Experimental Lunch Numero 4 Agosto 2014
Todo el arte desde otra perspectiva
Experimental Lunch Director (Kyuss)
Sub-Director (Unicornia)
Editores (Grace Slick) (Unicornia)
Diagramacion (White Rabbit)
Oficina Central Lautaro 50 Coquimbo
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Introducción El proyecto Experimental Lunch se inicio en octubre de 2013 en la ciudad de Coquimbo, con la idea de generar un espacio en el cual se diera cabida a diversas manifestaciones artísticas que no hubieran sido, por diversas circunstancias, tomadas en cuenta por otros espacios artísticos. Las bases de esta publicación son la convocatoria y posterior publicación de diversos artistas, ya sean escritores, poetas, fotógrafos, ensayistas, etc, dándoles la oportunidad de presentar sus trabajos inéditos en un espacio que les abra las puertas sin fines de lucro. Era necesario que un proyecto como este, que se inicio como Un blog creciera y diera un paso mas. Todo esto gracias a la ayuda De diversas herramientas tecnológicas. Nuestro deseo es que la revista. Experimental Lunch se transforme en un espacio para publicar trabajos inéditos, donde el único precio es la constancia y el apoyo a nuestro trabajo. Diversas manifestaciones artísticas, en su mayoría proyectos experimentales que no tendrían cabida en ámbitos más formales, son la gran parte de los trabajos que se encontraran en esta revista. Los invitamos a participar en este proyecto que esta pensado para ustedes.
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Poesia Reverso Daniela Núñez (Santiago-Chile)
Todo hedía a barriles de cerveza A vagones de pichi putrefacto A axila y entrepierna de verano Todo hedía. En el nombre del Padre invitaste la última jarra Todo hedía En la maraña de palabras en suspenso Vi piernas deshojadas En el nombre del padre Las tijeras debajo de la mesa Vi rostros ahumados Vi manos resecas por la calle Y perros calentándose a ras de cuerpos abyectos Vi caras y no vi sexos Ni ojos medio abiertos Vi párpados caídos a medianoche Y taxistas esperando su turno en los lupanares del barrio viejo Vi monedas girar Cabezas cercenadas de ilustrísimos padres de la patria girando en el cenicero vi cigarrillos con hemorragias vi el desierto y el alba destronada vi pedazos de hombres carneados todo hedía
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Vi a la Virgen con el índice premonitorio y no me creyeron vi monjas y eucaristías caníbales debajo de las albas muchachitas con cara de incesto vi, amor, vi tu mano caminando descarnada vi al revés tus dedos vi el paraíso en la media luna de tu uña vi manantiales de espanto y sereno. Vi gatos suicidas vi ojos desorbitados locos afirmando los techos vi la razón desnuda y el espéculo de tu alma en un tiesto.
Fotografia de Fabiola Rodrigues (Coquimbo-Chile)
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Vi lenguas paridas Vi sexos añejos Vi ancianos pulular por calles grasientas Y mecánicos, Silbar a contrapelo Vi orquestas de niños Cantando elegías crujiendo
Vi la muerte Ay amor, Vi la muerte en jirones Y descabellada Los huesos crujieron
No hubo necesidad de continuar con los ojos abiertos
En mis brazos cargo un bulto negro solo la dignidad queda, ya basta. Huyó la valentía.
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Fotografía de Fabiola Rodríguez (Coquimbo-Chile)
Buque Priscila Ugalde (Illapel-Chile)
Se pierden las líneas de la dulzura, los puñales atraviesan los corazones impertérritos, y yo viajo por tu vía láctea buscando los escondites cósmicos que nos unen en esta travesía. De todas las armonías del universo, las tuyas se me pierden en estas cavilaciones desenfrenadas de un mundo venidero y caótico.
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Me lío en tus cabellos y me pierdo como un poeta desengañado y moribundo que busca el abrigo de las estrellas como consuelo para el desamparo de la soledad, navego por tus pensamientos y en tu conciencia me hundo sacrificando mi desconsuelo. Si alguna vez he de mirar los suelos cercanos, permite que los campos vomiten tu nombre errante. Que el poder del hastío me sacuda y regrese a tus redes,
Fotografía de Fabiola Rodríguez (Coquimbo-Chile)
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y te me vuelvas a enmarañar como si fueras una política sangrienta que envuelva mi regazo hasta hacerme parir el desengaño. Porque soy esta mujer cansada, que se revuelca en la levadura de un mundo austero, lleno de inmundicia y desesperación, porque quise sacarte de mi piel y de cada uno de sus recovecos para no verte, ni saber de la existencia de este buque que cala y recala en este corazón olvidado.
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FotografĂa Candela Krup (Argentina)
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Camaleón Bulímico Juan José Enríquez Rivera (Distrito Federal - México)
en sarcófago que no tarda, De entrañas neón, a veces mortal a veces hielo en acertijo de luna boreal, y mirada psicodélica, a veces infierno a veces mar que parpadea apocalíptico… de polícromo corazón pétreo, Arcoíris… a veces cielo
Ilustración de Diego Cuevas (Argentina)
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FotografĂa de Vanessa SĂĄnchez Albornoz (Coquimbo-Chile)
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Ensayo WILLIAM BURROUGHS Y KURT COBAIN: UN PARRAFO DE LA OTRA HISTORIA DEL SIGLO XX Por Julián Sorel (Asunción – Paraguay)
La imagen de William Burroughs está ligada a la historia de los beat de los años 50, a la de los hippies de los 60 y 70 y a la de los ciberpunk de los 90. El cine no sería lo que es sin William Burroughs. Sobre todo, por supuesto, no lo sería el cine de Cronenberg, como puede verse del modo más claro en los casos de Shivers (1975), eXistenZ (1999) y, obviamente, Naked Lunch (1991), ni tampoco lo sería el cine de ciencia ficción, en especial
desde Alien en adelante. El rock tampoco sería lo que es sin William Burroughs. Para empezar por lo más evidente y simple, no lo sería porque bandas como The Soft Machine o Steely Dan y movimientos como el heavy metal tomaron sus nombres de su obra, o porque, además de Kurt Cobain, muchos otros artistas, como Frank Zappa, Tom Waits, Keith Richards o Patti Smith, han sido todos notorios admiradores de Burroughs.
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La heroína fue parte importante de la vida del escritor William Burroughs, nacido en Saint Louis (Missouri) en 1914, y de la vida del músico Kurt Cobain, que se suicidó en 1994. Yonqui, la primera novela de William Burroughs, era el libro de cabecera de Kurt Cobain. Y en octubre de 1993, el músico y el escritor –su ídolo– se conocieron, y Cobain encontró a un hombre muy anciano que desde 1981 vivía en la tranquila Lawrence, Kansas, en medio de una rutina de paz y de metadona.
Burroughs lo había invitado a visitarlo en su casa tras haberse negado a protagonizar el vídeo de «Heart-Shaped Box», tema de In utero en el que Cobain quería que hiciera el papel de un viejo Cristo yonqui crucificado, y un año antes, en una grabación titulada «Lo llamaban “El Cura”» («The “Priest” They Called Him»), una pequeña discográfica había mezclado la áspera voz mitológica del hermano mayor de los beatniks con la guitarra distorsionada del indiscutido apóstol del grunge.
William Burroughs y Kurt Cobain se reunieron una mañana de octubre de 1993, el primero acompañado por sus gatos y el segundo por su mánager, en un raro y breve párrafo de lo que podría ser escrito como La Otra Historia Universal del Siglo XX. Cinco años antes, en 1989, en la película Drugstore Cowboy, de Gus van Sant, Burroughs había hecho el papel de un personaje
conocido por su apodo de El Cura, al que acudía el personaje interpretado por Matt Dillon en busca de una respuesta acerca de su destino, como ahora acudía a él ese muchacho, Cobain, que tiempo atrás, en una de las páginas de su diario personal, había escrito lo siguiente: «Me encanta todo lo que empieza por B: Bukowski, Beckett, pero, sobre todo, Burroughs».
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La despedida póstuma que cerró este encuentro (recogido, por cierto, en el libro de Servando Rocha publicado en España hace un mes por el sello Alpha Decay Nada es verdad, todo está permitido. El día que Kurt Cobain conoció a William Burroughs) podría haber una frase que pronunció el viejo escritor cuando, poco tiempo después, Kurt Cobain se suicidó y Burroughs fue informado de la noticia: «Por lo que yo sé, él ya estaba muerto».
Este año, 2014, es el «Año del Caballo» en el horóscopo chino, pero podría, de hecho, con un poco de humor negro, serlo en más de un sentido. Podría ser, en efecto, el «Año de la Heroína». Es el año, a fin de cuentas, del centésimo aniversario de nacimiento de William S. Burroughs (de no haber muerto en 1997, cumpliría un siglo) y el año del aniversario de la muerte de Kurt Cobain (muerto hace dos décadas)
Y 2014 es, por último, también el año en el que ha vuelto a asomar la «Dama Blanca» en una de sus más temidas formas, que es la del instante irreversible en el que el paraíso se vuelve infierno, en el que el gozo se vuelve sufrimiento e irremediable destrucción propia: la forma atroz del instante de la
ruptura del ilusorio edén intoxicado abierto tan fácilmente por la hipodérmica, la del instante del daño sin remedio en medio del descontrol trágico y final de la muerte por sobredosis, con la reciente y definitiva «salida de escena» del admirado actor Philip Seymour Hoffman.
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Todo esto para decir que, sin embargo, William Seward Burroughs no se ajusta por sus ideas ni por sus planteamientos, ni por sus ficciones, ni siquiera tal vez por su derrotero vital, a la imagen estándar que se espera de un ícono de la contracultura. No se ajusta por completo a esa ni, seguramente, a ninguna otra imagen estándar. No es tan fácil reducir su vida y su obra a unas cuantas consignas, aunque eso, desde luego, no vaya necesariamente a impedir, ni, a decir verdad, pueda en modo alguno impedir (no suele impedirlo), que muchos lo hagan. Porque, pese a que, por lo general (tal como, por no ir más lejos, hemos hecho nosotros expresamente al empezar este mismo artículo), asociamos el nombre de William Seward Burroughs a las drogas duras, y en especial, obviamente, a la heroína, el prólogo que escribió para su gran novela The Naked Lunch, de
1959, marca una postura extraña en relación a esa imagen oficial de yonqui: «Los hombres se separan de los pendejitos de la droga», dice Burroughs en ese prólogo. Mientras tantos han visto y ven en las drogas un medio de liberación, un camino a la experiencia real, una puerta al infinito, o, si se quiere, en suma, the doors of perception, como sabemos de sobra, lo que Burroughs dijo, hizo y escribió fue bastante menos unívoco, bastante más conflictivo, bastante alejado de las creencias al uso. Por traer otra cita suya, dice también: «La droga es la mercancía definitiva. No hace falta hablar para vender. El cliente se arrastrará por una alcantarilla para que le vendan. El comerciante no vende su producto al consumidor, vende el consumidor al producto. No mejora ni simplifica su mercancía. Degrada y simplifica al cliente». Siempre fue un tipo difícil.
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FotografĂa de Candela Crup (Argentina)
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Narrativa Entre Mis Manos Rafael Guerrero (Madrid - España)
Todo empezó esta mañana, mientras me miraba en el espejo y las paredes se derretían como el plomo fundido. Abrumado por la angustia de aquella alucinación, observé el extraño brillo en la humedad de los ojos de mi enemigo. Frente a mí. Mirándome. La misma cara. La misma sonrisa anodina. Cada uno en el plano de su propia realidad, pero en cuerpos iguales. Quién era yo ante aquella imagen exacta, aquella figura que se mofaba de mí desde el otro lado. Qué era la identidad entonces, sino una búsqueda loca entre un infinito de infinitos. Nos mirábamos a los ojos. Él, inaccesible tras la lámina. Yo, reflejo de mi reflejo. Los dos buscándonos en las pupilas. Quién es uno ante la reflexión de sí mismo. Ésta es una pregunta con respuesta ambigua, y una falsa verdad. Me pregunto qué identidad especular ocupo. De qué lado de la simetría caigo. Acaso soy yo, o, en cambio, tan solo soy el reflejo. Cuál de los dos espacios transito, en este teatro de luces y sombras que llamamos leyes físicas de la óptica. Me levantaré por la mañana, como todos los días restantes, y después de nuestra rutina diaria de desprecios en el aseo, ya cansados de mantener el diálogo mudo de pensamientos que no llevan a ninguna parte, nos daremos la vuelta para marcharnos, espalda contra espalda, cada uno por su lado, en un duelo de vidas paralelas. Él allí y yo aquí seguiremos desarrollando las mismas actividades, como un principio de incertidumbre machacón que amenaza mi existencia con su copia. Más allá de mi vista, él atenta contra mi individualidad viviendo mi vida. Beberé el café del desayuno. Me robará, desde su mundo encubierto, esos escasos minutos de placer efímero que me ofrece la mañana. Tomará los sedantes uno tras otro, en seis pastillas con dos vasos de agua. Mi vieja 19
acudirá a la cocina para saludarme con un “Buenos días” monótono, y una realidad triste instalada entre los dos desde hace mucho tiempo. Me preguntará con cariño y lástima que “Qué tal he dormido”, sin saber que una presencia traidora, que me acecha desde el otro lado de un universo extraño, me impide dormir. Todo empezó esta mañana. Sí. Algo distinto ocurrió frente a él. La luz de la bombilla contaminaba el aire cuando sus globos oculares empezaron a llorar sangre. Sus cuencas vacías. Traspasó de un salto el espejo y se metió muy dentro de mí. Llegaba para poseerme. Maltratarme. Poco a poco fui dándome cuenta de que mi cuerpo no era mío. De que el endurecimiento muscular, que se fue apoderando de mi brazo derecho a lo largo de la mañana, estaba adquiriendo un nuevo e inquietante significado, cuando noté una vida distinta a la mía fluyendo entre mis dedos, palpitando la sangre de él en las arterias que me componen. Este mediodía, el sudor ha brotado desde mi corazón, y no he podido respirar; toda la fisiología de mi brazo, articulaciones, tendones, músculos endurecidos, han empezado a contraerse, a realizar estúpidos y ridículos movimientos agónicos. He tenido miedo de mi físico, porque lo he notado distinto y amenazador; algo dentro de mí ya no me pertenece. Cada tejido vivo que me compone ha empezado un baile de brujas, en un aquelarre siniestro que me destroza las vísceras. Me fui a dormir, y al atardecer he despertado. La noche está llegando entre el silencio, y a través de la ventana, entre las sombras que se van apoderando de mi cuarto, me entretengo mirando el baile vertiginoso de los edificios que me rodean, y que me han visto crecer. El terror me ha mirado a los ojos, pero no ha sido tan difícil. Sólo he tenido que reposar el codo sobre la mesa, y cercenar de un golpe firme y seguro con el hacha a la altura del antebrazo. No he sentido dolor.
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Al mirar hacia puerta he visto la mirada asustada de mí madre en el pasillo. La vieja ha huido dando traspiés a encerrarse en el cuarto de baño. - Madre, no soy yo. Es el demonio que llevo dentro. Me acerco, y trasteo el picaporte con el brazo amputado, que va dejando estelas rojas de sangre sobre el blanco de la pintura. Sabes que es imposible. No intentes esconderte de mí. Empujo con fuerza y las bisagras ceden. Mi vieja se esconde aterrorizada tras la cortina del baño. Sí. Soy yo. La sombra. El reflejo malvado. Sé que lo perderé todo sin ti, me parece bien, y por eso cojo y levanto el hacha, y lo descargo sobre el espejo con saña y con horror.
Fotografía de Vanessa Sánchez Albornoz (Coquimbo-Chile)
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Cine Privado Javier Chávez Arancibia (Santiago – Chile)
Lo que le sucedió a Julio el día catorce de noviembre pasado fue algo parecido a una película del tipo comedia. Esa tarde volvió a la vida una historia que había comenzado hacía ya dos años con solo dos personajes, como siempre en las historias de Julio. Ella, el personaje real, digamos principal, y Julio. La película termina cuando ellos hablan por primera vez con un diálogo algo inconexo en el sector más turístico de la ciudad de Buenos Aires. Ese día casi no se miraron. Excepto cuando él la observaba mientras la iba reconociendo lenta, intensa y sonrientemente en una tienda donde entró para comprar una bolsa de género con la serigrafía “bla, bla, bla, bla” que era el parlamento que Eugenia, ella, mejor recordaba de su interpretación en una de las escenas de la película que aun no se estrenaba en los cines de Sudamérica. La película real, en donde ella tuvo un rol de ficción. Julio me relató ese encuentro. Estaba tan alborotado intentando destrabarse del emborrachamiento que le había provocado ver a la chica trabajando de vendedora en una tienda de objetos para regalos que me llamó inmediatamente. Julio estaba alocado y en medio de la vorágine parlante del amor. Me llamó para contarme la última escena, casi actuándola; -Hola, ¿cuánto valen estas bolsas de género? Pregunta Julio sin mirar a la persona que estaba en la tienda. -Cinco mil novecientos pesos, la que quieras. Era una sala pequeña, de no más de quince metros cuadrados, o menos aún. En el centro una góndola de diferentes niveles llena de objetos hechos a mano, como casi todo. Uno de esos mercaditos del barrio de San Telmo, repleta de cosas lindas y aparentemente únicas. Cucharones de madera, 22
tazones con leyendas inteligentes, muñecos blandos, elementos de decoración estilo vintage, imitaciones de juguetes antiguos, paraguas y poleras de la China con serigrafía local de notable diseño, gafas inmensas imitando las de los años 40, y diferentes modelos de cajitas de cartón forradas con género entre cientos de objetos de diferentes formas y colores. Cosas artísticas, parece. Julio me telefoneó a eso de las diecinueve horas para encontrarnos e ir caminando juntos a su departamento. Fumaba desesperado mirándome como un niño que recién ha viajado por una montaña rusa. Se veía afectado, algo lo había modificado momentos antes, algo lo había conectado un poco más allá de su mundo privado e intimo. Sus ojos estaban a punto de desorbitarse con unos movimientos tan violentos que me parecía que en cualquier momento se salían. Lo mismo su boca que hacía muecas. Movía estertorosamente la mandíbula y los labios que en cualquier momento vomitaba todas las palabras que no ha dicho en años. Estaba a minutos de estallar sus interpretaciones de lo que había sucedido en la tienda de objetos dónde Eugenia , la actriz de la película, le vendió una bolsa. Fumaba compulsivo, como integrándose a la atmósfera de la vida real mediante el humo del cigarrillo. -Me siento mal, estoy emborrachado sin beber ni una sola gota de alcohol. Te acuerdas de la chica del festival de música de inmigrantes, con la que nos mirábamos, y la misma que después supe que te conocía ¿Te acuerdas verdad? -Claro que me acuerdo, pero ha pasado tanto tiempo. No sabía que después de eso la habías visto nuevamente. -Bueno, no la vi tantas veces en realidad, pero, pero, pero pasaron esas cosas con ella. ¿No te parece extraño que fuera conocida tuya? -¿Extraño? No, no me parece extraño. -Bueno, una coincidencia extraña, una buena coincidencia. Es extraño que la vida tenga tantas coincidencias.
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Resulta que la vi dos veces más, una caminando frente al mercado, donde nuevamente nos quedamos mirando con ganas de saludarnos, de hablarnos, de intimar, no sé. Ya sabes lo que pasa cuando se genera esa conexión, esa mirada. Te ha pasado, claro. Pero sucedió nuevamente y ninguno de los dos se detuvo, solo seguimos caminando y no volvimos ni la mirada, nada. No pudimos. Nuevamente no pudimos hablar. Igual que esa oportunidad en el festival, en el planetario. Recuerdas? -No, no recuerdo, ¿debiera? Ella me miraba constantemente con sus pequeñitos ojos tan lindos, con sus labios tan rojos y ese maquillaje tan tenue sobre sus mejillas. Yo apenas podía integrarme y mirarla para encontrar su mirada y conectarnos desde lo más profundo de nuestra alma. ¿Lo puedes creer? Yo deseaba tanto volver a verla que sabía que la encontraría alguna vez más, estaba seguro que hablaríamos y no como esa vez en el planetario porque yo estaba muy borracho, tan lleno de vodka. Ni menos como esa vez que la vi fuera del mercado, cuando ella andaba caminando lentamente, vestida vaporosa y trasparente, con unos gigantescos anteojos para el sol, con los que apenas se vía su rostro. A pesar de esas gafas, pude distinguir un dolor en su vida porque llevaba una estela de sufrimiento junto al canasto de las verduras. Talvez por eso no hablamos, porque pienso que ambos intuíamos que no era el momento. Ella, pensé yo, estaba destrozada por algún mal amor. Pero yo sabía que era cosa de tiempo y que después de mirarnos intensamente dos veces, y poder recordarlo casi a diario por más de dos años, tendríamos que encontrarnos de forma definitiva y hablar. Hoy salí de mi departamento para ir a comprar un regalo a Paulina por su cumpleaños, No sabía qué cosa llevarle. Estaba tan linda la tarde que decidí caminar unas cuadras y así encontrar el regalo para ella. No voy a buscar un regalo, me dije, me encontraré con él. Así que solo caminé. Me sentía muy bien, me puse esa camisa de rallas grises y negras que me gusta tanto y me la puse sin planchar, con ese aire desenfadado que tanto gusta en esta ciudad. Notaba que la gente de la calle me miraba con una prudente satisfacción. De verdad, créeme, me sentía particularmente atractivo, 24
guapo. Y justo, caminando por la calle Defensa veo esta tiendita, mínima, pequeña. La recordaba porque compré allí unos regalos para la navidad del año antepasado y que fueron súper bien recibidos. Todo un éxito mis regalos. Así que no dudé y entré directo al lugar donde recordaba que estaban hace unos años las bolsas de género que llevé a mi hermana a Europa. Entré como si fuera un gran comprador reconocido y apropiado de la tienda porque me sentía muy bien de ánimo, además las zapatillas que me puse me quedaban perfectas, muy livianas porque eran de esas con aire en la planta que me hacían ver un poco más alto incluso, uno o dos y medio centímetros más alto. Me sentía tan cómodo, tan bien y muy especial. Comencé a revisar las bolsas una a una, buscando algo que me dijera “llévame, soy yo” Te puede parecer tonto, pero si, esperaba algo como eso, una identidad especial en una bolsa de género, algo personal, único. Y justo, créeme, ahí, ahí estaba la bolsa con la leyenda “bla, bla, bla, bla.” Me pareció perfecta. Una frase memorable, una extraña identidad me conectó con ese artículo parlante. Entonces, apenas me inclino hacia el costado del mesón y le pregunto a la chica el precio, aun mirando la bolsa, y le grito: -Hola ¡ Cuánto valen éstas ? -Cinco mil novecientos, la que quieras. Dejo las bolsas, me acerco al mesón y le digo, quiero una, ésta, y vuelvo al lugar en que las exhibían y la señalo, ésta, ésta quiero. Y solo en ese momento la miro directamente. Y con mi mano izquierda en la bolsa y todo mi cuerpo hacia ella, aún no la reconociéndola del todo, pero cuando ya me parecía familiar, su belleza me conmovió como si fuera la primera vez. Ya no estaba con las gafas, ni con los labios pintados. Estaba más alta. Talvez por tacos o no sé qué efecto especial en la tienda que la hacia, por lo menos, de unos cinco centímetros más alta que yo. Levitaba perfecta en la nube de un foco cenital. Con todo ese dispositivo sonriente, alineado a sus pequeñitos ojos, con unas sinuosas y juveniles, hasta seductoras ojeras. Inmediatamente le coqueteé sin aun saber quien era ella exactamente. Le hablé y le dije que no sabía si funcionaria el regalo, sabiendo que si funcionaria por el éxito anterior.
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-Pero sí, si va a funcionar, están súper de moda. Con todo esa moda Ecológica y diseño. Le va a encantar. Además ésta que elegiste esta muy bien. Mira, tengo una igual, pero en negro. Y, si, tenía una igual llena de algo, estaba ahí y me la mostró. No era la típica artimaña del vendedor de zapatos que siempre dice que tiene los mismos, no, esta vez la chica no mentía y de verdad le gustaba como regalo. La miré sorprendido, gustoso y contento, sobre todo habiendo llegado con tan buen ánimo a comprar a la tienda. Me sentía radiante. Y ahí, justo en ese momento me viene un recuerdo. Pero para evitar exponer mi euforia le pregunto si tiene un envoltorio especial, y me dice que si, y va a buscarlo, entonces ahí, justo en ese momento aprovecho de mirarla bien, apenas retrocedo la cabeza, solo la cabeza para tener un mejor ángulo, y la miro. Sus mejillas al natural, sus labios sin carmín, su cabello ordenado, cuidadosamente peinado. Su cintura y su ropa tan bien puesta en su cuerpo. Era ella, Eugenia, la chica que un día vi en el festival pero como yo estaba tan borracho no pudimos hablar, y que al poco tiempo después se enfrascó en una tragedia amorosa que no nos dio la oportunidad de hablarnos y que después, por youtube, al ver el trailer de la película del libro de Gazmuri que estudiamos en el taller de literatura, de un momento a otro se convierte en actriz de cine. La miro, se entera que la miro, baja la vista y le pregunto su nombre. -Eugenia - lo dice con una alegría nueva, como de recién descubierta, ríe sin vergüenza y con felicidad. -Claro, ya entiendo, eres la chica de la película. Te encontraba familiar. Si eres ella, la vi. En la universidad, la mostraron. Y aun más risueña y más feliz por haber salido del rol de vendedora de mesón, y por convertirse en estrella de cine, me miraba ella a mí ahora tratado de que la mirara como la miraba hace unos segundos antes. Pero no, ya no podía mirarla así, la evitaba nuevamente, como borracho, como borracho estaba ese día en el planetario. -Y te gustó la película. 26
-Sabes, lo curioso de todo es que yo estaba en el taller literario de Gazmuri y nos dedicamos a leer su obra, del libro que inspiró la película. Y justo, casi lo conozco porque estaba invitado a la última sesión. Pero no, no llegó. Así que me quedé con tantas preguntas sobre el libro, sobre todo por esos diálogos con Macedonio Fernández, por Tantalia. Me detuve evitando mirarla, Respiré profunda y silenciosamente, miré a un costado, evitándola nuevamente y dije: -Y después los premios en Cannes, Toronto, San Sebastian, y ahora Miami. Increíble ¡No lo puedo creer! -¿Eres escritor?, me preguntó. No dije nada, estaba pensando en mi próxima pregunta, pero estaba atrasado, era mi turno de responder y no de preguntar. -Y tú, Eugenia , cómo lo has pasado con todo? -Pero imagínate, increíble. Lo he disfrutado mucho, demasiado, es mi primera película y todos los premios que ha tenido. -Claro –ahora mirando apenas su rostro, sudando un océano en cascada bajo mis axilas, y sobre mi rostro, sin más recursos que una encantadora despedida, tal cual como había entrado a la tiendita. -Eugenia , te felicito, que te vaya muy bien. Adiós. Y me fui. Amigo, te juro que voy a volver, te juro que voy a salir con ella. Me la voy a encontrar nuevamente y ahora si que vamos a hablar. Apurémonos, que se nos hace tarde, tenemos que llegar a saludar al cumpleaños, y ya sabes cómo se pone Paulina cuando las cosas no salen como ella quiere. Así fue que Julio esa noche se emborrachó de verdad, quiso contar la misma historia a todos los amigos uno por uno y luego a todos juntos. Pero 27
como era el cumpleaños de Paulina, tan solo contar la historia de la bolsa de género y el origen de la serigrafía aplacó su locura. -Paulina, me encantó esta bolsa, justo es el parlamento de una película que aun no se estrena, y ha ganado muchos premios. -¿Un parlamento que dice “bla, bla, bla, bla? ¿Y que ha ganado muchos premios? ¡Qué gran guión!
Fotografía de Fabiola Rodríguez (Coquimbo-Chile)
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A Solas Contigo Gonzalo Vilo (Coquimbo – Chile)
Solíamos amarnos Marilyn ¿Lo recuerdas? Solíamos caminar por el parque, abrazados, tomados del brazo, mirándonos a los ojos como dos perfectos enamorados, y entonces no necesitábamos nada, nada de lo que este mundo podía ofrecernos. Lo teníamos todo y al mismo tiempo la pobreza nos arrinconaba, pero era maravilloso. Vivíamos solo para estar juntos, para vernos, para tocarnos y el mundo a nuestro alrededor desaparecía, como si todo en realidad se tratara de una vana casualidad, de un simple espejismo. Maldita sea Marilyn ¿Qué nos paso? Tal vez, si todo hubiera sido distinto, las cosas no habrían terminado de esta manera. Pero claro, nadie anda por ahí con una bola de cristal bajo el brazo, y hemos de vivir así: arriesgando, adivinando, cambiando el mundo con solo un pequeño movimiento de nuestros dedos. ¿Por qué entonces no íbamos a fracasar igual que el resto? ¿Por qué tendría que haber sido distinto para nosotros? No, te equivocas, no es que me conforme, pero vivíamos en una burbuja y solo bastaba una pinza, cualquier aguja de mierda, para que todo se fuera al carajo. Así fue como todo empezó a pudrirse ¿Lo recuerdas? ¿Recuerdas cuando empezábamos nuestras discusiones a partir de la nada? Que estupidez, ahora lo puedo decir con franqueza, aunque te enojes, eran estupideces, infantilismos, imbecilidades. La madurez iba lejos, tanto que aun no podemos alcanzarla. Recuerdo que ya no queríamos seguir juntos, y sin embargo, ahí estábamos, día tras día, soportándonos, no se por que.
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Yo te quería, no lo desconozco y apuesto a que tu también todavía guardabas algo de amor para mi, pero no era lo mismo, y aun no entiendo por que continuábamos intentándolo si ya sabíamos que no íbamos hacia ningún lado. Había que guardar las apariencias tal vez. Había que esconder todo frente a tus amigas y los medios; nuestras discusiones, nuestras grandes peleas, lo único real que teníamos y que aun no se vendía a la conformidad de una dicha aparente, castrados, como impostores de una farsa que tu interpretabas muy bien, pero que yo no podía soportar. Todo terminó cuando finalmente lo asumimos. Nuestra derrota al fin y al cabo era como la de todos y aceptarlo, aunque fuese inconcientemente, era lo que nos hacia encajar. Aunque en realidad nos habláramos y tuviéramos largas conversaciones, especialmente en publico, la verdad es que no nos decíamos nada. Todo era un maldito compromiso, una odiosa rutina, como un trabajo, el peor de todos, pero que el miedo, ese estupido miedo a ser rechazados, a ser vistos de otra forma, a ser aislados, nos hacia seguir buscando refugio en aquella mentira. Ahora que te miro Marilyn, con tu rostro boca arriba y tu mirada de horror que aun no desaparece, siento pena por ti, por los dos. Eras para mi tan hermosa, que a veces no podía resistir la emoción y tenía que gritar, gritar que te amaba, pero en vez de eso chillaba cualquier estupidez sin sentido, aunque en realidad no importaba, por que tu te reías igual y yo también lo hacia, y todo se transformaba en una avalancha de carcajadas que terminaba casi siempre con nosotros abrazados en el pasto, en la cama, en fin, en cualquier parte, cuando, claro, no terminábamos haciendo el amor. Por eso Marilyn, quizás te sorprenda lo que te voy a decir, pero debo confesarte que todo esto lo venia planeando desde hacia unas semanas, y, así y todo, no resultó como quería. No se suponía que abrieras los ojos hasta antes de que yo te lo dijera, pero los abriste, y lo arruinaste al ver lo que no tenias que ver. Iba a ser nuestro gran final, pero la cagaste. Ahora no se como borrarte esa expresión de odio y temor de tu cara.
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Iba a ser tan hermosa nuestra despedida. Tu y yo enlazados hasta el final de este sendero, inseparables incluso en la hora macabra, con tus labios pegados a los míos y con nuestra piel aun ardiendo, como debió haber sido, nuestro amor imposible….pero… Pero ya ves como me resultan las cosas, tú siempre me lo decías. Al final, conmigo todo termina en desastre y tenías toda la razón. Ahora solo queda huir. Que la prensa, que el mundo piense lo que quiera. Yo siempre te quise, a mi manera, y no dejaré que cualquier imbecil te marchite. Serás solo mía y tu hermoso rostro permanecerá en mi memoria para siempre, junto a todas esas risas y besos que me regalaste. Y en un par de horas, cuando este elixir se mezcle con mi sangre y atraviese las cavidades mas profundas de mi cuerpo, te acompañaré por el sendero oscuro y todo volverá a ser como antes, cuando tu no eras mas que Marilyn y yo el hombre que te amaba y te prometía felicidad para toda la vida.
Fotografía de Candela Krup (Argentina)
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Musica Doctor Demencia
“Doctor Demencia”, banda chilena de la región de Coquimbo, cultora del estilo Punk Rock Ska, con 15 años de trayectoria, se han presentado en los escenarios más importantes de la música popular chilena. Son una de las bandas más importantes e influyentes del norte del país, con su música han marcado a toda una generación de jóvenes y hoy destacan entre las agrupaciones con mayor proyección en el medio. El año 2010, la banda edita su placa debut, “Morir sin ver” con el sello DICAP, (Sello que editara antaño a Víctor Jara y a Violeta Parra), con lo cual logran posicionarse en radios nacionales y consolidar un espacio en la escena nacional. Hoy la agrupación, de la mano de su ultimo integrante, el guitarrista, Mauricio “Chascón” Lermanda (ex integrante y fundador de Cholo Mandinga), preparan la post producción de su último trabajo discográfico. Hasta la fecha la banda no para de tocar en vivo por el país, llevando consigo su particular estilo, “con sabor a puerto”, que mezcla todo el power del rock con ritmos latinos, una parrandeada puesta en escena, que despeina a todos sus seguidores, en cada presentación. 32
Actividades relevantes Banda Doctor Demencia: - Primer lugar en festival de bandas de rock, de la Región de Coquimbo, el año 1998. - Ganadores del concurso nacional para bandas de rock “Rock para Nosferatu” organizado por el Goethe Instituto el año 2002. - Ganadores regionales del concurso “Guerra de bandas Maquehuito”, obtienen el tercer lugar en la final nacional, en Santiago, el año 2004. - Se presentan en la sala SCD de Bellavista, en el clico de bandas de Las escuelas de Rock de Chile, el año 2005. - Acompañan a la banda Argentina 2 Minutos, en su gira al país, en Concepción, Copiapó y Valparaíso, el año 2007. - Se presentan junto a Sinergia, Cholomandinga y Guffi, en la sala SCD, Vespucio, el año 2007 - Abren el show para las bandas Ataque 77 (Argentina) y La Fuga (España), en el show realizado en la Universidad de La Serena, el año 2008. - Graban su placa debut que es editada por el sello nacional y entran en la parrilla de radio Rock and Pop, en año 2009. - Se presentan ante 80 mil personas en el escenario monumental de La Pampilla de Coquimbo, el año 2010. - Se presentan en el Galpón Víctor Jara, Junto a Santo barrio y Sonora de Llegar, el año 2011. - Se presentan en el Festival Suena organizado por el Consejo de La Cultura y Las Artes, región de Coquimbo, el año 2012. - Se presentan en la feria Internacional de la Música de Santiago, “Pulsar”, el año 2012. - Graban y preparan su última producción discográfica en Estudio Séptima Cuerda, el año 2013.
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