Catalogo gran museo del mundo maya

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El Gran museo del

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D.r. © 2013 Instituto de Historia y Museos de Yucatán Calle 60 Norte 299e Unidad Revolución Cordemex. Mérida, Yucatán. C.P. 97110 Las características gráficas y tipográficas de esta edición son propiedad del Instituto de Historia y Museos de Yucatán Primera edición: 2013 Impreso en México / Printed in México Coordinación editorial: Adriana Konzevik Redacción y edición: Adriana Konzevik y Gabriela Vélez Paz con base en los textos preparados por el equipo de asesores académicos para la elaboración de los guiones científicos. Investigación iconográfica: Roberto Velasco Diseño: Rebeca Ramírez Pérez con base en la imagen gráfica elaborada para la museografía por Érika Miller Formación: Gabriela Cabrera Rodríguez Diseño de portada: Departamento de Diseño del IHMY Silvana Cruz Zapata y Diana del Rio Fuentes Foto de portada: Javier Hinojosa Al lector: En el presente volumen, los términos en maya siguen la grafía antigua, por ser la predominante en los textos del Museo

Fotografías pp.: 6, 7, 11-14, 17-19, 208, 209, 214, 215. Propiedad del Gobierno del Estado de Yucatán.

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El gran museo del

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CALIDAD MUSEÍSTICA EN LA CIUDAD DE LOS MUSEOS Gobernador Constitucional del Estado de Yucatán Rolando Zapata Bello

C

on motivo de la presentación de este extraordinario ejemplar que contiene el registro y la memoria arquitectónica, museográfica, cultural y artística de El Gran Museo del Mundo Maya de Mérida, el Gobernador Constitucional del Estado mencionó que hay Políticas Gubernamentales que marcan camino, dejan huella y hacen historia. Políticas visionarias que profundizan acciones y dan sentido a inver­ siones y obras. Y una obra como El Gran Museo del Mundo Maya de Mérida, sólo se consolida con una política gubernamental de esas características, cuyo sentido y orien­ tación están claramente expresados en el discurso que a continuación se reproduce. Palabras pronunciadas por el Gobernador Rolando Rodrigo Zapata Bello, el 18 de mayo de 2013, con motivo del Día Internacional de los Museos, a invitación que realizó a nivel mundial el presidente del ICOM (International Council of Museums) Hans-Martin Hinz Esta mañana, un estado orgulloso de su herencia milenaria y firmemente com­ prometido con su infraestructura cultural participa en la celebración del Día Interna­ cional de los Museos 2013, con un objetivo muy firme. El objetivo es que los museos de Yucatán contribuyan a que nuestro estado sea una potencia cultural, educativa, de conocimientos y turística. Porque cuando decimos museos en esta tierra nos referimos a un concepto que va más allá de la definición tradicional y clásica, que señala que las funciones principales de los mismos son la preservación, exposición y exhibición de los tesoros artísticos, históricos y culturales. Cuando decimos recintos museográficos nos referimos a edificios vivos, espacios que fomentan la interacción y el aprendizaje, ambientes culturales que fungen como ámbitos en los que —como bien señala el tema de este año a nivel internacional— se conjugan y sintetizan la memoria y la creatividad para dar como resultado el pro­ greso social.

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Porque aquí sabemos que los museos no sólo son templos de las musas o bóvedas que preservan el tiempo y las memorias del pasado. Por el contrario, estamos conscientes­de que la infraestructura cultural también debe reflejar muy claramente las vocaciones futu­ ras de los pueblos y de sus habitantes. En ese sentido, las vocaciones productivas y económicas de mediano y largo plazo las tenemos muy claras. Por ello, en este siglo xxi le estamos apostando a ser un Yucatán incluyente, competitivo, con educación de calidad, con crecimiento ordenado y seguro. Un Yucatán que garantice el bienestar y la calidad de vida de todas sus familias, de cada uno de sus habitantes. Una entidad orgullosa de su memoria, conocedora de su iden­ tidad profunda y que también tiene muy bien definidas sus metas de desarrollo. Y si en algún momento las metas y objetivos a alcanzar se tornan difusos, sólo es cuestión de visitar el Museo de la Canción Yucateca, el Museo de Arte Popular, el Museo de Arte Contemporáneo y Ateneo de Yucatán, el Palacio Cantón y El Gran Museo del Mundo Maya de Mérida, para volver a recordar lo que ha hecho y seguirá haciendo grande a esta tierra. Y así lo haremos al visitar el Museo de la Identidad Yucateca, un compromiso de Gobierno que cumpliré para preservar y difundir los elementos que fortalecen e inte­ gran nuestra identidad cultural. La ecuación es muy precisa. Memoria más creatividad, igual a progreso social, o puesto en otros términos, identidad más innovación resultan en bienestar colectivo. Nos sumamos a esta fecha con la visión, sí, de incrementar la afluencia en los museos, pero particularmente de lograr que los espacios culturales contribuyan a impulsar la economía, mejorar el nivel educativo y fortalecer el tejido social de nuestras comunidades. Por ello, uno de los principales objetivos de esta administración es elevar la calidad museística, así como consolidar nuestra oferta de servicios en beneficio de la población local y de los visitantes nacionales o extranjeros. Es momento de llevar a cabo en nuestro estado un proyecto integral educativo, social y cultural con las visitas El Gran Museo del Mundo Maya de Mérida y a todos los museos de la ciudad y de nuestro estado; para que los niños y jóvenes estudiantes de Yucatán cuenten con pleno acceso a los espacios culturales con los que contamos a lo largo y ancho del territorio estatal. Ese también es el sentido de conformar una red con los aproximadamente 40 museos establecidos en todo Yucatán. Por poner un ejemplo, este Gran Museo del Mundo Maya de Mérida, desde su reapertura plena en diciembre del año pasado, ha recibido cerca de 70 mil visitantes, de los cuales 13 mil aproximadamente son estudiantes. Vamos a incre­ mentar y a mejorar esos números. Esa es la manera en la que, desde aquí, desde El Gran Museo del Mundo Maya de Mérida, saludamos al mundo y nos posicionamos nuevamente en el panorama cultural mundial con proyectos relevantes y de trascendencia. Porque en esta tierra encontramos en los museos espacios para incrementar el turismo cultural. Tenemos en los museos un sólido aliado para elevar el nivel educativo de nuestros estudiantes. Y sobre todo, contamos con una política pública muy bien articulada para que nuestra infraestructura cultural y el orgullo por nuestra tierra sean la base del bienestar social.

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TESTIMONIO DE LA CONCEPCIÓN CÍCLICA DEL UNIVERSO Jorge Esma Bazán

T

endría que dejar testimonio de lo que significa la trascendente e histórica decisión de realizar El Gran Museo del Mundo Maya de Mérida en la modalidad de Proyec­ tos para la Prestación de Servicios (PPS), ya que es indudable que a lo largo de mis cuarenta años de promotor cultural, en los cuales he tenido el privilegio de participar en proyectos regionales, nacionales e internacionales, no había tenido la experiencia de que el sector privado invirtiera en un proyecto cultural de esta magnitud y generara un centro cultural de carácter público que albergara no sólo la excelencia de la museografía de El Gran Museo del Mundo Maya de Mérida, sino recintos académicos, educativos, sociales y un cine auditorio con las más modernas instalaciones. Existen historias que merecen ser narradas a través de las palabras y de las imáge­ nes contenidas en un libro. El Gran Museo del Mundo Maya de Mérida es justamente una de esas historias. Un museo que maravilla y asombra desde su concepción arqui­ tectónica. Invito al lector a que recorra estas páginas como si de una visita al espacio físico del museo se tratara. A recorrer los diversos capítulos como se recorren las salas de exposi­ ción; que contemple las imágenes con los ojos con los que se aprecian las esculturas, los bordados y las piezas que conforman el acervo y las colecciones del Museo. Cada letra, cada imagen, es testimonio de las diversas etapas que han dado forma y fondo a este proyecto. Desde la gestación de los primeros planos en los que se arrastró el lápiz para trazar los primeros bocetos, hasta el momento de la inauguración plena el 21 de diciembre de 2012, que coincidió con el inicio del Nuevo Baktún, de la Nueva Cuenta, anunciada por los mayas hace 5 mil 125 años. Las puertas del Museo y el portal de la nueva cronología del Tiempo Maya se abrieron simultáneamente, dando una prueba más de que este proyecto inició con el pie derecho y está destinado a ocupar un lugar muy especial en el panorama museográfico mundial. El Gran Museo del Mundo Maya de Mérida es el punto de encuentro de jóve­ nes investigadores, familias, visitantes, académicos y apasionados de nuestra historia y nuestro presente. El surgimiento de este centro de comunicación cultural es revelador en el tiempoespacio de las mujeres y hombres del mañana. Es revelador en su propia concepción y en las convergencias interdisciplinarias que lo han edificado. Es revelador —como decía al principio-— en este trayecto de cuarenta años de promoción cultural, y en el que tuve

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los privilegios que confiere la vida al realizar teatros, bibliotecas, institutos, galerías y museos, pero no El Gran Museo del Mundo Maya de Mérida. Es revelador todo lo que implica para esta legendaria tierra y por toda una vida en la promoción cultural. Es revelador por último, todo el torrente de experiencias vitales, tanto turísticas como educativas, que esperan todas las mañanas arribar a las puertas que se abren luminosa­ mente de El Gran Museo del Mundo Maya de Mérida. A través de este libro que (¿se?)puede abrir o cerrar el círculo que constituye la ex­ periencia de El Gran Museo del Mundo Maya. Un círculo en el que está inmersa la con­ cepción cíclica del tiempo de los antiguos astrónomos de esta tierra, y en el que también se encuentra contenido el orgullo y el compromiso de un pueblo que se sabe contem­ poráneo de todos los pueblos y que sabe que en su identidad hay mucha sabiduría aún por compartir con la humanidad.

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Índice página

Presentación . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 7 Sección i. Los mayas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 21 Capítulo i. Mayas de hoy . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . La región maya peninsular . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Casas, pueblos y ciudades . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . La economía familiar. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Comunidad y familia. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Salud y enfermedad. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Liderazgo y poder . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Idioma. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Indumentaria y cocina yucateca . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Ritos y ceremonias . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . La incesante resignificación. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . El pasado es presente y porvenir . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

23 25 28 30 33 33 35 35 39 41 44 46

Capítulo ii. Mayas de ayer. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . El territorio dominado. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . El territorio rebelde. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Las rebeliones . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . El territorio expoliado. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

51 51 56 59 62

Capítulo iii. Mayas ancestrales . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 73 El desarrollo cultural Historia de las exploraciones arqueológicas en Yucatán. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 73 El esquema cronológico y las etapas de desarrollo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 78 El ámbito de los dioses . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Cosmovisión . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . El concepto del tiempo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Los mitos de creación. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Registros prehispánicos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Muerte e inframundo. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . El juego de pelota. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Ceremonias públicas y privadas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Deidades y seres sobrenaturales mayas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

82 82 83 84 86 87 88 89 90

La cuenta del tiempo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 94 Los calendarios mayas. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 95 La Cuenta Larga. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 96

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E l G r a n M u s e o d e l M u n d o M aya d e M é r i d a

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La Cuenta Corta . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 98 El pueblo que desafió a los siglos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 100 Una sociedad compleja Los mayas y otras culturas americanas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Sociedad y economía . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Sedentarización y agricultura . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Ciudad y territorio. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Estratificación social y especialización del trabajo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Guerra y territorio. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Comercio e intercambio. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Sociedad e individuo. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . La familia. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Las estaciones de la vida. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Deformación intencional del cuerpo. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

101 102 103 104 105 106 108 113 114 116 117

Mensajes velados Lenguaje y escritura. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 119 El desciframiento de la escritura . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 120 El saber y la forma Los conocimientos científicos. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Matemáticas y arimética. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Astronomía. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Medicina. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Arquitectura y urbanismo. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Arte maya . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Estilos arquitectónicos. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Escultura . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Pintura mural. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Cerámica . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Las pequeñas grandes artes . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . La cultura maya: señora del tiempo.. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

124 124 125 128 128 130 134 136 140 141 142 143

Sección ii. El museo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 147 El Gran Museo del Mundo Maya: un museo del siglo xxi para una cultura ancestral y contemporánea . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Arquitectura: el espacio. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . El Museo. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Ideas rectoras . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . El recorrido. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Interactivos. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . Los públicos y la comunicación en el Museo. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .

149 150 151 152 155 162 163

Sección iii. Catálogo de obra. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 169 Créditos y agradecimientos. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 210

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L o s m aya s d e h o y

SecciÓn 1

Los mayas

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Capítulo 1

Mayas de hoy

Bordado, las manos yucatecas Ygnacio Rivero

Desde tiempos inmemoriales, las mujeres mayas han plasmado su concepción del mundo en bordados de punto de cruz.

Los actuales mayas, entre seis y ocho millones de indivi­ duos, herederos de una cultura milenaria que se aferra a la vida, mantienen muchas de sus costumbres, sus maneras tradicionales de organizarse en sociedad, sus idiomas y, en­ riquecidas por los siglos, sus formas de entender el mundo. El rico y vasto territorio maya suele dividirse, con base en sus características naturales, en tres grandes zonas: Las tierras altas se extienden desde Chiapas, pasando por el sur de Guatemala y adentrándose en Honduras y El Salvador; las tierras bajas del sur, cuyo núcleo es el Petén guatemalte­ co, y las tierras bajas del norte, que incluyen casi toda la Pe­ nínsula de Yucatán. Hoy, los diversos grupos que integran la cultura maya, llamada con justicia “pueblo de pueblos”, habitan dispersos, como variopintos abalorios de un collar, en una vasta zona de más de 400 mil kilómetros cuadrados que abarca los estados del sureste mexicano de Yucatán, Campeche, Quintana Roo, Chiapas y parte de Tabasco; Gua­ temala, Belice y el occidente de Honduras y El Salvador. No obstante, los teenek son un grupo étnico emparen­ tado con los mayas que reside fuera de este ámbito, en los estados de Veracruz, Tamaulipas y San Luis Potosí, al norte de la costa del Golfo de México, y hablan el idioma teenek o huasteco, única lengua huastecana viva del frondoso árbol lingüístico mayance. Al parecer tuvieron un remoto origen común, ya sea porque los mayas migraron hacia el norte o porque los huastecos lo hicieron hacia el sur, o bien porque parte de la costa del Golfo de México estuvo algún día po­ blada por grupos protomayas. Los especialistas piensan que se separaron hace más de tres mil años. En la época prehispánica, cuando esas fronteras eran distintas, la civilización maya perteneció a una región cultural aún mayor, bautizada como Mesoamérica por los

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ASENTAMIENTOS MAYAS Isla Cerritos

Emal

Ecab Chiquilá

Xcambó Komchén

El Meco

Dzibilchaltún Tihoo

Aké

Izamal

Kulubá

El Rey

Ek Balam

Acanceh

Halak´al Chichen Itzá

Chunchucmil Oxkintok

Balamkanché

Ikil

Mayapán

Xcaret

Yaxuná

Cobá

Uxmal Xkipché Loltún Kabah Xculok Xlapak Xcalumkin Holaktún Chacmultún Labná Sayil Waymil Xkocha Kiuic Kankí Chunhuhub K`ayal Itzimté Campeche Xkichmook

Golfo de México

El Cedral

Muyil

O´kop

Santa Rosa Xtampak

Tohcok

Acanmul

San Gervasio

Akumal Xelhá Tancah Tulum

Maní

Jaina

Isla Mujeres

San Miguelito

Xlacah

Edzná

Chacmool

Dzibilnocac

Tabasqueño Hochob Champotón

Lagartera

Isla Cerritos Emal

Chichmuul

San Fernando Xcambó

Chacchoben Margarita Maza

Tixchel

Cerro de los Muertos

Jonuta

v Gri ja l

Calakmul

El Tigre

El Ruinal

Altamira

Pared de los Reyes

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Tortuguero Palenque

Wakná Tintal

La Corona

Pomoná

Naachtún

Río Azul

La Milpa Kinal Cival

Oxkintok Uxmal

Colhá

Marco González

La Honradez Xultún Chan Chich

San José

Sayil

El Cayo Motul de San José

Rí oU

La Mar

su

ma c in Yaxchilán

Plan de Ayutla

San Agustín

San Diego

Topoxté

Lago Petén Itzá

Ucanal

Bonampak

Cobá

Yaxuná

Xlapak

Labná

Chacmultún

Ichmul

Quintana Roo

Ceibal

Ixkún

Minanhá

Altar de Sacrificios

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Tamarindito Dos Pilas Cancuen Aguateca Machaquilá

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Ocupación preclásica

Los Naranjos Lago de Yojoa

Ocupación clásica

Níspero

Kaminaljuyú

El Baúl Pantaleón

Amatitlán

Lo de la Vaca

Ixtepeque

Yarumela

Finca Arizona

Ocupación posclásica

Metapán

Monte Alto Obero

Sitio arqueológico

El Trapiche Chalchuapa

Tazumal San Andrés

Cihuatán Joya de Cerén

Camino

Cara Sucia

Océano Pacífico

Sitio arqueológico

Quiriguá

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Zaculeu

Quelepa Usulután

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Ciualtépetl

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L o s m aya s d e h o y

Los mayas han habitado un territorio que abarca la Península de Yucatán —donde hoy se asientan los estados de Yucatán, Quintana Roo y Campeche— Chiapas y Tabasco, así como Belice, Guatemala y parte de Honduras y El Salvador, además de una región geográficamente aislada, pero culturalmente hermanada: la tierra de los teneek o huastecos, que habitan entre San Luis Potosí y Veracruz.

El área maya Los pobladores originarios resolvieron exitosamente la extrema hostilidad del entorno geográfico y poblaron por completo la península de Yucatán.

estudiosos­, que abarcaba buena parte del centro y sur de México y la América Central. Los pueblos mesoamericanos practicaban tan intenso intercambio de bienes e ideas que casi todos compartían tradiciones como el uso de un bastón plantador o coa, el cultivo del maíz, que junto con el frijol y la calabaza integraba la tríada básica de su alimentación; la práctica de sacrificios humanos, el uso del cacao como moneda, el juego de pelota, la construcción de pirámides escalonadas; la producción de papel, la confección de có­ dices con hojas de corteza de árbol, la escritura jeroglífica, un complejo sistema compuesto por varios calendarios y la concepción de un universo de varios niveles, orientado hacia cuatro direcciones. Las evidencias más antiguas de la presencia de seres humanos en la zona maya halladas en Belice, Guatemala, Maní y Loltún, datan de hace nueve milenios, pero fue hacia el 2000 a.C., cuando probaron las bondades de la agricultura y comenzaron a establecerse en aldeas. Recientes descubrimientos en las cuevas inundadas de Las Palmas, El Templo y Naharon, Quintana Roo, brindan nuevas evidencias sobre los primeros pobladores de la Península de Yucatán y del continente americano. Junto con animales extintos que habitaron en el Pleistoceno, los arqueólogos encontraron restos de seres humanos de entre 12 y 13 mil años de antigüedad que usaron las cuevas como refugio y para abastecerse de agua.

En su época de esplendor, los mayas alcanzaron tal refinamiento intelectual y artístico que su cultura es considerada por muchos como la más deslumbrante de la América precolombina. Fueron los primeros en la historia en crear un sistema numérico posicional en el que el cero posee un nivel completo, no vacío, incluso antes que los hindúes; incansables observadores del cielo, efectuaron cálculos astronómicos y calendáricos de extraordinaria precisión y edificaron espectaculares urbes cuya arquitec­ tura monumental replicaba el cosmos. Desarrollaron una concepción cíclica del tiempo y una compleja escritura que dio cauce a su preocupación por registrar su historia y la de sus soberanos, y fueron hábiles ceramistas, pintores y escultores. Gracias a su atenta y sistemática observación de la naturaleza explotaron sabiamente selvas, bosques, yaci­ mientos minerales, recursos acuáticos y la variada fauna de sus diversos microambientes, y muchos rasgos de su rica y vigorosa cultura persisten entre sus descendientes. Así, luego de 4 500 años de historia, y a poco más de cinco centurias de la Conquista española, una treintena de pueblos mayas ha arribado a la actualidad gracias a su tenaz resistencia y espíritu identitario, y habita casi los mis­ mos territorios, habla las lenguas derivadas de su ancestral tronco común lingüístico, el protomaya, y conserva la esen­ cia de sus costumbres, ritos y visión del mundo, aunque con marcados rasgos diferenciales entre sí. En este libro nos ocuparemos en particular de los mayas que viven en los estados peninsulares de Yucatán, Campeche y Quintana Roo.

La región maya peninsular Con sus casi 138 mil km2, la geografía de la Península de Yucatán se caracteriza por sus paisajes planos de dúctil pie­ dra caliza, salvo en los litorales y la parte sur. Tiene una sierra pequeña, llamada Puuc, que la atraviesa. El agua, para volver al mar, abre caminos en el subsuelo que al llegar al manto freático va formando ríos subterráneos, grutas, cavernas y los sagrados cenotes. El suelo ofrece poca tierra para el cultivo, y los lagos, arroyos o ríos son escasos.

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Abeja melipona Rafael Ruiz

Los mayas domesticaron una especie de abeja muy dócil y sin aguijón, llamada xunan kab, de la que aprovechaban mieles y cera altamente apreciadas en toda Mesoamérica, y posteriormente en el mundo.

Mundo subterráneo de la península Israel Alejandro Celorio

Los cenotes y cuevas al norte de la península de Yucatán son parte de una amplia red de drenaje subterráneo y eran considerados por los mayas sitios sagrados de donde provenía la vida.

El Mayab, tierra de los mayas yucatecos, es una gran península de piedra caliza irrigada por aguas subterráneas, asiento de una cultura milenaria cuyos primeros integrantes dejaron innumerables testimonios de su paso por la vida y de su tránsito hacia la muerte. Iguana (Ctnosaura similis) Roberto Velasco Ortíz

Las iguanas negras o iguanas espinosas rayadas llamadas en maya biil huh, habitan en numerosos sitios arqueológicos.

La planicie, cubierta de maleza, va convirtiéndose en intrin­ cada selva a medida que se avanza hacia el sureste. Dada su dependencia del medio ambiente, los mayas ancestrales desarrollaron un profundo conocimiento de su entorno que conocemos por sus vestigios arqueológicos, los relatos de viajeros y algunos diccionarios elaborados por los cronistas españoles, que compendian múltiples térmi­ nos acuñados por ellos sobre la naturaleza y el clima. Hoy, pese a la modernidad, aún conservan muchos rasgos de su saber milenario, como su detallada clasificación de los sue­ los que sirve al hombre de campo para decidir su siembra, o su calendario ritual de 260 días, casi desaparecido pero aún empleado por algunos grupos mayas guatemaltecos. De las dunas a la alta selva tropical, pasando por manglares, pantanos, islotes y sabanas, sus variados suelos y el predominante clima cálido semi húmedo favorecen una rica vegetación en la península, y aunque algunas de sus magníficas selvas están devastadas, ostenta complejos ecosistemas de gran biodiversidad que a nivel nacional albergan más de la sexta parte de las especies de flora, casi un tercio de las 290 de anfibios, 212 de las 704 de reptiles, más del sesenta por ciento de las de aves y casi la mitad de las de mamíferos. En las franjas arboladas crecen especies como tzalam, caobillo, bojón, zapote, chechén y pucté, con usos domés­ ticos específicos; de la madera del Brasil y el chacahuante se extraen resinas, y del chicozapote, el chicle. En algunas regiones mayas se han sembrado recientemente cedros y caobas y creado viveros de otras especies para favorecer la diversidad arbórea y propiciar una producción continua y sostenible de bienes y servicios. En cuanto a las flores, es común admirar en la penín­ sula rosas, bugambilias, hibiscos —a los que llaman tuli­ panes—, camelinas, flamboyanes o girasoles. No asombra,

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Manglar Recreación para el interactivo “Espacios del Mayab”

El manglar es un hábitat formado por árboles (mangles) muy tolerantes a la sal que ocupan la zona intermareal, cercana o conectada a las costas.

Guaqueque (Dasyproctapunctata)

Enclavado en la región peninsular, la superficie del Mayab es predominantemente plana, con aguas dulces subterráneas, cubierta por una fina capa cultivable de tierra pedregosa. Su aparente uniformidad alberga selvas, manglares, pantanos y sabanas habitadas por una rica variedad de fauna, complejo hábitat en cuyos cielos trinan más especies de aves que en toda Europa.

Es un tímido roedor que habita en bocas de cuevas y cenotes. Es apreciado por su carne y temido por el daño que ocasiona a las cosechas.

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por tanto, que se hayan registrado aquí más de 80 especies de abejas, algunas muy apreciadas desde tiempos prehis­ pánicos, pues para los mayas la miel era un recurso muy importante y tenían en alta estima la de abejas sin agui­ jón, para cuya obtención les preparaban troncos huecos u hobones. Actualmente son tres las especies más comunes: la melipona —sin aguijón—, la europea y la africana, muy agresiva y a veces letal. La rica fauna peninsular cuenta con 91 especies de mamíferos, como el jaguar, el puma y el venado cola blan­ ca, apreciadas piezas de caza; también menudean murcié­ lagos y particularmente artrópodos; de hecho existen 99 especies de arácnidos. En cuanto a las aves, hay en la península 444 especies, más del 50 por ciento del total nacional, y cifra mayor a la de toda Europa. No podríamos dejar de mencionar a los reptiles, como las tortugas o las iguanas, siempre presentes en los sitios arqueológicos; a los anfibios, como ranas y sapos, ni a las culebras y serpientes, tan emblemáticos de la zona. En el renglón pesquero, los mayas prehispánicos nombraron y clasificaron peces y mariscos desde una perspectiva propia que atiende a su forma y color; actual­ mente, en el litoral yucateco se han registrado 110 especies, y los pescadores mayas reconocen fácilmente las de mayor demanda en el país y el extranjero, como tiburón, robalo, rubia, corvina o trucha pinta, cazón, chacchí, sábalo, sierra, esmedregal, mojarra, mero, bagre, jurel y pargo, así como caracol, cangrejo, camarón, jaiba y pulpo, y muchas veces fabrican sus propias redes, atarrayas o “fisgas” para la faena de mar. En el campo de la cacería, el conocimiento que los mayas de hoy preservan de sus abuelos es más bien utilitario, ya sea para la alimentación, para proteger a sus animales de corral o para la venta, aunque los ancianos aún hacen gala de sus saberes sobre los hábitos y rutas de los mamíferos o de las aves más apreciadas, eco de la maestría de sus antepasados para capturar codiciadas presas. Los peninsulares cazan con rifle, pero los mayas lacandones de Chiapas aún fabrican flechas especiales para capturar aves sin lastimarlas ni estropear su plumaje y posteriormente liberarlas para que vuelvan a plumar.

Cazador antiguo Cortesía del Peabody Museum of Archaeology and Ethnology, Harvard

Las comunidades mayas nunca han dependido exclusivamente del cultivo del maíz, pues lo complementaron con productos de la caza, la pesca, la recolección, mediante el del comercio que realizaban en las ciudades.

Cazador moderno Ygnacio Rivero

Aunque muchas especies animales de la península están protegidas, la cacería sigue siendo para los campesinos mayas una alternativa para allegarse alimentos.

Casas, pueblos y ciudades Las casas mayas tradicionales contemporáneas suelen ser de planta ovalada y piso de cemento o tierra apisonada. Los techos son de palma, y las paredes, levantadas sobre un cimiento o zócalo de piedra, pueden ser de troncos del­ gados de madera. Son térmicas y resistentes incluso a los huracanes; generalmente tienen dos puertas, la de entrada y la que da al solar, y para hacerlas más funcionales a veces se construyen “tapancos” que fungen como bodegas o desvanes, y en los palos principales se colocan varillas para colgar diversos objetos. Los baños suelen reducirse a dos o tres paredes de madera con techo de huano, y la cocina a un simple espacio cubierto que reproduce a escala la forma de

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Habitación maya Gabriel Konzevik

Pese a que en ciertas zonas han cambiado los materiales tradicionales para construir las habitaciones mayas, en el interior se advierte aún un uso muy tradicional de los espacios.

la casa, cuyas paredes son de varas verticales que permiten el paso del aire para la ventilación. Ahí todavía reinan el tí­ pico fogón de tres piedras, los metates y la “banqueta” para tortear, aunque algunas familias logran con gran esfuerzo adquirir estufas y otros electrodomésticos. En cuanto a las imprescindibles y ubicuas hamacas, aunque es creencia generalizada que fueron traídas de Haití por los españoles y prontamente adoptadas por los naturales, al parecer ya existían en la zona maya desde el periodo Clásico. Sillas, mesitas, arcones, roperos y altares; radios, televisores, modernas estufas y máquinas de coser, son otros elementos del sencillo mobiliario de la casa maya, escenario de una calma familiar sólo alterada por los ciclos y ritos agrícolas, las fiestas patronales o las ceremonias propias de las esta­ ciones de la vida humana. Sin embargo, no todo ha permanecido invariable en este sólido entramado tradicional: los materiales emplea­ dos para construir sus viviendas, sobre todo en las zonas

Esquema constructivo de la casa maya tradicional Sus elementos constructivos prácticamente no han variado durante los últimos 2 500 años.

HOLNA-CHE Caballete

HIL Emparrillado horizontal

BEELCHO Larguero intermedio HUANO Zacate

HUNQUICHE Emparrillado vertical

TANCHE Crucetas PACHNA Largueros

AK Amarres de bejuco

HALABCJE Trenza de bejucos

OCOM MOY Horcones secundarios

COLOCHES Varas verticales

PAK LUM Embarro NOH OCOM Horcones principales

Sahkab Apisonado de tierra blanca

Casa maya moderna Ygnacio Rivero

Se edifica con una gran diversidad de materiales, pero su forma y función siguen siendo las mismas.

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El pueblo de Tix Poc-Boc Marco Antonio Chab Yah, pintura al óleo

Al tiempo que crecían las ciudades coloniales, en el resto del área maya la población fue agrupada estratégicamente en congregaciones para facilitar su control y el pago de tributos y diezmos; estos pueblos fueron trazados siguiendo el modelo urbanístico de los colonizadores, pero en pequeña escala.

urbanas, son ya el bloque prefabricado, las láminas de zinc o cartón y los techos colados de vigueta y bovedilla; su monótona uniformidad irrumpe en el paisaje peninsular y contrasta con la típica casa maya, que muchas veces alberga a más de una familia nuclear y da techo a familias extensas. La dispersión de los asentamientos —durante mucho tiempo característica del patrón maya, y desde hace unas décadas disminuida por la acelerada urbanización— data de la época prehispánica, cuando en zonas montañosas menudeaban los caseríos en torno a centros ceremoniales o cenotes. Esto cambió con la llegada de los conquistadores y los misioneros, quienes reunieron a los indios en nuevos poblados o en los ya existentes para facilitar su evangeli­ zación, la explotación de mano de obra y la recolección de tributos.

Pero la migración hacia las haciendas, ocurrida en los siglos xviii y xix, y la reforma agraria, con la consiguiente creación de ejidos, en el siglo xx, contribuyeron a dispersarlos nuevamente. Según cifras del 2000, casi 70 por ciento de la población de los 106 municipios yucatecos vive en mil 180 localidades de menos de 5 mil habitantes, lo cual se acentúa en los nueve municipios peninsulares más pobres: Cantama­ yec, Chaksinkín, Tixcacalcupul, Chemax, Chichimilá, Chikin­ dzonot, Mayapán, Tahdziú y Tekom, eminentemente­mayas, donde sólo 50 mil individuos viven en 335 localidades. Aunque la dispersión demográfica ha dificultado la atención educativa y sanitaria, ha favorecido en cambio formas tradicionales de organización social, pues las familias aún trabajan en conjunto sus milpas, y los parientes suelen vivir cerca; todos tejen vínculos de reciprocidad, afecto y cooperación, políticos o rituales, manifestados en el diario trajín o en las fiestas y solemnidades. Aunque hay escuelas en casi todas las comunidades, la pobreza obstaculiza la asistencia escolar; y si bien el Estado ha intentado subsanar este inconveniente otorgando becas y apoyos alimentarios a los estudiantes, persisten el analfabe­ tismo, el ausentismo, la deserción y la baja eficiencia terminal. La educación en lengua indígena no abarca más allá de la primaria ni atiende a toda la población que la requiere, y son pocos los estudiantes que acceden a niveles superiores de educación.

La economía familiar Hombres y mujeres de milpa, los mayas siguen dedicando buena parte de sus desvelos individuales y comunitarios al campo. En el solar o en las tierras ejidales cultivan los pro­ ductos de la región, como chile, cítricos, o los tradicionales

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Los mayas peninsulares son un pueblo de pueblos emparentados física, lingüística y culturalmente, por lo que es impensable una sola forma de ser maya. A lo largo de su historia, cada comunidad imprimió a su lengua madre inflexiones propias, y hoy practica a su manera ancestrales costumbres y actualiza antiguos saberes, como el Cha’a Chac para implorar a los dioses que llueva.

Maíz Imagen del audiovisual “Cosmovisión”

Los habitantes mayas de los pue­ blos y comunidades de la península han diseñado a través de los siglos una dieta básica con variados ingre­ dientes, cuya base es el maíz.

maíz, frijol y calabaza, trinidad originaria mesoamericana que propicia su autosuficiencia alimentaria; sin embargo, actualmente hay pocos excedentes que apuntalen la economía familiar. A pesar de ser conocida causa de deforesta­ ción, para sus cultivos temporaleros los mayas siguen empleando el milenario método de roza, tumba y quema, llamado “la milpa que camina”, que implica desbrozar los terrenos y luego pren­ derles fuego para fertilizarlos con las cenizas de la maleza quemada. Generalmente la milpa sólo se cultiva dos años en un mismo predio. Siempre en estrecha comunicación con los humanos, antiguas deidades capaces de controlar o influir sobre los vientos, las lluvias, la fertilidad de las mujeres y la tierra, aparecen junto a Dios, la Virgen y los santos patronos católicos. Algunos son responsables de proteger las milpas; a los bosques de la destrucción inútil; a los animales, a los pueblos y personas de las bestias, enfermedades o vientos y espíritus malignos. A veces quieren pasar desapercibi­ dos, pero otras hacen ruiditos para que la gente sepa que llegaron. Casi todos aprecian las atenciones, las oraciones y las ofrendas, y es casi seguro que un poco de zacá los contentará. Y es que vivir en comunidad sigue implicando lealtad hacia ciertos pactos con los espíritus guardianes, los yumoob, y cuando algún miembro del grupo comete faltas y entra en conflicto con los espíritus o vientos, un lob o des­ agravio sigue siendo el remedio para restablecer el diálogo con ellos.

Mujer elaborando tortillas Ygnacio Rivero

El uso de tres piedras para sostener el comal donde se cocía y aún se cuece la masa de maíz al calor de las brasas del fogón está relacionado con las tres piedras primigenias empleadas en la mítica creación del cosmos.

Además de las milpas, el ancestral huerto familiar provee de naranja, lima, limón real, guanábana, anona y saramuyo, y en los “solares” o patios domésticos se siem­ bra chicozapote, huaya, guayaba, mamey, zapote, nance, tamarindo, ciruelas y plátanos de diversas clases, así como variedades locales de chiles y el distintivo achiote. Es proverbial el conocimiento maya sobre las plantas para cada uso y ocasión, y siempre procuran tenerlas en

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casa, especialmente la belladona, la yerbabuena, el árnica y el orégano; la sábila, el sinanché, el llantén, el toronjil y la chaya. Los mayas saben a la perfección cuáles son amigas en tiempos de hambruna o cuando las cosechas van mal, como el pixoy, el bonete y el ramón; o las que se ofrendan a los muertos, como el xpuhuc, el cristemó y la hierba santa. De esta manera, la casi siempre pródiga madre naturaleza, a veces caprichosa y cruel, sigue siendo el centro de su universo cotidiano. Sin embargo, entre 1920 y 1960 hubo un gran cambio en el campo maya: a resultas de la reforma agraria, fruto de la revolución mexicana, se registró un reparto de tierras a pueblos tradicionales y a nuevos centros comunitarios por la vía del ejido, transformación completada esa última década con el cambio de uso del suelo en toda la península debido al avance de los agroecosistemas, que para los no­ venta del siglo pasado era ya de casi 65 por ciento, y en Yu­ catán de más del 40 por ciento. Pero la creciente inserción de comunidades mayas en la agricultura mecanizada ha modificado sus patrones sociales tradicionales, entre otras cosas porque el aumento de las tierras dedicadas a cultivos de tipo comercial obliga a sus integrantes a comprar los bienes básicos que ya no producen. Aunque esto podría sugerir una creciente bonanza del sector, los trabajos agrícolas no son los más abundan­ tes ni los mejor pagados, por lo que muchos indígenas se emplean en la extracción de sal, como maestros de obra, albañiles, pescadores, o trabajan en la confección de ropa y en la elaboración de artesanías a cargo de familias o co­ munidades enteras, que adaptaron sus diseños al gusto del mercado turístico nacional e internacional. En determinadas zonas, las comunidades se sostie­ nen elaborando productos como la miel, o criando aves de corral o porcinos, pero muchos mayas se ven obligados a convertirse en asalariados temporales por el escaso rendi­ miento de los suelos o por sus bajos niveles de escolaridad, lo que propicia una creciente migración a zonas urbanas, ganaderas o turísticas de la península, petroleras de Cam­ peche, a los estados vecinos y a Estados Unidos y Canadá. Buena parte de la población maya se emplea en localidades lejanas a su terruño, en el país o en el extranjero, pero sin perder el vínculo con sus comunidades; los emigrantes

financian gremios y fiestas patronales a las que a veces asisten, asegurándose así la pertenencia a sus sociedades de origen. Una corriente migratoria de reciente auge es la de indígenas de la zona maicera-ganadera, generalmente varones de entre 15 y 35 años de edad, a la Riviera Maya. Las mujeres, por su parte, se han incorporado cre­ cientemente a los sectores productivos en maquiladoras y fábricas, o como nanas, lavanderas, domésticas o camare­ ras de hotel, por lo que en algunas regiones la economía doméstica depende cada vez más de su trabajo. Aunque ellas también emigran, en el oriente yucateco muchas han creado cooperativas artesanales para confeccionar ropa típica destinada al turismo.

Salineros de Chuburná SINAFO-INAH, 52485

Desde tiempos prehispánicos, cuando los mayas comerciaban con otros habitantes de zonas tan lejanas como Honduras y El Salvador, la sal recolectada a lo largo de la costa norte de Yucatán ha sido fuente de ingre­ sos para la región.

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Comunidad y familia El maya es, ante todo, integrante de una gran familia llamada comunidad, y gran parte de su vida se decide con criterios colectivos, pues la familia sigue cumpliendo una compleja trama de funciones económicas, sociales y rituales, y la mecánica de todo grupo se estructura mediante lazos de parentesco. Las comunidades mayas se conectan entre sí a través de las relaciones establecidas por sus miembros me­ diante vínculos rituales, religiosos y matrimoniales, y aún es común casarse con alguien del pueblo, muchos de cuyos integrantes son parientes. En muchas localidades mayas peninsulares, si bien la migración de jóvenes cambió las modalidades de inicio y consolidación del matrimonio, aún se valoran las uniones tradicionales en las que el novio y su familia piden permiso a la de la joven para cortejarla y desposarla. Aunque con distinto nombre según la comunidad, los ritos y ceremonias implican regalos de parte de la familia del novio a la de la novia. Se estila que en la vivienda o solar familiar resida al menos un tiempo algún hijo varón con su prole. En el hogar, animales y huerto son responsabilidad y prerrogativa de las mujeres, quienes además de cocinar, lavar la ropa y cuidar a la prole, tejen hamacas y bordan prendas, y si acaso viven cerca de una ciudad se transforman en domésticas, vendedo­ ras o maquiladoras, para estar en condiciones de enfrentar contingencias familiares o médicas.

Salud y enfermedad

Mestiza Ygnacio Rivero

Los mayas actuales desempeñan toda clase de oficios y profesiones.

En cuanto a las enfermedades que aquejan a la población maya, nunca son pocas ni despreciables. Debido a la desnu­ trición, primera causa de defunción en todos los grupos de edad, los mayas siguen muriendo de padecimientos origina­ dos por la pobreza: diarrea e infecciones de vías respiratorias altas. Además, aunque las tasas de mortalidad materna han disminuido entre las mujeres mayas, aún son muy altas, y existe un alto grado de alcoholismo entre los varones. Cuando los atacan esos u otros males, los mayas siguen recurriendo a la medicina tradicional: principalmente a

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Familias mayas en el tiempo Las modas cambian, pero los mayas se adaptan a ellas mante­ niendo sus estructuras familiares tradicionales.

Familia maya frente a la choza de Felesiano Dr. Alfred M. Tozzer, 1902-1903 Alrededores de Chichén Itzá, Yucatán, Courtesy of the PMAE, Harvard

Familia mestiza Pedro Guerra, 1930 Tomada en un predio de la Ciudad de Mérida

Familia Alonzo

yerbateros, sobadores y expertos en diferenciar distintos tipos de aires, como el que aqueja luego de un cambio brusco de temperatura, o el que hace doler los riñones, o los que sobrevienen luego de faltarle al respeto a los aluxes, duendes o pequeños espíritus generalmente invisibles y asociados a entornos naturales como cuevas, bosques o campos de cultivo, aunque también se dice que habitan en cenotes o grutas y que pueden materializarse. También están los especialistas que curan el susto o el mal de ojo, o los desequilibrios entre los alimentos conside­ rados “fríos” o “calientes”; los que saben buscar y recuperar las almas o porciones de almas robadas o extraviadas por

enfermedad o accidente; los que son capaces de ajustar un tip’te, órgano central para el cuerpo humano que se encuen­ tra en o cerca del ombligo, y que se disloca a consecuencia de una operación, una caída, un mal movimiento... Y, por supuesto, están los maestros que dan consejos y ayudan a resolver los conflictos personales y emocionales. Mención aparte merecen las parteras, expertas en pal­ par abdómenes, que siguen siendo la elección de muchas mujeres mayas que se sienten más cómodas pariendo en casa, en la hamaca, aunque las citadinas y las jóvenes optan por ir a la clínica. Las comadronas conocen los secretos de la vida y prodigan consejos para garantizar que el embarazo llegue a buen término, que van desde la dieta hasta evitar ser víctima de un mal de ojo, y también se aseguran de que la madre se recupere luego del parto. La importancia de la herbolaria es incuestionable, y abarca desde el remedio casero hasta el asequible en los expendios de los mercados. Y si bien toda familia conoce las cualidades de ciertas raíces, cortezas o pulpas, hojas o frutos, legado prehispánico y colonial, también sabe que la mano experta de los sanadores, en conjunción con los ritua­ les que sólo ellos conocen, acrecienta sus beneficios. A veces pareciera que sacerdotes y chamanes prehis­ pánicos que huyeron o se acomodaron a las circunstancias durante la Colonia, alcanzaron a transmitir secretamente sus conocimientos, otrora privilegio de la élite, a una parte del pueblo, popularizando su saber; en la actualidad sus

Ygnacio Rivero, 2006 Los Angeles, California, foto de estudio

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Ejército republicano durante la Guerra de Castas Archivo Guerra

El gobierno debió reunir enormes ejércitos para contrarrestar la estrategia de guerrillas de los cruzo’ob, quienes se mantuvieron en pie de lucha casi durante un siglo.

Grafitti cruzo’ob José Enrique Ortiz Lanz Chan Santa Cruz, Quintana Roo

Talla en una mesa del cam­ pamento del Palacio de la Civilización Maya, en Yaxuná, Yuc. Sobre un basamento piramidal se levantan tres cruces, ejemplo de la vigencia de ese símbolo en el pensa­ miento maya actual.

herederos son los ah meno’b, esos especialistas en el saber mágico, médico y religioso, intermediarios de los hombres ante las divinidades ancestrales y las contemporáneas, las de este mundo y las de los otros mundos, quienes crean y recrean todos los días una forma de entender la existencia.

Liderazgo y poder Además de las autoridades familiares y de otras perso­ nalidades influyentes en las comunidades, o de los des­ cendientes de quienes prestaron servicios valiosos, como escribanos, rezadores y los ah meno’b, hay otras fuentes de liderazgo y poder según la localidad de que se trate. En las menores, la autoridad reside en las autoridades comunales, elegidas por votación y reconocidas por el municipio. En las del centro de Quintana Roo y algunas del oriente yucateco hay autoridades tradicionales remanentes de la Guerra de Castas, conflicto de profundas implicaciones económicas, sociales y políticas que comenzó en 1847, cuando el caudi­ llo indio Cecilio Chi tomó Tepich, Quintana Roo. Al recrudecerse la guerra, cerca de 1850, Manuel Nahuat inauguró el culto a las “cruces parlantes” en Chan

Santa Cruz; casi una década después, los mayas que lo continuaron, o cruzo’ob, formaron compañías estructu­ radas militarmente que se concentraron en localidades ubicadas en el camino a Bacalar. Extendido por toda la península, el culto a la cruz muestra matices regionales: en ciertas zonas se le sigue llamando ya’ax-cruz, por su parecido con la ceiba axis mundi; algunas son trasladadas anualmente de un poblado a otro, sobre todo en el centro de Quintana Roo, donde pervive el sistema de guardias militares y el culto a “la santísima”.

Idioma Uno de los rasgos identitarios más poderosos en la dilatada historia maya ha sido su idioma. Del protomaya original surgieron 31 lenguas mayances que los especialis­ tas han dividido en cuatro ramas: huastecana, yucatecana, occidental­y oriental. Dos de ellas, el chicomucelteco y el choltí, desaparecieron; las restantes 29 siguen vivas con variadas cifras de hablantes: desde los 300 de lacandón, hasta más de un millón para el yucateco e igual cifra para el quiché.

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EL IDIOMA MAYA

Maya yucateco

Lacandón Yucatecano

Mopán

Itzá Maayail

Chol

Chontal

Ch’oolil Cholano

Chortí

Choltí

Tzotzil

Tzeltal Tseltalil

Tzeltalano

K’anjobalil

Kanjobalano

Kanjobal Acateco Jacalteco

Tojolabal

Chuj

Chujeano

Huaxteco

Chicomucelteco

Huaxtecano

Wastekoil

Tuzanteco

Teco Mam

Motocintleco Maamil

Mameano

Ixil

Awacateco

K’ekchí

Uspanteco

Pokomchí

Pokoman K’iche’il

Quicheano

Quiché

Achí

Sacapulteco

Tzutuhil

Según la Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas, en el año 2000 había 1 475 575 hablantes de maya yucateco o peninsular, lo que lo convierte en el tercer idioma más usado en el país después del español y el náhuatl; forma parte de una familia lingüística integrada por alrededor de una treintena de idiomas utilizados en la actualidad y que deriva del protomaya, cuyo origen se remonta a 4 500 años atrás. El maya yucateco tiene una antigüedad similar a la del español y el inglés modernos; su gramática se estudia con gran rigor y, ya sea escrito o hablado, posee la misma riqueza de vocabulario que cualquier otro idioma.

Noj Ch’oolil Maya occidental

Gran cholano

Gran kanjobalano

Noj K’anjobalil

Chik’inil Maaya

1100 1200 1300 1400 1500 1600 1700 1800 1900 2000

Noj K’iche’il Gran quicheano

Maya oriental

100 200 300 400 500 600 700 800 900 1000

Lak’inil Maaya

d.C. a.C.

2000 1900 1800 1700 1600 1500 1400 1300 1200 1100 1000 900 800 700 600 500 400 300 200 100

Cakchiquel

Árboles de las lenguas maya e indoeuropea

CHUUNIL MAAYATÁAN PROTOMAYA

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Itálico

Osco

Umbro

Latín

Gótico

Antiguo sajón

Alto alemán

Bajo alemán Bajo franconio antiguo Oriental

Occidental Nórdico antiguo

Anglofrisio

Sueco

Noruego

Danés

Islandés

Flamenco

Afrikaans

Neerlandés

Bajo alemán moderno

Yiddish

Alemán

Frisio

Inglés

Rumano

Francés

Italiano

Catalán

Portugués

Provenzal

Español

L o s m aya s d e h o y

Occidental Septentrional

Oriental

Germánico

INDOEUROPEO

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E l G r a n M u s e o d e l M u n d o M aya d e M é r i d a

En las tierras bajas centrales habitaban los hablantes de cholano, que fungió entonces como lengua franca de la zona y que fue utilizada en las inscripciones jeroglíficas. Pero las tierras altas de Chiapas y Guatemala exhiben gran diversidad lingüística, quizá debido a su accidentada topo­ grafía, mientras que en las tierras bajas del norte predo­ mina el maya yucateco. Esta sigue siendo una lengua viva y relativamente homogénea, pero los que la cultivan distinguen bien sus variedades: el jach maya o maya puro; el maya antiguo; el maya verdadero o “suficiente” que se habla al oriente y sur de Yucatán, como en la región de los Chenes, Cam­ peche, y el xa’ak’an maya, maya mezclado o mestizo, resultado de la precaria adquisición del maya como lengua materna. En el año 2000, del total de los 3 millones 233 mil 862 habitantes de la península yucateca, el INEGI consideró que 790 mil 953 personas mayores de cinco años hablaban maya, 75 mil 874 de ellos en Campeche, 167 mil 746 en Quintana Roo, y 547 mil 333 en Yucatán. Con un porcentaje de 37.3 por ciento, Yucatán es el estado con mayor población hablante de lengua indígena en el país; el de Quintana Roo fue de 23 por ciento, y el de Campeche, de 15.5 por ciento, todos en ese mismo año. Sin embargo, es importante recalcar que estas cifras son mayores, pues en sus conteos en la materia el INEGI no toma en consideración a la población menor de cinco años. Un buen número de literatos y poetas mayas contem­ poráneos se han dedicado con ahínco a dar modernas for­ mas y contenidos a su lengua madre, aunque por desgracia el maya tiende a usarse en ámbitos cada vez más reducidos, como el hogar, y una porción de los inmigrantes indíge­ nas en centros urbanos y turísticos lo está perdiendo. Lo anterior se traduce en que, pese a que el idioma maya sigue siendo familiar y público en pueblos pequeños, algunos jó­ venes prefieren hablar en español en el ámbito urbano. Así mismo, hay mayores que siempre hablan maya mezclado con español; otros lo usan sólo con parientes o conocidos; algunos más niegan conocerlo o dicen haberlo olvidado. Con todo, en barrios, mercados o negocios aún se escucha el maya “suficiente” entreverado con castellano.

Bordadora Ygnacio Rivero

Guirnaldas y flores son los adornos preferidos de los hipiles yucatecos. Actualmente se realizan sobreponiendo a la tela un canevá; las puntadas se hacen en los espacios restantes en el entrecruzamiento de hilos de cuadrícula.

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L o s m aya s d e h o y

Indumentaria y cocina yucateca Algo similar ocurre con la indumentaria, que mucho ha cambiado a lo largo del tiempo, como tantos otros elemen­ tos de la cultura maya. Al momento de la Conquista, los grandes señores portaban “mantas con mucha plumería”, “xicoles de algodón y pluma tejidos a modo de chaqueta de dos faldas de muchos colores”, con técnicas ya casi per­ didas, mientras que los hombres del pueblo vestían sólo bragueros de algodón y una “camiseta sin mangas”. Aunque la regionalización enfatizó características locales en los motivos y diseños que adornan las prendas, ya que cada pueblo tiene los propios, poco a poco han sido remplazados por los producidos en serie. Durante un tiempo predominó un estereotipo del atuendo maya peninsular, caracterizado del lado femeni­

no por un largo hipil bordado en punto de cruz, enagua, fustán bordado o calado y rebozo; del lado masculino por la camisa blanca de manta y el pantalón de igual color, alpargatas de cuero y sombrero de palma. En fiestas y oca­ siones especiales, la calidad de las telas, la complejidad de los bordados y diseños —en los que muchas mujeres han dejado la vista— y de la orfebrería acentuaban la elegancia femenina, y el sombrero de jipi-japa, el paliacate rojo, el pantalón de dril y la “filipina” de seda o lino eran emble­ mas de la masculina. Todavía es posible ver mujeres luciendo el traje tra­ dicional yucateco en grandes festejos, y aunque los ternos siguen usándose en vaquerías, bodas o fiestas, se compran ya hechos, y más recientemente, debido al alto costo de bordados y rebozos, las muchachas mayas visten a la usan­ za occidental, prescindiendo del hipil.

Bata campechana

Terno yucateco

Hipil de luto

Mirna Chan Zapata Iturbide, Campeche

María Guadalupe Fuentes Collí Teabo, Yucatán

Felipa Neri Cab Cumí Dzidzilché, Yucatán

Las prendas de vestir de Campeche se diferencian del multicolor traje yucateco por el uso del color negro, derivado del tinte extraído del palo de Campeche, fuente de riqueza del puerto, así como por los bordados de flores de calabaza y los motivos marinos.

La vistosa decoración del traje regional se basa en bordados realizados con la técnica llamada xok bi chuy, en la que se cuenta el número de cruces que se hacen con la aguja. Mientras más pequeñas, más difíciles.

El color negro del luto occidental ha sido adoptado sólo en los hilos del bordado de este tipo de hipiles, siempre blancos.

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Chiles habaneros Roberto Velasco Alonso

Ingrediente por excelencia de la comida yucateca; se cree que fue usado por los mayas desde el periodo Clásico.

Preparación de la cochinita pibil Ygnacio Rivero

Contrariamente a lo que muchos piensan, el pibil no es el achiote, salsa con la que se prepara la cochinita, sino una técnica de cocción en un horno subterráneo, o piib, donde se cocina cualquier alimento bajo tierra.

En Quintana Roo, la mujer también viste el blanco hipil característico de la Península de Yucatán, pero su bor­ dado y colorido suelen ser más sobrios y discretos. También allí son fundamentales para complementar el atavío una soguilla de oro al cuello y los tradicionales aretes, igual que el cabello recogido. De igual manera, en el vestuario masculino existen algunas diferencias entre yucatecos, campechanos y quin­ tanarroenses; entre estos últimos a veces la camisa lleva, al frente y en la parte inferior, dos bolsillos donde se colocan dos paliacates rojos. En algunos lugares, y con el objeto de enfatizar las características propias de su región, nuevos diseños se han incorporado: hay hipiles campechanos bordados con moti­ vos náuticos, y las mujeres de X-Pichil en Quintana Roo se inspiran en la flora local. En los eventos importantes, la mesa yucateca se engalana con platillos como la célebre cochinita pibil, el poc-chuc, el chocolomo o el tikinxic, que son síntesis de la esencia regional. La cocina yucateca es el resultado

de un mixtura culinaria entre lo criollo y lo europeo, que dio como fruto una exquisita mezcla de sabores del Nuevo y el Viejo Mundo. Hasta muy avanzado el siglo xx, la Penín­ sula de Yucatán fue un territorio aislado y de difícil acceso, y los yucatecos se relacionaban más con Francia, Nueva Orléans y Cuba que con el resto de México, lo que añadió influencias de esos parajes al mestizaje maya-hispano, por lo que su gastronomía se basa en platillos de res, puerco y pollo bien sazonados y muchas veces aderezados con el picosísimo chile habanero y el omnipresente achiote. En cambio, el menú maya campesino es una comida de maíz en sus múltiples formas, calabaza, frijol, tomates y chiles, enriquecida con productos de la caza y el solar, por lo que en épocas de bonanza maicera la comida del campo peninsular es distinta de la conocida como “yucateca” y se elabora con técnicas autóctonas de cocción, como el busts’bil (ahumado) o el piibil, platillo cocido en el piib, u horno de tierra. Estos son los guisos preferidos por las almas de los difuntos, los dueños del monte y las colinas y los muy terrenales migrantes en Estados Unidos.

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L o s m aya s d e h o y

Ah men “el que sabe lo que hace” Ygnacio Rivero

Es el sacerdote y curandero que dirige las plegarias durante el ritual, repetidas a continuación por su ayudante.

Ritos y ceremonias

Niño vestido de hipil Teresita Cachón Cuxim

Los niños yucatecos durante los primeros meses visten hipilitos sin importar el sexo. El color negro en las decoraciones está asociado a la idea de protección, ya que a esa edad es importante evitar los malos aires y el mal de ojo.

La forma de pensar maya conserva muchos elementos precolombinos, e incorpora otros tantos judeocristianos. Elementos prehispánicos son el cosmos dividido en tres regiones con capas superpuestas vinculadas por una ceiba, y la división del universo en cuatro rumbos. Pervivencias católicas son los santos, aunque estos no son para los mayas los definidos por la liturgia de Roma, sino seres sobrenatu­ rales integrados a su imaginario cuya misión es velar por los individuos y comunidades humanas, a diferencia de las deidades más “paganas”, que cuidan de la naturaleza y sus criaturas. Las ceremonias que combinan antiguas creencias con el catolicismo impregnan las vidas; en ellas, copal y re­ zos acompañan cada evento de la existencia terrenal, que a su vez posee sus propios rituales, como bautismo, noviazgo, bodas y funerales. Las cuevas de cerros y montañas —con­ sideradas entradas del inframundo en la época prehispá­ nica— aún albergan deidades terribles cuando enfurecen: por ello nunca falta quién les lleve velas y derrame en su homenaje un poco de licor o de atole, preservándose así el equilibrio universal. Si bien persisten en la península creencias compar­ tidas como la de Xtabay, mítica mujer de increíble belleza que acecha al pie de una frondosa ceiba a los hombres que transitan de noche los caminos, hechizándolos con irresis­ tibles palabras de amor para robarles el alma o matarlos, también existen personajes locales, como el Juan del Monte de las antiguas regiones chicleras. Por eso siguen vivos rituales como el k’ayuum, que protege de vientos o apari­ ciones, o como la ch’uysaka, que sacraliza espacios habita­ bles. Pero hay otros comunitarios, como el empleado para con­jurar la aparición de plagas, o el ancestral cha’a Chac, eminentemente masculino, que con sus variantes regiona­ les sigue siendo primordial en la eterna plegaria maya para implorar a los dioses el favor de las lluvias.

Los convocados preparan durante dos días un bebedi­ zo sagrado de corteza de balché, miel y anís, guiados por el ts’an balché, escanciador que guarda 15 días de abstinencia sexual previos a la ceremonia. En tanto, las mujeres muelen maíz y semillas de calabaza como ofrendas, y la comunidad aporta velas, cerveza, cigarrillos o refrescos; quizá alguna gallina. Los hombres fabrican un altar de troncos y ramas, y en cada punto cardinal colocan arcos de ramas; delante de estos, de los que cuelgan calabazos con agua, se aprecia un poste con una vela de cera de abeja. Los oficiantes se sientan en semicírculo fuera de la zona del altar, y poco a poco, a medida que oscurece, se completa el escenario. Ya entrada la noche se observa un círculo de velas encendidas y un altar con un Cristo, ante el cual el sacerdote y su

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ayudante, apenas visibles entre una pesada nube de incien­ so, musitan rezos en maya para Chac, el dios de la lluvia. Finalmente, el sacerdote moja en el calabazo el haz de ramas y esparce el agua ya bendecida a los cuatro puntos cardinales; los hombres vaciarán parte de ésta en un cubo con más agua, la mezclarán con maíz molido y la reparti­ rán entre todos los asistentes: es el zacá, bebida sagrada para Chac. En tanto, se escucha a cuatro niños, represen­ tantes de los “chaces” y sentados junto a cada pata de la mesa, croar como ranas para reforzar la súplica, mientras resuenan en el aire oraciones en castellano. Luego de un breve descanso se sigue bebiendo zacá, mientras comienza a burbujear el balché fermentado; en esta larga espera, los hombres suelen beber. A continuación se suceden nueve rondas de oraciones de casi una hora cada una, hasta que comienza a clarear y llega el momento clave. El ts’an balché pedirá su veredicto a las piedras que emplea para la adivinación: ¿Habrá o no lluvias? La ceremonia culmina con un banquete de tamales de maíz, panes, caldo de gallina y el sagrado balché, a veces mezclado con refresco de cola.

Otro ritual de poderosa vigencia en la zona e, igual que el cha’a Chac, con fuertes variantes regionales, es el del hetzmek, ancestral funda­ ción de la persona maya, en el que el padrino o madrina señalan el paso del recién nacido a la infancia y propician su eterna protección por parte de los Nueve Señores de la Noche, pues el inframundo prehispánico tenía nueve nive­ les o capas habitadas por dioses. En los niños se realiza a los cuatro meses de vida y en las niñas a los tres, números que aluden a las cua­ tro esquinas de la milpa —y del universo— y las tres piedras del fogón, que remiten al mito de la creación del hombre. Y si antes el varoncito recibía instrumentos para ser un buen campe­ sino, y la niña hilo y aguja para ser buena bordadora, ambos ya empezaron a recibir del padrino y la madrina lápiz y papel para ser buenos estudiantes. Como es patente, la reafirmación de sus ideas de persona y de comunidad es otro camino elegido por las nuevas generaciones mayas para reforzar su identidad, sin

Jéets’ Méek’ Lorenzo Chim, Muna, Yucatán, 2012

Mediante el hetzmek (o jéets’ méek’) o “fundación” de la perso­ na, la familia y la sociedad mayas buscan propiciar que su nuevo integrante tenga una vida recta y provechosa.

Ceiba Roberto Velasco Alonso

En la cosmovisión maya la ceiba es el gran árbol situado en el centro del mundo, que sostiene los planos del cielo y cuyas raíces se conectan con el inframundo.

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Cha’a Chac Marco Antonio Chab Ya

El cha’a Chac es oficiado por el ah men, sacerdote y curandero. A diferencia de las ofrendas que realiza el propio milpero, el ritual de petición de lluvias exige la presencia del ah men y la colaboración de varios milperos y sus familias.

Cha’a Chac Imagen del audiovisual “Cosmovisión”

El ritual agrícola maya por excelencia, el cha’a Chac o petición de lluvias, sigue llevándose a cabo a la mitad del ciclo, por lo general en julio y agosto, para atraer el agua cuando la inclemente canícula azota las milpas.

Ánima en el purgatorio Foto: Miguel Ortiz

Para fomentar la oración entre los indígenas, y sirviéndose del gran respeto de estos hacia sus difuntos, los frailes europeos les inculcaron la idea de que San Miguel Arcángel ayudaba a liberar a las almas del purgatorio.

importar­su credo religioso, por lo cual siguen celebrando estos ancestrales ritos, ceremonias y fiestas, cuya prepara­ ción colectiva revitaliza espacios de interacción cotidiana incluso para los emigrantes, quienes regresan al terruño para participar en ellas o financian su realización. En los festejos patronales, los “gremios” de devotos son funda­ mentales: en apariencia el responsable es un individuo, pero en realidad lo son grupos familiares, a veces más ex­ tensos, dados su alto costo y compleja organización. Aspectos sagrados y profanos se conjugan armoniosa­ mente en estos festejos, pues a la par de novenas, proce­ siones y misas se realizan ferias regionales, “vaquerías” y jaranas, que por lo común duran varios días. Una muestra por excelencia de cómo los mayas han combinado creativa­ mente elementos de las tradiciones autóctona y cristiana es precisamente la vaquería, corrida de toros estilo maya en la que al centro del ruedo se planta una ceiba joven con ramas en cruz, a modo de axis mundi, y después se saca de la Igle­ sia al santo para rezarle en maya. Luego de ofrendar balché

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Altar de Hanal Pixan Ygnacio Rivero

En la península no se habla de muertos, sino de difuntos, quienes permanecen en la memoria y en muchos espacios de la vida maya. En todos los hogares se prepara un altar para la ceremonia del Hanal Pixan, o “comida de las ánimas”, el cual incluye objetos y recuerdos de los fallecidos.

al árbol sagrado, se amarra al toro y se le hacen diversas ofrendas. Al día siguiente, entre los rescoldos de la fiesta, se rinde homenaje al santo patrono del pueblo.

La incesante resignificación En su afán por perdurar, la sociedad maya recurre a todos sus miembros, incluso a los ausentes, como ya hemos visto con los migrantes, o los muertos, claramente presentes para los mayas en este plano de la existencia. Este estrecho vínculo entre los finados y sus deudos se materializa cuan­ do los primeros visitan sus antiguas casas para reafirmar lazos entre individuo y familia. Durante todo noviembre, el mundo maya estalla en colores, sabores, olores y texturas para alegrarles la visita a los muertos, para lo cual renuevan ofrendas, y sólo al final de ese mes colocan en el altar ser­ villetas limpias e iluminan con veladoras el viaje de retorno de sus difuntos. Los días 31 de octubre, que es el de los niños, el 1 de noviembre, el de los adultos y el 2, el de todos los santos, los mayas esperan la visita de sus parientes muertos con el Hanal Pixan (comida de ánimas); durante varios días cocinan los guisos preferidos de quien se les adelantó en el camino al más allá, limpian la casa, engalanan la mesa, lavan toda la ropa sucia para no dejarle trabajo y esperan cariñosamente su llegada. Se habla del alma como una persona viva, se recuerdan sus consejos y enseñanzas, su bondad o maldad, porque será rememorada según vivió en la tierra, y se le recibe con alegría para impedir que muera del todo. Por ello en las bodas las familias más tradicionales depositan los regalos entregados a los padres de la novia ante las fotos de los difuntos, para hacerlos partícipes del suceso y proseguir la eterna construcción simbólica de sus comunidades.

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Cada año los habitantes de Pomuch, en Campeche, limpian cuidadosamente y con cariñoso esmero los restos de sus familiares para exhibirlos y estrechar sus lazos con ellos.

Cementerio de Pomuch Ygnacio Rivero

En los panteones de comunidades como Pomuch se lleva a cabo la limpieza y presentación a los vivos de los restos de los difuntos, tradición de profundas raíces prehispánicas.

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Desde la Conquista, y durante la Colonia, los evange­ lizadores comprendieron que para facilitar su labor debían tolerar el mestizaje entre los rituales católico e indígena, ocupando, por ejemplo, los mismos lugares de culto; estudiaron a fondo costumbres, lenguas, tradiciones y creencias indígenas y sin quererlo contribuyeron a implan­ tar el sincretismo. Hoy, aunque más del 85 por ciento de los yucatecos son católicos y casi el 8 por ciento protestantes o evangélicos, ello no es obstáculo para que el pueblo maya recree antiguas creencias. El mundo maya nunca esqui­ vó los embates globalizadores, por eso hoy actualiza las razones y destinatarios de sus ruegos, renueva creencias y resignifica su existencia. Fascinados ante la intemporalidad y mutabilidad del cosmos, mantener a éste en movimiento es para los mayas la empresa primordial y colectiva en la que participan todo ser viviente, las fuerzas de la naturaleza y los propios dioses. Para construir un futuro debieron revitalizar incesan­ temente la memoria de su pasado, por lo que su espíritu de resistencia, expresado en su cosmovisión, abarca desde el apego a sus lenguas y tradiciones hasta la lucha arma­ da, iniciada desde la Conquista, continuada en la Colonia, luego en la república con la Guerra de Castas, y cuyo actual colofón es su desigual combate contra la marginación polí­ tica y socioeconómica.

El pasado es presente y porvenir

Rostros mayas actuales Ygnacio Rivero

Los pueblos mayas han desarrollado estrategias de con­ vivencia con entornos culturales e ideológicos hostiles, algunos apegados a su religiosidad cristiana mezclada con tradiciones prehispánicas; otros optando por el catolicis­ mo ortodoxo o por alguno de los credos protestantes que tanto se han difundido en décadas recientes. Pero casi todos adecuan la religión adoptada a su propio sistema de valores y a sus circunstancias, gracias a su creativa sensibilidad para preservar la médula de sus creencias y su cosmovisión. Entre el mundo mágico de la milpa y el descarnado universo del asalariado urbano, los mayas sobreviven con el alma curtida por generaciones de lucha y buscan al­ canzar el papel protagónico que les corresponde, tanto en su tierra natal como en su nación. Como siempre, están abiertos a las nuevas ideas, al movimiento y al intercam­ bio; así, entre casas construidas con tabiques de concreto, modernas camionetas y prendas de poliéster, los aluxes y el copal conviven armónicamente con los santos católicos. Y es que, en su concepción cíclica del tiempo, aunque el pasado parezca ya derruido, éste es también presente y porvenir. Honrándolo y mirando hacia el futuro, los mayas avanzan hacia el mañana con donaire.

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REGIONALIZACIÓN DE LA ZONA MAYA Recientemente, variados fenómenos económicos, políticos y culturales han propiciado un nuevo proceso de regionalización de la zona, esquematizado así por Mario Humberto Ruz:

El norte yucateco: la antigua región hene­ quenera: ubicada totalmente en Yucatán, aquí se encuentran las mayores concentra­ ciones poblacionales y de mayahablantes del estado (casi 50 por ciento), y los más altos índices de marginalidad y falta Mérida de servicios.

Cancún

La franja central maya es la más extensa territorialmente, engloba a comunidades localizadas entre el noroccidente campechano y el centro quintanarroense. Allí habita más del 60 por ciento de los ma­ yahablantes.

Valladolid Bastiones urbanos: esta categoría engloba a las tres capitales estatales de la península de Yucatán (Mérida, Campeche y Chetumal), así como a Cancún, Valladolid y El Carmen, ciudades que pese a ser predomi­ nantemente no indígenas, albergan considerable población maya.

Ciudad del Carmen

Yucatán Campeche

Campeche

Quintana Roo Chetumal

El oriente quintanarroense: región caribe­ ña: zona eminentemente turística y de gran crecimiento demográfico en las últimas décadas; aunque aquí los mayas son mayoría, comparten espacios con otros grupos étnicos.

El meridión peninsular: región en coloniza­ ción: área de frontera selvática compartida por Campeche y Quintana Roo en su fron­ tera con Guatemala y Belice, ocupa casi todo el tercio meridional peninsular.

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Capítulo 2

Mayas de ayer

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Ex Convento de Izamal Propiedad del Gobierno del Estado de Yucatán.

Izamal es conocida como la “Ciudad de las tres culturas”, pues en ella están presentes tanto su rico pasado prehispánico y colonial, como el México contemporáneo. Su convento cuenta con el segundo atrio cerrado más grande del mundo, justo después del que tiene el Vaticano.

Hacienda Uayalceh, Yucatán Gabriel Konzevik

Originalmente las tierras pertenecían a la comunidad de Timucuy hasta que en el siglo xvii pasaron a manos del capitán Íñigo de Mendoza, encomendero de indios. En 1763 fue adquirida por la familia Peón y hoy —propiedad del Banco de Crédito Rural Peninsular— es una de las pocas plantas desfibradoras de henequén que siguen funcionando.

La colonización implicó una drástica transformación para la cultura maya: las poblaciones aún habitadas fueron devastadas o abandonadas, incontables vestigios materiales destruidos y los indígenas sometidos debieron cumplir con las exigencias tributarias de la Corona; de encomenderos, colonos, frailes y clérigos. Las cuatro villas fundadas por los españoles con­ trolaron a las comunidades mayas; tecnologías basadas en el uso del metal modificaron sus procesos de trabajo; animales y plantas de ultramar se mezclaron con los suyos y enfermeda­ des desconocidas diezmaron a su población. Pero ni la marginación, ni el despojo de sus tierras comunales, ni la explotación que padecieron a lo largo de siglos, o los intentos de incorporarlos a una sociedad que veía las diferencias culturales como obstáculo para la consolida­ ción del país, impidieron a los mayas preservar su cultura, ni exterminaron sus saberes y prácticas, que, constantemente resignificados, siguen transmitiéndose en el seno de la familia y la comunidad.

El territorio dominado Cuando Francisco Hernández de Córdoba realizó el primer re­ corrido por la Península de Yucatán en 1517, abriendo así para las autoridades españolas nuevos horizontes de colonización, la civilización posclásica maya aún estaba viva y constituía una sociedad compleja y diversa. Varias circunstancias impidieron a los mayas una defensa conjunta. En ese momento, la población rondaba los 800 mil individuos, atomizados geográfica y políticamente en provin­ cias independientes, muchas veces enfrentados entre sí por añejas rivalidades, como las existentes entre los Cocom de

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Sotuta y los Xiú de Maní. Estos últimos se aliaron con los españoles. Y es que alrededor de 1446 los Xiú, forasteros, habían conseguido apoderarse de Mayapán y echar de ahí al linaje Cocom. Mayapán fue destruida. El preexistente go­ bierno confederado se desintegró. La élite maya se separó, y los grandes señores volvieron a sus respectivas provincias, que eran dieciséis cuando llegaron los españoles. En cada señorío, llamado kuchkabal por los mayas y provincia por los hispanos, gobernaba un halach uinic, gran señor que pertenecía a un linaje noble, ejercía funciones po­ líticas, militares, religiosas y judiciales y heredaba el cargo por vía paterna. Los demás poblados eran gobernados por bataboob o caciques, y estaban integrados por barrios que los hispa­ nos llamaron parcialidades. El batab residía en el centro o núcleo del poblado y nombraba a un ah cuch cab para que gobernara cada barrio y garantizara que se aportara mano de obra, hombres para la guerra y tributos para la élite indí­ gena. Había, además, dirigentes de las ceremonias públicas, jefes de guerra, sacerdotes o ah kino’ob y el chilam, cargo que los españoles tradujeron como profeta. La sociedad maya se dividía en marcadas clases so­ ciales: la de los principales, que agrupaba a gobernantes, nobles, sacerdotes y grandes mercaderes; la de la gente común, que incluía artesanos, campesinos y pequeños comerciantes y, finalmente, los esclavos. En conjunto, el trabajo de la población generaba un considerable volumen

de excedentes, que serían la principal fuente de riqueza para los colonizadores ante la inexistencia de las anheladas minas y de tierras más fértiles. Los mayas se dedicaban al cultivo de maíz, calabaza, frijol, chile y algodón; a la pesca y la cacería, y a la produc­ ción de sal. Habían desarrollado un sistema de intercambio comercial que abarcaba distantes comarcas y que proveía a las clases dirigentes de apreciados bienes de los que carecían, como obsidiana, jade y pieles. También preserva­ ron, aunque modificados por los siglos, muchos logros culturales de su época de esplendor, como su cosmovisión, la astronomía, la historia, la escri­ tura, la cuenta del tiempo y su sofisticado sistema matemático. Tras la caída de Tenochtitlan en manos espa­ ñolas, en 1521, se hicieron frecuentes las incursiones militares hispanas al área maya, donde actualmente se asientan Honduras, Guatemala, Belice, y los estados mexicanos de Campeche, Chiapas, Yucatán, Quintana Roo y Tabasco. Mientras que la conquista de las tierras altas fue vertiginosa y trágica, la de Yucatán fue una de las más complejas, un proceso lento y doloroso que inició en 1527, cuando Francisco de Montejo, el Adelantado, desembarcó al oriente de la península. Veinte años después, en el tercer intento, los españoles logra­ ron establecerse en el noroeste: en 1541 fundaron

Grabado de la conquista Audiovisual “Señora del tiempo”

Numerosos libros con grabados basados en testimonios directos de exploradores y conquistadores marcaron la visión europea de América, representando a los indios como seres inferiores e irracionales.

San Antonio de Padua Foto: Miguel Ortiz

En 1549, fray Diego de Landa fundó un convento dedicado a San Antonio de Padua en Izamal que se con­ virtió en un bastión para la evangeliza­ ción de la zona.

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Francisco Hernández de Córdoba conquista Yucatán Teodorus de Bry, Segunda mitad del siglo xvi

Al representar a los indígenas como seres primitivos, desnudos y muchas veces cautivos, el artista y editor de Flandes plasmó gráficamente la supuesta “superioridad” de los conquistadores.

La conquista de la península yucateca fue una empresa ardua y prolongada porque los mayas, asentados en señoríos independientes, presentaron férrea resistencia; su huida a lejanas regiones fuera del control español, los enfrentamientos armados y las rebeliones, eran algo cotidiano. Al final, la superioridad del armamento hispano, los conflictos entre linajes mayas y la drástica caída poblacional debida a sequías, plagas de langosta, hambrunas y graves epidemias, permitieron consumar esta paulatina colonización.

Campeche, en 1542, la ciudad de Mérida, en el sitio conoci­ do como Tihó o Ichcansihó, y un año después Valladolid en el oriente. Las rebeliones de los mayas retardaron el control de la región hasta 1547, manteniéndose aún una zona rebelde y de refugio, conocida como “La Montaña”, que fue conquistada hasta fines del siglo xvii, cuando se trató de abrir el camino real desde Campeche hasta El Petén y se organizó una gran expedición para someterla. En 1697, Tayasal (ubicado en la actual Guatemala), capital de los it­ záes y último señorío independiente de Mesoamérica, cayó en manos de Martín de Ursúa y Arizmendi. La naciente colonia, formada por las provincias de Yucatán, Campeche, Bacalar y Tabasco, tuvo su capital administrativa y eclesiástica en Mérida, residencia del gobernador y capitán general, y desde 1562 sede del obispo de la diócesis yucateca. El gobernador era quien nombraba funcionarios para los cargos burocráticos, judiciales y fisca­ les que le ayudaban a controlar tan amplio territorio. Para los españoles, la erradicación de las antiguas creencias de los indígenas y su conversión al catolicismo eran tan importantes como la dominación militar. La llama­ da conquista espiritual era, de hecho, la justificación misma de la conquista armada, lo cual no opaca la obra cultural y educativa que las órdenes religiosas y el clero secular desa­ rrollaron durante casi tres siglos de virreinato. La evangelización en la Península de Yucatán estuvo a cargo de la Orden franciscana, cuyos frailes arribaron a Yucatán a finales de 1544 y se establecieron en poblados indígenas importantes para desde ahí iniciar la evangeli­ zación. Los primeros franciscanos que llegaron a la Nueva España en 1524 eran cristianos radicales; querían “salvar” a los indios y fundar la Iglesia indocristiana. Ansiaban implantar la “auténtica” fe y pensaban que lo mejor era aislar a los indígenas para salvaguardarlos de los apetitos primitivos de conquistadores y encomenderos,

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Santiago Mataindios Retablo del siglo xix Foto: Miguel Ortiz

La Conquista americana fue concebida como una empresa militar con fuerte carga religiosa. Los conquistadores aseguraron en repetidas ocasiones que este apóstol se les había aparecido en pleno campo de batalla, causando enormes bajas a las filas indígenas.

a quienes a menudo denunciaron valientemente, presio­ nando a la Corona española para que dictara leyes que los protegieran, y exigiendo a las Reales Audiencias justicia en las tasaciones de tributo, así como la abolición de la esclavi­ tud y un trato razonable en los servicios personales. Pronto fueron una influyente provincia religiosa que edificó sus primeros conventos en Campeche, Méri­ da, Maní, Conkal e Izamal, muchos de ellos sobre viejas pirámides y templos mayas, y todos con mano de obra indígena. Al comienzo predicaban los principios básicos del cristianismo y bautizaban a los mayas; una vez convertidos, iniciaban su verdadero adoctrinamiento, señalándoles que vivían en el error, que sus creencias eran engaños del demo­ nio y que, de perseverar en ellas y no abrazar la verdadera fe, serían severamente juzgados cuando sobreviniera el Juicio Final.

Parte de nuestro conocimiento actual sobre los mayas se debe a los misioneros, quienes para cristianizarlos aprendieron­su lengua y escribieron diccionarios y voca­ bularios en maya, hoy fuentes invaluables de información sobre sus saberes y formas de vida. Los frailes organizaron escuelas donde impartían la doctrina y enseñaban artes y oficios europeos a los niños mayas, poniendo especial empeño en los que pertenecían a la nobleza indígena, a quienes consideraban futuros promo­ tores de la evangelización y del cambio cultural. Luchar contra la religión maya no fue tarea fácil, porque era una forma de entender el mundo, el sustento de cada acto para todo un pueblo, de modo que aunque los franciscanos y el clero secular prohibieron a los halach uinicoob, a los bataboob y a los ah kino’ob o sacerdotes efectuar ceremonias y ritos, y exigieron a los mayas abandonar sus “paganas“ costumbres, a menudo se continuaron celebran­ do en secreto, al amparo del aislamiento de la milpa, en la lejanía del monte y en la intimidad del hogar. Con denoda­ do celo, los religiosos y la Iglesia perseguían la “idolatría” y no dudaban en aplicar severísimos castigos contra quienes persistían en sus antiguas creencias y prácticas. El más célebre auto de fe de la región maya yucateca tuvo lugar en Maní en 1562, cuando unos niños hallaron calaveras e ídolos en una cueva, considerada por los mayas lugar sagrado que permitía la comunicación con el infra­ mundo. Los caciques, principales y maestros involucrados fueron aprehendidos y torturados hasta hacerlos confesar. Fray Diego de Landa, a la sazón provincial de los francis­ canos, dictó sentencia: los caciques perdieron su cargo y fueron­azotados, multados y condenados a servir en conventos o iglesias. El 12 de julio tuvo lugar el auto de fe: al frente de la procesión estaba Landa, y detrás de él los sen­ tenciados con una soga al cuello y la cabeza rapada cubierta con un capirote, con ídolos en las manos y vestidos con

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La población de la península de Yucatán

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Al inicio de la Conquista se calcula que había 800 mil habitantes en la región, pero las epidemias y hambrunas, el trabajo forzado y la migración los diezmaron dramáticamente; hacia 1606, sólo quedaba un 20% de la cifra original. En la segunda mitad del siglo xviii se incrementó la pobla­ ción, aunque este aumento se vio interrumpido por la Guerra de Castas iniciada en 1847, así como por las duras condiciones de explotación del Porfiriato. Es apenas hasta 1960 que se recu­ peraron los niveles de población de 1528, y hoy en día vivimos una alarmante fase de crecimiento exponencial.

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SIGLO XVII

Inicia la Conquista de Yucatán

SIGLO XVIII

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Inicia la Guerra de Castas

Sequías y hambrunas

SIGLO XVI

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SIGLO XIX Inicia la Guerra de Independencia

SIGLO XX

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Inicia la Revolución Mexicana

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sambenitos, prenda impuesta a los penitentes para mostrar público arrepentimiento por sus pecados, y por la Inquisi­ ción para humillar a los condenados por delitos religiosos. Al final de la procesión los esperaba el Tribunal, integrado por franciscanos y por el alcalde mayor, encargado de ejecu­ tar las sentencias. En esa y muchas otras ocasiones en las que los reli­ giosos hallaron evidencias de que los viejos ritos persistían, casi siempre mezclados con las nuevas creencias, fueron lanzados a la hoguera gran cantidad de códices y destruidas representaciones de deidades indígenas, bajo el argumento de que eran “obra del demonio”, y los mayas fueron acu­ sados de hechicería e idolatría. Pronto los almehenoob, nobles “hijos de padre y ma­ dre” y los ah kino’ob o sacerdotes, aprendieron la legislación española para defenderse, y adaptaron las nuevas estructu­ ras y formas de organización a las suyas para hacer viable la vida en las nuevas comunidades, sin renunciar a su esencia. Algunos ah kino’ob se incorporaron a la estructura de gobierno; otros huyeron a La Montaña para retomar libremente las antiguas prácticas rituales y mantener el equilibrio del cosmos, apaciguar a los dioses y pedirles sus favores. Estas ceremonias sirvieron también para reforzar los vínculos entre la nobleza, los linajes y la población, y a la larga permitieron la pervivencia de la cultura e identidad mayas. Con ese mismo fin, los sacerdotes escribieron, en caracteres latinos, el Ritual de los Bacabes, los Cantares de Dzitbalché y los Libros del Chilam Balam. Así, el éxito de los franciscanos y del clero diocesano en la conversión de los mayas fue relativo: muchos rituales persistieron, amalgamados con las nuevas concepciones religiosas, y los mayas mantuvieron su visión del mundo, fundada en una concepción cíclica del tiempo y un estrecho vínculo con la naturaleza. Con los años, el pueblo maya yucateco fue creando una religiosidad propia que incor­ poró elementos y estructuras de la religión católica, como la cruz, los sacramentos, la misa, el culto a Jesucristo, a la Virgen y a los santos identificados con antiguas deidades, y dio lugar a ceremonias híbridas.

El territorio rebelde Al iniciar la conquista de los mayas yucatecos, los soldados españoles no imaginaron que la empresa sería tan difícil, pues la constante en el comportamiento indígena fue la resistencia tenaz al sojuzgamiento, el incesante éxodo hacia recónditas selvas, la rebelión y las tácticas de guerrilla y asedio. Para sortear epidemias, hambrunas, tributos, limos­ nas, repartimientos, encomiendas y servicios personales, los mayas articularon múltiples formas de resistencia durante la Colonia. Aprendieron a negociar las condiciones de la dominación y los montos de tributo; a utilizar el alfabeto la­ tino, las leyes españolas y sus instituciones, apelando a ellas a menudo por medio de su Defensor, del Juzgado de Indios y de las autoridades provinciales; a aprovechar cofradías y cajas de comunidad para contar con recursos que les per­ mitieran enfrentar epidemias o hambrunas; a hacerse pasar por mestizos o incluso por hidalgos (nobles) quienes no pa­ gaban tributos; a mantenerse en constante movimiento, sin residencia fija; a huir a zonas libres y a organizar conjuras, motines y sublevaciones contra los colonizadores.

Iglesia de Itzimná, Mérida Roberto Velasco Alonso

Esta iglesia fue fundada por los franciscanos en 1572 sobre el templo maya dedicado al dios Itzamná.

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Los liBROS DEL CHiLAM BALAM Chilam Balam es la denominación genérica de al menos diecisiete do­ cumentos de estructura similar e identificados en su mayoría por el nombre del sitio donde fueron hallados: Chumayel, Ixil, Kaua, Maní, Nah, Tekax, Tizimín, Tusik, Hocabá, Nabulá, Oxkutzcab, Peto, Teabo, Tihosuco, Tixcocob y Telchac. Cada uno reúne distintos textos que se leían en rituales clandestinos y eran celosamente resguardados por los principales de cada comunidad, heredándose de padres a hijos. Al parecer, cuando un original se desgastaba sus guardianes elaboraban una copia nueva. Todos fueron escritos después de la Conquista y la evangeliza­ ción, luego de la castellanización y del aprendizaje de la escritura con caracteres latinos por parte de la élite indígena. Durante el siglo xvi surgieron en el área maya fundamental­ mente dos tipos de libros indígenas: los escritos con una finalidad legal —pleitos por la propiedad de tierras, por ejemplo— y los textos sagrados, que recogieron el conocimiento acumulado en materia as­ tronómica, climática y médica, y los sucesos significativos en la histo­ ria de los pueblos y sus linajes; su manera de entender el mundo y

la creación­de la humanidad. En ellos quedaron incorporados com­ ponentes cristianos, menciones bíblicas o de los “reportorios de los tiempos”, tan populares entre los españoles de entonces. Dentro de los Chilames destaca la serie relativa a la rueda de los katunes, que contiene vaticinios de corto y mediano plazo y refleja la visión cíclica del tiempo de los mayas, que sirve para narrar una cro­ nología de hechos significativos de la historia precolombina y prede­ cir los tiempos venideros, cuyas consecuencias pueden atemperarse mediante rituales, si los augurios son malos, o potencializarse, si son propicios. Algunas predicciones versan sobre el retorno de QuetzalcóatlKukulcán, pero los frailes los interpretaron como “profecías” del arribo­hispano y de la “religión verdadera”. El majestuoso y ancestral lenguaje de estos textos sagrados está cuajado de rebuscadas metá­ foras, sólo comprensibles para iniciados, y el ritmo que les imprimen las redundancias y enumeraciones los hace propicios para ser recitados o cantados. Enfatizan estas características el tono dolorido y muchas veces airado con que relatan la dominación hispánica.

Facsímil del Chilam Balam de Ixil, láms. 19r y 20v

Facsímil de los Cantares de Dzitbalché, láms. 1 y 2

Inicios del siglo xvii

Segunda mitad del siglo xvi

Foto: Thania Estrada

Foto: Thania Estrada

Explicación de los nombres de los meses y días del calendario de 360 días, más cinco aciagos.

Narración de los rituales y prácticas cosmológicas de los mayas hacia 1440; se trata de un Chilam Balam, aunque no lleve ese nombre.

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Los abusos y agravios perpetrados durante el Virreinato contra los indígenas encomendados y congregados ocasionaron un profundo descontento; rara vez se atendieron sus reclamos, por lo que huían para evadir la sumisión. Tan sólo en 1654, 30 mil mayas se refugiaron en una vasta región llamada La Montaña, al sureste de la Península de Yucatán.

Rebelión indígena Ilustración del audiovisual “Territorio rebelde”

La vida peninsular en la Colonia oscilaba entre periodos de paz, rebeliones y constantes huidas indígenas a La Montaña.

La Pausa Enrique Gottdiener (1909-86)

El cambio de pueblo de trabajadores temporales de ranchos, estancias y conventos fue una constante que permitió a los mayas errantes liberarse de la obligaciones comunales de sus pueblos, como el tequio, los servicios personales y el repartimiento, al no estar inscritos en las matrículas o censos. Durante los siglos xvi y xvii muchos mayas buscaron escapar de sus agobios, ya fuera solos, en familia o en grupos, huyendo a regiones aún no conquistadas, especial­ mente a la zona de La Montaña, ubicada al suroeste de la península —entre la sierra Puuc, El Petén y la Laguna de Términos— cuyos habitantes sembraban maíz, cazaban y comerciaban desde tiempos prehispánicos con los mayas del noroeste. Los remotos bosques tropicales de La Mon­

taña fueron un refugio, pues ahí había copal y animales, miel, raíces y plantas silvestres para alimentarse, y porque ofrecían un espacio para retomar su antigua forma de vida. Aunque menudearon las expediciones de encomenderos, tratando de “atrapar” a los indios fugitivos, los intentos for­ males de colonización de la zona comenzaron al despuntar el siglo xvii, y sólo tuvieron éxito hasta 1697. Ante el fracaso militar, vino el intento de someter a los indios “montañeses” pacíficamente, por la vía religiosa. La conquista espiritual de esta región comenzó en 1604. Un año después, los franciscanos ya habían fundado conven­ tos en Ichbalché, Tzuctok y Chacutzil, y para 1609 tenían misiones en Texán, Petcah y Sacalum, que albergaban a los fugitivos. Sin embargo, se insistió en la vía armada como solu­ ción al problema de los indios montañeses. En 1622 partió una expedición militar al mando de Francisco Mirones, a la que se sumó fray Diego Delgado, pero los mayas que les acompañaban desertaron en masa. Tras varios reveses, Mirones arribó a un sitio llamado La Pimienta, que rebau­ tizó como Concepción de la Pimienta. Allí se peleó con fray Diego, quien, indignado por el injusto trato que Mirones daba a los indígenas, partió al Petén, donde fue asesinado;

En sus esculturas, Gottdiener plasmó escenas emblemáticas de la idiosincrasia peninsular.

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Rueda de los trece ahau Diego López de Cogolludo, segunda mitad del siglo XVI

En 1586, Cogolludo interpretó la estampa como una representación de la ejecución de trece señores de Maní por parte de Nachi Cocom, “señor de Sotuta”, en la matanza de Otzmal, cuando los sacrificó.

Recreación del grabado de Cogolludo Lorenzo Chim, 2012

Aquí se reconoce a los trece muertos o bien a los días finales de los trece periodos de veinte años circundando una ceiba sagrada. Se trata de una representación muy compleja del tiempo maya.

igual suerte corrió Mirones en 1624, cuando los mayas de Sacalum asaltaron la población, lo capturaron y sacrificaron. La Montaña siguió siendo zona vedada para los hispanos. Corría el año 1678 cuando intentaron de nuevo conquistarla, igual que a las demás regiones indómitas, con tres expediciones simultáneas que sólo lograron incendiar pueblos de indios y capturar algunos mayas. Finalmente, en 1687, un nuevo intento, al mando del capitán Juan del Castillo y Toledo, logró lo anhelado por décadas: establecer­ se en Holpat y desde allí, con la ayuda evangelizadora de los frailes y el nombramiento de férreos caciques, formar ocho pueblos más y edificar una fortificación. Diez años después conquistarían Tayasal, la capital de los itzáes.

Las rebeliones Además de las fugas masivas, durante los tres siglos de dominación española hubo múltiples rebeliones indígenas. Una de ellas fue la iniciada el 9 de noviembre de 1546 en la

villa de Valladolid, la antigua capital indígena de Sací, en la que 20 mil guerreros mayas atacaron la población, dejando a su paso una estela de cadáveres de españoles e indios “serviles”. Ese día, dictado por los sacerdotes con base en el calendario maya, correspondía al 5 cimi (muerte) 19 xul (fin), y presagiaba la muerte de los españoles y el fin del dominio colonial. Lo cierto es que a los hispanos les llevó cuatro largos meses aplacar la rebelión y matar a los instigadores, pero su triunfo consumó la conquista del noroeste peninsular. Los líderes fueron ejecutados y los mayas sobrevivientes escaparon al sur; unos buscaron refugio con los itzáes del Petén y otros partieron hacia lo que luego sería Belice. Algunas de las muchas rebeliones fraguadas entre los siglos xvi y xviii fueron instigadas por los itzáes y por los cehaches, asentados al centro y sur del actual estado de Campeche. Ambos constituían señoríos independientes, en constante comunicación con las repúblicas de indios de la región colonizada, con quienes comerciaban, al tiempo que difundían los presagios y profecías compartidas por todos

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Suplicio de Jacinto Canek Mural de Fernando Castro Pacheco, 1974 Foto: Roberto Velasco Alonso

La ejecución de Canek se llevó a cabo frente a la casa de Montejo, el 14 de diciembre de 1761 a las ocho de la mañana; fue descuartizado y quemado, y luego sus cenizas fueron lanzadas al viento.

e inmortalizadas en los Libros del Chilam Balam, que rein­ terpretaban en clave maya elementos católicos y hablaban del inminente fin del dominio español: “entrarán en calma los Pueblos cuando ya no haya Ch’amaques, zorras morde­ doras (los colonizadores), sino hasta que llegue el 9 ahau katún. Cinco años faltan para que termine mi mensaje y llegue el día en que baje el tributo y la agonía de la miseria a los restos de los hijos del gran Itzá”. Estas profecías, fincadas en la idea de que ciertos dio­ ses sostenían el tiempo e influían para bien o para mal en determinados periodos, y en el concepto cíclico de la histo­ ria que hacía posible predecir los acontecimientos con base en hechos pasados, determinaron muchos levantamientos, a menudo alentados por los sacerdotes mayas. Buscando borrar toda huella de la presencia española, varios pueblos mayas se unieron a la rebelión encabezada por Jacinto Canek en 1761. El alzamiento comenzó el 19 de noviembre de ese año, durante la fiesta de la Concepción, patrona de Cisteil, cuando se reunieron allí caciques e indígenas de otras localidades, entre ellos Canek. Algunos mayas asesinaron a un comerciante blanco, y al día siguien­ te entraron a la iglesia mientras oficiaba la misa el sacer­ dote, quien escapó y alertó sobre la rebelión.

Animado por un fuerte sentido mesiánico, Canek, quien había sido educado por religiosos, pronunció un largo discurso en el que invitó a sus seguidores a sacudirse el yugo español, se quejó de los desmedidos tributos pagados a los encomenderos y abolió el repartimiento. Fue proclamado rey e investido con la corona y el manto de la patrona del pueblo, y se hizo llamar Jacinto Uc de Los Santos Canek Rey Moctezuma, nombre inspirado en el linaje gobernante Itzá y en el mexica Moctezuma, monarca cuyo arribo había sido profetizado. La rebelión, que fue breve, había sido organizada por las repúblicas de indígenas del sureste peninsular, y su ejér­ cito contó con cerca de mil 500 combatientes. Los españoles desencadenaron una despiadada represión en su contra: el 26 de noviembre, 500 soldados fuertemente armados tomaron Cisteil. Canek y otros caudillos cayeron prisioneros. Cisteil fue quemado y rociado con sal para que no se poblara de nuevo, y centenares de prisioneros fueron enjuiciados. Canek fue condenado, torturado y ejecutado públicamente el 14 de diciembre en la plaza principal de Mérida. Al día siguiente, ocho de los caudillos fueron ahorcados. Pero la resistencia de los indígenas mayas, manifiesta lo mismo en el apego a sus tradiciones y a su idioma que en

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El culto a la Cruz

Tropas del general Ignacio Bravo, ca. 1902 Archivo Guerra

Este veterano de la segunda Intervención francesa fue enviado a la península de Yucatán por Porfirio Díaz para apaciguar la Guerra de Castas, lo que logró tras la toma de Chan Santa Cruz, en 1902.

Cruz Verde pasionaria Yucatán, siglo xix Foto: Miguel Ortiz

Las cruces verdes fueron adornadas con los símbolos de la pasión de Cristo. Muchas de ellas llevan un sudario, y algunos testimonios del siglo xix también las describen con hipiles.

la lucha armada, continuó después de la Independencia, que tan pocos beneficios les trajo, y prosiguió durante la República y el Porfiriato, que los despojaron de sus tierras comunales y a menudo los redujeron a la categoría de peo­ nes de hacienda o sirvientes. Fue así que, en reacción contra la explotación, la servi­ dumbre, el peso de las contribuciones personales, el costo de los derechos bautismales y de casamiento, los cobros por preparar los montes para labrar y por poseer milpas, las impagables deudas y la imposibilidad de los indígenas para nombrar a sus autoridades como consecuencia del despla­ zamiento del control económico y político, a mediados del siglo xix estalló la cruenta y devastadora Guerra de Castas, una de las más violentas y prolongadas rebeliones de la historia yucateca. En julio de 1847, gente del entonces gobernador yucateco Santiago Méndez se percató de una inquietante concentración de indígenas pertrechados en la hacienda Culumpich; Manuel Antonio Ay, batab de Chichimilá, acusado de participar en la insurrección, fue aprehendido y ahorcado. Luego Tepich fue incendiado y sus habitantes ferozmente reprimidos. En respuesta, Cecilio Chí atacó la población y ordenó matar a todos los blancos.

El culto a la cruz, eje de la religión de los cruzo’ob, reunió el simbolismo prehispánico de aquélla, que la identificaba con la ceiba verde, representación de la vida y eje que atraviesa todos los planos del universo, con el católico, de sacrificio y salvación, encarnado por Cristo. También retomó a la Santí­ sima Trinidad, pues la cruz original decomisada en Chan Santa Cruz fue sustituida por una grande y dos pequeñas, en calidad de hijas. Las cruces son masculinas por representar a Dios, pero también femeninas, como la Virgen María; por ello se les viste de hipil y estola y se les engalana con cintas de alegres colores. Todo ello concuerda con la visión mesoamericana de los opuestos complementa­ rios, donde todos los dioses son capaces de actos buenos y malos, y su esencia contiene elementos femeninos y masculinos, aunque siempre predomi­ ne uno de los dos.

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En tal situación, en 1848 los criollos invocaron a la civilización y a Dios para legitimar el exterminio de los rebeldes. Por su parte, los líderes mayas respondieron en términos similares y proclamaron que “Jesucristo y su Divi­ na Madre” los alentaban a combatir a los blancos. Hubo un momento en que los mayas controlaron casi toda la penín­ sula, pero para 1850 el gobierno había logrado confinarlos en el sureste. Al arreciar la contraofensiva oficial surgió entre los mayas el culto de la Cruz Parlante, “legitimación“ de la lucha indígena mediante símbolos del conquistador para transformarla en cruzada religiosa. En Chan Santa Cruz, “ayudada” por un ventrílocuo maya, la Cruz los insta­ ba a combatir, por lo que desde su “aparición”, los cruzo’ob o seguidores de la cruz redoblaron sus ataques contra las poblaciones mayoritariamente criollas. Para agravar la difí­ cil situación, en 1858, luego de una guerra intestina entre criollos de Mérida y de Campeche, el estado de Yucatán fue escindido y Campeche se estableció como entidad inde­ pendiente, siendo reconocida como estado por el Congreso Nacional en 1863. La Guerra de Castas tuvo tal vigor que sólo a 54 años de su inicio, en 1901, el gobierno local, con apoyo federal, ocupó los últimos bastiones rebeldes. La zona insurrecta fue separada de Yucatán y denominada Territorio Federal de Quintana Roo en 1902. Como resultado del prolongado conflicto, miles de localidades, haciendas y ranchos fueron arrasados, y la población yucateca, por migración y muerte, disminuyó en casi un tercio. La derrota militar no logró acabar con la influencia del movimiento basado en las Cruces. Lo ocurrido en Chan Santa Cruz trascendió, y muchas formas de organización de los mayas cruzo’ob aún siguen vivas, sobre todo en lo que fue sede de la Guerra de Castas: el oriente yucateco y el centro de Quintana Roo, donde persiste el culto a las cruces y se mantienen las jerarquías militares y religiosas vigentes durante el conflicto.

El territorio expoliado Después de la Conquista, y ya desmembrados los señoríos mayas, la población nativa fue concentrada en cerca de

Con profundas implicaciones políticas, económicas y sociales, la Guerra de Castas constituyó una verdadera amenaza al orden establecido, pues hubo momentos en que los rebeldes estuvieron cerca de conseguir la victoria. Las autoridades recuperaron el control del territorio en 1901, pero muchas formas de organización de los cruzo’ob siguen vigentes en el centro de Quintana Roo.

María Uicab, sacerdotisa rebelde de Tulum María Uicab fue una de las mujeres mayas que participó en la Gue­ rra de Castas como autoridad civil, militar y religiosa de la sociedad autónoma organizada por los cruzo’ob en la selva de lo que hoy es Quintana Roo, al punto de que cambió y designó jefes militares y se convirtió en transmisora de la voluntad del oráculo de Tulum. Después de 1863, cuando Chan Santa Cruz, capital rebelde­, había perdido poder, Tulum asumió el papel protagónico por­ que su condición de puerto facilitaba el comercio de palo de tinte con los ingleses de Belice, a cambio de armas y mercancías ne­ cesarias para sostener la guerra y defender su territorio. María Uicab dirigió desde allí a los líderes rebeldes, demostrando capa­ cidad de mando y arrojo en el combate. El final de su vida es un enigma: algunos afirman que la mataron los propios cruzo’ob a consecuencia de divisiones in­ ternas; otros aseguran que cayó en manos de las autoridades, y hay quienes dicen que nunca abandonó a su pueblo. Lo cierto es que después de 1875 su figura se desvanece y no se en­ cuentran más referencias de ella.

María Uicab en el audivisual “Territorio Rebelde”

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Para controlar a los indígenas, las autoridades virreinales los concentraron en pueblos donde implantaron las llamadas “repúblicas de indios”, administración similar a la de los cabildos europeos, y a cargo de los propios mayas, inicialmente de los nobles, obligándolos a entregar su trabajo y mercancías para tener acceso a tierras de cultivo, agua, y a un solar donde construir sus casas. Recreación científica de Bernardino Cen Foto: Roberto Velasco Alonso

Genealogía de los Xiú Lorenzo Chim

Relieve en madera inspirado en un grabado del siglo xvii. Los Xiú conservaron sus derechos tras la conquista, y aquí se representa el árbol de su descendencia que surge del mismísimo Adán; Eva contempla la escena.

Aguerrido líder de la Guerra de Castas, Cen fue capturado y decapitado. Su cráneo se conservó como trofeo en el antiguo Museo Yucateco.

220 “repúblicas de indios”, ubicadas en el noroeste pe­ ninsular, en cuyas cabeceras se instauraron cabildos con representantes de la nobleza maya, los halach uinicoob y los bataboob. Estos fungieron como gobernadores, y los alcal­ des, regidores, justicias, escribanos y tupiles los auxiliaban en las tareas de gobierno, en la recolección de tributos y contribuciones religiosas y en la asignación de gente para los repartimientos, obras públicas y diversas tareas en los pueblos. De esta forma reconocieron los hispanos a los no­ bles indígenas al inicio de la etapa colonial: considerándolos “hidalgos” y otorgándoles prerrogativas. La política de separación entre españoles e indígenas permitió a los mayas manejar sus recursos territoriales, humanos y financieros, y elegir cada año un cabildo propio, supervisado por las autoridades coloniales de la provincia. Con el tiempo, los hispanos, temerosos de la influencia de los gobernadores y autoridades mayas de las repúblicas de indígenas, comenzaron a minar su poder, nombrando mandos paralelos; a comienzos del siglo xvii, la nobleza

indígena ya había sido desplazada o compartía el poder con gente del común de conocida adhesión a los españoles, y es­ tos ejercían mucho mayor control sobre los cabildos mayas. Generalmente con la anuencia de los caciques, las concentraciones tenían por sede la cabecera prehispánica, asiento del halach uinic o del batab, a donde se trasladaba a los indios de los barrios o parcialidades; en otros casos reunían varios pueblos en uno solo, lo que permitía a los colonizadores acabar con la tradicional dispersión de los indígenas, controlarlos y obligarlos a tributar y a realizar determinados trabajos. Las repúblicas disponían de terrenos comunales, priva­ dos, y en ocasiones albergaban predios de linajes o familias ancestrales. Los cabildos consignaban en libros escritos en lengua maya las cuentas, transacciones de tierras, testa­ mentos y leyes españolas. Los pueblos tenían derechos y obligaciones individuales y colectivos, entre ellos el pago de tributo y la aportación de mano de obra. Los indígenas del común que vivían ahí intercambiaban productos y trabajo

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por tierra de cultivo y acceso a los recursos del monte; por agua, un solar para su casa, ayuda laboral, servicios religio­ sos y auxilio en épocas aciagas. En las cajas de comunidad, los cabildos indígenas guardaban los frutos del trabajo del pueblo, como las ganancias de la venta de cosechas y de la miel, piezas de caza o mantas de algodón, y algunas reunieron tal monto económico que en ocasiones las autoridades, los frailes y la misma Corona pugnaron por apropiarse de esos recursos. De allí se pagaba a los funcionarios del cabildo y se finan­ ciaban obras de infraestructura, y con el tequio o trabajo colectivo gratuito se construían edificios, pozos y caminos y se laboraba la milpa comunitaria. Para valerse de la fuerza de trabajo maya, su principal fuente de riqueza, los españoles integraron a Yucatán al régimen colonial mediante la encomienda, el repartimiento y los “servicios personales”. Mediante la primera, la Corona cedía a los conquistadores, en reconocimiento a sus servi­ cios, pueblos o grupos de indios para que les entregaran una tributación tasada por la autoridad y para usufructuar su trabajo, siempre con la obligación por parte del enco­ mendero de procurar y costear la instrucción religiosa de esos indígenas y protegerlos. Los encomenderos recibían como tributo maíz, cera y mantas de algodón, llamadas patíes, y en menor medida cacao, miel, frijol, chile, gallinas, pavos, sal y pescado. A diferencia de otras regiones donde fue abolida desde el siglo xvi, la encomienda se mantuvo en Yucatán hasta fines del siglo xviii, influyendo de ma­ nera relevante en la conformación de la sociedad yucateca, sobre todo en torno a Mérida y Valladolid. Además, los indios debían entregar limosnas para sostener a los frailes y la Iglesia; a menudo en patíes y cera. Aportaban pescado e iguanas para la Cuaresma y Adviento (los cuatro domingos más próximos a Navidad), y pollos, huevos, ollas, chiles, manteca, venados, sogas, velas y otros productos para las conmemoraciones religiosas. Estas li­ mosnas, inicialmente voluntarias, pronto se transformaron en obligatorias. La doctrina, el bautismo, el casamiento y las misas de difunto también se pagaban con “donativos”, hasta que en el siglo xviii se convirtieron formalmente en obvenciones y derechos parroquiales.

Por último, el holpatan, impuesto que primero fue de medio real y luego de uno por tributario, servía para soste­ ner a los funcionarios del Juzgado de Indios, entre ellos al Defensor de Indios, ante el cual recurrían los mayas para exponer quejas y denuncias, y para buscar representación en los litigios y vigilancia del cumplimiento de la legislación indiana dictada por la Corona. Los repartimientos eran contratos mercantiles, supues­ tamente voluntarios, celebrados entre españoles y caciques de las repúblicas de indios, que implicaban la producción, a veces por parte de todo un pueblo, de mercancías como las mantas de algodón y la recolección en el monte y ulterior blanqueado de la cera; para ello se les entregaban materias primas como el algodón o adelantos de dinero, que eran repartidos por los caciques entre los habitantes según su cuota de trabajo. Pronto los gobernadores, aliados con los capitanes de guerra y otros funcionarios, aprovecharon ilegalmente estos contratos y pagaban por las mercancías cantidades mucho menores a su precio de mercado.

Capilla de Xcambó, Yucatán Roberto Velasco Alonso

Los mayas reforzaron la rebelión al retomar sus raíces ancestrales y enarbolar la palabra de Dios como estandarte de su lucha.

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El tributo fue una pesada carga: anualmente, cada hombre casado de entre 14 y 60 años de edad debía hacer dos entregas de mantas de algodón, una gallina, un pavo y una fanega de maíz.

Diorama “Tejer fortuna ajena” La mano de obra maya era explotada en la elaboración de mantas de algodón, como las de tributo —telas delgadas y finas— y los patíes, de ma­ terial tosco y menor calidad, tejidas por mujeres en telar de cintura. La cera, en cambio, era recolectada en el monte por los hombres.

Por otro lado, mediante los servicios personales se obligaba a los naturales a trabajar rotativamente para los colonos españoles o las instituciones, en el campo o en la construcción de edificios públicos y religiosos; pese a que la Corona ordenó que el trabajo fuese justamente remune­ rado, familias enteras de indígenas eran forzadas a servir buena parte del año en casas de la ciudad o en las afueras, cortando leña, acarreando agua, aseando, cuidando gana­ do, transportando mercancías, llevando correos o como nodrizas o chichiguas. En todos estos casos la contratación funcionó como obligatoria y se pagaba un salario muy bajo. Así, con trabajos forzados, se edificaron iglesias y conven­ tos, edificios públicos, caminos y murallas. A fines del siglo xvi surgieron las cofradías, herman­ dades religiosas cuya función principal era rezar y atender al santo patrono del poblado, aunque también tenían fines de asistencia mutua. Con base en el trabajo comunal llega­ ron a poseer estancias de ganado y a acumular importantes ingresos, que incluso daban en préstamo. No pocas veces el dinero reunido, los granos almacenados y el ganado sal­ varon a los mayas de una muerte segura, cuando se cernían amenazantes sobre ellos epidemias, plagas de langosta y malas cosechas.

En los hogares, cuando los varones no cumplían obli­ gaciones fuera de la localidad, atendían sus propias milpas, surtían leña para el fogón, recolectaban cera y cazaban; las mujeres, atadas por la cintura al telar, urdían incansable­ mente mantas de algodón, confeccionaban ropa, guisaban, criaban a la prole y atendían un huerto, similar al prehispá­ nico, pero enriquecido con las plantas y animales domésti­ cos traídos de ultramar. La rutina cotidiana, llena de deudas y tributos por pagar, obvenciones para la Iglesia, ayudas para párrocos y frailes y severas obligaciones que cumplir, sólo se veía alte­ rada por sucesos como las fiestas patronales de los pueblos, que sustituyeron a las ceremonias públicas precolombinas y transcurrían entre rezos, procesiones, bailes, fuegos artificiales, dramatizaciones, convivios y corridas de toros, y que, igual que hoy, eran para los mayas ocasión idónea para reforzar la fe, estrechar vínculos comunitarios y recibir a parientes y amigos. En los primeros años de la Colonia, los españoles proba­ron suerte con la ganadería y con varios cultivos, to­ dos basados en la explotación de la mano de obra indígena, como la caña de azúcar, el arroz, la grana y el palo de tinte, colorante base para casi toda la boyante industria textil

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Mapa “El exacto recorrido del río Belice” La península de Yucatán fue un lugar estratégico para el comercio, y su relativo aislamiento del resto del territorio nacional contribuyó a mantener su identidad.

europea, y para las de la cera, la sal y los tejidos de algodón, pilares de la riqueza hispana durante muchos años. La competencia por la mano de obra indígena, principal recurso de Yucatán, provocó continuos enfrentamientos y acusaciones entre funcionarios, eclesiásticos y encomen­ deros, que se culpaban mutuamente de lo gravosas e injustas que resultaban determinadas labores para los mayas. Aunque los indígenas tributaban bienes y servicios personales a los españoles avecindados, estos, en eterno litigio con los naturales, tenían sus propias razones para el desencanto; pronto, y pese a sus airadas quejas, debieron compartir con la Corona parte del tributo recibido. También los agobiaban las frecuentes incursiones de piratas y corsa­ rios, que durante tres siglos asolaron las costas, contraban­ dearon productos, saquearon villas y capturaron indígenas para venderlos como esclavos, lo que llevó a fortificar algunos poblados, a establecer vigías a lo largo de la franja costera y a abandonar ciertas zonas, como el actual Belice, que fueron ocupadas por los ingleses. A mediados del siglo xviii, una serie de transforma­ ciones clave ocurridas en España, inspiradas en el pensa­ miento liberal europeo y la Ilustración, convulsionaron a las colonias iberoamericanas y modificaron profundamente la existencia de los mayas. Las reformas puestas en práctica por los monarcas de la dinastía de los Borbón en la metrópoli y sus domi­ nios, principalmente en la segunda mitad del siglo xviii, buscaban modernizar la administración y fomentar el desa­ rrollo económico, por lo que intentaron recuperar el poder delegado en la Iglesia, los cabildos, las órdenes religiosas y algunos tribunales de comerciantes, y moderar la creciente corrupción del gobierno virreinal, para que las provincias fueran más productivas y canalizaran más beneficios eco­ nómicos hacia España.

Los indígenas debían contribuir al sostenimiento de la Iglesia y del Juzgado de Indios y aportar fondos a las cajas comunitarias, obligaciones que representaban una inmensa sangría de recursos y les dejaban poco tiempo para el cultivo de sus propias tierras.

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Vicente María Velázquez enciende el espíritu independentista con el movimiento San Juanista. Fernando Castro Pacheco, 1974

Velázquez jugó un decisivo papel en las luchas políticas contra el absolutismo español, y fue ardiente defensor de los derechos indígenas.

Henequeneros Imágenes en el audiovisual “Territorio Rebelde”

La independencia no siempre favoreció los intereses de la población indígena, cuyo trabajo sólo pasó al control de otras manos.

Entre los cambios más importantes introducidos por las llamadas “reformas borbónicas” figuraron la reorganización­del sistema político y administrativo de la Nueva España en intendencias, la enajenación de tierras baldías para promover la agricultura y la ganadería empre­ sarial; el impulso al comercio ultramarino y la sustitución de funcionarios y caciques indígenas. Una medida que favoreció a los mayas fue la cancelación del sistema de encomiendas, pese a que aún debían tributar una suma fija a la Real Hacienda, y a que siguieron vigentes los reparti­ mientos y los servicios personales obligatorios. El conjunto de reformas desató la inconformidad generalizada de caciques, funcionarios y encomenderos, de los curas y frailes, y de los mayas, porque la Corona incautó las cajas de comunidad y vendió las estancias de ganado de las cofradías, recursos importantes para épocas críticas. Además, comenzó la enajenación de tierras comunales, que pronto pasaron a manos de unos cuantos criollos, es decir, hijos de españoles nacidos en la Nueva España. Administrativamente, la gobernación y capitanía gene­ ral de Yucatán, que abarcaba toda la península, incluyendo sus islas y la alcaldía mayor de Tabasco, se convirtió a fines

del siglo xviii en una intendencia con 13 subdelegaciones, pobladas por casi 357 mil habitantes mayas, españoles, criollos, mestizos, pardos, mulatos y negros. Al rayar el siglo xix, muchos indígenas pasaron a radicar en ranchos y, sobre todo, en haciendas, desarrolladas al hacerse rentable para los hispanos y criollos la producción del maíz, la caña de azúcar, el arroz y el palo de tinte, y donde encontraban un refugio para no pagar tributos y obvenciones, o para no cumplir con los tequios en los pueblos. Una esperanza nació para los mayas al empezar a so­ plar en la península yucateca los vientos independentistas, algo más tarde que en el resto de la Nueva España dada su lejanía geográfica del centro, y al abrirse paso un imparable proceso que trastocaría el orden virreinal y traería consigo el impulso de fundar una nación libre y soberana. Los mayas aceptaron de buen grado la Constitución de Cádiz, proclamada en 1812 tras la invasión napoleónica a España, que establecía que los indígenas y los individuos pertenecientes a las castas eran ciudadanos y podían elegir libremente dónde vivir y con quién trabajar, y negarse a prestar servicios personales no remunerados y a pagar ob­ venciones. A cambio, perdían la protección del Tribunal de

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Indios y las repúblicas de indígenas, convertidas ahora en ayuntamientos constitucionales. Pero la alegría fue fugaz: Fernando VII retomó el trono español, y despreciando a los liberales que lo habían apoyado, en 1814 abolió la Constitu­ ción de Cádiz, que ya no podría aplicarse en Yucatán ni en ningún dominio del imperio. Cuando el rey se vio obligado a restablecerla en 1820, ya era tarde: los aires de libertad e independencia se habían esparcido como pólvora en las colonias iberoamericanas. Finalmente, después de una prolongada lucha por la Independencia, iniciada por Miguel Hidalgo en 1810, y continuada por José María Morelos y Vicente Guerrero, en 1821 se proclamó el Plan de Iguala, acordado por Guerrero y el antiguo realista Agustín de Iturbide, reivindicando la independencia respecto a España, la igualdad de derechos para todos los mexicanos y el catolicismo como religión única. Pronto el Ejército Trigarante triunfó y la Nueva España se estableció como país. El virreinato ya no existía, nacía México. El Plan de Iguala proponía que un príncipe Borbón gobernara al naciente país. Habiéndose rechazado en Espa­ ña la propuesta y el reconocimiento de la Independencia, Iturbide maniobró para coronarse como primer emperador de México. Sin embargo, su reinado duró poco. Al caer el Imperio, en 1823, Yucatán se declaró independiente y puso como condición para incorporarse a la República Mexicana el establecimiento de un régimen federal. Acorde con la Constitución Federal de 1824, en 1825 se publicó la pri­ mera Constitución Política yucateca, por la que desaparecie­ ron los tributos y los servicios personales. Pero los varones mayas, ahora sí considerados ciudadanos al igual que los criollos, debían pagar como estos contribuciones individua­ les al gobierno, además de las obvenciones parroquiales, que habían suscitado tantas quejas y rebeliones. Sin embargo, por las dificultades para colectar las contribuciones entre los mayas ya libres y dispersos, las repúblicas de indígenas debieron ser restablecidas. En las primeras décadas independientes, los mayas fueron rearmados y reclutados para participar en las pugnas de los criollos por el poder. Por otra parte, haciendas y ranchos proliferaron en la península al amparo de una pro­ funda crisis política y económica que aceleró la apropiación

de tierras comunales, favorecida a su vez por leyes que per­ mitían adquirir terrenos baldíos como propiedad privada, como la Ley de Desamortización de Bienes de Corporacio­ nes Civiles, decretada por el presidente Benito Juárez, que adjudicaba a los arrendatarios la propiedad de toda finca rústica y urbana poseída o administrada por corporaciones civiles y eclesiásticas o, en su defecto, ordenaba su venta al mejor postor. Luego de la etapa más cruenta de la Guerra de Castas (1847-1851) los grupos económicos se reorganizaron en torno a la riqueza que empezaban a generar las haciendas henequeneras, que pronto dominaron el campo yucateco y vivieron sus mejores días durante el prolongado gobierno de Porfirio Díaz y la primera década revolucionaria. Llegó a ser tal la demanda mundial de henequén que la mano de obra maya resultó insuficiente, por lo que miles de indios yaquis, castigados por tratar de defender su territorio, así como otros grupos mexicanos y chinos y coreanos contrata­ dos temporalmente, fueron llevados a trabajar en las fincas locales, generándose nuevos mestizajes. Haciendas y ranchos proliferaron en la península. El monocultivo, industrialización y comercio del henequén generó tales ganancias que fueron relegadas actividades hasta entonces productivas, como la ganadería y el cultivo comercial del maíz, al punto de que éste debió importarse

Diorama “Ki, el oro verde peninsular” En las Casas de Máquinas se llevaba a cabo el trabajo mecánico de las haciendas henequeneras.

Hacienda Cunchucmil, Yucatán Gabriel Konzevik

Con las enormes riquezas generadas por la venta de hene­ quén, en el norte de la península de Yucatán proliferó la construc­ ción de enormes y prósperas haciendas, como esta edificada en 1872 y que recibió la visita del presidente Porfirio Díaz en 1906.

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Fichas de hacienda Los peones que tenían deudas debían permanecer en la hacienda hasta cubrirlas; recibían su pago en vales o fichas que únicamente podían gastar en la tienda de raya del hacendado.

de otras entidades. Los trabajadores en las haciendas eran principalmente sirvientes mayas, arraigados a las fincas me­ diante préstamos otorgados por el hacendado que creaban las correspondientes e impagables deudas. A los trabajado­ res se les pagaba tanto en efectivo como en fichas canjeables sólo en la tienda de raya de la propia hacienda. Por otra parte, se solía dar a los trabajadores “licencia de milpa”, para contar con un pedazo de tierra en el cual cultivar su maíz los domingos. Estas licencias tenían como fines mantener la tranquilidad —permitiendo un cultivo tradicional maya, ya que el del henequén era comercial, nuevo y carente de rituales— y abaratar la mano de obra, que obtenía parcial­ mente sus alimentos de la milpa. Mientras cientos de comunidades indígenas circunvecinas a Mérida se ocupa­

ban en el monocultivo del henequén, los más tradicionales pueblos del sur y el oriente permanecieron nucleados en torno a la milpa. El auge henequenero, y en menor medida la exporta­ ción de palo de tinte y maderas preciosas, trajeron riqueza y prosperidad para algunos sectores de la península, lo que en Mérida y en otras grandes ciudades se tradujo en importantes obras y servicios, como el adoquinado de calles, el alumbrado público, el telégrafo, la ampliación y construcción de edificios públicos y residencias particulares y el trazo de avenidas y parques. También se desarrollaron líneas de ferrocarril entre Mérida y Campeche, Valladolid y Progreso, el puerto de exportación, donde se construyeron muelles y bodegas para la fibra.

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El comercio trajo a costas yucatecas embarcaciones procedentes de Nueva Orléans, Galveston, Nueva York, La Habana y puertos españoles e ingleses, a bordo de los cuales llegaron artistas y artesanos italianos y españoles, entre otras nacionalidades, que junto con los numerosos jóvenes yucatecos que habían estudiado en Europa y Esta­ dos Unidos, dieron un aire cosmopolita a las capitales de la península. La gran riqueza generada por el “oro verde”, el he­ nequén, poco benefició a los mayas, pues una élite de ha­ cendados, políticos y exportadores acaparó sus frutos, pro­ fundizando la desigualdad económica y social, al desplazar a los naturales de los cargos municipales mediante cambios en el sistema electoral que exigían a los candidatos poseer tierras, contar con capital y saber leer y escribir en español. El vendaval revolucionario, iniciado en otras regiones mexicanas en 1910, y poco después en la península, termi­ nó con la época porfiriana de “orden y progreso” fincada en Yucatán en la concentración de la tierra, la sobreexplotación de la mano de obra indígena, la participación del capital ex­ tranjero, la represión como medio para preservar la paz y la producción henequenera, y en Campeche y Quintana Roo en la explotación maderera y del palo de tinte, las pesque­ rías y la extracción chiclera. En el primer tercio del siglo xx, la vida de los mayas se vio sustancialmente modificada durante los gobiernos revolucionarios de Salvador Alvarado y Felipe Carrillo Puerto, en Yucatán; y de Joaquín Mucel y Ramón Félix Flores, en Campeche, quienes promulgaron leyes labora­ les y agrarias favorables para los indígenas y consolidaron reformas en las estructuras políticas, económicas y jurídicas de cada estado para impulsar su transformación social. En Yucatán pasó a manos del gobierno el manejo de la indus­ tria henequenera, que seguía siendo el eje de la economía estatal pese a la crisis del mercado de fibras desatada por el fin de la Primera Guerra Mundial, en 1919. La cotidianidad indígena se transformó al ser abolidas las deudas que los ataban a las haciendas y la servidumbre doméstica sin retribución; al ordenarse el pago de salarios en moneda corriente, establecerse la jornada laboral de ocho horas y días de descanso obligatorio, e impulsarse una reforma cultural y educativa de gran calado que estableció la

Vendedor de chicle en hoja de palma Mérida, 1946

Caja de chicles Yucatán El chicle se obtenía de la resina del chicozapote, y a partir de la Primera Guerra Mundial se popularizó en Estados Unidos por sus cualidades antisépticas y refrescantes.

educación laica, gratuita, obligatoria, integral y mixta y creó cientos de primaria rurales y urbanas. Sin embargo, la escuela pronto se convirtió en un ins­ trumento importante para la aculturación maya, y en una poderosa herramienta homogeneizadora del pensamiento mediante la castellanización y la difusión del nacionalismo; y si bien fue un gran avance incluir masivamente a los ma­ yas en el programa educativo nacional, el modelo adoptado no pocas veces los apartó de su cultura y su lengua materna. Al ser publicada la Ley Agraria de 1915, instalarse la comisión local del ramo y activarse el reparto de tierras mediante la creación de cooperativas de producción y consumo, comenzó la restitución y dotación de tierras a los pueblos mayas, especialmente en la zona maicera. El pro­ ceso de dotación recibiría un impulso definitivo entre 1937 y 1939, cuando el entonces presidente Lázaro Cárdenas puso en marcha la reforma agraria en la entidad, expropió tierras de las fincas henequeneras para constituir ejidos colectivos y estableció el Banco Nacional de Crédito Ejidal para financiar la producción en condiciones adecuadas. Un año después se organizó la cooperativa Henequeneros de Yucatán, integrada por hacendados, campesinos y el Estado y presidida por el gobernador de la entidad, quien se hizo cargo del manejo de la industria de la fibra hasta comienzos de los cincuenta, cuando el gobierno federal

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Mujeres mayas vendiendo en la estación del ferrocarril Ca. 1945

Las estaciones del ferrocarril y los puertos fueron puntos de atracción lo mismo para turistas y viajeros que para artesanos y campesinas, quienes buscaban vender ahí sus productos.

Encontré que la riqueza de aquel pueblo bueno y fuerte, hecho para mejores destinos, no tenía otro fundamento ni otro origen que el trabajo del indio. Sobre su miseria y sobre su ignorancia, que le convertían en máquina de labor, se habían levantado fabulosos capitales, y se habían labrado fortunas de príncipes. En ninguna parte como aquella tierra, que espiritualmente estaba viviendo una vida de tres siglos atrás, era necesaria la renovación de todas las fuerzas y el equilibrio de todos los derechos. Salvador Alvarado

retomó el control­de su administración, financiamiento, industrialización­y comercialización. La crisis del mercado de fibras duras, sustituidas por las sintéticas, y el fin de la participación federal en la activi­ dad henequenera, al retirarse el financiamiento y cerrarse la paraestatal Cordemex, generó en las últimas décadas del siglo pasado un éxodo de campesinos desempleados a Mérida y Cancún. El crecimiento económico de Yucatán se cimentó desde los noventa en los sectores de la construc­ ción, la ganadería, el transporte, el de comunicaciones y servicios, y durante un tiempo en la industria maquiladora. Como puede verse, si bien los mayahablantes preser­ van muchos de sus rituales y creencias, estas maneras de pensar han perdido sus espacios naturales de reproducción, lo cual se agrava por el hecho de que, desde hace décadas, muchos mayas dejaron de ser campesinos y enfrentan como cualquier ciudadano las crisis económicas y finan­ cieras mundiales, cuyos tiempos, globales y azarosos, son radicalmente distintos a los suyos. El futuro es incierto en todas las latitudes, y no lo es menos para los mayas, que igual que ayer, sabrán sortear los nuevos cambios sin abandonar su esencia: adaptándolos a su forma de ser y pensar, salvaguardando sus espacios, sabiendo negociar y resistir, como hicieron durante la Colo­ nia, la Independencia, la Reforma y el Porfiriato, procesos históricos que los cimbraron, pero que no destruyeron su cultura, su espíritu comunitario y su fidelidad a su lengua y a su ancestral herencia. En la actualidad, en los albores del siglo xxi, toca a los mayas yucatecos, apoyados por todos los mexicanos, abandonar la pobreza y la marginación, y luchar por el sitio que les corresponde en la economía y la política para seguir resignificándose como sociedad y como individuos; para ejercer con plenos derechos su ciudadanía y, en síntesis, para seguir enriqueciendo día a día el bagaje cultural de la humanidad.

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Mayas ancestrales El desarrollo cultural

Palacio del Gobernador de Uxmal Frederick Catherwood, 1841-43

Con estas imágenes y las descripciones de John Lloyd Stephens se dio a conocer al mundo el pasado maya, propiciando un interés que aún subsiste.

Historia de las exploraciones arqueológicas en Yucatán El interés por desentrañar el significado de los vestigios arquitectónicos mayas y por saber quiénes habían sido sus artífices comenzó desde el instante en que los españoles los divisaron; igual cuando “descubrieron” Cozumel en 1518 que al toparse en 1531 con una metrópoli maya abandonada cuyo cenote era un importante centro de peregrinación, a la cual hoy conocemos como Chichén Itzá. Surgieron así cronistas como fray Diego de Landa, quien nos legó minuciosas descripciones, y el también franciscano Antonio de Ciudad Real, quien en 1588 viajó a Uxmal y describió con gran exaltación su Edificio del Adivino y su Cuadrángulo de las Monjas, sin olvidar las historias de Yucatán que escribieron Bernardo de Lizana y Diego López de Cogolludo. Pero no fue sino hasta la Ilustración europea, que revolucionó la forma de ver el mundo y apreciar las culturas, cuando se sentaron las bases de la exploración arqueológica moderna. Al ascender Carlos III al trono de España, el descubrimiento de Palenque en la lejana colonia de sus dominios lo asombró enormemente, por lo que apoyó expediciones para conocerlo. Ya promediado el siglo xviii, Ramón Ordoñez y Aguiar, estudiante de Antonio de Solís, el cura de Palenque, escribió la Historia de la creación del cielo y la Tierra conforme al sistema de la gentilidad americana, y en 1773 organizó una excursión al sitio y transmitió su azoro ante lo visto a José de Estachería y Hernández, a la sazón

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presidente­de la Audiencia guatemalteca, quien pronto pidió a José Antonio Calderón un informe detallado sobre el tema. Entusiasmado con el resultado, Estachería encargó al arquitecto Antonio Bernasconi encabezar una segunda expedición, cuyo reporte, enviado a la metrópoli en 1785, hizo que Carlos III instruyera al presidente de la Audiencia guatemalteca continuar con la labor. Carlos IV, quien sucedió a este monarca en 1778, también era un apasionado de las culturas antiguas, por lo que ordenó ampliar las exploraciones a toda Nueva España, comisionando para ello a Guillermo Dupaix y al dibujante Luciano Castañeda; el fruto de su informe conjunto se publicó en Londres en 1830, y en París en 1834. En esos años vio la luz en la capital francesa la descripción de Uxmal que en las postrimerías de la Colonia escribió Lorenzo de Zavala (1834), mientras que Pedro R. Almeida elaboró otra en verso sobre la misma ciudad, que se publicó en 1838 en Mérida.

Fotógrafos y dibujantes A partir de entonces hubo muchas y muy importantes expediciones, cuyos relatos, dibujos y fotografías siguen siendo

Tablero de la Cruz de Palenque Luciano Castañeda, 1803

Al ser publicada en París, esta imagen suscitó especulaciones en torno a un posible culto prehispánico al símbolo católico por excelencia.

Portadilla de la Relación de las Cosas de Yucatán, de fray Diego de Landa, descubierta en 1863 por Charles Étienne de Bourbourg en la Biblioteca de la Real Academia de la Historia, de Madrid.

Aunque el deseo de conocer y aproximarse a la historia de la cultura maya se remonta al primer arribo de los europeos a estas tierras, lo más relevante en torno al tema es que los mismos mayas tenían una visión de su propio pasado. Era un pueblo que se escribía a sí mismo y que consignaba su ayer mirando hacia el mañana. Fray Diego de Landa, en la Relación de las Cosas de Yucatán, primera descripción de sitios arqueológicos mayas claves como Tihó, Izamal o Chichén Itzá, combatió la hipótesis de que los vestigios eran obra de otra civilización, y recogió las versiones de los abuelos, quienes decían que Yucatán fue poblado por gente que venía de oriente; que de la región del mediodía llegaron grupos encabezados por sus señores, y que Quetzalcóatl-Kukulcán entró por el poniente y fundó primero Chichén Itzá, y muchos años después Mayapán. Sus informantes parecían diferir acerca de si este mítico e histórico personaje llegó con los itzáes o después de ellos. La Relación consigna más adelante, hablando de Mayapán, “que este Cuculcán y que dejándolos en mucha paz y amistad se tornó por el mismo camino a México…” y “…que partido Cuculcán, acordaron los señores, para que la república durase, que el mando principal lo tuviese la casa de los Cocomes por ser la más antigua y más rica y por ser el que la regía entonves hombre de más valor.” Parte de ese rico legado oral también está presente en los Libros del Chilam Balam, que el mundo occidental conoció por primera vez gracias a la traducción que Juan Pío Pérez entregó a John Lloyd Stephens.

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Cuadrángulo de las Monjas de Uxmal Jean Frederic Waldeck, 1832

Este fotógrafo y explorador afirmó, entre otras cosas, que Uxmal era aún más refinado y espectacular que Palenque, y sus polémicas opiniones le valieron severas críticas entre los estudiosos.

esenciales para comprender la dimensión del patrimonio perdido desde el siglo xix; algunas de las más importantes se relatan a continuación. En 1827, un joven coronel inglés llamado John Galindo, que luchó para que Centroamérica se independizara de España, acuciado por el ofrecimiento de medallas para premiar exploraciones por parte de la Société de Géographie de París, se estableció en El Petén, Guatemala, localidad que gobernaría cuatro años después; Galindo poco tardó en manifestar su pasión por la arqueología y partió a visitar Palenque y luego Copán, en cuyos vestigios pasó cuatro febriles semanas dibujando y haciendo planos de sitio por los cuales la Société lo premió con una medalla de plata. La importancia de Galindo radica en que fue uno de los pri­meros exploradores en señalar la similitud fisonómica entre los mayas de entonces y los representados en esculturas palencanas, y en defender como originalmente maya la escritura jeroglífica de los vestigios arqueológicos, tema que en ese entonces seguía estando en duda. En 1832, el excéntrico anticuario, fotógrafo y explorador Jean Frederic Waldeck convenció al ministro mexicano Lucas Alamán de patrocinar una expedición a Palenque, a donde partió ese mismo año. Como parte del viaje visitó Toniná, Chiapas, cuyas esculturas le subyugaron. En 1835 arribó a Uxmal, del que elaboró un plano y dibujó edificaciones. Al regresar a Mérida, el alcalde ordenó requisar

sus libros, apuntes y dibujos, por lo cual Waldeck regresó a Inglaterra y viajó después a París, donde la Socíeté de Géographie lo galardonó por sus investigaciones. En 1838 logró publicar su obra Voyage Pittoresque et Archeologique dans la province d’Yucatan pendant les années 1834 et 1836, con ilustraciones de Mérida y otras ciudades mayas. En 1839, Simón Peón, hacendado yucateco que se encontraba en viaje de negocios en Nueva York, conoció a John Lloyd Stephens, célebre viajero y escritor estadunidense, quien iba a embarcarse a Centroamérica para explorar Copán y luego viajaría a México para conocer Palenque; Peón invitó a Stephens y a su acompañante, Frederick Catherwood­, a Yucatán, y les ofreció su colaboración. De regreso en su país editaron el libro Incidents of travel in Central America, puesto a la venta en 1841 y pronto éxito de librería. A fines de dicho año regresaron a Yucatán, no sin antes adquirir una máquina para elaborar daguerrotipos. Esta vez trajeron con ellos al doctor Samuel Cabot Junior, entusiasta ornitólogo, quien integró una significativa colección de aves de la zona maya. Ya en la península se dirigieron a Uxmal, donde trabaron amistad con el cura de Ticul, Estanislao Carrillo. Fue precisamente en esta última localidad donde Stephens conoció a Juan Pío Pérez, extraordinario filólogo y sabio investigador de la lengua y la cronología mayas, quien generosamente le brindó los resultados de sus estudios: el

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Augustus Le Plongeon en Chichén Itzá Alice Le Plongeon, 1873

Pese a sus excéntricas hipótesis sobre los mayas, que sostenían una conexión entre estos y el Egipto faraónico, Le Plongeon es considerado uno de los mayistas precursores.

material base de su Diccionario de la Lengua Maya, así como sus Disertaciones sobre la historia de la lengua maya, además de apuntes y copias fragmentarias de diversos Libros del Chilam Balam que reseñan múltiples aspectos de la vida maya prehispánica y colonial —historia, calendario, adivinaciones—, así como valiosa información sobre ciudades como Chichén Itzá, Uxmal, Mayapán e Izamal. Stephens y Catherwood concluyeron este segundo viaje a mediados de 1842, y al año siguiente publicaron Incidents of travel in Yucatan, que resultó todo un acontecimiento editorial y un parteaguas en la historia de la arqueología. No hay duda de que los dos libros de Stephens y Catherwood ayudaron a que la sociedad yucateca se viera a sí misma por primera vez, al punto de que Justo Sierra —quien pocos años antes había planteado la necesidad de crear un museo de antigüedades yucatecas, iniciativa fallida por la agitación previa al estallido de la Guerra de Castas— tradujo al español el segundo, publicándolo en 1848. En ese tomo, Stephens reivindicó su convicción de que los vestigios arqueológicos mayas no eran testimonios de un pasado ido

u obra de un grupo étnico desconocido, como sostenían muchos intelectuales, sino de los mayas contemporáneos, una sociedad viva, aunque miserable y envilecida por la explotación a la que estaba sujeta. Quizá lo más relevante en materia de registro de la arquitectura maya en el segundo tramo decimonónico fue la labor realizada por Desiré Charnay, explorador, arqueólogo y fotógrafo francés, quien estuvo en Yucatán en varias ocasiones y difundió en 1880 la existencia de la ciudad de Comalcalco, Tabasco. En su primer viaje a México, Charnay fotografió algunas ruinas mayas, imágenes con las que conformó el volumen Cités et ruines americaines, publicado en 1863; durante su último viaje a nuestras tierras (1886), cuando prácticamente atravesó de norte a sur la península valiéndose para ello en parte del recién inaugurado ferrocarril Mérida-Peto, armó el exhaustivo relato reunido en el libro Ma Derniére Expedition au Yucatán, provisto de bellas imágenes. Durante el imperio de Maximiliano, la exploración arqueológica en México recibió decidido impulso, pues el príncipe austriaco, amante de la arqueología, ordenó “cuidar con escrúpulo” los monumentos mayas, y a finales de 1865 su esposa, la emperatriz Carlota, estuvo en Uxmal, lo cual quizá sirvió para revivir la olvidada propuesta de Sierra, pues un año después el “Comisario Imperial” Domingo Bureau ordenó crear el Museo Yucateco para alojar muestras selectas del arte maya, pero nuevamente la inestable situación imperante en el país que finalmente acabó con el efímero imperio obligó a posponer el proyecto. Sin embargo, el sacerdote Crescencio Carrillo y Ancona, quien había creado un museo particular luego de años de coleccionar objetos de valor artístico e histórico, acogió el planteamiento, suscitando que en 1870 el gobernador yucateco Manuel Cirerol comunicara al Consejo de Instrucción Pública su intención de crear uno público, al frente del cual propuso que estuviese el religioso: éste asintió. El museo

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Atlantes de Chichén Itzá Adela Bretón, 1900

Esta artista británica puso su inspiración al servicio de la arqueología al realizar copias polícromas de los vestigios arqueológicos encontrados en Chichén Itzá.

fue inaugurado en 1871, pero Carrillo y Ancona nunca tuvo fondos para administrarlo, ni recibió compensación por haber donado su colección. Renunció al puesto y lo sustituyó Juan Peón Contreras, cuya actividad más relevante fue organizar una expedición a Cobá, Quintana Roo, en 1882. Con los años, el Museo Yucateco incrementó su colección y se trasladó al antiguo Hospital de San Juan de Dios. Poco antes, el abate francés Charles E. Brasseur, apasionante personaje al que Maximiliano ofreció el Ministerio de Educación y la Dirección de Museos y Bibliotecas del “imperio” mexicano, encontró y publicó un manuscrito que contenía una copia de la Relación de las Cosas de Yucatán, de fray Diego de Landa. En 1873, Augustus Le Plongeon, anticuario y fotógrafo estadunidense de origen francés, desembarcó en Progreso en compañía de su esposa Alice; visitó Uxmal, Aké e Izamal, y con escolta militar dada la situación política de la península pudo trasladarse a Pisté para trabajar en Chichén Itzá. Durante tres meses fotografiaron y elaboraron acuciosos­planos de los monumentos clave del sitio, y afortunadamente, un litigio con el gobierno mexicano les impidió sacar del país las piezas arqueológicas que encontraron, entre ellas el famoso Chac Mool. Aunque Augustus y Alice a menudo distorsionaban las evidencias

arqueológicas e históricas para fundamentar su estrambótica teoría de que los mayas yucatecos eran una tribu perdida de Egipto, su meticuloso trabajo documental integrado por sus diarios de campo y sus fotografías es invaluable. En los estertores del siglo xix y el comienzo de la nueva centuria llegaron a la península múltiples exploradores nacionales y extranjeros, entre ellos Leopoldo Batres, coleccionista de antigüedades prehispánicas y pionero de la arqueología mexicana; Adela Bretón, asombrosa copista arqueológica británica que entendió como pocos el uso del color en el arte mesoamericano; Henry C. Mercer, Marshall H. Saville, William Holmes, Edward Seler, Thomas Gann; el austriaco Teobert Maler, reconocido por su descubrimiento y registro de múltiples sitios arqueológicos de la península, de los cuales nos legó espléndidas fotografías, planos y dibujos; Edward H. Thompson, que en 1904 dragó y saqueó el Cenote Sagrado de Chichén Itzá, y Alfred P. Maudslay, considerado por muchos como el primer arqueólogo del área maya.

Arqueología institucional Una nueva era en la investigación arqueológica dio comienzo con los patrocinios brindados por instituciones académicas internacionales para la exploración en la región. Así, el Museo Peabody financió entre finales del siglo xix y 1915 los trabajos de E. H. Thompson; la Carnegie Institution envió a Samuel K. Lothrop a investigar Tulum, y en 1923 firmó un convenio con la Asociación Conservadora de los Monumentos Arqueológicos de Yucatán —presidida honorariamente por el gobernador socialista Felipe Carrillo Puerto— para que Sylvanus G. Morley, autor de la clásica obra La civilización maya, encabezara entre 1924 y 1937, primero en Uxmal y luego en Chichén Itzá, un proyecto de investigación y restauración cuyos resultados ocuparían varios volúmenes. También hubo, desde luego, instituciones que apoyaron trabajos como el realizado desde 1955 en Dzibilchaltún por Wyllys Andrews, patrocinado por National Geographic y la Universidad de Tulane, o el que una década más tarde impulsó la de Alabama en Xkukicán, sitio de la región Puuc.

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Tulum desde el mar La Universidad de Harvard inició las primeras excavaciones metodológicas de los sitios mayas.

Pero sin lugar a duda el punto de inflexión lo marca la creación, en 1939, del Instituto Nacional de Antropología e Historia (inah), que desde entonces ha investigado, conservado y difundido el patrimonio arqueológico e histórico de la nación para fortalecer la identidad nacional, y que en la península ha realizado incontables exploraciones, rescates y salvamentos arqueológicos. Es prácticamente imposible incluir la extensa nómina de profesionales que, con el apoyo de diversas instituciones y el aval del inah, han dedicado sus vidas a las labores arqueológicas y de preservación del patrimonio. Mexicanos apasionados por su historia, y extranjeros que eligieron nuestro país para vivir e investigar, todos ellos son merecedores del más amplio reconocimiento por su dedicación y amor a la arqueología.

El esquema cronológico y las etapas de desarrollo Múltiples han sido las propuestas para periodizar la historia de la civilización maya y ubicar en el tiempo las zonas arqueológicas y los vestigios hallados con el fin de clasificarlos, contextualizarlos y compararlos con los de otras regiones.

La más usual y que prevalece hasta nuestros días es la que, inspirada en la historia de la civilización grecorromana, divide la maya en tres grandes periodos: Preclásico, Clásico y Posclásico, cada cual subdividido en etapas: temprano, medio, tardío y a veces terminal. Esta cronología parte de la idea de que existe un periodo de esplendor y máximo refinamiento, que en el caso maya se asoció con el florecimiento de las ciudades de las tierras bajas, cuando era común erigir monumentos públicos con inscripciones calendáricas. A esta época se le llamó Clásica, y abarca desde el año 250 d.C. hasta el 1000 d.C. Por ende, la época anterior se llama Preclásico (1500 a.C.-250 d.C.), y la posterior, que abarca desde el 1000 d.C. hasta el momento de la conquista española, Posclásico. Sin embargo, durante los 4 mil 500 años de historia maya, en su extenso territorio hubo procesos particulares que no siempre responden con integridad a estos grandes bloques divisorios. En ocasiones, para aludir a tiempos más antiguos de los cuales apenas tenemos unos cuantos datos aislados en la Península de Yucatán, suelen añadirse dos periodos: el de los Cazadores Tempranos, que comprende desde la aparición del hombre en la región en el 12 mil a.C. hasta el 7200 a.C., y el Arcaico, que abarca desde entonces hasta el año 2500 a.C.

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Periodo Preclásico (1500 a.C-250 d.C.). Fue la época originaria o formativa de la cultura maya, la de la fundación de aldeas y la sedentarización favorecidas por una eficaz agricultura, cuando aparecen la alfarería y la explotación de depósitos minerales. Al crecer la población, surgen asentamientos de gran tamaño. En esta etapa, los mayas adoptan muchos logros de la civilización olmeca, semilla de sus instituciones y tradiciones. En el Preclásico tardío ya son visibles la jerarquización y la desigualdad social, la especialización del trabajo y la producción asociadas al surgimiento del Estado. Nace la arquitectura monumental pública ornamentada con mascarones y frisos de estuco; se construyen edificios de mampostería, pirámides, y las primeras obras hidráulicas y juegos de pelota; la religión y el ritual adquieren un papel importante en el sistema socioeconómico y en la legitimación del poder. Surgen los gobiernos centralizados con sistemas de escritura jeroglífica y de notación y registro del tiempo, y con ideología compleja. Entre los lugares con ocupación importante en el Preclásico figuran Izapa y Chiapa de Corzo, en Chiapas; Cuello, Cerros y Lamanai, en Belice; Copán en Honduras; Kaminaljuyú, Altar de Sacrificios, Seibal, Uaxactún, El Mirador, Nakbé y Tikal, en Guatemala; Komchén, Aké, Izamal, Acanceh, Yaxuná, Maní y Dzibilchaltún, en Yucatán; Chacchoben y Kohunlich en Quintana Roo; Edzná, Dzibilnocac y Calakmul, en Campeche. Esta última, lo mismo que Tikal, su eterna adversaria, floreció y se transformó en una verdadera potencia durante el Clásico. A partir del 100 d.C., muchos grandes centros preclásicos de las tierras bajas vivieron un declive por un descenso de población quizá atribuible a la sobrexplotación ambiental; algunos fueron abandonados y sus pobladores emigraron a zonas con más recursos, mientras que otros lograron sortear las dificultades y contribuyeron a reconfigurar el paisaje político en la zona y a consolidar el sistema político del Clásico temprano. Periodo Clásico (250-1000 d.C). En las tierras bajas, este periodo se caracterizó por la explosión demográfica y la existencia de una multitud de ciudades-estado gobernadas por poderosas dinastías, cuyo protagonista era el Kuhul

Los primeros pobladores de la zona maya

Recreación de concheríos, Iker Larrauri, 1970

Durante un breve periodo de la última glaciación, —llamada Wisconsin en el caso de América, y Würm en referencia a Europa—, y debido al considerable descenso del nivel de los océanos, surgió un puente terrestre en el sitio hoy conocido como Estrecho de Behring, ubicado entre Alaska y el noreste asiático. Se cree que hace 35 mil años, el homo sapiens comenzó por aquí su migración de Asia a América, aunque avanzando lentamente, pues el actual territorio mexicano comenzó a poblarse hace unos 30 mil años, y en la Patagonia hace sólo 10 mil. Estos grupos humanos, que migraban constantemente en pos de recursos naturales básicos, pues vivían de la caza y recolección, llegaron al Altiplano Central y alrededor del 4 000 y el 2 000 a.C. iniciaron el consumo de maíz, el cual ocuparía con el tiempo un lugar central en la dieta. Con su cultivo y el florecimiento de la producción cerámica, los grupos humanos comenzaron a establecerse en lugares fijos e iniciaron los múltiples procesos que, al pasar de los siglos, generaron una de las más impresionantes culturas del mundo.

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1500 a.C.

250 d.C.

Preclásico Auge de otras culturas, como la de Tlatilco y la Olmeca Sedentarización: vida aldeana, agricultura, cerámica Estratificación social Influencia olmeca en la costa del Pacífico Construcción masiva de pirámides en las tierras bajas Auge de Kaminaljuyú y El Mirador Primera fecha registrada en Cuenta Larga en El Baúl Comienzo de la dinastía real y la hegemonía de Tikal

ahau o señor divino; por el uso compartido de una lengua cholana “de prestigio” plasmada en una compleja escritura jeroglífica, y por el empleo de precisos calendarios ritual y astronómico. La mayoría de la población se agrupaba en torno a grandes ciudades como Tikal o Copán, plena ésta de monumentos con inscripciones jeroglíficas; Palenque, de arquitectura excepcional y depositaria de una tumba extraordinaria; Yaxchilán, con sus estelas y dinteles grabados, o Bonampak, Calakmul, Quiriguá, Comalcalco y Dzibanché, algunas de las más notables en las tierras bajas del Sur. Al norte nacieron metrópolis como Cobá y, hacia fines del periodo, Uxmal, entre otras prominentes urbes en la sierra Puuc. El mapa político del Clásico estuvo en perpetuo cambio: las grandes urbes adquirían y perdían consecutivamente el control de centros secundarios, con los que integraron sistemas de producción, intercambio, tributación y estratégicas alianzas, mientras las guerras cobraban mayor relevancia. Los mayas influenciaron y fueron influenciados por otros pueblos con los que se relacionaron política, económica y culturalmente. Sitios del mundo maya se vincularon con culturas vecinas, y la interacción con Teotihuacan, la gran urbe del altiplano, fue intensa y compleja. El comercio­

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Clásico temprano Influencia teotihuacana en la región sur Inicio de la dinastía real de Yaxchilán Comienzo de las dinastías reales de Copán y Palenque Derrota de Tikal y hegemonía de Calakmul

Clásico tardío Esplendor de la civilización maya Desarrollo de estilos arquitectónicos Derrota de Calakmul y resurgimiento de Tikal Decaimiento de ciudades en las tierras bajas del sur

con lejanas comarcas cobró relevancia, y el poder se manifestó en el arte; fue una era de grandes logros intelectuales en astronomía, matemáticas, y de avances clave en el sistema calendárico y la escritura. La arquitectura de los grandes centros cívico-ceremoniales con basamentos y plataformas casi siempre monumentales y dispuestos en torno de plazas, y el uso de la bóveda de piedra en saledizo, evidencian el vigor demográfico y cultural de esta etapa en la que los mayas idearon estrategias forestales, apícolas y agrícolas, como terrazas de cultivo y canales de riego. Sin embargo, alrededor del año 800 de nuestra era, los pueblos mayas que habitaban en las tierras bajas sufrieron una severa crisis económica, desatada al parecer por una terrible sequía, la sobrexplotación de los recursos naturales y la intensificación de la guerra como consecuencia de presiones sociales y demográficas. En un fenómeno que parece haber sido multifactorial, las tensiones sociales que desataron las carestías y epidemias y el gasto destinado a la guerra debilitaron a las dinastías que por siglos habían gobernado prósperos reinos y ciudades. El epílogo del Clásico o “colapso maya”, como le llaman algunos, que comenzó a manifestarse desde el 750 d.C., se caracterizó por la caída de los dignatarios, el aban-

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Clásico terminal Últimas fechas en Uxmal, Calakmul e Itzimté Influencia nahua en la costa del Pacífico Auge de ciudades en la zona Puuc Migraciones y ocupación esporádica en la región sur

dono de muchas ciudades de las tierras bajas del sur y la migración y el reacomodo de la población, sobre todo hacia el norte. Así, la cultura maya sobrevivió y gozó de un renacimiento cultural en la península, donde florecieron numerosas ciudades y se crearon nuevas formas de organización política y social que predominarían en la siguiente época. Periodo Posclásico (1000-1530 d.C.). Época de auge cultural al norte peninsular y en los altos de Guatemala, propiciada por el crecimiento demográfico y la reubicación poblacional en tierras altas por migraciones, guerras y un intenso comercio. Se registró un corto impulso hegemónico desde Chichén Itzá y luego desde Mayapán, así como el progreso de los asentamientos de la Costa Oriental, donde se desarrolló un complejo sistema de intercambio marítimo con puertos como Tulum. Fueron tiempos de permanente interacción entre las distintas regiones de Mesoamérica, donde las estructuras políticas, la economía y las instituciones sociales crearon redes extensas de intercambio de bienes y de influencias culturales. Así, los mayas de Yucatán y de las tierras altas recibieron la influencia de nahuas y toltecas del Altiplano Central y de mixtecos de la Costa del Pacífico, como los pipiles o

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Posclásico Hegemonía de Chichén Itzá en la región norte Influencia del Altiplano Central en la región norte Última fecha registrada en Chichén Itzá Saqueo de Chichén Itzá y fundación de Mayapán Fundación del estado quiché en la región sur Saqueo de Mayapán y predominio de estados pequeños Fundación del estado cakchiquel en la región sur Primera población española: Salamanca de Cozumel

chontales y los itzáes, que contribuyeron al reordenamiento de los pueblos mayas. Esta gran movilidad humana propició el surgimiento de entidades regionales pluriétnicas y militaristas y la masificación de la guerra. El culto religioso también se transformó, y el panteón maya se enriqueció con dioses mesoamericanos; la iconografía, la escritura y el conteo del tiempo se modificaron y la Cuenta Larga fue sustituida por la Corta. Los estilos arquitectónicos y escultóricos incluyeron ahora elementos mayas tradicionales pero también foráneos, especialmente del Altiplano Central, como los atlantes, los chacmoles y las serpientes emplumadas visibles en Chichen Itzá y en Tula. Desde luego, las formas de organización política también cambiaron, y al decaer el esquema de gobierno centralizado en una sola persona que caracterizó al periodo Clásico surgió en la península un estilo confederado, llamado Multepal, que constituía una alianza entre ciudades relativamente autónomas. En 1451, al ser destruida Mayapán, que había dominado la región norte de la península, ésta ya se hallaba fragmentada en múltiples provincias independientes o cúuchcabaloob, cada cual con su capital, donde residía el halach uinic, autoridad militar, judicial y política. Eso fue precisamente lo que los españoles encontraron a su arribo.

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El ámbito de los dioses

Dios del Fuego Mayapán Posclásico tardío, 1250-1527 d.C.

Representación tardía del dios del fuego; la insignia de cinco círculos que lleva en el tocado hace referencia al centro y a los puntos cardinales

Cosmovisión Desde sus inicios, la cosmovisión mesoamericana fue una co-creación producto de la interacción de muchos pueblos, cuyas raíces se entrecruzan formando un complejo entramado donde todos aportaron y cada uno de ellos seleccionó, modificó, adaptó y perfeccionó aquello que encajaba mejor en su mundo. Los mayas lo hicieron por más de cuatro milenios, y lo siguen haciendo hoy con otras culturas y creencias. En ese rico sustrato compartido están la idea del cosmos dividido en tres regiones —el cielo, la tierra y el inframundo— vinculadas por el tronco de una ceiba que atravesaba los tres planos; la de un universo con cuatro rumbos o esquinas asociadas con colores determinados — rojo para el este, negro para el oeste, blanco para el norte y amarillo para el sur— y la idea de la existencia de pares opuestos, complementarios e inseparables, que constituyen la esencia de todo, como vida y muerte, frío y calor, lluvia y sequía, luz y oscuridad, oriente y occidente, masculino y femenino. Los mayas concebían un universo dividido en tres grandes y dinámicos niveles: cielo, tierra e inframundo, poblados por múltiples manifestaciones divinas. Integraban al cielo trece capas superpuestas, gobernadas por el supremo Itzamná, que habitaba en la más alta de ellas, y otros trece dioses, los Oxlahuntikú, y a la vez era asiento del Sol, la Luna y los demás astros del firmamento. El mundo intermedio, ocupado por la humanidad, se representaba como el dorso de un cocodrilo, y en él, según la cosmovisión maya, todos los objetos, animales y plantas tenían una contraparte sobrenatural, y por tanto, sagrada. El nivel terrenal se comunicaba con el inframundo o Xibalbá —de nueve niveles, oscura morada de otros tantos dioses, los Bolontikú— mediante cenotes, lagunas y cuevas, la matriz donde se generó la vida. Ah Puch, o Yum Cimil, Señor de la Muerte, presidía el Xibalbá desde el último de sus estamentos: el Metnal. Una enorme ceiba verde, el Yaxché sagrado, cuyas raíces se hunden en el inframundo, mientras su tronco atraviesa la tierra y su frondoso ramaje sostiene y acaricia el cielo, se yergue en el centro del cosmos maya, igual que en

Plato con árbol Procedencia desconocida Clásico tardío, 600-900 d.C.

En el centro del mundo se levantaba una ceiba cuyas raíces conectaban al inframundo; el ave posada en ella se alimentaba de la esfera celeste.

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las plazas centrales de casi todo pueblo de la región. Merced a esta ceiba, coronada por un ave mítica, dioses y espíritus, chamanes y quizá soberanos en éxtasis, podían viajar por todos los estratos del universo. También en cada una de las cuatro direcciones del universo había una ceiba de igual color que su rumbo con un ave en lo alto de la copa, rodeada de seres humanos, animales, flores y entes sobrenaturales. Los bacaboob, cuatro ancianos, se encargaban de sostener las cuatro esquinas del cielo.

ésta compartía la mitad de su carga temporal con la que le precedía y la otra mitad con la que le relevaría. Así mismo, el aspecto cíclico está presente en los turnos recurrentes de cada portador celestial, por lo que la historia se repetirá si los influjos divinos vuelven al mismo equilibrio, lo cual ocurre sobre todo cada 260 años, cuando se repite un katún de igual nombre: los hechos acaecidos en su transcurso son identificados con los del anterior, creándose así una entidad donde se mezclan presente, pasado y porvenir.

El concepto del tiempo

Inscripción calendárica de la Estela 1 de Cobá Esta estela es considerada una de las más importantes del área maya, ya que hace referencia a la fecha mítica de la creación del universo para esta cultura.

Para los mayas el tiempo era cíclico, como la diaria travesía solar. Igual que el Sol asoma cada mañana por el este y se esconde por el oeste, y por las noches atraviesa el inframundo para enfrentar la oscuridad y renacer triunfante cada mañana, así era el día de los hombres: un movimiento cíclico parecido, pero nunca idéntico al del día anterior. Por ello, el vocablo maya yucateco kin define los conceptos sol y día. Cada unidad básica de los calendarios mayas —día, mes, año— tenía una identidad o significado propio, una deidad, ya fuera antropomorfa, animal o elemento de la naturaleza, que otorgaba su “carga” simbólica, buena o mala, e influía o determinaba el acontecer. De esta forma, el tiempo es el tránsito permanente de muchos dioses portadores de “bultos” durante cierto tramo hasta que, exánimes, entregan su “carga” de tiempo a la deidad que los relevará. Según su significado y su relación con sus pares que circulan simultáneamente por el universo llevando otros periodos —desde días hasta inconmensurables tramos de millones de años— traerán al mundo cosas buenas o malas, lo cual revela la sofisticada conciencia maya de la temporalidad, sin parangón en el mundo antiguo. Según los mayas, al concluir cada periodo de tiempo —20 años, por ejemplo— su dios dejaba su bulto en manos del dios del periodo siguiente, por lo cual el paso del tiempo era llegada, relevo y partida de una multitud de fuerzas divinas que confluían y atravesaban paralelamente el universo —cada uno portando días, meses, años, centurias, milenios—, mientras recorrían un camino que se antojaba infinito. Además, aunque un katún estaba dedicado a una deidad,

13 (2021 tun) 13 (2020 tun)

13 (2019 tun)

13 (2018 tun)

13 (2017 tun)

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13 alawtún (206 tun)

13 kinchiltún (205 tun)

13 kalabtún (204 tun)

13 piktún (203 tun)

13 baktún (202 tun)

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3 días tras luna nueva X [de] 29 [días] aparecieron se cumplieron ?

es el nombre de la joven [luna] 8 kumkú koob (las piedras del hogar) 13 baktún ?

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Los mitos de creación Los bellos y poéticos relatos mayas sobre los orígenes del mundo entreveran vidas animales, vegetales, humanas y divinas y buscan explicar el sentido de la existencia humana. Especialmente relevante para este tema son el Popol Vuh, libro de libros de los mayas quiché; el Memorial de Sololá de los cakchiqueles de Guatemala y los Libros del Chilam Balam de los mayas yucatecos, todos escritos en maya y en caracteres latinos durante la Colonia, pero con profundas raíces prehispánicas. En todas estas fuentes esenciales de la literatura y la cosmovisión mayas es visible un sustrato común, y aunque sus relatos son distintos, concuerdan en lo esencial: el mundo es fruto de una saga de ciclos de creación-destrucción en la que los dioses engendradores —ya sea un consejo de dioses o una pareja primigenia, como Itzamná e Ixchel— se confabularon para crear la tierra, los astros, plantas, animales y elementos, para luego concentrarse en dar vida a un ser que pueda venerarlos, alabarlos y hacerles ofrendas: el hombre. En esta serie de arduas fases emprendidas por las divinidades que se aliaron hasta crear el mundo con la perfección deseada, tuvo un papel primordial Canhel, “serpiente celeste” para los mayas yucatecos —Gucumatz, “serpiente emplumada” para los quichés—, como energía vital, vinculada con la lluvia y el agua primordiales de las que surge la vida y el mundo.

El Popol Vuh El Popol Vuh, sin duda el relato más estructurado de todos, cuenta que en el principio de los tiempos reinaba la desolación y nada estaba en pie; sólo existían el mar y el cielo, por lo que los dioses crearon la tierra y los montes, las plantas, los animales y a los primeros humanos, débiles criaturas inanimadas de barro que se deshacían con el agua. Desilusionados, los dioses los liquidaron con un diluvio. Luego los hicieron de madera, y si bien eran más fuertes y se reproducían, no tenían alma ni conciencia, ni sabían honrarlos. Los dioses provocaron una lluvia de resina ardiente y los pocos sobrevivientes se convirtieron en monos.

Entonces descubrieron que el maíz era la materia prima ideal para formar la masa primigenia: los hombres resultantes eran inteligentes, hablaban y se entendían entre sí, se reproducían y podían nombrarlos y adorarlos, y por si fuera poco, se estremecían al observar la bóveda celeste y la infinitud de la tierra. No conformes con esto, los dioses temieron que los hombres se les igualaran y dejaran de adorarlos. Por ello, U Qux Cab, o Corazón del Cielo, les sopló vaho sobre los ojos para empañárselos, y desde entonces los humanos no podemos ver más que lo inmediato. Según el Popol Vuh, el origen del Sol y de la Luna es resultado de la transformación de los gemelos divinos Hun Hunahpú y Vucub Hunahpú, que gustaban del juego de pelota, molestando con su ruido a los dioses del Xibalbá, quienes un día los retaron a jugar en su reino; Hun Hunahpú y Vucub Hunahpú aceptaron, pero víctimas de engaños, fueron sacrificados: a Hun Hunahpú lo decapitaron y colocaron su cabeza sobre un árbol hasta entonces infecundo; de la cabeza surgió un fruto y los dioses del Xibalbá prohibieron a los seres del inframundo acercársele. La curiosa Ixquic, hija de uno de los dioses, ignoró la prohibición y se acercó al árbol. La cabeza de Hun Hunahpú le pidió que acercara su mano; ella accedió, y en ese momento él la escupió, dejándola embarazada. El padre de la joven comunicó lo sucedido al resto de los dioses del Xibalbá, quienes ordenaron a sus mensajeros matar a Ixquic y extraerle el corazón. Pero la hábil muchacha convenció a sus captores de que le perdonasen la vida y engañaran a los señores del inframundo, entregándoles una bola de resina roja y no su corazón. Ixquic huyó al mundo terrenal, halló la casa de la madre de Hun Hunahpú, y poco después parió a los gemelos semidivinos Hunahpú e Ixbalanqué. A continuación, el Popol Vuh relata la reivindicación de los gemelos, quienes descendieron al inframundo y derrotaron a los soberbios dioses responsables de la muerte de su padre y su tío. Conocedores de sus trucos y engaños­derribaron a Vucub Caquix y a sus hijos. Finalmente, Hunahpú e Ixbalanqué regresaron al mundo superior para luego ascender al cielo, transformándose finalmente en el Sol y la Luna.

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POPOL VUH

Los Libros del Chilam Balam

El Popol Vuh es una narración mitológica sobre el origen del mundo y la historia de la civilización maya. Muy probablemente este libro, escrito en lengua quiché pero en caracteres latinos, fue creado por sacerdotes mayas que quisieron plasmar parte de la cultura transmitida oralmente que comenzaba a perderse. El texto se conservó durante siglo y medio en la biblioteca de la Iglesia de Santo Tomás de Chichicastenango, Guatemala, cuyo párroco, Francisco Ximénez, lo descubrió al despuntar el siglo xviii y, con gran sentido histórico, lo tradujo al español. La tercera parte del Popol Vuh es una versión de la historia del pueblo maya, sus asentamientos y distribución; sus reyes, guerras y alianzas.

El hombre de madera

Los gemelos derriban a Vucub Caquix

El diluvio hirviente

Hunahpú e Ixbalanqué ante Itzamná

Los señores del Xibalbá

Asamblea de dioses en las tinieblas

En varios de los Chilam Balam también hay referencias a los orígenes y a la forma del mundo. En el de Chumayel se describe el cosmos y se menciona a Ah Ppisté, “Medidor de la Tierra”, como la deidad creadora; cada rumbo tiene una deidad abeja de los mismos colores y “la muchedumbre de los hijos de las abejas” se multiplica, siendo Cuzamil el “Primer Colmenar” y el “Corazón de la Tierra”. El de Tizimin añade los trece dioses de los estratos celestes: Oxlahuntikú; los nueve del inframundo: Bolontikú, y la deidad del nivel terrestre, Itzam Cab Ain. La destrucción ocurrió cuando “…se levantó el gran Itzam Cab Ain, se derrumbó el cielo, se volteó la tierra y se inundó el mundo.” En el de Chumayel se lee el relato de la segunda creación, que inicia al ser destruido el primer mundo, cuando la deidad abeja vendó los ojos a los Oxlahuntikú, originando la oscuridad. A resultas de ello, Canhel, o “Serpiente Emplumada”, principio vital de la deidad celeste, fue apresado por Bolontikú, dioses del inframundo, desencadenando la destrucción del cosmos y de los hombres sin “fuerza para

Ixquic frente a Hun Hunahpú

Zarigüeya cargando al dios del maíz

Plato de los Gemelos Procedencia desconocida Clásico tardío, 600-900 d.C.

Ilustraciones para el apoyo gráfico “Mitos de Creación”

La escena del Popol Vuh en que los gemelos derriban con sus cerbatanas al ave Vucub Caquix fue representada en diversos objetos, especialmente en vasijas.

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vivir”, lo que posiblemente alude a los hombres de barro de la primera edad cósmica mencionados en el Popol Vuh. Este Chilam Balam nombra varias de las creacionesdestrucciones, y aunque los materiales con los que fue creado el hombre difieren respecto de los relatados en el Popol Vuh, algunos estudiosos han propuesto equivalencias entre ellas. Además, esquematiza tres creaciones. En la primera, los habitantes terrestres fueron destruidos por fuego, piedras y palos, porque “aunque tenían vida, carecían de corazón”. En la segunda, los dioses levantaron los cielos apoyados en cuatro pilares repartidos en los cuatro rumbos terrestres, que son claramente las ceibas, pero este mundo fue destruido por el fuego, pues sus pobladores padecían de envidia. Siempre según el Chumayel, la tercera y última creación, la nuestra, fue obra de Jesucristo, que “creó cielos y tierra y todo cuanto hay en la tierra”. En el relato se entreveran los trece dioses celestes y los nueve del inframundo, nombrados como creadores y destructores en eterno conflicto entre ellos. Ya creado el mundo, el Chumayel aborda con más detalle sus cuatro sectores, sus dioses y otros símbolos y relata cómo fue aseada y medida la Tierra, y cómo los grandes linajes se repartieron esos cuadrantes, al centro de los cuales figura Mérida.

Chilam Balam de Chumayel, Láms. 71-72 Creado en el siglo xvii y enriquecido hasta el xviii

La rueda de los katunes es un registro de los sucesos más importantes ocurridos y por ocurrir en 13 periodos de tiempo, cada uno de 20 años.

Registros prehispánicos En varias inscripciones jeroglíficas de estelas, en relieves, en piezas cerámicas policromas del Clásico y en los códices que se conservan —todos ellos del Posclásico— también existen referencias al mito cosmogónico. Es el caso de las estelas de Cobá, en Quintana Roo, donde los epigrafistas descifraron textos en los que se asienta que el mundo actual fue creado en 13.0.0.0.0. 4 ahau 8 kumkú, esto es, el 13 de agosto de 3114 a.C., considerada como la Fecha Era o inicial en los cómputos calendáricos, a partir de la cual se cuenta el paso del tiempo, como hacemos nosotros con el nacimiento de Cristo. La misma fecha aparece en la Estela C de Quiriguá, Guatemala; según el texto, ese día “se manifestó la imagen” y diversos dioses reunieron las tres piedras del “fogón primigenio”. En la parte posterior de la estela se aprecia al dios creador Itzamná en su aspecto antropomorfo, reconocible por su gran ojo de serpiente­y nariz roma, y por ostentar el signo celeste de bandas cruzadas en boca, pecho y braguero. Esas tres piedras de la creación —prototipo de las que sostienen los milenarios fogones caseros mayas— centraban el cosmos y permitían al cielo levantarse del mar primi-

Códice Madrid Posclásico tardío, 1250-1527 d.C.

Los mayas contaban con cientos de libros especializados en temas médicos, calendáricos, históricos y mitológicos, de los cuales hoy sólo conservamos tres.

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genio, y algunos autores relacionan elementos y deidades del mito con astros, constelaciones y estrellas. Por último, en el Códice Dresde se representa un diluvio cósmico que acabó con algún mundo anterior, provocado por la serpiente celeste Itzamná acompañada de una vieja diosa que vacía una olla, probablemente Ixchel, y del dios L, el de la lluvia destructora.

Muerte e inframundo La forma de morir de cada persona era importante para determinar su destino: Los sacerdotes, gobernantes, guerreros, así como los muertos en batalla y las mujeres fallecidas durante el parto, iban al paraíso de Itzamná, en cuyo centro se erguía una ceiba. Los sacrificados y muertos por ahogamiento, o por causas relacionadas con el agua, iban al paraíso de Chac. Quienes morían por causas comunes iban al Xibalbá. Para llegar al inframundo, donde reina Ah Puch, dios de la muerte, con Ahalpuh y Ahalcaná, siniestros hermanos generadores de pus y bilis, y Quicxic y Patan, quienes ahogaban en su propia sangre a los hombres, el “espíritu” del fallecido deberá atravesar ríos abominables y pestilentes, con hedor a putrefacción. Era, sin duda, un viaje peligroso, y a menudo los deudos tomaban todas las precauciones

posibles: en la boca del difunto colocaban una piedra —símbolo de su alma— o maíz molido, amuletos de protección, y enterraban a un perro con él, para que le ayudara a sortear todos los retos y trampas que habría de enfrentar. Era común en los entierros de nobles y gobernantes introducir cuentas de jade en la boca de los difuntos, e incluir máscaras, collares, brazaletes, pulseras, orejeras, vasos y esculturas de este material como parte de su ajuar funerario. Y es que por su color, dureza y durabilidad, el jade era sumamente apreciado por estar asociado con el mar originario y con el cielo, fuente primera de vida donde habitaban los dioses creadores, representación de la inmortalidad y el poder, la fertilidad, la renovación y el renacimiento. Para los mayas la muerte era inseparable de la vida, ya que el universo sigue una ley de muerte-renacimiento. Y es que si bien el oscuro inframundo es energía de enfermedad y muerte, su esencia también contiene su opuesto: las semillas de las que nacerá la vida, la humedad, la germinación, el origen de los manantiales y las fuentes de agua y minerales, lo mismo que el cielo, pleno de luz y energía de vida, contiene la lluvia y el sol, pero también la tormenta, los truenos y los rayos, origen de la sequía, la inundación y la desgracia. Aunque variaron enormemente los sitios y posiciones en que los difuntos eran sepultados, y se han hallado restos

Entierro Ilustración para el audiovisual “Sociedad e individuo”

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Brasero calado con mango Chichén Itzá Posclásico temprano, 1000-1250 d.C.

Vasija que formó parte de las ofrendas para un difunto —posiblemente un sacerdote— enterrado en una urna.

óseos en cuevas de la zona Puuc, en cenotes, chultunes y vasijas de barro de la península, en el Posclásico la cremación parece haber cobrado auge entre la clase gobernante. Desde luego, además de la forma de morir, el estrato social de los fallecidos determinaba el tratamiento que se les daba. Así que, mientras para los reyes se edificaron impactantes templos sobre cámaras funerarias que guardaban celosamente sus restos inhumados o las urnas con sus cenizas y exquisitos ajuares con perlas, jades, conchas, huesos labrados, vasijas y figurillas de cerámica y máscaras, la gente común era enterrada modestamente en el suelo de su propia casa, con alimentos y con sus objetos más preciados en vida. El culto a los ancestros era tan importante entre los mayas prehispánicos —y aún lo es— que, por ejemplo, los Cocom de Mayapán conservaban los cráneos de sus difuntos señores y los colocaban en oratorios familiares para venerarlos.

El juego de pelota Para los mayas, el juego de pelota era un ritual que representaba los orígenes del universo y el movimiento del Sol y la Luna para que siguiera existiendo el día. El juego buscaba reactivar mitos originarios y fenómenos astronómicos; era una ceremonia de iniciación, muerte y renacimiento política y militarmente legitimadora que simbolizaba el encuentro de los gemelos Hunahpú e Ixbalanqué con los

Las lujosas tumbas de los reyes y nobles, con los cadáveres de personas sacrificadas para acompañarlos en su viaje por el Xibalbá, contrastan con los modestos entierros de la gente común, que partía al otro mundo a lo sumo con una piedra en la boca, sus dos o tres objetos predilectos y algo de comida guardada en humildes vasijas.

señores del inframundo. Tuvo varias modalidades según la época y el lugar; por lo general, dos equipos de jugadores provistos de protectores debían golpear una pelota de caucho con cintura, rodillas, hombros y codos, posiblemente para hacerla pasar por un pequeño anillo colocado en uno de los muros de la “cancha”, aunque había diversas formas de practicarlo, y no siempre había tales anillos. Era una representación de la eterna batalla entre fuerzas contrarias que se complementan y equilibran, de enorme significado religioso. Aunque existen muchas interpretaciones, la propuesta más aceptada señala que ambos equipos de jugadores estaban compuestos por nobles del mismo bando, y que el equipo perdedor debía aportar los prisioneros para el sacrificio posterior al juego; el juego de pelota no solo era un deporte, sino un espectáculo masivo, por lo cual debía realizarse de la mejor manera posible. La “cancha” donde se escenificaban los enfrentamientos tenía forma de “I”, y sus muros solían ser inclinados; en lo alto de las paredes laterales, en la parte central de la “I”, se colocaban marcadores con un diámetro aproximado de un metro. Los había de varios tipos según la región: en Chichén Itzá abundaban los círculos de piedra, y en Copán preferían las cabezas de papagayo. Quizá se utilizaran para obtener algún tipo de puntuación en el juego, y en cada uno se representaban diferentes escenas: justas deportivas entre personajes históricos o entre los dioses de la muerte y los gemelos divinos, prisioneros sometidos, etcétera.

Máscara antropomorfa Oxkintok Clásico tardío, 600-900 d.C.

Máscaras como ésta formaron parte del ajuar funerario de gobernantes mayas. Representaban sus rasgos físicos en vida, pero a menudo los combinaban con atributos divinos.

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El juego de la muerte Teodoro Zapata, 1935

Dibujo parcial de uno de los seis relieves del Gran Juego de Pelota de Chichén Itzá, donde se ilustra la decapitación del capitán del equipo perdedor, ritual con el que finalizaba el juego.

Remate arquitectónico Chichén Itzá Posclásico temprano, 1000-1250 d.C.

Casi todas las esculturas que se conservan formaron parte de la ornamentación arquitectónica de edificios, y evidencian la importancia que tenían para los mayas las imágenes de deidades y seres fantásticos.

Ceremonias públicas y privadas La existencia maya —la individual y la colectiva— tenía por núcleo rendir culto a los dioses y recrear el universo mediante ofrendas, sacrificios y construcción de templos, pirámides y espacios sagrados. Las ceremonias, pletóricas de música, danzas, cantos y sacrificios, celebraban actos de creación y tenían muy diversos objetivos, como obtener el favor de las múltiples deidades, clamar por lluvias, rogar por una buena cosecha o por caza o pesca exitosas. A menudo los reyes mismos bailaban en ellas, a veces disfrazados de jaguar y de pájaro, o transformados en sus animales compañeros, y de esta manera reclamaban su parentesco con las deidades, y por ende su derecho a gobernar. La ingesta de bebidas alcohólicas como el balché y el consumo de tabaco silvestre y hongos alucinógenos eran parte de la vida cortesana, y las vasijas pintadas dan cuenta del empleo de enemas de barro para administrar sustancias estimulantes por vía rectal. El pasado mítico, incesantemente actualizado y evocado mediante las artes, y el presente humano, tenían un vigoroso e íntimo nexo. Los mayas suplicaban a sus dioses vida y sustento y enmarcaban sus actos cotidianos en un complejo ritual donde la palabra jugaba un papel esencial. Los sacerdotes, cuya labor estaba estrechamente asociada a la astronomía, organizaban las ceremonias en las fechas establecidas con base en el calendario ritual, ya fuera la ornamentación de los templos o la colocación de las ofrendas. La oración era la esencia del ritual maya, y mediante la adivinación, los oráculos

y una especie de horóscopo se buscaba la ayuda divina para toda actividad: en el nacimiento, la adultez, para contraer nupcias, sortear las dificultades y los malos espíritus, para concebir o para conjurar la sequía y las plagas de langosta que propiciaban hambrunas, enfermedades y saqueos y para tener éxito en la cosecha y en la guerra. También había otro tipo de celebraciones rituales, como las practicadas por los médicos mayas en el mes de zip, en honor a la diosa Ixchel. Las ceremonias, ritos, actividades comerciales, entronizaciones, y casi todo acontecimiento social y religioso maya, estaban fuertemente influidos por la astronomía, y se consideraba que su éxito estaba garantizado si se celebraban en armonía con los movimientos de los cuerpos celestes, estudiados y consignados por los especialistas.

Sacrificios y autosacrificios Los sacrificios eran práctica común entre los pueblos de Mesoamérica y en las ciudades mayas. Para entender mejor su origen debemos recordar el relato del Popol Vuh sobre cómo los dioses primigenios decidieron crear el mundo donde habitaría el hombre, cuya principal misión sería venerarlos y alimentarlos. Pero a diferencia de los seres humanos, que se nutren del maíz, los dioses debían alimentarse de la sangre o del humo que ésta genera al quemarse en un brasero. Esto justificaba los ritos en que los gobernantes alimentaban a las deidades con su propia sangre, que figuraban entre sus obligaciones más importantes; al ofrendar lo

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más preciado de sí mismos, los soberanos, quienes poseían carácter divino por descender de las deidades, creían asegurar el correcto funcionamiento del cosmos. El autosangrado se practicaba en orejas, labios, lengua, brazos, piernas y hasta en el pene, con ayuda de espinas de maguey o de raya, punzones de hueso y lancetas de pedernal. Las gotas de sangre se recogían en vasijas o en papeles luego quemados en incensarios o se untaban en las estatuas de los dioses. También se practicaban sacrificios humanos en los que se acostumbraba lanzar a las víctimas sacrificiales a los cenotes o lagos, y a veces se les extraía el corazón, —en el Clásico se les decapitaba—; era común arrojar a las doncellas a los cenotes o a cuevas subterráneas, consideradas puntos de comunicación con los dioses, destinatarios de estos sacrificios rituales, así como puertas de tránsito al inframundo, hogar de los dioses de la noche y lugares ideales para ritos y ceremonias relacionados con la muerte, el nacimiento, la alimentación y la fertilidad.

Los más poderosos, de jerarquía superior, contaban con asistentes. Dichas jerarquías divinas, fiel espejo de la estratificación de la sociedad, legitimaban la estructura política y social terrenal; y es que como tantas otras culturas, la maya creó una estructura religiosa para explicarse no sólo el origen del universo, sino el papel del individuo en la preservación del orden cósmico.

Ceremonias y rituales mayas Alejandro Popoca

El derramamiento de sangre y la ceremonia de recibimiento del Año Nuevo.

Brasero con la efigie de Itzamná Mayapán

Deidades y seres sobrenaturales mayas Los mayas veneraban a múltiples dioses y entidades sagradas­de muy diversa naturaleza, que podían encarnar los poderes más grandes o ser guardianes de diminutas plantas, pequeños arroyos o de los montes.

Posclásico temprano, 1000-1250 d.C.

Fray Diego de Landa cuenta que en la ceremonia del recibimiento del año, se rotaban las representaciones de los dioses y se quemaban ofrendas que entregaba el pueblo.

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Alejandro Popoca

El culto a los lugares sagrados y el reconocimiento a los antepasados.

Imagen de Kinich Ahau Ek Balam Clásico tardío, 650-900 d.C.

Casi cincuenta deidades con atribuciones benéficas, adversas o duales, fueron veneradas por los mayas desde la época Clásica, con variantes en denominación e iconografía.

A esos dioses y seres sagrados atribuyeron el origen de los sobrecogedores fenómenos naturales a los que temían, y de la expresión material y espiritual de todo cuanto existe. Algunos eran polivalentes, pues reunían características positivas y negativas, ostentaban diversas representaciones y podían ser ubicuos y omnipresentes en varios planos del universo. El panteón maya es enormemente complicado porque lo integran deidades con características contrapuestas: pueden ser al mismo tiempo masculinas y femeninas, jóvenes y viejas, animales y humanas. Otras como Chac, dios del agua, poseen manifestaciones en las cuatro direcciones del mundo, por lo que son cuatripartitas. También pueden ser híbridas, fruto de la mezcla de diferentes divinidades. En el siglo xx, el investigador alemán Paul Schellhas, con base en los códices prehispánicos, estudió y clasificó­a los dioses mayas con una letra de la A a la P, clasificación que aún se utiliza. Los avances en el conocimiento epigráfico han sacado a la luz otras deidades y han permitido conocer más sobre la naturaleza, nombre y características de las estudiadas por Schellhas. En el panteón maya sobresalen los dioses emblema de vida y de muerte, de

la creación y de los grandes temas cósmicos, como los que se aprecian en el recuadro. Nuevos dioses surgieron en el Posclásico, probablemente debido a la influencia de otras religiones mesoamericanas. Desde el siglo xiii, y hasta la Conquista, la cifra aumentó incesantemente. Sus imágenes lucen esculpidas en templos y edificios, en estelas, en incensarios, en vasijas de cerámica, y dibujadas en los tres códices que han llegado hasta nuestros días. Al conjunto hay que agregar las divinidades citadas en crónicas europeas o indígenas. En los Libros del Chilam Balam, o en el Ritual de los Bacabes, su número parece infinito, aunque es muy posible que muchos de ellos sean títulos o sobrenombres de la misma deidad. Entre estos dioses posclásicos figura destacadamente Kukulcán, considerado un hombre-dios. Mito, deidad y héroe cultural enraizado en el pensamiento mesoamericano, fue conocido como Quetzalcóatl en México y como Gucumatz en Guatemala. Durante la época de influencia tolteca en el mundo maya la Serpiente Emplumada se convirtió en Kukulcán, dios del viento. Mayapán fue la última ciudad maya que consiguió centralizar el poder político después de la caída de Chichén Itzá, y según los cronistas, fue fundada en el siglo x por seguidores de Kukulcán, personaje al cual los itzáes le habían dedicado la monumental Chichen Itzá, que ya había perdido su hegemonía.

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DIOSES MAYAS

ITZAMNÁ, EL DIOS D

HUN NAL YEH, EL DIOS E

EK CHUAH, EL DIOS M

IX ZAC, DIOSA I

Era para los mayas creador del cielo, del día y de la noche, primer padre, señor del fuego y la tierra, inventor de la escritura, de las ciencias y las artes, del conocimiento y de todo cuanto existe, además de ser el esposo de Ixchel, diosa de la luna y las mareas, de la medicina y de los partos. Dios supremo del panteón maya, era concebido como un anciano por su imagen de sabio creador. Pero al ser un dios omnipresente fue representado de muchas maneras y recibió diversos nombres según la faceta en cuestión: algunos fueron Ah Dzib, “el escriba” o Idzat, “el instruido”.

Durante el Clásico, el Dios del Maíz fue profusamente representado en vasijas y dibujos, y su importancia era enorme, pues los mayas creían que de ese grano habían sido creados los hombres. Se le relacionaba con la salud y era una figura central en los códices, donde aparece con el cráneo alargado y con un mechón de pelo. A veces figura provisto de plumas de quetzal y adornos de jade, objetos relacionados con el maíz tierno. Pero la cosecha del maíz también simboliza una ceremonia de decapitación en la que la mazorca representaba la cabeza del dios. Pese a que contamos con múltiples representaciones del dios E, su nombre no es del todo conocido. El jeroglífico que se lee como nal (maíz) acompaña a sus imágenes.

Su nombre significa escorpión negro. Se le relacionaba con el comercio, y quienes ejercían esta actividad le rendían culto nocturno durante sus expediciones. Ha sido representado con rasgos tanto de joven como de anciano, con enorme nariz, labios muy rojos, aguijón de escorpión y cuerpo pintado de negro. En los códices se lo representa con un bulto en la espalda, símbolo de los comerciantes, y apoyado en una lanza o bastón. En el Códice Madrid se detallan algunas de sus acciones rituales.

Diosa de la Luna, la esposa de Itzamná era polifacética. Se le representaba joven o anciana, según las fases lunares, y se le relacionaba con la fertilidad, la concepción, la medicina y las labores del parto, así como con los oficios propios de la mujer maya prehispánica. En los códices se le dibujó cargando un conejo, clásico símbolo de la luna. Se le conocen diversos nombres, acordes con sus facetas, entre ellos Sak U’ Ixik (Señora Luna Blanca), Chak Chel (Arco Iris Grande), Ix Chebel Yax (Señora del Primer Pincel), e Ix Chel (Señora Resplandeciente o Señora del Arco Iris).

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Chac, EL DIOS B

KAWIIL, EL DIOS K

YUM CIMIL, EL DIOS A

KINICH AHAU, EL DIOS G

Dios del agua, de la lluvia, del rayo y el trueno, eternamente omnipresente en cada rincón del universo; según algunos autores, es una de las manifestaciones de Itzamná. En tanto deidad cuatripartita, a veces se le representa como cuatro chaces separados según los puntos cardinales: rojo del este, blanco del norte, negro del oeste y amarillo del sur. Solía pintársele con cuerpo humano o serpentino, de colores azul y verde, rostro fantástico, trompa, una diadema de concha, derramando agua de una vasija y provisto de un hacha para producir rayos y truenos. Los campesinos le rendían culto porque se le atribuían cualidades benéficas para la agricultura.

Deidad del Rayo y de los linajes divinos. Imágenes de Kawiil (Abundante Cosecha) adornan cetros, tocados, bastones y otros accesorios de gobernantes del Clásico, a modo de insignias de su poder divino. También se le identificaba como Dios del Rayo, de la nobleza, de las semillas, de la fertilidad, de la vida misma y de los cuatro rumbos del universo. Su frente estaba provista de un espejo con un elemento inserto en forma de hacha o de antorcha del que brotan volutas de humo que semejan hojas de maíz.

El Dios de la Muerte y del Inframundo, también llamado Xibalbá o Metnal en yucateco, residía en ese mundo subterráneo y era el Señor de la Muerte. Se le representaba como un cadáver con signos de putrefacción que emitía gases por la nariz y el ano y tenía el abdomen inflado, lo cual se reflejaba en los múltiples nombres con los que se le conocía, como Ah Puch (El Descarnado), o Kisin (El Flatulento). Se le asocia con la noche, la destrucción y la enfermedad.

Generador del tiempo, la luz, el calor y los cuatro rumbos del universo, el Sol, llamado Kinich Ahau (Señor de Ojo Solar), era tan importante como el dios creador de cuanto existe, y se le concebía como una manifestación de ltzamná. Se le representaba con la flor de cuatro pétalos del glifo kin, que adorna con frecuencia el rostro del dios, provisto de orejeras, barbas como rayos de sol, dientes limados en forma de T, nariz chata, un símbolo en forma de 8 en la frente y enormes ojos cuadrangulares y estrábicos.

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E l G r a n M u s e o d e l M u n d o M aya d e M é r i d a

La cuenta del tiempo

Chilam Balam de Ixil Representación de los trece meses del calendario sagrado maya de 260 días, pervivencia de un conocimiento que se siguió difundiendo pese a la política represora novohispana.

Pocas culturas ancestrales contabilizaron y registraron tan precisa y gráficamente el inexorable transcurso del tiempo como los mayas. Su obsesión con el paso de los días provenía de su concepto cíclico del tiempo y de su convicción de que, al sistematizar su conocimiento sobre la bóveda celeste y sobre su pasado, podrían entender su presente, predecir guerras, triunfos y fracasos y periodos de bonanza o de calamidad. Entender el pasado era para ellos un asunto de supervivencia que no sólo les señalaba los tiempos adecuados para las cosechas y las guerras: también les ayudaba a enfrentar el porvenir entero, y quizá a modificarlo con ritos y ceremonias. Por ello, durante siglos se dedicaron a crear impecables calendarios y lograron convertirse en verdaderos amos y señores del tiempo. En toda civilización, el día y la noche marcados por el Sol, las fases lunares y la sucesión de las estaciones han sido los primeros referentes de tal conteo. Los pueblos que habitaron lo que hoy llamamos Mesoamérica buscaron registrar el cambio de la posición del Sol visto desde la Tierra y observaron cada día dónde salía y dónde se ocultaba; también advirtieron que dos veces al año tienen lugar los equinoccios, momentos en que los polos terrestres se encuentran equidistantes del Sol y los días duran lo mismo que las noches. Durante los equinoccios también ocurre el cambio de estaciones con sus implicaciones en el ciclo de siembra y cosecha, lo que en nuestro hemisferio tiene lugar de verano a otoño. Con igual interés observaron los solsticios, cuando la longitud del día y la latitud del Sol al mediodía son máximas en el de verano y mínimas en el de invierno. Para conocer las fechas de los equinoccios y solsticios, los mayas erigieron conjuntos arquitectónicos que mediante determinadas formas constructivas registraban con precisión su ocurrencia merced a efectos de luz y sombra, como el “Grupo E” de Uaxactún, Guatemala; los de Calakmul en Campeche, y los de Dzibilchaltún y Chichén Itzá en Yucatán, entre otros. Este tipo de construcciones, aunadas a un avanzado sistema matemático, permitieron a los mayas conocer con sorprendente exactitud la duración del año solar y del lunar, y por tanto las épocas propicias para preparar terrenos, siembras y cosechas.

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M aya s a n c e s t r a l e s Este Norte

Línea de salida del Sol 21 de junio (Solsticio de verano)

Línea de salida del Sol 23 de septiembre y 21 de marzo (Equinoccios)

Estela

Estela

Línea de salida del Sol 21 de diciembre (Solsticio de invierno)

Sur

Estela

Estela

Diagrama del Grupo E, Uaxactún, Guatemala que marca el movimiento del Sol a lo largo del año en estructuras arquitectónicas.

Punto de observación

Los calendarios mayas

Pirámide de Kukulcán de Chichén Itzá Solsticio de invierno, 2012 Foto: Ximena Castro

Algunas construcciones mayas registran el paso de los astros mediante efectos de luz y sombra que producen sus siluetas y/o ventanas; de esta forma se hacía evidente la llegada de un momento específico del año.

La invención del calendario en Mesoamérica se ha atribuido a la civilización olmeca, anterior a la maya, de cuyo legado cultural ésta se nutrió, y aunque otras culturas también lo usaron, la maya lo llevó a su máximo grado de perfección. Los mayas registraban el tiempo tanto de forma lineal —mediante la Cuenta Larga, en la que, con base en una fecha fija inicial llamada fecha “era”, contaban los días hacia adelante o hacia atrás— como de manera cíclica, por medio de dos calendarios: uno solar de 365 días y otro ritual de 260 que, combinados, daban origen a una Rueda Calendárica de 52 años.

El Haab, calendario solar de 365 días El número de días en que la Tierra completa su tránsito alrededor del Sol es lo que conocemos como calendario solar, el cual regía festividades civiles, religiosas y ciclos agrícolas; se llamaba Haab, y tenía 18 meses de 20 días, más el uayeb

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E l G r a n M u s e o d e l M u n d o M aya d e M é r i d a

Pop

Uo

Zip

Zotz

Zec

Xul

Mol

Chen

Yax

Zac

Ceh

Mac

Muan

Pax

Kayab

Kumkú

Uayeb

o uayeb, temido periodo de cinco días sin nombre y de mal augurio. Los meses tenían nombres y una deidad patrona.

El Tzolkin, calendario ritual de 260 días Además del calendario solar, los mesoamericanos tenían uno ritual cuyos antecedentes se remontan al Preclásico, el cual aparentemente no tenía relación con fenómenos astronómicos, sino con el tiempo de gestación del embrión humano o con el ciclo del maíz, y les servía para pronosticar la fortuna colectiva y el destino individual con base en los augurios del día de su nacimiento: por ejemplo, su oficio y su carácter. Conocido como Tzolkin, este calendario articulaba el nombre de 20 días con números del 1 al 13, generando 260 combinaciones o días, cada cual con una carga divina determinada por los dioses patronos del nombre y por el correspondiente número del día. Igual que en el Haab, conocemos el nombre de los veinte días en varias lenguas mayances, aunque la denominación yucateca es la que más se usa.

La Rueda Calendárica de 52 años En una escala mayor a la del diario transcurso o a la de los meses, y para poder contar años, desde el Preclásico tardío los pueblos mesoamericanos combinaron y articularon

Yaxkin

Los mayas antiguos diseñaron un avanzado sistema de calendarios para medir y registrar el tiempo humano y mitológico.

Kankin

Glifos para los 18 periodos de veinte días que sumaban los 360 días del calendario, a los que se añadía un periodo de 5 días aciagos.

mediante cálculos matemáticos los dos calendarios, el solar de 365 días y el ritual de 260, para crear un ciclo conocido como la Rueda Calendárica. Ésta funciona como una serie de ruedas de engranaje que interactúan entre sí, y una vez que comienza el movimiento que combina ambos calendarios —creando, por ejemplo, el día 4 ahau del mes 8 kumkú— han de pasar 18 mil 980 días, es decir, 52 años, para que el ciclo se cumpla y tales días vuelvan a coincidir.

La Cuenta Larga Ya que 52 años no bastaban para narrar historias de larga duración, como la de una dinastía, una ciudad, un pueblo o la de la humanidad misma, los mayas también usaron la Cuenta Larga. Buscando en la antigüedad remota un punto cronológico para iniciar el conteo, escogieron una fecha inicial representada por el día 4 ahau del mes 8 kumkú, que, en su sistema de notación es 13.0.0.0.0 (13 de agosto de 3114 a.C.), mitológicamente correspondiente a la creación del mundo actual. Esta fecha inicial es la base para determinar cuántos días han transcurrido desde entonces, y no años como en

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RUEDA CALENDÁRICA En la segunda mitad del siglo xvi, y con ayuda de informantes indígenas, fray Diego de Landa registró el nombre y mecánica de este sistema calendárico y dibujó una rueda de katún, con el numeral y el dibujo del día ahau correspondiente, así como el sentido y orden de la lectura. Un dibujo similar también está representado en el Chilam Balam de Chumayel. La combinación de los calendarios Tzolkin y Haab forma lo que los especialistas denominan Rueda Calendárica; la coincidencia de los mismos numerales y glifos de ambos calendarios ocurre­cada 18 mil  980 días, es decir, cada 52 años.

Ha a b

n

Chen

Chen

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C

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c

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n

Che

n

Lama

Cuenta Larga

12.7.5.4.12

Cimi

Eb 10 Chen

Manik

19 de noviembre de 1761 Inicio de la Rebelión de Cisteil, el principal movimiento rebelde maya durante la dominación española.

Cuenta Corta 11

Che

Ch en

n

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Ah

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Cib

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Che

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Ch

en

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E l G r a n M u s e o d e l M u n d o M aya d e M é r i d a

Imix

Ik

Akbal

Muluc

Oc

Chuen

Kan

Eb

Chicchan

Cimi

Manik

Lamat

Ben

Ix

Men

Cib

Estos eran los nombres de los signos relacionados con 13 números en el calendario Tzolkin.

Caban

Edznab

Cauac

Ahau

nuestro sistema, cuyo inconveniente es el bisiesto. Para proyectar gigantescas fechas hacia al pasado o hacia el futuro utilizaron series que les permitían expresarse hasta en billones de años. Estos son los cinco periodos básicos: 1 kin = 1 día 1 uinal = 20 días (20 kines) 1 tun = 360 días (18 uinales) 1 katún = 7 mil 200 días (20 tunes) 1 baktún = 144 mil días (20 katunes) Las inscripciones de la Cuenta Larga comienzan con una Serie Inicial, llamada así porque en la mayoría de los casos figura al principio de los textos glíficos mayas. Esta es una práctica que ya aparece en monumentos como la Estela 1 de La Mojarra, fechada para el Preclásico tardío. La Serie Inicial está formada por un glifo de gran tamaño que representa a la deidad patrona de alguna de las dieciocho veintenas del Haab, al que le siguen los cinco periodos básicos que registran el número de días transcurridos desde la Fecha Era. Después viene el número y nombre del día de la Rueda Calendárica. La Serie Suplementaria, además de señalar cuál de los nueve dioses patrones preside el día en cuestión, nos

informa sobre la edad de la Luna en días, los meses lunares transcurridos en un conteo semestral y el número de días (29 o 30) del mes lunar en curso. Fijadas así las fechas, es casi imposible confundir la ocurrencia de un evento determinado. Fechas anteriores o posteriores en una misma inscripción pueden precisarse usando los Números de Distancia: los mismos cinco pe­­rio­ dos básicos de la Serie Inicial, pero en orden ascendente, del kin al baktún. Estos glifos y sus respectivos numerales dan por resultado el número de días que habrá que sumar o restar a la fecha establecida en la Serie Inicial.

La Cuenta Corta A fines del Clásico, y con el abandono de muchas ciudades de las tierras bajas centrales mayas, las Series Iniciales prácticamente dejaron de anotarse en monumentos de piedra y se comenzaron a abreviar las fechas de la Cuenta Larga, consignándose sólo tres glifos: el katún o el tun correspondiente, el día del calendario ritual y el del mes. En el Posclásico, en el norte yucateco se usó un sistema aún más simple conocido como Cuenta Corta, que indicaba sólo un periodo y el momento en el que éste

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CALENDARIOS MAYAS Del mismo modo que hoy llevamos la cuenta de diversos ciclos que marcan el paso del tiempo, como los días, los meses, las estaciones y las fases lunares, los antiguos mayas también registraban ciclos diferentes, dando lugar al desarrollo de varios calendarios.

Serie Inicial o Cuenta Larga Es el sistema calendárico exclusivo de los mayas; registra los días transcurridos a partir de una fecha, y para ello utiliza cinco posiciones representadas cada una por un glifo, con las cuales es posible anotar con precisión cualquier fecha que se desee, como una ascensión al trono o la erección de un monumento. El periodo de tiempo de la Cuenta Larga tiene una duración de 5 mil 125 años. En el caso de esta estela ficticia, la fecha marcada es 13 baktún, 0 katún, 0 tun, 0 uinal, 0 kin, que los arqueólogos transcriben de manera simplificada como 13.0.0.0.0.

Posiciones en la Cuenta Larga El sol

1 kin = 1 día

Uinal

El hombre

1 uinal= 20 kines

Tun

La piedra

1 tun = 18 uinal= 360 kines

Katún

La piedra atada

1 katún = 20 tunes = 360 uinales = 7200 kines

Baktún

La piedra hueso

1 baktún = 20 katunes = 400 tunes = 7200 uinales = 144000 kines

Calendario Tzolkin Es un calendario sagrado formado por una combinación seriada de 13 números y 20 signos que arrojan un ciclo de 260 días; en esta estela, el numeral y el glifo mostrados son 4 ahau.

Glifo introductorio de la Serie Inicial Indica que los bloques glíficos que le siguen contienen una fecha.

Cuenta Larga

Kin

Ejemplo de notación calendárica en una estela

Patrono del Haab

13 baktún

0 katún

0 tun

0 uinal

0 kin

Tzolkin 4 ahau

Calendario Haab Es un calendario común de 365 días formado por 18 meses de 20 días más un periodo de cinco días llamado uayeb; el numeral y el glifo que aparece aquí equivale a 3 kankin.

Haab 3 kankin

13.0.0.0.0 4 ahau 3 kankin Viernes 21 de diciembre de 2012 21 ti’ u winaalil ti’ diciembre ti’ u ja’abil 2012

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finalizaba. Así, la Cuenta Corta sólo señalaba en qué día del Tzolkin finalizaba el katún del momento, escribiéndose, por ejemplo, katún 5 ahau, lo que significaba que dicho katún finalizaría en el día 5 ahau. La Estela 29 de Tikal

El pueblo que desafió a los siglos

Ostenta la fecha más antigua conocida en la región sur del área maya, correspondiente al 8.12.14.8.15 3 zip 13 men (292 d.C.). El último ejemplo conocido en este sistema es el Monumento 101 de Toniná, Chiapas, que registra la fecha 10.4.0.0.0 12 ahau 3 uo (909 d.C.).

Los ciclos que regían el complicado calendario maya eran unidades de indudable importancia y marcaban el final de grandes celebraciones, sacrificios, reedificaciones o cambios de gobernantes. Con el cierre de ciclos, la vida y el mundo se destruían y renovaban, por lo que los mayas recibían y despedían con ceremonias especiales y grandes ritos cada katún, con su conjunto de “cargas” y predicciones. Algunos autores consideran que el ciclo completo se cierra y vuelve a comenzar cada 13 baktunes (de 144 mil días, lo que multiplicado por 13 da como resultado 1 millón 872 mil días), por lo que el iniciado en la Fecha Era concluirá cuando finalice el 13 baktún en 4 ahau 3 kankin, en diciembre de 2012. Otros consideran, en cambio, con base en evidencias epigráficas y en el carácter vigesimal del sistema de numeración maya, que esta cuenta se completará realmente al cerrarse el 20 baktún, es decir, en el año 4 771 d.C. De cualquier manera, los mayas no hablaron del fin del mundo, sino del cambio de un ciclo calendárico a otro. Mediante precisos calendarios y un complejo sistema de escritura, por más de mil quinientos años el pueblo maya registró en códices, estelas y piezas de cerámica eventos astronómicos y acontecimientos significativos de su historia, su origen y el de sus dinastías, ciudades y gobernantes, a quienes consideraban semidioses. Para los mayas, el mundo existirá en tanto exista el tiempo y el movimiento del engranaje ensamble armoniosamente su rueda calendárica, reflejo de su cosmovisión y de un conjunto de leyes en torno a su mecánica y manifestaciones. Sus calendarios son una maquinaria de precisión matemática cuyas expresiones más palpables son la Rueda Calendárica y la Cuenta Larga.

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M aya s a n c e s t r a l e s

Una sociedad compleja

Figurilla olmeca de jade Tigre Grande, Tekax Preclásico medio, 1400-400 a.C.

Los mayas heredaron la gran tradición artística olmeca, que a casi un milenio de haber surgido dio paso a la istmeña, y posteriormente a la maya.

Los mayas y otras culturas americanas Los olmecas formaron la primera gran cultura mesoamericana que alcanzó un notable desarrollo; fueron los primeros en construir centros ceremoniales como La Venta, en Tabasco, y Tres Zapotes y San Lorenzo, en Veracruz, y gracias al comercio y a las expediciones sus avances se extendieron por toda Mesoamérica, hasta Guerrero, el Valle de México, Oaxaca y la zona maya, por lo que se le reconoce como “cultura madre”, la cual desapareció o se asimiló alrededor del 400 a.C., propiciando la transformación de algunos de sus sitios y la formación de otros con las nuevas culturas en ciernes: una de éstas era la maya. En el Preclásico, en los albores de su cultura, los mayas asentados en las tierras bajas del sur vivieron una compleja interacción entre procesos internos e influencias externas, provenientes de grupos istmeños o con una tradición vinculada a los olmecas —asentados al poniente, en el Istmo de Tehuantepec—, y de sus vecinos de la costa del Pacífico. En el Clásico, los asentamientos mayas tuvieron contacto con las culturas vecinas e incluso mantuvieron relaciones económicas con áreas tan remotas como el centro de México, intercambiando productos, estilos y técnicas. Sin duda, la relación más fuerte fue la que sostuvieron con Teotihuacan, visible en la imitación de estilos cerámicos (vasos cilíndricos trípodes, candeleros y figurillas), escultóricos e iconográficos (representaciones de símbolos teotihuacanos, armas y trajes, elementos del dios Tláloc o la “serpiente de guerra”) y arquitectónicos teotihuacanos, como el “taludtablero”, y en Tikal y Copán hay evidencias escritas que relacionan personajes y dinastías enteras con Teotihuacan. Como era de esperarse, en Teotihuacan también hay elementos culturales mayas, incluso textos jeroglíficos y objetos de jadeíta y cerámica. Tan vigoroso fue el intercambio que algunos autores hablan de una probable presencia política y militar de la urbe del Altiplano en el área maya. Al final del Clásico, las relaciones de intercambio con otras culturas parecen acrecentarse, y en algunas ciudades del Petén hay estelas en cuyos relieves se observan símbolos del centro de México, como cartuchos calendáricos rectangulares, ajenos a la tradición escrituraria maya.

Vaso de alabastro Palacio del Gobernador, Uxmal Clásico terminal, 900-1000 d.C.

Los mayas tuvieron gran aprecio por el alabastro, material con el cual tallaban vasijas traslúcidas y que sólo podían conseguir en el valle del río Motagua, en Real del Monte, Pachuca, o en la zona de Tecalli, Puebla, de donde proviene el alabastro de esta pieza.

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Mayas Ilustración del audiovisual “Sociedad e individuo”

En el Posclásico hubo persistentes y extensos flujos de bienes e ideas entre las regiones mesoamericanas; especialmente vigorosa fue la interacción entre el norte de la Península de Yucatán y el centro de México; de ello da cabal cuenta el enorme parecido entre Chichen Itzá y Tula, la capital tolteca. Los estilos arquitectónicos y escultóricos de Chichen Itzá incluyen tanto elementos tradicionales mayas como rasgos toltecas: es el caso de los chacmoles, los atlantes y las serpientes emplumadas —Kukulcán en maya, Quetzalcóatl en náhuatl—, así como de la indumentaria. Sin embargo, el vínculo entre estas ciudades sigue siendo motivo de discusión, y se han propuesto varias hi-

Brasero con la efigie de Hun Nal Yeh, dios del maíz Mayapán Posclásico temprano, 1000-1250 d.C.

Los braseros efigie más tempranos proceden del estado de Veracruz, pero en el Posclásico aparecen en toda Mesoamérica, con imágenes de dioses que ostentan rasgos e insignias procedentes del centro de México, lo que refleja el estrecho vínculo y las interrelaciones regionales.

pótesis que suponen desde la conquista militar de Chichen Itzá por grupos toltecas o viceversa; la intervención política a larga distancia; la existencia de una Tollan mítica con varias sedes, una de las cuales puede haber sido Chichén Itzá, y que servía para legitimar a los gobernantes. La más aceptada hoy sostiene que existió una mutua influencia, fruto de complejas relaciones comerciales y culturales.

Sociedad y economía Gracias a los textos que los mayas escribieron para dejar memoria de su existencia terrenal, así como a los afanes de arqueólogos y antropólogos, conocemos hoy en día buena parte de su vida y podemos intentar entender sus formas de organización política, sus pensamientos, temores y esperanzas, pero muy particularmente la historia de cómo, gracias a su reciprocidad con la naturaleza, a su genio agrícola e ingenieril, se asentaron, dominaron con el paso de los siglos su hostil medio ambiente, y de humildes campesinos milperos, cazadores y recolectores, pasaron a ser constructores de una de las civilizaciones más deslumbrantes de la humanidad.

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M aya s a n c e s t r a l e s

La milpa Ilustración del audiovisual “Sociedad e individuo”

Sedentarización y agricultura Agricultura y sedentarismo casi siempre marcharon juntos en los albores de la existencia humana. Múltiples evidencias arqueológicas demuestran que la presencia en determinadas zonas de cereales silvestres en volumen suficiente indujeron al hombre a asentarse en ese punto. Los ancestrales mayas no fueron excepción: cazadores recolectores nómadas se asentaron desde hace más de diez mil años, primero en zonas costeras, luego internándose en lo que después sería la región maya, en lugares cercanos a ríos y fuentes de agua. Lentamente se fueron multiplicando las aldeas de individuos seminómadas, primero en forma aislada, luego como un conjunto de poblados permanentes comunicados entre sí, y pronto se integró su canasta alimentaria básica con maíz, frijol, calabaza y chile, que garantizaban el sustento de grupos humanos numerosos y siguen siendo parte esencial de la dieta maya. El origen del maíz, tal como hoy lo conocemos, sigue siendo un misterio, y existen múltiples teorías sobre su aparición y evolución; al parecer, fue originalmente una planta silvestre cruzada y seleccionada por los primeros agricultores americanos hasta conseguir una variedad

que sirvió como base de su alimentación, que quizá sea el teosinte. Primero con el método de temporal, conocido como roza, tumba y quema —consistente en desmontar una parcela, quemarla y luego sembrar en ella por un par de años, para luego dejarla descansar un tiempo antes de volver a cultivarla— y luego, sin abandonar su “milpa que camina”, mediante una compleja e intensiva tecnología agrícola —que permitía controlar la erosión mediante terrazas y la humedad por vía del riego o el drenaje, o creando campos mediante chinampas— los campesinos mayas pudieron alimentar a una creciente población. Parte de ésta, liberada de los afanes del campo, pudo gobernar, comerciar, dedicarse al arte o a generar conocimientos. Como complemento para sus cuatro cultivos básicos, los mayas sembraron en las huertas familiares árboles frutales y de ramón, por si alguna calamidad arruinaba las milpas. Los mayas de hoy siguen viendo a la naturaleza igual que sus ancestros: como algo vivo, animado por seres sobrenaturales, pues saben que se le puede tomar o pedir algo, si algo se le ofrece a cambio. En la época prehispánica ponían en práctica este principio lo mismo si erigían una casa, dedicaban un edificio, o cuando el rey divinizado debía

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mantener alimentados con su sangre a los dioses en agradecimiento por sus favores. En miles de años de interacción con la naturaleza, los mayas procuraban vivir en equilibrio con ella. Cazaban sólo si lo necesitaban, y su agricultura migratoria y en apariencia caprichosa propiciaba, según algunos autores, la recuperación de los suelos, pero de acuerdo con otros, el método más bien provocaba su erosión. Más allá de cuál sea la verdad sobre este polémico tema, luego de dos milenios estas comunidades se transformarían en la estratificada sociedad maya que edificó las ciudades cuyas ruinas hoy visitamos. Sin duda, la diversidad en cuanto a vegetación, clima y suelo determinó las modalidades de explotación de los recursos naturales y el sistema agrícola en cada zona. Las técnicas debieron adaptarse a la cantidad y calidad de tierra disponible, al tipo de cultivos y a factores socioeconómicos. Los logros de la agricultura maya son asombrosos. En lucha permanente ya fuera contra las torrenciales lluvias y los bosques invasores del trópico, o contra los suelos estériles y la eterna amenaza de sequía de las planicies calcáreas, los mayas casi siempre ganaron la batalla, abriendo campos en bosques altos o en depresiones pantanosas; levantando terraplenes para captar lluvias, ideando avanzados sistemas de provisión de agua potable y riego o asentándose en la cercanía de lagos o cenotes, como en Chichén Itzá, entre sus múltiples estrategias. Sin tal derroche de ingenio y sabiduría, nunca hubieran podido construir sus soñadas urbes y templos.

Ciudad y territorio En el Clásico, el territorio maya estaba integrado por ciudades-Estado o capitales regionales que controlaban complejas redes de poblaciones menores que a menudo pasaban de la alianza y los matrimonios políticos al enfrentamiento por el control de recursos y sitios. Sin embargo, en tan inestable situación política, la hegemonía de grandes centros como Yaxchilán, Copán y Caracol, Tihó, Uxmal, Izamal y Cobá sobre el territorio solía ser cambiante, y sólo Calakmuk y Tikal llegaron a dominar extensas regiones de

las tierras bajas centrales mayas, por lo que algunos especialistas las clasifican como “superpotencias”. El linaje era la instancia que regía la vida social maya, algo ya patente en el Preclásico tardío y evidenciado en una planificación urbana orientada a legitimar las relaciones sociales dominantes, y a reforzar la estructura ideológica en la que se sustentaban. Aunque la propiedad agraria formalmente era comunal, los nobles tenían acceso privilegiado a ella, pero también recibían tributos en especie como miel, mantas y productos de la caza, la pesca y la milpa. El pueblo llano, compuesto en su mayor parte por campesinos, carecía de acceso al conocimiento especializado y producía alimentos y artículos de consumo básico en el campo o erigía las obras públicas administradas por la burocracia. Según evidencias arqueológicas obtenidas en los cimientos de casas de materiales perecederos y en vestigios de pozos y graneros, el pueblo vivía agrupado en familias nucleares o extensas, lejos del sector monumental urbano. Además de garantizar la subsistencia familiar, debía aportar un tributo en productos agrícolas y trabajo para sostener el aparato gubernamental y las obras y actividades que éste ordenaba.

Tapa de Bóveda Ek Balam Clásico tardío, 600-900 d.C.

Uno de los más grandes ahau de los que tenemos noticia en Yucatán es Ukit Kan Le’k Tok’, gobernante de Ek Balam de 770 a 801 d.C., quien fue enterrado con sus pertenencias. Gracias a las inscripciones conocemos los sucesos más importantes de su vida, y se cree que tenía labio leporino, rasgo apreciable en representaciones como ésta.

Estratificación social y especialización del trabajo Desde el Preclásico, la intensificación agrícola generó un excedente que transformó a las viejas­sociedades aldeanas de carácter igualitario en otras más complejas, germen de las sofisticadas ciudades-Estado del Clásico, lo que permitió que una élite se dedicara a tareas especializadas en la administración y el mando político y sacerdotal, en los ámbitos de la construcción­, el arte, la minería, la escultura y la pintura; la artesanía y la escritura, la matemática y la astronomía, el transporte y el comercio, entre muchas otros. La élite fungía como celosa guardiana de los saberes sobre el devenir cósmico, la cuenta del tiempo, la escritura y la historia.

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M aya s a n c e s t r a l e s

Figurillas antropomorfas Jaina Clásico tardío y terminal, 600-1000 d.c.

En la isla acrópolis de Jaina fueron enterrados numerosos miembros de las élites mayas de toda la península, e incluso de los actuales Veracruz, Tabasco y quizá de Honduras y El Salvador. Las ofrendas de estos personajes incluyeron re­ presentaciones de sus cortes o familias, así como de miembros de la sociedad maya.

Durante el Clásico, cada ciudad-Estado se encontraba al mando de un rey divino, el Kuhul ahau, que vivía en el centro de su ciudad con el grupo gobernante, tenía a su cargo la administración política, social y económica de su ciudad-Estado y se encargaba de las relaciones con otros reinos. Todos los Kuhul ahau pertenecían a un linaje ilustre y en él legitimaban la razón de su supremo poder —que a su muerte heredaban a familiares cercanos— así como en su papel de descendientes privilegiados de los dioses, con quienes mantenían comunicación mediante ritos como el derramamiento de sangre, el autosacrificio o el juego de pelota, destinados a garantizar la continuidad y la buena marcha del universo. Para mantener su prestigio como gobernantes, cada uno dejaba su impronta en las ciudades con ambiciosos programas constructivos, erigiendo ostentosos edificios monumentales, cuya decoración replicaba en la Tierra el orden del cosmos; rehaciendo los ya existentes con elabo­ radas y complejas decoraciones en las que ellos mismos aparecían, o sembrando estelas y dinteles con textos jero­glíficos que consignaban sus hazañas en el campo de batalla, su dinástico origen, sus matrimonios y su cercanía con los dioses. Dedicaban largas horas a encabezar actos públicos, ya fueran ceremonias de entronización, de triunfo militar sobre otras urbes y soberanos, o de fertilidad de la tierra,

En la altamente estratificada sociedad maya el linaje, el estatus social y la tarea que desempeñaría el individuo se definían desde el nacimiento. Las jerarquías eran visibles en todos los órdenes de la vida: en la arquitectura, la vestimenta y el oficio, entre muchos otros. donde con toda pompa ostentaban estatus y riqueza ata­ viados con una suntuosa indumentaria y símbolos de poder, como los cetros de mando o las joyas, y provistos de tocados de uso exclusivo de la élite, lo que reforzaba las diferencias con el resto del pueblo. Los ahauoob, máxima autoridad terrenal, eran a menudo identificados con el dios del maíz; por eso, independientemente de su edad, solía representárseles­en la plenitud de la vida. Los hechos de sus ancestros, sobre todo los de los fundadores de linajes, considerados semidioses, son descritos en tono de epopeya tanto en la escritura jeroglífica como en los textos coloniales. Gracias a ellos hoy conocemos los nombres de buen número de ahauoob de muchas ciudades, quiénes fueron sus antepasados, a quiénes desposaron, cuándo murieron y

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a sus sucesores en el trono. Epigrafistas y arqueólogos han logrado reconstruir genealogías enteras de grandes urbes como Tikal, Toniná, Copán, Quiriguá, Calakmul, Yaxchilán, Piedras Negras y Palenque, por nombrar algunas. En las pobladas ciudades, en cuyos núcleos brillaban las magnas obras públicas —edificios destinados al culto, sedes administrativas, caminos, servicios de drenaje y agua potable— la construcción monumental y su mantenimiento absorbían una creciente fuerza de trabajo para el transporte de piedras, cal y madera, la construcción y el revestimiento, la preparación de la cal, la pintura, la escritura y la escultura en alto y bajorrelieve. La sofisticada nomenclatura del poder varió con el tiempo; entre los mayas yucatecos del Posclásico, los dig­ natarios eran los almehenoob, la nobleza hereditaria, de ilustre linaje, destinada por los dioses a mandar. A esta casta pertenecían los gobernantes o halach uinicoob, “hombres verdaderos”; los sacerdotes, sobre todo los ahau canoob o señores serpientes; los chilamoob, los ah kinoob o señores del sol, y los ah menoob. A continuación figuraban los estrategas y jefes guerreros y los comerciantes, miembros de la nobleza por su aportación a la economía y por su cercanía estratégica con los gobernantes. Los halach uinicoob, máximos gobernantes, aparentemente formulaban la política interior y la exterior auxiliados por un Consejo integrado por los principales jefes, los sacerdotes y consejeros especiales; designaban a los jefes de los poblados o bataboob, los cuales eran sostenidos por el pueblo y fallaban en causas criminales y civiles. A continuación estaban los administradores de los barrios urbanos. Entre la nobleza y el clero, los cargos siguieron siendo hereditarios. Los ahau canoob, señores serpientes, eran también administradores, matemáticos, filósofos, astrónomos y líderes espirituales, y cuando era necesario había también adivinadores y pronosticadores. Los artistas especializados ocuparon un lugar preponderante en la sociedad, y en muchas ciudades mayas se ha recopilado evidencia de ello. A continuación estaban los hombres comunes o ah chembal, fuerza de trabajo que labraba, edificaba o fabricaba la artesanía de uso cotidiano y realizaba labores de mante-

nimiento urbano, para que quienes estaban en la cúspide de la pirámide social observaran, idearan y cultivaran las artes y las ciencias. La esclavitud existió desde el Clásico, y con más presencia en el Posclásico: los pentacoob, cautivos por efecto de alguna guerra o por delinquir, ocupaban dicho estrato. La forma de entender el mundo, íntimamente vinculada­con el cosmos, determinaba la jerarquía social. Los hombres superiores o sabios debían gobernar a los comunes, obligados a acatar sus órdenes para mantener el equilibro universal. Había funcionarios ceremoniales, y en la base de la “burocracia” maya estaban los encargados de mantener el orden y el imperio de la ley. Durante el Posclásico, algunos linajes parecen ser menos frondosos, y varios eran “recién llegados”, quizá de confines lejanos o de otras zonas mayas, como los itzáes que fundaron Chichén Itzá y dominaron por varios siglos la península, hasta que en 1221 Mayapán, capital Cocom, les arrebató la hegemonía para convertirse en el nuevo centro rector, en cuya conducción participaron algunos señores de ascendencia Itzá. Dos siglos después, por el 1441 d.C., al ser abandonada esta urbe comenzó la disolución de la organización política maya. Luego de la conquista, los linajes mayas fueron descritos en los Anales de los cakchiqueles y en el Tratado de los señores mayas, que muestra el árbol genealógico de los Xiú de Uxmal remontándose hasta su fundador, así como en el Chilam Balam de Chumayel, entre otros, que menciona troncos de familias nobles. Cronistas como fray Diego de Landa también consignaron la importancia que para los mayas revestía el conocer las genealogías familiares.

Escultura de un cautivo Uxmal Clásico tardío, 600-900 d.C.

El personaje representado aparece desnudo y atado de manos como cualquier cautivo, pero las bandas de papel en sus brazos son indicios de su alto rango, al sustituir los adornos que seguramente portaba.

Guerra y territorio Hace ya varias décadas que arqueólogos, iconógrafos y epigrafistas establecieron la

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Hoy, gracias al desciframiento de gran parte de la escritura maya, sabemos que las ciudades guerreaban constantemente entre sí para ampliar su fuerza política y económica, así como para obtener víctimas que ofrendar a los dioses.

Hacha, punta y cuchillos Ante la ausencia de metales para manufacturar objetos y herramientas punzocortantes, los pueblos mesoamericanos utilizaron obsidiana y pedernal .

inexactitud de aquella imagen idílica de la sociedad maya en la que nobles y sacerdotes se dedicaban pacíficamente a contemplar los cielos y a producir conocimiento. En realidad, los mayas fueron una cultura militarista que lo mismo participó en conflictos­a gran escala que en fugaces incursiones a poblados vecinos en busca de víctimas para el sacrificio; de mano de obra y tributarios; de recursos naturales, materias primas y nuevos territorios, para controlar vías de comunicación, y quizá para imponer gobernantes. Desde el Preclásico tardío, el tema bélico estuvo presente en el arte y la iconografía mayas, pero al parecer cobró mayor relevancia con el paso de los siglos: en el Clá­ sico, la guerra se convirtió en un símbolo de autoridad, y las imágenes de cautivos de alto rango de otras urbes figuran al centro de pinturas, estelas y dinteles que adornaban las ciudades, donde a menudo aparecen con sus nombres inscritos y otras veces humillados, atados y desnudos, sumisos ante el dignatario local. A diferencia de otras metrópolis mesoamericanas como Teotihuacan, Tenochtitlan o Monte Albán, que constituyeron dilatados imperios, las ciudades-Estado mayas del Clásico tardío eran reinos independientes que a veces gobernaban pequeñas localidades satélite y buscaban controlar regiones y recursos, pero ninguno logró articular una estructura imperial. Aparentemente, más que para la conquista y la expansión territorial, las guerras servían para reivindicar autoridad, proteger intereses económicos, asegurarse tributos y botín y capturar rivales de alto rango para legitimar públicamente el poder, por lo que en las representaciones el énfasis no se pone en las conquistas territoriales, sino en el rango de los cautivos obtenidos.

En el ámbito local, los señores recibían tributo de la gente del común, principalmente en especie, mediante el trabajo en el campo y en obras públicas, y quizá también en la participación en las guerras de conquista. Durante el Posclásico, las guerras entre los linajes eran comunes, por lo que algunas ciudades como Ich­ paatún, Tulum, Xcaret, Xelhá y Xamanhá levantaron verdaderas fortificaciones de piedra. Antes de la batalla, los gobernantes consultaban con los sacerdotes si era fecha propicia para atacar y para que les vaticinaran el desenlace; también se hacían ceremonias para conseguir que el nacom o jefe militar guiara a sus hombres por el camino de la victoria. Cuenta fray Diego de Landa que antes del mes pax, todos los soldados iban a casa del nacom, y con gran pompa lo llevaban al templo, sahumándole como a un dios; luego, durante cinco días comían y bebían de las ofrendas del templo y bailaban con pasos de guerra una danza llamada Holkanakot. En la península, durante el Posclásico, el ejército estaba encabezado por el halach uinic y los jefes militares o nacom, que mandaban sobre los valientes guerreros que se pintaban el cuerpo de negro y otros colores y se arreglaban el cabello para provocar terror y portaban lanzas con punta de pedernal u obsidiana, macanas, hachas para el combate hombre a hombre y lanzadardos para atacar al enemigo incluso a 60 metros. Para defenderse usaban corazas acolchadas de algodón y escudos de madera o de carrizos entretejidos. En la liza, el gobernante destacaba por su gran tocado de plumas y lujosas orejeras, narigueras y pectorales.

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Escenas de la corte maya Ilustración en el audiovisual “Sociedad e individuo”

Él y su jefe de guerra ordenaban las maniobras militares, transmitidas mediante un código de estandartes e instrumentos sonoros como clarines, tambores y trompetas. Según relataron los conquistadores, las batallas mayas solían comenzar con una lluvia de proyectiles contra el frente­enemigo, y pronto pasaban al combate cuerpo a cuerpo; otra de sus tácticas exitosas era la incursión nocturna en el emplazamiento enemigo, y había algunas particularmente ingeniosas, como el lanzamiento de nidos de avispas sobre el adversario. A veces, cuando derrotaban un poblado, lo saqueaban, destruían y quemaban casas y tierras de cultivo y esclavizaban a los habitantes; si eran nobles se les sacrificaba en honor a los dioses. Ya sometida la población, se le imponían obligaciones tributarias como mantas de algodón, maíz, frijol, chile, cacao y plumas de quetzal.

Comercio e intercambio En el Preclásico, la asombrosa diversidad ecológica y hu­ mana típica de la zona maya y el excedente agrícola per­ mitieron sostener a dos grupos sociales emergentes: los artesanos especializados y la clase dirigente, que dieron pie a la producción especializada de bienes de intercambio entre pueblos y ciudades.

Con el tiempo, los centros urbanos se interconectaron gracias a una amplia red de rutas terrestres, marítimas y fluviales que conformaba un sofisticado sistema de intercambio material. Éste, además del trasiego de productos básicos y mercadería suntuaria —como jade, conchas, plumas, oro y cacao—, propició el tránsito de ideas y la comunicación entre culturas y pueblos diversos. Paralelamente surgieron las primeras unidades de intercambio, como el cacao o las mantas. Los comerciantes adquirieron gran importancia social por su papel en la economía y por la riqueza que acumulaban. Algunos crearon auténticas empresas mercantiles con canoas para el intercambio interregional y a gran distancia por rutas con tramos terrestres y marítimos, y contaban con numerosos mecapaleros, algunos de ellos esclavos. Estos grandes mercaderes, sin duda políglotas y expertos en geografía, que durante sus largas travesías se encomendaban a Xaman Ek o Estrella Polar para que los guiara, eran los ah ppolom, y los que comerciaban de pueblo en pueblo eran los ah ppolom yok o tratantes locales, que también conocían a la perfección los caminos y los lugares para guarecerse de las inclemencias climatológicas. Los mercaderes —a quienes generalmente se representa con un bastón o báculo y

Cajete Cenote Sagrado de Chichén Itzá Posclásico temprano, 1250-1527 d.C.

Durante el Posclásico, los comerciantes lograron un estatus similar al de la nobleza y la milicia, y las preciadas materias primas y noticias de otros pueblos y culturas que llevaban de un lado a otro sirvieron para expandir reinados y difundir ideas. Esta interesantísima pieza muestra a una mujer al frente de una procesión de comerciantes.

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Snake Town

MAPA M aDE y a s COMERCIO ancestrales

Cuenca Tucson Casas Grandes

OASISAMÉRICA

ARIDOAMÉRICA

Golfo de México

Altavista Isla Cerritos Xcambó

La Quemada Ixtlán del Río

Sitio arqueológico

Oxkintok

Toluquilla

MESOAMÉRICA

Champotón

Tula

Puerto

Teotihuacan Tzintzuntzan

Chichén Itzá Mayapán Cozumel Uxmal

Dzibanché

Tenochtitlan

Xicalango Calakmul

Productor

Becán Cerros Altún Ha Tikal

Región de Guerrero

Distribuidor

Palenque

Región de Oaxaca

Región del Soconusco

Ruta terrestre

Kaminaljuyú

Océano Pacífico

PRODUCTOS

CENTROAMÉRICA

ESTILOS

Turquesa

Lapidaria (Olmeca)

Imagen de Tláloc (Teotihuacan)

Oro

Cobre

Talud tablero (Teotihuacan)

Chac Mool (Centro de México)

Minerales

Alabastro

Figuras anfitrionas (Teotihuacan)

Espejos y discos (Centro de México)

Obsidiana

Nito Quiriguá Copán

Izapa

Ruta marítima

Islas de la Bahía

Yaxchilán

Cerámica naranja fino (Teotihuacan)

Desaguadero

Sahumadores (Oaxaca)

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Las rutas de intercambio mesoamericano operaron como correas de transmisión de todo bien necesario para la supervivencia de una sociedad: objetos, artesanías, técnicas, e información política, ideológica o ritual.

Mural del Templo de los Jaguares Chichén Itzá Posclásico temprano, 1000-1250 d.C.

Gracias a la privilegiada información proporcionada por comerciantes y espías, las sociedades militaristas del Posclásico podían tomar por sorpresa poblaciones enteras y conquistarlas. Así parece haber ocurrido en la escena de conquista plasmada en este mural.

con un abanico tejido o floreado, frecuentemente junto a un cargador y con huellas de pies señalando caminos— a menudo se trasladaban en caravanas y se hacían escoltar por guerreros, en especial cuando transportaban bienes valiosos o atravesaban tierras inhóspitas. En esas soledades, y bajo el amparo de su dios tutelar, el belicoso Ek Chuah, deidad del cacao, solían guiarse por señales colocadas en árboles y con mapas de tela de algodón. Las extensas redes de carreteras y caminos mayas eran complejas, y su construcción era muy laboriosa. Primero

podaban la vía elegida, luego alisaban la tierra con gigantescas moles de piedra y la cubrían con arena calcárea para evitar que la maleza la obstruyera, y finalmente con estuco. Los sacbeoob o “caminos blancos” comunicaban las plazas, estructuras principales y cenotes al interior de las ciudades, y a éstas entre sí; gracias a ellos había conexiones entre puertos, ríos y ciudades del interior. El trueque de mercancías propiamente dicho se realizaba en los mercados de las ciudades y poblados principales. Su vasta oferta de productos y refinada organización requería los servicios de inspectores y de una especie de juzgado donde se dirimían las eventuales disputas. Aparentemente estos grandes mercados del Clásico, llamados ppolom, decayeron al final del periodo; algunos autores creen que los mercaderes comenzaron a cubrir largos y extenuantes recorridos para abastecer a pequeños comerciantes que ofrecían de casa en casa exclusivos artículos como el jade, símbolo de vida, traído del Valle del Motagua guatemalteco; el algodón del noreste; las conchas que lo mismo eran adornos corporales u objetos ceremoniales, y el rico y nutritivo pescado de las costas, salado y secado al sol para su conservación, así como la sal del norte, el cacao de Tabasco, Guatemala y Honduras, y el pedernal de la zona Puuc y de Belice. Para entonces ya hacía mucho tiempo que los grandes mercaderes eran miembros de la nobleza; que el control de las rutas comerciales que ellos abrían influía en la organización social y política de los Estados, y que fungían como embajadores y espías en regiones lejanas, desconocidas por los jefes militares, cuya red de caminos servía para enviar mensajes mediante un eficiente sistema de relevos. El comercio maya llegó a su apogeo en el Posclásico, cuando proliferaron pequeños centros políticos, se amplió

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Rutas de transporte Ilustración para el audiovisual “Sociedad e individuo”

Al carecer de animales de carga, la navegación fue el sistema ideal para trasladar grandes volúmenes de mercancías a lo largo de la península de Yucatán.

el surtido de bienes intercambiados, se generalizaron las transacciones a gran escala, la compra de esclavos y los préstamos, y al consolidarse las grandes rutas marítimas en torno a la península mediante el establecimiento de una cadena de puertos de intercambio desde Tabasco hasta la bahía de Honduras, trayecto al que se unían los caminos terrestres del interior y rutas fluviales que comunicaban las diferentes áreas de producción mayas. El transporte marítimo era tan importante para la economía maya que contaba con un servicio de fogatas que hacían las veces de faros para indicar el camino a los navegantes, y de marcadores visibles desde el mar, como las pequeñas construcciones de Isla Mujeres y Cozumel. Los mercaderes que bordeaban las costas peninsulares a bordo de largas canoas de madera se auxiliaban también con señales colocadas en los árboles o banderas, y en el caso de Tulum, la luz del sol, o la del fuego por las noches, atravesaba las ventanas de su estructura principal, trazando la única ruta segura para no chocar con el banco de coral que rodea la costa. Un papel clave en este comercio a larga distancia, que involucró a buena parte de Mesoamérica, lo jugaron los itzáes desde Chichen Itzá y los chontales o putunes, famosos

En el Posclásico, la mayoría de las mercancías se transportaba por mar, en largas canoas de más de dos metros de ancho y con una cabina en el centro, como la hallada por Cristóbal Colón frente a la costa de Honduras. como mercaderes y marinos, establecidos al sur de Campeche y en el delta de los ríos Usumacinta y Grijalva, en Tabasco. Con ellos comerciaban los peninsulares, mientras que por Chetumal y con dirección a Honduras negociaban con manchés y mopanes, entre otros. En el siglo xvi, al arribo hispano, los mesoamericanos contaban con una extensa red comercial que llegaba incluso al suroeste de lo que hoy es Estados Unidos, al centro de México, a Nito en el golfo de Honduras y a Panamá, Venezuela, Colombia y Ecuador, al sur. Casi todos los caminos

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MAPA DE INTERCAMBIO Isla Cerritos Xcambó Dzibilchaltún Ek Balam Mayapán

Oxkintok

Golfo de México

Cozumel

Chichén Itzá Cobá

Uxmal

Edzná

Sitio arqueológico

Champotón

Puerto Productor

Laguna de Términos

Xicalango

Us u

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Cerros

Ruta terrestre

Cuello

Calakmul

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Ruta marítima

Colhá

El Mirador

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Ruta fluvial

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Tikal

Piedras Negras

Lago Petén Itzá

Yaxchilán

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Islas de la Bahía Nito Lago de Izabal

Izapa

Lago de Atitlán

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Distribuidor

Santa Rita

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Dzibanché

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Lago de Yojoa

Copán El Chayal Kaminaljuyú

Valle del Montagua

PRODUCTOS

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Algodón

Minerales

Basalto y granito

Obsidiana

Cacao

Peces y productos del mar

Cerámica Chen Mul

Pedernal

Cera y miel

Plumas

Jadeíta

Sal

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Productos de intercambio

Ilustración para el audiovisual “Sociedad e individuo”.

Los comerciantes de la península de Yucatán llevaban a Honduras, Guatemala, México-Tenochtitlán, capital de los mexicas, y quizá a zonas más remotas, mantas de algodón, cacao —obtenido en la Chontalpa, Tabasco y en Honduras—, conchas y caracoles, plumas de quetzal y de otras aves, pieles de jaguar y venado —muy apreciadas para la celebración de ritos—; jadeíta, ámbar, tintes, cristal de roca y copal; textiles, miel, cera, pescado, conchas y muchas otras mercancías. Pero sin duda, la sal del litoral norte y de Isla Mujeres fue su principal recurso para comerciar a larga distancia, por lo que crearon técnicas para obtenerla y procesarla, pues además de su empleo alimenticio tuvo usos medicinales y rituales. De Honduras y de Guatemala los mercaderes volvían con obsidiana, jade y pedernal y cuentas coloradas de la concha Spondylus princeps; de la vecina Belice, con metates; seguramente del sur de Costa Rica y del oeste de Panamá traían el metal, especialmente oro y tumbaga, mientras que el Altiplano Central los proveía de elaboradas prendas de vestir, madejas de pelo de conejo, obsidiana verde, ornamentos de oro, piedras preciosas y cobre. Según la Relación de Motul, presentada al monarca español Felipe II por el encomendero local, era tan intenso el comercio que los mercaderes de Yucatán tenían representantes “de negocios” en Honduras, y quizá algo parecido ocurría en sitios tan remotos como los actuales Colombia y Panamá. La larga lista de artículos intercambiados incluía objetos de barro de uso cotidiano y suntuario; alimentos, plantas medicinales, colorantes, especias, productos de henequén y maguey; cestería, canoas, artefactos de madera, piedra pómez, sílex, basalto, hachuelas de cobre, cuentas de piedra y muchos más.

prehispánicos de México fueron utilizados por los ibéricos en la conquista y colonización, y algunos subsisten hasta nuestros días. Aunque las mantas y otros productos funcionaban como moneda y servían para regular las transacciones, el cacao fue el más usado a fines de la época prehispánica y prevaleció hasta los albores de la Colonia. Cuentan que entonces un conejo equivalía a 10 semillas de cacao, y que en 1555 un real español podía ser intercambiado por 140 semillas de cacao. Dos décadas después, esa equivalencia había descendido a 100 semillas por real, y al final del siglo xvi, a sólo 80 por real. Fue así que las actividades de intercambio integraron a diversos grupos mesoamericanos que entraron en contacto para proveerse de bienes, tanto de consumo básico como de lujo, no disponibles en su entorno. La zona maya, pródiga en recursos, tuvo un lugar preeminente en este circuito comercial, en el que no sólo se intercambiaron objetos materiales, sino bienes más perdurables: técnicas, creencias e ideologías; lenguas y logros culturales.

Sociedad e individuo El día a día del hombre y la mujer maya tenía por ejes la religiosidad y la familia, y su estatus social determinaba las labores que desempeñarían, sus vestimentas y adornos corporales, el transcurso de sus vidas, dónde habitarían y hasta cómo sus almas serían encaminadas a una determinada región del más allá. Todo estaba previsto, desde su na­cimiento hasta su muerte, dentro de la jerarquizada sociedad maya prehispánica. Las regularidades calendáricas y los fastos de la historia local generaban interminables rondas de festividades, y la religión marcaba los momentos significativos de la vida y los días propicios para cada actividad. El pueblo repartía las horas del día entre la milpa familiar, alguna labor en las obras públicas o para tributar en especie al ahau, y en ocasiones especiales en ceremonias masivas celebradas en el núcleo urbano.

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La sociedad maya

La familia En primer lugar, hombres y mujeres mayas integraban, y siguen integrando, una familia nuclear, el grupo más importante para su vida cotidiana, el que establece sus deberes sociales básicos. Más allá de las paredes de sus hogares pertenecían a un linaje, extensión del grupo familiar que definía su identidad social al interior de su comunidad, ya fuera ésta una humilde aldea o una fastuosa urbe. Comúnmente las familias mayas eran patrilineales, lo cual significa que la pertenencia al grupo se adquiría a través del padre. La familia se edificaba en torno a los padres y los hijos, que recibían nombre, figura y estatus de su

progenitor, al cual debían obedecer y venerar aún después de la muerte, cuidando el bienestar de su alma con los ritos adecuados. Así, la obediencia al padre se convertía en el culto a los antepasados, y la familia extensa se incorporaba al linaje, unidad mayor y más estable cuyos integrantes se consideraban descendientes de un común antepasado paterno, por lo que compartían la misma sangre. Vivían en casas de una sola familia nuclear, es decir, una pareja con sus hijos, y ocasionalmente alojaban a padres viudos, niños u otras personas que colaboraban en las actividades hogareñas; otros habitaban unidades domésticas multifamiliares, donde compartían techo padres y hermanos, con sus respectivos cónyuges y críos, o grupos

Alejandro Popoca

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Metate con mano Procedencia desconocida Posclásico tardío, 1250-1527 d.C.

Uno de los instrumentos fundamentales de toda sociedad mesoamericana es el metate, utilizado para pulverizar los granos de maíz y fabricar la masa básica de múltiples alimentos.

sin relación de parentesco pero con intereses compartidos, como personas de un mismo oficio. La cooperación entre familiares no sólo se realizaba al interior, en tareas domésticas y de subsistencia, sino en sus relaciones con la comunidad y con los poderes políticos y económicos establecidos. Muy probablemente los tributos se cobraban por familia y todos sus integrantes cooperaban para sufragarlos. Estas casas, distantes entre sí y situadas en la periferia urbana, solían ser oscuras, sin ventanas, y a veces contaban con altares familiares. Sus cuartos estrechos, poco iluminados y con escasa ventilación, sólo servían para dormir y almacenar pertenencias. Sin embargo, esto importaba poco, porque el trabajo y la convivencia transcurrían extramuros, en los patios. En el hogar, las tareas estaban claramente delimitadas por sexo: los hombres salían a trabajar para sostener la casa, y las mujeres se ocupaban de las labores domésticas y de la crianza de los hijos; elaboraban piezas de cerámica, tejían el algodón para confeccionar la ropa; criaban animales domésticos, como guajolotes y venados, para completar la alimentación, cuidaban del huerto y elaboraban provisiones para las festividades religiosas. Su papel era crucial, e incluso algunas llegaron a ocupar elevadas posiciones sociales y fueron gobernantes. El día de una mujer maya comenzaba antes de clarear, cuando se despertaba y prendía el fogón para calentarse en la fresca madrugada y asearse. Luego vaciaba el agua con cal en la que había dejado remojando el maíz, retiraba el hollejo de los granos reventados y molía estos en el metate, dando comienzo así a la preparación de la masa para hacer las tortillas del desayuno. Las hijas mayores ayudaban en estas tareas. Cada abril, los pueblos mayas preparaban la siembra de sus alimentos básicos, ya que para entonces se esperaban, y se siguen esperando, las primeras lluvias de la temporada, que hasta octubre o noviembre hacían crecer y madurar las doradas mazorcas de maíz.

Tapa fitomorfa de brasero Procedencia desconocida Clásico temprano, 250-600 d.C.

Pese a la existencia de múltiples oficios, clases sociales y prácticas religiosas, el complejo mundo maya giraba siempre en torno al maíz y su cultivo, planta de la que decían haber nacido.

La siembra de abril-mayo era el clímax de meses de labor; desde el diciembre anterior, los varones habían tumbado árboles y arrancado la maleza de las parcelas en las que, siguiendo el ancestral método de roza, tumba y quema, plantaban maíz y sus acompañantes en la canasta básica maya: calabaza, frijol y chile. Antes de desmontar la milpa, muchos campesinos dejaban alimentos o bebida como un regalo para avisar a los dueños del monte que el campo que les pertenece iba a ser utilizado por un amigo, y para que los protegiera de animales peligrosos. Para el hombre de campo era crucial sincronizarse con las estaciones: si adelantaba la quema, las hierbas germinarían de nuevo antes de la siembra y entorpecerían el brote maicero; si la retardaba, las primeras lluvias impedirían quemar la maleza. Para sortear estos desencuentros, a lo largo de miles de años los mayas idearon diversos métodos para predecir la llegada de las lluvias y decidir con oportunidad el momento de la quema y la siembra. Uno de los más utilizados era observar los movimientos de las Pléyades, estrellas que integran la constelación de Tauro y que en abril se ven fugazmente en el horizonte, luego del crepúsculo. Días después entran en conjunción con el Sol y desaparecen, lo que marca la llegada de las lluvias. El Códice Dresde, posiblemente escrito en Yucatán en el siglo xiii, menciona la desaparición de las Pléyades y la presencia de “mucho humo”, en alusión a la quema de campos de cultivo. Sembraban con una coa e iban dejando espacio entre los agujeros para que las plantas de maíz extendieran sus

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hojas sin hacerse sombra, y ahí sembraban calabaza y frijol. Si las lluvias no fallaban, a finales de agosto o ya en septiembre recogían la primera cosecha de mazorcas pequeñas, o “maíz nuevo”, cuyas primicias seguramente ofrecían a sus dioses, tal como lo hacen hoy. La segunda cosecha, entrado diciembre, marcaba el inicio de la siguiente temporada agrícola, tiempo de desmontar las nuevas milpas. Esta milenaria tradición se fundó en la domesticación de la planta del maíz, auténtica creación humana y única especie vegetal que no puede reproducirse sin ayuda y sin técnicas de cultivo, y que abarca elementos culturales tan significativos como los rituales, indispensables para garantizar el éxito de la cosecha, regidos siempre por una estricta reciprocidad entre hombres y dioses y sobre todo por una estrecha relación con el reverenciado maíz, sustentada en el mito de la creación. En el Popol Vuh se relata que al principio del mundo, cuando los dioses decidieron crear a los hombres, al saber en qué montaña crecía el maíz formaron de éste su carne y su sangre; desde entonces la identificación entre humanidad y maíz, entre carne humana y semillas de mazorca, es un concepto clave, por lo que es común ver asociados el devenir de la vida y el desarrollo de esta planta. Las mujeres preparaban el maíz de muchas formas, pero primero lo procesaban, y aún lo procesan, como nixtamal, limpiando los granos de maíz y cociéndolos en agua y cal o ceniza, lo cual desprende el hollejo del grano y potencializa sus nutrientes. Luego del cocimiento se le deja reposar por una noche, para luego lavarlo de nuevo y eliminar el hollejo y el exceso de cal. Ya limpios los granos de maíz los muelen para elaborar en el metate una masa fina, o zacan, con la que hacen tortillas. A las bolas de masa destinadas a la preparación del pozol (keyem en maya yucateco) las dejan fermentar entre tres y cinco días antes de consumirlas disueltas en agua. Desde luego, no podían faltar los panes o tamales envueltos en hojas de plátano, rellenos de semillas o carne y cocidos en hornos cavados en la tierra, llamados píib. Los mayas también bebían el chocolhá o chocolate que extraían del cacao, así como el ceremonial balché, que obtenían de la corteza del árbol del mismo nombre y en­ dulzaban con miel.

Detalle de los murales de Calakmul Recreación museográfica

Los personajes representados en estos murales, de diversos estratos sociales de esta superpotencia maya, aparecen realizando actividades cotidianas.

En cuanto a sus presas de caza favoritas se contaban —dependiendo del nicho ecológico en donde se asentaran— el venado, el pecarí o puerco salvaje, el jabalí, la gallina de monte, la perdiz, el faisán, la codorniz, el guajolote y la iguana. Grandes cazadores, los mayas emprendían organizadas partidas y amaestraban perros o malixpec para dar cuenta de las presas más codiciadas, aunque la comida era para ellos más que un mero satisfactor del hambre: fue, y sigue siendo, ofrenda para los dioses y expresión de hospitalidad. Si vivían en poblados cercanos al mar, a ríos, lagos y lagunas, disponían de múltiples especies de peces, moluscos y artrópodos; de cangrejos, tortugas, lagartos y jaibas, para cuya captura se valían de ingeniosos artilugios como redes, anzuelos de hueso y arpones de madera.

Las estaciones de la vida Como no podía ser de otra manera, los ciclos de la vida maya también estaban vinculados a los elementos cósmicos. El crecimiento y la maduración del individuo se equiparaban con el diario trayecto del sol: la mañana es la juventud, el mediodía la madurez y el ocaso la vejez. Al anochecer, el Sol descendía al mundo de los muertos, como las almas de los difuntos.

Nacimiento y primera infancia Un atributo fundamental era el primer nombre, el cual era otorgado por el sacerdote, quien debía estudiar sus almanaques para saber qué día del Tzolkin correspondía a cada individuo de acuerdo con su fecha de arribo al mundo, la cual perfilaba en buena medida su personalidad, sus

Collar con pendiente Uxmal Clásico tardío y terminal, 600-1000 d.C.

Según Diego de Landa, las mujeres vírgenes podían llevar el pelo largo sostenido por una pequeña cuenta, y un collar con una concha roja que denotaba su niñez; ya casaderas eran despojadas de esta insignia, dando entender a los jóvenes que podían pretenderlas.

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Detalle del Códice Madrid, lám. 93 Posclásico, 1000-1527 d.C.

Fray Diego Durán cuenta que los niños de cuatro años y las niñas de tres participaban en una ceremonia en la que les mojaban la cabeza, misma que los frailes asociaron con el bautismo.

capacidades y su destino. El segundo nombre lo daban los padres. A los cuatro o cinco días de nacidos, algunos bebés eran colocados boca abajo y se les entablillaba la cabeza con dos maderos fuertemente atados, uno en la nuca y otro en la frente, para que el cráneo se deformara según un muy particular patrón de belleza; también se acostumbraba colocarles una cuenta entre las cejas para provocarles estrabismo, rasgo entonces muy apreciado. Al cumplir los tres o cuatro meses, según el sexo del crío, sus padres le celebraban el hetzmek, su bienvenida a la vida.

La adolescencia Los mayas yucatecos prehispánicos marcaban la madurez sexual con una ceremonia llamada zihil, o renacimiento, en la que el sacerdote los bañaba con agua “virgen” del monte y les quitaba los adornos que portaban desde la infancia: una cuenta blanca en los cabellos de la coronilla, los varones, y las niñas una cuerda atada a la cintura con una concha marina que les cubría el pubis. En la ceremonia, que solía ser colectiva, a los niños se les daba a probar el humo del tabaco y se les entregaba una ofrenda de alimentos que compartían con los dioses, quedando así preparados para casarse.

El matrimonio En este ritual de pasaje a la vida social y comunitaria se conjuntaban los intereses familiares y económicos y las

tradiciones culturales y religiosas. Ocurría alrededor de los veinte años de edad de los contrayentes. Fray Diego de Landa consignó en el siglo xvi que la petición de mano siempre debía hacerla la familia del joven, que llegaba con mantas, cacao, maíz, piedras preciosas, plumas y otros regalos a la casa de la chica, pero su padre podía rechazar a cualquier pretendiente u obligarlo a reiterar la petición. El día de la boda, cuidadosamente elegido por el sacerdote, un ah men “bendecía” a la nueva pareja y le aconsejaba sobre su mejor proceder a partir de entonces. Luego de celebrado el kamnicté, el recién casado debía vivir bajo las órdenes de su suegro hasta por cinco años. Con el tiempo, hombres y mujeres ganaban en pres­ tigio por ser más sabios y haber acumulado más autoridad y fuerza; entonces el padre mandaba sobre el hijo, y el hermano mayor sobre el menor.

Indumentaria La vestimenta señalaba el estatus social del individuo, y como la mayoría de la población se dedicaba a las labores del campo, vestía con sencillez: las mujeres con el hipil y una falda o manto, los hombres con un taparrabos o ex amarrado a la cintura, y a veces una manta larga atada a los hombros. La nobleza usaba fastuosas vestimentas con accesorios como cinturones, collares, tocados y pectorales cuajados de pedrería y plumaria. Los textiles, de ricos colores, que se aprecian en esculturas, cerámica y frescos de templos y pirámides, se teñían con índigo, añil, grana cochinilla o con el tinte que extraían del caracol purpura pansa.

Deformación intencional del cuerpo Cabeza ancha, nariz aguileña, cabello lacio y negro, pómulos­salientes, frente amplia, cuello corto y hombros anchos, son algunas características anatómicas mayas. Antropólogos físicos que han analizado restos óseos prehispánicos estiman que las mujeres median 1.50 m, y los hombres diez centímetros más. En el mundo mesoamericano en general, y en particular­entre los mayas, preocupados por la belleza,

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Fragmento de escultura antropomorfa Ek Balam Clásico tardío, 600-900 d.C.

Los mayas gustaban de deformar el blando cráneo de los niños pequeños mediante amarres que elongaban o ensanchaban el rostro, con lo cual quizá buscaban denotar el origen común de toda una sociedad, ya que esta costumbre no fue exclusiva de las clases gobernantes.

se estilaban formas de adorno corporal como la escarificación, el tatuaje y las perforaciones para alojar las orejeras, el bezote y las narigueras. Se cree que el uso de la pintura corporal era generalizado en algunos grupos, más allá de lo ritual o del estatus, y que orejeras, bezotes y narigueras eran distintivos de la élite. Desde el Clásico, la perforación en la nariz para colocar estas últimas tenía lugar durante la ceremonia de investidura, ocasión en que los soberanos recibían solemnemente las insignias que simbolizaban su condición. Sabemos que los antiguos mayas se limaban, esgrafiaban y perforaban parcialmente las piezas dentales. En el complicado procedimiento de las incrustaciones, generalmente de pirita, hematita, serpentina, cuarzo, jadeíta y turquesa, había que horadar una diminuta cavidad en el diente, ajustar la pieza con precisión y adherirla con pegamento especial. El limado implicaba reducir la pieza con materiales abrasivos, lo cual favorecía su práctica en el adulto joven o maduro y no en los niños, cuyas estructuras dentales internas podían dañarse. La deformación céfalica, práctica generalizada entre los mayas del Clásico y el Posclásico, podía ser tabular erecta o tabular oblicua, para lo cual usaron variados aparatos e instrumentos combinados con bandas de compresión.

Escenas de la Vida cotidiana En la primera década del siglo xxi, durante la exploración del Grupo Chiik Nahb, uno de los cuatro conjuntos residenciales de la Plaza Central de Calakmul, sitio arqueológico cercano a la frontera mexicano-guatemalteca, fueron halladas 46 imágenes policromas, fragmentos de vida maya de hace casi mil 359 años en los que se observa a gente, quizá de distintos estratos sociales, cocinando, repartiendo comida, caminando, cargando vasijas y mercancías. El descubrimiento de estos frescos en una pirámide de casi once metros de altura, es de particular importancia porque la pintura monumental maya generalmente ilustra escenas de la corte, de reyes, sacerdotes y guerreros, pero muy pocas veces la cotidianidad como en estas obras que, por si fuera poco, están acompañadas de cartuchos glíficos que las explican.

Reproducción de la pintura mural del Chiik Nahb, Calakmul

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Mensajes velados

Dintel con la imagen de un escriba Oxkintok Clásico terminal, 900-1000 d.C.

Un sacerdote que escribía y pintaba formaba parte de la élite y, en ocasiones, hasta de la familia real. Los artesanos sabios recibían un título superior.

Lenguaje y escritura Con la guía del dios Itzamná, el gran sabio, un reducido grupo de mayas privilegiados, compuesto por sacerdotes y gobernantes, pero principalmente por los ah dzib o escribas, aprendió a hacer operaciones aritméticas, a llevar la cuenta de los días y a desarrollar el que ha sido considerado como el más complejo y avanzado sistema de escritura del mundo prehispánico. Gracias a su dominio del lenguaje escrito, los mayas dejaron plasmada su historia, la de sus dinastías y linajes, las fechas de entronizamiento de sus gobernantes, sus nombres y natalicio; con quiénes se relacionaban, aliaban o guerreaban, los rituales que celebraban y los dioses a los que imploraban. También era el vehículo con el que fijaban para la posteridad la vida palaciega, las exequias de los altos dignatarios y los ancestros de mujeres y hombres de la nobleza. Era incluso el modo de registrar los acontecimientos pasados y vaticinar los futuros. Este sistema de escritura, creación original de los mayas, amplió enormemente sus posibilidades narrativas. Tempranamente adoptaron glifos istmeños y los escribieron en monumentos de piedra y en sus muros —especialmente en El Petén y alrededor del 250 d.C.— desarrollando un sistema que pronto se difundió por toda la región. Algunos estudiosos piensan que usaron un sistema de escritura estructurado según la lengua ch’olana oriental, entonces “lengua de prestigio”, aun cuando en muchas ciudades se hablaba otro idioma, y que, con el tiempo, los escribas incorporaron términos en sus propias lenguas, entre ellas el maya yucateco. Otros difieren, y aunque no hay acuerdo sobre las lenguas representadas en las inscripciones y en los códices, todos parecen coincidir en que esencialmente se trata de las pertenecientes a los grupos tzeltalano y yucateco. Durante el periodo Clásico, en los señoríos encabezados por dinastías como las gobernantes en Calakmul y Tikal —las capitales más poderosas de la época—, Copán, en Honduras, Palenque y Yaxchilán, en Chiapas, y en localidades yucatecas como la gruta de Loltún y Oxkintok; en sitios campechanos como Balakbal y Edzná, y en Cobá, Tulum y Dzibanché, en Quintana Roo, los soberanos

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mandaron esculpir sucesos históricos relevantes —nacimientos, ascensiones al trono, consagraciones­de edificios, hechos bélicos— en estelas, tableros, escaleras, dinteles, altares e incensarios, bajo un sistema sólido y coherente de escritura. Pero los escribas también lo hicieron en pinturas y relieves tallados en vasos y platos cerámicos, orejeras, pectorales y otros ornamentos, muchos de los cuales fueron depositados como ajuar funerario en las tumbas reales. Estas inscripciones nos cuentan quiénes eran sus ilustres poseedores, e incluso, en algunas vasijas cerámicas, el uso que se les daba, por ejemplo “vaso para beber chocolate”, y desde luego también en códices, aunque no se conserva ninguno del Clásico. Los escribas mayas crearon múltiples logogramas —glifos que expresan palabras completas— y fonogramas —que señalan sonidos vocálicos o silábicos— con los que plasmaron giros y declinaciones de verbos, sustantivos y adjetivos. Sin embargo, su lectura es difícil porque en ocasiones una misma palabra puede escribirse con un logograma o mediante sílabas. Además, los jeroglíficos suelen tener distintas formas: geométricas, variantes de cabeza y de cuerpo completo, y cambiar según el escriba y la localidad. Por lo regular, las inscripciones mayas se leen de izquierda a derecha, y de arriba hacia abajo, y es común que las oraciones inicien con

las fechas, a las que siguen el verbo y el sujeto, o bien el objeto, el verbo y el sujeto. En las postrimerías del Clásico e inicios del Posclásico, los profundos cambios sociales, poblacionales y políticos del área maya tuvieron su reflejo en la escritura. Así, cuando las dinastías de las tierras bajas perdieron poder y muchas ciudades fueron abandonadas, con las consecuentes migraciones y reacomodos, el modelo político centralizado en una persona fue sustituido por uno confederado, y la escritura glífica se hizo cada vez menos común en monumentos, al grado de que la costumbre de plantar estelas y dinteles narrativos desapareció, aunque posiblemente se hizo más abundante en los códices. Hubo excepciones, como en la gran Chichén Itzá, donde todavía se labraron algunas inscripciones en edificios, e incluso una fecha completa con el método de la cuenta larga.

El desciframiento de la escritura

Vasija fitomorfa con inscripciones Acanceh Clásico tardío, 600-900 d.C.

Vasija utilizada para beber el sagrado chocolate; esta pieza perteneció a uno de los gobernantes de dicha ciudad, lo cual quedó consignado en la inscripción.

Seducidos por la belleza y complejidad de la escritura maya, fray Diego de Landa, Constantine Rafinesque y el abad Brasseur­de Bourbourg, intentaron descifrar los misterios que encerraban los jeroglíficos, pero los primeros avances consistentes se los debemos a Alejandro de Humboldt, quien publicó láminas del Códice Dresde, y a un nutrido

Panel con inscripciones Chichén Itzá Clásico terminal, 900-1000 d.C. Foto: Javier Hinojosa

En esta ciudad se conservan algunas de las inscripciones en piedra más tardías que se han encontrado; en este ejemplar se habla precisamente de los itzáes, cuyo arribo al norte de la península significó el fin de las tradiciones clásicas mayas.

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Centrados en los soberanos, los textos suelen relatar quiénes fueron sus ancestros y sus herederos, cuándo se entronizaron y fueron a la guerra y contra cuáles ciudades; los prisioneros que capturaron, los dioses que adoraron, sus rituales y la fecha de su muerte.

Cetro de hueso con inscripciones Ek Balam Clásico tardío, 600-900 d.C.

Esta insignia perteneció a Ukit Kan Le’k Tok’, gobernante de Ek Balam, enterrado con este instrumento sobre el pecho, aviso de que su poder trascendería a la muerte.

Ejemplos de algunas variantes de escritura de la palabra Ahau (o ajaw), cuyo significado es gobernante.

grupo de exploradores y viajeros que, entusiasmados por descubrir viejas ruinas, recorrieron el área durante el siglo xix provistos­de papel y lápiz, y después de cámaras fotográficas, con los cuales plasmaron sus hallazgos, no pocas veces plenos de glifos. Entre ellos figuraban Antonio del Río, John L. Stephens y Frederick Catherwood, Teobert Maler y Alfred P. Maudslay. Sin embargo, el desciframiento propiamente dicho resultó un proceso largo y tortuoso, que empezó a dar frutos a mediados del siglo xx, cuando quedó claro que la escri­ tura maya era un sistema completo y funcional, aunque enormemente complejo, ya que no es alfabética, ni puramente fonética, ni totalmente logográfica. Mientras que las palabras castellanas se integran mediante combinaciones de sólo 26 signos llamados alfabeto, las mayas están formadas por diversas combinaciones de entre 600 y 800 signos, cada uno de los cuales representa una sílaba y, por lo tanto, constituyen un silabario, no un alfabeto. Y si bien un signo de nuestro alfabeto generalmente

representa sólo un sonido, en el maya escrito hay múltiples signos para representar un sonido. Además, los antiguos mayas emplearon, como dijimos, dos tipos de glifos: los fonéticos o fonogramas, que expresan sonidos de vocales o sílabas, y los logogramas, que equivalen a una palabra completa. Combinando ambos, escribían oraciones que generaban narraciones completas que hoy podemos leer en su mayoría gracias al arduo trabajo de epigrafistas —estudiosos de la escritura— empeñados en desvelar los secretos que encierran. Desde el principio de la década de los cincuenta del siglo xx, la investigación de la escritura glífica maya comenzó a avanzar sin pausa. Yuri Knorozov, investigador del Instituto de Etnología de Leningrado, comparó las pocas copias entonces disponibles de los tres códices mayas conocidos con sistemas de escritura de otras latitudes ya descifrados, y basándose en sus rasgos comunes y en el número de signos de cada uno planteó que la escritura maya estaba compuesta por logogramas y signos fonéticos,

AHAU

AHAU

a-ha-ua

AHAU-ua

AHAU

AHAU

AHAU-ua

AHAU

a-AHAU-ua

AHAU

ah-AHAU-ua

AHAU

AHAU

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Plato con inscripción Procedencia desconocida Clásico tardío, 600-900 d.C.

La escritura fue un conocimiento que las familias gobernantes y nobles transmitían de generación en generación. Es probable que algunas de las ricas vajillas y otros ostentosos objetos que presentan escritura pudieran haber funcionado también como materiales didácticos para transmitir conocimientos a los pequeños integrantes de sus linajes.

y puso a prueba sus ideas utilizando el silabario que elaboró fray Diego de Landa en su Relación de las cosas de Yucatán creyendo que era un abecedario, como si estuviera formado al menos en parte por sílabas y no por signos alfabéticos, como se había creído hasta entonces. Esta metodología, corregida y mejorada por Floyd Lounsbury, proporcionó las claves necesarias para la lectura fonética de varios glifos, cambiando para siempre el curso de la epigrafía maya. En las décadas de los cincuenta y sesenta del siglo xx hubo otros dos avances importantes: Heinrich Berlin, alemán avecindado en México, descubrió los “glifos emblema”, que identifican a lugares particulares, y en 1960, Tatiana Proskouriakoff publicó evidencias de que las inscripciones contenían registros históricos y no temas mitológicos o astronómicos, como se pensaba. A partir de 1958, el mayista británico Ian Graham comenzó el registro sistemático de las inscripciones mayas en sitios arqueológicos. El fruto de sus investigaciones es el Corpus de Inscripciones Jeroglíficas Mayas, impresionante trabajo interdisciplinario cuyo resultado son 20 volúmenes, con ficha y dibujo de los monumentos con inscripciones de sitios mayas de México, Guatemala y Belice. Una nueva generación de epigrafistas mexicanos y extranjeros continuó la labor de tan ilustre plantel de precursores desde una perspectiva interdisciplinaria en el conocimiento de las características fonológicas, morfológicas y sintácticas de las lenguas empleadas en las inscripciones, para brindarnos una imagen más certera de la sociedad que las creó y revelarnos lo que ellos desearon perpetuar sobre su historia.

Los códices mayas Entre los soportes más utilizados para escribir estuvieron los códices, realizados sobre una superficie de fibras de un árbol de la familia de la higuera llamado an entre los mayas y amate por los mexicas. Sobre este material se colocaba una fina capa de estuco en la que, una vez seca, se escribían los jeroglíficos y se pintaban las escenas. Los frailes se quejaban de que los indígenas conservaban celosamente “los libros de su gentilidad”. Muchos fueron recogidos por fray Diego de Landa y quemados durante el famoso auto de fe en Maní de 1562. Se estima que durante el siglo xvii los franciscanos y el obispado de Yucatán destruyeron más de un centenar de códices. Durante la Conquista de Tayasal, último bastión libre maya, a finales del xvii, fueron incautados varios libros. Actualmente sólo se conservan tres códices mayas que datan del Posclásico: el Dresde, el París y el Madrid, libros esencialmente adivinatorios cuyos almanaques, basados en el Tzolkin, ilustran sobre los poderes de las deidades y las fechas para venerarlos. El Dresde, quizá el más antiguo, data del siglo xiv y contiene elaborados cómputos astronómicos, especialmente lunares y venusinos. El París, el más corto, incluye pronósticos y rituales de la sucesión de katunes, y el Madrid, el mayor, rituales y extensos almanaques para apicultores, guerreros, agricultores y otros oficios. Existe uno más, el Grolier, actualmente considerado falso. Quizá los últimos textos jeroglíficos yucatecos hayan sido usados a fines del siglo xviii; después, la práctica de la lectoescritura maya fue desapareciendo por la preeminencia que alcanzó el alfabeto latino.

Códice Dresde

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ESCRITURA Cómo leer los glifos mayas A diferencia del nuestro, el sistema de escritura maya es logosilábico porque emplea figuras que representan palabras y signos fonéticos que tienen el valor de una vocal o una sílaba. Fueron escritos en idioma cholano, el lenguaje de la realeza en el periodo Clásico, e inscritos en cartuchos regulares hoy llamados bloques glíficos, los cuales se agrupan formando pares de columnas y se leen de izquierda a derecha y de arriba hacia abajo.

Reglas para la traducción a. Transliteración: los componentes de los signos mayas se escriben con letras latinas utilizando negritas. b. Transcripción: los componentes se escriben como se leían o pronunciaban utilizando cursivas.

Tipos de signos

Definición

Logogramas

Representa palabras completas

Fonéticos o silabogramas de una vocal

Representan el sonido de las vocales

Fonéticos o Representan el silabogramas de sonido de las una vocal consonantes y una consonante

Ejemplo HA’ Ha’ “Agua”

AHIN Ahiin “Cocodrilo”

a

u

b’e

chi

c. Traducción: el texto se traduce de manera literal con apoyo de un diccionario utilizando comillas simples.

Traducción de la inscripción en una vasija Esta vasija procede de Acanceh, Yucatán, y contiene una inscripción de seis bloques glíficos que la rodea por completo, la cual registra su función y el nombre y lugar de residencia de su propietario.

1

Bloque glífico con silabogramas, que se escriben con letras minúsculas. a. yu-xu-lu-li b. yuxul (u) [i]l (i) (yuxulil) c. “el tallado de la vasija.”

2

Bloque glífico que identifica a la vasija; se desconoce su significado. a. u-¿-b’e b. u-...-b c. “¿...?”

3

5

Bloque glífico con silabogramas y un signo auxiliar, resaltado en rojo, cuya función es duplicar las sílabas.

Bloque glífico que contiene silabogramas y logogramas para formar una frase que alude a los atributos del propietario de la vasija.

a. b’u-ku-tzi-ka2-wa b. b´ukutz ka[ka]w c. “b´ukutz kakaw” (tipo de bebida con cacao sin traducción al español).

a. u-K’AK’-HUT-la-EK’ b. uk´a[h] k´hut[a]l (a) ek´ c. “fuego es la cara de la estrella”

4

6

Bloque glífico con dos logogramas, que se escriben con letras mayúsculas y forman el nombre del propietario de la vasija. a. TZAK-KAL b. Tzakal c. “Tzakal”

Bloque glífico que combina silabogramas y logogramas para mencionar el lugar de residencia del propietario de la vasija. a. AKAN-KEJ-AHAU-ua b. akankej ahau c. “el señor de Akankej”

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El saber y la forma

La Pirámide del Adivino desde el Cuadrángulo de Las Monjas Foto: Roberto Velasco Alonso Uxmal

La arquitectura maya es un conjunto de técnicas y tradiciones que distintas ciudades mejoraron y transformaron a lo largo del tiempo, con rasgos que identifican a cada región y las distinguen de otras pese a ser también mayas.

Los conocimientos científicos Gracias a un cúmulo de conocimientos científicos y a una extraordinaria inteligencia práctica, los mayas fueron encontrando soluciones a las problemáticas que enfrentaban para dominar su medio ambiente. La disposición y la traza de sus ciudades eran resultado de una compleja planificación, del estudio de la perspectiva, del juego de los espacios; de la aritmética, la ingeniería, la astronomía, la mecánica, la técnica y los principios geométricos de proporción y volumen. Sólo así se explica que hayan logrado efectos tan espectaculares como el juego de luz y sombra que produce una serpiente descendiendo en el Castillo en Chichén Itzá durante los equinoccios. Contaron también con diestros ingenieros hidráulicos, que en algunas ciudades posibilitaron el cultivo intensivo de la tierra mediante el sistema de terrazas y con abonos agrícolas, todo ello coronado por la óptima irrigación de sus campos. Sólo gracias a ese cúmulo de conocimientos es posible que los edificios aún estén en pie y que hayan resistido durante milenios huracanes, tormentas y el avance inexorable de la vegetación selvática, para que hoy los podamos recorrer igual que hace siglos hicieron los mayas.

Matemáticas y aritmética Los mayas utilizaron un sistema numérico vigesimal, es decir, basado en el número 20 —el número de dedos de una persona— y signos de gran sencillez como el punto (que representa la unidad), la barra (que representa el cinco) y el cero (representado como una concha marina), concepto revolucionario cuyo nivel de abstracción es reflejo de la sofisticación de su cultura. El número cero es indispensable para elaborar un sistema matemático posicional, ya sea decimal como el nuestro, o vigesimal, como el maya. Su sistema numérico es capaz de soportar cálculos con cientos de millones de registros y fechas tan extensas que deben escribirse en varias líneas. La unidad, representada por el punto, se acumula hasta llegar a cinco, el cual se representa con una barra. A

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Mih: El cero Se representa mediante una concha cortada por la mitad, que en ocasiones parece una flor cuatripétala.

0

1

2

3

4 5 6 7

10

11 12 13 14 15 16 17 18 19

partir del seis, los puntos se agregan sobre la barra hasta llegar al diez, simbolizado por dos barras, y así sucesivamente hasta llegar al diecinueve. Del veinte en adelante el valor de cada cifra está dado por la posición de los signos en un tablero o cuadrícula. El valor del numeral —unidades, veintenas, veintenas de veintenas, etcétera— se incrementa de abajo hacia arriba, multiplicándose de modo que un punto en la 1ª posición equivale a 1, un punto en la 2ª posición a veinte, en la 3ª posición a 400, en la 4ª posición a 8 mil, y así sucesivamente. La única evidencia arqueológica del empleo de este sistema numérico proviene del cómputo calendárico, donde funciona así para el cómputo de días: 5ª posición, un punto equivale a 144000 4ª posición, un punto equivale a 7200 3ª posición, un punto equivale a 360 2ª posición, un punto equivale a 20 1ª posición, un punto equivale a 1 Sobre una suerte de tablero trazado en la tierra, y valién­dose de granos, realizaban las operaciones con las que seguramente calculaban los tributos, las obras de ingeniería, el reparto de las cosechas, los ciclos calendáricos y todo lo mensurable hasta alcanzar cifras estratosféricas. El tablero también permitía realizar operaciones aritméticas como sumas, restas, divisiones y multiplicaciones. Los mayas empleaban, aunque en menor medida, el sistema de variante de cabeza para representar los números, que se basa en una serie de glifos de cabezas de diversas divinidades antropomorfas de los que se servían

8

9

= 8

8 x 3 200 000 = 25 600 000

= 0

0 x 160 000 =

0

= 9

9 x 8 000 =

72 000

= 3

3 x 400 =

1 200

= 4

4 x 20 =

80

= 15

15 x 1 =

15

25 673 295

para representar el cero y los números del 1 al 12. Este método es similar a nuestra notación numérica arábiga: diez símbolos únicos representan al cero y a nueve dígitos: el correspondiente al 10 es una calavera, y para formar las de los números 13 al 19, en cada caso se usaba el hueso descarnado de la mandíbula inferior para representar el 10. Según algunos especialistas, las cabezas correspondientes a los números 1 al 13 son los trece dioses del supramundo, u Oxlahuntikú.

Astronomía Las fuentes mayas de la Colonia contienen abundantes recuentos de la creación del universo, expresados en un bello lenguaje metafórico muchas veces oscuro, como los del Popol Vuh, el Memorial de Sololá y los de algunos Libros del

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Gracias a sus conocimientos matemáticos, los mayas pudieron determinar ciclos de eclipses y las apariciones de Venus y la Luna con extraordinaria precisión, y se ha postulado que también registraron los movimientos de Marte y Júpiter. Detalle del Códice Madrid, lám. 34, que muestra a un personaje cuya mirada se prolonga hacia el cielo, posible representación de un astrónomo.

Estela circular El Caracol, Chichén Itzá Clásico terminal, 600-1000 d.C. Foto: Javier Hinojosa

Chilam Balam. Pero los códices prehispánicos son, sin duda, la mejor fuente de información para entender las bases de la astronomía maya, especialmente el Dresde, pues contienen almanaques lunares y solares y efemérides de Venus, e incluso tablas de eclipses. Varios muestran cómo las puertas de algunos templos eran puestos de observación de fenómenos astronómicos, y en el Madrid aparece una figura rodeada de estrellas, seguramente un astrónomo. Los mayas, como otras culturas del mundo, buscaron en el cielo las respuestas a muchas de las interrogantes del ser humano. Con base en su saber matemático obser­ varon y estudiaron de manera metódica y sistemática —características principales de lo que hoy llamamos ciencia— el movimiento de las estrellas y los planetas, y los relacionaron con su mundo, otorgándoles un lugar privilegiado en su vida cotidiana que se reflejaba en la planeación de las ciudades, en su compleja religión, en sus dioses, en los procesos agrícolas, en la cría de animales y en la tala de los bosques; en la guerra, en su concepción del tiempo, en los rituales como el juego de pelota y hasta en su jerárquica organización social. La precisión de sus observaciones astronómicas y de sus calendarios es impresionante y de hecho más exacta que la europea en el momento del contacto. Y las hicieron con tal cuidado que encontraron en el orden subyacente del firmamento una guía para entender las relaciones entre los astros. Registraron conjunciones estelares, oposiciones,

Este monumento registra dos escenas que consignan una conferencia de personajes de distintos pueblos o gremios y la celebración de un ritual con quema de copal en braseros, manera en que iniciaban conversaciones los visitantes y mercaderes. El texto en el canto menciona a los participantes y nombra al sacerdote Bolon Kawiil como “el que cuenta algo” y reside en El Caracol.

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El Caracol en Chichen Itzá Construcción que se cree servía para medir el desplazamiento de ciertas estrellas en el cielo nocturno a través de ventanas colocadas en sus muros circulares.

Códice Dresde, lám. 44 Procedencia desconocida Posclásico, 1000-1527 d.C.

Las tablas de Marte en el Códice Dresde son el pináculo de la astronomía maya, ya que señalan los momentos de visibilidad e invisibilidad de dicho planeta, así como la duración de su movimiento de traslación, cuentas que sólo a lo largo de cientos de años pudieron completarse.

ciclos de los astros, en primer lugar del Sol; de la Luna y sus fases; al igual que de Venus, el tercer elemento más brillante del firmamento. Anotaron los cambios más sutiles hasta dominar el cosmos y determinar con extraordinaria precisión las duraciones de los ciclos solar y lunar. Calcularon la lunación, interpolando meses de 29 y 30 días a lo largo de 405 lunaciones, y quizá conocieran otros planetas como Marte y Júpiter. Se preocuparon por entender las constelaciones, a las que representaron con animales como la tortuga, las aves y el escorpión; siguieron también a la Estrella Polar, Xaman Ek, que sirvió de guía a viajeros y comerciantes, y a las Pléyades, a las que llamaban Tzab. Para conseguirlo se valieron de la colocación de puntos referenciales en la tierra, como lo demuestran las fachadas de los edificios y calzadas, las cuales tenían una determinada orientación astronómica. Un ejemplo de ello es el Castillo de Chichén Itzá, donde en los equinoccios es posible ver a una serpiente de luz descender por la pirámide, o El Palacio del Gobernador en Uxmal, orientado hacia donde Venus aparece y alcanza el punto más extremo del sureste. Así, el Palacio se ilumina con el brillo de esta estrella, cuyo glifo aparece en los mascarones de la fachada del edificio, de modo que lo que ocurría en el cosmos era visible para los hombres en la ciudad. En años recientes, los arqueoastrónomos han propuesto correspondencias entre los edificios y los calendarios, o entre aquéllos y cifras con importante carácter mágico, como las de los 52 paneles de la fachada de El Castillo, que simbolizan un ciclo de la Rueda Calendárica. Se cree que algunos edificios especiales servían para observar el firmamento, como el

Caracol de Chichén Itzá, también conocido como Observatorio, y que desde allí instruían al pueblo sobre los momentos propicios para el ciclo agrícola, los tiempos de lluvia o de sequía, y anunciaban fenómenos extraordinarios como eclipses de Sol y de Luna, signo seguro de acontecimientos importantes, pero no está comprobado el uso de este edificio —de cuatro puertas correspondientes con los puntos cardinales y ventanas alineadas con ciertas estrellas— como observatorio. Lo cierto es que la mayoría de los instrumentos mayas de observación eran muy rudimentarios: quizá un palo clavado en un lugar determinado servía como reloj de Sol y señalaba su paso por el cenit, pues cuando el astro llegaba a su punto más alto no proyectaba sombra; varillas o hilos cruzados formando una equis servían para fijar un punto de observación y registrar por meses y años la posición de los astros. Los sacerdotes mayas sabían de religión, pero también de matemáticas y de astronomía, de escritura, de historia y de medicina, ya que todas ellas estaban al servicio de la primera y tenían un halo sagrado. Estos conocimientos intervenían en el ejercicio del poder, por lo que los sacerdotes ocupaban un lugar privilegiado en las cortes, donde se encargaban, entre otras cosas, de leer los designios de los dioses en el movimiento de las estrellas; dicho en otras palabras, la astronomía sirvió para la construcción de su cosmología.

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Los astros eran dioses o sus representaciones, por lo que los sacerdotes escudriñaban el firmamento para saber si estaban contentos o enfadados, si las acciones de los hombres los satisfacían o no, y cuando observaban que los astros se habían alineado de cierta manera —por ejemplo, Venus con Marte— sabían que era tiempo de hacerles alguna ofrenda, o el momento propicio para una ceremonia de ascenso al poder.

Medicina El documento más revelador en torno a los conocimientos médicos y botánicos mayas es El Ritual de los Bacabes, el cual apela a las fuerzas cósmicas y señala días propicios para curaciones, rituales y tratamientos. También los códices refieren enfermedades y calamidades calendarizadas en torno a la presencia de la diosa protectora lunar Ixchel, patrona de la medicina, del parto y de la adivinación, y los Chilam Balam de Káua, Ixil, Tekax y Nah enlistan enfermedades, curaciones y plantas medicinales. Este conocimiento se recuperó durante la Colonia merced a la labor de misioneros, frailes y cronistas, pero fundamentalmente gracias a la ayuda de sus informantes mayas. Pese a haber mandado a la hoguera gran cantidad de valiosos documentos indígenas, en su Relación de las cosas de Yucatán, fray Diego de Landa incluye descripciones de suma importancia para comprender el gran desarrollo de la medicina maya. Para los médicos mayas, las enfermedades podían tener diversos orígenes: las había de etiología divina, pues eran un castigo por ofender a los dioses o infringir sus leyes, al desobedecer a los padres, abusar sexualmente de parientes, practicar la sodomía o violar determinados tabúes. También se daba el caso de que algunos dioses, sobre todo el de la muerte, adoptaban formas semihumanas para causar mal a los mortales. Dentro de las de etiología humana destacaban los males producidos por la magia negra, el ah pul yaah o mal de ojo, ejercida por algún chamán al que se había ofendido directamente o al que alguien recurría para afectar a un tercero.

La etiología natural incluía el frío y el calor, sobre todo las comidas frías o calientes, como causas frecuentes de enfermedad, así como el viento, o aire, especialmente si tomaba forma de animal. Así mismo, las plantas podían causar enfermedades, no sólo las tóxicas o venenosas, sino también las que ya se habían usado por los ah menoob al curar a un enfermo y que luego abandonaban por el camino y eran pisadas accidentalmente por alguien que lo transitara. Había varias clases de “médicos”: el ah men, profeta y adivino que sanaba los males espirituales de sus pacientes mediante la inspiración divina que recibía, en estados de trance, de los espíritus y dioses que invocaba. Se ocupaba principalmente de los males ocasionados por la hechicería, y utilizaba una piedra taumatúrgica para curarlos o adivinarlos; el brujo, que echaba mano de plantas o animales o bien de figurillas de barro para librar a sus pacientes de los malos vientos y espíritus, y los yerbateros que dominaban el arte del conocimiento químico y medicinal de las plantas.

Chilam Balam de Chan Cah, páginas 96 y 97 Siglo xix

En este apartado se enlistan remedios y usos de hierbas medicinales. Este conocimiento, visiblemente modificado, tiene su origen en tiempos prehispánicos, cuando los sanadores mayas estudiaron los componentes de las plantas y las reacciones que generaban en el cuerpo humano.

Arquitectura y urbanismo Los mayas, geniales arquitectos que trazaban calzadas, templos, monumentales edificios públicos y amplias plazas; esforzados albañiles, artistas, escribas, escultores y pintores que engalanaban los edificios con episodios históricos y dinásticos, fueron imprimiendo un sello inconfundible en sus ciudades, que adaptaron a los relieves de la extensa

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Las ciudades mayas eran expresión de la cosmovisión y reflejo del cielo, al tiempo que reforzaban la jerárquica organización de la sociedad. La ubicación y decoración de los edificios y la planeación de los conjuntos servían para reforzar un lenguaje de símbolos compartido por la población.

Dibujo reconstructivo de Chichén Itzá Tatiana Proskouriakoff Ca. 1943-44

Las ciudades mayas comparten un patrón urbanístico que a menudo se ha asociado con la función de los edificios como marcadores astronómicos; sin embargo, estas alineaciones tenían una función más práctica, ya que permitían recibir luz solar en las habitaciones importantes durante el invierno y garantizar la necesaria sombra en los sofocantes veranos.

geografía maya. Muchas de las levantadas en las planicies de piedra caliza al norte yucateco se convirtieron en grandes poblaciones, mientras que en las intrincadas regiones selváticas aprovecharon las elevaciones naturales para erigir templos y torres, lo cual no impidió la presencia de elementos comunes como plazas, patios y pirámides —recreación humana de la montaña sagrada— con sus templos en la cima que acercaban a los mayas a sus dioses celestes. Sin embargo, y debido a sus diferentes tamaños, orientación y densidad poblacional, algunas ciudades no tenían canchas para el juego de pelota, como Chicanná, mientras que otras se enorgullecían de tener varias. El trazo de algunas ciudades sigue un eje oriente-poniente, en línea con el trayecto solar, y se calcula que las grandes urbes mayas habrían tenido un promedio de 40 mil habitantes. En algunas plazas, edificios y conjuntos se plasmaron físicamente fenómenos astronómicos como solsticios, equinoccios y tránsitos cenitales, lo que responde a la idea de dejar testimonio y representación en la Tierra del ordenamiento del cosmos. Los mayas definían la ubicación de sus asentamientos de acuerdo con la cercanía de tierras agrícolas, lagunas y

ríos, como en Yaxchilán o Bonampak, o de cenotes, como en Dzibilchaltún o Chichen Itzá. En otros desarrollaron grandes obras de ingeniería hidráulica para captar agua y distribuirla mediante canales que aprovechaban los desniveles del suelo e impedían inundaciones, como en Edzná, o aguadas y reservorios, como en Calakmul o Uxmal, permitiéndoles enfrentar la gran variabilidad climática y las frecuentes sequías. Quizá también sea el caso del gran foso que rodea al centro cívico-ceremonial de Becán, de casi 2 km de largo y 6 m de profundidad, estupendo sistema de defensa tras del cual hubieran podido parapetarse los defensores de la ciudad, aunque sus características corresponden más a una obra de drenaje. En el centro de los asentamientos se encontraban las sedes del control político y religioso, donde había magnas plazas abiertas, niveladas y pavimentadas para los actos públicos; se edificaban basamentos piramidales con elaborados relieves en cuya cima estaba el templo, espacio sagrado en el que los dioses manifestaban su voluntad a los hombres a través del soberano o de los sacerdotes, y cuya verticalidad contrasta con la terrenal horizontalidad de la plaza. Hoy es difícil imaginar el aspecto original de estas

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monumentales estructuras entonces pintadas de colores, especialmente de rojo. Había palacios en donde residían el gobernante y su familia, los cortesanos, los sumos sacerdotes y una pequeña élite de funcionarios, además de conjuntos con usos religiosos, civiles y administrativos —lugares de audiencia y reunión y quizá bodegas de almacenamiento y distribución de tributo—, desde donde se controlaba el territorio; por último, estaban las canchas del juego de pelota y los observatorios, inmuebles especializados de acceso restringido. Este era el núcleo citadino, que con los años y en diversos periodos de ocupación se remodelaban o se les añadían estructuras; y aunque la coexistencia de diversos estilos arquitectónicos le daban una apariencia fortuita, siempre mantenían los principios de escala y volumen, proporción y simetría. También había conjuntos unifamiliares o multifamiliares donde vivían parentelas de clase alta; a menudo eran ortogonales y dispuestos en torno a un patio central. Los hogares de la gente común estaban alejados del núcleo principal, y constituían asentamientos rurales dispersos donde se concentraba la producción agrícola. Las chozas eran de techo de palma y muros de madera, bajareque y estuco; es muy probable que esa primigenia casita campesina inspirara la forma de los templos, imprimiendo así su sello en buena parte de la arquitectura regional. Pero también las había más resistentes, de piedra, como las halladas en Sayil, y más recientemente en Kohunlich. A medida que las plazas se conectaban mediante calzadas o sacbeoob, las ciudades se expandían mediante conjuntos de edificios independientes entre sí y desplantados sobre plataformas de piedra y tierra compactada, base de casi toda construcción maya. Abundaban también los célebres techos abovedados, o bóvedas mayas, obtenidos al colocar uniformemente a ambos lados de un vano hileras sucesivas y escalonadas de piedras hasta que casi se tocaran en el centro; el pequeño espacio restante se cubría con una losa. Hacia finales del Clásico, y sobre todo en el Posclásico, seguramente a consecuencia de la militarización, muchas ciudades como Tulum, Xelhá, Aké, Chacchob y Ek Balam eran fortalezas amuralladas, mientras las grandes plazas al aire libre iban desapareciendo.

Los mayas llevaron a cabo masivas obras hidráulicas: levantaban sus ciudades en tierras altas y bien drenadas y construían aguadas, cisternas y chultunes, declinando el nivel de las calzadas y plazas para canalizar la lluvia y disponer de reservas en tiempos de secas. Los arquitectos mayas aprovecharon cuanto tuvieron a la mano para sus edificaciones: piedra, cal, madera, adobe y barro. Los árboles de maderas duras y resistentes servían para elaborar dinteles y travesaños que reforzaban las bóvedas y para crear andamios, escaleras y rodillos con los cuales acarrear los enormes bloques de piedra obtenidos en la cantera por los obreros luego de ardua labor. El sahkab, caliza intemperizada, era el agregado esencial en cementantes, aplanados, rellenos y apisonados, y aún hoy lo usan los albañiles mayas. La arquitectura y el urbanismo maya reflejan los conocimientos técnicos y científicos, el refinamiento plástico y la cosmovisión de sus creadores, y son fiel imagen de una sociedad estratificada con una clara delimitación entre lo privado y lo público.

Arte maya El arte maya, expresión de la vida, pensamiento y expectativas de la sociedad de la cual es fruto, se manifestó a través de la pintura en papel y mural, en bajo y altorrelieves en piedra, tallas en madera, piedra, jade, obsidiana, hueso, cerámica y barro. Los estilos artísticos del área maya varían según la región y la época debido a la existencia de Estados autónomos en bullente interacción, y a influencias extranjeras que suscitaron cambios en temáticas y estilos. En esta riqueza intervino también el factor geográfico, al proveer a cada región de materiales y fuentes de inspiración artística específicos. En cuanto a la arquitectura, su extraordinaria factura, su asombrosa variedad de formas y su preocupación por

Cántaro chultunero Gruta de Chac Clásico temprano, 250-600 d.C.

Esta ingeniosa vasija tenía la función de colgar de un andamio para colectar agua de los pozos artificiales llamados chultunes. Las asas servían para pasar la cuerda que la sostenía y la perforación lateral permitía al agua entrar hasta alcanzar el peso necesario para que finalmente la vasija tomara una posición vertical, y una vez llena fuera extraída para rellenar los cántaros con los que se transportaba el líquido vital hasta los hogares.

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LA BÓVEDA MAYA Núcleo de mampostería de piedra y mortero de cal

Cornisas

Revestimiento de piedras bien labradas

Tapas

Basamento

Intradós

Ménsulas

Tacones Muros

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PRINCIPALES TIPOS DE CONSTRUCCIONES

Cuadrángulo de las Monjas, Uxmal. Recreación del audiovisual “Simbolismo en la arquitectura”.

Estas son algunas de las emblemáticas categorías arquitectónicas mayas, fruto del talento de muchas generaciones de constructores: Plazas. Escenario de ceremonias públicas y religiosas, generalmente ubicadas en el núcleo urbano; solían ser plataformas de piedra caliza de menos de 4 m de altura. Pirámides y templos. Grandes basamentos piramidales con una escalinata frontal de anchos peldaños, por la cual se asciende al templo situado en la parte superior de la pirámide, donde se celebraban los rituales. Los templos generalmente cuentan con cuartos pequeños y oscuros; a veces adornados con murales y tableros labrados, otras con cresterías en el techo, decoradas y esculpidas con representaciones zoomorfas y antropomorfas. Grupos de palacios o conjuntos palaciegos. Con funciones residenciales y mixtas, es decir, administrativas, productivas o educativas, estos conjuntos de edificios interconectados levantados sobre una plataforma, a veces de varios niveles, estaban decorados con frescos, albergaban un número variable de aposentos para la nobleza y solían contar con patios interiores. Algunos palacios tenían un piso, otros tres, como el de Santa Rosa Xtampak, admirable inmueble con 44 aposentos y escalinatas exteriores e incluso interiores en dos de sus niveles. Grupos E. Complejos arquitectónicos que sirvieron para la observación solar; el primero de ellos fue descubierto en Uaxactún, aunque es apreciable en otros sitios como Naachtún, Nakún, Yaxhá, Uxul, Calakmul y Dzibilchaltún. Su disposición es la siguiente: a un lado

de la plaza se encuentra una pirámide, desde la que se observa el este; al otro lado se encuentra una plataforma alargada sobre la que desplantan tres edificios, dos situados en los extremos y uno equidistante en el centro. Recientemente algunos estudiosos han sugerido que su función era geomántica y no astronómica, como se supuso inicialmente. Grupos cuadrángulo. Así se ha denominado a los grupos de edificios que integran un cerramiento más o menos continuo en torno a una plaza o patio abierto. Básicamente se trata de cuatro edificios alargados, a veces unidos por las esquinas. Sus espacios cerrados generalmente se orientan hacia el interior, formando un claustro que propicia la privacidad. Grupos acrópolis. En la arquitectura maya se define así a un cierto número de edificios relacionados, tipo palacio o templo, situados en una serie de plataformas a desnivel; se accede a ellos mediante escalinatas localizadas estratégicamente. La escalera principal lleva a una secuencia de patios, y el movimiento entre la plaza situada en la base y el complejo es muy controlado. La principal “narrativa” de la acrópolis es la jerarquización de sus elementos. Canchas de juego de pelota. El juego de pelota tuvo un papel ritual y simboliza la lucha entre las fuerzas opuestas del universo, entre el bien y el mal, la luz y la oscuridad; la pelota de caucho en constante movimiento representa a los astros y las fuerzas de la creación. Parte fundamental de la vida mesoamericana, hay canchas de juego de pelota en todo el mundo maya. Ocupaban el centro, con taludes laterales rematando en un muro, donde estaban las esculturas colocadas a modo de anillos que la pelota debía atravesar.

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Entrada al patio interior del complejo oeste de la Pirámide del Adivino, Uxmal. Recreación del audiovisual “Simbolismo en la arquitectura”.

Sacbeoob. Estas calzadas, trazadas con exactitud, datan del Preclásico y fueron construidas originalmente para enlazar edificios de un mismo sitio, pero algunas crecieron hasta comunicarse con otras ciudades, por lo que han sido consideradas testimonio de una jerarquía regional y de la dependencia de unos asentamientos respecto de otros. A veces sus extensos laterales estaban delimitados por muros de un metro o más de alto, cubiertos con una gruesa capa de estuco cuyo núcleo se rellenaba de grandes piedras cubiertas con grava. Entre los sacbeoob notables en la península yucateca figuran el de Cobá-Yaxuná, que mide 100 km de largo por 10 m de ancho; el de Aké-Izamal, de 32 km por 12 m de ancho, y los de Ucí-Cansahcab y Uxmal-Kabah, de 18 km cada uno.

Chultunes. Tradicionalmente se construían en sitios carentes de cenotes, como la región Puuc —asentada a decenas de metros sobre el manto freático peninsular— que abarca desde Maxcanú hasta el sur de Peto, y cuyas ciudades más relevantes son Uxmal, Kabah, Sayil y Labná. Los chultunes son cavidades subterráneas artificiales para almacenar el agua de lluvia captada en el entorno de sus brocales, y en promedio tenían capacidad para 30 mil l de agua, que servían para unas cincuenta personas durante los casi seis meses del periodo de sequía en la zona maya. Existían otros tipos de construcciones, como los temazcales y las torres, halladas sobre todo en Campeche.

ELEMENTOS ARQUITECTÓNICOS DEL JUEGO DE PELOTA

Estructuras terminales zona de espectadores

Hasta el año 2000, en la Península de Yucatán se habían encontrado 77 canchas de juego de pelota en 59 ciudades mayas.

Cornisa Estructuras laterales zona de espectadores

Yucatán 32 canchas en 19 sitios arqueológicos Quintana Roo 9 canchas en 8 sitios arqueológicos

Talud Superficie externa

Campeche 36 canchas en 32 sitios arqueológicos

Área de juego

Banqueta Cabezales

Pared de la banqueta

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representar la figura humana, así como el dominio de técnicas y materiales implícito en estas cualidades, fueron sus denominadores comunes. En una sociedad tan estratificada como la maya, el arte del Clásico buscaba estimular la fe religiosa y enaltecer a las dinastías gobernantes, relacionándolas con los dioses; para ello edificaban magnas pirámides y templos ricamente ornamentados, donde esculpían o modelaban en estuco, sobre frisos y cresterías, las imágenes de sus múltiples deidades, y elaboraban bajorrelieves en estelas (monolitos alargados) muros y dinteles (cerramientos de puertas y ventanas), con las de sus soberanos luciendo las insignias propias de su rango, emblemas cosmogónicos, jeroglíficos que narran historias, escenas bélicas y de autosacrificio, a menudo fechadas. Se trata de una etapa pródiga en monumentos de gran calidad y valor estético. En el Clásico tardío y el Posclásico se perciben cambios importantes en la visión artística maya que abarcan desde el ordenamiento del espacio urbano; el remplazo de ornamentos arquitectónicos antes modelados en estuco, con reiterativos mosaicos de piedra; la caída en desuso de las estelas y la incorporación en casi todos los ámbitos de elementos estilísticos provenientes de la costa del Golfo y del centro de México, sin que ello implicara una renuncia a la matriz cultural propia, pues la lengua maya pervivió, al igual que las bóvedas mayas y los mascarones de Chac, que convivieron con techumbres planas, columnas serpentinas, muros de cráneos y esculturas de Chac Mool. La pintura se volvió más rígida, narrativa y popular, más bélica, y aunque siguieron presentes las manifestaciones sobrenaturales ya no se reiteraba la relación entre los dioses y los reyes como sus descendientes. Para los mayas, arte y utilidad no estaban reñidos. Edificios, objetos cerámicos, vasijas y vasos cilíndricos también eran vistos como eficaces testimonios de su relación con los dioses, de los sucesos relevantes de su vida cotidiana, de su escritura y su astronomía, de su música y danzas, mientras que el urbanismo buscaba diferenciar el ámbito público del privado y el humano del divino, creando con el diseño y ornamentación de sus construcciones el ambiente ideal para el culto y la vida comunitaria. Quizá por esta razón los artistas ocuparon un lugar privilegiado en el universo social maya, y probablemente

hayan existido talleres donde aprendían depuradas técnicas para plasmar los mensajes de las dinastías gobernantes a la colectividad que encabezaban, y a los reinos amigos y enemigos. El reconocimiento del talento de los artistas era tan importante que existen esculturas y pinturas firmadas por sus autores en las que se lee el glifo yuxul “él/ella/lo esculpió o lo grabó”, o tz ihb a, que es el verbo pintar o escribir. Muchas son las artes en las que desplegaron su talento y sensibilidad. Escultura antropomorfa Ek Balam

Estilos arquitectónicos En la arquitectura maya, que reunió armoniosamente escultura arquitectónica y exenta en piedra y estuco y pintura mural, confluyeron distintas disciplinas artísticas en cuyas creaciones palpitan abstracción y figuración, nobles y plebeyos, guerreros y sacerdotes, semidioses y artesanos, flora y fauna, historias de los linajes y pasajes mitológicos, al igual que en su cosmovisión, plena de manifestaciones sobrenaturales y mensajes divinos. Los edificios principales transmitían a la población una narrativa que reafirmaba la estructura social vigente, legitimaba el poder de los soberanos y definía una posición social para cada quién. Sin duda, para materializar las magnas obras arquitectónicas de finales­del Preclásico y del Clásico en ciudades con espléndidos inmuebles como Tikal, Uaxactún, Río Azul, Copán, Quiriguá, Palenque, Piedras Negras y Yaxchilán, fueron necesarios miles de obreros, pues las edificaciones mayas eran verticales y elevadas o masivamente horizontales, y sus basamentos podían ser plataformas de hasta 150 o 200 m de longitud, por 100 o 150 m de ancho, y entre 8 y 10 m de altura, enormes moles de casi medio millón de toneladas. Había inmuebles construidos con bloques toscamente delineados, o con

Clásico tardío, 600-900 d.C. Foto: Javier Hinojosa

La escultórica maya estuvo casi siempre subordinada a la arquitectura, fungiendo como insignias ornamentales que denotaban la función de un edificio.

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masas pétreas­ricamente ornamentadas y sillares —rocas labradas por varias caras como paralelepípedos— de magistral factura, o formando plazas con sucesivos patios a desnivel, o semejantes a la acrópolis. Aunque la arquitectura maya es reconocida por rasgos generales como el diseño de la bóveda en saledizo, el remate con crestería o los mascarones decorativos, los arqueólogos hablan de estilos arquitectónicos regionales —conjuntos­de valores estéticos— generados a lo largo de su historia y de su interacción con otras culturas, acordes con épocas de ocupación específicas. Reseñamos aquí únicamente los principales estilos arquitectónicos identificados en los asentamientos mayas de la Península de Yucatán:

PETÉN Estructura II de Calakmul Dibujo: Guillermo Santana con base en el diseño de Azabache

Se distingue por la monumentalidad de sus edificios, la tendencia a sobreponer grandes plataformas hasta conformar acrópolis, la exaltación de la escala vertical mediante esbeltas bóvedas y cresterías y la ornamentación de basamentos con mascarones. Sus principales rasgos son los edificios sobre plataformas altas y escalonadas, las estelas y altares erigidos al pie de los edificios, los cuerpos escalonados para formar el basamento, las esquinas redondeadas y las molduras remetidas en delantal. Así mismo se aprecian escalinatas flanqueadas por mascarones, templos altos sobre zócalos lisos y coronados por cresterías, bóvedas angostas sobre muros gruesos y mampostería elaborada con piedras rústicas. El Petén temprano estuvo vigente entre los siglos ii y i de nuestra era y floreció al norte de Guatemala, aunque en Acanceh, Yucatán, y Cobá, Quintana Roo, también hay inmuebles con sus características. El Petén tardío se caracterizó por sus altares y estelas profusamente grabados colocados al pie de los edificios principales, como en Tikal, Guatemala; Calakmul y Edzná, Campeche; Dzibanché y Cobá, Quintana Roo, y Ekbalam y Acanceh, Yucatán.

rasgos en común y comparten temporalidad y región en el centro de Yucatán. Características distintivas son sus edificios de doble galería sobre plataformas bajas y alargadas, sus estructuras flanqueadas por torres que simulan templos, sus fachadas divididas en tres secciones y sus portadas con representaciones fantásticas del Monstruo de la Tierra. Así mismo, destacan sus portadas enmarcadas con paneles de mascarones estilizados de perfil, sus edificios rematados con cresterías caladas que soportan esculturas y sus frisos ligeramente inclinados y paneles decorados con motivos geométricos en bajo y alto relieve. Otras señas de identidad Río Bec y Chenes son las cascadas de mascarones en esquinas de paramentos medios y superiores, sus columnas embebidas al centro o en los extremos de la fachada, sus angostas escaleras internas en espiral y su mampostería construida con sillares bien labrados y ensamblados. El estilo Río Bec floreció al sur de Campeche y al sur y centro de la península yucateca; en los grupos arquitectónicos Río Bec, en Xpuhil, Chicanná y Hormiguero, Campeche­, y en Manos Rojas, Petén, Guatemala. Chenes tuvo su clímax en Hochob, Tabasqueño y Santa Rosa Xtampak, tres sitios de Campeche.

Río Bec y Chenes

Puuc

Estos estilos destacan por la horizontalidad de sus construcciones tipo palacio para uso habitacional o administrativo, y por sus fachadas profusamente ornamentadas. Tienen

Se caracteriza por el recorte de las bóvedas, el uniforme recubrimiento exterior de la mampostería y la decoración escultórica de los edificios, que conjuga imágenes sim-

Petén

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RÍO BEC

PUUC

Edificio II de Hormiguero

Estructura I de Xlapak

Dibujo: Guillermo Santana con base en el diseño de Gendrop

Dibujo: Guillermo Santana con base en el diseño de Andrews

bólicas con motivos geométricos o naturalistas. Ostenta edificios de varios niveles con bóvedas de corte escalonado, pasadizos abovedados bajo una escalinata, pórticos con columnas monolíticas de capitel cuadrangular y fachadas y frisos con decoración geométrica, ataduras y molduras biseladas. También lo singularizan los relieves con personajes en marcos, jambas y muros interiores, la decoración de junquillos o tamborcillos en zócalos y frisos, los mascarones narigudos de Chac en esquinas de fachadas y, por último, los arcos monumentales en los accesos a las ciudades. Los asentamientos Puuc lucían espléndidos arcos monumentales, de donde partían importantes calzadas o sacbeoob.

Maya mexicano Es el estilo arquitectónico maya más difundido a nivel internacional, aun cuando no es el más “puro”, pues tiene influencias del centro de México y de la costa del Golfo de México y se desarrolló en el norte de la Península de Yucatán a fines del periodo Clásico. Rasgos importantes son sus estructuras piramidales con cuatro escalinatas, sus cuerpos con taludes anchos y tableros angostos, sus templos dedicados al dios Kukulkán, las esculturas de serpiente flanqueando el acceso principal, las alfardas rematadas con dados o cabezas de serpiente, los edificios de planta circular con función astronómica, las plataformas ceremoniales para exhibición de cráneos y las esculturas antropomorfas integradas (chacmoles, portaestandartes, atlantes). La emblemática sede del Maya Mexicano es Chichén Itzá, pero se aprecia también en Uxmal, Kabah y Edzná, todos sitios yucatecos.

Costa oriental Es característico de varios pequeños asentamientos orientados hacia el mar Caribe diseñados a menor escala, con técnicas constructivas toscas y eventualmente con elementos defensivos como murallas y accesos restringidos. Sus rasgos típicos son las estructuras pequeñas sobrepuestas y con un solo acceso, los edificios amplios con techos planos y columnas interiores, sus pequeños santuarios de escasa altura, sus paramentos exteriores con ligero desplome. También lo caracterizan sus pórticos con columnas y dinteles remetidos, sus frisos con nichos que contienen relieves de deidades, sus altares pequeños, bajos y cuadrangulares y su mampostería de burda piedra recubierta de estuco. Esta tradición del Posclásico tardío es pródiga en representaciones del dios descendente en Cancún, Xcaret, Xelhá, Playa del Carmen y Akumal, Quintana Roo, y en inmuebles de Ek Balam, al oriente yucateco. Tulum es el único sitio arqueológico en el que se aprecian vestigios de una gruesa muralla defensiva.

Escultura Los mayas dominaron muy diversos materiales y formatos, pero la escultura monumental, propia de la ornamentación arquitectónica, parece haber sido su vía principal de expresión en este arte, al cubrir la mayoría de los edificios de los grandes centros urbanos con relieves y estucos que representan a dioses y gobernantes.

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maya mexicano

COSTA ORIENTAL

El Castillo de Chichén Itzá

Templo de los Frescos de Tulum

Dibujo: Guillermo Santana con base en el diseño de Stirling

Dibujo: Guillermo Santana con base en el diseño de Bernal

En las diferentes estructuras hallamos esculturas en fachadas completas o en frisos, zócalos, jambas, dinteles, cresterías, paneles, tableros, columnas o pilastras. Enormes mascarones estucados flanqueaban las escalinatas de edificaciones, y hay escaleras jeroglíficas con relieves, a veces sobre las huellas y más frecuentemente en los peraltes; las banquetas de las canchas de juego de pelota y sus marcadores también fueron esculpidos. Son destacables los dinteles, piezas de piedra o madera colocadas sobre las jambas, en la parte superior de los vanos de acceso de sus estructuras. Frecuentemente tallaron el intradós y a veces la cara frontal, como en los dinteles del Palacio de las Inscripciones de Xcalumkín, Campeche, quizá diseñados para disfrute exclusivo de la nobleza. La escultura arquitectónica fue un rasgo persistente del arte maya desde finales del Preclásico, con apogeo en el Clásico tardío, manifiesto en un universo de formas en piedra caliza, estuco, toba volcánica o arcilla, y de relieves en las fachadas, sobre todo en las estructuras estilos Río Bec, Chenes y Puuc. En los dos primeros eran comunes las fachadas zoomorfas como enormes mascarones del Monstruo de la Tierra, cuyas fauces hacían las veces de entrada al edificio, simbólicamente convertida así en la antesala del inframundo; los escultores plasmaron en piedra y estuco su preocupación ante la escasez de lluvia, repitiendo el motivo del mascarón de Chac e integrándolo a la fachada de los templos para que su boca coincidiera con la entrada. Esta reiterativa representación de Chac se aprecia en la Pirámide del Adivino, en los frisos del Cuadrángulo de las Monjas de Uxmal, o en el inmueble Codz Poop, en Kabah.

En el Clásico terminal y el Posclásico, en algunas estructuras de la Serie Inicial de Chichén Itzá, los frisos ostentan figuras divinizadas practicando el autosacrificio o personajes colocando ofrendas. La influencia del Altiplano en el norte yucateco modificó drásticamente la temática escultórica, y los principales motivos procedentes del centro de México o compartidos con esta zona fueron la Serpiente Emplumada o Quetzalcóatl-Kukulcán; columnas y pilares serpentiformes, guerreros, águilas y jaguares devorando corazones; chacmoles, portaestandartes y atlantes y representaciones de dioses del centro de México y de sacrificios humanos por extracción el corazón. Mayapán, por su parte, replicó temas y formas arquitectónicas toltecas de Chichén Itzá. Las estatuas mayas exentas son escasas: existen pocos ejemplos de bulto, y aunque muchas lo parecen están unidas a una estructura arquitectónica en la parte posterior, como la llamada Reina de Uxmal, cabeza humana que emerge de las fauces de una serpiente.

Estelas y altares Los versátiles escultores mayas crearon múltiples estelas, altares y lápidas, piezas monolíticas conceptualmente dependientes de la arquitectura y auténticos documentos en piedra que narran la historia de los personajes repre­ sentados en ellas, de las ciudades, los triunfos bélicos, etcétera, lo que liga a este tipo de escultura con la escritura. A lo largo del periodo Clásico, la mayoría de las piezas que fueron modeladas y esculpidas por los mayas, cuyo corpus escultórico es uno de los más amplios creados en

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la antigüedad, cuentan con un texto jeroglífico en su composición. Estelas y altares eran los monumentos conmemo­ rativos por excelencia para los mayas del Clásico, quienes los erigieron para perpetuar la memoria de sus soberanos. En ellos dan cuenta de su concepción de una realeza sagrada, a la vez militar y sacerdotal, identificada con las deidades y representada por gobernantes, guerreros y sacerdotes supremos. Hacia fines del Clásico, las estelas perdieron popularidad.

Figurillas, urnas e incensarios Un tercer grupo escultórico, el de las piezas de bulto de pequeño formato, sin relación directa con la arquitectura, se realizaba sobre todo en estuco y cerámica. Destacan en este conjunto las urnas, los grandes incensarios policro­ mados para quemar resina y copal, como los de Mayapán, con la representación de deidades, nobles y seres acompañados por animales, y las magníficas figurillas de arcilla de Jaina que representaban a hombres y mujeres de diversas posiciones sociales y edades: guerreros, sacerdotes, tejedoras, ancianas, jugadores de pelota, personas con deformidades o patologías, pero también hay otras que reproducen elementos de la naturaleza, como flores de tallo largo de donde emerge un personaje. Se cree que muchas figurillas asociadas a la música, como flautas, sonajas y silbatos, tuvieron fines funerarios, pues varias fueron recuperadas como parte del ajuar en entierros. También eran elaboradas en talleres de ciudades de Tabasco —Jonuta, Reforma (Morales) y Comalcalco—, aunque allí parecen haberse usado con fines rituales y no funerarios. Se manufacturaban ya fuera con moldes de barro cocido o a mano. En este último caso, hábiles artesanos que conocían las mejores arcillas y los minerales y vegetales que proporcionaban la plasticidad, solidez o porosidad deseada, modelaban brazos, piernas, torsos y cabezas, y luego los integraban, creando ejemplares únicos de excepcional finura. Cuando las piezas estaban listas, la superficie se recubría con un engobe para hacerla resistente y brillante; se alisaba y pulía y se procedía a decorarlas. Con un buril o

pinzón se trazaban líneas e incisiones, y a veces se aplicaba pastillaje, pequeñas cantidades o “pastillas” de arcilla, para representar delicados collares, brazaletes o tocados. Los pigmentos más comunes eran el azul, el blanco, el amarillo y el rojo, obtenido de la hematita.

Temática La figura humana fue, con mucho, el tema central de la escultura maya, que también incluye representaciones de deidades antropomorfizadas y de animales, plantas y seres sobrenaturales altamente significativos, como serpientes emplumadas, Monstruos de la Tierra y aves fantásticas. Muchas de ellas, sobre todo las que adornan edificios, forman parte de una narrativa, y su temática abarca representaciones de deidades, de ofrendas o autosacrificios; gobernantes en poses hieráticas o plebeyos en actitud sumisa. Es un arte que idealizó el cuerpo y el rostro humano y que revela la concepción maya del hombre. Múltiples detalles corporales y de indumentaria, y las posiciones en las que aparecen —de pie, sentados o recostados, danzando, jugando pelota, combatiendo o realizando tareas administrativas— están esculpidos con exquisito realismo. Sabemos por los cronistas que en el Posclásico se elaboraban en madera imágenes de las divinidades, aunque las del Preclásico, preservadas en estuco, y las del Clásico tardío, ensambladas, también transmiten la fuerza de sus dioses mediante un lenguaje sobrecogedor.

Figurilla antropomorfa Jaina Clásico, 250-900 d.C.

Los rasgos de las estatuillas de Jaina reflejan la meticulosidad de sus creadores; todas son distintas, lo que hace pensar que fueron retratos.

Materiales y técnicas Para crear formas tridimensionales, los escultores mayas emplearon el modelado, en el que el artista trabajaba el barro o el estuco a mano o con espátulas. En el tallado,

“Reina” de Uxmal Clásico terminal, 900-1000 d.C. Foto: Javier Hinojosa

Remate arquitectónico que representa una serpiente de visión. Originalmente el edificio debió contar con al menos una docena de ellas colocadas en la moldura intermedia de la fachada, cada una con un personaje distinto sobresaliendo de las fauces del reptil. Actualmente sólo se sabe de la existencia de cuatro de ellas.

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Brasero Chen Mul con la imagen de Chac Mayapán Posclásico temprano, 1000-1250 d.C.

Los braseros Chen Mul muestran una técnica distinta dentro de la escultórica maya, ya que se trata de piezas modeladas por separado que se ensamblaban con el barro todavía fresco para formar los rasgos, extremidades, vestimentas e insignias de los personajes y al final se detallaban mediante aplicaciones al pastillaje.

por el contrario, usaban materiales duros, como piedra o madera, e iban quitando lo que le sobraba hasta dar forma a la figura. Los escultores mayas desarrollaron la mayoría de sus trabajos como relieves, y en menor medida como piezas exentas o de bulto, talladas o modeladas. A veces ensamblaban sus esculturas para integrarlas en una sola; es el caso de los más de 100 bloques de piedra caliza que adornan cada banqueta del Juego de Pelota de Chichén Itzá. Para generar distintas perspectivas visuales, los mayas recurrieron al altorrelieve, donde las formas se tallan hacia afuera; al relieve hundido, en el que se tallan hacia adentro, y al intaglio o esgrafiado, en el que están incisas.

De acuerdo con las necesidades artísticas y la disponibilidad de materiales en cada época y región, los escultores mayas emplearon materiales como estuco y barro para el modelado; madera, roca caliza, toba volcánica, arenisca y basalto para el tallado; piedra caliza, tan abundante en la zona; obsidiana, sílex y jade, y para el corte de la piedra usaban hachas de pedernal. El colorido era común, aun cuando son pocas las esculturas que lo conservan; en los primeros tiempos los rojos y negros acentuaron los detalles

Señor de Kabah Clásico terminal, 900-1000 d.C.

Observamos una técnica tardía de escultura casi en bulto, formada por tres bloques, dos de los cuales (inferior y superior) presentan espigas para adosarse al friso del edificio. Un primigenio trabajo en serie permitió realizar 7 esculturas casi idénticas que se diferencian sólo en sus rasgos faciales y conmemoraron a los guerreros que conquistaron la región.

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de los estucos arquitectónicos, y más tarde se usaron verdes, rojos, azules y amarillos.

Pintura mural La pintura maya evolucionó desde los motivos geométricos y zoomorfos hasta el estilo naturalista de los murales, aún hoy espléndidos testimonios de sus costumbres y creencias, y ocupó espacios arquitectónicos como tumbas, jambas, dinteles, cornisas, frisos y molduras, pisos, muros, banquetas, bóvedas y tapas de bóvedas. Pocas pinturas murales mayas sobrevivieron íntegras, pero algunas se preservaron en edificios destinados a la nobleza. Los murales más tempranos descubiertos datan del Preclásico tardío y son de San Bartolo, Guatemala: ostentan escenas de contexto funerario y al parecer la iconografía alude a los niveles cósmicos y a los mitos de creación. Los del Clásico registran sucesos históricos y míticos, fenómenos astronómicos, autosacrificios, guerras y eventos dinásticos que reiteran y legitiman la autoridad del gobernante, mientras que en los del Posclásico predominan las imágenes bélicas y de los dioses, y están menos presentes las de los gobernantes y la escritura, aunque el cambio más notable se advierte en el estilo. Algunas pinturas son más narrativas, como los célebres murales policromos de Bonampak, Chiapas, del Clásico tardío, con escenas de la nobleza, de batallas y sacrificios. En ellos se aprecia al gobernante Chaan Muan II, magníficamente ataviado con un gran tocado de plumas. Más tardías son las pinturas murales de Mulchic, Yucatán, donde los cautivos también aparecen frente al soberano luego de una guerra; las de Chacmultún, también bélicas, y las de la Acrópolis de Ek Balam, donde se localiza el Mural de los 96 Glifos, en el que se relata la ascensión al trono de Ukit Kan Le’k Tok’. En la bóveda del cuarto sur de la Estructura I de Xuelén, Campeche, se representaron cormoranes en pleno vuelo y un flamenco atado por el cuello. En Calakmul, en los muros del edificio conocido como Chiik Nahb, fueron inmortalizados individuos preparando alimentos y bebidas, con glifos traducidos como “maíz”, “atole”, “tamales”, “sal”,

“vasos” y “tabaco”, que presuntamente aluden al oficio de las personas representadas y se leen como “persona de…”. En cambio, las escenas pintadas en tapas de bóveda —en la parte central donde cierran— suelen estar vinculadas a la cosmovisión y a los dioses. En las casi dos centenas localizadas en sitios campechanos y yucatecos del Clásico tardío abundan las imágenes del dios K o Kawiil, asociado con la fertilidad, siempre con volutas en la frente, la nariz alargada y el glifo “espejo”, y a menudo con una bolsa de granos de maíz o cacao. Durante el Posclásico, en Chichen Itzá se pintaron varios murales, algunos con escenas bélicas como el ataque a un poblado y la sujeción de cautivos, y también el del llamado “pueblo costero” que ilustra la vida cotidiana en chozas ubicadas frente al mar. En la pintura mural de Mayapán encontramos cuatro serpientes policromas con fauces abiertas y diseños geométricos, y otras más cercanas al estilo de los códices mixtecos, justo como ocurre con los murales de sitios de la Costa Oriental de Quintana Roo, cuyos rasgos estilísticos y compositivos recuerdan a los códices coetáneos de la región Mixteca-Puebla, y por tal razón se les ubica en el “Estilo internacional” de la Mesoamérica de entonces. Las técnicas para realizar los murales variaron según la época, la región y el soporte, que siempre se recubría con estuco; se estilaba delinear primero los contornos y luego aplicar los colores al fresco o al temple. La paleta maya abarcaba más de treinta tonalidades, que incluían varios matices de rojo, del púrpura opaco hasta el color naranja, y tonos rosas, amarillos y verdes. Pero el azul era primor-

Tapa de bóveda Xnucbec Clásico tardío (600-900 d.C.)

En algunos asentamientos mayas del norte, las piedras tapa eran pintadas antes de ser colocadas, siendo común dibujar la imagen de un dios o la de un gobernante ataviado como tal, para ser visto desde el interior de la construcción. Aquí aparece el dios Kawiil y a su lado sacos que contienen semillas.

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Fragmento de Mural Mulchic Clásico terminal (900-1000 d.C.)

La pintura mural al fresco se realizaba colocando una gruesa capa de mortero sobre el muro y encima una delgada y fina capa de enlucido donde se dibujaban a línea las formas que después eran rellenadas con pigmentos; al final se daba una capa de barniz hecho con gomas vegetales, miel u otros adherentes. Observamos aquí una procesión de señores con uniformes e insignias foráneas, correspondientes a los Xiú.

ración técnica y ritual y compartían conocimientos como la escritura, el protocolo ceremonial y los fundamentos de la cosmovisión maya, para transmitir correctamente los mensajes destinados a los espectadores.

Cerámica

dial, un brillante turquesa que sobrevivió a los siglos por sus características químicas, presente en las figurillas de la isla de Jaina, Campeche, y en algunos conventos coloniales. El color era eje de los afanes plásticos mayas, y la pintura se desarrolló de la mano de la arquitectura y otras artes, pues generalmente sus edificios eran de piedra caliza recubierta con estuco, con lo que se obtenía una superficie lisa que posibilitaba los trazos y la impregnación de pigmentos. Se cree que las fachadas se pintaban de rojo, sobre el cual plasmaban variadas escenas. Seguramente los muralistas mayas pertenecían a un selecto grupo de especialistas que recibían elevada prepa-

Desde sencillos recipientes para la preparación, almacenamiento y consumo de los alimentos, hasta elaboradas y complejas vasijas para ofrendar a los dioses y acompañar a los muertos en su viaje, las diestras manos de los alfareros mayas elaboraron todo tipo de piezas con muy diversas técnicas: con formas simples y sin color, multicolores y con modelados, aplicaciones y relieves. El estudio de la cerámica maya ha proporcionado invaluable información sobre las regiones del área para determinar tipologías, etapas de desarrollo y esferas o estilos cerámicos. Así mismo, sus materiales, técnicas y formas también evidencian vínculos con otros pueblos mesoamericanos. La alfarería del Preclásico, consistente en ollas, vasijas, platos y jarras con figuras humanas y animales, solía ser de los colores del barro —crema, rojo y gris— y contaba con diseños geométricos y abstractos.

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En el Clásico apareció una cerámica policroma mucho más compleja y rica, con motivos zoomorfos o fragmentos importantes de la historia maya, de su visión del mundo o de sus creencias religiosas, que los dignatarios de distintas regiones solían intercambiar en señal de alianza política o estratégica. De gran valor testimonial es la cerámica de “estilo códice”, con complejas narraciones pintadas con una fina línea negra sobre fondo color crema, hallada en sitios como Calakmul, Campeche, o Nakbé, en Petén, Guatemala. El clímax de la alfarería es el Clásico tardío, cuyas piezas rituales y funerarias, o destinadas a la élite, son técnica y estéticamente excepcionales. Mucha de la cerámica del Posclásico es anaranjada por influencias del Golfo, del Altiplano o de las tierras bajas guatemaltecas, con un acabado plomizo y formas novedosas. En la última fase de este periodo se percibe un retorno a formas clásicas con una cerámica roja, y proliferan las urnas y braseros antropomorfos, pero la técnica es rudimentaria. La sofisticación de la cerámica habla de artífices de tiempo completo que modelaban a mano, sin torno; las imágenes las dibujaban con tintes de base caliza conocidos como pintura de engobe, y una vez terminadas, se cocían a casi 700 grados centígrados en hornos al aire libre o en agujeros en la tierra.

Las pequeñas grandes artes Los mayas no sólo fueron escultores monumentales, señores de la piedra, el estuco y la madera, que carecían de herramientas metálicas; también crearon preciados objetos artísticos en materiales duros y densos como pedernal, jadeíta, alabastro, jade, obsidiana, turquesa, serpentina, pirita, malaquita y pedernal, así como en hueso, concha, oro, plumas, cuero y textiles. Eran, además, exquisitos pintores. Con el pedernal, especialmente el proveniente de minas situadas al norte de Belice, elaboraban armas y cetros. Igual que el jade, representaba para los mayas lo proveniente del Inframundo: la vida y la muerte, los huesos pétreos de la Tierra o los poderes legados a la realeza por su linaje.

Del Preclásico medio a la Conquista, el jade fue uno de los materiales más preciados y simbólicos de la cultura maya; tan alta valoración, probable herencia olmeca, quizá se deba a que en toda Mesoamérica sólo había una zona de yacimientos de jade: la cuenca del río Motagua, o a su durabilidad y a sus múltiples tonalidades, como el color verde-azulado, preferido por la llamada “cultura madre” y símbolo de renovación. Por ello, sólo los poderosos poseían máscaras de tamaño natural en este material para colocarlas en sus tumbas, o pequeñas para los cinturones, aretes, orejeras, bezotes­, grabados con motivos de plantas, animales y figuras humanas. Las técnicas principales para trabajar el jade fueron la percusión, el corte y la abrasión. La concha y el hueso, hallados en algunos entierros, fueron otros materiales esculpidos o grabados. La concha se trabajaba con delgados buriles, punzones y navajas para hacer bezotes y orejeras de refinados ajuares en forma de pequeños discos con cabezas humanas, quizá de ancestros y dioses; con ella también se hacían mosaicos para decorar, o servía para representar ojos, uñas o dientes en las máscaras de jade y las esculturas de piedra. Como buena parte del territorio maya está rodeada de mar, los pintores mayas empleaban grandes conchas como vasijas para mezclar sus colores. A los huesos humanos y a los de animales como jaguares, tapires o pecaríes les esgrafiaban escenas y jeroglíficos. En cuanto a la orfebrería maya, son muy pocos los objetos prehispánicos previos al Posclásico hallados en el área maya. Al parecer el único trabajo efectuado localmente fue el corte, martillado y repujado de diseños en hojas de oro importadas, que después se montaban sobre madera. Si bien muchos objetos de oro, cobre y tumbaga, como cascabeles, mangos de abanicos, discos, collares, orejeras y mascaritas, fueron rescatados del Cenote Sagrado de Chichén Itzá, la mayoría de ellos provenían de Colombia y América Central, o de la Mixteca. Lamentablemente, pocos objetos tallados en madera se han preservado por lo perecedero del material, pero sabemos que con ella se confeccionaron pequeños objetos para la realeza, como los cetros del Posclásico con ornamentos antropomorfos, cuyos rostros solían recubrirse con oro o mosaico de pedrería.

Collar de concha y jade Chichén Itzá Posclásico temprano (1000-1250 d.C.)

Los artesanos se daban a la tarea de procesar materiales de forma repetitiva creando objetos similares, mientras que combinaban técnicas, materiales, formas y colores para lograr obras tan excepcionales como este collar.

Vaso policromo Procedencia desconocida Clasico tardío, 600-900 d.C.

La técnica policroma en la cerámica es similar a la pintura mural; ya cocida la vasija, se le colocaba una sutil capa de enlucido sobre la que se pintaban los diseños que posteriormente eran barnizados para consolidar los pigmentos.

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Madera

Piezas varias • Máscara de madera del cenote sagrado de Chichén Itzá • Pendiente de concha de Ek Balam • Mandíbula de jaguar labrada de la Colección Solórzano • Pectoral de jade del Cenote Sagrado de Chichén Itzá • Recipiente de cobre del Cenote Sagrado de Chichén Itzá • Cuenta en forma de rana con ojos de turquesa de Ek Balam, procedente de Centroamérica.

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El Gran Museo del Mundo Maya de Mérida David Cervera

Concha

Hueso

Jade

Lo mismo ocurre con los textiles mayas, de los que tenemos muy pocos ejemplos, pero la pintura y la escultura proveen detallada información sobre su apariencia, variedad de diseños y temáticas, y es fácil deducir su importancia cuando vemos que los mayas contemporáneos aún los elaboran, particularmente en Guatemala y en el sureste mexicano. Las prendas eran de algodón y de otras fibras, como el henequén, y la vestimenta cotidiana dependía del estatus del portador; los bellos bordados, de gran complejidad simbólica, reflejaban la cosmovisión y tradiciones políticas y religiosas de los mayas. Los trajes ceremoniales y festivos eran muy llamativos, y los tocados de animales, comunes. Las plumas de aves exóticas, símbolo de riqueza, fertilidad, poder y belleza, jugaron un papel medular sobre todo a partir del Clásico, cuando el mundo maya se convirtió en un universo emplumado. Debido a su fragilidad, ningún trabajo plumario llegó hasta nuestros días, pero las pinturas evidencian la existencia de delicados artesanos que elaboraban con plumas de colores de muy distintas aves —la más apreciada de ellas, el quetzal— tocados, forros de escudos, adornos de lanza y de palanquines, abanicos e infinidad de objetos; los artesanos pegaban las plumas con resinas sobre papel vegetal o sobre armazones de madera o mimbre. Muy probablemente la cestería, conocida gracias a representaciones en escultura y cerámica, era ubicua. El conocido pop o petate testimonia lo útiles que eran estos objetos.

Cobre

Oro

En cuanto a la música, sabemos —también gracias a estelas, relieves, pintura mural y cerámica policroma; a la literatura maya y a los textos de los frailes—, que en las ceremonias eran comunes las danzas acompañadas por instrumentos como trompetas, tambores de variados tamaños hechos con baqueta, maracas y flautas de cerámica.

La cultura maya: señora del tiempo Luego de treinta siglos de civilización incesante y siempre renovada, de creaciones y recreaciones cuya belleza y sofisticación siguen atrapando a quienes la contemplan, la cultura maya, señora del tiempo, enfrenta sus retos actuales con optimismo y avanza hacia el mañana con su garbo sempiterno. Esta dama se ha paseado imperturbable ante quie­nes la han considerado mera historia pasada de piedra y barro, luchando por su permanencia lo mismo desde los fogones, las milpas, las cuevas y los altares de la memoria que desde el campo de batalla, y aprendiendo y recreando con nuevos tonos las voces eternas. Ante los embates de la globalización, del desdibujamiento contemporáneo de las identidades, la cultura maya, desde su tenaz apego a sus lenguas y tradiciones, siempre ha sabido encontrar, a través de los siglos, un hueco en el tiempo para alojar su propia intemporalidad; para resig­ nificar su historia, la propia y la impuesta, y construir un futuro distinto.

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SecciÓn 11

SecciÓn ii

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El Gran Museo del Mundo Maya: un museo del siglo xxi para una cultura ancestral y contemporánea

Espectáculo de luz y sonido Alessandra Ortiz

Integrante del Plan Maestro de Chichén Itzá, magno proyec­ to de promoción y difusión de la cultura maya, El Gran Mu­ seo del Mundo Maya de Mérida (GMMMM), nació gracias a la suma de esfuerzos de Cultur y del Gobierno del Estado de Yucatán, que recibieron el generoso apoyo de instituciones fundamentales como el Instituto Nacional de Antropología e Historia y la Universidad Nacional Autónoma de México, y a la novedosa propuesta de un esquema de financiamiento a través de un PPS (Proyecto de Prestación de Servicios), que le fue otorgado por licitación pública al Banco Interacciones. El cometido del GMMMM es constituir un espacio dedicado a la difusión de la cultura maya como cultura viva y ofrecer una panorámica de la historia regional centrada en la presencia y actuación de los grupos mayas yucatecos, sus migraciones, intercambios y vínculos con otros pueblos. Este singular recinto alberga una importante y vasta colección de objetos arqueológicos —provenientes de los acervos concentrados en museos y sitios arqueológicos del estado, y definida en comodato con el inah—; históricos y etnográficos creados ex profeso por los mayas yucatecos o adquiridos para su exhibición permanente. Las piezas reunidas, que suman casi mil, buscan articular una mirada interdisciplinaria que difunda lo particular y lo universal de esta gran cultura, sus procesos de renovación, transforma­ ción e hibridación, para despertar en el usuario una toma de conciencia sobre la unidad y diversidad de las grandes civilizaciones de la humanidad. Es por ello que este Museo fue concebido como un recinto permanente de educación no formal y sin fines de lucro que conserve, investigue, exhiba y comunique obje­ tos e ideas, y muestre los nexos entre patrimonio cultural material, inmaterial y natural; que esté abierto al público en

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general, pero provisto al mismo tiempo de estra­ tegias apropiadas para el aprendizaje y disfrute de sectores específicos, especialmente para la población local y en particular la maya. El aforo del museo es de 500 personas, y su recorrido está provisto de todos los estándares internacionales de seguridad y confort.

Arquitectura: el espacio El Gran Museo del Mundo Maya de Mérida ocupa un predio de poco más de dos hectáreas a un costado del Centro de Convenciones Siglo XXI, sobre la avenida Prolongación Paseo Montejo, al norte de Mérida. Diseñado por los arquitectos En­ rique Duarte Aznar, Ricardo Combaluzier Medina, William Ramírez Pizarro y Josefina Rivas Acevedo, el recinto recibió el Partnerships Award 2012 en la sección “Proyectos Innovadores para la preserva­ ción del patrimonio cultural y su divulgación­”. Quizá el diseño del inmueble sedujo a quienes lo galardonaron por estar inspirado en el universo que la cosmogonía maya estructuró en tres niveles: cielo, tierra e inframundo. En el centro de la tierra, los mayas imaginaron un árbol sagrado, cuyas ramas sostenían el cielo y cuyas raíces penetraban en el inframundo. Este árbol, que unía a los tres niveles del universo, era la cei­ ba o ya’axché, y en la mitología maya se asociaba con la fertilidad humana y la estabilidad cósmica, por lo que el proyecto arquitectónico del Gran Museo del Mundo Maya de Mérida —las salas de exhibición, patios y terrazas, jardines, la plaza de acceso, el umbral, etc.— configurado por el despacho 4A Arquitectos (Grupo Arquidecture), integra un corpus que evoca y rinde homenaje a aquella gran ceiba originaria del mundo maya. Mediante una impresionante estructura me­ tálica que alude al ramaje de la ceiba, los arqui­

Café cine David Cervera, cortesía ARQUIDECTURE

El proyecto de la obra previó la creación de otros espacios culturales y de convivencia para enriquecer la vocación educativa del museo. Escalera David Cervera, cortesía ARQUIDECTURE

Vista del imponente centro de la ceiba arquitectónica y de la recepción del museo.

tectos buscaron que este espacio físico generara una percepción de infinitud para representar la unión entre pasado y presente, fusionando modernas técnicas constructivas, tales como la cimbra deslizante —herramienta necesaria para formar una figura geométrica consolidada me­ diante el deslizamiento continuo de una cimbra alrededor de la masa plástica del concreto— con las heredadas de la época prehispánica, como el uso de la tierra caliza o sahkab. Es por ello que, siempre con la ceiba como referencia, las bodegas de colecciones y de trán­ sito se distribuyen como gigantescas raíces bajo el museo, donde también se encuentran las áreas

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Que el museo explique cómo es que llegaron a ser tan avanzados para que su gente escuche, porque hay mucha gente que cuando les preguntan si son mayas dicen que no lo son porque les da vergüenza. Porque cuando hablamos en maya, sentimos vergüenza. Fer, noviembre de 2011. Ent. 1 Vista general de la fachada del Gran Museo del Mundo Maya de Mérida David Cervera. Cortesía: ARQUIDECTURE

de investigación, catalogación, restauración y curaduría. Los estacionamientos público e inter­ no también se hallan en este subterráneo. Continuando con la metáfora, sobre el “inframundo”, en el plano “terrenal”, está el pri­ mer nivel del museo, desplantado de la calle so­ bre una plataforma que alude a las existentes en las urbes mayas. En él se ubican el vestíbulo, las salas de exposición permanente, la de exhibicio­ nes temporales, el área de servicios educativos, la cafetería y la tienda. El diseño prevé espacios exteriores para enlazar las salas a través de puer­ tas que permiten agilizar el flujo de visitantes y proporcionarles pausas visuales y físicas durante su recorrido. En el segundo nivel del museo, el “supra­ mundo”, se encuentran el salón de usos múlti­ ples y la sala Mayamax, provista de espacios para personas con capacidades distintas y cuyo aforo es de 360 espectadores. El proyecto arquitectónico también buscó incorporar los espacios abiertos, por lo que cada noche el usuario puede apreciar, en la plaza

exterior del museo, un espectáculo de luz y sonido que lo sumerge en el mundo maya, concebido por el artista Xavier de Richemont y realizado por téc­ nicos mexicanos, canadienses y estadunidenses.

El Museo La conceptualización del Museo –el qué decir– y su materialización —el cómo decirlo—, o di­ cho en otras palabras, el guión museológico y la museografía, estuvieron a cargo de Estudio Museográfico, un despacho con amplia experien­ cia que asumió el proyecto desde una perspectiva multidisciplinaria y pensándolo a partir de sus visitantes. Para ello realizó estudios de público que revelaron intereses, anhelos y expectativas de maya, hispano y angloparlantes y arrojaron datos por demás interesantes: por ejemplo, que estos últimos centran su interés en el pasado arqueoló­ gico, sin considerar al pueblo maya como un

grupo vivo, y que éste, a su vez, percibe una ruptura­entre su cultura actual y su pasado histórico o arqueológico. Todos estos temas fueron desde entonces puntos centrales a abordar, y en torno a ellos se urdió el complejo guión que subyace en las salas de exhibición. Estos datos, y algunas interrogantes surgidas como resultado de los estudios, animaron las ricas y muchas veces polémicas discusiones entre el equipo de trabajo de Estudio Museográfico y el equipo de asesores, para consensuar un guión que diera respuesta a las grandes interro­ gantes del público y transmitiera de manera accesible y divertida lo que hasta hoy sabemos sobre los mayas, resolviera las dudas más comu­ nes e incluso desmitificara conceptos que, de tan repetidos, se anclaron como verdades absolutas en el ima­ginario popular, aun cuando están lejos de serlo. El equipo de asesores académicos estuvo integrado por destacados especialistas —en su mayoría antropólogos físicos y sociales, etnólo­ gos, historiadores y arqueólogos— que han

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dedicado su vida al estudio y difusión de la cul­ tura maya desde muy diversas perspectivas. Con su apoyo se logró consolidar una estructura te­mática que se nutrió y se fue decantando con el tiempo; algunos de ellos también contribuye­ ron a enriquecer con contenidos los cedularios, audiovisuales e interactivos, garantizando que lo que hoy se lee y escucha en las salas del mu­ seo es el resultado de las más serias y recientes investigaciones. Ciertos temas o ideas centrales se enfatiza­ ron mediante ejes discursivos transversales como Continuidad y cambio, Vínculo con la naturaleza, Territorio y vida cotidiana, presentes en las cédulas informativas y en todos los formatos de comuni­ cación empleados.

Como podrá apreciar el visitante durante el recorrido por el GMMMM, su musealización es una mezcla de tradición y modernidad, pues no sólo emplea los recursos museísticos clásicos —vitrinas, cédulas, impresos, maquetas, diora­ mas—, sino que los enriquece con elementos tecnológicos de vanguardia que intensifican la experiencia del público, como proyecciones multi­ media, interactivos, reconstrucciones de fachadas y hallazgos arqueológicos y salas de inmersión.

El reconocimiento étnico, que implica percibir a los mayas como integrantes de una cultura viva, herederos de un legado ancestral y protagonis­ tas actuales de la historia, pues el GMMMM considera la tradición como algo diverso y cam­ biante, expresado merced a la constante reelabo­ ración de un pasado y una identidad comunes. Como consecuencia de ello, el Museo promue­ ve la dignificación y el reconocimiento de la cultura maya actual, fortaleciendo la identidad y enfatizando­el sentido de pertenencia y el orgullo­

Ideas rectoras Estas son las ideas que guiaron el trabajo mu­ seográfico y que están presentes en todos los elementos que confluyen en la exposición:

Boceto para vitrinas y apariencia final de la sección de textiles elaborados ex profeso para el museo por artesanos mayas, sala Mayas de Hoy. José Enrique Ortiz Lanz, 2011

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ESTUDIOS DE PÚBLICO

Detalle del diorama “La diversidad racial maya peninsular”, en la sala Mayas de ayer.

de ser maya, además de difundir valores como la convivencia, la inclusión, el respeto y el diálogo, fundamentales­para un desarrollo social equilibra­ do. En ello, el reconocimiento al idioma maya yucateco tuvo un papel medular, pues el GMMMM se enorgullece de ser el primer museo mexicano que reconoce a una lengua indígena como su idio­ ma prioritario, convirtiéndose en referente museal de la diversidad lingüística nacional y contribu­ yendo así a la difusión, valoración y conocimiento del maya yucateco, tercer idioma más hablado en el país después del español y el náhuatl, y quizá la lengua indígena con mayor producción literaria contemporánea en México. Como parte medular del compromiso con un verdadero reconocimiento étnico, el Gran Museo del Mundo Maya de Mérida consideró vital la participación comunitaria en su creación y funcionamiento, de modo que los mayas yuca­ tecos puedan reconocerse y sentirse parte del

Las encuestas para el estudio de público se llevaron a cabo entre el 20 de agosto y el 23 de septiembre de 2011 en las ciudades de Mérida y Valladolid y en la zona arqueoló­gica de Chichen Itzá, en espacios concurridos por los potenciales públicos del museo y por los diversos sectores sociodemográficos peninsulares. Hubo cinco tipos de entrevistados: tres identificados por su residencia y lengua (hispanohablantes, mayahablantes del estado y turistas, sin importar su lengua) y dos por edad: menores de 24 años y mayores de 25. Uno de los resultados más destacables de esta consulta es que los saberes, intereses y opiniones sobre la cultura maya se generan en su mayoría visitando sitios arqueológicos, no museos, y mediante la televisión, viajes por la ruta maya, la escuela, los folletos turísticos y los periódicos; en el caso de los mayahablantes, la información transmitida en el

mismo, para lo cual se trabajó con artesanos de distintas comunidades en la elaboración de texti­ les, dibujos­y pinturas, entre otros objetos que el visitante puede apreciar en sus salas. El enfoque histórico consiste en ofrecer una panorámica amplia, interconectada y dinámica de la cultura maya yucateca. Más que una su­ cesión de hechos o de datos, se busca ofrecer una narrativa que rompa con la historia lineal y ponga el énfasis en los grandes procesos que marcaron cambios y continuidades, propician­ do así —mediante la razón y la emoción— la comprensión de las dinámicas históricas y de los “porqués”.

seno familiar juega un papel importante, lo que ubica al museo en un lugar secundario. En síntesis, la expectativa de los entrevistados es que el Museo favorezca su aprendizaje en torno a la cultura maya; que no sólo resguarde un conjunto de objetos, sino que ofrezca explicaciones, servicios y actividades. Los entrevistados mayas evidencian menor relación con las nuevas tecnologías, por lo que el Museo buscará involucrarlos en nuevos espacios de interacción.

Por razones de espacio, de colecciones y del lugar en que está asentado, la cobertura regional del El Gran Museo del Mundo Maya de Mérida busca destacar por igual los elementos comunes y las particularidades culturales y natu­ rales del Mayab, expresadas en la diversidad de los actuales estados de Campeche, Quintana Roo y Yucatán, frutos de una misma matriz cultural, pero poseedores de una identidad propia. Idioma, organización sociopolítica, vínculo con el terri­ torio y cosmovisión, son los cuatro criterios que definen y diferencian a la región maya yucateca de los restantes treinta grupos lingüísticos de la gran familia maya.

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Que el museo tome mucho de nuestra vida, nuestro pensamiento, nuestra comida, todo lo que fue necesario para (…) nuestros antepasados y que deberíamos retomar. Car, noviembre de 2011. Ent. 3

El Museo apuesta por una educación interactiva en la que las piezas exhibidas exhibidas contribuyan a crear sensaciones, emociones y pensamientos; y ya que una de sus principales­ metas es despertar genuino interés por el co­ nocimiento, recurre a múltiples estrategias de comunicación para facilitar el entendimiento y la apreciación de las obras exhibidas, por lo que se dispone de cédulas informativas, áreas interacti­ vas y espacios de experimentación cuyos recursos tecnológicos permiten acceder a diversos niveles de profundidad en la información, a voluntad del espectador. Otra aliada pedagógica del GMMMM es la educación sensorial; para ello cuenta con salas de inmersión de carácter cognitivo que transmiten conocimientos y generan experiencias que favo­ recen un eficaz entendimiento de ciertos aspectos de la cultura maya. Por otra parte, el diseño emotivo privile­ gia la experiencia memorable para que ésta sea

Arriba: Alzado arquitectónico del acceso de la Sala de Inmersión Cosmovisión maya. Apariencia de la sala Mayas ancestrales, y al fondo, la recreación del Sak Xok Nah o Casa Blanca de la Lectura de Ek Balam, al interior del cual se encuentra la Sala de Inmersión donde se proyecta el audiovisual sobre la configuración del universo maya.

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Alzado arquitectónico y apariencia final de la recreación de la fachada de la Iglesia de Uayma, donde se talló sobre piedras de antiguos edificios mayas el águila bicéfala que representaba la autoridad real española.

significativa y satisfactoria en los planos afectivo, estético, ético y cognitivo; por ello, en algunos casos se recrean los contextos originales de las piezas, generando una atmósfera que les de­ vuelve la dignidad con que eran vistas por sus espectadores-originales, iniciativa particularmen­ te acertada. Cabe añadir que la disposición de piezas y cédulas consideró prioritariamente las estaturas promedio de los públicos mayas, antes que las de hispano y angloparlantes. Así, y sin menoscabo de su seriedad acadé­ mica, el discurso del GMMMM apela a despertar recuerdos, evocaciones y reflexiones, y a dialogar con el público mediante el lenguaje visual, auditi­ vo y escrito. El corolario de los anteriores puntos son las redes de comunicación del GMMMM, cuya vanguardista política en la materia apuesta firmemente por las nuevas tecnologías de infor­ mación y comunicación.

El recorrido La visita, materialización del guión museológico, se estructura a través de una nave rectangular de 1 600 m2, subdividida por los museógrafos en grandes módulos con salidas laterales que conec­ tan las salas con pasillos periféricos que invitan­ al descanso, ingeniosa solución que genera espacios diversos y permite introducir distintos lenguajes y formatos de presentación. Un ejemplo de la estrategia de comunicación directa del GMMMM con sus diversos públicos es el acogedor vestíbulo del museo, con su video introductorio, su cartelera, su reloj maya digital y su libro electrónico de visitas o kiosco interactivo, pantalla táctil donde los usuarios pueden com­ partir comentarios sobre su experiencia. Con este espacio virtual se busca despertar el interés por visitar el museo. A partir del vestíbulo, el recorrido se estruc­ tura de la siguiente manera: Cuatro grandes salas de exhibición: la prime­ ra, etnográfica, está destinada a El Mayab, natu-

Las cédulas del museo están disponibles en formato impreso y acústico en idioma maya, y únicamente impresos en español e inglés.

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raleza y cultura y a los Mayas de hoy; la segunda, histórica, a los Mayas de ayer, y la tercera, ar­ queológica, a los Mayas ancestrales, con especial énfasis en temas como sociedad, cosmovisión, arte y ciencia. Además, hay cuatro salas de inmer­ sión: Cosmovisión y mitos de creación, Sociedad e individuo, Simbolismo en la arquitectura, y La cultura maya, señora del tiempo, que comple­ mentan los contenidos de las salas de exhibición y ofrecen espacios escenográficos, lenguajes visuales, proyecciones multimedia envolventes y reproducciones, para profundizar la experiencia museística y la vivencia individual del museo. El recorrido inicia en la sala El Mayab, naturaleza y cultura, que brinda un panorama de los treinta grupos lingüísticos mayas y explica mediante cuatro marcadores —territorio, idioma, organización y cosmovisión— el espacio que comprende el Mayab, museográficamente apoya­ da por un video introductorio y por una maqueta

orográfica del área, para mostrar su diversidad natural y cultural. Inmediatamente se entra en materia abordando los ciclos de la tierra y la vida de los Mayas de hoy, las principales actividades económicas regionales, el patrón de asenta­ miento e indicadores como educación, salud y enfermedad, así como expresiones culturales, tradición y vida cotidiana de los mayas actuales. Se analizan también sus problemáticas y retos presentes, así como las creativas estrategias con que algunas comunidades los enfrentan. Enrique­ cen la exhibición un herbario maya, un semillero y rodillos con fotografías familiares de diversas épocas. Algo perceptible de inmediato al penetrar en las salas es que, dado el caluroso clima de Méri­ da, y como una muestra de respeto hacia el pú­ blico, además de la indispensable climatización, en el diseño del museo se emplearon tonos fríos que generan una agradable sensación de frescura,

Que esta lengua, este pensamiento, llegue a todos en esta tierra del Mayab.

Car, noviembre de 2011. Ent. 3

calma y luminosidad, lo que aunado a una paleta de colores propia de los textiles mayas, deter­ minó la gama cromática de acabados y muros y la se­lección del mobiliario, al que se incorporan materiales regionales como la piedra caliza que enmarca vitrinas y fachadas, o los pisos de mosai­ co de pasta, característicos de Mérida y Campe­ che, combinados armónicamente con modernos y durables materiales como el acero inoxidable, el aluminio, el cristal blanco, la conchuela y el acaba­ do burdo hachado de las vitrinas empotradas o en nicho, todas enmarcadas en el exterior con luz fría y en el interior con una envolvente y cálida. Otro guiño hacia los visitantes, muy útil para ubicarlos durante la visita, son los elementos gráficos cuyos colores indican los temas de cada sala: azul maya para El Mayab, naturaleza y cultura; morado para Mayas de hoy, rojo para Mayas de ayer y verde para Mayas ancestrales. Los mati­ ces se utilizan en las secciones de transición y en recursos interactivos, mientras que los cedularios subtemáticos y muros muestran una gama de grises con detalles en color indicativo. Luego de adentrarnos en la contempora­ neidad maya, en la sala Mayas de ayer, que ejemplifica a partir del territorio procesos de largo aliento ocurridos desde la Colonia hasta la formación del Estado mexicano, nos sumergimos en su historia. El innovador recorrido del museo invierte la tradicional explicación cronológica del pasado al presente, y comienza exponiendo las características de la cultura maya viva para luego profundizar en la historia.

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Izquierda: Vista del subtema Idioma, que aborda las raíces de los idiomas mayas y su desarrollo, contrastados con la historia de las lenguas indoeuropeas, de las que se derivan el español y el inglés.

Derecha: Ambientación museográfica inspirada en la Hacienda Yaxcopoil que divide los espacios destinados a Los mayas y el mayab: diversidad e identidades colectivas, y Mayas de hoy: ciclos de la tierra y la vida.

Tres son los grandes temas aquí: el Territorio dominado, que expone cómo la conquista de la península yucateca fue una empresa ardua y prolongada por la férrea resistencia maya ante los españoles, y cómo la paulatina colonización se consumó debido a la superioridad del armamento hispano, los conflictos entre linajes mayas y la drástica caída de la población. También ofrece testimonios sobre la conquista espiritual de los mayas y la fidelidad de estos hacia su visión del mundo, fundada en una concepción cíclica del tiempo y un estrecho vínculo con la natu­ raleza, los cuales persisten hoy mezclados con nuevas concepciones religiosas. Territorio expoliado, que muestra cómo, para controlar a los indígenas, las autoridades virrei­nales los concentraron en pueblos donde implantaron las llamadas “repúblicas de indios”, obligándolos a entregar su trabajo y mercancías a cambio de terrenos de cultivo, agua y un solar donde construir sus casas. También ilustra la pesada carga del tributo, de las contribuciones al sostenimiento de la Iglesia y del Juzgado de Indios y de las aportaciones a las cajas comuni­ tarias para los mayas, así como el “reparto” de pueblos enteros a los conquistadores mediante la encomienda. Finalmente, Territorio rebelde aborda cómo los abusos perpetrados contra los indígenas durante el virreinato hicieron que, sólo en 1654,

Imagen de San Sebastián flanqueado por columnas; abajo, en el foso, recreación de los entierros de la Parroquia de la Concepción, en Campeche.

Interior de la Sala de Inmersión I, que explica la cosmovisión maya prehispánica mediante novedosas proyecciones audiovisuales.

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Si llegas a un lugar y te hablan en español cuanto tú sólo hablas maya, no te sientes bien. Diferente sería si hablas maya y te hablan en maya, pues te hacen sentir como en tu casa. Ent. 5, noviembre de 2011.

treinta mil mayas se refugiaran en La Montaña, vasta región al suroriente de la Península, y que entre los siglos xvi y xviii hubiera catorce rebelio­ nes, algunas fraguadas entre varios pueblos ma­ yas unidos para borrar toda huella de la presencia española, como la encabezada por Jacinto Canek en 1761. También se expone cómo en 1847, en reacción a las desigualdades sociales, estalló la Guerra de Castas, que enfrentó a toda la sociedad peninsular, y cómo los rebeldes cruzo’ob estuvie­ ron cerca de alcanzar la victoria. Territorio rebelde es casi una sala de inmer­ sión con vitrinas de iluminación especial y audio para enfatizar la gran carga emotiva de los Libros del Chilam Balam; aquí se muestran réplicas de los chilames de Tizimín, Chumayel, Ixil, Tusik, Tekax, Chan Cah, y de los Cantares de Dzitbalché; un estandarte del Cristo Negro de San Román, un arcón, dos réplicas de mapas de tierras, la maqueta de una noria, el estandarte de la Virgen de Izamal, una cruz parlante y el extraordinario busto en cera de Bernardino Cen, líder de la Guerra de Castas. Una sala intermedia nos encamina a la apasionante historia de las exploraciones arqueo­ lógicas en el área maya, y sobre todo en la región peninsular; al esquema cronológico que ha ido perfilándose a través de cien años de estudio de esta civilización; a sus sitios y hallazgos más relevantes. Ya adentrados en el mundo mágico de esta cultura, la sala Mayas ancestrales profundiza en su pasado y aborda los temas articuladores de la colección arqueológica; además se explica el concepto del tiempo, tanto cíclico como lineal, así como los asombrosos sistemas calendáricos que crearon. A continuación nos encaminamos a la sala Vida y sustento, que explora las relaciones entre

Recreación de un altar para la celebración del Hanal Pixan o comida de las ánimas.

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Vagones en los que se transportaba el henequén, sala Mayas de ayer: el territorio expoliado.

Abajo: Audiovisual “Territorio rebelde”, proyectado dentro de la réplica de la portada de la Casa Real de Maní, en la sala Mayas de ayer.

Todo lo que sé sobre los mayas lo sé de mi papá y mamá, pero también es necesario verlo, leerlo por mí mismo. Por eso me gusta la

los mayas y otras culturas americanas, elementos de su formación económica, política y social; su jerárquica estructura, linajes y cortes, sus mi­graciones y guerras y sus modalidades de tri­ butación, comercio e intercambio. Podemos entrar a la Sala de Inmersión II Sociedad e individuo, donde se profundiza en la estratificación social, la sofisticada especialización y división del trabajo y las modalidades de decoración y deformación intencional del cuerpo humano propias de los mayas. El espacio destinado a los Mensajes velados despliega los apasionantes temas del lenguaje y el sistema maya de escritura, su estructura lingüística, los registros escritos que se han conservado y la historia de su des­ ciframiento durante más de un siglo gracias a tenaces mujeres y hombres que han dedicado su vida a tal empeño. Justamente en las espléndidas salas de inmersión podemos admirar las réplicas de la fachada teratomorfa de la subestructura de la acrópolis de Ek Balam; de la fachada con hermo­ sas pinturas murales y jeroglíficos de la Estruc­ tura I del Grupo Chiik Nahb de Calakmul, y de la fachada con mascarones de la Estructura A1 de Kohunlich. Para recurrir al uso de réplicas, el Gran Museo del Mundo Maya de Mérida estableció tres criterios esenciales: el apego a la verdad, lo que implica dejar claro cuándo la pieza exhibida es una réplica; que la réplica represente aspectos inaccesibles o inapreciables para el público en el inmueble original, y que permita mostrar el aspec­ to primigenio de los edificios.

idea de un museo. Ent. 22

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LOS AUDIOVISUALES El Gran Museo del Mundo Maya de Mérida ofrece a sus visitantes once espléndidos audiovisuales de gran calidad técnica y poética narrativa para ahondar en varios temas; siete de ellos son los más destacables. El audiovisual El Mayab, naturaleza y cul­ tura, busca dar voz a la treintena de pueblos mayas que hoy habitan desde la mitad oriental de Chiapas y Tabasco hasta la actual frontera entre Guatemala, El Salvador y Honduras, pero particularmente al pueblo maya yucateco, habitante del ancestral Mayab —hoy asentado en el territorio conformado por los estados de Campeche, Yucatán, Quintana Roo y la frontera de Belice— y al que está dedicado el GMMMM. La sala Mayas de ayer cuenta con un video introductorio, cuyo fondo musical es la emblemática melodía Caminante del Mayab, el cual ilustra las distintas guerras de conquista que ha enfrentado el pueblo maya; al final de dicha sala es posible apreciar otro video, titulado Propiedad de la Tierra, que da cuenta de los procesos históricos y económicos referidos al agro yucateco. Territorio rebelde aborda el espíritu indómito de los mayas, expresado a través de textos como los del Chilam Balam, pero también mediante una tenaz resistencia armada al dominio español y su organización en torno a caudillos como Jacinto Canek, Bernardino Cen, María Uicab, y a símbolos como la Cruz Parlante, origen de los cruzo’ob y núcleo de la Guerra de Castas, cuya influencia persiste hasta nuestros días. El audiovisual Cosmovisión detalla el extraordinario mundo espiritual de los mayas a través de su concepción originaria del universo y de la vida humana, para lo cual se sirve de la lectura de fragmentos del Chilam Balam y de un contrapunto entre dos voces narrativas,

Escenas del audiovisual Sociedad e individuo, de la Sala de Inmersión II, cuya fachada recrea los jeroglíficos y bellas pinturas murales de la Estructura I del Grupo Chiik Nahb de Calakmul, Campeche.

Escenas del audiovisual Cosmovisión, de la Sala de Inmersión I.

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una femenina y otra masculina, como símbolos de las dos fuerzas que juntas a veces, en otras ocasiones contrapuestas, mueven el cosmos y determinan la existencia terrenal. La original estructura narrativa del audiovisual Sociedad e individuo consiste en un collage polifónico de individuos que podrían haber vivido en distintas épocas de la sociedad maya prehispánica: un joven de Xcambó, una señora de abolengo, un niño de Chichén Itzá y una señora de Mayapán, quienes nos cuentan cómo eran sus existencias. Cada relato está apoyado por una voz en off que abunda sobre cada uno de esos periodos históricos, cuya suma abarcó casi quince centurias de historia maya. El de Ciencias nos adentra en el fascinante mundo de los conocimientos mayas, como su saber matemático, astronómico y arquitectónico, entramado basado en las matemáticas y que incluía a la ingeniería, la geometría, la medicina, la astronomía y su avanzado sistema de escritura. Su dominio de estos campos se expresó magistralmente en sus magníficas urbes.

El audiovisual Simbolismo en la arquitectu­ ra nos ilustra sobre la paciente obsesión maya por escudriñar el cielo, su interpretación sobre el movimiento de los astros y cómo ese orden cósmico fue expresado a la perfección en sus ciudades, orientadas según esta cosmogonía, lo cual daba sentido a cada espacio construido en ellas. De esta manera, y mediante los componentes estéticos de cada edificio como pinturas, relieves o frisos, los gobernantes justificaban ante la población su derecho divino al poder y afianzaban su dominio terrenal. El último recurso de este corte, La cultura maya, señora del tiempo, resume la milenaria existencia de ésta, su extraordinaria vitalidad y su vibrante modernidad, que la hace ser ancestral y contemporánea al conjugar pasado y presente y enfrentar con donaire los múltiples retos que le presentan los nuevos tiempos. Escenas del audiovisual “Simbolismo en la arquitectura” en la Sala de Inmersión III, al interior de la recreación de la fachada con mascarones de la Estructura A1 de Kohunlich, Quintana Roo.

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La museografía del GMMMM también se apoya en recursos clásicos como ilustraciones, esquemas, gráficas, cronologías, fotografías, dioramas, fosos, maquetas y mapas, para ofrecer explicaciones y abordar temas complejos. Es el caso de los patronazgos peninsulares durante el virreinato, las regiones de Mesoamérica, las zonas estilísticas de la producción de cerámica o las rutas comerciales en el área maya. Adicionalmente, el GMMMM cuenta con una extraordinaria maqueta de Izamal, primera de su tipo en museos mexicanos, ubicada en un foso cubierto que permite caminar sobre ella al tiempo que muestra la superposición de la traza colonial sobre la prehispánica. En otras salas se muestran recreaciones de entierros de la Parroquia de la Concepción en Campeche y prehispá­ni­cos, la fachada de la iglesia de Uayma y un chultún. El saber y la forma es quizá una de las subsa­ las de mayor complejidad temática, pues aborda

el avanzado conocimiento científico que alcanzó esta civilización: su desarrollo astronómico, matemático y geométrico, que le permitió crear un refinado urbanismo y una arquitectura que aún hoy nos asombra, así como sus artes plásti­ cas, su omnipresente sentido artístico y habilidad artesanal y su gozo por el canto y la danza; para profundizar en estos conocimientos, la Sala de Inmersión III, Simbolismo en la arquitectura, ayuda a entender que las ciudades mayas prehis­ pánicas eran expresión de su cosmovisión y su organización social, donde la pirámide es una metáfora de la montaña sagrada y asiento del po­ der, lo mismo que el complejo lenguaje simbólico que la élite maya compartía con la población. El recorrido finaliza en la Sala de Inmersión IV, La cultura maya: señora del tiempo, corolario­ de nuestro sobrevuelo por esta espléndida civili­ zación, pues detalla la importancia que los ciclos de la vida siguen teniendo en la coti­dianidad

El Museo en las redes sociales El sitio web del museo difunde y archiva contenidos como la agenda de exposiciones temporales, conferencias y talleres programados, y pone a disposición de los usuarios los interactivos, videos y elementos multimedia utilizados en las salas. La página incluye secciones vivas constantemente actualizadas, como el blog y los enlaces a las cuentas del museo en Facebook y Twitter, por lo que se enriquece con la participación de usuarios y del Departamento de Comunicación del museo, y ofrece información multimedia complementaria en diversos idiomas y en formatos descargables.

maya, las continuidades y yuxtaposiciones entre los elementos de su pensamiento, así como los retos de los mayas del presente y su lucha por preservar su identidad en un mundo globalizado.

Interactivos Hay un total de siete recursos de este tipo ba­ sados en el uso de software especializado, con actividades específicas, para que el usuario comprenda y reafirme lúdicamente sus cono­ cimientos sobre información general (preguntas básicas), la concepción y medición del tiempo, la aritmética y la escritura maya prehispáni­ cas, los procesos de transformación del Mayab

Sala de Inmersión: Sociedad e individuo. De lado izquierdo reconstrucciones científicas hiperrealistas a partir de cráneos originales y, del lado derecho, recreación en video ficción de la vida de estos personajes.

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Izquierda: Vestíbulo

Derecha: Sala de Inmersión

(diversidad­de ecosistemas y actividades pro­ ductivas), y el idioma y la literatura maya contemporánea. Algunos interactivos constituyen espacios articuladores entre las salas principales y están provistos de dispositivos electrónicos de pantalla táctil con interactividad rápida, o bien integrados al discurso museográfico.

Los públicos y la comunicación en el Museo Los fundamentos de comunicación del Gran Museo del Mundo Maya de Mérida buscan brin­ dar a los diversos públicos una experiencia que contribuya al desarrollo del pensamiento rigu­ roso, a la resignificación de experiencias previas y al fomento de la reflexión antropológica y el disfrute estético. La experiencia es el eje medular que articula la labor educativa del Museo. El GMMMM desea propiciar la intercultu­ ralidad, sin jerarquías de valor, por lo que sus actividades alientan la construcción de relaciones lógicas, y sus materiales didácticos presentan una narrativa tendiente a la comprensión y dirigi­ da a la construcción de sentido y significado. Al definir a su público, el GMMMM consi­ deró los estudios en la materia y factores clave como la lengua materna y las características socioeconómicas, por lo que el maya yucateco, el español y el inglés son los idiomas empleados en sus materiales, servicios y actividades. Además, se distinguieron seis tipos de visitantes: escola­ res, maestros, familias, turistas nacionales y

Bordado de artesanas mayas sobre medicina tradicional y cajoneras con herbolaria.

Albarrada con interactivo sobre ecosistemas de la península.

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LOS INTERACTIVOS El recorrido del Gran Museo del Mundo Maya de Mérida cuenta con magníficos interactivos que ilustran lúdicamente temas complejos, como el de Primeras Respuestas, dedicado a resolver las interrogantes básicas que casi todos nos hacemos sobre los mayas, las cuales fueron obtenidas mediante el Estudio de Público; el de Espacios del Mayab, que ilustra para el usuario la flora, fauna y geografía características de cada región yucateca; el de Idiomas Mayas, que enseña al visitante que el aprendizaje de la lengua de esta tierra es factible como el de cualquier otro idioma, pues tiene los mismos componentes: vocabulario, pronunciación, escritura y gramática; el de Literatura Maya Contemporánea, que lleva de la mano al visitante por el mundo de las metáforas y sonidos de la poética maya de hoy a través de diversos autores. Otros interactivos son los denominados Estela maya —que informa al usuario sobre las características de su día de nacimiento y del horóscopo que éste le deparaba según esta cultura, y se la envía por correo electrónico—, Jeroglíficos Mayas y Ábaco Maya; este último nos enseña a contar con la numeración vigesimal de esta gran civilización.

Usuario frente al interactivo Ábaco Maya.

extranjeros, jóvenes y grupos específicos (per­ sonas de la tercera edad o con capacidades diferentes). La lengua maya fue la base para establecer el diseño de la caja tipográfica de los cedularios en dicho idioma y en español; para el inglés se usó una más pequeña. Hay cédulas fijas y portátiles, y los temas que abordan se diferencian mediante gamas cromáticas. Los cedularios de mano se ofrecen en formato impreso. Las cédulas impresas son flexibles e imper­ meables, lo que favorece su uso intensivo. Las electrónicas, que se presentan en tabletas (iPad) integradas a los muros, brindan narraciones visuales sobre los textiles y pinturas en torno al patrimonio inmaterial maya. El carácter cognitivo de las salas de inmersión permite a los visitantes una mejor comprensión de la información sobre ciertos aspectos de la ancestral cultura maya mediante la percepción. Por ello, y para su mayor disfrute y apreciación, se cuenta con estrategias específicas de atención para niños y adolescentes, uno de sus principales

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públicos potenciales junto con el maya, el hispa­ no y el angloparlante. El Gran Museo del Mundo Maya de Mérida busca que el visitante aprecie a la cultura maya como parte fundamental del gran legado de la humanidad, que se reconozca a sí mismo como integrante de éste y lo involucre en el apasionan­ te reto de concebir viva y actual a la cultura maya contemporánea. Aspira a que el visitante, al salir del recinto, haya descubierto una nueva perspectiva sobre los mayas; que sea capaz de articular una mirada fresca sobre esta gran cultura —al mismo tiempo antigua y contemporánea, actual y ancestral, una y múltiple—, más cercana, más estrecha y emo­ tiva, más memorable y significativa, y que esté al tanto de lo que conocemos o desconocemos sobre ella. El vasto equipo interdisciplinario participan­ te en su diseño espera haber hallado las sendas más propicias para acoger, envolver, cautivar y agradar al visitante, pues su cometido principal es constituir una fuente de aprendizaje no formal, abierta al público de todas latitudes, mexicano y extranjero, y especialmente al maya. Para lograrlo buscó armonizar ortodoxia y vanguardia, rescatando lo mejor de la gran tradición museográfica mexicana e incorporan­ do los múltiples recursos tecnológicos que la modernidad ofrece, para ser un espacio lúdico y educativo que haga más placentero el aprendizaje sobre esta fascinante cultura. Esperamos que los usuarios vean materializadas estas características en el Gran Museo del Mundo Maya de Mérida.

Se les debería dar un espacio a los niños en el museo, para que vayan a aprender, a entender qué es la lengua maya. Que tenga un espacio para que los ancianos, que tanto saben, puedan platicar y enseñar a los jóvenes cómo enhilar, urdir hamacas, tortear, hoy ya casi no se hace. Hay ancianos que saben tantas historias y cuentos que creo que sí les gustaría a los jóvenes, a mí también me gustaría ir a verlo, porque es nuestro linaje. Ent. 23

Los respaldos museográficos buscan brindar información sobre la función, contexto o importancia de ciertos objetos; en este caso muestra la posición que debió ocupar el remate arquitectónico serpentiforme, del que emerge un personaje que ornamentó la subes­ tructura de la Pirámide del Adivino, en Uxmal.

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Planta de recorrido del Gran Museo del Mundo Maya de MĂŠrida.

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El Mayab, naturaleza y cultura

Mayas ancestrales / Cosmovisi贸n

Mayas de hoy

Mayas ancestrales / Sociedad

Mayas de ayer

Mayas ancestrales / Arte y Ciencia

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SecciÓn 111

catÁlogo de obra

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C atá l o g o d e o b r a

El Mayab, naturaleza y cultura

Conjunto

Pieza

Elemento museográfico

Créditos: Jorge Luis Reyes Ramírez, Daniel Vargas, Javier Hinojosa, Thania Estrada, Minette Erdman, Fernando López, Juan Larios, Fernando Vázquez y Roberto Velasco

El territorio maya

De México a El Salvador Siglo XXI Maqueta iluminada

Serpientes emplumadas, deidades celestes

La antigua civilización maya ocupó un extenso territorio que abarcaba varias regiones geofísicas de marcados contrastes, desde planicies costeras hasta montañas altas. La distribución de sus asentamientos en ruinas y de la población que aún habla idiomas mayas ha definido un área de más de 324 000 km2 que hoy abarca el sureste de México, la totalidad de Guatemala y Belice y parte de Honduras y El Salvador. El entorno geográfico ha influido en el desarrollo cultural y el devenir histórico de sus habitantes, siendo notorio el asiento en tierras bajas lluviosas y cálidas con paisajes de selvas y sabanas que actualmente se encuentran en proceso de alteración ambiental.

Los habitantes del cosmos

Los mayas dieron siempre importancia a la naturaleza, y muchos animales y plantas fueron dignos de culto. Dividieron a los animales de acuerdo con su hábitat: aire, tierra y agua, y les otorgaron atributos de deidades y fuerzas naturales, identificando sus hábitos diurnos y nocturnos. Del reino vegetal reconocieron a la sagrada ceiba, al maíz tierno y a los árboles frutales. Los mayas antiguos dejaron testimonios de su arte en varios materiales: los perecederos, como la madera, el papel o la tela, son difíciles de encontrar.

Escultura zoomorfa Chichén Itzá, Yucatán Posclásico temprano (1000-1250 d.C.) Piedra tallada CONACULTA-INAH 113 X 69 X 52 cm (10-290690)

Estas esculturas de Chichén Itzá son una clara muestra de la importancia de la naturaleza en el pensamiento maya. Representan a un ser mítico, mitad reptil y mitad ave: Kukulcán, como se le llamaba en la península, una deidad compleja vinculada al cultivo, el sol, la lluvia y el cielo, capaz de elevarse del inframundo a los cielos conectando los tres niveles del cosmos.

La ceiba/cruz: eje cósmico maya

Cruz de Balam

Sudario

Yucatán, 2012 Autor desconocido Talla en madera con pintura acrílica Gobierno del Estado de Yucatán

Guadalupe Fuentes Collí Teabo, Yucatán, 2012 Bordado a mano en punto de cruz con hilo de lino sobre algodón Gobierno del Estado de Yucatán

Uno de los símbolos más enigmáticos usados en Yucatán se yergue en muchas iglesias y capillas, pero también a la entrada de los pueblos. Desde los primeros años de la dominación española, la devoción a la Cruz Verde intrigó a frailes y sacerdotes, quienes pensaron que había un culto antiguo a ese símbolo cristiano. Pero la interpretación es otra: entre los mayas existe una tradición ancestral donde la cruz está ligada al eje cósmico y las esquinas de la tierra sostenidas por ceibas, árboles sagrados del pensamiento maya. Hoy, la cruz es un elemento que funde dos tradiciones y que permanece indeleble en el corazón de los mayas yucatecos.

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Diccionario maya Cordemex

Diccionario maya Alfredo Barrera Vázquez (coordinador) 1980 Papel impreso Gobierno del Estado de Yucatán

Diccionario maya por Juan Pío Pérez

Este diccionario es una obra de referencia sobre el idioma maya y su equivalencia en español. Reúne las gramáticas elaboradas por los frailes franciscanos, la de Juan Pío Pérez, de la segunda mitad del siglo xix, y las obras tanto de lingüistas profesionales como de otros interesados en el tema. El proyecto fue impulsado y dirigido por el destacado mayista Alfredo Barrera Vázquez.

El maya y la multiculturalidad de México

Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos

Bronces mayas

Traducción al maya yucateco por Fidencio Briceño Chel 2010 Papel impreso Col. Fidencio Briceño Chel

Enciclopedia Yucatanense Autores varios 1977 (segunda edición) Papel impreso Gobierno del Estado de Yucatán

Una de las obra de referencia más importantes de Yucatán, la Enciclopedia Yucatanense, fue un esfuerzo iniciado entre 1944 y 1947, el cual dio como fruto ocho tomos que recogían artículos de muchos especialistas sobre temas fundamentales de la antropología, la historia y la arqueología de la región. Entre 1977 y 1981 se le añadieron cuatro tomos, con el propósito de mantener y ampliar la información.

Juan Pío Pérez et al 1866-1875 Papel impreso Gobierno del Estado de Yucatán

Juan Pío Pérez, filólogo yucateco, escribió varias obras sobre el pasado y el idioma maya. Su diccionario tiene como fuentes básicas la obra del sacerdote Pedro Beltrán y un diccionario de la lengua maya que perteneció al Pbro. José María Meneses. Pío Pérez murió casi al terminar su tarea, concluida por Herman Berendt. La impresión de la obra se inició en 1866 y concluyó en 1875.

La pausa Enrique Gottdiener (1909-86) Bronce a la cera perdida Gobierno del Estado de Yucatán

Cuatro obras de Enrique Gottdiener (1909-86), escultor profundamente identificado con el área maya, se exhiben en el GMMMM. Hombre de gran sensibilidad, trabajó en Yucatán más de 40 años y bajo la estética del movimiento nacionalista del arte creó obras que son una representación personal, a la vez que figuras emblemáticas y sensibles.

El maya yucateco es el idioma de mayor producción literaria en el país después del español. Sin embargo, tras décadas de permanencia fuera del sistema escolar, es necesario un gran esfuerzo para que cada vez más hablantes lo escriban y lean. Una de las primeras tareas se ha encaminado al reconocimiento de los derechos ciudadanos de los mayas en su propio idioma.

Un compendio regional

Diccionario de la Lengua Maya

Bronces mayas

Jéets’ méek’ (a horcajadas) Enrique Gottdiener (1909-86) Bronce a la cera perdida Gobierno del Estado de Yucatán

En 1972, el maestro Gottdiener se hizo acreedor a la Medalla Yucatán al Mérito Artístico. Él afirmó: “…trato de rescatar los valores culturales de una raza, de una etnia. De este maravilloso pueblo que es el maya. Pueblo bueno, pacífico, humano. Pueblo de artistas exquisitos y delicados.... Hay que resucitar los valores de esta raza. Con mis esculturas pretendo emocionar a la gente para que se percate del valor que encierra el respeto al hombre maya”.

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C atá l o g o d e o b r a

Bronces mayas

Maternidad Enrique Gottdiener (1909-86) Bronce a la cera perdida Gobierno del Estado de Yucatán

Mujeres en el parque

Francisco Zúñiga (1912-98) México, 1986 Serigrafía numerada Gobierno del Estado de Yucatán

Mujer sentada

Alfredo Zalce (1908-2003) México, 1945 Impresión en papel Gobierno del Estado de Yucatán

Jardín de Hecelchacán

Alfredo Zalce (1908-2003) México, 1945 Impresión en papel Gobierno del Estado de Yucatán

Hacia el final de la década de los treinta del siglo pasado, Gottdiener se instaló en Yucatán, invitado a dar clases de historia del arte y escultura. En esa época conoció a Rómulo Rozo, otro de los escultores más representativos de la región, autor del Monumento a la Patria en el Paseo de Montejo.

Bronces mayas

El pensador Enrique Gottdiener (1909-86) Bronce a la cera perdida Gobierno del Estado de Yucatán

El maestro Gottdiener inició su labor académica en Yucatán impartiendo clases en la Escuela Secundaria Federal para Hijos de Trabajadores, y durante más de treinta años fue profesor de arte escultórico en ésta y otras escuelas estatales, siendo una de las influencias más vigorosas para varias generaciones de artistas plásticos regionales.

Mayas de hoy Los momentos del día

El ritmo maya de trabajo es muy marcado. Desde temprano, la casa se llena de vida y las mujeres se preparan para procesar el maíz, alimento básico de la familia y que requiere una confección lenta. El cuidado de los niños también demanda una gran dedicación. Artistas como Francisco Zúñiga y Alfredo Zalce dan cuenta de los momentos de trabajo y reposo.

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En la hamaca

Alfredo Zalce (1908-2003) México, 1945 Impresión en papel Gobierno del Estado de Yucatán

Tejedor de sombreros de Bécal

Alfredo Zalce (1908-2003) México, 1945 Impresión en papel Gobierno del Estado de Yucatán

Henequenero

Alfredo Zalce (1908-2003) México, 1945 Impresión en papel Gobierno del Estado de Yucatán

Un mundo de trabajos

Marco Antonio Chab Yah Calkiní, Campeche, 2012 Óleo sobre tela Gobierno del Estado de Yucatán

Algunos piensan que los mayas de la península se dedican al trabajo en el campo, en el caso de los hombres, o a las labores del hogar, en el gran universo femenino. Esa es una imagen parcial e incompleta. La realidad es otra: actualmente más del 60% de los mayas viven en ciudades y muchos tienen su actividad principal en la maquila o en los servicios. Otros más se suman a los profesionistas y trabajadores especializados de la región, sin olvidar a los artistas e intelectuales.

Salinas de Celestún

Alfredo Zalce (1908-2003) México, 1945 Impresión en papel Gobierno del Estado de Yucatán

Entender el territorio

Patrón de asentamiento Marco Antonio Chab Yah Calkiní, Campeche, 2012 Óleo sobre tela Gobierno del Estado de Yucatán

Los asentamientos humanos no son ajenos o contrapuestos a la naturaleza: ese es un conocimiento que los mayas han manejado durante siglos. Los recursos naturales fueron parte fundamental de los cuidados de los pobladores de las localidades peninsulares. Ahora se vive un proceso de cambio acelerado. De ser una región con pocos habitantes urbanos hemos pasado a constituir una mayoría que se concentra en ciudades y pueblos grandes, mientras el campo es abandonado. Las iniciativas para controlar esas tendencias son urgentes.

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Hijos, padres y maestros

Lorenza A. Baas Cobá Tahmek, Yucatán, 2012 Bordado en macizo con máquina de motor sobre tela Gobierno del Estado de Yucatán

Dos tradiciones, muchas identidades

Los mayas peninsulares han prestado mucha atención a la educación informal, como la que reciben los hijos de los padres, y por la que se han preservado muchos de los antiguos saberes y conocimientos. Por el contrario, la educación formal, el sector educativo, no ha corrido con la misma suerte. A principios del siglo xx se trató de dar escuela a todos, pero con la idea de crear una identidad mexicana única se olvidaron elementos regionales como el idioma maya. Afortunadamente, ya se está trabajando en ese rescate.

El delicado equilibrio del cosmos

Medicina tradicional Candy Jiménez Maní, Yucatán, 2012 Bordado en macizo pespunteado con máquina de motor y pedal sobre tela Gobierno del Estado de Yucatán

Los ritmos cotidianos son rotos por los momentos que marcan un suceso importante para las personas, las familias o las comunidades y que son indicados por la celebración de un ritual. Para los mayas peninsulares, después de casi quinientos años de convivencia entre la antigua religión maya y el mundo cristiano, los rituales se desarrollan incorporando elementos de ambas tradiciones. Al ser manifestaciones culturales, reflejan fuertemente las identidades y son dinámicas y cambiantes.

Momentos de alegría y ceremonia

María de Jesús Canal Noh Xocen, Yucatán, 2012 Bordado en macizo con máquina de pedal sobre tela Gobierno del Estado de Yucatán

Así se señala en el Popol Vuh, uno de los antiguos libros, el origen de la humanidad. El pueblo maya de la península sigue todavía esta fórmula, y en las pequeñas comunidades ese grano es la base de la cocina. El maíz se consume diariamente de varias maneras: como pozole y atole, masa del grano de diversos tipos disuelta en agua, y sazonada de varios modos; tortillas, pasteles de masa cocidos sobre el comal, y tamales, masa con algunos condimentos cocida al vapor o en horno bajo tierra, el pib.

María de Jesús Canal Noh Xocen, Yucatán, 2012 Bordado en macizo con máquina de pedal sobre tela Gobierno del Estado de Yucatán

Tras la Conquista, con la evangelización y los cambios en las modalidades de poblamiento, las comunidades adoptaron diversas imágenes cristianas como patronos, encargados de protegerlas pero también elementos de identidad. La fiesta del patrono es celebrada cada año en las poblaciones mediante elementos tanto religiosos —procesiones, misas y rezos—; como profanos: ferias, corridas de toros o bailes y vaquerías, que tienen también un profundo simbolismo.

En la concepción maya, la salud no es sólo ausencia de enfermedades, sino también equilibrio con la naturaleza y las fuerzas sobrenaturales. Por ello los sacerdotes que guardan los antiguos conocimientos mayas, los jmeno’ob, trabajan de forma integral. Lo mismo se atiende una mordedura de serpiente que los efectos de los malos vientos o el mal de ojo. Aliviarse, dar a luz, también es un estado alterado del ser en el que ayudan jmeno’ob y parteras.

“de maíz se hizo su carne…”

Anacleta Canal Noh Xocen, Yucatán, 2012 Bordado en macizo con máquina de pedal sobre tela Gobierno del Estado de Yucatán

Los ritmos cotidianos

El tiempo libre Martina Bacab Maní, Yucatán, 2012 Bordado en macizo y falso renacimiento con máquina de pedal sobre tela Gobierno del Estado de Yucatán

Los tiempos de trabajo y estudio son seguidos por los momentos de descanso. En las pequeñas comunidades y en algunas ciudades, plaza o la calle es todavía el lugar de encuentro y convivencia. Las tardes se aprovechan para el juego, el descanso, las visitas entre familias o el paseo. Por la noche, la televisión ha cambiado muchas formas de entretenimiento. Los fines de semana son para eventuales fiestas, bailes, reuniones o juegos como el beisbol dominguero, una tradición vigente en muchos pueblos.

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¿Un traje peninsular?

Con un tronco común, las identidades de los estados peninsulares se plasman en sus atuendos. Así vemos el vestido multicolor con decoraciones vegetales de Yucatán; el de Campeche en blanco y negro, y el de Quintana Roo, que incorpora fauna estilizada. El bordado en punto de cruz o xokbi chuy es la forma más conocida (traje de luto), pero también sobreviven técnicas antiguas, como el ixmanikté, y desde fines del siglo xix se incorporó la máquina de coser a pedal (vestido de boda). Los dechados, o muestrarios, dan cuenta de la riqueza de diseños del punto de cruz o de las técnicas que se pueden lograr con la máquina de coser.

Gobernadora mestiza

Las identidades regionales son tan importantes que la primera gobernadora electa en el Estado de Yucatán optó por usar la indumentaria mestiza en su toma de posesión, en agosto del 2007. El terno exhibido consta de tres piezas: jubón, hipil y fustán, complementado por varios elementos como la joyería, compuesta por aretes; el semanario y pulsera de media caña en las muñecas, y sobre el pecho, la cadena de doble vuelta con medalla y rosarios de filigrana y coral. La posición del moño en la cabeza de la mujer indica si es casada.

Bata campechana

Mirna Chan Zapata Iturbide, Campeche, 2012 Bordado en punto de cruz con hilaza de algodón sobre algodón Gobierno del Estado de Yucatán

Hipil y fustán quintanarroense

Hipil de luto

Hipil

María Concepción Uc X-Pichil, Quintana Roo, 2012 Bordado en punto de cruz con hilo de estambre sobre algodón Gobierno del Estado de Yucatán

Felipa Neri Cab Cumí Dzidzilché, Yucatán, 2012 Bordado en punto de cruz con hilo de lino sobre lino Gobierno del Estado de Yucatán

Malena Cocom, Jeimy Euán, Verónica Cocom Abalá, Yucatán, 2012 Bordado en ixmanikté, a mano sobre deshilado con hilo de lino sobre lino Gobierno del Estado de Yucatán

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Hipil de boda

Lorena Zapata Gómez Maní, Yucatán, 2012 Bordado en renacimiento y rejilla a máquina de pedal con hilo de seda sobre algodón Gobierno del Estado de Yucatán

Dechado con técnicas de máquina

Servilleta

Autor desconocido Campamento Hidalgo, Chemax, Yuc., 2012 Bordado en chuuykab, con hilo de estambre sobre manta de algodón Gobierno del Estado de Yucatán

Primicias a la virgen, agradecimientos a la tierra

Lorena Zapata Gómez Maní, Yucatán, 2012 Bordado en diversas técnicas con máquina de coser con hilo de seda sobre lino Gobierno del Estado de Yucatán

Inmaculada Concepción

Terno mestizo

Autor desconocido México, siglo xix Talla en madera encarnada Gobierno del Estado de Yucatán

María Jiménez Be Maní, Yucatán, 2012 Bordado en punto de cruz con hilo de lino sobre lino Gobierno del Estado de Yucatán

La Inmaculada Concepción es una de las devociones católicas más populares en la Península de Yucatán. Sobre la tierra, rodeada de nubes de ángeles, la virgen se apoya en la luna y su atuendo debe mostrar el resplandor solar, en este caso transformado en el terno mestizo, el traje regional de fiesta. En el pensamiento maya, la virgen nos remite a los arquetipos de deidades femeninas como Ixchel, fuerza creadora y mantenedora, la tierra misma y también deidad celeste, protectora de la vida y sanadora. En algunos lugares, los mayas aún le ofrendan las primicias, o primeras cosechas de la milpa, para agradecer la buena cosecha.

Dechado con técnicas de punto de cruz

Réplica de un original del siglo xix de Campeche Teresita Cachón Cuxim Chumayel, Yucatán, 2012 Bordado en punto de cruz con hilo de lino sobre lienzo de lino Gobierno del Estado de Yucatán

Espacios de los difuntos

En la Península se habla de difuntos y no de muertos, pues la muerte no es el fin. Estos permanecen en la memoria y en muchos espacios de la vida maya. En la iglesia (derecha), el culto a las ánimas tiene particular importancia, y los rezos para la salvación eterna de los seres queridos son constantes. En el panteón, en las comunidades como Pomuch (izquierda), se realiza la limpieza y presentación de los restos de los difuntos a los vivos. En el hogar (centro) se prepara un altar para las ceremonias del Hanal Pixan, la comida de las ánimas, que incluyen alimentos, objetos y recuerdos de los fallecidos. En esta recreación se trata de un niño.

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Ánima de sacerdote

México, siglo xix Tallas en madera policromada Gobierno del Estado de Yucatán

Mayas de ayer Testimonios de incomprensión

Desde su llegada a América, las visiones de los europeos fueron contradictorias: lo mismo de maravilla ante un mundo nuevo, que de intolerancia e incomprensión ante lo diverso. La actitud de los frailes fue, en muchos casos, de protección hacia los indios, pero de rechazo hacia sus antiguas creencias. En Yucatán, la quema de códices de Maní fue una gran pérdida para la cultura maya. Sin embargo, en un misterio aún por resolver, manos desconocidas depositaron estas láminas en ese lugar.

Ánima de obispo

México, siglo xix Tallas en madera policromada Gobierno del Estado de Yucatán

Ídolos de Campeche, Yucatán y Tabasco

B. Picard Europa, 1723 Grabado sobre papel Gobierno del Estado de Yucatán

Regalos para el futuro

Jéets’ Méek’

Los españoles destruyen a los ídolos

A. Bollet Grabado inglés del siglo xix Tinta impresa sobre papel Gobierno del Estado de Yucatán

Lorenzo Chim Muna, Yucatán, 2012 Talla en relieve, madera de caoba Gobierno del Estado de Yucatán

El Jéets’ Méek’ o hetzmek es un ritual tradicional maya en el cual el padrino del pequeño que acaba de cumplir cuatro meses (como cuatro esquinas tiene la milpa), o la madrina de la niña que alcanza los tres (como tres piedras tiene el fogón), entregan a sus ahijados las herramientas o los utensilios que los prepararán para el futuro.

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Imitación de códice

Autor desconocido Primera mitad del siglo xx Pinturas sobre piel de venado Gobierno del Estado de Yucatán

Grabados del libro América

Theodorus de Bry Frankfurt, Alemania, siglos xvi-xvii Grabado a tinta sobre papel Gobierno del Estado de Yucatán

Una tierra imaginada

Libros como los de Teodorus de Bry marcaron la visión europea de América. Basado en testimonios directos de exploradores, el artista y editor de Flandes plasmó gráficamente descripciones y crónicas orales y escritas. En algunos grabados muestra la supuesta “superioridad” de los conquistadores representando a los indígenas desnudos, primitivos y muchas veces prisioneros.

Santiago Matamoros y Mataindios

Santiago Matamoros

Santiago Mataindios

Autor desconocido México, siglo xviii Talla en madera policromada Gobierno del Estado de Yucatán

Autor desconocido México, siglo xx Talla en madera policromada Gobierno del Estado de Yucatán

Tras la Reconquista del territorio español, la Conquista americana fue tomada como una empresa militar con fuertes cargas ideológicas y sobre todo religiosas. La figura del apóstol Santiago fue un emblema, y en supuestas apariciones milagrosas ayudó a combatir a los moros. En América, el Matamoros se convirtió en Mataindios, como vemos en esta talla en madera del pasado siglo xx.

Portada del libro América

Theodorus de Bry Frankfurt, Alemania, 1596 Grabado a tinta y acuarela a mano sobre papel Gobierno del Estado de Yucatán

Una india rebelde, símbolo nacional

India mosquito (Réplica) México, 2012 Fibra de vidrio policromado Gobierno del Estado de Yucatán

Tras la Independencia de México, en varias ciudades del país se levantaron monumentos de mujeres indígenas personificando al continente americano. El original de esta pieza, conservado en Campeche, muestra la única representación en madera preservada en el país. Su nombre alude a los misquitos, una etnia de Nicaragua, la antigua Mosquitia, tomados como símbolo de autonomía frente a España.

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Continentes humanizados

Alegorías de los cuatro continentes Autor desconocido Italia, siglo xix Impresión y acuarela sobre papel Gobierno del Estado de Yucatán

San Miguel Arcángel y la Virgen del Carmen

México, siglo xvii Óleo sobre tabla Gobierno del Estado de Yucatán

Hasta el siglo xv, la representación del mundo se limitaba a tres continentes colindantes: África, Asia y Europa. Luego de la inclusión de América en los mapas, todos aparecerían como figuras masculinas o femeninas, cada una con sus elementos “característicos”. América fue vista como un indígena, casi siempre mujer, con penacho de plumas y arco.

Jerarquías celestes, poderes terrestres

Si bien la evangelización fue iniciada por el clero regular devoto de San Francisco de Asís, la consolidación del clero secular difundió el culto a San Pedro y San Pablo. Otros santos venerados en Yucatán eran los aguerridos San Miguel Arcángel, Santiago y San Bernabé; San José, esposo de la Virgen y defensor ante las afrentas de Canek, y la Virgen del Carmen, abogada contra los piratas en la Laguna de Términos. Las danzas fueron usadas para la evangelización, como en Dzitnup. Las máscaras de madera son de Abraham e Isaac, quienes protegían al Niño Dios del diablo o del mal.

San José

Yucatán, siglos xix-xx Madera tallada y pintada Gobierno del Estado de Yucatán

Santiago Matamoros

M. Lit. Montaurius Suc. Yucatán, siglo xix Litografía sobre papel Gobierno del Estado de Yucatán

San Pedro

Yucatán, siglos xix-xx Madera tallada y pintada Gobierno del Estado de Yucatán

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Niño Dios

Yucatán, siglos xix-xx Madera tallada y pintada Gobierno del Estado de Yucatán

Pila bautismal

Autor desconocido Réplica del siglo xx de un original de los siglos xvi al xviii Talla en piedra caliza Gobierno del Estado de Yucatán

Luego de su conversión forzosa al catolicismo, muchos mayas supieron mantener su compleja cosmovisión tras los símbolos cristianos. Esta instalación muestra una réplica de una pila de agua bendita de Mérida y en el techo un dibujo del Chilam Balam de Ixil, ejemplo de la pervivencia y fuerza de la memoria maya.

Abraham e Isaac

Réplicas de máscaras usadas en una danza el 6 de enero Dzitnup, Yucatán, 2012 Madera tallada Gobierno del Estado de Yucatán

Imágenes sagradas de la tradición católica

Virgen de la Soledad Autor desconocido México, siglo xviii Pintura al óleo sobre tela Gobierno del Estado de Yucatán

En esta peculiar representación vemos a la Virgen de la Soledad acompañada por las Santas Mujeres, María Magdalena y once apóstoles. En el plano superior, al centro, puede verse la Santísima Trinidad; a la izquierda, a San Luis Rey y San José, y a la derecha a San Joaquín y a Santa Ana. A los lados del madero horizontal de la cruz se encuentran San Miguel y otro arcángel.

Una evangelización austera

San Francisco de Asís Autor desconocido México, siglo xviii Talla en madera policromada y estofada Gobierno del Estado de Yucatán

En Yucatán, la conquista espiritual o evangelización fue encabezada por los franciscanos, orden que se caracteriza por su austeridad, la cual se plasmó en una arquitectura de gran sobriedad. Con el tiempo, el clero secular fue tomando posiciones, sobre todo en las poblaciones mayores, y en menor medida se sumaron jesuitas y juaninos, entre otros.

Guerras internas entre los mayas

La familia Xiú cercenada Lorenzo Chim Muna, Yucatán, 2012, tomado de un grabado del siglo xvii Relieve en madera Gobierno del Estado de Yucatán

Los conflictos entre los centros administrativos mayas y las familias en el poder facilitaron la Conquista. En este caso, según algunas crónicas, varios de los Xiú pidieron permiso a los Cocom para llevar tributo al cenote de Chichén Itzá, y pese a la autorización, fueron asesinados. El rencor entre esas y otras regiones fue utilizado por los europeos para imponer su control.

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Nobleza maya

Genealogía de la familia Xiú Lorenzo Chim Muna, Yucatán, 2012, tomado de un grabado del siglo XVII Relieve en madera Gobierno del Estado de Yucatán

¿Isla o península estratégica?

El territorio del Mayab fue considerado una isla, y pronto se le reconoció como una de las pocas penínsulas del mundo orientada al norte, desde donde logra contacto exterior a través del mar. Entre el Golfo de México y el Mar Caribe, fue paso obligado para el comercio de la Nueva España. Las armas fueron fundamentales para la defensa de los europeos contra las continuas rebeliones y ataques piratas.

A la llegada de los europeos, las principales poblaciones de la Península de Yucatán estaban comandadas por familias que habían conservado su linaje como justificación de su poder. La familia Xiú, asentada en Maní, era una de ellas. Este relieve extiende su genealogía hasta el mismísimo Adán, de cuya costilla surge el árbol de la descendencia Xiú, mientras Eva contempla la escena.

La diversidad racial maya peninsular

Los mayas peninsulares son producto de numerosas migraciones y mezclas raciales que datan de tiempos remotos, algunas de ellas registradas después del año 900 d.C., cuando mayas de las tierras bajas del sur y grupos del Altiplano mexicano se desplazaron hacia la Península de Yucatán, como los itzáes y los xiúes. A lo largo de casi tres mil años de historia, los mayas peninsulares se han mezclado con otros pueblos, pero su tipo físico es claramente distinguible. Los viajeros del siglo xix registraron muchas actividades realizadas por los mayas; con base en sus descripciones fueron elabo­rados los dioramas que se exhiben.

Mapa “El exacto recorrido del río Belice”

Grabado a tinta sobre papel

Las clasificaciones raciales

Durante la Colonia se creó una tipología racial basada en los rasgos físicos que exhibían los pobladores de América, midiendo sus características biológicas externas. Eran las llamadas castas, mezclas entre los grupos americanos, europeos y africanos. Por ejemplo, un mestizo era hijo de indígena y europeo; un mulato descendía de europeo y africana, y un pardo, de indígena que se unía a un negro. Esos grupos fueron representados por viajeros que recorrieron la península en los siglos xviii y xix, como las milicias de pardos y los blancos que vendían indios.

Carta Postal de la República Mexicana. Estado de Yucatán

Dirección General de Correos. Sección Transportes R. de S. N. Araluce Editor; México y Barcelona, 1904 Impreso a tintas sobre papel Gobierno del Estado de Yucatán

Gobierno del Estado de Yucatán

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C atá l o g o d e o b r a

Porción meridional del antiguo México o la Nueva España

Rigobert Bonne París, Francia, 1786 Grabado con placa de cobre sobre papel y acuarela Gobierno del Estado de Yucatán

Cultivar el suelo mirando al cielo

Para los mayas, la agricultura está sujeta a poderes celestes y terrestres. La Santa Cruz marca la llegada de las primeras lluvias, mientras que vírgenes como la Inmaculada Concepción y la de la Ascensión controlan la fertilidad de la tierra. San Antonio de Padua protegía a los animales, San Isidro regía la fuerza de las lluvias y San Juan Evangelista evitaba la aparición de plagas.

Cañón de señales

México, siglo xix Fundición de bronce y acero, madera Gobierno del Estado de Yucatán

Cruz Verde pasionaria

Yucatán, siglo xx Madera tallada y pintada Gobierno del Estado de Yucatán

Mosquetes de muralla

Europa, siglo xviii Fundición de bronce y acero, madera tallada y hueso Gobierno del Estado de Yucatán

Inmaculada Concepción

Yucatán, siglos xix-xx Madera tallada y pintada Gobierno del Estado de Yucatán

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E l G r a n M u s e o d e l M u n d o M aya d e M é r i d a

Virgen de la Asunción

Yucatán, siglos xix-xx Madera tallada y pintada Gobierno del Estado de Yucatán

San Juan Evangelista

Yucatán, siglos xix-xx Madera tallada y pintada Gobierno del Estado de Yucatán

San Antonio de Padua

Yucatán, siglos xix-xx Madera tallada y pintada Gobierno del Estado de Yucatán

Virgen de Izamal

R. Caballero Yucatán, siglo xix Litografía en papel Gobierno del Estado de Yucatán

San Isidro Labrador

Yucatán, siglos xix-xx Madera tallada y pintada Gobierno del Estado de Yucatán

Cruces rebeldes

Cruz verde pasionaria Yucatán, siglo xix Madera tallada y pintada Gobierno del Estado de Yucatán

Los mayas rebeldes se organizaron en torno a santuarios en donde las cruces y las vírgenes tenían un papel aglutinador. El santuario más famoso fue el de Chan Santa Cruz, aunque hubo otros, como el de Tulum. Las cruces verdes, reminiscencia de la ceiba sagrada, estuvieron adornadas con los símbolos de la pasión de Cristo. Muchas de ellas llevan un sudario, aunque algunos testimonios del siglo xix también mencionan el uso de hipiles.

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La entrada a Chan Santa Cruz

Cañón de campaña México, siglo xix Bronce, acero y madera Gobierno del Estado de Yucatán

Comunidades organizadas

A iniciativa de los franciscanos, y para que los pueblos pudieran sostener las escuelas de doctrina, se crearon las cajas de comunidad. Casi todos los poblados contaban con una caja de madera en la cual guardaban celosamente el dinero que servía para mantener escuelas, comprar herramientas, sufragar fiestas patronales y comunales o como subsidio en casos de epidemias y hambrunas.

Durante mucho tiempo los rebeldes asentados en Chan Santa Cruz, hoy Felipe Carrillo Puerto, Quintana Roo, resistieron los ataques de los gobiernos yucateco y federal. En 1901, el presidente de México, Porfirio Díaz, mandó al general Ignacio Bravo al frente de un ejército perfectamente pertrechado con cañones para tomar la población.

Espacios de autonomía

Tres respuestas a intentos de avasallamiento sobre los mayas: Primero, La Montaña, un territorio poco habitado de la península ubicado al sur y oriente, donde eran frecuentes los encuentros e intercambios entre mayas autónomos y los que vivían en poblaciones bajo control español. Segundo: una reconstrucción científica de la apariencia de Bernardino Cen, un aguerrido líder maya de la Guerra de Castas. Tercero: una escena del santuario La Gloria, cerca de Tulum, donde una interesante mujer, María Uicab, encabezó el culto a la Santa Cruz, convirtiéndose en lideresa del movimiento rebelde, reina y sacerdotisa.

Maqueta de noria

Yucatán, siglo xx Madera tallada CONACULTA-INAH

El rostro de un rebelde

Bernardino Cen

Arcón

México, siglo xix Madera tallada, chapas y refuerzos de acero Gobierno del Estado de Yucatán

México, 2012 Resina con recubrimiento de cera y óleo Gobierno del Estado de Yucatán

Destacado general de los mayas rebeldes entre 1864 y 1875, durante la segunda etapa de la Guerra de Castas. Murió en un ataque de las tropas federales, y su cráneo fue depositado en el antiguo Museo Yucateco como trofeo de guerra. A partir de su estudio, antropólogos físicos de las universidades de Moscú y Yucatán asesoraron al artista en la reconstrucción de su rostro.

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Facsímil de planos de Kaua-Ebtún y Tontzimín

México, 2012, de originales de los siglos xviii y xix Tinta sobre papel Gobierno del Estado de Yucatán

Estandarte de la Virgen de Izamal

Teresita Cachón Cuxim Chumayel, Yucatán, 2012 Gobierno del Estado de Yucatán

Saberes atesorados

Pese a los intentos por extinguir su memoria, a partir del siglo xvi y hasta el siglo xix los mayas volvieron a escribir, usando caracteres latinos, sus saberes conservados de forma oral. Esos manuscritos, que contienen temas proféticos, medicinales y calendáricos, se conocen con el nombre genérico de Libros del Chilam Balam y reciben, además, el apelativo del pueblo en donde fueron encontrados: Chumayel, Tizimín, Maní, Chan Cah, Kaua, Tusik, Ixil, Tekax, Nah (o Teabo). También se conservaron otras formas de literatura, como los Cantares de Dzitbalché, que nos remiten a la poesía maya.

Partitura de canto gregoriano

Europa, siglos xvii-xviii Impresión sobre pergamino Gobierno del Estado de Yucatán

Cofradías y patronos

Los fondos ahorrados en las cajas de comunidad estuvieron en la mira de las autoridades civiles y religiosas. Para conservarlos se crearon las cofradías, hermandades de carácter religioso y cooperativo. El éxito de las cofradías mayas fue su incursión en actividades ganaderas, de las cuales obtuvieron recursos para mejoras públicas y fiestas en honor del santo patrono.

Izamal hacia 1648

Recreación en maqueta

i-

Izamal, Yucatán Siglo xvii

Este es el núcleo urbano de Izamal a mediados del siglo xvii, época en la que se intensificó la construcción de edificaciones coloniales y comenzó a adquirir relevancia como centro religioso. Muestra la sobreposición e interacción de los modelos occidentales y prehispánicos sobre un espacio urbano, cuando la población hispana redujo las dimensiones de la plaza principal del extenso y voluminoso asentamiento maya, y adecuó la característica traza ortogonal de las ciudades europeas al área dominada por los antiguos basamentos piramidales de arquitectura “megalítica”, cuyas piedras labradas fueron utilizadas para construir la villa colonial.

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C atá l o g o d e o b r a

Un férreo control

La Provincia de Yucatán estuvo sujeta a la Audiencia de México, pero la Corona española nombraba al gobernador, quien designaba a los funcionarios del Tribunal de Indios, independiente de México, y también a los capitanes con poderes para ejercer tareas civiles, judiciales y militares en los pueblos. En la práctica, haciendo uso de su cargo, estos ejecutaban el repartimiento, un sistema por el cual obtenían mantas y cera baratas, saqueaban las cajas de la comunidad o exigían dinero a cambio de licencias. En la iglesia de Uayma, el águila bicéfala, que representaba la autoridad real, aún se posa sobre piedras mayas.

Butaque

Península de Yucatán, siglo xix Madera tallada y torneada Gobierno del Estado de Yucatán

Porta ciriales en forma de quimera

Asia, siglos xvii-xviii Madera tallada y dorada Gobierno del Estado de Yucatán

Las repúblicas de indios, una forma exitosa de gobierno

Los cabildos indígenas fueron una estrategia de organización funcional. Los cargos eran ocupados por la élite maya; los antiguos caciques fueron reconocidos como gobernadores y otros de sus integrantes como alguaciles, escribanos, mayordomos y hasta alcaldes. Las casas reales servían al cabildo como centro administrativo y de organización comunitaria, lugar de registro, depósito de granos, cárcel y hostal para viajeros. A mediados del siglo xviii, las familias mayas fueron desplazadas por macehuales leales a los colonizadores.

Portapendones en forma de pajes

México, siglo xviii Madera tallada y estofada Gobierno del Estado de Yucatán

Los cabildos mestizos y la crisis de los pueblos

Tras la independencia de México, las repúblicas de indios comenzaron a ser afectadas y los cargos públicos recayeron cada vez más en los mestizos. Muchos asentamientos mayas sufrieron los embates de la Guerra de Castas y con el reforzamiento de las políticas liberales sus ejidos y tierras comunales pasaron a manos de propietarios privados. La crisis de los pueblos se manifestó en las casas reales, que muchos viajeros describieron en estado ruinoso, al igual que la economía de buena parte de la población.

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La conquista de las enfermedades

San Sebastián Autor desconocido México, siglos xvii-xviii Talla en madera policromada Gobierno del Estado de Yucatán

Acción para invertir en la Compañía Colonizadora de la Costa Oriental de Yucatán

México, 1896 Impresión sobre papel Gobierno del Estado de Yucatán

Debido al aislamiento del continente americano, sus pobladores no crearon anticuerpos para enfermedades ya conocidas y superadas en Europa, Asia y África. La llegada de los europeos no sólo significó sujeción, sino una gran crisis sanitaria que derivó en la muerte de cientos de miles de mayas. Desde la antigüedad, la protección del flechado San Sebastián o del llagado San Roque fue invocada para evitar la propagación de padecimientos como la viruela, la varicela o la fiebre amarilla.

La muerte iguala a todos (o casi)

Se trata de una réplica parcial del cementerio situado cerca de la vieja parroquia de Campeche, un edificio de 1540 que delimitaba un costado de la plaza principal. Allí fueron depositados al menos 180 individuos que evidencian la diversidad étnica peninsular a consecuencia de la Conquista. La coexistencia en el mismo espacio de mayas, blancos, negros e individuos de rasgos mezclados sugiere una interacción racial y muestra cómo, al final, la muerte igualaba a todos, pues yacían juntos.

Exportaciones y aportaciones

Con la producción ganadera comenzó el negocio de exportación de pieles de bovino y otras como la del venado. Pronto se difundió una silla tradicional que llegó al Golfo de México y al Caribe: el butaque. El chicle era obtenido de la resina del chicozapote y se popularizó en Estados Unidos por sus cualidades antisépticas y refrescantes a partir de la Primera Guerra Mundial, siendo un detonador económico de la región de La Montaña.

Palos y maderas

Los recursos vegetales fueron una de las primeras exportaciones peninsulares. El palo de tinte, un tipo de mangle del cual se extrae un colorante que va del negro al azul o morado, fue muy disputado en Europa para su uso en la industria textil. También fueron apreciadas las llamadas maderas preciosas, como el cedro y la caoba, lo cual intensificó la tala de los bosques.

Cajas de chicles “Yucatán”

Estados Unidos de América, 1ª mitad del siglo xx Impresión sobre cartón Gobierno del Estado de Yucatán

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C atá l o g o d e o b r a

Vendedor de chicle en hoja de palma

Mérida, 1946 Impresión sobre papel fotográfico Gobierno del Estado de Yucatán

El oro verde

Tapete con sitios arqueológicos Yucatán, segunda mitad del siglo xx Tejido industrial con hilo de henequén Gobierno del Estado de Yucatán

Con el desarrollo agrícola de Estados Unidos, la demanda de fibra de henequén creció notablemente, y la Península de Yucatán fue su principal proveedor. Uno de los factores que contribuyeron a su explotación fue el desarrollo de la tecnología que facilitaba el proceso de trabajo. Durante el Porfiriato la fibra se exportaba en pacas, y fue hasta el siglo xx que se desarrolló una industria de cordelería y tapetes.

Los tributos principales

Marqueta de cera Siglo xx Cera de abeja moldeada Gobierno del Estado de Yucatán

Ki, el oro verde peninsular

Entre los agaves mexicanos, el de mayor importancia en la Península de Yucatán es el henequén (Agave sisalana), llamado en maya yaaxki. Las hojas de la planta, en forma de lancetas, eran maceradas para obtener fibras que fueron aprovechadas principalmente en la producción de sogas y costales. A fines del siglo xix y durante la primera mitad del siglo xx se desarrollaron las haciendas henequeneras y las desfibradoras, produciendo pacas de fibra de henequén que eran exportadas al extranjero. La actividad henequenera dio lugar a un periodo de tal prosperidad en Yucatán que la planta llegó a ser denominada oro verde.

Tejer fortuna ajena

El algodón fue una de las grandes riquezas de Yucatán. La variedad producida localmente (G. hirsutum) tiene su origen en Mesoamérica, donde su uso como fibra textil data de hace casi tres mil años. Los varones intervenían en el cultivo de la planta y en la selección, limpieza y ulterior abatatamiento de los capullos secos para hacer que las fibras se esponjaran. Las mujeres lo hilaban, arrollando los hilos en un huso que se hacía girar sobre un malacate, disco perforado en el centro. Finalmente, tejían los hilos usando con telar de cintura.

Los principales tributos de los mayas a los españoles fueron las mantas de algodón y la cera de abejas. Las mujeres tejían colectivamente el algodón y eleboraban dos tipos de mantas: la de tributo, una tela delgada y fina, y el patí, con material tosco y de menor calidad. La cera, en cambio, era buscada y recolectada en el monte por los hombres.

La riqueza melífera de la Península de Yucatán

La apicultura era una actividad importante. En la región existían dos variedades de abejas sin aguijón: las meliponas y las trigonas, productoras de miel y cera. Los enjambres capturados en el monte se guardaban en troncos de árboles ahuecados, cerrados en los extremos con discos de barro y apilados en armazones de madera. En la mitad del tronco se hacía una pequeña perforación por donde entraban y salían las abejas. Consumada la floración de las plantas silvestres, se castraban las colmenas y se abrían para extraer su contenido, inicialmente tributado a los gobernantes mayas y luego a los españoles.

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Fichas por trabajo

Con el auge de la explotación del henequén, Yucatán se convirtió en uno de los estados más ricos del país y con banco propio. Los peones acasillados en las haciendas representaban la mayor parte de la mano de obra necesaria. El sistema obligaba al peón que tenía deudas a permanecer en la hacienda hasta cubrir el monto total; el pago que recibía era en vales o fichas, que únicamente podía gastar en la tienda de raya del hacendado.

Balanzas de tipo romano

México, siglos xix-xx Hierro forjado Gobierno del Estado de Yucatán

Fichas de diversas haciendas yucatecas

Yucatán, siglos xix-xx Cobre, bronce y latón Gobierno del Estado de Yucatán

Acciones para invertir en el Banco Peninsular Mexicano, S.A.

Mérida, 1908 Impresión sobre papel Gobierno del Estado de Yucatán

Billetes de varias denominaciones en curso

Yucatán, siglos xix-xx Impresión sobre papel Gobierno del Estado de Yucatán

El salado tributo del mar

La sal marina, producto de la evaporación del agua de mar, se concentra en las partes bajas de las costas, en donde se acumula durante el continuo movimiento de la marea alta. Los mayas crearon una tecnología para mejorar la evaporación y concentración de la sal. El control de las zonas salineras era tan importante que, según las fuentes históricas, en la época prehispánica solía ser causa de guerras entre los pueblos del interior y los de la costa. La extracción de sal también tuvo relevancia en la época colonial, y su producto formó parte del tributo que debían pagar los asentamientos costeros.

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Mayas ancestrales Un best-seller sobre los mayas

Pórticos antropomorfos

Incidents of Travel in Central America, Chiapas, and Yucatan (En busca de los mayas)

Aunque varios exploradores ya habían recorrido la Península de Yucatán en el siglo xix, John L. Stephens fue el primero en difundir una gran obra literaria acompañada por los estupendos grabados de Frederick Catherwood. Además de ser el primer best seller regional, el texto y las ilustraciones de estos viajeros constituyen una referencia obligada para los investigadores contemporáneos.

The American Egypt, a Record of Travel in Yucatan (El Egipto americano, recuerdos de un viaje a Yucatán) Arnold Channing y Frederick J. Tabor Frost Nueva York, 1909 Gobierno del Estado de Yucatán

Dsecilná, Yucatán Clásico terminal (900-1000 d.C.) Piedra tallada CONACULTA-INAH 148 x 54 cm (10-426372)

Las columnas de un solo bloque, liso o esculpido, sostuvieron varias fachadas en la región Puuc, formando pórticos iluminados. De este asentamiento, cercano a Sayil, provienen varios ejemplares antropomorfos que recrean personajes con grandes ojos globulares y cuerpos obesos cubiertos por escamas córneas similares a las de un armadillo, que sugieren un tipo de armadura.

John L. Stephens and Frederick Catherwood Nueva York, 1841 Gobierno del Estado de Yucatán

¿Un Egipto americano?

Columna

Relieve con personaje, serpientes y flores

Chichén Itzá, Yucatán Posclásico temprano (1000-1250 d.C.) Piedra tallada CONACULTA-INAH 73 x 53.5 cm (10-290456)

Al estilo Puuc

Columna

La cultura maya era un enigma para los viajeros que empe­ zaron a llegar a la Península de Yucatán en el siglo xix. F. Waldeck quiso resaltar un supuesto parecido entre las culturas egipcia y maya, insinuando que ésta descendía de una de las tribus perdidas de Israel. Décadas más tarde, A. Channing y F.J. Tabor Frost enfatizaron la falsedad de dicha aseveración en el título de su libro.

El indicador del tiempo

La cerámica es el mejor indicador del desarrollo cultural de las antiguas civilizaciones, aun cuando su fragilidad ha poblado las zonas arqueológicas de innumerables tiestos. Es clave para determinar el tiempo de ocupación, y además proporciona información sobre vida cotidiana, técnicas, modas y vínculos externos. Por asociación estratigráfica, los arqueólogos han definido secuencias locales en muchos sitios y establecido cronologías cerámicas para varias regiones mayas.

Umán, Yucatán Clásico terminal (900-1000 d.C.) Piedra tallada CONACULTA-INAH 142 x 46 cm (10-426371)

El uso de columnas de una a tres piezas en el área maya comenzó hacia el siglo viii, y es característico de la fase temprana del estilo arquitectónico Puuc, cuando la especialización del trabajo permitió dominar el corte y ajuste de la piedra local. Esta columna monolítica representa a un noble que porta un yelmo zoomorfo y sostiene un largo cetro y una sonaja.

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Altares escultóricos

Escultura antropomorfa Chichén Itzá, Yucatán Posclásico temprano (1000-1250 d.C.) Piedra tallada CONACULTA-INAH 154 x 86 x 53 cm (10-251116)

La búsqueda de la vida

Aunque existen en otras partes de Mesoamérica, las esculturas conocidas como Chac Mool (“garra roja”) se asocian con Chichén Itzá, donde recibieron ese nombre del explorador Augusto Le Plongeon. Representan individuos recostados, apoyados sobre los codos, con las piernas flexionadas y las manos sobre el abdomen, formando una superficie plana sobre la que se colocaban ofrendas.

Seres mitológicos

Plato trípode con ceiba Procedencia desconocida Clásico tardío (600-900 d.C.) Cerámica policroma CONACULTA-INAH 37.5 x 7.8 cm (10-383515)

Plato trípode con ave

Entierro en urna

Xcambó, Yucatán Clásico tardío (600-900 d.C.) Cerámica policroma CONACULTA-INAH 30.2 x 10 cm (10-596938)

Procedencia desconocida Clásico tardío (600-900 d.C.) Cerámica policroma CONACULTA-INAH 37 X 7.8 cm (10-290413)

Después de la creación de la tierra, los animales y los primigenios humanos en barro y madera, la mitología maya difunde una épica que involucra la actuación de parejas de héroes que liberan al mundo de las fuerzas oscuras y obtienen la materia para la creación final de la humanidad. Aquí, los gemelos divinos inician una lucha contra los señores del inframundo.

Procedencia desconocida Clásico tardío (600-900 d.C.) Cerámica policroma CONACULTA-INAH 36.3 x 5.5 (10-637068)

Cajete y cuenta

Figurilla antropomorfa

Procedencia desconocida Clásico tardío (600-900 d.C.) Cerámica y piedra CONACULTA-INAH (10-425901 y 10-425902)

Jaina, Campeche Clásico tardío (600-900 d.C.) Cerámica CONACULTA-INAH (10-425903)

Ciertas vasijas cerámicas fueron elaboradas con propósitos funerarios para albergar el cuerpo de un individuo difunto; una vez sellada, la urna era colocada en un espacio acondicionado, donde también se depositaban ofrendas. De acuerdo con el registro arqueológico, esta práctica fue común para el enterramiento de menores durante el periodo Clásico, pero se extendió a los adultos durante el Posclásico.

Entierro en urna Plato con personajes

Plato con personaje sentado

Procedencia desconocida Clásico tardío (600-900 d.C.) Cerámica policroma CONACULTA-INAH 32.0 x 8.4 CM (10-290414)

El patrón más común en la mitología mesoamericana es el acto de la creación del mundo y sus habitantes a partir de la oscuridad en un mar primordial, marcado por la noción de creaciones múltiples y la oposición dual entre el cielo y la tierra. Con magistral belleza, los mayas recrearon escenas épicas relacionadas con esa búsqueda vital y con el mantenimiento del orden universal.

Los ciclos de la naturaleza y los movimientos de los cuerpos celestes rigen la cosmovisión maya, e impregnan la vida y el destino de los hombres. La representación del universo distingue el arte maya de la época clásica; en su centro se levantaba un árbol sagrado y por sus tres dominios interconectados transitaban, sin límites, seres con manifestación visible y poder sobrenatural.

Héroes divinos

Plato trípode con personaje

Vasijas, ornamentos, punta de proyectil, navaja y cuenta Chichén Itzá, Yucatán Clásico tardío (600-900 d.C.) Osamenta en resina, cerámica, concha, pedernal, obsidiana y piedra verde CONACULTA-INAH (10-426025 A 31, 10-426034 a 38, MM1986-19:42 y 43)

Los enterramientos en urnas funerarias en ocasiones formaban parte de un ritual de sacrificio y ofrenda relacio­ nado con la construcción de edificios. Así, durante el proceso constructivo se acondicionaba un espacio para depositar la urna con el cuerpo del sacrificado, junto con una rica ofrenda consistente en vasijas y ornamentos.

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Entierro en cista

Vasijas y cuenta

Deidades mayas

Casi cincuenta deidades con atribuciones benéficas, antagónicas o duales, fueron veneradas por los mayas desde la época Clásica con variantes en denominación e iconografía. El comportamiento de los astros y la naturaleza estaba regido por dioses mayores, mientras que los seres vivos y las cosas por divinidades menores. Campesinos y artesanos rendían culto al sol, la lluvia, la tierra o el maíz, mientras que las élites reverenciaban a los patronos del comercio, la guerra o la escritura.

Figura del inframundo

Escultura antropomorfa

Dzibilchaltún, Yucatán Clásico tardío (600-900 d.C.) Osamenta en resina, cerámica y piedra verde CONACULTA-INAH (10-426071, 73 a 78 y MM1987-115:291)

Si bien la mayoría de los difuntos de clase baja eran inhumados sin preparación, algunos eran colocados en cistas. En su forma más simple, una serie de lajas de piedra burda rodean el espacio ocupado por el cuerpo del difunto, brindándole protección; ejemplos más elaborados consisten en cajones con tapa manufacturados con lajas de piedra bien cortadas, unidas con argamasa y recubiertas con estuco.

Ser como dios

Tapa de bóveda 15 Ek Balam, Yucatán Clásico tardío (600-900 d.C.) Piedra estucada y pintada CONACULTA-INAH 67.5 X 33.5 cm (10-597191)

El cinturón ceñido por un cráneo y el yelmo en forma de reptil revelan la asociación de este personaje con la muerte. Formó parte de algún paramento superior en la Acrópolis de Talol (Ek Balam), quizás del recinto y mausoleo de su principal gobernante, donde un ser fantástico se proyecta sobre el portal a una cueva artificial, sostenido por una banqueta con motivos del inframundo.

El uso de piedras pintadas para cerrar bóvedas de cuartos es típico de los estilos arquitectónicos Chenes y Puuc, siendo Ek Balam una excepción. Esta tapa procede del cuarto que albergó la cámara funeraria de Ukit Kan Le’k Tok’, representado aquí con la investidura del dios del maíz. El texto dice “[está en] Ho’…lnal [un lugar sobrenatural] el señor Ukit Kan Le’k Tok’, el señor”.

El dios del maíz

Incensario efigie Mayapán, Yucatán Posclásico tardío (1250-1527 d.C.) Cerámica modelada, aplicada y pigmentada CONACULTA-INAH 57.5 x 35.5 cm (10-290437)

Ek Balam, Yucatán Clásico tardío (600-900 d.C.) Piedra tallada CONACULTA-INAH (10-570017)

Deidades mesoamericanas

Ideas compartidas sobre el origen del universo y la existencia de dioses regentes son comunes en la mitología mesoamericana, parcialmente documentada para el centro de México, la región de Oaxaca y el área maya. Rasgos básicos son la visión cuatripartita en rumbos y la oposición entre cielo y tierra, a cargo de fuerzas rectoras en eterna confrontación para mantener el orden, por lo cual no sorprende apreciar similitudes simbólicas e iconográficas entre deidades de diferentes culturas.

El dios del maíz, patrono del día Kan, era representado joven, con una mazorca estilizada como ornamento y a veces con plumas de quetzal, adornos de jade o flores. Aunque aparece desde el periodo Clásico, no hay acuerdo sobre su denominación; por asociación mitológica se le considera prototipo temprano del padre de los héroes gemelos (Hun Hunahpú), y suele recibir distintos nombres como Uaxac Yol Kawil, Yum Kax, Bolon Mayel o Hun Nal Yeh, por el glifo “Nal” que acompaña a algunas imágenes.

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Dar para recibir

Nobles y plebeyos profesaban su devoción mediante ceremonias. La vida del pueblo transcurría entre las labores productivas y la observancia religiosa, celebrando diversas actividades para honrar a los patronos de cada oficio. Correspondía a los sacerdotes indicar el momento propicio para su realización, así como la duración de los periodos de abstinencia, y a los gobernantes presidir los rituales a deidades superiores para el mantenimiento del orden social, incluso a costa de ofrendar su propia sangre.

Aro de juego de pelota

Uxmal, Yucatán Clásico tardío/terminal (600-1000 d.C.) Piedra tallada CONACULTA-INAH 112 x 42 cm (10-426386)

La Casa Blanca de la Lectura

Esta es la portada del Sak Xok Nah de Ek Balam, el salón principal del palacio mandado a construir entre 797 y 802 d.C. por Ukit Kan Le’k Tok’ para su uso personal. La iconografía de esta fachada zoomorfa transmite un mensaje simbólico que alude a los tres niveles del universo maya, representados con motivos celestes, terrestres y acuáticos; al centro, sen­tado sobre su trono, el gobernante preside la escena rodeado de varios miembros de su corte. El recinto interior debió ser escenario de ceremonias privadas, reuniones de sabios, sesiones de escribas, y a su muerte albergó los restos mortales de su dueño, enterrado con una espléndida ofrenda de vasijas y ornamentos.

El juego de la muerte

Dibujos

Aro de juego de pelota

El Gran Juego de Pelota

Monumentos dedicatorios

Oxkintok, Yucatán Clásico tardío (600-900 d.C.) Piedra tallada CONACULTA-INAH 186 x 120 x 29 cm (10-426385)

Tanto los monumentos fijos como los objetos portátiles de uso personal fueron empleados para inmortalizar fechas y personajes. En éste se inscribió la fecha de dedicación y el nombre y título de su promotor; el texto completo dice: “En 9.12.2.?2, 8 Ik’ 13 ?...se redondeó el grabado del anillo de piedra del B’ate 1… Kalomte, en compañía de los infantes… se puso en orden…el Príncipe de la Tierra”.

Teodoro Zapata México, 1935 Papel entintado y pintado Gobierno del Estado de Yucatán 181 x 35 cm (EM050-02-12)

Seis tableros enmarcan la cancha del Gran Juego de Pelota de Chichén Itzá y muestran a dos equipos rivales protagonizando una misma escena: siete jugadores de pelota por lado desfilan hacia el centro, donde se recrea el desenlace fatal del capitán vencido, arrodillado y decapitado frente a su vencedor, quien sostiene un cuchillo y la cabeza cercenada del perdedor. Las interpretaciones conjugan historia, mitología y astronomía para exaltar proezas bélicas, o para sugerir batallas entre fuerzas oscuras y luminosas o entre grupos políticos vinculados al Sol y a Venus.

Chichén Itzá, Yucatán Posclásico temprano (1000-1250 d.C.) Maqueta ambientada

Aquí se aprecia la cancha de juego de pelota más grande de Mesoamérica, y su nivel de conservación ha permitido ampliar el conocimiento sobre las características del juego, el comportamiento de los espectadores y su significado lúdico y ritual. El gran tamaño de la cancha y la forma perpendicular de sus paredes sugieren una modalidad de juego en la que se percute el esférico con el antebrazo o un mazo, buscando hacerlo pasar por los anillos. Las escenas grabadas en los taludes de las banquetas muestran a los jugadores portando indumentaria de protección e instrumentos para golpear la pelota; allí se aprecia el desenlace fatal para el capitán del equipo derrotado.

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La promoción de rituales

Panel con inscripciones

Diseño naturalista

Motivos estilizados de estrellas, árboles, plantas, flores, caracoles cortados o escamas; bandas entrecortadas, ondulantes y entrelazadas que simulan movimiento y signos astrales y de viento pueblan la obra pictórica de los mayas y dan cuenta del vínculo ancestral con un medio ambiente rico y diverso, al cual llegaron a conocer y a reinterpretar de manera simbólica.

Escenas en palacio

Estela 3

Chichén Itzá, Yucatán Clásico terminal (900-1000 d.C.) Piedra tallada CONACULTA-INAH 177 x 84 x 37 cm (10-426369)

Ciertas ceremonias tenían tal importancia para los mayas que las registraban en monumentos, anotando la fecha y el nombre de su promotor. Este panel fue recuperado de un nicho entre las escaleras del lado oeste de El Caracol, y su texto hace referencia a un ritual celebrado en presencia de varios individuos o deidades, bajo los auspicios de un noble llamado K’ak’ u Pakal Kawiil.

Relieve con inscripciones

Procedencia desconocida Clásico tardío (600-900 d.C.) Piedra tallada CONACULTA-INAH (10-426152)

Oxkintok, Yucatán Clásico (250-1000 d.C.) Piedra tallada CONACULTA-INAH 310 x 84 x 29 cm (10-426388)

Aunque gran parte de la inscripción jeroglífica se ha perdido, la dedicación de la Estela 3 ocurrió en el año 849 d.C., al cierre de la Rueda Calendárica 5 Ahau 2 Kayab, correspondiente a 10.1.0.0.0. Quizás relate un suceso palaciego, pues uno de los personajes aparece sentado sobre un trono, identificable por el jeroglífico pop (“estera”) comúnmente asociado a los gobernantes.

Cerrando espacios

Tapa de bóveda 6 Ek Balam, Yucatán Clásico tardío (600-900 d.C.) Piedra, estuco y pigmentos CONACULTA-INAH 88 x 37 cm (10-569895)

El cierre de espacios abovedados como acto constructivo final también era motivo de celebración y registro calendárico; así lo muestra la inscripción de este elemento procedente del Cuarto 36 de la Acrópolis de Ek Balam: “[En el día] 2 Men en el octavo Chakat [2 Men 8 Sip o 9.17.12.5.15, 13 de marzo de 783 d.C.] fue cerrado el cuarto, el recinto de Ukit Kan Le’k [Tok’]”.

La fuerza del cuerpo

Torso Procedencia desconocida Clásico tardío (600-900 d.C.) Piedra, estuco y pigmentos CONACULTA-INAH (10-631699)

El tratamiento del cuerpo humano en la plástica maya denota una profunda búsqueda por captar la escala, las proporciones, el movimiento y la fuerza corporal. Este ejemplar es uno de los pocos que conservan parte de su apariencia original, y documenta la moda estilística de ornamentar con esculturas pintadas las fachadas y cresterías de los edificios, hoy lamentablemente derruidos.

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La postura de la nobleza

Escultura antropomorfa

El rey

Chichén Itzá, Yucatán Posclásico temprano (1000-1250 d.C.) Piedra tallada y estuco CONACULTA-INAH 59 x 41 cm (10-596478)

Kabah, Yucatán Posclásico tardío (1250-1527 d.C.) Piedra tallada CONACULTA-INAH 206 x 70 x 79 cm (10-569618 0/3)

Las expresiones corporales dentro de la plástica maya también contienen mensajes susceptibles de ser leídos. Tal es el caso de este personaje, sentado con las piernas entrecruzadas, ataviado con una elaborada vestimenta y con los brazos articulados en una posición altiva, lo que sugiere su alto rango en una élite de administradores con instrucción militar y con sede en Chichén Itzá.

La antesala al trono

Jamba con personaje Región Puuc, Yucatán Clásico (250-1000 d.C.) Piedra tallada CONACULTA-INAH 122 x 63 cm (10-426362)

Figura antropomorfa

Siete esculturas como ésta adornaban la fachada oriente del palacio Codz Pop, y probablemente son efigies estilizadas de nuevos gobernantes de Kabah que sostenían un mascarón de Chac sobre su cabeza para enfatizar su relación con esa deidad. Destaca el rostro de rasgos severos con una especie de bigote y la elaborada decoración facial, que ejemplifica la técnica de escarificación.

Esculturas antropomorfas

Ek Balam, Yucatán Clásico tardío (600-900 d.C.) Piedra tallada CONACULTA-INAH (10-631503 y 10-631504)

Centro y periferia

Maqueta con ampliaciones

Los antiguos mayas solían decorar los marcos y dinteles de las puertas de acceso a los edificios relevantes con escenas o personajes nobles en actitudes que sugieren la función del espacio. Las jambas esculpidas en las ciudades del Puuc muestran dignatarios sentados sobre tronos para indicar la importancia del recinto, sobre todo del lugar donde se encontraba el asiento del gobernante.

Gobernante

Relieve con personaje Región de Yaxcabá, Yucatán Clásico terminal/Posclásico temprano (900-1250 d.C.) Piedra tallada CONACULTA-INAH 31 x 99 cm (10-290446)

Los artistas mayas utilizaron la imagen de la serpiente de dos cabezas como insignia de la clase gobernante; sus miembros la exhiben en cetros y elementos ornamentales, o la vislumbran en escenas como fronda de un árbol mítico o como experiencia de visión durante algún ritual. Este relieve conmemora la asociación de un linaje gobernante con los de una época más temprana.

Edzná, Campeche Clásico tardío (600-900 d.C.)

Edzná es ejemplo de planeación urbana: se emplazó en un fértil valle rodeado de colinas y se extendió por 6 km2, logrando albergar 60 000 habitantes, quienes participaron en la construcción de un sistema hidráulico que sirvió para abastecer las unidades residenciales y drenar los terrenos de cultivo a partir de un gran canal de 12 km. El centro urbano ocupó un área mínima y sólo era visitado por los pobladores en ocasiones especiales, pues ellos vivían en la periferia dedicados a la agricultura extensiva. Esta recreación destaca dos conjuntos arqueológicos para ilustrar la configuración del asentamiento urbano y su interacción con el medio ambiente.

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Actores sociales

Una impresionante cantidad de figurillas elaboradas en la región surponiente de la Península de Yucatán fue ofrendada en la necrópolis de Jaina. Hábiles alfareros recurrieron a técnicas de modelado y moldeado para crear retratos idealizados de hombres y mujeres de diverso rango social, oficio y edad en pose estática o realizando alguna actividad cotidiana.

Comercio e intercambio

El comercio entre los mayas incluía la adquisición y el trans­ porte de materias primas y productos, así como el intercambio de bienes y servicios en mercados centralizados a partir de una red de interconexiones mediante vías fluviales y terrestres de extensión localizada y a larga distancia. Poseedores y demandantes de codiciados recursos, atesoraron cúmulos de instrumentos y objetos suntuarios.

Herramientas para el trabajo

La especialización de los oficios y las prácticas productivas requirieron de instrumentos portátiles para facilitar los procesos de trabajo. Bajo el principio de desbastar un material con otro de mayor dureza, el catálogo de instrumentos mayas va de la madera a la piedra, pasando por el hueso y la concha; fueron manufacturados con técnicas de percusión, presión, martilleo o molido, y con diseños que se tornan ergonómicos de acuerdo con su función, ya fuera talar, cortar, raspar, moler o procesar.

Efigie antropomorfa

Vaso con tapa antropomorfa

El componente principal de la agricultura maya es la milpa, un sistema integral basado en el cultivo asociado de maíz, calabaza y alguna leguminosa como el frijol, y junto a estas chile, camote, yuca, tomate o amaranto. Se practica en una parcela tomada a la selva, que es talada, limpiada y quemada en época de secas para su siembra al comienzo de las lluvias. El trabajo requiere la participación de toda la familia; toca a los hombres la preparación del terreno, la siembra y la cosecha, y a las mujeres el procesamiento de los productos. Según los mayas, los lugares agrestes tienen dueños, a los cuales se les debe mostrar respeto mediante ofrendas y ceremonias para obtener y agradecer buenas cosechas.

Relieve con personaje

Los productos de la tierra

Becán/Chicanná, Campeche Clásico tardío (600-900 d.C.) Cerámica modelada, aplicada y pigmentada CONACULTA-INAH 12.3 x 9.5 cm (10-290434 0/2)

Figuras de este tipo fueron depositadas bajo los pisos de algunas estructuras en Becán y Chicanná con fragmentos de obsidiana, jade, concha, espinas de raya, copal y hasta huesos de tecolote en su interior. Constituyen ofrendas dedicatorias llamadas caches o escondites, y se distinguen por su apariencia regordeta, por portar nariguera y adornos florales (paaktzatz) sobre su cabeza, y por contar con una perforación para humo; este ejemplar exhibe además un motivo pop (estera), considerado símbolo de autoridad.

Procedencia desconocida Posclásico temprano (1000-1250 d.C.) Piedra tallada CONACULTA-INAH 69 x 45 x 23 cm (10-425847)

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Hombre sentado

Figurilla antropomorfa Jaina, Campeche Clásico tardío (600-900 d.C.) Cerámica moldeada y pigmentada CONACULTA-INAH 15.5 x 7.5 cm (10-250989)

El ajuar funerario de Ukit Kan Le’k Tok’

Además de ser recinto de su poder, la Casa Blanca de la Lectura de Ek Balam resguardó la cámara funeraria del kalomté Ukit Kan Le’k Tok’, donde descansaron sus restos mortales hasta 1999. Allí fue inhumado su cuerpo, cubierto de cinabrio y rodeado de 21 vasijas de barro y alabastro conteniendo alimentos y bebidas, así como de sus bienes más preciados, entre los que se cuentan cuchillos y perforadores en pedernal, adornos en jade, concha, hueso y obsidiana y un pendiente de oro.

La Pirámide del Grupo Chiik Nahb

A diferencia de otros ejemplos de pintura mural en el área maya, los protagonistas de estas escenas parecen provenir de distintas clases sociales y realizar actividades cotidianas relacionadas con la preparación y consumo de alimentos o con el acarreo de mercancías, previas a una festividad en Calakmul. El trazo de las figuras y la naturalidad de los personajes representados sugieren la participación y destreza de varios artistas, quienes incorporaron bloques glíficos para designar a los actores principales: las personas del atole (aj ul) y de la sal (aj atz’aam) en los paneles inferiores, y la persona del tabaco (aj mahy) en un lienzo intermedio.

La escala humana

Rostros

La expresión corporal y el atuendo de las figurillas enterradas en Jaina sugieren el estatus social de los personajes representados. La sobria actitud de este hombre, ricamente ataviado y con un elaborado tocado, se enfatiza con la pose serena de sus brazos y evoca el alto rango que debió ocupar en algún gremio de artistas o administradores.

Mujer sentada

Figurilla antropomorfa Jaina, Campeche Clásico tardío (600-900 d.C.) Cerámica modelada y pigmentada CONACULTA-INAH 15 x 9 cm (10-631678)

El k’ub corto y el faldellín integran el atuendo tradicional de la mujer maya de élite en la época Clásica, completado con tocado, orejeras, collar y pulseras de jadeíta o concha. Figurillas como ésta, sentada de acuerdo con su género y estatus social, fueron manufacturadas en serie, pues se han identificado modelos similares en varias colecciones.

Una estela circular

Disco con espiga Chichén Itzá, Yucatán Clásico terminal (900-1000 d.C.) Piedra tallada CONACULTA-INAH 73 x 48 x 23 cm (10-290457)

Este monumento ostenta dos escenas: una conferencia de personajes de distintos pueblos o gremios, y la celebración de un ritual con quema de copal en braseros, manera en que iniciaban conversación los visitantes y mercaderes. El texto en el canto menciona a los participantes y nombra al sacerdote Bolon Kawiil como “el que cuenta algo” y reside en El Caracol.

Ek Balam, Yucatán Clásico tardío (600-900 d.C.) Piedra, estuco y pigmentos CONACULTA-INAH (10-596945 y 10-631490)

El cuerpo humano era la fuente de inspiración de los artistas mayas, quienes combinaron sus atributos con elementos naturales de otros seres vivos, diluyendo así el carácter realista de sus representaciones. En ellas, dioses, hombres, animales y plantas comparten rasgos estilizados que les permiten transitar del nivel terrenal al divino.

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El concepto de belleza

Rostros

Rostro

Mayapán, Yucatán Posclásico tardío (1250-1527 d.C.) Cerámica policroma CONACULTA-INAH (10-251129, 10-424939 y 10-596336)

Procedencia desconocida Clásico tardío (600-900 d.C.) Piedra y estuco CONACULTA-INAH (10-596938)

Niño marginado

Rostro reconstruido Chichén Itzá, Yucatán Clásico terminal (900-1000 d.C.) Cera y pigmentos Gobierno del Estado de Yucatán

Este pequeño murió en Chichén Itzá cuando se hablaba un maya yucateco con influencia de otras lenguas. Por la deformación de su cráneo, debió ser hijo de comerciantes foráneos. De complexión delgada y con la cabeza severamente aplanada, alcanzó una estatura de 110 cm y falleció antes de cumplir los 8 años, quizás ofrendado en una ceremonia a Chac en el Cenote Sagrado.

Al igual que otras culturas, los mayas concibieron una estética propia y consideraron signo de belleza la frente plana y los ojos estrábicos, por lo cual practicaban la deformación craneal y la desviación de la mirada; también recurrieron a la pintura corporal, al tatuaje y a la mutilación e incrustación dentaria con fines rituales o de identificación.

Señora de abolengo

Rostro reconstruido Surponiente de Campeche Clásico tardío (600-900 d.C.) Cera y pigmentos Gobierno del Estado de Yucatán

Mujer de campo

Esta mujer vivió en las tierras bajas del suroeste, donde se hablaba el idioma cholano. Disfrutó de una buena alimentación y de las comodidades de la corte maya. Era corpulenta, con la cabeza fuertemente aplanada y reclinada y una estatura cercana a los 155 cm; al parecer contrajo matrimonio, pero no tuvo hijos y murió prematuramente antes de los 25 años.

Rostro reconstruido Mayapán, Yucatán Posclásico (1000-1527 d.C.) Cera y pigmentos Gobierno del Estado de Yucatán

Esta mujer vivió en el norte de Yucatán cuando ya se hablaba el maya yucateco. Estuvo dedicada a las labores del hogar y al procesamiento de productos obtenidos en la milpa. Debió ser fuerte en vida; su estatura era menor a 150 cm y su cabeza estaba ligeramente aplanada; fue madre de varios hijos y murió antes de los 40 años, prematuramente envejecida y con dolencias en los huesos.

Joven salinero

Rostro reconstruido Xcambó, Yucatán Clásico temprano (250-600 d.C.) Cera y pigmentos Gobierno del Estado de Yucatán

Este adolescente vivió en un puerto norteño cuando ya se hablaba el yucatecano. Estaba dedicado a actividades relacionadas con la milpa y la producción de sal. De apariencia media, con la cabeza ligeramente aplanada y reclinada, alcanzó una estatura de 155 cm; quizás no llegó a contraer matrimonio, padeció meningitis durante su infancia y murió antes de cumplir los 20 años.

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Lucir el rostro

Rostro con tocado

Rostro

Uxmal, Yucatán Clásico tardío/terminal (600-1000 d.C.) Piedra CONACULTA-INAH (10-425130)

Ek Balam, Yucatán Clásico tardío (600-900 d.C.) Piedra y estuco CONACULTA-INAH (10-631549)

Retratos en barro

El patrón de belleza idealizado por los mayas incluyó la incorporación de complejos peinados y exquisitos ornamentos para remarcar las diferencias sociales. El registro arqueológico y las representaciones de la época clásica dan cuenta del uso, en ocasiones exagerado, de orejeras, bezotes y elaborados tocados para realzar la expresión del rostro humano.

Rostros deificados

Rostro

Cráneo

Procedencia desconocida Clásico tardío (600-900 d.C.) Piedra, estuco y pigmentos CONACULTA-INAH (10-631695)

Ek Balam, Yucatán Clásico tardío (600-900 d.C.) Piedra y estuco CONACULTA-INAH (10-570014)

Con frecuencia, el arte maya muestra al individuo con modificaciones en su aspecto natural para acercarlo al ámbito de lo sagrado, tendencia clara en la obra modelada durante el Posclásico, cuando la voluntad plástica se inclinó por las deidades y proliferó la producción de figuras e incensarios en las que es difícil distinguir entre formas mundanas y divinas.

Rostros

Rostro

Mayapán, Yucatán Posclásico tardío (1250-1527 d.C.) Cerámica policroma CONACULTA-INAH (10-251130, 10-424942 y 10-637088)

Procedencia desconocida Clásico tardío (600-900 d.C.) Piedra y estuco CONACULTA-INAH (10-596303)

Al ser humano se le representó en varias dimensiones y mediante el uso de diversos materiales, siendo el barro el de mayor plasticidad para generar el volumen y modelar la postura y expresión del cuerpo. Pese a la difícil interpretación del mensaje simbólico, estos rostros transmiten emoción, individualidad y personalidad.

Austero gobernante

Jamba con gobernante Oxkintok, Yucatán Clásico tardío (600-900 d.C.) Piedra tallada CONACULTA-INAH 82 x 30 cm (10-426198)

En diversas culturas, una corona u otros ornamentos en la cabeza suelen distinguir al soberano de los simples mortales. Entre los mayas del Clásico, el sakhu’ unal era una diadema de corteza blanca adornada al centro con un dios llamado “bufón” por su parecido con el gorro del cómico medieval, aunque aquí representa las hojas del maíz que vinculan a su portador con el mito maya de la creación.

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La división social

Figurilla antropomorfa

Figurilla antropomorfa

Mayapán, Yucatán Posclásico tardío (1250-1527 d.C.) Cerámica modelada, aplicada y pigmentada CONACULTA-INAH 13.3 x 10 cm (10-426104)

Mayapán, Yucatán Posclásico tardío (1250-1527 d.C.) Cerámica modelada, aplicada y pigmentada CONACULTA-INAH 17.5 x 10.8 cm (10-426199)

Prisioneros nobles

Uxmal, Yucatán Clásico tardío (600-900 d.C.) Piedra tallada CONACULTA-INAH 75 x 43 cm (10-426191)

El discurso belicista de los gobernantes mayas los personificaba en actitud victoriosa y también exhibía las efigies de sus prisioneros; el personaje de esta escultura aparece desnudo y atado de manos como cualquier cautivo, pero las bandas de papel en torno a sus brazos indican que se trata de un individuo de rango alto, pues sustituyen los adornos que seguramente portaba.

La sociedad maya estaba estratificada de acuerdo con factores de parentesco y estatus económico; las distinciones de linaje, riqueza y oficio determinaron un sistema jerárquico con limitada movilidad y tendencia asimétrica entre hombres, mujeres y menores. Los miembros de un linaje presidían una estructura sostenida por campesinos, artesanos no especializados y esclavos.

Tarima de cautivos

Estela (fragmento) Dzilam González, Yucatán Clásico tardío (600-900 d.C.) Piedra tallada CONACULTA-INAH 131 x 124 cm (10-426378)

Séquito de guerreros

Los gobernantes mayas asentaban su poder y legitimaban su derecho a gobernar demostrando sus habilidades como guerreros exitosos; por eso era común representarlos en actitud de capturar o dominar a otros individuos, quienes invariablemente aparecen atados, desnudos o atormentados, sirviendo de plataforma al pie del vencedor.

Personaje ataviado

Columna Chichén Itzá, Yucatán Posclásico temprano (1000-1250 d.C.) Piedra tallada CONACULTA-INAH 138 x 153 cm (10-426370)

El uso de columnas exentas sugiere la importación de técnicas constructivas del centro de México al maya durante el periodo Posclásico. Los belicosos grupos que llegaron a las tierras bajas del norte fomentaron también el uso decorativo de imágenes de elegantes guerreros para realzar las fachadas de los edificios, en alusión al arribo y dominio de los linajes extranjeros.

Escultura antropomorfa

Panel con personajes Oxkintok, Yucatán Clásico terminal (900-1000 d.C.) Piedra tallada CONACULTA-INAH 65 x 3 cm (10-290453)

Las imágenes de guerreros pueblan el arte escultórico y pictórico maya, y comúnmente son asociadas con las representaciones de los gobernantes. Es probable que los personajes recreados en este tablero formaran parte de un séquito, o quizás integraban una alianza de dignatarios procedentes de ciudades cercanas, congregados para participar en una importante ceremonia.

Vencedor y vencido

Estela 26 Oxkintok, Yucatán Clásico terminal (900-1000 d.C.) Piedra tallada CONACULTA-INAH 195 x 96 x 37 cm (10-426387)

Con una distorsión que caracteriza al estilo tardío de la región norte, la Estela 26 muestra a un personaje que sujeta a un cautivo por el cabello, mientras con el otro brazo sostiene un hacha a punto para descargar un golpe. Probablemente se trate de una escena de sacrificio por decapitación, tratamiento común para los prisioneros capturados durante una batalla.

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Nuevos guerreros

La historia escrita

Jamba con personaje

Vaso para chocolate

Vasija fitomorfa

Chichén Itzá, Yucatán Posclásico temprano (1000-1250 d.C.) Piedra tallada CONACULTA-INAH 141 x 43 cm (10-290450)

Acanceh, Yucatán Clásico tardío (600-900 d.C.) Cerámica incisa CONACULTA-INAH 17.5 x 14.1 cm (10-426169)

Hacia el año 850 d.C., con la llegada de los itzáes, comienza el desarrollo de un nuevo estilo arquitectónico en Chichén Itzá, que mezcla elementos e incorpora la representación de guerreros con indumentaria y armas propias del centro de México, en asociación con águilas y jaguares; es el caso del personaje esculpido en esta jamba, con atavío de guerra y la efigie de un jaguar

Las bebidas de chocolate eran populares entre los antiguos mayas, quienes poseían recipientes especiales para consumirlas frías, calientes y condimentadas con chile, achiote o vainilla. La inscripción en esta vasija registra su uso para beber un tipo específico de cacao, así como el nombre y lugar de residencia de su propietario, Tzakal u K’ahk’ Hutal Ek’, señor de Acanceh.

Los antiguos mayas diseñaron un sistema de escritura empleado por la clase gobernante para registrar acontecimientos reales y mitológicos. En diversos contenedores, y con delicados utensilios, los escribas grabaron y pintaron los logros y genealogías de sus dignatarios, así como conceptos sobre el tiempo, el espacio y la cosmovisión, que hoy permiten reinterpretar su historia.

La “reina”

Espiga antropomorfa Uxmal, Yucatán Clásico (250-1000 d.C.) Piedra tallada CONACULTA-INAH 84 x 70 x 22 cm (10-425512)

Aunque popularmente es conocida como la Reina de Uxmal, esta escultura representa en realidad a una serpiente de cuyas fauces emerge la cabeza de un hombre joven con una elaborada decoración facial. El elemento arquitectónico originalmente formaba parte de la fachada de una subestructura que fue cubierta por la escalera poniente de la Pirámide del Adivino.

Sabio escriba

Sabio escriba Dintel con personaje Oxkintok, Yucatán Clásico terminal (900-1000 d.C.) Piedra tallada CONACULTA-INAH 109 X 75 cm (10-596590)

Un sacerdote que escribía y pintaba (ahk’in-ahtz’ib) formaba parte de la élite y en ocasiones, de la familia real; los artesanos sabios (itz’aatob) recibían un título superior porque, además de escribir, eran creadores de los textos. Este personaje comparte atributos mitológicos de la deidad patrona de los escribas y porta un elemento que simula alas debajo de sus brazos.

El dios Kawiil

Tapa de bóveda Xnucbec, Campeche Clásico tardío (600-900 d.C.) Piedra estucada y pintada CONACULTA-INAH 71.5 x 28.5 x 15 cm (10-426170)

En algunos asentamientos mayas del norte, las piedras tapa eran pintadas antes de ser colocadas, y era común que se dibujara la imagen de un dios o la de un gobernante ataviado como tal para que se apreciara desde el interior. Aquí aparece el dios Kawiil junto a sacos que contienen semillas, en congruencia con textos similares que sugieren abundancia de bebidas y alimentos.

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Escenas de guerra

Pintura mural Mulchic, Yucatán Clásico terminal (900-1000 d.C.) Estuco y pigmentos CONACULTA-INAH 360 X 155 X 12 cm (10-426384)

La Casa de las Tortugas

Uxmal, Yucatán Clásico tardío-terminal (600-1000 d.C.) Maqueta ambientada

Este edificio es un ejemplo del estilo arquitectónico Puuc, característico del norte de Yucatán y expuesto con maestría en Uxmal. Debe su nombre a la hilera de pequeñas tortugas estilizadas que adornan la cornisa superior, pero su diseño es sencillo: a base de sillares bien labrados y cuidadosamente colocados, los muros lisos se apoyan sobre un zócalo, y el friso es delimitado por cornisas triples que contienen junquillos. Esta maqueta recrea aspectos del proceso constructivo y ofrece detalles sobre las soluciones técnicas, el manejo de los materiales, la organización del trabajo y los actores involucrados en la construcción y supervisión de la obra.

Relaciones políticas

Dintel

El manejo del agua

Halakal, Yucatán Clásico terminal (900-1000 d.C.) Piedra tallada CONACULTA-INAH 168 x 87cm (10-426354)

El texto inscrito en este dintel da cuenta del éxito y alcance de las maniobras políticas de Chichén Itzá. Documenta la realización de una ceremonia –quizás un baile– relacionada con un suceso ocurrido el 26 de septiembre de 869 d.C., en la que participaron K’ak’ u Pakal, el gobernante de esa ciudad, y sus allegados, entre ellos K’inich Hun Pik Tok’, señor de Ek Balam.

Procesión de jaguares

Tablero con jaguares Chichén Itzá, Yucatán Posclásico temprano (1000-1250 d.C.) Piedra tallada CONACULTA-INAH 234 x 65.5 cm (10-569529)

La ornamentación arquitectónica del periodo Posclásico se distingue de la de épocas anteriores porque los recubrimientos con representaciones de complejos entramados abstractos se sustituyen con escenas más realistas, donde procesiones de jaguares, aves, plantas y guerreros honran una nueva religión devota del culto solar y extremadamente belicista.

Esculturas zoomorfas

Cántaro

Chichén Itzá, Yucatán Posclásico temprano (1000-1250 d.C.) Piedra CONACULTA-INAH 22.5 x 10.2 y 17 x 12.5 cm (10-424581 y 10-425488)

Gruta de Chac, Yucatán Clásico (250-1000 d.C.) Cerámica pintada CONACULTA-INAH 40.7 x 35.2 cm (426356)

Ante la falta de corrientes superficiales de agua, en el norte de la Península de Yucatán el vital líquido era extraído de aguadas, cenotes y chultunes utilizando este tipo de contenedores de barro. Su diseño, forma y tamaño, así como la disposición de tres asas, facilitaban la extracción, el transporte y el posterior almacenamiento de fluidos sin mayor desperdicio.

Códice Madrid o Tro-Cortesiano

Códice maya facsímil (1991) Península de Yucatán Siglo xv Pigmentos sobre papel amate Gobierno del Estado de Yucatán 56 hojas de 22.6 x 12.2 cm

Este almanaque maya contiene pronósticos para cada día del calendario Tzolkin y enuncia los días propicios para actividades de caza, apicultura, tejido o agricultura, así como para rituales que atrajeran la lluvia o para ceremonias de fin y comienzo del año. Como sus análogos, es un libro ilustrado que, con letra e imagen, proporciona información y sugiere formas de percibir la realidad, adentrándonos en un mundo religioso de dioses, personajes, tareas, atribuciones, escenarios y relaciones. Aquí se aprecian las primeras páginas, dedicadas a la actividad del dios Chac, y las últimas, donde predomina la presencia de Itzamná.

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Incensarios para los dioses

Los mayas llegaban solos o en procesión a lugares sagrados, como cuevas, cenotes y templos en ruinas, para rendir culto a sus deidades y ancestros. Parte fundamental del ritual era el depósito de ofrendas y la quema de copal en recipientes de barro, algunos con efigies de seres mitológicos. De las grutas de Balankanché provienen estos braseros bicónicos con espinas e imágenes de Tláloc.

Utensilios

El conocimiento maya de los principios naturales y geométricos se expresó no sólo en el diseño de contenedores y ornamentos, sino en la producción de variados artefactos utilitarios para la práctica de oficios y ceremonias. Con limitada excepción del metal, los mayas dispusieron de todos los materiales a su alcance para elaborar utensilios que hoy permiten interpretar su vida cotidiana.

Chultún

Recreación museográfica

Los atlantes mayas

Figuras antropomorfas

Norte de Yucatán Clásico tardío (600-900 d.C.) Resina y pigmentos Gobierno del Estado de Yucatán

Chichén Itzá, Yucatán Posclásico temprano (1000-1250 d.C.) Piedra tallada CONACULTA-INAH 84 x40 y 81 x 42 cm (10-426376 y 10-426377)

Los mayas diseñaron depósitos con capacidad de 7 mil a 35 mil litros para recolectar y almacenar agua, lo que les permitió poblar regiones sin afluentes superficiales y asentarse relativamente lejos de aguadas y cenotes. El chultún es un reservorio artificial para captar agua o resguardar ofrendas propiciatorias en el interior; se construía cavando una oquedad acampanada hacia el subsuelo, luego recubierta con una capa impermeable de argamasa, algunas veces decorada con motivos acuáticos.En la parte superior solía tener una superficie en pendiente y acanaladuras en el brocal para facilitar la conducción del agua de lluvia hacia el aljibe.

Recursos del mar

Pesas en red Cancún, Quintana Roo Posclásico (1000-1527 d.C.) Cerámica CONACULTA-INAH

En una región carente de afluentes superficiales, pero rodeada de mar, ciertos grupos se asentaron en las planicies costeras y se las ingeniaron para extraer, procesar e intercambiar productos alimenticios (sal, peces) y ornamentales (conchas de moluscos). Esto permitió el desarrollo del comercio marítimo mediante grandes canoas, elemento clave para la prosperidad alcanzada por los competitivos comerciantes del Posclásico.

Estas esculturas antropomorfas, denominadas atlantes por su parecido con las de Tula, servían como soportes de banquetas en algunos templos de Chichén Itzá, y se cree que representan a los bacabes o pauahtunes, deidades sostenedoras de los cielos. Su manufactura exhibe elementos iconográficos mayas con influencia estilística del centro de México, así como variantes en atavío y adornos.

Música y danza

Panel con personajes San Diego, Yucatán Clásico tardío (600-900 d.C.) Piedra tallada CONACULTA-INAH 56.5 x 53.5 cm (10-426044)

Las ceremonias mayas incluyeron música, danza y quema de copal en rituales de participación masiva organizados por sus gobernantes. A pesar de la naturaleza efímera de las interpretaciones teatrales y de sus vínculos políticoreligiosos, los atuendos y actitudes en algunas imágenes testimonian la presencia de músicos y danzantes en las cortes, y otras exhiben a seres humanos y mitológicos en posturas y gestos de baile, con el torso girado, los pies levantados, los brazos elevados o el cuerpo pintado.

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Instrumentos musicales

Escenas del arte escultórico y pictórico maya muestran músicos tocando instrumentos de percusión, vibración y aliento como tambores, raspadores dentados, sonajas, flautas tubulares, silbatos globulares y trompetas. Varios se encuentran representados en el registro arqueológico; fueron elaborados en diversos materiales como barro, caparazón de tortuga, huesos de animales, metal, carrizo y madera con parches de piel. Inspirados en el reino natural, producían sonidos claros y ritmos rápidos y vigorosos.

Rostro alterno

Máscara antropomorfa Oxkintok, Yucatán Clásico tardío (600-900 d.C.) Jadeíta, concha y obsidiana CONACULTA-INAH 17 x 11 cm (10-570076)

La máscara formaba parte del ajuar funerario de ciertos gobernantes mayas y conjuntaba los rasgos del individuo con atributos de divinidad. Era manufacturada con mosaicos tallados y unidos sobre moldes de madera o estuco, utilizándose materiales de valor simbólico y prestigioso como la jadeíta, la concha o la obsidiana para resaltar la investidura de su portador.

Adornos prestigiosos

La jadeíta formó parte del ajuar de la nobleza maya y está presente en sus tumbas, al igual que en los enterramientos de la gente común, que solía transitar al más allá con una cuenta de este material en la boca. Era obtenida en el valle del río Motagua, y trabajarla requirió el dominio de técnicas de corte y perforación con instrumentos de hueso o madera dura y abrasivos de polvo de piedra y agua.

Asiento de jaguar

Trono zoomorfo Chichén Itzá, Yucatán Posclásico temprano (1000-1250 d.C.) Piedra tallada CONACULTA-INAH 73 X 63 cm (10-426383)

En la cosmovisión mesoamericana, el jaguar simbolizaba el sol nocturno, la guerra y la soberanía sobre la tierra. Por esa razón, desde el periodo Clásico temprano las deidades superiores y los gobernantes mayas ejercían su poder sobre un asiento bajo forrado con piel de jaguar. En imágenes tardías, el mueble adquirió la propia forma del felino, de pie o hasta con dos cabezas.

El color del poder

La jadeíta fue asociada por los mayas con la morada de los dioses y el mar primordial de la creación, convirtiéndose en símbolo de fertilidad, renacimiento y autoridad. Era apreciada por su dureza y perdurabilidad, y sobre todo por sus variadas tonalidades que van del traslúcido al verde oscuro, que suelen confundirse con las de rocas menos puras como la serpentina o la amazonita.

Escultura arquitectónica zoomorfa (serpiente)

Chichén Itzá, Yucatán Posclásico temprano (1000-1250 d.C.) Piedra tallada CONACULTA-INAH (MM1997-1:6)

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Escultura arquitectónica zoomorfa (jaguar)

Mayapán, Yucatán Posclásico (1000-1527 d.C.) Piedra tallada CONACULTA-INAH 50 x 35 cm (10-251124)

Producción alfarera

Esta colección es un muestrario de la calidad técnica y artística lograda por los alfareros de las tierras bajas del norte para satisfacer la demanda de su antigua población, con una amplia variedad de formas y decoración. Algunas piezas fueron elaboradas con fines ceremoniales, otras para integrar la vajilla del linaje gobernante, y la mayoría para el servicio y consumo de alimentos.

Escultura arquitectónica zoomorfa (pájaro)

Uxmal, Yucatán Clásico tardío/terminal (600-1000 d.C.) Piedra tallada CONACULTA-INAH 72 x 70 x 47 cm (10-425509 0/2)

Figuras en barro

Las figurillas de Jaina documentan la tradición cultural de perpetuar la vida más allá de la muerte. Son retratos anónimos de individuos con rostros expresivos, ataviados vistosamente y provistos de joyas; muchas son sonajas o silbatos utilizados en festividades religiosas, varias conservan colores simbólicos como blanco, rojo o azul, y algunas fueron hechas por encargo familiar.

Escultura arquitectónica zoomorfa (tortuga)

Uxmal, Yucatán Clásico tardío/terminal (600-1000 d.C.) Piedra tallada CONACULTA-INAH 60 x 47 x 41 cm (10-425510)

Objetos efímeros

El registro arqueológico avala una amplia tradición artesanal con madera en las tierras bajas mayas. Sus habitantes identificaron las cualidades del material y lo utilizaron para combustión, construcción y manufactura de muebles, parafernalia ritual y ornamentos, entre los cuales destaca esta colección de figurillas, tabletas, orejeras, bezotes, anillos y cascabeles de Chichén Itzá.

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Diseño textil

Desde el periodo Clásico, las obras pictóricas y escultóricas de los mayas evidencian el uso de telas de algodón y sugieren la variedad del tejido y la técnica del hilado con huso de vara y contrapeso de barro, el único utensilio conservado. El diseño de las prendas se complementaba con motivos impresos con sellos o con la aplicación de botones, placas y cuentas de diversos materiales.

Allende el mar

Los mayas emplearon las conchas de diversos moluscos para elaborar objetos ceremoniales, utensilios y adornos de uso diario. Por su valor simbólico apreciaban la ostra espinosa, la oliva y el caracol gigante, eventualmente grabado con delgados punzones y navajas; para manufacturar ornamentos cortaban, desgastaban y perforaban el material hasta obtener pequeños bloques y mosaicos.

El frío metal

A partir del siglo viii, los mayas usaron metales sólidos como el cobre y el oro para objetos rituales, más que utilitarios. En su mayoría provienen de Centroamérica y algunos del surponiente de México, siendo comunes en asentamientos posclásicos. Minerales como el mercurio y el cinabrio (compuesto de azufre y mercurio) fueron importados con anterioridad por sus cualidades simbólicas.

La Pirámide de los Mascarones

Los basamentos flanqueados por mascarones son característicos del estilo arquitectónico Petén, propio de las tierras bajas del sur y extendido a varios sitios de la Península de Yucatán. Esta imagen de Kohunlich realza el culto an­ cestral a Kinich Ahau y es ahora símbolo del estado de Quintana Roo. Los especialistas han sugerido que estos rostros corresponden a individuos reales, personificados con los atributos de la deidad solar: ojos bizcos, adornos en las comisuras de los labios y un diente en forma de “T”. Esta asociación con deidades celestes ha sido interpretada como una forma de legitimar y exhibir el poder de la dinastía gobernante.

De tal hueso…

Los mayas usaron huesos largos de seres humanos y de animales como el jaguar, el tapir o el pecarí, así como astas de venado, para confeccionar utensilios y objetos rituales; sin embargo, el artefacto terminado nunca dejaba de representar simbólicamente al ser al que había pertenecido. A pesar de su naturaleza perecedera sobreviven cetros, adornos, figurillas, cuchillos, punzones y agujas.

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CRÉDITOS GOBIERNO DEL ESTADO DE YUCATÁN

SECRETARÍA DE EDUCACIÓN PÚBLICA

Rolando Zapata Bello Gobernador Constitucional del Estado

Emilio Chuayffet Chemor Secretario de Educación Pública

Raúl Humberto Godoy Montañez Secretario de Educación

CONACULTA/INAH

PROYECTO DE EL GRAN MUSEO DEL MUNDO MAYA DE MÉRIDA

Rafael Tovar y de Teresa Presidente del CONACULTA

Jorge Esma Bazán Director General del Proyecto

Saúl Juárez Vega Titular de la Secretaría Cultural y Artística

ARQUITECTURA GRUPO 4 A/ARCHIDECTURE

María Teresa Franco González Salas Directora General del INAH

Ricardo Combaluzier Medina Enrique Duarte Aznar William Ramírez Pizarro Josefina Rivas Acevedo

Jorge Esma Bazán Director General del Proyecto del Gran Museo del Mundo Maya de Mérida y Director del Instituto de Historia y Museos

GRUPO HERMES Carlos Hank Rohn Presidente del Consejo de Administración Grupo Hermes Carlos Hank González Presidente del Consejo de Administración Grupo Hermes Infraestructura Gerardo Salazar Director general Gustavo Espinosa Carbajal José Antonio Estrada Pérez Alberto Pérez-Jácome Friscione Director General Grupo Hermes Infraestructura Eduardo García López Loaeza Apoderado y compareciente ante el contrato en la modalidad PPS de El Gran Museo del Mundo Maya de Mérida Abelardo Arroyo Rincón Director Ejecutivo de Proyectos Estructurados Grupo Hermes Infraestructura Carlos Andrés Puente López Director del Proyecto

SECRETARÍA DE TURISMO Claudia Ruiz Massieu Salinas Secretaria de Turismo Carlos Joaquín González Subsecretario de Operación Turística Rodolfo López Negrete Coppel Director General del Consejo Nacional de Promoción Turística

Lisette G. Reyes Salazar Coordinadora de Museografía

CONSTRUCCIÓN IDIMSA, S.A. de C.V. Ariel Medina Medina Director general SUPERVISIÓN Luis Enrique Reyes Bolio Víctor Manuel Guillermo y Alavez

Héctor Martín Gómez Barraza Director General de FONATUR

ESPECTÁCULO DE LUZ Y SONIDO

GRAN MUSEO DEL MUNDO MAYA DE MÉRIDA

Xavier de Richemont Director General

Marco Antonio Hoyos Medrano Administrador General del Instituto de Historia y Museos de Yucatán

MUSEOGRAFÍA

Beatriz Elena Peniche López Directora de Museos y Eventos Especiales IHMY

José Enrique Ortiz Lanz Director General

Rosalba Robles Vessi Directora del GMMMM

Leon Antonio Faure Acra Productor General

Bettinelly Priego Cárdenas Secretaria Técnica

Miguel Enrique Ortiz Ruiz del Hoyo Director Regional

Silvia Terán Contreras Coordinadora del Área de Investigación y Curaduría

Juan Fernando Vázquez Gómez Seguimiento, entregables y organización

Oscar González López Coordinador de Salas

Hilario Olvera Zúñiga Recursos financieros

ESTUDIO MUSEOGRÁFICO

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Créditos

Erasmo Trejo Navarrete Recursos administrativos

Alfredo Corte Productor ejecutivo

Daniel Vargas Rodríguez Enlace

Luis Corte Realizador

Paulino Martínez Acra Mario Antuñano Olvera Asesores jurídicos/ TMC Legal

Aleph Escobedo Seguimiento a producción

CONTENIDOS Luz Evelia Campaña Asesora general Roberto Velasco Investigador Edwin Angulo Asistente general GUIONES, RECURSOS AUDIVISUALES Y MULTIMEDIA Karina Romero Blanco Coordinadora DISEÑO MUSEOGRÁFICO José Antonio Sada Sánchez-Mejorada Coordinador general Esteban Zazueta Valenzuela Gestor Lissette Reyes Salazar Supervisora de obra y museografía Thomas Huacuja Gallmann Lila Navarrete Rivero Residentes de obra

Mildred Muñoz Cedularios de objeto Ygnacio Rivero Bulnes Christian Ransmusen Jorge Luis Reyes Ramírez Fotógrafos AMBIENTACIONES Y REPRODUCCIONES Juan Larios Coordinador

Sídney Hollander Greenberg Eduardo Pérez de Heredia Creadores de los softwares Ábaco y Estela Maya ASESORÍA ACADÉMICA

Blanca González Rodríguez Coordinación de contenidos

Esteban Zazueta Valenzuela Gestor

Alfredo Edilberto Barrera Rubio Antonio Benavides Castillo Guillermo Bernal Romero Pedro Bracamonte y Sosa Sylvianne Boucher Lelandais Francisco Rafael Burgos Villanueva Ramón Carrasco Vargas Víctor Castillo Borges Rafael Cobos Palma Andrea Cuccina Manuel T. Gallareta Negrón José Huchim Herrera María del Rocío Jiménez Díaz Félix A. Kupprat Adrián Maldonado Repetto Rubén Maldonado Cárdenas Genny Negroe Sierra Juan Javier Ortiz Díaz Agustín Peña Castillo Carlos A. Peraza Lope Eduardo Pérez de Heredia Tomás Pérez Suárez Ella Fanny Quintal Avilés Alicia Beatriz Quintal Suaste Beatriz Repetto Tió Mario Humberto Ruz Sosa Peter Schmidt Thelma N. Sierra Sosa Diana E. Trejo Aguilera Leticia Staines Cicero Vera Tiesler Blos Eunice Uc González Leticia Vargas de la Peña Rogelio Valencia Rivera Verónica A. Vázquez López

Fernando López Palacios Base de datos Pamela Garcés Fiorella Remus Registro de obra, primera etapa Enrique Torres Blanco Diseño de Software para base de datos

Roberto Ramírez Asesor y dictaminador

Alicia Muñoz Cota Callejas Diseñadora

COMUNICACIÓN

Tania Estrada Salvador Flores Soto Facsimilares

Juan Manuel González Pardo Gestor

Rosana Calderón Martín del Campo Asesora general

Erika Miller Coordinadora y diseñadora general

Ana María Sánchez Correctora de estilo

José Enrique Ortiz Lanz Emilio Montemayor Isabel Stivalet Ana Graciela Bedolla Manuel Gándara Conceptualizadores

Luis Millet Cámara Coordinador general

Sergio Arturo Montero Asesor académico

Debra Nagao Traductora al inglés

INTERACTIVOS

COLECCIONES

GRÁFICA

Miguel May May Fidencio Briceño Traductores al maya

Lourdes Herrasti Francisco de la Peña Apoyo académico

Emilio Montemayor Coordinador Isabel Stivalet Barrios Gestora Ana Graciela Bedolla Públicos Infantiles María Dolores Vorrath Lara Comunicación educativa Manuel Gándara Asesor y diseñador de elementos museológicos

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Francesco Sasso Rojas Coordinador de producción de maquetas

Antonio Zapfe Zaldívar Personal de diseño industrial y gráfico

Jaime Hernández González Coordinador de diseño industrial

Sergio Camacho Barrón Productor de Mobiliario

Úrsula Aldana González Coordinadora

Juan Guillermo Martínez Montes y José Landa Toledo Coordinadores de producción de mobiliario museográfico

CREADORES DE ARTES POPULARES

Armando Égido Hernández Alejandro Sánchez Torres Investigadores

Sergio Antonio Castillo Yolanda García Pérez Silvia Ramírez Ruíz Jimena Margarita Rubio Escobar Administradores y Gestores

PINTURAS Y TEXTILES DE ARTE POPULAR Silvia Terán Coordinadora TEXTILES E INDUMENTARIA

Valentina Avilés Estela Ay Chan Martina Bacab Felipa Neri Cab Cumí Teresita Cachón Cuxim Ma. Jesús Canul Anacleta Canul Marcos Chab Mirna Chan Zapata Lorenzo Chim Lorenza Cobá Malena Cocom López Verónica Cocom López Santos Esteban Chuc José del Carmen Dzul Tun Jeimy Euán Alvarez Ma. Guadalupe Fuentes Collí Adelaida Guevara Roger Juárez Serrata Candy Jiménez María Jiménez Be Martha Méndez Alejandra Ortiz Edgar Peraza Nidia Aracely Ruiz Carrillo Aurelio Sánchez Concepción Sánchez Guillermo Lorena Zapata Gómez ILUMINACIÓN MUSEOGRÁFICA FILU-CE , S.A. de C.V. Jorge Luis López Guevara Director Verónica Pérez Domínguez Productora DISEÑO, PRODUCCIÓN E INSTALACIÓN DE MOBILIARIO, BASES, VITRINAS, SOPORTES MUSEOGRÁFICOS, DIORAMAS Y MAQUETAS CONCEPTO MUSEO Rafael Solís Vázquez Coordinador general Mónica Rodríguez Sánchez Coordinadora de gestión y administración Minette Erdman Lango Coordinadora de Arte Cenobia Cervantes Sarmiento Coordinadora de producción de dioramas

Hilda Cardona Arroyo Diego de Santiago Delfín Fátima Carmen Guzmán Martínez. Jehiel Martínez Morales. José de Jesús Moreno Hernández Alma Daniela López Negrete Mariana Aída López Trujeque Álvaro Ortiz Altamirano. Ricardo Pérez Velarde Juan Carlos Reyes Hernández Abraham Rodríguez Reyes César Alberto Romero López Marco Polo Rosales Veytia Elizabeth Sánchez Cano José Lorenzo Sánchez Sánchez Laura Santiago Vázquez Ricardo Velasquillo Pelcastre. Aída Jennyfer Castañeda Correa Abigail Díaz Vite María Anaí Espinosa Plata Yaen Emmanuel González Núñez Fernanda Adriana Lozano Moctezuma Rafael Mendoza Hernández Aura Mondragón Moreno Magaly Morales Solano Melina Angélica Pérez Avalos Miguel Ángel Ramírez Medina Marcela Reyes Arango Omar Reyes Marín Andrea Elena Román Ramos Rubén Sierra Guerrero Juan Alberto Ventura Chávez Productores de maquetas y dioramas Pascasio Antonio Josefina Pascual Balderas García Marco Antonio Camacho Barrón Edgar Camacho Villela Rogelio Correa Reyes Juan Carlos Flores Chino Hilario Hernández Nava Cruz López Hernández Jesús López Padilla Ricardo Román Saúl Sánchez Mariano Jessica Daniela Santos Mariana Sasso Rojas

Colaboración de la Universidad Autónoma de Yucatán y de la Escuela Superior de Artes de Yucatán para el desarrollo y producción de maquetas Ginés Laucirica Guanche Director de la Facultad de Arquitectura de la UADY Saúl Villa Director de la Escuela Superior de Artes de Yucatán Mario León Joseph Ligorred Marck Lindsay José Luis Llovera Lucía Quiñones Asesores Ramón Rejón Enlace uady Miriam del Rocío Chávez Fréyer Alberto Tovar Vera Fernando Pérez Guillermo Rocío Bolio Ordóñez Gilmer Martín Ku Caamal Irene Alejandra Canché Kantún Noemí de Jesús Echeverría Andrea Rosales López Emilio Arturo Esquivel Puc Priscila Ramos Rosado Dulce Anahí Escamilla Santos Claudia del Carmen Valdez May Edward Armando Dzul Uch Álvaro Jesús Buenfil Ovando Aldo Leonel Can Nájera José María Martínez Laura Rosaura Dzul Eugenio Iván Ramírez C. Tainy Margarita Pérez Caamal Verónica Contreras Castellano Francisco Iván Canul Chan (esay) Colaboradores universitarios PRODUCCIÓN E INSTALACIÓN DE RÉPLICAS Y ESCENOGRAFÍAS DOMO EDUCATIVO, SA. de C.V. Alfredo Corte Álvarez Director

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Créditos

Jonathan Carrillo Planos y alzados arquitectónicos Luis Corte Productor general Yahir Soto Productor vidrio Salvador Aguilar Mario Delgado Jorge Fernández Emmanuelle Flores Andrés Herrera Alejandro López Guillermo Ortiz Alfonso Ramírez Gerardo Ramírez Alejandro Sierra Régulo Torres Personal artístico y de montaje: César Cervera – CARONTE LAB, bustos hiperrealistas Marco Miranda – ARTE EN CERA, bustos hiperrealistas Vera Tiesler, asesora científica con asistencia de Julio Chi y Mirna Sánchez SUPERVISIÓN, INSTALACIÓN Y SUMINISTRO DE PRODUCTOS MULTIMEDIA DESARROLLOS MUSEOGRAFICOS. S.A. de C.V. José Juan Ortiz Rodríguez Coordinador General Juan Barrios Ramírez Oscar Barrios Ramírez Alejandro Domínguez Leonel Domínguez Contreras Enrique Martínez Espinosa Alejandro Milán Yepes Oscar Ojeda Carrillo Noé Paz Rodríguez Iván Pujol Martínez Andrés Quiroz Prieto Oscar Adán Solano Jiménez David Solano Jiménez Antonio Soto Bobadilla Equipo Técnico Tomas Covarrubias Velasco. Erick Ensaztiga Pérez. Roberto Garza Lao Programación y Desarrollo

Adriana Munive Orduño. Ricardo Ojeda Carrillo Administradores

Sala de Inmersión 3. Simbolismo en la arquitectura ATOTONILCO PRODUCCIONES, S.A. de C.V. Emilio Ramos Director

PRODUCCIONES AUDIOVISUALES Audiovisual El Mayab. Naturaleza y cultura Claudio Zilleruelo Acra Director y Productor Audiovisual Ciencias Llamarada de Petate. S.A. de C.V. Alejandro García Caballero Director

Rodrigo Herranz Fanjul Productor Sala de Inmersión 4. Señora del tiempo Red Albert Palacios Guevara Director y productor DESARROLLO DE INTERACTIVOS MANUVO DE MÉXICO, S.A. de C.V.

César Moheno Plá Productor

Carlos Mondragón Álvarez Director general

Audiovisual Territorio Rebelde Llamarada de Petate. S.A. de C.V. Alejandro García Caballero Director

Maurits Montañez Vázquez Productor

César Moheno Plá Productor Audiovisual Introducción a las salas de Historia LUNAVE PRODUCCIONES, S.A de C.V. Luz Adriana Olvera Avendaño Coordinadora del proyecto Sala de Inmersión 1. Cosmovisión DIEZYMEDIA, S.A de C.V. Juan Carlos Bustamante Alejandro Popoca Cruz Directores Salvador Tovar Alejandro Popoca Cruz Productores ejecutivos Sala de Inmersión 2. Sociedad e individuo DIEZYMEDIA, S.A de C.V. Juan Carlos Bustamante Alejandro Popoca Cruz Directores Salvador Tovar Alejandro Popoca Cruz Productores ejecutivo

María Eugenia Fuentes Lanning Directora de arte Jorge Octavio Jacobo Servín Programador senior Julio César Tinoco Ayala Director de tecnología Iván Ruiz López Programador sénior Fátima Vega Productora ejecutiva Cristina Guerrero Molina Erick Tovar Ibarra Diseñadores de experiencia de usuario TRASLADO, EMBALAJE Y CONSERVACIÓN MB MUSEOGRAFÍA Y RESTAURACIÓN/EJE 7, S.A. de C.V. Juan Salvador Miravete Barrios Director y responsable de montaje y movimientos Seydi Flores Martínez Encargada de colecciones en tránsito Víctor Hilario Soto Guerrero Recursos humanos

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El catálogo de El Gran Museo del Mundo Maya de Mérida Se terminó de imprimir en el mes de mayo de 2014 en los talleres de GLM Impresores S.A. de C.V., ubicados en Av. Toluca 373-D, Col. Olivar de los Padres, Ciudad de México. Para su formación se utilizaron las tipografías Context, Scala y Venice Classic. Se imprimieron 5,000 ejemplares.

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