Guanajuato y sus Presas Compilación de Jesús Antonio Borja Pérez Primera edición digital: Diciembre 2021 H. Ayuntamiento de Guanajuato 2021-2024 Dirección General de Cultura y Educación Cuidado editorial: Jesús Antonio Borja Pérez Formación y Diseño Editorial: Vanessa Regino Pichardo, Hugo Enrique Ávalos Gómez Publicación gratuita Guanajuato, Gto., México www.guanajuatocapital.gob.mx
INTRODUCCIÓN
El agua simboliza fundamentalmente la vida. En la mayoría de los mitos de la creación del mundo, el agua representa la fuente de vida y de energía divina de la fecundidad de la tierra y la oportunidad de renovar el espíritu con cada apertura de nuestras presas. Guanajuato y sus presas representan el gozo y alegría de la abundancia y las fiestas tradicionales; el pesar e insertidumbre de las sequías que han azotado a nuestra ciudad. Componen este libro una serie de datos y relatos que explican y describen la historia, el simbolismo y la importancia que representa para los guanajuatenses sus presas y el líquido que de ellas depende. Iniciamos con unos brevísimos apuntes históricos sobre las sequías en Guanajuato, donde se describe aa falta de agua como un constante histórico que derivó en los orígenes de la Presa de la Olla y su paseo. Luego presentamos la transcripción del acta de Cabildo en que se exponen las razones por las cuales es necesaria la construcción de una nueva presa. Posteriormente nos adentramos en las Fiestas de San Juan y Presa de la Olla, dando pie a lo que hoy conocemos como la tradicional apertura de la presa , cuyo objetivo primario era para limpiar el cauce del río o arroyo, que constantemente se veía obstruido por los desperdicios que las haciendas o particulares tiraban a ellos y que, con el tiempo, producían inundaciones, de las que sufrimos muchas. Seguido se presenta un croquis donde se ubica el origen del poblamiento del rumbo oriente de las minas de Santa Fe de Guanajuato, minas, agua, cantera y caminos hacia diversos rumbos del Monte de San Nicolás, sus haciedas y fincas en el siglo XVIII. 2
BREVÍSIMOS APUNTES HISTÓRICOS SOBRE LAS SEQUÍAS EN GUANAJUATO
Continúa nuestro texto sobre el terrible episodio que vivió la ciudad de Guanajuato el 30 de junio y el 1° de julio de 1905, relato que describe el acontecer de los capitalinos ante lamentable hecho y su reconstrucción hasta nuestros días. El Paseo de la Presa de la Olla y sus fiestas de San Jua y de la Apertura con el paso de los siglos ha sucedido con el equipamiento urbano, plazas, jardines y puentes ganados a la cañada al embovedarla, así como dotado a los capitalinos la tradición de renovarse simbólicamente cada año. Para finalizar nuestro libro podemos conocer a detalle la planeación y construcción de la Presa de la Esperanza así como breves hechos históricos relacionados al agua y su importancia en la ciudad de Guanajuato. La publicación de este libro digital se ha preparado con el único propósito de conocer y divulgar los hechos que han forjado las tradiciones guanajuatenses que nos identifican.
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Guanajuato y sus Presas
Propuesta para la compuerta de la presa de los Pozuelos con las imágenes de la Santa Fe, Nuestra Señora de Guanajuato, San Pedro de Alcantara y San Ignacio de Loyola. 1790.
La presa de Pozuelos José Eduardo Vidaurri Aréchiga Cronista de la ciudad de Guanajuato
La construcción y puesta en operación de la Presa de la Olla, entre 1741 y 1749, representó, sin lugar a duda, un avance en materia de la dotación de servicios básicos como el abasto de agua potable. Sin embargo, el acelerado crecimiento de la población y de la industria demandaban cada vez más agua por lo que pronto fue necesario pensar en la construcción de una nueva presa. Adicionalmente el acarreo del agua desde la presa de la Olla a los diferentes puntos de la ciudad implicaba una dificultad y un gasto para la población guanajuatense. El crecimiento demográfico fue notable a partir de la segunda mitad del siglo XIX, las crónicas refieren que desde muy temprano se veían muy concurridas las calles 4
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y plazas de la ciudad, era común observar personas en los cerros circundantes y era evidente que el consumo de agua se había incrementado. En el año de 1775 se elaboró un padrón eclesiástico para verificar cuantos pobladores radicaban en nuestra ciudad y también para identificar cuantos vagos y foráneos merodeaban la jurisdicción de las minas de Guanajuato.
Avalúo elaborado por el maestro Anastacio Miguel de Urrutia por orden de los señores Bernardo Chico Baldez y Manuel García de Zevallos del costo que demanda el levantamiento de seis varas de cal y canto a la presa de los Pozuelos. De fecha 27 de marzo de 1790.
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El responsable de recabar la información fue el regidor perpetuo Vicente Manuel de Sardaneta y Legazpi, el marqués de Rayas, quien entregó junto con el escribano Juan Galván de Rojas, un informe en el que reportaba 4,172 españoles, 18,490 indios, a los que era necesario sumar los habitantes de las minas adyacentes que sumaban 31,568 para sumar en total una cifra superior a los cincuenta mil habitantes que requerían además de alimentos, agua pasa sobrevivir. Por tal razón, el 1 de agosto de 1777 el procurador general, síndico y personero del común de la ciudad don Francisco de Azpilcueta presentó ante el Ayuntamiento la iniciativa para construir una nueva presa que se localizaría en el punto geográfico conocido popularmente como la cañada de Ponce, entre la hacienda de Rocha y la Casamata, en el espacio que llaman de los pozuelos, por existir entonces unas concavidades naturales que eran utilizadas para el aseo personal y para lavar ropa. Una de las más importantes ventajas que ofrecería la nueva presa sería garantizar el abasto para la creciente población y el poder sanear de manera alternada las presas, un año la de la Olla y al siguiente la nueva presa. Las previsiones consideraban también el crecimiento de la población y la cercanía con algunos puntos de la ciudad, lo que abarataría el servicio de los aguadores. En la sesión del Ayuntamiento se determinó entonces comisionar a los regidores Felipe Fernández de Riaño y José Hernández Chico para que realizaran una inspección y peritaje del terreno para determinar si era viable la construcción del nuevo embalse.
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Fue en el mes de octubre cuando los regidores comisionados entregaron el informe en donde destacaron que con la nueva presa se podrían ver beneficiados los barrios de El Venado, Belén, San Roque, así como las minas de Valenciana, San Ramón, Cata y otras. Fue el 2 de enero de 1778 cuando los regidores José Pérez Marañón, José Hernández Chico y el procurador general Francisco de Azpilcueta acompañados por dos maestros de albañilería para deslindar el espacio en donde se construiría la presa de los pozuelos. Ahí se determinó que el calicanto de la presa tendría 40 varas de largo y 15 de alto con seis varas de grueso y cuatro pilares que la reforzarían por la parte de afuera de cada lado, incorporando además una compuerta de 3 varas de alto por 2 de ancho para limpiarla. La construcción de la presa se extendió por todo el año de 1790 y se concluyó en 1791 mismo año en que entró en funcionamiento. Como refirió Lucio Marmolejo en sus efemérides: “Queda completamente concluida la presa de los Pozuelos, habiendo sido de 5,238 pesos ½ real el gasto erogado en su terminación, es decir, 54 pesos 1 real más de lo presupuestado”.
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El río Guanajuato en el Camino Antiguo a Marfil.
BREVÍSIMOS APUNTES HISTÓRICOS SOBRE LAS SEQUÍAS EN GUANAJUATO José Eduardo Vidaurri Aréchiga Cronista de la ciudad de Guanajuato
El momento actual nos presenta un gran reto como sociedad, la escasez de agua. En ese sentido debemos actuar de manera racional y responsable y hacer un uso correcto del vital líquido, luego de que la Comisión Nacional del Agua ha confirmado que los municipios del estado presentan un estatus de anormalmente seco. La prioridad que se impone ahora es atender la sequía que estamos enfrentando, ya que 39 municipios del estado han sido declarados con esta condición y, de ellos, algunos han sido declarados en sequía extrema. El asunto de la carencia de agua en Guanajuato no es nuevo, podemos decir que se trata de una situación que históricamente se ha presentado en el territorio estatal de manera recurrente, por ello debemos fortalecer la cultura del cuidado del agua entre todos los que vivimos en esta 8
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región y en los establecimientos que por sus características requieren de importantes cantidades de agua para su óptimo funcionamiento. Haciendo una consulta en el tomo primero del Diccionario Enciclopédico de Historia, Biografía, Mitología y Geografía, de Luis Grégoire, editado en París en 1892, encontré en la página 1029 la referencia a nuestra ciudad que dice: “…Guanajuato o Santa Fe, la cap; a 250 kil. N.O. de Méjico, y a 2418 metros de altura; está bien construída, pero de una manera irregular, en medio de minas de plata (Valenciana, Rayas, Santa Anita, etc) Esta ciudad fue fundada en 1554; y sufre por falta de agua, 63, 000 habitantes”. La poca disponibilidad de agua ha quedado registrada en la historia de Guanajuato desde sus orígenes, aunque han llegado a nuestros tiempos algunas noticias de lo que ocurrió al respecto en el siglo XVIII y que Lucio Marmolejo, utilizando diversas fuentes, logró integrar en esos datos que nos resultan tan útiles para formar la historia de la ciudad de Guanajuato, las Efemérides guanajuatenses. Marmolejo refiere, en una efeméride brevísima, que en 1712 se experimenta una grande escasez de lluvias y prosigue con una noticia fechada el 6 de julio de 1713, casi un año después, para exponer que continúa la falta de lluvias en mayores proporciones que el año anterior, siendo ese día cuando cayó el primero y casi único aguacero. Nos dice también que… “la multitud corría regocijada y ansiosa a los arroyos a proveerse de agua, pero conseguían poco, porque la absorbía la tierra casi instantáneamente no siendo suficiente para alcanzarla, después de algunas horas de pasada la lluvia, el abrir pozos profundos en los mismos arroyos. Después de esto casi no volvió a llover “.
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Plaza Mayor de Guanajuato (Fragmento) Carlos Nebel.
La falta de lluvias se dejó sentir por un espacio de dos años en casi todo el territorio de la Nueva España y Guanajuato no fue la excepción. La falta de víveres y la carestía de los pocos que se conseguían provocaron la desesperación y el hambre de la población para dar paso a uno de los episodios más terribles de la historia de nuestro querido Guanajuato. Lucio Marmolejo insertó en sus efemérides la crónica que elaboró don José Bartolo Álvarez, un vecino que por entonces gustaba de registrar los episodios más notables por terribles que éstos fueran, y entre otras cosas su manuscrito nos describe estas terribles escenas: “…En este año de mil setecientos catorce, estando de Alcalde mayor el Sr. D. Juan de Berra y de Cura el sr. D. José de Abarsuza, se vieron en este reino de las Indias raros prodigios de hambres porque no llovió el año de 1713, porque no fue Dios servido, y con esto se perdieron las semillas de los campos, los animales se iban muriendo y la gente empezó a enfermar. 10
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Aunque había semillas rezagadas, el dinero estaba muy caro, y se atemorizaban los hombres de ver tantas infamias como usaban los perdidos (inmorales), como monedas falsas, muertes, robos, , muertos que se hallaban tirados por las calles y cerros, que se infiere eran de hambre, doncellas que por buscar el sustento, principalmente del agua, sacrificaban su honor: no daba uno paso por las calles que no encontrara las bandadas (grupos numerosos) de esqueletos o muertos andando, casi armados con el pellejo. Estos cadáveres andando se arrodillaban y apenas podían articular palabra, pues no decían otra cosa más de “Por amor de Dios que ya expiramos de hambre, socorred nuestra necesidad, señores poderosos” otra lástima era ver a los pobres enfermos que, por su grave necesidad, salían tembelequeando a las calles y plazas, y esto les era causa indudable para recaídas y para su muerte…” La crónica de Bartolo Álvarez prosigue describiendo como el 14 de mayo llegó un aguacero que mitigo parcialmente los problemas, también habla de la manera en que las personas se apoderaban de los pozos, de los precios de los granos como el maíz y el frijol que estaban tan caros y de tan mala calidad que algunos estaban podridos y los mejores apolillados. Refiere la falta de carne y como los más necesitados acudían a los mataderos a suplicar un pedazo de tripas de los que en otras épocas les tiraban a los perros. Cuenta que algunos llevaban un cacharro para recoger algo de sangre del piso mientras otros se tiraban al suelo a lamerla. Los animales: perros, coyotes y lobos se acercaban a la población y los que podían los ahuyentaban con palos o piedras, mientras aullaban o ladraban lastimosamente. Los niños se olvidaron de los juegos y sólo se ocupaban de pedir para el sustento mientras los mercaderes abusaban elevando 11
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los precios de los productos. La crónica completa la puede encontrar en las referidas Efemérides de Lucio Marmolejo.
Mapa de Guanajuato en el siglo XVIII
Avanzando en el tiempo. 1741 fue un año de escasez de agua y de tomar conciencia echando manos a la obra para tratar de resolver ese problema frecuente. Fue gracias a la moción del alcalde mayor Juan Jiménez, se tomó en serio el proyecto para construir una presa en el rancho llamado de la Olla Grande. La obra se comenzó en ese año, pero se concluyo hasta 1749 y vino a resolver en gran medida, por algún tiempo, el problema de la falta de agua en Guanajuato. Pasaron 34 años en los registros consignados por Lucio Marmolejo para que se consignara una sequía más. 1775 fue el mismo año en que se hizo un solemnísimo recuerdo de la adopción de San Ignacio de Loyola como patrono protector de nuestra ciudad, para ello se recabaron las constancias documentales correspondientes en la Catedral de Valladolid (actual Morelia) y, con ese motivo se celebraron espléndidas fiestas en honor del Santo. 12
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Sobre la sequía sabemos que había llegado el mes de agosto y las lluvias no se presentaban por lo que el día 17 se decidió hacer un novenario a la virgen de Guanajuato para implorarle que intercediera ante el creador para que nos mandara la tan necesaria agua de lluvia. Se celebraron misas cantadas dedicadas a la virgen para pedir que la sequía, con su cauda de escasez, carestía y enfermedades cesara y pudiera continuar la vida con toda normalidad en nuestra población. La falta de agua era frecuente y si ésta venía acompañada de un periodo de sequía la situación se agravaba, por esa razón el 1 de agosto de 1777 el procurador Francisco Azpilcueta entregó al Ayuntamiento de Guanajuato el proyecto para construir una nueva presa en la Cañada de Ponce, justo en un paraje conocido popularmente como los pozuelos. En enero de 1788 el Ayuntamiento dispuso dar autorización para la obra y se remató, por pregón, la convocatoria para la construcción.
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Fragmento del Mapa de Rozuela (1750) donde se muestra el área donde se localiza la presa de la Olla.
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Los peritos Manuel Ventura de la Cerda y Juan Rafael maestros del arte de la albañilería inspeccionaron el terreno y determinaron que era pertinente construir la nueva presa en el sitio. Antes de que comenzara la construcción, en 1782, Guanajuato vivió de nueva cuenta una sequía derivada de haber realizado la apertura de la presa de la Olla fuera de tiempo y como consecuencia se incrementó notablemente el precio de la carga de agua a 3 reales. En 1790 se presentó otra vez el problema de sequía por la falta de lluvias desde 1789, refieren las noticias que, ante la desesperación, algunas personas consumían peligrosamente el agua que se sacaba de los tiros de las minas. Cerraremos las noticias sobre las sequías en Guanajuato correspondientes al siglo XVIII, con la referencia sobre la conclusión de la presa de los Pozuelos el 16 de julio de 1791, una nueva obra que venía a complementar el gran beneficio que ya hacía la presa de la Olla y que garantizaría una mayor capacidad de almacenamiento del vital líquido.
Guanajuato por Daniel Thomas Egerton (Fragmento).
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Seguimos ahora con las sequías identificadas durante el siglo XIX, un periodo en el que atravesamos circunstancias complejas como la guerra por la Independencia Nacional que se prolongó por once años, los conflictos internos relacionados con los ajustes de nuestra política interna, invasiones extranjeras y una intermitente confrontación entre los diferentes proyectos de los mexicanos. Ocasionalmente referiremos alguna noticia importante, no relacionada con las sequías, para contextualizar un poco sobre cómo iba transformándose nuestro Guanajuato. 1808 fue un año terrible para los guanajuatenses ya que el día 24 de febrero alrededor de las 11:45 de la mañana se desplomó la cúpula del templo de la Compañía de Jesús. Lucio Marmolejo en sus efemérides recuperó parte de los testimonios vertidos por antiguos vecinos de la ciudad quienes narraron cómo fue que el sacerdote Manuel Leal y Araujo observó y atendió, como una señal, la caída de arena y el crujir de la madera, por lo que de inmediato dio la voz de alerta para que las personas que estaban en el templo corrieran fuera para salvar su vida.
Placa localizada en el interior del templo de la Compañía que refiere la fecha en que se desplomó la cúpula. Foto: E.V.A.
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Luego del terrible derrumbe y cuando la nube de polvo se había disuelto, los sacerdotes ingresaron con cautela para salvar la custodia y el sagrado depósito que, por fortuna, resultaron ilesos, los tomaron y los trasladaron a la pequeña casa de ejercicios, el viejo hospital de los indios otomíes. Se cuenta también que una imagen de Jesús el Nazareno resultó libre de cualquier tipo de daño. Pero la vida en la ciudad se tornaría más complicada ese año ya que desde 1807 las lluvias habían sido escasas y, pasado el mes de mayo de 1808 no se había presentado precipitación alguna. Fue entonces que el 6 de junio comenzó un solemne novenario dedicado a Nuestra Señora de Guanajuato para solicitarle socorro por la falta de lluvia. Las condiciones no mejoraban por lo que el día 22 de junio los guanajuatenses sacaron en procesión la imagen de la Virgen de Guanajuato y, prodigiosamente refiere la crónica, se hizo presente la anhelada lluvia. El año siguiente, el 27 de agosto 1809, los fieles llevaron en solemne procesión por las calles principales la imagen del Señor de Burgos, cuya fiesta anual habían instaurado pocos días antes los españoles montañeses residentes en la ciudad, el propósito fue pedir la intercesión del venerado cristo para tener un buen temporal, lo que nos remite a pensar que las cosas no andaban bien en materia de disposición de agua para las necesidades básicas de la población. Pocos meses después, a inicios del mes de noviembre de 1809, quedó concluido el magnífico edificio del Palacio del Maíz, la Alhóndiga de Granaditas. Luego en 1810 vino la guerra y no localizamos información sobre las sequías en Guanajuato por un periodo de veinte años. 1830 fue otro año extraordinario para la ciudad. Hubo sequía y grandes obras. En enero se habían iniciado los 16
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trabajos de construcción del gran puente de Tepetapa que comunicaría, cómoda y fácilmente, a ese barrio con el centro de la ciudad. Para mayo las obras iban muy avanzadas, especialmente el pilar central que soportaría parte de la estructura, pero por desgracia se le detectó una gravísima fractura que obligó a derribar lo construido. El 10 de julio comenzó un novenario y procesión con la Virgen de Guanajuato, los pobladores pedían de nueva cuenta, su mediación para tener un buen temporal en vista de que las lluvias no se presentaban. Mientras ocurría la procesión, cuentan que cayó un tremendo aguacero que obligó a los fieles a resguardar la venerada imagen de la virgen en el templo de la Compañía desde donde se imploró, con otro novenario, la petición por el buen temporal. La lluvia fue buena y las cosechas abundantes, la sequía menguó. En lo correspondiente al puente de Tepetapa se tomó la decisión de llamar al arquitecto Juan de Dios Pérez que vino desde Lagos de Moreno y fue él quien diseñó y construyó ese magnífico puente de un sólo arco que fue concluido en diciembre de 1835. En 1837 se volvió a celebrar un novenario para pedir otra vez por un buen temporal. Las rogativas a la virgen de Guanajuato comenzaron después del día de San Juan Bautista, el 25 de junio. Las lluvias no llegaban por lo que se reforzaron las oraciones y, el 17 de julio, se celebró un novenario más pidiéndole a la milagrosa imagen del Señor de Villaseca, con misa y procesión, que eliminara el mal de la sequía. En 1840 se retrasó demasiado la temporada de lluvias, por tal razón el 23 de agosto, desesperados, los guanajuatenses salieron en procesión con la Virgen de Guanajuato y 17
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comenzaron un novenario para suplicar las lluvias. Refiere la breve noticia que existe al respecto que, al concluir el novenario, llegó la tan anhelada lluvia a estas tierras. Una situación similar ocurrió el 17 de julio de 1841 lo que fue haciendo de la procesión y el novenario un ritual ya que se repetía anualmente con los mismos propósitos. Igual circunstancia se registro en 1843 aunque en ese año las lluvias llegaron en julio.
La fuente dedicada a Nuestra Señora de Guanajuato en la Plaza Mayor (Actual plaza de la Paz).
El 2 de junio de 1852 fue una fecha memorable para la población guanajuatense ya que ese día brotó, por primera vez, el agua en la fuente dedicada a Nuestra Señora de Guanajuato que se ubicó originalmente en la Plaza Mayor (Plaza de La Paz), posteriormente fue cambiada a la plazuela de San Diego ( Jardín de la Unión) y finalmente se ubicó en la plazuela del Baratillo, donde permanece hasta nuestros días. También brotó el agua en otras fuentes ubicadas en diversos puntos de la ciudad que complementaban una nueva estrategia de distribución del vital líquido que logró reducir el costo del agua. 18
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La tregua de la sequía duró poco ya que, en 1857, se volvieron a sentir los efectos de una sequía que no fue tan grave como otras que hemos referido, pero que despertó, de nueva cuenta, la preocupación de los habitantes de Guanajuato. La sorpresiva presencia de lo que los guanajuatenses llamaron un “huracán” en los primeros días del mes de mayo de 1872 causó temor entre la población, el fenómeno meteorológico dejó algunos destrozos: se cayeron algunos árboles y se volaron algunos tejados, pero lo más significativo fue que destruyó 27 arcos tipo gótico que estaban siendo construidos en el panteón municipal. La presencia de ese huracán parecía el augurio de una buena temporada, pero no fue así. La lluvia fue más bien escasa y de nueva cuenta los guanajuatenses imploraron con procesión en el atrio de la parroquia a Nuestra Señora de Guanajuato que les mandara la lluvia suficiente para no sufrir.
En esta antigua fotografía del panteón de Santa Paula se pueden observar, atrás de la tumba de Manuel Doblado, los arcos que derribó el huracán de 1872
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Durante los años de 1886 y 1887 la población de Guanajuato experimentó los efectos de una terrible sequía que provocó que las presas que abastecían del vital líquido se quedaran completamente vacías. Ante tan crítica situación el gobernador de la entidad Manuel González ordenó que se hiciera una exhaustiva investigación para identificar posibles fuentes de abasto de agua para Guanajuato. En la exploración de esos posibles yacimientos surgió la idea de conducir agua desde una comunidad del municipio de Dolores Hidalgo, luego se pensó en el potencial de la Cañada de la Esperanza para captar agua y la ventaja que ofrecía por su cercanía a la población, así que se comenzaron los estudios del terreno y de las vertientes que llegaban a esa cañada. Luego de verificar la viabilidad del proyecto se comenzó el proceso para la adquisición de los predios en donde convergían las aguas conducidas por los arroyos de Santa Ana, Esperanza y Melchores. De igual forma se gestionaron los permisos para poder utilizar los terrenos por donde se conduciría la tubería. Las obras de la nueva presa comenzaron el 5 de mayo de 1887 (en el marco de la conmemoración del triunfo del ejército mexicano sobre las tropas francesas en Puebla en aquel legendario 1862). La ceremonia del arranque de la construcción consistió en la detonación de los primeros barrenos ante la curiosa mirada de miles de guanajuatenses que se desplazaron hasta allá para presenciar el inicio de la construcción de la presa Manuel González, que luego comenzó a ser llamada Presa de La Esperanza. La obra se prolongaría por varios años y, entre tanto, revisamos en otra importante fuente de información, las Efemérides Guanajuatenses recopiladas por Crispín 20
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Espinosa y adicionadas por el editor Manuel Sánchez Almaguer y encontramos algunas noticias sobre las sequías en la última parte del siglo XIX. 1891 fue un año escaso de lluvia y 1892 tampoco reportaba un buen temporal, las noticias que llegaban desde distintos puntos del estado informaban sobre la muerte del ganado y la escasez de alimentos. La miseria era tan visible en nuestra ciudad que se convirtió en el refugio de personas que llegaban de otras poblaciones en busca de pan y agua para calmar su hambre y su sed, muchos llegaban en harapos por lo que fue necesario establecer una junta provisional de caridad y un comedor público en el mesón de San Pedro. Finalmente, referiremos que en 1894 fueron clausurados los locales en donde se despachaba el agua de la presa de la Olla y comenzaron a funcionar los hidrantes colocados en muchas calles, callejones y plazas de la ciudad, que surtían agua proveniente de la presa de la Esperanza.
Mujeres de Guanajuato en un hidrante.
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La nueva presa de la Esperanza vino a complementar el abasto que proporcionaban la presa de la Olla desde 1749 y, la de San Renovato desde 1791 y, destacó por la elegante estructura y los materiales utilizados en su construcción. La Presa de la Esperanza y el filtro tinaco de San Antonio fueron inaugurados el 16 de septiembre de 1894 por el gobernador Joaquín Obregón González acompañado de las señoritas María Fernández, Ángela Palacios, Josefina Glennie, Virginia Chico, Concepción Orozco y Sara Reynoso. Para facilitar el traslado de la población a la celebración, hubo 530 burros que subieron y bajaron a la gente de manera gratuita. La presa de La Esperanza y las obras complementarias que incluyeron el Tinaco de San Antonio, el Tinaco del Venado, 125 hidrantes y tubería tuvieron un costo total de $363,728.94. Comenzó así una nueva etapa en la historia de la ciudad, que ahora contaba con un nuevo embalse que garantizaría el abasto de agua por algunos años más, se cerraba el siglo XIX y se iniciaba una era de esperanza. En la tercera y última parte de estos brevísimos apuntes abordaremos las sequías del siglo XX.
La presa de la Esperanza en Guanajuato.
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Litografía El aguador. Dibujada por H. Iriarte. Tomada de Los mexicanos pintados por sí mismos. Archivo.
Nos hemos referido hasta aquí, a las sequías del siglo XVIII y XIX. En el primer caso anotamos algunos aspectos destacados como la construcción de la presa de la Olla entre 1741 y 1749 que vino a resolver, en gran medida, el problema de la falta de agua. Desde entonces, hace ya 272 años, los guanajuatenses celebramos con singular alegría las buenas temporadas de lluvia en el marco de la celebración a San Juan Bautista y la apertura de la presa de la Olla. Cerramos ese siglo con la noticia de la inauguración, el 16 de julio de 1791, de una segunda presa, la de los Pozuelos. Por lo que respecta al siglo XIX, anotamos más de 10 sequías y algunos acontecimientos importantes para nuestra ciudad, referimos también que 1852 fue trascendental porque comenzó a operar el sistema de distribución de agua a través de las fuentes que se instalaron en la ciudad, como la dedicada a Nuestra Señora de Guanajuato que estuvo en la plaza Mayor y que ahora luce y engalana la 23
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plazuela del Baratillo. Debemos añadir que fue también en 1852 cuando quedó concluida la presa chica conocida como de San Renovato que, además de almacenar agua, tiene la función de reducir el impacto que puedan generar las aguas broncas que descienden a la cañada. También comentamos como en 1894 se comenzaron a clausurar algunos despachos de agua que fueron sustituidos por la red de hidrantes que surtían de agua de la presa de la Esperanza a la población. La nueva presa fue inaugurada oficialmente el 16 de septiembre de 1894.
Un aguador entre los callejones de Guanajuato. Fotografía de archivo
En esta ocasión cerraremos estos brevísimos apuntes históricos sobre las sequías en Guanajuato con algunas referencias del siglo XX, siempre con el propósito de llamar 24
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la atención y generar conciencia sobre la importancia de cuidar el agua y aprovecharla racionalmente. Construyamos todos juntos una nueva cultura del agua. A principios del siglo XX y hasta entrada la década de los treinta, el principal problema que se tenía en relación con el agua era el de la falta de potabilización de la misma, por lo que en 1933 se iniciaron algunas acciones para reducir el número de infectados por consumir agua no potable y para atender la queja recurrente de que en ocasiones salían de las llaves animales raros y microorganismos como infusorios. En 1934 se modernizaron los antiguos filtros de arena y se instalaron filtros mecánicos que purificaban con cloro. Las décadas de los treinta y los cuarenta fueron de crisis económica para Guanajuato que no tenía suficientes actividades para dinamizar su economía ya que la minería atravesaba una crisis. La primera de las sequías importantes del siglo XX la ubicamos hacia 1946 cuando en el mes de octubre el Comité Pro-Economía del Agua lanzó la voz de alarma al anunciar que la presa de la Esperanza tenía agua para pocos meses. La lluvia había sido irregular y fue necesario suspender el servicio de agua por unos días, es decir, se implementó el sistema de tandeo. Luego en 1949 se vivió una circunstancia similar por lo que se dispuso que todos los martes el servicio de agua sería suspendido por completo, en esta ocasión la situación se aplicó también en 1950 cuando se pidió a la población no regar las banquetas. El servicio de agua se interrumpió los martes como referimos y los domingos. El racionamiento de agua se extendió hasta 1951, en diversas partes del centro de la república se experimentó esa prolongada sequía que venía acompañada de temperaturas que superaban los 30º. 25
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La fuente de la plazuela de los Ángeles. Imagen de archivo.
Debemos destacar que desde 1949 el gobernador José Aguilar y Maya había impulsado la construcción de la presa de la Soledad, las obras comenzaron en 1953 y la presa fue inaugurada el 21 de agosto de 1955. La nueva presa vino a aliviar de nueva cuenta por algún tiempo el problema de la escasez de agua. A propósito de ello en 1956 se establecieron nuevas tarifas mensuales por pago de agua, mismas que iban de los $6.0 las más económicas hasta los $20.0 las más elevadas. Guanajuato en ese periodo era considerado uno de los municipios más pobres entre los más pobres puesto que no contaba con fuentes propias de ingresos y el presupuesto que se le asignaba era muy bajo. A pesar de ello se comenzó con la renovación de la vieja tubería que conducía el agua a la ciudad desde las presas de la Soledad y la Esperanza. Hacia 1961 el agua estaba bajo el control de la Secretaría de Recursos Hidráulicos y por decisión de la dependencia se comenzaron a cegar y, en algunos casos, quitar los emblemáticos hidrantes que servían para que muchas familias se surtieran, gratuitamente, del vital líquido en detrimento de la economía de muchos guanajuatenses. 26
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1969 fue un año en el que el fantasma de la sequía se hizo presente y la población de la ciudad acudió a las compuertas de la presa de la Esperanza a celebrar una misa con el abad Timoteo Ríos Armas y a pedir un buen temporal. La sequía no fue tan severa, pero en 1970 se perforó un pozo para abastecer la zona de Marfil.
La fuente en el jardín reforma. Fotografía de archivo.
En 1972 llovió poco y en 1973 no se presentaba la lluvia en el tiempo acostumbrado por lo que hubo problemas de abastecimiento de agua a diversas zonas de la ciudad como el barrio de San Cristóbal, Peñitas, Positos y Potrero, en donde además se habían clausurado los hidrantes. El problema fue mayor para quienes no contaban con recursos para conducir la tubería individual hasta sus hogares. Los problemas se agravaron en 1974, para resolver parcialmente la problemática se decidió levantar 7 metros más la cortina de la presa de la Soledad, aunque no fue 27
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una obra fácil debido a ciertas complicaciones geológicas. En ese año se continuó también con la exploración de algunos pozos que pudieran ayudar a complementar las necesidades de agua de la población. La falta de lluvias se prolongó hasta agosto y, el día 17 de ese mes, el padre Gabriel Torres (de grata memoria) celebró una misa en la presa de la Esperanza para rogar por el buen temporal, los guanajuatenses acompañaron al padre Gabriel en sus oraciones y la lluvia, llegó. En 1976 se determinó que por efecto de las obras de elevación de la cortina de la presa de la Soledad algunas partes del poblado de Santa Ana quedarían invadidas por las aguas. A finales de mayo de ese mismo año las presas estaban en su nivel más bajo desde hacía muchos años por lo que el gobierno municipal inició una estricta vigilancia del uso que se le daba al agua para evitar cualquier desperdicio. Guanajuato tenía por entonces unos 55 mil habitantes y el temor de la sequía se apoderó de la población que acudió multitudinariamente a la misa que celebró en la presa de la Esperanza, Monseñor Eleazar Martínez. Llegó 1980 con una sequía más, en esa ocasión el racionamiento se extendió a tres días semanales y se pospuso la tradicional apertura de la presa de la Olla. Entonces, en agosto, el ingeniero Edgardo Meave Torrescano, presidente municipal, hizo un enérgico llamado a los guanajuatenses para ahorrar hasta la última gota de agua, toda vez que las presas de la Soledad y la Esperanza si acaso tenían agua para 90 días y se consideraba difícil que, aunque lloviera, se pudieran llenar.
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BREVÍSIMOS APUNTES HISTÓRICOS SOBRE LAS SEQUÍAS EN GUANAJUATO
Justo fue esa etapa cuando se comenzó la exploración para lograr el abasto de la presa de la Purísima o de una batería de pozos cercana a la misma. Por fortuna las lluvias se presentaron a mediados de agosto y en septiembre. En 1983 los guanajuatenses vivimos una terrible sequía, al parecer los niveles de precipitación habían disminuido y el suministro de agua no alcanzaba a llegar a algunas zonas de la ciudad. Se comenzó a utilizar un servicio de pipas y los trabajos para perforar y operar algunos pozos se habían iniciado, como referimos, desde 1979 y 1980.
La población abasteciéndose del agua que transportaban las pipas en 1983. Fotografía tomada del libro. El Agua en la ciudad de Guanajuato: problema de siglos. Proyecto Puentecillas 1983.
La lluvia fue escasa y los niveles de las presas disminuyeron sensiblemente, se presentaron algunas fallas en la presa de Mata y sólo estaba activo un pozo de la batería de Puentecillas, el número 3. La crisis y el nerviosismo aumentaron, pronto se puso en funcionamiento el pozo número 2, pero seguía siendo insuficiente. 29
Guanajuato y sus Presas
El presidente municipal Rafael Villagómez, los clubes de servicio, los empresarios y la sociedad civil se dieron a la tarea de implementar una estrategia para surtir el agua con pipas en toda la ciudad. La preocupación se vivía en todos los sectores, los bomberos voluntarios de Guanajuato acarreaban el agua sin descanso. El gobernador Enrique Velazco Ibarra redobló los esfuerzos para resolver lo más pronto posible el problema de abasto de agua, Petróleos Mexicanos donó la tubería que conduciría el agua a los tinacos de distribución, pero la empresa no era una tarea fácil. Los vecinos del Cerro del Gallo esperaban desde temprano a las pipas que en ocasiones no llegaban. Se diseñó una estrategia para que las pipas fueran a El Carrizo, Tepetapa, Ladera del Panteón, Pueblito de Rocha, Noria Alta y Marfil. Otro calendario para Municipio Libre, Hoyos Colorados, Calzada de Guadalupe, Cerro del Gallo, Jalapa y Jalapita y todas las zonas de la ciudad. Se trataba de un verdadero plan de emergencia para evitar el cierre de escuelas desde las primarias hasta la universidad, se redujo la presencia de turismo y hubo un sensible descenso de las actividades comerciales, el panorama era sombrío. La sectorización de la distribución del agua fue apoyada por el Ayuntamiento que respaldó al Comité ProAbastecimiento de Agua y se veía el ir y venir de pipas de la SAHOP, de CFE, y de particulares. La gente comenzaba a deambular por las calles con algunas cubetas para tomar agua de la primera pipa que encontraran, la desesperación se estaba apoderando de los guanajuatenses. En mayo por fin llegaron las lluvias y se anunciaba el inicio de las pruebas de las válvulas para poder dotar a la ciudad con agua de la batería de pozos de Puentecillas. El ingeniero 30
BREVÍSIMOS APUNTES HISTÓRICOS SOBRE LAS SEQUÍAS EN GUANAJUATO
Meave Torrescano refería que “la ciudad de Guanajuato ya hubiera sido evacuada para estos momentos…” y hacía énfasis en el arduo trabajo desplegado por el gobierno de Enrique Velasco Ibarra, el municipio y todos los que contribuyeron al estudio preliminar para ubicar los pozos, perforarlos, hacer las pruebas dinámicas, elaborar y llevar a cabo el proyecto del sistema de transportación en una distancia de 20 kilómetros y con un desnivel de más de 300 metros, en la construcción de los nuevos cárcamos y tanques de distribución y todo lo que hasta la fecha nos sigue salvando de una terrible sequía. En junio se comenzó a regularizar el servicio, aunque ocasionalmente se presentaban complicaciones por los cambios de presión y otras complicaciones técnicas. Esa fue sin duda una gran obra de los ingenieros guanajuatenses. En 1988 vivimos otra sequía que por fortuna logró sortearse mediante un cuidadoso consumo de la población, todavía era posible ver como algunos hidrantes seguían funcionando. En ese mismo año se realizó parte del tendido de tubos para conducir el agua de la presa de Mata a los filtros. Ese año también se pospuso la apertura de la presa de la Olla por falta de lluvias. Hasta aquí dejaremos este viaje por algunas de las sequías más importantes que ha vivido nuestra ciudad, cuidemos el agua y hagamos las mejoras necesarias en nuestros hogares para evitar fugas y desperdicio del vital líquido.
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Grabado de la presa de la Olla hacia 1850. Propiedad de la familia Dorado-Moran. Fotografía: J.E.V.A.
Los orígenes de la presa de la Olla y su paseo José Eduardo Vidaurri Aréchiga Cronista de la ciudad de Guanajuato Corría el año de 1737 cuando el Alcalde Mayor y teniente de Capitán General de Guanajuato don Gaspar Hurtado de Mendoza en decisión conjunta y unánime con el Cabildo, Justicia y Regimiento de la Villa de Guanajuato decidieron comenzar los trámites para solicitar al rey de España Felipe V “el animoso”, la elevación de la Villa de Santa Fe y Real de Minas de Guanajuato al rango de ciudad. Entre las motivaciones de la petición figuraban el notable aumento del vecindario, la dinámica y gran actividad comercial que ya existía y su gran capacidad industrial representada por las muchas minas y haciendas de beneficio 32
los orígenes de la presa de la olla y su paseo
que lo conformaban y que, naturalmente, contribuían de forma muy notable al enriquecimiento de las arcas reales. Es importante mencionar que justo en ese periodo se seguían descubriendo minas en la sierra y en las proximidades de lo que en su conjunto se conocía -jurisdiccionalmente- como las minas de Guanajuato.
Mapa de Guanajuato en el siglo XVIII
Al efecto el ayuntamiento comisionó a José Ferrón un personaje que había sido Alcalde Mayor de Guanajuato para que personalmente hiciera el viaje hasta los reinos de Castilla y se encargara de hacer la petición y los trámites. El alcalde Gaspar Hurtado de Mendoza y las demás autoridades de la Villa sabían que tal aspiración debería ir acompañada de acciones, principalmente de obra pública que mostrara que también se trabajaba arduamente por resolver y atender las principales necesidades del crecido vecindario de Guanajuato. La falta de agua era, desde los orígenes de la población, uno de esos terribles problemas que deberían solucionarse 33
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para poder aspirar al rango de ciudad, ante tal situación se comenzó a buscar un espacio donde se pudiera construir un dique que apresara el agua de lluvia, se exploró en las cercanías de la mancha urbana que para entonces pudo, quizá, haber llegado remotamente hasta la zona donde se localiza el panteón de San Sebastián.
Imagen ilustrativa de una vista parcial del río Guanajuato en el siglo XIX
Pronto se encontró en las faldas y vertientes de los cerros que llamaban de “Marisánchez” un predio al que se le conocía popularmente como el rancho de “La Hoya Grande” mismo que tal vez serviría para tal propósito. Sabemos que el primer dueño de ese predio llamado hoya en referencia a la concavidad natural que tienen determinados terrenos, fue el sacerdote Nicolás Ruiz Rosas quién lo había denunciado ante la autoridad en el año de 1677. En el sitio tenía una recua de mulas, otros animales y algunas personas que trabajaban para él. Un año después, en 1678, el padre Nicolás le vendió, en 50 pesos, el rancho de la Hoya Grande a un comerciante de nombre Francisco Octavio.
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Para 1699 apareció un tercer dueño, Antonio Flores que testó en favor de su nieta Ana Aguilar el rancho. Y para 1703 figuró en la relación de bienes intestados del Bachiller Francisco Jerez un predio en el paraje que llaman “La Hoya Grande”. Un dueño más fue, en 1705, Baltazar Reyes que adquirió en remate al pregón, en 25 pesos el terreno. Luego, sabemos que, en 1741, casi al punto de obtener el tan deseado título de ciudad, el Ayuntamiento comisionó al regidor Alfonso García Malahebar y al alarife o maestro de obras Antonio Gordiano, para que hicieran un peritaje de reconocimiento del terreno del rancho de la Olla y dictaminaran si era en realidad factible construir una presa ahí. El resultado del peritaje fue el siguiente: • Es factible construir una presa cuya caja puede recibir una cuantiosa cantidad de agua pluvial limpia anualmente. • Es posible hacer presa y contrapresa, relativamente rápido. El 4 de agosto se entregó el informe en el que se resaltaba la utilidad de la obra en beneficio de la población, el acuerdo fue entonces solicitar permiso al virrey Pedro Castro y Figueroa para iniciar la construcción.
Retrato del virrey Pedro Castro Figueroa quien autorizó la construcción de la presa de la Olla.
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La obra comenzó a realizarse en el año de 1741 y se prolongó hasta el de 1749 cuando fue concluida, sin embargo la obra resultó insuficiente para abastecer y dar servicio a toda la población, fundamentalmente por su entonces lejana ubicación que imponía diseñar complementariamente un sistema eficiente de acarreo del vital líquido. Sobre la construcción de la Presa de La Olla podemos abundar que, al menos la mitad de los gastos corrieron por cuenta de Don Vicente de Sardaneta y Legaspi, dueño en mayoría de la mina de San Juan de Rayas. El marqués de Rayas se distinguió siempre por su generosidad para con la ciudad y sus habitantes. El restante 50% del costo total de la obra lo puso el Ayuntamiento de Guanajuato. La Presa de La Olla comenzó a operar incluso antes de ser concluida, pues ésta se llenó por primera ocasión en el año de 1747.
Dibujo de la presa de los Santos en Marfil. Imagen para ilustrar la idea de las columnas que soportan santos.
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Se sabe por una referencia consignada por Lucio Marmolejo en sus efemérides, que en 1749 el calicanto tenía una altura de unas tres o cuatro varas menos que en la actualidad y que en toda su longitud existían, distribuidas, cinco medias columnas que soportaban otras tantas estatuas de cantería, probablemente de santos. (A la manera de las columnas que se localizan aún en la presa de los Santos en Marfil). Muy pronto el paraje y el entorno donde se localiza la presa de La Olla se convirtieron en uno de los lugares favoritos de paseo y de esparcimiento de la ciudad. A finales del siglo XVIII, para el año de 1795, el intendente Juan Antonio de Riaño y Bárcena comenzó la construcción de un camino digno por el que pudieran transitar coches tirados por bestias de tiro y carga, el camino se convirtió en un verdadero paseo que conducía a los ranchos llamados “Los Garridos” y “de La Olla”.
Placa alusiva al inicio de la construcción del paseo de la presa por parte del Intendente Juan Antonio de Riaño y Bárcena.
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La Calzada construida por el intendente unía a la ciudad desde la Hacienda de San Agustín o el “arrabal de San Sebastián” con la presa de la Olla. Fue durante muchos años el único paseo con que contaba la ciudad. Luego en el siglo XIX comenzaron a constuirse lujosas casas de campo en la zona, un tema que abordaremos en otra ocasión.
Fuente de La Libertad en su ubicación original en el Paseo de la Presa. Imagen de archivo.
La construcción de la Presa de la Olla fue, en su momento, una obra de gran trascendencia para la población y el trayecto que se recorría para llegar a ella desde los límites de la ciudad en el extremo por donde se ubicó la antigua Hacienda de San Agustín o el “arrabal” de San Sebastián pronto, muy pronto se convirtió en uno de los paseos preferidos de los guanajuatenses de la época colonial. Fue el intendente Riaño, concluíamos en la primera reseña al respecto, quien dispuso en 1795 de la preparación de un camino bien trazado por donde pudiesen transitar las personas que iban en sus coches y carretas a disfrutar del paseo. Y prometimos entonces que abordaríamos un poco más acerca de la transformación que experimentó ese paseo de la presa durante el siglo XIX. 38
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La presa de la Olla, principios del siglo XX.
Pues bien, luego de que concluyó la guerra de independencia que se prolongó por más de once años y, luego de que nuestro país se encaminara, hacia 1824, por las sendas republicanas después de superar el intento efímero de convertir a nuestra nación en un imperio, las cosas comenzaron a tomar rumbo. Para ese periodo el Paseo de la Presa se había convertido, de nueva cuenta, en el sitio favorito de la sociedad guanajuatense que gustaba disfrutar de un revitalizante día de campo. Era tan socorrido el paseo que hacia 1829 fue necesario rehabilitar el camino que conducía al mismo. De hecho, sabemos que un par de personas se dedicaban, casi exclusivamente, a cuidar del mismo. Había un presero y un cuidador de los árboles del paseo, éste último responsable de regar las plantas y cuidar del camino y los árboles. En esa época la presa seguía siendo tan importante para toda la población porque desde ahí bajaba la cuadrilla de aguadores para abastecer a la población en distintos puntos y, si era necesario pues la acarreaban hasta la propia casa. Unos bajaban con los chirriones (esas carretas jaladas por mulas y cargadas de unas grandes cubas o barriles llenos de agua), otros con cántaros y la mayoría pues con su “chochocol” o tinaja grande de barro. 39
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Aguadores cargando su chochocol. Imagen de archivo.
Y fue hacia 1832 cuando el empresario y filántropo guanajuatense don Marcelino Rocha Río presentó al Ayuntamiento de la ciudad, por primera ocasión, el proyecto para conducir el agua entubada desde la presa hasta el centro de la ciudad. Quizá por entonces se topaba el paseante con las antiguas haciendas, la de Zaragoza y la de Santa Gertrudis o con lo que quedaba de ellas y junto a la presa la ruinosa casita del presero que era propiedad del Ayuntamiento y que ya no existe más. Hacia 1846 se inició la construcción de algunas de las más representativas y elegantes casas de campo de los personajes acaudalados de la ciudad. La de don Ruperto Campuzano, la de don Pedro Carbajal y la de don José María Acevedo. De esas casas la de don Pedro Carbajal pasó a ser luego propiedad de don Marcelino Rocha, fue conocida, durante mucho tiempo, como la Villa Goerne y en la época actual sirve como oficinas de gobierno del Estado. Y fue significativa por la gran cantidad de habitaciones que tenía en servicio y por haber sido la sede, en septiembre de 1864, de un formidable desayuno ofrecido al efímero emperador Maximiliano de Habsburgo y su esposa Carlota. 40
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Una más fue la casona de la benefactora Antonia del Moral y Otero viuda de Gregorio Jiménez uno de los hombres más ricos de Guanajuato en su tiempo.
Parque Florencio Antillón. Antigua tarjeta postal.
Destaca también la impresionante casona del general Florencio Antillón misma donde nació en 1928 Jorge Ibargüengoitia y residencia, hasta hace poco, de la familia Villaseñor. Fue en 1875 cuando se habilitó el parque Florencio Antillón por parte del gobierno estatal y deben saber que durante un tiempo se le cambió el nombre por el de Joaquín Obregón González pero, por fortuna pronto recuperó su nombre original. Llama la atención igualmente la casa del ingeniero Francisco Glennie que también fue luego del señor Franco Parkman, o la de Canuto Villaseñor en donde está hoy la farmacia del ISSEG. La hermosa finca que fuera un tiempo también del señor Franco Parkman y que se ubica a un costado del DIF Estatal.
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Algunas casonas del Paseo de la Presa. Imágenes de archivo.
O la que fuera del exitoso empresario Ramón Alcazar, o la famosa entre comillas “Casa de las Brujas” que fue propiedad del señor Enrique Goerne, o la del ingeniero Alberto Malo que ahora es un hotel, o la casa de los leones, o la casona del abogado Manuel Villaseñor y qué decir del magnífico edificio de cantera rosa que ocupa la centenaria y benemérita Escuela Normal de Guanajuato. La construcción de la presa de San Renovato se concluyó en 1852 y entre sus funciones está, primero el frenar la fuerza del cauce del agua en su caída hacia la cañada y la presa de la Olla y segundo respaldar el suministro ante la creciente demanda del vital líquido. 42
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La Atalaya se construyó entre 1894 y 1895
Para finales del siglo XIX el río se embovedó y el paseo ganó en amplitud, aunque perdió el río. Hacia 1854 se colocó una primera fuente en el paseo y para 1895 se colocó la fuente de la libertad, esa que ahora luce un poco descuidada en el jardín de las embajadoras.
Embovedado del río de la Presa de la Olla. Imagen archivo.
Fue también a finales del siglo XIX cuando se comunicaron las presas, la de San Renovato y la de la Olla por un túnel, lo que permitió ampliar el área para crear ahí la plantación de las acacias a donde llegó luego la magnífica escultura de 43
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don Miguel Hidalgo y Costilla, obra del escultor italiano Gius Trabacchi y fundida por Nelli inaugurada por el presidente Porfirio Díaz en el año de 1903.
Magnífica escultura de Miguel Hidalgo y Costilla. Fotografías de archivo.
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En el año de 1910 se comenzó la construcción del edificio que albergaría al Colegio de San Francisco Javier, sin embargo, eso no fue posible, hacia el año de 1930 el bello edificio funcionaba como sede del hospital de Guanajuato y, desde 1953 es sede de la Benemérita y Centenaria Escuela Normal Oficial de Guanajuato.
El antiguo hospital hoy escuela Normal. Imagen de archivo.
Para 1936, en Guanajuato, se inició un plan que tenía como objetivo principal hermosear la imagen de nuestra ciudad colocando en las calles las peculiares y bellísimas losas de colores de la región, en sustitución de los antiguos empedrados, o bien, para acondicionar los espacios que aún eran de tierra. Losas en cuartón o en pirindongo que también hemos venido perdiendo de poco a poco. Simultáneamente se efectúan acciones como la replantación del jardín de las acacias y la colocación de nuevas farolas estilo colonial en la ciudad además del embellecimiento de la zona de la Presa de la Olla. En esa circunstancia se acordó la construcción de un faro ornamental que fue concluido e inaugurado, de acuerdo con las efemérides de Manuel Sánchez Valle, el 25 de junio de 1938, por el presidente de la Junta de Administración Civil 45
Guanajuato y sus Presas
de Guanajuato Don Manuel Mendoza Albarrán, padre de la recordada y querida María Luisa “La China” Mendoza.
Palacio de gobierno y fuente de la libertad hacia 1954. Imagen de archivo
Entre 1951 y 1953 se construyó el palacio de gobierno que con su llamativa cantera rosa extraída de los cerros de Guanajuato atrae la mirada de los paseantes, por la misma época se colocó también la dominante escultura del general Sóstenes Rocha. Y dejaremos hasta aquí este singular paseo para retomarlo en próximas fechas con motivo de las tradicionales fiestas de San Juan y Presa de la Olla.
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Nuestra Presa de la Olla y su Apertura. Jesús Antonio Borja Pérez
1741 fue un año importante en la historia de nuestra ciudad; por un lado, en Sesión del 3 de julio, el Ayuntamiento decide la construcción de una Presa en el rancho conocido como “La Olla” y, para el 8 de diciembre, el Rey Felipe V, concede el Título de Ciudad a la Villa de Santa Fe y Real de Minas de Guanajuato. Para el caso que nos ocupa, presentamos la transcripción del acta de Cabildo en que se exponen las razones por las cuales es necesaria la construcción de una nueva presa. “Acta sobre fabricar una presa en el paraje, que llaman la Olla grande Año de 1741. En la Villa de Santa Feé, Real y Minas de Guanajuato a tres días del mes de julio de mil setecientos, cuarenta, y uno años: El Muy Ilustre Cabildo, Justicia y Regimiento, que componen los señores Don Juan Ximénez, Alguacil mayor y familiar del Santo Oficio de la Inquisición y Teniente General de esta dicha villa; Don Francisco Bluet y Higuiño, Alférez Real; Don Joaquín Velasco, Duque de Estrada, Alguacil Mayor; Don Agustín de la Torre y don Alfonso García de Malavehar, Regidores de dicho Cabildo dijo: que por cuanto dicho señor Teniente General, deseando eficazmente el alivio y beneficio público de la escasez de agua con que se haya este lugar, necesaria, para el gasto y manutención de sus vecinos, propuso haber reconocido en el paraje que llaman la Olla, media legua, poco más, o menos, distante de esta dicha Villa, facilidad de hacer una presa cuya caja puede recibir cuantiosa porción de agua limpia de la pluvial anualmente, con que se socorra el lugar de que resulta su conservación, y aumento; cuyos 47
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costos según su situación proporcionada a la obra haciendo presa y contrapresa, parece que serán tres mil pesos y poco más, o menos, y que se puede conseguir fenecerla en poco tiempo. En cuya Villa, dicho Muy Ilustre Cabildo mandó que el señor Regidor don Alfonso García de Malavehar, acompañado del Procurador General de esta dicha Villa, y con asistencia de Antonio Gordiano, Alarife, haga vista de ojos y reconocimiento a la situación y paraje donde se puede hacer dicha obra y que se regulen sus costos, y de el cómodo o incómodo que de ella resultare, informe a dicho Muy Ilustre Cabildo, para en su vista proveer lo que convenga. Así lo mando, y firmo, Testado, Don Agustín de la Torre, no vale. Rúbricas Muy Ilustre Señor En conformidad de lo determinado por Usted en el auto que precede en que me confiere comisión para que haga vista de ojos de la situación y paraje donde se ha intentado hacer una presa, regule sus costos, y examine el cómodo o incómodo que puede resultar para el lugar que nombran la Olla grande, más abajo de donde está el camino que va a Santa Bárbara, donde hace una angostura que la mayor parte manifiesta ser de peña y reconociéndolo con atención y cuidado, midiendo sus distancias, hallé tener cuarenta y cinco baras por lo más ancho, y por lo más angosto doce baras y habiendo concurrido el Alarife a reconocer el paraje, regula que haciendo la presa de doce baras de alto y siete baras de ancho con cuatro estribos de tres baras en cuadras, costará cuatro mil pesos. De cuya obra debo informar a Vuestra Excelencia, que no solo no hallo algún perjuicio sino grande utilidad y beneficio común por el que lograrán los vecinos en abastecerse de agua con la presa, siendo de este mismo dictamen varias personas de esta distinción que me acompañaron al reconocimiento que es lo que da motivo suficiente; para la formación de la obra Usted determinará 48
NUESTRA PRESA DE LA OLLA Y SU APERTURA
lo que hubiere por más conveniente. Guanajuato y agosto tres de mil setecientos cuarenta y un años. Alfonso García Malabehar. En la Villa de Santa Feé, Real y minas de Guanajuato a cuatro días del mes de agosto de mil setecientos cuarenta y un años, el Muy Ilustre Cabildo, Justicia y Regimiento, habiendo visto la información por el Señor Regidor Don Alfonso García de Malabear, sobre el reconocimiento que hizo del paraje donde se pretende hacer una presa para que abastezca de agua a esta Villa, en que expresa resulta de utilidad pública, su señoría dijo que debía mandar y mando se informe a su Excelencia impretando su venia para efectuar dicha obra con testimonio de las diligencias, así lo mando y firmo. Rúbricas” Fue así como inició el trabajo para la construcción de la Presa de la Olla. Vendría después la Apertura y con ello el problema de ubicar el inicio de este hecho, más como necesidad que como fiesta del pueblo, tal como la vivimos hoy en día. Sin embargo, cuando el Ayuntamiento decide la construcción de la Presa de Pozuelos en 1777, se menciona la apertura anual de la Presa de la Olla, como podemos leerlo en el acta original que empieza diciendo: “Expediente formado el año de 77, en consecuencia de las representaciones hechas por los Comisionados de la nueva Presa llamada de la Olla; y ante todo sólo se ordena su reconocimiento” “En distintas ocasiones se ha considerado por Vuestra Excelencia el que podría venir tiempo, en que se padeciese por este público tan grave perjuicio, y daño, como el que actualmente se está experimentando, a vista del evidente riesgo a que queda expuesto con la apertura anual de la Presa, para cuya precaución se había proyectado el 49
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construir otra a la parte opuesta de la antigua en el fin de la cañada, que llaman de los Pozuelos, y entre la Hacienda de Rocha, y la Casamata, y cuya notoria, imponderable utilidad se ha meditado, y calificado repetidas veces por Vuestra Excelencia ofreciéndose por el señor Marqués de San Juan de Rayas el erogar los costos de su construcción, y fábrica ignorando como ignoro los motivos que demoraron, o embarazaron la práctica de tan útil, y favorable designio”. (aguas1741-1777 docs 1 al 5 foja 2v, Archivo Histórico Municipal). La Apertura de la Presa de la Olla es anterior a 1777, 1750 quizá, por lo que estamos ante un hecho que sin connotación de fiesta es anterior a las Fiestas de San Juan y Presa de la Olla.
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Las Fiestas de San Juan y Presa de la Olla Isauro Rionda Arreguín (1934-2012)
Fue Cronista Vitalicio de la Ciudad de Guanajuato e investigador del Centro de Investigaciones Humanísticas de la Universidad de Guanajuato.
Desde inmemorables tiempos, la separación de la plata y el oro de otros materiales de la naturaleza, se llevó a efecto por medio de fundición en hornos; procedimiento imperfecto, que permitía se escaparan muchos minerales preciosos. Fue necesario que en Pachuca, Bartolomé de Medina inventara el método de amalgamación con azogue, que hacía que se rescatara mayor cantidad de minerales valiosos. En el Real de Minas de Guanajuato, pronto, desde los años sesenta del siglo XVI, se hizo uso de este invento. Su aplicación requería de varios elementos, entre ellos, el más fundamental, el azogue, y luego el agua.
Las minas de Guanajuato estaban casi todas en las alturas de las montañas, donde no había agua, porque no corrían por ahí los arroyos. Fue necesario para beneficiar los minerales, acercarse al agua; la que escurría, en el fondo de la cañada, en el río Guanajuato. Largo río que nace en el Monte de San Nicolás, por un lado, y por el otro en la región de las minas; torrencial cuando llueve, manso y lento en el estío. 55
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En sus riberas se crean las haciendas de beneficio y dentro o fuera, pero cerca, las viviendas de dueños y operarios. Las haciendas tienen agua de sobra para el beneficio de los metales, consumo de humanos y bestias en épocas de lluvias, y poca o ninguna cuando del cielo no cae. Captarla y retenerla se hace una necesidad imperiosa. Las haciendas y zangarros, para su industrial uso y el de sus dependientes vivientes, hacen norias casi en el lecho del río o arroyos y en ocasiones presas. Los vecinos para el consumo propio y el de sus animales, construyen pozos, aljibes y pilas en sus moradas, y cuando ésto no es posible, en borricos con odres u ollas traen el agua de lejanas partes. Las autoridades lugareñas para asegurar este elemento vital a sus gobernados, horadan pozos, profundizan las vertientes de veneros naturales, detienen escurrimientos, hacen presas, etcétera. El Real de Minas, después Villa y luego Ciudad de Guanajuato, ha requerido a lo largo de los tiempos, del agua para subsistir sus habitantes y para ser un gran productor minero. Por eso se hace hasta lo imposible por retener la única con que se cuenta: la que del cielo viene en su temporada. Guanajuato llega al siglo XVIII y dada la constante escasez de agua que siempre se sufría, sobre todo cuando aumentaba la población, como estaba sucediendo, en el año de 1741 se pensó en construir una gran presa capaz de surtir de este líquido al poblado y satisfacer esa necesidad tan apremiante de sus habitantes. El Cabildo aprobó la obra, la que se inició desde luego, escogiéndose como lugar apropiado el rancho llamado la Olla que se encontraba en las afueras de la Villa. De la denominación del lugar donde fue construida, le viene el famoso nombre de Presa de la Olla. 56
LAS FIESTAS DE SAN JUAN Y PRESA DE LA OLLA
La mitad de los gastos de esta obra fueron cubiertos por el Señor Sardaneta y Legaspi, dueño en mayoría de la famosa mina de San Juan de Rayas. La presa, sin estar concluida, se llenó por primera vez en el año de 1747, lo que ya aseguró agua para los vecinos. Quedó totalmente terminada en 1749, con tres y medio metros menos alta la cortina, que como ahora está. Posteriormente, y con el mismo motivo, se hizo la Presa de Pozuelos en la cañada de Ponce, que surtió de agua sobre todo a Santiago de Marfil y abajo de la hacienda de Pardo. Un siglo después, un poco arriba de la Presa de la Olla y en la misma cuenca, se construyó la de San Renovato. En el año de 1795, el Intendente Riaño, apreciando la belleza física del lugar donde se encuentra la Presa de la Olla y su contorno, deseó fomentar allí un paseo, para lo cual construyó un camino para coches que unía a la ciudad con ese sitio, teniendo que edificar dos puentes que llevaron y llevan los nombres del Intendente y su esposa: los puentes de San Juan y Santa Victoria. En 1832 se pensó entubar el agua de la presa, para por gravedad conducirla al corazón de la ciudad. Así lo propuso al Ayuntamiento el vecino rico Marcelino Rocha. Pero esta utilísima mejora se hizo hasta 1849, y en los siguientes años se construyeron las fuentes que recibirían por todos lados de la ciudad, el agua, para ser distribuida, mediante paga o venta a los usuarios. La presa siguió dando tan importante servicio, hasta que la nueva de la Esperanza entró en servicio en 1894. Actualmente, la Presa de la Olla y sus contornos forman uno de los paseos más atractivos para vecinos y visitantes, por la belleza del paisaje, lugar y edificaciones con que cuenta. 57
Guanajuato y sus Presas
El progreso y vida de Guanajuato dependiendo siempre del agua, obligó a sus habitantes a valorarla y justipreciarla; ya que cuando se agotaba o se hacía escasa, padecimientos de toda índole se venían encima. Entonces, este pueblo, católico, recurría al único medio con que se contaba: su religión a través de las oraciones, las procesiones con imágenes, las plegarias al cielo, las súplicas a Dios, las rogativas de intersección a los santos; sobre todo a aquellos que tenían alguna relación con el agua. De éstos, el más importante era y es San Juan, pero no el andariego, el compañero de Jesús de Nazaret, el predicador, el que acabó haciendo evangelios; sino el que murió decapitado, el que bautizaba, el que con el agua purificaba y daba vida verdadera. Y de éste, se celebra su nacimiento el 24 de junio. Razón por la cual tal día se conmemora en Guanajuato desde tiempos muy antiguos. San Juan el Bautista mandaba la lluvia. Ésta aseguraba progreso económico y vida. Las aguas caían desde las mitades de mayo y para el 24 del siguiente ya todo estaba mojado, empantanado y los retenes pletóricos del líquido; por lo tanto, darle gracias al santo en su día natal, era una obligación, la que se cumplía con gusto por las dádivas recibidas. Esa es la razón de la fiesta. Los tiempos han caminado, las costumbres han cambiado y la Fiesta de San Juan ha respondido a los momentos. Antaño duraba solamente el mero día, aunque se preparaba como ahora, desde la víspera. Cuando éramos colonia de España, consistía solamente en el paseo al lugar, a donde, después de estar en misa, se iba a caballo, mula o burro, sillas de mano, carros de cualquier índole y sobre todo a pie, donde se comían guisos a la usanza española y del país; se bebían buenos vinos peninsulares y los conocidos mezcales y el nacional pulque, en todos se tocaba música 58
LAS FIESTAS DE SAN JUAN Y PRESA DE LA OLLA
en vihuela: popular y mestiza, se cantaban sus letras y se bailaba; se corrían caballos, se peleaban gallos, se jugaba a las cartas, ruleta, y en todo se apostaba fuerte o débil, según la capacidad económica del jugador. Fiesta donde se juntaban, se revolvían, pero no se unían, los que se llamaban a sí mismos “gentes decentes”, formadas por españoles, criollos ricos y clases medias, algunos indios, muchos mestizos, negros, mulatos, moriscos, jíbaros, calpamulatos, albarazados, chinos, castizos, cambujos, lobos, etcétera. La apertura de la presa, para desaguarla y limpiarla se dejaba como todavía sucede, para fecha posterior donde el atractivo del torrente del agua, motivó otro paseo al lugar. En épocas más recientes, siglo XIX, la fiesta continuó más o menos igual, aunque nuevos usos se le incorporaron, como los vinos y modas francesas en el vestir de los pudientes y clases medias; orquestas en las casas que ya había en todo el trayecto de la ciudad a la Presa de la Olla; el palenque en forma, con cantadoras y bailadoras; los galleros lugareños o fuereños con sus colotes repletos de gallos y buenos “pesos de a ocho” para apostar; los comerciantes ambulantes de feria en feria, los vendedores de fritangas y bebidas, etcétera. Desde la noche anterior al día de San Juan, los varones jóvenes guanajuateños se reunían en la Plaza de San Diego, después Jardín de la Unión, donde se formaban los cotarros armados de instrumentos musicales que salían por todos los puntos de la ciudad a llevar serenatas o “gallos” a las damas, para luego dirigirse a la región de la Presa de la Olla a pasar el día divirtiéndose y cantando entre otras cosas, aquello que decía:
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Yo soy libre como el viento, pero tengo dignidad, adoro la libertad con todo mi corazón. Y de orgullo el alma llena, declaro de buena gana que soy pura mexicana, nada tengo de español. Y antes de que a un extranjero darle mi mano resuelva, le diré: ve a que te envuelva la madre que te parió. Y más adelante estos otros versos que rezaban: Una carta escrita en oro, te mandé desde Celaya y otra más bien dibujada, te mandé de Moroleón. Si quieres saber de mí, ve a la casa de correos, allí te darán razón que me fui para Guanajuato.
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Los años siguieron pasando y nuevos elementos se han venido incorporando a los atractivos de las fiestas: la luz eléctrica, los juegos mecánicos, nuevas suertes de azar, la radio, la música grabada, el cinematógrafo, el altoparlante, la televisión, los deportes, las reinas, coronaciones, paseos, vehículos motorizados, etcétera; y éstas, de un día, se fueron alargando a más, hasta cubrir, a veces, quince días, pero el espíritu festivo y alegre del pueblo que las hace y disfruta, siempre está atento a ellas y espera su llegada.
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Aperturas
Isauro Rionda Arreguín (1934-2012)
Fue Cronista Vitalicio de la Ciudad de Guanajuato e investigador del Centro de Investigaciones Humanísticas de la Universidad de Guanajuato.
Muy al principio de los tiempos en que se inició nuestro muy alabado mestizaje, con un pueblo y cultura europeos y después de que las gentes oriundas de estos lares les informaron a los iberos donde había metales de los que ávidamente buscaban y dieron con ellos, los extrajeron y la separación de la plata y el poco oro, de otros materiales del reino mineral, se efectuó por medio de la fundición a fuegos fuertes y nuestros muy poblados bosques, tanto de vegetación como de animales de toda clase, iniciaron su depredación. Este procedimiento de fundición en hornos era muy imperfecto, pues mucho mineral precioso y valioso se escapaba, además de peligroso para quienes trabajaban en él y diezmatorio para los tupidos y abundantes árboles altos, arbustos, matorrales y cactus de múltiples variedades. Un poco más de treinta años después de que se consumó la conquista de la ciudad e imperio de México-Tenochtitlan, un tal Bartolomé de Medina inventó o trajo a la reciente Nueva España el famoso y duradero, en el tiempo que se 62
Aperturas
estuvo usando, método de amalgamación; que hacía que se rescatara mayor cantidad de metales argentíferos, aunque alguno se siguió perdiendo. Su atinada aplicación y buen resultado requería de varios ingredientes, entre ellos los más indispensables, el azoque o mercurio y el agua. En estos Reales de Minas de Guanajuato, que habían iniciado a producir plata desde 1552-1557, pronto, desde los años sesenta de la centuria número diez y seis, se hizo uso intensivo de este nuevo método. Los yacimientos metalíferos de Guanajuato estaban en su gran mayoría situados en las laderas y cúspides de las montañas, donde, lógico es, no había agua, pues toda la que caía de los cielos escurría al fondo de las cañadas, donde se acumulaba. Fue pues, necesario, para beneficiar sus metales preciosos, acercarse al agua, y ésta estaba en el fondo de las cañadas, en el río Guanajuato y sus múltiples afluentes grandes o chicos. Este citado río que junto con sus batracios, nos dio su nombre para la ciudad que habitamos, nace allá por el Monte de San Nicolás y el mineral del Cubo, por el lado de arriba, y por otro lado con los arroyos que vienen de la región donde están las minas más ricas, y por todos lados crece con el recibimiento de muchos afluentes grandes o chicos, largos o cortos; es torrencial cuando llega y aprieta el tiempo de las lluvias, manso, lento y apestoso en el estío. En ambas riberas de estos ríos y arroyos se fincaron las haciendas de beneficio de metales y dentro o fuera, pero cerca, las cuadrillas para que habitasen los dueños y trabajadores de toda índole. Estas primitivas o desarrolladas haciendas cuentan con agua para el beneficio de las platas y para el consumo necesario de hombres y animales en la temporada de lluvias, y poca o ninguna, en los demás períodos del año. 63
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Por lo tanto, captar y retener el valioso líquido, es una necesidad imperiosa. Las haciendas grandes y chicas (zangarros), para su uso industrial y el consumo de sus dependientes vivientes, de dos pies o cuatro patas, hacen norias en las riberas de las corrientes de ríos o arroyos y presas, en sus cercanías y lejanías; los habitantes para su consumo propio y de sus animales, horadan pozos, construyen aljibes y pilas en sus moradas, traen agua en ollas u odres de partes más o menos lejanas, sobre todo de Chichíndaro y de presas. A medida que el tiempo caminó, las autoridades del Real, Villa o Ciudad, para asegurar el vital líquido para los habitantes presentes y futuros, cavan pozos, profundizan las vertientes naturales, frenan y contienen los escurrimientos y hacen presas. Guanajuato y sus contornos están llenos de presas, basta ver el plano de la ciudad que hizo don Lucio Marmolejo, en la caminada segunda mitad del siglo XIX y contaremos cerca del ciento. Éstas, las presas, su origen responde a la necesidad que se tenía del agua para el beneficio minero, otras veces para contener avenidas, algunos para limpiar los ríos y arroyos, para la construcción de templos, casas, calles, plazas, bardas, pretiles, etcétera, para beber y limpieza humana y de los animales de todo tipo. Los constructores de estos vasos fueron los “hacenderos” o “beneficiadores”, o sea los que trabajaban las haciendas de beneficio minero; las autoridades locales para el uso de sus gobernados, y los particulares para su servicio, barrio o comunidad. Todo recipiente para contener agua necesita de periódica limpieza, se limpian las simples ollas de barro, los aljibes, pozos y las presas; estas últimas por múltiples razones, una de ellas para desaterrar su vaso y no perder 64
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capacidad de almacenar, para limpiar el cauce del río o arroyo, que constantemente se veía obstruido por los desperdicios que las haciendas o particulares tiraban a ellos y creaban tapones que, con el tiempo, producían inundaciones, de las que sufrimos muchas, etcétera, etcétera. Estas limpiezas se hacían “aperturando“ las presas, o sea abrirlas de la válvula o compuerta que se encontraba en la parte más baja de su cortina o dique de contención y así lograr que el agua saliera con presión, fuerza e ímpetu, arrastrando sus lodos y demás y llevándose los que encontraba a su paso. Estas aperturas normalmente se hacían una vez al año y cuando la temporada de lluvias ya había iniciado pero no arreciado. Entonces para evitar accidentes en personas y propiedades, se avisaba a los vecinos cercanos al río o arroyo por donde pasaría el torrente, y la gente gustosa acudía a la cortina a presenciar el grueso del agua que salía en la apertura de la presa fulana. Una vez que ya había salido toda el agua, o por lo menos la mayor parte, sus lodos, árboles, ramas de éstos, inmundicias y demás, la compuerta se cerraba, ya fuese con mampostería, madera, etcétera, para esperar el grueso de la época de lluvias, con lo que la presa se llenaría y cuidándola podía durar y servir muchos meses para adelante. El pueblo ocurría a estas aperturas a gozar del espectáculo, como ya dijimos, a divertirse, a lavar su ropa y otras cosas, a bañarse, tomar barro para la alfarería, para hacer adobes, buscar plata, oro y mercurio en sus fondos, monedas, sobre todo de plata, etcétera. Muchas presas y aperturas hubo en Guanajuato, de las cuales se nos vienen a la memoria la de Pastita, la de Juris, la de Peregrina, la del Monte de San Nicolás, la de 66
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Mata, la del Molino de Santa Gertrudis, la de la Olla, la de San Renovato, la de Zaragoza, la del Saucillo, la de la Compañía, la de Rocha, la de Guerras, la de Pozuelos, la de los Santos, y tantas y tantas otras. Unas aún existen, otras por desgracia ya desaparecieron, pero todas tuvieron por necesidad sus aperturas. De todas ellas aún nos queda la apertura de la Presa de la Olla, en fecha movible de los últimos días de junio o en el curso de julio. Aunque hubo quien la abrió una noche antes del día anunciado, y ¡vaya el problema en que nos metimos! Debemos decir que la apertura de esta histórica y querida presa, no se hace completa, pues sólo se abren las compuertas metálicas del vertedor de demasías y no la compuerta o llave que está en lo más hondo de la cortina de la presa. Por cierto que, en nuestra ya larga vida, sólo la hemos visto totalmente vacía dos o tres veces. Que esta fiesta de la apertura de la Presa de la Olla, es de las más antiguas de Guanajuato, no cabe la menor duda, y auguramos que sólo le gana en mayor antigüedad la fiesta de San Ignacio.
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Los ríos del Cubo y del Monte de San Nicolás, sus haciendas y fincas en el siglo XVIII José Luis Lara Valdés
Revisando materiales gráficos sin clasificación, puestos a saldo en la librería del Archivo General de la Nación, me llamó la atención una gran fotografía porque no había reseñado su contenido en la guía de documentos gráficos existentes en tal acervo (dos veces publicada, por el Colegio del Bajío en 1988, y por la Presidencia Municipal de Guanajuato en 1999); un croquis que muestra el oriente de la ciudad de Guanajuato sólo que como si ésta fuera plana. Hoy, 2007, sé que formó parte del expediente sobre los Calderones. (AGN: Ramo Tierras, v 1075, e 1). Plasmados en grafías elementales, de ahí su nombre de croquis, el río del Monte de San Nicolás que entra a la mancha urbana en Pastita, y el que reúne a cuantos bajan de Peregrina y la Hacienda del Cubo, al Rancho de la Olla, para de ahí continuar su cauce hasta la Hacienda de San Agustín, donde se junta con el río de Pastita, justo en el punto del cementerio y templo de San Sebastián, se dice que de los últimos panteones de indios. La figura del vaso de la Presa de la Olla, hacia el Oriente, muestra dos secciones de las cañadas, los lozeros, indicados hasta con 9 números de sitios, concesionados para la extracción de la cantera para construcciones diversas, esa piedra verde, blanca y amarilla tan característica de estas rocas atrás de la Presa, que así ahora visten no pocas construcciones de la ciudad.
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LOS RÍOS DEL CUBO Y DEL MONTE DE SAN NICOLÁS, SUS HACIENDAS Y FINCAS EN EL SIGLO XVIII
Está aquí en croquis el origen del poblamiento en este rumbo Oriente de las minas de Santa Fe de Guanajuato: otras minas, agua, cantera y caminos hacia diversos rumbos: San Miguel el Grande, de donde habrían venido por todos los años desde 1540 en el siglo XVI, por aquel camino hoy en el olvido, los viajeros de Celaya, de Querétaro, de la Ciudad de México. También la caminería para otras minas y haciendas: Peregrina, Villalpando y El Cubo. Para ir a estos tres minerales se juntaban los caminos en un plan, se podía subir por la cañada donde estaba la Presa de la Olla, por los lozeros o por el cauce del río arriba, podían también seguir el camino sobre los cerros y montañas del Suroriente y Sur de la población “camino que sube de la Carbonera para El Cubo y Villalpando” dice el documento. Está delimitada la propiedad de Calderones, de donde se abasteció de agua la población minera del siglo XVI. Siglo a partir del cual trasladaron en burro, mula o a pie, los ocotes con agua para venderla a la población. Luego el camino natural, al lado del río, terminó por ser el Paseo de la Presa que tuvo importancia en el abasto del vital líquido transportada que fue hacia las fuentes y sistemas de hidrantes públicos, acaso desde tiempos anteriores a la construcción del vaso de agua. Pero también fue el camino para que los arrieros transportaran el mineral de la sierra hacia los molinos y hornos de las haciendas mineras, como las de Santa Gertrudis y San Agustín. Atrás del cuerpo de agua se lee, en la representación del ‘Cerro de Chichíndaro’: “Ojo de agua de Chichíndaro, cerro que está unido a la cadena de los que configuran el lado Norte de la cañada del Rancho la Olla”. Este plano nos ubica a la vez con el sitio donde habrían tenido ocasión de reunirse los operarios de las minas, de ascendencia indígena, el templo de San Sebastián, cuyo panteón 69
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conserva testimonios prehispánicos. Del pasado remoto algo nos dicen los nombres de los cerros, Chichíndaro suena a purhépecha, por el sufijo “aro” que se refiere al lugar donde hay en abundancia, pero chichi es náhuatl y tiene tantos significados que nos quedamos con el más obvio, se refiere al lugar donde habitaron los chichimecas. Por la proximidad del Cerro del Meco, más bajo que el de Chichíndaro, pudiera haber sido éste un asiento de aquellos nativos que encontraron los españoles en el siglo XVI. Esta descripción y el plano forma parte del proyecto a mi cargo “Memoria documental histórica del municipio de Guanajuato”, del Ayuntamiento de Guanajuato 2006-2009.
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La inundación de 1905 en Guanajuato Eréndira María Guadalupe Guzmán Segoviano
(Artículo publicado en 2005 por parte de la Dirección Municipal de Cultura y Educación de Guanajuato y la Universidad de Guanajuato)
“El día primero de julio Guanajuato se inundó, porque una tromba terrible en la presa descargó” La Inundación de Guanajuato Crónica rimada, anónimo, 1905
Poco se ha escrito sobre el terrible episodio que vivió la ciudad de Guanajuato el 30 de junio y el 1° de julio de 1905, a no ser por las efemérides y las crónicas locales, a las que se suman las notas en periódicos de la época, el propio periódico oficial de la entidad y un informe que preparó el gobernador, Lic. Joaquín Obregón González, después de tan lamentable suceso.1 Los propios guanajuatenses pueden hacer memoria de ello por las pequeñas cédulas que quedaron estampadas en algunas casas y edificios de la ciudad, como referencia del nivel que alcanzó el agua en tan funesto día. Sin embargo, de ello los documentos que de la época se resguardan en los archivos, nos permiten reconstruir el suceso y otorgarle todo el sentimiento de tristeza y desolación que sintieron los hombres y mujeres en aquel momento. Las inundaciones en Guanajuato fueron un problema constante desde el establecimiento de la población, pues su emplazamiento en la cañada de las montañas la hace un lugar propicio para recibir las aguas que desbordantes se precipitan sobre ella desde ríos y presas. Comenzando la época colonial se trató de resolver el problema encausando el río que atraviesa la ciudad, desazolvándolo antes de la 72
LA INUNDACIÓN DE 1905 EN GUANAJUATO
época de lluvias para evitar una crecida del agua, subiendo la caja del río, construyendo puentes o elevando las calles a través de aterramientos. Ya antes del desbordamiento de aguas de 1905 se tenía planeada la construcción del túnel del Cuajín, que llevaría las aguas provenientes del Monte de San Nicolás y de la Presa de la Olla fuera de la ciudad, pero el proyecto y la obra se ejecutaron parcialmente; de haber sido realizado, como pensaban algunos, la ciudad no hubiera sufrido la inundación. Mas poco se podía hacer ante la inminente avenida de aguas que dejaron caer las oscuras nubes que cubrieron a la ciudad el 30 de junio de 1905. La tarde de ese día, la lluvia hizo desbordar el río que se abalanzó sobre las calles de la ciudad siendo las más afectadas Cantarranas, Puente del Rastro, Baratillo, Jardín Unión, Truco y Alonso. 2 Ninguna persona murió en tal percance y sólo se registraron pérdidas materiales de las casas y negocios ubicados en los lugares mencionados. “Todos los Guanajuatenses Le pedían a Dios perdón, Al ver que sus intereses Llevaba la inundación” El día siguiente parecía anunciar una tranquilidad en el cielo azul despejado de nubes. La población apenas se enteraba y se aterraba de los destrozos causados la tarde anterior; escaso fue el momento para sentirse tranquilos por la ausencia de más lluvia, pues la tarde del 1° de julio las nubes renegridas se arremolinaron en la ciudad descargando con furia una tromba de aproximadamente una hora3 que inmediatamente tuvo consecuencias en la 73
Guanajuato y sus Presas
Presa de la Olla: el agua prorrumpía por las bardas de la presa de San Renovato destrozando las escaleras que le hacían flanco, de la Olla salía una monstruosa cascada que no tenía cabida en el túnel de saneamiento y pronto se desbordó sobre los jardines –ahora Florencio Antillón–.
Calle de Alonso
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En su recorrido, el agua había arrancado los árboles de raíz los cuales caían sobre las casas aplastando techos, paredes, muros y bardas. En su cauce se iban mezclando muebles, piedras, ventanas, puertas, rieles, mulas y casas completas que se desplomaban ante la humedad que las invadía. El cuartel de San Pedro se vio atacado por el agua, obligando a huir a la tropa del 1er. Batallón hacia la cuesta de Temescuitate. Los desechos que llevaba la corriente formaron una barrera en la entrada de Cantarranas y al no tener por dónde pasar el torrente, se lanzó hacia la calle de Matavacas, la que desapareció junto con algunas casas que hacían una rinconada. Pero llegando al barrio del Hinojo se empecinó con los vecinos que ahí moraban: En el barrio del Hinojo Mucha gente pereció. De todas aquellas casas Ni una sola en pie quedó.4
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La corriente penetró asoladora barriendo el puente. En un momento el barrio entero, conmovido por el tremendo choque, vio sus casas vacilar, arrancarse de sus cimientos, desplomarse todas, una por una, desapareciendo con sus habitantes en el negro hervidero.5 En el Hinojo desapareció toda finca en un buen tramo, y apenas quedó como señal de habitaciones algún infeliz pegado a las rejas en las contracciones de una agonía desesperada.6
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El agua se dividió entre la calle de Sopeña y la de Cantarranas, sufriendo ésta última graves destrozos ya que la corriente proveniente del cauce natural del río se desfogaba de igual forma por entre las casas que se veían amenazadas por ambos torrentes. Llegando al Puente del Rastro se dirigió tanto al Jardín Unión como al Baratillo donde la plaza se veía invadida por los ríos provenientes de San José y la Cañada de Robles. Pronto la plaza se convirtió en laguna y los múltiples comercios del lugar quedaron sumidos en el agua rojiza. En tanto que en el Jardín Unión hizo lo mismo con el Hotel Español, el Hotel Unión, los negocios, el tranvía, el templo de San Diego y las casas particulares. Tratando de seguir su curso natural, se dirigió vertiginosamente hacia Alonso continuando por las calles de los Ángeles, Belén y la Calzada de Guanajuato. Pronto se apoderó del Cantador y de las casas cercanas. Siguiendo su camino se encontró en Marfil llevando consigo las vías y hasta las locomotoras, destruyó las antiguas haciendas de beneficio y por fin de cuentas al pequeño pueblo de Marfil que tan sólo hacía dos años había casi desaparecido de una anterior inundación.7
“Tengan Señores presente Que esta triste destrucción. Dejó a los Guanajuatenses Mucho llanto y aflicción”
Después de pasada la tempestad viene la calma, como dice el dicho, pero entre los pobladores la inundación solo dejó a una ciudad destruida, a multitud de comercios destrozados, a centenares de casas derrumbadas, a decenas de muertos, caminos, calles y barrios desaparecidos, muebles inservibles, y en fin, una ciudad que lánguidamente parecía dejar de existir. Las campanas que repicaron en los momentos de la inundación, los rezos de mujeres que en las azoteas pedían 77
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con gritos y lloriqueos que el acontecimiento cesara, los cirios que alumbraban el santísimo en la parroquia y el lamento popular que esperaba que todo terminara, no obtuvieron ningún resultado y solo desconsuelo cuando la gente pudo observar la ruina de la población.
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La zona afectada se ubicaba desde la Presa de la Olla hasta el Cantador, sin contar los daños que se habían ocasionado en Marfil. Al bajar el nivel de agua solo había una confusa combinación de lodo, madera, fierro, animales y objetos ya irreconocibles. Las casas localizadas en el Paseo de la Presa fueron las primeras conmocionadas, el tranvía, los juegos instalados en el sitio con motivo de las fiestas de San Juan, quedaron reducidos a chatarra y escombro: La rueda Ferris, diverción [sic] nueva aquí, especie de rueda de la fortuna toda de fierro y de 15 metros de diámetro no estaba en su sitio, y apenas uno que otro trozo de varillas torcidas indicaban el sitio que ocupó. Las tiendas y manteos […] habían desaparecido, así como la “partida chica” ruleta y demás juegos inclusive los dineros de las “planchas” […]8 El hospicio de niñas quedó sin inmobiliario y fuera de él se veían los catres, colchones y muebles destrozados. En San Pedro y Matavacas arrasó un puente junto con tiendas y casas e incluso el Cuartel del 1er. Batallón. Del Hinojo solo quedaron los recuerdos y fue el barrio más afligido de donde incluso provenían la mayoría de los cadáveres, que se pusieron en exposición en el hospital de Belén para ser identificados por sus deudos. En Cantarranas desapareció casas y en el Jardín Unión algunas viviendas quedaron en pie pero con grandes afectaciones, del templo de San Diego fray Peregrín Blas Vastovaz escribía a su provincial: No cuento más que con las paredes del templo. La vivienda o convento amenaza ruina. Altares, varios destruidos. Confesionarios, bancas y demás cosas de la iglesia, destruidos. Puerta del templo y de la casa, en mil pedazos. 79
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El agua se llevó parte del cementerio. El enrejado, perdido. El agua subió en la iglesia a 5 metros de alto, hasta mitad de los nichos de los altares. […] El barro tiene metro de alto.9
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En el Baratillo se llevó todo lo que en el interior de los negocios había, fulminó a los pequeños puestos de comida de la plaza y de paso destruyó algunos hogares. En el Barretero, papelería e imprenta ubicada en el Truco, el agua sacó todas sus cajas y con ellas muchas de las herramientas necesarias para la impresión de la información: “Ha podido recoger sus prensas [ José J. Granados dueño de la tienda], aunque rotas tres, y parte de sus tipos a excepción de la letra de madera que se inutilizó por completo.”10 De igual forma el Juzgado Municipal, que se ubicaba en la misma calle, perdió cerca de novecientos ochenta pesos valuados en muebles, depósitos judiciales, fondos de la sociedad Gutenberg y dinero ahorrado por su encargado el señor Damián Landeros.11 La gran mayoría de los comercios de la calle de Alonso se vieron afectados: “Todo aquello de la panadería Francesa, relojerías, fonda de las García, etc. etc. etc., montones de escombros, paredes en equilibrio imposible, hundimientos, horrores.”12 En la papelería del señor Eduardo Aguirre los desperfectos incluían el destrozo de puertas, ventanas, desarreglo del piso, deterioro del decorado y pintura de la pared, destrucción del armazón, mostrador y aparadores, oquedad en el entresuelo, todo lo cual fue valuado en mil pesos.13
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En Belén y Cañón Rojo el torrente provocó hundimientos en la calle y solo quedaron los rieles y tuberías colgando. En el Cantador logró romper un barandal sin causar mayores daños en el jardín. De Marfil ya se mencionó su funesto destino, pero sin duda la vía fue la que más estropeó destruyéndola casi por completo. El informe que elaboró Pedro González sobre esta zona denota la tremenda fuerza que llevaba el agua: El Ferrocarril de San Gregorio tiene destruido su camino […] y con 10 hombres se está haciendo una vía para sacar de la actual corriente una locomotora. Es lastimoso el estado de este camino así como la situación en que quedaron sus coches, furgones, etc. […] Desde el puente de San Juan hasta el término del camino de fierro, está aterrada la parte de la Plaza hasta la fuente […]14 “ Ya para el tres de julio Estaba todo acabado, Pues sesenta y dos cadáveres Se habían muy bien sepultado” Además claro, de las miles de pérdidas materiales tanto en bienes muebles como inmuebles, no podría dejar de mencionarse las decenas de víctimas que se llevó el torrente, sobre todo del afligido barrio del Hinojo. Algunos autores indican que fueron doscientos15 los cuerpos encontrados entre los escombros y la corriente del río. Los periódicos de la época manejan menos de sesenta muertos: cincuenta y cuatro cadáveres descubiertos dentro de la población16; cincuenta y ocho según El Observador17; las noticias del registro civil consignaban más de ochenta defunciones de las cuales cuarenta y tantos eran cuerpos sin identificar.18 Al gobernador se dirigían constantes peticiones para recibir indemnización por la pérdida de 82
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consanguíneos. Los relatos, unos más desgarradores que otros, pormenorizaban los sucesos y las causas de la muerte. Tal vez ninguno más doliente que el de una madre, María Trinidad Estrada de Miranda, ante la pérdida de todos sus hijos: […] ocurro a usted en nombre de la Humanidad a impetrar un auxilio pues en la próxima pasada inundación del referido julio perecieron las afecciones más gratas para mi… mis cinco hijos: Loreto de 10 años de edad, Salvador de 8 años, Socorro de 6 años, Pedro de 4 años y María Cruz Miranda de 4 meses quedándose sepultados debajo de los escombros de la casa chica situada en el barrio del Hinojo lugar donde fue el teatro del horroroso acontecimiento […]19 A pesar de este tipo de aflicciones, constantemente se hace referencia a que la catástrofe pesó más sobre la clase media que sobre los pobres,20 pues éstos se vieron prácticamente en las mismas condiciones que tenían antes del suceso. Se comentaba incluso, que algunas personas de “categoría”, por pena o modestia no habían presentado los perjuicios ocasionados en sus bienes por la inundación y prácticamente quedaban en el desamparo al no tener nada con qué proseguir su vida.21 Ante ello, la respuesta del gobierno fue inmediata, iniciando al día siguiente dos de julio, una serie de designaciones donde se mostraba la cooperación entre los varios grupos de la sociedad. No solo los ingenieros participaron en la resolución de los principales problemas, sino que incluso el gobierno federal auxilió a la población con el envío de dinero y un batallón de zapadores, cuya labor de demolición de edificios y retiro de escombros fue agradecida cálidamente por el gobierno estatal y los guanajuatenses.22 83
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Con el objetivo de resolver en cuanto fuera posible las necesidades de los habitantes, el gobierno nombró una Junta Central de Auxilios y Socorros presidida por Eduardo Pesquera. La junta resolvió el 3 de julio de 1905, en una reunión celebrada en el Teatro Juárez, la forma de obtención 84
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de fondos y las primeras actividades para aquello que era apremiante remediar. Se conformaron comisiones con funciones específicas: la organización de la Junta Central organizaría y planificaría las labores a llevar a cabo; la Comisión de Auxilios y Socorros se dividiría la zona afectada por tramos en donde se investigaría y se auxiliaría pecuniariamente a las personas necesitadas; la Comisión de Salubridad vigilaría por la salud pública y consultaría lo que debería ejecutarse; la Comisión Colectora de Donativos recaudaría los fondos con que cada uno quisiera cooperar y los remitiría a la tesorería de la junta; y la Comisión de Plan General que al estar conformada con ingenieros locales propondría las soluciones a los problemas urbanísticos de la ciudad.23 De igual forma se constituyó una Junta de Auxilios por las señoras y señoritas de reconocida caridad en Guanajuato, cuya presidencia estaría ocupada por la señora doña María Tornel de Obregón González.24 En la junta celebrada el siete de julio, acordaron dividir la ciudad en ocho secciones en cada una de las cuales estaría encargado un grupo de señoras, quienes quedarían comisionadas para repartir los cinco mil pesos que el gobierno estatal había otorgado para socorrer a la clase desvalida.25 También se dispuso la entrega de ayuda material ya fuera con telas, ropa, cereales o comida a aquellos que se habían quedado en la ruina total. Además de ello, el Estado tuvo a bien emitir algunos decretos que coadyuvaban a hacer menos pesada la recuperación de la sociedad. Uno de ellos, emanado el 5 de julio, liberaba a todas las fincas urbanas del impuesto predial, condonaba los rezagos y las demás deudas, y liberaba a los establecimientos mercantiles del impuesto sobre ventas.26 Otro más, del 11 de julio, permitía que 85
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todos aquellos que hubieran empeñado artículos personales y de trabajo en el Monte de Piedad, pudieran tenerlos de regreso siempre y cuando presentaran la boleta firmada por los interesados al reverso.27 “Aquí se acaba cantando Esta lúgubre canción Que dice cuántos destrozos Nos causó la inundación.”
LA INUNDACIÓN DE 1905 EN GUANAJUATO
La recuperación de la ciudad fue un proceso paulatino en cuanto a la reconstrucción de edificios, calles y jardines. Fue todavía más lento en lo que se refiere al auxilio de todas aquellas personas que habían perdido no solo bienes materiales sino a familiares, lo cual se debía a un proceso de investigación tardío, en la medida en que no todos los afectados reportaban sus pérdidas seguidamente, sino que incluso esperaban un tiempo en tanto se recuperaban de su estado, ya fuera anímico, de salud o material. De ello podemos mencionar los numerosos oficios que continuaba recibiendo el ingeniero Ponciano Aguilar -quien formaba parte de la comisión del Plan General-, en enero de 1906, con peticiones para reparación de edificios, indemnización por bienes muebles y por parientes desaparecidos o muertos.28 No podemos decir lo mismo en lo que se refiere a los servicios públicos. Dos días después del suceso quedó restablecida la distribución del agua, el alumbrado público se reinstaló cinco días más tarde, y para el quince de julio ya se podía caminar por las calles liberadas del escombro, lodo y objetos depositados por el agua.29 De inmediato se iniciaron las labores de demolición de casas arruinadas o próximas a caerse; el gobierno ayudó posteriormente a los dueños de los inmuebles para la construcción o reparación de los mismos a través de retribuciones monetarias, previa valuación por parte de uno de los múltiples ingenieros comisionados para ello. Este proceso generó una política gubernamental dirigida a regular la urbanización de los espacios destruidos. Para ello emitió un decreto el 20 de julio, que disponía seis normas para la ejecución de una obra; los puntos medulares de las mismas radicaban en: 1) la solicitud al ayuntamiento para la reconstrucción del edificio, acompañada del proyecto con “[…] planes y secciones verticales desde la base de 87
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los cimientos, la descripción del terreno del subsuelo y noticia de la forma en que se emplearán los materiales”, y 2) el análisis de los proyectos por el ingeniero inspector, quien al aprobarlos señalaría ciertas consideraciones que se acoplarían al “nuevo plan de arreglo de las calles inundadas”.30
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Este plan mejoraría el trazo y nivel de la vía pública sólo en aquella zona afectada por la inundación. Esta área implicaba, como ya se mencionó, desde la Presa de la Olla hasta el Cantador, prácticamente toda la artería principal de Guanajuato. Ésto significa que la ciudad adquirió una nueva fisonomía en sus calles, jardines y casas, pues los proyectos arquitectónicos planteaban nuevas fachadas que daban una cara distinta a las vías públicas y a los barrios como el Hinojo, donde se planeó la construcción de un jardín,31 además de las viviendas que se edificarían de hecho. Por ello, el Guanajuato que vemos hoy es el resultado de las múltiples reconstrucciones que la ciudad ha ido desarrolllando, a partir de las varias inundaciones con las que se ha visto estropeada. De aquí deriva la opinión de Joaquín González quien podía decir “[…] el pueblo trabaja con el calor del que quiere reconquistar el bien perdido; antes de mucho, en el sitio donde las aguas barrieron las viejas construcciones de adobe, se elevarán nuevos edificios fuertes y hermosos […]”.32 Aún así, cierta parte de la población decidió abandonar la ciudad, refugiarse en otro lugar y donde las inundaciones no fueran la preocupación de cada año. El abandono del espacio fue una situación real para muchos ciudadanos: “Es innegable que a raíz del desastre, se estableció una corriente de emigración, y ésto no es extraño, pues menores peligros justifican mayor pánico.”33 Incluso de Marfil se apartaban los moradores, viajando a Silao, Irapuato o Valle de Santiago.34 Sin duda que la inundación de 1905 causó un gran estrago entre la población, lo cual produjo una reflexión encaminada hacia una solución inmediata y real de este problema. Ya entonces para noviembre de ese año, se lanzaba 89
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Antigua calle de Matavacas hoy Miguel Hidalgo y Sóstenes Rocha. FFPA
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la convocatoria para la construcción del postergado túnel del Cuajín, la cual, con ciertas puntualizaciones elaboradas por el Ing. Ponciano Aguilar, aliviaría definitivamente los malestares que se producían cada época de lluvias. Aún hoy el túnel funciona en este sentido, pero de igual forma actualmente somos testigos de cómo Guanajuato se pudo levantar sobre sus propias ruinas. Guanajuato restañará sus heridas muy en breve para que lleno de salud emprenda la lucha y se engrandezca. Así lo deseamos para que el porvenir extienda el manto del olvido sobre el tan lúgubre 1° de julio de 1905. 35
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LA INUNDACIÓN DE 1905 EN GUANAJUATO
Citas y referencias Las fotografías de este trabajo forman parte del Fondo de la Familia Ponciano Aguilar Frías (FFPA), conservado por el Archivo Histórico de la Universidad de Guanajuato. Tanto las referencias de documentos como de las fotografías, son las anteriores al trabajo de organización que recibió este acervo, por lo que las mismas han cambiado. 1
Crispín Espinosa, Efemérides Guanajuatenses, o sea nuevos datos para contribuir a la formación de la historia de la ciudad de Guanajuato, tomo II, Sr. Manuel Sánchez Almaguer ed., Imprenta de Luis Moreno, Guanajuato, 1919; Periódico oficial del gobierno del estado libre y soberano de Guanajuato, tomo XLIX, 1905; Joaquín G. y González, La Inundación de Guanajuato, Jesús Rodríguez ed., Imprenta de J. Rodríguez e hijo, Biblioteca de “El Obrero”, León, Guanajuato, 1905; El Mundo Ilustrado, Año XII, Tomo II, Núm. 2, 9 julio 1905 y Núm. 3, 16 julio 1905; Joaquín Obregón González, La Inundación de Guanajuato, el 1º de julio de 1905. Las cuentas de los fondos remitidos al gobierno y repartidos oficialmente. Última palabra del gobernador constitucional del estado de Guanajuato, Talleres de López & Co., Guanajuato, Gto., 1906.
2
Crispín Espinosa, ob. cit., p. 66; passim Joaquín G. y González, ob. cit., pp. 24-25.
3
Joaquín G. y González, ob. cit., p. 33; Archivo Histórico “Lucio Marmolejo”, Museo Alhóndiga de Granaditas (en adelante AHLM), Periódicos, Alcance Núm. 1 de El Observador, “Dos terribles inundaciones en Guanajuato”. “Destrucción de la mayor parte de la ciudad”. “Ruinas del comercio. Incontable número de víctimas”. “Miseria pública”. “Carestía de comestibles, 4 de julio de 1905”. 4
AHLM, Documentos, República restaurada y Porfirismo 1867-1910, Inundaciones de Guanajuato (634), Crónica rimada, anónimo, Guanajuato, 1905. 93
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5
6
Joaquín G. y González, ob. cit., pp. 37-38.
AHLM, Documentos, República restaurada y Porfirismo 1867-1910, Inundaciones de Guanajuato (634), Carta de Pedro Ulloa a su hijo, s.f. 7 8 9
Joaquín G. y González, ob. cit., pp. 39-41. AHLM, Vid Supra.
Vicente Rodríguez, Cosas de Frailes, imprenta Franciscana, Celaya, Guanajuato, México, 1992, pp. 212-213 10
Archivo Histórico de la Universidad de Guanajuato, Fondo Familia Ponciano Aguilar Frías (en adelante FFPA), Documentos, caja 81, exp. Inundación 1905, 11 julio 1905.
11
FFPA, Documentos, caja 81, exp. Inundación 1905, 14 julio 1905. 12 13
AHLM, Vid Supra.
FFPA, Documentos, caja 81, exp. Inundación 1905, 23 julio 1905. 14
FFPA, Documentos, caja 85, El hijo del pueblo, alcance número 7, “Informes que precedieron a las obras de limpia de las vías públicas de la ciudad”, “Informe de P. González de Marfil hasta la Calzada de Nuestra Señora, presentado el 6 de julio de 1905”, 9 de julio de 1905, Guanajuato, Gto. 15
Percy F. Martin, Mexico’s treasure (Guanajuato). An illustrated and descriptive account of the mines and their operations in 1906, F.R.G.S., The Cheltenham Press, New York, 1906, p. 87.
16 17 18
Joaquín G. y González, ob. cit., pp. 116-117. AHLM, Periódicos, ob. cit.
AHLM, Documentos, República restaurada y Porfirismo 1867-1910, Inundaciones de Guanajuato (634), Inundación de Guanajuato. Noticia de la inundación, s.f. 94
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FFPA, Documentos, caja 85, 15 enero 1906.
AHLM, Documentos, República restaurada y Porfirismo 1867-1910, Inundaciones de Guanajuato (634), La inundación de 1905, Junta de Auxilios y Socorros, s.f.; la Junta Auxiliar de Socorros dirigiendo un oficio a las señoras que lo conformaban explicaba: “[…] es necesario ocurrir con los socorros que reclaman las personas de cierta categoría, que, en resumen, son las que más han sufrido en esta catástrofe.”, FFPA, Documentos, caja 81, exp. Inundación 1905, 17 julio
20
21
Periódico oficial del gobierno del estado libre y soberano de Guanajuato, tomo XLIX, Núm. 8, 27 de julio de 1905, p. 254. 22
AHLM, Periódicos, La inundación del 1º de Julio. “Cuantiosos intereses perdidos”. “Innumerables víctimas”. “Aclaración del señor Don Juan N. Contreras”, responsables José F. Granados, Guanajuato, 5 de julio de 1905; Crispín Espinosa, ob. cit., p. 95.
23
Periódico of icial del gobierno del estado libre y soberano de Guanajuato, tomo XLIX, Núm. 3, 9 de julio de 1905, pp. 40-41. 24
Periódico of icial del gobierno del estado libre y soberano de Guanajuato, tomo XLIX, Núm. 2, 6 de julio de 1905, p. 17.
25 26 27 28 29
Ibídem, tomo XLIX, Núm. 4, 13 de julio de 1905, p. 66. Ibídem. Crispín Espinosa, ob. cit., pp. 92-93. FFPA, Documentos, caja 72, 81, 85, exp. Inundación1905.
AHLM, Documentos, República restaurada y Porfirismo 1867-1910, Inundaciones de Guanajuato (634), Relación
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de los trabajos del gobierno y de la Junta de Auxilios y Socorros con motivo de la inundación de 1905, Imprenta de F. Díaz, 15 julio 1905. 30 31 32 33 34 35
Crispín Espinosa, ob. cit., p. 94. FFPA, Documentos, caja 72, exp. 1906, 26 marzo 1906. Joaquín G. y González, ob. cit., p. 237. Ibidem, p. 237. Comunicación personal Arelí Noemí Baltazar Carmona.
Archivo General del Gobierno del Estado de Guanajuato, La opinión libre. Semanario independiente, Año XI, Época II, Núm. 132, Guanajuato, 15 de octubre de 1905.
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El Paseo de la Presa de la Olla y sus Fiestas de San Juan y de la Apertura José Luis Lara Valdés
(Artículo publicado en 2005 por parte de la Dirección Municipal de Cultura y Educación del Guanajuato y la Universidad de Guanajuato)
Todavía hoy, año 2009, la ciudad de Guanajuato tiene su gran fiesta del agua en los meses de junio y julio: San Juan, días antes del 24 cuando las familias y los visitantes festejan en un paseo por el parque Florencio Antillón y las dos calles que le guarnecen, al parque y al vaso de agua que es la presa de la Olla, para llegar luego al Jardín de las Acacias presidido por la gran escultura de Miguel Hidalgo, y, después los accesos escalerados hacia la cortina de la represa de San Renovato, alrededor de la cual suele suceder lo más popular de lo más populachero, el pueblo pues. Claro está, los políticos y comerciantes, los industriales y los periodistas, alrededor del Parque Antillón, los oriundos y las familias en el de las Acacias. Pero por todas partes curiosos y visitantes, así como el mundo raro en que se ha convertido esta ciudad administrativa, universitaria, cultural, minera. Todo se ve alrededor de estas fiestas. Desde hace décadas, la fiesta tiene como paisaje a los grupos de políticos que la utilizan para hacerse notar entre la población, ellos, sin saberlo, cumplen con un ritual de integración, de identidad, por más que los medios destacan notas de color partido político. Todo sucede entre negocios de comida, bebida, vendimia de bisutería, fruta, juegos para niños y jóvenes, y estruendoso sonido de canciones de moda para bailar, para gozar, para gritar, para sufrir; mariachi, conjunto norteño, trío, banda, sin faltar el trovador solitario, 97
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todos en competencia con los sonidos saliendo de bocinas en competencia por el mayor volumen, pero nunca en la misma intensidad de las canciones que salen de la garganta en pleno sentimentalismo. Con las mismas características sigue la fiesta el primer lunes de julio, “Si lo permite el Alto Mando”, dicen por ahí, ésto es, si la cantidad de aguas pluviales acumuladas en el vaso de la presa lo permiten, sucede el movimiento mecánico para abatir las compuertas y dejar que el copete de la presa, el agua, se precipite en cascada por la vertiente hacia el principio del sistema subterráneo del drenaje citadino. Una vez al año, como desde mediados del siglo XVIII se estableció como medida sanitaria, sucede la limpia del drenaje de la ciudad en este sector, por ello se deja correr el agua en plenitud de regocijo por el agua derramada. Son las fiestas de San Juan y de la Apertura de la Presa de la Olla, la una, evocación religiosa del Bautista que tuvo, porque ya no existe, templo en el mineral de Rayas; la otra, acción sanitaria que incentiva la congregación alrededor del agua sonora, señora impetuosa, joven chispeante, en ocasiones demasiado olorosa a materia putrefacta mientras cae como en catarata. En esos momentos difícilmente alguien puede escuchar a la banda municipal que ejecuta sobre la cortina de la presa el vals Sobre las Olas, del santacrucense Juventino Rosas. ¿Pero cómo sucedió la fiesta en tiempos pasados? ¿Cómo se fortaleció la costumbre? ¿Cómo se originó?
Presunto origen de la fiesta del agua derramada
La circunstancia de haber sido el Rancho de la Olla una propiedad particular, probablemente dedicada a la explotación de las canteras, y/o al comercio del agua mediante la arriería, bien a bien no se sabe ya que no se ha 98
EL PASEO DE LA PRESA DE LA OLLA Y SUS FIESTAS DE SAN JUAN Y DE LA APERTURA
localizado la documentación que nos esclarezca el giro del rancho de la Olla; pensamos que no hubo fiesta a San Juan Bautista ni apertura de la presa antes del siglo dieciocho. La construcción de la presa ya se refiere hacia 1741. No queda noticia de que hubo templo o capilla de hacienda o del rancho de la Olla; el templo que hoy vemos lo construyó el padre Marmolejo en el siglo XIX y no se sabe si éste sustituyó a otro que habría estado allí, o próximo al rancho tan mentado. Hay dos fechas para suponer el inicio de las fiestas, a partir de 1750 y a partir de 1780; después de 1741 ya estaba construida la presa en el extremo de la población y se desbordaba en temporadas de lluvias intensas, tal que al bajar el agua por el río cruzando la ciudad, en su mayoría a cielo abierto, lo veían discurrir lleno de agua mientras limpiaba el cauce. Haber construido la presa propició el riesgo de inundaciones con la sobreelevación del nivel de agua, pero además, el cauce del río había venido siendo utilizado por los propietarios colindantes quienes echaban en él basura, desmontes para sus construcciones, y donde había haciendas de molienda del mineral, los deshechos de tierra lama, granza y otros detritus de animales y personas. Estos usos derivaron en el muladar que obstaculizaba el libre paso de las aguas superficiales, por lo que en el año de 1749 los vecinos de la calle de Alonso se dirigieron al Ayuntamiento para solicitar, entre otras acciones que evitaran las inundaciones, la limpieza del río. El río desde el poblamiento en la segunda mitad del siglo XVI, era canal del desagüe, a cielo abierto, por lo que a casi doscientos años de esta costumbre se habían sufrido, cada temporada de lluvias intensas, al río saliendo de madre, como se decía entonces, ocasionando desgracias, pérdida de vidas. 99
Guanajuato y sus Presas
La decisión oficial de realizar la apertura como medida sanitaria y de resguardo a la población, suponemos que pudo haber sido una acción alrededor de 1750: liberar el agua de la Presa de la Olla para que al bajar por la caja del río, lo limpiara. Aunque bien pudo haber sido práctica constante ya que en el año de 1780 las autoridades, apoyándose en jornaleros pagados por un impuesto de propios y arbitrios, ya realizaban una limpieza anual; las autoridades debían reportar el costo por la mano de obra, y por el uso de herramientas para ello. Eso que hoy llamamos la Apertura, bien pudo haber tenido tal origen, para concluir la limpieza anual del río. La otra fiesta, la de San Juan, el 24 de junio, religiosa, como su nombre lo indica, acaso haya sido iniciada por el prestigiado mineral San Juan de Rayas. En la ciudad de Guanajuato no había antes del siglo XVIII templo, lo hubo hacia 1750, el hoy conocido como San Francisco, era San Juan, en la entrada al Potrero, cuya portada barroca expone el programa franciscano, pero San Juan no está. El templo en el mineral de Rayas, dedicado a San Juan el Bautista, se derrumbó; su torre y fachada pasaron al Templo de Pardo, las pechinas a la escalera central de la Unidad Belén de la Universidad de Guanajuato, las columnas de la linternilla, a una casa en el mineral de Valenciana, los retablos barrocos al templo del Señor de Villaseca. En la fachada del templo de San Juan, trasladada a la capilla de Pardo, al levantar la vista destaca en la cartela central la escena de San Juan bautizando a Jesús; la escena está presidida por el Espíritu Santo. Podemos imaginar que el auge del mineral de Rayas, donde estuvo el templo, y el de la familia Sardaneta Legaspi, sus dueños, entre 1730 a 1750 dio lugar a la fiesta en el día del santo patrono; el mero día de San Juan. 100
EL PASEO DE LA PRESA DE LA OLLA Y SUS FIESTAS DE SAN JUAN Y DE LA APERTURA
El gozo por el agua derramada
Las fechas cuando sucedían las fiestas no han podido establecerse regularmente, debido a la invariabilidad de la temporada de lluvias. Noticias varias de las fiestas que suceden en junio y julio dan idea del gozo por el agua derramada. La fiesta de San Juan, alrededor del 24 de junio, y la apertura de la Presa, ahora el primer lunes de julio, pero antes era movible. Hurgando en periódicos nos enteramos que el 13 de junio de 1828, la Junta Municipal de Beneficencia y Sanidad dirigió, con carácter de urgente, al ilustre Ayuntamiento que se realizara, a la mayor brevedad, la apertura de la Olla, debido a que las pestilencias de la ciudad lo ameritaban. Al año siguiente, sucedió el 14 de julio, a las ocho y treinta de la mañana. El año de 1867 la apertura fue en el mes de agosto. El año de 1872, el 6 de julio, según invitación que hizo el vecindario de la Presa de la Olla: “… a todas las personas en general que concurren al paseo de la apertura el próximo miércoles, a fin de que contribuyan espontáneamente para la conclusión de aquella iglesia, aunque sea con un centavo, entregando esta oblación en las mesas que al efecto se situarán en las puertas de dicho templo.” (AHG, 1872, julio 6). Y así, nos enteramos que en 1899 las fiestas sucedieron entre el 24 de junio y el 4 de julio cuando hubo apertura. Las fiestas servían para que autoridades, aristócratas, empresarios, clero y pueblo, se vieran las caras, cada quien dentro de sus propias galas. El 19 de julio de 1831 el Ayuntamiento envió una invitación al gobernante en turno para que asistiera a las fiestas de San Juan, ofreciendo la casa de la Presa de la Olla que era del Ayuntamiento y la ocupaba el guardián de la Presa.
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Guanajuato y sus Presas
Prevalencia de la fiesta
Nos ha parecido que el caudal de agua, el volumen que se deja ir por el río camino abajo, hasta cruzar la ciudad, tiene la función de limpiar el colector de aguas negras del Paseo de la Presa hasta el Túnel del Coajín, por donde sale bajo la ciudad, a la cañada de Pozuelos, encontrándose con el otro ramal que atraviesa la ciudad en Noria Alta. Así la ciudad estrena aromas, como la población estrenaba ropa para las fiestas. Todavía en la segunda mitad del siglo XX era la costumbre estrenar ropa para las fiestas de San Juan. Se veía a las familias acudir con sus alimentos preparados a los parques Florencio Antillón, Jardín de las Acacias, y uno más que estuvo en la ladera norte; buscando un lugar donde acampar para pasar el día, a gozar la música de grupos norteños, mariachis, tríos o trovadores solitarios. El gusto mayor era permanecer en caso de que cayera la lluvia, porque tenía que llover, en ésta como en otras fiestas si no llovía no era fiesta. Hubo carreras de caballos en el Paseo mismo, pero luego llegó el automóvil. Hoy la fiesta tiene visos de convivencia entre políticos más por compromisos sociales. La historia se pierde y hoy otras son las razones que nos concitan a la fiesta: participar colectivamente sumergidos entre la brisa de la cascada, el agua derramada, mientras el estruendo del agua al caer nos traspasa. A algunos parecerá remembranza del bautizo de San Juan a Cristo, momento fundacional del cristianismo en cuanto lazo que identifica. Para otros, naturalmente nada piadosos, es el momento cuando Guanajuato se asemeja al mar, entre el estruendo del agua al caer, la brisa que de ello se forma, y la lluvia, si llega a la cita. Para completar el paisaje, si levantamos la vista, allá arriba del cerro de los Lozeros está el faro, que nos 102
EL PASEO DE LA PRESA DE LA OLLA Y SUS FIESTAS DE SAN JUAN Y DE LA APERTURA
recuerda el naufragio fingido. Esta fiesta es la voluntad de la ciudad por el lugar, ya que en él, al paso de los siglos, ha sucedido el equipamiento urbano, plazas, jardines y puentes ganados a la cañada al embovedarla, como el mismo Paseo de la Presa de la Olla.
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La Apertura de la Presa de la Olla
Alfonso Alcocer Martínez (1951-2016)
Fue Cronista de la ciudad de Guanajuato, dedicado a la cultura, el patrimonio y la construcción de la identidad guanajuatense.
La Presa de la Olla, con su importante papel dotacional, ha contribuido desde su construcción no sólo para surtir de agua a la población guanajuatense durante más de dos siglos; también con el paseo al que da origen, moldeó un espacio insuperable en la ciudad para el ocio y el esparcimiento. Dicho sector de la ciudad, espacio diferenciado de la ciudad de Guanajuato, marcó desde su nacimiento, con su función residencial para la alta burguesía, una división social del espacio urbano en la ciudad de Guanajuato, en contraste con la ciudad antigua, heterogénea y orgánica. Es así que la ciudad fundacional y compacta tendría un crecimiento hacia el oriente del lugar en que está asentada, a la manera de ensanche, lo que se convertiría en la ciudad decimonónica, con otro carácter, una formalización edilicia diferente, lo que daría, evidentemente, su imagen. En este sentido, es necesario subrayar la nueva tipología arquitectónica que correspondería asimismo con la ciudad higiénica, en contacto con las áreas verdes, incluyendo jardines privados y públicos como el Antillón y plazas blandas como el Jardín de las Acacias. Con la construcción del Paseo de la Presa de la Olla existía ya la periferia y el centro, la ciudad y el ensanche, la ciudad moderna frente a la ciudad antigua. Es de llamar la atención una atractiva combinación urbanística, es decir, el que se comparta el espacio dotacional de la Presa de la Olla, que en una época estaba en el punto más alejado de la ciudad, con el residencial, mezclándose las casas con el atractivo espacio urbano. 104
LA APERTURA DE LA PRESA DE LA OLLA
El primer uso de este espacio de la ciudad sería, independientemente de algunos ranchos, para dotar de agua a la ciudad de Guanajuato con la construcción de la Presa de la Olla. Levantada de 1741 a 1749 en el nacimiento del río Guanajuato, luciría en su cortina durante un siglo, una decoración de estatuas de cantera sobre sus respectivas columnas: fue llenada por primera vez, aún sin concluirse, en 1747. A partir de entonces, para evitar la corrupción del agua, debió renovar sus aguas, pues de ella bebía la población, traduciéndose en lo que se ha llamado la “apertura de la Presa de la Olla” y contribuyendo asimismo al saneamiento del río Guanajuato que atraviesa la población. Debemos subrayar la construcción, en la segunda mitad del siglo XVIII, de una casita junto al dique de la Presa, que serviría de habitación al cuidador. Propiedad del Ayuntamiento, fue arreglada posteriormente y utilizada por el gobernador en turno y otras autoridades precisamente para las fiestas de la apertura de la Presa, pero desapareció en el porfirismo. En 1895, después de la construcción de la Presa de la Esperanza, la Presa de la Olla clausuró sus fuentes y despachos de agua para la ciudadanía. Entonces ya existía una torrecilla que recibiría el nombre de atalaya, la que se ha convertido en un símbolo de la Presa. Si consideramos a la tradición como una sucesión de aconteceres, entonces la apertura de la Presa de la Olla, que se celebra desde el siglo XVIII, es uno de los eventos con más tradición en la ciudad de Guanajuato, ligada al proceso lógico y necesario en la tipología de una presa: renovar sus aguas cuando no existían filtros y otros procesos que la hicieran potable. 105
Guanajuato y sus Presas
Podemos referirnos a dos tipos de apertura de la Presa de la Olla; una que se hacía abriendo la compuerta del fondo para vaciarla totalmente, desazolvarla y limpiarla, operación necesaria porque de ella bebía toda la población. Y otra apertura, con otra connotación: abrir las compuertas superiores para provocar las cascadas y de alguna manera limpiar el cauce sinuoso del río, pero sobre todo continuar la tradición de la apertura que los guanajuatenses y visitantes disfrutamos. Las paredes del desagüe, con su gran altura, dan entrada en un salto en el vacío, de manera impresionante, al agua de las cascadas que iniciarán su curso por el túnel externo, el gran canal de descarga que atraviesa toda la ciudad hasta salir por ella en su territorio. La fotografía más conocida de la apertura de la Presa de la Olla, en las últimas décadas, fue precisamente la última obra artística que tomara el célebre fotógrafo guanajuatense Romualdo García. La apertura en la literatura guanajuatense, tiene también importantes momentos en piezas como la de don Agustín Lanuza escrita en 1910: Pero, entre tantas (fiestas), por típicas, por profanas, por espléndidas, por su descollante lujo, su boato y su opulencia, fue célebre en todo México la apertura de la Presa. Multitud de forasteros de las más lejanas tierras, de Monclova, de Chihuahua, de Durango, Zacatecas; acaudalados rancheros, 106
LA APERTURA DE LA PRESA DE LA OLLA
dueños de grandes haciendas, jugadores, traficantes, y galleros de pelea, de Michoacán, de Jalisco, y de México, y de Puebla; cantadoras tapatías, gentes de todas raleas, que donde hay mosca y jolgorio, nunca faltan ni escasean, a Guanajuato venían para ver abrir la Presa, jugar, hacer su negocio, y divertirse en la feria. No voy a decir, por cierto, cómo es hoy la dicha fiesta, que, de lo que fue, no guarda ni le ve sombra siquiera. El poeta continúa refiriéndose a la apertura de la Presa de la Olla: Y la tradición nos cuenta que para tener bien limpio ese vaso, y en la época de las aguas, fue costumbre que año tras año se abriera, y de aquellos tiempos data la apertura de la Presa. El apiñado concurso trepado en riscos y peñas, en los salientes del bordo, o sobre de las compuertas, el acto de la apertura aguarda con impaciencia. 107
Guanajuato y sus Presas
De la vecina montaña, formados en la meseta, al lado de los cañones los artilleros esperan, el ojo avizor, y lista en la mano, la espoleta; porque, como era solemne el acto de abrir la presa, y de oficial ceremonia lo reviste el que gobierna, tira veintiún cañonazos, hacen honores las fuerzas. Vibra el clarín, anunciando, que el gobernante se acerca; grande rumor se produce y la expectación aumenta; pues, desde el bordo, al presero, con unas sogas descuelgan. Aquel, de pie, en el extremo de una palanca que asienta la otra punta, en el barrote de la pesada compuerta, se tiene firme, y tan solo el supremo instante espera. Y, como es de gran peligro el acto de abrir la presa, según la usanza de entonces, y requiere arrojo y fuerza, el presero, de antemano, se dispone, se confiesa, porque, de muerte, en artículo, 108
LA APERTURA DE LA PRESA DE LA OLLA
en tal momento se encuentra. Le tienen por la cintura sujeto con unas cuerdas; dan la señal, él entonces, pega un salto, cae con fuerza de la palanca en la punta, sorda cruje la compuerta, y de súbito, un disparo formidable, de agua infecta, en revueltos borbollones brota con furia tremenda y va a estrellarse en las rocas la corriente turbulenta, en tanto, a salvo, el presero, ágil sube por las cuerdas. El entusiasmo electriza a la muchedumbre inmensa, aplausos, músicas, dianas, hurras y gritos resuenan y disparan los cañones y las montañas retiemblan. Y, aunque era entonces prohibido ir a bañarse en la presa, los pelados se desnudan, burlando tal advertencia, que si al cabo, entre dos cuicos a Granaditas los llevan. Definitivamente que don Agustín Lanuza intervendría con su talento para describir muchos de los grandes momentos, coyunturas históricas en la época porfirista, particularmente las inauguraciones de grandes obras materiales como la del 109
Guanajuato y sus Presas
Teatro Juárez, el Túnel del Cuajín, etcétera, así como, en este caso, a describir las tradiciones más importantes en la ciudad. Es así, que los trabajos literarios del poeta Lanuza se han convertido en una contribución importante para conocer parte del proceso histórico de la ciudad de Guanajuato, participando con otros autores en el enriquecimiento de la historia urbana de la capital del estado. Recordamos ahora la descripción de Manuel Leal cuando se refiere a los momentos más importantes de la apertura de la Presa de la Olla, justo en la época porfirista, apertura que como recordamos, se hacía en la parte inferior del gran desagüe: “A las doce en punto (no a las 13:00 horas como en las últimas décadas), Don Joaquín (refiriéndose a Joaquín Obregón González, gobernador del estado de Guanajuato en el periodo 1893-1911) era muy puntual y se abrían las compuertas a los melodiosos sones del vals Sobre las Olas, y caían cataratas desbordadas de agua espumosa y rojiza. Algunos audaces se arrojaban a nadar contraviniendo las disposiciones municipales y a sabiendas de que al salir serían aprehendidos y remitidos ‘sin novedad’. En infinidad de ocasiones venía la ‘aguafiestas’, una nube negra que asomaba por el Cerro de la Bolita, y en lo mejor del festejo descargaba la tempestad toda su furia, por eso constituía, al decir de algunos, uno de los atractivos de la fiesta. ‘El chiste’, según ellos, era echar a perder el atuendo de sus ropas.” Aquello pasó, decía Manuel Leal, en el año de 1955, “Hace casi 45 años (es decir, hacia 1910): hoy las fiestas se organizan, se estilizan comités y se eligen reinas. Ya no hay quien eche ‘patitos’ a la Presa con pesos, pero la alegría es la misma. Los métodos han cambiado. Hoy los camiones van pletóricos, y las
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LA APERTURA DE LA PRESA DE LA OLLA
cascadas arrolladoras entusiasman a las multitudes, y el vals Sobre las Olas hierve en la sangre guanajuatense, que hoy como antaño se alegra entre músicas y tormentas.” Otro trozo de historia urbana, otra narración de la apertura, contemporánea, en donde sólo se abren las compuertas y se producen las cascadas que todos conocemos, se la debemos a otro guanajuatense, de San José Iturbide, al poeta Mariano Fernández quien la hizo en el año de 1941: “Por fin, el ansiado evento llega. Las compuertas se levantan y la cascada rugiente se desquicia con salvaje fragor, en incontenible vértigo. Un sólo grito, mezcla de asombro y de júbilo se escapa de todas las gargantas, hasta que el vigoroso torrente se estrella, se quiebra y se deshace en efímeros y multiformes gigantes de espumas, en la iniciación del túnel que de nuevo lo aprisiona y encauza. Las bandas de música, en artístico torneo, se suceden saturando el aire con sus notas, ora vibrantes y entusiastas como las de la Marcha de Zacatecas, ora melodiosas y apasionadas como las de Sobre las Olas, el vals inmortal. Espléndidas bellezas venusinas arrastran tras de sí los corazones masculinos al celestial influjo de los cocuyos de sus ojos relampagueantes y con el irresistible imán del donaire que derrochan, con ingenua sencillez, al arrullo de la sinfonía de las cascadas, de los cantos, de las frondas acariciadas por la brisa húmeda y tibia, de la algarabía de los pájaros, que se lanzan asustados de haber sido sorprendidos en sus íntimos coloquios por aquella aurora inesperada, catastrófica para ellos y rebosante de alegría para nosotros.” En las últimas décadas, la apertura de la presa, desligada de las Fiestas de San Juan y de la Presa de la Olla, por la escasa duración de éstas y por la poca captación de agua en la presa cuando se requería, debió cambiarse de fecha, regularmente del primer lunes del mes de julio, hasta que se llene el vaso de la presa a la altura de las compuertas situadas 111
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verticalmente. Después de las necesarias precipitaciones pluviales, generalmente con varios días de retraso, se celebra dicho día de fiesta con la presencia, casi siempre, del gobernador del estado y del presidente municipal. Eso sí, sin faltar el festival acuático con competencias de clavados y natación, con la participación siempre necesaria de la Banda del Estado interpretando piezas musicales antes y después de que se abran las compuertas, no faltando nunca el tradicional y famoso vals Sobre las Olas, de Juventino Rosas: justo en el momento en que el gobernador da la esperada señal de abrir las compuertas. En las inmediaciones de la Presa, los habitantes de Guanajuato y visitantes continúan disfrutando la gran fiesta, recibiendo la refrescante brisa que produce el viento con las cascadas, y hasta verlas disminuir notablemente en su caída. La pregunta es obligada: ¿tendrá agua la Presa de la Olla para su siguiente apertura, el primer lunes del mes de julio?
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Cien años sirviendo a Guanajuato. Presa de la Esperanza Isauro Rionda Arreguín (1934-2012)
Fue Cronista Vitalicio de la Ciudad de Guanajuato, e investigador del Centro de Investigaciones Humanísticas de la Universidad de Guanajuato.
La ciudad de Guanajuato en relación con el agua, siempre ha sufrido los extremos; o bien abundante precipitación pluvial y se inundan sus cañadas, causando terribles daños en bienes y vidas, o escasea a sumo grado, hasta el caso de pararse sus labores industriales o sus habitantes padecer terrible sed. Ésto ha ocasionado que sean muchos los medios de que las personas se han valido para contar siempre con agua, desde borderías, pozos, norias, aljibes, hasta su acarreo desde cercanas o lejanas regiones, como Chichíndaro, Calderones y Santa Rosa.
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La minería, sobre todo las haciendas de beneficio, se valieron de presas en las cañadas y norias en los ríos; los vecinos, de pozos, aljibes y compra del agua para el consumo humano. Búsquedas para resolver los problemas han sido muchas; algunas los han resuelto para siempre; otras solo temporalmente, pero de todas han quedado testimonios en la arquitectura de la ciudad, como las bellas cortinas de presas, majestuosas norias, amplios aljibes, etcétera. De los siglos XVI y XVII casi no tenemos huellas físicas, ni memoria histórica, pero a partir de la siguiente centuria los datos se nos acumulan. Así, al principiar la segunda década del siglo XVIII, se experimentó en la región guanajuatense una gran escasez de agua, en virtud de que casi no hubo lluvias, salvo un rápido aguacero sucedido el 6 de julio de 1713, que ocasionó que los pobladores de la villa corrieran ansiosos a los múltiples arroyos a fin de proveerse del vital líquido, pero en virtud de que la tierra estaba muy seca pronto absorbió el agua, siendo poca la captada. La falta de agua trajo como consecuencia una carencia de víveres y carestía de los pocos que habían y la consiguiente hambruna y mortandad general, al respecto Lucio Marmolejo nos dice. En este año de mil setecientos catorce, estando de Alcalde mayor el Sr. D. Juan de Berra, y de cura el Sr. Dr. D. José de Abarsuza, se vieron en este Reino de las Indias, raros prodigios de hambres porque no llovió el año de 1713, porque no fue Dios servido, y con ésto se perdieron las semillas de los campos, los animales se iban muriendo, y la gente se empezó a enfermar. Aunque había semillas rezagadas, el dinero estaba, muy caro, y se atemorizaban los hombres de ver tantas infamias como usaban los perdidos, como monedas falsas, muertes, robos, muertos que 114
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se hallaban tirados por las calles y cerros que se infiere eran de hambre, doncellas que por buscar el sustento, principalmente del agua, sacrificaban su honor; no daba uno paso por las calles que no encontrara las bandadas de esqueletos o muertos andando, casi armados con el pellejo. Estos cadáveres andando se arrodillaban, y apenas podían articular palabra, pues no decían otra cosa más de “Por amor de Dios que ya expiramos de hambre socorred nuestra necesidad, Srs. poderosos”; otra lástima era ver a los pobres enfermos que por su grave necesidad, salían tembelequeando a las calles y plazas, y ésto les era causa indudable para recaídas y para su muerte. El día 14 de mayo comenzó a mitigarse la necesidad de la sed, pues este día se nos mostró Dios misericordioso, con enviarnos un aguacero, aunque las gentes se apoderaban de los pozos y costaba gran dificultad tomar el agua; pero el hambre siguió aumentando cada día. El siguiente 15 de mayo, por curiosidad llegué a contar mil novecientos de maíz por medio real, y los más, podridos y apolillados, mil doscientos ochenta frijoles por el mismo medio real; y los hombres de mucho punto y de lucido linaje y Sras. de mucha estimación andaban pidiendo limosna. Por medio de manteca daban media onza; el día ocho de julio por la mañana dieron en la tienda de la raya tres cuartos de manteca por medio real; pero el viernes 13, trajeron a mi casa, de la tienda del Sr. Gómez 575 frijoles, también por medio real, siendo la basura que llevaba poco más de tres adarmes. La carne faltaba frecuentemente, y vi muchas veces apeñuscarse las gentes a los mataderos, por ver si les daban de por Dios, siquiera un pedazo de tripa de los que les tiraban a los perros, otros traían su trastecito para coger la sangre, y otros que no traían traste se arrojaban al suelo a lamer como los cachorros, y todos así la pasaban cruda y con mucha ansia y pleito para gozarse de ella. Todo ésto quebraba los más duros corazones, 115
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y mucho más ver cómo bajaban los animales de la sierra a buscar el sustento, como eran los perros, los coyotes, lobos y otros animales; pero aquí la compasión más lastimosa era ver que los cristianos se amotinaban previniéndose con hondas y piedras, palos y gritos. Ésto hacían los hombres, las mujeres y los niños, para que no llegaran los animales y les tocase eso menos. Con ésto no podían por menos, sino rompernos los corazones los aullidos de los irracionales: y a pesar de ésto, todos los más días se levantaban difuntos por los cerros y plazas de nuestros lugares, de hambre y de enfermedad, porque los más se mantenían con yerbas y nopales sancochados. Los niños no se acordaban de los juegos y travesuras propias de su edad, sino sólo de pedir sustento por amor de Dios. Era cosa de espanto ver en todas las tiendas que de un pequeño quesito de a medio, sacaban tres reales los infames mercaderes sin piedad, y así de los demás; se llegó a publicar bando para que no se vendiera a ninguna de la clase que fuera más que medio real de maíz, para que a todos les pudiera tocar. Una gallina buscada con necesidad valía 12 rs., un huevo por medio, ocho pimientos por medio, cosa que nos atemorizábamos los vivientes de ver estos estragos. Y con ésto nos quiso regalar Dios Nuestro Señor con hambre y fuerte tabardillo, que se apestó el lugar, de manera que el que caía de muerte, a los seis o siete días, no había más que abrir la sepultura, porque experimentamos que no vivían más; y así acabaron muchas personas, tanto pobres como ricas; pero más pobres. Ese mortal enemigo del género humano, la falta de agua, siguió amenazando a Guanajuato por lo que en un momento dado se pensó captarla y conducirla a la villa, desde el corazón mismo de la cercana sierra, el rancho del Tablón; por lo que en mayo de 1738 se solicitó del Virrey Juan Antonio de Vizarrón, su permiso para cobrar diversos 116
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impuestos en la villa a fin de aplicar sus resultados en introducir el agua al poblado, trayéndola desde ese lugar. Se consiguió la aquiescencia del representante del monarca, las contribuciones se recabaron, pero la obra, por diversas razones no se llevó a efecto. A partir de ese momento, en diversas épocas, se trató de llevar a cabo el mismo proyecto, pero siempre quedó sin realizarse. Con tal Guanajuato posiblemente perdió, un bello acueducto y un atractivo más de los muchos que tiene. Algunos años después y dada la falta constante de agua, en el año de 1741 acordó el cabildo construir una presa en un lugar adecuado, se escogió un sitio extramuros de la Villa, nombrado “Hoya Grande”, que en la región significa un lugar rodeado de montañas, como es el caso. La obra se inició y la mitad de los gastos corrieron por cuenta de Vicente Sardaneta y Legaspi, dueño en mayoría en la rica mina de San Juan de Rayas. La presa, sin estar concluida, se llenó por primera vez en el año de 1747, lo que ya aseguró alguna agua para los vecinos. La obra quedó totalmente terminada en 1749, con tres y medio metros menos alta la cortina de como ahora está. Por cierto que dicha cortina estaba adornada con columnas y esculturas de santos de corte barroco, como está la presa de los Santos en Marfil. La Presa de la Olla vino a resolver en parte el constante padecimiento de la falta de agua que sufría la ciudad, pero como ésta crecía cada vez más, debido a la buena riqueza de sus minas, que trajo mayor número de pobladores, se pensó en construir otra presa en la cañada nombrada de Ponce, ahora de Pozuelos, y hasta hubo el ofrecimiento del Marqués de Rayas de pagar el costo de su construcción. Pero será hasta el año de 1777 cuando 117
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el Procurador del cabildo citadino, Francisco Azpilcueta, le presentó al Ayuntamiento un proyecto para hacer ese nuevo vaso receptor, alegando a favor de su petición, que siendo dos las presas con que contara la ciudad para surtir a sus habitantes, se alejaba el temor de que se careciera fácilmente de ese líquido tan indispensable, “pues podrían abrirse para su limpia, alternativamente, una en un año y la otra en el siguiente”, que la ciudad estaba creciendo con gran rapidez tanto en fincas como en habitantes, por lo tanto se requería de mayor cantidad de agua, además la única presa con que se contaba, la de La Olla, estaba a mucha distancia de la población, y para proveerse de agua había que recorrer larga distancia, peligrosa por lo despoblado. Lo propuesto fue aceptado y la autoridad local designó para escoger el lugar más propicio a los regidores Felipe Fernández de Riaño y José Hernández Chico. Días después los regidores nombrados dieron su dictamen favorable a la construcción de la presa en el lugar escogido, solamente manifestaron que el único inconveniente, era la existencia de dos pozuelos al principio de la cañada, hechos en la roca y una presita, que servían de lavaderos públicos, los cuales desaparecerían con la hechura de la presa, pero en cambio se podían y debían hacer otros lavaderos al pie de la cortina de la presa, que se surtiría de sus demasías y filtraciones que serían permanentes y más cercanos a la población. El Ayuntamiento acordó la construcción de la Presa de Pozuelos, y por medio del pregonero Juan José Crisóstomo Hernández, indio ladino, se anunció el remate al mejor postor. Pero no habiéndose presentado licitador dentro del plazo fijado, el Ayuntamiento cargó con la obra, quedando encargados de vigilarla dos miembros de ese cuerpo, y con la supervisión periódica de dos maestros en albañilería. 118
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Pero como al poco tiempo el dinero no fue suficiente, temporalmente se suspendieron los trabajos. Sin embargo se logró captar algo de agua que aprovechó el vecindario. Tiempo después se pretendió continuar los trabajos, para lo cual se presentó ante el Ayuntamiento un presupuesto, quien lo turnó a la Real Audiencia de México, la que concedió permiso al Ayuntamiento para que hiciera los gastos necesarios para concluir la presa; lo que se logró en el año de 1791, y desde luego se puso en servicio. Entre ambas presas, por varios años surtieron a la ciudad, y como el preciado líquido que almacenaban aún resultaba escaso, los guanajuatenses se esmeraban en cuidarlo, al grado que en algunas ocasiones hasta se cobró su consumo y se guardaban de conservarlo, limpiando periódicamente los vasos y las cuencas. Traer el líquido a la ciudad desde las presas u otro recipiente, sólo se hacía a lomo de animales o cargada por humanos; labor lenta, sucia y cara, por lo que en 1832 el vecino Marcelino Rocha, le propuso al Ayuntamiento le diesen la concesión de introducir por cañerías el agua de la Presa de la Olla a la ciudad, haciendo los depósitos públicos que se consideraran necesarios; siempre y cuando le dejasen cobrar por el servicio prestado. De momento no hubo ningún arreglo y la ciudad permaneció sin esa mejora hasta 1848, cuando otra vez don Marcelino hizo la proposición que consistía en introducir el agua desde la Presa de la Olla, por medio de tuberías, hasta el centro de la población; construyendo doce fuentes o depósitos, debidamente situados para distribuir el agua, en las que se vendería a 6 centavos 200 cuartillos de agua, un poco más barato a los aguadores y regalada la necesaria para cárcel y hospital. La cortina de la Presa de la Olla se levantaría para captar mayor cantidad de líquido y se 119
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construirían la Presa de San Renovato y otra en la Cañada de la Escondida. Por su parte el constructor gozaría del producto de la venta de agua por el lapso de 20 años, a partir del primer día de 1850. El Ayuntamiento después de estudiarlo y escuchar opiniones, aprobó la proposición y el señor Rocha inició en 1849 el levantamiento del muro de la Presa de la Olla, la construcción de la de San Renovato y a poner las cañerías por las calles de la ciudad. Dos años adelante el agua ya llegaba por tubería de plomo hasta el centro de la ciudad. Se había terminado la elevación del calicanto de la Presa de la Olla. Ya se expandía el agua en el depósito de San Sebastián, y se habían inaugurado unos elegantes baños en la calle del Sol. Un año después, se concluye la Presa de San Renovato y las cañerías; el agua brotó en la fuente de la Plaza Mayor y en otras públicas y particulares del centro de la ciudad; por lo que viendo la magnitud y beneficio, las autoridades prorrogaron por diez años más, la concesión hecha a Marcelino Rocha. Algunos años después se ordenó levantar en forma considerable la cortina de la Presa de Pozuelos, haciendo otro tanto con la de la Olla, a fin de darles mayor capacidad de captación y por lo tanto más servicio a los usuarios y lugares de la ciudad. Como el agua que abastecía a la ciudad aún era insuficiente, sobre todo para el fomento industrial, a fines del año de 1877 la legislatura de la entidad, mediante decreto, otorgó permiso a favor de dos vecinos del lugar, para construir presas en el Río de Guanajuato y afluentes, a fin de destinar dicha agua y su fuerza al fomento minero y otras industrias.
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Cuando estaba por fenecer la concesión del agua de la ciudad, los descendientes del señor Rocha pidieron al Ayuntamiento se les otorgara por 30 años más o sea hasta 1910. Ofreciendo construir otra presa, cambiar la tubería que distribuía el agua, cuidar de los jardines de la ciudad y aportar una bomba contra incendios. Pero como la protesta sobre la concesión fue muy general, los pretendientes se vieron obligados a ofrecer la construcción de dos presas más, tan grandes como las ya existentes. Habiendo varias personas que querían el otorgamiento para ellos, aparte de la familia Rocha, el Ayuntamiento expidió en 1879 una convocatoria para recibir posturas, las que se presentaron de inmediato, pero por unanimidad el Ayuntamiento declaró sin efecto la convocatoria y que a partir de 1880 la administración del agua quedara, como quedó, a cargo del mismo Ayuntamiento; quien siguió cobrando por algunos años el uso del agua, hasta que por decreto se ordenó que la distribución de ella al público fuese gratuita. Una de las primeras labores al respecto, de la autoridad local, fue cambiar la vieja y dañina tubería de plomo por de hierro. Mientras tanto, el gobierno del Estado, viendo que la ciudad de Guanajuato requería una solución más amplia para su problema de suministro de agua, ordenó que se hiciera un reconocimiento de los manantiales de Santa Rosa y Las Cristalinas, para saber si eran suficientes sus vertederos para surtir de agua la cercana ciudad y si era factible su conducción hasta ella. La investigación se hizo, pero nada se llegó a resolver al respecto. Igualmente el gobierno estatal decidió y puso en obra la apertura de un pozo en la cañada de La Escondida, atrás de la Presa de la Olla; obra que resultó un completo fracaso. 121
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Para el año de 1887, la ciudad sufrió nuevamente otra sequía, al grado que las presas surtidoras del vital líquido quedaron totalmente vacías; y ante tal apremiante problema, las autoridades municipales lograron que los dueños de la cercana presa de Mata permitiesen que el público usase el líquido almacenado en tal vaso, pero como esta agua no era totalmente pura, las autoridades dieron a conocer por impresos, un procedimiento para purificarla, que por curiosidad copiamos: “Se toma ceniza sin grasa y se cierne por un cedazo. De esta ceniza cernida tómese pozuelos y medio y echándola en un jarro grande chocolatero se le añade agua hasta más de la mitad. Se coloca el jarro en la lumbre hasta que hierva por algún tiempo, y se quita después, dejando que se enfríe y se asiente toda la ceniza. Cuando esté ya asentada, se echa el agua clara del jarro a la que contenga un barril de aguador y se remueva muy bien. De esta misma agua se pone de nuevo al jarro para hervirla con la misma ceniza y una vez hervida se deja que se asiente, echándole este segundo cocimiento a la propia agua del barril, revolviéndola otra vez en esta vasija. Esta ceniza no puede ya usarse más. El agua así preparada puede echarse en una destiladera de cantera y la que pase estará ya buena para beber y para lavar. Cuando no hay destiladera se debe esperar un día para usarla en el lavado y dos o tres días para beberla. Antes de un día se gastará más jabón que si espera a que se asiente la cal del agua, que le quitó la ceniza; y antes de tres, sabrá mal, porque anda nadando todavía dicha cal. Purificada el agua se gasta un pan de jabón en el lavado; no purificada se gastan tres. 122
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Puede emplearse otro procedimiento, que no es tan económico, y consiste en poner a cada litro de agua, veinticinco miligramos de protocarbonato de sosa completamente seco, removiéndolo después muy bien y filtrando el agua en la destiladera; pues aunque por este tratamiento no quede completamente pura, puede usarse en buenas condiciones para beber o lavar. Según las opiniones respetables de los CC. doctores Miguel Orozco y Francisco Salgado la pequeña cantidad de sulfato de potasa que queda como residuo, (que es de doscientos veintitrés miligramos por litro) después de empleado el método que se ha dicho, en manera alguna perjudica la salud. Guanajuato, Mayo 28 de 1887.- A. Lozano.- V. Artengo, Secretario”. También se hizo una inspección, efectuada por el mismo gobernador de la entidad, de unas fuentes de agua existentes en la Hacienda de Trancas, perteneciente al municipio de Dolores Hidalgo. Se encontró abundante agua en la ciénaga de Gálvez de la misma hacienda, por lo que se procedió a estudiar el trazo, proyecto y costo de la obra necesaria para conducir dicha agua hasta Guanajuato. La obra sería un acueducto de más o menos 56 kilómetros de largo y con un costo de 60,000 pesos. Dicha tubería vendría por la mesa de los Hernández, Cañada de la Virgen, Rancho de Picones, Rancho de Enmedio, Quinteros, Santa Rosa, Monte de San Nicolás, para entrar a la ciudad por el Barrio de Pastita. Todo quedó en proyecto. Finalmente después de muchas búsquedas y concienzudos estudios, se llegó a la determinación de construir una grande presa en Cañada de la Esperanza, donde en el siglo XVI estuvo el Real de la Esperanza. Para lo cual el ejecutivo estatal facultó al Ayuntamiento de Guanajuato para la 123
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realización con el apoyo económico del erario estatal y bajo la supervisión del mismo gobierno del Estado. Necesitándose los terrenos donde estaría la presa, así como los de las vertientes que surtirían de agua a dicho receptor, el Ayuntamiento procedió a comprar a la señora Luisa Rocha de Rubio, representada por su esposo el señor Francisco de P. Rubio, los terrenos y las aguas de los arroyos de Santa Ana, Esperanza y Melchores. Igualmente se gestionó comprar otros terrenos adyacentes a dichos afluentes, pero su dueño el señor Juan Sotres, lleno de amor a su tierra, decidió donarlos a la ciudad, representada por su Ayuntamiento. Se tramitó por el mismo cuerpo, poder hacer uso del túnel Glennie, para el paso de la tubería, y los dueños lo permitieron gratuitamente. Por lo tanto, para conmemorar un aniversario más del triunfo de las armas mexicanas sobre las del ejército francés, el día 5 de mayo de 1887, siendo las cinco de la tarde, el gobernador del Estado, acompañado de numerosa concurrencia, compuesta de los funcionarios federales, estatales, municipales y pueblo en general, inauguró, disparando el primer barreno en el arroyo de la Esperanza, los trabajos de construcción de la presa, que de momento se le dio el nombre de “Presa Manuel González”. En ese acto el gobernador interino dijo el siguiente discurso: “Conciudadanos: Satisfactorio es para mí celebrar el vigésimo quinto aniversario de la gloriosa batalla, ganada a las tropas francesas por nuestros valientes soldados, en los campos de Puebla, el 5 de mayo de 1862, con la inauguración de los trabajos que emprendemos hoy, a fin de dotar al municipio del agua potable suficiente, para asegurar el bienestar y comodidades del inteligente y laborioso pueblo guanajuatense.
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En efecto. ¿Qué mejor solemnización podrán tener los esfuerzos y los heroicos hechos patrióticos de nuestros conciudadanos, que la de completar la obra que ellos comenzaron dándoles a los pueblos, cuya paz y libertad defendieron, los medios necesarios para su progreso y adelanto? Yo creo señores, que no hay solemnización, que aquella que se hace inaugurando este género de obras, y nuestro gobernador constitucional poseído de esta idea, y deseoso, como siempre lo está, de engrandecer a los pueblos que gobierna, se propuso desde que tomó posesión del gobierno del Estado, atender a la imperiosa necesidad de agua potable que tiene la ciudad, y dotarla en abundancia de ese líquido precioso, que además de serle indispensable para los usos más urgentes de la vida real, le es tan necesario para fomentar acrecer en grande escala el beneficio de metales, que es su principal industria. En su afán constante de realizar tan útil y trascendental obra, el general González dispuso, en los primeros días de su administración, que se practicasen por ingenieros hábiles los estudios científicos que el caso requiera, y entre los varios proyectos presentados por los peritos, se encontró como más seguro y aceptable el de conducir a Guanajuato las aguas de los manantiales de “Ciénaga de Gálvez” situada a 26 kilómetros de la capital, proyecto que, llevado a efecto, hubiera dado los mejores y más satisfactorios resultados, pues que, con su realización, se llenarían con creces las necesidades todas de la población, y se tendrían perennes y abundantes corrientes de agua en el río para efectuar su limpia radicalmente. Pero por desgracia es tan crecido el costo de las obras que tendrían que practicarse, y tan largo el tiempo preciso para su terminación, que pulsados estos inconvenientes, el gobernador constitucional hubo de fijarse en el que ahora tengo la honrosa satisfacción de inaugurar en su nombre, prefiriéndolo al anterior, por ser de más inmediata realización, pudiendo aseguraros que al terminarse esta obra como se desea, desde el próximo periodo de sequía el pueblo minero de Guanajuato tendrá agua abundantísima para todos 125
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los usos de la vida, y en consecuencia, quedara excento de las penalidades y trabajos a que desde hace largos años se halla sujeto. El agua que se recoja en la presa que hoy se comienza, equivale próximamente al quíntuplo de la que contiene la de la Olla, pudiendo ser aún aumentada en lo sucesivo con la continuación de las obras proyectadas; de manera que con este caudal riquísimo no sólo tendrán los guanajuatenses, como he dicho antes, el agua necesaria para los usos domésticos, sino que gozarán de salubridad, pues que el líquido sobrante, corriendo continuamente por las atarjeas que según el nuevo proyecto se establecerán en la ciudad para su limpia, hará desaparecer los innumerables focos de infección que hoy existen, por desgracia, en la capital. Siguiendo, pues, las instrucciones del gobernador constitucional, me complazco de representarlo en este acto, que no dudo será el principio de una era de mejor prosperidad y engrandecimiento para el Estado y particularmente para su capital, puesto que ella queda segura de contar con uno de los elementos más importantes para su subsistencia. Para terminar, sólo me resta, felicitarlos como lo hago con toda efusión, por el preciado bien que con esta obra recibiréis, felicitando a la vez a nuestro digno gobernador general Manuel González, por el éxito con que ve coronados en esta inauguración sus desvelos y cuidados por el bien del pueblo que con tanto acierto gobierna; desear que a la mayor brevedad veáis terminada y surtiendo sus efectos la grandiosa obra que hoy se inaugura y poder contribuir con mi cooperación al término feliz de empresas que, como la que hoy se acomete, hablan tan alto en pro de la industria, de la paz y del desarrollo físico y moral de los pueblos”.
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Por su parte y al respecto, el periódico oficial publicó: Salimos de esta ciudad a las cuatro de la tarde, y después de haber atravesado, las montañas que forman el camino para Valenciana por las sinuosidades tan naturales en Guanajuato, repentinamente me encontré en una altura, que dominando las cañadas por que debe correr el agua, en ellas se veían formados cuatrocientos hombres de caballería e infantería que habían asistido a la inauguración. Imponente era el cuadro de la fuerza armada, y me sugirió la reflexión, de que la fuerza combinada con la inteligencia, eleva al hombre a una altura de que hablan sus obras. Las naciones civilizadas necesitan de la fuerza armada, para saborear las ventajas de la paz, quizá éste sea el secreto, que explique la actitud armada de todas las naciones civilizadas en este siglo llamado de las luces, para procurarse con ese aparato, las mejoras que continuamente están emprendiendo. Las montañas que rodeaban estas cañadas, estaban cubiertas por más de 5,000 almas, que representaban todas las clases sociales. Ahí se descubrían los mineros con sus trajes característicos, y ufanos, porque esperaban tranquilamente el efecto que debían producir veintiún barrenos de dinamita. Ahí estaba también representado el capital, por el Sr D. Francisco Ederra, diputado Gonzalo Obregón y Glennie. El comercio por los dueños, de la “Primavera”, “Correo de Comercio”, “Nuevo Mundo”, pero lo que más abundaba era el pueblo sediento, que esperaba con la mejora proyectada, el bienestar que tanto ansía, y que más aún, se ha hecho esperar. Ante cuadro tan conmovedor e imponente, mis recuerdos se fijaron en mi distinguido amigo el Sr. Gobernador General González, a quien frecuentemente encontraba, con una actitud pensativa ante los planos de los ingenieros, y a quienes había encargado el estudio conveniente, para poder introducir el agua a Guanajuato. 127
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Y me decía: ¿Qué efectos se producen fuera de los palacios, cuando los que los ocupan, por ministerio de la ley, se preocupan de las verdaderas necesidades públicas? No podía olvidar tampoco la cooperación tan eficaz que el Sr. Gobernador interino había prestado a este pensamiento, cooperación que creía tan irrealizable como el pensamiento, por no conocer la posición ventajosa en que se encuentra el lugar preferido para la inmediata realización de la introducción del agua a la ciudad. Ante seis mil personas aproximadamente, se pronunciaron los discursos que Ud. ya conoce, y en seguida el Sr. Gobernador Interino, prendió el primer barreno de dinamita. Precioso era el efecto que se produjo al observar el movimiento natural, que en el frente ocupado por el pueblo se dejó sentir, con el disparo de los barrenos. Esa montaña presentaba un aspecto encantador, al desocupar mil quinientos o dos mil espectadores el lugar que ocupaban, por el temor de ser alcanzadas por las piedras. No había otra voz de mando que la del peligroso pero tan eficaz que ella bastó para desocupar la parte peligrosa. En seguida los veintiún barrenos llenaban de entusiasmo a todos los asistentes a tan pacífica y tan trascendental reunión. Más adelante visitamos el túnel formado por la perseverancia del Sr Glennie: en él se ve retratada, y él también denuncia que procura salvar todos los inconvenientes que se le presentan en la realización de sus pensamientos. Regresamos a Valenciana acompañando al Sr. Gobernador ochenta o cien personas, y fuimos invitados por el señor administrador de esa mina a refrescarnos con unos helados, sirviéndose también algunas copas de buen Cognac y Vermouth. El Sr. Lic. Montelongo inició los brindis, pronunciando uno correcto, breve y elocuente, comparó los triunfos de la paz con los 128
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de la guerra, y se felicitó como hijo de Guanajuato, de que un gobierno paternal e ilustrado iniciara mejoras tan importantes, como la que había provocado esa reunión. Hizo uso de la palabra en seguida el Sr. Diputado Lic. Carlos Robles, y con el ardor propio de la juventud, y en frases y sentidas, se felicitó de ser munícipe en el Ayuntamiento de 1887, a quien le cabía la fortuna de iniciar mejora tan importante, como la que nos reunía en aquellos momentos. Interpretando los sentimientos de Sr. Gobernador Interino, que se encontraba, a mi lado, pronuncié el último brindis, asegurando que esa obra se conseguirá con el carácter dócil y notablemente trabajador del pueblo guanajuatense; que los gobiernos, por grandes proyectos que formularan, no podrían traerlos al terreno de la práctica, si no contaban con el carácter dócil y laborioso de los pueblos, e hice presente que con la cooperación de todas las clases sociales, la mejora iniciada por el Ayuntamiento de 1887, se consumaría por el de 1888. El costo total de la obra fue calculado por los ingenieros Ignacio G. Rocha y Ponciano Aguilar, autor del proyecto, al cual le anexaron el plano y proyecto de la presa, el presupuesto es el siguiente: “Tenemos la honra de remitir a usted el plano que hemos levantar de una parte del río de Esperanza y del túnel que deberá comunicarlo con la Cañada de Españita. En él va incluido el proyecto de construcción de una presa para depositar el agua necesaria para el surtimiento de esta ciudad y los minerales de Valenciana, Mellado y Cata. El presupuesto del costo de la presa y terminación del túnel, es el siguiente: Presa 7754 metros cúbicos, mampostería a $8 ……… $62,032 2520 metros cúbicos, cimientos a $6…………… $15,120 129
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1 compuerta de ciento seis centímetros .......... … $1,000 15 metros, tubo de 42 centímetros, peso 18,187 libras, 91 tonelada a $100 …............. $910 1 compuerta de 6 centímetros para servicio diario........ $50 15 metros tubo de 6 centímetros a $6 ……………..… $90 3 compuertas grandes 2 ½ por 11/2 metros a $750 ….....................................…… $2,250 Suma $81,452 Túnel 150 metros a $32 ………………….................…… $4,800 Total ………………………………………........ $86,252 Como no sería conveniente levantar la cortina de la presa en un corto espacio de tiempo, porque no tendría las condiciones de solidez que requiere una obra de esta naturaleza, hay que considerar la suma que arroja este presupuesto como distribuida en un periodo de tres años, por lo menos. Debemos, además, manifestar que, en nuestro concepto, aún suponiendo que no se emprenda desde luego la construcción de esta obra, sino que el gobierno se limite únicamente a terminar el túnel, comenzado por el Sr. Glennie, para dar paso a las aguas del río de Esperanza, serán incalculables las ventajas que recibirá esta población, con el aumento que tendrá el agua que corre actualmente por el cauce del río; pues servirá no sólo para la limpieza del mismo, sino también para surtir las haciendas de beneficio situadas en sus márgenes desde la Cata hasta Marfil. Esperamos se sirva usted dar cuenta con el informe anterior, al Sr. Gobernador del Estado: sirviéndose admitir nuestra protesta de respeto y consideración. Independencia y libertad, Guanajuato 30 de abril de 1887.Ignacio G. Rocha. Ponciano Aguilar”.
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En estos primeros momentos, por disposición del Gobierno del Estado, se encargó de la dirección de la obra el ingeniero Ignacio G. Rocha, y los trabajos materiales los ejecutaría el teniente coronel del primer batallón del estado, Leopoldo Laborde. En la construcción de esta salvadora obra, aparte de los obreros asalariados, intervinieron, sin pago alguno, los presos de delitos menores, los soldados de las fuerzas de seguridad pública del Estado, organizaciones de gremios y pueblo en general. Ante muchas críticas que hubo por la construcción de esta presa, el periódico oficial contestó a ellas diciendo: “La gran obra de la presa en el río de Esperanza, que por su magnitud ocupará el primer lugar entre las obras verdaderamente útiles. Bien conocida es la escasez de agua de que adolece la capital del Estado; y por eso uno de los pensamientos que más han preocupado el señor Gobernador constitucional, ha sido el surtirla abundantemente de tan indispensable elemento. Ha habido algunos, es cierto, que han criticado tan grandioso proyecto guiados solamente por el espíritu de oposición sistemática; pero ninguna persona sensata podrá desconocer cuanto saldrá ganando la capital de Guanajuato con una obra de tanta importancia. Los argumentos que hasta ahora han hecho valer, son el de que todo el Estado contribuye para la realización de una mejora que sólo beneficia a la capital, y de que cuesta grandes sufrimientos a las familias, prescindiendo de lo que a este respecto pudiera decirse, pues desde el momento en que el gobierno es árbitro para emplear los fondos públicos dedicados al efecto en la obra que en su concepto deba realizarse, hay que advertir además que no todo lo que recaudan las oficinas de rentas para “mejoras materiales”, se invierte en la presa “Manuel González”, sino también en multitud de obras que diariamente se están ejecutando en distintos puntos del Estado. 131
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Lo de que innumerables familias sufren por la construcción de la mencionada presa, no pasa de ser una de tantas falsedades que los oposicionistas recalcitrantes inventan para zaherir sin justicia a la actual administración. Todos saben aquí que la mayor parte de los que trabajan en Esperanza son remunerados debidamente. Esta mejora, próxima ya a concluirse, hará que Guanajuato reciba una cantidad de agua 16 veces mayor de la que hoy tiene, pues la presa podrá contener un millón ochocientos mil metros cúbicos de agua siendo así que el principal depósito en la actualidad, la Presa de la Olla, contiene solamente cien mil metros cúbicos escasos. Se logrará el perfecto saneamiento de la ciudad puesto que el agua podrá llegar a los más altos suburbios, y se mantendrán limpios los albañales y cañadas que en la actualidad permanecen estancados. Además podrá aprovecharse como fuerza motriz, la que produzca tan elevada columna de agua”. Con repique general de las campanas del Templo de Valenciana a las diez y media de la noche del jueves once de agosto de 1887, felizmente se terminó la perforación del túnel “Glennie”, que serviría para conducir la tubería de la presa “Manuel González” al casco de la ciudad. La noticia causó mucha alegría, al grado que en la noche del viernes doce, el pueblo de la ciudad recorrió las calles desde la Presa de la Olla hasta El Cantador, que eran los dos polos, con música y vitoreando al gobernador Manuel González. Se obtuvo permiso de la jefatura política para echar a vuelo las campanas de los templos y así se hizo. Los vecinos del mineral de Valenciana hicieron otro tanto, recorriendo el poblado con la banda de música del batallón del gobierno estatal.
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El siguiente domingo, por invitación del Ayuntamiento, se organizó un paseo, que fue muy concurrido, en el lugar donde desemboca el citado túnel; a donde ocurrió la banda de música del batallón del Estado, que alegró la fiesta con interpretaciones musicales. El próximo 16 de septiembre fue oficialmente inaugurado el túnel “Glennie”. También en 1887 el ilustrado y bien reputado científico lugareño, el químico Vicente Fernández, sujetó a análisis las aguas de los arroyos de la Esperanza, y después de un estudio muy minucioso y completo, llegó a la conclusión que las aguas eran salubres y por lo tanto no dañinas al humano. En 1888 se encargó interinamente de la dirección de los trabajos de la presa el ingeniero Ponciano Aguilar. Para 1891 la obra iba muy adelantada y se estaba ya comprando en Inglaterra tanto las compuertas como la tubería especial, que se necesitaban como punto final. En abril de 1893 escribió el cronista Crispín Espinosa: En este mes queda terminada la gran presa: “Manuel González” levantada en la Cañada de Esperanza; y se siguió trayendo la cañería que conducía el agua al centro de la ciudad, para cuya entubación, compuertas, etc., contribuyó el H. Ayuntamiento con la cantidad de $50,000.00 Cts. Esta gran presa se halla situada a cinco kilómetros de la ciudad hacia el rumbo norte, camino del mineral de Valenciana, tiene capacidad para 2,000 metros cúbicos de agua, su altura es de 34 metros, su longitud en la parte superior del dique, es de 166 metros, por 7 de espesor y 26 en su base; y consta en conjunto de 41,000 metros cúbicos de mampostería. En su parte superior pueden transitar cómodamente los carruajes que con frecuencia se dirigen a la hermosa quinta que está al pie del muro. 133
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La iniciativa de esta inestimable mejora en Guanajuato, se debe al señor ingeniero don Francisco Glennie, que la concibió hacia ya muchos años, pero no se había llevado a cabo, hasta la administración del señor general don Manuel González, quien alcanzó a emplear en ella la suma de $350,000.00 cuando lo sorprendió la muerte. Está adornada por hermosas canteras, producto de los lozeros de esta misma ciudad; canteras de colores azules, verdes y morados y de unos jaspes caprichosos tanto que a esta pintoresca loza le llaman todos los forasteros que nos visitan, “mármol guanajuatense”. Al resolverse el señor general González a llevar a efecto esta benéfica obra, confió toda su dirección al inteligente joven ingeniero Ponciano Aguilar; quien la llevó hasta su conclusión: y ahora, que a este respecto, vemos asegurada la tranquilidad de toda la sociedad, esencialmente de la clase menesterosa, por tener agua con profusión en ese hermosísimo lago, todos los guanajuatenses bendecimos y bendeciremos dignamente al señor general D. Manuel González porque nos ha hecho este beneficio que ha colocado tan alto su nombre, el que se recordará en Guanajuato con respeto a la vez que con gratitud. Y así debe de ser, porque ahora tiene la ciudad agua con abundancia, mientras anteriormente se carecía de ella, por ser insuficiente las Presas de la Olla y de San Renovato, conocida ésta vulgarmente por la presa chiquita, para abastecer a la población de tan precioso líquido, el que se compraba a precios muy subidos, pues había ocasiones que un cántaro de agua de capacidad de 80 cuartillos, alcanzara a comprarse al enorme precio de 25 centavos. Es notable la Presa de la Esperanza tanto por su inmensa utilidad para la higiene y para la vida, como porque en su construcción no se omitió gasto ni esfuerzo a fin de que reuniera las condiciones de solidez y de belleza de forma, contribuyendo a esta última su elegante estructura y el exquisito material de que está hecha. 134
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Guanajuato, que desde su fundación careció siempre de agua potable, tiene hoy abundante líquido. Hay fuentes en todas las plazas y paseos y hay hidrantes a 100 metros poco más o menos de distancia unos de otros en todas las calles y hasta en los últimos barrios y en los minerales vecinos, y cada cual toma el agua que necesita gratuitamente. El agua sobrante se vende anualmente para haciendas de beneficio o uso industriales, a razón de 8 o 10 centavos el metro cúbico. El costo de esta obra, de tres tinacos, cañerías y demás útiles para la distribución del agua, asciende a $504,631.28 Cts. Unos meses después, con motivo de la toma de posesión del nuevo gobernador del Estado, Joaquín Obregón González, la presa fue visitada el día 26 de septiembre de 1893, por el presidente de la República General Porfirio Díaz y su séquito. La presa y sus instalaciones se pusieron en uso; por lo tanto se clausuraron los despachos que ministraban el agua de la Presa de la Olla. El 16 de septiembre de 1894, vuelve a anotar don Crispín Espinosa, en su invaluable crónica: “1894. Septiembre 16. Inauguración de la gran Presa de Esperanza y del filtro-tinaco de San Antonio, verificada por el Sr. gobernador del estado Lic. Joaquín Obregón González y las señoritas María Fernández, Angela Palacios, Josefina Glennie, Virginia Chico, Concepción Orozco y Sara Reynoso. Se alquilaron por el gobierno 530 burros que se proporcionaban gratis a todas las clases de la sociedad. La concurrencia fue numerosísima, la fiesta fue espléndida. Según algunas opiniones, jamás se había celebrado este día con la magnificencia con que se celebró en el presente año. Desde las seis de la mañana se empezó a notar el movimiento de los vendimieros que fueron a poner elegantes barracas para abrir en ellas sus giros como frutas, aguas frescas, licores, etc., y a las diez todo Guanajuato se hallaba en Esperanza, punto de cita, para presenciar la hermosa fiesta que al efecto estaba preparada. 135
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A las once a.m. los acordes del Himno Nacional, anunciaron la llegada del Sr. Gobernador, de las demás comitivas de inauguración y de las personas invitadas; y una salva de atronadores aplausos fue el saludo que les dirigió el entusiasmado pueblo que tenía en su corazón la imagen y en su mente el nombre de Joaquín Obregón González, este contestó con breves pero elocuentes frases aquel estrepitoso saludo que le patentizaba el cariño y adhesión de todos sus gobernados. A las 11 y 1/2 se abrió una válvula. La franca jovialidad que adorna el carácter del señor Obregón González, en este día se desbordó; pues se le vio abriendo, personalmente, tercios de esa carne que se llama birria y repartiéndola por su mano al pueblo en general, sin distinción de clases, lo mismo a las familias de la clase media, que a las familias aristócratas, que a las familias del pueblo: pan se llevó en abundancia, a las mujeres que comercian con la venta de tortillas en la ciudad se las llevó al lugar de la fiesta, donde se les quitó su mercancía para darla al pueblo y se les retribuyó con usura. Jamás se había visto que un gobernante por su propia mano en un lugar público y en medio de una concurrencia tan numerosa, se pusiera a repartir de comer a sus gobernados. ¡Qué satisfacción para el pueblo al verse distinguido así con tales favores! ¡Qué entusiasmo se desbordó en el que gratitud para el Sr. Obregón por estos hechos! La tarde se pasó con la misma alegría; por donde quiera se miraban casas de campaña, cuyos toldos formaban cobertores, sábanas, mantas, etc., y sus habitantes cantaban, al compás de guitarras alegres canciones que aumentaban gradualmente aquel frenético entusiasmo. Éste se empezó a las cuatro de la tarde y aquella concurrencia volvió a sus hogares más satisfecha de haber presenciado tan animada como simpática fiesta”.
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Por su parte y al respecto, el periódico oficial dijo: “Desde las primeras horas, casi toda la población se trasladó a Esperanza para presenciar la llegada de la expedición, la inauguración del tinaco-filtro del cerro de San Antonio y el levantamiento de las compuertas de la suntuosa presa. Al ser levantadas éstas por el Sr. Gobernador y las hermosas señoritas María Fernández, Angela Palacios, Josefina Glennie, Virginia Chico, Concepción Orozco y Sara Reynoso, fue indecible el júbilo de la muchedumbre, que literalmente cubría los cerros que forman la cañada, la cortina y parte de los muros mismos de la presa. A los acordes de las músicas se unían las exclamaciones de la multitud y el imponente ruido que producía el agua al salir empujada por enorme presión. A la una de la tarde fue servido en el espacioso salón que se levantó al efecto un lunch y se distribuyó en abundancia alimento al pueblo. Fue de notarse la cordialidad que reinó entre los concurrentes. Allí estaban personas de todas las clases sociales, de todas opiniones, numerosos miembros de las colonias extranjeras y, sin embargo, no hubo la menor discordancia y es que embargaba a todos en aquellos momentos un mismo sentimiento: el amor de la patria. Los brindis más aplaudidos fueron los del Sr. Gobernador, cuyo tema fue la libertad, el del Sr. Lic. Carlos Robles y el del estudiante D. Agustín Lanuza, quien lo hizo en verso. El Sr. Gobernador recordó a la gratitud del pueblo los nombres de aquellos gobernantes que se habían ocupado de un asunto tan importante, como el abastecimiento de agua para la ciudad, que es la base fundamental de la higiene, tales como el Sr. General Antillón, quien ensanchó el vaso de la Presa de la Olla y estudió algunos proyectos para introducir el agua, el Sr. General Rocha, quien con verdadera audacia hizo que se diera gratis y el Sr. General González, quien levantó el gran dique de Esperanza. Este rasgo de justicia fue muy bien acogido y calurosamente aplaudido. 137
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Terminado el almuerzo, pasó la comitiva a la huerta de nuestro caballeroso y fino amigo el Sr. Teniente Coronel Leopoldo Laborde y en el espacioso corredor de la casa se improvisó un animado baile, que concluyó cerca de las cinco de la tarde, hora en que regresó la expedición”. El costo total de la Presa de la Esperanza, tinacos, tubería, compuertas, hidrantes, plomo y otros, fue de la manera siguiente: “Avalúo de la Presa de Esperanza y sus anexos Presa de Esperanza 40111 m3 de mampostería a $4.50 ...……… $180,499.50 Obra de cantería............................................$23,614.00 $204,113.50 Filtros-Tinaco 3700 m2 de mampostería a $4.50 ….………...$16,650.00 1446 m2 de revestimiento de cemento……… ...$3,250.00 Obra de cantería …......................................…… $807.00 3150 ms. de excavación ........................................$2,362.50 $23,069.50 Tinaco de San Antonio 750 m3 de mampostería a $4.50 ……...........……$3,375.00 204 m2 de revestimiento de cemento …….….......… $464.00 Obra de cantería ………….............................…....$152.00 380 m3 de excavación............................................. $285.00 $ 4,276.00 Tinaco del Venado 750 m3 de excavación en roca dura y 290 en cascajo y blandura..............................................................$ 1,500.00 $1,500.00 Hidrantes 125 hidrantes a $28 .............................................$3,500.00 $3,500.00 138
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Tubería 6 compuertas de 0.75 con accesorios ….....…...........$6,729.00 1 columna repartidora con siete válvulas y tubo surtidor de 0.40 de diámetro con accesorios...............................$2,460.00 9554 m de tubo de 9” a $9.00 ………......….......$85,986.00 5865 m de tubo de 5” a $4.50 ……...………......$26,392.50 1344 m de tubo de 2” a $1.00 ………….……......$1,344.00 142 m de tubo de 1” a $0.75 …………......……......$106.50 $123,018.00 1412 m de tubo de 1 1/4” a $0.62 ………….….......$875.44 2139 m de tubo de 1” a $0.50 ……..………….....$1,069.50 828 m de tubo de 1/2” a $0.25……………........…..$207.00 42,000 libras de plomo en soldaduras .....................$2,100.00 $127,269.94 Suma $363,728.94 Trescientos sesenta y tres mil setecientos veintiocho pesos noventa y cuatro centavos”.
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BREVES HISTÓRICOS DEL AGUA EN LA CIUDAD DE GUANAJUATO
Breves históricos del agua en la Ciudad de Guanajuato
Con base en “El agua en la ciudad de Guanajuato, problema de siglos” publicado por la Secretaría de Programación del Estado de Guanajuato en 1983.
Según determinan diversos documentos historiográficos, la ciudad de Guanajuato a lo largo de su historia ha padecido los extremos respecto al abastecimiento del agua. Abundante precipitación pluvial ocasionando inundaciones, o agudos periodos de sequías que causaron estragos en sus habitantes de manera cíclica hasta el año de 1983, cuando se atiende de manera pertinente esta situación derivado de la construcción de la batería de pozos en la zona denominada como “Puentecillas”. A través de la historia los habitantes de Guanajuato han dejado vestigios en donde se puede atestiguar dicha situación respecto al vital líquido. Desde la construcción de borderías, pozos, norias, aljibes, y acarreo en burro; todo ello para hacerse llegar el agua, hasta fotografías que muestran el poder que el agua mostró en los periodos de las inundaciones sufridas en el siglo pasado. Desde el año de 1700 se destaca un desbordamiento del río en “el Sitio”, lugar que ocupaba la calle de Belén, en donde se reportó que varios niños murieron ahogados. En aquel entonces la población de Guanajuato ascendía a 16 mil habitantes, según atestigua la historiografía. En 1714 Guanajuato y en general toda la Nueva España sufrió una gran escasez de agua, en virtud de la escasa precipitación. La falta del vital líquido ocasionó la pérdida de cosechas, ganado y por consiguiente generó hambruna. 141
Guanajuato y sus Presas
En el año de 1741, en el mes de julio, se acordó mediante la Sesión de Cabildo construir una presa en el predio conocido como “Rancho de la Olla”. Acorde a los vestigios históricos dicha obra quedó terminada en 1749. Para 1760 la ciudad sufre una de las inundaciones más graves de su historia que dejó ruina y desolación. En 1776 se acordó la construcción de otra presa en la cañada de Pozuelos, y en 1780 se presenta otra inundación considerable. En el año de 1791 se terminó la presa Pozuelos a un costo de 5 mil 238 pesos. Así mismo, se limpió el cauce del río que atraviesa la ciudad y se construyó un calicanto robusto en la confluencia del río Guanajuato y el río Cata (lugar conocido hoy en día como Dos Ríos), para tener la misma dirección de agua y se hizo más alto el puente de la Soledad para evitar inundaciones. El líquido se llevaba a la ciudad desde las presas, a lomo de animales o acarreada por humanos. En 1849 el Ayuntamiento tomó en cuenta las proposiciones hechas por Marcelino Rocha para que se le concesionara el cobro del agua mediante las obras de introducción a la ciudad, por ello se aumentó la cortina de la Presa de la Olla y se creó la Presa de San Renovato en 1852; así llegó el agua a las fuentes de la ciudad, a través de cañerías. En 1867, a la caída del Imperio de Maximiliano, llovió tanto en Guanajuato que quedó inundado y en una situación desastrosa. En aquel entonces, el agua que abastecía a la ciudad, se dijo, era insuficiente. En 1878 las herederas de don Marcelino Rocha presentaron un nuevo plan de contrato y concesión por 30 años, la entonces legislatura de la entidad otorgó el permiso para construir presas en el Río de Guanajuato y afluentes; pero en 1880 la administración del agua, quedó a cargo del Ayuntamiento. 142
BREVES HISTÓRICOS DEL AGUA EN LA CIUDAD DE GUANAJUATO
En junio de 1885, Guanajuato sufrió una inundación, al tiempo que se determinó construir una presa más en la cañada de la Esperanza, para lo cual el Ejecutivo Estatal facultó, al Ayuntamiento de Guanajuato para la realización de dicha presa con apoyo del erario estatal. En 1887, se terminó la perforación del túnel Glennie, que serviría para conducir la tubería de la nueva Presa denominada “Manuel González”, en honor al entonces Gobernador de Guanajuato, al casco de la ciudad. En 1894 quedó terminada la Presa en la Cañada de Esperanza. Luego de la Revolución Mexicana se construyó la Presa de la Soledad, para apoyar el abastecimiento del agua a la ciudad de Guanajuato. En 1977 las precipitaciones disminuyeron en gran medida, y el suministro de agua se vio afectado de manera contundente. Llevar agua a través de pipas fue la manera de paliar la situación temporalmente. En 1979 surgió un nuevo proyecto de abastecimiento desde la zona conocida como “Puentecillas”, por encargo del entonces Gobernador Luis H. Ducoing, quien instruyó al Secretario de Desarrollo Urbano y Obras Públicas, Ing. Heinz Lesser Jones, geólogo reconocido en el ámbito nacional y originario de Guanajuato, a realizar las exploraciones pertinentes en coordinación con la Secretaría de Agricultura y Recursos Hidráulicos. Los estudios geofísicos se terminaron a finales de 1981 y con base a ellos se determinó la captación por medio de pozos profundos en la zona de la Antigua Hacienda de Puentecillas, a 10 kms. de Marfil; al sudeste de la ciudad de Guanajuato.
Así mismo, la Junta Estatal de Agua Potable y Alcantarillado, verificó y analizó el proyecto, y se plasmó la necesidad de 143
Guanajuato y sus Presas
extender una línea de conducción desde la ubicación de los mantos freáticos hacia las zonas de consumo: Marfil, Pueblito de Rocha, Valenciana, entre otras. Los tubos seleccionados fueron de acero grado B, en diferentes diámetros (10, 12, 18 y 20 pulgadas) en líneas de conducción y en 6,8,10, 12 y 16 pulgadas en los tramos Inter-pozos, en total 28.7 km de tubería; con el establecimiento de un punto de rebombeo a 4.5 km de los pozos en el poblado de Hierbabuena y capacidad de 1,300 metros cúbicos. El Gobierno del Estado gestionó ante Petróleos Mexicanos (PEMEX) la donación de la tubería de acero necesaria. Así en el año de 1982 se convocó a un concurso de obra pública y en 1983 se iniciaron los trabajos. Se construyeron dos tanques de almacenamiento y regularización, uno en el cerro Venado II con capacidad de 2 mil metros cúbicos, que beneficiaría de manera potencial a 62,200 habitantes. El segundo tanque que sería en la zona de “Marfil” situada al suroeste de la ciudad, con una capacidad de 300 metros cúbicos que ya existía y se llenaba por gravedad. Con estas acciones se pudo abastecer las necesidades de la ciudad hasta 1997 sin ayuda de las Presas. Finalmente el 22 de marzo de 1983, el agua proveniente de Puentecillas comenzó a llenar el tanque de Marfil con una fuerza de 14.4 libras de presión descarga y un caudal de 71 litros por segundo. Luego de diez días el pozo número dos enriqueció el caudal incrementando el gasto a 30 litros por segundo para llegar a 101 litros por segundo. El total de pozos fue de nueve a una distancia entre ellos de 8.4 km con un gasto total de 234 l/s, con potencial de abastecer a más de 115 mil habitantes, lo que a la fecha 144
ha asegurado el suministro de agua para la ciudad de Guanajuato, aunado al desarrollo del Sistema Municipal de Agua Potable y Alcantarillado (SIMAPAG), así como a un nuevo pozo inaugurado en el año de 2005 en la comunidad del Chapín, y a la colaboración de los usuarios del sistema que contribuyen de manera oportuna con su respectivo pago por los servicios de agua y saneamiento. Referencias bibliográficas “El agua en la ciudad de Guanajuato, problema de siglos”; Gobierno del Estado de Guanajuato, Secretaría de Programación, 1983, Guanajuato, Gto. México. “Cien años sirviendo a Guanajuato, Presa de la Esperanza”, Isauro Rionda Arreguín Cronista de la Ciudad de Guanajuato, Folleto especial patrocinado por el Sistema Municipal de Agua Potable y Alcantarillado de Guanajuato Consejo Directivo 19931995, 1994, Gto. , México.
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ÍNDICE LA PRESA DE POZUELOS
José Eduardo Vidaurri Aréchiga, Cronista de la ciudadde Guanajuato .......... 4
BREVÍSIMOS APUNTES HISTÓRICOS SOBRE LAS SEQUÍAS EN GUANAJUATO
José Eduardo Vidaurri Aréchiga, Cronista de la ciudadde Guanajuato........... 8
Los orígenes de la presa de la Olla y su paseo
José Eduardo Vidaurri Aréchiga, Cronista de la ciudadde Guanajuato ......... 32
Nuestra Presa de la Olla y su Apertura
Jesús Antonio Borja Pérez ………………………..........…………….... 47
Las Fiestas de San Juan y Presa de la Olla
Isauro Rionda Arreguín (1934-2012) ………………….……………… 55
Aperturas
Isauro Rionda Arreguín (1934-2012) …………………………….…… 62
Los ríos del Cubo y del Monte de San Nicolás, sus haciendas y fincas en el siglo XVIII
José Luis Lara Valdés ……………………………….………..………… 68
La inundación de 1905 en Guanajuato Eréndira María Guadalupe Guzmán Segoviano ……………….……… 72
El Paseo de la Presa de la Olla y sus Fiestas de San Juan y de la Apertura
José Luis Lara Valdés ……………………………….………..………… 97
La Apertura de la Presa de la Olla
Alfonso Alcocer Martínez (1951-2016) ………………………………. 104
Cien años sirviendo a Guanajuato. Presa de la Esperanza Isauro Rionda Arreguín (1934-2012) …………..………………….… 113
Breves históricos del agua en la Ciudad de Guanajuato ………………………………… 141