Cartografías de la anomia. Prácticas nómadas en una otra naturaleza urbana

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CARTOGRAFÍAS DE LA ANOMIA PRÁCTICAS NÓMADAS EN UNA OTRA NATURALEZA URBANA

Trabajo de grado: Mauricio Gómez Betancur Gianna Piazzini Grajales

Asesora: Gilda María Wolf Amaya

UNIVERSIDAD NACIONAL DE COLOMBIA Sede Medellín Facultad de Arquitectura 2017

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Aquí vivimos. Nuestra habitación implica desplazarnos a diario a través de claras e incisivas líneas infraestructurales, desde las cuales aparece un paisaje que se convierte en cotidiano. Ha surgido inevitablemente la duda acerca del carácter de esta aparición. Desde los vagones del metro, en su línea principal puede observarse la existencia de una ciudad que sufre las consecuencias de la modernización sobre la cual viajamos. Divisamos un archipiélago boscoso cuyas orillas son asediadas por las mareas constantes del tráfico. En las riberas del río se han formado consecuentemente todo tipo de cavidades para albergar especies que requieran de este cobijo. Las desembocaduras del agua que descienden por las vertientes de la cordillera se han teñido de los colores del progreso y en altos muros se leen los nombres de otros habitantes. Vamos de periferia a centro, obedeciendo casi ciegamente a la existencia de ambos, pero si el tren pudiera parar en cualquier punto encontraríamos los caminos por los que estos otros han llegado a nuestra mirada. Así es que hemos decidido caminar por las calles de Medellín en incesante deriva. Habiendo abandonado este camino lineal nos hemos encontrado de frente con una ciudad de geografías intrincadas. Los procesos económicos asociados al crecimiento de la industria y los problemas sociales de la violencia y el desplazamiento forzado, causas del aumento demográfico que ha sufrido la ciudad desde mediados del siglo pasado, han configurado su paisaje en dos imágenes fácilmente diferenciables: la ciudad planificada, en la que la industria, la administración, el comercio y la residencia tienen un determinado lugar en el emplazamiento; otra, la ciudad marginal, consecuencia de la primera, en la que la industria, la administración, el comercio y la vivienda, se ubican sin planeación alguna en el territorio: Las laderas se cubren impredeciblemente de viviendas autoconstruidas, las calles son el lugar de cientos de personas que comercian informalmente, la administración se ve en la tarea de crear otras centralidades y surgen nuevas formas de vigilancia privada, la industria se ve en la necesidad de segmentar sus propiedades y ante ella se imponen nuevos edificios de tipología distinta, en los que se albergan usos para el sector de servicios. Estas dos imágenes sin embargo no se contraponen espacialmente de manera permanente y evidenciable en todos los lugares y tampoco es posible simplificar la situación urbana de Medellín en la dicotomía de dos imágenes de la planificación y la informalidad.

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Hay paisajes que más puntualmente escapan a esto surgiendo en las fisuras de este choque de fuerzas, en los fenómenos que la tábula rasa no podría nunca erradicar de un territorio y en las consecuencias de la implantación de una infraestructura nueva sobre ellos. Rem Koolhaas se ha referido a un fenómeno similar dentro de la arquitectura contemporánea que él llama “espacio basura”, “lo que queda después de que la modernización haya seguido su curso o, más concretamente, lo que se coagula mientras la modernización está en marcha: su secuela”1, y que nosotros reconocemos además como un fenómeno urbano. El espacio basura, “es un enmarañado imperio de confusión que funde lo elevado y lo mezquino, lo público y lo privado, lo derecho y lo torcido, lo atiborrado y lo famélico […]”2, además, lo fortuito y lo previsto, lo natural y lo artificial. De estas condiciones se desprende, pues, una clase de espacios intersticiales, de características estéticas particulares, en ocasiones comunes y por lo tanto de prácticas y fenómenos propios de su naturaleza. Para identificar la posibilidad de esta hipótesis, en una suerte de intuición y de interpretación del paisaje cotidiano hemos decidido continuar la construcción cartográfica del territorio con la zona de Guayabal, al occidente del valle, donde el uso industrial y residencial es predominante. La zona específicamente comprende, de norte a sur, el espacio desde la Calle 30 hasta la Avenida Pilsen (Itagüí); y desde el río hasta la parte superior de la Avenida Guayabal. Esta sección está cortada transversalmente por el paso de cuatro quebradas (Doña María, La Jabalcona, la unión entre la Guayabalía, Guayabala Oriental y Caño Mallorca, que en una sola sale sobre la carrera 65, y la Altavista) y la inclusión de la desembocadura de la Quebrada La Doctora, que llega desde Sabaneta a encontrarse con las autopistas en el nodo de la Avenida Pilsen. Todas estas, canalizadas, desembocan, con la ingeniería necesaria para entrar en el gran cauce, en el Río Medellín.

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Koolhaas, Rem. Espacio basura. Editorial Gustavo Gili, SL, Barcelona, 2007. Pág. 6 Ibid. Págs. 10, 11

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OTRA NATURALEZA URBANA “(…) igual que hay plantas de las que los primitivos aseguraban que les daban energía para ver a lo lejos, así también hay lugares que tienen esa energía: pueden ser paseos abandonados, también las capas de los árboles –especialmente de árboles urbanos que están contra las paredes-, las barreras del tren, y sobre todo los umbrales que surgen misteriosamente entre diferentes distritos de la ciudad”. Walter Benjamin, Crónica de Berlín Nos hemos arriesgado a plantear una visión de naturaleza sobrepuesta en la ciudad contemporánea partiendo de haber percibido una disolución entre las dicotomías que en múltiples direcciones acentuaban la diferencia entre lo natural y lo artificial en términos urbanos. La ciudad contemporánea desbordada en sus procesos de edificación y control ha llevado y depende de una infraestructura anclada en las periferias, en las que los procesos de desplazamiento, múltiples también en sus causas, han generado la creación de nuevas centralidades. Asimismo, en el centro de la ciudad, hay espacios que, por su mismo carácter infraestructural, o por condiciones de abandono y obsolescencia han adquirido tanto un aspecto como un uso periférico. De igual forma ha ocurrido con la diferenciación entre lo público y lo privado. La ciudad actual requiere cada vez más de grandes extensiones de terreno destinadas a la movilización de vehículos, entre las que se encuentran los separadores y glorietas, sistemas viales entramados, carriles exclusivos… a la misma vez equipa la periferia con edificios de rigurosa programación (Unidad de Vida Articulada, Canchas sintéticas enmalladas, parques temáticos y bibliotecas) que a pesar de que claramente son para uso público, son restrictivos y coactivos. Más allá de la diferenciación entre lo público y lo privado, también un cuestionamiento acerca de los límites entre lo doméstico y lo público aparece; y entre el límite mismo y el espacio abierto de las posibilidades: en medio de una autopista, a la mirada de todos, dormita en profunda tranquilidad el indigente, habiendo aprovechado cemento y árboles para hacer un refugio provisional. Y contra el muro el graffitero ha encontrado no una frontera sino un lienzo. Esta disolución y la confusión que ha generado dan lugar a la idea de que, aunque la ciudad sigue edificándose bajo una severa concepción centralista, es ya imposible prever, reorganizar y restringir el crecimiento, el movimiento y la apropiación de los espacios urbanos. Encontramos la ciudad ahora como una construcción artificial, tanto en su cultura como en su edificación, sobre un suelo natural de condiciones determinadas. Esta construcción ha arrebatado al suelo su organicidad, y se ha conformado como una creación profunda y

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fundamentalmente organizada3, es decir, dotada de la organicidad de su emplazamiento. Una gran maquinaria puesta en marcha, en la que todos los acontecimientos cambian su curso. La organicidad que ha adquirido, pues, la ciudad para el día de hoy es lo que llamamos una naturaleza de carácter urbano. Pero el adjetivo de Otra aparece cuando miramos los efectos que esta confusión ha traído consigo. Encontramos “lugares extraños al sistema urbano, exteriores mentales en el interior físico de la ciudad que aparecen como contraimagen de la misma, tanto en el sentido de su crítica como en el sentido de su posible alternativa”4 y en los que unas características primitivas se manifiestan. Es posible argumentar esto en el hecho de que cualquier anticipación a los efectos y consecuencias es nula para los planificadores, o en el insistente rebatimiento de la dialéctica, en el anuncio de su muerte. Pero el paisaje nos permite una imagen más clara de esta transformación, que trascendiendo las formas de habitar se ha dibujado ante nosotros: más allá del paisaje general de la ciudad, aparecen unos lugares en los que la naturaleza se ha manifestado a pesar de las formas artificiales que a su vez la construyen. Como producto de las transformaciones de la ciudad moderna, en su afán por renovar y desarrollar procesos de limpieza y aislamiento, “se determinaron nuevas exigencias para el espacio urbano: amplitud de calles, trazado de redes, manejo de tiempos, actividades y trabajos no conocidos anteriormente que marcaron y acentuaron la oposición campo-ciudad”5. Sin embargo, la sociedad de la pulcritud no pudo ordenar sus relaciones en pulcra dialéctica, pues estos sitios desechados de la ciudad, que se esconden fuera de las rutas turísticas, son los escenarios en los que la dialéctica deja de funcionar. Por ejemplo, podemos hablar de la obsolescencia de la relación dicotómica campo-ciudad, cuando se mira el sistema de lugares relegados en las riberas de las canalizaciones, orejas y bajos de puentes, y bordes de importantes vías como una gran red vegetal, en oposición al concreto, con carácter de campo, de periferia, inserta en el centro de la ciudad. Y en la medida que estudiamos lo que ocurre en ellos, vemos que hay una habitación en la que se rompe la dialéctica doméstico-público. Como apunta Andrés Devesa, con respecto al “proyecto de urbe totalitario”, “los lugares que habitamos ya no pueden ser considerados ciudades, aunque conserven rasgos

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Bernard Stiegler, “Leroi-Gourhan. Lo inorgánico organizado”. Les cahiers de médiologie. No. 6: Pourquoi des médiologues? pp. 68,69 Ignasi de Solà-Morales. Territorios. Editorial Gustavo Gili, SA, Barcelona, 2002. Pág. 188 5 Gilda Wolf Amaya, Desecho y configuración urbana. Estrategias en contra de los sitios de relegación de la ciudad (Trabajo presentado para la Especialización en Estética. Facultad de Ciencias Humanas, Universidad Nacional de Colombia, Medellín. Director: Profesor Jorge Echavarría). Medellín, marzo de 2001. Pág. 35 4

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arcaicos, ciertos espacios utópicos, ciertos espacios no capitalistas”6. Esta es una mirada sobre lo intersticial, en el espacio por el que se mueven estos nuevos nómadas de la jungla de concreto. Por otro lado, podría hacerse un breve recuento de las ideas que en algún momento nos llevaron a la consolidación de este término, que en su trasfondo inunda la cultura popular, debido quizás a una conciencia espacial y característica de unos años para acá. En Los Meteoros, de Michel Tournier, Alexandre Surin, basurero, retrato de un cazador, se aventura por las calles de París, que se le antoja selvático: “Terminaba el día. Me interné por los paseos. Anduve bajo túneles de fronda. Sentado en un banco verde escuché el apacible rumor de la gran ciudad. Una ciudad moderna no está tan lejos como se piensa de los sotos y las arboledas de antaño. Además de que París tiene sus leñadores y de que con frecuencia, en la rue des Barres, he oído por la noche el grito de la lechuza, nada se asemeja más, para un cazador como yo, a una jungla espesa, rebosante de presas y depredadores, que este amontonamiento de casas y de inmuebles con su sistema nervioso de calles y callejuelas. El estado civilizado es una impostura, porque el orden que protege la policía está dictado por el grupo dominante caracterizado por el dinero y la heterosexualidad. Se trata, pues, de una violencia impuesta por los más fuertes a todos los demás, que no tienen otro recurso que el de la clandestinidad. En la jungla “civilizada” los polis no son más que una especie, entre otras, de depredadores.”7

Nos muestra además el carácter político del reconocimiento de la ciudad propio de un Flaneur, en una forma de intuición que cita, para el capítulo del mismo nombre, Walter Benjamin en su Libro de los pasajes: “Nos reímos de la pretensión quimérica de reducir todos los fenómenos físicos y morales a la ley de atracción universal. Pero olvidamos con demasiada facilidad que ésta no era una pretensión aislada, que más bien bajo el influjo de las revolucionarias leyes naturales de la física mecánica pudo surgir una corriente filosófico-cultural que vio en el mecanismo de la naturaleza la prueba de un mecanismo similar en la vida social y, más allá de eso, en el acontecer general.”

Y que entendemos como una forma de identificar el acontecer de las cosas en la sociedad, con una relación de causa, efecto y azar propio de la naturaleza, permitiendo incluso nuevas formas de pensamiento, en cuanto al campo filosófico. 6

Andrés Devesa, “De un mundo que se piensa cerrado y sus fisuras. Destrucción del territorio, resistencias y experiencia del afuera”. Publicado en Salamandra 21/22. La llama, Madrid, 2014. Pág. 12 7 Michel Tournier, Los meteoros. Alfaguara, segunda edición, 2002. Págs 100, 101

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_PRÁCTICAS NÓMADAS A este concepto de Naturaleza Urbana está íntimamente ligado el modo de habitación de la ciudad, pues identificamos unas prácticas contemporáneas, o, como decíamos anteriormente, resultado de los procesos de modernización, que pueden incluso remontarse a la Ilustración, en respuesta al mismo, y de las que nos interesan sobre todo la oposición que ejercen en su mera existencia. Concretamente situamos en estas prácticas al graffiti y a la habitación indigente, a pesar de que podría incluirse en ellas el skateboarding, empleando “la obra de la estructura del gobierno/empresa de mil maneras que los arquitectos originales nunca

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podrían soñar”8, buscando en el concreto las olas del mar, y la totalidad de la cultura hip-hop, por su interés en un desplazamiento urbano alternativo y naciente por lo menos en la periferia del pensamiento y la contracultura. El graffiti lo encontramos en estrecha relación con las pinturas rupestres de la prehistoria, entendidas como el afán por plasmar estéticamente el entendimiento sobre el entorno, y que, para esta época, consideramos una expresión de la individualidad en crisis por su falta de lugares. Todas estas prácticas han vuelto la cara sobre sitios a los que se les ha arrebatado su carácter de lugar, dejándolos como espacios libres en los que se emplaza la obra de arte y la supervivencia. Las obras de arte, como apunta José Luis Pardo, “están siempre en lugares de tránsito, frecuentados por viajeros que […] no son ya de ningún lugar, están en paradero desconocido, en el no lugar, vienen de un lugar que no es ninguno”, a pesar de que esta es una característica con la que hemos diferenciado propiamente al graffiti. En la historia de los viajeros a Auschwitz que dejaban mensajes para los siguientes grupos en los vagones de los trenes, trasluce una analogía que reinterpretamos para los graffiteros, como artistas, y los indigentes, como supervivientes 9. El graffiti, en muchas ocasiones, ha devuelto a los espacios de habitación su carácter de lugar, conjuntamente con esta supervivencia. Marcan el no-lugar, lo convierten en lienzo… La habitación indigente por su parte nos remite a las formas de habitación de la etapa nómada del hombre, por la ligereza de la arquitectura que emplean, por su aprovechamiento de estructuras ya existentes, en el caso del paleolítico de la Naturaleza como tal y en el caso contemporáneo, de la Naturaleza Urbana, y, por lo tanto, por su capacidad de trasladarse y modificar su lugar de habitación según las adversidades o posibilidades que se encuentren. Ambas prácticas serán profundizadas en su correspondiente capítulo.

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Craig Stecyk en el documental de Bones Brigade, 1976 “Del campo de concentración de Westerbork, en Holanda, salieron, durante la Segunda Guerra Mundial, 93 trenes, cada uno de ellos con unos mil deportados, trenes que hacían el trayecto hasta Auschwitz en cuatro días y tardaban otros cuatro en regresar para recoger una nueva carga. Al cabo de unos cuantos viajes, un ayudante de la enfermería del campo holandés se dio cuenta de que siempre eran los mismos trenes los que hacían el transporte. A partir de ese momento, los deportados dejaron mensajes ocultos en los vagones, mensajes que volvían a los trenes vacíos y que avisaban a sus sucesores de que debían llevar víveres, agua y todo lo necesario para sobrevivir. Pero no quedaron supervivientes de los primeros viajes, de aquellos en que los deportados no estaban sobre aviso y habían partido a ciegas, en la creencia infundada de que los verdugos les proveerían automáticamente de lo preciso para subvenir a las necesidades más elementales de un viaje de cuatro días. Ellos no pudieron siquiera dejar una nota.” José Luis Pardo, A cualquier cosa llaman arte. “Ensayo sobre la falta de lugares” en Nunca fue tan hermosa la basura. 9

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ANOMIA Y LOS LUGARES MARGINALES Arriba unos, abajo Los Otros; escondidos en la noche del lugar olvidado se deslizan sobre las ruinas de esta época.

Las prácticas que nos han interesado no pueden sin embargo catalogarse dentro del espectro del arte ampliamente aceptado por la sociedad. Son llevadas a cabo por sujetos anómicos, que se han rehusado consciente o inconscientemente a la identidad; sin portar ningún nombre habitan los lugares a los que la ciudad ha dejado igualmente sin identidad ni carácter, y ellos los han adoptado como hábitat o escenario para su arte y su ultra subjetiva identidad. Revisando el concepto de anomia, encontramos en primer lugar a Jean Marie Guyau (1854-1888), que considera la anomia como una situación complementaria a la autonomía, donde los sujetos podrían realizarse individualmente sin necesidad de ningún orden establecido moralmente, oponiéndose a la coexistencia de la universalidad moral y la individualidad intelectual propuesta por Kant, la cual encuentra contradictoria. “El orden bueno es para Guyau […] exactamente la ausencia de un orden preconcebido.”10 En total oposición se encuentra Émile Durkheim (1858-1917) que “identifica a la anomia básicamente con la situación que se produce por la falta de normas que reglamenten las relaciones entre los partícipes en la vida industrial y comercial. Es un fenómeno producido por los cambios excesivamente rápidos ocasionados por el industrialismo, y es una situación anómala transitoria, que se ve agravada por el progresivo debilitamiento de la conciencia colectiva […] La sociedad, que es un poder que “regula los sentimientos y la actividad de los individuos”, en situaciones que implican “perturbaciones del orden colectivo”, ya sean “crisis dolorosas o felices”, pero que siempre se producen en el marco de “transformaciones demasiado súbitas”, deja de ejercer ese papel regulador, de contención de las pasiones y aspiraciones de los individuos, y ya no pone límites a lo que la gente puede desear o hacer, o en la medida en que estos límites son lábiles, las sanciones son débiles o inexistentes.” 11 La anomia para Durkheim es algo que debe ser corregido y disciplinado por la misma sociedad, es una situación entendida como enfermedad social.

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Lidia Girola, Anomia e individualismo. Del diagnóstico de la modernidad de Durkheim al pensamiento contemporáneo, Anthropos Editorial; Universidad Autónoma Metropolitana, Azcapotzalco (2005). Pág. 52 11 Ibid. Págs. 29-31

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Aunque tenemos como respaldo teórico esta confrontación, ninguno de los dos autores abarca en su totalidad lo que hemos entendido y percibido como anomia en la ciudad. Si bien puede ser identificado como un estado de enfermedad social como en Durkheim, nos interesa el carácter autónomo e insurgente que tienen los anómicos, a lo que se aproxima Guyau. Su actitud es reflejo de una sociedad opresora de la que ellos han salido en la mayoría de aspectos, el más importante para nosotros, su lugar de habitación, que coincide con su situación de marginalidad dentro de la ciudad. Específicamente dentro de la teoría, el nombre que otorga a estos lugares Ignasi de Solà-Morales es terrain vague: “Terreno baldío en castellano, vaste land en inglés, son expresiones que no traducen en toda su riqueza la expresión francesa […] especialmente útil para designar la categoría urbana y arquitectónica con la que aproximarnos a los lugares, territorios o edificios que participan de una doble condición. Por una parte, vague en el sentido de vacante, vacío, libre de actividad, improductivo, en muchos casos obsoleto. Por otra parte vague en el sentido de impreciso, indefinido, vago, sin límites determinados, sin un horizonte de futuro”.12 Dentro de esta categoría identifica “áreas abandonadas por la industria, por los ferrocarriles, por los puertos; áreas abandonadas como consecuencia de la violencia, el receso de la actividad residencial o comercial, el deterioro de lo edificado; espacios residuales en los márgenes de los ríos, vertederos, canteras; áreas infrautilizadas por inaccesibles, entre autopistas, al borde de operaciones inmobiliarias cerradas sobre sí mismas, de acceso restringido por teóricas razones de seguridad y protección”13, y tienen su lugar dentro de nuestra cartografía en amarillo, dado que los identificamos al igual que Solà-Morales como espacios en los que hay aún lugar para la improductividad en los términos que el capitalismo espera para la totalidad de la ciudad. El terrain vague es la Zona Temporalmente Autónoma14 en la que se rebate la dialéctica bajo la cual se construye la ciudad, y en la que habitan los sujetos anómicos, dado que gracias a su indeterminación e improductividad la ley y la vigilancia no tienen el mismo peso. No obstante, no es únicamente el lugar de prácticas ilegales, sino que en términos más amplios es el lugar de la insurgencia que por naturaleza poseen los sujetos que los habitan: la drogadicción, el graffiti, la basura, la enfermedad, la muerte y la libertad son los fenómenos periféricos que se manifiestan allí. En una mirada espacial estos lugares aparecen marcados a su vez por las prácticas que se desarrollan en ellos. Así, es posible encontrar lugares que en todas sus características coinciden con las descritas por Solà-Morales, pero que en la práctica son 12

Ignasi de Solà-Morales. Territorios. Editorial Gustavo Gili, SA, Barcelona, 2002. Pág. 103 Ibid. 14 Hakim Bey. La zona temporalmente autónoma. En línea: www.lahaine.org 13

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terrenos estériles por el control que es ejercido de manera privada sobre ellos. El terrain vague necesita además de una ocupación igualmente marginal para completar su denominación. Se descubre en diferentes planos a los oficialmente cartografiados, gracias únicamente a haber sido habitados. Los planos subterráneos de las canalizaciones y bajos de puentes en general no existirían en su categoría irreverente y vaga si no fuera por la anomia que se instala en ellos y los reconoce como cobijo. ¿Podría ser este el patrimonio invisible de una minoría? En el silencio ejerce su defensa y en ocasiones es destruido sin reparos en el afán totalizador de la utilidad, que va directamente ligado a las pretensiones de limpieza moral de la sociedad moderna. Así es que en la prisa por abandonar lo abyecto, la sociedad ha dejado, además del contacto, abandonados y sin autoridad ciertos lugares de la ciudad, sobre los que las noches pesan con la ausencia y que son observados por la anacronía de las nuevas tecnologías de vigilancia. Sin embargo, la existencia de estos espacios cargados de características negativas es ineludible. En ellos, donde la mirada de la ley no se posa tan seguido, hay un lienzo para el desesperado artista del graffiti que roza con los desesperados, pobres y adictos –los desposeídos-, que por lo mismo han llegado a habitar estos lugares y sin embargo, ¡cómo gritan! ¡Cómo llaman nuestra atención en medio del viaducto, la azotea, la cañada! Evidencia de la paradójica condición en la que se encuentra la ciudad contemporánea. Importantes vías infraestructurales y de tránsito como el corredor de la autopista del río y el viaducto del metro y grandes avenidas paralelas y perpendiculares (una relación similar al movimiento de las aguas que descienden de las laderas a la gran cuenca del valle) son el paisaje de la decadencia inútilmente ignorada. Andrés Devesa habla de lo sospechoso que es para el poder la libertad con la que se contactan estos lugares.15 Evidentemente, además de que en ellos se ha emplazado la ilegalidad y la anomia, en los términos de Guyau, tiene mucho sentido la defensa que hace Devesa y la misma que hacemos nosotros. Una defensa que requiere un estudio y un reconocimiento igualmente digno que el que se hace de la “ciudad-marca” en la medida en que son estos los espacios de fuga de la misma, en los que se reflejan los efectos secundarios del modelo de desarrollo actual y mundialmente generalizado, obedeciendo nada menos que a la globalización del capitalismo.

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“Cualquier contacto directo con los lugares y entre las gentes que habitan los lugares es sospechoso para el poder. La especulación ha actuado como un cáncer sobre el territorio, llenando esos vacíos urbanos y no dejando a penas resquicios que escapen a la planificación urbanística, al utilitarismo y a la rentabilidad” Andrés Devesa. De un mundo que se piensa cerrado y sus fisuras. Destrucción del territorio, resistencias y experiencia del afuera. Publicado en Salamandra 21/22. 2014. Pág. 6

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La instrumentalización o sistematización del conocimiento etnográfico del lugar al que nos hemos acotado han dado como resultado un mapa de manchas referenciado por Devesa (“[los solares y descampados] se esconden como fracasos desarrollistas, manchas molestas en la ciudad-marca”16) y por Gilda Wolf (“[…] Sobre el plano regulador de la ciudad van apareciendo agujeros negros, territorios borrados de los mapas mentales y de los oficiales. Los desechos marcan territorios que se contaminan con sus connotaciones negativas”17). Esta visión en negativo se ha invertido en nuestra cartografía, iluminando específicamente las zonas y los momentos en que las personas han encontrado la libertad para hacer un graffiti o pasar la noche. La totalidad del territorio, como lo sostiene Devesa, es abarcado por el capital y sus ritmos de vida, sus formas de ordenamiento y disposición de los recursos. Estamos lejos de considerar que escapamos de esto los soñadores, flaneurs, situacionistas, grafiteros e indigentes. Estas manchas no se forman por la excepción que haga el capitalismo, porque no la hace. Aparecen dada la inevitable organicidad del capital, que engendra en el seno de sus desechos nuevas formas de vida que hacen peso en el sentido anómico, poco participativo y destructivo.

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Ibid. Gilda Wolf Amaya, Desecho y configuración urbana. Estrategias en contra de los sitios de relegación de la ciudad (Trabajo presentado para la Especialización en Estética. Facultad de Ciencias Humanas, Universidad Nacional de Colombia, Medellín. Director: Profesor Jorge Echavarría). Medellín, marzo de 2001. Pág. 36 17

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_PRÁCTICA _BÚSQUEDA O ASALTO Para continuar con el desarrollo de la hipótesis hemos puesto en práctica la Teoría de la Deriva de la Internacional Situacionista, en la que identificamos siete puntos de plena utilidad y coincidencia con los objetivos de nuestro trabajo. La puesta en marcha de este abandono compromete una búsqueda concreta de las manifestaciones de las prácticas nómadas que hemos escogido, pero requiere sobre todo de la exposición a un asalto constante del paisaje urbano y su lenguaje.

“Entre los diversos procedimientos situacionistas, la deriva se presenta como una técnica de paso ininterrumpido a través de ambientes diversos”.18 Al principio del trabajo de campo fue indispensable partir sin rumbo alguno desde la Estación Poblado del Metro, como punto más o menos central de la que después definiríamos como zona de trabajo, siguiendo únicamente los efectos psicogeográficos que determinara el lugar, haciendo un recorrido desprovisto de prejuicios, para generar un reconocimiento natural de la zona.

“El análisis ecológico del carácter absoluto o relativo de los cortes del tejido urbano, del papel de los microclimas, de las unidades elementales completamente distintas de los barrios administrativos, y sobre todo de la acción dominante de los centros de atracción, debe utilizarse y completarse con el método psicogeográfico”.19 A medida que se configura la zona de trabajo se reconocen los factores geográficos que tienen influencia directa sobre los fenómenos, el carácter y el uso del suelo. Encontramos una red hidrográfica acoplada a la morfología urbana: cinco canalizaciones residuales desembocan en el Río Medellín configurando a su vez una extensa red vegetal. Éstas nos han servido para separar la zona en ambientes distintos y realizar un análisis más detallado de cada uno, sus diferencias y puntos en común. Justamente en 18

Guy Debord, “Teoría de la deriva”, 1958. Texto aparecido en el # 2 de Internationale Situationniste. Traducción extraída de Internacional situacionista, vol. I: La realización del arte, Madrid, Literatura Gris, 1999. Pág. 1 19 Ibid.

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relación con estas condiciones ecológicas hemos encontrado sitios donde confluyen las dos prácticas, cada vez de manera más esperada y lógica, haciendo uso de la infraestructura de puentes, canalizaciones y bosques. Muchos de los recorridos de nuestra deriva guían su dirección en base a estos caminos de agua y nos internamos fuera de las sendas en las arboledas y bajo los puentes. Nos encontramos de repente reconociendo una psicogeografia del asco en Medellín.

“El azar juega en la deriva un papel tanto más importante cuanto menos asentada esté todavía la observación psicogeográfica”.20 En los primeros recorridos del trabajo de campo, antes de darse un reconocimiento geográfico y psicogeográfico de la zona, aunque teniendo clara la búsqueda que realizábamos, el azar era indispensable, teniendo una disposición de apertura sobre él -las variaciones del clima, el encuentro con amigos e incluso la arbitrariedad al tomar un camino u otro-, y era un elemento enriquecedor para familiarizarse con la zona. Sin embargo, entendimos que la deriva no podía estar totalmente determinada por el azar, y así mismo Debord lo sustenta en la Teoría, pues cada vez la búsqueda y la configuración de sistemas en un mapa mental es más clara y demandante. Aunque no se realizaron recorridos planeados, es decir, rutas definidas (la deriva se “opone en todos los aspectos a las nociones clásicas de viaje y de paseo”), a medida que el trabajo de campo avanzaba la lectura de los ambientes era cada vez más clara y el papel del azar menos asertivo y necesario.

“Se puede derivar sólo, pero todo indica que el reparto numérico más fructífero consiste en varios grupos pequeños de dos o tres personas que han llegado a un mismo estado de conciencia”.21 Hemos realizado conjuntamente cada uno de los recorridos mientras hacíamos paralelamente el estudio de la bibliografía. Por lo que las conversaciones en medio de la deriva han sido de aporte fundamental para la construcción de este texto y las propias teorías y conclusiones. El estado de conciencia sobre el recorrido urbano ha sido producto de una pasión literaria que incluye la Generación

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Ibid. Pág. 2 Ibid.

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Beat, Michel Tournier y Charles Baudelaire. La figura del flaneur nos ha inspirado una constante sorpresa por la cotidianidad y esta capacidad, la posibilidad de hacer lecturas sensibles del lugar, tal como corresponde a las prácticas que buscamos.

“Las enseñanzas de la deriva permiten establecer los primeros cuadros de las articulaciones psicogeográficas de una ciudad moderna. […]Se miden las distancias que separan efectivamente dos lugares de una ciudad que no guardan relación con lo que una visión aproximativa de un plano podría hacer creer. Se puede componer, con ayuda de mapas viejos, de fotografías aéreas y de derivas experimentales, una cartografía influencial que faltaba hasta el momento, y cuya incertidumbre actual, inevitable antes de que se haya cumplido un inmenso trabajo, no es mayor que la de los primeros portulanos, con la diferencia de que no se trata de delimitar precisamente continentes duraderos, sino de transformar la arquitectura y el urbanismo.”22 Así como hemos anotado en la introducción, nos desplazamos a través de la ciudad consecuencia de las intervenciones urbanas modernas. En la deriva, el paisaje que se descubre a medida que avanzamos nos permite determinar, además de lo evidente de las formas y los usos, una psicogeografia del control a partir del graffiti, de nuevo como guía. Nuestros caminos se han hecho cada vez más largos intentando encontrar las conexiones y las separaciones que inevitablemente inundan el mapa, haciéndolo insuficiente para interpretar la realidad. Como bien lo dice Debord en la Teoría, se trata de una actualización cartográfica, en nuestro caso, con la intención de ampliar la mirada sobre los lugares relegados de la ciudad. Se trata, cartográficamente, de iluminar estas zonas, y observar los efectos de un determinado ambiente que habita una arquitectura de características comunes. “En la arquitectura, la inclinación a la deriva lleva a preconizar todo tipo de nuevos laberintos que las posibilidades modernas de construcción favorecen”.23 Y bien, la arquitectura que hemos visitado, es la cueva, el nido, la ruina, el muro, la bóveda, el túnel; todas formas subterráneas y elementales que han sido cobijo de la supervivencia y el arte. Todas formas olvidadas, proyectadas como demolición, inacabadas, accidentales, conforman gran parte del paisaje cotidiano a las que pocas miradas detienen y pocos denominan como su territorio. Esta es una mirada sobre el olvido. 22 23

Ibid. Pág. 4 Ibid.

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_ZONA DE TRABAJO Hemos escogido para el desarrollo de nuestro trabajo la sección del área metropolitana que se comprende básicamente entre la Avenida Pilsen y la calle 30, con el interés de descubrir un territorio que se dibujaba ante nuestros ojos diariamente mientras viajábamos de sur a norte y de norte a sur, obedeciendo a las relaciones de centralidad que establece la ciudad con el corregimiento de San Antonio de Prado, desde donde bajábamos. El paisaje visto desde el complejo infraestructural de la autopista sur y el viaducto del Metro contiene la frondosidad de los árboles de los separadores viales y la aparición, cada tanto, de edificios y estructuras industriales y calles desoladas de cargue y descargue. En las riberas del río, usualmente personas habitando en el desuso de algunas desembocaduras y grandes piezas de graffiti, cuyo momento de elaboración siempre escapaba a nuestra presencia. La otra cara de este paisaje, desde la Avenida Guayabal contiene elementos similares, aunque con mucho más dinamismo comercial. La ausencia de una experiencia real en estos espacios fue en un primer momento la generadora del interés por ahondar en ellos. Después, sin duda, el conocimiento de que las prácticas que veíamos manifiestas allí estaban en estrecha relación con el carácter por lo general de desuso en el que estaban estos lugares y que reflejaban el estado urbano y social de la ciudad de Medellín, o por lo menos daban indicios de que las respuestas al crecimiento, la densidad, la implantación de una infraestructura cada vez más especializada y la transición a una ciudad de servicios, no eran siempre las esperadas, sino que por el contrario, exponían una inconformidad o un desinterés por incorporarse al modelo de desarrollo impuesto. Habiéndonos internado en el sector en una deriva de cinco meses, con dos recorridos semanales aproximadamente, hemos logrado comprender el sector a partir de su geografía, su morfología urbana y los fenómenos que en él acontecen: La zona abarca el paso del municipio de Itagüí al de Medellín, el cual es posible identificar con el Parque del Artista y el inicio de la Avenida Guayabal. Sin embargo, los usos que tiene Itagüí a lo largo de toda la autopista son de gran similitud con los usos que se desarrollan en el resto de la ciudad por el mismo corredor. Para el corredor de Guayabal, los usos que predominan son los comerciales, residenciales, algunas instituciones educativas y parques. En él circulan las rutas para todos los municipios y sectores del sur y es la principal conexión de este con el occidente de la ciudad. La red ecológica que hemos identificado comprende los separadores viales de la autopista, las riberas del río y el mismo, y las cuatro quebradas canalizadas que en él desembocan. Estos cortes hechos por la hidrografía nos permiten entender el territorio en una serie de fragmentos, cada uno de características particulares, indicando además la fuerte influencia que tiene esta red natural en la conformación de usos, prácticas y fenómenos espontáneos.

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El fragmento A corresponde al municipio de Itagüí, del que hemos tomado su costado oriental, evidenciando una proliferación del graffiti hacia las zonas más industriales de la Avenida Pilsen, antes y después de la autopista y el río; de vestigios de habitación indigente en la zona de infraestructura más pesada y reciente en la conexión de la misma avenida con la Avenida Las Vegas. Como hemos señalado en el capítulo sobre Otra Naturaleza Urbana, los conceptos de periferia y centro aparecen en la ciudad contemporánea desligados de la comprensión total de la ciudad, para situarse contradictoriamente uno dentro del otro. Así es que tanto en este como en los demás fragmentos se conforma una centralidad propia de la zona –y por lo tanto una periferia- que desplaza las prácticas que nos interesan hacia “las afueras”, fenómeno que refuerza la idea que emparenta la anomia social con el terrain vague. En esta sección encontramos zonas de gran aptitud para el graffiti, pero en las que era evidente una tensión ejercida por un cierto control sobre todo en barrios residenciales y por vigilancia privada en las zonas industriales tras la autopista. Grandes cuadras de muros totalmente estériles, en las que nuestra presencia era absolutamente extraña. La reciente transformación del área de la fábrica de Coltejer, dio lugar a una pendiente por la que circulan en su mayoría trabajadores del sector, desde la que se ve desnuda la compleja infraestructura y la gran chimenea. En el límite, la Quebrada Doña María es protagonista de otras espacialidades bajo la intervención del Parque del Artista, y condiciona la morfología urbana a su morfología natural en cuanto desciende desde Guayabal hasta el río. El fragmento B, entre la Quebrada Doña María y la Quebrada La Jabalcona, que desemboca en el río a la altura de la Estación Aguacatala del Metro, tiene una particular ausencia de todo fenómeno anómico, exceptuando, de nuevo, la periferia que conforma con puntos clave en el “delta” con el río y en el momento en que, hacia el occidente, la Jabalcona es soterrada. Hacia la Avenida Guayabal algunos graffiti. En el centro, la Plaza Mayorista, como complejo cerrado anula toda relación con el exterior en términos morfológicos y el resto del sector en el que predomina la industria y la vivienda y en que se ha construido recientemente una Unidad de Vida Articulada (UVA), a pesar de tener características arquitectónicas que en otra zona podrían funcionar como espacios para las prácticas nómadas, en este lugar, intuimos, se ejerce un control privado que impiden que estas se lleven a cabo.

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El fragmento C, entre La Jabalcona y la canalización en la que confluyen la Guayabala, la Guayabala Oriental y el Caño Mallorca, es atravesado longitudinalmente por la Avenida Guayabal y en él se perciben tres centralidades distintas y gran presencia de las expresiones que nos interesan. En este fragmento, además de la configuración a partir de la red hidrográfica la infraestructura vial cobra una importancia ineludible. Primero, la ya mencionada Guayabal, a lo largo de la cual se pueden observar con constancia concentraciones de piezas de graffiti elaboradas y de gran tamaño. La calle 4 sur, partiendo del parque de Cristo Rey, rematando contra el río con la reciente intervención del Puente Gilberto Echeverri Mejía, bajo el que se construyó un skatepark aprovechando los bajos y con el que el graffiti encuentra fuerte afinidad, transformando el lugar en un nodo colorido. La carrera 65, en la que se descubre y sobre la que fluye hasta el Barrio Antioquia la canalización de la Guayabala, y en la que se pueden ver algunos asentamientos ligeros. La calle 10 que conecta, al igual que la 4 sur, con el oriente de la ciudad y que parte desde la glorieta de la Terminal del Sur hasta el Parque del Poblado. En todas sus intersecciones con otros ejes infraestructurales la habitación y el graffiti tienen lugar. La primera centralidad de este fragmento se concentra en las fábricas que limitan con la autopista, que por su seguridad con mallas y cámaras desplazan los asentamientos y expresiones hacia la 4 sur, la Jabalcona y la Avenida Guayabal. La segunda centralidad es configurada por la fábrica de Argos, y en ella se repite el mismo desplazamiento hacia la 4 sur y la calle 10. La tercera centralidad, conformada por fábricas a las que se accede por calles ciegas tiene una atmósfera propia de la industria, en la que el aire es pesado y sofocante. Las prácticas chocan con los separadores de la autopista y el último tramo de la Avenida Guayabal. La cuarta y última centralidad de este fragmento se consolida por la entrada al Barrio Antioquia, en la que las dinámicas de control estatal cambian abruptamente, siendo reemplazadas por el control propio del barrio, relacionado con el tráfico de drogas y su consumo, además de la predominancia residencial, que impide sobre todo la práctica del graffiti. Presenta sus fugas periféricas en la continuación de la carrera 65 y la desviación de la canalización de la Guayabala, en la que se asientan numerosos indigentes y recicladores, aunque a un ritmo de paso y en la que domina la oscuridad de la vegetación.

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El fragmento D, entre la canalización de la Guayabala y la infraestructura del Metroplús de la calle 30, que además contiene la canalización de la Quebrada Altavista, es el último, más pequeño y complejo de los fragmentos. La pequeña centralidad que identificamos en el corazón del Barrio Antioquia desplaza hacia esta infraestructura todas las prácticas anómicas. En los bajos del viaducto de Metroplús habitan muchas personas que trabajan con el reciclaje, rodeados de grandes piezas de graffiti. Las proporciones de la canalización son tan grandes que permiten caminar al lado del riachuelo sin ningún problema, y en los bajos, la estancia de más de dos o tres personas sentadas. Objetos domésticos como bicicletas y zapatos hacen parte del mobiliario del lugar. El gran nudo vial en el que la calle 30 se levanta sobre la autopista, el Metroplús llega a la Estación Industriales y varios corredores peatonales y para bicicletas se enredan, confluyen ambas prácticas de habitación y graffiti en gran cantidad.

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El despliegue de este mapa pretende hacer visible la analogía entre la ciudad y la casa, de la que habla Toyo Ito en su “Futuro Primitivo”, y Gastón Bachelard en La poética del espacio. El primero, asegura que “la arquitectura y la ciudad no son cosas separadas, sino manifestaciones distintas de una misma cosa. Una ciudad no es una reunión de edificios, sino que en sí misma es un edificio grande y complejo. Un edificio no es parte de la ciudad, sino una ciudad en miniatura”. (Sou Fujimoto, “Futuro primitivo” Revista 2G, No. 50. Gustavo Gili, Barcelona, 2009) Lo que nos permite asignar a los diferentes planos construidos por la infraestructura, en los que encontramos un espacio abierto por la habitación, el carácter de doméstico, de casa. En la misma lógica de la contradicción –pero sobre todo la disolución- de la dialéctica doméstico-público, nos hemos adentrado en la noche del hogar, en el sótano de la ciudad. Hemos por fin entrado en la habitación oscura. Bachelard, por su lado, propone una relación vertical asegurada por la polaridad entre el sótano y la guardilla: “El sótano –dice- se considerará sin duda útil [como la canalización y el soterrado]. Se racionalizará enumerando sus ventajas. Pero es ante todo el ser oscuro de la casa [de la ciudad], el ser que participa de los poderes oscuros” (Gaston Bachelard. La poética del espacio. Fondo de Cultura Económico, México D.F., 1965. p. 50). La guardilla, por el contrario, es el lugar de la divisa, de una especie de elevación, y bien, coincide con las posibilidades que ofrece al graffiti. A pesar de la mirada pesimista del autor sobre la situación de la vivienda en la ciudad actual (para él, París), infinitamente carente de intimidad, la analogía que hemos construido no se destruye, pues hablamos en ella de la noción de hábitat más primitiva, anterior incluso a la vieja casa.

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En el sótano se mueven seres más lentos, menos vivos, más misteriosos. En el desván los miedos se “racionalizan” fácilmente. […] En el desván la experiencia del día puede siempre borrar los miedos de la noche. En el sótano las tinieblas subsisten noche y día. Incluso con su palmatoria en la mano, el hombre ve en el sótano cómo danzan las sombras sobre el negro muro” Gastón Bachelard. La poética del espacio

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_GRAFFITI “Lo que muestra el graffiti es lo que a él mismo se le prohíbe, y ahí ya estamos en su mecánica delirante” Armando Silva. Punto de vista ciudadano. Focalización visual y puesta en escena del graffiti.

La atención con la que nos hemos dirigido a los lugares marginales de la ciudad, espacio basura [urbano] en Koolhaas, o terrain vague en Ignasi de Solà-Morales ha sido conducida o guiada especialmente por la percepción de un fenómeno que asociamos directamente con el desarrollo de la ciudad contemporánea y la globalización, que hace uso de técnicas pictóricas y de la destreza de sus ejecutores para implantarse a la vista de todos en el paisaje urbano. Este fenómeno es el graffiti, descrito por Armando Silva como una acción urbana, que “corresponde a un mensaje, o conjunto de mensajes, filtrados por la marginalidad, el anonimato y la espontaneidad”24 y al que encontramos pertinente atribuirle la responsabilidad de la difusión “con un objetivo de provocación sistemática […] un conjunto de propuestas tendentes a convertir la vida en un juego apasionante, y el continuo menosprecio de todas las diversiones al uso, en la medida en que éstas no pueden ser desviadas [tergiversadas] para servir a la construcción de ambientes más interesantes”25, que en su misma acción contienen tanto una posición política como un entendimiento distinto sobre la aproximación 24

Armando Silva, Punto de vista ciudadano. Focalización visual y puesta en escena del graffiti. Instituto Caro y Cuervo, Colombia, 1987. Pág. 42 Guy Debord. Introducción a una crítica de la geografía urbana. Publicado en el #6 de Les lévres nues (septiembre de 1955) Traducción de Lurdes Martínez, aparecida en el fanzine Amano #10. En línea en sindominio.net, Archivo Situacionista Hispano 25

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espacial a la ciudad, desplegando el plano de las posibilidades pictóricas a nivel del suelo y plasmándose en medianeras, azoteas, techos y espacialidades subterráneas cobijadas por la infraestructura propia de esta época. El graffiti ha tenido una transformación histórica que nos permite vislumbrar un posible origen y cambio hasta llegar al entendimiento de la forma como lo conocemos hoy. En primer lugar, encontramos una relación entre esta práctica contemporánea y las pinturas rupestres halladas en cuevas alrededor de todo el mundo, realizadas por hombres en un estado primario, antes de la extensión del modo de vida sedentario. Las pinturas halladas en las cuevas nos parecen una forma estética en la que el hombre trataba de relacionar el lugar donde habitaba o donde hallaba cobijo con el medio exterior. En algunos casos una relación de interiorinterior, haciendo un reconocimiento de sí mismos a través de la pintura, para lo cual es un bello ejemplo, la Cueva de las manos, en el Río Pinturas, en Argentina, en la que aparecen con diversas técnicas plasmadas las siluetas de varias manos humanas. Este posible origen del graffiti remite directamente a un resurgimiento de una práctica nómada en la actualidad en la que ya las cuevas son de concreto y con la que se hace una exploración identitaria en respuesta a la homogeneización imperante. Este resurgimiento no puede, sin embargo, corresponder perfectamente a la práctica antigua. Dadas las condiciones actuales, el graffiti ha cambiado tanto de intención como de técnica como de lugar de emplazamiento, pasando del espacio entendido como doméstico que pudieran tener las cuevas, hasta un nuevo reconocimiento del espacio que ahora entendemos como público, aunque en la naturaleza de ambos puedan encontrarse varias coincidencias. “Es necesario aclarar – apunta Silva- que el graffiti, en su evolución, parece haber llegado a indicar, más bien, su ‘objeto representado’, el motivo que se

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escribe, en cambio del ‘medio’, el carbono con el cual se elabora. Se habla, por ejemplo, de los primeros graffiti rupestres, aquellas figuras primitivas consignadas en cuevas y en abrigos rocosos, por las primeras formaciones humanas; en tal sentido pudo llegar a considerarse como sinónimo de grabado sobre cualquier superficie”26. Este desplazamiento indica que no todas las inscripciones sobre muros pueden ser consideradas graffiti, lo que en un primer momento diferencia la práctica actual de la arcaica, y además la sitúa en una diferenciación que es necesario hacer con respecto a su intención. Si bien podría decirse que todas las inscripciones, tanto las arcaicas como las actuales tienen el propósito consciente o inconsciente de territorializar, el fenómeno presenta una variación histórica desde sus inicios como fenómeno especialmente urbano en el siglo XX, “el de mayo del 68 en París (también en Berlín, Roma, México, Berkeley) se hizo con consignas antiautoritarias, utópicas, y fines macropolíticos. El graffiti de Nueva York, escrito en barrios marginales y en el metro, expresó referencias de ghetto con propósitos micropolíticos”27 y este último con una gran generalización en nuestra ciudad, que quizás se deba a la influencia de la cultura estadounidense, potenciada por el mercado. Particularmente nuestro estudio se centra en este graffiti micropolítico y masivo, que además cumple con todas las valencias que asigna Armando Silva, las cuales en el caso de no ser una pieza de graffiti, no podrán actuar conjuntamente: la marginalidad, la expresión de mensajes incompatible con lo permitido en términos legales, morales o sociales, por lo cual la expresión es incapaz de poseer un ‘medio’ diferente al ilegal. Así de acuerdo con nuestro argumento acerca del graffiti como instrumento insurgente para recuperar por un breve momento en un espacio determinado la individualidad arrebatada por la sociedad, la marginalidad es la valencia más apropiada para la descripción del graffiti micropolítico. El anonimato, la reserva de la autoría. La espontaneidad, como el aprovechamiento del momento en que se efectúa el trazo. La escenicidad, de las más importantes para nosotros, la elección del lugar en términos estéticos, visuales y materiales para la puesta en escena de la inscripción, y en la cual las demás valencias no pueden fracasar. La velocidad, la ejecución en el menor tiempo posible por cuestiones de seguridad ante la vigilancia o bien de simplicidad de la pieza. La precariedad, en cuanto a los materiales utilizados, por lo general de bajo costo. Y la fugacidad, que opera desde afuera del sistema graffiti, pues se debe a la duración de la pieza una vez terminada, cosa que no puede ser prevista.28

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Armando Silva, Punto de vista ciudadano. Focalización visual y puesta en escena del graffiti. Instituto Caro y Cuervo, Colombia, 1987. Pág. 21 Néstor García Canclini. Culturas Híbridas. Estrategias para entrar y salir de la modernidad. Editorial Grijalbo, S.A., México, D.F., 1990. Págs. 314,315 28 Armando Silva, Punto de vista ciudadano. Focalización visual y puesta en escena del graffiti. Instituto Caro y Cuervo, Colombia, 1987. Págs. 27-45 27

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El objeto de este nuevo fenómeno es, pues, una pieza de exploración netamente estética y tipográfica, cuyo contenido abstracto expresa la existencia del grupo o la persona que lo ejecuta, contrario a lo que sucede con los graffiti de contenido macropolítico, que expresan concretamente una posición ideológica, o a aquellas expresiones con cualquier mensaje explícito. Otras manifestaciones que tienen el mismo medio, tal como lo explica el desplazamiento enunciado anteriormente, no entran dentro de la categoría graffiti, dado que, como lo explica Armando Silva, no cumplen con las valencias e imperativos que lo hagan “un modo marginal, desinstitucionalizado, efímero, de asumir las nuevas relaciones entre lo privado y lo público, entre la vida cotidiana y la política”29. Al carecer de esta marginalidad el lugar en que se emplazan carece de toda la importancia que da al territorio el graffiti micropolítico, importancia expresada en el encuentro de una posibilidad, la aproximación directa y el reconocimiento pleno de la arquitectura. “En efecto, la inscripción urbana que carece de marginalidad, puede ser denominada ‘información’; si falta el anonimato, podemos más bien llamarla ‘manifiesto mural’ y si excluye la espontaneidad, por oposición a espontáneo, podemos denominarla ‘proyecto mural’”30. Esta acotación que hace Silva del término y del fenómeno sirve a la constitución de nuestro objeto de estudio, que encontramos preciso, sin hacer una apología, para explicar la implantación del mismo en ciertos escenarios de la ciudad que poseen una determinada visualidad, como las grandes avenidas, pero sobre todo una cierta calidad de abandono que permite su ejecución, sean los horarios del comercio, la falta de vigilancia privada, estatal o comunal, o la habitual soledad en la que se hallan los residuos infraestructurales. Esto habla de la situación del graffiti dentro de Otra Naturaleza Urbana como expresión estética de la mera existencia, en la fugacidad misma de “la sociedad que lo origina y controla […] en el centro del acontecer histórico y que condiciona la comunicación graffiti a una experiencia coyuntural que se hace y deshace al ritmo de las contradicciones sociales y políticas”31, lo cual no sería posible si se dejara al graffiti lejos de las condiciones ideológicas que en lo transgresivo de su propia acción se desarrollan, lo que acontece cuando se le asigna al graffiti la categoría de arte32.

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Néstor García Canclini. Culturas Híbridas. Estrategias para entrar y salir de la modernidad. Editorial Grijalbo, S.A., México, D.F., 1990. Pág. 316 Armando Silva, Punto de vista ciudadano. Focalización visual y puesta en escena del graffiti. Instituto Caro y Cuervo, Colombia, 1987. Pág. 42 31 Armando Silva, Punto de vista ciudadano. Focalización visual y puesta en escena del graffiti. Instituto Caro y Cuervo, Colombia, 1987. Pág. 41 32 “Si hablamos de la ‘comunicación estética del graffiti’ podemos suponerla, pues, desde ahora, como una tendencia del graffiti en el cual las condiciones operativas prevalecen sobre las propiamente preoperativas. Esto quiere decir que la inclinación por un graffiti arte tiende a liberar al graffiti de las condiciones ideológicas a las cuales se enfrenta por naturaleza social, y, al ser estas condiciones estructurales, tal liberación puede conducir a la descalificación del graffiti, para que tal figuración ‘grafitográfica’ entre a formar parte de otra clase de enunciados, como, por ejemplo, el arte. En otras palabras, el graffiti-arte puede devenir en objeto-arte, antes que en texto graffiti, si bien puede tratarse de un caso intermediario de difícil autonomía.” Armando Silva, Punto de vista ciudadano. Focalización visual y puesta en escena del graffiti. Instituto Caro y Cuervo, Colombia, 1987. Pág. 40 30

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La pieza mínima del graffiti dentro de estas consideraciones e incluida en nuestro trabajo es el tag, una firma individual de difícil interpretación, realizada en el menor tiempo posible, y que por su tamaño y estructura repetitiva ocupa además de los muros, en compañía de muchos otros (bomb) todo tipo de objetos urbanos. El tag y el contexto artístico al cual el graffiti pertenece permiten expresar una de las paradojas de la posmodernidad donde la política, el espacio y el tiempo se debaten en medio del sentido de su concepto y el contexto que prestan a la expresión artística y al capital. La paradoja de la posmodernidad consiste en el establecimiento de una identidad de manera genérica. En el graffiti -el lenguaje de cualquiera-, esta paradoja es una urgencia puesto que es necesario que la identidad de cualquiera se reivindique sobre cualquier espacio [para lo cual es indispensable cualquier arquitectura] y a través del tiempo, evitando la condición cronológica y secuencial que aún era aceptada en la modernidad. Es además una urgencia absoluta teniendo en cuenta la forma de desarrollo capitalista alcanzado en esta época, donde el capital crea identidades para ser vendidas en su reproducción. La publicidad –el lenguaje del capital-, es por el contrario la forma de expresión que utiliza la identificación como estrategia de venta genérica. Esto es, por supuesto, conocido como globalización [tanto de mercancías como de identidades] pero es en el encuentro de estos dos lenguajes donde se crea la paradoja.

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No hay forma geométrica para determinar la diferencia entre estos dos tipos de lenguaje. Es evidente que la urgencia del graffiti nace de la protesta contra la creación o perpetuación de identidades y la ignorancia frente a las que prevalecen en la mayoría de personas que solían conformar la sociedad. Quizás la urgencia del graffiti es además un reclamo por la eliminación de lo social y una fiesta por su ausencia. Esta confrontación con la publicidad lleva a que consideremos el graffiti nuevamente y con más certeza como una práctica anómica y contestataria de una masividad equiparable con la de la publicidad hoy en día, que nos asalta tan frecuentemente como una pequeña inscripción en una pared, que no obedece a ningún imperativo del comercio, sin hacer más patrocinio que al anonimato y a la simple existencia de quienes lo hicieron. Una cuestión aborda a la sociedad contemporánea, que acepta más fácilmente el “¡compre aquí!”, cargado de sugestión, que el “¡estuve aquí!”, como muestra de libertad y destrucción de las fronteras que nos separan. Las posibilidades expresivas y comunicativas del graffiti están en constante contradicción con su prohibición, rechazo y con los lugares de carácter fronterizo en los que se emplaza, si bien encuentra en ellos una cierta afinidad traducida en tergiversación33 que abre la espacialidad en muros y bordes para convertirlos en zonas de expresión libre, dándoles un nuevo atributo. En nuestro caso de estudio, las observaciones que respaldan este alcance y desarrollo teórico acerca de la práctica del graffiti se han construido a medida que transcurría nuestra deriva, guiada la mayoría de las veces por la aparición de una o varias piezas o tags en el paisaje urbano. El graffiti ha marcado la ruta de nuestros recorridos, haciéndonos encontrar en este camino con otras prácticas (en el caso de la calle 4 sur, el skateboarding, sobre el que ya mencionamos que podría situarse dentro de las nuevas prácticas nómadas de no ser por su penosa institucionalización, y en el caso de la calle 30, con la indigencia) y con los lugares de su emplazamiento en las “afueras” de cada uno de los fragmentos que determinamos. Las mayores expresiones tienen correspondencia en la cartografía con un círculo de mayor radio, lo cual expresa una espacialidad mucho más abierta y liberada en un borde. Hemos renunciado a la idea de utilizar la línea, pues seguíamos obedeciendo a la lógica de la cartografía oficial, en la cual se asigna esta forma para un muro y blanco para una espacialidad. Según esta lógica se amplían o reducen los radios de las manifestaciones que encontramos, haciendo visible la aglomeración, intersección, sobreposición y conexión entre ellos, lo que ha dado como resultado una

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Detournment situacionista

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red de espacios abstractos o zonas temporalmente autónomas, que en el contraste con el resto del mapa empiezan a caracterizar cada uno de los sectores. En general, para la zona de trabajo los graffiti se emplazan en las más importantes vías infraestructurales como lo son la Avenida Pilsen, la Avenida Guayabal, las calles 4 sur y 30 y la carrera 65, dejando prácticamente ausentes las zonas interiores de barrios residenciales e industriales debido, suponemos, a la presencia de un control severo por parte de entidades privadas o comunales. La agilidad con la que se hace el graffiti lo hace poco vulnerable a la posible presencia de la policía en estas arterias, por lo que no se genera un desplazamiento tan explícito como en los demás. También en los nodos de confluencia de estas, elevaciones, puentes y muros aledaños a las orejas, auténticos terrain vague, y además de las vías, las canalizaciones y la infraestructura que las regulariza. Esta zonificación no es alterada en el día o la noche, más que en el incremento de la densidad en los mismos lugares en que es posible verlos de día. Cuando el espacio está cerrado para el comercio, el espacio empieza a abrirse para el graffiti como práctica nocturna. Pensar que en determinado momento subieron a los techos, bajaron al viaducto, que han sido borrados, pero han estado ahí, es darse cuenta de que hay otras formas de apropiación espacial donde son identificables los patrones que caracterizan los terrain vague del graffiti. La primera condición es, sin duda, una arquitectura.

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_HABITACIÓN INDIGENTE Medellín, una ciudad contenida entre un denso sistema montañoso, que por el mismo carácter de este se ha visto atravesada en múltiples sentidos por una compleja red hidrográfica, ha tenido que tomar a lo largo del siglo pasado y en el estadio actual de su desarrollo, la decisión de cómo actuar frente a las sinuosas formas que se imponen en el territorio que se ha dispuesto a ocupar. Así, y a lo largo del sector que hemos observado, y por la cual nos hemos desplazado, esa red de quebradas, arroyuelos y ríos, bajan para encontrarse con una capa densa y pesada de concreto que se sobrepone y direcciona su cauce a las conveniencias de la geometría impuesta por la ciudad planificada que se yergue como ente domesticador sobre las formas de su soporte. Canalizaciones, soterrados, caños y demás formas que toma la infraestructura para dominar estos hechos naturales, han sacado o han convertido en tímidos dentro del panorama de la ciudad al agua proveniente de las montañas, que, sin embargo, en lo salvaje de su actual emplazamiento cambian de carácter para convertirse en manchas oscuras y estáticas que despiertan sensaciones igualmente intensas en la población. El miedo y el asco que despiertan entonces los agujeros que aumentan su caudal con cada descarga de suciedad que desde la ciudad se vierten en el sentido de este cauce, ocasionan dentro del paisaje en que están inscritos una aversión a la basura en la que se componen, ésta, “la aversión que el deshecho suscita, no solo lleva a apartarnos de él, sino que en lo posible tratamos de que se degrade moralmente, tanto la cosa como la gente que se pone en su contacto. Esta actitud ha generado en la geografía urbana una especie de agujeros negros, de zonas de relegación […]”34. Estos vacíos en el paisaje son resultados entonces, primero, de la ignorancia o la falta de conciencia que la población tiene de ellos, teniendo en cuenta que han sido ocultados por los organismos que quieren controlar la imagen de la ciudad, además de un elemento cultural que expulsa el desecho del plano en el que habitamos, para dejarlo en el olvido en sí mismo, y también a los lugares en los que por el flujo de estos, en la ciudad es depositado. En segundo lugar, el rechazo consciente que se hace a estos paisajes por parte de una población, que define la imagen de la ciudad deseada desde una perspectiva estética de la belleza de la cual no pueden hacer parte.

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Gilda Wolf Amaya, Desecho y configuración urbana. Estrategias en contra de los sitios de relegación de la ciudad (Trabajo presentado para la Especialización en Estética. Facultad de Ciencias Humanas, Universidad Nacional de Colombia, Medellín. Director: Profesor Jorge Echavarría). Medellín, marzo de 2001. Pág. 11

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“Escuché lamentarse al arroyo como viuda que gime por su hijo muerto, y le pregunté: ¿Por qué lloras, mi puro arroyuelo?” Y él me contestó: porque no tengo más remedio que llegar a la ciudad, donde el hombre me desprecia y me abandona para ingerir bebidas más fuertes, y me convierte en devorador de sus suciedades, mancilla mi pureza y trueca mi divinidad en inmundicia”. Khalil Gibran. La naturaleza y el hombre

"¿Qué es este hermoso hilillo de agua que recorre esta tierna región? Qué tímido es. Se esconde bajo la tierra. ¿Es la sonrisa del paisaje? ¿Es un don anónimo de la Naturaleza? ¿Es un llanto exquisito, que surge de las peñas? No lo creo: es el caño de una cloaca." Erik Satie. Canalización

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Sin embargo, hay personas que reaccionan sensiblemente a las características de estos espacios con los que se ven emparentados de múltiples maneras, estos grupos de personas a los que decidimos nombrar como “la habitación indigente”, y que en la ciudad se les es ejercido el rechazo por sus características, que son entre otras la inutilidad, suciedad, drogadicción y anomia, no encuentran espacio en el paisaje que se propone mostrar aséptico y en el cual su presencia no pasa inadvertida. Huir de estos espacios en los que no encuentran la naturalidad y tranquilidad que esperan en su ejercicio de habitar el territorio, los deja en un estado de constante vagabundear, de deriva, que reacciona a los elementos infraestructurales de la ciudad por los cuales se les es advertidos muchas veces aun en esta búsqueda. La movilización inherente a estos personajes en búsqueda, nos remite entonces a un carácter “nómada”, en símil con las antiguas culturas que poblaban vastos terrenos por los que deambulaban en función de aquellos elementos de sustento necesarios para la supervivencia, que normalmente se ven asociados a la alimentación en base a los grupos de animales igualmente en movimiento, ahora, para el “nómada urbano” contemporáneo la búsqueda además del obvio sustento necesario, se constituye en el encuentro de ese lugar que lo remita a lo natural de su condición de vagabundear, que entra en disonancia con las formas cada vez más estáticas del concreto y la quietud en la que se proyecta la ciudad. Ahora, en nuestro ejercicio de deriva, y el sector que en esta se determinaba, la evidencia del hallazgo de estos lugares por parte de este grupo de personas, está precisa y fuertemente asociado a los desarrollos infraestructurales correspondientes a la incorporación del sistema hídrico en la geometría de la ciudad, que está compuesta de elementos tales como las canalizaciones, cloacas, desagües, caños, entre otros. Ejemplos de esto son encuentros como la presencia de don Omar, al borde de la canalización del río Medellín, en un puente inutilizado que golpea en forma de malla contra las vías del Metro de la ciudad, justo debajo del complejo vial de la estación Aguacatala; o la presencia de Dora debajo de un puente peatonal sobre la canalización de la Guayabala que justo después es soterrada cuando se encuentra con la avenida Guayabal, para luego unirse con la quebrada el Chocho en la calle 30 y posteriormente caer al río Medellín. La verídica relación entre el “habitar indigente” y la red hidrográfica manipulada, se hace evidente al resaltar estos elementos como constituyentes del paisaje urbano del cual son constantemente y, como decíamos, ignorados o rechazados.

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El lazo que nace entre los “nómadas urbanos” con estos lugares, aparece entonces en una relación de la energía; claro está, la energía a la que hacía referencia Benjamin dada a los primitivos por algunas plantas. Esta “energía para ver a lo lejos” se traduce en este caso en la posibilidad de cobijar su carácter impuro, o la mala fama de sus prácticas y, en los términos de Guyau, desarrollar un cierto tipo de libertad derivado de su anomia. Como decía Sou Fujimoto “el anidamiento es un formato tolerante, […] siempre permite la flexibilidad de alojar la impureza y la indeterminación”35, que siendo precisamente características inherentemente asociadas a la indigencia detienen por un momento su búsqueda en estos lugares para desarrollar su ejercicio de habitación, en el anonimato, en donde ahora, por fin, no son advertidos, y donde el juicio de la sociedad normalizada no llega. Hemos encontrado entonces en estas redes fluviales, una manipulación regularizadora de su recorrido natural, y ahora, en base a las características que bajo esta manipulación son engendradas, su renaturalizacion en base al habitar de estos grupos de personas, que encuentran en ellos aun el carácter salvaje que se les había arrebatado a cambio de la sensación temerosa y asquienta, recobran el sentido de su lugar y les son asignados múltiples caracteres. Así y sufriendo el mismo miedo cósmico que tiene el hombre a estos territorios de aguas estancadas, descrito en el poema de Bosco36 y que “hace eco a la gran leyenda del hombre que vuelve a las situaciones primitivas”37, la población se ha alejado del agua en la ciudad para que lleguen esos “nómadas” que por el contrario no le temen, sino que encuentran en los eventos producidos, precisamente en este estancamiento, un abanico de posibilidades de cobijo para las dinámicas en las que se definen. Son entonces estos lugares de relegación en la ciudad la cuna del sentimiento anómico de la “habitación indigente” que se establece en sus agujeros y planos inclinados.

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Sou Fujimoto, “Futuro primitivo” Revista 2G, No. 50. Gustavo Gili, Barcelona, 2009

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“Justo a mis pies el agua surgió de las tinieblas. ¡el agua!... ¡una laguna inmensa!... ¡y qué agua!... un agua negra, dormida, tan perfectamente lisa que ni una arruga, ni una burbuja turbaban su superficie. Ni manantial, ni origen. Estaba allí hacía milenios, y allí permanecía sorprendida por la roca, se extendía en una sola capa insensible y habíase convertido, en su ganga de piedra, ella misma, en esa piedra negra, inmóvil, cautiva del mudo mineral. Había sufrido la masa aplastante, el amontonamiento enorme de ese mundo opresivo. Bajo ese peso, diríase que había cambiado de naturaleza, infiltrándose a través de la espesura de las losas calcáreas que retenían su secreto. Se había vuelto también el elemento fluido más denso de la montaña subterránea. Su opacidad y su consistencia insólita hacían de ella una materia desconocida y cargada de fosforescencias de las que solo afloraban a la superficie huidizas fulguraciones. Signos de potencias oscuras en reposo en las profundidades, esas coloraciones eléctricas manifestaban la vida latente y el temible poder de ese elemento aun adormecido. Sentí un calosfrió.” Gastón Bachelard, La poética del espacio. Fondo de Cultura Económico, México D.F., 1965. Págs. 53, 54 37 Ibid. Pág. 54

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Ahora, estos personajes que han descubierto estos territorios olvidados, formalizan la manera en la que los habitan. La variedad que de esta formalización surge tendrá por consiguiente una caracterización importante, sin embargo, antes de esto, tenemos que decir que en ellas encontramos una referencia que nos vuelve sobre la idea de la configuración de estas personas que consideramos como “nómadas”, y que se encuentran en general, en esta variedad de formas en las que materializan su habitar. Los rastros que deja un habitante de calle después de que está en un lugar o el carbón de las fogatas que enciende, los caños y grandes estructuras en las que se cobijan, y las “chozas” que arman con los materiales encontrados en su deambular, empiezan a constituirse para nosotros en los vestigios que dejaban las poblaciones del paleolítico mientras se movilizaban, las cuevas en donde los trogloditas se resguardaban de las inclemencias, o las tiendas que los beduinos árabes construían para disminuir las velocidades de las ventiscas desérticas mientras descansaban, todos estos ejemplos de arquitectura nómada. “… en aquellos tiempos los cazadores y pescadores buscaron naturalmente el cobijo de cuevas en la roca, y estas constituyeron los primeros alojamientos humanos; quienes laboraban la tierra se resguardaron bajo las copas de los árboles, de donde derivaron chozas de ramaje y barro; y los pastores en trashumancia se cubrirían con pieles que, con solo alzarlas sobre un mástil, dieron lugar a tiendas…”38

Para entrar entonces en la caracterización de estos espacios que hemos podido encontrar, cabe resaltar que entre unos y otros hay diferencias considerables de complejidad, por lo tanto, en la siguiente enumeración iremos desde las configuraciones que consideramos menos complejas a aquellas que por sus elementos constructivos, tiempos de elaboración, o características de intimidad, se entienden como de una mayor complejidad. 1. Vestigios: en los espacios que dentro de los recorridos llamaron nuestra atención, este fenómeno fue con seguridad el de menor complejidad observado. Era constituido por elementos tales como cartones y piezas de ropa que sugerían el hecho de que alguien había podido tomar, o toma con alguna frecuencia una siesta en el lugar, las brasas y trozos de madera o de objetos aleatorios quemados en un espacio determinado, que sugerían el ahora inexistente fuego que se había producido en algún momento, o incluso montículos de desechos con una cierta organización o manipulación que daban a entender la utilidad o interés que para estos personajes tienen por distintas razones. La complejidad espacial de la que hablamos, es básica en estos elementos debido a que no configuran como tal un resguardo para los personajes, sino más bien, la simple huella de un momento determinado de estancia o paso por el lugar.

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Cobijo. 1973 Shelter Publications, organización de California sin ánimo de lucro. Tursen S.A./ H. Blume, S.A., 1979. 3ª. edición, 2009. Pág. 4

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2. Cuevas: dentro de este tipo de espacio hay que hacer antes una división ya que los dos elementos que pueden tenerse en cuenta dentro de esta categoría tienen una complejidad distinta. Primero, están las grandes estructuras que son con frecuencia utilizadas para generar resguardo del sol y la lluvia, estas se consideran más simples que las que les siguen debido a que, si bien se genera un sentido espacial determinado, aunque amplio por los bajos de los puentes que son los elementos encontrados que determinaban este tipo de espacios, no configuran un sentido de la intimidad y en muchas ocasiones su utilización puede ser resultado de contingencias climáticas. En estos la relación de escala del cuerpo del hombre con la superficie que los cobija puede ser 1 a 3, lo que por los lugares en que están ubicados permiten la fuerte incorporación de ruidos y demás fenómenos que aumentan la sensación de fuga, quizás es por esto que en esta subtipología los personajes que se avistan en un lugar determinado con frecuencia cambian. En segundo lugar, caños, cloacas y demás cavidades necesarias para descargar afluentes hídricos o todo tipo de desechos a una canalización determinada. En este tipo de espacios la atmosfera o la sensación espacial cambia completamente con respecto al anterior, el cuerpo en estas cavidades ya no está contenido por una gran espacialidad sino que por el contrario en la angostura de esta, el cuerpo se adapta a las curvas y oscuridad muy asimilables a las de su referente natural, esta misma disposición del cuerpo en el espacio, y el aislamiento a los fenómenos del entorno agresivo que los rodea, permite además de la sensación de intimidad que antes no se tenía, también un cierto mayor sentido de resguardo que genera la sensación de seguridad que encontramos los hombres en los pequeños espacios. Ya Sou Fujimoto, en su texto que precisamente tiene por nombre “Futuro primitivo”, se preguntaba “¿Es posible una cueva artificial” en “una arquitectura creada por el

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hombre”?”39. Según nuestra lectura de ciudad nos atrevemos a contestar que sí es posible, el desarrollo de la ciudad moderna tiene consecuencias en la contemporaneidad que han sido imprevisibles en la planeación de grandes obras infraestructurales y planes de extensión urbana, esas consecuencias además de extenderse sobre el plano social acentuando las diferencias de clase y la anomia, se manifiestan espacialmente en la obsolescencia y el abandono, generando un carácter distinto en la atmosfera de ciertos lugares. La cloaca en desuso, obra precisamente de un desarrollo ingenieril propio de la modernidad, es ya no una cloaca, sino una cueva para quien decida aventurarse en la noche eterna de la ciudad. 3. Tiendas: el último dentro de este catálogo y el más complejo de los elementos encontrados, es la tienda. Esta es construida a partir de todo tipo de materiales que en la ciudad son tratados como los más viles y estorbosos desechos. Constituye, para el hombre que ve en ellos una oportunidad, el más útil y oportuno de los materiales de construcción. Cartones, vallas publicitarias viejas, costales, cordones, cabuya, un par de palos, etc. Son todo lo necesario para que con la inventiva propia del hombre primitivo enfrentado a la situación salvaje de la ciudad en la que vive, logre establecer los límites de su habitación, construyendo el control o filtro de las experiencias que desea absorber de su entorno, además de generar su propio cobijo desde las características y medida de sus posibilidades. “Para otro grupo bastante numeroso de la población, lo desechado es la materia básica e indispensable de unas nuevas acciones que tienen repercusiones económicas, artísticas y/o socioculturales. El desecho no genera miedo ni asco en los desposeídos y artistas que han visto en él una potencialidad como medio de subsistencia o expresión. Aquí lo que procura el desecho es una clara empatía.”40 Mientras vamos por la autopista y nos encontramos una red de hilos en un entramado complejo, sujeto a los árboles cercanos que les sirven de soporte para así poder tender sobre esta red un tejido artificial, aparentemente plástico, o un derivado cualquiera que toma una forma difícil de describir, somos conscientes de la complejidad del cobijo que tenemos frente a nuestros ojos, no es solo un techo sobre la cabeza del personaje allí dormido con su cuerpo en dirección al rio, casi sobre él, es la construcción de un hábitat complejo para la persona que ha establecido los límites de su espacio doméstico.

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Sou Fujimoto, “Futuro primitivo” Revista 2G, No. 50. Gustavo Gili, Barcelona, 2009 Gilda Wolf Amaya, Desecho y configuración urbana. Estrategias en contra de los sitios de relegación de la ciudad (Trabajo presentado para la Especialización en Estética. Facultad de Ciencias Humanas, Universidad Nacional de Colombia, Medellín. Director: Profesor Jorge Echavarría). Medellín, marzo de 2001. Pág. 13 40

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Estas son entonces las categorías en las que englobamos los hallazgos de la deriva realizada, sin embargo, hay que tener en cuenta que si bien los desarrollamos como elementos aislados, el encuentro de grandes conglomeraciones del mismo o diferentes elementos, también fue encontrado dentro de unas espacialidades específicas, de manera que siendo los elementos la configuración de un habitar personal, en una conglomeración se formaliza algo diferente y más grande: la red de relaciones entre estas personas que ya no construyen individualmente su refugio, sino, en un conjunto de estos, un tejido social primitivo de diferentes complejidades, que sin lugar a dudas pudo ser el fenómeno de mayor tamaño y complejidad observada, y a diferencia de los demás fenómenos que, si bien en su mayoría como ya habíamos hablado, están ubicados dentro de las áreas de las redes hidrográficas canalizadas, también aparecen en distintas zonas de la ciudad asociados a otros factores; estas conglomeraciones nacen o, por lo menos desde la observación realizada, exclusivamente en estas zonas del paisaje fluvial en la ciudad. "Todo espacio realmente habitado lleva como esencia la noción de casa [...] el ser amparado sensibiliza los límites de su albergue. Vive la casa en su realidad y en su virtualidad, con el pensamiento y los sueños". Gaston Bachelard. La poética del espacio.

La noción de casa que construimos en este texto, no es en la que ésta es definida por la normativa y fronteras impuestas por un modelo administrativo, que redujo los espacios en los que nos encontramos situados a su mera característica funcional, en la imposibilidad que estos tienen por esas normativas dentro de la ciudad, de convertirse en un producto de consumo o bien del que puedan disponer estos poderes, y por lo que evidentemente han caído en el olvido como cualquiera de los desechos que encontramos en el sitio. Estos espacios de relegación entonces se convierten en brechas en la ciudad que son perceptibles solo en una experiencia consciente y real del afuera que en el momento actual son pobremente desarrolladas, como lo describía Andrés Devesa “este mundo se concibe a sí mismo sin afueras, como un todo cerrado. Sin embargo, aún existen fisuras, espacios que, aunque precariamente, escapan a la lógica mercantilista, bien porque aún no han sido puestos plenamente en valor, bien porque temporalmente han salido del ciclo del valor, o bien porque directamente niegan cualquier valor o utilidad. Estos lugares rompen la aparente naturalidad del mundo de la mercancía y abren vías de agua por las que puede redescubrir la experiencia del afuera y, quizás, otras formas de vida posibles y reales.” 41 Estas fisuras urbanas, que tratamos como precisamente los espacios hídricos de los que hemos estado hablando en este capítulo, son la posibilidad de un grupo de personas determinado para vivir el afuera que se les ha sido arrebatado con la constante confinación de los espacios públicos en el sentido de su manejo y control. 41

Andrés Devesa. De un mundo que se piensa cerrado y sus fisuras. Destrucción del territorio, resistencias y experiencia del afuera. Publicado en Salamandra 21/22. 2014. Pág. 16

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_LA HERRAMIENTA “[…] el mapa no reproduce lo visible, sino que ofrece una clave para penetrar en la oscuridad de lo visible”. Giancarlo Motta, Antonia Pizzigoni. La máquina de proyecto

Los productos que ha generado finalmente esta profundización son una serie de cartografías que buscan poner en relación los espacios marginales a los que hemos hecho referencia hasta ahora con su contexto a la escala del sector y con los fenómenos que los habitan y condicionan. Esta ha sido la premisa fundamental que nos ha permitido aseverar que la cartografía como herramienta era la más indicada para llegar a conclusiones coherentes respecto al estado de la ciudad en términos de la apropiación espontánea. En nuestro recorrido académico, sin embargo, la cartografía nunca ha sido considerada como proyecto más allá de la planta y el esquema de un interior arquitectónico, sobre lo cual nosotros hemos decidido ahondar y tratar de entender de qué se trata una construcción planimétrica a gran escala, para lo cual contamos principalmente con el texto de Giancarlo Motta y Antonia Pizzigoni, “La máquina de proyecto”, en su capítulo “La naturaleza del espacio cartográfico”. En primer lugar, debemos tener claro que el mapa es un sistema cultural con reglas, metáforas y retórica, que los científicos positivistas y geógrafos han con frecuencia supuesto y reducido a un instrumento imparcial, objetivo, científico y verdadero,42 que a su vez se vale de las medidas del suelo para su expresión. En estos términos la herramienta cartográfica sería insuficiente para la representación de nuestro trabajo, ya que de por sí partimos de que hay una carencia en los mapas oficiales en los que, no por azar, se dibujan o desdibujan determinadas convenciones, y que esto se debe a la carga ideológica no reconocida que tiene la construcción de un mapa. En segundo lugar, el “reconocimiento del hecho de que el mapa no es el territorio”43, dado que el espacio urbano, lo que en él sucede y la forma como se entiende, no constituye un dato objetivo, nos ha permitido desplegar una serie de posibilidades dentro de esta forma de representación que, de la consignación de datos como tal, alcanzan el arte, la arquitectura (la proyectación de arquitectura) y la crítica. 42 43

Giancarlo Motta, Antonia Pizzigoni. La máquina de proyecto. Editorial Universidad Nacional de Colombia, Bogotá, 2008 Ibid. Pág. 90

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Más allá de la representación se intenta hacer una actualización cartográfica que, lejos de “alcanzar la verdadera representación de las cosas”44 pretende construir sobre el plano tanto la mirada como la espacialidad de lugares que han sido relegados a un segundo plano, “introduciendo elementos de intencionalidad e indicación de valores”45 que dentro del espacio técnico y estructural de la construcción de mapas intentamos dar respuesta a la pregunta sobre los contenidos culturales indispensables que los caracterizan. Así, en la particularidad de nuestra búsqueda, la serie de posibilidades a las que nos ha llevado la lectura de Pizzigoni pueden enunciarse de la siguiente manera: 1. La conservación del sistema de convenciones que por un lado permite introducir nuevos elementos dentro de la lectura general del mapa del sector a la vez que la comparación con elementos propios de la cartografía oficial, hallada insuficiente. Introduciéndonos en la lógica del mapa y desde ella misma, además de mostrar lo deseado, exponemos la contradicción entre las formas dominantes y las nuevas espacialidades que nos encargamos de abrir, lo cual se denomina en el texto como estrategia deconstructiva. En nuestro caso, la introducción de unas convenciones por ubicación, que a pesar de su inmovilidad en el mapa representan prácticas nómadas, es decir, móviles, de subsistencia y expresión estética que, en su interconexión e intersección, indican movimientos que pueden realizar en el futuro, dada la correlación territorial46, la influencia que en las mismas tiene el territorio y viceversa. Antes de tratarse de un dato subjetivo, impredecible y prácticamente inútil para un estudio posterior de nuestras cartografías, se trata de una convención fluctuante. 2. “Considerar los mapas en su naturaleza de texto” Aproximarse de esta forma a un mapa implica considerar todos los elementos que lo componen “por lo que son, independientemente de sus significados literales”47. Este análisis comienza pues con la búsqueda de una estructura formal, donde las preguntas sobre qué se ve o qué se lee guiarán, además del entendimiento textual, el de unas relaciones 44

Ibid. Pág. 91 Ibid. 46 “La noción de escritura que pervierte un espacio físico e ideológico, nos condujo a proponer la marca graffiti dentro de una correlación territorial. De este modo nuestra definición de graffiti se relativiza al máximo hacia el lugar y el momento de la inscripción, pasando así por una dramática –entendiendo por ello también su puesta en escena condicionada- cualificación territorial”. Armando Silva, Punto de vista ciudadano. Focalización visual y puesta en escena del graffiti. Instituto Caro y Cuervo, Colombia, 1987. Pág. 16 47 Giancarlo Motta, Antonia Pizzigoni. La máquina de proyecto. Editorial Universidad Nacional de Colombia, Bogotá, 2008. Pág. 91 45

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ineludibles entre los elementos, que hablan necesariamente de su contenido. Sin embargo, antes de esta develación es preciso hallar las relaciones que como meras formas los entretejen. Por ejemplo, la perpendicularidad de unas líneas, a veces sinuosas, que con una determinada constancia rematan en otra, de mayor calibre, que atraviesa todo el mapa longitudinalmente. La distribución de grandes bloques de geometría regular hacia la parte baja del mapa, sobre la antes mencionada longitudinal. La misma perpendicularidad y relación de elementos tanto más regulares que los otros, en cuyo cruce hay ensanchamientos y nudos. La distribución un poco arbitraria de retículas. La disposición de estos elementos sin jerarquías en cuanto a la dirección de su ubicación… Conociendo luego el contenido de las formas se explican estas maneras de distribución; igualmente, conociendo la constitución formal del mapa, el conocimiento sobre el contenido resulta más certero y lógico. En esta misma relación, la producción de cartografías es tanto una conclusión como un elemento indispensable para el estudio de este sector de la ciudad y para la solución de nuestra hipótesis. “La construcción del mapa no es, por lo tanto, un instrumento que sirve tan solo para la representación de la ciudad, sino que también se constituye en un paso cognoscitivo necesario. El mapa, en efecto, es el lugar en el que no solamente se realizan procesos de transformación que se producen en la realidad, sino que, en cuanto siguen una lógica cartográfica, pueden ser mejor estudiados y evidenciados a través de la representación”.48 Proceder con la lectura de la naturaleza textual, que en nuestro caso revela la perpendicularidad de unas líneas, como antes mencionábamos, y que posteriormente implica el conocimiento de que estas líneas (sinuosas a veces) corresponden con una red hidrográfica inserta en el espacio urbano, nos lleva a cuestionarnos por las relaciones de fondo que, primero, en la construcción de la cartografía, revelan las formas, y, segundo, configuran una contradicción geográfica. En el texto de Pizzigoni y Motta nos encontramos más adelante con unos apuntes para la ciudad de Turín, que tiene unas características bastante similares a las de la ciudad de Medellín, incluso, todo el Valle de Aburrá, y que son evidentes sobre todo en la zona estudiada. “Así”, apuntan los autores, entrando en una descripción de las relaciones hidrográficas en la ciudad de Turín, “mientras una parte del río es constantemente reconducido o referido al espacio geométrico y ordenado de la ciudad, mientras el río es transformado en canales con un curso lo más lineal posible y a las aguas que bajan irregularmente por las vertientes son encauzadas siguiendo una red de acequias y canalizaciones ortogonales que dibujan en el campo la misma geometría del 48

Ibid. Pág. 136

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quadrillage urbano; de la otra, el espacio de la ciudad asume en su interior las formas del paisaje fluvial y, atravesado por las líneas sinuosas del río, se transforma en un espacio rígidamente surcado por líneas paralelas semejantes a las tramas de un tejido, un espacio como el de las áreas fluviales en el que es posible moverse en todas direcciones; se transforma de un espacio en el que dominan las líneas rectas y en el que una calle es casi siempre una línea que une dos puntos […] se pasa a un espacio en el que, por el contrario, el punto es resultado del encuentro de dos líneas de dirección variable y tortuosa por naturaleza”.49 Una descripción que sin duda es bastante pertinente para el sector analizado, sobre todo en tres puntos: Primero, el entrelazamiento de dos paisajes de naturalezas distintas, el fluvial y el urbano, geométrico, que, como apuntábamos más atrás en el documento, influye incluso en los efectos psicogeográficos producidos en las zonas que permea esta contradicción. Así, más allá de la morfología, “la ciudad se convierte en río porque, de manera molecular50, cada parte se conforma de manera diferente que tiene con el curso del río en aquella parte”.51 Segundo, la transformación de un tejido rígido de líneas paralelas, a un tejido flexible y sinuoso gracias a la naturaleza fluvial que se rehúsa a ser geometrizada completamente, como en el caso de la Quebrada Doña María. Tercero, el hallazgo de un punto en el que estas dos naturalezas se cruzan, distinto al unir dos puntos, función que casi siempre cumplen las líneas de las calles, y en el que nosotros hemos encontrado, más allá de la forma, el nodo en que Otra Naturaleza se manifiesta, surgiendo como híbrido entre la geometrización decidida del proyecto urbano y la perennidad de la Naturaleza como tal, con formas de ocupación definitivamente particulares, como lo son el graffiti y la indigencia. Siendo nuestro propósito situar “el cambio repentino de ambientes en una misma calle en el espacio de unos metros; la clara división de una ciudad en zonas de distintas atmósferas psíquicas, […] el carácter de atracción o repulsión de ciertos espacios”52 eventos, en fin, que están siendo ignorados también en las cartografías oficiales, seguimos de cerca a estos autores, pero aún más cuando señalan que la máquina para hacer evidentes estas transformaciones es el mapa. 49

Ibid. Págs. 129, 130 Modalidad molecular del devenir cartográfico: “Es una característica de la estructura del mapa el hecho de estar constituido por piezas o partes elementales, como moléculas, ellas se acercan las unas a las otras dando lugar a una especie de tejido en el cual ya no tiene importancia la forma global y saturan completamente el plano del mapa formando una especie de fondo continuo del que no emerge ninguna figura y sobre el que no se recorta ninguna imagen visual” Ibid. Pág. 134 51 Ibid. Pág. 136 52 Guy Debord. Introducción a una crítica de la geografía urbana. Publicado en el #6 de Les lévres nues (septiembre de 1955) Traducción de Lurdes Martínez, aparecida en el fanzine Amano #10. En línea en sindominio.net, Archivo Situacionista Hispano 50

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En primer lugar, un mapa hidrográfico del sector nos mostrará sin duda la contradicción formal en la que se puede observar una red hidrográfica densa en lo alto de la montaña y que se desvanece a medida que desciende a la ciudad, o a la zona más edificada. El cambio en la geometría de esta hidrografía también es evidente, de donde surge inevitablemente la pregunta por la naturalidad del agua una vez entra a formar parte de la configuración urbana, tanto en su morfología como en su sistema para el saneamiento de desechos; pero se hace necesaria la construcción crítica de una cartografía que, partiendo de la lectura de estas formas, indague y abra los espacios en el sentido de nuestro propósito, haciendo visible en un mismo mapa las manifestaciones que surgen una vez la naturaleza del río es alterada. Finalmente, en todas las cartografías elaboradas, pretendemos acercarnos a una conclusión pertinente y acertada sobre los fenómenos y su relación entre sí mismos y con el espacio que ocupan. 3. “La proyección del espesor de la superficie terrestre”53 Nuevamente, la gran propiedad de la cartografía de mostrarnos los elementos en su relación se hace evidente, convirtiendo la herramienta cartográfica en un instrumento mucho más útil que la fotografía, ya que esta sólo permite la focalización en el plano escogido. A esta ventaja se añade la idea, otorgada por el texto de Pizzigoni, de que la cartografía posibilita infinitamente la reproducción en varios planos de los elementos hallados. Así, el espacio cartográfico, más allá de su representación bidimensional permite, ligado a la premisa de su subjetividad y parcialidad, abrir completamente el espacio en todas sus dimensiones conservando la relación directa que tienen todos los elementos, independientemente de su altura, con la tierra. 4. La independencia escalar de los elementos En vista de que hemos emprendido una nueva construcción cartográfica en la que sin duda alguna y de manera crítica establecemos nuevas convenciones y arrojamos luz sobre espacios nunca iluminados, adquirimos la libertad para representar, fuera de la realidad instaurada por la cartografía hegemónica, los fenómenos que nos interesan desligados de sus dimensiones medibles. No embarcarse en esta tarea sería renunciar a toda la expresividad plástica y teórica que nos ofrece el mapa en su naturaleza. Ya que hemos decidido embarcarnos, frente a muros hemos abierto el espacio de quien los ha marcado con el patrón de su impacto visual: cada graffiti ha ampliado el lugar en que se emplaza con el radio de su impacto paisajístico, así, en una lógica sencilla, las piezas, o las aglomeraciones de ellas, tienen un radio mayor, hasta llegar al menor radio en la más diminuta de ellas: el tag. 53

Giancarlo Motta, Antonia Pizzigoni. La máquina de proyecto. Editorial Universidad Nacional de Colombia, Bogotá, 2008. Pág. 94

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Para el caso de la habitación, este radio aumenta o disminuye dependiendo del grado de intervención del albergue. Si es un aprovechamiento pleno de las estructuras ya existentes es un radio menor. Si hay una construcción de los elementos estructurales y de envolvente, el radio aumenta. 5. La grilla como elemento para la comprensión Hemos introducido en nuestras producciones este dispositivo de dibujo “que permite encerrar en formas geométricas claras y reconocibles las figuras vagas e irregulares de los objetos de la naturaleza”54 -en nuestro caso, esta irregularidad también presente en las convenciones y los nuevos territorios que hemos introducido-, con el fin de no exacerbar las impresiones de la abstracción y de conservar la legibilidad propia de la cartografía a pesar de la independencia que hemos dado a los elementos. La retícula sirve en el mapa para generar un escalamiento y ubicación necesarios dentro de la interpretación del territorio a partir de este, añadiendo además un elemento de naturaleza matemática pero de gran belleza.

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Ibid. Pág. 121

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_QUÉ DECIR FRENTE A LA EXPERIENCIA DEL SÓTANO “Más que nuevas críticas, son nuevas cartografías lo que necesitamos. Cartografías no del Imperio, sino de las líneas de fuga fuera de él. ¿Cómo hacer? Necesitamos mapas. No mapas de lo que está fuera del mapa. Sino mapas de navegación. Mapas marítimos. Herramientas de orientación. Que no buscan decir, representar, lo que hay al interior de los diferentes archipiélagos de la deserción, sino que nos indican cómo llegar a ellos. Portulanos”. ¿Cómo hacer? Tiqqun

Una mirada retrospectiva sobre la manera como se ha construido nuestro trabajo nos obliga a hacer un primer agradecimiento a la cotidianidad y al viaje dentro de ella. No hay un solo momento igual a otro, y la monotonía no existe. En cada uno de los desplazamientos que hemos efectuado, una mirada más aguda era exigida; la ciudad se manifiesta latente ante nosotros. La cotidianidad es la escena directamente afectada después de cualquier intervención urbana. El patrimonio en muchas ocasiones pretende hacerla permanente, inmutable, pero nos agrada más la idea de entrar en su curso y cuestionar la naturalidad del mismo, teniendo en cuenta que no se modifica únicamente por la contingencia. ¿Con qué otra herramienta, más que en principio la mirada sensible, podríamos entrar en el curso de las formas de vida efímeras y móviles? Frecuentamos estos lugares sobre los que nos hemos detenido intencionadamente, a diario, y, aun fuera del trabajo de campo hallamos cosas distintas. El puente que atraviesa de occidente a oriente la ciudad a la altura de la carrera 80, sobre Guayabal, es un escenario de habitaciones cambiantes. En sus bajos, un día, asoman las extremidades de una persona en las cavidades que el tiempo ha hecho en los muros de contención, de las que destilan negras aguas; otro día, un hombre cubierto por un plástico transparente para protegerse de la lluvia aparece para nosotros envuelto en una cápsula acristalada que disloca todos los reflejos de las luces del puente, encendiéndose para recibir la noche, y él,

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encendiendo su pipa adentro para recibirla tambiĂŠn; otro, en un profundo sueĂąo, sobre un colchĂłn, azotado por las corrientes de aire

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que dejan los carros al pasar. ¿Dónde quedan estas imágenes si nuestros ojos se resignan a las pantallas que cada vez con más frecuencia aparecen al interior de los buses? Gracias a las amplias ventanas de los trenes, porque desde ellas hemos podido observar una ciudad que no han querido propiamente mostrarnos. En un trayecto que muchas veces sólo cumple la función de unir A con B con H, es fácil encontrar múltiples confusiones cotidianas. Advertir que algo más ocurría en los intersticios de estas uniones fue el impulso inicial para empezar una indagación, y éste se vio reforzado por el conocimiento del trabajo de David Gissen, “Subnature”, en el cual la mirada se desvía sobre otros ambientes de la arquitectura presas de un rechazo masivo, y dignos, en su trabajo, de una valoración seria: la oscuridad, el humo, el polvo, las palomas, los charcos, el pantano, la maleza, los insectos y los escombros, entre otros. Lejos de considerar el escombro como simple basura, y más como la evidencia arqueológica del golpe histórico sobre las construcciones humanas, Gissen nos ha llevado a fijarnos en los lugares obsoletos, un escombro aun de pie, derribado por el olvido y personificado muchas veces por el carácter de la industria. Políticamente, Hakim Bey, con su “Zona Temporalmente Autónoma”, nos hizo partícipes de la idea de que en estos lugares, las identidades desposeídas podían encontrar de manera insurgente, distinta en su esencia a la revolucionaria, un lugar para ejercer, aunque fuera por un corto período de tiempo, la libertad. En él, la referencia de los situacionistas abrió finalmente un campo de posibilidades que constituyó decididamente la dirección del trabajo, enlazando el interés psicogeográfico con la herramienta cartográfica y nuestra disciplina, en la que sigue siendo difícil hacer legítima esta mirada urbana. La hipótesis se ha enunciado, pues, a partir de una deriva inevitable, una atención casi enfermiza sobre el paisaje urbano y el conocimiento de una teoría alternativa, como la antes mencionada, y finalizando, tenemos para ella unas respuestas que sin embargo no intentan cerrar el tema, sino vislumbrar los caminos que en torno y a través de él se entretejen. Ha quedado también abierta una cantidad considerable de preguntas. ¿Cómo es construida, técnicamente, la vivienda indigente? ¿Podría hacerse una etnografía del hacer constructivo de estas personas? ¿Podría pensarse una sociedad distinta si las relaciones de poder existentes entre la infraestructura y los habitantes siguen constituyéndose en el rechazo y el olvido? ¿Cómo establecer la posibilidad de un acercamiento patrimonial sobre estos lugares relegados más espontáneo, en el que el papel de la institucionalidad fuera nulo? ¿Podría seguir considerándose el graffiti como una

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expresión espontánea de la identidad si llega a ser totalmente institucionalizado o aceptado como graffiti-arte, despojándolo de su carácter transgresivo? A pesar de la complejidad de estas preguntas, son para nosotros incógnitas de una etapa más larga y proyectiva, en la que el trabajo que hemos realizado puede servir de apoyo. ***

Lejos de hacer una apología de estas prácticas, nos han interesado las innumerables posibilidades espaciales en que ellas se llevan a cabo, tanto en sus caracteres, como sistemas arquitectónicos. De la misma manera que confiaba Toyo Ito en la velocidad de la ciudad para poner en marcha unas formas de vida móviles, en los que el nomadismo deja de ser un adjetivo para convertirse de nuevo en naturaleza, en nuestra ciudad por ahora estas maneras de habitar no dejan de estar ligadas con la anomia y la transgresión, sin ser esto suficiente para que ellas se den. La búsqueda sin propósito, la búsqueda en sí misma, la situación de búsqueda, da lugar a la consciencia sobre estas aperturas o fisuras en el sistema urbano y por lo tanto cartográfico, desde las cuales el paisaje que se descubre es el de numerosos planos superpuestos, contemplados desde infinitos ángulos y en los que se leen otras espacialidades. Descubrir, hallar, situar y situacionar. Encontrar, en fin, las piezas, los nudos que conforman un tejido urbano diferente al tejido ya concebido han sido nuestro principal propósito. Sumergiéndonos en el dinamismo de estas formas hemos devenido nosotros mismos en nómadas, situacionistas y flaneurs. ***

El movimiento moderno no pudo ser totalitario en el siglo XX, a pesar de su gran influencia sobre la construcción de la ciudad que hemos heredado. A mediados del mismo siglo hubo tendencias y propuestas más humanas, en las que subyacía una preocupación por las consecuencias que traerían los planteamientos de los CIAM. Jane Jacobs, por ejemplo, le otorgaba gran prioridad a la vida de la calle, la cual encomendaba a la presencia de comercio. Sin embargo, la sustitución de lo que podrían llamarse dentro de su concepción “espacios muertos”, vetaría la posibilidad de una minoría de expresarse. El humanismo en la planeación urbanística no siempre es

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benévolo, pues dentro de su idea de las necesidades del habitante, abarcan a todo tipo de persona, generando un bienestar coercitivo. Podría ser irresponsable justificar el abandono y el error del movimiento moderno en el hecho de que su espacio se ha fisurado y para el día de hoy permite particulares acontecimientos, nada acordes con la pretensión de una ciudad en la que se puede “vivir bien”. ¿Advertiríamos unas prácticas insurgentes distintas si la ciudad se hubiera construido en el humanismo? Al ser esta pregunta nada más que un supuesto hemos virado sobre el presente. ***

En cuanto al graffiti, no hay una descalificación de la validez que tienen expresiones diferentes a la propiamente denominada graffiti, que cumple todas las valencias propuestas por Armando Silva. El mural, el mensaje explícito, macropolítico u opuestamente, de mensajes amorosos o religiosos, son también, dado el caso, dignos de una mirada seria en su mero sentido manifiesto, y las consideramos igualmente expresiones de libertad. Sin embargo, no han sido por nosotros considerados debido al carácter explícito inherente de la intención que los produce. Necesitábamos un elemento de singularidad y contenido inexplicables, como el graffiti micropolítico, cuya ubicación y factores espaciales comunes hemos documentado. ***

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Aun sin concebir la posibilidad de que una investigación de este carácter termine, pero asumiendo la idea de que la construcción cartográfica tiene una doble condición instrumental de síntesis y de elemento congnoscitivo, nos entregamos a la nostalgia que nos produce dar una suerte de conclusiones. Como hemos advertido al principio del documento, la elección de la zona en la que hemos profundizado no obedece a una arbitrariedad. En ella se reflejan características generales de la ciudad de Medellín: su inconsistencia en cuanto a la determinación del centro y la periferia, que de ser una denominación meramente espacial, condiciona a su vez el carácter de las prácticas que en dichos espacios suceden. Las zonas que quizás hubieran sido más representativas para las prácticas y acontecimientos que estudiamos como las del centro-norte de la ciudad, para la habitación indigente, los bajos del puente de Colombia, sobre la Avenida Regional, y todo el sector de la Plaza Minorista; y para el graffiti, la calle 10 en el sector del Poblado y, en algunos casos, Laureles, aparecían en este proceso, lejos del paisaje cotidiano con que justificamos la elección, y adentrarnos en ellas quizás hubiera dado como resultado un producto más académico, y por lo mismo de gran valor, pero nos encontraríamos en desventaja con nuestros afectos y metodología de trabajo que queríamos llevar a cabo. No obstante, la zona de Guayabal no es ajena a estas prácticas, como hemos podido ver en las cartografías y contiene además la aglomeración de gran cantidad de edificios de carácter industrial, en los cuales nos interesaba fijar sobre todo las posibilidades que esta arquitectura ofrece y cuáles le son arrebatadas por la presencia del Estado o poderes alternos que ejercen un control espacial. En un mapa de fuerte contraste hemos querido contraponer las espacialidades desligadas de la consideración oficial del adentro y el afuera, o el lleno y el vacío, tan común en nuestra disciplina para generar un entendimiento de la situación del espacio público, que en este caso, hubiera solamente perpetuado la presencia y la dominación de la propiedad privada sobre el espacio de la calle. Un espacio destinado a la habitación y un espacio destinado al desplazamiento son dados en la cartografía oficial por sentados, pero habiendo identificado una disolución de esta dialéctica en la realidad, optamos por plantear un mapa de vacíos y vacíos, un mapa fluctuante en el cual se documentan los acontecimientos que una vez ocuparon un determinado lugar, y que por las características espaciales que ha adquirido la ciudad a lo largo de la historia, pueden suponer un desplazamiento y ocupación en unos ciertos sectores. Arrojar luz sobre determinados lugares ha hecho más evidente la existencia de múltiples centralidades y periferias, que nos han permitido estudiar el territorio bajo sus propias características psicogeográficas, y entender la lógica de la distribución de las que hemos llamado prácticas nómadas. De la mano con las posibilidades operativas de la cartografía y sus infinitas posibilidades

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documentales, nos atrevimos a formular una cartografía perspectivada de estas otras centralidades, en la que se entiende principalmente la superposición de diferentes planos generada por la implantación de una infraestructura cada vez más compleja: el nivel de las elevaciones, el de las calles y el de los soterrados. En nuestra deriva y etnografía espacial hemos encontrado pues que de hecho los lugares frecuentados por estas prácticas tienen unas características arquitectónicas y urbanas específicas y afines en muchos casos para ambas. La transductividad entre el espacio y las prácticas, ha terminado de cualificar la elección hecha del sector de la ciudad. Si bien ambas prácticas pueden encontrarse juntas, como hemos dicho, en otras partes de la ciudad, se debe a que éstas poseen ambientes y características de uso y morfología comunes también, pero diferentes a las de nuestro fragmento de ciudad. Por ejemplo, el sector de la calle 10 del Poblado, en el que no es difícil encontrar vestigios de habitación e incluso algunas personas durmiendo en las aceras, y que es un nodo para el graffiti, tiene la condición de un uso predominantemente nocturno que convoca permanentemente gente de toda la ciudad; en el sector de la Plaza Minorista, las consecuencias del desarrollo del centro de la ciudad y el desplazamiento de las prácticas asociadas con la mendicidad como estrategias de limpieza y saneamiento, hacen de ambos lugares en los que casi obligatoriamente las prácticas nómadas han de existir; a diferencia del sector de Guayabal, de gran carácter industrial pero con una mezcla de usos mixta, en el que a veces predomina la vivienda, no sugiere de entrada la presencia de estas prácticas, más que haciendo una inmersión autónoma que las revele. La apropiación de los muros de las industrias por el graffiti, de largas manzanas cerradas sobre la acera, hemos llegado a considerarla como la primera manifestación directa sobre un posible nuevo patrimonio de la ciudad, al igual que en las zonas que, entendidos ahora como terrain vague, unos habitan a la vista de todos otorgándole la noción de lugar a los que son concebidos como simples espacios residuales. Ambas prácticas comparten, más allá del lugar en que se emplazan sobre todo en las zonas asociadas a la infraestructura vial e hídrica, en puntos precisos como la Autopista Sur, la calle 10 y la calle 30, las cualidades espaciales del lugar que habitan. El estado de búsqueda permanente en el que renunciamos a todo tipo de prejuicio social asociado a la identidad, y devenimos cualquiera, no cesará… La ciudad no se detiene y nuestras preguntas tampoco.

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_BIBLIOGRAFÍA Y REFERENCIAS

_IMÁGENES Todas las fotografías y mapas son producidas por los autores entre 2016 y 2017, excepto Mapa general del Valle de Aburrá. Pág. 5. Fuente: Google Earth _Viaducto del Metro de Medellín a la altura de la Avenida Pilsen. Pág. 7 _Un nómada en deriva. Calle 30, Medellín. Pág. 11 _Habitación indigente en las riberas del río Medellín. Pág. 13 _Collage con características del terrain vague. Pag. 14 _Bajos de la intervención en la Quebrada Doña María. Itagüí, Antioquia. Pág. 20 _Bajos de la intervención en la Quebrada Doña María. Itagüí, Antioquia. Pág. 30 _Ultrasótano. Ilustración en lápiz y color sobre dúplex. 10x15cm. Por Gianna Piazzini. Pág. 33 _Control obsoleto, Av. Pilsen. Pág. 34 _ La ciudad morgue. Ilustración en lápiz y color sobre dúplex. 10x15cm. Por Gianna Piazzini. Pág 35. _ASE. Pág. 39 _Nudo infraestructural Av. Pilsen, Itagüí, Antioquia. Pág. 42 _Aguas negras. Ilustración en lápiz y color sobre dúplex. 10x15cm. Por Gianna Piazzini. Pág. 45 _Grandes estructuras. Bajos calle 30. Pág. 50

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_Hogar. Ilustración en lápiz y color sobre dúplex. 10x15cm. Por Gianna Piazzini. Pág. 51 _Tienda simple en separador de la autopista. Pág. 53 _Tienda compleja en la ribera del río Medellín. Pág. 54 _Dora. Ilustración en lápiz y color sobre dúplex. 10x15cm. Por Gianna Piazzini. Pág. 59 _Don Omar, la Aguacatala. Pág. 61 _Una gallina en un separador de la autopista, cerca de la estación Poblado. Pág. 63 _La palmatoria. Ilustración en lápiz y color sobre dúplex. 10x15cm. Por Gianna Piazzini. Pág. 72 _Fachada lateral de Coltejer, sede Envigado, Ant. Pág. 79

¬TEXTOS

_Introducción a una crítica de la geografía urbana. Guy Debord. Publicado en el #6 de Les lévres nues (septiembre de 1955) Traducción de Lurdes Martínez, aparecida en el fanzine Amano #10. En línea en sindominio.net, Archivo Situacionista Hispano _Teoría de la deriva. Guy Debord. Texto aparecido en el # 2 de Internationale Situationniste, 1958. Traducción extraída de Internacional situacionista, vol. I: La realización del arte, Madrid, Literatura Gris. _Arquitectura sin arquitectos. Bernhard Rudofsky

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_Futuro Primitivo. Sou Fujimoto. Revista 2G, No. 50. Ed. Gustavo Gili, Barcelona, 2009 _Nunca fue tan hermosa la basura. José Luis Pardo _Territorios. Ignasi de Solà-Morales. Editorial Gustavo Gili, SA, Barcelona, 2002 _De un mundo que se piensa cerrado y sus fisuras. Destrucción del territorio, resistencias y experiencia del afuera. Andrés Devesa. Publicado en Salamandra 21/22. La llama, Madrid, 2014 _La zona temporalmente autónoma. Hakim Bey. En línea: www.lahaine.org _Mutaciones. Rem Koolhaas. Editorial Actar _Los meteoros. Michel Tournier. Alfaguara, segunda edición, 2002 _Punto de vista ciudadano. Focalización visual y puesta en escena del graffiti. Armando Silva. Instituto Caro y Cuervo, Colombia, 1987 _Antes de la arquitectura. Myron Goldfinger. Editorial Gustavo Gili, S.A. Barcelona, 1970 _La máquina de proyecto. Giancarlo Motta, Antonia Pizzigoni. Editorial Universidad Nacional de Colombia, Bogotá, 2008 _Espacio basura. Rem Koolhaas. Editorial Gustavo Gili, SL, Barcelona, 2007 _La poética del espacio. Gaston Bachelard. Fondo de Cultura Económica, México D.F., 1965 _Desecho y configuración urbana. Estrategias en contra de los sitios de relegación de la ciudad. Gilda Wolf Amaya (Trabajo presentado como requisito para obtener el título de Especialista en Estética) Facultad de Ciencias Humanas y Económicas. Universidad Nacional de Colombia, Medellín, 2001. _Bernard Stiegler, “Leroi-Gourhan. Lo inorgánico organizado”. Les cahiers de médiologie. No. 6: Pourquoi des médiologues? _Anomia e individualismo. Del diagnóstico de la modernidad de Durkheim al pensamiento contemporáneo, Lidia Girola. Anthropos Editorial; Universidad Autónoma Metropolitana, Azcapotzalco (2005)

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_Culturas Híbridas. Estrategias para entrar y salir de la modernidad. Néstor García Canclini. Editorial Grijalbo, S.A., México, D.F., 1990. _Cobijo. 1973 Shelter Publications, organización de California sin ánimo de lucro. Tursen S.A./ H. Blume, S.A., 1979. 3ª. edición, 2009 _” ¿Cómo hacer?” Tiqqun. En línea en tiqqunim.blogspot.com.co _La naturaleza y el hombre. Khalil Gibran. Escuchado en Literatura para oír, Radio Bolivariana. Diciembre de 2016.

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