La Comunicación política como forma moderna de dominación: del discurso retórico al discurso icónico
La Comunicación Política como forma moderna de dominación: Del discurso retórico al discurso Icónico Una Aproximación Crítica
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Universidad de Los Andes, núcleo “Pedro Rincón Gutiérrez”
Reinaldo Cortés
La Comunicación Política como forma moderna de dominación: Del discurso retórico al discurso Icónico. Una Aproximación Crítica Autor: Reinaldo Cortés Diseño de Portada: Juan Figueroa Diagramación: Edda Reyes Número de ISBN: 978-980-11-1271-6 Colección de Textos de la Comunicación Grupo de Investigación “Comunicación, Cultura y Sociedad” Universidad de Los Andes San Cristóbal, Noviembre 2009.
AGRADECIMIENTO: El autor de este libro quiere agradecer al CDCHT de la Universidad de Los Andes por el financiamiento obtenido para el proyecto "Nosotros y ellos: Una aproximación critica a la construcción discursiva del otro en la retórica de Hugo Chávez" bajo el código NUTAH2850809B.
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La Comunicación política como forma moderna de dominación: del discurso retórico al discurso icónico
Índice de Contenido
INTRODUCCIÓN ......................................................................................................................................... 6
CAPÍTULO I La Comunicación Política. Apuntes para una aproximación teórica ............................... 9 I.I Introducción....................................................................................................................................... 9 I.II Comunicación: una aproximación conceptual ............................................................................... 9 I.III Política: una aproximación conceptual........................................................................................ 12 I.IV La Comunicación Política según diversos autores. ..................................................................... 14 I.V La Propaganda como una de las formas que asume la comunicación política ......................... 16 I.VI Comunicación Política. Una definición operacional. .................................................................. 22 I.VII La multitud dispersa: el objetivo de la Comunicación Política. ................................................ 24 I.VIII Conclusiones ............................................................................................................................... 32
CAPÍTULO II El Discurso Retórico Político. Apuntes sobre retórica política, simbolismo, comunicación y la institución imaginaria de la sociedad ................................................................... 35 II.I Introducción.................................................................................................................................... 35 II.II La retórica: algunos apuntes acerca de su evolución histórica.................................................. 35 II.III La Retórica. Un estudio semiótico. ............................................................................................. 44 II.IV Retórica, política e ideología. Una conjunción semiótica. ........................................................ 48 II.V La retórica de la ‘sociedad nueva’ ............................................................................................... 53 II.VI Conclusiones. ............................................................................................................................... 60
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CAPÍTULO III El discurso Icónico. Una aproximación crítica al empleo de iconos y símbolos en la comunicación política............................................................................................................................. 62 III.I Introducción .................................................................................................................................. 62 III.II La naturaleza del discurso ........................................................................................................... 62 III.III El discurso visual y la clasificación de los signos ....................................................................... 64 III.IV La comunicación política y el discurso icónico ......................................................................... 76 III.V Conclusiones ................................................................................................................................ 88
CAPÍTULO IV Hugo Chávez Frías y el discurso político -icónico y simbólico- en Venezuela ........... 90 IV.I Introducción .................................................................................................................................. 90 IV.II Hugo Chávez Frías y la iconización de su discurso político en Venezuela ............................... 91 IV.III Conclusiones .............................................................................................................................117
Conclusiones Generales ........................................................................................................................119
Referencias Bibliográficas .....................................................................................................................129
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INTRODUCCIÓN
Mucho me temo que este trabajo fue concebido bajo el estigma de una preocupación. Al momento de escribir estas líneas, tengo la certeza de que el ordenamiento jurídico y político de las sociedades actuales, responden a criterios de inmediatez y superficialidad. En absoluto priva un fin teleológico, las leyes, el ordenamiento jurídico de las instituciones, no son más que significantes sin un significado cierto e inequívoco en las mentes de muchos ciudadanos. Por experiencia propia sé que por lo menos en Venezuela, preguntarle a alguien en cualquier sitio público qué es una institución, qué es el parlamento, quiénes sus representantes y cuáles sus funciones (en el caso de Venezuela la Asamblea Nacional), por citar un solo ejemplo, puede deparar una terrible frustración. Esta frustración surge de palpar que la ciudadanía elige y piensa por meros referentes simbólicos, por imágenes, por asociaciones mentales construidas emotivamente, más no así por la capacidad de gerencia de cualquier funcionario público. Priva así un imaginario colectivo que no pasa de ser eso: un imaginario. Esta situación es bizarra debido a que, al elegir y formarse criterios a partir de significantes (con significados carentes o difusos y en el mejor de los casos emotivos y no reales), la sociedad funciona bajo criterios de inmediatez, bajo instintos, amores, emociones y pasiones que deben ser saciadas por sus gobernantes de manera inmediata. La consecuente insatisfacción deviene en frustraciones y la sociedad, inmadura, queda abandonada, repitiendo, de manera metafórica, el viejo pero muy contemporáneo –y latinoamericano- drama de la madre soltera que creyó en las promesas de un hombre que al final, luego de consumar el amor, desaparece con el mismo ímpetu con que apareció.
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Esta recurrencia es aderezada con el principio según el cual las leyes se conciben como puntos de partida y no como metas en sí. Pronto, la sociedad se percata de que las instituciones son endebles, como endeble fue su origen, se percata de sus vicios y corruptelas, y entonces, en busca de esa satisfacción inmediata, posa su mirada en una esperanza: la del poder personificado, redentor, todopoderoso ..aquel que representa, que proyecta lo que la sociedad anhela, y por representarlo y proyectarlo lo encarna. Elige entonces la sociedad actual imágenes, representaciones de sus representantes, la proyección de la proyección, en fin la imagen de la imagen. En esa espiral de imágenes, se vende la idea de que la sociedad cambiará con un puñado de leyes nuevas que, en un ejercicio bastante pobre de una matemática ilógica, la sumatoria de leyes nuevas tendrá por efecto un hombre nuevo, y por añadidura, una nueva sociedad. Se conciben así las leyes como un punto de partida, no de llegada, no de aspiración de, y la sociedad termina en donde comenzó. El eterno cambiar todo para que todo siga igual. Esta situación, ciertamente, es perversa, puesto que supone criterios de inmediatez en la consolidación de instituciones democráticas en sociedades no del todo desarrolladas (como las latinoamericanas). Ello explica el que la institucionalidad en esta zona del mundo sea tan frágil, tan cambiante y difusa. En los últimos tiempos hemos sido testigos de fenómenos bizarros en la América Latina a nivel de su desenvolvimiento democrático. Abdalá Bucarám en Ecuador, Alberto Fujimori en Perú, y, más recientemente, Fernando de La Rúa en Argentina hicieron de sus imágenes (al primero lo llamaron el Loco, al segundo el Chino y al tercero el Salvador) la encarnación de la solución de todos los males que aquejan a las sociedades de esta parte del mundo (deuda externa, pobreza extrema, desempleo y violencia urbana o insurgencia extrema). Pero la realidad es una e implacable y no admite soluciones concebidas al más puro estilo del realismo mágico, de donde parecen surgir sus gobernantes y sus ideas. Ninguno de los presidentes antes mencionados terminó su mandato en el
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periodo constitucional reglamentario (Vale aclarar que Fujimori fue el que más resistió, saliendo del poder cuando iniciaba su tercer y polémico período constitucional en medio de una grave crisis de gobernabilidad). Unos más, otros menos, han sido los precedentes de un fenómeno que en América Latina comienza a experimentarse con preocupante regularidad. Los presidentes están permaneciendo en sus cargos el mismo tiempo que dura la sintonía de una telenovela; sus imágenes, construidas, pasan de moda muy rápido. He ahí el quid de este trabajo, en esa búsqueda desenfrenada de popularidad, y más aun de mantenerla, los políticos actuales en funciones públicas, desde el presidente de una república hacia abajo, conciben su labor como una presencia perenne en los medios de comunicación, cuales quiera que estos sean, con un solo fin: mantener su soberanía mediática, la única que aspiran poseer.
Reinaldo Cortés San Cristóbal, noviembre 2009
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CAPÍTULO I La Comunicación Política. Apuntes para una aproximación teórica
Una buena parte del bien hablar consiste en saber mentir con gracia. Erasmo de Rótterdam
I.I Introducción Se intenta en este capítulo una aproximación conceptual de comunicación política. Para ello es pertinente descomponer, teóricamente, los dos aspectos que conforman a esta disciplina: comunicación y política. Ello con la finalidad de componer a partir de la conceptualización, y conjunción, de cada uno de estos términos un acercamiento teórico a la disciplina objeto de estudio. De igual manera, se determinará el campo específico de la comunicación política, pertinente a este trabajo.
I.II Comunicación: una aproximación conceptual
¿Es posible definir a la comunicación política?; ¿Qué no son acaso estos dos términos dos hojas de la misma rama separadas por el tiempo y los cambios sociales, pero con un origen común?; dicho esto, intentar una definición de comunicación política, puede resultar un tanto redundante, pues no puede negarse que todo tipo de comunicación implica, ciertamente, un intento para obtener una reacción (respuesta) por parte de un receptor cuando un emisor concibe y emite un mensaje. Y la política, por su parte, conductas o lineamientos que, al servicio de una idea se enfocan hacia un fin específico.
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Conviene entonces examinar, teóricamente, cada uno de los términos que componen al campo que se intenta definir. Debe examinarse primeramente el término comunicación, y, en relación a ello, cabe decir que el latín y los idiomas romances han conservado, afortunadamente, el especial significado de un término griego (Koinoonía) que significa a la vez Comunicación y Comunidad. También en castellano el radical COMUN es compartido por los términos Comunicación y Comunidad (adaptado de Pasquali, 1990, p. 44). Es más, algunos autores aseguran que toda comunidad se forma como el resultado de la formación primera de un sistema de emisión y recepción de códigos (el lenguaje). Así las sociedades y las comunidades establecidas no son una condición previa al desarrollo del lenguaje, por el contrario, este último es el requisito sine qua non indispensable para la formación de cualquier estructura social. Esto es interesante verlo detalladamente, puesto que la forma que obtiene ese código y el retrato que hace del mundo circundante en una sociedad determinada, establece una relación simbólica con el entorno, al asignar significados arbitrarios (pero compartidos) que conforman la base de cualquier proceso comunicacional. Una aproximación menos etimológica acerca de la comunicación la presenta James Carey al señalar que es un “proceso simbólico mediante el cual se produce, mantiene, repara y transforma la realidad” (Mc Quail, 2000, p. 158). Esta definición es primordial, para entender que en esa construcción del entorno por medio de códigos, establece, tal como se señaló antes, “crear” significantes con significados determinados, es decir, toda “realidad” conocida debe ser relacionada con un código compartido por todos. Ello además implica la elección de significantes arbitrarios para una o varias realidades (tema que será explicado de manera más detallada en el capítulo III) tal como la palabra símbolo lo expresa. Siguiendo los trazos generales reseñados anteriormente, una conclusión lógica nos conduce a aseverar que todo manejo o control de las comunicaciones redundaría en un control de la sociedad. Esto es, las formas en que se conciben mensajes, los códigos que se le asignen y las realidades a las que se refieran determinan en muchos casos que algún tema o tópico tenga o no relevancia e 10
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incluso presencia en la sociedad. Más aún, que forme parte de esa realidad construida o reflejada por el emisor y que compartiría el receptor (emblemático es el axioma que reza los límites de mi lenguaje son los límites de mi pensamiento, lo que recuerda la forma de dominación de la sociedad que George Orwell imaginó en “1984”, en donde un Estado crea un lenguaje nuevo – la neolengua- que hacía virtualmente imposible cualquier clase de pensamiento reflexivo de la realidad circundante). El anterior punto, gana pertinencia debido a la connotación que la palabra comunicación posee, veamos. La comunicación se concibió en un principio como la búsqueda de todos los medios de persuasión que tenemos a nuestro alcance. Tal fue la definición que, a grandes rasgos, esbozó Aristóteles para referirse a una realidad en las interrelaciones humanas calificada por él como retórica y hoy en día denominada comunicación. En relación a ello, Aristóteles siempre dejó clara, su convicción de que el objetivo principal de la retórica (comunicación) era ciertamente afectar de manera intencional al receptor del misma. Es decir que para él, la naturaleza de lo que en aquel entonces era la retórica, tenía un fin ineludible e indiscutible: la persuasión. Es decir, “el intento que hace el orador de llevar a los demás a tener su mismo punto de vista” (adaptado de Berlo, 1969, p. 4). En todo caso “Nuestro objetivo básico en la comunicación es convertirnos en agentes efectivos. Es decir, en influir en los demás, en el mundo físico que nos rodea y en nosotros mismos, de tal modo que podamos convertirnos en agentes determinantes y sentirnos capaces de tomar decisiones, llegado el caso. En resumen, nos comunicamos para influir y para afectar intencionalmente” (Berlo, 1969, p. 7).
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I.III Política: una aproximación conceptual.
Hechas estas consideraciones acerca de la comunicación y su naturaleza, es pertinente acercarse teóricamente a la política, a la naturaleza del término, para poder emprender un intento de definición que conjugue tanto a la comunicación como a la política. Ello constituye ciertamente un naciente enfoque del proceso que relaciona a las instituciones, los representantes y los representados, de cara a las sociedades democráticas actuales. En el caso que nos compete, y más precisamente, la Venezuela contemporánea. Por política se entiende, o es definida, más como un arte que un saber. Un concepto algo genérico pero aceptado generalmente por lo difícil de encerrar en pocas palabras la polisemia de tal término, señala que la política es el arte de gobernar a los pueblos. Enunciado que encierra dentro de sí, de manera tácita, el diálogo que debe existir entre gobernantes y gobernados, con las instituciones de por medio, si es que se habla de sistemas democráticos, visto, eso sí, como un arte; el arte de la retórica, del convencimiento del cual se habló antes. Otra definición se refiere a la política como: Forma potencial o efectiva de una manera de proceder, una práctica, una serie de hechos al servicio de una idea; porque se habla de política desde la gestión total de los asuntos públicos a la conducta individual para el logro de un fin privado. Y es que esta voz, dentro de esa coincidencia de procedimientos teleológicos, posee dimensiones muy distintas, que la diversifican en grado sumo (...) En significado antonomástico, ajustado a su etimología griega, de polis, ciudad, que en su acepción amplia y por singularidades de la vida pública de la antigua Grecia equivalía a Estado, Política es el arte de gobernar, o la intención de hacerlo dictando leyes y órdenes con autoridad general, cumpliéndolas y haciéndolas cumplir, para remediar las necesidades de los ciudadanos y promover el bien público (Cabanellas, 1979, p. 298).
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De manera que, en este punto, una primera lectura, acerca de la lógica de la comunicación política, circunscribe esta a la intencionalidad persuasiva de los mensajes concebidos teniendo como meta una finalidad u objetivo político o ideológico para ser considerados como comunicación política. Así, por ejemplo, la intencionalidad, definida esta como: “el proceso mediante el cual la audiencia activa realiza un procesamiento cognitivo de una información que llega y elige de forma consciente en función de ello”, es determinante para perfilar el área de acción de este tipo de comunicación netamente persuasiva (McQuail, 2000, p. 479). La comunicación adquiere naturaleza política en razón de su contenido, en cuanto este incorpora una intencionalidad y una serie de usos vinculados con: a)Obtención y ejercicio de poder público. b)Establecimiento de reglas de juego político. c) Atribución de recursos estatales y espacios de participación. d)Realización cotidiana del interés público como hecho fundante de la comunidad políticamente organizada. (Gutiérrez, 2000, p. 2) Para establecer todo lo anterior como usos vinculados con la comunicación política, debe tomarse en cuenta, que ninguno de estos objetivos puede estar desligado de la concepción de una idea, de una ideología, entendida esta como “el pensamiento o ideario de una persona o agrupación en materia religiosa, política, social o de otra especie” (Cabanellas, 1979, p. 637) que los sustente y se presente como alternativa en el juego de obtención del poder por vía democrática (o cualquier otra vía) en una sociedad determinada. Por tanto bien vale aseverar que la comunicación política es aquella que le otorga al proceso comunicativo un fin teleológico al servicio de una idea a través de la persuasión.
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Todo ello nos lleva a pensar entonces en que hay un factor hasta ahora no mencionado en este mecano de interrelaciones comunicativas: las instituciones políticas, y, principalmente, el Estado. De ello se desprende que la comunicación política pueda asumir, dado su carácter reciente en el concierto de las ciencias sociales, una suerte de disciplina que estudiaría las relaciones entre gobernantes y gobernados en la sociedad, y la forma en que los primeros “venden” su gestión concreta o potencial al frente de las instituciones. El atractivo de esto, se basa en la representación de la sociedad en sus representantes y as instituciones que a su vez representan, pero, como en todo juego político, con un agregado ideológico en la conducción de la sociedad. Comenzamos así a perfilar la necesidad de definir (o intentar hacerlo) a la comunicación política. Como un área de estudio que conjuga en su enunciado, dos términos semiológicamente análogos según lo visto.
I.IV La Comunicación Política según diversos autores.
Podemos entonces empezar por hacer un breve repaso de lo que otros autores consideran es la comunicación política. Diversos autores han señalado la dificultad de la definición de la comunicación política; otros han intentado ubicarla como “el papel de la comunicación en la política” (Chaffe en Ochoa, 2000, p. 3); o “aquella que genera efectos sobre el funcionamiento de un estado político u otra entidad política” (Blake y Haroldsen en Ochoa, 2000, p. 3); también “la función básica que en cierto modo controla y hace posibles las demás funciones del sistema político” (Almond y Coleman en Ochoa, 2000, p. 4); Meadow la reconoce como el “intercambio de símbolos o mensajes que, con un significativo alcance, han sido compartidos por, o tienen consecuencias para, el funcionamiento del sistema político” (Ochoa, 2000, p. 4). Otra definición la supone como “una actividad comunicacional considerada política en virtud de las consecuencias actuales y potenciales que ésta tiene para el
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funcionamiento del sistema político” (Fagen en Ochoa, 2000, p. 4); y, finalmente, Ochoa la define como el proceso de “transmisión y recepción de mensajes, desde y hacia los componentes del sistema político” (Ochoa, 2000, p. 5). Así, en ella se incluyen todos aquellos aspectos de la comunicación cuyo propósito sea fijar reglas, normas, principios, órdenes y, en general, todo aquello que contribuya a determinar una relación de poder entre los participantes de esa misma comunicación (adaptado de Ochoa, 2000, pp. 4-5). Otras definiciones de Comunicación Política pertinentes son: “Símbolos políticos más sobresalientes en la élite de la prensa” (Arora y Lasswell, 1969,en Canel, 1999, p. 19). “Actividad comunicativa considerada política en virtud de sus consecuencias actuales o potenciales en la regulación de la conducta humana, cuando ésta se encuentra en condiciones de conflicto” (Nimmo, 1978, en Canel, 1999, p. 20). “Símbolos creados por los medios de comunicación para que la sociedad mantenga la conciencia de la existencia de unas instituciones políticas; es decir, son la imágenes que ayudan a que el pueblo recuerde que se vota, que se controla al gobierno o que la constitución funciona” (Trent y Friedenberg, 1995, en Canel, 1999, p. 20). Lo interesante de las anteriores definiciones radica en el carácter definitivo de la comunicación bajo un contexto político, es decir, este tipo de comunicación (la política) se concibe con un fin específico (no desligado del de sus orígenes en la retórica aristotélica) el cual no es meramente informar, sino convencer, persuadir o incluso disuadir.
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I.V La Propaganda como una de las formas que asume la comunicación política
De todo lo anterior se puede inferir que la comunicación política posee una naturaleza persuasiva que relaciona a todos los actores políticos (contemplando en este panorama a las instituciones, principalmente, al Estado mismo) en una sociedad determinada. La gestión (o promesa de gestión) de los representantes de la sociedad, la forma en que estos ofrecen, presentan y difunden sus logros en su desempeño por si mismos o al frente de instituciones (a las cuales también se ligan).
Ilustración 1.1 Los carteles han jugado un papel importante en las campañas de persuasión. En estos apreciamos, en primer término –de izquierda a derechaun cartel de Alfred Leete de 1914 el cual muestra al general inglés Kitchener con gesto autoritario y mirada inquisidora conminando al espectador a unirse a la armada de ese país; En segundo plano se observa un cartel norteamericano, inspirado en el primero. El autor de este cartel fue Montgomery Flagg. Ambos constituyen verdaderos clásicos de la persuasión cartelística dado el carácter de compromiso, de implicación que ambos crean en el receptor (Fuente: Gubern, 1994, p. 207).
Además de ello, teniendo como fundamento una idea (una ideología) con un fin específico (la conservación o consecución del poder) se puede decir que, en cierto modo, la comunicación política conlleva en sí misma, el estigma de la propaganda. En todo caso, el asunto que nos atañe es cómo se hace llegar esa idea, cómo propagarla, cómo hacerla llegar al público elector o participante de la vida política.
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Vale citar aquí a Bèlanger, que expone: “la comunicación política procede entonces de la estrategia de la cual constituye su instrumento principal. Puede llegar a ser manipulación, incitación, amenaza, persuasión o hasta mandato. Nunca es más que un medio para lograr un fin, el cual puede ser de naturaleza muy variable” (Bèlanger, en Gauthier y otros, 1998, p. 134). De hecho, la propaganda es una de las áreas de actividad de la comunicación política, es más, a los efectos de este estudio se constituye en la principal área de análisis. (Ver el cuadro A.1), la propaganda se define como: una asociación o plan para propagar una doctrina o práctica; la palabra proviene del latín propagare, verbo que describe la práctica del jardinero que mete en tierra los esquejes (fragmentos de raíz, tallo u hojas) frescos de una planta para multiplicarla. Por ello, un significado del término, cuando fue por primera vez utilizado en su sentido sociológico por la Iglesia Católica, implicaba que la difusión de ideas por este sistema no era algo que se hubiese producido espontáneamente, sino más bien una forma de generación por cultivo o artificial (Brown, 1995, p. 11). Pero, ¿hasta qué punto la comunicación política significa formas de persuasión concebidas única y exclusivamente para influir de manera directa sobre los gobernados por parte de un Estado o cualquier institución o actor político en una sociedad determinada, o poder, omnipotente y omnipresente, al más puro estilo de Mussolini, la extinta Unión Soviética de Lenin y Stalin; el Gran salto de la revolución de Mao o Adolf Hitler secundado por Goebbels en su holocausto nazi?. Todo ello puede parecernos parte de un pasado lejano y sólo histórico, sin relación con el presente, pero no es así.
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CuadroA.1
Áreas de actividad de la comunicación política. (Fuente: Ochoa, 2000, p. 17)
Áreas
Objetivos
Actividad
Demanda
Opinión Pública
Conocer las actitudes y el estado de opinión de los ciudadanos, principalmente
Estudiar actitudes y opiniones de los ciudadanos, aplicando sondeos, entrevistas y análisis de medios.
Gobierno, medios de comunicación, empresas, sindicatos, grupos de interés y presión, organizaciones civiles
Análisis de Contenido
Identificar tendencias en los medios de comunicación
Aplicar metodología del análisis de contenido.
Gobierno, partidos políticos, sindicatos, grupos de poder, universidades
Propaganda política
Convencer a la mayoría de la bondad de determinadas ideas. Aumentar el grado de información o de adopción de simpatizantes a una causa o sistema de valores e ideas.
Usar recursos y medios para difundir determinada ideología.
Gobiernos, partidos políticos y candidatos a puestos de elección
Conocer e identificar las conductas de la sociedad en cuanto a la política
Hacer estudios que pongan de manifiesto las conductas políticas de la sociedad
Universidades, gobiernos, centros de investigación y dependencias interesadas en conocer la conducta social para sus procesos.
Conocer los procesos de liderazgo y poder en la sociedad.
Estudiar a los líderes y grupos de poder en la sociedad.
Partidos políticos, organizaciones sindicales, gobiernos
Identificar qué efectos provoca la comunicación
Aplicar estudios que permita conocer los efectos de la comunicación.
Medios de comunicación,
Conducta político – social
Liderazgo y Grupos de poder
Efectos de la comunicación política
universidades, sector de la salud, organizaciones civiles.
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Fue Cicerón (65 A.C.) quién concibió el primer manual del candidato, y en aquel, implícitamente,
“la
comunicación
política
consistía
entonces
en
la
representación simbólica de la política”, y se hacía para que los ciudadanos conocieran el entorno en el que habían de desarrollar su vida pública (adaptado de Canel, 1999, p. 12). A partir de lo anterior se puede deducir que toda comunicación, palabra que en tanto posee el prefijo “co” implica la interacción de dos elementos en un proceso de intercambio comunicativo, es de naturaleza persuasiva (existe un grado de coactividad psíquica) y cualquier otra forma de interacción a nivel de individuos puede ser catalogada como mero intercambio de información. Ello implica que vivimos rodeados de elementos de comunicación del tipo que describía Aristóteles. Hoy en día, es cierto, esa comunicación ha evolucionado, y no sólo compete a un orador, sino que: “se presenta en formas inusuales: los símbolos patrios, la arquitectura de los edificios públicos, el mapa de la nación, slogans, escudos e insignias, estandartes, etc.” ( adaptado de Canel, 1999, p. 12). De hecho, Eulau, Eldersveld y Janowitz (1956) definen la comunicación política como uno de los tres procesos, junto con el del liderazgo político y las estructuras de grupo, de intervención por medio del cual se movilizan y transmiten las influencias políticas entre las “instituciones gubernamentales formales y el ciudadano votante. La comunicación política es entendida aquí como un proceso mediador, en el sentido de que es por ella por la que se hace posible la relación entre las instituciones gubernamentales y los electores” (adaptado de Canel, 1999, p. 19). Sin embargo, una de las características de la comunicación política, se refiere a las características de los mensajes políticos en la actualidad, en los cuales el uso de signos se circunscribe al empleo meticuloso de símbolos, íconos y metáforas. Esto no es más que la evidencia de que el uso de la palabra tanto escrita como hablada ocupa un segundo lugar en relación con el uso de elementos propios de
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la comunicación visual, es decir, se emplean mayormente códigos de alfabetidad visual (Dondis, 1997). Esto implica el uso de imágenes, colores y formas con significados alegóricos o simbólicos, es decir, todo un cuerpo común de información conjugado en representaciones visuales y cuyo significado es compartido por todos. Entonces se comienza a perfilar el empleo de elementos simbólicos (que no hablados ni o escritos) en la retórica política, esto nos conduce a examinar este proceso comunicativo más detenidamente. Al plantearse aquí el estudio de la comunicación política como un intercambio de naturaleza simbólica, el análisis de este proceso de comunicación se enmarca en un paradigma, entendiendo por ello, un “grupo de supuestos básicos sobre la naturaleza de la sociedad, de la persona humana y de la relación entre ambas”; la decisión de enmarcar este estudio bajo un paradigma específico, obedece a que las relaciones planteadas entre los individuos, la sociedad y los medios de comunicación, no pueden ser estudiadas en un vacío teórico (adaptado de De Fleur, 1993, p. 53).
Ilustración 1.2 La Constitución aprobada en diciembre de 1999, oficializó el cambio de nombre del país, impulsado por Hugo Chávez. Así, la República de Venezuela pasó a llamarse oficialmente República Bolivariana de Venezuela, con lo cual se introduce un elemento ideológico en el nombre de nación venezolana. Tal iniciativa se enmarca en la “revolución bolivariana” que Hugo Chávez dice encarnar; iniciativas de este tipo, en donde el nombre de una nación muta en consigna ideológica ya se ha visto anteriormente, recordemos la República Popular China (nombre que se le dio a partir de la revolución cultural de Mao Tse Tung y que introducía la concepción de sociedad comunista) o la extinta Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, a propósito de la revolución bolchevique. En todo caso, la sustitución de nombres por otros con matices ideológicos es recurrente en la retórica política revolucionaria.
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Al respecto, señala De Fleur, “En sociología, los tres (paradigmas) de mayor importancia para el estudio de las relaciones entre los medios, la sociedad y el proceso de la comunicación de masas son aquellos que atribuyen un papel central a: 1) los procesos por los que una sociedad mantiene su estabilidad social; 2) los procesos por los que ésta se modifica a través del tiempo; 3) la naturaleza e importancia del conflicto social o, 4) las formas de interacción personal con las que los seres humanos comparten significados. Los términos más técnicos que se vinculan a esos paradigmas distintivos son funcionalismo estructural, evolución social, el modelo del conflicto social y el interaccionismo simbólico” (De Fleur, 1993, p. 54) En el caso que nos atañe, este estudio se puede ubicar en lo que se denomina el paradigma del Interaccionismo Simbólico. En este se explica que para entender el orden social, se debe partir de enfatizar el “papel crítico de lenguaje” (escrito, hablado, visual), “tanto en el desarrollo y mantenimiento de la sociedad como en la conformación de las actividades mentales del individuo” (adaptado de De Fleur, 1993, p. 61). Asimismo, De Fleur resume el mencionado paradigma centrándolo en cuatro lineamientos o explicaciones: 1. La sociedad puede ser entendida como un sistema de significados. Para el individuo, la participación en los significados compartidos, que están vinculados a los símbolos de un lenguaje, es una actividad interpersonal, de la que surgen expectativas estables, y comúnmente entendidas, que guían a la conducta hacia esquemas previsibles. 2. Desde la perspectiva de la conducta, tanto las realidades sociales como las físicas son construcciones de significados ya definidas; como consecuencia de la participación
de personas
individual y
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colectivamente, en la interacción simbólica, sus interpretaciones de la realidad
pasan
a
ser
socialmente
convenidas
e
individualmente
internalizadas. 3. Los lazos que unen a las personas, las ideas que tienen sobre otras personas y sus creencias sobre sí mismas, son construcciones personales de significados que surgen de la interacción simbólica; por tanto, las creencias subjetivas que unas personas tengan de otras y de si mismas, son los hechos más importantes de la vida social. 4. La conducta individual, en una situación dada de acción, está guiada por las etiquetas y los significados que las personas vinculan con esta situación; por tanto la conducta no es una respuesta automática a los estímulos de origen externo, sino un producto de las construcciones subjetivas sobre uno mismo, sobre otros y sobre las exigencias sociales de las situaciones.(De Fleur, 1993, p. 63)
I.VI Comunicación Política. Una definición operacional.
Qué pertinencia adecuada posee un paradigma como el anterior de cara a este estudio. Claramente, la comunicación política contemporánea no puede prescindir de los medios de comunicación de masas. Su génesis quizás no contemplaba el empleo de estos, pero hoy es inconcebible sin ellos. La evolución de las sociedades ha sido determinada por las nuevas formas de interacción entre sus miembros, es decir, de la evolución y alcance de los medios. Estos aportan interpretaciones de la realidad que son internalizadas por el público, ello indica que la percepción que tienen de su entorno proviene de su interacción con los medios. En este punto, cuál sería el papel de la comunicación política sino el de moldear, a través de los medios “las interpretaciones aportadas por los medios ante hechos y temas sociales con respecto a los cuales las personas tienen pocas fuentes 22
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alternativas de información”. Esto implica, ciertamente, algún grado de dominación, mediática, de unos individuos sobre otros, sobre todo en asignar significaciones y relevancia a tópicos determinados (adaptado de De Fleur, 1993, p. 64). Con base en lo expuesto, una definición operacional de comunicación política se nos muestra como el arte de la retórica del discurso político clásico pero adaptado a un mundo con un nivel de desarrollo de los medios de comunicación como el contemporáneo en el que impera un alcance e inmediatez nunca antes vistos, y siempre con un fin: persuadir. La comunicación política es una forma de persuasión basada en la utilización de cualquier recurso que implique el intercambio de signos con el fin de influir políticamente en el escenario de la sociedad moderna. Ello implica, ciertamente, una forma de búsqueda del poder y dominación en la sociedad contemporánea (definición operacional propuesta por el autor de esta tesis). Para la consecución de los objetivos que encierra dicha aproximación conceptual, es interesante señalar que ello implica una cierta interacción a nivel de intercambio de símbolos en la sociedad con significaciones convenidas a partir de las cuales el individuo construirá producto de su interacción con otros su interpretación de las cosas. Y, más allá de ello, es válido mencionar que, la comunicación política debe ser vista bajo el paradigma del interaccionismo simbólico, reseñado anteriormente. De igual manera, esta aproximación conceptual se maneja dentro del esquema de proceso de comunicación descrito en 1948 por Lasswell: -
Quién dice qué
-
A quién
-
Por qué canal
-
Con qué efecto
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Esquema que Lasswell esbozó concibiendo a la comunicación como un proceso cuyo fin estriba en la vigilancia del entorno, la correlación de las partes de la sociedad en sus respuestas al entorno y la transmisión del legado cultural (McQuail, 2000, p. 136).
I.VII La multitud dispersa: el objetivo de la Comunicación Política.
Lo anterior sirve de fundamento para entender los cambios que han surgido en las formas de hacer política en la actualidad, en las formas de interacción entre gobernantes y gobernados; entre representantes (activos o potenciales), las instituciones que representan y la sociedad que (¿aspiran?) representar. Una tendencia marcada en la actualidad podría denominarse crisis de las ideologías, que en el escenario de la sociedad moderna, justifica o explica comportamientos sociales, según los cuales los potenciales electores en una sociedad determinada se niegan a identificarse con un partido político o tendencia ideológica específica. Dicho de otro modo, la “simpatía” que se pueda tener sobre una determinada opción ideológica política es, en la sociedad actual, extremadamente voluble, no responde a un criterio de compromiso, de convencimiento, sino de volubilidad, de ímpetu que no de razón. Al respecto, Manin observa que “Cada partido proponía a los electores un programa, que de llegar al poder, se encargaría de ejecutar. En el presente, la estrategia electoral de los candidatos y de los partidos se basa en la construcción de imágenes bastante vagas, en las cuales la personalidad de los líderes ocupa un lugar predominante, más que la promesa de medidas determinadas” (Manin en Dos Santos, 1992, p. 9). Esto además tiene una consecuencia, se procura fascinar más por la inmediatez que por un contenido real, se establece así un esquema de funcionamiento según el cual la pauta la dicta el sondeo de opinión o encuesta, y estos a su vez auscultan en muestras de la población (segmentada por estratos) la imagen que, 24
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en la sociedad, ha producido (o produce) el personaje estudiado, ando como resultado aquellos aspectos que deben ser potenciados e incluidos en la retórica discursiva de manera que el auditorio ‘escuche’ lo que, de antemano, forma parte de sus expectativas. Lo anterior implica el manejo de un discurso vago, relativo, ambiguo. Se entra entonces en terreno del decir y no decir, de manera que, ante la vertiginosidad de los cambios, cualquier alusión o asociación poco prudente percibida entre el gobernante (o aspirante a serlo), pueda ser enmendada con el clásico eso no es lo que se quiso decir. (En este sentido, mencionar que de ello se deriva la hermenéutica; ciencia que estudia el significado literal de los símbolos o palabras). Conscientes de ello, los políticos de la actualidad cambian su estrategia de acercamiento con el “pueblo”. En la historia quedan entonces las Ágoras de los griegos, atrás queda la época en donde los representantes de la sociedad confiaban totalmente en su capacidad de retórica, para hacer llegar a su “pueblo” un mensaje por vía oral o escrita, confiando además en la receptividad que tal iniciativa tendría, desdeñando el cuidado de su imagen, el marketing (mercadeo) de la misma. (Bien se dice que la imagen de un Nixon sudoroso y ansioso frente a un Kennedy reposado, juvenil y dinámico en un debate televisado en vísperas de las elecciones presidenciales, fue determinante en que JFK fuese elegido presidente de Estados Unidos en los años sesenta). Se percibe entonces que la estrategia de acción de la política contemporánea, debe adecuarse a las reglas de los medios de comunicación masivos. Y no sólo ello, sino también presentarse como novedosos, interesantes y llamativos, puesto que se debe competir con la oferta mediática habitual: es la lucha por ganar la atención (y el voto futuro) de gran parte de la sociedad. En política, la gran encuesta de rating (medición de audiencia que realizan lo canales) se realiza el día de la elección. McQuail comenta que: “vivimos en un mundo saturado de imágenes y sonidos mediáticos en el que la política, la administración y los negocios actúan dando por
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supuesto que sabemos lo que ocurre en todo el mundo. Se dedica mucho dinero y esfuerzos a la gestión de los medios de comunicación para que logren dichos efectos”. (McQuail, 2000, p. 494). Sabido es que los medios de comunicación en la actualidad plantean una dura competencia para cualquiera que desee figurar en ellos. Multitud de canales temáticos, en distintas lenguas, reflejos de distintas culturas aunado a un escenario en donde el prime time (horario estelar) ha devenido en un enconada batalla por captar audiencias, el animal político contemporáneo debe asegurarse una estrategia mediática adecuada para lograr cierta resonancia –su presencia debe ser virtual, en todo el sentido de la palabra, en todas partes al alcance de los medios de comunicación- y recall (por mencionar un término de mercadeo que indica la recordación que tiene la audiencia de algo o alguien específico) en su potencial masa de votantes. Lograr esto cuesta dinero, tiempo e ingenio. Pero, ¿es conveniente en una estrategia de comunicación política destinar muchos recursos para hacer llegar muchos mensajes o resulta más rentable en términos de economía y recordación por parte del público enfocar todo el esfuerzo de comunicación política en una sola persona?. La respuesta es obvia y explica, además, un fenómeno creciente: la personalización del poder. Al centrarse la atención en una persona, y no un partido o institución, estos últimos salen perjudicados en cuanto a la percepción que de ellos pudiera tener el ciudadano común. Cada vez más somos testigos de cómo los partidos políticos y las instituciones mismas pierden protagonismo y lo ganan las individualidades, dándose el caso de que, incluso, partidos e instituciones son hechos a la medida de personalidades determinadas, ellos encarnan, son el partido. Gosselin (1998) señala que para el análisis de la comunicación política es pertinente conocer, el eje de lo que llama “los territorios y las arenas, y el eje de la acción y la recepción”.
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a) La idea de territorio hace referencia al ámbito en el que se realiza la comunicación política. Puede ser de carácter local, regional o internacional. Son territorios de la comunicación política los estados, los partidos, los grupos de presión, los sindicatos, los movimientos sociales o las empresas. Esto por supuesto circunscribe el área de acción de la comunicación política en radios específicos de acción. b) Las arenas de la comunicación política conforman el conjunto de dispositivos, fórmulas, marcos, reglas y estrategias que definen las situaciones de interacción en las que se pueden enfrentar, evaluar y difundir públicamente los discursos de los actores políticos. Así tenemos la arena de los debates, de los tribunales de justicia, de los talk shows, del periodismo de opinión, de la prensa económica, de las ruedas de prensa o de los discursos políticos televisados. Las arenas vienen a ser entonces como las formas específicas que adoptan los mensajes de la comunicación política. (Gosselin, 1998 en Canel, 1999, p. 26) De esta manera, se configuran así los parámetros en los cuales tendrá su radio de acción la comunicación política, pertinente es analizar ahora cómo. El mismo Gosselin, toma como base las tipologías de perfiles de acción en la comunicación política, para ello se fundamenta en los aportes de Weber, Goffman, Mead y Garfinkel (adaptado de Canel, 1999, p. 27). I. Una acción teleológica. Entendida esta como la intencionalidad que los protagonistas de la misma suelen imprimirle a su iniciativa de comunicación política, la cual siempre tiene un fin, ser aceptado, conseguir un voto, el que una medida política sea adoptada, etc. II. Una acción axiológica. Esto implica el marco de valores normas y criterios que rigen todo intento de comunicación política en una sociedad determinada. En la comunicación política se generan nuevos valores, y reglas de juego. Dicho más directamente, se puede aseverar, que la comunicación política tiene lugar en el marco de unos valores, y ella misma, crea valores.
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III.
Una acción afectiva. Este es quizás uno de los puntos centrales de la comunicación política, el quid de la cuestión, toda vez que la comunicación política emplea recursos de carácter psicológico, que descansan en la coactividad psíquica reseñada anteriormente como parte del proceso comunicativo, según los cuales se busca persuadir para modificar, por medio de elementos afectivos las conductas de los receptores (la identificación se da con
aquel
que
se
presenta
como
familiar,
como
coloquial).
En este sentido, una buena parte de la comunicación política acentúa los elementos de personalidad, lado humano estilo de los personajes políticos con la finalidad de “acercar”, de “hacerle amigable” al receptor determinada opción política personificada en alguien específico. Un caso emblemático lo constituyó la presidencia de Abdalá Bucaram en Ecuador, una verdadera pléyade de jugarretas de comunicación política de este estilo que incluyó el afeitarse su bigote y subastarlo en un programa de televisión con “fines caritativos”. IV.
Una acción rutinaria. Referida a las conductas, tanto de quien emite el mensaje como de quien lo recibe. Pierre Guiraud denominaba a esta característica Atención y Participación (Guiraud, 1979, p. 21); explicándose así determinadas conductas en las que no hay un esfuerzo reflexivo permanente sobre el sentido y las consecuencias de las mismas, pero que, aunque de manera inconsciente, tienen una significación (ello puede ser la forma de gesticular con las manos, ubicar la mano en la barbilla, o la forma de responder, de manera gestual).
V.
Acción dramatúrgica. La política es, ciertamente, una representación. Las personalidades políticas virtualmente deben salir a escena en su intento por dar a conocer sus ideas o planteamientos, pero para ello debe hacerlo de una manera que raya en lo teatral. En esto es pertinente mencionar que esa puesta en escena se lleva a cabo, muchas veces, teniendo como marco lugares específicos, identificados con símbolos (el escudo del palacio de Miraflores, la Fiscalía, el Tribunal Supremo de Justicia, en donde se escenifican enfrentamientos con vencedores y vencidos. Allí se conjugan elementos de
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entendimiento racional (de tipo parlamentario, de discusión racional), con elementos emocionales, propios del fragor político (discusiones acaloradas, enfrentamientos enconados), de esta manera, y según este perfil, la frontera entre lo emocional y lo racional; lo real y lo no tanto es muy difusa. VI.
Acción comunicativa. En este sentido se interpreta el entendimiento común, el compartir significados asignados a un cuerpo común de información. Algo, aunque remotamente parecido, a lo que establece Jürgen Habermas al hablar de una situación ideal del habla en su Teoría de la Acción Comunicativa, según la cual todos los miembros de una comunidad compartirían el significado real de determinada significación. También entra aquí todo propósito explicativo que hace el emisor por explicar las motivaciones de tal o cual decisión adoptada o por tomarse. (adaptado de Canel, 1999, p. 27-28; ejemplos del autor de esta tesis).
Revisados estos perfiles, se hace manifiesto que, a los efectos de este estudio, cada uno de los mencionados, ocupa un lugar pertinente en la comunicación política. En este caso específico, la lógica que fundamenta las características del discurso simbólico e icónico como forma de comunicación política. Evidentemente, a los efectos de acercar los objetivos de este trabajo a lo planteado, dos características se pueden rescatar como resaltantes productos de los anteriores postulados: la vida política y, por tanto, la forma que asumen sus formas de comunicación, se centran en dos elementos: la dramatización y la personalización. En la actualidad toda lucha política, retratado por los medios de comunicación, se ve como una lucha entre personalidades. Esta es la consecuencia de la personalización del poder, lucha o enfrentamiento que desdibuja a las instituciones, convirtiéndolas en meras extensiones del poder personalizado de determinado líder. Por tanto se desarrolla un esquema perverso en las relaciones gobernantes gobernados, dado que, al centrarse la estrategia de comunicación política en el énfasis hacia una persona como encarnación de la “salvación” (recordemos el
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slogan de la campaña electoral de Luis Herrera Campíns en 1978 en Venezuela: Luis Herrera Arregla Esto). La percepción que se genera en la sociedad es que los problemas representan una especie de retos personales sumidos por los candidatos o funcionarios en ejercicio como parte de su competencia por lograr o capturar el poder. Es decir, los problemas devienen en contingencias a las que estas personas desvían su atención de una manera personalizada y no como un asunto cuya solución amerita el concurso de toda una sociedad. Esta consecuencia de la personalización de los problemas como resultado de la personalización del poder tiene, además, otro agregado: la participación de la sociedad en general, a nivel de iniciativas comunitarias, se ve disminuida. Esto ocurre en un contexto bajo el cual la participación política funciona bajo el esquema de que un individuo puede con todos los problemas y sólo a él le corresponde solucionarlos. Evidentemente que a una personalización del poder debe ir aparejada una dosis de dramatización, tal como se mencionó antes. En este punto, esta característica de la comunicación política de la actualidad se adecua a un lenguaje mediático, siguiendo el principio según el cual una sola persona no puede hacer descansar en sí misma toda su estrategia comunicacional de una manera rígida, convirtiéndose en una especie de busto parlante. Para evitar esto, la dramatización es indiscutiblemente una solución para mantener abierta la atención de los individuos hacia los cuales se dirige un mensaje político. Con base en lo expuesto, Gingras (1998) acota que: “ ...el uso de símbolos, el acento puesto en las imágenes, el empleo de un lenguaje teatral y de frases sorprendentes, así como la explotación de las emociones son todos elementos que tiene por objeto llamar la atención de una manera espectacular, ya sea dramática, ya sea humorística, ya sea simplemente atractiva” (Gingras, en Gauthier y otros, 1998, p. 36).
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Pero esta dramatización y personalización, aunada a las demás formas de concebir a la comunicación política, deben además responder a una adecuación de tales contenidos a las rutinas propias de los medios de comunicación contemporáneos. Es decir, deben responder a un clima de vertiginosidad propio de las emisiones en vivo o tipo noticiero de televisión, en donde el tiempo es crucial en la puesta al aire de tal o cual información. Asimismo, “las abstracciones, las ideologías, los grandes grupos humanos, las sociedades mismas, los fenómenos estructurales, las tendencias, las estructuras de poder y los procesos políticos suministran marcos de referencia y de comprensión de la realidades políticas sin los cuales los mensajes políticos y las noticias llegarían de un modo repentino e incomprensible” (adaptado de Gingras, en Gauthier y otros, 1998, p. 37). Estas se conciben de manera simbólica. Tienen y deben concebirse así. Lo anterior cumple con la finalidad de facilitar la comprensión de esas realidades, adecuándose a su vez esta forma de simbolización de los referentes mencionados a la lógica de la comunicación política contemporánea, caracterizada por un avance de la personalización y dramatización de las formas de comunicación política en detrimento (en nombre de la inmediatez y contacto auténtico con el pueblo) de las explicaciones de los contenidos políticos que contienen esos mensajes. Se conforma así un escenario en el cual la retórica discursiva, ya no descansa en la argumentación, sino en la representación simbólica, es decir, en el lenguaje de lo oculto y lo explícito; es el arte de esta retórica moderna en donde el mensaje, dominado por componentes simbólicos e icónicos, se dice sin decirlo; más aun, en la frontera entre las imágenes construidas con significaciones diversas, emiten todo un discurso sin pronunciar una palabra.
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I.VIII Conclusiones
La Comunicación Política, como todo proceso comunicativo, debe definirse tomando en cuenta la definición de cada uno de estos dos términos, entendiendo siempre la pertinencia de ésta como un proceso mediador que permite la relación entre gobernantes, aspirantes a ello, gobernados e instituciones. Esta implica además, reconocer que, como todo proceso comunicativo, la comunicación política hace uso de códigos (símbolos), con lo cual la comunicación política se constituye en la representación simbólica de la política, de ahí la pertinencia de definirla bajo un marco comunicacional. La comunicación política ha dejado de referirse únicamente a la retórica discursiva; esta ha asumido, en la actualidad, formas que hasta hace poco resultaban inusuales, de allí que la comunicación política contemporánea haya abandonado el empleo de figuras simbólicas únicamente en el discurso pronunciado. Esta se hace evidente también en los símbolos patrios, la arquitectura de los edificios públicos, el mapa de la nación, slogans, escudos, insignias, estandartes, papel moneda, etc. Ello muestra una tendencia: la retórica discursiva maneja más elementos de comunicación visuales (simbólicos) que hablados o escritos. De allí que, a los efectos de este trabajo, el radio de acción de la comunicación política, se circunscribe al campo específico de la propaganda. De esta manera, la sociedad, es un sistema de significados simbólicos (ya no tanto escritos sino predominantemente visuales), compartidos por un colectivo, pero que no deja de tener ese matiz de realidad construida sobre símbolos. Lo interesante radica en quién o quienes asignan los significados a los símbolos, y con qué sentido, quién o quiénes construyen esa realidad simbólica. Esto remite a la idea de que la comunicación política es, ciertamente, una forma de dominación de parte de quien administra esos códigos significantes o, por lo menos, tiene influencia para ello.
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De lo anterior se puede decir que la comunicación política es una forma de persuasión basada en la utilización de cualquier recurso que implique el intercambio de signos con el fin de influir políticamente en el escenario de la sociedad moderna. Ello sugiere, evidentemente, una forma de dominación de la sociedad. La estrategia propagandística de los actores políticos en una sociedad determinada se basa en la simbolización. Específicamente en la construcción de imágenes bastante vagas, en las cuales se busca proyectar una imagen centrada en la personalidad de quienes aspiran ser conocidos en el ámbito político. Esto comporta el colocar el carisma por delante de las ideas, no importan tanto las promesas dadas sino la personalidad de quien se postula (conviene recordar el caso de la Cicciolina en Italia, una prostituta que llegó a ganar, electoralmente, un escaño en la cámara de diputados a mediados de los años ochenta). Ello deviene en que se procure fascinar más por inmediatez, por lo estrafalario, que por un contenido real. Se asiste así a la evidencia de un fenómeno que cobra celeridad en estos tiempos, la política consiste en una personalización del poder, en donde son personas y no partidos, ideologías o instituciones las conductoras de la sociedad. Por supuesto que la personalización del poder debe ajustarse a un mundo contemporáneo en el que la inmediatez y vertiginosidad aupada por los medios de comunicación y sus rutinas informativas, dictan pautas de acción en donde un discurso largo y denso ha dejado de ser una acción habitual de los políticos; hoy en día se tiende hacia una retórica más simbólica, plena de elementos afectivos y emotivos, herramientas que, teóricamente, ‘acercan’ ‘humanizan’ al postulante ante los electores. La retórica discursiva ha dejado en segundo plano a la argumentación razonada, esta se basa más en la representación simbólica; es decir, se prefiere manejar un lenguaje simbólico que permite, entre otras cosas, rectificar tal o cual declaración o alusión, dado que el lenguaje simbólico se maneja de manera ambigua.
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Además de ello, la retórica icónica / simbólica (visual), permite utilizar todo un discurso, al cual se accede por vía alegórica, de una manera que pocas veces podría hacerlo el discurso hablado o escrito. Las imágenes construidas con significaciones diversas, emiten todo un mensaje sin pronunciar, virtualmente, una palabra, siendo además adaptables y corregibles en la medida en que son emitidas y percibidas: son contenidos polisémicos.
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CAPÍTULO II El Discurso Retórico Político. Apuntes sobre retórica política, simbolismo, comunicación y la institución imaginaria de la sociedad
El corazón de un hombre de Estado debe estar en su cabeza Napoleón Bonaparte
II.I Introducción
Este capítulo se orienta hacia un acercamiento de lo que la retórica significa, sus antecedentes y características. Para ello, se hace un repaso histórico y una categorización de la retórica como técnica y de qué manera es, y fue, empleada como forma de comunicación política. Además de esto, debe tomarse en cuenta que al estudiarse a la retórica como forma de comunicación, ello implica el estudio de signos y símbolos empleados para la concepción de tales mensajes, dado que se entiende a la retórica como el arte del buen decir, el aspecto semiótico en este estudio debe ser abordado para comprender mucho mejor cómo se estructura un mensaje simbólico e icónico, es decir, pasar de lo escrito o hablado a los simbólico e icónico.
II.II La retórica: algunos apuntes acerca de su evolución histórica
Empezaremos diciendo que la retórica se tratará aquí como el discurso, es decir, como esa forma de comunicación integral a través de la palabra, en donde el énfasis lo tenía esta misma como producto verdadero del emisor en su búsqueda de afectar al receptor por medio de estímulos sonoros. El discurso era concebido como un producto físico, verdadero, el signo era la palabra, el sonido, este era el
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objeto que hacía posible la comunicación. De ahí la atención que se pusiera en su adecuada elaboración. Esta forma de lenguaje, con sus características inherentes, tuvo su propio desarrollo según las épocas que vivió esta retórica, es decir que, en un sentido cronológico, la retórica se distinguió, en cada época, por una u otra característica sobresaliente en su naturaleza propia. Barthes (1990) distingue seis etapas o prácticas a saber: I. Una técnica. Es decir, se concibió a la retórica como el arte de la persuasión netamente, este se constituyó en el sentido clásico del término; según este arte, la retórica se vio como un conjunto de recetas y lineamientos que, al ser observados y puestos en práctica por el orador, permiten convencer al oyente a pesar o no de la “veracidad” de los postulados argumentados. II. Una enseñanza. La retórica avanzó como forma de educación, transmitida inicialmente por vía personal. Fue adoptada rápidamente por las instituciones de enseñanza, de allí que fuese tomada como el segundo ciclo de la educación superior, y su dominio era objeto de ejercicios, lecciones, pruebas y evaluaciones. Recordemos en este punto la forma de educación desarrollada por
Platón
en
su
Academia.
Algunos historiadores aseguran que un cartel a la entrada de esta rezaba No entre aquí el que no sepa de geometría, inscripción que guardaba dentro de sí la génesis de la retórica. Para Platón era imprescindible desarrollar en el individuo todo su potencial interno (su mundo ideal), literalmente “sacarlo de la caverna”, hacerlo conocer la verdad, de ahí que la base de todo raciocinio fuese la retórica, es decir, la razón argumentada que fundamentara el logos. Este último vendría a significar hoy día, aunque de manera muy pobre, el concepto, la definición de algo, aunque es preferible referirse a el como la razón argumental que sostiene un postulado y que es aceptado por todos en lo que concierne a las discusiones y debates cuyo fin es la obtención de la verdad.
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III. Una ciencia. En esta etapa la retórica era vista bajo distintas ópticas; en primer término, se concebía como un campo de observación autónoma que delimita ciertos fenómenos homogéneos, a saber, los efectos del lenguaje. De allí que, a partir de esas manifestaciones, surgiera también una clasificación (cuyo rasgo más conocido es la lista de “figuras” de la retórica). Como operación era otro de sus matices, según el cual la retórica era un metalenguaje, un conjunto de tratados de la retórica cuyo objeto es el discurso concebido como objeto, partir de allí resulta la referencia al lenguaje – objeto como la conjunción de un lenguaje argumentativo y un lenguaje figurado (¿simbólico?). IV. Una moral. Debido a que establece un sistema de reglas, la retórica contiene en sí misma, la ambigüedad de la palabra (esta es la génesis del simbolismo en el lenguaje retórico). Estas reglas animan la concepción de la retórica, primero como un decálogo de prácticas con una finalidad específica (afectar al receptor) el cual se adscribe a un código y ciertos parámetros morales, cuya vigencia tiene como fin delimitar los excesos del lenguaje pasional. V. Una práctica social. La retórica es aquella técnica privilegiada (porque se debe pagar para adquirirla) que permite a las clases dirigentes asegurarse la propiedad de la palabra. Como el lenguaje es un poder, se han sancionado reglas selectivas de acceso a ese poder, cerrada a aquellos que no saben hablar . Tributaria de una iniciación costosa: nacida hace 2500 años de los litigios por la propiedad, la retórica se agota y muere en la clase de retórica, consagración iniática de la cultura burguesa. VI. Una práctica lúdica. Así como la retórica se constituyó en un sistema institucional (de participación social), la aparición de una retórica negra, irónica, con alusiones eróticas u obscenas e incluso chistosas fue visto como algo normal. (Barthes, 1990, pp. 86-87. ejemplos del autor)
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Vale decir que para Platón, existían dos retóricas: una mala y otra buena. En cuanto a la primera, su apreciación era la de una actividad que consiste en concebir un discurso, una razón argumentada, (no referida únicamente a asuntos legales sino de manera total), es decir, el objeto principal de la retórica descansa en su potencial verosímil, pero ese potencial de verosimilitud tenía un matiz más de ilusionismo que de instrucción, de formación, siendo este su segundo punto de vista (la retórica como psicagogia –la formación de las almas mediante la palabra). La retórica filosófica tenía, para él, la virtud de tener a la verdad como norte. La retórica sería entonces la imitación de la justicia; la sofística (de los sofistas), la de la legislación (el ilusionismo de la palabra, por tanto, este último, no podría catalogarse de arte). Debido a su carácter de búsqueda de la verdad, la retórica sólo puede darse en una relación personal (de allí la clásica distinción entre comunicación –que sería esta- e información, que no pasaría de ser más que un mero intercambio de datos análogo al que se da entre máquinas). Esta relación personal señala claramente que el modo fundamental del discurso es el diálogo (día – logo, en su sentido clásico, es decir la oposición dialéctica de dos logos –dos razones argumentadas-) y su naturaleza sería la misma que se da entre un maestro y su discípulo, conducidos por el respeto mutuo, pero también por el aprecio y la estima. Otra percepción tuvo Aristóteles, quien definió a la retórica como el arte de extraer de cualquier tema el grado de persuasión que comporta. Para él, no era más que hallar en cada tema todo lo que pueda ser adecuado teniendo como fin la persuasión. A partir de allí su inferencia tomada como regla: “Más vale un verosímil imposible que un posible inverosímil” (Barthes, 1990, p. 95). De la anterior afirmación se recoge que la naturaleza de la retórica se centra en una paradoja. Esta se fundamenta en contar al público lo que este cree posible aunque imposible sea científicamente, a mencionar lo que es posible pero que es desdeñado por el colectivo en su opinión corriente, en la opinión pública. Resulta obvio resaltar la importancia de tales postulados en la concepción de la retórica de masas, según la cual, ésta pasó de ser un dominio reservado a las élites como un 38
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código utilizado por y entre ellos, para ser utilizada como una forma de comunicación entre los dirigentes y los dirigidos. Es decir, la retórica pasó a ser un mensaje concebido por un emisor (el que pronuncia el discurso) con, no uno, sino miles de destinatarios. En ese orden de ideas, Barthes propone: Es evidentemente tentador poner en relación esta retórica de masas con la política de Aristóteles: fue, como se sabe, una política del justo medio, favorable a una democracia equilibrada, centrada en las clases medias y encargada de reducir los antagonismos entre los ricos y los pobres, la mayoría y la minoría; de ahí una retórica del buen sentido, voluntariamente sometida a la ‘psicología’ del público (Barthes, 1990, p. 95). Dos mil años antes de Cristo, los retóricos griegos se concentran en Roma, fundando escuelas de retórica, en las que se enseñaba, por edades, este arte, en donde se aprendía en base a dos ejercicios, los menores lo hacían con disertaciones de tipo persuasivo (deliberando sobre tópicos generales) y los mayores lo hacían planteándose controversias (del tipo judicial o legislativo). Lo anterior, se puede tomar como un antecedente formal de la profesionalización de la retórica. En este contexto, la obra Las Rethórica (obras retóricas) de Cicerón, -un orador que habla del arte de la oratoria, y cuyo manual antes mencionado, se convirtió en obligada referencia durante la edad media-, le otorga en su obra a la retórica un matiz pragmático. Para ello toma como base ciertos aspectos de la retórica aristotélica. También es cierto que Cicerón moraliza la retórica y reacciona contra la enseñanza de las escuelas: es la reivindicación del hombre honesto contra la especialización. También se refiere al orador, el cual debe poseer una amplia cultura general como condición sine qua non. Debido en parte a ello, algunos autores identifican en Cicerón la génesis de la elocución como parte de la retórica. La columna vertebral que sustenta cualquier intento comunicacional para catalogarla como ejercicio retórico, se ha hecho, de manera clásica, sobre cinco fundamentos esenciales. Para Aristóteles el punto de partida es la Teknè
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(Rhèthòrike) generando a su vez cuatro tipos de operaciones que son el arte de la retórica (referida esta a la oratoria, no al discurso como tal): a) Pisteis, establecimiento de las ‘pruebas’ (también entra aquí la invención del discurso). b) Taxis, es decir, la colocación de esas pruebas a lo largo del discurso de acuerdo con cierta disposición. c) Lexis, entendida esta como la formulación verbal de los argumentos (la locución que se le imprime). d) Hypókrisis, que define a la escenificación del discurso por medio de un orador. (adaptado de Barthes, 1990, p. 119). A manera de repaso y retomando la idea de una Teknè (Rhèthòrike) como forma de influenciar en una audiencia potencial, conviene recordar su evolución en cuanto a la idea que de ella tuvieron sus principales exponentes. Aristóteles coloca, en primer lugar, la estructuración (operación activa) del discurso sin tomar en cuenta su estructura (es decir, el discurso como tal, como producto del emisor). En cuanto a Cicerón, su punto de partida es que la retórica es un saber enseñado con fines meramente prácticos. En tercer lugar se ubica Quintiliano, quien a su vez, combina las apreciaciones de Aristóteles y Cicerón para concluir que la retórica contiene elementos de práctica y de pedagogía, desdeñando el matiz especulativo que pudiese poseer. ¿Es posible resumir a grandes rasgos las características clásicas de una técnica retórica (una Teknè Rhèthòrike)?. Barthes establece que sí: En su máxima extensión, la Teknè Rhèthòrike comprende cinco operaciones principales; hay que insistir en la naturaleza activa, transitiva, programática y operativa de estas divisiones; no se trata de elementos de una estructura sino de actos de una articulación progresiva, como bien muestra la forma verbal (mediante verbos) de las tres definiciones (Barthes, 1990, p. 121).
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Establecidos a grandes rasgos los parámetros bajo los cuales se ubica la retórica, se puede inferir la importancia de esta en la vida política. Sin embargo, antes de realizar otras menciones al respecto, conviene hacer referencia aquí a otro campo de estudio pertinente para comprender mucho mejor las implicaciones de la retórica y su relación con la política, (recordando en este punto el concepto que de esta se dio en un principio como forma potencial o efectiva de una manera de proceder, una práctica, una serie de hechos al servicio de una idea). Nos referimos a la semiología. Puesto que la retórica se basa en el empleo de un código para articular un mensaje, de allí se infiere que tal código presupone el uso de signos (lingüísticos), por tanto, vale mencionar que la semiología, concebida por Ferdinand de Saussure (1916), es la ciencia que estudia los signos en el seno de la vida social. Es decir, todos aquellos referentes simbólicos que permiten cualquier intercambio comunicativo. Asimismo, Saussure establece que: La lengua es un sistema de signos que expresan ideas, y por eso es comparable a la escritura, al alfabeto de los sordomudos, a los ritos simbólicos, a las formas de cortesía, a las señales militares, etc, etc. Sólo que es el más importante de todos esos sistemas (...) se puede, pues, concebir una ciencia que estudie la vida de los signos en el seno de la vida social. Tal ciencia sería parte de la psicología social, y, por consiguiente, de la psicología general. Nosotros la llamaremos semiología (del griego semeion ‘signo’). Ella nos enseñará en qué consisten los signos y cuáles son las leyes que los gobiernan (Saussure en Guiraud, 1979, p.7) La mención a la semiología se hace debido a que la retórica se refiere, evidentemente, a un trabajo de codificación y decodificación de mensajes en el ámbito de la vida social, pero, en nuestro caso, el énfasis no se pondrá tanto en el mensaje sino en la meta del emisor al codificar un mensaje.
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Cuadro B.1: La Teknè Rhèthòrike (Fuente: Barthes, 1990, pp. 121 -122) La Teknè Rhèthòrike
I. INVENTIO
Invenire quid dicas
Encontrar qué decir
Inventa disponere
Poner en orden lo que se ha encontrado
Ornare verbis
Agregar el ornamento de las palabras, de las
Héuresis II. DISPOSITIO Taxis III. ELOCUTIO Lexis
figuras IV. ACTIO
Agere et pronuntiare
Hypókrisis
Recitar el discurso como un actor: gestos y dicción
V . MEMORIA
Memoriae Mandare
Aprender de memoria
Mneme
Todo esto debido a que, para los efectos de este trabajo, un análisis de la evolución del discurso retórico al discurso simbólico icónico requiere la formulación de una retórica orientada semióticamente, además de ello, una discusión acerca de las ideologías presentes en tales propuestas, ameritan un enfoque como el mencionado. Eco aclara este punto acotando: En las últimas décadas, la llamada ‘nueva retórica’ (Perelman, 1958) ha confinado definitivamente los discursos apodícticos en los sistemas axiomatizados y ha incluido todos los demás tipos de discurso, desde el filosófico hasta el político, en las voz de retórica. Así, todos los razonamientos humanos sobre hechos, decisiones, creencias, opiniones y valores ya no se consideran como obedientes a
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la lógica de una Razón Absoluta, sino que se los ve en su relación mutua con elementos afectivos, valoraciones históricas y motivaciones prácticas. En esa perspectiva, el discurso persuasivo de despoja definitivamente de ese aura de fraude que lo rodeaba incluso en la edad de oro de la retórica clásica (piénsese en la oposición tradicional entre Sócrates ‘bueno’ y sofistas ‘malo’) para pasar a ser una técnica de la interacción discursiva ‘racional’ sujeta a la duda, a la revisión, controlada por toda una serie de condicionamientos extralógicos (Eco, 1995, p. 387). Tomado de la manera en que lo expone Umberto Eco, la retórica se nos presenta entonces como una forma bastante compleja de producción de signos, que se da en el marco de una constante elección de premisas probables, y de figuras retóricas basadas en alegorías y simbolismos. Así, este proceso comunicacional es calificado por el mencionado autor como una semiótica de la interacción conversacional, cuyo principal requisito es acogerse a determinadas reglas en la conversación (¿la Teknè Rhèthòrike?). Sin embargo, vale la pena volver a citar a Eco para referirse a una realidad pertinente para el enfoque de este trabajo respecto a la retórica y el uso que de ella se hace cuando el fin del discurso posee un matiz ideológico: ...existen ejecuciones aberrantes, aunque no por ello menos raras, del mismo tipo de interacción regulada, es decir (se refiere el autor), a todas esas formas de propaganda oculta y de persuasión de masas, así como de aserciones más o menos ‘filosóficas’ en que, a partir de premisas probables que definen sólo una sección parcial de un campo semántico determinado, se pretende llegar a conclusiones que hay que aceptar como Verdaderas, con lo que se abarca la naturaleza contradictoria del Campo Semántico Global, y se presenta el punto de vista propio como el único adoptable. En esos casos, carece de importancia el hecho de que la actitud descrita sea aceptada por el emisor como deliberada y cínica para engañar al destinatario o el
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de que constituya, al contrario, un caso de autoilusión parcialidad consciente (Eco, 1995, p. 388). II.III La Retórica. Un estudio semiótico.
Hay que volver a retomar a la elocución como elemento indiscutiblemente pertinente de cara a la retórica contemporánea. En este sentido, la atención del oyente o receptor y ‘conducirlo’ a que elabore sus conclusiones a partir de las premisas o argumentos dados como válidos por el orador, el discurso propio debe presentarse de manera inédita, es decir, llevar el ornare verbis (Barthes, 1990) a su máxima expresión. Todo con el fin de ofrecer, aunque sea de manera aparente y en el plano expresivo solamente, cierta cantidad de información fresca. En la retórica clásica, tal fin se conseguía con la utilización de figuras (figuras discursivas). Es indiscutible que, a través de ese proceso de ornare verbis (Barthes, 1990) , descrito anteriormente, se pueda decir que la retórica haya visto caer su reputación de manera significativa como un arte al servicio del engaño y la parafernalia. Ello se debe al hecho de que esta se podía (puede) entender de dos maneras: en primer término como Esquemas Generativos, es decir, como el conglomerado de reglas para la sustitución de palabras determinadas (y su concepto correspondiente) por otras palabras y otros conceptos. Por otra parte, su entendimiento remite a la idea de “Expresiones Ya Generadas”, que no son más que los esquemas ‘retóricos’ en un sentido peyorativo, dicho de otra manera, son las frases trilladas y ofrecidas como modelo de ‘buen escribir’ o de ‘bien hablar’: ello encierra todo un repertorio de frases hechas y repetidas, cargadas de ‘prestigio’ y rimbombancia, pero sin abandonar connotaciones de valores emocionales. Ejemplo de ello serían las frases: “la tierra que nos vio nacer”, “Nuestro querido terruño”, “Sólo soy una pluma conducida por los vientos de la revolución” entre otras, encierran un repertorio de figuras hechas cuyo valor semántico a veces se
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pierde en el excesivo adorno de las frases que apelan, a veces, solo a emociones, que no a hacer llegar un mensaje racional y claro. “Cuando las retóricas se usan de modo ‘creativo’, no sirven sólo para embellecer un contenido ya dado, sino que contribuyen a delinear un contenido diferente” (adaptado de Eco, 1995, pp. 389-390, ejemplos del autor). Luego, se puede deducir que la retórica es el producto de una ornare verbis antiquísima, pero que en su avance y desarrollo ha dado como resultado frases con tal nivel de difusión (y por tanto de institucionalización) que, en muchos casos, substituyen el significante al cual se referían, perdiendo incluso, un sentido lógico. Ejemplo de ello, por citar uno, sería la frase “la ley del embudo” (aforismo que resume una lógica según la cual algún trámite o privilegio no se aplica a todo el mundo sino a una minoría –se expresa de manera metafórica, la analogía embudo, un cuello ancho que finaliza en uno muy pequeño ilustra una situación-. Este ‘embellecimiento’ – desmedido, ‘creativo’- de contenidos retóricos, escritos o hablados, conlleva, no solo el hecho de hacer más ampuloso el contenido, sino que agregan más significaciones al contenido: es decir, introducen elementos de contenido diferentes, con o cual el mensaje plantea un contenido distinto, flexible, cuya significación, aun puede ser válida utilizando en una misma oración construcciones significativas partiendo de términos o argumentos disímiles. -Tres premisas aparentemente sin sentido alguno o relación posible presentaba George Orwell en su libro “1984”: La Guerra es la Paz; La Libertad es la Esclavitud, y, La Ignorancia es la Fuerza, dando una verdadera muestra de lo antes expuesto(Orwell, 1995, p. 11). Vale la pena detenerse un poco más en la obra de Orwell. En ella el autor nos plantea la creación de una neolengua que busca transformar las realidades, y, a partir de ello, las formas de pensamiento mismo en una sociedad, estableciendo un verdadero control sobre el pensamiento y las relaciones entre significantes y significados de las palabras empleadas para comunicarse o construir oraciones con un sentido que, en todo caso, impedía cualquier forma de pensamiento crítico.
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Este ‘enriquecimiento’ de la retórica discursiva, es la misma que ha determinado debido a ese excesivo ornamento de las palabras, que un término como “revolución” sea lo bastante vago y ambiguo como para amoldarse a las más disímiles significaciones. En este sentido, un movimiento que se precie de‘revolucionario’ como movimiento aglutinador de voluntades y masas, pueda caracterizarse de la siguiente manera: a) Todos los movimientos de masas reclutan a sus competidores entre los mismos tipos humanos, y atraen a personas con una mentalidad determinada. b) Tales movimientos son a menudo competitivos, de manera que cuando uno de ellos consigue atraer a más miembros suele ser a costa de los miembros de los demás. c) Todos los movimientos de masas son intercambiables, cualquiera de ellos se puede transformar en cualquiera. (Brown, 1995, p. 101) Continuando con el análisis semiótico de la retórica, se perfila el hecho de que una escala de valores se maneja en todo discurso retórico (ideologizante por supuesto), de tal manera que una frase como “Patria o Muerte” encierra dentro de sí un valor primario y otro no tanto, con lo cual se da un discurso ideológico a partir de dos valores que se excluyen mutuamente (dado que son entidades formalizadas lógicamente y, por tanto con áreas de significación marcadas) en donde se prefiere un valor, el primario (Patria = sentido de pertenencia, tierra madre, los hombres en libertad y armonía con su tierra, etc), al otro (muerte = la nada, la negación de la vida si no es posible en la patria). En tanto se da esta distinción en el discurso, se pronuncia un discurso ideológico. Visto el anterior ejemplo, podemos percatarnos de que, en la retórica existen conceptos que, si bien es cierto se excluyen mutuamente, las flexibilidad de la retórica puede ‘acercarlos’, es decir, se constituyen en lo que Umberto Eco denomina Conceptos Fuzzy (Eco, 1995, p. 413) cuya significación real se pierde en la ornare verbis, es decir, conceptos susceptibles de graduación (desde los extremos pasando por intermedios, es decir, de significaciones difusas, borrosas) 46
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en cuanto a su significación real, dándose el caso como el anteriormente expuesto de George Orwell y sus tres postulados. (Rescatando la frase “Patria o Muerte” , patria es un significante polisémico con tantas significaciones que su contenido pasa a ser simbólico; ensayando un poco en el contexto bajo el cual fue citada esa frase, Patria podría significar, en esa misma frase, libertad, amor, trabajo, colectivo, felicidad, compromiso, verdad, lucha, etc.) En concordancia con esto, Eco señala: Un análisis crítico del discurso ideológico no elimina las motivaciones prácticas, materiales del interlocutor, y, por lo tanto, no cambia el mundo (no cambia las bases materiales de la vida). Únicamente puede contribuir a volverlas explícitas. En cambio, el discurso ideológico oculta esas diferentes opciones y, para conseguirlo, se lanza a un juego compacto de conmutaciones de código y de hipercodificaciones indiscutibles (Eco, 1995, p. 414). Roland Barthes (1964) advirtió ya que el vínculo estrecho entre retórica e ideología era evidente. Determinadas fórmulas retóricas van asociadas estrechamente con una posición ideológica determinada y ningún guerrero de un frente de liberación nacional definiría la lucha por la independencia de su pueblo como la defensa del mundo libre, porque esa fórmula la usan con profusión las potencias colonialistas para defender su derecho a colonizar a los demás (adaptado de Eco, 1995, p. 414). Se va perfilando así como la retórica matizada de ideología se constituye en una suerte de asignación de nuevos significados o atenuación de estos, a palabras y códigos de comunicación, llevando el discurso y, por tanto, los significados de cada una de las palabras o figuras que la conforman, a un terreno de Conceptos Fuzzy (Eco, 1995) en donde cada alusión puede darse en un terreno que favorezca el punto de vista del emisor del mensaje.
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De hecho, la ideología como conmutación inconsciente del código aparece descrita por Jaspers (S/F) como el conjunto de pensamientos y representaciones que se presenta como “Una Verdad Absoluta” al sujeto pensante, con lo que se produce un autoengaño, un ocultamiento, una fuga (adaptado de Eco, 1995, p. 415). Presenciamos entonces una transformación constante en los significados de las palabras, figuras e imágenes por medio de los cuales se da la comunicación, por la vía de la retórica, en cuanto a lo hablado y lo escrito. Ello implica que las realidades reseñadas bajo códigos, palabras o significaciones susceptibles de cambios o modificaciones, devienen, per se, en modificaciones de las realidades percibidas por los receptores de tales mensajes. De allí que, el trabajo de la producción de signos desencadena fuerzas sociales, representando incluso una fuerza social en si mismo, que da para producir ideología y crítica de esta misma. Deviene entonces, el estudio de los signos y sus significaciones (más aun en el caso del presente trabajo), en una forma de crítica y estudio de la realidad social y, por tanto, política. Pero, en qué contexto esta retórica ha germinado y se ha desarrollado bajo los preceptos antes mencionados. Conviene hacer un breve repaso de las formas que han asumido las formas de participación política para tratar de encontrar el por qué de un fenómeno como el que se trata de estudiar en este informe.
II.IV Retórica, política e ideología. Una conjunción semiótica.
Ya se dijo previamente que la representación (los gobernantes potenciales o en ejercicio en una sociedad determinada y los gobernados –electores-) ha sufrido una transformación. La aparición de partidos de masas, con matices populistas y demagógicos han desvirtuado lo que en principio se concebía como una relación de afinidades entre los partidos políticos.
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La gran mayoría de los partidos políticos representaban a alguna porción de los electores, principalmente por la vía de las ideologías que estos postulaban, siéndoles fieles por mucho tiempo (conviene recordar en este momento una propaganda difundida por televisión del partido Acción Democrática a propósito de las elecciones presidenciales de 1988, en la cual una señora, ya en la madurez, se dirigía a la cámara y decía: “yo soy adeca aquí y en el otro mundo”). En ese sentido, los partidos políticos proponían planes de gobierno que ejecutarían de acuerdo a sus lineamientos ideológicos y partidistas. Sin embargo, el correr del tiempo ha evidenciado el abismo que parece abrirse entre partidos políticos, representantes de estos y la sociedad. Como bien observa Manin: Hoy, un número creciente de electores vota de manera diferente en cada elección y las encuestas revelan que aquellos que se niegan a identificarse con un partido político también aumentan (...) Cada partido proponía a los electores un programa que, de llegar al poder, se encargaría de ejecutar. En el presente, la estrategia electoral de los candidatos y de los partidos se basa en la construcción de imágenes bastante vagas en las cuales la personalidad de los líderes ocupa un lugar predominante, más que la promesa de medidas determinadas (Manin en Dos Santos, 1992, p. 9). Al basar la elección de un representante tomando como referencia su imagen (la construida) parece abrirse un debate en torno a la pertinencia de la política a ser aplicada por este o limitarse a cumplir el rol que su imagen expresa. Esto implica que la figura principal en cuanto a la representación descansa sobre el presidente de la república, con lo cual se centralizaba la representación en uno o unos pocos. “progresivamente, empero, se advirtió que si bien los partidos de masas habían implicado el fin del parlamentarismo, ello no quería decir que hubiese desaparecido el gobierno representativo” (adaptado de Manin en Dos Santos, 1992, p. 10).
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Sin embargo, esta aparición de partidos de masas, hizo evidente que, al contar con una gran cantidad de simpatizantes (producto, también del derecho a voto contemplado, y ampliado a sectores de la sociedad que antes no disponían de el), los partidos políticos debían instrumentar nuevas formas de acercamiento al colectivo, que, afín o no, representaba una fuente potencial de votos indispensable en su búsqueda y conquista del poder. En este sentido, se da el principio según el cual los votantes no podían, de hecho, o en contadas ocasiones si acaso, tener un contacto personalizado con los candidatos. De esta manera, las grandes concentraciones o meetings, se popularizaron, sin embargo, aun eran insuficientes, de tal manera que, en muchas ocasiones, el representante no se elige, lo que elige es una imagen de él, su imagen construida de cara al público, o, en menor medida, los colores que representa e, incluso, al símbolo al cual se liga. Atrás quedan las jornadas de retórica partidista oral, en donde se explicaba los lineamientos ideológicos, partidistas y programáticos de su propuesta. Debido a lo competido de la política en la actualidad, el espació mediático es restringido, y si se quiere hacer llegar un mensaje, necesario es llevarlo a sus componentes básicos, hacerlo descansar en un persona (el elegido, potencial o activo) y explorar formas de comunicación retórica que despierten pasiones en la audiencia, que la enciendan. Ello no es más que la conjunción ideal del ornare verbis con el agere et pronuntiare. Pisa así la política contemporánea el reino del performance, de la representación. Esto determina que tal o cual opción política despierte o no interés en la comunidad, depende del grado de identificación que los electores tengan con el elegido. Dicho de otro modo, se plantea antes que nada un sentido de pertenencia que unifique el voto hacia una opción política determinada. No se otorga así una confianza, por parte del elector, a un programa o lineamiento político, sino a quien más se identifique con el pueblo, con el colectivo (recordemos el slogan de la campaña política de Jaime Lusinchi, candidato Acción Democrática –partido que a
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su vez era definido como el partido del pueblo-, en la contienda electoral de 1983 en Venezuela: “Jaime es como tú”). En este sentido, Bernard Manin complementa: Hoy se tiende a olvidar que en la democracia de partidos, como en el parlamentarismo clásico, los electores se remiten unos a otros y no a sí mismos para la gestión de los asuntos públicos: la elección se convierte así en una manifestación de confianza, no en la elección de medidas políticas detalladas. Es el objeto de confianza lo que cambia, esta dirige más a una personalidad, a un movimiento que despierte un sentido de pertenencia, una identificación (Manin, en Dos Santos, 1992, p. 24). Si bien se dijo antes que, en la competencia por captar votos los contenidos retóricos de las organizaciones políticas se adecuaban al restringido tiempo imperante en la televisión, ello implicaba una contracción (abstracción) de los mensajes emitidos a imágenes y figuras a través de los cuales el receptor del mensaje accedía por vía alegórica o simbólica a sus significados. También se mencionó la pertinencia de la personalización del poder, es decir, concentrar la oferta electoral bajo un matiz presidencialista netamente. Visto de una manera aséptica, ello plantea que los electores se basan cada vez más en representaciones de sus representantes para emitir su voto. Es decir, lo que impera es la imagen que de estos se forma la sociedad (“Jaime es como tú” en el caso de Jaime Lusinchi; “El Tigre”, como se le conoció a Eduardo Fernández; “Ese hombre sí camina”, en el caso de Carlos Andrés Pérez o “El Centauro de Sabaneta”, como se le conoce a Hugo Chávez, en todo caso se esboza una asociación simbólica que permite la recordación y relación del gobernante con alguna virtud, animal noble, sagaz o figura mitológica). Lo anterior tiene marcadas consecuencias, entre ellas crear la atmósfera de que todo depende de un solo hombre, providencial, mesiánico, que solucionaría todo ya que nada puede funcionar sin él. Por otra parte, dado que en el contexto actual las gobiernos dependen de variables económicas internacionales, el esquema de
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grandes promesas y programas de los cuales no se puede asegurar su cumplimiento pierde algo de sentido (recordemos el caso de Argentina que, a raíz de la reciente crisis económica que acabó con la convertibilidad del dólar y el peso argentino, significó que el país gaucho llegó a tener cinco presidentes en el lapso de una semana, hasta que se lograra un consenso sobre una figura que inspirara confianza, que tuviera una buena imagen en la población). Debray resume esta lógica en el siguiente aforismo referido a Francia y su presidente: “El verbo y su encarnación. Un presidente de la República no es un francés eminente que habita en Francia sino un francés como otros habitado por Francia”(Debray, 1995, p. 21) Lograr generar esa confianza pasa por, además de lograr un sentido de pertenencia de identificación, por identificar eficazmente a sus rivales políticos, plantear diferencias es vital en la estrategia electoral (vale citar en este sentido la campaña electoral de Hugo Chávez Frías, haciendo un llamado a los patriotas bolivarianos, con lo cual, además de crear un sentido de pertenencia, establecía un terreno de acción que, según la retórica empleada por él, calificaba automáticamente de antipatriota a todo aquel que le adversara. Esta es una estrategia muy hábil, al transferir una identificación partidista ideológica a símbolos, emblemas patrios y nacionalidad). Detengámonos un poco más en esto. En enunciados previos se ha hablado de la naturaleza persuasiva de la retórica, más aun si se deslizan elementos de ideología política con la finalidad de crear referentes específicamente destinados a crear, a partir de imágenes o figuras retóricas, diversas significaciones (los conceptos fuzzy de Eco). Entonces bien vale
indagar acerca de cuál tipo de
retórica política emplea más a fondo este tipo de recurso, una raíz verdadera que ilustre el paso de la retórica hablada / escrita / simbólica a la retórica visual / icónica / simbólica que será examinada más adelante. Quizás en donde, a lo largo de la historia, más se ha evidenciado el empleo de técnicas de retórica ideológica de manera extrema, es en los regímenes
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totalitarios, fascistas o comunistas. Como lo antes expuesto abordó en algunos puntos las consecuencias del ornare verbis como exageración e incluso flexibilización de los significados de las palabras, incluso conjugándose en una sola, dos o más significaciones disímiles. Cabe decir que: ...el marxismo ha llegado a ser una ideología en el mismo sentido que Marx daba a ese término: un conjunto de ideas que se relaciona con una realidad, no para esclarecerla y transformarla, sino para velarla y justificarla en lo imaginario, que permite a las gentes decir una cosa y hacer otra, parecer distintos de lo que son. (Castoriadis, 1983, p. 20).
II.V La retórica de la ‘sociedad nueva’
Resulta interesante ahondar más en este punto, dado que los tipos de regímenes arriba mencionados establecen dentro de sus prioridades la ocupación (el copamiento) de todos los intersticios de la sociedad para llevar adelante un proyecto que tiene como norte la creación de un hombre nuevo, de una nueva sociedad. En este sentido, se trata de la fusión de la ideología con la política deviniendo en una retórica amparada más en un tipo de propaganda totalitaria, ligada estrechamente con la progresión táctica que actúa en todos los planos de lo humano. En tal sentido, La actividad deja de ser parcial y pasajera (enmarcada dentro de una justa electoral), sino de la expresión misma de la política en movimiento, como voluntad de conversión, de conquista y de explotación. Esta forma de concebir a la comunicación política la encierra dentro del esquema de la propaganda, ligada con la introducción de las grandes ideologías políticas conquistadoras (Jacobinismo, Marxismo, Fascismo) en la historia. (Domenach, 1966, p. 18).
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Si bien es cierto que la comunicación política es un campo naciente dentro de las ciencias sociales, una parte de su radio de acción no podrá desligarse de la propaganda, más bien, se da, hoy en día la perversión de calificar a técnicas de propaganda clásicas como comunicación política, deviniendo, en muchos casos, en una forma elegante de llamar a la primera. Vale recordar a Hitler a propósito de las características de los discursos retóricos contemporáneos, en donde, amén de constituirse en el fenómeno de la personalización del poder, se evidencia una apelación a emociones antes que a argumentos racionales en la búsqueda de despertar un sentido de pertenencia e identidad: La inmensa mayoría de la gente es tan femenina en lo concerniente a su naturaleza y opiniones, que su pensamiento y acción se hallan gobernados por sensaciones y sentimientos más bien que por consideraciones razonables (...) esta arma intelectual (la propaganda) se puede usar con éxito con las muchedumbres y cuando este éxito se ha conseguido, recompensa con creces lo que ha costado (Hitler, 2000, p. 72, 74). Por consiguiente, el manejo de una retórica política se enmarca bajo una óptica heurística; es decir, se constituye en una forma de dominación de la comunicación política, basada en la construcción de realidades alternas, para cuyo fin se deben institucionalizar significaciones bajo un matiz de conceptualización fuzzy (Eco, 1995), en concordancia con la institución imaginaria de la sociedad de la que Castoriadis (1983) señala: El objeto del conocimiento histórico, siendo un objeto por sí mismo, significante o constituido por significaciones, el desarrollo del mundo histórico es ipso facto, el desarrollo de un mundo de significaciones (Castoriadis, 1983, p. 25). Ello se refuerza con la percepción de que todo lo que se nos presenta a nivel social, se liga de manera irresoluta a lo simbólico; los actos de la vida cotidiana (trabajo, consumo, guerra, amor) así como todo lo que nos rodea sería imposible concebirlo sin un sistema de símbolos que le adjudicaran significados. En ese sentido, y relacionado con la retórica, no es de extrañar que los movimientos de
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masas hayan ensayado, ya desde sus inicios, el empleo de formas alternas de retórica discursiva ideológica (desfiles, paradas, rítmicos plenos de símbolos, estandartes, etc.). Respecto a algunas formas que comenzó a asumir la retórica discursiva ideológica de los partidos de masas, se puede entender entonces emplearan el uso de figuras simbólicas hasta imprimirles ciertas características que los asociaran con los mitos. En relación a ello Domenach establece que: Los hombres que participan de los grandes movimientos sociales representan su acción en forma de imágenes de batallas, en las que siempre triunfa su causa. Propongo denominar mitos a esas construcciones. Estos mitos que llegan a lo más profundo de lo inconsciente humano, son representaciones ideales e irracionales vinculadas al combate, ejercen en la masa una potente acción dinamogénica y cohesiva. Las grandes propagandas beben mucho en las mismas fuentes. Las inspira una misma historia militar y revolucionaria (Domenach, 1966, p. 22).
Ilustración 2.1: Hitler hizo un uso muy estudiado de las técnicas de persuasión cartelística para transmitir de manera simbólica su imagen de encarnación del espíritu alemán, para ello puso el arte al servicio del estado. Este cartel de los años 30 tiene por título “Alemania Vive”; su autor K. Satuber logra una asociación simbólica emotiva que implica, por medio de la mirada penetrante de Hitler, un ‘compromiso’ entre el espectador y la nueva Alemania. (Fuente: Adam, 1992, p. 19)
En vista de que los partidos de masas apelan a un sentimiento de pertenencia, a una identificación, ¿qué formas asume esta?. En primer término, toda propuesta debe presentarse como novedosa. En este sentido, al igual que el individuo
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conforma su relación con el entorno y asume una posición de acuerdo a su interacción con los demás individuos de una sociedad, el ser del grupo y de la colectividad es una situación que es definida por todos en relación a un ‘nosotros’, pero este nosotros es precisamente un término con muchos significados: es un símbolo. De tal manera que para completar esa identificación se parte de un componente común a todos los nacidos en un mismo país: la identidad de un colectivo se establece en el nacionalismo, con lo cual se introduce un elemento mítico en el imaginario colectivo. Umberto Eco hace una acertada categorización de lo que denomina Ur Fascismo. A partir de ello, las relaciones entre retórica y praxis revelan que muchas de las formas de comunicación política contemporánea no abandonan ciertas prácticas fascistas que constituyen una forma de dominación, dado que plantean una alteración de la realidad a partir de un mensaje dado. El objeto de ello es persuadir; obtener una respuesta, al más puro estilo Pavloviano (es decir, una respuesta condicionada a partir de un estímulo externo tal como lo demostró Pavlov en su experimento). Las características de un ur -fascismo se pueden agrupar en: - Culto a la tradición. - Rechazo al modernismo. - Culto a la acción por la acción. - Rechazo del pensamiento crítico. - Explotación del miedo a la diferencia (basándose para ello en el temor al desacuerdo, en este sentido, es razonable que de ello se derive que el urfascismo sea racista por definición). - El Ur-Fascismo surge de la frustración individual y social (proletarius lumpen). - A los que carecen de una identidad social cualquiera, el Ur-Fascismo les dice que su único privilegio es el más vulgar de todos, haber nacido en el mismo 56
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país. Este es el origen del nacionalismo, además, los únicos que pueden ofrecer una identidad son los enemigos. De Esta forma, en la raíz de la psicología UrFascista está la obsesión por el complot, posiblemente internacional. Los secuaces deben sentirse asediados. - La riqueza y fuerza de los “enemigos” es motivo de odio. - Para el Ur-Fascismo no hay lucha para la vida, sino más bien “vida para la lucha”,la vida es un eterno conflicto de cambio (¿que no es esta la recurrente retórica de la “revolución populista”). - Se aúpa un “elitismo popular” como base de una ideología reaccionaria. Suena contradictorio, pero la debilidad de las masas es precisamente la “fuerza” del líder. - Se exacerba el culto al heroísmo, el ur-fascista añora una muerte heroica. - El Ur -fascista transfiere su voluntad de poder a cuestiones sexuales. Este es el origen del machismo (que implica desdén hacia las mujeres y lo relacionado con ellas), también una condena e intolerancia hacia costumbres sexuales no conformistas, desde la homosexualidad hasta la castidad. - El Ur -fascismo se basa en un “populismo cualitativo”; los individuos en cuanto individuos no tienen derechos, y “el pueblo”, se concibe como una cualidad, una entidad monolítica que expresa la “voluntad común”. Este “populismo cualitativo” tiene en la televisión su más efectiva herramienta. Otra conclusión de ello, es la distinción política entre régimen representativo y participativo, dado que cualquier forma de representación se relaciona con corrupción y podredumbre en contra del “pueblo soberano”. - El Ur-Fascismo habla la neo-lengua y adapta su discurso al reality show en donde la propaganda es concebida como una forma de entretenimiento / persuasión. (Eco, 1997, p. 51-52, ejemplos del autor).
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Por supuesto que cualquiera que, en posiciones de poder asuma una, varias o todas de las características citadas antes, se convierte en una encarnación de la antítesis de estadista requerido en la actualidad, y ese es precisamente el peligro mayor que debemos aprender de la tipificación que hace Eco. Sin embargo, penoso es admitir que muchas realidades políticas, en su retórica y praxis, en la actualidad se ubican dentro del ur – fascismo. “Cuando Hitler dijo que el Estado domina a la nación porque el sólo la representa, solo estaba colocando en lenguaje coloquial la fórmula de Hegel referida a la concepción del Estado en donde los individuos no son más que accidentes” (Nock, 1983, p. 30). Esta cita viene a propósito del accionar de los movimientos de masas contemporáneos, en donde se busca aglutinar el mayor número de votos. Incluso, ya al frente de los asuntos públicos, se asumen formas discursivas que tienden hacia una concepción totalitaria de la sociedad, en donde la dominación parte de persuadir, a través de mensajes, un pensamiento crítico, reflejando ‘realidades’ a través de símbolos cuyos significados han sido enfocados según determinada óptica ideológica y siempre con un matiz heurístico. Todo este tramado comunicacional tiene un fin específico y teleológico: la consecución o conservación del poder obtenido. Esta anulación del pensamiento crítico como forma de dominación de la sociedad tiene en el siguiente apartado su versión más escalofriante, a propósito del gran salto de la revolución de Mao Tse Tung, el mismo cita en su libro “Cinco Tesis Filosóficas” el siguiente ‘dilema revolucionario’: “...varios millones de intelectuales que antes servían a la vieja sociedad, han pasado a prestar servicios a la nueva sociedad. Y aquí surge el problema de cómo pueden adaptarse a las demandas de la sociedad nueva y cómo les ayudamos a conseguir este fin. Esta es también una contradicción existente en el seno del pueblo (...) ¿Cuál debe ser nuestra política con respecto a las ideas no marxistas?, en lo que concierne a los contrarrevolucionarios evidentes y a los saboteadores de la causa socialista, la cosa es fácil: les privamos simplemente de la libertad de la palabra”. (Mao Tse Tung, 1971, p. 196 y 213). 58
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Muchos de los ejemplos anteriores se circunscriben a periodos históricos bastante trágicos y dramáticos en la búsqueda perenne de algunos hombres de ese El Dorado sociológico y político que es la nueva sociedad y el hombre nuevo, un argumento que, a ratos, luce como una utopía sin algún asidero formal. Es válido acotar que, a propósito de la comunicación política contemporánea, no se trata tanto de técnicas y herramientas de persuasión y su uso vedado o no (puesto que toda comunicación, como se vio antes comporta un cierto grado de persuasión); se trata de que éstas no sean explotadas un Flautista de Hammelin, es
decir,
alguien
que
reproduzca
en
las
sociedades
contemporáneas
latinoamericanas la metáfora del cuento mencionado. En ese sentido, un sistema democrático auténtico debe asegurar un adecuado y eficiente sistema de pesos y contrapesos (una institucionalidad verdadera) que hagan imposible el nefasto cóctel que conjuga el monopolio de la violencia con el de la verdad, la comunicación política, la retórica, puede resultar determinante cuando abandona el matiz heurístico que se le suele imprimir, en caso contrario, cuando se emplea con el único fin de explotar el grado de ignorancia de una sociedad sus resultados son nefastos. Es tiempo de examinar la lógica que encierra un discurso retórico ideológico llevado a imágenes, es decir, pasar del lenguaje escrito y hablado y como se transfieren esas figuras, esos mitos, a un lenguaje simbólico e icónico y de ello se ocupa el siguiente capítulo.
Ilustración 2.2: Las cinco tesis filosóficas de Mao Tse Tung, el libro rojo, se constituyó en un símbolo, esgrimido como síntesis de la revolución china. Este era exigido a todo habitante de la China comunista y de obligatoria lectura para todos. (Fuente:”Cinco Tesis Filosóficas” de Mao Tse Tung. Biblioteca de la Universidad de Los Andes. Táchira)
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II.VI Conclusiones.
En la retórica discursiva clásica se basa, principalmente cinco estadios o etapas a saber: Encontrar qué decir (Barhes 1990): Poner en orden lo que se va a decir. Agregar el ornamento de las palabras, de las figuras. Recitar el discurso como un actor; gestos y dicción. Aprender de memoria. Una tendencia en la retórica contemporánea, encuentra su énfasis en los puntos 3 (ornare verbis) y 4 (gestos y dicción). La retórica contemporánea, agotada por tratar de encontrar qué decir, solo tiene como salida el presentarse como novedosa, y por ello el énfasis notable en técnicas retóricas basadas en esos puntos. Este embellecimiento desmedido, creativo de los contenidos retóricos, escritos o hablados, tiene como resultado un discurso más grandilocuente, pero basado en agregar más significaciones a un mismo significado. Un contenido así, se ve plagado de argumentaciones que, siendo disímiles, se plantean como análogas. Lo anterior explica que en la retórica existan conceptos que, si bien es cierto se excluyen mutuamente, la flexibilidad de la retórica puede ‘acercarlos’, es decir, se constituyen en lo que se denominan Conceptos Fuzzy (Eco, 1995), cuya significación real se pierde en la ornare verbis, es decir, conceptos susceptibles de graduación. Un ejemplo para graficar los conceptos fuzzy podría ser la significación de uno como patria. De esta manera, una retórica matizada de ideología se constituye en una suerte de asignación de nuevos significados o atenuación de estos (siempre con un matiz heurístico), a palabras y códigos de comunicación. Esto conduce al discurso, y por tanto, los significados de cada una de las palabras o símbolos que le conforman, a un terreno de conceptos fuzzy (Eco, 1995) en donde cada alusión puede darse en un terreno que favorezca el punto de vista del emisor del mensaje.
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Si se habla de que los símbolos son susceptibles de cambios en sus significaciones, y que ellos a su vez sirven para construir la realidad, entonces, el estudio de estos se constituye en el estudio de una de las formas que asume la dominación en los sistemas políticos contemporáneos; conviene recordar aquí que las
conceptualizaciones
institucionalizadas
devienen
en
parte
de
la
institucionalización imaginaria de la sociedad (Castoriadis, 1983). Dado que, más allá de asignar significaciones diversas a conceptos dados, las formas de representación política se basan en un sistema de elecciones, los partidos de masas necesitan apelar a un sentido de pertenencia. De esta manera, un término como ‘nosotros’ gana importancia, sin embargo, este ‘nosotros’ es un término con muchos significados, es simbólico. Ello explica que el sentido de pertenencia tenga como punto de partida un componente común a todos los nacidos en un mismo país: la identidad de un colectivo se establece en el nacionalismo (no es gratuito que los movimientos de masas contemporáneos evidencien, en su retórica discursiva un renacimiento de la cuestión nacionalista como parte de su ideología).
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CAPÍTULO III El discurso Icónico. Una aproximación crítica al empleo de iconos y símbolos en la comunicación política Si se suprime la imagen, no es Jesucristo quien desaparece, sino el universo entero. Nicéforo, Patriarca
III.I Introducción
Cómo se emplean los iconos y los símbolos en la retórica política, cómo sustituyen un discurso hablado o escrito. Tal es el objetivo de este capítulo, indagar acerca de la teoría que sustenta todo proceso de comunicación que implique el uso de iconos y símbolos. Tal acercamiento indica el estudio semiótico de la comunicación a niveles meramente visuales, y para ello deben mencionarse ciertos aspectos teóricos referidos a los signos y su clasificación, puesto que cada uno posee características que lo hacen propio para cada tipo de mensaje. Es importante aclarar que para delimitar el área de estudio de este trabajo, el mismo se refiere a la comunicación visual impresa, es decir, en soportes inmovilizados; no se tomará el aspecto televisivo por representar este un campo muy extenso que distraería el objetivo Terminal de este trabajo.
III.II La naturaleza del discurso
Antes de indagar acerca de la naturaleza del discurso icónico y la lógica que se aplica a un discurso de estas características, conviene hacer una breve referencia a aspectos relacionados con la teoría de la comunicación, más concretamente, al estudio de los signos (no lingüísticos). Fue Peirce, quien primero se refirió a un proceso conocido como semiosis: Que yo sepa, soy un pionero, o mejor, un
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explorador en la actividad de aclarar e iniciar lo que llamo semiótica, es decir, la doctrina de la naturaleza esencial y de las variedades fundamentales de cualquier clase posible de semiosis (...) Por semiosis entiendo una acción, una influencia que sea, o suponga, una cooperación de tres sujetos, como, por ejemplo, un signo, su objeto y su interpretante, influencia trirelativa que en ningún caso puede acabar en una acción entre parejas (Eco, 1995, p. 101)
Cuadro C.1: La Semiosis (Fuente Eco, 1995, p. 101) Interprete
Representación
Objeto
Asumir a la semiosis como un proceso social de la comunicación es primordial para entender mucho mejor la naturaleza que rige un discurso como el icónico. Para ello es necesario hacer un breve repaso acerca de la teoría del signo. Fue Ferdinand de Saussure (1916) quien se aproximó en primer término a la naturaleza del signo como entidad significante, postulando que el mismo, era un componente imprescindible (pero no el más importante) en la semiosis. Según Saussure, el signo es una Correspondencia entre una entidad de dos caras: el Significante (el signo como tal) y el Significado (la imagen mental) Saussure no definió nunca claramente el significado, pues lo dejó a medio camino entre una imagen mental, un concepto, y una realidad psicológica no circunscrita de otro
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modo; en cambio, subrayó con insistencia el hecho de que el significado es algo que se refiere a la actividad mental de los individuos dentro de la sociedad (Eco, 1995, p. 31). Esta definición de signo como una entidad de dos caras, anticipó y determinó todas las definiciones posteriores de la función semiótica. En este sentido, Umberto Eco establece una definición de signo, pertinente para el análisis que se intenta realizar en este trabajo, según su óptica, un signo es: Cualquier cosa que pueda considerarse como substituto significante de cualquier otra cosa. Esa cualquier otra cosa no debe necesariamente existir ni debe subsistir de hecho en el momento en que el signo la represente (Eco, 1995, p. 22).
III.III El discurso visual y la clasificación de los signos
Siguiendo nuestro repaso, es pertinente mencionar que posteriormente a la definición de Saussure, Peirce clasificó a los signos según tres categorías, que expresaban su naturaleza, puesto que todo significante no podía ser enmarcado sólo como una entidad que expresara un solo significado a partir de un solo significante empleando únicamente un código. De allí surge la siguiente tipificación, clave en el estudio y comprensión de la semiosis.
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Cuadro C.2: Clasificación de los signos según Peirce (Fuente: Eco, 1995, p. 268, ejemplos del autor) Símbolos
Relacionados Por ejemplo la paloma de arbitrariamente con su la paz objeto (expresan correlaciones abstractas)
Iconos
Semejantes a su objeto
Por ejemplo un retrato, una fotografía
Índices
Relacionados físicamente Por ejemplo una huella en con su objeto la arena, la firma de alguien.
Haciendo una breve explicación de esta clasificación, partiendo del índice, podemos mencionar como ejemplo de ello una huella en la arena, un autógrafo (la firma) de una persona. Dicho de otra manera, el índice expresa una relación directa del sujeto que produce el signo con este mismo, es decir, este no pudiera existir si aquel no lo produce. Esta clase de signo se enmarca dentro de lo que se llama los signos naturales, así una columna de humo puede expresar fuego, unas nubes grises en el horizonte lluvia, y así sucesivamente. En cuanto al icono, este posee unas ciertas características: *Posee las mismas propiedades que el objeto. *Son semejantes al objeto. *Son análogos al objeto. *Son motivados por el objeto. *Están codificados arbitrariamente (Culturalmente). (Eco, 1995, p. 288) Es importante aclarar que, para Peirce, los signos icónicos no tienen las mismas propiedades físicas del objeto, pero estimulan una estructura perceptiva semejante
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a la que estimularía el objeto imitado. Es decir puede representar a un objeto sobre todo por semejanza, aclarando así una característica mencionada dentro de la tipificación que hace Umberto Eco. El mismo Eco establece que, el signo icónico puede poseer las propiedades del objeto, pero circunscribiéndose a los siguientes aspectos (propiedades): *Ópticas (Visibles), es decir, reproduce la apariencia que evocaría el estímulo imitado. *Ontológicas (Presuntas), se da en el caso de los iconos religiosos, a los cuales se le otorga una cualidad sanadora o de redención, por citar un ejemplo (el aro blanco que posea una figura icónica sobre su cabeza le confiere una connotación de santo a la representación que la posea) *Convencionalizadas (convertidas en modelo, conocidas como inexistentes, pero como eficazmente denotantes, como los rayos del sol en forma de varillas). (Eco, 1995, p. 307) En cuanto al símbolo, una definición propuesta por Jean Chevalier, establece que el símbolo “Significa indirectamente, de manera secundaria: ante todo se presenta por si mismo y sólo en un segundo momento descubre además lo que significa. “Es la cosa sin serlo y siéndolo a la vez”. (Chevalier, 1967, p. 17). El símbolo plantea una forma de lectura polisémica. Su significado se expresa de manera indirecta la relación significante – significado tiene como resultado un actividad mental en el individuo que no se remite a un solo significado, sino a varios. El símbolo despierta diferentes lecturas, es más como un espejo en el que se refleja el alma de quien le contempla. Este tiene la particularidad de evocar en el espectador sus propios anhelos, pero proyectados en él. Para entenderlo un poco más claramente, conviene compararlo con la alegoría. En la alegoría predomina la razón, su interpretación es compartida de manera abierta, se concibe bajo un código universal. Por ejemplo, una imagen de una calavera despierta la idea de la muerte, del peligro, por tanto esta imagen (que en
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un principio fue simbólica ha visto su significado simbólico desgastado excesivamente utilizado para comunicar este significado y, más bien, se constituyó en un alegoría) es una alegoría a las ideas expresadas antes. No ocurre lo mismo con el símbolo, cuya interpretación responde a códigos inherentes a la persona y su contexto cultural, en su decodificación, intervienen aspectos más emocionales que racionales, lleva implícito un mensaje que no posee la alegoría. Detengámonos un poco en el símbolo, cuyo potencial comunicativo, ilimitado por demás, es el que nos interesa en este trabajo. No existe otra forma de expresar tanta información de manera tan indirecta. Al respecto, Regis Debray explica adecuadamente el significado etimológico del término: Simbólico y Fraternal son sinónimos, no se fraterniza sin tener algo que compartir, no se simboliza sin unir lo que era extraño. En griego, el antónimo exacto del símbolo es el diablo, el que separa (...)Dia –bólico es todo lo que divide, Sim – bólico todo lo que acerca. La imagen es benéfica porque es simbólica. Es decir, reconcentrante, reconstituyente, por usos equivalentes. Más, para formar o volver a formar bloque, en virtud del mecanismo de lo incompleto, tiene que incluir en su juego un compañero oculto. Lo que sirve de vínculo, de unión hace bien, pero sólo la referencia a un algo lejano, a un tercero simbolizante permite a una imagen establecer una relación con su contemplador, y de paso entre los contempladores (Debray, 1994, p.53). Este mismo investigador francés sostiene que el discurso griego clásico sobre lo bello no es de tipo artístico sino filosófico. La belleza nunca tiene sentido en si misma. Cada cultura al elegir su verdad, elige su realidad: lo que decide tener por visible y digno de representación. Otro aporte para el entendimiento de lo simbólico lo da Jean Chevalier: Los símbolos son, por su esencia misma, inagotables. Su objetivo no se limita, como a menudo se cree, a ocultar por medio de claves o códigos secretos o misterios,
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tampoco a impedirle al no iniciado que pueda acceder a ellos, sino que apunta más bien a no impresionar, a impactar el espíritu haciéndole llegar algo que el mero razonamiento no podría captar con sus solas fuerzas. El simbolismo no es ni podría ser un código cuya clave bastara tener para comprenderlo todo, sino una suerte de espejo que facilita la contemplación y el perpetuo autodescrubrimiento a través de él. Abrirse a la dimensión y a la dinámica de los símbolos es abrir nuestra conciencia a la realidad.(Jean Chevalier, 1967, p.17). Ahora, bien se ha dicho que el uso del simbolismo en la comunicación política debe estar circunscrito al empleo de alegorías, es decir, no se puede utilizar un código visual extremadamente complejo para grandes conglomerados de personas. Ya lo decía Hitler, al referir que los mensajes destinados a la masa debían articularse pensando en aquel sector menos ilustrado de ese colectivo. Y mientras más concisa, simplificada y coherente mejor, y en ello, la comunicación visual es altamente efectiva. Es válido acotar que una vez instauradas esas alegorías, solo entonces se pueden simbolizar, para expresar más contenidos en formas más simplificadas (la simbolización a la que nos referimos aquí es aquella imagen visual provista de tal código, el simbolismo puede darse en forma de gestos o gritos de guerra – slogans- que resumen una acción o convicción ideológica). Jean Marie Domenach explica que: Resulta mucho más expeditivo sustituir progresivamente el agente condicional simple, que es la grandeza del Reich, por tal o cual individuo que se propone conquistar esa grandeza; o tal o cual frase o imagen que lo resumen o evocan. De tal manera, la idea que se tiene que propagar está ligada a un rostro, a un símbolo, a un slogan o a un grito. Basta de programas detallados y demostraciones pesadas (...)
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Sin embargo, el símbolo, el excitante secundario, perdería su poder si no fuera revivificado, renovado por nuevas asociaciones con la excitación primaria (Domenach, 1966, p. 42). En este sentido, conviene examinar, brevemente, una teoría de la comunicación visual propuesta por Donis Dondis, la alfabetidad visual:
Significa que todos los
miembros de un grupo comparten el significado asignado a un cuerpo común de información. No puede estar sometida a un control más rígido que la comunicación verbal ni tampoco a uno menor. Sus fines son los mismos que los que motivaron el desarrollo del lenguaje escrito: construir un sistema básico para el aprendizaje, la identificación, la creación y la comprensión de mensajes visuales que sean manejables por todo el mundo, y no sólo por los especialmente adiestrados. La universalidad del lenguaje de la visión es comparativamente tan superior que parece realmente rentable superar la dificultad que pueda suponer su complejidad. “Lo que uno ve es una parte fundamental de lo que uno sabe”. (Dondis, 1997, p. 11). Estas teorías examinadas hasta ahora, encuentran cabida en un contexto político contemporáneo en el cual la metáfora de la escena y de lo público, al ser objeto de cánones mediáticos (enmarcados en la comunicación visual), van perfilando una nueva forma de representación: su imagen. Esto, si bien tiene como consecuencia una política más mediatizada, tuvo su origen en la reducción de costos de información. Respecto a esa economía de información, acota Bernard Manin: La información política es un efecto bien costoso para los electores. Para adquirir una información precisa sobre los problemas políticos del momento, y para votar en función de sus preferencias, a favor de una solución u otra, los individuos deberían consagrar una parte importante de su tiempo a buscar esa información.
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O sea que, para cada individuo, el costo de la información no tiene parangón con el efecto que él puede esperar producir mediante su voto personal” (Manin en Dos Santos, 1992, p. 36). Hemos discurrido hasta sobre algunos aspectos teóricos de la imagen, pero cabe preguntarse en este momento ¿de dónde viene esta magia de convencimiento que se le atribuye a esta?, ¿es que acaso reposa en el inconsciente colectivo una fascinación por la imagen?. En la antigua Grecia, la muerte como tal, tenía otra significación que la contemporánea. Para los griegos, morir era tener la última mirada, de tal manera que, una aparición o fantasma de los muertos, era llamada Eidolon (fantasma de los muertos), una significación que, por esos avatares de la historia y de los cambios culturales, devino en el actual Ídolo, es decir, imagen, retrato, digna de admiración y respeto (porque el respeto tiene como base el respeto por el otro mundo, por la muerte, evocada por el eidolon). En otro orden de ideas, la palabra Fascinar, “proviene del latín fascinare –embrujar - y es a su vez una derivación de fascinum –embrujo-. Esta palabra derivó en fascinación, fascinador, fascinante, relacionándose también con fascismo, fascista y haz (esta última palabra se refiere a la ‘porción atada de leña o de otros vegetales (...) su paso al latín determino que se calificara de fasces. Haz da origen a la palabra hacinar, hacinamiento; fascismo, fascista, provienen de fascio, (en italiano)”. La relación planteada antes, nos da una idea que relaciona embrujo con masas de hacinados (¿los receptores?). (adaptado de Corominas, 1987, p. 269 y 315) En las actas de los concilios se traduce eikon por imago. Y el eikon deriva del eidolon, ambos con la misma raíz eidos (vocablo que encierra en su significación tanto idea como forma, es decir la conjunción perfecta de la idea con la forma, del significante con el significado). (adaptado de Debray, 1994, p. 188). Un parecido en su concepción lo tiene la palabra signo. “Signo viene de sema (lo que se ha tomado en cuenta en la semiótica, como ciencia que estudia los signos), 70
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sema, citado por Homero (Seema Chein) es levantar un sepulcro” (adaptado de Debray, 1994, p. 22), es decir, a la muerte de algo (la ausencia), de alguien se levanta un sepulcro, algo que lo rememore y traiga a la mente su imagen (a partir de un significante –la tumba- se evoca un significado –la imagen mental-). De ahí que Toda representación icónica es, antes que nada, signo de una ausencia: la del objeto o sujeto representado y al que sustituye simbólicamente en el plano de la información. Es de hacer notar que en latín arcaico imago significó primero aparición, fantasma y sombra, antes de convertirse en copia, imitación y reproducción. La relación estercha entre imago y magus y magicus no necesita ser ampliada. Resumiendo cuanto se ha dicho, toda representación icónica es la simbolización de un referente, real o imaginario, mediante unas configuraciones artificiales (dibujo, barro de una escultura, etc.), que lo sustituyen en el plano de la significación y le otorgan una potencialidad comunicativa. Lo icónico deja de serlo, naturalmente, cuando rompe toda relación representativa de un referente real o imaginario, sin que importe en cambio que tal referente tenga entidad lingüística o no. Una definición más precisa de imagen icónica establece que esta es: Una modalidad de la comunicación visual que representa de manera plástico simbólica, sobre un soporte físico, un fragmento del entorno óptico (percepto), o reproduce
una
representación
mental
visualizable
(ideoescena),
o
una
combinación de ambos, y que es susceptible de conservarse en el espacio y/o en el tiempo para convertirse en experiencia vicarial óptica: es decir, en soporte de comunicación entre época, lugares y/o sujetos distintos, incluyendo entre estos últimos al propio autor de la representación en momentos distintos de su existencia” (Gubern, 1994, p. 48). Si bien es cierto que la imagen constituye una forma expresiva de la cual hemos tratado de resumir algunas virtudes, a los efectos de seguir avanzando en tal aproximación teórica, debemos incluir en este repaso teórico a la palabra escrita como elemento que complementa los mensajes visuales. Porque no todo el mensaje político descansa en meros referentes icónicos simbólicos, a veces
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ocurre así, pero no se puede desdeñar el potencial de la palabra escrita al momento de establecer un vínculo recíproco con el estímulo visual. La función comunicacional más relevante de la representación icónica es su función ostensiva (del latín ostendere: mostrar, exhibir, presentar), mientras que la función comunicativa más pertinente de la palabra es inductiva (en el sentido de inducir o desencadenar una conceptualización o representación en la conciencia del sujeto) (adaptado de Eco, 1995, p. 329). Con base en ello, Gubern explica: El discurso verbal es por tanto hiperfuncional para la expresión del pensamiento abstracto, y funcional para la designación y expresión de lo concreto del mundo visible y audible. Mientras que el discurso icónico es hiperfuncional para la designación y expresión de lo concreto del mundo visible y, desde este nivel semántico, puede acceder por vía alegórica, metafórica o metonímica a la expresión conceptual del pensamiento abstracto (Gubern, 1994, p. 58). Pero, ¿cómo se pueden relacionar directamente el discurso visual (la imagen) y el discurso retórico (la palabra)?. En este sentido es pertinente mencionar que fue Roland Barthes quien aclaró definitivamente las funciones del mensaje lingüístico asociado al icónico. Según Barthes (1964), dos pueden ser tales funciones:. 1. La de Anclaje: en la que el mensaje lingüístico reduce la polisemia de la imagen a la monosemia, determinado su sentido y orientando su lectura. (Tal como el nombre de la función lo indica, esta forma de relación del discurso escrito y el discurso icónico, determina que el primero tenga preponderancia sobre el segundo un ejemplo clásico de esto lo constituyen las imágenes en una enciclopedia, a una imagen determinada se la asigna un significado específico). 2. La función de Relé (o de conmutación), en cambio, aparece cuando el mensaje lingüístico complementa a las imágenes generalmente con función
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diegética o narrativa, como ocurre en las locuciones y diálogos de los cómics, las fotonovelas y el cine. (Gubern, 1994, p. 56. Acotaciones del autor). Esta última función introduce un elemento interesante para este estudio, de hecho el objeto de investigación del trabajo se encuentra en la propuesta de Barthes, el punto de partida del análisis de un caso a plantearse en el capítulo siguiente. Dado que la función principal del icono es la de mostrar, de exhibir, y la de la palabra escrita, la conceptualización (la representación en la conciencia del sujeto), un enfoque clave en el estudio del empleo del discurso retórico apoyado en el icónico, plantea el empleo de mensajes comunicativos que conjuguen ambas expresiones. Nos referimos al cartel y a los cómics (narraciones icónicas con imágenes fijas). En primer término, vamos a referirnos a los carteles. El francés affiche, el inglés poster y el italiano manifesto, por ejemplo, remiten a la idea de exhibición pública, mientras la voz castellana cartel deriva de charta (en latín papel). Pero todas esas voces designan la misma realidad sociocomunicativa, nacida del encuentro del arte icónico y del arte tipográfico. El cartel es, por lo tanto, un medio impreso escripto-icónico, que se diferencia de su antecesor, el libro ilustrado, en por lo menos tres rasgos: *Protagonismo de la imagen y complementariedad del texto escrito. *Emplazamiento estable en un soporte inmovilizado. *Fruición pública en espacios comunitarios. (Gubern, 1994, p. 183) La función del cartel, como todo proceso de comunicación, implica un grado de persuasión, de despertar en el destinatario una actividad mental referida al tema expuesto, lograr una recordación y asociación tendente a imponer una determinada opción comercial o política. Ello se consigue con el dominio de técnicas de persuasión cartelística, en donde factores como el color y las formas configuran la principal herramienta de persuasión.
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En relación a esas técnicas, el color resulta un elemento fundamental en la concepción de mensajes visuales: En esta economía de lectura suele desempeñar un papel importante el color, como organizador de la lectura, gobernando el trayecto de la mirada, discriminando las formas y deslindando los signos colindantes o yuxtapuestos. De hecho, ofrecen ciertas ventajas perceptivas, pues a diferencia de las formas, los colores pueden ser vistos sin distorsión desde cualquier dirección y a cualquier velocidad. Su estabilidad espacial es más sólida que la de las formas lineales; bien se ha establecido que las actitudes emotivas se relacionan con el color, mientras que los contenidos intelectuales se asocian a la forma (Gubern, 1994, p. 102). Todos los estudiosos de la publicidad y del cartel han examinado con atención las diferentes funciones de la imagen y del texto y han llegado prácticamente a conclusiones similares. “Moles, por ejemplo, indica que el cartel ofrece dos estímulos. Un estímulo fuerte, que es la imagen. Estímulo de carácter estético que tiene la finalidad de llamar la atención y atrapar la mirada del lector, y un estímulo más débil, que es el texto, que puede constituir una argumentación, un comentario o una observación. En el hace notar, por su parte, que ante la polisemia de la imagen, el texto interviene para amplificar el mensaje principal, corregir los mensajes ambiguos y suprimir los parásitos” (Gubern, 1994, p. 209) . Esta supresión de parásitos obedece a eliminar toda mal interpretación del mensaje visual. Veamos la ilustración 3.1 Es usual que al citarse un estímulo débil, la referencia se haga al slogan, del cual Gubert cita lo siguiente: Cuando el cartel se concentra en una fórmula concisa se convierte en slogan, a cuyo estudio ha dedicado Olivier Reboul todo un libro. Según Reboul el slogan (palabra inglesa de origen gaélico, que en la antigua Escocia significaba grito de guerra de un clan) se desplazó desde el campo de la política al comercial, al ser adoptado por la publicidad en Estados Unidos. Reboul distingue tres funciones del
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slogan: unir a sus destinatarios, atraerles captando su atención y resumir una idea, a las que añade después una función lingüística incitativa. La función real del slogan –escribe Reboul- no está en su sentido, sino en su impacto; no en lo que quiere decir, sino en lo que quiere hacer (Gubern, 1994, p. 210). El slogan invoca una acción, he allí su verdadera coactividad psíquica. La utilidad del cartel cumple con la máxima de Goebbels: “Hacer propaganda es hablar de la idea en todas partes, hasta en el tranvía” (Domenach, 1966, p. 48). Lo anterior explica el principio que rige el que se coloquen fotografías del presidente en las oficinas públicas; ello cumple una función que va más allá de la ornamentación, de la decoración. Una imagen como esa (y como cualquiera), invoca su presencia (la del presidente, como de cualquier otro que se encuentre retratado), se invoca la vigilancia el respeto, de tal manera que la en la contemporaneidad, la imagen conserva intacta su génesis conceptual. “Esas imágenes marcan un territorio y simbólicamente ejercen su violencia sobre los que están en él, autorizándolos a ejercer esa ‘violencia simbólica’ sobre sus subordinados”
(Debray,
1994,
p.
184).
Ilustración 3.1: En este cartel, el componente escrito (estímulo débil) es primordial para eliminar cualquier interpretación errónea del mismo. El slogan reza: ‘Ayuda a construir albergues y clubes juveniles’. Este escrito determina la lectura que se debe hacer del cartel; el que una jovencita alemana se dirija hacia el espectador de manera amigable con una alcancía en la mano con la cruz gamada estampada en su parte exterior, podría interpretarse como el colocar a jóvenes en la poco digna tarea de recolectar dinero para el partido, en este caso de Hitler, sin embargo esta interpretación errónea que pudiese darse se corrige con el texto escrito, que le otorga al cartel un matiz de inocencia y le elimina toda alusión política. (Fuente: Adam, 1992, p. 278)
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III.IV La comunicación política y el discurso icónico
En cuanto al cómics, este constituye un medio de comunicación escripto-icónico (como lo es el cartel), pero estructurado en imágenes consecutivas (viñetas), que representan secuencialmente fases consecutivas de un relato o acción (los cómics iconizan la temporalidad en forma de espacios cambiantes construidos con imágenes icónicas fijas), y en las que se suelen integrar elementos de escritura fonética. En este medio semióticamente mixto, la imagen desempeña una función hegemónica, ya que son posibles los cómics sin palabras, pero no sin dibujos. (Gubern, 1994, p. 217). La pertinencia de este estudio radica en que la organización de las masas, siempre descansa en una ideología, y ello se hace muy difícil sin el uso de soportes visuales de adhesión. “Siempre que las multitudes se ponen en movimiento, procesiones, desfiles, mítines, llevan adelante el ícono del santo o el retrato del jefe, Jesucristo, Marx, el Che Guevara, etc. De ello se rescata que no es fácil gobernar a las almas sin imágenes, signos externos de investidura, insignias públicas del poder”. (Debray, 1994, p. 80). Veamos algunos ejemplos puntuales para ilustrar más acerca del uso del cartel, y de la estrategia y táctica de la persuasión cartelística para hacer llegar un mensaje ideológico con fines netamente políticos a través de alegorías y simbolismos. Para ello, haremos un acercamiento semiótico interpretativo, en cada caso. (Ilustración 3.2 “El Socialismo es Bueno”) Evidentemente, tal como lo refleja la definición de imagen icónica, existen muchos tipos de imágenes, fotografías, dibujos, caricaturas, y retratos de los gobernantes (ilustración Mao Tse Tung). La imagen es sin duda el instrumento más efectivo y eficaz para transmitir un mensaje. Su percepción es inmediata y no exige ningún esfuerzo, y si se acompaña de un slogan conciso, se consigue así dar todo un discurso. El cartel se convierte así en un medio poderoso que puede hacer llegar un mensaje propagandístico o
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ideológico a cualquiera, con la virtud de que es fácilmente captable tanto por personas letradas como por iletrados. Todas estas características fueron tomadas en cuenta para la realización del cartel que vemos a continuación. Este Cartel, perteneciente a la revolución china, es uno de los productos del Gran Salto Adelante propuesto por Mao Tse Tung para construir una sociedad nueva a partir de un hombre nuevo. Tal empresa propagandística sólo podía concebirse con el concurso de los mejores artistas del cartel chino, y eso, literalmente, fue lo que ocurrió. El gobierno chino reclutó a los más talentosos cartelistas para concebir este tipo de obras. La idea era pues concebir instrumentos de propaganda tan efectivos como duraderos, que adornasen espacios urbanos y paredes de habitaciones; que llegasen a los rincones más remotos de la China Comunista propalando su mensaje de manera permanente, pero todo ello enfocado a un medio barato y de fácil reproducción, la respuesta obvia la constituyó el cartel. El cartel que vemos en primer término tiene por slogan “El Socialismo es Bueno” y contiene en sí todo un discurso ideológico (imagen 3.2). Comencemos por la configuración del mismo. En el punto central se observan dos protagonistas principales: el político y el trabajador. Una lectura semiótica del mismo nos arroja componentes simbólicos según los cuales la pareja central expresa la armonía, la alegría de la “liberación”, rostros eufóricos que conjugan, al trabajador empedernido con la política. Pero un elemento es clave en la propuesta visual: la llave inglesa que el trabajador sostiene en su mano izquierda, porque la derecha está presta, en un puño cerrado expresando la fuerza de la “verdad” que ha obtenido de aquel que lo ha liberado (el político).
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Ilustración 3.2: “El Socialismo es Bueno” (Fuente: Revista Feriado, Diario El Nacional, Caracas, Venezuela
De manera que el dúo expresa la armonía perfecta entre el trabajo y la ideología, en la conciencia de clase, en la verdad obtenida por el proletariado que les suministra una élite política superior intelectualmente y que les ha revelado la verdad de su posición en el concierto de la sociedad. Ese es el estímulo fuerte que mencionaba Enel anteriormente. Lo demás (visualmente) es una escena que complementa el mensaje principal, caras alegres, luces encendidas en todos los edificios, banderas rojas, una muchedumbre alegre que centra toda su atención en la pareja central, en fin, todos los elementos nos dan una idea de felicidad, de colectivo alegre que nos envuelve, nos invita a sonreír a participar de la fiesta de la revolución. Un elemento que particularmente llama la atención se refiere a la vestimenta. Nótese que la diferenciación entre mujeres y hombres, en cuanto a vestimenta, es casi, o mejor dicho, nula. Estas con su cabello recogido y sus camisas abotonadas hasta el cuello refuerzan, simbólicamente, la idea de igualdad, de colectivo...de comunismo. El slogan “El Socialismo es Bueno” (el estímulo débil) cumple con todas las funciones del slogan atraer y unir a los destinatarios así como resumir una idea. Es este texto el que elimina los parásitos, el ruido comunicacional (entendiendo este como cualquier elemento que impida que el mensaje llegue tal y como lo concibió su emisor). Es el texto el que ancla el significado del cartel, con este escrito se asegura que no existan malas interpretaciones por parte del receptor.
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Aquí se juega con las construcciones de realidades reseñadas anteriormente otorgando a los significantes, nuevos significados, en este caso, el socialismo es la alegría. “Las ideas de amistad y alegría son el común denominador de todas las propagandas” (Domenach, 1966, p. Es valioso acotar que este cartel presenta un espectáculo, y ello también conjuga en si una forma de comunicación. Los desfiles de antorchas, el papel desempeñado por los proyectores, las iluminaciones, las antorchas; todo lo que es luz en la noche llega a lo más profundo de la mitología humana. (adaptado de Domenach, 1966, p. 50). Casualmente el cartel recrea una escena de festejo nocturno, pleno de luces. La identificación del receptor se da por asociación, ¿quién, en su sano juicio, quisiera estar por fuera de la fiesta, o, más aun, echarla a perder con ideas distintas?. La identificación conlleva al receptor de este mensaje a “asociarse con sus camaradas”, a sonreír, porque si no se es distinto y nadie quiere ser distinto a la mayoría en un contexto como el reflejado. Este es un acercamiento a la semiosis que procura este cartel. La imagen ejerce así un dominio sobre el sujeto. Es una forma de dominación a través de la persuasión, pasiva, latente, pero perenne. “Esta tendencia a opinar con el grupo ha sido bautizada por los psicólogos con el nombre de tipicalidad. Un individuo es ‘típico’ cuando se alinea naturalmente con la opinión media de su grupo, y es ‘atípico’, al contrario, cuando rechaza esta opinión” (Domenach, 1966, p. 112) Además de lo anterior, “crear la impresión de unanimidad y utilizarla como un medio de entusiasmo y terror al mismo tiempo es el mecanismo básico de las propagandas totalitarias” (Domenach, 1966, p. 71). Veamos otros ejemplos de cartel, también concebido en la china comunista de Mao Tse Tung. (Ilustración 3.3). Esta Tiene por slogan “Elimina decididamente a todo enemigo que se nos oponga”. Evidentemente, el discurso de este cartel se circunscribe a la esfera de la acción persuasiva.
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Ilustración 3.3: “Elimina decididamente
a
enemigo
se
que
todo nos
oponga” (Fuente: Revista Feriado, Diario El Nacional,
Caracas,
Venezuela, S/F
En el mencionado cartel, la retórica visual se concibe para expresar un mensaje distinto a la alegría del anterior. En esta propuesta el estímulo fuerte, la imagen central, es dominada por tres estereotipos (recordemos que presentar estereotipos es necesario si se quiere lograr un efecto de identificación entre los personajes y el receptor, así, un trabajador no abandona su braga y su llave, un revolucionario su fusil –porque la revolución es una lucha, contra todo, inclusive consigo mismo, perenne, infinita en la conquista de la nueva sociedad, del hombre nuevo, y el enemigo debe ser repelido-, el político, en este caso el representante del partido comunista, debe aparecerse como alguien simple, del pueblo, cercano a ti). Esta tipificación se logra a través de la abstracción, entendiendo a ésta como el resultado de individualizar lo esencial, genérico y siempre presente en todos los sujetos u objetos singulares de una misma categoría, más allá de sus diversidades accidentales (adaptado de Eco, 1995). La ubicación de los tres protagonistas en un estudiado ángulo de contrapicado (vistos desde abajo hacia arriba; angulación que, comprobadamente, se utiliza para denotar una sensación de grandeza, de magnificencia) les imprime a estas figuras una imponencia que se acentúa con la ubicación, como fondo, de un cielo
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azul, pulcro, impoluto, que resalta los perfiles de estos. Nótese que su mirada se dirige al infinito, elemento que, al asociarse con el azul albo que los rodea, nos da una idea exacta de su ideal. El convencimiento con que esgrimen el principal símbolo de la revolución china (el Libro Rojo, las “Cinco Tesis Filosóficas de Mao Tse Tung, Ilustración 3.3), que se halla ¿deliberadamente? ubicado a la altura de sus corazones; su convencimiento es de espíritu, su alma es su creencia en el partido, en las doctrinas de Mao. Ese es el norte (¿al que miran anhelando llegar?) que le otorga sentido a sus vidas. Es importante hacer notar que todo régimen que se prive de revolucionario y reivindicador de las derechos del pueblo, siempre parte de un escrito, un decálogo de su verdad de la sociedad y su concepción ideológica, así Mao Tse Tung escribió las cinco tesis filosóficas, una pléyade ideológica comunista de la cual se exigía, obligatoriamente, su lectura y recitación a todo nivel educativo o en el trabajo; Hitler concibió, estando preso, Mein Kampf, (Mi Lucha), la génesis del nazismo, también empleada como símbolo. Algunos autores sostienen que toda revolución y los hombres ligados a ella guardan una fijación por la parafernalia militar lo que explica la formalidad y tipo de organización de masas que se empeñan en lograr, siempre apelando a ideales tales como patria, justicia social, revolución, patriotas, nación). Retomando el análisis del cartel, detrás los estereotipos se logra distinguir todo un conglomerado de banderas rojas sustentadas por una convencida muchedumbre que marcha hacia delante (en este caso el color rojo, al igual que todos los colores, tiene una significación especial; un acercamiento a la teoría del color rojo nos indica que este, quizás en mayor medida que cualquier otro color, tiene implicaciones nacionalistas, pues figura en banderas de países de todo el mundo.
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Ilustración 3.4: Al Igual que Mao, Hitler concibió su proyecto político en un libro. (Fuente: “Mi Lucha”, Ediciones Modernas, Bogotá, 2000)
Una inteligente aplicación o adición de rojo en un diseño puede conseguir que una imagen se asocie con un país específico (como el caso específico que aquí se estudia, la bandera de la china comunista encontró en el rojo el color de la revolución. El estudio del rojo como elemento perenne en la retórica discursiva visual de la propaganda política es un tema muy rico, pero distraería el objetivo pertinente de este trabajo a un área muy específica. Un detalle sobre los estereotipos es que estos se logran colocándoles en las manos algunos elementos que los distinguen, que expresan una categoría, una escala social en esta sociedad sin clases. En el caso del trabajador, la llave indica su condición, pero, más interesa en este caso es la jerarquización que se hace en los componentes del cartel. El lugar central lo ocupa el soldado, quien, de manera llamativa, sostiene un fusil, él ocupa el lugar central. Puesto que se trata de desmontar un discurso dado a través de la imagen, es evidente que aquí está el punto central sobre el que se construye el cartel: la lucha armada. La persuasión por medio de la violencia si fuese (y lo es) necesaria. En la revolución que se pregona, las armas tienen un lugar central como elemento persuasivo, es la última frontera, y nadie la traspasa. A la izquierda del soldado, que simboliza a la revolución, al levantamiento en armas, se ubica el trabajador, la 82
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clase obrera; y a su derecha el político, las ideas, la liberación ideológica. Como la lectura tiene ciertas características de lectura, (de izquierda a derecha), una lectura probable de este cartel diría, el partido comunista posee el monopolio de la violencia y todos deben acatar, sin disidencia, la ideología de Mao. Somos una fuerza apoyada y aplastante, “...todo error debe ser criticado y toda hierba venenosa arrancada” (Mao Tse Tung, 1974, p. 215). Este cartel no es más que la concreción en imágenes de las palabras de Mao.
Ilustración 3.5: El color rojo se asocia con movimientos nacionalistas y revoluciones. En este cartel de 1930 concebido por H. Schutes, el slogan es: ‘¡El Pueblo en Pie! Vota la lista 9’. Nótese la abstracción que se hace del votante. Su camisa recogida y la forma en que empuña la bandera nazi incitan a la acción política, es el estímulo fuerte que se complementa con el slogan (Fuente: Adam, 1992, p. 20, comentarios del autor).
Es pertinente, luego del breve acercamiento a las significaciones que poseen cada uno de estos carteles, analizados, es importante hacer notar algunos elementos relacionados con la propaganda. En primer lugar la propaganda se basa en una abstracción de las realidades, y por tanto de los mensajes que transmite, muchas veces bajo un aura de inocente simplificación. Es válido retomar aquí las palabras de Hitler “Toda propaganda debe establecer su nivel intelectual según la capacidad de comprensión del más limitado de aquellos a quienes se dirige. Su nivel intelectual deberá ser, entonces, tanto más bajo cuanto más grande sea la masa de hombres que deba convencer (...) de ahí
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la ironía pesada, la burla cínica, las injurias, que caracterizaban la elocuencia hitleriana” (Domenach, 1966, p. 58). Un elemento recurrente en la propaganda es su perenne uso, en su retórica, de el elemento nacionalista, porque, dirigida como está al servicio de partidos de masas, se ufana de mencionar en todo momento, a aquellos que no tienen un identidad social definida que, tal como se cita de Umberto Eco, “el privilegio más vulgar de todos, haber nacido en el mismo país” (Eco, 1997,p. 51) es digno de grandeza y admiración. De esta manera se explican frases como “todos somos bolivarianos”, “la grandeza de nuestro bravo pueblo”, por citar sólo dos ejemplos de la perorata nacionalista que impera en Venezuela desde hace mucho tiempo atrás y que evoca el pasado histórico de Venezuela encarnado en Simón Bolívar. En todo caso lo que interesa es lograr que la muchedumbre, la masa, se identifique con un líder, con un artista de la elocutio que exacerbe ánimos. Esto, como ya se mencionó antes, tuvo su génesis en la retórica griega. Continuando con el análisis debemos remitirnos al uso de los símbolos con el fin de conjugar en ellos toda una ideología. Por supuesto que nos vamos a referir al más famoso de ellos. La tristemente célebre cruz gamada o esvástica. Ilustración 3.6: El ‘arte’ fue puesto al servicio del Estado Nazi, como forma de acercar a la sociedad alemana al ideal nazi. Esta pintura de Hermann Otto Hoyer de fecha 1933, posee un título sugestivo: ‘Rescatando al camarada herido en la calle’. La categoría de arte se rebajo a niveles primarios, desprovistos de genialidad o talento; el objetivo era enviar un mensaje político ideológico constante en la construcción de un Reich que debía durar mil años. (Fuente: Adam, 1992, p. 19, comentarios del autor)
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Para qué destinar horas en demostraciones pesadas, programas detallados y libros que pocos leen. Un símbolo basta; él solo puede evocar por sí mismo las pasiones políticas más encendidas y los entusiasmos más elocuentes. Como señala Domenach: El símbolo, que en un principio era sobre todo figurativo, como el hacha del lictor y el gorro rojo de la Revolución Francesa, se alejó progresivamente de la realidad que representaba en provecho de la facilidad de reproducción (Domenach, 1966, p. 53). Resulta curioso el empleo del cruz gamada en la Alemania Nazi. Este no era un símbolo desconocido cuya invención fue de esa época. Al respecto Udo Becker (S/F) refiere: El antiquísimo símbolo de la esvástica o cruz gamada sigue siendo la enseña por excelencia de los movimientos neo nazis en el mundo, aunque en los últimos años parecen haber adoptado la cruz celta, acaso por identificación con los valores de esta mitología, a la que pertenece, por cierto, el ciclo artúrico. La esvástica -o swastica- es una cruz de cuatro ramas iguales y provistas de una prolongación en ángulo recto o en arco, que sugiere un movimiento rotativo: también puede considerarse formada por cuatro perpendiculares, a veces invertidas, por eso el nombre de cruz gamada. Aparece ya en la cerámica del neolítico (III milenio antes de Cristo) y fue signo muy difundido en Asia y Europa, no tanto en África ni en América Central, pero en cualquier caso conocido por todo el mundo. Por lo general se interpreta que representa a la rueda solar, unos rayos cruzados o, en los países nórdicos, el martillo de Thor. Comúnmente era símbolo de buen augurio o de salud; entre los budistas simbolizaba “la llave del paraíso’” (Citado de El Nacional, 19-09-99 p. H4.) Por supuesto que, en la Alemania nazi, la cruz gamada no era el único símbolo. El águila también se representaba como relacionada con el Estado Nazi. La elección de un animal para asociarlo con alguna ideología debe ser cuidadosa; sorprendería conocer, hoy en día, que los Estados Unidos de Norteamérica, cuyo
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símbolo en su escudo, es reconocido mundialmente como el águila blanca (símbolo que ya habían empleado los romanos en la antigüedad), un animal que, simbólicamente, tiene connotaciones de valor, destreza, nobleza, etc.
Ilustración 3.7: La cruz gamada se llegó a emplear como el símbolo de la nueva Alemania en estampillas y papelería oficial. La propaganda (la comunicación política) era constante, los símbolos patrios eran los símbolos del partido, y el partido la nación entera, la patria. (Fuente: Adam, 1992, p. 17, comentarios del autor).
Estuvo apunto de tomar como emblema al pavo (el mismo que se consume en la cena de acción de gracias en los Estados Unidos). Es evidente que muchas cosas serían distintas, a nivel simbólico, si se hubiese impuesto esa primera idea, y actualmente viéramos un pavo y no un águila calva en el escudo de la nación norteamericana y debajo las palabras “E Pluribus Unum”. A los efectos de enmarcar este estudio en una realidad social determinada, y circunscrita a América Latina, (de allí que el siguiente capítulo esté dedicado a la Venezuela contemporánea), una mención interesante se merece el gobierno de Alberto “El Chino” Fujimori en Perú, período de la historia peruana que, todos saben, terminó con la huida de la nación inca del “Chino”. La mención que se hace del gobierno de Fujimori, tiene relación con un elemento poco usual en la propaganda política, dado que esta última es una de las formas que asume la comunicación política.
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Durante la presidencia de “El Chino”, se pusieron en práctica una serie de operativos, fascinantes para el estudio de las formas perversas de la propaganda, pero nefasto para cualquier nación, nos referimos a los operativos psicosociales. Ellos consistieron en la divulgación de noticias falsas con la finalidad de ‘distraer’ a la opinión pública de hechos graves acontecidos (por ejemplo, algunos operativos psicosociales tuvieron como misión desviar la atención de hechos como apariciones de cadáveres producto de ejecuciones policiales).
Ilustración 3.8: El poderío estadounidense sería difícilmente asociado a un pavo en vez de un águila.
Dichos operativos constituían, como ya se dijo, la fabricación de noticias, entre ellas, la aparición de una virgen o la resurrección de un vampiro, inclusive hasta una guerra. Todas estas fantasías estaban ligadas con las emociones que las técnicas de propaganda vistas anteriormente buscan despertar, las cuales activan ciertas respuestas en el colectivo. En el caso de la virgen, la devoción de un pueblo –eminentemente católico- por la religión; en el caso del vampiro, darle a la gente un objetivo de ‘venganza’, un enemigo del pueblo enfocándolo en un supuesto vampiro, y, finalmente, en el caso de la guerra, revivir el patriotismo decaído, y hacerlo encarnar en un hombre (Fujimori) de carga a unas elecciones (recordemos la famosa batalla de Tiwintza que nadie supo ubicar certeramente en los mapas). Tales operativos psicosociales representan un episodio terrible en cuanto al uso de los medios de comunicación con fines ideológicos y políticos, en fin propagandísticos al servicio de un Estado que ejerció un control total. En un principio, únicamente sobre lo que los peruanos llamaban la prensa ‘bamba’ (barata, sensacionalista – en donde, dicho sea de paso, abundan las fotografías e
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ilustraciones, pero no así los textos), pero que luego se extendió a la mayoría de los medios de comunicación peruanos, teniendo como resultado episodios deslumbrantes como el citado. Es una advertencia del potencial de lo que podría llegar a ser la comunicación política cuando el Estado posee el control total (esta realidad posee un matiz maquiavélico, orwelliano). El éxito de estos operativos hubiese sido nulo si no se empleaba, de manera acertada, a la imagen icónica como forma de hacerle llegar a la sociedad toda una realidad alterna, construida y transmitida a través de símbolos e iconos. Como epílogo de este capítulo, bien vale decir que la comunicación política, su alcance y radio de acción ha evolucionado de manera concomitante con los medios de comunicación. El avance vertiginoso de la comunicación ha determinado el hecho de que en la actualidad se le denomine al contexto contemporáneo la era de las comunicaciones y la información. Todas las técnicas vistas en los capítulos previos sobre persuasión y comunicación, son una muestra de que los medios de comunicación, desde el hito que fue la invención de la imprenta por parte de Guttemberg, se apoyan hoy en técnicas de difusión masivas que logran enviar de manera masiva un mensaje a toda una población. Como bien acota De Fleur: “Primero tuvimos el habla y el lenguaje, y más tarde aparecieron los sustitutos del lenguaje por signos para ayudar a la gente que no podía hablar u oír las palabras” (De Fleur, 1993, p. 33).
III.V Conclusiones
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La retórica visual como forma de expresión, maneja una retórica discursiva que difícilmente puede ser igualada por la retórica hablada o escrita. Esta posee características definitivas que la desmarcan de una expresión netamente hablada o escrita. El manejo visual de la retórica clásica encuentra en el empleo de iconos, símbolos y alegorías su principal expresión, como elemento que puede portar una cantidad importante de información, además, como forma de expresión que puede conjugar en si misma una gran cantidad de conceptos (fuzzy) en un soporte reducido. La comunicación visual se constituye en una forma ideal de comunicación que puede llegar a una mayor audiencia que la del discurso hablado o escrito, dada su simplificación y tipificación fuertemente estereotipada que le confiere a sus mensajes una característica según la cual la lectura e interpretación de un mensaje ideológico político puede ser llevado a un código gráfico, visual, al cual, el receptor, accede por vía alegórica.
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CAPÍTULO IV Hugo Chávez Frías y el discurso político -icónico y simbólicoen Venezuela Cuando la gente ve a Kennedy ven lo que quisieran ser, cuando me ven a mí, ven lo que realmente son. Richard Nixon
IV.I Introducción
La principal motivación de este capítulo, tuvo como origen el manejo y el empleo de iconos y símbolos, sustituyendo estos últimos, muchas veces, a la palabra hablada o escrita. Por supuesto que la política nunca abandonará a la retórica como una forma inherente de expresión, pero en una sociedad como la actual, la imagen resuelve el problema de decir mucho en poco tiempo, así que la elección ha sido obvia. Para hacer mucho más explícito un acercamiento que evidencie tal cambio en las formas de hacer y concebir política en las sociedades contemporáneas, bien vale la pena analizar un caso específico en donde se conjugan técnicas de comunicación política vistas en los capítulos previos. El caso específico de análisis es el caso venezolano y la presidencia de Hugo Chávez Frías. En este caso, el trabajo desarrolla en este capítulo, una aproximación al tipo de discurso que se apoya en el empleo de iconos y símbolos (en una forma visual netamente) para expresar ideologías o posturas políticas determinadas. Un ejemplo pertinente de lo anterior lo constituye el accionar retórico, que se ha hecho ya usual, en el presidente de Venezuela Hugo Chávez Frías, cuyas alocuciones presidenciales (de hasta 3 y cuatro horas) lo convierten en el presidente que más horas en televisión ha destinado a la elocutio en toda la historia de Venezuela.
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IV.II Hugo Chávez Frías y la iconización de su discurso político en Venezuela
La entrada en la escena pública venezolana de Hugo Rafael Chávez Frías se remonta al cuatro de febrero de 1992, fecha, en la cual, en horas de la mañana, es presentado a los medios de comunicación en vivo y en directo, como líder de los militares sublevados que en la madrugada de ese día, intentó derrocar al entonces Presidente de la República Carlos Andrés Pérez. Fueron apenas unos segundos en televisión en los cuales, aparte de pronunciar un escueto discurso de rendición, dijo unas palabras que lo catapultaron en la opinión pública nacional como una opción política de cambio, estas palabras: “por ahora”. Estas se constituyeron en la abstracción de su discurso, en su esencia, en su slogan. La facilidad de verbo y de expresión del presidente de la, ahora, República Bolivariana (cambio en el nombre que el impulsó como parte de su proceso revolucionario) de Venezuela es notable. Su estrategia mediática no solo consiste en sus famosas “cadenas” (transmisiones de varias horas que todos los canales nacionales deben transmitir de manera íntegra según el Reglamento de Radiocomunicaciones vigente en el país, y estas se producen casi siempre en el prime time –horario estelar-de la televisión). También avanza en todos los frentes comunicacionales (incluyendo un programa de radio y televisión –“Aló Presidente” - todos los fines de semana). De ello se deriva que su presencia mediática sea un elemento habitual del día a día del venezolano, puesto que no han pasado, virtualmente y desde que asumió el cargo, veinticuatro horas sin que en algún (o todos) los medios de comunicación se mencione el nombre de Hugo Chávez. La ideología que Hugo Chávez se ha empeñado es defender como suya es la Bolivariana, aunque ella sea bastante ecléctica y difusa, fue tomando un matiz más de tendencia izquierdista que de cualquier otra cosa. En todo caso, Hugo Chávez, ha expresado su convicción de que su ejercicio presidencial es una revolución. De esta manera, tal argumento se convierte en el leit motiv que impulsa su sistema de creencias.
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Las ideologías son por lo menos implícitamente consideradas como algún tipo de ‘sistemas de ideas’ y por lo tanto pertenecen al campo simbólico del pensamiento y la creencia, es decir, a lo que los psicólogos llaman cognición (…) son de carácter indudablemente de carácter social y con frecuencia (aunque no siempre) están asociadas a intereses, conflictos y luchas de grupo. Se las puede utilizar para legitimar u oponerse al poder y la dominación, o simbolizan problemas sociales y contradicciones (Van Dijk, 1999, p. 18) Él mismo se ha descrito a sí mismo como un hombre venido de las entrañas del pueblo mismo y un apasionado seguidor (¿continuador?) de la obra de Simón Bolívar. En este sentido, vale acotar que: Por regla general, la propaganda opera siempre sobre un sustrato preexistente, se trate de una mitología nacional, (en este caso la gesta independentista de liberación –relacionar este término con revolución es un elemento muy recurrente en la retórica revolucionaria latinoamericana, dado que se concibe a la revolución como la liberación de la opresión, del capitalismo, etc.- y el hombre que la simbolizó Simón Bolívar), o de un simple complejo de odios y de prejuicios tradicionales: chauvinismos, fobias o filias diversas (Domenach, 1966) Es un principio conocido por todo orador público el de no contradecir frontalmente a una muchedumbre, comenzando por declararse de acuerdo con ella, por colocarse en su corriente antes de doblegarla. El gran publicista norteamericano Walter Lippmann señaló que el jefe político apela en primer lugar al sentimiento preponderante de la muchedumbre (...) lo que importa es aproximar, por medio de la palabra y de asociaciones sentimentales, el programa propuesto a la actitud primitiva manifestada en la muchedumbre (adaptado de Domenach, 1966, p. 67).
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Ilustración 4.1: Desde un principio Chávez ha asociado su imagen a valores nacionalistas. (Fuente: Diario “El Tiempo”, Bogotá, Colombia, 30-12-01, p. 1-11. Comentarios del autor)
Ilustración 4.2: La indumentaria es otra forma de comunicación que Chávez emplea para expresarse, en este caso el uniforme militar es recurrente en sus apariciones en público. (Fuente: Diario “El Universal”, Caracas, Venezuela, 29-04 -01, p. 1-4, comentarios del autor).
Hugo Chávez Frías ha empleado, en sus apariciones en los medios de comunicación, todas las técnicas de propaganda que se conocen. Por citar algunas: 1) Empleo de Estereotipos: como tendencia, es natural tipificar a la gente; esa imagen puede convertirse con el tiempo en una impresión fija casi impermeable a la experiencia real. Por eso la imagen del negro, del comunista, del judío, del capitalista, del líder sindical, así como las reacciones de los miembros de estos grupos, no se explican en términos de ellos, en cuanto a individuos, sino en términos de su
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estereotipo. De ahí que la instauración de adecos, copeyanos, cuarta república, pacto de Punto Fijo, o cualquier nombre de ex presidente o funcionario público u oficina anterior a él sea, según su retórica, sinónimo de corrupción, compadrazgo, etc. 2) Substitución de nombres: aquí se trata frecuentemente de influir en una audiencia substituyendo términos neutrales que no le sirven a sus fines por otros favorables o desfavorables con una connotación emocional. Ello explica que el nombre de República de Venezuela haya mutado en República Bolivariana de Venezuela, con lo cual todo venezolano es bolivariano y ningún bolivariano es contrario al hombre o partido que predica la doctrina de Bolívar. 3) Selección: esto se refiere a la selección de una masa de hechos complejos, que se ajusten de mejor manera a los fines que se anhelan. Para explicarlo un poco mejor, sería una contradicción a esta regla el que Hugo Chávez mencionara su huída al Museo Militar de Caracas y posterior rendición incondicional a tropas del ejército venezolano el día de la intentona golpista del cuatro de febrero. Al contrario, toda alusión a esa fecha tiene tintes de gloria y magnificencia, nunca de rendición. 4) Mentira descarada: La falsedad siempre ha sido un componente clásico de la propaganda, ejemplos abundan en la historia. 5) Repetición: este punto se resume con la máxima de una mentira repetida mil veces se transforma en verdad. Una declaración repetida hasta el cansancio llegará a ser aceptada por el público. Una variedad de esta técnica es el uso de slogans y palabras clave. Citando algún ejemplo tendríamos: “revolución bolivariana”; “Yo soy como Jesús y como Bolívar” por citar sólo dos del repertorio de Hugo Chávez. 6) Afirmación: esto se refiere a la presentación de un solo aspecto en la exposición, la limitación deliberada del libre pensamiento y de la pregunta, es decir, se pierde la argumentación, puesto que importa más una afirmación que un razonamiento.
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7) Señalar al enemigo: toda retórica se torna más ‘interesante’ si se enfoca en uno o varios enemigos que frustran los deseos y expectativas de una audiencia determinada. Esto tiene un doble efecto. A saber, desviar los sentimientos de frustración lejos del orador o su partido, y, fortalecer la sensación de integración en el grupo. Desde su arribo a la presidencia este ha sido un elemento recurrente en la retórica de Chávez. “Adecos”, “Copeyanos” (primera etapa de enfrentamiento con los partidos), “Adecos con sotana” (segunda etapa enfrentamiento con la iglesia católica”); “terratenientes” (tercera etapa enfrentamiento con ganaderos y productores del agro) “Oligarcas” (cuarta etapa enfrentamiento con empresarios y ganaderos); “mercenarios de la información” (quinta etapa enfrentamiento con periodistas y dueños de medios de comunicación) por citar sólo unos ejemplos. Aquí vale recordar que la retórica revolucionaria se maneja en la esfera del eterno conflicto, se concibe así el proceso de cambio como una lucha perenne, sin descanso, el conflicto es eterno, de no ser así el término revolución perdería sentido y vigencia. Además, el cambiar la mentalidad implica la existencia de una serie de puntos a los que se puede cambiar, por eso, el propagandista más interesante es el que se enfrenta a una competencia. 8) Alusión a la autoridad: La alusión a la autoridad forma parte de la naturaleza de la sugestión. Cuando Hugo Chávez hace ver que actúa siguiendo los designios de Simón Bolívar, alude a la autoridad que despierta, en la memoria colectiva, el padre de la patria. (Brown, 1995, pp. 26 – 27. Ejemplos y comentarios del autor). En todo caso, se evidencia en el estudio de este caso, una tendencia que ya se está dando a nivel mundial desde hace algún tiempo, pero que se ha acentuado, recientemente con más énfasis, en América Latina. En regímenes del tipo presidencialista, como los que imperan en Latinoamérica, la punta del iceberg político es el presidente de la república, el cual, debido a la carencia en muchos casos de instituciones democráticas fuertes e independientes,
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asume su cargo con un agregado de poder que le da una connotación de hombre providencial. Ello deviene en que “se procure fascinar más por el acercamiento y ya no por la distancia, por la banalización y ya no por la heroización del jefe de Estado (...) el gusto por lo espontáneo ha invertido las más rígidas liturgias de Estado. Lo emotivo excluye lo ceremonioso” (DeBray, 1995, p. 19). El caso más extremo de ello fue el del ex presidente de Ecuador Abdalá Bucaram, a quien apodaron “El Loco” pos sus continuos desaguisados mediáticos –farras, bailes, partidos de fútbol, bailes de disfraces, etc-.
Ilustración 4.3: La Boina roja desde un principio, y la chaqueta verde oliva (de corte militar) desde hace poco tiempo, estas piezas forman parte de la simbología de atuendos que utiliza Chávez. (Fuente: Diario “El Universal”, Caracas, Venezuela, 29-04 -01, p. 1-4, comentarios del autor).
Ilustración 4.4: Chávez en su visita a Perú para asistir a la toma de posesión de Alejandro Toledo. La llegada de Chávez se produjo en un momento tenso en las relaciones entre ambos países, debido a la captura en Caracas de Vladimiro Montesinos, el prófugo de la justicia peruana más famoso de todos los tiempos, tal suceso despertó suspicacias en la opinión pública de las dos naciones, de ahí que Hugo Chávez intentara por todos los medios de “acercarse al pueblo peruano”, su “verdadero intérprete e interlocutor”, no así la “oligarquía” peruana. (Fuente: Revista “Gatopardo”, América Latina, septiembre de 2001, p. 47, fotografía: AFP, comentarios del autor).
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En esta preferencia de lo emotivo por lo ceremonioso, tiene un papel fundamental la acción dramatúrgica mencionada en un capítulo anterior, dado que se sustituye un compromiso por una moción; todo bajo un matiz de caer simpático a todo el mundo (ello como la raíz de aprobar y rever los deseos de la sociedad en general a cualquier precio). n análisis del discurso de Hugo Chávez, realizado por Roberto de Vries, un psiquiatra venezolano analista del tema del poder político y las imágenes que proyecta, revela que Chávez posee el poder de la identificación rápida con la gente, que le reconoce pronto sus coincidencias n cuanto a valores, formas o conductas, algo que le es común a la gente” El Universal (29-04-01) 1-4. El cuadro D.1 ilustra la esfera de imágenes (que proyecta) en las cuales se mueve Hugo Chávez.
Ilustración 4.5: Otra estampa muy recurrente de Hugo Chávez en sus apariciones en los medios de comunicación es la de una persona amigable, bromista, alegre. Presentarse como uno más. Es la imagen popular del venezolano la que se explota. Esta ha sido una de sus principales características: el carisma, la facilidad de identificación con el venezolano medio (Fuente: Diario “El Universal”, Caracas, Venezuela, 29-04-01, p. 1-4, comentarios del autor).
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Cuadro D.1: Cuadro General de Imágenes. En negrita se indica el ámbito donde se mueve Hugo Chávez en las imágenes que proyecta. (Fuente: Roberto de Vries / Marina Lander. El Universal, (29 -04-01) p. 1 -4). Modelo /
Afectivo
Erótico
Social
Intelectual
Económico
Tierna
Sensual
Conciliadora
Comprensiva
Sencilla
Débil
Objeto
Cómplice
Complacient e
Hipócrita
Posesiva
Sexual
Creativa
Inmadura
Pecadora
Revolucionari a
Conquistador a
Discurso Armónico
Agresivo
Desadaptada
Ambiciosa
Anárquica Cohesivo
Analítico
Proyectiv o
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Solidaria
Carismática
Luchadora
Ductora
Productiva
Independient e
Atropellant e
Sacrificada
Avasallante
Explotadora
Serena
Inquietante
Dirigente
Analítica
Realizada
Resignada
Perversa
Dictatorial
Distante
Prepotente
Protectora
Hedonista
Negociadora
Eficiente
Fulgurante
Castradora
Estrafalaria
Traficante
Manipulador a
“Pantallera
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Ilustración 4.6: Una de las imágenes más explotadas por Hugo Chávez son las de corte populista. Su empeño se cifra en presentarse como el “ángel guardián del pueblo”, una suerte de Robin Hood, que vende la imagen de un redentor y salvador de todos los problemas de la sociedad venezolana: en pocas palabras la concreción del fenómeno de la personalización del poder. La indumentaria militar busca despertar un sentimiento de respeto y adoración que poseen las figuras militares en el imaginario colectivo (Fuente: Diario “El Universal”, Caracas, Venezuela, 29-04 -01, p. 1-4, comentarios del autor).
El cuadro D.1 indica que su discurso es tanto agresivo como cohesivo; empleando en su discurso gestos muy amplios y dramáticos, con un tono de voz alto y una dicción muy buena que le asegura elocuencia en su hablar. Esta elocuencia es acompañada de anécdotas e interrupciones que tienen un fin específico: “Los oradores cuidan muy bien interrumpir sus discursos en un pasaje feliz, o en una frase irónica que distienda bruscamente la sala y provoque la risa, lo cual es el mejor medio de unir a una muchedumbre: inspirarle el sentimiento de una suerte de complicidad alegre” (Domenach, 1966, p. 78). Un agregado extra a la elocuencia de Hugo Chávez lo constituye su asociación (expresa por él mismo) con las figuras y fechas patrias; de esta manera se glorifica al cuatro de febrero como fecha digna de festejo, de la misma manera en que celebra, mítines políticos en las fechas patrias. En este sentido, Domenach observa que: La propaganda ha tomado de la poesía una gran cantidad de sus procedimientos: la seducción, el ritmo, el prestigio del verbo y hasta la violencia de las imágenes (...) creemos de buen grado, que algunos de los aspectos de la propaganda moderna revisten más bien una función poética que política, cual es la de hacer soñar al pueblo con las grandezas pasadas y un mañana mejor (Domenach, 1966, p. 93).
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En este punto se hace pertinente analizar algunas muestras de la retórica política (icónica y simbólica) puestas en práctica por Hugo Chávez Frías. En primer término veremos un cartel publicado en toda la prensa nacional y regional a propósito del ejecútese a la Ley de Hidrocarburos (Ilustración 4.7).
Ilustración 4.7: La promulgación de la ley de Hidrocarburos según Hugo Chávez (Fuente: Diario El Nacional, Caracas, Venezuela, p. A-6. Comentarios del autor).
En este cartel se conjugan las más depuradas técnicas cartelísticas. En primer término, se destaca el slogan que, aunque un poco excesivo, resalta las palabras “Avanzando”, “Energía” y “Venezuela”. No es gratuito que “hacia del desarrollo” se encuentre en un tamaño de letra menor a las otras palabras, lo importante es crear un impacto visual que conjugue a las tres palabras mencionadas al principio. Ni siquiera la frase “Entró en vigencia la nueva ley de hidrocarburos” se distingue en la primera lectura del cartel, esta es
ornamental, y su naturaleza explicativa
contrasta enormemente con energía, avanzando y Venezuela. Dado que las letras impresas sobre papel, su forma y tipo, también son elementos recurrentes de la comunicación visual, aquí se logra crear un sensación de fortaleza, de autoridad. El tipo de letra empleado es el Román. Este tipo de letra tiene la particularidad de tener connotaciones de solidez, firmeza, estabilidad, seguridad, resistencia.
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Por otra parte, debajo de la palabra “Venezuela”, se aprecia de manera notable el rostro y brazo de Hugo Chávez Frías, pero su mano parece tomar la letra V, inicial de Venezuela, lo que le otorga un simbolismo al cartel. Este ‘contacto’ entre la mano de Chávez y la letra V posee las connotaciones de asociar a Chávez a la victoria, pero también a Venezuela misma., él es su presidente, él es el representante de la República Bolivariana de Venezuela, él es Venezuela. “Durante la instalación del Congreso Internacional de Derecho Agrario, el presidente Chávez señaló que existe un sector minoritario que amenaza con quemar la Ley de Tierras, pero les recordó que “la ley soy yo. El Estado soy yo” El Universal, (04-12-01) p. 2-1. Además de ello su rostro dirige la mirada hacia el horizonte, hacia esa utopía, ese ideal que sólo un revolucionario, como él se define, conoce porque sólo a él se la ha manifestado. Su mirada al infinito lo acerca a la divinidad, a la infalibilidad en nombre del pueblo. No es tampoco gratuito que para tal cartel Chávez tenga su boina puesta (que, a pesar de que el cartel esté impreso en blanco y negro, ya el colectivo sabe que esta es roja; ya la boina roja no es la boina del cuerpo de paracaidistas del Ejército venezolano en Maracay, ella es el símbolo de la revolución Chavista). Ella es el símbolo que autentica al cartel, al acto, a la ley. Ilustración 4.8: Chávez ha simbolizado su revolución en la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, de la que ha hecho imprimir versiones en pequeño formato y esgrime como la voluntad, el mandato del pueblo que él sólo interpreta y cumple. (Fuente: Diario La Razón, Caracas, Venezuela, 13-01-02, p. A-5. Comentarios del autor).
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Más abajo, un estímulo secundario reitera la imagen de Chávez con una pancarta de fondo en la cual sólo se puede leer de manera completa la frase soberanía nacional de hidrocarburos, reforzando así el carácter nacionalista de su accionar. En una alegoría de lo que es el poder en manos de una sola persona, y en donde no importan las instituciones, sino un hombre providencial. Bien vale citar, al respecto, lo siguiente: “Una de las características definitorias de las llamadas nuevas formas de hacer política viene dada porque la política es desarrollada cada vez más por individuos, por personas y ya no solamente por organizaciones”. Es decir, “la política deviene cada vez más en una personalización del poder y de la política” (adaptado de Rivas, 1999, p. 19). De ahí que sólo de una manera reticente se ubique el emblema del Ministerio de Energía y Minas en un espacio minúsculo, ornamental, que casi ni se distingue. La connotación de este detalle es obvia: el poder personalizado, aludido en el anterior párrafo. Siguiendo en el análisis de la retórica icónica simbólica Chavista, otro ejemplo son las alocuciones presidenciales televisadas (Ilustración 4.9).
Ilustración
4.9:Las
alocuciones
presidenciales, una realidad mediática del día a día del venezolano durante la presidencia de Hugo Chávez. En ellas el manejo icónico, simbólico de la imagen es el producto de un muy estudiado uso de los planos, colores y asociaciones simbólicas. (Fuente: Diario La Nación (foto
AFP),
San
Cristóbal,
Estado
Táchira, Venezuela, 10-01-02, p A-1. Comentarios del autor).
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Para estas alocuciones la puesta en escena es muy importante. La ilustración 4.9 muestra una fotografía en vivo de una “cadena”. Se puede distinguir tanto parte de la audiencia como la imagen que sale al aire, es decir la imagen tal como es captada por las televisores en casa. Es precisamente allí en donde conviene detenerse para aproximarse a la retórica icónica simbólica que maneja Chávez. Nótese que a su derecha se ubica la bandera nacional (por cierto que otro cambio que Chávez impulsó pero que no cristalizó fue el agregarle a la bandera venezolana una octava estrella, elemento que, tal como lo reseña la teoría expuesta antes, tiene su lógica basada en la propaganda, más precisamente en el cambio de nombres y símbolos). Este es un elemento que siempre ha sido utilizado en todos los actos protocolares del Estado. Sin embargo, desde que Hugo Chávez asumió la presidencia, los cuadros de Simón Bolívar han ganado protagonismo, en este caso una imagen, un ícono de Bolívar se ubica a la espalda de Chávez, la mirada de Bolívar desde el cuadro es de solemnidad y autoridad, y Chávez se ubica, por el plano en que la cámara lo enfoca, en un estratégico plano a la altura de la ingle del libertador. De nuevo el simbolismo se hace presente en la retórica visual. Ubicado por encima de Chávez, una lectura simbólica asocia al presidente directamente como la representación de Bolívar. Una posible interpretación del mensaje, y tomando en cuenta una jerarquía de planos, no sugeriría que Chávez es el hoy, el legado de Bolívar que desde atrás (desde el pasado) le ha entregado el testigo a Chávez, él es el presente de la gesta libertadora emancipadora. Bolívar parece querer colocarle las manos en el hombro. Es esa evocación al libertador, ese anhelo de emularlo es una constante en los discursos de Hugo Chávez, a veces de manera explícita, a veces de manera implícita, como en esta ocasión. Otro elemento recurrente en la comunicación visual que emplea Hugo Chávez son las armas emblemáticas. En innumerables ocasiones se ha retratado con la espada del libertador, así como con armas y fusiles.
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En la Ilustración 4.11 se puede observar un cuadro en donde se aprecia a la pareja presidencial. Ello constituye una simbolización más que Hugo Chávez ha sabido explotar de su imagen. Ha contraído segundas nupcias con una ex modelo de Revlon, una conocida marca de cosméticos internacional, que desarrolló una campaña publicitaria para Venezuela, con lo cual aparte de que su esposa es, ciertamente, atractiva, ella es blanca y de ojos claros. Chávez por el contrario es más bien moreno con aires mestizos.
Ilustración 4.10: Chávez busca en la asociación con una espada expresar una alegoría con la espada libertadora de Simón Bolívar, se crea entonces una significación por evocación, es decir, aquel que posea la espada de Bolívar y la empuñe sería su sucesor, el continuador de su obra. Recordemos que la formación de Chávez es militar, de allí su apego a símbolos históricos, patrios, y de estos en Venezuela, el máximo es la espada del Libertador, verdadero símbolo de culto para el ‘Centauro de Sabaneta’ que se acopla perfectamente a su retórica política e ideológica: el bolivarianismo. (Fuente: afiche en las oficinas de la Gobernación del Estado Táchira en San Cristóbal. Autor: Pablo Roder).
Conviene recordar que un político, más en América Latina, cuida mucho su imagen en este aspecto (Alberto Fujimori llegó a flirtear ante las cámaras de T. V. con la hija de Julio Iglesias cuando Chábeli Iglesias se trasladó a Perú para hacer un reportaje sobre él). Lo que hemos visto hasta ahora son elementos de propaganda como una de las formas que asuma la comunicación política según los lineamientos teóricos vistos con anterioridad. La propaganda bajo este contexto se concibe como técnicas de persuasión política destinadas a hacer llegar un mensaje ideológico. Que este
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tenga éxito o no y choque contra las creencias y prejuicios de cada individuo en la sociedad depende de su formación intelectual y grado de discernimiento. Se sabe que en la etapa infantil e incluso juvenil, se forman las actitudes. “Una actitud es una predisposición aprendida para responder consistentemente de una manera favorable o desfavorable ante un objeto de sus símbolos (...) la actitud es como
una
‘semilla’, que bajo
ciertas
condiciones
puede
‘germinar en
comportamiento’” (Sampieri, 2000, p. 255). Esto es importante verlo más detenidamente, y al respecto Brown establece que: Todo el mundo desarrolla en los primeros años de su vida un sistema más o menos rígido de creencias y actitudes, y, salvo en los asuntos más triviales, el único camino abierto que le queda al propagandista es el de seguir la corriente de las tendencias que ya existen y tratar de demostrar, posiblemente mintiendo, que su sistema no tiene por qué entrar en conflicto con los de su público y que incluso los complementa (Brown, 1995, p. 28). Es pertinente mencionar que el asunto de las creencias y las actitudes ocupan todo un apartado en el tema de las ciencias sociales, siendo de ineludible referencia comentar las investigaciones que, en Venezuela, ha desarrollado Iván Abreu Sojo (2006) de la Universidad Central de Venezuela, quien establece: El término creencia sale de esta discusión terminológica, por ahora y sin dejar de tomar en cuenta su valor en la consideración del fenómeno de la opinión pública, por considerársele aquellas cuestiones acerca de las cuales no hay discusión en el seno de los grupos sociales en los cuales se aceptan, no estando su verdad o evidencia en cuestión y no necesitándose para compartirla la comprobación. La fe religiosa es el gran ejemplo, pero no el único. Por lo demás, cómo se verá posteriormente, las creencias están en la base de las opiniones y de las actitudes. El concepto de actitud es definido por Allport como un estado mental y neurológico de vivacidad por medio de la experiencia, que ejerce un efecto directo o dinámico en las respuestas de la persona a cualquier objeto o situación con que ese estado se relaciona (p. 20)
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Sabido es que la formación de actitudes es más efectiva mientras más temprano, en edad y madurez, tenga lugar la exposición a creencias o a sistemas de creencias: …todas las actitudes surgen de una u otra forma (por lo menos) de las siguientes formas y tienen su origen en estas fuentes: 1) en las experiencias del niño durante sus primeros cinco o seis años de años de vida con respecto a las relaciones con sus padres; 2) en la asociación entre individuos o el encuentro de grupos formales o informales en un momento posterior de la vida; 3) en experiencias únicas y aisladas o experiencias similares repetidas a lo largo de la vida. En virtud de la Ley de la Prioridad (según la cual cuanto más temprana sea una experiencia más potente será su efecto, pues influirá sobre la interpretación de experiencias posteriores), estas fuentes están enumeradas por orden (Brown, 1978, p. 38).
Ilustración 4.11: La pareja presidencial ha despertado idolatría en ciertos sectores de la población que apoyan a Chávez. Nótese el empleo de la bandera nacional. La pareja presidencial es la imagen de un mito venezolano: una miss Venezuela. La mujer es presentada muchas veces como mera imagen, no contenido. (Fuente: fotografía realizada durante el acto de promulgación de la ley de tierras el 01-01-02 en el Parque la Petrolia, Rubio, Estado Táchira. Autor: Omar Hernández).
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Ilustración 4.12: La boina roja y el traje de campaña militar son la imagen que Chávez inmortalizó cuando pronunció su célebre frase “por ahora”, desde entonces es el icono más recurrente que maneja la simbología chavista. (Fuente: fotografía realizada durante el acto de promulgación de la ley de tierras el 01-01-02 en el Parque la Petrolia, Rubio, Estado Táchira. Autor: Omar Hernández).
Una pregunta surge propósito de la cita anterior: ¿Si Hugo Chávez define a su gestión como una gesta revolucionaria y, para él, resulta clave el hacer llegar un mensaje, un sistema de creencias que busca la fundación de una nueva sociedad, de un hombre nuevo, de hacer la revolución, entonces, individuos en etapas de formación de actitudes -jóvenes adolescentes e infantes-, deben recibir contenidos de tipo ideológico propagandístico?, ¿qué forma asumirían tales mensajes? La respuesta a esta pregunta la encontramos en los “Comandos Bolivarianos: Al Rescate de Venezuela” (Ilustración 4.13). Los “Comandos Bolivarianos” son una estrategia de comunicación política no usual –e incluso cuestionable-, con fines propagandísticos, cuyo fin nos es otro que el de promocionar los sistemas de creencias de Hugo Chávez Frías relacionándolos con su proyecto Plan Bolívar 2000. Es decir, trasmitir elementos ideológicos siguiendo la base de entender a la ideología como la base de las representaciones sociales compartidas por los miembros de un grupo (Van Dijk, 1999, p. 21)
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Ilustración 4.13: Es poco usual encontrar estas configuraciones de comunicación política destinadas a la población infantil y juvenil, adecuando para ello el lenguaje del cómics que, como se explica en el texto, posee unas características específicas para hacer llegar mensajes, producto de abstracciones, simplificaciones y estereotipos. Sabido es que los adultos no son tan susceptibles de ser influenciados políticamente, no así la población infantil o adolescente, a la cual los mensajes llegan más directamente y con posibilidades de influenciar mucho mayores. (Fuente: Comandos Bolivarianos, Segunda División de Infantería del Ejército de Venezuela, San Cristóbal, Estado Táchira, Venezuela, año 2000). Comentarios del autor
Hurgando en la historia acerca de algún antecedente de comunicación política del tipo propaganda ideológica concebida única y exclusivamente a la población infantil nos remite a varios casos, entre ellos el más notable se dio en Alemania en el siglo pasado. Fue en la Alemania de 1940 en donde se concibió toda una campaña libros e historietas concebidos para afectar políticamente a la población infantil del sistema educativo alemán. En ese entonces se publicaron libros y cómics destinados a exacerbar los prejuicios hacia los judíos u otras minorías. En el caso de los judíos, se les presentaba como seres totalmente despreciables (Ver Ilustración 4.14), cuya presencia causaba daño a la pureza de Alemania. Unos de estos cuentos tenían por nombre “El Hongo Venenoso”. Historieta en donde los simbolismos empleados determinaban que el hongo venenoso era el judío, que plantado en suelo alemán, esperaba
por
víctimas
inocentes
(alemanes)
para
irremediablemente.
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envenenarlos
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Ilustración 4.14: “El Hongo venenoso” un triste hito de la propaganda nazi, se realizó con el fin de inculcar en los niños alemanes el desprecio y aversión hacia la población judía. Para ello se emplearon estereotipos, metáforas y un lenguaje simplista, heurístico. (Fuente: Adam, 1992, p. 12. Comentarios del autor).
El hecho de que la historieta “Comandos Bolivarianos” tenga como intención llegar a la población infantil, es algo que queda explícito en lo siguiente: Comandos Bolivarianos es una publicación infantil creada por el Comando de la ‘2da. División de Infantería del Ejército de Venezuela en San Cristóbal, Estado Táchira. Todos los derechos reservados. Los Comandos Bolivarianos, personajes relacionados cualquier parecido particular y todos los elementos relacionados son propiedad del ejército venezolano / Comando de la 2da. División de Infantería (Comandos Bolivarianos, 2000, p.2). Tal es la inscripción que se lee en la segunda página de la publicación que presenta dibujos de Hugo Chávez Frías, Ronald Blanco (electo Gobernador del estado Táchira por la coalición de partidos conformada por Hugo Chávez), así como todos los miembros, que a nivel regional, tienen injerencia política o militar relacionada con el gobierno de Chávez Frías y el Plan Bolívar 2000 (un plan descrito en la historieta como un plan al servicio del pueblo venezolano para ‘rescatarlo de 40 años de abandono’).
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La historieta cuenta las aventuras de un grupo de soldados adscritos al Plan Bolívar 2000. El mismo se compone de 7 militares, cada uno pensado según un estereotipo que hace de ellos un grupo en donde diversos caracteres los definen: el alto, el flaco, el gordo, el serio, el inteligente, el musculoso, el moreno, el despistado, etc. En fin, caracteres diversos con quien el receptor pueda identificarse. Cada página, impresa a todo color presenta las peripecias del grupo en Venezuela, socorriendo a un desvalido pueblo venezolano. Un elemento que llama la atención es que, en cada página, se ubica un cintillo en la parte baja de la hoja con inscripciones alegóricas al proceso revolucionario que defiende Hugo Chávez. Citemos uno de ellos: “El soldado es un amigo que llega a tu comunidad para rescatarla del abandono al que estuvo sometida por más de 40 años apoyalo (sic) y colabora con él” (Comandos Bolivarianos, 2000, p. 09). De esta manera la redención de la sociedad venezolana se significa con los soldados, con el arquetipo de una clase de hombre que no ha sido corrompido y que se encarna en héroe épico a quien emular: un soldado heroico que viene a poner orden en donde las instituciones civiles fracasaron. Se concreta así la transfiguración, en lenguaje de comic, de mitos y creencias que sustentan el militarismo venezolano: Una de esas creencias está representada por la atávica conciencia monárquica absoluta, que aun rige, incrustada en el inconsciente colectivo, en la percepción del poder social como una resultante de la fuerza, y no de la ley (…) otra creencia está representada por la nefasta confusión entre independencia y libertad, que ha permitido a los autócratas de todo pelaje, a sus pajes y escuderos de pluma, defender la siempre cruda privación de libertad, esgrimiendo como escudo, la tramposa defensa de la independencia nacional (…) la tercera creencia se nutre del mito de la eficacia de los regímenes militares. Se expresa como el mantenimiento de un ficticio orden público, -es decir de la que debía ser la tarea justificadora del bendito gendarme necesario- puesto que se funda en la privación de la libertad; y en la promoción del progreso material, haciendo pasar el resultado 110
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social de la paz como la obra eficaz de las políticas anuladoras de la libertad (Dávila y Cartay, 2008, p. 18-19) Ilustración 4.15: La imagen que se proyecta de Chávez a través del comic, es la de un hombre bonachón, alegre. El simbolismo de este icono radica en la ubicación por sobre el gobernador del Táchira Ronald Blanco –quien participó con Hugo Chávez en los sucesos del 4 de febrero de 1992-, la interpretación es la de un jefe supremo, todopoderoso, salvador y solución de todos los problemas de Venezuela. No hay instituciones de por medio, la sociedad no se redime por un esfuerzo colectivo sino por la gracia de alguien. (Fuente: Comandos Bolivarianos, Segunda División de Infantería del Ejército de Venezuela, San Cristóbal, Estado Táchira, Venezuela, año 2000. Comentarios del autor).
En “Comandos Bolivarianos” se retrata a los soldados como verdaderos redentores de la desgracia venezolana. En esa misión de redención, todas las imágenes proyectan a Venezuela y sus habitantes, como una tierra desgraciada, descuidada, agreste. La población infantil, se presenta como grosera, rebelde, maleducada, hosca, grotesca. Uno de los diálogos entre un soldado de los Comandos y una niña dice lo siguiente: - (soldado) “Venga señora y le ayudo con los niños”. - (niña) “¡No me toque que lo muerdo!” (sic) - (soldado) “Deja eso Hermes que yo me encargo de la chiquilla, aquí le tengo unos caramelitos pero para después de la consulta”. - (niña) “No, no quiero que me inyecten”. - (Soldado) “Déjese de remilgos que eso no le va a doler. Apenas si se siente la aguja”.
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- (niña) “bueno, yo me dejo si me da lo que me ofreció, sino lo muerdo”. (Comandos Bolivarianos, 2000, p. 10-11) En fin, se trata de una historieta con matices ideológicos, con una redacción en la que se cometen notables errores de acentuación y sintaxis (“Los fines del Estado es la defensa y el desarrollo de la persona” (Sic) (Comandos Bolivarianos, 2000, p. 21), Aparte de ello el venezolano común es retratado como una persona sin iniciativa, esperando sólo por la ayuda del Estado (simbolizado en los soldados) para la solución de todos los problemas. “La propaganda totalitaria puede atentar vergonzosamente contra el sentido común sólo donde el sentido común ha perdido su validez”. (Arendt, 1974, p. 438). Este tipo de estrategias evidencian hasta dónde puede llegar la comunicación política cuando tiene como objetivo la instauración de un nuevo imaginario colectivo como consecuencia natural de un proyecto político específico. Simplemente se trata de una tendencia, ya conocida y trabajada ampliamente por investigadores, tanto a nivel internacional como nacional, en este último caso vale la pena recordar los trabajos que al respecto ha desarrollado, profusamente, Marcelino Bisbal (1989), docente investigador de la Universidad Central de Venezuela, quien identifica los patrones típicos singulares de la cultura de masas, sobre la que se inscriben estos productos analizados aquí, tal tendencia no es otra que la de: …imponer mitos y símbolos de fácil universalidad, creando tipos reconocibles de inmediato, y con ello, reducen al mínimo la individualidad y la concreción
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de
nuestras
experiencias
y
de
nuestras
imágenes
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(p.97).
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Ilustración 4.16: En la historieta se conjugan elementos simbólicos. En esta serie de viñetas el grupo de soldados se encuentra con un grupo de niños de la calle; sorprendidos se aprestan a corregir esta situación. La lectura simbólica de este segmento hace que, por un manejo simplista, los niños de la calle sean una abstracción del ciudadano común, ellos representan a la Venezuela contemporánea, abandonada, agreste, cuya solución a todos sus problemas proviene del Estado Benefactor, pero ese Estado benefactor se encarna en una sola persona, como ya se instituyó en la historia al principio. Ello plantea la concepción de la sociedad venezolana como incapaz, inerme. (Fuente: Comandos Bolivarianos, Segunda División de Infantería del Ejército de Venezuela, San Cristóbal, Estado Táchira, Venezuela, año 2000. Comentarios del autor.
Ilustración 4.17: Para hacer llegar un mensaje, Chávez, literalmente, iconiza su discurso. El empleo de símbolos en su retórica excede el discurso escrito o hablado. En la búsqueda de crear imágenes en el colectivo, recurre a las asociaciones más rocambolescas. En este caso el alicate representa a la revolución. Nótese que la imagen de Bolívar ubicada detrás de Chávez es perenne en su retórica simbólica e icónica con la interpretación que ya se ha mencionado. (Fuente: Revista Primicia. Caracas, Venezuela, número 210, enero 21 de 2002, p. 18. Comentarios del autor).
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Ilustración 4.18: El billete nuevo de diez mil bolívares, impreso en la Casa de La Moneda de Venezuela, en Maracay, muestra el nombre de Venezuela aprobado en la Asamblea Constituyente refrendada en diciembre de 1999: “República Bolivariana de Venezuela”. Es de hacer notar que la inclusión del término ‘Bolivariana’ introduce un elemento ideológico en el papel moneda nacional; es una de las formas que asume la comunicación política. (Fuente: Folleto de la Casa de la Moneda encartado en la prensa nacional el 02 -02-02)
En otro orden de ideas, para citar otro ejemplo, conviene mencionar que hasta las monedas y los billetes de circulación nacional también (Ilustración 4.18) se han constituido en elementos de comunicación política en la República Bolivariana de Venezuela (tal es la inscripción que determinó el cambio de nombre de la nación). Lo anterior indica que hasta el nombre de un país puede reforzar la estrategia de comunicación política al servicio de una ideología (tal como sucedió en la ex Unión Soviética, cambiándole el nombre a San Petersburgo por el de Leningrado, denominación que tuvo hasta que colapsó el Estado Soviético). A propósito de lo anterior, cabe mencionar que, si bien es cierto, la presidencia de Hugo Chávez se ha especializado en el manejo simbólico icónico de su imagen y su revolución, estas mismas herramientas han comenzado a utilizarse en su contra por parte de sectores opositores a su gobierno. Tal es el caso de fotografías o montajes en donde se le ridiculiza o asocia con situaciones y personajes tragicómicos. Este representa quizás un indicador interesante, pero desolador puesto que evidencia un cambio en la dinámica política nacional, la argumentación política, el debate, se dejan de lado y su lugar lo ocupa la descalificación. 114
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Lo anterior implica un cambio en el panorama político nacional, puesto que en la escena
pública
venezolana
han
comenzado
a
aparecer
publicaciones
especializadas en ofrecer este tipo de contenidos. Es obvio que las formas de hacer política han cambiado radicalmente, los enfrentamientos se dan en el campo de los medios de comunicación, en el campo del interaccionismo simbólico, en el campo de la construcción de las realidades y los simbolismos. Y en esa batalla solo ha ganado un bando: el de la imagen y los símbolos. Esto plantea un esquema perverso en la lógica política: se supone así la preponderancia de la idea, de la imagen sobre la realidad, esa realidad es sólo soportada por imágenes, por símbolos. La realidad objetiva se separa cada vez más de la realidad simbólica.
Ilustración 4.19: La caricatura es un género clásico en la crítica a los gobiernos (Fuente: Diario El Universal, 17 -0201, p. 2-10. Comentario del autor)
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Ilustración 4.20: La portada de esta revista maneja una combinación de tres símbolos, cuya asociación es explícita. Se crea así una significación por alegoría al asociar a la boina roja con la cruz gamada con un fondo tricolor (la bandera de Venezuela), el mensaje resulta obvio. Lo interesante es que a partir de estos símbolos se crea un mensaje político; es decir, a partir de tres significaciones se enuncia todo un contenido. Estas son las características del iconismo y el simbolismo, la concepción y transmisión de mensajes de manera rápida y directa. (Fuente: Revista Primicia, Caracas, Venezuela, Septiembre de 2001, comentarios del autor).
Ilustración 4.21: Un elemento de reciente data ha sido el empleo de herramientas informáticas e Internet como medio a través del cual canalizar protestas anónimas. En esta ilustración se puede evidenciar como la comunicación política se adapta a cada medio o forma de comunicación. Una distancia notable separa a las primigenias caricaturas políticas de trabajos digitalizados como el que se muestra; a través de la sorna y la burla se transmite todo un discurso, cuya base descansa en argumentos emotivos no racionales. La asociación busca ridiculizar, descalificar, no razonar. (Fuente: Anónima, Internet, 12-07 01).
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IV.III Conclusiones
¿Cómo establecer en el colectivo la noción de una revolución, de un nuevo ordenamiento de la sociedad o, simplemente, de que una idea –ideología- es mejor que otra? La respuesta, o mejor, una aproximación a ella, se ubica en el objeto de estudio de este trabajo. La respuesta tiene que ver con la construcción simbólica de la sociedad; con la constitución imaginaria de la sociedad (Castoriadis, 1983) a partir de símbolos; partiendo de cambiar nombres y otorgarles otras significaciones, y hacer esto con todo, con las fechas patrias, con el nombre del país, con el estamento jurídico de la nación, con el papel moneda de circulación nacional, y así sucesivamente. Con administrar los códigos que sirven de base para la construcción de la realidad simbólica. A lo anterior, se agrega que la retórica discursiva de Hugo Chávez Frías se ha basado en el empleo de la imagen (la suya) como elemento primordial en su estrategia de comunicación política, como punta de lanza en su revolución bolivariana. Como la ideología que maneja es catalogada por el mismo como Bolivariana, esta ha tenido que ser definida, y ello se ha hecho en función de asociar su imagen con la de Simón Bolívar (nótese que de paso la asociación simbólica con el padre de la patria ahorra muchas horas de retórica), puesto que la definición de tal ideología, si existiese, en todo caso debería, y de hecho se ajustó, a los cánones que impone la comunicación política para lograr que ese mensaje calara en la población votante. Para ello se ha hecho uso de todas las herramientas de propaganda vistas en este trabajo.
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La estrategia comunicacional de Hugo Chávez Frías refleja la realidad estudiada, según la cual la política se basa en un personalización, de su acción, cimentada en acciones que se ajustan a una ornare verbis y una acción dramatúrgica notable todo con la finalidad de lucir ‘cercano al pueblo’, Ello tiene como consecuencia que prive la emoción sobre la razón, el drama sobre la argumentación. El sistema de creencias en el discurso de Hugo Chávez Frías luce como un compendio de creencias que parecen aproximarse, a ratos, a un izquierdismo dogmático, ello explica el por qué tenga que poner un énfasis exagerado en su estrategia de comunicación política. La cual apunta sobre todo a sectores de la población con un nivel educativo bastante carente, primario, el cual es un verdadero espectáculo de sus estrategias de comunicación política; su discurso agresivo y cohesivo, apunta a exacerbar ánimos y complejos en ese sector de la población bajo un matiz de ‘libertador’ de los pobres y oprimidos, de allí su asociación directa en carteles con la imagen de Simón Bolívar, de allí su caracterización de hombre con los pantalones bien puestos, frontal, o de abnegado defensor de los sectores marginales de la población; es Hugo Chávez mucho del ornare verbis con el agere et pronuntiare (el verbo ornamentado con la gestualidad y dicción), pero más allá de ello, su imagen y los símbolos que asocia a ella son su verdadero discurso. La imagen habla por él.
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Conclusiones Generales Los políticos intentan crear imágenes durante las elecciones con la esperanza de que la ilusión se mantenga hasta el día de la votación. Luego cuentan con cuatro o cinco años para hacer que la realidad se ajuste a la imagen, para corregir la discordancia David Bernstein
Tal como se estableció en este trabajo, las relaciones entre los individuos consisten en intercambios de signos, de símbolos, de interpretaciones. Es el lenguaje, un requisito sine qua non para el desarrollo de cualquier estructura social. Ello aunado al hecho de que todo proceso comunicativo posee ciertamente una naturaleza persuasiva, sirve de explicación lógica al desarrollo paulatino y vertiginoso de los medios de comunicación, de los canales o vías que los seres humanos han desarrollado para ponerse en contacto con sus semejantes. Sin embargo, la génesis del proceso comunicativo sigue siendo la misma: establecer un sistema de signos que sirva para otorgarle sentido a su entorno para explicar la realidad, para simbolizarla, para otorgarle un significante a cada uno de los significados de la realidad social. Ese proceso de referir significantes a significados y viceversa es particularmente interesante, se trata pues de un proceso simbólico (implica establecer correlaciones abstractas o arbitrarias) que busca establecer puntos de vista análogos, heurísticos, compartidos por todos. En este sentido, ¿cuál es la pertinencia de la comunicación política en la sociedad contemporánea?. Tal como se indica en el capítulo I, una definición operacional propuesta establece que esta sería: una forma de persuasión basada en la utilización de cualquier recurso que implique el intercambio de signos con el fin de influir políticamente en el escenario de la sociedad moderna.
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Ello conlleva, ciertamente, una forma de búsqueda del poder y dominación en la sociedad contemporánea. Toda persona que se trace como objetivo regir los destinos de la sociedad o de influir políticamente en esta, no puede lograrlo prescindiendo de la comunicación, y por ende de los medios de comunicación. Esto comprende ajustarse a los cánones que los rigen en la actualidad. Tal imperativo conlleva, además, el empleo de imágenes, asociadas a significaciones que, ajustadas a las formas y códigos propios de los medios de comunicación modernos, simplifiquen los mensajes en aras de hacerlos más concentrados, comunicacionalmente más resumidos pero con potencialidades expresivas ilimitadas, la respuesta: el empleo de símbolos e iconos. Bajo este contexto gana terreno el concebir a la comunicación política como una estrategia de mercadeo político, en donde se busca llegar (y captar) simpatías e intenciones de voto y apoyo, por medio de técnicas de persuasión basadas en la presentación de imágenes, de representaciones, de imágenes construidas, en fin, de significantes con significados tan variables como las opiniones del público. La comunicación política traspasa así el reino de la campaña electoral y se instala en la vida pública como parte del día a día del habitante de las sociedades modernas; hoy en día las ágoras de los antiguos griegos son los medios de comunicación, ese espacio virtual al cual nos ‘conectamos’ todos los días para compartir la realidad socio política que nos rodea. Ninguna particularidad se derivaría de ello si, tal como se dijo al inicio, este proceso no estuviese concebido tomando como base la construcción de imágenes que busquen acercarse al ciudadano común, y ganar su confianza apelando a contenidos más emotivos, que racionales. Priva así la emoción sobre la razón. Esto es perverso, puesto que la imagen que se construye de las instituciones e incluso, el Estado mismo (Luis XIV y más recientemente Hugo Chávez Frías llegaron a decir: “El Estado soy Yo”), se desvía hacia un fenómeno creciente; un producto del desarrollo de los medios de comunicación masiva: la personalización del poder.
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La personalización del poder tiene la consecuencia antes mencionada; el discurso deja de ser, principalmente, racional y pasa a ser eminentemente emocional. Guiraud establece que “toda relación entre el emisor y el mensaje” debe definirse como función emotiva del lenguaje (adaptado de Guiraud, 1979, p. 12). De allí que, al personalizarse el poder, este recurra a técnicas de discurso más emotivo que racional. Esta óptica emotiva que se le imprime al discurso, evidentemente despolitiza a los contenidos políticos: habla la persona, esta es la que busca ganar y mantener la confianza de la sociedad, no así esta como vocero de una institución. Su representante habla por ella, es su encarnación. Esto sucede en contextos en donde la noción de institución no es fuerte. Tal efecto es producto tanto de la personalización
como
de
las
rutinas
de
los
medios
de
comunicación
contemporáneos, que, ajustados siempre de tiempo, establecen que los contenidos políticos deban ser explícitos y resumidos. Es toda una paradoja. En esa búsqueda de ganar tiempo en los medios, los mensajes se condensan en unas pocas ideas, pero sobre todo en aspectos rocambolescos que llamen la atención de los electores. Vale citar aquí el ejemplo de Antanas Mockus, ex decano en un universidad de Colombia que ganó la atención mediática en la década de los años 90, luego de bajarse los pantalones en un consejo universitario y mostrar su trasero como protesta ante una decisión de la facultad en la cual ejercía labores docentes. Luego de este episodio la presencia de Mockus en los medios de comunicación se hizo recurrente hasta llegar a ganar la Alcaldía de Bogotá e incluso postularse a la presidencia de Colombia. ¿Ganó él acaso atención por sus propuestas o simplemente por su bajada de pantalón?: ese es el quid de la comunicación política contemporánea. Su trasero se constituyó en su bautizo mediático, su icono, su símbolo. Se debe entonces abordar a la iconización del discurso como una consecuencia lógica de la política contemporánea.
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Los medios excluyen, incluyen y jerarquizan la información que ha de ser tratada en sus rutinas informativas, en ese sentido poseen un poder de decidir lo que va formar parte de la realidad social de la sociedad (aquello que no aparece referido en los medios virtualmente no existe en las mentes de los ciudadanos, aun si haya ocurrido realmente). De allí que la política contemporánea busque de las maneras más asombrosas ganar espacio en ellos (cabe recordar cómo ganaron notoriedad pública Abdalá Bucaram en Ecuador, Alan García y Alberto Fujimori en Perú, Fernando de la Rúa en Argentina, la Cicciolina y Silvio Berlusconi en Italia, Antanas Mockus en Colombia, por sólo citar algunos). En todo caso, la comunicación política contemporánea ha cambiado mucho, ya no solo se preocupa sólo por emitir mensajes hablados o escritos: esta ha sucumbido al reino de la imagen y es su principal herramienta (en las manifestaciones o marchas de la actualidad, portar un retrato de Marx o del Che Guevara, es más efectivo que citar frases
de “El Capital” o de “Guerra de Guerrillas”
respectivamente, es más, pudiese darse el caso de que muchos de quienes portan esas imágenes nunca han leído ninguna de las obras concebidas por aquellos que esgrimen como iconos que muestran el norte de su ideología). En la actualidad las confrontaciones políticas por la hegemonía del poder sobre la sociedad, se dan en el terreno de las imágenes, no de las ideas. Triunfa la representación sobre la realidad, el icono sobre la idea, el símbolo, la emotividad, sobre la razón. La realidad, las relaciones entre significante y significado son cambiantes. Ello comporta los peligros de los que ya perfilamos algunos aspectos, pero su consecuencia es nefasta cuando el Estado, personificado en alguien, busca conquistar la soberanía mediática a toda costa, ese panorama ya lo esbozó George Orwell en su novela “1984”.
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Ilustración 5.1: Antanas Mockus, ex - rector de la Universidad Nacional de Colombia y luego Alcalde de Bogotá, daba clases de arte en la citada universidad, convencido de haber desarrollado con sus estudiantes un lenguaje a base de símbolos, de escenas, decidió que para llamar la atención del estudiantado en una alocución como rector de la citada casa de estudios, nada mejor que el gesto de bajarse los pantalones y mostrar su trasero a todos. En esta fotografía posa desnudo para una entrevista haciendo una alegoría de la escultura clásica de Auguste Rodin: “El Pensador” de 1888. (Fuente: Revista “Gatopardo”, América Latina, Diciembre de 2000, p. 134, fotografía: Hernán Díaz, comentarios del autor).
Ilustración
5.2:
La
comunicación
política
moderna
encuentra en la vestimenta otra forma de expresividad. En esta fotografía vemos a Antanas Mockus –Alcalde de Bogotá- vestido de superhéroe; es el principio de panem et circenses (pan y circo) aplicado a la vida pública. Algo de teatro, algo de drama, de comedia, de opereta, tales son los nuevos ingredientes que aderezan a la política en todo el mundo. El fin de todo esto radica en ganar, a toda costa, atención e impacto en los medios. (Fuente: Revista “Gatopardo”, América Latina, Diciembre de 2000, p. 136, fotografía: AFP, comentarios del autor).
La retórica política ha cambiado, lejos quedan cada vez más las arengas públicas en donde e proponían planes de gobierno y acaloradas disertaciones ideológicas. Es pertinente en este punto examinar la verificación o no de las hipótesis planteadas a propósito de la elaboración de este trabajo. En este sentido:
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1) La comunicación política ha puesto en práctica nuevas formas de interacción en la sociedad determinando en su búsqueda de influir en la misma, un estado de marketing político, en función de ello se adecua a lo que exige el público. Resulta evidente que la comunicación política ha puesto en práctica nuevas formas de interacción en la sociedad. Esto producto de una constante búsqueda de influir sobre esta, aunado ello al evidente avance de los medios de comunicación en cuanto a alcance y diversificación de la oferta comunicacional coexistente. Esa influencia debe pasar por una presencia comunicacional permanente. Según esta óptica, la comunicación política contemporánea hace uso del espacio mediático bajo formas inusuales para la política misma, pero usuales a los medios de comunicación de masas; es decir, adecua sus contenidos políticos a formas comunicacionales análogas a las que forman parte de la identidad mediática de cualquier medio de comunicación actual. Esto no es más que la concreción del mercadeo político como forma constante de la comunicación política. Implica, además de concebir mensajes adecuados a las características de los medios de comunicación, adaptarlos a las exigencias del público, hacerle escuchar su propia voz pero como si fuesen argumentos novedosos. 2) Las formas de dominio político sobre los ciudadanos se basan en una presencia comunicacional perenne adecuada a los cánones que imponen los medios de comunicación, privilegiándose aquellos contenidos emotivos más que retóricos. Las nuevas formas que asume el dominio político sobre los ciudadanos tienen como piedra angular una presencia comunicacional continua. Sin embargo, sabido es que en la actualidad la oferta de los medios de comunicación en cuanto a contenidos, hacen que aquellos demasiado complicados o de difícil entendimientos por parte de la audiencia no sean de fácil asimilación o aceptación. Esto lo sabe la comunicación política contemporánea; como también sabe que
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todo aquel que desee conducir los destinos de una sociedad determinada, debe apelar a un acercamiento personal con el elector potencial. La comunicación, pues, debe apelar al aspecto emotivo. Para ello nada mejor que apelar a argumentos emocionales antes que racionales o ideológicos, en ello la construcción de imágenes juega un rol fundamental. Hoy en día la política hace un uso cada vez más exacerbado de imágenes. Es la abdicación de la palabra ante el icono, ante el símbolo. 3) Por esto estamos presenciando nuevas formas de concebir a la Comunicación Política que enfocadas hacia la persuasión como único fin despolitizan los contenidos que manejan. Es decir, simplifican elementos de discurso político iconizándolos. Teniendo claro que todo intento comunicacional es de naturaleza persuasiva, con más razón lo es la comunicación política (expresión algo redundante desde un punto de vista etimológico y filosófico). Cabe señalar que, en el curso de esta investigación, se percibió una tendencia que se enmarca en una comunicación política enfocada netamente en persuadir a través de la despolitización de los contenidos que maneja. Esto no es más que despojar a las propuestas políticas que se presentan en la sociedad de contenidos puramente políticos. Hoy en día parece ser más efectivo apelar a la identificación emocional con el individuo antes que con una identificación ideológica o partidista. Ello podría tener que ver con la crisis de los partidos políticos (sobre todo en el caso venezolano) como canalizadores de la participación política ciudadana. Esto soporta la aparición de líderes y propuestas carentes de identidad ideológica, reflejándose en que los elementos del discurso político actual se vean simplificados, consecuencia que encaja ciertamente con la iconización de un discurso desprovisto de profundas diatribas ideológicas. Pero al que se le confieren elementos propios de un conglomerado social determinado (historia, nación, patria, idiosincrasia, entre otros). Esto es así porque, tal como de esbozó antes, es más fácil lograr niveles de identificación bajo esquemas emotivos (como los conceptos antes
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mencionados invocan un sentido de pertenencia abstracto, emotivo, se toman como base para agrupar o partir de afinidades compartidas por todos antes que evocar posturas ideológicas determinadas). 4) Los medios de comunicación establecen la realidad sobre la cual gira la presencia o no de algo o alguien en la sociedad moderna. Como asegura Shaw, “la gente tiende a incluir o a excluir aquello que los medios incluyen o excluyen en su oferta informativa”. (Shaw, 1979.) Los medios de comunicación reflejan la realidad que acontece en una sociedad determinada; son una suerte de espejo que, ciertamente no pueden abarcar todo lo que sucede, deben y establecen unos límites. Al respecto es pertinente mencionar que “la gente tiende a incluir o a excluir aquello que los medios incluyen o excluyen en su oferta informativa” (Shaw, 1979). El impacto de este argumento en la comunicación política, explica la importancia que ha cobrado la estrategia comunicacional en el ejercicio de la política contemporánea. Sólo que ganar ese espacio en los medios y por ende en las referencias de los ciudadanos, es costoso, lo cual explica que se deban buscar formas de enviar cantidades de información en tiempos relativamente cortos; he allí el por qué de la simplificación de los contenidos políticos y el empleo de iconos y símbolos cada vez más pronunciado en la política (cabe recordar que las comunicaciones, la hegemonía sobre las formas que esta asume, constituyen una forma de dominación de influencia sobre la sociedad). 5) Este escenario en el cual la comunicación política descansa sobre un manejo discursivo icónico puede se r evidenciado en el estudio de un caso: el gobierno de Hugo Chávez Frías en la Venezuela contemporánea. El manejo de estrategias de comunicación política basadas en el manejo de elementos icónicos y simbólicos, se evidencia en el gobierno de Hugo Chávez Frías, Presidente de Venezuela. El estudio de este caso (sobre el cual se basa el capítulo IV de esta investigación) demuestra que el empleo de iconos y símbolos es bastante recurrente en la mencionada administración. Varios elementos se pueden rescatar de ese estudio, entre otras cosas: durante el mandato de Hugo Chávez, este ha buscado mantener una presencia
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comunicacional perenne, principalmente en televisión (a través de sus alocuciones nacionales en todos los medios de comunicación conocidas popularmente como “cadenas”) y medios impresos (a través de carteles, afiches, pinturas, dibujos). Sin embargo cabe señalar que tal como se mencionó anteriormente, esta investigación no se centró en el estudio del discurso televisivo de Chávez, sino principalmente en los carteles, fotografías, vallas, es decir, representaciones icónicas tal como fueron definidas en esta investigación. En este sentido, se demostró que Hugo Chávez Frías ha hecho uso de técnicas de comunicación política icónica y simbólica tal como se estableció en los primeros capítulos de esta investigación. El empleo de tales técnicas de comunicación política apoyadas en el uso de iconos y símbolos van desde la significación otorgada a gestos y posturas durante
discursos en vivo hasta el ensayar
iniciativas como historietas o cómics destinados a la población infantil con un marcado
acento
ideologizante
y
político.
Todo por supuesto pasando por los carteles (en los cuales se ponen en práctica todas las estrategias y tácticas de la clásica persuasión cartelística), las fotografías e incluso composiciones icónicas digitalizadas en donde colores, formas, contornos y alegorías, enuncian todo un discurso ideológico y político. Es decir, la concreción de asociar y concebir su discurso con imágenes.
Unos breves apuntes finales...
Hoy en día es más fácil hacer que una imagen nos represente, incluso a los representantes de la sociedad (aunque esto resulte paradójico). En la actualidad la retórica política deja de lado cada vez más a la palabra (por supuesto sin llegar a prescindir del todo de esta) para confiar más en el icono, en el símbolo; ellos tienen una ventaja en un mundo cambiante como el nuestro, sus significados pueden variar, virtualmente, más que las palabras mismas.
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Nunca como antes se puede tomar como cierto que la imagen siempre tendrá ese poder mítico que en un principio se le confirió: la imagen, actualmente, piensa por nosotros, se expresa por nosotros,...nos gobierna. Hoy en día es comprobado que la comunicación del Estado, de las instituciones, de quienes aspiren conducir los destinos de una sociedad constituye lo esencial de su acción, de su estrategia de conquista y ejercicio del poder. Pueden haber pasado años, décadas, siglos, pero la eterna búsqueda y conquista del poder por el hombre sigue siendo la misma, con la única diferencia que la arena de los combates políticos se ha trasladado al espacio mediático, de presencia virtual; hoy más que nunca se cumple aquel vaticinio que atisbó Maquiavelo en “El Príncipe”: Gobernar es hacer creer.
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Colección Textos de la Comunicación. Grupo de Investigación “Comunicación, Cultura y Sociedad”
Política.