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en su momento fueron pieza clave para su permanencia en el gusto del público
by EstiloDF
Confieso
que he vivido
Víctor Hugo Sánchez
Me encanta comer.
Una insana obsesión (valga la redundancia) generada a partir de ciertas carencias infantiles me hace comer de manera compulsiva. Y si algo me gusta, me atasco y pocas veces me aburro de algo que me agrada. Hablo de comida. Bueno, también.
Y ahora que los restauranteros lograron que se les permitiera abrir terrazas o instalarse en banquetas, y si el varo aguanta y las ganas llegan, dese ese gustito de comer delicioso y, de paso, apoyar a la industria gastronómica de esta ciudad y sus alrededores, que tan vapuleada se ha visto por este maldito bicho. ¿Le gusta la comida yucateca? ¿Qué tal una cochinita pibil, como debe ser? ¿Un pollo pibil? ¿Unos panuchos de cazón o de pavo? ¿Unos papadzules? Ya sé. Una sopa de lima, esa nunca falla. O, yéndonos por cositas más sofisticadas, ¿qué tal un lechón al horno? ¿Un pan de cazón? ¿Un pan de camarón? Y no, no podría negarse al sublime, sutil encanto de un pámpano al poc chuc. Y, bueno, aunque no sea netamente yucateco, si es temporada, déjese consentir con unos escamoles a la mantequilla y unos gusanos de maguey. Y, eso sí, acompañe con un buen mezcal, con una buena cerveza yucateca, y remate con un Xtabentum en hielo frappé, o derecho, y un buen café, porque sí necesitará estómago, tiempo y varo para echar la comidita familiar de sábado o domingo en El Círculo del Sureste, un restaurante-cantina que apenas hace unos cinco años renovó su edificio e instalaciones, y que cuenta con una tradición de más de 60 años en la CDMX. Ubicado en el Centro Histórico, muy cerca de la Secretaría de Gobernación, ha sido lugar de reunión de políticos, empresarios y familias enteras que cada fin de semana se dejan consentir el paladar y apapachar el alma, porque el capitán de meseros tiene la hermosa habilidad de reconocer a un cliente frecuente y hacerlo sentir como en casa. No es baras, pero vale la pena cada maldito centavo. Y si ve que este lugar tiene un hermanito en Insurgentes, el Seis28, ni se acerque; no es, ni tantito, lo mismo.
Ora que si la cosa anda más vagabunda y pachangona y de repente quiere, además de comer delicioso, agarrar la jarrita Agustín Lara, le recomiendo uno de mis lugares favoritos (al que casi no suelo ir porque siempre está hasta el gorro de gente; bueno, ahora, en pandemia, no creo): Salón Covadonga, en la colonia Roma, donde conviven el hípster, el fifí, el chairo y la mega ultra derecha, porque su cocina asturiana es de las mejores en esta maldita ciudad. ¿Una paella? ¿Unos filetes de res cabrales? ¿Gambas al ajillo? ¿Una fabada? No soy experto en este tipo de comidas y casi siempre suelo pedir las mismas y endiabladamente delicias que preparan en esta cantina, restaurante, salón de eventos donde, neta, acuden artistas, empresarios, políticos, músicos y toda clase de locos hermanados por una sola causa: el buen trago, el dominó y la comida. Tampoco es baras, así que consulte en la página los precios; calculo que el cheque promedio es de 600 pesos por persona, trago incluido. Pero, créame, ir ahí es como acudir a un México que se nos fue de confraternidad y amistad. Valdrá la pena cada peso, cada trago, cada carcajada.
Y si anda desatado y en busca de nuevas emociones y aventuras culinarias… gastronómicas, pues, no hay pierde: el mercado de San Juan, en pleno Centro Histórico, donde ya la pura entrada es un viaje a la tierra de nunca jamás. Zorrillo, venado, león, chango, alacranes, armadillo, gusanos de maguey y lo que se le ocurra puede ser comestible, ahí lo encontrará; mariscos frescos, pescados, todo, todo, neta todo cabe ahí. Todo. Y no sólo es para comprar y llevar a cocinar a casita; no. También hay mini restaurancitos, por decirlo de un modo, porque donde venden los quesos y los serranos españoles le montan un barril de tinto para que se siente y pueda degustar ahí mismo tapas, quesos, angulas (frescas o de lata), y acompañarlos de generosas cantidades de tinto de mesa, de ese como corrientito, pero sabroso y ponedor. Y si los otros lugares son cariñosos, acá hágase a la idea de que una torta de angulas le andará costando entre 500 y 700 pesos y, ¿sabe qué?, los zapatitos o la camisita nuevos podrán esperar y usted habrá probado un manjar espectacular y habrá pasado una tarde maravillosa en compañía de quien sea la afortunada que usted haya elegido para tal aventura.
Consiéntase. Lo merecemos todos. Este maldito encierro no podrá vencernos. Salga, con las precauciones necesarias y más; apoyemos a la industria restaurantera que pide a gritos que no la dejemos morir porque, también en esto, vamos todos.
Hay Ventaneando para rato
Sofía Juárez
Uno de los programas de espectáculos con mayor presencia en México está de fiesta. Ventaneando cumplió 25 años al aire, y fue durante su transmisión que la titular del mismo, Pati Chapoy, reunió a varios ex conductores que en su momento fueron pieza clave para su permanencia en el gusto del público.
Después de la memorable emisión en que se compartieron anécdotas y se contara con la presencia de personalidades que en su momento generaron controversia como Atala Sarmiento y Pepillo Origel, Pati Chapoy, Pedro Sola, Daniel Bisogno, Jimena Pérez La Choco y demás elenco realizaron una conferencia de prensa donde platicaron sobre la clave para crear un proyecto exitoso y cómo es ser parte de esa hermandad que se refleja cada día en pantalla.
Emocionada y segura del arduo trabajo que ha hecho en más de dos décadas, Chapoy confirmó que para mantener vigente el programa que es ahora se necesita contar con un equipo de trabajo comprometido con su trabajo y con la gente que los rodea. Comentó que todos los días se esfuerzan en difundir información veraz, pues resaltó que ella no es afecta a divulgar chismes ni rumores, sino a hacer periodismo serio.
Para varios de los presentes, su estancia en Ventaneando es todo un reto, ya que han tenido que afrontar varios obstáculos y aprender del trabajo detrás de los espectáculos, tal y como lo comentó Ricardo Casares.
“Es como la vida misma: puedes llorar de frustración por no conseguir una entrevista, carcajearte por alguna cosa que pasó en el foro, o festejar porque conseguiste lo que querías; el programa está lleno de sentimientos todos los días”.
Mientras que Mónica Castañeda resaltó que sus compañeros son como una familia que se fortalece con el tiempo. “Aquí recibes consejos de todo tipo porque somos distintas generaciones, diferentes formas de pensar, pero siempre hay una palabra para apoyarte sin importar el camino que estás recorriendo”.