Gato Negro

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Revista Literaria

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Contenido 1. Editorial 2. Ensayo Memorias de un Nortecito perdido - Arturo Belano Instancias del fracaso - Maria Font 3. Poesía Compilado: Encuentros desventurosos - Vrishika 4. Cuento Perdedores Hermosos- Moctezuma Rodríguez Aquí no pasa nada - Laura Jaúregui 5. Reseña por Jacobo Arango La carroza de Bolivar - Evelio Rosero Los detectives salvajes - Roberto Bolaño

Creditos Dirección y Edición Grace Delgado Asesoría Editorial Jean Sebastián Oviedo Jacobo Arango Diseño y diagramación Grace Delgado Heyner Muñoz Derly Muñoz Yulieth Rincón Ilustración Jeff Soto Mark Ryden

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RESEĂ‘A

Roberto BolaĂąo Los Detectives Salvajes Editorial Anagrama-1998 609 pĂĄginas

Editorial La revista Gato Negro estĂĄ diseĂąada por estudiantes de areas relacionadas al diseĂąo y literatura que se unen para formar un material fresco en el que se implementen armoniosamente los conocimientos de las dos areas mencionadas anteriormente. A falta de revistas literarias incluyentes en la ciudad de Cali, nace la propuesta de que la revista se desarrolle en conjunto con los interesados, estudiantes, profesores o partulares que se sientan llamados por el deseo de expresar sus conocimientos y/o experiencias con la literatura.

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El arte avanza bajo un coro de voces admonitorias que recuerdan, con morbosa insistencia, que todo estĂĄ inventado ya y nada queda por decir. Como expiaciĂłn y respuesta, cada cierto tiempo una obra brilla por su novedad, que consiste en recoger pasajes ya olvidados, un color, una voz oĂ­da y pasada por alto. “Los Detectives Salvajesâ€? se inscribe honrosamente en esta categorĂ­a. 8QD LQĂ€XHQFLD YLVLEOH HQFXEUH RWUDV WDQWDV GHVDSHUFLELGDV /D “Historia universal de la infamiaâ€?, de Jorge Luis Borges y las “Vidas imaginariasâ€? de Marcel Schwob son, en mayor medida, el punto de fuga desde el que se dirige la novela – mĂĄs concretamente su segunda parte- hacia tres temas centrales de toda la obra bolaĂąana: derrota, bĂşsqueda, y literatura como forma de vida, como actitud para encararla. %RODxR HQRUPH OHFWRU HVFULELy OD ~OWLPD QRYHOD WRWDO GHO VLJOR ;; \ OR KL]R YDOLpQGRVH GH WpFQLFDV temas y autores tan populares como antiguos, releĂ­dos ahora una o dos veces para luego dejarlos de lado por folletines modernos. El mĂŠrito mĂĄs grande de la novela quizĂĄs consista en esa capaciGDG GH DVLPLODU LQĂ€XHQFLDV TXH SDUHFLHUDQ GLVtPLOHV R DQDFUyQLFDV D SULPHUD YLVWD H LQFRUSRUDUODV D XQD SURVD GHVSURYLVWD GH DODUGHV VHQFLOOD HQ VX GLÂżFXOWDG FDSD] GH VRSRUWDU XQD FDQWLGDG HQRUPH de tramas alternas, casi cuentos en sĂ­ mismas, y personajes franceses, mexicanos, argentinos, peruanos, espaĂąoles, reales, sin que una sola voz se advierta parecida a otra, llevando la polifonĂ­a hasta niveles insospechados. AsĂ­, “Los Detectives Salvajesâ€? se une a “Bajo el volcĂĄnâ€?, de Malcolm Lowry, las novelas mexicanas contemporĂĄneas por excelencia (ambas escritas por extranjeros) y describe el fracaso de la joven generaciĂłn idealista latinoamericana, acosada por rĂŠgimenes autoritarios y dictatoriales, militante, FRPR $UWXUR %HODQR FKLOHQR SHUGLGR HQ 0p[LFR GH ODV LQWHUPLQDEOHV JXHUUDV Ă€RULGDV HQ ODV TXH por descontado, perdiĂł siempre. A nueve aĂąos de su muerte, el legado de Roberto BolaĂąo permanece a la espera de un lugar que SDUHFLHUD QR OOHJDU D VHU GHÂżQLWLYR QXQFD /D VRPEUD TXH SUR\HFWD HV WDQ DODUJDGD TXH R VH OLGLD con ella en clave sumisa y dogmĂĄtica, como hace Jorge Volpi cada vez que puede, o se la descaliÂżFD DJUHVLYDPHQWH FDVL FRQ LQTXLQD VLJXLHQGR HO HMHPSOR GH 'DUtR -DUDPLOOR $JXGHOR \ )HUQDQGR Vallejo. Hace falta un tercer acercamiento. En la literatura latinoamericana, entre tanto, son necesarias menos obras desde “Los Detectives Salvajesâ€?.

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ENSAYO

RESEĂ‘A

Evelio JosĂŠ Rosero Diago La Carroza de BolĂ­var Tusquets Editores- 2012 392 pĂĄginas Una precisiĂłn: La carroza de BolĂ­var no es una novela histĂłrica. Cita, sĂ­, en la densa, meticulosa e indispensable segunda parte, largos extractos de los “Estudios sobre la vida de BolĂ­varâ€? escritos por el historiador colombiano JosĂŠ Rafael SaĂąudo, recoge historias pertenecientes a la tradiciĂłn oral pastusa sobre algunos atropellos cometidos por “el mal llamado Libertadorâ€?, asĂ­ como cartas que ĂŠste enviĂł a Francisco de Paula Santander. Lo demĂĄs HV ÂżFFLyQ \ TXL]i HVH WRUSH LQWHQWR GH FODVLÂżFDU D OD QRYHOD HQ SROvorientos criterios responda, precisamente, a la visiĂłn efectista y hambrienta de polĂŠmica con que se la ha leĂ­do. Porque lo importante de “La carroza de BolĂ­varâ€? no es si destroza la imagen del Libertador, o si se trata sĂłlo de otra invectiva pastusa contra ĂŠste, ni siquiera si es cierto lo que de ĂŠl se dice en la novela. Lo verdaderamente valioso es el lenguaje, la forma como 5RVHUR YD XUGLHQGR OD WUDPD FRQ ORV &DUQDYDOHV GH DVRPDQGR VLHPSUH GHWUiV GH FDGD IUDVH HQ HO YHVWLGR GH ÂżHVWD TXH XVD 3ULPDYHUD 3LQ]yQ ORV QRPEUHV LQVyOLWRV FRPR ¢KHUHQFLD" garcĂ­amarquiana), en la atropellada voz que narra, como atrapada en un ensueĂąo que no cesa de repetirse. Es aquĂ­ donde la novela se sostiene, en su calidad literaria, sin necesidad de recurrir a UHYLVLRQLVPRV KLVWyULFRV Âą TXH HVWiQ PX\ ELHQ FODUR SHUR TXH GH QLQJXQD PDQHUD OD GHÂżQHQ Partiendo de la idea que supone al trepador, corrupto y acomodaticio BolĂ­var como padre de la PHQWDOLGDG \ GH OD FODVH SROtWLFD TXH KD GHVWUR]DGR \ GHÂżQLGR DO SDtV GHVGH VX QDFLPLHQWR 5RVHUR logra capturar la idiosincrasia colombiana; con su izquierda tan o mĂĄs dogmĂĄtica y retardataria que su derecha, con su puritanismo lascivo de puertas hacia adentro, con todas las precauciones tomadas para no hacer escĂĄndalo, con sus Ă­dolos de mecha corta, temerosa de Dios y de sĂ­ misma, machista y retrĂłgrada. Y lo hace valiĂŠndose de unos personajes entraĂąables, como Rodolfo Puelles, poeta oculto, que ha matado por un ideal y, cosa curiosa, se arrepiente de ello, aunque demasiado tarde para impedir que se lleve a cabo otro asesinato. No hay redenciĂłn en la novela, asĂ­ como no hubo piedad para los pastusos en esa Navidad Negra de 1822, que tambiĂŠn es contada. Desde el estallido mediĂĄtico causado por “Los EjĂŠrcitosâ€? (incluso antes, silenciosamente) quedaba claro que Evelio Rosero es, probablemente, el escritor colombiano con la obra mĂĄs seria y conVLVWHQWH /D &DUUR]D GH %ROtYDU HV XQD QXHYD FRQÂżUPDFLyQ GH VX WDOHQWR TXH DSXHVWD DOWR HQ XQ mundo de escritores acostumbrados a jugar sobre seguro, a la lamentaciĂłn interminable.

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ENSAYO

Memorias de un Nortecito perdido

RESEĂ‘A

“Y pienso que estamos al borde, al borde de un cielo sin sol. DespuĂŠs no hay retorno ni tiempo.â€? Rodolfo PĂĄez – InstantĂĄneas

Acaso la velocidad del tiempo, la rapidez de los cambios en nombre del progreso, del interĂŠs, pueda servir como antĂ­doto contra la nostalgia. De pronto uno pasa frente al lugar de la infancia y ya no lo reconoce (o peor, ya no lo recuerda) porque, dicen, tantas cosas hemos vivido que no tiene sentido aferrarse a unas cuantas. Yo digo que no, yo digo que si algo ha pasado es la repeticiĂłn, el incesante eco de un acento, las mismas palabras dichas por muchachas \ PXFKDFKRV FRQ FHUFD GH FLQFXHQWD DxRV HQ PHGLR 3DUD ÂżMDU WRGR HVR FyPR QR VH QHFHVLWD XQ OLEUR $ YHFHV PiV de uno. La obra de AndrĂŠs Caicedo captura todo un proceso generacional en Cali; el paso imperceptible de pueblo a ciudad, la conciencia de pertenecer un grupo de adolescentes â€œâ€Ś imposibles de ignorar, la ola Ăşltima, la mĂĄs intensa, la que lleva del bulto bordeando la noche.â€? La novela urbana, que en mĂĄs de un sentido ha sido tan desestimada como la misma poĂŠtica caicediana (se habla de falta de profundidad, de trascendencia, de apologĂ­a al desconcierto narcotizado. Se habla desde la moral.), fue la forma usada por Caicedo, quien supo que el secreto de la ciudad, sus claves imbricadas al sol, la mĂşsica, al desparpajo hecho actitud, tenĂ­an que decirse asĂ­. Unas calles dejaron de ser cemento y ladrillo, siempre bajo el acecho de la infraestructura, para quedar intactas en una memoria de papel, mĂĄs duradera que cualquier inconstante recuerdo. Las galladas de “El Atravesadoâ€?, las rumbas de “Que viva la mĂşsicaâ€?, Angelita y Miguel Ă ngel, son personajes, grupos y sucesos arquetĂ­picos de la ciudad ahora hecha una sola percepciĂłn: salsa. Pero ninguno de los oyentes actuales vomita febrilmente como RubĂŠn Paces y Richie & Bobby estĂĄn muy ocupados con Jesucristo. La identidad caleĂąa, que ahora le hace el quite a polĂ­ticas JXEHUQDPHQWDOHV SDWHUQDOLVWDV HVWi ÂżMDGD GH DQWHPDQR HQ HVH marco bohemio, pendenciero, solemnemente nihilista, despeinadamente liberal. El lenguaje musical, casi cantado, de la ciudad, el voceo, las tildes donde no van, son el pasaje de acceso a una comunidad en constante evoluciĂłn verbal; “En esa ĂŠpoca lo que se usaba era el hermano lobo, despuĂŠs quedĂł en hermanolo, y despuĂŠs en hermano, y ahora todo el mundo dice es mano.â€? Esa facilidad, pues, para subvertir el lenguaje, para volverlo del revĂŠs (lunfardo caleĂąo) es otra de las caracterĂ­sticas que aĂşn DKRUD VLQ WDQWD HUXGLFLyQ FLQpÂżOD IRUPD SDUWH GHO DFHUYR FLXGDGDQR 6L ELHQ HV XQD VHxDO IXHUWH GH FDOHxLGDG LGHQWLÂżFDWLYD WDPELpQ HV XQD GH ODV SRFDV TXH WRGDYtD SHUPDQHFHQ LQFUXVWDGDV HQ OD PHPRULD /RV WLHPSRV YLROHQWRV HO profundo declive artĂ­stico, la ilustraciĂłn vista con extraĂąeza y, en no pocos casos, reprimida, han ido distanciando a la juventud caleĂąa de sus ilustres predecesores. Otro tanto sucede con los lugares emblemĂĄticos, que ahora son simplemente un suspiro ascendiendo entre el humo del cafĂŠ reciĂŠn hecho para conversar. “VivĂ­a, pues, yo, en el sector mĂĄs representativo y bullanguero del Nortecito, aquĂŠl que comprende el triĂĄngulo Squibb-Parque Versalles-Dari Frost, el primer Norte, el de los suicidas.â€? ÂżQuĂŠ se ha hecho de ese Norte?, ÂżQuiĂŠn ensombreciĂł los ĂĄrboles del Parque, de cuĂĄndo acĂĄ las Ăşnicas visitantes del Dari son las azafatas que estudian arriba de ĂŠl? Una banalizaciĂłn progresiva, disfrazada de progreso, ha dejado sĂłlo astillas de ellos, que ahora parecen la foto de un daguerrotipo, empequeĂąeciĂŠndose cada vez mĂĄs en la memoria. La Sexta, que todavĂ­a estĂĄ recorriendo MarĂ­a del Carmen, agoniza entre el acoso de los hombres trajeados que invitan a pasar a la Cascada, al Riachuelo, a la Tribuna, al Lodazal, y la fuente mugrienta del Parque de las Tortugas oxidadas.

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CUENTO

ENSAYO

Ya no estaba tan segura ni siquiera de querer escribir, si para hacerlo tenĂ­a que seguir el rastro de baba que han dejado todos tus colegas en simposios, recitales, cafĂŠs modernos y carritos de supermercado. IntentĂŠ desarrollar un discurso propio, sin apegos de ninguna clase, pero no me dieron las manos. AdemĂĄs, deudas de reconocimiento me aquejarĂ­an a cada lĂ­nea, hasta los epĂ­grafes ya tendrĂ­an razĂłn de cobro, a una menciĂłn, a cualquier aplauso aislado en un salĂłn con muebles recubiertos de plĂĄstico. Mis compaĂąeros de andĂŠn y yo no pudimos alcanzar la inmortalidad y D ORV GLHFLVpLV QRV KXELpUDPRV UHtGR VL QRV OR KXELHVHQ GLFKR 1R HVWXYLPRV HO WLHPSR VXÂżFLHQWH QL KLFLPRV QDGD SDUD VHU LPSRUWDQWHV SHQViEDPRV TXH HO UHVSODQGRU SODVWLÂżFDGR GHO UHFRQRFLPLHQWR OOHJDUtD SRUTXH Vt D IXHU]D GH EHEHU fumar y dormir en camas alquiladas. A ninguno se le ocurriĂł pensar que tal vez no tenĂ­amos nada por decir. Al menos no con este lenguaje. AsĂ­ que me he pasado todo este tiempo viviendo de prestado, sin grandes emociones ni delirios que sean propios, escribo como loca, sĂ­, pero ya no creo en la literatura como salvadora del mundo. Voy guardando mis cositas, con pena de leerlas, porque soy capaz de quemarlas todas, y las mando a veces, a concursos con nombres que hieden a formol, o a donde sea que pidan colaboraciones. TambiĂŠn me empezaron a gustar mucho las pastillas, entre otras cosas. Hoy, por decir un dĂ­a cualquiera, me devolvieron otro cuento. Van siete ya. QuĂŠ hijos de puta. Pienso a veces que es un poco como si la vida me dijera “Soy yo o el abismoâ€?, no sĂŠ, estĂĄ todo muy pesado acĂĄ ÂżsabĂŠs? (y de paso disculpĂĄme que te tutee, creo habĂŠrmelo ganado) Igual, si sobrevivo es porque sĂŠ exactamente quĂŠ hacer cuando no pueda seguir. Pero sin exagerar. He decidido escribirte asĂ­, sin un orden ni motivo, porque me imagino que ya lo has adivinaGR \ DGHPiV SDUD KDODJDUWH XQ SRFR 'HMiPH TXH WH SUHJXQWH ¢7H VHQWtV LPSRUWDQWH FXDQGR YHV OD ÂżOD TXH VH IRUPD frente a tu escritorio?, Âżte reconocĂŠs quizĂĄ en algĂşn estudiante que no tiene para las copias?, ÂżpensĂĄs en mĂ­ cuando va atardeciendo? Yo sĂ­ que pienso a veces en vos, en cĂłmo eran las cosas y todo lo que fue. No me arrepiento de nada, como probablemente supondrĂĄs, pero suelo preguntarme si juntos habrĂ­amos cedido, si me hubiera dejado arrastrar hacia arriba, entre el lodo y las babas. Me gusta creer que serĂ­as un varĂłn domado y feliz, cintica de colores atada a mi tobillo izquierdo, una vida reposada y pobre. Es por esto que te escribo ahora, con tanto rodeo, porque estoy demasiado vieja para acercarme desde otro lado mientras vos, en cambio, vivĂ­s una segunda adolescencia. Si te busco es porque ya no puedo formar parte de nada, no sĂłlo para tener un ejemplar dedicado encima de la mesa o ser objeto de una visita en procesiĂłn, con rosas y claveles, con globos de colores que se elevan al cielo como cometa en Agosto. Una vez perdido el impulso hay que reconocer nuestras limitaciones, saber partir con orgullo, lejos de un ideal, para ir a hundirse en el fango de la colectividad/homogeneidad/uniformidad. ÂżEra acaso mĂĄs pura, mejor que el resto? Mujer terca, con pretensiones de ser huequito en el cielorraso, raja en el espejo. No hace falta decir adĂłnde voy, igual en este momento no le intereso a nadie. Pero no pido reconocimiento ni aceptaciĂłn, es sĂłlo que esta realidad se me hizo insoportable, y ya no puedo escribir para cambiarla. No como quisiera. ConfĂ­o que ayudes a encontrarme y espero que de paso empecĂŠs a perderte un poquito vos tambiĂŠn. EmpecĂŠ siguiendo mis dedos que se movĂ­an solos, mi rabia murmurando cada sĂ­laba, pero esta hoja se ha vuelto en mi contra. Y ya mis palabras no son mĂ­as, y no me reconozco en esta envidia de bombillito fundido, que chisporrotea intermitentemente, pero se sabe cerca de las sombras mientras los otros faroles todavĂ­a alumbran tan claro, bajo los cerros y las capillas. Como este pobre llanto desterrado que sube al cadalso sangrando sin ninguna intenciĂłn de dar lĂĄstima, mĂĄs allĂĄ de la comĂşn para toda sĂşplica, pero sintiendo a cada coma el vĂŠrtigo de mi rendiciĂłn, de mi incapacidad. No hay futuro.

Pero lo que querĂ­a decir era otra cosa.

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La araĂąa prodigiosa que ataca al Atravesado bajo la loma de Chipichape ha mutado, y ya nunca mĂĄs podrĂĄ divisarse la ciudad si no es desde ese laberinto oloroso a plĂĄstico con un tren a la entrada como guiĂąo y burla al pasado feliz. El teatro BolĂ­var, el Cid, el San Fernando, languidecen ahora bajo la fĂŠrrea mano de ingeniosas estratagemas para evadir impuestos disfrazadas de cultos. Nadie se pelea por una pelĂ­cula en esta Cali estragada por las drogas duras, el VLFDULDWR KHUHGDGR \ OD DÂżFLyQ FDGD YH] PiV HQFHQGLGD DO GHVFXLGLVPR /RV JULQJRV QR VRQ WDQ FiQGLGRV QL WDQ JRUGRV y ya nadie piensa en hacerles saber que este suelo tambiĂŠn se llama AmĂŠrica sino en darles lo que pidan, papitos. Pero basta de enumeraciones lamentosas. A lo largo de toda la obra caicediana es posible notar una relaciĂłn de amor-odio con la ciudad, que espera y desespeUD TXH HV UHXQLyQ \ PDOGLWD DWPyVIHUD DVÂż[LDQWH 'HVSXpV GH HOOD QR VH OD FULWLFD PiV GHVGH OD OLWHUDWXUD TXH GLFKR sea de paso, se ha reducido a la mĂ­nima expresiĂłn de la obsecuencia y los favores debidos) Cali no tiene mĂĄs un FDQWRU TXH OD GHÂżQD \ ORV SREUHV LQWHQWRV H[LVWHQWHV VH KDQ TXHGDGR DWUDSDGRV HQ OR SURSXHVWR SRU HO *UXSR 1LFKH HPEUXMDGRV SRU OD YR] GH 0RQFKR 6DQWDQD /D FDOHxLGDG GLVFXUUH HQWUH FKRODGR \ $PpULFD SHUGLHQGR FXDWUR ÂżQDOHV GH /LEHUWDGRUHV QXHVWUDV KRQURVDV GHUURWDV VXFHVRV TXH VRQ VLJQRV PRPHQWRV SHUR TXH HQ GHÂżQLWLYD QR SXHGHQ VHU una lectura de esta ciudad turbulenta, ensordecida por el fragor de la rumba y de los tiros. La ciudad se desplaza diariamente, se despeĂąa por los abismos nuestros de cada dĂ­a, es mĂĄs peligrosa, menos amable. Vive en un sueĂąo, inmersa en esa utopĂ­a de lo que supo ser o a lo que pudo llegar. Se canturrea a sĂ­ misma sus oraciones, recuerda sonriente eso de “un sueĂąo atravesado por un rĂ­oâ€? y no piensa ni por un momento en la fatal pesadilla que ha venido perturbando su noche larga, tampoco cuestiona el color arequipe del agua; viejo cementerio de lo arrojadizo. Ante semejante panorama es posible comprender a MaULiQJHOD TXH VH WLUy GHO HGLÂżFLR GH 7HOHFRP WDSiQGRVH los oĂ­dos con las manos, o al mismo AndrĂŠs, que conocĂ­a como nadie los mandatos de la tribu, donde no sos nadie sino hasta que te morĂ­s. Nuestros hĂŠroes estĂĄn muertos, o callados, como Édgar PiedrahĂ­ta, tan decente ahora, suicida en potencia al que la ciudad le arrebatĂł todo lo que alguna vez supo darle. Esa desesperanza, al menos, todavĂ­a persiste, ese calor opresivo dejando huellas en el pavimento y en los cuellos enrojecidos. Nuestros padres nos han heredado prejuicios, enfermedades, hastĂ­os y algunas historias de una ciudad idĂ­lica a la que ellos, como nadie antes, han contribuido a desterrar del presente. ÂżNo han encerrado a Versalles en XQD PXUDOOD GH HGLÂżFLRV EDQFDULRV QR OR KDQ FRQYHUWLGR en sector comercial? En el parque, Âżno dormitan los viejos muecos, perdidos en la ensoĂąaciĂłn de lo que se ha ido, no vienen a reposar el almuerzo los futuros tĂŠcnicos-en -cualquier-cosa, los cajeros del Comfandi situado a una cuadra? SĂłlo queda leer, desear con todas las fuerzas ser esos hombrecitos que no hacĂ­an otra cosa mĂĄs que ir a ver cine, aĂąorar incluso la suerte de Solano PatiĂąo, esbozar una sonrisa irĂłnica al pensar en eso de â€œâ€Ś y espero con mi hijo una mejor ĂŠpoca.â€? porque ya no viene mĂĄs, porque AndrĂŠs, pobrecito, tampoco podĂ­a ser clarividente ni tenĂ­a quĂŠ imaginarse este silencio entre pitos y aullidos, esta pobreza de ideas, de saber, de un arte que no responda a ĂŠlites achacosas. Hemos olvidado las mĂĄximas, los consejos de antes. Si algo queremos, es precisamente llegar a ser â€œâ€Ś persona mayor, hombre respetable.â€? Supimos sustituir al cine con aparatos hipnotizadores, con modas forĂĄneas por las que darĂ­amos la vida. El ritmo de la soledad se acalla con uno, dos, tres pases temblorosos, y aquellos que alguna vez dijeron, alzaron su voz, ahora balbucean incoherencias en espacios arrendados por gigantes conmovidos, sacan a relucir toda su miseria intelectual, su pobreza de alma en editoriales y columnas que no son sino refritos, odas a los autorretratos construidos, a los personajes olvidados. Nadie quiere dejar obra, ni siquiera los intelectuales con incontinencia verbal. El legado de AndrĂŠs se ha hecho pose, calco adaptable a las mediocres habilidades de rolos, ibaguereĂąos o costeĂąos, que Âżconstruyen? un personajillo FRQWHVWDWDULR OH DJUHJDQ JUDQGHV GRVLV GH PDOGLWLVPR GURJDV \ HO HVWUXHQGR GH VX HOHFFLyQ SDUD OXHJR VHU LQĂ€DGRV SRU OD FUtWLFD ORFDOLVWD /RV ÂłSRFRV EXHQRV DPLJRV WRGDYtD VH HPSHxDQ HQ YLYLU GH ODV PLVPDV DQpFGRWDV HQ ÂżJXUDU FRPR voces autorizadas porque alguna vez compartieron una cerveza, una rumba, una muchacha, con el que de verdad sĂ­ hacĂ­a algo. La debacle se cierne sobre la ciudad y sĂłlo el lucro, la capacidad de sacarle provecho, sobrevive todavĂ­a. Los pilluelos siguen haciendo maldades acĂĄ en Monteadentro.

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ENSAYO

CUENTO

Instancias del fracaso La realidad del hombre no consiste solo en sus rasgos normales y sanos, sino tambiĂŠn en todo lo anormal y enfermizo que hay en ĂŠl y que ofrece posibilidades desconocidas. Witold Gombrowicz

Si uno de los aciertos mĂĄs notables de AmpliaciĂłn del campo de batalla, la primera novela de Michel Houellebecq, es OD GHÂżQLFLyQ GH OD VH[XDOLGDG FRPR XQ FRPSOHMR VLVWHPD GH MHUDUTXtDV VRFLDOHV /DV SDUWtFXODV HOHPHQWDOHV VX QRYHOD siguiente, reexamina el tema a mayor escala y con la misma destreza, que no es poco. Las partĂ­culas elementales es un libro que se atreve a cuestionar el valor de una de las victorias mĂĄs preciadas en la memoria de todos los intelectuales de izquierda: Mayo 68. Houellebecq seĂąala la paradĂłjica relaciĂłn entre el mundo actual, dependiente en extremo de la tecnologĂ­a y del sistema capitalista, y los cambios sociales que se operaron despuĂŠs del 68, como la revoluciĂłn sexual o la pĂŠrdida absoluta de religiosidad, ahora sustituida por espejismos New Age. Ante todo, Michel Houellebecq es un moralista. La crĂ­tica enceguecida suele pasarlo por alto. La trama de Las partĂ­culas elementales estĂĄ construida alrededor de la lucha de los medios hermanos Bruno y Michel junto con sus fugaces y respectivas parejas Christiane y Annabelle, por alcanzar una felicidad, una paz mental que parece estarles vedada a toda costa. La sexualidad, tan esquiva para aquellos que no posean las caracterĂ­sticas adecuadas, cada pequeĂąo acto de mezquindad que suele ser aceptado y promovido, los tristes subterfugios que disimulan la soledad del hombre moderno, son algunas de las caracterĂ­sticas del mundo actual segĂşn Houellebecq, un mundo que se va endureciendo a cada capĂ­tulo, dejando pocas salidas para los personajes. Los elementos de contemporaneidad en la novela quedan explĂ­citos incluso tras XQD OHFWXUD VXSHUÂżFLDO VX WUDWR GH OD VH[XDOLGDG GHPDVLDGR FUXGR SDUD FLHUWR sector pretendidamente “moralistaâ€? de la crĂ­tica, el mismo tema central – cĂłmo la liberaciĂłn sexual ha causado un efecto inverso al que se proponĂ­a, con los hombres que antes fueron jĂłvenes rebeldes perpetuando las mismas desigualdades que habĂ­an combatido-, la ĂŠpoca en la que estĂĄ ambientada la novela ÂżQDOHV GHO VLJOR ;; VX HVWLOR QDUUDWLYR TXH LQFOX\H DSDUWHV FRQ XQ WRQR SURIXQdamente ensayĂ­stico, agudas observaciones sociolĂłgicas y poemas. 7UHV DVSHFWRV GHVWDFDQ HQ /DV SDUWtFXODV HOHPHQWDOHV XQD SDUDGRMD XQ ÂżQDO que acaso esconda, quizĂĄ por primera vez en toda la novela, otra lectura, y unas ideas demasiado a la vista, cosa que puede llegar a resultar desagradable para algunos lectores. AquĂ­ estĂĄn, pues, las imprecisiones que he podido establecer sobre dichos aspectos: - En el primer pĂĄrrafo de este texto planteo que Houellebecq es un moralista. Lo digo porque al leer la novela resulta evidente que sus escenas “controversialesâ€?, causantes de revuelo e indignaciĂłn, no son abordadas con regocijo, con un interĂŠs que trascienda la mera necesidad de consignar ciertos eventos. No, estos momentos se relatan con frialdad, con un aburrimiento muy cercano al asco. Asimismo, estĂĄ claro que no son mĂĄs que sĂ­ntomas de una enfermedad que la novela se esfuerza en diagnosticar. Nada mĂĄs distante de una apologĂ­a o de una fascinaciĂłn morbosa (si la hay, en todo caso, pertenece a determinados personajes). Hecha -o no- mi aclaraciĂłn, es interesante, por decir lo menos, la lectura escandalizada de la obra, hecha por algunos cĂ­rculos literarios, lectura que blanquea una actuaciĂłn pour la gallerie, hipĂłcrita y mentirosa, que cierra tendenciosamente los ojos hacia las mismas costumbres que aplaude con la mirada atenta en privado. Exageraciones (que las hay en el libro) aparte, considero que Houellebecq dice la verdad, al menos en lĂ­neas generales, y que si esa verdad resulta incĂłmoda en estos tiempos de extrema correcciĂłn, pues ĂŠse es precisamente uno de los signos de la buena literatura. Por otro lado, tambiĂŠn es justo resaltar que esa crĂ­tica pareciera padecer del mal de Zuckerman (por el personaje de Philip Roth), tan bien explicado por Rubem Fonseca en Diario de un libertino: “Los lectores pensaban que el personaje del libro era el ĂĄlter ego del autor, y que todo lo expresado en su libro aludĂ­a a ĂŠl, y a sus amigos y parientes‌â€?. Como si desde siempre lo Ăşnico importante no fuera, precisamente, la obra y como si el juicio crĂ­tico no tuviese que circunscribirse a ĂŠsta.

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humo que brota de un cigarro natural, en el sudor acre y brillante por el que resbalaban nuestros miembros de adolescentes tiernos, en trance de alcanzar la inmortalidad. HabĂ­amos empezado a distanciarnos, a causa tal vez de mi alejamiento de mĂ­ misma, de lo que era yo, y cĂłmo fue que amanecĂ­ una noche con ganas de ver a mi papĂĄ, de tomar la leche con miel antes de acostarme, sola y vestida. Él, pobre ĂĄngel, no sabĂ­a (ni estaba en condiciones de entender), nada de lo que sucedĂ­a en mi interior, preocupada como estaba por la crisis ambiental, el racismo que nunca falta, el abuso a los animales, los pobres obreros sin trabajo, tanto afĂĄn social que aĂşn ahora no sĂŠ si era real, o si respondĂ­a mĂĄs bien a la necesidad de sentirme parte de algo, SHUWHQHFHU D XQD FRPXQLGDG SRGHU GHFLU Âł6R\ DFWLYLVWD SRU HVWDV \ HVWDV RWUDV FDXVDV´ ÂżJXUDU HQ OD IRWR DVt IXHUD GH espaldas, pero que se supiera, que quedara bien clarito que era yo, y no mi vecina, ni alguna de las de mi edad. &RPSUHQGt GH SURQWR TXH pUDPRV MXQWRV QR VHSDUDGRV FRPR VX DSRGR DOJR XQ WDQWR XQGHU TXL]i SHUR GHÂżQLWLYDmente dentro del canon, dentro de las acepciones comunes y las vulgares peleas estereotipadas. En toda universidad medianamente decente, habĂ­an por lo menos cinco parejas como nosotros, acabadĂ­simos hasta los huesos, con los MHDQV URWRV \ HO Ă€HTXLOOR 5DPRQHV pO PLHQWUDV \R PX\ GHFHQWLFD SRU IXHUD SHUR VXFLDPHQWH SHUWXUEDGD DVt PH dijo una vez mi mamĂĄ) por dentro, como Nancy Spungen. Me dio tristeza verme a mĂ­ misma desde tanta distancia, sabiĂŠndome falsa y repetitiva, me dio rabia saber que no estaba haciendo nada distinto a lo que hicieran Sid Vicious y compaùía por allĂĄ en el 77, y quise en ese momento con todas mis menguadas fuerzas que llegara un cambio de verdad, algo que presumo le sucede a toda adolescente que haya hecho a los quince lo que debĂ­a hacer despuĂŠs de los veinte. Mientras tanto todos se embarcaron, con mayor o menor suerte, en una carrera literaria. Cuentos, poemas y novelas escritas con un poco de miedo, a + b, ocho por ocho es igual a sesentaicuatro y no a un perro. Algunos, los mĂĄs FRPSURPHWLGRV HPSH]DURQ D SXEOLFDU HQ GLVWLQWDV UHYLVWDV OLWHUDULDV LQÂżQLWDV UDPLÂżFDFLRQHV GHO PLVPR DUWtFXOR RWURV ayudados por la popularidad que habĂ­an conseguido en la Loma con nuestro grupo, se dedicaron a vender de mano en mano sus palabras trabajosamente fotocopiadas. Ninguno trascendiĂł, pero sus esfuerzos les sirvieron para ganarse XQ SREUH UHFRQRFLPLHQWR FRPR ÂżJXUDV LQWHOHFWXDOHV GH OD FLXGDG \ FROXPQDV GH TXLQLHQWDV SDODEUDV HQ SHULyGLFRV GH derecha, para ser arrieros de este pĂĄramo cultural. Vos no, terminaste la carrera y dedicaste tu tesis a todo el claustro. QuĂŠ hijo de puta. Luego, asĂ­ digĂĄs que fue por mĂŠrito, accediste -porque acĂĄ todo es como si fuera un trĂĄmite, uno paga la factura y de pronto la luz ilumina el cuartoinmediatamente al premio Jorge Isaacs y a incontables entrevistas en medios obsecuentes, gracias a un cafecito por DTXt XQ HVWR\ GH DFXHUGR SRU DFi \ XQ VDFULÂżFLR GH OD LQWHJULGDG DUWtVWLFD SRU WRGRV ODGRV Nosotros, los humillados y ofendidos, nos vimos recompensados con tu nombramiento como profesor de planta, asĂ­ como se sintiĂł remunerado Fuentes cuando le dieron el Nobel a GarcĂ­a MĂĄrquez, porque era para todos. Algo bellĂ­simo, dirĂ­as. Luego descendiste a fuerza de amabilidad y presiĂłn hasta una merecidĂ­sima decanatura. Mientras los demĂĄs ĂŠramos como niĂąos, sentados en el asiento trasero del coche que ven asombrados cĂłmo los va siguiendo la luna. Maravilloso. Todo rebelde se convierte al pasar los aĂąos en un censor, y vivo temiendo que algĂşn dĂ­a despierte cambiada, prejuiciosa y hueca. Como el propio Ulises, que ahora se hace llamar Pastor Ulises (ni siquiera acĂĄ olvidĂł su apodo) y trabaja de noche en un almacĂŠn de libros religiosos. A veces, cuando es hora de cerrar, se queda mirando como idiota a la tapa de Dios Habla Hoy, y le invade un impulso repentino de mudarse de donde su mamĂĄ, de tirarse de un puente para sentirse un poco clavadista, de buscarme justo en los lugares que ya no frecuento. Luego le palmean el hombro y VH FRQIRUPD FRQ XQ FDIp \ XQ SDQ GH 7HUPLQDPRV SRU QR UHFRQRFHUQRV \ QXHVWUD UHODFLyQ VH IXH GHVPRURQDQGR entonces, lentamente, con pequeĂąos desplantes que lo evidenciaban, pero que pasaron desapercibidos al principio. Lo que solemos hacer cuando no queremos herir, obedeciendo a la decencia. Dejamos de saludarnos primero y ya despuĂŠs no Ă­bamos a los mismos sitios, habĂ­amos decidido cosas diferentes, cara o cruz. <R HVWXYH GDQGR YXHOWDV SRU DKt VLQ XQ UXPER ÂżMR DQGXYH ORFD SRU KDFHUPH DUUHVWDU WHQHU SURQWXDULR TXH PH FRQRcieran de la Sexta para arriba. MontĂŠ cine foros, hice teatro alternativo, que es lo mismo que decir morirse de hambre, volvĂ­ a la Loma sĂłlo para ver cĂłmo acĂĄ, en esta Cali hecha de ruinas circulares, volvĂ­an a surgir los mismos anhelos novelescos y las mismas fobias, como al trabajo, por ejemplo. AndrĂŠs se desvanece mĂĄs cada dĂ­a que lo leen sin entenderlo, muchachos, de modo que mejor vayan pensando en las matrĂ­culas abiertas del Sena. No quiero reconocerme, por vanidad, en estas muchachas anorĂŠxicas y depresivas, pero sĂŠ, sin lugar para ninguna duda, que si mi sombra y mi pasiĂłn me abandonan, es porque ya no les pertenezco, porque me agotĂŠ mucho antes de lo previsto y la bĂşsqueda de AmĂŠrica queda entonces para las nuevas desencantadas. Usted, seĂąora, quĂŠdese en su casa y si se aburre mucho vaya tĂ­rese cualquier dĂ­a de estos al paso de uno de esos buses azules nuevos, que no paran y son ecolĂłgicos, ÂżcĂłmo le parece?

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CUENTO

ENSAYO

No volvĂ­ a los salones de clase, como no fuera para repartir avisos de nuestros recitales y tambiĂŠn, (aunque esto calladamente, razĂłn principal pero jamĂĄs compartida con ninguno) para verles las caras de desempleo y uniformidad D ORV FRPSDxHURV TXH TXHGDEDQ DOXPQR HQ ODWtQ VLJQLÂżFD VLQ OX] WRGR HVR YDPRV (Q HO JUXSR YRV D OD FDEH]D iban instaurando una rutina en la que entrĂŠ gustosa, buscando vivir lo que de otra manera no podrĂ­a experimentar, y participĂŠ activamente de cada recital, de cada hurto disimulado a panaderĂ­as esquineras, estuve cuando se anunciaron ORV QXHYRV LQWHJUDQWHV \ OHt VLQ SLHGDG FDGD QRPEUH GHVWLQDGR D DEDQGRQDU QXHVWUDV ÂżODV 1RV UHXQtDPRV FDGD QRFKH - Âżte acordĂĄs todavĂ­a?- en la Loma para leernos sin vergĂźenza nuestros poemas y cuentos, plagios casi todos, voces que recuerdan a BolaĂąo, que recuerdan a Julio, que recuerdan a Parra, que recuerdan a. 4XHUtDPRV GLIHUHQFLDUQRV KDFHUQRV YDOHU PHGLDQWH OD DFXPXODFLyQ GH XQD FXOWXUD HVWHULOL]DGD \ ÂżOWUDGD D FXHQWDgotas por los licenciados, las revistas entre amigos, las diferencias ideolĂłgicas; “no leo a Vargas Llosa porque es de GHUHFKD´ WRGR PRPLÂżFDGR < HUD WDQ H[FLWDQWH VHQWLUVH GXHxR GH XQ GLVFXUVR FRPEDWLYR \ FRQWHVWDWDULR SDUWH GH XQD JHQHUDFLyQ GLIHUHQWH TXH LED D UHHVWUXFWXUDU HO HGLÂżFLR DERYHGDGR GH OD /LWHUDWXUD FDSLOOLWDV GH LJOHVLD VLQ PiV UHOLJLyQ que la del papel y las letras; lea siete veces a cada autor, quĂŠmese lo escrito hasta ahora. SerĂ­amos invitados a coloquios, al festival de literatura de Chipichape, y allĂ­ alguno leerĂ­a, de un tiquete o de un rollo de papel higiĂŠnico, poemas QXHYRV SDUUDÂżWRV JORULRVRV 4XHUtDPRV VHU HO QXHYR %RRP SHUR OD H[SORVLyQ QRV KXELHUD PDWDGR No hablĂĄbamos, a diferencia de otros, de polĂ­tica, nunca, porque corrĂ­amos el riesgo de ser apabullados por los argumentos del compaĂąero comprometido con la realidad social, que declama encendido en plazoleta y arregla fotocopiadoras. Nosotros, que no sabĂ­amos nada pero intuĂ­amos bastantes cosas, nos distanciamos inmediatamente del discurso izquierdista anquilosado, que aĂşn hoy, segĂşn leo, sigue siendo reciclado y repetido con terca devociĂłn. QuizĂĄs ese haya sido nuestro Ăşnico mĂŠrito, nuestro orgullo comĂşn. 5HOHR \ PH FDXVD JUDFLD HVH QRVRWURV WDQ SUHWHQFLRVR \ XQLÂżFDGRU /D YHUGDG HV TXH VDOYR PL UHODFLyQ FRQ 8OLVHV y las charlas de hambre que tenĂ­a a veces con vos, nunca fui amiga de ninguno. Mejor asĂ­. En este ambiente somos amigos y compaĂąeros hasta cierto punto, hay un abismo invisible que nos separa del interlocutor, un silencio que crece y se traga las conversaciones de mĂĄs de hora y media, sin contar la baba sinuosa de la hipocresĂ­a, que se esconde tras cada lengua ĂĄvida de reconocimiento y va impregnando lentamente las mesas de los cafĂŠs, las servilletas arrugadas, el aire que despeina y la lluvia que cala hondo, hasta revestirlo todo de un sopor innominado, que cansa hasta a los mĂĄs inquebrantables. SĂşmele ademĂĄs el miedo y el frĂ­o de saber que estĂĄs sola, escribiendo en el culo del mundo, anĂłnimamente hasta que HO VXLFLGLR X DOJ~Q IDPLOLDU FRQ SODWD VDTXHQ D Ă€RWH HO EDUTXLWR GH OD REUD TXH GH WRGDV IRUPDV VH KXQGLUi VLQ UHPHGLR DQWHV GH OOHJDU DO LQÂżQLWR RFpDQR GH OD /LWHUDWXUD (PSH]DUi KDFLHQGR DJXD SRU HO FKDUFR GH OD YDOOHFDXFDQLGDG \ OD crĂ­tica impiadosa agujerearĂĄ las velas del barco, que discurrirĂĄ a la deriva entre parajes desoladores y cementerios que tienen escrito a la entrada, grande, “AquĂ­ es Macondoâ€?, hasta arribar a la capital, donde serĂĄ sepultado en el cementerio marino tras una pobre recepciĂłn de los panzudos patrones, prohombres y precursores que mantendrĂĄn cerrados los muros de la represa literaria hasta su muerte, cuando de repente algĂşn poeta guajiro sacarĂĄ su dedo del dique, cual niĂąo holandĂŠs, y apareceremos en el mapa como una gran mancha de petrĂłleo en el mar. O algo asĂ­. Pasamos un buen verano, podrĂ­a decirse, pero nada mĂĄs, porque pasa que yo a veces veo, desde chica me suceden cosas asĂ­, tan claramente como la Maga veĂ­a a Oliveira ahogĂĄndose en rĂ­os metafĂ­sicos, (cuĂĄnto querĂ­a ser asĂ­, uruguaya y con un hijo enfermo, ignorante pero poseedora de la verdad, sencillamente, sin mĂĄs vueltas ni discursos citando a Kierkegaard, enamorada del mejor hombre que podĂ­a existir, y que ĂŠl me extraĂąara en mi ausencia, llegando casi hasta el borde de la navaja, o de la ventana, para no ir tan lejos),un dĂ­a cerrĂŠ los ojos y vĂ­, vĂ­ que no existĂ­amos, TXH SHUSHWXiEDPRV HO PLVPR VLVWHPD TXH KDEtDPRV MXUDGR GHVWUXLU Yt D QXHVWURV FDGiYHUHV FDOFLÂżFDGRV SDYLPHQtando el camino por donde pasarĂ­an los ensayistas obsecuentes, los poetas costumbristas, los novelistas perezosos, los escritores sin valor, vĂ­ que ĂŠramos simplemente la rebeldĂ­a del momento, nada mĂĄs, pero mucho menos. Y oĂ­ a los mismos que robaban libros entonces, suplicar luego por una beca, una menciĂłn, el nĂşmero de telĂŠfono del profesor amigo, los vĂ­ afeitarse sin que su mano temblara, abotonarse uno por uno los botones de la camisa, pedir a mamĂĄ que les ajustara el corbatĂ­n, los vĂ­ encajar en el molde. Supe entonces que no querĂ­a volver a ver a ninguno de ellos, supe tambiĂŠn que los verĂ­a alguna vez sentados detrĂĄs de un escritorio en la decanatura, parados en algĂşn estrado polvoriento, me reconocĂ­ incapaz de romper con estas paredes invisibles, con esta realidad preestablecida, y fue como si un torbellino saliera, no del cielo, sino de los charcos, del fango y del cieno, a consumir mi inocencia y mi virtud, mis discos de los Beatles y de Simon & Garfunkel. En medio de todo este torbellinoluz, torbellinotiniebla, estĂĄbamos yo y Ulises, mi relaciĂłn con ĂŠl, que un dĂ­a podĂ­a estar UHVXPLGD HQ XQ ERIHWyQ VXDYH SHUR JROSH DO ÂżQ YLRODFLyQ QR FRQVHQWLGD GH PL LQWHJULGDG WDQ PDO SURWHJLGD UHYpV GH su mano alcanzando mi mejilla en algĂşn patio y que el choque entre la mano y la mejilla resonara por las baldosas y las paredes, o bien podĂ­a encontrarse, mĂĄs acorde con nuestra naturaleza romĂĄntica, en dos siluetas dibujadas por el

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- El epĂ­logo de Las partĂ­culas elementales es, a mi juicio, una respuesta al caos, una salida diferente a la locura de Bruno y el suicidio de Christiane, Annabelle y Michel. Este Ăşltimo, fĂ­sico investigador de BiologĂ­a Molecular, postula una teorĂ­a que hace posible que â€œâ€Ścualquier cĂłdigo genĂŠtico, no importa su complejidad, podĂ­a reescribirse en forma estĂĄndar, estructuralmente estable, inaccesible a las perturbaciones y a las mutaciones. Cualquier cĂŠlula podĂ­a estar GRWDGD GH XQD FDSDFLGDG LQÂżQLWD GH GXSOLFDFLRQHV VXFHVLYDV &XDOTXLHU HVSHFLH DQLPDO SRU HYROXFLRQDGD TXH HVWXviese, podĂ­a transformarse en una especie emparentada, reproducible mediante clonaciĂłn, e inmortal.â€? DespuĂŠs de algunas vicisitudes causadas en su mayor parte por el dogmatismo y la presiĂłn ejercida por casi todas las religiones existentes, las implicaciones de semejante descubrimiento pudieron, con el aval de la Unesco y los esfuerzos de un JUXSR GHQRPLQDGR 0RYLPLHQWR GHO 3RWHQFLDO +XPDQR ÂżQDOPHQWH DSUHFLDUVH HQ VX PDJQLWXG HQ HO DxR WUDV Âł/D creaciĂłn del primer ser, el primer representante de una nueva especie inteligente creada por el hombre “a su imagen y semejanzaâ€?.â€? Una de las caracterĂ­sticas de la teorĂ­a que podrĂ­a dar una idea aproximada sobre la intencionalidad de +RXHOOHEHFT DO SUHVHQWDU HVWH HVER]R GH FLHQFLD ÂżFFLyQ HV TXH HVWD QXHYD HVSHFLH VXSULPH ODV GLIHUHQFLDV VH[XDOHV y, por tanto, acaba con la sexualidad como mĂŠtodo reproductivo. Como forma de estatus social. Pienso que mĂĄs allĂĄ de lo meramente textual, este apartado podrĂ­a referirse a la supremacĂ­a de la ciencia sobre las defectuosas construcciones sociales del hombre, siempre a la deriva de los intereses econĂłmicos. QuizĂĄ la esperanza del amor, que nunca WHUPLQD GH FULVWDOL]DUVH HQ OD QRYHOD VyOR SXHGD VHU ORJUDGD D WUDYpV GH OD FLHQFLD 2 WDO YH] QR VH UHÂżHUD D HVWR HQ OR absoluto. 3RU ~OWLPR OD JUDQ GLÂżFXOWDG GH /DV SDUWtFXODV HOHPHQWDOHV FRPR ÂłQRYHOD GH ideasâ€? radica en su incapacidad, salvo breves e inquietantes pasajes, para poner a las premisas expuestas al mismo nivel, o detrĂĄs, de la trama, que aquĂ­ parece ser un pretexto mĂĄs. La novela, pues, se erige como mĂłvil ideolĂłgico \ HVD FHUFDQtD DO SDQĂ€HWR DO WUDWDGR ÂżORVyÂżFR YD HQ GHWULPHQWR GHO YDORU HVtĂŠtico. Si bien las expectativas creadas a medida que se suceden los capĂ­tulos WHUPLQDQ SRU FXPSOLUVH WDO YH] HO OHFWRU HFKH GH PHQRV XQD PD\RU VRÂżVWLFDFLyQ R DPELJ HGDG TXH FXEUD ORV PHQVDMHV GHÂżQLWLYRV WDQ GHVQXGRV \ SRU tanto, llenos de brutalidad. Tal vez la conmociĂłn sea una virtud. De pocos libros contemporĂĄneos puede decirse lo mismo. “En la literatura siempre se pierdeâ€?, decĂ­a Roberto BolaĂąo. Houellebecq, que ELHQ SRGUtD FRLQFLGLU FRQ HVWD DÂżUPDFLyQ SDUHFH DxDGLU TXH HQ OD YLGD OD GHrrota tambiĂŠn estĂĄ asegurada. Cada personaje, incluso Michel, cuyos avances progresivos en sus estudios lo van distanciando paulatinamente del mundo, logra experimentar una efĂ­mera felicidad, que harĂĄ, si cabe, mĂĄs dolorosa la SpUGLGD ÂżQDO 7RPHPRV SRU HMHPSOR HO FDVR GH %UXQR 3URIHVRU GH OLWHUDWXUD sobreviviente de una infancia tortuosa, obeso y onanista, la novela lo encuentra divorciado y padre de un hijo al que casi no ve, con el que no tiene nada TXH GHFLUVH 7RGR HVWR VLQ FRQWDU OR TXH YHUGDGHUDPHQWH DĂ€LJH DO SHUVRQDMH su completa falta de atractivo fĂ­sico, a la que se suma un pĂŠsimo desempeĂąo sexual que lo hace invisible para las mujeres que, al menos cuando no estĂĄ pagando por prostitutas, espera atraer. Pero Bruno no pierde la esperanza y al visitar un campo nudista New Age conoce a Christiane, una madre soltera de mediana edad que se enamora de ĂŠl (lo que a esas alturas parece casi un milagro). Pues bien, luego de unos meses en los que ambos son, quizĂĄ por primera vez en sus vidas, completamente felices, Christiane tiene un accidente y queda paralizada de la cintura para abajo. Ella, que no quiere ser una carga para ĂŠl, se suicida. Él regresa a la clĂ­nica psiquiĂĄtrica del Ministerio de EducaciĂłn donde, por orden de su psiquiatra, pasĂł varios meses internado. Esta vez vuelve para quedarse. La bĂşsqueda de la felicidad, del amor, es una quimera en el mundo moderno, demasiado preocupado valorando al sexo como moneda de cambio y signo de clase como para pensar en romanticismos. En cuanto a la felicidad, viene junto con el dinero y las relaciones promiscuas. Los espacios que prometen rescatar algo de los antiguos ideales estĂĄn en manos de diletantes asustados, cuyo interĂŠs por la espiritualidad sĂłlo obedece a “su estado de desgarradora angustia, que bordeaba la esquizofreniaâ€?. La sociedad francesa, que poco a poco se abre a la tecnologĂ­a (aparece en varias escenas el Minitel, una especie de computador portĂĄtil, predecesor del Internet) empieza a experimentar la fascinaciĂłn enajenada por esa frenĂŠtica puesta a punto, por la necesidad de actualizarse, que es otro sinĂłnimo del consumismo. Las partĂ­culas elementales traza el mapa de una generaciĂłn que perdiĂł en todos los frentes posibles su batalla por la independencia, pero que supo, al menos, venderse exitosamente cuando hizo falta. La palabra amor, que tiene resonancias tan bursĂĄtiles actualmente incluso en el paĂ­s de AmĂŠlie y el beso, todavĂ­a es el refugio de algunos confundidos. El hombre, al que ÂżirĂłnicamente? estĂĄ dedicado el libro vive todavĂ­a, cada vez mĂĄs dependiente, mĂĄs alienado. El nihilismo de Houellebecq tiene, aquĂ­, un amargo sabor a nostalgia.

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CUENTO

POESĂ?A

AquĂ­ No Pasa Nada

A Laura JĂĄuregui Este momento en que sosegadamente no creemos en nada, paganos inocentes de la decadencia. Fernando Pessoa

Ya tengo treinta y seis aùos. Tres mås seis es igual a nueve. Nueve veces he reescrito esta carta. Hay nueve lapiceros en mi casa. Hace nueve aùos que vivo sola. Nieva, nueva, nueve. Pero los números no son importantes. Supe huir durante un tiempo muy largo (o bien mirado, muy corto) de este momento. Ahora. Sentada delante del computador, tecleando despacio cada letra, alejåndome sin demasiado asco del cadåver de mí misma. Pienso en Ulises. Dicen que sentiste celos la primera vez que nos viste juntos, que ahí empezaste a ser vos, el hombre, que pudo dejar atrås una imagen de adolescente trasnochado para alcanzar honrosos reconocimientos aquí y en cuatro municipios mås. Me queda muy feo decir que todo lo hiciste para demostrarle a Êl tu superioridad, como si fuera un duelo a distancia del que nadie mås era consciente, pero a veces, cuando hace mucho frío acå dentro, sólo así puedo explicarme eso que cambió de golpe, si vos, al igual que todos, estabas condenado al fracaso. En el principio estå su ropa, sucia y desgastada. Estå ese aguijón dulce que sentí al verlo por primera vez, sin encajar completamente en ningún lado, tan torpe y tan tierno sin proponÊrselo, pobrecito. Estoy yo, despuÊs del colegio, sentada en una banca del Parque de los Estudiantes, pensando en por quÊ no teníamos mar y otras dudas impacientes. Tenía dos jeans, cuatro camisetas -se las contÊ- y un saco gris, que alternaba cuando llovía y cuando era preciso vestirse con algo medianamente elegante; igual, ya que hemos llegado a la elegancia, para Ulises eso era comer con la boca cerrada, o mirar a los ojos cuando hablaba. Ya no me acuerdo, la verdad nunca me interesó mucho saberlo, de su verdadero nombre (pudo ser Arturo, pudo ser Santiago, recuerdos confusos, días anaranjados con noches amarillas), que por otro lado es un poco como la ciudad de nacimiento o la patria, cosas que uno no elige, la marca indeleble de la esclavitud. Él escogió Ulises, no estoy segura de si lo hizo por la novela o porque escuchó el nombre por ahí, RtGR DO SDVDU GH ORV SURIHVRUHV HQ OD IDFXOWDG KDFLHQGR ¿OD SDUD HO DOPXHU]R WDQWDV EDUEDV WDQWRV FUiQHRV SULYLOHJLDdos. QuÊ vergßenza. SÊ que alguna vez lo hablamos, como tambiÊn se habló de las manchas en el cielo, o de las canciones de The Smiths, y recuerdo que insinuó, sin querer decírmelo abiertamente, por pena quizå, que había escogido ese seudónimo porque lo acercaba, al menos soùadoramente, a ese ideal de la academia, al canon, dije yo. Eran otras Êpocas, nuestras ganas sobrepasaban con creces a nuestras capacidades y aún nos creíamos a pies juntillas cada palabra que venía de las bocas con diploma o doctorado, gente que en su puta vida amaneció borracha en un parque, gente que no se manchó los dedos de sangre ni tinta jamås, gente no-literatura, como dijiste acostado en la hierba (nos conocías a todos, los de antes y los de ese entonces) despuÊs de una noche elÊctrica, donde vimos al diablo en los ojos de todos, donde juramos no ser el camino sino mås bien el palo en la rueda, la patada en la cara a lo establecido, juramos volvernos malos, vestir de negro, mirar de lado, fumar copiosamente y estar delgados, pobres e infelices. Todo en nombre de la literatura. Te odiaba, decía que por pretencioso y falso, pero yo sÊ que era porque tenía miedo, eras de tal manera como queríamos ser todos, que no había un silencio, sino un abismo entre vos y los demås, un vacío como si allå abajo fuÊramos cadåveres, muertos por tu pluma, y te buscåramos con solemne devoción, ciegos siguiendo al tuerto por el parque, mientras mirabas arriba, con tu cuello listo para anudarse corbatas de seda, siga doctor, premios y menciones, clases de francÊs para leer a Ovidio editado por Gallimard y todavía seguías aquí, al borde de un barranco inclinado que te empujaba hacia nuestra fetidez, pero con la fuerza necesaria para remontar tus alas de zopilote, o de buitre, o de ave UDSD] TXH SODQHD VREUH IDPpOLFRV DGROHVFHQWHV HQ 6RPDOLD KDVWD OOHJDU SRU ¿Q DO YpUWLJR FULVWDOL]DGR GH ORV FRFWHOHV \ OD YDMLOOD ¿QD

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Disculpa Disculpa por las lagrimas que caen desenfrenadas por mi rostro cada una de ellas representa el todo y la nada. Disculpa por las llamadas en silencio para escucharte mienWUDV FDOODV HQ HO ¿QR KLOR TXH VHSDUD PL VXHxR GH PL SHVDGLOOD Disculpa por las miradas que ocultan mi debilidad, en ellas también está el recuerdo de mi felicidad. Disculpa a mis pensamientos, a mi ingenuidad y disculpa que yo este en el mundo de la gente que no está. Disculpa también por escribir para que la gente no lea por ocultarme del miedo y de el fracaso. Y disculpame para yo poderme disculpar.

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CUENTO ni ser quien quise ser alguna vez. Ahora soy, entre otras cosas, un miedo terrible al silencio reprobador, a las miradas decepcionadas de mi mamĂĄ, un terror de y una secreta vergĂźenza por ser asĂ­, amarte asĂ­, mentir constantemente, contar que tengo novio; inventarle hasta familia para que nadie lo dude. Todo es negativo en estas diez lĂ­neas, amor, pero no escribo para reprocharte ni para hacerte sentir mal, como lo hice antes. Ya estoy grandecita para saber encajar los golpes con dignidad, sin estar recordando siempre cĂłmo solĂ­an ser las cosas y toda esa ternura mĂ­a de antes que me parece tan inĂştil ahora. Estoy en un bus, no sĂŠ si ya lo dije, y hace muchĂ­simo frĂ­o y todos estĂĄn tratando de pareFHU LPSRUWDQWHV SUHSDUiQGRVH SDUD OD ÂżHVWD HQ HO JDOOLQHUR HQMR\DGR DO TXH YDPRV \ PH GDQ DVFR \ OHV GR\ PLHGR \ lloro tapĂĄndome con una cobijita que traje y la verdad no quiero llegar, pero tampoco quiero devolverme, y si no vuelvo ni llego, ÂżadĂłnde ir?, ÂżquĂŠ nos queda a todos por hacer aquĂ­, donde no sos alguien hasta que te matan? No sĂŠ porque pienso en plural, cuando despuĂŠs de pasar ocho semestres consumiĂŠndome en esta hoguera de vanidades ya deberĂ­a VDEHU TXH HVWR\ VROD FDGD XQR GHÂżpQGDVH FRPR SXHGD 9R\ HQWRQFHV D KDFHU OR TXH \R TXLHUR DVt PH OHV WLUH OD YLGD a mis compaĂąeritos, vidas que por otro lado no hacen mucha falta en ninguna parte. Estamos robando aire.

Espacio de muestra Quiero morir siendo p e r f e c ta con mi piel transparente como el cristal y mis manos frĂ­as como lo fueron mis sentimientos y mi cuerpo delgado y siniestro tan perfecta, que es imposible casi mirarme WDQ PDJQLÂżFD FRPR LQGHVFULSWLEOH y mis labios rojos sangre llenos de palabras secas y oscuros besos, impregnados de ilusiones quebrajadas. Morir en pasiones carnales y fugaces, abrazada por las estrellas, soĂąando con la luna y durmiendo en el desierto maravillada por el calor de su textura. Quiero sentirme inigualada y vivir entre miles de pĂĄrpados que susurran mi nombre mientras camino a su alrededor.

'HFODUDFLyQ ÂżUPDGD Aconsejado por mi equipo de abogados y terriblemente descorazonado por ciertas versiones de lo sucedido que algunos han difundido como verdad, escribo esto para dejar claro que: La seĂąorita LucĂ­a Ă ngel y yo estĂĄbamos involucrados en una relaciĂłn sentimental desde hace dos aĂąos. Decidimos, pensando en nuestra privacidad y derecho a la intimidad, ocultar dicha relaciĂłn a todas las personas de nuestro entorno, lo que explica la confusiĂłn al principio de esta terrible situaciĂłn, ya que la prensa malintencionadamente publicĂł que estaba soltera. No, ella era mi novia. DĂ­as antes del viaje a la ciudad de BogotĂĄ, la seĂąorita Ă ngel y yo habĂ­amos peleado, por lo que, como han declarado algunos compaĂąeros, no nos hablĂĄbamos al abordar el bus. En realidad no sĂŠ bien cuando desapareciĂł, la Ăşltima vez que la vĂ­ hablaba con el compaĂąero Fernando Campos, quien la pretendĂ­a desde hacĂ­a un tiempo. Campos, si se me permite decirlo, es un hombre violento y prejuicioso, como ya lo ha declarado mi amigo Luis Lozano. A mi modo de ver las cosas, es ĂŠl quien debe ser investigado por la desapariciĂłn de la seĂąorita Ă ngel y por los demĂĄs sucesos que ya han sido exhaustivamente (incluso con un afĂĄn sĂĄdico, dirĂ­a yo) cubiertos por la prensa. Niego enĂŠrgicamente todas las acusaciones de las que he sido vĂ­ctima y pronto iniciarĂŠ medidas legales contra algunos medios y particulares que me difamaron a mĂ­ y a mi familia, llevados por la maldad y por la reconocida posiciĂłn en la sociedad que tenemos. Si, como espero, la corte no dicta medida de aseguramiento, saldrĂŠ del paĂ­s, por temor a posibles represalias y para intentar recuperarme de la terrible pĂŠrdida que sufrĂ­. Hemos estado muertos desde hace ocho semestres, exactamente. Muertos de humildad, de imaginaciĂłn, de pluma y sencillez, muertos sin sangre, famĂŠlicos que van apoyĂĄndose en las paredes, con los hombros decaĂ­dos, en los postes de luz y el alcohol intentando retrasar esta irremediable caĂ­da, tĂŠmpano sin punta que parece contenernos a veces. DecĂ­s ese hombre divino y se me revuelve el estĂłmago de pensar en tu necedad sin fundamento de gallina cacareadora. Escucho, incluso antes de que las digĂĄs, puras palabras, una tras otra, resbalando por tu lengua y salpicando hasta al menos enterado, letras que supuestamente hemos acordado no juntar en oraciĂłn, porque somos nuevos en esto y tendrĂ­amos que huir de todo lo viejo, arriesgarnos para no estancarnos, pero vos estĂĄs empeĂąado en perpetuar un orden ya vencido, sin darte cuenta de que asĂ­ sean muchos los amantes del pasado, en realidad ninguno harĂĄ nada que no sea repetir lo mismo siempre, como loca desesperada a la salida de un colegio queriendo conquistar a muchachos con heladito de fresa. MĂĄs te valdrĂ­a consumirte en ese fuego redentor, querido Lozano, mariconcito sin ideas, que continuar asĂ­, pensando en el Sena en vez del Cauca o, por exagerar, el Amazonas. SĂ­, que ardieras en el fuego con olor a incienso y te alabamos seĂąor de tus pobres muchachos, acosados sin cansancio por los putos de la literatura, que han vendido como bonito algo tan decididamente primitivo. Ahora dirĂĄs homofobia, como dicen racista algunos ante cualquier cosa, como el ladrĂłn grita injusticia, pero es nada mĂĄs otra demostraciĂłn de tu incapacidad; levantĂĄs muchachos porque no podĂŠs impresionar a nadie mĂĄs allĂĄ de los diecisiete, lo sabĂŠs, lo sĂŠ, lo sabemos, ahĂ­ te quiero ver hablĂĄndole de Garmendia padre a cualquiera con mĂĄs de tres libros en la cabeza, te vas a dar cuenta que ya un techo de zinc no impresiona a QDGLH FRPSDxHUR < VL PH WHQJR TXH LU GH HVWH YHUDQHR LQÂżQLWR SDUD VHU HVFXFKDGR VL TXHGD VyOR OD VDOLGD D SDtVHV donde las vĂ­as de desarrollo al menos estĂŠn pavimentadas, pues entonces vamos a ver quien se mete el tĂ­tulo de licenciado por dĂłnde, y quĂŠ va a hacer con ĂŠl cuando se lo saque, si es que algĂşn dĂ­a lo dejan. ÂżY si, ya que estamos, le disuelvo dos pastillitas de estas a Lucha en el termo con agua?

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CUENTO borracho, y estĂĄ erriblemente mal desconocer todo esto, negar que el amor, sea presente o pasado, importa mĂĄs, representa mĂĄs, es mĂĄs que todos los premios del mundo, que ParĂ­s y las fotos en sepia. Igual, que sabrĂŠ yo de todo esto, aparte de que la vida es un desengaĂąo tras otro y que estamos en este mundo para morir o matar, mĂĄs que para DEXUULU PRULU EDMR XQD QRFKH VLQ OXQD QL HVWUHOODV D PDQRV GHO DPDQWH LQÂżHO PDWDU DO SHUVHJXLGRU TXH VH FUHH VDELR \ peca por exceso de mariconerĂ­a, matarse uno mismo cuando ya no queda nada mĂĄs de quĂŠ desprenderse o por quiĂŠn hacerlo. Siempre serĂŠ una ilusa, estĂĄ visto. ‌. ha presentado en BogotĂĄ, su primer libro, intitulado SobrevivĂ­ en la montaĂąa. Esta obra es, en palabras de su autor: “Un relato en la corriente de novelas como A Sangre FrĂ­a o CrĂłnica De Una Semana Perdida, que combinan elementos de la narrativa clĂĄsica con el periodismo investigativo. EstĂĄ basado en mi terrible experiencia durante la tragedia del viaje al Congreso y busca aclarar ciertos malentendidos que han surgido, asĂ­ como iluminar sucesos de los que aĂşn se sabe poco, como el maltrato psicolĂłgico y fĂ­sico del que fui vĂ­ctima. Creo sinceramente que serĂĄ un ĂŠxito y espero ansioso la recepciĂłn acogedora de la crĂ­ticaâ€?. Desde nuestras pĂĄginas le deseamos la mejor de las suertes a HVWD QXHYD SURPHVD GH OD OLWHUDWXUD QDFLRQDO TXH VH SHUÂżOD GHVGH \D FRPR HO GLVFtSXOR PiV DYHQWDMDGR GHO LQLJXDODEOH Manuel Garmendia MuĂąoz. Pero vamos a ver: Han pasado ya dos aĂąos, somos mĂĄs grandes, y todavĂ­a tengo encima el peso enorme de LucĂ­a, su mirada acusadora, como si la primera gota de sangre que manchĂł el colchĂłn bajo nuestros muslos entrelazados corriera sĂłlo desde ayer. Yo la quise mucho, que no se diga lo contrario, pero sĂłlo en la medida de mis posibilidades, KDVWD GRQGH PH DOFDQ]DURQ HO LQWHUpV \ OD ÂżGHOLGDG PLHQWUDV TXH HOOD \D HVWDED SHQVDQGR HQ SODQFKDUPH ODV FDPLVDV y para cuĂĄndo encargamos un hijo, amor. El problema fue dejarla asĂ­, tan engaĂąada, pobrecita, tan enamorada de un KRPEUH LPDJLQDGR TXH VyOR VH HQFXHQWUD HQ ORV FRPHUFLDOHV GH SHUIXPHV R FUXFLÂżFDGR HQ ODV LJOHVLDV (OOD VH TXHGy ahĂ­, detenida en ese instante sin poder avanzar mĂĄs que con miradas y reproches, balbuceando apodos que ya no tienen un nombre detrĂĄs, ahora, que soy grande. Buenos dĂ­as, buenas tardes, buenas noches. SĂ­, por favor. No, gracias. Me llamo LucĂ­a Ă ngel, mis amigos me dicen Lucha, y estoy muy contenta de estar acĂĄ, en estas con usted, doctor Vargas, como mucho antes estuve con, perdone que se lo diga asĂ­, mi maravilloso compaĂąero Fernando Campos, no sĂŠ si lo conozca. ÂżLa blusa, dijo?, cĂłmo no, lo que guste. Perdone que hable tanto, no sĂŠ, debe ser la emociĂłn. Eso, jĂĄlela hacia abajo, despacito. No, no quiero mĂĄs agua. Bueno, un poquito, para no dejarlo con la mano estirada. No le dirĂĄ nada al seĂąor Campos si lo ve Âżcierto?, sĂŠ que no le gustarĂ­a enterarse de esto. AcĂĄ entre nos, ÂżsĂ­?, que no salga de aquĂ­. Claro, yo lo acompaĂąo, pero cuidado nos deja el bus, en quince minutos hay que volver, Âżme promete? HĂĄgase ver contra esa envidia que lo aqueja, compaĂąero Campos, encuentro supremamente fuera de lugar, ademĂĄs de indignante, tener que escuchar sus insidias contra ese hombre divino, Don Garmendia, que Dios lo ampare y lo guarde. Comprendo su evidente impotencia ante el inigualable vuelo lĂ­rico de su prosa, las oraciones terminadas todas en vocales abiertas –maravilloso logro tĂŠcnico-, o los caminos de barro y los techos de zinc que ha sabido inmortalizar el Nano, por citar sĂłlo unas cuantas virtudes, pero me permito recordarle que asĂ­ como existen escritores sin ĂŠpoca, LQPXQHV DO SDVR FUXHO GHO WLHPSR HVWUHOODV VXVSHQGLGDV SDUD VLHPSUH HQ HO SOiFLGR ÂżUPDPHQWR OLWHUDULR WDPELpQ VH pueden encontrar pequeĂąos asteroides, condenados a caer irremediablemente por su propio peso (o la falta de uno). Si Garmendia MuĂąoz es venerado, bien lo tiene merecido, y ay del necio que ponga en tela de juicio semejante verdad, en pro de supuestos escribidores, que aĂşn no son conocidos ni en la cuadra donde viven. Sea feliz, querido Campos, sea maestro, y pĂşdrase recitando la misma parrafada aĂąo tras aĂąo, mientras otros proseguimos nuestro camino alumbrados por la luz y el fuego redentor del Nano hacia una segura posteridad, de la que usted, como imberbe repetidor estacionario, tendrĂĄ que dar cuenta algĂşn dĂ­a.

Egomania Mi sueĂąo es ser una maquina, frĂ­a y de metal en la que los golpes de la vida no le hacen mal mi sueĂąo es crecer por encima de los ĂĄrboles y PLUDU D ODV SHTXHxDV LQVLJQLÂżFDQFLDV SRU GHEDMR de mis pies, VXHxR FRQ TXH PLV RMRV VROR PLUHQ FRQ ÂżUPH]D y no ternura, y que las lagrimas sean mitos que no se consuman en mi. Quiero que mi sangre sea tan pura, que las personas peleen por ella pero tan inalcanzable que vivirĂ­an en una constante guerra sin resultados. Deseo que las personas ni se comparen a mi grandeza, < VyOR VH PH FRPSDUDUtD HO UHĂ€HMR HQ una caja perfecta, Ser recordada y amada, pero totalmente odiada y olvidada, que los aĂąos no afectaran mi apariencia Quiero ser leyenda, y resonar entre los callejones y que la voz se difumine en cada silencio.

Esas peleas pendejas en las que te metÊs, Fernando, por Dios. QuÊ necesidad hay, encima con el creído este, justo ahorita como para terminar de daùarse la noche. Dejålo (me gustaría tanto decirte), dejålo y vení a sentarte acå conmigo, a ver si no me mira tanto Vargas. Vení así sea para tratarme de estúpida o de ignorante, vení a enojarte conmigo por cualquier cosa. Vení a darme un beso, sólo uno chiquito, por favor. Amor, c’est moi otra vez, no pienso volver a Cali nunca. Esto no quiere decir que me voy para huir de lo que fue nuestro, ni que lo hago para evitar los encuentros casuales que tanto parecen incomodarte. No. Lo hago por mí misma, porque descubrí que ya no puedo soùar mås en una ciudad sostenida por esperanzas ajenas, no puedo regresar a los PLVPRV OXJDUHV D ODV FRVDV TXH GHMp SDUD VHJXLU ¿QJLHQGR LQWHUpV \ GLVSRVLFLyQ $KRUD QR PH LPSRUWDQ SDUD QDGD ODV notas, ni la carrera, ni trabajar, ni el dinero,

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CUENTO Comunicado de InterĂŠs: La Escuela de Estudios Literarios informa a toda la comunidad universitaria y al paĂ­s en general, que no se hace resSRQVDEOH GHO ODPHQWDEOH VXFHVR DFDHFLGR HQ HO PDUFR GHO ;9, &RQJUHVR 1DFLRQDO GH (VWXGLDQWHV GH /LWHUDWXUD 3HSVL Seven Up, y, por ende, rechaza categĂłricamente toda acusaciĂłn o seĂąalamiento en los escabrosos e infamantes detalles del hecho. Desde esta tribuna de las bellas artes y el conocimiento en general ofrecemos nuestro desinteresado apoyo y colaboraciĂłn a todos los afectados, haciĂŠndonos partĂ­cipes de su inenarrable dolor por las terribles pĂŠrdidas sufridas.

pintura en la maĂąana permite levantar los ojos hacĂ­a la frontera para posar tus manos en mis piernas cada paso sigue siendo duro hay mas espinas y maleza cuando no se pierde el silencio bajo la oscuridad se abren las alas de la nueva esperanza cuando las velas se apagan dentro de un manantial de piedras en un mar de personas que solo pueden criticar da vueltas la cabeza SDUD GREODU DO LQÂżQLWR para encontrar el abismo que rompe en el ruido y silencia tantos veros dormidos

Este viaje no se acaba nunca, ocho horas con el culo agarrotado mientras del pasillo y del campo vienen olores desagradables y escucho a mis queridos compaùeros, que tienen la sensibilidad de un pordiosero hambriento, hablando sobre trascendencia, fama, y calidad, en ese orden. La lluvia empaùa las ventanas, escondiendo un paisaje por lo demås monótono y gris. Leo en el programa del congreso que se conmemorarå el nacimiento de Garmendia Muùoz, que tiene ochentaicinco aùos y al paso que va probablemente termine enterråndonos a todos. Por supuesto, acå hablan de OD ¿JXUD JLJDQWHVFD GHO 1DQR TXH PDUFD XQ DQWHV \ XQ GHVSXpV HQ OD OLWHUDWXUD PXQGLDO &XDQGR PXHUD 1DQR YLHQH el diluvio, oigo que grita Lozano, y siento cómo de pronto nos haría lo mås de bien una chispa que encienda el tapizado barato de los asientos, uno por uno, para ver todos juntos si cuando vaya subiendo el olor a carne chamuscada nos dejamos de maricadas, que bastante tenemos con Garmendia Muùoz y su diluvio; porque ya estå aquí, nace de las babas del diablo, las de todos los críticos, los estudiantes, los aspirantes, las aprendices, el pasante, la doctora, el portero, las putas y los manuales escolares, que repiten como loros la vida y milagros del Nano, aferråndose al viejo, chupåndole los huesos carcomidos, las manos que desde hace dos dÊcadas no producen nada propio, nada original. En Êsta, la tierra del olvido selectivo, le seguimos debiendo los puntos y las comas al Nano, que parece haberle extirpado el valor a un país entero, con sus idas y vueltas, diciendo lo mismo que dijo hace cincuenta aùos, porque sabe que vende y desata pasiones suaves; las del gordito que busca pertenecer y no baila ni juega fútbol, las de la seùora hambrienta de color local, las del profesor sin ideas que dicta la clase El placer de leer a Garmendia Muùoz, como si no escribiera nadie mås sobre este suelo, las del decano que es conocido sólo en un cuadrito pequeùísimo de nuestra geografía, pero sin embargo sobrepasa constantemente, con empeùosa labor de hormiguita, los límites de la humildad y el amor propio, enviando cartas con títulos como Cervantes y Êl, o El jardín del genio no se bifurca, o Fervor del Nano: PorquÊ hay que huirle al deicidio, a todos los periódicos que hay, para ver si lo consultan luego en calidad de crítico parcial y amigo personal, como cierto pseudo dramaturgo; hijo de puta profesional, polizonte del reconocimiento, UpPRUD GH OD HVFULWXUD TXH \R PH Vp SRU DKt TXH YLYH PHGUD \ OXFUD FRQ HO VXLFLGLR GH XQ SREUH FLQp¿OR TXH WDPELpQ escribía. Ya estå, prÊstenme un encendedor mås bien y juremos con gloria morir. Es cosa de respirar hondo. A ver si no los bajo de un botellazo a este par de hijueputas, ponerse a gritar a las doce de la noche, semejante silbido de tipo y Campos peleando por bobadas, no hay derecho, va la madre. Viaje tan malo este, quería mujer; no hubo mujer, quería dormir; ya empiezan estos a meter bulla, quería tomar; me toca a escondidas porque si no mínimo la Lucha abre esa boquita temerosa de Dios y me avienta con Fernåndez cuando volvamos. Debíamos parar acå, bajarnos diga usted a comprar gelatina negra o algo así y que arranque este bus dejåndonos en la mitad de ninguna parte con la oscuridad encima a ver dónde es que estån los bravos, el malo que organice este desastre, quÊ van a hacer con toda su charla y su ropita nueva estos perros domesticados. Los veo, hijueputas, los veo sin un plan pidiÊndole al Diosito de Lucha que les colabore, porque claro, cuando hay problemas se van al diablo los Garmendia Muùoz, los poetas malditos, el socialismo y la reunioncita esa de ricos con complejo de inteligentes a la que vamos, como si con toda esa platica no se pudiera hacer otra cosa. Ojalå paguemos todos con salud esta forma de ser; los futuros empleaditos disfrazados de intelectuales, los viciosos que dicen escribir, los perdedores asquerosos. Encogida en este asiento incómodo, recuerdo nuestro pasado y quisiera contenerlo en una de esas bolas de cristal navideùas, que uno agita y parece como si nevara. Devolver los días, las semanas, los aùos, para llegar preparada a tu encuentro, sin tantos vacíos entre nosotras, huequitos inmundos de la cultura que derrumbarån mi sueùo. QuÊ culpa tendrÊ yo de escribir cursilerías, así me salen las palabras, ni modo. Pensar que acå hay otros matåndose por viejitos a los que les importa cinco lo que se diga de ellos, histÊricos que alardean de haber leído tal autor en su idioma original, tontas que entraron de rebote a la carrera, ofendiÊndonos a todos con su ignorancia de colegio casero y su Dios y Patria, como dicen que decía Zuleta, pegado en la frente, mientras que yo no sÊ bien si quiero ser nada, estar aquí o DOOi VXSRQLHQGR SRU XQ LQVWDQWH TXH IXpUDPRV WRGRV QXHVWUR R¿FLR HO GHQWLVWD WDPELpQ HV SDGUH KLMR DG~OWHUR

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CUENTO tiempo enfrente, para contarle las pecas en el cuello, despeinarla cuidadosamente, o besarla frente a todos, como GHEH VHU -XVWL¿FDU GH XQD EXHQD YH] PL DVLVWHQFLD D FODVHV SRU OD TXH VDFUL¿FR YDOLRVR WLHPSR GH YDJDQFLD HQ DOJR real, que no se quede sólo en palabras como suele pasarme. Mi espera ha durado demasiado como para aceptar un no y beberme luego el rechazo, que sabrå a lågrimas sorbidas o a vodka caro, así que tengo preparadas ciertas medidas que aseguran mi redonda (¿o serå vertical, por aquello de la sonrisa?) victoria, -quÊ lindo eso de hablar en tÊrminos bÊlicos; fragor de la batalla, caída, sublime sangrar de los cuerpos-. De modo que ahora, por las buenas, o como toque hacerlo, serå un sí. No por nada soy un Vargas, que nunca pierde ni empata, como dice mi padre. QuÊ pereza verle esa cara a Vargas otra vez, como diciÊndome te amo, te amo, te amo, ofreciÊndome absoluta entrega y dependencia. QuÊ miedo tiene desde que entra al salón buscåndome con la mirada hasta que salimos, cada uno por su lado, y siento sus ojos clavados en mi nuca taladråndome por dentro. Podría al menos intentar quererlo por un tiempo, con los ojos cerrados y la mente puesta en Fernando, si no fuera por ese muùeco frågil, hecho de paja seca, en el que ha ido convirtiÊndose poco a poco, si no estuviera siempre ahí, al alcance de mi mano, si tuviera que traerlo de vuelta a mi lado cada tanto, rogåndole un poco yo tambiÊn. Si no existiera Fernando, si no tuviera que pensar en Êl a cada momento. Miråmelo a Varguitas, como acecha a la santa Lucha sin disimular siquiera. Dale, caÊle como varón, de frente, al grano. Vea; pasa esto, tengo ganas de esto, ¿usted quÊ dice?, ¿sí o no? Así se hacen las cosas, con el miedo oculto HQWUH SHFKR \ HVSDOGD TXH ÀDTXHHQ ODV SLHUQDV SHUR QR OD YR] QXQFD ODV SDODEUDV KHUPDQR 7DQWR MRGHU FRQ HVWH YLDMH WDQWR SRHPD OORUyQ \ FXHQWR PDFKLWR SDUD YHQLU FRQ GHOLFDGH]DV DKRUD MXVWR FXDQGR OR TXH WRFD HV DFWXDU 'H¿QLtivamente los ricos no tienen sino bolsillo, quÊ te vas a levantar vos a todo eso, muchacho, el frío te congela los huevos y en esto tu apellido no cuenta para nada. Por ahí me dijeron que Campos ya estuvo allí, de modo que encima sos segundón, querido, a ver cómo le hacÊs despuÊs del hombre. Me da un afån terrible ver a semejante mujer desperdiciada, carajo, es hasta pecado. Antes que se incendie esto con nosotros adentro. No estamos acå, bordeando abismos en un bus, para seguir siendo la misma naturaleza muerta de cada semestre, y si Varguitas no se da cuenta, mås temprano que tarde voy a tener que darme cuenta yo, e informarle a Lucha de paso, no sÊ si me hago entender. Ademås que, bueno, uno tiene que estar medio loco para estudiar literatura, a menos que entre por descarte como yo, pero Vargas se pasa, de verdad. Desde el primer día quedó claro que no estaba aquí por vocación ni porque es la carrera mås baratica, tampoco parece querer mal vivir escribiendo, como algunos ciegos por ahí, ni dar clases, como yo, que espero ser profesora – para eso sirve el cartón ¿no?-, precisamente porque no quiero volver jamås en la perra vida a tener que escribir ni un cuentico y no andarle pidiendo nada a nadie. ¿QuÊ futuro puede tener un muchacho así?, Dios ayuda sólo a los que buscan mejorar y no creo que los cuentos de Vargas, con esas temåticas macabras, mås gastadas que zapatos de gamín, mås solas que la una, merezcan la atención de nadie. A pesar de que ambos estamos solos en esto, mås allå de los trabajos en grupo y los chismes, no me veo acompaùada por alguien así, sin futuro ni esperanza. A veces pienso en lo que haremos al graduarnos y el único destino que puedo ver claro, (aparte del de Fernando, ahora que ya no serå uno para los dos, pero no quiero pensar en eso, porque acabo poniÊndome sentimental y nada odiaría mås que llorarle ahora, como tantas otras veces), es el mío, los demås estån desdibujados, empaùado el vidrio frente a ellos por la lluvia como en este bus.

lose control Vuelan las tardes en las que el reloj pasa lento ironico porque todo parece ir rĂĄpido en caminos de ida y venida en pasamanos y en llamadas de 1 minuto cada una la ansiedad se apodera sin control, de la mente y el cuerpo sin pastas, sin dolor. No hay seĂąal que la detenga Y la culpa actua dentro de el estomago, cĂłmo una sensaciĂłn de hacer las cosas mal pero sin poder parar todo pasa en la garganta donde puedo o no dejar seguir las cosas pero nada puedo hacer y otra migaja cae, y otra migaja. Ya son 2 dĂ­as mĂĄs y el mar no me ayuda y las capsulas no me envuelven y la noche llega y otra vez inicia.

Yo soy diferente a todos, eso debe quedar claro de entrada. Hay demasiados mediocres en este grupo humano, ovejitas negras montadas en el bus de la intrascendencia sin boleto de vuelta, y no serĂŠ yo quien ayude a ninguno de esos parĂĄsitos sin huĂŠsped a ganarse la nota. <D YHUiQ FyPR GHVWDFR HQ HO ;9, &RQJUHVR 1DFLRQDO GH (VWXGLDQWHV GH /HWUDV PtQLPR PH JDQR XQD EHTXLWD R DOJR mĂĄs grande, porque no pienso desperdiciar todo este talento sirviendo tintos, (cosa degradante si las hay), ni ayudando en la redacciĂłn de periodiquitos universitarios. El Sena, con su Pont des Arts y sus algas verdes, me espera ansioso para volver a tener un cantor, que se eleve sobre la marea de la inconsciencia y sepa capturar todo: los muchachos, el brillo del sol sobre los pretiles del puente, las losas que pisaron el Nano y Julito, un gato negro perdiĂŠndose entre las pantorrillas de la gente, los muchachos. Son tiempos difĂ­ciles para lo diferente, pero confĂ­o en mi inagotable capacidad de fabular para llegar al Parnaso, que seguro abrirĂĄ sus puertas para mĂ­, ubicĂĄndome a la diestra de Garmendia padre y sobre todos los demĂĄs. Yo, Luis Lozano -hasta nombre de escritor tengo, lo que se dice un predestinado-, juro que no voy a pasar de agache por allĂĄ, ni mĂĄs faltaba.

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CUENTO

CUENTO Perdedores Hermosos There’s no success like failure, and failure’s no success at all - Bob Dylan Bolita de papel manchada de ceniza, hallada en las inmediaciones de la montaĂąa. Hace frĂ­o: De una vez aprovecho para dejar bien clarito que no fue como dirĂĄn por ahĂ­ ciertos buitres y ciertas vĂ­boras. Si pasĂł esto y lo otro es porque la mayorĂ­a estuvo de acuerdo, y los que no, se dejaron. Estas cosas son asĂ­, caemos todos o ninguno. Y nos ganamos la ida al congreso, quiĂŠn lo hubiera pensado. Yo digo que ninguno del salĂłn creyĂł que fuese posible, QL VLTXLHUD /R]DQR TXH HV WDQ FRQÂżDGR \ VHJXUR GH VXV KDELOLGDGHV LQQDWDV SDUD QDUUDU FRPR OH JXVWD GHFLU D FDGD rato. En la escuela, faltaba mĂĄs, se portaron divinamente, vino hasta la belleza de FernĂĄndez a desearnos feliz viaje, que dejĂĄramos bien alto el nombre de la universidad, nada de problemas y esas cosas Âżno?, bueno muchachos, paz en el camino. Ya en la terminal, el dĂ­a de la salida, yo sĂ­ me fui sospechando que algo iba a pasar por allĂĄ, va la madre pues, uno no llega hasta acĂĄ sin desarrollar un sentido de preservaciĂłn frente al peligro, los ladrones y las putas enfermas. Le comentĂŠ a Varguitas, que mantiene detrĂĄs de mĂ­ pa ver si lo ayudo con el ensayo, con la exposiciĂłn, si OH UHYLVR HO FXHQWR ¢TXp WDO PH TXHGy" TXH VL HVWH VHPHVWUH OR D\XGR DO ÂżQ FRQ /XFKD \ HO QLxR PH GLR OD UD]yQ pO \D lo habĂ­a pensado y estaba que me lo decĂ­a. Hasta inteligente va resultando el pelado. La vaina fue, precisamente, a la hora de sentarse, porque la verdad no tenĂ­a ganas de pasar ocho horas junto al bueno de Varguitas, tanta necesidad lo va mareando a uno, y encima con esa subida a la LĂ­nea imagĂ­nese usted. Yo lo que buscaba, mĂĄs bien, era quedarme al fondo del bus con Andrea, bien rico, que asĂ­ digan cosas raras de ella por lo menos es mujer y seguro que, si se la sabe hacer, uno queda ganado ahĂ­ asĂ­ sea por la semanita del congreso no mĂĄs. De modo que voy pues tirando disimulo para encontrarme, nada mĂĄs y nada menos, con que la muy entregada estĂĄ escribiĂŠndole maricaditas dizque al novio –primera noticia de su existencia, dicho sea de paso-, hasta aquĂ­ me llegĂł el paseo, dije de una. QuĂŠ cagada hombre. Despejando dudas: Soy Andrea, eso estĂĄ claro, pero tambiĂŠn soy otras cosas que aĂşn no logro vislumbrar completamente, caras de la luna oscuras todavĂ­a. Soy, por ejemplo, Ella, y su risa cantarina, sus ganas de ciudad, sus besos Marlboro, la punta de su lengua, el roce de sus piernas. Ella, que duerme si despierto y va cuando me voy. Ella, que nunca leerĂĄ las cosas que suelo escribirle, porque ya no tiene sentido dĂĄrselas. Ella, que ahora huye si me ve, cuando antes morir juntas era sĂłlo una forma celestial de morir: Despierto, envuelta en tu sudor, que he soĂąado sentir como soùÊ verte ayer entre un cambio de semĂĄforo y me invade una estupidez crepuscular, presente cuando escribo estas cosas, como desnudarme frente a un espejo, algo egoĂ­sta y sin importancia. Pienso que si no pude convencerte, si tenĂ­a que convencerte, era solamente porque todo morĂ­a entre nosotras, el frĂ­o ya calaba hondo en nuestros huesos y no habĂ­a beso ni abrazo que te calentara mĂĄs que este adiĂłs. No fumo mĂĄs mirando por la ventana donde tantas veces me asomĂŠ, ansiosa de sonreĂ­r apenas viera tu cabello resplandecer, ni me represento en todas las hormiguitas de colores que corren apresuradas, hacia la cita con sus amantes o el trabajo, dejando pedacitos de papel y restos de comida olvidados en el afĂĄn. SĂłlo el fuego de tu recuerdo parece dibujarme una mueca sin brillo en este paraĂ­so perdido, caballito de palo sin cabeza, rumor de alegrĂ­as ajenas al fondo del velorio. Estoy sola, amor, perdida en una montaĂąa inacabable, sin hora de llegada a tu ausencia otra vez, sola con un montĂłn de gente. Hay una luz que nunca se apaga. ¢< VL OH SUHQGR IXHJR DO EXV" ¢\ VL DKRUD SRU ÂżQ YR\ GRQGH /XFKD \ OH KDJR" ¢TXp PH GLUi TXp OH GLUp" ¢GHEH VHU ahora? Y sĂ­, tiene que pasar ya, de una forma u otra, porque me estoy dejando coger la noche, esperando a que ella se dĂŠ cuenta y obre en consecuencia, cosa que jamĂĄs sucederĂĄ, por aquello de la decencia y el pudor femenino. Llevo ya ocho semestres observĂĄndola de reojo, entreviĂŠndola en los pasillos, siguiendo el rastro inconfundible de sus caderas que dejan perturbados a los infaltables pajizos en cada pasillo y creo que ha llegado, por los mĂŠritos de la espera, el momento de poder tenerla mucho

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