Like, Literarily! - Issue 11 - Resurgence

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Like, Literarily! - Issue 11 March 2022

Resurgence

Like, Literarily! Issue 11

The Bilingual, Student-run Literary Journal of CNG

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Like,

Literarily! - Issue 11

General Editor in Chief: Editors:

Jelena Vásquez Jelena Vásquez Valentina Watanabe Moisés Akerman Lía de Valenzuela Maria José Pérez

Marketing Manager:

Moisés Akerman

Art Editor:

Lía de Valenzuela

Teacher Advisors:

Guzmán Julio - HS Technology Teacher Ernesto Carriazo Osorio - HS Spanish Teacher Diana Sánchez - HS Philosophy Teacher Stalin López - HS AP 2D Design Teacher

Printed by:

Cima Impresores E.U.

Special thanks to the H.S. Principal: Iván Velasco. Associate Principals: Mary West and Jesse Wagner. Colegio Nueva Granada Cra 2 Este No 70-20 www.cng.edu Bogotá, Colombia ISSN 2590-5287 March of 2022 2


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Table of Contents

Poetry The Principle of Rhythm Sobre un río que no fluye, by Isabel Guillermety Meditabundo, by Ana Sofía Navarro, Mariana García Ticktickticka, by Manuel Becerra Coqueteando con la muerte, by Anonymous Atrapada, by Ana Sofía Navarro, Mariana García Desde que te fuiste, by Mariana Samper

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Fiction Madre, by Violeta Portilla Cuenta regresiva, by Jerónimo Rueda La casa del unicornio, by Anonymous

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Samuel Edgard Schvartzman - 12th Grade - AP Studio Art 2D Design

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POETRY Poesía 5


The Principle of Rhythm Isabel María Guillermety

“Everything flows, out and in; everything has its tides; all things rise and fall; the pendulum swing manifests itself in everything; the measure of the swing to the right is the measure of the swing to the left; rhythm compensates.” This principle is basically the idea that everything experiences its ups and downs but, in general, will maintain its equilibrium.

Sobre un río que no fluye Mi sensibilidad no me da para pararme si no es contigo; tampoco me da para bailar sin proyectar mis miedos frente al mundo: tú los amplificas. Porque no puedo respirar si no es con tu aprobación. Me tiemblan las manos porque me falta lo auténtica

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y me escondo en mis brazos, a falta de los tuyos. Tan melodiosa la niña, pensaría cualquiera. Pero a su alma incendiada le falta carbón. Un fuego sin luz, otro patético melodrama de la mísera niñita, con el alma contrahecha.

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Meditabundo Ana Sofia Navarro, Mariana García Cada noche y cada día Con el tiempo entumecido Siento el frío de la noche Recordando lo ocurrido. ¡Ah, si no te hubieras ido! Con memorias persistentes Pensamientos sin olvido Contemplando nuestra vida Permanezco en el vacío. ¡Ah, si no te hubieras ido! Tú conciente te apartaste Sin señal y sin motivo Eres una sombra ausente Oscureciendo el camino. ¡Ah, si no te hubieras ido! Al transcurso de la noche Cada paso y cada ruido Solitario cuestionando Atrapado en el vacío. ¡Ah, si no te hubieras ido! 8


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Ticktickticka Manuel Becerra tick…tick…tick… I stand now in front of the jury tick…tick…tick… doing my best not to show my fury tick…tick…tick… but in my chest I feel the gears turning tick…tick…tick… from my fingers to my toes I feel the twitch lurking tick…tick…tick… feeling it with every dawn and dusk tick…tick…tick… only stopping when I fight or fuck tick…tick…tick… and I fear I’ll never be free tick…tick…tick… I have become Death, destroyer of me tick…tick…tick… and late at night tick…tick…tick… when on the roads there’s no one but mice tick…tick…tick… I can hear it tick tick tick not knowing when tick tick tick how tick tick tick or why tick tick tick it would go off tick tick tick but I can hear it tick tick tick and I know it’ll go off tick tick tick tick tick tick tick tick tick tick tick tick tick tick tick 9


Coqueteando con la muerte Anónimo Su perfume a sangre y ceniza huele; usa su hermoso andrajoso vestido esperando al día que se revele para en sus brazos quedarme dormido. Me flecha su mirada fría ardiente. Su piel blanca nieve me roza el alma con su adiós mi corazón no es vigente y a mi mente no le llega la calma. Ella visita a los cercanos míos: disfrutan de su caricia y consuelo. Traidores que llamaba mis amigos hoy su nombre es sinónimo de anhelo Escucho su llanto tranquilizador. El tocar de sus labios me obsesiona; en los míos dejando su gran ardor, mas ahora de nuevo me abandona.

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Atrapada Ana Sofía Navarro, Mariana García Tacto amargo por tu mala voluntad Por mi confusa culpa consumida Provocando mi infeliz felicidad Acechándome de noche y de día Conflictos oigo pero no los veo Conflictos veo pero no los oigo Buscando que todo tenga sentido Perdida y confundida y resentida Realidad retorcida rige rabia Atrapada en una oscura existencia Buscando sin éxito una salida Permaneciendo en un trance constante Permaneciendo en control agobiante Permaneciendo atascada en el dolor.

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Desde que te fuiste Mariana Samper Días pasan sin que hablemos nosotros. Nocturna siento una corazonada. Sin ti, soy una gran obnubilada; guardo tus recuerdos en nuestras fotos. Lo nuestro por siempre va a permanecer. Lo que fuimos no fue ningún derroche. En esa alguna inesperada noche Va a ser nuestro momento de florecer. Ya siento que eres parte de mi alma. Sufro pensando que ya no estás, pero al tiempo trato de vivir en calma. Ten muy claro que todo es pasajero Me haces mucha mucha falta siempre pues sé que tú eres mi amor verdadero.

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Cristina García - 12th Grade - AP Studio Art 2D Design

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Like, Literarily! - Issue 11 Antonio Machado - 11th Grade

FICTION Ficción 15


Madre Violeta Portilla El reloj recién marcaba las ocho menos cuarto y mis lágrimas inundaban hasta el más mínimo rincón de mi casa; junto a ellas corría el dolor de mi alma, tal y como si parte de mí fuera arrebatada de la manera más despiadada e inigualable. Fue ese día en el cual comprendí el verdadero dolor, la verdadera razón, el motivo por el cual se vale derramar lágrimas de oro; lágrimas incomparables que deberían ser gastadas por quien lo valga, cuando lo valga... Hace un mes que mi madre padecía los síntomas causados por la quimioterapia. Había pasado ya un año en el que ella detuvo toda su vida, su negocio, su rutina que tanto añoraba. Su divina cabellera caía pelo a pelo así como las hojas de un árbol en otoño. En aquel tiempo parecía que con el pasar de los días, ella, tal y como esperábamos, mejoraría; que estos tiempos tan aterradores no se convertirían en más que una historia de mal agüero. Aún con la más grande esperanza, cada vez que la veía se notaba el dolor y la decadencia en su cara. Fue hasta el día de su examen que junto a mi papá volvieron con una cara de miseria, tal y como se hubiera perdido su corazón ante la oscuridad del mundo. Me senté en la sala y, sin encontrar las palabras, mi madre me dijo: “las células en mi cuerpo han hecho metástasis y ahora… es sólo una cuestión de tiempo… antes de morir”. Al escuchar esas palabras mi corazón se detuvo y mi mente entró en blanco. No podía parar de repetir la palabra muerte… Una y otra vez… dando vueltas y vueltas mientras todo mi mundo se derrumbaba ante mis ojos. Los siguientes meses no fueron más que una despedida lamentable. Cada 16


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miembro venía y con las pocas fuerzas que le quedaban despedía con un beso a todos mientras las lágrimas se derramaban sobre su desnutrida y pequeña cara. Ya el desenlace de esta historia era más que seguro para todos nosotros. El dolor de perder a una madre, la emperatriz de un gran e inigualable imperio que quedaría en las manos de una niña de tan solo 13 años. Lo recibí como una carga tan grande, pero a la vez como un regalo, un legado que mantendrá viva su memoria. Mi padre siempre mantuvo la cara en alto. Tan sólo ha sido una vez en la vida que lo he visto llorar… y ésta fue la única hasta el día de hoy. Estaba lleno de ira y de tristeza y el dolor lo consumía desde adentro hasta el punto de no aguantar ni un segundo más. Al igual que cada día de esos dos meses, me senté junto a mi papá dejando el tiempo correr, sin certidumbre de que en cualquier minuto llegaría la hora de la despedida final. Fue ahí cuando escuché a mi tía llamarnos desde el cuarto de mi madre; tenía una cara de lamento, una lágrima corriendo por su mejilla mientras intentaba respirar y calmarse. Al entrar al cuarto, sentí una sensación de angustia y terror, pero de alegría y tranquilidad al mismo tiempo. Sabía que mi madre poco a poco dejaba este mundo, pero era claro que ya por fin, después de tanto padecimiento, lograría descansar en paz. 17


Es ahora cuando volvemos al principio de esta historia, una historia que da fin a la vida de una reina, pero muestra la primera página de una infante dejando atrás su vida con su madre. El reloj apenas había marcado las 7:47 y yo estaba creando un mar de lágrimas en el cuarto de mi madre. Cada grito que daba mostraba más y más dolor saliendo de mi corazón, pero por más que llorara y gritara, eso no haría que conmigo se quedara. Fueron los momentos más largos y al tiempo cortos: el verla dar sus últimos respiros. Fue hasta su último aliento cuando entendí que se había ido para siempre. Por más de tenerla en mi memoria, ella había pasado a un mejor lugar, un lugar en el cual sería feliz y su alma descansará eternamente. Fue el día de su final, pero también fue el día de una nueva vida para todos los que nos quedamos acá en la tierra. Seguiremos manteniendo su memoria con vida hasta el momento en que nuestro día de partir llegue y por fin nos encontremos de nuevo, en un lugar mejor, sin miserias ni lamentos. La vida eterna ante un dolor incondicional, insanable, con el que aprenderemos a vivir. No hay final específico para esta historia; sin embargo, logro decir que cada día el final parece ser diferente. Hasta el día de hoy solo aprendo de cada cambio, pero espero pronto llegar al final de esta historia. Los muertos que nos dejan para avanzar a otro mundo siempre estarán ahí, cuidándonos. Por más que nos duela, será una larga espera hasta que este dolor llegue a su final. No es quejarse sino aprender, aprender a vivir con el hecho de que quien te trajo a la vida ya no vive a nuestro lado, pero está mejor donde quiera que se encuentre. 18


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Cuenta regresiva Jerónimo Rueda

“No era más que un zorro semejante a cien mil otros. Pero yo le hice mi amigo y ahora es único en el mundo.” Antoin de Saint-Exupéry Diez. Eran las diez de la mañana del sábado cuando me entró la notificación a mi whatsapp. Venía de Antonio, con un tono alegre y tranquilo. -Loco, me acaban de dar muy buenas noticias.- Me alegré al ver este mensaje. Sabía por dentro que milagrosamente lo iban a dar de alta, que tal vez el tumor había decidido desaparecer como un acto que comprobara la existencia de Dios. -Dime, Anto.-Me desconectan a las ocho de la noche.Nueve. A las once de la mañana, estaba en el Uber de camino al hospital en el que estaba internado mi mejor amigo. En mis audífonos sonaba la canción que solíamos escuchar por las tardes, cuando venía a mi casa. Here comes the sun do, do, do. Here comes the sun. And I say it’s all right. La melodía cogía un tono melancólico que nunca había percibido antes. El arte es interpretado diferentemente por cada ser humano en cada momento, ya que queremos que sea un espejo de lo que sentimos adentro. Ocho. -¿Le traigo algo de almuerzo?- Observaba la puerta con ansias de ir a la 19


maquinita y coger una coca cola fría. -No, loco. Quiero pasar el más tiempo posible con usted antes de que llegue mi familia a lloriquearme encima.-Está bien.- Todavía me estaba acostumbrando a la idea de que en unas meras ocho horas, mi mejor amigo desde que tenía 10 años ya no existiría. Su personalidad y su forma de ser pasarían a ser tan sólo partes de mi memoria. El ser humano parece ser la única especie que tiene conciencia de que algún día se va a morir. Eso es una maldición. Siete. Mientras veía junto a Anto el último capítulo de La Casa de Papel, su serie favorita, mi mente divagaba por los recuerdos que compartía con él. Nos conocimos en cuarto grado, hace once años. Nos hicimos amigos instantáneamente cuando aprendimos que los dos éramos los únicos que teníamos el gusto de leer, de leer por placer. Desde ese momento, nos hicimos inseparables por el resto del colegio, hasta hace tres años, cuando la graduación inevitablemente nos separó. Sin embargo, recuperamos el contacto después de las vacaciones de 2015, ya que nuestra amistad nos hizo volver al otro como imanes después de tan sólo dos meses separados. Seis. Las dos de la tarde. Dos horas antes de que llegaran los papás y hermanas de Antonio. Seis horas antes de que lo desconectaran. -Oiga loco, le escribí algo.- Cuando me dijo esto, fue inevitable sentir corriente 20


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por mi espalda y observar cómo mis ojos se aguaban. -¿A sí?-Se lo voy a leer, pero eso no significa que nos vayamos a poner sentimentales ya que es lo que menos quiero en este momento. Mi hermano del alma, Cuando yo me muera, no lloren por mí. Ríanse por los recuerdos que se lleven de mi paso por la tierra. Cuando yo me muera, no lo pienses mucho. Piensa que era lo que tenía que pasar y que no podemos cuestionar el poder y el curso de la naturaleza. Cuando yo me muera, no te deprimas. Sigue adelante y sé feliz. Yo siempre voy a estar detrás tuyo, siendo la brisa que te impulse a continuar. Cuando yo me muera, no cantes canciones tristes ni derrames lágrimas a la nostálgica melodía de un piano. Mejor ponte The Beatles, Eagles, Aerosmith. Alégrate con las canciones que escuchábamos juntos y reflexiona con las letras que yo reflexioné. Yo voy a estar desde el más allá viéndote con felicidad. Y no creas que te dejaré en paz. Cinco. Faltando una hora para que llegara la familia Rodríguez, seguía llorando y no podía contener las emociones que guardaba. Obviamente, no lo iba a hacer en frente de Antonio, sino que fui al baño del hospital a poder llorar y fumar en paz. Maldita vida. ¿Por qué te lo tienes que llevar a él que tiene tanto por qué vivir, y no a mí, que me cuesta encontrar un propósito para despertarme? ¿Por 21


qué te lo llevas a él que logra alegrar al triste y consolar al ansioso, y no a mí, que lo único que he hecho es hacerle daño a las personas que más amo? No es justo. Maldita vida. Cuatro. A las 4:02 pm, llegó Miranda Zafir de Rodríguez atravesando la puerta de la habitación. Corrió a abrazar a su hijo con lágrimas en las mejillas. Le siguieron cortamente después Ángel Rodríguez y sus dos hijas mayores. El señor Rodríguez no derramó una sola lágrima y tan sólo dijo unas tiesas palabras. Es chistoso cómo los hombres no nos permitimos sentir ningún tipo de emoción, ni siquiera en los momentos más traumáticos de nuestras vidas. Tres A las 5:00, estaba la familia Rodríguez Zafir recordándole momentos felices a Antonio, más por ellos que por él. Era su manera de despedirse, de cerrar un ciclo y de prepararse para el infierno que venía después de perder un amigo, un hermano, un hijo. Recordaban viajes familiares a Cartagena y al sur de Estados Unidos, navidades con natilla y buñuelos y el olor al árbol de navidad guardado todo el año. Recordaban el día que nació, su primer día de colegio, su graduación. Podía ver una sonrisa en la cara de Antonio. Dos El último atardecer que vió mi amigo. Tengo recuerdos de cuando teníamos catorce años y nos veíamos todas las tardes después del colegio. Nos subíamos a su techo y nos quedábamos unas buenas cinco horas escuchando música, 22


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tomando, viendo los atardeceres, hablando. La prueba más grande de la cercanía de dos personas es cuando son capaces de pasar horas en silencio, sin hacer nada, y no sentirse incómodos, sino completos, como si eso fuera exactamente lo que debería pasar. En ese último atardecer, recobré recuerdos de nuestra adolescencia, nuestras aventuras, nuestras tardes. Todo parte del pasado. Uno. Siete de la tarde. Es inevitable ponerme triste al recordar la noche en la que perdí a mi mejor amigo. Todo pasó tan rápido. Trece años de amistad se pasaron como si nada. Ya Antonio Rodríguez pasaría a ser sólo parte de mis recuerdos. No puedo evitar pensar en mi hora, cuando a mí me toque cerrar los ojos para no volverlos a abrir. Siempre he pensado que voy a morir de viejo, en mi finca, rodeado de mi familia. Pero viendo escenas como ésta, me doy cuenta de que no nos podemos tomar el futuro como si supiéramos qué va a pasar. Ni siquiera sabemos si vamos a estar vivos mañana. Mi mejor amigo murió de cáncer a los 23 años. Cero. -Gracias.- Me dijo Anto. -A tí.Antonio Rodríguez cerró los ojos a las 8:03 de la noche del 27 de abril de 2021.

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The Hunting of the Uniccorn The Cloisters - The Metropolitan Museum of Art

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La caza del unicornio Anónimo

El Departamento de Defensa, como los ministerios similares de todas las naciones, prosperan con enemigos, reales o imaginarios. Carl Sagan. El mundo y sus demonios. Traducción Dolors Udina

En el año internacional de la verdad, los periódicos del mundo Occidental anunciaron en primera plana que dentro de Los Claustros, la abadía del Museo Metropolitano de Nueva York, las imágenes de la serie de tapices “La caza del unicornio” habían desaparecido súbitamente. The New York Times, por ejemplo, reveló que de acuerdo con el director del departamento de conservación de fibras antiguas, el museo siempre había mantenido los tapices en condiciones ideales de luz, humedad y temperatura, y que había realizado exámenes rigurosos sobre los efectos de la gravedad y otras fuerzas para que estos tesoros de arte colgaran sin deteriorarse. El diario también justificó la carencia de evidencias fotográficas en su artículo, afirmando que se había prohibido el uso de cualquier tipo de cámaras incluso a los periodistas. Le Monde, por su parte, se mostró bastante preocupado por la inminente posibilidad de que a la serie de tapices “La dama con el unicornio” le ocurriera un desvanecimiento similar en el Museo Cluny de París. Temores de esta índole se esparcieron tan rápidamente por el planeta, que la A.I.R. (Asociación Internacional de Restauradores), con la colaboración de biomicroscopieco bactequimicoarqueolofisicólogos y otros miembros de 25


la comunidad científica, convocó una asamblea extraordinaria en la ciudad de Nueva York para determinar sin pérdida de tiempo la o las causas de este fenómeno tan misterioso. Comenzar la tarea les tomó a los peritos más tiempo del esperado, pues primero tuvieron que abrirse paso por un túnel burocrático con más juntas y comités que la cantidad de rocas en Nueva Inglaterra. Mientras tanto, las directivas habían solicitado al alcalde de la ciudad que enviara un cuerpo de policías a rodear la abadía para impedirle a los curiosos el ingreso a ella una vez que los expertos empezaran el escrutinio oficial de los tejidos. Sin embargo, el Metropolitano ofreció disculpas al público y lo invitó a admirar la colección de arte medieval en el palacio principal del museo, adyacente a la Quinta Avenida. Después de habérseles contratado y de haber pasado día tras noche durante meses en arduas y meticulosas investigaciones, los científicos aún no podían descifrar el enigma del unicornio, a pesar de la sofisticación tecnológica de sus aparatos. La muchedumbre esperó con paciencia aunque no por siempre, pues los representantes de los medios de comunicación la instigaron a protestar ya que las medidas de seguridad no los eximían. La situación llegó a ser tan crítica que, para poder entrar, el tropel se lanzó en avalancha contra el cordón de policías. Los invasores se aglomeraron a tal punto que no todos cupieron dentro de la abadía. Quienes lograron acomodarse en el jardín interior, los salones, corredores, escaleras e incluso los retretes, a duras penas podían moverse, pues quedaron apretujados peor que sardinas enlatadas. Asustados de muerte por el clamor de los sublevados, los científicos y restauradores rogaron a la turba calmar los ánimos. En nombre de su equipo, una analista italiana declaró por altoparlante las explicaciones que la masa 26


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reclamaba : “Con permiso especial de las directivas, ya hemos enviado placas de rayos X y también partículas de polvo, muestras de hilo y hasta de aire a la NASA para comparar los resultados de sus exámenes con los nuestros; aunque en todo concuerdan, no revelan nada que nos induzca a dilucidar todavía la extinción de las imágenes”. El reporte encolerizó tanto a los amotinados, que cual pirañas por poco devoran a la doctora, pues les pareció que ella sólo había tratado de embaucarlos. En medio del borbollón, de repente un unicornio majestuoso de carne y hueso se desprendió de uno de los tapices, dejando a muchos testigos estupefactos y con los ojos tan abiertos e inmóviles como los de pescados en un congelador. Otros se postraron ipso facto ante la presencia apoteósica del fabuloso animal porque habían oído decir que el unicornio representaba a Jesucristo y pensaron que esta inesperada aparición con seguridad ya era su segunda y última venida a juzgar los vivos y los muertos. Mas sobre todo, la portentosa presencia del potro hizo a los presentes producir tanta adrenalina, que la mayoría de ellos quedó colgando de las vigas del cielo raso o de las piedras claves de los arcos románicos o de los vértices de los góticos o de cualquier superficie en las alturas que la librara de ser atravesada por el cuerno del animal y así formar una sarta de pescados humanos. Estas gárgolas vivientes se desplomaron una vez el pánico cesó, quedando esparcidas por el piso mientras el unicornio galopaba quien sabe hacia dónde por las calles de Manhattan. No resulta fácil recordar por cuánto tiempo el unicornio se convirtió en el fugitivo más buscado del cielo y de la tierra, pero sí se sabe que desde entonces la persecución de verdaderos criminales se olvidó por completo. Minutos después del extravío de la bestia, la FBI (Fabulous Beasts and Inventions, Inc.) y la CIA (Centro para la Investigación de Animales), entre otras agencias policiacas del mundo, 27


abrieron un nuevo expediente pero, paradójicamente, no pudieron inventar un eufemismo apropiado para archivarlo. Los funcionarios no debían confesar a qué en realidad se dedicaban estas entidades, pues para ellas, a pesar de sus siglas, sería contraproducente y demasiado vergonzoso admitir públicamente que investigaban a un unicornio, aunque a decir verdad no era la primera vez que guardaban sospechas de animales. Como Estados Unidos siempre temía el peligro potencial de unicornios sueltos por ahí, en esta ocasión se le ocurrió comprar una flota de helicópteros Pegaso para ver si el unicornio se sentiría atraído por los caballos alados y así inducirlo hacia una efectiva y fatal perfidia amorosa. Aunque la planta Sikorski en Connecticut fabricó y vendió la mayoría de ellos, el macro lucro motivó a otras compañías de aeronaves a diseñar mitología voladora más variada. Tal como se había programado, los vuelos de prueba y entrenamiento se realizaron en público dos días después de que las firmas terminaran de construir toda la fauna mecánica. La demostración aérea habría sido fabulosa de no ser por el relincho, aleteo, zumbido, rugido y chillido de los equinos alados, libélulas gigantes, dragones y otros animales cibernéticos cuyo estrépito dejó sordos y sin sentido del equilibrio a los patrióticos espectadores. Nunca antes una guerra había generado tantas utilidades. La bonanza del unicornio —como todo el mundo solía llamarla—no se limitó a la industria de helicópteros. El extraordinario incremento en el volumen de la bolsa de Nueva York en aquel año por sí solo podría corroborar que prácticamente toda clase de negocios y las supuestas organizaciones sin ánimo de lucro utilizaron al unicornio como el gancho emblemático más eficaz para pescar clientela. Las tiendas del museo, por ejemplo, no sólo apaciguaron al público, sino que obtuvieron increíbles ganancias vendiéndole tarjetas, afiches, camisetas, 28


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rompecabezas, vajillas, entre otra parafernalia, chiros y cachivaches, que pretendían suplir y reproducir las imágenes perdidas de los tapices. Los cocheros que estacionaban sus carruajes a lo largo de la Calle Parque Central Sur, al frente del Plaza y otros hoteles neoyorquinos también muy costosos, pronto abandonaron sus esperanzas inútiles de ganar mejores propinas de los ricos y en lugar pegaron cuernos artificiales a las frentes de sus pobres caballos, cerca del hocico o entre oreja y oreja, como un modo más efectivo de justificar tarifas más altas y dibujarle a los transeúntes paseos irresistibles. Por esa época, el Zoológico del Bronx estaba a punto de hacerse llamar “Parque natural del Bronx para la conservación de la vida silvestre” con el fin de atraer más clientela. Aunque lamentó no poseer el exótico espécimen, no tuvo necesidad de ocultar las connotaciones fecales de la palabra “zoológico” con aquel chorizo eufemístico: de todos modos, miles de personas visitaron a los animales después de que los diarios sensacionalistas especularon que al unicornio lo habían detectado allí camuflado entre las cebras la noche de su desaparición y que sólo se dejaba ver y domar de los seres castos. Pero ninguna de estas estrategias comerciales llevó la unicormanía de la gente al extremo como lo lograron los grandes almacenes y supermercados con la apertura televisada del Primer Desfile Anual del Unicornio en la Quinta Avenida. Ellos promocionaron tantos sustitutos de las imágenes de los tapices, que la bestia mitológica se infiltró en el subconciente social como la mascota más versátil e indispensable que todo el mundo debería tener. La gente adoptó al animal o a sus partes como cigarrillos para desahumar pulmones, manijas de grifos purificadoras de agua potable, ropa interior con seducción garantizada, teléfonos unicornicelulares, flauta automática, espaguetis, papel higiénico con la insuperable suavidad de la piel de unicornio y otra infinidad decadente de artículos casi inimaginables. 29


Todos los esfuerzos para capturar al unicornio resultaron infructuosos y por poco interminables, pero la gente creyó haberlo encontrado y aniquilado por fin en el desfile: Sus organizadores inflaron un globo gigantesco con gas tan liviano como el aire con que los expertos en mercadeo habían elevado las necesidades y deseos imponderables de los consumidores. El globo reprodujo con tanta fidelidad la configuración de la bestia, que el piloto de uno de los helicópteros Pegaso lo ametralló mientras patrullaba, pensando que el animal verdadero se había ensanchado y suspendido en el aire con sus poderes mágicos. Los espectadores se arremolinaron con la frenética esperanza de agarrar para sí algún pedazo de los huesos o de la carne del unicornio mientras los añicos de látex y de tela les llovía encima, justo cuando el desfile iba pasando al frente del Museo Metropolitano de Arte. Esta tragedia tan ridícula fue presenciada en vivo y en directo vía satélite en casi todo el planeta por aquellos quienes, ciegos, creían que la televisión constituía la evidencia innegable y reproducción más fiel de la realidad. El derroche y la pomposidad del desfile atolondraron tanto a los cazadores y demás asistentes, que nadie logró recuperar los sentidos ni el equilibrio, ni darse cuenta de que no había atrapado lo que todo el mundo buscaba. Nadie tampoco reconoció que a la basura del globo no se le debía conservar como reliquia invaluable de la cacería más nombrada del siglo. Sin embargo, los medios de comunicación suministraron más pruebas que las suficientes para demostrar y grabar en los anales de la historia que, sin lugar a dudas, en el año internacional de la verdad la muerte del unicornio había acontecido, de manera que sus imágenes no volvieron a aparecer en los tejidos de arte nunca jamás.

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Gabriela Martínez - 12th Grade - AP Studio Art 2D Design 31


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