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El departamento médico contra el virus
Lietzan Lavin
Director médico
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Se escuchaban noticias horripilantes desde península; compañeros médicos ya nos trasmitían su gran angustia al ver cómo se estaba clasificando a los pacientes en edades geriátricas por escasez de respiradores; cómo les daban la mano mientras se les ponía sedación y fallecían.
Aún se planteaba la trasmisión mediante contactos extracomunitarios, no se hablaba en la isla de casos de contagios en la comunidad, mientras que en la planta 6ª del centro anidaba y avanzaba el primer caso de COVID. Tras un tratamiento que no surtía efecto en la paciente, el equipo médico decide derivarla al Hospital Negrín y 72 horas después comienza todo, surgiendo la necesidad inmediata de tomar medidas extremas que marcarían tanto a residentes como a trabajadores.
Al confirmar este caso, todos los médicos que estuvieron en contacto con la paciente se fueron de cuarentena, por lo que nos quedamos con un servicio más que mínimo, con turnos de 12 horas; 12 horas que se convertían en 24, pues se comenzó a investigar y a tratar de identificar de forma rápida y por clínica todos aquellos casos que podían tener relación con la paciente cero del centro y aquellos que presentaban síntomas sospechosos.
Todos sentíamos un doble miedo: el personal, al saber que podíamos enfermar en cualquier momento y llevar esto a nuestras familias en casa, y la gran responsabilidad que teníamos al tener que evitar un incidente sin precedentes en la historia y que ya iba haciendo estragos en península.
El ingenio y la creatividad nunca nos faltó. El apoyo de la dirección del centro, quien pone su entera confianza en el departamento médico, tampoco. Nos fuimos perfeccionando poco a poco, y sobre la marcha fuimos creando nuevas herramientas de trabajo, que hasta el momento eran inexistentes, fuimos siendo cada vez más desconfiados con este virus que podía buscar sus víctimas mortales entre nuestros residentes.
De esta forma, creamos una planta COVID, o zona de aislamiento preventivo, para todos aquellos pacientes que presentaban síntomas sospechosos. Se formó a todo el personal, con la ayuda de Atención Primaria, sobre el uso de los medios de protección individual, y nos propusimos como meta que ninguno de nuestros residentes moriría sin el beneficio de una radiografía y una analítica que nos garantizara la estabilidad para estar en el centro. Fueron días y noches de desvelo, de sobresalto en medio de la madrugada, de insomnio. En nuestras “ manos estaba la vida de cada uno de los abuelos que viven en nuestro centro. “
Tal vez fue la suerte, tal vez fue el afán que pusimos o, simplemente, la conjugación de ambos, pero la realidad es que se pudo contener el resurgir de nuestro mayor enemigo. Sin que esto suene a victoria, aun sabemos que estamos amenazados, aún sentimos miedo, aún nos sentimos con muchísima responsabilidad. Que la memoria nos proteja.