FIEBRE DE SÁBADO POR LA NOCHE Ismael Rivera Cuando a una sociedad la educas en la ignorancia que entregan las luces de neón, cuando el gran evento del fin de semana es el nuevo mall donde poder gastar la plata que no se tiene, cuando a las “fuerzas del orden” les cubres lo que para el resto de la sociedad es un lujo y no un derecho, como la educación, el techo y la salud, has sabido crear un monstruo. Has creado las condiciones perfectas para que exista un guardián desclasado, ávido de defender tus intereses y no los de sus pares, le has asesinado el sentido de comunidad. No existe la empatía, simplemente no es posible. La determinación social, a pesar del aparataje, persiste. ¿Cómo no entender entonces la confusión de algunos que creen que el paco es el enemigo? Los carabineros, tanto como los “reaccionarios”, son un síntoma del alcance que han logrado con su división. Importantes personas, en sillones importantes, con importantes reuniones, de derecha y de izquierda sin más, hacen que en las calles se enfrenten quienes nada van a ganar. Mientras, son favorecidos por las leyes, y quienes les guardan la espalda, peones forjados por esta ignorancia, se transforman en la carne de cañón y chivo expiatorio ideal. Que
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el hambre se encargue de los pobres, y que dios se apiade de los hambrientos, que se comerán entre ellos. El problema es que dios se sentó a la mesa de quien le podía dar más cuerpo y más sangre, y ahí se quedó empachándose de gusto. Y hoy la política no es más que un reality show, y entre la urgencia de pan y el miedo inculcado, impávidos vemos la risa del lleno, las manos que se lavan bajo el agua ahora privada, nunca más privada de dueños. ¿Se sorprenderán realmente cuando todo esto explote? Espero que no, es lo que han sembrado pacientemente. Pacientemente entonces deberán aguantar el desborde de la rabia, pacientemente, verán cómo el veranito de san juan es más que un clima favorable a sus negocios. Pacientemente nosotros, cansados de ser nadie y de esperar nada, calle a calle iremos tomando lo propio, con el corazón en una mano y con el machete a la contra, con odio y ternura por igual, reconociendo en los ojos del otro el mismo brillo. Que tiemblen los dorados cimientos inmobiliarios, que sigan resplandeciendo sus luces de neón, que acá ya sabemos que el brillo plástico solo engaña a una urraca sedienta de nido.