Por Adolfo Pérez Esquivel
Invitado Especial * Premio Nobel de la Paz 1980
Hermano Francisco, profeta de la paz 5 de enero de 2014
El Espíritu del Señor sopla donde menos lo esperan, son signos de los tiempos de una humanidad que avanza acelerada, se acortan distancias y las comunicaciones, se multiplican los conflictos en diversas regiones del mundo, y se agudizan las asimetrías entre los pueblos ricos y pueblos sacudidos por el hambre, la pobreza, las desigualdades sociales, políticas y económicas. La Iglesia enfrenta conflictos internos y externos que no puede ignorar y mucho menos ocultar. La renuncia del papa Benedicto XVI marca un momento histórico en la vida de la Iglesia Católica y se producen cambios significativos; por primera vez sale de su euro centrismo y dirige su mirada hacia el continente latinoamericano y elige como Papa al cardenal argentino Jorge Mario Bergoglio, nuevo obispo de Roma. La llegada del nuevo Papa tuvo una fuerte repercusión en el mundo, no faltaron luces y sombras sobre su designación, el primer sorprendido fue el propio Bergoglio quien asume el nombre de Francisco y sus 36 | Bienaventurados Especial Francisco 2014
primeros gestos y palabras hicieron caminar la esperanza, aquello que señalara Juan XXIII al convocar al Concilio Vaticano II. “Es necesario abrir las puertas y ventanas y sacudir el polvo de siglos de la Iglesia y hacer que entre la luz”, hay momentos en la vida de la Iglesia que están más allá de cada uno, donde la fuerza y la Gracia del Espíritu animan la mente y el corazón del Pueblo de Dios. Fue un sacudón la elección de un Papa latinoamericano y argentino que conmocionó la estructura eclesiástica y la conciencia de los cristianos en el mundo, como la sorpresa y preguntas de muchas comunidades y personas que querían saber: “¿Quién es el nuevo Papa?”, “escuchamos muchas versiones diversas y contradictorias sobre su personalidad”. Me encontraba de gira en Italia, en Padua y en el Centro Balducci, reunido con misioneros formándose para el destino a países de Latinoamérica, África y Asia; en cada ciudad las preguntas eran similares y mi respuesta simple: “Francisco es un hermano, un pastor que camina junto a su pueblo, llevando la palabra del Evangelio buscando la Paz; su opción está junto a los pobres y trata de lograr lazos fraternos con otras creencias en la diversidad y la unidad ecuménica, abriendo el diálogo, y el pensamiento entre hermanos”; como bien lo señala “Un pastor que detiene su paso y deja a un lado su ansiedad para mirar a los ojos y escuchar, o renunciar a
las urgencias por acompañar al que quedó al costado del camino”. En ese caminar es necesario discernir entre lo urgente y lo importante, aquello que nos enseñara monseñor Enrique Angelelli: “Debemos tener un oído puesto en el Evangelio y otro en el pueblo para saber por dónde ir”. “¿A quién privilegiar?” Se pregunta y nos pregunta Francisco. El Evangelio nos muestra el camino en forma clara por sobre todas las cosas, a los pobres y enfermos, a los que son despreciados y olvidados, aquellos que no tienen con ¨qué recompensarte¨ (Lc. 14,14). El cardenal Bergoglio en Buenos Aires va haciendo camino desde la fe en Cristo, encontrando los rostros que nos cuestionan e interpelan de los hermanos y en ese caminar aprender a tener los brazos y el corazón abiertos, orar y comprender la diversidad y riqueza espiritual. Estar atento a los signos de los tiempos, en un mundo con profundos cambios y dinámica de transformación tecnológica y científica con sus grandes avances para la humanidad, como en las comunicaciones, la salud, educación que marcan fuertes asimetrías en un mundo sacudido por conflictos, guerras, destrucción del medio ambiente; el flagelo de las drogas, la trata de personas; el desamparo que viven los niños y ancianos en muchos países. La resistencia en la esperanza frente a las injusticias, desde la fe y la necesidad de
encontrar el equilibrio entre las necesidades del ser humano y la Creación, el desafío de aprovechar correctamente los recursos y bienes naturales, necesarios para la vida y desarrollo de los pueblos. Bergoglio al asumir como Papa el nombre de Francisco no es una decisión más, conlleva en sí una carga y compromiso de pobreza, de hermandad con la Creación, el camino desde la fe en las vertientes y el carisma jesuítico y del hermano de Asís, en esa entrega y disponibilidad para sumir el camino de: “Señor, haz de mí un instrumento de tu Paz, que allí donde haya odio, pongamos amor”, en un mundo convulsionado, Francisco habla de la Alegría del Evangelio, de la Esperanza y señala el valor de la Vida, el mandato de “no matar”, y a la vez es el pastor que se manifiesta duramente contra la economía de la exclusión, el hambre y la pobreza. Su palabra y gestos van unidos a la acción, siendo directo y categórico en sus decisiones; su viaje a la isla de Lampedusa es desafiante frente a la injusticia que viven pueblos africanos, que buscan encontrar un lugar donde vivir fuera del dolor y la miseria, desesperación que los lleva a asumir el riesgo de la travesía de lo incierto
“Es necesario abrir las puertas y ventanas y sacudir el polvo de siglos de la Iglesia y hacer que entre la luz”
Bienaventurados Especial Francisco 2014 | 37
Invitado Especial
de una esperanza, sabiendo que en la “mar no se dejan huellas y donde la vida puede quedar trunca”; Francisco no puede quedar indiferente al dolor de miles de seres humanos que arriesgan lo único que les queda, la vida. Llama a la conciencia de los gobernantes, de los responsables del sufrimiento de los desposeídos, de los mercaderes de la muerte que privilegian sus intereses económicos y es-
la década del 60, el médico Josué de Castro, quien fuera director de la FAO, señalara en su obra “La Geografía del Hambre”, que: “El flagelo del hambre es la manifestación biológica de una enfermedad sociológica, en un mundo que dispone de los medios técnicos, científicos y económicos para superar el hambre que afecta a gran parte de la humanidad; pero no existe la decisión política de quienes detentan el poder y privilegian el capital financiero sobre la vida de los pueblos”. Cabe preguntarse si es posible la Paz en un mundo convulsionado por conflictos, guerras, hambre, miseria; si es sólo voluntarismo o una utopía lograr caminos concretos en la construcción de la Paz; comprendida no como la ausencia del conflicto de diversos signos, sino como una dinámica permanente en las relaciones de igualdad y derecho entre las personas y los pueblos. El hermano Francisco, obispo de Roma, sabe que la Iglesia debe enfrentar tanto a lo interno, como en el mundo, una tarea de profunda renovación de volver a las fuentes del Evangelio, que debe ser compartida por todos los cristianos y personas de buena voluntad. Uno de los signos en su reciente papado marca el caminar de la renovación y se manifiesta en Río de Janeiro, durante la Jornada Mundial de la Juventud, cuando provoca a los jóvenes al compromiso, la oración y les pide
“El flagelo del hambre es la manifestación biológica de una enfermedad sociológica, en un mundo que dispone de los medios técnicos, científicos y económicos para superar el hambre que afecta a gran parte de la humanidad; pero no existe la decisión política de quienes detentan el poder y privilegian el capital financiero sobre la vida de los pueblos”. peculan y explotan a quienes en su desesperación buscan un lugar donde vivir dignamente. Son millones de seres humanos que huyen de sus países de origen, víctimas del hambre, las guerras y conflictos, como Siria, Irak, Afganistán, Israel y Palestina, un Oriente Medio incendiado por el odio y los intereses geopolíticos de las grandes potencias por la explotación de los recursos energéticos y estratégicos de la región. Recuerdo y aún tiene vigencia, cuando en 38 | Bienaventurados Especial Francisco 2014
que “hagan lío”, esa forma directa y popular de invitarlos a ser protagonistas de su propia vida y constructores de su propia historia, los llama a trabajar desde la fe y la oración junto a los más necesitados, para superar la pobreza, las injusticias sociales y estructurales, no ser indiferentes a la necesidad del prójimo. Fue todo un desafío, que va más allá de lo masivo y espectacular del encuentro en Río, con más de tres millones de jóvenes; es un llamado a la conciencia y responsabilidad con la vida de los pueblos, una convocatoria a la rebeldía frente al mundo, a la sociedad concreta de pertenencia, que necesita de cambios a la luz del Evangelio, hacia el reencuentro del bien común que lleve a hacer realidad el llamado a la paz. Sabemos que nadie puede dar aquello que no tiene, si no tenemos la Paz en nuestra mente y corazón no podemos compartirla con nuestros hermanos y hermanas, el cambio debe nacer en cada uno de nosotros, en nuestra comunidad, en el país y el mundo. Francisco señala que: “la paz se construye día a día en la instauración de un orden querido por Dios, que comporta una justicia más perfecta entre los hombres”. Hay mucha expectativa puesta de los cristianos y no cristianos sobre el hermano Francisco, un hombre latinoamericano formado en el carisma jesuítico, en Vaticano II, Medellín, Puebla y Aparecida, en una Iglesia que camina entre luces y sombras, encarnada en la vida del pueblo, ese ser Iglesia Pueblo de Dios, lo que implica ser fermento de Dios en medio de la humanidad. Pablo VI sentía a Latinoamérica, como el “Continente de la Esperanza”, donde surgen las comunidades eclesiales de base, el compartir la oración, la vida, entre luchas y esperanzas; volver a las fuentes, y el desafío de enfrentar la violencia de exclusión social, el hambre, la pobreza, las dictaduras que asolaron el continente y la resistencia social, cultural, espiritual de cristianos que dieron su vida, para dar vida, tierra de mártires y profetas. La necesidad de asumirse como ciudadano y ciudadana, reconocerse en la pertenencia, identidad y valores que nos identifican y hacer memoria; no para quedarnos en el pasado, la memoria nos ayuda a la construcción del presente, de nuestra vida como pueblo con sus luces y sombras y el despertar de la palabra que camina con la realidad que despierta la conciencia del ayer y el hoy, comprender que la Paz es fruto de la Justicia, camino arduo que necesita aprender a desa-
rrollar valores de la cultura del encuentro, de la diversidad en la unidad, reconocernos en la interculturalidad de los pueblos que nos identifique en el camino de la paz. En su primer mensaje del año como pontífice, durante el Día Mundial de la Paz, el hermano Francisco, hizo un llamado de poner fin a la violencia que se vive en el mundo, y que, la humanidad parecía que está extraviada y que muchos están indiferentes a la guerra, la violencia y las injusticias. Se pregunta: “¿Qué está pasando en el corazón de la gente? ¿Qué está ocurriendo en el corazón de la humanidad, que causa tales niveles de violencia? Ha llegado el momento de parar esta situación”. Francisco instó a no quedarse indiferente ante la violencia y las injusticias que reinan en
“(..) es el pastor que se manifiesta duramente contra la economía de la exclusión, el hambre y la pobreza"
tantas partes del mundo. “Es necesario el compromiso de todos para construir una sociedad verdaderamente justa y solidaria”. Pide que el Señor nos ayude a encaminarnos todos con más decisión en la senda de la justicia y la paz y que el Espíritu Santo actúe en los corazones, derrita las cerrazones y las durezas y nos conceda enternecernos ante las debilidades del niño Jesús. Señala que “la paz, de hecho, exige la fuerza de la humildad, la fuerza no violenta de la verdad y el amor”. Miremos al hermano Francisco como pastor que busca encontrar nuevos caminos en el acontecer histórico de nuestro tiempo, en el caminar de la Iglesia Pueblo de Dios, los desafíos son grandes y es necesario sumar voluntades desde la fe para encontrar el equilibrio en nuestros pueblos, hacer realidad la Paz en nuestras vidas y en la humanidad y que debemos acompañar y ser parte de ese llamado “Señor, haz de mí un instrumento de tu Paz”.
Bienaventurados Especial Francisco 2014 | 39