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Vicente López-Ibor Camós FIGURA CLAVE DE LA PAIDOPSIQUITARÍA

Federico Mayor Zaragoza

Académico de la Real Academia de Medicina y Ex -Director General de la UNESCO

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“…quan s’acluquin aquests ulls humans, obriu-me’n, Senyor, uns altres de mes grans…” joan maragall, cant espiritual

Acaba de fallecer, a los 89 años de edad uno de los pioneros a escala nacional e internacional, de la neuropsiquiatría de la infancia y la adolescencia, una de las especialidades médicas más complejas científicamente y más densamente humanas. En la “Presentación” del libro-homenaje que sobre este tema se le dedicó en 2012 —coordinado por el doctor José Luis Pedreira—, escribí: “Desde hace muchos años, muchos, me unen a Vicente López-Ibor lazos de amistad, de familia, de vecindad, de colaboración científica, de afecto profundo a su ámbito clínico y a su quehacer, tan compartido, en favor de los niños más menesterosos de alivio y cura. Hoy se ha convertido en un “clásico” de quienes se adentran en los entresijos del espíritu, habiendo alcanzado, también en implicación personal, cotas de gran relieve”.

Nació en las “Terres del Ebre”, en San Carlos de la Rápita, junto al mar, en septiembre de 1930, hijo de Rosario Camós y Vicente López-Ibor, excelente médico generalista, y psiquiatra, a quien debe su característica capacidad de cercanía, de “aprojimarse”, de merecer la confidencia. Aprendió muchísimo de D. Vicente por su “inmersión” en la atención clínica, por su dedicación infatigable y ejemplar. Más adelante, ya en Madrid, D. Vicente colaboró estrechamente con su hermano Juan José, a cuya relevancia y brillo tanto contribuyó.

El Dr. Vicente López-Ibor Camós estudió medicina en la Universidad Complutense de Madrid y en el Hospital Clínico, aprendiendo —además de su padre y tío— de personalidades médicas del calibre de D. Carlos Jiménez Díaz, D. Eloy López García y D. José Rallo, con quienes mantuvo también, años más tarde, grandes lazos de amistad. Se especializó en psiquiatría y neurología pero sabiendo siempre que la mente está en la vanguardia de la medicina “personalizada”: cada ser humano único, capaz de pensar, de imaginar, de anticiparse, de ¡crear! Esta es la grandeza, la desmesura que requiere analizar cada caso.

Desde 1959 a 1985 dirigió el Instituto Neuropsiquiátrico Infantil Albor; de 1971 a 1987 fue Consultor de Psiquiatría Infantil de la Fundación Jiménez Díaz; en 1974 fue designado Vicepresidente de la Sociedad Española de Neuropsiquiatría Infantil, pasando a ejercer la presidencia desde 1984 a 1988; en 1975 fue nombrado Miembro del Consejo del Instituto Nacional de Educación Especial; y en 1981, del Consejo Nacional de Prevención de la Subnormalidad…, entre otras muchas actividades y responsabilidades, siendo en la actualidad Presidente de Honor de la Sociedad Española de Psiquiatría del Niño y del Adolescente. Colaboró estrechamente con los profesores Jerónimo de Moragas y Lluis Folch Camarasa, -con quienes mantuvo una gran amistad-, ejerciendo ambos esta función sanitaria esencial en Barcelona. Sus relaciones profesionales se extendieron a grandes centros clínicos, en especial de Holanda (La Haya) e Italia (Roma). Todo ello se reflejó oportunamente en numerosas aportaciones que, como compendio de su experiencia, publicó sobre diferentes patologías neuropsiquiátricas en niños y adolescentes.

El 13 de mayo de 2015, en la Clínica de La Luz de Madrid, se inauguró el aula que lleva su nombre, dedicada a la formación continuada en relación a los trastornos mentales de la infancia y la adolescencia. En aquella ocasión Vicente nos recordó el bello verso de Claudio Rodríguez que tanto le gustaba “ved que todo es infancia”, subrayando así, de nuevo, la central significación de esta etapa de la vida, en la profunda conformación del ser humano.

El Dr. Vicente López-Ibor deja una trayectoria ejemplar de más de 60 años “intentando iluminar espacios del alma abatida”. Durante los últimos años de su vida recibió numerosos homenajes y reconocimientos, por su labor tan sobresaliente, y su trayectoria científica y humana, a favor de la especialidad de la psiquiatría infantil en España. Son múltiples sus pasos que dejan huella perenne. Fue pionero en comprobar que la palabra es la llave de un futuro distinto, de caminos esclarecidos que han sido eliminados u oscurecidos por la fuerza. Se ha extinguido su vida pero no su luz. Seguiremos caminando y conversando porque, como Miguel Hernández a Ramón Sijé, su amigo con quien tanto quería, “a la sombra del almendro te requiero, que tenemos (todavía) que hablar de muchas cosas, compañero del alma, compañero”.

A todos los suyos, empezando por mi hermana Juana, su constante fuente de inspiración, con quien forjó su mejor legado: tres hijas y dos hijos, llenos de gran notoriedad y bondad; a sus nietos y bisnietos; a sus amigos y allegados… mucho ánimo para estar siempre atentos al mensaje de su vida. Terminaba así la “Presentación” a la que me refería al iniciar este breve obituario sobre nuestro “patriarca”, como a mí me gustaba llamarle: “¿Son posibles los cambios radicales que se requieren para este otro mundo posible que soñamos? Vicente sabía que sí… si somos capaces de cambiar nuestro comportamiento antes de intentar cambiar los acontecimientos, porque su atalaya le permitía ver un poco más allá de los próximos recodos”.

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