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Ivana Von Retteg

Escribir sobre piratas, tesoros y batallas navales es su más grande pasión

Pepe Real

Desde los 6 años, Ivana Von Retteg descubrió su pasión por escribir historias. Recuerda que desde esa edad empezó a doblar hojas de papel en cuatro partes para hacer libritos donde anotaba sus relatos.

En la primaria y secundaria estuvo cerca de reprobar cada que terminaba un ciclo escolar porque no tenía un solo apunte en sus cuadernos, sólo historias que escribía durante el año. Por ello Ivana se atreve a asegurar que escribir ha sido una parte imprescindible de su vida desde la primera vez que sostuvo un lápiz.

En su infancia también descubriría otra de sus más grandes pasiones: el mundo de los piratas. “Mi amor por el mar y los barcos existe desde que tengo memoria; me di cuenta de mi afinidad hacia los piratas cuando empecé a estar en contacto con ellos desde niña, por ejemplo al leer Peter Pan”.

Eso sí, a ella nunca le pareció que los piratas siempre fueran los malos de las historias. “En la novela La Isla del Tesoro, de Robert Louis Stevenson, siempre les eché porras tanto en la versión para niños como en la versión para adultos”, aclara. Es más, revela que cuando iba a Disney, lo primero que hacía, antes que saludar a cualquier princesa, era subirse a los juego de los piratas.

A los 15 años, Ivana decidió combinar sus dos más grandes pasiones, por lo que empezó a escribir la que años más tarde se convertiría en su primera novela sobre piratas: Johnny Blackdawn. “Tuve la fortuna de que mi abuela se tomara muy en serio mis sueños, adoraba tanto esta historia que nos sentábamos todos los días a leer el manuscrito y se emocionaba o lloraba; en verdad le gustaba, eso me ayudó a creer que podía hacer sentir algo real y profundo en quienes leyeran mi historia”.

En su libro, de reciente aparición, los lectores van a sorprenderse con espadazos y explosiones, pero también con amores y desamores, amistad, lealtad, drama y mucha acción. “Los piratas de Johnny Blackdawn son únicos, se van a quedar en el corazón de los lectores para siempre porque hay un personaje para cada quien, de esos que realmente te marcan”, resalta la autora.

¿Con qué idea quieres que se queden las personas que lean tu novela?

Que descubran que encontrarse a uno mismo no va a pasar durante una mañana, ni por arte de magia, tienes que salir allá afuera a buscarte y serte fiel a ti mismo, arriesgues lo que arriesgues. Cuando tienes el valor de abandonar tu zona de confort te conviertes en la mejor versión de tu persona.

¿Cuál es el plus de Johnny Blackdawn que dejará enganchados a los lectores?

La piratería es la punta del iceberg, pero se trata de mucho más que eso: la relación entre padre e hijo, de perseguir nuestra identidad, cuestionar los reglamentos, levantarnos contra la injusticia; también trata de feminismo, amor de amigos, amor de madre, amor de hijo, de lealtad, honor, valentía.

¿Qué enseñanzas te dejó escribir esta historia?

Entendí quiénes fueron los verdaderos piratas del Caribe. No es lo que Hollywood nos ha vendido, es algo mucho más grande. Los piratas fueron los precursores

Cuando estoy a bordo de un barco en el mar, nada más me importa en este mundo, estoy completa y en paz. Sin duda yo habría sido pirata, y de las rudas”

de muchos de los derechos humanos que aún perseguimos hoy en día; fue fascinante descubrir los ideales por los que peleaban.

Tu pasión por los corsarios, tesoros y batallas navales, ¿de alguna manera encauzó tu formación académica?

Decidí estudiar la carrera de Psicología, pero como sucedió antes en el colegio, lo único que quería escribir en mis cuadernos eran las partes 2 y 3 de Johnny Blackdawn. Por azares del destino me enteré que existía una escuela de escritores; cuando supe de la Sogem (Sociedad General de Escritores de México) y lo que podía ofrecerme, fui corriendo a inscribirme. Tuve la fortuna de conocer a profesores que engrandecieron mi pasión por contar historias, que me educaron para hacerlo apropiadamente y me fomentaron la práctica de la lectura y la escritura a nivel profesional. Escritores publicados como César Gándara, Ernesto Murguía, Elías Marín Govea, todos ellos creyeron en mi proyecto y consolidaron mi formación como escritora.

¿Cuánto tiempo te llevó escribir la novela y qué retos enfrentaste?

Catorce años. La historia que yo quería contar demandaba conocimientos navales e históricos que yo no tenía, además de que quería entender qué era la piratería realmente. Uno de los retos que enfrenté fue tomar la decisión de qué tan fiel serle a la historia real y qué tanto permitirme jugar con la ficción. Elegí jugar con algunas cosas y mantenerme fiel a otras.

¿Cómo fue el proceso de escritura?, imagino que fue una ardua labor de investigación…

El primer manuscrito era una obra de nueve tomos de 800 páginas cada uno, contenía absolutamente todo lo que había aprendido. Me apoyé en enciclopedias náuticas antiguas, barcos a escala, diagramas y muchas otras herramientas. Luego salió un segundo manuscrito de mil páginas, y un tercero de 800. Cuando entré a la Sogem con mi obra de 800 páginas estaba muy orgullosa, pero la destrozaron en el mejor de los sentidos porque, aunque estaba maravillosamente contada, no estaba contada correctamente. Así nace el último manuscrito en el cual logré fusionar la historia con la ficción, mismo que presenté a Penguin Random House en 2020.

¿Qué se siente alcanzar el sueño de escribir un libro tan largamente anhelado?

Me siento bendecida e infinitamente agradecida con la vida, es una felicidad que no puedo describir. Pero también sé que esto es sólo el comienzo, mi trabajo no termina hasta ver a mis lectores enamorados profundamente de mis piratas.

Tengo entendido que será una trilogía…

La segunda y tercera parte ya están escritas. El segundo libro es el reto inimaginable con el que se topará el capitán Johnny Blackdawn y que dejará a los lectores sin aliento. El tercero es una precuela, la historia del capitán Desmond Black desde niño y su rivalidad con Barbanegra.

¿Qué tuviste que sacrificar para alcanzar tu sueño de escribir esta novela?

Por varios años mi vida social estuvo prácticamente cancelada. Pasaba de 10 a 12 horas escribiendo encerrada con llave y audífonos. Pero para mí no fue un sacrificio, fue un proceso muy privilegiado en el que tuve el tiempo y la energía de hacer lo que amo.