Por Washington Uranga
Invitado Especial * Periodista, editorialista del diario Página 12 (Buenos Aires)
Un Papa para este tiempo El papa Francisco se ha transformado rápidamente, en menos de un año de pontificado, en un líder mundial que, más allá de los límites del catolicismo, es una voz y una opinión autorizada en el difícil escenario internacional actual. Quizá porque estuvo entre nosotros, porque fue cercano, como pastor y como ciudadano de nuestro país, pero también porque en el campo local fue una figura polémica y fuente de controversias, a quienes habitamos en la Argentina nos cuesta todavía descubrir la importancia de lo que Jorge Mario Bergoglio significa hoy en la vida de la sociedad internacional. Lugar que se ha ganado por lo que dice, por sus gestos, pero también por las iniciativas que está tomando, dentro de la propia Iglesia y fuera de los límites de ella. Una rápida lectura a algunos de sus pronunciamientos puede dar pautas para reflexionar sobre esta realidad. Dejaremos el análisis de los documentos doctrinales para quienes son expertos en estos textos. Pero no es necesario llegar allí, porque precisamente una de las virtudes que se le debe reconocer a Francisco es su permanente predisposición al anuncio a través del
54 | Bienaventurados Especial Francisco 2014
lenguaje coloquial, directo, al margen de las formalidades. Sus declaraciones a la prensa han sido por lo menos tan ricas como sus textos oficiales. Hace apenas unos meses, sumando un acontecimiento más a los hechos insólitos e imprevistos que están caracterizando su pontificado, Francisco concedió una extensa entrevista al sacerdote Antonio Spadaro, director de la Civiltá Cattolica,(el texto completo puede leerse en www.razonyfe.org/ images/stories/Entrevista_al_papa_Francisco. pdf) para ser publicada en las revistas de los jesuitas en todo el mundo. Si bien el papa Francisco ha hecho del lenguaje sencillo una de las virtudes de su hasta ahora corto pontificado, la entrevista concedida a la revista italiana, precisamente porque está desprovista de la rigurosidad que exigen los documentos eclesiásticos pero, al mismo tiempo, enriquecida por la frescura del diálogo, ofrece una gran cantidad de elementos que permiten comprender en buena medida la orientación que Francisco le quiere imprimir a su servicio al frente de la Iglesia Católica.
Diálogo con la sociedad
Un repaso a los lineamientos generales de ese trabajo presenta la imagen de un pastor que, sin abandonar sus propias convicciones, busca profundizar el diálogo con toda la sociedad, rescatando la interlocución con quienes opinan y viven de forma diferente en un plano de respeto y valoración de todas las miradas. Francisco, “el Papa que vino del fin del mundo”, ratifica allí –como lo ha hecho en otras ocasiones- la idea de una Iglesia ser-
“(...)tenemos que encontrar un nuevo equilibrio, porque de otra manera el edificio moral de la Iglesia corre el peligro de caer como un castillo de naipes, de perder la frescura y el perfume del Evangelio”
vidora, que se ocupa y asume como propios los problemas y los desafíos de la sociedad internacional, partiendo de la base de que su misión consiste en aportar al bien de la humanidad. De esta manera, Bergoglio se revela como un Papa de este tiempo y para este tiempo. Su agenda es la agenda de la humanidad y su lenguaje es aquel que todos y todas pueden comprender. Estén o no de acuerdo con lo que Francisco sostiene. Por eso, en este primer año de pontificado, el Papa se implicó de manera directa en los asuntos internacionales. No rehuyó opinar, actuar e intervenir en cuestiones tan difíciles como el conflicto en Siria, haciendo incluso que muchos dirigentes internacionales reconozcan que la intervención de Francisco fue decisiva para encontrar una salida negociada a aquella crisis. Bergoglio es un Papa presente en los asuntos internacionales. Quienes conocen al antiguo cardenal de Buenos Aires saben bien que ha sido siempre un hombre con gran capacidad de análisis,
seguimiento de los asuntos políticos en general y de las cuestiones de Estado. Ahora su escenario se amplió. Quienes pretendan encontrar en Francisco grandes cambios en la doctrina de la Iglesia Católica difícilmente podrán hacerlo. El Papa no se ha movido de sus convicciones, pero a éstas les agregó una gran sensibilidad pastoral que lo hace cercano a la cotidianidad de los fieles y de las personas en general. Las “audacias” de Bergoglio, si es que así se pueden denominar, tienen que ver con sus gestos, su disposición al diálogo y, fundamentalmente, con su insistencia en que la religión y, por lo tanto, la Iglesia Católica, tienen que ayudar a las personas a mejor vivir, aportando sus valores y puntos de vista, pero sin obligar y sin constituirse en juez y árbitro. Esa es, quizás, una de las diferencias más importantes entre el “Bergoglio cardenal” y el “Bergoglio papa”. Quizá por el propio contexto argentino, quizá por el cambio sustancial de la nueva misión, Francisco papa es diferente al Bergoglio cardenal y presidente de la Conferencia Episcopal Argentina. O porque lo que hoy resalta no existía, no se ponía de manifiesto o porque, también es posible, fue difícil percibirlo en el escenario de la vida política, cultural y religiosa de la Argentina.
La libertad que Dios nos dio
“Dios nos ha hecho libres: no es posible una injerencia espiritual en la vida personal” sostuvo el Papa en aquella entrevista concedida a Civiltá Cattolica. Un reportaje que, aunque no tenga el nivel de tal, es un verdadero documento acerca de los propósitos centrales del pontificado. Dijo entonces que “no podemos seguir insistiendo solo en cuestiones referentes al aborto, al matrimonio homosexual y al uso de anticonceptivos. Es imposible”. Francisco no reniega de la doctrina, pero pretende, al menos por el momento, dejar estas discusiones en segundo plano: “tenemos que encontrar un nuevo equilibrio, porque de otra manera el edificio moral de la Iglesia corre el Bienaventurados Especial Francisco 2014 | 55
Invitado Especial
peligro de caer como un castillo de naipes, de perder la frescura y el perfume del Evangelio”, dice con gran cuota de realismo. En el mismo sentido señala que las consecuencias morales deben venir después del anuncio positivo del Evangelio y de la salvación. Y redobla la apuesta: “un cristiano restauracionista, legalista, que lo quiere todo claro y seguro, no va a encontrar nada. (…) Aquel que hoy buscase siempre soluciones disciplinares, el que tienda a la ‘seguridad’ doctrinal de modo exagerado, el que busca obstinadamente recuperar el pasado perdido, posee una visión estática e involutiva, y así la fe se convierte en una ideología entre tantas otras”. Ahora, hace pocos días, se lamentó de los “cristianos aburridos” o de aquellos que no anuncian “con alegría”. En Río de Janeiro, durante la Jornada Mundial de la Juventud, envió a los jóvenes argentinos a “hacer lío”, utilizando una frase que ha tenido muchas interpretaciones pero que en su espíritu está expresando el sentido de abandonar las formas que ya no sirven, de romper las barreras de un tipo de institucionalidad pasada de moda. Pero el Papa también conoce el riesgo de las divisiones y por eso afirma que “tenemos
56 | Bienaventurados Especial Francisco 2014
“(...) exige que los “funcionarios” eclesiásticos estén al servicio y presentes en el medio del pueblo, abiertos a escuchar antes que imponer normas morales o doctrinales” que caminar unidos en las diferencias: no existe otro camino para unirnos”. A pesar de que Spadaro, el sacerdote periodista que lo entrevistó para la revista italiana, sostiene que “es obvio que el papa Francisco está más acostumbrado a la conversación que a la cátedra” es evidente que, al hablar, Bergoglio no pierde de vista que todo lo que dice tiene impacto y, por este motivo, elude con habilidad aquellos temas sobre los cuales, por distintas razones, prefiere postergar definiciones o bien ofrecerlas en otro contexto. Francisco, como Bergoglio en la Argentina en su momento, es “un hábil declarante”. Elige las palabras, los momentos, y las circunstancias. Y nadie puede hacerle decir lo que no desea. Fue así aquí y es lo mismo allá. De esta manera deja librada la interpretación a sus audiencias pero al mismo tiempo abre caminos, promueve el debate y, por añadidura, tiene la posibilidad de medir reacciones, de observar alineamientos para, llegado el caso, volver a arremeter. “Soy despierto, sé moverme”, confiesa, si bien se auto-adjudica, como compensación, otra característica personal difícil de comprobar: “al mismo tiempo soy bastante ingenuo”.
“Soy pecador”
Bergoglio se declara “pecador”, reconoce errores históricos en su forma de conducción pero sostiene que “jamás he sido de derechas”. Con habilidad utiliza la autocrítica para introducir el valor de la consulta y de las responsabilidades compartidas en el gobierno de la Iglesia. Esta es otra de las líneas de acción que Francisco eligió para su pontificado, que ratifica ahora y que puede conducir a una gestión más colegiada de la Iglesia que podría desembocar en la convocatoria a sínodos especiales e incluso a un concilio. Bergoglio dice que hay que encontrar la manera de que estas instancias de consulta sean “menos rígidas” porque “deseo consultas reales, no formales”. La colegialidad episcopal en la Iglesia se abrió camino tras el Concilio Vaticano II y el papa Pablo VI la impulsó decididamente. Con Juan Pablo II y luego con Benedicto XVI las conferencias episcopales perdieron peso y la conducción se hizo cada vez menos participativa y más centrada en la burocracia eclesiástica vaticana. Otra de las afirmaciones que llama la atención es aquella que en el lenguaje político podría traducirse como “el pueblo no se equivoca”. Francisco dice que “el pueblo es sujeto” y que “el conjunto de fieles es infalible cuando cree y manifiesta esa infalibilidad suya al creer”. ¿Quiere decir el Papa que tanto él como los obispos deben prestar más atención al pueblo en su forma de vivir la fe y en sus prácticas religiosas que a los mismos teólogos? Así parece. Insiste en que “hay que preguntar al pueblo” y no solamente a la “parte jerárquica” (los obispos) de la Iglesia. Y retoma la idea de la Iglesia entendida como “la casa de todos, no una capillita en la que cabe solo un grupito de personas selectas” ni “un nido protector de nuestra mediocridad”. Muchos pastores pueden sentir que el Papa está golpeando en sus puertas. Lo afirmado le sirve a Francisco para trazar un perfil de los obispos: “misericordiosos” que se hacen “cargo de las personas, acompañándolas como el buen samaritano que las lava, limpia y consuela”, que sean “pastores y no funcionarios ‘clérigos de despacho’”. En otro momento había dicho que quiere una “Iglesia pobre” y a obispos “con olor a oveja” y no príncipes. Y agregó que “cuando se habla de los problemas sociales, una cosa es reunirse a estudiar el tema de la droga de una villa miseria, y otra cosa es ir allí, vivir allí y captar el problema desde adentro y estudiarlo”. Porque “no se puede hablar de pobreza si no se la experimenta, con una inserción directa en los lugares en los que se vive esa pobreza”.
“Elige las palabras, los momentos, y las circunstancias. Y nadie puede hacerle decir lo que no desea. Fue así aquí y es lo mismo allá. De esta manera deja librada la interpretación a sus audiencias pero al mismo tiempo abre caminos, promueve el debate y, por añadidura, tiene la posibilidad de medir reacciones, de observar alineamientos para, llegado el caso, volver a arremeter”
Iglesia servidora
Si algo queda de manifiesto en todo el magisterio de Bergoglio como Papa ha sido su insistencia en una Iglesia que se ponga al servicio de toda la humanidad. Esta, entiende el obispo de Roma, es también la forma fundamental de anunciar el Evangelio. Francisco define una Iglesia Católica protagonista y servidora de la sociedad, pero al mismo tiempo abierta al diálogo y aceptando las diferencias, dentro y fuera de sus fronteras. Y exige que los “funcionarios” eclesiásticos estén al servicio y presentes en el medio del pueblo, abiertos a escuchar antes que imponer normas morales o doctrinales. Es el papa Francisco de hoy que, como bien aseguran muchos que lo conocen bien, por lo menos en cuanto a actitudes, podría haber polemizado con el cardenal Bergoglio de ayer. Francisco es un Papa de este tiempo y para este tiempo que, entre sus propósitos fundamentales, se ha planteado también la necesidad de cambiar la Iglesia, de transformarla para que realmente sea servidora de la humanidad. Para los católicos argentinos, más allá del natural “orgullo nacional” de tener un Papa de nuestra nacionalidad, queda ante todo la responsabilidad de reflexionar de manera autocrítica sobre nuestra propia Iglesia a partir de lo que Francisco está proponiendo para todo el mundo. Bienaventurados Especial Francisco 2014 | 57