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Laudelino Vázquez. Carta abierta de Alicia Ramírez

Laudelino Vázquez

Nota de la Redacción.- Esta carta llegó manuscrita a la redacción de Luz y Tinta en un papel arrugado, como de haber llorado sobre él, pensamos en ese momento. Así que Luadelino Vázquez se encargó de su transcripción y, según dice, destruyó el original. Leyendo lo que ha entregado para su publicación, la redacción de Luz y Tinta, con su director a la cabeza, sospecha que Vázquez maquilló las palabras escritas por Alicia Ramírez, sobre todo en lo quese refiere a la participación del propio Laudelino en estos lamentables episodios que tanta tinta están haciendo correr sin aportar nada de luz a lo que realmente ocurrió.

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Carta abierta de Alicia Ramírez al director de Luz y Tinta

Estimado señor director, o mejor dicho: querido Paco, porque a pesar de los pesares seguimos siendo amigos y seguiré pudiendo llamarte querido, sin que las buenas gentes de Madrigal de las Altas Torres tengan que fingir que no lo oyen o que no lo leen.

Porque entre tú, Laudelino Vázquez y Gloria Soriano me habéis liado una buena.

Al principio me pareció divertido eso de convertirme en un personaje literario. Menuda ilusión saber que miles de personas (bueno, quizá cientos tampoco vamos a exagerar), iban a seguir mis peripecias convertida en una heroica mujer de acción o en una violinista famosa o incluso, como dijiste aquel día, en víctima de un asesinato cruel. Pero llegados a este punto, es imprescindible que cuente la pura y simple verdad: en este mundo curioso dónde aquellos que deberían refrendar noticias, sucesos o evidencias, pueden inventárselas a su gusto, resulta que todo lo que es ficción, en el momento en que lo decoras con una finísima capa de realismo, puede tomarse como cierto; y lo que empieza como una broma entre amigos en una comida puede acabar estropeando la vida de una persona, por más que como en mi caso, no quieras oír dimes y diretes, huyas de cuchicheos de vecindario, y más aún de los bulos que disfrutan presentando a los vecinos de al lado como monstruos de maldad ¿Qué ha ocurrido para que me vea obligada a llegar a este extremo? Pues algo muy simple: Madrigal de las Altas Torres es un pueblo pequeño, muy, muy pequeño y la aparición en una revista de tirada internacional de un par de vecinos de vida aburrida, convertidos en personajes de una ficción rocambolesca y macabra, fue algo tan impactante, divertido y maleable que no pudieron resistirse a la tentación: creyeron exactamente aquello que quisieron creer. Así que, si lo tuyo, Paco, ya costó digerirlo porque sí tocaba el violín o me asesinaban, todo el mundo entendió que era un juego literario, lo de que habíamos sido amantes entró en el terreno de “será novela pero igual algo de verdad hay”. No puedes imaginarte (o sí, que imaginación no te he faltado nunca) cuántas y cuántos viejas y viejos del visillo hay en este pueblo, que se aburren mortalmente y encontraron tema para divertirse durante meses. Y por supuesto puedes imaginarte, con qué grado de detalle llegó a describirse nuestra aventura, y las sandeces que el pobre Anselmo tuvo que aguantar de forma más o menos (más bien menos) sutil. Lo de Gloria, me pareció la única parte de esta historia que se correspondió con lo que habíamos hablado: convirtió la conversación que tuvimos en la estación del tren de Medina del Campo a la hora de despedirnos, en un hermoso juego literario en el que incluso participaron las mariposas que revolotearon un rato entre nosotras, y que se convirtieron en un juego surrealista en mi teórico asesinato. Pero lo de Laudelino ya no hay por dónde cogerlo: aunque todo el pueblo sepa que la familia de mi marido no se ha movido de Madrigal de las Altas Torres por lo menos desde la boda de los Reyes Católicos, en que ya hay un documento de alquiler de un carro para el transporte de viandas de un tal Garci Nuño, y desde entonces aquí, el más aventurero de la familia se fue hasta Zamora, pero a los dos años le pudo la nostalgia y volvió a casa, y nada de padre

Madrigal de las Altas Torres

asturiano, y por supuesto nada, absolutamente nada de “cornudín” (la anécdota en cuestión la contó el propio Laudelino en la comida en que nos conocimos, después de las jornadas «Gabriel Espinosa, el pastelero de Madrigal» que se celebraron en el año 2016, y en las que fuiste uno de los ponentes principales, y tanto Gloria como Laudelino te acompañaron y aprovecharon el fin de semana para hacer turismo con vuestras respectivas parejas), las paredes de Madrigal, se llenaron de pintadas con una cara con dos cuernos y debajo la frase “Anselmo, cornudín”. Fue en aquella comida en la que conocistéis también a mi primo Fulgencio, Policía Nacional de Medina del Campo, que por cierto mide casi 1,90. No es inspector, sino agente de proximidad, no tiene ni un pelo de facha, y en la conversación que tuvo con Laudelino, hablaron de anécdotas divertidas de policías porque los dos lo eran, nacional mi primo, y municipal el otro. Nos reímos todos un rato y nos fuimos con la impresión, no solo de que habían hecho buenas migas, sino de que era “un buen chaval”. Creo que si mi primo se lo encuentra por casualidad, lo desgracia después del retrato que hizo de él. Y con toda la razón del mundo.

Aunque tú lo sabes, ellos también, y por supuesto todo el pueblo, mi Anselmo ha trabajado toda su vida en la empresa de aguas del ayuntamiento de Medina: ni su padre tuvo una carpintería, ni en sueños hemos tenido ni pretendido tener una mueblería, pero eso es lo que buena parte de mis vecinos han querido creer. No que tuviéramos una mueblería, por supuesto, eso lo conocen de sobra, sino que en su trastienda yo me había acostado con un buen puñado de hombres, a los que además habría exprimido para pagarnos el tren de vida que llevamos: “ya se sabe que los escritores sacan las ideas de la realidad, cambian un

poco de aquí, un poco de allá, que si el nombre de aquel se lo ponemos a este, pero algo hay siempre de verdad…”. Esta frase literal la escuché en el bar “El Descanso” con mis propios oídos, de labios de alguien que yo creía una persona seria, y al darse cuenta que lo había escuchado enrojeció hasta las orejas. Y esa frase se ha repetido de una esquina a otra del pueblo desde el mismo momento en que apareció publicado en vuestra revista.

Así que un matrimonio tradicional, bien avenido, que nunca había dado nada que hablar, se ha convertido gracias a Luz y Tinta, en el hazmerreír del pueblo, y mi pobre Anselmo, en el cornudo oficial, gracias a que uno de tus colaboradores, y tú mismo, os aburrís o queréis demostrar que esto del arte y de la literatura necesita siempre una capa de pintura negra, un baño de drama y oscuridad para ser más auténtico, y tomáis como blanco de vuestro pim pam pum, a un par de personas cuyo único pecado fue tratarte a ti como a un amigo y a tus amigos como si lo fueran nuestros.

Esa aburrida verdad, se convirtió en un dramático thriller, que os habrá quedado muy bonito y muy literario, pero a nosotros nos ha jodido, sino la vida, que no voy a ponerme yo tan dramática como vosotros, si una buena temporada hasta que en el pueblo encuentren algo nuevo a lo que hincarle el diente.

A ver si publicando esta carta, los que sabían la verdad pero prefirieron creer lo que les dio la gana, dejan de una puñetera vez de tocarnos las narices, y a vosotros os vale para que os penséis un poco lo de los límites de la creación.

Un saludo cordial para ti y para Gloria, a los que a pesar de todo, sigo considerando amigos, y otro para tus lectores. Supongo que se ha notado a quién he dejado fuera de cualquier forma de cortesía, porque hasta la educación tiene un límite. A ése, que le den.

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