emergente, nacionalista y antimperialista llegó a la provincia sureña del Ecuador y en cuyos textos se pudo apreciar el afán de dar respuesta a las necesidades y requerimientos de los grupos medios de la sociedad, a los cuales el doctrinarismo de izquierda de aquellos años solía dejar de lado, a propósito de magnificar el rol de otros actores sociales. La interpretación respecto del quehacer para la transformación de la sociedad con la activa participación del movimiento obrero y del campesino y, junto a ellos, de los sectores medios e intelectuales que fuera expresada en el pensamiento del fundador del APRA, Raúl Haya de la Torre, en la revista que fundara bajo el nombre de Claridad que, en 1924 tuvo como su sub­director a José Carlos Mariátegui, tuvo notoria acogida en la intelectua­ lidad socialista de Loja9 que, asimismo, conoció de primera fuente los textos de Mariátegui publicados, a inicios de la segunda década del del siglo XX, en la revista La Razón y, luego, a lo largo de los años veinte, en Amauta, reflexiones todas ellas aprehendidas por el Centro Socialista lojano y difun­ didas en el PSE, asunto que, de manera inequívoca, se expresó en la déca­ da de los años treinta del siglo anterior, cuando se abordó el debate sobre el tipo de partido Socialista que debía construirse en el Ecuador. En todo caso, como queda dicho, fueron todos estos grupos socialistas que se habían organizado en el país, grupos heterogéneos en lo conceptual y con raíces históricas diversas, así como con procedencia de clase disímil, los que contribuyeron a la difusión de un pensamiento contestatario al modelo económico y social prevalecientes y que favorecieron la dinámica de la fundación institucional del socialismo. En este contexto, a más del esfuerzo de 1925 en Quito, hubo ya en Gua­ yaquil el afán por fundar un partido Socialista, asunto que ocurrió el 13 de mayo de 1919 mediante la reunión de una asamblea que aprobó diez pun­ tos10 de trabajo de lo que se creía sería la nueva agrupación. La circunstan­ 9

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“Los jóvenes de aquel entonces en Loja tuvimos acceso al periódico que dirigía Raúl Haya de La Torre y luego a los escritos de Mariátegui, todos los cuales influenciaron en nuestra for­ mación y en nuestras preocupaciones políticas y sociales”. Así definió Clotario Maldonado Paz la ascendencia de dichos políticos y pensadores en la juventud socialista lojana de los años veinte del siglo anterior, asunto que me lo comentara con oportunidad de la conversa­ ción mantenida por el autor de este estudio con Maldonado el 16 de noviembre del 2005 en la ciudad de Loja. Los diez puntos aprobados en la mentada asamblea fueron: “Por la reglamentación del traba­ jo en general; Por la reforma de la ley de elecciones en el sentido de que las diputaciones al Congreso Nacional sean cantorales y no provinciales y que el voto del elector sea por un solo candidato y no por una lista; Por la supresión del voto de los militares en servicio activo y de los empleados públicos que perciban sueldo fiscal o municipal; Por la incapacidad de ser

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cia referida fue dada a conocer por La Bandera Roja11, no obstante que el mismo semanario un año más tarde12 aclaró que “el año anterior unos cuantos hombres de buena voluntad trataron de fundar en Guayaquil el Par­ tido Socialista. No existe pues en Guayaquil, debidamente organizado nin­ gún partido Socialista”. En Guayaquil, en marzo de 1926, se produjo, nuevamente, una impor­ tante asamblea socialista13 convocada por el Dr. Rigoberto Ortiz y dirigida por Casimiro Moncayo y en la cual tuvo activa participación Luis Maldo­ nado, reunión que se diluyó posteriormente en su trabajo organizativo de mediano plazo. Empero, entre todos estos grupos, a los que he aludido, no existió una coordinación de acciones, debido a lo cual el grupo quiteño La Antorcha, el más organizado y el más importante, asumió la responsabili­ dad de organizar núcleos provinciales y de contactar con los ya existentes en la perspectiva de reunir la Asamblea Nacional Socialista y constituir formalmente el Partido Socialista. La discusión sobre los problemas del país así como los requerimientos para la constitución de un partido de izquierda y alternativo entraron en debate, además, gracias a la circulación de periódicos que permitieron la expresión de las ideas socialistas del período. Entre ellos valga señalar, a más de “Antorcha”14, a “El Germinal”15, “El Siglo”, “El Faro”16 y “Humanidad”, medios en los cuales el debate ideológico trascendió al con­ junto de la sociedad, al extremo que en muchas de sus páginas se abordó, por parte de los interesados, respecto de los ejes temáticos que debía abor­ dar el programa del nuevo partido. De esta manera se puede advertir el enorme interés por organizar a la izquierda ecuatoriana, circunstancia esta que se evidenció, también, con la presencia e influencia del embajador mexicano en Quito, Rafael Ramos,

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elegidos los ciudadanos que no puedan ser electores; Porque se declare la responsabilidad personal y pecuniaria de todo funcionario público que no cumpla con lo que manda la Cons­ titución, bastando para ello la denuncia de dos personas; Permitir que los extranjeros formen parte en los Municipios; Por la supresión de todo impuesto fiscal y municipal a las produc­ ciones agrícolas e industriales del país; Porque se graven los terrenos no cultivados con fuer­ tes impuestos; Porque se declaren libres de derechos aduaneros los artículos alimenticios en general; Porque se prohíba bajo pena de decomiso la formación de sociedades acaparadoras de los artículos vitales.” La Bandera Roja, semanario Socialista, año 1, número 1, mayo 7 de 1920, p.4. La Bandera Roja Semanario Socialista, año l, Número 1, abril 11 de 1920, p. 4 La Bandera Roja Semanario Socialista, año ll, marzo de 1921, p.4 De esta reunión dio cuenta el semanario lojano El Faro el 11 de abril de 1926. Fundado por el Grupo Antorcha en 1924. Semanario fundado en Quito en 1925. Semanario lojano fundado en 1926.


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quien llegó al Ecuador en marzo de 1925 y constituyó el grupo “La socie­ dad de amigos de Lenin” en cuyo espacio muchos intelectuales debatieron temas ideológicos y políticos con inusitado entusiasmo, al extremo que el Ministerio de Relaciones Exteriores pidió a México el retiro de dicho fun­ cionario debido a su preocupante labor proselitista que, finalmente, tuvo que ver con la constitución, secreta, de la “Sección Comunista de la Repú­ blica del Ecuador”. Ramos Pedrueza, en efecto, se hallaba vinculado a la Internacional Comunista17 y junto a los ingenieros Pablo Charpantier, Alberto Suárez Dávila18 y Tito León Jácome, al profesor Fernando Chávez, al periodista Luis Anda Rumazo, al tipógrafo Eduardo Rumazo y al contador Juan F. Karolys constituyó, el 22 de septiembre de 192519, la “sección Comunista del Ecuador de propaganda y acción Lenin” la misma que se articuló a la I.C., designando como su comisario y representante internacional al mismo Embajador Ramos20. A este grupo no perteneció, formalmente, Ricardo Paredes21, cuyo nombre es de gran importancia en la fundación de la izquierda ecuatoriana, no obstante su ulterior vinculación ideológica con esta estructura y con las tesis respecto del rol del partido Comunista al interior de lo que sería el Partido Socialista Ecuatoriano. 17

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El intelectual ecuatoriano Rafael Quintero López, a propósito de su estancia académica y política en Moscú en el año de 1990, tuvo acceso a algunos de los archivos de la Internacio­ nal Comunista en los cuales, agrupados como fondos, organizados en legajos y debidamente encarpetados, encontró valiosa información respecto del período de la constitución de la izquierda ecuatoriana. Dicha información fue recuperada con un procedimiento particular: Rafael Quintero leía en voz alta el texto encontrado en el archivo para que su voz quedase guardada en su grabadora portátil. A su retorno al país hizo transcribir los textos grabados. Las copias de dichas transcripciones, generosa y militantemente, me las proporcionó cuando se enteró de mi afán en este trabajo. Algunas de aquellas transcripciones se publican, pues, por primera vez en el país. La lectura de dicho material de archivo, así como la información que sobre este mismo asunto publicó parcialmente el propio Quintero en su libro El Mito del Populismo en el Ecuador. Abya­Yala/UASB, 1997, tercera edición, me han permitido configu­ rar, de primera mano, el entorno en el cual se fundó el PSE. Con fecha 3 de julio de 1926, Alberto Suárez Dávila escribió una carta al Secretario General de la Sección Española de la Internacional Comunista, solicitándole datos referentes a la URSS, con el ánimo de “conocer las posibilidades de encontrar trabajo dentro del régimen establecido por el Soviet”. El documento fue ingresado en la I.C. con el número 2360, el 24 de julio de 1926. Quintero, Rafael, archivo personal, I.C. El acta de constitución de la Sección Comunista del Ecuador, en su tercer ejemplar (de los cuatro que se copiaron, conforme lo dice la propia acta constitutiva) reposa en los archivos de la Internacional Comunista. Quintero, Rafael, archivo personal, fondo 495, No 67, legajo 1, I.C. Pedro Saad, “5O años de lucha por la liberación del pueblo ecuatoriano”, artículo escrito para Vida del Partido, Revista del CC del PCUS, marzo de 1976, s/e. Rafael Quintero, El mito del populismo, Quito, Ediciones Abya­Yala y Universidad Andina Simón Bolívar, 1997, tercera edición, p.112

La fundación del socialismo y su primera crisis

Al menos cuatro corrientes habían convergido en lo que sería el Partido Socialista. Primero lo que podemos denominar el “ala izquierda” del liberalismo, que cues­ tionaba el predominio plutocrático y planteaba una forma moderna del Estado laico. Luis Napoleón Dillón fue una de las figuras de esa tendencia. Segundo un sector de vertiente latifundista serrana que postulaba un socialismo utópico y de marcado carácter agrario­artesanal. Esta corriente estaba liderada por el coronel Juan Manuel Lasso. Tercero, núcleos de militares jóvenes contestatarios de la “plutocracia” y partidarios de la reforma política, pero de posturas ideológicas imprecisas. Cuarto, grupos de intelectuales y de dirigentes de la incipiente organi­ zación obrera y artesanal, que constituían el ala más radical del socialismo. Muchos de ellos provenían de la militancia anarquista, que fue el movimiento so­ cial antecesor del socialismo. Este sector fue el eje organizado del naciente socia­ lismo. Aunque esta postura era ideológicamente más clara, no era ciertamente la más cohesionada porque se daba a su interior el debate sobre la confesionalidad marxista y el internacionalismo.22

A lo afirmado por Ayala, yo agregaría: un grupo adicional en la cons­ titución del PSE fue el núcleo de comunistas que se fundó en 1925. En este contexto La Asamblea de Constitución del Partido Socialista se reunió en Quito entre el domingo 1623 y el domingo 2324 de mayo de 1926, en el salón principal del municipio quiteño. Al congreso constitutivo del PSE concurrieron 59 delegados, cuyo listado fue publicado en Guayaquil en 1926 como uno de los anexos de Labores de la Asamblea Socialista y Manifiesto del Consejo Central del Partido, edición con sello editorial de la imprenta El Tiempo, y que debido a su importancia histórica, lo detallo en su totalidad, a más de la especificación de quienes dirigieron el evento: 22 23 24

Enrique Ayala, El Partido Socialista en la historia, Quito, Ediciones La Tierra, 1988, p.8 Inicialmente la Asamblea fue convocada para el 8 de mayo, pero se la postergó debido a que las delegaciones de algunas de las provincias no habían sido designadas. En la sesión de la noche del día 21 de mayo, fecha en la cual debía cerrarse el encuentro socialista, el director de la sesión de la Asamblea, Emilio Uzcátegui propuso a los delegados que la Asamblea se prorrogara hasta el día domingo 23.


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Concurrieron al Congreso constitutivo del PSE, por el Carchi, César Carrera Andrade, Cornelio Posso, Neptalí Guerrero y Gonzalo Posso; por Imbabura, Pablo Charpantier, Víctor García, Francisco Moncayo y Reinaldo Murgueytio; por Pichincha, Juan Manuel Lasso, Carlos Mos­ quera, Luis F. Chavez, Manuel E. Rumazo, Emilio Uzcátegui y Jorge Carrera Andrade; por León (Cotopaxi), Juan Genaro Jaramillo, María Lui­ sa Gomez, Nestor Mogollón y Rafael Bustamante; por Tungurahua, Alber­ to Flor, Estuardo Almeida, César Endara, Jorge Salgado y Alejandro Mal­ donado; por Chimborazo, Miguel A. León, Luis Humberto Heredia, Víctor Romero, Luis F. Alvaro y Luis Astudillo; por Bolívar, Hugo Moncayo; por Azuay, Ricardo Paredes, Gregorio Cordero León, Salvador Cobos y Juan Pablo Muñoz; por Loja, Angel Modesto Paredes, José Moscoso y Benjamín Ruiz; por el Oro, Leonardo Muñoz, Luis Anda Rumazo y Juan Karolys; por Guayas, Rigoberto Ortiz, Luis Maldonado Estrada, Abrahan Cervan­ tes, Virgilio Jara, José Guzmán y Adolfo Simonds; por Manabí, Víctor Félix Toscano, Antonio Borja, Benjamín Pazmiño y Evangelista Prittes. Por la Sociedad Ferroviaria de Durán: Federico Flores; por la Sociedad Fraternidad y Progreso de Babahoyo: Arturo Proaño y Segundo Dávila. Por el Sindicato de Trabajadores de Campesinos de Cayambe: Modesto Aizaga. Por la Federación de Trabajadores 9 de Julio de Yaguachi: Ricar­ do Paredes.

La Asamblea, de acuerdo con la elección interna, designó como su director a Luis Maldonado. Secretario General de dicho encuentro fue elec­ to Ricardo Paredes, en tanto Luis Anda cumplió las funciones de Secretario de Actas. La reunión socialista fue un evento abierto al público, de tal suerte que a la referida asamblea concurrieron, de un lado, barras ciudadanas contra­ rias25 a la institución política que se fundaba, como de otra parte estuvieron presentes importantes grupos sociales que apoyaron el nacimiento del Socialismo. La confrontación entre las barras fue un ingrediente en el naci­ miento del PSE, pero más allá de lo anecdótico esta circunstancia demostró la polarización que en la ciudad generó el encuentro de una novísima estructura política que se organizó en la perspectiva de enfrentar a los cau­ santes de la crisis social, económica y política por la cual transitaba el Ecuador de aquellos días.

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En la sesión de la tarde y noche del 23 de mayo los delegados socialistas y los concurrentes liberales que se hallaban entre las barras, fueron “invitados” por el director de la Asamblea, Jorge Carrera, a que desalojaran a las barras conservadoras que habían concurrido a fustigar e insultar a las delegaciones socialistas.

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El nuevo partido adoptó en sus documentos al marxismo como su base ideológica. En todo caso, en lo pertinente al debate del programa partidario se observaron algunas contradicciones que expresaron, a su vez, las argu­ mentaciones polarizadas internas de la organización como resultado de la confluencia en su estructura de diversas corrientes, asunto este de enorme interés no solo al momento de la fundación del socialismo, sino en su desa­ rrollo histórico, pues esta aparente diversidad, que en otros modelos parti­ darios se suele suprimir verticalmente y que por ello los acerca al dogma­ tismo y al doctrinarismo, permitió el debate de las ideas y la búsqueda constante de la unidad a partir de la mentada diversidad. Un asunto de enorme debate en la sesiones fue el referente a la vincu­ lación o no del Socialismo Ecuatoriano a la Internacional Socialista de Moscú, la Tercera Internacional, tema que motivó profundas discrepancias y que pudo haber fracturado de manera evidente los esfuerzos de unidad que se habían construido para fundar al mentado Socialismo Ecuatoriano como fuerza primigenia de la izquierda en el Ecuador. Debido a que no hubo el ambiente para aceptar la propuesta que la delegación de la ciudad de Ibarra había sugerido en el sentido de aceptar la incorporación del nue­ vo partido a la Tercera Internacional, los asambleístas, en la sesión noctur­ na del 19 de mayo de 192626 que estuvo bajo la dirección de Juan Manuel Lasso, negaron dicha posibilidad, más allá de la defensa apasionada que a la posible integración al Comintern realizaron algunos concurrentes y de manera particular Ricardo Paredes27. 26 27

Labores de la Asamblea Nacional Socialista y Manifiesto del Consejo Central del Partido, Gua­ yaquil, imprenta El Tiempo, 1926, pp 45­46. No obstante, fraudulentamente se hizo constar, meses más tarde, en algunos ejemplares de la primera edición (publicada en julio de 1926) de las Labores de la Asamblea Nacional Socia­ lista, una hoja sin paginación, en la cual se insertó la supuesta adhesión del Partido a la Tercera Internacional, asunto “propuesto por el Secretario General de la Asamblea (Ricardo Paredes) y aceptado por unanimidad”. Este asunto lo refiere Emilio Uzcátegui, en la página 80, en su libro Medio Siglo a través de mis gafas (publicado en Quito en 1975): “…probable­ mente para enviar a Rusia, en unos pocos ejemplares, se había adherido una hoja especial fuera de la compaginación general”. Algo más: Rafael Quintero en su libro El Mito del Popu­ lismo (Quito, ediciones Abya­Yala y UASB, 1997, tercera edición, pp. 113­114, pie de página número 80) transcribe parte de un informe suscrito por Ricardo Paredes (a nombre del Con­ sejo Central del PSE) a la Internacional Comunista, fechado en 8 de junio de 1930 que se halla en el Fondo 495, inventario 67, legajo Número 1 y que dice: Dada la composición del partido era imposible en forma amplia, es decir convocando a un Congreso, con el objetivo de que la masa del Partido pudiera conocer dicha adhesión y los fines que se desprendían de la misma: los comunistas dentro del partido eran una escasa minoría, que hubieran sido aplastados en la votación. De allí que la adhesión tuvo que verificarse en forma casi secreta, a espaldas de las masas del partido… Y añade Quintero en el texto citado: “El mismo Paredes había escrito dos años antes en Moscú que la adhesión acordada en la Asamblea general del


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Ricardo Paredes, no obstante la realidad de no haber obtenido que el congreso constitutivo del PSE afiliara a la nueva organización a la Tercera Internacional, conforme él mismo lo reconociera, envió varias comunica­ ciones a diversos grupos comunistas de América y Europa falseando la realidad de los sucesos en esta materia y afirmando que el PSE había naci­ do pidiendo afiliación a la Internacional Comunista, conforme se despren­ derá, decía Paredes, “de la lectura del libro sobre la Primera Asamblea, libro que se halla en prensa,”28 asunto que, irregularmente, por decir lo menos, se insertó, efectivamente, en muchos ejemplares de dicha publica­ ción. Las comunicaciones que Paredes divulgó en este sentido dejan ver otro asunto: su preocupación para que los grupos satélites de la Internacio­ nal Comunista conocieran que en el Ecuador no existía ninguna otra agru­ pación comunista que no fuera la que él representaba, “advertencia que va acompañada de la espera de que la Tercera Internacional nos admita en su seno para cambiar el nombre del partido.”29 La Asamblea Constitutiva del Partido Socialista designó al primer Con­ sejo Ejecutivo Central, siendo sus miembros principales los siguientes:30 César Carrera Andrade, Pablo Charpantier, Emilio Uzcátegui, Juan Genaro Jaramillo, César Endara31, Ricardo Paredes, Hugo Moncayo, Adolfo Simmons, Gregorio Cordero León, Jorge Carrera Andrade32, quien además fue designado33 por el Consejo Ejecutivo Central como el primer Secretario

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Partido no tenía una base suficientemente fuerte pues aunque la gran mayoría de delegados eran comunistas, la masa del partido no conocía antes de la asamblea el significado e impor­ tancia del tal adhesión. Documento de Ricardo Paredes escrito en Moscú en diciembre de 1927. En particular véase acápite sobre “El Partido Socialista” y lo concerniente a la Tercera Internacional y páginas 18­19 y 27 respectivamente. Fondo 495, Inventario 67, Legajo Número 2, Carpeta 2”. Rafael Quintero, archivo personal, fondo 495 No 67 I.C. Carta de Ricardo Paredes del 8 de agosto de 1926 a L`Humanité, en París. Ibídem. Labores de la Asamblea Nacional Socialista y Manifiesto del Consejo Central del Partido. p.64 Al momento de iniciar el trabajo de redacción de este texto, (Mayo del 2005) César Endara es el único fundador del Partido Socialista que se mantiene con vida, con lucidez plena y celebrando el centenario de su natalicio, y con militancia en el partido que el fundara en 1926. Nació en Quito en 1903. Efectuó estudios de Derecho. Junto a Gonzalo Escudero formó el grupo literario La Idea. Vivió por algún tiempo en Francia, España, Inglaterra y Alemania. A su retorno al país se vinculó al servicio diplomático. Se lo reconoce como el poeta contem­ poráneo más importante del país cuya abundante y extraordinaria producción, conocida en diversos países del mundo, fue reconocida con el Premio Nacional de Cultura “Eugenio Espejo” en octubre de 1977. Falleció en noviembre de 1978. En más de una oportunidad –y en más de un estudio– se ha señalado que Ricardo Paredes fue el Primer Secretario General del Partido. Esta aseveración ha aparecido, entre otras cosas, por la confusión proveniente con la circunstancia de que el mencionado Ricardo Paredes

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General del Partido, Angel Modesto Paredes, Luis Anda Rumazo, Segundo Dávila Castro, Evangelista Priftis, Luis F. Chávez y Leonardo Muñoz. La composición de este Consejo Central expresó la heterogeneidad del PSE, a la que me he referido en líneas precedentes, pero sintetizó, al mis­ mo tiempo, la voluntad de inmensos sectores de ecuatorianos por construir una patria libre, soberana, justa y solidaria. Las discrepancias en el recién fundado Partido Socialista se iniciaron tempranamente y giraron, de manera particular, alrededor de su vincula­ ción o no con la Tercera Internacional Socialista. Este asunto favoreció para que al interior del PSE se agrupara aquel sector que preconizó la total independencia del partido frente a cualquier organismo político internacio­ nal, por afín ideológico que este fuere, y, por otra parte, el que se congre­ gara formalmente el grupo comunista fundado en 1925, sector que priorizó el internacionalismo y que consideró indispensable actuar conjuntamente y bajo la dirección de la Tercera Internacional. Fue entonces cuando el sector que luchaba por la adhesión a la Tercera Internacional se expresó al interior del Partido Socialista con un nivel de organización tal, hasta llegar a funcionar abiertamente como una fración34, circunstancia que de manera similar se produjo, aunque en medio de las obvias limitaciones que provoca la circunstancia de no ser un grupo con funcionamiento y reglas propias, con aquellos que se identificaban como el sector contrario a cualquier vinculación con la Internacional35. En este con­

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cumplió un rol fundamental en la organización partidaria y, además, debido a que en la pri­ mera reunión de la Asamblea constitutiva del PSE, el 16 de mayo de 1926, fue designado Secretario General de dicho encuentro. Empero, Jorge Carrera Andrade por designación del Comité Ejecutivo Central del PSE asumió la Secretaría General del Partido, conforme reiteradamente me diera a conocer el c. César Endara. En efecto, en la entrevista del 15 de septiembre del 2.005, grabada por su importancia, Endara ante el requerimiento de quien fue el Primer Secretario General del PSE, respondió: “El primer Secretario General fue Jorge Carrera Andrade” y, el mismo Endara ante la pregunta de cómo se le nombró a Andrade, respondió: “En la Asamblea de 1926 solo se nombró el Consejo Directivo, el cual tenía la potestad de nombrar los directivos, es decir el Secretario General y las demás secretarias. Cuando se reunió el Consejo Directivo fue nombrado Jorge Carrera Andrade como Secretario General. Cuando Carrera Andrade renunció en 1927, el Consejo Directivo me designó Secretario General…” Dicha fracción, como ya lo he señalado, estuvo articulada entre sí antes de la fundación del PSE gracias a la inicial gestión organizativa del Embajador mexicano en Quito, Ramos Pedrueza, y se identificó como comunista desde su inicio. Al producirse la fundación del PSE los miembros de dicha fracción participaron en la fundación del PSE. Leonardo Muñoz, fundador del PSE y parte integrante del grupo de dirección que se opuso a la afiliación del Partido a la Tercera Internacional Socialista, refirió que en el Partido, antes de su primera división, ya existían fracciones y comentó sobre aquello de la manera siguien­


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texto Ricardo Paredes, fue invitado36 en 1927 a visitar la entonces Unión Soviética donde debía realizarse el sexto Congreso37 de la Tercera Interna­ cional de la cual Paredes fue entusiasta seguidor, debido a lo cual estuvo vinculado, al interior del Partido Socialista, con la fracción que defendió la tesis de adscribirse con la referida Internacional Comunista. Debido a la ausencia del país del Secretario General del PSE, Jorge Carrera Andrade, quien por algún tiempo permaneció en Europa, inicial­ mente intentando llegar a Moscú en cumplimiento de una delegación expre­ sa del PSE38 y, luego, dedicado en el viejo continente a sus actividades literarias, y al desplazamiento de Ricardo Paredes a Moscú, el Consejo Directivo del PSE, en el propio año de 1927, eligió como Secretario Gene­ ral del P.S.E. a César Endara39, convirtiéndose, de esta manera, en el segundo Secretario General que el socialismo tuvo en su período fundacio­ nal. Sobre el viaje de Paredes y las consiguientes consecuencias, Leonardo Muñoz refirió: …Posteriormente en el año 27 o 28 recibimos una invitación de la internacional comunista que pedían que enviásemos un delegado fraternal para el Congreso de la Internacional Comunista, entonces el Comité Central envió a Ricardo a la

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te “…nosotros teníamos una fracción dentro del Partido, porque en los partidos siempre se ha trabajado en fracciones… se tenían sesiones previas cada vez que tratábamos los puntos que íbamos a resolver en el Comité Central”. Publicado en El 15 de noviembre de 1922 y la fundación del Socialismo relatados por sus protagonistas, tomo 2, Quito, Corporación Editora Nacional, 1982, p. 115. Previamente a la invitación de Paredes, el Secretario General del PSE, Jorge Carrera Andrade fue delegado por el partido “para que asistiese a los actos conmemorativos del décimo ani­ versario de la Revolución Soviética, pero Carrera no alcanzó a llegar al Congreso, debido a lo cual Paredes que por ese entonces ya se hallaba en Moscú, actuó de facto como delegado del Socialismo Ecuatoriano”. Naranjo, Plutarco: La I Internacional en Latinoamérica, Quito, Edi­ torial Universitaria de la Universidad Central, 1977, p. 215. El sexto Congreso de la Tercera Internacional aprobó, entre otras cosas, las tesis de “clase contra clase”, la “bolchevización” de los partidos comunistas y la lucha social alrededor de la construcción de los “soviets”. “Transcurrida una semana de reflexiones, regresé a Quito para encontrarme con la noticia de que el PSE había sido invitado a enviar un delegado a un Congreso Internacional en Moscú y se había pensado en mí, primero por mi calidad de Secretario y porque de esa manera podía escapar de la persecución policial ordenada por el régimen. Acepté mi nombramiento de delegado, con intención de estudiar de cerca la complejidad de la experiencia soviética y recorrer algunos países de Europa, sobre todo Francia. Pero el viaje estaba frustrado desde su origen, porque yo ignoraba que un compañero del Partido deseaba mi desplazamiento para remplazarme en mis funciones”. Jorge Carrera Andrade, El volcán y el colibrí. Autobiografía, Quito, Corporación Editora nacional, 1989, pp. 61­62 César Endara nació el 30 de mayo de 1905. Desde joven se vinculó a la actividad política y como tal, conforme he referido, fue fundador del P.S.E. en 1926. Su actividad profesional inicial fue la de tipógrafo. Efectuó estudios sobre liderazgo sindical y conocimiento del pen­

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Unión Soviética al Congreso de la Internacional Comunista. Cuando regresó nunca nos dijo nada… Por el año treinta se recibió una comunicación de la Inter­ nacional Comunista que nos daba unas directivas… Resolvimos, después, en la casa de Enrique Terán (donde tuvimos unas diez sesiones desde las ocho hasta hasta las dos y tres de la mañana) separarnos del Comité Central y organizar un nuevo partido… porque no queríamos nosotros depender de ningún organismo internacional. ¿Y cuántos nos separamos? Nos separamos siete. Hicimos nueva­ mente un llamamiento a todos los Consejos Provinciales con una circular que enviamos. Fueron unas treinta páginas a máquina, enviamos a todos los Consejos Provinciales del partido de la República con un llamado a formar un nuevo Par­ tido Socialista Marxista. Queríamos que se aplique el marxismo a la realidad ecuatoriana…40

Las palabras de Muñoz evidencian que cuando viajó Ricardo Paredes a Moscú41 estaba en pleno funcionamiento, dentro del Partido Socialista, la fracción comunista, fundada en 1925, que alentó a Paredes su desplaza­ miento, para que concretara formalmente los contactos a nombre del socia­ lismo con la Internacional Comunista, y que, conforme lo señala Manuel Agustín Aguirre, selló dicha relación, de manera apresurada, en la última sesión de la Tercera Internacional en 192842, a pesar de que el pedido for­ mal de ingreso a la Internacional Comunista está fechado en Moscú el 13 de julio de 1928 y firmado por el propio Ricardo Paredes43 quien argumen­ tó en dicha petición: Como representante del Partido Comunista en el Ecuador, fundado en 1925 y aceptado en la Internacional Comunista como grupo simpatizante, pido la adhe­ sión definitiva del Partido Comunista del Ecuador como sección ecuatoriana de la Internacional Comunista. El Partido Comunista del Ecuador fundado con un programa y táctica idéntica a la de la Internacional Comunista ha procurado mantenerse siempre dentro de ese programa y de esa táctica y ha tratado de organizarse conforme a los esta­ tutos de la IC. El Partido Socialista Ecuatoriano fundado en 1926 con un programa semejante al de la Internacional Comunista ha solicitado, igualmente, la atención a la

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samiento marxista, en Moscú, en 1928. Posteriormente, ya de retorno al Ecuador, se dedicó a la actividad periodística. En la ruptura orgánica del socialismo en 1931 optó por su vincu­ lación al Partido Comunista. Testimonio de Leonardo Muñoz. op. cit. tomo 2, pp. 115­119 Ricardo Paredes viajó a Moscú a finales de 1927 y retornó al país un año después. “Paredes obtuvo la afiliación del PSE a la Internacional Comunista en su última sesión, es decir el 3 de septiembre de 1928”. Manuel Agustín Aguirre, Marx ante América Latina, Quito, Instituto de investigaciones económicas de la Universidad Central, 1985, p.84 Rafael Quintero, archivo personal, fondo 495, legajo No 4, inventario 67, I.C.


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Internacional Comunista. El Partido Socialista Ecuatoriano no es aún por su organización un Partido Comunista y le hace falta reducir su programa de rei­ vindicaciones inmediatas. El Partido Socialista Ecuatoriano está dirigido por comunistas, la mayor parte de los cuales pertenecen a nuestro Partido Comu­ nista y es por el trabajo de los comunistas en el Partido Socialista Ecuatoriano ha evolucionado al comunismo y hoy pide la admisión a la Internacional Comu­ nista. El Partido Comunista del Ecuador espera que el sexto congreso de la I.C. admitirá en el seno de la Internacional Comunista a los partidos Comunista y Socialista del Ecuador para formar en adelante un solo fuerte Partido Comunis­ ta que luchará como la sección de la I.C. por el triunfo de la revolución prole­ taria como por el triunfo del Comunismo.44

La petición de ingreso a la I.C. por parte del socialismo, cuya referen­ cia hace Paredes, estuvo fechada el 12 de marzo de 1928 y fue suscrita por César Endara, Secretario General45, Alejandro Maldonado, director de la sesión que adoptó la resolución de solicitar a la I.C. la incorpora­ ción del socialismo a dicha red internacional, por Juan Karolys, Secre­ tario de Actas y por Enrique Terán, Secretario del Exterior. El texto de tal solicitud dice así: Compañero Secretario General de la lll Internacional Moscú­ Rusia Compañero Secretario General: El Partido Socialista Ecuatoriano, por intermedio de los suscritos, Miembros del Consejo Central del Partido, solicita la adhesión al Partido Comunista (lll Inter­ nacional). El Partido Socialista Ecuatoriano espera ser admitido en el seno del Partido Comunista, vanguardia del proletariado para luchar conjuntamente por el triunfo de la clase trabajadora y del comunismo en todos los países del mundo por medio de la dictadura del proletariado y por la implantación del régimen soviético siguiendo las normas trazadas por las doctrinas de los maestros Marx y Lenin. ¡Viva el Partido Comunista Internacional! ¡Viva la Dictadura del proletariado! ¡Viva el régimen Soviético!46 44 45

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Ibídem. No obstante, en el semanario La Vanguardia, órgano del Consejo Central del Partido Socia­ lista Ecuatoriano, correspondiente al año 1, época segunda, publicado el 1 de marzo de 1928, números 9­10, página 7, se informa de la designación de los nuevos funcionarios del partido: Secretario General, Enrique Terán; Secretario de lo Interior, Juan C. Andrade; Secretario de lo Exterior, Luis F. Chávez; Tesorero, Leonardo Muñoz. Domingo Paredes, Los Comunistas en la Historia Nacional (1926­1986), compilación de textos inéditos, Guayaquil, Editorial Claridad, 1987, p. 14

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Valga decir en este punto que Ricardo Paredes no actuó al margen de una estrategia política, sino que enderezó sus pasos en el contexto de una orientación definida por los comunistas ecuatorianos con antelación, la mis­ ma que puede resumirse en el hecho de que los comunistas, organizados en 1925, frente al hecho de la conformación del PSE, en 1926, como un par­ tido político inserto en la vida institucional del Ecuador con una aceptación y tolerancia relativas por parte de dicha institucionalidad, optaron por actuar al interior del PSE, en la intención de controlar la organización a manera de un frente del PC. (Táctica que luego se modificaría cuando se vieron obligados a cambiar de nombre al PSE por el de Partido Comunista). Además, fue evidente para el núcleo comunista ecuatoriano que la adhe­ sión al Partido Socialista surgió en los sectores populares del país sin difi­ cultades o imposiciones, en contraposición a cualquier intento de estructu­ rar, desde el inicio, un partido al que se lo pudiese identificar como comu­ nista, realidad esta que provenía debido a los recelos ideológicos y a las deformaciones que sobre el rol de las agrupaciones comunistas ya existía en el pais. Asimismo, y fundamentalmente, el PSE había surgido en la lucha políti­ ca y social ecuatoriana como expresión de la búsqueda de cambio a la estruc­ tura del país, como producto de la influencia de factores internos y externos que se volvieron paralelos en la construcción de una propuesta contestaria a la situación de crisis de la época y como efecto de varias posturas de trans­ formación que se propusieron superar el modelo social prevaleciente. Fue, por lo tanto, la fundación del PSE la consolidación de una orien­ tación ideológica, con varias vertientes, antes que la constitución de un “aparato” político sumiso a la Internacional Comunista conforme lo habían previsto los comunistas organizados en 1925, cuya interferencia respecto del PSE fue evidente, al extremo de fracturarlo política y orgánicamente en el mediano plazo. A esta situación provocada por el PC, que denota el carácter del partido que se intentaba configurar, Rafael Quintero ha denominado el “bifrontis­ mo”47 explicación con la cual coincido: Lo que surgió de la Asamblea Socialista de 1926 fue un partido bifronte, que no podía funcionar democráticamente y estaba destinado a la división, tarde o tem­ prano. Incluso había dos programas políticos, dos estatutos organizativos, dos prácticas políticas formales y dos tipos de militancia y relaciones internacionales. 47 48

Rafael Quintero, op. cit., p.113 Ricardo Paredes permaneció en la URSS cerca de un año.


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La presencia de Paredes48 en la ex URSS , favorecida por la ausencia de Jorge Carrera, tiene, pues, una clara explicación a más de que en los meses anteriores a la reunión de la IC, el mentado dirigente del PC y del PSE mantuvo una serie de encuentros con funcionarios de la I.C. a quienes entregó su visión respecto de la situación ecuatoriana, habida cuenta que los dirigentes de la Internacional Comunista y los funcionarios del Partido Comunista de la URSS poseían poca información sobre nuestro país y en referencia a sus avatares políticos. En la Unión Soviética, Paredes pasó revista sobre los acontecimientos que provocaron la denominada revolución juliana, respecto del programa de los militares en este entorno histórico, en relación a la creación del Ban­ co Central, al rol de los liberales y de los conservadores y, además, sobre los antecedentes para el aparecimiento del socialismo en el Ecuador. Sobre este último asunto transcribiré algunas opiniones de Paredes que develan su percepción sobre el rol de los partidos Comunista y Socialista, con los cua­ les se hallaba plenamente ligado: En el momento de la revolución juliana había un grupo socialista en Quito, otro en Tulcán, otro en Otavalo y otro en Loja, todos dirigidos por el grupo de Qui­ to, pero sin programa definido. En Riobamba nuestros trabajos de organización por circunstancias especiales condujeron a la formación de un grupo que se deno­ minó Partido Social Demócrata que se puso en contacto con nosotros, incorpo­ rándose después a nuestro partido.49 Frente a la revolución juliana nos manifestamos independientes del gobierno. Mientras todas las organizaciones obreras enviaban entusiastas adhesiones, nosotros nos limitamos a aprobar algunas medidas gubernamentales. Sin embar­ go tratábamos de influir en el gobierno y entre los militares para que la política se radicalizara. En la masa obrera hacíamos una propaganda bastante intensa de nuestro programa y desde el principio aparecieron dos tendencias: una comunis­ ta y otra socialista, siendo mayor la fuerza de esta última. Desde el principio comprendimos la necesidad de combatir el regionalismo que en realidad era disimulado separatismo proclamado por la burguesía guayaquileña, y nuestra política en este sentido fue una de las causas por que logramos las simpatías de la masa obrera de Guayaquil.50 En el partido la radicalización de las ideas se hacía de una manera más rápida. Al principio se presentaron dos grupos, uno con programa reformista y otro con programa comunista. En el primero donde me encontraba, los elementos en su mayor parte eran sinceros militantes que les faltaba preparación ideológica, en el segundo había muchos elementos oportunistas que luego se introdujeron en la 49 50

Rafael Quintero, archivo personal, fondo 495, legajo No 2, carpeta No 2, p 15­20, I.C. Ibídem.

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burocracia o renegaron de sus ideas… En mayo de 1926 se realizó la asamblea general del Partido Socialista, con delegados de trece provincias y en número de 54… En la asamblea los comunistas estuvieron en gran mayoría, los reformistas se vieron obligados a aceptar nuestro programa ideológico. Pero en la discusión del Plan de Acción hubo en la mayor parte de los comunistas una desviación reformista.51 Se ha retardado mucho tiempo en solicitar a la Tercera Internacional que admi­ tiera en su seno al Partido Socialista, tanto por la inactividad del Comité Central como por la falta de medios de propaganda a la adhesión..En la Asamblea gene­ ral del partido la gran mayoría de delegados eran comunistas, pero la masa del partido no conocía antes de la asamblea el significado e importancia de tal adhe­ sión, por lo que había la necesidad de difundir ampliamente las ideas comunistas para que no se diera el caso de que en el momento en que se verifique la adhe­ sión el partido se fraccione en dos grupos, socialistas y comunistas, formándose dos partidos…52

Al retorno de Paredes al Ecuador, los acontecimientos en el Partido Socialista se precipitaron toda vez que su adhesión a la Tercera Internacio­ nal, propiciada de una manera vertical y burocrática, así lo demandaba y debido a que dicha circunstancia, cuando ella fue debidamente conocida, fracturó irremediablemente a la estructura partidaria que se había creado unos años atrás, tanto más que dicha afiliación supuso el que se asimilaran determinadas orientaciones respecto del tipo de dirección que debía poseer el PSE, realidad esta que propició que el “ala” afectada, básicamente los intelectuales, renegara de su incorporación a la I.C. y articulara todos los mecanismos para separarse del partido y refundar una nueva estructura socialista en el mediano plazo, todo esto tanto más que en 1928 asumió la Secretaria general del PSE Enrique Terán Vaca53, habida cuenta el viaje de César Endara a Moscú, convirtiéndose, así, Terán en el tercer Secretario General que tuvo el PSE. El sector dirigencial, que no aceptó la imposición de ser parte de la I.C. expresó su posición públicamente el 6 de enero de 1931, mediante la publi­ cación de un Manifiesto al Proletariado Ecuatoriano firmado por Juan Gena­ ro Jaramillo, Delegado al Consejo Central por León; Enrique A. Terán, por 51 52 53

Ibídem. Ibídem. Enrique Terán nació en Quito en 1887. Fue estudiante de violín en el Conservatorio Nacional y en Londres. En 1918 junto a Alberto Coloma Silva, Jorge Díez y Guillermo Latorre, fundó la revista Caricatura. En 1919 ganó el premio Mariano Aguilera. Fue parte del grupo socia­ lista Antorcha y luego fundador del PSE. Dirigió la Biblioteca Nacional en 1936 Falleció en 1943. Su obra más conocida, publicada en 1940, es El Cojo Navarrete.


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Chimborazo; Juan F. Karolys por El Oro; Leonardo Muñoz, por el Oriente; Rafael Campuzano por Esmeraldas; Luís Gerardo Gallegos por el Azuay; José Alfredo Llerena por las Juventudes Comunistas del Ecuador. Sobre el manifiesto en referencia Ricardo Paredes envió el siguiente comentario a la Internacional Comunista cuyo contenido es extremadamen­ te revelador respecto de la confrontación interna y sobre la simpleza con la que Paredes pretendió caracterizar un asunto de enorme significación: Después de algunos incidentes y en medio de la hipocresía, los seis renegados antes nombrados, acompañados del estudiante Llerena, exsecretario de la Juven­ tud Comunista, lanzaron el manifiesto anunciando la formación del partido nacio­ nal socialista en medio de los aplausos de la burguesía y su gobierno. Muñoz resultó ser un espía que el gobierno había mantenido durante algunos años en el seno del C.C. y Jaramillo se convirtió en lo mismo que los otros, en agente de delación y de intrigas.54

El documento55, puesto en circulación el 6 de enero de 1931, demanda varias puntualizaciones: Es evidente que no solo constituye una explicación de las causas por las cuales quienes lo suscribieron abandonaban la dirección del PSE, sino que permite aproximarse a los antecedentes políticos, económicos y sociales que permitieron el aparecimiento del socialismo en el Ecuador y, en ese contexto, devela claramente el rol histórico que consideraron debía cumplir la agrupación política que habían ayudado a construir con esfuerzo y sacri­ ficio a toda prueba. En este entorno se define al partido no solamente como un instrumento de la clase trabajadora, sino del conjunto de los explotados del sistema capitalista imperante, lo cual expresa que en quienes suscribieron el texto había una importante asimilación del carácter diverso de la sociedad ecua­ toriana en cuanto a su composición social, económica y étnica. El texto constituye, también, la explicación de las razones por las cuales el PSE se afilió56 a la Internacional Comunista, lo cual provocó, en su momento, que se dijera de él que se había constituido “como un ciego ins­ trumento de extraños designios”, adhesión que se explica que se la realizó “cuando la madurez ideológica y el nivel político del partido habían toma­ 54 55 56

Rafael Quintero, archivo personal de la I.C. El manifiesto circuló como volante, fechado en Quito el 6 de enero de enero de 1931. Impren­ ta y Fotograbado Kaleda. Afiliación tramitada por algunos de los dirigentes del PSE y de responsabilidad exclusiva de ellos.

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do raigambres en sus principales sectores” y debido a que la I.C., se halla­ ba constituida …por todos los partidos proletarios del mundo, organizado a iniciativa de Lenin, quien tuvo una visión real de los acontecimientos presentes y futuros. La Inter­ nacional fue entonces para nosotros, los revolucionarios marxistas, la realización suprema de un ideal de fraternidad y de apoyo mutuo que, borrando fronteras y razas unía a los hombres identificados en una misión grandiosa y convertíalos en hermanos para cruzar la senda de una lucha sin precedentes.

La aclaración transcrita denota los tintes de buena fe con los que se actuó en el persistente afán de incorporar al PSE a la I.C. de cuyo funcio­ namiento, apoyo y objetivos hubo una sobredimensión que, a contrapelo, explica por qué el pedido de afiliación a la I.C. fue suscrito, entonces, por Juan F. Karolys y Enrique Terán57 y porque ellos, posteriormente, firma­ ron también el documento de cuestionamiento a la I.C. que motivó su separación del Partido Socialista de la Internacional Comunista. El texto del 6 de enero de 1931, además, precisa que los iniciales obje­ tivos de la I.C. fueron modificándose como una consecuencia lógica de una degeneración burocrática que hunde en el abismo de la dictadura a la Tercera Internacional. Hasta hace algunos días nin­ guna imposición y ningún apoyo había recibido de ella nuestro partido. Mas, la Tercera Internacional, últimamente, sin estudio consciente de las realidades nacionales y de la obra de los organismos superiores del PSE, lanza resolucines dogmáticas, elaboradas en el escritorio, al pie del Polo Norte, cuando nuestras realidades están cerca del Polo Sur; y las cuestiones características nacionale del ambiente y de la diferencia étnica nadie las conoce como nosotros, los ecuatoria­ nos, aunque nuestro amor a la humanidad rompa las fronteras que encierran la tierra de los latifundistas.

Por lo expuesto señalaron …los que firmamos (el manifiesto), miembros del Consejo Central del partido Socialista Ecuatoriano, estamos por demás en un organismo que debe acatar 57

El 23 de agosto de 1933, el diario El Día publicará una carta de Terán a Jorge Carrera Andra­ de, en la misma que, entre otras cosas, señala: “Nuestra Internacional a la que la amamos románticamente como a una bella lejana, aquella en la que pusimos el amor oculto de nues­ tro deseo de amar, de nuestra sangre india­hispana se volvió una prostituta en estado de explotación por los demagogos de su círculo. Al Ecuador han tratado como una tribu; jamás contestaron nuestras informaciones ni quisieron tomarnos en serio hasta que las últimas directivas nos toman demasiado en serio y transmiten consignas copiadas… No han querido estudiar nuestra realidad; los informes enviados por nosotros en todos los órdenes, los han calificado de pequeño­burgueses y oportunistas.”


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órdenes, aunque en principio justas, pero equivocadas en la realidad. Existe desconfianza en los organismos de la Tercera Internacional para todos los inte­ lectuales58 y se ordena cambiarlos en la dirección del partido con obreros de fábricas.

Sobre este particular en las diversas entrevistas que realicé a César Endara59 él me refirió que en su estancia en Moscú, hacia finales de 1928 y el primer trimestre de 1929, fue abordado por dirigentes de la I.C. para averiguarle sobre la extracción de clase de los dirigentes del PSE y sobre el número de obreros que formaban parte de aquella dirección. La respues­ ta de Endara siempre fue, en aquellas oportunidades, la misma “soy el único obrero de la dirección” asunto que, a su vez, mereció el comentario de lo inadmisible que significaba que un partido que pretendía representar a los proletarios no estuviese dirigido por obreros y, por ende, la necesidad de que se “reparare” semejante desviación ideológica y política. Es evidente que el cuestionamiento de la IC sobre la composición de la dirección política del PSE no quedó tan solo en una apreciación, sino que se constituyó en una directriz para que el partido articule una dirección nacional que satisfaga sus apreciaciones teóricas, circunstancia que propi­ ció que se pusiera en marcha una gestión de marginamiento de aquellos cuadros intelectuales que, con entusiasmo y fe revolucionaria, venían apor­ tando en la construcción partidaria desde la reflexión teórica hasta la prác­ tica militante diaria. Más aún, he llegado al convencimiento que las demoras en la tramita­ ción de la adhesión del PSE a la I.C. estuvieron relacionadas, fundamen­ talmente, a las críticas de la Internacional sobre lo que ella denominó “composición no obrera y proletaria de la Dirección del partido” y, tam­ bién, debido a que el PSE no aceleraba el cambio de denominación de su nombre por el de Partido Comunista, pues aquello de tener un núcleo 58

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Luis Gerardo Gallegos, militante socialista, viajó a la URSS, en 1930, a un encuentro mundial de trabajadores. Sobre esta experiencia escribió Rusia Soviética y la Revolución Mundial, el mismo que fuera impreso en la Universidad Central en 1931. En una de las páginas de este libro se lee: “La Internacional Comunista guarda para el intelectual, por el hecho de serlo un odio sordo y monstruoso. La lucha no se plantea entre la burguesía y el proletariado, sino entre obreros e intelectuales.” El mentado socialista Gallegos a su retorno de la URSS pidió que el PSE se desafiliara de la IC. En relación al viaje de Gallegos a la URSS, Ricardo Paredes, por su parte, escribió a la IC, conforme lo registra Rafael Quintero en su archivo personal, lo siguiente: “Gallegos, estudiante que fue en representación sindical al 5to. Congreso de la Internacional Sindical Roja, y que era ahijado de Terán, que entonces estaba de Secretario del C.C. vino a desprestigiar a la IC a la I.S.R y a la URSS, aumentando el desconcierto entre los futuros renegados…” Entrevistas y testimonios grabados en el mes de mayo del 2005.

El autor, Germán Rodas, durante la entrevista realizada al fundador del PSE y segundo Secretario General, César Endara. el 15 de mayo de 2005..

comunista al interior del Partido Socialista, seguramente no fue garantía suficiente en las relaciones verticales que debía propiciar con la agrupación política ecuatoriana, más allá de que incomprendía el que se hubiese cons­ tituido en el Ecuador una estructura, inicialmente bicéfala.60 60

Si bien Paredes abogó en Moscú para que la I.C. reconociese como adherentes a ella tanto al Partido Comunista, como al partido Socialista del Ecuador, fue evidente que posteriormente la tarea central estuvo orientada en cambiar el nombre al PSE, definirlo como Partido Comu­


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Es en medio de esta realidad que se produjo una reunión del Consejo Central Ampliado del PSE61, realizada entre el 10 al 15 de enero de 1929, en la cual triunfaron las tesis comunistas.

…a que la Internacional Comunista ha degenerado el cumplimiento de su misión y que ciertos sectores del partido, especialmente del Consejo Central, se mani­ fiestan intransigentes para toda crítica y para todo rechazo a las resoluciones emanadas de la I.C, renunciamos públicamente del Partido Socialista de la Inter­ nacional Comunista y el grupo firmante hace un llamamiento a todos los traba­ jadores manuales e intelectuales, sin distingos odiosos, con la única condición de la sinceridad en el ideal y la fe, para la gran obra que debemos cumplir. El nuevo Partido Socialista, difundirá en todo el país el programa que sustenta con principios y postulados que se acoplan al ambiente nacional y a sus propias carac­ terísticas, sin sujeción a ningún organismo extranjero, y capaz de liberar a los trabajadores ecuatorianos, de la explotación del capitalismo.

Se reorganizó el Consejo Central y se estableció una estructura más rígida. La figura de este golpe de timón fue Ricardo Paredes, Secretario General del Con­ sejo Central. La tendencia comunista oficializó la conexión con la URSS sin una consulta con las bases. El hecho provocó disidencias dentro del PSE. En 1931 un grupo de dirigentes de lo que fue el PSE cambió su nombre por el de Partido Comunista Ecuatoriano, lo cual aconteció en el denominado segundo Congreso del PSE…62

Congreso que se reunió en Quito entre el 6 al 15 de octubre de 1931, constituyéndose así, y de manera formal y pública, este referente de la izquierda nacional, realidad que tampoco se produjo de una manera simple pues a más de que el Partido Comunista se constituyó en medio de la des­ membración del PSE, surgieron a su interior algunos niveles de confronta­ ción y disputa, a tal punto que para poner en orden a la estructura partidaria debió intervenir el Buró Latinoamericano de la Internacional Comunista.63 En este punto es menester consignar una apreciación adicional sobre los asuntos sobre los cuales estoy tratando y que se expresó en el manifiesto de 1931, pocos meses antes de que se fundara el Partido Comunista luego de cambiar de nombre al Partido Socialista, en donde los dirigentes del PSE señalaron que debido

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nista y hablar, –y desde luego actuar–, desde una sola organización. Es obvio que esta estra­ tegia debió haber sido recomendada por la propia I.C. como antesala para cualquier relación fluida del Comitern con su adherente del Ecuador, tanto más que una de las condiciones para la admisión en la I.C. establecía que los partidos miembros debían llamarse Partido Comu­ nista, sección de la lll I.C. En el semanario del Consejo Central del partido Socialista Ecuatoriano La Vanguardia, diri­ gido por Juan Genaro Jaranillo y administrado por Leonardo Muñoz, número 15, correspon­ diente al 23 de diciembre de 1928, en la página 5, se informa: “El Comité central del partido ha acordado reunirse del 10 al 15 de enero de 1929, en conferencia ampliada del Consejo del Comité Central, con el objeto de coordinar la obra de reorganización del Partido y acordar métodos de trabajo. Los principales puntos a tratar serán: Informe sobre la situación del Par­ tido, Informe del delegado a la lll Internacional, Informe sobre la situación política del país, Informe sindical”. En este encuentro, además, se conoció el informe del Secretario General del Partido, Enrique Terán. Enrique Ayala, op. cit., p. 11 La conferencia de unificación de los comunistas se efectuó, bajo control del Buró Sudameri­ cano de la I.C. en los primeros días del mes de agosto de 1931: Germán Rodas, La Izquierda Ecuatoriana, Quito, Ediciones La Tierra­Abya­Yala, 2.004, segunda edición, pp. 33­34.

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La declaración transcrita en el párrafo anterior denota claramente la fractura a la que se avocó el PSE como efecto de la evidente intromisión de la Internacional Comunista en la vida del partido y de la incomprensión de muchos de sus dirigentes, los entusiastas adherentes a la IC, respecto del carácter de la estructura política que se debía construir en el país, la cual postergó a los diversos sectores sociales que se habían ido constituyen­ do en el Ecuador y privilegió, exclusivamente, a la clase obrera como expresión de toda transformación, “vanguardismo” que, a su vez, castró por mucho tiempo la posibilidad de armar un proyecto nacional sustitutivo al que por aquellos días ya se hallaba en crisis. De otro lado, con la conducta referida, aquellos que avanzaban en la definición pública del PSE como Partido Comunista lograron expulsar de sus filas, o impedir que se adscriban al partido, a los desempleados, a los campesinos e indígenas, a los más lúcidos intelectuales del período, a los artesanos, a los militares, a los pequeños productores, entre tantos otros, quienes fueron de esta manera marginados del proceso de transformación que demandaba la sociedad ecuatoriana, atravesada por las aberraciones de un sistema que, para entonces, comenzaba a ser altamente dependiente de las transnacionales y del capital monopólico especulativo que, a su vez, propiciaba una sociedad de inequidad e injusticia a la misma que, por ende, estuvo sustancialmente dirigida64 el manifiesto publicado el 6 de enero de 64

La intención del manifiesto fue la de volver explícita la ruptura de quienes lo suscribieron con la fracción comunista del PSE que se aprestaba a cambiar el nombre del partido y man­ tener su vinculación con la IC. Es evidente que aquel objetivo se constituyó en el eje central del texto, a más de la caracterización de la sociedad ecuatoriana y del entorno político y económico en medio del cual se fundó el PSE, pero no por ello debemos dejar de lado su contenido adyacente, que expresa claramente la distinción del carácter del partido que le interesaba a la IC y la estructura partidaria amplia y sin restricciones que aspiraban a desa­ rrollar los autores del manifiesto del 6 de enero de 1931, asunto de enorme diferenciación entre los grupos en pugna.


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1931, el mismo que constituye un referente teórico e ideológico básico del socialismo ecuatoriano y un instrumento de acumulación de fuerzas que tuvo la entereza de decir que junto a la clase trabajadora había una base social amplia y diversa, conformada, entre otros grupos, por los intelectua­ les y los sectores medios, la misma que debería estar dispuesta a cumplir las jornadas que el pueblo ecuatoriano demandaba conforme sus propios requerimientos y sus expectativas históricas. En este entorno, pues, el manifiesto de 1931 expresó los conflictos y presiones provocados por la IC65 al interior del PSE, no precisamente por el desconocimiento de la militancia sobre la Internacional, como pretendie­ ron explicar en todos los ámbitos los activistas políticos comunistas, sino por el sentido colectivo de los adherentes al socialismo que desde 1926 aspiraron a impulsar un proyecto político de corte nacionalista, sin tutelas extrañas o alejadas de la realidad ecuatoriana. Las confrontaciones internas al interior del PSE se volvieron persisten­ tes, luego del retorno de Paredes al Ecuador y él mismo informó, aunque con apreciaciones injustas, contradictorias y subjetivas, de estos sucesos a la IC, a la cual, asimismo, no dejó de reclamarle por el abandono en el que ella había incurrido respecto del partido, asuntos que fueron referidos en los términos siguientes, conforme se desprende de la lectura del Informe del Consejo Central del Partido Socialista Ecuatoriano para la Internacio­ nal Comunista:66 La adhesión a la Internacional Comunista terminó la resistencia abierta de unos cuantos miembros especialmente en Guayaquil y Riobamba, o la resistencia más o menos pasiva de social­demócratas en Quito. En otros sectores del partido cun­ dió el pánico por la incomprensión del significado de tal adhesión. La Interna­ cional no ha tenido la atención debida para nuestro partido y por eso el Comité Central se ha visto en graves conflictos para mantener la unidad del partido. Gracias que una parte del C.C. estaba compuesta de verdaderos comunistas se evitó primero una escisión y luego una degeneración del partido. Cierto que el partido ha ganado notablemente en madurez política, en organiza­ ción y combatividad comunista desde 1928, pero ha aumentado poco numérica­ mente desde esa época. Algunos de los primitivos núcleos que existieron hasta 1927 han desaparecido. Los núcleos que han realizado un trabajo continuo son

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los de Quito y los de Milagro67. El de Riobamba, Ambato, Balao, Yaguachi, Cayambe, Guayaquil tienen trabajos esporádicos aunque el último en cierta épo­ ca ha desplegado bastante actividad desgraciadamente entorpecida por las luchas intestinas en el seno del núcleo y por las resistencias al Consejo Central. La social democracia nacida en parte de las filas del partido o desprendida de la intelectualidad, ha sostenido una lucha más o menos abierta con el partido. Con motivo de la adhesión del Partido Socialista Ecuatoriano a la IC esa social demo­ cracia intentó organizar un partido reformista. La social democracia ecuatoriana es aún masa desorganizada carente de hombres de acción compuesta en su mayor parte de intelectuales y obreros oportunistas… intentan aprovechar el próximo Congreso del partido para intentar en él una escisión… El partido eliminó sin piedad a algunos de estos elementos en su mayoría intelectuales aunque ha tenido aún que contemporizar con ciertos elementos que traicionan al partido. La depu­ ración total tiene que hacerse más lentamente. La urgente necesidad que tiene el partido para convertirse en el verdadero partido comunista, afrontar esta situa­ ción y resolverla en el sentido revolucionario, se ha planteado ya de manera inmediata y definitiva.

Del estudio de estos párrafos del mencionado informe, se desprende que el proceso emprendido, conforme las exigencias de la I.C. para convertir al PSE en Partido Comunista, superando el modelo de la doble militancia que algunos de sus dirigentes tuvieron, no fue un asunto de trámite, pues, he de reiterar, que importantes sectores de la militancia socialista, que se integraron al partido en 1926, fueron contrarios a la intrincada confección de un modelo partidario que debía someterse a los objetivos de la denomi­ nada revolución mundial e hipotecar cualquier acción que pudiese contri­ buir a la construcción del Estado nacional a partir de una voluntad patrió­ tica y nacionalista que demandaba el país para superar la situación de crisis que entonces comenzó a agudizarse. Las contradicciones fueron evidentes y los conflictos constantes, tanto que Ricardo Paredes en una carta enviada al Partido Comunista Argentino pidió que dicha agrupación intercediera ante la I.C. frente al abandono del que se sentían objeto los comunistas del Ecuador:68

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Estas presiones se evidencian, por ejemplo, cuando el propio Ricardo Paredes da cuenta de haber recibido el primer documento de la I.C. “con apreciaciones demasiadamente e injusta­ mente generalizadas para todo el partido (corrompido por el gobierno y el imperialismo)” Rafael Quintero, archivo personal de la I.C. Fondo 495, inventario 67, legajo No 11. Ibídem.

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Respecto de este cantón es significativa la siguiente precisión hecha por el historiador Patricio Icaza: “En Milagro, importante centro azucarero, donde el PSE había logrado desarrollar una significativa actividad organizativa, actuaba otro sector comunista liderado por Antonio Ruiz Flores, quien en 1929 fue Secretario General del Bloque Obrero y Campesino del cantón y dos años después, el primer candidato presidencial por el comunismo en el Ecuador.” Patricio Icaza, Historia del Movimiento Obrero, Quito, Centro de Documentación e información de los Movimientos Sociales del Ecuador (CEDIME), 1984, segunda edición, pp 221­222 Ibídem.


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…La I.C. es una de las responsables de este desastre, ella ha dejado en un aban­ dono absoluto al partido desde 1926 en que solicitó la adhesión y desde que se adhirió en el sexto congreso, solo tenemos tres comunicaciones de media página y sin interés mayor. En 1930 solamente ha dictado una resolución sobre nuestro partido. Mientras hemos luchado heroicamente la situación dificilísima, cargán­ donos con todas las antipatías que tiene aún la I.C. Casi no hay día que no se hable de las imposiciones y del oro de Moscú y la I.C. ha vivido alejada de nosotros… El P.C.A. es el llamado a ayudar a nuestro partido, a él recurro camaradas y pido su intervención para que la I.C. nos pres­ te la atención que merece el P.C.E que muy pronto se llamará Partido Comu­ nista Ecuatoriano. Comuniquen a la I.C. que manden nueva dirección para las comunicaciones pues la anterior, por Suiza, las conoce Terán y demás renega­ dos, en consecuencia la policía.

Así, en medio de toda la confrontación descrita llegó a producirse en octubre de 1931, como queda dicho, la constitución del Partido Comunista del Ecuador, cuyo primer Secretario General fue Ricardo Paredes69, y, paralelamente, como también he referido, se suscitó la separación de importantes dirigentes del PSE a más de la dispersión que los aconteci­ mientos referidos provocó entre la militancia de base del PSE y con res­ pecto, también, a fundamentales sectores sociales que contribuyeron a la formación del socialismo en 1926.

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Ricardo Paredes nació en Riobamba en marzo de 1898. Se graduó de médico en la Universi­ dad Central del Ecuador. Fue ginecólogo y laboratorista y llegó a ser profesor de la facultad de medicina y escribió sobre la curación del paludismo. En 1923 participó en el equipo de redacción del diario La Humanidad. Participó en la publicación de Antorcha. En esta misma década, Paredes dedicó su esfuerzo a la organización de núcleos socialistas en algunas pro­ vincias del país. Fue un artífice fundamental en la realización del la Asamblea Constitutiva del PSE, en cuyo encuentro fue designado Secretario General de la misma. En la referida Asamblea, Ricardo paredes presentó los informes sobre la organización y las primeras labores del partido. A partir de sus esfuerzos y acciones para vincular al socialismo a la IC, lo cual provocó la ruptura orgánica del PSE, fundó, en 1931, el partido Comunista y fue su Primer Secretario General, cargo que ocupó muchas veces al interior del PC. Hasta su muerte fue miembro del Comité Central del Partido Comunista. Murió en septiembre de 1979, a los 81 años de edad, convencido de su militancia comunista a cuya concepción ideológica entregó sus mejores esfuerzos y su lealtad.

TRES Las iniciales participaciones electorales del socialismo ecuatoriano, la refundación, su primera candidatura presidencial y síntesis histórica del diario La Tierra

Mientras se producía al interior de las filas del socialismo ecuatoriano la escisión de la que he dado cuenta, el país vivía una serie de aconteci­ mientos complejos respecto de los cuales diré dos palabras, a fin de ubicar el entorno en el cual transitaba la vida del socialismo. En efecto, en la vida institucional interna había ocurrido que la Junta del Gobierno Provisional constituida en 192570, como corolario de lo que se ha dado en llamar la Revolución Juliana, fue remplazada en 1926 ini­ cialmente por una nueva Junta de Gobierno Provisional71 y luego, en el mismo año, por el Presidente Interino Isidro Ayora, quien gobernó como tal desde el 3 de abril de 1926. Durante estos años, y de manera particular en el régimen de Ayora, se introdujeron importantes reformas que impul­ saron la modernización del aparato estatal, centralizaron la dirección de la economía y limitaron el poder de la banca. Si bien la Revolución Juliana insinuó en la boca de sus principales acto­ res, los militares progresistas, la posibilidad de una transformación de corte socialista y la atención respecto de las demandas de los trabajadores, lo cual no hace sino evidenciar el influjo de las ideas socialistas en aquel período, en la práctica los grupos beneficiarios de aquel proceso, que cul­ minó con la presencia de Ayora en el gobierno, fueron los sectores medios, debido a lo cual los requerimientos ideológicos del socialismo, partido entonces definido fundamentalmente de los trabajadores, quedaron intactos en medio de los desencuentros internos que pospusieron, en mucho, su activa gestión frente a los regímenes de turno.

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La Junta de Gobierno estuvo constituida por: Rafael Bustamante, Luis N. Dillón, Francisco Gómez de La Torre, Pedro Pablo Garaicoa, Francisco J. Boloña y Francisco Arízaga Luque y gobernó del 10 de julio de 1925 al 9 de enero de 1926. La nueva Junta de Gobierno Provisional la constituyeron: Julio E. Moreno, Homero Viteri Lafronte, Isidro Ayora, Humberto Albornoz, Adolfo Hidalgo Narváez, José Gómez Gault. Gobernó del 10 de enero de 1926 al 31 de marzo de 1926.


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El 9 de julio de 1928 Isidro Ayora convocó a una Asamblea Constitu­ yente que se instaló el 9 de octubre del mismo año. El 29 de marzo de 1929, la Asamblea Constituyente promulgó la nueva Carta Política, la déci­ mo tercera en la vida del Ecuador, y eligió al propio Ayora como Presi­ dente Constitucional quien nuevamente ejerció el poder desde el 17 de abril de 1929 al 24 de agosto de 1931, fecha en la que sería remplazado por su Ministro de Gobierno, el general Luis Larrea Alba, el mismo que fue sus­ tituido el 15 de octubre del mismo año. El inicio del nuevo gobierno de Ayora coincidió con el estallido de la crisis económica internacional, suscitada en enero de 1929 en la bolsa de valores de Nueva York, y que no hizo sino expresar los desajustes econó­ micos que soportaban las relaciones económicas internacionales de la post guerra, evidenciado todo ello en la escasez de liquidez, lo cual trajo consi­ go la quiebra de los bancos, la pérdida de la demanda, el decrecimiento de la producción, la desocupación, entre otras cosas, todo ello como parte de una cadena de crisis que afectó las economías del sistema, incluida la del Ecuador. En este contexto devino la fundación del socialismo, su confrontación interna y su división, así como su participación pública, la cual se tradujo especialmente cuando se convocó, en julio de 1928, a la conformación de la Asamblea Constituyente. En efecto, en varias provincias del país importantes dirigentes socialis­ tas optaron por las candidaturas para la Asamblea Constituyente, asunto de enorme relevancia pues aquella participación electoral se constituyó en la primera luego de su fundación como estructura política. Muchos de sus candidatos fueron electos para que ocuparan, en condición de principales, las sillas curul de aquella Constituyente. Tal es el caso de Agustín Cueva, representante de la provincia de Loja quien, incluso, presidió la referida Asamblea Constituyente. Otros electos fueron Carlos Cueva Tamariz, por la Provincia del Azuay y Luis Larrea Alba, el mismo que contó además con el apoyo de las fuerzas liberales, por la provincia de El Oro. En esta primera participación político­electoral las más importantes figuras del Socialismo optaron por las candidaturas en las diversas provin­ cias, lo cual evidencia la importancia que dieron al proceso político del período y la comprensión respecto a que su presencia contribuiría a cons­ truir un nuevo polo de pensamiento en el país. Empero, las restricciones económicas del PSE y de sus militantes comenzaron, desde entonces, a restringir los éxitos de carácter electoral, pues la propaganda eleccionaria de 1928 se inclinó a favor de los grupos

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de mayor capacidad económica, a más de que se repitieron las presiones que el clero y otros sectores del stablishment ejercían permanentemente sobre los votantes. En todo caso para tener una visión de la presencia electoral del socia­ lismo y de sus más importantes representantes, algunas de cuyas candida­ turas tuvieron el apoyo liberal, basta revisar algunos de los nombres que fueron designados como diputados suplentes72 a la Asamblea Constituyente de 192873: Por el Carchi, Luís Napoleón Dillón; por Pichincha, Juan Manuel Lasso, Juan Genaro Jaramillo, Angel Modesto Paredes, César Carrera Andrade, Gonzalo Escudero; por Chimborazo, Ricardo Paredes, Miguel Angel Zambrano y Enri­ que Terán; por Azuay, Luís Monsalve Pozo; por Guayas, Humberto Mata.

Las condiciones de cambio que exigía el momento nacional, y desde luego la presencia de socialistas y de hombres vinculados a ideas progre­ sistas, contribuyeron para que la Asamblea Constituyente, dirigida, como queda dicho, por el socialista Agustín Cueva, promulgara su Carta Política en 1929 con algunos cambios importantes en la vida política del país, entre los cuales vale destacar el hecho de se habilitara la representación funcional en el Senado, el que se otorgara el voto a la mujer74 y se consagrara el derecho de Hábeas Corpus. No obstante que a finales de la década de los años treinta del siglo XX el socialismo vivía ya momentos difíciles por su confrontación política interna, en 1930 con oportunidad de los procesos eleccionarios para la elec­ ción de concejales cantonales, los socialistas en muchos lugares del país participaron en dicho proceso eleccionario, asunto que debe ser compren­ 72

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A causa de las dificultades organizativas, económicas y políticas, la primera participación electoral del PSE tuvo tropiezos, más allá de las limitaciones que el orden instituido provocó, también, en los resultados. Debido a ello muchos candidatos socialistas fueron electos en condición de suplentes a partir de la disposición expresa del estatuto electoral que determi­ naba que cada provincia elegiría a los asambleístas principales en el orden de votación mayoritaria que hubieren alcanzado hasta completar el número de representantes por cada provincia y, con igual criterio, a los suplentes. Información tomada del diario El Comercio del día miércoles 19 de septiembre de 1928, año XXlll, número 8.324, pág. 1 El derecho al voto de la mujer fue instituido constitucionalmente en 1929, pero aquello fue corolario a la lucha que por aquel derecho lo iniciara la lojana Matilde Hidalgo cuando con oportunidad del proceso electoral de 1924 se inscribió en el padrón electoral de la ciudad de Machala, en donde entonces residía ejerciendo su profesión de médica, profesión a la que llegó como la primera mujer ecuatoriana que alcanzara tal título, ciudad en la que votó luego de alcanzar el pronunciamiento favorable, para que su derecho no fuera conculcado, por parte del Ministerio del Interior o de Gobierno.


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dido como el segundo episodio histórico electoral en el cual los socialistas tuvieron presencia, tanto más que concibieron que dicha participación con­ tribuiría a dinamizar la propagación de las ideas socialistas en el país. Y como la participación política de la mujer había sido instituida en la nueva Constitución, no fueron pocas las mujeres socialistas que asumieron el reto electoral. Tal el caso de la guayaquileña Bertha Valverde Alvarez que inte­ gró la nómina de candidatos de su cantón habiendo sido electa concejal principal de la ciudad de Guayaquil.75 Si bien los socialistas hicieron presencia electoral en 1928 y en 1930, no es menos cierto que la situación al interior del partido fue cada vez más compleja, especialmente en 1930, a causa de la ya comentada situación que se derivó por la adhesión, a espaldas de la militancia, a la Tercera Interna­ cional y por la presencia al interior del PSE de una fracción pro­comunista que había resuelto cambiar de nombre y de orientación al Partido Socialis­ ta, asuntos que, como lo he referido oportunamente, se precipitaron en 1931, por un lado, el 6 de enero de aquel año, cuando varios miembros de la dirección nacional del PSE abandonaron sus cargos de responsabilidad y, de otra parte, debido a que en octubre del mismo año se constituyó orgá­ nicamente el Partido Comunista, a partir de la fractura del PSE. En medio de esta realidad se produjo una profunda dispersión orgánica y política de la militancia socialista, lo cual facilitó para que algunos mili­ tantes socialistas junto a sectores liberales y militares democráticos forma­ ran Vanguardia Socialista Revolucionaria Ecuatoriana, VSRE, agrupación liderada por el coronel Luis Larrea Alba76 que tuvo importante incidencia en los años treinta y parte de los cuarenta al interior de las Fuerzas Arma­ das Ecuatorianas. En este contexto Vanguardia Socialista Revolucionaria debe ser percibida como una expresión del fraccionamiento de los socialis­ tas en aquel período y, al mismo tiempo, como una respuesta coyuntural para articular una agrupación que, con raigambre nacional, tuviese la capa­ cidad de enfrentar los avatares políticos de aquel período ante la desbanda­ da del socialismo. 75 76

Jenny Estrada, Matilde Hidalgo de Procel, Una Mujer Total, Editorial Voluntad, Grupo Santi­ llana S.A., Quito, 2004, sexta edición, p. 111 Larrea Alba participó como candidato socialista para la Asamblea Constituyente de 1928 y fue electo como suplente por la Provincia de El Oro, posteriormente Luis Larrea ocupó el Ministerio de Gobierno en la Presidencia Constitucional de Isidro Ayora y como tal, cuando el presidente fue obligado a renunciar en agosto de 1931, asumió el Gobierno por alrededor de dos meses y precisamente por su clara identificación doctrinaria y política fue obligado a entregar el poder al entonces Presidente de la Cámara del Senado, Alfredo Baquerizo Moreno.

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Esta realidad, la reagrupación de algunos socialistas, liberales y milita­ res, contrarió a lo que quedaba de la estructura socialista. Así lo señaló, en la ciudad de Cuenca, el 23 de marzo de 1939 el dirigente socialista Luis Monsalve Pozo, con oportunidad de su intervención en el primer aniversa­ rio de la muerte del también socialista Luis. F. Chávez. Dijo, entonces, Monsalve Pozo: …le tocó presenciar, a pesar de todos los esfuerzos para evitarlo, un nuevo frac­ cionamiento de nuestras fuerzas; me refiero a la separación de Vanguardia Revo­ lucionaria, fraccionamiento originado ciento por ciento por Luis Antonio Peña­ herrera, que había conseguido la amistad ingenua de Luis Larrea Alba, para luego realizada la misión que le dieran conocidas directivas, traicionar al propio general y con el a toda la fracción vanguardista… Y contra esa separación luchó Chávez…77

VSRE con oportunidad del proceso electoral convocado por el Presiden­ te Encargado Alfredo Baquerizo Moreno para el mes de octubre de 1931, postuló a Idelfonso Mendoza Vera como su candidato a la presidencia de la República, candidatura que recibió el apoyo de algún sector militante socialista, en tanto otro grupo socialista, en acuerdo con un sector impor­ tante de la institucionalidad liberal78, apoyó la candidatura presidencial del liberal Modesto Larrea Jijón. De esta manera el socialismo no concurrió a las elecciones con candidato único, más allá de que tuviera una importante presencia en la jornada electoral de aquel 1931 de la cual salió triunfante Neptalí Bonifaz Azcázubi, representante del latifundismo serrano y promo­ vido electoralmente por la Compactación Obrera, estructura en cuyo inte­ rior existieron artesanos, escasos obreros industriales y, fundamentalmen­ te, sectores medios, todos ellos manipulados por los terratenientes que intentaron imponerse a la burguesía comercial. El triunfo de Bonifaz aglutinó en el Congreso a los sectores anticonser­ vadores, quienes el 27 agosto de 1932 lo descalificaron y no permitieron su posesión acusándolo de ser peruano. La denominada Compactación Obrera junto a la guarnición militar de Quito defendió el triunfo de Boni­

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Publicado en Luís F. Chavez, Pionero del Socialismo en el Ecuador, Guayaquil, Facultad de Comunicación Social, 1986. Los acercamientos del PSE con el Partido Liberal han tenido una larga trayectoria histórica. En más de una oportunidad fueron aliados electorales, como se podrá ver en la revisión com­ pleta de este trabajo, en otras circunstancias se coligaron en las acciones al interior del Con­ greso y, en algunas oportunidades, incluso, algunos socialistas colaboraron con regímenes liberales. Esta aproximación del PSE hacia el liberalismo, a contrapelo, desencadenó rupturas y confrontaciones en muchos momentos de la vida del PSE.


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faz, todo lo cual provocó que las guarniciones militares del resto del país se movilizaran en contra de las fuerzas acantonadas en la capital provocán­ dose una confrontación entre el 29 de agosto y el 1 de septiembre, en medio de aquello que se conoce como la guerra de los cuatros días. Baquerizo Moreno, entonces, dimitió del poder y nombró, conforme estipulaba entonces la ley, a su Ministro de Gobierno Carlos Freile Larrea, como Presidente. Este ejerció el mandato presidencial entre el 28 de agos­ to al 31 del mismo mes y presentó su renuncia para que, luego de una serie de arreglos, asumiera la Presidencia del Ecuador el entonces Presidente del Senado, Alberto Guerrero Martínez, quien gobernaría, así, por unos pocos meses. A este gobierno se sumaron como Ministros dos importantes figuras socialistas: Carlos Zambrano como Ministro de Gobierno y Benjamín Carrión como Ministro de Educación. La dispersión socialista había continuado en el año de 1932, no obstan­ te algunos esfuerzos orgánicos por reagrupar a la militancia y a los sectores adherentes a la estructura partidaria que se habían inmovilizado a causa de los sucesos internos ocurridos en 1931. En esta tarea de aglutinación socia­ lista cumplieron eficiente labor Luis Maldonado Estrada, Leonardo Muñoz, Luis F. Chávez, Juan Genaro Jaramillo, entre otros, quienes a su vez man­ tuvieron permanente contacto con diversos núcleos provinciales especial­ mente de Loja, Imbabura, León, Tungurahua, Chimborazo, Los Ríos, El Oro, Manabí y Guayas. En todo caso debe rescatarse la circunstancia de que el núcleo provin­ cial de mayor actividad en este período fue el de Quito, el mismo que en octubre de 1932, y luego de algunas consultas a otros núcleos socialistas, dispuso que los ministros Zambrano y Carrión renunciaran a sus funciones y se alejaran del gobierno de transición con el cual colaboraban.79 Benjamín Carrión asumió, luego, la dirección del núcleo socialista de Pichincha y actuó de manera inmediata como tal, más allá de que por esos días su paso por el Ministerio de Educación produjo un debate al interior de la incipiente estructura socialista con personalidades como Pío Jaramillo Alvarado, a quien, por ejemplo, se vio obligado a contestar públicamente80 frente a algunas aseveraciones referentes a su colaboración con el régimen desde la cartera de Educación, tanto más que Jaramillo Alvarado junto a

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Diario El Comercio. Martes 18 de octubre de 1932. Página 7. Un artículo de Carrión referente a a las actuaciones del Socialismo Ecuatoriano en la crisis de aquellos días apareció en el diario El Comercio, página 3, del domingo 23 de octubre de 1932.

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Luis Vásconez, Juan Genaro Jaramillo, Angel Modesto Paredes, Luis Feli­ pe Chávez y Alberto Araujo venía trabajando en la construcción de un espacio político­electoral que superara la crisis a la que se le había condu­ cido al país, para cuyo efecto intentaron organizar el “Comité Supremo de Concentración de las Izquierdas”81 a partir del cuestionamiento a todos los gobiernos que se sucedieron durante aquellos meses. El mismo núcleo de Quito en noviembre de 1932 puso en circulación una publicación semanal llamada El Socialista, desde cuyas páginas se con­ vocaba a la conformación del Partido Socialista y se daba cuenta de las iniciativas que, en dicho sentido, ocurrían en algunos sitios del país. El semanario en referencia apareció como “Órgano de la Comisión Ejecutiva del núcleo de Pichincha del PSE”, tuvo una corta existencia y solo desde su sexto número82 constó como administrador de dicha publicación José Alfredo Llerena quien, en enero de 1931, fue uno de los que firmara, como dirigente juvenil, el documento de separación de la dirección del PSE. El Socialista contribuyó, desde Quito, de manera importante a la reor­ ganización de la estructura partidaria y, sobretodo, animó a la militancia dispersa para reestructurar el partido y reintegrarse al mismo83. Sus páginas convocaron, por ejemplo, a la participación activa de los afiliados socialis­ tas en las inmediatas elecciones de concejales municipales, para cuyo efec­ to desde el semanario se dio a conocer la lista de candidatos socialistas84, “con la directiva de una sola lista de candidatos”85, todo ello en medio de la exhortación para que el partido se reconstituya a nivel nacional, como infieren las siguientes líneas: Como no existe todavía un partido coordinado, el socialismo ecuatoriano, hemos querido organizar el partido sobre la base que existen núcleos en toda la república, que sin mayor esfuerzo pueden cohesionarse y formar un grupo úni­ co y fuerte.86 81

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La sesión inaugural de este efímero comité ocurrió el viernes 16 de septiembre de 1932. De esta actividad dio cuenta el diario El Comercio en su edición del viernes 16 de septiembre de 1932 en su página 1. El sexto número apareció el sábado 24 de diciembre de 1932. En la página 3 de El Socialista del sábado 26 de noviembre de 1932 se lee: “Los socialistas debemos situarnos en un plano sinceramente disciplinado: opongamos a la disolución el fer­ vor de nuestra fe. Para los fines anteriores recomendamos que en los días 30 del presente y primero y dos del mes entrante, se hagan inscribir todos aquellos que no lo están”. Los candidatos socialistas, conforme la publicación de El Socialista del sábado 26 de noviem­ bre de 1932, fueron, Angel Maldonado Grijalva, Miguel Angel Zambrano, Jaime Chávez, Octavio Pazmiño, Gonzalo Maldonado Jarrín y Rafael Campuzano. El Socialista. Sábado 26 de noviembre de 1932, pág. 1 Ibídem, pág 4


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A más del hecho particular descrito, vale destacar que otro sector importante de socialistas, aquellos que claramente estaban identificados como intelectuales, habían iniciado ya por aquellos años una producción literaria de extraordinario valor que no puede dejar de ser mencionada, tanto más que su producción denotó las convicciones renovadoras de las que estaban imbuidos, más allá de que su actividad dio paso a la presencia de una escuela literaria con profundos matices sociales, cuya incidencia contribuyó, también, a mantener latente el requerimiento de construir una alternativa política de profunda raigambre nacional. En efecto, luego de la publicación en 1927 de Un hombre muerto a puntapiés de Pablo Palacio, apareció, también en 1927, la primera novela indigenista Plata y Bronce de Fernando Chávez. Luego entró en circula­ ción, en 1928, Los creadores de la nueva América del lojano Benjamín Carrión, mientras en 1930 apareció, en Guayaquil, un libro de cuentos titulado Los que se van, cuyos autores fueron tres adolescentes que se lla­ maron Joaquín Gallegos Lara, Demetrio Aguilera Malta y Enrique Gil Gilbert, jóvenes talentosos militantes de izquierda que ensayaron nuevos modos de relato con temas locales y de apasionante realidad. Demetrio Aguilera estuvo vinculado orgánicamente a la militancia del socialismo. En 1930 José de la Cuadra publicó El amor que dormía y en 1932 su famoso cuento Horno, en tanto Jorge Carrera Andrade editó su poemario Boletines de Mar y Tierra. Este grupo de creadores, muchos de los cuales han sido identificados como la “generación del 30”, formó parte de una pléyade de intelectuales a los que necesariamente deben agregarse artistas de la plásti­ ca que como Eduardo Kigman iniciaban el insuperable camino de revelar, desde esta perspectiva, la vida de un pueblo que en medio de las angustias que la desigualdad económica engendra, estaba dispuesto a labrar su histo­ ria y su identidad. El rol de denuncia de la sociedad injusta, inequitativa y oprobiosa de aquel entonces, narrado y descrito de manera particular en la nueva litera­ tura que impulsaron algunos de los intelectuales socialistas referidos, así como los acontecimientos que se sucedían en el país87, contribuyeron para que se buscaran los mecanismos adecuados que permitieran la refundación 87

Especialmente luego del triunfo electoral, en 1931, del sector terrateniente de la sierra con Neptalí Bonifaz y su posterior descalificación como Presidente de la República por parte del Congreso Nacional que provocó un enfrentamiento civil cruento en el que la derechista “Compactación Obrera” jugó un papel confrontacional evidente, demandó, entre otras cau­ sas, que las fuerzas socialistas dieran continuidad al proceso de agrupación que les permitie­ ra actuar adecuada y oportunamente en la vida nacional.

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del PSE, tanto más que en dicho período arreció la lucha ideológica en contra de las posiciones democráticas y progresistas que podían existir en el país y de persecución abierta a las corrientes de la izquierda marxista, conductas estas que permitieron, inclusive, el surgimiento de grupos falan­ gistas de extrema derecha. Fue en medio de todo este contexto, que se reunió, el 12 de mayo de 193388, el Primer Congreso del Partido Socialista Ecuatoriano89, congreso que se dio cita en la Casa del Obrero, sede de la Sociedad Artística e Indus­ trial de Pichincha y al cual concurrieron trece provincias del país, y en representación de ellas los treinta y tres delegados siguientes90: por Carchi, Félix Urresta y Gonzalo Villota; por Imbabura, Alejandro Villamar, Luis A. Tafur, Alberto Suárez Dávila y Fernando Chávez; por Pichincha, Jorge Reyes y César Vicente Velásquez; por León, Luis Felipe Chávez y Néstor Mogollón; por Tungurahua, Estuardo Almeida, Luis A. Armendáriz y Héctor Molina; por Chimborazo, Miguel Cruz y Salvador Cazar; por Bolí­ var, Augusto César Saltos y Néstor Pozo; por Cañar, Jaime Chávez; por Guayas, Pedro Sánchez Vera, José I. Guzmán y Miguel Angel Guzmán; por Los Ríos, Carlos Zambrano O. y Arturo Nieto; por El Oro, Luis Albi­ zurri y Luis Maldonado Estrada; por Manabí, Agustín Vera Loor, Leonar­ do Muñoz y Leopoldo Noboa y por la provincia oriental Napo­Pastaza asistieron Pedro Insuasti y Ezequiel Campaña. El Congreso de Refundación del PSE definió su programa ideológico en los términos que a continuación detallo91: 1. Socialización de los medios de producción y de cambio, y reparto equitativo del producto según el trabajo de cada individuo. 2. Estructuración económica de la sociedad a base de la primacía indus­ trial. 3. Régimen de trabajo obligatorio. 88

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En este mismo año retornó al país Jorge Carrera Andrade, quien fuera designado Secretario general del PSE en 1926. El intelectual en ciernes propuso, a varios círculos de intelectuales del Ecuador, que ante la inexistencia orgánica del PSE se fundara el Partido Social Agrario, idea que no prosperó, pues ya estaba en ciernes la reconstitución del PSE. El Congreso de 1933 fue designado como el primero del PSE. El de 1926 no se lo considera para el efecto de la numeración de los congresos del socialismo pues se constituyó en el Con­ greso fundacional del Partido y, como es obvio, el Congreso de 1931, que dio paso a la fun­ dación del Partido Comunista, no es tomado en cuenta, pues, como queda señalado, fue el Congreso de fundación de otra corriente política de la izquierda ecuatoriana. El carácter social de la composición de este Congreso expresó a los sectores medios de la población, pues los delegados fueron empleados públicos, militares, intelectuales y represen­ tantes gremiales. Estatutos, Programa Ideológico y de Acción inmediata del PSE, Tipografía A.M. Garcés, Quito, 1933, p. 9


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4. Implantación de la escuela obligatoria, única, integral y racionalista. 5. Liquidación del problema del indio, por su exaltación económica, social, política y cultural. 6. Realización del servicio público, de conformidad con las necesida­ des y características regionales. 7. Emancipación espiritual de las masas. 8. Lucha contra el imperialismo; y 9. El Estado socialista no reconoce fronteras, pero conservará las actuales hasta el triunfo del socialismo en los Estados limítrofes. En cuanto a lo que se denominó el Plan de Acción Inmediata, el Con­ greso socialista aprobó el artículo primero de dicho plan con el contenido siguiente92: • Defender las conquistas alcanzadas por el pensamiento socialista en las leyes e instituciones actuales de la república, procurando que dichas conquistas sean conocidas, apreciadas y defendidas por los sectores proletarios a quienes beneficie. • Fomentar por todos los medios la organización del proletariado ecuatoriano, trabajando constantemente por la transformación de las organizaciones mutualistas en organizaciones sindicales; estimulan­ do y dirigiendo la formación y desarrollo de la conciencia de clase entre obreros, campesinos y soldados. • Establecer, para toda la república, o para secciones determinadas, reivindicaciones inmediatas, que sean capaces de agilitar el espíritu de las masas oprimidas y provocar la lucha de éstas por las conquis­ tas de tales reivindicaciones. En lo pertinente a su estructuración orgánica, el denominado Primer Congreso del PSE eligió su Consejo Central, previa la aprobación de una disposición transitoria93 que determinaba que una vez que se organizaran los Consejos Provinciales Socialistas, estos designarán a sus representantes en el referido Consejo Central, quedando sin efecto, entonces, la designa­ ción que el Congreso se abocó a efectuar en aquel momento. Otros elemen­ tos de carácter normativo de la vida institucional del partido no fueron dictados y aquello constituyó un vacío que solamente pudo ser llenado algu­ nos años más tarde. Fue designado Secretario General del Consejo Central el doctor Luis Felipe Chávez y miembros de él Gonzalo Villota, Secretario de actas y 92 93

Ibídem, p. 1 Ibídem, p. 22

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comunicaciones; Juan Manuel Lasso, Secretario de economía; Carlos Zam­ brano Orejuela, Secretario de educación; Alberto Araujo, Secretario de sindicalismo; Rafael Campuzano, Secretario de agitación y propaganda; Miguel Angel Guzmán, Secretario de fiscalización y disciplina; Alejandro Maldonado, Secretario de relaciones exteriores; Humberto Machuca, Secretario de Finanzas; Juan Genaro Jaramillo, Secretario de cuestiones jurídicas; Bernardo Aguilar, Secretario de defensa social; Arturo Nieto, Secretario de socorro; Gonzalo Maldonado, secretario de cuestiones feme­ ninas; Gregorio Cordero León, Secretario de publicaciones; Carlos Torres Lara, Secretario de juventudes; Jorge Maldonado, Secretario de estadística del partido y Juan A. Lasso, Secretario de organización de células94. De esta manera Luis Felipe Chávez se convirtió en la práctica en el cuarto Secretario General del PSE95. Su período al frente de la dirección nacional del partido correspondió a mayo de 1933 hasta diciembre de 1935. En el lapso de la refundación del PSE, y en el entorno luego de la con­ vocatoria a elecciones presidenciales a las que se comprometió el que fue­ ra encargado del poder, Alberto Guerrero Martínez, se hallaba como Pre­ sidente Constitucional del Ecuador Juan de Dios Martínez Mera, quien asumió el Gobierno el 6 de diciembre de 1932 gracias al fraude electoral de la maquinaria liberal que propició su “triunfo” en las elecciones del mes de octubre del mismo año de 1932. Martínez Mera, vinculado con los sectores agro­exportadores, no pudo consolidar a su favor una mayoría legislativa, lo cual propició que tuviera una permanente confrontación con el Congreso que, en más de una opor­ tunidad, defenestró a varios de sus ministros. La inestabilidad política de Martínez Mera se complicó en medio de movilizaciones sociales en su contra auspiciadas, entre otros sectores, por lo que meses atrás había sido la Compactación Obrera que, como producto de la crisis estructural del período, se movilizaron activamente demandando atención a sus múltiples requerimientos y a sus postergados intereses. Dichas movilizaciones encontraron su cúspide de protesta en la huelga decretada el 29 de agosto de 1933, huelga política auspiciada directamente 94 95

Ibídem, p. 23 Luis Felipe Chávez nació en Pujilí, provincia de Cotopaxi, en junio de 1882. Estudió en el Colegio Vicente León de la ciudad de Latacunga y se graduó como bachiller en 1902. Poste­ riormente estudió Jurisprudencia en la Universidad Central y se doctoró en 1913. Su activi­ dad política la inició en el radicalismo liberal, en cuya representación fue diputado en 1914. Luego adscribiría las tesis del socialismo. Fue subdecano de la facultad de Jurisprudencia en 1932 y luego, en 1933, llegó a ser vicerrector de la Universidad Central de la cual, en 1934, fue su rector, elección en la que derrotó a Isidro Ayora. Falleció en marzo de 1938.


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por los sectores agrarios de la sierra ecuatoriana, la misma que se consti­ tuyó en el antecedente más próximo para la defenestración de Martínez Mera, tarea en la cual, de otra parte, desde el Congreso Nacional y desde su actividad periodística tuvo un papel relevante el legislador José María Velasco Ibarra, aliado de los sectores católico­conservadores y de determi­ nados grupos seudo­liberales vinculados con la actividad agrícola cacaote­ ra, quienes habrían de candidatizarlo, luego, a la presidencia de la repúbli­ ca. En medio de esta realidad Martínez Mera dejó la presidencia el 19 de octubre de 1933 en manos de su Ministro de Gobierno Abelardo Montalvo quien, como encargado del poder, gobernaría desde el 20 de octubre de 1933 hasta el 31 de agosto de 1934. Empero, el proceso electoral para ele­ gir al nuevo presidente del Ecuador se efectuó el 15 de diciembre de 1933, proceso en el cual con candidaturas propias participaron el Partido Socia­ lista y el Partido Comunista, asunto de enorme trascendencia pues, tanto en el caso del PSE como del PC, fue la primera participación electoral presidencial a la que concurrieron con candidatura orgánica e institucional­ mente aprobada. En efecto, el Partido Socialista Ecuatoriano candidatizó a la Presidencia de la República a su militante Carlos Zambrano Orejuela y es menester recordar, además, que el Partido Comunista, por su parte, candidatizó a Ricardo Paredes en una evidente demostración que los dos proyectos polí­ ticos de la izquierda aspiraban también por esta vía consolidar, por cuerdas claramente separadas, sus objetivos. Las elecciones de diciembre de 1933, arrojaron el siguiente resultado: José María Velasco Ibarra 51.848 votos Carlos Zambrano Orejuela 10.028 votos Colón Eloy Alfaro 945 votos Ricardo Paredes 696 votos El candidato socialista Zambrano Orejuela fue en aquel entonces uno de los más destacados y activos miembros del PSE. Había nacido en la ciudad de Riobamba en 1890, ciudad en la cual cursó sus estudios primarios y parte de los secundarios, los mismos que los culminó en el Colegio Mejía de Quito. Egresó de Derecho, en la Universidad Central, en 1913. En aquellos años se vinculó con los liberales radicales y luchó en la política universitaria con Belisario Quevedo y Aníbal Viteri Lafronte. El mismo año que egresó de la universidad fue electo diputado por la provincia de Chimborazo, representación que la ostentaría igualmente en 1919 y en 1924 en calidad de senador.

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En 1920 ocupó el Rectorado del Colegio Pedro Vicente Maldonado de Riobamba, en cuya institución ejerció la cátedra de filosofía. En 1923 fun­ dó en Riobamba un núcleo socialista junto con Angel Modesto Paredes, José María Villagómez, Carlos Alberto Delgado, Luis Falconí, Miguel Angel León y Gerardo Falconí. En el régimen de Isidro Ayora fue designado Cónsul del Ecuador en Hamburgo desde donde retornó al país en 1932 a consecuencia de haber enviudado de manera inesperada. No obstante su prolongada ausencia del Ecuador, estuvo cerca de los acontecimientos políticos y de los avatares del socialismo, a cuya corriente ideológica se mantuvo adscrito hasta entonces. Cuando en 1932 fue encargado del poder Alberto Guerrero Martínez, Carlos Zambrano ocupó, como ya lo he referido en este trabajo, el minis­ terio de Gobierno al que renunció una vez que así lo decidió el PSE, en cuyas filas colaboró activamente en el proceso de reorganización político­ partidario de aquellos años. Su candidatura presidencial fue, en este entor­ no, un instrumento importante para el desarrollo del PSE y su presencia en las elecciones de 1933 contribuyó, a más de dinamizar al PSE, a confrontar con las tesis de Velasco Ibarra y con los sectores que apoyaron a quien, finalmente, sería electo como Presidente del Ecuador. El triunfo de Velasco Ibarra abrió una etapa particular en la vida del país que debió contar, desde entonces, y por alrededor de cuatro décadas más, con este político cuyas características particulares, finalmente, estu­ vieron al servicio del orden constituido, más allá de su habilidad para ade­ cuarse a las coyunturas políticas y de responder, desde su hábil y convo­ cante discurso, a las expectativas sociales, no obstante que sus regímenes expresaron, finalmente, su clara formación católica, sus aproximaciones a un pensamiento neo­conservador y su rigurosa y talentosa lectura de los más importantes clásicos liberales –especialmente franceses– a partir de cuyas concepciones aprehendió a efectuar concesiones a la sociedad elec­ tora del país, en medio de acuerdos con quienes han ejercido el “poder real” en el Ecuador. Tres días después del triunfo de Velasco Ibarra a la Presidencia de la República, esto es el lunes 18 de diciembre de 1933, apareció el primer número del Diario La Tierra, en el cual se podía leer que circularía como “un diario de la mañana”, publicación que en dicho período no se identifi­ có como órgano oficial96 del PSE, no obstante que todos sus columnistas y 96

Desde 1925, año en el cual apareció en circulación Antorcha, el primer periódico socialista, las publicaciones que estuvieron vinculadas con el pensamiento ideológico del socialismo,


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el equipo administrativo estuvieron vinculados a las filas del PSE. Más aún, el diario no dio cuenta, en sus ediciones, de los responsables editoria­ les ni de los encargados política o administrativamente de su circulación. Por la evidente orientación de La Tierra la opinión pública, y de manera particular los sectores políticos del país, de manera inmediata advirtieron que el mencionado diario estaba profundamente adscrito a las actividades ideológicas, políticas y orgánicas del PSE que en aquel período enfiló sus dardos contra el gobernante Velasco Ibarra97. De otra parte, La Tierra en su contenido, y de manera permanente, informaba a sus lectores de las actividades del socialismo98, de su gestión combativa frente al régimen que se instauró y, también, cumplió un rol importante como cohesionador de las actividades militantes del Partido Socialista, pues las convocatorias de las reuniones partidarias, especial­ mente de las de Quito, fueron difundidas mediante estas páginas que, tam­ bién, dieron cuenta de las actividades socialistas que en el resto del país se efectuaban. Por la trascendencia en la vida nacional del diario, me referiré, breve­ mente, a varios hechos históricos que demuestran su pertenencia a las tesis del socialismo y a su definición, luego, como instrumento organizativo del PSE: en efecto, los artículos del diario, en su primer año, estuvieron orien­ tados, a más de lo señalado, a tratar el conflicto de la tenencia de la tierra en el Ecuador. De allí que en sus páginas se encuentren análisis orientado­ res respecto de la tierra y los problemas económicos del país, sobre la posesión de la tierra y la situación de los campesinos y de los trabajadores.

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respondieron a los diversos momentos históricos del partido. Así inicialmente fueron herra­ mientas intelectuales de apoyo en la configuración del partido y en la difusión inicial de sus actividades. Una vez constituido el PSE, la publicación La Vanguardia se convirtió en un instrumento comunicacional de las primeras directivas del PSE con una circulación más o menos restringida y con poco tiempo de vida. El periódico El Socialista publicado desde fina­ les del año de 1932 hasta 1933, período de definición ideológica y estructural entre el Parti­ do Comunista y el Partido Socialista, apareció como órgano oficial del Socialismo de Pichin­ cha; sus páginas contribuyeron, en aquellos años, al esclarecimiento de la lucha ideológica entre los partidos de izquierda antes mentados. Por las características de La Tierra de aquel período, bien puedo decir que se constituyó de facto, también, en un vocero de la oposición, debido a lo cual sus páginas expresaron no solamente la opinión de los socialistas, sino que fue, además, la voz de algunos núcleos libe­ rales y radicales confrontados con el conservatismo. Por ejemplo, en la edición número 6, página 2 del sábado 23 de diciembre de 1933 se encuentra la convocatoria a sesión del socialismo de Pichincha en la casa del Obrero, mien­ tras que en la edición número 8, página 5, del lunes 25 de diciembre de 1933 se halla la convocatoria a sesión de la célula socialista número uno de San Sebastián, reunión que debía realizarse tres días después, en un local ubicado en la carrera Maldonado No 58.

Faccímil del número uno del diario La Tierra. Lunes, 18 de diciembre de 1933.


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Con el paso de los meses el diario trató diversos temas referentes al rol de los intelectuales con el compromiso socialista, sobre el papel de la educa­ ción en la transformación de la sociedad y el rol de la universidad ante la crisis nacional. Los temas educativos fueron ganando espacio en el diario, al punto que en la página respectiva paulatinamente aparecieron artículos firmados por Manuel Utreras Gómez, Reinaldo Espinosa, Emilio Uzcátegui, Rigoberto Ortiz y Carlos Romo Dávila. Con oportunidad del primer aniversario del diario La Tierra, esto es el 18 de diciembre de 1934, constó el nombre de su primer director, Miguel Angel del Pozo, y en su portada se identificaron, de una parte mediante una fotografía y de otro lado debido a la explicación correspondiente, a muchos de sus colaboradores, todos ellos vinculados al PSE, como Pablo Palacio, Jorge Reyes, Enrique Terán, Fernando Chávez, entre otros. Gerente de la empresa fue Antonio José Borja. Bajo la administración señalada el diario se editó hasta el 22 de enero de 193599. La reedición del diario La Tierra ocurrió el jueves 15 de noviembre de 1945. Apareció, entonces, como Diario Independiente al servicio del Pueblo Ecuatoriano. El director de la segunda época del diario fue Luis Maldonado Tamayo, jefe de redacción Alejandro Carrión Aguirre, jefe de información Jorge W. Cevallos Salas y administrador Fabián Jaramillo Dávila. La Tierra se convirtió, de manera pública y abierta, en órgano oficial del PSE el 16 de abril de 1946. Entonces su director fue Juan Isaac Lova­ to, Sub­director Rubén Silva, jefe de redacción Rafael Galarza Arízaga y administrador Fabián Jaramillo Dávila. La publicación del diario fue inin­ terrumpida hasta finales de la década de los cincuenta habiendo llegado a publicar alrededor de 5000 números. Luego de 1946 varios fueron los directores del diario, básteme señalar, a manera de ejemplo, que en 1948, cuando La Tierra siguió publicándose como “órgano oficial del PSE”, su director fue Rubén Silva en tanto la gerencia estuvo bajo la responsabilidad de Aurelio Olarte. Todos los esfuerzos para la publicación del diario se realizaron en Qui­ to, en cuya ciudad se encontraba la dirección política del PSE, esfuerzos que incluyeron el haberse dotado de una importante infraestructura para la 99

Entre 1935 y 1945, período en el cual se dejó de publicar La Tierra, importantes dirigentes del PSE y miembros vinculados a la organización partidaria, pusieron en circulación varios periódicos, entre los cuales es imprescindible destacar La Fragua y el semanario Acción, publicaciones periódicas que intentaron recoger la opinión de algunos militantes socialistas sobre las situaciones de coyuntura de aquellos años.

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impresión de La Tierra, que durante 1949­1950 tuvo como su director a Leonardo Vicuña. En enero de 1951 La Tierra dejó de aparecer como órgano oficial del PSE y lo hizo como “órgano de los trabajadores”. Su circulación no fue regular y permanente. La tercera época de La Tierra, comprendida entre 1959 y 1964, permitió que nuevamente el diario se constituyese en expresión oficial del PSE. Aque­ llo ocurrió hasta 1964 año en el cual la dictadura militar de aquel período destruyó la imprenta donde se editaba el diario. Desde entonces100 y hasta noviembre de 1982 La Tierra se convirtió en la voz oficial del Socialismo Revolucionario, tiempo en el cual la publicación fue mensual y tuvo forma­ tos distintos. El nombre del periódico fue asimilado por este nuevo sector socialista, por lo tanto no se convirtió en una continuidad del diario respec­ to de las publicaciones anteriores, y por ello sus ediciones no correspondie­ ron a ninguna época en particular, sino a un proceso político diferente. El 30 de junio de 1983 reapareció La Tierra, numerado como 0 e iden­ tificado como edición de prueba, y como órgano oficial del PSRE bajo responsabilidad editorial de su Secretario General, Víctor Granda Aguilar. Se publicó como la quinta época de La Tierra y tuvo como objetivo funda­ mental el contribuir, en el marco de la política del PSRE que, entonces, se había definido, a la reunificación de las fuerzas socialistas del país, a tal punto que desde la edición del número 4 de esta época, en octubre de 1983, dejó de editarse como órgano oficial del PSRE. Más aún, desde octubre de 1986, esto es cuando se editó el número 20, el diario apareció como corres­ pondiente a la cuarta época, dando continuidad, por lo tanto, y una vez que se había avanzado en el proceso de unidad de los diversos sectores socia­ listas del Ecuador alrededor del PSE, a la publicación de La Tierra como instrumento único del socialismo que como partido único y articulado, dejó de producir su diario en 1964 a partir del brutal ataque del que fuera obje­ to y que, como he señalado, consistiera en dinamitar y destruir totalmente su imprenta. La última edición de La Tierra, correspondiente a este cuarto periodo, ocurrió en septiembre de 1986. Había llegado, en esta etapa hasta el número 31.

100 En este ciclo, además, se produjo la constitución del Partido Socialista Revolucionario Ecua­ toriano, organización que si bien constituyó una desmembración del PSE, fue un espacio político­orgánico que se creó al calor de un marco teórico político distinto a lo que hasta entonces había sido la tradición del Partido Socialista Ecuatoriano.


CUATRO Del primer velasquismo y la persecución al socialismo, a la realización del segundo y el tercer Congresos que marcaron su mayoría de edad

El triunfo de Velasco Ibarra en 1933 y su posesión como Presidente Constitucional en septiembre de 1934, coincidieron con el proceso de rees­ tructuración del Partido Socialista, el mismo que durante 1934 consolidó su organización en diversas provincias del país. Así el 8 de febrero de 1934 asumió la dirección provincial de Pichincha del PSE Octavio Pazmiño quien junto a Jorge Reyes, José Maldonado, Aníbal Salas, Sergio Guarde­ ras, Luis Pazmiño, Julio Peña, Pablo Duque consolidó el proceso de cons­ trucción partidaria en la referida provincia central, en tanto, paralelamente, se inició la actividad de escoger y promover las candidaturas socialistas para el Congreso de la República. En este orden de cosas en marzo del propio año de 1934 se organizó el partido en Otavalo, siendo designado como Secretario General el Dr. Aure­ lio A. Ubidia. Lo propio aconteció en Guayaquil, en el mismo mes de marzo, cuando una asamblea de alrededor de trescientas personas confor­ mó la directiva provincial del PSE. Fue electo Secretario general Luis Eliseo Gómez y formaron parte de la referida dirección política socialista José I. Guzmán, Agustín Freire, Luis Maldonado, Eduardo Donoso, Juan Iturralde, Nicolás Mestanza y Primitivo Jaime. En Imbabura, también en marzo, asumió la dirección del partido Pedro Zimbaña. En el mes de abril la militancia socialista de Azuay designó su directiva presidida por Carlos Aguilar Vásconez y conformada, además, por Carlos Cueva Tamariz, Luís Monsalve Poso, Manuel H. Contreras, Víctor Barre­ ra, Gerardo Cordero León, Rafael Galarza, G. Humberto Mata, Ricardo Bravo Donoso y José Benigno Solís. En Machala, en aquellos mismos días, se constituyó la dirección socia­ lista siendo designado como Secretario General Provincial Rodrigo Chávez González y como miembros de la directiva Aurelio Serrano, Bolívar Made­ ro, Luis F. Montoya, Carlos N. Mera, Luis M. Arcentales y Rafael Serra­ no López. En esta misma línea fueron creándose estructuras partidarias en


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otras tantas provincias y núcleos de trabajo en muchos cantones del país y aún en barrios de las ciudades de Quito y de Guayaquil. Conjuntamente con el proceso de organización partidaria ocurrido en 1934101, se suscitó, como queda dicho, el debate referente a la propuesta de las precandidaturas a las diputaciones, asunto que entusiasmó a la militan­ cia socialista. Entre dichas precandidaturas es importante resaltar las siguientes: en Imbabura la Asamblea planteó los nombres de Alberto Suá­ rez Dávila, Rafael Larrea Andrade y Ricardo Cornejo; en el Carchi fueron presentados los nombres de Neptalí Guerrero, César Guerra, Ignacio Aldaz y Napoleón Saa; en Pichincha se mocionaron los nombres de Juan Manuel Lasso, Luis Larrea Alba102, Rafael Campuzano, Enrique Terán, Alberto Villacrés; en Manabí se propuso a Marcos Uscovich, José Pólit Ortiz y Luis Augusto Mendoza. La actividad partidaria de aquel año, además, estuvo vinculada, en una especie de extensión a lo que ya había ocurrido en el proceso electoral pre­ sidencial de 1933, a la confrontación política con Velasco Ibarra y sus aliados conservadores, de tal suerte que fue previsible que una vez que el mandatario electo asumiera la Presidencia de la República, tuviera que enfrentar a la bancada socialista en el Congreso y a las movilizaciones sociales que promovería el partido, en un período ascendente de la organi­ zación obrera103 y de búsqueda de acuerdos unitarios entre socialistas, comunistas y liberales que tuvieron plena percepción que el triunfo presi­ dencial del carismático caudillo, al fin de cuentas, expresaba la victoria de sectores terratenientes, especialmente de la sierra104, debido a cuya circuns­

101 Este proceso de organización involucró, además, a un importante grupo de intelectuales quienes constituyeron la Asociación Nacional de Escritores Socialistas, los mismos que entre abril y julio de 1934 editaron tres números de una revista a la que llamaron Nervio. 102 La posible candidatura del coronel Luis Larrea Alba no se concretó, pues el mentado Larrea Alba declinó su postulación el 14 de abril de 1934. 103 Desde 1932 la Sociedad Artística e Industrial de Pichincha, SAIP, con notoria influencia del socialismo, alentó la lucha de los trabajadores textiles en cuanto a su reclamo de que la jor­ nada laboral de 8 horas no se cumplía. En este ambiente estalló el 14 de abril de 1934 la huelga de los trabajadores de La Internacional que luego de ser desalojados violentamente de la fábrica cumplieron jornadas intensas de lucha, a las cuales se adhirieron otros sectores de obreros de la ciudad de Quito, frente a cuya circunstancia obtuvieron que la empresa aten­ diera sus reclamaciones. En el resto del país, a partir de los hechos referidos, se sucedieron protestas similares que denotaron el crecimiento de la conciencia de clase en los obreros y la importante presencia socialista, y también del PC, en sus determinaciones. 104 El triunfo de Velasco Ibarra denotó el intento de hacerse del poder de grupos terratenientes, especialmente de la sierra. Frente a esta realidad sus oponentes ideológicos, entre ellos los socialistas y los comunistas, y los intereses de otras fracciones económicas y sociales, expre­ sadas en los liberales, idearon la articulación de un frente político al que llamaron “Concen­

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tancia fue instrumentalizándose un acuerdo entre los sectores políticos cita­ dos al que denominaron Concentración de las Izquierdas, cuyo apareci­ miento público ocurrió en noviembre de 1934, y cuyo rol inmediato estuvo referido a la posibilidad de participar en las elecciones seccionales con candidatos únicos. El PSE delegó, desde su Comité Central, a la Concentración de las Izquierdas a Luis F. Chávez, a Juan Genaro Jaramillo y a Alberto Araujo. El frente político en referencia buscó todos los mecanismos posibles para constituirse en las diversas provincias del país. El PSE puso mucho entu­ siasmo en la conformación del frente político; las páginas de La Tierra dieron permanente cuenta de los avances organizativos en tal sentido, asun­ to que, de otro lado, dinamizó la actividad partidaria como sucedió, por ejemplo, en Riobamba en donde Carlos Zambrano Orejuela dirigió el men­ cionado proceso, así como en Cuenca en cuya ciudad los socialistas Luis Monsalve, Rafael Galarza y Carlos Aguilera contribuyeron a la formación del mismo objetivo105. En este entorno el Comité Ejecutivo de La Concentración de las Izquier­ das de Pichincha, para señalar un caso, anunció a inicios de diciembre de 1934106 que participaría con una sola lista de candidatos a concejales107, en tanto en el Congreso Nacional, y de manera particular desde las bancadas socialista y liberal, se producía una firme oposición al nuevo régimen. Entre los diputados socialistas que arreciaron contra la gestión del nuevo gobierno debe mencionarse a Colón Serrano, así como al senador Emilio Uzcátegui. En tanto ocurrieron los acontecimientos referidos, uno de enorme tras­ cendencia en la vida cultural y universitaria se produjo en el mismo año de 1934 que, por su importancia, así como por su incidencia en la vida polí­ tración de las Izquierdas”. A dicho frente se sumó, además, Vanguardia Socialista Revolucio­ naria. Inicialmente el interés del frente político fue la participación electoral conjunta y, luego, la acción coordinada en el Congreso Nacional. Empero, también estuvo en juego la búsqueda de un liderazgo político, como el de Larrea Alba, que fuese capaz de hacer contra­ peso a la figura de Velasco Ibarra y a los intereses que el representaba. 105 El diario La Tierra, desde su número 332, del miércoles 14 de noviembre de 1934, hasta el número 350, del día 2 de diciembre de ese mismo año, dedicó muchas de sus páginas para dar cuenta de las actividades partidarias en el afán de constituir la Concentración de las Izquierdas. 106 En el mismo mes de diciembre, el día 20, en el Teatro Sucre se efectuó la Asamblea Nacional de la Concentración de las Izquierdas. 107 La lista de candidatos a concejales la conformaban, en su orden, los coroneles Carlos Andra­ de y Benjamín Peralta, el doctor Manuel Guerrero y los señores César Silva, Alberto Araujo y Alejandro Narváez.


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tica del país, no puede pasar inadvertido en este texto, tanto más que invo­ lucró al propio Secretario General del PSE. En efecto, el 11 de mayo de 1934 el hasta entonces Vicerrector de la Universidad Central, doctor Luis Felipe Chávez, fue designado por la Asamblea Universitaria Rector de dicha institución superior, en un proceso electoral en el que democrática­ mente venció a su contendor el doctor Isidro Ayora. La actividad política de Chávez, que no la descuidó en modo alguno, no se convirtió en un impedimento para que, también, pusiera enorme pasión en la responsabilidad universitaria que había asumido. Más aún, su compromiso social y la percepción referente a la carencia de una reflexión y debate sobre los problemas del país desde los espacios universitarios, hicieron que el rector propiciara el que en las diversas facultades se insti­ tuyeran mecanismos para abordar la aprehensión sobre la realidad nacional y latinoamericana, a más de los esfuerzos indispensables para superar los desajustes académicos. Chávez se preocupó, también, de la interrelación universitaria con la sociedad y fortaleció el trabajo de la extensión universitaria, así como favo­ reció la investigación y las publicaciones. Dio impulso a la existencia de la facultad de agronomía y, posteriormente, de veterinaria. Planificó la insta­ lación de una radio y desarrolló acciones para crear bibliotecas populares en la ciudad. Junto a todo lo referido, la voz de la universidad se volvió pública ante los acontecimientos políticos del país y, en todo este contexto, el régimen velasquista, que no había llegado ni al primer trimestre en el ejercicio del gobierno, optó por dirigir sus dardos en contra de Chávez y de su inteli­ gente labor, así como recurrió al atajo de propiciar acciones en contra de autonomía universitaria a pretexto de reformar la Ley de Educación, acción que se convirtió en antesala de la clausura de las universidades. La situación comentada, suscitada en la segunda quincena del mes de octubre del año de 1934, provocó la respuesta corporativa de las institucio­ nes superiores del país, la organización de los jóvenes universitarios y la actitud decidida en el Congreso de las bancadas socialista y liberal para impedir el atropello en contra de la autonomía universitaria, asunto que, paulatinamente, fue provocando la confrontación pública entre determina­ das agrupaciones sociales, movilizados por los conservadores, en contra de los sectores estudiantiles, universitarios, académicos y culturales. En medio de esta realidad, que confrontó al interior de la Universidad Central a aquellos que auspiciaban la gestión de Chávez con aquellos que la consideraban como extremadamente política108, se produjo el 19 de

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noviembre la renuncia del rector, renuncia que, dos días después, fue reti­ rada. Esta circunstancia precipitó la decisión del Presidente Velasco de clausurar la universidad, circunstancia lamentable que ocurrió el 17 de diciembre de 1934. Velasco Ibarra argumentó en el decreto de clausura que “una política de grupo captó la voluntad de un rector convirtiéndole en ejecutor de decisiones exclusivistas y arbitrarias”109. La circunstancia ano­ tada ahondó la confrontación del régimen con el PSE y explica, en mucho, los afanes por vigorizar la Concentración de las Izquierdas, como un meca­ nismo que permitiera aglutinar en un frente amplio a los diversos espectros de la oposición al régimen velasquista­conservador. A pesar del oleaje político del que he dado cuenta, que vigorizó orgáni­ camente al socialismo, al interior de la estructura partidaria hubo preocupa­ ciones referentes a su desarrollo ideológico y estructural. Un animador constante sobre estos asuntos fue Luis Maldonado Estrada, quien desde las páginas de La Tierra abordó sobre diversos temas y, entre ellos, sobre el rol de las “clases medias”. Pero además, Maldonado se inquietó respecto de la necesidad de preparar, en todos los ámbitos, el próximo congreso partidario. Sobre este asunto escribió en el número 229 de La Tierra del día sábado 4 de agosto de 1934, en la página 3, un artículo al que lo tituló “Preparemos el futuro Congreso Socialista” y en cuyo texto se aprecia la intranquilidad de Maldonado sobre la posición del PSE frente al imperialismo110. Esta preci­

108 En el Congreso, el diputado gobiernista José Xavier Villagomez, representante de la provincia de Tungurahua, acusó al rector Chávez de ser “el dirigente y agitador para que se produjeran las huelgas textiles”. Publicado en el diario El Día, página 1 de la edición del 21 de octubre de 1934. 109 Tomado del decreto de clausura firmado por el Presidente Velasco Ibarra y reproducido el 18 de noviembre de 1934 en el diario El Comercio. 110 Tales reflexiones fueron abordadas con mayor amplitud por el propio Maldonado Estrada con oportunidad de su conferencia dictada el 31 de julio de 1935 en el salón máximo de la Uni­ versidad de Guayaquil y que pronunciada a nombre de la Concentración Socialista, –integra­ da por los grupos Germinal y Revolución Social sectores políticos adherentes del PSE y noto­ riamente preocupados de la reflexión ideológica en el partido–. En dicha conferencia, reco­ gida en versión taquigráfica por Alfredo Blum Flor y publicada años más tarde por la Univer­ sidad de Guayaquil, Maldonado Estrada dio cuenta del entorno histórico en el que se fundó el PSE; respecto de las evidentes diferenciaciones entre liberales y socialistas a pesar de sus acciones comunes en la vida nacional; sobre las deficiencias ideológicas de los congresos del PSE al no haber abordado éstos el análisis de la realidad nacional y la comprensión de sus problemas, asuntos que ­según Maldonado­ llevaron, luego, al PSE a una línea de oposición sin propuestas y de ausencia de distinción respecto de otras fuerzas políticas que, entonces, también enfrentaban a los regímenes de turno. En el texto en mención, Luis Maldonado, se refiere al conflicto de la tenencia de la tierra y al problema estructural que debe ser superado en este entorno y, al mismo tiempo, se plantea la necesidad del desarrollo de una industria nacional para no mantener la economía nacional supeditada a la presencia o no de la proble­


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sión es importante porque denota que al interior de las filas del PSE, más allá de la vorágine política y de la cotidiana acción, había interés por tratar asuntos conceptuales de fondo, una vez que las definiciones generales ya se habían adoptado con oportunidad de la refundación del partido. Precisamente las circunstancias anotadas, y cuando se había cumplido el periodo de funciones de la Dirección partidaria, provocaron que el Con­ sejo Central del PSE convocara en febrero de 1935 a su segundo congreso ordinario111 el cual debía reunirse el 1 de mayo del mismo año, congreso que, por los difíciles momentos por los cuales atravesó el país, debió sus­ penderse hasta el mes de diciembre. En efecto, la situación política del país se volvió tensa. No obstante la relativa popularidad de Velasco Ibarra, fue articulándose una oposición de los sectores medios del país que, conjuntamente con importantes grupos de la burguesía guayaquileña, dificultaron el ejercicio del poder del presiden­ te casi de manera inmediata a su posesión. A esta situación compleja, que expresó niveles de confrontación con grupos conservadores de la sierra, debe añadirse la conducta de hostilidad hacia algunos sectores de la prensa y de persecución del régimen en contra de la izquierda, asunto que se tradujo, entre otras cosas, en la prisión de Larrea Alba, en 1935, y su deportación, para cuyo objeto el régimen impugnó su nacionalidad112 a más de impedírsele el que recibiera la pensión de retiro de las Fuerzas Armadas. Igual conducta represiva desplegó el régimen velasquista cuando encarceló al senador Emilio Uzcátegui, en abril de 1935 o cuando tomó preso, el 5 de junio del mismo año, al joven dirigente socialista Gonzalo Oleas. mática de la distribución de la tierra. Para superar todos estos avatares Maldonado plantea el rol que debería cumplir el Estado en un territorio cuyas características regionales y sociales son diversas, Estado que, de otro lado, debe dar prioridad a la educación y al desarrollo de la tecnología en el marco de un “socialismo que conduzca la vida del país, por los nuevos cauces democráticos en donde los proletarios, los campesinos y la clase media unidos en un frente único enfrentarán el sometimiento del país al imperialismo”. 111 En la convocatoria al congreso se estableció que cada provincia debía enviar el encuentro nacional dos delegados por provincia y se definieron varias comisiones de trabajo. Para la reforma de estatutos: Carlos Zambrano, Félix Arresta e Ismael Proaño; para organización y táctica: Néstor Mogollón, Jorge Reyes, Jaime Chávez y Miguel Ángel Guzmán; sobre el balan­ ce del movimiento obrero: Octavio Pazmiño, Gonzalo González, Arturo Nieto y Luis F. Chá­ vez (hijo); sobre cuestiones políticas: Carlos Zambrano, Luis Larrea Alba, Juan Manuel Lasso, Pablo Burbano de Lara; comisión permanente que trabajará con el Secretario General del Consejo Central en la época del congreso: Juan Genaro Jaramillo, Rafael Campuzano y Gonzalo Maldonado Jarrín; para la recaudación de cuotas extraordinarias de los afiliados y simpatizantes: Efraín Altamirano, Eladio Viteri, Juan Karolys y Galo Irigoyen. Información fue publicada en el diario El Comercio del sábado 2 de febrero de 1935, página 8. 112 El gobierno velasquista acusó a Luís Larrea Alba de poseer nacionalidad chilena.

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Toda esta realidad, que formó parte de un régimen cercado por sus adversarios, condujo a Velasco para que gobernara en medio de una crisis de la cual pretendió desprenderse disolviendo al Congreso y convocando a una Asamblea Constituyente que, conforme determinaba el decreto presi­ dencial correspondiente, se reuniría el 12 de octubre. Cuando el intento dictatorial emergió, esto es el 21 de agosto de 1935, Velasco Ibarra fue hecho prisionero por los mandos militares y destituido del gobierno; luego abandonaría el país para exiliarse, inicialmente, en Colombia. Los milita­ res en esta, como en tantas oportunidades de la vida nacional, emergieron como el grupo dirimente frente a las contradicciones de los grupos civiles y de sus intereses de clase. Antonio Pons, último Ministro de Gobierno de Velasco, fue encargado del poder entre el 21 de agosto al 25 de septiembre de 1935. Declinó el mandato aduciendo que no asumiría la responsabilidad de convocar a elec­ ciones para entregar el gobierno a los conservadores. Frente a esta nueva circunstancia, las Fuerzas Armadas entregaron el poder al Ing. Federico Páez quien, en calidad de Jefe Supremo, gobernó entre el 26 de septiembre de 1935 al 23 de octubre de 1937. Es importante resaltar que a los pocos días del derrocamiento de Velas­ co Ibarra, el 7 de septiembre, el PSE dio a conocer a través de su Secreta­ rio General que el partido aceptaría como candidato presidencial a aquel que lo designara el Congreso de la Concentración de las Izquierdas. Dicho Congreso proclamó la candidatura de Luis Larrea Alba el 11 de septiembre, cuando todavía gobernaba Antonio Pons y se suponía que este convocaría a elecciones en un plazo inmediato. La actitud de Pons, y de las Fuerzas Armadas, dejó sin espacio electoral inmediato a Larrea Alba y desarticuló a la Concentración de las Izquierdas, cuya presidencia de turno, además, la asumió, en esos mismos días, Luis F. Chávez, máximo dirigente del PSE. La posterior designación como Jefe Supremo a Páez, asunto ocurrido en medio de un aparente compromiso progresista y popular del nuevo man­ datario, trajo consigo la circunstancia que dos prominentes socialistas fue­ sen convocados para colaborar con el régimen, colaboración que se produ­ jo con el visto bueno de la Dirección Nacional del PSE. En efecto, Carlos Zambrano Orejuela fue designado Ministro de Educación en tanto Colón Serrano asumió la Cartera de Previsión Social y Trabajo, Los aconteci­ mientos referidos ocurrieron a menos de tres meses de la realización del segundo congreso del PSE113. 113 El ll Congreso del PSE marcó para la organización política en referencia una clara identifica­ ción ideológica, política y organizativa. Superó las deficiencias del primer Congreso reunido


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Segundo congreso del Partido Socialista Ecuatoriano Se constituyó como tal el martes 10 de diciembre de 1935 en la ciudad de Quito, fecha en la cual se inauguró114 el congreso socialista en el Teatro Nacional Sucre y cuyas deliberaciones, realizadas en la casa particular de Raúl Reyes, se prolongaron hasta el sábado 21, con excepción del día 18, fecha en la que los congresistas dedicaron el día a un evento social que incluyó un paseo campestre al balneario del Tingo. El día 22 de diciembre la sesión de clausura del congreso se realizó en el Teatro Nacional Sucre. Las sesiones inaugural y de clausura fueron las únicas de carácter público. El Segundo congreso del Partido Socialista Ecuatoriano se conformó con la presencia de dos delegados por cada una de las provincias. En tal condición concurrieron, por el Carchi: Napoleón Humberto Saa e Ignacio Aldaz; por Imbabura: Alberto Suárez Dávila y Ricardo Cornejo; por Pichincha: Hugo Carrera Andrade y Rafael Arroba; por León: Luis F. Chávez y Rafael María Espinosa; por Tungurahua: Max Villota y Ernesto Miño; por Chimborazo: Miguel Dávila y Ricardo Chávez; por Bolívar: Augusto César Saltos y Gonzalo González; por Cañar: Aníbal López; por Azuay: Luis Monsalve Poso y S. Abad Hidalgo; por Loja: Pablo Palacio y Alejandro Carrión; por Esmeraldas: Jorge Reyes y Alfredo Llerena; por El Oro Rodrigo Chávez y Carlos Mera; por el Guayas: Luis Maldonado Estra­ da; por la provincia de Los Ríos: Miguel Castillo y Gustavo Sánchez; por Manabí: Luis Larrea Alba y José Pólit Ortiz; las provincias de Napo y Pastaza acreditaron a Emilio Gangotena y Enrique Terán. En la sesión inaugural Antonio José Borja, Secretario General de Pichincha del PSE, dio el discurso de bienvenida a los delegados en medio, además, de una concurrencia pública que incluyó entre ella, a más de los ministros socialistas, a los Ministros de Gobierno y de Relaciones Exterio­ res. Fue electo Secretario general del congreso Luis Maldonado y como Secretario de Actas asumió la responsabilidad Luis Monsalve, en tanto que como Secretario de Comunicaciones actuó Manuel Borrero. en circunstancias difíciles, y desde luego las del Congreso fundacional del PSE en 1926, convirtiéndose históricamente tal Congreso en el eje del accionar futuro del socialismo en el país. Debido a ello en este trabajo he dado más amplitud a este evento en relación con otros Congresos del Partido Socialista, no porque ellos fuesen de menor calidad, sino porque las importantes definiciones de 1935 deben ser valoradas adecuadamente en la vida del PSE. 114 La realización del congreso socialista tuvo una amplia difusión por la prensa escrita. Así en el diario El Comercio de los días martes 10, miércoles 11, jueves 12, jueves 19 y sábado 21 de diciembre de 1935 en la página uno de dichas ediciones se advierte una información detallada sobre el congreso, en referencia a sus delegados y sobre los temas generales de la discusión.

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El ambiente del congreso fue tenso desde un primer momento, pues luego de los acontecimientos que provocaron que Federico Páez asumiera la jefatura Suprema, con la colaboración socialista en dicho régimen, apa­ recieron algunos cuestionamientos frente a dicha decisión política que, aparentemente, habría impedido que Luis Larrea Alba se constituyese en el referente político de aquel momento. Dicho debate fue evidente desde un primer momento a tal punto que, como queda dicho, las sesiones del congreso se volvieron reservadas, y por ello sujetas a elucubraciones si las fuentes no fueren de primera mano115, más aún cuando los temas orgánicos y estatutarios del PSE, que finalmen­ te fueron discusiones políticas, demandaron una seria reflexión y análisis toda vez que en este congreso socialista recién se abordaron asuntos estruc­ turales internos que habían quedado soslayados como resultado del comple­ jo proceso de reagrupación de la militancia socialista y de los avatares políticos que, en el último período, les había imposibilitado atender ade­ cuadamente las urgencias organizativas del PSE, todo ello a más de los requerimientos por formular una declaración de principios que diera cuen­ ta del carácter de partido que les animaba a los socialistas a construir en aquel momento. Uno de los asuntos de confrontación al interior del congreso fue el refe­ rente al rol que venía cumpliendo Vanguardia Socialista Revolucionaria. Los delegados al congreso señalaron la necesidad de que Vanguardia, naci­ da como respuesta a la dispersión socialista ocurrida a finales de los años 30 del siglo anterior, se incorporara activamente al interior del PSE y deja­ ra de funcionar, como de alguna manera había venido ocurriendo, como una agrupación paralela al socialismo. En contraposición a este criterio, Larrea Alba defendió la necesidad de mantener Vanguardia como un soporte a la lucha del PSE tanto más que Vanguardia Socialista agrupaba a liberales radicales y tenía un nivel de 115 José Alfredo Llerena, amigo personal y entrañable de mi padre, Alfredo Rodas Reyes, en una de las tantas tertulias que los dos solían mantener, cuando José Alfredo Llerena trabajaba en el diario El Comercio, le había comentado muchos de los detalles del segundo congreso del PSE y, particularmente, respecto del debate de Larrea Alba con Maldonado Estrada, y con el propio Llerena, referente al rol de V.S.R.E. En uno de dichos encuentros, incluso, Llerena le obsequió a mi padre un folleto de los Estatutos y Declaración de Principios del Partido Socia­ lista Ecuatoriano, que ahora reposa en mi biblioteca, aprobado en 1935. Se comprenderá, entonces, que mi padre me trasladara, aunque de manera verbal, muchos de los datos y anéc­ dotas que Llerena le comentara sobre dicho encuentro socialista de diciembre de 1935, datos que hoy los he revivido con especial cuidado, tanto más que mi padre respecto de ellos me hizo conocer su personal opinión en las largas conversaciones que solía mantener conmigo a propósito de nuestras convicciones ideológicas distintas.


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ingerencia importante al interior de la Fuerzas Armadas cuyos miembros no podían –o no debían– abiertamente confesar su credo político, incluso para obtener información o para actuar políticamente al interior, particu­ larmente del ejército, donde existía aquella incidencia. Detrás de esta discusión, acalorada y sustantiva, emergió un debate referente a la pertinencia o no de los colaboracionismos del PSE con los regímenes, aún cuando estos pudiesen definirse como de avanzada o pro­ gresistas. Esta reflexión, además, estuvo acompañada de las experiencias próximas que, en aquellos meses, había experimentado el PSE cuando lue­ go de la persecución de Velasco Ibarra en contra de importantes dirigentes del partido, entre ellos en contra de Larrea Alba, y a propósito de la caída de Velasco, como resultado, además, de la lucha política del PSE, se abrie­ ron posibilidades de que en un proceso eleccionario Larrea Alba lograse, por un lado, concentrar el apoyo de los grupos de izquierda, de sectores del ejército y de los liberales radicales y, de otra parte, quizá obtener un resultado electoral favorable, asunto todo este que no prosperó cuando el encargado del poder, Antonio Pons, no asumió la responsabilidad de con­ vocar a elecciones, conducta que según Larrea Alba, afloró debido a que en algunos sectores se temía por el triunfo de dicho socialista y frente a cuya realidad el PSE no debió adecuarse a la transición con Páez, conforme insinuara el mentado Luis Larrea. Este tema fue uno de los más acalorados en el debate del congreso del PSE y se volvió de expectativa ciudadana, tanto así que El Comercio en su edición del jueves 19 de diciembre de 1935, anunciaba que el PSE expul­ saría de sus filas a Larrea Alba, ya que aquel insistió en que VSRE se mantendría como una agrupación política independiente del socialismo, debido a cuya circunstancia, finalmente, el mencionado Larrea optó por separarse del Partido Socialista el 21 de diciembre del año en referencia. El referido encuentro socialista, además, analizó el trabajo de los minis­ tros socialistas116 y los objetivos políticos que, a partir de dicha actividad, venían cumpliendo tales funcionarios de gobierno en el gabinete de Fede­ 116 En el discurso de clausura del ll Congreso del PSE, el electo Secretario General afirmó: “La reunión de este Congreso ha coincidido con la intervención del partido en la política del Estado, cuestión que ha sido examinada detenidamente, criticada con severidad las actuacio­ nes de los ministros socialistas, llamados al seno del Congreso con este objeto, llegando a la conclusión de ratificar la confianza dada por el Consejo central a los compañeros que desem­ peñan las Carteras de Educación y de Previsión Social. Confianza que ha de prevalecer en tanto la conducta de dichos compañeros responda a las normas de disciplina, consecuencia y lealtad que informan la vida del partido” en Estatutos y Declaración de Principios del Partido Socialista Ecuatoriano, editorial de El Correo, Quito, 1936, p 23.

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rico Páez. Esta reflexión provocó algunos desencuentros con aquellos que consideraron que el régimen si bien había instituido una imagen progresis­ ta, las dificultades propias del sistema podrían entorpecer la gestión minis­ terial de Zambrano y Serrano en el mediano plazo. Precisamente en este entorno de reflexiones fue redactada la Declaración de Principios en cuyo texto se advierte con claridad la definición de un programa máximo, posi­ ble en la sociedad socialista y un programa mínimo susceptible de ponerlo en marcha en regímenes que responden al sistema económico y social pre­ valeciente. De otro lado, en la misma Declaración de principios, la cual constituyó un paso significativo en lo ideológico si comparamos las definiciones de este Congreso con el constitutivo del PSE o con el de la reestructuración, se advierte, una vez más, su profunda convicción por compenetrarse con la realidad nacional117 y la aprehensión plena respecto de las características del imperialismo y de las formas indispensables para enfrentarlo, así como, en esta misma perspectiva, la inaplazable tarea de articular en el partido no solamente a los sectores obreros, campesinos e indígenas, sino, también, a los sectores medios de la sociedad ecuatoriana118, asuntos todos estos que dieron cuenta de la definición partidaria sobre temas centrales que hasta entonces, y por razones diversas, habían estado pospuestos o sufrieron de imprecisiones y en cuya línea de determinaciones la influencia de Luis Mal­ donado Estrada fue trascendente. En la misma Declaración de Principios la voluntad expresada de apoyar la construcción del frente único de los partidos de izquierda en el país y la de mantener una vinculación, no subordinación, con el movimiento revo­ lucionario internacional, expresan la madurez política e histórica del PSE para superar, entonces, desencuentros e impulsar acciones en la perspecti­ va de consolidar objetivos comunes. 117 En la misma sesión de clausura del Congreso del PSE, afirmó su electo Secretario General: “Hasta hace poco nuestro movimiento se ha nutrido casi exclusivamente de la emotividad revolucionaria que viene de fuera, ha sustentado sus principios y enunciados en las teoriza­ ciones de los grandes maestros, pretendiendo elevarlas a categoría programática, sin adapta­ ción al medio. Hoy el Socialismo Ecuatoriano cambia radicalmente de posición; aspira encontrar los fundamentos de su movimiento y de su doctrina en las conclusiones científicas universales, pero también en el estudio de la realidad nacional. Considera que después de la formulación del Socialismo por los grandes maestros, su misión es la de aplicar sus principios al medio en que actuamos, interpretando científicamente los fenómenos de nuestra realidad, para propugnar las soluciones que corresponden a los diversos problemas nacionales.” Ibíd. p 20­21. 118 Sobre este particular el Secretario General electo en el ll Congreso del PSE dijo en la sesión de clausura de dicho evento: “Nuestro Partido es, pues, el partido de los obreros, campesinos y clases medias, unidos en un frente de lucha por la liberación nacional” Ibíd. p 19.


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Lo propio, es decir la conducta de precisiones sobre el rol y el carácter del PSE, ocurrió respecto a los temas organizativos del partido, pues sus estatutos119 incorporaron, a más de la clásica estructura de base que fue la “célula”, instancias operativas y de discusión de carácter local y regional120 que habrían de permitir mayor fluidez en la relación interna y mejor cum­ plimiento de las tareas políticas, diferenciándolo, también, en este aspecto de los ortodoxismos propios de los partidos comunistas. El Congreso finalizó eligiendo a su Secretario General en la persona de Luis Maldonado Estrada, y como miembros del Comité Ejecutivo Nacio­ nal121 fueron posesionados Octavio Pazmiño, Pablo Palacio, Antonio José Borja y Miguel Angel Guzmán. El Consejo Central tuvo la misma compo­ sición que el anterior, pues cada provincia debía tener, electo por ella mis­ ma, un representante ante dicho organismo. El debate respecto de la orientación política que la dictadura civil de Federico Páez iba sumiendo, fue intenso en el Congreso del PSE y los argumentos referentes a que en un tiempo corto dicho régimen vulneraría los intereses populares, demostró, más allá de las acaloradas intervencio­ nes, que el PSE no estaba dispuesto a constituirse en un instrumento fun­ cional al gobierno y, seguramente, aquello alertó, a los socialistas que se hallaban en plena colaboración como al propio régimen que las aproxima­ ciones iniciales entre aquellos tendrían poco tiempo de duración. Todo este contexto histórico provocó que a diez días de haberse reunido el Congreso del PSE, esto es el 1 de enero de 1936, Colón Serrano, Minis­ tro socialista de Previsión, renunciara a su cargo una vez que conociera de 119 Los estatutos aprobados en el ll Congreso del PSE fueron la base alrededor de los cuales se ha elaborado el andamiaje institucional e histórico del socialismo, pues los que fueron aproba­ dos en 1926 dieron cuenta de la visión inicial del PSE de constituirse, fundamentalmente, en una expresión de los sectores de trabajadores, a más de testimoniar un proceso orgánico interno ampuloso en el cual a más del Congreso Partidario, llamado entonces Asamblea Nacional, se instituyó una dirección política conformada por delegados de cada una de las provincias, cuyo funcionamiento resultó, por ello, muy difícil y esporádico, tanto más que se afianzó la actividad partidaria a propósito de favorecer el trabajo autónomo de las directivas provinciales. 120 Tal el caso de las Conferencias Regionales o Cantonales que permitían reunir a las directivas partidarias de varios cantones o de algunas provincias para actuar coordinadamente en la vida política y, además, para discutir temas de carácter ideológico. 121 La formación del CEN constituyó en lo orgánico­político, un paso trascendente en la vida del PSE, pues dicha estructura partidaria se constituyó en un instrumento de acción partidaria sustantiva que respondía a las directrices del Congreso y que facilitaba el enlace permanente con las directivas provinciales, más allá de sus actividades diarias que le permitieron dar res­ puesta a las contingencias políticas, sin que aquella responsabilidad recayera, únicamente, en el Secretario General del Partido.

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las iniciales acciones de represión de Páez en contra de sus opositores. La renuncia de Serrano precipitó la confrontación con el PSE, cuya Dirección Nacional, a inicios de marzo planteó la separación de sus militantes de la colaboración con el régimen, tanto más que frente al ascenso de la movili­ zación obrera, demandando sus derechos y aspiraciones, la dictadura res­ pondió con todo tipo de restricciones en contra de aquellos. En este entorno Carlos Zambrano Orejuela renunció el 6 de marzo a la Cartera de Educación y, concomitantemente, se separó122 del PSE. Dos días después, el propio Zambrano retiró su renuncia como Ministro de Educación y continuó en las funciones que había venido cumpliendo. La ruptura del PSE con Páez fue frontal al extremo que aquellos socia­ listas que no se retiraron del gobierno fueron expulsados del partido. Aque­ llo ocurrió respecto de Justino Cornejo, Jaime Chávez y Fernando Chávez, hasta mayo de 1936 militantes del PSE. El gobierno de Páez, que había comenzado con una aparente conducta de aproximación con la izquierda política y con los sectores populares, dio un vuelco inusitado en 1936 y mientras perseguía a los dirigentes políticos y sociales que en otro momento fueron sus aliados, buscó el apoyo de la derecha política y promovió acciones de sumisión plena con la Iglesia al extremo que se preocupó de indemnizarla por los bienes nacionalizados, a más de que se le autorizó a adquirir nuevos bienes y se le garantizó el fun­ cionamiento de sus instituciones educativas, contrariando los preceptos del laicismo que habían sido instaurados. Para enfrentar a la oposición, Páez dictó la Ley de Seguridad Social, que suprimió las principales garantías de los ciudadanos, y amparado en ella cometió un sinnúmero de tropelías, entre ellas desterró el 16 de junio a varios miembros del PSE y cuando Luis Maldonado puso en circulación el manifiesto del PSE que cuestionaba acremente al gobierno, fue apresado y confinado a Mera, hecho que se produjo el lunes 22 de junio de 1936 y que gracias a la movilización partidaria fue liberado un par de semanas después de esta arbitraria conducta gubernamental.

122 La separación de Zambrano del PSE estuvo motivada, al parecer, por dos circunstancias: la primera, debido a los “descomedidos” comentarios que había recibido de algunos sectores socialistas por continuar en el régimen como Ministro de Educación y, en segundo término, porque Zambrano creyó que desde adentro podría incidir en algunas decisiones que benefi­ ciarían a los sectores sociales y, particularmente, porque, equivocadamente, consideró que en relación con la educación podría desarrollar iniciativas favorables para este sector y al margen de la influencia de Paéz.


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De esta manera la rivalidad del gobierno con los sectores de izquierda y con el movimiento obrero, entre otros, fue creciendo vertiginosamente, al punto que socialistas, comunistas y Vanguardia Socialista constituyeron, en julio de 1936, el Frente Popular como un mecanismo político de oposi­ ción al régimen y en la perspectiva de luchar por el socialismo desde este espacio de importante unidad al que muchos sectores, incluidos algunos socialistas, pretendieron darle, en el mediano plazo, la organicidad de un partido, con lo cual, a criterio de aquellos, dejarían de existir los partidos que integraban el Frente y, por el contrario, surgiría uno nuevo. Este asunto, que finalmente no prosperó, a más de la prioridad de rea­ decuar las formas de lucha contra la dictadura civil, con quien un año atrás el PSE había colaborado fugazmente para inmediatamente ser víctima de la persecución, así como la necesidad de definir sobre la participación o no del PSE en la Asamblea Constituyente que Páez intentaba convocar, y que si bien no había sido oficialmente anunciada, dicha posible circunstancia formaba parte de la vida política del país de aquellos años, aparte de la necesidad de evaluar los avances orgánicos del PSE, determinaron que el socialismo conviniera en la necesidad de reunirse en Congreso, el tercero, que finalmente fue convocado para inicios de 1937. Tercer congreso del Partido Socialista El Congreso se reunió al calor de las circunstancias anotadas y lo hizo en su propia casa, la misma que había sido inaugurada el 4 de octubre del año 36 en la ciudad de Quito123, evento este de trascendente importancia institucional en la que intervinieron Luis Maldonado, Colón Aguirre y Raquel Verdesoto. Previa a la reunión del Tercer Congreso del PSE, se reorganizó el Con­ sejo Provincial Socialista de Pichincha, asunto que ocurrió a finales de la primera quincena de enero de 1937, y fueron electos dirigentes provincia­ les José Rafael Campuzano, Manuel Mora, Raquel Verdesoto, Jorge reyes y Arturo Torres. El Tercer Congreso del PSE, se reunió entre el martes 26 y el domingo 31 de enero de 1937. El director de la sesión inaugural fue Luis F. Chávez, en tanto que Secretario general del Congreso fue electo Antonio José Bor­ ja, Secretario de Actas Rafael Navas y Secretario de Comunicación César Silva. 123 La Casa del PSE estuvo ubicado en la intersección de las calles Chile y Pichincha de la ciudad de Quito.

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Maldonado Estrada puso enorme interés, a partir de los sucesos provo­ cados con el régimen de Páez, en el análisis político e ideológico, más bien diría conceptual, de lo que él llamó programa mínimo y táctica política que corresponde a lo que solemos denominar como línea política y que, para el período histórico en referencia, fue activamente cambiante en el contexto de la política nacional y en referencia a la vida del PSE. El Congreso del Partido Socialista, como es obvio, ratificó su frontal oposición al gobierno de Páez, pero en referencia a lo que pudiera ser su participación o no respecto de la posible convocatoria a una Asamblea Constituyente, dejó pendiente la resolución, más allá de que instruyó a su militancia para que estuviese atenta sobre este asunto y que, en tanto, die­ ra prioridad a inscribirse en los libros electorales, en los registros militares y, sobre todo, en obtener la cédula para poder votar. El lll Congreso del PSE resolvió declarar al año de 1937 como el “Año de la Emulación Socialista” a partir del principio referente a que los esfuer­ zos militantes para aportar en la construcción partidaria y en el cumpli­ miento de las tareas políticas debían ser reconocidas por la organización, tanto más que, en lo orgánico, el partido decidió que la tarea central de este período debía ser el de organizar la estructura y el favorecer, para el efec­ to, las tareas de propaganda. El Congreso del PSE, conformó su Comité Ejecutivo Nacional de la manera siguiente: Secretario General, Luis Maldonado Estrada; y como miembros principales del CEN designó, además, a Octavio Pazmiño, Luis F. Chávez y a Antonio José Borja. Vocales suplentes del CEN fueron elegidos Emilio Gangotena, Manuel Agustín Aguirre, Alberto Arroyo, Miguel A. Guzmán, César Silva y Manuel Cruz. El Consejo Central del PSE mantuvo la orientación de estar conformado por un delegado provincial escogido directamente por la Directiva Provin­ cial partidaria correspondiente, empero Maldonado estrada se preocupó que, previamente a la realización del lll Congreso, las directivas provincia­ les tuviesen definida la referida representación para facilitar la actividad orgánica y política del partido y para que, además, el proceso de designa­ ción del Consejo Central fuese conocido directamente por el Congreso y constituido124, definitivamente, mientras éste se hallaba reunido. 124 Maldonado Estrada, a partir de la experiencia del ll Congreso del PSE, articuló todos los mecanismos para que ninguna de las provincias del país dejara de tener representación en el Consejo Central, asunto que en su primera Secretaría General pudo constatar como una de


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Por la razón expuesta, el lll Congreso del PSE pudo designar el Conse­ jo Central de manera directa a tal punto que el diario El Comercio del 1 de febrero de 1937, esto es un día después de la clausura del Congreso del PSE, informó públicamente de la composición del Consejo Central, el mis­ mo que se integró de la manera siguiente: Por Loja, Pablo Palacio; por Imbabura, Alfredo Pérez Guerrero; por Pichincha Virginia Larenas; por León, Néstor Mogollón; por Tungurahua, Julio Granda; por Chimborazo, Angel Modesto Paredes; por Bolívar, Gon­ zalo González; por Azuay, Lola Avilés Ochoa; por el Oro, Jorge Cárdenas; por Guayas Eduardo Santos, por Los Ríos, Jorge Maldonado; por Manabí, Silvio Mora y por Napo y Pastaza, Juan Genaro Jaramillo. A mediados de 1937 Federico Páez, quien había arreciado la confron­ tación con los sectores democráticos y de izquierda del país, intentó reunir una Asamblea Constituyente, la misma que sin ninguna representación social y política trascendente se reunió el 10 de agosto de 1937, bajo la Presidencia de Alberto Donoso, y con la pretensión de redactar una nueva Constitución y elegir al nuevo Presidente del Ecuador. Páez maniobró para que dicha Asamblea, en sus primeros días de fun­ cionamiento, lo eligiera como Presidente Constitucional Interino y aspiró a que con la nueva Constitución, redactada con dedicatoria, pudiese ampliar su tiempo de permanencia en el gobierno, asunto que lo enfrentó tenazmen­ te con el PSE al extremo que el Secretario General encargado del PSE, Luis F. Chávez fue perseguido en aquellos días con particular agresividad, conducta similar a la que desató el régimen, meses atrás, tanto contra el Secretario General del PSE Luis Maldonado Estrada, a quien lo deportó a Chile, así como en contra de Antonio José Borja que, en aquellas circuns­ tancias había asumido la Secretaría general del PSE, en cuya condición fue confinado por el gobierno a las montañas de Angamarca. En este entorno las Fuerzas Armadas retiraron el apoyo al dictador y entregaron el poder, el 23 de octubre de 1937, al General Alberto Enríquez Gallo, el mismo que el 19 de octubre de aquel año fuera Ministro de Defen­ sa de Federico Páez. El ejército desconoció a la llamada Asamblea Nacio­ nal en tanto el nuevo gobernante ofreció convocar a una Constituyente que sería elegida por el pueblo ecuatoriano.

las falencias orgánicas, debido a que algunas directivas provinciales no designaron oportuna­ mente al representante que se integraría al Consejo Central o, al hacerlo, no tuvieron pleno cuidado para que el referido delegado mantuviese una actividad militante y política permanentes.

CINCO El quehacer del Socialismo en el gobierno progresista de Enríquez Gallo y en el régimen reaccionario de Arroyo del Río

Las nuevas circunstancias políticas se constituyeron en un factor deter­ minante para que el PSE, a través de su Dirección Nacional, convocara en aquellos días la realización de su IV Congreso, el mismo que debió reunir­ se en diciembre125 de 1937. La convocatoria al Congreso se produjo, a más de la obligatoriedad estatutaria, por un lado, debido a que en el período de Páez, por la persecución que tal régimen ejerciera en contra del socialismo, el PSE no tuvo un funcionamiento orgánico constante, sino una actividad que respondió, más bien, a las iniciativas del Comité Ejecutivo Nacional, cuya Secretaría General fue asumida por distintos miembros del CEN por el acoso político del que fueron objeto tales dirigentes, y de otra parte, debido a que el Secretario General del Partido, Luis Maldonado Estrada, había permanecido, hasta entonces, fuera del país a causa de la deportación de la que fuera objeto por acción del dictador Páez. Mientras se produjeron los preparativos del Congreso del PSE y el debate sobre los temas que debían tratarse, entre ellos la propuesta del socialismo del Azuay que pregonaba la necesidad de convocar concomitan­ temente a un Congreso Hispanoamericano Socialista, el país desenvolvió sus actividades bajo la conducción de un régimen con notoria voluntad para atender los requerimientos sociales de la época, asunto que debe ser inter­ pretado en la historia nacional, como consecuencia de la influencia ideoló­ gica del socialismo en el régimen del General Alberto Enríquez Gallo. En efecto, en algunos espacios de la administración de Enríquez fueron ubicados ciudadanos de posturas políticas progresistas. Tal el caso de Fran­ cisco Arízaga Luque, quien desde el 13 de diciembre de 1937 formó parte de la Comisión Revisora de Legislación en tanto el 14 de enero de 1938 fue designado como Secretario general de la Administración el socialista 125 La norma estatutaria del PSE vigente en 1937 imponía, además, que anualmente debiera reu­ nirse el Congreso del Partido el 10 de diciembre de cada año.


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José de la Cuadra, quien, además, el 28 de marzo del mismo año de 1938 se sumó como miembro de la subcomisión Revisora de Legislación126, más allá de que los socialistas Juan Isaac Lovato y José Miguel Castro fueron encargados para el estudio de leyes y decretos que el régimen se propuso impulsar a favor de los trabajadores del país. Enríquez gobernó al amparo de la Constitución de 1906­1907 y propició reformas sustanciales, con amplio sentido social, del Código Penal; creó la Dirección General de Ferrocarriles; se preocupó de modernizar las leyes Monetarias y Bancarias; promulgó las leyes de Cooperativas, de Organiza­ ción y Régimen de Comunas y del Control de Trabajo y Desocupación, así como se expidió el Código del Trabajo. Una tarea de enorme trascendencia constituyó la creación de la Caja del Seguro. También fue constituido el Archivo Histórico Nacional, todo lo enumerado alrededor de una política nacionalista que se expresó, también, en la revisión de contratos con las empresas extranjeras que, especialmente en el campo de la minería127, ope­ raban en el Ecuador y a las cuales les obligó el régimen a pagar impuestos. En este entorno, caracterizado por un respeto a las organizaciones polí­ ticas y sociales de izquierda, se revitalizó la estructura del PSE, y de la izquierda en general, al punto que en marzo 1938 se reunió, en Ambato, el Cuarto Congreso de Trabajadores del Ecuador con apoyo, inclusive, del propio mandatario ecuatoriano y en cuya organización el PSE tuvo una importante influencia Cuarto Congreso del PSE128 Se reunió en Quito en 1937, entre el 10 y el 18 de diciembre. Fue desig­ nado Director de la Sesión Inaugural Gonzalo Oleas, en tanto que como Secretario General del Congreso actuó Pablo Palacio, como Secretario de

126 Héctor Coral Patiño, Vida y obra del General Alberto Enríquez Gallo, Banco Central del Ecua­ dor, Quito, 1988. 127 A esta realidad corresponde, por ejemplo, la publicación del libro El Imperialismo en el Ecua­ dor –Oro y Sangre en Portovelo– del fundador del Partido Comunista, Ricardo Paredes, texto que apareció en 1938 y que dió cuenta del saqueo perpetrado por la empresa norteamericana South American Development Company en el cantón Zaruma de la Provincia de El Oro, así como de la explotación a la que fueron sometidos los mineros que laboraban para tal trans­ nacional en aquella región. El texto­denuncia referido no habría podido circular en un régi­ men distinto al de Enríquez Gallo. 128 Los Congresos del PSE en este período, fueron espacios políticos de discusión a los cuales concurrían pocos delegados. Bien se puede afirmar que los Congresos se convirtieron en reu­ niones del Consejo Central, con alguna participación adicional, cuya característica funda­

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Actas Ezequiel Paladines y como Secretario de Comunicaciones Gonzalo González. Con oportunidad de la instalación del Congreso, Antonio José Borja, Secretario General encargado, leyó el informe del Comité Ejecutivo. El IV Congreso designó como Presidentes de Honor del Partido al ilustre perua­ no Raúl Haya de la Torre, Fundador del APRA, al Presidente de México Lázaro Cárdenas, a Carlos Prestes de Brasil y al Secretario General del Partido Socialista Uruguayo, Emilio Fruggone, en una evidente demostra­ ción de los lazos de amistad latinoamericanos que, desde entonces, el PSE procuraba consolidar. Dos asuntos sustantivos preocuparon la atención política del Congreso Socialista. El primero se refirió a la participación del partido en la convo­ catoria a la Asamblea Constituyente que, al parecer por aquellos días, ya se la avizoraba próxima. El segundo asunto de debate se refirió a la nece­ sidad de construir un Frente de Izquierda129 que luchara por el retorno al orden Constitucional. Tales asuntos fueron recogidos con amplitud por las ediciones del Diario El Comercio de los días domingo 12 y martes 14 de diciembre. El Congreso, además, reiteró su posición antifascista y para impulsar una conducta en tal sentido determinó la necesidad de fundar la Asociación Antifascista que constituida con amplitud debía impulsar en el país jornadas de acción que repudiaran los acontecimientos que, entonces, afectaban par­ ticularmente a Europa. En lo referente al tema orgánico del partido, que como consecuencia de la persecución de la que había sido víctima el PSE se hallaba debilitada, el IV Congreso resolvió abrir los registros partidarios a fin de que pudieran reafiliarse, circunstancia esta última que, además, fue asumida luego de que algunas delegaciones, especialmente de la costa, impulsaron la tesis de que era menester amnistiar a aquellos militantes que como Zambrano Ore­ juela, Jaime Chávez y Justino Cornejo130 fueron separados del partido, cuando se negaron a renunciar de sus funciones públicas en el régimen de Federico Páez. mental estuvo en la circunstancia de que el evento partidario solía trabajar en varios días de sesión. 129 Debido a la confrontación con los conservadores, debe comprenderse que para la conforma­ ción de los Frentes de Izquierda no solamente estuvieron convocadas las fuerzas políticas de orientación marxista, sino los sectores liberales radicales que, entonces, asumieron posturas de confrontación evidente con los conservadores y sus fuerzas aliadas. 130 En el proceso de reafiliación interna al PSE, Justino Cornejo volvió a las filas del partido, no así Zambrano y Chávez que se alejaron definitivamente de la estructura socialista.


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Finalmente el congreso designó su nuevo Comité Ejecutivo Nacional de la manera siguiente: Secretario General, Napoleón Humberto Saá; primer vocal, Manuel Agustín Aguirre; segundo vocal, Miguel Cruz; tercer vocal, Gonzalo Oleas y cuarto vocal Jorge Maldonado. Los miembros del Conse­ jo Central fueron designados, luego, por cada una las directivas provincia­ les del PSE, pues como establecía el estatuto, en representación de cada estructura provincial debía integrarse un delegado. Apenas iniciado el año de 1938, el 13 de enero, fue convocada por el General Enríquez la Asamblea Constituyente la misma que debía ser electa el 13 de julio e instalarse el 10 de agosto de aquel año a fin de dictar una nueva Carta Política y posesionar al Presidente Provisional de la Repúbli­ ca. La convocatoria estableció, imperativamente, que en la conformación de la Asamblea Constitucional debían estar representadas en cada provin­ cia, en forma proporcional e idéntica, los partidos Conservador, Liberal y Socialista. Ante la convocatoria referida, el PSE designó una comisión para que estudiara el proyecto de la ley de elecciones, la que se conformó por Luis F. Chávez, Antonio José Borja y Juan Genaro Jaramillo, comisión que comenzó a trabajar el viernes 23 de marzo de 1938. El proceso electoral en ciernes dinamizó la vida partidaria del PSE. En las diversas provincias se efectuaron reuniones para definir las candidaturas que el partido presentaría, todo ello en medio de no pocas disputas pues, debido al carácter de la integración de la Asamblea Constituyente, se había asegurado de antemano un cupo importante a la representación del PSE. Así, el núcleo de dirección socialista de Pichincha, siempre activo en estos años, hizo conocer el miércoles 4 de mayo de 1938131 que una de sus células había propuesto los nombres de Antonio José Borja, Juan Genaro Jaramillo, Angel Modesto Paredes, Humberto García Ortiz y Octavio Paz­ miño como precandidatos a la Asamblea Constitucional. La reunión socia­ lista de Pichincha, convocada por su directiva provincial, del 7 de mayo finalmente escogió, en el orden siguiente, a los precandidatos: Gonzalo Oleas, Antonio José Borja, Octavio Pazmiño, Luis Maldonado y Juan Genaro Jaramillo. De esta lista debía designarse, por parte de la directiva nacional del PSE, el candidato oficial de Pichincha, escogimiento que, a su vez, involucraba, la designación del Asambleísta Nacional.

131 Ver diario El Comercio del 4 de mayo de 1938.

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Igual procedimiento ocurrió en el resto del país, y de esta manera el listado final de las candidaturas socialistas a la Asamblea Constituyente, que se designó en julio de 1938, fue el siguiente: Por Carchi: Napoleón H. Saá; por Imbabura: Humberto García Ortiz; por Pichincha: Antonio José Borja; por León: Luís Maldonado Tamayo; por Tungurahua: Antonio Ortiz Mera; por Chimborazo: Angel Modesto Paredes; por Bolívar: Arturo del Pozo; por Azuay: Carlos Cueva Tamariz; por Loja: Manuel Agustín Aguirre; por Guayas: Ignacio Cuesta Garcés; por El Oro: Manuel Romero Sánchez; por Los Ríos: Justino Cornejo; por Manabí: Napoleón Dávila Córdova; por Napo­Pastaza: Emilio Gangotena; por Zamora: Pablo A.Vela La Asamblea Constituyente que se instaló el 10 de agosto eligió como su Presidente a Francisco Arízaga Luque y al socialista Antonio José Bor­ ja como Vicepresidente de la misma. La circunstancia de haber sido cons­ tituida dicha Asamblea con representación de las tres fuerzas políticas fundamentales de aquel entonces, impidió que se pudiesen producir acuer­ dos políticos al extremo que, inicialmente, para la designación de Presiden­ te de la República se optó por un nombre de transición, eligiéndose por ello a Manuel María Borrero, en tanto se buscaban acuerdos entre las bancadas representadas en la mentada Asamblea Constitucional. Quinto Congreso del Partido Socialista Con la finalidad de adoptar una decisión partidaria frente a la situación nacional, particularmente respecto al tema referente a la designación del Presidente de la República, se convocó al Quinto Congreso del Partido Socialista, el mismo que se reunió entre el 11 al 20 de noviembre en la ciudad de Quito. La sesión inaugural del Congreso contó con la presencia del Presidente y Vicepresidente de la Asamblea Constitucional, a más de los asambleístas socialistas, así como con la concurrencia del coronel Luis Larrea Alba, máximo dirigente de Vanguardia Socialista y de Ricardo Paredes, Secretario General del Partido Comunista. Secretario General del V Congreso fue designado Humberto García Ortiz, en tanto Secretario de Actas fue nombrado Ezequiel Palacios y actuó como Secretario de Comunicaciones Oswaldo Custode. Las discusiones del evento giraron, fundamentalmente, respecto de la situación nacional y sobre la posición que el partido debería adoptar en relación con la elección Presidencial. Los debates fueron intensos y acalo­ rados y, además, estuvieron precedidos de algunos intentos de escisión partidaria, pues las directivas de Guayas, Tungurahua, Chimborazo, Los


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Ríos y El Oro llegaron a plantearse inclusive la posibilidad de actuar autó­ nomamente si las decisiones partidarias no atendieran sus requerimientos, los mismos que fueron contrapuestos frente a la realidad de aquella coyun­ tura. La directiva socialista de la provincia del Guayas, por ejemplo, insi­ nuó la necesidad de optar por un apoyo a favor de los liberales, en tanto algunas provincias de la sierra se pronunciaron en contra de esta posibili­ dad política. Sobre el asunto puntual del acuerdo o no con los liberales el V Congre­ so del PSE no adoptó una línea expresa, pues dejó que sus Asambleístas resolvieran, en último término, la conducta más adecuada para los intereses del país, realidad que denotó una ambigüedad total, a consecuencia de impedir una fractura interna partidaria. El V Congreso eligió como Secretario General del partido a Juan Gena­ ro Jaramillo132 y constituyó su Consejo Central con el mecanismo que había funcionado anteriormente, esto es que cada directiva provincial debía designar un miembro al mentado organismo de dirección partidaria133. El mismo Congreso ratificó la voluntad de formar un partido único de izquier­ da como un mecanismo válido que procurara la unidad de la tendencia. Finalmente el Congreso del PSE creó el “Instituto de Investigaciones Socialistas Técnicas” el mismo que debía encargarse de estudiar la realidad 132 Juan Genaro Jaramillo nació en Cotacachi, provincia de Imbabura, en marzo de 1895. Falle­ ció, también en marzo, en el año de 1958. Estudió en el Seminario “San Diego” y en el Cole­ gio “Teodoro Gómez de la Torre”. En 1919 se doctoró en Jurisprudencia en la Universidad Central. Fue miembro fundador de la Sociedad de Estudios Jurídicos y de la Sociedad Liberal Universitaria. En 1917 fue Juez Civil de la parroquia San Blas de Quito. En 1926 ocupó las funciones de Conjuez de la Corte Superior de Justicia. En ese mismo año se vinculó al naciente PSE, al punto que fue electo como miembro del primer Consejo Central del Socia­ lismo. Firmó el 6 de enero de 1931, conjuntamente con Enrique Terán, Juan Karolys, Leo­ nardo Muñoz y José Alfredo Llerena, el Manifiesto al Proletariado Ecuatoriano por medio del cual dieron a conocer su separación del Consejo Central del PSE, una vez que este, artificio­ samente y sin ningún tratamiento democrático, fuera adherido a la Internacional Comunista. Dicho manifiesto se constituyó en la nueva partida de nacimiento para la refundación del PSE a cuya tarea Jaramillo contribuyó durante los años inmediatos, una vez que, por lo comenta­ do, se produjo la ruptura entre comunistas y socialistas. Cuando se reunió el Congreso de Reconstitución del PSE, el primero después del fundacional, en mayo de 1933, Juan Genaro Jaramillo fue electo miembro del Consejo Central como Secretario de Cuestiones Jurídicas. Posteriormente contribuiría, en el gobierno de Enríquez Gallo, como parte del equipo de apoyo que elaboró el Código de Trabajo. Fue redactor permanente del diario La Tie rra y contribuyó, en su oportunidad, al desarrollo de periódico socialista Germinal. Militó activamente en las filas del PSE, del cual fue su Secretario general en 1938, hasta el fin de sus días. 133 Sobre la conformación del CEN del Partido Socialista designado en el V Congreso no he podido obtener información exacta.

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del país, a partir de cuya circunstancia dicho instituto debía, también, for­ mular planes para que el partido los impulsara como parte de su propuesta programática y de su accionar político. La conformación de este instrumen­ to técnico devino de la apreciación de la militancia socialista sobre las actividades incumplidas por el Consejo Central, pues conforme al estatuto vigente, el Consejo Central estaba obligado a “estudiar las condiciones rea­ les del país y organizar bajo su dirección las secciones técnicas que juzgue necesarias” para orientar las propuestas del partido. La vorágine política de los años anteriores a la realización del V Con­ greso, había impedido que se cumpliera, en relación a la actividad de estu­ dio de la situación del país, la norma estatutaria respecto de las funciones del Consejo Central, asunto que fue suplido con la creación del Instituto de Investigaciones Socialistas Técnicas, en evidente demostración de la per­ manente búsqueda socialista de aprehender la realidad nacional a partir de sus propios estudios antes que de cualquier interpretación antojadiza sobre la situación del país que, para entonces, la izquierda comunista había for­ mulado en base a arquetipos ideológicos que no recogieron e interpretaron adecuadamente la situación ecuatoriana. Luego del Congreso del PSE, el 2 de diciembre de 1938 un acuerdo entre un apreciable número de asambleístas socialistas con los de la banca­ da liberal facilitó para que el Dr. Aurelio Mosquera Narváez fuese electo Presidente del Ecuador. El Presidente Mosquera, dirigente del Partido Liberal, doce días después de su elección disolvió la Asamblea Nacional134 y, al mismo tiempo, convocó a elecciones de senadores y diputados, las mismas que deberían realizarse el 15 y 16 de enero de 1939. De esta manera tan irregular, por decir lo menos, la oligarquía liberal que había sido desplazada por el conservatismo en el período de Velasco Ibarra y que desde la caída de este gobernante había mantenido una serie de confrontaciones interburguesas con aquel sector por hacerse del control político del Estado, encontró el camino expedito para cimentar su proyecto que incluía, además, la persecución a la izquierda que, entonces, había logrado una importante presencia en la Asamblea Constitucional y una inge­ rencia trascendente en ciertas esferas del ejercicio del poder gracias a la apertura brindada, en tal sentido, por el saliente régimen de Enríquez Gallo.

134 La Asamblea Nacional fue disuelta cuando tal institución pretendió ascender de grado militar al coronel Luis Larrea Alba, asunto que, entre otros, se convirtió en el pretexto más impor­ tante para que Mosquera Narváez se librara de la Constituyente. Esta conducta fue apoyada por los sectores más reaccionarios de las Fuerzas Armadas.


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Pero la preocupación central de los sectores de derecha del liberalismo, así como de los grupos conservadores, radicaba en la influencia ideológica de la izquierda, especialmente del PSE, en el conjunto de la sociedad, incluidos algunos sectores de las Fuerzas Armadas, debido a lo cual las maniobras para hacerse del gobierno no solamente responderían a sus expectativas de clase, sino a la finalidad ideológica de impedir el desarrollo de los sectores contestatarios al stablisment. Los argumentos referidos se expresaron de manera evidente en el gobierno de Mosquera Narváez, no solo cuando disolvió la propia Asam­ blea Constitucional que le había elegido, sino cuando arremetió en contra las fuerzas de izquierda y entre ellas, contra el socialismo que, paradójica­ mente, había contribuido a su elección. En efecto, Mosquera arreció contra las organizaciones populares y estu­ diantiles a pretexto de que ellas habían recibido la influencia de corrientes extrañas y por lo tanto habían optado por un comportamiento que afectaba sus propios intereses. A tal punto llegó la persecución que reorganizó los colegios laicos, clausuró las universidades y montó un eslabón de profeso­ res antidemocráticos dispuestos a servir los intereses del orden establecido y, por supuesto, al régimen. Las circunstancias anotadas obligaron a que los sectores de trabajadores y estudiantiles constituyesen acuerdos de acción para enfrentar al régimen, en medio de una represión sistemática levantada por Mosquera. El proceso electoral convocado en medio de esta realidad previsible­ mente se presentaba como una farsa y, además, como un elemento de dis­ tracción frente a los problemas estructurales y a la coyuntura política, a pesar de lo cual el PSE, el 11 de enero de 1939, resolvió intervenir activa­ mente en las elecciones. El PSE para intentar una respuesta electoral aceptable y con la finalidad de agrupar a otras fuerzas de izquierda impulsó la conformación de un frente amplio, al que le denominó Frente Democrático, en cuyo seno fue­ ron albergadas las candidaturas de la izquierda, esto es de Vanguardia Socialista Revolucionaria y del Partido Comunista, unidad que se cimentó en algunas provincias, aunque hubo dificultades extremas en muchas de ellas para constituir el referido frente político. En el caso de la provincia de Pichincha las candidaturas del Frente Democrático fueron las siguientes: para senadores, los socialistas Manuel Cabeza de Vaca y Juan Genaro Jaramillo, en tanto que para las candidaturas a diputados se impulsó la lista conformada por Ezequiel Padilla, Ricardo Paredes, comunista, Rafael Alvarado, de Vanguardia Socialista, y Alberto Bravo, socialista.

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El resultado electoral favoreció a los intereses políticos del régimen y de sus aliados, muchos de ellos conservadores insignes, a tal punto que el Congreso, y la Cámara de Senadores, fue presidido por Carlos Alberto Arroyo del Río, liberal de derecha vinculado con empresas multinaciona­ les, en tanto la Cámara de Diputados la presidió Andrés F. Córdova, libe­ ral obsecuente a los intereses de Arroyo del Río. El Congreso puso en vigencia la Carta Política de 1906, restableció las normas que exoneraban los derechos de importación para las compañías extranjeras y entregó facultades extraordinarias al Presidente del Ecuador para que enfrentara a los grupos sociales que expresaban su oposición al gobierno y a sus políticas135. Cuando sucedían todos estos hechos, se produjo en noviembre de 1939 la muerte repentina, no suficientemente aclarada, del Presidente Aurelio Mosquera Narváez debido a lo cual Arroyo del Río, entonces Presidente del Congreso, se hizo cargo del gobierno y convocó a elecciones para ene­ ro de 1940. Arroyo del Río, o mejor dicho los grupos criollos, expresados en el ala de derecha del liberalismo, y los sectores transnacionales vinculados con el mentado Presidente del Congreso Nacional, encontraron el momento ade­ cuado para hacerse del poder. En tal perspectiva Arroyo del Río resolvió terciar como candidato presidencial debido a cuya circunstancia encargó la Presidencia de la República al Doctor Andrés F. Córdova, Presidente de la Cámara de Diputados del Congreso. Una vez convocadas las elecciones y, además, debido a que estatutaria­ mente debía reunirse el nuevo Congreso del PSE, el sexto, la Dirección Nacional del Partido Socialista convocó a su Congreso ordinario con la finalidad sustancial de resolver su participación o no en las elecciones que debían realizarse a mediados de enero de 1940. Sexto Congreso del PSE Así, entre el 11 y 14 de diciembre de 1939 se efectuó el Sexto Congre­ so del PSE, el cual se reunió en la ciudad de Quito, en las instalaciones del Hotel Niza. Los delegados de las diversas provincias del país al referido Congreso fueron los siguientes: por Carchi, Jorge Noboa y Segundo Ramí­ rez; por Imbabura, Humberto García y el Capitán Jorge Dueñas; por Pichincha, Coronel Juan Manuel Lasso, Alberto Araujo, y Eduardo Viteri; 135 Agustín Cueva, “El Ecuador de 1925 a 1960” en Nueva Historia del Ecuador, volumen 10: Epoca Republicana lV, Quito, Corporación Editora Nacional, 1990, p. 105.


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por Cotopaxi, Rafael Navas, Luis Maldonado Tamayo, Luis A. Lanas y Leonardo Rivas; por Tungurahua, Ernesto Miño, Antonio Ortiz, César Silva y Raquel Verdesoto; por Bolívar, Gonzalo González, Luís Peñahe­ rrera, Angelino Vásconez y Ramón Ulloa; por Chimborazo, Angel M. Paredes y Eduardo Santos; por Cañar, Alfonso Crespo, Alfonso Bravo, José Rafael Rodas y Alfonso Palomeque; por Azuay, Genaro Cordero y León, José Solís y Antonio Borja; por Loja, Pablo Palacio; por Manabí, Wilfredo León y Silvio Mora; por Guayas, Ignacio Cuesta García; por Esmeraldas, Julio Estupiñán y José Alfredo Llerena; por Los Ríos, Víctor Bermeo, Miguel Toral, Gustavo Sánchez y Bolívar Bolaños; por El Oro, Francisco Trujillo y Palmiro Cabrera. El día de la inauguración del Vl Congreso, Juan Genaro Jaramillo leyó su informe de actividades y posteriormente el cónclave socialista eligió como Secretario General del Congreso a Juan Manuel Lasso, en tanto Rubén Silva fue designado como Secretario de Actas, mientras la Secreta­ ría de Comunicaciones del Congreso las cumplió el capitán Jorge Dueñas. El debate sustancial al que se abocó el referido Congreso fue a la posi­ bilidad o no, a la pertinencia o no, de participar en el proceso eleccionario que se hallaba en ciernes. Sobre esta trascendental decisión, que prolongó el debate de los socialistas, hubo varias propuestas. Un sector del partido planteó la conveniencia de concurrir a las elecciones con candidatura pro­ pia y los nombres de Carlos Cueva Tamariz y de Carlos Zambrano fueron propuestos como precandidaturas. Otro sector del partido se pronunció por la necesidad de candidatizar a Velasco Ibarra, en tanto un importante sec­ tor, el mayoritario, impulsó la definición de no intervenir en el proceso eleccionario tanto por las dificultades de armar una propuesta eleccionaria con tan poco tiempo y debido a que avizoraban que la maquinaria del gobierno urdía un fraude electoral a favor de su candidato oficial, Arroyo del Río. Finalmente el PSE aprobó no participar en el evento electoral de enero de 1940. El Congreso Socialista no trabajó sobre documentos internos de organi­ zación y programa, pues el debate, como queda dicho, se concentró alre­ dedor de la posible participación electoral del mes siguiente, lo que signi­ ficó, más bien, un debate sobre la política de coyuntura. En lo orgánico se mantuvo el mismo criterio de que el Consejo Central del PSE recogiera los nombres de los militantes que las directivas provin­ ciales del partido resolvieran nombrar como sus delegados a este espacio político de dirección. En lo pertinente a la designación del Secretario General del partido se consensuó en el nombre de Luis Maldonado Tama­

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yo136. Fueron, por otra parte, nombrados como vocales o miembros del Comité Ejecutivo Nacional del PSE Humberto García Ortiz, Rubén Silva, Jorge Maldonado, Ezequiel Paladines y Eduardo Viteri. Así, los días 10 y 11 de enero de 1940 se produjeron las elecciones presidenciales con la participación de Carlos Alberto Arroyo del Río, can­ didato del partido Liberal, de Jacinto Jijón y Caamaño, en representación del partido Conservador y de José María Velasco Ibarra, apoyado por una gama amplia de sectores que intentaban oponerse al candidato de la oligar­ quía y de las transnacionales, esto es a Arroyo del Río. El resultado electoral fue “administrado” desde el gobierno, encargado a Córdova, y mediante el fraude más evidente y repulsivo de la historia republicana, organizado oportunamente por el propio Arroyo del Río cuan­ do ejerció transitoriamente el poder, llegó a la Presidencia de la República el candidato liberal, quien se posesionó del cargo en septiembre de 1940, pese a los intentos de Velasco y de sus seguidores de enfrentar a los cau­ santes del fraude y de buscar los mecanismos para que determinados sec­ tores de militares provocaran una rebelión para impedir el ejercicio del poder al nuevo gobierno. Precisamente la conducta anteriormente señalada le significó a Velasco Ibarra que fuera deportado del país, en medio de una creciente popularidad y adhesión, en tanto Andrés F. Córdova renunció a su condición de encar­ gado del gobierno ofendido de las acusaciones de haber sido permisible, por decir lo menos, frente a las irregularidades electorales de aquel perío­ do. Julio Moreno Espinosa, militante liberal, Presidente de la Cámara del Senado que remplazara a Arroyo del Río, asumió la conducción del país por contados días y posesionó al nuevo Presidente del Ecuador. Arroyo del Río se preocupó desde el inicio de su mandato en cohesionar al bloque comercial y bancario137, al que él representaba, y a pretexto de 136 Luis Maldonado Tamayo nació en Pujilí, provincia del Cotopaxi, el 21 de junio de 1906. Ejerció la docencia inmediatamente después de graduarse de normalista y, además, se desem­ peñó como periodista en diversos medios de comunicación del país. Fue un activo militante del PSE desde su juventud, desde cuyas filas su actividad pública fue intensa. En 1937 fue Presidente del Consejo Municipal de Pujilí. En ese mismo año fue Director Nacional de Edu­ cación. En 1938 actuó como Asambleísta de la Constituyente y en 1945 fue electo Diputado al Congreso por la provincia de Cotopaxi. En 1946 fue miembro del Tribunal de Garantías Constitucionales y, al mismo tiempo, ejerció la Dirección del Diario La Tierra hasta que el mencionado diario fuera clausurado por la dictadura velasquista. En 1948 fue Embajador del Ecuador en México. Falleció el 8 de enero de 1995. 137 Bloque favorecido, inicialmente, por el incremento de las exportaciones provocadas a conse­ cuencia de la guerra mundial y que, luego por la acumulación de capitales en pocas manos, así como debido a la ausencia de consumo interno, precipitaría una galopante inflación que


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cogobernar con los conservadores, que inicialmente denunciaron el fraude electoral, intentó establecer un acuerdo con determinados sectores terrate­ nientes a fin de impulsar, en medio de la tranquilidad política necesaria, algunas definiciones a favor de las empresas transnacionales, de frenar el ascendente influjo, particularmente ideológico, de las fuerzas democráticas y de izquierda y de desarticular en el ejército cualquier cercanía de algunos de sus miembros con Vanguardia Socialista Revolucionaria y el PSE, todo lo afirmado en un contexto de represión a sus opositores. Más aún, Arroyo del Río definió su sumisión a los intereses geopolíti­ cos norteamericanos, en momentos de la conflagración de la segunda gue­ rra mundial, cuando les permitió que implantaran bases militares en Salinas y en las Islas Galápagos. El concepto de soberanía nacional jamás estuvo en la conciencia del régimen cuya preocupación, además, se orientó a manejar los recursos económicos en menoscabo de los requerimientos de cualquier política de orden social que los ecuatorianos demandaban. Séptimo Congreso del PSE A los pocos días de la posesión del régimen de Arroyo del Río, fue convocado el Séptimo Congreso del PSE, con la finalidad política de tratar sobre su participación electoral o no en las elecciones que para designar al nuevo Congreso de la República, debía ocurrir en 1941. Una vez más el Congreso PSE se reuniría, a más de la circunstancia de dar cumplimiento a la disposición estatutaria de convocarse anualmente, para abordar sobre asuntos de la política de coyuntura electoral, asunto que en este Vll Congreso fue materia de debate, todavía incipiente, provocado por algunos de sus delgados, particularmente por José Alfredo Llerena, Manuel Agustín Aguirre, Alberto Mora y el joven dirigente Plutarco Naranjo. En efecto, entre el viernes 17 y el 25 de noviembre de 1940 se reunió el Vll Congreso al mismo que concurrieron como delegados por cada uno de los núcleos socialistas provinciales138: por Carchi, Efraín Oña, Diógenes afectó a los sectores más vulnerables, y mayoritarios del país, al extremo de exacerbar la pobreza de inmensos sectores de compatriotas. 138 Algunos de los delegados provinciales pertenecían a los registros socialistas de la provincia de Pichincha y debido a que las reuniones del Vll Congreso Socialista, como en otros Con­ gresos similares, se prolongaron por algunos días, recibieron el encargo para que representa­ ran a las provincias ausentes, encargo que, además, fue tramitado por la directiva saliente del Partido en acuerdo con las autoridades del Congreso partidario. Esta práctica se usó en muchos de los iniciales Congresos del PSE, cuya tradición de sesionar por una semana gene­ ró las dificultades de representación que es de suponer.

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Paredes, Humberto Bustos, Juan Mera, Luis Romo Dávila y Genaro Fie­ rro; por Imbabura, Humberto García Ortiz, Pablo Duque y Luis F. Chá­ vez; por Pichincha, Jorge Icaza, José Alfredo Llerena, Juan Isaac Lovato y Jorge Reyes; por Cotopaxi, Leonardo Rivas, Cristóbal Cepeda, Manuel Gómez y Rafael Espinosa; por Tungurahua, Carlos Toro Navas, Plutarco Naranjo, Segundo Nieto, Rubén Silva y Luis Domínguez; por Chimborazo, Angel M. Paredes, Eduardo Santos, Miguel Cruz y Víctor Hugo Valencia; por Bolívar, Luis Alfonso Peñaherrera, Ramón Ulloa, Galo Irigoyen, Gon­ zalo González; por Azuay, Antonio José Borja y Eduardo Viteri; por Loja, Manuel Agustín Aguirre, Alberto Mora y Ezequiel Paladines; por Manabí, Alfredo Carrillo, Luis Sánchez y Arturo Torres; por Guayas, Carlos Pala­ cios y Jorge Enríquez; por Los Ríos, Julio Escudero, Miguel Toral y Nés­ tor Mogollón; por El Oro, Juan G. Jaramillo y Enrique Unda, por Esme­ raldas, Humberto Saa y Ricardo Cornejo. Fue designado Secretario General del Congreso Juan Isaac Lovato. Como había señalado en líneas precedentes, la discusión sobre la coyuntura electoral y sobre el hecho de participar o no en las elecciones de 1941, pro­ vocó que algunos dirigentes del PSE propusieran que había llegado el momento para abrir el debate en los Congresos del PSE sobre otros temas, tanto más que la situación de carácter internacional, conmovida a partir de la segunda guerra mundial, el desarrollo del fascismo en Europa y la recien­ te reelección del Presidente Roosevelt en Estado Unidos de Norte América, así lo demandaban, como lo exigía el requerimiento de comprender adecua­ damente las intenciones del ejército peruano que en agosto de 1940 ya había dado indicios de movilizar sus tropas hacia la frontera con el Ecuador. A partir de la circunstancia anotada, la reflexión sobre los aconteci­ mientos mundiales preocupó sustantivamente la reunión del Vll Congreso, asunto que también devino como resultado de las actividades del Partido Comunista del Ecuador que, en aquel período ­y como efecto de las deter­ minaciones de la Internacional Comunista­ había establecido en su agenda política la constitución de núcleos antifascistas y de estructuras que activa­ ran a favor de la paz, temas que ciertamente preocupaban la opinión públi­ ca del país y ante los cuales el PSE no había respondido adecuadamente pese a las insistencias del PC para actuar conjuntamente. Por ello, entre las resoluciones139 del PSE se estableció la necesidad de actuar activamente frente a la política mundial, orientando a la clase traba­ 139 Las resoluciones más importantes del Congreso Socialista fueron dadas a conocer por el dia­ rio El Comercio en la edición correspondiente al lunes 25 de noviembre de 1940.


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jadora sobre tales asuntos, tanto más que a pretexto del conflicto mundial se preveía un alineamiento del régimen a favor de los intereses, en todos los órdenes, de los EEUU. En lo atinente al proceso eleccionario del país, el PSE resolvió partici­ par en ellas y determinó la importancia de levantar una línea de oposición abierta al régimen de Arroyo del Río, no solo por haber llegado a la con­ dición de tal como producto del fraude, sino por constituir la expresión de intereses contrarios a los del pueblo ecuatoriano. Finalmente, el Vll Congreso del PSE constituyó su Consejo Central conforme el hábito, solamente no aplicado hasta entonces por Maldonado Estrada que prefirió un proceso previo de consulta y de pragmatismo en las designaciones, consistente en que las directivas provinciales debían nom­ brar a sus delegados, muchos de los cuales, a veces, no solían participar de una sola reunión del organismo máximo del partido por las dificultades para transportarse a las esporádicas citas del Consejo Central. Por este motivo, precisamente, debe comprenderse la razón para que anualmente se reuniera el Congreso del PSE que, en el fondo de los hechos, constituía una reunión ampliada del Consejo Central. El Vll Congreso nombró como Secretario General del PSE a Juan Isaac Lovato140, quien había tenido una destacada labor en el evento partidario y quien poseía ya una reconocida presencia en las filas socialistas. El año de 1941 se constituyó en uno de los años más trágicos para el país, pues, como ha podido demostrarse posteriormente, la invasión militar peruana que sufrió el Ecuador en aquel año, no solamente provino a con­ secuencia de los viejos e irresueltos conflictos limítrofes entre los dos paí­ ses andinos, sino, además, como efecto de los intereses petroleros en dis­ puta en la zona amazónica por parte de empresas norteamericanas. 140 Juan Isaac Lovato nació en Quito el 21 de septiembre de 1904. Estudió en la escuela del Cebollar. En 1925 se graduó de bachiller en el Colegio Nacional Mejía. Se doctoró en juris­ prudencia en la Universidad Central. Fue profesor y decano de la Facultad de Jurisprudencia y Rector de la Universidad Central del Ecuador. A más de la Secretaria General del PSE, car­ go que desempeñó en varias oportunidades, y de los diversos puestos de dirección que ocupó en el Partido Socialista, fue concejal de Quito, legislador, procurador de la Nación y vocal del Tri bunal Supremo Electoral. Dirigió el periódico La Tierra cuando dicha publicación se con­ virtió en órgano oficial del PSE y, además, cumplió funciones diplomáticas como Embajador del Ecuador en la Unión Soviética y en Polonia. Fue fundador y Vicepresidente de la Confe­ deración de Trabajadores del Ecuador. Siempre estuvo ligado a las luchas de los trabajadores y del pueblo y se mantuvo como militante del PSE hasta sus últimos días. Fue autor de una amplia bibliografía en el campo del derecho. Además fue articulista de varios diarios de cir­ culación en el país. En noviembre de 1998 fue nombrado Profesor Honorario de la Universi­ dad Andina Simón Bolívar de Quito. Falleció el 14 de enero de 2001.

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En este entorno, en los meses de julio de 1941 tropas peruanas invadie­ ron el territorio ecuatoriano, siendo la provincia de El Oro una de las más afectadas. Si bien no existían las condiciones militares para repeler adecua­ damente la agresión, ha quedado en evidencia que la conducta de Arroyo del Río al no cumplir ninguna acción de defensa del país, como el dotar de armas a la población, o poner en combate a las mejores tropas de las Fuer­ zas Armadas, el gobernante cuidó otros intereses en vez de precautelar la soberanía nacional. El presidente se preocupó, de un lado, de no armar a una sociedad civil que le comenzaba a ser adversa y, de otra parte, en impedir que al interior del ejército, donde existió un afluente importante por las ideas del socialis­ mo, hubiese un arsenal, por modesto que fuese, que pudiera ser utilizado en contra del sistema imperante al que en ese momento representaba el régimen liberal, con el cómplice apoyo de los conservadores. Mediante esta conducta de asfixiamiento y deterioro de la gestión mili­ tar en la guerra, perversamente el régimen y sus aliados fabricaron el des­ gaste y desprestigio de las Fuerzas Armadas en la opinión pública, con el objetivo de fracturar cualquier vínculo entre civiles y militares, como con­ trariamente había venido ocurriendo a finales de la década de los años treinta del siglo anterior, a propósito de la coincidencia que animó a estos dos sectores en la búsqueda de regímenes que pudiesen atender los múlti­ ples requerimientos sociales, con los cuales unos y otros se sentían com­ prometidos por la circunstancia de poseer, en un alto porcentaje, una simi­ lar pertenencia de clase social. Con los antecedentes expuestos se precipitó la firma del Tratado de Río de Janeiro que fue, además, aprobado por el Congreso Nacional, el mismo que con absoluta mayoría liberal se hallaba integrado a partir de las elec­ ciones realizadas entre el 12 y 13 de mayo de 1941, conforme la convoca­ toria que para tal efecto se hizo pública el 11 de abril de ese año. En relación a las elecciones referidas, no obstante la decisión del Vll Congreso del PSE de participar en ellas, el Comité Ejecutivo del Socialis­ mo dudó sobre la pertinencia de participar electoralmente, pues la maqui­ naria del gobierno demostró su disposición para que el Congreso Nacional fuese conformada con sus aliados para lo cual evidenció su disposición de que no escatimaría el uso de todos los recursos necesarios para que ello ocurriera. Esta realidad, valorada en la dirección del PSE adecuadamente, provo­ có que el martes 25 de marzo en sesión del CEN se dejara en suspenso la circunstancia de que el Socialismo presentara sus candidaturas al Congreso


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Nacional, abriéndose en las filas del PSE un intenso debate sobre esta materia, tanto más que algunas precandidaturas comenzaron a surgir en las diversas provincias del país, como fue el caso del núcleo socialista de Imbabura que postuló a Jaime Chávez, a Humberto García y Ricardo Cor­ nejo. Igual circunstancia ocurrió con el socialismo del Carchi, que sugirió los nombres de Fernando López y Hernán Yépez. Tan solo el 3 de mayo, a instancias del Secretario General Juan Isaac Lovato, el socialismo reiteró su presencia en la lid electoral, a pesar de la comprensión de que el resultado no le sería favorable. En la fecha en refe­ rencia el CEN estructuró las candidaturas que el PSE presentaría en el evento eleccionario que se hallaba a 10 días de su realización. No obstante las dificultades internas y externas, el resultado electoral para los socialistas, si se considera los niveles porcentuales obtenidos en el conjunto del país, no fueron tan desalentadores como se pensaba, más allá de que obtuvieron algunas suplencias en una lid electoral controlada por el régimen y en donde el fraude fue, una vez más, el instrumento de consoli­ dación del gobierno que, además, apeló ante la ciudadanía la necesidad de que el régimen tuviera un Congreso141 cercano a él para actuar, supuesta­ mente, al unísono frente a la agresión peruana que se hallaba en ciernes. En efecto, la invasión peruana venía ocurriendo a lo largo del año de 1941 y los meses de julio, agosto y septiembre, respecto de este tema, fueron muy complejos para el Ecuador. No olvidemos, por ejemplo, que el 29 de julio el Perú bombardeó y ocupó la provincia de El Oro, en tanto las provin­ cias orientales fueron hostigadas militarmente a partir del 22 de agosto. En este entorno, Juan Isaac Lovato tuvo una activa participación como Secretario General del PSE en la Junta Patriótica para la Defensa Nacional, la misma que a propósito de la invasión militar peruana se constituyó para presionar al régimen, acciones concertadas con los diversos espacios de la sociedad ecuatoriana que no pudieron efectivizarse por la conducta anodina del régimen frente al conflicto internacional. Frente a la realidad comentada y ante el sometimiento de la soberanía nacional, fue evidente que el gobierno mantuvo una postura de inactividad real, a pesar de las declaraciones públicas que Arroyo del Río hizo ante la agresión peruana. Esta circunstancia, que movilizó a la sociedad, así como el hecho de que luego de las elecciones para elegir el Congreso Nacional se constatara que el uso de las irregularidades electorales se habían consti­ 141 En el proceso electoral en referencia, el Partido Liberal obtuvo 28 de los 32 senadores y 41 de los 56 diputados.

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tuido en el mecanismo para apuntalar al régimen, confrontó al gobierno con amplios sectores sociales y políticos del Ecuador, frente a cuya cir­ cunstancia el régimen optó por la represión sistemática y dirigida, tanto más que el 22 de septiembre del propio año de 1941, a pretexto de la crisis fronteriza, asumió los plenos poderes. En este panorama, la oposición a Arroyo del Río comenzó a consolidarse y, dentro de ella, el PSE asumió un rol de enorme importancia. Octavo Congreso del Partido Socialista Alrededor de este complejo panorama fue convocado el Octavo Congre­ so del Partido Socialista, con la finalidad de tratar el tema del Plan de Defensa Nacional y de responder a la circunstancia concreta de los despla­ zamientos sociales que ocurrían desde la frontera sur hacia el resto del país, en medio de una situación de incertidumbre política y económica que afec­ tó la economía nacional y la vida de los ciudadanos. El Vlll Congreso del PSE142 se reunió el 5 de diciembre de 1941 en la ciudad de Quito y, en relación a todos los congresos anteriores, fue rápido y sus discusiones tuvieron como telón de fondo el conflicto proveniente de la invasión de los militares peruanos, al servicio de la oligarquía peruana y de los intereses de las transnacionales petroleras, sobre el territorio nacional, así como la instauración de una política antipopular desde el régi­ men arroísta que, mediante la represión, intentó acallar la conciencia nacio­ nal y esconder la crisis económica y social a la que había conducido. Por las razones del conflicto armado, algunas delegaciones provinciales no pudieron estar presentes en el Congreso del PSE, en el cual se trató con mucho rigor, especialmente desde la activa intervención de Manuel Agus­ tín Aguirre, el carácter de la guerra fronteriza y los intereses oligárquicos peruanos que se escondían detrás del conflicto armado. También fue motivo de análisis la situación internacional, en cuyo entorno la declaratoria de guerra de Japón a los Estados Unidos de Norte América y a Gran Bretaña fue uno de los asuntos de preocupación y refle­ xión del cónclave socialista. 142 Las fuentes de archivo referentes a este Congreso no han podido ser halladas, como tampoco se encontró información en los diarios de la época, todo esto debido a que la atención del país estuvo dirigida respecto de la situación ocurrida en la frontera sur del Ecuador. Debido a la explicación anterior, la recuperación de la poca información sobre este evento partidario ha procedido, fundamentalmente, de los documentos entregados para este trabajo por el Dr. Plutarco Naranjo Vargas, quien participó en el Vlll Congreso del PSE y cuyo testimonio, ade­ más, ha sido fundamental para conocer el entorno del referido Congreso.


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Las consecuencias sociales y económicas que se produjeron a consecuen­ cia de la invasión de las tropas peruanas al territorio nacional ecuatoriano, constituyeron uno de los ejes del debate partidario, pues la migración desde las zonas de las escaramuzas, así como el proceso de desplazamiento de miles de ecuatorianos desde las regiones fronterizas hacia el resto del país, trajeron consigo un drama social ante el cual el PSE, en este Congreso, intentó promover una variedad de iniciativas que palearan la crisis. En efecto, en el documento de las actividades partidarias de aquel perío­ do se estableció que el PSE debía movilizar a su estructura para alcanzar objetivos como los siguientes: – creación de boticas municipales – adjudicación de tierras a los refugiados de la guerra – creación de una caja de colonización agrícola – control de producción y de precios – promoción de salud y educación a los desplazados – concesión gratuita de servicios básicos a los afectados por la guerra – mejoramiento del sistema de ferrocarriles y pasajes diferenciados a la población. En suma, el Congreso del PSE formuló una serie de reivindicaciones a propósito de la situación coyuntural que vivía el país, mientras en lo polí­ tico determinó que era menester levantar una frontal oposición al régimen, para lo cual, además, dejó abierta la posibilidad de que el socialismo arti­ culara, o se sumara, a algunos acuerdos puntuales de oposición que, enton­ ces, ya venían germinándose en otras tiendas políticas. En lo orgánico, el Congreso del PSE insistió en la necesidad de estruc­ turar su organización interna, especialmente en las provincias de la costa. El Consejo Central fue constituido a partir de las designaciones que solían hacer las directivas provinciales socialistas y el Congreso eligió como Secretario General del Partido a Manuel Agustín Aguirre143. 143 Manuel Agustín Aguirre nació en la ciudad de Loja el 16 de julio de 1903. De origen humil­ de enfrentó sus primeros años en medio de una extrema pobreza, lo cual le permitió sensibi­ lizarse profundamente ante el drama humano de las dificultades y abrazar prontamente la ideas del socialismo. Formó parte del Centro Socialista La Vanguardia de Loja y fue un activo constructor del PSE en su provincia natal. Se trasladó a vivir definitivamente en Quito, don­ de había efectuado sus estudios de derecho, en 1935. Ejerció la cátedra de literatura en el colegio nacional “Mejía”, asignatura con la cual estuvo vinculado inicialmente por su pro­ fundo interés con el mundo de las letras, a las cuales dedicó su esfuerzo como poeta en sus años iniciales de juventud, actividad que, luego, abandonará por su interés en el estudio del marxismo y su aprehensión con el pensamiento mariateguista. Su vinculación en las filas del PSE fue activa, pues ocupó varios cargos de Dirección Provincial y Nacional antes de ser ele­

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El año de 1942 se inició para el país con la trágica circunstancia de que su territorio seguía ocupado por las tropas peruanas debido a lo cual, y con oportunidad de la reunión de la conferencia Interamericana en Río de Janei­ ro144, el 29 de enero el Ecuador, a través de su canciller, el conservador Julio Tobar Donoso, suscribió el Protocolo de Paz, Amistad y Límites por medio del cual resignó una importante parte de su territorio, protocolo que fue ratificado el primero de marzo por el Congreso de mayoría arroísta. A propósito de toda esta realidad, particularmente luego de la firma del Protocolo de Río de Janeiro, el PSE asumió públicamente una línea con­ frontacional con el régimen. Dicha conducta fue divulgada al país el 18 de febrero de 1942 mediante un manifiesto que llevó la firma del Secretario General del partido contra quien, desde entonces, se inició una persecución abierta, al punto que en estos meses, y en más de una oportunidad, debido a las órdenes de prisión que pesaban sobre Aguirre, Juan Isaac Lovato asu­ mió interinamente el encargo de la Secretaría General. En tanto aquello ocurría con Manuel Agustín Aguirre, por la misma circunstancia el dirigente del socialismo en la provincia Guayas, Angel Felicísimo Rojas, fue apresado y recluido en el penal García Moreno de Quito. Un sentimiento de frustración provocado a partir de la pérdida territo­ rial comenzó a emerger en la ciudadanía y, además, la circunstancia de un galopante deterioro de la economía, que no obstante haberse nutrido como efecto de las exportaciones habidas en plena segunda guerra mundial, no fue capaz de resolver problemas estructurales del país, sino de provocar el beneficio particular de los sectores del capital financiero, desencadenó en una confrontación abierta de los diversos sectores políticos y sociales en gido en el Vlll Congreso del PSE como su Secretario General, dignidad que la desempeñaría, también, en otras oportunidades. Fue uno de los actores importantes de las jornadas conoci­ das como “La Gloriosa” de mayo de 1944. A partir de los desencantos de las jornadas electorales y de su rigurosa formación cuestionó permanentemente las “¨desviaciones electo­ rales y de colaboracionismo del Partido” y a inicios de 1963 fundó el Partido Socialista Revolucionario, cuya corriente contribuyó en la década de los años ochenta al proceso de unificación del socialismo en el Ecuador, desde cuya militancia mantuvo enhiesta su figura militante y revolucionaria. Fue Presidente del Congreso Nacional, ex Vicepresidente de la Asamblea Nacional Constituyente, ex rector de la Universidad Central. En 1986 en la Prime­ ra Conferencia de la Coordinación Socialista Latinoamericana fue designado como uno de los Presidentes de Honor de la referida CSL. Autor de numerosos estudios, artículos y libros sobre política, marxismo, economía, realidad nacional e internacional y un convencido del internacionalismo. Hombre de extraordinaria erudición cuyo deceso ocurrió el 15 de octubre de 1992. 144 Asamblea Interamericana convocada y reunida exclusivamente para tratar sobre la agresión japonesa a los E.U. en la base de Pearl Harbor.


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contra de Arroyo del Río y su gobierno y la respuesta, cada vez más vio­ lenta, del régimen en contra de aquellos que, desde diversas vertientes políticas, lo cuestionaban. La represión del régimen, que para tal efecto fortaleció a la policía, denominada entonces como de los Carabineros, no amedrentó al pueblo y sus nacientes organizaciones. En efecto, en aquellos días se fundaron, aun­ que clandestinamente, varias expresiones sociales dispuestas a oponerse al régimen y, además, involucradas en la lucha militante antifascista a propó­ sito de los acontecimientos de la guerra mundial y sus repercusiones. De esta manera surgió la Asociación Femenina Ecuatoriana (AFE); los estudiantes constituyeron lo que pocos meses más tarde sería la Federación de Estudiantes Universitarios del Ecuador (FEUE) en cuya estructura la izquierda tuvo una notoria incidencia; los intelectuales se organizaron alre­ dedor de ALERE FLAMA; los trabajadores avanzaron en la construcción de un proyecto de organización sindical nacional; los campesinos e indíge­ nas de la sierra fundaron la Federación Ecuatoriana de Indios (FEI). En este proceso organizativo del pueblo los Partidos Socialista y Comu­ nista jugaron un rol de enorme trascendencia, influencia que luego se reproduciría en la constitución de los frentes políticas que habrían de luchar contra el arroísmo, cuya inicial actividad arrancó a finales de 1941 cuando algunos dirigentes políticos conservadores, liberales independientes del régimen y el Secretario General del PSE dieron a conocer, conjuntamente, su posición sobre el conflicto peruano y la situación nacional, en un comu­ nicado que lo suscribieron como Unión Nacional Ecuatoriana (UNE), fren­ te político que se desintegró en 1942. Paralelamente, la derecha política inició un proceso de agrupamiento para oponerse al régimen, tal el caso cuando Camilo Ponce Enríquez, polí­ tico conservador, quien junto a núcleos velasquistas y con algunos rezagos del bonifacismo, organizó el Frente Democrático Nacional, circunstancia que evidenció el nivel de descontento con Arroyo del Río proveniente de los más diversos sectores políticos del país. Así las cosas, tanto la izquierda como la derecha comenzaron a coinci­ dir en la necesidad de remplazar al régimen de turno, al punto que el 21 de octubre de 1942 se constituyó la Acción Patriótica Ecuatoriana con el obje­ tivo de defender los principios democráticos conculcados en el Ecuador. A tal espacio político concurrieron el PSE representado por Manuel Agustín Aguirre, el Movimiento de Reconstrucción Nacional expresado en Alfonso Zambrano, el Partido Conservador liderado por Jacinto Jijón y Caamaño y el Partido Liberal Independiente expresado en la figura de Modesto Larrea,

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frente político que tuvo corta duración debido a que el Partido Conserva­ dor, tempranamente, se separó de dicho frente aludiendo que no podía coincidir con las expectativas, especialmente, del PSE. En tanto se sucedían estos hechos políticos, el PSE, concomitantemente a su línea frontal de oposición al régimen, trabajó en la perspectiva de for­ talecer su organización interna. En Pichincha aquello se volvió necesario, pues muchos de sus dirigentes o se hallaban perseguidos o cumplían encar­ gos políticos partidarios de otra naturaleza, lo cual disminuyó la acostum­ brada actividad del núcleo militante de esta provincia. En virtud de lo anterior, luego de una campaña de afiliaciones y de la propaganda debida, se constituyó el nuevo directorio provincial el domingo 7 de junio de 1942, entre cuyos miembros de dirección se incorporaron José Borja, Ezequiel Paladines, Alfonso Calderón, Eliécer Irigoyen, Pablo Duque, José Maldo­ nado, Hugo Carrera Andrade, Rubén Silva y José Martínez. La directiva socialista de Pichincha, como las del resto del Ecuador, tuvo que enfrentar en aquellos días el proceso de participación electoral para elegir los concejales de los diversos cantones del país. El proceso electoral se llevó a efecto el 1 de noviembre de 1942 con pésimos resulta­ dos para el PSE. Básteme decir que en Quito los candidatos Pablo Duque, Alfonso Calderón, Manuel Guerrero y Hugo Carrera Andrade, de los registros socialistas, fueron ampliamente derrotados. Noveno Congreso del Partido Socialista Ecuatoriano Alrededor de las circunstancias descritas, fue convocado el Noveno Congreso del Partido Socialista Ecuatoriano, urgido en analizar la situación coyuntural y contribuir acertadamente en la dirección política de un movi­ miento nacional que respondiera a la situación de crisis a la que había sido conducida la patria. Con la finalidad de promover la realización del IX Congreso fue desig­ nada una comisión que visitó, particularmente, las provincias centrales del país y que se contactó con otras regiones del Ecuador en la perspectiva de incentivar la actividad partidaria alrededor del Congreso Socialista. Dicha comisión la conformaron Antonio José Borja, Plutarco Naranjo y Víctor Zúñiga. La comisión organizadora del IX Congreso del PSE la conformaron, por encargo del CEN del partido, Ezequiel Paladines, Alfonso Calderón, Hugo Carrera Andrade, Isaac Santos y Eduardo Núñez.


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El referido Congreso Socialista se reunió el 15 de noviembre de 1942 en la ciudad de Quito y sesionó hasta el martes 24 del mismo mes y año. Fueron delegados145 al Congreso: por Carchi, Alfonso Gavilanes y Azael Ovando; por Imbabura, Luis Tafur y Ricardo Vinueza; por Pichin­ cha, Leonardo Muñoz y Alfonso Calderón; por Cotopaxi, Rafael Navas y José Poveda; por Tungurahua, Rubén Silva y José Martínez; por Bolívar, Ramón Ulloa y Luis Peñaherrera; por Chimborazo, Miguel Dávila, Alfre­ do Gómez y Gonzalo Oleas; por Cañar, Antonio José Borja y Jorge Reyes; por Loja, Manuel Mora y Juan Genaro Jaramillo; por Azuay, Luis Andra­ de y Jaime Sánchez; por Esmeraldas, Ezequiel Paladines y Eliécer Irigo­ yen; por Manabí, Pablo Duque y Eduardo Muñoz; por Los Ríos, Miguel Viteri, Juan Espín y Bolívar Bolaños; por Guayas, Alejandro Herrería y Andrés Mora y por El Oro, Ricardo Cornejo y Hugo Carrera Andrade. Fue designado Secretario General del IX Congreso del PSE Gonzalo Oleas, mientras que la Secretaría de Actas la ocupó Luis F. Andrade y como Secretario de Comunicaciones actuó Ricardo Vinueza. Los debates146 del IX Congreso, una vez más, se centraron alrededor de los temas de coyuntura, especialmente sobre la caracterización del régimen y a partir de esta circunstancia, sobre las alianzas de oposición que debían organizarse. También fue motivo de debate la circunstancia de resolver la participación o no del PSE en el próximo proceso electoral mediante el cual se debía designar a los nuevos miembros del Congreso Nacional. El conflicto de la segunda guerra mundial ocupó parte del tiempo de las sesiones de los socialistas, así como muchas de las horas del cónclave del PSE fueron destinadas a analizar sobre el rol de los núcleos antifascistas que podían constituirse en el país. En este contexto el PSE resolvió exigir al régimen el que se reanudara, a la brevedad posible, las relaciones diplo­ máticas con la Unión Soviética. Sin embargo, en el tema organizativo, y por ello en lo estatutario, este congreso no avanzó en mucho, tan así que se acordó que estas acciones 145 Como en otras oportunidades, los delegados al Congreso del PSE no siempre fueron repre­ sentantes oriundos de cada una de la provincias concurrentes al evento partidario, sino mili­ tantes, especialmente afincados en Quito, a quienes la dirección del partido, a veces en consulta con las direcciones provinciales del PSE, encargaban una particular representación provincial socialista al Congreso. 146 El IX Congreso del PSE no tuvo un perfil público importante, empero, muchas de sus deli­ beraciones y resoluciones fueron recogidas en las publicaciones del diario El Comercio de los días 23 y 24 de noviembre de 1942, a partir de cuya información ha sido posible configurar el contenido de estos párrafos.

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fuesen dirigidas por la nueva directiva partidaria, sobre la base de que era menester avanzar en un proceso de estructuración partidaria debido a la situación nacional y al compromiso del partido con las causas del pueblo. Esta realidad deja entrever, claramente, que el ascendiente del PSE en la sociedad estuvo dada, fundamentalmente, en su accionar político conforme los requerimientos de la comunidad antes que como resultado del trabajo de una estructura vertebrada de forma adecuada, y que su convocatoria militante recaía, especialmente, en Quito, Guayaquil, Loja y Cuenca. Por ello el tema organizativo del PSE fue dejado como una tarea a la nueva dirección del partido, la misma que una vez más estuvo encabezada por Manuel Agustín Aguirre, quien fue reelecto como Secretario General del PSE al mismo que, además, se le expresó su solidaridad por su activi­ dad y se le encargó que propiciara, luego de las consultas pertinentes, la redacción de una plataforma política para el período. A propósito de la elección de los nuevos diputados y senadores al Con­ greso Nacional, y una vez que el tema de la participación electoral en el Congreso Socialista no fue resuelto de manera definitiva, algunas directivas socialistas de las provincias comenzaron a sugerir los nombres de los posi­ bles candidatos. Desde la directiva socialista de Pichincha, en el mes de febrero de 1943, se propuso, al CEN del partido, las candidaturas a sena­ dores de Juan Genaro Jaramillo y José Feliciano Pazmiño, en tanto a dipu­ tados se candidatizaron a Juan Isaac Lovato, Leonardo Chiriboga, Alfonso Calderón y Gonzalo Oleas. Precisamente para resolver el escogimiento de los candidaturas, la Dirección Nacional del PSE, convocó, para el mes de marzo, la realización de asambleas ampliadas, cuya finalidad fue la de definir los cuadros elec­ torales, asunto que, una vez más, dinamizó la vida interna del PSE. Cuando el panorama electoral del país avanzaba aceleradamente, se produjo un hecho de enorme significación: el 18 de marzo de 1943 se rea­ lizó el Congreso Obrero Nacional, en cuya organización el PSE puso mucho empeño y dedicación. El gobierno, por su parte, propició diversos mecanismos para dividir a tal congreso y enfrentar, desde adentro, a los concurrentes, lo cual devino en una disputa interna que evidenció la exis­ tencia de un núcleo que, a pretexto de tratar solamente los temas de la organización obrera, pretendió dejar de lado el examen sobre la conducta del régimen, mientras el sector mayoritario, en el cual se destacaron algu­ nos militantes socialistas, provocaron una abierta acusación a Arroyo del Río por la conducción nefasta de su régimen.


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Esta circunstancia fue el antecedente para que el régimen arroísta inter­ viniera abiertamente en la realización del mentado Congreso y, a pretexto de cuidar el orden e impedir la “infiltración política”, promoviera la diso­ lución de tal evento. La realidad descrita determinó que de inmediato las cabezas visibles de tales acusaciones fueran detenidos y sometidos a prisión, como fue el caso de los dirigentes socialistas Juan Isaac Lovato y Ezequiel Paladines.147 Frente a esta realidad, el PSE protestó enérgicamente y, como rechazo a la persecución de la que fueron objeto prominentes militantes, desistió de par­ ticipar en el proceso electoral. En tanto se sucedieron estos acontecimientos, en las diversas ciudades del país la oposición al régimen se volvió más evidente. Dicha oposición, al mismo tiempo, expresó la heterogeneidad de intereses y procedencia, pues en ella se identificaron “grandes terratenientes, clericales de derecha, intelectuales liberales, estudiantes de todas las tendencias, trabajadores, socialistas y comunistas.”148 No obstante, la importante organización de la que se dotaron los traba­ jadores y los estudiantes universitarios, así como la vigorosa presencia de la izquierda en las jornadas de confrontación al régimen, contribuyeron para que la oposición no avanzara, exclusivamente, por un andarivel que pudo haber potenciado solamente los intereses de las fracciones de los sec­ tores dominantes del país, expresados en el Frente Democrático Nacional y en el Partido Conservador, los mismos que pretendieron suplantar al gobierno por otro que respondiera a sus intereses, aprovechándose del sen­ timiento popular de descontento frente al arroísmo, ante cuya circunstancia la izquierda buscó generar un contrapeso que evitara tales pretensiones. Bajo la premisa sustantiva de que era menester ganar las elecciones de 1944 y poner en marcha una plataforma programática mínima con un gobierno de “salvación nacional”, se constituyó en Guayaquil, el 13 de julio de 1943, la Alianza Democrática Ecuatoriana, ADE, cuyo manifiesto inicial lo suscribieron los socialistas junto al llamado Partido Liberal Inde­ pendiente, al Partido Conservador y al Frente Democrático Nacional. Lue­ go se adhirieron a ADE Vanguardia Socialista Revolucionaria y el Partido Comunista que, no obstante haber impulsado esta iniciativa, hubo sectores de derecha que pretendieron marginarlo, en medio del reclamo airado del 147 En Guayaquil, de otra parte, fue detenido el dirigente comunista Pedro Saad. 148 Rafael Quintero, “La crisis Nacional de 1944” en: 28 de Mayo y Fundación de la CTE, Corpo­ ración Editora Nacional, INFOC, INIESEC, Quito, 1984, p. 63.

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dirigente socialista Aguirre. Posteriormente, ADE iría constituyéndose en las diversas provincias del país. En Quito, en la Alianza Democrática Ecuatoriana, participaron otros sectores a los que inicialmente se coaligaron en Guayaquil, como ARNE, Acción Revolucionaria Nacional Ecuatoriana, organización nacida bajo la tutela del fascismo que se opuso a la integración del Partido Comunista, asunto que no prosperó pero que contribuyó a la posterior evolución de los acontecimientos. Manuel Agustín Aguirre, en aquellos momentos de la constitución de ADE fue el Secretario General del PSE y quien diría, luego, respecto de este frente político: A los terratenientes y burgueses enrolados en los partidos Conservador, Liberal Independiente149 y Frente Democrático Nacional, que carecían de las fuerzas necesarias para derrocar a la fracción comercial­financiera arroísta en el poder, no les quedaba otra alternativa que aliarse con los partidos de izquierda, que vanguardizaban a las clases subalternas, obreros, campesinos, pequeña burgue­ sía, para utilizarlas en su lucha fraccional por una parte, y, por otra, controlar desde dentro el movimiento revolucionario que se dibujaba en el horizonte. De ahí nacieron los anhelos de unidad nacional para la defensa de la democracia y la reconstrucción del país, que se cristalizaron en la Alianza Democrática Ecua­ toriana.150

El problema más difícil para ADE parecía radicar en la selección de un candidato presidencial que unificara a tan amplio frente político, en todo caso los elementos programáticos y la plataforma de acción de ADE también se constituyeron, ­mientras se los elaboraba­ en factores de fricción entre los partidos constituyentes de la Alianza Democrática Ecuatoriana. Finalmente ADE dio a conocer su plataforma mínima que puede ser resumida151 en: 1. Establecimiento de una verdadera democracia que tenga como base la voluntad popular, expresada libremente por el sufragio popular. 2. Organización de la economía ecuatoriana de acuerdo con las necesida­ des vitales del país y de las circunstancias impuestas por la guerra y la post­guerra. 149 Se llamaron Liberales Independientes algunas fracciones del Liberalismo, que se estructura­ ron en algunos sitios del país, y que cuestionaron, luego de algún tiempo, al gobierno de Arroyo del Río, particularmente cuando este impuso en el partido Liberal las candidaturas de quienes serían, posteriormente, miembros del Congreso Nacional electo en 1941. 150 Manuel Agustín Aguirre, “Breves memorias sobre la Revolución del 28 de mayo de 1944” en El 28 de Mayo de 1944, Testimonio, Imprenta de la Universidad de Guayaquil, Guayaquil, 1984, p. 218 151 Rafael Quintero, “La Crisis Nacional de 1944”: op. cit., p. 68


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3. Elevación del nivel económico y moral de las clases trabajadoras del país. 4. Intensificación de la enseñanza, especialmente de la primaria y rural. 5. Instrucción técnica, moralización y vigorización de las instituciones armadas nacionales, convirtiéndolas en fuerzas democráticas, capaces de defender con eficiencia la soberanía nacional y nuestro prestigio internacional, así como cooperar a la defensa continental contra el tota­ litarismo. 6. Robustecimiento de la personalidad internacional del Ecuador e intensi­ ficación de sus relaciones con los demás Estados americanos en afán de confraternidad y comprensión; y 7. Firme apoyo a las naciones unidas en su lucha por la democracia, cola­ boración efectiva en la defensa continental, represión directa de todas las actividades nazifascistas y generalmente antidemocráticas que ponen en peligro a la nación y al continente.

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Otros sectores universitarios, en donde incluso hubo militantes socialis­ tas que propiciarían meses más tarde la fundación153 de la Federación de Estudiantes Universitarios del Ecuador, FEUE, y que por lo tanto tenían plena conciencia de la importancia del movimiento estudiantil universita­ rio, asumieron que Velasco, a pesar de su pasado reciente, podía consti­ tuirse en un factor de salida en la crisis del país, tanto más que había expuesto puntos de vista coincidentes con el movimiento universitario y con los sectores progresistas del Ecuador. Sobre los sucesos que impulsaron el apoyo estudiantil universitario a favor de Velasco Ibarra, el prestigioso académico Plutarco Naranjo, testigo y actor de dicho proceso en su condición de dirigente estudiantil socialista, afirma:154 Para los estudiantes universitarios la figura de Velasco Ibarra se nos presentó como la de un hombre indispensable. Habíamos iniciado ya algún contacto epis­ tolar con Velasco, quien se encontraba en Santiago de Chile, en donde ejercía una cátedra universitaria. Más tarde viajaron dos de nuestros dirigentes, Guiller­ mo Lasso y Alejandro Segovia, para entrevistarse personalmente con él. Los acompañé hasta la estación del ferrocarril, en donde nos despedimos. Cada carta de Velasco Ibarra, cada uno de sus mensajes escritos o de palabra viva, constituían para nosotros un gran estímulo, una esperanza de mejores días para la patria. Llegamos a la conclusión unánime que ante la lentitud con la que se movían los partidos políticos, todos adversos al gobierno de Arroyo del Río, teníamos que nosotros, los estudiantes universitarios del Ecuador, lanzar la can­ didatura de Velasco Ibarra. Así lo hicimos en un manifiesto público que suscri­ bimos todos los dirigentes. La candidatura de Velasco quedó lanzada oficial­ mente por el sector estudiantil. En un primer momento no contó con el respal­ do declarado de los partidos políticos. El pueblo, en cambio, lo acogió en forma calurosa; estudiantes y pueblo constituimos una fuerza arrolladora.

Alrededor de las propuestas resumidas en líneas precedentes, emergió ADE en cuyo entorno se comenzó a hablar respecto de quien levantaría, electoralmente, las banderas de tal coalición. Tanto el FDN como el Parti­ do Comunista miraban con simpatía la posible candidatura de Velasco Iba­ rra. Los Conservadores se oponían a dicha candidatura y el socialismo aún sufría las consecuencias de la persecución que Velasco propició en su con­ tra en la primera Presidencia de la República. Precisamente debido a que Velasco Ibarra y sus seguidores del entorno más íntimo ya habían percibido cual sería la conducta de los partidos políti­ cos respecto de una posible candidatura suya, el propio Velasco inició una serie de contactos con dirigentes universitarios de izquierda para impulsar desde este espacio un acercamiento adecuado que le permitiera enraizar su candidatura presidencial por la cual había resuelto luchar152. Tales conversa­ ciones fueron desarrolladas con Pedro Jorge Vera y con su hermano Alfredo, ambos militantes comunistas, quienes tuvieron, entonces, una importante incidencia entre algunos sectores universitarios, los cuales comenzaron a movilizarse a partir de una visión coyuntural que pregonaba que Velasco había sido víctima de un fraude y que habiendo logrado una labor adminis­ trativa eficiente en su primer período, bien podría, con el apoyo de todos, desarrollar una administración importante, tanto más que estaba dispuesto a reunirse y a escuchar la voz y la razón de los jóvenes de la patria.

En efecto, el manifiesto de los estudiantes universitarios al que se refie­ re Naranjo circuló el 31 de julio de 1943. Empero, ADE no se pronunció sobre dicha candidatura pues habían convenido que cualquier decisión en tal sentido la asumiría de manera unánime. Lo evidente, entonces, fue que el socialismo y los conservadores no estuvieron de acuerdo con la candida­ tura de Velasco Ibarra, la misma que se oficializó cuando el propio Velas­ co contestó a los universitarios que terciaría electoralmente una vez que ellos así lo habían pedido, más allá de que la propia ADE le solicitara a

152 Robert Norris, El Gran Ausente, Biografía de Velasco Ibarra, tomo 1, Ediciones Libri Mundi, Quito, 2.004, p 287.

153 Entre aquellos jóvenes socialistas fundadores, en diciembre de 1944, de la Federación de Estudiantes Universitarios del Ecuador, FEUE, estuvo Plutarco Naranjo Vargas. 154 Plutarco Naranjo, El 28 de Mayo de 1944, op. cit., p. 263.


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Velasco que retirara su candidatura, como paso previo para establecer un acuerdo político­electoral en dicho frente político, asunto al que se negó el mentado precandidato presidencial. Cuando las cosas corrían por el andarivel que he señalado en este tra­ bajo y una vez que algunos prestigiosos dirigentes del socialismo, como Benjamín Carrión155, habían plegado a la causa electoral de Velasco Ibarra, el CEN del PSE convocó a reunión de su X congreso. Décimo Congreso del PSE Se efectuó en Quito desde el lunes 15 hasta el sábado 20 de noviembre de 1943 en medio de una enorme expectativa debido a la circunstancia de que dicho evento partidario podría asumir la resolución sobre el apoyo o no a la candidatura de Velasco Ibarra, así como debía analizar su presencia en ADE. Con la antelación debida, los núcleos socialistas provinciales establecie­ ron sus delegaciones al X Congreso, el mismo que se constituyó de la manera siguiente: por Carchi, Clímaco Bastidas y César Grijalva; por Imbabura, como delegados principales Luis Enríquez y Jorge Dueñas. En condición de suplentes concurrieron Rafael Larrea y Jaime Chávez; por Pichincha, principales fueron Angel M. Paredes y Miguel Angel Guzmán, en tanto la representación de suplentes la tuvieron Guillermo Lasso y Miguel Pazmiño; por Chimborazo, Pompeyo Montalvo y Alfredo Gómez cumplieron la representación de principales y Eduardo Santos y Hugo Valencia fueron suplentes; por Guayas, Angel Felicísimo Rojas fue dele­ gado principal, Jorge Reynolds y Hugo Briones asistieron como suplentes; por Bolívar, Carlos Olmedo y Gonzalo González; por Tungurahua, Segun­ do Naranjo, Carlos Calero y Plutarco Naranjo; por Azuay, Luis Maldona­ do y Jorge Reyes; por Manabí, Isaac Santos y Eliécer Irigoyen.156 155 En la edición del diario El Comercio, del día domingo 12 de septiembre de 1943 se dio a cono­ cer que se había constituido el Comité Central Electoral pro la candidatura del Dr. Velasco. El Comité estuvo presidido por Benjamín Carrión, José María Plaza y Camilo Ponce. Como Vice­ presidentes del referido Comité actuaron Primitivo Barreto, Amable Páez y Juan José León. 156 La nómina de los delegados a la sesión inaugural se publicó en el diario El Comercio en la edición del día sábado 13 de noviembre de 1943, cuando las sesiones preparatorias de dicho Congreso comenzaron ha desarrollarse en la casa del partido. Fotografía: X Congreso del PSE. 1943. Aparecen, en la segunda fila, de izquierda a derecha: quin­ to: Carlos Cueva Tamariz. Última fila, primero: César Silva; segundo: Gonzalo González; tercero: Eliécer Irigoyen; sexto: Plutarco Naranjo; séptimo: Angel Felicísimo Rojas (Secretario General del Congreso); undécimo: Gonzalo Oleas; penúltimo: Rubén Silva. Foto tomada en la Casa del Obre­ ro, calle Manabí y Flores.


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Los asuntos que debía abordar el X Congreso explican por sí solos la importante concurrencia de delegados y la circunstancia de que dos días antes de instalarse el referido cónclave, la Secretaría General del PSE pro­ moviera una serie de reuniones preparatorias a fin de facilitar el desenvol­ vimiento del congreso. El X Congreso del PSE157 se instaló, como queda dicho, el 15 de noviembre, fecha en la cual fue designado como director de la sesión inau­ gural Angel M. Paredes. Por su parte Angel Felicísimo Rojas fue nombra­ do Secretario General del Congreso, Carlos Olmedo y Alejandro Sánchez fueron designados Secretario de Actas, en tanto que Ezequiel Paladines asumió la Secretaría de Comunicación. El propio 15 de noviembre, Manuel Agustín Aguirre leyó su informe en el que dio cuenta exhaustiva sobre los acontecimientos políticos y sobre la circunstancia de la presencia del PSE en ADE. El miércoles 17 de noviembre se realizó la segunda sesión del Congre­ so, la misma que estuvo presidida por César Silva. En dicha sesión se nombraron distintas comisiones especializadas para que analizaran el infor­ me del Secretario General, establecieran una aproximación sobre la reali­ dad internacional y estudiaran una posible formulación de reformas de los estatutos. Obviamente, el tema político nacional y los asuntos referentes a la con­ formación de ADE, constituyeron los problemas de mayor atención del Congreso del PSE, el mismo que ratificó su pertenencia a la Alianza Democrática Ecuatoriana y su oposición frontal al régimen. Sobre el tema referente al escogimiento de una candidatura presidencial, el Congreso entregó a la nueva dirección socialista la responsabilidad de que tal candi­ datura deberá responder a los anhelos de cambio del pueblo ecuatoriano en el marco de una línea de acción programática de izquierda158. En la cuarta sesión del X Congreso del PSE, cuando dicha reunión estu­ vo dirigida por Benjamín Carrión, se suscitó un hecho importante que demostró que al interior del partido comenzaba a evidenciarse un nivel de aceptación a la posible candidatura de Velasco Ibarra. En efecto, en la refe­ rida sesión Benjamín Carrión posibilitó que el Comité Central Electoral pro 157 La importante información que he podido acumular sobre el X Congreso del PSE provienen, a más de la información de archivo de prensa, del relato que sobre tal evento me hiciera el Doctor Plutarco Naranjo, delegado por Tungurahua al Congreso Socialista y de la importan­ te documentación existente en su archivo que, en un gesto de desprendimiento, me entrega­ ra el día 12 de enero de 2006. 158 Conforme la información dada al autor de este trabajo por Plutarco Naranjo.

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la candidatura presidencial de Velasco llegara hasta el evento mismo del PSE e interviniera ante los delegados al Congreso del PSE no solo para saludarlos con oportunidad de su reunión, sino para exhortarlos, en la necesidad de levantar una sola candidatura presidencial que acabara con los fraudes electorales y que permitiera el desarrollo de una democracia en cuyo entorno se podrían vigorizar las organizaciones doctrinarias como el socialismo ecuatoriano. Así las cosas, el Congreso Socialista designó los delegados a ADE, comisión que debía estar presidida por el nuevo Secretario General que se eligiera y, de otro lado, constituyó un movimiento antitotalitario, cuyo eje central de acción se refería a luchar en contra de las políticas internaciona­ les fascistas que comenzaban a acechar, inclusive, la actividad política en el país. Finalmente, por unanimidad, fue designado, una vez más, Manuel Agustín Aguirre como Secretario General del Partido Socialista Ecuatoria­ no, quien de esta manera inició su tercer mandato consecutivo frente a la dirección socialista.

Foto página siguiente: Congreso Fundacional de la Juventud Socialista. Enero de 1947. Primera fila, sentados de izquierda a derecha: primero, N. Flor; tercero, Gonzalo Karolis; cuarto (en el centro) Plutarco Naranjo V. Presidente del Primer Congreso de la JSE. Segunda fila, segundo de derecha a izquierda: Rafael García Velasco; tercera fila, de izquierda a derecha: primero, Martín Manosalvas; tercero, Jorge W. Cevallos Salas; séptimo, Francisco Jaramillo Dávila; octavo, Gabriel Secaira; última fila, de izquierda a derecha: primero, Fabián Jaramillo Dávila; segundo, Miguel Angel Cevallos Hidrovo.


CINCO

El Socialismo Ecuatoriano: entre la Gloriosa de mayo de 1944, el segundo velasquismo, el desencanto y la persecución

El año de 1944 se inició con la decidida movilización estudiantil univer­ sitaria a favor de Velasco y en contra de Arroyo del Río a propósito de conmemorarse en esos día el segundo aniversario del llamado Protocolo de Río de Janeiro. Con esa oportunidad, entre otras, hubo movilizaciones estudiantiles relámpago, movilizaciones muchas de ellas impulsadas por la naciente Juventud Socialista Ecuatoriana, que en estas acciones comenzó a estructurarse y que más tarde sería fundada159 por mí junto con otros compañeros. Las movilizaciones cada vez fueron más numerosas e intensas y tenían el apoyo del pueblo. No obstante fui detenido por la gendarmería de Arroyo y trasladado a la calle Mideros y Cuenca. Ciertamente me llevaron previo un pedido comedido de que acompaña­ ra a uno de los oficiales de policía. Cuando estuve en el centro de policía me informaron que estaba preso. Poco a poco fueron llegando otros estudiantes detenidos y entre ellos llegó un ciudadano que tenía unas copas demás y que se pasó toda la noche vociferando contra Arroyo del Río. A este sujeto le dieron una paliza indescriptible. Supe luego que se trataba del famoso quiteño apodado el terrible Martínez. Comento este asunto debido a que es imprescindible que se conozca que a inicios del año de 1944, era imparable en la conciencia del pue­ blo, por un lado la lucha contra el gobierno y, de otra parte, que era indispen­ sable impulsar la candidatura de Velasco, más allá de cualquier decisión electo­ ral que pudiesen asumir los partidos políticos.160

La versión de Plutarco Naranjo, de alguna manera, describe el entorno de la situación política a inicios de 1944, realidad respecto de la cual estuvo 159 El 30 de enero de 1947 se efectuó el Primer Congreso de la Juventud Socialista Ecuatoriana, el mismo que se inauguró en el Teatro Nacional Sucre. Los orígenes de la JSE fueron las movili­ zaciones antiarroístas en 1944 y, luego, la lucha en contra de la dictadura Velasquista proclama­ da en 1946. Artífice de la organización juvenil socialista fue Plutarco Naranjo, quien presidió el Primer Congreso Constitutivo de la JSE. 160 Testimonio tomado de la entrevista a Plutarco Naranjo realizada, por el autor de este trabajo, el 12 de enero del 2.006.


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perfectamente enterado Velasco Ibarra, quien para facilitar sus contactos con los diversos grupos que pudieran apoyarlo optó por trasladarse en el mes de febrero de 1944 desde Chile a Colombia, viaje efectuado con la ayuda económica de algunos partidarios suyos, todo ello en medio de un importante fervor de quienes ya venían impulsando su candidatura. Este golpe de timón político perpetrado por Velasco fue decisivo, pues no solo constituyó una respuesta hábil del precandidato cuando fue impedi­ do, desde el gobierno, que regresara al país, sino porque también obligó a los partidos políticos a que asumieran, de una vez por todas, una postura clara frente al tema electoral, particularmente alrededor de su candidatura, circunstancia que, además, contribuyó para que algunos sectores del ejérci­ to, aquellos que se habían sentido maltratados por la conducta de Arroyo frente al conflicto territorial, iniciaran, asimismo, una línea conspirativa contra Arroyo del Río y de acercamiento con Velasco. Alrededor de estas vicisitudes se constituyó el buró político de ADE, del que formó parte el Secretario General del PSE Manuel Agustín Aguirre, el mismo que resolvió entrevistarse con Velasco en Ipiales. Tal entrevista cor­ porativa, estuvo precedida de una reunión entre Aguirre y Velasco respecto de la cual diría Aguirre: Le hice un sucinto panorama de la situación del Ecuador y las fuerzas en lucha, insistiendo un tanto en la situación económica… El doctor Velasco me escuchó con atención y luego me dijo: doctor Aguirre, usted es todavía joven y no sabe que para gobernar no se requiere ni de planes, ni programas. La intuición, la intuición es la que lo guía a uno de aquí para allá y más allá. Tengo que confesar que mi desilusión fue total. Era un hombre de derecha y no encontré nada de aquello que alguna vez, con cálculo oportunista, dijera, mi alma está a la izquierda.161

Empero, el desplazamiento del buró político de ADE a Ipiales, produci­ do en el mes de marzo, y la entrevista sostenida con Velasco, antes que poner condiciones programáticas o políticas del referido frente al político exiliado, sirvió de promoción al posible candidato y de entusiasmo en las estructuras de ADE, así como en importantes sectores del país, que perci­ bieron al encuentro como un mecanismo que selló un compromiso político­ electoral, antes que cualquier otra cosa, más allá de que en las filas del PSE se había producido un desconcierto total a propósito del informe que Agui­ rre dio al CEN del PSE sobre la conversación con Velasco.

161 Manuel Agustín Aguirre, op. cit., p 222.

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Sobre esta situación dice Aguirre: Las cosas habían ido demasiado lejos y no se podía volver atrás. La única posi­ bilidad salvadora era la de enraizarse en el movimiento de masas, acentuar la organización de los comités, aunque no con intención electorera, sino más bien insurreccional, ya que en el partido nadie pensaba en el triunfo electoral frente al seguro fraude del candidato oficial. Había que tomar mayores contactos con los militares jóvenes, tocados con cierta conciencia social, que se decían o que a veces eran socialistas.162

La candidatura oficial que había resuelto impulsar el Partido Liberal, o mejor dicho el arroísmo, y a la que hace referencia Aguirre, fue la Miguel Angel Albornoz, Presidente del Senado, candidatura que comenzó a ser diez­ mada por la oposición y por un sentimiento popular de rechazo a todo lo que provenía desde las esferas gubernamentales, debido a lo cual el razonamien­ to de que solo un fraude podría garantizar la continuidad de los grupos eco­ nómicos enquistados en el gobierno, se constituyó en un susurro que poco a poco creció entre los ecuatorianos que, a contrapelo, arreciaron en la con­ vicción de impedir que Velasco fuese arrebatado nuevamente del triunfo. De esta manera la candidatura de Velasco se volvió imparable a tal pun­ to que el PSE resolvió,163 en medio de los reparos y del escepticismo de algunos de sus militantes, considerar a tal candidatura como una opción objetiva frente a las circunstancias del país y recomendar a los dirigentes del partido pusiesen todos sus esfuerzos para vertebrar un proyecto político, desde ADE, que recogiera el sentimiento y los requerimientos de las masas explotadas. Tal determinación ocurrió tanto más, como lo he referido opor­ tunamente, cuando muchos de los conocidos militantes del PSE venían tra­ bajando ya por la candidatura de Velasco. En medio de una crisis política insostenible y de una recesión económica notoria para el pueblo, el régimen de Arroyo intentaba organizar las eleccio­ nes presidenciales, que debían realizarse en la primera semana de junio, confrontado con una oposición día a día más beligerante, lo cual llevó al gobierno a que arreciara la represión, la misma que comenzó a cobrar muer­ tes como sucedió en los primeros días de mayo cuando la joven María del 162 Ibídem, p. 224. 163 La resolución a la que hago referencia, dada a conocer en el diario El Comercio del 23 de mar­ zo de 1944, constituyó, en medio de su ambigüedad una forma explícita de apoyo a Velasco Iba rra, tan explícita como el pronunciamiento a favor de dicha candidatura que expresaran dirigentes socialistas como Benjamín Carrión, y algunas directivas provinciales del PSE, a pro­ pósito del desplazamiento de Manuel Agustín Aguirre, junto al resto del buró de ADE, a la entrevista con Velasco en Ipiales.


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Carmen Espinosa fue victimada por un disparo proveniente de los carabine­ ros que intentaban dispersar una de las tantas manifestaciones antiguberna­ mentales. El sepelio de María del Carmen fue una manifestación del pueblo quiteño en contra del régimen que ya dejó ver la antesala de los sucesos que aquel mismo mes ocurrirían, tanto más que en esos días se sucedieron algu­ nos hechos fundamentales. En efecto, el 24 de mayo recorrió el país la noticia de que el Ecuador estaría por ceder al Perú la Isla de Matapalo, territorio que los soldados ecuatorianos habían defendido con bravura en 1941, en el contexto de la determinación definitiva de límites. Esta posibilidad molestó enormemente a las Fuerzas Armadas y el descontento en dichas filas fue evidente. Posterior­ mente, en medio de la represión gubernamental falleció, en Guayaquil, el estudiante Héctor Pauta mientras que en el cantón Santa Ana, en Manabí, por la misma razón, murió el ciudadano Telmo Zornoza, frente a cuyas cir­ cunstancias Francisco Arízaga Luque, directivo principal de ADE, protestó enérgicamente en medio de los intentos policiales para agredirle y detenerlo, asunto que si bien no fue consumado, enardeció a los adherentes de ADE, al punto que el dirigente comunista guayaquileño Enrique Barrezueta fue privado de la libertad cuando promovía las acciones necesarias para sustituir al régimen de Arroyo. A lo comentado, debe agregarse que desde los dirigentes de ADE, nucleados en la provincia de Guayas, había logrado establecerse un nexo con importantes sectores del ejército que se hallaban para entonces contrarios a las políticas y conductas de Arroyo, tarea de enlace que precisamente la cumplió Barrezueta y que debido a su prisión provocó la aprensión en los círculos de ADE, respecto a que el régimen había actuado de tal forma, debido a que, probablemente, ya estaba informado de los niveles conspirati­ vos en contra de su gobierno, realidad esta que había venido forjándose especialmente en Guayaquil con la importante participación del Partido Comunista, de grupos de liberales, de socialistas y de sectores de las Fuerzas Armadas, todos los cuales coincidieron que mediante un nuevo fraude elec­ toral se pretendería, nuevamente, impedir el pronunciamiento popular. Los sucesos enumerados, a más de la crisis política y económica estruc­ tural del país condujeron al país a lo que se conoce como “La Gloriosa de Mayo” cuyo momento de mayor trascendencia ocurrió entre el 28 y 30 de mayo de 1944, en medio de una movilización popular dinámica y masiva que, en los diversos rincones del país, contó con la activa presencia del socialismo164, así como de otras fuerzas de izquierda y cuya lucha social 164 “Nosotros, con nuestra organización, y prácticamente toda la Universidad, fuimos tranquilamen­

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desencadenó, finalmente, la caída del régimen, la conformación en Guaya­ quil, el 29 de mayo, de una Junta Provisional de Gobierno165, en la cual estuvo el socialista Angel Felicísimo Rojas, y el ascenso del segundo velas­ quismo en el Ecuador. El arresto, el 27 de mayo, de Enrique Berrezueta, el enlace de ADE con los jóvenes oficiales de Guayaquil, precipitó la revolución. En una reunión urgente, los conspiradores decidieron iniciar el golpe a las once de la noche siguiente. A la hora designada, los jóvenes oficiales de las unidades militares de Guayaquil se sublevaron y tomaron sus posiciones para un ataque en fuerza a la sede de los carabineros… Luego de varias horas de lucha intensa la sede cayó… En con­ traste al bien planeado movimiento de Guayaquil, la revolución en Quito tuvo lugar sin ninguna preparación. Existía poco contacto y coordinación entre ADE y los militares jóvenes en la capital, así es que las noticias de una rebelión en Guayaquil les tomó de sorpresa a los dos grupos… Los Carabineros de Quito, al saber del fin de sus contrapartes en Guayaquil, se unieron a los militares… El Buró Político de ADE en Quito, se reunió a las siete de la noche del 29 de mayo, en el mismo momento en que se anunciaba la renuncia de Arroyo… Los repre­ sentantes de ADE, encabezados por Mariano Suárez Veintimilla se instalaron en el palacio presidencial. Suárez redactó el decreto mediante el cual ADE asumía el poder hasta la llegada de Velasco y firmó en nombre de Julio Teodoro Salem, el jefe de ADE en Quito. Irónicamente, ADE y los militares habían colaborado en Guayaquil para la destrucción de los carabineros, mientras que en Quito, ADE y los carabineros cooperaron para impedir una dictadura militar.166

La insurrección llevó implícita la voluntad popular de hacer de Velasco Ibarra el nuevo Presidente del Ecuador, frente a cuya circunstancia el PSE, en aquellas horas, a través de su máxima dirección estableció la necesidad de plantear a Velasco algunas iniciativas emergentes de gobierno y, desde luego, varias propuestas en la conformación del nuevo régimen, asuntos que se suponía deberían ser tratados colectivamente entre Velasco y ADE.

te y ocupamos la gobernación…Yo recibí un telegrama de Quito en el que se me nombraba jefe de todo, absolutamente de todo, con poderes para organizar el Gobierno de la ciudad y de la provincia”. Testimonio del entonces dirigente Socialista lojano Alejandro Carrión Aguirre que ejemplifica lo afirmado. Silvia Vega, La Gloriosa, Editorial El Conejo, Quito, 1987, p. 93 165 “Se constituye la Junta Provisional de Gobierno en Guayaquil, conformada de la siguiente manera: Jefe civil­militar: Mayor Sáenz. Junta Asesora: Dr. Francisco Arízaga Luque; Dr. Alfon­ so Larrea Alba; Efraín Camacho Santos; Angel Felicísimo Rojas; Pedro Saad; Aparicio Plaza Sotomayor. Secretarios: Dr. Armando Espinel Mendoza y Pedro Jorge Vera. Gobernador de la provincia fue nombrado el Dr. Pedro Pablo Egüez Baquerizo. Intendente de Policía: Dr. Carlos Puig Vilazar. Dicha junta tendría su vigencia hasta el momento en que el Dr. José M. Velasco llegara al País..” Ibíd., p. 86. 166 Robert Norris, op. cit., tomo 1, p. 295


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No obstante, los acontecimientos se precipitaron, tal cual nos describe Manuel Agustín Aguirre167: ...Apenas se conoció el itinerario del ingreso del gran ausente al país, los diri­ gentes de los partidos de centro y derecha, se lanzaron a su encuentro en una desenfrenada competencia de distancias, con los objetivos que ya pueden imagi­ narse. Hay que anotar que los dirigentes de izquierda nos mantuvimos en una actitud digna junto a las masas, hasta que en la tarde lluviosa del 31 en la Plaza Central de la Independencia, desbordante de un pueblo enardecido y esperanza­ do presenciamos el acto insólito y arbitrario de la entrega del poder, simboliza­ do en una bandera que le hiciera el director de turno del buró, señor Julio Teodoro Salem, violando lo resuelto en una sesión anterior en la que se decidie­ ra que debía hacérselo en una sesión especial, en la que se le presentara un informa completo sobre la situación del país y se tratara de la organización del gobierno y su acción inmediata…Con todo, se convino en celebrar una sesión del buró a las 8 p.m. del mismo día, en el palacio de gobierno. Mientras espe­ rábamos la sesión y atendíamos algunos llamados de provincias, cuyos puestos de dirección habían sido tomados por numerosos socialistas, fuimos abordados por periodistas quienes al conocer de la reunión nos informaron que ésta estaba realizándose en la casa del doctor Ponce Enríquez y que el gabinete ya había sido confirmado dándonos algunos detalles. En efecto, nos reunimos los dirigen­ tes de los partidos de izquierda, pero los otros delegados no llegaron.

Los sucesos referidos provocaron enorme preocupación en el PSE al pun­ to que, plantearon la necesidad de trasladar al conocimiento de Velasco Iba­ rra tales incertidumbres, debido a lo cual Aguirre, junto a dirigentes gremia­ les y populares, demandó en las primeras horas del 1 de junio una reunión con Velasco a quien, luego de rechazar las ofertas burocráticas de carácter personal que le formulara, le hizo conocer que “la conformación de un gobierno con tendencia indudablemente de derecha, no hará posible la reali­ zación de los ideales y reivindicaciones planteados por la revolución.”168 Como aquel mismo día 1 de junio de 1944 Velasco Ibarra, concomitan­ temente con el hecho de haber asumido la presidencia, anunció la convoca­ toria de una Asamblea Constituyente, Aguirre en este encuentro con Velas­ co, aprovechó para expresarle la preocupación, también, respecto de dicha convocatoria. Sobre aquello refiere Aguirre:169 Por otra parte, expusimos la preocupación general porque en el mismos Decre­ to que asumía el mando, se convocaba a reunión de Asamblea Constituyente, lo 167 Manuel Agustín Aguirre, op. cit., p. 227. 168 Ibídem, p. 228 169 Ibídem, p.229

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que significaba institucionalizar la revolución, desviando la atención de las masas hacia el juego electoral, minando su unidad, al dividirla en campos opues­ tos, debilitando así la fuerza que la había constituido no en un objeto sino en sujeto del proceso revolucionario y la revolución. Por lo demás, eso significaba el soslayamiento de los problemas que requerían transformaciones inmediatas para su pronta solución y no se trataba de una posición aislada de los dirigentes, sino que eran los trabajadores, estudiantes y mujeres organizados, que se halla­ ban vigilantes frente a los pasos del gobierno, los que habían enviado una comi­ sión para hacer conocer su pensamiento.

A partir de los acontecimientos descritos, en la dirección del PSE hubo titubeos, empero, frente a las circunstancias, y una vez que el 2 de junio se convocó a Asamblea Constituyente para que esta se reuniera el 10 de agos­ to, previo el proceso eleccionario que debía cumplirse el 23 de julio, el CEN resolvió impulsar una gira nacional emergente que comenzó el 5 de junio y cuyo objetivo central se relacionó con la organización partidaria, así como en la difusión del programa mínimo de ADE que debía impulsarse en aquel período. Aguirre impulsó con denodado esfuerzo la idea de que era menester estruc­ turar en las provincias núcleos socialistas que pudieran vigorizar los objetivos originales de ADE. Por ello demandó que en la provincia de Pichincha la reestructuración partidaria se acelerara y se instituyera, además, una escuela de formación política. De esta manera Aguirre y el PSE pretendieron impedir que la habilidad política, la componenda y la influencia de los grupos de dere­ cha sustituyeran al acuerdo programático que dio cuerpo a ADE, cuyos obje­ tivos parecían desdibujarse por el intento de asalto al régimen que los grupos políticos y económicos de la institucionalidad comenzaban a perpetrar. Así, en la primera decena del mes de junio de 1944 se anunció170 que en la ciudad de Quito funcionará una “Escuela Socialista” en la cual se entre­ gará instrucción doctrinaria y social a sus militantes y simpatizantes que, por efecto de los acontecimientos de los últimos días, había crecido cuanti­ tativamente de manera importante. En aquellos mismos días se estructuró la directiva provincial de Pichincha del PSE, cuyo Secretario General fue nombrado Miguel Cruz Toscano. Secretario de Prensa fue designado Néstor Mogollón y como Jefes de la sección de estadística Virginia Larenas y el mayor José Vásconez. Los responsables para la sección de conferencias y charlas fueron: Holguer Bucheli, Carlos Samaniego, Gonzalo Karolys, Plu­ tarco Naranjo, Fabián Jaramillo, Oswaldo Salvador, Humberto Reyes, Leo­ poldo Moreno, Jorge Viera y Alfredo Larrea. 170 Diario El Comercio. Edición correspondiente al día 6 de junio de 1944. Página 9.


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Mientras en las filas socialistas se había resuelto avanzar por una línea de organización interna desde la cual, luego, incidir en ADE, y por ende en el gobierno, otros sectores miembros de la propia Alianza Democrática Ecuatoriana, encontraron que, para sus intereses, era propicio desarticular171 tal frente político, asunto que comenzó a ocurrir cuando el Partido Conser­ vador el sábado 10 de junio anunció su separación de ADE, dejando entre­ ver que Velasco corría el riesgo de ser hipotecado a consignas extrañas que se venían articulando en los grupos de la izquierda nacional. Las actividades de ADE, entre ellas las de carácter pre­electoral, duran­ te aquellas primeras semanas, unió a socialistas, comunistas, a Vanguardia Socialista Revolucionaria y a los liberales democráticos, quienes hicieron promesas de mantener tal unidad y defender los postulados del programa. En tanto ocurría aquello, Velasco aprovechó, en los primeros momentos de su ejercicio presidencial, del sentimiento de castigo en contra del arroís­ mo que invadía al país, conducta de “desahogo de las masas” a la que hizo el juego el nuevo velasquismo para esconder, en medio de los discursos impetuosos que exacerbaban a los ciudadanos, el camino de contemporiza­ ción con el orden constituido al cual, algunos sectores del PSE creían que, todavía, podían desmantelarlo. Alrededor de estas circunstancias Velasco designó su gabinete, en el cual había tres liberales, dos conservadores, un socialista172 y un independiente. De otra parte, frente al proceso electoral que se había iniciado para cons­ tituir la Asamblea Constituyente, el PSE declaró173 que acatará disciplinada­ mente las candidaturas que, conjuntamente, impulsaría con ADE. Entre tales candidaturas, las de mayor atención constituyeron aquellas que se denominaron representaciones funcionales, las mismas que, en la visión de la izquierda, balancearían a las que provendrían de las representaciones pro­ vinciales que, supuestamente, favorecerían a los sectores conservadores, asunto que no ocurrió pues los conservadores tuvieron una mala votación, lo que a la postre permitiría el que se constituya una Asamblea con notoria presencia de militantes de izquierda y de liberales.

171 Una declaración pública en tal sentido fue recogida por el diario El Comercio en su edición del día 9 de junio de 1944, en cuyas páginas 1 y 9 consta la declaración de Alfredo Silva del Pozo quien señaló: “La misión de ADE ha concluido, corresponde a los partidos Políticos actuar en las esferas de sus ideologías y sostener con sus propias fuerzas el orden que han creado”. 172 El ministro socialista fue el de Previsión Social y Trabajo, Alfonso Calderón. 173 Declaración recogida en primera página en la edición del 21 de junio de 1944 del diario El Comercio.

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En este entorno y a manera de ejemplo, volviendo al mes de junio, ADE de Pichincha propuso, inicialmente las candidaturas de Juan Isaac Lovato, José Rafael Terán, Modesto Larrea Jijón y Gustavo Buendía. Igual configu­ ración de las precandidaturas comenzó a darse en las diversas provincias del país en un ambiente que, asimismo, expresó la búsqueda de organizar las diversas expresiones sociales que habían emergido con oportunidad de la lucha antiarroista y en el contexto de la organización social y popular que habían precedido a la “Gloriosa de Mayo”, en cuya realidad el PSE tuvo una extraordinaria influencia. Así, en los primeros días del mes de julio se reunió y se fundó la Confede­ ración de Trabajadores del Ecuador, CTE. El dirigente comunista Pedro Saad fue su primer presidente en tanto el dirigente socialista Juan Isaac Lovato sería designado como Vicepresidente. Caso similar ocurrió con el movimiento estu­ diantil universitario el mismo que fundó, bajo la importante incidencia de jóve­ nes socialistas como Plutarco Naranjo174, la Federación de Estudiantes Univer­ sitarios del Ecuador, FEUE, institución creada a finales de 1944. Por la particular importancia que implica la circunstancia de que en este mismo período se fundara, en agosto del año de 1944, la Casa de la Cultu­ ra Ecuatoriana, y por el hecho de que en tal iniciativa tuviera un rol primor­ dial el socialista Benjamín Carrión, considero menester decir dos palabras al respecto. La crisis provocada en el país, y en algunas instituciones del Estado como en las Fuerzas Armadas, por la conducta pusilánime de Arroyo del Río fren­ te al conflicto territorial que trajo consigo la pérdida de una importante parte del territorio nacional, la grave situación económica que, teniendo una causa estructural, se acentuó en la década de los años de 1940 y la represión gene­ ralizada que afectó a los diversos sectores del pueblo, contribuyeron para que en el país se viviera un estado de desaliento y desasosiego evidentes. Tal panorama fue percibido con inteligencia y patriotismo por el intelec­ tual socialista Benjamín Carrión quien, además, comprendió que el país no había sabido valorar sus talentos intelectuales, menos promocionarlos, a partir del hecho de que tampoco los había conocido y estudiado con dedica­ ción, no obstante la valía y trascendencia de ellos.

174 “La fundación de la FEUE fue una de las demandas que los jóvenes universitarios le hiciéramos conocer a Velasco Ibarra cuando varios delegados nuestros viajaron a entrevistarse con él antes de que se produjeran los sucesos de mayo del año de 1944. Su determinación por apoyarnos y respetar aquella idea contribuyó para que los estudiantes universitarios proclamemos la candi­ datura de Velasco”. Testimonio de Plutarco Naranjo vertido al autor de este trabajo.


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De otro lado, Carrión, como pocos, o como Martí y Mariátegui, apre­ hendió la necesidad de construir el Estado Nacional a partir de redefinir objetivos permanentes del país y, en dicho camino, de revalorizar la pro­ ducción cultural de sus habitantes. Aquel requerimiento lo llevó a plantear­ se la construcción de un espacio a favor de la cultura, asunto que lo trasla­ dó a Velasco, que aquilataba la inteligencia creadora y que siempre dio muestras de ser un sujeto culto, quien coincidió en aquel planteamiento bajo la visión pregonada por Carrión en el sentido de que el Ecuador, siendo un país pequeño, al mismo tiempo es un país rico en producción cultural, tan­ to más si es un espacio en donde convergen, con trascendencia distinta, los íconos diferenciadores de la diversidad que, al mismo tiempo, constituyen el factor de identidad del Ecuador. De esta forma nació la Casa de la Cultura Ecuatoriana, en 1944, espacio vital de la patria y obra esencial de un intelectual que se nutrió en las filas del socialismo, previamente a recorrer la inmensidad del mundo. El proceso de escogimiento de las candidaturas al interior del PSE que habrían de participar en las elecciones mediante las cuales se conformaría la Asamblea Constituyente del mismo año de 1944, tuvo algunos inconve­ nientes, en todo caso menores a los esperados, habida cuenta la realidad que preveía importantes éxitos para el partido tanto por su incidencia en la lucha contra Arroyo del Río, como por su vigorosa presencia en los acontecimien­ tos de mayo, así como por su influencia en la constitución de los importan­ tes frentes sociales y de masa que en aquel período surgieron.

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El pueblo ecuatoriano hizo una revolución el 28 de mayo. Ahora ese pueblo ha depositado esa revolución en nuestras manos para que nosotros la escribamos… porque los pueblos hacen la revolución y las Constituyentes la escriben.176

En efecto, los resultados electorales obtenidos el domingo 23 de julio de 1944, y que fueron proclamados el 25 del mismo mes, constituyeron una gran trascendencia histórica en la vida del Partido Socialista Ecuatoriano y en el de la izquierda nacional. El entusiasmo por los resultados fue tal que Aguirre dijo, entonces,

Los socialistas electos a la Asamblea Nacional Constituyente, en repre­ sentación de las diversas provincias del país, fueron los siguientes: Por Pichincha: Juan Isaac Lovato, Gustavo Bendía y Alfonso Zambrano. Por Chimborazo: David Altamirano. Por Azuay: Rafael Galarza Arízaga. Por Loja: Miguel Angel Aguirre, Ernesto Rodríguez W. y Eduardo Ludeña. Por Guayas: Alfonso Larrea Alba y Alejandro Herrería. Por El Oro: Manuel Romero Sánchez y Eduardo Guzmán Matamoros. Por Los Ríos: Manuel Medina Castro, Guillermo Baquerizo y Marco Tulio Guerra. Por Manabí: Aquiles Valencia Aguirre y Sergio Plaza Acosta. Por Esmeraldas: César Alberto Estupiñán. Por Pastaza: Nicolás Kigman Riofrío. De otra parte, en las mismas elecciones y en relación a las Representa­ ciones Funcionales a la Asamblea Constituyente el PSE, también, obtuvo una importante victoria. Comprobemos tal resultado que evidencia que de las tantas representaciones algunas, de enorme importancia debido a que representaron a sectores diversos de la sociedad, le fueron favorables al Socialismo: Por la Agricultura de la Sierra: Carlos Zambrano. Por Los Industriales de la Costa: Abel Romeo castillo. Por el Comercio de la Costa: Francisco Calero. Por el Magisterio Primario de la Costa: Eloy Velásquez Cevallos. Por el Magisterio Primario de la Sierra: Emilio Uzcátegui. Por las Univer­ sidades: Carlos Cueva Tamariz y José Miguel Carrión. Por los Trabajado­ res: Manuel Agustín Aguirre, Carlos Ayala Cabanilla, Víctor Hugo Brio­ nes, Miguel Angel Guzmán. Por la Prensa: Leopoldo Benítez B. Por la Enseñanza Secundaria Oficial: Jaime Chávez. Por el carácter de la composición de la Asamblea, el viernes 11 de agos­ to fue designado Presidente Constitucional el doctor Velasco Ibarra, Asam­ blea que, un día antes, bajo la inicial dirección del socialista Carlos Cueva tamariz, eligió como su presidente al doctor Arízaga Luque y como vice­ presidente al Secretario General del PSE, doctor Manuel Agustín Aguirre. En el entorno de una serie de acciones fiscalizadoras ­en las cuales tuvo un rol protagónico la bancada del PSE­ se pretendió sancionar las actuacio­ nes políticas y a los actores del arroísmo, lo cual finalmente llevó a que “hasta el mes de diciembre, la Asamblea pudo darse el gusto de comportar­

175 Silvia Vega, op. cit., pp. 112­113

176 Rafael Quintero, Erika Silvia; Una Nación en Ciernes, tomo 1, Ediciones Abya­Yala y FLAC­ SO, Quito, 1991, p 470

La Asamblea estuvo compuesta por 58 diputados provinciales electos en sufra­ gio universal y 34 diputados funcionales. De estos ADE contaba con 67 curu­ les… Descomponiendo la representación de ADE tenemos que, de los diputados electos 18 eran socialistas, 15 liberales y 4 comunistas; y de los diputados fun­ cionales la proporción era 13; 13 y 4 respectivamente. Por manera que, la izquierda contaba con 39 de los 92 diputados de la Asamblea Constituyente, es decir cerca del 40% de los representantes parlamentarios, proporción que no ha vuelto a alcanzar hasta el presente.175


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se a la manera jacobina; mientras tanto la burguesía y el ejecutivo prepara­ ban sus fuegos que poco después desatarían.”177 Al calor de esta realidad, de otro lado, el PSE comenzó a preparar su congreso, cuya organización estuvo a cargo de Víctor Zúñiga, Antonio José Borja, Miguel Arauz, Arturo Hurtado, Plutarco Naranjo y por el Mayor José Vásconez. Undécimo Congreso del Partido Socialista Ecuatoriano Así, desde el jueves 15 de noviembre de 1944 hasta el viernes 23 del mismo mes, se reunió el Undécimo Congreso del Partido Socialista Ecua­ toriano, el mismo que se desarrolló con una activa participación, conforme se desprende de la nómina oficial de las delegaciones provinciales. Por Carchi actuaron como delegados principales Clímaco Bastidas y Medardo Luna. Fueron Suplentes César Grijalva y Jorge Noboa. Por Imbabura: Humberto Navas y Luis Ubidia, principales. Humberto Gar­ cía y Enrique Unda, suplentes. Por Pichincha: Cesar Silva y Jorge Mal­ donado. Miguel Toscano, suplente. Por Guayas: Abelardo Mora y Ricardo Vásquez, principales. Gonzalo Albán y César Mesías, suplen­ tes. Por Tungurahua: Plutarco Naranjo y Rubén Leiva, principales. Alfredo Paredes, suplente. Por Chimborazo: Daniel Roca y Alejandro Camacho, principales. Segundo Rosero y Julio Castillo, suplentes. Por Bolívar: Carlos Jarrín y Gonzalo González, principales. Luis Cruz y Luis Aguirre, suplentes. Por Cañar: Julio Sacoto y Antonio J. Borja. Por Azuay: Carlos Cueva T. Y Luis Pozo, principales. Joaquín Moscoso y José Solís, suplentes. Por Loja: Hugo Rengel y Eduardo Mora, princi­ pales. Manuel Mora y Daniel Arias, suplentes. Por El Oro: Manuel Romero y Jorge Salazar, principales. Aurelio Serrano, suplente. Por Los Ríos: Joaquín Cabrera y Juan Espín, principales. Arcadio Soto y Ger­ mán Anchundia, suplentes. Por Manabí: Macario Gutiérrez, principal. Sergio Plaza y Mario Sánchez, suplentes. Por Esmeraldas: Héctor Cor­ tez y César Estupiñán, principales. Alberto Estupiñán, suplente. El Congreso Socialista se efectuó al calor de los acontecimientos del mes de mayo, al punto que en su sesión inaugural estuvo presente José María Velasco Ibarra, acompañado de algunos de sus ministros y colaboradores, quienes luego de los discursos de orden, entre ellos del Secretario General saliente Manuel Agustín Aguirre, cuya lectura del informe al congreso fue de 177 Silvia Vega, op. cit. P 115.

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enorme expectativa, se retiraron con muestras de evidente desagrado, lo cual presagiaba los acontecimientos futuros, tanto más que el Secretario General del PSE puso énfasis respecto de los cambios estructurales que era menester impulsar desde el gobierno y para cuyo objetivo, no para otros, los socialistas se habían comprometido en líneas de colaboración con el régimen. Así mismo, Aguirre puso énfasis en su malestar y el del PSE respecto a la ausencia de voluntad política para sancionar los atropellos del arroísmo, tanto más que la bancada socialista había hecho esfuerzos para que tal san­ ción se produjera a la brevedad posible, en medio de las conductas pusilá­ nimes de ciertas esferas gubernamentales. Los temas de discusión se desenvolvieron a partir del informe que pre­ sentara Aguirre al Congreso Socialista, más aún cuando dicho documento puso en claro que el régimen comenzaba a transitar por caminos contrarios al sentimiento expresado en “La Gloriosa” de mayo, realidad frente a la cual volvía indispensable que el PSE se mantuviera alerta. Otro elemento de análisis en el congreso constituyó el referente a ADE, cuya composición había variado y cuyos objetivos se venían dispersando en medio de disputas internas que demostraban que tal frente, una vez logrado el objetivo de hacer de Velasco el nuevo presidente ecuatoriano, había sucumbido, virtualmente, debido a que el propio Velasco le otorgó un papel irrelevante y, además, a partir de que algunos dirigentes de ADE actuaban por su cuenta y riesgo, víctimas del oportunismo. En referencia al comportamiento del bloque socialista en la Asamblea Cons­ tituyente, el congreso partidario efectuó algunas recomendaciones para que pudiesen ser incorporadas, en lo posible, en la nueva Constitución. Sobre este asunto, por ejemplo, y en medio de un acalorado debate, pidió que el bloque socialista revea su opinión relativa a la necesidad de avanzar en los procesos de parcelación de los fundos y que, a contrapelo, impulsara la constitución de cooperativas, lo cual a su vez revela la percepción que, entonces, el PSE tuvo en relación al siempre azaroso problema de la tenencia de la tierra. Sobre los temas orgánicos del partido, no obstante su crecimiento y apre­ ciable influencia, fueron dejados de lado por la vorágine de la coyuntura que, una vez más, dinamizó la actividad política partidaria, circunstancia que, también, pospuso cualquier tratamiento sobre temas ideológicos y doc­ trinarios. En el contexto de los asuntos debatidos, la resolución del Congreso de separarse de ADE y, a partir de su propia personalidad y acción, mantener­ se vigilante sobre la conducta del gobierno, constituyó, sin lugar a dudas la más importante determinación del Xl Congreso del PSE. Dicha resolución


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y su consiguiente explicación se volvió pública, mediante un manifiesto, el viernes 8 de diciembre de 1944. El Congreso del PSE, finalmente reconoció la labor desplegada por Manuel Agustín Aguirre, a quien le ratificaron como su Secretario General.178 Bien se puede decir que el año de 1944 terminó en medio de un proceso de definiciones políticas de los diversos sectores que hasta entonces habían coincidido en la necesidad de separar del Gobierno a Arroyo del Río y sus­ tituirlo con Velasco Ibarra y que respecto de otros temas mantuvieron con­ frontaciones que hacia 1945 se volvieron explícitas, lo cual les condujo a contradicciones insuperables de las que, inicialmente, se valió el nuevo mandatario para ejercer el poder conforme sus conveniencias y las de su entorno político más cercano. Antes de comenzar el año de 1945, la correlación de fuerzas varió ostensible­ mente a favor de la burguesía, a la par que crecía el desprestigio de la Asamblea Constituyente…179

todo ello, añadiría yo, en el entorno de una soslayada y manipulada con­ ducta de animadversión contra la izquierda que, para no ser víctima de toda clase de presiones y a fin de alcanzar algunos logros, efectuó concesiones en la elaboración de la Constitución y aún, en las tareas fiscalizadoras, a más de haber dejado que otros, desde el poder ejecutivo, asumieran las polí­ ticas del gobierno. En efecto, Velasco Ibarra, unas veces veladamente y otras de manera abierta y expresa, demostró su preocupación por el contenido de la nueva Constitución y por la conducta misma de la Asamblea, especialmente en su tarea fiscalizadora contra el régimen anterior, debido a lo cual comenzó a lanzar sus dardos contra la mentada institución, acusándola de haberse con­ vertido en una réplica de los “soviets” toda vez que, según su opinión, socia­ listas y comunistas intentaban impregnar su influencia en la elaboración de la Constitución y en el accionar mismo de la Asamblea Constituyente. A fin de coartar la acción de la Asamblea, Velasco comenzó a presio­ narla para que concluyera su trabajo e intentó buscar diversos pretextos para enfrentarla con sectores sociales del país. Bajo tales presiones y ante la necesidad de que la nueva Constitución recogiera importantes conquistas 178 La designación de Aguirre fue unánime y tal noticia es la única que recogieron los medios de prensa, de tal suerte que la conformación del equipo de dirección del PSE pasó a un segundo plano y aquello ha impedido que tuviera acceso a una información completa que diera cuenta de quienes constituyeron el Consejo Central del PSE. 179 Silvia Vega, op. cit., p 116.

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sociales, y no quedara sin producir una Constitución al menos progresista, la bancada socialista flexibilizó su postura a la par que el PSE, en su estruc­ tura interna y en sus mandos de dirección, comprendió definitivamente que su relación con el régimen había llegado al final. No puede dejar de señalarse que la constitución de 1945 constituyó un cuerpo jurídico y político de importante significación en la vida nacional, pues incorporó en su texto importantes reformas a la estructura social y económica del país, a más de que instituyó la presencia de estructuras ins­ titucionales que buscaron democratizar la actividad del Estado180, así como propició la defensa de los trabajadores y de los empleados públicos y se preocupó de los temas educativos y de la salud con una clara visión social trascendente, todo ello entre otras cosas. Velasco Ibarra, poco antes de la finalización de la redacción de la nueva Constitución, en marzo de 1945, y como una demostración de que había comenzado a poner distancias con la izquierda, separó de sus funciones al Ministro socialista de Previsión Social, Alfonso Calderón, y al militante comunista que había actuado como Ministro de Educación. Aquello abrió una brecha definitiva con el PSE que, en aquel mismo mes, se retiró de la colaboración al régimen. Para tal efecto, Aguirre demandó de los militantes socialistas que cumplían funciones importantes en el gobierno que, de manera inmediata, se excusaran de sus cargos. Frente a la nueva realidad y bajo la necesidad de orientar al pueblo, la dirección del PSE vertebró en los meses siguientes todos los esfuerzos para que se pusiera en circulación el diario La Tierra desde cuyas páginas se intentaría enfrentar a Velasco y descubrir ante el país su traición a los pos­ tulados de la “Gloriosa” de mayo de 1944. Además, habiéndose convocado a elecciones para remplazar a los alcal­ des y a otros mandatarios de los organismos seccionales, el PSE consideró indispensable que la mejor forma de promover a sus candidaturas debía ser mediante un diario que compartiera sus posiciones y propósitos, asunto qu fue, en la vida del PSE y en la gestión de Aguirre, una de las determinacio­ nes fundamentales, pues ella dio cuenta de la urgencia del partido para hacer de la prensa el instrumento fundamental en su relación con las masas, y cumplir, así, su rol informativo directo y veraz, a la par que facilitar la organización de la comunidad.

180 Una de las instituciones que creó la Constitución de 1945 fue la del Tribunal de Garantías Cons­ titucionales, tribunal que fue presidido por el socialista Alfredo Pérez Guerrero.


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A propósito de la participación electoral de 1945, el PSE deslindó cual­ quier acuerdo con los liberales a quienes consideró, entonces, como uno de los actores políticos que habían contribuido al fracaso de Velasco. Privilegió, por el contrario, el acercamiento con el Partido Comunista y Vanguardia Socialista Revolucionaria e impulsó, por todo ello, el Frente de Izquierda. Los actores de izquierda de la “Gloriosa”, que ahora se hallaban en fran­ ca oposición a Velasco, facilitaron al extremo las cosas que el 24 de sep­ tiembre de 1945, a pocos días del proceso electoral, acordaron que los Secretarios Generales de sus organizaciones pactaran la forma de operar en el proceso eleccionario. En muchas ciudades se pusieron fácilmente de acuerdo como ocurrió en Quito, en donde la candidatura a la alcaldía fue el resultado de un acuerdo a favor del socialista Juan Isaac Lovato, en tanto la lista de concejales la presidió el ex Ministro de Previsión Social de Velasco, el también socialista Alfonso Calderón. Si bien los resultados electorales no fueron halagadores para el PSE, a pesar de que en muchas ciudades obtuvieron importante votación y lograron triunfos significativos en medio de una campaña de confrontación con el régimen, lo trascendente de este período fue el afán de la militancia socia­ lista de actuar mancomunadamente con las otras fuerzas de la izquierda, con quienes coincidieron en la perspectiva de propiciar un frente común de opo­ sición, más allá de la lección política asimilada en el sentido de que las alianzas con las fracciones de la burguesía al final de cuentas constituyen un riesgo, aún cuando de por medio pudieran existir acuerdos programáticos mínimos, si a la par no se prioriza la organización partidaria y el trabajo en el seno de las masas, como factores de trabajo y presión para la concresión de cualquier objetivo desde las esferas del poder. La dirección nacional del PSE, también, alertó a su militancia que el proceso electoral de 1945 debía constituirse en un instrumento de organiza­ ción de la militancia y de crecimiento del partido, asuntos que demuestran la influencia del pensamiento de Aguirre y la comprensión, además, de que solo por mano propia podían aspirar a poner en marcha las grandes trans­ formaciones estructurales por las cuales luchaban. En suma, la aprehensión de avanzar en la necesidad organizativa del PSE, a partir de hacer de los procesos electorales un instrumento para tal propósito, y la convicción de que la presencia de una prensa propia le era indispensable al socialismo para orientar al pueblo y, también, para organi­ zarlo, marcaron una incontrastable diferencia con lo que había venido ocu­ rriendo al PSE en aquellos años que, en medio de las contingencias coyun­ turales, como la experimentada precisamente en 1944, le impidieron enfren­

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tar con solvencia los asuntos organizativos internos que, finalmente, hubie­ ran podido contribuir a la movilización social para impedir lo que se llamó la traición velasquista. Con un espíritu de organizar al partido, de corregir errores que devienen de la falta de militancia y con la comprensión de que todavía no había ocu­ rrido lo peor en la administración de Velasco Ibarra, fue convocado el Xll Congreso del PSE, el mismo que debía reunirse en la ciudad de Quito, en el local del partido181, el 15 de noviembre de 1945, fecha en la cual, además, entró en circulación el diario La Tierra, el cual entonces apareció, como he explicado en un apartado de este trabajo dedicado a la historia de La Tierra, como Diario Independiente al Servicio del Pueblo Ecuatoriano. Duodécimo Congreso del Partido Socialista182 Sesionó hasta el miércoles 28 de noviembre, designó como Secretario General del Congreso a Carlos Palacios Sáenz y como Secretario de Actas a Amílcar Martínez Acosta. A partir del informe de Manuel Agustín Aguirre el PSE debatió la situa­ ción del país y en ese entorno analizó detalladamente la conducta del régi­ men y su actitud de presión a la Asamblea Constitucional, así como de sometimiento a las fuerzas conservadoras del país. Aguirre, en su informe, hizo hincapié en sus temores expresados, oportunamente, sobre el compor­ tamiento que podría asumir Velasco tanto por los antecedentes expuestos en su primera administración, como por su indefinición programática a propó­ sito de la conformación de ADE. Aguirre, además, cuestionó el rol del PSE como instrumento de organi­ zación del pueblo, pues, a criterio del mentado dirigente, si el pueblo hubie­ se estado organizado y en vinculación constante con el partido, como en los primeros momentos de mayo de 1944, el régimen se hubiese visto obligado a ceder a las presiones de la movilización social. Se analizó, con franqueza y claridad el comportamiento del Bloque Socialista y se criticó sus dubitaciones, todo ello tanto más que con oportu­ 181 El local del PSE se hallaba, entonces, ubicado en Quito en la calle Venezuela No 81. 182 El Xll Congreso del PSE se realizó en medio de la confrontación con el régimen Velasquista y, entre otras cosas, por ello no fue público como otros eventos partidarios de igual naturaleza. Esta circunstancia ha dificultado conocer con precisión los entornos de la discusión, más allá del testimonio, principalmente, de Plutarco Naranjo, a parte de que no se publicaron documentos posteriores básicos del Congreso, pues tan solo se puso en conocimiento de la ciudadanía, a través de La Tierra, en sus ediciones correspondientes desde el 16 de noviembre al 28 de noviembre de 1945, las resoluciones fundamentales del Xll Congreso Socialista.


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nidad de la convocatoria a Congreso Extraordinario, y debido a la ausencia del Presidente del Congreso Nacional, Manuel Agustín Aguirre asumió la presidencia de tal institución. Para facilitar la relación entre la Dirección partidaria y los diputados Socialistas, este Congreso instituyó la designación de la Jefatura del Bloque parlamentario Socialista, responsabilidad que debería ser definida conjunta­ mente por el CEN del partido y por sus diputados. Un hecho importante fue la expulsión de Alejandro Druet quien, no obs­ tante la negativa del partido, había asumido unos días atrás, el cargo de Ministro de Previsión Social, en el entorno de una jugada política del régi­ men por mantener una imagen pública democrática y cuando el PSE había señalado su determinación de avanzar hacia la oposición abierta al régimen, asunto que, de manera expresa, fue aprobado en el Xll Congreso. Expulsión similar se efectuó de José Martínez quien había aceptado su nombramiento como Gobernador de la provincia de Tungurahua. Sobre el tema organizativo del partido, se puso mucho énfasis en la dis­ cusión y se estableció, una vez más, los correctivos para que las provincias iniciaran un proceso adecuado que diera cuenta de la organización partida­ ria, así como se resolvió fortalecer y dar vigencia a la actividad del llamado Buró Técnico, previsto en los estatutos del Partido y cuya labor debía ser la de asesorar al Consejo central y al Comité Ejecutivo Nacional sobre temas específicos de la realidad nacional y local. Además, a fin de superar los vacíos en la formación ideológica de la militancia socialista, el Xll Congreso resolvió poner todos sus esfuerzos en la constitución de la Escuela Socialista que, en todas las provincias, se aspi­ raba a que trabajara con la misma voluntad con la cual funcionaba en Quito, en donde bajo la dirección de Néstor Mogollón y José Corsino Cárdenas, se había impulsado una serie de cursos que inicialmente, se dijo, podrían ser replicadas en algunos lugares del país. El mentado curso de la Escuela Socialista183 tuvo los siguientes instruc­ tores: Angel F. Rojas, Materialismo Histórico; Néstor Mogollón, Economía Marxista; Antonio José Borja, Historia y Doctrina del Movimiento Obrero; Juan Genaro Jaramillo, Legislación Nacional de Trabajo y Carlos Vinueza, Problemas Nacionales.

183 En la historia del PSE la Escuela Socialista o la Escuela de Cuadros ha sido una aspiración cons­ tante y no pocos esfuerzos se han desarrollado para que tal anhelo se cumpliera en las diversas etapas de la vida del socialismo.

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Plutarco Naranjo Vargas, Presidente del Congreso Constitutivo de la Juventud Socialista en 1947 y dirigente partidario en las décadas de los 40 y 50, durante una de las entrevistas con el autor.

El Xll Congreso del PSE terminó sus labores eligiendo como Secretario General del Partido a Manuel Agustín Aguirre. Secretario del Buró Técni­ co, fue designado Emilio Gangotena y Jefe del Bloque Parlamentario Socia­ lista, Carlos Cueva Tamariz. El Comité Ejecutivo Nacional, a más de Aguirre, lo conformaron Luis Maldonado Tamayo, Eduardo Santos, Rafael Galarza Arízaga y Gonzalo Maldonado. A todos ellos les correspondería enfrentar la vorágine de la persecución Velasquista que en el año siguiente tuvo matices dramáticos para la vida del PSE. En efecto, a propósito de la vigencia de la Constitución redactada y aprobada en 1945, las fuerzas de derecha del país mostraron enorme preo­ cupación debido que a su criterio la referida Carta Magna constituía una especie de punta de lanza de lo que ellos denominaron la “bolchevización” del Ecuador, frente a cuya realidad las insinuaciones de que era menester remplazar la Constitución de 1945, y obviamente a los autores del mencio­ nado cuerpo legal, comenzó a circular en el ambiente político del país. A la situación descrita, debe añadirse la toma de posiciones del entorno velasquista que, por ejemplo, había constituido el Partido Democrático


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Nacional184 como un instrumento para enfrentar la coyuntura y articular una serie de acciones políticas que pudieran dar sustento al ejercicio presidencial de Velasco Ibarra, al margen de las fuerzas primigenias que lo habían lle­ vado al poder. De esta manera fue evidente que el régimen dio un giro ideológico y político no solo por convicción, sino, además, porque dentro de su gobierno hubo intereses, a más de las contradicciones con la izquierda, de las que ya he hablado, detrás de las cuales se escondieron las infaltables apetencias de aprovechamiento del poder que los grupos económicos hegemónicos del país siempre han puesto en marcha a propósito de beneficiarse del erario nacional, mediante todo tipo de corruptelas.185 En este entorno, agravado por la crisis económica del país que, a su vez, reflejaba la situación de convulsión mundial después de la segunda guerra, debo afirmar que Velasco decidió levantar una propuesta política diferente con la cual llegó al gobierno y para cuyo efecto consideró indispensable deshacerse de cualquier presencia, aun institucional, que pudiese tener influjo de las fuerzas progresistas y de izquierda. Por su parte, el PSE, a partir de las determinaciones de su último congre­ so, inició, con afán y militante compromiso, una campaña de organización partidaria al calor de la confrontación abierta y sin tregua con el régimen. Así, con la finalidad de recuperar en la memoria histórica la trascenden­ cia original del 28 de mayo de 1944, la Dirección Nacional del PSE orga­ nizó la célula “28 de Mayo”, cuya reunión inicial fue precedida de una propaganda importante que, a su vez, implicó una abierta crítica al gobier­ no. La célula partidaria inauguró sus actividades el 8 de enero de 1946, fue designado Secretario General del núcleo partidario el coronel Francisco Urrutia; Secretario de Actas y Comunicaciones, Elba Flores; Secretario de Organización, Arnulfo Vaca; Secretario de Sindicalización, Bolívar Bolaños y Secretario de Propaganda, Jorge Dueñas. 184 El Partido Democrático Nacional fue organizado por el Ministro de relaciones Exteriores del Gobierno, Camilo Ponce Enríquez, quien junto al hermano y al sobrino del Presidente de la República fundaron la referida agrupación como instrumento político oficial de tinte netamente conservador. Debido a una confrontación de Ponce con Guevara Moreno, Ministro de Gobierno de Velasco, Ponce salió del gabinete y se alejó de PDN, no obstante tal estructura partidaria siguió cumpliendo los objetivos para los cuales había sido constituido. 185 El 16 de enero de 1949 en el diario guayaquileño El Telégrafo se publicó una “carta pública” de quien fuera Ministro de Defensa de Velasco Ibarra, Carlos Mancheno, quien al contestar algunas afirmaciones en su contra, formuladas por Velasco Ibarra, dice, refiriéndose al ex presidente: ‘… Por consideración no le metí en la cárcel para que responda a los obscuros hechos y manejos de que estuvo plagada su administración, como el trueque del arroz y el azúcar con Cuba…”

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Con el mismo espíritu de organizar a la militancia para enfrentar al velas­ quismo, sucesivamente se fueron constituyendo otros grupos partidarios del PSE, animados por el Secretario General del Partido, asunto que ocurrió, por ejemplo, en varias ciudades, a propósito del nuevo aniversario del ase­ sinato de Eloy Alfaro que se cumplió en enero del mismo año de 1946. Cada acto partidario como los comentados, convocó a más de la militan­ cia socialista, a importantes sectores de la ciudadanía, ante quienes los diri­ gentes socialistas expusieron sus opiniones referentes al régimen y con cuyo apoyo, además, promovieron acciones públicas de rechazo a Velasco Ibarra. La oposición al gobierno dinamizó al PSE que, a más del sentimiento de frustración de la ciudadanía, comenzó a convertirse en uno de los actores importantes para combatir al velasquismo, el cual, a su vez, arreció contra la oposición, en la misma que a estas alturas se hallaba también el Partido Liberal, la que encontró en el Tribunal de Garantías y en sus dictámenes un mecanismo para protegerse de los desafueros del régimen. En estos mismos primeros meses del año de 1946, los estudiantes uni­ versitarios que para entonces habían adquirido enorme trascendencia, pri­ mero por su combate a Arroyo del Río y, luego, debido a que ellos propu­ sieron a Velasco el que aceptara la candidatura presidencial en 1944, se sumaron a las jornadas de rechazo al régimen. Quizá el sector más desengañado por Velasco fue el estudiantil, pues los esfuer­ zos para convertirlo en líder y demandar que aceptara la candidatura presiden­ cial se debió mucho a la acción emprendida por los universitarios que nos sen­ timos traicionados por el gobernante que incumplió sus compromisos y que no respondió a las expectativas del pueblo. Por lo dicho, los universitarios acorda­ mos, luego de haberse realizado importantes asambleas que yo las presidí, el que concurriéramos hasta la Presidencia para solicitarle la renuncia. Como yo fui el presidente de las asambleas debí formar parte de una delegación de uni­ versitarios que solicitó audiencia a Velasco. Suponíamos que no íbamos a ser recibidos, pero ocurrió lo contrario. De la numerosa comisión presente en el Palacio Presidencial fuimos recibidos cuatro dirigentes y me correspondió tras­ ladarle al presidente el pedido de los universitarios en el sentido de que había­ mos perdido confianza en él, que desaprobábamos su conducta y que por haber traicionado al pueblo del 28 de mayo de 1944, debía excusarse de continuar como Presidente del Ecuador, asunto que, además, lo transmitimos en una comunicación firmada por centenares de universitarios. Velasco le pidió al Ministro de Gobierno que recibiera la comunicación y nos dijo a la comisión, Señores la audiencia ha terminado. No logramos el objetivo y tampoco fuimos detenidos, pero Velasco sabía que el respaldo universitario inicial había cambia­


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do por la oposición debido a su comportamiento de absoluta traición a los pos­ tulados que lo hicieron presidente.186

Concomitante con las tareas de oposición que el PSE emprendió, la dirección del partido se preocupó de ir articulando en las diversas provin­ cias del país los cuadros electorales que deberían terciar para la futura con­ formación del Congreso Nacional, para cuyo proceso eleccionario, a media­ dos de marzo, fue electo Benjamín Carrión como director de campaña del partido. El ánimo del PSE fue el de participar con candidaturas únicas de la oposición, de tal suerte que en algunas provincias, como Esmeraldas, Azuay y Loja, se fueron estructurando las listas con participación conjunta de socialistas, comunistas y algunas figuras disidentes del liberalismo. Así llegó el sábado 30 de marzo de 1946, fecha en la que Velasco anun­ ció que debido a que se había descubierto un complot contra el gobierno, asumía todos los poderes hasta la próxima reunión del Congreso Nacional que debía efectuarse el 10 de agosto del mismo año, en tanto en la práctica, aunque no lo dijera oficialmente, dejó sin efecto la vigencia de la Constitu­ ción de 1945 y disolvió el Tribunal Constitucional. La dictadura velasquista había sido proclamada con la concupiscencia del ejército que, luego del desmantelamiento ideológico que a su interior sufriera por parte de Arroyo del Río, había devenido en factor de soporte de la institucionalidad que, entonces, creía amenazada su suerte por el nivel de desarrollo de las organizaciones populares que, a su vez, tuvieron impor­ tante incidencia, entre otros, del socialismo, así como por su interés, interés de las diversas fracciones de la burguesía, en cimentar su proyecto econó­ mico y político sin traba alguna y a espaldas del pueblo. En las horas siguientes a la proclamación de la dictadura fueron apresa­ dos importantes dirigentes de la izquierda ecuatoriana, entre ellos el Secre­ tario general del PSE, Manuel Agustín Aguirre187, y deportados del país. Debido a la circunstancia anotada Emilio Gangotena asumió, con el carácter de encargado, la Secretaría General del socialismo, responsabilidad que la cumplió en medio de una tenaz persecución de la dictadura, realidad que le obligó a actuar a Gangotena desde la clandestinidad, hasta que fuera apre­ sado el miércoles 31 de julio de 1946.

186 Testimonio de Plutarco Naranjo, proveniente de la entrevista que sostuvo con el autor de este trabajo el 12 de enero del 2006. 187 Manuel Agustín Aguirre permaneció inicialmente en Lima y luego se trasladó, como la mayoría de los deportados, a Santiago de Chile.

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En la noche del lunes 1 de abril de 1946 el diario La Tierra fue destrui­ do debido a lo cual dejó de publicarse hasta el 13 del mismo mes. En aque­ lla oportunidad fue detenido Juan Isaac Lovato. A partir de la fecha de la destrucción del diario se ordenó la prisión de su director, Luis Maldonado Tamayo, circunstancia que obligó a que Eduardo Santos Campoverde asu­ miera, como encargado, la dirección del diario. El martes 16 de abril de 1946, frente a los acontecimientos ocurridos en el país, la dirección del PSE acordó convertir a La Tierra como órgano oficial del partido. Como ya lo he señalado en este texto, fue designado como su Director Juan Isaac Lovato, quien recuperó la libertad el martes 16 de abril. El listado de colaboradores fue el siguiente: Manuel Agustín Aguirre, Emilio Gangotena, Benjamín Carrión, Angel F. Rojas, Luis Maldonado Tamayo188, Alfredo Pérez Guerrero, Néstor Mogollón, Humberto García, Alberto Suárez Dávila, Nelson Torres, Alejandro Carrión, Atanasio Viteri, Carlos Cueva Tamariz, Luis Maldonado Pozo, Colón Serrano, Carlos Palacios, Francisco Pérez, Ignacio Cuesta, Alfredo Mora, Eduardo Mora y Eduardo Santos. Los más lúcidos dirigentes e intelectuales del PSE optaron por hacer de La Tierra su trinchera de lucha en contra de Velasco y su dictadura, sin que por ello dejaran de activar en el movimiento social para enfrentar al régi­ men, lo cual se expresó, por ejemplo, cuando en mayo de 1946 Juan Isaac Lovato fue electo Presidente de la Federación de Trabajadores de Pichincha. Con la finalidad de apaciguar los ánimos y una vez que se habían cumpli­ do los objetivos fundamentales de los sectores de la derecha política y econó­ mica del país, Velasco anunció que el retorno a la constitucionalidad se cum­ pliría mediante elecciones regulares de los legisladores en el mes de junio de 1946 y la reunión del Congreso Nacional en agosto del mismo año. Inicial­ mente el dictador no habló de la necesidad de elaborar una nueva Constitución y dejó que tal iniciativa viniera de otros sectores, como efectivamente ocurrió cuando el 8 de abril el Partido Conservador pidió que se convocara a una Asamblea Constituyente, idea a la que se unieron, inmediatamente, el Partido Democrático Nacional y los liberales, ante todo lo cual Velasco exclamó: “Si la mayoría del País manifiesta su deseo de que se convoque a elecciones para una Asamblea Constituyente, yo me someteré a esa mayoría.”189 188 Luis Maldonado Tamayo fue víctima de una persecución implacable por parte de la dictadura, debido a lo cual abandonó el país el 21 de abril de 1946 y se instaló a vivir en la ciudad de Cara­ cas, desde donde siguió escribiendo para el diario que hasta hace poco había dirigido. El PSE lo designó, entonces, como Director Honorario del Diario La Tierra. 189 Ecuador, Publicación Oficial. Los sucesos del 30 de marzo de 1946. Documentos ll, TGN, Qui­ to, 1946, p. 5.


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De esta manera Velasco convocó a una Asamblea Constituyente, cuyas elecciones debieron realizarse en el mes de mayo, la misma que tendría que instalarse en agosto con el propósito único de redactar una nueva Constitu­ ción. No obstante, debido al cambio de posición de los liberales, que expre­ saron con argumentos artificiosos su voluntad de no presentarse a las elec­ ciones, y habida cuenta que el PSE, el PC y Vanguardia Socialista Revolu­ cionaria determinaron que no concurrirían a tal proceso eleccionario, Velasco intentó ganar tiempo y resolvió posponer las elecciones para la Asamblea Constituyente, hasta el mes de junio de 1946. Frente a la postergación de las elecciones, el PSE informó al país el 2 de junio que no inscribiría candidatos para tal proceso por ser convocadas por una dictadura y, por el contrario, llamó a los ciudadanos para que se abstuvieran de votar. En todo caso, la elección de los nuevos asambleístas se dio el 30 de junio y de los 62 delegados, 33 correspondieron al Partido Conservador. Los demás puestos se repartieron liberales disidentes y la Unión Popular Republicana, partido ad­hoc al régimen. El PSE previamente a la reunión de la Asamblea presentó su alegato, para que se declarara la inconstitucionalidad del funcionamiento de tal Asamblea Constituyente, ante la Corte Suprema de Justicia190 y, mediante un comunicado al país, publicado a finales de julio en La Tierra, señaló que el encuentro del 10 de agosto: “Será una Asamblea del Partido Conservador y de delegados de la dictadura”. La Asamblea Constituyente reunida el 10 de agosto de 1946 eligió como sus dignatarios a Mariano Suárez Veintimilla, Presidente; Vicente Illingworth Icaza y Camilo Ponce, Vicepresidentes y a Francisco Darquea como Secre­ tario. La Asamblea Constituyente de 1946 trabajó hasta finales de diciembre en la elaboración de la nueva Constitución que fue promulgada en el mismo año. Previamente, el 11 de agosto, ratificó, sin ningún entusiasmo, a Velasco Ibarra en el gobierno191 actuando de esta manera debido a la presión del ejér­ cito, pues la mayoría conservadora de la Asamblea Constituyente quiso ella por sí misma controlar el poder, para cuyo objeto “barajó” el nombre de un posible sustituto de Velasco, escogido entre sus filas. Esta inicial expectativa no prosperó y el nombre de Velasco se impuso a la fuerza. Pocos días después de los inicios de las sesiones de la Asamblea Consti­ tuyente, dicha institución declaró una amnistía general para los presos polí­ 190 Ante la Corte Suprema de Justicia, también, el PSE presentó el pedido de nulidad de las eleccio­ nes por medio de las cuales se debía elegir a los representantes a la Asamblea Constituyente. 191 El Gobierno de Velasco Ibarra, conforme la determinación de la Asamblea Constituyente, debía durar hasta el 1 de septiembre de 1948.

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ticos y exiliados, de tal suerte que el día lunes 26 de agosto de 1946, en el diario La Tierra, se anunció el retorno de Manuel Agustín Aguirre al país. Al mismo tiempo, sin las presiones anteriores que le había acarreado la dictadura velasquista, el PSE inició un proceso de organización de sus estructuras, tanto más que por su activo combate al régimen había logrado el reconocimiento y el cariño de importantes sectores del pueblo. Este proceso de acumulación de fuerzas que ocurrió a nivel nacional fue más intensa en Quito, pues la actividad proselitista estuvo relacionada con los preparativos para el recibimiento del Secretario General del partido, que venía del exilio, y cuya dinámica es de importancia recordarla, tanto más que la convocatoria a las reuniones se publicó en La Tierra el 27 de agosto de 1946 demostrando, también, el nivel organizativo partidario acumulado, precisamente, en el período de represión del que había sido víctima: Martes 27: reunión de la célula Pablo Iglesias con los grupos barriales La Col­ mena, La Magdalena y San Roque. Miércoles 28: reunión de la célula Enrique Terán con los simpatizantes de las parroquias Chaupicruz, Benalcázar y Santa Prisca. Jueves 29: reunión de las células Pablo Palacio, conformada por escritores y artistas; César Naveda, de médicos; Luis F. Chávez, de maestros y estudiantes. Viernes 30: reunión de las células 28 de mayo, Juan Manuel Lasso, La Tierra, Eloy Alfaro con los simpatizantes de las parroquias de San Blas, Santa Bárbara y El Salvador, incluyendo los barrios La Tola, El Dorado, San Juan y El Tejar. Sábado 31: reunión de la célula Víctor H. Briones con grupos barriales de San Marcos, San Sebastián y Alfaro. Lunes 2 de septiembre: reunión de los miembros del Consejo provincial del PSE de Pichincha con los Secretarios generales de células y jefes de grupos y frac­ ciones.

El arribo de Manuel Agustín Aguirre se produjo el domingo 1 de sep­ tiembre de 1946. Precedido de una multitudinaria manifestación, Aguirre intervino en el monumento al Libertador Simón Bolívar192 y en esta misma oportunidad recibió, de Emilio Gangotena, un breve informe de las activi­ dades del PSE como antecedente a lo que fue el hecho de que Aguirre rea­ sumiera la Secretaría General del Partido Socialista Ecuatoriano e iniciara una gira por diversas provincias del Ecuador en la perspectiva de fortalecer la actividad del partido. A la gira se sumaron Juan Isaac Lovato y el cro­ nista del diario La Tierra Juan Manosalvas. En un momento determinado

192 Monumento ubicado en el parque de La Alameda en la ciudad de Quito.


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también acompañó a Aguirre, Luis Maldonado Estrada, quien había llegado desde Chile el 3 de octubre. El 7 de octubre de 1946, la Dirección Nacional del PSE convocó a reu­ nión de su décimo tercer Congreso en medio del entusiasmo de su militancia que, desde la lucha opositora a Velasco Ibarra, había cerrado filas a su interior, superando desencuentros de poca importancia que no tradujeron, hasta entonces, confrontaciones ideológicas o políticas importantes. El temario aprobado para la realización del Congreso del PSE fue el siguiente: 1. 2. 3. 4. 5. 6. 7.

Estudio del informe del Secretario General del Partido Revisión del programa mínimo Revisión de los estatutos del partido Nueva declaración de principios Estudio de un plan económico nacional Planteamientos de línea política Elección de la nueva directiva.

La definición del temario que debió tratarse en el Xlll Congreso del PSE, formulada básicamente desde la Secretaría General del partido, demuestra la preocupación de la dirigencia socialista por actualizar los documentos internos a partir de las experiencias vividas y de la constatación de las insuficiencias ideológicas y políticas que el programa, la declaración de principios y los estatutos poseían como resultado de no haber perfeccio­ nado el debate sobre tales documentos y debido a que la política de contin­ gencias no procuró el tiempo suficiente a la estructura partidaria para enfrentar, adecuadamente y a tiempo, dichos asuntos. A más de lo señalado, fue evidente, desde entonces, que en un sector del partido, bajo la notoria influencia de Manuel Agustín Aguirre, había comenza­ do a surgir una reflexión crítica sobre la dinámica del PSE hasta aquel momen­ to ligado, de una u otra manera, a las contingencias políticas de la institucio­ nalidad, lo que Aguirre, años más tarde, explicaría de la manera siguiente: Estábamos, hasta antes de los sucesos de la Gloriosa, acostumbrándonos a los cabildeos y desmovilizándonos para enfrentar la lucha política con el pueblo y desde el pueblo. Luego aprenderíamos en la práctica que las masas son dueñas de su destino.193 193 Versión mecanográfica recuperada por la Directiva Provincial de Pichincha del Socialismo Revolucionario de 1971, luego de la intervención de Manuel Agustín Aguirre en la Federación de Trabajadores de Pichincha con oportunidad de la inauguración del Congreso de la FTP. Tal versión fue entregada a los responsables de las células del PSRE en la provincia de Pichincha

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No obstante, tengo la impresión que la percepción de Aguirre, de Mal­ donado Estrada, de Maldonado Tamayo, entre otros, sobre las limitaciones ideológicas y políticas del PSE de 1946 no constituía una aprehensión del conjunto del partido. Ni siquiera fue una preocupación colectiva de los sec­ tores medios de Dirección del PSE, pues los niveles de formación política al interior de la estructura partidaria fueron disímiles, como variadas y diversas las causas de las adhesiones que en aquel momento el PSE había logrado. En efecto, el creciente apoyo social al PSE de aquellos años estuvo en medio de un péndulo político que se movió desde la lucha contra Arroyo del Río y el apoyo a Velasco Ibarra, así como desde la confrontación con el régimen de Velasco y su posterior dictadura. Frente a la constatación de tales circunstancias, bien puedo aseverar que el PSE creció en el seno de las masas a partir de una política de oposición con el orden instituido, asunto que lo percibieron muchos de los dirigentes del PSE y que radicalizó, en el tiempo, a importantes cuadros políticos socialistas a la hora de tomar defi­ niciones ideológicas y comportamientos políticos. En todo caso, lo que fue evidente es que para el Xlll Congreso del PSE hubo un fervor inusitado entre la militancia y un crecimiento de las bases del partido que se reflejó en tan importante encuentro partidario, previa­ mente al cual las directivas provinciales socialistas, como no había ocurrido anteriormente, se preocuparon de convocar a su militancia para nombrar los delegados al congreso. Así, el Secretario General del Partido en Pichincha, Jorge Andrade Marín reunió, el sábado 9 de noviembre de 1946, a una nutrida militancia socialista para que designaran a sus delegados a la Xlll Congreso, respon­ sabilidad que recayó en Alfredo Pérez Guerrero y Juan Manuel Lasso. Sus suplentes fueron Atanasio Viteri y Miguel Angel Cevallos. Con oportunidad de la Asamblea Socialista de Pichincha entró en circu­ lación el texto de Manuel Agustín Aguirre El Socialismo, doctrina de los trabajadores primer título de lo que fue la colección denominada Cuadernos Socialistas.

en marzo de 1972, a fin de que el documento fuese tratado al interior de las células socialistas revolucionarias.


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Décimo Tercer Congreso del Partido Socialista Ecuatoriano El viernes 15 de noviembre de 1946 se inauguró el Décimo Tercer Con­ greso del Partido Socialista Ecuatoriano mediante un acto de masas de enor­ me trascendencia y de concurrencia nutrida. En tal evento se eligió la direc­ tiva del congreso, la misma que quedó conformada de la manera siguiente: Secretario General del Congreso, Benjamín Carrión, delegado de Loja: Secretario General suplente del Congreso, Carlos Cueva Tamariz, delegado del Azuay; Secretarios de Actas, Ezequiel Paladines y Florencio González; Secretario de Comunicación y Prensa, Clímaco Bastidas; Secretario de Eco­ nomía, Leonardo Muñoz. En la sesión inaugural a más del discurso del Secretario General del Con­ greso, intervino Juan Isaac Lovato a nombre del diario La Tierra. Obvia­ mente el discurso central, fue el de Manuel Agustín Aguirre quien leyó su informe194 en medio del entusiasmo de los concurrentes, entre quienes se encontraron, por primera ocasión, delegaciones internacionales correspon­ dientes a los partidos socialistas de Venezuela, Colombia, Perú y Chile. El informe de Aguirre es un documento que no solo reseña las activida­ des del Partido Socialista luego de su Xll Congreso y que se refirieron a la línea de oposición al entonces Presidente Constitucional Velasco Ibarra definidos en el mentado congreso partidario. Constituye, especialmente, un análisis de enorme importancia, debido a las reflexiones de Aguirre, respec­ to de lo que significó la llamada traición de Velasco en contra de las expec­ tativas del pueblo cuando, primeramente, se deslindó de los acuerdos con la izquierda ecuatoriana y las organizaciones de masa, y luego, cuando al declararse dictador persiguiera al PSE y a sus más importantes dirigentes. También el informe en referencia dedicó algún espacio a la reflexión sobre el comportamiento de los partidos que inicialmente constituyeron ADE y, en ese entorno, a la conducta irregular, respecto de sus aliados, del Partido Liberal. No dejó Aguirre de caracterizar la gestión de los conserva­ dores y la influencia determinante de aquellos sobre el proceder ambivalen­ te de Velasco. A partir de dichas apreciaciones, Aguirre insinuó la necesi­ dad de fortalecer la organización partidaria como paso previo a cualquier acción inmediata, fortalecimiento que no solamente debería privilegiar lo orgánico, sino el debate ideológico y la adecuación de sus principios, acor­ 194 El texto del informe de Manuel Agustín Aguirre se publicó, en varias entregas, en el diario La Tierra a partir del martes 19 de noviembre de 1946.

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des con la nueva realidad mundial, latinoamericana y del país. Todo lo expresado en la determinación de profundizar el trabajo con las masas con las cuales se debería tener relación directa y compromisos, porque ellas, las masas organizadas, no podrían traicionar los intereses del país. Concluyó Aguirre convocando a la militancia socialista para que redo­ blara su trabajo de oposición a Velasco y para que, en todo caso, se prepa­ rara eficientemente para las nuevas participaciones electorales a partir de contar con sus propias fuerzas y con sus aliados naturales. Con la finalidad de dinamizar la actividad del Congreso del PSE, los dirigentes nacionales establecieron, desde el inicio, la conformación de comisiones que debieron tratar los diversos temas de la agenda del congre­ so partidario. Dichas comisiones se reunieron entre el lunes 18 al miércoles 20 de noviembre para definir y redactar los documentos correspondientes que, el jueves 21 fueron conocidos, en una especie de plenario del congre­ so, por el conjunto de los delegados. Las comisiones del Xlll Congreso del PSE se integraron de la manera siguiente: Excusas y calificaciones: Ezequiel Paladines, Atanasio Viteri y Rubén Silva. Línea Política: Benjamín Carrión, Carlos Cueva Tamariz y Luis Maldonado Tamayo. Programa Mínimo: Juan Isaac Lovato, Napoleón Dávila y Leonardo Muñoz. Estudio de Informes: Humberto Gaibor, Miguel Angel Cevallos, Marco Mantilla y José Guzmán. Economía: Rigoberto Ortiz, José Corsino Cárdenas, Clímaco Bastidas, Ernesto Ruiz y Plácido Enríquez. Educación: Nelson Torres, Luis Arregui y Julio Sacoto. Organi­ zación y Finanzas: comandante César Alfaro, Jorge Reynolds, Juan Barba y Plácido Enríquez. Previsión Social: Germán Jaramillo Larrea, Guillermo Real y Víctor Herrera. Relaciones Exteriores: Benjamín Carrión, Eduardo Santos, Rafael García y Atanasio Viteri. Estatutos y Reglamento: Manuel Morales, Rafael Navas y Abel Velásquez. Declaración de Principios: Car­ los Cueva Tamariz, Gonzalo González y Miguel Dávila. Juventudes Socia­ listas: Florencio González, Gonzalo Karolys, Fabián Jaramillo Dávila, Rafael García y Juan Manosalvas. Cuestiones Campesinas: Carlos Bravo, Ramón Cedeño, Eduardo Garzón y David Villena. El jueves 21 de noviembre las comisiones entregaron sus informes y los documentos fueron tratados en una plenaria del Congreso que efectuó algu­ nas correcciones a las propuestas iniciales, cuyas observaciones pasaron a conocimiento y perfeccionamiento de la nueva directiva del PSE. Los temas pendientes fueron tratados, posteriormente los días 23 y 25 de noviembre. El viernes 22 de noviembre se dedicó el día para la definición del nuevo equipo del CEN del partido, el mismo que se integró de la forma siguiente:


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Secretario General del PSE: Manuel Agustín Aguirre. Secretario de Organización, Disciplina y Estadística: Luis Maldonado Estrada. Secretario de Prensa y Propaganda: Luis Maldonado Tamayo. Secretario de relaciones Exteriores: Angel Modesto Paredes. Secretario de Finanzas: José Corsino Cárdenas. Secretario de Juventudes: Gonzalo Karolys. Secretario de Actas y Comunicaciones: Enrique Unda. Secretaria de Asistencia Social y Femenina: Virginia Larenas. Secretario de Sindicalización: Jorge Maldonado. Fueron designados como suplentes del CEN: Eliécer Irigoyen, Atanasio Viteri, Jorge W. Cevallos, José Guerrero, Pablo Duque, Amílcar Martínez, César Mogollón y Luzmila de Labastida.

El nuevo CEN del PSE se estructuró de la manera señalada a partir del convencimiento de que para responder a los diversos sectores de la pobla­ ción se volvía indispensable, en la dirección del partido, individualizar cada uno de los sujetos sociales, cosmovisión política que acompañó al PSE por algunas décadas posteriores. Fue, además, la primera ocasión en la que se incorporó a militantes mujeres como parte de la directiva nacional. Finalmente se constituyó un Comité Asesor del partido, integrado por Manuel Benjamín Carrión, Néstor Mogollón, Juan Genaro Jaramillo, Anto­ nio José Borja y Nelson Torres. La conformación de la directiva socialista recogió las reformas que a los estatutos efectuó el Xlll Congreso cuyas labores, oficialmente, concluyeron el martes 26 de noviembre de 1946 en medio de un significativo avance estructural partidario, así como de determinaciones ideológicas y políticas que contribuyeron sustantivamente a su unidad interna. El afán de promover la formación política entre la militancia y los adherentes del PSE fue una las resoluciones fundamentales del evento partidario, así como lo fueron la comprensión de la situación internacional, a la que dedicó mucho tiempo el Congreso Socialista, y la reiteración de la oposición, con el conjunto de las masas del país, al gobierno de Velasco Ibarra. Ciertamente el Xlll Congreso marcó un salto cualitativo del PSE a pro­ pósito de las experiencias que había adquirido en los últimos años. La influencia de Aguirre en las definiciones generales del evento partidario fueron, además, evidentes. Pocos días después del congreso del PSE, fue convocada la militancia socialista de la provincia de Pichincha para que designara su nueva directi­ va, conforme al nuevo estatuto que fuera aprobado en el último Congreso. El proceso se cumplió mediante elección directa de los militantes inscritos

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en el padrón, los cuales sufragaron entre el jueves 5 y el domingo 8 de diciembre en la casa del partido. 3931 socialistas ejercieron el derecho a voto en un proceso de extraordinaria significación que determinó que la nueva Dirección Provincial de Pichincha se constituyera así: Secretario General, Emilio Gangotena; Secretario de Actas, Gonzalo Carrillo; Secretario de Relaciones Exteriores, Ricardo Cornejo; Secretario de Finanzas, Jorge Andrade Marín; Secretario de Organización, Disciplina y Estadística, Luís F. Chávez; Secretario de Sindicalización, Luis Pazmiño; Secretario de Propaganda, Hugo Alemán; Secretaria de Asistencia Social y Femenina, Maruja Vivanco y Secretario de Juventudes, Plácido Enríquez. Es trascendente resaltar el proceso interno que comenzaba a vivir el PSE en todo el país y, además, advertir de la enorme convocatoria social y política que gozaba en aquel período, como resultado de su actitud intensa­ mente combativa, y profundamente contestataria, en contra los regímenes de turno. La percepción de esta circunstancia, insistida por Aguirre en más de una oportunidad, comenzó a diferenciarse, entonces sutilmente, de aque­ llas opiniones que al interior del PSE consideraron que podía ser factible consolidar la organización partidaria, a propósito de incidir en algunos esta­ mentos de los gobiernos y, concomitantemente, atender determinadas rei­ vindicaciones sociales. No obstante, y lo digo como una digresión, en ambas posturas políticas, que años más tarde se confrontarían abiertamente, estuvo ausente la defini­ ción de un proyecto político real de poder y la comprensión de que era menester construir la más amplia unidad del pueblo al margen de cualquier vanguardismo y lejos de todo sectarismo. De esta manera inició Aguirre su quinto período consecutivo frente a la Dirección del Partido Socialista Ecuatoriano, Secretaría General que la ejer­ ció hasta el 26 de abril de 1947, fecha en la cual se encargó de la conduc­ ción del partido Luis Maldonado Tamayo, debido a una seria enfermedad que por entonces aquejó a Aguirre. Debido a esta circunstancia correspon­ dió a Maldonado Tamayo preparar la participación electoral del partido e inscribirlo, con el número 3, el 10 de mayo de 1947, ante el Tribunal Supre­ mo Electoral. Aguirre reasumió la Secretaría General del PSE el 27 de agosto de 1947, es decir cuatro días después de que fuera defenestrado Velasco Ibarra por su Ministro de defensa Carlos Mancheno y a propósito de la designación de Maldonado Tamayo como miembro de su gabinete ministerial.


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Anexos1

A partir de entonces, se iniciará en el PSE una nueva etapa caracteriza­ da por una corriente que se opuso sistemáticamente a los colaboracionismos y por un sector del partido que, luego del “Manchenazo” y una vez que llegó al gobierno Galo Plaza, en 1948, se planteó su inserción en tales regí­ menes. Las disputas señaladas fragmentaron al Partido Socialista Ecuatoria­ no por mucho tiempo, al punto que, a inicios de los años sesenta del siglo XX, surgiría el Socialismo Revolucionario que décadas más tarde, propicia­ ría el que las diversas corrientes socialistas del Ecuador se unificaran y construyeran, unitariamente. La única organización socialista que, bajo el nombre de Partido Socialista­Frente Amplio, en este año cumple 80 años de vida conciente de su rol histórico en el desarrollo de la unidad de las fuerzas sociales y políticas que anhelan construir un nuevo país.

Anexo 1

Documentos aprobados en la Asamblea de Constitución del Partido Socialista Ecuatoriano en mayo de 1926 MANIFIESTO DEL CONSEJO CENTRAL DEL PARTIDO SOCIALISTA ECUATORIANO

Quito, marzo del 2006

Vale muchísimo más la emancipación del Proletariado, que todas las leyes escritas en la Constitución. Ciudadanos del Ecuador: Las más variadas doctrinas y prácticas políticas y sociales han fracasado en el empeño de mejorar las sociedades; el sistema individualista está en crisis y no puede continuar como norma de organización política de los pueblos, por­ que se halla minado desde sus cimientos por injusticias y miserias; y las injus­ ticias y miserias no pueden ser eternas. EL EGOÍSMO preside en todos los actos humanos, engendrando el insaciable afán de predominio personal, a través de todas las concupiscencias, de todas las exacciones. El hombre combate al hombre para esclavizarlo, y la sociedad y el Estado, que deben cumplir con el sagrado deber de armonizar los dere­ chos de todos, de proteger al débil para que no sucumba en la porfiada lucha de la humanidad, consagra, por el contrario, al más audaz, favoreciendo el triunfo de minorías que inventan leyes y dogmas para mantener sus privile­ gios, mientras proclaman libertad; sí, libertad para el magnate, libertad para explotar el trabajo ajeno y erigir inmensas fortunas, libertad para oprimir al débil, sumirle en las cárceles y envolverle con la tortuosa red de una justicia arbitraria, establecida para servir los intereses de los capitalistas; libertad para realizar espantosas masacres de proletarios, libertad para que los grandes Estados ejerciten en los pequeños la rapiña internacional; libertad para que los altos señores de la Banca y la prensa rieguen su oro corruptor y mantengan 1

Los textos de los anexos han sido escaneados de las ediciones originales, respetándose la edición original.


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las doctrinas de opinión de los pueblos; libertad para todos, menos para los oprimidos. Todos conocemos el dolor y la injusticia que aquejan a la mayoría de los hombres, doblegados por la fatiga de la faena diaria y perseguidos por la miseria; se busca remedio a este mal, y la sociedad no le encuentra, porque no quiere arrancar de raíz todos los prejuicios, todos los privilegios, todas las servidumbres. EL ECUADOR tiene su problema social que necesita resolver lo más pronto. La grande industria, con todos sus males, comienza a desenvolverse. El pro­ blema agrario reviste suma trascendencia. Los asuntos bancarios y la postra­ ción del comercio nos tienen en inquietante malestar. La clase pobre sufre las repercusiones angustiosas del desequilibrio financiero nacional y de la des­ vergonzada especulación de la Burguesía. La concentración capitalista avan­ za, llevando a pocas manos el producto arrancado a los desposeídos. Por todas partes hay ambiente de crisis: crisis en la economía, crisis en la moral social corrompida por el capitalino. El PROBLEMA de la tierra es fundamental entre nosotros: en un País como el nuestro, de tierras fértiles y tan extensas en relación al número de poblado­ res, la gran mayoría se contenta con verlas improductivas y en posesión de unos pocos privilegiados. La inmensa propiedad territorial se ha formado con el despojo o la especulación; una buena parte de ella ha venido trasmitiéndo­ se por herencia desde la era colonial en que los conquistadores aseguraron la usurpación de las tierras de los indígenas, condenándoles a un trabajo remu­ nerado con ínfimo jornal. Latifundios, que a veces comprenden en su seno poblaciones enteras, están bajo el dominio de algunos terratenientes y, a pesar de disponer de magnificas vías de comunicación, permanecen casi en su tota­ lidad incultos, privando a los que ansían trabajo independiente, de los benefi­ cios que arrancarían al suelo con sus energías. El Oriente baldío y muchas zonas de Occidente son inalcanzables por falta de caminos y de capitales y por los obstáculos que, ofrece la naturaleza misma. LA SITUACIÓN del campesino es en extremo deplorable; el indio de la Sie­ rra, convertido en bestia de carga por la ferocidad de sus amos; el trabajador del Litoral, consumiendo sus energías para los señores feudales. El obrero sufre de hambre y desnudez; la clase pobre, en general, halla torturas espan­ tosas en la búsqueda del pan; la vivienda es miserable y de difícil consecu­ ción; el jornal, insuficiente para las más premiosas necesidades de la vida. La minoría disfruta, entre tanto, de sus inmensas fortunas amasadas con las lagri­ mas del trabajador. PERO el Partido Socialista viene con la tea revolucionaria al campo de las ideas, a levantar la nueva sociedad, derrocando todas las injusticias y sentando normas de vida más perfectas dentro de una moral social más pura.

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ES PRECISO remplazar a las clases explotadoras y explotadas, que hoy cons­ tituyen la armazón de la sociedad, con la clase libre única, dignificada por el trabajo, trabajo obligatorio que debe ser considerado como la más alta fun­ ción social. NECESARIO es que la mujer, hoy en condiciones inferiores a las del hombre, por la exigua remuneración de su trabajo, los prejuicios sociales que la escla­ vizan y la perversión de que es víctima, sea, una vez por todas, redimida TODA la transformación que quiere el Socialismo culminará en el éxito, cuando la educación, despojando a los hombres de sus ancestrales preocupa­ ciones, de las mentiras convencionales que le han sido inculcadas, del egoís­ mo que constituye su patrimonio moral, les capacite para una vida social dignificada y pura. MIENTRAS minorías privilegiadas dominen el Estado, con todos los medios puestos a su servicio, la implantación del Socialismo será imposible. Por eso, el Partido Socialista se halla convencido de que la única forma de realizar sus postulados será mediante el gobierno del Pueblo por el Pueblo: la dictadura de los obreros, campesinos y soldados, que verifiquen la completa extinción del dominio capitalista. Esta coacción proletaria, dolorosa pero indispensable, desaparecerá cuando los hombres liberados de todos los vicios de la sociedad burguesa; puedan ejercer la verdadera democracia, EL SOCIALISMO es el grito universal de justicia, el abrazo de todos los hombres; pues aspira a la formación de una sola sociedad de todos los pueblos de la Tierra. CIUDADANOS DEL ECUADOR: RESEÑADAS en este Manifiesto y en los programas del Partido, tenéis lo que este se propone realizar: los postulados libertarios más altos, latiendo en nuestra sangre, hechos energía viva, para consagrarla, por entero, a la más grande causa de la Humanidad. Para su triunfo es preciso la cooperación deci­ dida y firme de todos los hombres que gimen bajo el peso del Dolor y la Injusticia. CONSEJO CENTRAL EJECUTIVO SOCIALISTA


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DECLARACIÓN DE PRINCIPIOS DEL PARTIDO SOCIALISTA ECUATORIANO

PROGRAMA DE ACCIÓN DEL PARTIDO SOCIALISTA ECUATORIANO

1. La superioridad del bienestar colectivo sobre el bienestar individual. 2. La socialización de los medios de producción, distribución y cambio, y de los servicios públicos controlados por el Estado en interés de la colectivi­ dad; a fin de conseguir la igualdad económica. 3. El reconocimiento de la Patria Universal, como base de igualdad y con­ fraternidad humana. 4. La no apreciación de otro factor de riqueza que el trabajo, suprema función social y requisito indispensable para que el individuo pueda vivir en sociedad. 5. El deber ineludible de exaltar la dictadura del proletariado como fase tran­ sitoria, hasta conseguir la extinción de la clase capitalista. 6. EI rechazo de la actual organización del Estado, sustituyéndola por una organización política sindical. 7. La supresión de las instituciones que no sean útiles a la sociedad. 8. Sustituir la instrucción pública con la educación social, función exclusiva del Estado que procure el desarrollo integral y racionalista del espíritu, de acuerdo con las tendencias útilmente sociales del individuo. 9. La abolición de toda diferencia social fundada en el sexo, sin perjuicio de que sea considerada la maternidad como una situación de privilegio mere­ cedora de apoyo y protección social. 10. El carácter socialmente educativo de la coacción, la que deberá amorti­ guarse en su violencia hasta desaparecer, a medida que se forme el altruis­ mo instintivo en las colectividades. 11. La realización de la Justicia como imperativo en todas las relaciones humanas. 12. Considera lícita la familia, en tanto que los intereses de esta se armonicen con los de la sociedad, y siempre que su constitución, a los vínculos de la sangre se unan los vínculos de las ideas y sentimientos, entre los miem­ bros que la forman. La autoridad dentro de ella, será la que acuerden sus componentes púberes.

EI Partido Socialista Ecuatoriano tenderá a desarrollar este plan dentro del actual ambiente político y social del País preparando o condicionando el medio mediante seria labor de propaganda, a fin de asegurar el éxito de sus principios doctrinarios. 1. El P. S. E. hará de la intensificación de la cultura la base de su propaganda y el secreto de su fuerza. Al efecto, proclama que para que esa cultura sea eficaz comportará tres períodos: a. preparación elemental de las multitudes; b. especialización de la enseñanza de acuerdo con las inclinaciones del individuo y adaptándola, en lo posible, a la idea práctica; c. enseñanza académica Gestionará porque las Universidades se popularicen abriendo sus puertas a todos por igual, sin exigirles ni título ni requisito alguno para concederles grados y honores académicos. En estos altos centros de cultura los maestros lo serán ad-honoren por la distinción de ser men­ tores de la juventud y proveerá sus bibliotecas de obras científicas y artísticas selectas; así como establecerá gabinetes y laboratorios. Se dedicarán todos los dineros de instrucción pública a la preparación ele­ mental primaria y laica de las masas; a la creación y mejoramientos de los Institutos Normales para maestros; a la multiplicación de escuelas técni­ cas superiores, escuelas granjas e internados para campesinos. 2. Combatirá esforzadamente la explotación del obrero por el obrero; es decir de los obreros que erigidos en maestros han arribado a la clase capi­ talista. Se les conminará cuando usen el nombre de obreros para defender sus intereses particulares que los son del capitalismo. 3. El P. S. E. creará íntimos contactos espirituales con las clases explotadas de todo el mundo mediante comunicaciones, adhesiones a sus luchas reivindi­ catorias, intercambio de delegaciones, congresos internacionales, etc. espe­ cialmente en lo que dice relación con los pueblos latinoamericanos; pues hay dos clases de intereses: la de los explotadores y la de los explotados. 4. El P. S. E. desplegara intensa campaña para combatir el Regionalismo que, tratando de romper la unidad nacional, asegura el predominio de la Burguesía. Todo egoísmo mezquino de esta naturaleza deberá ser combatido sin tre­ gua por todos los medios imaginables. 5. Los Consejos del Partido que tuvieren posibilidades instalarán, en sus res­ pectivas circunscripciones, centros de lectura para obreros, bibliotecas ambulantes, cursos de ciencias sociales, cursos industriales prácticos para obreros y auspiciarán representaciones escénicas educativas.


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6. Se enviarán misiones de propagandistas desde los centros más próximos, a los lugares en que no fuere conocida la doctrina socialista. TÁCTICA 7. Los afiliados al Partido fiscalizarán, constantemente, a sus representantes quienes están obligados a dar cuenta de su actuación la que, en todo momento, deberá ceñirse a los respectivos Programas y Estatutos. Esta fiscalización se llevará a cabo en la mayor escala posible a fin de interesar a todos sus miembros en la marcha regular del Partido, sin que por esto se obstaculicen las labores de los representantes, ni se dificulten sus iniciati­ vas. INTERVENCIÓN POLÍTICA 8. El P. S. E. en su acción política desplegará el máximo esfuerzo para con­ seguir libertades encaminadas a facilitar el desarrollo del Partido y la organización de los trabajadores. 9. El P. S. E. auspiciará la doctrina intervencionista del Estado para asegurar el mayor bienestar social. 10. Para incorporar los campesinos a la vida de la civilización el Partido tra­ bajará: por la organización de cruzadas civilizadoras que se acerquen a ellos; por el establecimiento de escuelas de la vida práctica, y por toda clase de medios sugerentes y persuasivos que los convenzan de los bene­ ficios de la civilización. 11. Se deberá conseguir que tanto en la Carta Fundamental como en las leyes secundarias se garantice, ampliamente, la libertad de pensamiento en todas sus manifestaciones, informándose el criterio de la legislación en los siguientes postulados: a. Las ideas de orden público, moralidad y buenas costumbres, por su rela­ tividad, no pueden jamás limitar la libertad de pensamiento. b. No habrán ideas punibles religiosas, políticas y científicas; por consi­ guiente, no se podrá perseguir propaganda alguna bajo pretexto de que va contra el orden público, la moral o las buenas costumbres. c. Las ideas no pueden ser censuradas o, limitadas; ellas no tienen otra sanción que el entusiasmo o el desprecio con que sean acogidas por la colectividad. 12. El P. S. E. gestionará la abolición de las restricciones que el Código de Policía ha establecido al derecho de reunión. Se admitirá como exigencia máxima el aviso a la autoridad de la reunión o mitin. 13. Se trabajará porque se establezca el principio de proporcionalidad con res­ pecto a la capacidad económica del contribuyente, en las leyes tributarias

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estableciendo el impuesto progresivo al capital, después de crear los espe­ ciales al valor de la tierra, al latifundio, a la herencia y al ausentismo. 14. El P. S. E. procurará que las clases propietarias sean sometidas por medio de leyes especiales a las siguientes limitaciones: a. Se considerará como de utilidad social el cultivo y parcelación de los latifundios, en un límite prudencial de tiempo, espirado el cual, los terre­ nos yermos serán nacionalizados; b. Se limitará la adjudicación en usufructo de los terrenos baldíos o nacio­ nalizados a una extensión suficiente para que sean cultivados por una familia; c. Se declara incompatible la propiedad del dueño de un fundo con la del terreno del mismo, que una población ocupe, cuando esta por su número alcance la categoría de cabecera de parroquia, ora para su ensanche, ora para sus siembras, a costa de los fundos vecinos; y d. El Estado reglamentará el inquilinato y el Partido comenzará la forma­ ción y gestionará el reconocimiento de ligas de inquilinos, así como la expedición de leyes que limiten la usura de los propietarios y nieguen toda protección legal al arrendador de habitaciones antihigiénicas. 15. El P. S. E. conseguirá que los bienes de manos muertas se los dé en arrendamiento a Cooperativas de producción de trabajadores. 16. Combatirá todos los sindicatos capitalistas que monopolizando los medios de vida, aumenta la explotación. 17. Gestionará la colonización del Oriente Ecuatoriano a base de inmigra­ ción extranjera y de trabajadores nacionales debiendo el Estado prestar­ les toda clase de apoyo. 18. Trabajará por la formación de barrios obreros. 19. El P. S. E. proclama la necesidad de que la administración de justicia sea gratuita y de trámites rápidos, a base de equidad en lo civil. En lo crimi­ nal la de variar el actual sistema punitivo por el de tratamiento científico del delincuente. Conseguirá, asimismo, establecer la reparación e indemnización de las víctimas de los errores policiales, políticos y sociales. 20. Gestionará porque los trabajos de obras públicas, tales como apertura de caminos, construcción de ferrocarriles, etc, se lleven a efecto utilizando contingentes militares. 21. Laborará a fin de conseguir se adopte el criterio de la representación fun­ cional en la organización de los Municipios confiando a sus corporaciones representativas actividades especialmente encaminadas al mejoramiento de sus respectivos cantones y parroquias, liberándolos de toda interven­ ción política y concediéndole amplia autonomía en su régimen interno.


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22. Procurará por todos los medios abolir el actual contrato de trabajo manu­ al –mero arrendamiento de servicios–, para crear el contrato de asocia­ ción que reporte al trabajador igual beneficio que al patrón. Al efecto, se establecerá la Dirección General del Trabajo con facultad de intervenir y vigilar la realización de esos beneficios y la Corrección de procedimien­ to de patronos y capataces. En caso de ser imposible la realización del concepto de trabajador­asala­ riado, se gestionará porque el actual contrato de arrendamiento de servi­ cios sufra las siguientes reformas: a. Establecimiento de la dirección General del Trabajo que lo reglamen­ tará y vigilará su constitución y cumplimiento; b. Valor preponderante de la confesión del trabajador en todo contrato de trabajo en que no intervenga la Dirección General; c. Amparo de pobreza para el trabajador en los litigios con el patrón; d. Establecimiento de salarios mínimos de acuerdo con el costo de la vida, la crudeza del clima y la dureza del esfuerzo; e. Brevedad del trámite en los tribunales especiales del Trabajo; f. Gestionar porque se dicte una ley por la que el Estado se comprometa a dar trabajo a los desocupados; g. Procura el establecimiento de tribunales especiales integrados por obreros, en número igual al de patronos, por lo menos, para los recla­ mos individuales en los conflictos del trabajo. Se hará una amplia labor de difusión de las leyes del trabajo en las esferas proletarias para que sepan reclamarlas, oportunamente. 23. Explicará la expedición de leyes que permitan la investigación de la paternidad admitiendo la paternidad presunta y, por otra parte, la igual­ dad de los hijos. 24. Gestionará se reconozca en los trabajadores el derecho a la huelga como un medio lícito de coacción proletaria. 25. Procurará la inmediata formación de cooperativas de consumo. 26. El P. S. E. en materia internacional, declara la ineptitud de los gobiernos burgueses y de su diplomacia para el arreglo de las diferencias existentes entre las naciones y preconiza que ellas serán resueltas, definitivamente, tan solo por delegaciones que representen las fuerzas vitales de los paí­ ses en querella. En consecuencia, gestionará porque en lo sucesivo los arreglos pendientes entre naciones se orienten hacia esta forma de reso­ lución. 27. Procurará el ejercicio de los derechos políticos y civiles por parte de la mujer, concediéndole una especial protección durante la maternidad y dejándole libertad para la manutención de los suyos y para que se pre­ sente por si sola en todos los actos de la vida.

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28. El P. S. E. Gestionará la creación de una ley de servicios públicos admi­ nistrativos que asegure al empleado de carácter técnico: el derecho al empleo; al ascenso; a la pensión de retiro; a la asistencia pública; a la no remoción, salvo el caso de grave falta comprobada en juicio citándole previamente para su defensa; la incompatibilidad de la provisión de un cargo que requiera conocimientos técnico a personas que no los posean, si existiere un técnico aspirante al mismo cargo. 29. Procurará la expedición de una ley que establezca el patrimonio familiar inembargable, libre de impuestos e inalienable. 30. Tratará de conseguir la protección oficial al niño desde su nacimiento hasta dotarle de un arte u oficio útil que le capacite para vivir. 31. Trabajará por la formación de un seguro social para obreros con pensio­ nes de invalidez, ancianidad, falta de trabajo, enfermedad o muerte, bajo la protección del Estado de los patronos o contratistas de trabajos. 32. Laborará por el desarrollo de la agricultura en el País, gestión que no se entenderá de protección al terrateniente y de encadenamiento al proleta­ rio: sino de estímulo al pequeño propietario dando facilidades al campe­ sino para que adquiera siquiera momentáneamente tierras de labranza, con la consiguiente exoneración de impuestos, importación y reparto de semillas y útiles de labradío, libre exportación, etc. 33. Gestionará se inserte en el actual Código Penal los delitos contra el traba­ jo, incluyéndose entre éstos la expedición de fichas, tiquetes, tarjetas o cualquier símbolo sustitutivo del circulante legalmente autorizado por el Estado, con los que en fincas, haciendas, o minas se remunerare por con­ cepto de servicios prestados, a jornaleros y campesinos para obligarles a comprar víveres o provisiones en almacenes de esas fincas o haciendas. 34. El P. S. E. en materia electoral, gestionará la implantación del régimen funcional en vez del territorial que hoy existe; al efecto, procurará se consigne en la Carta Fundamental o en las leyes respectivas; las funcio­ nes sociales útiles que el Estado reconoce y a las cuales les concederá el derecho de representación. Hará cuanto estuviere a su alcance y tomará la iniciativa en la organización de ellas, en forma de preparar su inter­ vención en la vida pública del País. 35. Laborará porque se dicten leyes que persigan las sinecuras concediendo acción popular que las denuncien ante los tribunales comunes, para hacer imposible la creación de cargos inútiles y prebendas tan corrientes en nuestro medio burocrático. 36. No se contentará con que la vida sea inviolable procurará, además que la vida sea posible; esto es, facilitando los medios necesarios para hacer efectivo el derecho a vivir, no como una concesión de carácter benéfico,


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sino como una serie de oportunidades que permitan al asociado la satis­ facción de sus necesidades mediante la aplicación de sus esfuerzos. 37. El P. S. E. declara y reconoce el principio del derecho a la salud para todos los individuos; en consecuencia, trabajará por un amplio desarrollo de oficinas sanitarias, higienización de las ciudades y los campos, asis­ tencia médica gratuita, difusión cultura antitóxica y campaña contra esos vicios. 38. Laborará intensamente por el acercamiento de los obreros, campesinos y obreros intelectuales, a fin de crear vinculaciones afectivas y económi­ cas necesarias a la constitución de la futura sociedad. 39. El P. S. E. declara expropiables, por parte del Estado y las Municipali­ dades todos los artículos de primera necesidad, por causas de utilidad pública y siempre que se haga necesaria tal medida en vista del alza de sus precios. 40. Para la reunión de la próxima Constituyente Nacional, el P. S. E. recla­ mará igual número de representantes entre los miembros del Partido en que se concediere al Partido Liberal. 41. El P. S. E. en su afán de velar por la raza indígena, gestionará la creación inmediata de tribunales de justicia gratuita para indígenas y la de aboga­ dos defensores de indios. 42. Establecimiento de la carrera del Profesorado de Educación Social. 43. Establecimiento del Monopolio Bancario por parte del Estado y hasta que esto sea posible, el Estado como representante de la confianza pública, es el único llamado a emitir moneda, la que deberá llevar a efecto imprescin­ diblemente, por medio de la fundación de un Banco Nacional. 44. El dictamen de una nueva ley sobre explotación, del subsuelo, a fin de que los beneficios que hoy van a locupletar las arcas de las compañías explotadoras, pasen al Estado; es una urgente necesidad reconocida por el Partido Socialista Ecuatoriano.

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ESTATUTOS DEL PARTIDO SOCIALISTA ECUATORIANO CAPÍTULO I De los miembros del partido Art. 1. Son miembros del Partido todos los ecuatorianos o extranjeros avecin­ dados en el Ecuador que suscribieren el Registro de Socialistas. Art. 2. Serán expulsados del Partido los miembros que ejecutaren actos que pudieran irrogar grave daño al Partido, especialmente si los actos en men­ ción hubiesen sido prohibidos expresamente por los Consejos respectivos. Art. 3. Serán suspendidos del Partido los que incurran en actos de desobedien­ cia a las resoluciones de los Consejos o en otras faltas leves, a juicio de los Consejos Locales. Art. 4. Será considerado como traidor al Partido y expulsado públicamente quien fomentare el regionalismo; y suspendido, quien, pudiendo impedirlo, lo tole­ rase. Art. 5. Todos los miembros del Partido están obligados a comunicar el Con­ greso del Partido o, en su receso, al Consejo Central, su decisión de acep­ tar algún cargo público directamente relacionado con la política, como Presidencia de la República, Ministerios, Gobernaciones, Subsecretarias de Ministerios e Intendencias, debiendo renunciar estos cargos, cuando pidiere el Partido. En caso contrario, serán expulsados. Art. 6. Las penas de suspensión y expulsión del Partido serán impuestas por el Consejo Central, previo informe de los Consejos Locales a que perte­ necieren los inculpados.

CAPITULO II De la organización del partido Art. 7. EI Partido Socialista está constituido por Consejos de Trabajadores, organizados por funciones. Art. 8. En cada población se formarán los siguientes: 1) Agricultores; 2) Tra­ bajadores Industriales; 3) Mineros; 4) Ferroviarios y Anexos; 5) Comercio y Anexos; 6) Educadores y Periodistas; 7) Profesiones liberales; 8) Artis­ tas; 9) Estudiantes; 10) Oficios varios. Art. 9. Al Consejo de Oficios Varios se adherirán todos aquellos miembros que no estén incluidos en las categorías anteriores o sobre cuya ubicación hubiese dudas. Art. 10. Los miembros de los diversos Consejos de Trabajadores de cada población constituirán el Consejo Local.


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Art. 11. Cuando el número de asociados que debe constituir cada Consejo de Trabajadores fuese menor de cincuenta, se adherirán al Consejo de Ofi­ cios Varios, el que en caso necesario, podrán constituirse por sí solo en Consejo Local. Art. 12. Cada Consejo Local funcionará por lo menos una vez a la semana, y podrá hacerlo con la concurrencia de la tercera parte del número de sus miembros inscritos, siendo validas todas sus decisiones. Art.13. En la Capital de cada Provincia se constituirá un Consejo Provincial, formado por los delegados de los diversos Consejos Locales de la Provin­ cia. Art.14. Estos delegados lo serán a razón de uno a tres por cada Consejo: debe­ rán residir en la Capital de la Provincia; y durarán en sus funciones un año, pudiendo ser reelegidos indefinidamente o removidos tan pronto como la mayoría de los concurrentes a una sesión, citada con tal objeto, les retiren su confianza. Art. 15. Los delegados a los Consejos Provinciales están en la obligación de informar constantemente a sus representados sobre su actuación. Art.16. Todo el poder pertenece a los Consejos, y nadie podrá tomar su repre­ sentación o emitir opiniones ni realizar actos en nombre de ellos, sin recibir previamente comisión especial. Esto no obstante cada socio conservara absoluta libertad individual, y podrá emitir las opiniones que se le den, bajo su responsabilidad.

CAPITULO III De la Asamblea del Partido y del Consejo Central Art. 17. En los primeros días de agosto de cada año se reunirán en Quito la Asamblea Nacional del Partido integrada por representantes de todos los Consejos de la República; a razón de uno a tres delegados. Art. 18. La Asamblea se reunirá extraordinariamente cuantas veces la convo­ caré el Consejo Central a petición de uno de cualquiera de los Consejeros Provinciales. Art. 19. La Asamblea tendrá un período fijo de diez días de sesiones, y podrá prorrogarse por el tiempo que acordare la mayoría absoluta. Art. 20. A la Asamblea Nacional corresponde el máximo de poder, y todas sus decisiones deberán ser acatadas por todos los Consejos. Art. 21. Mientras dure el receso de la asamblea Nacional, funcionará un Con­ sejo Central en la Capital de la República, constituido por los delegados de los Consejos Provinciales, a razón de uno por Provincia. Art. 22. El Consejo Central mantendrá la unidad de acción del partido y ten­ drá jurisdicción sobre todos los Consejos. Su principal obligación será ejecutar fielmente todas las decisiones de la Asamblea Nacional.

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CAPITULO IV De las sesiones Art. 23. La Asamblea Nacional, el Consejo Central y los diversos Consejos nombrarán un Director que los será tan solo para la sesión en que se lo hubiere nombrado. Art. 24. Solo tendrá derecho a voto las personas que hubiesen firmado el Registro del Partido. Art. 25. A cualquier persona, miembro o no del Partido, podrá concedérsele la palabra en las discusiones. Los que no fueren miembros necesitarán del consentimiento de la mayoría de los miembros asistentes. Art. 26. Los miembros tendrán derecho a que se les conceda la palabra indefi­ nidamente. Sólo la mayoría de los dos tercios de los concurrentes, y cuando la discusión fuese demasiado prolongada, se podrá negar la palabra a un miembro que hubiese usado de ella por tres veces en un mismo asunto. Art. 27. Todas las sesiones, menos las del Consejo Central, serán públicas. La Asamblea y los Consejos podrán sesionar en secreto, para tratar de asun­ tos de suma gravedad, con el consentimiento de los dos tercios de los miembros presentes. Art. 28. Todas las resoluciones se tomarán por simple mayoría de votos. Art. 29. Ningún miembro podrá excusarse de las comisiones que le impusie­ ren los Consejos, a no ser por causas graves y fundadas, las que deberán ser expresadas en la sesión.

CAPITULO V De los funcionarios Art. 30. En cada Consejo no habrá otros funcionarios que un Secretario Gene­ ral, otro de Actas, un Bibliotecario y un Tesorero. Art. 31. Estos funcionarios durarán un año y podrán ser reelegidos indefinida­ mente o removidos en el momento en que lo acordare el Consejo, citado con tal fin. Art. 32. Corresponde al Secretario General: a. Autorizar las actas y documentos de los Consejos; b. Citar a sesiones extraordinarias; c. Llevar la correspondencia del Concejo; d. Llevar los libros que demande el buen servicio de Secretaría, especial­ mente los de Actas, Registro de Socialistas, Inventarios de Pertenencias; e. Archivar las comunicaciones recibidas y copias de las enviadas. Art. 33. EL Secretario de Actas llevará las actas, de acuerdo con las instruc­ ciones que le imparta el Secretario General.


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Art. 34. El Bibliotecario conservará bajo su responsabilidad todas las obras del Partido, y facilitará su obtención al público. Art. 35. Las funciones del Bibliotecario corresponderán al Secretario, en los Cosejos de menos de veinte miembros. Art. 36. Corresponde al Tesorero: a. Recaudar los fondos, previa orden del Consejo o de la Secretaría; b. Invertir los fondos, previa orden del Consejo; c. Llevar la contabilidad del movimiento económico a su cargo, con los debidos comprobantes de ingreso y egreso; d. Informar del movimiento de Caja, al Consejo, en la primera sesión de cada mes.

CAPITULO VI De las oficinas de acción social Art. 37. En todos los Consejos Locales se fundará un departamento especial para la protección de los campesinos en sus conflictos con los patrones. Su personal estará constituido, en lo posible, por abogados o personas versadas en esta clase de asuntos. Art. 38. Con dependencia de este departamento, habrá uno o más compañeros encargados de investigar las condiciones de los trabajadores en los cam­ pos. Art. 39. Adscrito al Consejo Central, funcionará, el departamento Central del Tra­ bajo, al cual se enviarán mensualmente los datos de que habla el artículo anterior. Art. 40. En las ciudades habrá, una oficina análoga para los trabajadores urba­ nos, y en ella se llevará una estadística del trabajo, para enviarla al Depar­ tamento Central. CAPITULO VII De los fondos Art. 41. Son fondos del Partido: a. Las cuotas mínimas fijadas por los distintos Consejos, proporcional­ mente a la renta de los contribuyentes: b. Las cuotas extraordinarias acordadas por los Consejos o solicitadas por la Asamblea Nacional o el Consejo Central. c. Las donaciones que se hicieren al Partido o a los Consejos; d. Las ganancias que se obtuvieren en publicaciones o en representaciones teatrales.

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CAPITULO VIII De la propaganda Art. 42. Cada Consejo mantendrá en lo posible un diario, o por lo menos una publicación periódica, para la propaganda y defensa de las ideas socialis­ tas. Art. 43. Semanalmente cada Consejo auspiciará una conferencia o lectura dada por uno de sus miembros sobre temas de divulgación socialista o sobre asuntos de interés general. Art. 44. Cada Consejo aprovechará cuantas oportunidades se presenten para la difusión de las doctrinas. Art. 45. En donde las circunstancias lo permitieren, los Consejos mantendrán centros de lectura y estudios sociales.

CAPITULO IX Disposiciones transitorias Art. 46. Mientras se reúna la próxima Asamblea Nacional del Partido, en vez de los Consejos de Trabajadores de que habla el articulo 7 y siguientes, en cada localidad funcionarán Núcleos Socialistas que enviarán delegados a las capitales de provincias. Art. 47. Por esta vez, los delegados al Consejo Central serán elegidos por la Asamblea.


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EL SOCIALISMO Y LOS PARTIDOS POLÍTICOS Discurso de Clausura pronunciado en la Asamblea Socialista por Jorge Carrera Andrade2 delegado por Pichincha a la Gran Asamblea del Partido Socialista Ecuatoriano y compañero Secretario de RR. EE. del Consejo Supremo Socialista CAMARADAS: Socialismo quiere decir Evangelio de los pobres. Los proletarios, habiéndoseles ya roto el báculo religioso, han tomado por guía el índice socialista. Y las mul­ titudes se han preparado a barrer del suelo de la República la inmundicia plutó­ crata. Hartos estábamos de la insolencia de la riqueza y de la servidumbre colectiva. Hartos de la presión ejercida sobre la vida popular por la continua conflagración de los elementos capitalistas en consorcio con un Estado burgués y militar. Se hacía necesario ya un nuevo orden de ideas y el advenimiento de una nueva justicia. Era conveniente y humano volver los ojos hacia las cosas de casa adentro, mientras envolvía al mundo el crepúsculo de la caridad. El capitalismo se ha adueñado en el Ecuador especialmente de la tierra. Diga­ mos más: Tierras, aguas, bosques, etc., pertenecen a la plutocracia. Los peque­ ños propietarios indígenas viven pobremente en cuevas oscuras, construidas de adobes humildes, soportando una numerosa familia y lejos de la trompetería de la civilización. Toda su vida es como un largo voto de pobreza. En cacharros de barro cocen sus viandas que se reducen a franciscanas legumbres y agua de los depósitos naturales. Constituyen la encarnación viva de la indigencia intelec­ tual, moral y material. Tocándose con esta miseria se encuentra el latifundio. El origen del latifundio es contemporáneo de la Colonia; su actual posesión se encuentra en manos de los herederos de los antiguos invasores, de los encomenderos y de los señores coloniales. La mala distribución de la riqueza territorial deja en el más angus­ tioso pauperismo a la totalidad de los habitantes, enriqueciendo a una pequeña minoría inútil para el trabajo y dividiendo para la Nación en grandes haciendas que ya ocupan la mayor parte de una provincia –de la altiplanicie hasta la cos­ ta– o ya, también, como verdaderos países o ducados, gozan por igual de los aires del trópico, del páramo y de la selva. La tierra, que debía ser propiedad de todos, se constituye así en patrimonio de una clase privilegiada de la sociedad que no tiene la capacidad suficiente para las labores agrarias y que ha quedado atada al pesado carro de la tradición. Esta clase social está compuesta de fami­ lias que se creen dispensadas de dar a sus hijos una educación profesional y que apenas saben la cartilla cristiana, y de jóvenes que, abandonando los cursos de los colegios antes de terminar los estudios del Bachillerato, se dedican a agotar 2

Jorge Carrera Andrade fue designado por el Consejo Central del PSE como Secretario General del PSE.

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la herencia paternal en los meandros de un vivir sin finalidad y sin orden. En todos los tiempos ha sido igual el lamentable cuadro de nuestra República: ¡La miseria filtrándose por todas las capas sociales! ¡El proletariado y las clases ínfimas la sociedad entregadas a la esclavitud de la Iglesia; el hálito sepulcral del Vaticano envenenando y agostando las infelices vidas! La Iglesia convertida, por obra de los sectarios, en una valla sombría entre el hombre la felicidad. En los villorrios y en los pueblos, la suerte del campesino y su familia ha estado sujeta a la voluntad despótica de la autoridad civil, de la autoridad religiosa y del capitalismo, o sea: del Teniente Político, el Cura y el Terrateniente. La auto­ ridad civil le ha hurtado los dineros del pobre patrimonio familiar; el Cura le ha despojado de su dignidad humana y, hundiéndole en el servilismo, le ha negado la limosna intelectual y le ha condenado a vestirse los harapos de oscuras y pau­ pérrimas ideas religiosas. Por su parte, el Terrateniente ha completado la obra. Ha extraído voluptuosamente hasta la última gota de sudor del miserable traba­ jador de los campos, le ha amarrado al poste de la hacienda para los suplicios infamantes, le ha arrebatado el honor de la sencilla esposa campesina, ha man­ dado como dueño y señor sobre la hija y la madre, y ha mermado la miseria cosecha del siervo para aumentar sus opulentas trojes. La religión de paz, la doctrina de amor del cristianismo se había rebajado hasta servir los intereses de los amos; se había arrastrado celestinescamente para cum­ plir las ordenes del rico fariseo; se había convertido en mercenaria de las huesas que diezmaban y destruían al pueblo simple y laborioso. Y este mal no sólo ha sido de las pequeñas poblaciones, sino de toda la Nación. El Gobierno burgués, aliado con el capitalismo, ha manchado contra los indivi­ duos y su derecho a la vida, fusilándolos colectivamente, empobreciéndolos con astutos contratos y fraudes legales, martirizándolos con una lenta muerte por hambre, mientras los partidos políticos históricos ayudaban al exterminio con la vista puesta en el medro y el poder, y las montoneras caudillistas, las gavillas de los bandoleros políticos asolaban la República. Los partidos tradicionales han sido minorías ilustradas que con pretexto de la doctrina, han atentado contra los ciudadanos y contra el derecho. Se han adue­ ñado por turno del poder, haciendo su barricada de defensa con leyes creadas exprofeso para favorecer a los hombres públicos que les prestaron sus servicios, y han formado un Código burgués de efectos coactivos tan solo para el pueblo indefenso, que es olvidado para toda otra cosa que no sea la sanción. Estos partidos burgueses han tenido su fuerza de imposición en el capitalismo. Puestos al servicio de la plutocracia, han llenado el país de magistrados escogi­ dos entre los merodeadores de los Bancos. El partido retrógrado ha organizado su estado mayor con el capitalismo de la Sierra y el partido de avance se ha hecho fuerte con los explotadores de la Costa.


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Es larga la dinastía de togados y banqueros que, rodeados insignificantes figuras civiles y militares y apoyados por los caballeros de la moneda, hacen pasto de nuestra Democracia donde, como en la célebre frase de Girardin, “todo el mun­ do es demócrata y nadie quiere ser del pueblo”. De los dos partidos políticos históricos, el uno ha aherrojado las conciencias, ha sumido al pueblo en el , oscurantismo, ha limitado las libertades, ha entregado la vida nacional atada de manos a la voracidad de la horda negra, ha hecho su arma de la pena de muerte, a convertido el país en una siniestra Cofradía, ha acallado el grito del hambre popular con el pan divino y el hisopo. El otro, el partido más nuevo, ha cerrado sus oídos a los más elementales llama­ dos humanos, ha consagrado el monopolio con perjuicio del pueblo –pequeño productor–, ha desacreditado a la Nación con la lucha perpetua de sus mismas facciones, ha fomentado el militarismo haciéndolo su columna de sostén, ha vedado a las mayorías populares la participación de la vida del Estado y ha entrado a saco en la vida proletaria. Y ambos partidos tradicionales jamás se han preocupado de la voz que clamaba en el subsuelo social, ocupados al contrario en compactarse más, en seleccionarse, para la repartición de dignidades y la rifa final de la túnica del pueblo crucificado. Pero ha llegado ya el momento de que los partidos políticos ancianos vayan a ocupar los vastos sepulcros de la Historia. Los nuevos postulados sociales se abren las puertas de la opinión y destruyen el principio de jerarquías económi­ cas, el concepto moral de la propiedad y el ideal teológico de gobierno, procla­ mados por la doctrina conservadora. El Socialismo, al dar la batalla al caduco orden actual, reivindica la justicia humana, destruye la forma defectuosa de la propiedad y va hacia la más perfec­ ta democracia. Escuela de bien es nuestro partido ha redimir al hombre de la explotación y hacer temblar a las clases privilegiadas de la nobleza o del oro, fortalecidas por el acumulamiento de la propiedad. Los males del Estado moderno son una consecuencia del viejo régimen de la propiedad individual. La propiedad individual en la antigüedad inventó esa ins­ titución inhumana que se llamo esclavitud; en la Edad Media la servidumbre; y hoy, en la forma capitalista, arroja al mundo ese ser lamentable que se llama asalariado. Los asalariados, unidos con los diversos exponentes de la idea socia­ lista, luchan en todas las naciones contra la actual propiedad privada, defendida por los coriferes de un falso radicalismo. Echada en el Ecuador la piedra liminar socialista, culminaremos el edificio so­ cial con la implantación del comunismo. La tierra es indispensable para la vida del hombre como el aire o como la luz. Ahogados, pues, por el capitalismo aplastados por la explotación, damos a los cuatro vientos nuestro grito de: Tierras! –Los socialistas queremos la tierra acce­ sible para el hombre. Proclamamos por lo pronto, mientras no se puedan cum­

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plir nuestras aspiraciones máximas, la devolución de las propiedades usurpadas a los indios. Deseamos asegurar la libertad material del trabajador campesino, especialmente indígena, dándole tierras para que viva, cultive y mantenga sus ganados y prestándole las consideraciones sociales que tienen derecho todos los ciudadanos. Trabajamos por la Educación social práctica y declaramos que no solo debe ir el niño a la escuela, sino la escuela al niño. En la barricada de las ideas el Socialismo levanta su estandarte de Revolución Social. No quiere tan solo, como los partidos tradicionales, que cambien los jefes y los oligarcas, sino que se derrumbe el actual orden de cosas con vicios seculares. Mas aún, ansía sustituir la sociedad moderna que asegura la domina­ ción de una parte de los hombres sobre los demás, por un sistema de universal cooperación que de todo hombre haga de derecho un asociado. La bancarrota de las instituciones burguesas, el fracaso religioso, el malestar colectivo, nos anuncian que ha llegado la grave hora de la reconstrucción nacio­ nal. Las falanges socialistas se preparan ya, ruidosamente, para dar el asalto a la Bastilla del capitalismo. Talvez se oiga un fúnebre rodar de carretas entre los vítores del Pueblo y el canto de la Internacional; pero una nueva y luminosa Ley imperará sobre el mundo. CAMARADAS: Madura ya nuestra labor, vamos a regresar al humilde retiro de donde hemos sali­ do. Lleno todo el ser de una luz apostólica, vamos a retornar a la Universidad, a la pobre vivienda, al taller, a los antros de las pequeñas y lamentables industrias. Algunos de nosotros talvez serán perseguidos, beberán el agua salada del odio oficial, llevarán su cuerpo por desconocidas tierras. Otros, también, emprende­ rán el viaje sin retorno. Y su sitial quedará vacío, y ya no podremos abrazarles en el momento del triunfo. Los demás, seguiremos la laboriosa siembra. Cubiertos con el sayal de nuestra santa misión, andaremos por nuestros pueblos predicando la buena nueva; o, desde las fábricas, arrojaremos la semilla a los surcos humanos; o enseñaremos en los libros el alfabeto de la justicia; o, por fin; haremos la propaganda social por medio del sacrificio de nuestra vida en bien de la colectividad, HERMANOS CAMPESINOS, HERMANOS OBREROS, HERMANOS INTELECTUALES, todos trabajemos con amor por la Democracia proletaria y proclamemos que nuestra revolución será justa porque será la Revolución del Pan! Quito, 23 de Mayo de 1926


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Anexo No 2

Documento que da cuenta de la separación del PSE de los dirigentes socialistas contrarios a la integración del Par tido a la Inter nacional Comunista MANIFIESTO AL PROLETARIADO ECUATORIANO CONCIUDADANOS: Los miembros del Consejo Central del Partido Socialista Ecuatoriano, que fir­ man este manifiesto, han venido luchando, desde la fundación de este organis­ mo, vanguardia del proletariado, por consolidarlo y convertirlo en un fuerte aparato de lucha llamado a cumplir una misión histórica en el Ecuador. La agudización de los problemas económicos en el transcurso del tiempo de cinco años, desde la fundación del Partido Socialista hasta hoy, ha comprobado que su formación no era una fantasía de políticos ni demagogos que levantan una bandera clasista para ir al poder y saciar ambiciones. El país entero ha com­ probado que la creación de Partido Socialista era obra, no de los fenómenos sociales que se iban produciendo en la vida republicana, que llevaba en sus entrañas los vicios y las injusticias de los regímenes feudales de la Colonia y la tiranía de explotación implantada cruelmente por la corona de España. Los partidos históricos, herederos de taras y aberraciones de la Conquista, han concluido la obra de aniquilar el país por medio de las ambiciones caudillistas sin programa y por el personalismo elevado a la categoría de bandera de rei­ vindicación. La labor de desatino y de derroche llega ya a su colino y el Ecua­ dor preludia la bancarrota, cuando la nacionalidad apenas entre en la madurez y en la civilización. Un Partido Socialista que destruya esos vicios; que al mismo tiempo construya la nacionalidad, sustentando una Carta Política; no para la defensa de las minorías priviligiadas; no para crear dioses del barro de los hombres; no para continuar el sistema económico desastroso y para man­ tener la esclavitud; mientras las constituciones llaman a todos los ciudadanos libres; no para continuar la obra ciega del conservadorismo y del liberalismo, sino para afrontar los problemas económicos, con principios científicos que no emanan de las teorías abstractas, sino del corazón mismo del pueblo, de sus sufrimientos, de su trabajo eternamente explotado y de la angustia general de todos los hogares que no estuvieron presentes en el reparto de la tierra y la riqueza nacionales; ese partido era necesario formarlo. Con la creación del Partido Socialista, se acababa el caudillismo, por medio de la disciplina y de la plataforma ideológica; se extinguían las conveniencias sociales de la minoría y se proclamaba el derecho de los que forman la parte

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fuerte y laboriosa de la Nación; se luchaba contra el peligro del imperialismo extranjero y por la independencia nacional. El programa del Partido compren­ día todo aquello que la amarga experiencia, no solo de nuestro País, sino del mundo entero, ha hecho necesario. Es la rectificación de todos los errores y de todas las injusticias. El cuartelazo del 9 de julio vislumbró algo de esto y, por esta razón, el prole­ tariado y la clase media estuvieron junto a esa bandera de renovación. Pero, ya hemos dicho, los militares que en su sana intención y en sus anhelos de justicia, abrigaron los ideales imprecisos de la revolución de Julio, no podían realizar esta salvación del pueblo, porque no pusieron su mirada en la clase social llamada a esta alborada y cayeron en los viejos factores de la historia de equivocaciones que han producido este caos en que se encuentra el País. El Partido Socialista buscaba la orientación justa y se preparaba para cumplir aquello que el desconocimiento no pudo realizar, pero en forma completa por su visión clasista. Solo el Partido Socialista ha levantado su voz valientemente y ha estado seña­ lando la verdadera ruta del resurgimiento económico de todo el pueblo. Pero a este Partido no se le ha escuchado con verdadera fe; se ha estigmatizado su nombre y se ha levantado una campaña que empezando en los pulpitos, ter­ minaba en las oficinas de Gobierno y en los salones de los ricos. El partido sabía desde antes que, si esta odiosidad no se hubiese levantado contra él, su labor habría estado errada; y, en vez de ser el defensor del proletariado hubie­ ra sido el colaborador de los opresores. Pero, la principal acusación que tenía el Partido era la de hallarse sujeto a la Internacional Comunista, como un ciego instrumento de sus extraños designios. No fue justa entonces esa acu­ sación; y vamos a explicar. Cuando la madurez ideológica y el nivel político del Partido habían tomado raigambres en sus principales sectores, se verificó la adhesión a la Tercera Internacional, organismo completo, de frente único, formado por todos los partidos proletarios del mundo organizado a iniciativa de Lenin, quien tuvo una visión real de los acontecimientos presente y futuros. La Internacional fue entonces para nosotros, los revolucionarios marxistas, la realización suprema de un ideal de fraternidad y de apoyo mutuo que, borrando fronteras y razas, unía a los hombres, identificados en una misión grandiosa y convertíalos en hermanos, para cruzar la senda de una lucha sin precedentes. ¿Qué sujeción mantenía el Partido con la Tercera Internacional? Algo de común tenía que existir en el programa, en los métodos de lucha, entre nuestros problemas y el de todos los países del mundo, ya que el sistema capitalista es la base de todas las actuales sociedades con mayor o menor desarrollo, con sus fenóme­ nos característicos y sus problemas diferentes en la magnitud y no en el ger­ men de los diferentes pueblos. El programa quedaba al arbitrio de los partidos


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y solo después de varios congresos internacionales, se llegó a fijar tres tipos de países y tres programas flexibles para que dentro de ellos, pudieran susten­ tarse las realidades propias de cada uno. Por tanto, no podía confundirse la sumisión clerical al Papa con la de los partidos revolucionarios a la Interna­ cional, eternamente confundida con la cuestión rusa, por un intencionado sistema de descrédito. No podíamos soportar dictaduras extranjeras por pro­ letarias que fuesen, ya que los que se afilian a un partido de vanguardia tienen como base de su adhesión, la rebeldía que entre nosotros es planta exótica de las leyendas heroicas. Pero hoy las cosas han cambiado como consecuencia lógica de una degenera­ ción burocrática que hunde en el abismo de la dictadura a la Tercera Internacio­ nal. Hasta hace algunos días ninguna imposición y ningún apoyo también había recibido de ella nuestro Partido. Mas, la Tercera Internacional, últimamente, sin estudio consciente de las realidades nacionales y de la obra de los organismos superiores del Partido Socialista Ecuatoriano, lanza resoluciones dogmáticas, elaboradas en el escritorio, al pie del Polo Norte cuando nuestras realidades están cerca del Polo Sur; y las cuestiones características nacionales del ambien­ te y de la diferencia étnica nadie las conoce como nosotros, los ecuatorianos, aunque nuestro amor a la humanidad rompa las fronteras que encierran la tierra de los latifundistas. Los que firmamos, miembros del Consejo Central del Partido Socialista Ecuatoriano, estamos por demás en un organismo que debe acatar órdenes, aunque en principio justas, pero equivocadas en la realidad. Existe descon­ fianza en los organismos de la Tercera Internacional para todos los intelectua­ les y se ordena cambiarlos en la dirección del Partido con obreros de fábricas. Si el nuestro es un partido proletario como el partido ruso; pero los rusos también, fueron guiados por los intelectuales; y su Estado Mayor, que pasará a la posteridad, redimió a los trabajadores rusos con su acción, sus conoci­ mientos y su ciencia. Hoy se puede negar esto, porque la demagogia de los que mantienen el gobierno del proletariado, necesitan ocultar, con la fraseo­ logía, su calidad de intelectual. No desconocemos tampoco que el proletaria­ do es el llamado a dirigir el partido en mayoría; pero reconozcamos también la obra de los intelectuales sinceros, la de los que se han afanado por formar, del polvo de la abyección pública, un partido rebelde que levante su frente y salve al País, porque la liberación del Ecuador depende de los trabajadores ecuatorianos y de todos los que tienen fe en el futuro y rechazan el pasado tenebroso. En el Partido Socialista, desgraciadamente, quedan algunos elementos, quie­ nes con su intransigencia y ciego acatamiento a la imposiciones de la interna­ cional Comunista, van desterrando a todos los que discuten y piensan, a todos los que encaramos el problema revolucionario en otra forma y con otra tácti­

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ca con un sentido exacto de las posibilidades y de la acción. Estamos además en él, toda vez que nuestra obra, entusiasta y larga, ha sido calificada de opor­ tunista y se nos tacha de agentes de la burguesía. Nuestros razonamientos son calificados de cobardía; nuestra energía y valor, de extremismos peligrosos; nuestras reservas, de oportunismos; y nosotros mismos, de intelectuales y pequeños burgueses, como si todos, los jefes de la revolución mundial, no hubieran salido de esa capa social, la que engendra los valores exponentes de una cultura y de una orientación de renovación. Nuestro juramento de lucha por redimir el País, no lo abdicamos ni lo abdi­ caremos, ya que es una misión impuesta voluntariamente, que nace del sentimiento de humanidad y de la convicción científica de la justicia que defendemos. Ya que la Internacional Comunista ha degenerado en el cumplimiento de su misión, y que ciertos sectores del Partido, especialmente del Consejo Central, se manifiestan intransigentes para toda crítica y para todo rechazo a las RESOLUCIONES emanadas de la Internacional Comunista, RENUNCIA­ MOS PUBLICAMENTE, DEL PARTIDO SOCIALISTA ECUATORIANO DE LA TERCERA INTERNACIONAL COMUNISTA; y el grupo firmantes, hace un LLAMAMIENTO A TODOS LOS TRABAJADORES MANUALES E INTELECTUALES, sin distingos odiosos, con la única condición de la sinceridad en el ideal y la fe, para la gran obra que debemos cumplir. El nuevo Partido SOCIALISTA, difundirá en todo el País el programa que sustenta, con principios y postulados que se acoplan al ambiente nacional y a sus propias características, sin sujeción a ningún ORGANISMO EXTRANJE­ RO, y capaz de liberar a los trabajadores ecuatorianos de la explotación del capitalismo. Dr. JUAN GENARO JARAMILLO, Delegado al Consejo Central por León; ENRIQUE A. TERAN, por el Chimborazo; JUAN F. KAROLYS, por El Oro; LEORNARDO J. MUÑOZ, por el Oriente; RAFAEL CAMPUZANO, por Esmeraldas; LUIS GERARDO GALLEGOS, por el Azuay; JOSÉ ALFREDO LLERENA, por las Juventudes Comunistas del Ecuador. Quito, 6 de enero de 1931


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Anexo No 3 Documentos aprobados en el Segundo Congreso del PSE realizado en diciembre de 1935 3

DECLARACIÓN DE PRINCIPIOS Aspiraciones Máximas del Socialismo El P. S. E. es la asociación política de los trabajadores manuales e intelectua­ les, que lucha por la Transformación institucional del país, persiguiendo, como finalidades máximas, entre otras, las siguientes: a) Socialización de los medios de producción y de cambio, y reparto equita­ tivo del producto según el trabajo de cada individuo; b) Régimen de trabajo obligatorio; c) Implantación de la escuela obligatoria, única, integral y racionalista; d) Liquidación del problema del indio, por su exaltación económica, social, política y cultural; e) Realización del servicio público, de conformidad con las necesidades y características regionales; f) Emancipación espiritual de las masas; g) Liberación de la tutela del imperialismo; h) Desconocimiento de las fronteras; pero, mientras triunfe el Socialismo en los Estados limítrofes, el Estado Socialista conservará las actuales. El P. S. E. persigue, en suma, como finalidad máxima la implantación del Socialismo en el Ecuador. Por lo tanto, aspira que el régimen producción feu­ dal­capitalista, basado en la propiedad privada de la tierra, de los instrumen­ tos de producción, de cambio, de crédito y de transportes, sea reemplazado por un régimen económico socialista en que dicha propiedad se transforme en colectiva.

Alcance del Programa mínimo La organización actual del país, no permite la inmediata realización de algu­ nas de las finalidades enumeradas anteriormente, ya que su desenvolvimiento económico no es integralmente capitalista, puesto que subsisten poderosos rezagos del feudalismo. Así, por ejemplo, la socialización de los medios de producción y de cambio, requiere un elevado desarrollo económico del país, que no podrá alcanzarse sino en un proceso gradual de edificación socialista, o mediante la organización planificada de la economía mundial con el esta­ blecimiento de zonas de producción dedicadas a la manufactura industrial, a la provisión de materias primas, etc. 3

Estos documentos, también, han sido escaneados de la edición original.

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De ahí que el P. S. E., en su acción inmediata, lucha por la realización de su Programa Mínimo –cuyos enunciados, se modifican constantemente a medida que cambian las circunstancias– que no es sino el conjunto de medidas para solucionar los diversos problemas nacionales en el presente, con vista de los intereses de las clases trabajadoras, sea dentro del régimen feudal­capitalista, sea en la primera etapa de un Gobierno auténticamente popular, representati­ vo de la mayoría productora del país. El P. S. E. es esencialmente realista. Por eso no promete la inmediata realiza­ ción de su Programa Máximo, sino que lucha por la conquista de reivindica­ ciones mínimas que permitirán la transformación de las instituciones actuales gobierno democrático burgués–, al mismo tiempo que prepararán las condi­ ciones indispensables para una futura edificación socialista.

Lucha de clases y el Rol del Estado Dentro de la actual organización del Ecuador, la sociedad está dividida en clases. Unas las que se han apropiado de los medios de producción y de cam­ bio y que los explotan en su exclusivo beneficio: industriales, terratenientes, comerciales y banqueros. Otras las que trabajan y con su trabajo producen las riquezas, hallándose no obstante sujetas a una vida de miseria: obreros, cam­ pesinos, artesanos, indios, empleados, etc. Las necesidades de las clases trabajadoras de conquistar su bienestar econó­ mico obtención de salarios capaces de cubrir sus exigencias vitales, y el afán de las clases poseedoras de conservar sus privilegios –obtención de mayores beneficios a costa del trabajo–, determina la lucha, entre estos dos grupos sociales. El Estado actual es la representación de las clases poseedoras y, por lo mismo constituye un organismo de opresión para los trabajadores manuales e intelec­ tuales. De ahí que la lucha de carácter económico de las clases trabajadoras contra las clases poseedoras, tiene un sentido eminentemente político, ya que mientras el Estado esté en poder de éstas, aquellas no podrán alcanzar su libe­ ración. La lucha de clases, en consecuencia, como acción política y económica, con­ duce al triunfo de una de las clases llamada, históricamente a impulsar el progreso humano; dentro del sistema capitalista, conduce al triunfo de los trabajadores, o sea a la supresión de la explotación del hombre por el hombre, mediante la organización de la sociedad de productores. Lo cual a su vez, hará que el Estado pierda su carácter opresor y aún desaparezca como instrumento de opresión de una clase sobre otra.


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Democracia Funcional y lucha contra el Despotismo Mientras el proceso de transformación de la sociedad haga subsistir el Gobierno democrático, el P. S. E. propicia la estructuración de las institucio­ nes del Estado a base de la democracia funcional, incorporando el derecho de remoción por parte de los cuerpos electores. Frente a la democracia liberal, proclamada por las clases poseedoras, que se la ejerce por el voto popular para elegir el “Gobierno del pueblo”, el P. S. E. propugna la democracia funcional que permite la ingerencia en los negocios del Estado de las funciones sociales útiles, agrupadas en sus respectivos orga­ nismos sindicales, dando así intervención en la política a todos los individuos organizados de acuerdo con la actividad económica y profesional correspon­ diente. No obstante esto, el P. S. E. declara qua luchará en todo momento por las libertades democráticas, como la libertad de pensamiento expresado de pala­ bra y por escrito, de reunión, de asociación, de inviolabilidad del domicilio y de la correspondencia, etc., o sea en contra del fascismo y de los regímenes de fuerza y despóticos que conculcan estas libertades y pretenden conducir a la Nación, inspirándose en el providencialismo, por la senda del abuso y de la arbitrariedad.

Lucha Antiimperialista y frente Único El P. S. E. si bien por su carácter internacional, anhela una acción solidaria y coordinada de los trabajadores del mundo, y propugna la unidad económica y política de los pueblos indoamericanos, dentro del actual sistema imperialista de opresión, es nacionalista, es decir, lucha contra la opresión del capital extranjero tanto en su aspecto económico de captación de las mejores fuentes de riqueza y los mercados, cuanto en su aspecto político de limitación y aún de absorción de la soberanía nacional. Por consiguiente, mientras subsista el feudalismo en las naciones indo­ame­ ricanas y rija en el mundo el sistema de opresión imperialista, el P. S. E. desenvolverá su sentido nacionalista de defensa del territorio, riquezas y soberanía nacionales. La expansión del capital extranjero, es un fenómeno inevitable en el actual sistema económico, como lo prueban las relaciones establecidas en la Unión Soviética, donde se construye el Socialismo. Por lo tanto el P. S. E. lucha para condicionar dicha expansión del capital extranjero, con vista de los intereses nacionales, impidiendo la entrega de las mejores fuentes de riqueza y la con­ cesión de privilegios, y procurando que la indetenible penetración del capital extranjero, comporte el progresivo desenvolvimiento de la economía ecuato­ riana.

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Desde el punto de vista político, el P. S. E. proclama su sincera devoción por el frente único de los partidos de izquierda del país y su vinculación con el movimiento revolucionario internacional, por cuya realización ha luchado y luchará leal y consecuentemente.

Bloque de Trabajadores manuales e intelectuales El P. S. E., representa los intereses de las clases trabajadoras manuales e inte­ lectuales por lo tanto lucha: • en favor de los obreros de fábricas, minas, transportes, etc., o sea del pro­ letariado que aparece con la industria incipiente, y cuyas condiciones de salarios, jornada, legislación, etc. merecen un justiciero mejoramiento; • en favor de los pequeños; propietarios de tierras, pequeños comerciantes e industriales, oprimidos por los terratenientes, banqueros y grandes industriales y comerciantes, nacionales y extranjeros; • en favor de los derechos de la mujer y del niño; • en favor del indio y del montubio, sometidos a la explotación inhuma del régimen semi­feudal que subsiste en los campos; • en favor de los elementos de la clase media: empleados, artesanos, profe­ sionales, etc. que son lanzados cada vez más a la miseria. El P. S. E. anhela ser, por consiguiente, el bloque de todas las clases oprimidas y explotadas, que al mismo tiempo son las verdaderas productoras de la rique­ za, cuyos beneficios gozan exclusivamente las clases poseedoras.


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El Congreso Nacional del Partido, reunido en Quito, en uso de sus atribuciones, dicta los siguientes Estatutos del Partido Socialista Ecuatoriano

Capítulo I Del Partido y sus miembros Art 1. Organizase en la República del Ecuador, Sur América, el Partido Socia­ lista, formado de las personas que ingresen a él, de acuerdo con estos Estatutos. Art. 2. Los miembros del Partido se dividen en dos categorías: Activos y Sim­ patizantes. Son miembros Activos del Partido, los individuos de uno y otro sexo, mayores de 18 años de edad, que ingresaren firmando estos Estatutos, o que fueren admitidos después, de acuerdo con los mismos. Serán miembros Simpatizantes los menores de 18 años de edad en gene­ ral, y toda persona que, no aceptada aún como miembro activo, cumpla con los demás requisitos establecidos por estos Estatutos. Art. 3. Para ser admitido al Partido como miembro Activo, se requiere: a. Solicitud escrita del que quiera afiliarse, garantizado por dos miembros del Partido; b. Informe favorable de la Sección de Organización y Disciplina; c. Admisión acordada por mayoría de votos del respectivo Organismo Directivo Local, la misma que no podrá concederse si el solicitante no ha actuado seis meses por lo menos, como simpatizante; d. Adquisición del carnet, que será expedido por el Consejo Provincial de la respectiva circunscripción y refrendado por el Secretario General del Par­ tido: la forma y contenido del carnet se determinarán en el Reglamento Interno del Partido. Art. 4. Para ser admitido como Simpatizante se requiere una solicitud escrita, de acuerdo con el formulario que contemplará el Reglamento Interno del Consejo Provincial; el nombre del aceptado como Simpatizante será ano­ tado en el Registro respectivo. Art. 5. Los Simpatizantes sólo podrán concurrir a las asambleas Generales y no a las sesiones del Consejo. Art. 6. Los Simpatizantes tendrán voz en las Asambleas Generales, pero no tendrán voto. Art. 7. Los Simpatizantes deben cumplir las obligaciones que les imponen estos Estatutos, así como los determinados en los Reglamentos y las Orde­ nes del Partido.

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Capítulo II Estructuración del Partido Organismos de Funcionamiento Permanente Art. 8. Los Organismos de Funcionamiento Permanente son: el Comité Eje­ cutivo Nacional, el Consejo Central y los Consejos Provinciales. Art. 9. Los Consejos Provinciales establecerán en cada una de sus circuns­ cripciones la organización que más convenga a las condiciones de las mismas, estableciendo, manteniendo o aceptando los núcleos y Consejos Locales o Cantonales que fueren necesarios. En los lugares que las cir­ cunstancias económicas y sociales lo exijan, se establecerán células socia­ listas que funcionarán en talleres, fábricas, haciendas, minas, caseríos, parroquias, barrios, etc. Art. 10. Los representantes de los Consejos Provinciales formarán el Consejo Central que residirá en la Capital de la República. Se renovarán cada año, a menos que los electores juzguen conveniente para el Partido cambiar su representación antes de cumplirse el período. Art. 11. También residirá en la Capital de la República el Comité Ejecutivo Nacional, que lo integrarán cinco Miembros elejidos por el Congreso, el mismo que designará de entre éstos el Secretario General del Partido. Art. 12. Los Miembros de los Consejos y del Comité pueden ser reelegidos indefinidamente.

Capítulo III Organismos de funcionamiento no permanente Art. 13. El Partido Socialista, para dictar las Leyes o Resoluciones de su Organización, funcionamiento, táctica y acción, tendrá Conferencias y Congresos.

Capítulo IV De los Miembros del Partido Art. 14. Los Miembros del Partido están obligados: a. A guardar la más estricta camaradería y cordialidad con todos los afilia­ dos; b. A pa gar las cuotas ordinarias y extraordinarias, debidamente establecidas en los respectivos Reglamentos Internos o acordadas por los organismos encargados de la dirección del Partido; El Organismo Directivo inmediato o el Director de la Célula, podrán exo­ nerar, temporalmente el pago de cuotas, ordinarias o extraordinarias, a los miembros que se hallaren en la imposibilidad de hacerlo por su estrecha situación económica;


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c. A de fender el Partido y propagar su ideología, y a defender a los camara­ das en toda circunstancia y lugar en que fuere necesario u oportuno el hacerlo; d. A cumplir con las comisiones que le confiaren los organismos de Gobier­ no del Partido y a observar los acuerdos y resoluciones que dictaren los mismos; e. A concurrir puntualmente a las sesiones, funciones y manifestaciones organizadas por los organismos Directivos; f. A dar cuenta por escrito de las comisiones que se les encomendare; g. A someterse sin resistencia a la censura del Partido; h. A no ejecutar actos, ni suscribir publicaciones que puedan ir en contra de los intereses del Partido; i. A guardar secreto de todo lo que se resolviere en Asambleas y Consejo del Partido con carácter de reserva; j. A no hacer crítica fuera del Partido, referente a éste o a sus miembros; k. A dar cuenta al Secretario General del organismo a que pertenece cuando se ausente del lugar o cuando regrese a él: l. A incrementar la biblioteca local, entregando una o más obras; m. A dar aviso al Consejo Provincial cuando fuere elegido para algún empleo público, no pudiendo aceptar sin autorización previa del Comité Ejecutivo Nacional los siguientes cargos: Ministerios y Subsecretarías de Estado, cargos diplomáticos, Gobernaciones, Intendencias de Policía, Jefaturas Políticas, Dirección y Gerencia de Estancos, Jefaturas y Subjefaturas de Investigaciones y Tenencias Políticas. Todo afiliado o simpatizante dejará su cargo público sólo cuando lo orde­ nare el Organismo Directivo inmediato, y si ejerciere más de uno, renun­ ciará el que le indique la mencionada Directiva. Art. 15. Son atribuciones de los miembros del Partido: a. Intervenir en las resoluciones de las Asambleas; b. Hacer crítica dentro de los organismos del Partido sobre la vida de sus afiliados, en sus intervenciones políticas dentro y fuera del Partido, o en otros organismos (corno Sindicatos, Socorros, etc), lo mismo que de los funcionarios y organismos del Partido. Cuando haya sido fallado un asunto por las instancias superiores del Par­ tido, el afiliado debe dejar toda crítica; c. Obtener la. protección que solicitare, de acuerdo con el Reglamento Inter­ no.

Capítulo V De las Células Art. 16. Las células serán el principal medio de propaganda y agitación del Partido.

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Art. 17. Las células tienen la obligación de realizar entre las masas, todo el trabajo de organización, agitación y propaganda; poner en ejecución las decisiones y consignas del Partido; orientar a las masas obreras, indígena y campesina hacia la participación en la vida política del país, examinan­ do, previamente, en sus reuniones, todos los problemas relacionados con ellas. Deben prestar igualmente una gran atención a la educación de sus miembros, haciendo participar a todos en el trabajo activo y encomendan­ do a cada uno el estricto cumplimiento de las tareas impuestas. Art. 18. La célula debe sujetarse al plan elaborado por el Consejo Provincial respectivo, siguiendo las directivas de los organismos superiores del Par­ tido. Art. 19. Los miembros del Partido que integraren una célula deben hacer ante sus compañeros la crítica de los defectos de la misma. Art. 20. Cada célula tendrá un secretario encargado de todas las funciones y un suplente. Cuando las necesidades de la célula lo requieran podrá desig­ nar otros secretarios, rigiéndose por la disposición del Artículo 26. Art. 21. Las células deben reunirse por lo menos cada semana y extraordina­ riamente siempre que sea necesario. Art. 22. Las células harán de fracciones socialistas en los sindicatos y otras organizaciones.

Capítulo VI Organismos Locales y Cantonales Art. 23. En donde fuere posible y conveniente su existencia, los núcleos y Consejos Locales se organizarán de acuerdo con el reglamento que se dic­ tare y que será aprobado por el Consejo Provincial. Actuarán bajo la direc­ tiva inmediata de este mismo Consejo. Lo mismo se observará respecto a los núcleos y Consejos Cantonales.

Capítulo VIl Del Consejo Provincial Art. 24. El Consejo Provincial será el organismo directivo y responsable de la actividad del conjunto de afiliados a su circunscripción. Sus miembros serán elegidos anualmente en el mes de enero, por las asambleas socialis­ tas que se reunirán en el lugar de su residencia. Estas asambleas serán convocadas, a su debido tiempo, por el Consejo Provincial, cesante a la época. El cómputo general se hará en la capital de la provincia por el mismo Con­ sejo cesante, entendiéndose que los votos son individuales y deben ser comunicados por los Organismos inferiores. Art. 25. Son atribuciones del Consejo Provincial;


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a) Velar por el cumplimiento de los Estatutos del Partido y de las resolucio­ nes dadas por el Congreso y el Comité Ejecutivo; b) Velar por la recaudación e inversión de los fondos provinciales; c) Mantener constante comunicación con los organismos de la provincia, los demás Consejos Provinciales y con el Comité Ejecutivo Nacional; d) Suministrar las informaciones necesarias al Consejo Central; e) Representar a su circunscripción ante el Comité Ejecutivo para obtener la suspensión o reforma de las directivas dadas; f) Aceptar a los miembros activos y simpatizantes del Partido; g) Llevar el Registro de los afiliados residentes en la Provincia; h) Conferir el Carnet que acredite a cada miembro del partido en calidad de tal; i) Preparar y dirigir el trabajo que corresponde a las células y demás orga­ nismos de su dirección; j) Convocar asambleas ordinarias o extraordinarias. Estas últimas cuando las creyere necesarias o lo solicitaren 20 afiliados por lo menos; k) Presentar a cada asamblea el informe de sus actividades y comunicar oportunamente a los afiliados las directivas de los organismos superiores. Art. 26. Los Consejos Provinciales estarán integrados por nue­ve Secretarios. El Consejo distribuirá el trabajo entre sus miembros, estableciendo las secciones que estime necesarias, debiendo existir en todo caso las siguien­ tes: • General, • De actas y Comunicaciones, • De estadística, • De organización y disciplina, • De propaganda, • De Sindicalización y juventudes Socialistas, • De economía, • De defensa social y socorro. Art. 27. El Consejo Provincial designará su representante ante el Consejo Central.

CapítuloVIII De las Asambleas Provinciales Art. 28. En los términos del Art. 24, inciso 2 y 3 de estos Estatutos correspon­ de a las asambleas: a) Elegir a los miembros del Consejo Provincial; y b) Conocer, discutir y aprobar o censurar la labor de los miembros de ese mismo Consejo.

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Capítulo IX Del Consejo Central Art. 29. El Consejo Central es un organismo técnico, consultivo y de control; está integrado por los representantes que los Consejos Provinciales acre­ diten. Cada miembro tendrá un suplente elegido en la misma forma que el principal. Art. 30. El Consejo Central tiene como especial finalidad el estudio científico de las condiciones reales del país y organizará bajo su dirección las sec­ ciones técnicas que juzgue necesarias de acuerdo con las disposiciones del reglamento que el mismo se dicte. Art. 31. Obligatoriamente establecerá las siguientes secciones: 1. De filosofía y educación socialista; 2. De economía; 3. De política; 4. De industrias y comercio; 5. De agricultura; 6. De legislación civil; 7. De legislación penal; 8. De legislación constitucional y administrativa; 9. De legislación social; 10. De asuntos internacionales; 11. De sindicalización y trabajo; 12. De juventud socialista; 13. De estadística. Establecerá también una sección especial para el estudio de la situación del indio y del montubio la sección de estadística es de carácter general; pero cada una de las demás secciones llevará su estadística particular que servirá de medio de información para la primera. Art. 32. El Consejo dictará un reglamento especial, para cada sección; se comunicará constantemente con los Consejos Provinciales y conectará la labor de estos para la realización de sus propios fines técnicos. Designará los afiliados que deben trabajar en cada una de sus secciones, en toda la República. Art. 33. El Consejo sesionará por lo menos dos veces al mes o cuando el Secretario General lo convocare, con el objeto de conectar las labores, pero el funcionamiento de las secciones será permanente. Art. 34. El Consejo Central tendrá un Secretario General, uno de Actas y los demás que fueren necesarios. Art. 35. El Consejo Central podrá llamar en cualquier caso al Comité Ejecu­ tivo Nacional para que explique su conducta y si la estimaré censurable podrá remover a uno o más miembros previa autorización de la mayoría de los Consejos Provinciales. Art. 36. Corresponde al Consejo Central esclarecer los problemas doctrina­ rios o de táctica inmediata del Partido, que le fueren sometidos a conside­ ración por el Comité Ejecutivo Nacional. Art. 37. Contribuirá a la propaganda del Partido por medio de publicaciones periódicas y el establecimiento de semanarios de propaganda socialista. Art. 38. Informará al Congreso del resultado de sus labores y este deberá cen­ surarlo e imponerle otras sanciones en caso de ineficacia de aquellas.


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Capítulo X Del Comité Ejecutivo Nacional Art. 39. Integran el Comité Ejecutivo Nacional cinco afiliados del Partido que los designará el Congreso. Uno de ellos será el Secretario del General del Comité, al mismo tiempo que secretario General del Partido, debiendo ser elegido expresamente para estas funciones, que podrá delegarlas, cuando fuere necesario, en uno de los miembros del comité, por orden de elec­ ción. El Congreso nombrará cinco suplentes que reemplazarán a los principales por orden de elección. La falta de suplentes será provista por los Consejos Provinciales con voto directo. Art. 40. El Comité Ejecutivo Nacional es la autoridad superior de funciona­ miento permanente y le corresponde la dirección del Partido, de la políti­ ca general y circunstancial y de todo lo relativo a la vida de aquel. Debe sujetarse a las resoluciones del Congreso y cumplir los dictámenes del Consejo Central. Art. 41. El Comité Ejecutivo se dictará un reglamento para la división del trabajo entre sus miembros. Art. 42. Las directivas y resoluciones del Comité serán obligatorias para todos los organismos inferiores y miembros del partido, sin perjuicio de que sus resoluciones sean revisadas por el Congreso o el Consejo Central.

Capítulo XI Del Congreso del Partido Art. 43. El Congreso es la Autoridad suprema del Partido y se reunirá cada 10 de diciembre en Quito o en el lugar que el organismo autorizado para su convocatoria lo indicare con previa anticipación. a) Los Congresos Extraordinarios se reunirán: 1.Por convocatoria del Comité Ejecutivo Nacional, cuando lo creyere necesario; 2.A insinuación del Consejo Central y previa consulta a los Consejos Pro­ vinciales, y siempre que la mayoría de estos Consejos, apoyaren la inicia­ tiva del Consejo Central; 3.Para la reunión de los Congresos Extraordinarios, bastará la voluntad de la mayoría de los Consejos Provinciales; 4.En todo caso corresponde al Comité Ejecutivo Nacional la convocato­ ria; b) Los Congresos Ordinarios o Extraordinarios serán convocados con 90 días de anticipación, debiendo ser designados sus miembros 30 días antes de la reunión del Congreso.

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Art. 44. Corresponde al Congreso: a) Establecer los principios ideológicos del Partido; b) Establecer las bases fundamentales de su táctica y de su organización; c) Dictar los programas de acción inmediata; d) Dictar el reglamento del Partido y modificar los reglamentos internos de los organismos inferiores; e) Conocer los informes que presentarán el Consejo Central y el Comité Eje­ cutivo Nacional, en la primera sesión de cada Congreso, acerca de todas las actividades; f) Aprobar o censurar en conjunto o en detalle la labor del Consejo Central y del Comité Ejecutivo Nacional. En caso de censura según el motivo de ello, le corresponde imponer la sanción respectiva a los miembros respon­ sables del acto u omisión que motive la censura. g) Rehabilitar a los miembros del Partido que hubieren sido expulsados, en los casos que creyere conveniente; y. h) Elegir al Secretario del Comité Ejecutivo Nacional y del Partido, y a los demás miembros de aquel. Art. 45. Si dejare algún año de reunirse el Congreso, el Comité Ejecutivo Nacional, convocará a elecciones generales en la República para la elec­ ción del nuevo Comité Ejecutivo. Estas elecciones serán organizadas por los Consejos Provinciales, o por el órgano superior directivo en donde no hubiere Consejo Provincial en los términos del Art. 24 incisos 2 y 3, de los Estatutos. Cada Consejo Provincial hará el computo de los votos indi­ viduales de su provincia y remitirá el resultado al Central, quien hará el escrutinio general de la República. Las elecciones escrutinios y renova­ ción del Comité deben hacerse dentro del mes de enero. Art. 46. El Congreso se formará por los dos representantes que en elecciones provinciales según el sistema de los incisos 2 y 3 del Art. 24, hubieren obtenido el mayor número de votos; los dos que le siguieren en el orden de elección serán los suplentes. Cada elector votará por una sola persona. El Consejo Provincial será quien extienda los nombramientos de los representantes, de acuerdo con el resultado de la elección.

Capítulo XII De las Conferencias

Art. 47. Los Consejos Provinciales podrán libremente convocar conferencias regionales de sus consejos cantonales o de dos o más Consejos Provincia­ les. Dichas conferencias se efectuarán por medio de representantes elegi­ dos por los Consejos Cantonales o Provinciales según el Caso. Art. 48. Las conferencias tendrán por objeto acordar los medios más adecua­ dos para incrementar la acción de sus Organismos, y discutir tesis y efec­ tuar trabajos de investigación de la realidad económica para someterlos al Consejo Central o al Congreso.


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Capítulo XIII De los Funcionarios Art. 49. Son Funcionarios los miembros del Partido elegidos para desempeñar una función determinada y permanente, ya sea de conformidad con estos Estatutos, ya de acuerdo con el reglamento del organismo o Corporación que haga la elección, siempre que no se sobrepasen los principios funda­ mentales de estructuración del Partido.

Capítulo XIV De los Fondos del Partido Art. 50. Son fondos del Partido; las cuotas ordinarias y extraordinarias que señale el Comité Ejecutivo para todos los miembros, o para los de deter­ minada sección; las cuotas ordinarias y extraordinarias que señalen los Consejos Provinciales o sus organismos inferiores, y los demás que se obtengan de la venta de publicaciones, multas, asambleas, donaciones, etc. Art. 51. Los fondos del Partido se invertirán en su propaganda y defensa, en las secciones de socorro, cultura, etc., todo previo acuerdo del Comité Ejecutivo o de los Consejos. Art. 52. De los fondos que recaudaren los Concejos Provinciales se entrega­ rán a la Tesorería del Comité Ejecutivo el cincuenta por ciento, del cual el veinte por ciento se destinará para los gastos del Consejo Central.

Capítulo XV De las Faltas y Sanciones Art. 53. El Partido Socialista establece la pena de expulsión para los traidores. Art. 54. Serán traidores al Partido: a) Los que aceptaren cargos públicos sin la respectiva autorización del Comité Ejecutivo, estando obligados a solicitarla, de acuerdo con la letra m) del Art. 14; b) Los miembros del Partido que llegando a obtener una representación ante el Congreso Nacional, las Convenciones Nacionales o los Concejos Muni­ cipales, irrogaren perjuicio al Partido desobedeciendo sus mandatos y directivas; c) Los que ejercieran el papel de espías dentro del Partido; d) Los que publicaren actos y resoluciones del Partido de que tuvieren cono­ cimiento, con carácter reservado; y. e) Los que desprestigiaren gravemente al Comité Ejecutivo Nacional o a los Consejos del Partido y a sus funcionarios, por medio de imputaciones calumniosas o de críticas hechas fuera de los Organismos del Partido.

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Art. 55. Establécense, además, las sanciones de multa, que serán de acuerdo con la magnitud de la falta y la posibilidad económica del infractor; y las de suspensión temporal. Art. 56. Queda prohibido a los miembros del Partido: a) Pertenecer a otras agrupaciones de carácter político o asociaciones secre­ tas; b) Aceptar postulaciones a la presidencia a la República, extrañas al Congre­ so del Partido, que es el único Organismo autorizado para lanzar la candi­ datura; c) Infringir en cualquier forma las directivas dadas por el Comité Ejecutivo Nacional. Art. 57. Corresponde también la pena de expulsión a los casos considerados en el Art. anterior. Los Consejos Provinciales tienen las Facultades de imponer sanciones dentro de los límites de su circunscripción; pero de las expulsiones que decreten se podrá apelar ante el Comité Ejecutivo. El Comité Ejecutivo tomará la iniciativa en la expulsión por todos los casos enumerados en los artículos anteriores y de su resolución podrá ape­ larse ante el Congreso. Los Consejos Provinciales comunicarán al Comité Ejecutivo las expulsio­ nes que hubieren decretado, las mismas que serán válidas en toda la Repú­ blica, si por apelación no los rectificara el Comité Ejecutivo, Art. 58. Las sanciones de multa y suspensión serán impuestas por el respec­ tivo Organismo Directivo inmediato a todos sus afiliados, pero los que integraren los Consejos o el Comité Ejecutivo serán juzgados y sanciona­ dos por el Organismo del cual formen parte. Art. 59. El respectivo reglamento interno establecerá el procedimiento que debe seguirse en cada caso, como también los hechos que deben ser cas­ tigados con multa o suspensión, y todo lo referente a esta materia.

Capítulo XVI Disposiciones Generales Art. 60. El Consejo Central mantendrá relaciones permanentes, de acuerdo con el Comité Ejecutivo, con los Partidos similares del exterior, desarro­ llando una política encaminada al progreso y triunfo del socialismo dentro y fuera del país, haciendo causa común con las reivindicaciones humanas que propugnen los Partidos Socialistas del exterior. Art. 61. La separación voluntaria del Partido vale por expulsión, en conse­ cuencia, el miembro que se hubiere separado voluntariamente no podrá ingresar al Partido sino obteniendo rehabilitación. Art. 62. El Consejo Central, de acuerdo con el Comité Ejecutivo podrá acre­ ditar representantes del Partido, en los casos que considerare convenien­ tes, ante las conferencias, asambleas o congresos socialistas internaciona­


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les, especialmente americanos; delegaciones que pueden ser indirectas, confiadas a personas residentes en el país correspondiente. Art. 63. La insignia del Partido es la siguiente: una S negra sobre un fondo rojo.

DISCURSO DEL SECRETARIO GENERAL DEL PARTIDO SOCIALISTA ECUATORIANO PRONUNCIADO EN LA SESION DE CLAUSURA DEL II CONGRESO NACIONAL DEL P. S. E.

Disposiciones Transitorias

Compañero Director; compañeros; señores: Honrado por el II Congreso Nacional del P. S. E. con la designación del Secretario General del Partido, es mi deber agradecer expresivamente a todos los delegados de este Congreso por la confianza con que se me ha distinguido en cargo de tanta responsabilidad. He aceptado el desempeño del mismo, porque es deber de todo militante socialista cumplir disciplinadamente los mandatos del Partido, máxime si ellos son dictados por su más alta autoridad: el Congreso Nacional. Y he acep­ tado, además porque estoy convencido que cuento con la valiosa y eficaz cooperación de todos los Consejos Provinciales, de todos los militantes del Partido con la cual las difíciles y complejas tareas la Secretaría General de hecho se tornan fáciles y eficaces. Motivo de inocultable satisfacción es la que siente todo socialista que ha se­ guido de cerca las actividades del Congreso que hoy clausura sus sesiones, después de doce días de inmensa labor, silenciosa y carente de teatralidad, pero vigorosamente constructiva. La experiencia obtenida por nuestro Partido, desde mayo de 1933 en que se reunió el I Congreso Nacional, ha sido aprovechada con cuidadosa preocupa­ ción. De ahí que la obra del II Congreso se caracteriza por su constructividad, no obstante haberse reunido en momentos de inmensa expectación política. Quienes esperaban que en este Congreso se liquidarán las fuerzas socialistas en luchas internas, han sido defraudados, pues de él emerge, por el contrario, la unidad robusta del Socialismo Ecuatoriano, la estructuración firme del Par­ tido, la orientación ideológica inteligente y revolucionaria, todo lo cual sólo es capaz de realizar un Partido en pleno crecimiento, cuya médula ideológica y orgánica acusa juventud y adaptación al medio. En el Ecuador la organización de los Partidos Políticos ha sido y es obra, de grandes dificultades, que requiere el concurso de factores nobles para su efec­ tividad. País semi­feudal, semi­capitalista, en el cual se hallan yuxtapuestas diversas etapas económicas; por lo tanto, la diferenciación de las clases es imprecisa, ya que proviene de una irregular diferenciación de intereses, económicos. Este es uno de los hechos que conspira contra la organización de los Partidos; y, otro es el que se refiere a la total carencia de tradición de Partidos técnica­ mente organizados en el país.

Art. 64. Se reconoce como militantes activos del Partido Socialista a todos los que, sea en calidad de activos o de simpatizantes, se hallaren inscritos en los Registros del Partido, en la República, a la fecha de la vigencia de estos Estatutos. Art. 65. Los afiliados a las fracciones de la provincia del Guayas, (Concen­ tración Socialista, Unión Revolucionaria Socialista y Consejo Cantonal) que desearen ingresar al Partido, serán considerados como militantes acti­ vos, previo el certificado del Secretario de cada fracción. Art. 66. De conformidad con el Art. 10 de estos Estatutos que determina que la renovación del Consejo Central se verifique dentro del mes de enero de 1936, se procederá por esta vez, en primer lugar, a elecciones generales en cada uno de los Consejos Provinciales. Art. 67. Estos Estatutos entrarán en vigencia el 21 de diciembre de 1935. CERTIFICO: que los Estatutos del Partido Socialista Ecuatoriano y sus refor­ mas, fueron discutidos y aprobados por el II Congreso Nacional del P. S. E., reunido en Quito del diez al veintidós de diciembre de mil nove­cien­ tos treinta y cinco. Quito, Diciembre 22 de 1935 El Secretario General del II Congreso Nacional del P. S. E,. LUIS MALDONADO E.


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Los Partidos en el Ecuador son débiles, sustentando sus fuerzas muchos de ellos en elementos extraños a sí mismos. No podemos admitir como organi­ zaciones políticas de eficacia y probada estructuración, aquellas que se nutren ya de un sentimiento religioso explotado hábil y jesuísticamente, ya de fuer­ zas militares cuya tradición se especula, ya del calor emotivo de aconteci­ mientos históricos lejanos de nosotros en el tiempo y en el espacio. Tampoco podemos considerar como Partidos a los grupos personalistas, a los círculos, trincas o argollas de falso caudillismo, que se han sucedido en el usufructo del poder, y cuya obra se manifiesta en el atraso general de la nación y en la cri­ sis de todo orden de la vida del país. El Socialismo es un Partido que funda su razón de ser, la organización de sus efectivos, en los grupos sociales cuyos intereses defiende, representa y englo­ ba. Partido de trabajadores manuales e intelectuales, por lo mismo represen­ tativo de la mayoría nacional. Dada la juventud de nuestro Partido, el volumen de sus fuerzas no correspon­ de aún a la totalidad de los grupos sociales que deben integrarlo. Por otro lado, un Partido como el nuestro, que aspira ser el Estado Mayor de las clases oprimidas, tampoco puede enrolar en sus filas la totalidad de dichas clases, ya que las normas ideológicas y disciplinarias exigen de sus miembros condicio­ nes especiales. Sin embargo, su fuerza como organización política nadie pue­ de discutir. Militan en él sectores importantes de obreros de la ciudad y del campo, elementos valiosos de la intelectualidad, del estudiantado, empleados, pequeños propietarios, etc. Nuestro Partido es, pues, el partido de los obreros, campesinos y clases medias, unidos en un frente de lucha por la liberación nacional. Conviene declarar con valentía que la composición del P. S. E. deja todavía que desear, pues en sus cuadros se han infiltrado elementos oportunistas, des­ leales, hombres pagados de un valor personalista discutible. Más, en el curso de la lucha la depuración se ha de producir espontáneamente, calificando así tales cuadros. El II Congreso ha planteado como urgente la solución más adecuada del pro­ blema de organización. La tarea fundamental que corresponde a todos los organismos y militantes del Partido, es la estructuración de nuestras fuerzas, elevando su calidad, aumentando sus efectivos, robusteciendo sus cuadros. Tarea esta que si para realizarla tuviéramos que atenernos únicamente al afán manifestado en todo el país de enrolar participantes y miembros del Partido, sería afrontada con facilidad, toda vez que hay centenares de solicitaciones al respecto. Pero que, para ser debidamente ejecutada, precisa no sólo atender a las solicitudes de ingreso, sino consultar también la calidad de los adherentes, sus condiciones de indiscutible solvencia moral y revolucionaria, ya que aspi­ ramos a constituir el más grande de los Partidos no sólo por su número, sino también por su idoneidad.

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En estas condiciones, la directiva del II Congreso para todos los socialistas del país es la de ir a las masas, la de defender sus intereses, la de atraerlas al Partido por la bondad de su actuación en el campo de la lucha social. El socialismo doctrinariamente considerado es un movimiento que tiende a transformar la sociedad capitalista, para sustituirla por un régimen de justicia que permita y facilite el bienestar de los asociados, eliminando las injusticias y privilegios existentes. No solo persigue, en consecuencia, la liberación y reconstrucción nacionales sino que universalmente considerado lucha por el imperio de una nueva civilización basada en el trabajo. Hasta, hace poco nuestro movimiento se ha nutrido casi exclusivamente de la emotividad revolucionaria que viene de fuera, ha sustentado sus principios y enunciados en las teorizaciones de los grandes maestros, pretendiendo elevar­ las a categoría programática, sin adaptación al medio. Hoy el Socialismo ecuatoriano cambia radicalmente de posición; aspira encontrar los fundamen­ tos de su movimiento y de su doctrina en las conclusiones científicas univer­ sales, pero también en el estudio de la realidad nacional. Considera que después de la formulación del Socialismo por los grandes maes­ tros, su misión es la de aplicar los principios al medio en que actuamos, inter­ pretando científicamente los fenómenos de nuestra realidad, para propugnar las soluciones que corresponden a los diversos problemas nacionales. Esto es tanto más necesario cuanto que la realidad social de los diversos paí­ ses tiene diferenciaciones sustanciales, provenientes del grado de desarrollo de las fuerzas de producción, que sitúan a unos países en el campo capitalista, a otros en el agrario, etc. El Ecuador país semi­colonial, predominantemente agrario, en el cual su economía no se ha desenvuelto normalmente, coexisten diversas etapas económicas: desde la primitiva, rezagos de la organización aborigen; la feudal importada por la colonia y mantenida secularmente; hasta la moderna capitalista nacional y extranjera que inicia sus actividades en varios sectores del país. De ahí que nuestro Partido al elaborar sus programas y normar su actividad política, lo hace con vista de la realidad ecuatoriana, atento a las modalidades genuinas de tal realidad y no inventándola bajo la influencia exterior. La interdependencia internacional de los fenómenos sociales obliga a nuestro Partido a seguir el ritmo da la evolución mundial, a incorporarse al movi­ miento general de liberación humana, a considerarse como una parte de dicho movimiento. Pero en el aspecto constructivo, relacionado con su misión de dar rumbos a los destinos nacionales, tiene el deber de capacitarse como movimiento esencialmente nacional, impregnándose de la historia, de las inquietudes y aspiraciones auténticamente ecuatorianas. Sólo así el socialis­ mo está garantizado para actuar, para crear, para transformar. Y es en este criterio que se basan sus programas, los cuales sufren y sufrirán las constantes modificaciones que las circunstancias impongan.


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El Socialismo robustecido así, es un Partido de médula constructiva, que sitúa sus soluciones para los problemas económicos, sociales y políticos, en un plano de estricto realismo. Aspiramos a realizar obras y no diluirnos en inter­ minables y retóricas disquisiciones de discutible mérito, que no corresponden a hombres de esta época, responsables de su misión histórica. El mundo atraviesa un minuto de expectante transición. Presionadas las clases por el imperativo de la liquidación del ciclo capitalista, que ha cumplido su misión histórica, se polarizan en dos grandes frentes para la batalla decisiva, de la cual ha de surgir la civilización socialista. Por todas partes contemplamos esta lucha formidable: entre un mundo que desespera mantener sus privilegios e injusticias, y otro que pugna por la libe­ ración humana. Reacción y Revolución, he ahí los dos términos de la ecua­ ción histórica del momento. Y como los fenómenos sociales no se manifiestan aislados, sino que reflejan sus consecuencias universalmente, tenemos que convenir en que igual situa­ ción se presenta en el Ecuador, país en el cual el proceso evolutivo ha sido deformado, por el imperio unilateral de los intereses privados; país en el cual las clases dirigentes se identifican y funden consustancialmente, cualquiera que sea la etiqueta política con que pretenden distinguirse. De ahí que se plantea al movimiento revolucionario una cuestión fundamen­ tal; la de tender a la unidad, al frente único de los partidos de izquierda, para garantizar la eficacia del movimiento revolucionario y para garantizar tam­ bién el triunfo de la revolución creadora. El Partido Socialista Ecuatoriano declara solemnemente que mira con simpa­ tía todo empeño de entendimiento de los Partidos de izquierda, que se base en la más pura lealtad, en el desinterés más genuino y que tenga como único norte el del triunfo de la causa de la Justicia, para redimir de la miseria y de la esclavitud a todas las clases oprimidas. El II Congreso Nacional del P. S. E. ha concretado entre sus muchas directi­ vas, una de importancia indiscutible: la organización sindical de los trabaja­ dores, la constitución orgánica de las fuerzas del trabajo, para regular las relaciones con el capital, evitando el abuso y la extorsión y para facilitar también el cumplimiento de la misión socialista. Para nuestro Partido la organización de los trabajadores ha sido siempre una de las tareas de mayor importancia, a cuyo cumplimiento se ha puesto el esfuerzo más considerable. Hemos de proclamar con orgullo que el movi­ miento obrero ecuatoriano debe al Socialismo su mejor impulso. Ponderar la importancia de esta tarea no es ya necesario, pues está en la con­ ciencia de todos los militantes socialistas. A ella hemos de dar nuestra mejor atención. El Partido ha de procurar, por todos los medios, elevar el grado de

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organización de los trabajadores, su conciencia de clase, favorecer eficazmen­ te a los Sindicatos, ya que así servirá los intereses que representa, contribuirá al mejoramiento de las clases laboriosas y determinará, en breve la incorpo­ ración del indio a la vida nacional, rompiendo con mano firme las taras feu­ dales que aún esclavizan a más de un millón de ecuatorianos. La palabra de orden para todos los militantes del Partido, es la de incorporar­ se a sus respectivos Sindicatos, la de contribuir a su creación donde no los hubiere, la de impulsar el movimiento sindical con toda eficacia. La reunión de este Congreso ha coincidido con la intervención del Partido en la política del Estado, cuestión que ha sido examinada detenidamente, critica­ da con severidad las actuaciones de los ministros socialistas, llamados al seno del Congreso con este objeto, llegando a la conclusión de ratificar la confian­ za dada por el Consejo Central a los compañeros que desempeñan las Carteras de Educación y Previsión Social. Confianza que ha de prevalecer en tanto la conducta de dichos compañeros responda a las normas de disciplina, conse­ cuencia y lealtad que informan la vida del Partido. Nuestro Partido es revolucionario, pero en determinado momento de la vida política del país, manteniendo su línea, puede y debe colaborar, a condición, desde luego, de realizar una labor constructiva, demostrando su capacidad, y beneficiando especialmente a las clases trabajadoras por cuyos intereses lucha. El Congreso ha fijado las tareas que corresponden a este momento político de colaboración, cuyo cumplimiento ha de traducirse en un mejoramiento de la vida nacional y del pueblo, y en el mayor prestigio del Partido. Reforma edu­ cacional en todos sus grados, construcción de locales escolares, almacén escolar, escalafón, normales para indígenas, nueva orientación de la educa­ ción profesional, etc.; agremiación obligatoria, elevación de sueldos y sala­ rios, organización cooperativista, reforma de la legislación del trabajo, parce­ lación de tierras para el cultivo individual y colectivo, reorganización de la economía con vista a elevar la producción, crédito para los pequeños propie­ tarios y las cooperativas, organización de la Caja Agraria, control de ciertas industrias que producen artículos de primera necesidad, etc. He ahí la obra que realiza el Socialismo por intermedio de sus representantes en el Gobier­ no, y la cual se intensificará en la medida que permitan las circunstancias. Si tal obra fuese interrumpida o no pudiese realizarse con la intensidad que anhela el Socialismo, porque a ella se opongan las clases poseedoras empe­ ñadas en conservar sus privilegios, entonces habrá terminado la intervención de nuestro Partido en el Gobierno, toda vez que habrá desaparecido el único móvil que determinó su colaboración, La situación en lo que respecta a la política es de gran expectación. Las eter­ nas argollas que han usufructuado siempre la economía nacional, enrique­ ciéndose a expensas de la miseria del pueblo y sumando cada vez más privi­


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legios, se hallan alarmadas por que temen que hayan pasado definitivamente los tiempos de su inicua explotación. Reuniones de señores feudales y capi­ talistas pa­ra impedir el aumento de salarios, para abogar por el mantenimien­ to de condiciones misérrimas del trabajo; actitudes ocultas para desplazar al Socialismo; en fin, ajetreos de toda índole para aplastar el movimiento revo­ lucionario que amenaza el imperio de sus injusticias. El Socialismo está prevenido. Si antes de ahora ha demostrado su capacidad en la lucha frente a regímenes despóticos e irresponsables; si siempre ha sabi­ do ocupar su puesto en la línea de combate, es un error creer que no esté prevenido para luchar en cualquier terreno contra los explotadores, amos de este país. Que cada militante, cada organismo de nuestro Partido, ocupe su puesto y en él realice la misión que le corresponde. COMPAÑEROS REPRESENTANTES Vamos a finalizar nuestras labores de Congreso. Vosotros debéis regresar a vuestras provincias para informar sobre los trabajos en que habéis emprendi­ do con acierto y abnegación recomendables. Llevad a vuestros compañeros el entusiasmo que ha reinado en el seno del Congreso, participadles de la deci­ sión brava con que estamos dispuestos a continuar la obra de redención huma­ na, y hacedles presente que el Comité Ejecutivo Nacional les envía, por vuestro intermedio, un caluroso y revolucionario saludo. LUIS MALDONADO E. SECRETARIO GENERAL DEL P. S. E.

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