Melchor López y Miguel Mansilla en una guitarreada familiar. Coracora.
ALGUNOS COMENTARIOS SOBRE LA MÚSICA Y EL YARAVÍ ANDINOS, A PROPÓSITO DE LA MUERTE DE MIGUEL MANSILLA GUEVARA 1 Por Gori Tumi ECHEVARRÍA LÓPEZ Con estas notas sobre la música y el yaraví andinos queremos rendir un tributo y un reconocimiento a Miguel Mansilla Guevara, su fallecimiento es sin duda una de las mayores perdidas culturales de la década, y su valoración, pensamos, debe partir de tal perspectiva, esta constituye una reflexión inicial sobre el tema. Es una preocupación constante de los estudios culturales del Perú el referirse a la música nativa, principalmente andina, como una de sus más notables fuentes, una de las más antiguas en sus materiales y de las más auténticamente permanentes en el tiempo. A diferencia de cualquier otra evidencia proveniente del pasado, la música andina no puede ser considerada un elemento caduco o acabado, una reliquia 1
Artículo aparecido en la Revista “Parinacochas” No. 2 Agosto 2002. Coracora.
en su estricto sentido de rareza, una manifestación anacrónica y débil de una cultura agonizante y en desaparición. Y sin embargo tampoco puede ser tomada como una expresión vigorosa y libre, como una realización abierta y masiva, absolutamente sin prejuicios ni soterramientos contextuales, una manifestación cultural que no sea objeto de la marginación de una sociedad acomplejada y racista, de una sociedad descontextuada. Así, la música andina se reserva el derecho de ser tan popular en un país como el Perú, donde adolece casi completamente de un soporte estructural del estado, donde no tiene una difusión masiva en la perspectiva comercial de la música; donde es enajenado frente a las corrientes musicales neocoloniales como las del “criollismo” (vals, marinera, etc.), o las afroamericanas, que son llamadas simplemente “peruanas”; contra las llamadas “flokloricas” que son esencialmente nacionales. Aunque la música andina (que vamos a llamar de forma general “Huayno”) se encuentra en un contexto oficialmente desventajoso, esta se presenta ampliamente diversificada en todo los andes centrales, con variaciones particulares que van, sólo por citar algunos ejemplos, desde los ritmos del área de Cajamarca, los de la cuenca de río Santa, en Ancash; los de la cuenca del río Mantaro, en Junín; los del área de Parinacochas, Huamanga y Lucanas, en Ayacucho; a los de la cuenca del Titicaca entre Perú y Bolivia. Esta diversificación musical, que es síntoma de diversificación cultural, encuentra en cada área “nichos” o emporios creativos de música, bailes y canciones nativos, lo que significa una permanente y resistente tradición de rescate y soporte a las manifestaciones culturales ancestrales en cada área que estas se dan. Uno de estos casos es el de Coracora, capital de la provincia de Parinacochas en Ayacucho, donde la música andina tiene uno de sus más importantes “nichos” en la actualidad, esto quiere decir que Coracora puede ser identificada como centro de una importante tradición particular de la música andina. Aunque la antigüedad y presencia de estos nichos musicales puedan ser variados y/o fluctuantes, el hecho es que existen como tal y son prueba de la fuerte permanencia de las costumbres musicales de la región, convertidas en tradiciones populares de larga data.
Un aspecto importante de estas tradiciones culturales radica en su variabilidad, así, diferentes estilos musicales son compartidos por una misma tradición regional. En el caso particular de Coracora podemos reconocer, entre otros, al huayno o el yaraví, interactuando en diferentes formas; pero dentro de una misma unidad sociocultural. El Yaraví es especialmente importante en este contexto, y por sus características particulares constituye un tipo de expresión musical altamente diferenciada y que no es muy “popular” en un sentido de su ejecución instrumental e interpretativa. El yaraví es en la actualidad una manifestación muy sensible, sentida, y de alguna manera, de corte reservado. Aunque el yaraví, ha sufrido fuertes alteraciones positivas y negativas a través de su historia, cuyos orígenes se remontan antes de 1533, el yaraví sigue siendo una de las manifestaciones más genuinas de la cultura andina, sin ninguna implicancia social de tipo elitista o clasista en la actualidad. En este sentido, el yaraví coracoreño tiene una clara personalidad regional, lo que constituye un valiosísimo testimonio cultural para toda el área andina. En Coracora nosotros podemos rastrear grosso modo la presencia del Yaraví, con una permanencia ininterrumpida de ejecutores, cantantes y compositores (todo a la vez) desde la segunda mitad del siglo XIX hasta la actualidad, y con una permanente, pero temporalmente distanciada, renovación de promociones de nuevos interpretes. Aunque no lo hemos mencionado explícitamente, la interpretación vocal del yaraví no es exclusiva de los hombres, más sí su ejecución musical; esto viene al caso ya que conocidos compositores, ejecutores y cantantes de Yaravíes son hombres, y son pocos. Lo que se debe, probablemente, a que su ejecución implica cierto grado de complejidad, mayor al de otros estilos musicales. Los ejecutores de yaravíes son, entonces, reconocidos por esta cualidad, que incluye además una gran versatilidad musical complementaria. En Coracora, todos los ejecutores de Yaravíes conocidos eran absolutamente divergentes y ricos en su bagaje sonoro e interpretativo. Esta alta habilidad ejecutorial e interpretativa del yaraví creemos ha hecho que la renovación de sus interpretes haya sido larga y lenta aunque aparentemente parezca lo contrario, debe existir un grado de madurez que se reconoce en un
ejecutor e interprete de yaravíes. Y aunque esta no es una condición, la edad promedio fluctúa entre los 45 a 65 años. La etapa de transición, por lo tanto, es relativamente tardía cuando del yaraví se trata, las influencias entre los músicos no se completan hasta que el nuevo exponente ha adquirido la personalidad suficiente como para convertirse en maestro de su arte, en una ejecución singular, en una voz única. El último de estos grandes maestros fue Miguel Mansilla Guevara, quien era uno de los más conspicuos representantes de la tercera generación de grandes exponentes del yaraví coracoreño, junto con Melchor López Martínez, en un lapso aproximado de 150 años. El fallecimiento de Miguel Mansilla Guevara, le infringe al yaraví coracoreño un durísimo golpe en su proceso renovador, por que este maestro se ha ido en plena juventud de su capacidad creativa, ejecutoria e interpretativa, cuando se encontraba en la plenitud de su arte, y en el momento de su mayor influjo e influencia. Un alejamiento como este atrasa la música andina al menos 30 años, y deja sin su luz a uno de los centros creativos más importantes del arte ayacuchano. Sólo nos queda la memoria del registro y el recuerdo entre los hombres de aquel extraordinario juglar que fue repositorio de una tradición milenaria, y que hacia de la música lo sublime, y lo bello. Ahora Miguel Mansilla Guevara se debe encontrar entre nuestros dioses, tan antiguos como nuestra música, haciendo el grupo de ejecutores del yaraví más grande, junto a sus propios maestros. Lima, Mayo del 2002 Gori Tumi ECHEVARRÍA LÓPEZ Arqueólogo Universidad Nacional Mayor de San Marcos E-mail: goritumi@gmail.com