Vestigios - Exposición Escultórica

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María Teresa Pardo escultora, profesora escuela de Artes plásticas y visuales

Instituto taller de creación Escuela de artes plásticas y visuales Facultad de Artes UNiversidaD Nacional de Colombia

Texto, investigación y realización María Teresa Pardo Fotografía Miguel Huertas, Antonio Torregrosa, María Teresa Pardo Diagramación Gris Libros y Cartillas (C. Ramos, C. Borrero) 2008 - 2009

FACULTAD DE ARTES


María Teresa Pardo

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Museo de Arte Universidad Nacional de Colombia Noviembre de 2008 - Enero de 2009



Agradecimientos

Mis agradecimientos a los maestros Raúl Cristancho Álvarez por la orientación y compañía en el proceso, a Miguel Huertas por su presencia y al Director del Instituto Taller de Creación Gustavo Zalamea por su generoso apoyo. Agradecimientos también a la alumna Liliana Gonzales.



IN memoriam A la memoria de mi padre Andrés Pardo Tovar musicólogo, profesor, investigador infatigable de nuestra cultura y folclor, en cuya biblioteca se nutrió mi interés por el Arte y la Botánica. A él y a mi madre Soledad Valencia, que infundieron en mi el amor y el respeto por la naturaleza y la vida presente en todas sus manifestaciones. A mi tío Antonio María Valencia compositor, pianista y maestro. A su profunda y aguda sensibilidad con que percibió en su música el sonido del paisaje Colombiano.



Presentación de la exposición raúl cristancho Álvarez

Curador Artista Plástico Docente de la Escuela de Artes Plásticas y Visuales Universidad Nacional de Colombia

la escultura es el lenguaje plástico de mayor transformación en tiempos recientes. A través del conocido proceso de “desmaterialización del objeto artístico”, muy poco queda de su constituyente fundamental, materia, forma, espacio, que había sido definido por el modernismo. Desde el arte conceptual, el minimalismo y otros desarrollos resientes, se ha articulado una crítica al objeto auto contenido, entendido como “constructo” que se define por sus propios valores plásticos. De esta manera el objeto pierde su autonomía para convertirse en un dispositivo de argumentación que establece una relación con el espectador para crear una significación que reside fuera 11


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del objeto mismo. Si agregamos a lo anterior el actual estado de cosas generado por la virtualidad de la experiencia, el panorama se complica aún más. La disolución de la materia y de la experiencia táctil acarrea la desmaterialización de la percepción y promociona una relación inestable, imprecisa y efímera del objeto de arte. Esta condición se difumina en el espacio ya sea en la lógica de la instalación, o de la imagen en su evanescente estado espacio temporal. Si hoy el objeto es inestable y su percepción y forma de uso tiende a ser intangible, ¿donde reside la experiencia escultórica? Este interrogante se manifiesta en la obra de María Teresa Pardo. Formada dentro de los cánones de la representación escultórica, su obra actual apunta hacia su problematización y enlace por esa paradoja conformada por La relación de fuerzas en tensión: la definición de lo tangible y lo inasible, entre gravedad y levedad, lo efímero y lo permanente. Si observamos su insistencia en la utilización de procedimientos matéricos, de volúmenes, de moldes y vaciados, es evidente que Pardo reconoce las bondades de dichos procedimientos, pero ya no como valores absolutos sino como componentes de una construcción semántica fragmentada y múltiple. Ya en su exposición “Memorias” (1998) María Teresa Pardo nos sorprendió con una evocadora instalación en la que se entreveraban objeto matérico, proyección de video y sonido. En la presente ocasión, “Vestigios” consolida esta convicción. Luz, forma, e imagen se aúnan para conformar una lectura dialéctica entre las partes y el todo, que define la obra como un espacio escultórico en su configuración sensorial 12


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táctil, visual y auditiva. Por tanto, la obra se entiende como un acontecimiento, con su propio presente y pasado, presencia y ausencia; tiempo lugar donde se articula su sentido. Así se manifiesta su propósito plástico, un fluido continuo marcado por la estable temporalidad del vaciado en cemento y el contrapunto temporal de la proyección de video. Espacialidad que se completa por el ritmo axial de la disposición de los elementos en el espacio expositivo que sugieren un recorrido e involucra de forma activa al espectador. Como el término lo indica, “Vestigios” alude a una realidad efímera, residual. No señala certidumbres, deja rastros, huellas, improntas y desechos. Vestigios señalados desde la dualidad de causa y efecto de lo corpóreo y lo incorpóreo: en el tiempo congelado de un sedimento de rio (el vaciado en cemento), al cual contradice el tiempo real del acontecer de la naturaleza (la proyección en video). Una construcción del pensamiento poético que se fundamenta en el contrapunto temporal y físico de realidades que se contradicen, pero que sin embargo se complementan. Es claro que el interés de la artista es ético. La obra se constituye en un dispositivo que genera mensajes dirigidos hacia nuestra conflictiva relación entre cultura y naturaleza, entre la amenaza que la una le infiere a la otra. Argumentación traducida en términos plásticos que define una poética comprometida con los problemas de la existencia contemporánea.

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VESTIGIOS

A la luz de los escritos de los pensadores y filósofos Didi Huberman y Gastón Bachelard en torno a la «imagen dialéctica» y la «imagen poética», con cierta distancia en el tiempo, observo y analizo mi obra “Vestigios” encontrando profundos y valiosos referentes desde donde abordar, y explicar el desarrollo y pensamiento creativo en ella. EL AURA DE LA IMAGEN DIALÉCTICA

Didi Huberman retoma a Walter Benjamin al profundizar el significado de la experiencia aurática y comienza por examinar la palabra misma, su carácter derivado de un sentido religioso y trascendental del culto. Nos dice que la palabra Aura viene de “Cultus” del verbo latino colere que designa simplemente el acto de habitar un lugar, ocuparse de él, cultivarlo, nos dirá que es un acto relativo al lugar, a su gestión

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material, simbólica o imaginaria “un acto que simplemente nos habla de un lugar obrado: una tierra o una morada o una obra de arte”. Ya Walter Benjamin había secularizado la noción de Aura, cuando decía: “la rememoración es la reliquia secularizada en el campo poético”; para él el “Aura” sería “una mirada obrada por el tiempo, para desplegarse en pensamiento para volverse a convertir en tiempo”, cuando él evoca la imagen aurática dice que “al mirarnos, es ella la que se adueña de nosotros”. Didi Huberman nos dirá que la Modernidad permitió que la aparición del “Aura” no fuera sólo patrimonio de la creencia, del culto religioso, el aura entendida como esa doble distancia de “lo que vemos nos mira”, no es un credo, esta doble distancia aparece y desaparece y no es patrimonio de lo divino. La Modernidad permitió nos dice, “quebrar el vínculo de la obra de arte al servicio del mito y los ritos de un culto religioso, la resimbolizó en todos los sentidos”. Huberman retoma el concepto de espacio de Merleau – Ponti en su Fenomenología de la percepción cuando hace referencia a esa doble distancia, a lo aurático de una imagen, Ponti entiende que lo espacial “no se puede reducir simplemente a un problema métrico, a las dos o a las tres dimensiones: hay que entenderlo en su “profundidad” en su “dimensionalidad”. Huberman entonces nos dirá que el Aura nos da acceso a una fenomenología fundamental esa doble distancia por un lado esa lejanía y simultáneamente esa capacidad de alcanzarnos, de tocarnos… “una doble distancia, una doble mirada en que el mirado mira al mirante”, “que hace que se abra ante nosotros que salga de la 16


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oscuridad a la luz ese juego dialéctico, esa experiencia de profundidad que nos mira, se nos devuelve, nos cuestiona”; esto es lo que precisamente encuentro en mi obra “Vestigios”. Acompañada por el pensamiento de Didi Huberman iré profundizando en lo posible, en cada uno de los diferentes lenguajes presentes en ella. LA CONSTRUCCIÓN DE UNA IMAGEN DIALÉCTICA

“Vestigios” es una instalación escultórica, donde el espacio expositivo se construye, acoge simultáneamente espacios-tiempos con y desde diferentes lenguajes que se articulan y dialogan como son lo plástico de la pieza escultórica, lo visual y virtual de los videos y lo sonoro, con ellos como si se tratara de una excavación en el tiempo fui labrando la obra. Todo confluye en la concreción y construcción de una imagen dialéctica que muestra y problematiza la relación del hombre con la Naturaleza. La simultaneidad de tiempos en las diferentes estructuras narrativas presentes en mi obra, proponen no un tiempo lineal, cronológico, sino en últimas, “un tiempo para el espíritu” un espacio-temporal para la reflexión, el encuentro, un lugar dialectico que obra en el espectador. Didi Huberman en su libro “Lo que vemos, lo que nos mira”, habla que una imagen tiene aura y es dialéctica cuando en ese espaciamiento en esa doble distancia que se da entre lo mirado, lo que vemos, se nos devuelve, nos mira, nos toca. Esto a su vez se convierte en un “lugar obrado”, es decir un lugar que obra en el receptor, un lugar 17



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para el pensamiento, para la acción interior, un lugar que busca tocar la conciencia del espectador. Él dirá: “Implicar el vacío como proceso es decir como vaciamiento, para inquietar el volumen: esta operación, una vez más es de naturaleza dialéctica conjuga y dinamiza contradicciones, asume un valor esencialmente crítico”. Ahonda diciendo: esta “latencia”, esta presencia, esto que nos mira, que se agita, que enfrenta a la semejanza con la ausencia de la desemejanza es ese el carácter que constituye un lugar dialéctico. Ese lugar donde se gesta ese juego de contrarios, de dualidades es esa “indecisión lo que constituye un lugar dialéctico”. La dialéctica de la que nos habla Huberman supera, va más allá de la mera oposición entre contrarios nos dice: “Es una puesta en obra, en el juego de la figuralidad” ese juego de contrarios “la alteridad”, “lo dual” lo que aparece y desaparece, ese batir anadiómeno esa danza que encarna simultáneamente el flujo y reflujo, el nacer y el morir, el adentro y el afuera que se revierte cristalizado en imagen como síntesis que se abre a nuestra mente, esa figuralidad es el producto del juego constante con la contradicción. En la pieza escultórica converge ese espaciamiento, esa alteralidad potenciada entre los contrarios, en esa huella de lo que fue en ese vacío, en ese lecho, en ese vaciamiento, en esa muerte yace el “Vestigio” de lo lleno, de lo que fuera vida, la alteridad se da en ese juego simultáneo: lo que vemos, el vacío, nos mira… es ese lecho, su vacío, la huella fosilizada de lo que fue habitado por lo lleno, esa ausencia invoca tiene el poder de la “figuralidad” se convierte en presencia, en memoria de vida. Es esta pieza la que amarra y en donde confluyen todos los tiempos; une el pasado 19



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con el presente, inquieta el futuro, ahí reside su poder de objeto aurático: augura, nos hace vislumbrar un futuro que ya estamos empezando a constatar. Vestigios es la memoria del paso del tiempo la huella, la noticia que queda, el testimonio de la acción del hombre. Ontológicamente en mi obra se da ese “lugar dialéctico” de que nos habla Didi Huberman, estos silencios, estas “ausencias”, estos “vacíos” están virtualmente llenos de presencias, llenos de latencias que nos hablan, que nos miran. Esta pieza moldeada inicialmente en arcilla y después vaciada en mortero reforzado, fue tomando forma, cuerpo encontrando en los meandros, en el recorrido de ese lecho la estructura espacio-temporal del lugar arqueológico. El montaje y la decisión de construir una estructura en madera a manera de tarima desde donde poder observar y recorrer la pieza, marcaba el lugar y el sentido de una excavación arqueológica, las huellas que se podían encontrar a manera de fósiles nos hablaban del paso del tiempo: amonitas, esqueletos de pájaros, peces y plantas, para quedar al final de ese recorrido las impresiones como testimonios silenciosos de nuestra civilización. Esta pieza y las otras obras que hacen parte de la misma instalación, tanto lo visual como lo sonoro potencian esa imagen dialéctica. En “Vestigios” el lecho que yace en el suelo de los meandros de un río de la pieza escultórica y el acompañamiento del sonido cíclico de la ola del mar en ese eterno retorno en ese nacer y morir continuo, aunado el canto cosmogónico Huitoto y la atemporalidad del pensamiento, esta simultaneidad de tiempos crea una imagen, un lugar dialéctico “nos confronta por un lado con el peso la abrumadora constatación de los hechos, la destrucción de la naturaleza, y la 21




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insondable levedad del ser en el tiempo. Pasado y presente, aquí y ahora se inquieta la mirada, nos pregunta sobre el futuro no muy esperanzador, también está presente lo atemporal del pensamiento mítico, y lo perpetuo del movimiento cíclico del sonido del mar. En esta obra subyacen las metáforas para hablarnos de lo finito e infinito, lo temporal y atemporal, lo cercano y lo lejano, el principio y el fin, la vida y la muerte presentados simultáneamente… Didi Huberman nos dirá “el Aura esa distancia crítica”, que evoca temporalidad de tiempo pasado y venidero que se acerca y se aleja simultáneamente es una experiencia efectivamente invasora y dialéctica. En el aura se entrelazan la mirada y la memoria, esta última como él mismo dice “un bosque de símbolos”... “En esta memoria todos los tiempos serán trenzados, puestos en juego y desbaratados contradichos y sobredimensionados”. Huberman dice que el objeto aurático es el que “despliega más allá de su propia visibilidad sus imágenes en constelaciones que se nos imponen otras tantas figuras asociadas que surgen, se acercan y se alejan para poetizar, labrar, abrir tanto su aspecto como su significación, para hacer de él una obra de lo inconsciente. Todo ese tesoro de lo simbólico, su historicidad compleja lo que nos mira en esa arborescencia de tiempos-espacios puestos en juego a través de los diferentes lenguajes presentes en esta instalación se unen confluyendo en la pieza escultórica. Dirá “lo que nos mira en cada forma visible investida de ese poder de alzar los ojos -del que hablara W. Benjamin haciendo referencia al poder del Aura-, se da cuando el trabajo de lo 24


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simbólico logra tejer esa trama singular a partir de un objeto visible, por una parte “lo hace aparecer” literalmente como un acontecimiento visual único, por otras lo transforma literalmente puesto que inquieta la estabilidad misma de su aspecto”. Huberman en relación a lo que Benjamin dice del poder del Aura en “ese alzar los ojos” en ese momento el pasado se dialectiza en la pretensión de un futuro, y de esa dialéctica, de ese conflicto surge el presente naciente y anacrónico. En Vestigios encuentro lo que Huberman llama «La virtud figural» que se da en “ese juego, ese ritmo, ese desplazamiento continuo de imágenes contradictorias, imágenes de vida, imágenes de muerte, ese nunca quedarse fijo, ese desplazamiento que finalmente desbarata ese mismo iconografismo: la imagen nunca fija, es móvil tiene entonces una virtud figural enorme”. Más adelante nos dirá “Ausencia considerada aquí como motor dialéctico del deseo, como el “duelo”, el trabajo síquico de lo que se enfrenta a la muerte y mueve la mirada, es decir nos mira, no hace vernos. Finalmente su capacidad de autoinversión o de autoalteración, esa capacidad de subversión puesta en esa estrategia relacional; un “teatralismo psicológico”, como lo denomina Michael Fried, pero mucho más sutil en el plano metapsicológico de una dialéctica de la pérdida, de la pérdida y el deseo, del deseo y el duelo”. El Aura para Walter Benjamin es una trama de espacio y tiempo, “un paradigma visual”, él nos diría el poder de la distancia, ese espaciamiento obrado: la aparición de una lejanía por más cercana que pueda estar. El Aura es ese don de dar 25


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visibilidad a una lejanía que está cercano y distante a la vez, produciendo una imagen que deviene y se aleja, aparece y desaparece a la vez. Didi Huberman entonces encuentra que lo aurático en un objeto sería más allá de su propia visibilidad, lo que logra desplegar, esa aparición de imágenes en constelaciones, asociaciones, que surgen “que se acercan y se alejan para poetizar, labrar, abrir tanto su aspecto como su significación para hacer de él una obra de lo inconsciente”. Hay que reconocer entonces que el Aura misma es una instancia, una experiencia dialéctica; porque como él mismo nos dice “cuando el trabajo de lo simbólico logra tejer esa trama “singular” a partir de los objetos visibles, por una parte “lo hace aparecer” literalmente como un acontecimiento visual único, por otra lo transforma literalmente, puesto que inquiera la estabilidad misma de su aspecto. El Aura tiene una capacidad de refigurar las cosas y para D. Huberman el modernismo militante tiene una especie de “melancolía crítica”. Nos dice que la imagen dialéctica en esa doble distancia entre “lo que vemos, nos mira” también establece un puente, una doble distancia entre los sentidos sensoriales y los sentidos semióticos, entre la sensorialidad y los significantes. En la imagen ese puente, o ese vínculo nos dirá, no es lógicamente derivado, ni ontológicamente secundario ni cronológicamente posterior: también él es originario. La unión de estas dos distancias, constituye en la imagen el Aura y ésta es dialéctica y crítica. Huberman profundiza en esto último y nos dice: “El origen, aún cuando es una categoría enteramente histórica, no tiene sin embargo que ver nada 26


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con el génesis de las cosas, el origen no designa el devenir de lo que a nacido; sino de lo que está naciendo en el devenir y la declinación”, este poder dialéctico y crítico de la imagen “restituye”, hace aparecer, vuelve visible súbitamente, momentáneamente, es entonces allí donde reside “su aspecto de choque, y de formación, su poder de morfogénesis, siempre inconclusa, siempre abierta”, como también lo dice W. Benjamin: “ese conjunto de imágenes que están naciendo en ese conflicto una verdadera dialéctica en acción”. En esa fulguración de imágenes en movimiento que aparecen en esa imagen que es dialéctica y también crítica porque produce pensamiento en esa mirada, se nos devuelve, nos mira, nos toca, nos cuestiona; una mirada que en “Vestigios” tiene una dimensión crítica, de crisis y síntoma. En este punto encuentro una relación, una cercanía entre lo que Gastón Bachelard entiende por imagen poética y la imagen dialéctica y aurática de Huberman, en el sentido en que ambos conciben la aparición de esa imagen, su génesis, como algo que se da de manera súbita no tiene pasado: aparece, nace, es un devenir mismo. Bachelard dice que la imagen es antes que el pensamiento, que la imagen poética no tiene pasado sobre el cual seguir su advenimiento, “es un salto súbito del psiquismo caracterizado por su novedad y actualidad esencial”. Para él lo ontológico de la imagen poética procede directamente del ser de una imagen, ésta surge en la conciencia producto directo del corazón, del alma, del ser del hombre; ésta a su vez obra de dos maneras a través de las “resonancias” que se dan en di27


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ferentes planos de nuestra vida en el mundo, y las “repercusiones” el llamado en nuestra propia existencia los cambios que se pueden operar en nuestro ser, –lo que nos mira en Huberman-, además propicia en el receptor una acción psicológica un despertar del alma, la imagen poética dice Bachelard “se hace verdaderamente nuestra: hecha raíces en nosotros mismos, es un devenir de expresión y un devenir de nuestro ser”. Volviendo a W. Benjamin verá el valor de la verdad en ese valor crítico que él mismo da al darle un giro al concepto platónico clásico de la belleza como revelación de lo verdadero: “la verdad es un contenido de la belleza”. Benjamin dirá “un incendio de la obra en que la forma alcanza su más alto grado de luz”. Huberman dice que precisamente en ese momento crítico por excelencia –corazón de la dialéctica- ese choque por un instante “inexpresable forzará al orden del discurso, al silencio del aura” que es lo que Benjamin definirá: “el choque” su valor de Aura en cuanto principio poético de la modernidad1. En mi obra “Vestigios” encuentro esta imagen crítica, “el resto”, lo que yace, el fragmento, lo que queda, como vestigio de un cuerpo social y cultural se nos devuelve como un espejo para hacernos ver, para mirarnos y quizás tocar nuestra conciencia por un instante. Huberman dice: “El resto, de un símbolo bajo la luz de la “sublime violencia de lo verdadero”: en esta figura esencialmente crítica hay 1 W. Bejamín en Origine du drama baroque

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toda una filosofía de la huella, del vestigio. ´El bosque de símbolos´ con todos los vestigios de su historia”. Por lo tanto la imagen dialéctica es crítica, nos pone en esa doble distancia y en frente de toda una suerte de eclosiones y destrucciones, y es aquí donde encuentro con mayor precisión el trabajo esencialmente dialéctico que subyace en mi obra, Huberman dice: “Por lo tanto no hay imagen dialéctica, sin un trabajo crítico de la memoria enfrentada a todo lo que queda como al indicio de todo lo que se perdió”. Huberman considera “la forma artística como una imagen dialéctica cuando construye su novedad configuracional en la superación de la creencia y la tautología. Nos dirá también que tanto W. Benjamin y sus contemporáneos como Bataille, Leiris y Carl Einstein piensan que cuando una imagen dialéctica construye su propia novedad, el escribir, se “abre paso para superar la clausura del VER y del CREER”. Finalmente nos dirá que una imagen dialéctica exige no sacrificar nada a la tautología de lo visible, ni sacrificar nada a una creencia que encuentra todo su recurso en la invisible trascendencia (el Aura); lo que equivale a situar “la imagen dialéctica como lugar por excelencia donde podría contemplarse lo que nos mira en lo que vemos”. Vestigios es una propuesta contemporánea. La instalación es una estrategia plástica que utilizó más allá de ser una forma de intervenir simplemente el espacio expositivo, se convierte para mí en otro lenguaje que me permite activar, ampliar, y dinamizar el concepto de espacio; ese espacio que obra como nos diría Huberman en el espectador, hace de él un “espacio interior” que llame, que cree un lugar para la 29


contemplación y la reflexión interior; W. Benjamin decía recordemos también, que el espacio había que entenderlo no solamente en su fisicidad sino en su dimensionalidad, en su profundidad. El espacio del museo cumple en este caso un rol diferente: se convierte en un sitio de convocatoria, un espacio de producción de contenidos. En Vestigios como lo hablara Henry Geldzabler2 se cumple ese arte que establece puentes entre culturas. En este caso aludo a la cultura occidental y su sociedad de consumo y por otro lado presento la cultura aborigen, su pensamiento, su relación con la naturaleza a través del canto cosmogónico de los huitotos. Al unir y ensamblar los diferentes lenguajes, esta transdisciplinaridad presente entre lo sonoro, el video y lo escultórico potencian al interior del receptor otras percepciones y vivencias más hondas y profundas en la puesta, en juego entre la simulta2 Ensayo General. Catálogo exposición Biblioteca Luis Ángel Arango 1985.


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neidad de tiempos presentes al interior de cada uno de los diferentes discursos y a su vez entre todos ellos produciendo una imagen dialéctica y poética para hablarnos del tiempo y la memoria. La construcción de mi obra está cargada de sedimentos, capas, referencias simbólicas, antropológicas y míticas; más allá de “lo que vemos” subyace están otros sustratos cargados de sentido invisible a los ojos pero que nos miran. Esta instalación presentada de manera “simple”, “contenida” diría algo “silenciosa” nos convoca: lo que vemos nos mira, se nos devuelve, nos concierne; cuando ya se está ahí, la asociación de las imágenes son ricas, complejas, se multiplican y complementan entre ellas para poetizar y ahondar el contenido desde una mirada humanista, y política frente al problema ambiental y la destrucción de la naturaleza. Los videos que edité guardan las filmaciones que tomé a lo largo de varios años en diferentes sitios de Colombia; recogen las imágenes tomadas directamente en la naturaleza y más que un registro del paisaje se constituyen en una manera particular de acercarme a ella desde mi mirada; este medio se convirtió en un poderoso instrumento de observación y descubrimiento de la vida natural ayudando a descubrir quizás, aquello que generalmente no vemos. En la edición las decisiones que fui tomando, al unir unas imágenes a otras, y respetar el sonido que se había registrado, o en determinado momento complementarlo con el sonido de otra grabación lograron generar en varios momentos al interior de la narración visual, la aparición de una imagen antropomórfica, como la entiende D. Huberman: “esa dimensión que nos mira, nos concierne, se nos parece, 31


el hombre, el anthopos, está ahí, - aunque no tenga la morphé (la morfología) de su representación”. Encuentro que en mi obra se da ese antropomorfismo o la desemejanza que llamaría Mallarmé como “un parecido secreto”: un parecido de naturaleza antropológica y ya no antropomórfica que enfrenta a la semejanza con la ausencia”. Huberman nos dirá esta “latencia, está “presencia” esto que nos mira, que se agita, que enfrenta a la semejanza con la ausencia es la de semejanza. Ese antropomorfismo que se alcanza paradójicamente y precisamente en el desplazamiento, en el juego, en el desplazamiento que es desfiguración desemejanza”. La decisión de unir el sonido de un helicóptero –su aproximación y alejamiento-, a las imágenes registradas por la cámara desde el interior de altos y grandes matorrales movidos por el viento al hacer un recorrido y paneo con la cámara lentamente se remontaba para luego y fundirse en el atardecer azul del cielo, potenciaba, desencadenaba al interior nuestro otras imágenes inquietantes, otra presencia, la de un cuerpo, en este caso ausente y como escondido, que miraba el firmamento y seguía con su vista el sonido hasta desaparecer. Esta figuralidad enorme, la unión de estos lenguajes generaba una imagen antropomórfica, se multiplicaban las percep-


ciones e imágenes produciendo al interior del espectador cierto estado de inquietud y de zozobra, se podía sentir el peligro, se percibía el miedo de un cuerpo agazapado al asecho. Estas imágenes se convertían en una poderosa alegoría y metáfora de la guerra en este caso, la que se vive en nuestro territorio. En la narración visual de este video también está el registro que hiciera con la cámara fija del paso del tiempo, el juego y cambio de la luz sobre el follaje, el viento, la levedad y cierta quietud incluyendo la mía, para no entorpecer como intrusa, la labor incesante en ese trascurrir de la naturaleza: moscas, abejas con su zumbido, el leve paso de una mariposa de flor en flor, la polifonía de diferentes cantos de pájaros, cierto sopor y la conspiración de la madre tierra para recibir y albergar la vida, allí frente a ella todo sucedía… un laboratorio vivo; sin darnos cuenta, sin detectarlo, miles y complejos procesos se sucedían incesantemente. Otras imágenes que capturé con mi cámara a ras del suelo, fue los pequeños brotes de hojas en su heroica lucha por sobrevivir; no pocas veces asombrada reflexioné sobre todo lo que desconocemos y acontece ante nuestros ojos sin que tan siquiera nos percatemos por un instante de ello en la vida.


Pienso en la tragedia del hombre, mientras no cesa la destrucción irracional de la naturaleza, miles de millones son usados por los estados poderosos no en la recuperación tan sólo de un río, sino en sondear el espacio extraterrestre, buscando en otros planetas la vida, el agua. En ese estadio tan propio y primitivo de la especie humana, en ese juego de egos de ser dioses, científicos en los laboratorios buscan producir el principio de la vida. Décadas investigando tratando de producir y resolver lo que la naturaleza en una sincronía perfecta ha desarrollado y evolucionado a través de los tiempos. Cuanto podría aprenderse de ella, los más sofisticados resultados y adaptaciones han producido ecosistemas únicos, irrepetibles, adaptados a su lugar, la más alta ingeniería genética, verdadera génesis de vida, lo que deberíamos de venerar como es la tierra que nos alberga de la cual somos parte y recibimos el sustento, -lo hacen los pueblos que consideramos primitivos-, en la cultura occidental, el hombre la usa y destruye, se sitúa por fuera de ella y no como parte desde donde asumir su cuidado, preservación y conocimiento.


En este mismo video se suceden las imágenes que tomé de las huellas que deja el agua en la arena del mar en su interminable ir y venir, en él también quedaron las imágenes que gravé al acercarme y observar el agua dulce y cristalina de una quebrada. Con el zoom del lente, me aproximé a su lecho lleno de hojas de múltiples colores, era si se pudiera describir una pintura en movimiento. Muchos años después, cuando estaba editando el video fue que descubrí todo lo que había quedado grabado; claramente se podía observar la estructura del agua conformada como un caleidoscopio de formas geométricas en volúmenes romboidales con sus caras aristas resplandecientes de visos brillantes y destellos luminosos, sólo puedo entender esto como algo mágico y maravilloso que me regalaba la naturaleza… la grabación registró lo que mis ojos no alcanzaron a ver. Estas imágenes fueron dando paso a otras de pastizales levemente movidos por el viento y en cuya lejanía se podía escuchar el ladrido de un perro, quizás para recordarnos la presencia humana. Poco a poco como despidiéndose de nuestro recuer-




do esta imagen se fue fundiendo en el pavimento húmedo fijándose la imagen en la luz de parqueo, reflejada, unido esto al ruido ensordecedor de los automóviles se convertía en un dramático llamado de alerta; quizás este momento, nos situaba ante el peligro inminente a que se ha llegado, a un tiempo limite a un no retorno. El anterior video se proyectaba sobre la arena que coloqué sobre el suelo, al final del recorrido de la pieza escultórica justo al lado de las huellas de llantas impresas en ella. Hacía parte también de la obra otro video que simultáneamente se presentaba; decidí desde el principio que la imagen de la jaula en cuyo interior cantaba un pájaro que apenas se podía mover en su reducido cautiverio, se proyectara a tamaño real y a la altura de la escala humana sobre una de las paredes de la sala. Si bien aquí se configura una metáfora para hablarnos de las acciones de un cuerpo social y cultural; “la naturaleza la enjaulamos”, la naturaleza en nuestra cultura no es para el disfrute, es para poseerla, usarla, explotarla. Esta imagen se constituía en lo que Jung plantea como la reconstrucción




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de un arquetipo en el sentido que es el contenido del inconsciente colectivo y representa un modelo endógeno de conducta. Se constituye en una señal y muestra el síntoma de una enfermedad. Pero la imagen se problematiza y dialectiza aún más, a continuación la imagen que le sigue no es ya la de la jaula con el pájaro sino la propia sombra de la jaula que grabé cuando se proyectaba en el muro donde efectivamente estaba ésta colgada. Esta alegoría, como el propio Benjamin la considera la forma por excelencia para producir imágenes dialécticas; estas como instrumento de conocimiento, nos dirá Huberman, tiene un valor crítico a diferencia del símbolo y “desfigurativo” a diferencia de la representación mimética; la alegoría entonces tiene una doble dimensión de “pathos”: la melancolía por un lado, en la implicación de un elemento de pérdida en el ejercicio de la mirada, un signo de duelo, y la ironía crítica cuando ya sólo nos queda “reírnos” ante la tragedia. Didi Huberman dice: “No hay imagen dialéctica sin un trabajo crítico de la memoria, enfrentada a todo lo que queda como indicio de todo lo que se perdió”. Lo sonoro se constituye en otro lenguaje fundamental presente en mi obra, esta otra materia inasible abarca el espacio se convierte en otra dimensión para hablarnos, es por eso que nos llega y toca, devela, suscita otros acontecimientos al interior nuestro, el sonido augura una imagen en nuestra mente la poetiza, se constituye en otra forma de conocimiento cargado en sí mismo de imágenes que activen al inte41


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rior de nuestra percepción la relación de múltiples y complejas asociaciones, es un motivador de la memoria, las ausencias a través del sonido toman cuerpo. En Vestigios el sonido repetitivo de la ola del mar poetiza el espacio, se convierte en la memoria del tiempo, “un tiempo ahistórico”, la ola del mar marca este recorrido cíclico sempiterno y repetitivo, perpetuo, incesantes ciclos de principio y fin. Tanto el sonido del mar, como el canto cosmogónico Huitoto llevan en su ser cierta atemporalidad, en el caso de esta última la atemporalidad del pensamiento. En esta puerta en escena el sonido del mar está presente sólo en dos momentos; en uno muy breve, cuando acompaña a la imagen de la ola tocando una y otra vez la arena, y el otro momento donde alcanza su máxima dimensión poética, cuando en medio del silencio de la sala, en un tiempo donde la imagen virtual cesa y tan sólo se proyecta una luz violácea sobre el suelo al final del recorrido de la pieza escultórica, el sonido del mar inunda el espacio, abarcándolo todo… es tal la presencia y la dimensión de lo que acontece en nuestro interior, que ese vaciamiento, de ese lecho seco que yace a ras del suelo, la ausencia del agua y simultáneamente el sonido del mar, dialectiza la imagen, el poder de esta alegoría se nos presenta y nos sumerge en la memoria de la vida y en memoria del tiempo pero también nos golpea; estas ausencias toman cuerpo, un cuerpo social, como huella y señal de la presencia devastadora del hombre. En este mismo intervalo, el pensamiento hecho palabra del canto Huitoto, memoria viva de un pueblo aborigen que aún subsiste en nuestro territorio, llega 42


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hasta nuestros días gracias a la transmisión oral hecha de generación en generación. Transcribo a continuación la propia traducción que el Mamo indígena hiciera del canto cosmogónico. Esto como testimonio precisamente de la relación con la madre tierra la simbiosis profunda que los pueblos indígenas entienden y respetan; sabiduría y conocimiento que nosotros los de las culturas supuestamente “civilizadas”, desconocemos y podríamos aprender de ellos. CANTO COSMOGÓNICO

Para los indígenas Huitotos las canciones fueron entregadas desde el principio. Su sentido espiritual perdura y se conserva a través del tiempo transmitiéndose de generación en generación; el contenido y la música no cambia así sea cantada por las diferentes etnias sea en Carijona, en Muinane, en Andioque o en Mirañe. La canción dice así: En el tiempo del mes de mayo… es el tiempo de florecer. Las flores amarillas “del palo de arco” se preparan para curar. El padre creador al crear él mismo, ubica al hombre y todas las cosas cada cual en su reino. Nosotros nos asentamos sobre la madre tierra ella es la que nos da en abundancia, en honor a ella se canta para que todos los sembrados y los que aún no han nacido continúen produciendo nuestro alimento. 43


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La unidad entre la naturaleza, entre los animales y el ser ante un solo padre creador. Todos respiramos de un solo aire, que es como su símbolo. ¿Dónde no está él?... él nos da la vida. ¡Unámonos! Así como el creador nos dejó, así nosotros seguiremos estando: paz, salud y producción.

Como ya lo había mencionado anteriormente, en la obra Vestigios está presente un tiempo anacrónico; encuentro que el sentido se acerca y se relaciona con el “tiempo amorfo” presente en las obras expuestas en la Exposición Distopía que tuvo lugar anteriormente en la misma sala, en ella se decía: «No distingue bien las secuencias del futuro, ese episodio de lo desconocido hacia donde nuestra conciencia se proyecta delante de sí” que está en la raíz misma de la función crítica. Es un tiempo futurista pero que se mezcla con nociones del pasado y del presente». En toda la obra y a través de los diferentes lenguajes está presente esta simultaneidad de tiempos, hablan entre sí, se yuxtaponen dialectizando las imágenes en nuestra percepción; y es precisamente ahí donde cumplen una función catalizadora la palabra, el mito cosmogónico indígena, como origen mismo… la palabra que funda el pensamiento como nos dice Joaquín Araujo: “Hay que tener en cuenta que las palabras no sólo fundan el pensamiento sino también y en gran parte son indistinguibles de la percepción. Nos hacen ver”. Él también encuentra en el pensamiento primitivo precisamente ese fundir el continente con el contenido, nos dirá 44


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que “tenemos que ser capaces de comprender y hasta visualizar que las palabras son formas de apropiación que han separado realidades”. Más adelante nos dice “en las civilizaciones primitivas el Mito, desempeña una función indispensable: expresa, realza y codifica las creencias; salvaguarda los principios morales y los impone, ofrece reglas prácticas para el uso del hombre: el mito es, pues, un elemento esencial de la civilización humana; lejos de ser una vana fábula, es, por el contrario, una realidad viviente a la que no se deja de recurrir, no es en modo alguno una teoría abstracta o un desfile de imágenes, sino una verdadera codificación de la religión primitiva, y de la sabiduría práctica”. Este mismo autor cita a Bronislav Malinowski pues encuentra que él hace una de las mejores definiciones del mito. “Desde lo que puede sugerir a nuestros presentes entiendo que es otra forma de convocar a las partes del yo. El mito integra, abrocha y además da pautas y sugerencias para la imitación de la creatividad de la propia Naturaleza y propicia su respeto. Buena parte de los mitos son proposiciones de mantener la armonía del cosmos y mantenerse dentro de ella. Por supuesto por la vía de una socialización”. Araujo complementará lo anterior al decirnos que los Mitos eran creencias vividas, no se aprecia alejamiento alguno entre teoría y práctica. Yo hablaría no en pasado, aún hoy, continúan vivas en varias culturas aborígenes Colombianas; el canto por lo tanto se convierte en vestigio, en un cuerpo cultural que nos antecedió y que aún perdura, el canto Huitoto pensamiento integrador del hombre con la Naturaleza, encuentro en él, nuestras primeras raíces de un pensamiento ecológico. 45


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Desde las primeras civilizaciones el uso de la voz humana ha sido un medio de comunicación frente a la comunidad. En el psicoanálisis como diría Lacan, la voz es anterior a la palabra, “El objeto voz y el otro”, ya tiene un amplio registro de lo que nos es transmitido es la noticia anticipada del deseo de quienes nos precedieron en la existencia. La “voz que habla”, la “voz interior” pulsión, percepción, intuición, delirio, aullido, quejido, lamento, sonido que habla; silencio que habla y obra al interior nuestro, silencio ante la abrumadora presencia de los hechos. Para el poeta Aurelio Arturo “El silencio es tan hondo como un grito” es el ser como experiencia, como lenguaje conmovido. Es una sociedad del ruido como esta que hace imposible el silencio, deberíamos callar para escuchar la naturaleza, lo que ella nos está hablando. Callar para escuchar la naturaleza es decir vaciar la cultura y exponerla a una instauración fundante”. Mircea Eliade: nos recuerda que los humanos de las sociedades primitivas sentían la unidad fundamental de todas las especies de obras o de formas, ya sean de orden biológico, psicológico o histórico; “el nosotros”, el sentirnos parte de, dio paso al pronombre personal en primera persona y junto a ese yo se fue marcando el drama de la individualidad, situándonos por fuera y no como parte de un todo. En este punto encuentre pertinente transcribir la carta que envía el jefe indio Seatle de la tribu Duwamish, del estado de Washintong al presidente de los Estados Unidos Franklin K. Pierce en 1885. El espíritu de sus palabras arroja un sentido profético sobre el presente y se convierte en una voz que llama a la conciencia, la 46


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nuestra, y a la de la cultura actual, modelo consumista basado su poder en la acumulación, la riqueza material y la competitividad descarnada que se cree con el derecho ilimitado de usar, arrasar, y destruir, un bien que pertenece a todos y que como sabia y éticamente lo decía el aforismo Masai: “No heredamos la tierra de nuestros antepasados, la tenemos prestada de nuestros descendientes”. La carta dice así: El gran jefe de Washington manda palabras, quiere comprar nuestra tierra. El gran jefe también manda palabras de amistad y bienaventuranza. Esto es amable de parte suya puesto que nosotros sabemos que él tiene muy poca necesidad de nuestra amistad. Pero tendremos en cuenta su oferta, porque estamos seguros que si no obramos así, el hombre blanco vendrá con sus pistolas y tomará nuestra tierra. El gran jefe de Washington puede contar con la palabra del gran jefe Seathl, como pueden nuestros hermanos blancos contar con el retorno de las estaciones. Mis palabras son como las estrellas: nada ocultan. ¿Cómo se puede comprar o vender el Cielo y el calor de la Tierra? Esta idea es extraña para nosotros. Si hasta ahora no somos dueños de la frescura del aire o del resplandor del agua, ¿cómo nos lo pueden ustedes comprar? Nosotros decidiremos en nuestro tiempo. Cada parte de esta tierra es sagrada para mi gente. Cada espina del pino brillante, cada orilla arenosa, cada rincón del oscuro bosque, cada claro y zumbador insecto, es sagrado en la memoria y experiencia de mi gente. Nosotros sabemos que el hombre blanco no entiende de nuestras costumbres. Para él, una porción de tierra es lo mismo que otra; porque él es un extraño que viene en la noche y toma de la tierra no es su hermana, sino su enemigo, y cuando él la ha

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conquistado sigue adelante. Él deja las tumbas de sus padres atrás y no le importa. Así las tumbas de sus padres y los derechos de nacimiento de sus hijos, son olvidados. Su apetito devorará la tierra y dejará atrás su desierto. La vista de sus ciudades duele en los ojos del hombre pielroja. Pero tal vez es porque el hombre pielroja es un salvaje y no entiende… No hay ningún lugar tranquilo en las ciudades de los hombres blancos. Ningún lugar para escuchar las hojas en la primavera o el zumbido de las alas de los insectos. Pero tal vez es porque yo soy un salvaje y no entiendo, que el ruido parece insultarme los oídos. Yo me pregunto: qué queda de la vida si el hombre no puede escuchar el hermoso grito del pájaro nocturno, o los argumentos de las ranas alrededor de un lago en la tarde? El indio prefiere el suave sonido del viendo cabalgando sobre la superficie del lago y el olor del viento mismo lavado por la lluvia del medio día o con la fragancia de los pinos. El aire es valioso para el hombre pielroja. Porque todas las cosas comparten la misma respiración… las bestias, los árboles y el hombre. El hombre blanco parece que no notara el aire que respira. Como un hombre muriendo por muchos días, él es indiferente ante la hediondez. Si yo decido aceptar, yo pondré una condición: El hombre blanco deberá tratar a las bestias de esta tierra como hermanos. Yo soy salvaje y no entiendo ningún otro camino. He visto miles de búfalos pudriéndose en las praderas, abandonados por el hombre blanco que pasaba en el tres y los mataba. Yo soy un salvaje y no entiendo cómo el caballo de hierro que fuma puede ser más importante que los búfalos que nosotros matamos solo para sobrevivir. ¿Qué será el hombre sin las bestias? Si todas las bestias desaparecieran, el hombre moriría de una gran soledad en el espíritu,

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porque cualquier cosa que le pase a las bestias, también le pasa al hombre. Todas las cosas están relacionadas. Todo lo que hiera a la Tierra, también herirá a los hijos de la Tierra. Nuestros hijos han visto a sus padres humillados en la derrota. Nuestros guerreros han sentido la vergüenza. Y después de la derrota convierten sus días en tristezas, y ensucian sus cuerpos con comidas y bebidas fuertes. Importa muy poco el lugar donde pasemos el resto de nuestros días no quedan muchos-. Unas pocas horas más, unos pocos inviernos más y ninguno de los hijos de las grandes tribus, que una vez existieron sobre esta tierra, o que anduvieron en pequeñas bandas en los bosques, quedarán para lamentarse ante las tumbas de una gente que una vez fue poderosa y tan llena de esperanza. Una casa nosotros sabemos y que el hombre blanco puede algún día descubrir. Nuestro Dios es el mismo Dios. Usted puede pensar ahora, que usted es el dueño de El, así como usted desea hacerse dueño de nuestra tierra. Pero usted no puede. El es el Dios del Hombre. Y su compasión es igual para el hombre blanco y el hombre pielroja. Esta tierra es preciosa para El, y hacerle daño a la tierra es amontonar desprecio a su Creador. Los blancos también pasarán tal vez más rápido que otras tribus. Continúe ensuciando su cama, y alguna noche terminará asfixiándose en su propio desperdicio. Cuando los búfalos sean todos sacrificados, los caballos salvajes todos amansaos y los rincones secretos de los bosques se llenen con el aroma de muchos hombres y la vista de las montañas se replete de esposas habladoras, ¿dónde estará el matorral? Desaparecido. ¿Dónde estará el águila? Desaparecida. Es decir, adiós a lo que crece, adiós a lo veloz, adiós a la caza. Será el fin de la vida y el comienzo de la subsistencia. Nosotros tal vez entenderíamos si supiéramos qué es lo que el hombre blanco sueña;

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qué esperanzas le describe a sus niños en las noches largas del invierno; qué visiones le queman sus mentes para que ellos puedan desear mañana. Pero nosotros somos salvajes… Los sueños del hombre blanco están ocultos para nosotros y porque están escondidos nosotros iremos por nuestro propio camino. Si nosotros aceptamos, será para asegurar la reservación que nos han prometido. Allí tal vez podernos vivir los pocos días que nos quedan, como es nuestro deseo. Cuando el último pielroja haya desaparecido de la Tierra y su memoria sea solamente la sombra de una nube cruzando la pradera, estas costas y estas praderas aún contendrán los espíritus de mi gente, porque ellos aman esta tierra, como el recién nacido ama el latido del corazón de su madre. Si nosotros vendemos a ustedes nuestra tierra, ámenla como nosotros la hemos amado. Cuídenla como nosotros la hemos cuidado. Retengan en sus mentes la memoria de la tierra, tal como estaba cuando se la entregamos. Y con todas sus fuerzas, con todas sus ganas consérvenla para sus hijos y ámenla, así como Dios ama a todos. Una cosa nosotros sabemos… nuestro Dios es el mismo vuestro, esta tierra es preciosa para El. Y el hombre blanco no puede quedar excluido de un destino común…

Ninguna filosofía como el budismo doctrina filosófica y religiosa del lejano Oriente contiene en su esencia un pensamiento ecológico que propende por la reconciliación entre lo humano y lo natural. Entre sus mandamientos el primero está en el respeto a todas las formas de vida, no infligir sufrimiento a lo viviente, y menos la muerte, que mayor sentido y principio ético contiene su pensamiento y acción, propugna la conservación de la biodiversidad, como lo dice Joaquín Araujo en su 51


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libro xxi: Siglo de la Ecología. “El Budismo ha encarnado mejor que ningún otro sistema de pensamiento, el crucial problema filosófico de la muerte. Entiende que a los contrarios hay que absorverlos, fundirlos, no aniquilarlos. Por lo mismo la muerte es la materia prima de la vida por venir”. Tragedia, irracionalidad, y barbarie como yo lo veo y comparto con él, cuando nos dice “paradoja de que en nuestro sistema lo muerto tiene muchísimo más valor económico que lo vivo”, siempre ha marchado en paralelo a la incisión entre lo humano y lo natural”. Se suma a lo anterior del Budismo su carácter no proselitista, tan necesario de ser aplicado socialmente y siento, precisamente, dentro del mismo espacio académico tan plegado de actitudes agresivas, poseedoras de la verdad, del conocimiento, del saber, ciegos o tuertos por decir lo menos. Jorge Luis Borges calificaba al Budismo como la cúspide de la ética en la historia de la humanidad, es la única “ideología – religión filosofía”. Nunca ha tomado las armas ni siquiera en sentido defensivo, nunca se ha considerado la única verdad, y en consecuencia jamás necesitó imponerse. El taoismo otra de las doctrinas filosóficas y religiosas del lejano Oriente también plantea “el ser uno mismo en medio del fluir del resto de lo viviente”, vivir de acuerdo con los principios del funcionamiento con la Naturaleza. La incorporación al cosmos, a esa unidad de lo viviente. En el libro del tao, es claro que la voluntad de poseer, la codicia hace olvidar el diálogo que podríamos tener con el cosmos. Esto sí que nos concierne y nos cuestiona profundamente como cultura y sistema ilimitado consumista donde hemos trastocado todos los valores “el ser en el tener” y me pre52


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gunto y cuestionaría también lo que entendemos por vivir, y por calidad de vida. A continuación anoto textualmente lo que Araujo no dice: “Para Taoistas y poetas parece claro que la voluntad de poseer la codicia, hace olvidar el tú, el otro, la posibilidad de dialogar con el cosmos, al interlocutor no hay que derrotarlo. Esa siempre ha sido la obsesión del tiempo histórico, inseparable del poder y del Estado; por eso negar la historia, salirse de ella, es entrar en los armónicos ritmos de la naturaleza en la que se encuentra el sosiego, el silencio y la libertad posible en este mundo”3, encuentra también en el pensamiento Taoista en sí mismo, la propuesta de la sostenibilidad que tanto nos preocupa, “porque el Taoismo cree en el discurrir perpetuo del tiempo y de la vida, que siempre regresa a su punto de origen, sin origen y sin fin. Pero en Occidente el pensamiento presocrático también enunció los procesos ecológicos y evolutivos la relación con la naturaleza como parte de ella, el concepto limitado de la vida humana como parte de la vida natural: Anaximandro Empédocles enunciaron el principio de la evolución biológica. Tales, descubre la responsabilidad del agua en todos los procesos vitales, Heráclito el principio de que todo fluye, se adelanta a las leyes de la física y de la ecología; todo fluye, cambia “esa inestable levedad combate hoy día el mecanismo” como lo menciona de manera aguda Araujo. Pitágoras sostiene que la armonía rige la Naturaleza, Anaxímenes sitúa en el aire el primer principio y no distingue entre alma y vida, encuentro aquí una dimensión 3 xxi: Siglo de la Ecología. Editorial Espasa, 1996. Pág. 55

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y un significado paralelo con el canto cosmogónico Huitoto y al igual que tanto pensamiento y sabiduría mítica presente en las culturas precolombinas como los que aún subsisten vivas en nuestro territorio y en otras latitudes de la tierra como anota Rafael Argullol “ningún modelo del pensamiento de la antigüedad supone una separación del hombre, como sujeto de razón, de una naturaleza inanimada”. La gran separación entre cuerpo y espíritu, entre hombre y naturaleza, esta ya no nos explica, sino que nosotros tenemos que explicarla, el gran sisma se da con el idealismo, la metafísica con los socráticos y los postsocráticos fundamentalmente con Platón y Aristóteles se quiebra la vinculación con lo natural, al aparecer en el pensamiento humano lo ilimitado. Es decir, lo que sobrepasa la realidad corpórea, por fuera de lo natural, y del entorno. El hombre despega de la naturaleza y de sí mismo. Simultáneamente casi que en el mismo tiempo y lugar con el Aristotelismo se da lo contrario, aparece un epicuro que entiende que “desconocer la naturaleza es la causa de la desgracia humana”. Él enseñó en contacto con la naturaleza y quizás por eso proponía un disfrute de la vida y los sentidos desde donde entendía consecuentemente “de nada demasiado” que él acuñó y que sirve para uno de los aforismos que retratan la actualidad “nada es suficiente para los que lo suficiente es poco”. Considero la libertad interior como una de las máximas y más grandes aspiraciones del ser humano. Epicuro decía: “las varias divisiones de la tierra dan a cada pueblo una patria distinta. Pero el mundo habitado ofrece a todos los hombres capaces de amistad una sola casa común: la tierra”. 54


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Otro gran filósofo Plotino incorpora a su pensamiento elementos de sus predecesores al considerar la diversidad como algo que mana de la unidad, o bien que la unidad se alimenta y asegura a través de la diversidad, es decir lo que hoy se considera pura ecología, tan opuesta, funesta y atroz por decir lo menos, a las políticas de los Estados poderosos del mundo que imponen y venden a los países tercermundistas en desarrollo, asumiéndolo torpemente gobiernos corruptos y vendepatria, intereses personales por encima del bien común se deciden en un congreso acatando políticos perversas como la ley de bosques que se teje en nuestro territorio bajo el sofismo de distracción, de dar trabajo a unos pocos campesinos, la política de tumbar montes, bosques nativos y sembrar monocultivos que solamente beneficiarán al terrateniente paramilitar que se adueña y desplaza a más comunidades de indígenas y campesinos, acabando con la verdadera riqueza que es la biodiversidad patrimonio vivo que debería ser intocable para las futuras generaciones de colombianos como es nuestro caso. Joaquín Araujo cita en su libro a otros pensadores como Maimonides en su Guía para Perplejos y lo considera como el primero que plantea una ética hacia el derredor, ejemplo para posibles tratados internacionales en relación al cuidado y la protección de la biodiversidad. Este pensador afirmaba “no hay que creer que todos los seres existen para el hombre. También en provecho de sí mismos”. Pero sí hay en Occidente un ejemplo extraordinario de amor a la naturaleza de comunión y comunicación de sentirse parte de ella, la encontramos en San Francisco de Asís, para él en la naturaleza estaba dispuesto todo por la Providencia divina 55


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y como le decía a su fiel discípulo Fray Maseo en uno de los tantos peregrinajes, “Pidamos a Dios que el tan rico tesoro de la santa pobreza que tiene por guardador a Dios, nos lo haga amar el Señor con todo nuestro corazón. Esto sí que convendría aplicarlo por sentido común, así fuera sólo por frenar, “todo es insuficiente, en el inconsciente colectivo”. Su vida, santidad y pensamiento quedan reflejados en su escrito canto al sol que transcribo a continuación: CÁNTICO DEL HERMANO SOL ¡Altísimo Señor, Omnipotente! Sean tuyos la gloria, los loores y toda bendición. Sólo a ti corresponden y hombre alguno es digno de nombrarte. Loado, mi Señor, seas por todas las criaturas; sobre todas ella por mi señor hermano el Sol. Con su lumbre y su luz nos das el día. ¡Cuán bello es y esplendoroso! El lleva tu representación, ¡oh Dios Altísimo! Por el hermano Viento; por el Aire, la Nube y las Estrellas 56



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y por la hermana Luna seas loado, mi Señor, que bellas y claras cosas en el cielo hiciste. Loado seas siemre, mi Señor, por el hermano Viento y por el Aire, y el Sereno, el Nublado y todo tiempo. Con ellos sostenéis las criaturas. Loado por la hermana Agua, tan útil, tan humilde, tan preciosa, tan casta. Loado seas siempre, mi Señor, por el hermano fuego. Con él la noche alumbras, y es robusto, y es bello, y es alegre, y es fuerte. Loado seas, mi Señor, por nuestra madre y hermana Tierra, porque ella nos gobierna y nos mantiene, nos da frutos diversos y flores de color verde hierba. 58


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Sé, mi Señor, loado por aquellos que por tu Amor perdonan, que pacientes sufren tribulaciones y dolores. Y bienaventurados los que en paz se mantienen, porque un día, ¡oh Altísimo!, por ti serán premiados. Loado, mi Señor, seas por ella, nuestra hermana la Muerte corporal, de la cual ningún hombre podrá escapar jamás. ¡Y ay de aquellos que mueran en pecado mortal! Y bienaventurado el que la encuentre viviendo en tu divina voluntad, que la segunda muerte contra ellos no prevalecerá. ¡Load y bendecid a mi Señor, dadle gracias, servidle con humildad!

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San Francisco entendía: “Allí donde vosotros escucháis los cantos de los pájaros, yo oigo palabras”. Joaquín Araujo nos dice al respecto del pensamiento del santo “porque si no somos hermanos, al menos si parientes de todo lo vivo, procedemos de un lejano ancestro común, innegable hoy hasta por las corrientes religiosas, y además todos, desde la ameba a la ballena, estamos fabricados por una decenas de moléculas idénticas. Por otra parte basta con conocer o intuir los códigos comunicativos para percatarse de que todos los seres vivos transmiten y reciben información, que esta a veces tiene capacidad para provocar cambios en la conducta y, por supuesto, que cabe interpretar su significado”. No puedo dejar de reconocer que gracias a Joaquín Araujo oí por primera vez del Conde de Buffón, inquebrantable antropocentrista que dejó abierta una puerta al evolucionismo y la ecología. Él dijo: “La naturaleza, muy distinta en esto al arte humano, cuyas producciones sólo son obras muertas, es en sí misma una obra perpetuamente viva, un obrero incesantemente activo, que sabe hacer uso de todo y que trabajando sin más modelo que ella misma, siempre con los mismos materiales, lejos de consumirlos, los hace inagotables. El tiempo, el espacio y la materia son sus medios, el universo su objeto y el movimiento y la vida su fin”. Con el advenimiento del siglo xviii por primera vez en la historia de la humanidad se consolida un solo modelo dominante el Europeo Occidental. En este tiempo se da una de las figuras más contradictorias de la Modernidad: Rousseau. La historia le reconoce haber aportado el concepto de igualdad entre los hombres. 60


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Sostuvo que la naturaleza es superior a la cultura considerando a esta como la causa del deterioro de la condición humana. Expresó y defendió el valor de la individualidad entendida ésta como una interacción entre el yo y el derredor, fue un naturalista y crítico la panacea del progreso tal y como actualmente hoy en día se entiende, le apostó a la tolerancia y a la responsabilidad del ser humano en velar por la naturaleza y el bienestar de los animales. Sin lugar a dudas en el Romanticismo Alemán se gestan pensadores y humanistas como un Goethe, un Schiller, un Humboldt, un Schelling; el primero de ellos une en su pensamiento la filosofía, la literatura y la actividad científica, le apasiona la morfología de las plantas, el estudio de las otras culturas humana, la teoría de los colores y aporta precisamente a la historia de la filosofía su concepto de naturaleza a la que considera indistinguible de la realidad y a su vez como el todo. En su concepción podría entenderse cierto panteísmo, intuye la evolución biológica al considerar la vida como un proceso de continuo cambio hacia una mayor belleza. Siendo él mismo científico hace una de las mayores críticas a la ciencia de la historia cuando afirma: “No podemos imaginar todo lo que de muerto y mortífero hay en la ciencia” constituyéndose en una ruptura de los estereotipos dominantes en la ilustración, rompe los límites de la razón y lo convencional y le apuesta al conocimiento intuitivo. Para Goethe algunas de sus ideas sobre la vida: “Nos vemos rodeados y abarcados por ella, siendo incapaces de salirnos de ella, incapaces de penetrar más a fondo en ella… crea eternamente nuevas formas; lo que existe no existía, lo que fue no ha de 61


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regresar todo es nuevo y es siempre antiguo… cada una de sus creaciones está dotada de su propio carácter… y, sin embargo, todo al unísono forma una unidad… se transforma eternamente y no conoce un solo instante de quietud… la vida es su más bella invención y la muerte en su artificio para asegurar la vida”. Goethe plantea “lo más sublime es la contemplación de lo diferente como idéntico” una de las percepciones más profundas verdadero desafío como es en la actualidad la conservación de la multiplicidad vital del planeta, la conservación del patrimonio natural y genético, tan peligrosamente expuesto en nuestro territorio, a causa de la implementación de políticas equivocadas como es la de los “recursos renovables” donde se borra, se destruye todo nuestro patrimonio genético, la riqueza de la biodiversidad de nuestros suelos, sistemas endémicos únicos e irrepetibles de extraordinario valor y lo que es peor aún, perdido todo sin conocerlo, sin estudiarlo. Trágicamente la mayor riqueza que poseemos destruida, desperdiciada para el resto de las nuevas generaciones. Schiller, otro de los grandes contemporáneos a Goethe plantea en su libro “Educación estética del hombre” la ruptura que se da entre el hombre y la naturaleza y hacía la comparación entre el Griego clásico y sus contemporáneos, me atrevo a decir que hasta ahora en Occidente continúa vigente esta última apreciación, pues bien decía haciendo referencia a la cultura Griega, que esta “recibió su forma de la naturaleza que todo lo junta y sus contemporáneos recibieron la suya del intelecto, que todo lo separa”. En todo caso vislumbra una luz en el camino, lo encuentro de una vigencia 62


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extraordinaria, si es que acaso traspasando ya el último cuarto de hora, nuestra civilización, y la cultura imperante, no toma conciencia de lo que Schiller entendía por “el sentimiento de vinculación con el derredor”. Él Decía “el hombre culto hace de la naturaleza una amiga, enalteciendo su libertad y poniendo un freno a sus caprichos”. Nos dirá “la razón sana nos devuelve a la Naturaleza”, “la Naturaleza nos enseña el camino”. Schiller consideraba la Naturaleza como la segunda madre. Humanista dentro de los humanistas, Alexander Von Humboltd, uno de los más grandes pensadores, viajero infatigable y gestor de empresas épicas, estudioso, conocedor y admirador como nadie de la Naturaleza y la geografía de varios continentes su pensamiento entre la ciencia y la filosofía da los primeros principios de la biogeografía. La dimensión de su visión rompe con la tendencia al especialismo Araujo nos dice: “haciéndose universalista rescata y descubre la posibilidad de que por la vía de la observación rigurosa, científica diremos hoy, también se puede llegar a una apreciación sentimental del cosmos, y que la uno no excluye a la otra constituyéndose en lo que hoy se entiende por una ética ecológica al propugnar que lo útil, no debe desterrar a lo bueno y a lo bello”. Qué diferente sería si se formara y educara al individuo en nuestra cultura no solamente bajo los parámetros de lo útil, entendiéndose “rentable, productivo, competitivo” y las competencias que tanto pide el Ministerio de Educación fueran competencias que lograran valores, esos que yo personalmente entiendo y llamo “invisibles” pero que mueven a la reflexión, al encuentro, a los sentimientos más 63


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profundos y nobles del ser humano, de admiración, bondad, respeto, gratitud por lo bueno y lo bello. Schelling, filósofo alemán coetáneo de los anteriores, plantea una filosofía del arte indistinta de la naturaleza, ese formar parte de la naturaleza descubrir al lado de esta, hay un conocimiento intuitivo que se gesta. Él decía buscar la fusión valdría decir hoy la unión, la paz del hombre con la Naturaleza y de la Naturaleza y la cultura y es aquí precisamente donde el arte la “apreciación estética” puede cumplir un eficaz papel en el descubrimiento, valoración y respeto de la Naturaleza. Krause, otro pensador alemán, aborda problemas éticos cruciales como son la deslegitimación de la destrucción del entorno y el maltrato a los animales, la apropiación del hombre de todo lo circundante y la intervención violenta en la trama de la vida, lo que hoy llaman la “ingeniería genética”. Una figura importante iluminó el siglo pasado, en su trayectoria vital y filosofía de vida, fue un ejemplo de consecuencia entre el pensar y el actuar. Gandhi en su biografía nos muestra un camino de desarrollo intelectual y crecimiento espiritual como pocos testimonios de grandeza y fuerza de alma, mostró otras formas de combate político no violentos, acciones de resistencia retomados por Greenpeace. Siempre promulgó la tolerancia hacia los que no pensaban como él. Su profundo amor y respeto por la naturaleza hacían reverenciarla por su sentido de la belleza y por la sabiduría contenida en ella misma, investidas estas manifestaciones con un significado religioso. Trabajó incansablemente en su país India y en otros cargos 64


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políticos que también ocupó en Sudáfrica por la salubridad ambiental, y propugnó a que el consumo debería ser siempre a escala humana. Otros pensadores en Occidente como E.F. Schumacher decía “la orientación que necesitamos no puede hallarse ni en la ciencia ni en la tecnología, cuyo valor depende de los fines a los que sirven, pero puede todavía hallarse en la sabiduría tradicional de la humanidad”. Herbert Marcuse de manera radical cuestionó el consumismo y su poder anestésico. Araujo nos dice al respecto “la ambición de mucho más de todo ha convertido al presente y a buena parte de los presentes en enfermos de ansiedad en eternos insatisfechos”. Esta cultura de derroche, de los grandes contrastes entre la miseria de los más pobres y la acumulación de riqueza de los más ricos es lo más inmoral e irracional del hombre y el modelo consumista del capitalismo salvaje. La explotación brutal hasta aniquilar ya no solamente especies vegetales y animales no solo pone en peligro la extinción de gran variedad de especies sino en últimas la extinción de nuestra propia especie, como lo sentenciaba Cioran: “avanzar, progreso hacia la muerte”. Joaquín Araujo dirá: “Se trata de saber si la civilización que ha llegado a ser única agoniza o no. Si compromete no sólo su propio futuro, sino también cualquier futuro digno a sus sucesores. Sabemos que llegamos a un tiempo límite, no hay, se agotan los recursos físicos, económicos para mantener por mucho más tiempo el modelo consumista”. Necesariamente tenemos que asumir una cultura ecologista porque es ética y porque en sus principios busca una educación ambiental que propende por el respe65


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to, la tolerancia, por la diversidad de la vida y de las culturas; enseña en todo caso a vivir más en armonía con lo natural que no con lo artificial, lo inerte, que sustituye la vida; crea una relación más pacífica con el entorno de respeto y de cuidado, de mayor responsabilidad y acción por parte nuestra; y porque conlleva en sí misma planteamientos morales que mueven a formas de conducta a sacar consecuencias y a plantear y emprender acciones. Como ser humano y como artista hace ya algo más de una década que vengo desde la estética de la obra plástica, planteando el problema ecológico. En mi mirada me acerco y descubro con profunda admiración y respeto la naturaleza, no sin cierto sentido apocalíptico presente en esta última exposición. Me uno y encuentro con el pensamiento de Schelling y de otro filósofo Alemán Schiller, al decir que la Naturaleza tiene el fin de ser bella y que la belleza es liberadora. Desde su planteamiento ese valor no sólo es estético sino ético y se relaciona con otros valores no tan perceptibles a nuestros ojos como son la integridad, la confluencia, el no excluir, ni discriminar. En la Naturaleza se da el mejor ejemplo vivo de la multiplicidad, la heterogeneidad de lo viviente, en la diversidad se crea la unidad; valores implícitos como la libertad no hay mandatos ni obligaciones, la austeridad, la modestia como diría Emily Dickinson: “la Naturaleza acomete enormes tareas sin darse la menor importancia”, la transparencia, la levedad. La Naturaleza tiene su propio tiempo, la lentitud, y silencio, la integridad al no discriminar incluye todas las realidades como nos dice Araujo en ella todo es confluencia y convivencia. 66


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La hospitalidad, la capacidad que tiene de acogerlo y ofrecerlo todo, la grandeza e inmensidad que en sí misma posee, ese no reducirlo a un objeto que podemos comprar en el mercado, la admiración y los sentimientos que crean vínculo, intercambio, comunicación como diría Habermas con el otro. Como dice Gaston Bachelard en la Poética del Espacio, “No solamente nuestros recuerdos, sino también nuestros olvidos están alojados. Nuestro inconsciente está alojado. Nuestra alma es una morada y al acordarnos de las “casas” de los cuartos –y yo diría del mundo, y de la madre tierra, en un sentido más amplio-, aprendemos a “morar” en nosotros mismos. Si le cabe al arte y al artista contemporáneo asumir desde su mirada una posición política en la sociedad en la cual actúa, debe estar trazada desde una coordenada ética y ecológica que procure sensibilizar al hombre en el encuentro de la verdad y la belleza, en suma con la Naturaleza. Es un problema ético, moral y nos compete a todos. El arte no puede estar excluido y tiene que cumplir una función mayor: debe convocar, conmover, tocarnos y quizás logre también llamar a nuestra conciencia. Diciembre 2009

María Teresa Pardo Valencia

Profesora Escuela de Artes Plásticas y Visuales Facultad de Artes Universidad Nacional de Colombia Sede Bogotá, D.C.

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Memoria de un proceso


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